Stacy Adler - Ojos color cielo

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Ojos color cielo
Porque encontrar el amor en situaciones
adversas sí es posible.
By Stacy Adler
DISCLAIMER: Resident Evil y todos sus personajes canónicos no me pertenecen en absoluto
sino a Capcom; los he utilizado en mi fanfiction por completo sin fines de lucro ni ahora, ni a
futuro. Lo único que me pertenece es gran parte de la trama y los personajes originales que
he creado para esta historia.
N. de la A.: Le tengo mucho cariño a este fic. Partí como una simple aficionada con ganas de
hacer algo diferente, y terminé escribiendo algo en otro nivel. Con este fic aprendí
muchísimas cosas y fui mejorando por el camino; estoy consciente que está lejos de ser mi
mejor trabajo, pero con él fue un gran camino de aprendizaje. Reglas de escritura, diálogos
más naturales, descripciones más precisas, etc. En fin, que le tengo mucho apego.
El agente especial del gobierno Leon S. Kennedy fue enviado a una ciudad Austriaca donde se
reportó un brote del G-virus. Con el corazón aún herido por Ada, jamás imaginó que la llegada
de Noiholt lo sanaría y le haría conocer el amor verdadero. Aunque para llegar a ello, hubo de
superar muchos obstáculos, como la reaparición de Ada en su vida.
Chapter 1
Bajo la lluvia inclemente un joven Leon Kennedy, agente especial del gobierno, corría como
alma que lleva el diablo buscando un lugar donde guarecerse y recargar su pistola H&K VP70.
La situación se estaba volviendo insostenible… aunque en comparación a lo que había vivido
en Raccoon City, cualquier cosa era soportable. Nada se parecía a ese infierno. Y sin embargo…
Esos malditos zombies por todos lados. El olor a putrefacción impidiéndole tomar una
bocanada de aire decente. Estaba odiándose por aceptar la misión. Pero no tenía alternativa…
cuando se unió al gobierno sabía que le tocaría hacer cosas desagradables. Pero todo fuera por
exterminar la pequeña plaga que se había desatado sin tener que desaparecer la ciudad del
mapa. Como había ocurrido con Raccoon City.
– Es todo en lo que puedo pensar… ese maldito lugar infestado de muertos vivientes. Y Tyrant
Birkin… rayos, si me vuelvo a topar con algo así definitivamente me pegaré un tiro – masculló
en voz alta a pesar de encontrarse solo.
Era la única forma de no perder la cordura. Tenía problemas para comunicarse con Hunnigan y
mientras estuviera corriendo sin su guía, hablaría consigo todo lo necesario y así no se volvería
loco.
Por fin, un lugar donde evitar la lluvia. Leon encaminó sus pasos hacia una fábrica de “algo”,
decidido a pasar la noche ahí una vez comprobara que era seguro, y si tenía suerte podría
hallar yesca para hacer fuego, secar sus ropas y calentarse algo de comida enlatada. Sonaba
bastante bien tener un poco de intimidad y descansar algo, antes de seguir con la matanza de
Texas.
El entrenamiento de Leon para policía lo había preparado para la supervivencia en condiciones
adversas, pero su entrenamiento definitivo fue en Raccoon City. Allí aprendió a sobrevivir a
condiciones infrahumanas, sin descansar, sin comer, sin siquiera ir al baño. Y eso sin contar la
cantidad de peligros biológicos a los que tuvo que enfrentarse…
– … y esta estúpida puerta que no quiere abrirse… – gruñó, mientras tironeaba de la manilla
para poder ingresar a la fábrica. No parecía estar con llave, sólo estaba trabada.
Finalmente y luego de muchas patadas y maldiciones, Leon consiguió abrirla y entrar. A
diferencia del exterior, el lugar parecía tener aire respirable y eso le indicó que no había
mucho que exterminar para poder pasar aunque fuera un par de horas tranquilas. Encendió su
linterna y se la colocó en la boca, luego se llevó la mano al cinturón y ágilmente sacó un
cargador nuevo para su H&K VP70. Tiró con cuidado y sin hacer ruido el vacío y lo cambió. Una
vez lista la pistola, tomó la linterna de nuevo y apuntó hacia todos lados con ella y su arma,
dispuesto a matar cualquier cosa que se le cruzara.
Estaba regularmente acostumbrado a las sorpresas y las apariciones infartantes en cualquier
rincón, a que se abrieran las puertas de repente y aparecieran zombies hambrientos, o que
cayeran del techo los desgraciados lickers, con su apariencia asquerosa y putrefacta, el cerebro
arriba de la cabeza y el cuerpo al revés, rosado y pegajoso.
Leon contuvo una náusea. Si quería comer algo era mejor no recordar detalles tan minuciosos
de la criatura.
Continuó el recorrido por el lugar y aparentemente estaba de verdad vacío. Soltó entonces el
aire que no sabía estaba conteniendo y comenzó a relajarse un poco. Ubicó una puerta y
cuidadosamente la abrió, iluminando lo más posible con la pequeña linterna. Vacío de nuevo.
Por lo visto era una oficina, había muchos papeles desordenados. Mala señal.
– Si éste es el estado del mobiliario, de seguro hay un zombie por aquí. Dudo que se haya
muerto… simplemente porque los malditos no mueren a menos que les dispares justo en el
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Stacy Adler – Ojos color cielo
cráneo. Y también dudo que alguien que no sea Claire, o los STARS que estuvieron en el
incidente de la Mansión Spencer, o yo, sepa cómo hacerlo… – y se detuvo. Tragó saliva. Había
alguien más que su cerebro intentaba evitar pero que su corazón le lanzó inmediatamente a la
memoria – por supuesto, Ada también lo sabe…
Ada Wong. La mujer que tanto había hecho sufrir a Leon en el último tiempo. El corto pero
intenso “romance” que ni siquiera tuvo ese nombre… fue, nada. Al menos eso se repetía
mentalmente una y otra vez cuando la imagen sexy de la chica atacaba sus sueños y sus
recuerdos.
Suspiró. Después de los meses transcurridos aún seguía recordándola. Tal vez debería ver un
loquero cuando la misión terminara. Tal vez debería tomarse unas vacaciones y largarse a
algún lugar en el Caribe, donde no llueva como aquí ni tenga que andar juntando hojas de
papel para hacer una fogata.
¡BAM BAM!
– ¡Mierda! – exclamó Leon sin contenerse. Esos eran disparos sin lugar a duda. ¿Dónde?
Rápidamente salió de la oficina apuntando a ciegas, pues no sabía exactamente el lugar donde
se efectuaron. Corrió sigilosamente pegado a la muralla y escuchando con atención,
agudizando el oído. Sentía los gemidos y el típico caminar de los zombies, los pies arrastrando
lo que quedaba del cuerpo – o algo así – pensó, recordando su asquerosa apariencia y el hedor
putrefacto de sus cuerpos. De nuevo, parece que no podría comer tranquilo.
¡BAM!
Esta vez el disparo fue de escopeta. Leon tragó saliva ¿quién estaría allí?, el lugar sólo era
habitado por zombies según el informe que le entregó su jefe. Lo enviaron sin compañía pues
consideraron que no necesitaba refuerzos. Así que no era nadie que conociera… se suponía.
Gracias al ruidoso disparo supo hacia dónde dirigirse. Pilló la puerta casi por casualidad,
mientras los gemidos del zombie cesaron por completo. La abrió con cuidado, temiendo
espantar a la persona que estuviera allí y que lo moliera a escopetazos.
– Verdammt! – Exclamó alguien en el interior. Claramente era la voz de una mujer – scheiße,
dämlich zombie!
– ¡No soy un zombie! – Gritó Leon, porque del montón de palabras que había escuchado sólo
había entendido esa en concreto, “zombie”. Rogó en su interior que la persona que estuviera
allí no hablara exclusivamente alemán, pues él con suerte sabía saludar y pedir comida en ese
idioma. Así que continuó tratando de hacerse entender en su lengua materna, el inglés – por
favor, no te asustes. Soy un agente del gobierno estadounidense – dijo con tranquilidad,
intentando dar confianza a la mujer.
– ¡Muéstrate! – Contestó la voz femenina. Al menos parecía entenderle.
Leon tragó saliva. Bajó ligeramente su H&K VP70 y apareció de a poco por la puerta. La abrió
despacio y al dar dos pasos dentro de la habitación, sintió en las suelas de sus zapatos el
chapotear de un líquido, probablemente sangre. Botó el aire contenido y siguió atento, porque
el desgraciado zombie podría ponerse de pie y atacarlo en cualquier momento si tenía la
cabeza aún sobre los hombros. Apuntó la linterna hacia el asqueroso ser y comprobó que,
efectivamente, había posibilidades de que siguiera “vivo”.
– Disculpa, pero esta cosa podría darte problemas de nuevo. La manera de matarlos
definitivamente es disparándoles a la cabeza. Yo me encargo.
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Pero no era necesario gastar una bala en él. Ya que sus botas estaban arruinadas, levantó la
pierna derecha y pisó sobre el cráneo del no vivo, aplastándolo brutalmente, sin pensarlo y casi
sin mirar. El cerebro viscoso se desparramó hacia los lados y el resto del contenido también.
Leon contuvo una náusea cuando el hedor llegó a su nariz… definitivamente, no comería nada.
No había forma de que se acostumbrara a la putrefacción de esos seres.
Enfocó su vista hacia el fondo de la habitación. Estaba tan oscuro que no se distinguía nada,
pero podía oír claramente la respiración agitada de la mujer. Y también podía darse cuenta
que estaba a punto de un ataque de histeria, así que era mejor tranquilizarla pronto.
– Soy Leon Kennedy. Me enviaron para acabar con la plaga de zombies antes que se expanda y
sea incontrolable. No te voy a hacer daño… por favor, baja el arma.
– ¿Cómo sabes que te estoy apuntando, americano? – preguntó nerviosa, con un suave acento
alemán en su inglés.
– En esta situación yo lo haría, a todo lo que se mueva.
La sinceridad en la respuesta de Leon le dio seguridad a la chica. Se echó la escopeta a la
espalda y se acercó cuidadosamente, su caminar llamó la atención a Leon pues no hacía
ruido… él lo conocía, era la forma de desplazamiento que les enseñaban a las fuerzas
especiales militares. Vio su silueta acercarse a él y encender una lámpara de gas que se
encontraba en el escritorio que había al medio de la habitación. La luz de la llama iluminó
tétricamente el lugar, y se encontró con la mujer… pero algo no calzaba, pues era una chica
muy joven. Leon levantó una ceja, esperaba encontrar alguien con más años en el lugar. ¿Qué
estaba pasando?
– Estas lámparas son más confiables que las eléctricas, puedes utilizarlas como arma si estás en
problemas – murmuró la chica, dando explicaciones a una pregunta no formulada.
– Tienes toda la razón – asintió Leon, aún confuso.
– Mucho gusto Sr. Kennedy – exclamó, tendiéndole la mano para saludarlo – yo soy Noiholt
Maüser, no pertenezco a ningún lugar y no represento a nadie. Yo soy mi única causa para
pelear.
– Bien, eh… – vaciló, mientras la saludaba.
– Noiholt. Así como suena, Noiholt – lo miró, ceñuda.
– Es un nombre que no había escuchado. Gusto en conocerte. Llámame Leon, por favor.
Al estrechar la mano de la chica, Leon pudo notar que era suave y muy pequeña. Levantó la
vista y se fijó por primera vez con más atención en quién tenía al frente. Noiholt tenía un
aspecto claramente caucásico, piel muy blanca, ojos celestes y grandes, labios carnosos y
rosados, cabello rubio suave, muy claro. A excepción de un gran mechón negro (obviamente,
teñido) que salía de la frente y caía por un costado hacia la oreja, la chica era un claro ejemplo
de belleza alemana. Tragó saliva. Continuó el recorrido con la vista, encontrándose con su
cuerpo delgado y menudo, pero sin embargo se notaba muy bien entrenado. Notó que iba
vestida con calzas largas y camiseta ceñida al cuerpo, zapatos de seguridad con punta de fierro
y cinturón grueso, especial para llevar armas y sus respectivos cargadores.
– ¿Has terminado ya de evaluarme, Sr. Kennedy? – preguntó Noiholt, con aspecto burlón.
– ¿Por qué me llamas así?, te dije que podías usar mi nombre… – se quejó – sólo me
preguntaba cómo alguien de aspecto tan… digamos “suave” había sobrevivido con éxito en
este lugar. Y tengo la respuesta. Estás entrenada ¿no?
– Sí. Pero no pertenezco a ninguna organización específica… – su voz se apagó en la última
palabra, mientras recordaba sus duros años de viajes por oriente, aprendiendo técnicas de
artes marciales mixtas, y especializándose luego en Muay Thai, Silat y Krav Maga,
complementando con esto su manejo de armas de fuego, conocimiento que heredó de su
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Stacy Adler – Ojos color cielo
padre antes de morir en una pelea callejera. De pronto, volvió a la realidad. Pestañeó
rápidamente y despejó su mente de los recuerdos – estoy aquí por una de esas casualidades
extrañas que ocurren en la vida. Como el haberme encontrado en este edificio con un agente
del gobierno estadounidense.
– Sí… casualidades – asintió Leon – me dijeron que en este pueblo no había sobrevivientes,
pero claramente cometieron un error. ¿Desde cuándo estás aquí?
– Unos cuantos días. Intenté escapar y fallé, los desgraciados han cercado el lugar y no
permiten a nadie salir… somos todos potenciales proyectos de zombies. Intenté demostrarles
que no me han mordido, pero amenazaron con dispararme si intentaba hacer cualquier cosa.
Me habría quitado toda la ropa con tal de que me dejaran salir. Pero me habría congelado
antes de llegar a uno de los puntos de control.
Leon casi escupió al escuchar esa frase.
– Te creo – murmuró.
– Ya que tú puedes atestiguar que estoy sana… ¿quieres que te muestre? – preguntó Noiholt,
comenzando a quitarse la camiseta.
– ¡NO! – exclamó el joven, deteniéndola – te he visto lo suficiente. No es necesario – jadeó.
– De acuerdo – asintió, sorprendida – no eres muy profesional, Sr. Kennedy. Si me
transformara en este momento podría morderte el cuello fácilmente.
– Conozco perfectamente las fases del virus. No es así – la corrigió – estás sana. Punto.
Noiholt clavó sus ojos color cielo en los azules de Leon. Se dio cuenta que el joven agente
parecía fuerte y sincero. Movió la cabeza en señal de aprobación y tuvo una idea.
– Veo que estás empapado. Hay una oficina de esta fábrica que adapté para sobrevivir. Es
segura, con llave y ventana pequeña, la revisé 10 veces por lo menos antes de considerarla
segura. La chequeamos de nuevo ahora y si todo sale bien, allí podrás secar tus ropas y comer
algo… aunque este lugar es asqueroso y de seguro si estabas hambriento se te quitó. ¿Vienes?
– Sí – Leon se sintió apabullado por la seguridad en la voz de Noiholt. Era imposible negarse a
la oferta, y estando acompañado podría descansar más tranquilo, intercambiando la vigilancia
con la chica.
Salieron entonces con cuidado de la habitación y, guiados por la lámpara de gas, dieron un par
de vueltas antes de encontrar una escalera oxidada por la cual subieron al segundo piso.
Recorrieron sigilosos el suelo de baldosas y finalmente, llegaron al lugar que Noiholt decía.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 2
Era una oficina bastante amplia, y se veía más grande debido a que Noiholt, previniendo
posibles ataques, había arrancado todos los muebles y estantes que podrían albergar zombies
inoportunos. Tenía, sin embargo, una cocinilla a gas pequeña pero útil, una ventana estrecha
por la cual no cabría un zombie pero servía para ventilar, un colchón grande pegado a un
rincón, muchas mantas y frazadas encima de éste, y también muchos alimentos enlatados en
otra esquina. Había recipientes con agua para diversos usos y de pronto, Leon vio una puerta.
Levantó su H&K VP70 y se acercó sigiloso, cuidando de no tropezar con nada y rogando que no
hubiera un maldito zombie que arruinara el aire casi respirable de la habitación. Noiholt se fijó
en el joven y se acercó a él, posando una mano suave sobre su hombro. Leon dio un respingo
involuntario.
– Tras esa puerta está el baño. Tiene ducha, y es una suerte que no hayan cortado el agua aún,
pero supongo que no tardarán en hacerlo. Mira, podemos secar tus ropas allí, por mientras
comemos algo y te envuelves en una de las mantas que tengo por allá – las señaló – a este
baño difícilmente entrará algo, no se puede acceder desde el exterior y no hay ventana, sólo
un extractor de aire. Pero si quieres lo comprobamos… – dijo mientras abría la puerta, primero
despacio, y luego de un golpe rápido. No había nada.
– Está vacío – murmuró Leon, bajando su arma y comprobando que la ducha estaba sin
cortina, por lo cual no podría esconderse nada allí.
– Bien. Desnúdate y la ropa mojada la colgaremos aquí, para que se seque con el calor de la
cocinilla – señaló una silla.
– Eres una mandona, chiquilla – protestó suavemente.
– Y tú, Sr. Kennedy, deberías ser menos quisquilloso considerando la situación que tenemos
aquí – movió la mano rápidamente, abarcando todo el pueblo con su frase.
– Ya voy… estas mujeres, por dios… – suspiró, cerrando la puerta mientras entraba la frazada al
baño.
Una vez que Leon desapareció, Noiholt sacó varias latas del rincón de la comida, una pequeña
olla y un poco de agua que puso a calentar. Luego se dirigió a otra esquina y dejó la escopeta
en el suelo, manteniendo una pistola en el cinturón – por si acaso… – pensó.
Entonces Leon apareció envuelto en una gran frazada y se instaló en el medio de la habitación,
sentándose frente al fueguito que daba un poco de calor. Suspiró, avergonzado de la situación
que estaba pasando. Algo intimidado también por el carácter de la chica que le acompañaba,
la cual se movía de un lado a otro, preparando y descartando cosas que apenas alcanzaba a ver
en la leve oscuridad que los rodeaba, combatida no con mucho éxito por la lámpara de gas.
– ¿Tus ropas? – preguntó Noiholt, interrumpiendo los pensamientos de Leon.
– En el baño, pero descuida, yo los…
– Por dios, no seas tan tímido – gruñó interrumpiéndolo, tomando las prendas mojadas y
distribuyéndolas rápidamente por la silla para que se secaran pronto.
– ¿Cómo puedes sonar tan decidida?, si mal no recuerdo cuando te encontré estabas cerca de
un ataque de pánico allá abajo.
– Eso… – vaciló – sí, puede ser. Tienes un punto, Sr. Kennedy.
La chica se distrajo revolviendo la comida que estaba preparando. Leon pudo ver que una
sombra de tristeza cruzó sus ojos celestes y se arrepintió de lo que dijo. Finalmente, Noiholt le
estaba ayudando, no había necesidad de ser duro con ella, aunque fuera mandona. Tal vez era
ese tipo de personas que cuando están asustadas se volvían agresivas. Sí, debía era eso.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Lo lamento. No quise hacerte sentir mal. La mayoría de las mujeres que rescato por mi
profesión están asustadas y no pueden pensar con claridad. Tú te ves diferente.
– Tienes razón, sólo que en este caso no soy una damisela en peligro… tú no me estás
rescatando – replicó.
Y antes que Leon pudiera rebatir, la chica alargó un brazo y le pasó un pocillo grande con
comida caliente, y una cuchara. Le invitó a probar el alimento con la mirada, sus ojos celestes
brillaron de un modo diferente… el joven juraría que era de emoción, así que hizo caso y dio un
sorbo. A pesar de que quién sabe de dónde provenía, la comida estaba muy sabrosa y era un
calmante idóneo para recuperarse de la lluvia. El frío comenzó a disiparse y Leon comió con
avidez, disfrutando la cena como no lo hacía desde que estaba en misión.
De pronto, se acordó que no estaba solo. El caldo lo había transportado a algún lugar
maravilloso de su mente, donde nada de esto estaba pasando. Miró a Noiholt, que comía con
tanta hambre como él. La chica giró la cabeza y sus ojos se encontraron por unos momentos –
es tan joven… – pensó Leon – ¿por qué tiene que pasar por esto? – quería preguntarle su edad,
pero no sabía cómo hacerlo sin sonar impertinente. Sabía que las mujeres odiaban ser
consultadas por eso. Decidió hacer un rodeo.
– Te ves aún más joven de lo que pensé – comentó.
– Es porque lo soy, Sr. Kennedy – respondió la chica.
– Parece que no me va a decir…
– Si lo que quieres es saber mi edad sólo pregúntame – acotó Noiholt, mientras sorbía
dulcemente su caldo – no es necesario que seas evasivo conmigo.
– De acuerdo.
– Por favor – insistió la chica, clavando sus ojos claros en Leon, quien pudo notar un dejo de
tristeza inmenso en ellos – háblame directamente cada vez que quieras saber algo.
– ¿Qué edad tienes?
– 20.
– Definitivamente, eres muy joven – Leon la miró sin ocultar su asombro. La expresión de
Noiholt le daba una apariencia mayor, pero al observarla distraída se podía calcular su
verdadera edad – dime ¿qué haces en un lugar como este y cómo has sobrevivido?
– ¿Lo ves?, mucho más fácil si me preguntas así – señaló, dejando al joven agente aún más
confundido – a grandes rasgos, nací en Alemania pero mi madre es austriaca, yo vivía con mi
padre pero murió hace años en una pelea callejera donde se vio involucrado. Cuando eso
ocurrió, vine a vivir con mi madre a esta villa. Estuve haciendo muchos viajes y ahora que vine
de visita por unos días, encontré el desastre que ha ocurrido. Y he sobrevivido porque mi
padre, que fue militar, me enseñó a usar armas casi desde que nací, y cuando él murió dediqué
mi tiempo en perfeccionar esa habilidad y también mis artes marciales, que practico también
desde pequeña. Todo eso me ha ayudado a no morirme.
– Entiendo – murmuró, extrañado de que la expresión de la chica no cambiara ni un poco
mientras hacía su relato. De pronto, notó que había un cabo suelto en la historia – dijiste que
viniste a vivir con tu madre. ¿Dónde está ella?
– No está más, yo la maté – respondió Noiholt, con simpleza.
– ¡¿Cómo?! – exclamó, dejando escapar la cuchara de sus dedos.
– Bueno, no a ella realmente. A su versión zombie. La mordieron en un tobillo y se transformó
cuando estábamos en casa. Me atacó y no tuve más remedio que acabar con su vida. Eso es
todo.
– Mierda… – musitó Leon, sin saber qué más decir. Pestañeó un par de veces deglutiendo la
información que había recibido… – malditos sean, Umbrella – pensó, devastado. Y ahora no
sabía cómo continuar la conversación – eh… para haber vivido una tragedia como esa te ves
bastante entera…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Estoy destrozada por dentro, de verdad – replicó sorprendida, sin que su expresión variara
un ápice – y he recurrido a mis mejores artes de evasión de la realidad para no pensar en ello.
Si lo hago, me iré a pique y primero tengo que salir de aquí. Si me pongo a llorar perderé el
seso. No puedo. Mi madre hubiera preferido que escapara primero y me derrumbara después.
– C-claro… – tartamudeó. Ahora sí que no sabía qué decirle. La expresión fría que se había
adueñado de esos ojos celestes contrastaba con el gesto nervioso de sus manos, las frotaba
una contra otra sin parar. Eso le indicó que la chica decía la verdad. Estaba controlando su
mente de tal forma que, realmente, estaba evadiendo. Quizás era lo más recomendable en una
situación tan extrema como esa – eh… lo siento mucho, Noiholt… – consiguió decir luego de
una pausa.
– Gracias, Leon – fue la corta respuesta de la chica.
– Por fin usaste mi nombre.
– Y tú el mío, aunque sea difícil de pronunciar.
De pronto, los ojos de Noiholt brillaron de forma diferente. Parecieron recobrar algo de vida.
Leon dejó su pocillo vacío en el suelo y la observó atentamente, tratando de comprender qué
pasaba por su cabeza, lo cual era muy difícil pues la chica apenas mostraba emociones. Y de
pronto… ella le sonrió. Fue un gesto extraño, como si los ojos no se alegraran, pero la sonrisa
estaba ahí. Y Leon se dio cuenta que era hermosa. Muy diferente al tipo de chica que le
gustaba, claro, pero era bella, como de porcelana pero sin su fragilidad. Y su instinto de
protección despertó por fin, luego de mucho tiempo dormido. Él pensó que había muerto
junto con la explosión de Raccoon City y la muerte-desaparición de Ada, pero ahí estaba de
nuevo. Recordó la razón por la cual se hizo policía, para ayudar a la gente. Y aunque la chica
que tenía al lado no parecía necesitar a nadie para sobrevivir, sabía que llevaba un infierno por
dentro y decidió que la ayudaría a escapar.
– Nos turnaremos para dormir – dijo Leon de pronto – y mañana partiremos. Saldremos de
aquí con vida – afirmó con toda la seguridad de que era capaz.
– No es necesario que nos turnemos. Tengo un par de trampas puestas que se activarán si
alguien intenta atacarnos, así que sólo debemos descansar. Te agradezco que hayas decidido
llevarme contigo… realmente no quiero pasar más tiempo en este pueblo maldito.
Y el transmisor de Leon sonó de pronto, sorprendiendo a ambos con el ruido. ¡Por fin podría
comunicarse con Hunnigan!
– Leon… Leon… contéstame… ¿estás ahí?
– Sí, gracias al cielo, pensé que esta porquería se había dañado… – gruñó.
– La tormenta hizo un desastre con las comunicaciones, no podía siquiera ubicarte con el GPS –
dijo la chica al otro lado de la línea.
– Bueno, ya ves que estoy vivo. Sé que te preocupé, preciosa – levantó una ceja, coqueteando
descaradamente con Ingrid.
– Por favor, Leon, qué gusto de decir esas cosas cuando no corresponde.
– Siempre tan profesional, Hunnigan – suspiró.
– ¿Estás en una fábrica ahora, no?
– Siempre tan bien informada.
– “Ja ja”, dime una cosa ¿estás a salvo de la tormenta?
– Sí. Encontré una sobreviviente y la llevaré conmigo, es experta en armas y combate así que
no me retrasará.
– Estupendo, cuando revisamos el lugar no había aparentemente nadie vivo. Entonces, asumo
que pasarán la noche bajo techo y comenzarán a moverse cuando amanezca ¿cierto?
– Cierto.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Entonces enviaré a tu GPS las coordenadas hacia donde deben dirigirse. La concentración del
virus G ha sido mayor en esa zona. Hemos monitoreado que tu misión está casi lista, Leon.
– Excelente, cariño. Nos vemos.
La comunicación se cortó mientras Hunnigan decía “ten cuidado”. Leon suspiró otra vez y miró
a Noiholt, que permanecía impasible en su posición. Era increíble la habilidad de la chica para
quedarse en silencio, como si su presencia se desvaneciera del lugar. Recordó que ella le había
contado que su padre había sido militar… sin duda su caminar silencioso y su mudez las había
aprendido de él.
– ¿Quieres comer más? – preguntó Noiholt de repente, con su suave acento alemán.
– Gracias… – asintió Leon, extendiendo su pocillo.
----o---A pesar de las preocupaciones obvias que enfrentaban, la noche pasó sin novedad. Cuando las
ropas de Leon se habían secado, él se las puso y una vez terminaron de comer y de
intercambiar una que otra palabra, cada quien tomó un lado del colchón y durmieron con
bastante tranquilidad.
Hacia el amanecer, Leon abrió los ojos sintiéndose recuperado del cansancio por la misión. Un
poco de luz se colaba por la estrecha ventana del lugar, permitiéndole ver a su lado a la chica
que dormía plácidamente. Sin su máscara de evasión, parecía tranquila y relajada… lo cual
probablemente cambiaría apenas se despertara. La realidad la golpearía y su mirada se
volvería dura de nuevo.
– Saldremos de este maldito lugar con vida – pensó Leon con fuerza, repasando mentalmente
los objetivos de su misión y entre los cuales no se encontraba rescatar sobrevivientes, pues se
pensaba que no había. El joven se sentó en el colchón y se dirigió sigilosamente al baño.
Cuando volvió, Noiholt le esperaba despierta y preparando el desayuno.
– No sabemos cuándo podremos volver a comer bien – dijo mientras revolvía la ollita – yo me
había atrincherado aquí, porque pensaba reponer fuerzas para tratar de intentar salir. Pero
ahora que irás conmigo sé que todo resultará. A ti te escucharán.
–Claro que lo harán – murmuró, recibiendo su plato con comida.
– ¿Adónde nos dirigiremos ahora, Leon? – preguntó la chica, comiendo animadamente.
– Hunnigan me envió coordenadas para ir a exterminar algunos zombies… pero no te
preocupes, aunque sé que no lo necesitas yo te protegeré – afirmó para darle confianza.
– Gracias, pero tal como dices, no lo necesito. Incluso puede que yo misma te ayude.
– Eh, en realidad no me atrae la idea de que una mujer me proteja…
– No me has visto pelear aún. Cambiarás de idea cuando lo hagas.
Los ojos de Noiholt parecían aún más claros de lo que había visto anoche. Leon se dio cuenta
de que no había nada que pudiera decir que alterara a la muchacha, la determinación que
sentía le daba fuerzas para seguir batallando. Y él haría lo mismo.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 3
– Si logramos conseguir un auto por aquí, podremos llegar a nuestro destino más rápido –
comentó Leon, mientras caminaban por las calles sucias de Grüneger. Sucias de basura y restos
humanos pudriéndose alegremente al sol. Llevaban alrededor de 3 horas caminando y a
diferencia del día anterior, no llovía en absoluto, lo que por un lado era bueno pues podrían
avanzar más rápido. Lo malo era que el ligero sol hacía que el aire fuera más irrespirable que
antes.
– ¿Puedes hacer partir un jeep sin tener la llave? – Preguntó Noiholt, pero se arrepintió de
inmediato al ver la mirada que le dio Leon – perdona, claro que debes saber. Mira, allá veo uno
– lo señaló – hagamos algo, yo te cubro mientras tú haces la magia. Nunca he comprendido la
mecánica así que yo sólo lo estropearía. Pero descuida, si viene algo lo mataré de inmediato.
– ¿Estás segura?
– Confía en mí.
La chica le miró con tal firmeza que Leon no pudo menos que hacerle caso. Se daba cuenta de
que, aunque la conocía hace menos de un día, podía creerle. Era una sensación extraña, muy
parecida a la que sintió cuando recién se encontró con Claire. Pero luego sufrió varias
decepciones a raíz de las mentiras de Ada… – aunque si me hubiera explicado la habría
perdonado, claro… ¿dónde estará ahora? – pensó. Miró hacia arriba por un segundo y luego
decidió olvidarse de aquello, que no podía cambiar. Se concentraría en el presente, en
completar su misión y salir de allí. Volvió su vista hacia Noiholt, que lo miraba atentamente
con sus grandes ojos color cielo. No tenía expresión alguna, excepto sus manos que se movían,
nerviosas.
– Vamos por ese jeep – dijo Leon.
– Podemos detenernos un momento en una armería que se encuentra más allá, para recargar
munición – sugirió la chica.
– Excelente idea.
Corrieron hacia el vehículo y abrieron las puertas de golpe, uno a cada lado para evitar
sorpresas. Estaba vacío, y como tenía sólo dos asientos no se llevarían un susto con algún
zombie perdido que apareciera detrás de ellos cuando menos lo esperaran. Leon revisó la
maleta y por debajo. Estaba completamente vacío.
– Cúbreme, cariño – indicó el joven agente, mientras entraba al jeep y sacaba su navaja suiza
especial para este tipo de ocasiones.
Leon acostumbraba a tratar así a las chicas, pero a Noiholt nunca la habían llamado así, ni
siquiera su padre. Volteó la cara enrojecida por el cumplido y tragó saliva. Se distrajo
rápidamente mirando a todos lados, aparentemente estaban solos. Parece que los zombies no
tenían hambre por el momento.
– ¿Cómo has asimilado tan bien la existencia de estos seres, Noiholt? – Preguntó Leon desde
dentro del jeep, mientras maniobraba con los cables – ¿tienes alguna conexión con Umbrella?
– Supongo que te refieres a la compañía farmacéutica ¿cierto? – Leon asintió desde adentro –
para nada ¿por qué me preguntas eso?
– Umbrella tiene la culpa de todo lo que está ocurriendo. Ésta no es la primera vez que me
enfrento a algo así. Hubo una ciudad hace poco más de un año que se destruyó por completo…
¿escuchaste algo así?
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Sí, salió en los diarios de todo el mundo. Ahora comprendo por qué ayer me dijiste que
conocías todas las etapas del virus y por eso sabías que yo no estoy infectada. ¿Eso quiere
decir que estuviste en esa ciudad que explotó?
– Más bien, sobreviví a esa catástrofe. Fue mi primer día como policía en Raccoon City. Y
cuando llegué… toda la ciudad estaba infestada con el virus G, que es lo que provoca la
zombificación. Conocí a quien actualmente es una muy buena amiga que también intentaba
escapar de allí… pasamos muchos problemas. Esto no me es extraño, y supuse que tú también
estarías familiarizada si tú o algún pariente fue parte de Umbrella pero… bueno, lo pensé
porque te vi tan poco sorprendida… no me has hecho preguntas al respecto… creí que sabías a
lo que te enfrentabas.
– No realmente, los asumí como zombies por las películas. Pero nunca pensé que me
encontraría algo así en mi vida… y tampoco quiero ponerme a pensar en ello… no quiero
perder la cabeza, Leon – volteó a mirarlo con sus grandes ojos celestes e inexpresivos.
El aludido le encontró razón. La situación ameritaba olvidar todos los prejuicios y sólo actuar
de acuerdo al objetivo de sobrevivir.
Y de repente, el transmisor de Leon comenzó a chillar. Fue horrible escucharlo así en medio del
sospechoso silencio que los rodeaba.
– ¡Leon! – exclamó Hunnigan desde el otro lado.
– Aquí estoy – contestó.
– Tienen que salir de allí ahora. Han cancelado la misión. Determinaron que es imposible salvar
el pueblo con la variante del virus G que está…
– Espera, me estás confundiendo – la interrumpió – explícate mejor.
– Umbrella se las arregló para esconder un BOW en alguna fábrica del pueblo y lo hizo de tal
forma que no aparecía en nuestro monitoreo, hasta ahora que salió de donde se encontraba.
Sabemos que es un Tyrant, pero está modificado con una variante del virus G que no
conocemos. Nuestros científicos aquí están trabajando como locos tratando de descubrir la
forma de arreglar el desastre de la nueva invención de Umbrella. Lo peor es que de alguna
forma, los infectados que “mataste” se están levantando de nuevo más fuertes y rápidos que
antes, y están creciendo en número. Además los están guiando hacia su posición actual. Por
eso, deben marcharse de allí de inmediato y dirigirse a las nuevas coordenadas que te estoy
enviando ahora. Esto es peor de lo que pensábamos. Han dado órdenes de redoblar la
vigilancia en los puntos de acceso y han cercado con barreras de acero y concreto más
poderosas los límites de Grüneger… realmente, no quieres quedarte a ver lo que Umbrella ha
hecho. Escapen ahora.
– De acuerdo, nos vamos ya. No te preocupes, Hunnigan, sobreviviré y podremos tener
nuestra cita pendiente.
– Sólo concéntrate en escapar – le gruñó mientras cortaba la comunicación.
– Gracias… – murmuró a su comunicador mientras lo guardaba en el bolsillo. Escuchó disparos
y levantó la cabeza para ver a la chica alemana abatiendo un par de zombies solitarios del lugar
– cambio de planes Noiholt, cancelaron mi misión así que nos largaremos antes de lo que
pensábamos. ¿Vas bien?
– Sí, los detendré con mi Blacktail…
– Dispara siempre a la cabeza, no pierdas balas en el resto del cuerpo – la interrumpió Leon –
tu arma es una 9mm y no hará mucho daño a menos que las aciertes todas a la corona.
– Tranquilo, confía en mí.
Noiholt apuntó su pistola y con rapidez disparó a los no vivos. Uno de ellos cayó al suelo
gritando algo ininteligible. Se detuvo un momento corto para secarse las manos empapadas de
sudor, volvió a abrir fuego y hábilmente dos monstruos más fueron abatidos – tiene razón, si
disparo a la cabeza caen fácilmente. Ojalá lo hubiera sabido ayer… – pensó mientras apuntaba
11
Stacy Adler – Ojos color cielo
hacia otro zombie, derribándolo con relativa facilidad. De pronto, vio de reojo que a su
izquierda comenzaban a llegar más de ellos. Y parecían más rápidos que los anteriores.
Leon por su lado terminó al fin de unir los cables y comenzó a tratar de hacer partir el jeep,
pero no lograba encenderlo definitivamente. Parece que había pasado muchos días a la
intemperie, bajo la inclemente lluvia de los días anteriores.
– Leon… ¿es posible que te apresures un poco?
– Lo intento… ¿tienes dificultades?
– No mucho, pero las tendremos muy pronto… parece que estos bichos nos oyeron y
despertamos su apetito.
Seis… no, diez… o más zombies avanzaban hacia ellos a paso ligero pero no tan veloz como
había pensado, aunque lo suficiente como para preocuparse. Noiholt sintió el olor a
putrefacción aumentar con su llegada y contuvo una náusea. Era tan desagradable… pero no
era momento de pensar en ello. Había que actuar.
Corrió hacia ellos pero mantuvo una distancia prudente haciendo caso omiso de Leon, que le
gritó algo como “ten cuidado”. Apuntó rápidamente y comenzó a disparar abatiendo dos
zombies con cierta facilidad. Sonrió sin alegría, sintiéndose orgullosa de su puntería…
¡Click!
¡Click, click!
El mejor momento para que se acabaran las balas. Justo cuando tenía el tiempo calculado para
derribar a los malditos…
– Himmel! – Exclamó en su idioma – ¿falta mucho?
– ¡Ya casi! – gritó Leon mientras intentaba hacer partir el jeep por cuarta vez. Estaba siendo
más difícil de lo que pensaba y había comenzado a considerar el largarse de ahí y buscar otro
vehículo.
Noiholt tiró su cargador vacío y rápidamente lo cambió por uno nuevo. Comenzó a respirar
pesadamente sin haberse movido de su lugar, el aspecto de los zombies le afectaba más de lo
que quería reconocer – maldición, necesito calmarme… – pensó cuando erró un disparo que
normalmente habría acertado. De pronto, el bendito vehículo por fin arrancó.
– ¡Ya está, vámonos! – gritó Leon mientras sacaba su H&K VP70 para ayudar a la chica.
Noiholt respondió al llamado con un gruñido. No podía retrasar más el escape… cada vez se
acercaban más infectados a ellos, como si los estuvieran atrayendo. Se giró sobre los talones y
se largó en picada hacia el jeep velozmente. Pero…
Vio algo que le heló la sangre.
– Scheißenkleister…! – exclamó.
Un perro. O algo que había sido un perro en algún momento… una masa de cuatro patas con la
carne pútrida colgando del cuerpo maloliente, un hocico lleno de sangre seca y los ojos… esos
ojos horribles inyectados de… hambre, corriendo peligrosamente hacia Leon que no se había
dado cuenta pues estaba disparando hacia otro lado. La estaba cubriendo a ella para que
pudiera llegar al vehículo sin contratiempos. Maldición. Tenía que apresurar el paso pues el
agente no podría darse vuelta lo suficientemente rápido como para detener a la desgraciada
bestia. Corrió más rápido de lo que nunca lo había hecho y se dio cuenta de algo… no sólo
corría para salvarle la vida pues él la ayudaría a su vez. Corría porque no quería que le pasara
nada, por ningún motivo. Estaba asustada.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¡Abajo, Leon! – chilló con todo el potencial de sus pulmones.
El aludido hizo caso sólo por inercia. Dejó de disparar al punto y cayó al suelo en cuclillas justo
cuando Noiholt se elevaba de un salto y pasaba por arriba de su cabeza. Se dio vuelta y la vio
volar, impulsándose en el techo del jeep y dándole un fuerte rodillazo al cerberus en pleno
cráneo, reconoció el movimiento como uno de los golpes más fuertes del Muay Thai. El perro
cayó estrepitosamente al suelo, rodando y levantando polvo mientras la chica no perdía el
tiempo y le pisaba la cabeza con toda la fuerza que poseía, destrozándola lo suficiente como
para que no volviera a pararse. Y como si eso no fuera suficiente, un zombie salido quizás de
donde estaba a punto de abalanzarse sobre ella. Leon apuntó rápidamente y de un solo
disparo le voló la cabeza.
– Gracias… ¿qué rayos era ese perro? – jadeó la alemana, acercándose al agente con manos
temblorosas.
– Un cerberus. ¿Estás bien? – preguntó Leon, apoyando una mano en el hombro de ella.
Estaba preocupado por el ritmo que había adquirido su respiración, independiente de la
agitación propia de la carrera. Igual que ayer, parecía que tendría un ataque de pánico en
cualquier momento.
– Sí – suspiró, intentando relajarse – tengo problemas con el aspecto de estos hurensohn… me
recuerdan en lo que se convirtió mi madre. Es como si la matara una y otra vez. Mi cerebro me
está jugando malas pasadas y no puedo evitarlo por más que me concentro… perdón.
– No te disculpes. Si no fuera por eso, olvidaría que eres humana… – bromeó, tratando de
quitarle tensión – me salvaste, gracias. Si no hubieras actuado probablemente hubiera sido
mordido, o habría tenido muchos problemas para quitármelo de encima.
– De nada.
La respuesta de Noiholt fue corta y sus ojos eran inexpresivos, pero sus manos escapaban a la
máscara mental que construía y Leon se dio cuenta que podía deducir cómo se encontraba la
chica observando su gesticulación. Éstas temblaban aún notoriamente, así que pudo inferir
que realmente estaba agradecida. Leon miró hacia atrás y vio que los infectados comenzaban a
acercarse peligrosamente así que decidió no perder más el tiempo.
– Sube al jeep. Nos vamos a la armería que me dijiste.
– Excelente idea.
– Ponte el cinturón, porque vamos a correr.
Leon entró por el lado del conductor arrojando su mochila detrás del asiento y Noiholt hizo lo
mismo por el lado del copiloto. Ambos se colocaron los cinturones con rapidez y Leon aceleró
el vehículo, levantando una polvareda horrenda que casi los deja ciegos. Los zombies y uno
que otro cerberus perdido quedaron atrás, persiguiéndolos inútilmente. El joven pasó a 5º
velocidad en tiempo récord y continuó por el camino de asfalto siguiendo las indicaciones de
Noiholt… “Izquierda, derecha, sigue ese camino y en breve llegaremos…”
Leon la miró de reojo al notar que su voz tembló casi imperceptiblemente en la última
instrucción. Miró las manos de la chica, que aún temblaban. Sin pensarlo, quitó la suya de la
palanca de cambios y agarró una de las de ella, imprimiendo confianza en su toque,
transmitiéndole seguridad. Noiholt giró la cara y sus miradas se encontraron por un segundo.
Entendió todo sin escuchar palabra, y por primera vez en muchos días sus ojos color cielo
transmitieron una emoción: agradecimiento.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 4
La famosa armería era un local pequeño y con una variedad de equipamiento por lo menos
discutible. Pero considerando que estaban escapando de Grüneger, un pueblo no muy grande,
era más que suficiente. Tenía ventanas con protecciones, cortinas de metal y una puerta de
puro fierro que les daba bastante confianza como para detenerse un rato a descansar y
reponer fuerzas luego de conducir por más de 30 minutos a toda velocidad, esquivando
zombies y cerberus. Leon usaba sus mejores habilidades de chofer mientras que Noiholt
disparaba por la ventana a todos los potenciales peligros. Era imposible que no estuvieran
agotados.
Por suerte todos los locales comerciales contaban con baños decentes para refrescarse y
aliviar sus necesidades, de otra forma hubieran perdido el seso durante el escape.
Leon comenzó a registrar el lugar en búsqueda de balas 9mm para ambos y munición para la
escopeta de Noiholt, además de algún arma más poderosa para él. Buscando por aquí y por
allá encontró una Colt Phyton .357 que con su sola presencia podría asustar a cualquier
infectado, perro o Tyrant que apareciera. Leon sonrió, pues había suficientes balas como para
llenarla 3 veces al menos. Encontró también cargadores Parabellum 9mm y algunos cartuchos
de escopeta, no la cantidad ideal pero sí podrían viajar con ellos. Excelente.
Noiholt emergió del cuarto de baño con cara de curiosidad. Al ver las municiones sobre el
mesón comprendió la alegría de su acompañante y anunció que iba a preparar el almuerzo,
para luego salir y encaminarse de nuevo al punto de control más cercano. Según la
información que Hunnigan había enviado, con unas horas más de viaje lo lograrían.
Durante la comida, hablaron algunas cosas. Leon le contó de su experiencia en Raccoon City y
Noiholt a su vez habló de sus viajes por el mundo, aprendiendo diversas artes marciales y
meditación.
– Viví un tiempo en Tailandia, y mi Kru Yai de Muay Thai me enseñó a separar mi mente de mi
cuerpo y entrar en un estado de concentración profunda, que he aplicado desde que se desató
la infección aquí en Grüneger. Me ha servido mucho y creo que sin eso no hubiera logrado
sobrevivir. Probablemente habría perdido la razón al segundo día de asesinar el zombie de mi
madre.
– Esa es una experiencia durísima para cualquiera… me sorprendes, porque me hablas de eso
sin problemas. Y además, pareces ser una persona muy abierta – dijo asombrado mientras
deglutía un poco de comida enlatada.
– No te equivoques Leon, yo no soy como me ves – replicó la chica, con su agradable acento
alemán – ésta yo es sólo una versión de supervivencia, la yo real es tímida y no tiene amigos.
Noiholt Maüser es la persona más solitaria del planeta. Sin embargo… contigo es diferente.
Desde que te conocí, siento que puedo hablarte de todo y es algo que no me había pasado con
nadie… – se sonrojó involuntariamente ante la confesión y dio vuelta la cara para que Leon no
la viera. Pero era imposible considerando lo cerca que estaban comiendo – perdóname… estoy
diciendo cosas raras…
– Está bien, yo siento lo mismo – murmuró – me das confianza. Tanta que te permití que me
cubrieras mientras arreglaba el jeep. Y yo no le dejaría mi espalda a cualquiera.
Noiholt volvió a mirarlo y le sonrió, pero de nuevo parecía que los ojos no eran tocados por ese
gesto. Leon tragó saliva y se preguntó qué había en ella que le llamaba tanto la atención… su
belleza era totalmente opuesta a Ada y aunque sus hormonas no hacían fiesta como cuando
esta última le hablaba o le guiñaba el ojo, no podía dejar de reconocer que la chica alemana
hacía que se perdiera un poco mirándola. Más que un poco… – y además, ella no me miente,
no me oculta información ni inventa historias sobre novios perdidos y chicas indefensas… en
Noiholt sí puedo confiar… – pensó.
14
Stacy Adler – Ojos color cielo
Noiholt por su lado también estaba perdida, pero en sus propias cavilaciones. Se sentía extraña
por la naturalidad con la que actuaba al lado de Leon… confiaba en él sin dudarlo y se sentía
segura. Era todo nuevo para ella, y a veces pensaba que él podría malinterpretar su actitud y
alejarse… y pensar eso la llenaba de pánico. No lo quería lejos. Lo quería lo más cerca posible.
Luego de descansar y recobrar fuerzas, recogieron las municiones, se echaron armas a los
cinturones y abrieron la puerta del local con mucho cuidado, esperando encontrarse con
alguna sorpresa. Pero nada. Ni rastros de algún zombie hambriento dispuesto a alimentarse de
ellos. Incluso el aire estaba más respirable…
– No me gusta esto – se quejó Leon – hay demasiado silencio. ¿Estarán entretenidos con algo?
– Revisemos el jeep y si está limpio, larguémonos. Mejor así a que nos encontremos con
sorpresas.
Dicho y hecho, no se demoraron más de un minuto en comprobar que no había peligros en el
vehículo. Leon volvió a hacer la magia para encenderlo y en poco más de 3 minutos ya iban de
camino al punto de control para poder salir de esa ciudad horrible.
– Hablé con Hunnigan hace poco. No estamos muy lejos del punto de control, así que en breve
se terminará esta pesadilla.
– Gracias, Leon.
Ambos se miraron al mismo tiempo y con el mismo anhelo en los ojos: que se terminara la
pesadilla pronto. Ojalá pudieran seguir juntos, apoyándose… y ojalá no albergaran
sentimientos como esos, a tan poco de conocerse. Leon volvió a mirar hacia el frente y siguió
conduciendo con precaución. Esos malditos zombies podrían aparecer en cualquier
momento…
¡¡PAAAAAF!!
Sintieron un terrible golpe en el costado izquierdo del vehículo, haciendo que girara como un
espiral sin control por el asfalto, las ruedas chirriaban dejando su marca y Leon movía
frenéticamente el volante para evitar un volcamiento. Recuperó el control por milagro y miró
hacia todos lados, buscando el responsable del golpe.
– ¡Leon! – gritó Noiholt, señalando hacia su izquierda.
– ¿Pero qué cojones es eso…?
Un tipo de BOW que nunca había visto, porque claramente distaba de ser un Licker, o un
Hunter Beta o Gamma… ¿sería ese el Tyrant del que hablaba Hunnigan?... era un gorila gigante
infectado con el virus, los ojos llenos de hambre, el cuerpo y sobre todo la espalda con pedazos
de carne podrida colgando de ella y unos movimientos rápidos que diferían con su gran
tamaño. La bestia chilló con un alarido desgarrador que rompió el silencio, obligando a los dos
jóvenes a cubrirse los oídos. Las ventanas del jeep temblaron y amenazaron con romperse…
cosa que no ocurrió, pues el gorila una vez dejó de gritar, se lanzó en picada contra ellos.
– ¡Mierda, no alcanzamos a salir del jeep…! – Pensó Leon en una fracción de segundo –
¡sujétate, Noiholt! – exclamó.
Ambos agarraron con todas sus fuerzas el cinturón de seguridad que llevaban puesto y
agacharon la cabeza, al mismo tiempo que el maldito monstruo levantaba el vehículo de un
manotazo y éste salía volando un par de metros, para luego estrellarse contra el suelo y
volcarse hacia un costado estrepitosamente. El gorilón corrió hacia ellos y se entretuvo
destrozándole la parte de abajo al jeep, arrancando los neumáticos de cuajo y triturando los
fierros. Cuando se aburrió, le dio un nuevo manotón dejándolo con lo que quedaba de las
15
Stacy Adler – Ojos color cielo
ruedas hacia arriba, corrió en otra dirección y golpeó su propio pecho chillando su victoria. No
estaba muy lejos sin embargo, pero parecía más entretenido destrozando lo que había a su
alrededor que fijándose si su objetivo había caído.
No era el caso, por supuesto.
Leon había desabrochado su cinturón de seguridad y estaba haciendo lo mismo con el de
Noiholt, mareado por las vueltas y el volcamiento, pero estaba vivo y apenas tenía algunos
rasguños por la rotura de los vidrios, y uno que otro moretón en el pecho por la dureza del
cinturón. Pero era todo, y parecía que la alemana estaba igual que él.
– ¿Cómo te sientes, Leon? – preguntó, tratando de no herirse las piernas con los vidrios rotos
del parabrisas.
– Estoy bien, pero el cuerpo me duele como si me hubieran metido a una lavadora andando…
– se quejó, reptando hacia fuera.
– Imaginemos que algo así ocurrió. ¿Qué rayos es ese bicho? – inquirió mientras Leon la
arrastraba fuera del vehículo destrozado.
– Nunca lo he visto. Supongo que es la nueva invención de Umbrella que me advertía
Hunnigan… aunque no lo creo, porque ella me habló de un Tyrant y éste gorila no se parece a
ellos…
Leon desenfundó rápidamente su H&K VP70 y Noiholt lo imitó con su Blacktail, ambos sin
estar realmente seguros de si era mejor matarlo o salir pitando de ahí. El joven agente pensó
que correr quizás no era opción por la velocidad con que le vio actuar, aunque ahora parecía
sólo un gorila cualquiera haciendo destrozos… sólo su aspecto asqueroso delataba lo que era.
– Quiero que me hagas caso en todo, Noiholt. Éste no es un simple zombie o un cerberus, es
una criatura que no conozco y no sé cómo actuará. Yo lo atacaré, tú sólo cúbreme si ves que
necesito ayuda. ¿De acuerdo?
– Ok – asintió la chica, no muy contenta.
Leon comenzó a acercarse cautelosamente al monstruo, confiando en que no podría olerlo
pues el viento corría hacia otra dirección. El hedor putrefacto se hacía cada vez más
insoportable a medida que se acercaba, pero había que ser fuerte y soportarlo. Giró la cabeza
hacia atrás rápidamente, Noiholt le seguía un poco más atrás y tan atenta como él.
Leon suspiró, levantó su arma y vació todo un cargador en el gorila, intentando darle a la
cabeza exclusivamente pero era tal su altura que era imposible. Cambió el cargador con la
rapidez de un rayo pensando en que esas balas iban a ser inútiles, cuando escuchó el chillido
ensordecedor del monstruo. Tal parecía que estaba furioso. Leon había acertado todos los
disparos a la espalda y la cabeza, probablemente le había hecho algún daño. No el suficiente
como para detener la carrera que había emprendido para vengarse, claro está.
El gorila tiró un manotazo descomunal en dirección a Leon, que hábilmente se quitó de su
camino y volvió a dispararle a la cabeza, más fácil ahora que estaba casi encima de él. Acertó
todos, sin los resultados que esperaba: el BOW seguía vivito y coleando, agitando la cabeza
como si las balas le hicieran cosquillas. Maldición.
