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Una historia del exilio republicano español
en la sociedad dominicana, 1938-1944
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Archivo General de la Nación
Volumen CLXII
El incidente del trasatlántico Cuba
Una historia del exilio republicano español
en la sociedad dominicana, 1938-1944
Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
Santo Domingo
2012
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Archivo General de la Nación, volumen CLXII
Título: El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia del exilio republicano
español en la sociedad dominicana, 1938-1944
Autor: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
1ra. edición: abril, 2012
Cuidado de edición: Tomás Castro Burdiez (editor externo del AGN)
Diagramación y diseño de cubierta: Fundación Educarte
Ilustración de portada: Área de Fotografía Miguel A. Holguín-Veras Roulet
del Archivo General de la Nación (AGN)
De esta edición:
© Archivo General de la Nación, 2012
Departamento de Investigación y Divulgación
Área de Publicaciones
Calle Modesto Díaz Núm. 2, Zona Universitaria
Santo Domingo, Distrito Nacional
Tel. 809-362-1111, Fax. 809-362-1110
www.agn.gov.do
ISBN: 978-9945-___-___
Impresión:
_____________________
Impreso en República Dominicana / Printed in Dominican Republic
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Índice
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
capítulo primero
El incidente del trasatlántico Cuba o los oscuros móviles
de una política de inmigración en la Era de Trujillo
1. Los análisis sobre la política de inmigración y asilo
del dictador Trujillo hacia el exilio español. . . . . . . . . . . . . . 28
Capítulo segundo
La Guerra Civil española en la política exterior de Trujillo
1. La Guerra de España como telón de representaciones
políticas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
2. Las negociaciones para la inmigración de los
refugiados de la Guerra Civil. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
Capítulo tercero
El arribo de los refugiados y el proceso de
implementación de la política inmigratoria
1. De Francia a la República Dominicana: el proceso
consular de la emigración. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
2. La llegada de los refugiados al país. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
3. Los refugiados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
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Capítulo cuarto
El incidente: una valoración de la política inmigratoria
trujillista hacia el exilio republicano
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .123
Capítulo quinto
La saga del incidente. Aspectos en pos de una historia
social del del exilio español en la sociedad dominicana
1. La reemigración. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
2. El proceso dominicano como historia del
exilio español en América. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
Capítulo sexto
El exilio español y su influjo en
la vida política y cultural dominicana
1. El arribo de nuevas corrientes intelectuales,
la coyuntura política del régimen y la inserción de
los exiliados en los proyectos culturales
del Gobierno dominicano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202
2. Presencia del exilio español en la vida cultural
dominicana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
Epílogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285
Bibliografía y fuentes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
Anexos 1 al 4. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305
Índice onomástico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 327
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Introducción
L
a aparición del libro del profesor Vicente Llorens
Castillo Memorias de una emigración, en 1975, puso ante los ojos
de la sociedad dominicana el relato más comprehensivo de
lo que en el país había sido la historia del exilio republicano
español de 1939, desencadenando un prolongado proceso de
toma de conciencia, apropiación y conmemoración cultural,
en cuyo presente se ubica la impresión de este libro por parte
del Archivo General de la Nación.
En ese año, la historia escrita del paso por nuestro territorio
de alrededor de 4,500 refugiados españoles, que entraron y
casi totalmente salieron de él en el curso de unos pocos años,
parecía reducirse a discursivas de invectiva ideológica heredadas del régimen trujillista. Aunque el recuerdo de los refugiados residía como acto cotidiano en muchos hogares de la
República, conmemorándosele con hondo aprecio en planos
que iban desde el anécdota remoto del otro cultural a la memoria entrañada de un intenso contacto intelectual y humano
y familiar –dado que no pocos aquí casaron y arraigaron, o se
fueron y regresaron–, lo cierto es que, por entonces, las fuentes escritas sobre el exilio español se reducían, digamos, a la
historiografía trujilloniana plasmada en obras como La política exterior de Trujillo, el Libro blanco del comunismo en la República
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Dominicana o Trujillo, prócer del anticomunismo.1 Aunque la memoria viva de los dominicanos registraba mucho sobre la historia de los republicanos españoles, nada existía más allá del
conjunto de artículos monográficos sobre personalidades intelectuales, artísticas y políticas de ese exilio (entre las cuales,
por supuesto las de Jesús de Galíndez y José Almoina) aparecidos en la prensa escrita nacional durante los años sesenta y los
primeros setenta.
Tampoco era mucho lo que se había publicado en el exterior sobre el caso dominicano como capítulo dentro de la
historia general del exilio español en el continente americano,
que comenzaría apenas a ser tratado en el marco de las obras
generales de José Luis Abellán y Javier Rubio.2
De allí el enorme poder de evocación y el deslumbrado interés que produjo la lectura de Memorias de una emigración, con
sus bien documentados capítulos sobre la obra del exilio en
el plano de la cultura dominicana y con su minucioso recuento de las identidades de la España peregrina arribadas al país.
Las Memorias de Llorens dieron a la sociedad dominicana, en
suma, las coordenadas precisas por las que comenzaría a transitar el largo ciclo de introspección y toma de conciencia que
alcanza el tema del exilio republicano español hoy, particularmente tras la serie de actividades conmemorativas que ha
venido desplegando el Archivo General de la Nación en los
últimos dos años.
Poco tardó la sociedad dominicana en comenzar a recuperar la memoria colectiva que Llorens se había dedicado a
1
2
Virgilio Díaz Ordóñez. La política exterior de Trujillo, Impresora Dominicana, Ciudad Trujillo, 1955; Secretaría de Estado de lo Interior. Libro
blanco del comunismo en la República Dominicana, Ciudad Trujillo, Editora
del Caribe, 1956; Pedro Vergés, Trujillo, prócer del anticomunismo, Editora
El Caribe, Ciudad Trujillo, 1958.
José Luis Abellán, El exilio español de 1939, 6 vols., Madrid, Taurus, 19761978; Javier Rubio, La emigración de la Guerra Civil de 1936-1939. Historia
del éxodo que se produce con el fin de la II República española, vol. 3, Madrid,
Librería Editorial San Martín, 1977.
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sistematizar, tomando inicio un proceso de rememoración historiográfica que, de modo disperso, en diarios y revistas, fue
devolviéndonos la semblanza de muchos de los llegados en su
paso por las artes plásticas, la Universidad, el teatro, la música, el
periodismo o la política dominicanas. A la vuelta de unos años,
hechos como la gran exposición retrospectiva Los Inmigrantes
(celebrada en la Galería de Arte Moderno en mayo de 1989)
o el Primer Congreso sobre la Emigración Española hacia el
área del Caribe, fueron muestra de ese esfuerzo introspectivo.
Este libro surgió por los mismos días en que los dos eventos citados conmemoraban el cincuentenario de la llegada de
los exilados. En los hechos, esta versión constituye la puesta al
día de un escrito inédito presentado en 1989 al Instituto de
Cooperación Iberoamericana (ICI), organismo que apoyó su
confección con una pequeña ayuda de investigación.3
Surgió bajo el influjo definido de la reseña cultural que nos
había entregado Vicente Llorens, cuyo deslumbrante recuento
se quiso profundizar bajo la premisa advertida por el propio autor de que las bases de su relato enfrentaban límites originados
tanto en la capacidad de la memoria en cuanto en la imposibilidad de consultar fuentes y acervos dominicanos. Y surgió también
del definido propósito de descentrar el análisis historiográfico llevándolo más hacia el estudio de la historia de carácter colectivo
(y menos al del proceso vivido por las élites intelectuales) y a la
reflexión del impacto que la presencia de los inmigrantes había
tenido en la vida dominicana. En otras palabras, el libro al que
ahora introducimos nació del interés por reconstruir la historia
colectiva de los exiliados en el país y aquilatar el impacto que su
presencia tuvo sobre la sociedad dominicana.
Mucho ha ganado aquél manuscrito con la espera de estos
años.
3
Juan, Alfonseca, El exilio español en la República Dominicana (1939-1945),
Informe final de investigación a la Comisión Nacional Quinto Centenario, México, 1989.
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Por un lado, ha venido sumándose un creciente número de
trabajos de investigación generados por académicos dominicanos y españoles, que le aúnan el conocimiento de nuevas fuentes y enfoques. Asimismo, ha emergido un acervo importante
de fuentes testimoniales, tanto de refugiados residentes en la
República Dominicana como de reemigrados a otros países,
particularmente útiles para la reconstrucción de cierto tipo de
procesos.
Por otra parte, han sido puestos a consulta del público acervos documentales enteramente relevantes para la reconstrucción histórica de este segmento del exilio español. En primer
término, los de la Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles
(JARE), que hoy se encuentran en la red digital y que contienen una crónica detallada de los vínculos que ese organismo
de la emigración española tuvo, desde México, con los que llegaron refugiados al país. También ha sido clasificada y puesta a
consulta por la Fundación Sabino Arana, de Vizcaya, parte de
la documentación del Servicio de Emigración de Republicanos Españoles (SERE), organismo con el que acordó el gobierno dominicano la inmigración de los refugiados. Del mismo
modo, el Ateneo Español de México organizó y dispuso para
su consulta la documentación relativa a la delegación de la
Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero
(UPUEE) en Santo Domingo.
También han contribuido los avances de la era digital, que
hoy hacen posible rastrear con facilidad fuentes distantes, tanto a través de búsquedas en la red como en los recursos puestos
en medio electrónico a disposición de quienes realizan investigación en el (Archivo General de la Nación) AGN, como lo
son, entre otros, colecciones digitalizadas de diarios y prensa
periódica de la época, los testimonios orales y la fotografía.
Debe remarcarse que pocos acervos ofrecen hoy recursos
como los que pone a disposición del investigador el Archivo, y
cómo esto facilita la labor del que, como en mi caso, investiga
desde fuera.
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Pero, sobre todo, a diferencia de 1989: hoy es posible consultar el llamado fondo Presidencia de la República, gigantesco
acervo en proceso de reorganización en el Archivo General de
la Nación, contentivo de información cardinalmente importante sobre el actor menos documentado y de mayor interés
para la comprensión de este exilio: el régimen de Trujillo, las
motivaciones de su política inmigratoria y el carácter de sus
relaciones con los refugiados.
La historia general sobre el exilio español en la sociedad dominicana que aquí se presenta se ha beneficiado de la consulta
de esos nuevos acervos, especial y decisivamente del último,
en el cual pude indagar recientemente gracias al apoyo del
Archivo General de la Nación.
Acceder a ese acervo permitió despejar dudas, iluminar aspectos, percibir procesos que, por el momento, resultaban ignotos; así como contrastar afirmaciones propias y de otros investigadores. Los ¿Por qué, quiénes, dónde y cómo del origen
de una política, cuyas motivaciones, en mucho, sólo hemos inferido? ¿Cuántos fueron, quiénes eran, dónde y cómo vivieron
los refugiados? ¿Cómo se fueron? ¿Qué dejaron? Como se irá
señalando en el relato, la documentación de ese fondo arroja
nueva luz a nuestro conocimiento de la historia del exilio republicano español en la sociedad dominicana.4
Resultando ser éste, en gran medida, un nuevo escrito y no
sólo el producto de una labor de corrección y aumento sobre
aquél manuscrito: ¿Por qué insistir en sus orígenes?
Ante todo, porque sigo considerando que constituye una
suerte de conclusión preliminar sobre la política inmigratoria
del régimen hacia los refugiados, sobre la historia de su llegada, permanencia y salida de la isla, sobre sus posibles influjos
culturales, y sobre algunos otros aspectos más que bien pue
4
En el curso de este escrito se citan numerosos documentos hallados en el
Fondo de Presidencia de la República. Por hallarse éste actualmente en
proceso de organización, no es posible brindar aquí las debidas referencias archivísticas.
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den dar pie a una nueva labor de investigación. Si bien esta
versión resulta mucho mejor documentada en aspectos como
la política del régimen hacia la España republicana, la emergencia de la política de inmigración hacia los derrotados de la
Guerra Civil, la política de colonización agrícola seguida con
ellos, o el uso pragmático que hizo de todo ello el sistema político, no puedo dejar de declarar que esta nueva inmersión en
los acervos dominicanos me produce el mismo asombro que
me produjo hace veinte y tantos años en materia, por ejemplo, la presencia intelectual de los exilados en la vida cultural
dominicana. Más afinada hoy la búsqueda y el recuento de los
distintos campos de la vida cultural en que se hicieron presentes, considero simplemente aunar nuevos elementos a la
labor de ubicación y rescate de documentos necesaria para el
desarrollo de una futura historia cultural e intelectual, materia
que constituye la descripción estricta que contiene el capítulo
final, donde bien podrán hallar fuentes quienes se interesen
en indagaciones temáticas más profundas.5
Los hallazgos del fondo Presidencia confirman, de modo
general, la hipótesis de que la política de inmigración hacia
los republicanos españoles obedecía esencialmente a objetivos
de política exterior vinculados con el descrédito internacional
provocado por la matanza de haitianos de 1937 y que debíamos excluir del marco de su interpretación los presuntos fines de orden racial, demográfico y cultural que se entreveran
eclécticamente tanto en el orden del conocimiento académico
como en las representaciones ciudadanas de sentido común.6
La edición de diversos volúmenes de compilación de la contribución
intelectual de los llegados emprendida por el Archivo General de la Nación resulta una obra encomiable, que sienta bases para futuros estudios
temáticos en materia de historia de la cultura dominicana.
6
He desarrollado esa idea en los escritos: «El exilio español en la República Dominicana, 1939-1945», Memorias del Primer Congreso sobre la Emigración Española hacia el Área del Caribe desde finales del siglo XIX, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 2002, pp. 315-326; «El influjo cultural del
exilio español en la República Dominicana», en: Alicia Alted y Manuel
5
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Al tiempo que refuerza argumentos en contra de vincular
la política trujillista con propósitos de orden demográfico y
cultural, la nueva documentación disponible permite arribar
a una explicación más compleja y dinámica de la propia política exterior, permitiéndonos captarla como un proceso de
objetivos cambiantes dentro del cual el asunto mismo de la
matanza de 1937 se revela como una racionalidad vigente, a
lo más, durante la fase que preludia la decisión de admitir
masivamente en el país a los exiliados, que arribaron ya en
el marco de nuevos objetivos de política internacional. Preeminencia de la política exterior, aunque en el marco de un
manejo estratégico de la política inmigratoria para adaptarla
a objetivos cambiantes. Esa es la visión que permite sostener la
documentación de la política interior y exterior del régimen
que podemos consultar ahora.
Finalmente, quiero agradecer de nuevo el apoyo recibido
de parte del Archivo General de la Nación, de su director General, el doctor Roberto Cassá Bernaldo de Quirós (con quien
tuve el privilegio de iniciar, hace muchos años, la indagación
sobre este exilio) y de todas las personas que me brindaron su
hospitalidad y apoyo durante la breve estancia de investigación
que realicé en la institución.
Llusia, directores, La cultura del exilio republicano español de 1939, Madrid,
UNED Ediciones, 2003, pp. 359-368 y «El exilio español en la República
Dominicana, 1939-1945», en Dolores Plà Brugat (coord), Pan, trabajo y
hogar. El exilio republicano español en América Latina, INAH, México, 2008,
pp. 129-226.
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C
apítulo primero
El incidente del trasatlántico Cuba o los oscuros móviles de
una política de inmigración en la Era de Trujillo
El sábado 6 de julio de 1940, arribó al puerto del viejo
Santo Domingo de Guzmán el trasatlántico francés Cuba,
transportando poco más de 600 refugiados de la Guerra Civil
española destinados al país en arreglo a los tratos migratorios
establecidos entre el Gobierno dominicano y el Servicio de
Emigración para Republicanos Españoles (SERE). Reclutado
mayormente en los campos de concentración franceses de Vernet y Colliure, el nuevo contingente hubiese elevado a cerca
de 3,600 el número de los que por ese mecanismo habían llegado al país, pero no se produjo porque, sorpresivamente, el
Gobierno desautorizó el desembarco, dando lugar a un poco
claro incidente que canceló de facto la apertura inmigratoria
del régimen de Rafael Leonidas Trujillo hacia los vencidos.
Llegado en la madrugada, al barco se le ordenó permanecer
en el antepuerto, en tanto los representantes de los organismos de evacuación españoles buscaban una solución al delicado impasse en que se hallaba el contingente, carente desde ese
momento de un destino cierto en América y ya bajo la jurisdicción formal del gobierno pro-alemán de Vichy, a cuyas órdenes quedaría el barco si la tripulación desertaba del bando
aliado. De ocurrir esto, el contingente de refugiados enfrentaba el terrible acecho de ser enviado de vuelta a la Francia
ocupada una vez el Cuba arribase a La Martinica, escala final
de su travesía.1
Dentro del contingente a bordo del Cuba se hallaban personalidades,
cuya aprensión resultaba desde todo punto de vista interesante a las
autoridades franquistas, como las de Ramón González Peña (dirigente
1
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El trasatlántico francés Cuba anclado frente al Placer de los Estudios, en la
boca del río Ozama. Fuente: diario La Nación, AGN.
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El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 19
Al día siguiente, la prensa dominicana filtraba versiones de
los motivos del Gobierno dominicano para prohibir el ingreso
de los refugiados al territorio nacional. Según el diario La Nación, la premura impuesta por el avance alemán había hecho
que la mayoría de los pasajeros lo abordase careciendo de la
documentación consular necesaria, aventurándose «a salir de
Francia en cualquier forma» y entrando en el barco de modo
intempestivo. Añadía, además, que el contingente no se había
sujetado a la reciente disposición oficial de que los refugiados
europeos llegasen al país por medio de la Asociación para el
Establecimiento de Colonos Europeos en la República Dominicana, con sede en Nueva York.2
Durante tres días, el asunto se mantuvo envuelto en una
aureola de misterio. Anclado frente al viejo Alcázar de Diego
Colón, en la desembocadura del río Ozama, la prohibición absoluta de subir o bajar del barco llenó de expectación la vida
de quienes esperaban en el muelle. La prensa del día 8, por
ejemplo, describe con tonos dramáticos el incesante viajar de
pequeñas embarcaciones repletas de personas que se acercan
al trasatlántico tratando de encontrar entre los de abordo a
algún pariente o amigo.3
Fue hasta el martes 9 cuando, al fin, se produjo una declaración en torno al Cuba. Citando fuentes oficiales, La Nación de
esa mañana publica una extensa explicación sobre las razones
2
3
de la Unión General de Trabajadores y ministro de Justicia durante el
segundo gobierno de Negrín), Demófilo de Buen (jurisconsulto del Tribunal Supremo) o Matilde de la Torre (periodista y política, cercana a
Juan Negrín y a Julián Zugazagoitia, quien fue fusilado por Franco en
1940 tras su aprehensión en territorio francés).
En lo sucesivo, DORSA, siglas en inglés de la Dominican Republic Settlement Association. Véase: «La mayoría salió de Burdeos sin llenar los requisitos establecidos para entrar en el país», La Nación, Ciudad Trujillo,
7 de julio de 1940.
«Se ignora el destino que seguirán los pasajeros del trasatlántico francés,
Cuba, anclado en el antepuerto de esta ciudad». La Nación, Ciudad Trujillo, 8 de julio de 1940.
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de la negativa dominicana. En ella, acusa a la Compañía General Trasatlántica Francesa de haber aceptado, movida por el
lucro, a todo el que le pudo pagar el pasaje, desentendiéndose
de observar los requisitos sobre visado consular. También se
señala que dos meses atrás el Gobierno dominicano había comunicado a los comités de evacuación la decisión de no seguir
aceptando inmigrantes españoles pues no se había cumplido
con el precepto de que un 50 por ciento de éstos se integrase
por agricultores. Dice La Nación:
El Gobierno dominicano fue sorprendido al encontrarse con que entre los miles de españoles enviados por los
comités citados, no se encontraba ningún agricultor propiamente dicho, y que en cambio, de manera sistemática,
era enviada a nuestro país una cantidad de inmigrantes
francamente indeseables –con muy pocas excepciones– ya
que no se trataba meramente de personas cuyas ideas o
filiación política les obligaron a salir de España [...] sino
de gente de profesión desconocida aún en su propio país,
y cuya historia prácticamente comienza con la guerra [...]
con títulos y cargos equívocos, que sólo justifican –en algunos casos– papeles de dudosa garantía. A esto se añade que
las susodichas organizaciones sólo le entregaron cincuenta
dólares a cada refugiado. Con suma tan pequeña, apenas
podía vivir una persona dos meses en el país. Después, sin
un organismo que se dedicara al estudio de las posibilidades de nuestro territorio para crear fuentes de trabajo [...]
quedaron abandonados a su suerte, sin recursos para subsistir y sin preparación para realizar trabajos agrícolas, por
ser gente que evidentemente no ha trabajado en la mayor
parte de su vida [...] Así pues, la actitud de una gran mayoría de los refugiados, ha sido y sigue siendo desde todo
punto de vista censurable. Algunos, en vez de olvidar aquí
sus rencillas [...] y deponer sus pasiones, continúan tratando de formar grupos políticos, comités, organizaciones,
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realizando así actividades incompatibles con su condición
de refugiados; y lo que resulta aún peor es que con esto
diseminan prejuicios e ideas perjudiciales para el país que
les ha acogido, en el disfrute de una era de paz y trabajo.4
Por lo anterior, el Gobierno decidía no aceptar a los refugiados del Cuba, reiterando que todo aquel que, en lo sucesivo,
llegara, debía hacerlo por conducto de la DORSA. El trasatlántico permaneció en el antepuerto de Santo Domingo dos días
más y zarpó el día 11 de julio hacia La Martinica, donde los
emigrantes trasbordaron al vapor Saint Domingue que los condujo a México, país que los había admitido por las gestiones de
la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) ante
el general Lázaro Cárdenas.5
Como nota final y con los rasgos de una clara política de
producción de sentido, La Nación sellaba la trama histórica del
Cuba con el relato de un incidente en que se había envuelto
el celador de puerto, Miguel A. Herrera, dominicano, quien
puso en peligro la vida al lanzarse en aguas del río Ozama por
la inflexible actitud del capitán francés de zarpar sin demora,
levando anclas sin escuchar su ruego de hacer sonar el silbato
para que una lancha de la Administración del puerto lo recogiese y negándose, incluso, a proporcionarle un salvavidas
cuando le dio a conocer su decisión de saltar. En la escena
cruel del diálogo entre el dominicano y el francés, los refugiados españoles entran del siguiente modo:
Los refugiados que habían recibido algo de tierra y habían calmado
su hambre, le insultaron. A esto, se habían arremolinado alre
4
5
«Los refugiados del trasatlántico francés «Cuba», en situación muy difícil
para poder desembarcar en el país», La Nación, 9 de julio de 1940.
El acuerdo aparece en el folleto que reúne la correspondencia suscitada
por el incidente: Documentos relativos a la entrada en México de los pasajeros
españoles del Trasatlántico Cuba, no admitidos en la República Dominicana,
México, versión mimeografiada, 1940.
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dedor del celador varios refugiados que no pudieron desembarcar en ésta por razones ya ampliamente informadas
por la prensa. Todavía disfrutaban de algunos comestibles
que les fueren enviados de regalo desde esta tierra, por
personas caritativas de esta ciudad, entre las que se cuentan –según informes de gente del puerto– el general Rafael
Leonidas Trujillo Martínez (Ramfis), don Alejandro Ibarra
y otras. Muchos comenzaron a burlarse de Herrera al verle
en tan apurada situación, y otros pasaron directamente a
los insultos, de la manera más injusta e inesperada… En
medio de gente que le era francamente hostil, prefirió correr el albur de lanzarse al agua, a pesar de que por allí
abundan los tiburones…6
El tono del enfoque dado por La Nación al tema de los refugiados contrasta vivamente con el trato que ese diario, en
particular, había dispensado a los desembarcos iniciados ocho
meses atrás con la llegada del Flandre, el 7 de noviembre de
1939 y con la versión general sostenida por los medios de comunicación sobre la solvencia moral e intelectual del colectivo
refugiado en el país, sobre su esfuerzo por adaptarse a una
nueva vida y sobre los beneficios que derivaba de todo ello la
sociedad dominicana. Viniendo de La Nación, diario propiedad del dictador, lo publicado era signo de que, profunda y
amenazadoramente, las relaciones del régimen de Trujillo con
los refugiados habían cambiado.
La negativa a dar refugio al contingente del Cuba dejaba
definitivamente atrás los días en que la Guerra Civil Española
motivaba de parte del régimen dictatorial sonadas declaraciones humanitaristas en defensa del derecho de asilo, para abrir
paso a una etapa de confrontación política con el colectivo refugiado en el país. Curiosamente, no sería La Nación el medio
por el que los refugiados y la sociedad dominicana en general
6
La Nación, 11 de julio de 1940, p. 9.
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seguirían percibiendo los contornos del cambio de actitud del
régimen. Poco más de ese tenor aparecería en las páginas del
diario, que, justo en la víspera, había dedicado dos notas editoriales dedicadas a destacar la vigencia de los principios humanitarios proclamados por Trujillo y el interés y el deber de
practicarlos, incluso, por sobre los peligros de infiltración del
enemigo extranjero.7
A poco de partir el Cuba, el diario La Tribuna publicaba una
caricatura alusiva al tema de los refugiados extranjeros en cuyo
cintillo, en una suerte de metáfora inversa de la del celador,
podían leerse algunas de las ideas con que comenzaría a representarse en círculos oficiales la presencia de los refugiados
españoles: la decepción inmigratoria y la peligrosidad política.
Puesto al calce de la escena donde un hombre levanta en vilo a
otro con la intención de lanzarlo al mar, el cintillo decía:
¡Extranjero ingrato! … te abrimos nuestros brazos hospitalarios y nos pagas con ingratitudes, haciendo propagandas
subversivas de empresas que merecen todo crédito. Vinistes en barco de tu país, de donde te arrojaron por algo mal
hecho que hicistes… pero ahora vas a tener que regresar
nadando. Como estoy haciendo a ti se le debe hacer a todos aquellos que en vez de regar nuestros campos con agua
extraída de la fuente de la gratitud, se complacen en hacer
todo lo contrario…. ¡PERRO INDESEABLE!…8
Días después, era el diario La Opinión el que volvía sobre estas representaciones. Comentando la «Apelación a Trujillo»,9
Véase «La cariñosa espera a los huérfanos de la guerra europea» «Un
problema de defensa y un deber de humanidad», La Nación, editorial, 8
de julio de 1940.
8
Diario La Tribuna, Ciudad Trujillo, 30 de julio de 1940. Negritas en el
original.
9
«Apelación a Trujillo», La Opinión, Ciudad Trujillo, 12 de agosto de
1940.
7
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24
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una carta abierta donde una fracción de los exilados le solicitaba intervenir en defensa de los principios del derecho asilo
violados en Francia por la GESTAPO, que había entregado al
régimen franquista a Julián Zugazagoitia, Cruz Salido y otros
líderes, próximos a ser ejecutados, La Opinión afirmaba:
Hay muchos de estos refugiados que observan una conducta discreta y agradecida, pero la mayor parte de ellos,
con una tozudez digna de haber sido aplicada en mejor
ocasión, no piensan en otra cosa que en la política de
España, aprovechando las garantías condicionales de
que disfrutan para desahogar sus odios y para hablar en
el país de doctrinas que jamás podrán aclimatarse, ni siquiera superficialmente, entre nosotros… Porque ya lo
hemos dicho muchas veces… lo que aquí deseamos y necesitamos en materia de emigración es la llegada de gente
trabajadora e inclinada a arraigar entre nosotros DEFINITIVAMENTE y no a los que carecen de todo sentimiento
de gratitud y se expresan o se conducen de una forma
censurable o desdeñosa.10
Semanas más tarde, cuando visitaba el país el señor José
Tomás y Piera, enviado por la JARE para conocer sobre la angustiosa situación en que vivía la mayoría de los exilados, la
pizarra pública del Nuevo Diario sentenciaba lo siguiente:
Están de pláceme los refugiados españoles con la llegada
al país del exministro don José Tomás y Piera, que a manera de Mesías viene a resolver la situación económica de
los mismos y a prepararles la maleta a cuantos deseen trasladarse a México. Es una buena oportunidad que se nos
presenta a los dominicanos de que nos saquen de aquí a
«A propósito de una apelación», La Opinión, Ciudad Trujillo, 14 de agosto de 1940.
10
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muchos elementos que se han hecho acreedores a nuestro
desprecio. ¡Que se vayan de aquí los que no desean vivir
aquí!11
En suma, la explicación que comenzó a configurarse oficiosamente sobre la política de inmigración de refugiados españoles desarrollada desde mediados de 1939 tendió a construir
imágenes que hacían aparecer, por un lado, al Gobierno dominicano como parte defraudada en los arreglos migratorios
establecidos con los organismos de evacuación republicanos,
mientras, por el otro, presentaba a los llegados como una colectividad que no había correspondido la hospitalidad dominicana. ¿En qué medida reflejaban esas imágenes las realidades
del proceso de incorporación a la sociedad dominicana seguido por los refugiados en los meses previos?
En relación con los presuntos fines agrícolas de la política
del régimen había existido, ciertamente, una gran desorganización. A la hora del incidente, la gran mayoría de las colonias
agrícolas pobladas con refugiados ostentaba un perfil productivo muy bajo, por no decir que inexistente. Iniciados muchos
de los asentamientos hacia finales del mes de febrero de 1940
(apenas cuatro meses antes del arribo del Cuba), la situación
imperante en la mayoría de ellos era humana y productivamente deplorable. Poseyendo, generalmente, profesiones de
base urbana, una gran mayoría de los llegados no era apta para
el trabajo agrícola y presentaba graves problemas de adaptación climática al medio rural dominicano, lo que aunado a
la ausencia de apoyos productivos y técnicos que facilitasen
su esfuerzo de adaptación a la vida de las colonias intervino
de modo relevante en los magros resultados que registraban
hacia julio de 1940.
La fallida campesinización y el éxodo hacia las ciudades
presionaba en tal modo los espacios urbanos que pronto, muy
Nuevo Diario, Ciudad Trujillo, 16 de octubre de 1940.
11
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pronto, el exilio español comenzó a ser considerado como un
fenómeno problemático. Justo en los días en que el régimen se
empeñaba en interesar a Roosevelt en la capacidad de la República Dominicana para absorber refugiados europeos, cientos
de españoles desocupados se amontonaban en las ciudades, reclamando ayuda de sus organismos para ser evacuados del país.
Sin embargo, el Gobierno dominicano no podía, en rigor,
declararse defraudado por el fracaso agrícola de la inmigración.
Como veremos, ese fracaso no obedecía, estrictamente, a la capacidad organizativa y financiera del SERE en cuanto a cumplir
con la proporción de agricultores establecida y dotar los recursos adecuados para su establecimiento productivo, sino que tuvo
también mucho que ver con la propia capacidad –o interés– del
Gobierno para impulsar los fines que decía perseguir.
De hecho, más de un lector tuvo que sentirse confundido
al leer en La Nación que al contingente del Cuba se le negaba
la entrada por el envío sistemático de población no agricultora. No sólo porque los fines de fomento agrícola se hallaron
relativamente ausentes como marco explicativo en la llegada
de los tres contingentes que arribaron durante 1939, sino porque el propio diario se había encargado de difundir imágenes
triunfalistas y promisorias sobre los alcances de la colonización
agrícola. Entre abril y junio de 1940, el diario publicó reportajes y notas editoriales que proyectaban una visión exitosa
del proceso de colonización; sus títulos son suficientemente
expresivos: «Colonización progresiva y eficaz», «Un nuevo aspecto de la colonización agrícola dominicana», «Españoles en
la agricultura», «Los colaboradores de Trujillo. Hombres de
España en El Seibo», además de un extenso reportaje a doble
página dedicado a la colonia de Pedro Sánchez.12
«Refugiados españoles en Pedro Sánchez», La Nación, 6 de abril de 1940;
«Españoles en la agricultura», La Opinión, 12 de abril de 1940; «Colonización progresiva y eficaz», La Nación, 22 de abril de 1940; «Un nuevo
aspecto de la colonización agrícola dominicana», La Nación, 17 de mayo
de 1940; «Los colaboradores de Trujillo. Hombres de España en El Seibo», La Nación, 9 de junio de 1940.
12
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Pero si las imágenes vertidas por la prensa en los meses previos al arribo del Cuba contradecían la versión de la decepción
agricultora, en mucho mayor medida contradecían la idea de
un colectivo inmigrado integrado por personas «francamente
indeseables» –con muy pocas excepciones. Muchos eran los
técnicos y profesionales que en esos días, «títulos equívocos»
o no, elevaban el nivel de desempeño de las políticas públicas
del régimen, según podía leerse en las propias páginas del diario, que se constituyó en foro sistemático de la acción cultural
del exilio en los distintos ámbitos en que este incidía.13
La «diseminación de prejuicios e ideas», –aspecto que, sin
eufemismos, debe entenderse como la difusión de ideologías
anarquistas, socialistas o comunistas– no dejaba de ser, a lo
más, un fenómeno de carácter informal y cotidiano, pues las
distintas configuraciones políticas del exilio evitaron premeditadamente la manifestación pública de sus representaciones
políticas, o al menos lo hicieron hasta los días del incidente.14
En principio, la inquietud política por el posicionamiento
crítico que los exilados asumían colectivamente frente al escenario de la guerra mundial, los avances del totalitarismo y
el problema de la democracia, resulta ser el único elemento
Memorias de una emigración, de Vicente Llorens [Barcelona, Ariel, 1975]
proporciona un extenso, aunque ciertamente parcial, recuento del influjo cultural que ejerció el exilio español en la sociedad dominicana.
He intentado profundizar ese recuento desde una perspectiva menos
centrada en glosar la labor cultural de la élite intelectual de este exilio
en el escrito «El exilio español en la República Dominicana, 1939-1945»,
que forma parte de la obra coordinada por Dolores Plà Brugat, Pan, trabajo y hogar. El exilio republicano español en América Latina, México, Instituto
Nacional de Antropología e Historia; Instituto Nacional de Inmigración,
2007.
14
En la circular no. 1 de la delegación de Acción Republicana Española
en el país (julio de 1940) se decía: «Como quiera que las circunstancias especiales de nuestra situación en esta República no aconsejan la
celebración de una Asamblea», cosa que expresa la referida alusión de
manifestaciones públicas. Archivo Personal de Bernardo Giner de los
Ríos (APBGR en lo sucesivo).
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que podría explicarnos la sorpresiva dureza de lo expresado
por La Nación, cosa que obliga a resolver analíticamente la
paradójica apertura de un régimen totalitario a la inmigración de un exilio liberal, de izquierdas en todos sus matices
posibles.
¿Por qué facilitó el dictador la inmigración de una colectividad que había librado una guerra por principios e
ideologías sociales por su inspiración proscritos en la ley
dominicana?15 ¿Qué cambió –en adición a esto– en la manera de pensar del decisor supremo de un régimen político
que, sólo tres años atrás, pareció desestimar la inmigración
al país de un reducido núcleo de judíos agricultores a partir
de lo que le aconsejaba su Canciller, que era que «los únicos
judíos en el mundo que se dedican a la agricultura son los
judíos polacos, y los judíos polacos son comunistas»,16 qué
lo hizo considerar que no ofrecía peligro para el país la llegada de numerosos contingentes de comunistas, socialistas
y anarquistas españoles?
1. Los análisis sobre la política de inmigración y
asilo del dictador Trujillo hacia el exilio español
El hecho de que la política que hizo llegar a la República
Dominicana alrededor de cuatro mil refugiados españoles
tuviese un carácter informal, carente de bases institucionales
claras e inmerso en el secreto y esquivo mundo de los procesos
de política pública durante la tiranía, traslada una apreciable
carga de ambigüedad a las interpretaciones esbozadas por los
En octubre de 1936 Trujillo envió al Congreso la primera ley anticomunista que conoció la legislación dominicana (con excepción de una
Orden Ejecutiva de 1921), la número 1203, que penaba severamente las
actividades de propagación de ideas anarquistas y comunistas.
16
Ernesto Bonetti Burgos (Secretario de Relaciones Exteriores) a Rafael L.
Trujillo, Ciudad Trujillo, 26 de octubre de 1936.
15
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historiadores sobre los determinantes y la naturaleza de la política seguida hacia el exilio republicano.
Las hipótesis sobre esta inmigración han tendido a producir
un marco explicativo caracterizado por el empleo de múltiples
variables presentes en la sociedad dominicana de la por entonces ya decenaria dictadura. El análisis ha sido, por ello, multívoco y, podría decirse, en cierto modo ecléctico y confuso.
Procesos de política exterior e interior, por supuesto (análisis de la política-política en la apertura al exilio: relaciones
internacionales, propaganda, control interno), aunque también como mandato derivada de otras políticas del Estado (en
materia de demografía, fomento agrícola, etc.) o con procesos
informales presentes en el Estado dominicano como la corrupción y el despotismo burocrático.
Las propias cifras del número de exiliados llegado a la República Dominicana han admitido también falta de uniformidad, lo que es igualmente expresión del carácter informal de
la política. Voces autorizadas dentro del exilio, como Jesús de
Galíndez y José Almoina Mateos, dieron, en su momento, cálculos divergentes sobre el número de refugiados que llegaron
a la isla a partir de 1939. Galíndez consideraba que esa cifra debía situarse entre las cuatro y las cinco mil personas, cantidad
que rebasaba la estimación del segundo, para quien definidamente más de cinco mil personas llegaron a la isla entre 1939 y
1941.17 Hacia finales de la década del cincuenta, un apologista
de la dictadura publicó, por ejemplo, que los refugiados habían sido aproximadamente siete mil.18
Jesús de Galíndez, La Era de Trujillo, Santiago de Chile, Pacífico, 1956,
p. 382. Puede verse también: Gregorio Bustamante, Una satrapía en el
Caribe. Historia puntual de la mala vida del déspota Rafael Leonidas Trujillo,
ciudad de Guatemala, Ediciones del Caribe, 1949, p. 104. Este libro se
atribuye a José Almoina Mateos, quien lo habría dado a publicar bajo
seudónimo al gobierno de Guatemala, entonces enfrentado al dictador,
y a causa del cual, según se dice, sería eventualmente asesinado el autor
en la ciudad de México por sicarios del régimen trujillista.
18
Pedro Vergés, Trujillo, prócer del anticomunismo, Ciudad Trujillo, Editora El
Caribe, 1958.
17
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Las estimaciones que han hecho estudiosos contemporáneos
presentan también ciertas divergencias. Javier Rubio19 habla de
«más de tres mil», lo mismo que Bernardo Vega20 y Consuelo
Naranjo;21 Charles Gardiner, por su parte, asume que la República Dominicana «recibió aproximadamente 3 mil refugiados
españoles, una cifra que muchos elevarían a 4 mil, 5 mil y aun
a 6 mil», agregando que el número exacto de los llegados no
puede ser determinado en razón «del desorden del tiempo de
guerra y por la retención inadecuada de los registros por parte
tanto del SERE como del Gobierno Dominicano».22
Generalmente, los historiadores basan sus cálculos en las cifras reportadas por los desembarcos masivos de exilados llegados a puertos dominicanos entre 1939 y 1940, sin aventurarse
a contabilizar las llegadas que se produjeron fuera de ellos,
bajo la forma de arribos individuales o de pequeños grupos
familiares. Este procedimiento es también el que informa las
estimaciones dadas en estudios recientemente aparecidos,
como son los que figuran en las obras colectivas Historia general
de la emigración española a Iberoamérica23 y El último exilio español a
América,24 donde se asume que fueron alrededor de tres mil.25
Javier Rubio, La emigración de la Guerra Civil de 1936-1939. Historia del éxodo que se produce con el fin de la II República española, vol. 1, Madrid, Librería
Editorial San Martín, 1977.
20
Bernardo Vega, La migración española de 1939 y los inicios del marxismo- leninismo en la República Dominicana, Santo Domingo, Fundación Cultural
Dominicana, 1984.
21
Consuelo Naranjo Orovio, «Transterrados españoles en las Antillas: un
acercamiento a su vida cotidiana», Anuario de Estudios Americanos, XLIV,
Sevilla, 1987.
22
Charles Gardiner, La política de inmigración del dictador Trujillo, Santo Domingo, UNPHU, 1979.
23
Historia general de la emigración española a Iberoamérica, 2 vols., Madrid,
Quinto Centenario-Historia 16-CEDEAL, 1992.
24
Luis de Llera Esteban (coord.), El último exilio español en América, Madrid,
Mapfre, 1996.
25
Debe refutarse lo que se afirma en una de esas contribuciones en relación
con la llegada a la isla de cinco mil refugiados vascos entre 1939 y 1940,
dato seguramente debido a un error. Véase: José Azcona, «La participación
19
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Como los registros migratorios dominicanos no distinguieron la condición política de los españoles llegados al país entre
1939 y 1945, el único dato cierto para estimar la magnitud del
exilio lo constituyen los poco más de tres mil llegados en los
embarques masivos. Sin embargo, constituyen una hipótesis
mínima pues no registran el movimiento menos perceptible
de las llegadas aisladas. Según las fuentes migratorias dominicanas, el número de los inmigrantes que arribaron a la República Dominicana entre 1939 y 1945 fue el que se muestra
en el Cuadro 1: los registrados como llegados al país en ese
lapso suman 4739 personas, poco más del 50 por ciento de la
cifra de tres mil en que coinciden los historiadores contemporáneos. Sin duda, los 1739 españoles llegados fuera de los
grandes desembarcos no fueron todos refugiados, muchos formarían parte del movimiento usual de ciudadanos españoles
que viajaba a Santo Domingo por sus vínculos con la vieja colonia residente. Puede, sin embargo, pensarse que la mayoría de
este grupo sí lo era, de una u otra manera, pues el monto de la
vieja colonia apenas ascendía a 1,500 personas y es de dudarse
que se duplicase en el transcurso de tan solo cinco años.
Cuadro 1
Inmigración y emigración de españoles en
la República Dominicana 1939-1945
Año
1939
1940
1941
1942
1943
1944
1945
Total
Entradas
1,602
2,256
400
93
71
112
205
4,739
Salidas
1,001
1,052
925
442
208
570
605
4,803
Balance acumulado
601
1,805
1,280
931
794
336
-34
-64
Fuente: Anuario Estadístico de la República Dominicana 1939-1945.
vasca en la empresa migratoria americana», en Historia general de la emigración española a Iberoamérica, vol. 2, Madrid, Quinto Centenario-Historia 16CEDEAL, 1992, p. 495.
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Aunque resulta una tarea que más adelante se enfrentará,
precisar las divergencias puede no tener gran valor historiográfico ya que, como señala Rubio, la política de inmigración
dominicana constituyó generalmente para los refugiados un
episodio para la reemigración hacia otras repúblicas americanas. De mayor importancia resulta, empero, tratar de comprender la propia política inmigratoria y el papel que ella jugó
en relación con el régimen trujillista.
En ausencia de bases documentales firmes, las interpretaciones sobre la paradójica política de inmigración del régimen
dictatorial han hecho jugar diversos factores. Por una parte,
los historiadores han tendido generalmente a convalidar los
propios argumentos esgrimidos por el régimen como motivo
para negar el ingreso a los pasajeros del Cuba y cancelar la
apertura a la inmigración masiva de refugiados españoles, esto
es, se ha admitido que los intereses de colonización agrícola
realmente estimularon los contactos con el SERE. La tesis del
trujillismo sobre el fracaso del proyecto inmigratorio por incumplimiento de la contraparte española en cuanto al envío
de agricultores –tesis que siguió figurando en explicaciones
oficiales posteriores–,26 ha sido aceptada sin crítica por los académicos a la hora de explicar la hechura de la política.
El interés colonizador del régimen dominicano se asume
bajo el doble aspecto de política para el incremento de la producción agrícola y de política con objetivos de carácter demográfico. Según Naranjo, Trujillo inscribía la llegada de los refugiados españoles dentro de los «deseos de poblar el país con
mano de obra blanca y fomentar el desarrollo de la agricultura
mediante la creación de colonias», interés que lo habría llevado
a ofrecer –en la Conferencia de Evian de 1938– la recepción de
Por ejemplo, la que el Gobierno dominicano daba hacia mediados de la
década del cincuenta al explicar el origen y la presencia de actividades
comunistas en el país. Ver: República Dominicana, Secretaría de Estado
de lo Interior (SEI), Libro blanco del comunismo en la República Dominicana,
Ciudad Trujillo, Editora del Caribe, 1956.
26
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hasta cien mil refugiados europeos, con el requisito de que
éstos fuesen agricultores de raza blanca.27 El interés por fomentar la producción agrícola nacional es recogido también
por De Llera, para quien «la política inmigratoria de Trujillo
tenía como objetivo fundamental atraer colonos para explotar
las zonas fértiles todavía incultas, especialmente en la región
fronteriza con Haití».28
Los objetivos demográficos de la política han formado parte
de la interpretación historiográfica, aunque en esto los historiadores se han distanciado del discurso oficial para poner en
juego otros elementos históricos como la política de dominicanización de la frontera y la matanza de ciudadanos haitianos
de 1937. Rubio, por ejemplo, señala que el ofrecimiento de
Trujillo «no estaba motivado por afinidades políticas [...] sino
por los ambiciosos, y un tanto utópicos, planes de desarrollo
demográfico [...] Al fin y al cabo la República Dominicana era,
y es, un país esencialmente agrícola, con un problema de insuficiencia demográfica especialmente agudo ante el relativamente superpoblado Haití».29 Esta idea es argüida por Azcona
en un estudio reciente, al afirmar que «la República Dominicana de Trujillo procedió –siguiendo una política de ambicioso
desarrollo demográfico– a hacer pública la oferta de acoger
entre 50 mil y 100 mil exiliados españoles que desearan prosperar en los trabajos agrícolas, el comercio, la industria y aun
el ejercicio de las profesiones liberales», afirmación que yerra
al señalar que el régimen ofreció aceptar esos fabulosos contingentes de exiliados españoles, confundiéndolos con el caso
de los judíos centroeuropeos tratado durante la conferencia
de Evian.30
29
30
27
28
C. Naranjo, Transterrados españoles… pp. 521-524.
E. de Llera, El último exilio español en América…, p. 76.
Javier Rubio, La emigración de la Guerra Civil de 1936-1939…, pp. 188-189.
José Azcona, «Actitudes ante la guerra civil española en las sociedades
receptoras», en Historia general de la emigración española a Iberoamérica,
vol. 1, Madrid, Quinto Centenario-Historia 16-CEDEAL, 1992, p. 545.
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Lo racial pesa más en la explicación de Vega, para quien el
interés del tirano se vio, además, mediado por «su deseo de
mejorar la raza» y acentuar el carácter hispánico de la cultura
dominicana, concibiendo la llegada de los refugiados dentro
del proyecto de dominicanización de la frontera con Haití, región en la que crearían un «cordón humano de grupos hispanos» asentados en colonias que fungiría como barrera demográfica y cultural a la penetración negra.31 Esta noción de una
estrategia demográfica relacionada con la soberanía nacional
es también puesta en juego por De Llera, quien afirma que
«esta colonización serviría además de freno a la presión creciente de la población haitiana».32
Otro aspecto definitorio en la hechura de la política lo han
sido las relaciones exteriores y el status del régimen de Trujillo
en el orden político internacional. Vega, por ejemplo, destaca
la ingente necesidad del dictador por hacerse aparecer ante
la opinión internacional como «el gran demócrata que recibe a los refugiados y desposeídos de la humanidad», política
de imagen que perseguía contrarrestar la adversa propaganda
desatada contra el régimen a raíz de la matanza de quince mil
nacionales haitianos en octubre de 1937. En lo esencial, esta
hipótesis sobre la política inmigratoria recupera el planteamiento de Galíndez33 en relación con la política exterior del
trujillismo, luego desarrollada profunda y convincentemente
por Gardiner.34
33
34
31
32
Como se verá más adelante, Azcona confunde la cifra comprometida por
el Gobierno en la Conferencia de Evian de 1938 en cuanto al número de
refugiados europeos que podría recibir la República Dominicana, con
las negociaciones que puntualmente sostuvo con el SERE, mismas que
permanecen desconocidas hasta el presente.
B. Vega, La migración española de 1939 y los inicios…, p. 45.
E. de Llera, El último exilio español en América..., p. 76.
J. Galíndez, La Era de Trujillo…, pp. 381-388.
Gardiner parece subsumir todos los proyectos de inmigración materializados por el régimen entre 1938 y 1958 a la lógica del impacto de la matanza de haitianos. A nuestro juicio, las de españoles y judíos –realizadas
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El factor corrupción también ha sido esgrimido como hipótesis del desarrollo de la política. Fue Almoina quien abrió
esta vertiente interpretativa al denunciar, bajo el seudónimo
de Gregorio Bustamante, los circuitos corruptos que desde el
origen atravesaron la política de asilo, circunstancia que, incluso, podría hacerse extensiva a la política global de inmigración
planteada por el Gobierno dominicano en la conferencia de
Evian.35 Vega también abunda en esta perspectiva, señalando
el cobro de fuertes sumas a cambio del visado consular, particularmente en el caso de las solicitudes individuales.36
Los factores enunciados constituyen una suerte de supuestos de conocimiento comúnmente aceptados entre quienes
han estudiado el exilio español en la República Dominicana.
Cierto eclecticismo en cuanto al origen de la política subyace
a la gran mayoría de los estudios, con excepción del de Gardiner, que asume que el proyecto de recibir en el país a los refugiados españoles se vinculó esencialmente con la proyección
de imágenes que contrarrestasen la percepción negativa que
dejó en la comunidad internacional la matanza de haitianos
de 1937. De modo quizás ya naturalizado, distintos estudios
del presente recuperan esa tradición ecléctica de explicación
de la política trujillista, como es palpable en los trabajos de
Barbé, Cañete y Lilón, formando además parte frecuente en
la explicación que dan de su paso por la isla muchos de los
refugiados entrevistados.37
en 1939-1940– tuvieron evidente vinculación con ella y con la necesidad
del régimen de allegarse favorablemente a la administración Roosevelt,
con el fin ulterior de obtener apoyo en las negociaciones sobre el control
norteamericano de las aduanas del país. Las migraciones posteriores, en
las que Trujillo cuenta ya con el respaldo norteamericano, obedecen a la
necesidad de proyectar la imagen de demócrata y anticomunista.
35
G. Bustamante, Una satrapía en el Caribe..., p. 204.
36
Véase C. Gardiner, La política de inmigración...; C. Naranjo, “Transterrados
españoles en las.., y B. Vega, La migración española de 1939 y los inicios ...
37
Ver Elisenda Barbé, «Els camins de l’exili: L’exili oblidat de la República
Dominicana», Journal of Catalan Studies, 2008, pp. 93-108; Carmen Cañete,
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36
Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
Aunque muchos dominicanos, de cualquier condición intelectual, leyeron desde ópticas racistas e hispanistas la política
que traía a los refugiados españoles, es difícil sostener que el
régimen efectivamente se hallase interesado en asentarlos en
el país. Analizado como proceso de implementación, desde el
reclutamiento en los consulados de París y Burdeos la política
del Estado dominicano deja ver un débil interés por lograr la
efectiva inserción de los llegados en la agricultura. Basta observar, en ese sentido, la dinámica posterior a su llegada para
comprender que ni la recepción, ni el asentamiento ni las medidas de sostén de los refugiados en las colonias agrícolas del
Estado dominicano parecieron enmarcarse en la lógica de una
política que persiguiera ese tipo de fines.38
En este trabajo interesa examinar las bases históricas de esas
versiones sobre la política trujillista. En abono de una superación del eclecticismo en que se encuentran los estudios sobre el
tema, trataré de mostrar cómo fueron esencialmente intereses
situados en la esfera de las relaciones internacionales los que
dominaron la historia del exilio en el país. Esta hipótesis exploratoria no excluye la presencia de ideas sobre demografía,
«Aspectos sobre raza y nación en dos obras del exilio español en la República Dominicana: Blanquito (1942) y Medina del Mar Caribe (1965)»,
Migraciones y Exilios. Cuadernos de AEMIC, 2008, pp. 31-48; Domingo Lilón, «Propaganda y política migratoria dominicana durante la Era de
Trujillo (1930-1961)», Historia y Comunicación Social, (4), 1999, pp. 47-71.
A medida que el tema de los exilios españoles adquiere interés, surgen
nuevas hipótesis, como la de Teresa Pámies para quien el propósito de
Trujillo fue el de «someter a los republicanos más significativos de los
partidos de izquierda a condiciones humillantes y aniquiladoras». Véase
Teledebat Ozama, Dossier de Treball: Vicenç Riera Llorca, en http://www.
xtec.es. consultado el 24 agosto 2011.
38
Además de requerir desembolsos financieros, un interés de tal tipo precisaba de ciertos aspectos colaterales que, aunque no eran garantía de
éxito, creaban un clima social que le era favorable, como la extensión de
la ciudadanía, como se ofrecía, por esos mismos días, a los refugiados judíos que proyectaba traer la DORSA. Volveremos posteriormente sobre
el trato diferenciado que daba –o estaba dispuesto a dar– el régimen a
uno y otro grupo de refugiados.
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fomento agrícola, cultura y corrupción, aspectos que emergieron como procesos de apropiación e interpretación cultural
puestos en juego por la llegada de los exiliados, e independientes de un núcleo de decisión política cuya racionalidad se orientó por intereses esencialmente centrados en la producción de
una imagen internacional favorable al régimen.
Tras la matanza de haitianos, Trujillo intentó por varios medios contrarrestar la imagen negativa que había quedado en
el concierto de naciones, particularmente en Estados Unidos,
cuyo apoyo le resultaba cardinal. Para tal efecto, el régimen
gestionó la edición de artículos publicitarios sobre el clima de
libertades que vivía el país, activó las relaciones públicas de sus
embajadas en las principales capitales occidentales y se abocó
a la proyección de un supuesto interés humanitario personal
sobre el ascenso bélico en Europa. En este sentido, una situación inmejorable se le presentó al régimen en ocasión de la
conferencia convocada por el presidente Roosevelt para tratar
el problema de los refugiados judíos que generaba la expansión del nazismo. Celebrada en el mes de julio de 1938 en
Evian-les-Bains, poblado situado en la orilla francesa del lago
Leman, la conferencia brindó la ocasión para hacer notar al
mundo el rango descomunal del compromiso de su régimen
con los ideales democráticos y humanitarios. En momentos en
que gobiernos realmente preocupados por el problema judío
mantenían cautela en cuanto a comprometer cuotas inmigratorias, el delegado dominicano hizo la oferta de acoger en el
país hasta 100 mil refugiados europeos, oferta que tenía evidentes fines propagandísticos.39
Es interesante reproducir la impresión que tuvieron los asistentes al escuchar la oferta dominicana: «Fue entonces cuando el representante de la
República Dominicana sugirió a una asombrada reunión la posibilidad
de establecer finalmente 100 mil refugiados... Esta oferta, generosa hasta
el punto de parecer casi irreal, estaba en contraste tal con las precavidas... de... otros gobiernos que resultaba sobresalir de la conferencia en
conjunto». «El establecimiento de refugiados en la República Dominicana», La Nación, Ciudad Trujillo, 12 de abril de 1940.
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En ese contexto de política de propaganda orientada a lavar
la imagen del régimen por la masacre y a insertarlo en los vientos democráticos que comenzaron a correr en el mundo amenazado por el totalitarismo, es que se sitúa pragmáticamente
la apertura al exilio español. Como argumentaremos, una vez
cumplidos los fines propagandísticos esperados, el régimen
dejó de preocuparse del aspecto migratorio mismo e hizo a un
lado la creación de condiciones para su asimilación en la sociedad dominicana. Logrado cierto impacto publicitario, el absurdo de una inmigración liberal fomentada por un régimen
dictatorial, tendió a aflorar de manera evidente, dando paso a
relaciones de oposición que, inauguradas con el incidente del
Cuba, tenderían a acentuarse paulatinamente.
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C
apítulo segundo
La Guerra Civil española en la política exterior de Trujillo
1. La Guerra de España como telón de representaciones
políticas
Poseemos descripciones aproximadas de la lógica y la prag-
mática de la política exterior de Trujillo en torno a la Guerra
Civil Española, pobladas de imágenes inexactas, como la que
destaca Vega, citando a la oposición dominicana en voz de
Germán E. Ornes, sobre la presunta ambivalencia del hecho de
que el Gobierno mantuviese relaciones diplomáticas con la República mientras reprimía a sus simpatizantes locales y permitía la
organización local de Falange Española. O la de un pragmatismo
mercantilista, que destaca que esa ambivalencia obedecía al interés de mantener los negocios de exportación de bienes alimenticios al bando republicano y al de sostener la lucrativa venta de
visas con fines de apropiación patrimonialista corrupta.1
La política de Trujillo no era ambigua. Pensar que por eso lo
era deriva en una descripción sólo aparente, donde son puestos fuera de consideración los delicados equilibrios internacionales que se fueron sucediendo a lo largo de los años treinta,
donde no sólo se produjeron radicales cambios geopolíticos
del mundo en ascenso bélico sino igualmente recomposiciones en las relaciones hemisféricas en que se desempeñaba el
régimen dictatorial dominicano.
En lo general, la política hacia la guerra española fue obediente del principio de No Intervención sostenido por el
1
Bernardo, Vega. Nazismo, fascismo y falangismo en República Dominicana,
Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1986, p. 356. En su
momento, circularon versiones que implicaban al representante dominicano en Madrid en hechos de corrupción relacionados con la venta de
visados para viajar al país. Véase B. Vega, La migración española..., p. 94.
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“La República Dominicana no olvida que fue la “Isla Española” de Colón
y da hospitalidad a 200 niños huérfanos de nuestra guerra. Un chiquillo
nacido en la Legación, mientras el padre combatía. Ha sido apadrinado por
el Presidente de aquella República”. Fuente: Cintillo del reportaje aparecido
en el semanario Mundo Gráfico de Madrid, año XXVII, no 1336. Foto: tomada
del semanario Mundo Gráfico, Madrid, 9 de junio de 1937).
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Departamento de Estado norteamericano y por las potencias
eventualmente aliadas, principio que se esmeró formalmente
en cumplir y sobre el que fue capaz de construir una representación propagandística e imaginaria que logró capitalizar
políticamente en el plano de las relaciones internacionales.
Una política de vistosa obediencia de los mandatos hemisféricos del Departamento de Estado a la par que una política de
proyección de imagen internacional orientada a legitimar a un
régimen que temía se lo asimilase –como de más en más se hacía– con el ascenso totalitario. Una política que, por supuesto,
fue cambiando los objetos que subsidiariamente perseguía obtener, ora en materia de proyección del hispanismo del pueblo
–y el Jefe– dominicanos, ora para la proyección humanitaria
del estadista, ora para la ejemplificación de la modernización
democrática nacional presuntamente en curso. Una política,
por último, que tomó lugar desde el inicio mismo de la contienda española y que transitó con relativa estabilidad hasta su
fin, adaptándose a circunstancias que fueron luego emergiendo, como El Corte en la frontera domínico-haitiana de octubre
de 1937, suceso que, en efecto, pudo ejercer un claro principio
ordenador en la eventual llegada de los refugiados españoles
en 1939, pero en el que no se agotan todos los procesos que
conllevó la implementación de la política inmigratoria.
El interés del régimen trujillista en los asuntos de la guerra
de España se hizo público en noviembre de 1936, cuando el
secretario de Relaciones Exteriores, Ernesto Bonetti Burgos,
instruyó a su Legación en Madrid brindar asilo a los huérfanos
de guerra con el objeto de formar un contingente que sería
luego enviado a la capital dominicana, donde se les proporcionaría hogar, pan y escuela. El cable decía:
Presidente Trujillo, en conmovedora expresión de sus magnánimos sentimientos raciales españolistas, ha dispuesto
que usted aloje y conserve en la Legación a los niños huérfanos de ambos sexos para enviarlos en primera ocasión
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a esta capital, donde el Presidente Trujillo, de su propio
peculio, costeará su mantenimiento y educación.2
En aquellos cruentos días del sitio de Madrid, el mensaje del
secretario Bonetti fue ampliamente difundido por la prensa,
que elogió aquel gesto como el debido al jefe de un pueblo
«que pudo conciliar su independencia con su españolidad»,
como llegaría a decirse tiempo después en alguno de los numerosos reportajes que dedicaría la prensa republicana al establecimiento y desarrollo de la Guardería Infantil Presidente
Trujillo en la Legación diplomática dominicana.3
El tema de los asilados de la Legación dominicana en Madrid –que llevó a la Cancillería dominicana a insinuar la ruptura de relaciones con la República Española cuando las autoridades republicanas amagaron con regularlo en el invierno de
1936– dio pie al desarrollo de una recurrente propaganda en
la prensa española sobre el clima de modernización y libertad
que vivía la sociedad dominicana bajo el régimen de Trujillo,
destacándose particularmente ideas sobre el acendrado hispanismo del Jefe del Estado y del pueblo dominicano, los avances
democráticos del país y el sentido social de las políticas del
Gobierno hacia sus nacionales.
Meses más tarde, en julio de 1937, el auditorio del pregón
humanitarista de la política de asilo y protección de huérfanos
desbordaría el marco español para proyectarse al plano internacional, al declarar Trujillo a la Associated Press su preocupación por la lucha que desgarraba a la Madre Patria, ante la cual
entendía era un deber mantenerse neutral, vanagloriándose de
«haber sido [...] el primer Jefe de Estado que ha acudido en
auxilio de los [...] huérfanos» y destacando «la actitud asumida
por nuestra Legación en Madrid al defender [...] el sagrado de «República Dominicana amparará y educará a los huérfanos de guerra
españoles», La Libertad, Madrid, 28 de noviembre de 1936.
3
«Generoso ofrecimiento de la República Dominicana», ABC, Madrid, 30
de noviembre de 1936.
2
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recho de asilo [...] al abrir sus puertas a todos los perseguidos,
sin distinción de tendencias políticas, atendiendo sólo a indeclinables deberes de humanidad».4
La actuación de la Legación dominicana en Madrid durante
la guerra, –que, efectivamente, dio asilo a un número no determinado de huérfanos, ancianos y perseguidos políticos de ambos bandos–, se convertiría en uno de los mitos del humanismo
trujillista. En el corto plazo, esas declaraciones se convertirían
en pieza de oratoria epistolar en las comunicaciones con que
la Secretaria de Relaciones Exteriores dominicana respondió
a las distintas iniciativas diplomáticas latinoamericanas en
relación con la Guerra Civil Española, como la de Reconocimiento de Beligerancia a los bandos en pugna promovido por
el Gobierno uruguayo en octubre de 1937, o la iniciativa de
mediación por el cese de hostilidades impulsada por Cuba a
inicios de 1938. Interesadas originalmente en replicar fidelidad al principio de No Intervención, cada ocasión sirvió para
que la Cancillería dominicana insertase in extenso las afamadas
declaraciones, valiéndose de ellas para negar tanto la solicitud
uruguaya como la cubana.5 Justo en los días en que el incidente de la matanza comenzaba a alarmar a la comunidad internacional, el régimen ratificaba no sólo su neutralidad ante
el conflicto sino que se valía contingentemente de éste para
proyectar la imagen de un régimen humanitario. Pieza prosística de uso diplomático, las declaraciones a Prensa Asociada
del verano de 1937 circularon igualmente en periódicos del
continente por instancia de la Cancillería dominicana, que da
Declaraciones del 19 de julio de 1937 al corresponsal de Prensa Asociada. Tomado de Virgilio Díaz Ordóñez, La política exterior de Trujillo,
Ciudad Trujillo, Impresora Dominicana, 1955.
5
Joaquín Balaguer, subsecretario en funciones de secretario de Estado de
Relaciones Exteriores a Excelentísimo Presidente de la República, Ciudad Trujillo, 21 de octubre de 1937; Julio Ortega Frier, secretario de
Relaciones Exteriores a Roberto Despradel, ministro plenipotenciario
de la República Dominicana en La Habana. AGN, fondo Presidencia de
la República, expediente sin clasificar.
4
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muestra de haber solicitado a sus ministros en las capitales del
hemisferio americano un papel de activa vigilancia sobre su
difusión.6
Hasta ese momento, la Guerra Civil había dado lugar esencialmente a una política de imagen en torno a un régimen
crecientemente identificado con el autoritarismo y a un denodado respeto a la política de No Intervención. Del cable
de Bonetti (noviembre de 1936) a las declaraciones a Prensa
Asociada (julio de 1937), nada permitiría vincular el acercamiento del régimen con la República Española con el espectro futuro de la matanza de haitianos, salvo que imaginásemos
una paciente, premeditada y maquiavélica acción en pos de
decisiones que tenía previsto tomar.
Una nueva ocasión para mostrar las preocupaciones humanitarias por la guerra de España se presentó en octubre de
1938, cuando visitó el país el prestigiado intelectual y político
Fernando de los Ríos, embajador de la República Española en
Washington, con el objeto de dictar una conferencia en la conmemoración del cuarto centenario de la Universidad de Santo
Domingo. Trujillo tuvo un primer encuentro con De los Ríos
en la visita que éste le giró a la Hacienda Fundación donde
conversaron sobre el problema de la guerra civil por espacio
de varias horas, según comentó la prensa. Sobre la conversación con Trujillo, el embajador De los Ríos reportó luego a su
superior, el ministro Álvarez del Vayo:
En el mediano plazo, el tema de los huérfanos de la Legación dominicana en Madrid daría pie a una verdadera exégesis jurídica, que en
1941 pugnó –con el aval de académicos norteamericanos como Gordon
Ireland– por hacer del gesto trujillista materia de hito en la historia del
Derecho de Asilo. Véanse los artículos del abogado Benigno del Castillo
aparecidos en la Revista Jurídica Dominicana («El asilo diplomático y la
genial concepción del Presidente Trujillo en el caso de la contienda civil
española» y «Asilo Diplomático», no. 2, 1939 y no. 3, 1941) y el firmado
por Constancio Bernaldo de Quirós, exiliado ya en el país, («El asilo
diplomático de los imbeles», no. 1, 1942), quien, discretamente, sitúa la
importancia real del gesto.
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El General Trujillo, que continúa siendo virtualmente
el director de la política de Santo Domingo, me invitó a
almorzar y durante tres horas charlamos de España y sus
problemas. Me dijo si podía preguntarme con entera libertad y como le respondiese que incluso le rogaba que así lo
hiciera, fue, con gran interés y mucha atención preguntándome por los orígenes de nuestra lucha, valor supuesto del
comunismo del Gobierno español, valor real de la invasión,
etc., etc. Este aspecto, el de la invasión de fuerzas extranjeras llamadas por un General español al verse desasistido
por su pueblo lo impresionó tanto, que lo consideró tan
incomprensible como reprobable. Los rebeldes lo han presionado mil veces, pero él que no deja de ser inteligente,
ha rechazado las solicitudes de ellos y creo que está ganado
para nuestra causa. Me prometió que enviarían con cierta
periodicidad, yo le insinué que cada tres meses y lo aceptaron, dos mil quinientas a tres mil toneladas de azúcar y
lo que puedan de cacao, café y tabaco. Ayer he recibido
en carta de la que le incluyo copia, un donativo de 5,000
dólares.7
La prensa dominicana dio una inusitada cobertura a las actividades desarrolladas por el embajador De los Rios, reflejando
particularmente su entrevista con Trujillo y los mensajes de
salutación que ambos continuaron cruzando tras su partida.8
Aunque las demostraciones humanitaristas a De los Ríos
ocurrían ya en el contexto de opinión internacional posterior
a la matanza de 1937, es posible argumentar que no obedecían
entera y necesariamente sólo al interés de seguir divulgando
una imagen humanista del régimen genocida ya que, poco
tiempo atrás, tras la conferencia de Evian del mes de julio, el
Archivo de La Residencia de Estudiantes, Fondo Fernando de Los Ríos,
Embajada de España en Washington, Fólder 21.9.
8
Varios reportes parecen tanto en el Lístin Diario como en La Opinión de
los días 29 y 30 de octubre de 1938.
7
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El Embajador de la República Española, don Fernando de los Ríos. Fuente:
fotografía tomada del libro de Fernando de los Ríos, Ciencia y Conciencia,
Universidad de La Habana, La Habana, 1956.
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humanismo trujillista había resonado ampliamente con la estrepitosa oferta hecha por el representante dominicano de recibir entre 50 y 100 mil judíos desplazados por los avances del
nacional-socialismo. Además de producir un marco propicio al
nuevo refrendo del tema humanitario, otros motivos tornaban
al Embajador Fernando de los Ríos en persona de particular
interés para el Gobierno dominicano. Por un lado, su cercanía
con el Departamento de Estado norteamericano, que tenía en
alta estima su opinión y consejo sobre las actitudes políticas de
los gobiernos latinoamericanos, por otro, el ascendente que
tenía su figura en el cuerpo diplomático internacional acreditado en Washington.
Poco después de su entrevista con Trujillo en la Hacienda
Fundación, De los Ríos describía a su superior, el ministro Álvarez del Vayo lo siguiente:
La agresividad de Alemania e Italia en Centro y Sud América les ha hecho comprender [a los EE.UU. J.A.] cuan
verdad es la tesis que desde mi llegada había venido sosteniendo. Ahora, con gran nobleza no sólo reconocen que
tenía razón, sino que en mi conferencia con Mr. Hull el
25, me preguntó con insistencia cuáles pueblos creía yo
que se situarían frente al punto de vista de ellos y le dije
que estarían más o menos cerca de E.U. [sic] en la misma
medida en que lo estuvieran cerca de nosotros: Argentina,
Uruguay, Perú, Guatemala, Nicaragua, Honduras y El Salvador serían las más difíciles para ellos, como lo son para
nosotros. Aproveché la ocasión para explicarle ese ángulo
trascendental de nuestra actitud política, que estaba respaldada por mis conversaciones con Trujillo y Batista, hechas
públicas en la prensa:
no hay opción hoy para los pueblos hispanoamerica
nos: o conciertan con lealtad una cooperación internacional con los Estados Unidos asegurando su independencia y
libertad, o abren la brecha por donde irrumpa en América
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el fascismo iniciando una etapa pretoriana de vasallaje colonial. Esta coincidencia en la necesidad de que América
este unida ante la contienda fuertísima que se inicia determinó en Mr. Welles estas palabras: «No podía haberme
proporcionado usted una mayor alegría en mi vida; por ser
usted quien es y por ser el Embajador de España».9
La alegría del secretario Summer Welles por las opiniones
recibidas de Fernando de los Ríos sobre América Latina posiblemente alegrase también al régimen dominicano, por aquél
entonces requerido de dar muestra permanente de lealtad al
campo democrático internacional y de diluir lo que, para muchos, eran inclinaciones secretas filonazistas.
De la visita del embajador republicano en octubre de 1938
a la derrota final de la República Española en marzo-abril de
1939, no se produjo ningún nuevo gesto de vocación humanitaria a propósito de la contienda española, reactivándose discursivamente de nuevo esa política cuando la realidad de los
refugiados españoles en Francia comenzó a activar las preocupaciones humanitarias de quienes eventualmente integrarían
el campo aliado.
Hasta entonces, el régimen dictatorial mantuvo claramente
su obediencia a la No Intervención, no sólo mediante su accionar frente a las cancillerías del área latinoamericana sino,
incluso, en su reconocimiento final al gobierno nacionalista de
Francisco Franco, que procedió sólo hasta que los Estados Unidos lo hicieron.10
Sin embargo, la adhesión al principio formal de la No Intervención y el mantenimiento de relaciones diplomáticas con el
Gobierno legalmente constituido de la República Española no
excluyó, por supuesto, el ejercicio de una política de verdadero
Archivo de La Residencia de Estudiantes, Fondo Fernando de Los Ríos,
Embajada de España en Washington, Fólder 21.9.
