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PROMETEO
REVlSTñ SOCLIñL Y LITERPiRiP
Fundador; jñViER Q. DE Lñ SERfifl
a i v o Y MADRID, NUM. XXXVI. 1913
iQLORIR
POR WA-LT WIIITMANN
I
I h , Walt Whitmann, coge mi manol iSe suceden tales maravillas! ¡Tilles espectáculos y lalea rumores, tales eslabones
soldados hasta el infinito, enganchados unos á otros, cada uno correspondiéndose y participando de la tierra con todos loa demásl
tQué es lo que se ensancha en tu interior, Walt Whitmannt
iQué olas y qué tierras traspirant tQué élimast tQué gentes y qué
ciudades están aquit tQuiénps son esos niños que juegan ó que
dormitant tQuiénes esas niñast tQuiénes aquellas desposadas?
tQuiénes son esos viejos que andan lentamente abrazados unos á
otrosí tCuáles son esos rios? tCuáles son esas selvas y esos frutost
tCómo se llaman las montañas que se elevan altisimas sobre las
nubeíT tCuáles son esos millares de casas repletas de habitantesT
En mi interior se ensanchan latitudes y so prolongan longitu-
PROMETEO
dos: Asia, África y Europa están al Este; Améi-ica llena todo el
<'este; onvol viondo la redondez de la lien-a enróllase el ardiente
Ecuador. El Norte y el Sur giran curiosamonle sobre las extremidades del pjii, al mismo tiempo que i-n mi luierior se halla el día
más largo y que el sol gira en circuios incünados; durante muchos
meses no se pone, y en ci instante dosoudu, explayado en mi interior, sale el sol (ic ;'i media aiiclu! itmleinálicamente por encima del
horizonte, y luogí) desanfirect^; tmiUién se enruenlran en mi interior zonas, niaro«, (."IIUMIÍI^.
' M S , volcanes, archipiélagos, la
Malasia, la Poliimsia y las i,'inii'v>H Islas de las Indias occidentales.
iQué oyes, W.ih W'hitmann/
Oigo como cantan el obrero y la mujer del colono, oigo á lo
lejos los ruidos de los niños y dn los animales en ¡as primeras horas del día, oigo los gritos de emulación dejos Australianos persiguiendo á los caballos salvajes, oigo el Tmile"español acompañado
de las castañuelas, bajo la sombi-a de ¡os castañas, y el rabel, y la
guitarra, oigo los ivos couununs i\'\ '"'ámpsis, "i ,;r ardientes canciones francesas do liberiaii, o¡-;o e. musí 'i'! reriindo de ios viejos
poemas del gondolero italiano, oig • á !a« ¡angusias, en Siria, cuando dejan caer sobre los grau'is y S'jbr'', ¡a iniu-ba, la lluvia de sus
terribles nubes, oigo t;i rumor dni re na/,) cóptico que cae gravemente sobre el mar venerable, vasto y negro que es el Nilo, oigo
lo8 gritos alegres del arriero mojicauo y las campanillas de laS
muías, oigo llamar ni almuecín úi-aue desde in alio do la mezquita,
oigo Á los sacerdotes crisuanos ou las ali-.i'i do sus iglesias, oigo
los responsos que cantan i"S uaj''S y m- so¡> iiii)s, oigo ol grito del
cosaco y la voz del maruiom qu^ -se hace á la mar en Okotsk, oigo
el jadeo de un tropel de esclavas que van de dos en dos, atadas
unas á otras con cadenas por las muñecas y por los tobillos, oigo
leer al Hebreo sus anales y sus salmos, oigo los mitos rítmicos de
los griegos y las rudas leyendas de los Romanos, oigo el relato de
la Divina vida y de la sangrienta muerte del bello Dios, Jesucristo, oigo cómo enseña el Indio á su discípulo favorito, los amores,
las guerras, los adagios transmitidos seguramente, hasta hoy día,
de los pnetaq. que los contaron hace tres mil años.
iQué ves Walt Whítmannt
iQuiónes son esos á quien saludas, y que por su parte uno después de otro te saludan igualmenteT
Veo una gran maravilla redonda, rodando á través del espacio,
veo, disminuidos, granjas, caseríos, ruinas, cementerios, prisiones, fábricas, palacios, cabanas, hutas de los bárbaros, tiendas de
los nómadas, sobre las superficie—en un lado veo la parte que está
en la sombra, «n la que duermen los durmientes, y la parle soleada en el otro-^veo el rápido y curioso cambio de la luz y de la
sombra, veo los países lejanos, tan verdaderos y tan íntimos para
sus habitantes, como lo es el mío para mí.
Veo aguas abundantes—veo los picos de las montañas—veo
las Sierras de los Andes, en las que se alinean aquéllos^veo distintamente los Himalayas, los Altáis, los Ghants—veo las cimas
gigantes de Elbrouz, de Kaybek y de Bazardjuzu—veo los Alpes
siirios y los Alpes de Carnac—veo los Pirineos, los Balkanes y los
Cárpatos, al Norte los Dofraflelds, y ya en el mar el monte Hecla
veo el Vesubio y el Etna, los montes de la Luna y las montañas
Hojas de Madagascar, veo los desiertos de Libia, de Arabia y de
Asia, veo los inmensos y terribles bancos de hielo, árticos y antarticos, veo los acéanos superiores y los inferiores, el Atlántico y el
Pacífico, el mar de Méjico, el mar del Brasil y el mar del Perú, las
aguas del Indostán, el mar de la China y el golfo de Guinea, las
aguas del Japón y el hermoso golfo de Nagasaki, encerrado entre
sus montañas, la extensión del Báltico, del Caspio, del golfo de
Botnia, las costas inglesas y el golfo de Gascuña, el Mediterráneo,
PROMf5TRO
soleado con claridad desde la primera iiasta la úllima de sus islas,
ei mar Blanco y el mar qtio rodea al Groenland.
Distingo los marineros á<ú mundo, unos en las tempestades,
otros en la noche, con ei vij^ia atento, los primeros á merced del
viento y de las olas, sin socorros, los segundos con enfermedades
contagiosas.
Distingo los veleros y los vapores del mundo, los unos agrupados en los puertos, los otros prosiguiendo su viaje, doblando aquéllos el cabo de las Tempestades y siguiendo éstos, el Cabo Verde,
ó el cabo Guardafuí, el cabo lion 6 el cabo Bojador. Y otros doblan
la punta de Dondra. y otros pasan los estrechos de la Sonda, otros
el cabo Lopatka, otros ei cabo iloorn, otros los estrechos de Behring, y otros navegan on el goiío de Méjico ó á lo largo de Cuba ó
Ifaiti, otros en la bahía de lludson ó en el mar de Baffin, otros
atraviesan el Paso de Calais, otros entran en el Wash, otros en el
golfo de Solway. otros bordean el cabo Clear, otros el Lands's End,
otros cruzan el ZuiJerzee ó ei Escalda, otros entran ó salen de Gibraltar ó de los Uardaneios, oirus se abren valientemente un camino por entre los hieíos septentrionales, otros bajan ó remontan
el Obi ó el Lena, otros ei Miger ó el Congo, otros el Indo, el Brahmapulra ó el Cambodge y otros esperan bajo presión, prestos á
partir, en los puertos de Australia y en Liverpool, Glasgow, Dublín, Marsella, Lisboa, Ñapóles, ilamburgo, Bremen, Burdeos, El
Haya y Copenhague, Valparaíso, líio Janeiro y Panamá.
Veo las líneas da los ferrocarriles de la tierra: y las veo en
la Gran Bretaña y las veo en Europa, y las veo en Asia y en
África.
Veo los telégrafos eléctricos de la tierra.
Veo los filamentos de las noticias de las guerras: muertos, pérdidas, ganancias, pasiones de mi raza.
Veo las largas rayas de los ríos de la tierra, veo el Amazonas
y el Paraguay. Veo los cuatro grandes ríos de China: el Amor, el
rio Amarillo, el Yang-tsé y el Pearl.
Veo por dónde corre el Sena y por dónde corren igualmente el
Danubio, el Loira, el Ródano y el Guadalquivir.
Veo las sinuosidades del Volga, del Dniéper y del Oder.
Veo bajar el Amo al Zoscano, y correr el Veneciano á lo largo
del Po.
Veo salir el marinero griego del golfo de Egina.
Veo el terreno que ocupaban los antiguos imperios de Asiria,
de Persia y de la India.
, Veo las cascadas del Ganges en las altas orillas del Sankara.
Veo la morada de la idea de la Deidad, encarnada por avalaras
en formas humanas.
Veo los vínculos de las sucesiones de sacerdotes en la tierra,
oráculos, sacrificadores, brahmanes, sábeos, lamas, frailes, muftis y exhortadores.
Veo los bosquecillos de Mona, por los que se pasean los druidas, veo el muérdago y la verbena.
Veo los templos de ios muertos y de tos cuerpos de los Dioses,
y veo los antiguos adivinos.
Veo á Cristo comiendo el pan de su última cena en medio de
jóvenes y de ancianos.
Veo el sitio en el que Hércules, el fuerte y divino joven, llevó á
cabo fielmente sus trabajos, en los que empleó largo tismpo, muriendo después.
Veo el lugar en el que transcurrió la rica é inocente vida y en
el que se cumplió el infortunado destino del hermoso hijo nocturno,
del bien proporcionado Baco.
Veo á Kneph, resplandeciente, vestido de azul y con la corona
de plumas sobre su cabeza.
PROMETEO
Veo al Kermes, sin sospecha, moribundo y diciendo al pueblo
que tanto le amaba: «No lloréis por mí»,
aquí no se halla mi país: que ha vivido desterrado de mi verdadera patria, mas ahora vuelvo de nuevo á ella.
Vuelvo de nuevo á la esfera celeste, á la que debe ir á su vez,
cada uno de vosotros.»
Veo loa campos de batalla de la tierra: y crecen en ellos hierbas, flores y trigo.
Veo las huellas de las expediciones antiguas y modernas.
Veo las obras arquilectónicas, innumerables, venerables mensajes de los acontecimientos y de los héroes desconocidos, historias
de la tierra.
Veo las comarcas de los sagas.
Veo los pinos y los abetos, arrancados de cuajo por los vientos
del Norte.
Veo las rocas y las costas escarpadas de granito, veo las verdes
praderas y los lagos.
Veo los cairus mortuorios de los guerreros escandinavos.
Y loa veo hechos de piedras amontonadas hasta gran altura, á
orillas de los océanos sin reposo, á fin de que los espíritus de los
hombres muertos, puedan, cuando estén cansados de sus tranquilas tumbas, elevarse sobre el montículo y contemplar las agitadas
olas, refrigerarse en las tempestades, en la inmensidad, en la libertad y en la acción.
Veo las estepas del Asia.
Veo los túmulos de Mongolia, veo las tiendas de los Kaimoucks
y de los Baskirs.
Veo las tribus nómadas, con sus rebaños de bueyes y de
vacas.
Veo las mesetas, surcadas de barrancas, veo las selvas y los
desiertos.
i
Veo el camello, el corcel fogoso, el carnero de gruesa cola, el
antílope y el lobo que se oculta cautelosamente.
Veo las elevadas mesetas de Abisinia.
Veo pastar rebaños de cabras y veo la higuera, el tamarisco y
la palmera.
Y veo campos de trigo candeal y países de verdura y de oro
Veo el vaquero brasileño.
Veo el Boliviano, escalando el monte Sorata.
Veo el gaucho atravesando los llanos, veo el incomparable caballero, con su lazo al brazo.
Veo la persecución, á través de las pampas, del ganado salvaje, con objeto de coger sus pieles.
'
Veo las regiones de nieve y de hielo.
Veo el Samoyedo de mirada aguda y el Finés.
Veo el cazador de focas, balanceando su arpón.
Veo el Siberiano sobré su ligero trineo, del que tiran perros.
Veo el cazador de marsoplas, veo los equipos de balleneros al
Sur del Pacífico y al Norte del Atlántico.
Veo las peñas, los ventisqueros, los torrentes, los valles de Suiza, veo los largos inviernos y las invernadas.
Veo las ciudades de la tierra, y me hago en mi imaginación
ciudadano de esas ciudades.
Soy un verdadero Parisién.
Soy un habitante de Viena, de San Potersburgo, de Constantinopla.
Soy de Adelaida, de Sydney, de Melburne.
Soy de Londres, de Manchester, de Bristol, de Edimburgo, de
Limerick.
Soy de Madrid, de Cádiz, de Barcelona, de Oporto, de Bruselas, de Berna, de Fraricfort, de Slutlgart, de Turin, de Florencia.
Pertenezco á Moscou, á Cracovia, á Varsovia, ó en el Norte, á
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Cristiania, á Estockolmo, á Irkutsk, en Siberia, y á alguna parte
de Islandia.
Y desciendo sobre todas esas ciudades, para remontarme después por encima de ellas.
Veo unos vapores, que se desprenden de las comarcas inexploradas.
Veo los tipos salvajes, ei arco y las flechas, de puntas envenenadas, veo el fetiche y el obi.
Veo las poblaciones africanas y asiáticas.
Veo Alger, Trípoli, Tunis, Mogador, Tombuclu y Monrovia.
Veo las multitudes de Pekín, Cantón, Benarós, Deihi, Calcuta,
Tokio.
Veo al Kruman en su choza, y al Dahomeyano y ai Ashanti
en las suyas. ,
Veo al Turco fumando opio en Alep.
Vea las masas de gentes pintorescas en las ferias de Khiva y
en las de Herat.
Veo Teherán, veo Máscate y Medina y las arenas intermediarias, veo las caravanas que avanzan penosamente.
Veo Egipto y á los Egipcios, veo las Pirámides y los Obeliscos.
Observo las historias grabadas, anales de reyes conquistadores y de dinastías, esculpidas en tablas de piedra molar ó de granito.
Y en Meníis, veo tumbas que contienen momias embalsamadas, envueltas con vendas de liuo, acostadas allí desde hace miliares delirios.
Y^íi9liB^vo el Tébano derrumbado, con sus grandes ojos en forma de ld&8Í7 inclinado á un lado ei cuello ycruzadas las manos
sobre el pecho.
Veo que trabajan todos los criados de la tierra.
Veo los prisioneros en las prisiones.
Veo los enfermizos cuerpos humanos, de la iierra.
Las niñas débiles, y ios viejos y los niños débiles.
Lojí ciegos, los sordos, los mudos, los idiotfts, los jorobados,
los locos.
Los piratas, los ladrones, loa traidores, los asesinos, los mercaderes de esclavos de la tierra.
Veo por todas partes hembras y machos.
Veo la serena fraternidad de los fllósofos.
Veo la potenciado inducción d0 mi raza,
Veo los resultados de la perseverancia y de la industria de mi
raza.
Veo las clases, los colores, las barbaries, laa civilizaciones,
marcho entre todo ello y me mezdo sin distinciones.
Y saludo á todos los habitantes de la tierra.
i Vosotros, quienes quiera que fueseis!
i Vosotros, hijM é hijos de Inglaterral
¡Vosotros, de los poderosos imperios y tribus-eslavasl iVosotros
Rusos de Rusial
\
i Vosotros, los de obscura descendencia, negro Africano de alma
divina y amplia, de bellA cabeza, de nobles fbrmaa, para soberbios
destinos, en absoluta igualdad conmigo!
iVos, Noruego! jSuecol iDánésl ilrlandésl tvoé Prusiano!
I Vosotros. Españoles de España, vosotros Pbrtugueses!
{Vosotros, Francesas y Franceses de Francia!
•Vosotros, Belgas! {Vosotros amantes dé la libertad de los
Países-Bajos! (Vos, cabeza de linaje del que deseieado y&'i^smo!)
iVos, Austríaco resuelto! (Vos, Lombfurdol iHun*! iVeneclano!
1 Colono de Stirial
i Vos, vecino del Danubio!
.
,
•
(Vos, obrero del Rhin, del Elba y del Weserl itoa también
obreral
PROMETEO
iVosotros de Cerdeñal ¡Vosotros de Baviera! ¡Zuavos! iSajonesl iValacosl iBúlgaros!
iVos, Romanol ¡Napolitanol ¡Vos, Griegol
iVos, ágil malador de la plaza de toros de Sevilla!
iVos, montañés, que vivís sin ley sobre el Tauro ó el Cáucasol
iVos, Boer, pastor de caballos, que vigiláis vuestros jumentos
y vuestras yeguas, mientras pacen!
iVos, Persa de bello cuerpo, que hacéis blanco con vuestras
flechas, á caballo y galopando!
¡Vosotros, China y Chino de la China! ¡Vosotros, Tártaros de
Tartaria!
¡Vosotras, mujeres de la tierra, subordinadas á vuestras tareas!
¡Vosotros, Judíos, que erráis por entre vuestros antiguos tiempos, por si podi?is entrever de nuevo el suelo de Siria!
iVo8, pensativo Armenio, que meditáis al borde de un riachuelo afluente del ¡íufrates! ¡Vos, que mirabais por entre las ruinas de
Ninivel ¡Vosotros los que escaláis el monte Ararat!
¡Vos, peregrino de pies fatigados, que saludáis el lejano fulgor
de los minaretes de la Meca!
¡Vosotros, Sheiks, que atravesáis el desierto, de Suez á Bab el
Mandeb, gobernando vuestras tribus y vuestras familias!
¡Vos, cultivador de olivos, que cuidáis vuestros frutos en los
campos de Ñazarelh, de Damasco y del lago Tiberiadesl
¡Vos, vendedor en la enorme comarca del Thibet ó en las tiendas ambulantes de Lassal
¡Vosotros, Japonesas y Jajjonesñsl ¡Vosotros, los que vivís en
Madagascar, Ceylán, Sumatra. Horneo!
¡Vosotros íodoí-, contineiUalos de Asia, de África, de Europa,
de Australia, cualesquiera que sea el sitio en que os halléis!
11
iVosotros, los de las innumerables islas de los archipiélagos.,
del mar!
Y vosotros, los que vengáis con los siglos, y eiitonees me escuchéis.
IY vosotros, los que fueseis y de donde fueseis, que ya no especifíco, pero que incluyo de todas manerasl
iSalud y buena voluntad os envío á vosotros todos, de mi parte
y de parte de América I
Cada uno de nosotros inevitable.
Cada uno de nosotros sin limites, cada uno de nosotros con
derecho á estar sobre la tierra.
iCada Uno de nosotros admitiendo los ñnes eternos de la tierral
Cada uno de nosotros áqui, tan divinamente ooOio cualquiera
lo está aquí.
iVos, Hotentote de palacio crugientel (vosotras, hordas de lanosas cabelleras!
•
¡Vosotras, personas poseídas, que dejais caer gotas de sudor ó
gotas de sangre!
lYosotraa, formas humanas, que tenéis el aspecto insondable y
siempre impresionante, de bestias!
1 Vos, infeliz Koboo, á quien los más humildes, miran con desprecio, á causa de. vuestro lenguaje y de vuestra audaz espiritualidad!
Vosotros, enanos de Kamtchatcka, del Groenlánd y de Laponia.
iVos, negro australiano, desnudo, rojo, sucio, de labios abulta*
dos, que tenéis que arrastraros para buscar el alimento!
• Vosotros,'Cafres, Bereberes y Sudaneses!
iVos, extraño, salvaje é iracundo Beduino!
(Vosotras multitudes, infestadas por la peste en Madras, Pi-vnkífl, Kabul y eñ el Cairo!
PROMETEO
j ¡Vos, viajero que erráis sorprendido por la nocJie, á orillas del
Amazonas!
i Vos, Patagón; vos Fueguino!
Os prefiero mejor á vosotros que á otros, quienes quiera que
fuesen.
No pronuncio una sola palabra en contra vuestra: volveos
adonde estabais.
(|Y cuando yo quiera vendréis á mi lado nuevamenfel)
Mi espíritu se ha paseado compasivo y con determinación, alrededor de la tierra.
Mis ojos han buscado semejantes y amigos, y los han encontrado en todos los países, decididos á prestarme ayuda.
