fronteras de sal: el cine en el beso de la mujer araña de manuel puig

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REVISTA LUMEN ET VIRTUS
ISSN 2177-2789
VOL. IV
Nº 9
SETEMBRO/2013
FRONTERAS DE SAL: EL CINE EN
EL BESO DE LA MUJER ARAÑA
DE MANUEL PUIG
Prof. Álvaro Lema Mosca1
RESUMO – Analisar-se-á a novela O beijo da mulher aranha, de Manuel Puig,
verificando as relações estabelecidas entre o que seja propriamente literário e as influências
do cinema no escritor argentino, para se comprovar que confluem em um ponto comum, em
um novo tipo de escrita. As relações entre os dois códigos, o literário e o cinematográfico,
colaboram para a criação de uma escrita andrógena que dá, à obra de Puig, um caráter único
e universal.
PALAVRAS-CHAVE – cinema, literatura, escrita, novela.
178
RESUMEN – Se analiza la novela de Manuel Puig, El beso de la mujer araña, viendo las
relaciones que se establecen entre lo propiamente literario y las influencias del cine que tiene
el escritor argentino, para comprobar que confluyen en un punto común, en un nuevo tipo de
escritura. Las relaciones entre ambos códigos, el literario y el cinematográfico, colaboran en
la creación de una escritura andrógina, que da a la obra de Puig un carácter único y universal.
PALABRAS CLAVES – cine, literatura, escritura, novela.
La literatura de Manuel Puig está fuertemente relacionada con el cine y esto no se
debe únicamente a que el escritor haya pasado los últimos años de su vida escribiendo
libretos para Hollywood – seguramente como resabio de sus novelas anteriores –, sino a que
el cine fue en la vida personal de Puig algo esencial.
Para todo escritor del siglo XX la expansión del cine y el desarrollo de la tecnología
audiovisual significó una ruptura en la construcción de ciertos paradigmas y representó sobre
todo, una nueva construcción de relato. El cine ofreció a estos hombres una serie de
innovaciones en cuanto a la focalización del narrador, las estructuras del relato y la relación
con el lector, acostumbrado a leer cada vez más imágenes que letras.
Trataré de dejar en claro en este trabajo, cuáles son los puntos en que cine y literatura
Alvaro Lema Mosca es profesor de literatura (I.P.A.), en Uruguay, y estudiante avanzado de ciencias de la
comunicación (UdelaR). Ha publicado artículos de investigación literaria y semiótica en su país y en el exterior.
También los poemarios “De esta manera tan insual” y “Mundo de nadas”. Dirige la revista cultural ONCE.
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se cruzan en El beso de la mujer araña (1976), basándome no sólo en un análisis
hermenéutico, sino en uno que incluya la propia concepción del autor sobre ambos campos
artísticos y sobre su fusión, terreno en el cual se desenvolvió con gran acierto.
Cinema Paradiso y Coronel Vallejos
Manuel Puig nació en 1932, en un pueblo del interior argentino llamado General
Villegas, al que años más tarde convertiría en “Coronel Vallejos” (porque por su pobreza no
podía ser nunca un General), escenario ficcional de sus dos primeras novelas: La traición de
Rita Hayworth y Boquitas pintadas. Allí vivió hasta los trece años y si bien, luego se
convirtió en un “hombre de mundo” (vivió en Europa, Estados Unidos, Brasil y México), las
experiencias vividas en aquel lugar lo marcarían para siempre. Allí se despertó su sensibilidad
intelectual y comenzó a trabajar ciertas ideas sobre el comportamiento y las relaciones de los
seres humanos. Allí mismo empezó a sentirse diferente y despertó su desprecio por cierto
aire machista, conservador, que marcaba las tendencias y los modos de pensar de localidades
como aquellas en los años 30 y 40 y que cabría preguntarse si no lo sigue haciendo aún hoy.
En una entrevista concedida en España, dijo:
179
El clima humano era bravo. Era la vigencia total del machismo. Allí estaba
aceptado que debían existir fuertes y débiles y lo que daba el prestigio era la
prepotencia, lo que realmente hacía respetar a alguien es que gritara fuerte.