10
Cordell Hull a ministro Andrés Pastoriza, Washington, 11 de abril de
1939.
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acercamiento estratégico con el movimiento nacionalista, de lo
que da testimonio la abundante documentación oficial referida
al tema de los asilados en la Legación Dominicana en Madrid.
Cuántas y cuál tipo de personas se asilaron en la Legación
que presidía en Madrid el ministro César Tolentino es algo
sobre lo que existen, igualmente, versiones sólo relativamente
aproximadas, tanto en lo relativo a sus cifras como a su calidad política y civil. Una de las escasas afirmaciones al respecto
la hace Vega, al señalar que la prensa puertorriqueña había
reconocido en 1939 la figura del ministro en Madrid, César
Tolentino,
por su actitud… pues la Legación ofreció refugio a 2,796
personas, y allí nacieron niños y murieron viejos, al tiempo
que Tolentino ayudaba para que pudieran salir hacia Santo
Domingo.11
Tal estimación parece exagerada, juzgándola a partir de la
reconstrucción del orden cotidiano de la Legación reportado
tanto en la documentación oficial dominicana como en las descripciones in situ que reflejó, en su día, la prensa madrileña.
La actividad de asilo y refugio de la Legación hubo de tomar
inicio poco antes del telegrama de Bonetti de noviembre de
1936, incrementándose posiblemente a medida que el combate por la defensa de Madrid fue recrudeciéndose y radicalizándose el clima político interior en la ciudad. En septiembre
de 1937, un reportaje del diario ABC señalaba que alrededor
de 400 personas se encontraban albergadas en la Legación y
en instalaciones anexas que ésta arrendó con el propósito de
darles cabida.12 Sin embargo, un informe elaborado pocos días
antes por el subsecretario de Relaciones Exteriores, Joaquín
B. Vega, Nazismo, fascismo y falangismo..., p. 356.
«El Presidente Trujillo, demócrata verdadero, ha hecho una gran obra
de transformación de su país», Madrid, ABC, 9 de septiembre de 1937,
pp. 8-9.
11
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Balaguer, a propósito de la inminente evacuación de los asilados en Legaciones extranjeras a Valencia, donde se había
desplazado el Gobierno republicano, decía:
Aprovecho la oportunidad para informar al Excelentísimo
Señor Presidente que en nuestra Legación en Madrid hay
63 asilados [52 varones y 21 hembras] [sic] y 8 refugiados
dominicanos, de los cuales últimamente han salido algunos, y 62 refugiados españoles, de los cuales han salido ya
16. Entiéndese por asilados las personas que hallándose
perseguidas están bajo el amparo de nuestro pabellón, y
por refugiados, las que no estando en ese caso, han buscado refugio al lado de sus familiares asilados, o porque se
han visto obligados a evacuar sus hogares destruidos en la
zona de la ciudad batida.13
Un mes más tarde, el ministro César Tolentino afirmaba que
en la Legación permanecían «cuarenta y dos albergados, incluyendo tres dominicanos y familiares Viuda Parra».14 ¿Crecería
en gran medida las personas asiladas en la Legación durante
el resto de la guerra? Todo parece indicar que no, pues poco
rastro deja en la documentación oficial posterior resguardada el asunto de los asilados y refugiados bajo la jurisdicción
dominicana. Incluso los míticos 200 niños que integrarían la
expedición que hallaría albergue en suelo dominicano bajo
la protección personal del dictador pareció esfumarse, no llegando a concretarse jamás ningún traslado de esa naturaleza.15
Joaquín Balaguer, subsecretario en funciones de Secretario de Estado a
Presidente de la República, Ciudad Trujillo, 1º de septiembre de 1937.
14
Ministro César Tolentino a secretario de Estado Ernesto Bonetti Burgos,
Madrid, 21 de octubre de 1937.
15
B. Vega indica que el plan de asilo a huérfanos de guerra contemplaba dar amparo a 5 mil infantes. Sin embargo, las versiones del Ministro
dominicano en Madrid apenas especularon, en un primer momento, con el proyecto de trasladar a la capital dominicana un total de
100 niños, cifra que luego se aumentó hasta 200. El propio secretario
Bonetti Burgos destacaba en tono quejoso cómo «En distintas oportuni13
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En julio de 1937, el diario bonaerense La Nación publicaba
cables desde Madrid donde se afirmaba que, hasta entonces, la
Legación dominicana en Madrid había dado refugio a un total
de 578 personas, de las cuales 63 se hallaban en condición de
asilados políticos.16
Quiénes eran, políticamente, los asilados y refugiados de la
Legación en Madrid. Muchos de los huérfanos eran, en efecto,
hijos de milicianos del bando republicano, como el bautizado por el ministro Tolentino bajo el padrinazgo de Rafael L.
Trujillo ante el cuerpo extranjero acreditado en Madrid.17 Sin
embargo, quienes eran considerados propiamente asilados parecen haber sido personas perseguidas políticamente por el
Gobierno republicano, a juzgar por los frecuentes agradecimientos recibidos en esos días por el Gobierno dominicano.
Por ejemplo, el que dirigió el Comandante de Regulares de
Tetuán, señor Francisco Cubeiro, agradeciendo el papel desempeñado por el cónsul dominicano en Madrid, señor Juan
de Olózaga quien vino «favoreciendo la vida de muchos seres
desgraciados residentes en la Zona Roja y transmitiendo noticias de su estado de salud a sus familiares y amigos que están
en la del Generalísimo Franco», o la que también dirigió a
Trujillo el señor José Núñez Alegría, director del diario salmantino El Adelanto, expresando también su reconocimiento
a la labor del cónsul dominicano pues «dicho Sr. Olózaga ha
contribuido para poner a salvo… a cientos de desgraciados,
principalmente niños y mujeres, que estaban en poder de las
furias marxistas».18
dades… se le ha requerido al Ministro Tolentino definir la situación de
los niños que componen la Guardería «Presidente Trujillo», y gestionar
su embarque a esta ciudad, sin que hasta ahora esta cuestión haya sido
diafanizada satisfactoriamente». Secretario Bonetti Burgos a Presidente
de la República, Ciudad Trujillo, 11 de mayo de 1937.
16
Tulio M. Cestero, ministro dominicano en Buenos Aires a Secretario de
Estado de Relaciones Exteriores, Buenos Aires, 2 de junio de 1937.
17
«El Presidente Trujillo…», Loc. cit., p. 9.
18
Comandante Francisco Cubeiro a Secretario de Relaciones Exteriores de
la República Dominicana, Vigo, 17 de noviembre de 1937; José Núñez
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J u a n
Olózaga
Rafael
Leonidas
Tr u j i l l o
Molina
“¡Viva San Domingo¡ Por haber reconocido España Nacional y General Franco. Con voto respetuoso de
Año Nuevo”. Postal de Felicitación
enviada espontáneamente a Trujillo
desde Leipzig por M.C. Schulze.
Fuente: (AGN, fondo Presidencia
de la República).
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Asilar o dar refugio a personas de ambos bandos podría resultar coherente con el principio de neutralidad suscrito por
el Gobierno dominicano: una neutralidad que, por razones
humanitarias, se ejercería tanto en favor de los simpatizantes
del movimiento nacionalista cuanto en de los del bando republicano. Sin embargo, tras la defensa aparente del principio de
No Intervención, la diplomacia dictada por el Presidente dominicano fue activa en cuanto a procurar un cierto equilibrio
estratégico, dando muestras de confluencia con las posiciones
de cada uno de los bandos. Así, mientras se emitían gestos de
lealtad al gobierno republicano legalmente constituido (firma
de un nuevo tratado comercial en 1936, establecimiento de
un Comité de Aproximación Hispano-Dominicano, control de
las organizaciones falangistas en la isla, ofrecimientos de ayuda como los hechos al embajador De los Ríos, entre otros), el
régimen daba también muestra de solidaridad con el campo
político que suscribía el movimiento nacionalista.
Por ejemplo, el cable que el propio presidente Trujillo envío
en agosto de 1936 al Papa Pío XI expresándole «el sincero pesar y el gran dolor con que contemplamos las graves desgracias
que en España están sufriendo la Iglesia Católica, el Clero, las
Órdenes religiosas y en especial las abnegadas Hermanitas de
la Caridad»,19 el tenue control efectivamente ejercido sobre la
organización pública local del bando nacionalista y, en suma,
el concurso puesto al aislamiento político y militar de la República con la defensa diplomática del principio de neutralidad.
Pocas demostraciones humanitarias más siguieron a la visita
del embajador De los Ríos hasta finalizar la Guerra Civil. En
enero de 1939, el ministro Tolentino enviaba a la Cancillería
una cobertura del modo en que la prensa local había recibido
el nuevo donativo hecho por Trujillo en auxilio de las viudas
Alegría a Excelentísimo Presidente de la República Dominicana, Salamanca, 5 de noviembre de 1937.
19
Rafael L. Trujillo a Su Santidad Pío XI, Ciudad Trujillo, 13 de agosto de
1936.
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y huérfanos refugiados en la Legación, noticia sobre la que
también reportaban otras Legaciones dominicanas. En marzo,
cuando el derrumbe de la República era ya inminente, el propio Tolentino aconsejaba, vía cable desde Madrid,
retardar reconocimiento hasta ocupar Madrid Generalísimo Franco evitarme situación personal conflictiva y peligro
a personas e intereses protegidos Legación como ocurrido
otras Misiones saqueadas y asilados desamparados y encarcelados… para dejar felizmente concluida labor humanitaria y neutral nuestro gobierno.20
Declarado por el bando nacionalista el fin de la guerra a
inicios de abril, el mismo día 4, la edición sevillana del diario
ABC anunciaba que el nuevo Gobierno había sido reconocido
de jure por la República Dominicana, decisión que sobrevino,
como estaba convenido, sólo después de que el Departamento de Estado norteamericano hizo lo propio el día 1º de ese
mes.21
Como es conocido, las realidades del exilio masivo de refugiados republicanos iniciado por la frontera catalana desde
febrero de 1939 pronto plantearon graves preocupaciones humanitarias. Interesantemente, nada en torno de ellas pareció
razón suficiente para motivar nuevas expresiones humanitaristas de parte del régimen trujillista. Por el contrario, un claro y
cauteloso proceder caracterizó la relación del Gobierno dominicano con el problema desde inicios de 1939.
En febrero de ese año, por ejemplo, vigente todavía el Gobierno republicano en la península, el Ministro dominicano
en Washington informaba a su Canciller que el embajador
Fernando de los Ríos había celebrado una reunión con el cuerpo
Secretario de Relaciones Exteriores a Presidente de la República, Ciudad
Trujillo, 6 de marzo de 1939.
21
ABC, Sevilla, 4 de abril de 1939.
20
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diplomático latinoamericano para poner en su conocimiento
la situación que atravesaban en Francia las 60 mil familias españolas refugiadas y solicitarles realizar gestiones para que sus
gobiernos diesen acogida a un número de ellas en el continente.22 A poco de ello, llegaba a la Cancillería una consulta oficial
de parte del Encargado de Negocios de la República Española
indagando sobre la posición oficial acerca de la solicitud expresada al representante dominicano en Washington.
A pesar de tratarse de una solicitud del embajador De los
Ríos –figura que la prensa se esforzó en presentar como fuente de inspirador agrado en las meditaciones hispanófilas del
Benefactor–, el Gobierno dominicano procedió con cautela
y no emitió la respuesta con la celeridad que el caso permitía
imaginar.
El secretario de Relaciones Exteriores, Arturo Despradel,
puso el asunto de la solicitud del embajador De los Ríos en
conocimiento del despacho del presidente (ya por entonces
Jacinto B. Peynado) y consultó simultáneamente la opinión
de las carteras de Interior y Policía (general José García) y de
Agricultura, Industria y Trabajo (licenciado Raúl Carbuccia),
quienes, en pocos días, emitieron una opinión favorable a la
posibilidad de hacer inmigrar al país refugiados españoles.
Sin mencionar cifras, Carbuccia recomendaba que debería
tratarse, preferentemente, de personas dedicadas a la agricultura, destacando la importancia de «observar las reservas
necesarias en cuanto a la ideología política de esos inmigrantes
y que no obstante la afinidad de los pueblos dominicano y español, pueda en algún sentido influir de manera extraña en nuestra
idiosincrasia».23 Conforme con el juicio del secretario Carbuccia,
Andrés Pastoriza, ministro de la República Dominicana en Washington a
Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Washington, 18 de febrero de 1939.
23
Raúl Carbuccia, secretario de Estado de Agricultura, Industria y Trabajo
a Secretario de Estado de lo Interior, Ciudad Trujillo, 4 de marzo de
1939.
22
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el general García resolvió autorizar la idea dejando en manos
del Ejecutivo la decisión final.
Días más tarde, el secretario del Despacho presidencial transmitió a la Cancillería la respuesta indicada por el presidente
Peynado, consistente en considerar que «posiblemente esos
refugiados son de una ideología cuya propagación en nuestro
país sería fuente de serios trastornos» indicándole «contestar
al Encargado de Negocios de España de una forma evasiva,
diciéndole que los asuntos… están siendo objeto de estudio
por parte del Gobierno».
En el mes de mayo, en lo que podría haberse tomado como
una nueva ocasión propicia al desplante humanitarista, el secretario de la Presidencia, Arturo Logroño, instruía al Canciller proceder del siguiente modo respecto de una solicitud de
ayuda hecha llegar al Gobierno dominicano un mes antes por
la Comisión Internacional de Auxilio para los Niños Refugiados de España:
(el) Honorable Señor Presidente de la República… me
encarga significarle su pesar por el hecho de que el Gobierno no está en condiciones de atender… la solicitud de
ayuda… y, en consecuencia, le instruye dar una respuesta
discreta, en este sentido, a los firmantes de la instancia,
cuando no sea posible dejarla sin contestación.24
Aparentemente, la consulta de Fernando de los Ríos nunca
tuvo respuesta. No sólo porque, al poco tiempo, éste dejaría su
Embajada en Washington para dar paso al representante del
nuevo gobierno existente en la península, sino porque las simpatías humanitarias por el pueblo español habían satisfecho
los objetivos que con ellas se perseguían, pasando a ocupar un
segundo plano en relación con lo que ya, de hecho, constituía
Secretario de la Presidencia a Secretario de Relaciones Exteriores, Ciudad Trujillo, 5 de mayo de 1939.
24
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el nuevo objeto humanitario del régimen: la inmigración judía
ofrecida en la Conferencia de Evian.
Es interesante notar el modo en que la solicitud del embajador republicano en Washington derivó en una negativa momentáneamente fundada en conceptos de seguridad interna
(«propagación de ideologías extrañas al país». ¿Era Peynado el
que pensaba de esa forma, o respondía Rafael L. Trujillo por
interpósita persona? Lo es porque nos deja ver que, de modo
conciente, algunas fracciones dentro del gobierno percibían
que, dados sus caracteres políticos, el exilio español no era
recomendable como apuesta inmigratoria y porque permite
apreciar el sentido del ligero roce interior que, como veremos,
se suscitó cuando la Cancillería dominicana giró instrucciones
en el sentido de permitir la entrada al país de refugiados españoles.
En abril de 1939, el cónsul de la República Dominicana en
Burdeos, señor Narciso Félix, fue amonestado por su superior,
el cónsul general en El Havre, R. Comprés Pérez, por haber
desatendido la indicación girada a fines del mes de febrero indicándole que «nuestro gobierno no desea recibir ninguna de
las personas que están abandonando España, con motivo del
triunfo nacionalista» y haber procedido a visar alrededor de
veinte pasaportes españoles. En conexión con este asunto, el
propio ministro dominicano en París, Virgilio Trujillo Molina,
presentó a la Cancillería una denuncia del comportamiento
del cónsul Félix. El Cónsul en Burdeos explicó su comportamiento al Canciller indicando que había procedido en ese
modo por entender que los pasaportes visados pertenecían a
españoles que se hallaban en territorio francés con anterioridad al derrumbe del Gobierno republicano.25
Despradel ofreció una explicación al despacho del presidente, indicando haber indagado la queja del ministro Trujillo
Cónsul Narciso Félix a Secretario de Estado de Relaciones Exteriores,
Burdeos, 25 de abril de 1939.
25
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Molina, agregando que, en su opinión, debía autorizarse la
extensión de visas a ciudadanos españoles refugiados en Francia, por no ofrecer éstos «el peligro de inmigración en masa
presentado por el problema hebreo en Europa».26
¿Existía alguna suerte de desavenencia interna respecto de
la inmigración de refugiados españoles en el régimen? Al parecer sí, aunque debe dilucidarse si el accionar de quienes se
negaban a autorizarla obraba sólo un criterio político o si se
trataba de algún otro tipo de interés.
El hecho es que la posición del Canciller fue la que posibilitó el flujo persistente de traslados individuales a la isla que
comienza a producirse desde el mes de abril de 1939, inaugurando, de ese modo, el proceso inmigratorio.
2. Las negociaciones para la inmigración de los
refugiados de la Guerra Civil
La idea de una inmigración organizada, de carácter masivo,
comenzaría a tomar forma meses más tarde, en el verano de
1939, cuando los organismos de ayuda a los refugiados españoles comenzaron a procurar contacto con el Gobierno dominicano.
Las Sociedades Hispanas Confederadas de Ayuda a España,
organismo que integraba a grupos hispanos asociados en distintas ciudades del territorio norteamericano, fueron las primeras
en proponer al Gobierno dominicano un plan de evacuación
e inmigración de los refugiados en Francia a través del Consulado dominicano en esa ciudad.27 En el memorándum que
dirigían al respecto, las Hispano Confederadas planteaban:
Secretario Arturo Despradel a Presidente de la República, Ciudad Trujillo, 25 de abril de 1939.
27
Rafael Espaillat de la Mota, cónsul dominicano en Nueva York a Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Nueva York, 11 de mayo de
1939.
26
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1.Que el Gobierno dominicano autorice el internamiento de
entre mil y cinco mil refugiados, mismos que deberán establecerse en colonia, en los lugares señalados para ello por el
mismo Gobierno.
2.Que el Gobierno dominicano conceda terrenos para el establecimiento de granjas agrícolas y avícolas, así como las
viviendas necesarias para el alojamiento de los refugiados.
3.Que el Gobierno dominicano provea la transportación de
los refugiados a sus lugares de destino.
4.Que las autoridades consulares en Francia autoricen el visado de pasaportes expedidos por el gobierno republicano y
que aceptasen, en caso de carecerse de él, documentación
identitaria expedida por el SERE, radicado en Francia.
5.Que se autorice de manera expedita el internamiento en
suelo dominicano de un primer grupo de 1,000 refugiados,
dada la angustiosa situación que viven en Francia.
Por su parte, las Sociedades Hispanas Confederadas de Ayuda a España ofrecían:
1.Sufragar los costos de traslado de los primeros mil refugiados hasta Ciudad Trujillo.
2.Cooperar con la edificación de viviendas modestas para los
llegados en esa primera expedición.
3.Proveer aperos de labranza, maquinaria y semilla para dar
pronto inicio a las explotaciones agrícolas.
4.Proveer al sostenimiento de las colonias hasta que estas se
hallen en condiciones de autosustentarse.
5.Enviar una comisión a entrevistarse con el Gobierno dominicano con el objeto de analizar el terreno y las condiciones
técnicas de la futura implantación.28
Daniel Alonso, secretario General de las SHCAE a Gobierno dominicano, Nueva York, 8 de mayo de 1939.
28
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El Plan de las Hispano-Confederadas fue comentado favorablemente al Canciller por el secretario Carbuccia, quien consideró la posibilidad de establecer a los refugiados en terrenos
situados en la región suroeste, como en el municipio de El
Cercado, señalando que esto había sido visto con simpatía por
el generalísimo Rafael L. Trujillo.
A pesar de la premura que dictaba la evolución de los acontecimientos en Francia, fue hasta el mes de julio cuando se reanudaron conversaciones sobre el Plan de las Sociedades Hispanas Confederadas, al poner éstas en manos del propio Trujillo durante su visita a Nueva York un nuevo memorándum.29
El plan hecho llegar entonces contenía nuevos aspectos, como
que la suma inicial de que disponían las Sociedades Hispanas
Confederadas para impulsar al Plan ascendía a 100 mil dólares
americanos, prestando atención al interés del Gobierno dominicano de establecer una industria pesquera y destacando
la disposición de hacerse cargo de aquellos exiliados que no
lograsen adaptarse enteramente al proyecto colonizador.
A inicios del mes de agosto arribó al país el señor José Pantín, representante de las Hispano-Confederadas y el proyecto
comenzó a examinarse en el terreno con mayor detalle. Nuevamente, el despacho de la presidencia instruyó a las secretarías
de Agricultura, Trabajo e Industria, Interior y Policía, Sanidad
y Beneficencia elaborar un dictamen sobre la propuesta, resultando éste favorable de modo unánime, si bien se sugería ceñirla a cuatro recomendaciones: que la inmigración (de hasta
cinco mil refugiados) se desarrollase de manera gradual; que
el número de los llegados en cada etapa nunca excediese las
mil personas; que el Gobierno dominicano formase parte de
la comisión seleccionadora de los futuros inmigrantes y que se
seleccionasen terrenos en las secciones de Medina (común de
San Cristóbal), Los Guayos (común de Sabana de la Mar) y en
la común de El Cercado.30
Daniel Alonso a Rafael L. Trujillo, Nueva York, 21 de julio de 1939.
Mayor general José García, secretario de lo Interior y Policía a Secretario
de Estado de la Presidencia. Ciudad Trujillo, 31 de agosto de 1939.
29
30
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Poco antes de que se emitiese el referido dictamen, un núcleo civil, mayormente integrado por refugiados que habían
venido estableciéndose en el país desde los primeros meses
de 1939, decidió establecer la Junta Pro-Refugiados Españoles,
organismo que pocas veces ha sido citado y que quizás se haya
confundido con aquél otro llamado Junta Pro-Inmigración Española (JPE) del que hablaremos más adelante.
Esta Junta Pro-Refugiados Españoles se estableció el día 10 de
agosto en la ciudad capital con los propósitos esenciales de:
1.«Coordinar o unificar la ayuda que, proveniente de éste u
otros países, se destine a los refugiados españoles...».
2.«Distribuir dicha ayuda en forma que sirva para resolver,
aunque sea en principio, problemas definitivos para los refugiados».
3.«Canalizarla con miras a que sea destinada a la creación de
nuevas fuentes de riqueza...».
4.«Prestar a las autoridades dominicanas cuantas ayudas y asesoramientos estimen necesarios relacionados con la venida...
y establecimiento... de núcleos de refugiados españoles».
La Junta quedaba integrada por 9 personas, tomando como
base programática para su actividad el proyecto de inmigración de cinco mil refugiados puesto en consideración por su
vicepresidente, el periodista gallego Ramón Suárez Picallo.31
La ponencia presentada por Suárez Picallo se titulaba «Índice provisional para un plan de colocación de cinco mil refugiados en la República Dominicana» y es, posiblemente, una
de las ideas más acabadas y originales dentro de las distintas
propuestas que comenzó a recibir por entonces el Gobierno
Los restantes ocho miembros eran: el ingeniero Antonio Ocaña (presidente), el coronel Felipe Díaz Sandino (2º vicepresidente), el fabricante
Antonio Piñeiro (tesorero), el licenciado Juan Pablo García (secretario
general), el periodista Fraíz Grijalba (secretario de actas) y los señores
Manuel Castillo, Juan Jiménez Rosas y Enrique Darnell Martí (vocales).
31
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dominicano. Considerando de poco provecho la dinámica de
llegadas individuales seguida hasta esos días,
donde los inmigrantes españoles limitan sus aspiraciones
a la obtención de un empleo público improductivo, a ser
dependientes de una casa de comercio o, cuando más, a
poner un tenderete,
Suárez Picallo proponía realizar un serio esfuerzo de planificación de los contingentes, de modo que la inmigración se
orientase a la apertura de fuentes de riqueza inéditas o poco
explotadas.
Las fuentes de riqueza en que se interesaba el plan eran
tanto agrícolas como industriales, destacando en el primer
renglón la idea de impulsar una larga serie de agroindustrias.
Entre las industriales, el proyecto mencionaba esencialmente
6 ramos de actividad: la producción de papel, los tejidos, la
espartería, los curtidos, la pesca y las artesanías. En términos
generales, todos esos desarrollos apuntaban a la idea de abrir
un mercado basándose en la sustitución de importaciones y
en establecer cadenas integradas de producción e industrialización de materias primas. Los recursos para financiar el plan
de inmigración provendrían, esencialmente, de las entidades
españolas de evacuación (SERE y JARE), del Gobierno dominicano pero, sobre todo, de la posibilidad de vincularlo con el
establecimiento de un Banco Cooperativo Agropecuario. La
dirección del plan quedaba reservada a un comité integrado
por representantes del Gobierno dominicano y de los organismos de evacuación españoles.32
En el aspecto técnico, el proyecto de esta Junta Pro-Refugiados preconizaba el establecimiento de explotaciones de índo Antonio Ocaña, presidente de la Junta Pro-Refugiados Españoles a
Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Ciudad Trujillo, 10 de
agosto de 1939.
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le colectiva e individual, recomendando favorecer la pequeña
propiedad individual, de carácter agrícola y/o empresarial,
como forma acorde con el espíritu de posesión individual del
pueblo español. El colectivismo se implantaría al modo de una
gran cooperativa de adquisición de aperos e insumos agrícolas
y artesanales, gestión colectiva de transporte y almacenamiento. En el social recomendaba un modelo de establecimiento
aglutinado, por ejemplo, de pequeñas explotaciones agrícolas,
o pequeños campamentos de explotación de materias primas
de producción espontánea, como en la silvicultura, la pesca
y la minería. El carácter aglutinado de los asentamientos facilitaría el surgimiento de instituciones escolares abocadas
a la explotación del medio, donde españoles y dominicanos
podrían insertarse en el aprendizaje productivo. Asimismo, la
presencia de contingentes de enseñantes entre los exiliados
haría posible generar procesos escolares en el medio de implantación dominicano circundante.
Nuevas propuestas inmigratorias emergieron en el mes de
noviembre.
Por un lado, el día 9 quedó formalmente constituida la Junta Pro-Inmigración Española, que posiblemente sólo fuese una
transformación de la que acaba de describirse, pues en su integración figuran tanto Ramón Suárez Picallo como Juan Pablo
García, a quienes se suman tres personas más: el periodista
canario Elfidio Alonso, el ingeniero José de los Ríos Urruti
(hermano del exembajador Fernando de los Ríos) y el teniente coronel Rodolfo Bosch Pearson.
En principio, la creación de esta Junta respondía al interés
de secretario Raúl Carbuccia por establecer un mecanismo local de enlace entre las instituciones del Gobierno dominicano
y los futuros inmigrantes, de modo que la corriente inmigratoria cumpliese de mejor manera su objetivo de hacer crecer
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la riqueza nacional. Como representante de la parte dominicana, la Junta quedaba facultada para: a) gestionar ayuda de
los organismos abocados a la evacuación de los refugiados en
Francia, b) clasificar a los futuros inmigrantes con el fin de
adaptarlos a las tareas del desarrollo nacional, c) decidir y gestionar lo necesario ante las instituciones del Gobierno dominicanas.33
A finales de ese mes, los diarios puertorriqueños El Mundo
y El Imparcial daban aviso del paso por la isla de un grupo de
doce refugiados españoles rumbo a la República Dominicana.
Destacando el tránsito reciente de refugiados que, haciendo
escala en Puerto Rico, se dirigen a la isla de Santo Domingo,
ambos diarios dedican extensas notas a los propósitos de la
visita.
Preside el grupo el señor Bibiano Fernández Ossorio Tafall,
director general del Servicio de Evacuación de Refugiados
Españoles (SERE), acompañado de colaboradores y amigos,
como los señores Vicente Herrero Ayllón (catedrático), Félix
de los Ríos (ingeniero hidráulico), Rafael de los Ríos y su señora madre, entre otros. El señor Bibiano Fernández Ossorio
Tafall se dirige a la isla para entrevistarse con el presidente Trujillo y tratar en detalle los planes de inmigración de alrededor
de 2,000 refugiados de la guerra civil. Equivocando el nombre,
el periódico El Mundo destaca la idea de que existe en Ciudad
Trujillo ya un Comité Pro-Refugiados Españoles llamado a coordinar el proceso de ayuda, brindando también el detalle de
que, en ese momento, se encuentran ya en el país cerca de 600
refugiados españoles. Propiamente, el Comité que describe el
diario coincide con la Junta Pro-Inmigración que acaba de ser
descrita, la conformada por indicación del secretario de Estado de Agricultura, Industria y Trabajo, Raúl Carbuccia.34
Acta de constitución de la Junta Pro-Inmigración Española. Ciudad Trujillo, 9
de noviembre de 1939.
34
«Refugiados españoles en San Juan de paso para la República Dominicana». El Mundo, San Juan, 2 de noviembre de 1939; «Director del Servicio
33
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No existen muchas luces sobre la estancia del director del
SERE en el país, ni sobre el contacto que pretendía tener con
el Presidente Trujillo. Sin embargo, el organismo que representaba sería el responsable fundamental de la política inmigratoria. Al menos, como debe ser dicho, en su segmento de
organización, reclutamiento y evacuación de los contingentes
en Francia.
Tampoco es muy claro cuando y cómo tomó inicio formal la
colaboración emigratoria y la naturaleza del acuerdo al que se
arribó con el Gobierno dominicano. Ni la documentación oficial ni la del Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles conservada en la Fundación Sabino Arana, en Vizcaya, permiten conocerlo con precisión pero, desde luego, el proceso
sufrió un claro estímulo tras la estancia de Bibiano Fernández
Ossorio-Tafall, cosa que se desprende de la inclusión del señor
Félix de los Ríos como miembro de la Junta Pro-Inmigración
Española promovida por Carbuccia.
Las ideas del SERE en torno a la inmigración no figuran
en ningún documento formal, pero pueden desprenderse del
Plan de Colonización que, tiempo después, se hizo llegar a
las oficinas del señor Alejandro Viana, director del Servicio
en París. Firmado por los ingenieros Félix de los Ríos y Augusto Pedrero en fecha que no precisa el documento, el Plan
debe haberse elaborado en el mes de diciembre de 1939 en la
misma República Dominicana. De los Ríos y Pedrero fungen
entonces como representantes del SERE en el país.
Esencialmente, el plan inmigratorio se centra en el establecimiento de los refugiados en colonias agrícolas del Estado
dominicano. Aunque considera el impulso de algunos giros
industriales –fabricación de tejas, tenerías, explotaciones mineras, etc.–, se trata ante todo de un proyecto práctico para
organizar y sostener la vida de los colonos durante el primer
de Evacuación de Refugiados Españoles está en P. R.». El Imparcial, San
Juan, 21 de noviembre de 1939.
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año de estancia en el país. Cumplido ese lapso, el plan proyecta la creación de un organismo administrativo de carácter
cooperativo que deberá llamarse Cooperativa Pro-Inmigración
Española y del cual será titular el Secretario de Estado de Agricultura, Industria y Trabajo. La dirección técnica del mismo
recaerá en personal del SERE.35
Un último proyecto inmigratorio sería puesto en manos de
las autoridades dominicanas a instancias de la Junta de Auxilio
a los Republicanos Españoles (JARE) en el mes de marzo de
1940 por el señor José María Escofet, refugiado desde hacía
algún tiempo en el país.
El plan del delegado por JARE contemplaba la inmigración
de hasta 5,000 personas, postulando el establecimiento de una
sociedad anónima, de tipo mercantil e industrial, que fomentaría distintos proyectos de desarrollo agrícola, industrial y
comercial en los que encontrarían ocupación los refugiados.
Los recursos financieros para dar vida a esa sociedad serían
proporcionados enteramente por la JARE. La dirección de la
misma integraría representantes tanto de JARE como del Gobierno dominicano.36
Félix de los Ríos y Augusto Pedrero. Plan de Colonización. Archivo de la
Fundación Sabino Arana, SERE, 24, 4 (en lo sucesivo AFSA, SERE).
36
José M. Escofet a Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Ciudad
Trujillo, 21 de marzo de 1940.
35
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C
apítulo tercero
El arribo de los refugiados y el proceso de
implementación de la política inmigratoria
Como acaba de verse, fue casi al final del año 1939 cuan-
do el Gobierno dominicano comenzó a definir una política
de apertura inmigratoria hacia el exilio español, hecho que se
produjo en clara desconexión con la definición política dada
por la dictadura al asunto del sufrimiento del pueblo español
entre 1936 y 1938. Al vehemente hispanismo humanitario de
la Legación, sus huérfanos y la Guardería Presidente Trujillo, con el que los lectores del ABC, Mundo Gráfico, Crónica,
La Libertad o El Sol, en el Madrid sitiado, habían conocido del
pro-hombre benefactor de la modernización democrática dominicana, siguió un prolongado silencio de casi ocho meses,
considerados desde el fin de la guerra.
¿No era de esperarse de quien se vanagloriaba de «haber
sido el primer Jefe de Estado que ha acudido en auxilio de los
[...] huérfanos» un gesto probablemente tan inmediato como
el de la política exterior mexicana del presidente Cárdenas,
que a los dos meses de proclamada la victoria nacionalista
abría sus fronteras a los grandes contingentes del Sinaia, el
Ipanema y el Méxique, las míticas embarcaciones del destierro en suelo mexicano? ¿O tan resueltamente acotada como
la que brindó el Gobierno chileno al hacer llegar poco más de
dos mil refugiados en el trasatlántico Winnipeg en el mes de
agosto de 1939?
Algo dilató la emergencia de la política hasta el mes de noviembre, arribándose a ella mediante un proceso no exento
de contradicciones internas en el cuerpo burocrático. Podría
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pensarse que el viaje internacional que el propio dictador realizó entre junio y octubre de 1939 retrasase la decisión, pero
es difícil saberlo con exactitud. Sin embargo, al menos desde
el mes de julio conocía éste de primera mano las expectativas
que abrigaban en torno al país organismos de auxilio como
las Sociedades Hispanas Confederadas, que le entregaron un
segundo proyecto en su dirección del Hotel Waldorf Astoria
en la ciudad de Nueva York.1
La creación de la Junta Pro-Inmigración Española [JPE], integrada a inicios del mes de noviembre debe ser considerada
como el real inicio de la política inmigratoria que abruptamente cerraría el incidente del Cuba ocho meses después. Aunque
un flujo paulatino de individuos y pequeños grupos que huían
de la guerra se produjo desde el derrumbe militar y civil de
la República, la verdadera política del Gobierno dominicano
hacia el exilio español emerge con la creación de ésta el 10 de
noviembre de 1939.
Integrado mayormente por personas, en apariencia, mejor
avenidas, poseedoras de recursos sociales y culturales suficientes como para huir y afrontar los riegos de una nueva vida,
aquel flujo tomó inicio desde el mes de enero de 1939, trayendo a la sociedad dominicana personas que pronto lograron
insertarse en la vida social del país, como los periodistas Elfidio Alonso Rodríguez y Ramón Suárez Picallo, el catedrático
Javier Malagón Barceló, el crítico de arte Fraíz Grijalba, artistas
como José Vela Zanetti y Carlos Solaeche, médicos como el
doctor Emilio Jubés y otros tantos más cuya presencia en el
país resonaría durante el verano de 1939.
Ese flujo migratorio hacia suelo dominicano vino produciéndose, incluso antes del derrumbe de la República. A fines
de 1937, por ejemplo, cuando la ocupación del frente norte
por el bando nacionalista forzó la emigración vasca, muchos
fueron los vascos que vinieron al país. Varios de los oficiales y
1
Vid p. 60 nota 29.
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marinos vascos que ocuparía luego la Marina de Guerra dominicana llegaron por esas fechas.2
El núcleo que arribó al país hasta ese entonces –estimado
en 150 personas, según señaló el secretario de la JPE, Rodolfo
Bosch Pearson–3 lo hizo de modo «espontáneo», valiéndose de
las solas prerrogativas establecidas a la internación de extranjeros en los reglamentos vigentes. Si bien las indicaciones del
ministro dominicano en París, Virgilio Trujillo Molina, intentaron contenerlo, la inmigración tomó fuerza tras la sugerencia del Canciller Despradel de proseguir visando pasaportes
españoles en Francia y sólo aparentemente cesó con el surgimiento de la política de inmigración masiva que comenzó a
ejecutar la Junta Pro-Inmigración, desde su constitución el 10
de noviembre de 1939, o, para ser más exactos, desde el día 7
de ese mes, que fue cuando arribó a bordo del vapor Flandre
el primer gran contingente de 279 refugiados.
2
3
Poco se ha mencionado el exilio que produjo hacia el país la emigración
vasca de 1937, cosa que con mucho tino señala Juan Martín Frechilla en
sus estudios sobre los refugiados en Venezuela. Según datos del censo
de refugiados con que contamos, una veintena de vascos ingresó al país
en 1938, siendo probablemente mayor el número de los que entonces lo
hicieron. Entre ellos, los hermanos Estella Entralgo (¿y familias?), uno
de los cuales pasaría a dirigir el diario La Opinión. Otros que es posible
reconocer entre los llegados se apegan al listado de marinos que Jesús
de Galíndez presenta en su escrito «Ha muerto un marino», hecho en
honor de Alejandro de Solaeche, Txomin de Urruchua y Ángel Bellón,
muertos en el hundimiento del vapor Presidente Trujillo en La Martinica,
en 1942. En una afirmación posterior, Galíndez cifraría entre 100 y 150
los refugiados vascos llegados entre 1939 y 1940. Ver: Jesús Galíndez, «Ha
muerto un marino», revista Hogar, año 4, no. 41, mayo de 1942; «Los
vascos en la República Dominicana». VII Congreso de Estudios Vascos, Donostia, Eusko Iskatunza, 2003, pp. 513-515. Sobre las fases del exilio republicano español, ver: Juan Martín Frechilla, «Nueva Tierra de Gracia:
los exilios de la Guerra Civil española en Venezuela, 1936-1951»; Dolores
Plà Brugat (coord.). Pan, trabajo y hogar. El exilio republicano español en
América Latina, Instituto Nacional de Antropología e Historia; Instituto
Nacional de Migración, México, 2007, pp. 335-458.
Memoria que al Honorable Secretario de Estado de Agricultura, Industria y Trabajo presenta el Secretario General de la Junta Pro-Inmigración Española. Mecanuscrito, Ciudad Trujillo, 31 de diciembre de 1940.
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Abrupta, agresiva y deformada, la explicación dada como
resolución del incidente del Cuba sobre la decepción inmigratoria del Gobierno dominicano, obliga a reconstruir, en términos generales, el desempeño de la política de inmigración,
particularmente en lo que se refiere al papel jugado por el
Gobierno dominicano en materia de creación de condiciones
para cumplir el propósito de recibir una corriente de carácter
predominantemente agrícola, ideológicamente desprovista
de rasgos que luego consideraría detestables y contribuir a su
asentamiento en el país.
En otras palabras, interesa examinar la política inmigratoria
desarrollada por el Gobierno dominicano en términos ya no
sólo de producción de imágenes, sino de su proceso de implementación.4 Examinar históricamente la implementación de
la política inmigratoria nos sitúa en el terreno de juzgar tanto
si su diseño fue coherente con los fines que declaraba perseguir como de observar la cadena de procesos que definirían
sus alcances.
1. De Francia a la República Dominicana: el proceso
consular de la emigración
No existe indicio de que las representaciones dominicanas
de París, Burdeos y El Havre jugasen un papel activo en el proceso de la emigración republicana. A diferencia de legaciones
diplomáticas como la mexicana o la chilena, que activamente organizaron el embarque de los grandes contingentes que
4
Empleo el concepto de Implementación aludiendo a la distinción teórica
establecida en el análisis de políticas públicas al caracterizar una problemática relativa a la hechura de la política, como proceso esencialmente
centrado en la decisión política que la hace emerger, de las problemáticas que tienen que ver son su diseño (juicios de adecuación entre medios
y fines) o su implementación (cadena de interacciones subsecuentes una
vez la política ha sido puesta en marcha).
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albergarían sus naciones, la intervención de los representantes
consulares dominicanos parece haberse limitado a extender el
visado una vez cubiertas las formalidades establecidas. Tanto en
el lapso de la inmigración espontánea como en el de la conducida por la Junta Pro-Inmigración, a ello pareció restringirse el
papel organizativo del cuerpo diplomático acreditado en territorio francés.
Poco incidieron los representantes dominicanos en el control,
por ejemplo, del perfil ocupacional de los reclutados, como lo
reclamaba el logro una política inmigratoria interesada en la recepción de agricultores. Menos, aún, pareció controlarse la identidad política e ideológica de los futuros migrantes, cosa quizás
más compleja para quienes parecieron restringir su acción proinmigración al marco del inmueble donde visaban, pero posible
según lo muestran las experiencias mexicana y chilena.5
Llegado en el Flandre, el testimonio que años más tarde brindaría José Almoina Mateos –el refinado intelectual
gallego que puso su pluma al servicio del tirano– en su
Yo fui secretario de Trujillo, nos da una descripción de esos trámites consulares:
A ninguno se le pidió otro salvoconducto que su misma
calidad. Ni se investigaron antecedentes políticos ni personales, ni se exigió garantía moral ni económica de ningún género, ni se les obligó a abjuración o rectificación de sus
Es conocido el modo en que los cónsules Gilberto N. Bosques y Pablo
Neruda gestionaron directa y activamente la evacuación de los refugiados
en Francia hacia México y Chile, respectivamente, modelando el carácter del contingente de emigrantes que sus gobiernos deseaban recibir. Se
sabe, por ejemplo, que Pablo Neruda cumplió fielmente con el deseo de
su gobierno de excluir de la expedición del Winnipeg a los anarquistas,
cosa que también pareció ocurrir también en el caso de la selección hecha
por los representantes mexicanos en los mismos campos de concentración. Fernando Termis Soto, «Constitución y crisis de las organizaciones
republicanas de auxilio a los refugiados españoles. 1939-1942». Espacio,
tiempo y forma, Serie Historia Contemporánea, tomo V, p. 418.
5
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profesiones y actividades, ni se les pidió la más leve acción que
significase renuncia de sus ideales [...] En diez minutos escasos se llenaron las breves e indispensables formalidades
de visado gratuito y pocos días después viajábamos hacia
América.6
Por venir de una obra escrita con el objeto de loar las realidades del régimen, puede pensarse que la descripción de Almoina
exagere la flexibilidad del proceso consular. Utilizada dentro
de definiciones oficiales escritas de la decepción agricultora, la
cita de Almoina es también empleada para construir la imagen
de la traición disolvente, como en el Libro blanco del comunismo
en la República Dominicana, obra que años más tarde (1956) se
empeñaría en extender la imagen del colectivo inmigrado hacia la noción de la inoculación comunista. En cualquier caso,
de un modo relativamente inesperado, es el propio régimen el
encargado de confirmarnos la ausencia de un control propio
en el logro de sus objetivos migratorios.
Probablemente Almoina no llegase al país por medio del
SERE, el organismo de evacuación instalado en París por el
presidente Juan Negrín, con el cual finalmente acordó la inmigración el Gobierno dominicano. Probablemente se hallase en
el núcleo de los que estuvieron llegando de modo espontáneo,
por no hallarse en campos de concentración y por contar con
recursos pecuniarios para emprender el exilio, en el marco de
unos trámites que los enfrentaron con cónsules que interrogaron sus motivos y resolvieron con relativa independencia de
la gestión de una inmigración agricultora a través del SERE.
Sin embargo, como veremos un poco más tarde, tampoco los
llegados por gestión del SERE pareció existir control, dado
que sólo el 4 por ciento declaró a la autoridad dominicana ser
agricultor, hecho que abona una tesis crítica sobre el diseño de
una política de interés agrícola o demográfico.
Tomado de SEI, Libro blanco del comunismo... pp. 29-40 (cursivas de JABGR).
6
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Antes de la adopción de la política de inmigración masiva,
las secciones consulares dominicanas de París, Burdeos y El
Havre recibieron instrucciones básicamente relacionadas con
el asunto de visar o no visar el internamiento de españoles.
Tiempo después, a medida que avanzaron las negociaciones
con el SERE, se establecería que a los refugiados se les exigiese un depósito de cincuenta dólares por persona (mayores de
18 años), para sufragar sus primeros gastos de instalación en
el país. Dicho depósito fue luego incrementado a ciento seis
dólares, seis de los cuales se destinaban a pagar un impuesto
en beneficio de la Cruz Roja.
La documentación oficial a la que puede por el momento
accederse no es contundente en cuanto a reflejar el papel de
los representantes diplomáticos dominicanos en Francia ni la
naturaleza de los arreglos que sostuvieron con el SERE. Algo
que claramente arroja su consulta es que los siete embarques
masivos que recibiría la sociedad dominicana correspondieron a la gestión de ese organismo, más allá de que el establecimiento formal de la Junta Pro-Inmigración fuese posterior
a los dos primeros embarques (Flandre y Saint Domingue, 7
y 9 de noviembre de 1939) e, incluso, a la llegada del mismo
Fernández Ossorio y Tafall el día 30 de noviembre.
El origen de los arreglos con el SERE se esboza en la carta
enviada a Ciudad Trujillo en febrero de 1940 por el entonces
director del SERE en París, señor Alejandro Viana, señalando
al representante del organismo en la Junta, ingeniero Félix de
los Ríos, lo siguiente:
Hoy he cablegrafiado a Vd. haciéndole saber que el Servicio cuya dirección tengo a mi cargo ha cumplido fielmente los compromisos contraídos por mi ante­cesor, Sr.
Tafall con el Encargado de Negocios interino Sr. Rubirosa; puedo decir que los ha cumplido con exceso como se
demuestra en el escrito entregado anteayer en mano[s]
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del Sr. Ministro de la República Dominicana, del cual
envío a Vd. una copia... Dos mil españoles, en términos
redondos, mejor menos que más, han sido enviados a esa
República en cuatro embarques y para cada uno de ellos,
desde la edad de 18 años, el S.E.R.E. hizo el depósito de
50 dólares, independientemente de los 6 de impuesto de
residencia... No estará de más hacer notar que se hicieron
también los depósitos, sin obligación alguna, de muchos
que embarcaron en tránsito con destino a Venezuela y
Cuba...7
«Compromisos contraídos por Tafall con el Sr. Rubirosa
[Porfirio]», encargado de Negocios interino en la Legación
dominicana en París, en la que mandaba Virgilio Trujillo
Molina, enviado extraordinario en la Conferencia de Evian y
ministro plenipotenciario en Bélgica y Francia. Sujeta a posibles interpretaciones, de momento esta efeméride desplaza
de Washington a París el espacio en donde usualmente se ha
situado el origen de las pláticas por la inmigración.8
«Compromisos contraídos y cumplidos en exceso en el envío de depósitos». Sobre esta afirmación se volverá más tarde.
Pocos tenían nociones precisa de la política que los llevaba a
la isla de Santo Domingo. Algunos se creaban expectativas de
poblaciones salvajes, exóticas a lo Gauguin. Otros, la asimilaban
en la idea de una América pujante y sofisticada, al estilo estadounidense. El señor Pinto, por ejemplo, argumentaba de la
siguiente manera su interés porque se le ayudara en el trámite
consular del visado:
7
8
Alejandro Viana a Félix de los Ríos, París, 7 de febrero de 1940. AFSA,
SERE, exp. 7-8.
B. Vega, La migración española..., pp. 93-95.
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Aprovecho esta carta para darle a Ud. los detalles de lo que
pienso hacer en Santo Domingo. Siendo carnicero [...] he
tomado la resolución de abrir una carnicería, de mismo
estilo y presentación Parisienne, creo que será una buena
idea, y en mismo tiempo útil para la ciudad donde la voy a
abrir, porque en el mismo rato pienso educar alumnos que
sean capaces de trabajar la carne al modo de París.9
Solo un núcleo intelectual, que había viajado por el continente o poseía vínculos informativos con la realidad latinoamericana, tenía noticias precisas sobre la dictadura dominicana y
sobre la personalidad del dictador. Incluso personas instruidas
desconocían estos aspectos, cosa elocuente en el testimonio
de quien entonces era un recién egresado joven ingeniero militar:
Sabíamos que íbamos a ir a Santo Domingo, conocía históricamente dónde está la isla y que había llegado ahí Colón
y todas esas cosas [...] nos decían que íbamos a Ciudad
Trujillo, pero yo no encontraba en ningún mapa, que yo
buscaba en el campo de concentración en la Espasa [Calpe], «Ciudad Trujillo», porque nada más que veía Santo
Domingo, nadie sabía qué cosa era ésa, ni qué íbamos a
hacer allí.10
Entre los que migraron por conducto del Servicio de Evacuación sin duda tampoco cupo alguna política de socialización respecto de los fines inmigratorios del Gobierno dominicano. Como han señalado diversos autores y como la misma
Aníbal Pinto a Bernardo Giner de los Ríos, París, APBGR, 27 de diciembre de 1939.
10
Entrevista al ingeniero Ángel Rayo del Campo, Ciudad de México, 20 de
julio de 1989. El testimonio tiene interés porque denota el desconocimiento del aberrante cambio de nombre que sufrió durante la dictadura
la primera capital de América.
9
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documentación relativa a la organización de los contingentes
rumbo a la República Dominicana deja verlo,
el SERE no realizaba por si la selección de los susceptibles
de evacuación, sino que a partir de los considerados «emigrables», asignaba una proporción a cada una de las organizaciones [políticas] por él representadas.
Desde una óptica de prioridades de orden político, los partidos en el exilio entendían por «emigrable», en primer lugar,
«los cuadros políticos y sindicales con responsabilidad».11 En
otras palabras, el SERE asignaba cuotas de emigración a los
partidos políticos del exilio español y éstos decidían quienes
migrarían, no en función del perfil presuntamente perseguido por la política dominicana, sino en función de estrategias
de auto-preservación.
Incertidumbres de ese tipo marcaron la salida del grueso de
los emigrantes. Un reducidísimo grupo de ellos llegó al país
con perspectivas de vida concretas, basadas en relaciones previamente creadas, como es el caso, por ejemplo, de los profesionales y académicos que se vincularon con Julio Ortega Frier,
rector de la Universidad de Santo Domingo, por mediación de
Fernando de los Ríos.
2. La llegada de los refugiados al país
Como acaba de indicarse, a poco de terminada la Guerra Civil [Española] comenzaron a llegar al país pequeños grupos de
refugiados, a bordo de vapores como el Bretagne, el Borinquen
o el Coamo, que usualmente surcaban los circuitos del Atlántico
americano entre Nueva York, Puerto Rico, Cuba y México. Esos
Fernando Termis Soto, Constitución y crisis de las organizaciones...,
pp. 413-430.
11
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grupos se integraban mayormente de iniciativas de tipo individual que coincidían al momento de emprender el trayecto final
hacia la República Dominicana. Hasta el mes de noviembre de
1939, los mayores agrupamientos, arribados directamente desde Francia a bordo del Bretagne, no excedieron la veintena de
personas. El testimonio de Jesús de Galíndez ilustra las perspectivas que animaron este tipo de llegada:
Puedo explicar mi propia experiencia personal. Muchas
veces me han preguntado la razón de mi traslado a Santo
Domingo. Yo tenía 24 años, y quería evitar la masa de refugiados en la que sobraban personalidades que me hubieran dificultado abrirme camino; por eso busqué desde el
principio un país pequeño.12
Antes de que llegara el primer contingente importante (a
bordo del Flandre, en noviembre de 1939), las autoridades
dominicanas estimaban en 400 el número de refugiados en
el país. La mayoría de estas personas tendió a ubicarse en la
ciudad capital, ya fuera porque contaban allí con contactos,
porque disponían de recursos, o por la sencilla razón de que
Santo Domingo concentraba las oportunidades laborales y era
punto de gestión para las ayudas y la nueva emigración.
La llegada de estos primeros núcleos pasó desapercibida
para el grueso de la sociedad dominicana. Si bien su presencia
no tardó en estimular ciertos ámbitos culturales, como el del
Ateneo Dominicano (que durante semanas consecutivas programó disertaciones de los llegados), o el de la enseñanza (con
el establecimiento del Instituto Cristóbal Colón, el renombrado «colegio de los españoles», que pronto captó la simpatía de
los sectores pudientes de la ciudad capital),13 la percepción del
fenómeno del exilio español se restringía a la clase media de
J. Galíndez, La Era de Trujillo..., pp. 382-383.
«El Colegio de los españoles», Cosmopolita, año XXI, no. 465, p. 10.
12
13
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la ciudad de Santo Domingo. La prensa dedicó al tema de los
refugiados españoles escasas referencias, inmersas en el despliegue publicitario que acompañó las negociaciones con la
DORSA, limitándose las más de las veces a anunciar la llegada
de personalidades.
El arribo del Flandre al puerto de Santo Domingo produjo
la primera impresión colectiva sobre el exilio español. El barco
tocó puerto a media mañana, siendo contados los que sabían
que desembarcaría un contingente de refugiados, cosa que no
impidió que el rumor corriera y que una multitud de dos mil
personas se apretujara bajo la lluvia pertinaz a presenciar su
descenso. Según la prensa, quizás nunca había desembarcado
un contingente civil de extranjeros tan numeroso, cosa que
impresionó en tal modo al reportero del diario La Opinión que
lo invitó a expandir su usualmente breve nota «Movimiento
del Puerto» hasta hacerla incluir la lista completa de los «distinguidos profesionales, estudiantes, agricultores, industriales,
periodistas, artistas, etc.» que visitaban el país, incluidos los
nombres y ocupaciones de la gran mayoría de ellos.14
No hubo recepción de carácter oficial a los llegados, como
sucedió en México con el Sinaia, por ejemplo. Según señaló
el diario La Opinión, un «Comité Especial» –integrado por
quienes tres días después establecerían formalmente la Junta
Pro-Inmigración Española– se encargó de recibir al grupo y de
repartirlo por la ciudad.
El tema de la colonización agrícola no se hizo presente a
la llegada del Flandre. La prensa no comentó nada sobre el
particular en los días posteriores, a no ser un aislado editorial
de La Opinión que invitaba a revisar la panacea de las inmigraciones agricultoras, argumentando en favor del estímulo de
inmigraciones de base urbana, que producirían una saludable
«El trasatlántico Flandre trajo hoy para nuestro país 288 refugiados», La
Opinión, 7 de noviembre de 1939. Según el diario, hasta entonces habían
desembarcado grupos de un máximo de cien personas.
14
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ampliación del mercado interno en lugar de fomentar un excedente agrícola de difícil realización.15
Tampoco los discursos raciales e hispanistas tuvieron mayor
eco en la prensa escrita de aquellos primeros días. Uno de los
pocos artículos que recoge las tesis oficiales sobre la amenaza
racial a la soberanía representada por Haití y la inmigración
española es el firmado por Rafael A. Sánchez quien, tras reflexionar sobre el derecho histórico de los refugiados de ser
recibidos en el país y sobre la obligación colectiva de colaborar
en su incorporación a la sociedad dominicana, afirmaba:
Y lo que hagamos por ellos ahora nos lo han de devolver en
robustecimiento y afirmación de hispanidad que es, para
nosotros en un sentido más extenso y más urgente que
para cualquiera de los pueblos de América, la creación de
una seguridad y la seguridad de una perduración.16
Los pasajeros del Flandre tendieron a permanecer en la
ciudad de Santo Domingo, como tendieron a hacerlo en Puerto Plata los 66 llegados dos días más tarde a bordo del Saint
Domingue. No existía todavía ningún programa en torno a la
colonización agrícola y quienes dirigieron sus pasos hacia el
interior lo hicieron con base en relaciones de tipo personal
que les garantizaban medios de vida. Muchos salieron a poco
de llegar para dirigirse a otras repúblicas americanas como
Venezuela.
El contingente del Flandre puso de manifiesto la verdadera capacidad del país en cuanto a absorción de refugiados. A
tres días de llegado el barco, un editorial del diario La Opinión
comentaba las difíciles tareas de acomodo de los refugiados, llamando a no contagiarse «con las timideces y pusilanimidades
«Un nuevo impulso a la inmigración. Viejo criterio que no debe ser tan
absoluto», La Opinión, 7 de noviembre de 1939.
16
«Nuestra prueba de hispanidad», La Opinión, 23 de noviembre de 1939.
(cursivas de JABGR).
15
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de otros» y a seguir apoyando la política inmigratoria del régimen.17 Cinco semanas más tarde, la misma columna editorial
describía la situación de la siguiente manera:
El gobierno y el pueblo dominicano han abierto los brazos
a los inmigrantes [...] Muchos, gracias a esta disposición
de ánimo, han encontrado una llevadera situación, pero el
número llegado ha sido tan elevado, que hay un remanente
que todavía no tiene perspectivas de trabajo de ninguna
especie. Hasta ahora se han sostenido con los modestos haberes que trajeron pero éstos se han agotado [...] de modo
que dentro de pocos días su situación se hará sumamente
apurada. Ahora se anuncia la próxima llegada de un nuevo
contingente [...] tan numeroso o más [...] de modo que el
problema se hará más agudo.
Ante esta situación, la redacción del diario hacía el siguiente
llamado:
En esta emergencia, hemos observado una cosa que nos ha
producido una profunda pena y es la indiferencia mostrada por muchos de los elementos españoles radicados de
antiguo [...] hacia sus recién llegados compatriotas, no
obstante el hecho de que los inmigrantes lo primero que
han hecho al llegar [...] ha sido dejar de lado toda actividad
o manifestación de carácter político [...]. Algunos de esos elementos [...] exponiéndose a aprehensiones de los más intransigentes, han adoptado una actitud más humanitaria,
y discretamente han tendido ayuda [...] No debe perderse
de vista un hecho capital. La llegada de los inmigrantes ha
creado a nuestro país un serio problema. Los españoles residentes [...] que aquí encontraron hospitalidad, que aquí
«Los refugiados españoles y la hospitalidad dominicana», La Opinión, 10
de noviembre de 1939.
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han levantado sus negocios, tienen el deber de cooperar
[...] cuando no por patriótica solidaridad hispánica, por
los deberes que tienen con nosotros, los dominicanos.18
Al arribar un mes más tarde al puerto de Santo Domingo
el trasatlántico La Salle transportando 770 refugiados, los problemas logísticos que enfrentaba la Junta Pro-Inmigración
Española (JPE) se vieron multiplicados, dado que el contingente casi igualaba al que radicaba ya en el país en situación
generalmente precaria. Esto planteó la necesidad de derivar
parte del mismo hacia ciudades secundarias como San Pedro
de Macorís, puerto hacia el que partieron a pocas horas de
llegar alrededor de 200 personas.
El La Salle planteó, asimismo, el que fuesen estimulados los
proyectos de colonización agrícola, para poder albergar productivamente a los refugiados que carecían de empleo.19 En
una visión excesivamente optimista, si no es que abiertamente
mistificadora, el Plan de Colonización remitido al SERE por
Félix de los Ríos y Augusto Pedrero en los primeros días del
mes de diciembre describía lo siguiente:
Se cuenta con un mínimo de siete colonias... algunas de
ellas a punto de ser terminadas las viviendas provisionales
y en las aptas para regadío ya están efectuadas las obras de
riego. La capacidad de absorción del país... es ilimitada, con respecto al número de los que aún quedan en
Francia.
Los primeros asentamientos se realizarían en terrenos vírgenes de Colonias Agrícolas existentes, como Medina, Pedro
«Los españoles deben ser los primeros en ayudar a los españoles. Un
hecho capital», La Opinión, 16 de diciembre de 1939. (Cursivas de JABGR).
19
«En la Junta Pro-Inmigración Española», La Opinión, 29 de diciembre de
1939.
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Sánchez y San Rafael de El Llano, al tiempo que se seleccionaron otros para el establecimiento de nuevas colonias, como
Juan de Herrera y Villa Trujillo.20
Antes de que llegase el La Salle había partido hacia El Llano un pequeño grupo de cuarenta personas que atendieron
el llamamiento que las autoridades de la Junta les hicieron
en cuanto a la posibilidad de dedicarse a la agricultura. Fidel
Miró, líder de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias
durante la guerra, recuerda que en su decisión de partir hacia
El Llano medió la dificultad de subsistir en Santo Domingo,
sin posibilidad alguna de empleo y el fastidioso ambiente allí
creado de «todo el mundo detrás de visas para salir y detrás
de las dádivas de las Hispano Confederadas», lo que revela la
situación angustiosa que para muchos comenzaba a ser ya la
experiencia migratoria en el país.21 A la de Medina llegaron
por esos mismos días alrededor de 13 personas, entre ellas
el matrimonio Brusiloff, su pequeña hija María y el escritor
Eduardo Capó Bonnafous.
El establecimiento de refugiados en Juan de Herrera se
realizó a principios de 1940, de manera desorganizada y bajo
una lógica que obedecía mayormente a la necesidad de quitar
presión a las ciudades. Proudhon Carbó refiere cómo, hacia el
primer mes de hallarse en Santo Domingo, los llegados en el
La Salle fueron convocados por un funcionario de la Secretaría
de Agricultura que, luego de explicarles las limitaciones del
La colonia Pedro Sánchez se situaba a unos quince kilómetros de la población de El Seibo, en el Este de la isla, lo mismo que Villa Trujillo, establecida en el municipio de El Valle cerca del rústico poblado de Sabana
de la Mar. El Llano se encontraba a seis kilómetros del puesto fronterizo
de Comendador, y Juan de Herrera –conocida entre los refugiados como
«El Corral de los Indios» por su cercanía con el sitio arqueológico que
lleva ese nombre– se hallaba a cinco kilómetros de San Juan de la Maguana, en el suroeste. Medina se ubicaba en el centro de la franja sur, cerca
del poblado de San Cristóbal, a escasos kilómetros de la ciudad capital.
21
«36 españoles salen para El Llano», La Opinión, 5 de diciembre de 1939.
Entrevista al señor Fidel Miró, ciudad de México, 8 de julio de 1989.
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medio urbano nacional para incorporarlos laboralmente, les
planteó la posibilidad de que se les asentase en Juan de Herrera, idea a la que se acogieron anarquistas como él que, con optimismo, vieron en ello la romántica posibilidad de construir
la comuna natural: «Yo me alegré, me pareció una gran noticia
porque veía la posibilidad de crear un centro comunista primitivo, aquello de poner todo el mundo el trabajo, los frutos del
mismo y dividirlos. Pues me pareció ideal aquello. Un sueño
utópico».22
Aunque existían perspectivas de este tipo, sólo un pequeño
grupo de cerca de veinticinco personas salió rumbo a Juan de
Herrera el 15 de enero de 1940. Algo menor era el que había
partido días antes rumbo a Pedro Sánchez.
Un nuevo contingente de 547 refugiados llegó al puerto de
Santo Domingo a bordo del Cuba el 11 de enero de 1940, agravando la presión que el grupo presente hacía sobre recursos
escasos como el alojamiento, el empleo y las ayudas de sostenimiento. De nuevo, la JPE se vio en la necesidad de derivar
segmentos del mismo hacia otras ciudades. Cerca de la mitad
fue despachada a la ciudad de La Vega, en la región central de
la isla. Un grupo de alrededor de ochenta personas llegó el día
13 al puerto de San Pedro de Macorís.
A pesar de impresiones locales de agrado ante el panorama
citadino que «embellece la muchedumbre blanca»,23 la llegada
del Cuba acentuó los problemas de los exiliados en la ciudad
de Santo Domingo. La falta de trabajo y las escasas posibilidades
de lograr que los organismos de ayuda sufragasen el traslado a
países para los que ya se tenía visado hizo que muchos se aventurasen a embarcar en pequeñas goletas dedicadas al cabotaje
entre las islas para, eventualmente, llegar a Venezuela, Cuba,
Entrevista al señor Proudhon Carbó y señora, ciudad de México, 15 de
julio de 1989. Años después, el señor Carbó editó su autobiografía libertaria en Yanga Sácriba, México, Plaza y Valdés, 1991.
23
Manuel Gil Ruiz, «Impresiones», Listín Diario, 26 de enero de 1940. (cursivas JABGR).
22
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Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
Insignes anarquistas españoles
Fidel Miró.
Pedro Vallina.
Mariano Viñuales.
José Peirats.
Severino Campos.
Fuentes: Fidel Miró: http://fal.cnt.es/?q=node/29709; Viñuales: http://anarcoefemerides.balearweb.net/page/17; José Peirats: http://laamapolalibertaria.blogspot.com/2011/09/como-por-ejemplo-jose-peirats.html; Vallina: http://antiguaweb.
cgtandalucia.org/IMG/jpg_vallina.jpg; Severino Campos: http://cnt-hospi.blogspot.
com/2007/12/desde-este-pequeo-apartado-de-nuestra.html
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Colombia o Panamá.24 En la ciudad de Santo Domingo, podían
verse grupos de refugiados desocupados en calles y plazas como
el parque Colón y el Independencia, o frente al local de la JPE,
gestionando ayudas para el sostenimiento.
Esto sucedía precisamente en los días en que una comisión,
integrada por representantes del Departamento de Estado norteamericano, del Comité Intergubernamental y de la DORSA,
visitaba nuevamente el país con el objeto de examinar sobre el
terreno las condiciones para llevar a efecto el Contrato suscrito
el 11 de enero de 1940 entre el Gobierno dominicano y la DORSA.25 La Comisión se integraba por R. T. Pell, asistente en jefe
de la División de Asuntos Europeos del Departamento de Estado; S. C. Morris, del Comité Intergubernamental creado en
Evian por los gobiernos aliados; J. N. Rosenberg, presidente de
DORSA, y P. Van Zeeland, de la Fundación Coordinadora.26
La comisión, cuya importancia ante Roosevelt era de interés
estratégico para Trujillo, fue recibida con júbilo por el Gobierno, quien hizo todo lo posible por sostener la oferta. Miembros
de la misma pudieron percatarse de la situación de precariedad
que mantenía el exilio español en el país, sostuvieron contactos
con el organismo encargado de su asentamiento y reflejaron
sus experiencias en reportes sobre el particular. El 26 de marzo
de 1940, por ejemplo, dos meses después de haber visitado
la isla, Rosenberg recibía la siguiente opinión del señor Rich,
agente del proyecto: «Yo pensaría que sería importante resolver el problema de los refugiados españoles si va a existir un
Las estadísticas dominicanas registran 254 españoles salidos en los meses
de enero y febrero de 1940, sin especificar su destino. Por la prensa de
esos días puede saberse que muchos embarcaron rumbo a Curazao y
Venezuela.
25
Contrato concluido entre República Dominicana y la Asociación para el Establecimiento de Colonos en la República Dominicana. Gaceta Oficial, no. 5420, 28
de febrero de 1940.
26
«El establecimiento de refugiados en la República Dominicana», La Nación, 12 de abril de 1940.
24
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Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
F e rmín Notario Gil
Jaime
Pascual
Infome actividades refugiados españoles, Secretaría de lo Interior y Policía.
Fuente: AGN, fondo Presidencia de la República.
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El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 87
procedimiento ordenado en el programa de reasentamiento
de refugiados en Santo Domingo».27
Al régimen no le convenía que el fracaso experimentado
con la inmigración llegara a conocerse en el Departamento de
Estado cuando éste, justamente, mostraba interés en la oferta de Evian y avanzaban los planes con la DORSA en cuanto
al establecimiento de la Colonia judía de Sosúa. Sobre todo,
considerando el hecho de que ya circulaba en el ambiente estadounidense versiones como la del señor Persio C. Franco,
dominicano exiliado en Washington D. C., que denunció sistemáticamente el carácter anti-democrático de la decisión tomada en la Conferencia de admitir –sin consultar al pueblo y al
Congreso dominicanos– hasta 100 mil refugiados centroeuropeos.28 Tema sobre el que incurriría años más tarde el afamado
informe de la Brookings Institution.29
Es dable imputar a esta visita, que dejaba impresiones como
la del señor Rich, el cambio que se operó en las estrategias de
recepción y asentamiento desarrolladas por la JPE que, en lo
sucesivo, parecieron orientarse a quitar de la vista el problema
urbano derivado de la exigua capacidad de asimilación de los
llegados por la sociedad dominicana.30
C. Gardiner, La política…, p. 78.
Desde el mes de enero de 1940, el señor Franco movilizó su denuncia
a través de cablegramas enviados a personalidades como Robert T. Pell,
asistente en jefe de la División de Asuntos Europeos del Departamento
de Estado, cosa que llegó a inquietar al Gobierno dominicano. AGN, FP,
Secretario de Estado de Relaciones Exteriores a Presidente de la República, Ciudad Trujillo, 24 de febrero de 1940.
29
Sobre el afamado informe afirma Carmen Cañete: «Tal fue el fracaso del
programa de inserción inmigratoria en la República de Trujillo que la
Brookings Institution inició en 1942 una minuciosa investigación acerca de
las condiciones de vida en el país y su capacidad para acoger extranjeros.
La valoración final de este sondeo, llevado a cabo por especialistas de la
Johns Hopkins University bajo el título de Refugee Settlement in the Dominican
Republic, fue poco favorable, por no decir nefasta, para los propósitos de
Trujillo». C. Cañete, «Aspectos sobre raza y nación en..., p. 36.
30
Hasta qué punto le interesaba al régimen demostrar que el país estaba capacitado para absorber hasta cien mil refugiados europeos, lo expresaría
27
28
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Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
A l tagracia
Díaz
Rafael
Leonidas
Tr u j i l l o
Molina
Carta de Altagracia Díaz, dueña de Pensión, suplicando ayuda a Trujillo por
las deudas de 28 refugiados españoles. Fuente: AGN, fondo Presidencia de
la República.
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El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 89
El primer cambio se operó en la distribución de las ayudas para
subsistencia que daba la Junta en su administración de los depósitos hechos por el SERE en Francia. Desde mediados de enero,
amenazó con retirar el subsidio de cinco dólares que entregaba
a aquellos que demostrasen no tener trabajo. El 18 de enero, el
señor Venancio Almirall, llegado en el Cuba, escribía desde San
Pedro de Macorís a un conocido suyo radicado en la capital:
Ayer me informé que llamaron a una reunión a todos los
compañeros que llegaron en el «De La Salle», comunicándoles que la solución de sus problemas es el campo y como
quiera que dentro de pocos días me corresponderá a mí
otro tanto, mucho le agradecería [...] si pudiera conseguirme [...] cualquier trabajo que me permitiera cubrir mis
necesidades, ya que veo que es bastante difícil encontrarlo
en mi cometido de contable-mecanógrafo.31
Después, la Junta anunció que no pagaría más hospedaje,
argumentando la cuantiosa deuda que tenía con dueños de
viviendas, pensiones y hoteles de diversas ciudades del país.32
Evidentemente, lo que dejaban planteado esas medidas era
que no se entregaría el subsidio de cinco dólares a quien no
se trasladase al campo. De la reunión referida por Almirall se
constituyó un grupo de alrededor de cien personas que sería
asentado cerca de Villa Altagracia, en La Cumbre, colonia
conformada estrictamente por españoles.33 También rumbo a
Constanza fueron trasladadas unas cuarenta personas.
de manera suficientemente clara la controversia con la Brookings Institution acerca del desfavorable informe elaborado por ésta sobre el particular. Véase Gobierno Dominicano, Capacidad de la República Dominicana
para absorber refugiados europeos, Ciudad Trujillo, Impresora Montalvo,
1942 (editado también en inglés).
31
Venancio Almirall a Bernardo Giner de los Ríos, San Pedro de Macorís,
APBGR, 18 de enero de 1940.
32
«A los refugiados no se les pagará más hospedaje. Junta Pro-refugiados
Españoles», Listín Diario, 20 de febrero de 1940.
33
Entrevista al señor Ángel Roig, ciudad de México, 15 de agosto de 1989.
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«Yo me voy a la manigua,
con mi machete a
pelial...»
