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Estado, Cultura y Sociedad: los símbolos enmarañados.
“Lo que llamas el espíritu de los tiempos es, en el fondo, el
espíritu de las gentes en quienes los tiempos se reflejan”.
(J. W. von Goethe. Fausto)
Las preguntas y las apuestas
Los hábitos expresivos hacen y califican a los sujetos en sociedad, y sus
símbolos son esencia deseada e intencionada. Nación, pueblo y comunidad, son
conceptos que han descrito a conglomerados humanos que pueden distinguirse de
otros. En América Latina, las elites gobernantes a través de los aparatos estatales,
modelaron a las naciones que hoy se albergan en los territorios llamados países. Este
“logro” fue un proceso cultural que generó los lazos sociales y un especial vínculo de los
sujetos con sus Estados. Los símbolos de pertenencia patria ingresaron –a veces con
dolor- como en las guerras de delimitación fronteriza, y otras veces, con ternura
chovinista.
En la modernidad reflexiva, este tipo de identidades se han diversificado y
fragmentado como resultado de importantes procesos de subjetivación y como
respuesta al descentramiento individual y a las múltiples incertezas que el modelo de
reproducción genera, dando lugar a un gran protagonismo de la cultura como agente de
lo social. Los rasgos de estas nuevas identidades serían: la atracción hacia lo nuevo y
experimental, la autonomización estética, y la subjetividad individual como fuente de
valoración simbólica.1 Luciano Tomassini describe este gran giro como sigue: “La
modernidad debe considerarse superada cuando la cultura comienza a definirse como un campo de
significados, como el ámbito de la auto expresión de las personas y comienzan a borrar las fronteras que
siempre existieron entre el arte y la vida. Esto ocurre cuando el actuar lo hacemos inspirados por la
imaginación y no por la racionalidad” (Tomassini: 2010: 654).
1
Daniel Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism. Basic Books. Prefacio a la edición de 1978, pp. XV a XVII.
Citado por Tomassini en: 2010. Rompiendo códigos. El cambio cultural de nuestro tiempo. Página 654.
-1-
Desde el punto de vista del agente Estado, en esta “modernidad superada” el
aparato estatal sigue operando prioritariamente sobre las esferas que le fueron
asignadas para la administración de la convivencia social: la política y la economía, o el
monopolio de la violencia y la gestión de los recursos. De esta manera, la cultura ha
ocupado un lugar secundario en la distribución de las preocupaciones estatales y está
casi completamente restringida a la promoción de las artes y el patrimonio. A ello se
suma la racionalidad instrumental que en los países pobres ha puesto al margen de la
gestión pública la creación de condiciones para el pleno ejercicio de los derechos
culturales. Éstos no responderían a necesidades básicas y se localizarían fuera de la
vida cotidiana de las personas, por abstractos e inasibles.
Los derechos de segunda generación2 no ajustan al paradigma liberal porque
tienen su base en la relación social y la intersubjetividad. En la tradición liberal, lo que
subyace a la constitución de los estados modernos es el individuo como la persona
moral que antecede a la sociedad. Él es el agente de elección soberana: “El tema común a
una gran parte de la doctrina liberal clásica que surge de la consideración deontológica de la unidad del
„yo‟ es la noción del sujeto humano como un agente de elección soberano, una criatura cuyos fines son
elegidos antes que dados, que llega a sus propósitos y objetivos por actos de voluntad, en contraste
digamos, con los actos de cognición. Así, una persona moral es una persona con fines que él ha elegido,
y su preferencia fundamental se inclina a favor de las condiciones que le permitan construir un modo de
vida que exprese su naturaleza de ente racional, libre e igual, tan plenamente como las circunstancias lo
consientan” (Sandell:2000:39).
En este contexto resulta pertinente preguntarse:
1) En un mundo posibilista ¿le corresponde al Estado administrador modelar los sujetos
ideales y favorecer los contextos para el desarrollo de nuevas identidades?.
2. La centralidad de la cultura y su concepción expandida (más allá de las artes y el
patrimonio) impone la definición de criterios multidimensionales en la evaluación de las políticas
sectoriales, ¿cuáles serían las dimensiones líderes para estas mediciones?.
2
Los derechos políticos son de primera generación y en ellos se funda la idea de un ciudadano libre, y en un modelo
representativo, lo es para ser elegido y para elegir. Los de segunda generación, donde se originan los culturales, se
fundan en la idea de una comunidad que antecede al sujeto y que lo modela por la simple pertenencia a ella. Por lo
tanto, es un vínculo que no depende de la voluntad del sujeto. Así, a diferencia de la ciudadanía política, la cultural es
irrenunciable.
-2-
Estas preguntas organizan el ensayo en 2 subtítulos: el primero “El Estado y las
condiciones para el reconocimiento”, dedicado a revisar las características de la
nueva centralidad cultural al interior de la sociedad; el enfoque de derecho en las luchas
por el reconocimiento de los actores emergentes; y el involucramiento en política
contingente de actores sociales y académicos, como estrategia de reconocimiento. Para
ello se revisarán los ejemplos del multiculturalismo y la economía creativa. El segundo
subtítulo es “Anatomía de una ausencia: los hombres en la danza contemporánea
en Chile”. Expone un caso de discriminación cultural y describe las estrategias que
han permitido reducir la brecha que impedía el acceso de los hombres a esta disciplina
artística.
