GRUPO DE DISCUSSÃO TEMÁTICO DEL CARÁCTER

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GRUPO DE DISCUSSÃO TEMÁTICO
DEL CARÁCTER CONTEXTUAL DE LAS REPRESENTACIONES
SOCIALES
Tania Rodríguez Salazar
Del carácter contextual de las representaciones sociales
Palabras claves: Representaciones sociales, contexto, experiencia
Introducción
En las ciencias sociales resuenan voces que piden revisar críticamente la tesis de la
unicidad y la homogeneidad de la cultura y del actor social (p.ej. Lahire, 2004, Strauss,
1992; Quinn y Holland, 1987). Esta revisión invita a analizar la cultura en sus
manifestaciones contextuales, en las circunstancias particulares y específicas que hacen
que ciertos componentes de la cultura emerjan (aunque podría ser del pensamiento de
sentido común, de la representación social) y a comprender que el actor social participa
de múltiples adscripciones institucionales y grupales, y en consecuencia, tiene
experiencias muy heterogéneas que le demandan competencias prácticas y cognitivas
diferentes.
De esta manera se ha abierto la posibilidad de comprender que las normas
sociales son flexibles y cambiantes, así como que los significados son elaborados y
compartidos en procesos específicos de interacción social. No obstante, como lo plantea
el sociólogo francés Bernard Lahire (2004: 33) es importante estar alertas no sólo ante
los excesos de la tesis de la unicidad sino también ante los excesos de la tesis de la
fragmentación. Se trata de combatir tanto la tentación científica de encontrar estilos
cognitivos o de vida reificados, perdurables e invariables en los distintos ámbitos de
actividad, como la tentación de “caer en una especie de empirismo radical que no
abarcaría más que una polvareda de identidades, de roles, de comportamientos, de
acciones y de reacciones, sin vinculación alguna entre sí.” Este autor sugiere
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comprender que las experiencias sociales no son homogéneas, pero tampoco
radicalmente discontinuas.
La teoría de las representaciones sociales no se ha escapado a la influencia de
perspectivas dinámicas, abiertas a la heterogeneidad del pensamiento, la cultura y la
acción social que caracteriza a las sociedades modernas. Desde sus primeras
aportaciones teóricas se pueden encontrar diversas afirmaciones que reconocen la
elaboración contextual de las representaciones sociales, y actualmente, se están creando
nuevas interpretaciones e hipótesis para comprender mejor la naturaleza pragmática de
la representación social.
Entre los diferentes señalamientos teóricos sobre sus variaciones contextuales,
Moscovici, a propósito de la polifasia cognitiva, ha planteado:
Básicamente pienso que, justo como el lenguaje es polisémico, entonces el
conocimiento es polifásico. Esto significa en primer lugar que las personas están
habilitadas para usar diferentes modos de pensamiento y diferentes
representaciones acordes con un grupo particular de pertenencia y el contexto en
que se está en ese momento (Moscovici, 1998: 241).
Moscovici (1998) asume que hay tres elementos que constantemente regulan la
elección de una forma de pensamiento sobre otra, y se podría agregar, de una
representación sobre otra. Estos elementos son: i) el contexto, ii) las normas, y iii) las
metas. Este planteamiento ha sido también discutido y analizado de manera muy
pertinente por diferentes investigadores, quienes postulan que las representaciones
sociales tienen una naturaleza pragmática, de modo que “Si la representación es un acto
dirigido hacia el logro de metas dentro de un contexto específico, al variar los contextos y
las metas perseguidas, las representaciones también varían (De Rosa, 2001:7). Lo mismo
afirma Jodelet
cuando señala que las representaciones sociales son “una clase de
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conocimiento, socialmente construido y compartido, que tiene propósitos pragmáticos
y contribuye a la construcción de una realidad común en una comunidad.” (citada en
Markus y Plaut, 2001: 184) y Wagner (1998) cuando plantea que “contextos diferentes
evocan distintas representaciones sociales en la misma persona”.
Las representaciones sociales, entonces, no son estructuras mentales
independientes de las situaciones en que se ponen en juego para guiar o justificar la
acción. No tienen, en este sentido, una validez transituacional. Es el contexto de
interacción social el que activa determinadas zonas de una representación social, o
podría ser, cierta representación social en lugar de otra. Dos factores importantes de
dicho contexto son: las cogniciones sobre los otros (creencias y valores acerca de lo que
piensan, hacen, y valoran otros grupos sociales, es decir, ideas que si bien no se
comparten, se reconocen como propias de otros grupos sociales) y relaciones sociales
relevantes en que están implicadas las personas en un contexto de acción determinado
(vínculos sociales, identidades grupales). Esto último es importante porque como lo
plantean Wagner y Kronberger (2001: 148) “las representaciones sociales son
socialmente construidas, culturalmente correctas en su propio sentido, y funcionales en
la vida social diaria.”
Esta idea de que son culturalmente correctas, significa que están en armonía con
lo socialmente deseable. Y si esto es así, es porque las cogniciones, como los discursos,
son vulnerables a los vínculos sociales relevantes que mantiene un actor en un momento
dado. Esto implica que al pensar o hablar sobre un objeto específico se tiende a ser
sensible a las reacciones de los otros con quienes se mantienen relaciones significativas.