Granell «Merengue».
Fuente: diario La Nación, Santo
Domingo, 26 de mayo de 1940.
Arriba la colonia agrícola de Dajabón debajo colonia agrícola de El Llano.
Fuente: AGN, fondo Presidencia de la República.
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Sin embargo, de mayor efectividad en cuanto a asentar a
los refugiados en las colonias agrícolas sería la política que se
siguió con los desembarcos posteriores. El 24 de febrero llegó
nuevamente el La Salle a Puerto Plata, transportando un contingente de 734 refugiados. A diferencia de los desembarcos
previos, la movilidad de los pasajeros del La Salle fue restringida. La mayor parte del grupo –quinientas personas según la
prensa– fue enviada en tren a Santiago, la segunda ciudad del
país, para abordar allí camiones que los trasladaron a la colonia agrícola Libertador, a escasos kilómetros de Dajabón, en la
frontera con Haití. Otro grupo de alrededor de cien personas
fue despachado hacia la «Granja Agrícola Generalísimo Rafael
L. Trujillo» cercana a la ciudad de San Francisco de Macorís,
en la zona central de la isla. Un tercer grupo de cuarenta personas fue despachado a La Vega. Pocos de los llegados tomaron otro destino, pues debían mostrar recursos monetarios
suficientes para poder hacerlo.34
Una determinación similar se siguió con el último desembarco que recibió el país, de alrededor de quinientas personas, el 16 de mayo de 1940. Alrededor de trescientos de los
llegados en él fueron trasladados directamente a las colonias
Pedro Sánchez y Villa Trujillo, otros cien conformaban el grupo destinado a Juan de Herrera y alrededor de treinta el que
se envió a Dajabón.35
Con esos métodos logró el régimen poblar las Colonias Agrícolas destinadas a los refugiados españoles, evitando su presión
política y demográfica sobre las ciudades. El éxito fue sólo momentáneo y, más que evitar la concentración de los españoles en
las ciudades, la difirió, pues pocos lograron adaptarse a las duras
Entrevista a Álvaro Muñoz Custodio, PHO-10-Esp/13. Dirección de Estudios Históricos-Instituto Nacional de Antropología e Historia/ Dirección de Archivos Estatales-Ministerio de Cultura de España (en adelante
DEH-INAH/DAE-MCE).
35
«230 refugiados rumbo a Pedro Sánchez», La Nación, 20 de mayo de
1940.
34
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Colonos de Juan de Herrera. Fuente: AGN, fondo Presidencia de la República.
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El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 93
y desoladas condiciones de la vida rural en las Colonias, con lo
que se produjo, más temprano que tarde, un éxodo continuo
desde ellas. Las condiciones sanitarias, el régimen dietético, el
aislamiento y el clima resultaron factores adversos. Sólo las Colonias de Medina, La Cumbre y Constanza permitían adaptarse
a la transición entre el clima mediterráneo y el abrasivo trópico
de los confines de la frontera haitiana. El paludismo –muy difundido entonces–, unido a la escasa dieta que permitía el nivel
de subsidio por persona, minó los recursos físicos de gente que
ya se hallaba debilitada desde mucho tiempo atrás.
Sin embargo, no sólo las características de los colonos definieron el fracaso de los asentamientos agrícolas. De contar
con apoyo, sus enclaves pudieron haber prosperado, aunque
no alcanzasen a crear condiciones para su arraigo definitivo.
La difícil coyuntura internacional de los primeros años de la
Primera Guerra Mundial, con las aguas del Caribe intransitables por la presencia de submarinos alemanes y el refuerzo de
los controles migratorios internacionales, obligó a muchos a
permanecer en las colonias, viviendo de la agricultura o de
otras actividades en el medio circundante. Pero la ausencia de
una política de apoyo precipitó el fracaso de los asentamientos. La historia cotidiana del modo en que se desarrollaron
deja ver el interés real puesto por el régimen en el logro de la
inserción del exilio en la sociedad dominicana, cuestionando
seriamente los argumentos oficiales sobre el fracaso de la política de inmigración
La llegada de los refugiados a las colonias agrícolas se produjo de modo desorganizado y acompañada de carencias de
todo tipo. El informe que remitió el 7 de marzo de 1940 el
agrónomo encargado de la colonia Juan de Herrera al secretario de Agricultura, Industria y Trabajo sobre el proceso de
instalación de los colonos españoles es una muestra elocuente
de ello. Leamos porciones del mismo.36
Secretaría de Estado de Agricultura, Industria y Trabajo, Informe que rinde
el Agrónomo de la Colonia Agrícola de «Juan de Herrera» al Hon[orable] S[eñor].
36
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En esos días la colonia tenía registrados veintitrés colonos,
que sumaban 41 personas pues había once matrimonios con
niños. Los primeros colonos se habían incorporado el 15 de
enero, «equipados cada uno de ellos con un lote de implementos agrícolas que, sin ser completos, eran suficientes [...]
para atender a los primeros trabajos de limpieza [...] de las
tierras». Momentáneamente fueron alojados en casas cedidas
por vecinos de San Juan de la Maguana, pues en la colonia no
se habían construido aún las destinadas a su alojamiento. A los
colonos se les posesionó de parcelas y el trabajo de limpieza de
las mismas comenzó dos días después.
El mismo día 17 [...] solicité al jefe del Distrito Agrícola,
arados, yuntas y mulos, no pudiendo conseguir, hasta el
día 22 [...] nada más que tres arados, los cuales hubo que
ajustar, cambiarles de reja y adicionarles cuchillas que no
tenían [...] como no veía posibilidad de que el Distrito [...]
me facilitara yuntas y mulos, ni implemento agrícola mayor alguno [...] a pesar de solicitar[los] constantemente
[...] marché a Ciudad Trujillo, el día 2 [...] en donde di
cuenta de la situación en que se encontraba la Colonia a
los responsables de la Cooperativa Pro-Inmigración Española [se refiere a la JPE]. El Vocal de ésta [...] me autorizó
para que, hasta tanto se facilitara a la Colonia, por el Distrito
[...] o por esa. [...] Secretaría [...] las yuntas indispensables,
alquilara las precisas [...] El día 26 de enero regresé a ésta
[...] con dos colonos más equipados como los llegados anteriormente [...] que, en unión de dos más llegados en mi
ausencia, pero sin herramienta alguna [...] hacían un total de
dieciocho.
El agrónomo alquiló yuntas y los trabajos de preparación de
tierras para siembra comenzaron. Pudieron
Secretario de Agricultura, Industria y Trabajo, San Juan de la Maguana, 7 de
marzo de 1940.
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conseguir tres arados más, pero que todavía no ha sido
posible utilizar por ser preciso cambiarles de reja y adicionarles cuchillas [...] Como, por otra parte, los dieciocho
colonos llegados vivían [...] en esta población de San Juan,
en casas alquiladas, decidí ir nuevamente a Ciudad de Trujillo y recibir instrucciones sobre el particular.
El 4 de febrero, la Secretaría de Agricultura indicó a Cazaña
dar paso a la construcción de cinco casas en la colonia y le
ofreció que
en cuanto a yuntas [...] e implementos, así como [al] importe de la consignación para manutención durante el
segundo mes, se enviaría [...] fondos para atender dichas
necesidades.
No habiéndolos recibido el día 16, urgido por las necesidades de alimentación de los colonos, Cazaña remitió un informe urgente a la Secretaría, insistiendo en que se enviase
la manutención para el segundo mes. Tres semanas después
no había recibido contestación sobre el particular. Como esperaba, además, la llegada de nuevos colonos «y en previsión
de que se presentasen [...] sin los elementos precisos para su
adecuada instalación», el agrónomo cablegrafió a la Secretaría
de Agricultura lo siguiente:
«Se presentarán a usted varios españoles con deseos incorporación esta Colonia. Deben venir con un lote de
implementos agrícolas [...] Sería conveniente ordenar [...]
Cooperativa Pro-Inmigración Española de San Pedro de
Macorís el envío a ésta [...] de un equipo de veinte camas
completas.
Los colonos se presentaron sin herramienta y sin camas,
«a pesar de haberse entrevistado [...] con el Secretario General
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Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
de la Cooperativa». Más adelante, el agrónomo reporta lo siguiente:
El día 24 de enero digo de febrero, puse al Secretario
General de la Cooperativa Pro-Inmigración Española el
siguiente telegrama: «Desde el 15 del presente mes en que
venció asignación manutención [los colonos] están sin medios económicos [...] siendo 41 personas las que precisan
urgencia asignación manutención».
Quince días más tarde seguía sin recibir respuesta.
El reporte de Cazaña señala adicionalmente cosas que interesa destacar como evidencia del estricto sentido publicitario que tuvo para el régimen la política inmigratoria hacia los
derrotados de la contienda española. Informa, por ejemplo,
que se había sembrado de patata en esos días un total de 36
tareas de terreno, hecho que desmiente el editorial del diario
La Nación que un mes más tarde las dio por cosechadas y vendidas, lo que es botánicamente imposible.37 Refiere, asimismo,
los animales y utensilios de trabajo con que contaba la colonia,
a dos meses de fundada:
tres arados en condiciones de hacer un buen trabajo, más
otros seis ó siete a falta de arreglar, lo que no se ha hecho
por falta de medios [...] un mulo [...] y un caballo [...] adquiridos [...] por el Administrador de la Colonia [...] un
caballo viejo e inútil [...] que ha tenido que desecharse [...]
y [...] otro caballo viejo que tampoco sirve.
No es necesario señalar las consecuencias que esta falta de
organización tuvo en los primeros meses de vida de los refugia «Colonización progresiva y eficaz», editorial en La Nación, 22 de abril de
1940.
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dos en Juan de Herrera. Proudhon Carbó recuerda que eventualmente llegaron a trasladarse a la colonia desde San Juan de
la Maguana y que, con enormes dificultades, lograron sembrar
y cosechar maní y arroz, poco antes de que él, su mujer y la pequeña Margarita (la última musa del poeta Fabio Fiallo) se trasladasen a Santo Domingo para auxiliar en la oficina que John
Dos Passos instaló allí para organizar la expedición de los que
saldrían hacia el Ecuador como agricultores.38
Sin embargo, mucho antes de que esa expedición se organizase, a escasos dos meses del informe comentado, el agrónomo
remitió un nuevo escrito al subsecretario de Agricultura informándole que:
por conversación íntima sostenida por el que suscribe con
el colono no. 10, ha sabido que el no. 11 se ha ausentado
definitivamente para Ciudad Trujillo. Del mismo número
he obtenido la confidencia de que, reina entre ellos una
desarmonía tal, que se marcharán todos […]. pues […]
con $5.00 mensuales no podrán solventar sus gastos particulares y cubrir los gastos de los diferentes trabajos que
tienen que pagar […] debido al desconocimiento agrícola
de que padece cada uno.39
Enfrentados a terrenos vírgenes sin la herramienta agrícola
que les permitiera emprender con eficacia las labores de desmonte y sin recursos para pagar a dominicanos los jornales necesarios para cultivar la tierra, los colonos, lógicamente, tendieron a abandonar la labor agrícola para marchar a las ciudades.
Entrevista al señor Proudhon Carbó y señora. La expedición, patrocinada por el Fondo de Reasentamiento del Nuevo Mundo, se compuso de
unas sesenta familias y partió hacia el Ecuador en enero de 1941 a bordo
del vapor Lovcen, de bandera sueca. Véase además José Peirats, Estampas
del exilio en América, París, ediciones CNT, 1950.
39
Secretaría de Agricultura, Industria y Trabajo, Oficina de la Colonia de
Juan de Herrera, no. 47, 13 de mayo de 1940.
38
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Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
Juan de Herrera no fue un caso aislado de desorganización
en el proceso de asentamiento de los refugiados. No por ser
uno de los primeros asentamientos (creado en enero de 1940
pocas semanas después de la visita de Bibiano Fernández Ossorio Tafall), podría considerarse que todo era debido a improvisaciones de los inicios. A los llegados a la Granja Agrícola
Generalísimo directamente desde el La Salle que desembarcó
por Puerto Plata les esperaba una situación aproximadamente
similar, según recuerda María Bernaldo de Quirós Villanueva:
cuando llegamos nos asignaron a cada familia un bohío
techado de cana y con piso [suelo] de tierra. Nos daban a
cada uno una «colombina», que eran unas camas de madera que usaban en aquella época los pobres. Una colchoneta, dos sabanitas y un mosquitero. Eso era todo lo que
nos daban. Comíamos en el piso al aire libre porque no
teníamos ni sillas...40
Integrado por unas cien personas, el núcleo de la Granja
no practicó nunca la agricultura, insertándose desde muy
pronto, de modo espontáneo, en la vida de la cercana capital
provincial de San Francisco de Macorís, a donde muchos iban
y venían diariamente. En este asentamiento, por motivos que
no es posible conocer, la JPE no realizó, siquiera, una labor de
encuadramiento por fomentar el cultivo.
Algo similar ocurrió con los que fueron a la colonia La Cumbre. El grupo allí instalado, reclutado mayormente entre los que
se hallaban provisionalmente en San Pedro de Macorís y Dajabón, permaneció cerca de dos meses en la ciudad de La Vega
Carmen Cañete, «Para mi España y la República Dominicana van de la
mano: testimonio de la española Lily de Cassá». Migraciones y Exilios. Cuadernos de AEMIC, no. 9, 2008, pp. 153-174, p. 164. Casada con el abogado
dominicano José Cassá Logroño y radicada todavía hoy en Santo Domingo, a María Bernaldo de Quirós Villanueva se la conoce también como
Lily de Cassá.
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esperando que se construyese la veintena de casas que servirían
para albergarlos. Ángel Roig recuerda que nunca se les llegó
a entregar terrenos para la agricultura y que, durante los casi
dos años que vivió en ella, la única agricultura que practicó el
grupo se redujo a la que podían acoger los patios anexos a las
viviendas.41 A pesar de esto, un editorial de prensa presentó de
este modo la situación de La Cumbre:
Personas venidas de «La Cumbre» refieren cómo allí se
está formando una pequeña población de españoles y dominicanos que hacen vida común de afanes y desvelos agrícolas. Un apreciable número de familias españolas lucen
en aquellas alturas predios modernos en los que resalta
una siembra maravillosa mediante los nuevos sistemas agrícolas a que nos hemos referido. Conviven allí, en fraternal
inteligencia, extranjeros y nativos. El caserío aumenta con
creciente actividad, la mente campesina del criollo se abre
también a la comprensión de nuevos métodos de arquitectura rural con que remplazar las viviendas estrechas, obscuras y de pobrísimo aspecto, enemigas de la salud, que
desde los tiempos del indio existen en nuestros campos.42
El grupo de La Cumbre fue uno de los más duraderos, cosa
que quizás se debiese a que el clima allí era favorable y a que
estaba mejor comunicada con la capital.
Lo contrario ocurría en Dajabón, lugar al que llegó el contingente más numeroso, exceptuada la capital. El clima allí es muy
caluroso y el terreno semidesértico. A los llegados a Dajabón
se les instaló en barracas construidas previamente. Los que no
cupieron en ellas fueron alojados en el pueblo y en bohíos aledaños a la colonia. Transcurridos seis meses no habían desarro Entrevista al señor Ángel Roig.
«Un nuevo aspecto de la colonización agrícola dominicana», La Nación,
17 de mayo de 1940.
41
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El emplazamiento de la Colonia La Cumbre. Fuente: AGN, fondo Presidencia de la República,
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llado ningún tipo de actividad agrícola y se limitaban a vivir con
el pequeño subsidio que recibían de parte de la JPE. Quienes
vivieron allí recuerdan que el discurso oficial de recepción hizo
énfasis en torno a la idea de la barrera racial frente a Haití. Hay
quien, incluso, recuerda que algún encargado les informó que
por su incapacidad para el trabajo agrícola quedaban en plena
libertad de moverse por el territorio nacional.43 La única actividad desarrollada en la colonia fue la construcción de un canal
de riego, según recuerda el señor José Farreras, quien, junto
con otros miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas de
Cataluña, saldría más tarde rumbo a Pedro Sánchez atendiendo
indicaciones de procurar el reagrupamiento de los comunistas
españoles en la isla.44
La supervivencia en las barracas y viviendas de Dajabón se
tornó, incluso, imposible, por la dilación en la entrega de los
subsidios. Esto, junto con otros aspectos de la dinámica de
asentamiento de los refugiados en las colonias, quedó plasmado en el siguiente testimonio:
He llegado a esta República el 24 de febrero último en el
La Salle y mi asombro fue grandioso cuando fuimos trasladados de Puerto Plata a Dajabón [colonia agrícola] sin que
se nos diera un solo centavo para poder beber un poco de
agua pues en esta colonia, incluso se paga el agua. Instalados ya en Dajabón se nos dio albergue en unas chozas
que habían sido construidas por haitianos y que ahora estaban vacías por haber sido éstos expulsados del país. Ni
qué decir tiene que la mayoría […] está faltada de las más
elementales reglas de higiene, ni agua, ni luz, ni utensilios
para limpiarlas, teniendo que estar expuestos a todas las
enfermedades […] Comimos un mes en comedor popular
Entrevista al ingeniero Ángel Rayo del Campo...
Entrevista al señor José Farreras Borull, ciudad de México, 18 y 21 de
agosto de 1989.
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Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
tan mal instalado […] que sufrimos dos fuertes intoxicaciones […] pues comíamos la carne descompuesta […]
Todo lo expuesto motivó una serie de quejas de los españoles residentes en ésta […] pidiendo que se les diera en
metálico lo que se les daba en comida al efecto de que
cada familia pudiera condimentárselo a su gusto y poder
comer lo más limpio posible […] dieron $5.00 mensuales
por persona, cobraderos el día 15 y 30 de cada mes […]
tenían que dar los cacharros […] para cocinar, cosa que
prometieron pero que se olvidaron de dar. El día 18 […]
pagaron $2.50 […] como es natural, correspondía […] el
día 3 de abril la otra mitad. No fue así. Se pagó el día 13
con diez días de retraso, viéndose las familias muertas de
hambre, vendiendo sus ropas para poder comer.45
Hacia finales de junio, a los de Villa Trujillo se les notificó
que habían pasado a depender de la Secretaría de Agricultura
y que quien no se decidiera a cultivar la tierra perdía en ese
mes el subsidio de cinco dólares por persona, cosa que muchos, lógicamente, comenzaron a hacer.46 Pocos días después,
la misma persona comunicaba que un funcionario de la JPE les
había dejado entrever que en el mes de agosto no cobrarían
el subsidio. El que informaba esto, miembro de Acción Republicana, posiblemente pensó que se trataba de favoritismos
partidarios, supuesto bajo el que consideró pertinente hacerle
saber al delegado de su partido en el país lo siguiente:
[…] el día 29 de abril visité en París a M.A. […] pero hablé
con los funcionarios [del SERE] quienes me hicieron creer
que cada español de esta expedición traíamos 100 dólares
Biblioteca Nacional de la República Dominicana, Papeles de Julio Ortega Frier (BN, PJOF en lo sucesivo). Carta del señor José Biayna a las Sociedades Hispanas Confederadas, Ciudad Trujillo, 17 de abril de 1940.
46
Fabián Talanquer a Bernardo Giner de los Ríos, Villa Trujillo, APBGR,
21 de junio de 1940.
45
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entregados en París y como a nuestra llegada a Puerto Plata al desembarcar había unos cuantos españoles que nos
indicaban la Guagua, que teníamos que tomar sin más
explicaciones, ni darnos siquiera alimentos para el viaje,
que tardamos 18 horas, y si nos dieron un poco de batata
y cazaba de yuca en tránsito, fue debido a las atenciones y
cuidados del conductor y autoridades dominicanas […] Le
escribo esto porque a mí sólo me han entregado $62.50 de
los $500 que desembolsaron en París [por ser cinco familiares en total] y a primeros de agosto no cobraremos y la
cosecha de maní no se cogerá hasta primeros de noviembre y, dándose bien, sacaré $40, teniendo de gastos unos
$10.47
Existen también reportes que indican que en Pedro Sánchez
se retiró el subsidio a los dos meses de haber llegado los refugiados a la colonia, cosa que hizo que muchos la abandonaran.48 Pedro Sánchez fue, sin embargo, la colonia que pareció
tener mayor éxito, a pesar de que sólo cuatro bueyes fueron
cedidos para el trabajo de las haciendas España y Cristóbal
Colón, que reunían alrededor de doscientas personas. Poco
antes de que llegase el contingente mayor, el grupo de Pedro
Fabián Talanquer a Bernardo Giner de los Ríos, Villa Trujillo, APBGR,
5 de julio de 1940. Talanquer se vio obligado a trasladarse a La Romana
a principios de agosto debido a la situación de indigencia en que él y su
familia se encontraban. Dejó abandonada la cosecha de maní. En febrero de 1941 fue trasladado a México por la JARE.
48
Por ejemplo el del señor José María Delgado Burgos: «...llegué en la expedición del vapor “De La Salle” el 16 de mayo... y me encuentro trabajando la tierra en colectividad con otros nueve Socialistas en la Hacienda
que, humorísticamente, hemos denominado “La Prosperidad”.... Como
Ud. ya sabrá, el subsidio de cinco dólares que mensualmente recibíamos
por persona, termina mañana 15 de agosto, pues así lo comunicó el Pagador el pasado 9 de los corrientes.... Sólo hemos recibido los Españoles
de esta última expedición 14.50 dólares, del 19 de mayo al 15 de agosto».
José María Delgado Burgos a Bernardo Giner de los Ríos, Pedro Sánchez, APBGR, 14 de agosto de 1940.
47
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Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
Sánchez había logrado ya avances significativos en la apertura
de terrenos, la construcción de viviendas y el establecimiento
de una cooperativa de consumo. Se construía un canal de riego y se desarrollaba un programa de alfabetización para niños
y adultos del lugar. Todo esto recibió gran publicidad en el
único reportaje que la prensa nacional dedicó a las colonias
agrícolas de los españoles, en el cual destacan ideas del discurso oficial en relación con las colonizaciones blancas y su
influjo racial y cultural.
La piel es la antesala del espíritu –argumenta La Nación–.
En el Este hay un espíritu amorfo que hay que moldear.
Encrucijadas de isleños. De Haití también. Hay un pretexto que se llama caña, que paga salario bajo, no vital y tiñe
el paisaje con la borra de Turks Islands. No hay matices
auténticos. Urge modelar un espíritu nativo. Y gran acierto
fue llevar españoles al Este. Ojalá se llevaran más. Porque
el Este es una avanzada de las Antillas menores: el negro
de Turks Islands, el de Antigua, el de Barbados, el de Guadalupe, chocolates diversos, chocolates crueles. El paisaje
necesita una ubre de blancura para ir enjuagando obscuridades.49
El tema de la soberanía racial –«el Este es una avanzada de
las Antillas menores», «la piel es la antesala del espíritu»–, el
mestizaje deseado con las inmigraciones blancas –«ir enjuagando obscuridades»–, cobra la clara expresión del prejuicio
racial en la descripción de la escuela: «En la escuela hay niños
de todas clases: blancos, trigueños, mulatos, negros. Los blancos
son casi todos españoles. De los trigueños para abajo, nuestros.
Pero ya vendrán los días, los meses, las lunas. Y junto a la espiga
hinchada reventará otro muchachito blanco, trigueño, mulato.
«Refugiados españoles en Pedro Sánchez», La Nación, 6 de abril de
1940.
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El blanco será hermanito de los otros blancos que vinieron nacidos. El mulato… ¡Ah!, ya el mulato es otra cosa…».50
La construcción de la presa y de las viviendas, así como el
establecimiento de la tienda cooperativa, son utilizados como
ejemplo de transmisión cultural de técnicas superiores. Sobre
la presa, dice La Nación lo siguiente: «El río tendrá otros menesteres mejores que el de lavadero de rapaces y de ropa raída».
Sobre la vivienda y la cooperativa: «lección de cultura agrícola
para nuestros criollos».
Como puede verse, la implementación de la política de colonización resultó tan mal organizada que, a la vuelta de dos o tres
meses, muchos –como los que aquí han atestiguado– acabaron
abandonándolas, para posiblemente retornar a ellas más tarde
tras fallidos intentos de evacuación o de inserción en la vida urbana y, desde luego, bajo condiciones precarias e inciertas, dado
que la Junta Pro-Inmigración desapareció de la vida pública hacia el mes de septiembre.
3. Los refugiados
La cifra de refugiados españoles inmigrados ha recibido las
diversas valoraciones señaladas, yendo de los 3 mil que consignan generalmente los académicos a los cerca de siete mil que
alegaba la literatura apologista de la Era.
Pocos autores, no está de más decirlo, señalan el origen de
sus fuentes. Quienes las brindaron en su día –fines apologéticos o no– (Galíndez, Vergés, etc.) realmente parecieron sólo
basarse en comentarios de pasillo o documentos parciales.
Los trabajos del presente tampoco indican, por lo general, las
fuentes de primera mano en que basan sus estimaciones, que
en mucho deben a las primeras investigaciones realizadas por
Javier Rubio.
Ibídem.
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Principales asentamientos españoles. Fuente: elaborado por el autor.
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Posiblemente no ha existido hasta el presente ningún repositorio documental lo suficientemente diverso y confiable
como para producir una estimación verdaderamente fundada, por ausencia, justamente, de los registros dominicanos que
hoy pueden consultarse gracias al esfuerzo organizativo del Archivo General de la Nación de la República Dominicana.
En ausencia de fuentes y estimaciones dominicanas más
profundas que el registro migratorio general elaborado por
nacionalidad (vid. p. 31), los académicos han optado, aparentemente, por ceñirse a la hipótesis mínima de alrededor de 3
mil personas derivada del único reporte confiable: los desembarcos.
Siete embarques consecutivos de refugiados recibió la sociedad dominicana entre noviembre de 1939 y mayo de 1940,
todos organizados por el SERE. El siguiente cuadro presenta
esos arribos y destaca las distintas cifras adjudicadas a cada uno
de ellos hasta el presente.
Cuadro 2
Principales desembarcos de refugiados españoles
Fecha
07/11/39
09/11/39
19/12/39
11/01/40
24/02/40
21/04/40
16/05/40
Barco
Flandre
Saint Domingue
La Salle
Cuba
La Salle
Cuba
La Salle
Gardiner
288
140
770
547
734
77
500
3,056
Rubio
273
140
771
457
900
120
471
3,132
Del Rosal Alfonseca
300
710
800
600
1,500
540
4,450
275
63
770
547
734
114
500
3,003
Fuente: C. Gardiner, La política de inmigración...; J. Rubio, La emigración
de la Guerra Civil...; Amaro del Rosal, Historia de la UGT de España en
la emigración 1939-1950; J. Alfonseca, El exilio español en la República
Dominicana...
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Las apreciaciones de Gardiner y Alfonseca son virtualmente similares, por proceder ambas de los reportes dados por la
prensa dominicana sobre cada desembarco. Basada en registros del SERE, la apreciación de Del Rosal (citada por Termis)51
es inexacta, pues nunca fueron recibidos tales contingentes
en esos embarques. No hubo, por ejemplo, ningún Cuba con
1,500 refugiados, menos en la fecha señalada, cuando por él
llegó un reducido núcleo de refugiados.52
Basar la estimación del número total de refugiados sólo en
los desembarcos es problemático ya que se ignora, por una parte, el quantum reportado por el flujo paulatino que preludió la
llegada del primer desembarco y que, como todo indica, continuó desarrollándose durante todo el lapso en que arribaron lo
grandes contingentes del SERE e, incluso, con posterioridad
al incidente del Cuba. Por la otra, ceñirse a los datos de prensa y los registros de desembarco elaborados por la Junta ProInmigración es equívoco, pues no todos lo llegados lo hicieron
por mediación del SERE, encontrándose núcleos discretos de
personas que no reportaron a ésta su llegada.
Las fuentes de que ahora puede disponerse permiten construir una estimación más exacta del número de refugiados
llegado al país. Por un lado, han podido hallarse las listas de
pasajeros de 6 de los 7 desembarcos masivos, así como reportes dominicanos más específicos, como las 2,045 cédulas de
identidad expedidas a los llegados por la Dirección de Migración en 1940, o los censos generales y los avisos de partida de
refugiados elaborados por la Secretaría de Interior y Policía
durante la campaña anticomunista de los años 1944-45. Por la
F. Temis, Constitución y crisis de las organizaciones..., p. 420.
El Comité Técnico citó la cifra de 1,500 refugiados a bordo del Cuba
en el viaje, justamente, en que se verificó el incidente en julio de 1940,
cifra que luego fue rectificada a 600 y pico. Otros datos erróneos en la
tabla que presenta Termis son los referidos al Cuba, en el desembarco
del 11 de enero de 1940 (la lista de la JPE arroja 505 personas, incluidos
infantes) y la omisión del Saint Domingue.
51
52
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otra, hoy puede accederse a las Actas de la Junta de Auxilio a
los Republicanos Españoles (JARE), principal organismo interviniente en el ulterior proceso de evacuación, que detallan
los nombres de las personas pasibles de recibir ayudas para
pasajes. Se dispone, asimismo, de una serie de listados elaborados por la Junta Pro-Inmigración Española y por organismos
internos de los refugiados.
Resultado de la puesta en juego de todos esos registros lo
es la confección de un Censo General que contiene las señas
personales de, al menos, 3, 928 refugiados llegados entre el
mes de diciembre de 1938 e inicios de 1945. De este modo,
una apreciación más fiel del movimiento inmigratorio es la
que proporciona el Cuadro no. 3.
Cuadro 3
Número de refugiados llegados 1938-1945
Llegados en
embarques del SERE
Flandre
Saint Domingue
La Salle
Cuba
La Salle
Cuba
La Salle
Subtotal
Llegados
independientemente
279
66
791
505
729
118
467
2,955
973
Total
3,928
Fuente: elaborado por JABGR.
Como apreciación general del número de llegados, el censo
confeccionado a partir de las nuevas fuentes asequibles resulta más consistente, en el sentido de que permite adicionar el
número de los que llegaron fuera de los embarques del SERE.
Sin embargo, reportes internos de la burocracia oficial relacionada con los exiliados mueven a duda, dejando entrever que
el número fuese posiblemente mayor.
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Un documento puesto en la oficina del entonces rector de
la Universidad de Santo Domingo, Julio Ortega Frier, por el
Negociado de Inmigración, relativo al número de refugiados
llegados al país tras la Conferencia de Evian, señala un total de
4, 351 españoles, arribados en esta secuencia: 1,602 (1938/39);
2,256 (1940), 400 (1941), 93 (1942).53
En el mar de informes inexactamente contradictorios que
circulaban de una a otra oficina del Gobierno dominicano entonces, el listado puesto en el Despacho del Rector (hallado
en una carpeta dedicada al estudio de la controversia con la
Brookings Institution) podría ser puesto en duda, dado que, ni
más ni menos, el propio Negociado había rendido un informe
al Secretario de lo Interior y Policía contabilizando un total de
2,554 españoles refugiados entre 1938 y enero de 1942, según lo
hallado por Natalia González.54 ¡Casi dos mil personas menos!
Sin embargo, el documento puesto en manos del Rector es
digno de crédito. Puede dársele, por ejemplo, a la cifra relativa al lapso 1938-39 (1,602 refugiados), pues los meros desembarcos del año 1939 arrojan 1,136 personas y, aunque la
Junta estimaba que unos 150 habían llegado antes de la llegada del Flandre, reportes de prensa consignaban alrededor de
400. Aunque parece elevada, también la segunda cifra (2,256)
resulta factible: los contingentes de 1940 suman 1, 819 y los
faltantes 437 bien coinciden con los 430 que Rodolfo Bosch
Pearson describe como «llegados sin control a partir del siete de Noviembre de 1939 hasta la fecha [31 de diciembre de
1940]».55
Estimado del número de refugiados llegados al país después del ofrecimiento que hizo el Honorable Sr. Presidente de la República en la Conferencia de Evian año de 1939 (sic por 1938).
54
Natalia González Tejera, «Las colonias de refugiados españoles en la
República Dominicana, 1939-1941», en: Reina Rosario (coord.), El exilio republicano español en la sociedad dominicana. Comisión Permanente de
Efemérides Patrias; Archivo General de la Nación; Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, 2010, p. 86
55
Memoria que al Honorable Secretario de Estado de Agricultura, Industria y Trabajo presenta..., p. 81.
53
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El dato relativo a 1941 (491) mueve a duda, a juzgar por
los escasos pasajeros que registró por entonces la columna
noticiosa «Movimiento del Puerto» del diario La Nación.56 Sin
embargo, es altamente probable, pues las Actas de JARE levantadas en la ciudad de México refieren regularmente un flujo
de refugiados que llega a Santo Domingo desde la Martinica,
prosiguiendo luego a México. Concretamente, el Acta de la
sesión celebrada el día 26 de mayo de 1941 habla de la re-expedición de 71 personas, seguramente diferentes de las que ese
mismo día reportaba el exsecretario de la JPE, Rodolfo Bosch
Pearson desde su nuevo cargo de Agente Especial de la Secretaría en la Granja Ramón Cáceres, en Haina, al referir que
el día 23 de mayo había llegado desde allí, a bordo del vapor
Presidente Trujillo, un núcleo de 200 refugiados extranjeros, la
mayoría españoles.57 El último reporte de 93 llegados en 1942
se convalida sencillamente por carecerse de otra fuente.
De resultar todo esto correcto, lo informado al rector Ortega Frier permite afirmar que el número de los refugiados a la
República Dominicana se ubicó entre las 4,000 y las 4,500 personas. Una inmigración bastante menor de la que propalaba el
delirio anticomunista de Pedro Vergés, aunque notablemente
superior a la que ha venido considerando la historiografía académica que por centrarse en los desembarcos dejó de lado
procesos migratorios complejos, como los flujos individuales y
el carácter dilatado del lapso de exilio que propone considerar
Martín Frechilla.
Es posible realizar ciertas caracterizaciones demográficas
del grupo exiliado en la República Dominicana, basándose en
La columna «Movimiento del Puerto» resultó una fuente invaluable en
la tarea de rastreo de identidades que entrañó la elaboración del Censo.
Lamentablemente, el diario dejó de confeccionarla a inicios de 1942.
57
Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles. Acta no. 56. Archivo Digital
Carlos Esplá, http://bibcervantesvirtual.com/portal/ACE/ (consulta 11
de marzo 2011); Rodolfo Bosch Pearson a Secretario de Agricultura, Trabajo e Industria, Haina, 26 de mayo de 1941.
56
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el contraste entre el registro de las 2,045 cédulas de identidad
emitidas por el Negociado de Inmigración en 1940 (Censo A)
que conserva el AGN y el Censo General (Censo B) confeccionado a partir de las nuevas fuentes disponibles aludidas.
Así, aunque el contingente que obtuvo Cédula de Identidad
en el Negociado se hallaba compuesto básicamente de hombres, que constituyen el 70 por ciento de los casos, la realidad
del colectivo inmigrado que surge del contraste con el Censo
B, confirma, más bien, la presencia de un patrón migratorio
de carácter familiar, integrado no sólo por familias nucleares
sino en el que son frecuentes los núcleos extensos, como lo ha
detectado también Dolores Plà en sus estudios sobre el exilio
en México.58
Las razones por las que el contingente registrado en la Dirección General de Migración tiende a formarse de hombres
parecen radicar en una sencilla lógica económica: la penuria
de la gran mayoría, que desaconsejaba el registro de infantes,
mujeres y viejos por tener que erogarse 6 dólares por persona,
suma similar a que se recibía mensualmente como subsidio en
las colonias agrícolas.
Aclarado el sesgo que el subregistro de los dependientes
introduce a la caracterización demográfica posible de construirse con la información más detallada del Censo A, pueden,
sin embargo, convalidarse los perfiles que emergen de éste
en relación con otros aspectos demográficos, como la edad,
el domicilio, la ocupación, etc., donde la subvaluación de los
dependientes no introduce desviaciones muy fuertes.
Puede considerarse que el colectivo inmigrado en el país
era esencialmente joven, cosa que se aprecia en el Cuadro
que sigue, que muestra que cerca del 60 por ciento de los llegados tenía edades que oscilaban entre los 25 y los 40 años.
Dolores Plà Brugat, Els exiliats catalans. Un estudio de la emigración republicana española a México, Instituto Nacional de Antropología e Historia/
Orfeó Català de Mèxic/Libros del Umbral, México, 1999.
58
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El subregistro de los infantes acentuaría esta tendencia que,
en lo tocante a la mujer, seguramente replica las edades de
quienes fueron sus esposos o sus hermanos.
Cuadro 4
Grupos de edad en refugiados
Grupo de edad
< de15 años
15 a 23 años
24 a 30 años
31 a 39 años
40 a 49 años
50 a 60 años
> de 60 años
Fuente: Censo A.
Refugiado colectivo
8.1
12.6
27.0
30.0
14.3
5.2
2.7
99.9
Mujeres
13.7
19.7
26.4
20.9
8.6
6.2
3.5
99.0
Las características ocupacionales de los inmigrantes que pueden apreciarse en el Cuadro que sigue resultan también confiables como ilustración general del colectivo, si bien el subregistro de mujeres y viejos podría ejercer alguna afectación. En ese
caso, las Amas de Casa tenderían a un mayor porcentaje, como
de seguro ocurriría con algunas categorías ocupacionales, como
los Maestros, los Empleados y, en menor medida, las Profesiones
Liberales. También crecería la proporción de Estudiantes.
Cuadro 5
Grupos de ocupación en refugiados españoles
Ocupaciones
Artesanos y obreros
Empleados Profesiones liberales
Industria y comercio
Maestros
Técnicos
Agricultores
Religiosos
Ama de casa
Infantes y estudiantes
Total
Fuente: Censo A.
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Número
469
288
276
175
126
101
80
6
289
215
2,025
Porcentaje
23.2
14.2
13.6
8.6
6.2
4.9
3.9
0.3
14.2
10.6
99.8
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Como puede verse, las profesiones liberales, los cuadros
técnicos y los maestros comportan casi la cuarta parte (24.7
por ciento) del colectivo censado. Por su trayectoria formativa,
esos sectores pertenecían característicamente a la clase media
española, educada en instituciones universitarias, politécnicas
y normales. Muchos de los que adquirirían luego en el país
alguna notoriedad pública en el terreno profesional figuran
en los registros de identidad que definen la muestra. Obreros
y artesanos, aunados a otros sectores de condición aparentemente humilde como el de los empleados en el sector servicios
y los agricultores, representan un 41.3 por ciento. Las ocupaciones del hogar, los infantes y los estudiantes reúnen el 24.8
por ciento restante.
Sería interesante contrastar estas cifras con las que también
proporciona De Llera, aunque esto no es posible pues los criterios de agrupación son diferentes entre sí. En su estimación,
las profesiones intelectuales, los técnicos y el funcionariado
comprenden el 45.8 por ciento de la muestra, lo que le otorga
un mucho mayor peso a esos núcleos ocupacionales, a la par
que reduce relativamente el de los artesanos, obreros y agricultores que comportan el 30.3 por ciento.59
Cómo quedaban representadas las regiones de origen en el
grupo que llegó a la República Dominicana, es algo difícil de
precisar, pues el formulario del Negociado no registraba el lugar de nacimiento sino el país de origen.
El trabajo de De Llera reporta cifras que permiten formarse una idea sobre la composición regional de los inmigrantes,
aunque deben tomarse considerando el sesgo que les induce
el hecho de que se basen en una muestra de refugiados que
se habían dado de alta en la Legación franquista de Santo
Domingo, acto que conllevaba severos procesos de conciencia entre quienes se animaban a hacerlo.60 Estas cifras corroIbídem.
L. de Llera, El último exilio..., p. 61.
59
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boran la presencia importante de catalanes (24.6 por ciento),
cantábricos (27.5 por ciento), castellanos (20.8 por ciento)
y madrileños (14.2 por ciento); en total, esos regionalismos
dan cuenta del 87 por ciento de la muestra en que se basa el
autor.
Un número importante de los llegados era catalán. Joan Durán estimó, en 1942, que la colonia catalana refugiada en el
país ascendía a 600 personas, cifra que tuvo que ser bastante
mayor al principio del proceso migratorio.61
Tampoco es mucho lo que puede saberse sobre la composición política del segmento «dominicano» del exilio dado que
fuentes fundamentales elaboradas localmente, como los archivos político-partidarios, tendieron a ser destruidas al salir del
país sus encargados, que creyeron evitar con ello contratiempos con las autoridades dominicanas.62
Sin embargo, existen indicios que permiten modificar
ciertas apreciaciones sobre el peso que tuvieron en la isla
las grandes tendencias políticas del exilio. El grupo anarquista y confederal parece haber tenido mucho mayor
importancia de la que usualmente se le asigna. Varias Colonias Agrícolas fueron típicamente libertarias (El Llano,
Juan de Herrera y Villa Trujillo), figurando con frecuencia
en el Censo A mencionado nombres de esa tradición, como
Armonía, Igualdad, Libertad, Frutos, Liberto, etc. Otro indicio de su importancia es el hecho de que fuese la prensa
anarquista la que mayor atención dedicó a la problemática
de los exilados en la República Dominicana y que las Sociedades Hispano Confederadas tuviesen un rol importante
tanto en su evacuación como en su emigración.63 Varios
Joan Durán, «Catalans a la República Dominicana», La Nostra Revista, no.
5, México, 1946.
62
Entrevista al señor José Atoche Andreu, Santo Domingo, 3 de septiembre de 1988.
63
Solidaridad Obrera, el periódico anarquista editado en México, dedicó, en
todos los números publicados entre 1942-1944, un espacio para informar
61
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Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
de los pocos líderes libertarios que salieron hacia América
llegaron a Santo Domingo, como fueron Fidel Miró, José
Peirats, Severino Campos y Serafín Aliaga, de las Juventudes Libertarias, o Eusebio Carbó Carbó, expresidente de la
Asociación Internacional de Trabajadores.
Como quiera, los socialistas fueron el grupo político predominante, al menos como alianza de fuerzas en el plano
local, aunque parte de su poder de convocatoria proviniese
de los sectores confederales y anarquistas en el país. Comunistas y republicanos tuvieron menor número de adeptos,
particularmente los segundos quienes, en fecha tan temprana como 1940, no lograron reunir más de un centenar
de firmas en la elección de la Junta Central de Alianza Republicana Española.64
Geográficamente, el exilio tendió a dispersarse en el territorio nacional, característica que lo distingue si se le compara
con los demás casos del continente americano. En principio,
la dispersión fue producto de las estrategias de recepción seguidas por la JPE, para luego dar paso a un movimiento de
concentración en las ciudades, como típicamente sucedió en
México.65 Sin embargo, en la República Dominicana, al menos
durante algunos años, tal dispersión se mantuvo pues muchos
no tuvieron más alternativa que permanecer en colonias y pequeños poblados rurales debido a la carencia de fuentes de
trabajo en las ciudades o porque no podían permanecer en
éstas con el pequeño subsidio que recibían.
sobre la situación del exilio en República Dominicana, realizando una
amplia campaña a nivel continental para recabar fondos en su auxilio.
La prensa socialista y comunista del exilio en México (El Socialista y España Popular, por ejemplo) hizo pocas referencias al problema. En el
número del 19 de julio de 1943, el artículo «¡Salvemos a los de Santo
Domingo!» afirmaba que la mayoría era cenetista.
64
Bernardo Giner de los Ríos a Diego Martínez Barrio, Ciudad Trujillo,
APBGR, 22 de julio de 1940.
65
Patricia Fagen, Transterrados y ciudadanos, Fondo de Cultura Económica,
México, 1975, pp. 52-55.
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Como puede verse en el cuadro siguiente, durante 1940 se
concentraba en la ciudad de Santo Domingo casi la mitad de
los refugiados (47.6 por ciento) y radicaba en núcleos urbanos del resto del país cerca de una cuarta parte adicional. El
medio urbano, en suma, alojaba las tres cuartas partes de los
llegados, mientras que la cuarta parte restante se situaba en
medios abiertamente rurales como las colonias agrícolas y los
ingenios azucareros.
En los hechos, una apreciación más justa de la distribución
rural-urbana permitiría decir que una tercera parte de los refugiados radicaba en ese año en el campo dominicano, dado
que muchas de las ciudades consideradas eran, en realidad,
pueblos básicamente campesinos. Esta valoración resultaría de
agregar el renglón Otras (que comprende catorce localidades
de menor tamaño) a la participación obtenida por colonias e
ingenios.
Sumados, los núcleos de población incluidos en el cuadro arrojan un total de 34 sociedades locales que testificaron el fenómeno exiliado, cosa que quizá pueda resultar
significativa en términos de otras experiencias del exilio
español en América Latina, dado que un extendido conjunto de dominicanos pudo, así, conocer el evento y los
sucesos que lo determinaron, entre muchas otras formas
posibles de contacto cultural. Desde la sociedad del ingenio azucarero, donde grupos de cuatro o cinco refugiados
irrumpieron ocasionalmente como maquinistas, cocineros
o administrativos, hasta la experiencia que de su inserción
derivaron ciudades como Santo Domingo o San Pedro de
Macorís, donde tuvieron mayor impacto colectivo.
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Cuadro 6
Distribución de los refugiados por lugar de residencia (1940)
Ciudades
Santo Domingo
San Pedro de Macorís
La Vega
Santiago
San Fco. de Macorís
Puerto Plata
San Juan de la Maguana
La Romana
Otras
Subtotal
Colonias agrícolas
Pedro Sánchez
El Llano
La Cumbre
Villa Trujillo
Juan de Herrera
Medina
Subtotal
Ingenios
Total
Número
974
162
134
46
45
31
25
17
68
1,502
Porcentaje
47.6 %
7.9 %
6.5 %
2.2 %
2.2 %
1.5 %
1.3 %
0.8 %
3.3 %
73.3
194
170
66
49
44
5
528
15
2,045
9.5 %
8.3 %
3.2 %
2.4 %
2.1 %
0.2 %
25.7 %
0.7 %
99.7 %
Fuente: Censo A. Archivo General de la Nación.
Fue así como se produjo, en trazos generales, el proceso de
llegada al país del colectivo exiliado. Pobremente informados
sobre la presunta política que les abría la puerta de salida de
Francia –si acaso habían llegado a serlo–, para muchos la llegada a la República Dominicana conllevó un tránsito en muchos
sentidos difícil.
Informados sólo de que, al desembarcar, les sería devuelto
un pobre depósito de cincuenta dólares, no pocos vieron con
extrañeza el que eso no ocurriese y el que, de modo casi inmediato, se les convocase a convertirse en agricultores, cuando
no se trató de que directamente se les instalase en un medio
rural desconocido, para el que poco estaban capacitados y en
el que muchos penaron. Carente la mayoría de expectativas
más generosas que la mera sobrevivencia, tanto en los campos
como en los pueblos y ciudades, pronto todo condujo a la búsqueda desesperada de la reemigración.
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Temprano mostró el proyecto su fracaso en el logro de los
objetivos que declaraba perseguir. Por parte del organismo que
tramitó en función de él la evacuación del territorio francés
faltó verdaderamente apoyo. Si bien es cierto que, a poco de
iniciados los embarques, el SERE comenzó a desmoronarse, resultaba pueril pensar que con el pequeño depósito establecido
se estaba mandando a la gente a otra cosa que a penar. Basta
considerar los costos de instalación de inmigrantes en el agro
que estimaban las organizaciones judías o el mismo John Dos
Passos, para comprender que aquellos 50 dólares (elevados
luego al 106) contemplaban mucho menos que los 700 que,
por ejemplo, se consideró a la hora de organizar la expedición
al Ecuador.66 La lógica impuesta por la situación en los campos
de concentración franceses y los peligros del avance alemán
pareció priorizar la salvación de cuadros y personas estimadas
sobre el compromiso con su ulterior subsistencia, o, al menos,
ese fue su resultado hasta el momento en que el organismo
fue intervenido por el Gobierno francés y el problema de los
transterrados pasó a debatirse más claramente dentro de la
pugna SERE/JARE, o Indalecio Prieto/Juan Negrín.
Por el lado del gobierno dominicano y de su representante
en la Junta Pro-Inmigración también existieron muchas deficiencias. Convenida la política en diciembre de 1939 –si no es
que antes–, a la hora en que fue preciso derivar contingentes
rumbo al campo todo parecía ser bastante improvisado. Uno,
dos o tres meses después de que llegasen, según el embarque
que se considere, la Junta parecía todavía bastante poco preocupada por crear condiciones para el asentamiento de agricultores y, tal parece, que nunca llegó a hacerlo de modo sistemático, como pudo constatarlo en la Colonia Juan de Herrera
el agrónomo Cazaña.
En la memoria general de labores de la Junta Pro-Inmigración Española desde su constitución hasta el fin del año 1940,
«La colonización española en la República del Ecuador», La Nación, 13
de junio de 1940.
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el secretario general de la misma, Rodolfo Bosch Pearson, argumenta que el fracaso del proyecto inmigratorio se vio esencialmente debido al incumplimiento del SERE en cuanto al
depósito exigido por cada pasajero, cosa que es controvertida
en la versión que el propio director del SERE, Alejandro Viana,
como pudo verse, dio a su representante en el país (Félix de
los Ríos) en el sentido de que se había depositado la cantidad
convenida con todos los pasajeros embarcados hasta el 7 de febrero de 1940, esto es, con 5 de los 7 contingentes llegados.67
La gestión de los depósitos del SERE por parte de la Junta
creó un ambiente sumamente conflictivo. Como se ha visto, muchos denunciaron el que dicho depósito no les fuese entregado
al pisar suelo dominicano, cosa que motivó acres disputas en el
local del organismo, que más tarde derivaron en solicitudes de
intervención de los responsables del SERE en París e, incluso,
de funcionarios del Gobierno dominicano. Otros interpretaron
la negligente política de ayuda y las inconsistentes acciones de
fomento por parte de la JPE como el producto de posicionamientos políticos y partidarios, rasgo, de hecho, frecuente en la
historia global del exilio, pero que, dada la precaria y angustiosa
situación en que se vio sumida la mayoría, adquirió un marcado
acento en la experiencia dominicana.
Según informaba a las Comisiones Políticas de distintas
fracciones del Partido Socialista Obrero Español en México el
señor Ramón Solar:
[el SERE] es el máximo responsable de cuanto nos ha sucedido y viene sucediendo, ya que por sus torpezas y negligencias –no quiero calificarla más duramente– nos sumió en
la miseria y desesperación desde los primeros mo­mentos,
pese a que para nuestras atenciones ha invertido en Santo
Domingo cantidades de bastante importancia, de las cuales,
solo una ínfima parte han llegado a poder de las personas a
quienes iban destinadas. Esta anomalía de gestión adminis Vid pp. 73-75.
67
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trativa, fue debida a la calidad de los individuos que... designó y se empeñó en sostener con una contumacia digna
de mejor causa, pese a nuestros reiterados informes de lo
que ocurría, expresados en todos los tonos de persua­sión y
protesta, a través de la Ejecutiva de nuestro Partido en París, de la UGT, de Negrín, de Otero y al mismo SERE... de
ninguno de los cuales obtuvimos siquiera acuse de recibo...
La representación del SERE en Ciudad Trujillo, integrada
por un aventurero innominado... un arrivista [sic] sectario
al servicio del Partido Comunista... un incapaz para la función que se le asignó... y un indiferente al problema de los
refugiados... fue el enemigo más dañino que tuvimos los
refugiados en Santo Domingo, pues además de disponer
de la totalidad y malversar la mayor parte de los fondos a
los refugiados destinados, nos desacreditaron a los ojos de
las autoridades y residentes del país...68
En ese informe, Solar sostenía la idea de que, bien administrados, los fondos enviados por el SERE a la JPE podrían haber
durado dos años y no los seis meses escasos que lo hicieron,
siendo obscuramente ejercidos en favor –se entiende– de los
núcleos afectos al Partido Comunista Español. Un ambiente
rijoso existió entre quienes, como Solar, vivieron la gestión de
los depósitos por parte de los funcionarios de la JPE como algo
sometido a las lógicas del sectarismo político. Tratando el caso
puntual del representante del SERE, el delegado de Acción
Republicana en la isla describía:
Los manejos deben de ser de escándalo pues han llegado
ya a pegarle. Parece que cuando se le amenaza suelta los 50
Informe que Ramón Solar presenta a las Comisiones Ejecutivas del PSOE;
UGT y Agrupación de Refugiados Socialistas «Pablo Iglesias», todos residentes en México, sobre la situación de los refugiados españoles en la
República Dominicana, principales causas que la motivan y propuesta de
medidas que la pueden resolver totalmente o corregir en parte. México,
D. F. , APBGR, 12 de marzo de 1941, p. 2.
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dollares [sic] que de depósito pertenecen a cada refugiado
y que desde hace varios meses se quedan con ellos la delegación del SERE. Con estos depósitos han montado una
burocracia y de ello vive... Ahora –desde febrero– estos enchufados están en Haina, en el Mº [sic] de Agricultura.69
Con el tiempo, trascendido el incidente, desaparecida la
Junta Pro-Inmigración, el tema de la distribución de las ayudas
de subsistencia y los apoyos para la evacuación (que asumiría
la JARE al disolverse la JPE) motivaría denuncias similares,
aunque de signo contrario, como lo informaba el autor del
siguiente escrito:
De la gente de la C.N.T. sólo merecieron especial atención
de la J.A.R.E. los que van con ellos del brazo y dicen a todo
«amén», mientras cobran. Tres afiliados a la sindical citada que firmaron un documento... fueron inmediatamente
evacuados a México... Ellos [los de la JARE] lo han dicho
con toda claridad: «que de aquí no sacarán ni a un sólo
comunista, ni a sus simpatizantes».70
Sin embargo, aunque desde un inicio tal tipo de (hipotéticos) sectarismos acompañase (objetiva o subjetivamente) la
distribución de ayudas, en su denuncia la gran mayoría de los
llegados alcanzaba a captar sólo parte de lo que ocurría. Eventualmente, la memoria de muchos de los que transitaron por
el país recuperaría sólo imágenes parciales, explicaciones simplistas, acerca de los motivos y los sucesos que determinaron su
estancia en la sociedad dominicana.
Como seguiremos argumentando, el fondo y la trama de las
cosas resultaban ser más complejos.
Fichas para la historia de los refugiados españoles en C. Trujillo. Nota personal,
APBGR, Circa marzo de 1940.
70
Informe sobre la emigración española en la República Dominicana. Sin rubricar.
APBGR, Circa 1942.
69
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C
apítulo cuarto
El incidente: una valoración de la política inmigratoria
trujillista hacia el exilio republicano
A exactos a ocho meses de la llegada del Flandre, que re-
presentó la primera experiencia colectiva nacional con el exilio español, se produjo el inesperado cierre de fronteras para
los casi seiscientos pasajeros que se dirigían a Santo Domingo
a bordo del trasatlántico Cuba.
El incidente hubo de resultar oprobioso, abrupto e inesperado tanto a refugiados como a dominicanos. Claramente a
los primeros, que no comprenderían el por qué se propalaban
oficialmente versiones que los denostaban cuando lo único
que, de modo general, habían procurado era rehacer sus vidas
sin forma cierta de lograrlo. A ojos de los dominicanos seguramente también, dado que el encuentro con el colectivo exiliado impregnaba la conciencia colectiva de imágenes favorables,
si bien insertas en niveles de comprensión y representación
heterogéneos.
Para el pueblo raso de los campos y las ciudades, «los españoles» irrumpían en el orden de la vida cotidiana como curiosos
colonos, como vecinos de urbes y suburbios manifiestamente
en desgracia y con limitaciones para insertarse en la vida local.
Gente con la que se podía confraternizar y a la que se auxiliaba
con agrado, pero cuya episódica presencia admitía marcos de
comprensión que nos son enteramente desconocidos en tanto
no se los ha investigado. No obstante, el nutrido testimonial biográfico y literario elaborado por quienes estuvieron refugiados
en el país nos muestra relaciones positivas, entrañadas de gestos
de gran afecto y hospitalidad.
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Más allá de la huella que marcó el contacto ciudadano a nivel
popular, en todo momento los medios de comunicación locales
le habían venido ofreciendo a la población una versión exitosa de
la inserción de los llegados en la vida dominicana. En aras de
brindar una imagen alentadora del proyecto de colonización
agrícola, la prensa escamoteó la verdadera situación por la que
atravesaban quienes vivían en ellas, mistificando sus realidades.1
En julio de 1940, el tema de las Colonias Agrícolas de los refugiados españoles era marginal frente a la información que los
dominicanos poseían sobre otras actividades de los exiliados.
En las ciudades, las clases medias y altas vivían con agrado el
renacimiento intelectual que éstos inducían en la vida de sociedades y clubes culturales, como los Ateneos de Santo Domingo
y de San Pedro de Macorís, la Sociedad Amantes de la Luz de
Santiago y, en general, en todos los foros que acogian sus disertaciones, que fueron sumamente extendidos y diversos. Intelectuales refugiados figuraban ya en los ambientes que luego propulsarían la gestación de varios de los grandes proyectos culturales del
trujillismo, como el relanzamiento de la Universidad de Santo
Domingo, la creación del Teatro-Escuela de Arte Nacional, de la
Galería y la Escuela Nacional de Bellas Artes y de la Orquesta
Sinfónica Nacional, por mencionar los más trascendentes.
Los refugiados tenían presencia cotidiana en la vida citadina
dominicana y el influjo positivo que irradiaban sobre espacios
como los medios de comunicación estaba a la vista de los dominicanos. Puntualmente, la prensa reconocía la labor que en
esos terrenos desempeñaban, lo mismo que seguía y comentaba sus participaciones. La Nación, en cierta forma el diario
oficial, debía la atractiva factura de su formato y contenido, no
sólo a su director, el exiliado canario Elfidio Alonso, sino a la
muy larga lista de colaboradores que tenía entre los intelectua No se encuentra en la prensa del período una sola referencia a las dificultades de adaptación y las carencias que provocaban el éxodo continuo
hacia las ciudades y la posterior reemigración.
1
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les llegados, que durante meses engrosaron las secciones del
diario. En la esfera pública, el colectivo era identificado por su
instrucción, sus valores morales y su interés en la vida dominicana, cosa que definitivamente chocaba con la versión oficial
del predominante envío de personas ineptas, poseedoras de
títulos equívocos e indispuestas para el trabajo. La explicación
oficial de la negativa de admisión resultaba tan inesperada y
contrastante con la realidad proyectada por los medios, que
quienes contasen con cierto olfato político seguramente debieron de entender que el rechazo a los del Cuba debía tener
otro fondo, y en efecto, lo tuvo.
Como argumento, la decepción agricultora resultaba una falacia. Evidentemente, no fue el móvil agrícola el que produjo
la inmigración republicana. De haberlo sido, desde el propio
proceso consular pudo el Gobierno dominicano controlar las
características de los inmigrantes, regulando los aspectos en que
decía sentirse defraudado. Considerando la improvisación y la
negligencia en el asentamiento de refugiados en las colonias,
parece claro que, al llegar éstos, nada serio se pensaba sobre
cómo y dónde serían instalados en condición de agricultores. De
constituir un objetivo, el Gobierno pudo intervenir, pues poseía
experiencia y jurisdicción suficientes en materia de colonización
agrícola como para pensar que sus deseos serían frustrados por
la capacidad gestora de la JPE.2
También falsa resultaba la difusión de ideas y prejuicios
aludida como motivo para impedir el desembarco de los del
Cuba, a juzgar por el comportamiento político que había mantenido hasta entonces el exilio. Actividades políticas públicas
de anarquistas, socialistas o comunistas no se registrarían sino
mucho tiempo después, con la creación de medios de difusión
partidarios, y, desde luego, no en los primeros meses de su
La colonización agrícola fue un proyecto en el que el propio dictador
puso empeño, fue por ello que contó con una política centralizada. Véase Orlando Inoa, Estado y campesinos al inicio de la Era de Trujillo, Librería
La Trinitaria, Santo Domingo, 1994.
2
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estancia en el país. En esa dimensión, formal, de la política
pocos argumentos podía tener el régimen.
En el aspecto no institucional y cotidiano de la política, la llegada del exilio no afectó la estabilidad del régimen. No conllevó, por ejemplo, tensiones con la vieja colonia española, como
ocurrió en otras experiencias latinoamericanas. Salvo la actitud
inicial de no colaboración en cuanto a emplear en sus negocios
a los llegados, el enfrentamiento que el pequeño movimiento
falangista domínico-español sostuvo con el exilio republicano
resultó de poca importancia política e ideológica. Los escasos incidentes con que contó la oposición entre los adeptos al
bando republicano y los organizados bajo la conducción de la
Delegación Local de la Junta de Defensa Nacional Española,
capitaneada por Manuel Baquero Alonso (el más grave de los
cuales fue un enfrentamiento a puños entre jóvenes españoles y
dominicanos «en que los primeros supieron para qué tienen las
muñecas sus descendientes de La Española», según un articulista
afín al bando republicano), se registraron, casi todos, antes de la
llegada del exilio. El propio régimen trató de crear un ambiente
armónico para su publicitado ensayo inmigratorio, concertando
la pasividad de la misma Iglesia católica a través del arzobispo de
Santo Domingo, monseñor Pittini, quien llamó al clero general
a la buena disposición hacia los republicanos.3
Carente de vínculos fuertes en el orden político y económico
con el falangismo, pronto la actitud de la vieja colonia adherida
a Falange tendió al establecimiento de lazos amistosos con los
republicanos. La abrumadora presencia numérica de éstos,4 la
Un recuento de las tensiones puede verse en el artículo «Extranjeros
perniciosos», La Nación, 10 de abril de 1940. Véase «Notable y levantada
actitud del prelado hacia los refugiados españoles», La Opinión, 14 de
noviembre de 1939.
4
Según Vega, el número de españoles residentes en la República Dominicana en 1938 se acercaba a las 1,500 personas, cifra que representa
apenas una tercera parte de los que llegaron al país entre 1939 y 1945.
Véase B. Vega, Nazismo, fascismo y falangismo..., pp. 355-357.
3
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simpatía general que el pueblo dominicano les manifestaba, la
brillantez de sus manifestaciones culturales fueron determinando un gradual cambio de actitud, dando paso a relaciones de
afinidad basadas en lo nacional y lo regional que facilitaron la
coexistencia cotidiana. Poco tiempo después, muchos empresarios de la vieja colonia española emplearon los servicios de los
refugiados, inspirados a veces por meros sentimientos de confianza.5
El único tema político en que se habían involucrado los exiliados fue el de la segunda guerra mundial y el ascenso del totalitarismo. En la prensa, en la radio, en la palestra, pero sobre
todo en la calle, el antifascismo de los inmigrantes españoles se
convirtió en uno de los pocos interlocutores que tuvo el dominicano medio para percibir los contornos del conflicto mundial
en marcha, atenuando la simpatía general con que era visto el
avance alemán. El régimen de Trujillo, neutral en ese momento y, según se decía, secretamente inclinado al Eje, prohibió las
manifestaciones políticas sobre la guerra y amonestó a algunos
republicanos.6
José Delio Vicini, articulista cuyas posiciones en favor de Franco influyeron en la opinión dominicana durante el desarrollo de la guerra, hace
un llamado a replantear las deformaciones previas sobre los republicanos en su artículo «Los refugiados españoles», La Opinión, 18 de noviembre de 1939. Muchos ocuparon puestos administrativos en negocios de
la vieja colonia española, lo mismo que en los de sirio-libaneses. Además
de la calificación, el factor confianza pareció ser decisivo pues se reconocía en éstos la relativa exterioridad que mantenían en relación con un
orden social en el que imperaban los métodos irregulares de expansión
económica de la élite vinculada al dictador. Es sabido que el empresariado temía dar evidencias de prosperidad para evitar la ambición de
la élite burocrática por obtener participación en sus negocios. Contar,
por ejemplo, con un administrador extranjero daba cierta confianza en
cuanto a que no llegaría a oídos de la élite información sobre la marcha
de los negocios.
6
Varios refugiados que laboraron en el medio informativo dominicano
refieren problemas con autoridades del régimen a raíz de sus ataques
al nazismo. Víctor García (alias Ximpa), caricaturista de la Esquella de
la Torratxa de Barcelona, que trabajó en La Nación, fue despedido por
5
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Visto desde otra perspectiva, en los hechos el régimen había
capitalizado la presencia de los exiliados en relación con la imagen humanitaria que deseaba construir. Las frecuentes demostraciones de gratitud al Benefactor que hacía el colectivo exiliado en sus revistas y actos públicos contribuyeron a construirla.
Políticamente, los republicanos se abstuvieron de criticar los
aspectos negativos del régimen, surgiendo entre ellos plumas de
gran capacidad que renovaron y ampliaron las perspectivas del
discurso adulatorio, obligado en la práctica de cualquier actividad escrita.7
Por lo anterior, cabe hacerse la pregunta: ¿por qué el incidente del Cuba y la explicación agresiva y deformada que se
le dio?
Además de la oficial, existieron otras versiones sobre el
asunto del Cuba. Una de ellas, frecuente entre quienes se
encontraban refugiados en el país, basa su explicación en la
idea de que Trujillo no tuvo interés en recibir al contingente
por el hecho de no haberse efectuado el depósito monetario
correspondiente en los consulados dominicanos en Francia.
Esta versión, que nutre sus supuestos en los insistentes rumores de corrupción en torno al desempeño de la JPE durante el
proceso de instalación de los exiliados, ubica un aspecto de la
política inmigratoria presente en el incidente, pero no permite, como veremos, explicar su complejidad. De haber sido el
una caricatura suya de Hitler. Antonio del Toro, realizador del noticiero
«Hora del Mundo» fue advertido de no continuar atacando a Alemania y
a Italia. Como afirma Vega, más allá de la política de neutralidad, Trujillo
se inclinaba de manera secreta en favor del Eje. Véase B. Vega, Nazismo,
fascismo y falangismo...; Entrevista al señor Víctor García (Ximpa), ciudad
de México, 4 de junio de 1989. Entrevista a Álvaro Muñoz Custodio...
7
Años después, Trujillo pagaría las eruditas y elocuentes plumas de José
Almoina Mateos, Ramón Fernández Mato y Pedro González Blanco en
la producción de obras exegéticas sobre su gobierno. En el lapso que se
analiza, es de notar el surgimiento de una vena laudatoria en los medios
impresos exiliados que renovó los obligados discursos incorporando dimensiones internacionales a la figura del dictador como estadista.
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móvil de la política el mero ingreso de recursos que eran luego
indebidamente apropiados por la burocracia de la JPE, es claro que existió tiempo para evitar los matices dramáticos que
tuvo el incidente, advirtiendo la negativa oficial de recibirlo
desde el momento en que zarpó el barco.
Otra versión es la del arquitecto Bernardo Giner de los Ríos,
exministro republicano que se hallaba en el país trabajando
en el plano urbano de Santo Domingo, que intervino a instancias del presidente de la JARE en la coyuntura del Cuba. En
lo central, su versión coincide con la anterior, aunque de su
intervención se desprenden detalles de interés para la elaboración de juicios más comprehensivos sobre los móviles de la
política inmigratoria del régimen.
Por situaciones fortuitas, el incidente del Cuba se puso en
marcha dos días antes de que el barco llegara al puerto de Santo
Domingo. El 4 de julio, en la ciudad de México, el Comité Técnico de Ayuda a los Españoles en México, organismo derivado
del SERE, transmitió una nota a Indalecio Prieto, presidente
de la JARE, solicitando auxilio financiero en la solución al impasse de 1,500 refugiados que, a bordo del Cuba, se hallaban
en el puerto de Santo Domingo impedidos de «desembarcar
en la isla mencionada, porque no se ha cumplido el requisito
de efectuar el depósito que exige el gobierno dominicano».
Dada la dispersión del SERE en la Francia ocupada, el Comité
no había obtenido respuesta cablegráfica a sus consultas para
dar solución al asunto. En vista de la perspectiva de una inminente devolución de los pasajeros al continente europeo
y careciendo el Comité de recursos con los cuales intervenir,
solicitaba de JARE el remedio financiero.8
Prieto cablegrafió ese mismo día al arquitecto Giner de los
Ríos solicitándole información sobre el barco y el monto del
Comité Técnico a Indalecio Prieto, presidente de JARE, México, 4 de
julio de 1940. Reproducido en Boletín al servicio de la emigración española,
no. 45, México, 6 de julio de 1940.
8
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depósito necesario. Este se entrevistó separadamente con los
secretarios de Relaciones Exteriores (Despradel) y de Agricultura, Industria y Trabajo (Carbuccia). El primero le comunicó
que los derechos, no depósitos, ascendían a 106 dólares por
persona, pero que el Gobierno había tomado la decisión de no
permitir su ingreso por el hecho de que el SERE había enviado sistemáticamente personas que no tenían experiencia agrícola. Sin embargo, visto el ofrecimiento de Prieto de realizar
el depósito sería reconsiderada la decisión. Giner de los Ríos
sondeó, entonces, la posibilidad de que desembarcasen temporalmente para continuar luego viaje hacia México u otros
países. En ese caso, se entendería el pago no como derecho
sino como depósito, a reintegrarse una vez que los españoles
hubieran sido admitidos en el país de destino.
En su entrevista con el Secretario de Agricultura, Industria
y Trabajo, éste le expresó a Giner de los Ríos que «creía que
el no admitir ahora este grupo... tiraba por tierra toda la labor
que venía haciendo el Generalísimo... pero... que estaba en
minoría con esta teoría», sugiriéndole la intervención en el
asunto de Rodolfo Bosch Pearson, a lo que Giner de los Ríos
se opuso, pues no podía dar concurso «al representante del
SERE» (que, en realidad, era sólo del Gobierno dominicano
en la JPE) en una iniciativa de la JARE, por saber que ambos
organismos se encontraban en pugna.
El día de la llegada del barco, las autoridades no le habían
comunicado aún al delegado por la JARE ningún acuerdo.
Este, ante la prohibición absoluta de ir a bordo, obtuvo autorización del secretario de Interior y Policía, general García, pero
nunca llegó al barco ya que la lancha que lo transportaba desde el muelle pareció recibir órdenes de regresar a mitad del
trayecto.9 Por el contrario, Bosch Pearson contó con vía franca
En una carta dirigida a los señores Ramón González Peña (exministro
de Justicia del gobierno de Negrín), Demófilo de Buen y Matilde de la
Torre, a bordo del Cuba, el delegado de la JARE refería el incidente de
la siguiente manera: «El día que Uds. llegaban al antepuerto ya estaba yo
9
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para ir a bordo varias veces y transmitir desde allí instrucciones
al Comité Técnico en México. Un primer cable desde el barco
informaba: «Inmigrantes entrada puerto. Depósitos quinientos sesenta y seis, Dls. 59,996.00. Sin un giro cable inmediato
no desembarcan». Horas después, otro retractando lo dicho:
«No hacer giro. Imposible desembarque».10
El día 9, enterado Giner de los Ríos de que el Gobierno de
México había admitido a los refugiados, inició gestiones ante
la Legación francesa para que el barco detuviese su partida en
espera de las órdenes que recibiría de la agencia de la Compañía General Trasatlántica en Nueva York, indicando el pago del
traslado directo de los pasajeros españoles a Puerto Morelos. La
JARE había ya girado el importe de ese servicio, crucial, dada la
posible intervención jurisdiccional del gobierno de Vichy en la
Martinica, su destino final después de tocar Santo Domingo.
A través del contacto con el ministro francés en Santo Domingo, de quien obtuvo garantías sobre la integridad del contingente una vez en la Martinica, el delegado por JARE pudo enterarse
de que todos los españoles del Cuba habían sido visados por los
consulados dominicanos de París y Burdeos. En una nota del
día 11 de julio, Giner de los Ríos hace la siguiente reflexión:
en el puerto procurando una autorización para subir a bordo, cosa que
me costó varias visitas, pero que al fin obtuve, de orden del secretario del
Interior (y que conservo en mi poder como prueba curiosa) y... desde la
mitad del río me devolvieron al puerto con excusas y engaños, pero... no
pude subir al barco!» (suspensivos en el original). Bernardo Giner de los
Ríos, APBGR, 8 de julio de 1940.