La escuela de todo ese sistema de explotación yo creo que estaba en la pareja
misma. En los hogares había un señor muy nervioso, con poco control
sobre sus nervios, que mandaba, y una señora que, o se hacía la sorda o
acataba las órdenes. Yo rechacé todo eso. Me pareció que era demasiado
desagradable.2
Este asunto, que no fue menor en su vida personal, se expresó claramente en gran
parte de su obra. El beso de la mujer araña no escapa a esta cuestión. Hay allí una severa
crítica a ciertas concepciones morales, católicas, heterosexuales de una sociedad que enaltece
al hombre “macho” y desmerece a su contraparte. Estas ideas las encarna en la obra, aunque
con liviandad, el personaje de Valentín, un preso político que comparte celda con un
homosexual de apellido Molina. Pero más allá de esto, que es un tema que trataré más
adelante, lo importante de sus vivencias en General Villegas es que allí el pequeño Manuel
conoció el cine. Arrastrado por una madre que tampoco se adaptó nunca al tedio de aquel
pueblo, el niño comenzó a frecuentar la sala de cine, donde encontró un cúmulo de
Extraído del programa televisivo “A fondo”, TVE, 1978, en
http://www.youtube.com/watch?v=M1gX4Tj6lmo&feature=related
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posibilidades que le permitieron evadir esa realidad tan penosa.
Cuenta en la misma entrevista citada anteriormente, hablando de Gral. Villegas:
[En General Villegas] todo está lejos, la persona que nace, se muere ahí y
no ha visto nada; nada más que lo que le dan en el cine. (…) Yo traté de
ignorar esa realidad y, en cambio, tomar al cine como la realidad. Eso pasó
a ser mi realidad. Lo otro, el pueblo, era como un western en el que yo
había entrado, una película que yo había ido a ver por error, pero de la que
no me podía salir.3
Así como el niño protagonista de la película italiana Cinema Paradiso, el pequeño
Manuel empezó a evadir esa realidad indeseada y la trocó por aquella que le ofrecía la pantalla
gigante. Pero a diferencia de lo que sucede con el italiano, al crecer, no evitó los recuerdos
vividos en aquella sala sino que los hizo funcionales: los tomó, los revisó, los modificó y en
base a eso, comenzó a escribir.
La presencia del cine en su juventud fue clave para el desarrollo posterior del Puig
escritor. En sus primeros años deseó convertirse en un reconocido cineasta, pero con el
180
tiempo se dio cuenta de que aquello no lo hacía sentir cómodo. Es así que empezó a escribir
sin pautas precisas, dejándose llevar solamente por las ganas de contar “algo” y allí
dio origen, casi sin darse cuenta, no solo a su particular estilo, sino también a una de las
creaciones literarias más significantes de las últimas décadas.
Agrega más adelante: “(…) ahí me di cuenta que lo que quería yo, era contarme esos
años de niñez para aclararme un poco la situación: por qué estaba ya por cumplir treinta años
y todo me había fallado de tal modo”.4
Lo importante de ese “contar-se” del que habla Puig es la innovación en la forma. Ya
desde su primera novela (que le llevó tres años escribir) quedan claras sus características
propias a la hora de enunciar: el relato se llena de técnicas sofisticadas, nuevas, desconocidas
en el campo de la literatura y dan primacía al diálogo, el montaje, la asociación de ideas, la
utilización de cierta temática, la creación de personajes típicos en otros géneros como el
folletín, el radioteatro, la telenovela y por supuesto, el cine.
Dice al respecto: “Creo que estos géneros menores pueden ser tratados con cierto
rigor artístico y ser valorizados. El hecho de que sean populares a mí no me molesta, al
contrario. Hay ciertos ingredientes (…) que me parecen válidos y he intentado siempre una
3
4
Ídem.
Ídem.
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forma de novela popular”.5
Así se explica en parte la estructura formal de El beso de la mujer araña. La novela
está escrita en forma de diálogo, como un guión de cine, pero sin las acotaciones que el autor
podría dirigir a un director o a los actores. Aquí no hay más que conversación entre los
personajes. Hacia el final, se suma un apéndice: es el parte policial de los guardias que vigilan
a Molina luego de que éste ha sido liberado condicionalmente.