I: El Estado y las condiciones para el reconocimiento
Los supuestos que organizan una respuesta tentativa a las preguntas formuladas
es que existiría el modelo del sujeto liberal moderno descrito en los principios
normativos vigentes en los países de matriz occidental; que estos principios han
devenido en morales y se han incorporado al sentido común de la población
especializada y no especializada provocando respuestas automáticas ante la pregunta
por el rol del Estado en la cultura; y finalmente, que aún no existiendo el debate teórico
y menos, habiéndose producido consenso ideológico sobre estos dos puntos –sujetos y
rol-, las medidas de políticas culturales orientadas a las artes y al patrimonio se han ido
adaptando de facto a las especializadas demandas del sector y como ámbitos
privilegiados de la producción simbólica, han hecho emerger nuevos sujetos sociales.
Algunos de éstos, con manifiesto afán de reconocimiento, y otros, que comienzan a
circular por las rutas de las nuevas subjetividades autónomas.
Como hemos adelantado, en este subtítulo haremos un repaso de los desafíos
que impone la nueva centralidad y expansión de la cultura en el espacio social;
pasaremos por las posibilidades y restricciones que ofrece el enfoque de derecho; y
-3-
finalmente, y en torno al multiculturalismo, analizaremos el comportamiento de las
luchas de reconocimiento en política contingente.
Centralidad cultural
Partiremos por identificar la relocalización de la cultura en su sentido expandido y
respecto de su vínculo con la sociedad. La convicción que tienen varios autores
contemporáneos respecto de la centralidad que adquiere la cultura en esta segunda
modernidad o en la modernidad reflexiva, es definitiva respecto de su determinación
sobre/en lo social. “En el siglo XX, nuestra fase tercera y final, el proceso de modernización se
expande para abarcar prácticamente todo el mundo y la cultura del modernismo en el mundo en
desarrollo consigue triunfos espectaculares en el arte y en el pensamiento (Berman: 1995:3).
Para
Daniel Bell, si bien las esferas de lo social y lo político mantienen cierta autonomía
respecto de la otra, es la cultura la que les permite interactuar y operar de manera
funcional: “La cultura es el ámbito de la autoexpresión y la autosatisfacción, por lo que es
esencialmente antiinstitucional, ya que son el individuo, sus sentimientos y sus juicios, los que determinan
el valor cultural de los objetos y los comportamientos con los que nos movemos en la realidad, y no
3
ciertos criterios de calidad abstractos” (Bell:1978: XV) .
Esta centralidad y expansión de la cultura sin embargo, no se reflejaría en la
política cultural pública, es decir, en el Estado y sus instrumentos de gestión. Desde una
modernidad que le queda cómoda, Thomas Lowy4 desafía a la institucionalidad cultural
planteando: “Se hace necesario una especificidad que le permita una operatividad real,
redimensionando desde una postura moderna el rol del arte, al artista y su vínculo dinámico con la
sociedad. Definimos entonces orientarnos hacia una tarea instrumental destinada a generar ámbitos y
condiciones que alienten intercambios simbólicos, favoreciendo así la capacidad del desarrollo de la
convivencia. Aceptando como cierto que el arte sublima los códigos con los que nos explicamos y nos
comprendemos. (…) Administrar la cultura no es una abstracción posmoderna. Es provocar las formas de
cotejarnos en paz, para el intercambio de nuestros símbolos, para aprender a ofrecer y recibir, los modos
que cada uno tiene de nombrar las cosas” (Lowy: 1998: 81).
Sin embargo, la operativa de esta
arenga no resulta fácil.
3
Citado por Tomassini en op.cit. página 654.
4 Intelectual y ex Director de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay.
-4-
Enfoque de derecho
Existen marcos normativos centrales como la constitución, las declaraciones,
convenciones y pactos internacionales, las leyes, entre otros menores, que se
fundamentan en los principios y valores asociados a un sujeto abstracto y unitario
propio de la modernidad y de las convicciones liberales. Es este el sujeto que se asume
como destinatario de las políticas públicas. Las particularidades propias de la pluralidad
valórica en la que estamos inmersos en la actualidad, desaparece en los formularios e
instrumentos de gestión pública porque no hay lugar para esas subjetividades. Las
variables con las que se perfila a un sujeto de derecho o beneficio del Estado, son
menos que las que reconoce en la sociología más tradicional: identidad expresada en el
nombre, número del documento oficial, sexo, edad, localización espacial, actividad
principal, nivel socio económico, escolaridad, en el mejor de los casos. Con esos datos
no hay posibilidad de garantizar un eficaz intercambio de símbolos al que nos invita
Lowy.
Por su parte, los instrumentos de última generación que han emanado de los
organismos internacionales y multilaterales, no ponen en riesgo las premisas
unificadoras de la modernidad pero intentan al menos, detener procesos de destrucción
o apropiación cultural indebidos como aquellos que han devastado entornos,
materialidades originarias y exclusivas de un territorio y peor aún, han patentado
conocimientos que pertenecían a comunidades ancestrales, empobreciendo la
diversidad ecológica y cultural del planeta.5 Las leyes específicas, por su parte, se
concentran en dar solución a una necesidad sectorial puntual y a promover la
producción y circulación de los objetos y expresiones de la creatividad y la identidad,
casi siempre con el objetivo de mejorar el consumo.
Es evidente que con este desajuste entre la realidad social y los marcos
normativos que permiten y sobre todo prohíben que se generen variadas y a veces
hasta involuntarias formas de exclusión cultural, las maneras de enfrentar este
desborde de realidad al interior de lo público, refleja la inexistencia de un debate
5
Un ejemplo de este tipo de instrumentos jurídicos internacionales es la Convención para la Protección y Promoción
de la Diversidad de Expresiones Culturales de UNESCO, de 2005.