Noiholt desenfundó su escopeta al ver que las balas 9mm eran inútiles y cuando vio a Leon
rodando por el suelo para esquivar los golpes del gorila, disparó y consiguió volarle una
“mano”.
El monstruo dio un alarido de furia ensordeciendo a Leon, que estaba casi debajo de él. Buscó
a Noiholt con la mirada y la vio levantándose del suelo, probablemente la fuerza del
escopetazo la había hecho perder el equilibrio. Aprovechó la distracción del gorila desgraciado
y se paró del suelo con la velocidad de la luz, enfundó la pistola y sacó la Colt Phyton .357 que
había encontrado en la armería y le disparó a la cabeza, volándole parte del cráneo. Pedazos
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Stacy Adler – Ojos color cielo
de cerebro podrido se dispersaron por el lugar y Leon contuvo una náusea cuando su hedor
llegó a él. Qué asco.
Con esa arma podía fácilmente deshacerse de los zombies y cerberus, pero con este monstruo
no era así. Chilló, se quejó y comenzó a correr hacia todos lados, destruyendo a su paso postes
de luz, basureros, automóviles y lo que encontraba para demostrar así su ira. Sin embargo, no
se desplomaba.
– ¡¿Pero por qué no te mueres, bastardo infeliz?! – masculló Leon, entre furioso y
desconcertado.
– ¡Voy a dispararle de nuevo! – gritó Noiholt, corriendo hacia él.
– ¡Espera, no te precipites! – trató de detenerla, pero fue inútil.
La alemana apuntó hacia uno de los pies del gorila y disparó intentando destruírselo, como
pasó con la mano. Pero no tuvo éxito, porque éste se movió rápidamente y dio un salto
fenomenal, quedando en un segundo a varios metros de ellos.
– ¡Dreck, blöder! – maldijo Noiholt, levantándose de nuevo pues el impulso de la escopeta la
tiraba al suelo por segunda vez.
– ¡Déjame a mí el trabajo pesado! – Le gritó Leon – ¡sólo sírveme de apoyo!
El agente apuntó de nuevo la Colt Phyton .357 y trató de despedazarle la cabeza, sin
conseguirlo. El desgraciado fenómeno recibió un nuevo disparo en el cuerpo y no se moría.
Recibió otro, y otro, y nada… sólo saltaban pedazos de su cuerpo alrededor, pero él seguía en
pie. El muy maldito.
¡Click!
¡Click, click!
El único problema de esa poderosa arma es que, al ser revólver, sólo contaba con 6 balas por
ronda. Una clara desventaja contra un enemigo rápido, pero Leon contaba con dañarlo en ese
rato… y no lo consiguió. Carajo. No contaba con tiempo suficiente de abrir el bolsillo y poner
las balas correspondientes en su lugar sin que lo mataran en el intertanto, y tampoco quería
arriesgar a Noiholt aunque confiara en ella. ¿Qué haría?
No alcanzó a pensar en una solución, pues el monstruo se lanzó para golpear a Leon con su
puño cerrado. Noiholt descargó su Blacktail en él y fue inútil, eso no lo detendría. El agente se
movió con toda la rapidez de que era capaz y esquivó el golpe por milímetros, pero no vio
venir el manotón de reversa, que lo mandó lejos en medio segundo.
– ¡Leon! – gritó Noiholt, corriendo hacia él.
El aludido se levantaba penosamente del suelo, con un dolor agudo en el estómago e
intensamente mareado, cuando la chica alemana llegó a ayudarlo. Lo alzó con todas sus
fuerzas apoyándolo en su hombro, sujetándolo con la mayor suavidad posible de la costilla.
– ¿Cómo te sientes?
– Como si un tractor me hubiera golpeado… – respondió con dificultad – aparte de eso, bien.
No tengo costillas rotas de milagro, sólo quedaré magullado. He tenido mucha suerte con ese
golpe.
– Ich hatte solche angst… – murmuró la chica, mirándolo directamente a los ojos. Leon habría
jurado que veía miedo en ellos. Miedo por él, que a su vez trató de agradecerle por ayudarlo y
no pudo, se sentía extraño… no era el golpe, era algo más.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Sin embargo, alguien tenía otros planes para ellos. El gorilón chilló de frustración y comenzó a
mutar el brazo donde le faltaba la mano. Se transformó en una extremidad sanguinolenta, con
unas garras filosas que no tenía y acto seguido, se giró para matarlos.
Noiholt ni siquiera pensó en lo que iba a hacer… sólo actuó por instinto. Quería defenderlo, no
quería que se hiriera por su culpa… por llevarla con él siendo que podía escapar solo
fácilmente… todos esos pensamiento pasaron por su mente en una milésima de segundo.
Empujó a Leon hacia un lado con toda la fuerza adquirida en años de practicar artes marciales
y recibió un tremendo impacto en el costado izquierdo. Cayó al suelo y bajo ella se formó un
gran charco de sangre.
– Santa mierda… – Leon se arrastró hacia el cuerpo de la chica definitivamente asustado, por
ella. Le tomó el pulso y suspiró, estaba viva. Había que luchar para terminar con el maldito
gorila infectado.
Tomó la escopeta de Noiholt y corrió en otra dirección para atraerlo hacia él. Notó que se
movía del lugar al punto, intentando evadirlo y planeó una táctica para atraerlo hacia él. Era
arriesgado, pero de ser efectiva los salvaría. Si no, igual iba a morir. Era mejor hacer algo.
Bajó el arma y se quedó quieto, esperando que el bicho fuera tras él. Y así fue, pues cuando
éste se lanzó de nuevo a matarlo, Leon apuntó más rápido de lo que nunca había logrado en la
vida y le disparó directamente al rostro podrido.
El impacto fue tan cerca que el BOW no pudo eludirlo y su cabeza explotó, repartiendo el resto
de su cerebro por todo el lugar. Asqueroso.
– Noiholt – murmuró, recordando a la chica. Corrió a examinar la herida y al verla, maldijo. Era
muy complicada… pero no fatal. Aunque eso dependía bastante de su fuerza de voluntad. Por
lo pronto, debía encontrar un nuevo refugio para curarla.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 5
Noiholt despertó empapada en sudor. Había soñado con perros de muchas patas y cuerpo
pudriéndose en vida, gorilas con pedazos de músculo descompuesto pegado a los huesos,
zombies con la cara de su madre tratando de morderle el cuello… y Leon, defendiéndola y
muriendo justo al frente suyo. Cuando el sueño llegaba a ese punto, comenzaba a chillar de tal
manera que su garganta dolía como si la hubieran quemado… luego, cansada de gritar, se
encogía sobre sí misma y se abandonaba a la oscuridad… y luego aparecía otro perro de
muchas patas, otro gorila, otro zombie y otro Leon que moría, como una eterna espiral de
fatalidad… cuando por fin abrió los ojos, lo hizo sintiendo que tendría un ataque de pánico…
estaba tan asustada… ¿qué había sido real de todo eso?, quizás nada. Tal vez todo. Suspiró,
tratando de ver dónde se encontraba.
Estaba sobre una cama hecha con bolsas suaves y muchos trozos de géneros diferentes
apilados bajo su cuerpo. Trató de incorporarse pero el dolor agudo que sintió en su costado
izquierdo la hizo volver a su posición original bruscamente. Jadeó por el esfuerzo, contuvo una
náusea de dolor, vio todo borroso y cuando pudo enfocar la vista se dio cuenta que Leon iba a
refrescarle la frente con un trapo húmedo.
– Por fin despertaste – le dijo con cierta dulzura – te ha tomado muchas horas volver.
– ¿Horas? – repitió, asombrada. Por su nivel de hambre y la posición de la luna, que alcanzaba
a ver por la diminuta ventana calculó que era de madrugada – ¿Dónde estamos? – preguntó
con voz ronca.
– Es una larga historia que te contaré cuando te sientas mejor. Por lo pronto te diré que es una
fábrica de telas. Revisé toda la habitación y es segura, así que no te preocupes por…
Noiholt intentó de nuevo incorporarse, pero Leon la detuvo con un brazo y una mirada
reprobatoria.
– No te muevas. Me ha costado mucho contener la sangre sólo con trapos que, al menos,
parecían limpios. Dudo que se te infecte.
– ¡Himmel…! – Exclamó, inclinándose hacia el lado contrario y vomitando bilis agria. El mareo
aumentó por el dolor de la herida y la chica volvió a echar el estómago afuera. Era lo peor que
había pasado jamás. Todo le daba vueltas, el dolor era casi insoportable y las arcadas ni
siquiera le dejaban respirar.
– Necesitas tomar aire con urgencia – murmuró Leon con voz tranquilizadora. Se levantó a
recoger los trapos sucios, los tiró lejos y volvió para arrodillarse frente a la chica, acariciando
suavemente su espalda – trata de inspirar despacio… así, más lento… buena chica…
– Perdón – se disculpó Noiholt, sin atreverse a mirarlo – esto es asqueroso.
– Créeme, después de días cruzándome con zombies, cerberus y ese estúpido gorila, verte
vomitar es como estar en el cielo – bromeó, aunque para él era cierto.
Noiholt enrojeció con el cumplido y trató de distraerse de sus múltiples dolores.
– Ahora debo hacer algo que no te gustará… tengo que coser esa herida – observó Leon, con
aguja e hilo listos para la tarea.
– ¿De qué hablas?
– Con aplicar presión no es suficiente, si te mueves para algo más que caminar te desangrarás,
y no puedo permitirlo. Te necesito fuerte para que salgamos con vida de aquí.
La alemana se mordió la boca tan fuerte, que sintió el sabor de la sangre mezclado con el de la
bilis amarga. Qué asco… un momento… Leon dijo que podía desangrarse al menor movimiento
brusco… maldición… ¿iba a ser un estorbo para él de ahora en más?, no…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Vete, Leon – y mientras pronunciaba aquellas palabras, giró la cara hasta verlo directamente
a los ojos – por favor.
– Eh… de acuerdo – asintió tranquilamente, sin intimidarse por la fuerza de esa mirada color
cielo – imagino que tienes… asuntos que atender sola, pero llámame cuando…
– No me refiero a eso – interrumpió – digo que te vayas. De verdad – le miró aún con más
intensidad – tienes que escapar tú solo. Yo no estoy en condiciones de acompañarte.
– ¿Qué? – Replicó sorprendido – ¿hablas en serio?, porque eso no es posible. No voy a dejarte
aquí.
– Podría estar infectada ahora, y tú no te has dado cuenta de ello. Podría atacarte y matarte en
cualquier momento, y tú ni siquiera te enterarías de qué pasó.
– El contagio es por la saliva, y ese gorila sólo te desgarró un poco de la cintura. Pensé que
habías perdido el riñón izquierdo… por suerte no fue así. Me asustaste, pero no volverá a
ocurrir. Saldremos juntos de esto.
– ¡Mein Gott! – Exclamó – ¡no eres el maldito salvador de nadie!… ¡qué complejo de héroe el
tuyo, joder…! – pero se detuvo al ver la cara de Leon… esa expresión le dolió. Suspiró,
gesticulando con las manos – sólo… vete, yo seré un estorbo para tu escape y no quiero.
– No puedo dejarte, Noiholt. O salimos de aquí ambos, o nos morimos aquí los dos – replicó,
vehemente.
– No hables tonterías – lo miró como si fuera un niño – tú no te puedes morir.
Leon era obstinado cuando su instinto protector salía a la luz. Estaba empecinado, y Noiholt se
dio cuenta de ello. Maldición, convencerlo de que se fuera solo iba a ser más difícil de lo que
esperaba… aunque tampoco creía que le resultara al primer intento. No importa, tenía otro
plan bajo la manga… ¿podría soportar hacerle daño?… sí, la otra opción era arriesgarlo una vez
más por su culpa. No de nuevo… no soportaría que ocurriera lo que había soñado… ya cargaba
con suficiente dolor en la espalda como para añadir algo más a su locura.
– Quiero que sepas… que te he mentido desde que me encontraste en la fábrica – dijo,
concentrándose en sus dolores para reflejarlos en la mirada – en realidad trabajo para
Umbrella, mi misión… no te la diré porque no te concierne. Debiste darte cuenta que una
persona común y corriente no tiene el entrenamiento con el que yo cuento y sin embargo, ni
siquiera te cuestionaste si debía acompañarte. Lo decidiste, no me analizaste, confiaste en mí
sin pensarlo dos veces… me aproveché de que me creíste que no tenía nada que ver con ellos,
y ahora… – suspiró – así que como ves, no valgo la pena. Creo que es mejor que te vayas.
Leon la miró un momento desconcertado – ¿qué estás haciendo, Noiholt…? – pensó. Luego
suspiró, sentándose al lado de ella con expresión triste.
– Estás mintiendo.
– Ahora te digo la verdad.
– No te creo.
– ¿Qué sabes tú? – Dijo bruscamente – me conoces hace menos de dos días, no puedes
afirmar algo como eso.
– Oye… – negó con la cabeza – sé que mientes ahora. No puedo explicarte por qué…
simplemente, estoy seguro.
– Eres tan ingenuo… – le miró con lástima – por eso chicas como Ada… lo que sea, hacen y
deshacen contigo, como si fueras un vulgar pelele esclavo de tus hormonas. ¿Y dónde están
sus cojones, Sr. Kennedy?, ¿se los llevó Ada la última vez que la viste?
Touchè. Leon se encogió visiblemente, mordiendo su labio inferior. Muy bien Noiholt Maüser,
lo has logrado… ahora te odiará por haber usado su historia en Raccoon City para insultarlo.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Yo siempre supe que Ada me mentía – dijo mirando al suelo – era como… una corazonada
que no me dejaba tranquilo. La misma que me hacía confiar en Claire, también me hace creer
en ti ahora. Sé que me estás mintiendo, y aunque intuyo la razón, no la comprendo.
– De verdad trabajo para Umbrella… ¿cómo hago que te largues? – Replicó, comenzando a
desesperarse – ¿quieres pasar conmigo lo mismo que con Ada?, ¿deseas que te decepcione yo
también?, ¿quieres salir de aquí conmigo sin saber en qué momento te traicionaré por seguir
el objetivo de Umbrella…?
– Eso duele, Noiholt – respondió, con la vista aún fija en el suelo.
Ante tal respuesta, la alemana sintió que el corazón se le partía en mil pedazos. ¿Por qué rayos
tenía que ser tan confiado?, por qué… ¿por qué tengo que quererlo tanto…? Noiholt deseaba
que se enfureciera con ella, que la insultara, que se fuera sin decirle nada, que la odiara
inclusive… pero no, él sólo estaba herido. Maldición, ya no veas el suelo con esa expresión
desamparada… no lo soporto…
Leon levantó por fin la cabeza y la alemana confirmó sus temores: sólo consiguió incomodarlo,
hacerlo sentir mal. Pero no se iría de su lado. ¿Cómo decirle lo que sentía de verdad…?
– ¿Es posible que me hayas mentido con respecto a todo? – La miró – ¿que mataste a tu
madre cuando se convirtió en zombie?, ¿que tu padre era militar y te enseñó a usar armas, y
murió en una pelea callejera?, ¿que has viajado por todo oriente porque eres una persona
solitaria pero sin embargo, y por alguna razón, confías en mí? no, cariño. Lo que sí puedes
hacer es fingir un rato, pero más pronto que tarde tu verdadera personalidad saldrá a la luz.
¿Quieres que me crea el cuento de que trabajas para Umbrella y que me vayas a traicionar en
cualquier momento, cuando recibiste una horrible herida en el costado por evitar que el gorila
me matara? – Noiholt abrió los ojos, y Leon chasqueó la lengua – no te voy a dejar. Incluso
cuando actúas como si fueras un maldito robot.
– Arschloch – espetó la chica, con inmenso dolor en la mirada.
– Si vas a insultarme, al menos hazlo en inglés para que te entienda – dijo él a su vez, viéndola
directo a los ojos.
– Cabrón.
– Mucho mejor.
Noiholt se llevó las manos al rostro, temblando de rabia. Parece que era imposible ganarle a
Leon Kennedy en una discusión como esa. Su pecho subía y bajaba rápidamente, conteniendo
la desesperación que sentía. No, no podía llorar, no debía llorar… si lo hago, me iré a la mierda.
Pero no me estás ayudando, Leon… ¿no entiendes que si te pasara algo no podría soportarlo?
– Necesitas calmarte – observó el joven.
– ¡Oh, cierra la boca! – Chilló, descubriendo su rostro y temblando aún – esto es más de lo que
puedo resistir. He estado tratando de que te largues desde hace mucho rato pero eres tan
jodidamente obstinado que te quedas aquí, a pesar de mis insultos y de la posibilidad de que
esté infectada, incluso de que sea una espía de Umbrella y te traicione.
– Ahora sí eres sincera – dijo Leon, señalando las manos de la chica – están temblando.
Siempre lo hacen cuando me explicas lo que sientes. Y cuando me decías que trabajabas para
Umbrella estaban quietas… eso me dio la clave. Bueno, no sólo eso, también el hecho de que
confío en ti.
– Leon… – murmuró, apretando las manos delatoras contra su pecho agitado – no debo llorar,
no debo llorar, no debo llorar… – repetía mentalmente una y otra vez como si fuera un mantra
– cuando esto termine no sé qué pasará con mi cerebro. Me voy a romper como un cristal…
– Si eso ocurre estaré contigo – dijo vehemente, mirándola a los ojos – ahora permíteme coser
tu herida. Bebe esto – le pasó una cantimplora – es licor. Lo llevo para momentos así. También
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Stacy Adler – Ojos color cielo
tengo algo que ayudará a cicatrizar muy rápido, al menos lo suficiente para que te puedas
mover, incluso correr, sin desangrarte por el camino. He hablado con Hunnigan para que nos
consiga tiempo, podremos salir de nuevo cuando amanezca. Así que recupérate pronto.
De nuevo, las malditas lágrimas querían caer de sus ojos… no debo llorar, no debo llorar, no
debo llorar… parece que las técnicas de evasión de la realidad no estaban funcionando ahora.
Sentía la garganta apretada, el pecho agitado y los ojos hirviendo. Giró el cuerpo hacia el lado
contrario de Leon y subió las piernas hasta quedar en posición fetal, bebió un largo trago de
licor y no volvió a moverse.
Entonces, Leon se acercó y tomó la cantimplora. Echó un poco en la herida de Noiholt y
comenzó a coser lo más rápido que podía, para no alargar el dolor. Dio un vistazo al rostro de
la chica, parecía de piedra. Estaba pálida y con la mirada perdida, tenía la boca en una línea
dura, pero se veía mejor que hace poco. Leon había pensado que la chica tendría un ataque de
llanto o algo así, pero nada de eso ocurrió. Y se preocupó más que antes, prefería verla
expresando su dolor a evitándolo constantemente…
– Buena chica – murmuró – ahora voy a aplicarte un espray cicatrizante que te va a ayudar
mucho. Luego duerme y cuando amanezca, salimos.
– Ok…
Noiholt levantó lo que quedaba de su camiseta para que Leon pudiera usar el espray. Eso dolió
aún más que cuando zurcía su herida… no pudo contener un quejido. El joven la oyó y posó
una mano en su cabeza, acariciándola para confortarla.
– Ya está, ahora verás cómo esa herida cierra en un par de horas. Aguanta un poco más.
– Perdóname Leon… – musitó – te dije cosas horribles para que te fueras… no soportaría que
te pasara algo por mi culpa, sé que tú solo podrías salir fácilmente de aquí y sin embargo me
llevas contigo… y aunque puedo cuidarme yo sé que te preocupas igual por mí… no lo hagas,
realmente no lo merezco…
– Tranquila. Me imaginaba que por eso lo hiciste pero… es inútil. No te desharás de mí –
continuaba acariciando sus largos cabellos rubios – ¿tuviste muchas pesadillas, no?
– ¿Cómo sabes? – se asustó.
– Te quejaste mucho en voz alta… decías cosas en alemán que no entendí… y gritabas mi
nombre cada cierto rato…
– Santa mierda…
– Imagino que soñabas con el gorila. O los zombies, o los cerberus… es normal. A mí también
me pasó cuando recién salí de Raccoon City.
– Yo… nunca en mi vida he tenido contacto con Umbrella, ni siquiera he comprado sus
productos… lo que te dije de Ada, también perdóname por eso… traté de apartarte de la peor
forma posible, sólo quería que me dejaras sola, que vivieras… no quiero estorbarte, tengo esa
horrible impresión de que por mi culpa estuviste a punto de… – cerró los ojos fuertemente y se
abrazó a sí misma, con manos trémulas – soy tan egoísta, tan egoísta que te quiero a mi lado y
también te quiero lejos, a salvo… ¿qué estoy haciendo mal, Leon?, ni siquiera me atrevo a
llorar por mi madre porque tengo miedo de irme a la mierda, de caer en un lugar oscuro de mi
mente y no ser capaz de regresar… – dejó de hablar, porque notó que Leon se había trasladado
hasta quedar frente suyo. Lo miró hipnotizada, mientras el rubor comenzaba a dar color a su
rostro y sus labios temblaban de emoción.
– Si realmente llegas a irte a la mierda yo te sacaré de ahí – dijo, mientras acariciaba la frente
de la chica – me importas, Noiholt. ¿Lo entiendes?
– Sí…
– Me salvaste hace rato. ¿Creíste que no me daría cuenta?… no quiero que vuelvas a intentar
algo como eso… de apartarme de ti, eso no pasará. No puedo irme. No quiero. ¿Estamos?
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Stacy Adler – Ojos color cielo
La chica volvió a asentir, aún hipnotizada por la fuerza de esos ojos azules que la miraban
preocupados. ¿Qué había cambiado?, por lo pronto… debía concentrarse en su recuperación.
No quería causarle más problemas a Leon… porque muy a su pesar, lo quería más de lo que
pensaba…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 6
En el cuarto de baño y frente a un espejo algo sucio, Noiholt evaluó su herida. Estaba cerrada y
aunque la cicatriz aún era muy fresca, aguantaría bastante bien el trajín del escape. Suspiró
aliviada, pensando que si hubiera sabido antes que podría estar en condiciones de seguir sin
estorbarle, no hubiera intentando alejarlo… o quizás sí, lo habría hecho igual… me siento tan
mal por todas esas cosas que le dije… suspiró de nuevo, tomando dos píldoras para el dolor de
cabeza que habían sobrevivido en el bolsillo diminuto de sus calzas por milagro.
Llevaba el cabello imposible, incluso su mechón negro parecía ridículo en tales circunstancias…
pensó en cortarlo, pero descartó la idea rápidamente. No era momento de vanidades inútiles.
Mojó su cabello en el lavamanos, luego lo sacudió para secarlo un poco y lo tomó en una cola
de caballo para que no le estorbara. Listo, bastante mejor que hace rato, donde aún tenía
aspecto de moribunda. No podía decir lo mismo de su camiseta, que fue rasgada junto con su
cuerpo por el gorilón infeliz y casi no quedaba tela disponible… si todo continuaba como hasta
ahora, terminaría escapando en sujetador. Qué importa, en todo caso, si puedo salir viva de
aquí… aunque sea desnuda, lo haré.
Pensó en Leon. Estaba durmiendo todavía, sin duda se había desvelado por cuidarla… salió del
cuarto de baño y se dirigió a verlo… ¿qué estará soñando?… aprovechó de abrir latas con
comida para desayunar antes de partir, pero quiso darle al agente unos minutos más de
descanso, el que se merecía.
No me dejaste aunque te lo pedí, te lo exigí, te insulté, te herí… y te quedaste. Eres un idiota
obstinado, pero…
Dejó una de las latas en el suelo y se sentó frente a él, contemplándolo sin reparos
aprovechando su sueño. Lo encontró guapo, y se sorprendió de no haberse dado cuenta antes
de ello. Maravilloso cuerpo entrenado, cabello castaño, rostro armónico y varonil… ¿por qué
no lo había notado?
Leon abrió los ojos lentamente y se encontró con una chica alemana de ojos color cielo,
cabello rubio casi blanco con un mechón negro y boca rosada mirándolo atentamente, sin un
estado de ánimo definido en su semblante.
– ¿Desayunamos? – Preguntó Noiholt, sin saludar ni esperar algún comentario por parte del
joven – ve al baño y cuando vuelvas tendré todo preparado.
Leon se levantó sin decir palabra, pero sonrió cuando ella no podía verlo. Había echado de
menos a Noiholt mandona, aunque una parte de él se sintiera extraño cuando le daba órdenes.
Y tal como había prometido, la chica tenía la comida dispuesta cuando él volvió. El alimento
enlatado era muy útil para estas circunstancias, aunque no llenara realmente el estómago
tenía la cantidad perfecta de vitaminas, proteínas y carbohidratos que permitían al cuerpo
moverse con agilidad y no ponerse anémico.
– ¿Cómo está tu herida? – preguntó Leon, interrumpiendo el silencio.
– Bien. Tenías razón, ha cicatrizado bastante rápido… al menos, lo suficiente como para
moverme bien… hiciste un buen trabajo – respondió, levantándose la camiseta casi por
completo y mostrando la herida zurcida.
A Leon se le resbaló la cuchara de la mano, que cayó ruidosamente al suelo. Tenía la boca
abierta sin darse cuenta y apenas pestañeaba. Claro, en la madrugada ni se fijó en otra cosa
que no fuera coser y reparar el daño, pero ahora… incluso podía verle el sujetador.
– Ya entendí, ahora bájate la camiseta – le ordenó nervioso, tragando saliva rápidamente.
24
Stacy Adler – Ojos color cielo
Noiholt lo miró con sus grandes ojos celestes e inexpresivos, sin comprender bien qué había
pasado recién. ¿Se alteró sólo por verle una porción más grande de piel?, por favor… no seas
niño, Leon…
Pero le hizo caso. Terminaron de comer en silencio y se prepararon para salir nuevamente.
Leon tomó su bolso y revisó las municiones disponibles… parecían ser suficientes para llegar a
donde iban. Ojalá no hubiera más gorilas como el de ayer, de lo contrario no estaba seguro
qué ocurriría. Tuvo una idea.
– Intercambiemos – pidió el joven – tú me pasas la escopeta y yo te doy la Magnum, al menos
ésta no te va a tirar al suelo cuando dispares.
– Claro, gracias – dijo, mientras recibía el revólver. Lo examinó un instante y estaba segura que
podría matar hasta un dinosaurio con él. Aunque pensándolo bien… ¿cómo no se murió el
gorila zombie cuando recibió el impacto en la cabeza?
– Vamos, Noiholt – la apuró con suavidad.
Encaminó sus pasos hacia la salida, cuando sintió un tirón leve en la chaqueta. Miró hacia atrás
y vio a la alemana sujetándose a su espalda. Se extrañó de verla así… ¿se sentiría mal?, ¿no
estaría en condiciones de salir ahora?, si necesitaba más tiempo sólo debía hablar con
Hunnigan para que les consiguiera unas horas…
– Gracias, Leon… por no dejarme, por no enojarte conmigo cuando te traté como la mierda… –
pensaba, en tanto su respiración era lo único que interrumpía el silencio – ya sé que te lo dije
anoche… pero… sólo quería evitar que te pasara algo por mi culpa… no podría soportar el
estorbarte, y si… si… – apretó aún más el trozo de tela que sostenía con sus pequeñas manos –
si te pasara algo por protegerme, yo… – suspiró – tú me importas tanto, Leon… – dijo de
pronto.
Lo soltó un poco, para retomar el agarre inmediatamente con una mano en la espalda y otra
en el brazo. Apoyó la frente en su fuerte dorso, cerró los ojos y se quedó ahí un momento,
escuchando y aceptando sus propios sentimientos. No le interesaba si no era recíproco, sólo
quería estar ahí en ese momento… soy tan egoísta que no me importa nada más que se quede
a mi lado, soy una idiota por no dejarlo ir… aunque él diga que no quiere dejarme…
Leon bajó la mirada y sin voltearse, le tomó una mano. La apretó deseando confortarla y
demostrarle que se sentía de la misma forma… quizás ella entendía sin necesidad de decírselo.
Ojalá así fuera, porque no sabía qué hacer en ese momento. Sus sentimientos eran extraños,
no eran el deseo injustificado que sintió por Ada, o la amistad incondicional por Claire, era algo
diferente… que tenía mucho de los anteriores. ¿Debería decírselo?, tal vez…
Leon abrió la boca para hablar, pero Noiholt lo soltó definitivamente en ese instante. Se volteó
a mirarla.
– Vamos, ya te he retrasado bastante, Sr. Kennedy – le sonrió, y a diferencia de las veces
anteriores, los ojos parecieron ser tocados al fin por el gesto. No demasiado, pero sí lo
suficiente.
– De acuerdo.
Salieron rápidamente del lugar llevando sus armas cargadas y las mochilas con alimentos,
ayudas varias y municiones suficientes como para salir si no tenían mayores problemas.
Afortunadamente el clima acompañaba un poco y no llovía, el frío era soportable y el terreno
parecía despejado… sospechosamente vacío. Leon desenfundó su H&K VP70 y siguieron
caminando, atentos a cualquier movimiento. El silencio sepulcral que los rodeaba sólo era
interrumpido por sus pasos.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Noiholt miró al lado contrario de Leon, pensando que quizás estaban escondidos en los
negocios o las casas… pero nada. Ni un alma.
– Scheiße – murmuró – es peor no saber dónde se ocultan.
– ¿Te sientes bien?
– Sí.
– Vamos a correr entonces. Suave, para que no se te abra la cicatriz.
Ambos se lanzaron en un trote rápido y tranquilo, sin perder detalle del paisaje. Avanzaron
bastante y Leon sacó su GPS, para ver a cuánto estaban del punto de control. Quizás debía
conseguir un nuevo vehículo…
¡¡BOOOM!!
Una ruidosa explosión cercana los hizo saltar, al mismo tiempo que caía polvillo e incontables
pedazos de concreto sobre ellos. Corrieron esquivando los más grandes y finalmente lograron
guarecerse bajo un toldo de metal que los protegió de la parte final de la explosión.
– ¿Qué rayos pasó? – masculló Leon, mientras guardaba su GPS.
– ¿Cuál es el plan?
– Había considerado el buscar otro vehículo, pero después de esto… es nuestra mejor opción.
Vamos.
Volvieron a correr eludiendo los escombros, cuando rugidos de ultratumba y el característico
olor los alertó. Zombies. Una horda monumental de ellos saliendo del edificio que había
estallado. Los ojos inyectados de hambre como era característico, la carne descompuesta
aferrándose inútilmente a los huesos, el arrastre de los pies por el suelo… sin embargo, eran
más rápidos que ayer. ¿Qué estaba pasando?
– Parece que somos su desayuno – dijo Leon, con una sonrisa torcida – ¡lo siento chicos, aquí
no hay comida!
– No podré contenerlos a todos si decides dedicarte a hacer partir un vehículo. Mejor los
matamos y luego nos vamos.
– De acuerdo. Ponte a mis espaldas, tú encárgate de los que están frente a ti y yo haré lo
mismo por acá. Trata de ahorrar toda la munición que puedas, Noiholt.
Los ojos de la chica brillaron de forma salvaje. Asintió, dejando a Leon confundido por su
expresión, porque la mirada ahora se había fusionado con su boca entreabierta dándole una
apariencia casi animal. Bueno, no era el momento de ponerse a analizarla.
Espalda con espalda, ambos comenzaron a abatir los molestos infectados que rugían el
hambre en un chillido espantoso. Uno a uno iban cayendo en una lluvia de sesos reventados y
sangre pútrida. Si todo se mantenía igual, no tendrían mayores problemas para salir de allí.
De pronto, Leon dejó de sentir la espalda de Noiholt. Se giró medio segundo para encontrarla
con la mirada… la vio corriendo hacia los zombies.
– ¡¿Qué haces?! – gritó.
– ¡Estoy ahorrando municiones!
La alemana con mucha agilidad eludió el ataque de un infectado agachándose y rompiéndole
las rodillas de una patada, y antes que cayera subió con un rodillazo de Muay Thai en pleno
cráneo. Cuando finalmente el zombie tocó el suelo, Noiholt le arrebató la cabeza con sus
propias manos. La misma la arrojó hacia la cara de otro infectado, que corrió la misma suerte
del primero.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Su padre le había enseñado esa técnica de supervivencia. Lo llamaban “frenesí de guerra” y su
función tenía dos objetivos: disparar la adrenalina por el cuerpo forzando la mente a destruir y
aniquilar los enemigos con las manos, y por consiguiente el segundo objetivo quedaba
cumplido… ahorrar municiones.
Leon podía perfectamente hacer lo mismo, estaba entrenado para ello, pero ver a la chica
aplicando una técnica como esa… su instinto protector le dictaba que no debía permitírselo,
sin embargo no era momento de prohibirle nada.
– ¡No abras tu herida! – le ordenó, si embargo.
– ¡Sí, señor! – contestó la chica.
Entonces el agente volvió a concentrarse en su labor, volando cabezas con limpieza y eficacia.
Todo parecía ir bien.
– ¡Perro a las doce, Leon! – chilló Noiholt.
El aludido esquivó el ataque del cerberus sin mayores problemas, destruyéndole el cráneo de
un solo disparo. Luego esquivó otro, matándolo igualmente. Cuando ya fueron tres ataques
seguidos, se dio cuenta que no iba todo tan bien como pensaba.
– ¡Noiholt, sígueme!
Corrieron esquivando infectados y perros zombies, sintiendo que su aliento gélido y maloliente
les rozaba la piel… era asqueroso. Llegaron a una zona más neutral, donde no debían
preocuparse de escombros. Leon pensó que era buena idea exterminarlos a todos… cuando
vio que eran más de los que había calculado al principio. Entre zombies y cerberus, lo más
probable es que hubiera más de 50. Era demasiado para dos personas que no contaban con
municiones infinitas.
Leon chasqueó la lengua, enfadado. Esto iba a ser más difícil de lo que pensaba.
Y de pronto… sucedió lo que nadie esperaba.
Lickers. Salidos posiblemente del edificio que había estallado, corrieron matando a los zombies
y cerberus que les estorbaban. Su reptar hacía sonar el suelo y Noiholt no pudo disimular su
asombro.
– No te muevas, no respires, no hagas ruido – susurró Leon, aprovechando que aún se
encontraban lejos – empuña la Mágnum. Ahora.
– Ok – desenfundó rápidamente, obedeciendo.
Leon por su lado guardó la H&K VP70 y sacó la escopeta. Se quedaron quietos, con la
movilidad de una estatua mientras aguardaban algún cambio. Que se fueran, o que se
acercaran… ojalá fuera la primera opción.
Y en el mejor momento… el transmisor de Leon sonó. Los lickers se giraron rápidamente hacia
ellos…
– ¡Mierda! – gritaron ambos al mismo tiempo, preparándose para el ataque de esos bichos
asquerosos.
– ¡A la cabeza, Noiholt, igual que con los otros! – ordenó el agente, disparando la escopeta al
cerebro de uno de los lickers y esparciendo carne por todo alrededor.
– ¡Sí, señor! – respondió, volándole el cráneo a otro.
Pelearon a patadas y disparos con los monstruos, despedazándolos con alguna dificultad. Eran
un enemigo más complejo y por lo tanto requerían más habilidad. Noiholt sintió que su herida
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Stacy Adler – Ojos color cielo
comenzaba a dolerle, pero hizo caso omiso y siguió batallando, decidida a no estorbar por
ningún motivo.
El transmisor de Leon cayó al suelo y Noiholt lo recogió, contestando en su lugar.
– Aquí Maüser, Kennedy está algo ocupado – dijo mientras le aplastaba la cabeza a un licker.
– ¿Maüser… Noiholt? – preguntó Hunnigan al otro lado de la línea.
– Sí – respondió, extrañada de que supiera su nombre.
– Tienen que apresurarse, no pude conseguirles más tiempo… cerrarán la ciudad al atardecer.
Envié una ruta al GPS de Leon, es la más expedita. Síganla y no tendrán problemas. Y váyanse
de ahí rápido, el Tyrant está cerca…
Claro que estaba cerca, pues mientras Ingrid hablaba de él, un bramido ensordecedor llenó el
ambiente que los rodeaba. A Noiholt se le cayó el transmisor de las manos cuando lo vio… era
un humanoide de por lo menos 3 metros, garras en vez de manos, un traje negro extraño que
parecía ir pegado a la carne descompuesta y una cabeza gigante… de apariencia rara, como si
hubiera sido masticada antes de ponerla sobre los hombros.
– ¡El Tyrant! – gritó Leon, mientras terminaba con el último licker cercano.
– Himmel… es enorme…
– ¡Hay que correr ahora!
Se lanzaron a la carrera en dirección contraria del monstruo… y ojalá no fuera veloz.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 7
– ¡Somos malditamente afortunados, esa moto tiene las llaves puestas! – gritó Leon.
– ¡Cuidado, hay un zombie debajo! – gritó Noiholt a su vez.
El agente dio un rodeo y sin perder el tiempo, pisó la cabeza del infectado y se subió al
vehículo. La hizo partir de inmediato y movió una mano, apurando a la chica.
Noiholt dio un salto y cayó sentada al vehículo, se aferró a la cintura de Leon y partieron
raudos, huyendo del horrible Tyrant que, aparentemente, no se había percatado aún de su
presencia. Las ruedas chirriaron sobre la tierra y dejaron una marca al ingresar al asfalto.
– ¡La chica del transmisor dijo que no podía conseguirnos más tiempo… que debemos huir
antes del atardecer!... ¡necesitamos ver tu GPS!
– ¡Tómalo de mi chaqueta!
Lo hizo, no sin antes pasar por todos los bolsillos sin encontrarlo. Cuando por fin dio con él, se
dio cuenta que debían virar pronto a la izquierda… le indicó a Leon que lo hiciera, cuando el
Tyrant rugió su furia de improviso.
– ¡Verdammt! – Exclamó – ¡nos vio, acelera!
El monstruo apenas necesitó un par de zancadas para quedar cerca de ellos. Noiholt devolvió
el GPS a su lugar y desenfundó la Colt Phyton .357, disparando a la cabeza lo mejor que podía
considerando sus dificultades para apuntar. No dio en el blanco.
– ¡Voy a girar, agárrate fuerte!
Leon frenó un poco la moto y se lanzó a la curva, bajando una pierna para no volcarse. Una
vez salieron del peligro, volvió a acelerar y todo se volvió un borrón alrededor de ellos. Todo
menos el BOW que los perseguía más furioso que al principio por no poder pillarlos. Bramó su
rabia en un alarido ensordecedor, golpeó uno de los edificios de alrededor y lanzó pedazos de
concreto hacia la moto, haciendo que Leon maniobrara frenético para no perder el control, o
ser aplastados por algún escombro. Noiholt volvió a disparar, esta vez acertando en pleno
cráneo. Sirvió para dejar al Tyrant desconcertado, que se movió hacia atrás sacudiendo la
cabeza.
– ¡Estamos más cerca, Leon! – Gritó la chica – ¡yo sé dónde es!
Continuaron el camino de asfalto a toda velocidad, cuando a lo lejos divisaron movimiento.
¿Qué eran?, Leon enfocó la vista… parecían sapos mutados, con cabeza anfibia y cuerpo de ser
humano, verdes y piel gomosa… había leído algo de aquello, pero nunca había tenido el placer
de conocerlos en persona. Les llamaban Hunter y por la forma que tenían estos, eran de clase
gamma, los más mortíferos. Maldición… el informe de Valentine, al que había tenido acceso
por casualidad, los describía como “criaturas nacidas para matar, con una habilidad
sorprendente gracias a sus garras filosas… podían descabezar un humano con total facilidad,
aunque su especialidad es engullir a las personas. Eso sin contar la altura y distancia que
consiguen sus saltos gracias a sus piernas de anfibio”.
Tragó saliva. Un Tyrant detrás y Hunters delante… ¿es que se habían puesto de acuerdo para
fastidiarles la huida?
– ¡¿Qué rayos son esos sapos?! – preguntó Noiholt.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¡Sé que son peligrosos, pero nunca me he enfrentado a ellos…! – Chasqueó la lengua –
¡trataré de eludirlos, baja la cabeza!
La chica obedeció, mientras Leon maniobraba la moto de tal forma que cuando un Hunter
saltó, aceleraron para pasar sin problemas bajo él. Frenó levemente para esquivar el segundo,
pero el tercero que estaba más lejos los esperaba con sus garras filosas.
Noiholt levantó la cabeza, subió las piernas y se arrodilló en el asiento, y como si fuera de
goma, una de sus extremidades inferiores se enrolló en la cintura de Leon para no perder el
equilibrio. Tomó la escopeta que llevaba el agente en su espalda, quien por supuesto no
entendía nada, ni tenía tiempo de cuestionar la flexibilidad de Noiholt… el caso es que ésta,
apoyada en él, apuntó la escopeta y se preparó para disparar.
– ¡Baja la velocidad cuando te diga! – chilló.
Leon asintió. Continuó sobre la pista de asfalto, viendo al Hunter acercarse cada vez más a
ellos… y temió por la integridad de sus cabezas. Sin embargo, confiaba en Noiholt y por
consiguiente en su plan, aunque no tuviera idea cómo lograba equilibrarse sujetándose de él
con sólo una pierna.
– ¡Ahora, Leon!
El aludido frenó ligeramente y aguantando el peso de la chica sobre sus hombros, contuvo el
volante para que no se descontrolara la dirección. Noiholt murmuró algo en alemán y disparó
hacia la cabeza del Hunter, volándole los sesos. Leon tuvo que eludir su cadáver y la chica casi
se cayó de la moto, pero se aferró a él con todas sus fuerzas y logró volver a sentarse.
– Uno menos, nos quedan dos y el Tyrant… – murmuró Leon para sí.
Y lo que no esperaban ocurrió… uno de los Hunter vivos reventó la rueda trasera del vehículo
con sus filosas garras…
– ¡Salta hacia el costado! – gritó el agente.
Noiholt y él se arrojaron a la tierra y rodaron caóticamente, justo en el momento en que el
otro monstruo despedazaba la moto, partiéndola fácilmente por la mitad. Debido a la
velocidad con la que cayó, al raspar el asfalto dio chispas que rápidamente prendieron la
bencina, creando una espectacular explosión que acabó milagrosamente con uno de los
anfibios. Tal parecía que la suerte se había volcado hacia ellos, por fin.
Leon se levantó rápidamente y revisó sus armas, estaban todas en su lugar. Vio que la
escopeta había quedado lejos, seguramente Noiholt tuvo que soltarla para no herirse. La
encontró levantándose con cierta dificultad y revisándose la herida… parecía estar bien. Sin
embargo, su hombro desnudo no había tenido tanta suerte. La chica miró a Leon e interpretó
su preocupación, rápidamente se quitó lo que le quedaba de camiseta y se vendó a la
velocidad de la luz. Así que finalmente sí terminé huyendo en sujetador. Sonrió torcido con ese
pensamiento.
El agente se giró y sacando una TMP que tenía reservada para emergencias, disparó contra el
último de los Hunter y descargó completamente el arma, convirtiendo al bicho en un colador.
Sólo quedaba el Tyrant… y las municiones no alcanzaban como para, siquiera, pensar en
herirlo.
– ¿Cuánto nos falta para llegar? – preguntó Leon.
– Estamos muy cerca.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Vamos a correr. Aprovechemos que el Tyrant está distraído… ¿cómo va tu herida? – señaló
su cintura.
– Bien. Duele, pero aguanta la carrera. No se va a abrir.
– ¿Tu hombro?
– Estoy bien, Leon – dijo, ligeramente exasperada – no perdamos el tiempo.
Ambos entonces se precipitaron hacia la dirección que Noiholt señaló, rogando para que el
monstruo no se fijara en ellos aún… y lo vieron. Ahí estaba. Una puerta gigante de metal se
abrió lentamente, indicando que quienes estaban del otro lado también los habían visto.
Apresuraron el paso entonces lo más que podían, y el Tyrant por fin se dio cuenta de lo que
ocurría… Leon se giró, tomó una granada y la arrojó de tal forma que impactó en el costado de
un edificio, convirtiendo una esquina en polvillo y encegueciendo momentáneamente al
monstruo, que bramó enloquecido por haber sido burlado. El agente volvió entonces a girarse
y corrió de nuevo, alcanzando a la chica.
El punto de control estaba justo casi delante de ellos. Leon extendió su mano mientras corría y
tomó la de Noiholt, por si alguno de ellos tropezaba sería más fácil ayudarse. Vio que estaba
lleno de militares de las fuerzas especiales y había uno con una… ¿bazooka?, eso no era buena
señal para ellos. El Tyrant de pronto recobró la vista y al darse cuenta que los dos jóvenes
corrían lejos de él, se lanzó como un misil para alcanzarlos.
Leon se dio cuenta que si no pasaban rápido la puerta del punto de control, los matarían junto
con el BOW y sin derecho a reclamo.
– ¡Sólo un poco más Noiholt! – Gritó para animarla – ¡este maldito no nos puede ganar!
– ¡No! – Respondió, corriendo con todas sus fuerzas – ¡luchamos demasiado como para
perder!
Sí, sólo unos metros más…
El chillido del Tyrant resonó como un grito de guerra por todo el lugar. Desgarrador, y si
tuviera alma, estaría lleno de frustración. Pero seguía corriendo, pues sólo tenía un objetivo en
la vida: matar al que tuviera al frente. De pronto se detuvo y golpeó el suelo con tal fuerza, que
el concreto se levantó sobre los pies de Leon y Noiholt. Perdieron el equilibrio por la carrera
que llevaban y el impulso los acercó al maldito BOW…
Leon se aferró con una mano a la porción de concreto que se alzaba y con la otra sujetó a
Noiholt, aliviado interiormente de haberla cogido para correr segundos antes. La levantó lo
más que pudo y como la chica era liviana, no le costó demasiado. Ambos escalaron y saltaron
hacia la tierra suelta al mismo tiempo, rodando y parándose del suelo frenéticamente para
acortar la pequeña distancia que los separaba de salvarse. El Tyrant gritó de nuevo su ira y se
lanzó a la carrera otra vez, pero ya era tarde… pues con la velocidad de una exhalación, Leon y
Noiholt cruzaron el punto de control al mismo tiempo que el hombre de la bazooka disparaba
hacia el BOW, destruyéndolo por completo.
La enorme puerta de metal se cerró, comenzando con esto la cuenta regresiva para la
destrucción de Grüneger. Leon se apoyó sobre las piernas mientras recobraba el aliento,
jadeando por el escape y por la adrenalina que le indicaba un hecho específico: estuvieron a
punto de morir. Otra vez el peligro rozaba la mejilla de Leon S. Kennedy y lo había burlado.
Sonrió torcido, sus pensamientos eran por lo menos extraños para tales circunstancias. Bueno,
después de lo de Raccoon City…
Pasaron dos minutos en los que Leon se recuperó por completo. Enderezó el cuerpo y suspiró
con los ojos cerrados, diciéndole adiós al sufrimiento de esos días.
De pronto, con la velocidad de una flecha, se acordó de Noiholt. Giró la cabeza buscándola y la
halló de pie, con sus grandes ojos color cielo mirándolo atentamente. Parecía estar con la
mente en otro lugar, y de no ser por el temblor delator de sus manos, Leon habría pensado
que estaba, por lo menos, catatónica.
31
Stacy Adler – Ojos color cielo
Giró sobre sus talones y encaminó sus pasos hacia ella. Posó una mano sobre su hombro y la
miró por unos instantes. Se veía algo maltrecha, con un vendaje improvisado en la cintura y
otro en el hombro… pero viva, aunque parecía no entenderlo de momento.
– Ya está. Ganamos, Noiholt – dijo suavemente, impresionado del celeste claro en los ojos de
la alemana.
– ¿Es todo…? – preguntó ella a su vez.
– Sí.
Como si la afirmación fuera un detonante, Noiholt se dejó caer sobre sus rodillas sin decir nada
más. Sus manos temblaban sobre su regazo y su respiración había cambiado, pero lo que más
le preocupaba a Leon era su silencio. Le dolía que no expresara lo que estaba sintiendo… ¿por
qué?
Se agachó hasta quedar a su altura y tomó sus manos trémulas. Las apretó para conseguir
alguna respuesta de ella… y nada ocurría – háblame, Noiholt… necesito saber qué pasa por tu
cabeza… – pensó.
Unas gotas cayeron sobre sus manos… ¿llovía?, el joven miró al cielo, estaba despejado.
Nuevas gotas lo distrajeron… y lo entendió… eran lágrimas.
Leon mordió su labio inferior. Así que Noiholt podía llorar… se sintió culpable por haberla
creído un robot en algún minuto. Entonces efectivamente estuvo esos días concentrándose en
no derrumbarse para sobrevivir. No, era más que eso. Ella estuvo a punto de romperse muchas
veces, y se las arregló para impedirlo… por él. Para no retrasarlo en su escape, pues sabía que
a pesar de sus habilidades no tenía el entrenamiento especial que él sí poseía. Ahora todo
tenía sentido – soy un idiota… – se regañó sin ganas – me lo dijo, y le creí sólo hasta cierto
punto…
– ¿Leon…? – murmuró la chica de improviso, con una voz que el aludido nunca había
escuchado.
– Estoy aquí – respondió de inmediato, sujetándole las manos con más fuerza.
Noiholt se lo había advertido en muchas ocasiones y él no había comprendido la magnitud de
esas frases hasta ahora: “estoy destrozada por dentro, de verdad”; “no quiero perder la cabeza,
Leon”; “ni siquiera me atrevo a llorar por mi madre porque tengo miedo de irme a la mierda, de
caer en un lugar oscuro de mi mente y no ser capaz de regresar…”… y podía seguir pensando
en todos esos detalles que delataban su real estado. ¿Por qué pensó que era un robot?, ahora
no podía parar de recriminarse por ello. Y recordar el gesto contenido de dolor cuando le
escuchó decirlo… maldición…
Leon descubrió que Noiholt le importaba más de lo que ya había pensado. Porque verla llorar
era lo más duro que había tenido que enfrentar… prefería recorrer las calles de Raccoon City
mil veces si eso detenía sus lágrimas.
Podría jurar que sintió el corazón de la alemana destrozarse justo delante de él. ¿Qué podía
hacer para ayudarla?
– Leon… – Noiholt volvió a llamarlo con voz quebrada.
– Aquí estoy.
– ¿No te irás…?
– No – negó atropelladamente.
– ¿Crees que podré… superar esto?, ¿recomponerme, reconstruirme?
– Sí – respondió con firmeza – lo harás. Lo sé.
– ¿Soy muy egoísta porque no quiero que me dejes…? – dijo sin levantar la mirada.
– No.
32
Stacy Adler – Ojos color cielo
Leon se sorprendió de su respuesta aunque sabía que era cierto. Pero no esperaba reconocerlo
a sí mismo tan fácil… quizás las palabras de Noiholt le afirmaron sus propios sentimientos por
ella – la quiero… ¿es posible?, sólo han transcurrido unos días… – pensó desconcertado.
En ese momento, Noiholt levantó la cabeza y le permitió ver su rostro, los ojos color cielo se
clavaron en él de tal forma que no pudo apartar los suyos. Sintió la necesidad de protegerla
incluso de su propio sufrimiento. Entendió que la chica se derrumbaba delante de él, y aunque
no le pedía ayuda él debía dársela. Se lo había prometido, no permitiría que se hundiera en la
oscuridad… porque la quería…
– No me iré, Noiholt – aseguró, mirándola directo a los ojos – no te voy a dejar. Aquí estoy.
Los ojos de la chica brillaron a través de sus lágrimas como si le sonriera, pero sin llegar a
concretar el gesto. Se inclinó lentamente hacia adelante y al ver que no era rechazada, hundió
la cara en el hueco entre el cuello y el hombro del agente, sintiéndose segura y protegida tal
como imaginaba que sería… subió una de sus manos temblorosas y la apoyó en su pecho
trabajado, aferrándose a la dura tela de la chaqueta mientras desahogaba su pena en silencio.
Leon la recibió sorprendido de su avance hacia él, y sintió que ésta era la forma de sostenerla,
de impedir que perdiera la razón. La abrazó delicadamente por la cintura y sin decir una
palabra. En su corta vida como policía y luego como agente secreto del gobierno había
aprendido a ser duro, aunque su necesidad de proteger a la gente era un contrapunto que le
permitía ahora ser un apoyo para Noiholt. Perdió la cuenta del tiempo que pasó
conteniéndola, permitiendo que le empapara el hombro… pero no le importó. Lo haría cuantas
veces fuera necesario, porque ella lo valía.
La pobre alemana descargó todo el sufrimiento que cargaba y sintió que el alivio estaba cerca,
porque la oscuridad de su alma maltratada no la estaba rodeando, se mantenía
prudentemente lejos… y allá se quedaría. Lejos.
33
Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 8
Habían pasado un mes y medio desde el escape de Grüneger. Leon S. Kennedy, ahora agente
secreto del gobierno había vuelto a EEUU pensando en Noiholt, la chica alemana que había
conocido en su última misión, donde fue enviado a Austria.