Puig expresó en diversas ocasiones su rechazo a la existencia de un narrador, pues no
estaba de acuerdo con la convivencia de esta voz y la de los personajes. En el cine pocas veces
existe una voz en off, un narrador que se encargue del relato y mucho menos en el de la primera
mitad de siglo, aquel que el escritor miraba con tanto interés6. Esto tiene un doble efecto en el
lector: por un lado, resta subjetividad y concede un carácter mucho más realista a la historia;
a su vez, lo posiciona frente a un nuevo tipo de narración que lo conmueve, lo distorsiona,
porque le otorga la sensación de estar leyendo y no viendo, una película.
Puig toma de esos géneros considerados menores la manera de borronear al
narrador, de desligarse de toda “responsabilidad narrativa” y dar paso solo a las voces de los
181
personajes. Pero no puede escapar de esa presión diegética: es necesaria la existencia de
alguien que cuente… Así es que Molina se convierte en el relator de otras historias, que
disfrazan la historia real, la que le sucede a él y a su compañero de celda. El homosexual
cuenta, noche a noche – como Shahrazad en Las mil y una noches – una película (o un
trozo, en caso de que la narración haya comenzado el día anterior) al prisionero que está a su
lado, ocupando el lugar de ese narrador ausente.
De esta forma, a la novela cuyas fronteras están desdibujadas por la estructura formal,
se le suma ahora la ambigüedad narrativa, en lo que Milagros Ezquerro (2002) llama
“hiperconcentración funcional”, pues la narración se asemeja al diálogo teatral o al guión
cinematográfico, pero sin dejar de ser una novela. Asistimos entonces a un fenómeno original
en la literatura existente hasta ese momento: la narración de Molina convierte un espectáculo
audiovisual en un relato oral, el cine deviene un cuento de cuna. Para eso se sirve del lenguaje
oral (cimento de la literatura puiguiana) y la reelaboración con palabras de gestos, imágenes,
lugares, facciones, etc., que él ha visto en películas. También el cine se trastoca en El beso de
la mujer araña pues aparece como la narración de aquello que se relata pero en otro código,
5
Ídem.
No tomo en cuenta aquí el cine mudo, donde la narración está por fuera y funciona a modo de explicación
de las acciones que realizan los actores.
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en otro uso del lenguaje. Sin embargo, ese espacio difuso que aparece en la novela viabiliza el
análisis de otros temas fundamentales a la historia.
El cine polisémico
La novela toda se modifica por la presencia de episodios y técnicas cinematográficas
y su significación se multiplica a diversos campos de interpretación. El cine se vuelve
polisémico y adquiere importancias distintas, tanto a la historia como a la macroestructura
narrativa. Es:
1.
El motivo que da nombre a la obra. Cuando hacia el final de la historia,
Molina consigue que su compañero lo bese, éste le comenta, a modo de broma, que
ese fue el beso de la mujer araña. Hace alusión con esto a una de las películas narradas
por el homosexual en el que si la protagonista es besada, se convierte en pantera.
N. Perlongher (1986) advierte que en El beso de la mujer araña el deseo sexual no
depende de los cuerpos y la disposición fisiológica, sino en la encarnación de una
seducción femenina y mortífera de parte de Molina, simbolizada en la araña y su beso
182
fatal.
2.
La forma en la que Puig consigue no introducir un narrador, o por lo menos,
un narrador convencional. La existencia de diálogos permanentes o de informes
escritos exime la existencia de una voz externa, común a las novelas hasta ese
entonces. En ese sentido y como ya mencionamos anteriormente, la diégesis se
presenta solo en la conversación de los personajes o en lo que unos dicen sobre
otros. Sin embargo, la innovación temática de Puig no termina ahí. Existe sí un
territorio (más allá de los momentos en los que Molina “narra” una película) en el que
un narrador se hace presente y hasta puede confundirse con la voz del propio autor
(si bien nunca se explicita que sea él quien “habla”): los pies de página. Allí aparece un
informador, que con perfecta tonalidad científica, explica las teorías psicoanalíticas
que tratan la homosexualidad. Puig consigue con esto dar una visión paralela sobre
los sucesos acontecidos, pero además delinear el perfil de Molina y sus relaciones
personales con otras personas, entre ellas, su compañero Valentín.
3.
Como lo ha dicho el propio Puig, es también una forma de continuar la
temática empleada en sus primeras tres novelas. En todas ellas el escritor se sirve del
cine para crear un tipo de historia, pero sobre todo para dar vida a un tipo
determinado de personaje. Tanto esa historia como esos personajes están cargados de
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múltiples significaciones y son los que otorgan características definitorias a la obra de
Puig.