-5-
profundo sobre las transformaciones y el rol de Estado en este nuevo escenario. Es
decir, asumida las limitaciones normativas, se promueven modalidades dialógicas que
influyen en el siguiente peldaño de la gestión pública: el diseño de las políticas: “El
Informe (de Desarrollo Humano del año 2004) reclama la actuación y el diseño participativo de políticas
públicas multiculturales para hacer frente a la exclusión cultural. (…) Un estudio de Interarts sobre las
percepciones individuales y regionales de los derechos culturales muestra, sin ningún tipo de sorpresa,
que la gente, en general cree muy poco en los acuerdos legales y en las pautas morales de buenos
principios. En muchas ocasiones, el sector cultural puede considerarse un constructor de puentes entre
la teoría y la práctica, a causa de su fuerte vinculación a lo local, que es donde se llevan a cabo la
mayor parte de las políticas e iniciativas sobre los derechos culturales” (Laaksonen: 2005:159).
Política contingente
Así como la gente descree de las leyes cuando se extravían de su tiempo y
sentido, hay autores que tampoco concuerdan con la estrategia participativa para el
reconocimiento y su institucionalización política. Un debate emblemático y
relativamente reciente, refleja que las oportunidades y costos de ingresar directamente
en el terreno de la política contingente -sin llegar a modificar los principios jurídicos-, es
el del multiculturalismo.
En el bando crítico, está el hijo de Susan Sontag, David Rieff6. El autor destaca,
en su ensayo aparecido en Harper‟s Magazine en 1993, que esta estrategia no ha sido
bien orientada en una línea emancipatoria y mucho menos en la consecución de
mayores niveles de justicia social. Declara su sospecha respecto de la estrategia
alegando que se habría sumado al capitalismo consumista: “El derrumbe de la frontera, lejos
de ser el acontecimiento liberador imaginado por los multiculturalistas académicos, produjo el
multiculturalismo del mercado, no el de la justicia”.
Esto no sería más una demanda de justicia,
poder y reconocimiento, sino una simple forma de inclusión en el sistema capitalista.
Éste (el capitalismo) señala: “se muestra cada vez más ansioso por incorporar a mujeres, negros,
gay y otros grupos marginados, pues estos legitiman nuevas áreas del consumismo (…) y obtiene
beneficios monetarios de las nuevas mercancías de la diversidad” ( Rieff, citado por Yudice: 2005:199).
6
Citado por George Yúdice, y lo hace –según declara-, a pesar que considera que su discurso no es del todo
honesto porque habría sido una particular manera de “calzarse los pantalones de la izquierda cultural” y de amenazar
a los conservadores desde un lugar sin riesgo.
-6-
Yúdice, por su parte, considera que no es ingenua la estrategia de la orientación
de la cultura al espacio del consumo. Estaría siendo una respuesta instrumental y no
ontológica: “Los multiculturalistas no son unos tontos incapaces de ver que están comprando la
revolución en el centro comercial; en todo caso creen que es posible jugar el juego de la ciudadanía
mediante el consumo no sólo de mercancías, sino lo que es más importante, de representaciones.
Subyacente en esta política de consumo se halla el presupuesto que existe un adecuado imperio de la
ley (Yudice: 2002:201).
Es evidente que nos encontramos frente a un debate que tensiona las bases del
clásico Estado moderno en relación a sus normas y a sus estrategias de generación de
políticas, porque se incorporan actores y temáticas que desde el enfoque de la igualdad
de derechos, obliga al Estado a diseñar estrategias inclusivas o compensatorias cuando
se demuestra que ha habido daño derivado de los que Nancy Freiser denomina
“injusticias de reconocimiento erróneo”. La interesante propuesta de la autora –que
desde el modelo teórico del reconocimiento de estatus, se sitúa en el espacio de las
estrategias políticas y por tanto pragmáticas- es que desde la filosofía moral, lo que se
“pretende es desinstitucionalizar los patrones de valor cultural que impiden la paridad de participación y
reemplazarlos por patrones que la favorezcan” (Freiser: 2006: 37).
El modelo de reconocimiento de
estatus, donde las reparaciones estarían orientadas a subsanar un daño físico y las
causas de la subordinación, suponen un proceso de desinstitucionalización de los
factores de discriminación y a la vez, la institucionalización del “reconocimiento del
estatus”.
Mirado desde los propios actores o sujetos de la reivindicación, estas “reformas
no reformistas”, son duales ya que reconocen y satisfacen necesidades identitarias
interpretadas en los ordenamientos culturales vigentes, pero con un potencial
trasformador en el tiempo. Por lo mismo, dice la autora, se debe tener particular
precaución, en caso de ser exitosa y remover estructuras, de “ evitar constitucionalizar los
derechos de grupo o arraigar de otro modo las distinciones de estatus” (Freiser: 2006:79).
Así, la
estrategia propuesta puede ser asumida perfectamente como una simple acción política
que puede denominase “instrumentalización del instrumento”.