10
Texto de los cables tomado de Documentos relativos... En su diario a bordo del Cuba, Demófilo de Buen registra la primera subida al barco del
delegado por SERE, quien les dice que todo se ha resuelto y que podrán
desembarcar. En una segunda visita les comunica que no será ya posible,
lo que crea una situación de «contratos sigilosos en rincones del barco»
en un intento de convencer a personas aisladas de incorporarse al trabajo agrícola, pues existía la determinación entre los de a bordo de «bajar
todos o no bajar ninguno». Se había formado ya un comité para tomar la
nave si es que se intentaba regresarlos a Francia. Estos detalles me fueron
cortésmente comunicados por el señor Jorge de Buen.
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Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
La verdad de la cosa es que el asunto es uno de los más
turbios que aquí se han dado. Sé por el Ministro francés
que todos los emigrantes traían sus papeles en regla. Por
tanto estaban documentados y habiéndose brindado Prieto a suplir el depósito, que es lo que faltaba, la razón oficial
de no admitirlos no convence. Tanto más cuanto que una
vez aquí la mayoría irían a México u otros países.11
No sólo todos habían sido visados por los cónsules dominicanos sino que el depósito se había hecho puntualmente,
como podría comprobarlo el delegado de la JARE al enterarse, cuatro o cinco días después de que el Cuba dejase el
puerto de Santo Domingo, de que la agencia de la Compañía
Trasatlántica en Santo Domingo había recibido un cable desde Marsella indicando que el depósito de los refugiados se
había hecho allí.12 En una nota personal posterior, el representante de JARE llega a la conclusión de que el motivo de
la desautorización de desembarco a los del Cuba derivaba de
su posición sobre la entrega del dinero como depósito, dado
que los pasajeros seguirían luego viaje hacia otras repúblicas
americanas.13
Nota, APBGR, 11 de julio de 1940.
«En cambio ha venido a la Agencia un radio... desde Marsella diciendo
que se hizo allí el depósito para los emigrados. Lo que no se sabe es quien
lo hizo: si esto obedece al Sere o si es un depósito transferido desde ahí
por Uds....». El depósito que se avisaba desde Marsella no pudo ser otro
que el que hubo de realizar el SERE por los del Cuba, pues los que luego
tuvo que hacer la JARE para lograr su traslado a México los realizó en la
agencia de la compañía en Nueva York. El asunto del depósito efectuado
en Marsella no aparece en la información posterior publicada sobre el
incidente. Bernardo Giner de los Ríos a Indalecio Prieto, Ciudad Trujillo, APBGR, 15 de julio de 1940; Indalecio Prieto a Bernardo Giner de
los Ríos, México, 17 de julio de 1940.
13
Fue la intervención en el asunto del Cuba la que eventualmente hizo
salir del país al arquitecto Bernardo Giner de los Ríos y no la relación
que sostenía con la familia Alfonseca, opositora del régimen, como dice
V. Llorens, Memorias de una..., p. 24.
11
12
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Es evidente que la fortuita intervención del emisario de la
JARE complicó el manejo que la JPE realizaba con los envíos
del SERE. Por ello, quizás, los intereses que se organizaban
en torno a la Junta Pro-Inmigración Española monopolizaron
la comunicación con el barco, impidiendo subir a bordo al
representante de JARE –cosa que hubiera hecho evidente que
los refugiados habían sido visados– e intentaron, en un último
recurso, recibir el dinero directamente del Comité Técnico,
convenciendo a los de a bordo de aceptar ir a Colonias agrícolas.
De no haberse presentado esa contingencia (y otras más),
que complicaron el flujo directo y discreto de recursos a la
JPE, el grupo probablemente hubiese desembarcado. Podría
hacerse la hipótesis de que la dilación contingente del radiotelegrama de la Compañía General Trasatlántica desde Marsella
causase la demora con que se dio la decisión final de no admitir
a los refugiados, pues resulta claro que los representantes de
la Junta pugnaron por concretar el depósito desde poco antes
del 4 de julio, cuando decidieron escribir al Comité Técnico
al Servicio de la Inmigración Española, en México, solicitando
su intervención con el envío de recursos y colocándolo, dicho
sea de paso, en la vergonzosa situación de dar por hechos sucesos que sólo cinco días más tarde cobrarían concreción. Como
se dijo, el Comité solicitó públicamente la intervención de la
JARE en México el día 4 de julio, dos días antes de que el Cuba
arribase al puerto de Santo Domingo. Una vez en anclado en el
antepuerto, la decisión de no admitirlos dilataría otros tres.14
En su respuesta al Comité, Indalecio Prieto le señala: «El señor Giner de
los Ríos, contestando a mi telegrama, me ha enviado por cable informes
que discrepan de los contenidos en la apremiantísima carta de ustedes
de anteanoche. El trasatlántico “Cuba”, del que ustedes nos afirmaban
hallarse ya en Santo Domingo, no había arribado ayer a su puerto de destino en aquel país, cuando menos a la hora en que depositó su mensaje
el señor Giner de los Ríos, y los refugiados españoles que conduce no
son mil quinientos, sino seiscientos». Documentos relativos..., p. 3.
14
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Boletín Comité Técnico. Fuente: archivo personal de Bernardo Giner de
los Ríos.
Formulario 29-100B-4-37, Permiso general García. Fuente: archivo personal
de Bernardo Giner de los Ríos.
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Algo pareció procesarse al interior del régimen durante la
expectante situación creada en torno al Cuba. Un indicio de
ello lo es el que el secretario Carbuccia confesase al delegado
de JARE ser «minoría» en la opinión de que debía permitirse
el desembarco y el que, desde el barco, su representante en la
Junta, Rodolfo Bosch alcanzase a enviar una primera señal positiva al indicar el urgente depósito para casi inmediatamente
dar una contraorden. Otro indicio aparente lo es la consulta
de reconsideración que inició el canciller Despradel al conocer la disposición de la JARE de realizar el depósito.
Lo que se procesaba en materia de decisión sobre la inmigración de refugiados españoles había, en realidad, tomado
inicio en el mes de mayo, cuando el Gobierno arribó a un nuevo convenio con el SERE, que incrementó a 100 dólares el depósito requerido por cada inmigrante. En una comunicación
del día 6 de ese mes, la Cancillería informaba haber dado indicaciones a su Ministro en París de expresar a los responsables
del Servicio que la República Dominicana estaba dispuesta a
recibir hasta 2 mil refugiados más, en grupos sucesivos de 500
personas, de las que el 50 por ciento debían ser agricultores.
Asimismo, el Canciller agregaba que la aceptación debía sujetarse al requisito de depositar previamente 50 mil dólares, en
tanto la aplicación de esos fondos como los medios de
asentamiento y adaptación de los inmigrantes estarán bajo
estricto control y dirección del Gobierno. Si el Sere acepta estas
condiciones pueden principiar a ejecutarlas a su mejor
conveniencia.15
La preocupación en cuanto a que se enviasen agricultores
emerge apenas en este momento, a casi 6 meses de iniciados
los embarques masivos, cosa manifiestamente inconsistente
Secretario de Estado de Relaciones Exteriores a Presidente de la República, Ciudad Trujillo, 6 de mayo de 1940 (cursivas de JBAGR).
15
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con los principios de fomento agrícola colocados como compromiso de la política. Tan inconsistente como el que se llegase a pensar que la solución integral al proceso de colonización
existente pudiese meramente provenir de duplicar la suma
requerida como depósito. Es de destacarse el énfasis puesto
en el control estricto de parte del Gobierno, que es el que
seguramente explica la salida posterior de Félix de los Ríos y
Augusto Pedrero, los representantes del SERE en la JPE.
Tras el nuevo convenio, la Cancillería redobló la vigilancia
sobre su cumplimiento por parte del SERE. Sobrevinieron
dos hechos que crearon suspicacia en cuanto al proceder
del organismo de evacuación. El primero, la llegada de un
embarque de 72 refugiados sin el depósito correspondiente y el confuso aviso del ministro García Mella desde París
indicando que se trataba de 18 y que ya se habían depositado los 1,800 dólares correspondientes. El segundo, el arribo
por Puerto Plata del último contingente masivo que aceptó
el país a bordo del vapor La Salle. Venían 467 personas y el
SERE sólo depositó lo correspondiente a 367 (los adultos mayores de 18 años, dado que antes se eximía de depósito a los
menores de esa edad).
En ambos casos, la Cancillería pidió a la representación
diplomática en París tratar lo relativo al incumplimiento del
convenio, cosa que esperaba ver cumplir cuando el ministro García Mella dio aviso a principios del mes de junio de
la próxima llegada del Cuba. Ante omisiones que admitían,
todavía, el beneficio de la duda, ya que desde el envío del La
Salle en febrero, el SERE había dado muestra fehaciente de
pretender honrar sus compromisos, la reacción del Canciller
fue inmediata:
En vista incumplimiento Sere sobre porcentaje agricultores y pequeños artesanos... así como también sobre fondos
correspondientes número dichos inmigrantes, nuestro
Gobierno ha resuelto suspender inmigración española... Si
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expedición anunciada no ha salido aún suspenda urgentemente su salida y si ya salió se devolverán todos los que no
se ajusten estrictamente a condiciones estipuladas.16
De manera férrea, el incidente quedaba anunciado. Sin embargo, el Gobierno parecía dispuesto a flexibilizar su determinación o, al menos, eso deja pensar la lógica en la que parecieron
moverse los intereses vinculados con la JPE, que, con antelación,
alertan al Comité Técnico radicado en México sobre la necesidad de hacer llegar los fondos, que suben a bordo a establecer
«contratos sigilosos en rincones del barco» en un intento por convencer a los emigrantes de aceptar ir a Colonias y que pretenden
se les incluya en la negociación del depósito con la JARE.
Algo hizo prevalecer la posición de quienes optaban por cerrar la política migratoria, obligando al secretario de la Junta
a dar al Comité Técnico la contraorden. ¿Qué pudo ser? ¿El interés de recibir agricultores o el de recibir recursos? Reaccionar
con tal dilación al problema de que no llegaban agricultores y
hacerlo diciendo que debían llegar en cierta proporción, pagando una cuota mayor (que se hacía, ahora, extensiva a los menores de 18 años) e insistiendo en el estricto y exclusivo control
de los recursos, puede indicar lo mismo un sentido de compromiso con el fomento agrícola que un negligente desinterés en el
mismo. En sus observaciones a los embarques de febrero, abril y
mayo, la Cancillería parece, ante todo, preocupada por el asunto de los depósitos, no tanto en el de la calidad profesional de
los llegados. Del embarque de febrero (vapor La Salle) indaga si
el SERE está por cumplir el precepto de los 50,000 dólares por
cada 500 embarcados y la Legación en París responde detallando el modo en que se comenzarán a integrar.17 Del embarque
Secretario de Relaciones Exteriores a Presidente de la República, Ciudad
Trujillo, 12 de junio de 1940.
17
En cable desde París venía al Canciller la noticia: «SERE dice depositó treintamil dólares correspondientes próxima expedición... suplicome [sic] gestione Gobierno francés autorización sacar diez mil dólares más. Ministro en
París a Secretario de Relaciones Exteriores, París, 27 de enero de 1940.
16
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de abril (Cuba) lo que observa es el diferencial entre 72 llegados y sólo por 18 depositados. Al embarque último de mayo
(La Salle) lo que observa es el incumplimiento del depósito en
casos de minoría de edad.18
¿Se fijaba el Canciller más en el ingreso y el control de los
recursos que en la calidad de los inmigrantes? Podría decirse
que si, dado que entre febrero y mayo nada pareció hacerse
para controlar los atributos profesionales de los llegados.19
Aunque quizás inquiría esencialmente lo relativo a los depósitos porque, a su vez, fuese inexactamente informado en
cuanto al perfil de los llegados, cosa que no debe descartarse
ya que desde muy temprano fue claro para los directivos de la
Junta Pro-Inmigración que sólo una ínfima proporción de los
llegados se hallaba compuesta por agricultores.20
El cable a la Legación en París de parte de la Cancillería decía: «SERE
remite 37,000 pesos para 367 adultos y cien niños. Convínose cien pesos
por persona sin distinguir niños. Suma situada no se ajusta convenio.
Suma adicional anunciada setentidos inmigrantes vapor Cuba no recibida». Secretario de Relaciones Exteriores a Presidente de la República,
Ciudad Trujillo, 18 de mayo de 1940.
19
El único indicio documental de actividad consular en el proceso de reclutamiento de los inmigrantes hallado, lo es una carta enviada por el
ministro en Francia, Moisés García Mella, al señor Francisco Méndez
Aspe (alto directivo del SERE) aclarándole que «Extremando un criterio
amplio, he podido entresacar 44 agricultores [de un lote de 250 pasaportes enviados a visar]». Se organizaba, en esos momentos, ni más ni menos
que la expedición frustrada del Cuba. Moisés García Mella a Francisco
Méndez Aspe, París, 30 de mayo de 1940.
20
Llama la atención la descripción jocosa que hace Eugenio Fernández
Granell en La novela del Indio Tupinamba exagerando el proceso de llenado de un formulario de entrada en donde, a todo cuestionamiento, se responde: «Labriego». Como se ha dicho, apenas un 4 por ciento de quienes
obtuvieron Cédula de Identidad en el país dio por respuesta ser agricultor, circunstancia que es extensiva a los listados de personas elaborados
por la JPE en cada desembarco y que nos deja ver que apenas se les había
socializado en el carácter de la política. Fernández Granell vino al país en
el penúltimo embarque (La Salle, febrero 1940) y es posible pensar que
su impresión al respecto se originase ya en un cierto clima de simulación
en torno a las presuntas expectativas inmigratorias del régimen.
18
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La posibilidad de que los directivos de la Junta «maquillasen» las realidades del proceso inmigratorio en algún modo,
produciendo imágenes venturosas de la experiencia u omitiendo información, es digna de considerarse, sobre todo si
se hace intervenir información que aduce la presencia de procesos de corrupción, favoritismo y uso indebido de los fondos
depositados por el SERE.
Una facción ante todo interesada en el usufructo de esos
recursos se insinúa en el historial de yerros y omisiones que
caracterizó la política de colonización efectuada por la JPE,
organismo que, en el curso de su actuación vivió un proceso
de continua recomposición interna que tendió a concentrar el
poder de decisión en la figura de su Secretario.
¿Cómo circularon los exiguos recursos del SERE? ¿Cuánto
debió su rápida extinción a procesos de apropiación indebida
y de favoritismo?
Responder esas preguntas resulta una tarea imposible, por
mucho que queden sin respuesta histórica convincente los
desesperados testimonios de quienes, en su día, pugnaron por
que les fuese devuelto lo que se depositaba en París. Una nutrida correspondencia reclamando la entrega de los depósitos
viajó en esos primeros meses, no solo hacia los organismos de
ayuda españoles sino hacia el despacho del propio Rafael L.
Trujillo, a quien los interesados solicitaban –reeditando claros
mecanismos de reproducción del discurso hegemónico– una
intervención inspirada en los elevados sentimientos de humanidad y justicia que arquetípicamente lo asistían.21
No está de más citar uno de ellos, así sea por honrar (mucho tiempo
después) las injustas realidades del exilio. Lo dirigió en el mes de julio
de 1940 el señor Martínez Jara, inválido de guerra, explicando al «Jefe
Supremo» poseer un recibo consular que amparaba la entrega de 600
dólares como garantía de recursos para la propia subsistencia, dada su
incapacidad para el trabajo y «hasta tanto yo consiguiera mi entrada en
otro país donde pudiera vivir... HE AQUÍ QUE MEDIANTE DICTAMEN
EXPEDIDO POR EL MÉDICO OFICIAL DEL CONSULADO NORTAMERICANO [sic]... Y AL HACER LA RECLAMACIÓN DE NUESTROS
21
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Sin embargo, todo indica que sólo una pequeña fracción
de ellos se orientó a la creación de condiciones para el establecimiento de colonos agrícolas. Eventualmente, junto con
otras personas, el entonces Secretario de Agricultura sería
llamado a rendir explicaciones en torno al manejo de la llamada «Cuenta de Refugiados Europeos» (que fue creada tras
las indicaciones del Canciller con los 37 mil dólares depositados por el SERE por los pasajeros del último embarque
aceptado), en el curso de una auditoría realizada en junio de
1941, de la que aparentemente salió airoso, pues básicamente acabó inquiriéndosele por el destino de un cheque por
104 pesos.22
A pesar de que el Informe sobre la «Cuenta Refugiados
Europeos» que resultó de esa auditoría, arriba a una perfecta
demostración contable sobre el ejercicio de los 37 mil dólares,
su análisis detallado levanta algunas dudas de consistencia. El
Informe contiene en un registro sobre los gastos realizados en
DEPÓSITOS, SE NOS NIEGA LA DEVOLUCIÓN CADA VEZ CON UN
PRETEXTO DIFERENTE. El señor Martínez le solicitaba a Trujillo intervenir en favor de su caso ante el Secretario de la Junta Pro-Inmigración
Española y agregaba la siguiente dramática, inquietante e inexorable
posdata: «Al igual que pronostiqué el probable fallecimiento de mi hijo
cuando tuve el honor de dirigirme a V.E. solicitando auxilio, en esta ocasión pronostico una probable amputación de la pierna derecha... sino me someto
prontamente a la intervención quirúrgica dictaminada». Al parecer, el coronel
Joaquín Cocco intercedió en favor del señor Martínez, y este logró viajar.
Sin embargo, muchas de las respuestas dadas por la JPE sencillamente
rezaban que dichos depósitos eran hechos «para que fueran empleados
globalmente ...para instalarlos en Colonias Agrícolas, desarrollos de las
mismas y atenciones en general de los refugiados». Jesús Martínez Jara a
Rafael L. Trujillo, Ciudad Trujillo, 8 de julio de 1940.
22
La auditoría fue encargada por el entrante secretario de Estado de Agricultura, Industria y Trabajo, señor Emilio Espínola, que en el mes de
abril de 1941 sustituyó en la cartera a Raúl Carbuccia. Auditor y Contralor General de la República a Secretario de Estado de Agricultura,
Ciudad Trujillo, 13 de junio de 1941.
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las distintas Colonias agrícolas donde radicaban refugiados
españoles.23
Uno de los aspectos de consistencia más llamativos reside en
el número de asentamientos que se enlistan, dado que en él
aparecen núcleos que nunca habían figurado ni en los reportes de prensa ni en la Memoria general elaborada en diciembre de 1940.24 Asimismo, llaman la atención ciertos detalles de
los rubros en que se gasta y la medida en que éstos podían ser
coherentes con lo que, por entonces (mayo-agosto de 1940),
sucedía en las distintas Colonias. Con una población estimada de 60 personas, a la de Villa Trujillo se le adjudican, por
ejemplo, 52 camas y 117 machetes, cosa que resulta coherente
en cuanto a los equipos de camas, mas no en el número de
machetes y otros aperos agrícolas, que resulta excesivo. Con
alrededor de 120 colonos asentados, a la de Pedro Sánchez se
le asignan 238 camas.
Otro aspecto de inconsistencia radica en los gastos reportados para la construcción de casas que, por lo que dejan ver las
fotografías insertas en la referida Memoria, tendieron a edificarse siempre bajo un mismo patrón. En la de Villa Trujillo, 31
mil pies de madera se emplean para la edificación de 20 viviendas (1,550 pies/casa), mientras que en Dajabón 36 mil pies
se aplican a la construcción de apenas 12 (3,000 pies/casa).
En cuanto a eficiencia en el empleo de la madera, la Colonia
de Medina tuvo que ser paradigmática, pues allí 2 mil pies de
madera rindieron la construcción de 5 casas (400 pies/casa).
Haciendo un supuesto de honestidad en el manejo de las
inversiones, muchos de las inconsistencias que surgen, no
sólo de la lectura del Informe sino de su contrastación con
El Informe constituye uno de los Anexos que integra la auditoría. Los
restantes constan de los interrogatorios practicados a 6 funcionarios vinculados con el ejercicio de esos gastos.
24
Los nuevos asentamientos descritos se radican en Jumunucú (La Vega),
Monte Llano (Puerto Plata), Hato Mayor, San José de Las Matas y San
Juan de la Maguana.
23
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142
Memoria presentada por el Secretario
General de la Junta Pro-Inmigración
Española.
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La goleta Antorcha.
Tractor Junta Pro-Inmigración Española.
Fuente: de las 3 fotos, AGN, fondo Presidencia de la República.
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los datos proporcionados por Bosch Pearson en la Memoria
de diciembre de 1940, podrían explicarse. Ocasionalmente,
las Colonias recibían donaciones en especie de parte de los
gobiernos locales o de núcleos de comerciantes situados en su
entorno y éstas podrían explicar la desproporción existente,
por ejemplo, en el gasto y el rendimiento de la madera. Sin
embargo, las denuncias y los rumores que circulaban en torno
a la transparencia operativa de la JPE refuerzan la hipótesis
interpretativa sobre procesos de apropiación patrimonialista
con los fondos enviados por el SERE. En apoyo de esta interpretación figuran, además, otros aspectos del propio Informe,
como el hecho de que cerca del 30 por ciento de los gastos
efectuados careciese de documentación probatoria o de que
se expidiesen cheques a nombre del secretario de la Junta por
valores que no se concretaron en ninguna de las Colonias.25
En suma, lo que posiblemente procesó el Gobierno dominicano en los días de impasse en torno al desembarco del contingente del Cuba resulta todavía algo oscuro, sobre lo cual
es sólo es posible establecer indicios en relación con alianzas
de interés y mecanismos de circulación de poder y recursos
entre individuos, organismos de evacuación y burócratas. Sin
embargo, su gravitación sobre la historia de los exiliados en el
país no puede ser puesta en duda.
¿Autorizan las presunciones de un circuito corrupto en el
dinero dado por los organismos de emigración afirmar que
fue ése el factor gestor de la política inmigratoria hacia los
republicanos?
En su dictamen general de los cheques librados por la cuenta (Anexo
C, Relación de cheques observados de la «Cuenta de Refugiados Europeos»), los
contadores decían al Contralor haber «comprobado, que varios de los
cheques... no están amparados en su totalidad... y otros carecen totalmente, de recibos, listas de pagos y demás comprobantes que justifiquen
la erogación ocasionada, circunstancia esta por la que nos permitimos
llamar la atención hacia la relación aludida, toda vez que ésta monta la
suma de $11,167.84». Inspectores de la Auditoría Nacional a Secretario
de Agricultura, Industria y Trabajo, Ciudad Trujillo, 7 de junio de 1941.
25
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144
Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
Por lo visto hasta el momento, parece claro que el interés colonizador debe descartarse: resulta pueril suponer que Trujillo
desconociese las desviaciones que sufrían los recursos enviados con tal fin al país. Descontada esa motivación, las ideas conexas de orden demográfico, racial y cultural pierden sentido
pues su logro dependía crucialmente del éxito en el establecimiento productivo de los inmigrados. El factor corrupción
pudo medrar, prolongar y determinar el resultado final del
experimento inmigratorio, pero es claro que su gestión inicial
se vio motivada por la necesidad de imágenes internacionales
favorables al régimen.
Esta hipótesis cobra dimensiones patéticas al profundizar en
las preferencias mostradas por Trujillo hacia los judíos frente
a los españoles en materia de creación de condiciones para
su establecimiento como agricultores. En los mismos días en
que Cazaña reclamaba ayudas mínimas para instalar a los refugiados en la Colonia de Juan de Herrera, visitaba el país la
comisión norteamericana descrita (Vid pp. 84-87.). En tanto a
los colonos españoles se les lanzaba a roturar terrenos eriazos
e insalubres, desprovistos de herramientas, animales y vivienda
suficientes, Trujillo daba el golpe publicitario que a continuación leemos y que vale la pena citar extensamente para apreciar en su justa dimensión la maquinación implícita.
La comisión se encontraba ese día visitando terrenos en las
inmediaciones de Sosúa, en la costa atlántica, donde, eventualmente, se asentaría una colonia judía. Dejemos que Rosenberg,
miembro de la misma, nos describa el momentum:
Apenas habíamos concluido nuestra inspección cuando
vino donde mí un mensajero, quien había venido por
automóvil, desde una distancia de 250 millas, de Ciudad
Trujillo, con una carta del Generalísimo Trujillo que decía
lo siguiente:
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Ciudad Trujillo, R. D. 20 de enero, 1940
Señor James N. Rosenberg,
Ciudad.
Mi querido Rosenberg:
Mi propiedad rural ubicada en Sosúa [...] ha sido seleccionada [...] como el sitio apropiado para una colonización,
según Ud. me ha informado. Esta propiedad mide 26,685
acres y tiene 24 casas habitables, acueducto y otras instalaciones para la comodidad de los residentes allí. Dicha propiedad, que tiene igualmente 4,958 acres de pasto artificial
y una gran extensión de monte virgen con abundantes maderas preciosas, representa para mí, en la actualidad, una
inversión no menor de 100,000.00 (dólares).
[...] Le repito que estoy interesado en la realización de
esta empresa de colonización porque considero que todos
debemos cooperar a su éxito, en la medida de nuestras posibilidades, como un acto humanitario y noble; y es por
ello que me complace, mi querido Mr. Rosenberg, ofrecer
al Comité de Refugiados [...] mi propiedad de Sosúa como
mi aporte personal para establecer en ella la primera colonia de refugiados [...]
(firmado) Rafael L. Trujillo 26
No es necesario aclarar el sentido y la magnitud de las diferencias de trato asignadas a españoles y judíos. Los primeros,
inexistentes ya desde todo punto de vista formal en el concierto de las naciones, cuyo exembajador en Washington poco
tendría ya que ver con Roosevelt, pasaron a un remoto plano
estratégico en los movimientos de política externa de la dictadura. Los segundos ameritaban desprendimientos de ese tipo,
«El establecimiento de refugiados en la República Dominicana», La Nación, 12 de abril de 1940.
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pues sus lobbys trabajaban cerca del mandatario de la nación
que decidía el destino de la República Dominicana.
Este hecho que, por exceso, refuerza el argumento sobre
la política externa como elemento decisivo en la inmigración
republicana muestra, por defecto, el interés real del régimen
en el tema agrícola. De no ser así, las ayudas reclamadas por
Cazaña debieron llegar activando para ello los mismos resortes burocráticos que hollywoodescamente llevaron la carta a
Sosúa, mostrando un idéntico interés por invertir recursos en
el desarrollo de las colonias españolas para remontar las insuficiencias que imputaba al SERE.27
Logrado un cierto impacto en la opinión norteamericana,
que registró en páginas como las del New York Times la llegada
de los republicanos a la isla pero que no prestó mayor atención a su destino posterior en ella, el problema de su inserción
en el país fue dejado de lado y a merced de la corrupción imperante.
Los entretelones del incidente del Cuba hacen evidente ese
proceso corrupto que derivó beneficios de los objetivos propagandísticos del régimen. Sin embargo, más allá de lo que a
su dinámica pudiera introducir la corrupción y el favoritismo,
el incidente pudo ser aprovechado con un claro sentido de
política exterior. En lugar de dar pie a un nuevo desplante
humanista de Trujillo, sirvió para acotar la desproporcionada
oferta de Evian, manteniéndola, sin embargo, discursivamente
como un proyecto dotado de seriedad. Al postular a los repu Poco tiempo después de cederle la finca de Sosúa, Trujillo haría a la
DORSA un segundo regalo consistente en setenta cabezas de ganado de
pura raza con el fin de que se desarrollara en ella la producción lechera.
Hasta donde ha sido posible averiguar, las colonias españolas recibieron
de la JPE y de la Secretaría de Agricultura entre dos y cuatro cabezas de
ganado cada una, de manera que no pasaron de quince las que poseyeron en total. En la Memoria tantas veces citada, Bosch Pearson indica que
fueron un total de 46, cifra que, con todo, distaba aún bastante de las
obsequiadas a la DORSA. Memoria que al Honorable Secretario de Estado de
Agricultura, Industria y Trabajo presenta..., p. 84.
27
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blicanos como los incapaces de adaptarse al país, el incidente
ocultaba el problema de la exigua capacidad de la república
para absorber refugiados europeos.
Así, mientras Ramfis enviaba golosinas a los niños del barco
y la prensa local publicitaba el nuevo proyecto humanitario de
Trujillo,28 las gestiones de Prieto ante los gobiernos mexicano
y cubano se encargaban de difundir –con el dramatismo inherente a la situación– las serias disposiciones migratorias que el
régimen diera a conocer en una poco relevante nota previa al
cuerpo diplomático extranjero en el país.29
«La cariñosa espera a los huérfanos de la guerra europea», La Nación,
editorial, 8 de julio de 1940.
29
En nota emitida el 20 de junio de 1940, la Cancillería dominicana informaba la decisión de restringir las futuras llegadas a los que lo hicieran por
conducto de DORSA. Según Vega, en aclaraciones hechas al representante norteamericano, el canciller argumentó el peligro de infiltración
nazi y comunista, destacando, como se señaló ya, que dicha disposición
no se aplicaría al contingente que venía en camino a bordo del Cuba.
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Arquitecto Bernardo Giner de los Ríos. Fuente: archivo personal Familia
Alfonseca Giner de los Ríos.
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C
apítulo quinto
La saga del incidente.
Aspectos en pos de una historia social del
del exilio español en la sociedad dominicana
Basado en la decepción inmigratoria, el incidente del
Cuba tuvo el claro sentido de producir una explicación política que ratificaba el interés del Gobierno dominicano de
cumplir con los compromisos asumidos en la Conferencia de
Evian, ofreciendo su territorio como refugio a los desplazados
europeos del totalitarismo.
No supuso el fin de la inmigración española como parecían
insinuarlo la inflexible decisión y sus tonos dramáticos, ya que
pequeños grupos de españoles refugiados seguirían llegando
al país en los meses posteriores. Definió, más bien, un nuevo
telón de fondo al problema general de la inmigración de refugiados europeos que, de más en más, cobraría la forma de una
política de expresa colaboración con el problema de los judíos
y un acrecentamiento del rol que debía desempeñar en ella
la Dominican Republic Settlement Asociation (DORSA), organismo al que pasó a asignársele un papel central en la gestión
de la política inmigratoria.
Sobre todo, el incidente sentó una explicación que salvaba
la presunta capacidad del país para absorber hasta cien mil
refugiados europeos, alentando las expectativas que todavía
concitaba la oferta de política exterior dominicana, puesta en
entredicho por la experiencia con los poco más de 3 mil refugiados españoles, que claramente mostraba las dificultades
de la sociedad dominicana para absorber un contingente mucho mayor. La reemigración paulatina de muchos y la abierta
desocupación en que se hallaba la mayoría eran signos que el
régimen prefería acallar, mistificando el éxito presunto de la
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política inmigratoria mientras ello fue posible y cancelándola
después de un modo acentuadamente ritual.
Pronto, la precaria situación de los españoles refugiados
en el país preocupó a los organismos relacionados con el problema humanitario de los exilios europeos. En los primeros
meses de 1940, algunas organizaciones trataron de intervenir
en su sostén y reasentamiento en otros puntos del continente, pero encontraron obstáculos de parte de las autoridades.
En junio de 1940, por ejemplo, poco antes de que llegara el
Cuba, el doctor Rosen (oficial de DORSA), intentó formar un
comité internacional de ayuda al exilio español con fondos
de la American Friends Service Committee (AFSC) y de otras
organizaciones católicas norteamericanas. Sin embargo, éste
«rápidamente se disolvió cuando las autoridades de Trujillo
insistieron en que sólo funcionarios dominicanos podían manejar fondos» para su ayuda. Aunque la disolución del comité
parece insinuar trataba de centralizarse todo nuevo recurso
en la política desarrollada por la JPE, es de notarse una cierta
preocupación en cuanto a que organismos humanitarios constatasen los problemas enfrentados por judíos y republicanos
para incorporarse productivamente al país, ya que también fue
disuelto un comité similar dedicado al auxilio de los judíos.1
Asumido oficialmente el fracaso de la inmigración republicana, esas interferencias comenzaron a desaparecer. En octubre, la JARE envió a Santo Domingo al exministro republicano
José Tomás y Piera con la intención de estudiar la posibilidad
de destinar recursos para la creación de fuentes de trabajo,
como lo hacía en México. Sin embargo, el resultado de los
contactos que Piera tuvo con autoridades y grupos de refugiados lo llevaron directamente a recomendar su evacuación,
cosa que comenzaría paulatinamente a hacer la JARE un mes
más tarde.2 En octubre, el Fondo de Reasentamiento en el
C. Gardiner, La política de migración..., p. 79.
Bernardo Giner de los Ríos, notas a D. José Tomás y Piera. APBGR.
1
2
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Nuevo Mundo que dirigía John Dos Passos instaló en Santo
Domingo el proyecto de expedición al Ecuador, que evacuó
un centenar de personas. Por esos mismos días, también la
American Friends Service Committee radicó en la capital un
encargado de canalizar recursos a los españoles, iniciativa que
no contó con el agrado oficial.3
Todos los organismos que comenzaron a auxiliar coincidieron en que lo que procedía era evacuarlos, dada la remota posibilidad de obtener un empleo que enfrentaba la mayoría y la
delicada situación mantenida por grupos como los inválidos,
las viudas y los colonos agrícolas. Estos últimos preocupan, incluso, en términos de supervivencia.4
Sin embargo, la evacuación no se produciría, con la celeridad recomendada por los observadores ni, mucho menos, con
la deseada por quienes serían objeto de ella. Además de que
debía realizarse procurando no herir la susceptibilidad de las
autoridades, el ritmo de la evacuación dependió de factores
como la capacidad y prioridades de los organismos de ayuda,
las cambiantes políticas de inmigración en los países finalmente receptores y la situación del transporte marítimo durante la
guerra.
1. La reemigración
Aunque un flujo persistente de salidas rumbo a otras repúblicas americanas acompañó el proceso desde sus inicios, volviendo cotidiano el ver partir pequeños grupos familiares rumbo a
La Habana, Curazao o La Guaira, donde podían tomarse otros
destinos, después del incidente ese flujo adoptó el carácter de
una verdadera política de evacuación en la que participarían
Según Gardiner, «el miedo de la censura dominicana retrasó el reporte de Connover [delegado de la AFSC] hasta que regresó a Cuba»,
C. Gardiner, Loc. cit.
4
Ibídem, pp. 79-84.
3
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–en una suerte de dinámica de relevo– tanto los organismos de
ayuda externos como el propio Gobierno dominicano.
El primer organismo actuante fue la Junta de Auxilio a
los Republicanos Españoles (JARE) que, desde la Ciudad de
México, intervino inicialmente en el arribo eventual del contingente del Cuba a Puerto México, Veracruz. Desde octubre
de 1940 hasta 1942 (cuando el Gobierno mexicano intervino
en su gestión creando la Comisión Administradora del Fondo
de Auxilios a los Republicanos Españoles), la JARE fue el principal organismo de evacuación y sustento de los inmigrantes.
A mediados de agosto de 1940, la Junta celebró una sesión
dedicada «preferentemente... a examinar la situación angustiosísima en que se encuentran los refugiados españoles que el
SERE trasladó desde Francia a la República Dominicana». En
la sesión fueron puestos en consideración:
las comunicaciones cruzadas sobre el particular con Rodolfo Bosch Pearson; el informe de carácter general que
suscriben José de Benito, Ramón Solar, Antonio Orallo
Sánchez, Alfonso Orallo y cinco más, el dictamen remitido
a la Delegación de la Comisión Ejecutiva del P.S.O.E. por
el vocal del Comité Nacional del mismo don Ramón Solar;
las cartas del ex-ministro don Bernardo Giner de los Ríos,
que reside en aquella República y gran número de cartas
particulares. Además se oye el informe oral del ex-ministro
don Anastasio de Gracia.5
En octubre, la JARE envió a al exministro José Tomás y
Piera, para que éste inspeccionase de cerca las realidades del
colectivo refugiado. El exministro se entrevistó con las personas a que hace referencia el Acta, realizó un recorrido por las
5
Acta del 3 de agosto de 1940. Debe corregirse a Llorens la afirmación de
que el único exministro llegado a Santo Domingo fue Bernardo Giner
de los Ríos. También residió allí el exministro Anastasio de Gracia.
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Colonias agrícolas en compañía del Secretario de la Junta y
elaboró un informe en el que sugería que la política de JARE
debería concretarse simplemente a evacuar al contingente y a
apoyar, mientras tanto, un breve subsidio de carácter general
por emigrante. La realización de inversiones reproductivas,
como las que efectuaba en México, fue casi inmediatamente
desestimada.6
Una lectura al Libro de Actas del organismo deja ver que,
entre diciembre de 1940 y mediados de 1942, la JARE evacuó
alrededor de 800 personas, la gran mayoría rumbo a México,
donde un segmento importante era luego reconducido al
campo, dada la presión social que producía ya el exilio en el
medio urbano.
Es interesante captar los destinos de los que no viajaron a
México: Argentina (55); Bolivia (21); Colombia (25); Cuba
(8); Chile (9); Ecuador (4); Panamá (58); Perú (7); Venezuela
(25).
En el mismo 1940, la New World Settlement Funds que dirigía Dos Passos comenzó a organizar una expedición de alrededor de 100 personas al Ecuador, reclutando en su mayoría
a anarquistas de las colonias agrícolas de Juan de Herrera y El
Llano, como luego lo relatarían José Peirats (más tarde, secretario general de la Confederación Nacional de Trabajadores
en el exilio) y Proudhon Carbó.7 La expedición al Ecuador
partió a bordo del Lovcen en el mes de enero de 1941, siendo
asentadas las 36 familias que integraban el contingente en la
Colonia agrícola Simón Bolívar, en las laderas del Pichincha.
Acta no. 193, 2 de enero de 1941. La Junta decidió ese día «pagar el pasaje a México a quienes muestren oferta de empleo y acepten residir fuera
de la Ciudad de México» y pagar el pasaje a otras repúblicas americanas
«a quienes muestren lo mismo». Estableció también entregar un subsidio de 5 dólares mensuales a los jefes de familia en las Colonias agrícolas
y de 3.50 a sus dependientes familiares.
7
José Peirats, Estampas del exilio en América. s/f/e-s/e; Proudhon Carbó,
Yanga Sácriba. Autobiografía de un libertario. México, Plaza y Valdés, 1991.
6
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La partida del Lovcen hacia el Ecuador inauguró un sostenido movimiento emigratorio que se mantuvo todo el año, hasta
que el ingreso de los EE. UU. a la Segunda Guerra Mundial
trajo el escenario bélico a las aguas del mar Caribe, tornando
peligrosa la navegación. Con relativa frecuencia la columna
«Movimiento del Puerto» del diario La Nación, dio aviso de
nutridos embarques de refugiados españoles rumbo a México,
vía La Habana, a bordo del vapor Cuba que, incluso, realizó
ocasionalmente viajes directos hasta el puerto de Veracruz.8
Se trataba de un flujo cuya manifestación pública inquietaba al régimen, cosa que posiblemente intervino en el silenciamiento de la columna a inicios de 1942. Síntoma de tal
inquietud lo fue también la tarea de reporte e intervención
indicada a los cónsules dominicanos en Puerto Príncipe y en
La Habana, en ocasión de los distintos arribos de españoles
embarcados de modo clandestino, como los siete que tuvieron
que tocar tierra por agotárseles el combustible en Bas de Terre
(Cabo Haitiano), en diciembre de 1940, o los once que, por
motivos similares, desembarcaron en Punta Maisí (Cuba), en
marzo de 1941, declarándose perseguidos de Falange Española, según anotó la prensa local, incidente que motivó una instrucción directa del presidente al canciller Despradel, indicándole pedir al Ministro dominicano en La Habana hacer frente
a ese tipo de declaraciones que «tienden a hacernos aparecer
como ligados a la Falange Española, que en los Estados Unidos
se tiene como simpatizadora [sic] de los Estados Totalitarios»,
afirmación que constituye una buena muestra de cómo la presencia de los exiliados tuvo distintos usos en materia de política exterior. Las inquietudes de 1941, se insertaban ya no en los
problemas internacionales derivados de la identificación del
régimen dominicano con el totalitarismo sanguinario de los
Este Cuba no es el que hemos conocido por el incidente, sino uno de
bandera cubana que realizaba regularmente el circuito La Habana-Santo
Domingo-La Guaira. Núcleos de hasta 80 refugiados viajaron en él.
8
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treintas, sino en los de la relación estratégica con los Estados
Unidos, el reacomodo de la hegemonía a escala mundial y la
importancia de acreditarse ante el Departamento de Estado
que dirigía Cordell Hull como un aliado incondicional y confiable.9
La extensión de la guerra a las aguas del mar Caribe en
1942 significó una verdadera contención del flujo emigratorio, agravando las presiones que sufrían los que esperaban ser
evacuados. La presencia de la flota submarina nazi –que en
ese año hundió embarcaciones dominicanas como el Presidente Trujillo, el San Rafael, La Nueva Altagracia y Carmen–
paralizó notablemente el transporte marítimo de pasajeros,
encareciendo los costos de una evacuación que debía ahora
hacerse por vía aérea. A finales de ese año, la intervención del
Gobierno mexicano en las finanzas de la JARE, su disolución
y la creación de la CAFARE tornó todavía más angustiosa la
situación de quienes deseaban ser evacuados, forzándolos a
buscar refugio en las colonias agrícolas donde, aunque se vivía
mal, podía vivirse con menos.10
Tras la pausa impuesta por la presencia activa de los U-Boote
alemanes en aguas del Caribe, que también eliminaron vapores
como el Coamo y el Leiff de bandera aliada, el ritmo de salidas
se reanuda con fuerza entre 1944 y 1945, patrocinado fundamentalmente por el American Christian Committee (ACCR).
En esos años, el organismo hace salir del país alrededor de 1,181
personas, un segmento importante de quienes permanecían en
el país. Buena parte de éstos se dirige a Venezuela, dada la
Presidente de la República a Secretario de Relaciones Exteriores, Ciudad
Trujillo, 21 de marzo de 1941.
10
Hacia finales de 1942, los fondos de JARE pasan a ser administrados por
la CAFARE, que en ese momento decide suspender gastos de viaje para
el grupo de Santo Domingo, así como disminuir el número de visados
para viajar a México. Véase «Carta de la Comisión Administradora del
Fondo de Auxilios a los Republicanos Españoles», diario Democracia,
no. 28, [republicano] Ciudad Trujillo, 8 de febrero de 1943.
9
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Interior y Policía. Reporte sobre los 35 refugiados españoles embarcados
rumbo a Venezuela a bordo de la goleta La Dominicana rumbo a La Guaira.
Fuente: AGN, fondo Presidencia de la República.
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apertura del gobierno liberal de Rómulo Betancourt de recibir a los refugiados en la República Dominicana (ítem de
preocupación adicional para el Gobierno dominicano, dada la
antipatía del régimen venezolano), asumiendo parcialmente
los costos de transporte y alojamiento.11
En este tramo final de la evacuación intervino activamente
el Gobierno dominicano, que desde 1943 presionó la salida de
sectores del colectivo refugiado bajo la acusación de difundir
ideas ajenas al país y desarrollar actividades «quintacolumnistas». Desde el incidente, un anticomunismo en ciernes comenzó a develarse como política interior del Gobierno dominicano hacia los exiliados, empleándoselo como justificación de
distintos actos arbitrarios. No pocos perdieron el empleo bajo
la acusación de realizar servicios de espionaje a favor del Eje.
Sin embargo, hacia mediados de los cuarenta, al adquirir un
perfil más definido el discurso de la seguridad continental y al
interesarse el dictador en promover una imagen de campeón
del anticomunismo, tales presiones se acrecentaron, convirtiéndose en una suerte de leitmotiv genérico del proceso de
evacuación general.
Desde inicios de 1944, el Gobierno dominicano puso empeño en hacer salir del país a los refugiados, supervisando, particularmente, el que lo hiciesen los calificados de comunistas o
ideológica y políticamente extremistas. En aras de ese empeño,
instruyó al encargado del Negociado de Inmigración la confección de un censo general de quienes todavía residían en el
país e invirtió, incluso, algunos recursos en la organización de
evacuación de contingentes en barcos de matrícula oficial. De
modo metódico durante el año 1944 y 1945, el Secretario de
Interior y Policía rindió informe directo a la Presidencia de la
República de cada acto de salida, fuese individual o colectivo.
Cuando era el caso, el reporte remarcaba si entre los emigrantes se encontraban personas identificadas como extremistas en
C. Gardiner, La política de emigración..., pp. 84-89.
11
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alguno de los distintos listados de inteligencia policíaca que
se elaboraron en esos años, bajo el influjo y la solicitud de la
inteligencia político-policíaca norteamericana. Una labor de
esmerado cotejo deja notarse en el fondo de esa actividad burocrática de reportes de salida de refugiados españoles.
La información contenida en esos reportes permite conocer
el destino de los que abandonaron el país en esos años. Quinientas sesenta y seis personas salieron entre junio de 1944 y
diciembre de 1945, dirigiéndose a Venezuela la abrumadora
mayoría (85 por ciento). Los restantes viajaron rumbo a México. Asumiendo que todas las salidas quedasen reportadas, ello
implicó que el número de los que permanecían en territorio
dominicano en 1946 no debía exceder las 500 personas.
En tanto ese proceso de evacuación llegó a su fin, los refugiados mantuvieron en el país una vida realmente peculiar en
términos de la historia general del exilio español en América
Latina.
Para la gran mayoría de los llegados, el exilio en la sociedad
dominicana fue una experiencia dura que, sin embargo, tenderían siempre a recordar con intensidad y afecto su contacto
con el pueblo dominicano, su hospitalidad y el modo en que
la experiencia de «los que fueron a Santo Domingo» los distinguía de otros segmentos del exilio español, posicionándolos
identitariamente como trayectoria en América.
Nunca perdería vigencia para un sector importante de los
refugiados el panorama de la situación descrito a las Comisiones Ejecutivas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE)
por Ramón Solar Pilatti en 1941:
Tan sólo diré, resumiendo la inmensidad de aquella tragedia colectiva, que la supervivencia de nuestros compatriotas allí es imposible, entre otras causas, por estas tres
elementales: Primera. Porque ni ahora, ni en muchos años,
se podrán hallar medios de vida en ciudades ni en el campo, por ser un país pobre en su mayor grado de miseria;
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segunda, porque [el progreso] sanitario... se encuentra en
la misma situación de falta de profilaxis que en su primera
época de colonización y con su terrible clima tropical está
haciendo verdaderos estragos en los organismos de nuestros compatriotas... y tercera, porque aún cuando hasta el
presente se nos ha respetado, aquél país no merece la menor garantía para la seguridad de nuestros compatriotas,
ya que en cada momento están expuestos a las reacciones
de simpatía o desagrado de las personas que, sin ningún
control ni poder moderador, actúan como absolutos de
aquél desgraciado pueblo. En definitiva, que nuestros
compatriotas allí recuerdan con nostalgia su situación en
los campos de concentración de Francia antes de producirse la hecatombe en este país. Con esto está dicho todo, sin
la menor exageración en la comparación.12
En esencia, esa situación de fondo marcó la vida cotidiana
de muchos de los que permanecieron en el país hasta que la
evacuación pareció arribar a su fin. Aunque no todos se enfrentaron con el arcaísmo colonial descrito por Solar, ni con
la imposibilidad de ocuparse en el marco de sus respectivas
profesiones, contándose un gran número de trayectorias de
adaptación exitosa a la vida dominicana, muchos, en efecto,
sobrevivieron en el país en condiciones estrechas, que definieron en gran medida su vida y el carácter de los procesos
socioculturales que gestó su presencia en la sociedad dominicana.
Informe que Ramón Solar presenta a las Comisiones Ejecutivas del PSOE;
UGT y Agrupación de Refugiados Socialistas «Pablo Iglesias», todos residentes en México, sobre la situación de los refugiados españoles en la
República Dominicana, principales causas que la motivan y propuesta de
medidas que la pueden resolver totalmente o corregir en parte. México,
D. F., 12 de marzo de 1941.
12
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2. El proceso dominicano como historia del exilio
español en América
¿Tuvo el capítulo dominicano del exilio español algún carácter histórico y social particular? ¿Es adecuado representarlo
como un simple momento de tránsito y reemigración? ¿Qué
dinámicas sociales generó su presencia y cómo éstas pautaron
la medida y el carácter de sus aportes a la vida nacional?
La experiencia dominicana tuvo rasgos que no se hicieron
presentes en otras historias del exilio en América. El arraigo
forzado en la vida rural, la extrema pobreza, los modos de vida
y subsistencia, el carácter de sus vínculos con un poder político que termina asediándolos son, entre otros aspectos, los
que ilustran la peculiaridad del capítulo dominicano del exilio
español.
Como proceso de contacto y recepción cultural, una peculiaridad central de la experiencia dominicana radicó, por
un lado, en la amplitud del contacto social en términos del
espacio geográfico nacional. Por lo que dejan ver los distintos
estudios nacionales, otras historias americanas del exilio se caracterizaron por la concentración del grupo social, que tiende
a asentarse, preponderantemente, en ciudades como Buenos
Aires, Caracas, Bogotá, México o Santiago de Chile, contrastando con la relativa dispersión del caso dominicano.
Por el otro, también forman parte de esa peculiaridad los
alcances innovadores que representó su presencia en términos
de las instituciones y la vida cultural local.
2.1 La vida de los exilados españoles en la campiña
dominicana
Instalados de modo improvisado en las Colonias agrícolas
del Estado dominicano durante el proceso de llegada, muchos
refugiados hubieron de permanecer precariamente en ellas
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hasta el momento de ser evacuados, reduciéndose su contacto
con la sociedad dominicana al sólo tránsito por el mundo rural, como momento en el trayecto que los llevó de la Francia
ocupada a las sociedades donde se asentarían definitivamente
al abandonar el país.
La vida de los refugiados en la campiña dominicana es poco
conocida, tanto por la ausencia de fuentes suficientes para su
reconstrucción como por el énfasis analítico puesto por los
académicos en el estudio de las manifestaciones culturales urbanas.
La vida en las Colonias quedó descrita en relatos literarios
de la época, como Blanquito, de Mariano Viñuales (que discurre en la Colonia de El Llano, cercana a la frontera con Haití),
Medina del Mar Caribe, de Eduardo Capó Bonnafous («semi-novela» referida a la de Medina –luego llamada Villa Silveria, en
honor de la familia Trujillo– cerca de San Cristóbal), y en uno
que otro segmento biográfico aparecido posteriormente.13
En el terreno académico, sólo Natalia González Tejera ha
realizado un esfuerzo de reconstrucción serio, resultando lo
más frecuente contar sólo con descripciones genéricas sobre
el exilio rural de los llegados.14
La política de asentamiento agrícola seguida por la Junta
Pro-Inmigración Española tuvo los caracteres de caos e improvisación antes descritos. Se gestó bajo la impronta política y
Eduardo Capó Bonnafous, Medina del mar Caribe. Costa-Amic, México,
1965; Mariano Viñuales, Blanquito. Humanidad, México, 1943; Severino
Campos, Una vida por un ideal. Grupo Cultural Hij@s del Pueblo, Primera
Edición Virtual, 2006; Antonieta Jarne, «Geografías familiares durante la
dictadura franquista: exilio, clandestinidad, prisión». Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea. no. 8, 2008, en: http://hispanianova.
rediris.es. En su día, Fidel Miró Solanes tuvo la generosidad de darme a
conocer el manuscrito que preparaba sobre la vida rural en la Colonia
El Llano. Compañero allí del propio Viñuales, ignoramos si alcanzó a
publicarlo antes de su deceso en 1998. Se le citará más adelante.
14
Natalia González Tejera, «Las colonias de refugiados españoles...» en El
Exilio republicano español..., pp. 79-100.
13
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Origen
(a)
35
13
14
16
36
13
116
98
05/1940
(b)
23
28
38
41
34
47
126
54
10/1940
(c)
21
19
136
121
37
51
103
71
12/ 1940
(a)
23
21
124
120
43
60
78
72
63
31
120
120
40
03/1941
(d)
1
55
14
2
21
05/1944
(e)
Fuente: (a) R. Bosch, Memoria que al Honorable Secretario...; (b) Informes Junta Pro-Inmigración Española;
(c) N. González, «Las colonias de refugiados españoles...»; (d) C. Gardiner, La política de inmigración...; (e)
Listado Negociado de Inmigración, 1944.
San Rafael de El Llano
Medina
Pedro Sánchez
Juan de Herrera
Constanza
Villa Trujillo
Libertador
La Cumbre
Colonia
Cuadro 7
Asentamientos españoles en Colonias agrícolas 1939-1944
162
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El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 163
social de descomprimir el problema urbano y operó tanto por
exhorto a los hacinados en las ciudades como por compulsión,
en el caso de los embarques trasladados directamente al campo desde el puerto de llegada.
Los reportes de labor elaborados a lo largo de 1940 por el
enigmático Rodolfo Bosch Pearson, secretario de la Junta, permiten reconstruir mejor el número, la disposición y la historia
fundacional de los asentamientos rurales. El Cuadro no. 7 permite apreciar la evolución demográfica de las distintas colonias
entre 1939 y 1940.
Con excepción de El Llano y Medina, que fueron establecidas en diciembre de 1939, las restantes colonias se fueron formando sobre la marcha de los meses que corren entre enero y
junio de 1940. Es claro en los datos de ese cuadro, el proceso
inmediato de abandono que se produce desde las colonias situadas en la frontera con Haití (El Llano y Libertador), que
un año más tarde se ven menguadas, al grado de desaparecer
la primera. Por el contrario, las situadas en el Este, como Pedro Sánchez y Villa Trujillo, tienen un crecimiento sostenido
y relativamente estable hasta, por lo menos, 1942. El caso de
Pedro Sánchez queda posiblemente subvaluado en el cuadro,
pues los registros del Censo de Cédulas de Identidad antes
citado indican que 194 personas vivían allí en 1940. Las colonias implantadas en climas de montaña más benignos, como
Constanza, La Cumbre y Medina se mantienen también relativamente estables, con tendencia al crecimiento.
La documentación emitida por Rodolfo Bosch desde su
oficina en la recién inaugurada Granja Ramón Cáceres de la
Secretaría de Estado de Trabajo y Agricultura en Haina, es interesante en tanto descripción de las dimensiones rurales del
refugio y el carácter de los espacios en que se alojó a los inmigrantes. Primero en calidad de Secretario General de la Junta
Pro-Inmigración (tras la declinación de los primeros notables
españoles, sustituidos por funcionarios del SERE), luego como
Agente Especial al servicio del Secretario de Estado (una vez
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desaparecida de facto la Junta), los reportes que elaboró quincenalmente entre mayo de 1940 y junio de 1941 combinan la
descripción logística del proceso de implantación con la descripción política del proceso de los refugiados.
Un censo levantado en las Colonias en mayo de 1940 nos
pone al tanto de emplazamientos sobre los que poco se ha hablado, como el de la Granja Generalísimo, en San Francisco de
Macorís, adonde llegaron figuras insignes en la historia de este
exilio como Constancio Bernaldo de Quirós, Carlos González
Sanz, Antonia Blanco y otros más entre los que llegaron por
conducto del Comité Británico de Ayuda a España. Integrada
a la cabecera comunal, a los asentados en la Granja no se les
computó nunca como colonos agricultores. Allí vivían 72 personas en mayo de 1940.
O nos refiere algunos otros relativamente peculiares: Finca
de don Apolinar Casado; Finca de B. Castillo; una Finca de
Hato Mayor; Finca Abut; Colonia Agrícola de Jumunucú; entre
otros. En esos espacios, que parecen constituirse por efecto de
relaciones fundadas en el genuino deseo de auxiliar a los llegados, como podría ser el caso de la Finca de Hato Mayor cuyo
dueño probablemente fuese el abogado Heriberto Núñez,
gran amigo de los llegados. También se trata en ellos sobre casos absolutamente fallidos de asentamiento productivo, como
el de la Colonia Pesquera de Sabana de la Mar, donde apenas
tres personas radicaron gestionando alguna pesca a bordo de
la goleta Antorcha, adquirida por la JPE con el objeto de fomentar la «pesquería».
En general, en todas llegaron los españoles a practicar la
agricultura, aunque ésta sólo consistiera en pequeñas huertas
de traspatio, como en La Cumbre. En Juan de Herrera se produjo arroz y maní, lo mismo que en El Llano, del cual logró
Fidel Miró marchar a México con el ingreso que obtuvo sembrando arroz.15 En la de Libertador, anexa al pueblo de Dajabón,
Entrevista al señor Fidel Miró...
15
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El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 165
apenas comenzaron los colonos a animar la construcción de
un canal de riego cuando el clima extremoso y la ausencia de
fuentes de empleo los obligaron a dispersarse por el resto de la
isla. En Constanza, más propia para el tipo de cultivos conocidos en Europa, también obtuvieron algún éxito en la siembra
de el ajo y la papa. El las del Este (Villa Trujillo y Pedro Sánchez) usualmente sembraron maní, producto en el que recibían algún asesoramiento de parte de la compañía productora
de aceite que por entonces comenzaba a levantarse.
Sin embargo, muchos subsistieron en el campo con las pequeñas sumas que recibían de los organismos que fueron en
su auxilio, o se dedicaron a ofrecer sus servicios en villas y pueblos aledaños, como tenedores de libros, agentes mercantiles,
docentes, entre otros.
En materia de vivienda, la situación de los refugiados en las
colonias fue en extremo precaria, según permiten desprenderlo
tanto los testimonios vitales recabados como el informe ya citado de la Junta Pro-Inmigración Española. En éste se consigna el
número de casas construidas en cada una de ellas: Pedro Sánchez (11), Villa Trujillo (20), Medina (20), La Cumbre (20), Libertador (12), Juan de Herrera (20). En Pedro Sánchez y Villa
Trujllo se acondicionaron, adicionalmente, algunos galerones;
dos en la primera, uno en la segunda. No resulta difícil imaginar las condiciones de hacinamiento en las viviendas cuando se
considera poblaciones que rebasaron, coyunturalmente las 200
almas (como en Libertador y Pedro Sánchez).
Como sucedía en San Francisco de Macorís con la Granja
Generalísimo, se produjo muchas veces una asociación pueblocolonia que derivó ciertos procesos de influjo cultural, como
en Dajabón y San Juan de la Maguana. En Dajabón residían
en mayo de 1940 un total de 130 españoles refugiados; en San
Juan de la Maguana tendieron a permanecer muchos de los
destinados a Juan de Herrera.
Pedro Sánchez fue la Colonia Agrícola donde los españoles
lograron mayor y más largo desarrollo. Establecidos en enero
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de 1940, el núcleo de colonos se mantuvo agrupado alrededor
de dos años, gestando iniciativas culturales que alcanzaron
gran difusión en poblaciones vecinas del Este de la isla, como
El Seibo, San Pedro de Macorís, La Romana, Higüey y San Rafael del Yuma, además, claro, del vecino Hato Mayor. En la
Colonia residían en agosto de 1940, 2,007 habitantes, de los
que 290 eran españoles. Una media de ciento cincuenta personas residieron allí, organizadas colectivamente en 3 núcleos
de afiliación política: la Hacienda España y la Cristóbal Colón,
de predominio comunista, en tanto los cenetistas y socialistas
fundaron la Hacienda Antillas.16 Los tres agrupamientos emprendieron explotaciones colectivas dedicadas al cultivo de
maní, cebolla y papa. Realizaron trabajos de canalización de
riego, cría de aves de corral y roturaron, ocasionalmente, sus
terrenos con empleo de tractor.
En el aspecto productivo era, por decirlo así, la perla del
experimento de colonización con refugiados españoles, dedicándole la prensa nacional reportajes como el antes citado. La colonia formó en diciembre de 1940 el Club Hispano-Dominicano,
una iniciativa de acción cultural que contó con escuela propia
(la primera que tuvieron los colonos dominicanos allí asentados), con equipos deportivos y con un cuadro teatral que alcanzó cierto éxito al presentar sus obras en las ciudades del Este.
Pueblos como El Seibo recibieron un notable influjo cultural
de parte de los colonos, de donde salieron quienes fundarían
luego allí el Instituto Hostos, primer centro de enseñanza normal en su historia. Dirigido por José Alcobé Biosca, el Instituto
Hostos gestó una actividad de difusión cultural relevante, en
Desde Pedro Sánchez salieron hacia España importantes cuadros políticos del Partido Comunista de España, con el objeto de recomponer la
organización interna. El señor José Farreras sostiene que un segmento
relevante de la dirección central del PCE estuvo en Pedro Sánchez y que
desde allí regresaron a la lucha clandestina en España «figuras como
[Manuel] Asarta, [Jesús] Larrañaga, [Jaime] Girabau, [José] Diéguez,
etc.». Entrevista al señor José Farreras Borull...
16
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la que frecuentemente disertaron sobre la guerra mundial los
de Pedro Sánchez. Estos escribieron, incluso, sobre esos temas
en las páginas del semanario local, El Génesis.
Pedro Sánchez incidió en la percepción política de la población del este en relación con el tema de la guerra europea.
En la propia colonia, a través de su «periódico hablado» y de
sus actos culturales.17 En pueblos y ciudades vecinas con su
presencia en ateneos, fiestas patronales, y veladas teatrales. En
esencia, la posición de los colonos tendió a contrarrestar las
simpatías que localmente encontraba el avance alemán, como
lo declaró el propio semanario El Génesis en su emisión del 13
de septiembre de 1941.18
Como en Pedro Sánchez, también los refugiados en Villa
Trujillo impactaron la vida cultural del rústico poblado de
Sabana de la Mar, al desarrollar el grupo cultural Iberia que
desplegó diversas actividades en la región.
Sin embargo, aunque sólo la labor de los de Pedro Sánchez
y Villa Trujillo proyectase ecos en la prensa capitalina, muchos
pueblos contiguos a las colonias recibieron de ellas alguna
forma de influjo cultural. La exasperante situación económica
Según una publicación del Club Hispano-Dominicano «El Club tiene un
periódico hablado, escrito a mano, que aparece tres veces por semana.
«LA VOZ DE PEDRO SÁNCHEZ» es el primer periódico de la Colonia
y el primer periódico hablado de la República [...] El periódico lleva
dadas 120 emisiones [...] Contiene variada información. Sus secciones
«Agrícola» y «De puerta en puerta» reflejan la vida y el trabajo de los colonos dominicanos y españoles. Completan el periódico otras secciones
como «El mundo en dos minutos», con noticias del extranjero». Como
puede comprenderse, el «periódico» suponía una actividad colectiva de
comunicación e información de carácter oral que involucraba tanto a españoles como a dominicanos. Ver: Españoles en Pedro Sánchez. Publicación
del Club Hispano-Dominicano, Ciudad Trujillo, Talleres Pol Hermanos,
1941.
18
Es interesante notar el cambio de criterio que induce la presencia de los
colonos de Pedro Sánchez en el sentido cotidiano de los poblados del
Este. Sobre el papel de los colonos en la vida política de El Seibo, véase
el editorial «Equivocados» del semanario El Génesis, 13 de septiembre de
1941.
17
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de los colonos los llevó a tratar de obtener ingresos mediante
diversos tipos de iniciativas, de orden cultural la mayor parte
de ellas, cosa que innovó la vida cotidiana de esos apartados
rincones dominicanos.
Junto con la enseñanza en instituciones propias y en instituciones dominicanas, la enseñanza a domicilio fue una estrategia usual en el éxodo paulatino de los asentados como colonos
agrícolas. En unión con Fidel Miró y José Jiménez, Mariano
Viñuales estableció una escuela de enseñanza elemental y
secundaria en Las Matas de Farfán, donde los tres docentes
anarquistas se dedicaron a impartir clases de regularización
a alumnos, incluidos algunos en sus domicilios particulares.
Eventualmente, José Jiménez Millares se trasladaría junto a su
esposa, Luisa Recio, a la población de Navarrete donde establecerían el Instituto Iberia, plantel que continuaría funcionando
hasta el presente en la ciudad de Santiago de los Caballeros.
Cómo Miró, Jiménez y Viñuales, que partían cada cierto número de días a Las Matas de Farfán desde El Llano, otras colonias
irradiaron también ese tipo de actividad domiciliar docente. El
Instituto Dominico Español que estableció en Dajabón Dolores
de los Ríos; la Escuela de Pintura de Pedro Bargalló, en San
Juan; la Compañía artística escolar de Manuel Calvo en Montecristi, no rebasaron el marco del propio domicilio del docente,
o de algún espacio particular que le era facilitado con ese fin.
También partieron desde colonias bastantes profesores con
el fin de emplearse en instituciones de enseñanza dominicanas. Ángel Rayo del Campo y Manuel Calvo, por ejemplo, se
movieron desde Libertador, en Dajabón, rumbo a Montecristi,
donde laboraron en la escuela Normal.19 O tomaron rumbos
distantes, como Francisco Querol y otros maestros radicados en Pedro Sánchez, que se mudaron a Puerto Plata para
laborar en el plantel que inauguró allí un señor apellidado
Entrevista al ingeniero Ángel Rayo del Campo...
19
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Paieowonski.20 O como Ramón Costa Jou, que desde la Granja Generalísimo (San Francisco de Macorís) se trasladó a la
escuela particular del Central Romana, donde laboró cerca
de un año hasta emigrar a la capital, donde impartió clases
particulares a los hijos de un empresario de la vieja colonia
española.21
Planteles establecidos por quienes radicaban en Colonias
como espacios aparte existieron en El Seibo, Hato Mayor, Salcedo y La Romana. Se trató de proyectos que rebasaron los dos
años de existencia y en los que laboraron típicamente varios
docentes españoles, como en el caso del Instituto Escuela Cervantes, de Tiburcio Millán, en La Romana, que llegó a emplear
a seis.
Varios se contrataron como contables y tenedores de libros
mercantiles en explotaciones agrícolas y comercios circundantes a las colonias. En general, el extendido dominio de la escritura y el cálculo entre los refugiados les permitió ocupar ese
tipo de posiciones. Francisco Querol laboró junto con Manuel
Periañez en Yásica como contadores del depósito de tabaco
del señor Oquet. Hilario Caloto Fernández, también se mudó
desde Pedro Sánchez al Central Romana para encargarse de
las cuentas de la planta de energía.22
También es digna de mención las trayectorias seguidas por
los médicos en el marco de las colonias y, en general, el influjo
que desplegó desde ellas este núcleo profesional.
Residente en El Corral de los Indios (como llamaban los
españoles a Juan de Herrera), el doctor Edmundo Narro curó
«los frecuentes heridos por arma blanca que arrojaban las fiestas [rurales]» en el dispensario de San Juan de la Maguana,
donde también se le recuerda como médico obstetra, giro en
Entrevista al señor Francisco Querol Amorós, ciudad de México, 5 de
septiembre de 1989.
21
Entrevista a Ramón Costa Jou. PHO/10/84.
22
Entrevista al señor Hilario Caloto Fernández, México, 9 de julio de
1989.
20
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Instituto Iberia
Compañía Escolar de
Variedades «La Farándula»
Escuela de Pintura
Academia Comercial Roseta
Colegio España
Instituto Mercantil
Comercial
Escuela de Declamación
Navarrete
Escuela Normal
Escuela Normal
Escuela Normal
San Cristóbal
San Juan de la Maguana
San Francisco de Macorís
* Los refugiados fungen solo como docentes.
Fuente: Elaborado por JBAGR.
Escuela Normal
Montecristi
San Francisco de Macorís
Salcedo
San Juan de la Maguana
Declamación
Técnica
Expresión artística
Dibujo y pintura
Primaria, Comercio
Primaria
Primaria
Primaria y Secundaria
Nivel de enseñanza
Primaria elemental
Enseñanza Normal
Primaria elemental
Primaria y secundaria
Enseñanza Normal
Enseñanza Normal
Enseñanza Normal
Enseñanza Normal
Escuelas dominicanas
(sin nombre)
Las Matas de Farfán
Montecristi
Nombre
Instituto Domínico Español
Instituto Hostos
Hacienda España
Instituto Escuela Cervantes
Población
Dajabón
El Seibo
Hato Mayor
La Romana
Escuelas españolas
Cuadro 8
Ricardo Pons
Manuel Cluet
Luis Leal
Manuel Calvo, Ángel Rayo
Manuel Calvo
Pedro Bargalló
José Abella
Gregorio Salanova
Carlos González Sanz, María A.
Burrell
Emilio Aparicio
Tiburcio Millán
Mariano Viñuales, Fidel Miró,
José Jiménez
José Jiménez
Director
Dolores de los Ríos
José Alcobé
Actividades de enseñanza en pueblos aledaños a las colonias agrícolas
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el que llegó a instalar una clínica. Otro notable doctor lo fue
Pedro Vallina, el afamado médico anarquista llegado a Dajabón, en cuyas inmediaciones realizó una encomiable labor de
asistencia a las clases populares, tratando palúdicos y tuberculosos. Reconocido en España por sus ideas sobre el deber de
asistir gratuitamente a los necesitados, este médico libertario
proseguiría luego en México una profunda labor de profilaxis
entre indígenas del estado de Oaxaca, habiendo hoy en Santo
Domingo quienes recuerdan con honda gratitud su actitud
humanista y desprendida.
En el relato «El doctorcito», Fidel Miró refleja el carácter del
influjo rural de los médicos al narrar la historia de «Alfredo»,
un galeno madrileño instalado en la colonia agrícola de El
Llano. Con estudios truncados por la guerra, donde había laborado como voluntario, éste Alfredo (¿González Gil-Roldán?,
ciertamente dado de alta en la colonia) llega a hacerse tan
famoso entre los campesinos de las secciones aledañas (a los
que, por igual, curaba de heridas producto de riñas) que un
día la autoridad comunal le hizo llegar en donación el instrumental mínimo para establecer un dispensario. El Doctorcito
se vuelve entonces leyenda al casarse con una mulata y tomar
la grave decisión de permanecer residiendo en El Llano tras la
partida de sus últimos compañeros de exilio en 1943.23
Hemos tendido a pensar que 1941 marca una suerte de frontera en la vida de las colonias, cosa que es parcialmente cierta
y que merece revisarse. En efecto, las últimas notas de prensa
sobre Pedro Sánchez datan de mediados de ese año, cuando
ciertos conflictos internos sobre la distribución de las ayudas
que impartía la JARE enfrentaron a prietistas y comunistas,
haciendo nuevamente trascender a la vida pública el penoso
subsistir de los refugiados en ellas. Como tema de demostración de la política agrícola, las colonias desaparecieron de las
columnas del diario La Nación mucho antes.
Fidel Miró, El doctorcito, relato, mecanuscrito, México, 1989.
23
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Las colonias decayeron, ciertamente, desde los días del incidente, cuando la Junta Pro-Inmigración fue desentendiéndose
progresivamente de entregar los breves auxilios productivos
y pecuniarios que suministraba. Sin embargo, obvios motivos
pudieron silenciar los modus vivendi que comportaba la permanencia de los llegados en ellas y el angustioso discurrir de los
días que enmarcaba el lento proceso de evacuación.