Dice al respecto:
Muchos me han preguntado por qué la elección de esos dos personajes. Y
de algún modo pienso que es una continuación de mi tema de siempre. Yo
necesitaba que uno de los dos protagonistas defendiese el rol clásico de la
mujer sometida. Para que esto tuviera lugar hoy no se me ocurría un tipo
de mujer que todavía estuviese aferrada a ese sueño de la realización
amorosa mediante la sumisión. En cambio, me pareció que un
homosexual con fijación femenina, como no puede realizar la experiencia,
puede todavía creer en esa ilusión7.
De esta forma, se establece una linealidad con esa temática que
mencionábamos al principio y que comienza a manifestarse en la obra de Puig desde
su primera novela. La innovación radica aquí en que el sometimiento no está
encarnado en una mujer sino en un homosexual y que además es solicitado, casi en
forma de ruego, por éste y no impuesto de forma violenta. El cine otorga a ese
183
personaje el escenario de ensoñación para imaginar una vida de dependencia junto a
un hombre, marcada por el amor prohibido y la pasión desenfrenada, tal como ocurre
con las divas de las películas que él cuenta.
En el capítulo trece, Molina dice: “– Pero si un hombre… es mi marido, él
tiene que mandar, para que se sienta bien. Eso es lo natural, porque él entonces… es
el hombre de la casa” (PUIG, 2002, p. 211). Los géneros sexuales ven desdibujados
sus límites. Molina no es un simple homosexual sino un desviado o lo que
Echavarren (2008) ha llamado “una loca”, un hombre que se siente mujer. Pero como
el propio Echavarren ha analizado, en este caso se trata de un ejemplo particular: el de
aquel cuya identidad se evapora tras el acto sexual con su compañero de celda para
devenir un ser ambiguo, andrógino, único. Dice Molina: “soy otra persona, que no es
ni hombre ni mujer” (PUIG, 2002, p. 198) y hay hasta mutación física cuando el lunar
que Valentín tiene en el rostro lo siente ahora en su propio cuerpo.
4.
El cine es, por un lado, una forma de evadir la realidad de encarcelamiento
que los agobia, una forma de escapar de esa situación hostil, de esas cuatro paredes y
de conectarse con un “afuera”, aunque ese “afuera” esté realmente en su interior
7
Programa “A fondo”, cit. ant
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porque no están más que recurriendo a la imaginación. En el capítulo cuatro se
materializa esa necesidad de escapar, en el siguiente diálogo:
(…) para mí la película es lo que me importa, porque total mientras estoy
acá encerrado no puedo hacer otra cosa que pensar en cosas lindas, para
no volverme loco, ¿no? Contéstame
– ¿Qué querés que te conteste?
– Que me dejes un poco que me escape de la realidad, ¿para qué me voy
a desesperar más todavía?, ¿Querés que me vuelva loco? Porque loca ya
soy. (PUIG, 2002, p. 72)
Asunto frecuente en la literatura, sobre todo cuando los personajes están
prisioneros, ya sea física o espiritualmente (hay cientos de casos para ejemplificar
esto, valga pensar en la ya mencionada Mil y una noches o hasta en el personaje del
Quijote y sus ensoñaciones constantes), pero que toca aquí otra dimensión porque se
circunscribe en una realidad de violencia extrema que vive la Argentina en esos años,
asunto que desarrollaré más adelante.
184
Por otro lado, es una forma de evadir sus propias vidas, cargadas de
desencantos y sufrimientos. En el cine encuentran ambos una forma de eludir una
realidad que los asfixia, tanto cuando se trata de malestares específicos (cuando
Valentín sufre una descompensación intestinal, le pide a Molina que distraiga su
dolor contándole una película), como de insatisfacciones personales: la imposibilidad
de concretar la relación amorosa entre Molina y el mesero del cual está enamorado o
la terrible sensación de derrota que siente Valentín al saber que sus compañeros de
guerrilla están siendo apresados poco a poco, entre otros.
5.