Recordaba constantemente su cabello rubio y su mechón negro, sus grandes ojos celestes
como el cielo despejado, su piel blanca de porcelana pero sin su fragilidad, sus labios rosados,
su mirada inexpresiva… y su llanto silencioso la última vez que estuvieron juntos antes que
decidiera internarse en un hospital siquiátrico para superar el trauma que había sufrido antes
de conocerlo. Él estuvo de acuerdo, era mejor tener ayuda profesional, sin embargo… la
echaba de menos. Era imposible no hacerlo. Y pensar que ni siquiera pudo decirle cómo se
sentía…
----o---Flashback
6 semanas atrás, Leon y Noiholt estaban de pie uno frente al otro antes de subirse a un
helicóptero que los llevaría a algún lugar seguro, lejos de la inminente destrucción de
Grüneger. Habían logrado cruzar la puerta de metal antes que dispararan la bazooka contra el
Tyrant que los perseguía, y Noiholt al entender que ya no necesitaba mantenerse fuerte ni
evadir su dolor, se derrumbó por completo. Y habría sucumbido de no ser por Leon, que la
sostuvo en todo momento. Le estaba inmensamente agradecida, quería expresarle lo que
sentía en verdad… y estaban a punto de subir al helicóptero cuando tuvo una idea.
– Me quedo – dijo.
– ¿Cómo?, imposible – replicó Leon – van a destruir esta ciudad.
– Lo sé. Digo que me quedo en Austria… que me iré a Viena… a… – vaciló – me internaré en un
hospital siquiátrico. Eso.
– ¿Crees que es lo mejor?
– Sí – le miró a los ojos – me has ayudado mucho, Leon, y si no hubieras estado conmigo
cuando todo terminó… pero necesito profesionales también.
– Me quedo contigo entonces – dijo, vehemente.
– No, vete – pidió – mi miedo a que te fueras ya no está… sé que nos volveremos a encontrar.
Más temprano que tarde, lo sé…
Pero su voz se quebró otra vez, traicionando sus buenas intenciones. Nuevas lágrimas brotaron
de sus ojos, bañándole el rostro de tristeza por la separación… muy bien, Noiholt, arruina la
despedida. Hazle sentir culpable, idiota…
– Tienes razón – dijo Leon de improviso – nos veremos pronto. Celular, internet,
comunicador… no es como si me fuera a tragar la tierra.
– Sí… – asintió – la próxima vez será diferente.
– Cuídate. Avísame cómo va todo apenas puedas.
– De acuerdo. En este momento no tengo celular, pero te diré que me internaré en el hospital
Steinhof, aún tienen esa especialidad y a los militares suelen darles tratamiento allí.
Noiholt encaminó sus pasos hacia un automóvil y pidió que la llevaran a Viena. Leon tomaría el
helicóptero solo… pero antes de separarse, se miraron fijamente por un instante. El agente
quería a toda costa decirle lo que había estado pensando… quería revelarle sus sentimientos…
y ella por su lado sentía lo mismo, pero no era el momento. No ahora.
– Nos vemos, Sr. Kennedy – dijo la chica, haciendo un gesto con las manos.
34
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Nos vemos, Noiholt – respondió, dedicándole el mismo gesto de vuelta.
Fin Flashback
----o---Y no volvieron a comunicarse. Luego de eso, Leon volvió a EEUU y fue llamado al servicio
secreto, recibiendo un “ascenso” con ello. Y aunque tenía mucho que hacer e investigar,
averiguaba regularmente con sus contactos en Austria sobre el estado de la chica alemana.
Aparentemente todo iba bien. Un día llamó al hospital Steinhof para ver si podía hablar con
ella, pero los doctores se negaron argumentando que no era aún el momento. Leon no se
sintió mal. Se volverían a encontrar… eso era seguro.
Pero pasaban las semanas y no podía comunicarse directamente con ella. Pensó que tal vez no
quería saber de él aún… tenía que ser paciente y darle su espacio. Había sufrido mucho, no
quería interrumpir su tratamiento y revolverle la cabeza nuevamente.
Cuando la sexta semana estaba por terminar, le anunciaron a Leon que debía viajar a las
instalaciones de Umbrella en Alemania, para investigar un rumor sobre nuevas investigaciones
basadas en el virus G, relacionadas con el incidente que había convertido Grüneger en un
nuevo Raccoon City. Leon aceptó su misión sin chistar, pensando que podría hacer una parada
en Viena para verla…
– Irás con Robert, David y un intérprete –dijo Hunnigan, entregándole su pasaporte y varios
documentos útiles, y también credenciales.
– De acuerdo. ¿Qué tal si vamos a beber algo antes de partir?
– No, estamos de servicio.
– Siempre dices lo mismo.
Leon suspiró. Era divertido molestar a Ingrid, sabía que no le tomaba en serio… era mejor irse
ya. Sus compañeros lo esperaban en el avión que los llevaría a Múnich, la tercera ciudad más
poblada de Alemania y que albergaba la sucursal de Umbrella que debía investigar. Preparó su
mochila con todo lo necesario, guardó los documentos, un nuevo transmisor, y se encaminó a
su próxima misión. Iba a pedirle al piloto que hiciera una escala en Viena… y no tendría que dar
explicaciones a nadie, sólo saldría, iría al hospital y la vería. O hablaría con ella. O le dejaría un
mensaje… cualquier cosa con tal de hacerle saber que no la olvidaba.
Y de pronto, allí estaba ella. Frente a él.
Leon restregó sus ojos… lo que faltaba, ahora estaba viendo visiones.
Pero sí, es ella… ¿en serio es ella?
Noiholt lo esperaba abajo del avión. Vestía pantalones vaqueros con botas de taco bajo
negras, una camiseta negra ceñida al cuerpo y rostro radiante mientras le observaba. Su
cabello estaba más corto, le llegaba sólo un poco más abajo de los hombros y su mechón
negro ahora era acompañado por uno blanco, lo cual le daba un aspecto bastante especial. Su
cuerpo se veía duro, entrenado, tal como la última vez que estuvo con ella, pero su rostro…su
mirada era diferente, tenía vida en los ojos a diferencia de antes. Seguía siendo Noiholt, sin
embargo. Era ella. Es ella.
Leon caminó acelerando ligeramente el paso. Quería verla de cerca… preguntarle cómo
estaba… decirle lo que sentía…
Noiholt por su lado sentía el corazón acelerado, lo tenía frente a ella por fin… después de
tantas semanas pensando en él, sin poder olvidarlo por un instante. Su tratamiento había
resultado y aunque nunca en la vida iba a superar lo ocurrido con su madre, gracias a los
doctores que la trataron sí era capaz de continuar bajo mínimas secuelas emocionales, lo cual
era todo un logro considerando la experiencia traumática que había tenido. Podía seguir
viviendo sin culparse, sin evadir la realidad por miedo de no ser capaz de salir adelante…
35
Stacy Adler – Ojos color cielo
Había llegado por fin el momento, se había detenido a escasos centímetros de ella. Era Leon, el
mismo que recordaba, su cabello castaño, sus ojos azules, su cuerpo trabajado… su rostro
armónico… tragó saliva.
Te quiero, Leon. Era todo lo que podía sentir en ese momento. Era el mensaje intenso que
transmitía su mirada.
Te quiero tanto… toda su postura lo decía. Sus pequeñas manos que ya no temblaban, su
talante derecho, el rubor que dominaba sus mejillas.
Te extrañé. Era lo que murmuraba su boca en alemán.
Te quiero… no había necesidad de expresarlo con palabras, sus ojos color cielo se encargaban
de eso. Lo decía tan claramente, que Leon tragó saliva impresionado. Podía leerlo como si
fuera un libro, o un informe. Los ojos de Noiholt gritaban “te quiero”. Era tan claro, que no
podía equivocarse. No había necesidad de hablar. Ambos entendían.
– Ya estoy bien – habló la chica, con su agradable acento alemán.
– Lo sé – asintió – y no es que me moleste, pero… ¿qué haces aquí?
– Salí del hospital hace 2 semanas y…
– ¿Y no te comunicaste conmigo? – interrumpió, levantando una ceja.
– Espera – lo detuvo – fue mi primera intención. Pero en ese momento… bueno, por mi
entrenamiento en artes marciales y armas… me contactaron del gobierno. Tus jefes me
observaron durante mi primer intento de escape, antes de conocerte. Me explicaron que iban
a dejarme pasar, pero una de las cámaras con que vigilaban Grüneger se estropeó y no
pudieron verme por un rato, y cuando llegué al punto de control… no sabían si estaba
infectada o no, por eso me devolvieron. Se han disculpado bastante y me ofrecieron un puesto
como agente, Hunnigan ayudó mucho, hemos tenido conversaciones muy interesantes sobre
ti… – sonrió burlona – en fin, di algunas pruebas y quedé. Seré tu intérprete en Alemania, y
parte de la misión. ¿Qué dices?
– Me ha tomado de sorpresa todo esto… yo pensaba ir a visitarte ahora al hospital, no
intentaste dejarme un mensaje siquiera… estaba algo preocupado.
– Perdóname… yo sí quería verte… eras lo único en lo que pensaba… y por eso esperé. Quería
darte una sorpresa.
– Lo hiciste bien. Te ves muy bien.
– G-gracias… – se ruborizó involuntariamente – ¿qué dices entonces, de mi inclusión como
agente…?
– ¿Quieres realmente hacerlo?
– Sí – respondió, con voz firme – puedo.
– Debes saber que esto es diferente. Las misiones que tengo implican un riesgo muy grande, y
una posibilidad de que en algún momento, no ahora quizás pero sí eventualmente, debas
encargarte de darle una muerte digna a tus compañeros. Es el gran problema de trabajar en
esto, Noiholt. Cuando Umbrella está involucrado, también lo está el riesgo de tener que abatir
gente con la que compartiste… no es nada fácil, y no sé si…
– Lo entiendo perfectamente – interrumpió con suavidad – recuerda que soy hija de un militar.
Conozco el ritmo de vida al que se exponen, pero esto es lo que puedo hacer, para esto sirvo.
¿De qué valdrían mis años viajando por oriente si no puedo usarlos para ayudar?, tengo que
ocuparme en algo, y sabes que mi mente no es frágil. No tengo familia que me extrañe. Y
quiero… – vaciló – quisiera… estar cerca de ti…
– De acuerdo. Lo entiendo.
Leon hizo un gesto con la mano, para invitar a la chica a subir al avión con él. Cuando llegaron
a la escalera, Noiholt sujetó al joven por el brazo y lo vio atentamente, de nuevo con esa
mirada poderosa que gritaba “te quiero tanto, Leon”.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Y él… quería corresponderle de alguna manera… decirle algo… acortó la pequeña distancia que
los separaba con lentitud, quedando a escasos milímetros de esos labios alemanes. Quería
probarlos.
– ¡Hey, Kennedy, deja de coquetear con la chica! – gritó Robert, uno de sus compañeros que lo
observaba desde la ventanilla.
– ¡Eres un playboy, recuerda que también estamos aquí! – gritó David a su vez, aplaudiendo.
Leon suspiró y puso los ojos en blanco. Se había olvidado totalmente de ellos y de la misión por
medio segundo… se alejó de la chica y enderezó la postura, visiblemente decepcionado. Pero
no había que apurarse, tendrían tiempo de sobra para eso en algún momento.
– Scheiße – murmuró Noiholt.
– Usas bastante esa palabra.
– Me gusta.
– Creo que empiezo a saber qué significa.
– Es justo lo que imaginas – resopló, tan decepcionada como él por la interrupción.
– ¡Allá vamos! – dijo Leon, volteándose hacia el avión.
Noiholt vio que sus compañeros se apartaban de la ventana y arrastró al agente por el brazo
hacia el costado de la escalera. Allí, escondidos por la estructura de ésta, se paró de puntillas y
como aún no era suficiente para alcanzarlo, agarró su rostro masculino, lo atrajo hacia ella y le
dio un beso rápido y casto en los labios. Sólo eso. No le dijo nada porque no era necesario… su
mirada había sido lo suficientemente clara. Luego se apartó y subió al avión como si nada
hubiera pasado.
Leon apareció arriba segundos después, sin rastros en su rostro de la turbación que sentía por
dentro. Chiquilla atrevida… sonrió para sí mismo. Ya le devolvería el favor. Por ahora, debían
llegar a Múnich para comenzar la nueva misión.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 9
– Si Kennedy se pone pesado podemos ayudarte – dijo Robert a Noiholt, mientras jugaba en su
Gameboy Color.
– Es bastante conocida su fama de playboy, incluido el hecho de que Ingrid Hunnigan lo ha
mandado a volar en numerosas ocasiones – añadió David, viendo por la ventana.
– Se comenta que siempre que la invita a salir ella dice que no.
– Hey, no se les olvide que estoy aquí mismo y que puedo oír todo lo que hablan – dijo Leon,
volteando la cabeza hacia ellos y levantado una ceja.
– ¡Jajaja!, no te ofendas Kennedy, solo prevenimos a la chica nueva de tu peligroso encanto…
estamos bromeando – carcajeó David.
Noiholt continuaba sin decir palabra, pero observaba atentamente a sus compañeros. Robert
debía ser americano por su acento, pero David era… quizás cubano, latino sin duda. Tenía esa
belleza caribeña tan llamativa para los caucásicos y sin poder evitarlo, se le quedó mirando por
un buen rato… admiraba su piel dorada y ojos negros, era objetivamente un hombre muy
guapo.
Leon se dio cuenta de la curiosidad de Noiholt y no dijo nada. Tampoco llegó a sentirse celoso
pues sabía que no había deseo en los ojos de la chica, a diferencia de cuando lo había mirado a
él, ella observaba a David sólo con intriga. Después de un mes y medio pensando en Noiholt,
descubrir que siente lo mismo por mí y ese beso… me estoy volviendo idiota. A lo mejor los
zombies han acabado con mis neuronas…
Noiholt se giró en ese momento y clavó sus grandes ojos celestes en los azules de Leon,
distrayéndolo de sus pensamientos. Y como si comprendiera lo que pensaba, le dijo con la
mirada cuánto lo quería. Brevemente, antes que los demás se dieran cuenta de lo que pasaba
entre ellos… pero era difícil, pues uno estaba concentrado en su Gameboy y el otro en contar
las nubes. Ahora echo de menos cuando estábamos solos en Grüneger, sobre todo para mí, una
persona tan poco sociable, pero… supongo que igual tendremos tiempo para hablar…
El viaje desde Los Ángeles a Múnich duraba alrededor de 15 hrs. Lo único que quedaba era
acomodarse y esperar.
– ¿De qué país vienes, Maüser? – preguntó David – como ves, Blatstein está demasiado
entretenido con su Gameboy como para preguntarte cualquier cosa – rió.
– Te escuché – dijo Robert, alzando la mirada – lo que pasa es que este bebé es mucho más
entretenido que tú, por eso estás celoso – carcajeó, mostrando su consola.
– ¿Lo ves?, es un nerd. ¿Cómo se puede ser judío, militar y nerd al mismo tiempo?, él lo
consiguió.
David atajó una revista con la cabeza que su compañero le lanzó, en venganza por sus
comentarios. Leon se volteó de nuevo y cerró los ojos, manteniéndose al margen del desorden
que sus compañeros tenían. Sabía que Noiholt estaba algo incómoda con la situación, pues ella
le había dicho que carecía de habilidades sociales.
– No le hagas caso a este idiota, Maüser – se bufó Robert, señalando a David con una mano –
lo que pasa es que le gustas y por eso quiere saber más de ti.
– ¡Oye! – Bramó David, enrojeciendo – ¡no digas cosas como esas, la vas a espantar!
– Ojalá no hablaran tantas tonterías… – pensó Leon, levantando una ceja y sin voltearse a
mirar.
– Tú solito la estás espantando, Ortiz – sonrió Robert – mira a la pobre chica, no ha dicho una
sola palabra en todo el rato.
– Es cierto… ¿y de dónde vienes, finalmente?
– Alemania.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Wow, justo donde vamos – comentó David con una sonrisa – yo soy de Puerto Rico, mi
colega aquí es canadiense, Kennedy es americano y tú alemana… ¡vaya mezcla de países!
– Lo siento… tengo un poco de sueño, dormiré ahora – señaló la chica, sacando sus audífonos y
colocando un CD en su Walkman.
– ¿Qué grupo es? – preguntó Robert.
– Rammstein.
El sonido de metal industrial que se colaba por los audífonos de Noiholt se interponía con la
música del Gameboy, provocando una mezcla curiosa en el ambiente. Robert y David se
miraron el uno al otro, confundidos por la actitud autista de la chica… en fin, nada que hacer
con ella, a lo mejor era tímida. Cada quién entonces se metió en lo suyo, y el resto del viaje
transcurrió bastante tranquilo. Las quince horas se hicieron más soportables cuando lograron
conciliar el sueño.
Arribaron al Aeropuerto Internacional Franz Josef Strauss y fueron conducidos al hotel
Mövenpick, a escasos 4km de su lugar de llegada. Les dieron habitaciones totalmente
equipadas y una hora para acomodarse, pues debían salir luego para investigar un dato que
Hunnigan comprobó desde la central. Los citó para que se juntaran en algún lugar y oyeran
todos la misma información.
– Aparentemente, la sede de Umbrella en Múnich tiene un laboratorio de acceso privado donde
estaban haciendo investigaciones en base a los resultados del experimento en Grüneger. No
sólo eso… por la forma del Tyrant que apareció en esa ciudad, han avanzado notablemente con
la obtención de poder luego de la mutación. El Tyrant de Grüneger era más fuerte, más
resistente, incluso más inteligente que sus predecesores… por eso estamos preocupados… –
Hunnigan hizo una pausa antes de continuar – la misión de ustedes en este caso es recolectar
toda la información posible, qué experimentos nuevos están desarrollando, cuáles serán los
nuevos movimientos de Umbrella, quienes están involucrados, todo lo que puedan conseguir de
utilidad. Y por favor, no se hagan notar. No podemos alertar a nadie de su presencia allá. El
jefe de la misión es Leon Kennedy, por favor todos sus reportes háganlos a él. Y tú Leon,
cualquier novedad házmela saber lo más rápido que puedas. Les enviaré a sus GPS diferentes
áreas de investigación para abarcar más terreno. No actúen solos, si tienen problemas pidan
refuerzos… aquí no queremos mártires. Nos vemos.
– Entendido, Hunnigan – asintió Leon, cortando la comunicación – vamos a hacer esto bien,
chicos. Como investigaremos a Umbrella, deben saber algo. Si ven un humano que no lo
parece, que no responde a ninguna orden y parece hambriento de carne, disparen a la cabeza.
– ¿Tú dices que podríamos encontrarnos con… zombies? – dijo David, con tono socarrón.
– Aunque no lo creas. Los reconocerás fácilmente, son tan hermosos que dan ganas de llorar –
respondió Leon, sin hacer caso a la mirada incrédula que sus compañeros le dedicaban, menos
Noiholt, que permanecía en silencio – sé que es difícil de creer, pero eventualmente
podríamos toparnos con ellos.
– Yo pensé que cuando nos dijeron que estuviéramos preparados para cualquier cosa, por
difícil que fuera de creer, se referían a… qué se yo, pero esto sí que me toma de sorpresa –
observó Robert.
– Lo de cualquier cosa era cierto. Zombies, perros, sapos mutados, cocodrilos mutantes,
gorilas… lo que se les ocurra. Umbrella tiene de todo – dijo Leon, con cierto sarcasmo.
En ese momento, los GPS de todos sonaron, recibiendo los datos de los lugares donde debían
empezar a investigar.
– Comencemos. Todos tenemos los comunicadores conectados, ¿cierto? – Asintieron – bien.
En máximo dos horas tenemos que volver a este hotel, sino el resto asumirá que algo le ha
ocurrido al que falte.
39
Stacy Adler – Ojos color cielo
Se dividieron para salir a cumplir con su misión. Leon miró de reojo a Noiholt, se veía bien.
Suspiró y decidió no preocuparse demasiado… sabía que podría defenderse perfectamente si
tenía alguna dificultad… ojalá no fuera así. Había que trabajar, así que Leon decidió olvidar
todo por un rato, excepto sus deberes.
----o---Noiholt había ingresado a un subterráneo aprovechando sus habilidades para no hacer ruido ni
denotar su presencia. Estaba siguiendo una silueta que le había llamado la atención, porque
parecía tener el mismo entrenamiento silencioso que ella. Era mujer, sin duda.
Corrió sin hacer el menor ruido, llegando a una zona aparentemente en remodelación, pues
estaba llena de paneles, madera cortada y elementos de construcción varios. Qué lista… sin
duda la mujer sabía que ella la estaba siguiendo. Se regañó a sí misma, manteniendo una mano
cerca de su Blacktail como medida de precaución. ¡Una sombra…!
La alemana se giró rápidamente en dirección a lo que había visto, sacando su pistola en tiempo
récord y apuntando sin titubear.
– ¡Leon! – susurró, bajando el arma.
– ¿Qué haces aquí, Noiholt? – preguntó el agente extrañado, mientras se acercaba a ella.
– Shhhh – hizo un gesto de silencio – estoy siguiendo a alguien…
– La próxima vez avísame que harás eso, éste es mi perímetro de investigación y no es buena
idea que nos interpongamos… podríamos levantar sospechas – le susurró al oído.
Noiholt enrojeció de tenerlo tan cerca… su aliento cálido en el cuello la hizo estremecer de una
forma que no conocía. Si de ella hubiera dependido, se habría lanzado encima de él para
frotarse contra su barba inminente… tragó saliva, no era momento de pensar esas cosas.
De pronto, la silueta de una mujer sumamente curvilínea apareció frente a ellos.
– Hola, Leon – dijo una voz conocida para él.
– Ada – saludó el aludido, sin sonreír.
Ada Wong, su inconfundible traje rojo y pinta de femme fatale se hicieron visibles por fin.
Noiholt la miró sin disimular su asombro, dándose cuenta que la había seguido precisamente a
ella… la mujer que había hecho daño a Leon.
– Esa mujer es fascinante… – murmuró, sin una pizca de envidia en la voz – ahora entiendo por
qué te tuvo de las bolas.
– ¿Que me qué? – Leon volteó a mirarla, alzándole una ceja.
– Por suerte soy hetero, si no… – tragó saliva – yo también hubiera sucumbido a su
magnetismo.
– … – no sabía qué responder.
– ¿Tú quien eres? – preguntó Ada, señalando a la rubia.
– Noiholt Maüser.
– Tu apellido no es común… – se llevó una mano al mentón y pensó por un momento – ¿tienes
familia en la milicia alemana? – dijo finalmente.
– Paterna.
– Entiendo. Eres buena, me seguiste y sólo me di cuenta hacia el final.
– Gracias.
Ada avanzó hacia ellos bamboleando las caderas rítmicamente. Posó una de sus manos en el
pecho de Leon y lo acarició impunemente, sin que él hiciera nada al respecto… pero por dentro
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Stacy Adler – Ojos color cielo
estaba en llamas. El toque de Ada revivió dormidos recuerdos de Raccoon City, y la química
entre ellos apareció mágicamente, rodeándolos por un instante. Noiholt miró ceñuda la escena
que se gestaba ante sus ojos. Apretó los puños y la mandíbula, con deseos repentinos de moler
a golpes al primer idiota que se le cruzara. Pero cuando vio a Ada acercarse peligrosamente a
la cara de Leon… fue más de lo que pudo soportar.
– ¿Was machst du, schlampe? – espetó hacia la mujer, sabiendo que le entendería.
– Hey, suave nena – le sonrió Ada, volteándose a mirarla – no hay necesidad de molestarse…
Leon y yo somos amigos desde hace mucho tiempo…
– Claro que sí, nuestra amistad está llena de sinceridad y conocimiento mutuo… ¿qué haces en
este lugar? – preguntó el agente.
– Tú sabes, siempre tengo tantas cosas que resolver… parece que el destino se empeña en
juntarnos, ¿no lo crees, cariño?
Pero Leon se zafaba del agarre con suavidad. Ahora estaba molesto.
– Odio esa manía tuya de no responder con sinceridad lo que se te pregunta… – suspiró –
desde lo ocurrido en Raccoon City no nos hemos vuelto a encontrar. Sin embargo tú actúas
como si hubiéramos hablado ayer para ir al cine… esperaba al menos una explicación de tu
parte sobre lo que ocurrió.
– Perdóname, sabes que no puedo hacerlo – le guiñó un ojo, coqueta – es mejor así. No
entenderías mi trabajo.
– Pruébame – dijo vehemente – inténtalo y si fallo, entonces tendrás razón.
– Sigues siendo tan inocente, tan puro… – ronroneó – eso fue lo que me deslumbró de ti
cuando nos conocimos.
Leon y Ada se miraron a los ojos por un instante, y fue tanta la química que Noiholt se recogió
invisiblemente, sentía que su persona estorbaba y deseó estar lejos de allí, para no verlos.
– Has dicho “inocente” y “puro” como quien habla de un pobre idiota. Pero te agradezco por
no ser tan directa – frunció el ceño – hay rumores de que Wesker te ha contactado. ¿Es cierto?
– Quién sabe…
Ada se había alejado, sin embargo. Sonrió coqueta y sacó un arma extraña. Disparó hacia
arriba y un gancho unido a una cuerda se atoró convenientemente en una viga.
– Nos vemos, Leon…
Y desapareció. El aludido quedó mirando hacia el techo, tratando de descubrir si podía ver
algo… imposible, estaba muy oscuro para distinguir hacia donde se había marchado. Se rascó
la cabeza, pensando en la extraña manía de Ada por no explicarle nada nunca. ¿Estaba o no
con Wesker?
– Tomaré tu escape como un “sí” – murmuró el agente, sintiéndose repentinamente superado
por la situación.
– ¿Continuamos? – pidió Noiholt, con evidente molestia en su voz.
Noiholt. Giró sobre sus talones y la vio. Esos ojos celestes brillaban de furia, y Leon se
sorprendió de ese pequeño cambio a diferencia de Grüneger, donde la chica no expresaba
ninguna emoción en la mirada. Ahora podía leerla como si fuera un libro, desde que vio sus
sentimientos por él, ningún detalle se le escapaba. ¿Estaría molesta por Ada?
41
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Hey – apoyó una mano en el hombro femenino – ¿por qué estás enojada?
– … – ¿cómo podía decirle que la punzada de los celos se había apoderado de ella?
Se quedó muda, masticando su rabia e incómoda por sentirse así. Sabía que Leon y Ada
tuvieron “algo” que no se había concretado, él mismo se lo había dicho… y de todas formas, no
había que ser un genio para darse cuenta que el ambiente cambiaba cuando estaban cerca el
uno del otro. Había mucha química entre ellos, que no pasó desapercibida para Noiholt y
provocó su dolor. Sí… por dios que dolía, sentía el pecho hirviendo, que perdía el control de
sus emociones. Y no estaba segura de que era eso lo que debía sentir, pero era ineludible. Bajó
la cabeza y se mordió el labio, tratando de distraerse para no pensar más en ellos, juntos,
tocándose, rozándose…
Leon chasqueó la lengua, confundido – mujeres… ¿cómo saber lo que piensan…? – suspiró,
llevándose las manos a la nuca y dando un par de pasos a la deriva. De pronto, se giró y tomó a
Noiholt por la cintura con una mano y la apretó contra su cuerpo, plantando un beso
sorpresivo en sus labios alemanes. Usó su otra mano para aprisionarla posesivamente por la
nuca, añadió más presión al ósculo, logró que abriera la boca y finalmente, le quitó el aliento
con un maravilloso beso francés.
Noiholt vibró al sentir ese brazo poderoso rodearle la cintura, como si la quemara al contacto.
Todo su cuerpo se encendió, desde los pies hasta el cabello y la barba incipiente en el rostro
varonil le raspaba la cara maravillosamente. Era una sensación deliciosa que conocía por
primera vez. Nunca la habían besado de esa forma. Tampoco había tenido novio, pues nadie le
había gustado hasta conocer a Leon. Sin embargo, se dejó llevar por esos labios expertos, que
succionaban suavemente los suyos con maravillosa delicadeza.
El beso fue sustituido paulatinamente por un abrazo apretado, como si cada uno quisiera
entrar en la piel del otro, desesperadamente. Noiholt enterró la cara en el cuello del agente y
aspiró con fuerza su olor tenue a colonia y sudor, le encantó pues le recordaba el aroma de
una tarde lluviosa. Era, simplemente, tan sexy y varonil como había imaginado.
Leon por su lado disfrutaba tanto como ella. Su cuerpo pequeño, femenino, despertaba en él
primitivos instintos de protección y lo inundó la ternura verla aferrarse a él, esconder la cara
en su cuello y abandonarse a su persona con tal confianza. La imitó entonces, disfrutando del
olor a champú de frutas que emanaba de su cabello. Sintió ternura y deseo por ella… sonrió
ante sus sentimientos. Eres una delicia.
Cuando se apartaron, un poco de mala gana por romper el momento, Leon quedó satisfecho.
La chica que tenía frente a sí se veía intensamente ruborizada, su respiración se había agitado
y los labios temblaban, rojos como la sangre. No había rastros de contrariedad en sus ojos,
sólo una mezcla de deseo y sorpresa.
– ¿Volvemos? – sugirió el joven.
Noiholt asintió en silencio, tocando su boca para convencerse que ese beso había sido real, y
no producto de su imaginación desbordante. Dios… qué bien besaba ese hombre, quizás nunca
se cansaría de saborearlo. ¿Y si Ada lo probó antes que ella?, no le importaba en ese minuto.
Sólo quería estar segura de los sentimientos de Leon. Le bastaba con saber que era ella,
Noiholt, la actual persona que él quería.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 10
La realidad para Noiholt era que, por muy bien que se sintió con el apasionado beso que Leon
le dio horas atrás, ahora que tenía la cabeza fría nuevamente… veía las cosas de una
perspectiva diferente.
Se dio cuenta de aquello cuando abrió los ojos en medio de la oscuridad, presa de una gran
agitación y sudando frío gracias a su maravillosa pesadilla. Gorilas, perros, zombies, sapos
mutados, Leon… Ada. Qué apropiado…
Suspiró, alzándose para quedar sentada en la cama. Notó que sentía angustia palpable, como
si pudiera tocarla… lo que faltaba, ahora me volveré una de esas mujeres que lloran, comen
chocolate y ven teleseries. ¿Podría mi vida tener un poquito menos de drama?
Agradeció para sus adentros el tener habitación sola, odiaría tener que compartir su tristeza o
que le hicieran preguntas… no dudaba que Robert y David fueran buenas personas, pero eran
demasiado “animados” para ella. Mucho. Se sentía cohibida en su presencia y lo único que
deseaba era que no la tomaran en cuenta, que no trataran de averiguar sobre su vida… tengo
serios problemas sociales, pero es mil veces mejor así.
Volvió a acostarse, cerró los ojos y trató de conciliar el sueño. No tenía sentido preocuparse
más por temas que no podía resolver.
Pero a la noche siguiente, lo mismo pasó. En el día cada quien investigó su parte, reportaron a
Leon que a su vez entregó la información a Hunnigan, y luego a descansar pues tenían esa
noche libre. Robert y David habían invitado a Leon y Noiholt para salir de copas, pero ambos se
excusaron con diferentes razones. El primero debía preparan algunos informes más, y la
segunda argumentó que le dolía la cabeza. Por suerte no me hicieron más preguntas…
Sólo quería dormir y olvidar sus pensamientos. Pero alrededor de las 2.00am, abrió los ojos de
nuevo, igual que la noche anterior. Sentía la misma angustia cambiar el ritmo de su
respiración. Mejor saldré un rato a caminar… necesito aire fresco.
Se vistió con ropa abrigada, era invierno en Múnich y el clima amenazaba con nieve y lluvias en
todo momento, aunque parecía que por el momento sólo estaba helado. Decidió no avisarle a
nadie… ¿para qué?, no era necesario. Iba a dar una vuelta alrededor del hotel y regresaría en
breve. Bajó las escaleras, ignorando los ascensores. Mejor bajar a pie en vez de arriesgarse a
encontrar a alguien que le hiciera demasiadas preguntas. Pasó raudamente la recepción y llegó
a las frías calles de Múnich… solitarias y cubiertas por la neblina. Casi no se veía nada.
Caminó. Sólo eso. Sus pies se movían mecánicamente, sin seguir órdenes desde su cabeza…
era eso lo que quería. No pensar. Y ojalá, no sentir. Mientras andaba, veía a su alrededor y se
daba cuenta que cada vez se alejaba un poco más… pero en ese momento, no importaba.
Y de pronto, la sintió. Estaba justo detrás de ella… – Scheiße – murmuró – me tienes Ada,
muéstrate.
Escuchó atentamente cualquier cambio en la respiración de la mujer que estaba a sus
espaldas… pero nada ocurría. Hasta que de improviso, la sintió moverse. Noiholt se giró
rápidamente, bloqueando un golpe que iba directamente a su nuca. Se agachó, alargando un
brazo para golpear el estómago de Ada, pero no llegó a concretarlo, pues ella era muy rápida.
Ada se echó velozmente hacia atrás y trató de sacar su pistola, pero Noiholt la bloqueó una vez
más, golpeando sus piernas para hacerle perder el equilibrio. La morena usó su mano y
suspendió su figura en perfecta perpendicularidad, acto seguido cayendo suavemente sobre
sus tacones. Intentó golpear a Noiholt de nuevo, pero todos sus golpes fueron bloqueados… y
viceversa.
Después de 3 minutos tratando de noquearse la una a la otra y fallando, se detuvieron frente a
frente, jadeando por el esfuerzo. Ada sonrió coqueta y la alemana volvió a apreciar lo hermosa
que era.
– Sólo quería decir “hola” – ronroneó la morena.
– Bien. Hola – saludó, neutral.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Eres de pocas palabras.
– Sí.
Ada acomodó su cabello y sacó una cigarrera de plata, con un encendedor. A continuación,
caminó un par de metros y tomó asiento en una banca solitaria, algo escondida. Llamó a
Noiholt con la mano para que le hiciera compañía. Mientras la alemana caminaba hacia ella, se
cruzó de piernas y acomodó su abrigo.
– ¿Fumas? – preguntó Ada.
– Casi no.
– Eso es más un “sí”… ¿quieres un cigarrillo, nena? – ofreció.
Noiholt cogió uno y lo encendió. La morena hizo lo propio, y ambas aspiraron suavemente,
saboreando aquel tabaco de tan buena calidad.
Pasaron un par de minutos así. Ninguna rompía el silencio.
Sin embargo, fue Ada la que habló primero.
– ¿No me preguntarás por qué te he seguido? – sonrió.
– No.
– Qué directa… pero te lo diré igualmente. Hay información de utilidad que podría
entregarles…
– ¿Segura que quieres hablar conmigo y no con Leon?
– Oh, más de dos palabras en una frase, todo un logro… – ronroneó – no busqué a Leon
porque él es tan… correcto, que el origen de esto le impediría recibirlo. Dudo que tú tengas esa
clase de escrúpulos. Tampoco digo que carezcas de criterio, pero pienso que eres un poco
como yo en ese sentido… con tal de solucionar algo, eliminas tus prejuicios.
– No lo entiendo. ¿Estás con ellos o con… bueno, nosotros o quien sea?
– Creo que la explicación más exacta sería “estoy conmigo”.
– Interesante.
– ¿Qué cosa?
– Eso de que no contestas nada con claridad – observó, aspirando su cigarrillo.
– Veo que has pasado un tiempo con Leon… sin duda él te dijo eso.
Noiholt clavó sus grandes ojos color cielo en los de Ada, analizándola impunemente. Ésta se
dio cuenta, pero no hizo nada por impedirlo… de cierta forma, no tenía nada que ocultar.
Luego de un minuto, la alemana suspiró.
– Lo quieres.
– ¿Qué cosa?
– A Leon. Tú lo quieres.
– Oye… – Ada sonrió, incómoda – no sé a qué viene tu comentario, pero debes saber que me
di cuenta perfectamente de tus sentimientos por él cuando nos encontramos ayer. Y aunque
no lo hubiera notado… tu frase “¿qué haces, perra?” habló por sí misma.
– No pude evitarlo.
– Mira Noiholt, a pesar de lo frío que es mi trabajo, yo te entiendo. Es fácil enamorarse de él.
– Él también te quiere, Ada – murmuró, bajando la cabeza.
– Nosotros no podemos estar juntos.
– ¿Cuál es el significado real de esa frase?
– Qué lista eres, alemana.
Ada tiró su colilla al suelo, sin preocuparse de aplastarla con el pie pues el frío de Múnich se
encargó de apagarla completamente.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Sería más fácil para mí si no lo quisieras – habló Noiholt, saboreando su tabaco.
– ¿Por qué?
– Sería una competencia sin reglas. Yo podría hacer cualquier cosa para estar con él, y no me
sentiría mal al respecto.
– ¿Pero en este caso no puedes?
– No.
– Pues yo no veo la diferencia. El resultado siempre será el mismo para Leon y yo.
– ¿Por qué lo dañaste cuando estuvieron en Raccoon?
– ¿En serio crees que lo he dañado?, es algo relativo.
– Dime al menos eso.
– Qué pregunta… – suspiró, poniéndose de pie – te diré que le haría más daño estando con él.
– Himmel…
– Eres una buena chica.
Noiholt apagó su cigarrillo y espiró el humo, acomodándose en su abrigo de piel sintética y
notando recién que estaba muerta de frío. Pero era más que el clima, sentía el hielo en su
pecho, por dentro. Ada se acercó a ella y le dio un suave toque en la mejilla.
– Revisa esta información si lo deseas… o puedes entregársela a Leon sin verla, es tu decisión –
le entregó un mini disco.
– Bien – respondió, tomándolo y guardándolo en uno de los bolsillos de su abrigo.
– Para ti – le entregó la cigarrera – por si lo necesitas. Y… cuida de él. Es bastante confiado.
Esa última frase fue como una puñalada al corazón. Levantó la mirada, y sus ojos celestes no
detectaron malicia o sarcasmo en el semblante de Ada… tal parecía que era sincera en su
petición. Noiholt asintió suavemente, no sabía qué decir.
La morena sonrió, y girando sobre sus talones, caminó en alguna dirección, desapareciendo en
breve.
Fue como sentir en la piel la llegada del invierno. Era tanto el frío de su corazón que su sangre
circulaba espesa por su cuerpo. Esto duele mucho…
Entalló el gorro peludo de su abrigo en la cabeza y miró hacia todos lados… estaba sola, eran
las 02.27am y el clima amenazaba con ponerse a nevar. Pero no había nadie alrededor que la
viera, o la molestara, o le preguntara qué hacía allí en la madrugada. Así que en vista de las
circunstancias, hundió la cara entre sus manos enguantadas y desahogó todo el dolor de su
encuentro con Ada. Esa mujer había logrado herirla en lo más profundo de su alma y lo peor,
ni siquiera era malvada. No podía, no sentía deseos de venganza.
Y en todo caso, ¿de qué me tendría que vengar?, lo quiere… es sincero su sentimiento… yo no
puedo sentir rabia ante eso, aunque sí me duele. Y Leon también la quiere… ¿qué puedo
hacer?, ¿es que sólo soy su premio de consuelo porque no puede estar con ella…?
El dolor aumentó con ese último pensamiento. Premio de consuelo…
----o---Leon estaba comenzando a inquietarse por Noiholt, cuando la vio llegar. Se había percatado
que no se encontraba en su habitación cuando fue a buscarla para ver cómo se encontraba,
pues no habían tenido oportunidad de hablar durante el día. Y como nadie contestó, decidió
marcharse para volver más tarde… y ver que no había vuelto aún.
Tomó una chaqueta abrigada y recorrió el hotel buscándola. Preguntó a recepción y le
confirmaron que la vieron salir alrededor de media hora antes. ¿Por qué Noiholt iba a dar un
paseo a las dos de la mañana con el terrible frío del invierno alemán?, aunque fuera su país
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Stacy Adler – Ojos color cielo
natal, no tenía sentido. Decidió esperarla alrededor de la entrada y si no aparecía luego,
tendría que ir por ella asumiendo que estaba en problemas.
Mientras pensaba en eso, la vio. Llevaba un abrigo de piel sintética negro, botas altas y
guantes de lana. Iba caminando a paso rápido y aparentemente no se dio cuenta que la
esperaba, pues tomó una dirección diferente y no se acercó a hablarle.
Leon se dio vuelta y decidió darle alcance. La atajó de un brazo cuando llegaba a una de las
escaleras contigua a los ascensores.
– Hey… ¿dónde estabas?
– … – quería decirle que sólo había salido a dar una vuelta porque tenía nostalgia de su país –
salí un rato… – consiguió decir luego de una pausa, sin atreverse a darle la cara.
– Así veo, me refiero a que ni siquiera me avisaste. ¿Estás bien?
– … – quería decirle que sí, que estaba estupendamente, que era feliz con tan sólo tenerlo
cerca de ella – algo…
– Noiholt, date la vuelta – le ordenó, preocupado.
La chica le hizo caso. Se giró hacia él, su cabeza aún amparada por el gorro peludo de su
abrigo. Leon chasqueó la lengua y tiró de él, liberándola de su protección. Se encontró con un
escenario que no esperaba, pues frente a él veía una alemana de piel más pálida que de
costumbre, ojos hinchados, nariz enrojecida y labios morados, casi azules por el frío. Frunció el
ceño.
– ¿Te das cuenta que estás al borde de la hipotermia? – La regañó, mientras jalaba de su brazo
para guiarla hacia los ascensores – te llevaré a mi habitación, porque tengo la chimenea
encendida y necesitas calor de inmediato.
– No te molestes, también tengo… – pero dejó de hablar, porque cuando vio a los ojos de
Leon, se dio cuenta que estaba furioso y que sus palabras sólo echaban pólvora a la mecha.
Bajó la cabeza y mordió su labio inferior, sin saber qué hacer.
Leon había apretado el botón para llamar a los ascensores, pero Noiholt sólo pensaba en
escapar. En salir corriendo donde nadie la viera o le hicieran preguntas. No quería enfrentarse
a los cuestionamientos del agente. Y que averiguara que había pasado esa media hora fuera
con Ada, fumando como si fueran amigas de toda la vida… se le revolvió el estómago de
pensar en el interrogatorio que se armaría.
Apenas el ascensor abrió sus puertas, Leon metió a Noiholt dentro de él con escasa delicadeza.
Apretó el botón para llegar al piso donde se alojaban, y esperó que empezara a subir.
Parecía demorarse una eternidad. Nunca le había desesperado tanto un elevador.
Se giró hacia Noiholt, que continuaba con la cabeza gacha y los labios morados… ¿qué había
pasado con aquel lozano tinte rosa que recordaba?, más que eso… ¿por qué tenía tan mal
semblante?… maldito ascensor, te agarraría a patadas para que te apures…
Avanzó un par de pasos y tomó a la chica por los hombros, haciendo que ésta levantara la
mirada, sorprendida. Acto seguido, la abrazó con fuerza, guiando su cabeza rubia hacia su
pecho para encontrar algo de calor.
– ¿Qué está mal? – preguntó Leon, pegando su mejilla a la congelada de ella – ¿qué no me has
dicho?, te fuiste sin avisarme… ¿y si te hubiera pasado algo? – Noiholt se mantenía en
silencio… no sabía cómo responder a esa pregunta – háblame… no sabes lo difícil que es
adivinar qué te ocurre. ¿Has dejado de confiar en mí?
– ¡No! – exclamó, saliendo de su mutismo.
– ¿Qué es, entonces?
– … – quería decirle que no era nada, inventar que estaba con el periodo y por eso andaba
sensible… cualquier cosa que la hiciera olvidar lo que había pasado en verdad.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
En ese momento el ascensor por fin llegó a su destino. Leon se alejó un poco de Noiholt y la
cogió del brazo nuevamente, llevándola a su habitación. Mientras sacaba la llave, observó que
la chica parecía estar un poco más compuesta que cuando llegó. Abrió la puerta, la hizo entrar
y cerró de inmediato. Tiró el llavero a cualquier parte y le quitó el abrigo, de nuevo sin ninguna
delicadeza. La empujó hasta quedar frente a la chimenea y le ordenó con la mirada que no se
moviera de ahí hasta que recuperara el color.
Por mientras, él volvió a su laptop y continuó escribiendo lo que parecía ser un informe.
Pasaron unos minutos que a Noiholt le parecieron eternos. Usó su habilidad para no hacer
ruido y se desplazó como un felino hacia su abrigo, sacó el mini disco y se colocó sigilosamente
tras Leon. Alargó la mano antes de decir nada.
– Este mini disco tiene información de utilidad – dijo, preparándose para la pregunta que no
quería escuchar.
– ¿Cómo lo conseguiste?
– Me lo dio Ada… – murmuró.
Leon se dio vuelta en su silla, cruzándose de brazos con expresión extraña. Noiholt observó
atentamente sus ojos, buscando algún signo de necesidad, de deseo, por la morena. Quería
saber qué tanto le había afectado saber que estuvo con ella a espaldas de él. Pero sólo
encontró confusión, probablemente no sabía qué pensar al respecto.
– ¿Ya lo has revisado? – dijo Leon, finalmente.
– No. Lo recibí hace poco.
– ¿Cuándo?
– Ahora que estuve fuera…
Parece que Leon no había relacionado su salida con la obtención de ese disco. Y ahora se veía…
confundido aún, enojado… ¿triste?
Noiholt tragó saliva. Tal parece que tendrían una larga noche de conversación.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 11
Leon terminó la reproducción del mini disco con un suspiro. Ciertamente, ahora contaban con
información más que relevante acerca de los nuevos proyectos de Umbrella con el virus G,
habían desarrollado, efectivamente, variaciones que habían puesto a prueba en la ciudad de
Grüneger… tal como sospechaba. Malditos… acabar con vidas inocentes así sólo para testear
sus estúpidas armas biológicas…
Noiholt, que se había mantenido en silencio desde que había revelado el origen del mini disco,
se levantó silenciosamente e hizo ademán de retirarse.
– ¿Dónde crees que vas? – La atajó Leon de la muñeca izquierda – aún tengo algunas
preguntas para ti.
Noiholt abrió la boca, pensando qué responder. Pero la realidad era otra, no quería hablar.
Había tenido la vana esperanza de que Leon dejara los cuestionamientos para después, una
vez terminara de revisar lo que Ada le había entregado… pero claro, tal parecía que le
interesaba mucho saber cómo estaba la morena. Apretó la boca de forma inconsciente… la
punzada de los celos parecía haber cobrado nueva fuerza. Volvió a sentarse y bajó la mirada,
para no revelar su frustración.
– Quisiera partir por el hecho de que saliste a “dar un paseo” a las dos de la mañana sin
avisarme. ¿Por qué?
– No podía dormir…. – admitió a regañadientes.
– Tal vez no lo sepas, pero la gente común cuando tiene ese problema va por un vaso de leche
tibia – alzó una ceja – ¿por qué no me buscaste?
– No lo sé…
– Brillante.
Noiholt le miró de refilón… estaba muy enojado. ¿Era por su culpa, o estaba incómodo porque
no había visto a Ada?… el sólo pensar en ello hizo que le hirviera la sangre de ira.
– ¿Qué es más terrible, Leon? – Levantó definitivamente la mirada – ¿que saliera en la
madrugada sin avisarte, o que me haya encontrado con tu querida Ada sin avisarte?
– No veo por qué la metes en esto – respondió, alzando una ceja.
– ¡Oh, mein Gott! – Exclamó – eres un hipócrita.
Leon abrió los ojos, sorprendido.
– ¿Detecto celos en tu tono de voz?
– Sus habilidades deductivas me impresionan, Sr. Kennedy – gruñó, desviando la vista y
levantándose del asiento.
La alemana encaminó sus pasos hacia la puerta de la habitación, furiosa consigo misma por ser
tan impulsiva. Alargó la mano para girar la manilla y fue interceptada por Leon, hábilmente la
cogió por la cintura y con tanta fuerza, que Noiholt creyó que iba a perder el aliento. Por eso y
por tenerlo tan cerca de su cara… se perdió un momento en sus ojos azules, en su mentón
perfecto, su barba incipiente, su aroma varonil…
– ¿Quieres por favor dejar de huir?, me desespera – murmuró Leon, tan cerca de su oreja que
se estremeció involuntariamente de gusto, sólo por sentir su cálido aliento en el cuello.
– No huyo, simplemente no tengo nada que decirte – respondió, evitando nuevamente su
mirada.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Dios, mujer, eres complicada igual que todas – se quejó.
Y mientras pronunciaba esa última frase, hundió su cara en el cuello de la chica,
sorprendiéndola. Suspiró fascinado con su aroma a fruta, y volvió a su oreja.
– Si estabas celosa ¿por qué no me lo dijiste?, era más fácil que tenerme en ascuas sin saber
qué rayos te pasaba. Parece que he encontrado tu punto débil… porque si recuerdo bien, no
eres una chiquilla vergonzosa.
– Esto es nuevo para mí – murmuró, rendida.
Noiholt vio fijamente a los ojos azules de Leon, nuevamente flotando en un mar de
sensaciones diferentes. El agente leyó en su mirada lo mismo de antes, sus sentimientos por
él. E inclinándose despacio hacia ella, se fusionaron en un apasionado beso que calmó todos
los temores de Noiholt, al menos momentáneamente. Se daba cuenta que cada vez que
estaban juntos, todo era maravilloso. Pero una vez en misión, y con Ada cerca de él… sus celos
y miedos volvían a aparecer.
Esa mujer de origen chino estaba haciendo estragos en su mente.
Noiholt subió los brazos y se colgó del cuello de Leon con abandono, disfrutando de su beso
todo lo que podía. Estaba extasiada con su espalda fuerte y sus brazos poderosos y terminó
hundiéndose en ellos, perdiendo, además, la noción del tiempo.
Leon estaba algo sorprendido de la reacción de su chica, pero no le dio más vueltas. Sólo
estaba concentrado en sentirla junto a él, su cuerpo pequeño siempre le inspiraba una mezcla
extraña de ternura y deseo… se olvidaba un poco dónde se encontraban.
Eventualmente, Noiholt volvió a su habitación. Al cerrar la puerta, se arrojó a su cama y meditó
acerca de sus sentimientos. Encontrándose físicamente lejos de Leon, volvía a sentir esa
sensación de abandono e inseguridad que la estaba acompañando últimamente… entonces, lo
que había reflexionado hace un rato era cierto. Pero ¿cómo saber lo que ocurría en el corazón
del agente?
Estaba perdida. Tampoco le era posible apartarse de él.
----o---Al día siguiente, los cuatro agentes se escabulleron en las instalaciones de Umbrella, pues
ahora la misión había cambiado ligeramente.
– Según lo que podemos ver aquí, tenemos información sobre los experimentos que realizó
Umbrella en la ciudad austriaca Grüneger. Sin embargo, no son prueba suficiente como para
acusarlos directamente de ello. Los malditos han cubierto muy bien sus crímenes… nos costará
revelarlos. Así que iremos a hacerles una “visita de cortesía”, les llevaremos galletas y té y con
algo de suerte, conseguiremos pruebas para inculparles. Por favor, actúen con mesura y no
sean individualistas. El trabajo en equipo nos permitirá salir con bien de esta misión – había
dicho Leon, horas antes.
– ¿Nos dividiremos, señor? – preguntó Robert.
– Sí, tú vendrás conmigo. Maüser y Ortiz seguirán una ruta distinta. Tenemos órdenes de
apresar a todos los sospechosos y una vez lo estime conveniente, llamaré a los refuerzos. Es el
penúltimo paso de nuestra misión… éxito, lo haremos bien.
Las instrucciones de Leon habían sonado claras, y además respaldadas en la proyección de uno
de los archivos del mini disco. Noiholt se mantuvo en silencio como de costumbre, pero en su
pecho aún ardía el miedo a encontrarse con Ada, a verla junto con el agente… maldita sea
¿cómo puedo pensar en esto cuando estoy a punto de entrar en misión?, mis prioridades dejan
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Stacy Adler – Ojos color cielo
mucho que desear. Gracias, Ada, en cualquier momento se me irá la olla y tendré que volver al
siquiátrico de Viena para que me hagan electroshock.
Sin embargo, el hilo de sus pensamientos hizo que se arrepintiera de su reflexión segundos
después. Era injusto culpar a la morena de sus inseguridades. Quizás lo correcto era decir que
no había responsables, sólo ella misma. Suspiró finalmente, bajo la atenta mirada de David… y
Leon, unos metros más allá.
Y ahora, que los cuatro se encontraban apresando culpables, menos tiempo tenía de perderse
en sus cavilaciones depresivas.
– ¿Maüser? – habló David de pronto.
– ¿Si?
– Eh… ¿te encuentras bien? – Preguntó tímidamente – estás algo distraída…
– Uhm – respondió, sin saber qué decirle. Estuvo tentada a rogarle que no cuestionara más su
ánimo, pero tampoco quiso sonar antipática.
Lejos de allí, Leon y Robert corrían por los pasillos de Umbrella. Habían logrado reducir una
gran cantidad de guardias y científicos sin ningún problema, las alarmas no se habían activado
y tampoco los altos mandos estaban en conocimiento de esta invasión. Al menos, eso parecía.
Los refuerzos andaban también por el lugar, cuidando que los apresados no se liberaran y
delataran su plan.
A rescatar información, y a largarnos de aquí. Umbrella y sus planes me tienen bastante de los
nervios.
El chasquido de unas garras en el suelo activó el oído de Leon. Le resultaba horriblemente
familiar. Luego otro sonido, como de agua o saliva lo puso en mayor estado de alerta. Algo
andaba mal… y el maldito hedor se hizo presente. Fue un golpetazo de peste que obligó a
ambos agentes a cubrirse la nariz. Robert miró a su capitán con la pregunta al borde del grito,
pero éste, adivinando, le hizo un gesto de silencio. No podían arriesgarse a que el bicho
maldito los escuchara.
Es un licker, sin duda. Podría reconocer su arrastre en cualquier parte del universo. Mierda…
estamos en un espacio reducido para matarlo con facilidad. ¿Qué hacemos?
Leon articuló una frase corta, rogando que Robert le comprendiera: NO TE MUEVAS.
