EL DÍA QUE LLEGÓ Gadiel Gómez CHEFA I Y en concierto de mordidos, Un hombre en la escena entra. contrapunto de maullidos Lee los clasificados sin coda y sin intermedio, a ver si entre autos usados jugaban por todo el predio. y muebles, su gato encuentra. Él, por la edad preguntó, Y es aquí donde se centra y el de la casa indicó el meollo del relato: “No tienen ni mes y medio”. en la pérdida de un gato y el dueño que, sin fatiga, Que no pierda nadie el hilo. busca un anuncio que diga Que se remita el lector “Se ha encontrado un gato sato”. a la fábula anterior si el precipitado estilo Cuando allí por vez primera ha dejado a alguno en vilo; él la vio, áurea, menuda, así, no tendrá pretexto. no la imaginó peluda Pero, leído o no el texto, por ser de raza grosera. con yo decir ronroneo Por la casa y por afuera miau, cola, uñas y flirteo corría con sus hermanos, ya senté bien el contexto. ocho rabos campechanos en alegre cofradía. Vayamos, pues, poco a poco Y si algo la distinguía, rellenando ces sin haches eran sus bigotes canos. que dejé formando baches por allá atrás como un loco. Eran luengos, desmedidos Empieza, según yo evoco, para aquella aguadillana cuando Pancho se perdió, de hermoso matiz guajana. y el pobre amo se quedó ALBORADA P. 71 P. 72 aguardando su regreso. (no obstante dudan de una) Pues, después del tal suceso y con maullada armonía esto fue lo que ocurrió. daban sendas serenatas. Tan pronto el Cano se iba, II llegaba el Prieto sabroso. Aquella espera fue infame. ¿Qué, por cierto, es lo que incita Pasaron tres, cuatro días el suceso referido? y transcurrieron tres más; De las gatas la mentira, de Pancho ni una noticia de Pancho los duros celos por más que buscó en el barrio y del negro la osadía. por callejones y orillas. A mordiscos y arañazos A la segunda semana sus vanidades henchidas sacó el plato de comida iban de techo en techo por si llegaba en la noche en el duelo más suicida con hambre o alguna herida. que en el mundo se ha observado, Lo guardó ya en la tercera; según la testigo opina. y al cabo de un mes sentía Además de redundante una sombra en su conciencia: fuera casi masoquista la certeza dolorida ir describiendo de nuevo que relevó la esperanza el final de aquella riña. de su blanda hipocresía: Lo importante, sin embargo, “Pancho ha muerto, tú lo sabes”. es que al saber se culmina, Comprobó entonces las cuitas si bien es más doloroso, de la infausta incertidumbre, con la incógnita antedicha. ALBORADA peor que la muerte misma; porque más cruel e inclemente Y vuelvo adonde empezamos: es quedarse en la agonía la casa estando casa vacía del no saber. Fue después y el amo en total ausencia que le contó una vecina, sin ninguna expectativa. testigo de la pelea, En esos días tan tristes la tan funesta caída. se acercó una buena amiga Le habló de dos trovadores y le dijo con franqueza: con intenciones lascivas. “Dime, ¿no te gustaría Frecuentaban el balcón que un gatito te ayudara de tres gatas señoritas a superar tu morriña?” “¿Otro? ¿Tú crees que me ayude? que él nació para turista. ¿Y si otro gato no quita...?” “A mí me pasó igual que a ti Con solo un miau lastimero cuando se murió Rayitas. tienen la rara destreza La verdad, no fue mi idea; de aplacar toda dureza la que insistió fue mi hija. en el corazón más fiero. Y el día que busqué a Goyo Y, ya que hediondos no quiero se nos alegró la vida”. actuando en esta novela, Él quedó un rato pensando los canes no tienen vela con la mirada perdida en este gatuno entierro. hasta que mostró en sus labios En fin, que quien quiera un perro, una ligera sonrisa. mójelo, sóbelo y huela. Y dijo en tono sutil “¿Qué tal si fuera gatita?” III “Si quieres”, le dijo ella, Quien no haya tenido un gato, “mi tío tiene una gata no afuera, sino en su casa, muy linda recién parida...” no entiende el amor que abrasa “Dime dónde y voy mañana”, al dueño con arrebato. interrumpió entusiasmado. Son análogo retrato “No queda cerca la casa, de nuestro comportamiento. te lo advierto desde ahora.” Sus atributos recuento: “No importa.Y gracias.”