Creo que una divina semejanza me ha transformado en igual
suyo.
I Vosotros, vapores, he sonado que me había elevado en vuestra compañía, que fui transportado á unos continentes muy lejanos y que descendí en elioa, porque tenía mis razones!
¡Oh vientos! He soñado también que habla soplado con vos
otros.
Vosotras, aguas, se me figura que desfloré con mis dedos todas
las costas, en vuestra compañía.
y he recorrido todo lo que recorran los ríos y ios riachuelos
del globo.
Y me he servido de las penínsulas y do los peñascos, incrustados sólidamente, como puntos de apoyo, para poder gritar desde allí:
¡GLORIA AL MUNDO 1
Y todas las ciudades quo atraviesa el sol, las atravieso yo
igualmente.
Y dirijo mi vuelo á todas las islas, hacia las cuales dirigen el
suyo las aves.
13
1Y hacia vosotros todos y en nombre de América, levanto muy
alta y perperdicularmente mi mano, y hago el signo que me sobrevivirá, visible para siempre en todos los sitios frecuentados por
los hombres, asi como también en sus inoradasl
BRIZhñS DE HIERBñ
He sabido que pedíais algo que aclarase lo que encierra este
enigma: el Nuevo Continente, deñnido por América y su democracía aflética: motivado en esto, os envío mis poemas á ver «i en
ellos podéis encontrar lo que buscabais.
Aü EMPEZÁIS MIS ESTUDIOS
Al empezar mis estudios, los primeros pasos. Como el hecho
simple, la conciencia, las formas, la facultad'del movimiento, el
menor insecto ó animal, los sentidos, la vista, el amor, estos primeros pasos, repito, me satisfícieron infinitamente, me produjeron tal respeto y tal placer, que apenas habla andado una parte,
cuando ya deseaba ir velozmente más allá hacia el todo, para poder estacionarme, meditar entre ellos y alabar después todo el «}njunto en cantos extáticos.
A ÜPÍA CApiTAflTH
Tomad este don; 16 reservaba para algún héroe, ya fuese orador ó general; para uno que sirviese á la bueña y vieja causa, á
la gran idea, al progreso y á la libertad.
Para uno que afrontase, valiente, á los déspotas, ó que fuese
PROMETEO
uu audaz rebelde. Pero veo que lo que reservaba os perlenoce á
V08 mejor que á nadie.
USÍSCRlPClOfíES
O n e ' s »elf I sing.
Canto el individuo, ser simple y personal, aun cuando profiera,
sin embargo, la palabra Democrático y la palabra En Masa.
Canto la íleíologia de extremo á extremo; ni la fi8.onomía, ni el
cerebro, aislados, son dignos do la Musa: mas en cambio la completa Forma, sí lo es. Canto igualmente la Hembra y el Macho.
Canto la vida extensa y dichosa, llena de pasión, de pulsación
y de fuerza, canto la acción que, sometida á las leyes divinas,
contenga mayor libertad; canto el Hombre Moderno.
IVle impertube.
Yo imperturbable, encontrándome bien en la Naturaleza. Dueño ó dueña de todo, yo imperturbable entre las cosas irracionales,
penetrante como ellas lo son, pasivo, receptivo y silencioso como
ellas. Y al encontrar mi ocupación verdadera, la pobreza, la notoriedad, las debilidades, ios crímenes, se me aparecerían menos importantes de lo que yo creia.
Yo imperturbable, yendo hacia el mar mejicano ó estableciéndome en Mannahatla ó en el Tennessee, al extremo Norte ó en el
interior del país; yo hombre de los ríos, hombre de los bosques ú
hombre de cualquier granja de esos Estados, de la costa, de los
lagos ó del Canadá; yo, de todas las regiones en las que pueda
transcurrir mi vida. ¡Ohl Estar uno mismo equilibrado y defendido contra todas las contingencias, poder afrontar la noche, las
15
tempestades, el hambre, el ridiculo, los accidentes, las malas acogidas, como las afrontan los árboles y los animales.
pío CBt^f^BIS VÜBST{^ñS PUERTAS
No me cerréis vuestras puertas, bibliotecas orguUosas. porque
lo que faltaba en todos vuestros estantes bien repletos, siendo sin
embargo lo más necesario, yo os lo traigo: es un libro, surgido de
la guerra, un libro cuyas palabras no son nada, pero cuyos impulsos lo son todo, un libro claro y evidente, sin relacionar con los
demás, no sentido por el intelecto, pero en el que todos los estados
latentes que se hallan sin revelar, os harán estremecer en cada
página.
POBTAS VB]?ÍIDHROS
I Poetas, oradores, cantores y múSicoB venideros! No es el día
de hoy el que debe justificarme y contestar con arreglo á mi personalidad; pero vosotros, una nueva raza nativa, atlética continental, mayor aún que las que existieron en otros tiempos, vosotros si: levantaos, que tenéis que justifícarme.
Yo mismo, sólo escribo una ó dos palabras explicativas para el
porvenir, avanzo únicamente un momento y me vuelvo de nuevo
y rápidamente, hacia atrás, á las tinieblas.
Soy el hombre que corretea á vuestra espalda sin pararse del
todo, y que, al pasar á vuestro lado os lanza una mirada de reojo
y volviendo de nuevo la cabeza, prosigue su camino, dejándoos el
trabajo de probar y de deñnir y esperando grandes cosas de vosotros.
{Traducciones de Julio Gómez de la Serna.)
D a D
EL PROBLEMA DE Iñ VIDfi
(COPÍSIDERACIONHS FILOSÓFICAS)
POR ANDRÉS GONZÁLEZ-BLANCO
r ^ L problema de la vida es fisencialmente el problema de la muerte. La vida es el terminas á quo y la muerte os el terminus ad
quem. El espacio intermedio lo Vamos cruzando á pasos tortuosos
ó derechos, ligeros 6 tardos, pero siempre mirando hacia el fin.
La vidaea la expulsión de un reino, del cual no se sabe nada; y la
muerte es la entrada en un reino del cual nada se anticipa. Por la
vida se nos arroja de algún línuiíiio áureo, cuyas puertas se cierran; por la muerto se nos expide ei ululo de ciudadanía para un
reino de sombra del cual nada entrevemos.
Se puede estudiar la vida ó el problema do la vida—no como
problema fisiológico, de circulación de ia sangre, etc., sino como
problema metafísico—desde tres puntos de vista: el punto de vista
de pesimismo, el punto de vista del optimismo y el punto de vista
del estoicismo, que es como una conciliación de ambos.
El pesimismo puede ser también un criticismo disfrazado, un
deseo de analizarlo y examinarlo todo, porque nos parece que todo
está bastante mal. En ese sentido Kant, f|ne individualmente era
:
1*
optimista, ea el padre del pesimismo. Creo que era Spencer quien
confesaba no haber podido leer jamás la Crltiea de la ratón pura,
de Kant (1). Esto es una herejía fllosófica. Si verdaderamente hubie80 sido asíi Spencer no merecería la admiración de todo hombre
culto. Es'más, no hubiera podido serfilósofo.Quien no ha Heído á
Kant (como quien noha oido músicin de Beethoven) es como aquel
que está falto'dé algún miembro principal del cuerpo. Está tan tullí(I), Pareceser queel gran Comte, de quien Spencer habla tomado
muchos modos de ver, y aún discutiéndole la clasificación de las ciencias, se le declarab^a implícitamente discípulo y sucesor; parece ser,
pues, que Córate, el creador de lo Incognoscible que luego transformó
Spencisr en The índiscernable;—declara un día no hat>er leído jamás la
obra ^topracitada de Kant, que es, sin duda, su obra maestra. Y aún por
otras referencias sabemos que la única obra de Kant que llegó á conocer era la breve disertación titulada: Idea de una historia universal, que
su amigo Gustavo de Eichthál le tradujo en 1824 y que admiraba sobremanera. Llega á confesar en una carta al mismo Interesado (al traductor) que, si la hubiese conocido seis ó siete affos antes, le hubiera ahorrado la molestia de escribir sus disertaciones de los afios 1820 á 1822
(Carta á Eichthal del 10 de Diciembre de 1824). Pero si no habla leído
directamente la Crltióa de la razón pura el padre del positivismo, es
seguro que conocía el conjunto de las ideas de Kant aunque fuese de segunda mano. En una carta á Valat (3 de Noviembre de 1824) declara que
en el sistema de Kant 'hay muy buenas cosas al lado de un sinnúmero de
extravagancias*, y niega que pueda considerarse como válida la exposición hecha por Cousin, de la^ ideas de Kant, porque el filósofo del
eclectii^mo está lejos de comprender el alcance de las ideas-madres
del filósofo de Koenísbérg. Además, Gomte hace entrar á Kant en el
estadiéimetafísico y traza un paraleló entre sin relaciones con la filosofía de Kant y las de Qalileo con la filosofía peripatética. (ClDlscours
sur l'eaprit poaltif, p. 24; Catechisiñe positivista, 2.* edición, p. 8 y 150.)
2
PROMETEO
do de miembros espirituales como aquel que carece de un brazo,
de una pierna ó de un ojo... No está íntegro y sano en el mundo
del espíritu. Porque Kant ha partido el mundo en dos, ha descubierto, como Colón, un nuevo hemisferio: el más vasto y curioso,
el de más lujuriante flora, el que aún abiligaba en su seno selvas
vírgenes: el hemisferio del yo. Kant hftimerecido una eterna admiración de la humanidad, como dice muy bien Comte, «por haber
sido el primero en intentar sustraerse al absolutofílosóficocon su
célebre concepción de la doble realidad, á la vez objetiva y subjetiva, que indica un tan justo sentimiento de la sana ñiosofia (1).» Al
fragmentar y bipartir nuestra visión del mundo, ha regalado á
todo hombre inteligente el más rico y dilatado imperio que vieron
los siglos: el imperio de si mismo. Los ñlóspfos antiguos no pudieron romper tan resueltamente con el mulíldo exterior: vivían demasiado cerca de él. Apenas si alguno, osado y generoso, adelantándose á su tiempo, mandaba, como Sócrates, conocerse ante todo
á sí mismo, ó, como Prolágoras consideraba al hombre como la medida de todas las cosas (2). Actualmente, ya hemos roto nuestros
vínculos con la nüturaleza: en balde algunos materialistas rezagados, exagerando la influencia del mundo inorgánico, quieren hacer que el flúor anhídrico sea superior á la mente humana... iVana
pretensión! Mientras haya hombres que piensen, habrá hombres á
quienes les tenga sin cuidado saber que, como enseña la catóptri(1) Cours de plillosopftie positive, 2.* edición, vi, p. 612.
(2) El alemán Freí, en sus Qucesfiones proiagorlcee, ha dicho con
gran verdad que, al enunciar esta proposición,. ha contribuido mucho
Protágoras al progreso de la filosofia. Yo diré más que esta frase banal:
al darle la convicción de su grandeza nativa, la filosofia que se apoya
en la base del yo, ha desdoblado >,a naturaleza humana, haciéndola
tomar conciencia de si misma y considerarse superior á las cosas.
19
ca, el ángulo d« reflexión M ignal ai de incidencia; ó. como nos
dicen en química inorgánica, que los oxácidús se forman por la
combinación de! oxígeno con un cuerpo BÍmjpiel
Por eso Kant es el padre de todo el pesimismo moderno, como
muy bien hizo notar un filósofo (1). El pesimismo es una consecuencia directa de la reflexión. Y cuanto el hombre está más solo,
tanto más propenso está á encaleucarse en sí, á meterse en sus
criptas interiores y perquirir con la antorcha de la reflexión todas
los realidades que se le ofrecen.
Frente ai pesimismo puede ponerse el naturalismo, en vez del
optimismo. El pesimismo hace la naturaleza animada; el naturalismo la hace inanimada é inerte. Inánime sería mejor decir; y la
palabra conviene más cumplidamente, porqué, á medida que se va
descendiendo en la naturaleza, se observa que hay menos tendencia á vivir con el auxilio de los vasos sanguíneos. La sangre, íes
quizás el almaT Y los vitaíistas á lo Bichat itienen acaso razón
cuando el principio de la vida lo interpretan flsíológicamenteT
Siempre será cierto que el aninial es más vital y más espiritual
en consonancia, á medida que más jugo alimenticio tienen sus vasos sanguíneost iQuién duda que la circulación de la sangre es la
más genuína propiedad de la escala superior de mamiferosT La
savia de las plantas apenas es ya un remedo y débil co,)ia de la
escala mamiferiana; y por eso la planta apenas conserva ya más
(1) Eduardo de Hártmann: Kant cónaUeradd cómo el padre det pesimismo moderno; Contribución ú la historia y al fundamento del pesimismo, 2.' edición; Leipzig, 1891.
PROMBTEO
que vestigios y trasuntos del ser viviente y animado (1). Ei mineral es ya una masa tosca y bruta, que acaso no tiene realidad.
Donde no hay organismOi tai vez no hay más que ilusión de ia facultad perceptiva. Este es ya ei espiritualismo supremo en acción,
negando realidad á la materia. Lo comprendo... pero no borro mis
afirmaciones. "
.\
Ei materialista es más lógico que el panteista. El materialista
supone que todo es materia; el espiritualista que todo es alma.
Cada uno está acorde en conceder una masa ó una fuerza universal, que lo gobierna todo, ya se represente esta fuerza bajo forma
espiritual ó bajo formafisiológica.Spencer ha dicho, que si se nos
diese á escoger entre reducir, los elementos materiales á los elementos espirituales, ó los elementos espirituales á los elementos
materiales, debiéramos tomar la última alternativa. Spencer aquí
podría ser excesivamente paradógico, pero no llega á lo absurdo y
á lo procaz de ciertos panteístas que más bien debieran llamarse
panflsisltts. Porque al menos partía de un concepto reconocido, del
concepto de fuerza, que él llamaba el último símbolo, the ultímate
ai/mbol..,C\ñ.to es que en sus primeras obras, con un criterio algo
estrecho, consideraba I& empresa del espiritualismo superior á sus
fuerzas; pero luego amplió sus conocimientos y abrió su inteligencia á los cuatro vientos del espíritu.
(1) Ño sé si me excusarán algunos por usar lenguaje de poesía en
doctrinas—d mejor recuentos de doctrinas—que pertenecen á las ciencias naturales. Más bien podría prevenirme con ejemplos de grandes
hombres de ciencia (un Newton, un Frankiln, un Pasteur; no hablo ya
de los superficiales á lo Micheitit) que sólo quisieron ser naturalistas,
pero no lo fueron del todo.
I
21
El primer problema que se ofrece á nuestros ojos, apenas nacemos á la vida, y el que nos hace decididamente pesimistas, es la
contemplación del mal universal. A todo hombre de lúcido juicio
—y que no quiera empañárselo á sabiendas para servir discreta y
meritoriamente & la Iglesia y al Estado—la primera cuestión urgente y punzante de carácter religioso que se presenta á su consideración, es la de la conciliación del mal y de la miseria del mundo con la creencia en una Providencia Omnipotente. Lo que hizo
desistir de la sumisión á la Iglesia reformada á James Mili, fué
este pensamiento, como nos lo cuenta su hijo Staart Mili en su
Autobiography. Al fin de su vida parecióle más natural tener simpatía hacia la doctrina maniquea, que cree en un principio bueno
y otro malo, que entablan una jucha continua en el mundo. El
mismo Stuart Mili pasa en silencio en su Auiobiogra/ia las luchas
y las ansias que durante toda su vida debieron sofocarle en lo concerniente á la cuestión religiosa (1). Pero ocasionalmente dijo
algo, algo muy fuerte, muy expresivo, que basta para formarse
(1) Sólo son verdaderos adversarlos de cualquier religión positiva
aquellos que, como Stuart Mili, han padecido primeramente su influencia y han vegetado bajo su desastroso gobierno. Yo no llamo antiteólugos sino á los que primero han sido teólogos de una religión cualquiera,
y no á los espíritus superficiales como Buchner, que son teólogos al
revés. Con Buchner volvemos al vómito antiguo de ta intolerancia cerrada de la cual dio ejemplo el esplritualismo estrecho. Los antiguos
espiritualistas epigraflaban sus obras con textos de intransigencia donde
se grababa a prlorl y rotundamente una verdad discutible. Buchner cita
sabios' de criterio ferozmente dogmático, con repulsivo dogmatismo
científico. Por ejemplo, habla de Binpetocles en una frase completamente superficial. |Y para eso se proclaman las conquistas de la civilización!
PROMETEO
idea del interior de su alma. En el examen de la ñlosofia de Hamilton (Bxámination of Sir WiMam Bamilíon's Phitosophy, 2."
edici6n, p. 103), se encuentra un pasaje que dice asi: «Cuando, en
lugar de la alegre nueva de que hay un ser en el cual existen en
un grado Incomprensible para nosotros todas las cualidades que
puede comprender el sentimiento humano más elevado, se me proclama que el mundo está gobernado por un Ser cuyas cualidades
8on inñnitas, sin que sepamos cuáles son estas cualidades, como
tampoco podemos comprender qué principios observa este Ser en
su acción, salvo éste: que la moralidad humana más elevada que
podamos representarnos no los sanciona;—convénzaseme de eso
y yo sufriré mi suerte lo mejor que pueda. Pero cuando se me dice
que debo creer eso y al mismo tiempo dar á ese Ser nombres que
expresan la moralidad humana más elevada, yo digo en términos
francos y explícitos que no quiero. Cualquiera que sea el poder
que un ser semejante pueda tener sobre mi, hay una cosa que no
puede: no podrá forzarme á adorarle. No llamaré bueno á un ser
que no lo es, en el sentido en que yo lo entiendo cuando aplico este
término á mis semejantes; y si un ser semejante puede condenarme á ir al inñerno; pues bien, yo iré al infierno.» Esta es una valiente protesta; una llamada á juicio. Se dicta un auto de encarcelamiento y un veredicto de culpabilidad contra esa Divinidad opresora. Esto significa mucho: significa que el género humano va
aprendiendo á conocerse y á conocer su deber. Hasta hace poco
nadie se había atrevido á enjuiciar á eéos poderes ocultos que en
la sombra maquinan contra nosotros proyectos (que más bien parecen infernales que celestiales) de destrucción y de infamia. Hora
ea yá de que la humanidad reaccione y se atreva á presentar demanda á las potencias superiores. iPor qué razón sus crímenes
han dé quedar impunes! Si obran mal, justo es que paguen. Cuando
los reyéa obran como criminales, los reyes deben ser penados; y si
23
es Dios el que prevarica, su prevaricación debe sufrir castigo. Que
é[ tiene la omnipotéiiciaj'coticedámosla por un momento. Que nos
zambulle en el infierno, si ese infierno es un lugar de expiación
realmente existente; pues bien, vayamos contentos á ese tan predicado infierno, con la noble y gallarda actitud de un Stuart Mili,
con la conciencia de haber sido seres pensantes y no seres de recua
y de acarreo. Si un juez me manda al patíbulo por haberme atrevido á recriminarle en ocasión en que delinquió, sería él juez y yo
condenado en la apariencia de este mundo exterior; pero ino seré
yo en realidad el juez supremo, arbitro del litigio, en el mundo de
las cosas en sít Poco me importa, pues, que Oíos me envíe al infierno si yo he inculpado una acción suya que merecía ser reprobada; quien* arderá en un infierno de confusiones y de remordimiento será ese Dios mismo, si tiene alguna realidad personal. Y
en fin de cuentas, más quisiera yo, como decía—no sé si en estas
mismas palabras—el noble Maquiavelo, encontrarme en el infierno
en compañía de personajes tan distinguidos como Platón, Sócrates, Alejandro, Virgilio, Homero, etc., que en el cielo dulzón y
beato de algunos mansurrones é insípidos santos de ta Le¡j':n4a
áurea.
a
En la cuestión de si Dios puede añadir perfección á una perfección determinada (es decir, si éste puede ser el mejor de los mundos posibles), hay ante todo un lamentable error de vocablos. Perfección en su sentido original y genuino, dice infinidad, suma
bondad, imposibilidad de reforma. Si este mundo tiene la perfección, Dios no le puede añadir perfección á perfección, porque será
igual que añadir infinidad á infinidad. Si es cierto que la creación
no supone creación do otros mundos más que de éste, Malebranche y Leibniiz tienen razón, porque Dioa; dando por objeto á la
PHOMETEa
creación un sólo mundo, no podría engañarse en darle uno imperfecto. Si se hubiera podido engañar, no hubiera sido omnipotente;
si siendo omnipotente lo hubiera hecho asi inferior al arguetipomundo que existía en su mente ab rríerno, hubiera sido cruel. Aquí
hay, pues, dos cuestioiies: una científica, difícil de resolver; otra
teológica, muy sencilla y lácil. La cientíñca es si Dios ha creado
otros mundos con las mismas condiciones que este en que vivimos;
lo cual supuesto, nada, sino orgullo fatuo, nos obligaría á suponer'
que éste ha de ser forzosamente el mejor, el perfecto. La teológica
es simplemente que Dios en su omnipotencia—atributo que envuelve fa bondad—no podría haber creado otros mundos mejores
que ééte, sin detrimento de su esencia, eminentemente justa y bue>
na. La cuestión del optimismo en la creación, es cuestión que viene preocupando á todos los filósofos, precisamente por su calidad
de indescifrable.