Todavía a mediados de 1942 seguían arribando al despacho
del exrector Julio Ortega Frier cartas de solicitud de empleo
desde las Colonias,24 lo mismo aun en 1944 recibía el presidente
Trujillo solicitudes de apoyo humanitario desde colonias como
Libertador, Tordesillas, Arregui y Loriente donde los colonos
aprovechaban la ocasión para manifestar su adhesión a la conmemoración del Centenario de la Independencia.25
Antonio Mediavilla, José Benita y Francisco Querol recuerdan que, cuando dejaron el país en 1945, en Pedro Sánchez
residía todavía un tal Meléndez, casado con Tatica, su mujer
dominicana.26 Como «el doctorcito» Alfredo, el referido Meléndez había resuelto apartarse de las rutas de emigración seguidas por sus compañeros para permanecer en una vida rural
a la que había logrado asimilarse. Quizás también como éste,
Meléndez creyese que allí «entre esta gente, tan miserable en
todos los órdenes, y también, empero, tan humilde, tan noble
y generosa» se encontraba mejor, editando –por caminos inesperados y humanamente trascendentes– el resultado final de
arraigo que formalmente perseguía la política inmigratoria.27
Enrique Pérez a Julio Ortega Frier, [Colonia] Pedro Sánchez, 10 de marzo de 1942.
25
Luis Tordesillas, Félix Arregui y Luis Loriente a Rafael L. Trujillo, Colonia Libertador, Dajabón 21 de enero de 1944.
26
Entrevista a los señores Francisco Querol Amorós, José Benita y Antonio
Mediavilla, ciudad de México, 10 y 15 de septiembre de 1989.
27
F. Miró, El doctorcito..., p. 3.
24
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2.2 Los refugiados en las ciudades
La vida de los refugiados en las ciudades puede conocerse
mejor. En ellas, los llegados desplegaron una extensa y variada
gama de actividades que impactaron sensiblemente múltiples
ámbitos de la vida dominicana. Sus hechos quedaron registrados en la prensa nacional, permitiéndonos, hoy, reconstruir
aspectos de su dinámica como proceso sociológico.
Cultura de élite y cultura mundana sufrieron un hondo impacto con la llegada del exilio al espacio citadino de la vida
dominicana. Con ellos llegó, como fenómeno más o menos
masivo, la conciencia modernista en artes plásticas, la música sinfónica y la declamación, ámbitos en donde se gestaron
circuitos de consumo cultural cuya huella permite reconstruir
con mayor detalle aspectos del fenómeno colectivo.
Además, fue en las ciudades donde los grupos exiliados alcanzaron a gestar estructuras colectivas e institucionales propias (clubes, asociaciones, medios impresos, entre otras) que
produjeron también un cierto acervo documental útil para la
reconstrucción social del colectivo inmigrado, sus modos de
vida y sus procesos de inserción y reemigración.
A las ciudades llegaron los refugiados tanto por vía libre (los
desembarcados hasta diciembre de 1939) como compulsiva
(los ubicados directamente desde el puerto cuando inició la
política de descompresión de la ciudad de Santo Domingo).
Santo Domingo, San Pedro de Macorís, La Vega, San Francisco de Macorís y Santiago de los Caballeros constituyeron los
escenarios urbanos donde la presencia del exilio tuvo matices
más diversos y duraderos. En ellos, los inmigrantes encontraron mejores condiciones para el arraigo en la sociedad dominicana, así éstas fuesen muchas veces precarias. Otros pueblos,
en realidad todavía bastante rurales, como Dajabón, Montecristi, San Juan de la Maguana, La Romana o Sabana de la
Mar, representaron, a lo más, espacios de tránsito en la ruta a
la reemigración. Sin duda, vivieron un impacto con su llegada,
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como Dajabón, que con sus 1,600 almas amaneció un día invadido por cientos de españoles. O San Francisco de Macorís,
Hato Mayor y San Juan de la Maguana, que también testificaron el arribo de contingentes que permanecieron durante
semanas en ellos, mientras esperaban tanto el asentamiento
definitivo en las colonias agrícolas aledañas, como la llegada
de señales positivas para la reemigración a otros puntos de la
república o del exterior.
Por ser el núcleo urbano más complejo, en todo momento fue la ciudad de Santo Domingo la que albergó al mayor
número de exiliados. En escala descendente siguieron luego
San Pedro de Macorís, La Vega y Santiago, correspondiéndole
a otros poblados menores del Cibao y del Este dar cabida a
grupos de algunas pocas decenas de personas.
Según el censo basado en los registros del Negociado de
Inmigración, durante 1940 la capital concentró al 48% de los
refugiados, siguiéndola en importancia San Pedro (8 por ciento), La Vega (6.5 por ciento) y Santiago (2 por ciento). Sin
embargo, el censo referido daba solo una visión aproximada,
por no poseer cédulas de identidad todos ellos. Según el censo
elaborado hacia 1944, la distribución geográfica de las 1145
personas en él consignadas era la que muestra el Cuadro no. 9
donde, como puede verse, la práctica totalidad del colectivo
radicaba entonces en contextos urbanos. La ciudad de Santo
Domingo seguía siendo el punto de concentración indiscutible, sin embargo otras, como Santiago y Puerto Plata daban
signos de haber incrementado sus comunidades.
Resulta interesante apreciar el modo en que se distribuían por
la ciudad los refugiados residentes en Santo Domingo. Según el
Censo levantado en 1944, cerca del 70 por ciento de las 657 personas domiciliadas allí, radicaba en viviendas particulares, hoteles
y pensiones ubicados en el marco de la ciudad colonial, hecho
que hubo de implicar un verdadero acontecimiento urbano. Sólo
las calles de Isabel La Católica, Arzobispo Meriño, José D. Alfonseca y La Mercedes sumaban 127 refugiados. El resto se distribuía
entre los barrios de San Antón, Villa Duarte y Gazcue.
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Cuadro 9
Distribución de los refugiados por lugar de residencia (1944)
Ciudades
Santo Domingo
Santiago
San Pedro de Macorís
Dajabón
La Vega
Puerto Plata
San Francisco de Macorís
San Juan de la Maguana
La Romana
Subtotal
Colonias agrícolas
Pedro Sánchez
Villa Trujillo
Juan de Herrera
Subtotal
Total
Número
657
95
74
59
53
40
36
22
13
1,049
55
21
14
1,145
Porcentaje
57.3 %
8.2 %
6.4 %
5.1 %
4.6 %
3.5 %
3.1 %
1.9 %
1.1 %
91.2
4.8 %
1.8 %
1.2 %
7.8 %
99.7 %
Fuente: Elaborado por JBAGR.
Es prácticamente imposible valorar estadísticamente la vida
laboral que tuvieron los refugiados radicados en las ciudades.
Hasta 1944, los extranjeros no estuvieron obligados a declarar
bienes y ocupaciones y, al entrar en vigor ese año la ley que lo
exigía, pocos fueron los refugiados que alcanzaron a declararlo por hallarse ya en pleno proceso de reemigración.
En cualquier caso, labores característicamente urbanas de
éstos fueron la enseñanza, los medios de comunicación, el servicio público y el comercio.
A la docencia se incorporaron muchos, lo mismo como
mentores a domicilio que como docentes en planteles dominicanos y en instituciones creadas por ellos. Alrededor de sesenta profesores españoles laboraron en sus propias escuelas.
Típicamente, se trató de equipos de cuatro o seis personas (a
veces menos) que instalaron centros docentes tanto en Santo Domingo como en ciudades medianas del interior como
Moca, La Vega, San Francisco de Macorís, Santiago, Puerto
Plata y San Pedro de Macorís. Los planteles españoles en la
ciudad de Santo Domingo fueron algo mayores, como el del
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Fuente: Elaborado por JBAGR.
Primaria elemental
Instituto Luis Vives
Puerto Plata
Primaria y Secundaria
Moca
Primaria elemental
Primaria, Secundaria, Especial
Primaria elemental
Pintura
La Vega
Primaria y Secundaria
Actuación y declamación
Santiago
Secundaria, Vocacional
Primaria superior
Primaria superior
Estudios comerciales
San Pedro de Macorís
Primaria elemental
Maternal-Secundaria, Normal
Primaria, Secundaria, Normal
Maternal-Secundaria
Primaria
Economía y administración
Teatro y declamación
Santo Domingo
Instituto Escuela Hispano-Americano
Instituto de Prácticas Psicopedagógicas
Nueva Institución de Cultura
Colegio Padre Las Casas
Escuela de Dibujo y Pintura
Nuevo Instituto Escuela Cervantes
Escuela de Arte Dramático
Instituto de Estudios Técnicos
(nombre desconocido)
Academia Benefactor
Academia Comercial Antillana
Colegio Sagrado Corazón de Jesús
Instituto Cristóbal Colón
Instituto Escuela Juan Pablo Duarte
Instituto Escuela
Escuela Española
Escuela Superior de Ciencias Económicas
Sociedad de Arte Dramático
Instituciones Españolas
Cuadro 10
Actividades de enseñanza en ciudades
Francisco Querol
Francisco Ruiz
N. Giralt
José Bárzana
Felipe Gallego
«Shum»
José Rivero
Carola Yonmar
Joaquín Hurtado
Luis Espinal
Lorenzo Berdala
Ángel Pingarrón
Enrique Darnell
Juan Pablo García
José María Casasas
Guillermina Medrano
Jesús Abadies
José Sorribes
Maruja Fernández
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colegio Cristóbal Colón, que ocupó cerca de veinte profesores
en la enseñanza de un diversificado currículo, o el del colegio
Juan Pablo Duarte, donde laboraron doce.
En instituciones de enseñanza dominicanas logró insertarse un buen número, sobre todo en instituciones de nivel superior, como las Escuelas Normales o la Universidad, donde
contribuyeron notablemente al clima intelectual en que se
desenvolvían. En la enseñanza primaria privada posiblemente
se insertasen algunos, pero en la pública parecen no haber
tenido participación, por tratarse de puestos sumamente competidos dentro de los procesos clientelares desatados por el
trujillismo.
Debe señalarse, en primer término, la veintena que laboró
en la Universidad de Santo Domingo, en su mayoría ejerciendo como catedráticos.28 También los ocho o diez adscritos a
Escuelas Normales en las ciudades de Barahona, Santiago, San
Pedro y Santo Domingo (en sus dos planteles). Otro grupo
menor, se insertó en institutos técnicos comerciales, como el
García y García (donde enseñó Poncio Sabater, luego profesor
de tantas generaciones de bachilleres dominicanos), que era
particular, o en planteles oficiales de reciente creación, como
la Escuela de Contadores Públicos y la Escuela de Administración y Contabilidad (la última, fundada por uno de ellos, el
abogado José Sorribes Soler).
También laboraron en la creación de planteles oficiales de
formación especializada, como la Escuela Diplomática y Consular de la Secretaría de Relaciones Exteriores y la de Administración y Contabilidad, adscrita a la Secretaría de Tesoro y
Comercio (que se abocaban a la formación del funcionariado
del Estado), el Conservatorio Nacional de Música y Declamación, la Escuela Nacional de Bellas Artes y el Teatro-Escuela
de Arte Nacional, espacios en los aportaron su trabajo como
diseñadores y docentes.
Ver Anexo 1.
28
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Fuente: Elaborado por JBAGR.
Escuela Normal Julia Molina
Azua
Miguel Ángel Morales
Barahona
Escuela Normal
Malaquías Gil Arantegui, Francisco Acacio Martínez
Puerto Plata
Escuela Normal
Manuel Pumarega García
San Cristóbal
Escuela Normal Benefactor
Luis Leal Crespo, Pilar Munarriz de Leal
San Francisco de Macorís
Ricardo Pons Rubio, Carlos González Sanz, Ulpiano
Escuela Normal
Díaz Herrero
San Juan de la Maguana
Manuel Cluet, José Bellosta Otín, Eduardo Fajardo
Escuela Normal
Suárez
San Pedro de Macorís
Lorenzo Berdala, Ángel Pingarrón, José Mataix,
Escuela Normal Superior
Encarnación Funcia Armenteros
Liceo Secundario José Joaquín Pérez
Miguel Anglada
Santiago de los Caballeros
Escuela Normal Francisco U. Espaillat
Claudio Fournier, Juan Mascaró, José Rial
Santo Domingo
Instituto Comercial García y García
Poncio Sabater
Escuela de Contadores Públicos
Ricardo Martín
Escuela de Enfermería de la Cruz Roja Dominicana
María Canals de Junyer
Escuela Industrial de Señoritas
María Díaz del Solar
Escuela Normal de Señoritas
Fernando Sainz, Vicente Llorens
Escuela Normal Superior
Federico Izquierdo, Manuel Cluet
Conservatorio Nacional de Música y Declamación
Maruja Fernández, Félix Gordillo, Alfredo Matilla
Teatro-Escuela de Arte Nacional
Antonia Blanco, Emilio Aparicio
Escuela Nacional de Bellas Artes
Manolo Pascual, Josep Gausachs, José Almoina
Escuela Diplomática y Consular de la República
Alfredo Matilla, José Almoina, Segundo Serrano,
Dominicana *
Jesús Galíndez
Escuela de Administración y Contabilidad **
José Sorribes
Cuadro 11
Docencia en instituciones superiores dominicanas
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No pocos trabajaron simultáneamente en dos o más de las
instituciones superiores señaladas, cosa que no impide afirmar
que el listado total de quienes ejercieron funciones en esas
instituciones debe contener no menos del medio centenar de
personas.
Como tutores privados muchos encontraron un empleo más
o menos estable. Más allá del conocido caso de José Almoina
Mateos, instructor personal de Ramfis Trujillo, hay testimonios
del desempeño ocasional de los refugiados en ese tipo de tarea.
Algunos refieren haber preparado pedagógicamente a jóvenes
de la élite burocrática y de la vieja colonia empresarial española, que veía en ellos no sólo un buen nivel de preparación sino
ciertos atributos raciales deseables. Fue el caso del ya señalado
Ramón Costa Jou, que durante tres años impartió clases particulares a los hijos de un empresario de la vieja colonia hispana
pues éste no «quería que sus hijos [...] tuvieran contacto con
los dominicanos, por cuestiones de raza».29 Cursos de profundización de conocimientos para la preparación de exámenes
oficiales proporcionaron la materia a la que varios se dedicaron. Incluso algunas mujeres contratadas como cocineras en
domicilios de la vieja colonia hispana, extendieron sus labores
a la crianza de menores. Este tipo de actividad docente puede
hallarse subvalorado, pues es un aspecto que aflora frecuentemente en las personas que se ha entrevistado.30
Los medios de comunicación constituyeron un espacio del
que dependieron muchos, fuese como colaboradores pagados
Entrevista a Ramón Costa Jou…
No han sido citados, por ejemplo, los casos de Manuel Barberán, Cristina
Ulibarri, Poncio Sabater y Amelia Quintana, que fueron también tutores
privados en domicilios de la élite burocrática y empresarial. Otros casos
de desarrollo como tutores privados los brinda el artículo de María Molina, «Republicanos españoles en el Caribe y en México. Tres naciones,
tres momentos, un mismo exilio», en Claudio Lozano, El exilio pedagógico,
ed. 1939, Barcelona, Cooperativa Universitaria Sant Jordi, 1999. Entrevista a la señora Mercedes Sabater de Macarrulla, Área de Fuentes Orales,
AGN.
29
30
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de la prensa diaria y periódica dominicana, como operarios
técnicos en su producción o como impulsores de proyectos
editoriales propios.
Una larga lista de refugiados alcanzó a dejar huella en los
medios impresos de esos días, revelándonos el profuso influjo
cultural que pudo tener su presencia en la vida de los lectores
dominicanos. Al respecto, resultan particularmente cortas las
referencias que brinda en Memorias de una emigración Vicente Llorens sobre colaboración de los llegados en los medios
impresos dominicanos, ya que sólo alcanza a consignar una
treintena de colaboradores. En realidad, no menos de 120
refugiados contribuyeron con ensayos, narraciones, artículos
de divulgación o caricaturas a la confección de la prensa periódica de Santo Domingo y de ciudades del interior como
Santiago, San Pedro de Macorís y El Seibo. La participación
fue particularmente extensa en el diario La Nación, que debe
muchas páginas de los años 1939-1945 a las colaboraciones de
los llegados, como también las deben varias revistas culturales de carácter institucional (como los Anales de la Universidad
de Santo Domingo, la Revista de Educación, la Revista Finanzas, la
Revista Jurídica Dominicana o la Revista Militar) y privado (Cosmopolita, Hogar, Artes y Letras, entre otras).
El Cuadro no. 11 registra los colaboradores españoles en
cada medio,31 permite apreciar en conjunto el número de los
que colaboraron en cada publicación periódica. Con frecuencia, los dedicados a este tipo de oficio periodístico, colaboraron con más de un medio, cosa que implica que el grupo de
160 autores censados en el Cuadro fuese, en realidad, menor
en término de personas. No fueron tantos los que se especializaron en la colaboración periodística, pero tampoco fueron
muchos menos.
Se trata, por supuesto, estrictamente de colaboradores refugiados en el
país, aclaración que debe introducirse aquí para destacar que muchos
otros colaboradores españoles del exilio firmaron en la presa periódica
nacional del lapso 1939-1945.
31
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En medios como La Nación, la Revista de Educación, los Anales
de la Universidad de Santo Domingo, la Revista Militar y varias más
de las arriba mencionadas, la presencia de los exiliados llegó a constituir un elemento clave de identidad y continuidad
temática. Basta examinar la trayectoria 1938-1946 de algunas
épocas de, por ejemplo, la Revista de Educación y la Militar para
corroborar claramente la coyuntura de la colaboración de los
llegados.
Cuadro 12
Colaboradores en medios escritos dominicanos
Medio
La Nación
La Opinión
Listín Diario
La Información
Diarios
Revistas
Anales de la Universidad de Santo Domingo
Revista Militar
Hogar
Revista de Educación
El Génesis
Revista Jurídica Dominicana
Revista Finanzas
Cuadernos Dominicanos de Cultura
Cosmopolita
Artes y Letras
Boletín del Archivo General de la Nación BAGN
La Poesía Sorprendida
Clío
Revista Mundo
Fuente: Elaborado por JBAGR.
Número de
colaboradores
54
15
5
2
15
13
12
9
8
7
6
5
5
4
3
2
1
1
Ciertas condiciones facilitaron la relación entre los exiliados
y la prensa dominicana. Por un lado, el hecho de que la prensa
diaria de circulación nacional se hallase en el proceso de recomposición que indujo el nacimiento del diario La Nación en
febrero de 1940, y su progresivo ascenso como portavoz de los
deseos del Gobierno, coyuntura que favoreció el empleo de los
intelectuales llegados en el impulso de un periódico de factura
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moderna, ilustrada y vertida a la difusión de la obra modernizadora inspirada por el jefe máximo del Estado dominicano.
Por el lado de los exilados existía saber y necesidad. Ambas
circunstancias hicieron de la comunicación un sector de actividad relevante en la vida de no pocas personas. Una minoría
de estas prolongaba trayectorias de colaboración periodística
iniciadas en España, la gran mayoría se insertó en ello buscando medios de sostenimiento.
Como recuerda Llorens, los cinco dólares que pagaba La
Nación por escrito constituyeron para los intelectuales exiliados un recurso adicional de subsistencia, que se aunaba al de
los cargos que ya desempeñaban muchos en la Universidad y
en oficinas del Estado. Sin embargo, en la mayoría de los casos
de colaboración escrita, la movilización de capacidades intelectuales devino de la precaria situación económica en que se
vivía. Los pagos de La Nación representaban, a veces, el monto
del subsidio que podía recibirse en las Colonias por parte de
los organismos de ayuda. La escritura periodística se convirtió,
así, en una nueva forma de vida para personas que contaban
con el nivel cultural necesario. Esta dinámica es puntualmente
reflejada en el testimonio que años después daría Quirze Grifell sobre la forma en que logró salir Anna Muriá de la colonia
agrícola en Dajabón:
Al cabo de tres semanas conseguimos que el gobernador
nos diese permiso de irnos. Como habíamos enviado un
artículo cada uno, no recuerdo de qué trataban, no valía
la pena, al diario La Nación [...] y el director nos envió una
carta de aceptación [...] dijimos al gobernador: «Ves, tenemos trabajo en La Nación, nos publican. Así que a ver si
podemos irnos a la capital». Y nos dijo que sí.32
Quirze Grifell, Anna Muriá, álbum de récords. Tomado de Teledebat
Ozama, Dossier de Treball: Vicenc Riera Llorca, en : http://www.xtec.es
32
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La Nación constituye una fuente primordial para conocer
en detalle la relación de los exiliados con la sociedad dominicana. Posiblemente influyese en la apertura de oportunidades
que el diario brindó a la colaboración intelectual de los llegados (que también se insertaron en sus procesos tipográficos
de producción), el hecho de que su primer director fuese el
exilado canario Elfidio Alonso, que fue quien enfrentó el proceso de instalación de maquinarias, creación de estructuras de
administración y definición del concepto informativo que lo
caracterizaría. Sin embargo, tras la partida de Alonso ocho o
nueves meses más, el diario sostuvo y amplió sus relaciones
con el exilio al requerirle no sólo ensayos políticos, filosóficos
y culturales de cierto vuelo intelectual, sino textos de carácter
meramente divulgativo. El marcado perfil hispánico que ostenta el diario durante el lustro siguiente se sostiene en la labor
de divulgación de la ciencia, la literatura y la cultura española
y universal llevada a cabo por individuos culturalmente aptos
para hacerlo. Abogados, médicos, ingenieros, artistas, administradores, militares, pedagogos, etc., ninguno en posesión
de trayectorias señaladas en la cultura de la España peregrina,
pero que, armados de los pocos libros con que llegaron o de
los que con ese fin se hicieron, dieron vida a las secciones del
diario durante años.
También las ediciones propias dieron ocupación a núcleos
de personas. Quince publicaciones (tres periódicos y doce revistas) tuvieron los exiliados en Santo Domingo. Democracia, el
semanario de los sectores prietistas en el país, fue la publicación de existencia más prolongada, pues se editó entre febrero
de 1942 y junio de 1945. Fue, por su extensión, contenido y tiraje, la más importante, con ediciones de hasta mil ejemplares.
Por la República, el quincenario de los grupos negrinistas, fue el
segundo en importancia, con un tiraje de 750 ejemplares.
Las restantes fueron empresas de menor duración, que poca
estabilidad laboral pudieron haber brindado a quienes las gestaron pero que, al fin y al cabo, constituyeron medios de inser-
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ción laboral. Subempleados a menudo, fue en esa forma como
muchos pudieron dejar Santo Domingo. Revistas como Ozama,
vendida a un costo de cinco centavos de dólar, pronto desaparecieron, no por baratas sino debido a la partida de sus editores.
Sin embargo, proyectos como Rumbo o Eri (pueblo, en euskera),
publicado en La Vega, alcanzaron una vida relativamente larga
y desaparecieron hacia mediados de los años cuarenta, cuando
los servicios policíacos objetaron su contenido.
En una medida importante, el consumo de la prensa periódica española parecen haberlo sostenido lectores dominicanos. Sintomáticamente, la biblioteca de que se valió Vicente Llorens para reseñar la obra del exilio en Santo Domingo
carece de varias de las publicaciones de los refugiados, como
tampoco cuentan con ellas muchos de los acervos especializados del exterior, lo que refuerza la idea de que sus dueños
tendieron a ser dominicanos.
También lo fueron de las diferentes ediciones de autor que
todavía hoy es posible encontrar en bibliotecas privadas dominicanas. Muchos de los asiduos articulistas y colaboradores
en medios dominicanos y españoles editaron obra individual
en el país. Sin ser extensa, la bibliografía dominicana de los
exiliados, deja ver algo del modo en que el oficio de escritor
constituyó para muchos una forma de subsistencia en la sociedad que los albergaba. Su actividad intelectual de divulgación
cultural no se debió, como señala Malagón refiriéndose a su
producción literaria, a ninguna suerte de «afán escribidor»:
en la transgresión de oficios y campos de actividad profesional
que muchos realizaron en el país, subyacían las precarias condiciones de existencia que enfrentaban.33
Javier Malagón Barceló, «El exilio en Santo Domingo», Presencia Hispánica, (2), Santo Domingo, 1988. Del mismo autor, véase «Los profesores
españoles exiliados en la Universidad de Santo Domingo», Boletín de la
Fundación Rodríguez Demorizi, no. 4, Santo Domingo, 1981.
33
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Cuadro 13
Publicaciones periódicas impulsadas por los exilados
Publicación
Agora
Archivos de Medicina,
Cirugía y Especialidades
Catalonia
Cuadernos a Galatea
Democracia
Dirección
Baltasar Miró
Carácter
Literaria
Antonio Román Durán
Científica
Albert Ginestá
Segundo Serrano Poncela
Juan José Zamora
Eri
Finanzas
Hogar
Juventud Española
Nuevo Mundo
Ozama
Panamérica
Panorama
Por la República
Rumbo
Pedro Heras
José Sorribes Soler
Roque Nieto Peña
Colectiva
Juan José Zamora
Antonio Deltoro
Segundo Serrano Poncela
Segundo Serrano Poncela
Justo Tur Puget
Ricardo Mella Serrano
Cultural
Literaria
Político y
cultural
Política y
filosófica
Científica
Informativa
Política
Informativa
Informativa
Informativa
Informativa
Política
Política
Fuente: elaborado por JBAGR.
También la producción radiofónica constituyó un espacio
laboral en el que varios hallaron medio de subsistencia. A veces de modo fallido, como en el caso de los programas que
fracasaron por efecto de la censura oficial en materia de enfoque sobre la guerra mundial, pero relativamente persistentes
en giros dedicados a la cultura general, la dramatización y la
declamación radiofónicas. Como en México, los refugiados
pusieron su dicción y sus mejores engoladas voces teatrales al
servicio de programas de entretenimiento, de cortos comerciales y de radionovelas. Una veintena de ellos logró cierto
éxito en la producción local de dramas radiofónicos presentados por actores profesionales como Antonia Blanco, Emilio
Aparicio y Antonio Graciani, que sostuvieron empresas como
la Compañía Radio Teatral Mosaico Español.
La interrupción impuesta por la guerra mundial al arribo de
compañías teatrales extranjeras, de cuyas giras dependía ese
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tipo de espectáculo, abrió oportunidades a pequeños grupos
dedicados a la producción viva de representaciones teatrales y
radiofónicas.
El arte dramático dominicano debe mucho a la presencia
del exilio español. La primera escuela nacional de arte dramático, sintomáticamente bautizada Teatro-Escuela de Arte
Nacional en evocación cercana a la escena teatral de la España
republicana, fue gestada en 1946 por actores exiliados, que
para entonces ya coronaban la trayectoria de un movimiento
de fomento teatral iniciado desde principios de 1940 por el
Teatro Universitario que estableció Vicente Llorens y sus históricas representaciones de Tirso de Molina en las Ruinas de San
Francisco. Poco antes de esas sonadas representaciones en las
citadas ruinas, Antonio Graciani y Enrique López de Alarcón
anunciaban la creación de dos pequeñas compañías teatrales;
la Compañía Española de Comedias, del primero, escenificó
algunas obras en el teatro Julia de Santo Domingo.
Para los días del incidente, el exilio había contribuido en
la creación de un manifiesto ambiente teatral nacional. En la
capital era frecuente la representación de obras teatrales por
parte de compañías formalmente establecidas como La Farándula y la Española de Comedias, a las que se aunaban los recitales poético-literarios que tomaban lugar en espacios como
el Ateneo Dominicano. También creció el ambiente dramático de ciudades del interior, como Santiago, San Francisco de
Macorís y La Vega con las escenificaciones de Carola Yonmar,
Ruddy del Moral y Emilio Aparicio quienes paralelamente fundaron centros de enseñanza en las primeras dos ciudades.
Bajo un esquema empresarial, o bajo uno filantrópico, del
que, sin embargo, se recababa solidaridad local, como en el
caso de los cuadros escénicos del Centro Democrático Español
(Santo Domingo, 1943), del Club Hispano-Dominicano, de la
colonia Pedro Sánchez o del Club Catalá (Santo Domingo,
1942), este tipo de actividades vinculadas con el espectáculo y
la comunicación ocuparon otro sector de los llegados.
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La función pública, el empleo dentro del Estado, constituyó un espacio en el que también algunos lograron insertarse,
desempeñando labores de innovación y asesoría. Un núcleo
de cinco o seis personas trabajaron junto con Guillermina Medrano, por ejemplo, en la creación y desempeño del Servicio
Técnico Pedagógico de la Secretaría de Estado de Educación.
En la de Relaciones Exteriores laboró asimismo el grupo que
gestó la Escuela Diplomática, como también el que generó la
Escuela de Administración y Contabilidad en la Secretaría del
Tesoro.
Aunque las normas oficiales limitaron el ejercicio profesional
privado, algunos médicos laboraron en hospitales del Estado,
particularmente en los del Ejército donde galenos como Emilio
Jubés Bobadilla y Rafael González Rodal quedaron encargados
de instalar áreas de sanidad militar. Además de lo relacionado
con la medicina, otros encontraron empleo en las Fuerzas Armadas como instructores de navegación, de artillería y armeros.
De menor extensión son los grupos que se integran en
otras ramas de la administración pública: el ingeniero catalán
Eduardo Barba Gose interviene como asesor en las secretarías
de Agricultura, Industria y Trabajo y en la de Economía; Aniceto León Garre es también asesor en la cartera de Agricultura;
Alfredo Lagunilla Iñárritu funge como auxiliar técnico en la
Secretaría de Tesoro y Comercio. En el Consejo Administrativo de la ciudad laboran algunos más: el arquitecto Bernardo
Giner de los Ríos queda encargado de desarrollar un plan de
desarrollo urbanístico mientras que artistas como Luis Soto,
José Rovira y José Vela Zanetti se encargan de las obras de restauración arqueológica que se efectúan en el Convento Dominico, en la Catedral Primada y los templos de Santa Clara
y San Andrés. El Consejo Administrativo de la ciudad capital
contrata tres catalanes profesionales en jardinería.
El segmento del exilio que encontró mejores condiciones
de desarrollo en la sociedad dominicana fue el de los artistas
plásticos. No se quiere decir con esto que su vida en el país
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fuese holgada o estable (que en algunos casos lo fue), sino
que, por lo general, todos pudieron emplearse como tales o,
al menos, dedicar tiempo al desarrollo de su obra. En su obra
sobre el exilio artísitico español en el Caribe, María del Pilar
González Lamela contabiliza treinta y nueve artistas (incluidos
arquitectos) laborando de modo aproximadamente activo en
Santo Domingo y ciudades del interior.34
En actividades mercantiles o empresariales los refugiados
lograron una inserción difícil de precisar. Como se dijo ya, la
vieja colonia española pronto ocupó sus cualidades formativas y los empleó en sus negocios, como mandos en puestos
administrativos, agentes de ventas a comisión o como simples
dependientes de piso. También la colonia sirio-libanesa proporcionó puestos de trabajo, sobre todo en ciudades del Este
como La Romana, San Pedro de Macorís y Hato Mayor.
Pocos fueron los que establecieron empresas mercantiles. Indicios frecuentes los ubican en el giro de las representaciones
foráneas, mayormente las editoriales. Algunos establecieron
librerías, como los hermanos Escofet (y su Instituto HispanoAmericano del Libro y la Prensa, en Santo Domingo), Ferrán
Pons (San Pedro de Macorís), Luis Carreras y Jaime Llopart
(Santiago). Algunos representaron casas editoras de La Habana, México y Buenos Aires, como el señor Roque Nieto Peña,
agente de la editorial González Porto.
De menor importancia como medio de vida para la colectividad republicana fueron las actividades industriales o
artesanales. Hubo pocas empresas propiedad de refugiados,
quienes, evidentemente, carecían de recursos para iniciarlas.
Joan Durán refiere alrededor de catorce industrias emprendidas por catalanes, seis de las cuales realizaron producciones
nuevas en el país. Llorens informa sobre otras pocas más pero,
María del Pilar González Lamela, El exilio artístico español en el Caribe:
Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico. 1936-1960, A Coruña, Edicios Do Castro, 1999.
34
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en conjunto, no pasaron de veinte las industrias o talleres de
producción en manos de la colonia refugiada y fueron de corta duración.35
Según lo reseña el propio Durán, algunos lograron cosas
interesantes en relación con el nivel de desarrollo local, como
fue el caso de Ugedo, que introduce la fabricación mecánica
de losetas cerámicas; el arquitecto Francisco Fábregas (fabricación de muebles estofados, que incluso llega a exportar);
José Torres Picard (primera fábrica de envases de cartón);
José Xammar (fabricación de juguetes y anuncios de madera);
Genaro Costas y José Rovira (fabricación de pintura al óleo
con materias primas nacionales).36 Raymundo Morales Veloso
ensaya la fabricación de bebidas alcohólicas exóticas como el
brandy y el ron-champagne; Francisco Dorado y Manuel Armada, fundidores, produjeron piezas para los ingenios azucareros dada la escasez de éstas por la guerra mundial y montaron la única fundición (la Artística Dominicana) que maquiló
piezas de gran tamaño en bronce, como las que decoraron
el Monumento a la Independencia Financiera o la numerosa
bustografía cívica de que se hicieron cargo los escultores. El
ingeniero Ángel Rayo del Campo, artillero, instaló un servicio
de compostura de teodolitos que encontró enorme demanda
local. Por carencia de técnicos especializados en su reparación,
cuando tales artefactos se dañaban en el país la única alternativa era sustituirlos.37
Un ejemplo del impulso industrial que muchos intentaron
hacer triunfar en el intento de asentarse en el país queda
J. Durán, «Catalans a la...»; V. Llorens, Memorias de una..., pp. 44-48.
J. Durán, Loc. cit., p. 186.
37
Rayo del Campo describe que se le hizo llegar a la capital desde Montecristi para reparar un arsenal de alrededor de «doscientos» teodolitos y
tránsitos de ingeniería civil descompuestos en poder de la Secretaría de
Obras Públicas. Entrevista al ingeniero Ángel Rayo del Campo... «Entrevista con Francisco Dorado», Por la República, Ciudad Trujillo, no. 13,
1942.
35
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descrito en la misiva que hizo llegar al generalísimo Rafael L.
Trujillo el señor José María Xammar anunciándole con júbilo:
Hoy, con legítimo orgullo, puedo ofreceros algo hijo de mi
buena voluntad amparada por las condiciones del país cuyos destinos trazasteis y conducís. En un ruinoso edificio al
lado del río Ozama, probablemente a partir de la semana,
próxima, se elaborarán diariamente 500 hojas de cartón
que ahorrarán a la economía dominicana una importante inversión anual que el extrangero [sic] absorbía hasta
ahora.38
Un curioso giro productivo se gestó alrededor de la industria fotográfica, actividad en la que algunos laboraron.
El testimonio de los señores Francisco Querol, José Benita y
Antonio Mediavilla es interesante, en este sentido, pues refieren que los refugiados llegaron a instalar una extensa red de
«fotomatones» (cabinas de fotografía públicas) en la ciudad
de Santo Domingo, «al menos cuatro, uno en la José Dolores
Alfonseca, otro en la Mella, otro en El Conde y otro en el
parque Independencia». Esos fotomatones los trabajaban en
comunidad quienes por entonces eran 7 u 8 jóvenes cuadros
del PSUC arribados a Pedro Sánchez, quienes jocosamente
recuerdan que llegaron a tener gran fama por su especialidad en «blanquear» a la gente, alterando la exposición y los
químicos durante el revelado. Uno de ellos indica que a él
le pedían: «oye epañita, no me vayas a sacar prieto».39 En la
ciudad de Santiago, otro que al parecer se hizo famoso lo fue
el señor Bernardo Pasaporte, quien hacia verdadero honor a
su apellido –que ese era– conduciendo un «fotomatón» en la
calle 30 de Marzo.
José María Xammar Sala a Generalísimo Rafael L. Trujillo, Ciudad Trujillo, 9 de abril de 1940.
39
Entrevista a los señores Francisco Querol Amorós, José Benita Solano y
Antonio Mediavilla Velo...
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También carencias monetarias determinaron el que pocos
artesanos desarrollaran sus especialidades. Algún sastre logró
abrir su taller de confección, aunque debe señalarse, por otra
parte, que la costura a domicilio tuvo alguna importancia entre las mujeres, lo mismo que la fabricación de alpargatas, actividad que parece haber tenido mayor importancia de la que
permite suponer el anecdótico comentario de Llorens sobre
el alpargatero Calzada, quien, en realidad, llegó a establecer
un taller para manufacturarlas donde hallaron empleo varios
refugiados. La propaganda de las alpargatas de «Clemi» fue
estable en el semanario republicano Democracia durante los
años que existió, hecho que revela una inserción ocupacional
relativamente exitosa.
Como labor femenina, el corte y la confección de ropa
es frecuentemente citado en los relatos autobiográficos. En
unión con otra compañera de exilio, Llanos Navarro, refugiada en Pedro Sánchez, abandonó la Colonia luego de dedicarse
a confeccionar allí a domicilio ropa para un comerciante en
telas radicado en San Pedro de Macorís, desde donde luego se
desplazó a Santo Domingo. En la capital, continuó laborando
un tiempo como modista, llegando a percibir un dólar por
pieza, precio bastante menor de los 3 ó 4 que cobraban las
costureras locales. En su testimonio, la señora Navarro recuerda que otras refugiadas también lo hacían, entre ellas algunas
especializadas en la fabricación de corsés.40
Otros encontraron empleo como obreros en las artes
gráficas, la industria azucarera y la de la construcción. La
Opinión y La Nación, por ejemplo, los emplearon en sus linotipos, especialidad que les permitió también insertarse en
otros espacios editoriales públicos y privados, como la revista
Cosmopolita o los talleres gráficos oficiales que describe en su
testimonio José de la Colina Gurría.41 Varios laboraron en la
Entrevista a Llanos Navarro. PHO-10-Esp/24.
Entrevista a José de la Colina Gurría. PHO/10/esp. 51
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construcción, quizás más como maestros que como obreros,
como pareció ser el caso de los que laboraron en la edificación del Hotel Jaragua, del que varios fueron llevados a
trabajar en Venezuela. Otros giros fabriles, sin embargo, no
representaron fuentes de empleo importantes, lo que era extensión natural del débil desarrollo de la manufactura en la
economía dominicana.
Salvo un sector relativamente pequeño que logró empleos
estables y medianamente remunerados, la mayoría tuvo una
gran inestabilidad laboral y, a veces, aunque se contase con
empleo, el ingreso por lo general fue bajo.42
Una lista de «refugiados extremistas» elaborada por la
inteligencia policíaca del régimen hacia 1944, permite reconstruir las ocupaciones del refugiado, diríamos, común,
cosa que no carece de interés, dado que los grupos descritos
hasta el momento integraron una suerte de clase media, no
exenta de los rigores del transtierro, claro, aunque algunas
veces bien acomodada, como los académicos vinculados con
la cultura (universitarios, periodísticos, artísticos, etc.), el
funcionariado y con otras ocupaciones que les permitieron
desarrollar cierta trayectoria y permanencia dentro de la vida
dominicana.
Conteniendo la descripción de 92 perfiles personales (profesión, empleo, peligrosidad), ese listado permite describir
ocupacionalmente 52 casos, que revelan lo siguiente:
– Seis hombres se dedican a la venta de víveres a domicilio.
Otros dos sostienen locales en el Mercado Modelo (15 por
ciento).
–Otros cuatro aparecen formando parte de pequeños giros
artesanales (2 modistas, 1 sastre, 1 fundidor) (7 por ciento).
Cartas a la JARE que he consultado dan cuenta del desempeño de hasta
nueve empleos en el transcurso de dos años. Los salarios mensuales que
reportan oscilan entre siete y quince dólares al mes.
42
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– Cuatro trabajan en la restaurantería: como meseros (3) y
cocinero. (Hotel Jaragua y Café Hollywood) (8 por ciento).
– Tres son obreros de Colchones King. Dos son linotipistas
en La Nación. Otro es chofer de guagua «donde Palé». Otro
trabaja en una «bomba de gasolina». Uno más es mecánico,
en tanto nueve se ocupan como empleados de piso en comercios de distinto tipo (farmacia, calzado, moda) (35 por
ciento).
– Tres laboran como oficinistas en la compañía de teléfonos.
Otro trabaja en la Legación Británica. Hay un traductor. Dos
se dedican a vender libros, aunque no parecen poseer librerías. Tres son comisionistas de casas comerciales. Dos son
profesores de escuela (23 por ciento).
– Seis son dueños de pequeños talleres (ebanistería, fabricación de calzado, tejido de sillas, etc.) (11 por ciento).
Sin constituir más que una descripción, los distintos agrupamientos permiten captar el aspecto de si esas personas
dependían o no de un empleador y los espacios en los que
se sostuvieron algunos de los llegados, particularmente los
que desempeñaron tareas anónimas dentro del mundo urbano.
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Giros ocupacionales de los refugiados en las ciudades
Mig u e l
Olmedilla
Fuente: de semanario Democracia,
Santo Domingo, 1942-1944.
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Una de las pocas Actas de la Junta Pro-Inmigración que se
preservan, resulta expresiva de los giros que muchos pretendieron desarrollar para poder subsistir en el país:
El Sr. secretario, da cuenta de las peticiones hechas por el
Sr. Belda, quien solicita una ayuda de doscientos dólares
para terminar sus trabajos de agricultura que realiza en
Baria y Doblegar, otra de las señoritas Luisa Amas y Mer­
cedes Lafuente solicitando un préstamo de doscientos dó­
lares para montar un taller de modista, otra del Sr. Ángel
González Gil Roldán, quien solicita cuarenta dólares para
efectuar el primer pago del instrumental necesario para
montar un servicio odontólogo en la colonia «El Llano»
donde residirá como colono, otro del Sr. Roberto Alfonso,
quien solicita ayuda para montar un taller de yeso y otro
de los Sres. Joaquín Agut Gasco, José Cazorla, Jaime Ayala
y Fernando Moll, solicitando cuatrocientos dólares para
montar un bar-restaurant.43
Dadas las precarias condiciones de subsistencia, en las ciudades los refugiados adoptaron formas colectivas de vida como
forma de maximizar los escasos recursos con que contaban.
Se trató del viure en república [vivir en república] que recuerda Teresa Pámies, que plasmó en la memoria colectiva de los
habitantes de Santo Domingo imágenes como la de la esquina
de la calle Padre Pina con Duvergé, donde se halló el famoso
Kremlin, edificio en el que vivieron, según se dice, cerca de
cien exiliados.
La república, una estrategia colectiva de subsistencia desplegada bajo formas de división sexual de las tareas que permitía
a los llegados maximizar sus recursos, constituyó un mecanis Elfidio Alonso, Un europeo en el Caribe. (Edición y Estudio Crítico de
Félix Rodríguez Mendoza), Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2005,
p. 176.
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mo seguramente extendido a otros ámbitos en la existencia
del exiliado y de la propia vida urbana dominicana. No sólo el
Kremlin quedó en la memoria de la ciudad capital, quedaron
las tertulias de La Cafetera, la urna de propinas de los meseros catalanes del Hollywood y muchas otras formas de acción
y participación colectiva que los emigrados pusieron ante los
ojos de los dominicanos.
En términos del espacio urbano, ese contacto fue extendido.
Las imágenes de vida dominicana que revive Llorens dan idea,
a lo más, de la trayectoria de un estrato social: el de los intelectuales vinculados con la función pública y con la Universidad
que tendieron a ocupar una treintena de casas medianamente
instaladas en el nuevo barrio de Gazcue, con sus bellas calles
sembradas de almendros. La gran mayoría, en cambio, vivió en
las viejas casas de la ciudad colonial, en el Kremlin, en hoteles
y pensiones de carácter modesto situados en las inmediaciones
del Mercado Nuevo, en San Carlos y Villa Francisca. Algo de
ello quedó plasmado en la literatura exiliada de Baltasar Miró,
Josep Forné y Vicenç Riera Llorca, que describen la vida del
pobrerío urbano dominicano, la violencia sexual y racial de
los bajos fondos citadinos y otros aspectos más que permiten
situar las vivencias dominicanas de los exiliados.44
Fue en las ciudades donde los exilados produjeron formas
colectivas de acción organizada, si bien éstas no alcanzaron
a tener la diversidad que conocieron en sociedades como
la mexicana, donde, además de las formaciones partidarias,
emergieron instituciones endógenas para el impulso productivo y cultural, como las empresas financiadas por la JARE, los
colegios del exilio o las cajas mutuales de autoayuda.
Las instituciones políticas de los refugiados cobran expresión pública con la creación de periódicos y organizaciones
sociales a mediados de 1941, debido a que por entonces el
José Forné Farreres, Paisaje y acento. Impresiones de un español en la República Dominicana, Ciudad Trujillo, Ediciones La Opinión, 1943.
44
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régimen se muestra más tolerante hacia la expresión política
de los extranjeros y más a tono con las causas democráticas
que alimenta el ascenso bélico.
Como en todas partes, también en Dominicana se vivieron
hondas tensiones políticas, cosa que, sin duda, agravó la severa
penuria y la lucha por la desigual distribución de los escasos
recursos canalizados, primero, por la Junta Pro-Inmigración,
luego por la JARE y, finalmente, por las Hispanas Confederadas, la American Friends Service Comitee y otros donantes
dispersos.
Como en todas partes, la escisión Prieto-Negrín constituyó
el parteaguas esencial en que se desempeñó la política local
interna de los refugiados, tema que no es posible abordar aquí
pero que deja entrever como una posible peculiaridad de la
historia de los llegados aquí el hecho de que tales disputas
confrontasen aquí a sectores aparentemente marginados dentro del exilio, como los anarquistas, segregados ex-profeso del
embarque de los dos mil refugiados que llevó Pablo Neruda
en el Winnipeg a Chile, y segregados también de los primeros embarques mexicanos organizados por Gilberto Bosques
y Fernando Gamboa. O como las fracciones juveniles del
Partido Socialista Unificado de Cataluña evacuados, casi por
definición, una vez se había hecho salir de Francia a los lideres adultos. Así, un proceso aparente de criba, en el que pesaron equilibrios de poder y lógicas políticas de evacuación en
función de jerarquía, edad, etc. produjo la llegada al país de
fracciones políticas minorizadas o en desventaja dentro de ese
gran combate.
Políticamente, los refugiados se dividían, de manera típica,
en prietistas y negrinistas y a esa división corresponden los organismos y la acción cultural que comienza a generarse en el
marco de la vida citadina.
En el terreno organizativo, los segundos fueron más activos,
pues fundaron tres centros sociales y tres publicaciones que,
en mayor o menor medida, les correspondían. En febrero de
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1941 se abrió en la capital el Club Juvenil España, organizado
por militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas y de las
Juventudes Libertarias, que dos años más tarde comenzaron
a publicar el periódico Juventud Española. En septiembre de
1941 salió a la luz Por la República, poco antes de que se inaugurase en Santo Domingo el Centro Democrático Español
(CDE), donde participaban el Partido Comunista de España,
el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), y fracciones locales del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y la
Unión General de Trabajadores (UGT). A finales de 1942, el
CDE abrió un local en la ciudad de Santiago.
Paralelamente, emergieron los regionalismos. Los negrinistas catalanes fundaron el Club Catalá, la Mutualidad Catalana
y poco más tarde la revista Catalonia. En la vida práctica, los
nacionalistas vascos condujeron cierta segregación del resto
del exilio, si bien no establecieron centro aparte.
Mayoritarios, los grupos identificados con Prieto, sólo tuvieron un periódico, Democracia, que reunía a representantes del
PSOE, Alianza Republicana Española, a los nacionalistas vascos
y al sector confederal. Aunque no tuvieron ningún centro social, salvo el Casal Catalá, gozaron de cierto ascendente entre
los núcleos político-burocráticos del Gobierno dominicano,
o al menos así lo hicieron en el lapso posterior al incidente,
cuando quedaron situados de su lado en la persecución contra
los comunistas.
Procesos de abierta tensión por la distribución de las ayudas
dividieron marcadamente la socialidad de los exilados tanto
del campo como de la ciudad.
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Capítulo sexto
El exilio español y su influjo en la vida política y cultural
dominicana
La corta permanencia del exilio en el país no es medida
que implique el alcance de su impacto en la vida social, política y cultural dominicana. Aunque la estancia del colectivo
refugiado fue corta (episódica para un gran número de los
llegados y distantemente conocida por la mayoría de los dominicanos), su tránsito tuvo variadas y hondas repercusiones en
el orden de la cultura, la política y la producción de imaginarios sociales.
Los republicanos desarrollaron una importante actividad en
el terreno de la cultura, en la que abarcaron todas sus formas
y niveles de expresión. Varios de los proyectos de mayor trascendencia en la vida cultural dominicana de los años cuarenta, como el establecimiento de la Escuela Nacional de Bellas
Artes, de la Orquesta Sinfónica Nacional, y del Teatro-Escuela
de Arte Nacional, deben mucho de su impulso creativo inicial
a la colaboración de los refugiados,1 que, del mismo modo, se
involucraron en la enseñanza, los medios de comunicación, la
producción científica y literaria y la función pública.
La bibliografía existente sobre el exilio español en el país
explora, justamente, sus aportes a la cultura dominicana y
quienes nos preceden en la reseña han vuelto periódicamente
sobre los aspectos más relevantes de esa actividad. Sin embargo, el tema no ha sido agotado ni en la extensión que llegó a
Una visión oficiosa detallada del aporte de los refugiados a la política
cultural del régimen aparece en el escrito de Rafael Díaz Niese «Un lustro de esfuerzo artístico». Ver: Rafael Díaz Niese, «Un lustro de esfuerzo
artístico», en Cuadernos Dominicanos de Cultura, año 2 no. 23, pp. 7-87.
1
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comportar ni en lo que ésta pudo representar en términos de
la propia historia cultural dominicana.
La más completa de las reseñas culturales, la de Vicente Llorens, adolece de dos límites importantes, legítimos y uno de
ellos advertido por el autor. Por un lado, el tratarse de un recuento mayormente basado en la memoria y no en la consulta
sistemática de fuentes de la época.2 Por el otro, el haberse realizado desde la perspectiva del refugiado que procura, quizás
esencialmente, definir la trayectoria y obra de sus compañeros
de destierro, pero que no persigue aquilatar su posición en el
contexto de la historia cultural dominicana.
Este capítulo intentará trascender algunas de las limitaciones que Llorens señaló a su trabajo, enriqueciéndolo con el
reporte de una gran cantidad de productos culturales que
no estuvieron, en su día, asequibles a la glosa del autor. En el
sentido de aquél primer orden de limitaciones, aportaremos
aquí un panorama más acabado de las actividades culturales
que los refugiados desarrollaron en áreas que recibieron de su
labor mucho más de lo que permite apreciar el deslumbrante
recuento que Llorens presenta en Memorias de una emigración.
En torno al segundo, esto es, en cuanto a la ausencia de una
reflexión sobre el aporte de esa labor en términos de la cultura
dominicana, intentaremos simplemente situarla en su contexto, sin aspirar a un análisis de mayor rigor sobre su contenido
y repercusiones culturales, cosa que nos rebasa y que sólo sería
posible aunando los conceptos de un amplio espectro de especialistas en aspectos de la historia cultural dominicana. Mucho
alcanzará a lograr este recuento si logra animar a otros a profundizar en la historia cultural de los mismos.
Quienes historiamos este exilio nos hallamos todavía en un
estadio de ubicación e identificación de fuentes, fase donde lo
que se procura es simplemente glosar pormenorizadamente
procesos sólo genéricamente conocidos. En este sentido, las
2
V. Llorens, Memorias de una..., p. 10.
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recientes ediciones puestas al público lector por el Archivo
General de la Nación significan, por ejemplo, un gran avance, al colocar la materia prima de reflexiones por abordarse
en términos de historia cultural y de historia de las ideas, en
donde es posible advertir ciertas especializaciones temáticas
más. Esa colección nos trae a la conciencia, por ejemplo, la
olvidada labor periodística de escritores, pedagogos y científicos exiliados en el país, ampliando el marco mejor conocido a
que se ciñe, a veces, la conmemoración cultural, por ejemplo,
en torno a las corrientes de innovación en las artes plásticas,
la música y en los grandes proyectos culturales en que se insertaron protagónica y creativamente intelectuales y artistas
exiliados. Contar hoy con los escritos dominicanos del insigne
criminólogo Constancio Bernaldo de Quirós, o los del apenas
conocido pedagogo Gregorio Palacín; contar con los relatos
literarios de José Forné Farreres, de Vicenç Riera Llorca, o con
los estudios dominicanos de algunos otros de ellos, representa
un avance que deberá proseguir con el análisis contextual de
la obra, su significado y aportes a la historia de la cultura dominicana.
En la idea de amplificar la labor realizada en los distintos
campos de la cultura, recurriremos aquí al socorrido expediente del tratamiento por parcelas, cosa que no es enteramente grata, pero que permitirá situar pistas para la futura
investigación y rescate cultural.
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1. El arribo de nuevas corrientes intelectuales, la
coyuntura política del régimen y la inserción de los
exiliados en los proyectos culturales del Gobierno
dominicano
Con sus nutridos sectores de intelectuales, profesionistas y
técnicos, el arribo a la sociedad dominicana de la inmigración
española de 1939 supuso el contacto con un variado conjunto
de nuevo conocimiento social en un buen número de planos.
Aunque, de entrada, resultó claro que muchas de las capacidades profesionales inmigradas desbordaban el marco de prácticas sociales y culturales que los recibía (tendiendo por ello a
migrar o a modificar la ocupación), no pocos fueron lo que alcanzaron a trasladar al país sus habilidades y conocimientos.
Los intelectuales exilados arribaron, además, en momentos en los que el régimen político se esforzaba por sostener
una imagen internacional dañada no sólo por los incidentes
de 1937, sino por la polarización internacional del debate democracia-totalitarismo en curso y por la ingente labor crítica
que, en este sentido, movilizaba la oposición en el exilio denunciando el estado de las libertades ciudadanas. Un régimen
que, por otra parte, también se hallaba en víspera de cambios
importantes tanto en materia del patrón de acumulación social como de la diversificación funcional del propio aparato
del Estado. La inminente devolución del control aduanero, el
robustecimiento del modelo de acumulación sustitutiva basado en la intervención estatal, el crecimiento sostenido de la
riqueza nacional y la expansión burocrática y funcional de un
Gobierno embarcado en la producción concreta e imaginaria
de políticas de bienestar social (salud, educación, cultura), enmarcarían, en el curso de los años cuarenta, las posibilidades
de inserción de los intelectuales refugiados.
Se produjo así, un cierto encuentro entre los intereses de dominio del régimen político y la presencia de los intelectuales inmigrados, que con el denuedo que imponía su situación general-
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mente precaria, se insertaron laboralmente y modelaron muchas
de las iniciativas de transformación que aquél intentaba impulsar.
Aunque los detractase públicamente, el régimen supo capitalizar
muchos de los conocimientos de que eran portadores.
Dos curiosos paralelismos podrían establecerse entre las políticas y las experiencias dominicana y mexicana en materia del
exilio español. El más llamativo de ellos, el de los huérfanos de
guerra y la tácita disputa entre qué ocurrió primero, si la Guardería Presidente Trujillo o los Niños de Morelia, tema que el
régimen dominicano siguió de cerca, pidiendo a su Legación
en México el reporte oportuno del clima noticioso generado
por la política mexicana del presidente Lázaro Cárdenas. El
segundo en materia de política cultural, asunto en el que el
régimen dominicano también produjo una estrategia de captación de recursos humanos intelectuales similar a la seguida
en México con la creación de la Casa de España en México
(que luego devendría en El Colegio de México), aunque de
dinámica distinta y, desde luego, de mucha menor escala.
En gran medida, la política de atracción de cuadros intelectuales con los cuales incentivar la vida cultural de instituciones
internas atravesó por la figura del rector de la Universidad
de Santo Domingo (USD), Julio Ortega Frier, que desde muy
temprano comprendió el interés que tendría el insertar a los
intelectuales españoles en su proyecto universitario, emprendiendo una verdadera tarea de reclutamiento de profesores y
disertantes españoles con el fin de enriquecer la vida cultural
de la USD durante los años 1940-1947, cuando un buen número de catedráticos y profesionistas laboró activamente en la
transformación y la institucionalización de nuevas tradiciones
académicas en la vieja universidad.
Ortega Frier fue el principal gestor de la política de asimilación de los llegados en tareas intelectuales relativas al mejoramiento cultural no sólo de la universidad sino de otras áreas
del ejercicio público y administrativo del Estado dominicano.
Los papeles de su archivo personal que conservaba, todavía
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hace algunos años, la Biblioteca Nacional, dejan ver las múltiples facetas de mejoramiento nacional que animaron su interés por insertar a los llegados en las instituciones públicas.
A pesar de las referencias históricas que ha recibido la
relación de Ortega Frier con los profesores universitarios
exiliados,3 resulta una tarea pendiente conocer si su acción se
gestó, en efecto, en el contacto con figuras de la intelectualidad española como Fernando de los Ríos (al que había conocido de cerca durante su estancia en 1938), insertándola luego
en la que desarrollaría la Unión de Profesores Universitarios
Españoles en el Extranjero –UPUEE–, como lo señalan los estudios de Constancio Cassá y Consuelo Naranjo),4 o si se trató
de una política fundada en una convicción personal sobre el
modo en que lo intelectuales refugiados podrían coadyuvar a
las necesidades formativas del Estado dominicano.
En los papeles citados, el contacto con Fernando de los Ríos
no va más allá de una carta del 4 de abril de 1940, donde éste
le solicita recibir en su despacho al señor Carlos Giner, refugiado en Santo Domingo. De los Ríos inicia la carta afirmando
«no sabe con que violencia me dirijo a Usted para molestarle
una vez más abusando de su benevolencia y comprensión... Se
trata hoy del único primo carnal de mi mujer, sobrino carnal
también de Francisco Giner de los Ríos...».5 En su respuesta al
exembajador de la República Española, Ortega Frier indicaba
La relación de Ortega Frier con los refugiados ha sido tratada por Vicente Llorens y Javier Malagón Barceló en los textos hasta aquí citados. También en: Guillermina Medrano, «Mis recuerdos de Don Julio», Ibídem,
pp. 117-120.
4
Ver: Constancio Cassá, «Influencia de los refugiados españoles en la
Universidad de Santo Domingo», en El exilio español..., pp. 67-68, Consuelo Naranjo Orovio, «Las redes de un exilio errante: republicanos españoles en Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba», en El exilio español...,
pp. 131-159.
5
Fernando de los Ríos a Julio Ortega Frier, Nueva York, Biblioteca Nacional, Papeles de Julio Ortega Frier (en lo sucesivo BN, PJOF), 4 de abril
de 1940.
3
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«...el nombre del distinguido pariente de su esposa no me es
extraño y conozco las buenas cualidades que posee... no olvide Don Fernando que sus deseos son para mí un honrador
mandato...».6
Aunque De los Ríos lamenta «molestarle una vez más», el
tono de discreción que anima el intercambio permite suponer que de la intervención de Fernando de los Ríos no había
dependido la labor de asimilación de los llegados desarrollada
por el rector desde finales de 1939, labor que, por entonces,
se concretaba ya en la incorporación de un buen número de
profesores y profesionistas en la Universidad y en otras dependencias burocráticas del Estado dominicano.7
Ortega Frier actuó con verdadero sentido visionario y de
modo personal. Justo el 21 de diciembre de 1939, cuando en
la Prefectura de Policía de París los señores Pittaluga, Franco, Semprún y Mendizabal firmaban el Acta Estatutaria de la
UPUEE8 (dando inicio a la labor de organización del flujo de
profesores universitarios refugiados en Francia hacia las naciones de América) el rector Ortega Frier examinaba en su
despacho la Lista de los Refugiados Españoles Capacitados
para Participar en el Desarrollo de la Cultura Dominicana...,9
documento con que recomendaba a la generosidad del Benefactor de la Patria y Jefe Supremo del Partido Dominicano,
Julio Ortega Frier a Fernando de los Ríos, Ciudad Trujillo, BN, PJOF,
9 de abril de 1940.
7
¿A quiénes, antes, habría recomendado Fernando de los Ríos? No es posible saberlo, ni a partir de la documentación de Julio Ortega Frier ni
de la de Fernando de los Ríos radicada en la Residencia de Estudiantes,
en Madrid, pero posiblemente no fuesen muchas personas más allá de
su cuñado, el arquitecto Bernardo Giner de los Ríos, al que había recomendado directamente a Trujillo durante su visita a Washington, dado
el interés que éste manifestó por contar con los servicios de un urbanista
que condujese un plan de reforma a la ciudad de Santo Domingo.
8
Archivo del Ateneo Español de México exp. 366. (en lo sucesivo
AAEM).
9
BN, PJOF.
6
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la realización del regalo navideño en metálico que Llorens y
otros recuerdan haber recibido.
Aunque tiempo después surgirían conexiones orgánicas con
la UPUEE, la política cultural emprendida por Ortega Frier
pareció gestarse de modo separado de las actividades de los
intelectuales españoles que trataban de exiliar en América a
sus colegas refugiados en Francia.
Once personas incluía la Lista que Ortega Frier pensaba
recomendar al Benefactor para que recibiesen el afamado
regalo: Vicente Llorens, Jesús de Galíndez, José Vela Zanetti,
Laudelino Moreno, Ramón Suárez Picallo, Aniceto León Garre, Vicente Herrero Ayllón, Alfredo Matilla, Rafael Supervía,
Hilario García y Fernando Torino Roldán. Sólo tres de éstos
(Ayllón, Llorens y Moreno) serían contratados como profesores de la USD; los restantes verían canalizada su labor hacia
otras iniciativas, como la Escuela Diplomática y Consular de
la Secretaría de Relaciones Exteriores (Galíndez, Matilla); la
Secretaría de Educación (León) y otros tantos proyectos más.
El Despacho del Rector se convertiría en espacio desde el
que se instrumentaría una auténtica política de inserción de
los refugiados en la sociedad dominicana. A los nueve profesores que Ortega contrató en la Universidad como Catedráticos
Especiales en enero de 1940, seguirían muchos más, no sólo
en la USD sino en otras áreas de la administración pública,
como la Secretaría de Educación, la de Agricultura, Industria
y Trabajo o la de Tesoro y Economía, donde obtendrían puestos de trabajo a instancias del Rector, quien no sólo derivaba
la recomendación de ocupar la capacidad intelectual de los
llegados sino que, incluso, directamente les solicitaba estudios
relativos a políticas de desarrollo industrial, enseñanza técnica, edificación de la nueva Ciudad Universitaria, etc.
Fuese por que los convocase directamente a su despacho
–como relata Malagón–, o porque ellos lo procurasen, Ortega
entró en contacto con un buen número de refugiados de toda
condición. Estuvo cerca, por ejemplo, del establecimiento de
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la Sociedad de Fomento a las Artes y las Ciencias, asociación
que fundaría más tarde el Instituto de Segunda Enseñanza y
Politécnico «Cristóbal Colón», de la cual el propio Trujillo sería donante, al aportar 1,000 dólares para la creación de becas
de estudio. La Sociedad sostuvo el plantel y desde él fomentó
la difusión cultural organizando ciclos de conferencias.10 También lo estuvo de la creación de otros centros docentes, como
el Instituto Escuela Hispanoamericano, que fundaron en Moca
los profesores Francisco Ruiz y José Jiménez, quienes, incluso,
pensaron denominarlo con el nombre del Rector, cosa a la que
no accedió. A varios (como Pilar Leal, José Montesino, Aniceto
León Garre, José Fernández) les propició contactos que luego
los llevarían a posiciones medias de mando, como la que ocuparía Montesino en la Dirección General de Estadística o la
que ocuparía León Garre en la Secretaría de Educación.
Al arquitecto Giner de los Ríos, por ejemplo, le solicitó la
elaboración de algunas ideas rectoras sobre urbanización de la
nueva Ciudad Universitaria. Al ingeniero Eduardo Barba Gose,
catalán, le encargó la confección de un plan para la creación
de una «Comisión de Estudio de un Plan de industrialización
y propulsión económica del país, así como su forma de trabajo
y puntos que tendría que estudiar», documento que el Rector
pensaba poner en manos de Trujillo y que cabrá a otros valorar
en términos de su relevancia dentro de la historia de los planes
de política industrial en el país.11 En función de ese contacto,
Barba pasaría luego a formar parte del cuerpo asesor técnico
de las Secretarías de Agricultura, Industria y Trabajo y de Tesoro y Economía y miembro del Comité Nacional de Salarios, de
la Junta Nacional de Alimentación y de la Comisión Nacional
de la Industria Láctea.12
Estatutos de la Sociedad Fomento de las Artes y las Ciencias, BN, PJOF.
Con un encabezado donde se lee Comisión y Planificación de Ordenación
Industrial, el documento de Barba Gose consta de unas 25 páginas. BN,
PJOF.
12
Joan Duran, «Catalan a la...».
10
11
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De ideas claramente intervencionistas en materia del papel
del Estado en el desarrollo industrial, el Plan propuesto por
Barba se adecuaba bien a los procesos de desarrollo que adoptaría la economía dominicana en el porvenir inmediato, particularmente tras el retorno de las aduanas al control nacional
en 1940. Considerando que «solo el Estado puede dirigir la
política de un país hacia la consecución de los fines que hemos apuntado», Barba indicaba distintas medidas relativas a
la industrialización por creación y estímulo del mercado interno, el control arancelario, el incremento de la producción
agrícola de consumo doméstico y la intervención del Estado
en el control de precios. En las bases del Plan consideraba el
establecimiento de una banca estatal de crédito y ahorro; de
un sector de industrias estatales y de una Dirección General de
Industria que gobernase las modalidades del desarrollo orientado al mercado interior.
Varias de las ideas plasmadas por Barba comenzarían a
verificarse como instrumentos de política económica en los
venideros años cuarenta, cuando un patrón de acumulación
monopólica impulsado desde el Estado cobró forma, cosa que
quizás explica su presencia en los organismos reguladores de
salarios y bienes salario en que participaría, fuese como diseñador o como simple colaborador.
Y es que las ideas de los intelectuales llegados cazaban ampliamente con el perfil estatista de un régimen que se hallaba
próximo a desplegar una notable política de centralización de
la actividad económica, social y cultural. Un régimen, por otra
parte, también interesado en promover una imagen de la vida
social dominicana acorde con los ideales democráticos occidentales y con el papel edificador que cabía cumplir al Estado
en el bienestar de las grandes mayorías.
Como las de Barba, también las ideas del economista Alfredo Lagunilla Iñárritu eran marcadamente estatistas, rasgo que
quizás también explique el porqué la Secretaría de Tesoro y
Comercio ocupó la labor técnica de este Exsubdirector del
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Banco de España, que pareció ser el único comentarista en el
país dedicado a reflexionar sobre la crisis mundial de mercados exteriores y las perspectivas que auguraba el recientemente proclamado Plan Dávila, antesala de la Comisión Interamericana de Desarrollo.
Por igual eran estatistas las ideas que preconizaba el Anteproyecto de Reforma Interior y Extensión de Ciudad Trujillo,
que presentó al Consejo Administrativo del Distrito de Santo
Domingo el arquitecto Giner de los Ríos, introduciendo de
modo central la idea de regulación pública del suelo urbano y
de establecimiento de una Banca de la Propiedad de inversión
mayoritariamente estatal.13 Como también lo eran las ideas
que sostenían los llegados sobre temas aparentemente distantes de ser dirimidos en términos de rectoría del Estado, como
el teatro o la enseñanza de los discapacitados.
Pero no sólo pudo el régimen aprovechar la labor de estos
intelectuales dentro de procesos de reordenamiento en curso
en cuanto a la función del Estado en el terreno económico.
Quizás de modo más relevante resultó su aporte concomitante a la creación de los programas e instituciones de política
cultural que desarrollaría el régimen durante la década del
cuarenta.
Viejas instituciones culturales en proceso de fomento hacia
1940, como la Universidad de Santo Domingo, la Biblioteca Municipal, el Archivo General de la Nación o el Consejo
Administrativo del Distrito de Santo Domingo, recibieron el
impulso renovador de los intelectuales refugiados. Suficientemente tratado, dejamos de lado el caso de la USD para señalar
el papel protagónico que tuvieron personas como Ana Martínez Iborra, maestra valenciana que enfrentó en 1940 la organización científica de la Biblioteca Municipal, introduciendo
Bernardo Giner de los Ríos, Anteproyecto de reforma interior y extensión de
Ciudad Trujillo. Memoria General. Mecanuscrito, Ciudad Trujillo, APBGR,
septiembre de 1940, 58 pp.
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el sistema de clasificación decimal, modificando el mobiliario
y promoviendo el establecimiento de exhibiciones ambulantes de libros.14 O como María Ugarte, historiadora segoviana,
cuyo Cursillo sobre Clasificación y Catalogación de Archivos
marcó, en 1943, un definitivo impulso en la reorganización
del Archivo General de la Nación, institución que el propio
Trujillo trataba particularmente de fomentar, como lo destacaba el editorial que daba aviso de su celebración.15 O como
los artistas Rovira y Vela Zanetti, que laboraron al servicio del
Consejo Administrativo del Distrito en la restauración de los
viejos edificios coloniales y en la remodelación del edificio que
ocupaba cerca del parque Colón.
Pero, sobre todo, los llegados parecieron arribar justo a
tiempo para impulsar la creación de nuevas instituciones culturales, como la Escuela Nacional de Bellas Artes, la Orquesta
Sinfónica Nacional, el Teatro-Escuela de Arte Nacional y el
Conservatorio Nacional de Música y Declamación, en torno a
las cuales organizó el régimen un gran movimiento de propaganda sobre la modernización del ambiente cultural nacional
y sobre el acceso de los sectores populares a su disfrute. Gracias
al impulso creador que tuvieron en esos espacios, el régimen
pudo vanagloriarse del clima intelectual de avanzada que vivía
la capital del país donde, como en otras capitales del continente, se cultivaban las artes plásticas, la música sinfónica, el teatro
y la declamación, en el marco de un movimiento cultural que
tendía a democratizar su consumo de modo creciente. No sólo
contaba la vieja ciudad de Santo Domingo con una escuela de
Bellas Artes, una Galería Nacional de Artes Plásticas o una Or Entrevista a Antonio del Toro. PHO-10-Esp/39. Esposo de Ana Martínez
Iborra, el señor Del Toro alude a «la Biblioteca Nacional», debiendo tratarse, más bien, de la Biblioteca Municipal.
15
Editorial. La Nación, Ciudad Trujillo, 28 de marzo de 1940. También puede verse: María Ugarte, Historia, diplomática y archivística. Contribuciones
Dominicanas. vol. CII, Santo Domingo, Archivo General de la Nación,
2010.
14
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questa Sinfónica, sino que su labor se proyectaba masivamente
al pueblo dominicano mediante exposiciones pictóricas ambulantes, conciertos populares sinfónicos y representaciones
teatrales abiertas.
Así, los intelectuales refugiados brindaron al régimen la
oportunidad de construir con ellos una política cultural de
tono moderno e integral, elevando la imagen exterior del país
y convirtiendo a la cultura en un bien de consumo masivo, que
el régimen se esforzaba en mostrar como ejemplo de democracia. De haberlo pretendido, difícilmente hubiese podido
hacerlo sin el concurso concomitante de contingentes intelectuales lo suficientemente numerosos y diversos como para
emprender, a un mismo tiempo, los distintos desarrollos.
También facilitaron los intelectuales refugiados un proceso
disperso de mejoría en la capacidad técnica y administrativa
de las instituciones públicas. Instalaron, por ejemplo, los primeros servicios geográficos y geológicos que tuvo el Estado
dominicano, con la creación del Instituto Geográfico y Geológico de la Universidad de Santo Domingo, a cargo de Aurelio
Matilla Jimeno y Ramón Martorell Otzet, en 1940, institución
que enfrentaría, en lo sucesivo, el levantamiento cartográfico
del territorio nacional y que más tarde (1946) incorporaría la
función de Servicio Sismológico Nacional bajo la conducción
intelectual –que no jerárquica– de Domingo Martínez Barrio.