Afortunadamente, el canadiense leyó sus labios y asintió con la mirada. Ambos agentes
entonces intentaron suavizar su respiración, atentos a tomar sus armas en cualquier
momento. El licker continuó reptando por el lugar y muy pronto apareció ante ellos, llevando
un rastro de sangre bajo las patas. Entonces por eso no habían encontrado más obstáculos…
El monstruo saltó al techo y continuó su caminata ingrávida, deteniéndose justamente arriba
de los agentes. Su saliva cayó sobre el pelo de Robert, que contuvo una arcada de asco.
Aguanta, aguanta Blatstein… no te muevas…
Finalmente, el licker continuó su camino hasta quizás dónde. Cuando todo parecía seguro,
suspiraron silenciosamente.
– ¿Pero qué mierda era ese bicho, Kennedy? – murmuró Robert, jadeando.
– Un licker – siseó en respuesta – son muy peligrosos. Larguémonos de aquí antes que vuelva.
Corrieron sin hacer ruido, esquivando lo potencialmente sonoro, cuando las alarmas se
activaron. Todo se volvió rojo alrededor, mientras una sirena anunciaba su presencia. Eso no
era lo peor: el maravilloso chupador estaba confundido con el ruido y se puso a correr,
chillando como un loco. ¿Quién los había delatado?
– Corre, Blatstein – ordenó Leon, sin alzar la voz – y si te lo indico, date la vuelta y apunta
rápidamente a la cabeza. De lo que sea que nos persiga.
– Sí, señor – asintió el aludido.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Ambos agentes salieron pitando del lugar, sintiendo el reptar de unas garras en las baldosas
del suelo. Leon se giró de pronto y disparó al licker, dándole en un hombro. La bestia volvió a
chillar pero no sabía bien dónde ir. Las sirenas estaban dándole cierta ventaja que no podía
desaprovechar. Volvió a disparar, esta vez acertando al cerebro putrefacto. Claro, no era
suficiente.
– ¡Ahora!
– ¡Sí, señor!
Robert desenfundó su TMP y vació un cargador en el cuerpo del licker, mascullando
improperios. Éste pataleó desesperado en el suelo y convertido en una especie de colador.
Había acertado casi todos los disparos entre el torso y la cabeza. Se acercó confiado y golpeó el
cráneo del monstruo para desquitarse.
– ¡Por tu culpa tendré que raparme todo el cabello, maldito bicho asqueroso! – le gritó al
cuerpo, dándole aún de patadas.
– ¡Blatstein, no te acerques al licker!
Leon giró sobre sus talones y corrió para coger a Robert del hombro, pero el chupador se
levantó bruscamente y alzó una de sus garras, hiriendo al canadiense al instante. Su lengua se
estiró como un chicle putrefacto enroscándose en su cuello y rompiéndolo, terminando así con
su vida.
– ¡NO! – Gritó Leon, retrocediendo lo más rápido que podía – ¡monstruo maldito!
Y antes que el licker se girara para acabar con él, el disparo de una ballesta atravesó su cerebro
al descubierto. Chilló de rabia y dolor, para luego quedarse quieto y de forma definitiva. Había
muerto.
¿Es más resistente que los de Raccoon City y Grüneger?...
Leon miró hacia arriba. Cómo no, Ada Wong bajaba de un salto para reunirse con él. Su
llamativo traje rojo, sus caderas de infarto y su mirada sensual se acercaban peligrosamente.
Tragó saliva.
– ¿Me estás acosando? – Levantó una ceja – que sepas que tengo algunos contactos en la
policía. Te podrían poner una orden de restricción.
– Oh, cariño – rió la mujer – dudo que ellos puedan detenerme. ¿Viste el mini disco que te
envié con la chica alemana?
– Sí, gracias por la información… ¿por qué lo haces?
– ¿Qué cosa? – fingió inocencia, agitando las pestañas.
– Ayudarme. O lo que sea que haces entregándome ese mini disco.
– Ah, eso – volvió a reír – te debo algunos favores desde Raccoon City.
– ¿Por qué no solo me enviaste una tarjeta de navidad como agradecimiento?
– Escribir no me va.
Ambos se miraron con intensidad, a través de la locura de la alarma y las luces rojas que teñían
el lugar. De pronto, oyeron pasos. Buscaron instintivamente dónde esconderse, cuando
entraron en escena David y Noiholt, alertados por la cantidad de disparos que habían
escuchado. La alemana divisó el cuerpo sin vida de Robert y se acercó a él, llevándose una
mano a la boca y sin ocultar su asombro. David la imitó.
51
Stacy Adler – Ojos color cielo
– No, Blatstein… – murmuró el puertorriqueño, cerrando los ojos del cadáver y recitando una
plegaria para el descanso de su alma.
– Murió rápido, no alcanzó a sufrir – observó Leon, apoyando una mano en su hombro.
– Gracias, capitán…
Noiholt miraba la escena con mandíbula apretada. ¿Era ése el destino que les esperaba,
despedir sistemáticamente a sus compañeros caídos?, y en algún momento podían ser ellos
mismos. La perspectiva de perder a Leon fue un duro golpe a su corazón. Así que a eso se
refería cuando le dijo que ver morir a sus compañeros era más duro que sobrevivir cargándose
a desconocidos. Ahora lo comprendía a la perfección. No importaba que les tuviera cariño o
no. Eran personas con las que compartió lo suficiente como para sentir su muerte en el
corazón. Blatstein… aunque no creo en Dios, si existe estoy segura que te llevará a un lugar
mejor. Buen viaje.
Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. ¡No!, llorar no estaba permitido ahora. Estaba en
misión. Pestañeó rápidamente para despejar su mirada y divisó a Ada, peligrosamente cerca
de Leon como siempre. Tragó saliva. No se había percatado de su presencia.
La mujer de origen chino le devolvió la mirada y se encogió de hombros, como si se disculpara.
Luego, le dedicó una sonrisa. Qué extraña eres, Ada… no entiendo lo que haces.
Noiholt apretó los puños, sin apartar la mirada de ella. Era un enfrentamiento silencioso que
acabó pronto, pues ahora debían concentrarse en salir de ahí.
52
Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 12
David tomó el Gameboy que Robert llevaba en el bolsillo y lo guardó, como un recuerdo de los
buenos tiempos que pasaron juntos. Habían sido amigos desde antes de entrar a la milicia… y
ahora todo había acabado. Al menos, parece que no había sufrido, tal como dijo su capitán.
Después de una pausa, volvió a revolver los bolsillos de su amigo y encontró lo que buscaba:
era una foto de una niña pequeña, no tendría más de cuatro años.
– Yo cuidaré de tu hija, tal como te lo prometí hace años. No hace falta que te preocupes… sólo
ten un buen viaje – la voz le tembló en la última palabra.
– Era padre… – murmuró Noiholt, sin poder contener el asombro. Jamás lo habría imaginado.
– Así es. Y lo habrías sabido también de no ser porque te negaste sistemáticamente a sostener
una conversación con nosotros – reprochó David con rudeza – ¿te parecíamos un par de
leprosos?, ¿o es que somos indignos de tu raza superior?
– Hey – intervino Leon – no te desquites con ella.
Noiholt se quedó con la boca abierta. Nunca en la vida le habían insinuado que podía ser
racista. Se encogió visiblemente y apretó la mandíbula, incapaz de articular palabra…
No lo sabes, Ortiz. A mí también me han discriminado, por tener parientes nazis pero… ¿qué
culpa tengo yo?, me discriminó la familia de mi madre por ser hija de un alemán y a ella le
escupieron en la cara por “traidora”… pero no lo sabes… ¿cómo podrías?, me ves caucásica y
piensas que soy aria o nazi de inmediato… a lo mejor Robert pensaba lo mismo… bueno, en
realidad eso me da igual… sin embargo, la niña que quedó sola…
A medida que avanzaban sus pensamientos sentía cada vez más tristeza por el destino de
Robert y esa criatura que crecería sin su presencia. Recordó lo desolada y perdida que estuvo
cuando su padre falleció y sin darse cuenta, sus ojos reflejaron toda esa angustia. Sentía el
rostro empapado y no se dio cuenta que lloraba hasta que notó la mirada llena de
preocupación que le dedicó Leon. Maldición… estoy dando un espectáculo y con Ada
presente…
– Noiholt, perdóname, no quise decirte eso – murmuró David apresuradamente, tomándole
una mano y apretándola contra su pecho – un amigo de toda la vida ha fallecido y me
descargué contigo, lo siento mucho…
– Está bien – contestó la chica, ahora sorprendida con el agarre de su compañero y por el
hecho de que la llamó por su nombre.
– Creo que estamos todos bastante nerviosos. Mejor nos damos un respiro antes de seguir –
Leon se interpuso entre ellos, dándole la espalda a Noiholt y obligando a David a soltarle la
mano.
Ada sonrió disimuladamente. Ver a Leon celoso era algo nuevo que le hacía muchísima gracia,
y le estaba costando gran trabajo no estallar en carcajadas. Vio que el joven latino se apartaba
del grupo y murmuraba algo, probablemente en español. Levantó una ceja y sacó un
transmisor, distrayéndose por un momento en sus próximos objetivos.
Noiholt estaba ocupada en secar su rostro a manotones, cuando volvieron a coger una de sus
manos. Levantó la mirada, recelosa.
– Leon… – suspiró aliviada de que fuera él.
– Lamento todo esto – murmuró, soltándola.
– Está bien, ahora comprendo lo que me dijiste sobre este trabajo – dijo, recuperando el
control de su respiración gracias al breve refugio que sintió con su toque.
– Apenas salgamos de aquí estaré contigo ¿de acuerdo?
– Sí…
53
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Debemos irnos pronto – habló Ada, mirando su transmisor – activarán las alarmas de peligro
biológico y eso significa que tendremos 10 minutos para salir de aquí.
– ¿Escapar bajo cuenta regresiva?, qué extraño… eso jamás ocurre con Umbrella – observó
Leon, con marcado sarcasmo y sonrisa torcida.
– Sin eso ¿dónde quedaría la grandeza de la huida, cariño? – ronroneó la morena.
– Hey, un momento… ¿cómo sabes tú eso, mujer? – David se veía nervioso – ¿quién eres, y por
qué deberíamos confiar en ti?
– Tranquilo, Ortiz – su capitán apoyaba una mano en su hombro – ella es de fiar.
– Pero señor…
– Confía en mí, al menos.
David asintió de mala gana, pero debía aceptar la voluntad de Leon sin dudarlo. Agachó la
cabeza y no le dio más vueltas al asunto. De este modo, los cuatro personajes comenzaron a
deshacer sus pasos y buscaron la vía más rápida de escape. Encontraron una puerta que daba
hacia otros laboratorios, corrieron suavemente y atentos a cualquier movimiento, podría
aparecer un licker sin previo aviso y aguarles la fiesta. Leon intentó comunicarse con los
refuerzos que estaban hacia las afueras del edificio, sin éxito. Tampoco podía ubicar a
Hunnigan… lo cual era muy extraño, como si la señal estuviera interrumpida justamente para
impedir que pidieran ayuda al exterior. Así que estaban solos en eso.
Bueno, habrá que improvisar…
Llegaron a otra puerta, la cual estuvo a punto de abrir… pero fue detenido a último momento.
– Quizás no deberíamos seguir esa ruta… – canturreó Ada.
– Quizás deberías darnos alguna pista, para evitarnos sorpresas indeseables – chasqueó Leon
de vuelta.
La morena sonrió misteriosamente y Noiholt se sintió fuera de lugar. Como si no encajara en el
grupo, y pensó que quizás David sentía lo mismo. Con Ada, Leon se veía juvenil, sarcástico,
burlón, locuaz, auténtico, desarrollaba todo su potencial… lo que no ocurría a su lado. Con ella,
parecía mayor y de cierta forma, apagado.
Apagado… ¿qué está mal conmigo?… tragó saliva, no quería ponerse a pensar de nuevo. Ya
todo de por sí era bastante complicado. Tomó aire con fuerza, y se adelantó valientemente,
interponiéndose entre ellos como Leon había hecho un rato antes.
– Si no quieres decirnos por dónde debemos salir, entonces nos sigues por este camino. Si no
te gusta, vete sola, pero no juegues con nosotros, Ada – espetó, su acento alemán sonaba más
marcado que de costumbre – ya perdimos a Blatstein, no sería justo que muriera uno de
nosotros por tus caprichos.
– Huy, estás molesta… – sonrió, desconcertándola. Miró hacia la derecha – ¿qué tal si nos
vamos por ese lado?, es sólo una sugerencia…
– No te preocupes, que no le diremos a nadie sobre tu ayuda – dijo Leon, avanzando en esa
dirección – será nuestro secreto – agregó, rodando los ojos.
Corrieron rápidamente por el camino que Ada les indicaba. Todo seguía siendo un caos
alrededor de ellos, la alarma continuaba sonando y el color rojo invadía pasillos y oficinas por
doquier. Era como el infierno, pero el diablo parecía un ser noble comparado con las criaturas
que podrían encontrar a la vuelta de la esquina.
Y como si los hubieran llamado con el pensamiento, al abrir una puerta les saltaron al ataque
un montón de bellos zombies. Todos vestían asquerosos restos de uniformes que delataban su
labor en Umbrella: eran científicos y sus asistentes. David, que nunca los había visto, tuvo que
superar la descompensación física que le provocaron, primero por el susto que se llevó, y
luego por la horrible apariencia de los infectados y su característico aroma a vómito
54
Stacy Adler – Ojos color cielo
conservado al sol, mezclado con carne putrefacta y aferrada sin remedio a sus huesos
podridos. Jamás se imaginó que la realidad superaría la ficción de sus películas favoritas.
Armándose de valor, disparó a lo loco sin recordar las indicaciones de su superior.
– ¡Tomen esto, monstruos malditos! – gritaba como un enajenado, riéndose a carcajadas
debido al nerviosismo que se había apoderado de su garganta.
– ¡No gastes balas inútilmente, dispara a la cabeza! – gritó Leon, intentando que volviera a la
realidad.
Pero David no hizo mucho caso y continuó acribillando y dejando a los infectados como
coladores, sin que ello los detuviera demasiado. Leon, resignado, aprovechó una breve pausa
en que el latino se detuvo a cargar su arma para retenerlo firmemente por uno de sus
hombros.
– Hazme caso, Ortiz – murmuró con mandíbula apretada – NO gastes balas inútilmente. Es una
orden, dispara a la maldita cabeza.
El aludido apretó los puños infinitamente furioso, cuando vio una demostración de lo que su
capitán le decía. Dos ráfagas pasaron a su lado, una de cabello rubio y otra de cabello negro, y
contempló a qué se refería exactamente Leon con eso de la maldita cabeza.
Ada se movió ágilmente entre la horda de zombies, y disparó su ballesta con maestría en
repetidas ocasiones, acertando eficazmente en cada una de ellas al cerebro podrido de los
infectados. Al instante dejaban de ser un peligro.
Noiholt tenía un aspecto salvaje que agitó el corazón de David. Nunca la había visto en acción,
y fue desconcertante comprobar que los rumores eran ciertos: la chica dominaba diversas
artes marciales y se deshacía de los estorbos a mano limpia. Tragó saliva, rindiéndose aún más
a su imagen.
Ambas mujeres lucharon codo a codo sin darles oportunidad de ayudarlas por alrededor de un
minuto, bajo la atenta mirada de Leon. David se volteó hacia él y al verlo, comprendió el
significado de esa expresión. Pero confundió la situación, pues él sentía que entre Noiholt y el
capitán había algo más que simple camaradería, sin embargo ahora éste miraba
exclusivamente a Ada, y todo comenzó a calzarle. El por qué debía confiar en esa mujer de
origen chino sin hacer preguntas, por qué parecía que tenían temas pendientes entre ellos, por
qué hablaban siempre en clave. Sonrió inconscientemente, malinterpretando también la
reacción de Noiholt cuando la acusó de racismo. Si ella no estaba enamorada de Leon,
entonces lo estaba de él, sin duda. Por eso había llorado, porque la había insultado y a ella le
había dolido que fuera él. Todo tenía sentido.
Una sacudida de felicidad lo hizo reír. Su análisis completo le había tomado menos de diez
segundos, que en todo caso le parecieron eternos. Su mente trabajaba con rapidez,
embriagada por el erróneo “descubrimiento” al que había llegado: Noiholt lo quería a él, no a
Leon. Ahora se explicaba, también, por qué ella nunca aceptó conversar con ellos, o por qué
no quiso acompañarlos a beber cerveza (hecho que le había llamado profundamente la
atención, pues su país se caracterizaba por la afición a esta bebida), había sacado la conclusión
de que era una alemana tímida. Así que él debía dar el primer paso.
Así lo haré. Cuando esta pesadilla termine, le diré que me gusta. No creo que Kennedy se
oponga si se da cuenta… no mezclaremos nuestra situación con el trabajo.
– …por eso es fundamental que concentres tus ataques a la cabeza. ¿Está claro? – preguntó
Leon.
– Sí – respondió por inercia. Había estado tan concentrado en sus pensamientos que no se dio
cuenta que su capitán le hablaba. No captó ninguna de sus palabras anteriores, pero imaginó
55
Stacy Adler – Ojos color cielo
de lo que se trataba. Se sintió como un niño regañado y le picó el orgullo, aunque actuaría
como le indicaban.
– Bien. Parece que esas dos no necesitan nuestra ayuda, pero eso no significa que nos
quedemos quietos. Corramos hacia allá – señaló la dirección – y abramos esa puerta,
comprobemos que está limpio y sigamos.
– Sí, señor.
Ambos agentes aprovecharon que Noiholt y Ada no tenían problemas en abatir los infectados,
para escurrirse entre ellas y avanzar a la siguiente puerta. La abrieron y rápidamente se
desplazaron dentro, el lugar aparentemente estaba vacío. Así que Leon dio un grito para que
las chicas corrieran hacia ellos, cosa que hicieron. Pero claro, no se esperaban lo que pasaría a
continuación.
Un estallido, los muros destruyéndose con rapidez, trozos de pared volando alrededor de ellos,
un rugido… todo ese caos aunado al que ya experimentaban con la alarma que sonaba
ininterrumpidamente sucedió tan rápido, que casi no entendieron lo que estaba pasando. Les
tomó más de dos segundos notar que debían salir pitando de ahí si no querían volverse la
comida, o el juguete, del maravilloso BOW que surgía de un costado y se imponía a manotazo
limpio entre el caos.
Era una criatura diferente a las que Leon había visto. Nuevamente tenía forma humanoide, y
parecía haber sido una persona en algún momento, aunque ya no quedara casi nada de
aquello. Se movía con lentitud para suerte de los agentes, pero con tanta fuerza que
compensaba su pereza con la destrucción que dejaba a su paso. Su cuerpo era un montón de
injertos (algunos con éxito, la mayoría no), los restos de un pantalón que sobrevivió de
milagro, un rostro masticado que inspiraba terror, y unos ojos inyectados de ira que habrían
hecho correr hasta el más valiente y armado. ¿Cómo se las ingeniaba Umbrella para hacer
enemigos tan feos?
¡CORRAN! gritó Leon, y los cuatro se lanzaron a la carrera sabiendo que el espacio y sus armas
no les permitirían ganar una pelea de frente contra el monstruo. Éste dio otro manotazo a la
muralla, que se destruyó con suma facilidad y uno de sus trozos alcanzó a dar en una pierna de
Ada, provocando que perdiera el equilibrio y cayera aparatosamente al suelo.
– ¡Ada! – exclamó Leon, devolviéndose rápidamente.
– ¡Scheiße! – chilló Noiholt, con el pulso disparatado y desenfundando lo más rápido que podía
– ¡dispárale al monstruo, Ortiz!
– ¿Qué? – David aún no se convencía de lo que veía.
– ¡Por la mierda, sólo hazlo! – Casi escupió – ¡tenemos que distraerlo o va a acabar con Leon! –
disparó su Blacktail acertando con facilidad, sin embargo la 9mm era apenas una cosquilla en
el cuerpo del Tirano.
David sacó su TMP, asustado en ese momento más por el genio de la chica que del monstruo, y
acompañó sus disparos con los propios. No lograba herirlo, pero esto Noiholt lo sabía. Ella sólo
quería que no se abalanzara sobre Leon… que abrazaba a Ada, cubriéndola mientras lograba
ponerse de pie. Parecía tener problemas, tal parece que se había herido. Se le hizo un nudo en
la garganta.
¿En verdad la abrazas para protegerla de que le caiga un pedazo de concreto en la cabeza, o
porque sí quieres hacerlo, Leon?
Volvió a la realidad bruscamente. No era momento para esas cosas. En realidad, nunca era el
momento.
David había logrado hacer que el BOW retrocediera un poco, cuando se le ocurrió una idea.
Hizo un gesto a Leon, que comprendió y rápidamente alzó a Ada, moviéndose del lugar que
ocupaban. Entonces, David tomó una granada y la arrojó con tal exactitud, que el suelo bajo el
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Tyrant se despedazó, cayendo estrepitosamente y llevándolo a quizás qué parte. Se habían
librado de él por un rato.
Noiholt buscó a Leon con la mirada y lo encontró, aún sosteniendo a Ada. Tragó saliva. Odiaba
verlos juntos, le dolía tanto que era un martirio. Y trató de consolarse con la idea que él sólo lo
hacía para ayudarla, como habría actuado con cualquier otra persona… caminó un par de
pasos, acercándose con cautela.
– ¿Cómo…? – alcanzó a decir.
Parte de la muralla cedió, cayendo con un ruido infernal e interponiéndose entre ellos. Y fue
de tal forma, que no había cómo llegar al otro lado. No podían estar más amparados por la ley
de Murphy.
– Maldición… ¡no hay manera de cruzar hacia donde están ustedes!, tenemos que dar un
rodeo – dijo Leon, desde el otro extremo.
– ¿Cómo lo hacemos? – preguntó David.
– Debemos seguir derecho, en algún momento nos toparemos. Estos pasillos se juntan más
allá, sólo que no sé con exactitud en qué parte. Vamos, Ada.
– No te preocupes, Noiholt – habló la morena con suavidad – cuidaré bien de Leon.
Ante esta frase, la alemana estuvo a punto de atravesar a patadas el derrumbe que los
separaba. Podría haberlo convertido en polvillo, de no ser porque David estaba al lado de ella.
El deseo de que no le hicieran preguntas pudo más que ira, así que se dio media vuelta y
decidió recorrer los metros que la separaban de Leon con la mayor rapidez posible.
– Schlampe… – murmuró, sin embargo. Al menos podía insultarla en alemán.
– ¿Qué haces? – el joven se acercaba a ella.
– Vamos – respondió, simplemente.
David no se conformó con eso, y la atajó de un brazo. ¡Pero por qué rayos tenía que hacerlo!,
la chica empezó a desesperarse.
– ¿Qué te ocurre, Maüser? – inquirió.
– Nada – volteó la cara.
– ¿Estás preocupada por Kennedy?, no es necesario.
– … – ¿cómo le iba a decir que lo que le dolía es que estuviera solo con Ada?
Pero David no era idiota, y de inmediato cayó en cuenta de lo que pasaba. Entonces…
– ¿Te gusta…? – preguntó, con decepción evidente en su voz.
– No es tu asunto – contestó con fiereza, deshaciéndose del agarre y caminando nuevamente.
– ¡No te merece! – Corrió hacia ella, ahora sujetándola por los hombros – mírame, a mí sí me
gustas. Por favor, fíjate en mí.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 13
La alarma había dejado de sonar misteriosamente. Leon aún abrazaba a Ada por la cintura,
cuando ésta se desasió del agarre con la mayor delicadeza. Se sacudió las rodillas como si fuera
un infante, y evaluó los daños en su pierna. Parece que la torcedura no era seria, sólo había
dolido al principio… pero podía caminar sin problemas. Menos mal.
– ¿Cómo te encuentras? – inquirió Leon.
– Bien. Estaba todo calculado aunque no lo creas – murmuró, con un coqueto guiño.
– De acuerdo… vamos, entonces – estaba algo turbado.
Dieron unos pasos en silencio, cuando la voz de David retumbó hasta el otro lado.
– ¡No te merece!, mírame, a mí sí me gustas. Por favor, fíjate en mí.
Leon se quedó quieto, sorprendido. Había entendido de inmediato que David se refirió a él
cuando dijo que “alguien no la merecía”, y con el mayor disimulo trató de escuchar la
respuesta de Noiholt. No pudo. Apretó los puños, invadido por los celos y con ganas de
atravesar la gruesa pared que los separaba y sacudirle la ropa a su subordinado. ¿Qué se creía
para hacer eso?
– Sí que está intenso el ambiente al otro lado – rió Ada.
– Uhm – respondió con un gruñido.
– ¡Oh, vamos! – Volvió a reír – ¿no estarás celoso por una tontería como aquella, o sí?
– Caminemos – sugirió.
– Si yo fuera tú, estaría tranquilo. Esa chica te quiere a ti.
– ¿Te parece si caminamos en silencio?
Ada se mordió la boca, para evitar estallar en carcajadas. La situación era más graciosa de lo
que jamás hubiera esperado.
– ¡Ni siquiera lo has pensado! ¿Cuál es tu problema? – se escuchó de repente.
Así que la discusión continuaba al otro lado del muro. Interesante… pero había que continuar.
Dio unos pasos y entonces, juntos se encaminaron hacia su destino. De nuevo no se oía nada
desde el otro lado, lo cual tenía doblemente nervioso a Leon. Y era tanto, que el silencio
comenzó a molestarle.
– ¿Vas a decirme alguna vez qué estás haciendo en Alemania, Ada? – estalló sin querer.
– ¿No me dijiste recién que camináramos en silencio?
– Olvida eso.
– Pues sí que estás algo bipolar…
– ¿Quieres hablar de bipolaridad? – Sonrió torcido – hablemos, entonces. Podrías partir
diciéndome quién es en realidad Ada Wong. ¿Te acuerdas de Raccoon City?
A la morena se le borró la sonrisa del rostro, siendo reemplazada por una expresión seria y
adulta. Leon la miró de lado entonces, esperando alguna respuesta que parecía no llegar.
Transcurrió alrededor de un minuto sin que ninguno interrumpiera el silencio.
– Ha pasado cerca de un año y medio de eso, Leon. Déjalo ir – habló Ada, por fin.
– No sé tú, pero yo no he podido olvidarlo. Me desperté cada mañana empapado en sudor por
las pesadillas con zombies y lickers por mucho tiempo – se paseaba en círculos mientras
58
Stacy Adler – Ojos color cielo
hablaba – traté de unir cabos sueltos, pensé mucho, y aún hay cosas que no comprendo. Y
encima de todo, tú y tus malditas mentiras. ¿Qué fue verdad de todo lo que me dijiste, Ada? –
se detuvo frente a ella, mirándola fijamente.
– Creo… – murmuró sorprendida – que no es buena idea hablar de eso ahora. Tenemos que
salir de aquí – hizo un gesto con la mano, invitando a Leon a caminar junto con ella – cuando
estuvimos en Raccoon, te expliqué más que suficiente sobre mí y mis malditas mentiras. Es
momento de olvidarlo… – levantó una ceja y apretó la mandíbula – OLVIDALO, Leon.
Ada siguió caminando sin mirarle, por lo que no se dio cuenta que el agente se había quedado
estático.
– ¿Qué lo olvide? – Avanzó, sujetándola por la muñeca – ¡dijiste que te habías enamorado de
mí! – gritó.
– ¿En serio? – Sonrió, tratando de liberarse – debo haberme golpeado la cabeza.
– ¡Ada…!
El tono de Leon al llamar su nombre le había dolido. Era como si saliera a flote todo lo que
había querido ahorrarle… Ada se sintió como en Raccoon, intentando no hacerlo sufrir y
fallando miserablemente. Tragó saliva.
– ¿Qué rayos quieres, de verdad? – preguntó con voz ronca.
– Sólo que seas sincera conmigo – respondió, soltando su muñeca.
– Deberías ser un poco más inteligente, Leon. Si no te explico es por tu bien. ¿Te basta con
saber que estoy aquí por una misión? – se dio vuelta y caminó unos pasos, agotada
emocionalmente – Dios… de haber sabido que pasaría por este interrogatorio, le hubiera
hecho caso a la alemana y me habría ido por otro camino…
– ¿Sabes lo que más me gusta de esa alemana? – Sonrió – que no me miente. Que me dice
siempre la verdad, por dura que sea. Y aunque a veces su timidez la hace huir de mí, siempre
encuentro la forma de que se sincere.
– Felicidades – murmuró con suavidad, girando la cabeza hacia él – encontraste lo que yo no
puedo darte. Sé feliz y supéralo, Leon.
Ada se volteó de nuevo y caminó distraídamente, contoneando las caderas sin ánimo de
provocar. Era su forma de andar, no podía evitarlo. Pero por dentro estaba destruida, quería
terminar luego su misión y largarse lejos, donde Leon no siguiera haciendo preguntas, donde
no tuviera que seguirle mintiendo… donde no pudieran toparse, y evitar la química que los
unía inexorablemente. No podían estar juntos. Era una desgracia.
Pero la tensión estaba lejos de despejarse, pues Leon una vez asimiló la información recibida,
dio un manotazo al aire y avanzó rápidamente, alcanzando a Ada y sujetándola por los brazos
con cierta violencia. La apoyó contra el muro sin que ésta opusiera resistencia y la besó
impetuosamente, casi con violencia. Era la pasión contenida desde hace tanto tiempo y que no
pudo retener más. Se sentía inmensamente culpable por Noiholt, pero era algo que debía
hacer.
Ada, pasada la sorpresa por el beso, intentó liberarse pues sentía que Leon no estaba siendo
cuidadoso con ella… pero se rindió a su amor por él, devolviendo el ósculo con equivalente
frenesí, quizás algo más. Subió los brazos y acarició su pecho fuerte, sus brazos musculosos y
duros, su cuello, hasta su rostro áspero por la barba incipiente. Estaba absolutamente rendida
a él.
Leon pegó su cadera a la de ella y abrió más la boca, introduciendo su lengua e invadiéndola
sensualmente con ella. Acarició sus hombros con vehemencia y suspiró cuando comenzaron a
separarse. Se miraron por unos instantes, sopesando las consecuencias de rendirse a la pasión.
Ambos tenían los labios hinchados y la respiración agitada, por suerte estaban solos.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Sabes cuánto tiempo esperé por devolverte el beso que me diste cuando te creí muerta? –
jadeó, tocando su boca.
– El mismo que esperé yo – dijo sin sonreír.
– Ahora lo puedo olvidar. Gracias, Ada.
Caminó sin mirarla y con cierto alivio en el corazón. Había que continuar, había que salir de ese
edificio y luego, a enfrentar la furia de Noiholt. No estaba seguro de cuál sería su
determinación después de esto… quizás, le diría que no podían seguir juntos y se acabara su
relación. Y era algo que le dolería en el alma, pero… besar a Ada era la única forma de
superarlo. Al menos, esa era su idea. Tenía que olvidarse de esa morena a como diera lugar.
----o---Noiholt no lograba cerrar la boca, era tanta la impresión que sentía la quijada trancada. ¿David
gustaba de ella?, jamás se lo habría imaginado. Más aún… ¿cómo se dio cuenta que estaba con
Leon?, esto cada vez se volvía más complicado. Se echó hacia atrás para liberarse del agarre en
sus hombros, y retrocedió otro tanto, como buscando apoyo en algún lugar. Era, más encima,
un pésimo momento para declaraciones amorosas. Maldición…
– Espera… no quería asustarte – murmuró David, ahora un poco arrepentido por su arrebato.
– ¿Nos vamos? – preguntó Noiholt con brusquedad, señalando la dirección.
– Dime algo… dime que aceptas fijarte en mí.
– Lo siento, no puedo.
– ¡Ni siquiera lo has pensado! – Exclamó – ¿cuál es tu problema?
Definitivamente, no había forma de escapar a las preguntas de David. Así que no le quedaba
más remedio que hacer lo que tanto odiaba: hablar.
– No te debo explicaciones sobre mi vida o mis sentimientos, Ortiz. Te agradezco por fijarte en
mí, pero soy una chica muy complicada. Es mejor que se te pase luego – le hablaba como si
fuera un niño.
– No lo entiendo, de verdad me gustas… – murmuró, desconcertado por recibir una respuesta
con más de tres palabras – y tú te has fijado en alguien que ni siquiera desea estar contigo.
¿Acaso no viste la forma en que miraba a la china esa?
– Te lo voy a decir por última vez – acercó su rostro peligrosamente, y sus ojos color cielo
brillaron de furia – NO TE METAS. Éste no es tu maldito asunto.
Pero lejos de asustarse, David sintió que le gustaba aún más. Su carácter fuerte le llamaba
poderosamente la atención, y tenerla estaba comenzando a ser un desafío personal. Sin
embargo, no se iba a rendir fácilmente. Noiholt caminó sin esperarlo, y él la siguió a prudente
distancia.
– Me gustas desde que te vi por primera vez – dijo de pronto, provocando un suspiro de
exasperación por parte de la chica – cuando Hunnigan te presentó como miembro del equipo.
¿Lo recuerdas?, ese día le dije a Robert que me habías llamado la atención, parecías misteriosa
y tenías una expresión adulta en tu mirada… me encantaste.
– De verdad te lo agradezco, pero no me…
– No puedes decir que no te gusto si ésta es la primera vez que conversas conmigo –
interrumpió – al menos permíteme demostrarte que puedo estar a tu altura… – dijo en tono
mordaz.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Noiholt dio un golpe a la pared que, juraría, hizo que temblara todo el edificio. Tragó saliva,
esperando que se transformara en el monstruo que habían evadido hace rato, o algo peor.
– No vuelvas a insinuar que soy racista – giró la cabeza hacia él – estoy a punto de perder el
poco autocontrol que me queda… no tires más del hilo, te lo suplico.
– Cambiemos de tema, entonces – sugirió, nervioso.
– ¿Qué tal si, mejor, no hablamos en lo absoluto y sólo caminamos?
David suspiró, convencido de que definitivamente había escogido el peor momento para
confesarle sus sentimientos a la alemana. Pero cuando se dio cuenta que ella quería a Leon…
fue demasiado, no pudo soportarlo. Sobre todo al saber que él estaba junto con Ada. Decidió
seguir caminando detrás de Noiholt y no volver a tocar el tema, al menos no mientras estaban
escapando del edificio…
– ¿Qué lo olvide? ¡Dijiste que te habías enamorado de mí! – era la voz de Leon, gritando al otro
lado.
Noiholt se detuvo apenas le escuchó. Entonces, finalmente había podido reclamarle eso a
Ada… recordó cuando ambos estuvieron solos esos días en Grüneger, cuando Leon le contó de
cómo había logrado escapar, de lo que había sentido cuando creyó que Ada había muerto y
luego apareció viva… de todas esas preguntas que quiso hacerle…
«… cuando Ada se sacrificó para impedir que me hirieran y, aparentemente, moría en mis
brazos, ella dijo que se había enamorado de mí. Y me besó… yo creí que la había perdido,
cuando cayó en ese… – vaciló – fue muy duro para mí. Y luego, apareció viva para ayudarme a
derrotar a Birkin… todo fue demasiado confuso y no tuve tiempo de aclarar mis dudas. ¿Qué
era real de lo que me había dicho?, todo o nada… no sé… si alguna vez la encuentro de nuevo,
le preguntaré. Al menos, le pediré que me explique eso… – había dicho Leon, en esa
oportunidad »
Noiholt sacudió la cabeza, invadida por el recuerdo. Ahora ya no sentía celos, sentía el dolor de
Leon en el reclamo que le hacía a Ada… era como si le pidiera responsabilizarse por los
sentimientos que había destruido en él.
Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas… ¡no!, esto era malo. Pestañeó rápidamente para
alejarlas, sin embargo se agolpaban de nuevo sin remedio… la garganta le dolía, el pecho subía
y bajaba rápidamente con desesperación. ¿Por qué no estaba sola en ese momento?, más
aún… hace años que no lloraba tan seguido.
Madre… recuerdo que una vez me hablaste sobre esto… que si me enamoraba, iba a sufrir
inevitablemente… que iba a derramar muchas lágrimas… tenías razón, es todo muy doloroso…
Le dolía el corazón de pensar en Leon, corriendo por Raccoon City, cuidando a una chica que
finalmente no lo necesitaba… y encima de todo, lo engatusó hablándole de amor, para luego
revelar que era una espía y fingir su muerte. Y finalmente, apareció viva… dejándolo
terriblemente confundido. Sí, dolía lo indecible.
Trató de esconder la cara para evitar la mirada de David, pero éste ya había divisado lo que le
ocurría. Y, por tercera vez consecutiva, malinterpretó la situación.
– ¿Lo ves?, él no te quiere, Noiholt… – murmuró suavemente – por favor no llores, Kennedy no
es el único hombre en la tierra… me tienes aquí, y si tal vez tú…
– ¿Qué quieres, Ortiz? – Le interrumpió, con el rostro empapado – déjalo ya. Salgamos de aquí.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Hizo un gesto de disgusto mientras secaba su rostro a manotazos. Estaba furiosa consigo
misma por permitirse ser tan sentimental, y con el pecho adolorido por los sentimientos
encontrados que sentía. ¿Cómo vería a Leon a la cara?
Caminaron rápidamente por el pasillo, hasta que encontraron un cruce que debía
corresponder al lugar que Leon había dicho. Pero no había nadie, así que sólo tocaba
esperarlos.
– Mientras llegan, revisemos el lugar y asegurémonos que no hay zombies o similares –
observó Noiholt, más tranquila.
– De acuerdo…
Rebuscaron sin éxito, tal parecía que era una zona limpia. Se relajaron un poco, apoyándose
contra la pared más cercana, cuando unos pasos los alertaron. Habían llegado por fin.
Noiholt buscó a Leon con la mirada, y de inmediato se sintió en alerta. ¿Qué era diferente?…
se veía más relajado… más… ¿tranquilo?, algo había cambiado en esos minutos.
Luego entró Ada… y en una fracción de segundo, Noiholt se dio cuenta que algo no estaba
calzando. La observó con cuidado, su lápiz labial siempre perfecto ahora estaba “gastado”…
miró a Leon, no tenía rastros en su boca… pero sin duda se habían besado. Maldición… se
besaron… sintió el dolor en el pecho que ya se iba haciendo conocido. Sin embargo, una
segunda mirada la hizo entrar en razón: había algo más. Ada no se veía triunfante, se veía
compungida. ¿Por qué?
Trató de unir cabos sueltos. Recordó la conversación de ambas unas noches atrás, mientras
fumaban. Su instinto femenino hizo el resto y llegó a la más dolorosa conclusión: Ada sufría
más que Leon porque no podían estar juntos. Dejarlo era su sacrificio personal, la absoluta
demostración de su amor por él.
Ada sufre más que Leon en todo esto…
62
Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 14
El ambiente estaba cargado de reproches no formulados. Sin embargo, ninguno de ellos abrió
la boca, pues debían salir primero de aquel edificio. Ya habría tiempo de discutir cualquier
asunto, así que tácitamente decidieron guardar silencio.
Ada sacó un espejo y con rapidez retocó su maquillaje. Noiholt no pasó este detalle por alto, y
en seguida reconoció la expresión impasible en el rostro de la morena. Se había mirado al
espejo lo suficiente en esta vida como para entender que Ada estaba usando una máscara de
“estoy bien, no me hagan preguntas”, era la misma que ella solía ponerse para encarar el
mundo. Suspiró resignada, ya no estaba segura de sus celos hacia la mujer y Leon, ahora que
había entendido la realidad detrás de sus ojos orientales.
¿Qué iba a hacer?, tampoco estaba dispuesta a renunciar al agente. Muy a su pesar se había
enamorado de él, lo entendió cuando fue capaz de sentir su sufrimiento y hacerlo propio hace
un rato atrás. Y ahora, sus sentimientos lo complicaban todo. Sin ellos, podría alejarse
fácilmente, ahora con su nuevo trabajo podría pedir que la reasignaran y marcharse a
cualquier otro país… sin embargo, el sólo hecho de pensar en alejarse de Leon le dolía lo
indecible. No se sentía lo suficientemente fuerte como para irse de su lado… no tenía la
fortaleza de Ada.
Ahora, como nunca antes en su vida, deseaba tener una amiga. Alguien a quien contarle su
dilema, alguien que la escuchara, que por último le prestara el hombro… pero no tenía. En
Alemania, sus ex compañeras de colegio casi no la recordarían pues se había marchado hace
años, y en Austria viajó tanto tiempo a diferentes países que nunca creó lazos con nadie, en
ninguna parte del mundo.
¿Mi única conexión en la vida es Leon Kennedy?, ahora sí que estoy jodida. La familia de mi
madre me desprecia, de mi padre no quedan parientes vivos. Nunca me ha importado estar
sola… pero ahora no sé qué hacer… necesito un consejo…
Volvió a mirar a Ada con todo el disimulo que le fue capaz. Parecía estar tan sola en la vida
como ella… y no se la veía compungida al respecto. Tal vez lidiaba sola con sus problemas. De
hecho, no era la única sin parientes, casi todos los agentes estaban, de hecho, solos. La
mayoría tenía amigos, pero básicamente estaban en la misma situación de ella.
Debo dejar de ser una niña. Tengo que pensar como mujer… tengo que ser más como Ada…
– Han activado la alarma de peligro biológico. Debemos irnos ahora, sin perder tiempo – dijo la
morena, bruscamente.
– De acuerdo, en marcha – ordenó Leon.
Todos hicieron a un lado sus pensamientos oscuros y corrieron rápidamente por los pasillos,
sabiendo que tenían un máximo de 10 minutos para salir de allí. Rogaban no tener que
encontrarse de nuevo con el horrible Tyrant, no podían desperdiciar tiempo en abatirlo,
debían salir de ese edificio lo más rápido posible, a como diera lugar.
Alcanzaron un ascensor, eso les ahorraría gran parte de bajar pisos a pie.
– ¡Maldición! – Rugió Leon – está cortado el servicio.
– Debemos usar las escaleras – dijo Ada.
Abrieron la puerta de emergencias y bajaron como alma que lleva el diablo, mientras corrían el
rugido del Tyrant los alertó de su cercanía. Todos se detuvieron bruscamente, conteniendo la
respiración todo lo posible. Considerando que ya llevaban por lo menos 5 pisos de carrera, era
extremadamente difícil ocultar sus jadeos.
Leon hizo una indicación a David, y ambos caminaron lentamente. Luego, llamaron con los
brazos a las chicas y se lanzaron nuevamente a la carrera. Si el monstruo los buscaba, al menos
intentarían enfrentarse con él en un lugar donde tuvieran más ventajas, un terreno abierto.
63
Stacy Adler – Ojos color cielo
¡¡PAAAFFF!!
Lo que temían ocurrió: el Tirano rompió de un manotazo parte de la muralla y las escaleras de
emergencia, lo cual hizo que David bajara un par de metros rodando sin remedio. Ada disparó
su ballesta y acertó en un hombro, detonándole parte de este sin que diera señales de dolor.
Leon bajó corriendo y levantó a David de una correa gracias al impulso que llevaba, y con
gestos le ordenó que tirara una granada. Ada y Noiholt vieron también, y saltaron al mismo
tiempo que el artefacto explotaba, creando una barrera temporal entre ellos y el peligro. No
había más tiempo que perder.
Terminaron de bajar las escaleras casi sin aliento y salieron del edificio al borde de la agonía,
cuando a los segundos después explotó por completo. Habían logrado burlar la muerte… les
había rozado, y se había ido.
David se arrojó al suelo para descansar, Noiholt se apoyó en sus rodillas, y Leon escrutó el
lugar con espanto. ¿Dónde estaban los refuerzos?, sabía que quienes entraron a ayudarles,
salieron después con los detenidos, pero… ¿dónde estaban los demás que debían esperarlos
afuera?, no había nadie…
Momentos después, los vio. Eran un bonito espectáculo de cadáveres esparcidos por el suelo.
– ¡¿Pero qué mierda pasó cuando estuvimos adentro?! – masculló, enfurecido y desesperado.
– Todos… están… – Noiholt apenas podía creerlo.
– Maldición… – sonó por fin el comunicador de Leon – ¿Hunnigan? – chilló.
– ¡Leon! ¿Qué había pasado con ustedes?, ¡no podía contactar a ninguno! – habló la mujer,
desde el otro lado de la línea.
– Algo interrumpió las puñeteras comunicaciones…
– ¿Están todos bien?
– Perdimos a Blatstein… – gruñó dolorosamente.
– Cielos… cuánto lo lamento…
– ¿En la central ya vieron que el edificio de Umbrella se ha derrumbado?, alguien activó la
alarma de peligro biológico. Además, han asesinado a todos nuestros refuerzos… esos
malditos…
– Sabemos lo que ocurrió. También han matado a los detenidos. No han dejado ninguna
evidencia…
– Los hijos de puta no dan puntada sin hilo.
– Tenemos evidencia suficiente, Leon. Deben volver al hotel y esperar nuevas instrucciones. Por
mientras, les han dado el día libre. Quien haya perpetrado los asesinatos no está ubicable de
ninguna manera en este momento. Tenemos a nuestras mejores mentes investigando. Pero
ustedes deben descansar.
– Gracias, Hunnigan – dijo mientras cortaba la comunicación.
Leon dio un manotazo al aire lleno de frustración. ¿Quién mierda estaba detrás de toda esta
desgracia?
Wesker…
El nombre del ex Capitán de S.T.A.R.S. pasó por su mente con la velocidad de una ráfaga… ¿era
posible que estuviera involucrado con lo que había pasado?, se giró para mirar a Ada… y no le
extrañó darse cuenta que se había ido mientras nadie la veía. Entonces, quizás lo que ocurría
era que este tipo no sólo la hubiera contactado, sino que además, trabajaba para él. ¿Podría
ser, o no?
Maldición… hay mucho en qué pensar…
----o----
64
Stacy Adler – Ojos color cielo
Cada uno de los presentes llegó al hotel absolutamente desarmado. Cansados al máximo,
todos fueron a sus habitaciones para recuperarse de la terrible mañana que les había tocado.
Lo que iba a ser una misión sólo complicada se transformó en una auténtica pesadilla… digna
de Umbrella, en todo caso.
David desapareció de inmediato, argumentando que debía rezar por el descanso de su amigo
muerto… ni siquiera podrían enterrar su cadáver pues había caído con el edificio, y lo que el
licker había dejado no era mucho, en todo caso. Por otro lado, Noiholt corrió por una ducha
caliente, y Leon aún tenía cosas que hacer. Todo parecía seguir su curso. Se fueron cuatro
integrantes y llegaron tres.
Como agentes, sólo les tocaba enfrentar la muerte cuando fuera a buscarlos.
Leon terminó su informe final con un pesado suspiro. Todo estaba cada vez más complicado.
Se estiró como un gato, y decidió ir a enfrentar las consecuencias de su arrebato con Ada…
salió de su habitación y se dirigió a la de Noiholt. Golpeó su puerta y esperó… momentos que
le parecieron eternos.
La chica abrió por fin. Le recibió con una camiseta negra que le llegaba a los muslos, el cabello
mojado y la piel rosada, sin duda había tomado un largo baño. Tragó saliva. Se veía pequeña,
hermosa y deseable… ella no dijo nada, pero le invitó a pasar. Tras cerrar la puerta, se giró
hacia él y le miró de frente.
– Hola, Leon – habló con suavidad. En realidad, no habían conversado de verdad en mucho
rato.
– Hola… – murmuró en respuesta. Alargó una mano y dio una suave caricia a la mejilla de la
chica, ocupando sólo las yemas de sus dedos.
– Te extrañé… – dijo en un suspiro, cerrando los ojos y disfrutando de su toque.
– Lo sé. Perdóname – era una disculpa más profunda que el mero hecho de su ausencia
justificada, y ella lo entendió.
Momentos después, Leon tomó la mano de Noiholt y con delicadeza, la guió hasta sentarla en
la cama, a su lado. Se giró para verla, y atrapó su mechón negro con blanco para luego pasarlo
por detrás de su oreja. Quería darle un poco de tranquilidad, luego de su beso con Ada… sabía
que ella lo sabía, sin duda se había dado cuenta aunque no había dicho palabra sobre aquello.
– ¿Qué te ocurrió antes? – preguntó, sin embargo. Necesitaba saberlo, pero iba a dar un rodeo
antes de llegar a ese tema.
– ¿Exactamente cuándo? – replicó la chica.
– Cuando Ortiz te habló de esa horrible forma luego de la muerte de Blatstein… – gruñó – ¿en
serio te afectó lo que te dijo?, al menos… él lo cree así – murmuró, con una nota de molestia
en la voz.
– No fue eso exactamente… – apretó la mandíbula un momento, luego prosiguió – recordé
algunas cosas que había enterrado. Mi madre… – suspiró – se enamoró de un alemán con
parientes nazis, o que habían participado en el régimen nazista. Tú sabes, los austriacos
tuvieron muchos problemas con los alemanes en esa época, poco antes de la segunda guerra
mundial. Aún hoy existe gente resentida de ambos países, y mi pobre madre sufrió por
aquello. Se fue a Alemania con mi padre y allá nací, pero no funcionó. Se separaron cuando yo
tenía unos 10 años, y mi madre volvió a Austria. Me llevó con ella por supuesto, pero no lo
soporté. Su familia me enrostró mi ascendencia paterna cada vez que pudieron y no pude más:
le rogué que me dejara volver a Alemania. Ella sufrió mucho con mi decisión, pero no supe
hacerlo de otra forma… – hizo una pausa, para ordenar sus ideas.
– Eras muy pequeña, no puedes culparte por eso – observó Leon, aprovechando su silencio.
– Sí… – sonrió con tristeza – esos años con mi padre fueron estupendos. Me enseñó a valerme
por mí misma, a ser valiente, a conseguir lo que busco, a defenderme… y claro, a manejar
armas a la perfección. No iba a permitir que cualquier pelele se quedara con su niñita… pero a
65
Stacy Adler – Ojos color cielo
mí nunca me gustó nadie. Hasta que te conocí – acotó, sonrojándose levemente – pero cuando
lo mataron… nunca entendí bien qué pasó. Sé que intentó defender a alguien y le dispararon
por detrás, cobardemente, pero desconozco todos los detalles. Siempre he pensado que me
ocultaron la verdad por algún motivo, no sé… – se encogió de hombros a modo de disculpa – la
verdad, perdí un poco la cabeza en esa época. Volví con mi madre a Austria, pero no era feliz.
Por eso viajé tanto, para eludir las críticas de su familia. Esa familia.
– Entiendo – estaba contento de saber más de ella y su vida.
– Fue una suerte que mantuviera contactos de mi padre en la milicia, ellos me facilitaron viajar
a donde se me dio la gana… y bueno… hace rato, cuando Ortiz me acusó de racismo, me sentí
extraña. Y luego, entendí su postura… era similar a mi vida, a las críticas constantes que recibía
de los parientes de mi madre… por fin entendí lo que se sentía ser discriminado por venir de
dónde vienes. Al igual que él, también me han escupido… eso duele mucho. No es mi culpa ser
alemana, o tener parientes que estuvieron involucrados en el nazismo… ¡ellos ni siquiera están
vivos, y yo no soy así! – exclamó, desconcertada.
– Lo sé – apretó su mano con más fuerza – eres valiente, estoy orgulloso de ti.
– Gracias… – musitó, enrojeciendo.
– A ti, por contarme todo eso.
– Sólo me siento capaz de hablar así contigo… realmente, no me gusta conversar. Te lo dije una
vez, soy la persona menos sociable del universo… – tragó saliva – y gracias a eso, no tengo
amigos que me orienten ahora… – pensó.
Noiholt se quedó mirando el vacío, sin expresión alguna en los ojos. Leon se preocupó de que
volviera a su mutismo como en Grüneger y la abrazó sin pensar, rodeándola por la cintura con
firmeza. La chica acomodó su rostro en el hueco entre el cuello y el hombro del agente y cerró
los ojos, sintiendo una paz que sólo experimentaba cuando estaba con él. A su lado, todos los
pensamientos oscuros desaparecían, y sólo quedaba luz.
Ada.
Abrió los ojos bruscamente, la agitación poseyó su pecho. ¿Cómo podía olvidarse de ella?, se
regañó internamente.
Tonta, tonta, tonta… me voy a volver loca. Estoy perdiendo el seso en serio.
Leon percibió su cambio, e intuyó lo que seguía. Era momento de hablar de Ada…
– Noiholt, yo… – dudó un segundo – lo que pasó con…
– Ahora no – interrumpió, colocando una mano en su pecho fuerte – por favor, no…
Leon estaba desconcertado, pues la chica subió los brazos y, colgándose de su cuello, se aferró
a él con desespero, como si fuera a irse en cualquier momento. ¿Como si fuera a irme con
Ada…?
Buscó su boca y suavemente la besó, primero con lentitud, luego respondiendo al deseo que
comenzaba a crecer en su interior. La necesitaba, su cuerpo le pedía a gritos sentirla junto a su
piel. Era primera vez que la deseaba con tanta intensidad sexual. Siempre le parecía hermosa y
sexy, pero ahora algo había cambiado.
Noiholt cambió un poco la posición, levantando una pierna y colocándose de frente, pegó su
cadera a la de él casi sin darse cuenta. Ella también le necesitaba. Estaba enamorada de su piel
áspera, de sus lindos rasgos, de su olor a tarde lluviosa. Le quería por sobre todas las cosas…
era su perdición. Acarició su cuello, sus hombros duros, con una mano lo sujetó del cabello y
jaló suavemente, atrayéndolo aún más a su boca. Quería borrar el recuerdo de los labios de
Ada con los suyos, su beso reclamaba la pasión de Leon. La mano libre viajaba por su espalda
masculina, extasiándose de su forma fuerte y trabajada. Se dio cuenta que sus pezones habían
reaccionado a su propia excitación, causada por él. ¿Qué más daba ya?