Buchner, queriendo rechazar la idea del ñn en la naturaleza,
acumula argumentos de un vulgarismo detestable. ^Para qué sirven, viene á decir, las enfermedades, los monstruos, los animales
dañinos? Y no sabe que un buen lógico debería más bien decir:
Ayudan i la universal complicación de seres, complicación que
engendra el orden de las criaturas superiores y la destrucción en
las inferiores. La enfermedad es el mejor obstáculo al aumento ex'
cesivo de población; si no hubiera enfermedades, ó la tierra seria
insuficiente á los hombres ó habría que suponer un Creador cruel
(que no seria creador, desde el momento que no fuese conservador)
que fuera matando seres en un plazo determinado, á horas fijas,
por medios preconcebidos. Si no hubiese animales dañinos, como
los mosquitos, morirían los pájaros y otros seres que de ellos se
alimentan. La langosta destructora vino á^ser en muchas ocasio'^nes medio de salvación, como cuando obst iiyó el paso de Pultawa
á Carlos III, que, si no hubiese tropezado i.ón este obstáculo, ha-
25
bria asesinado millones de hombrM en la batalla. Én cuanto á los
tnonsiruos, su existencia se puede perfectamente concebir como
ejemplos presentados á los demás hombres de la.miseria á que
pueden estar condenados, y como muesti^a del poder de Dios que,
segán ya he observado en otra parte, se manifiesta más altamente
en la creación de los monstruos, que en la de las crit^uras perfectas.
Buchner debía de saber ínuy bientodoesto; puesto que era médico y los médicos han de nérprofe$ionalinentepesimiatas, yaque
conocen mejor que nadie la atroí amplitud del mal universal. El
médico se parece al confesor, al confesor que sea sincero é inteligente y que merezca con verdad el titulo de médico.de Ida abnaa,
en que uno y otro deben sentir un asco violento, en el fondo intimo
de su corazón, por toda la humanidad en conjunto: el uno conoce
sus miserias físicas más vergonzantes; el otro sus miserias morales más ocultas. Ser bu^n médico y optimista: he aquí una cosa
que no comprendo; ó hay que ser torpe facultativo ó no puede ser
sincero el optimismo. Ño hay más que el Or. Enrique Lluria que
pueda ser á la vez uno y otro, Demócrito é Hipócrates; curandero
y "socio activo de la Sociedad proteeiora de infantea y de la Sociedad para el fomento del ganado humano: (idos sociedades imagiharias, que existen, sin embargo, en el^mundo intelectuall}...
No abundo yo en la opinión insénsatade Rousseau despreciando el objeto y la utilidad de la medicina. Al fin y al cabo, está opinión anti-esculápica no és más que un atavismo de pasadas épocas; bien rigurosamente pusieron en berlina á los Galenos, tanto
los escritores satíricos como los comediógrafos: Moliere, Quevedo
ó Torres de Yiilarroel. Rousseau, que tanto se adelantó á su tiempo en otras cosas, se hizo en este punto retardatario y conservó
los vestigios de los siglos pretéritos.
En el Discurso sobre loa ciencias y ¿os ar¿<s ¿eplortt que los
PROMRTEO
romanos hayan perdido su antiguo vigor al tratar de ser filósofos
en vez de practicantes de la virtud, que eran en lo antiguo. «Sócrates había comenzado en Atenas; el viejo Catón continuó en
Roma desencadenándose contra esos griegos artificiosos y sutiles
que seducían la virtud y ablandaban el valor de sus conciudadanos. Pero las ciencias, las artes y la dialéctica prevalecieron aún;
Roma se llenó de filósofos y de oradores; se desdeñó ia disciplina
militar, se despreció la agricultura, se abrazaron sectas y se olvidó la patria, A los nombres sagrados de libertad, de desinterés, de
obediencia á las leyes, sucedieron los nombres de Epicuro, Fenon,
Argesilao. Det^rle ¡¡ue los sabios han comensarlo d aparecer entre
nosotros, decían sus propios filósofos, las personas de bien se lian
eclipsado. Hasta entonces los romanos se habían contentado.con
practicar ia virtud; todo se perdió cuando comenzaron á estudiarla (1).» Elogia mucho el hecho de (|ue hayan desterrado de su república la medicina, {fbidem, 7.) Como argumento á su teoría de
que el Estado debe tener en cuenta al individuo tanto ó más que el
individuo al Estado, dice que «podría alegar la prudencia de los
romanos que, dejando al Senado un gran poder en el exterior, le
forzaban en la ciudad á respetar ai últiiDu ciudadano.» {Carlas
escritas desde In Moniníía, parte ii. Carta vu: Obran completas. Til, 217). En lina nota de la misma parle y de ia Carta novena
del mismo libro, hace resaltar con agrado que «los hierros de los
romanos no fueron forjados en Roma, sino en sus ejércitos, y por
sus conquistas fué por lo que perdieron su libertad». (Jhidem, páginas 254 y 25.5). Defendiendo la práctica de la educación privada,
cita el ejemplo de Tíoma como concluyente. Y asi en todo: Roma
fué para él uu luminar que irradiaba y un espejo «n que mirarse...
(1) Obras completas, i, 8 y 9.
27
Jeremías Bentham, en su Deonlologia ó ciencia de los deberes,
nombre por él inventado y que no cuajó, & peSar de estar sometido
á las más rigurosas leyes de la etimología helénica—mientras hizo '
fortuna, nombre como Soeiologia que tan bárbaro é híbrido suena
en todo oido avezado á la harmonía de la Hélade ó siquiera del La*
ció (1); lo cual demuestra que hemos elaborado para nuestro uso un
lenguaje medio fabril, medio financiera, con algo de ar^o^de Bolsa
y mucho dé jerga de barrio obrero; y qué si hoy resucitase Virgilio, no nos tendría por hijos en idioma y menos Quevedo por hermanos en lenguaje;—Bentham, pues, habla declarado que él por su
parte (y los hombres de buena voluntad podfan.«eguirle) se negaba
categóricamente á denominar amor en Dios á una cualidad que en
el hombre consideraríamos como lo contrario del amOr: eso seria,
añade con una imagen gráfica y decisiva, como tomar una puñalada por un beso (2).
Porque, en efecto, resulta una irrisión conceder á Dios una
capacidad de maldad y perversión tan grande como su capacidad
de bien. El dilema aterrador de Epicteto queda siempre en pie y
ningún hombre de alta mentalidad lo ha rebatido aún con gallardía. ,
^'
- Por eso, el más profundo de todos los problemas filosóficos {(he
deepeai of all phíloBophieál problema), como lo designa, con razón, el gran psicólogo norteamericano William James, primeramente positivista, luego ardiente espiritualista, es decir, que por
.
• ,
/
-
-
.
(1) D. Juan Valera hizo notar, con razón este hibrídismo de la palabra soclo-logla; para advertirlo no se necesita ser muy escrupuloso en
materiafilológica.(Véase su interesante estudio sobre CrematistlÉa, que,
con algunos otros, va en algunas ediciones después de la novela £ /
Comendador MendozcO.
(2) Deonfótoí')', parte 1.', cap. Vil.
PROMETEO
Ift luz asciende á la luz (per lueem ad lucem), que indagó antes en
los hechos particulares, para ascendop después á las leyes generales y á las conclusiones de carácter universal que dicen relación á
toda la humanidad; el gran problema filosófico (y siento incurrir
en tantas batologlas) es, pues, tal como el mismo profesor de Ilaryard-University lo plantea, el siguiente: Í E S el Cosmos la expresión de la inteligencia racional en su íntima naturaleza ó un hecho
brutal y externo, puro y simple? Si nos encontramos, al contem,,plarlo, incapaces de desechar la impresión de que es un reino de
causas finales Ct/toe ^ n d OMrse/rf: In contemplating it, unable
to banish the imprcnsion Ihal ¿I
"Im, of finalpurposes), que
existe, por razón de algo... colucamos la inteligencia en su sonó
y tenemos una religión. Sí, por el contrario, al observar su irremediable flujo, sólo podemos pensar en el presente, como un mero
brote mecánico de lo pasado [we can íhínk of the presení only as
so mueh mere mechanical sprouíing oflhe pasl), que no ocurre con
relación alguna al futuro (ocurring with no reference lo the future).,, somos ateos y materialistas (1).
No hay manera de eludir este problema capital; no cabe aquí
escudarse con el escepticismo acataléptico ni siquiera con la docta
ignorantia de Nicolás de Cusa, Cabe, sin embargo, colocarse en
actitud expectante, al modo del biólogo inglés Lewes y rechazar
por igual el punto de vista mecánico (lo que él llama teoría materialista) y el punto de vista melafisico (ó espiritualista) declarándose por el punto de vista biológico y aceptando the plain principie that the first requisiie in a theory of biological phenome-
(1) The Principies of Psychotogy, by Williara James, Profesor of
Psychology in Harvard University; iñ tuo volumes; London; Macmillan
and Comp. Limited, 1902. (Volumen i, cap. ij^pág. 8.)
29
na mu$i be to view ihem in ihe liyht of biologieal eondUiona (1).
De parte de los mecanicistas y de los naturalistas' podrá estar
la Naturaleza; pero de parte de los pesimistas, está la razón. El
materialismo se satisface con el fósforo que se da «in los compuestos minerales; el pesimista no se contenta sino icón el fósforo del
pensamiento. Poco importa para el hecho evideíite del mal universal que la materia piense y rija nuestro ser ó que tengamos algo
superior dentro de nosotros, algún principio informante al cual
llamamos alma, ya esté situado y localizado este principio en el
cerebro, en el corazón ó én los vasos sanguíneos (2).
Todos se muestran conformes eii atestiguar lá miseria del mundo. Los que adoptan la postura más elegante, más estética, son
los estoicos. El- estoicismo es uii pesimisniío mitigado, como el
cristianismo es un pesimismo resignado. Cristianismo y estoicis-.
mo tienen muchos puntos de contacto. Cuando el cristiano dice:
(1) En las cuestiones psicológicas, por ejemplo, Lewes cree que las
funciones neurales han de considerarse, no como fenómenos aislados de
lasensacióny del pensamiento, sino como elementos inte^^ales y con»
diciones de éstos. Cfames Sully: Prefacio á su obra The Physical Basis
ofMlnd.)
(2) Por lo que pueda extrañar, he de advertir qué no soy yo el primero que ha conjeturado que pueda ser la sangre el substratum y pedúnculo, si no la esencia, del alma. En oposición á Platón que, presintiendo nuestra moderna psicología cerebral, brain-psychology (especialmente cultivada por los tratadistas ingleses), ponía el sitio del alma en
el cerebro, Aristóteles colocaba el asientoJel alma en el corazón (en lo
cual le habían precedido, Heráclito, Crltlas y algunos otros estoicos) y,
extremando las deducciones de la doctrina aristotélica, Empédodes (de
quien tanto se ríe Buchner) declaró expresamente que el abna no era
más que la sangre contenida én el corazóh.
PROMETEO
Dominus dedit, Dominus abstulit («Dios me lo dio, Dios me lo
quitó»), expresa un iuconsciente anhelo de venganza y Epicteto
se asemeja mucho á Job. Pero en el estoicismo la resignación
toma caracteres de lo absurdo. No así en el cristianismo, donde
la e8(»eranza del más allá devuelve la confianza en la vida, En
todo perfecto cristiano, une inmense atiente remplit les ames,
como en'la frase de Renán. Dum spíro, spero, puede decir el
estoico. La desesperación aquí espera, si cabe esta paradoja. Post
ienebraa tpero lucem, ha de ser su divisa, como la del editor
Juan de la Cuesta, que imprimió nuestra gran Biblia nacional,
que enseña también un noble estoicismo ante las adversidades de
la vida.
El estoicismo es la postura más cómoda para asistir entre bastidores al espectáculo de la existencia como el escepticismo es la
luneta más elegante para contemplar la vida...
TODO LO QUE PUBLICA PROMETEO E-s INÉDITO Y LO QUE
EXPRESAMENTE SE TRADUCE PARA ÉL, INÉDITO EN CASTELLANO.
O a a
\
31
El zagal de Gallardía.
POR ALONSO QUESADA
(Para Fernando Fortün, gran poeta.)
l-'oR aquellos campos verdes
una zagala venía.
Traía cabellos rubios
'
que luz de sol parecían.
—Quien miraba los cabellos
presto los ojosí perdía...—
JEI su cuello era de nácar,
la cintura delgadina...
Tras el brostado jubón
reposo se presentía...
Zagaí que la vio acdrcarse
en su lado se ponía:
—Princesa, la mi princesa
de toda esta .{traderfa;
suéñome mu^to de amoréi
por la vuesA gftlania,
—Si 08 soñáis de amores muerto
culpa d' ello no tenia;
que yo nunca fice muertes,
PROMETEO
ni en sueño te las faría.
—Tendrá muerte de verdad,
sin tu amor, el alma mía.
—Yo te daré del mi amor,
el zaga! de gallardía,
- ii me trades el lucero
que por el alba salla...
—Zagala, aquese lucero
yo pronto vos lo daría,
si la vuesa fermosura
ei lucero no sería...
—De otro lucero, zagal,
tiene deseos mi vida
que el lucero que non
es muy poco todavía.
El zagal miró al azul
y el lucero no veía.
La zagala sobre el campo,
sobre el campo, se toiidía.
Por cima las yerbas verdes
los cabellos esparcía.
-r-Zagal, non busques agora
que agora non es salida.
Toma este peine de plata
y los cabellos me guía...
Si me los guiares bien
yo de mi amor te daría.
' El zagal guió cabellos
con mucha cortesanía;
' cada vez que los guiaba
Mf'
^ MSf Üf^y
•••':^í*
33
el prado resplandecía...
—Tate, late, zagalillo
non me fagades más guia;
torna los tus ojos verdes
por sobre la casa mía.
El zagal tornó sus ojos
por no hacer descortesía.
La zagala le miraba,
en su boca grande risa
—Non tayades zagal, miedo,
que non íágo brujería...
La tardé, que era de Mayo,
moría en la lozanía.
Parangón hizo de oros
con el pelo de la niña.
• —Zagal, mi zagal, iqué vedesT
—la doncella le deeia-—.
Y el zagal miró en la tarde
lleno de gran pavoria,
dos eoaag que non diré
y que del jubón salían...
Levantóse la zagala
y muy lejos se ponía...
'-^Zagal, mi zagal gallardo,
non me íbces picardía.
—Puedo facerla, zagala,
si estás en mi compañía.
PROMETEO
La doncella va corriendo,
el doncel también corría.
Hizo promesa á los santos
si á la zagala cogía.
—iVálame Deu Jesucristol
iGloriosa Santa María,
si tengo á la mi zagala
un ex-voto te pondríal
Los santos hubieron penas
del zagal de gallardía,
y antes que llegó la noche
á la zagala cogía.
—Zagala, la mi zagala, '
agora non correrías;
que agora las mis dos manos
prisiones se tornarían.
En los brazos del zagal,
la zagala sonreía...
Como con muchos penares
la su boca repetía:
—Dame el lucero, zagal.
Non fagades villanía,
que si deseos tuviera
yo presto me marcharla.
Trabóla con las sus manos
que escapársele qa^ria.
Dieron vuelta sobre vuelta,
35
y la zagala corría.
Así que la vio el zagal,
muy grandes penas hacía.
La doncella en un arroyo,
los sus cabellos metía.
Cuando los hubo mojado
cerca del zagal volvía.
Y allí en manos los cabellos,
en su faz los sacudía...
—Zagal, mi zagal gallardo,
corazón de serranía,
que ñciste los amores
cuando laflautatañías:
los luceros de tus ojos,
por el alba non salían;
q ue ellos salen por la nocbe,
por la noche y por el día...
Y en el pecho del zagal,
la zagala se metía.
Manos cogieron cabellos
y labios labios cogían.
Corpino que era de seda
sobre el halda descendía.
En le blancor de la carne
un lunar aparecía.
—íQué lunar tan negro ese
que yo verlo non solíat
—Es lunar para la boca
PROMBTEO
del zagal de gallardía;
si el zagal lo comentara
con preciosa picardía...
El zagal con la su boca
muchos comentos hacía.
La doncella, toda ensueño,
más comentos le pedía...
Apriesa llegó la noche
collar de estrellas ceñía,
y en los bordes de su manto
un resplandor se veía...
Y así...
termina el romance
de EL zagal de gallardia,
que como es historia vieja,
de luengos tiempos venida,
de tiempos de un Rey galán;
las hojas rolas tenía
el códice donde estuvo
tan donosa historia escrita.
LA TARDE TIENE.
(A Tomás Morales, porque él me
trajo el verdadero Ensueño.)
La tarde muere y tiene
todo el dulce color de mi recuerdo.
Porque cuente la historia de mi vida
que muera asi la tarde se ha dispuesto.
37
i_
El lejano sonido de la esquila
pone en la brisa un pastoril comento
que al perderse, al través del cielo malra
hace brotar la rosa del lucero...
El'pobre caserón tiembla y suspira;
tiene miedo de amar, pero es un miedo
que le gusta tener, cuando la vida
es infantil, como esta tarde el cielo...
El pobre corazón tiembla y parece
q ue busca otro rincón dentro del pecho,
otro rincón más hondo en que ocultarse
por temor á saber un cuento nuevo.
La tarde toda tiene
el color de la infancia de mi ensueño...
Hay una golondrina misteriosa
que ha detenido en el azul su vuelo...
Yo pongo mi ilusión sobre sus alas,
y la quietud, entonces, de su aspecto,
se deshace en el oro más lejano
que no acabó de hilar el sol que ha muerto...
Mi vida toda tiene
la suavidad divina de un secreto...
Parece que me dicen al oido
con todo el corazón que estoy viviendo.
"^
En et abanico de ana gentil señora.
Conjuro al abanico que en la mano
más deleitosa y breve fué movido,
por saber de un ensueño muy lejano
que en vuestro corazón hace su nido.
PROMETEO
Y á este conjuro, el abanico vuestro,
con tanta sutileza me decía
que jamás vi abanico tan maestro
para la relación, señora mía.
lOh, cuitas del amorl lOh, dulce penal
Yo supe de ese ensueño en la serena
expectación de tu alma... así, lo fío,
más perdona, señora, si en mi empeño
nada diga mi lengua de tu ensueño
Iporque es más grande que el ensueño rafol
D
i
Quejándose á su amada de que un
mago le encantó su corazón porque
ella descuidaba la mano en que lo
tenia.
Yo puse el corazón en vuestra mano
como una piedra fabulosa y rara:
un inmenso rubí que en un lejano
imperio de Dolor, Amor hallara.
Porque en vuestra pupila temerosa
brillara la codicia, fué ol ponerlo...