-7-
De hecho, el éxito político de las reivindicaciones de género -brillantemente
logradas por el movimiento feminista durante el siglo pasado-, provienen también de
una nutrida agenda académica que se vincula a sus actores culturales aportando toda
la riqueza de la creatividad intelectual y el intercambio con la potencia de la experiencia
de vida: “La fuerza y fecundidad de la lectura de género en las investigaciones norteamericanas,
ensanchando la idea y los actores de la dominación, eso que Foucault había denominado „diseminación
del poder‟, y que había encontrado un campo estratégico de aplicación analítica en el feminismo: una
perspectiva radicalmente nueva que, frente al esencialismo identitario de todo cuño, vino a afirmar una
identidad construida no a partir de postulados teóricos sino como resultado de la explotación de la propia
experiencia de la opresión histórica de la mujer” (Barbero: 2010: 141).
Similar contribución al debate realizan las tesis académicas del multiculturalismo
que en las 3 últimas décadas han incidido en el campo de la política pública con
indiscutibles logros. Ambos, género y multiculturalismo, abren un debate sobre lo que
esta negociación política entre Estado y ciudadanía cultural, ha mostrado: que el viejo
Leviatán cuando institucionaliza las reivindicaciones, construye e interpreta
representaciones para disolver o morigerar las tensiones, pero en el proceso
puede esconder lo esencial de las demandas: justifica las reivindicaciones de
reconocimiento como vinculantes a las condiciones modernas de pluralismo de valores;
ubica el error en las relaciones sociales, evita la psicologización; desestima que todos
tienen el mismo derecho a la estima social, y finalmente; interpreta el reconocimiento
erróneo como una violación a la justicia, imponiéndole el mismo estatus de la
redistribución y haciendo posible hacerlas subsumibles a un marco de referencia común
y de carácter deontológico.
Respecto de este riesgo, Yúdice señala que si nos basamos en la noción de
“gubernamentalidad” de Foucault7 “cabría decir entonces que las estrategias y políticas de
exclusión son un ejercicio de poder mediante las cuales las instituciones construyen e interpretan
representaciones. (…) Apelar al concepto gubernamentalidad no implica que no existan procesos de
exclusión
y subordinación. Lo que se plantea (Foucault) es que mediante estos procesos, los
7
Gubernamentabilidad en Foucault sería, “encausamiento de la conducta de los individuos mediante estrategias para
disponer de la cosas en una sociedad benefactora”. Foucault. 1991.Governmentality, en The Foucault Effect: Studies
in governamentality. Graham Burchell, Colin Gordon y Peter Miller. Chicago, Chicago University Press.
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intermediarios del poder gestionan la producción y canalización de representaciones de individuos y
grupos” (Yudice: 2002: 201).
Otro caso de “viaje” desde las academias y los teóricos, hacia la sociedad civil y
desde allí a la política contingente, ha sido el desarrollado por el concepto Economías
Creativas. No se sospecha la cantidad de actores que puedan prosperar navegando al
alero de esta denominación con clara vocación de poder. Acá también se juega una
similar –pero más limpia- estrategia de reconocimiento. Digo limpia en el sentido que
disfruta de todos los aprendizajes de las experiencias anteriores, entre las que figuran
las ya mencionadas; género y multicuturalismo. A diferencia de la envergadura y
transversalidad de la lucha de las feministas, el motor social de esta categoría, se
reduce a un marginal número de artistas, mediadores, académicos, académicospolíticos y políticos sensibles y/o pragmáticos, dispuestos a provocar una revitalización
del debate sobre la financiación de la cultura y las artes.
En 1997 la UNESCO hizo público el informe de la Comisión Mundial de Cultura y
Desarrollo, titulado “Nuestra diversidad Creativa”, conocido como Informe Pérez de
Cuellar. Un giro conceptual inmenso sobre la concepción de desarrollo se produce con
él. En Europa, una corriente académica denominada Economía de la Cultura había
comenzado a desarrollar metodologías que luego de este informe UNESCO influyeron
rápidamente en la institucionalidad cultural pública, estimulando el uso de instrumentos
de manejo de mercados tales como estudios de empleo, cuentas satélites, consumo
cultural, uso del tiempo libre, entre otros, orientados al diagnóstico sectorial y al diseño
de políticas culturales. Así, el dimensionamiento econométrico del sector ha
evolucionado velozmente en poco más de una década. “A su vez, en el campo de las
categorías teóricas, desde los años 80 comenzó a forjarse en los países desarrollados, una voluntad
política que afirmó la importancia de la relación entre economía y cultura (Rouet: 1998: 4). Con
anterioridad, este campo fue atendido pasajeramente por importantes economistas durante varios años,
pero no fue explorado de manera sistemática sino hasta fechas recientes (…)”.
8
8
The Association for Cultural Economics International Historical Background. . www.dac.neu.edu/economics/n.alper/
acei/backgr.htm La publicación del trabajo de William Baumol y William Bowen en 1966, titulado: “Performing Arts:
the Economic Dilemma”, fue el punto de inicio de un creciente número de documentos y libros sobre el tema. En
1973, el profesor William Hendon de la Universidad de Akron fundó el Journal of Cultural Economics. Posteriormente,
en 1979, con el apoyo de un número creciente de economistas especializados, organizó en Edimburgo la primera
-9-
El modo de producción industrial surgido en el siglo XVIII y el impacto de las
tecnologías informacionales al cierre del siglo XX, se confabularon impactando de
manera sustantiva en la creación y recreación artística y por cierto, en las formas de
trasmisión de la cultura en su sentido más amplio. Esto ha masificado y estandarización
objetos culturales con una rapidez y eficiencia sin precedentes, lo que redefine el
estatus y el rol de las artes y el patrimonio en la sociedad. (Soto: 2007:5) Así, la Economía
provee con gusto su instrumental conceptual y metodológico para el análisis del
comportamiento de los denominados bienes y servicios culturales, pero esta
perspectiva o enfoque no es casual y ha tenido su origen en la importancia creciente
que reviste lo creativo e identitario como valor agregado de la producción de riqueza
económica, pero también como variable transversal a los temas de carácter político y
social.