A éste último correspondió, también en 1946, encargarse de
la Sección de Dibujo de la Comisión de Límites Geográficos
Nacionales, encargada por entonces de establecer cartográficamente los límites de la frontera con Haití.
El establecimiento del Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas en la Secretaría de Estado de Educación y Bellas
Artes constituye un ejemplo central en el mejoramiento interior del servicio burocrático escolar dominicano, como veremos poco más adelante. La Escuela Consular y Diplomática, lo
mismo que la de Administración y Contabilidad constituyeron
hitos en el mejoramiento de la función pública que servían las
Secretarías a las que se hallaban adscritas.
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Una institución pública de servicios médicos como el Manicomio Padre Billini, anunciaba en 1943, por ejemplo, el
revolucionario establecimiento de una Clínica Psiquiátrica
al frente de la cuál quedaría encargado el psiquiatra español
Rafael Troyano de los Ríos. Encabezando la sección nacional
de ese día con el reporte de la apertura de la clínica, el diario
La Nación calificaba la llegada del nuevo enfoque terapéutico
como «nueva e importante obra dentro del plan de asistencia
social del Honorable Presidente Trujillo».16
El relato del ingeniero Ángel Rayo del Campo destaca dos
aspectos interesantes y poco conocidos de esa labor de mejoramiento en las dependencias públicas. Por una parte, la
instalación del Laboratorio Nacional, institución en principio
especializada en el análisis de aguas del Acueducto de Santo
Domingo, tarea que quedó a cargo del médico español José
Luis Rodríguez López de Haro, quien fue contactado personalmente para ello por Trujillo, en París. Por la otra, el papel
que el propio Rayo desempeñó junto a otros profesores españoles y cubanos en la recién creada Escuela de Oficiales del
Ejército dominicano.17
Seguramente un extenso y variado influjo innovador en las
dependencias públicas se debió en esos años a la inserción de
las ideas de los refugiados. Muchas veces, éstos no alcanzaron
a verlas reconocidas dado que, como le advirtiera al señor Antonio del Toro el propio presidente Jacinto B. Peynado:
Aquí es costumbre, y ya lo sabrán por sus compañeros de
emigración, que todo el que quiera entrar en un trabajo
tiene que hacer una memoria, presentar un programa y,
una vez conocido lo aprovechable del programa, les dan la
patada. De modo que el que más ha trabajado aquí ha sido
La Nación, 6 de junio de 1943, p. 3.
Entrevista al señor Ángel Rayo del Campo...; entrevista al señor Antonio
Rodríguez Villicañas, Área de Fuentes Orales, AGN.
16
17
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un mes.... No den a conocer sus planes de golpe, sino en
pequeñas dosis.18
El plagio intelectual pudo ser frecuente, tanto en el ámbito
burocrático como en el civil. Subsistió por siempre en la conciencia de muchos la duda sobre el destino de las contribuciones que se les solicitó durante su estancia en el país, como en
el caso antes citado del señor José Biayna, que describía a las
Sociedades Hispanas Confederadas lo relativo a unos planos
entregados a la Secretaría de Educación a inicios de 1940.
Particularmente a mí me ha sucedido un caso que no puede ser más monstruoso, es decir no se como calificarle. El
17 de marzo último recibí un telegrama de Dajabón de ese
señor que se hace llamar coronel Bosch diciéndome que
con carácter urgente me trasladara a Ciudad Trujillo. Ya
en ésta, se me comunica que debo de presentarme en el
Ministerio de Instrucción Pública para un asunto que me
interesaba. Ahí me dijeron que se han enterado de que yo
soy un hábil cestero y que ellos piensan montar una Escuela de capacitación profesional, preguntándome si estaría
dispuesto a ponerme al frente de ella. Contesté que sí, que
yo no esperaba otra cosa que poder ganarme el sustento
mío y de mi familia con mi trabajo y que a la vez pondría
todo mi esfuerzo, dado el noble fin de educación social
que tenía mi empleo... Hice un formulario de trabajo y un
plano de una máquina para aprovechar el bambú, materia
que hoy no se emplea en nada. Todo fue aceptado y a la
vez felicitado... en estos trabajos transcurrieron 20 días. Yo
comía y dormía en el hotel y nadie me hablaba de estos gastos, viéndome obligado a plantearlo y entonces se hundió
otro hoyo [sic]: en el Ministerio me dijeron que yo era un
señor que había hecho una oferta y que podía darme por
Entrevista a Antonio del Toro…
18
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dichoso de que había sido aceptada. Que ellos se encargarían de construir la maquina y montar la escuela, pero
que estos gastos no podían pagarlos hasta dentro de 3 ó 4
meses, que entonces ya figuraría en la plantilla del ministerio... Me dijeron que el coronel Bosch tiene unos fondos
para estos fines... habiéndole llamado. Todo inútil, este señor no quiere saber nada. Le expuse mil razones, nada. Sus
ayudas son muy discutibles y encierran unos bajos fondos
inadmisibles para toda persona honrada...19
Todo parece indicar que al señor Biayna nunca se le resolvió
lo del cargo en la Secretaría de Educación. En 1944, residía
todavía en Dajabón. ¿Tuvieron algún fin práctico los planos de
la máquina para el procesamiento del bambú?
Posiblemente lo hallaron en el marco de otro de los proyectos del sector público al que los intelectuales refugiados aportaron sus ideas: la enseñanza de los oficios artesanales. Hacia
1944, Eduardo Barba Gose fungía como asesor del programa
de escuelas técnicas de la Secretaría de Agricultura, Industria
y Trabajo, según refiere Walter Cordero en su estudio sobre
las escuelas de tejido de sombreros de cana, donde nos destaca la historia de intentos fallidos por hacer despegar tal tipo
de planteles hasta el establecimiento del programa auspiciado
por la Secretaría de Agricultura en 1942.20
Aunque trataremos otros aspectos del empleo de los llegados en tareas intelectuales dentro del aparato de Estado a la
hora de describir las distintas parcelas de la cultura que animó
el exilio, deben remarcarse algunas ideas finales en torno al
encuentro entre la intelectualidad inmigrada y las necesidades
de dominio del régimen.
La relación de uso y apropiación cultural que caracterizó
Carta del señor José Biayna a las Sociedades Hispanas Confederadas,
Ciudad Trujillo, BN, PJOF, 17 de abril de 1940.
20
Walter Cordero, «Sol y sombra: las vicisitudes del sombrero de fibra vegetal en la República Dominicana». Estudios Sociales, 39 (45), pp. 39-84,
2008.
19
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la relación del régimen con los inmigrados no se redujo a la
obtención de soluciones de carácter técnico vinculados con el
ejercicio burocrático. Considerando globalmente la relación
política y cultural del régimen con los refugiados españoles,
Roberto Cassá ha señalado muy justamente que:
Trujillo se movió con una táctica muy refinada en relación
a los españoles. Explotaba su presencia como demostración
de vocación democrática y pro-occidental, al tiempo que,
desde muy pronto, estrenó el procedimiento de denunciarlos como portadores de ideas extrañas y peligrosas, con
el fin de ponerlos a la defensiva y evitar que incidieran en
forma negativa sobre la reproducción del poder tiránico...
Y aunque los sometió a ataques despiadados, no se propuso
propiciar su salida masiva, pues el contexto de la Guerra
hacía conveniente la prolongación de su presencia... En
todo momento se planteó utilizar a refugiados españoles
en tareas técnicas, administrativas y culturales, como medio de reci­clar la manipulación política de su presencia.
Esto fue tanto más favorable para el tirano en la medida
en que algunos hicieron pronunciamientos de alabanza al
Gobierno dominicano.21
Los exilados como bien político, de uso abstracto, representacional; no ya como fuente de nuevo conocimiento útil
de ser apropiado, sino como fuente de un poder emanado de
su posición en el orden de la vida dominicana. Poder activo,
por obra de quienes, por ejemplo, hicieron «pronunciamientos de alabanza» en beneficio del gobierno y de su conductor
máximo –cosa que constituyó un auténtico campo de práctica
cultural entre algunos de los intelectuales llegados–. Poder pasivo, derivado del creimiento de los que pensaron que su permanencia en el país eran sinónimo de libertad democrática.
R. Cassá, «Incidencia política de los republicanos españoles en la República Dominicana», en El exilio español..., pp. 113-129.
21
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En cualquier caso, ambas formas de poder llevaron al régimen
a facilitar su inserción en la sociedad dominicana. Tanto mediante la contratación directa de su servicio como del apoyo
discreto dispensado a sus proyectos, el sistema político promovió su inserción en la vida dominicana siempre y cuando éstos
actuasen la representación que mejor lo favorecía.
Trascendido el momento humanitarista de la apertura y la
recepción del exilio, un primer uso político de la permanencia
de los exiliados se concretó en la aparición de una corriente ideológica que involucraba tanto a dominicanos como españoles refugiados. Por el lado dominicano, ciertos sectores
asentían y reproducían las ideas de la decepción inmigratoria. El mal-agradecimiento y la negligencia al arraigo pululan
en el discurso de burócratas y personeros del régimen. Por
el de los refugiados emergió una ideología complementaria
que enfatizaba la deuda moral contraída con el Jefe del Estado
dominicano, el deber de dejar atrás la política española para
entregarse a la obra de colonización agrícola. Interpelada por
la propaganda de la decepción agricultora, un estereotipo del
refugiado agradecido se opuso al del malagradecido bajo la
forma de una producción discursiva generada por los inmigrantes mismos que enfrentó al apolítico refugiado agricultor
con el refugiado activista.
Las primeras manifestaciones de esa vena interpretativa de
lo que ocurría con la absorción migratoria del exilio emergieron en la revista Hogar, dirigida por Roque Nieto Peña,
arribado al país en el barco Flandre. Desde finales de 1939, la
revista publicó regularmente crónicas de la Colonia Agrícola
de San Rafael de El Llano, donde contaba con las colaboraciones escritas del poeta Mariano Viñuales y el exdiputado Luis
Romero Solano. En el número de enero de 1940, el editorial
«¡Ganar la Emigración¡ Soldados del Trabajo: el pensamiento
para España y el esfuerzo para Santo Domingo» fijaba las ideas
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del trabajo debido por los refugiados en gratitud a la acogida
brindada por el Gobierno dominicano y el deber de desterrar
la política fraticida española en aras de consagrar el esfuerzo
al trabajo.22
Este tipo de discursiva fue estimulado por el régimen, que
acogió la publicación en páginas del diario La Nación del escrito «Emoción del Sembrador», de Luis Romero Solano, alentando, quizás previsoramente, la difusión de una explicación
de parte de los refugiados sobre la decepción agricultora del
Gobierno dominicano.23
En las Colonias, la noción del deber de dedicarse al trabajo
agrícola y dejar de lado la política partidista fue insistentemente difundida por la Junta Pro-Inmigración Española (particularmente por Rodolfo Bosch Pearson, que era quien generalmente las visitaba) convirtiéndose en una suerte de óptica con
la que el funcionariado miraba a los llegados.24
En tanto eran útiles a la explicación general de la decepción
inmigratoria, posicionamientos como el de la revista Hogar
La misión que perseguía motivar en el colectivo refugiado: «Ser Hombres. Continuar siendo españoles, ahora más que nunca... Soldados del
Trabajo dispuestos a reconstruir la existencia en el solar de una Nación
fraterna en la que no hay diferencias que separen a los hombres. En la
que todas las creencias, razas y nacionalidades conviven en un régimen
de respeto y libertad». Ver: «¡Ganar la emigración!», Hogar, año 3, no. 15,
enero de 1940, pp. 4-5.
23
«Emoción del Sembrador», La Nación, 4 de marzo de 1940, p. 6.
24
Vale la pena citar, por ejemplo de lo dicho y porque nos ilustra aspectos
de la vida rural de los inmigrados, la opinión que transmitía a la Presidencia el señor Calixto M. Pina, Encargado del Negociado de Registro
de Extranjeros, luego de visitar la colonia de Medina. Según Pina, «del
grupo de refugiados españoles... solamente quedan siete, los que no están efectuando trabajos de agricultura. Uno ha establecido un pequeño
comercio y los otros viven del pequeño subsidio.. al igual que en la Colonia de «Pedro Sánchez» algunos de los españoles... pasan la mayor parte
del tiempo conversando sobre la guerra y propaganda Social-Extremista,
motivo por el que advirtió la necesidad de controlar sus movimientos».
Calixto M. Pina. Memorandum Confidencial. Ciudad Trujillo, 29 de junio
de 1942.
22
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recibieron el beneplácito del régimen, que supo estimularlo
mediante apoyos pecuniarios puntuales o, al menos, dispensando mejor trato político a sus autores, como señalaremos a
continuación no sin antes señalar lo que vino siendo –desde
nuestros ojos presentes– una derivación relativamente grotesca de esta reducción ideológica del problema confrontado por
la inmigración. Ésta, la produjo el propio Bosch Pearson, al
fundar el grupo apolítico «Españoles Amigos de Trujillo», en
cuya Declaración de Principios indicaba ser «ajeno en todo
a las cuestiones políticas de la República Dominicana, como
también a las luchas políticas... entre... españoles». «Inspirada
en los ideales de Trujillo», la agrupación declaraba actuar «por
agradecimiento», «por cariño» y «por lealtad» al Jefe supremo.25
El activismo de Bosch Pearson en favor de Trujillo probablemente no rebasó la órbita de quienes habían venido siendo sus
colaboradores en la Granja Agrícola Ramón Cáceres de Haina,
donde se trasladó la JPE tras la renuncia de los señores Elfidio
Alonso, Ramón Suárez Picallo y José de los Ríos en diciembre
de 1939 y en donde él continuaría laborando como Agente
Especial de la Secretaría, tras la extinción espontánea de la
Junta en agosto de 1940. Inserto en una carrera de tipo personal, que eventualmente lo comprometería seriamente con el
régimen,26 se trató de un activismo repudiado comúnmente
Con la creación de la agrupación «Españoles Amigos de Trujillo», Bosch
Pearson se sumaba políticamente a la protesta pública hecha el día 2 de
mayo en el órgano Juventud (del Partido Trujillista) por el señor Max Garrido (en nombre de la Guardia Universitaria «Presidente Trujillo») por
las declaraciones hechas a la prensa neoyorquina por el representante de
la «Hacienda España», que agrupaba a los comunistas en Pedro Sánchez,
expresando las difíciles condiciones que enfrentaban los refugiados en
el país. Rodolfo Bosch Pearson. Declaración de Principios del Grupo Apolítico
«Españoles Amigos de Trujillo». Ciudad Trujillo, mayo de 1941.
26
¿Qué presuntamente hubo detrás de ésta figura y cómo y cuánto actuaron patrimonialismo y sectarismo político en la gestión de la Junta?
Cuadro militar de importancia en la defensa del Madrid sitiado y en la
25
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por los refugiados (particularmente por los filo-comunistas,
a quienes este nacionalista vasco se dedicaría a perseguir en
tanto Agente del Gobierno dominicano), que no le granjeó
grandes adhesiones, salvo casos relativamente aislados como
el de la revista Hogar y el de aquellos a quienes auxilió en empresas de corte manifiestamente proselitista en favor del régimen, como el periodista Salvador Marín «Armín», que publicó
dos obras abiertamente exegéticas: Te dejo Mariana, me voy con
Quisqueya y El Álbum de la Victoria. Tratándose de un relato de
exilio que describe la estancia en Francia y el traslado a la República Dominicana, la idea de «dejar a Mariana para irse con
Quisqueya» no es más que el símil (de escaso interés literario)
de pasar del totalitarismo a la libertad. El Álbum de la victoria
consistió en una edición conmemorativa de la firma del Tratado Trujillo Hull, en el que el periodista colaboró con Roque
Nieto Peña.27
histórica batalla de Brunete, Bosch Pearson fue luego procesado por el
fusilamiento arbitrario de milicianos del Partido Obrero de Unificación
Marxista (POUM) y por el envío de armamento a la retaguardia. En el
país tuvo cierto ascendente dentro de la élite militar del régimen, por
ser pariente político del jefe de la Policía Nacional, según se dijo posteriormente. Hacia 1946, los registros del Departamento de Estado norteamericano lo ubicaban como negociador dominicano en la compra de
armamento militar a Brasil. Ver: La Vanguardia, Barcelona, 8 de mayo
de 1938, p. 4; en http://madridquebienresiste.forumup.es/about762madridquebienresiste.html; Foreign Relations of the United States,
vol. 11, 1946, p. 84.
27
Otro álbum confeccionado por refugiados lo fue el Álbum Homenaje al
Generalísimo Dr. Rafael L. Trujillo Molina, elaborado por el periodista José
Campa, ilustrado por el caricaturista Víctor García «Ximpa» y editado
por el señor Octavio Arias, tipógrafo. Estuvo dedicado a conmemorar la
fecha en que Trujillo ganó la presidencia. La calidad de su edición (llegó
a afirmarse que, con su edición, «las artes gráficas dominicanas han alcanzado una altura insospechada») y el interés político de su contenido
(recababa un extenso espectro de opiniones sobre la Era, lo mismo de
diplomáticos acreditados en el país que de personalidades de la industria
y el comercio) valió el que el diario La Opinión le dedicase una nota
editorial. Ver: «Un álbum que nos hace honor», La Opinión, 14 de agosto
de 1943; «Una obra para la historia: Álbum Homenaje al Presidente Trujillo», Democracia, año II, no. 37, 21 de agosto de 1943.
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Al anunciar la futura edición del álbum en los días en que
estaba por celebrarse en la ciudad capital La Marcha de la Victoria, «Armín» decía: «Cuando el Benefactor regresó de Europa, nuestro compatriota Rodolfo Bosch supo hacer público el
afecto de quienes disfrutaban de esta, nunca suficientemente
agradecida, hospitalidad... Creo que debemos otorgar el Benefactor, la modestia de nuestro presente: un ALBUM con todas
las firmas de los que le amamos».28
La prensa no comentó nada sobre la entrega del Álbum con
firmas de los refugiados, pero, lo cierto es que La Marcha de
la Victoria dejó apreciar claramente el interés del régimen por
contar con una colectividad de inmigrados que ratificasen su
hospitalidad. Al celebrarse la Marcha el domingo 20 de octubre de 1940, el contingente de refugiados extranjeros ocupó
el onceavo puesto en el orden de aparición de las 76 representaciones que participaron.29
Pero no sólo contó el régimen con plumas pobremente inspiradas como la de «Armín». Como fue señalado en esta obra,
intelectuales como José Almoina Mateos, Ramón Fernández
Mato y Pedro González Blanco, escribieron regularmente en
su favor, enfatizando el clima de progreso y libertad en que
vivía la República Dominicana y adjudicándolo de modo sistemático a las virtudes sobrehumanas del dictador. En diferentes
momentos, los tres defendieron las tesis del régimen sobre el
refugiado malagradecido. Todavía en 1944, el abogado Ramón
Fernández Mato retomaba esa idea en el discurso «El Generalísimo Trujillo: fundamentos políticos y ámbito emocional
de una admiración», pronunciado frente a la Junta Superior
Directiva del Partido Dominicano en San Cristóbal.30
Salvador Marín, Te dejo Mariana, me voy con Quisqueya, s/e, Ciudad Trujillo, 1940; La Opinión, 8 de octubre de 1940.
29
La Nación, 20 de octubre de 1940, p. 11.
30
El discurso –un largo panegírico de gramática rebuscada donde, a cada
paso, se deslizan ideas grandilocuentes sobre la persona del dictador–
señala: «Por eso yo no creo, no puedo creer que nadie que haya recibido
28
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Tres aspectos de uso político que no han recibido gran
atención de parte de los cronistas de este exilio radican, por
una parte, en el modo en que el régimen se valió de su participación intelectual en reuniones internacionales donde le
interesaba proyectar el progreso cultural del país y, por otro,
el concurso puesto por los artistas españoles tanto en la producción de un imaginario estético en torno a la identidad hispánica del pueblo dominicano como en el extendido trabajo
de producción de piezas conmemorativas, particularmente los
numerosos bustos de la familia Trujillo.
Ejemplo del primero lo fue la II Reunión Interamericana
del Caribe, celebrada en Santo Domingo en junio de 1940,
donde fue aprobada la ponencia dominicana de constituir
una Junta Puericultora del Caribe, tesis defendida por la profesora refugiada María Dolores Canals de Junyer, que expuso
sus ideas dando, por supuesto, crédito a la política escolar del
régimen.31 De cierta importancia para la política exterior del
régimen, la Conferencia se engalanó con un (poco frecuente)
acto cultural en agasajo de los representantes caribeños, a los
que se les ofreció un concierto sinfónico y una exhibición de
pintura y escultura en salones del Palacio Nacional. En esta
última, que constituyó la primer gran muestra colectiva de artes
plásticas realizada en el país, participaron siete artistas españoles,
de la República Dominicana y de su conductor eminente la acogida, ejemplar en su amplitud y en su tono, que aquí se dispensó a quienes llegaban
acezosos de pavor y escalimados de hambre, puede, dentro aun, o fuera
ya, de este país, pagar tanta liberalidad con la ingratitud menos aun con la
monstruosidad ética de la difamación». Vicente Llorens, duda de incluir a
Fernández Mato y a González Blanco dentro de la emigración republicana
de 1939, señalando que fueron hechos llegar a la República Dominicana
con el fin expreso de hacer prosa para el régimen. Ver: «El Generalísimo
Trujillo: fundamentos políticos y ámbito emocional de una admiración», La
Nación, 7 de septiembre de 1944, p. 7; V. Llorens, Memorias de una..., p. 166.
31
«Trascendencia y necesidad de la implantación puericultora en el Caribe», La Nación, 14 de julio de 1940, p. 9.
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seis dominicanos y un alemán.32 La exposición fue luego llevada al Museo de La Habana, donde, al parecer, quedaron en
donación algunas obras.33
En torno a esta Conferencia, puede decirse, incluso, que la
producción de un cierto marco interpretativo sobre las relaciones interamericanas apto para la información ciudadana se
delegó parcialmente a intelectuales españoles. Más allá de las
notas de prensa cubriendo declaraciones políticas del canciller Despradel sobre el sentido político de la Conferencia y de
alguna que otra colaboración local, quienes más escribieron al
respecto en páginas del diario La Nación fueron personas como
Rafael Marquina, Laudelino Moreno o Manuel Valldeperes.
En otra materia, resulta significativo el que fuese el pedagogo inmigrado Luis Alaminos Peña, el acompañante permanente del secretario de Educación, Víctor Garrido, no sólo en sus
repetidos viajes al interior sino en ocasión de representaciones
internacionales relevantes, como la Conferencia Interamericana de Ministros y Directores de Educación celebrada en la
ciudad de Panamá en 1943.34
El aporte de los artistas a la creación de un imaginario
estético de la hispanidad dominicana fue significativo, particularmente a través de la producción de una pintura mural
alegórica a la conquista, la etnia y al tránsito que, desde entonces, sufrió la sociedad dominicana hasta entronizarse la Era de
Trujillo. Contratada para la decoración de importantes edificios públicos –como los del Consejo Administrativo del Distrito
de Santo Domingo, el Palacio de Justicia, el Banco de Reservas,
el Instituto Agrícola de San Cristóbal, entre otros– o en monumentos conmemorativos del orden ciudadano bajo la Era –como
El Monumento a la Paz de Trujillo (también llamado de la Restauración), edificado en la ciudad de Santiago en 1944– la obra
La Nación, 1º de junio de 1940.
La Nación, 7 de junio de 1940.
34
La Nación, 21 de septiembre de 1943.
32
33
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de muralistas como José Vela Zanetti, José Rovira y José Alloza
orbitó de modo relevante en la expresión de esa estética, que
no sólo tuvo empleo en edificios públicos, sino en residencias
de la propia familia Trujillo, de funcionarios connotados del
régimen (como Manuel A. Peña Batlle35 y Julio Ortega Frier,
entre otros) y en clubes sociales de élite, como el Club de la
Juventud o el Club Militar,36 imbuyendo el ambiente social
de un reencuentro con el origen hispánico, lo autóctono, la
nación y el futuro promisorio que marcaban las realizaciones
sociales de la Era. Títulos como La Economía Nacional Liberada o La formación de la ciudadanía dominicana, dos de los
murales pintados por Vela Zanetti en inmuebles públicos, son
suficientemente expresivos del sentido constructivo de esa estética, que, sin duda (y eso es algo que sólo podría decirlo un
estudio detallado de la muralística que cifra María Ugarte),37
En «Cachimán», la (al parecer) afamada residencia campestre del Secretario de Relaciones Exteriores, Manuel A. Peña Batlle, el artista Francisco
Rivero Gil desarrolló un proyecto (inconcluso) de seis murales alusivos
al tema del papel de los Dominicos en el «Descubrimiento, conquista y
la colonización de La Española», según describe la nota «Tres Murales
de Rivero Gil», publicada por Cuadernos Dominicanos de Cultura, donde
también se deja saber que José Rovira «hace un fresco: una interpretación bizantino-catalana de Nuestra Señora de la Altagracia, para una
hornacina en la mencionada residencia». Parece de interés citar este detalle sobre los sueños decorativos del propietario de «Cachimán» dada
la relevancia de sus ideas en la formación del discurso hispanófilo del
régimen. No me es posible brindar, de momento, la referencia precisa al
número de CDC.
36
Según informa un catálogo de época, José Alloza, ilustrador, ex-director
del semanario «L’Esquella de la Torratxa» de Barcelona, decoró «varias
residencias particulares en Ciudad Trujillo. Se le debe el gran mural alegórico a la República Dominicana y a la obra del generalísimo Trujillo
Molina que decora uno de los salones del Club Militar». La figura de
Alloza tuvo también relevancia por haber ganado el concurso de carteles
de la Feria del Trabajo en la Era de Trujillo, de 1942. El segundo lugar de
ese concurso lo ganó Antonio Bernad «Toni», otro artista refugiado.
37
Según la historiadora María Ugarte, José Vela Zanetti (el principal de los
tres muralistas), dejó 87 murales en la República Dominicana, muchos
inequívocamente situados en el campo temático señalado. María Ugarte,
35
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en espacios privados hubo de ser más claramente expresiva de
la posición mítica jugada por la Patria Nueva.38
Además de intervenir en la producción de esas representaciones públicas, el trabajo de escultores como Manolo Pascual
y Luis Soto fue asiduamente requerido para la elaboración de
obras conmemorativas, como los decorados que el segundo
aplicó en el monumento de La Independencia Financiera y,
sobre todo, para la realización de bustos, principalmente de la
familia Trujillo, de la que ejecutaron al menos veinticinco, destinados a las ciudades más importantes del país. También se
desarrolló cierta pintura cortesana, como el retrato del Generalísimo pintado por Vela Zanetti para decorar la Secretaría de
Relaciones Exteriores o el retrato ecuestre que le realizó José
Gausachs (según un comentarista «el mejor que de tan ilustre
político se haya pintado hasta la fecha») que fue colgado en el
Palacio Nacional.39
La obra escultórica y pictórica relativa al imaginario político
del régimen pudo ser más larga, desapareciendo mucha de
ella por efecto de la «vandalización» popular que siguió a su
derrocamiento, que tomó por objeto esos emblemas públicos,
como lo señalan Espinal y Moya.40
«La Pintura Mural», en Jeannette Miller; Et. al., 1844-2000 Arte Dominicano.
Pintura, dibujo, gráfica y mural. Colección Cultural Codetel, volumen IV,
Santo Domingo, Codetel, 2001, pp. 359-471. Ugarte no consigna la obra
muralistica de Rivero Gil, que acudió con cuatro estampas sobre el tema
de la Historia del Descubrimiento a la exposición de Bellas Artes de 1942.
38
Como permiten pensarlo las afirmaciones de Edwin Espinal y Patricia
Moya, muchas de esas obras fueron «vandalizadas» por las multitudes a la
hora de la salida del país de la familia Trujillo, tras el ajusticiamiento del
dictador, como ocurrió con los murales de Zanetti en el Monumento a la Paz
en la ciudad de Santiago de los Caballeros. Ver: Líderes. Sitio de Orlando
Jorge Mera, Entrevista a Edwin Espinal y Patricia Moya, en http://www.
orlandojorgemera.com.do/index.php (consulta 10 de marzo 2011).
39
Ver: Fraíz Grijalba, «Gausachs el olvidado». Democracia, año I, no. 8, p. 5;
«Fortuna y esfuerzo de Vela Zanetti». Democracia, año I, no. 10, p. 5
40
Esta reseña enfatiza principalmente los procesos habidos hasta 1944,
escapando el registro de obras elaboradas entre 1945 y 1947, cuando
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2. Presencia del exilio español en la vida cultural
dominicana
Dada su activa participación en el surgimiento de nuevas
instituciones de política cultural (como las ya mencionadas
Escuela Nacional de Bellas Artes, Orquesta Sinfónica Nacional, Teatro-Escuela de Arte Nacional, o la Galería Nacional de
Bellas Artes) y la labor que desempeñaron en el renacimiento
de instituciones de viejo cuño (como la Universidad de Santo
Domingo, el Archivo General de la Nación o la Biblioteca Municipal), no pocos han dudado en afirmar que la llegada del
exilio español de 1939 trajo una suerte de Edad de Oro en la
vida cultural dominicana.
En el terreno de las artes plásticas, de la música sinfónica, del
teatro y de la universidad, la presencia cultural de los exiliados
ha dado lugar a una ingente producción académica y conmemorativa que ha tendido a restringir a esas esferas la percepción de sentido común presente en la sociedad dominicana
actual, en cuanto a los campos en que el exilio realizó aportes
a la cultura nacional. Aunque su concurso en el despuntar histórico de esos proyectos figurará siempre necesariamente en
el recuento de su influjo sobre la vida cultural dominicana,
no insistiremos aquí en reseñarlo, limitándonos a brindar al
lector referencia de la producción académica que lo aborda y
a introducir algunas apreciaciones de carácter marginal.
En el sentido de un registro que tienda a superar la limitaciones del recuento hecho en su día por Vicente Llorens,
parece más interesante abordar campos de actividad cultural
escasamente reseñados, como el de la prensa, las publicaciones
periódicas, la divulgación científica y cultural, la enseñanza o
todavía permanecían en el país algunos de estos artistas. Justo a mediados de 1944, por ejemplo, la Cámara de Diputados autorizó la elaboración de bustos de la familia Trujillo, inicialmente los de Julia Molina y
José Trujillo Valdez. La Nación, 7 de julio de 1944, p. 4.
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el pensamiento pedagógico. Asumiendo, por supuesto, que
todo ello no hará más que aludir a la dimensión tangible de
una presencia cultural que también se pobló de influjos poco
aprehensibles en tanto fueron inmateriales.
2.1 Prensa y publicaciones periódicas
Resulta pertinente iniciar la reseña de la presencia del exilio en la vida cultural dominicana, comentando la labor desarrollada por éste en los medios de comunicación escrita, por
representar el espacio que mejor permite apreciar la diversidad de conocimientos y posturas intelectuales que trajeron al
ambiente dominicano y por constituir, en cualquier caso, el
medio por el que sus colaboraciones alcanzaron mayor difusión. Además de esto, el rescate cultural de su obra a partir
del rastreo en la prensa periódica constituye una herramienta
insuperable en cuanto a tomar el pulso cotidiano de esa labor
con el fin de valorar las dimensiones de su impacto.
La prensa diaria derivó un influjo notable de la colaboración
de los republicanos en ella, que incidieron tanto en su forma
como en su contenido. Los cuatro diarios de mayor circulación (La Nación, La Opinión, La Información y el Listín Diario)
incorporaron, en mayor o menor medida, a los llegados, como
simples colaboradores o como miembros de sus comités de
redacción e, incluso, dirección, como en el caso de La Opinión,
dirigida por el emigrado vasco José Ramón Estella, y La Nación,
que nació bajo la dirección intelectual de Elfidio Alonso, el
periodista canario del que ya hemos comentado.41
El director formal del diario lo fue Rafael Vidal. Jefes de redacción en
La Nación fueron: Ramón Suárez Picallo, Eugenio Fernández Granell,
Manuel Valldeperes y Carlos Vega López. La redacción de La Opinión
estuvo a cargo del periodista Mariano Vives Orts, al tiempo que Segundo
Serrano Poncela ocupó ese cargo durante varios años en el diario La
Información, de Santiago. En lo general, el Listín Diario fue el que tuvo menor presencia de los exiliados, fuese como editores o como colaboradores.
41
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De los diarios de circulación nacional, La Nación es el que
recibe la mayor influencia. Su concepto lo distingue de los
demás, no sólo por imprimirse en rotativas más modernas,
sino por las diversas secciones temáticas que contiene. En este
último sentido, es un periódico que se restringe menos a lo
noticioso y que dedica mayor espacio al comentario de fondo
y a la divulgación científica y cultural.
Algunas de sus secciones resultan innovadoras en relación
con lo que, hasta entonces, comprendían usualmente los diarios. Tuvo, por ejemplo, varias secciones científicas, artísticas y
literarias, además de una página semanal infantil, de mucho
mayor contenido cultural que las tradicionales tiras cómicas
dominicales que generalmente se ofrecían a la niñez.
Estas cualidades las sustentaron, sobre todo, las colaboraciones de los refugiados. Las referencias que brinda Vicente
Llorens en este sentido escasamente expresan la importancia
que éstas tuvieron en la vida del diario, pues el listado de ocho
o diez colaboradores que registra en sus Memorias se integró,
en realidad, por no menos de cincuenta firmas que consuetudinariamente dieron contenido a sus páginas durante su
primer año de circulación, siendo notorios los cambios que
experimentó en extensión al ir abandonando el país muchos
de sus colaboradores. Al medio centenar de articulistas que
reclutó entre los intelectuales refugiados en el país habrían
de sumarse los no pocos que, por su conducto, comenzaron a
enviar escritos al diario desde el exterior. Desde Londres, por
ejemplo, colaboraron con temas de análisis militar personalidades como el general Vicente Rojo Lluch (Jefe de Estado
Mayor del Ejército republicano, planificador estratégico de la
Batalla del Ebro y de la de Brunete) o el coronel Segismundo
Casado, ambos analistas de estrategia en las nuevas formas de
guerra que las potencias habían justamente ensayado en EsOtros refugiados más laboraron como traductores, lo mismo que en áreas
del proceso de impresión (La Nación y La Opinión) y la administración.
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paña), lo mismo que comenzaron a recibirse los reportes de
Salvador de Madariaga y Pedro Bilbao, especializados en ello
al servicio de la BBC.
Muchas de las colaboraciones aparecidas entonces no ofrecen en el presente gran interés, por tratarse de trabajos de divulgación científica, artística y literaria. Esto es, no sería mucho
lo que hallaría hoy el historiador que escudriñase las páginas
del diario en busca de inéditos de figuras de renombre internacional y local como las que escribieron en él. Sin embargo,
sin lugar a duda, incluso ese prolífico género mediano que desarrollaron en materia de divulgación tuvo una importancia (que
tocará a los especialistas aquilatar reflexivamente) en términos
del acervo informativo de que proveyeron a la sociedad dominicana. No resulta desatinado afirmar que ciertos formatos de
contenido de prensa, entendidos como espectros informativos
entregados desde entonces por los grandes diarios nacionales,
nacieron y se consolidaron al calor de esa labor.
Las secciones artísticas que tuvo La Nación brindan un gran
ejemplo de esa impronta. Podría decirse, sin temor a cometer gran yerro, que nada como ello había existido de modo
sistemático en la prensa anterior, que ciertamente editaba regularmente reportes, comentarios y análisis debidos a medios
extranjeros, aunque sin el supuesto y las posibilidades de un
plan de información sistemático.
Eugenio Fernández Granell fue largo tiempo redactor de la
sección de Artes y Espectáculos, donde sostuvo diariamente columnas como «Antena» y «Ventana», dedicadas predominantemente al panorama cultural español, pero asimismo introductoras de una labor de seguimiento periódico del clima intelectual
nacional e internacional en materia de música, pintura, poesía,
cine y teatro. Vicente Llorens fue acerbo colaborador en esa
sección, con una columna llamada «Correo de las Artes».
Junto con las columnas señaladas, aparecieron dos páginas
de divulgación sistemática de segmentos de cultura internacional. La Página Literaria, a cargo de Manuel Valldeperes dio
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lugar a una labor de presentación diaria de escritores españoles contemporáneos, como Juan Ramón Jiménez, Vicente
Blasco Ibañez, Concha Espina o Juana de Ibarborou, entre
muchos otros, aunque también se convirtió en foro de divulgación y análisis de autores dominicanos y de las reflexiones
culturales del propio autor. Por su parte, la Página Infantil,
que también aparecía los domingos, constituyó un proyecto
notable en materia de lectura, animación y divulgación de
literatura y ciencia para niños. Varios escribieron y animaron
en ella, debiendo destacarse la sección Caracolas, de Luis
Tello, especializada en literatura infantil, que publicó sobre
todo piezas de autores españoles. Un colaborador distante de
la página lo fue Antonio Robles, el famoso animador infantil
exiliado en México.
«Cuentos de La Nación» es otra columna diaria en la que
escriben pequeños relatos autores como Vicenç Riera Llorca,
Fernando Alloza y Ramón Medina Tur, entre otros. Como se
desprende, no se trata ya de una labor de divulgación, pero
la mencionamos aquí porque concretó la idea de editar diariamente literatura y porque, en tanto expresión de la sensibilidad hispánica de sus colaboradores asiduos, se sumó a las
secciones antes citadas en la producción de algo realmente
trascendental en materia cultural: la difusión de la literatura
española. Difícilmente pudo época alguna del período republicano de la vida nacional hallar una difusión de la cultura
hispánica de la profundidad y la extensión que tuvo la que
siguió a la llegada del exilio, idea sobre la que habremos de
volver posteriormente.
También sostuvieron los intelectuales refugiados la producción sistemática de secciones de divulgación científica, labor
en la que participaron regularmente distintos tipos profesionales. La Ciencia al Día fue una de ellas y albergó alternadamente la colaboración de médicos como Jaime Roig Padró,
Emilio Jubés Bobadilla, Víctor Godás y Vicente Sarmiento Ruiz
y de agrónomos como Maximino Álvarez-Laviada y Enrique
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Larrauri. Un médico allegado por los profesionales refugiados
que nutrió abundantemente esta sección lo fue el doctor Julio
Cantala, refugiado en los Estados Unidos.
Sin embargo, además de la divulgación artística, literaria y
científica registrada en el marco de esas secciones, varios intelectuales se especializaron en otro tipo de contribución periodística, de carácter ensayístico, dedicada a reflexionar sobre
temas del momento, como la guerra mundial, la geopolítica,
el papel del Estado en la vida social, los problemas de la era
moderna y los procesos de reforma puestos en marcha por
el Gobierno dominicano. En esos distintos planos, La Nación
recoge las ideas de muchos.
En el relativo a la vida nacional, un gran número de contribuciones se dirige aspectos sobre los que el Estado incidía
o debería incidir en aras del mejoramiento social. Es aquí en
donde, como se dijo páginas atrás, los intelectuales refugiados
destacan aportando un discurso que legitima la activa intervención del Estado en la vida pública, defendiendo (o anticipando) algunas de las políticas públicas del régimen.
Sobre temas económicos y sociales escriben varios, resultando de particular interés las colaboraciones publicadas en
materia de economía y política social. En economía destaca
Alfredo Lagunilla Iñárritu, que escribe sobre la crisis de mercados exteriores que plantea a economías como la dominicana
el estallido de la guerra europea, sugiriendo una serie de medidas de reorganización del comercio exterior que tiendan a
evitar la caída de las exportaciones y que permitan capitalizar
industrialmente los excedentes de producción.42 Más allá del
interés que pueda tener la interpretación de Lagunilla sobre el
impacto de la guerra en las economías primario-exportadoras
y las posibilidades de reordenación del patrón de acumulación
Ver «Buscando soluciones a la crisis de mercados extranjeros»; «La Conferencia del Caribe y la crisis de mercados exteriores» y «Proyecto de
capitalización industrial de excedentes de producción americanos»; La
Nación, 22, 30 de mayo; 3,4,5 de junio de 1940.
42
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que ella introduce, es importante destacar la relevancia que en
sus recomendaciones de política económica adquiere la intervención estatal, no debiendo descartarse el que algunas de las
ideas allí planteadas orientaran medidas asumidas posteriormente relación al sector externo de la economía, tema sobre
el que fue asesor de la Secretaría de Tesoro y Comercio.43
En materia de política social, Carlos González Sanz hace
una interesante reflexión global sobre los campos en que sería
deseable una mayor intervención del Estado. González Sanz
contribuye con dos largas series de artículos dedicados al tema.
Una de ellas se denomina Funciones del Estado, y en ella elabora una crítica en la que aboga porque el Estado dominicano
asuma la función de organizador racional del proceso social
que corresponde a un Estado moderno, regulando la economía en aras de un mejor aprovechamiento de los recursos
naturales y una distribución más justa del ingreso. Para ello,
debe desarrollarse un nuevo espíritu burocrático adecuado a
esas funciones. Ingenuas, en tanto algunas soluciones de organización estatal afectaban los propios mecanismos de poder
del régimen, las ideas del autor tienen, al menos, el interés de
la crítica. La otra serie se llamó Problemas Nacionales y trató
sobre temas puntuales como la protección a la infancia, la orfandad y las madres solteras, sugiriendo la creación de varias
instituciones públicas abocadas a intervenir en el problema.44
Durante su estancia en el país, Lagunilla laboró como auxiliar técnico
en la Secretaría de Estado del Tesoro y de Comercio, cargo que quizá no
correspondiese con la importancia real de sus funciones, ya que las posiciones directivas eran ocupadas por dominicanos, aunque la concepción
de los proyectos se debiera a extranjeros. El decano de los criminólogos
españoles, Constancio Bernaldo de Quirós, que con sus charlas animó
el interés por el tema en el país, figuró apenas como jefe de una de las
secciones del recién creado Instituto de Criminología, como sucedería
con los pedagogos que dieron vida al Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas de la Secretaría de Educación, en el que todos figuran como
meros ayudantes.
44
«Funciones del Estado», La Nación, 17, 24 de marzo, 1-2, 9-10 de abril de
1940 y; «Problemas Nacionales», 16, 20, 24 de abril de 1940.
43
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Otros profesionales escriben planteando ideas relacionadas
con el mejoramiento de aspectos de la sociedad dominicana.
Sobre el desarrollo agropecuario, por ejemplo, destacan las
colaboraciones de Maximino Álvarez-Laviada, Aniceto León
Garre y Enrique Larrauri. El primero, genetista del Instituto
de Investigaciones Agronómicas de España, dedicó varios artículos al tema del mejoramiento de la ganadería nacional y
al de la tecnificación de la producción cafetalera. León Garre,
pedagogo del que hablaremos al tratar el tema educativo, escribió frecuentemente sobre modelos de enseñanza para las
proyectadas escuelas agro-industriales y para la divulgación de
técnicas agrícolas. Larrauri, perito agrónomo, elaboró proyectos específicos de desarrollo agropecuario en la sección dedicada al tema, en la que colaboran otros peritos refugiados en
el país.
Sobre temas de salud pública escriben los médicos Vicente
Sarmiento Ruiz y Víctor Godás, que dedican varios artículos a
las patologías de incidencia mayor como la tifoidea, el paludismo y la sífilis, elaborando propuestas sobre desarrollo de
campañas de desinfección nacional.
Uno de los aspectos de mayor interés en la colaboración de
los republicanos con los medios de información, es el relativo
al tema de la guerra europea y el ascenso del totalitarismo. En
este sentido, son ellos quienes aportan una reflexión de fondo
sobre los contornos y las perspectivas del conflicto, convirtiéndose en el principal interlocutor de que dispuso la sociedad
dominicana en su percepción sobre el problema.
De nuevo, es La Nación el diario que proporciona la mayor
información sobre el desarrollo bélico y son los refugiados
quienes lo analizan en profundidad, superando la comprensión que permitían formar en el lector común los cables y reportes de guerra que, en general, se limitaban a publicar los
demás diarios.
La Segunda Guerra Mundial es, sin duda, el tema que produce el mayor número de colaboraciones, en las cuales pueden
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reconocerse diferentes tipos de análisis. Algunos se dedican
al comentario puntual de los aspectos militares y geopolíticos
del proceso bélico. Otros desarrollan perspectivas de carácter
global, políticas, culturales y filosóficas. En este último sentido, merecen destacarse los ensayos de Bernardo Clariana,
Juan Chabás, Manuel Valldeperes y el mismo Carlos González Sanz. Entre ellos, los publicados por Clariana son los que
ofrecen mayor interés, por ser éste el que se extiende más en
la temática de la decadencia europea, particularmente en el
titulado «Riesgo y aventura de Europa en la filosofía de Ortega y Gasset».45 En el primer tipo de colaboración, la abocada
al comentario estratégico y militar, destaca Cipriano GarcíaRivas, autor de la columna «Dianas», centrada básicamente
en la política europea como marco del proceso militar. Esta
columna se editó casi diariamente durante todo el año 1940.
Laudelino Moreno Fernández desarrolló en ese mismo año
un largo número de artículos sobre geopolítica, que iniciaron,
precisamente, con el análisis estratégico del área del Caribe
bajo el supuesto de que la guerra llegara a involucrar a América. Pablo María Yuste escribió asiduamente Sobre «El factor
Económico y la Actual Guerra».
A los intelectuales hasta aquí reseñados se agrega otra serie de colaboraciones en relación con ámbitos culturales que
trataremos en detalle más adelante. Aunque con un menor
número de colaboradores, los demás diarios de circulación
nacional también recibieron un influjo similar al de La Nación.
Sin embargo, no debe olvidarse que ésta tendió a convertirse
en el diario nacional por antonomasia, al desaparecer tanto el
Listín Diario (1942) como La Opinión (1947), hecho que realza
Manuel Valldeperes; «El ocaso de los dictadores»; Carlos González Sanz,
«Teoría de la integración: la danza de las naciones», La Nación, 3 de abril,
11 de mayo, 1940. Bernardo Clariana, «Riesgo y aventura de Europa en
la filosofía de Ortega y Gasset»; «América, ¿Eneas del viejo mundo?» y
«La no beligerancia», La Nación, 4-5, 7, 14, 18 y 29 de junio, 14 de julio
de 1940.
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el influjo de los inmigrantes en el contenido informativo de la
prensa de circulación nacional de los años 1940-1944.46
Un último aspecto que debe destacarse en el aporte republicano a la prensa nacional es el desarrollo local de la caricatura periodística. Pocos caricaturistas dibujaban, por entonces,
en la prensa, procediendo de agencias extranjeras la mayoría
de los cartones que ésta publicaba. Cuatro caricaturistas refugiados colaboraron en diarios: tres en La Nación y otro en La
Opinión.47
Como colaboradores de revistas dominicanas figuran también muchos refugiados, pudiendo decirse que pocas de las
que circularon en esos años dejaron de contar con sus artículos.
En varias de las revistas culturales y académicas del período,
las colaboraciones de los exilados resultan esenciales en cuanto a contenido general. Es el caso de la Revista de Educación,
que experimenta un breve, y aislado, desarrollo teórico, basado fundamentalmente en las contribuciones de pedagogos
emigrados como Fernando Sainz, Gregorio Palacín, Aniceto
León Garre, Luis Alaminos y otros más. Cosa similar sucedía
con los Anales de la Universidad de Santo Domingo, que aunque
no depende en tal medida de los artículos de los educadores
llegados, deja a su cargo secciones importantes como la de
comentario bibliográfico. Las demás revistas de este tipo (Cuadernos Dominicanos de Cultura, Revista Jurídica Dominicana, Clío
y La Poesía Sorprendida) reciben también contribuciones de los
inmigrados, aunque en menor medida.
Mariela Mejía, «La prensa escrita dominicana durante la “Era de Trujillo”». Tesis para obtener el grado de Maestría de Periodismo en Español,
Universidad de Miami en http://www.monografias.com (Consulta 10 de
marzo de 2011).
47
Talentos dominicanos de la caricatura, como Bienvenido Gimbernard,
esencialmente ilustraban sus propias revistas, como Cosmopolita. «Blas»,
«Toni» y «Ximpa» alternan en La Nación durante el período 1940-1944.
«Shum» dibuja en La Opinión. Referencias sobre su trayectoria previa las
da V. Llorens en sus Memorias de una...
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Revistas informativas de carácter general, como Hogar, PlusUltra, Cosmopolita, Revista Militar, Revista de Agricultura y otras,
contienen la frecuente colaboración de los refugiados con trabajos de divulgación cultural, si bien las dos últimas reciben
artículos abocados a temas locales. En la Revista de Agricultura
aparecen varios proyectos de aprovechamiento de materias
primas, mejoramiento de cultivos y utilización de subproductos agrícolas, desarrollados por peritos en la materia. En la Revista Militar que, salvo en la edición de su sección institucional,
dependía casi exclusivamente de colaboraciones de revistas
castrenses extranjeras, escriben varios militares españoles, algunos de los cuales asesoran técnicamente a las Fuerzas Armadas dominicanas.48
Por su parte, no menos de catorce publicaciones propias
tuvieron los refugiados en el período 1939-1944. Seis de ellas
fueron de carácter político, dos técnico-profesional y las restantes fueron de difusión literaria y cultural, si bien expresaban posiciones políticas dentro del fragmentado panorama
político del exilio español. Casi todas comienzan a publicarse
desde mediados de 1941, hecho que, en el caso de las políticas,
se debió al clima favorable a la difusión de ideas antifascistas
que precede al ingreso del país en la Segunda Guerra Mundial
del lado de los aliados.
Hasta el otoño de 1941, sólo tres publicaciones salen a la
luz: Panamérica, Ozama y Nuevo Mundo. Sobre la última, dirigida
por Juan José Zamora, puede decirse poco ya que sólo publicó
dos números, dedicados, según refieren fuentes de la época, al
«comentario de actualidad». Panamérica fue la primer revista
editada por los refugiados, y salió a circular en noviembre de
1939, bajo la dirección de Segundo Serrano Poncela. Carece
de mayor interés por constituir evidentemente una publicación
de loa al régimen. Debido quizá a esos fines, fue una revista
muy bien impresa, de formato grande y con abundante material
Catorce colaboradores tuvo la Revista Militar en el período 1940-1942.
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gráfico. Esto la hizo muy cara –25 centavos–, cosa que pareció
determinar su duración: un número. De entrada, la revista se
planteaba como vocero del anticomunismo, prometiendo ser
«un altavoz hiriente, que grite y propague cualquier arribada
pública o subrepticia a estas tierras de paz, de agentes mas o menos disimulados de esta bacteria patógena internacional», cosa
que resulta interesante destacar, pues expresa (o quizá pretendía inducir) un determinado ambiente político en la Secretaría
de Relaciones Exteriores, de la que parecía depender dada la
publicidad que le dedicó su único número.
En enero de 1941, comienza a editarse Ozama, revista mensual de divulgación literaria dirigida por Antonio Deltoro, que
recibe colaboraciones de escritores dominicanos como Francisco Fernández Charro y Augusto Franco Bidó. La revista no
publica más que cuatro números ya que su Comité de Redacción sale en ese año del país.
En septiembre de 1941, dos meses antes de la declaración de
guerra al Eje, sale Por la República, que en principio se proclama como una tribuna libre, interesada en representar al antifascismo español pero que expresa, en realidad, las posiciones
políticas del grupo «negrinista» en la República Dominicana.
Se editaba quincenalmente y fue una de las publicaciones que
más duró, dejando de existir en mayo de 1944. Su director fue
Justo Tur Puget, abogado mallorquín afiliado al Partido Socialista Unificado de Cataluña.49
El periódico se dedica casi exclusivamente al tema de la guerra y al proceso político español. Pocas son las colaboraciones
Sobre [Por la] «República», el diario La Nación hizo una disgresión interesante pues da aviso de que, con su próxima reaparición, el quincenario
comenzará a vivir una 3ª época. La 1ª, en España, bajo la dirección de
Juan José Llovet, quien dio vida a un diario de ese nombre en los días
de la monarquía de Alfonso XIII; la 2ª (también en España) durante la
Guerra Civil. Interesante, porque Llovet fue jefe de redacción del Listín
Diario, cosa que, en cierto modo, extiende a ese medio el influjo de los
inmigrados, si bien Llovet ya radicaba en el país. La Nación, 7 de septiembre de 1941.
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de otro género, aunque cierta literatura de contenido social
escrita por autores dominicanos y cubanos encuentra expresión en él.50 Según opina uno de quienes se encargaron de su
distribución, el periódico circuló sobre todo entre dominicanos, a pesar de su bajo precio –5 centavos–, aspecto que, más
allá de este detalle, merece ser destacado pues revela el interés
que el discurso del antifascismo español tuvo en ciertos sectores de la población dominicana, interés del que luego surgió la
idea de publicar por separado sus editoriales.51
Democracia es la publicación de existencia más prolongada,
pues se editó entre febrero de 1942 y junio de 1945, primero
como semanario y luego quincenalmente. Desde varios puntos de vista, fue la más importante, no sólo por su duración
sino por su extensión, contenido y tiraje, llegando a alcanzar
ediciones de 1,000 ejemplares, mientras Por la República, el segundo en este orden de importancia, alcanzó tirajes de 750
ejemplares. Aglutinaba a sectores «Prietistas» de socialistas,
republicanos y, marginalmente, anarquistas en el país. Al igual
que Por la República –su interlocutor político–, se hallaba fundamentalmente dedicado al análisis del proceso español y de
la guerra mundial. Sin embargo, prestaba un espacio bastante
mayor a temas culturales locales e internacionales.
Varias de las obras editadas en el país por los exilados, aparecen previamente en Democracia en entregas separadas, por ejemplo, «Nacionalismo e Internacionalismo», de Alfredo Matilla Jimeno, «Artistas españoles en Santo Domingo», de Fraíz Grijalba
Colaboradores literarios de Por la República son Ramón Marrero Aristy,
autor de Over, la novela que describe la explotación del haitiano en los
cañaverales dominicanos, que allí publica algunos cuentos; Mariano
Lebrón Saviñón, Luis Saleme, Rubén Pérez y Serafín Portuondo. Los
dos últimos, cubanos. De lo aparecido en las páginas del periódico merece destacarse «El Fugitivo», de Marrero Aristy, «Hasta aquí llegó Luí
Polaina», de Saleme y «El Desahucio», de Pérez. Ver: Por la República,
no. 8 y no. 10, diciembre de 1941, y enero de 1942.
51
Señor Farreras Borull. Entrevista citada. Los editoriales escritos por Tur
Puget se reunieron luego en 33 notas, s/e, Ciudad Trujillo, 1943.
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y «Don Juan ante el Derecho Penal», de Luis Jiménez de Asúa.
Otras colaboraciones que no llegaron a editarse, pero que
son dignas de interés, permanecen en sus páginas, siendo de
destacarse el ensayo «Revisionismo», de Malaquías Gil Arantegui y los poemas de Mariano Viñuales escritos en la Colonia
agrícola de El Llano, que en México conocieron una edición
incompleta en el libro Frente a la Cruz del Sur.52
Democracia recibía importantes colaboraciones extranjeras
de parte de figuras intelectuales de su corriente política, como
Indalecio Prieto, Álvaro de Albornoz, Fernando de los Ríos,
Diego Martínez Barrio, entre otros.
Ágora, revista irregularmente editada por el poeta Baltasar
Miró, se publica por primera vez en mayo de 1941 y conoce
cinco números más hasta mediados de 1943. En ella colaboran, sobre todo, dominicanos, siendo Miró la figura española
central de la revista. Lo publicado por Miró en Ágora, es luego recogido en dos libros que éste editó en el país: Círculos
de arena y de humo y Diez poemas amargos. Un grupo de poetas
y narradores dominicanos de tendencia modernista publica
en Ágora muchos de sus trabajos, entre ellos Pedro R. Contín
Aybar, Franklin Mieses Burgos, Aída Cartagena Portalatín y
Héctor Incháustegui.
Las demás publicaciones de los exilados se realizan entre
1942 y 1944. En septiembre de 1942 sale el primer número
de Catalonia, revista mensual editada en catalán, que se dedica a la divulgación de temas históricos y contemporáneos
específicamente catalanes, y que logra publicar ocho números, dejando de existir en mayo del año siguiente. Su director
fue Albert Ginestá. La revista, que cuenta con un formato muy
atractivo debido al trabajo de dibujantes como Alloza, entre
otros, expresa posiciones políticas de los comunistas catalanes,
tratando regularmente el tema de la participación soviética en
el conflicto mundial. Además de ello, es un órgano de difusión
Mariano Viñuales, Frente a la Cruz del Sur, Costa-Amic, México, 1947.
52
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de la situación de los catalanes en la isla, recibiendo escasas
colaboraciones de otra naturaleza. Entre estas, José Forné Farreres publica algunos relatos cortos, pero estos, a diferencia
de los reunidos en su Paisaje y acento, no tienen que ver con la
República Dominicana.
También por esas fechas comienza a editarse en la ciudad
de Santiago de los Caballeros la revista Panorama, dirigida por
Segundo Serrano Poncela que, a juzgar por las descripciones
de prensa (que ratifican los comentarios de Llorens), constituyó un proyecto de índole individual a través del cual Serrano
Poncela publicó trabajos propios o glosó números de divulgación literaria dedicados, por ejemplo, a la literatura regional
española, portuguesa, brasileña y a la traducción de algunos
poetas franceses como Paul Valery y Paul Eluard. Ese mismo
tenor parecen haber tenido los denominados Cuadernos a Galatea que edita el mismo autor de manera paralela a Panorama.
Ambas revistas se publicaban todavía a mediados de 1944.
Tres nuevas publicaciones salen a la luz en 1943. La más
importante de ellas, Juventud Española, se edita entre enero de
1943 y abril de 1944. Esta es, básicamente, la edición juvenil de
Por la República, dado que representa básicamente las posiciones de las Juventudes Socialistas Unificadas. En lo fundamental, los contenidos de ambas publicaciones son los mismos, por
lo cual no es preciso comentar nada más, aunque sí destacar
el hecho de que sus lectores fueran, sobre todo, estudiantes
universitarios dominicanos.
Eri y Rumbo son también revistas políticas aunque en menor
medida. La primera comenzó a editarse en la ciudad de La
Vega en enero de 1943, bajo la dirección de Pedro Heras y
conoció tres números. La segunda fue dirigida por Ricardo
Mella Serrano, y llegó a publicar cuatro números.
Rumbo no parece ser, como refiere Llorens, un órgano de expresión anarquista, sino que aglutina a una fracción del PSOE
que es expulsada del Partido por la representación local. A
cuál de las fracciones del momento, es algo que no queda cla-
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ro en la lectura de sus editoriales o de las «Cartas a un Socialista» que regularmente escribe Ricardo Mella Serrano, su editor.
La revista es, además, cultural, teniendo como colaboradores
a Constancio Bernaldo de Quirós, Alberto Paz y Mateos y a
Manuel Valldeperes.
Por el contrario, Eri si parece ser una revista de inspiración
libertaria, en la que su director publica un largo ensayo de
contenido científico-filosófico augurando la revolución mundial como producto de la lucha contra el fascismo, dedicando
todos sus editoriales a sugerir esta idea. También publica artículos sobre temas económicos y jurídicos, orientados a demostrar la inminente crisis global del sistema, entre ellos uno de
Jesús de Galíndez. Buena parte del espacio de sus tres números se reservó para la publicación de la Constitución Soviética,
hecho que probablemente pudo tener que ver con su breve
existencia, ya que, como refiere Vega, este aspecto molestó a
las autoridades dominicanas.53
Dos de las publicaciones, como hemos dicho, tuvieron carácter técnico-profesional. Finanzas, la primer revista editada
en el país sobre problemas de esa naturaleza, fue fundada en
1941 por José Sorribes Soler, quien, asimismo, estableció la
primera Escuela de Altos Estudios Mercantiles, que comentaremos más tarde. Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades,
editada desde finales de 1944 por el doctor Antonio Román
Durán, en la que colaboran varios médicos refugiados, fue
igualmente la primer revista médica que se publicó en la República Dominicana.
B. Vega, La Migración española..., p. 60. De Rumbo si puede decirse que
cesó su publicación por rechazar incluir materiales exegéticos sobre el
régimen y su conductor, haciendo sólo breves referencias a la hospitalidad del Generalísimo en sus cuatro números. Comunicación del señor
Francisco Mella.
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2.2 Enseñanza
La enseñanza fue el espacio en el que los intelectuales inmigrados participaron de manera más extensa, afectando prácticamente todos sus niveles formativos e involucrándose, más
allá de esto, en tareas de diseño y divulgación pedagógicas.
Como profesores, los refugiados colaboraron decisivamente
en el proceso renovador de la Universidad de Santo Domingo
emprendido, poco antes de su llegada, por el rector Julio Ortega Frier, a la vez que otros más se incorporaron a la docencia
en el sistema educativo nacional, crearon sus propios centros
de enseñanza o se dedicaron a la tutoría privada, como hemos
visto. Varios laboraron también como asesores pedagógicos en
Secretarías de Estado, siendo de particular interés su actividad
en la de Educación.
Escuelas creadas por refugiados hubo muchas más de las
seis referidas por Llorens, acercándose a la treintena las que
pueden contarse entre centros de enseñanza primaria, superior y escuelas especializadas. Casi todas tuvieron vida efímera,
siendo pocas las que alcanzaron un tercer año de actividades,
fuese porque sus gestores se marchaban del país o por la imposibilidad de subsistir con los recursos proporcionados por el
magisterio. Este último fue el caso de las escuelas creadas en
pequeños poblados o ciudades de segunda importancia, en las
que la pobreza general del alumnado posibilitaba sólo ingresos ínfimos.
El más ambicioso de los proyectos educativos fue el que dio
vida al Instituto de Segunda Enseñanza y Politécnico Cristóbal Colón, en agosto de 1939. Ubicado en la ciudad de Santo
Domingo, en una finca de la Avenida Independencia no. 92
(«situada a una distancia prudencial del casco urbano de la
ciudad... alejada de la insalubridad del casco urbano» según
rezaba su folleto propagandístico) el Instituto contó con una
plantilla de 22 profesores –de los cuales, 19 eran refugiados–
y ofrecía todos los niveles de enseñanza (primaria superior,
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bachillerato y normal), además de cursos de idiomas, dibujo,
pintura y carreras técnicas.54 Esto lo hizo en su momento uno
de los colegios más completos del país, si no el que más, ya que
contaba también con régimen de internado.55
Su fundador fue Juan Pablo García (presidente, como vimos, del primer consejo directivo de la Junta Pro-Inmigración
Española) y entre sus profesores se contaban muchos de quienes más tarde destacaron en la escena intelectual dominicana,
como Jesús de Galíndez, Alfredo Matilla, Ramón Suárez Picallo y Carlos Solaeche. El Cristóbal Colón contó con el apoyo
directo de Trujillo, quien hizo un donativo personal de mil
dólares, destinados a la creación de becas y de un galardón llamado «Premio Benefactor». A pesar de este apoyo y del prestigio local adquirido por la reputación de sus profesores y por
el clima intelectual que asociaron con él los aplaudidos ciclos
de conferencias organizados por la Sociedad Fomento de la
Cultura y las Artes que lo gestionaba, el proyecto duró poco
tiempo, dejando de existir en 1941.
Salvo este ensayo inicial, todas las demás escuelas comenzaron a crearse con la llegada del grueso de los refugiados a
partir de noviembre de 1939.
En Santo Domingo tres nuevas escuelas abrieron los refugiados: el Instituto-Escuela Juan Pablo Duarte, el Colegio Sagrado
Corazón de Jesús y el Instituto-Escuela. El primero, dirigido
por José Casasas, abogado, quedó establecido en los bajos de
la Escuela Normal de Señoritas y ofrecía enseñanza primaria
superior, secundaria y normalista, así como preparación para
Instituto Cristóbal Colón.(Folleto), Impresora La Opinión, Ciudad Trujillo,
1939. El programa establecía distintas profesiones especiales, llamadas a
formar cuadros auxiliares para el establecimiento futuro de esas industrias en el país. Distintos tipos de Perito (mecánico, electricista, químico,
agrónomo y constructor), Practicantes de Medicina y Cirugía, Marino
Mercante.
55
«Registro de las escuelas particulares y semioficiales», Revista de Educación, Ciudad Trujillo, año XII, no. 57, mayo-junio de 1940.
54
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el ingreso a la recién creada Facultad de Filosofía. Doce de sus
trece profesores eran españoles.56 El segundo cuya dirección
fue asumida por otro abogado, Enrique Darnell Martí (que en
una carta aclaraba que el colegio «no obstante las equívocas
suposiciones a que pudiera inducir el circunstancial mantenimiento de su nombre... reflejará el espíritu de la Institución
Libre de Enseñanza y el Instituto-Escuela»),57 ofrecía educación primaria elemental, laborando en él cinco refugiados. El
Instituto-Escuela, finalmente, fue el proyecto pedagógico de
mayor duración y, en la apreciación de Llorens, el único en
ese mismo sentido fundamentado. Creado en 1941 por Guillermina Medrano de Supervía, el Instituto ofreció primaria
elemental y secundaria hasta 1944, fecha en que ésta deja el
país, siendo retomada su dirección por otro profesor español
–Ángel Pingarrón– y pasando, eventualmente a manos dominicanas que lo mantuvieron durante muchos años más.58
En Santiago, José Rivero Orellana, educador también como
Guillermina Medrano, crea en septiembre de 1940 el InstitutoEscuela Cervantes, homónimo del que también funda en La
Romana el profesor Tiburcio Millán López algunos meses antes.59
Además de La Romana, otras ciudades del Este conocen la
apertura de escuelas dirigidas por refugiados. En San Pedro de
Macorís, Joaquín Hurtado Marhuenda, ingeniero, inaugura
un Instituto de Estudios Técnicos que ofrece educación secundaria y vocacional y Ángel Pingarrón Hernández, educador,
funda la Academia Antillana, que ofrece primaria, secundaria,
artes, idiomas y música. Diez profesores españoles laboraron
«Registro de las escuelas...».
Enrique Darnell a Bernardo Giner de los Ríos, Ciudad Trujillo, 15 de
febrero de 1940. En alguna medida, casi todas las escuelas que se crearon
pretendieron recoger esa tradición. No en vano muchas se bautizaron
como Institutos-Escuela.
58
V. Llorens, Memorias de una..., p. 59.
59
La Nación, 26 de febrero de 1940.
56
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Profesores Cristóbal Colón. Fuente: revista Cosmopolita.
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entre ambos centros. En el Seibo, profesores que llegan de
Pedro Sánchez fundan el Instituto Hostos, dirigido por José
Alcobé Biosca, que establece por vez primera en la historia
local niveles de enseñanza secundaria y normalista.60
De las Colonias surgen también proyectos educativos que se
sitúan por lo general, en pueblos y ciudades contiguas, aunque
en algún caso implican traslados de mayor distancia. Este último
es el del Instituto Luis Vives que abren en Puerto Plata un grupo
de profesores de «Pedro Sánchez», convocados para trasladarse
hasta allí por empresarios de la ciudad.61 En la primera situación se forman, en San Juan de la Maguana, la Academia Comercial Rosseta, dirigida por José Abella Peset que ofrece cursos
de contabilidad y mecanografía y una Escuela de Dibujo y Pintura dirigida por Pedro Bargalló Cervelló. En Dajabón, Dolores
de los Ríos Menéndez crea, hacia finales de 1940, el Instituto
Dominico-Español, de enseñanza preescolar y primaria.62
En el centro de la república se sitúan las últimas cuatro escuelas del recuento que hacemos, alguna en un sitio tan inverosímil como el Santo Cerro, donde Felipe Gallego inaugura
el Colegio Padre de las Casas. En la ciudad de La Vega, se establece el Centro de Enseñanza Primaria y Secundaria Nueva
Institución de Cultura, dirigido por José Bárzana, en el que
imparten clase 4 profesores refugiados y el Instituto de Prácticas Psicopedagógicas creado por N. Giralt de Mascaró. En
Moca, Francisco Ruiz Avilés, abogado, crea el Instituto-Escuela
Hispano-Americano que, en principio, quiso denominar con
el nombre del rector Ortega Frier, por la ayuda e interés personal brindados, denominación que éste, rechazó.63
Artes y Letras, no. 4, San Pedro de Macorís, 1940; «Nuestra Escuela Normal», El Génesis, año I, no. 23, El Seibo, septiembre de 1941.
61
Señor Francisco Querol, entrevista...
62
Democracia, no. 36, Ciudad Trujillo, 7 de agosto de 1943; La Nación, 12 de
marzo de 1940.
63
Francisco Ruiz Avilés a Julio Ortega Frier, Moca, 17 de enero de 1940.
PJOF, BN.
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Instituto-Escuela. Fuente: diario La Nación.
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Si mediante la creación de espacios educativos, alrededor
de un centenar de refugiados pudieron desempeñar modestos
empleos, un número quizá no mucho menor que ese lo halló
tanto en la red de escuelas públicas como en la tutoría personal. Este aspecto del desempeño en la enseñanza local de los
refugiados carece de la precisión que brinda el anterior. Sin
embargo, expresión de su importancia son los testimonios que
sistemáticamente dan cuenta de ello.
En las dos Escuelas Normales de la capital y en varias del
interior también laboraron profesores refugiados. Ángel Rayo
refiere esto en relación a la de Montecristi; Vicente Llorens
alude a los casos de San Cristóbal y Barahona, además de la capital; Dato Pagán en torno a las de San Pedro de Macorís y La
Romana; Pedro Mir refiere otros casos en la misma capital.64
Sobre cargos en enseñanza primaria o intermedia privada
existen también referencias, entre ellas las antes citadas de Fidel Miró en torno a la dispersión de algunos profesores de la
Colonia Agrícola de El Llano; también las relativas a los docentes de Pedro Sánchez que se trasladaron a las escuelas de los
ingenios azucareros del Este, que refieren Farreras y Pagán.65
Como se recordará, también la tutoría privada y los cursos de
regularización en el domicilio del alumno fueron actividades
que con frecuencia desempeñaron los profesores españoles.
Un aspecto interesante vinculado con los planteles que establecieron lo fue el desarrollo de actividades culturales dirigidas a la población general. Aunque en los de Santo Domingo
se dictaron ocasionalmente conferencias, los del Este fueron
Señor Ángel Rayo del Campo, entrevista...; V. Llorens, Memorias de una...,
pp. 55-59; entrevista a los señores Dato Pagán Perdomo y Pedro Mir, Santo Domingo, 19 y 27 de agosto de 1988.
65
José Farreras Borull, profesor en la escuela del Central Romana hacia
1942, explica que varios de «Pedro Sánchez» impartieron clase en escuelas de ingenios, especializándose en la enseñanza de los hijos del personal administrativo dominicano, puertorriqueño y cubano. Señor José
Farreras Borull, entrevista...
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particularmente activos. En San Pedro de Macorís, por ejemplo, el Instituto de Estudios Técnicos organizó en 1940 unos
cursillos de verano que abarcaron 18 conferencias dedicadas a
temas de arte, literatura, pedagogía y técnica industrial. Los temas de arte y literatura, abocados a figuras como Goya, El Greco, Lope de Vega, fray Luis de León y García Lorca, contenidos
de cultura general que usualmente difundieron los llegados en
este tipo de espacios, y que ilustran bien la idea de la denodada
difusión hispanista a la que se dedicaron. Los segundos son más
interesantes desde el punto de vista de las posibilidades que potencialmente estimularon, pues, en el caso de los de técnica e
industria, se dedicaron a tratar: elaboración de vinos y vinagres,
Cal y cemento, Industria del papel, elaboración de cerveza, Industria del vidrio, Industria de la cerámica.66
En El Seibo, el Instituto Hostos generó también este tipo de
actividades abiertas, como las conferencias que regularmente
dictó el doctor Justo Tur Puget sobre la novela española del
siglo xvi. Conmemorando el segundo aniversario del Instituto,
cuya fundación brindó a los jóvenes seibanos la posibilidad de
cursar estudios secundarios y normales, una nota editorial de
1942 captaba en estos términos el impacto cultural tenido por
el Instituto en la vida de la cabecera provincial:
No se ha limitado ese plantel a la función escolar propiamente dicha, a rigor de las disciplinas que integran su
programa de tra­bajo, si no que de su seno ha irradiado
su in­fluencia bienhechora en forma de coopera­ción, de
fecundos resultados en el orden social. Suministraron sus
profesores clases de alfabetización fuera del recinto del colegio, y en éste la palabra docta se oyó en actos especiales
consagrados a la difusión del pensa­miento.67
La Nación, 1º de agosto de 1940.