A Leon le tomó poco tiempo darse cuenta que la chica no llevaba sujetador. Lo notó mientras
la acariciaba suavemente por la espalda. Sin darse cuenta, su mano viajó a uno de los pechos
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Stacy Adler – Ojos color cielo
de Noiholt y lo sintió suave y duro al mismo tiempo. Cabía en su mano a la perfección. Lo
acarició con vehemencia, tirando del pezón con delicadeza. Sin dejar de besarla, la inclinó
hacia atrás sujetándola por la espalda, mientras la otra mano continuaba explorando por su
cuerpo menudo. Una vez había acariciado sus muslos, sus caderas, el borde peligroso del
camino que llevaba a sus glúteos… se detuvo. Lentamente, dejó de besarla y apartó la cara
con cuidado. Abrió los ojos, encontrándose con los suyos color cielo. No sabía si disculparse
por su arrebato hormonal, o asumir que dentro de su relación las cosas ya eran así.
Sin embargo, tampoco podía asumir nada. ¿Cómo se le había olvidado que había traicionado la
confianza de Noiholt cuando besó a Ada, horas antes?, tenía que ofrecerle una explicación
decente. Se lo merecía.
– Noiholt… – alcanzó a decir, cuando la aludida lo acalló con un beso suave en los labios.
– No lo digas. Está bien… – suspiró, aún junto a él – no quiero saber lo que ocurrió entre tú y
Ada al otro lado del muro. Dejémoslo así… tuviste tus razones para actuar como lo hiciste – le
miró directo a los ojos – sólo quiero saber algo… ¿deseas estar conmigo?
– Sí – respondió de inmediato.
– Eso me basta.
Levantó la pierna y dejó de estar encima de Leon. Lo atrajo para que se recostara en la cama
con ella y cerró los ojos, había llegado el momento de descansar.
67
Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 15
Habían vuelto a EEUU hace unas semanas. Aunque Leon creía firmemente que Albert Wesker
tenía algo que ver con las muertes de sus refuerzos y de los sospechosos allá en Múnich, no
existía forma de probarlo. Ni siquiera había registro de que ese hombre hubiera viajado a
Alemania. Pero desde hacía tiempo se rumoreaba en los pasillos que él había rescatado a Ada
Wong de Raccoon City antes que explotara, lo cual le hacía presumir que, efectivamente, ella
trabajaba para él. Pero tampoco eso podrían demostrarlo, por lo cual el caso quedó stand by y
guardado en un cajón, a la espera de novedades.
Leon recibía un duro entrenamiento por parte del gobierno de los EEUU. Como antes de salir a
misión lo habían ascendido para agente secreto, debían capacitarlo. Sus superiores lo eligieron
pensando en sus habilidades y no se equivocaron, él daba todas las señales de ser perfecto
para ese cargo.
Por otro lado, a Noiholt la entrenaban para convertirse en agente de apoyo. Sus capacidades
físicas y su buena puntería la convertían en un excelente elemento dentro de un equipo.
Además, su manejo de artes marciales hacía que sus tiempos de reacción fueran asombrosos.
Todos coincidían en eso. Sin embargo, el único problema que podría tener era su total falta de
experiencia como agente. Tenía que crecer mucho aún.
En el plano personal, Noiholt parecía estar cada vez más tranquila con respecto a su decisión
de respetar los sentimientos de Leon. Quería ver hasta donde llegaban juntos. En vista de eso,
ella solía ir a su departamento y así aprovechaban de conocerse más.
– ¿Por qué no te gusta que te visite en tu hotel? – le preguntó Leon una tarde que estaban
libres, mientras veían tv abrazados y parecían una pareja normal y corriente.
– Es impersonal – murmuró ella en respuesta.
El joven se giró para mirarla, confundido
– No es mi casa, no tiene nada mío – suspiró, encogiéndose de hombros a modo de disculpa –
me hace sentir extraña. Es todo.
– No quiero ofenderte, pero… – vaciló – ¿conservas algo de tus residencias anteriores?
– Oh… – sonrió – tienes razón, Sr. Kennedy.
– Para haber vivido en tantos países, deberías estar acostumbrada a estar en hoteles.
– Lo estoy… – estiró los brazos, reacomodándose en los de Leon – supongo que prefiero
reservarme esa parte tan fría de mí misma.
Hundió la cara en el cuello masculino y aspiró con fuerza su olor a tarde lluviosa. Le gustaba
sentirlo en su piel, era áspera y contrastaba con la suavidad de la suya. Cerró los ojos y se
abandonó por completo, tal como adoraba hacerlo. Esa tranquilidad no la encontraba en
ninguna otra parte. Y claro, también sabía que era todo lo contrario a lo que Leon sentía.
Estaba consciente de su efecto en él.
De pronto, se apartó un poco y le miró fijamente a los ojos.
– Veo que estás relajado
– ¿Cómo sabes? – dijo en tono juguetón.
Noiholt señaló la mano que acariciaba con delicadeza uno de sus pechos. Y antes que Leon la
retirara, ella lo sujetó con ahínco y le animó a continuar su exploración. Hasta el minuto, no
habían avanzado más que eso, y la chica estaba ansiosa por tener sexo con él. Pensaba en si
algún día se atrevería a pedírselo… aunque lo más probable es que sólo la desnudaría de
improviso y la tomaría completamente a su gusto…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
El transmisor de Leon sonó, interrumpiendo el momento. El de Noiholt también, unos
instantes después. La ley de Murphy nunca fallaba.
– Aquí Leon – respondió de mala gana.
– Hola, perdona por interrumpir tu día libre – se disculpó Hunnigan – necesito que vengas a la
base de operaciones, ha salido una nueva misión.
– ¿Tan importante que no puede esperar a mañana?
– Lo lamento. Tú sabes cómo es este trabajo.
– De acuerdo. Nos vemos allá.
Se giró en el sofá, notando que Noiholt estaba aún hablando un poco más allá. La esperó.
– Himmel – suspiró ella, luego de colgar – me han dado una misión.
– A mí también.
– Entonces, puede que sea la misma.
– Ojalá. Estados Unidos y Alemania, a patear traseros zombies.
La chica no pudo reprimir la risa que le dio el comentario final de Leon. Él daba por hecho que
la misión que les encomendaban estaba relacionada con Umbrella, y dadas las circunstancias,
tenía razón de pensar así.
Lo miró cuando se levantó del sillón. Era por lo general un hombre taciturno, de lo cual estaba
agradecida porque ella también lo era. Sería difícil tener una pareja como David, por ejemplo,
cuya vitalidad desbordaba en cualquier conversación y la hacía sentir cohibida y extraña.
Sacudió la cabeza ¿cómo se le había ocurrido comparar su relación con una hipotética con ese
puertorriqueño insistente?
–Parece que quien esté en tu mente no tiene tu aprecio – observó Leon, mientras entraba a su
habitación para cambiarse de ropa.
– ¿Quieres que me ponga el vestido que me regalaste? – cambió de tema.
– Por favor.
Noiholt entró también a la habitación, y se desprendió rápidamente de sus ropas. Leon la
observó a través del espejo. Sabía que esa chica no tenía problemas con su cuerpo y no le
importaba pasearse en ropa interior por su departamento, aún así cada vez que lo hacía le
sorprendía. Como el primer día que se conocieron en Grüneger, donde ella le insinuó que se
desnudaría en cualquier lugar si eso le permitía escapar de allí. Estaba seguro de que podría
desvestirla sólo con la mirada, si de verdad se lo proponía.
La única razón por la cual no había tenido sexo con ella hasta el momento era porque intuía su
virginidad, y mientras el tema de Ada no estuviera completamente solucionado no pasaría al
siguiente nivel. No quería dañarla.
– ¿Te gusta lo que ves? – preguntó Noiholt, mirándolo también a través del espejo.
– Claro que sí.
Entonces ella se desplazó por la habitación hasta llegar a su lado, y lo abrazó con suavidad.
Llevaba mucho tiempo deseando hacer eso, pero no se había atrevido. Agradeció nuevamente
ser baja, su cabeza llegaba exactamente al pecho de Leon. En la adolescencia la habían
molestado por ser de poca estatura, con suerte pasaba el metro sesenta y cinco y eso era casi
un insulto a su lado alemán, pero ahora sentía que no podía ser más perfecta su medida.
Acomodó su cabeza rubia en el pecho fuerte del agente, mientras sus brazos delgados
rodeaban con firmeza su cintura. Era posible que los enviaran juntos a una nueva misión, pero
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Stacy Adler – Ojos color cielo
¿qué tal si no era así?, también podía ser que estuvieran separados por quién sabe cuánto
tiempo. Así que en vista de eso, trataría de llevarse el mejor recuerdo con ella.
Leon no perdió el tiempo y la acarició en todos aquellos lugares que la ropa le impedía
normalmente. Volvió a fijarse en la cicatriz que llevaba en la cintura, prueba de su aventura
con él en Grüneger y de su valentía al salvarlo. La recorrió con la punta de su dedo índice,
siguiendo su forma irregular. Normalmente evitaba mirarla, pero ahora no pudo ignorarla.
Recordó por un microsegundo el miedo que sintió al creerla muerta…
Tomó su rostro y la acercó a sus labios, la besó en los párpados, en la nariz, en los pómulos, en
la comisura de los labios, en el mentón, y finalmente se quedó en sus labios rosados y
carnosos. Mordió el inferior como un jugueteo, tan suave que la acariciaba, pero tan poderoso
que Noiholt se estremeció involuntariamente. Ese hombre la deseaba con ímpetu. Y ella haría
cualquier cosa que le pidiera.
Pero aún no era el momento. Ya abría tiempo para eso.
Se desprendieron renuentes, sin embargo debían cumplir con sus deberes. Noiholt tomó el
vestido que le había regalado Leon y que estaba encima de su cama, y se lo puso. Dio una
vuelta sobre su eje, modelando para su deleite.
– ¿Qué dices? – preguntó.
– Perfecto.
Era largo hasta la rodilla, de corte juvenil y color celeste claro. Cuando Leon lo vio por
casualidad en una tienda de ropa, mientras volvía a su departamento, se dio cuenta que era
como el color de ojos de Noiholt, y lo compró sin pensar. Adivinó la talla gracias a la
vendedora, y ahora estaba contento con los resultados. Frente a sí tenía una alemana de
rostro iluminado que le miraba con agradecimiento latente en sus ojos color cielo, resaltados
por el vestido.
----o---Llegaron a la base en menos de media hora. David Ortiz estaba en la entrada del edificio
fumando y cuando los vio salir juntos del mismo vehículo, no disimuló su disgusto. Mientras
estuvieran en misión, sería profesional y se guardaría todos sus comentarios. Pero, en tanto no
le dieran órdenes, era un ciudadano cualquiera con un trabajo regular.
– Hola, Ortiz – saludó Leon. Tenía el recuerdo de su declaración aún fresco en la memoria, y su
comentario respecto a que él no merecía a Noiholt. ¿Tendría algo de razón?
– Kennedy, Maüser – saludó el aludido.
– Hola – dijo la chica.
– Lindo vestido… – murmuró, embobado.
– Gracias.
– Tiene el color de tus ojos.
– Sí.
– Se te apega muy bien al cuerpo…
– Sí.
– ¿Entramos? – sugirió Leon, comenzando a inquietarse.
Le hicieron caso. Fueron reunidos por Hunnigan en una sala y, tal como Noiholt sospechaba, la
enviarían de nuevo junto con Leon para cumplir su función como agente de apoyo. Lo que no
esperaba era que David también los acompañara, además de otros tres agentes que no
conocían. Parecía que era bastante serio el asunto.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Irán a Moscú – Ingrid dejó sus anteojos en el escritorio – nos avisaron que Albert Wesker se
encuentra allá, no obstante hay una posibilidad de que sea un rumor falso. Aunque Umbrella
esté en la quiebra y no funcione con ese nombre, todos tenemos claro que sigue existiendo de
forma anónima y sin duda, Wesker es el cerebro en todo esto – hizo una pausa, en la que
recorrió a todos los agentes con la mirada – hay un agente que lo está investigando hace
tiempo, un ex miembro de S.T.A.R.S, tú lo conoces Leon – acotó – Chris Redfield. Él nos envió
unos archivos de suma importancia que ya estamos analizando. Aún desconocemos cuál es el
objetivo inmediato de Umbrella, pero no podemos perderlos de vista, bajo ninguna
circunstancia.
La conversación transcurrió en detalles sobre la misión, fechas, lugares e información
relevante para la investigación. Luego, Hunnigan hizo las presentaciones correspondientes con
los nuevos agentes y anunció a Leon Kennedy como líder. Una vez todas las dudas fueron
aclaradas, sellaron la fecha de partida en dos días más.
– ¿Chris Redfield? – preguntó Noiholt a Leon, mientras se dispersaban para preparar el viaje.
– ¿Recuerdas que te hablé de Claire, la chica con la que escapé de Raccoon City? – Ella asintió
– es hermana de Chris. Lo conocí hace tiempo, cuando le avisé que a Claire la habían capturado
en Europa. Es un buen tipo. Un poco impulsivo, pero con excelentes valores – recalcó.
– Wow – estaba sorprendida – cada vez sé de más personas que desea derrotar al tal Wesker,
y Umbrella.
– Aún tengo mucha gente que presentarte. Por ejemplo, Chris me contó de otra ex S.T.A.R.S.
que escapó de Raccoon al mismo tiempo que yo, también está Sherry Birkin, una niña de la
cual fui tutor un tiempo, o Ark Thompson, un amigo que se había infiltrado en la isla Sheena,
en fin, no me extrañaría que en algún momento todos formáramos un equipo anti Umbrella –
se burló.
– Eso es genial. Si Wesker y esa compañía han hecho tanto daño, justo es que se les castigue –
observó.
– ¿Vienes a mi departamento? – Leon cambió de tema drásticamente.
– Claro.
----o---Pero antes, fueron a cenar a un restaurant muy concurrido de la zona. ¿Volverían pronto de
Moscú?, ¿tal vez no?, preguntas inevitables en la vida de un agente. Las misiones, por muy de
rutina que fueran, siempre involucraban un gran factor de riesgo. Y cuando se trataba de
Umbrella, ese factor se multiplicaba por diez.
– ¿Qué piensas? – murmuró Noiholt, dando un sorbo a su jugo.
– Que tendremos unos días muy interesantes en Rusia – su voz cargada de sarcasmo – ¿has
estado por allá?
– En Moscú nunca, estuve en una ciudad pequeña de Siberia llamada Irkutsk que limita con
Mongolia. Un lugar muy frío, pero ya sabes que para mí no es problema.
– Así es – dijo, pinchando una patata frita.
A Noiholt le parecía tremendamente sexy ver a Leon comer. Tanto como verlo tirado en el
sofá, o disparando a un objetivo, o abrazándola a torso desnudo. Siempre le parecía sexy. Se
sonrojó involuntariamente, y dio un gran trago a su jugo para disimular… pero Leon ya se había
dado cuenta de que algo le ocurría. Apartó su plato de la mesa e hizo contacto visual con la
chica. ¿Sería el momento de hablar lo que habían evitado desde que llegaron de Alemania?
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Noiholt… – carraspeó – mira… es muy posible que nos topemos con Ada mientras estemos
en Rusia – largó de golpe y porrazo.
– … – no sabía qué contestar. Dejó su jugo a un lado y esperó.
– Te preguntarás por qué pienso eso ¿no? – Noiholt asintió – es simple, vamos a intentar
detener a Wesker. Y existe el rumor de que Ada está trabajando para él, así que… la ecuación
es simple.
– … – aún no sabía qué decir.
– Yo… no quiero que te sientas como en Múnich… sí, ya sé que yo fui el causante de tus
preocupaciones y todo eso, no soy idiota, pero…
– ¿Pero…? – dijo con un hilo de voz.
– Pero… bueno, creo que esto ya lo sabes. Besé a Ada cuando estuvimos atrapados en el
edificio – y suspiró, como si hubiera quitado un gran peso de sus hombros.
– Sí, lo sé.
– También escuché lo que te dijo Ortiz. Y aunque no escuché tu respuesta, intuyo lo que le
contestaste…
– Yo te quiero sólo a ti – le interrumpió, mirándolo directamente a los ojos – él podrá pensar
muchas cosas sobre nosotros, sobre Ada, pero nada de eso me importa de verdad.
– Quiero olvidarla… – murmuró – de verdad, lo intento.
– Leon… gracias. Sé que lo haces un poco por mí, pero realmente lo aprecio.
No sabía cómo continuar la conversación. ¿Qué más podría decirle?, ¿hablarle de sus
sentimientos, de sus miedos, de su gratitud hacia Ada desde Raccoon City?, todas las frases
que se formaban en su cabeza le parecían de más. Conocía perfectamente sus sentimientos
por ambas, y aunque no podía saber el futuro, sí estaba seguro que en ese momento, en ese
preciso instante, Noiholt era su elegida.
72
Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 16
“Abro los ojos con dificultad. Está muy frío, y lo primero que siento es el dolor en el cuello, debo
llevar mucho rato así.
Trato de mover las manos, pero no puedo… ya veo, que me han atado… mierda, cómo me
duele la cabeza. Siento como si me hubieran zapateado un baile en el cráneo, me duele el
cuerpo entero y… joder, tengo una costilla quebrada. Lo noto ahora que trato de enderezarme.
Estoy sentada en una silla dura, podría ser metal pero hace tanto frío que dudo de mis
instintos.
Tengo sangre en la boca. La saboreo… qué asco. Siempre he asociado la sangre a la derrota.
Trato de levantar la cabeza, me doy cuenta que uno de mis dientes está suelto, lo escupo al
suelo. Menos mal que no es de los que se ven cuando sonrío, si no tendría que correr al
dentista. Bueno, no es que yo sonría muy a menudo, menos últimamente.
¿Dónde estoy?, no recuerdo nada de lo que me trajo a este lugar. Mierda, mi boca, veamos…
mandíbula y mejilla derecha, sin fracturas. Duelen como el infierno. Probablemente me dieron
con un bate en la cara, o algo tan duro como eso. Mi nariz no está rota, así que tuve suerte.
Mis piernas están dormidas, así que ahora estoy segura, debo llevar muchas horas aquí.
…
Leon.
Oh, Leon…
¿Debería arrepentirme de todo lo que te dije, dadas las circunstancias en que me encuentro?,
tal vez no vuelva a verte. Tal vez…
Ahora mis mejillas están mojadas. Genial, lo que faltaba, como si no tuviera suficiente frío. Ni
siquiera puedo limpiarme la cara, no puedo zafar las manos…
Respiro con dificultad, me duele mucho la costilla rota. He logrado enderezarme, y levantar la
cabeza con cierta dignidad. La que perdí desde que decidí aceptar que no me quisieras sólo a
mí. Pero ahora… daría mi vida por verte de nuevo.
Por fin consigo enfocar la vista, a pesar que aún veo todo borroso. Está oscuro, pero sé que es
de noche, alcanzo a divisar algo de luz por una ventana… ¿dónde está la luna?, ah, ya la veo.
Mierda…
La silueta de un hombre. Es alto y fuerte… no consigo verle la cara pero sé que es él, ahora
comienzo a recordar. Él me trajo aquí.
Es Wesker.”
29 de Marzo de 2000, 2 semanas atrás…
La primavera había comenzado hace muy poco en Rusia, por lo cual aún hacía mucho frío. El
vuelo a Moscú fue agotador y no exento de imprevistos, como ciertas turbulencias que
azotaron el avión cuando aún iban a mitad de camino. Noiholt, acostumbrada a viajar, ni
siquiera se inmutó, pero observó que David estaba pálido y sudoroso, mientras el Gameboy de
Robert Blatstein estaba a punto de arrancarse de sus manos. Tuvo que reprimir una sonrisa,
pensando que tal vez David se arrojaría del avión con tal de conservar la consola de juegos, en
caso de que ésta saliera volando. Entendible, era el último recuerdo de su amigo.
En ese momento, el puertorriqueño clavó sus ojos en ella, haciendo que perdiera el hilo de sus
pensamientos. Tragó saliva, impresionada de la posesión contenida que guardaba esa mirada.
Era como si gritara “fíjate en mí”.
Por favor, no más problemas, no de nuevo…
Una vez arribaron al hotel, tuvieron la tarde libre para acomodarse antes de empezar con la
misión. Ante todo había que dar apariencia de normalidad, no querían por ningún motivo
levantar sospechas sobre su llegada. Wesker podría saber algo y marcharse antes que
consiguieran investigar nada, o apresarlo que era el objetivo principal.
73
Stacy Adler – Ojos color cielo
Los nuevos compañeros le causaron buena impresión a Leon. El primero era Marcus Tower,
un hombre de ébano altísimo y fuerte, antiguo jugador de fútbol americano y rechazado por su
violencia. Había trabajado como guardaespaldas hasta que el gobierno lo entrenó para que les
sirviera. Era un agente de apoyo ideal por su fortaleza y brutalidad. El segundo era Xiao-Yan
Hong, un chino fanático de Jet Li y motivado a imitarlo cada vez que le era posible. Hablaba
poco pero observaba mucho, y durante el viaje compartió algunos conocimientos de artes
marciales con Noiholt, que con su precario mandarín intentaba aprender lo más posible. XiaoYan se negaba a enseñar sus técnicas en otro idioma que no fuera el suyo. Y a pesar de eso,
hicieron buenas migas.
La última integrante del grupo era Sam Reynolds, una mujer francotiradora que, en sus
treintas, se mantenía como si hubiera cumplido recién los 20 años. Australiana de nacimiento y
casi tan rubia como Noiholt, se fijó de inmediato en David Ortiz pues tenía debilidad por los
galanes latinos. Se los imaginaba tostados, con barba de 2 días, cabello mojado, camisa blanca
semi abierta y pelo en el pecho, incitadoramente sexys. Nadie habría imaginado que una mujer
fuerte como ella era adicta a las teleseries mexicanas y el drama pasional, lo que la llevaba a
quedarse en la luna frecuentemente, imaginando escenas de amor con David en las que
corrían por la playa, o cenaban a la luz de las velas.
Noiholt se dio cuenta de su distracción y rezó para que David también lo notara, se quedaran
juntos, y así la dejara tranquila por fin…
Y, cosa rara, Leon no se enteraba de nada.
Al día siguiente de su llegada, se dividieron en dos grupos para infiltrarse e investigar un rumor
sobre una planta química, aparentemente era una cubierta de Umbrella. Si tenían suerte,
Wesker estaría allí, pero lo más probable es que sólo podrían conseguir información. Leon se
llevaba a Marcus y Sam, y David iba con Noiholt y Xiao-Yan, consideraron que eran los equipos
más equilibrados para la misión. Y aunque Leon odiaba la idea de que su chica se fuera con
David, había que ser profesional ante todo.
– Vas encargado de ese equipo – le señaló al puertorriqueño – tú y Maüser han visto las
hermosas creaciones de Umbrella así que confío en que, dado el caso, sabrán actuar y guiar a
Hong.
– Sí, señor – respondió David.
Ambos afinaron algunos detalles sobre la misión y la forma de proceder en caso de que las
cosas se pusieran difíciles, cuando Sam se acercó a Noiholt para hablarle. Parecía preocupada.
– Oye Maüser, quiero hacerte una consulta… – cuchicheó.
– ¿Si?
– Hay rumores de pasillo sobre tú y Ortiz…
Noiholt alzó las cejas, como diciendo “¿y?”
– Bueno, yo quería preguntarte… este… – se rascó la cabeza, visiblemente nerviosa – ¿tú… él…
a ti te… gusta…?
– ¿Qué? ¡No! – se apresuró a contestar.
– ¿No?
– Nooooooo – remarcó, rogando porque eso alentara a la chica a declararse con David.
– Uf, gracias a Dios – suspiró pesadamente – me alegro de escuchar eso. Entonces, ¿el otro
rumor es cierto? ¿Sobre Kennedy y tú?
– Ah… – no quería confirmarlo, pero sería un despropósito negar lo que existía entre ellos.
– Mmmm… ¡zorra! – Le dio con la cadera en el costado – ¡felicidades!
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Stacy Adler – Ojos color cielo
¡¿Me dijo zorra?!… estaba con la boca abierta, ni siquiera se atrevía a hablar. Si ese era el
carácter de Sam, de seguro congeniaba con David.
– Él me gusta desde que lo vi hace semanas – respondía a una pregunta que la alemana no le
había hecho – hice todo lo posible por venir a esta misión para que me conociera. Espero tener
éxito… ¿crees que me irá bien?
– Sí.
– Así que también era verdad eso de que casi no hablas…
Noiholt se encogió de hombros. Qué cantidad de comentarios de pasillo circulaban sin que ella
se enterara… supuso que sería así en cualquier trabajo. No obstante, tenía que reconocer que
le estaba cayendo bastante bien la chica. Su carácter animado, a diferencia del de David, no la
hacía sentir incómoda. Tal vez era porque no iba detrás de ella… ¡qué alivio!
– Es difícil ser la única mujer entre tantos agentes hombres ¿no? – Noiholt asintió – bueno,
ojalá seamos amigas. Claro que para ello tienes que hablar un poco más…
– Trataré – era lo más que podía hacer.
Dejaron de hablar y se encaminaron ambos grupos a sus diferentes acometidos. Transcurrió el
día, consiguieron algunas cosas y volvieron al hotel para descansar. La misma rutina se repitió
al día siguiente, y el subsiguiente. No era fácil infiltrarse en una planta química, pues aunque
enorme llevaban un control bastante estricto de sus empleados. Sin embargo, gracias a
Hunnigan conseguían identificaciones y profiles modificados para que no los descubrieran
pronto. El grupo de Leon había llegado a la planta baja, mientras que el de David se
encontraba arriba.
Leon entró a una oficina a copiar un disquete cuando se percató de que no estaba solo.
Cautamente, fingió que iba a hacer otra cosa para no ser delatado… y una mano salió de la
oscuridad, arrebatándole el disquete. Reconoció los dedos.
– Ada – dijo, como si fuera una obviedad.
– Leon – sonrió ella, revelando ahora completamente su presencia.
– ¿Otra vez?, ahora sí que hablaré con la policía… primero Alemania, ahora Rusia. ¿Es que no
te cansas de seguirme? – se quejó.
– Eres demasiado entretenido como para pasar de ti, cariño – ronroneó, besando el disquete.
– ¿Qué quieres ahora?
– Lo que te acabo de quitar. Créeme, esto no te sirve de nada – alisó una arruga invisible en su
vestido rojo.
– No te creo nada – gruñó, dando un par de pasos a la deriva – pero sabes que a esta distancia
te puedo arrebatar de vuelta el disquete, puesto que parece tan importante para ti.
– Para mi misión, no para la tuya – le corrigió.
– Devuélvemelo – pidió, estirando el brazo y levantando una ceja.
– Te veo hoy en la noche, en la azotea de tu hotel. Ahí te explicaré algunas cosas interesantes –
le lanzó un beso antes de desaparecer, usando otra vez esa extraña pistola con cuerda y
gancho.
Leon miró hacia el techo… ¿por dónde había escapado esta vez?, no alcanzaba a ver nada. Qué
demonios.
Cerca de la medianoche, Leon subió para esperar a Ada en la azotea, tal como ella le había
pedido. Se sentía estúpido haciéndole caso, pero la curiosidad era más poderosa que su
sentido común. Percibió su perfume antes de verla y cerró los ojos, disfrutando. Era lo único
que podía hacer. Sintió su mano rozarle el brazo y la química que los unía los envolvió por
enésima vez, como si el tiempo se detuviera y sólo ellos existieran en ese lugar.
75
Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Qué deseabas decirme? – preguntó el agente, volviendo a la realidad.
– ¿Crees que la elección de Grüneger como base del experimento zombie fue al azar? –
murmuró sin anestesia.
– … – estaba sin palabras. ¿Qué sabía ella exactamente?
– No puedo decirte nada más. Te he dado una excelente pista donde investigar.
– ¿Le mencionaste algo a Noiholt? – por fin se salieron las palabras.
– ¿Por qué iba a hacerlo? – ronroneó con una sonrisa.
– No mientas – giró la cara – estoy seguro que sabes perfectamente quién es y de dónde viene.
– Puede ser… – lo tomó del mentón, obligándole a sostenerle la mirada – ¿quieres saber qué
pasó realmente en ese pueblecito?
Se miraban con intensidad, las bocas entreabiertas para respirar el mismo aire dieron paso a
un nuevo beso lleno de frenesí.
----o---Noiholt estaba en su habitación cuando recibió un mensaje de texto en el celular. Lo abrió.
“¿Qué dirías si te cuento que el experimento en Grüneger no fue una coincidencia?, si quieres
saber más, búscame en la azotea”
Gruñó de ira, apretando el grueso equipo en su mano. ¿Quién rayos le había escrito eso?
Obviando que podría ser una trampa, decidió correr al lugar indicado y el ascensor nunca le
había parecido más lento. El corazón le saltaba del pecho, pues la perspectiva de que la ciudad
donde vivía con su madre hubiera sido escogida por alguna razón en especial para el
experimento zombie que terminó por convertirla en una segunda Raccoon City le hacía perder
el seso. ¿Cuántas cosas aún no sabía de Umbrella?
Cuando llegó a la azotea, sacó su Blacktail y apuntó cuidadosamente, tampoco se iba a
arriesgar a caer si fuera una trampa.
Los vio.
Leon y Ada juntos, hablando.
Guardó su arma.
No alcanzaba a escuchar lo que decían, cuando de pronto ocurrió lo que tanto temía…
comenzaron a besarse apasionadamente. Finalmente, sí había caído en una trampa, la que Ada
le había tendido. ¿Por qué haces esto?
Noiholt sintió un dolor agudo en el pecho y creyó que iba a perder la razón si no hacía algo.
¿Voy… no voy?... confusión, era una de las más grandes a las que se había enfrentado en su
vida. Y sintió la ira palpable, como si pudiera tocarla, sostenerla en sus manos. Se sintió
también burlada, engañada, dudó de lo que había pasado con Leon hasta el minuto… y luego
todo eso se fue. Y quedó nada. Sintió frío, inclusive. Era como si su corazón se hubiera
congelado en el pecho. No tenía emociones. Era un robot, otra vez.
Usó su habilidad para ocultar su presencia y se quedó detrás de un pilar, observando todo. Ya
casi no le dolía verlos.
– Ada, no… – Leon separó sus labios de los de ella con alguna dificultad – esto no está bien. Me
dejé llevar y… ya tengo a alguien en mi vida. No quiero hacerle daño.
– Es un poco tarde para eso, la chica alemana está aquí. Le enviaron un mensaje para que
viniera – dijo, sin sonreír.
– ¿Cómo? – Replicó – ¿quién lo hizo, Ada?
– Es un juego.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Leon volteó la cabeza hacia atrás, buscándola con la mirada. No había nadie cerca…
– No la veo – murmuró.
– Yo tampoco, pero sé que está aquí. Puedo sentirla… aunque es muy buena ocultando su
presencia. Casi no la escucho respirar.
– Noiholt…
– No sé si deba decir “nos vemos”, porque estoy de acuerdo contigo. No está bien. Por más
que quisiéramos esto… – suspiró, resignada – finalmente, nosotros no tenemos futuro juntos.
– Podríamos – rebatió – pero desde que nos conocemos, siempre ha habido distintos factores
que terminan por separarnos. Tú me mantienes alejado, yo ahora tengo una persona… tú dices
que es por mi bien. Pero a cambio, me mantienes en la ignorancia.
– Es mejor así.
– ¿Lo ves?, me tratas como si fuera un crío.
Leon resopló, enfadado por la situación.
– Adiós, Ada – dijo finalmente.
– Adiós, Leon.
Ada desapareció rápidamente. Leon pasó una mano por el cabello, suspiró y giró sobre sus
talones, pensando en qué le diría a Noiholt cuando la enfrentara. No tenía ninguna excusa para
lo que había ocurrido, aún cuando estaba decidido a demostrarle que sólo quería estar con
ella. Aunque, en vista de los acontecimientos ¿le creería?
La encontró detrás de un pilar, sentada en el suelo y abrazando sus piernas en un pobre
intento de consuelo. Tenía la cabeza apoyada en las rodillas y su cabello rubio caía sobre la
cara, impidiéndole a Leon apreciar su semblante. Pero cuando la chica levantó la mirada, no
encontró nada en sus ojos que le diera alguna pista. Estaban fríos e inexpresivos, como en
Grüneger… tragó saliva, rogando en su interior que no volviera a comportarse como allá,
donde tenía que adivinar cómo se sentía.
– Hola – murmuró, tanteando terreno.
– Hola, Leon – contestó, sin despegar sus ojos celestes de él.
– Eh… – vaciló – lo de Ada…
–…
– ¿Qué viste?
– ¿Y dime, tu siguiente comentario dependerá de cuánto vi? – replicó, con marcado sarcasmo
en el tono de voz – ¿si te digo que nada me mentirás?, ¿si te digo que todo… qué?
– A ver, partí mal esta conversación. Lo lamento, no sé qué decirte, es todo.
– No… no tienes que darme explicaciones realmente, Leon. No somos pareja… – el agente
abrió la boca, pero Noiholt le hizo un gesto de silencio – tampoco dije que fuéramos nada, es
simplemente que… bueno, parece que yo tampoco sé qué decirte.
– Lo siento…
– No lo suficiente.
– Estás herida, lo comprendo, pero no dudes de lo que siento por ti.
– ¿Y qué es?
– Lo sabes…
– Sientes lo mismo por ella – sentenció.
– No para mantener una relación.
– ¿Qué rayos soy para ti entonces, Leon? – Chilló, perdiendo paulatinamente el control – ¿soy
tu maldito premio de consolación?, ¿estás conmigo porque no puedes estar con Ada?
– Yo no…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¡Oh, cierra la boca! – Gritó, levantándose del suelo – ¡ojalá hubiera tenido novio alguna vez
en la vida, porque no sé qué mierda hacer en este momento!
Leon chasqueó la lengua, no podía aplacar su ira… más que eso, ella tenía razón para sentirse
así. La había dañado, y tenía que aceptar las consecuencias de su actuar. Sólo esperaba que le
escuchara, aunque fuera por un momento.
– Noiholt… sé que ahora me odias, pero créeme que lo lamento.
– No te odio. No sé qué debo sentir… – se agarró la cabeza, confundida. Luego, se paró de
puntillas y agarró al agente por las solapas de la chaqueta – dímelo tú, Leon.
– ¿Qué?
– Ponte en mi lugar. Si me vieras un día besándome con David ¿cómo estarías?
– Como la mierda – respondió sin dudar. Luego se arrepintió, pero debía ser sincero – furioso…
– Entonces así estoy.
Noiholt lo soltó, giró sobre sus talones y caminó hacia la puerta, dándole la espalda.
– Espera… ¿dónde vas?
– A pensar. Nos vemos, Sr. Kennedy – y salió, dando un portazo.
Leon suspiró, frotándose el puente de la nariz. No quería presionar más la situación, no quería
desquiciar a Noiholt y deseaba no ver a Ada de nuevo, pero sabía que era imposible pensar en
algo como eso. Tenía esa corazonada de que se toparían muchas veces, pero verla no
significaba tener algo con ella… quiero a Noiholt. No sé cómo lo logró, pero esa chiquilla
atrevida consiguió atraparme.
Iría a verla. Por último, la observaría de cerca, por si tenían la oportunidad de conversar. De lo
contrario, la dejaría tranquila hasta que pudieran aclarar las cosas, pero una cosa era cierta…
no se rendiría con ella.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 17
“Wesker se pasea frente a mí. No puedo verle la cara, apenas se cuela la luna a través de la
ventana y está a contraluz. Sin embargo… juraría que puedo ver un destello rojo en su mirada.
Tal vez sólo sea mi imaginación. Aún tengo la visión borrosa y no me fío de mis instintos.
De pronto, enciende una lámpara cerca de mi posición y me obliga a cerrar los ojos. Qué
dolor… intento mirar un poco, pero veo todo blanco. Me duele más la cabeza ahora que me
esfuerzo por saber dónde estoy… qué habitación más extraña. Parece ser todo de madera, las
paredes y el piso… ¿en qué parte de Moscú me encuentro, entonces?
– Señorita Maüser – sisea el hombre.
Me mira serio, pero a riesgo de equivocarme juraría que diviso la sombra de una sonrisa… se
está burlando de mí, el cabrón. Dos pueden jugar, así que hablaré aunque odio hacerlo.
– Gusto en conocerte, Neo – bromeo, y me doy cuenta que tengo el lado derecho de mi cara
totalmente inflamado, las palabras salen de mí arrastradas y balbuceantes.
– ¿Neo? – parece sorprendido.
– Te ves igual a él, el personaje de The Matrix, sólo que rubio. ¿No me digas que nunca te lo
habían mencionado? – mi cara debe ser un poema en este momento.
Wesker esboza una espeluznante sonrisa torcida, y siento que me recorren los escalofríos por la
espalda. Uno tras otro.
– Me has traído tú mismo ¿no? – necesito ganar tiempo. Estoy segura que mis compañeros ya
me están buscando… y Leon debe andar enloquecido – ¿por qué?, yo pensaba que no eras de
los que se ensuciaban las manos.
– Digamos que nos falta algo de personal… – levanta una ceja, que apenas alcanzo a ver
gracias a sus lentes oscuros. ¿Por qué los lleva puestos, si es de noche?
– ¿Qué quieres de mí, Wesker? – y me da asco hablar, porque tengo tanta sangre en la boca
que me estorba.
– Oh, señorita Maüser, es tan egocéntrica. ¿Qué podría conseguir yo de una muchachita
novata e inexperta como usted? – se burla.
Tiene razón. Bajo la cabeza, intentando que mi cerebro lastimado funcione, pensando, atando
cabos sueltos, ¿a quién o quienes puede llegar usándome?… ¿el gobierno estadounidense?,
imposible, no le sirven de nada cerca. ¿Leon?, no… pensar es demasiado doloroso y tengo la
mente mareada. No puedo seguir, cierro los ojos frustrada de mi inutilidad.
De pronto, su mano enguantada me coge la barbilla y me obliga a levantar la cabeza. Acto
seguido, me suelta un bofetón impresionante que me voltea la cara. Auch. Mi lado izquierdo
ahora debe estar tan lindo como el derecho. Maldición, qué dura tiene la mano… me ha tirado
otro molar. Y empiezo a temblar sin poder controlarme, porque había pensado que me pegaron
con un bate, y por lo visto fueron sólo él y sus brazos…”
2 de Abril de 2000
– ¡Maüseeeeeer! – Golpes insistentes en la puerta – ¡abreeeeeeeeee!
Noiholt corrió de mala gana a ver qué pasaba. Se asomó al visor… era Sam, con rostro
iluminado y cargada con diversos VHS. ¿Qué estaba sucediendo?
Abrió. La australiana entró a la habitación como una tromba, arrojó las películas al sillón y se
giró para mirar a la muchacha. No se había dado cuenta que tenía tan mal aspecto.
79
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Te ves terrible – murmuró, asombrada.
Noiholt se encogió de hombros, en silencio. Había estado pensando desde que escapó de
Leon, y probablemente llorando a ratos. No lo recordaba. Suspiró, pasándose la mano por la
nuca y dando unos pasos a la deriva.
Sam actuó rápidamente. Tomó la mano de Noiholt y la hizo salir de su habitación, llevándola a
la de ella. Conectó el VHS al televisor, corrió fuera, volvió con gaseosas y palomitas de maíz,
instaló todo en el sillón y arrastró a Noiholt hacia él, haciendo que se sentara a su lado. Puso
uno de los vídeos y sirvió Coca-cola.
– Pensaba mostrarte algunas de mis teleseries favoritas, pero creo que he llegado en el mejor
momento. ¿Tienes dificultades con Kennedy, no?
La alemana se atragantó. Sam le dio palmaditas en la espalda, confirmando sus sospechas.
– Bien, bien… tu cara me lo dijo todo cuando te vi. Ah, y tu reacción de ahora… esto te va a
ayudar. Una buena dosis de azúcar y teleseries mexicanas. Te lo aseguro, llorarás como una
cría y te sentirás mejor cuando acabemos.
– Yo… no lo sé… – habló con voz trémula.
– Hazme caso – dijo con una gran sonrisa – nadie sabe más acerca de superar tristezas que
Sam Reynolds. Todas las mujeres llevamos una drama queen dentro, sólo que yo no reniego de
ella. ¿Di que sí…? – suplicó, con ojos brillantes.
Noiholt levantó las manos, rindiéndose. Sam río de alegría, y puso la primera teleserie.
Una hora más tarde, luego de superar la extrañeza que le provocaba el acento mexicano y
acostumbrarse a leer subtítulos, ambas mujeres lloraban como Magdalenas y engullían helado
(ya habían arrasado con el resto). Noiholt, muy a su pesar, sintió que la llantina era necesaria, y
tal vez le ayudaba a eliminar la ira de su sistema. Tal vez, cuando hablara con Leon, podría
estar más tranquila y receptiva.
Si años antes le hubieran dicho que alguna vez se permitiría llorar frente al televisor, se habría
pegado un tiro.
----o---Leon no pudo acercarse a Noiholt esa misma noche de su discusión, porque no la encontró.
Para él había desaparecido del mapa, pues jamás se habría imaginado que estaba en la
habitación de Sam, llorando con teleseries mexicanas. Pero la noche siguiente, la divisó en el
restaurant del hotel. Fue extraño, como si la presintiera cerca de él. Estaba sentada en una
mesa solitaria del restaurante en el hotel que se hospedaban. Se acercó con cuidado para no
asustarla, y para ver cuál era su reacción. Dependiendo de eso, se quedaba o se iba.
Por fortuna, la chica también lo presintió. Al verlo, señaló la silla vacía en su mesa, invitándole
a sentarse con ella. Le hizo caso, mientras pensaba en alguna forma de iniciar la conversación.
– No sabía que fumabas – observó, tratando de romper el hielo.
– Sólo en algunas ocasiones. No puedo permitirme limitar mi capacidad pulmonar, pero a
veces es inevitable…
– ¿Qué bebes?
– Brandy.
– Es mi favorito.
80
Stacy Adler – Ojos color cielo
Noiholt le ofreció el vaso sin sonreír, mientras daba una suave aspiración a su cigarrillo y le
miraba atentamente con sus ojos color cielo. Leon lo tomó y dio un sorbo, sintiendo la calidez
del licor llenar sus sentidos. Era muy agradable, y le animaba a hablar.
– Lo que ocurrió con Ada… – empezó a decir, pero se detuvo sin saber cómo continuar.
Suspiró, pasándose una mano por el pelo.
– Me duele, pero ya pasó. Ahora sólo quiero saber si realmente eres capaz de tener algo
conmigo sin arrepentirte porque no soy ella.
– Hey… – la miró con un dejo de ternura – ¿tú realmente crees que te considero un “premio de
consuelo”? – Noiholt asintió vagamente – estás en un terrible error, cariño. No es así.
– ¿Entonces…?
– Pues… – se encogió de hombros – supongo que soy un idiota, que necesitaba estar claro con
mis sentimientos y te pasé a llevar. Pero también me sirvió para entender el nivel de mis
sentimientos por ella, y por ti. Y llegué a una conclusión… – dio otro sorbo al brandy antes de
continuar – eres tú con quien quiero estar, sólo tú. No puedo negar que Ada me revuelve
bastante los recuerdos, que tenemos una conexión extraña e irrompible pero… – dejó el vaso y
siguió hablando – eres una chica estupenda, Noiholt, por eso te quiero conmigo.
– Pero tú y Ada… tienen tanta química cuando están juntos… es como si todo fuera a estallar
en llamas a su alrededor, además ella es tan… mujer, tan sexy y yo no soy así…
– Tú y yo tenemos la misma química, pero de una forma algo diferente. No te sientas inferior a
ella.
Noiholt agachó la cabeza y sus lágrimas cayeron con fuerza sobre el mantel. Su llanto
silencioso era una tortura para Leon, y quiso decirle algo que ayudara… no se le ocurría nada.
Echó hacia atrás el cuerpo y se apoyó en la silla, esperando alguna señal.
– No me siento inferior… – murmuró ella finalmente, con la vista fija en la mesa – quiero ser lo
que buscas, es todo.
– Sí, lo eres.
– ¿Estás seguro?
– Sí. Perdóname por herirte.
–…
Leon sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo ofreció. La chica lo tomó, palpó la seda… y al rozarle
la mano, comprendió su punto. Claro que sí tenían química, lo sintió en ese momento con tan
sólo tocar su piel por un microsegundo. No lo había notado antes, y quizás era por el hecho de
que no tenía punto de comparación. Efectivamente, su química era tan fuerte como la de él y
Ada, sólo que iba en una dirección diferente. Qué simple parecía todo ahora…
Noiholt secó su rostro torpemente, mientras daba la última aspiración a su cigarrillo y lo
aplastaba furiosamente contra el cenicero.
– Scheiße… estoy más ebria de lo que pensé… – dijo, mientras notaba que se había quemado
ligeramente el dedo con una brasa aún viva.
Leon se trasladó con la silla hasta quedar a su lado, tomó su mano y se llevó el dedo afectado a
la boca, soplando luego con suavidad. La chica pensó que si no le daba un ataque cardiaco en
ese momento, era porque no tenía corazón.
Se miraron por un instante, mientras Leon volvía a poner el dedo en su boca. Noiholt, al borde
del llanto otra vez por la ternura de su gesto, subió su otra mano y acarició la mejilla del
agente, atrayéndolo y besándolo con pasión, quitando su dedo sin que se diera cuenta. Puso
todo su ser en aquel beso, tratando de impregnarlo con la fuerza de sus sentimientos. Cómo le
gustaba el sabor de esa boca… era su perdición. Haría cualquier cosa por él, sin pensarlo, sin
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Stacy Adler – Ojos color cielo
importarle nada. Se separaron despacio, renuentes a quebrar el momento que se había
desatado. Leon entonces retomó los cuidados al dedo de Noiholt.
–He pensado mucho desde ayer así que… estas son mis conclusiones… – murmuró ella de
pronto. Tomó una gran bocanada de aire antes de comenzar – tú quieres a Ada, lo dijiste, con
ella tienes una conexión que no te explicas. Ella es el detonante de tus impulsos, es fuego, es
todo hormonas. Te gusta su personalidad, la forma en que se expresa… con ella te sientes
libre. Y por eso te duele tanto que sean incompatibles. Es tener lo que buscas justo al frente,
pero no poder cogerlo.
– Noiholt… – trató de interrumpirla, soltándole la mano – espera, yo…
– Lo sé… también me quieres, Leon… – sonrió con dulzura– te gusto, a pesar de no ser tu tipo
de mujer. Me quieres porque represento lo que no podrás tener de Ada, porque soy sincera
contigo, a cualquier costo. Y aunque a veces huyo de ti, también eso te gusta. Te gusta mi
cuerpo, que no sea muy alta, que tenga cintura y pechos pequeños… te gusta el color de mis
ojos, de mi cabello, te gusta como huelo… soy el polo opuesto de Ada, y una pequeña parte de
ti se encaprichó conmigo inconscientemente por eso.
– Hey… no es…
– Sé que en el transcurso de nuestra relación te has ido encantando de quién soy en verdad,
no sólo por ser su antítesis… pero tus sentimientos por mí no anulan lo que sientes por Ada.
Nos quieres a ambas. Esa es la cruel realidad.
Noiholt volvió a sonreír, y sus ojos celestes brillaban por las lágrimas que amenazaban con
caer. Leon cerró los suyos… le angustiaba verla llorar por su culpa.
– Y yo… te quiero tanto que me duele – murmuró trabajosamente – me gusta tu forma de ser,
directa y segura. Me gusta que seas tan correcto, tan protector, tan dulce cuando quieres
serlo… y tu cara, tus hombros, tu olor a tarde de lluvia… eres el hombre que esperaba sin
saberlo. Reúnes todo lo que buscaba. Sin embargo…
– Te hago daño – interrumpió bruscamente, desviando la vista – sé que aguantas muy bien el
dolor, sin embargo yo no te hago bien… no sé si pueda soportarlo. Quiero verte feliz, aunque
no sea por mi causa.
– Lo sé… esa es otra razón por la cual me he enamorado de ti.
Leon levantó la cabeza. ¿Había escuchado eso de verdad?
– Noiholt…
– Es por eso que me iré a seguir el entrenamiento especial para agente de apoyo que me
ofrecieron. Necesito ganar experiencia… – sonrió – sí, en ese sentido quiero ser como Ada.
Dejarte me mata… pero quizás nos haga bien…
Estuvieron en silencio por unos segundos. La conversación había dado un giro inesperado para
Leon.
– ¿Cuánto tiempo? – habló finalmente.
– Ocho meses… y será una prueba de mi amor por ti.
– ¿Por qué? – estaba atónito.
– Ada ha renunciado a ti para no hacerte daño. Yo haré lo mismo, intentaré ser valiente y
dejarte por un rato… a veces creo que me he obsesionado contigo… pero ¿sabes?, es más que
eso. Quiero que seas libre de elegirme. Cuando vuelva, si aún me quieres, regresa conmigo. Y
yo también sabré si puedo soportar no ser la única mujer en tu vida con la que quieres estar.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
La chica enderezó la postura. Leon la abrazó con fuerza. Presentía la despedida pero… quizás
era lo mejor. La quería lo suficiente como para alejarse de ella, para evitarle un daño mayor.
Quizás estaba condenado a causarles sufrimiento a las mujeres que se enamoraran de él…
– No pienses que no lucho por ti – murmuró Noiholt – pero no creo en eso de “si tú eres feliz,
yo soy feliz”, yo creo en “si tú eres feliz, lo aceptaré aunque se me parta el corazón” – lo miró
directamente a los ojos – volveré por ti. Y esta vez, si aún me quieres, podremos hacerlo bien.
– Eres lo mejor que me podría haber pasado, nunca lo dudes – dijo Leon con suavidad,
mientras pegaba su mejilla a la de la chica, interceptando una lágrima rebelde – ¿me
escribirás?
– Creo que sí.
De pronto, Noiholt se levantó del asiento y obligó a Leon a seguirla. Se detuvieron en medio
del restaurante, vacío a esa hora de la madrugada.
– Cuidado, no vayas a caerte – murmuró él, sujetándola por la cintura al ver que trastabillaba
producto del alcohol.
– Baila conmigo – pidió con una sonrisa.
– Eh… – vaciló – en realidad, no bailo…
– Entonces, sigue mis pasos…
Se mecieron suavemente al ritmo de Aerosmith, que sonaba con “Hole in my soul”, Noiholt se
había percatado de ello y le pareció una broma cruel del destino escuchar esa canción justo
cuando comenzaba a despedirse del hombre que amaba. Por otro lado, tal vez todo saldría
bien…
– Is it over..? – Cantó, siguiendo el coro y mirándolo fijamente, el anhelo brillaba en sus ojos –
'cause I'm blowin' out the flame…
– No, cariño – dijo, negando con la cabeza y luego mirándola de lado.
– Take a walk outside your mind… – le besó la mano – tell me how it feels to be, the one who
turns the knife inside of me… – le besó el cuello.
– Noiholt… – murmuró con los ojos cerrados, dejándose llevar por la magia que, de nuevo, los
envolvía inevitablemente.
Comenzaron a besarse con desesperación, como si las horas fueran a pasar más rápido si no
hacían algo al respecto. Tomando la iniciativa, Leon prácticamente arrastró a Noiholt a su
habitación. Entraron en ella a tropezones, chocando con la puerta, los muebles y todo lo que
se les interpuso en el camino. Le quitó la ropa con brusquedad mientras ella hacía lo mismo
con él, hasta que ambos quedaron completamente desnudos uno frente al otro.
Intercambiaron miradas llenas de deseo por unos segundos, tras los cuales volvieron a
enroscarse a besos y abrazos. La tibieza de sus cuerpos unidos los llenó de ternura y pasión, y
de sexualidad.
Leon se detuvo un momento, para mirar a la chica a los ojos.
– ¿Eres virgen? – le preguntó.
– No tienes que decirlo como si fuera un insulto… – bromeó – pero sí, lo soy.
Vio que Leon buscaba algo con la mirada y ella intuyó lo que necesitaba… se acercó con
cuidado, deteniéndolo.
– Me cuido. No te preocupes por eso.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Esas palabras eran suficientes. Leon comenzó a recorrerla con las manos, sin olvidar ningún
rincón. Desde la cabeza a los pies, se extasió con la suavidad de su piel blanca como la
porcelana, las dulces curvas de sus caderas, sus glúteos firmes, su sexo cálido y ansioso de él.
Buscó su boca para besarla apasionadamente, jugando con su lengua, invadiéndola,
convencido que cada resquicio de ella era suyo. La llevó a la cama y se puso encima,
moviéndose por arriba de su monte de Venus. Noiholt no se asustó al sentir su dureza, la
excitaba enormemente saber lo que le provocaba, que era ella la que detonaba su deseo
sexual y no otra persona. Estaba segura que Leon le iba a hacer el amor a su cuerpo, no a Ada
en su imaginación. Confiaba en él a ese punto.
Y la realidad era que estaba en lo cierto, Leon realmente la deseaba con locura, dispuesto a
demostrarle que sólo quería estar con ella.
Sin dejar de besarla, tomó uno de sus pezones rosados y lo jaló dulcemente, sabiendo que con
eso la chica aumentaría su excitación. Con los dientes, jugueteó con el otro pecho, lo
mordisqueó y lamió con veneración. Noiholt se estremecía bajo sus brazos, derretida ante el
placer que él le brindaba.