Así, el diálogo sectorial en este nivel teórico y político es fundamental. En nuestro
continente, las fusión de ambas tradiciones –la de las “industrias culturales” y la de los
“estudios culturales”- ayudan a comprender y potenciar iniciativas que no son evaluadas
con un solo enfoque. Nestor García Canclini, no terminada la década de los 80s,
acuñaba un observable cada día más vigente; los efectos de consumo cultural ha
modificando la matriz republicana en la que se ha fundado la ciudadana y la
pertenencia a una comunidad. Es decir, el consumo incide en nuestras políticas
alterado la matriz de identidad que antes tuvo un arraigo territorial y de experiencias
compartidas y que denominábamos ciudadanía. Hoy se evalúa al ciudadano según los
símbolos que consume. A partir de la difusión del texto “De ciudadanos a
consumidores”, se han realizado una decena de encuestas de consumo cultural en
nuestros países, con menos producción analítica de la que quisiéramos 9 pero éste, es
un claro ejemplo de cómo las adopciones y adaptaciones de los conceptos, inciden en
Conferencia Internacional en Economía de la Cultura. Citado en el Informe: “Impacto de la cultura en la economía
chilena. Participación de algunas actividades culturales en el PIB y evaluación de las fuentes estadísticas
disponibles”. Departamento de Estudios, División de Cultura, MINEDUC. Enero, 2001. Mimeo.
9
Habría que señalar que con las excepciones de los ensayos del propio García Canclini, de Jesús Martín Barbero,
Beatriz Sarlo y recientemente de Germán Rey, al alerto del Convenio Andrés Bello, se han realizado esfuerzos de
análisis comparado entre varios países que intentan decodificar las pistas de estos comportamientos culturales de la
población, pero en general, sus usos han sido muy cuantitativos y se extrañan miradas más simbólicas y no sólo de
mercado. Ver: Germán Rey, 2008. Las tramas de la Cultura, Colección Cultura y Desarrollo. CAB, Bogotá, Colombia.
- 10 -
nuestras visiones de la realidad y en las definiciones de los instrumentos de desarrollo,
ya sean estas leyes o herramientas de promoción, fomento, apoyo o subvención.
Lo efectivo es que las “industrias culturales” han tenido un tratamiento
preferencial en la gestión y fomento de los países y las “industrias creativas”
reemplazarán el anterior concepto porque es más amplio y lo ha integrado. Tanto el
sector público como el privado con fines de lucro, han optado por invertir en este tipo de
obras de reproducción y distribución masiva, más que en las que constituyen piezas
únicas o de reproducción en vivo10. Es evidente que una obra de reproducción masiva
es más fácil de comercializar porque en jerga económica es un bien transportable y no
un servicio de provisión directa, que por esta última condición, se hace más costoso.
Asimismo, la reproducción serial es más rentable que la reproducción uno a uno o
presencial. Por lo tanto, si existe una orientación política que se detiene principalmente
en la eficacia económica de la circulación de las obras, las otras artes deberán disputar
siempre la pertinencia de contar con financiamiento que no trae un rédito monetario
directo o inmediato, pero que claramente aportan a la construcción de los imaginarios
sociales y culturales, de manera muy eficaz.
Es decir, la lógica de las economías creativas, ha sido salir de los estrechos
espacios del arte para aliarse a las oportunidades que abren la tecnología y las
comunicaciones globales. A diferencia de los otros casos mencionados –género y
multiculturalismo-, la explicación fundamental de la rapidez del existo de instalación del
enfoque de economía creativa en la institucionalidad
pública, fue la alianza
intersectorial con los líderes de los negocios; empresarios y economistas. La derivación
comercial de la producción simbólica y como resultado del ingenio humano, ha sido
recuperada a nivel mundial a una velocidad inédita. Así lo prueban los cientos de
programas de economía creativa que se han desplegado en la última década en todos
10
Las denominadas industrias culturales, cuentan con un fondo específico dentro de la institucionalidad cultural
pública; El Consejo Nacional del Libro y la Lectura, administra el Fondo del Libro, el Consejo de Fomento de la
Música Nacional el Fondo de la Música, y el Consejo del Arte y la Industria Audiovisual, administra el Fondo
Audiovisual. Por su parte, la Corporación de Fomento a la Producción (CORFO) recientemente ha creado un
Programa Territorial Integrado para el Área Metropolitana destinado a apoyar la exportación de obras con énfasis en
los bienes más que en los servicios culturales artísticos.
- 11 -
los continentes, motorizando lo que muy bien describe Andrew Senior “(…) la creatividad es
un recurso natural distribuido de manera equitativa en el mundo entero, es muy complejo manejarlo
puesto que es inmaterial y además hay que cultivarlo. (Senior: 2010:182).