En este sentido, es importante notar que las representaciones sociales no solamente
orientan la acción, sino que también sirven para justificarla (Valencia y Elejabarrieta,
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1994).
Si esto es así, estas representaciones serían sociales porque constituyen
articulaciones de sentido orientadas a los demás. No serían solamente motores
cognitivos de la acción, sino también representaciones dramatúrgicas tendientes a crear
una imagen favorable en el sí mismo y en el grupo social relevante en un determinado
contexto. Las representaciones sociales proveen motivos de justificación y crítica de las
acciones propias y ajenas, no están construidas por apropiaciones individuales de la
información cultural, sino justamente por múltiples conocimientos de membresía social
que se usan estratégica y reflexivamente en la vida cotidiana. Como lo plantea Lahire
(2004: 55 y 56):
El actor aprende-comprende que lo que se hace y se dice en un contexto dado no
se hace ni se dice en tal otro. Este sentido de las situaciones es más o menos
<<correctamente>> incorporado (depende de la variedad de contextos que el
actor haya encontrado en su recorrido y de las sanciones –positivas y negativasmás o menos precoces que haya recibido para indicarle los limites, a menudo
vagos, que no deben traspasarse).
En muchas investigaciones estas ideas sobre el carácter contextual de las
representaciones sociales (o de otros recursos culturales) funciona como un supuesto, un
punto de partida que no está sujeto a discusión, pero en otras desencadenan hipótesis
para explicar cómo y cuándo los contextos afectan las representaciones sociales. En el
último grupo se encuentran los trabajos de Doise y sus colaboradores (Clémence, 2001;
Gaffié, 2004) que han estado muy interesados en estudiar las representaciones como
tomas de posición en contextos sociales específicos y los trabajos de la Escuela de Aixen-Provence a partir de las revisiones de la teoría del núcleo central y la hipótesis de las
zonas mudas. En este trabajo solamente me referiré a éstas últimas.
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La teoría del núcleo central y la hipótesis de las zonas mudas
La teoría del núcleo central plantea que toda representación social está hecha de un
código central y un entramado de elementos periféricos. El código o núcleo central es el
elemento principal porque determina el significado de la representación como un todo
(esto es tiene una función de generación), pero también determina su estructura (esto es,
tiene una función de organización) (Abric, 1993; 2001).
En la versión original de esta teoría, los elementos centrales son generadores de
sentido, y en consecuencia, son indispensables para el funcionamiento y la conservación
de la representación; los elementos periféricos serían más individualizados y
fluctuantes, o dicho de otra manera, más dependientes del contexto inmediato (Abric,
1993). Esta teoría, sin embargo, comienza a ser revisada a la luz de nuevas aportaciones
teóricas y empíricas. Pascal Moliner (2007), siguiendo la propuesta de Bataille, ha
propuesto un cambio profundo en la teorización de la relación entre los elementos
periféricos y centrales. En virtud de que los elementos centrales son polisémicos, la
significación les es dada por los elementos periféricos:
Dicho de otro modo, serían los elementos periféricos, concretos y
contextualizados los que modularían el sentido de los elementos centrales
abstractos y simbólicos. Los elementos centrales permitirían a los individuos
definir el objeto de la representación a partir de los términos comunes, dando así
la ilusión de consenso, pero susceptibles de recibir interpretaciones variadas en
función de los contextos y de las experiencias individuales. Por ejemplo,
podemos reconocer que el “salario” es determinante para definir la actividad
“trabajo”, pero detrás de la palabra “salario” es posible que coloquemos
diferentes realidades de acuerdo con nuestra propia experiencia. En resumen,
según Bataille, los elementos centrales son receptores de sentido y
no
generadores, como lo propone Abric. (Moliner, 2007: 140).
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Estas afirmaciones teóricas contrastantes, otorgan un peso muy diferente a los
aspectos contextuales y de experiencia. Mientras para Abric (1993), el contexto puede
producir transformaciones menores o poco relevantes en una representación social pues
no afectaría el núcleo central, para Moliner (2007) es el contexto el elemento más
importante para la significación. Los elementos del núcleo central serían más bien
signos que generan una ilusión de consenso, pero que son susceptibles de múltiples
interpretaciones.
Como se puede observar, la teoría del núcleo central sigue abriendo hipótesis
sobre las relaciones entre los elementos centrales y periféricos y el papel del contexto
en la significación de un aspecto o componente de la representación social (Moliner,
2007).
La escuela de Aix-en-Provence ha introducido también otra hipótesis interesante
que problematiza la naturaleza pragmática de las representaciones sociales. Esta
hipótesis trata sobre las cogniciones que forman parte de una representación, pero que
no son expresadas por las personas en condiciones normales de producción de
información, pues podrían poner en duda valores o normas apreciadas dentro de un
grupo social. De esta manera se introduce un nuevo giro al análisis de la estructura y
organización de las representaciones sociales, y algunos autores están investigando
cómo en una representación hay elementos visibles y ocultos, o más bien dicho,
hablados y mudos, en función de condiciones y contextos de producción de
información.
