Transición a la democracia

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LICEO MINERO AMÉRICA
DEPTO. HISTORIA Y CS. SOCIALES
Transición a la democracia
En esta ficha temática se entrega una descripción global de las características del proceso de
transición a la democracia que vivió Chile.
Derechos humanos: una responsabilidad nacional e internacional
Junto al establecimiento de un nuevo modelo económico, desde la instalación del gobierno militar,
se llevó a cabo una política de persecución a sus opositores. Ello se expresó en una represión
prolongada en el tiempo y desconocida en nuestro país en sus excesos; la violación sistemática de
los derechos humanos fue una realidad a la cual los chilenos y chilenas debieron enfrentarse. Esta
realidad es la que se recoge en el Informe Rettig, que investigó las violaciones de los Derechos
Humanos con resultado de muerte, y en el Informe Valech, que indagó sobre la aplicación
sistemática de torturas durante el régimen militar.
El Informe Rettig dice al respecto:
“La doctrina de la contrainsurgencia se reflejó, en diversos grados, sobre las enseñanzas recibidas
y las prácticas inculcadas en los entrenamientos de la lucha antiguerrillera. El secreto de las
operaciones; las “técnicas de interrogatorio”; la educación en formas de lucha y de muerte
“especiales” y para tender emboscadas; los adiestramientos “de supervivencia”, que a menudo
incluían realizar actos degradantes para la propia dignidad, o crueles, etc., iban acostumbrando a
los alumnos a que los límites éticos fuesen retrocediendo o desvaneciéndose, hasta desaparecer.
[...] el contrainsurgente, el luchador [...] venía a ser una especie de héroe, que sacrificaba no sólo
(si era necesario) la vida física, sino su integridad moral, para que los demás pudieran gozar de
ésta y de los beneficios de la sociedad libre.
La otra justificación era un concepto deformado de la seguridad nacional. Ésta como valor
supremo, estaría por encima de la ética, formulándose así una revivencia de la antigua “razón de
Estado” que –como ésta– autorizaría en casos extremos, declarados subjetivamente por la propia
autoridad, la violación de derechos individuales por motivos de supuesto interés general.”
(Informe Rettig. Segunda Parte: El marco político 1973-1990 y los Derechos Humanos).
La Comisión de Verdad y Reconciliación
En 1990 el gobierno de Patricio Aylwin dio el primer paso oficial en la búsqueda de respuestas y en
el establecimiento de los hechos ocurridos. Para tal efecto creó la Comisión Nacional de Verdad y
Reconciliación. Su objetivo era:
“[...] establecer un cuadro lo más completo posible sobre las graves violaciones a los derechos
humanos, entendiendo por tales la situación de los detenidos-desaparecidos, ejecutados y
torturados con resultado de muerte, en que apareciera comprometida la responsabilidad del
Estado por actos de sus agentes o personas a su servicio, como asimismo los secuestros y los
atentados contra la vida de personas cometidos por particulares bajo pretextos políticos.”
(Comisión Rettig)
Ella reunió a personas de distintos ámbitos de la vida nacional, con distintas visiones de nuestra
historia y del período en cuestión; el producto de largos meses de investigación y trabajo, el
Informe Rettig, fue entregado al Presidente Aylwin el 8 de febrero de 1991 y éste lo dio a conocer
al país el 4 de marzo del mismo año.
Las investigaciones de la Comisión vertidas en el Informe señalaron que los crímenes largamente
negados sí existían. La evidencia era indiscutible, las personas secuestradas, en un número
cercano a 2.000, eran detenidos desaparecidos. La responsabilidad de estos hechos recaía en los
servicios de seguridad del gobierno militar, especialmente la DINA, dirigida por el General de
Ejército Manuel Contreras. El Informe fue enfático en rechazar la existencia de un estado de
guerra interna en el período, elemento en el cual se había sustentado el gobierno militar para
explicar las muertes y desapariciones del período.
En su segunda parte, este documento entrega una explicación global que ayuda a entender las
múltiples causas que condujeron a la crisis de 1973 y a la posterior trasgresión de los derechos
humanos. El informe da posibles respuestas frente a hechos y, lo que es más importante, a través
de su explicación y reconocimiento histórico, intenta prevenir que tales situaciones se repitan en
el futuro.