Es también un modo de vinculación de los personajes que llega a un punto de
mimetización total e incluso, de trocamiento identitario. La novela se abre con uno de los
relatos que Molina hace a su compañero. A través de esas narraciones de películas, los
personajes solitarios (Giordano [2002] habla de “encuentro de singularidades”) recluidos
en una misma celda se convierten en compañeros de cuarto. La celda es, siguiendo a Foucault,
un espacio donde desaparecen los lindes entre lo público y lo privado. No hay privacidad
porque ni siquiera hay tiempo individual sino solo tiempo compartido. Los presos son
presos también del tiempo. Hasta lo más íntimo se revela allí en las conversaciones, se
entromete en las narraciones cinematográficas que uno cuenta al otro y da paso a la
desmantelación de lo más interno, ante la continuada vigilia del poder que permanece
latente y oculto para manifestarse recién hacia el final de la historia. Allí el cine es la unión
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entre ambos hombres y también la fuente de la que emanan los aspectos personales de
cada uno y de los dos cuando la unión ya no permite hablar de personajes
independientes.
El cine es incorporado, reducido, a las notas emocionales y
reinterpretaciones del sentido íntimo de la charla. El cine se enlaza como
tema, no como experiencia directa e inmediata de los encarcelados. Es
apenas un área de sus recursos narrativos y de sus intereses donde se
encastran las vivencias de cada uno. (ECHAVARREN, 2002, p. 461)
Al principio, es Molina, el homosexual cinéfilo, quien elige las historias y las
cuenta, cargadas de detalles y emoción. Tiempo después nos enteramos que es la
técnica que elige para sacar información al subversivo con quien comparte la celda. A
través de las historias con las que cumple los deseos de Valentín, Molina consigue que
este devele secretos no revelados sobre sus compañeros. Pero Molina también
descubre las razones por las cuales ha sido encarcelado, aspectos negativos de su vida
pasada que lo convierten en un delincuente confeso. La confesión se muestra aquí
185
bivalente. Ambos confiesan y ambos son confesores. Foucault (1987) ha demostrado
que la confesión es en la época moderna “una de las técnicas más altamente valoradas
para producir lo verdadero”, que se cimenta en el examen analítico de uno mismo,
materializado en el discurso, en lo que se dice y en lo que se escucha. Esta relación
bipartita del decir y el escuchar es lo que da sustento a la novela y se aferra a la
narración de películas para desde allí dar rienda a la peripecia. Pero la vinculación
entre los personajes crece de tal manera que con el paso del tiempo es el propio
Valentín – al principio un mero oyente – quien empieza a “contar”. Hay aquí algo de
Quijote. Como sucede con el caballero andante y su escudero, a medida que pasa el
tiempo, los roles se van intercambiando y quien cuenta al principio, termina
escuchando.
Sin embargo, esa mimetización de la que hablábamos anteriormente, no
termina ahí sino que llega a un grado de transfiguración de identidades. Valentín, que
encarna, como ya dijimos, al heterosexual de familia conservadora, va empapándose
de una sensibilidad amanerada que lo lleva no solo a acostarse con Molina como
forma de agradecimiento sino también a preocuparse por él, en un acto de honda
ternura. Este último, agente oculto de las autoridades carcelarias con el objetivo de
perjudicar a su compañero, simpatiza de tal forma con aquel que termina alineándose
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a su ideología política y ayudándolo (o intentando, al menos) fuera de la prisión. Las
facetas identitarias claramente definidas al principio se trastocan y uno adquiere
características del otro. Cuando la empatía llega a su punto máximo, aparece el beso
como un sello irrevocable de la vinculación que ya no los une, sino que prohíbe
separarlos.
Luego del primer encuentro sexual, Molina hace varias referencias a la
pérdida de una identidad propia. Transcribo una de ellas: “Me pareció que yo no
estaba… que estabas vos solo. O que yo no era yo… Que ahora yo… eras vos”.
(PUIG, 2002, p. 191)
6.
Es una forma de decir lo prohibido. Cuando aparece El beso de la mujer
araña (1976), Argentina se ha sumido en una dictadura militar sin precedentes. La
elección de un subversivo político y un homosexual resulta bastante elocuente para
manifestar una clara denuncia hacia el gobierno de facto. Sin embargo, a través de las
técnicas innovadoras, de la ausencia de un narrador explícito y de la mención
constante a ciertas películas, Puig consigue dar un metalenguaje que se vuelve voz de
los rezagados. Los géneros “menores” le otorgan una manera cómoda de llegar a la
186
mayoría poblacional, a ese pueblo silenciado y lograr una de sus mayores metas:
escribir novelas populares. Obtiene de un género popular por antonomasia como el cine,
la capacidad para llegar a una gran masa lectora (lo que le provocó el exilio).