Mediante una estrategia metodológica de descontextualización normativa, la
investigación de lo que han denominado « las zonas mudas » considera una primera
etapa que pretende poner en evidencia la representación social, mientras que la segunda
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se avoca a poner en evidencia las zonas mudas y las condiciones que permiten su
aparición dentro del discurso de los sujetos. En concreto la estrategia metodológica
consiste en evaluar los elementos de representación que surgen en una condición donde
se les permite hablar en nombre propio y otra condición en que se les pide hablar en
nombre de un grupo social más amplio (p.ej. los franceses o los mexicanos en general).
De esta manera se analiza cómo aparecen o desaparecen cogniciones que se asocian con
lo socialmente deseable (Guimelli y Deschamps, 2000; Chokier y Moliner, 2006 ).
Una experiencia de investigación
Más allá de las interesantes experiencias de investigación que sostienen una revisión de
la teoría del núcleo central y de la emergencia de la hipótesis de las zonas mudas, otras
investigaciones también constatan en estudios descriptivos la importancia del contexto
para la representación social. En una investigación que realicé junto con Rebeca Pérez,
obtuvimos evidencia empírica sobre el comportamiento contextual de la representación
social (Rodríguez y Pérez, en prensa). En dicho estudio nos propusimos analizar las
representaciones sociales del amor en jóvenes urbanos (de la ciudad de Zamora,
Michoacán, México) y sus expresiones en dos contextos distintos de interacción social:
cartas de amor escritas o recibidas por los jóvenes investigados y discusiones grupales.
Los resultados mostraron que en la esfera de la comunicación íntima entre enamorados
(las cartas de amor), el amor se representaba a través de creencias propias del
romanticismo (p.ej. el amor es sacrificio, el amor es grandioso, bello; no se puede vivir
sin el amor de alguien, el amor es locura) en las que se magnificaba la experiencia
amorosa. Pero en el marco reflexivo de un diálogo grupal esos componentes
hiperbólicos fueron más bien objetos de críticas y creencias alternativas (p.ej. nadie se
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muere por amor, las palabras de amor son un asunto estratégico, el amor es intercambio
y reciprocidad). Lo que parece sincero y creíble en la esfera expresiva íntima de la
pareja de enamorados, llega a parecer increíble, exagerado o cursi en la esfera de la
interacción grupal (Rodríguez y Pérez, en prensa).
En el contexto de la comunicación íntima es deseable y estratégico presentarse
como enamorado de una manera radical, sin matices; pero en el contexto de la discusión
grupal, manifestarse enamorado de tal manera denota falta de control, cursilería, o
dependencia. Los jóvenes gestionan sus conocimientos sobre el amor según las
circunstancias y los fines que ahí prevalezcan. Estas observaciones convergen con la
idea de que las representaciones sociales operan de manera flexible en sus funciones de
guiar la comprensión del mundo y orientar la acción social.
Los resultados sobre las cogniciones sobre el amor que surgen en la
comunicación íntima y la discusión grupal en los mismos sujetos investigados muestran
que las personas adaptan sus creencias a las circunstancias. Si las representaciones
sociales tienen un comportamiento contextual es porque son estructuras dinámicas,
multiformes y sujetas a usos discriminatorios según los contextos de interacción social
en que las personas participan.
Finalmente es claro que para pasar de los supuestos generales a las hipótesis
particulares es importante que las investigaciones empíricas se propongan evaluar cómo
dos o más contextos de interacción social afectan la enunciación o uso de ciertos
componentes de la representación social, o en su caso, la emergencia de una
representación en lugar de otra. Otro reto empírico consiste en valorar los modos en que
partes de una representación social, o incluso representaciones sociales en competencia,
se intercambian en función de contextos específicos de interacción o metas particulares
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de acción. Esto implicará estar atentos, metodológicamente hablando, a los escenarios
sociales en que se movilizan o pueden movilizarse las representaciones del objeto que
se investiga. Este es un primer paso para otorgar importancia a la implicación de los
actores sociales dentro de un contexto social específico y a las relaciones intergrupales
relevantes (ver Gaffié, 2005). Esto es fundamental precisamente porque las
representaciones
sociales
suponen
significados
compartidos,
pero
también
conocimientos sobre quiénes los comparten y quiénes no; o sobre en cuáles situaciones
funcionan y en cuáles no.
Las representaciones configuran conocimientos prototípicos de aquellos aspectos
de experiencia en los que son útiles, se pueden usar estratégicamente para evitar
sanciones o ganar alguna clase de reconocimiento social. Como ha planteado Moscovici
(1998: 253): “Lejos de servir para almacenar ideas o sistematizar hechos, las
representaciones son herramientas mentales que operan en la experiencia, modelando el
contexto en que el fenómeno está articulado.”
Las ideas, hipótesis y evidencias empíricas discutidas en este trabajo sobre el
carácter contextual de las representaciones convergen con una visión de la cultura que
reconoce las contradicciones, ambigüedades y cambios en los significados y que postulan
una visión de los actores sociales capaces de negociar y cuestionar los conocimientos que
circulan en un espacio cultural amplio.
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