Se giraron sobre la cama, de tal forma que ahora la alemana estaba sobre él, jugando con la
idea de que tenía el control. Recorrió su pecho fuerte con las manos, sus brazos musculosos,
sus abdominales marcados y firmes. Bajó hasta inhalar con avidez su aroma a tarde lluviosa y
lamió su piel, la halló salada y muy sabrosa. Suspiró, mientras seguía el camino de su estómago
que la llevaba al centro de su placer. Se lo llevó a la boca, convencida que en ese momento
podía encaminarlo a la cima sólo con su lengua. Jugueteó con su poderío, fantaseando con que
algún día vertería chocolate caliente sobre él y lo lamería de su cuerpo…
Leon gimió bajo ella, tomándola por los hombros y girándola hasta que invirtieron las
posiciones, nuevamente. Noiholt rió nerviosa, sentía que se había transformado en un animal
controlado por sus hormonas. Y en algún nivel inconsciente, comprendió la atracción
inevitable que ejercía Ada sobre él. Esa mujer hipnóticamente bella debía ser una maestra en
la cama.
El hombre que la sujetaba dejó un reguero de besos a lo largo de su cuello… continuó por sus
pechos… su estómago… y se desvió, siguió por sus piernas, sus muslos, la parte interior de
ellos… y terminó su camino en su sexo, ávido de él. Besó, mordiendo despacio alrededor,
provocándola hasta que la hizo chillar desesperada por algo más rudo. Sintió que Noiholt lo
agarraba del pelo, atrayéndolo hacia su boca e instándolo a no contenerse.
Comprendió el mensaje.
Colocándose en la posición adecuada, acarició su sexo con experticia, como si disparara un
revólver con su cuerpo. La hizo gemir de nuevo, y notó que ya estaba preparada para recibirlo.
Se acomodó y le susurró algo al oído, embistiéndola fuerte y rápido, acabando así con el sello
de su virginidad. Redujo el ímpetu, preocupado de no dañarla, pero parecía estar bien.
Continuó entonces, acariciando sus pezones y embistiendo rítmicamente, notando que cuando
alcanzaba cierto punto su interior se aceleraba y la respiración se volvía irregular. Tal vez, si
combinaba ambas cosas… estaba preocupado de no durar lo suficiente, llevaba mucho tiempo
sin hacer el amor. Por suerte para él, Noiholt era muy receptiva y conocía a la perfección cómo
satisfacerse a sí misma, entonces guiado por ella consiguió que comenzara a acelerarse
definitivamente… le mordió el lóbulo con delicadeza y redobló las caricias, haciendo que
alcanzara el orgasmo con asombrosa intensidad, mientras decía su nombre de una forma que
jamás le había escuchado. Su contracción había disparado su propio orgasmo, que culminó con
un rugido satisfecho y agotado. Perfecto, pensaba Leon con admiración. Acoplarse en la parte
sexual era la última prueba de su relación con ella, y parecían ir bien encaminados.
Estaban abrazados y agotados sobre la cubierta de la cama. Miró a Noiholt. Tenía el rostro
enrojecido y los ojos brillantes… sonrió complacido.
– Gut gemacht, Herr Kennedy – dijo la chica en su idioma natal, ocultando la mirada.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Me estás insultando, o es un halago? – preguntó, alzando una ceja y mordiéndose el labio
para no reír.
– ¿Qué crees tú? – respondió, alzando la mirada de nuevo.
– Bueno, supongo que fue algo como… “es usted un Dios, Sr. Kennedy”
Noiholt ocultó la cara en el hombro de Leon, tentada a soltar una carcajada como nunca lo
había hecho en la vida.
– ¿No era eso? – el agente fingía inocencia en su mirada.
– Du bist mein Gott… oder so ähnlich – murmuró, pensativa. Luego levantó la cabeza por
tercera vez en 2 minutos y sonrió – tienes una tremenda autoestima, señor Kennedy. Me
gusta.
Leon se encogió de hombros, con expresión juguetona. Era poco común verlo así, y muy
agradable, así que Noiholt se propuso disfrutarlo todo lo posible.
– ¿Un baño…? – sugirió la chica de ojos color cielo.
– Claro que sí.
Podrían tener una segunda ronda. Y una tercera…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 18
“Escupo el segundo molar que me ha tirado Wesker, temblando como gelatina. Ahora sí que no
podría hablar aunque quisiera, lo único que tengo en la boca es saliva y sangre. Mucha sangre.
Es asqueroso… lo odio. Me siento vulnerable, inútil y a su merced. Este tipo no tiene escrúpulos,
y me ha sacado la mierda a mano limpia. Estoy segura que tiene más fuerza que un humano
entrenado. ¿Es eso posible?
Me inclino todo lo que me permiten mis manos atadas, y trato de vaciar mi boca… Dios, esto no
acaba nunca. Se me va a ir toda la sangre así. Voy a necesitar transfusiones.
Cierro los ojos, tratando de olvidar el dolor agudo que se expande por todo mi rostro. ¿Está mi
cerebro liberando endorfinas?, de seguro que sí. Tal vez por eso las costillas rotas me
atormentan un poco menos que cuando me desperté.
Siento que Wesker se pone detrás de mí, pero no me atrevo a mirarlo. Me agarra del pelo con
suavidad… y tira de él violentamente, un segundo después. Eso duele mucho.
– ¿Te gustaría saber por qué estás aquí? – me pregunta.
– Sería ideal… pero antes, ¿me harías un cheque?, dudo que el seguro dental me cubra los dos
dientes que me tiraste – balbuceo a través de mi cara hinchada, imitando el sarcasmo de Leon.
Es lo único que se me ocurre hacer para no sentirme tan vulnerable.
Como el cabrón me tiene con la cabeza hacia atrás, trago y trago sangre. Y lo único que siento,
aparte del dolor, es asco.
– Me parece admirable que la señorita Maüser aún conserve sentido del humor, considerando
la situación en la que se encuentra – me halaga, sin soltarme el cabello.
– Has dicho mal mi apellido por tercera vez. Se pronuncia “móser”, americano ignorante – lo
insulto. ¿Por qué me importa cómo dice mi apellido, cuando estoy toda magullada?
¿Podría ser esto menos humillante?
– Huy, qué miedo – se carcajea de mí, dándome pequeños tirones entre tanto – para lo que
tengo preparado, vas a arrepentirte de tus palabras en menos de lo que canta un gallo.
– Dime por qué, Wesker – le digo en un tono muy suplicante, no puedo creer que algo así salga
de mi boca. Patetismo en su máxima expresión… pero no puedo evitarlo, tengo mucho miedo.
Como nunca en mi vida. Sería diferente si él no tuviera esa fuerza sobrehumana… no puedo
equivocarme, su último bofetón me dio la clave.
– Es por dos razones– interrumpe mis pensamientos – me servirás para algo, y alguien vendrá.
Alguien que me conviene. ¿Quieres saber más?
No contesto, temblando de sólo pensar que esa persona sea Leon. ¿Entonces, sí quería llegar a
él a través de mi?, ¿por qué?, Leon me contó que nunca ha visto a Wesker en persona, y que no
tuvo nada que ver con los S.T.A.R.S., ¿qué pasa?, ¿qué no sé…?
El superhombre aquí me suelta, respira con fuerza y lo presiento. Lo intuyo. Durante unos
segundos me preparo para lo que sé que vendrá, porque aunque no ha dicho palabra, su fuerza
de voluntad es tal que mi espalda siente la presión… quiere darme una nueva paliza. Recuerdo
frenéticamente cuando estuve en Israel, comiendo basura y viviendo en el lodo, aprendiendo
Krav Maga. También cuando fui a Indonesia para perfeccionar el Silat que me enseñó mi padre.
Y los muchos países que visité aprendiendo Muay Thai, mi favorito… pienso, pienso y me
distraigo, porque me ha levantado del suelo con una patada monumental, y cruzo la habitación
rodando, con silla y todo. Joder, ¿de qué mierda me sirven tantos años de entrenamiento si no
puedo pelear contra un hombre que supera las habilidades de un humano?
Maldita vida injusta.”
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Stacy Adler – Ojos color cielo
3 de Abril de 2000
El sol repuntaba alegremente en Moscú, colándose por la ventana de la habitación de Leon
con total impunidad. Abrió los ojos, pestañeando repentinamente deslumbrado. ¿Por qué
estaba abierta esa cortina?, ah sí… ya lo recordaba. Fue un momento de locura para una noche
de sexo y locura con su chica, Noiholt… que dormía a su lado profundamente. Sonrió sin
querer al ver su piel blanca brillar bajo la luz del sol, su cabello rubio desordenado, con su
mechón negro y blanco revuelto por la almohada… su respiración tranquila… realmente
parecía de 20 años. El resto del tiempo se veía algo mayor, debido a las preocupaciones que
acarreaba gracias a él. Qué idiota soy…
Leon alargó una mano y la pasó por el rostro de su chica, sonrosado aún. ¿Cuántas horas
estuvieron haciendo el amor?, levantó un poco la cabeza para mirar la hora en el relojdespertador. Eran poco más de las 8.00… y era lunes. Mierda…
– Noiholt, despierta – dijo mientras saltaba fuera de la cama – llegaremos tarde. Vamos, a la
ducha – y rió por dentro, porque la estaba imitando cuando se ponía mandona.
– Mmmm… – ronroneó la chica por lo bajo. Estaba adolorida, feliz y muerta de sueño. Pero el
deber era lo más importante, así que se levantó rápidamente, y caminó gloriosamente
desnuda hacia el cuarto de baño.
Leon admiró la vista, relamiéndose sin darse cuenta. Nunca se cansaba de comprobar la poca
(o ninguna) vergüenza que demostraba la chica cuando estaba con él. Le encantaba su
despreocupación. No había para él algo más mata pasiones que una chica insegura de su
cuerpo. Recordó como un flashback su novia anterior… la que tuvo antes de ser transferido a
Raccoon City, ella tenía ese problema.
Sacudió la cabeza, no tenía sentido perderse en los recuerdos. El presente era más que
agradable, y aunque Noiholt se iría por 8 meses, volvería y entonces ambos podrían retomar
su relación con un grado mayor de madurez, que era lo que les faltaba en ese momento.
Le angustiaba en lo más profundo estar sin ella. No quería aceptarlo, pero sí le afectaba. No se
lo diría… porque no deseaba impedirle realizarse por quedarse a su lado. Con un poco de
suerte, no vería a Ada en un buen rato y así no tendría que pelear contra sus impulsos.
¿Qué siento por Ada?, ni yo mismo me lo explico. Noiholt dio en el clavo anoche con su análisis
sobre mis sentimientos, pero… aún hay algo más que eso. Sé que la veré una y otra vez a lo
largo de mi vida… pero nunca estaremos bien. En cambio, con Noiholt…
Dejó de pensar bruscamente. Porque, en el cuarto de baño y con la puerta abierta, había una
alemana empapada y desnuda que lo llamaba con una amplia sonrisa poco común en ella.
Parece que igual llegaremos tarde…
El infiltrarse en una planta química, además de no ser un trabajo sencillo, requería mucho
tiempo de investigación y dedicación. Más que eso, anotar y recopilar información sin levantar
sospechas en los demás era prioridad para todos, pues la misión se podría poner en peligro si
alguien dejaba a los agentes en evidencia. Hunnigan, desde EEUU, vigilaba y modificaba datos
para no correr riesgos innecesarios.
Los días pasaban y los antecedentes se iban juntando con lentitud. Y las noches eran más que
interesantes…
Noiholt dejaba su habitación en medio de la oscuridad para irse a la de Leon, y allí quedarse
hasta despertar en la mañana. Sam lo sabía (lo había sacado por conclusión), pero no iba a
decírselo a nadie por lealtad a su compañera… además, desde que compartió sus sagradas
teleseries con ella, la consideraba como su amiga a pesar del mutismo inalterable que Noiholt
era incapaz de abandonar. Pero Sam ya sabía que no era intencional con ella, simplemente la
alemana odiaba conversar. Y le caía muy bien que fuera así.
Ni Marcus Tower, ni Xiao-Yan Hong estaban interesados en lo que pasaba fuera de la misión.
Pero David, algo inquieto por la nueva luminosidad que captó en los ojos de Noiholt, decidió
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Stacy Adler – Ojos color cielo
observarla una noche. No se había olvidado de ella, se había encaprichado con la idea de
tenerla, más de lo que le gustaba en realidad. No era un hombre acostumbrado al rechazo de
las féminas, sino todo lo contrario. Por eso el acoso silencioso de Sam (ya se había percatado)
le inflaba el ego, como buen galán latino que era. Así, se decidió a vigilar a la alemana, para
descubrir por qué andaba de tan buen humor… incluso cuando seguía sin hablarle, él lo
notaba.
La vio salir de su habitación en pijama, y correr a la de su capitán. Dio dos pasos hacia delante,
provocando que Noiholt saltara hacia atrás instintivamente. Pero cuando vio que era él, se
relajó un poco y le movió una mano, a modo de saludo.
– Hola, Maüser… ¿cómo has estado?, casi ni te he visto desde que llegamos – dijo
alegremente.
– Bien, gracias – contestó.
Ambos seguían estáticos, sin moverse. Luego de unos segundos, David se movió y dio un par
de pasos a la deriva.
– ¿Perdiste tu habitación? – sonrió torcido.
– ¿Qué? – la chica frunció el ceño, molesta por el comentario.
– ¿Vas a… la de Kennedy…? – susurró.
– ¡Oh! – Exclamó, perdiendo la paciencia – ¡vete a la mierda, Ortiz!
Noiholt pasó de él completamente, sacando una llave y entrando al cuarto de Leon. Dio un
portazo que sobresaltó al agente, sentado frente al computador y redactando un informe.
– ¿Estás bien? – preguntó, levantándose de la silla y acercándose a su chica.
– Sí… Ortiz me sacó de quicio – murmuró, con los puños apretados.
– ¿Qué hizo el idiota?
– Me preguntó si venía a quedarme contigo…
– ¿Qué le importa? – chasqueó, molesto.
– Tú tampoco te ves muy alegre – observó la chica.
– Odio redactar tanto informe. Somos agentes, no espías… – suspiró – no deberíamos estar
haciendo esto. Pero tenemos órdenes, y conocemos a Umbrella. Estamos jodidos.
– Y encima de todo, Ortiz y sus mierdas…
Leon sabía que David había incomodado a Noiholt anteriormente con preguntas sobre su
relación con Ada, por lo cual la inquietud de ella se debía a la intrusión que había hecho en su
privacidad. Y además, apenas terminara la misión, Noiholt se iría por ocho meses, lejos de él…
Sin contenerse, aplastó el cuerpo de la chica contra la pared y la besó con ímpetu, pegando su
cadera a la de ella, demostrándole cuánto le gustaba con sólo tenerla cerca por algunos
minutos. Abrió la boca y hundió su lengua en ella, invadiéndola lleno de deseo. Sus manos
viajaron por la anatomía alemana con rapidez y experticia, pellizcando en los lugares correctos
y arrancando suspiros enamorados a su paso. Lamió el lóbulo de su oreja, esquivando los aros
y respirándole tan cerca, que a Noiholt se le aceleró el pulso sólo de sentirlo. Su piel áspera por
la barba afeitada en la mañana le raspaba maravillosamente la mejilla… y cuando una de las
manos masculinas comenzó a acariciarle su sexo por encima de la ropa, perdió todo el sentido.
Oh, este hombre sexy como la mierda además masturbaba como un Dios. Su vida sexual jamás
sería aburrida con él…
----o----
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Los días seguían pasando con rapidez. La investigación estaba cada vez más completa, y las
piezas del puzle parecían encajar de a poco, pintando un cuadro que todos esperaban pero
nadie quería creer. Luego de lo ocurrido en Raccoon City, Umbrella como tal intentaba
desaparecer del mapa utilizando fachadas, sin descontinuar sus experimentos del virus
progenitor. El problema era demostrar la presencia mundial de la corporación,
desenmascarando sus coartadas una por una.
En eso pensaba Leon Kennedy cuando vio una sombra pasar con rapidez. Estaba volviendo al
hotel por la tarde y le llamó la atención que uno de los callejones tuviera movimiento… a lo
mejor estaba exagerando. Pero entonces lo sintió. El perfume de Ada, no cabía duda. Corrió
entonces a buscarla, decidido a que le respondiera algunas preguntas.
La siguió eludiendo calles y autos, hasta que por fin ella se detuvo y le esperó, en el callejón
más escondido del lugar.
– Parece que ahora yo tendré que ir a la policía por tu acoso, guapo – ronroneó la morena,
guardando su arma y apoyándose en el muro.
– No te preocupes… siempre podemos hacer un arreglo por lo bajo – respondió, colocándose
frente a ella.
– ¿Qué necesitas? – Preguntó con una sonrisa – no quisiera hacer esperar a mi cita.
– Pobre, quien quiera que sea. ¿No te da pena romperle el corazón? – levantó una ceja.
– Mmmm… sobrevivirá.
– Necesito saber qué está haciendo Umbrella en este momento.
– Has cambiado de tema drásticamente… ¿no te interesa saber quién me espera?
– No realmente, la ignorancia es felicidad.
Ada despegó la espalda de la pared y dio un par de pasos alrededor de Leon. Finalmente, se
apoyó junto a él y le respiró muy cerca, provocándolo. Pasó su dedo índice por la camiseta
negra y apretada que usaba el agente, y luego lo tomó por la chaqueta, tirando del cordel lo
más que podía, para ver hasta qué punto era capaz de aguantar. Leon no movía un músculo,
temeroso incluso de respirar el perfume de Ada y perder el control que con mucho esfuerzo
había conseguido. No quería engañar a Noiholt de nuevo.
– Te ves algo tenso… – murmuró ella, con una gran sonrisa de satisfacción al ver los resultados
de su provocación – ¿quieres que te relaje?
– No, quiero que me expliques qué rayos pasa con Umbrella – levantó una ceja, a punto de
caer en estado de histeria.
– Oh, lo de siempre. Ya sabes, experimentos biológicos, ciudades que son borradas del mapa…
lo usual.
– No evadas mi pregunta – exigió – desde que fuimos a Alemania para investigar ese
laboratorio nos hemos cruzado a cada rato. Antes de eso también tuve misiones, pero nunca
nos topamos ¿por qué ahora sí?
Pero Ada había hecho su siguiente movimiento, besando a Leon sorpresivamente. Lo abrazó
por la cintura, acariciándole la espalda suavemente y disfrutando, muy a su pesar, del contacto
físico que sostenían.
Aunque se sorprendió de algo… el agente no estaba correspondiendo su beso.
– ¿Te deslumbré? – murmuró la morena, sin despegarse de su boca.
– Lo lamento, pero no volveré a engañar a Noiholt. Ya ha tenido bastantes problemas como
para que yo venga y la llene de más mierda.
– Te felicito por esa determinación.
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Ada no demostró que el rechazo le había dolido. Llevaba una perfecta cara de póker, la misma
que usaba siempre en misión, con sus superiores, con sus colegas… con Leon. Tragó saliva, no
quería perderlo… pero tampoco podía tenerlo. Su eterno maldito dilema. Dio vuelta la cara y
soltó una risa corta, para disimular su malestar.
– Te dejé algo en el bolsillo. Te servirá. Nos vemos, guapo – se despidió sin mirarlo.
Sacó su pistola con gancho, la disparó hacia arriba y se fue, por algún balcón del lugar. Leon
nunca podía divisar bien sus escapes. Resopló aliviado de que se fuera y se metió la mano al
bolsillo, encontrando un minidisco. ¿Otra vez…? nunca puedo entenderte, Ada…
Decidió volver a su hotel para revisarlo. Quizás con qué sorpresa se encontraría esta vez…
----o---Noiholt estaba tranquilamente en su habitación, anotando datos y recién duchada, cuando su
celular sonó. Le había llegado un mensaje de texto…
“¿Cómo es el sexo con Leon Kennedy?, siempre lo he imaginado salvaje.
X
Ada”
Se quedó de una pieza por un par de minutos, tratando de no distraerse con la cantidad de
insultos que profería su cerebro. ¿Era posible que Leon se hubiera encontrado con ella y le
hubiera comentado de su experiencia?, bueno, tampoco había una gran cantidad de opciones
al respecto. Se habían encontrado y punto.
Maldición… la taquicardia amenazaba con hacerle perder la razón. ¿Por qué tenía que verla y,
encima de todo, comentarle sobre su vida sexual?
La chica se sentó en la cama, esperando que su respiración se normalizara. Piensa, piensa… no
es necesario que culpes a Leon en esto… puede que sea su plan hacerlo parecer así para que lo
odies… pudo ser una simple coincidencia, a lo mejor iba tanteando terreno… ¿de qué otra
forma se pudo enterar?
Empezaba a hacer frío de nuevo, así que decidió ponerse su abrigo. Y cuando se lo colocó, un
pensamiento la alteró de nuevo. Era la misma prenda que llevaba en Alemania la primera vez
que conversaron, esa noche fumando en una banca solitaria. Este abrigo también lo llevaba
cuando los encontró besándose, luego en el hotel, luego en la habitación de Leon cuando la
llevó para hacer el amor…
Se tapó la boca con una mano, conteniendo la respiración. ¿Ada siempre tuvo la forma de
localizarla, y por eso aparecía como por arte de magia en cualquier lugar que estuviera?, sabía
que Leon estaría con ella. Ahora todo tenía sentido… lo vigilaba a través suyo, usándola.
Se quitó el abrigo a tirones. Lo descosió por completo, buscando enfurecida algún micrófono o
transmisor que revelara su posición… mierda, y me gustaba tanto esta prenda… no encontró
nada. Resopló enrabiada, buscando de nuevo por si había omitido algún lugar… y llegó a un
bolsillo que tenía algo duro dentro. Lo sacó, y se lo quedó mirando unos segundos, sintiéndose
la persona más imbécil de la galaxia. Era la cigarrera que le había dado cuando fumaron juntas
en Alemania. ¿Por qué había confiado en ella, aceptándola?
La abrió, viendo los pocos cigarrillos que aún le quedaban. Los quitó, revisando la cajita con
todos sus sentidos alertas. Se dio cuenta que parecía tener doble fondo, así que tomó su
cuchillo que llevaba en una pierna por recomendación de Leon, y lo hundió en el metal. Logró
separar una parte, y encontró el bendito transmisor.
Noiholt tuvo el arranque de rabia más grande de su vida. Arrojó el aparato metálico a la pared
con toda la fuerza que poseía, sintiéndose imbécil y burlada… arremetió a golpes contra eso,
una silla que se le atravesó en el camino, con un mueble y luego de patearlo varias veces, cayó
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Stacy Adler – Ojos color cielo
de rodillas, sintiéndose repentinamente agotada y con el estómago revuelto. Se arrastró
penosamente al baño y abrazando el inodoro, devolvió la comida. Se sentía estúpida, quería
morirse de rabia y no paraba de recriminarse mentalmente cuando sintió que la puerta se
abría con violencia. Era Leon, que mientras volvía escuchó el escándalo en la habitación de la
alemana y pensando que peleaba con alguien, había entrado rápidamente. La escena era
diferente a lo que esperaba, pues aparte de no encontrar evidencias de una segunda persona
en la habitación, adornaban el lugar una silla destrozada, un mueble con marcas de patadas y
Noiholt desparramada en el baño vomitando. Guardó su revólver H&K VP70 y se agachó para
quedar a su lado, sobándole la espalda antes de hacerle ninguna pregunta. La ayudó a
levantarse y le apartó el pelo para que no se mojara mientras se lavaba los dientes. No dijo una
palabra, esperando que le hablara cuando se sintiera mejor.
Y de pronto, se volvió hacia él.
– Hueles a ella – espetó.
– ¿Qué pasó aquí? – dijo a su vez.
– ¡No me cambies el tema, maldita sea! – Chilló – tienes impregnado el perfume de Ada en el
cuerpo. ¿Pensaste que no me daría cuenta? – le dio un empujón y pasó por su lado, saliendo
del baño.
– Estás alterada, lo estás de antes que yo llegara aquí. Por favor, dime qué rayos te ocurre – le
pidió, caminando detrás de ella.
– ¡Me aburrí, Leon! – Gritó, girándose hacia él y dándole un manotón en el brazo – es
demasiado. Te habría explicado la razón de mi ira cuando llegaste, pero ¿qué pasó?, que
vienes aquí y cuando te me acercas, me doy cuenta que hueles a ella. ¿Realmente esperabas
una mejor reacción de mi parte?, ni siquiera lo has negado.
– Tú me pediste que fuera siempre sincero contigo – replicó, sujetando a Noiholt que
intentaba darle otro manotón.
– Dios, Leon, qué haces… – murmuró ella, conteniendo el nudo que le cerraba la garganta.
Leon la abrazó con fuerza, porque era la mejor forma de evitar que volviera a darle de
manotones. Cuando sintió que dejaba de moverse, le soltó la muñeca y la obligó a pasar los
delgados brazos por su cintura, apretándola contra su cuerpo. No se le ocurría otra forma de
calmarla y realmente necesitaba que le explicara qué había pasado en su ausencia. Le acarició
la nuca y las orejas, cuidando de no jalarle alguno de sus aros, cuando la sintió suspirar.
Entonces, se atrevió a hablar.
– NO busqué a Ada – enfatizó la negativa – sólo la encontré.
– ¿Por qué hueles a su perfume? – habló sin despegar su cara del pecho del agente.
– Ella me abrazó.
– ¿Sólo eso?
– Me besó… – vaciló un momento – yo la aparté. No le correspondí.
– Scheiße – maldijo en voz baja.
– ¿Escuchaste que no le devolví el beso? – preguntó exasperado.
– Sí. Pero eso no cambia nada.
– ¿Qué no?
– ¡NO! – chilló, apartando a Leon con un nuevo empujón. Buscó algo con la mirada y cuando lo
encontró, lo levantó del suelo y se lo mostró al agente, justo frente a sus ojos – ¿sabes lo que
hizo tu Ada?, ¡que me puso un maldito transmisor!, ¡así siempre supo dónde estábamos…!
– ¿Cómo pasó eso? – le preguntó, mientras observaba con escepticismo un pedazo de metal
doblado e inservible, era lo que había sobrevivido a la pateadura de su chica.
– Ella… – y se detuvo, porque le daba vergüenza reconocer que tenía la culpa, por confiarse.
– ¿Y si fue alguien más? – insinuó.
– ¡Ah! – Exclamó, poniéndose las manos en la cintura – ¿ahora la defiendes?
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Leon levantó los brazos excusándose, y murmuró la palabra “mujeres” entre dientes, como si
fuera un insulto.
–Fue ella, un descuido de mi parte… creí que si tú confiabas, yo también podría… olvídalo, sólo
devuélveselo cuando la veas… dudo que te tardes mucho, en todo caso – se burló, pero por
dentro el pecho le dolía lo indecible. Puso el artefacto de metal en la palma de la mano de
Leon.
– Esto no es siquiera la sombra de algo – murmuró, levantando el transmisor… lo que quedaba
de él, mejor dicho – parece que ha pagado por tu ira. Por suerte no fui yo – observó.
– Pues si hubieras estado aquí, capaz que habrías terminado igual.
Leon esbozó una sonrisa. Noiholt se pasó una mano por la cara y tomó aire antes de hablar.
– ¿Sabes lo extraño de todo esto?, que lo nuestro siempre ha sido una soberana estupidez.
Estuvimos algo más de 3 días en Grüneger, y yo te quise desde entonces. ¡Una tontería!, fui
idiota… porque no me dejaste botada allá, porque me consolaste cuando lo necesité, estaba
muy mal emocionalmente por lo de mi madre… porque desde el principio tuvimos algo que
nos une, química o lo que sea. A ti te gustó que yo fuera el opuesto de Ada. Ella es morena,
asiática. Yo soy rubia, europea. Ella te miente, yo te digo la verdad. Ella te hiere, y yo… ¿qué
hago para que te decidas por mí?
– Me decidí ya por ti, ¿qué más demostración…?
– Sí – le interrumpió – yo misma te lo dije la semana pasada. Ya sé que igual me quieres, pero…
¿de qué me sirve, si cada vez que ves a Ada pierdes la cabeza?
– No la besé, joder – estaba comenzando a desesperarse.
– Vete a la mierda, Kennedy – dijo con frialdad escalofriante – lo suficiente como para que yo
no tenga que sufrir por tus hormonas descontroladas un buen rato.
Y como Leon es un ser humano tanto como cualquier otro, levantó los brazos por segunda vez,
a punto de perder la paciencia definitivamente. Odiaba que la discusión hubiera tomado ese
curso, porque por primera vez él realmente no había hecho nada malo. ¿O sí?, las mujeres son
expertas en voltear las situaciones a su favor. Dio un bufido exasperado y caminó en círculos,
sin rumbo, sólo para tranquilizarse y no responderle mal a la chica. Noiholt mandona… Noiholt
enfurecida, Noiholt triste, y esta Noiholt que parece un maldito demonio…
Se giró para mirarla. Estaba más pálida que de costumbre, y se veía francamente enferma.
– Me voy a mi habitación, tengo mucho que hacer. Ve más tarde, si quieres… – vaciló, porque
no quería dejarla sola, pero tampoco quería presionarla más. Como ella no le respondía, se
acercó un poco y la tomó suavemente por el hombro – lo nuestro nunca ha sido una estupidez,
cariño. Fue extraño, repentino, pero no una estupidez.
Ella no se movió. Leon se agachó y dio un beso suave en su frente, dándole una caricia fugaz en
la mejilla. Luego, se retiró de la habitación y llegó a la suya, para revisar lo que Ada le había
entregado.
No tenía cómo saber que a Noiholt la iban a secuestrar poco después de esa discusión…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 19
– ¿¡Por qué, Wesker!? – Grito por enésima vez, derrotada, mi cuerpo un estropajo
desparramado en el suelo – ¿qué quieres de mí?
– ¡Pronto lo sabrás! – me grita a su vez, lanzándose a golpearme de nuevo.
Esquivo su puño por milímetros, preguntándome qué quiere, por qué me pega si ya estoy
media muerta… ha roto la silla donde estaba sentada y gracias a la cual me disloqué un
hombro, por rodar sobre ella. Pero no consigo defenderme, mis manos siguen atadas y aunque
las tuviera libres, este hombre es más rápido que cualquiera a los que me haya enfrentado.
Apenas consigo ver sus movimientos. No sé cómo lo hace.
Mientras pienso, me doy cuenta que el cuerpo me duele un poco menos. Y eso dispara la
alarma que mi cerebro ha querido ignorar desde el principio… ¿por qué sigo viva, con la paliza
que me ha dado?
No tiene sentido.
Estoy segura que mis órganos internos dan lástima. Que me perforé el pulmón gracias a mi
costilla quebrada, he perdido mucha sangre, logro notar en mi estómago las marcas moradas
de un derrame… tal vez sea mi riñón. Y aquí sigo, viva y tratando de defenderme.
Hay algo que definitivamente no encaja en el cuadro.
Entonces, Wesker se endereza cuan alto es, y me dedica otra espeluznante sonrisa torcida. Me
siento más pequeña aún viéndolo desde el suelo. Y de nuevo estoy segura que sus ojos brillan a
través de los lentes ahumados, rojos como la sangre.
Como mi sangre, esparcida por toda la habitación.
– ¿Lo has notado? – me pregunta, ahora acercándose lentamente hacia mi posición.
– No sé de qué hablas – y mi voz suena menos patética. Esto no puede ser bueno.
– Eres mi experimento personal – y ríe, una carcajada escalofriante, oscura, se apodera de su
mandíbula.
– No… – es lo único que alcanzo a decir. Mi cerebro trabajando a mil kilómetros por hora.
– Así es, señorita Maüser… te inyecté una de las últimas novedades de Umbrella, un proyecto
que tenemos a largo plazo… no te preocupes, es diferente al virus G. No te transformarás en
zombie como tu madre… – terminó la frase con un tono burlón que me llenó de ira.
– ¡CÁLLATE, DESGRACIADO HIJO DE PUTA! – Le chillo a todo pulmón – ¡NO TE ATREVAS A
HABLAR DE ELLA!
– Ah, malditos humanos asquerosos – se sacude la ropa, como si se le hubiera impregnado de
mí – siempre tan volubles a las emociones… me dan ganas de llorar.
“Lo quiero matar. Lo quiero matar. Lo quiero matar. Lo quiero matar.”
Nunca he querido más nada en el universo.
Lo odio con todo mí ser. Quiero exterminarlo con mis propias manos, despedazar su maldito
cuerpo reforzado de superhombre y gritar, aullar a la luna mi victoria sobre él.
…
Mierda. Oh, mierda…
¿Qué pasó recién?
Fueron 2 segundos de instinto asesino como nunca en la vida lo había sentido. Estoy de pie
aunque no recuerdo haberme levantado. Veo todo rojo a mi alrededor… el corazón me va a
estallar en el pecho… ¿es posible tener un ataque cardíaco a los 20 años?
Wesker vuelve a moverse (¿cuándo se detuvo?), se acerca aún más a mí y me observa
fijamente. Está complacido, el muy cabrón. Está feliz por lo que me hace. Quisiera escupirle en
la cara…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Sientes eso? – Me da una sonrisa de suficiencia – tu cuerpo se está adaptando al… – y se
detuvo. Supongo que no quiere decirme de qué se trata el virus que me inyectó.
– ¿Por qué yo? – en serio, no tenía por qué ser yo. Pudo elegir cualquier persona al azar.
– La razón no importa.
Gruño audiblemente, enfurecida. ¿Si es así, por qué no me lo dice?, quiero que deje de jugar
conmigo ya, esto ha sido demasiado. Pero entonces… ¿en qué me transformaré?, él dijo que no
seré un zombie, ¿algo diferente, quizás?
¿Seré algo como él?, ¿como los Tyrant a los que nos hemos enfrentado con Leon?
Leon…
No, si no puedo encontrar una cura… veré la forma de acabar con esto sin que se entere. No me
arriesgaré a hacerle daño, y sé que me está buscando.
No permitiré que él me mate. Yo lo hice con mi madre, y no hay en la vida algo más doloroso
que eso. Antes de hacerlo sufrir, acabaré con mi vida yo misma si no encuentro una cura.
12 de Abril de 2000
– Estás siendo irracional – la reprendió Leon, viendo cómo metía sus cosas a la maleta.
– ¡Halt die klappe! – exclamó Noiholt, perdiendo la paciencia.
– Odio que me insultes en alemán – se quejó, su voz endurecida por la ira – ya lo sabes, si me
vas a decir algo hazlo en inglés para que te entienda, maldita sea.
– No te insulté, dije que te callaras – espetó.
– Igual, mucho mejor.
Noiholt soltó bruscamente una de las correas de la maleta y se llevó las dos manos a la cara,
respirando pesadamente. No quería esta discusión, no ahora.
– Leon, tú sabías que me iba a ir. Ya se terminó la misión, soy libre, déjame en paz – pronunció
las últimas palabras con la mandíbula apretada, como si fueran groserías.
– No se trata de eso, simplemente no quiero que te vayas con una idea errónea en la cabeza –
tomó una de sus muñecas, apartándola para apreciar su rostro.
– Eso qué importa… – desvió la mirada.
– Yo no le dije a Ada que hemos hecho el amor. ¿Por qué crees eso? – dijo suavemente.
A modo de respuesta, Noiholt se metió la mano al bolsillo y sacó su celular, mostrándole el
mensaje en la pequeña pantalla. Leon abrió la boca para decir algo… y la cerró de nuevo.
Enarcó una ceja.
– Sabes, ese mensaje pudo escribirlo cualquiera – observó.
– ¿Cómo lo supo entonces, quien quiera que sea? – chilló.
– No lo sé. Pero yo no se lo dije, es lo único que tengo claro de toda esta situación. Hey,
Noiholt… – al ver que la chica continuó echando su ropa dentro de la maleta sin hacerle caso,
sujetó sus dos manos y la obligó a sostenerle la mirada – no te pido que no te vayas. Bien sabe
Dios que preferiría que te quedes… pero sé que tienes razón. Necesitamos separarnos un rato.
A la chica se le llenaron los ojos de lágrimas con esas palabras. Tampoco quería irse
realmente… pero era por el bien de su relación con Leon… tragó saliva, recordando el motivo
de su furia. ¿Y si Leon tiene razón?, tenía que creerle. Ada no supo por él lo que ocurría en su
vida sexual. ¿Lo supo gracias al transmisor?
¿Y si realmente no fue ella?
94
Stacy Adler – Ojos color cielo
Leon interrumpió sus pensamientos con un suspiro. Volvió a la realidad, bajando la cabeza y
soltándose, para terminar de hacer su maleta. No quería sufrir más, por eso había decidido irse
antes.
Hace dos noches Noiholt había encontrado el transmisor de Ada en la cigarrera que le había
dado en Alemania. Ese hecho unido al mensaje de texto que recibió la hizo perder la cabeza y,
furiosa como estaba, no quería pensar más y solamente deseaba huir. Estar lejos de todas las
inseguridades que le causaba su relación con Leon. Nunca podía saber si todo estaba bien
entre ellos, si cuando él veía a Ada se olvidaba de todo y corría a su encuentro.
Además, la misión había terminado. Todos habían hecho su parte, los datos habían sido
recolectados y Noiholt ya había entregado su informe final. Debían volver a EEUU, pero ella
decidió irse aparte para hacer el entrenamiento especial que le ofrecieron. Si no lo hacía
ahora, se iba a arrepentir de su decisión, y lo que más deseaba en la vida era que su relación
con Leon funcionara. Tenía que partir.
Apretó la maleta y la cerró con algo de esfuerzo. Luego, la bajó de la cama y la dejó cerca de la
puerta. Comprobó sus documentos, su billetera, y una vez estuvo segura que llevaba todo, se
volvió hacia Leon. Aunque en su vida había viajado un millón de veces, creía que esta ocasión
era una de las más dolorosas.
El hombre sexy frente a ella no lograba disimular su decepción. Noiholt tomó aire y decidió
darle unas últimas palabras.
– No estás obligado a serme fiel – le dijo – eres soltero y libre.
– ¿Qué…? – esas palabas eran lo último que esperaba escuchar.
– Eres completamente libre – repitió – sólo te pido dos cosas: no quiero saber lo que hagas, y
sé sincero con tus sentimientos. Si cuando regrese lo que sientes por Ada es más fuerte que lo
que sientes por mí, lo respetaré. Pero… mírame bien – clavó sus ojos color cielo en los azules
de él – no quiero volverme a sentir insegura como hasta ahora. Tienes que tener todo claro
para que yo pueda estar tranquila.
– Ok – Leon no hallaba qué más responder.
– Estoy… sabes que estoy enamorada de ti – balbuceó, agachando la cabeza – y si fuera
suficiente con eso, todo sería más fácil.
Sin esperar una respuesta, Noiholt se encaminó a la puerta, y dedicó una última y triste mirada
al dueño de su corazón. Quería tanto abrazarlo… pero no, debía partir. Sacudió la cabeza y
caminó fuera de la habitación.
Leon se quedó de pie, mirando fijamente la puerta. Esa no era la despedida que esperaba.
Suspiró y se pasó una mano por el pelo, resignado y dispuesto a dejar pasar el tiempo. Era la
única forma de que las cosas salieran bien… volvieran a estar juntos, o no.
Mejor regresaba a sus funciones. Aún tenía que unificar los informes de todos sus agentes y
redactar un archivo final que presentaría a sus superiores… un montón de trabajo por delante.
----o---Durmió con suerte 4 horas. A pesar de toda la investigación y distintos puntos de vista sobre el
mismo asunto, había aún ángulos ciegos y pequeños callejones sin salida. ¿Qué estaban
pasando por alto?, era como si les faltara algo para completar el cuadro completo. Una o dos
piezas…
El sonido de su transmisor interrumpió sus cavilaciones.
– Aquí Leon – contestó, no de muy buena gana.
– Leon, soy Chris. Chris Redfield – dijo la voz al otro lado de la línea.
– ¿Chris…? – No había hablado con él desde que Claire le pidió que lo contactara cuando la
raptaron y se la llevaron a la isla Rockfort – hola, ¿qué ocurre, Claire está bien? – preguntó.
95
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Sí, sí… hasta donde sé. No he hablado con ella en una semana, espero que no se haya
preocupado por mí. No le avisé que me iba – sonaba arrepentido.
– Deberías decirle, después tienes a las chicas buscándote por todos lados – le reconvino con
suavidad.
– Le enviaré un email cuando terminemos de hablar – ahora sonaba divertido – de hecho,
gracias a ella supe que estabas en Moscú. Contacté hace un rato a Ingrid Hunnigan y me
explicó que con tu equipo investigaban una planta química que parecía ser una cubierta de
Umbrella. ¿Has tenido éxito?
– Parece que estoy en un callejón sin salida. Podemos vernos mañana, hoy en la tarde
viajaremos a EEUU.
– Leon, yo también estoy en Moscú… he estado investigando a Albert Wesker desde hace
tiempo y lo seguí hasta aquí. Necesito hablar contigo.
– De acuerdo, voy a tu hotel – el tono de Chris urgía atención – ¿dónde te alojas?
– En el Moskva, ahora te envío las coordenadas al GPS.
– Veamos… – murmuró Leon, recibiendo los datos – no estás lejos… yo me alojo en el
Baltschug Kempinski, puedo llegar en 20 minutos.
– De acuerdo, te espero – cortó la comunicación.
Y justo cuando pensaba que nada podía ir peor… suspiró pesadamente. De pronto, todo se
había puesto más complicado de lo que ya era cuando se levantó en la mañana. ¿Qué rayos
estaba pasando?
Decidió llamar a David y pedirle que reuniera a todos para explicarles la situación. A los 3
minutos estaban junto a él.
– No puedo encontrar a Maüser – dijo el latino, preocupado – ¿sabes dónde está?
– La llamaron ayer para una especialización y tuvo que partir de inmediato. Estará ausente
algunos meses – no era todo verdad, pero tampoco tenía que dar explicaciones.
Pero algo detectó el puertorriqueño en el tono de Leon, que le produjo inquietud. Volvió a la
carga.
– ¿Y la dejaste ir sola? – Hizo una mueca – ¿no podía esperar a que llegáramos a EEUU para
irse?
– Ortiz, no es tu jodido asunto – interrumpió Sam – si Kennedy sabe dónde está, entonces no
debemos preocuparnos – pero en su interior no estaba tan tranquila. Sin duda, algo había
ocurrido, pues en la mañana encontró en su velador un papel con la palabra “gracias” en
alemán. Sólo eso. Y ahora ella se había largado por su cuenta.
– ¿Para qué nos llamó, capitán? – Marcus intentaba poner paños fríos en el asunto.
– Me voy a reunir con Chris Redfield ahora. Sí, el ex S.T.A.R.S. tal como saben, está aquí en
Moscú y me dijo que necesita hablar conmigo. Iremos todos, y los necesito vigilando el
perímetro. Él ha estado siguiendo a Albert Wesker, nuestro principal enemigo y no puedo
arriesgarme a que ocurra algo indeseado. No se descuiden… tratándose de Wesker, las
precauciones nunca están de más.
Entonces, todos partieron a buscar los vehículos al subterráneo y se dividieron. En un auto,
iban Leon, Xiao-Yan y Marcus. En el segundo, Sam y David. La tensión en ese coche iba de mal
en peor. David conducía siguiendo a Leon y de reojo, daba miradas rápidas a la australiana. No
podía negar que le llamaba la atención su piel blanca con suaves pecas marrón, sus ojos verde
marino y sus labios rojos como la sangre. Era alta y de contextura atlética, no había un gramo
de grasa en ese cuerpo de porcelana; pero entonces él era más alto y fornido. ¿No le convenía
más aceptar sus avances, en vez de estar persiguiendo a la alemana semi-autista que se había
largado sin siquiera despedirse de él?
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Sam le devolvió la mirada a través del espejo retrovisor y le sonrió, blancos y grandes dientes.
Sí… podía vivir con eso de momento.
Llegaron rápidamente al Hotel Moskva y una vez estacionaron los autos, se dispersaron
rápidamente. Tomaron posiciones y quedaron atentos a cualquier orden. Leon entró a la
recepción del hotel, donde Chris le esperaba.
– Acompáñame – dijo simplemente.
Llegaron a una sala de reuniones pequeña y apartada. El moreno se acercó a una cafetera y
sirvió rápidamente dos tazas.
– Leon, como te expliqué hace un rato he estado siguiendo a Wesker desde hace tiempo, y esa
investigación me trajo a Moscú – dijo, mientras acercaba una de las tazas a Leon – él ha estado
aquí, controlando los experimentos de las fachadas de Umbrella – tomó asiento frente al
agente.
– Ese es uno de mis callejones sin salida – dio un sorbo – no tengo cómo demostrar que el
famoso Wesker ha estado aquí en Moscú. Segundo, no puedo probar que la planta química sea
una fachada de Umbrella, aunque todo apunte a que sí. Tercero, no tenemos pruebas de
experimentos biológicos, aunque todo apunta a que sí existen. El muy hijo de puta ha cubierto
todas las bases.
– Sí… pero si unificamos nuestras investigaciones, tal vez consigamos algo. Sé que tiene otro
lugar, tal vez no en esta ciudad, pero sí en Rusia, donde las vacunas y muestras se prueban en
animales, la tónica de siempre – su tono es burlón – y hasta donde sé, también con personas.
Pero no he logrado descubrir dónde se encuentra ese lugar…
Ambos intercambian algunos datos, analizan estadísticas y arman posibles teorías, pero nada
sigue calzando completamente bien. Las piezas del puzle no están listas. Terminaron
suspirando pesadamente, ambos llevándose las manos a la nuca y desesperándose, porque no
conseguían dar con el punto clave que unía todas las especulaciones.
Eran pasadas las 17.00 cuando ambos dejaron la sala de reuniones. Concluyeron que se
comunicarían si Chris conseguía algo más, porque hasta el momento sólo podían dar
manotazos de ciego.
Leon iba saliendo del hotel, reuniendo a su equipo con ayuda de David, cuando su transmisor
comenzó a sonar.
– Aquí Leon – miró a todos lados. No podía dejar de ser precavido.
– Tenemos un problema – la voz de Hunnigan sonaba tensa.
– ¿Qué ocurre?
– Perdimos comunicación con el Lockheed MC-130.
– ¿Cómo…? – Se apartó hacia un lado – Hunnigan, por favor dime que no es ese el avión donde
viaja Noiholt.
– Lo siento, Leon.
– Mierda… – masculló, mientras su equipo se reunía frente a él.
– La última transmisión que tenemos es de hace una hora. Aparentemente todo iba bien, sólo
tuvieron algunas turbulencias, el piloto se comunicó con la base para informarlo pero luego de
eso es como si hubieran desaparecido del mapa… no sabemos qué pasa.
– ¿Cayó…? – intentó esconder el pánico de su voz, pero no lo logró.
– No, hasta donde sabemos. Hicimos un escaneo de la zona que atravesaba el Lockheed MC130 y no se han registrado aterrizajes de ningún tipo.
– Hunnigan, consígueme un helicóptero, iré a revisar yo mismo.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Espera, Leon, no te precipites. He contactado al Departamento de Policía más cercano, ellos
están enviando refuerzos para investigar el área, te mantendré informado de todo. Tienes que
estar tranquilo.
– Trato – murmuró.
– Todo saldrá bien – Ingrid intenta animarlo – yo sé lo que significa para ti.
– Gracias, Hunnigan – cortó.
No se sentía con ánimo de repetir las novedades al resto, pero era su deber. Resumió la
situación y antes que alguien se le acercara para animarlo, los hizo volver al hotel donde se
hospedaban. Una vez allí, tomó su celular y llamó a Noiholt, con la vana esperanza de que le
contestara. Sabía que si no lo había contactado antes era porque no podía, pero no estaría
tranquilo consigo mismo si, al menos, no trataba de llamarla. Salió al balcón de su habitación,
tomó su celular y digitó su número.
No se sorprendió cuando escuchó el buzón de voz. Decidió que iba a dejarle un mensaje.
– Noiholt… realmente espero que todos se encuentren sin novedad. Hunnigan está intentando
ubicarlos, si tienes la oportunidad de llamarme, o a quien sea, hazlo. Eh… – vaciló, buscando
las palabras precisas. Le estaba costando hablar – necesito saber que estás bien. Sé que hemos
cometido errores, yo bastantes más que tú, pero en verdad quiero que todo se resuelva entre
nosotros… – no sabía cómo seguir. Bajó el celular y colgó, apoyándose en la barrera de
concreto.
Estuvo así mucho rato. De pronto, levantó la cabeza alertado, porque el perfume familiar de
Ada Wong llenaba el ambiente. Miró a su costado, ella estaba observándolo con reciente
interés. Y por primera vez desde que la conocía, se sentía demasiado distraído como para
reaccionar a su belleza.
– ¿Y tu alemana, guapo? – Preguntó – creí que estaría contigo.
– Se fue a otro país… – y no quiso decirle lo de la desaparición de su avión – a propósito, toma
– sacó de un bolsillo el transmisor destrozado por Noiholt – ella me pidió que te lo entregara
cuando te viera.
Ada lo recibió, y su expresión cambió bruscamente. Leon fijó su vista en ella, sin descubrir la
causa de su aparente preocupación.
– Por eso no podía encontrarla… – murmuró.
– Entonces, tú realmente le diste esto – abrió los ojos, sorprendido – ¿me estabas vigilando?
– No a ti, a ella.
– ¿Qué?, ¿por qué? – la sorpresa iba en aumento.
Ada sacudió la cabeza. Se alejó unos pasos de Leon y tomó de su pierna un aparato extraño.
Parecía un celular, pero tenía botones más grandes.
– Uhm, se me adelantó – dijo, su voz ligeramente exasperada – necesito encontrarla. Dime a
qué hora se fue.
– No te diré nada hasta que me cuentes qué está pasando, y por qué la estabas siguiendo. Los
secretos entre nosotros… es un asunto aparte. Pero ahora hablamos de alguien más
involucrado – se cruzó de brazos y apoyó la espalda en la barrera.
– Cariño, sabes bien que me encantaría explicarte muchas cosas – le dedicó una leve sonrisa –
pero es una larga historia, y tu chica no tiene tiempo. ¿A qué hora se fue…? – lo miró,
esperando una respuesta.
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Leon soltó un bufido exasperado, decidiéndose a contarle lo que estaba pasando. Ada lo había
ayudado antes, así que tal vez, ahora…
– Ayer se fue del hotel. Sé que tomó el vuelo hoy en la mañana, no sé bien a qué hora. Pero
me avisaron que… bueno, que perdieron contacto con el avión donde viajaba. Está
desaparecido desde hace… – miró su reloj – dos horas y algo.
– ¿No estás preocupado?
– ¿Preocupado? – Sonrió torcido – estoy que reviento. Así que te rogaría que me explicaras
qué mierda sabes.
– Te diré lo principal: Wesker la tiene.
– ¿QUÉ? – El grito de Leon resonó en todo el lugar – ¡mierda, no!, ¿por qué? – Tomó a la
morena por los hombros – ¡explícame, Ada!
– Tendrá que ser de camino – se deshizo del agarre con suavidad – debemos irnos ahora.
– ¿A dónde?
– A Siberia.
----o---Nuevamente, todos los agentes estaban reunidos. Leon intentaba disimular su nerviosismo,
frotándose la nuca continuamente en un gesto no muy propio de él. Sam dio un paso adelante,
animándose a preguntar lo que todos querían saber.
– Capitán… ¿qué ocurre?
– Noiholt… – carraspeó – el agente Maüser está en problemas, y vamos a buscarla. Ahora
esperamos a quien nos guiará.
Mientras Leon pronunciaba esas palabras, Ada entró en escena. Caminó con la gracia de
siempre, moviendo sus caderas de un lado a otro. Sam retrocedió, dándole espacio para
avanzar. Ella se situó al lado de Leon y le dijo algo al oído. Entonces, David la reconoció.
– ¡Es la zorra oriental sexy! – exclamó en voz baja, de modo que sólo la australiana le escucha.
– ¿Quién? – preguntó, intrigada.
– Kennedy y ella tuvieron un pasado. Es demasiado obvio cuando los ves juntos… ¿notas su
química?
– Sí… – murmuró asombrada. Entonces, una frase que Noiholt le dijo la semana pasada cobra
sentido. Ella le contaba sobre una de sus teleseries favoritas, llamada “Dos mujeres, un
camino” y Noiholt murmuró “así como yo”. Eso era entonces…
– Tengo que avisarle a Chris sobre esto, nos vendrá bien algo de ayuda – dijo Leon, sacando su
transmisor y llamándolo – ¿Chris?, soy Leon. El lugar que no podías descubrir es Siberia.
– ¡No!, ¿cómo no me di cuenta? – exclamó al otro lado de la línea.
– Nosotros vamos ahora hacia allá, la ciudad se llama Magnitogorsk, está a 4 horas en avión.
– Bien, saldré en este momento.
– Escucha, Chris… tenemos un problema más grande. Wesker tiene a uno de mis agentes, es
rubia, muy blanca y de ojos celestes. Si la ves… por favor, avísame. Yo estaré buscándola
también.
– Por supuesto. Hablamos luego – cortó.
Se dividieron. Leon iba con Ada en la avioneta de ella, mientras que su equipo viaja con David a
cargo. Todos tenían órdenes precisas de apresar a Wesker a como diera lugar, y de encontrar a
Noiholt. Y con esa premisa, partieron. Debían llegar a Siberia lo más rápido posible.
Leon dejó de mirar por la ventana, para darse cuenta que Ada piloteaba en silencio. Era hora
de preguntarle qué estaba pasando.
99
Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Por qué Wesker se llevó a Noiholt? – inquirió, sin rodeos.