Estrategia que ha ocasionado la discusión (escándalo, dice Alan Pauls) de si su
literatura se sitúa dentro de lo posmoderno (por las técnicas de lo pop que aparecen
en ella: el kitsch, el camp, lo gay, el collage y el bricollage) para desde allí pasar a
preguntarse si todo esto, sumado al éxito editorial de sus novelas, no le resta calidad
estética y no enajena al autor (como ha sugerido B. Sarlo) quitándole valor a su
trabajo8.
Dice Alberto Giordano:
Puig no eligió apropiarse de restos de la cultura popular porque suponía que
podía hacer con ellos algo estéticamente legítimo, sino que escribió (inventó
una forma de escribir) a partir de la fascinación que esos desechos ejercían
Sarlo plantea dos aspectos con respecto a la enajenación del autor: por un lado la “ideología enumerativa” que
provoca el desmoronamiento de las condiciones de producción de la obra, por el otro la consecuencia que esa
enumeración tiene cuando se confunde “escribir” con el concepto de collage, que se cimenta en la recopilación
de distintas técnicas y el armado de una nueva. Al respecto ver F. Forastelli, “Manuel Puig, ese villano. Una
teoría sobre la inestabilidad del valor”, en PUIG, 2002, pp. 472-483.
8
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sobre él, dejándose apropiar por sus secretas fuerzas de invención. En lugar
de hablar de `apropiación´ y de `mezcla´, del ingreso de códigos
no-literarios o subliterarios en los dominios de la literatura, la experiencia
narrativa de Puig nos permite hablar de un encuentro de lo letrado con lo
popular en el que se produce un cortocircuito entre ambos por el que cada
uno se desterritorializa. (GIORDANO, 2002, p. 468)
Fronteras de sal
La escritura de Puig ocasionó en el momento de su aparición un conflicto con los
parámetros impuestos por la Literatura. Lo que ofrecía era innovador pero además
cuestionador y producía lo que César Aira (1988) ha denominado “el efecto de otra
literatura”, es decir, la aparición de algo irreconocible para los cánones de la Academia que
viene a debatirlos directamente y termina, por fin, imponiéndose.
Su narrativa se sirve de lo culto y lo popular para atravesarlos tangencialmente y
desarrollar un territorio andrógino que no es ni una cosa ni la otra: ni pura literatura, ni guión
de cine, ni parodia de aquella ni apología de aquel y no viene a ampliar los espacios de la
187
Literatura institucionalizada, sino a discutirlos, a debatirlos, desde el ofrecimiento de una
propuesta diferente.
La relación cine-literatura es en El beso de la mujer araña el eje central del cual se
aferra Puig, así como la radio, la correspondencia postal y los boleros son temas de sus otros
trabajos. Pero también es un aspecto que como lo ha confirmado su propio testimonio surca
tanto su vida como su obra completa y juega a dos puntas: en la concreción de un nuevo estilo
narrativo pero también en la exigencia de un lector diferente. Y por ende, en un tratamiento
distinto de la obra.
BIBLIOGRAFÍA Y MATERIAL CONSULTADO
AIRA, C. “El deseo de viajar”. En Fin de Siglo, Nº 8. Buenos Aires, 1988.
ECHAVARREN, R. Arte andrógino. Estilo vs. Moda. HUM, Montevideo, 2008.
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Allca XX, Barcelona, 2002.
EZQUERRO, M. “Shahrazad ha muerto. Las modalidades narrativas”, en El beso de la
mujer araña. Edición Crítica. Allca XX, Barcelona, 2002.
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Edición Crítica. Allca XX, Barcelona, 1987.
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GENETTE, G. Figuras III. Buenos Aires: Lumen, 1972
GIORDANO, A. “Una literatura fuera de la literatura”, en El beso de la mujer araña.
2002.
PUIG, M. El beso de la mujer araña. Edición crítica. Barcelona: Allca XX, 2002
Programa televisivo A fondo, TVE, 1979, conducción: J. Soler Serrano, en
http://www.youtube.com/watch?v=M1gX4Tj6lmo&feature=related,
10/09/10.
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