Además de esta fácil y atractiva conceptualización -que tiene poderosos
fundamentos teóricos y políticos11-, la economía creativa se caracteriza por tener una
capacidad de traductibilidad a múltiples lenguajes; así está de cómoda en la calle como
en la academia; en los ministerios de hacienda y economía; en los grandes consorcios
comerciales trasnacionales como en las iniciativas de comercio justo. A llegado a
institucionalizarse a una velocidad inédita y sus actores son múltiples porque convoca,
alberga y parece no producir mayor revuelo crítico como el que sí generó el concepto
industrias culturales. Sin embargo, el mecanismo que aparece como transmisor de sus
virtudes, se apoya fuertemente en las potencialidades económicas que ofrece la
explotación de los derechos intelectuales. Veremos si se trata de un tipo de
reconocimiento de prácticas y grupos que ha llegado para quedarse, y si logra mantener
su espíritu inicial que destaca por su pragmática capacidad de instalación, combinada
con una notablemente y seductora invitación a lo nuevo.
Algunas conclusiones
Como hemos visto, en la institucionalización de las reivindicaciones del
multiculturalismo y de las economías creativas, sus actores han requerido de un
supuesto de base: la existencia de efectivos estados de derecho, regulación y
fiscalización. Es decir, ninguna estrategia es suficiente sin esta precondición. No hay
una estrategia de apertura institucional para la nueva centralidad social de la cultura,
porque la combinación de conocimientos, convicciones, idealismo, pasión y cálculo, no
son suficientes para que se produzca un reconocimiento de status si los estados no
están preparados para ello. Este reconocimiento tiene probabilidades de éxito sólo si los
estados donde se desarrollen las luchas, otorgan estas condiciones de realidad. Los
autores, nos sugieren que las normas y la garantía de aplicación de las mismas, así
11
Ver el divulgado Informe Mundial de Economías Creativas publicado por UNTAD/ONU, en 2008.
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como la disminución de los riesgos de la institucionalización de los reconocimientos,
deben tener en consideración las particulares condiciones de cada país.
Es el momento entonces de advertir las previsiones de Peter Waldman en la
Introducción de su libro “El estado anómico”. El adjetivo hace referencia a los períodos
en que “el mecanismo de reglas sociales y estatales se derrumba”. Nos señala que,
situado en la América Latina de post dictaduras militares de los 70s, el creciente interés
de la sociología por los diversos ámbitos del derecho formal ha sido síntoma indicativo
de al menos tres procesos particulares: 1) que la restauración democrática se produjo
sin por ello provocar una recuperación correlativa del estado de derecho; 2) que la
constricción presupuestaria del estado, ha sido obligada por los organismos financieros
internacionales y ha provocado una reducción de las prebendas sociales; y 3) que ha
habido un giro de los economistas hacia una dominante preocupación por la protección
de los derechos de propiedad y las condiciones institucionales estables para un
crecimiento económico estable. Señala que: Estos tres cambios arrojan una luz más crítica
sobre la falta de seguridad legal (en nuestros países)” (Waldman: 2003:12).
Las limitaciones del contexto institucional nos regresan al individuo y a la
confianza de las transformaciones culturales de carácter magmático. Éstas se producen
ayudadas por estas luchas particulares, pero se reconoce que el cambio efectivo se
produciría en los propios sujetos. Riesman lo expresa de la siguiente manera: “(…) el
tránsito hacia la sociedad de hoy está marcada por el reemplazo de una personalidad dirigida “desde
adentro”, desde la idea que las cosas que nuestra naturaleza o nuestra educación implantaron en
nosotros, por una orientada “hacia fuera”, en que su interacción con la realidad pasa a ser lo decisivo”
(Riesman:1950:16).
En esta misma orientación Tomassini advierte: “(…) al liberar al individuo del
círculo estrecho en que su vida se desarrollaba, y el de exponerlo en cada momento a un mundo más
amplio, más imprevisible y más variado, cuyo rumbo no está señalizado, el individuo debe orientarse
dentro de él en forma autónoma (Tomassini: 2010:666).
En las reivindicaciones de los actores emergentes y sus temáticas particulares,
el enfoque del reconocimiento de estatus no puede más que discutir la preexistencia del
individuo a las relaciones sociales, y por lo tanto, no hablamos de sujetos
desvinculados, por el contrario, nos referimos a unos “sujetados” en la intersubjetividad
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como base de su cultura. Es evidente que el sujeto abstracto de la modernidad ya no
existe más, salvo en la legislación vetusta y en los formularios de las instituciones
públicas.
Por su parte reconocemos en el arte –que es tarea simbólica por excelencia- una
gran base transformadora: “Como ya hemos sugerido, fue primeramente en el arte, en la pintura o
en la poesía, donde se generaron las primeras expresiones que buscaban subrayar en los objetos que
escogía el artista, el color, la impresión o la evocación de sus particulares circunstancias, más que la
reproducción fidedigna de su figura o de su esencia” (Tomassini: 2010: 667).
No hay cultura sin arte,
sin embargo, la cultura es mucho más que éste.
Finalmente, habría que recordar el contexto estructural mayor como condición
para el reconocimiento de la cultura en las determinantes sociales. Para el modelo
dominante, los derechos culturales y sus políticas son demasiado disfuncionales a la
providencia social y a las exigencias de austeridad presupuestarias de los organismos
financieros internacionales sobre nuestros países. Ellos han debilitado a los estados y
han aumentado las desigualdades. No es un escenario fácil. Las transformaciones del
neoliberalismo han marcado una ruta de lugares comunes donde es casi inviable
plantarse un cambio; liberalización comercial, privatización, reducción de la providencia
pública en áreas fundamentales de dignidad como educación y salud, aniquilación de
los derechos laborales entre otros, y las reivindicaciones asociadas a derechos de
segunda generación como los culturales o la calidad de vida, parecen ilusos. Sin
embargo, los procesos de globalización han hecho su trabajo y han generado discursos
sobre el papel de la sociedad civil en la renegociación del compromiso convencional
entre el Estado y los diversos sectores de la nación y eso es un camino abierto. Los
intentos progresistas no han tenido éxito hasta ahora pero han debido negociar
alternativas de contención ante mayores deterioros en las condiciones impuestas.