Mas fué por daño mío aquesta cosa
de haceros la ruindad, sin vos saberlo.
La piedra en vuestra mano fué encantada
por virtud de un hechizo prodigioso,
que así, de tal manera, es la Ilusión...
Y hoy he visto muy lejos olvidada
la mano en un Ensueño misterioso,
y dentro de la mano, el corazón.
a a O
Problemas del porvenir.
POR ÁNGEL LAGUNA
ÜA úÜSTICIfl B ^ Bit ESTADO FUTURO
M NTRAMos en plena región de los sueños. Mientras andavimos
por la tierra entré nuestros contemporáneos, tuvimos que
contar cdn todas las imperfecciones de la sociedad presente: era
el prejuicio, era la religióh grosera de nuestros antepasados, era
el concepto material, eran la maldad, la ignorancia y la ferocidad, los que nos cerraban el paso, llamándonos á la realidad, á
lo práctico, á lo factible. Pero nos elevamos ahora en aeroplano
por las regiones azules, y borráronse fronteras, diferencias,
odios, ruindades. Todo lo pequeño ha desaparecido para dar sólo
cabida al espectáculo de las grandes masas» de los puros colores,
de las formidables alturas.
No decimos «La justicia en 1os Estados futuros» sino «en el
Estado futuro», -porque para todos los hombres sólo habrá un
Estado sobre la faz de la tierra, un solo Estado que dirija sin
coacción los esfuerz(» armónicos de blancos, negros y amarillos,
al bien universal. Como se necesita de la batuta, de ese palitro-^'
que inofensivo é insignificante para que todos, los instrumentos
concuerden y produzcan la sublime arinonia, asi el Estado futb-
PROMETEO
ro sin bayonetas n¡ infiernos servirá pira concordar las fuerzas
sociales. El Estado se convertirá de cañón en batuta.
Por medio de aquella Justicia social de que íiabidbamos, justicia «¿n jMeces que ios ciudadanos se harán recíproca y espontáneamente en cuantas relaciones se vean enlazados, se irá insensiblemente creando esa justicia del Estado futuro, que ya habrá
llegado á su madurez el día en tiue el Juez quede dormido sobre
una mesa sin papeles, en un 'l'ribunal sin litigantes. Derivar,
pues, el eje ya roto de la actual justicia divina (que ni es divina
ni es justicia), hacia una justicia puramente liumana y del Estado, que ampare al débil y al bueno contra el malvado por incultura ó por necesidad; justicia positiva, real, efectiva, que vaya
educando para que llegue á su ve/, esa justicia última, definitiva,
perfecta del Estado futuro, es la obra activa á que debemos consagrai*hos todos los sacerdotes ó neófitos de la biología social.
Queesto es soñar, que esto es delirar, que es imposible, irrealizable/absurdo... [Cuántas veces se ha dicho lo mismo de ideas
y doctrinas, de inventos y aparatos, que después se han incorporado al tesoro de la humanidad! Pero esa impotencia, antes confesada que combatida, ha hecho retrasarse décadas de siglos á la
sociedad. No hay cosa más terrible que pararse llamando utópico
el avance, ese avance que debe ser indefinido, alentador, alegre.
Hay que dar hoy elprimer paso para una reforma que se realizará por completo dentro de mil años. Sentirse solidario con la
eternidad es una especie de embriai^adora grandeza. Soy el nieto
de aquellos que hace un miUón.de años forjaron el primer aparato de tosca piedra, soy el hijo de los que forjaron muchos millares de años después el hierro, y en virtud de ello he llegado á
perfeccionamientos en esos aparatos que me hacen dueño del globo terráqueo y el abuelo de seres inmortales, únicos que quizás
merezcan conocer y conozcan á ese Dios incógnito para nosotros
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que tenemos tan limitada inteligencia^. Dio^(irihCipiOiOios-causa,^
Dios-dirección de todo lo que se agita'^en'-el espació•íüíidÍto¿Jín.^el>^
tiemposm pfinciipio ni fin. •
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^ ví/.í,.'-- ,-,',vv-.- ¡^i
i-' Para ser digno de hablar así es píecisó.no etü¿ihti[dé brazos'.
estúpidarnente, desalentados arttc.las'distancias'^dé,l¡ftá;^osas y. los--^
días, y empleando á cada hofa la palabrVV/npos/Wér.ftsV palabra "
que hay que borrar del Diccionario huthand'p'ai'ar^telecárla va al
del antropopiteco.
.r- '*-;:>. -Vti T''=? - • ^La escala de la justicia no tiene término: empeíO^COt» el.hooi- ,bre y acabará con él. En'su primer peldaño sft'apódetarOn.de '•
ella Reyes absolutos é imbéciles y sacerdotes hipócHtáS.ílé reli- ,
giones infantiles y crearon una justiciaperfícta» sublimé", justicia ^"^
verdadera para la otra tida, para aquelia^vida qué ¿o^Jiade go- -'
zar nadie, con el fin de embobar, engañar y aquiétaí á Us masas; .^
y otra justicia llena dedrueldadesj de pri^ilegios/dé ímperfeccíó-^^
ntspara esta cida, atormentando, an¡qüiIíiíido^'Í4.cuant6s,protes-~-'
taban de ella y asegurándola ricos y'íuertesrá sacerdotes y no- ,
bles una existencia de lujuriosos placeres^ de gulas pantagruélicas^v
y de toda clase de caprichos desenfrenados"sat¡síechos> " "" / >!
Subiendo unos cuantos peldaños esa justicia se ha ido espiri* V.
tualizando, purificando,' alejándose'del cañón y del hisopó, vi- ,'Í
viendo por sí misma, demostrando que tiene esencia propia, y eñ /
esa época estamos, depurando cada vez más'la justicia, haciendo* \
la, no el servidor de clases determinadas, sino el dueño único de. s
todas las clases."
"•'•/ ' '
".'•''' ••^. . -"
.'• * . *''
Allá en los últimos'peldaños, que todavía no hemos pisado,. '
esa justicia es tan inmaterial é impalpable que ocupa el alma de "•
todos los hombres'; quienes entonces considerarán que faltar 3 -.
la justicia seria tan doloroso como hundirse" un puñal en las -'
carnes; y sin alguaciles, sin jueces, sin soldados, practicarán el .
honeste ticere, alíerum non Z«rfere,/y' el tuum eaiqüi ttibuere.'
PROMETEO
Suavemente vamos por esa pendiente predicando y practicando
cadavez más esa justicia <; ""V»/, esa justicia difusa de unos para
con otros, sin esperar I . - J S judiciales ni coacciones guberna>
tívas.
Pero no porque todos los hombres amen y practiquen entonces la justicia de un modo tan fatal, necesario, instintivo y gustoso, como hoy respiran el aire puro (y porque se sentirían asfixiados materialmente si no lo hicieran), creemos que la justicia habrá desaparecido como institución social para convertirse en oxigenó índiiriduai solam • • no: una justicia sin coacciones declarada desde lo alto de c
h futuro regulará todas las acciones humanas, á modo de valuta necesaria para la concordancia,
indicando á cada uno el instrumento que ha de tocar y el minuto
en que ha de hacerlo sonar. Una justicia acordada por el estudio
y la colaboración cíe muchas inteligencias dará las leyes biológicas verdaderas en Economía, en la convivencia, en la coordinación de esfuerzos para cualquier tarea solidaria. Hará el efecto de
la vór, á Cuyo sonido sesenta hombres pueden hacer avanzar el
pesado cable de cobre, que sin esa voz, y con esos sesenta esfuerzos no concordados quedaría inmóvil eternamente.
Y hablamos de voces y de batutas y de coordinaciones voluntarias y espontáneas, porque en esa justicia futura no habrá Códigos escritos, con su enredoso arliculado, en cada una de cuyas
palabras prenden los pleitos á centenares. Ni habrá ' es, ni
fuerzas armadas que impongan sus fallos protestado
"Jo absurdo ¿verdadi* «¿Pero es posible, dirán los incréil'
, imaginar
esa Arcadia jurídica? Muéstresenos un sólo botón de una sociedad, por pequeña que sea, regida así, sin leyes escritas, sin Tribunales, sin fuerza armada, y creeremos posible que esa sociedad
minúscula ensanche sus fronteras, que se engrandezca como la
semilla insignificante se convierte con el tiempo en árbol corpu-
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lento. Pero si no nos enseñáis una sociedad posible, aunque sea
del tamaño de esa semilla, todo esto será soñar cosas impracticables.»
Vaya el ejemplo, y ejemplo de hoy, del día, que podemos observar de cerca y directamente: ¡la sociedad familiarl Allí el padre rige durante cincuenta años una asociación sin Códigos, sin
Jueces, sin fuerza armada: allí no hay pleitos ni causas criminales. Claro es que en lo futuro esta misóla sociedad se esclarecerá
más con la mayor ilustración, capacidad y conciencia de padres
é hijos, mujeres y maridos. Todavía hoy surgen conflictos, discordias, guerras intestinas, que concluyen fuera del hogar. Pero
aun hoy sucede.esto por excepción, porque en millares de familias la justicia, como esa justicia futura de que hablamos. Se administra sin Códigos ni Jueces, sin fallos ni violencias.
¿Y por qué no ha de generalizarse este gobierno del primer
grado de la familia hasta ser el régimen que abarque á toda la
familia humana de los dos hemisferios?
¿Es que la ciencia del derecho es tan difícil que no la puede
entender sin estudio la generalidad? El Derecho es noción que
entiende un niño de diez años. No hay hQpibre que ignore lo que
es justicia, aunque no se lo hayan enseñado. Lo que hay es que
mientras predomine el egoísmo mal entendido y la noción de que
la vida es una lucha en que hay que vencer á toda costa para no
morirse de hambre, casi todos ahogan en el fondo de la conciencia la voz de la justicia qiie les grita constantemente, enseñándoles su deber. Ese egoísmo desaparecerá cuando bien estudiado se
vea que es contraproducente. Esa noción de la vida luchadora no
resiste ya al menor análisis. La vida en lucha es dolorosa, conduce siempre á la derrota, nos hace criminales por fuera ó por
dentro que es lo mismo). En cambio,,la vida generosa en la paz
es el triunfo seguro y permanente, la alegría hasta la muerte. Al
PROMETEO
que vence entre cadáveres tiene ensombrada la conciencia: quien
triunfa sin derramar una gota de sangre, aunque no ostente resplandores siniestros ni riquezas de Creso, es feliz, es bendecido,
es amado.
No hay, pues, que hacer otra cosa para que esa justicia futura
empiece á fructificar desde luego, que seguir siempre las inspiraciones de la conciencia, ese Código de justicia no escrito que llevamos desde el nacimiento. No hay que saber leer siquiera.
Y la justicia futura en el Estado no fallará pleitos, buscará
solamente los medios de que todo se distribuya bien entre todos:
trabajo, pan y recreo. Que todos trabajen, que todos tengan viv^nda y comida, que todos tengan horas para el estudio y la distracción. He aquí toda la justicia futura. ¿Que es muy difícil?
¡Bah! ¡Acordaos de la famílial
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5ñLM05
POR RAFAEL C A N S I N Ó S - A S S E N S
f JH, ñiño inquieto, que añiges á tu madrel ]Que la suerte sea
^"^ clemente eontigol
Tienes los ojos garzos y los cabellos rubios; y un germen de
locura en tu errante mirada y en tu niñez descolorida.
Tienes mi mismo nombre y acaso.el mismo horóscopo: por ti
tu madre llora ya: que la suerte sea clemente contigo.
¡Oh tedioso juego del amor! El galán suplica y la niña niega:
un suspiro, una sonrisa, un sí y un no. |0h, el tedioso juego del
amorl
¿Me quieres?—Te quiero.—El galán suspira, la niña sonríe.
—¿Me quieres?—Te quiero.—¡Oh, el tedioso juego del amorl
El papá vela, la mamá mece al niño: [Oh, el peligroso juego
del amor!
O
lOh, pobre niña, que pasas con tu caja sobre la cadera! ¿Qué
cruel intervención se mezcló á tu destino?
Tu naciente belleza te predestina para el placer y tu sexo es
PROMETEO
un horóscopo de telicidad; tú has sido agraciada con la predilec
ción de los dioses.
Favorita de Venus, has nacido para amar y reir: en tus ojos
profundos, en tus negros cabellos tienes todo lo que se necesita
para triunfar; la leyenda ancestral de las sirenas y las ninfas te
acompaña y en tu frente brilla la estrella del amor:
Y sin embargo, caminas rendida con tu caja, portadora de
galas que tú no has de lucir: las hostiles distancias fatigan tus delicados pies y entre los duros copos y el cres[;0 vendaval, tu juventud apenas tiene fuerzas para sonreír.
Oh, muchacha, ¿qué cruel intervención malogró tu destino?
¿Qué hada rencorosa arrojó á la adversidad de las cosas una obra
que la natui'aleza había hecho tan bien?*
Mi corazón se apena al mirarte pasar, bajo la carga que la
abruma, tu débil cadera muestra la dolorosa discordancia de tu
suerte y tu triste mirada manifiesta el dolor de tu alma, victima
del fatal error.
Oh, muchacha, que con tan buenos auspicios viniste á la vida,
¿qué cruel intervención malogró tu destino?
Cuando llegamos á un país nuevo, en el cual todo es nuevo
para nuestra experiencia, una pura alegría nos llena el corazón:
ávidamente abrimos nuestro pecho al aire nuevo y caminamos
conmovidos, encantados, por ante la inocencia festiva de las cosas: todo tiene un aspecto risueño y candoroso y es semejante á
un sueño, del que está desterrada la muerte; llenos de esperanza,
marchamos al encuentro de la nueva alegría.
Nuestros pies son más leves sobre la nueva tierra; el aire está
henchido de ignoradas virtudes, y al aspirar su fresco hálito nos
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parece que una nueva potencia, triunfadora de todo, se comunica
á nuestro corazón:
Si entonceSj caminando con esa premura jurenil con que se
recorre un país nuevo,.al volver una calle, nuestros ojos encuentran un melancólico cortejo de ojos llorosos y de lutos; ante la
torma negra y rígida que conducen cuatro hombres abatidos, nos
detenemos con espanto: y poniendo- sobre el pecho una mano
protectora, murmuramos con desilusión:—También aquí se
muere.
\
Más de una vez, sobre una tierra nueva, á la que había llegado, henchido de ilusión) un semejante encuentro ha turbado mi
dicha en la pura mañana:—También aquí se muere,—y sin querer ver más he seguido adelante.
Así, oh amada mía, al contemplar de cerca tu divina hermosura, que parecía hecha de oro, de mármol y de divinidad, al
sentir en mi mano el trémulo latido de tu fiel corazón, con hondo
desaliento he dicho por lo bajo:—^Tamblén ella es mortal,—y
triste y pensativo, he seguido adelante.
D D O
eX-LIBRIS
Cervantes y el Monasterio de Santa Paula de Sevilla, por
Norberto González Aurioles.
Es un estudio crítico de la leyenda de los amores de Cervantes con la monja sevillana de Santa Paula, que el Sr. González
Aurioles pulveriza en su trabajo, de limpio estilo castellano, interesante por todos sus pormenores, que revelan la cultura del
autor, y especialmente por el buen sentido que campea constantemente en la refutación.
Léese con gran interés, como todo cuanto se refiere al inmortal Cervantes, cuyo retrato figura en el estudio, debido al notable pincel del Sr. Deán de la Catedral de Sevilla Sr. Torres, que
ha combinado la efigie recientemente encontrada de Cervantes
pintada por Jáuregui, con el fondo que para el mismo retrato
concibió el gran Madrazo. Tan acertada es esta composición pictórica, que ha sido objeto de un caluroso elogio en el periódico
francés Le Journal des Arts por M. Ilutin.
González Aurioles, cervantista entusiasta, continuará seguramente su labor crítica, que nos vaya dando los verdaderos contornos históricos del coloso español, desvaneciendo leyendas que
no le enaltecen, encontrando nuevos detalles que precisen su vida
real, y evitando, en fin, que con ese cúmulo de leyendas inverosímiles que se propalan con ligereza, no llegue un momento en
el andar de los tiempos en que desaparezca esa gloria nuestra, en
que se niegue su existencia, en que se intente convertirle en un
como á Homero, como á Shakespeare, como al Cid.
a O a
<í?
LTEATRO
EN SOLEDAD
DRAMA EN TRES ACTOS, por
RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA
#
Jt €ugen¡o Jfoel, porque si, ¡f porque eomprerjderé
este drama por toda la soledad víbratjte que vivió eij
aquel sótano con ratas y filtraciones en quefulelprinjero en conocerle l¡ace años, una n¡agijlfica soledad, de
la que aún conservo el pdnfco y los augurios, y que le
njantendrd alto y talado *si sólo deduce de ella y de su
negro, toda su videncia y toda su excepción, salvdijdose
d la flaqueza de eoiíjcldir con nadie...
O O D
PERSONAJES
D
neeiDBNTni;BS
Q
E L DE LA CHALINA.
E L DEL MAKFERLÁN.
L A DEL GRAN BOA.
L A DELGAniTA.
L A RUBIA LASCIVA.
E L D E L A NARIZ VINOSA,
L A DR LOS GUIÍSIOS.
L A VIEJA AMARILLA.
EL
EL
EL
EL
EL
EL
Los
DE CHI'=!TRRA.
DE LAS GAFAS.
GUAPO.
ELECTRICISTA.
CONSERJE.
ACOMODADOR.
TRAMOYISTAS.
PROTAGGNISTHS
LA
LA
LA
LA
LA
DE LA FRENTE LUNAR.
MÓRBIDA.
DE LOS A R E T E S .
DESCOTADA.
DE LA BOCA VIOLETA.
E L DEL PELO CRESPO.
E L ALTO.
EL
EL
EL
EL
RECIO DE'PÓMULOS.
DE BARBA NAZARENA.
DE UJÜS BLANCOS.
DESCARNADO.
LA ACCIÓN HOY
a a a
DEPURACIÓN PRELIMINAR
#
I^ADA vez uno mis pronunciado, má$ tácito y más lleno de
^"^ las ofuscaciones y de las frnieionBs de antes de nacer. Porque la verdad Integra está más, orientándose hacia la vida intrauterina que hacia las senilidades de después... A salvo hasta de la
oratoria misionera del silencio, tan inclemente y tan imposible.'.
Emblanquecido y mollar por la influencia de todo lo que es cruel
y acervo gozado en el pecho con un placer de pecho en blanco, de
ojos en blanco, y pensamiento en blanco... Optimista y chiquito
por como recojo la crueldad de todo, humillándome hasta conmover de humillación y de la gran desvergüenza que sólo ella provoca, mis quintaesencias más agudas...
De no poder vivir de un placer inmenso, hay que vivir de un
dolor inmenso, amado vasta y sensualmente y festejado hasta olvidar su principio y su boscaje. Recoger lo cruel en vez de intervenir
en ello como ios demás entumecidos por eso, lejanos de todo placer,
y reconciliados y admirados para no complicarse en sus fulminaciones. Aceptemos la crueldad porque la carné nunca tendrá bastante placer con toda ella ni suficiente glorificación...
La labor presente sólo debe dar fuerza de belleza, de variedad,
y de carnalidad al Uit moiiv de la draesperación bajo la crueldad, esa desesperación ardiente de placer, de alcoholes y de cuer-
pos químicos ácidos y paradisiacos... Sin fe en el porvenir—concepto aniquilado en la vida privada—esta generación debe gloriarse en la desesperación que realza y hace tremar, hasta la exultación
más insólita las cosas en éxtasis y las cosas accidentales y frías...
Por la desesperación trabajada con entusiasmo, con cinismo y con
genio decorativo podrán sobresalir todos los instintos. Es un sustitutivo de la .plenitud, tan grande como ella, pero con un valor único y absoluto de actualidad...
iQue esta obra prescindirá del dibujo sereno, directo, tradicional y hasta revolucionario de las cosast Es natural y es oportuno.