“No es nada.” son caprichosos, mudables, Y era, de hecho, en Aguadilla, son impetuosos, sociables, en un lugar que llamaban, son como yo y como el viento. por algún motivo histórico, Parcelas La Repugnancia. Por no entrar en digresiones Que empezó por una finca que me aparten de mi empresa, y una choza de dos aguas no hablaré de su belleza, en los años del caudillo de su odio a los ratones y su Ley de la Mordaza. ni de otras mil obsesiones. Y como por fotosíntesis Dirán que el gato es autista; que madreselva propaga, que por más que se persista del suelo brotó un villorrio no atiende más que a su sueño. de casas destartaladas. No arruguen por ello el ceño, Pues, en el patio de una, ALBORADA P. 73 P. 74 entre dos palos de pana, se encontraba el tío Mingo meciéndose en una hamaca. “Buenas tardes, ¿cómo está? Soy el amigo de Sarah, que vengo a ver los gatitos.” “Pues, ellos por ahí andaban. Ah caray, ¿dónde estarán?”, dijo rascando su barba. “¿Y esos cuatro?”“Estos tres son hermanos de otra camada y la blanca es la mamá”, “¡Qué linda es, Virgen Santa!”, dijo el... Dijo... ALBORADA ¡No puedo seguir, ya no! Si bien el cuento funciona así, en tercera persona, es más fácil decir “yo”. Pues, a quien se le extravió no fue a otro sino a mí. Por tanto, lo admito: Sí, el de la historia pasada, (o fábula más que nada) aquel que sufrió, yo fui. Y de ahora en adelante esto será una memoria, ojalá que meritoria, del día no muy distante en que la vi aún infante y pulgosa pero bella. Por cierto, hablando de ella, más vale que prosigamos por la ruta que trazamos hacia la gata plebeya. IV Me quedé en que yo decía “¡Qué linda es, Virgen Santa!” cuando del patio llegaron por una estrecha calzada los uno y medio-mesinos de la última camada. “Míralos, por ahí vienen”. Y tal como la hojarasca que arrastrada por el viento se bate toda mezclada, se contrae y luego esparce en la más alegre danza, así acudieron corriendo ocho motitas con patas. Jugaban a perseguirse llenos de ágil ignorancia. Culimelones y vuelcos; muerden, lamen, tiran y halan ante los hermosos ojos de una madre amodorrada. Blanco, blanco y amarillo, rubio, negro, gris con rayas y el clásico tricolor; en fin, de todas las trazas pictográficas posibles los coloreó mamá gata. “Oiga, ¿y ese bigotón, el de color flor de caña, es macho o hembra; qué es?” “Ah, ¿te gusta la dorada? Hembra”, respondió el señor. La observé mientras jugaba a subirse en el peldaño de la puerta de la sala. ¡Qué pelota de alegría! Era imposible mirarla sin sonreír con afecto, sin tornarse en entusiasta de sus cándidos saltitos, de su torpe y tierna gracia. “Pues, ésa es, quiero ésa”. Hay que admitir que se hallaba cundida de alegres pulgas que saltaban deleitadas por la pelusa amarilla con la más fresca arrogancia. “Aquí está”, me dijo.Y yo susurré blandas palabras besando su cabecita de suave y espesa lana. “Es perfecta”, dije.Y ella de mí alejó la añoranza tan pronto en mis brazos tuve su docilidad escasa. V De Chefa no hay aventuras ni trágicos sobresaltos o despeñaderos altos Su historia es simples llanuras, lomas de suaves hechuras y uno que otro resbalón. Por tanto, fue mi intención no hacer gala de artificios sino mostrar los resquicios de un gatuno corazón. Mi gatita Chefa (Ovillejo) Cuando ella más quiere verme, se duerme. Y si la tildan de infame, se lame. Y aunque no sienta pereza, bosteza. Por eso es su realeza la que admiro noche y día, la dulce gatita mía que duerme, lame y bosteza. Cuando la noche murmulla, maúlla. Aunque no se sienta huraña, me araña. Y si mi cariño aflora, me ignora. Por cuanto es más seductora con el desdén que me hiere, cuanto hace y como quiere: maúlla, araña e ignora. El mío. ALBORADA P. 75