En términos generales, y frente a la crisis de los años setenta, el Informe señala:
La crisis de 1973 tenía raíces profundas de carácter socio-económico, que iban más allá del
período en cuestión, “...el origen último de la crisis deberá buscarse en la lucha, a lo largo del siglo,
y dentro del régimen republicano, entre los distintos y divergentes intereses sociales.” (Informe
Rettig, Segunda Parte, cap. I).
En el orden de las causas inmediatas esta crisis “...puede ser descrita como una aguda polarización
de dos bandos – gubernativo y opositores – en las posturas políticas del mundo civil. Ninguno de
estos bandos logró (ni probablemente quiso) transigir con el otro, y en cada uno de ellos hubo,
aún, sectores que estimaban preferible, a cualquier transacción, el enfrentamiento armado”
(ibid.).
Dentro de los factores de polarización es importante señalar el jugado por el marco internacional.
Nuestro país se ve involucrado, a partir de la década de 1950, en lo que fue el enfrentamiento
entre las grandes potencias hegemónicas del período, EE.UU. y la URSS, en la llamada Guerra Fría.
A partir de 1960, con la Revolución Cubana, esta situación se agudiza puesto que las fuerzas de
izquierda se convencen de que la única alternativa para la resolución de los problemas
socioeconómicos es a través del enfrentamiento: la insurgencia. A este análisis se opuso la
contrainsurgencia norteamericana; Latinoamérica pasó así a formar parte del cuadro general de la
Guerra Fría.
En este marco actúa Estados Unidos una vez obtenido el triunfo la Unidad Popular, desarrollando
un plan de desestabilización económica del Gobierno.
En el marco de la contrainsurgencia y de la Guerra Fría, los oficiales de las Fuerzas Armadas
recibieron adiestramientos sistemáticos organizados por Estados Unidos en Panamá. Estos
adiestramientos implicaron un cambio profundo en sus planteamientos en torno a la seguridad
nacional; a partir de ese momento se visualizó un escenario de guerra en donde el enemigo no
sólo provenía del exterior, sino que existía también el enemigo interno, personificado por las
fuerzas de izquierda o “comunistas” sin distinción. Así planteada, la seguridad nacional pasó a ser
prioridad, y en la lucha en contra de este enemigo interno la dignidad personal no tenía espacio ni
significación alguna.
Al margen de las respuestas dadas por el Informe Rettig, existen muchas otras dadas por
historiadores, sociólogos e investigadores en general. Todas ellas aportan elementos a considerar,
puesto que ayudan a entender este difícil período de nuestra historia.
Es importante también señalar la posición adoptada por sectores cercanos y partidarios del
régimen militar. Ellos argumentan que el país vivía un estado de guerra interno y, en ese contexto,
hubo muertes producto de los enfrentamientos naturales en esa situación; las violaciones a los
derechos humanos habrían sido el producto de excesos cometidos por personas claramente
identificables, pero que no involucran a las Fuerzas Armadas y de Orden en su conjunto, ni a sus
altos mandos y, por lo tanto, no existió una política de Estado destinada a exterminar a
determinados grupos de la sociedad.
Por otro lado, la izquierda chilena tiene una interpretación diferente de los hechos. Ellos afirman
que la política de exterminio existió y fue posible gracias al poder absoluto que los militares
detentaron durante los 17 años de gobierno. El objetivo de ésta fue descabezar los partidos y
organizaciones de izquierda y de esta forma desbaratar el proyecto de sociedad socialista. Estos
objetivos se relacionarían con la política de contrainsurgencia y seguridad nacional implantada
desde los Estados Unidos.
La Mesa de diálogo
El Informe Rettig logró recopilar antecedentes, estableciendo como una verdad inobjetable la
transgresión de los derechos humanos. No obstante, constatado el hecho, era necesario ubicar los
restos mortales de las víctimas o establecer su destino. Con ese objetivo y así ayudar a la
reconciliación nacional fue creada en agosto de 1999 la Mesa de Diálogo. Esta, el 13 de junio de
2000, hizo pública una declaración en la que expresó
“Con miras a propiciar dicho espíritu y, en general, de avanzar hacia un reencuentro nacional,
representantes de las FF.AA. y Carabineros, abogados de derechos humanos, autoridades de
entidades éticas y personeros de la sociedad civil, han trabajado por largo tiempo en esta instancia
de diálogo, reconstruyendo espacios de confianza sobre la base de la tolerancia y la franqueza.”