Goces en la desesperada, palabras á la desesperada, amdres en
la desesperada, todo así más receptivo y más hendido, todo asi más
apasionado y más vertiginoso, todo así desenlazado dei único modo
contemporáneo... Ansia macabra de diversión que debe hacer.á la
obra artística, funambulesca y formidable en su divertimiento, dispuesta centralmente por una dulce serenidad, éxtasis de las fuerzas desesperadas, apretándose entre sí y accediéndose unas á
otras...
f
Esta tarde, con demasiada ciudad y demasiada ruido de coches
y carros, de esos carros que en las tardes de atrición parecen estar
todos cargados de latas de petróleo, de nejes de hierro, da carnes
bovinas, todo está recrudecido é irreparable en mi... La pipa se
apaga más que nunca y la palabra es evidente y angulosa...
Se sienten ganas de pintar... Pero en vez de hacer en un extremo de ia cuartilla el mono antiguo, antipático y duro con que se
resuelve la cargazón de estos ratos, acogemos la palabra revuelta y
comprometids, esa palabra en que expira uno tan ignominiosamente porque se aspiran en elia todas las ignominias para ser más
extremoso y más decisivo. |0h, si todos se predestinaran tan rigu<
rosamente, tan pletóricamente, expirando tras cada pronunciación
de su vida, iquó virtuoso, y qué interesante, y qué triunfal seria
todo, en lo desconocido!
Siento mi cabeza Hena de locuras pintorescas, más largas y más
vastas que toda cordura, orilladas de una serenidad que me hace
más empedernido de ellas hasta no poder más, hasta quedar colgante é inerte de tanto consentimiento..« Siento una extensión que
contradice la ida de la extensión y de la perspectiva, una extensión demasiado cercana y demasiado visible, llena de cosas y de
ámbito que sólo'un sentimiento pánico y antiguo hace que no se
vean ni se sospechen, por miedo á encarnizarse alguien el primero y desvariar de un modo inaudito, escueto de imaginación y
de misticismo... Las siento cortantes, voraces, necesitadas de un
exabrupto ó de una onomatopeya... Y sobre ellas hay este cielo de
juicio ñnal que me envuelve y me estruja como una instigación
urgentísima para que pronuncie lo último... iOh, lo último!...
iQaé se puede dudar de este lo áltimof tQuién me ha mirado á
los ojos con mis ojosT Nadie... iiEntoncesIT... Pero ni me he debido
hacerse una pregunta tan imbécil y tan peligrosa, ya que á no ser
por una fuerza armada é ineludible puecTe hacerse una pregunta capciosa que trate de psicología... Una impertinencia asi, sólo la justifica la fuerza, pero no se contesta con razón ninguna defensiva,
porque no se debe poseer, pues se hace ofensiva toda razón común defensiva por como hay que tenerla envainada en uno rasgado por ella y su tenencia...
Se sienten todas esas cosos y su empotramiento, y la pipa cierra
herméticamente el hecho del descanso de esa sabiduría, en la que
lo más alentado es lo último, lo último que estaba en uno antes
que lo primero y por lo que se ha podido vivir, y pensar lo demás
y por lo que se podrá morir. lOh; lo último!
Pero esta tarde, atribulada, no es la tarde de describir esas cosas sino de ayudarse de su presencia... Voy á comenzar un drama,
un drama sin disculpa, en el que el protagonista inventa una nueva depravación al final: la depravación del drama, del drama sin
flaqueza indecisa, del drama que sólo es drama y que así se hace
indiscutible y sin la parcialidad y la angostura de los otros dramas
y su quisicosa genuina, tan episódica... Y antes del drama, impresionado de todas estas cosas, más lleno de repugnancia en su clarividencia, y de excepciones incongruentes, siento que es necesaria
la depuración para no llenarme de vergüenza y de quid pro quos...
Es necesario que ya venciendo la apatía de hablar de cosas extrañas y de las que sólo tengo referencias, hable de lo que nunca quise
pronunciar: de la literatura y desús hombres representativos...
Cometo el pecado irreparable de la memoria, tengo que confesarlo,
pero se necesita sin por qué y sin altisonancia, mostrar que se está
curado de todos los estigmas, asi como de la deñnición literaria
con género próximo y última diferencia...
El interés encarnado de la literatura es únicamente actual, pues
retrospectivamente todo está lleno de cosas gratuitas de las que
sería subyugador, pesadamente subyugador, hablar."
Actualmente, con omisiones de cita por volubilidad y banalidad,
sólo refiriéndome á esta generación y á algún hombre de la inme*
diata pasada, hablaré de algunos literatos dejando todo el resto olvidado á la custodia esclava y anodina de Mariano de Cavia, ese
hombre mediocre^ horrible de inaistencia, que seguro de la fuerza
híbrida y militar de la prenaa, sin teoría, sin rraerva, y sin culminancia ninguna sólo no» llena del apleen y del tedio de la escueta
mecánica de la imprenta, sus talleres y su injusticia inconsciente...
Etcétera...
De la generación precedente sólo quedan unas páginas de Azo«
rin, que después se llenó de un miedo y de una pusilanimidad absurdos, recordando el caso de esos protagonistas da cuentos para
niños con extrañas conversiones, transformado en piedra á fuerza
de entumecimiento, calcáreo sin tener siquiera el ojo central de la
piedra. Es la piedra infortunada y ciega. Azorfn no puede aparecer siempre ligado á la trimürti de Valle-Indán, ese hombre opaco
de lirismos tópicos, de artiflcios, de experiencia y larga retención,
hijo de una ira artística iracunda én su suavidad y en su cautela,
enormemente premeditada, ni de ese Baroja que es la ironía de
si mismo á través de toda su obra, que es la burla de su antes de
ayer, escrita entre ayer y hoy; que es el sospechoso de su realidad
más evidente y más recién expresada por él, sospecha dolorosa,
exacerbada y fría que Conmueve; ese Baroja que todo lo hace con
una malicia de vaguedad que aparenta hacer algo de lo que se
debe, pero que después resulta que es un equívoco del ademán, el
enorme equívoco de que está llena su obra. Así como Valle-Ineián
es sólo un caso de crítica, Baroja es un caM de depósito judicial,
arduo y conmovedor que hace desear su amistad y cruzar una mi*
rada buena con su cadáver más aciago por sus barbu aciagas. Es
un caso de depósito judicial, en el que el muerto violentamente no
tiene iniciales en la camisa, ni papel que le identifique... |Se trata
del cadáver de un suicidat Desde luego, pero muerto por algo nada
sentimental, por todo lo que no quÍKi que se sospechase, y á lo que
hizo demasiado obsesionado y fuerte de palabra j de gesto y de
cansancio... Etcétera...
Después de estos Ires nombres suenan otros más absurdos:
Unamuno, el hombre amarillo sin mundanidad y sin iniciativa,
imitador y vulgarizador plomizo de las locuras inimitables... Etcétera...
Y ahora, hace poco, por sorpresa ilógica, Martínez Sierra. Martines Sierra repugna en todas las generaciones en que se le puede
colocar. Benavente le ha dado un beso en la sien; iserá ese su
hermano de lecheT... Martínez Sierra es un caso de satiriasis, en
un homl>r,e cojo, ñaco y chiquito que desflorara todas las cosas que
la intransigencia reservaba para mayor gloria; será el que arran'que la novia al amor, porque es el varón que la pone casa. Ella
va hacia él sin denuedo para no hacer la confidencia excepcional,
pero si para mostrársele y obligársele en lo más superficial puesto
que es el que la ha puesto teatro, ó, la ha puesto libro. El dará todas las simulaciones, y esa juventud que calla se habrá visto precedida por el sátiro enclenque, ciudadano, con un alma sentimental
y camprodoniana, en el trato con las niñas de trece años, que conservarán toda la virginidad porque con «eso» no pudo arrancársela pero habrán perdido la inocencia... Etcétera...
Martínez Sierra es el hombre que por no tener más que una
técnica profesional y turista, un turista tratante en blancas, un
alma simbólica sin fuerza pero con avaricias y lirismos, no es más
que el tratante en blancas de la literatura .. Una cosa así con un
etcétera.
Después de estos hombres, la gran omisión, pues aunque habría
que hablar de otros hombres de más éxito y de más injusticia, esto
sería demasiado redundante después para mi vida y mi humildad.
Sin aclaración hablemos de todos en una mezcla desdibujada y conmovedora, sobre todo de esta generación.
Todos, mientras el ambiente se quedó un mvmento sin supersti-
ciones, ÉB han llenado de todas seriamente y se han hecho una síntesis de toda la historia con pasilaminidad. Su austeridad es tan
vana j tan obtusa y tan cínicamente austera que pensando en todos
ellos y en su penumbra-no s¿ más que sin palabras, coger una cosa
de mi mesa como Un delirante y oponérsela. Y basta, porque es d»
bronce y es una cosa perfectaniente.distinta esa campana vetusta
y negra que compré en el Rastro. Lo misino se les podría oponer
un acto sencillo. El acto de encender una cerilla ó de mover la
mano con un gesto inexplicable y abierto... Después de ese gesto
que me lapiden ó que continúen. Habrá bastado como descargo
privado, pues la controversia es fatal, ya que en toda controversia
á la que den ellos estado y valor político, se es tanto el controvertido como el contraventor y queda uno cárdeno é infeliz;.. Etcétera...
Todos abusan de la gran repugnancia impulsiva de un momento histórico y de una muchedumbre, para hacerse los rigurosos
y dar una sensación de altos gestores y hombres simples y directos
que quieren volver á implantar el feo sentido del gusto social. Opo*
nen su miedo y su contracción á una franqueza personal, espontánea y deflnitiva. que si interpreta la historia laiintérpreta como si
dijéramos en su nonna^ismo, con apostasía y expiración. Ellos, cabezas de metal, con un trabajo inorgánico, mesócrata y tardío,
contrarrestan esta franqueza, en .uña obra sin otra flnalidad que
lafinalidad;sin adjetivos de voluptuosidad y de calcinación, sin
corporabilidad y sin paisaje, ni por higiene, ni por paisajismo, ni
por esa ansiedad de hacerlo mórbido y campestre todo. Etcétera...
Cerebros en que no secompensa nada ni se redime, van á hacer imposible para siempre la identificación personal y perfectos
operadores van á evitar la pesquisa personal y hasta la di8a>epancia. Así llenos de cálculo, sin ventilación, sin revotuoión, pl&mfoeos,
negros y nostálgicos, rehusan la solución del problema de la vida,
que 68 sólo, «sóloo, solución de continuidad, exasperada y consumida irreparablemente... Etcétera...
Son demasiado cosas correspondientes, fíjas, ensañadas, desemejantes, y no teniendo más que un acto de grandeza que cumplir
que es el de su creación más que el de su conocimiento, no pueden,
porque esa facultad de creación, necesita una inanidad fantástica y
refractaria, llena de todas las posibilidades, todas indiferentes por
igual, sin contacto, sin costumbre, sin creación y sin hipérbole...
Algo sin desdoblamiento, indómito y menudo... Etcétera...
De aqui que á todos les falte la procedencia, procedente sin metáfora de un agua hialina y natural. Su procedencia es desconocida... Porquej ¿es que fijaron en todo su significado un grano de
arena á lo menos para su exaltación? No. Por eso tedas sus asociaciones de ideas, son lejanas y tediosas, por eso, porque esa desviación en la procedencia es como una grave desviación de la espina
dorsal... Etcétera...
En ellos el principio de sus literaturas es la misma literatura,
cometiendo asi algo peor que un incesto, algo más monótono y más
patizambo, algo más difícil de representar... Etcétera...
Resultan además comprometidas ya por esta generación todas
las otras... Serla hermosa una degollación de los inocentes. Si no
los nacidos después de todo esto, deseosos de hacer obra cívica,
pulcros, irrevelables porque la malicia ha suprimido la revelación
de las cosas, como medida de orden, con el deseo de la literatura
como vulgarización serán fáciles como no lo fueron otros niños
para el pacto con los muertos y con los amos... Etcétera...
|0h, esa generación corruptora con sus virtudes arcaicas renovadas bajo los laicismos!... Etcétera...
Trae á la Europa cristiana, que ya estaba haciendo irreparable
BU ruina, la restauración que alargara la era de las literaturas literarias y literales; aportando en vez del cristianismo, el protes-
tantismo 6 una cosa asi que evitara aciagamente los contrastes
torpes y delatores de que estaba ya hedionda la religiosidad de an>
tes y pactara una transacción definitiva, con la teoría del desarme
proporcional y el desapasionamiento... Trae un rigor desatento que
es peor que el del pasado porque es el del porvenir... Ni se hace decisivo lo pintoresco, ni lo irreconciliable, ni lo contrario, para armonizarlo bien y formidablemente... Acogidos á una neutralidad
despótica, societarios y empantanados, aman á la naturaleza,
aman á la patria y aman á la mujer... (Horrible amor porque es
lo que hace incorregible y decidida su propagación y lo que lo inu«
tiliza todo de un modo más irreparable que odiando ó matando ó
fracasando... Etcétera...
Están llenos del falso alarde de los conversadores y de los trapisondistas y cobran incremento gracias á Amérióa del Sur... iHediondas relaciones hispano-americanas que influyen en la-incapacidad con su poder y con su capitalización... Etcétera...
Quedos y timoratos se han detenido en la simple precisión de
las ideas autoritarias que repugna á todos y que en todo tiempo á
lo menos llevó á las muchedumbres á inventar grandes y fuertes
errores y supersticiones estragadas contra las ideas precisas, frías
y hostiles, que así descompusieron... Etcétera...
Todos van á lo suyo, llenos de una sorna imbécil y deshecha su
cara... Se les podría atacar sólo por su rostro... Miran Con las cejas más que con el carbón de sus ojos, y siempre se las encuentra
uno Ajas y llenas de una visión de primer término incapaz de otra
idea que de la idea gafa y seca de la propiedad y de la categoría...
Son aspirantes á cátedras, si noson ya catedráticos, aspirantes
á periodistas y á que sea conocida su nariz, su barbita ó su bigote,
única compensación de los hombres que no se rematan con grandeza y expresión, con la insólita expresión feliz y esencial por lo
desnarizada, lo inestable y lo eludible... Etcétera...
Asisten sobre todo á todas las conferencias do los americanos
y á las de los hombres dignos de ser americanos. Pasan por un día
acerado y neblinoso con un chaquet ideal y una gran cartera ideal,
haciendo un gesto procaz de estar vestidos, de estar admitidos y
relacionados, y se traslucen tanto frente á la arquitectura de la
ciudad vieja que parecen cosa de su mampostería, de su mazacote
y de su distinción... Sintiéndoseles destinados al destino, no á un
destino ya que no puedan estarlo al albur, sino al destino una cosa
tan fría, tan temible, nada personal ni original, retruécano anodino de una palabra, retruécano duro, insistente y recrudecido que
se ileuara de potestades en la publicidad y en la constancia, pues
están hechos por su público, ese público flojo y laxo, que lee y escucha lo que no le abre camino en el aire ni en si mismo... ¡Oh, ese
público compacto y sin héroel iCómo arrostrará su rostro después
de ser influido por sus escritores? De ningún modo, pues están
fuera de si, sin vuelta, sin contacto posible, sufriendo los dolores
artiflciales. con las cabezas liradas hacia detrás como bueyes con
la coyunda fija al carro de piedra, con ia (rente atirantada y prendida en la nuca, lapidada á la vez por una carga muy pesada de
piedras que labrar, los ojos congestionados y vencidos por el peso,
y el alma aburrida... ¡Oh, ese público de bueyes que lleva en el
alma ese camión al que han uncido á todo hombre piedras imposibles! jCómo esas gentes atentas se formarán después y podrán hacer BU punto y apartet... iCómo encontrarán sus ojos después de
haberlos perdido en la visiónT tCómo encontrarán después su comadreja, 6 su lombriz de tierra, ese bicho interior que contiene
nuestra inefabilidad y nuestra coherencia sutil y confidencial y retractilt... Etcétera...
lOhl UY la condición más superior del hombre, la condición casi
sobrenatural de la retraclilidad?! (cúmo la hallarán después de cosas asit Desgracia es todo esto que no merece desdenes porque
desdenes sonftúnveneraciones, ni aún desdenes del desdén, sino un
beso en la calavera de todos, en su calavera viva por haber escapado á la cerrazón curiosa de sus libros en que las ooo están tan cerradas, por decirlo asi, y en que todo sin paisaje es una O genérica
y versal, sin evasiva ya después de haber entrado de algún modo
dentro de ella... Etcétera...
#
En la tarda ya hay un poco de cansancio por este atrevimiento
consumado. Hay narices repugnantes que ofenden por ia claridad
que han tomado frente á uno... Es necesario para reponerse olvidar esta bajeza, evocar algunas palabras refractarias que hagan
más supremo el por qué de este irme enfondando, tan tranquilo,
tan cuotidiano y tan desgarrador... Siempre también he tenido una
dificultad en emplear la palabra literatura por su sentido de generalidad y de enrarecimiento y sebo, pero hoy hay que completar la
idea de mi tendencia frente á los otros, tan vivos, tan manifiestos,
esta tarde...
La obra literaria tiene que dejar de ser obra literaria, porque
asi no se justifica de ningún modo, tiene que ser obra heroica, enconada, que muera por si misma, no ppr un acto bráve como los
suicidas, sino por una persuasión arrojada y excesiva, palpitante y
dentro del último momento, primero y último, por su actitud conmovedora y restañada en un mismo tiempo... Etcétera...
La literatura es una fuerza de irreconciliaeión para todo tiempo
que no sea presente ó toda cosa que en ese presente no se hunda y
se traspase de si misma de parte á parle en todas sus partes, irreparablemente. Debe ser tan compacta, tan atenta que consiga que
todo se cree por ella, hasta uno mismo evidenciando asi que la palabra crea el órgano... Etcétera...
La literatura es el balance de todo lo iliterario, de todo lo cientifíco y de las moralidades y de las religiones y las políticas, es la
manera de darle á lodo semejanza, fiti y espasmo, es el modo de
invertirlo todo para no morir estériles y observantes, es el modo
de comprometerlo todo en una síntesis, en la que de una manera
ingrata y voraz asi como el instante supremo y estrangulado de la
mujer, es extraño y divergente para ella, en el momento supremo
de la literatura debe veriñcarse también una estrangulación en el
enlace del hombre con la vida y con lo pintoresco y se deben tener
todas las divergencias... Etcétera...
Es la manera de vivir interlocutados, con los ojos cerrados y
grandes, gozando todos los bienes ocultos, tiranizados ú hostiles...
Es el medio, gallardo y demostrativo, de ser estériles con una esterilidad sin pena porque sabe bien que lo que se llama fecundidad
combate y desaparta de si todo solitarismo acrecido y admirable,
dejando la vida sin arquetipo fijo lanzada á la excentricidad... Etcétera...
Es la consunción de uno mismo y su horario, pintoresca de ceremonial, de totalidad y de pantomima... Etcétera...
Es la usurpación, la trituración, la vendimia y el sacrilegio cometidos á mansalva. ¡N'ada conservado en los bolsillos ni en el
aprecio. Todo dilapidado así, porque si no, tde qué valdría lo adquirido y lo merecido, sin pegarse á la carne y á la plenitud y sin
padecer por el gasto liberal y espléndido hasta en su merecimientof Hay que ir liquidándolo todo, en una liquidación arrasada y
grande, con que arrancar á todo su última insinuación y su último hálito... Etcétera...
Es el modo de cerrarse á la vida de infinito, descomponiendo
ese resultado de malas asociaciones de ideas, y morir de fínitad...
Es la única probabilidad de lo improbable y de lo imposible porque
los puede buscar con su profundo sentido del tacto más eficiente
que el de la abstracción... Etcétera...
Es la compensación de todos los amores á la que contraria todo
lo que no es literario en esta forma sin angosturas... Es el pecado
de simonía después de haber merecido por gracia absoluta y prolija
los bienes del Señor... Es la teoría de las salvedades y las inculpaciones después de haber razonado más admirablemente qne nadie
todos los deberes, teoría procedente de la facultad de desmentirse
después de todos los asentimientos. Pero desmentirse por una gran
fe en ellos... Por que á los deberes y á las doctrinas no se les discute sino se es demorador pusilánime, se les falta... Etcétera...