– Mira… – suspiró – lo que te puedo decir al respecto es lo siguiente. Ese pueblecito donde tu
chica vivía, Grüneger, era la base experimental de Umbrella en Austria. Imagínalo como un
Shernoville moderno… – miró a Leon brevemente – comenzaron a probar un nuevo virus con
un grupo reducido de personas, y luego eso se fue incrementando. Hasta que finalmente, todo
el pueblo fue contagiado para ver las diferentes reacciones, y así saber cómo fortalecer el
virus. Los engañaron, haciéndolos ir al hospital para “vacunarse contra el resfrío” – rió –
¿puedes creerlo?, se tragaron toda la mentira y así fueron cayendo, uno a uno. Pero Noiholt
entraba y salía del país constantemente, así que no fue parte del contagio.
– Sí, eso está claro, ¿por qué Wesker la quiere entonces?
– Esa parte no la conozco. El aún no confía tanto en mí… – dejó de hablar bruscamente,
dándose cuenta que había revelado más de lo que debía. Decidió dar un giro – ¿he respondido
a tus preguntas?
– Más o menos… – se removió en su asiento – quisiera saber por qué la vigilabas.
– Eso no te lo puedo decir.
– ¿Me vas a ayudar a encontrarla?
– Supongo que sí.
– ¿Viva…?
Ada esbozó una sonrisa extraña y se encogió de hombros. Bueno… si no era parte de su misión
que Noiholt viviera, para Leon era lo más importante. Decidió no discutir con ella, mejor se
concentraba en lo que se venía. No sería fácil. Con Wesker, nada lo era.
----o---Horas antes…
Estoy mirando por la ventana. Siempre me ha gustado ver el mundo desde las alturas… me
hace sentir poderosa. Supongo que soy un poco esnob. O soberbia. Me da igual.
Ahora, todo me da igual. Esa horrible despedida… ¿por qué fui tan orgullosa?, no lo veré en
ocho meses. Tal vez más, no me costaba nada ser más cariñosa… hubiera querido dejarle un
mejor recuerdo de mi persona, uno más alegre, pero sólo he quedado como una novia, si es
que eso somos, bruja y paranoica.
Me siento vacía. Lo extraño. Lo quiero conmigo.
Ada me usó. Y lo que es peor, para poder acceder libremente a Leon. Conociendo mis
sentimientos por él, lo hizo sin remordimientos. Yo no pensaba pelear sucio contra ella, pero
en vista de los hechos no podré evitarlo de nuevo. Si quiere guerra, se la voy a dar.
No… no, no puedo pensar así. Leon no es un trofeo, es el hombre del que me enamoré. No
puedo deshumanizarlo de esa manera, es injusto para él. Si la quiere más que a mí, ¿qué
puedo hacer?, no lo voy a obligar a estar conmigo.
Dios… estos ocho meses se me van a hacer eternos. ¿Debería escribirle?, ¿debería llamarlo?,
se supone que le estoy dando espacio para que aclare sus sentimientos… pero él mismo me
pidió que le enviara un email de vez en cuando…
El avión se está moviendo.
Estamos experimentando turbulencias, por favor, mantengan la calma.
Estoy tan acostumbrada a viajar que no me importa. Nada puede ponerme nerviosa.
Excepto Leon…
¡Deja de pensar en él!, mi cerebro está furioso conmigo.
Mierda, esto se mueve más que antes. Me doy vuelta para mirar a mi alrededor, la azafata se
ha puesto pálida. ¿Es una broma?, ella debería estar tranquila contra viento y marea.
100
Stacy Adler – Ojos color cielo
Me vuelvo a acomodar en mi asiento. Cierro los ojos y me olvido de todo. Es lo mejor… apagar
mi cerebro para que no vuelva a molestarme.
¿Qué rayos?, algo me ha golpeado la cara. Abro los ojos, molesta por la interrupción a mi
tranquilidad… la azafata. Mierda, la azafata… lo que queda de ella… ¿qué rayos?
Mierda, mierda, mierda, mierda… su brazo partido fue lo que me golpeó…
Desenfundo rápidamente mi Blacktail, y me muevo a través de los asientos. Avanzo,
encontrándome con el cuerpo de la mujer… le cortaron el cuello y le partieron el cuerpo a la
mitad… estoy a punto de vomitar por la impresión.
¡La azafata estaba pálida porque vio algo, no por las turbulencias!
Soy una mierda de agente, ¿cómo no me di cuenta?
Sigo corriendo a través de los asientos, y miro a todos lados. Cuando me cercioro de que no
hay nadie cerca, me levanto y corro hacia la cabina de mando. No puedo permitir que maten a
los pilotos… yo no sé conducir un avión.
¿Qué rayos?, sí, esa es la puerta…
Mi cuello. Me están asfixiando, y no logro ver quién es… doy una patada hacia el costado, y me
duele. ¿Qué es?, no sentí que su cuerpo se moviera… está duro como la piedra. Me suelta, y
mientras caigo me golpea duro en las costillas, me alejo de quien sea rodando por el suelo y sin
poder respirar. Me rompió las costillas, estoy segura. Trato de levantar la cabeza y vuelve a
patearme, haciéndome chocar con una puerta. ¿Quién es, quién es?, cada vez que intento
mirarlo, me vuelve a golpear. Me está dando una paliza, como nunca en la vida. Al final, me
deja apoyada en algún lugar, y lo veo avanzar a la cabina de pilotaje. No… los ha matado… ¿y
va a conducir él?, no, no me puedo desmayar ahora… pero siento que todo se vuelve negro a
mi alrededor…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 20
13 de Abril de 2000, cerca de la medianoche…
Leon y Ada recorrían el camino en silencio. Era más cómodo así, la otra opción era conversar
sobre el destino de Noiholt, y ninguno tenía deseos de hablar sobre eso.
Sin embargo, no pudieron eludir el tema por mucho tiempo más.
– Ada…
– ¿Qué?
– Dime por favor que no tienes nada que ver con Wesker.
Esa frase la tomó de sorpresa. Vaciló ante la poderosa mirada que le confería el agente, y
estuvo tentada de contarle toda la verdad. Siempre tenía ese problema cuando estaba cerca
de él…
Sacudió la cabeza con mucha suavidad. No iba a permitir que Leon se diera cuenta de lo
confundida que la hacía sentir cuando estaban juntos.
– Guapo, una chica tiene que mantener sus secretos – sonrió.
– ¿Sabes lo que ocurre cuando me sonríes de esa forma críptica?, que me dejas aún más
confundido. Nunca sé en qué lado estás, Ada. Y ahora, con Noiholt involucrada… – apretó los
puños – no quiero pensar que la pusiste en peligro para que Wesker consiguiera lo que sea que
quiere a través de ella. No quiero pensar que tú facilitaste su captura. ¿Lo entiendes? – gruñó.
El semblante de Ada cambió con esas palabras. Dejó de sonreír y le dio un rápido vistazo a
Leon, volviendo de nuevo la mirada hacia el frente. Frunció el ceño, pensando, analizando…
¿debería decirle más?, no… no está bien. Lo pondría en peligro y no puedo permitirlo…
– Ella realmente te gusta… – murmuró. No era una pregunta, era una afirmación.
– Sí.
Una respuesta corta, pero firme. La morena suspiró y volvió a sonreír. Leon… de nuevo termino
protegiéndote… pero quieres que ella viva y yo no sé si… lo consiga para ti…
Sabía que Leon no se perdía detalle de sus gestos, así que con una mano reacomodó sus cortos
cabellos negros, giró la cabeza hacia él y se encogió de hombros, con una nueva sonrisa en el
rostro. Parecía como si se disculpara.
– Estamos muy cerca – le dijo.
– Bien.
– ¿Dónde está tu equipo?
– Vienen en camino. Les dije que al llegar, vigilaran el perímetro hasta que saliéramos de allí.
– Ya veo…
– ¿Qué harás tú? – Leon se inclinó un poco hacia ella – no quiero que te metas en problemas
por ayudarme. La última vez te creí muerta y luego apareciste como por arte de magia. Por
favor, no más sorpresas de ese estilo – pidió, mirándola fijamente.
– No te preocupes por mí, cariño. Ya sabes que me cuido sola – le guiñó un ojo.
– Ok – alzó las manos – sólo decía.
En ese momento, el celular de Leon sonó indicando un mensaje de texto. El agente lo tomó, y
leyó en voz alta.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– “Hay tres cerberus en puerta oeste, cuidado”… mierda, es de Chris. Si tuvo tiempo de
escribirme esto es que está bien – resopló pesadamente – maldita sea, me imaginaba que no
iba a ser fácil rescatar a Noiholt, pero esto… ¡cómo es que Umbrella sigue creando esos
monstruos! – exclamó, furioso.
– Porque pueden – fue la simple respuesta de Ada.
– Malditos… tengo que avisarle a mi equipo – y reenvió el texto al celular de David.
La morena miró a Leon de reojo, y divisó de pronto el jet de Chris, que estaba escondido entre
la maleza y bastante apartado de llegar a la fábrica. Por suerte ellos no tendrían que hacer eso.
Siguió derecho, y aterrizó con mucha suavidad en el techo del edificio. El celular de Leon volvió
a sonar.
– “Encontré a tu agente, está viva” – leyó en voz alta – tenemos que apresurarnos, Ada.
Se bajaron del jet y corrieron a la puerta de emergencia, entrando y bajando las cortas
escaleras a gran velocidad. Abrieron la puerta y accedieron al quinto piso, sin saber que en ese
preciso momento Chris Redfield discutía con Albert Wesker. Ada señaló hacia una dirección.
– Separémonos. Yo voy hacia allá, y tú sigue ese pasillo. Si no encontramos nada, nos vemos en
el piso de abajo.
– No puedo hacer eso, no me has asegurado que la dejarás viva – rebatió.
– No le haré daño.
Leon la quedó mirando un momento, sopesando sus palabras. Concluyó que era más rápido
que se dividieran y decidió confiar en la morena. Asintió sin decir palabra, y se fue en la
dirección que le tocaba recorrer. Ada se giró hacia el lado contrario, trotó derecho por el
pasillo y llegó a la gran puerta de metal. Sabía que la ausencia del agente le daba algunos
minutos a solas con la chica, y era suficiente para cumplir con su misión.
Abrió la entrada y se encontró con Noiholt en el medio. Había llegado el momento. Sacó una
pistola de su cintura y la apuntó cuidadosamente.
----o---Chris Redfield volaba velozmente en dirección a Siberia, había recibido las coordenadas del
lugar gracias a Leon, y su interior rebozaba de ansias por encontrarse con Wesker: esta vez
sería la definitiva. Al fin podría capturarlo, y poner fin a sus malditos experimentos biológicos.
Umbrella caería con él, y obtendrían cierta paz. Todo lo sufrido hasta el momento junto a Jill,
Barry, incluso el escape de su hermana Claire, todo habría valido la pena.
Apretó el timón de su jet con la ira que llevaba contenida desde que estuvo a punto de matarlo
en la isla Rockfort. En esa oportunidad, ambos rivales juraron terminar ese enfrentamiento la
próxima vez que se encontraran. Toda su voluntad gritaba venganza, y no iba a desoírla.
Se dio cuenta que estaba llegando al lugar. Esa tenía que ser la dirección… parecía una antigua
fábrica abandonada en medio de la nada, grande y con varios pisos. Su jet era más rápido que
el de Leon, así que se adelantaría. Sí… finalmente.
Aterrizó en un lugar apartado, no se iba a arriesgar a alertarle de su presencia. Se equipó con
sus armas favoritas, una Desert Eagle para enemigos menores, una TMP por si acaso, su fiel
machete de guerra, mucha munición y algunas granadas. Sí… con eso era suficiente. Y con
Wesker, sus puños hablarían por él.
Vamos por él, Redfield, es la hora de la venganza… por ti, por Jill, por Claire…
Corrió amparado por la alta hierba y la cantidad enorme de vegetación. Sintió que volvía años
atrás, cuando cruzaba el bosque hacia la mansión Spencer… sonrió torcido con el recuerdo.
Ojalá esta vez no me cruce con los malditos cerberus…
103
Stacy Adler – Ojos color cielo
Y como si los hubiera llamado con el pensamiento, saliendo hacia un claro más despejado los
vio. Tres perros zombies dispuestos a aguarle la fiesta. Ellos, sin embargo, no se percataron de
su presencia… se paseaban en círculos, con su trote despreocupado y sus gruñidos
aterradores. Chris tragó saliva. No deseaba desperdiciar munición con ellos, así que intentaría
dar un rodeo lo más despacio posible, así no se darían cuenta que él estaba ahí. Comenzó a
moverse siguiendo la dirección del viento, con la mayor cautela de la que era capaz. Casi dejó
de respirar. Los bichos seguían distraídos, así que cuando tuvo una puerta casi frente a sí,
decidió que era el momento de correr.
Ahora o nunca… abro la puerta, me meto y lidio con lo que me encuentre…
Empuñó la Desert Eagle y se lanzó a la carrera. Los cerberus alzaron las narices en su dirección
y aullaron de sorpresa, corriendo a su encuentro. Chris empujó la puerta y alcanzó a cerrar
justo cuando un perro se lanzaba a morderle el cuello. Al cerrar, le dio en las bruces y sintió
cómo gemía de dolor. Miró a todos lados y cuando vio que estaba solo, apoyó la espalda en la
pared y dio un largo suspiro.
Tengo que avisarle a Leon… pensó y rápidamente sacó su celular, tecleó a ultra velocidad *hay
3 cerberus en puerta oeste, cuidado* y lo envió. Se sentía algo culpable por no matarlos, pero
no quería alertar innecesariamente a Wesker. Antes de partir nuevamente, dejó un mensaje
redactado en el celular… lo guardó en su bolsillo, y volvió a la carrera.
Luego de subir cuatro pisos, llegó al quinto y decidió comenzar a barrer el lugar desde ahí. Su
experiencia le decía que tenía mayores posibilidades de encontrarse con Wesker arriba, así
que abrió la puerta de emergencia con sumo cuidado, revisó los alrededores y viéndose solo,
entró con rapidez.
Corrió por un largo pasillo, abrió dos puertas con oficinas vacías, hasta que llegó a una
diferente. La entrada era de metal y parecía ofrecer alguna resistencia. Sí, ése era el lugar,
tenía que ser…
Maldito, estoy seguro que aquí te escondes.
Empujó con máxima suavidad, encontrándose con un escenario dantesco. Las paredes y el piso
de madera lucían rayones de sangre, por todos lados. Alguien había recibido una paliza en ese
lugar.
Y en el medio… una pequeña rubia de grandes ojos celestes, contextura atlética y mirada
perdida. Sus rasgos estaban casi escondidos por las magulladuras, parecía tener golpes por
todo el cuerpo, botaba sangre por la boca y tenía la cara inflamada y moreteada. No podía
buscar a Wesker dejando a la chica en ese estado… parecía media muerta.
– Oye… – dijo con suavidad.
– ¡No te me acerques! – Exclamó, alzando una mano débilmente – mira, a… a la izquierda…
En ese momento, Chris se dio cuenta que la chica hablaba con marcado acento alemán.
¿Alemán?, ¡es ella, el agente que me dijo Leon!
Se apresuró a enviar el mensaje que había dejado redactado, pensando en qué hubiera hecho
de haber encontrado a la chica muerta… o no haberla encontrado.
– ¡No pierdas el tiempo, mira a tu izquierda! – chilló la alemana, haciendo que Chris se
sobresaltara.
Guardó su celular y miró con rapidez en la dirección que ella le indicó.
Wesker estaba apoyado en la pared, con una maravillosa sonrisa torcida y disfrutando del
espectáculo que se gestaba ante sus ojos.
– Pensé que no tendría necesidad de intervenir para matarte, Chris… – murmuró
– ¡Wesker! – Rugió el moreno – ¡es momento de terminar lo que dejamos pendiente!
104
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Como gustes… supongo que es más entretenido que la chiquilla mate a sus amados
compañeros en vez de a ti…
– ¿Qué? – pensó Chris, girándose para mirar a la chica. Aparte de verse como si no le quedara
mucho tiempo de vida, su mirada… parecía concentrada en algo – ¿qué te hicieron? – gritó,
dirigiéndose a ella.
– No importa… puedo soportarlo… cuidado con Wesker… – habló con mucha dificultad a través
de su cara hinchada.
– ¡Maldito! – bramó enfurecido – ¿hasta cuándo experimentas tus mierdas?, ¡te mataré ahora
y así no podrás hacerle daño a nadie, nunca más!
Chris se lanzó hacia delante para golpear a Wesker. Uno, dos, tres golpes, una patada, y no
conseguía darle. Era aún más rápido de lo que recordaba. Recibió un golpe en las costillas
como venganza y terminó en el suelo, recobrando el aliento frenéticamente. Wesker sonrió de
nuevo y caminó rápidamente hacia otra puerta, atravesándola. Chris soltó una palabrota y se
levantó, corriendo para seguirlo. No se le iba a escapar esta vez.
----o---Respiro pesadamente. Wesker se ha cansado de golpearme y me ha dejado en el suelo, al
medio de la habitación. Estoy evaluando mi estado mental, no quiero perder la
concentración… ¿y si me transformo en algo horrible?, ¿y si me vuelvo un ser poderoso sin uso
de razón, como Hulk?, eso no me puede pasar. Y si siento que estoy por perder el control… sí,
tengo un método infalible para acabar con mi existencia sin hacer pasar por ello a nadie.
No quiero que sufran por mí. No lo merezco.
Veo que Wesker ha levantado la cabeza y mira hacia todos lados, como buscando algo.
Sonríe… me da escalofríos verlo. Se vuelve hacia mí, acomodando sus lentes oscuros.
– Ha llegado el hombre que deseo derrotar con todas mis fuerzas – flexiona sus manos una
contra la otra, haciendo sonar sus dedos a través de los guantes negros.
– ¿Qué…? – ¿Está hablando de Leon?, necesito saberlo – ¿a quién te refieres?
– Pronto lo sabrás… tengo un sensor de comunicaciones que me alerta de cualquier señal
externa que se infiltre… y esa señal corresponde a él… ese maldito, por fin le haré pagar… – me
señaló con un dedo despectivo – tú te encargarás cuando entre por esa puerta. Y yo, seré un
mero espectador – ríe de esa forma espeluznante que tan bien conozco ahora.
– No… no… – balbuceo patéticamente – no quiero matar a mis compañeros… – debo evitar
hablarle de Leon. Tal vez no es él quien desea asesinar… debo controlarme…
– No tienes opción. Lo que te inyecté es un proyecto a largo plazo… tiene muchas diferencias
con respecto a lo que hemos venido produciendo… lo mejor es que no tendrás más opción que
obedecer mis órdenes, maravilloso ¿no?
– … – no soy capaz de responder. Mi respiración es lo único que se oye.
– Gracias a ti, podremos corregir y mejorar cualquier aspecto de este nuevo… parásito…
Me está dando detalles. ¿Es que realmente no espera que sobreviva?
Está seguro que moriré.
Mierda…. siento que mis ojos lloran por su cuenta, sin que yo se los haya ordenado.
Maravilloso, el colmo del patetismo, pierdo control de mis funciones motoras. Ahora sólo falta
que me orine, y todo sería perfecto.
Noto que Wesker se ha trasladado por la habitación, está evitando que lo vea cuando abran la
puerta…
Necesito concentrarme en no perder el control. Si es Leon y yo no soy capaz de… no,
impensable. Concentración, recuerda tus años de entrenamiento, Noiholt… eres una Maüser,
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Stacy Adler – Ojos color cielo
tu familia paterna estuvo toda en la milicia… tenacidad, Maüser… pasan muchos minutos,
estoy enfocada al máximo en mi cerebro… mantener el control…
La puerta se está abriendo. Trago saliva. Leon… por favor, quiero con toda mi alma que no seas
tú. No soportaría hacerte daño… antes muerta…
Entra un joven de cabello oscuro y corto. La puerta se cierra tras él, y veo que es alto, de
contextura trabajada y ojos desconfiados… tiene ropas de combate… ¿es un agente?
Está mirando la habitación con una mezcla de horror y reconocimiento… y sus ojos grises se
posan en mí. Está sintiendo lástima de cómo me ve. Perfecto. Quiere hablar, balbucea algo,
pero sigue sin decir nada. ¡Habla, maldita sea!
– Oye… – me dice ¡por fin!, aunque… ¿qué está haciendo?, quiere venir hacia mí. ¡No!
– ¡No te me acerques! – chillo lo más fuerte que puedo, y levanto una mano deteniéndolo… a
duras penas lo consigo. Tengo que advertirle de Wesker – mira, a… a la izquierda…
¿Qué coño?, ¡está sacando su celular!, maldita sea, siento ganas de abofetearlo…
¡concéntrate!
– ¡No pierdas el tiempo, mira a tu izquierda! – le grito, antes de no ser capaz de controlar los
deseos que tengo de pegarle.
Da un respingo y guarda el aparato, bien… me está haciendo caso. Y por el cambio en su
rostro, me doy cuenta que lo ha visto. Wesker choca las palmas de sus manos, está
complacido… lo siento. Está feliz. ¿Así que este joven es quien desea acabar con toda su alma?
Por dios… estoy perdiendo la concentración… mi mente se nubla y sé que están
intercambiando palabras y gritos… pero no soy capaz de entender o retener lo que ocurre… sé
que Neo lo ha llamado Chris… ¿será Chris Redfield?, es posible, tiene sentido que sea él…
maldición… me está mirando de nuevo, con esos ojos escrutadores… quiere saber cuál es mi
límite…
– ¿Qué te hicieron? – me grita.
– No importa… puedo soportarlo… cuidado con Wesker… – ¡no debes preocuparte por mí, so
idiota!, este tipo no tiene bien puestas sus prioridades.
– ¡Maldito! – Brama, girándose a verlo – ¿hasta cuándo experimentas tus mierdas?, ¡te mataré
ahora y así no podrás hacerle daño a nadie, nunca más!
Ha comenzado, intenta atacar a Wesker… y por supuesto, falla consecutivamente. Recibe un
golpe en el estómago, que lo dobla por la mitad y lo hace caer no muy lejos de mí. Se ha
levantado rápidamente y apenas puede respirar, pero no se rinde. Ahora entiendo por qué
Leon dijo que era obstinado.
Me cae bien.
Wesker está caminando hacia la habitación contigua… ¿lo va a llevar ahí para pelear?,
¿entonces no seré yo quien lo mate?, no entiendo qué pasa. Me perdí parte de la
conversación.
– ¡Mierda, joder! – escupe Chris, levantándose rápidamente y persiguiendo a Wesker, no sin
antes dedicarme una última mirada llena de estupor.
Estoy sola de nuevo. Ni siquiera me atrevo a moverme, por miedo de perder el escaso control
que he conseguido. ¿Qué pasa si por caminar, mi cerebro deja de controlar lo que sea que me
hayan inyectado?, no puedo arriesgarme. Además, por algún milagro sigo viva, tengo que
aprovechar que aún no me he convertido en Hulk.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Miro hacia mi estómago. La marca morada que delataba el derrame de mi riñón se ha
reducido. ¿Me estoy recuperando mientras el parásito sigue dentro de mí?, posiblemente era
eso lo que Wesker quería comprobar. Por eso se cuidó de no matarme.
¡La puerta se está abriendo de nuevo!, que no sea Leon por favor… por favor…
Mierda. Peor que Leon… es Ada. La última persona que quiero ver en el universo. Me mira con
ojos llenos de horror, que controla rápidamente y los desvía hacia el costado. Baja la mano
hacia su cintura, y saca una pistola extraña.
¿Me está apuntando?... sí.
Y de alguna forma, me siento feliz. No creo que consiga la cura a tiempo… al menos, ella me
matará rápido ¿no?, creo que incluso sonrío. La tomé por sorpresa…
Me dispara, rápido.
Siento el impacto en el cuello, entre el esternón y el trapecio. Al instante, las fuerzas me
abandonan y me desplomo como peso muerto en el suelo. Intento volver a sentarme pero no
consigo mover nada… ¿me aplicó un paralizador?,
– Lo lamento – me dice, pero no parece arrepentida – no me puedo arriesgar a que me
ataques, sé que te inyectaron el parásito.
– ¿Qué vas a hacer? – puedo moverme del cuello para arriba pero mis pulmones siguen
funcionando, entonces el paralizador sólo ataca mis extremidades. Qué conveniente. Estoy a
su merced.
– Debo ser rápida, Leon te está buscando – sus ojos se oscurecen, mientras sé que los míos
brillan de emoción. Sin embargo, mis circunstancias… de nuevo, mis ojos hacen lo que quieren
y lagrimean a su antojo.
– Haz lo que debas y lárgate, Ada – digo con voz quebrada, bajando la mirada hacia el suelo.
No quiero que, precisamente ésta mujer, me vea así. ¿Dónde están las telenovelas de Sam
cuando las necesito como excusa para llorar?
– Me odias – afirma, mientras guarda el arma en su cintura y abre un pequeño morral, parece
que busca algo.
– Desde que te metiste en mi vida sexual, antes no – admito, alzando la vista otra vez.
Ada se detiene en la búsqueda de lo que sea que busca, y me queda mirando extrañada. Me
mira, me mira… ¿es sincera…?
– ¿Tu qué? – Balbucea finalmente – cariño, lo que menos me importa es saber si tienes
relaciones.
– Enviaste un mensaje a mi celular – levanto una ceja – me preguntaste cómo era el sexo con
Leon.
– No fui yo – sentencia, mientras vuelve al morral.
– ¿Esperas que te crea?
– No. Eres libre de pensar lo que se te dé la gana – me sonríe.
¡Me sonríe!, o se burla de mí, o realmente no tiene nada que ver con el mensaje. ¿Le creo?
Por su expresión, parece que ha encontrado lo que busca. Es una jeringa, y un tubo vacío…
¿¡me va a extraer sangre!?
– ¡Para, Ada! – Chillo desesperada – ¿qué vas a hacer?
– Bueno… – vacila, luego se encoge de hombros con una sonrisa – creo que es un poco obvio…
– ¡NO! – Vuelvo a chillar – ¡NO SE TE OCURRA HACERLO!
Obviamente, no me hace ningún caso. Calza el tubo en la jeringa, y saca un elástico del morral.
Toma mi brazo izquierdo y le amarra la cinta, haciendo que aparezca la vena que busca… ha
quitado la tapa a la cánula y rápidamente la inserta en mi arteria, el pequeño recipiente se
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Stacy Adler – Ojos color cielo
llena con celeridad de mi sangre. No quiero esto, no lo quiero… no puedo soportar ser parte
del nuevo descubrimiento de Umbrella…
– Por favor, no… – le ruego en contra de mi voluntad. Jamás pensé que me humillaría de esta
manera, pero no soporto pensar que utilizarán mi líquido vital para más experimentos…
– Creo que deberías preocuparte más por ti que por esto – agita el tubo con sangre frente a
mis ojos – tu vida pende de un hilo.
– Ada, no… ¿de verdad piensas continuar el legado de Wesker? – Mis ojos siguen sin hacerme
caso, salpicando lágrimas furiosas al suelo de madera – ¿esos son los valores, las convicciones
de las que se enamoró Leon? – estoy jugando sucio. Pero no me importa.
Ada pestañea confundida.
– Sabes Noiholt, no tengo que darte explicaciones sobre mi trabajo – su voz es dura –
Umbrella, Wesker o quien sea continuarán experimentando, sin importar que esta muestra
llegue a sus manos o no. ¿Te molesta que te hayan usado?, bien, no te olvides de ese
sentimiento. Todos hemos sido marionetas de Umbrella alguna vez, y todos somos parte de
esta eterna cadena de fatalidades. No te sientas especial sólo porque te han inyectado un
proyecto. Estás igual de jodida que todos – escupe.
– ¡Ada! – grita una voz masculina que ambas conocemos bien.
Es Leon. No sé si chillar de emoción por verlo, o de ira porque me verá media muerta. El caso
es que estoy chillando de todos modos así que… la razón ya no importa. Al menos no podré
hacerle daño mientras el paralizante de Ada esté activo en mi cuerpo.
Entra caóticamente a la habitación, y su mirada vacila entre la mujer frente a mí, y yo. Creo
que sus ojos revelan todas las emociones del universo en este momento. Ira, dolor, angustia,
preocupación, alivio, de nuevo ira… ¿y yo?, como un estropajo pisoteado en el suelo, llorando
como una Magdalena e incapaz de moverme del cuello para abajo. Genial. ¿Y Ada?, hermosa
como siempre.
Me siento imbécil inmediatamente después de tener esos pensamientos superficiales. Espero
no haberme orinado gracias al paralizante, porque sería la gota que rebalsó el vaso.
– Dime que no tienes nada que ver con su estado, Ada… – pregunta con mandíbula apretada.
– En absoluto. Estaba así cuando llegué – contesta con tranquilidad.
Leon busca mis ojos, esperando la confirmación de esa respuesta. Asiento con suavidad, no le
mencionaré nada del paralizante porque gracias a eso él no está en peligro. Es lo único que me
importa ahora. Las palabras de Ada me hicieron abrir los ojos…
Ella se levanta de mi lado, y guarda rápidamente el tubo con mi sangre en el morral. Al sacar la
mano, tiene otra jeringa con una sustancia desconocida. Le sonríe a Leon, y se la arroja a las
manos. Él apenas la ataja.
– Toma mi jet, yo tengo otros medios para irme. Inyéctale eso a tu alemana, guapo – guiña un
ojo – y con eso se pondrá bien… si sobrevive, porque cuando mates el virus dentro de ella
dejarán de regenerarse sus heridas. Yo esperaría un poco… el efecto del paralizante durará aún
unos 20 minutos.
– ¡Wesker lo hizo! – exclamo, antes que Leon haga preguntas.
Ada me sonríe y camina hacia la otra puerta, donde Chris había entrado. Hace un gesto vago
con una mano, y con la otra saca su pistola con gancho… vaya, había olvidado que tenía eso.
Salta hacia un lado… había una ventana ahí, no lo sabía. Parece que se fue.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¡Ada, espera! – grita Leon, entre molesto y resignado. Me parece que ha usado esa frase
muchas veces con ella. Se pasa una mano por la nuca en un gesto que no le veo a menudo.
Luego se vuelve hacia mí, trotando y agachándose a mi lado. Creo que quiere decir algo, pero
no encuentra las palabras… – Noiholt, necesito llevarte a un hospital con urgencia. Te cargaré
en brazos – y hace ademán de cogerme, pero duda porque me observa con más atención. Ha
notado que no valgo una mierda en este momento.
– No siento nada del cuello hacia abajo, así que no me dolerá – le animo.
– Bien, eso… es conveniente – pronuncia la última palabra como si fuera un insulto.
– Deja de mirarme así – le regaño – estoy viva, y con un poco de suerte seguiré estándolo.
– Venga, vamos.
Me levanta como si fuera de cristal, y apoyo la cabeza en su pecho. Si tan sólo fueran otras
circunstancias…
Chris Redfield…
Me agito de pronto. Leon frunce el ceño, mientras yo balbuceo repetidamente el nombre del
joven moreno. En ese momento, entra en la habitación y nos ve.
– Wesker se ha ido – gruñe – me revienta. El hijo de puta se largó de pronto diciéndome “ya
nos veremos de nuevo”
– Mi equipo debe estar abajo, Chris – dice Leon – ¿te importaría llevarlos contigo?, tengo que
cuidar a Noiholt.
– Claro – hace mutis de la habitación.
Leon reanuda la marcha ahora que el joven se fue. Alcanzo a ver nuestro reflejo en una
ventana mientras camina. Realmente, tengo pésimo aspecto, pero sé que antes estaba peor.
– No duele ¿cierto? – y me acaricia la mejilla con cuidado. Tengo ganas de llorar otra vez.
– Para nada. Hace rato parecía una marmota – bromeo, con ganas de distender el ambiente.
– ¿Qué…? –lo conseguí. Leon tiene ganas de reír, aunque no lo hará – me tenías muy
preocupado, alemana patea traseros – dice tan suave que dudo haberle escuchado.
Llegamos al techo, donde está el jet que Ada decía. Me coloca con mucho cuidado en el
asiento del copiloto, y me extraño que sea un modelo con dos asientos uno al lado del otro. La
mayoría van hacia atrás… supongo que no debería preocuparme, es de Ada. Cualquier cosa de
Ada puede ser diferente.
Se sienta al lado mío, cerrando la rara compuerta. Saca la jeringa del bolsillo, y quita la tapa.
Me descubre el brazo y busca mi arteria… me dice que esperará 15 minutos para inyectarme. Y
éstos pasan muy rápido… finalmente, la vacuna entra en mi torrente sanguíneo, y Leon arranca
el jet para llevarme a un hospital.
Empiezo a sentir los efectos de la paliza.
Ningún dolor anterior se compara con el que atormenta ahora. El virus, y luego el paralizante,
realmente atenuaban muchísimo la agonía que debí experimentar desde el principio. Me
retuerzo en el asiento, incapaz de respirar sin sentir que los pulmones reclaman atención. Mis
costillas, mi estómago, mis piernas… mi cara, por dios, los dos molares que perdí… me encojo,
pensando que si ocupo menos centímetros cuadrados tal vez el dolor sea más soportable…
siento que Leon me acaricia la cabeza con suavidad… en algún punto, eso me calma un poco,
saber que está a mi lado y que no puedo herirlo…
Me sumo en la inconsciencia sin darme cuenta.
----o----
109
Stacy Adler – Ojos color cielo
17 de Abril de 2000
Cuatro días después, Noiholt despertó en el Central Clinical Hospital, el mejor establecimiento
Ruso al cual había sido trasladada desde la pequeña clínica en Siberia, donde Leon la había
llevado de urgencia porque era el centro de salud más cercano.
La alemana pestañeó varias veces antes de lograr enfocar la mirada, se dio cuenta que Sam
Reynolds estaba al lado suyo, dormida. Posiblemente habían estado turnándose para cuidarla,
con Leon y… tal vez David, aunque en su fuero interno rogó porque el puertorriqueño no
hubiera estado allí.
En ese momento, la puerta se abrió y entró Leon. Noiholt lo recibió con una gran sonrisa, la
mejor que podría presentar en ese momento, aunque su rostro estaba casi normal. No se
habituaba aún a la falta de sus molares, pero ya podría recuperarlos.
Sam despertó también, y sus ojos verde marino brillaron al ver que su amiga había vuelto con
ellos.
– Tengo una telenovela perfecta para este momento, nena – murmuró, levantándose de la silla
y dejándole el puesto a su capitán.
– No lo olvidaré – respondió, mientras su mirada no perdía de vista al hombre que amaba.
– ¿Cómo te sientes? – preguntó Leon, tomándole una mano mientras la puerta de la
habitación se cerraba, dejándolos solos.
– Como de un millón de dólares – bromeó, sin atreverse a reír por miedo a sus costillas.
– Te hicieron un trasplante de riñón – habló muy serio – usaron el mejor cicatrizante, pero aún
así no podrás viajar en por lo menos un mes.
– Me iré apenas me recupere.
– Sobre eso… Noiholt… no tienes que irte, lo sabes ¿no?
– Sí… – asintió, apretando la mano del agente – pero lo haré, porque ahora estás alterado y
crees que lo único que quieres es estar conmigo. No estás pensando claro, yo quiero que seas
libre de elegirme.
– ¿Por qué estamos hablando de eso?, casi te matan hace cuatro días – gruñó.
– Porque me pedirás que me quede. Y yo no puedo hacer eso.
Leon la miró atentamente, sopesando sus palabras. Sí, quería intentar que se quedara, pero
¿era lo mejor?
– Sí es lo mejor – Noiholt interrumpió sus pensamientos – por eso me iré. Quiero que resulte
de verdad.
– Mujeres… – Leon sonrió ligeramente, acariciando la cabeza de la alemana. Había que
concederle la razón cuando la tenía – pero mientras estés aquí, no vas a librarte de mi
compañía.
– Ich liebe dich, herr Kennedy – respondió la chica, al mismo tiempo que Leon alzaba una ceja
reprobatoria – te dije que te quiero, señor Kennedy – y sonrió, recibiendo una caricia en la
mejilla por respuesta.
110
Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 21
The awakening
– Por favor Leon… me tratas como una inválida – se quejó Noiholt.
– Shh, come tu comida sin reclamar – la acalló el aludido – estás convaleciente y no te hace
bien andar de un lado a otro – levantó su dedo índice cuando vio que quería protestar de
nuevo – COME.
Noiholt le miró enfurruñada por algunos segundos, pero finalmente se rindió y comenzó a
deglutir. El gobierno estadounidense le pagaba a la alemana un bonito departamento en el
centro de Washington, mientras duraba su recuperación. Luego, se iría a otro país aún no
definido para comenzar su entrenamiento especial como agente de apoyo. Leon no estaba
muy contento con ello, pero a pesar de sus reparos debía reconocer que era lo más justo
permitir a la chica que hiciera su vida sin depender de él. Además, la había engañado con Ada
en, al menos, dos oportunidades, por lo cual no tenía derecho a reclamo.
Noiholt, debido a su trasplante de riñón, tenía una dieta estricta de alimentos suaves y
cargados de proteína, y medicinas que debía tomar al pie de la letra, pues éstas evitaban que
su cuerpo rechazara el órgano nuevo. Por suerte, los adelantos de la medicina le permitirían
estar como nueva en muy poco tiempo. Pero estar en cama por dos semanas desde que salió
del hospital la tenía francamente de los nervios.
Leon se mostraba paciente pero firme con sus cuidados, y Noiholt a pesar de la incómoda
situación, se sentía feliz de contar con él. Prácticamente se había mudado con ella para
encargarse de sus cuidados. Era más de lo que podía pedir de nadie, y las visitas de Sam la
hacían feliz a pesar de no manifestarlo a viva voz.
– ¿Cómo está? – preguntó Leon, luego de un rato viéndola comer.
– Rico – sonrió encantada – esta sopa de pollo es maravillosa. Nosotros no tenemos platillos
así.
– Bueno, un día tendrás que cocinarme comida alemana ¿no?
Y notó que Noiholt enrojecía furiosamente con ese comentario. Adorable… pensó, satisfecho
de comprobar que aún conseguía sonrojarla con sus comentarios. Decidió continuar.
– Además… aún no me has llevado a beber cerveza típica alemana.
– C-claro que sí… – tartamudeó – comida, cerveza…
– ¿Qué ocurre? – preguntó, usando su tono más inocente.
–Tú… – lo miró atentamente – Leon, tu tono… es que, tú sabes… cuando me…
Pero no pudo continuar la idea, pues el agente selló su boca con un apasionado beso francés.
¿Qué importaba mañana en ese momento?, tal vez las cosas serían diferentes. Ahora era lo
más importante. Y ahora estarían juntos.
----o---Farewell
Estoy a punto de tomar el avión para viajar a Europa. Aún no sé exactamente a dónde me
llevan, pero ya carece de importancia.
Despedirme por segunda vez de Leon ha sido, tal vez, más dura que la primera. En ese
momento estaba segura de lo que hacía, pero ahora… este último mes ha sido tan dulce…
temo equivocarme. Tengo miedo de haberme empecinado con la idea de que separados
111
Stacy Adler – Ojos color cielo
estaríamos mejor, que él podría pensar con cuidado si quiere más a Ada que a mí, pero ahora
estoy asustada. Sé que no debo arrepentirme, pero aún no me he ido y ya lo extraño. Esto va a
ser aún más duro de lo que imaginaba.
Leon ha dejado mi maleta cerca de mi mano. Es tan alto… que me cuesta verlo a veces.
– Me escribirás ¿no? – me pregunta. ¡Cómo cree que podría estar ocho meses sin saber de
él…!
– Claro – sonrío con la mayor serenidad que soy capaz.
– No lo olvides.
– No podría.
Quiero besarlo, pero no puedo. No sería correcto. Ya quebranté las reglas muchas veces
mientras me cuidó en mi convalecencia. Debí respetar el espacio que había impuesto, pero…
tenerlo tan cerca, poder sentirlo a mi lado, oler su aroma a tarde lluviosa… era imposible
detenerme, y ya lo estaba besando de nuevo sin parar.
Sé que él también quiere besarme, y que está en la misma disyuntiva que yo.
Así que termino con la tortura y paso mis brazos alrededor de su cintura, lo aprieto con mucha
fuerza y hundo la cara en su pecho fuerte. Es lo que más me gusta de él. Sus abrazos me
reconfortan tanto, que dejo de sentir la sangre fluir por mis venas y sólo floto a la deriva…
Siento que sus manos enrollan mi espalda, y una de ellas me acaricia la nuca con delicadeza.
Podría quedarme así para siempre. Adoro su toque. Adoro ser tan baja, y calzar perfectamente
en su cuerpo trabajado.
Pero quiero más.
Levanto la cabeza y doy un pequeño salto, subo los brazos a su cuello, colgándome de él.
Ahora he hundido la cara en su hombro, en su cuello, y me importa una mierda si el mundo
nos ve. Siento que es él ahora quien me coge por la cintura y me aprieta hasta quitarme el
aliento. Luego, demasiado pronto… me baja.
Doy unos pasos, cojo mi maleta y voy a esperar mi vuelo. Le sonrío por última vez. Quiero
creer que todo estará bien, y es el único pensamiento que me impide ponerme a llorar como
una idiota.
Nos vemos, señor Kennedy…
----o---Email interchange
From: Leon S. Kennedy
Sent: Miércoles, 31 de Mayo de 2000 07:15
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: Prueba
Estoy probando tu dirección de email.
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Miércoles, 31 de Mayo de 2000 07:17
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: Prueba
Funciona bien.
¿Leon S. Kennedy?
¿”S” como “Spencer”, “Samuel” o “Simon”?
112
Stacy Adler – Ojos color cielo
From: Leon S. Kennedy
Sent: Miércoles, 31 de Mayo de 2000 07:19
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: Prueba
¿¿Spencer??, se te han ocurrido los peores nombres, alemana patea traseros.
Además, yo no te he preguntado por tus “A.C.”. Yo sólo conozco tu primer nombre.
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Miércoles, 31 de Mayo de 2000 07:20
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: Prueba
Oh, mis nombres son un fastidio. Sólo me gusta el primero.
From: Leon S. Kennedy
Sent: Miércoles, 31 de Mayo de 2000 07:21
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: Prueba
Dímelo. El mío es Scott.
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Miércoles, 31 de Mayo de 2000 07:23
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: Prueba
Leon Scott Kennedy… me gusta, te viene muy bien.
Mejor dejemos los míos en el misterio… ¿te parece?
¿No deberías estar trabajando?
From: Leon S. Kennedy
Sent: Miércoles, 31 de Mayo de 2000 07:27
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: Prueba
¿Se te olvidó que tengo acceso a tu ficha en la intranet?, nunca me había fijado. Noiholt
Arabelle Carleigh Maüser. Tres lindos nombres… ¿por qué no te gustan?, yo creo que dan el
pego contigo. Y aún no empieza mi jornada laboral.
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Miércoles, 31 de Mayo de 2000 07:30
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: Prueba
Que tengas un buen día.
Sabes… hoy viajo a Vietnam. Van a someterme a condiciones extremas, no saben que ya las he
vivido bastante.
La canción que escuché ayer me recordó a ti. Se llama “Cover my eyes” de Marillion. Es como
me haces sentir, “pain and heaven”.
113
Stacy Adler – Ojos color cielo
From: Leon S. Kennedy
Sent: Miércoles, 31 de Mayo de 2000 07:32
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: Prueba
No sé por qué, siempre te vas más lejos de lo que espero.
Es un honor ser recordado con esa canción.
Cuídate… vuelve en una pieza.
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Miércoles, 31 de Mayo de 2000 07:35
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: Prueba
Nos vemos.
PD: Te amo, Leon Scott Kennedy.
----o---From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Viernes, 29 de Septiembre de 2000 12:45
To: Leon S. Kennedy
Subject: Regreso y…
Herr Kennedy, he salido de Vietnam. Un entrenamiento durísimo, pero me siento más fuerte
que antes.
Ahora estoy en China. Por favor, dile a Xiao-Yang que le llevaré los huevos conservados que me
pidió. No me ha contestado el email que le mandé… (Probé uno y son asquerosos, pero ellos
dicen que hacen muy bien a la salud así que… supongo que está bien)
¿Cómo estás tú?
From: Leon S. Kennedy
Sent: Viernes, 29 de Septiembre de 2000 12:51
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: Regreso y…
Menos mal que me das señales de vida. Pareces un ectoplasma, desapareciendo a cada rato y
apareciendo en otro lugar.
Sabes que me preocupo por ti.
Le daré tu mensaje a Hong.
Estamos bien, con mucho trabajo.
Noiholt, ¿te das cuenta que desapareciste por cuatro meses?, esperaba un saludo más
afectuoso.
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Viernes, 29 de Septiembre de 2000 12:52
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: Regreso y…
¿Qué tan afectuoso?
¿El afecto que te da Ada, por ejemplo, cada vez que vuelven a encontrarse?
114
Stacy Adler – Ojos color cielo
From: Leon S. Kennedy
Sent: Viernes, 29 de Septiembre de 2000 12:53
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: Regreso y…
Eres una mujer bastante celosa. No la he visto desde la última vez que tú muy bien recuerdas.
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Viernes, 29 de Septiembre de 2000 12:58
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: Regreso y…
Te extraño mucho, Leon. Pero eso ya lo sabes.
Perdóname, se me olvidó un poco que no me debes explicaciones de tu vida.
Tu canción ahora es “Human” de The Human League. La letra retrata perfectamente lo que nos
ha pasado.
Bis nachher!
From: Leon S. Kennedy
Sent: Viernes, 29 de Septiembre de 2000 13:01
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: Regreso y…
Y así es como me haces buscar un diccionario de alemán para saber que esa frase significa “nos
vemos”.
----o---From: Leon S. Kennedy
Sent: Lunes, 18 de Diciembre de 2000 07:32
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: Cumpleaños
¿Hola?, ¿sigues viva?
Me informaron que pronto vuelves.
Además hoy es tu cumpleaños, así que… felicidades, por tus 21 primaveras. Eres un bebé.
¿Aún estás en China?
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Lunes, 18 de Diciembre de 2000 07:38
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: Cumpleaños
Te informaron bien. Sí… este país me encanta.
Supongo que viste eso de mi cumpleaños en mi ficha… eh, gracias. ¿Pero, sabes?, más
importante que eso, pronto se cumple un año desde que te conocí. Podrá ser una tontería,
pero es una fecha muy importante para mí. Volveré antes que se cumpla.
Tu canción hoy es “I drove all night” de Cyndi Lauper.
Quiero verte… si tú lo quieres también.
115
Stacy Adler – Ojos color cielo
From: Leon S. Kennedy
Sent: Lunes, 18 de Diciembre de 2000 07:41
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: Cumpleaños
Yo iré a recogerte al aeropuerto cuando vuelvas.
Y podremos conversar.
Noiholt se quedó mirando el monitor un buen rato. Quería entender la intención en la frase de
Leon… “podremos conversar”, ¿qué exactamente?, suspiró esperanzada. Tal vez las cosas
estaban claras en esta oportunidad… y todo saldría bien…
116
Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 22
The Reunion, December 31th 2000
El avión llegaba cerca de las 14:00. Leon caminaba impacientemente de un lado a otro en el
hall del Aeropuerto de Seattle Tacoma, no estaba nervioso sino ansioso, esperar no era algo a
lo que estuviera acostumbrado… sin embargo, las experiencias con zombies y Umbrella lo
habían obligado a desarrollar esa parte de su personalidad que no tenía ganas de entrenar.
Cuando anunciaron que el vuelo venía con retraso, Leon tomó asiento cerca de la aduana y se
cruzó de brazos. Habían pasado casi ocho meses desde que Noiholt había partido y aunque
ambos mantuvieron comunicación relativamente bien, las cosas para Leon no habían
cambiado mucho. Quería verla y conversar… explicarle las conclusiones a las que había llegado
en esos largos meses…
Suspiró. No sabía si había alguna cosa nueva que pudiera ofrecerle, más que su deseo de estar
con ella, el cual no había hecho más que aumentar con su ausencia. ¿Y si esta vez…?
– ¡Leon!
El aludido se dio vuelta rápidamente, reconociendo su voz como si nunca hubiera estado lejos.
Pero la chica que se encontró avanzando hacia él era un poco diferente a las imágenes que se
atropellaban en su mente.
Noiholt se veía en el tope de su habilidad física. Había ganado algo de peso, mejor dicho, de
masa muscular. Su cuerpo seguía siendo menudo y delgado, pero se apreciaba más fuerte en
comparación con sus recuerdos. Su maquillaje era agresivo, sus ojos color cielo estaban
delineados por un fuerte tono azul eléctrico y los labios, con un rojo tipo vino tinto.
Llamaba también la atención de Leon que su mechón negro con blanco había desaparecido,
dando paso al cabello rubio en todo su esplendor, desde arriba hasta la mitad de la cabeza. El
resto eran mechas negras y rojas intercaladas, que le daban un aspecto más adulto y
provocativo.
La ropa era un punto aparte. Llevaba unas calzas negras pegadas a las piernas que realzaban su
dureza muscular, un vestido corto de color celeste claro y un chaquetón negro encima, que la
cubría hasta las rodillas.
Leon la miró un momento con la boca abierta, hasta que recordó dónde estaban y la cerró
bruscamente. Caminó hacia ella para ayudarla con la maleta, pero su mirada le indicó a Noiholt
que le había gustado el cambio de look. Consiguió su objetivo, deslumbrarlo y mostrarle que
había madurado algunas ideas esos meses lejos de él.
Caminaron en silencio, la alemana con una sonrisa de satisfacción en el rostro y Leon
pensando en la conversación que tendrían luego.
Cuando ella terminó de tramitar su llegada en la aduana, ambos salieron del aeropuerto. Aún
no intercambiaban ninguna palabra.
Leon le abrió la puerta del pasajero, dejó la maleta en el asiento de atrás y subió a su jeep.
Antes de encenderlo, dio un largo suspiro y se volteó a mirarla. Noiholt le devolvió el gesto con
una sonrisa tímida.
Pasó un minuto sin que ninguno se moviera.
– Te ves muy bien – habló Leon por fin, sujetando el manubrio con ambas manos.
– Gracias… tú te ves igual – bromeó, haciendo una mueca simpática – igual… igual de atractivo
– rectificó, fallando en su intento por no tartamudear.
– Es agradable saber que aún puedo ponerte nerviosa – murmuró, colocándole un mechón de
cabello detrás de la oreja.
– Dudo que eso vaya a cambiar alguna vez – admitió cerrando los ojos, para así disfrutar más
de ese toque ardiente que tanto echó de menos.
117
Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Dónde quieres ir? – inquirió, colocando la llave en el contacto.
– ¿Tu departamento…? – la respuesta terminó sonando como una pregunta. Carraspeó – me
dijiste que debíamos conversar en el último email que me enviaste… y no sé si te parece bien
hacerlo allá… o tal vez prefieres un restaurante…
– Mi departamento es ideal. Vamos – giró la llave, dándole vida al motor.
– Gracias… – musitó, sin saber qué más decir.
Leon condujo en silencio por las calles de Seattle, hasta que llegaron a su destino. Estacionó, e
invitó a la chica a pasar.
El departamento estaba tal cual ella lo recordaba. Decoración austera pero precisa, cómodo,
muebles repartidos de la forma más conveniente, un enorme televisor de 32’’ al medio de la
sala, cocina pequeña y notoriamente jamás usada, el computador con su mueble y silla
correspondiente hacia el lado contrario, la gran habitación con cama tamaño King y baño
completamente equipado. Su mirada se dirigió al bar sin pensarlo, hacia donde caminó a paso
decidido y, sin preguntar, sirvió dos compas de brandy para la conversación que se avecinaba.
Nunca olvidó que ese trago era el favorito de ambos, lo cual era una maravillosa coincidencia.
Aún en silencio, le tendió un vaso a Leon y dio un sorbo al suyo, cerrando los ojos mientras
tragaba. Era una deliciosa sensación que echaba de menos.
– No pude beber una gota de licor en casi ocho meses… – dijo suspirando – ¿tienes idea de
cómo se me hacía agua la boca si pasaba cerca de un bar?
– Bueno, supongo que tendré que ponerme celoso de mi propio brandy – habló en tono
burlón.
– ¿Por qué? – fingió inocencia, agitando las pestañas.
– Tú lo acabas de señalar… echabas de menos beber una copa. Pero no has dicho nada de mí –
ahora él daba un sorbo.
– ¿Qué te puedo decir que no sepas ya, señor Kennedy? – se puso frente a él, mirándolo hacia
arriba gracias a su corta estatura – ¿Qué te extrañé, que te quiero, que sigo enamorada de ti a
pesar de la distancia? – Sonrió de lado – elige por dónde empezar.
Leon la tomó del brazo y la guió hasta el sillón más amplio de la sala. La hizo sentarse dándole
la cara, para poder apreciar todas sus reacciones sin perderse detalle.
– Creo que esta vez me toca hablar a mí – Noiholt abrió los ojos, sorprendida – todo lo que
pasó desde que nos encontramos con Ada la primera vez en Alemania, hasta la última ocasión
en esa ciudad de Siberia donde Wesker te tenía como rehén – hizo una pausa para tomar un
poco de brandy. Noiholt le miraba sin ocultar su impresión – traté de convencerme que no
necesitaba a Ada, pero la verdad es que no logré engañarme a mí mismo.
La alemana tragó saliva, dando un rápido sorbo a su licor. Algunos pensamientos
desagradables corrieron por su mente sin que pudiera detenerlos, obligándola a bajar la
mirada para que Leon no leyera a través de sus ojos.
Pero no contaba con que el agente la conociera tan bien como lo hacía.