En esa declaración propusieron distintas medidas a tomar para lograr la ubicación de los restos de
los detenidos desaparecidos o establecer su destino; al respecto, era vital dictar disposiciones
legales que establecieran el secreto profesional para aquellos que entregaran información sobre
los detenidos desaparecidos. Para esto, pedían al Congreso Nacional la aprobación rápida de ellas
y, al poder Judicial, el nombramiento sin dilación de Ministros en Visita para la investigación de
estos casos, cuando se produjesen.
La Fuerzas Armadas y Carabineros se comprometieron -en un plazo de seis meses- a realizar
esfuerzos para obtener información útil con el fin de encontrar los restos de los detenidos
desaparecidos o establecer su destino. De todos modos, aclaraban que esta información no estaba
en sus instituciones. Igual compromiso hicieron las instituciones religiosas y éticas presentes en la
Mesa de Diálogo, poniéndose a disposición para recibir estos antecedentes.
Se llamaba al presidente de la República a evaluar el trabajo y los logros después de 6 meses,
pudiendo prorrogar el trabajo por otros 6 más, si fuese necesario.
Durante el gobierno de Ricardo Lagos se elabora el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión
Política y Tortura, más conocido como Informe Valech, que recoge el testimonio de las víctimas de
la dictadura militar. Así, y del mismo prólogo del texto, se deduce la inserción de éste como
depositario de las dos instancias citadas anteriormente: “Ha sido un largo, paciente y complejo
camino. El primer paso fue el de la Comisión de Verdad y Reconciliación, creada por el Presidente
Aylwin y que presidió el abogado Raúl Rettig. Gracias a su labor, fue posible establecer en gran
medida la verdad sobre los compatriotas que murieron como consecuencia de la violencia política,
y certificar más allá de toda duda el drama de los detenidos desaparecidos. Otro paso
fundamental fue la Mesa de Diálogo, instalada por el Presidente Frei, en la cual participaron las
Fuerzas Armadas y otras instituciones, que extendió la conciencia sobre la magnitud de la tragedia
y favoreció el proceso de reencuentro nacional”.
Las heridas dejadas por la represión que ejerció el Gobierno Militar se expresan fielmente en la
presentación testimonial que registra la Comisión mandatada para llevar a cabo dicho informe:
“Consciente o inconscientemente, una conspiración de silencio sobre la tortura se fue extendiendo
lentamente por el país. Con el pasar de los años, muchos creyeron que, si bien los malos tratos
habían sido comunes contra los prisioneros del régimen militar, la tortura propiamente tal no
había sido tan masiva. Sin embargo, quienes habían sido torturados -las más de las veces, también
en el silencio- guardaban la memoria, las marcas y las consecuencias de "tratos crueles,
inhumanos y degradantes", según la Declaración Universal de Derechos Humanos, que
literalmente les habían cambiado o mutilado la vida.
Otros consideraban que era justo y necesario buscar verdad y justicia en los casos de detenidos
desaparecidos o de ejecutados políticos víctimas de juicios sumarios e incompletos..., o en los
llamados "casos emblemáticos" de violaciones de derechos humanos, pero que no era posible
hacer justicia en el caso de las víctimas de prisión política y tortura. ¿Cómo se podría probar
fehacientemente una tortura treinta años después? O bien, ¿qué sentido tendría introducirse en
estos temas cuando el pasado de estos hechos parecía tan lejano?
Confesamos que algunas de estas dudas aparecieron hasta en las primeras sesiones de la Comisión
Nacional sobre Prisión Política y Tortura, establecida por el Presidente de la República, Don
Ricardo Lagos Escobar, después de su significativa propuesta en materia de Derechos Humanos
"No hay mañana sin ayer", del 12 de agosto del año 2003. ¿Qué sentido tiene hacer un informe
treinta años después?
Hoy, después de meses de escuchar relatos íntimos, susurrados, relatados con dolor y hasta con
llanto, y de ver las marcas físicas y psicológicas, así como las lesiones familiares y sociales -algunas
sin reparación posible que restituya lo perdido- de tanto chileno y chilena preso y torturado, no
nos asiste la menor duda de que esta parte de la verdad también nos era debida para completar,
de la mejor manera posible, la reparación y la justicia que el país le debe a estos hermanos, para
avanzar por la senda siempre difícil y necesaria del reencuentro y la reconciliación entre los
chilenos.