Es un derecho de excepción que burla todos los derechos comu«
nes y blasfema persuadido de lo categórico más que de lo imperativo .y fiscal que ha de ser el hecho de nuestra trituración final,
llena de un sentido tan nihilista, con un nihilismo que nos será
imposible agotar... Etcétera...
Es la verificación de uno mismo más allá del examen y contra
el examen, pero después de la voluntad... Es la revolución de uno
mismo como ambiente y suelo y cielo, asumiendo todas las cosas
en la vida privada, muy recónditamente, mientras en la publicidad
oficial todas siguen sólo escrituradas y enlitigio... Es el abuso de
la propiedad frente á toda retención, abuso en que se niega el derecho de propiedad y se le sobrepasa^ se le goza al mismo tiempo,
lejos de las negaciones cristianas déi anarquismo, tan inorgánicas
y tan sequerizas... Etcétera...
Es el trato con las cosas perdiendo la dignidad humana, sin
alma de Íncubos, sino con deseo de seducir la voluntad en gregue*
rías fáciles y en olvidos... Etcétera...
Es como el adulterio cometido por uno mismo con la'esposa de
uno mismo, dupiicánduáe y dupiicáudola en uti sentido más decorativo, porque era muy penoso ser el marido y todo estaba lleno de
razones para poseer, que perjudicaban el acceso y le arrancaban
toda la autoridad posible y nueva y toda la diversidad. Que el principio de la vida es de inñdelidad por la sucesión ardiente y exclusiva de fidelidades, fidelidades subitáneas, que tienen que morir subitáneamente para no desanimar al tiempo y sus frescuras... Etcétera...
Es si no un descubrimiento, la explotación indudable y sexuada
de todos los descubrimientos actuales y posibles la explotación de
su acero, sus insulasy su matemática, explotación que se consigue
con el estado de gracia que es un estado personal y retraído de
simultaneidad lleno de toda la gracia universal. Y si esto no es notorio, no es necesario que lo sea porque la notoriedad es la explotación pública, aviesa y envidiosa de una facultad personal intransferibie y lejana... Etcétera...
Es en la monotonía y en la elevación de los adornos públicos,
miniar dibujos contradictorios y afilados que aconsejen placeres
difíciles, curvilíneos y arrastrados... Etcétera...
Es la perspectiva y la sacrificación que lalta en toda filosofía,
en toda pedagogía, en toda mujer y en toda elocuencia. En la literatura la perspectiva se rodea de toda si, allanando y sobrepasando todo lo inexpiicablo, venciendo sólo con su sereno y despojado
transcurrir todas las inercias y todos los imperios de todo eso que
está escrito con tales vigores casuísticos que sin ella mantendrían
en un eterno preámbulo á los hombres y las cosas... Etcétera...
Es el modo de hacer innatural y lejano todo por muy cerca que
esté, para que no encarne sino que alumbre y ponga espacio alrededor é insinuaciones limpias de extrañezas. Es lo que debe desmedularnos, de acuerdo perfecto con fatalidades claras, haciendo
perder todas las esperanzas con un efectivo desgaste y con una
realizada violencia. Es lo que disuade tanto, así como del demasiado de la literatura, de todos los demasiados... Etcétera...
Es lo que hace plásticas á las cosas j á las teorías también
como á cosas, corrigiendo asi al gran error de la tradición que
abrevió dentro de la vista y del tacto, por una viciosa razón recrudecida y enfática, todo lo que no era masque plasticidad, plasticidad que reintegrada y esoteorizada hará obvia y consoladora la
explicación literaria de la literatura, de la ñíosofia y de la ciencia,
abasteciéndonos, y llenándonos de concavidad y de acogimiento...
Etcétera...
Aquí, después de todas las observaciones anteriores conviene
anotar que en su desarrollo la literatura puede negar todos esos
principios si comenzó haciéndoselos ó los sabe en lo que tienen de
inevitables aun cuando los salte.
En su desarrollo la literatura debe—con un debe innecesario y
funámbulo—iniciarse ante todo en la oposición del motivo, del que
todos dan el sentido intomable y directo, defecto por el que nada
ha sido autoritario y real porque el motivo en su confesión llana y
prevalida, se mostrarla imposible, opaco, cerrado y opuesto á ser
accedido. Por esto todo debe desnaturalizarse y verosimilizarse en
su más extraña verosimilitud para naturalizarse con nosotros, evitando asi que suceda lo que en todas las literaturas llenas de dos extremos intermedios y sin asimilación, los dos inertes é imposibles,
sin anfructuoaidades y sin distinciones, es decir, sin esa gran conformidad con uno, tan honda, tan sui generis, en que todo se habrá
sobreentendido entre si de recato á recato. La naturaleza no tiene
parecido recto, sino parecido furtivo y extraño, momentáneo y delirante: por eso peca esa visión natural de todos, que preside una
insólita teoría de reciprocidad y equivalencia entre el modelo y el
5
artista, entre el artista y el crítico y entre el otro y él y entre él y
e] otro; y por eso repugna por su vicio seco y soltero, por como es
toda refractaria, sin saber deformar su dibujo según la estructura,
el estado y la voluntad, única manera de conseguir las grandes
asociaciones de palabras, de placeros y de paisajes... Etcétera...
Hay que llevarlo todo á la incipiencia, porque en la incipiencia
de todo está el valor suave de las cosas, el valor climatérico y sabio, todas pasndas y atemperadas por algo como el sueño físico nocturnal, todas llenas de ese valor de que están desprovistas en las
obras usuales que sugieren, el día que se las lee, el presentimiento
de peladilla de que m» llegar;» la noche á su iiora y en su oportunidad, haciendo su seíial emoliente de identificación... Etcétera...
Hay que venerar y hasta morir por las cosas para salvarse de
ellas con un vasto humorismo en el que estará en extensión y en
voluptuosidad la más seria y rendida de las verificaciones. El que
no hace grotesco y trágico su tiempo; quien no lo agrava hasta
a locura y la infamia artística no vive su época y lo mismo da
ya que sea anarquista ó conservador i)ues todo le será irrespirable, todo perdido en el nunca jamás... Etcétera...
El vicio de la época es el absoluto de tiempo y de politecnia sin
excepción ni demora posible, y en él hay que llenarse de la difícil factura y modulación de osto humorismo, que comprometerá y
desencajará todos los dibujos hipócritas, haciéndonos afines con
el secreto de ingenuidad, de feminidad y do calcinación, en el que
con fanatismos y legalidad no hubiéramos entrado nunca, muertos en su dintel y sin resarcimiento. ;0h, la tragedia del humorismo orante y 9pl¡cado, acceso inverti'lo del placer, vicio de la épocal... Hay que reducirse, enfondarse, despechugarse y reblandecerse con una gran propiciación unipersonal é inauxiliada, única
manera de buscar las vueltas al goce neto y esencial... Etcétera...
Todo lo que se escribe debe descomponerse, fracturarse y po-
sarse al fin sin extravagancia, sin dureza j con un agotamiento
que estilizará y situará todo en su perspectiva según un arte decorativo comprensible y seductor... Porque sobre todo lo que tiene la
observación de verdadero está lo que tiene de subordinado, picardía
sobreentendida por «ellos», pues hasta con su Dios tan hecho á su
semejanza, han tenido en cuenta esa subordinación. Pero primero,
q ue todo torne á sf mismo, cometiendo un acto como de homicidio
sobre las cosas para su salvación. Etcétera.
Solo así, alargando fuera de sus limites todas estas pronunciaciones, se evitará la pesadez y el enrarecimiento de toda la obra
literaria, escrita con un criterio demasiado demasiado, sin disolvencias, empedernido '^ fernal—porque la idea del infierno no es
más que el vicio de prolongación y de continuidad impuesto á las
cosas que han debido saciarse de su arabesco entrelazado, en vez de
crear la idefr'ilena de extravío de la recta indefinida.—Hay que solucionar esa literatura que en vez de desviar los objetos en una refracción visionaria, en vez de proyectarlos, los solidifica, los anticúa, los prorroga sin facultarlos de sus influencias privadas y sin
concederles su sexo contrario, su sexo bello en contraste de nuestro sexo feo pero activo, porque no sólo necesitamos el tercer sexo
sino quién sabe cuántos otros más. Etcétera... Etcétera...
Pero todo se apisonará y se laminará sin aspaviento y sin dar
parte á la justicia. Etcétera.
Vuelvo á la noche ya... Lo dicho dicho está, aunque después
tenga la repugnancia de las pruebas en que todo se nota restringido aún, y demasiado distinto del otro presente, de su temperatura y
de su destrucción... Saldré en el enlrelanto y como siempre me sentiré á salvo de esta necesidad perentoria de vivir del vicio de la
época, hecho un momeiilo bicho y adherencia, ó algo más pulverizado y raás sigiloso, sólo con mirar una puerta obscura ó un intersticio en la manipostería... i Y desearé cualquier metamorfosis, cualquier suplicio, ciiaiquier cárcel, cualquier golpe de los carniceros,
cualquier espectáculo del éxito de los otros, todo antes que someterme á ser como ios otros el hombre que defino el materialismo histórico ó el romanticismo.
¡Oh, pasear por la cuidad, con la cabeza muerta, todo hecho como
de flojedad, de trapo y de agua, después de estos ratos de asiduidad
y de acceso... Con la cabeza muerta por lo muy fuerte de su acogolamiento, y ver la falsa proeza, sin cólera y sin oratoria... La cabeza muerta m.-ís que de muerte, de inmunidad, de corriente, y de
facilidad, por lo que se ve bien que no digo muerta más que para
hacerme compreiuier de los que (iicen: —Zi'so ha muerío,—porque
no sienten la fuei za suficiente para vivir de su estado perfectamente asumible, un estado como este mió en que el muerto resulta
muerto porque no hay quien asuma su dificultad y su caída y su
agravación máxima.
Pa.sar con la cabeza muerta por entre todo, inclinándose hacia
la pared, borracho y persuadido de fuerza de gravedad, contrarrestándolo lodo con esa ternura y esa prestancia, lleno de molicie, de
piernas y de poiichinelismo... Y lodos mis amigos trabajando en
la prensa y esas mujeres y las otras desdoradas por ellos...
...Y yo encontrando más motivos y más ofuscaciones inenarrables para malar mi cabeza, sin esperanza ni atención para el
día próximo porque eso rompería con una acritud imposible mi
suspensión llena de dibujos que necesitan su tiempo y su ensimismamiento para quedar terminados...
Y un día ahogarse en concisión, cayendo completamente dentro
de una mujer, de una profesión ó de un accidente pintoresco y suave... Nos quedará ya indeleble, como idea única, la de nuestro
punto matemático y eso bastará después de todo, después de iodo,
es decir, después de haber agotado todas las posibilidades del pensamiento, condición sine qua non, simpliñcadora y suprema.
t
ACTO PRIMERO
t"* L Teatro obscuro y visojo... Las candilejas apafc^'^*", y de las
Juces de las dos iáixiparns de ¡a emliocadura sólo encendida
una y esa asordecida... Esta nota desigual y descompuesta de la
luz, ya pone obsceno, mugriento y desarrapado el ambiente... Detrás del telón corrido se escuelian voces con un tono de vida privada y desatenta, agrio y chillón... La concha del apuntador se
tira hacia atrás, como sobre su nuca, y aparece por ella una cabeza
desgreñada y canalla de tramoyista. Ese hombre hace un gesto de
rana, avanza haciendo oi\dular el lolóii y poniéndose después de
cuchiias frente á ias candilejas, grita:
—¡Si no dais luz, bien voy á veri... Apagadas todas, están todas fundidas...
Desde dentro le responden.—Va (y la luz se hace en las candilejas). (Desde dentro vuelven á hablar.)
— Í E S de las verdes ó de las azulesT...
El que está en cuclillas.—Verde.
(Otro hombre aspira á salir por una esquina del telón y desde
dentro le amonestan:
—lAnimall... He dicho ya muchas veces qne se rasga el telón
por salir por ahí... iNo sabes el camino de la conclial,.. Y sobre
todo, el telón debía estar ya levantado... ;Pacol... Ya hace una hora
que ha salido el último espectador, ese espectador como paralitico
que sale siempre el último...
(Otra voz).—No, D. Félix, el último no es un paralitico, es
siempre el señor que al ponerse el gabán no encuentra la otra
manga...
Otra voz.—O el que cree que ha perdido algo, ó el que vuelve
por los guantes de su señora 6 por el paraguas...
Otra voz.—Pero el último más gracioso es el que se ha dejado
el sombrero... ¡Pues el que después de haber vuelto por sus gemelos olvidados, ó por su bastón de puño de ave, exclama:—uOhll
iCaray, si no lo he traído!...
(El telón comienza á levantarse con un cansancio y una precipitación irregulares, de insomnio y de alta hora, terrible su barrote de hierro, y como agotado y malhumorado el brazo de campanero de Paco... Un hombre se adelanta y da una bombilla al
tramoyista... Las candilejas se vuelven á apagar, dormidas de
desamor... El espectáculo en el escenario es anguloso y grotesco
por sus luces, sus maderas' sus hombres y sus mujeres de la calle,
sin distinción ninguna, todos arropados y como con chepa, más
largos que nunca ó más enanos, con las caras largas ó achatadas,
demasiado amarillos, demasiado cárdenos, demasiado lívidos 6 demasiado trasparentes... Los grupos que hacen, tienen ese aspecto
deplorable, necesitado, y enfermo del pecho, que tienen los sitios
de desocupados que no pueden estar más que en la calle ciudadana, desocupados que algún día pondrán pleito á la corona
porque tienen «su derecho»... El desbarajuste del decorado pone
mníancólico el escenario como un desván lleno de cosas inservibles, cojas y secas, ó como un cuadro de nevada y de inclemencia
de melodrama con niños desgraciados, muchachas deshonradas y
madres ateridas..i El sarcasmo del drama Los DOS PILLETES queda en todo escenario como representativo... El árbol del bastidor
inclinado en el fondo dásólo el pesimismo y la fealdad del árbol natural... Un flanco de habitación en el que se vé una puerta inútil, dá
el pesimismo y la ruina de las habitaciones cuotidianas, y así todo
tiene algo demasiado final y faccioso. Sobre todo los grandes aditamentos vueltos del revés son los más trágicos y los más fríos,
tan laminados, con un perfil tan recortado y tan mezquino, con su
esqueleto de listones y todos no obstante esto tan representativos y
tan corruptores... Y tan divinos... Todas las decoraciones burladas
por los agujeros que hay siempre en ellas y por sus hilas trágicas...
En todo el ámbito asi, parece quo su hace menester una gran
indiscreción personal, do alguien ó alí^o que se rebele y que explote, que abra los techos, y que salve al teatro de esa humedad y de
ese telarañado que viene de abajo y de ese desaliño y de esa desvergüenza... Hay así en su recrudecimiento una tos y una tisis
agudas... Y el aire tiene aguijados silbidos sin ruido siquiera,
peores por eso... Y unas raras estalactitas se forman sin claridad...
Los tramoyistas—la nota más injusta y más llena de una crueldad irónica y violadora—se afanan alternados en quitar el último
bastidor, en coger una mesa <jue había quedado demasiado ingente
y fea, demasiado en medio... O una silla, coja ó rebajada por lo
muy evidente que (|uedaüa ya...
P'ijo, en primor término, hay un grupo de cómicos en que hay
un hombre con la nariz afilada y torcida, y con una gran chalina
azul con pintas blancas; otro do inedii) lado calilicado de espíritu
estrecho y fanático por su niakí'erián de ala color de mosca muerta; otro exaltado que lo dibuja y io oíeude todo de palabra y obra
con su nariz vinosa; una muchacha doigadita, con la ropa ceñida
á sus caderas, ostensiblomenle desgraciada, dolida de trasnochar,
y sobre todo, aplanado su rostro agudo por lo desmesurado, lo repeinado y to seco de su pelo; y otra mujer gruesa, con una cintura
estrecha, la cabeza echada hacia detrás, un sombrerón, y toda
llena de guiños y brillos...
Apoyados en el piano del fondo—un piano ladeado y deplorable,
roto el satén verde antiguo del respaldo, un piano como vacio y
destripado, con teclasflojasy laxas sin primera intención—están
una mujer envuelta y como oculta en las vueltas y en la caida de
un gran boa, casi acostada por como se recuesta, y un señor de
chistera que la seduce, sudando del esfuerzo con la chistera echada
hacia el cuello de tirilla, las orejas maliciosas y picudas sobresalidas sobre el ala...
En un rincón de bastidores escalonados, están pegados á uno
de ellos hasta ahondar la tela, una rubia lasciva con elxuello muy
largo y plano, con el busto imantado, y, abandonando una de sus
manos frías y cortantes de sortijas, y un hombre guapo, de esos
cómicos con los pantalones muy ajustados ásus piernas en comba,
que por no tener voz no es el perfecto cómico de ópera y sólo vivirá de su guapeza en los teatros de verso...
Todos; tramoyistas, cómicos y extraños hablan en confusión y
pricipitadamente.)
£1 de la nariz vinosa.—Al autor se le ha debido perder el corazón en la barriga...
El de la chalina.—liPero, hombre, qué es eso del corazón en la
barriga!!...
£1 de la nariz vinosa.—iNo habéis sentido en esas horas de profunda emoción, como si el corazón fuera á caer muy por debajo de
su sitio y por lo tanto en la barriguitat...
El de la chalina.—iHombre, nol...
El de la nariz vinosa.—Eso es que no conocéis el éxito... lEl
éxito, amigos mios, es como un percance lamentable, y es fuerte
como una pulmonía de la que tiene hasta su agudo dolor al costado!
El de la chalina.—Parece que llamas éxito á alguno de los fra-
casos que te hicieron giiardar cama, poniéndote á la muerte... En
el parte de enfermería de la prensa todos los críticos estaban conformes. ..
La de ios guiños.—La cama después de un fracaso debe ser una
cama de hospital... Yo no me acostaría...
La delgadita.—A mi me daría lo mismo... Con tal de que no me
despidieran...
El del makíerlán.—El éxito verdadero ha sido el de esta noche
y no sería raro eso que dice Cnl" ' . del corazón en la barriga...
En efecto; todos los (jue tienen í- ••.••. parecen lívidos como perdido
el corazón y su fuente... iQuó desangrados quedan los pobres con
las piernas torcidasl...
La delgadita.—Sobre todo debían ensayar su salida á escena...
Todos salen de cuclillas y con la cabeza demasiado baja, como
guardada en el pecho... Y todos cocean.
El de la chalina.—Todos parecen judíos avaros y taimados...
El de la nariz vinosa.—Muchas veces he dicho yo que debían
pintarse como uno de nosotros, contando con el ensañamiento de
luz, de las baterías... Y salen comidos por el negro de sus bigotes
6 de su traje... Y no digo nada si tienen barbas, cómo les profundizan y les fanatizan... Ya ve» tú hoy n\ salir ol autor, su nariz
resultaba feísima y como un garabato y por su descuido se parecía al personaje más desfavorable do su obra...
Un tramoyista en su faena.—¡Cuidado! ¡Cuidado que se te va á
marchar el bastidor, cógelo bien!
El del makferlán.—Kl último acto ha sido una ovación atroz,
pero con estar muy bien escrita iíi obra, el éxito lo ha hecho doña
Amalia...
El de la chalina.—Ni dudarlo cabe... ¡Cómo ha sostenido toda
la jumada un llanto silencioso y sin lagrinionesl i Y en la escena de
la misericordia, qué aplauso más unánimel Y que no se puede de-
cir que estaba acotada por el jefe de claque porque alli un aplauso
interrumpía una escena de conjunto...
La de los guiños.—Si, ha estado bien, pero se vela que no se
sabia el papel...
La delgadita.—Y que tenía demasiada cola... iQué exageración!