A continuación, revisaremos un caso específico de progreso magmático donde
un actor social de la modernidad reflexiva, avanza en su reconocimiento más allá de las
normas y las estrategias políticas. Queda tareas sociales pendientes pero su trayectoria
muestra otro camino distinto a los recorridos por el multiculturalismo y las economías
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creativas porque se trata de un sujeto masculino, involucrado en una discriminación
disciplinar en el arte, y por razones de género.
II: Anatomía de una ausencia: Hombres en la danza contemporánea
chilena12:
La tesis central de este estudio fue que la integración de más hombres en la
danza contemporánea sería una señal de apertura, crecimiento y desarrollo cultural
democrático. La inclusión masculina en el nivel vocacional y en la profesionalización
académica, así como el aumento de espectadores hombres, no ha sido equitativa y
existe consenso entre los autores, que las principales causas son de origen cultural.
Perviven prejuicios decimonónicos, castigadores y discriminadores, los que han
intervenido la libertad de elección de los hombres y su potencial desarrollo profesional
en este arte. Sin embargo, la matriz cultural construida históricamente, estaría
tímidamente modificándose e interesó indagar en esas tendencias.
Lo que se presenta a continuación, son las conclusiones que son resultado del
análisis de fuentes primarias, por lo que no hay referencia a autores o bibliografía
complementaria.
1. Las múltiples condiciones culturales que han construido un imaginario
feminizado asociado a la Danza Contemporánea, son factores que influyen de manera
definitiva en el tamaño e importancia social de este arte. Esto queda en evidencia en el
análisis de la escasa instalación social y eficacia comunicacional del concepto Danza
Moderna y Contemporánea, así como de los efectos políticos de su condición de arte
que no construye industria. El repaso histórico, no deja lugar a dudas respecto de la
construcción cultural de un estigma que se genera en el traspaso de la danza social a
las de escenario. El protagonismo femenino le dio su impronta al Ballet y por extensión
a las danzas profesionales y/o escénicas y en particular, a las Moderna y
Contemporánea. Se trata de la historia de un arte marginalizado y de mujeres, prueba
12
Basado en los resultados de un estudio sobre danza y género, solicitado por el Consejo Nacional de la Cultura y
las Artes, en el año 2010. Elaborado por Paulina Soto. Texto de 150 páginas (sin imágenes) y en mìmeo para ser
publicado.
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de ello es; la notable cantidad y calidad de creadoras que han revolucionado la manera
de componer y de bailar; que han hecho aportes estéticos en los vaivenes de la
experimentación; que han decidido bajar a los bailarines del escenario a espacios de la
cotidianeidad; que ha incorporado y en ocasiones expulsado la representación actoral
en las obras coreográficas; y que ha elaborado y puesto en práctica manifiestos
filosóficos que definen su postura ante la vida, el arte y el bailar. Es decir, se trata de un
arte que ha sido parido en gran medida, por la inquietante creatividad femenina.
2. El imaginario relacionado con la danza, como feminizado y contracultural, tiene
una brutal consecuencia en el ámbito de lo social; transforma a esta profesión en una
práctica de elite marginal, con escasa viabilidad como medio para la subsistencia
económica e incompatible con el rol masculino del proveedor. Además de los
prejuicios que la caracterizan con atributos contraculturales tales como promover un
lenguaje irracional o excesivamente emocional y abstracto, así como de ser una
práctica o nicho de personas anti sistémicas (homosexuales), éste sería un arte que no
ha tenido una inserción comercial exitosa, ni
sus cultores una laboral digna y de
reconocimiento similar al que tienen otras profesiones artísticas. Transformar estas
condiciones, supone una voluntad que supere las capacidades del sector.
Los Estados modernos y pobres, han dado señales de valoración a través de las
subvenciones a elencos estables o a grupos independientes, pero nunca ha existido
una política educativa sostenida para contar con un amplio conocimiento y
reconocimiento a nivel social. Es así que las reivindicaciones de reconocimiento de
estatus concluyen siempre en una necesaria demanda a la participación pública y
privada porque la experiencia así lo indica. En los países donde este arte sin ser
masivo, cuenta con una valoración que hace de sus cultores, profesionales de
excelencia, y de la profesión, una alternativa de vida y subsistencia que no discrimina
por inviable.
3. Un supuesto que exploró esta investigación fue la idea que la masificación de
la disciplina impactaría mejorar su status social –profesional y laboral-,
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contribuyendo a reducir los prejuicios que sostienen esta inequidad. Para contrastar la
apuesta, se realizaron; un análisis crítico de lo que muestran las tendencias estadísticas
y se consultó la percepción de los entrevistados al respecto. Ambas fuentes, permiten
concluir que no será por la vía de esta eventual masificación, que se reducirán los
prejuicios y con ello la mayor integración de hombres en la Danza profesional.