La Nación, 10 de septiembre de 1940.
66
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Al llegar los refugiados al país, la Universidad de Santo Domingo se hallaba en proceso de reorganización, producto de
una ley que la había dispuesto con el objeto de devolverle la
importancia que le otorgaba su carácter de primada de América y que había perdido tras largos períodos de abandono, en
alguno de los cuales existió meramente como Instituto Profesional. Uno de los aspectos cardinales de la reorganización
universitaria era, según entendía su rector, Julio Ortega Frier,
el establecimiento de una Facultad de Filosofía, sin la cual la
Universidad no dejaría de ser una escuela de Altos Estudios.
Esta idea, promovida años atrás por Pedro Henríquez Ureña,
llevó a éste a crear la Facultad Libre de Filosofía y Letras en
1932, proyecto que sólo alcanzó un año de vida y que fue retomado en 1938 por un grupo de intelectuales que crearon
la Escuela Libre de Filosofía, Letras e Historia en el local del
Ateneo Dominicano, que precede a la Facultad de Filosofía
que inaugura la Universidad en noviembre de 1939.68
En la universidad, casi todos los profesores españoles se
concentran en la Facultad de Filosofía, aunque varias de las
cátedras que allí imparten integran el pensum de otras carreras. Buena parte del programa de estudios de la Facultad de
Filosofía recae sobre ellos, que constituyendo un tercio del
profesorado absorben la mitad de los créditos del programa.69
Los catedráticos de la Universidad de Santo Domingo no
son figuras de renombre en el panorama académico español
de la época, como fue el caso de muchos de los que ingresaron a las universidades de México, Argentina y Estados Unidos. Salvo Constancio Bernaldo de Quirós y Francisco Vera
Consuelo Nivar, Sistema Educativo en la República Dominicana, Editora Taller, Santo Domingo, 1975, pp. 93-96.
69
Anuario de la Universidad de Santo Domingo, año I, vol. I, Ciudad Trujillo,
1940.
68
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Fernández de Córdoba, que sí lo eran, los demás profesores
son, por lo general, egresados universitarios que, en no pocos casos, carecían de experiencia didáctica.70
Esto no impide que su labor en la Universidad sea realmente importante, pues dictan cátedras nuevas en la historia universitaria del país, incorporando en ellas las últimas corrientes
de pensamiento vigentes en Europa, y se involucran en diversos proyectos que la nueva universidad pretendida por Ortega
Frier habría de desarrollar.
El primer programa de estudios de la Facultad de Filosofía se
adapta, hasta cierto punto, a las cualidades de estos profesores.
Ortega, según refieren quienes entonces fueron convocados
por el Rector, pregunta a cada uno qué puede enseñar y así se
Veintiún catedráticos españoles tuvo la Universidad de Santo Domingo
entre 1940 y 1945. Estos fueron: Constancio Bernaldo de Quirós (doctor
en Derecho, exprofesor del Instituto de Estudios Penales de Madrid);
Francisco Vera Fernández de Córdoba (licenciado en Ciencias Exactas,
Secretario Perpetuo de la Asociación de Historiadores de la Ciencia Española); Vicente Llorens Castillo (licenciado en Filosofía, exprofesor
del Centro de Estudios Históricos de Madrid); Javier Malagón Barceló
(doctor en Derecho, exprofesor auxiliar de la Universidad de Madrid);
Laudelino Moreno Fernández (doctor en Derecho, exprofesor de la
Universidad de Madrid); Antonio Regalado González (licenciado en Filosofía y Letras, exprofesor del Instituto Lope de Vega de Madrid); Amós
Sabrás Gurrea (doctor en Ciencias Exactas, excatedrático del Instituto
Calderón de La Barca de Madrid); Fernando Sainz Ruiz (licenciado en
Pedagogía, exinspector General de Enseñanza); Ramón Martorell Otzet
(ingeniero militar); Aurelio Matilla Jimeno (licenciado en Derecho, jefe
del Servicio Geográfico Militar de Cataluña); Ricardo Martín Sierra (doctor en Farmacia, exprofesor de la Universidad de Barcelona); Francisco
Rived Revilla (ingeniero militar); Vicente Herrero Ayllón (doctor en Derecho); Luis Florén Lozano (licenciado en Filosofía y Letras); Antonio
Román Durán (doctor en Medicina, ex-jefe del Servicio Psiquiátrico del
Ejército Republicano); Malaquías Gil Arantegui (licenciado en Filosofía
y Letras); José Fernández Valenciano (ingeniero militar); José Almoina
Mateos (licenciado en Filosofía y Letras); Luis Alaminos Peña (licenciado en Pedagogía, exinspector de Enseñanza); Segundo Serrano Poncela
(licenciado en Derecho); Julio Montes Sainz (licenciado en Derecho).
Ver Anuario de la Universidad de Santo Domingo, 1940-1945.
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van perfilando los contenidos docentes. Sin embargo, algunas
de las materias, además de obedecer a la especialidad de sus
futuros catedráticos, se enlazan con proyectos previos del Rector. Es el caso de la Pedagogía, materia sobre la que existe un
renovado interés en el país tras la reciente visita de la misión
educacional chilena, que reitera el diagnóstico de Henríquez
Ureña sobre la necesidad de formar pedagógicamente al magisterio dominicano. Sainz, autor y traductor de obras sobre el
tema, se hace cargo de una cátedra de Didáctica y Pedagogía
Experimental, que comienza a dar contenido a lo que en su
momento fue un proyecto de Facultad.71 Es también el caso de
la Sociología, que imparte Vicente Herrero Ayllón, discípulo de
Harold Laski en Londres, materia escasamente atendida por los
planes de estudio de las Normales y poco conocida en el medio
dominicano. Es también el caso de la Lengua y Literatura Griegas, de las que es docente Antonio Regalado y de la Física, la
Geología y el Álgebra Superior, tres de las cuales no se inscriben
en la orientación humanista que Ortega trata de imprimir a la
nueva facultad, pero que comienzan a dictarse a nivel universitario con las cátedras de Fernández, Rived y Sabrás.72
Los demás catedráticos imparten materias contempladas,
en mayor o menor medida, por los estudios normalistas; Vicente Llorens imparte Filología y Literatura Española e Hispanoamericana; Javier Malagón, Historia del Derecho Español y
de Indias; Laudelino Moreno, Historia de América y Antropología, una de las cuales aborda de manera innovadora en las
prácticas universitarias dominicanas.73
C. Nivar, Sistema educativo en..., p. 94.
Proyecto de Organización de la Nueva Universidad de Santo Domingo, Ciudad
Trujillo, s/e, s/f.
73
Moreno reedita en la Universidad de Santo Domingo ciertos métodos
de la Institución Libre de Enseñanza, como son las salidas al campo y las
excursiones por el interior del país, utilizadas en la cátedra de Antropología y Etnografía, salidas que la prensa refiere con frecuencia. Ver, por
ejemplo, La Nación, 27 de noviembre, 4 y 29 de diciembre de 1941.
71
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Bibliotecarias formadas por Luis Florén. Fuente: en http://www.hoy.com.
do/areito/2009/1/31/264857/ReportajeNotable-experta-en-migracionespanola.
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A mediados de 1940, dos nuevos catedráticos se adscriben
a la Facultad de Filosofía: Constancio Bernaldo de Quirós y
Francisco Vera. Ambos, tras dictar cursillos de verano que crearon época en la vida universitaria. El primero, «Criminología
y Derecho Penal», estuvo a cargo de Bernaldo de Quirós, el
segundo, «Introducción a la Matemática General», a cargo de
Vera. Bernaldo de Quirós es incorporado con las cátedras de
«Criminología Positiva» y de «Legislación Penal Comparada»
y Vera da inicio a una de «Historia de la Matemática» que no
llega a concluir pues deja el país al poco tiempo.
En este mismo año, los refugiados pasan a dirigir cuatro nuevos proyectos universitarios. Se crea el Instituto Geográfico y
Geológico, cuyos trabajos orientan dos oficiales del ejército español, Aurelio Matilla y Ramón Martorell, cobrando entonces
inicio una labor sistemática de levantamiento topográfico del
territorio nacional, por entonces muy poco desarrollada. Se
crea también la Biblioteca de la Universidad, en el sentido de
que se asume una metodología de organización, adquisición y
consulta, a partir de los fondos dispersos poseídos por ésta, labor de la que se encarga Luis Florén.74 También se inauguran
los laboratorios de la Facultad de Farmacia, a cargo de Ricardo
Martín, y se crea la Dirección de Educación Física, organizada
por Julio Montes.
Otros profesores se van incorporando a la Facultad en el
transcurso de los años siguientes, sustituyendo en la cátedra a
los que se marchan o iniciando nuevas, como es el caso de Antonio Román, que tras impartir un aplaudido ciclo de 9 conferencias sobre la teoría del inconsciente de Sigmund Freud,
pasa a dictar la cátedra de Psicología, o el de José Almoina, que
En el aspecto organizacional, los acervos del país se hallaban notablemente atrasados a la hora de llegar los exiliados, siendo estos los que
inician la organización de algunos de ellos, como el de la Universidad
(Luis Florén), la Biblioteca Municipal de Santo Domingo (Ana Martínez
Iborra) y la capacitación del personal del Archivo General de la Nación
(María Ugarte).
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Pedro Salinas
Rubén Darío
Juan
Ra-
fael Pacheco
El programa del afamado cursillo del poeta Pedro Salinas en la Universidad
de Santo Domingo en junio de 1944. (Tomado del diario La Nación).
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ingresa como profesor de Lengua y Literatura portuguesas por
el curioso acercamiento del gobierno dominicano con el brasileño que sigue a las nupcias de Flor de Oro Trujillo con el
magnate brasilero Mayrink Veiga.75
En 1945, sólo cinco profesores españoles figuran en la nómina de catedráticos de la Universidad. Varios se han ido al
encontrar mejores oportunidades académicas en otros países
de América. Varios, también, dejan la Universidad a disgusto,
despedidos sin justificación por sectores intolerantes que sólo
Ortega Frier parece poder dominar cuando ocupa la Rectoría.76
Durante su estancia, los catedráticos refugiados producen
una verdadera «Edad de Oro» en la historia de la Universidad
de Santo Domingo, que se proyecta como tal fuera de sus aulas. Además de los cursillos y ciclos de conferencias que dictan
fuera de cátedra, gestionan junto a Ortega la visita a la Universidad de figuras de la importancia de Pedro Salinas, Jiménez
de Asúa, Francisco Giral y muchos más, que sumadas a las de
otros tantos intelectuales latinoamericanos y norteamericanos,
definen el momento de mayor movimiento cultural de su historia moderna.
Espacios como la Biblioteca, el Instituto Geográfico y Geológico, y otro que no comentaremos aquí más que de pasada, el
Teatro Universitario, generan también en el transcurso de esos
Constancio Cassá, «Influencia de los refugiados españoles en la Universidad...», en El exilio republicano español..., p. 69.
76
Mercedes Sabater de Macarrulla, vicerectora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en 1982, refiere un proceso de destitución masiva
de los profesores españoles adscritos a la Universidad a finales de 1944,
acusados por el régimen de «contaminar» ideológicamente al estudiantado. Esto, claro, no se refleja en la prensa de la época, pero parece confirmarlo el reducido número de ellos que figura en el personal docente
de 1945. Antes de ello, desde el mismo segundo año de vida de la Facultad, habiendo dejado momentáneamente el rectorado Ortega Frier, se
destituye a profesores como Herrero, Sainz, Alaminos y Vera. Entrevista
a Mercedes Sabater, Santo Domingo, 12 de septiembre de 1988.
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años un importante movimiento cultural. La primera, se enriquece notablemente al establecer contactos con otros centros
académicos y docentes extranjeros entre los cuales, uno, más
familiar y muy importante, la Casa de España (luego Colegio
de México), no deja de enviar a Santo Domingo todo lo que va
publicando ese reducto de la ciencia española -y, en españolen el exilio. Hacia fuera, la Biblioteca pone en práctica ideas
ya sugeridas por José Martí en el país, pero que a Florén le
vienen seguramente de la Institución Libre de Enseñanza, las
bibliotecas ambulantes.77
Sin embargo, la presencia de los profesores refugiados en
la Universidad dejó algo más, menos tangible, aunque quizá
tan importante como lo anterior: inquietudes sociales de todo
tipo. Muchos de sus alumnos de entonces, recuerdan hoy la
brillantez de la cátedra, el trato personal y las ideas que les
trasmitieron sus viejos profesores. Estos, más allá de sus capacidades académicas intrínsecas, introdujeron prácticas cotidianas que rompieron con las habituadas en una universidad
que reproducía los mecanismos de dominación ejercidos por
el régimen en el plano de las relaciones cotidianas. El profesor
refugiado salvó las distancias que otros académicos guardaban,
imbuidos, a veces, de aparente superioridad intelectual, recelosos, otras, de relaciones cotidianas que lo mismo comprometían que delataban. Así, pocos olvidan los paseos típicos por el
malecón de la ciudad de ciertos profesores con sus alumnos o
la confianza de poder ser recibidos en sus casas. También tuvo
el profesor refugiado una prerrogativa que al dominicano le
estaba vedada, por sospechosa: el hablar de ideales, de libertad, democracia e igualdad; ideales que situados en la España
anterior al 1939, pudieron ser recogidos como una interpelación discursiva de la dictadura trujillista.
Pero no era sólo la Universidad de Santo Domingo la que se
planteaba procesos de cambio. Otras dependencias oficiales
«Un experimento notable: las exposiciones de extensión universitaria»,
en Revista de Educación, no. 87, Ciudad Trujillo, 1947.
77
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enfrentaban también la necesidad de modernizarse y, como
aquella, se sirvieron de la llegada del exilio europeo para incorporar sus conocimientos en el desarrollo de nuevos proyectos.
Entre las que reclutaron a los refugiados, la Secretaría de
Educación y Bellas Artes fue la que derivó mayores desarrollos.
Creada apenas en 1934 como ampliación de las funciones de
la Superintendencia General de Enseñanza, se plantea, desde
1935, la revisión de los programas de estudio y la creación de
nuevas instituciones públicas de enseñanza.
Ortega Frier propició el contacto de los pedagogos llegados con las autoridades de la Secretaría, proponiendo su incorporación con el objeto de diseñar y fortalecer procesos de
capacitación para el magisterio normal y elaborar proyectos
específicamente dirigidos a ciertas áreas del sistema educativo. Ortega había sido intendente en los días en que Pedro
Henríquez Ureña dirigió la Superintendencia de Enseñanza
y compartía con éste el criterio de que era necesario reforzar
la formación pedagógica del magisterio dominicano, brindándole elementos teóricos y prácticos que le permitieran superar
los defectos de una didáctica esencialmente empírica, plagada
de arcaísmos pedagógicos como el memorismo. El problema
de la pobre formación pedagógica del magisterio llevó al Gobierno dominicano a solicitar la colaboración educacional de
Chile. Así, en febrero de 1938, visitó el país una misión educacional integrada por tres pedagogos que recomendaron tanto
la introducción de métodos de enseñanza identificados con
la Escuela Activa como el mejoramiento de los procesos de
formación pedagógica para el maestro dominicano.78
Todavía estaban frescas las recomendaciones de la misión chilena cuando arribaron los exiliados, siendo éstos los encargados
de retomar y poner en práctica muchas de sus recomendaciones.
C. Nivar, «Sistema Educativo en…», pp. 85-101; Revista de Educación,
no. 44, 1938.
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Algunos, como Fernando Sainz Ruiz o Luis Alaminos Peña,
tomaron contacto con el Gobierno dominicano portando cartas de presentación dirigidas directamente al rector Ortega
Frier por Fernando de los Ríos.79 Otros, lo hicieron de modo
espontáneo, movidos por las dificultades para subsistir en el
país, como Aniceto León Garre o Luis Leal Crespo, que escribieron directamente al Despacho del presidente Rafael L.
Trujillo y al del Rector de la Universidad de Santo Domingo,
ofreciendo sus servicios profesionales en el área educacional.80
En el marco de la Universidad, el Rector encargó a Fernando
Sainz la tarea de diseñar un curriculum que diese vida a una sección de Pedagogía dentro de la Facultad de Filosofía, proyecto
en el que éste trabajó en colaboración con el profesor Carlos
Larrazabal.81
A principios de 1940, la sección editorial de la Revista de Educación anunciaba el proyecto de reorganización del servicio de
enseñanza que pensaba someter al Consejo Nacional de Educación el recientemente designado Secretario de Educación y
Bellas Artes, Virgilio Díaz Ordóñez, dentro del cual «la incorporación a la Secretaría de profesores extranjeros, acreditados
por su larga experiencia y conocimientos en la materia, habrá
de contribuir notablemente a facilitar el desarrollo de ese nuevo plan, cuya ejecución integral exige los servicios de hábiles
expertos, consagrados a especializaciones determinadas».82
Pronto ingresaron a la Secretaría Luis Alaminos Peña, Guillermina Medrano de Supervía, Aniceto León Garre, Gregorio
Palacín Iglesias y Malaquías Gil Arantegui, reforzándose con
Fernando de los Ríos a Luis Alaminos, Nueva York, 3 de diciembre de
1939.
80
Aniceto León Garre a Rafael L. Trujillo, Ciudad Trujillo, 8 de noviembre
de 1939; Pilar Munarriz de Leal a Julio Ortega Frier, San Cristóbal, 18 de
mayo de 1940.
81
Fernando Sainz a Julio Ortega Frier, Ciudad Trujillo, PJOF, BN, 5 de
enero de 1940.
82
«Editorial: Plan de Reformas para el Servicio Técnico de la Secretaría»,
Revista de Educación, año XII, no. 56, marzo y abril de 1940, p. 5.
79
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ellos una Sección Pedagógica que meses más tarde sería transformada en Oficina Técnica Asesora del Consejo Nacional de
Educación.83
Entre otras de carácter general, el Consejo Nacional de Educación definió en el mes de marzo las siguientes prioridades
de realización:
a)Creación del Colegio Nacional de Ciegos y Sordomudos,
b)Reorganización de la Enseñanza Primaria y organización
científica de la inspección,
c)Reorganización de la Enseñanza Normalista, tendente a la
máxima capacitación pedagógica del magisterio,
d)Reorganización de la Enseñanza Secundaria, asignándole
un contenido adecuado con su función normativa del adolescente,
e)Organización de estudios profesionales para el Magisterio
de Enseñanza Secundaria,
f)Creación de la Escuela Central de Deficientes Mentales.84
Aunque la labor de la oficina asesora solo aparece genéricamente descrita en los reportes que publica la Revista de Educación, órgano de difusión de la Secretaría, la participación de
los refugiados en tales proyectos puede reconocerse revisando lo que ellos publican tanto en la revista como en el diario
La Nación.
Desde enero de 1940, la revista registra un notable crecimiento en las secciones científicas de colaboración local
que, como dijimos antes, se debe casi exclusivamente a las
contribuciones escritas de los refugiados. En ese mes, Dolores
Gregorio Palacín Iglesias, «Cien Años de Educación Dominicana», Revista de Educación, no. 74, Ciudad Trujillo, 1944. En 1943, la Oficina fue
transformada en Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas. La Nación, 1º de enero de 1943.
84
«Plan de trabajo del Consejo Nacional de Educación», Revista de Educación, no. 57, 1940.
83
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Canals de Junyer, publica un artículo relativamente largo sobre
educación preescolar. En el siguiente número colaboran Gregorio Palacín, Fernando Sainz y Antonio Martínez Surroca, el
primero con un artículo titulado «Las ideas y los razonamientos del ciego»; el segundo con otro sobre «La formación del
Magisterio» y el tercero con uno llamado «La preparación de
las clases». En el tercer número del año, Guillermina Medrano
escribe sobre «La formación del Maestro y la Pedagogía de
los niños anormales», Luis Alaminos colabora con otro sobre
«La inspección técnica en las Escuelas Primarias», Fernando
Sainz trata el tema de «La función del Estado en la Educación»
y Gregorio Palacín da inicio a una serie de artículos sobre
«Pedagogía Científica» o «Pedagogía Nueva», que ocuparán
una sección fija de la revista hasta mediado el año de 1942.85
Aunque Aniceto León Garre no colabora en la revista durante
1940, deja ver el contenido de su trabajo en la Oficina Técnica
al defender, en páginas del diario La Nación, el programa de
reformas del Consejo Nacional de Educación, mediante escritos como «Formación del profesorado de segunda enseñanza»
o «El carácter general de las reformas anunciadas y la enseñanza primaria superior».86
Revista de Educación, no. 55, 56 y 57, 1940.
Alrededor de 15 artículos aparecen firmados en La Nación por León Garre en el primer semestre de 1940. Todos de gran interés por cuanto
él parece convertirse en una suerte de intelectual orgánico del proceso
de reforma. Sobre la labor de los refugiados en la Secretaría algunos
adoptaron actitudes chauvinistas, llamando la atención pública sobre el
«nuevo peligro que nos amenaza... la voz puramente teórica de los recién
llegados», agregando que lo que «necesitamos es una escuela dominicana, pura, libre de imitaciones, esencialmente nacional». Más allá de este
tipo de reacciones, la lectura de los artículos de Garre insinúa un cierto
tipo de oposición, más substantiva en sus planteamientos, que pugna
entre otras cosas por la reducción de los años dedicados a la enseñanza
primaria y por el mantenimiento de los mecanismos de incorporación
de maestros. Para el interesado en este tema, remitimos a la lectura de
los artículos de Garre aparecidos en el diario La Nación los días 21 de
mayo, 4-5, 14, 16 y 20 de junio de 1940.
85
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Como obra práctica, es difícil precisar cuanto de las reformas que propusieron estos pedagogos llegó a realizarse. Parte
de las ideas que sugirieron tuvieron que ver con la formación
del magisterio, y estas lograron plasmarse en una circular que
dispuso la celebración de seminarios de pedagogía para el
magisterio primario y secundario.87 Gran parte, sin embargo,
tuvo que ver con aspectos prácticos de la inspección escolar,
los métodos en el aula, la celebración de exámenes, etc., que
sólo un trabajo minucioso sobre las decenas de ordenanzas y
circulares expedidas por la Secretaría durante el período permitiría valorar.
En la reorganización de los programas de estudio evidentemente incidieron, pero no es posible definir de qué manera;
sobre este aspecto vale la pena destacar que a ellos (a Palacín
concretamente) se debe la introducción de un nuevo programa en la materia de Economía Política que se impartía en las
Normales y que a Garre se debe otro tanto en los programas
de Ciencias Naturales.88 El Instituto sugerido para la instrucción del invidente se realizaría muchos años después, mientras
que el especializado en la educación de deficientes mentales
logró cierto nivel de avance, abandonándose el proyecto por
la negligencia de altas esferas del régimen en aceptar que el
desarrollo dominicano podría generar una niñez defectuosa,
como señala su creadora.89
Circular no. 23’42 de la Secretaría de Educación, Revista de Educación, no.
67, 1942.
88
El programa sugerido por Palacín sobre «La enseñanza de la Economía
Política», aparece en Revista de Educación, no. 64, 1942. La circular que
lo aprueba, la no. 96’41, en el número 65 de la misma revista. En cuanto
a Garre, ver: «Conceptos y orientaciones sobre la enseñanza de la ciencia elemental y de los estudios de la naturaleza» en Revista de Educación,
no. 81, 1946. Conviene señalar que Garre, Gil Arantegui, López-Gil y
otros refugiados elaboraron varios libros de texto para la enseñanza primaria y secundaria.
89
Guillermina Medrano, y José I. Cruz, «Experiencia de una maestra republicana», Valencia, 1998, p. 347. El tema de la puericultura es también
impulsado por los pedagogos llegados. María Canals de Junyer dirigió un
área de capacitación en la Escuela de Enfermería.
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Más allá de esto, la labor de los llegados en cuanto a divulgación de la teoría pedagógica fue notable. Gregorio Palacín
escribe sobre el tema en todos los números que edita la Revista
de Educación entre 1940 y 1945, discutiendo detalladamente
métodos y corrientes en pedagogía contemporánea, al tiempo
que publica largas series de artículos en La Nación tratando aspectos específicos del tema, siendo él en quien habría seguramente de ubicarse el antecedente más significativo en cuanto
a difusión de los llamados Métodos Nuevos en el país.90
Sin embargo, la divulgación pedagógica no se halló circunscrita al tema de los métodos, sino que abarcó aspectos de carácter más general sobre la institución escolar, el papel del Estado en la educación, la vocación en el magisterio, la emoción
y el sentido en la escuela, entre otros más, en los que es clara
la herencia de las ideas de la Institución Libre de Enseñanza
fundada por el pedagogo Francisco Giner de los Ríos, aspectos
que fueron generalmente tratados por Fernando Sainz.91
Es posible mencionar otros aspectos de la enseñanza dominicana en los que incidieron los refugiados, si bien éste es
un tema que merecería un tratamiento mucho más profundo. León Garre‚ por ejemplo, fue asesor de la Secretaría de
Agricultura, Industria y Trabajo en materia de divulgación de
técnicas agrícolas y en varios proyectos de creación de escuelas agroindustriales. José Sorribes Soler, como se dijo páginas
Las técnicas de Pestalozzi y Froebel se habían puesto en práctica en el
país, pero la discusión sobre estos temas no era frecuente. La Misión chilena no divulgó sus orientaciones, más que en dos artículos aparecidos
en la Revista de Educación entre 1938-1939, y en general la difusión escrita
sobre métodos pedagógicos era escasa. Aunque incompleta, la reciente
compilación de los escritos de Gregorio Palacín Iglesias publicada por
el Archivo General de la Nación constituirá, sin duda, un aporte a la
historia educacional dominicana. Ver: Andrés Blanco Díaz (ed.), Gregorio
B. Palacín Iglesias, Ensayos y apuntes pedagógicos. Comisión de Efemérides
Patrias; Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2010.
91
Fernando Sainz, «La funesta influencia del positivismo». Cuadernos Dominicanos de Cultura, no. 5, Ciudad Trujillo, 1944.
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atrás, fundó la primera Escuela de Altos Estudios Mercantiles
que existió en el país, cuyo programa sugirió la creación posterior de la Escuela de Administración y Contabilidad, oficial,
que dirigió el propio Sorribés, que constituye el antecedente
de lo que años más tarde sería la Facultad de Economía y Administración.92
2.3 Ateneísmo y divulgación cultural
Si el medio impreso constituye la fuente más importante en
cuanto a valorar el prisma de habilidades intelectuales de los
inmigrados y los posibles usos sociales que éstas rindieron, la
labor de divulgación cultural en ateneos sociales resulta también de gran interés en tanto abarcó auditorios de no poca
extensión y fungió, en realidad, como factor propulsor de la
propia difusión escrita. La activa demanda cultural que sostuvo la presencia del exilio republicano en la prensa escrita
se debió, en otras palabras, al desarrollo primigenio de una
incesante labor ateneísta que prestigió la propuesta y la oferta
cultural de los intelectuales inmigrados.
Una relevante labor de divulgación presencial de la cultura
en el marco de lo que llamamos Ateneos sociales, espacios entre los que se encontraban, claro, los formalmente establecidos
Ateneos de Santo Domingo y San Pedro de Macorís, además de
todos aquellos otros articulados por sociedades de ideas formalmente instituidas (si bien no estructuradas propiamente como
Ateneo), como Pro-Arte y Amantes de la Luz (de Santiago),
Lumen (La Vega), Renovación (Puerto Plata) así como las que
ocasionalmente se formaron en logias, clubes sociales, tertulias y
peñas informales de acción cultural presentes a lo largo y ancho
del país. Aunque esa labor no involucró nunca el contingente
«Organización de los Estudios Mercantiles o de Ciencias Económicas en
la República Dominicana», Finanzas, no. 1, 1941.
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de intelectuales que plasmaron sus ideas en los medios periódicos impresos, llama la atención por su carácter y extensión.
Pronto se insertaron los exiliados republicanos en la vida
del Ateneo Dominicano de Santo Domingo, reanimando su
actividad y el espectro intelectual de sus temáticas. Un tardío
recuento de la labor desarrollada por el Ateneo de Santo Domingo en 1939 permite valorar el tono y el creciente de lo que
representaría su posterior participación en él. El año había
sido uno de los «más fecundos», por la estatura de quienes
habían dictado sus cursos (Luis Alemar, Gustavo Mejía Ricart,
Manuel Patín Maceo) y conferencias (Virgilio Díaz Ordóñez,
Oscar Robles Toledano, Pedro Contín Aybar), y por actividades novedosas como las exposiciones artísticas (la colectiva de
dibujo y pintura dirigida por Celeste Woss y Gil y la de Arte
Húngaro). Inmersas en una agenda que también comprendió
la celebración de numerosos homenajes, la decena de sesiones
académicas sostenidas ese año eran sinónimo de un auge que
al recensor le pareció importante destacar.
Los exiliados comenzaron a participar en agosto de 1939,
con una conferencia dictada por Elfidio Alonso sobre el tema
«Europa en la Encrucijada», a la que siguieron más tarde la
exposición de estampas españolas de José Vela Zanetti y otras
cuatro disertaciones a cargo de Dolores Canals, Segundo
Serrano, Jesús de Galíndez y Vicente Llorens.93 En las pocas
semanas de actividad que mediaron entre la presentación de
Alonso y el cierre del año, el concurso de los intelectuales refugiados representó un componente significativo de la labor de
divulgación cultural del Ateneo.
Durante los años 1940-1944, su aporte a la labor del principal Ateneo de la república sería definitivo, como puede apreciarse en el Cuadro colocado en el Anexo 2. De hecho, varios
de los llegados fueron admitidos como miembros.94
La Nación, 26 de febrero de 1940.
Alfredo Matilla, Vicente Herrero, Julio García, Javier Malagón Barceló,
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Visto a la luz de lo que se consideraba sobre 1939, con su
decena de conferencias, en los cuatro años por venir las solas
actividades de los inmigrados reportarían una treintena de
conferencias, seis exposiciones artísticas individuales, tres recitales poéticos y tres o cuatro actos de carácter político, cosa
que significó, al menos, eso: el sostenimiento del logro, el concurso anual con una media cercana a las diez actividades de
divulgación cultural.
Es interesante notar los temas con que concurren los conferencistas españoles que, en cierto modo, exceden el marco de
la estructura de secciones académicas en que se hallaba organizado el Ateneo Dominicano. Aunque se incorporaron con sus
pares de la secciones de Bellas Artes (Celeste Woss), Geografía e
Historia (Arturo Logroño, Emilio Rodríguez) y Literatura (Ramón E. Jiménez), no pocas de sus intervenciones aportan temas
de otra índole, como la coyuntura internacional del mundo en
guerra (en lo filosófico –Alonso, Serrano–, lo político –Jiménez
de Asúa, José Rial– o lo geoestratégico –Lagunilla, Yuste–), o
temas sin duda novedosos en la vida dominicana de entonces,
como la Psiquiatría y el Psicoanálisis (Antonio Román), la Microbiología (Vicente Sarmiento), el Cine (Antonio Graciani) o
los imaginarios históricos (Jesús Galíndez).
Desde luego, las secciones académicas se beneficiaron de
las doctas conferencias de Constancio Bernaldo de Quirós, Vicente Llorens, Francisco Vera Fernández de Córdoba y otros
tantos más que dejaron honda impresión en el auditorio que
los presenció, o que pusieron acento al clima plástico y literario que se vivía en otros rumbos de la ciudad, conmovidos por
el arribo del surrealismo pictórico, la exaltación de la poética
sentimental de la república española.
Otro tanto podría decirse del influjo que tuvieron los inmigrados en el Ateneo de San Pedro de Macorís. Típicamente,
Jesús Galíndez, Luis Alaminos, Fernando Sainz, doctor Laudelino Moreno y José Borrás.
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los actos más sonados desarrollados en el Ateneo de Santo Domingo se reeditaron, luego, en el de San Pedro, donde también estuvieron presentes muchos de los grandes intelectuales
llegados. No obstante, la participación de éstos en el Ateneo
de San Pedro de Macorís tuvo cierta peculiaridad temática
debida al concurso de los expositores de Pedro Sánchez y al
de los profesores del Instituto de Estudios Técnicos (español),
plantel con el que se coordinó el lanzamiento de las llamadas
Cátedras Populares, establecidas hacia 1941 por su director
Salvador Cucurullo.
Menos encuadradas en el canon de las secciones académicas,
sociedades de ideas arquetípicas como Amantes de la Luz, Alfa
y Omega, Pro-Arte, Renovación y muchas otras más acogieron
la discursiva intelectual de los republicanos en temas que tendieron a verse más inclinados a la cultura de élite (como la
apreciación musical, la declamación o la historia de la cultura,
–de la que, por ejemplo, José Rial dictó un cursillo de cerca de
sesenta sesiones en la ciudad de Santiago–. La labor desempeñada en este tipo de sociedades culturales y recreativas llama la
atención por la amplitud geográfica de los espacios en el que
se hicieron presentes los intelectuales inmigrados, que contempló no sólo el caso de Santo Domingo, Santiago y Puerto
Plata, sino que se extendió también a poblaciones de menor
jerarquía, como La Romana, Salcedo, Moca y La Vega.
A La Vega y a Moca, por ejemplo, iban a dar generalmente
los actos culturales que se presentaban en los Amantes de la
Luz o en la Alianza Cibaeña, de Santiago. Con cierta frecuencia visitaron intelectuales refugiados como José Rial, Alfredo
Matilla, Agustí Bartra, Alfonso Vila «Shum» y otros las tertulias
literarias de grupos culturales como Los Precursores, de La
Romana; o Los Nuevos, de La Vega, prolongando la labor de
difusión cultural realizada en los centro culturales más importantes, proyectándose luego, incluso a poblados relativamente
marginales, como Bayaguana, Imbert, Sabana de la Mar o San
Rafael del Yuna.
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En suma, siguiendo un patrón de difusión centrífuga, la labor ateneísta de los exiliados republicanos dinamizó notablemente el marco cultural de unas ocho ciudades dominicanas,
cosa que posiblemente destaque en términos de contraste con
otras experiencias del exilio, donde el impacto tendió a ser
más concentrado.
La capital fue, por supuesto, el centro expresivo de la cultural viva del exilio español, que discurrió no sólo ante los auditorios del Ateneo Dominicano sino ante los de algunos otros
espacios de difusión cultural, como el que vespertinamente
sesionó en la Escuela Normal de Señoritas Salomé Ureña, el
del Cristóbal Colón o el del propio Centro Democrático Español (Anexo 2). Si bien contaron con ciertas peculiaridades
debidas al perfil de los intelectuales refugiados residentes, en
orden decreciente las ciudades de San Pedro de Macorís y Santiago reprodujeron también la dinámica difusiva seguida en la
capital. Del Ateneo de San Pedro y la sociedad Amantes de la
Luz, las manifestaciones de los llegados se extendían luego a
espacios corresponsales que les abrían en el medio circundante instituciones como el Club Recreativo o la Sociedad Cultural
«Lumen» (en Moca), el Casino Central (La Vega), el Casino
Puertorriqueño (SPM), la Biblioteca Municipal y el Club Dicayagua (La Romana), la Logia Perfecta Armonía (Azua).95
2.4 Bellas Artes
Es en el terreno de las llamadas Bellas Artes (entendidas de
modo clásico: música, pintura, arquitectura, escultura, teatro
y sus derivaciones prosísticas) en donde la presencia del exilio
español impacta la vida cultural dominicana de modo más tangible, tanto si se juzga desde la perspectiva de la realización de
obras e instituciones, como desde la del cambio en los patrones
Ver Anexos 3 y 4.
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culturales dominantes. La Escuela de Bellas Artes, la Orquesta Sinfónica, el Teatro-Escuela deben aspectos fundamentales
de su desarrollo al concurso de los artistas refugiados que, de
esa manera, influyen en las primeras generaciones de compositores, actores, pintores y escultores dominicanos. Otras expresiones, como la literaria o la arquitectónica, no alcanzaron
un desarrollo notable, si bien la labor de los refugiados en el
ámbito respectivo de esos géneros estimuló ciertos saludables
enfoques acerca de la realidad dominicana.
El clima cultural que creó la llegada de un número importante de artistas y críticos de arte de todo tipo impulsó un proceso de importante transformación de las prácticas culturales
que, eventualmente, cobraría y daría sostén al surgimiento de
aquellas instituciones. Como se dijo, desde 1935 existía el proyecto de instalar en el país una Escuela de Bellas Artes, que no
se había podido materializar aún por carecerse del personal
capaz de darle estructura, sentido y ponerla en marcha, indicando el decreto que la creó sobre la necesidad de proceder a
contratar ese personal en el exterior.96
Faltaban, concretamente, inteligencias dispuestas a asumir
el encargo, aunque es también probable que el retraso de tales proyectos se debiese a la ausencia de un movimiento de
inquietud social que les diese sentido. La república contaba
con algunas escuelas particulares de pintura (salvo dos, todas
de carácter elemental); la instrucción musical se llevaba a cabo
en liceos y bandas de música dispersos por el territorio nacional; prácticamente inexistente, el teatro subsistía gracias a las
visitas que regularmente realizaban compañías extranjeras.
La Ordenanza no. 471’35 emitida por el Consejo Nacional de Educación
en agosto de 1935 decidía «adoptar el siguiente Plan de Estudios para la
Escuela Nacional de Bellas Artes, que podrá ser modificado de acuerdo
con los técnicos que para su ejecución deberán ser traídos al país». En
líneas todavía muy generales, el Plan establecía cuatro secciones para
la futura Escuela: Música y Declamación; Dibujo y Pintura; Escultura;
Grabado. Revista de Educación, año 7, no. 27, pp. 17-19.
96
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Al producir un inusitado movimiento artístico de exposiciones pictóricas, representaciones teatrales, foros literarios y
cursos de apreciación musical, la presencia del exilio europeo
incentivó en el medio ese tipo de inquietudes, lo cual hizo en
poco tiempo evidente la necesidad de retomar la proyectada
creación de la Escuela de Bellas Artes y de dar también vida institucional a la música sinfónica, al teatro y a la declamación.
A inicios de los años cuarenta, la sociedad dominicana
poseía todavía una endeble tradición en materia de pintura
y escultura. Varios de los artistas relevantes del período independiente de la historia dominicana o son autodidactas o son
personas que se forman fuera del país y que al regresar imparten clases particulares. De los pocos talentos artísticos que pueden contarse en la tercera década del siglo xx, algunos –como
Jaime Colson o Darío Suro– radican fuera del país en lugares
donde pueden desarrollar técnica y temáticamente su arte. En
general, la pintura que se practica hasta finales de los treinta
tiende a los temas neoclásicos, románticos, impresionistas y
costumbristas, cosa que incide en los gustos que imperan en el
reducido ambiente pictórico nacional.97
Además de encontrarse desfasadas del movimiento contemporáneo, las artes plásticas carecían de un mercado local que
les sirviera de estímulo, siendo, por ello, contadas las exposiciones que se celebraban. Hacia finales de 1939, un editorial
del periódico La Opinión hacía un recuento de las exposiciones realizadas en la ciudad de Santo Domingo en el curso de
los pasados ocho años y contaba un total de diez, de las cuales
dos eran recientes y se debían a pintores refugiados. El editorial comentaba el fracaso económico de la mayoría de ellas y
llamaba al público, en particular al que disponía de recursos
económicos, a modificar sus hábitos decorativos adquiriendo
Jeannette Miller, Historia de la Pintura Dominicana, Santo Domingo, Amigo del Hogar, 1979, pp. 13-26.
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obras de arte originales, para contribuir con ello al desarrollo
nacional de las artes plásticas.98
La llegada de numerosos artistas plásticos (hispanos y centroeuropeos) a finales de ese año, ampliaría considerablemente el marco en que discurría el ambiente pictórico, despertando y expandiendo el gusto promedio local con la introducción
de nuevas técnicas y corrientes de expresión.
Alrededor de 20 artistas españoles trabajaron en la ciudad
de Santo Domingo entre 1939 y 1945, exponiendo regularmente sus obras. Otros pocos más desarrollaron una labor
de carácter marginal en pueblos y ciudades del interior, cuya
importancia fue, en todo caso, local y momentánea, dejando
poco en la historia plástica dominicana. Aunque algunos contaban con cierta trayectoria al momento de llegar, pocas son
las figuras de renombre en el panorama artístico español previo a la Guerra Civil e incluso hubo quienes, como Eugenio
F. Granell, Francisco Gausachs Aisa o Antonio Prats-Ventós, la
desarrollaron enteramente en el país.99
Más allá de esto, lo importante resultó ser el claro estímulo
que su presencia produjo en el ambiente local, donde se crea «La ayuda debida por el público a los artistas del pincel», La Opinión, 22
de noviembre de 1939.
99
Joan Junyer, José Gausachs y Manolo Pascual eran las personalidades de
mayor prestigio entre los artistas que llegan a Santo Domingo. El escultor
Manolo Pascual, el menos conocido, obtuvo el Premio de Roma en 1931;
Junyer y Gausachs considerados ya de importancia en el ambiente de
la escuela de pintura barcelonesa. Los demás fueron: José Alloza, Antonio Bernad, Alfonso Vila (Shum), Víctor García (Ximpa), Blas Arveras y
Kim, ilustradores en grabado y caricatura; Francisco Rivero, José Rovira,
José Vela Zanetti, Ángel Botello, Eugenio F. Granell, Alejandro Solana,
Carlos Solaeche, Pedro García, Francisco Tortosa, Francisco Gausachs,
pintores y muralistas; Luis Soto y Francisco Vázquez (Compostela), Antonio Prats-Ventós, escultores; Francisco Vera, ceramista. Referencias sobre
su trayectoria española pueden encontrarse en: Fraíz Grijalba, Artistas
Españoles en Santo Domingo, SNAG, Ciudad Trujillo, 1942; Manuel Valldeperes, «Pintura y pintores catalanes» en Cuadernos Dominicanos de Cultura,
nos. 25-26, 1945. El folleto explicativo de Los Inmigrantes, exposición retrospectiva celebrada en Santo Domingo en 1989, cita adicionalmente a
un Miguel Marinas, emigrado luego a los EE. UU.
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ron condiciones favorables tanto para el genuino encuentro
cultural con la sociedad dominicana como para su articulación
con las políticas de autolegitimación del régimen, que pudo capitalizarla en la puesta en marcha de la Escuela Nacional de Bellas Artes y la apertura de la Galería Nacional, realizadas en 1942
y 1943 respectivamente. Un seguimiento al mundo de la política
cultural reseñado por el diario La Nación en esos años deja ver
la clara intención exegética de destacar el esfuerzo democratizador del régimen en la modernización cultural dominicana.
Ocho de las once exposiciones que se realizan en la ciudad
de Santo Domingo en 1940 son de artistas españoles refugiados y su presencia en la Primera Exposición Nacional de Artes
Plásticas celebrada en los salones del Ateneo Dominicano es
preponderante.100
Antes de la apertura de la ENBA, la obra de los pintores, escultores y grabadores españoles ejerce un gran estímulo sobre
el ambiente local, no sólo a través de las exposiciones de arte
sino de los trabajos murales que algunos realizan en diferentes puntos de la ciudad, donde desarrollan técnicas expresivas
novedosas. Es el caso, por ejemplo, de la pintura al fresco y el
mural que ejecutan Rivero Gil, Rovira y Zanetti. La primera,
en desuso, o en cualquier caso restringida al ámbito sacro. El
segundo, desconocido como dimensión plástica. Los tres son
pronto incorporados a proyectos oficiales de decoración de
edificios públicos y privados, de restauración de monumentos,
y a la decoración de residencias de la élite burocrática, como
vimos hace unos momentos.
Es también el caso de la escultura que contaba con pocos
practicantes, clásicos o modernos, en la que destacan Luis
Soto, Francisco Vázquez y Manolo Pascual, el último, futuro
director de la Escuela de Bellas Artes. Como lo es también,
A la Primera Exposición, celebrada con motivo de la II Conferencia Panamericana del Caribe en junio de 1940, concurren 12 artistas, 8 de ellos
españoles. La Nación, 8 de junio de 1940.
100
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aunque en menor medida, el del grabado y la caricatura, el
primero poco frecuente en las exhibiciones pictóricas y en el
que destaca Alloza101 y la segunda sólo ocasionalmente conocida fuera del medio impreso.102
Todas estas actividades que preceden a la apertura de la
Escuela de Bellas Artes, van acentuando el clima artístico, al
crear un ambiente de exposiciones regulares que induce al desarrollo de una actividad regular de crítica de arte en la prensa
nacional, de la que se encargan, por lo general, los propios
refugiados, como Granell, Valldeperes y Poveda, o dominicanos como Rafael Díaz Niese, primer director general de Bellas
Artes, que sin duda es quien aquilata el valor histórico del momento que viven las artes plásticas con la presencia de españoles y judíos y promueve su incorporación como profesores de
la Escuela.
Influencias sobre la plástica dominicana del conjunto de artistas españoles que trabajan en el período son poco frecuentes,
exceptuadas, por supuesto, las de quienes como Manolo Pascual
o José Gausachs impartieron largo tiempo clases en la Escuela.
Varios dejan el país muy pronto, como el pintor Francisco
Tortosa y Albert, instalado y enfermo en la Colonia de Dajabón, que quizás acudió a exponer en el Ateneo Dominicano
con obra realizada en España. O Pedro García Lema, pintor
gallego, que desaparece tras la muestra que también le abre
el Ateneo y seguramente de varios más, de los que sólo parecemos tener un conocimiento teórico los dominicanos del
presente, como Carlos Solaeche o Pedro Bargalló.
Alloza diseña varios carteles de carácter oficial y decora libros de autores
dominicanos y españoles. En 1942 gana el Concurso de Cartel de la Feria
del Trabajo.
102
La caricatura, como se comentó a propósito de la prensa, se practicaba poco en la República Dominicana y no era un tema de exposición,
teniendo por ello carácter novedoso las que realizan los caricaturistas
españoles. Este aspecto se puede apreciar en el artículo «Progreso Dominicano», firmado por López de Sardi, en La Nación, 13 de septiembre de
1944, comentando la reciente muestra de Antonio Bernad.
101
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Sin embargo, su presencia es decisiva en cuanto a la reanimación del ambiente cultural de las artes, el clima informativo que en derredor de ella contribuyen a crear, entronizando
espacios respectivos en las secciones culturales de los diarios
dominicanos de circulación nacional, instalando foros de debate público y concurriendo, como colectividad intelectual, a
la configuración de un ambiente de preocupaciones en torno
a las mismas.
A través de la Escuela, la influencia es orgánica. En primer
lugar, el nivel técnico de la plástica dominicana se incrementa
notablemente ya que sus profesores enfatizan el dibujo y el
modelado al natural, imponiendo el estudio al desnudo, cosa
que hasta entonces no se llevaba a cabo en las academias del
país.103 En segundo lugar, temas y formas de expresión más
contemporáneas comienzan a desarrollarse en la plástica dominicana a partir de la primera generación que gradúa la escuela.
Sin embargo, fuera del quehacer académico, los artistas españoles que continúan en Santo Domingo entre 1942 y 1949
son los que imprimen dinamismo al ambiente de las artes plásticas. Dos de los premios del Concurso Pictórico de la Segunda Bienal de Artes Plásticas, celebrada en 1944, se adjudican
a ellos (José Vela Zanetti y a José Gausachs). Poco más de la
mitad de las exposiciones individuales que instaló la Galería
Nacional entre 1943 y 1945 presentaron su obra, entre otras la
de Eugenio Fernández Granell, la primera muestra de arte surrealista celebrada en el país y, seguramente, el acontecimiento pictórico del lustro.104
R. Díaz Niese, «Un lustro de esfuerzo artístico»
Ibídem. La muestra de Granell provocó la reacción de mayor intensidad
ante una exposición que se registra en el período, ya que su temática
surrealista provocó tanto detractores como partidarios, e introdujo, en
cualquier caso, la versión más radical de la pintura contemporánea que
conoció hasta entonces el país. La prensa le dedicó atención durante
103
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Si la tradición nacional en pintura y escultura era débil, en
teatro lo era todavía más, pues es hasta 1946 que se funda en
el país la primera escuela de teatro, el Teatro-Escuela de Arte
Nacional, dirigida por Emilio Aparicio, un actor refugiado en
el país.
No existe un trabajo que ubique con precisión el desarrollo
del teatro dominicano en el periodo 1930-1940. De los pocos
estudios con que se cuenta sobre la historia del teatro en el
país, el de Cruzado, sólo analiza la vida teatral hasta 1930.105
Sin embargo, puede decirse que hasta 1940 el ambiente teatral
del país dependía casi exclusivamente de las visitas que regularmente hacían compañías extranjeras.
También en el desarrollo del teatro institucional influye el
ambiente creado desde principios de 1940 por el exilio español. Como señala Llorens, dramaturgos llegaron pocos al país
y el único de mediana importancia, López Alarcón, se dedicó
a escribir para el régimen.106 Actores sí, y gentes dispuestas a
hacer teatro, más. El hecho es que ya para 1940 los refugiados
comienzan a realizar diversas actividades teatrales, con mayor
o menor calidad, e incorporan en sus cuadros escénicos a los
dominicanos, creando el clima de inquietudes que luego cobraría expresión en la fundación del Teatro-Escuela.
Dentro de las primeras que se realizan está la apertura de
una Escuela de Declamación, en la ciudad de San Francisco
de Macorís, por parte de Emilio Aparicio y su esposa Antonia
Blanco que llegan allí procedentes de la Granja Agrícola Generalísimo Trujillo, y que poco más tarde comenzaron a producir
localmente radionovelas.107
cerca de dos meses, constituyéndose en el momento de mayor proyección del incipiente movimiento surrealista que poco después fundaría la revista La Poesía Sorprendida.
105
Rafael Cruzado, El Teatro en Santo Domingo, s.e./s.f.
106
V. Llorens, Memorias de una emigración…, pp. 124-127.
107
La Nación, 1o. de abril de 1940. Entrevista a la señora Antonia Blanco de
Aparicio. Santo Domingo, 4 de septiembre de 1988.
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Poco tiempo después, se crea la Compañía Española de Comedias, dirigida por Antonio Rodríguez Graciani, que debuta
en Santo Domingo con una obra dominicana, pocos días antes
de que se lleve a cabo el gran debut del teatro republicano en
la isla, con la escenificación hecha por Llorens de «La Dama
Boba» de Lope de Vega en las ruinas de San Francisco.108
Decimos gran debut, porque, más allá de los méritos que,
modestamente, Llorens quita a la escenificación (que fue
suya), la obra tuvo un gran impacto sobre la vida cultural de
Santo Domingo, siendo repuesta varias veces más en los meses siguientes. Lo tuvo también sobre la música nacional, ya
que Casal Chapí, director musical de las representaciones, fue
llamado luego a dictar cursos de composición musical de los
que más tarde pasaría a crear la Orquesta Sinfónica Nacional.
También sobre las ruinas y los monumentos coloniales de la
ciudad, ya que su puesta en escena sugirió de nuevo el interés
de restaurarlas y, desde luego, sobre el propio teatro nacional,
pues cada una de las representaciones mereció comentarios y
editoriales periodísticos que aconsejaron constituirlo.109
Sobre esto escriben varios refugiados en el diario La Nación,
todos en el sentido de dar vida a un proyecto de teatro nacional. El primero fue Valldeperes, que poco después de la
presentación en las ruinas de San Francisco escribió tres largos
artículos sugiriéndolo, como lo hizo también Luis Álvarez-Santullano en la serie que dedicó a presentar al público dominicano el proyecto del Teatro-Escuela de Arte de Madrid.110
La Nación, 31 de marzo de 1940; 15 de abril de 1940.
La idea de restaurarlas se produjo poco antes, al poner en escena una
obra de Tirso de Molina el grupo La Farándula, dirigido por Llorens
pero adquirió fuerza tras la representación de «La Dama Boba». Ver:
«Tirso de Molina en las ruinas de San Francisco», La Nación, 26 de febrero; editorial «Por un teatro nacional», 10 de abril de 1940.
110
Manuel Valldeperes, «La escena al servicio de la escuela», «Por un teatro
Nacional», 21 de abril, 17, 21 de mayo de 1940; Álvarez-Santullano, «El
Teatro-Escuela de Arte de Madrid», 18 de junio, 13, 20, 25 y 28 de julio
de 1940.
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Actores del elenco del Teatro Universitario. Fuente: revista Cosmopolita.
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Sin embargo, el Teatro-Escuela dominicano sería una realización bastante posterior. Hasta su apertura en 1946, son
grupos hispano-dominicanos los que producen teatro localmente. Y estos incentivan el surgimiento de círculos teatrales
netamente dominicanos.
En la ciudad de Santiago, Ruddy del Moral y Carola Yonmar
inauguran a mediados de 1941 la Escuela de Arte Dramático, que no parece ser un proyecto pedagógicamente estable
ya que realiza una intensa actividad teatral por pueblos y ciudades del interior de la república de manera continua hasta
1943.111 En 1942, el Centro Democrático Español crea su cuadro escénico, de carácter más modesto que el grupo de Del
Moral o la Compañía de Graciani, ya que estos integran las
vistosas escenografías de Auñón y Granell, en el que trabajan
actores dominicanos. Más modesto aún es el cuadro del Club
Hispano-Dominicano de «Pedro Sánchez», que sin embargo,
brinda el escaso teatro que conocen las pequeñas poblaciones
del Este de la isla. En ese mismo año, surge la primera agrupación teatral integrada por dominicanos: la Sociedad de Arte
Dramático.112 En 1943, la compañía de Graciani pasa a ser la
Compañía Hispano-Dominicana de Comedias, que reúne a los
actores españoles y dominicanos que trabajan con Del Moral
y que será, desde 1944, el único grupo teatral de importancia
en el país, además del Teatro Universitario que dirige desde
entonces Del Moral, ya que los demás cuadros escénicos han
desaparecido. De esta Compañía surge buena parte del profesorado de Teatro-Escuela de Arte Nacional, incluido su director, Emilio Aparicio.113
En términos de calidad escénica fue sin duda la Compañía
Hispano-Dominicana la mejor de todas, ya que los demás grupos tuvieron un carácter menos profesional. Sin embargo, de
La Nación, 13 de junio de 1941.
«La Sociedad Arte Dramático», La Nación, 15 de abril de 1943.
113
La Nación, 23 de noviembre de 1943.
111
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todos puede decirse que lograron atraer vivamente al público
dominicano, brindándole una alternativa teatral más democrática –en cuanto a precio– y seguramente de mayor contenido
que la que usualmente llegaba al país con las troupees musicales.
Todas llevaron a la escena a los clásicos españoles 114 y a autores
contemporáneos como García Lorca, Arniches, Moratín, Casona, Custodio, etc., e incluso a dramaturgos en ciernes, como
Paz y Mateos, refugiado en Santo Domingo y Silva, dominicano.
Alguna se identificó más con el contenido social de sus obras,
como las del cuadro del Centro Democrático Español,115 otra,
como la Hispano-Dominicana, mantuvo un buen nivel temático aunque también se dedicó al drama de escaso contenido,
como «Falsa Amistad», obra presuntamente escrita por María
Martínez, esposa de Trujillo, de cuya representación surgió la
decisión oficial de establecer el Teatro-Escuela Nacional cosa
que, en ese, sentido, valió la pena.
En las restantes Bellas Artes (música, literatura y arquitectura) la presencia del exilio republicano revistió caracteres en
gran medida conocidos.
En el caso de la música, la trascendente labor de Enrique
Casal Chapí y la fundación de la Orquesta Sinfónica Nacional
ha sido enteramente documentada. De gran relevancia, se redujo, empero, a una biografía personal, pues pocos músicos
refugiados se insertaron en la producción musical dominicana, a no ser Eugenio Fernández Granell y Jesús Poveda, que
formaron parte de la sección de cuerdas de la propia OSN. En
arquitectura, la presencia de los refugiados consistió un fenómeno marginal, obra de un puñado de personas, que ha sido
A casi todos los clásicos, y es este el período en que seguramente se difundió más la dramaturgia española en la isla. Como mero detalle, cabe
agregar que en las ruinas de San Francisco se puso por primera vez la
versión completa de la obra de Lope.
115
Varias de las obras puestas en escena por el CDE, como «La viuda de Padilla», «El Marsellés», «Un señor de horca y cuchillo» y otras, al tratarse
de temas feudales, hacían alegoría de la propia situación dominicana.
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recientemente conmemorado.116 Aunque no siempre se orientaron a la realidad dominicana, las letras registraron una producción abundante y contaron con bastantes más exponentes.
Llorens cifra sus principales hitos, sobre todo aquellos insertos
en trayectorias luego connotadas, como las de Agustí Bartra,
Bernardo Clariana y otros pocos autores más, cuya producción
interesa más a la historia literaria de la España Peregrina.
Siéndonos familiares, nos limitaremos en este recuento sólo
a hacer algunas ampliaciones de orden contextual en torno a
la música y la arquitectura.
Como el de Pascual y Gausachs a la plástica, o el de Aparicio
a la escena, el aporte de Casal Chapí a la música dominicana
consistió particularmente en dotarla de una estructura académica en sus niveles creativos de composición y ejecución.
Todavía a principios de 1941, la música y la composición sinfónica dominicanas, se realizaban en condiciones sumamente
inestables. Existía una Sociedad Sinfónica de Santo Domingo
que practicaba y ejecutaba de manera informal, con graves
carencias financieras y con poca uniformidad en la destreza
de sus ejecutantes, cosa que también sucedía con la composición, en la que existía talento y sensibilidad, pero no rigor
académico.117
Casal Chapí, Premio de Composición del Conservatorio de
Madrid en 1936, recibe el encargo de organizar la Orquesta Sinfónica Nacional, que se crea en agosto de 1941 con la reunión
de músicos dispersos de la Sinfónica de Santo Domingo.
El primer concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional tuvo
lugar en el Teatro Olimpia el 23 de octubre de 1941 y se dedicó exclusivamente a la presentación de obras de compositores
Henry Vicente Garrido, dir. Arquitecturas desplazadas. Arquitecturas del exilio español, Ministerio de Vivienda, Madrid, 2007; Omar Rancier, «Arquitectos republicanos españoles en Santo Domingo», en El exilio español en
la sociedad dominicana..., pp. 101-112.
117
Arístides Incháustegui, «Música de los clásicos para el pueblo», Listín
Diario, 30 de junio de 1973.
116
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dominicanos como Luis Mena, José Dolores Cerón, Ramón
Díaz y Enrique Mejía Arredondo, y conllevó tres meses de
arduos ensayos.118 El rigor en el ensayo y el énfasis en la producción local como material para los conciertos es, quizás el
recuerdo más frecuente entre quienes trabajaron con Casal
Chapí en la Orquesta, antes de que pasase a dirigir Montevideo, en 1946. Un detalle interesante sobre la personalidad de
Chapí es el interés que este puso en que la Orquesta, a poco
de formada, comenzara a dar conciertos populares semanales
con el objeto de crear un ambiente propicio a la apreciación
de estilos y corrientes musicales.119
Aunque no sólo del ensayo de los conciertos populares provino el ascenso de la música sinfónica. En el preludio de la
creación de la Orquesta estuvieron tanto los cursos de composición musical que dictó el propio Casal Chapí como los que
sobre temas de apreciación musical impartió Alfredo Matilla
en el recientemente creado Conservatorio Nacional de Música.
Sin duda, tales actividades dieron fuerza al movimiento cultural
en torno a la música, lo mismo que la aparición de sendas secciones de crítica y apreciación como las que sostuvieron en los principales diarios intelectuales inmigrados como Eugenio F. Granell
(La Nación), Alfredo Matilla y Jesús Poveda (La Opinión).
Y es que, en efecto, la presencia del exilio republicano aportó un cauce fundamental al momento vivido por las bellas artes
en la sociedad dominicana de los primeros años cuarenta. Exposiciones de artes plásticas, representaciones teatrales y una
persistente labor de carácter periodístico crearon parte de las
condiciones en que surgió el Círculo de Bellas Artes en mayo
de 1942, organismo gestado por intelectuales dominicanos e
hispanos.120
La Nación, 24 de octubre de 1941.
Entrevista al señor Arístides Incháustegui, Santo Domingo, 6 de agosto
de 1988.
120
El Manifiesto del Círculo de Bellas Artes fue firmado el día 2 de mayo
de 1942 por: J. Dolores Cerón, Celeste Woss y Gil, P. René Contín Aybar,
118
119
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Por abierta evocación de su homólogo madrileño (establecido en 1880), cabe imputar a los componentes hispanos firmantes del Manifiesto el nombre que se dio a la nueva institución,
que tendría gran presencia en el ambiente de las bellas artes
de la primera mitad de la década del cuarenta. Entre 1942 y
1944, el Círculo organizó conferencias, exhibiciones de artes
plásticas, conciertos y concursos literarios como los que pueden apreciarse en el Cuadro. También sostuvo un programa
radial quincenal dedicado a la divulgación artística.
Cuadro 14
Círculo de Bellas Artes
Actividades promovidas 1942-1944
Conferencia
Nacionalismo y folklorismo
en la música
Enrique Casal Chapí
Conferencia
El folklorismo en la música
Enrique Casal Chapí
Conferencia
La música moderna y su
pretendido esnobismo
Enrique Casal Chapí
Conferencia
Domenico
toledano
Constancio Bernaldo
de Quirós
Concurso
Poesía y Prosa
Teatro
Venus y Adonis
Greco,
pintor
Alberto Paz y Mateos
Exposición
Eugenio F. Granell
Exposición
Exposición
Exposición
Exposición
Exposición
José Gausachs
José Alloza
George Hausdorf
Celeste Woss y Gil
Manolo Pascual
Ninón L. de Brower, Juan Francisco Sánchez, Héctor Incháustegui,
Marga­rita Contín Aybar, Bienvenido Gimbernard, Rafael Díaz Niese,
Enrique Mejía Arredondo (dominicanos) y Alfredo Matilla, Manolo Pascual, Enrique Casal Chapí, Eugenio Fernández Granell, José Gausachs
(españoles).
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El plan de reforma y extensión del urbanista Giner de los Ríos, sus ejes distribuidores viales de penetración y el desarrollo
de la zona costanera al este del río Ozama. Fuente: archivo personal de Bernardo Giner de los Ríos.
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A Santo Domingo llegaron ocho arquitectos, de los cuales
sólo tres (Tomás Auñón, Joaquín Ortiz y Bernardo Giner de
los Ríos) concretaron alguna obra arquitectónica. Los dos primeros trabajaron juntos en el diseño de un buen número de
obras particulares, luego consideradas paradigmáticas en términos de la historia de la arquitectura dominicana.121
A Tomás Auñón se debe el diseño del Monumento a la Independencia Financiera (también conocido como el «obelisco
hembra») realizado como parte de las conmemoraciones del
Centenario de la República. Joaquín Ortiz diseñó la fuente
conmemorativa que donaron los refugiados españoles al pueblo dominicano con ese mismo motivo.
Giner de los Ríos coordinó los trabajos de confección del
plano urbano de la ciudad de Santo Domingo y elaboró el referido Anteproyecto de reforma interior y extensión de Ciudad
Trujillo, obra que no es posible comentar aquí en detalle, pero
que resulta de interés por constituir uno de los primeros proyectos de planificación en la historia urbanística de la ciudad
de Santo Domingo.122 En su anteproyecto, el arquitecto Giner
de los Ríos, introducía varios enfoques de interés en materia
de capitalización y valorización del suelo urbano, de arborización y de reforma del casco antiguo de la ciudad.
Destituido del cargo de jefe de la Oficina del Plano Urbano
por su intervención en el asunto del Cuba, Giner de los Ríos
alcanzó a entregar 9 planos ultimados de regulación urbana,
7 parciales de reforma del casco colonial y 4 relativos a la Ciudad
Omar Rancier, «Arquitectos republicanos españoles….». Auñón es recordado por sus múltiples facetas profesionales, particularmente por elaborar personalmente los elementos decorativos de sus viviendas. Sobre
su obra en el país existe un excelente trabajo de análisis realizado por
alumnos de Arquitectura de la universidad Pedro Henríquez Ureña. Ver
Gustavo Moré, Notas sobre forma e identidad en la arquitectura de la «Era de
Trujillo, Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, 1986.
122
Hacia 1938, el Consejo Administrativo del Distrito había concluido un
plan de crecimiento urbano de la ciudad, esencialmente vertido hacia el
oeste. El proyecto del Arq. Giner de los Ríos contemplaba las dos riberas
del río Ozama. Ver José Báez López-Penha, Por qué Santo Domingo es así,
Colección Banco Nacional de la Vivienda, Santo Domingo, 1992.
121
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Universitaria, al Parque Central, a la reforma de los parques Colón
e Independencia, así como un Perfil Transversal y Longitudinal
de Vías. De ideas interesantes (aunque irrealizables por la lógica
de la apropiación y la valorización del suelo urbano que privaría
en la historia futura de la capital), las proyecciones del arquitecto
Giner de los Ríos anticipaban, en cierta forma, la eventual reordenación sufrida por el este costanero de la ribera del río Ozama,
el aislamiento de los sitios históricos de la ciudad colonial, entre
otras cosas. Aparentemente, algunas de sus recomendaciones llegaron a materializarse.123 También entregó un boceto de reforma
del Hotel Colón y un proyecto de Auditorium.
Más allá de lo que alcanzasen a concretar como arquitectos
–incluido lo que probablemente dejaron hecho–, su participación ejerció un influjo importante sobre el tema de la revalorización y el rescate histórico de los monumentos coloniales de Santo
Domingo, labor en la que directamente asesoraron al Consejo
Administrativo de la ciudad, donde también actuaron artistas
restauradores como Josep Rovira y la cuadrilla de jardineros catalanes comentada.124 Además sentaron los antecedentes de conformación de un primer colegio profesional que reuniese a
ingenieros y arquitectos.125
Varios editoriales de La Opinión y de La Nación recogen las ideas urbanísticas preconizadas por Giner de los Ríos, o, al menos eso permite suponer el que alguno de ellos se encuentre cuidadosamente preservado en
su archivo personal. Ver «La urbanización y los propietarios», La Opinión,
8 de marzo de 1940; La Nación, 21 de septiembre de 1942 (sobre la recientemente aprobada Ley de Construcciones; La Nación, 14 de enero de 1943 (sobre el embellecimiento de San Antón); La Nación, 15 de
mayo de 1943 (sobre embellecimiento de la ciudad); «El Parque Colón y
su ensanchamiento», La Nación, 25 de diciembre de 1942.
124
«La Junta de Desarrollo y Embellecimiento en sesión de ayer resolvió
iniciar los trabajos de restauración de la Catedral», La Nación, 7 de septiembre de 1940.
125
Tutelada por Manuel S. Gautier, secretario de Estado de Obras Públicas
y por el ingeniero Ruiz Castillo, Director de Obras Públicas, una comisión de profesionales españoles (Giner de los Ríos, Auñón, Coll, Barba,
Pedrero, entre otros) quedó encargada de formularla. Ver «Sentadas las
bases para la creación de un Club de Técnicos en nuestra ciudad», La
Opinión, 15 de julio de 1940.
123
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Epílogo
L
os capítulos precedentes han ilustrado los grandes procesos que enmarcaron el tránsito por la sociedad dominicana de
los exiliados de la Guerra Civil Española, desarrollando nuevas
ideas tanto sobre la naturaleza de la política que los hizo llegar
al país como sobre la caracterización, condiciones de existencia e influjo sobre la vida dominicana del colectivo refugiado
al cabo del lustro que duró su lento proceso de reemigración.
La evidencia aportada por las nuevas fuentes disponibles
para el estudio de este segmento del exilio republicano español permiten definitivamente trascender el eclecticismo que
ha impregnado buena parte de la producción académica –pasada y presente– en cuanto a cifrar el origen de la política en
factores situados tanto en el orden de las relaciones internacionales del régimen trujillista como en el de sus preocupaciones de carácter productivo, racial y cultural. Resulta ya difícil
seguir insistiendo en ideas de fomentalismo agrícola, mestizaje, hispanismo y contención sociocultural en la zona fronteriza
a la luz de las tramas que revela el proceso de implementación
de la política inmigratoria, que con fuerza muestran el interés
preeminente que tuvo la política internacional del Gobierno
dominicano. En la idea de circunscribir la inmigración de los
republicanos a la esfera de las relaciones internacionales, nuestra argumentación apunta, no obstante, a restar a la matanza
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de haitianos de 1937 el papel protagónico que se le ha otorgado, proponiendo una serie de aspectos que permiten captarla como un proceso cambiante de estrategias contingentes,
ora interesado en el problema del humanitarismo, ora en el
cultivo de buenas relaciones con el Departamento de Estado
norteamericano, actor al que fundamentalmente se dirigieron
todos los gestos de política asumidos por el régimen en torno
a la Guerra Civil española y sus refugiados, desde los días de
la Guardería Presidente Trujillo y sus huérfanos de guerra en
el Madrid sitiado de 1937-1938 hasta los de las políticas anticomunistas de seguridad hemisférica al concluir la Segunda
Guerra Mundial.
Así como proponemos una lectura dinámica del peso de la
política internacional, que no ancle el vínculo de la política
inmigratoria con el sólo problema de la matanza de haitianos,
algo importante que puede resultar de la lectura de este trabajo consiste en combatir la tendencia a centrar todos los actos
del régimen en torno a la inmigración de refugiados españoles
en la figura de Rafael L. Trujillo, personaje que sin duda orbitó en las decisiones fundamentales pero que pareció hallarse
relativamente alejado del proceso práctico de su inserción en
la vida dominicana, el cual fue asumido, con los resultados descritos, por fracciones de interés dentro de su séquito político
y burocrático.
En esos aspectos, más que arribar a un punto de llegada conclusorio en la reflexión y el análisis de la política inmigratoria,
esta historia nos plantea nuevos problemas de investigación.
Descentrar el personalismo en el estudio de la política hacia el
exilio español para comenzar a captarla como un proceso en
el que intervino el interés de distintas facciones burocráticas
puede resultar tan relevante como aquello a lo que conduce la
despersonalización de la política: derribar el supuesto del actor racional y la presunción de que los asuntos del proceso de
implementación del flujo inmigratorio obedecieron a la lógica instrumental de adecuación medios-fines, ajena al impacto
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contingente de procesos vinculados con el poder y el conocimiento. La historia que hasta el momento hemos venido narrando en primera persona –«Trujillo se propuso»– habrá de
dar lugar a nuevos trabajos que recuperen el carácter complejo de cualquier proceso de implementación de políticas desde
el Estado, donde no sólo caben las pugnas de interés entre
múltiples actores sino los procesos de falta de conocimiento e
improvisación que hemos visto discurrir a lo largo del relato.
Una visión con fracturas, inflexiones y matices es la que aquí
se ha documentado en relación tanto con la naturaleza de la
política hacia la Guerra Civil española y su exilio como con las
ententes de poder que intervinieron en el proceso inmigratorio. Ésta puede extenderse, asimismo, a nuestra percepción
del propio colectivo refugiado, que aparece aquí descrito en
sus diferentes configuraciones sociológicas, políticas y culturales no sólo como una colectividad escindida internamente en
función de los asuntos de la política española sino en los de sus
relaciones con el régimen político y la sociedad dominicanas.