Más de treinta mil personas han desfilado frente a nosotros, las hemos visto y las hemos
escuchado. Más de treinta mil personas se han atrevido a acercarse a nuestras oficinas o a
responder a nuestros llamados en regiones. Y más de treinta mil veces hemos escuchado el
estupor, el temor, la impotencia que aún genera la dignidad violada por agentes del Estado, de
quienes se espera -o debería esperarse- respeto a las personas, protección a los débiles y un
escrupuloso cumplimiento de la ley. Así nos hemos dado cuenta, en primera persona, de que la
corrupción del poder es la peor de las corrupciones, pues termina minando las bases de la
credibilidad esencial que todo ciudadano aguarda de las instituciones del Estado.
Pero ¿por qué el silencio de las víctimas? Se entiende el de los victimarios, que a su vez han sido
víctimas de sus acciones. Pero ¿por qué el silencio de las víctimas?
Después de mucho meditar, nos damos cuenta que es un silencio basado no sólo en el temor, ¡y
cuánto temor! También hay un aspecto de elemental dignidad. Una cosa es presentarse a la
familia después de haber sido detenido. No cuesta el alegato de inocencia y hasta cierto orgullo
por haber sufrido una injusticia o el sufrimiento por una causa que se estimaba noble. Es humano
también querer mostrarse altivo y no humillado. Pero descorrer el velo de la tortura, de la
humillación, de la violación física y psicológica, es algo muy difícil de hacer. Incluso ante los
propios cónyuges. Y ese mismo silencio comprensible fue ahondando el daño de los sufrimientos
no compartidos, de las confidencias ahogadas, de aquello que preferimos poner en la estantería
de las pesadillas y arrancar de los archivos de la historia.
Después de mucho escuchar, aún nos cuesta imaginar: la infamia de una agresión sexual, el
desprendimiento indecoroso del pudor debido a toda integridad, la agresión física repetida para
arrancar pretendidas confesiones, la corriente eléctrica, los golpes simultáneos a los oídos
conocidos como "el teléfono", y ese ingenio malévolo que poseemos los humanos cuando nos
ensañamos con una víctima o simplemente hacemos ostentación de nuestro poder.
En fin, no escapa a nuestro estupor constatar cuántas personas torturadas tenían a la sazón entre
17 y 24 años de edad, personas que vieron sus vidas literalmente tronchadas. Cuántas familias
destruidas por recibir a sus progenitores tan cambiados, con los nervios destruidos y con temores
casi incomprensibles. Y cuántas vidas malogradas, porque después de la prisión y la tortura no
encontraron trabajo ni lugar en la sociedad, y por esa simple razón, tampoco pudieron dar a sus
hijos la educación, la salud y el bienestar al cual éstos tenían aspiración y derecho.
Pero, también es cierto, todo esto lo hacemos treinta años después en que las víctimas no son las
mismas y miran de otra manera lo que son y lo que habrían podido ser. Treinta años después, en
que las instituciones y las personas involucradas de alguna manera en estos hechos tampoco son
las mismas. Treinta años después en que tenemos un país muy diferente, que nos obliga a
reconocer algo que siempre debió ser reconocido como inaceptable. Y, por lo mismo, treinta años
después en que hemos vivido un proceso de enfrentar muchos dolores, en que ha despuntado la
justicia en muchos casos y en que miramos con otros ojos el futuro, también se puede esperar una
generosidad mayor para acoger e integrar en lo mejor de nuestra vida social a aquellos que han
sido víctimas de la descalificación, la injusticia y el silencio.
No deseamos prolongar esta presentación. Las páginas del informe darán cuenta cabal de lo que
procuramos resumir. Y en nombre de todos los miembros de esta Comisión, de todos los que han
trabajado en esta Comisión, de todos los que han prestado generosamente su concurso para
cumplir con este cometido -a quienes agradecemos de corazón- deseamos que este esfuerzo
compartido sea un aporte más al "nunca más" por todos deseado, y al anhelado apretón de manos
con que Chile quisiera saldar en hermandad tanta deuda pendiente entre hermanos de un mismo
pueblo.
ACTIVIDAD:
investigar a través de diversas fuentes de información.
a. investigar el proceso social, económico y político que llevó al país al régimen militar, generando
de esta forma un informe escrito será entregado al docente mediante un documento de Word en
la carpeta llamada transición a la democracia.
b. investigar el proceso social, económico y político que dio como resultado el retorno de la
democracia, generando de esta forma un informe escrito que será entregado al profesor mediante
un documento de Word en la carpeta llamada Transición a la Democracia
c. el curso se dirige a la Sala de Enlaces, donde tendrán que buscar información acerca de cada uno
de los temas. El docente los orienta en su búsqueda en Internet.
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