El de la nariz vinosa (bajando un poco la voz).—Enrique es el
que ha estado detestable, porque'en vez de estar en el papel del
drama, estaba en su papel de Enrique, tan directorial y tan malicioso...
El de la chalina.—Con toda su distinción, siempre está en jiose
de banderillero... Fijaros cómo está citando siempre... tNot...
El de la nariz vinosa.—Además no se qué hace con sus brazos
que encima de tenerlos largos parece que lo son más por como los
mueve con una gran lentitud y con grandes pretensiones... iNo
creéis que debía cortarse un poco los brazos para ser buen cómicoT
iSobre todo el derecho, que no deja de extenderlo ni un minuto... lOh
ese defecto horrible de tener demasiado brazo derechol...
El del makferlán.—Y las patonas... Esas patonas que mueve
sin ninguna desenvoltura y sobre las que solo vale ponerse muy en
puntillas... Por ese gesto que conserva en todos los papeles parece
que no se varía de obra en toda la temporada... Aquel gran actor
que se llamaba D. Félix Molina de Bendino, nos lo decía á sus discípulos. «Los pies descubren la farsa teatral si en vez de tener el
movimiento fácil de la vida, tienen movimientos viciados de tablado » |Y qué razón tenlal porque hay que ñjarse que si en la vida
los pies pasan desapercibidos en escena están altos y evidentes sobre un pedestal...
La delgadita.—Sin embargo, ha muertofcomoél sólo sabe morir... ly el gesto de D.' Amalia de cerrarle los ojos qué propio y qué
original... A nadie se le hubiese ocurrido... El traje es el que no
era á propósito para un acto tan triste... Ni tanta joya...
Un hombre de gafas, con los brazos en alto, sofocado por su indignación le grita al electricista que está reparando el flexible de una
bateria.-^iFernández, lia sido imperdonable lo del sej^undo actol...
Olvidarse de lodo el segundo término... ¡Por dónde iba á entrar la
luz del amanecer sino por la galería de cristales frente al marl...
Gracias que el público no ha caldo que si no el meneo hubiera sido
formidable... ¡Y cuidado que se lo había advertido en los ensayosl...
El electricista.—Dispense usted... Pero como no se veía bien el
último término desde el rincón de las llaves, no lo noté... También
ea que no hemos tenido ninguna decoración con tanto fondo...
El de las gafas.—A ver si se repite... íVa usted á necesitar también un traspunte!... (Dirigiéndose al do la nariz vinosa). Fernando, icuándo querrá usted coitiprender que no se puede entrar en
una escena de gran soiree, haciendo un papel de joven, con un
puro en la bocat Ya se sabe, siempre que puede usted, aparece con
el puro y ya me tiene usted á mí irritado todo el rato, porque además los suele gastar con anillas estrepitosas como lanzaderas llenas
de luces falsas... Hoy hubiera entrado á pedirle lumbre y me hubiera quedado así con el puro...
El de la nariz vinosa.—iOh, eso no hubiera sido posible, porque yo, como un hombre verdaderamente distinguido, le hubiera
alargado mi mechero y no el puro...
El de las gafas (dirigiéndose al del malcferlán).—Usted, aunque
no fuma los puros con que Fernando adquiere proporciones de
protagonista, ríe á carcajadas con las señoritas... íín una reunión
de buen gusto, no está bien que el que no es el héroe se mezcle tan
desaforadamente en todo y ría y haga dar un paso atrás á las mujeres y las tire del abanico á todas... Así, lo que le pasa á un actor,
como á usted esta noche, es que termina con el frac torcido, la camisa abombada y el chaleco levantado sobre el pantalón, dejando
ver la oreja de la camisa...
El del makferlán.—Es que se vé uno tan mal, tan torcido y
hecho aguas en esos espejos de escena, que crei que era defecto
del espejo, porque según ese espejo, también debia enderezarme la
garganta que tenia en él una quebradura de degollado...
El de las gafas.—Si se ayudasen unos á otros en vez de estar
cada cual sólo á lo suyo, el uno á mirarse el botón de la pechera,
el otro á adelantar hacia el proscenio la mano con sortijas y guantes almidonados, el otro á mirarse las botas ó á arreglarse el cuello que el público siente como una tragedia del suyo, perdido so.
gemelo... Todo eso perjudica al conjunto ligual que esa predilección que tienen ustedes por alguna mujer en particular, abandonando todas las otrasl... Y ustedes, señoritas, también tienen cosas
admirables, todas distraídas siempre de quien las habla... Usted
Asunción, esta noche ha tenido un gesto horrible en el segundo
acto... Se le cayó un guante áFelipe y usted fué la que se lo cogió...
iVaya una distin¿iónl Usted, bolilla, debe hablar más y sonreír un
poco y debe bajarse la falda al sentarse porque esta noche he estado también pasando un mal rato viendo detrás de unas piernas
vestidas de medias negras y lisas, el blanco de ima enagua por fondo... I Éso es deplorable!... Además se ha puesto usted los guantes
largos tres veces... Fíjense todos, por Dios... Hasta mañana. (Todos le saludan y desaparece.)
El de la nariz vinosa.—Este hombre no nos quiere dejar sobresalir y nos prohibe todos los efectos... tPor qué no he de salir fumando purost lA que no le dice nada á Enrique que entra siempre
en escena con gabán de pieles y copa como si no hubiese percheros
en las antesalas...
El del makferlán.—ÍY porqué no he de poder yo también ser
alegre y elegante! «En los papeles mudos, nos decía á sus discípulos
aquel gran actor que se llamó nada menos que D. Rafael Molina y
Bendino, hay que poner una gran cantidad dé arte y de animación
que evita esa absorbencia convencional de los protagonistas». iY
no era nadie quien lo decíal tEhT...
La delgadita.—Yo creí que me iba á decir que sonreía con mi
novio que eslaba en butacas de orquesta...
El de la chalina.—A mí no se ha dirigido directamente, pero
con eso de los que se andan en el cuello me ha querido aludir embozadamente... ¡Pero I Ahí es que los cuellos postizos se salen siempre en esconal No se qué enorme fatalidad hay en eso .. En lo que
si tiene razón es que eso hace un efecto de tragedia en el público...
Un poco azarado he notado que en los espectadores hay un gesto
involuntario de observarse el cuello como para cerciorarse bien de
la sujeción del suyo...
La de los guiños.—Esa Luisa, la afrancesadita, como le ha entrado por el ojo derecho á D. Enrique, bien se sienta con una pierna sobre otra enseñando unas medias doradas nada menos... lY á
esa nada...
La del gran boa (dejando do hablar con el hombre de chistera,
levantando la voz, interpela al de la nariz vinosa).—Fernando,
ique ensayo hay mañanat... iSabes?
El de la nariz vinosa.—No lo só... Al pasar sólo he visto que
había en la tablilla una tachadura... Algo de lo que estábamos ensayando se ha ido á paseo...
El del makferlán.—Seguramente le ha tocado la china á El mal
de amar, desde el primer día dije yo que eso no era escénico... Nadie tenía un papel fuerte y unos se hacían sombra á los otros... Era
una obra imposible, parecía una c • « f^n. ; orsonajes y yo pensaba
¡en el conflicto de la crítica al no poder nauíar nada de los intérpretes!...
La del gran boa.—Si, es probable que sea esa...
El de la nariz vinosa.—La tablilla nos lo dirá (sale de escena.)
Un tramoyista á otro.—Canalla... Te has bebido la inedia botella que quedaba, al subir yo á telares, te he visto aunque tú como
se pone uno tan ciego al levantar la cabeza para empinar, aunque
me has puesto los ojos en blanco no me has visto leso es lo que me
ha dado más rabia y he estado por dejarte caer encima una bambaiinal...
El otro.—Cref que era de Benito... Estaba rendido... Bien podía haber hecho menos cuadros ese sefior; después de todo para
que suceda eso mismo al fínal, no hubiera necesitado tanto cuadro.
Me gustan las obras de D. Emilio, porque no tienen casi mutaciones... lY más cuando el jornal no varlal
El de la nariz vinosa (desde fuera).—Margarita, mañana á las
tres El mal de amar.
La del gran boa.—Gracias, Fernando...
El del makferlán.—tlAsi es que lo que han suprimido ha sido
El oioñott iTambién es desgracial lAllí que tenía yo un papel tan
bonito y que había yo estudiado tantol Dan ganas de no apasionarse por nada y vivir como los otros del apuntador y, levantarse
para venir al ensayoI...
La delgadíta.—Y yo que tenia un papel de llanto...
La de los guiños.—Yo me había comenzado ha hacer un vestido de playa... iQué haré yo ya con un traje de playal Sólo me alegro porque Rosario hacía de Marquesa y eso la iba á poner irresistible... iSeguramente según la idea que tiene de la ñdelidad escénica, se estaba bordando coronas en las camisasI...
El de la chalina.—Yo por lo menos era criado con frac rojo y
pantalón corto y tenía treinta y cuatro palabras!
El de la nariz vinosa.—Bueno, niñas, nosotros nos vamos...
Debemos festejar con unas copas el éxito de la noche...
El del makferlán.—Vamos...
La delgadita.—Nosotros también nos vamos de aquí; ya no
quoda nadie... Sólo siento tener que dejar de estorbarles á esos...
(Vánse todos ellos)
La rubia lasciva.—Gracias á Dios... Ya era hora que lo dejasen de criticar todo... lEse Rojas es el que arma todos los chismes!
iBueno es el tal Rojasl
El guapo.—Me gustan poco las tertulias porque en el teatro
hay que hacerlo todo solo... Por eso te recomendaba las Varietés...
La rubia lasciva.—Si, quizás... Una vez hice de paje, tú no
estabas entonces, salí con toda la pierna con malLot y con los brazos al aire y me visitaron los periodistas y me pidieron fotografías...
El guapo.—Si... Te preparas un poco de ropa y de alhajas falsas y triunfas... Un triunfo que no creas que te lo darán otros públicos, sino este mismo, tan distinguido y tan serio... El mismo
aplauso en un lado que en otro y allí hasta la artista resulta hasta
autora del couplet... Aquí todo se va repartiendo y no queda nada
para uno solo, enteramente solo... Tendrás largos descansos y largos viajes y te sorprenderás tú misma de bellezas y bellezas siempre nuevas... Eso sí, no me olvidarás, lehT...
La rubia lasciva.—No... Esto no ha sido masque un paso,
mientfM mi tía y yo nos atrevíamos á dar el otro... Se lo propondremos esta noche... Ya verás la podemos decir que me han dado
un papel de coupletisla y la engañamos, preparándome en actriz
dramática, para que no la indigne lo que después haré en
otra parte... tTú crees que no me hará feo tener el deseóte tan
bajot...
El guapo.—No mujer... Todo se arregla y se encanta... No
tienes más que permitírtelo, lo malo es que como aquí lo prohiban
todo... Sin prohibiciones ni direcciones verás cosas sorprendentes... Y ya es muy tarde, vamos...
La rubia lasciva (señalando á la del boa y al do la chistera).—
Mira á esa trágióa engañando á ese majsujero... Mi tía la ha visto
salir del núm. 10 de la calle de al lado...
El guapo.—iSít... iDe verast (Salen.)
La del gran boa.—Por fin se haii ido... Quería yo tener un momento de soledad completa frente á la sala vacia y ser la protagonista después de toda la fiebre que ha habido en ella hace rato...
Parece que hay otro público distinto con los ojos muy abiertos
presenciándolo todo... Aun asi se siente cierto embarazo de avanzar hacia el proscenio...
El de la chistera.—Está bien, pero ese deseo de usted me hace
& mi el protagonista, y en una obra moderna y en el momento más
culminante, en que todo calla interesado y ansioso, no es indiscreto que haya un beso. (La besa. Ella toma un gesto de trágica com>
pungida pero con los ojos perdidos en lo irreparable... El repite...
Se oyen unos martillazos en telares... Los dos se miran y se quedan suspensos, fijos muy á ras el uno del otro, sin atreverse á
mirar á lo alto.)
La del gran boa.—Nos han visto... No habíamos pensado en lo
alto... En la Providencia...
El de la chistera.—Pero ha sido un beso convencional, que estaba escrito...
La vieja amarilla aparece apresurada (es una vieja con manteleta, el rostro amarillento, iluminado dé luz de petróleo, con los
ojos mirones y los labios blancos y con un diente).—Niña... iMargarital... iQuét... lAhl Está usted con ella... No quiero dejarla
sola... Usted dirá que eso es demasiado, pero nunca es demasiado... En los teatros se comenta todo desfavorablemente, y de las
demás podrán decir pero de mi niña nada... No la he dejado
nunca sola... Que á lo menos por mi no quede. Una madre debe
de agotar todos los medios para proteger á su hija... iVamos,
Margott
6
La del gran boa.—Vamos... (Salen los tras. En las alturas invisibles hablan los tramoyistas.)
Uno.—Me has debido dejar tirar el martillo; hubiera sido de
más efecto... Hubieran puesto un rostro gracioso, como de ver el
ojo de Dios...
Oíro.—No habrían gritado, creyendo ver salir de los fosos al
diablo, pero no nos hubieran [lerdonado... De todos modos han salido como Adán y Eva del Paraíso .. ¡Ha estado bienl... (Aparece
el conserje con nn acomodador y el electricista, y al,oír hablar se
encara con el plafón.)
El conserje.—tQué hacóis ya ahít Dt'jad eso para mañana...
Todos se han ido ya... Pronto, abajo, que vamos á apagar y á daros
cerrojazo (al acomodador): tilas cerrado bien todas las puertas de
los anfiteatros y de los palco.st Porque hay puertecita que toda la
noche está rechina que te rechina y no me deja dormir, y hace que
mi hija menor se venga á acostar á mi cama llena de un miedo
cerval...
El acomodador.--Todas están cerradas...
El conserje.—Hay baiavislradus i|ue eslán r,\ibiertas de cualquier modo, y después las fundas se van oscurriendo por su peso y
á la mañana n" encuRutro siempre coa que hay algunas caídas en
el patio de butacas. ÍNO sé que sea dilicil colgarlas bienl... Anda,
ya puedes soltar los gatos...
(El acomodador salo. Desde fuera, los tramoyistas que se van,
dicen:—Buenas noches, D. Pacf>... Hasta mañana... ¿No hay ensayo con decoraciones? tEht...
El conserje.—No... Adiós... (Al acomoda^lor que vuelve): iYat
íLes has visto salir á todost... Lo digo porque un gato parece que
ha podido escaparse por el agujero de una cerradura, y porque no
conviene tampoco que ninguno quede dentro, porque se pasa la
noche aullando, y eso en un teatro sólo, no sabéis lo horrible que
es, por como resuena... Además, todos son pocos... Hoy he visto
una rata enorme que asomaba por un agujero de la embocadura
cuando tocaba la sinfonía.
El electricista (yendo hacia un rincón demontre bastidores).—
iApago yat
El conserje.—Sí, me parece que ya es hora... (Todos salen al
fin, mientras las luces se van apagando, bruscamente, sin transiciones, con lo que destruyen el efecto de paisaje y de lugar á la intemperie, como iluminado de luces naturales del escenario, y lo
accidentan como de subterraneidad y hermetismo... Se escucha el
ruido de una llave al cerrar y después unos pasos, el son de un
llavero y un portazo lejano... Larga pausa, en que la escena, después de haber olvidado la última palabra, se queda medrosa y a r diente de un ardor negro con inquietudes ultravioletas, toda llena
de éxodo, de resolución, y de puro no esperar nada reincidente de
todas las esperanzas y las sorpresas de los incrédulos, propensos
á dar más realidad y más fe á lo inverosímil, que los hombres
crédulos y timoratos... Se siente que tiene que caer una verdad
inaplazable de esa bóveda accidentada y empozada de telares... Se
siente algo que avanza estándose quieto—y convertido en lo que
aparenta—en las telas, en las maderas Ajas, un poco astilladas y
con goznes de hierro para los bastidores... --Resulta hecho demasiado para la manifestación un teatro para que no tenga facultad
creadora y posterior siempre, á todo lo que balbuce en el resto del
universo... En esa obscuridad se van dibujando un poco las cosas, se van escarbando como en un agua fuerte por la constancia
corrosiva de la obscuridad que muerde en ellas, mezclada por el
efecto de una lucerna del escenario. No se pierde de vista el estrago que en la hipocresía del teatro ha hecho la visión de sus carpinterías. Después de esa pausa, y de diferentes rincones, aparecen
con sigilo pero sin medrosidad ciertas mujeres, todas de marco
oval, y ciertos hombres. Aparecen determinados y seguros y se
van reuniendo en el centro del escenario. Sólo se les reconoce por
lo que más lirilla en ellos ó lo que más negrea, y sólo eso se basta
de carácter y de decisión. Asi son por su pinta: La de la frente
lunar, negra y morada en todo lo que no es su frente, aunque su
ro8troteiigahendidayherida.su expresión y su boca, y el resto
de su cuerpo esté dibujado con formón desde los pezones ai empeine, y apretado del traje de estas mujeres, pagadizo y caído, con una
gran fuerza plástica, mojado de sombra, trajes vivos de actualidad
después do rechupados y deformadlas por los desnudos y conteniendo las iiemorragias como un Infutan... El del pelo crespo, significado por su pelo, lleno de rebeldía, do impulsividad y de altruismo,
enhiesto y rutilante en la jieaumbra, un hombre joven con una
juventud larga, mujeriega y pensadora, todas sus facciones bien
enjutas, las manos bien adoptadas y el traje gris obscuro ceñido á
su cuerpo, elocuente y arrostrador.—/í/ olio, armado de una silueta en bloque, más opaca que las otras y más larga pero tan empinada en la cabeza y tan demoslraiiva y tan férvida en el pecho
y tan dura en el rostro...—El recio de pómulos, recalcado y anguloso sobremanera en los pómulos muy aviesos y reseñados en su
rostro que en lo muy compacto que se hace tiene viva la teoría de
su rictus y de su justeza... I'igura, ancha de hombros y firme y
larga de piernas...—La de los areles de oro, con unos aros de oro
que lucen en su obscuridad, distrayendo de su rostro y fantaseando una aviesa y perversa fHiniíiidad ou su texto. Todo lo agudizan
y lo irritan los pendientes tan redondos y tan titileantes, para cuya
realeza y supremacía ella es Mden)ás caída de hombros. Después,
bajo un traje plomizo, hecho como los de todas, más de color que
de tramazón, muestra todo el desnudo blanco por la exaltación
que el traje da á sus manos blancas con los dedos muy alargados,
suficientes de carnalidad para toda la confidencia y todo el deseo...
—El de barba nazarena, viva como una palabra esencial y lírica
BU barba, se recorta en la sombra y despeja su rostro y sus ojos
como ninguna otra barba podría hacerlo, toda su fígura adquiere
asi una madurez precoz y sabia, porque esa barba es la de la sabiduría y la bondad: su mascarilla se modela en su plasticidad y en
su hondura bajo el antifaz suspicaz y franco de su penumbra y de
su barba...—La descolada, viva y mirona en su descote más que
en su rostro, que en sus manos y que en su cadera, aventurada en
su descote, terminado en punta y dispuesto á una gran propiciación, lleno de sangre interior y de resistencias, muy posado y completamente en carne viva y blanca...—La tnórbida, una mujer rozagante y alta, á la que se siente débil y fina bajo toda su carne
por como es además de su carne su encarnizamiento. Sus amplios
senos qué ardentan su silueta esperan demasiado irreparablemente y son una exaltación que implora y clama desgañitadamente,
apiadablemente, cnamoradoramente. Sojuzgan, disparan y descabezan adelantando más allá del proscenio en un nimbo extraño y
lejanizado. Y son nobles sus morbideces por su frente y por sus
ojos fijos hundidos y vastos...—El blanco de ojos, obsesionante de
notoriedad, sustraído todo el color de la cara por el blanco especial
de la córnea fija á través de todo, un poco vidente y un poco insospechable de intervención pero franco de ademán y de superfícialidad. Sus pupilas claras se pierden en el claror mate y pastoso de
redor, sin luz ninguna y sin catacumba pero con espíritu...—La
de la boca violeta, es una mujer pequeña, llena de distinción, obscura de este negro astringente y sin brillo de la hora, con una
buca en uoe, boquiabierta y sin dentar, que sobre su gesto voluptuoso y convulsivo tiene la gravedad de su color, un color violeta
que se salva al negror ambiente, un violeta hijo de la exaltación del
color carmín con combinaciones de deseo, un violeta que parece
influir también en sus senos y en su sexo...—El descarnado, un
hombre lívido y demacrado, profundamente negro, linea á línea,
flaqueza á flaqueza, con cierto aire y ciertas trazas contradictorias, delicadas y apostólicas y dolorosas, adorables por como figuran y se encaran noblemente tan descarnadas y tan consumidas
como son, sin reserva y sin pusilanimidad como si tuvieran un
árbol central y garantizado de platino incandesooute y genial.