El crecimiento que se reconoce en la Danza en lo últimos 20 años, es el aumento de
sus cultores y de sus consumidores. En el primero de los casos –aumento del número
de cultores-, se trataría de los efectos directos de la ampliación de la oferta de
formación profesional, la que está concentrada en el Área Metropolitana de Santiago y
donde se matriculan y egresan mayoritariamente mujeres, cuya inserción laboral no se
ha estudiado en profundidad. Por los escasos catastros de que se dispone, sabemos
que dentro de la cadena de valor de esta disciplina, esta nueva masa crítica, se ubica
sólo en la práctica de algunos oficios; son bailarines, coreógrafos y/o profesores o
maestros. Son muy escasos los especialistas que realizan otras labores artísticas y
técnicas complementarias a la obra, como por ejemplo iluminadores, escenógrafos o
vestuaristas, gestores o productores especializados, intelectuales y críticos dedicados al
sector. Lo que se observa es que los mismos bailarines, coreógrafos o maestros,
comienzan a realizar estas tareas porque el crecimiento global del sector, las demanda.
La reducida diversidad de especialidades, da cuenta de la juventud y discontinuidad
histórica que ha tenido este arte en Chile.
Así,
la
masificación
no
parece
ser
una
variable
que
genere
transformaciones culturales. El proceso ha promover sería uno que requerirá de
esfuerzos de largo y mediano plazo, con iniciativas en el nivel formativo a la más
temprana edad
y de otras destinadas a estimular la inclusión de hombres en las
escuelas de formación profesional vinculándolos a programas de especialización, así
como el focalizar las campañas para atraer más espectadores varones.
4. Otro aspecto positivo de la no discriminación cultural, es que la inclusión de
más hombres en la Danza sería socialmente beneficiosa porque reduciría una
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inequidad de género a la que se le supone incidencia en la construcción e interpretación
de obras y con ello, en la circulación de contenidos, estéticas e imaginarios más
amplios y no sexistas. El estudio no indagó en esos aspectos pero se considera
necesario abordarlos desde una perspectiva de género y en la relación a otros ámbitos
culturales y simbólicos. No obstante esta limitación, se realizó un acercamiento a los
imaginarios sociales relacionados con el cuerpo y el movimiento y que podrían constituir
preámbulos a los futuros estudios sobre contenidos e impacto social de las obras de
Danza Contemporánea. La concepción sociocultural del cuerpo y él como soporte de la
Danza, contribuyen a la comprensión de la escasa conexión entre “escenario y calle”.
Se reconoce que los imaginarios ideales que modelan las necesidades expresivas y de
salud
del
cuerpo en
las
últimas
décadas,
han
experimentado
interesantes
transformaciones. La cultura occidental influenciada por el pensamiento cristiano y su
tendencia a la interpretación dualista de la realidad, nos ha transmitido una imagen del
ser humano con un cuerpo escindido y reducido a un simple soporte del alma. En la
visión moderna, nuevamente lo deja postergado en tanto el progreso descansará en el
uso intensivo de la razón y de la inteligencia intelectual, la que estaría en oposición a la
emocional y corporal. Se reconoce que durante la década de los años 60s, las visiones
alternativas que se habían delineado sin éxito en el siglo XX encuentran su espacio,
realizándose un importante giro hacia propuestas que propician el mayor desarrollo de
las capacidades perceptivas, comunicativas y expresivas del cuerpo. En Chile, sus
influencias sufren una violenta interrupción durante el período dictatorial y se sostiene
que las consecuencias de este trauma en el cuerpo social, están aún visibles. Algunas
de ellas se analizaron con los entrevistados y en la bibliografía especializada y están
relacionadas con el uso abusivo del cuerpo como imagen medial y a las conductas
autodestructivas que ponen en cuestionamiento los avances antes enunciados.
El concepto del cuerpo en cada etapa de la historia, es simplemente el contexto,
pero el texto lo conforman los artistas, los espectadores y las obras. Ellos, son las
diversas formas en las que se expresa el no diálogo sobre los imaginarios de la
discriminación por razones culturales al interior de la Danza. No es fácil observar
aquello de lo que no se habla o no se conoce. En la Danza, la sociedad pesa y los
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cultores no han resuelto la manera de enfrentar esa conversación. Respecto de un
enfoque de género, el tema está abierto pero reclama
avances que permitan
introducirse en algunas de las pistas que los entrevistados aportaron; tendencias post
queer, consecuencias creativas de la resistencia histórica de las bailarinas en escena,
potenciación de la identidad de un bailarín versus sus determinantes anatómicas, entre
otras. Parece imprescindible también, experimentar con una semiótica de la Danza que
haga que este lenguaje de coreógrafos-intérpretes, se acerque más a las personas.
La prospectiva: Existe un desajuste entre la concepción restrictiva de cultura
vigente en los aparatos públicos y la expansión irreversible del rol de lo simbólico en la
sociedad contemporánea. Se abren nuevas e insospechadas oportunidades de
desarrollo humano más allá de las estrategias de institucionalización de los temas
emergentes o del reconocimiento de estatus por parte del Estado. Asimismo, el desfase
señalado, podría provocar la necesidad de desarrollar medidas transversales en la
gestión global del Estado, o bien asumir la emergencia de un paradigma que
autonomice completamente la acción cultural de la sociedad respecto del Estado.
“En la medida que inspirados por la cultura de nuestra época demos más importancia a esa interacción
con el entorno que a las ideas que encontramos pre establecidas en nosotros, tanto la realidad como
nosotros mismos iremos perdiendo esa identidad esencial e inalterable que postuló la modernidad, y nos
iremos convirtiendo en el collage de un conjunto enormemente variado de experiencias” (Tomassini:
2010:667)
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