Interesados en reconstruir la historia colectiva y alejarnos de
aquella esencialmente fundada en la experiencia de sus élites
culturales, arribamos a una descripción de la trayectoria vital y
ocupacional del colectivo inmigrado en la que es posible reconocer condiciones de existencia contrastantes, desde las más
favorecidas de los núcleos que lograron insertarse en la vida
de las clases medias urbanas hasta las de los empobrecidos del
campo y de la ciudad.
Asimismo, en sus relaciones políticas con el régimen trujillista los refugiados se muestran como un ente heterogéneo,
donde no sólo existieron posiciones de desencuentro ideológico-político con la dictadura sino donde hubo sectores que
abiertamente abrazaron prácticas de legitimación del sistema
político imperante. Inferir que el antifascismo genérico que
animaba políticamente al colectivo inmigrado lo condujo a
una también genérica repulsa del orden dictatorial, es indebido y deriva en una visión cándida del comportamiento que
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para muchos creó la nueva situación en el continente americano.
Esto permite introducir un comentario general sobre las
relaciones políticas de los inmigrantes con el régimen trujillista, particularmente en relación con sus presuntas actividades
de difusión de ideologías marxista-leninistas, como lo postuló
hace algunos años el historiador Bernardo Vega a partir del
estudio de documentación de inteligencia de los servicios secretos norteamericanos y dominicanos.
El régimen acusó públicamente a los comunistas españoles
de haber participado en la organización de las huelgas azucareras de 1942 y expulsó del país a algunas personas con ese
pretexto que era, en realidad, una percepción actuante desde el incidente del trasatlántico Cuba. En enero de 1943, las
autoridades clausuraron la sucursal del Centro Democrático
Español en Santiago, bajo la acusación de realizar actividades
que perturbaban el orden público; en febrero, el local del
Centro en Santo Domingo fue también cerrado, aunque temporalmente.1 A partir de entonces, el régimen comenzó a presionar a grupos cada vez más amplios de refugiados para que
salieran del país, imputándoles acciones políticas ilegales o,
simplemente, haciéndoles saber que su presencia no era grata
para la República Dominicana.
La documentación citada por Vega hace énfasis en aspectos
como la distribución de literatura subversiva. Sin embargo,
una acción concertada entre dominicanos y españoles en la
circulación de esos materiales o en la consejería política es
desmentida tanto por los entonces acusados como por dominicanos de la izquierda opositora. Sus publicaciones hicieron
eco, a lo más, del movimiento antifascista internacional. Ni en
páginas de publicaciones claramente políticas como Por la República o Rumbo, ni en ediciones de autor como las 33 notas, de
1
Véase «Carta del Secretario de Estado de lo Interior y Policía» dirigida a
los responsables del CDE en Santiago, La Nación, 10 de abril de 1943.
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Justo Tur Puget,2 ni en conmemoraciones del Centro Democrático se aludió a la construcción del socialismo ni a los clásicos del socialismo científico. Un ligero énfasis en los triunfos
del ejército soviético es, si acaso, el signo de su posicionamiento ideológico. Puede afirmarse, que los “inicios” del marxismo-leninismo en el país no se debieron a los refugiados. El
marxismo era conocido por la inteligencia obrerista del este
desde mucho tiempo atrás. El contraste entre la versión de
los servicios de inteligencia dada a conocer por Vega y la de
los propios implicados hace evidente que el régimen quería
hacer aparecer sus actividades como una amenaza cuando, en
realidad, entendía que poco lo eran.3
En lo general, las distintas fracciones políticas del exilio
mantuvieron una actitud obediente en cuanto a no involucrarse con los asuntos internos de la política dominicana. El
amenazante posicionamiento del régimen en la coyuntura del
Cuba surtió, en ese sentido, un efecto preventivo y aleccionador que se tradujo en el concurso de los refugiados en todas
las iniciativas de carácter político a las que los convocó el gobierno dominicano entre 1940 y 1945, como La Marcha de la
Victoria (1940), la declaratoria de Guerra al Japón (1941), la
proclamación de la candidatura de Rafael L. Trujillo (1942), la
conmemoración del primer Centenario de la Independencia
(1944) o la adhesión dominicana a los EE. UU. y a la causa
de las naciones aliadas (1944), actos en los que participaron
contingentes representativos de todas las tendencias políticas
del exilio.
Más allá de esto, que aunado a la aparición de corrientes
abiertamente laudatorias del trujillismo –como las ejemplificadas
2
3
Justo Tur Puget, 33 notas, Ciudad Trujillo, s/e, 1943.
Bernardo Vega, La Inmigración..., pp. 181-191; Entrevistas con el señor
Hilario Caloto Fernández, acusado principal de la huelga azucarera.
Ciudad de México, 9 y 25 de julio de 1989. Entrevista a los señores Dato
Pagán Perdomo y Pedro Mir, miembros del movimiento marxista de oposición, Santo Domingo, 19 y 27 de agosto de 1988.
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por el movimiento «apolítico» de Bosch Pearson o por las distintas manifestaciones literarias que Malagón engloba en el
género que llama «lambiscón»,4 comportó el claro rasgo del
asentimiento al régimen político, lo cierto es que pocas de las
manifestaciones culturales de los refugiados dejaron de constituir ocasión para reiterar el ritual de agradecimiento por la
apertura al exilio o para referir el progreso dominicano durante la Era. Tal como lo esperaba el régimen, que dosificando
castigo y perdón obtuvo la participación de una colectividad
que públicamente mostraba asentimiento y cuya permanencia le interesaba como objeto de consumo exterior, como ha
señalado Cassá.
También hemos intentado ampliar e introducir nuevos
matices al contorno de lo que Llorens nos legó como presencia del exilio en la vida cultural dominicana, tarea en la que
creemos haber sencillamente arribado a un nuevo punto de
partida, más informado en cuanto a fuentes propicias para futura investigación en materia de historia cultural. Es necesario
profundizar en esta labor de ubicación y rescate de las fuentes
dominicanas de la labor del exilio en el terreno de la cultura,
con miras a incentivar análisis que valoren la naturaleza de sus
influjos, sobre todo ahora, cuando jóvenes investigadores de
dentro y de fuera vuelven persistentemente a abordarlo.
¿Qué derivó la cultura dominicana del contacto con los exiliados españoles?
Realmente he ahí una gran pregunta requerida de una también amplia agenda de investigación.
Comúnmente, asumimos influjos en terrenos que nos son
ya conocidos, como las artes plásticas, la música, el teatro o
la vida universitaria, pero podríamos todavía incursionar en
el estudio de varios más en el terreno, por ejemplo, de las
Que, además de la citada en las páginas 219-220, integró también obras
como «El Poema de la Gratitud», de José Rial Vázquez, o los «Sonetos a
Trujillo», de Enrique López Alarcón. Javier Malagón Barceló, «El exilio
en Santo Domingo», Presencia Hispánica, no. 2, Santo Domingo, 1988.
4
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profesiones, las disciplinas científicas o las ideas. ¿Cuánto se
ha reflexionado respecto del aporte de los pedagogos, los psiquiatras o los economistas refugiados al desarrollo local de sus
respectivas disciplinas? ¿Cuánto en relación con lo que aquí
pudieron traer ingenieros, médicos y químicos? ¿O sobre lo
que aportaron bibliotecólogos, fundidores, impresores y tantos
otros grupos profesionales de los que se cuenta con referencia
cierta de inserción laboral local en sus campos de actividad?
Sin lugar a duda, un programa de investigación inspirado en
los métodos de la historia de la ciencia y la tecnología podría
ampliar nuestras preguntas sobre la recepción y la apropiación
local del conocimiento inmigrado.
Sin embargo, más allá de la valoración sobre si éste constituyó una incorporación neta a la historia de la cultura dominicana, lo que hemos podido constatar al cabo de estas páginas
es, al menos, que su presencia indujo un enorme impulso a la
divulgación y la reflexión social sobre la cultura, amplificando
el marco de sus prácticas y de sus usuarios. Dejado de lado el
problema de cuán novedoso era el aporte realizado por los
inmigrados en los distintos terrenos de la cultura (donde, por
cierto, habría de romperse con el criterio que tiende a identificarla con las formalizaciones superiores del conocimiento
disciplinario, para incorporar el amplio espectro de saberes
pragmáticos puesto en juego por la inserción de los llegados
en los distintos campos de la vida social), queda fuera de discusión la profunda labor de difusión de ideas que éstos realizaron durante su estancia en el país, que, de súbito, contó con
un numeroso contingente de personas instruidas dispuestas a
la realización de una labor que sus interlocutores locales no se
hallaban en condiciones de realizar.
Por ello es que pareció importante iluminar aquí la actividad
de los llegados en los medios impresos dominicanos y en los
espacios de divulgación presencial de la cultura, como una invitación al estudio de ese legado, en el cuál es posible hallar la
persistente obra de divulgación y reflexión que emprendieron
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y en la que trataron de concretar lo que, en esencia, comportaba su producción: el nuevo encuentro entre España y América,
el replanteamiento de los valores del hispanismo histórico (y
presente, tanto en la ínsula como en la península), la pugna
por los valores políticos y cotidianos de la vida democrática e
igualitaria y la crítica al totalitarismo.
Ese es el cartabón general que encuadra el influjo que pudo
derivar la presencia del exilio en los múltiples temas en los que
incursionó, fuesen liberales republicanos, socialistas, libertarios o comunistas quienes plasmasen su reflexión.
Podría afirmarse que nunca se hizo tan presente la cultura
española en la vida dominicana posterior a la gesta Trinitaria.
Jamás estuvo España tan cerca y tan visible al espíritu de los
dominicanos como lo estuvo en el primer lustro de la década
del cuarenta, gracias a las producciones de los llegados y gracias, claro, a la democratización del consumo cultural. Literatura y Teatro españoles. Plástica y Poesía. Filosofía y valores
del humanismo hispánico. Estampa, Paisaje y Costumbre de
la vida española. Ciudades de España. Lorca, Hernández, Galdós. Ortega y Unamuno. Krausismo y enseñanza libre. Una
larga cadena de asuntos relativos al hispanismo republicano
fluía entonces al consumo de lectores y escuchas dominicanos
en páginas de la prensa diaria, en revistas de cuño intelectual
e informativo y en el espacio de los Ateneos, presentando la
ética del nuevo hispanismo. Algo más extendido y más cercano, sin duda, que los remotos Juegos Florales, los saraos y las
veladas de la Casa de España de Santo Domingo o del Centro
de Recreo de San Pedro de Macorís, reservados al ritual de las
élites. Algo, también sin duda, más abarcador, extenso y potente como explicación de la realidad que las prácticas culturales
que en éstos se profesaba.
No es necesario imaginar una precaución anti-comunista
para comprender cómo este nuevo hispanismo controvertía los valores de un régimen que profesaba el otro, y que se
hallaba, por añadidura, en curso de normalizar y estrechar
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relaciones con el otro Generalísimo tras el Atlántico. No era
tanto la imaginaria difusión de la Constitución soviética como
la crítica a las muchas formas de totalitarismo (político o pedagógico, de sexo o de clase, ético o estético) lo que tornó incomoda al régimen la proyección cultural de los inmigrados,
más allá de que terminase, en un último uso estratégico de
su presencia en el país, echando mano del expediente anticomunista para expulsarlos de aquí.
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Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
FUENTES CONSULTADAS
Archivos
Archivo General de la Nación de la República Dominicana
Biblioteca Nacional de la República Dominicana
Residencia de Estudiantes
Ateneo Español de México
Archivo Personal de Bernardo Giner de los Ríos
Biblioteca Nacional de Antropología e Historia
Entrevistas Personales
1) Refugiados españoles radicados en México: Fidel Miró
Solares, Hilario Caloto Fernández, José Farreras Borull,
Ángel Rayo del Campo, José Carbó Garriga, Ángel Roig
Estrada, Francisco Querol Amorós, Antonio Mediavilla
Velo, José Benita Solano.
2) Radicados en la República Dominicana: Antonio Prats
Ventós, Antonia Blanco Vda. Aparicio, Mercedes Sabater
de Macarrulla, Amelia Quintana de Sabater; José Atoche
Andreu.
3) Informantes dominicanos: Pedro Mir, Julio Postigo, Dato
Pagán Perdomo, Emilio Cordero Michel, Alfredo Lebrón
Pumarol, Arístides Incháustegui, Hostos Guaroa Féliz Pepín.
Entrevistas del Archivo de la Palabra
del Instituto Nacional de Antropología e Historia (México).
Ramón Costa Jou (PHO/10/84), Antonio Deltoro Fabuel
(PHO/10/39), Luis Salvadores Verdasco (PHO/10/35),
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El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 303
Heliodoro Sánchez Rivas (PHO/10/esp. 17), Llanos Navarro
(PHO/10/esp. 24), Álvaro Muñoz Custodio (PHO/10/esp.
13), Cristina Ulibarri (PHO/10/79), José De la Colina Gurría
(PHO/10/esp. 51).
Entrevistas del Área de Fuentes Orales del
Archivo General de la Nación (República Dominicana)
María Asunción García Riera, Dalcia Argentina Dalam de
Tavarez, Juan Gil, Antonio Gómez Maya, María Portillo
Burrell, Juan Benito Zaragoza, Mercedes Sabater de
Macarrulla, Antonio Rodríguez Villicañas.
Prensa y publicaciones periódicas
1)Dominicanas
Diario La Opinión (1939-1943), Diario La Nación (19401945), Listín Diario (1939-1940), Semanario El Génesis
(1941-1942), Nuevo Diario (1940), Revista Artes y Letras
(1940-1944), Cuadernos Dominicanos de Cultura (19431945), Revista Hogar (1939-1943), Revista La Poesía
Sorprendida (1943-1945), Revista de Agricultura (19401944), Revista de Educación (1938-1947), Revista Jurídica
Dominicana (1940-1945).
2) Españolas editadas en la República Dominicana
Ágora (1941-1943), Archivos de Medicina, Cirugía y
Especialidades (1944), Catalonia (1942-1943), Democracia
(1942-1945), Erí (1943), Finanzas (1940-1943), Juventud
Española (1943-1944), Ozama (1941), Panamérica, (1939),
Por la República (1941-1944), Rumbo (1944).
3) Españolas editadas en México
El Socialista (1942-1944), España Popular (1940),
Solidaridad Obrera (1942-1944).
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Anexo 1
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Facultad de
Filosofía
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Historia del derecho español y de Indias
Geografía, Antropología, Historia de América e Historia
de los EE. UU. de América
Literatura española, Lengua y literatura griegas
Aritmética razonada, Álgebra y trigonometría, Análisis
matemático
Didáctica, Organización escolar, Pedagogía experimental,
Lógica, Teoría de la educación
Sociología y ciencia política
Geología
Psicología
Lengua portuguesa, Historia universal, Historia antigua
Historia de España. Historia de América, Geografía
general de América
Física general
Matemáticas
Javier Malagón Barceló
Laudelino Moreno Fernández
Antonio Regalado González
Amós Sabrás Gurrea
Fernando Sáinz Ruiz
Vicente Herrero Ayllón
Francisco Rived Revilla
Antonio Román Durán
José Almoina Mateos
Malaquías Gil Arántegui
José Fernández Valenciano
Francisco Vera y Fernández de
Córdoba
Luis Alaminos Peña
Didáctica, Psicología aplicada a la educación.
Filología y literaturas española e hispanoamericana
Vicente Llorens Castillo
Segundo Serrano Poncela
Criminología y legislación penal comparada
Profesores exilados en la Universidad de Santo Domingo
Constancio Bernaldo de Quirós
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Encargado del Servicio sismológico
Domingo Martínez Barrio
Luis Florén Lozano
Javier Malagón Barceló
Julio Montes Sainz
Vicente Llorens Castillo
Julio García y García
Publicaciones
Dirección de
Educación Física
Teatro
Universitario
Servicios
Universitarios
Intendente
Director
Director
Técnico
Director de la Biblioteca
Encargado de la Sección de astronomía y geofísica
Amós Sabrás Gurrea
Aurelio Matilla Jimeno
Geometría métrica
Ramón Martorell Otzet
Astronomía y teoría de errores, Geodesia y cartografía
Ramón Martorell Otzet
Biblioteca
Instituto
Geográfico y
Geológico
Trigonometría, Algebra superior
Criminología positiva, Legislación penal comparada
Amós Sabrás Gurrea
Constancio Bernaldo de Quirós
Facultad de
Ciencias Exactas
Derecho romano, Historia del derecho español y de
Indias
Javier Malagón Barceló
Facultad de
Derecho
Laboratorio de farmacia y ciencias químicas
Ricardo Martín Serra
Facultad de
Farmacia
y Ciencias
Químicas
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Anexo 2
Actividades de divulgación presencial de la cultura en la
ciudad de Santo Domingo*1
*
No se enlista según orden cronológico.
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Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Recital
Recital
Acto Literario
Ateneo Dominicano
Influencia del medio geográfico en la vida humana
La decadencia de Europa y la madurez panamericana
Europa en la encrucijada
Don Juan en la literatura y en la vida
Sentido práctico de la Puericultura
La tolerancia religiosa en la España medieval
Los vascos, raza de leyenda
Gran preparación y virajes económicos de la Gran Bretaña
El arte del Bel Canto
Francisco de Vitoria y el descubrimiento espiritual de América
La ruta del Arcipreste de Hita por la Sierra del Guadarrama
Senderos espirituales de Albeniz y Debussy
Una noche en Granada. Lo que dijo Ganivet y Albeniz.
La metáfora y el lenguaje taurino español
Arte pictórico
Concepto biológico del tiempo
Terapéutica del trabajo para enfermos mentales
Pablo Iglesias: su vida y su obra
Contenido sentimental de la matemática
Sífilis
La metáfora y el lenguaje taurino español
Granell
La pintura Moderna
Dos viajes por la Atlántida: Yebel Musa y el Teide
Historia comparada de las colonizaciones hispanoamericanas
El medio geográfico y la estrategia de sus producciones
Lo popular en la literatura española
Pintura y pintores catalanes
¿Cómo se hace una película?
La Constitución política de la democracia española
Enriquillo visto por un español
Homenaje a Antonio Machado
El árbol de fuego
En memoria de Miguel Hernández
Laudelino Moreno Fernández
Segundo Serrano Poncela
Elfidio Alonso
Elfidio Alonso
Dolores Canals de Junyer
Vicente Llorens Castillo
Jesús de Galíndez
Pablo María Yusti
María Díaz
Alfredo Matilla
Constancio Bernaldo de Quirós
José Serra Crespo
José Serra Crespo
Vicente Llorens
José Rial Vázquez
Ángel Roig Padró
Antonio Román Durán
José Rial Vázquez
Francisco Vera y Fdez. de Córdoba
Vicente Sarmiento Ruiz
Vicente Llorens Castillo
Poveda, Valldeperes, Baeza.
Eugenio Fernández Granell
Constancio Bernaldo de Quirós
Alfredo Lagunilla
Alfredo Lagunilla
Juan Chabás
Manuel Valldeperes
Antonio Graciani
Luis Jiménez de Azua
José Rial Vázquez
Francisco Martínez Allende
Agustí Bartra
Poveda, Valldeperes, Llorens
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Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Teatro
Teatro
Teatro
Teatro
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Exposición
Exposición
Exposición
Exposición
Exposición
Exposición
Exposición
Acto Político
Acto Político
Acto Político
Acto Político
Por las cumbres azules
Papel militar de la Unión Soviética en la victoria de las
Naciones Unidas.
Como el río se hace luz.
El oriente en España. Andalucía y Marruecos.
El Alcalde de Zalamea
Jóvenes guerrilleros (Leo G. Carrillo) y
La zapatera prodigiosa
El sí de las niñas, de Moratín
Un señor de horca y cuchillo
Centro Democrático Español
La inmoralidad de las moralejas
Diego Rodrigo de Silva Velázquez
Metodología de la Aritmética
Washington, Monroe, Lincoln y Roosevelt
La historia de la lengua en la enseñanza del español
Ida y muerte de las palabras
Lo individual y lo colectivo en la enseñanza de la Historia Universal
Los Alpes y los Pirineos
El cultivo de la personalidad
Constancio Bernaldo de Quirós
Vicente Alonso
Ricardo Mella Serrano
Constancio Bernaldo de Quirós
Cuadro artístico del CDE
Cuadro artístico del CDE
Cuadro artístico del CDE
Cuadro artístico del CDE
Fernando Sainz
Luis Alaminos
Pilar Constanzo y Hernández
Laudelino Moreno
Vicente Llorens Castillo
Vicente Llorens Castillo
Malaquías Gil Arantegui
Constancio Bernaldo de Quirós
Fernando Sainz.
Pedro García Lema
José Vela Zanetti
Blas Carlos Arveras
Ángel Botello
Francisco Vera
Manolo Pascual
Diez artistas
Jesús de Galíndez, Aróstegui
Valldeperes, Granell, López de Sardi
Escuela Normal Para Señoritas Salomé Ureña
Óleo, acuarela, dibujo, miniaturas
Óleo, acuarela, dibujo
Caricatura
Óleo
Cerámica
Escultura
Obras españolas en favor del Centenario de la República
Visita del presidente vasco José Antonio Aguirre y Lekube
Fundación de la Asociación de Redactores y Reporteros
Afirmación de Solidaridad con las Naciones Unidas
Los refugiados políticos españoles y el Centenario de la R. D.
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Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencias
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Cursillo
Acto
Acto
Acto
Acto
Acto
Acto
Recital
Poético
Determinaciones precisas de la meridiana en países próximos al
Ecuador
La organización jurídica inmobiliaria y el crédito territorial
La crisis de la propiedad
Bandidos de España
El Derecho Indiano
Alonso de Ojeda
Origen y fundamento del cálculo de probabilidades
Colonización y cultura. Francia y España en la isla de Santo
Domingo
Alimentación
Vitaminas
Hormonas
Fermentos
Pigmentos
El problema del libro y el hombre de nuestro tiempo.
El nacimiento de don Juan.
Psicoanálisis y delincuencia
Libertad y Derecho Penal
El sentido democrático, el social y el de la libertad de los pueblos
Reacciones psicógenas de guerra
La definición del delito como fenómeno biológico y social
Origen y fundamento del cálculo de probabilidades
Proceso histórico del internacionalismo
Universidad de Santo Domingo
18 de julio
Velada en honor de los marinos de Tolón.
Velada Poética
Por los refugiados españoles
Aniversario de la República Española
III aniversario de la resistencia del Ejército Rojo
-----Honorato de Castro.
Luís Fernández Clérigo
Jesús de Galíndez
Constancio Bernaldo de Quirós
Jesús Vázquez Gayosso
Laudelino Moreno Fernández
Amós Sabrás Gurrea
Vicente Llorens Castillo
José Giral y Pereira
José Giral y Pereira
José Giral y Pereira
José Giral y Pereira
José Giral y Pereira
Pedro Salinas
Pedro Salinas
Luis Jiménez de Asúa
Luis Jiménez de Asúa
José A. Aguirre Lekube
Antonio Román Durán
Constancio Bernaldo de Quirós
Amós Sabrás y Gurrea
Alfredo Matilla Jimeno
Rosario de Bello
Luis Alaminos
Comité femenino del CED
Inst. Comercial Benefactor
Trujillo
Ángel Valbuena
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Conferencia
Conferencia
Charla
Charla
Charla
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Conferencia
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Cursillo
Azorín, prosista de Castilla
La formación del espíritu crítico en la educación moderna
---Alfa y Omega
El Surrealismo
Movimiento artístico a través de los tiempos
Instituto Cristóbal Colón
Historia de la Música: Chopin
Composición Musical
Apreciación musical
Declamación
Historia de la Música: La Pasión según San Mateo de Bach
Historia de la Música: Mozart
Historia de la Música: La Pastoral de Beethoven
Historia de la Música: Schumann
Historia de la Música: Tchaikovsky
Historia de la Música: Grieg
Historia de la Música: César Franck
Historia de la Música: Dvorak
Historia de la Música: Richard Strauss
Historia de la Música: Brahms
Historia de la Música: Balakierev y Borodin
Historia de la Música: Mussorgsky y Rimski Korsakoff
Historia de la Música: Debussy
Problemas escénicos
Conservatorio Nacional de Música
Especialización de análisis químico
Psicoanálisis
Régimen de la tierra en la América española durante el
Período Colonial
Criminología y Derecho Penal
Introducción a la Matemática General
Engaño y desengaño del erotismo (La lírica de Rubén Darío)
La metáfora y el lenguaje taurino español
Composición musical
Eugenio Fernández Granell
J.M. Vendrel
Alfredo Pereña
Luis Leal Crespo
Rafael Supervía Zahonero
Alfredo Matilla
Enrique Casal Chapí
Alfredo Matilla Jimeno
Maruja Fernández de Farber
Alfredo Matilla
Alfredo Matilla.
Alfredo Matilla
Alfredo Matilla
Alfredo Matilla
Alfredo Matilla
Alfredo Matilla
Alfredo Matilla
Alfredo Matilla
Alfredo Matilla
Alfredo Matilla
Alfredo Matilla
Alfredo Matilla
Ruddy Del Moral
José Ma. Ots Capdequi
Constancio Bernaldo de Quirós
Francisco Vera y Fdez. de Córdoba
Pedro Salinas
Vicente Llorens Castillo
Enrique Casal Chapi
Ricardo Martín Serra
Antonio Román Durán
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Anexo 3
Actividades de divulgación presencial de la cultura en
ciudades del Este*1
*
No se enlista según orden cronológico.
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Joaquín Hurtado Marhuenda
Francesc Fábregas Vehil
Ángel Pingarrón
José Rial Vázquez
Constancio Bernaldo de Quirós
Alfredo de la Cuesta
Jesús Poveda
Juan Chabás
Alfredo Matilla
Guillermina Medrano de Supervía
De la Cuesta, Pingarròn, Hurtado
Joaquín Hurtado Marhuenda
Jesús Poveda
Alfredo de la Cuesta
Ángel Pingarròn
Francisco Febrillet
Carlota Yonmar y Rudy del Moral
Fco. Martínez Allende y Paquita Peiró
Carlota Yonmar y Rudy del Moral
José Rovira
Ateneo de San Pedro de Macorís/Instituto de Estudios Técnicos/Escuela Normal
Conferencia
Arqueología e industria de la cerámica
Conferencia
Arquitectura moderna y económica. Uso de tejas y ladrillos
Conferencia
Psicología aplicada
Conferencia
Pablo Iglesias, su vida y su obra
Conferencia (4)
Las tres grandes fases en la evolución penal
Conferencias
Conferencia
El tema de la muerte en Federico García Lorca
Conferencia
Conferencia
La idea de la música en la noche
Conferencia
Consideraciones pedagógico-sociales sobre la infancia anormal
Cursillos
Cursillo
Arqueología e industria de la cerámica
Presentación libro
Sobre la misma tierra
Cátedras populares
Historia del arte.
Cátedras populares
Pedagogía y psicología
Cátedras populares
Geometría Plana
Recital poético (2)
Poesía
Recital poético
Recital poético
Poesía
Exposición
Pintura
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Velada literaria
Teatro
Velada Cultural
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Acto Político
Teatro
Exposición
Velada literaria
Conferencia
Conferencia
Recital
Teatro
Exposición
Grupo cultural de Pedro Sánchez
Ramón Suárez Picallo
A.G. Izquierdo
Martínez Allende y P. Peiró
Cuadro Artístico Academia Antillana
José Rovira
Federico García Lorca
La zapatera prodigiosa
------
Pedro Sánchez: Club Hispano-Dominicano
Aspecto social del Teatro
Federico García Lorca
¿Paz universal o bienestar mundial?
El misticismo en la Literatura Española
Solidaridad con EE. UU. por Aniversario Pearl Harbor
El marinero ciego
Pintura al óleo
Cuadro Escénico CHD
Cuadro Escénico CHD
----
José Rovira
Tiburcio Milán López
Luís García Lago
Tiburcio Millán López
Alberto Paz Mateos
Tiburcio Millán López
La Romana: Instituto Escuela Cervantes/Logia Faro/Biblioteca Municipal
Índice de problemas económicos
Economía minera y enseñanza profesional
Federico García Lorca
El marinero ciego
Pintura al óleo
San Pedro de Macorís; Academia Antillana
318
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Acto político
Acto político
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Teatro
Teatro
Teatro
Teatro
Teatro
Teatro
La novela española del siglo xvi
El hombre y su influencia sobre el medio
Los ideales educativos
Nuevas concepciones del número
Federico García Lorca
Fundamentos de la Educación Estética
El nuevo servidor (Quintero) el pan y el maíz
Doña Rosita La Solterona» (FGL)
Velada Literaria
Velada Literaria
Velada literaria (Hato Mayor)
Velada literaria (Higüey)
Encuentro Escolar de Confraternidad
Hispano-Dominicana
Conmemoración de la defensa de Madrid
José Alcobe Biosca
José Alcobe Biosca
Justo Tur Puget
José Alcobé Biosca
José Alcobé Biosca
Félix Artero Bernal
Luis García Lago
Luis Alaminos Peña
Club Hispano-Dominicano
Club Hispano-Dominicano
Club Hispano-Dominicano
Club Hispano-Dominicano
Club Hispano-Dominicano
Club Hispano-Dominicano
El Seibo: Instituto Hostos/Club Dicayagua/Teatro Aurora/Teatro Payán
El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 319
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Anexo 4
Actividades de divulgación presencial de la cultura en
ciudades del Cibao*1
*
No se enlista según orden cronológico.
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El árbol de fuego
Caricatura
Acuarela
Gernika, Santuario de la democracia
Pérez Galdós
La Escuela Nueva
Wagner
La Casa de Lope de Vega en Madrid
Los orígenes históricos de las ciudades coloniales
Auxilio americano a las víctimas del fascismo
Recital
Exposición
Exposición
Conferencia (3)
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Acto
Conmemoración de la Defensa de Madrid
Conmemoración del 450º Aniversario del Descubrimiento
Acto Político
Acto
Centro Democrático Español
Historia Universal de la Cultura
José Rial Vázquez
José Montalvo, Marino Incháustegui
Centro Democrático Español
José Ma. Ots Capdequí
Constancio Bernaldo de Quirós
Alfredo Matilla
Luis Alaminos
José Rial Vázquez
Jesús de Galíndez
Francisco Tortosa y Albert
Alfonso Vila Shum
Agustí Bartra y Ana Muría de Bartra
Santiago: Sociedad Amantes de la Luz/Alianza Cibaeña
Cursillo (58)
El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 323
20/03/2012 11:59:35 a.m.
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Exhibición de película «Heroica Sebastopol»
Obras de los hermanos Quintero
Teatro
Teatro
Cuadro Artístico del CDE
Club Juvenil España
Lorenzo Berdala Pardo
La estática y la cinemática de la criminalidad
Dos paisajes. Dos literaturas
Amor y humanidad
Pintura
Pedagogía
García Lorca
El árbol de fuego
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Tertulia
Cursillo
Recital
Recital
José Ma. Ots Capdequí
La mujer en la vida social de la Colonia
Los intereses privados y la política del Estado español en América
Conferencia
El alma hispaniola
Conferencia
Conferencia
Segundo Serrano Poncela
El ciclo romántico de la música
Conferencia
Agustí Bartra
Del Moral y Yonmar
Luis Alaminos Peña
Alfonso Vila Shum
Jesús Hernández López Gil
José Almoina Mateos
Constancio Bernaldo de Quirós
José Ma. Ots Capdequí
Alfredo Matilla Jimeno
Ramón Suárez Picallo
Regionalismos en la lírica española
Conferencia
Alfredo Matilla Jimeno
La angustia de nuestro tiempo
Conferencia
La Vega: Asociación Cultural Los Nuevos/Casino Central
La República Dominicana y el hispanoamericanismo
Conferencia
324
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Beethoven y Chopin
En la Paz de América: significación de la Era dominicana
Concierto Orquesta Sinfónica Nacional
Don Juan Tenorio
Concierto Orquesta Sinfónica Nacional
Conferencia
Teatro
Teatro
Teatro
Don Benito Pérez Galdós, el Homero Español
Conferencia
Conferencia
El drama de la cultura
Conferencia
Moca: Sociedad Cultural Lumen
Simbolización del mundo hispanoamericano en este instante crucial
Conferencia
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Enrique Casal Chapí
---------
Enrique Casal Chapí
José Rial Vázquez
Alfredo Matilla Jimeno
José Rial Vázquez
Alfredo Matilla Jimeno
José Rial Vázquez
El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 325
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El drama de la cultura
La frontera dominicana, su cultura y sus costumbres
Antonio Machado
Recital poético: el poema de la gratitud
Conferencia
Conferencia
Conferencia
Teatro
España y la Era de Libertad de Trujillo
Conferencia
Altamira/Imbert/Mao
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José Rial Vázquez
Fco. Martínez Allende
Baltasar Miró
Alfredo Matilla Jimeno
Jesús Carcelle García
326
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Índice onomástico
A
Abadies, Jesús 176
Abellán, José Luis 10
Abella Peset, José 170, 245
Agut Gasco, Joaquín 195
Alaminos Peña, Luis 222, 234,
250, 255, 258, 260, 265
Albornoz, Álvaro de 238
Alcobé Biosca, José 166, 170,
245
Alemar, Luis 264
Alfonseca, Juan 11, 107, 108
Alfonso, Roberto 195
Alfonso XIII 236
Aliaga, Serafín 116
Alloza, Fernando 229
Alloza, José 223, 238, 270, 272, 281
Almirall, Venancio 89
Almoina Mateos, José 10, 29,
35, 71, 72, 128, 178, 179, 220,
250, 253
Alonso, Daniel 59, 60
Alonso Rodríguez, Elfidio 63,
68, 124, 183, 195, 218, 226,
264, 265
Alted, Alicia 14
Álvarez-Laviada, Maximino
229, 232
Álvarez-Santullano, Luis 275
Amas, Luisa 195
Anglada, Miguel 178
Aparicio, Emilio 170, 178, 185,
186, 274, 279
Arias, Octavio 219
Armada, Manuel 189
Arniches, Carlos 278
Arregui, Félix 172
Arveras, Blas 270
Asarta, Manuel 166
Atoche Andreu, José 115
Auñón, Tomás 277, 283, 284
Aurelio Matilla 253
Ayala, Jaime 195
Azcona, José 30, 33, 34
B
Báez López-Penha,José 283
Balaguer Ricardo, Joaquín 43,
49, 50
327
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328
Baquero Alonso, Manuel 126
Barba Gose, Eduardo 187, 207,
208, 214
Barbé, Elisenda 35
Barberán, Manuel 179
Bargalló Cervelló, Pedro 168,
170, 245, 272
Bartra, Agustí 266, 279
Bárzana, José 176, 245
Batista y Zaldívar, Fulgencio 47
Bellón, Ángel 69
Bellosta Otín, José 178
Benita Solano, José 172, 190
Benito, José de 152
Berdala, Lorenzo 176, 178
Bernad, Antonio (Toni) 223,
270, 272
Bernaldo de Quirós, Constancio 44, 164, 201, 231, 240,
249, 250, 253, 265, 281
Bernaldo de Quirós Villanueva,
María 98
Betancourt Bello, Rómulo Ernesto 157
Biayna, José 213, 214
Bilbao, Pedro 228
Blanco, Antonia 164, 178, 185,
274
Blanco Díaz, Andrés 262
Blasco Ibañez, Vicente 229
Bonetti Burgos, Ernesto 28, 41,
42, 44, 49, 50, 51
Borrás, José 265
Bosch Pearson, Rodolfo 63, 69,
110, 111, 120, 130, 135, 143,
146, 152, 162, 163, 217, 218,
219, 220, 290
incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 328
Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
Bosques, Gilberto N. 71, 197
Botello, Ángel 270
Brower, Ninón L. de 281
Brusiloff, María 82
Buen, Demófilo de 19, 130,
131
Buen, Jorge de 131
Burrell, María A. 170
Bustamante, Gregorio 29, 35
C
Caloto Fernández, Hilario 169,
289
Calvo, Manuel 168, 170
Campa, José 219
Campos, Severino 84, 116, 161
Canals de Junyer, María
Dolores 178, 221, 260, 261,
264
Cantala, Julio 230
Cañete, Carmen 35, 87, 98
Capó Bonnafous, Eduardo 82,
161
Carbó Carbó, Eusebio 116
Carbuccia, Raúl 55, 63, 64, 130,
136
Cárdenas, Lázaro 21, 67, 203
Carreras, Luis 188
Carbó, Proudhon 97, 153
Cartagena Portalatín, Aída 238
Casal Chapí, Enrique 275, 278,
279, 280, 281
Casasas, José María 176, 242
Cassá Bernaldo de Quirós, Roberto 15, 215, 290
Cassá, Constancio 204, 255
20/03/2012 11:59:35 a.m.
El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... Cassá, Lily de 98
Cassá Logroño, José 98
Castillo, Benigno del 44
Castillo, Manuel 61
Cazorla, José 195
Cestero, Tulio Manuel 51
Chabás, Juan 233
Clariana, Bernardo 233, 279
Cluet, Manuel 170, 178
Cocco, Joaquín 140
Colina Gurría, José de la 191
Colson, Jaime 269
Comprés Pérez, R. 57
Contín Aybar, Margarita 281
Contín Aybar, Pedro René 238,
264, 280
Cordero, Walter 214
Costa Jou, Ramón 169, 179
Costas, Genaro 189
Cruz, José I. 261
Cruzado, Rafael 274
Cubeiro, Francisco 51
Cucurullo, Salvador 266
D
Darío, Rubén 254
Darnell Martí, Enrique 176, 243
Delgado Burgos, José María 103
Deltoro, Antonio 185, 236
Despradel, Arturo 55, 57, 58,
69, 130, 135, 154, 222
Despradel, Roberto 43
Díaz, Altagracia 88
Díaz del Solar, María 178
Díaz Herrero, Ulpiano 178
Díaz Niese, Rafael 199, 272,
273, 281
incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 329
329
Díaz Ordóñez, Virgilio 10, 43,
258, 264
Díaz, Ramón 280
Díaz Sandino, Felipe 61
Diéguez, José 166
Dolores Cerón, José 280
Dorado, Francisco 189
Dos Passos, John 97, 119, 151
Durán, Joan 115, 188, 189
E
Eluard, Paul 239
Escofet, José María 66
Espaillat de la Mota, Rafael 58
Espina, Concha 229
Espinal, Edwin 224
Espinal, Luis 176
Espínola, Emilio 140
Estella, José Ramón 226
F
Fábregas, Francisco 189
Fagen, Patricia 116
Fajardo Suárez, Eduardo 178
Farreras Borull, José 101, 166,
237, 247
Félix, Narciso 57
Fernández Charro, Francisco
236
Fernández Granell, Eugenio
138, 226, 228, 270, 272, 273,
278, 280, 281
Fernández, José 207
Fernández, Maruja 176, 178
Fernández Mato, Ramón 128,
220, 221
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330
Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
Fernández Ossorio Tafall, Bibiano 64, 65, 73, 74, 98
Fernández Valenciano, José 250
Fiallo, Fabio 97
Florén, Lozano Luis 250, 252,
253, 256
Forné Farreres, José 196, 201,
239
Fournier, Claudio 178
Franco Bidó, Augusto 236
Franco, Francisco 19, 48, 51, 54
Franco, Persio C. 87
Freud, Sigmund 253
Funcia Armenteros, Encarnación 178
G
Galíndez, Jesús de 10, 29, 34,
69, 77, 105, 178, 206, 240,
242, 264, 265
Gallego, Felipe 176, 245
Gamboa, Fernando 197
García, Hilario 206
García, José 55, 56, 60, 130
García, Juan Pablo 61, 63, 176,
242
García, Julio 264
García Lema, Pedro 272
García Lorca, Federico 248,
278
García Mella, Moisés 136, 138
García, Pedro 270
García-Rivas, Cipriano 233
García, Víctor (Ximpa) 127,
128, 219, 270
incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 330
Gardiner, Charles 30, 34, 35,
107, 108, 150, 151, 157, 162
Garre, León 232, 261, 262
Garrido, Max 218
Garrido, Víctor 222
Gausachs Aisa, Francisco 270
Gausachs, Francisco 270
Gausachs, José 178, 224, 270,
272, 273, 279, 281
Gautier, Manuel S. 284
Gil Arantegui, Malaquías 178,
238, 250, 258, 261
Gil Ruiz, Manuel 83
Gimbernard, Bienvenido 234,
281
Giner de los Ríos, Bernardo 27,
75, 89, 102, 103, 116, 129,
130, 131, 132, 148, 150, 152,
187, 205, 207, 209, 243, 283,
284
Giner de los Ríos, Francisco
262
Ginestá, Albert 185, 238
Girabau, Jaime 166
Giral, Francisco 255
Giralt de Mascaró, N. 176, 245
Godás, Víctor 229, 232
González Blanco, Pedro 128,
220, 221
González Gil Roldán, Ángel
195
González Lamela, María del
Pilar 188
González Peña, Ramón 17, 130
González Rodal, Rafael 187
González Sanz, Carlos 164, 170,
178, 231, 233
20/03/2012 11:59:35 a.m.
El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... González Tejera, Natalia 110,
161, 162
Gordillo, Félix 178
Gracia, Anastasio de 152
Graciani, Antonio 185, 186,
265
Grifell, Quirze 182
Grijalba, Fraíz 61, 68, 224, 237,
270
H
Hausdorf, George 281
Henríquez Ureña, Pedro 249,
251, 257, 283
Heras, Pedro 185, 239
Herrera, Juan de 82
Herrera, Miguel A. 21
Herrero Ayllón, Vicente 64,
206, 250, 251, 264
Hitler, Adolf 127
Hull, Cordell 48, 155
Hurtado Marhuenda, Joaquín
176, 243
I
Ibarborou, Juana de 229
Ibarra, Alejandro 22
Incháustegui, Arístides 279,
280
Incháustegui, Héctor 238, 281
Inoa, Orlando 125
Ireland, Gordon 44
Izquierdo, Federico 178
incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 331
331
J
Jiménez de Asúa, Luis 238, 255,
265
Jiménez, José 168, 170, 207
Jiménez, Juan Ramón 229
Jiménez Millares, José 168
Jiménez, Ramón E. 265
Jiménez Rosas, Juan 61
Jorge Mera, Orlando 224
Jubés Bobadilla, Emilio 68,
187, 229
Junyer, Joan 270
L
Lafuente, Mercedes 195
Lagunilla Iñárritu, Alfredo 187,
208, 230, 231
Larrañaga, Jesús 166
Larrauri, Enrique 230, 232
Larrazabal, Carlos 258
Laski, Harold 251
Leal Crespo, Luis 170, 178,
258
Leal, Pilar 207
Lebrón Saviñón, Mariano 237
León Garre, Aniceto 187, 206,
207, 232, 234, 258, 260
León, Luis de 248
Lilón, Domingo 36
Llera, Luis de 30, 33, 34, 114
Llopart, Jaime 188
Llorens, Vicente 9, 10, 11, 27,
132, 178, 180, 182, 184, 186,
188, 191, 196, 200, 204, 206,
221, 225, 227, 228, 234, 239,
20/03/2012 11:59:35 a.m.
332
Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
241, 243, 247, 250, 251, 264,
265, 274, 275, 279, 290
Llovet, Juan José 236
Llusia, Manuel 14
Logroño, Arturo 56, 265
Lope de Vega, Félix Arturo
248
López de Alarcón, Enrique
186, 274, 290
Loriente, Luis 172
Lozano, Claudio 179
M
Madariaga, Salvador de 228
Malagón Barceló, Javier 68,
184, 204, 206, 250, 251, 264,
290
Marinas, Miguel 270
Marín, Salvador (Armín) 219,
220
Marquina, Rafael 222
Marrero Aristy, Ramón 237
Martí, Enrique Darnell 61
Martí, José 256
Martín Frechilla, Juan 69, 111
Martínez Barrio, Diego 116,
238
Martínez Barrio, Domingo 211
Martínez de Trujillo, María
278
Martínez, Francisco Acacio 178
Martínez Iborra, Ana 209, 210,
253
Martínez Jara, Jesús 139, 140
Martínez Surroca, Antonio 260
Martín Sierra, Ricardo 178,
250, 253
incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 332
Martorell Otzet, Ramón 211,
250, 253
Mascaró, Juan 178
Mataix, José 178
Matilla Jimeno, Alfredo 178,
206, 237, 242, 264, 266, 280,
281
Matilla Jimeno, Aurelio 211,
250
Mediavilla Velo, Antonio 172,
190
Medina Tur, Ramón 229
Medrano de Supervía, Guillermina 176, 187, 204, 243, 258,
260, 261
Mejía Arredondo, Enrique 280,
281
Mejía, Mariela 234
Mejía Ricart, Gustavo 264
Mella, Francisco 240
Mella Serrano, Ricardo 185,
239, 240
Mena, Luis 280
Méndez Aspe, Francisco 138
Mieses Burgos, Franklin 238
Millán López, Tiburcio 169,
170, 243
Miller, Jeannette 224, 269
Miró, Baltasar 185, 238
Miró Solanes, Fidel 82, 84, 116,
161, 164, 168, 170, 171, 172,
247
Mir, Pedro 247, 289
Molina, Julia 225
Molina, María 179
Molina, Tirso de 186, 275
Moll, Fernando 195
20/03/2012 11:59:36 a.m.
El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... Montesino, José 207
Montes Sainz, Julio 250, 253
Morales, Miguel Ángel 178
Morales Veloso, Raymundo 189
Moral, Ruddy del 186, 277
Moratín, Leandro Fernández
de 278
Moreno Fernández, Laudelino
206, 222, 233, 250, 251, 265
Morris, S. C. 85
Moya, Patricia 224
Mr. Hull 47
Mr. Welles 48
Munarriz de Leal, Pilar 178,
258
Muñoz Custodio, Álvaro 91,
128
Muriá, Anna 182
N
Naranjo Orovio, Consuelo 30,
32, 33, 204
Narro, Edmundo 169
Negrín López, Juan 19, 72, 119,
121, 130, 197
Neruda, Pablo 71, 197
Nieto Peña, Roque 185, 188,
219
Nivar, Consuelo 249, 251, 257
Notario Gil, Fermín 86
Núñez Alegría, José 51
Núñez, Heriberto 164
O
Ocaña, Antonio 61, 62
incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 333
333
Olmedilla, Miguel 194
Olózaga, Juan de 51, 52
Orallo, Alfonso 152
Orallo Sánchez, Antonio 152
Ornes, Germán E. 39
Ortega Frier, Julio 43, 76, 102,
110, 111, 172, 203, 204, 205,
206, 223, 241, 245, 249, 250,
251, 255, 257, 258
Ortiz, Joaquín 283
P
Pacheco, Juan Rafael 254
Pagán,Dato 247, 289
Pagán Perdomo, Dato 247
Palacín Iglesias, Gregorio 201,
234, 258, 259, 260, 261, 262
Pámies, Teresa 36, 195
Pantín, José 60
Pasaporte, Bernardo (Pasaporte) 190
Pascual, Jaime 86
Pascual, Manolo 178, 224, 270,
271, 272, 281
Pastoriza, Andrés 48, 55
Patín Maceo, Manuel 264
Paz y Mateos, Alberto 240, 281
Pedrero, Augusto 65, 66, 81,
284
Peirats, José 84, 97, 116, 153
Pell, Robert T. 85, 87
Peña Batlle, Manuel A. 223
Pérez, Enrique 172
Pérez, Rubén 237
Periañez, Manuel 169
Peynado, Jacinto B. 55, 57, 212
20/03/2012 11:59:36 a.m.
334
Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
Pina, Calixto M. 217
Pingarrón, Ángel 176, 178, 243
Pingarrón Hernández, Ángel
243
Piñeiro, Antonio 61
Pío XI 53
Pittini, Ricardo 126
Plà Brugat, Dolores 15, 27, 69,
112
Pons, Ferrán 188
Pons, Ricardo 170
Pons Rubio, Ricardo 178
Portuondo, Serafín 237
Poveda, Jesús 278, 280
Prats-Ventós, Antonio 270
Prieto, Indalecio 119, 129, 130,
132, 133, 197, 238
Pumarega García, Manuel 178
Q
Querol Amorós, Francisco 168,
169, 172, 176, 190, 245
Quintana, Amelia 179
R
Rancier, Omar 279, 283
Rayo del Campo, Ángel 75, 101,
168, 170, 189, 212, 247
Recio, Luisa 168
Regalado González, Antonio
250, 251
Rial Vásquez, José 178, 265,
266, 290
Riera Llorca, Vicenç 196, 201,
229
incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 334
Ríos, Dolores de los 170
Ríos, Félix de los 64, 65, 66, 73,
74, 81, 120
Ríos, Fernando de los 44, 45,
46, 47, 53, 55, 56, 63, 205,
238, 258
Ríos, José de los 218
Ríos Menéndez, Dolores de los
245
Ríos, Rafael de los 64
Ríos Urruti, José de los 63
Rived Revilla, Francisco 250,
251
Rivero Gil, Francisco 223, 224
270, 271
Rivero Orellana, José 176, 243
Robles, Antonio 229
Robles Toledano,Oscar 264
Rodríguez, Emilio 265
Rodríguez Graciani, Antonio
275
Rodríguez López de Haro, José
Luis 212
Rodríguez Mendoza, Félix 195
Rodríguez Villicañas, Antonio
212
Roig, Ángel 89, 99
Roig Padró, Jaime 229
Rojo Lluch, Vicente 227
Román Durán, Antonio 185,
240, 250, 253, 265
Romero Solano, Luis 216, 217
Roosevelt, Franklin Delano 26,
37, 85, 145
Rosal, Amaro del 107, 108
Rosenberg, James N. 85, 144,
145
20/03/2012 11:59:36 a.m.
El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... Rovira, José 187, 189, 210, 223,
270, 271, 284
Rubio, Javier 10, 30, 32, 33,
105, 107
Rubirosa, Porfirio 73, 74
Ruiz Avilés, Francisco 245
Ruiz, Francisco 176, 207
S
Sabater de Macarrulla, Mercedes 179, 255
Sabater, Poncio 177, 178, 179
Sabrás Gurrea, Amós 250, 251
Sainz Ruiz, Fernando 178, 234,
250, 251, 255, 258, 260, 262,
265
Salanova, Gregorio 170
Saleme, Luis 237
Salido, Cruz 24
Salinas, Pedro 254, 255
Sánchez, Juan Francisco 281
Sánchez, Rafael A. 79
Sarmiento Ruiz, Vicente 229,
232, 265
Serrano Poncela, Segundo 178,
185, 226, 235, 239, 250, 264,
265
Solaeche, Alejandro de 69
Solaeche, Carlos 68, 242, 270,
272
Solana, Alejandro 270
Solar Pilatti, Ramón 121, 152,
158, 159
Sorribes Soler, José 176, 177,
178, 185, 240, 262
Soto, Luis 187, 224, 270, 271
incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 335
335
Suárez Picallo, Ramón 61, 62,
63, 68, 206, 218, 226, 242
Supervía, Rafael 206
Suro, Darío 269
T
Talanquer, Fabián 102, 103
Tello, Luis 229
Termis Soto, Fernando 76, 108
Tolentino, César 49, 50, 51, 53,
54
Tomás y Piera, José 24, 150,
152
Tordesillas, Luis 172
Torino Roldán, Fernando 206
Toro, Antonio del 127, 210,
213
Torre, Matilde de la 19, 130
Torres Picard, José 189
Tortosa, Francisco 270, 272
Troyano de los Ríos, Rafael
212
Trujillo, Flor de Oro 255
Trujillo Martínez, Rafael Leonidas (Ramfis) 22, 147, 179
Trujillo Molina, Rafael Leonidas 13, 17, 22, 23, 28, 32, 33,
34, 35, 37, 39, 41, 42, 44, 45,
51, 52, 53, 57, 60, 64, 85, 87,
88, 128, 139, 140, 144, 145,
146, 147, 150, 155, 172, 190,
207, 210, 212, 218, 222, 223,
242, 258, 286, 287, 289
Trujillo Molina, Virgilio 57, 69, 74
Trujillo Valdez, José 225
Tur Puget, Justo 185, 236, 248,
289
20/03/2012 11:59:36 a.m.
336
Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
U
Ugarte, María 210, 223, 253
Ulibarri, Cristina 179
Urruchua, Txomin de 69
V
Valery, Paul 239
Valldeperes, Manuel 222, 226,
228, 233, 240, 270, 272, 275
Vallina, Pedro 84, 171
Vayo, Álvarez del 44, 47
Vázquez, Francisco (Compostela) 270, 271
Vega, Bernardo 30, 34, 35, 39,
49, 50, 74, 126, 128, 240, 288,
289
Vega López, Carlos 226
Veiga, Mayrink 255
Vela Zanetti, José 68, 187, 206,
210, 223, 224, 264, 270, 271,
273
Vera Fernández de Córdoba,
Francisco 249, 250, 253, 265,
270
Vergés, Pedro 10, 29, 105, 111
Viana, Alejandro 65, 73, 74,
120
incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 336
Vicente Garrido, Henry 279
Vicini, José Delio 127
Vidal, Rafael 226
Vila, Alfonso (Shum) 176, 266,
270
Viñuales, Mariano 84, 161, 168,
170, 216, 238
Vives Orts, Mariano 226
W
Welles, Summer 48
Woss y Gil, Celeste 264, 265,
280, 281
X
Xammar, José María 189, 190
Y
Yonmar, Carola 176, 186, 277
Yuste, Pablo María 233, 265
Z
Zamora, Juan José 185, 235
Zeeland, P. Van 85
Zugazagoitia, Julián 19, 24
20/03/2012 11:59:36 a.m.
Publicaciones del
Archivo General de la Nación
Vol. I Vol. II Vol. III Vol. IV Vol. V Vol. VI Vol. VII Vol. VIII Vol. IX Vol. X Vol. XI Vol. XII Vol. XIII Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 18441846. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1944.
Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección
de E. Rodríguez Demorizi, Vol. I, C. T., 1944.
Samaná, pasado y porvenir. E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1945.
Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E.
Rodríguez Demorizi, Vol. II, C. T., 1945.
Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección
de E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago, 1947.
San Cristóbal de antaño. E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago, 1946.
Manuel Rodríguez Objío (poeta, restaurador, historiador, mártir). R.
Lugo Lovatón, C. T., 1951.
Relaciones. Manuel Rodríguez Objío. Introducción, títulos y
notas por R. Lugo Lovatón, C. T., 1951.
Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1846-1850.
Vol. II. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1947.
Índice general del «Boletín» del 1938 al 1944, C. T., 1949.
Historia de los aventureros, filibusteros y bucaneros de América.
Escrita en holandés por Alexander O. Exquemelin, traducida
de una famosa edición francesa de La Sirene-París, 1920,
por C. A. Rodríguez; introducción y bosquejo biográfico del
traductor R. Lugo Lovatón, C. T., 1953.
Obras de Trujillo. Introducción de R. Lugo Lovatón, C. T.,
1956.
Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E.
Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1957.
337
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20/03/2012 11:59:36 a.m.
338
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Vol. XIV Cesión de Santo Domingo a Francia. Correspondencia de Godoy,
García Roume, Hedouville, Louverture Rigaud y otros. 1795-1802.
Edición de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959.
Vol. XV Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección
de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959.
Vol. XVI Escritos dispersos (Tomo I: 1896-1908). José Ramón López, edición
de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.
Vol. XVII Escritos dispersos (Tomo II: 1909-1916). José Ramón López, edición
de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.
Vol. XVIII Escritos dispersos (Tomo III: 1917-1922). José Ramón López, edición
de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.
Vol. XIX Máximo Gómez a cien años de su fallecimiento, 1905-2005. Edición
de E. Cordero Michel, Santo Domingo, D. N., 2005.
Vol. XX Lilí, el sanguinario machetero dominicano. Juan Vicente Flores,
Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXI Escritos selectos. Manuel de Jesús de Peña y Reynoso, edición de
A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXII Obras escogidas 1. Artículos. Alejandro Angulo Guridi, edición
de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXIII Obras escogidas 2. Ensayos. Alejandro Angulo Guridi, edición
de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXIV Obras escogidas 3. Epistolario. Alejandro Angulo Guridi, edición
de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXV La colonización de la frontera dominicana 1680-1796. Manuel
Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXVI Fabio Fiallo en La Bandera Libre. Compilación de Rafael Darío
Herrera, Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXVII Expansión fundacional y crecimiento en el norte dominicano (16801795). El Cibao y la bahía de Samaná. Manuel Hernández
González, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXVIII Documentos inéditos de Fernando A. de Meriño. Compilación de
José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXIX Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N.,
2007.
Vol. XXX
Iglesia, espacio y poder: Santo Domingo (1498-1521), experiencia
fundacional del Nuevo Mundo. Miguel D. Mena, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXI
Cedulario de la isla de Santo Domingo, Vol. I: 1492-1501. fray Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General de
la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del
Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo I: Hechos
sobresalientes en la provincia). Compilación de Alfredo Rafael
Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007.
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20/03/2012 11:59:36 a.m.
Publicaciones del Archivo General de la Nación
339
Vol. XXXIII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo II: Reorganización
de la provincia post Restauración). Compilación de Alfredo
Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXIV Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo XVII. Compilación
de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXV Memorias del Primer Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXVI Actas de los primeros congresos obreros dominicanos, 1920 y 1922.
Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXVII Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879-1894). Tomo I. Raymundo González,
Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXVIII Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879-1894). Tomo II. Raymundo González,
Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXIX Una carta a Maritain. Andrés Avelino, traducción al castellano
e introducción del P. Jesús Hernández, Santo Domingo, D. N.,
2007.
Vol. XL
Manual de indización para archivos, en coedición con el
Archivo Nacional de la República de Cuba. Marisol Mesa,
Elvira Corbelle Sanjurjo, Alba Gilda Dreke de Alfonso,
Miriam Ruiz Meriño, Jorge Macle Cruz, Santo Domingo,
D. N., 2007.
Vol. XLI
Apuntes históricos sobre Santo Domingo. Dr. Alejandro Llenas,
edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XLII
Ensayos y apuntes diversos. Dr. Alejandro Llenas, edición de
A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XLIII
La educación científica de la mujer. Eugenio María de Hostos,
Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XLIV
Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1530-1546). Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N.,
2008.
Vol. XLV
Américo Lugo en Patria. Selección. Compilación de Rafael Darío
Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. XLVI
Años imborrables. Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, Santo
Domingo, D. N., 2008.
Vol. XLVII Censos municipales del siglo xix y otras estadísticas de población.
Alejandro Paulino Ramos, Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. XLVIII Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo I.
Compilación de José Luis Saez, S. J., Santo Domingo, D. N.,
2008.
Vol. XLIX
Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo II,
Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N.,
2008.
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20/03/2012 11:59:36 a.m.
340
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Vol. L
Vol. LI
Vol. LII
Vol. LIII
Vol. LIV
Vol. LV
Vol. LVI
Vol. LVII
Vol. LVIII
Vol. LIX
Vol. LX
Vol. LXI
Vol. LXII
Vol. LXIII
Vol. LXIV
Vol. LXV
Vol. LXVI
Vol. LXVII
Vol. LXVIII
Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo III.
Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Prosas polémicas 1. Primeros escritos, textos marginales, yanquilinarias. Félix Evaristo Mejía, edición de A. Blanco Díaz, Santo
Domingo, D. N., 2008.
Prosas polémicas 2. Textos educativos y discursos. Félix Evaristo Mejía,
edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Prosas polémicas 3. Ensayos. Félix Evaristo Mejía. Edición de
A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.
Autoridad para educar. La historia de la escuela católica dominicana.
José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Relatos de Rodrigo de Bastidas. Antonio Sánchez Hernández,
Santo Domingo, D. N., 2008.
Textos reunidos 1. Escritos políticos iniciales. Manuel de J. Galván,
edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Textos reunidos 2. Ensayos. Manuel de J. Galván. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Textos reunidos 3. Artículos y controversia histórica. Manuel de J.
Galván, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N.,
2008.
Textos reunidos 4. Cartas, ministerios y misiones diplomáticas.
Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo
Domingo, D. N., 2008.
La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961). Tomo I. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo,
D. N., 2008.
La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961). Tomo II. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Legislación archivística dominicana, 1847-2007. Archivo General
de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2008.
Libro de bautismos de esclavos (1636-1670). Transcripción de José
Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Los gavilleros (1904-1916). María Filomena González Canalda,
Santo Domingo, D. N., 2008.
El sur dominicano (1680-1795). Cambios sociales y transformaciones
económicas. Manuel Vicente Hernández González, Santo
Domingo, D. N., 2008.
Cuadros históricos dominicanos. César A. Herrera, Santo Domingo,
D. N., 2008.
Escritos 1. Cosas, cartas y... otras cosas. Hipólito Billini, edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Escritos 2. Ensayos. Hipólito Billini, edición de Andrés Blanco
Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
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20/03/2012 11:59:37 a.m.
Publicaciones del Archivo General de la Nación
341
Vol. LXIX
Memorias, informes y noticias dominicanas. H. Thomasset, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. LXX
Manual de procedimientos para el tratamiento documental. Olga
Pedierro, et. al., Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. LXXI
Escritos desde aquí y desde allá. Juan Vicente Flores, edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. LXXII De la calle a los estrados por justicia y libertad. Ramón Antonio
Veras (Negro), Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. LXXIII Escritos y apuntes históricos. Vetilio Alfau Durán, Santo Domingo,
D. N., 2009.
Vol. LXXIV Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista. Salvador
E. Morales Pérez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXV Escritos. 1. Cartas insurgentes y otras misivas. Mariano A. Cestero,
edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N.,
2009.
Vol. LXXVI Escritos. 2. Artículos y ensayos. Mariano A. Cestero, edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXVII Más que un eco de la opinión. 1. Ensayos, y memorias ministeriales.
Francisco Gregorio Billini, edición de Andrés Blanco Díaz,
Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXVIII Más que un eco de la opinión. 2. Escritos, 1879-1885. Francisco Gregorio Billini, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo
Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXIX Más que un eco de la opinión. 3. Escritos, 1886-1889. Francisco Gregorio Billini, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo
Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXX Más que un eco de la opinión. 4. Escritos, 1890-1897. Francisco
Gregorio Billini, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXXI Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano. Ángel
Moreta, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXXIII Perlas de la pluma de los Garrido. Emigdio Osvaldo Garrido,
Víctor Garrido y Edna Garrido de Boggs. Edición de Edgar
Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXXIV Gestión de riesgos para la prevención y mitigación de desastres en el
patrimonio documental. Sofía Borrego, Maritza Dorta, Ana Pérez,
Maritza Mirabal, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXXV Obras, tomo I. Guido Despradel Batista. Compilación de
Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXXVI Obras, tomo II. Guido Despradel Batista. Compilación de
Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXXVIIHistoria de la Concepción de La Vega. Guido Despradel Batista,
Santo Domingo, D. N., 2009.
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20/03/2012 11:59:37 a.m.
342
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Vol. LXXXIX Una pluma en el exilio. Los artículos publicados por Constancio Bernaldo
de Quirós en República Dominicana. Compilación de Constancio
Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XC
Ideas y doctrinas políticas contemporáneas. Juan Isidro Jimenes
Grullón, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCI
Metodología de la investigación histórica. Hernán Venegas Delgado,
Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCIII
Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo I. Compilación de
Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCIV
Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo II. Compilación de
Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCV
Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo III. Compilación
de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCVI
Los Panfleteros de Santiago: torturas y desaparición. Ramón
Antonio, (Negro) Veras, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCVII Escritos reunidos. 1. Ensayos, 1887-1907. Rafael Justino Castillo,
edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCVIII Escritos reunidos. 2. Ensayos, 1908-1932. Rafael Justino Castillo,
edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCIX
Escritos reunidos. 3. Artículos, 1888-1931. Rafael Justino Castillo,
edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. C
Escritos históricos. Américo Lugo, edición conjunta del Archivo
General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo,
D. N., 2009.
Vol. CI
Vindicaciones y apologías. Bernardo Correa y Cidrón, edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. CII
Historia, diplomática y archivística. Contribuciones dominicanas.
María Ugarte, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. CIII
Escritos diversos. Emiliano Tejera, edición conjunta del Archivo
General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Vol. CIV
Tierra adentro. José María Pichardo, segunda edición, Santo
Domingo, D. N., 2010.
Vol. CV
Cuatro aspectos sobre la literatura de Juan Bosch. Diógenes Valdez,
Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CVI
Javier Malagón Barceló, el Derecho Indiano y su exilio en la República Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de
Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CVII
Cristóbal Colón y la construcción de un mundo nuevo. Estudios,
1983-2008. Consuelo Varela, edición de Andrés Blanco Díaz,
Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CVIII
República Dominicana. Identidad y herencias etnoculturales
indígenas. J. Jesús María Serna Moreno, Santo Domingo, D. N.,
2010.
incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 342
20/03/2012 11:59:37 a.m.
Publicaciones del Archivo General de la Nación
343
Vol. CIX
Escritos pedagógicos. Malaquías Gil Arantegui, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CX
Cuentos y escritos de Vicenç Riera Llorca en La Nación. Compilación
de Natalia González, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXI
Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo y artículos contra
el régimen de Trujillo en el exterior. Compilación de Constancio
Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXII
Ensayos y apuntes pedagógicos. Gregorio B. Palacín Iglesias,
edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXIII
El exilio republicano español en la sociedad dominicana. (Ponencias del Seminario Internacional, 4 y 5 de marzo de 2010).
Reina C. Rosario Fernández (Coord.), edición conjunta de la
Academia Dominicana de la Historia, la Comisión Permanente de Efemérides Patrias y el Archivo General de la Nación,
Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXIV
Pedro Henríquez Ureña. Historia cultural, historiografía y crítica
literaria. Odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXV
Antología. José Gabriel García. Edición conjunta del Archivo
General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Vol. CXVI
Paisaje y acento. Impresiones de un español en la República Dominicana. José Forné Farreres. Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXVII Historia e ideología. Mujeres dominicanas, 1880-1950. Carmen
Durán. Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXVIII Historia dominicana: desde los aborígenes hasta la Guerra de
Abril. Augusto Sención (Coord.), Santo Domingo, D. N.,
2010.
Vol. CXIX
Historia pendiente: Moca 2 de mayo de 1861. Juan José Ayuso,
Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXX
Raíces de una hermandad. Rafael Báez Pérez e Ysabel A. Paulino, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXI
Miches: historia y tradición. Ceferino Moní Reyes, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo I. Octavio A.
Acevedo, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Vol. CXXIII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo II. Octavio A. Acevedo, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N.,
2010.
Vol. CXXIV Apuntes de un normalista. Eugenio María de Hostos, edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXV Recuerdos de la Revolución Moyista (Memoria, apuntes y documentos). Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N.,
2010.
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Publicaciones del Archivo General de la Nación
Vol. CXXVI Años imborrables (2da ed.). Rafael Alburquerque Zayas-Bazán,
edición conjunta de la Comisión Permanente de Efemérides
Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Vol. CXXVII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura
de Trujillo. Tomo I. Compilación de Alejandro Paulino Ramos,
edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXVIII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura de Trujillo. Tomo II. Compilación de Alejandro Paulino
Ramos, edición conjunta del Archivo General de la Nación
y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Vol. CXXIX Memorias del Segundo Encuentro Nacional de Archivos. Santo
Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXX Relaciones cubano-dominicanas, su escenario hemisférico (19441948). Jorge Renato Ibarra Guitart, Santo Domingo, D. N.,
2010.
Vol. CXXXI Obras selectas. Tomo I. Antonio Zaglul, edición conjunta del
Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo
Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXII Obras selectas. Tomo II. Antonio Zaglul, edición conjunta del
Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo
Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXIII África y el Caribe: Destinos cruzados. Siglos xv-xix, Zakari Dramani-Issifou, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXIV Modernidad e ilustración en Santo Domingo. Rafael Morla, Santo
Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXV La guerra silenciosa: Las luchas sociales en la ruralía dominicana.
Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXVI AGN: bibliohemerografía archivística. Un aporte (1867-2011). Luis
Alfonso Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXVII La caña da para todo. Arturo Martínez Moya, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXVIIII El Ecuador en la Historia. Jorge Nuñez Sánchez, Santo
Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXIX La mediación extranjera en las guerras dominicanas de independencia,
1849-1856. Wenceslao Vega B., Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXL
Max Henríquez Ureña. Las rutas de una vida intelectual. Odalís G.
Pérez, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLI
Yo también acuso. Carmita Landestoy, Santo Domingo, D. N.,
2011.
Vol. CXLII
Memorias de Juanito: Historia vivida y recogida en las riberas del río
Camú. Reynolds Pérez Stefan, Santo Domingo, D. N., 2011.
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Publicaciones del Archivo General de la Nación
345
Vol. CXLIII
Más escritos dispersos. Tomo I. José Ramón López. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLIV
Más escritos dispersos. Tomo II. José Ramón López. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLV
Más escritos dispersos. Tomo III. José Ramón López. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLVI
Manuel de Jesús de Peña y Reinoso: Dos patrias y un ideal. Jorge
Berenguer Cala, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLVII Rebelión de los capitanes: Viva el rey y muera el mal gobierno. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLVIII De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo colonial.
Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLIX Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1547-1575). Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CL
Ramón –Van Elder– Espinal. Una vida intelectual comprometida.
Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo
Domingo, D. N., 2011.
Vol. CLI
El alzamiento de Neiba: Los acontecimientos y los documentos (febrero
de 1863). José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CLII
Meditaciones de cultura. Laberintos de la dominicanidad. Carlos
Andújar Persinal, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CLIII
El Ecuador en la Historia (2da ed.). Jorge Núñez Sánchez, Santo
Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLIV
Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe (1789-1854).
José Luciano Franco, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLV
Cuba: la defensa del Imperio español (1868-1878). José Abreu Cardet, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLVI
Didáctica de la geografía para profesores de Sociales. Amparo Chantada, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLVII
La telaraña cubana de Trujillo. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLVIII Cedulario de la isla de Santo Domingo, Vol. II: 1501-1509. Fray
Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General
de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del
Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLIX
Vol. CLX
Vol. CLXI
Tesoros ocultos del periódico El Cable. Compilación de Edgar Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2012.
Cuestiones políticas y sociales. Dr. Santiago Ponce de León, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
La telaraña cubana de Trujillo. Tomo II. Eliades Acosta Matos,
Santo Domingo, D. N., 2012.
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Publicaciones del Archivo General de la Nación
Colección Juvenil
Vol. I
Vol. II
Vol. III
Vol. IV
Vol. V
Vol. VI
Vol. VII
Vol. VIII
Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N.,
2007
Heroínas nacionales. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N.,
2007.
Vida y obra de Ercilia Pepín. Alejandro Paulino Ramos. Santo
Domingo, D. N., 2007.
Dictadores dominicanos del siglo xix. Roberto Cassá. Santo
Domingo, D. N., 2008.
Padres de la Patria. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N.,
2008.
Pensadores criollos. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N.,
2008.
Héroes restauradores. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N.,
2009.
Dominicanos de pensamiento liberal: Espaillat, Bonó, Deschamps.
(siglo xix). Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2010.
Colección Cuadernos Populares
Vol. 1
Vol. 2
Vol. 3
La Ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte. Juan Isidro
Jimenes Grullón. Santo Domingo, D. N., 2009.
Mujeres de la Independencia. Vetilio Alfau Durán. Santo Domingo,
D. N., 2009.
Voces de bohío. Vocabulario de la cultura taína. Rafael García Bidó.
Santo Domingo, D. N., 2010.
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Esta primera edición de
El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia del exilio
republicano español en la sociedad dominicana, 1938-1944
de Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos
se terminó de imprimir en el mes de abril de 2012,
en los talleres gráficos de _____
Santo Domingo, Rep. Dominicana.
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