Todos estos personajes reunidos en un grupo inquieto y apuesto, que se dispersa en confidencias y deja sospechar fuertes pasiones, hablan en voz baja, una voz liona de entonaciones y de persistencias, autóctona y dura, con un dejo extranjero, y sin embargo nacido de sí mismo en su propia lengua indígena...)
El descarnado.—Ha sido espantoso... lisos cómicos no obran
ni con su sexo, ni con toda la audacia necesaria, y parecen cada
vez peores, y más irresistibles, todos llenos de agua fría y de un
solo ademán...
La de los aretes.—¡Y el dramal iQuó lleno de titubeos, qué
mezclada la mujer al hombre, sin pasión, como cometiendo en sus
relaciones tan estranguladas y tan quietas, un doble homicidio...
Homicidio y no suicidio, porque tienen la aspiración de vivir y se
enílaquecen...
La descolada.—Y qué mezclados los hombres en una pederastía detestable y sucia, todos amando su semejanza... Yo no podría
amar á esos hombres y moriría de castidad y de convulsión...
El descarnado.—Todo el drama apestoso al autor, á su egoísmo y ásu claudicación... Atiborrado todo ól de historia de la literatura y do delgadez... illay que ver cómo se engañan estos dramas, de voces do mujeres, de cosas y de lágrimas, y cuando se hace
el silencio después de ellos, no queda ni una palabral... Se vé que
en ellos es posible sólo lo que no sugieren y se sospechan grandes
posibilidades!
El de los pómulos.—Sí, es lo que tú dices; no es que quede un
drama sino ni siquiera una palabra buena, que por como sea irreconciliable con el drama y por lo que repudie, salve ó no al drama.
El alio.—Se desconocen á si mismos y se aplastan y se desviren bajo sus palabras... El público está aplastado también y reconoce con gusto y con sadismo su sumisión y su plasta innoble... Y
ríe del ingenio...
La descolada.—ÍNO es verdad?... En todo falta mi descote,
presto á vuestras palabras y á vuestro engrandecimiento, veo
cómo 08 hacéis prósperos á cada minuto que pasa, y siento en él
un agrado sin nada mercenario... (Sentis esta conñanza y este sostén en mi descote abierto hasta el centro de mis pechos?... iLo abro
raást... Vuestra instigación y vuestra palabra renovadora siempre
buscarán su animación... ÍNOT Si... Aunque envejezcamos y aunque no podamos más...
El de los ojos blancos.—Por eso son anodinos estos dramas de
repertorio, porque falta tu descote y la largueza de Marta, de Iluminada y de Brazalema... No hay en ellos ni una palabra que no
reconozca amistad ó enemistad, ni una palabra sola que enseñe
un placer nuevo ó un nuevo espacio...
El de barba nazarena.—Nada traiciona y salva al acuerdo estúpido del drama, y resulta que el Judas está necesitado por el
Dios, para glorificarse con su sacrificio... iQué maldad no hay en
humillar á los Judas para elevar á Dioses con espíritu de Judas y
con su misma mediocridad y sus mismas pasiones?... Se necesita
algo diferente, que no esté tan mordido de si mismo y tan encorvado sobre su enemigo y su abominación... Algo que se levante de
8i mismo y que no cuente tanto con la tradición y la fealdad...
El descarnado.—|Y cómo han aplaudido, sin embargo, esta
noche! La obra había cerrado más la cabeza á los espectadores
y á los personajes y estallaban de todos sus sentimientos antiguos y coléricos... Su amor es colérico y se vé cómo desea apre-
íar su deseo linsla eslraDgularle... Es colérico hasla su ideal por
no excluirse de él y de lodo y hacer en vez de lo que les es usual
algo burdo, lleno de sarcasmo, de belleza y de admisión,,.
El recio de pómulos.—Les he visto mási que nunca como culebras que en un movimiento erróneo se hubiesen hecho un nudo en
el centro, y ya después sin deshacer ese nudo en su carne, aspirasen con la cabeza hacia lo alto la cola retenida en tierra fatalmente,
pegada á ella con fuerza, y con ¡a tirantez el nudo se hiciese más
cerrado y más doloroso, y cada vez aumentasen las dos tendencias
agravando su nudo intermedio, hasta ahorcarse por su sitio...
El descarnado.—Poco importa; vamos nosotros con-nuestro
drama... Ya es hora... líe recibido algunas cartas de disculpa de
Abil, de Eulalia, y del «extranjero» que está enfermo...
La de la frente lunar.—{Qué dice Abil?
El descarnado.—Algo bueno... Aquí está (leyendo una carta): «A todos, amados creadores, un abrazo. Siento no poder asistir
al estreno de Conclmión, ese drama on que añadirán un esfuerzo y una incontinencia más al deseo de su gran obra cuotidiana,
llena de vida privada y desarropada. Tengo placer esta noche.
Ustedes tan verdaderos, {negarán importancia al motivo» Lo siento
de veras porque yo había calculado esta locha, fantaseando el
ejemplo de abertura y de exceso do esas grandes actrices... A la vez
me acabo de enterar que el drama lírico y vulgar estrenado hoy ha
sido un éxito espantoso y eso me londrá más inquieto, deplorando
no ver cómo curan ustedes la paz violada en ese espacio que debe
ser candido de nuevo, con ese candor que accedido con candidez es
la gracia de nuestra vida... A todos mi aplauso y mi promesa para
mañana...» Esto dice.
La de la frente lunar.—Lo siento... Ese hombre que cada dia
está más pálido de cosas privadas y persuadidas de su gloria, me
ayuda con su presencia siempre... Ya desconfió un poco de mi al
saber que no estará.;. Cuando veo lucir su sortija sobre el rojo terciopelo del barandal de su palco, me doy más al ambiente, no sé por
qué, y me impone ella un gran entusiasmo como si fuera un ideal...
La mórbida.—Lucirá sin embargo la sortija del Marqués de
Ori. Pon tu mirada allí... Es necesario que te entregues y tengas
toda la íantasfa... Tu papel es difícil y necesita todo tu ánimo...
La descotada.—Es verdad, en el teatro sin luces, una sortija
facilita la palabra y hace reaccionar al corazón... Es como un talismán para las conñdencias y opera en el corazón...
El alto (dirigiéndose á la sombra muy elevada de ábside—rigurosamente perpendicular y subterránea—de telares, el lugar de las
inmensas rendijas).—iBaja rezagado, y tú Anal... iMucho habéis
tardado en separar vuestros pechosl... lEstá todo ahi, cada vez más
permitido y inás templado y más lleno de eosasl... lEht
El de los ojos blancos á la de los aretes.—^tTú aún no te has
arreglado!
La de los aretes.—No... No he entrado aún en mi camarín...
En^un momento estoy... Lo que temo, como siempre, es que esa
mujer advenediza que ocupa mi camarín á deshora, me haya gastado mis cosas de tocador... No sé por qué toca allí, tan mediocre
y tan injustiflcada.
La de la boca violeta.-i«-Yo el Otro día me encontré mi peine
sucio y la polvera vacia.
La descotada.—Son mujeres livianas que no saben de la supre*
ma distinción de no dejar huella... Hasta el feto de un niño me he
encontrado un día abandonado por miedo y puerilidad, se conoce...
iNo es bastante esa señal de cobardía y de timidez para explicarse
lo abandonadas y lo sucias que sont iQué trabajo las hubiera costado dejarlo caer ahí en el foso, que es como un pozo en el que no
se oye caer la piedra* iSu belleza se hubiera llenado de desmemoria y de frescura de nuevol...
El descarnado.—tEstáia todos ya? (Un murmullo de afirmación)
Bueno; tú, César, ponte la capa y vele al foyer para preparar la
entrada á los invitados... Cuando oigas el golpe en la tarima,
hazles pasar... (Váse el alto.)
El recio de pómulos (á la mórbida).—Tú no te has pintado
bien... Necesitas hacer más violáceos tus labios, más azul prusia
en tus ojeras y más oro en las cejas... Parece que no sabes cómo
la obscuridad en vez de ennegrecer los rostros, los pone IKidos y
blancuzcos... Necesitas más morado en las mejillas y más rojo cereza... Vé un momento... Aún tienes tiempo... Púlete las uñas,
que quiero verlas brillar como fósforos...
La de los aretes al de los ojos blancos.—Contrae tus ojos como
unos labios y bésame con su claridad... Si no, bésame sin ruido,
llevándote el pedazo de carne en que des el beso... He escogido mi
papel sólo para que me beses tan en medio de todos y para sufrir
ese beso que dejara escocifid ei tioyo «pie haga. iCada vez sé imitar
menos en los dramas la pasión qiu; le lengy, pero lo poco que
acierto me hace una gran actriz... ¡Qué seria si pudiera mostrarla
todal...
El de los OJOS blancos.—Te promoto que sentirás ese beso con
mucho hierro, según hables por tu cuenta, en lo que nos está permitido improvisar... Yo sé hasta dónde hay que activar el corazón
para que se sienta á continuación exhausto y nos contemple... Es
por lo que me quieres de ese modo... Y por lo que yo te quiero...
Porque según sea tu palabra, harás más loco el tropel de tus senos
y engrandecerás materialmente tu arquitectura...
El descarnado.—Bueno. lAtenciónl Vamos á comenzar... No
creo necesario insistir mucho una vez más en que aunque vendrá
una nueva noche, no se puede ni pensar eso y es necesario que os
deis en cuerpo y alma á esta noche... Ya sabéis que el groupier
recoge la puesta sin atender á reclamaciones finales... En todo el
fondo de esta obra podéis gozar una realidad estrellada y mataros
por ella, y en como encerréis en la proporción de una noche vuestra vida, estará el secreto joven del brote de mañana. Yo sólo sé
deciros que os induciré con mi ejemplo... (levantando un poco más
la voz.) Bajad un poco más el bambalinón... No tenemos que enseñar nada al anñteatro y el escenario hace mejor apaisado y recogido, porque los grandes techos aplastan y desmienten vuestro ardor privado y voluptuoso, mujeres... Esa «corredera» cerredla á
un lado... Abajo el telón y cuidado con él que la otra noche á poco
descabeza á Eloisa...
La de la boca violetas—Si... Sentí su guillotina fría en la garganta, y.cerré tanto los ojos, los cerré atrozmente y los aparté
hasta no sé qdé incalculable sitio recóndito con tan extremo deseo
de vivir la vida que me quedaba, que hoy me siento medio vacia y
coagulada y me parece que sólo voy á vivir de un resto de vida
que no agoté ayer porque me repuse cuando «asi iba á violar
ya irreparablemente ese resto... (No soy más transparente y más
largat
El alto.—No, eres sólo más añlada.
El de pelo crespo.—He aquí una mujer que en vez de retractarse pecó hasta el disparate... ^le aquí la doctrina...
La de la boca violeta.—^í... Pero debí terminar el paroxismo
en vez de sobrevivir... Hoy he echado un hilillo de sangre por la
boca y he amanecido pálida y trasparente... El terrible hierro del
telón, fué demasiado varonil conmigo y me violentó con su susto...
Me duele el pecho de verdad y estoy un poco afónica...
El descarnado.—Bueno, que les sirva de enseñanza á todos tu
caso... iProntol iTelónl... Que son ya las dos y después con la luz
se ven demasiado los estigmas y la fealdad de los otros, y no se
creen las palabras... Vamos á procurar que nos coja en nuestro
>^lecho de violencia y de compensación... (Baja el telón lentamente.
con la manera particular de un telón sin público y sin iluminaciones. Suenan dos golpes de tablado, como sonantes sobre un parietal de excepción y de paradoja.)
a a a
(En el entreacto la sala queda á obscuras, con balbuceos y extranas verificaciones, fuertes de aroma y de color.)
f
ACTO SEGUNDO
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I A escena aparece cubierta de una cortina corrida, de terciopelo
negro, que cae en grandes pliegues absolutos, y que disimula
sus entradas. En el centro de la escena hay un hombre de cuerpo
presente, en uAa apariencia de muerte violenta, sin ciriales y sin
catafalco, blanco el rostro, vertida la frente, blandas las manos y
largos y desviados los pies, arrojado sobre un lienzo negro; junto
á él, La de la frente lunar llora cubriéndose hasta la frente con
el manto negro que la enjuga. Inclinado su pecho sobre el muerto,
hace su dorso una curva de un ahinco profundo y pervertido. De
pronto se endereza, y dejando de llorar, su flrente más llena y más
acrecida pero más matéi le mi^a coii |»panto, sin párpados, el ojo
y la ceja como una eñe y se levanta y grita desde fuera, desapareciendo tras la cortina: «iSocorrol iSocorrol»... (Pausa, después de
la que vuelve y con ella El descarnado^, con el sombrero en la
mano y continuando una <9onvér«aeión comenzada fuera.)
El descarnado.—SI... Pero no se debe gritar fuera de nuestro
recinto en la obscuridad tan llena de todos... tTú sabes quién es un
cualquieraf Siempre es un enemigo... Menos mal que sólo te he
escuchado yo...
La de la frente lunar (señalando al muerto).—Mírale... Es
ese... (Se arroja de nuevo sobre él)... iTodo mi amor y toda mi
vida... muertas violentamente!... Es el final del drama de mi vida
perseguida por el «otro» mal hombre... Mírele tan honrado y tan
muerto... Perdóneme... Le he llamado, porque he creído ver crecer la sombra de sus pestañas y parpadear después, como si fuera
á ver sus ojos castaños... Me ha mirado por un boquete en lo tupido de sus párpados...
El descarnado (con una flema recia y conmovedora).—Eres la
mujer de todos los dramas... La pobre mujer de todos ellos, llenos
de dolores falsos que te han ocultad'^ al dolor... Sólo has llorado
siempre deteniéndote en tu drama, inutilizándote en él con toda tu
carne sin iniciar... Hay que mascar y asimilar todo lo trágico...
Llorar no, eso inferna y hace demasiado exterior y demasiado definitivo lo que ha de internársenos y ha de hacernos pasajeros...
Llorar es hacerse irredenlo, porque sólo nos redimimos por un acto
más dramático que el drama reciente, pero no por unas Ui^rimas...
Por un acto audaz y decisivo, que nos agrave más que hacernos
felices... Y tú lloras porque quieres ser feliz... Sócate las lágrimas
que hacen perder la ocasión fatalmente, y só irreparable y aülada
segün tu nueva vida... Te ha pervertido ol drama con delicia y con
engaño, dejándote sin voluntad y sin albedrlo y ahora te tiene cogida más que nunca... Ese hombre es un hombre de cartón y tedio...
No he tenido más que oir tu primera palabra para ver que no te
ha dado fantasía ni precisión, y que me señalabas á un cualquiera.
Te han distraído los acontecimientos por lo visto como á todos,
cuando no has dado antes el grito de socorro...
La de la frente lunar (que le mira y le escucha atónita).—Pero
ipor qué todo esot
El descarnado.—Porque soy el que quiere ver tus blancas vacunas, no tu belleza.—uTu belleza!!, como te decía flacamente este cadáver, lleno de una procacidad inútil y aferrada á ti, con el belfo caldo y los ojos ligeros, exclamación con que te ha debido debilitar mu-
'ÍS
cho, por lo que quizás tengas vacias tus nalgas... Me supongo todo
lo que él te ha dicho de resignado y de inerte, ipero tú maldecirás
aquellol... tPara qué decirte más palabrast Seria poner en ti algo
discutible y sin la fatalidad desatada que se requiere... Adelanta
tus senos á tus pensamientos... En ti lo que hace falta ponerxson
tus pechos con toda su insistencia... tHa podido con ellos este dra«
mat (Queda alguna de sus palabras más que tus pechos? Eso es
señal de que no te comprendía, ñi te siguió, y eso le deja solo y
como inesistente... No te dio tus facultades, éstas de que estás
ahora facultada por como me miras... Lo sé, sostente en ese pensamiento que ha ensanchado tu cuello tan fuerte y tan noble...
Cuando entté cala su tersura como lágrimas y ahora está vivo
y duro...
La de la frente lunar (resuelta y con exaltación).—iPues sil...
Nueva...
El descarnado (levantándola y cogiéndola las manos).—Escúchame ahora bien... Sigo hablando á tus pechos, geniales y valerosos... Trae tus manos... No desconfiarás, quiero hacerte sentir no
sólo un homicidio, cometido con él, sino también conmigo...
La de la frente lunar.—Ninguna de mis gentes me hubiera dado
tu consuelo... Siento como me hubieran podido hacer más obscura
y más perdida porque para eso estaba dispuesta... El muerto se ha
perdido donde yo iba á perderme y de donde tú me has sacado con
un gesto tan fácil... Me da no se qué, verme no sólo sin depresión
y sin lágrimas, sino llena de anhelo... Sobre la vergüenza como de
estar desnuda y entregada con sacrilegio, está el que soy superior
á mi y eso me da todo el ánimo... ¡Pero ha sido tan vertiginosol
(abierta su nariz y poseída). (Cómot... tPor qué, dit... (Quién
erest^i. "
El descarnado.—Porque yo he hecho toda la fuerza posible contra el acontecimiento y me he atrevido á decir una palabra, traba-
jada por toda mi vida... Y mi vida de pensamiento y de revolurión,
no es poca... No se te había ocurrido sospechar de él, y eso hubiera sido difinitivo porque encontrar la prueba ó la razón de la indignidad es ya más difícil... Con una sospecha hubieras hecho lo
bastante... Mira, atiéndeme con toda tu blancura carnal y todas
sus manchas aíuladas y rojas, y siente iodo lo raquítico que ha
sido todo después de lo lírico que te debe haber parecido... Porque
ya te lo he dicho, tú eres la protagonista de todos los dramas, abatida de monotonía y de una grandeza y una verosimilitud repugnantes...
La de la frente lunar (desatándose los cabellos en un solo
ademán, de una sola vuelta todas sus vueltas).—Mira, para que
veas que te comprendo... ¡No he sentido cosa mayor que hacer que
la de desatarme ios cabeilosl... Mo necesito las explicaciones de
siempre, sino contestarte con'desenvolturas... Dudo tanto de mi
alma 6 la creo tanto que por no contar con ella tan llena de preparaciones, rae he podido renovar... iSi no me hubieras hecho sentir
mi cabello tan refrescado y tan facultado, y si no hubieras hecho
inapelable mi busto y mis muslos, no te hubiese creído y ta habría
rechacado como á un blasfemo!... tPero que intención tan admirable y tan clara es estat... (Se remueve como en un desperezo con
contradicciones, y después se le cuelga al hombro.) iQuó hacer esta
noche embarazosa hasta el amanecer que se le entierret uCómo iba
yo á suponer después de tanta solemnidad que se me propondrían
tus palabras, que me han vuelto del revés y me han retorcido y
me han llenado de una carne imperiosalT Rétenme fuerte... iNecesito que me agotes y me enseñes así de lo que soy capaz, después
de todojo que me has hecho sentir y que aún es para mí un desmayo en vez de la honestidad enorme qiio preveot...
El descarnado.—Te traeré á mi gente y ella sabrá manifestar(Coníinuard.)
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