–Mírame, Noiholt – le ordenó suavemente, cogiéndola de la barbilla y subiéndola para
encontrar sus pupilas – necesito saber que no te hago más daño del que ya te he causado al
decirte eso.
– No – respondió, hipnotizada por la fuerza en esos orbes azules – lo sabía… lo intuía.
– Bien… – sonaba aliviado. La soltó – pensé mucho en este tiempo. Y llegué a una conclusión…
siempre tuviste razón. Mi relación con Ada ha sido puramente carnal. Tenemos una química
enorme, que se dispara con sólo compartir el mismo metro cuadrado. O menos. Estando en el
mismo perímetro, siento esa fuerza que me obliga a tenerla. Es extraño, y algo de cierta forma
118
Stacy Adler – Ojos color cielo
inevitable. Y créeme, intenté no acercarme, pero fue imposible. Aunque logré contenerme y
no besarla la última vez que nos vimos, sería injusto que te prometiera no verla más, siendo
que estoy seguro, la encontraré muchas veces en mi vida y no podré eludirla. Lo lamento, no
quiero mentirte en nada.
– Está bien – asintió, volviendo a respirar con normalidad.
– Si me preguntas qué quiero… – vaciló. Dio otro sorbo a su brandy – sí, respondería “a ti”.
Pero creo que no estoy en posición de elegir si continuamos o no nuestra relación, puesto que
he sido un egoísta todo el tiempo y nunca te di la opción de dejar las cosas. Tal vez debí ser
más… no debí continuar contigo sabiendo que te hacía daño – bajó la cabeza, pasándose una
mano por la nuca – lo siento.
– No.
Leon alzó la vista rápidamente al escuchar la respuesta de Noiholt.
– ¿No? – repitió, sin comprender.
– Parece que ahora me toca a mí – tragó todo el contenido de su vaso, vaciándolo con rapidez
– no te disculpes por cosas que escaparon a tu control. Fui yo la que no te dio elección. Y me di
cuenta que esa es mi forma de quererte… – levantó una mano y tomó una cadena que llevaba
al cuello, que no se veía antes pues estaba escondida bajo el cuello del vestido. Se la quitó y la
dejó caer en la palma de Leon, que pudo apreciar un lindo dije de plata compuesto por un
candado y una argolla, entrelazados. Contuvo la respiración sin darse cuenta – cuando vi este
collar en un escaparate de Okinawa no pude evitar pensar en ti y en mí. ¿Te das cuenta,
verdad Leon?, representa la forma en que yo me aferro a ti, como si fueras lo único que existe
en la tierra.
– Eso… – frunció el ceño – no puedo decir que eso está bien.
– Pues yo tampoco – concordó alegremente – pero no sé funcionar de otra manera. Así como
tú no te explicas la conexión irrompible que tienes con Ada, yo no sé amarte sin verte como si
fueras la maravilla más grande del mundo. Es una tontería, pero así soy.
Leon la miró como si le hubiera salido otra cabeza. Estaba casi aturdido por la intensidad en los
sentimientos de Noiholt y su cabeza trabajaba a mil por hora, pensando. Sí, su amor era un
poco enfermizo, pero de alguna forma se ajustaba a lo que él deseaba obtener
inconscientemente, primero de Ada, y que nunca consiguió: que ella lo necesitara por encima
de todas las cosas. Ahora se dio cuenta que también lo buscaba en su alemana pero ¿estaba
bien permitirle profundizar una dependencia tan grande de su persona?
– La cosa es, Leon, que te puse en una encrucijada por la que no debiste pasar – continuó
hablando, jugueteando con sus dedos nerviosamente – te hice elegir entre Ada y yo, cuando
eso nunca fue lo que estuvo en cuestión. Te pregunté varias veces si querías estar conmigo, y
siempre dijiste que sí. Pero lo que me dolió fue otra cosa, no…
– ¿Estás de broma? – La interrumpió, asombrado – ¡cualquier mujer se habría cabreado de mi
actitud!, tú sólo actuaste como debías.
– Pues yo tengo una manera muy extraña de ver la vida – pestañeó – prefiero que te quedes
conmigo a no tenerte en lo absoluto. Sé cuánto te gusta Ada y el asunto de su conexión, pero
yo también puedo ser perfecta para ti – enderezó los hombros, con una mezcla de orgullo y
alegría – si decides quedarte conmigo, el tiempo me dará la razón. Soy demasiado obstinada
como para renunciar a ti sin intentarlo con todas mis fuerzas.
– Noiholt… – murmuró, sin saber cómo responder a esa afirmación.
– Sabes que no te ahogaré, ni te impediré hacer nada. Soy una mujer celosa y seguiré siéndolo,
pero ésta vez la decisión la tienes tú, Leon.
– No lo creo. Eres tú la que saldría herida – desvió la mirada.
– ¿Y tú no? – sonrió torcido.
119
Stacy Adler – Ojos color cielo
Leon se echó hacia atrás, como buscando perspectiva al asunto. Sí, quería estar con ella más
que cualquier cosa, pero tampoco quería hacerle daño… él podría enfrentarse a las
consecuencias de sus actos con relativa tranquilidad, pero no deseaba herir de nuevo los
sentimientos de Noiholt a causa de su individualismo.
– ¿Crees que eres egoísta? – Adivinó la alemana, provocando sorpresa en Leon – yo también lo
soy. Lo suficiente como para pedirte que reconsideres nuestra relación. Pero también tengo
algo de orgullo, y por eso hoy será la única vez que conversemos de esto. Si dijeras que
prefieres no volver conmigo me dolería, pero te dejaría tranquilo y ten por seguro que no te
perseguiría.
– Es que… – se detuvo, buscando las palabras exactas.
– Te amo – susurró mientras se arrodillaba en el sillón, alzando la cadera, pegándose a su
cuerpo, apoyando las manos en sus hombros y dejando sus pechos a la altura de su rostro
varonil – si me vas a hacer sufrir tienes mi permiso, hazlo – remarcó la palabra – pero no me
voy a quedar con la duda de qué hubiera pasado si… – movió la cabeza de un lado a otro – no,
eso no va conmigo.
Leon, completamente mudo, trasladó sus manos a las caderas de la chica y la acarició,
recordando lo mucho que le gustaban.
– Entonces, podemos concluir que ambos somos egoístas y que por tanto, seguiremos
intentándolo de puro obstinados – comentó con suavidad, ampliando el área que tocaba
mientras el nivel de su libido subía con rapidez.
– Sí – asintió enérgicamente – pero esta vez sí va a resultar.
– ¿Cómo estás tan segura?
– Porque a diferencia de la primera vez, tú pareces tener claros tus sentimientos. Eso es lo que
me puso mal antes… – desvió la mirada, recordando – no sabías lo que hacías. Querías estar
conmigo y también con Ada. Nunca debí presionarte para que eligieras. A mí ya no me molesta
que tengan esa conexión… lo que me interesa es que tú sepas que a pesar de eso, sólo quieres
estar conmigo. Y tal parece que estos meses de separación te han aclarado… así que… – volvió
a mirarlo, ladeando la cabeza – ¿qué decides?
Leon deslizó una mano hacia el trasero de la chica, apretándola antes de contestarle con la
mirada. Sí, merecía la pena intentarlo y sí, claro que quería.
Noiholt soltó un pequeño chillido, dejándose caer encima de él y tirándolo de espaldas al
sillón.
– ¿Auch? – se quejó el agente, con una leve sonrisa en el rostro.
– Prepárate, herr Kennedy. No sólo he echado de menos beber licor – dijo con expresión
traviesa.
– ¿Entonces, sólo me quieres por mi cuerpo? – hizo un leve mohín, que pareció más una
mueca.
– Eres un muy, muy lindo boy toy – apretó su boca con dos dedos – y además, eres mío –
recalcó, soltándolo.
Leon se mordió el labio inferior, en un intento por contener las ansias que ya hacían estragos
en su masculinidad. Parece que iba a ser una larga tarde de mimarse mutuamente.
Respirando agitadamente, ambos encontraron el camino a sus labios y los unieron en un beso
cargado de reencuentro, de ausencias y necesidad. Querían a toda costa meterse en la piel del
otro, hurgarse y succionarse como si fuera la primera vez.
120
Stacy Adler – Ojos color cielo
Leon levantó el corto vestido de Noiholt y tuvo fácil acceso a sus glúteos. La amasó sin
descanso y sin dejar de besarla, la deseaba con redoblada intensidad debido a la separación.
¡Qué lista había sido esa chiquilla al irse!
La alemana se apartó un poco, sentándose definitivamente a horcajadas encima de él y dirigió
sus manos hacia la cremallera de su pantalón, abriéndola a tirones, ansiosa por probarlo de
nuevo. Le quitó la prenda y la ropa interior tipo bóxer, se lo llevó a la boca con avidez. Sabía
mucho mejor de lo que recordaba.
Succionó con suavidad, jugando con la lengua, provocándolo hasta el límite. Leon gimió de
placer, llevando una mano hacia su clítoris y masajeándolo con la palma, la otra mano se
aferró a la cadera de la chica y la guió mientras ella continuaba haciéndole sexo oral. Apretó
los dedos en su piel de porcelana y disfrutó.
Cuando notó que estaba lista para recibirlo, la tumbó de espaldas en el sillón y esta vez fue él
quien se montó encima, incrustándose dentro de su hendidura y embistiéndola cada vez más
ligero. Noiholt chilló y le clavó las uñas en el pecho, corriéndose fuerte y escandalosamente
rápido considerando que llevaban minutos haciendo el amor.
– Sí que me extrañabas – se burló Leon.
– ¡Dame placer, esclavo! – se burló ella de vuelta, riendo y simulando que le daba con un
látigo.
– Uhm… tú lo pediste.
Noiholt se impresionó del brillo malicioso en los ojos azules de su hombre, era tal la
sensualidad emanando de ellos que tragó saliva, convencida que le iba a llevar más allá del
límite. Y ella lo seguiría donde fuera, sin dudarlo ni pensarlo.
Aquella tarde y noche pasaron rápidamente. Hicieron el amor de forma desenfrenada,
deteniéndose sólo para ducharse y beber más brandy. Se durmieron borrachos de licor y
placer cuando el sol empezaba a salir nuevamente, dando comienzo al año 2001.
Todo iría de bien a mejor a partir de ese instante.
.
.
----o---All over again, June 28th 2002
No se habían separado nunca por mucho tiempo, pues las misiones que les había tocado
siempre estaban juntos, o a lo más una semana lejos. Esta vez, sin embargo, Leon fue enviado
a América del Sur como parte de un destacamento militar secreto, para infiltrarse en la
mansión de un mafioso, la cual se encontraba convenientemente en medio de la selva. Y
Noiholt no había sido designada dentro de dicho destacamento.
Había estado algo triste, pero tenía que entender que así era la vida de los agentes. No podía
sentirse mal por ello. Despidió a Leon con una sonrisa, rogando que tuviera éxito y no lo
matara un aborigen.
Cuando lo vio saliendo de la aduana, trotó alegremente a su encuentro. Estaba vivo, entero y
parecía haber tenido una experiencia infernal. Pero cuando lo tuvo cerca se detuvo en seco,
preguntándose la razón de su expresión sombría.
– Umbrella – dijo él, sin saludar.
– Oh… – tragó saliva – ¿no habían desaparecido ya?
– Ellos siempre tendrán coartadas por todo el mundo… – sacudió la cabeza de un lado a otro –
es horrible la gente que sufre por su culpa.
– Leon – le tomó una mano, apretándola para que la viera a los ojos – cuando lleguemos a
casa, cuéntame todo y sácalo de tu sistema.
121
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Sí.
– ¿Dónde…?
– Tu lugar.
Noiholt asintió, sabía que Leon no quería llegar al suyo. Y creía entender por qué, así que no lo
presionó y se lo llevó a su departamento.
Conversaron toda la tarde y gran parte de la noche, las circunstancias habían sido duras,
Noiholt se emocionó al escuchar la historia de Manuela y el triste final que tuvo. Acompañarlo
era lo único que podía hacer, y lo cumplió con maestría.
Aunque no compartían el mismo apartamento, prácticamente vivían juntos. Noiholt era
inflexible en ese tema, no quería ahogar a Leon estando todo el tiempo con él, a pesar de que
no se veían siempre gracias a sus trabajos. Pero interactuar entre los ambientes refrescaba la
relación, tenían ropa y artículos de aseo en sus respectivos departamentos, así que podían
“vivir” en cualquiera. A Noiholt le gustaba mucho el de Leon, y prefería quedarse allí
argumentando que el suyo no tenía nada de ella.
Pero no era tan así, pues Leon se levantó a tomar agua y vio una foto antigua cerca del
televisor de la sala. La tomó para apreciarla mejor, viendo dos personas sonrientes con un
bebé en brazos. El hombre era un alemán en toda la regla, cabello rubio oro y corto al estilo
militar, mandíbula cuadrada y gesto duro en la boca, sin embargo sus ojos celeste cielo eran
sorprendentemente dulces y su expresión era de total orgullo. La mujer a su lado era muy baja
en comparación a él, un cabello rubio más parecido al blanco que al oro y largo hasta los
hombros, mentón redondeado, nariz fina y boca gruesa y atrayente. Sus ojos eran gris claro y
brillaban como joyas. Y al medio, una bebé sonriente estirando sus brazos hacia adelante.
Noiholt se puso a su lado justo en ese momento.
– Tienes los mismos ojos de tu padre – dijo Leon, con un dejo de ternura en la voz – pero eres
casi igual a tu madre.
– La perfecta combinación entre Alemania y Austria – sonrió con nostalgia – mientras estuviste
fuera, tuve que viajar a Salzburgo a visitar la familia de mi madre. Les pedí que me entregaran
esa foto.
– ¿Qué querían? – él sabía que habían humillado a Noiholt en el pasado y no comprendía por
qué la habían llamado.
– Aún están enfadados porque no les avisé de la muerte de mamá – se encogió de hombros –
estaban repartiéndose una casa y querían saber si yo les daba mi parte.
– Oh… lo lamento – murmuró, atrayéndola a su cuerpo y abrazándola con fuerza – debe haber
sido duro para ti.
– No tanto – respondió, aplastando la nariz contra su pecho – ellos no me importan. Si no me
importan, todo es fácil.
Leon le acarició la espalda, sobándola de arriba hacia abajo.
– Al menos te has quedado con un lindo recuerdo, porque estoy seguro que has renunciado a
cualquier patrimonio – sintió la sonrisa de Noiholt contra su cuerpo.
– Pues sí que me conoces bien – ciñó aún más los brazos a su cintura.
Se besaron despacio y luego con fervor. Tenían que recuperar el tiempo que estuvieron
separados, al menos hasta que los llamaran a misión de nuevo.
.
.
----o----
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Jealousy, August 25th 2004
Noiholt observaba atentamente las imágenes en la cámara de seguridad. No era que
desconfiara de Leon, pero… ¿por qué se dejaba abrazar tanto por la chiquilla?
Apretó la mandíbula.
También Ada andaba por ahí.
123
Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 23
Hace mucho que Leon se había colado dentro del castillo buscando a Ashley. Debía rescatarla a
como diera lugar, esa era la misión que le habían encomendado por ser el mejor agente
secreto con que el gobierno estadounidense contaba. Así que con esa premisa, lo enviaron sin
un miserable refuerzo que le acompañara por los caminos barrosos de esa aldea descuidada
en Navarra, al interior de España. Allí tenían cautiva a la hija del presidente Graham, Ashley.
Había conseguido encontrarla, y luego de un buen rato recorriendo el pueblecito, pasando
penurias y sustos gracias a los ganados que los perseguían, ella se había asustado por estar
infectada con el parásito de Las Plagas y corrió a lo loco, separándose de él.
Bueno, Leon también había sido inoculado así que estaba tan jodido como ella.
Suspiró, pensando en Noiholt y lo que habría sentido cuando ella tuvo en su cuerpo uno de los
experimentos de Wesker. ¿Habría tenido miedo?, de seguro que sí. Aunque a veces esa
chiquilla parecía un robot, no dejaba de ser humana.
Sonrió, con su imagen en la memoria. Es como si pudiera verla justo frente a él… su cabello
rubio casi blanco, sus mechas rojas y negras, sus ojos delineados con azul y sus orbes celestes…
su cuerpo delgado, entrenado y dulce… bueno, si todo salía bien pronto la vería de nuevo.
Probablemente a esa hora se paseaba en cueros por todo el apartamento, tal como solía
hacerlo todo el tiempo. Leon movió la cabeza, debía concentrarse en la misión y no en la
imagen desnuda de su chica.
Por fin había conseguido las dos piedras lunares que desbloqueaban la enorme puerta que
llevaba al comedor del castillo. Las puso en su lugar, seguro que más allá encontraría a Ashley.
La abrió con cuidado y entró, pero al instante de hacerlo su desarrollado instinto de agente le
alertó que no estaba solo. Agudizó el oído, esperando identificar la dirección en que iban a
atacarle. Y sintió que un arma se le pegaba a la espalda.
– Por tus manos donde pueda verlas – ordenó una sexy voz femenina.
– Perdona, pero seguir las indicaciones de una dama no es mi estilo – respondió sin darse
vuelta.
– Súbelas… ahora…
En ese momento, Leon encontró su oportunidad. Girándose con rapidez, la tomó del hombro y
le hizo una palanca para que soltara el arma. Ella bajó el cuerpo y con el pie la pateó, dando
una vuelta completa y tomando el arma justo cuando Leon le ponía su cuchillo en el cuello.
Tragó saliva por lo cerca que le tenía… muchos recuerdos vinieron a su mente.
– Un buen consejo: trata de usar cuchillos la próxima vez, funcionan mejor en distancias cortas
– la soltó, tomando la pistola y quitándole el cargador con un solo movimiento. Ella sonrió en
el intertanto, quitándose los lentes oscuros para que él la viera.
– Leon… – murmuró – tanto tiempo sin vernos.
Él se quedó mirándola por unos segundos que parecieron eternos. Finalmente, se repuso a la
sorpresa y pudo contestarle.
– Ada – bajó la vista, con una mezcla de ira y nostalgia – así que es verdad… – volvió a
encararla.
– ¿Verdad… el qué?
– Tú, trabajando con Wesker – y recordó la última vez que se habían encontrado, en Siberia,
para salvar a Noiholt de ese tipo… en ese momento no sabía si Ada estaba con él, parecía que
no, pero ¿y ahora?
– Veo que has estado investigando… – no lo negaba. Dejó caer sus lentes.
– ¿Por qué, Ada? – y su voz contenía un doloroso reproche. No la quería cerca de él.
124
Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Qué te importa? – le dijo con mucha suavidad. Como siempre, lo protegía.
– ¿Por qué estás aquí? – volvió a interrogarla. Le pareció que se distraía – ¿por qué apareces
así?
Ella soltó una risita. En ese momento, los lentes que habían caído brillaron intensamente, con
una explosión de luz cegadora. Ada aprovechó para recoger su arma y encaramarse en la
ventana. Se volvió a Leon y le sonrió.
– Nos vemos por ahí… - y se fue sin más.
– ¡Ada! – alcanzó a gritar, como tantas veces desde que la conocía.
Ella corrió hacia el enorme jardín del castillo, donde como sospechaba, recibió un llamado de
Wesker. Por suerte no fue antes o si no… debía mantener a Leon en la ignorancia. Hasta ahora
siempre había resultado, aunque eso le costara dolores de cabeza en su extraña “relación” con
él. Sacó su teléfono y contestó.
– Luis tuvo éxito recuperando la muestra – dijo Wesker, cómodamente sentado. A veces las
video-llamadas resultaban algo inconvenientes – está esperando en el castillo. Haz contacto
con él.
– Entendido.
– Y si ves al perrito faldero, Leon… deshazte de él. No podemos dejarlo interferir en nuestros
planes.
– Él no tiene idea de lo que pasa – usó su tono más desinteresado. No podía dejarle saber que
protegería a Leon a toda costa – no hay por qué preocuparse.
– Es un sobreviviente de Raccoon City y además estuvo involucrado en mis experimentos de
Grüneger y Siberia hace años. No necesitamos distracciones extras… quítalo del camino –
gruñó, cortando la comunicación.
– Leon… – suspiró, ahora que Wesker no podía verla. Miró hacia el castillo. Tenía que
protegerlo con mayor cuidado… no permitiría que la vieran preocuparse por él.
Preparó su ballesta en la espalda, y su pistola en la mano. Estaba inquieta, pero lo superaría.
Además… había algo que Leon no sabía. Hace rato, antes de encontrarse con él, había tenido
una conversación sumamente interesante. Tal vez todo saldría más entretenido de lo que
consideraba cuando aceptó esta misión.
----o---– ¡Leon!
– ¡Ashley!
La chica corrió alegremente hacia su protector, abrazándolo por puro instinto. Había pasado
tantos sustos, atrozmente aterrorizada con esos malditos ganados… y esas estatuas vivientes
que querían cargársela con tremendas hachas… se estremeció involuntariamente con los
recuerdos y una lágrima fugaz corrió por su mejilla, por suerte tenía a Leon cuidándola hasta
de sus miedos más profundos. Lo apretó con sus débiles brazos por un tiempo que, deseaba,
no se acabara nunca. En ese momento se dio cuenta de cuánto le gustaba.
Leon le dio unas palmaditas cariñosas en la espalda. A los 27 años se encontraba en el apogeo
de su belleza masculina. Había dejado atrás algunos rasgos juveniles, adaptándose a su cuerpo
maduro y trabajado, con fuertes músculos reforzados por el duro entrenamiento que había
seguido por años como agente secreto del gobierno estadounidense. Tenía un lindo rosto
varonil que arrancaba suspiros de cuanta mujer encontraba en su camino, y tal parecía que en
Ashley estaba causando el mismo efecto. Las únicas que parecías inmunes eran: Noiholt,
125
Stacy Adler – Ojos color cielo
posiblemente acostumbrada a causa de verlo casi todos los días, y Ada… con quien se había
reencontrado hace no mucho rato. ¿Quién hubiera dicho que esa mujer se iba a poner más y
más hermosa con el paso de los años?, por dentro saboreó verla de nuevo, pero por fuera no
lo demostró en lo más mínimo. Tenía que mantenerse lo más lejos posible de ella, o intuía que
no se resistiría a la química que sentía y engañar a Noiholt no era una opción. Al menos, no
tenía intenciones de hacerlo.
Volvió al presente, donde Ashley aún lo abrazaba con fuerza. Decidió animarla un poco.
– ¡Lo hiciste bien! – exclamó alegremente, acariciándole la rubia cabeza.
– Yo… – murmuró lentamente, separándose de él con renuencia – lo siento si fui… – y la voz se
le quebró por el arrepentimiento. Había huido torpemente de Leon por miedo y a causa de
eso, la habían secuestrado frente a sus ojos mucho rato atrás.
– No te preocupes por eso – la interrumpió – vamos, larguémonos de aquí.
Ashley levantó la cabeza y lo observó por unos segundos con sus grandes ojos color miel.
Ambos estaban con el parásito Las Plagas en sus cuerpos… Luis Sera le había explicado un
poco del asunto… tenía mucho miedo, no quería terminar como esos espantosos ganados.
Sintió que Leon la movía de su lugar y se dejó llevar, no podían retrasarse, necesitaban
encontrar una cura.
Ashley creía que Leon estaba soltero. Eso le daba alguna esperanza de que la mirara más que
como a la hija del presidente, o como a una chiquilla de escasos 20 años. Mientras caminaban,
pensó en cómo hacerle notar lo que sentía. Muchas ideas infantiles pasaban por su cabeza.
¿Desmayarse?, ¿fingirse enferma para que la cargara?, conforme imaginaba cada nueva
tontería movía la cabeza y la descartaba. Bueno, tenía tiempo, algo se le ocurriría en el camino.
Leon no se daba cuenta que Ashley iba sumida en sus pensamientos, porque estaba
preocupado por salir del castillo y llevarla de vuelta a EEUU, no sabía si Hunnigan había
recibido su solicitud de refuerzos, sentía una espina en el pecho por la muerte de Luis y su ira
clamaba venganza… tenía muchas cosas en la cabeza como para fijarse en nada más.
Atravesaron una puerta y corrieron por el pasillo, llegando a una esquina un iluminado
apareció bruscamente, atacando a Leon por el cuello y obligándolo a separarse de Ashley.
Mientras intentaba zafarse, otro iluminado apareció de la nada, tomando a la chiquilla por las
piernas y llevándosela del lugar.
– ¡Leon, ayúdame! – Gritó desesperada – ¡Leon!
– ¡Ashley! – Exclamó el interpelado, tomando su daga rápidamente y clavándola en el cuello
del infectado, pateándolo fuertemente en el pecho y consiguiendo con esto liberarse del
agarre.
Empuñó ágilmente su H&K VP70 y disparó con rapidez a la cabeza del iluminado que raptaba a
la chica, acertando con exactitud y limpieza. Éste se desplomó amortiguando la caída de
Ashley, que se levantó con dificultad y corrió hacia el cuerpo seguro de Leon.
– Gracias… – murmuró.
– Vamos – dijo tomándola de la mano y apresurando su trote.
– Sí… – y enrojeció por el contacto.
Corrieron de nuevo por el pasillo. Debían salir de ese lugar lo más pronto posible. El problema
era que no sabían cuántos enemigos más les cerrarían el paso…
----o----
126
Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Recuerdas cuando te dije que me parecía pésima idea que enviaran a Leon solo a España,
buscando a la chica Graham? – Gruñó – pues yo tenía razón. Mira que sí tenía razón… joder,
coño, mierda, la puta madre…
– Noiholt… – pronunció su nombre con marcado reproche – para, que has dicho cuatro
insultos en menos de un minuto…
– ¡No me hables en ese tono, Sam Raynolds! – le advirtió, levantando un dedo – ¡o se me van a
quitar las ganas de hablar contigo!
– Oh, por favor – alzó las manos en señal de paz – ¿por qué estás histérica?, tú nunca te pones
histérica.
Noiholt desvió la mirada ante el comentario de su amiga. Vio hacia todos lados, luego buscó
los ojos verde marino de la australiana y trató de hacerle un mohín agradable, que mostrara
un poco de arrepentimiento. Ella no tenía la culpa de sus preocupaciones.
– Ya, ya… – Sam se estremeció – te prefiero histérica a mirándome con ojos brillosos… – y se
sacudió, como si le afectara.
A Noiholt se le escapó una risita al ver la reacción en su interlocutora. Era, sin contar a Leon, la
única persona con quien mantenía una conversación de verdad. Había aprendido a quererla
como la amiga que nunca había estado interesada en tener, y Sam la correspondía encantada.
Ella estaba al tanto del “privilegio” que significaba oír más de tres palabras saliendo de la boca
de Noiholt, y eso hacía que la apreciara aún más. Sabía que la chica odiaba las conversaciones,
o el contacto con la gente, y que siempre se sentía incómoda en los grupos. Un día ella y David
se habían encontrado con Noiholt y Leon bebiendo en un bar, y como iban con amigos
decidieron hacerles compañía en la misma mesa. En ese momento, sopesó con claridad los
problemas sociales de la pobre alemana, pues en determinado momento ésta casi arrancaba
como una araña por la pared sólo para no tener que abrir la boca.
Sam dejó de recordar y se concentró en los pesares de su amiga.
Leon Kennedy había pedido refuerzos, y las había enviado a ellas, a David Ortiz, a Xiao-Yang
Hong, y otros agentes que no conocían. Se habían separado para poder abarcar más terreno, y
Sam rehusó ir con David argumentando que de hacerlo así, lo menos que hubieran hecho sería
buscar. Probablemente se hubieran quedado teniendo sexo en alguna cabaña abandonada, y
ni se hubieran acordado de Las Plagas.
Sí, Las Plagas.
Cuando les enviaron para ayudar a Leon, le explicaron al grupo completo que se enfrentarían a
algo muy diferente a los zombies de Umbrella. Hunnigan había perdido contacto con Kennedy
y por tanto, carecía de buenos detalles, pero de todas maneras les advirtió que tuvieran
cuidado con los aldeanos de ese pueblo.
Así que ahí iban las agentes Maüser y Reynolds, dispuestas a eliminar estorbos y ayudar a Leon
en todo lo que pudieran. Hasta el momento, no habían encontrado obstáculos.
– Bueno… – dijo Sam, adelantándose un poco y revisando el camino – ¿me vas a decir
finalmente por qué estás tan hormonal?
– Uhm – se quejó – es una tontería.
– Dime… ¿cómo puedo entenderte si no me explicas… ya no confías en mí?
– ¡La chica Graham! – Chilló de pronto, sacudiendo las manos – dios… que se le ha pegado a
Leon como un chicle.
Ahora, la carcajada de Sam invadió el silencio del bosque. Noiholt enrojeció de vergüenza y
caminó un poco hacia otro lado, alejándose de la risa.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Venga yaaaaa, no te enojes… – dijo la australiana, alcanzándola y jalándola de un brazo –
porfaaaaaaaaa…
– ¡Oh, Sam, por el amor de dios! – Exclamó, ahora exasperada – ¡sabes que soy una mujer
celosa y sabes que odio sentirme así!, ugh, si no hubiera visto esas imágenes en el teléfono de
Ada…
– ¿Cómo? – La tomó por los hombros para verla mejor – ¿cuándo estuviste con la zorra
oriental sexy?
– ¿Qué mierda es ese apodo? – entrecerró los ojos a su amiga.
– David la bautizó así – dijo con orgullo.
– ¡Es increíble…! – Soltó los hombros del agarre y trotó hacia un árbol, sujetándose de él –
¡ESTOY RODEADA DE IDIOTAS! – gritó en dirección al bosque. No solía comportarse así, pero
creyó que chillar sería una eficiente válvula de escape. En efecto, se sintió un poco mejor.
– ¡Agente Maüser, cuide sus palabras! – Sam escupió una risa nerviosa – ¿qué es eso de andar
gritando como si fuera una loca?
– Me encantaría que vinieran ahora los famosos Ganados, agente Reynolds – le sonrió torcido
– necesito quemar calorías antes que te explique cómo es que me encontré con Ada.
– ¡Te voy a matar!
Ambas se giraron hacia atrás rápidamente, encontrándose con que un aldeano de ojos
extraños avanzaba con lentitud hacia ellas. Volvieron a mirarse la una a la otra, extrañadas,
porque Noiholt no había entendido la frase, no hablaba español. Pero Sam llevaba muchas
teleseries mexicanas en el cuerpo y sí comprendió su significado. Desenganchó su rifle
semiautomático de la espalda y con eso, le indicó a la alemana que tenían un enemigo al
frente. Con la eficacia adquirida en sus más de 10 años como francotiradora, disparó
acertando limpiamente a la cabeza del aldeano. Noiholt ni siquiera alcanzó a sacar su arma,
toda esa escena no duró más de 3 segundos.
– ¿Pero qué cojones…? – Masculló, con los ojos celestes fijos en Sam – ¡eso ni siquiera se
parecía a un puto zombie! – Gritó, ahora dándole puntapiés al cuerpo inerte.
– Bueno, eso quiere decir que la información de Hunnigan es correcta – se encogió de
hombros – no podemos confiarnos ni de las apariencias. No sabemos qué ocurre.
– Por el momento nuestra prioridad es encontrar a Leon – afirmó, tomando su arma.
– Y tener en cuenta que estos bichos pueden comunicarse. ¡Hablan a la perfección! – y puso
los ojos en blanco, como si fuera un hecho imposible de creer – malditos monstruos, menos
mal que entiendo algo de español.
– Vamos, Sam – la apremió – Leon y la chica Graham están en algún lugar dentro del castillo.
No queda muy lejos de aquí… – revisó su GPS – tenemos que pasar un cementerio. ¿Te
imaginas que surgieran de la tierra para atacarnos mientras corremos?
– Has visto muchas películas de terror – alzó las cejas en señal de censura.
Noiholt le sacó la lengua a Sam, haciendo que esta última estallara en una larga carcajada. Al
menos podían ir alegremente a cumplir su misión. Y a toparse con hambrientos ganados…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 24
– ¿Cómo te sientes, Ashley?, si estás muy cansada, podemos parar un momento – y la tomó
por los hombros, para observarla bien.
– Dame 5 minutos, te prometo que estaré mejor. Este horrible parásito no me permite respirar
con libertad… – dijo sentándose en el suelo, apoyando la espalda en la pared y cerrando los
ojos.
– No hay problema. Me pondré al lado tuyo, para tener mejor campo de visión – se inclinó.
– Gracias… si no fuera por las píldoras que nos dio Luis, quizás ni podría moverme…
Ashley cerró los ojos y se apoyó tímidamente en el hombro de Leon. Como éste no rechazó el
gesto, se relajó y se apegó más a su brazo musculoso. Le encantaba tenerlo cerca… la hacía
sentir protegida, segura, incluso en las horribles circunstancias en que se encontraban. Levantó
la mirada, pero él estaba concentrado en la vigilancia del perímetro y no le hacía ningún caso.
Eso la decepcionó. Bajó la cabeza e hizo un gesto de disgusto, procurando que Leon no la viera.
Dejó que corrieran algunos minutos, tras los cuales se levantó rápidamente y se sacudió la
falda.
– ¿Vamos? – preguntó con cierta brusquedad.
Y sin esperar respuesta, le dio la espalda y caminó sin hacerle caso. Leon se levantó del suelo
sorprendido, mascullando “mujeres” por lo bajo, como si esa palabra fuera la explicación a
todas las actitudes incomprensibles de las chicas que ha encontrado a lo largo de su vida como
agente.
Continuaron caminando por mucho tiempo, con Leon deshaciéndose de los iluminados que
aparecían por montones para tratar de matarlo y llevarse a Ashley. Pasaron bastantes apuros,
con la chica gritando su nombre una y otra vez. Pobre, pensaba Leon, ojalá pueda sacarla de
este maldito lugar antes que se traume definitivamente…
Y mientras esas palabras bailaban por su cabeza, un enorme Novistador apareció volando y se
llevó a Ashley, sin que Leon pudiera protegerla o evitarlo.
– ¡LEON! – gritó la chica, mientras el bicho la llevaba hacia las alturas.
– ¡Maldición! – masculló el agente, apuntando su arma inútilmente.
Al darse cuenta que no conseguiría rescatarla, y que sería peor que cayera de esas alturas,
gruñó un montón de palabrotas y guardó la pistola, pensando rápidamente cómo podría
rescatarla esta vez. Tendría que saber hacia dónde la llevaban, así que corrió revisando su GPS.
Con algo de suerte, pronto la recuperaría.
----o---«– Veamos, qué me falta… – murmuró Ada, revisando su teléfono móvil – aún tengo que
conversar con Luis, buscar la muestra que Wesker me encargó… maravilloso, encima de todo…
Se interrumpió pues escuchó un leve sonido, como un siseo, proveniente de la habitación de
atrás. Sacó su arma y caminó con mucho cuidado, sin hacer el menor ruido. Pero al ver quién
era, bajó la pistola y sonrió.
– De verdad te has vuelto muy buena – y asintió con la cabeza, dando énfasis a sus palabras –
permíteme felicitarte.
129
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Gracias – dijo Noiholt, con su móvil en la mano – pero creo que es un poco inmerecido. Igual
te dejé saber que estoy aquí.
– Bueno, supongo que te descuidaste porque soy yo – miró hacia su mano – ¿qué ves?
– Un video. Te hackeé el móvil – se encogió de hombros – ya sabes, trabajo. Nada personal.
– No te preocupes, si ese es el caso entonces ahora yo tengo todos tus archivos. Intercambio
equivalente, nena – guardó la pistola.
– Bueno, es un precio justo – admitió, aún con el video reproduciéndose en su móvil.
– ¿Te ayudó en algo mi informe?
– Sí… al menos ya sé dónde buscar a Leon. ¿Lo has visto? – trató de sonar lo más tranquila
posible. Lo estaba consiguiendo bien.
– Sí, pero él a mí no. Está “bastante vivo”.
– Qué bueno saberlo…
Noiholt volvió a concentrarse en la reproducción. Ada pudo ver que los ojos celestes de la
alemana brillaron de furia por un momento… se acercó a ella sigilosamente.
– Dies ist das dritte mal, dass sie umarmt ihn… – murmuró la rubia en su idioma,
completamente descompuesta.
– ¿Dijiste algo como que ella lo ha abrazado por tercera vez? – Noiholt la miró espantada –
vaya, parece que olvidaste mis conocimientos de alemán. ¿Qué te preocupa?
– Eso… – no sabía qué contestarle. Apretó la boca porque estaba consciente que sus celos eran
irracionales, sin embargo no podía evitarlos por más que quisiera. Ojalá Leon no disfrutara
mucho la compañía de la chiquilla – bueno… no me gusta y ya – gruñó.
– Y ya – repitió Ada, soltando una risita – veamos… sí, es hora de que me vaya.
– Antes de eso… – Noiholt se adelantó un poco, mirándola con algo de dificultad por ser tan
baja de estatura y la morena tan alta – quiero agradecerte apropiadamente por haberme
salvado en Siberia. No tenías por qué administrarme la cura al parásito experimental de
Wesker… así que gracias – y puso cara de “ya, está hecho”
– No tienes necesidad de hacerlo – sonrió – no quería que Leon sufriera.
– Sí, sí, ya sé – movió las manos arriba y abajo – pero ¿sabes?, él se habría recuperado a mi
ausencia. Y eso hubiera sido bueno para ti así que… reconoce que te caigo bien – y le alzó las
cejas.
Ada la miró con la boca entreabierta.
– ¿Qué te hace pensar eso? – dijo finalmente.
– Muchas cosas… pero no te sientas culpable. Supongo que odias crear lazos, en eso nos
parecemos un poco. Te veo luego.
Noiholt dio media vuelta y comenzó a salir de la habitación. La morena suspiró ruidosamente y
levantó una mano, para detenerla. Ella vio el gesto a través del reflejo en un vidrio, y volvió a
girarse en su dirección.
– ¿Si?
– Hay un agente que vino conmigo. Tengan cuidado con él, es un sádico y no tiene piedad ni
siquiera por sí mismo. Lo reconocerás fácilmente porque va vestido como recién salido de la
guerrilla. No divulgues esa información, y que no los vea… no puedo andar cuidando a todo el
mundo – se quejó.
Pero Noiholt sabía que detrás del regaño de Ada se escondía la preocupación que había
captado en su actitud desde que la conocía. Qué situación más extraña. La mujer que le
130
Stacy Adler – Ojos color cielo
revolvía las hormonas al hombre que amaba le caía bien… y el sentimiento era mutuo. Sam iba
a estar encantada con tanto drama.
– Seremos cuidadosos… y tú, no te vayas a morir.
– Nena, eso no va a pasar. Ah, tu móvil tiene un virus. Yo que tú no lo ocupaba – y sonrió.
– No me harás cambiar de opinión con eso, es parte de quién eres. Si no te hubieras protegido
me hubieras decepcionado – arrojó el teléfono al suelo y lo aplastó con la bota, destruyéndolo
irremediablemente – me conseguiré otro. Nos vemos.
Noiholt se dio la vuelta y salió definitivamente de la habitación.
Ada movió la cabeza de un lado a otro, regañándose internamente por haberse vuelto tan
blanda. Lo que sólo le duró un micro segundo, pues tenía muchas cosas que hacer… »
– Y eso fue lo que pasó. Luego de eso me reuní contigo en la puerta de la iglesia ¿te acuerdas?
– Noiholt terminaba de contarle la historia a Sam.
– Ajá… – pensó un momento – ¿podemos concluir que tu rival de amores ha dejado de serlo?,
¿es la nueva amiga por la que me dejarás botada? – hizo un puchero.
– ¡¿Qué?! – Le estaba costando mucho no reírse – ¿estás loca?, ¡Ada y yo jamás seremos
amigas!, simplemente me cae bien y yo a ella, es todo. Tú eres la única idiota a la que soy
capaz de soportar… faltaba más – y se sacudió.
– Alemana del demonio – dijo con una sonrisa – tus demostraciones de cariño me dan frío.
Noiholt le dedicó una graciosa mueca en respuesta. Habían atravesado por fin gran parte del
castillo, y en el camino se toparon con un reguero de iluminados muertos… – obra de Leon –
pensó, suspirando de alivio porque sabía que su hombre estaba vivo y bien.
– David me envió un mensaje, dice que se adelantaron en el helicóptero, están rastreando la
ubicación de Leon y Ashley – dijo la australiana, mirando fijamente su móvil.
– Bien, que te mande un mapa del lugar y un rango para buscar, y tomamos un atajo ¿te
parece?
Sam asintió. Con algo de suerte, se encontrarían con ellos muy pronto.
----o---Tras un corto encuentro con el enano Salazar, una caída libre de la cual casi no sale vivo, una
carrera por las cañerías enfrentando un horrible bicho que no se moría nunca, escapar de unas
cuevas de piedra llenas de Novistadores, y sufrir mil y un horrores, se encontró con que Ramón
Salazar había fusionado su diminuto cuerpo con “El Verdugo”, dando paso así a una versión
asquerosa de sí mismo, gigante, con un cuello alargado y putrefacto. Leon consiguió
deshacerse de él, no sin grandes dificultades. Para peor, no podía dar con Ashley por ninguna
parte… tal parecía que se la habían llevado lejos de allí.
Maldita sea… cada vez que todo apunta a encontrarla, desaparece de nuevo. ¿Qué voy a
hacer?, no tengo cómo llegar a la isla donde se la llevaron… ¿y por qué rayos aún no llegan los
refuerzos que pedí?, tal vez ni siquiera deba contar con ellos. No habrán recibido mi mensaje.
Eso es todo. Tendré que encontrar la forma de…
Llegó caminando a una de las salidas del castillo. Levantó su arma al ver cierto movimiento en
el reflejo del agua… y la bajó al ver quién era. Ada Wong parecía esperarle en su bote.
– ¿Necesitas que te lleve, guapo? – ronroneó.
– Ok – contestó, encaminándose hacia ella y subiendo en el asiento del copiloto.
– Nos vamos.
131
Stacy Adler – Ojos color cielo
Viajaron en silencio por mucho rato. Ella con la vista fija en el camino, él mirando hacia
cualquier parte. Finalmente, se rindió y giró los ojos hacia su vestido rojo. Luego, hacia su
rostro femenino. La miró por un buen tiempo, pensando en cuánto había pasado sin saber de
ella, ¿qué habría hecho esos años, mientras él vivía una época tranquila con Noiholt?
Ada captó el fulgor en esos ojos azules y sonrió, girando bruscamente la dirección y con eso,
haciendo que Leon se inclinara hacia un costado. Él se afirmó como pudo de los bordes y
enderezó la postura, al mismo tiempo que Ada estacionaba justo al lado de unas rocas. Sacó su
lanzagrifos, lo clavó en las alturas y habló por encima del sonido de las aguas.
– Tengo algunos asuntos de los cuales encargarme – y lo miró – nos vemos luego…
Leon tomó el volante del bote, que se había descontrolado y giraba al ritmo de la corriente.
Consiguió afirmarlo a duras penas, golpeando una roca con el costado pero sin hacerle daño.
Cansado por el esfuerzo, se dejó caer en el asiento y masculló su típico “mujeres”.
Luego de eso, consiguió adentrarse en lo que parecía una fábrica abandonada o algo similar,
sabía que Ashley estaba cerca y debía encontrar una llave especial para acceder al lugar donde
la retenían, tras derrotar un casi inmortal Regenerador, consiguió rescatar a la chica.
– ¡Leon! – gritó al verlo, corriendo hacia él.
– ¿Estás bien? – preguntó, revisándola rápidamente con la vista, en busca de heridas
superficiales.
Ashley asintió en silencio: por suerte no la habían dañado. Al menos no físicamente, porque si
tenía en cuenta el horrible miedo que no la abandonaba desde que la secuestraron, entonces
la respuesta hubiera sido distinta. Pero debía ser fuerte y no preocupar a Leon, que bastantes
problemas tenía rescatándola a cada rato. Se dejó guiar por el camino de vuelta que él le
mostraba, tomada de su mano. Definitivamente, era la mejor parte de ser capturada.
Llegaron a lo que parecía ser un contenedor de basura. Leon se detuvo y miró hacia abajo, sin
disimular lo poco que le agradaba la idea que se gestaba en su cabeza.
– Parece que es todo – comentó, sin dejar de analizar las posibilidades.
– ¡Agh, apesta! – se quejó Ashley, cubriéndose la nariz.
– Seguro que sí… – asintió.
Leon finalmente decidió que era la mejor idea. Se giró hacia la chica y le sonrió de forma
traviesa. Ella entendió en una fracción de segundo lo que se proponía e instintivamente, se
echó hacia atrás.
– ¡De ninguna manera, Leon! – exclamó.
– ¡Claro que sí…! – rió de vuelta, jalándola de un brazo y saltando hacia abajo sin pensarlo dos
veces. El golpe fue duro, pero soportable. Se incorporó con rapidez, sacudiéndose la ropa para
quitarse la peste de encima.
– ¿Se te ha ido la olla? – escupió la chica, aún sin poder levantarse.
– Sabía que estarías bien si aterrizabas con el culo – contestó sin mirarla, analizando el lugar
donde se encontraban. Tal parecía que no había peligros… no por el momento.
– ¡Tú…! – soltó la palabra como si fuera un insulto. Su rostro empezaba a colorearse de rubor
por el comentario a su trasero, cuando vio que Leon le tendía la mano para ayudarla. Bien…
podía perdonarlo de momento. Mientras intentaba incorporarse, tocó por casualidad un
miembro pegajoso y frío, le recordó a las babosas. Vio hacia atrás, y se encontró con un “ser”
que no había visto antes… – ¿qué es eso? – chilló.
– ¡Vámonos! – la apuró, empujándola hacia adelante y obligándola a correr.
132
Stacy Adler – Ojos color cielo
¿Otro regenerador?, maldita sea. Tenían que salir de allí lo más pronto posible. ¿Cuánta
munición le quedaba?, ¿sería suficiente si aparecían más… de lo que sea que hubiera?, no
había tenido noticias de Hunnigan, por lo cual tampoco podría avisarle que los refuerzos
debían dirigirse a la isla… de haber refuerzos.
Bueno, tampoco tenían más alternativa que seguir corriendo.
----o---Ada trotaba por un puente de metal cuando recibió llamada de Wesker. Otra vez.
– Vaya desastre que ha montado ese Leon… – dijo el hombre al otro lado de la línea,
cómodamente sentado quién sabe dónde – pero está bien. La gente de Saddler está montando
en pánico, y su destrucción es sólo cosa de tiempo.
– Una vez que rescate a Ashley su trabajo estará terminado, ya no será un problema –
comentó, aminorando la marcha.
– No… Krauser se encargará de Leon – Ada se detuvo – apúrate y recupera la muestra – cortó
la comunicación.
– Parece que te olvidaste, Wesker, que no siempre jugaré a tus reglas – guardó su teléfono
rápidamente, y sin pensarlo siquiera, ya había tomado la decisión. Krauser no iba a matar a
Leon, no mientras ella pudiera impedirlo.
133
Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 25
Luego de una espantosa lucha con Jack Krauser (que parecía no morirse nunca), Leon por fin
consiguió dirigirse hacia una de las puertas que lo llevarían a encontrar a Ashley, por enésima
vez consecutiva. Ese jueguito comenzaba a ponerle de los nervios, pues cada vez que la
encontraba y la ponía bajo su cuidado, algo pasaba y se la llevaban otra vez. Y eso significaba
volver a buscarla, volver a rescatarla, así no iba a acabar nunca.
– ¿Pero qué rayos…? – gruñó.
Había llegado a un punto muerto. Un lugar del cual no podría salir con vida a menos que
ocurriera un milagro. Revisó su munición… imposible, no conseguiría matar siquiera a la mitad
de enemigos que portaban armas como él, y probablemente no estaban preocupados por sus
reservas de balas.
Tragó saliva y masculló por lo bajo. No llegaría a ninguna parte.
Y de pronto… lo que no esperaba que ocurriera. El milagro había aparecido al fin. Un
helicóptero arribó disparando a diestra y siniestra, cargándose a todos los enemigos con
facilidad.
– ¡A eso le llamo refuerzos! – exclamó alegremente, viendo a su compañero ayudarle de forma
tan eficiente.
– Soy Mike – dijo la voz al otro lado del comunicador – y si necesitas artillería pesada, has
venido al lugar correcto.
– ¡Gracias, Mike, sigue cubriéndome!
Leon comenzó a correr por los caminos de tierra custodiado en los cielos por el poderoso
helicóptero, que destruía todos los fuertes con increíble facilidad. Era maravilloso contar con
alguien luego de tanto rato solo peleando contra el mundo.
Bueno, no puedo olvidarme de la ayuda de Ada, aún cuando no sé de qué lado está…
¡Por fin!, había llegado a una de las partes más altas de la isla, y Mike continuaba junto a él.
Podría rescatar a Ashley y sacarla rápidamente de allí…
– Gracias. Cuando salgamos de aquí, los tragos son por cuenta mía – dijo alegremente.
– Sí, de acuerdo, conozco un buen bar – contestó Mike.
Leon miraba al helicóptero, cuando el silbido de un objeto atravesando el cielo lo distrajo. Pero
no tuvo tiempo de ver qué era, pues en ese instante Mike y la enorme máquina voladora eran
destruidos por un cohete. Leon alcanzó apenas a cubrirse de los trozos de fierro que volaban
peligrosamente, prestos a cercenar miembros.
– ¡Mike! – gritó, desolado.
Corrió al borde del precipicio, viendo fijamente cómo el helicóptero en llamas caía al vacío,
explotando. Se giró hacia atrás, justo para ver la silueta de Saddler y alguno de sus lacayos con
un lanzacohetes en la mano alejarse. Fueron ellos…
– Me aseguraré que el próximo en irse seas tú, Saddler – murmuró, con la vista fija en el
horizonte. Tenía que apresurarse con su misión, o tal vez más refuerzos serían asesinados.
Pero mientras caminaba por unos túneles comenzó a sentirse mal. Trastabilló y se apoyó
pesadamente en la muralla, con dificultades incluso para respirar. En eso, Ada atravesó el
umbral y se acercó, visiblemente preocupada.
134
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Leon… ¿estás bien? – murmuró.
–Sí… – respondió, siendo sacudido en ese momento por extraños dolores en el pecho.
Unas extrañas venas se esparcieron rápidamente por su brazo, mientras su rostro comenzaba
a teñirse de una expresión diferente. Ada lo observó alarmada, no parecía el Leon que ella
conocía. Entonces, el parásito estaba haciendo de las suyas en su cuerpo.
Pero la señal fue un poco tarde, pues el agente se lanzó a su cuello, ahorcándola con fiereza.
Tenía los ojos rojos y su expresión era de júbilo mientras le apretujaba la tráquea. Ada se
debatió preocupada por hacerle daño… pero no había otra alternativa. Tenía que apartarlo y la
delicadeza aquí sobraba. Con mucha dificultad, consiguió hacerse con un pequeño cuchillo que
llevaba para emergencias, y lo clavó rápidamente en el muslo de Leon, pateándolo también en
el bajo vientre, consiguiendo así liberarlo por un rato del control mental que orquestaba el
maldito parásito en su cuerpo.
Leon rodó por el suelo, avergonzado y enfurecido por su comportamiento.
– Perdón – jadeó, levantándose y tomando un puñado de pastillas. Miró a Ada quien también
jadeaba, y se sintió aún más culpable.
– Tenemos que quitar ese parásito de tu cuerpo – dijo, muy seria. Estaba preocupada de que
Leon no aguantara por mucho tiempo más.
– Sí… pero primero tengo que salvar a Ashley.
– Bien… – dudó por un micro segundo, pero era lo mejor – dividámonos.
No le interesaba en lo más mínimo Ashley Graham, pero sí que Leon estuviera a salvo. Lo
ayudaría para terminar rápido aquella pesadilla.
El agente la vio irse del lugar y recordó la generosa vista a sus piernas que ella le regaló cuando
le dejó en la lancha… sonrió imperceptiblemente, y continuó su camino.
Tras muchas dificultades consiguió llegar a una habitación donde, dentro de una cámara
extraña, se encontraba Ashley aparentemente dormida. Apenas entró, una voz conocida para
él resonó en todo el lugar.
– Aunque dentro de poco obtendrás un increíble poder, parece que sigues prefiriendo la
muerte…
– Me llevaré de vuelta a Ashley, lo quieras o no – desafió, enfurecido.
– Ah, la osadía de la juventud – respiró, lanzándose luego hacia adelante y golpeando a Leon
en el pecho. Lo hizo con terrible brutalidad, haciendo que se estrellara contra la cámara que
contenía a la chiquilla americana.
Leon apenas podía respirar, y Saddler se acercaba a él administrando su poder sobre el
parásito… cuando los disparos de una TMP le distrajeron. Era Ada, que descargó su arma para
darle a Leon una oportunidad de escapar.
– ¡Ahora, Leon! – gritó.
El aludido asintió, apretando un botón. Se abrió la compuerta de la cámara y tomó a Ashley
por la cintura, parecía grogui y no abría los ojos. Maldición.
Saddler se acercó a ellos, trasladando las balas que había recibido su cuerpo hacia sus manos,
dejando caer los casquillos al suelo. Sonrió con suficiencia, sabiendo que no podrían hacerle
daño usando esa metralla.
– ¡Muévanse! – chilló Ada, que comprendía mejor lo que estaba pasando.
– ¡Vamos! –exclamó el agente, arrastrando a Ashley.
135
Stacy Adler – Ojos color cielo
Corrieron por un pasillo y desaparecieron, dando a Ada la oportunidad que esperaba. Viendo
unos barriles explosivos sobre la puerta que Saddler quería atravesar, disparó hacia ellos,
encerrándose con él. Ahora sólo le quedaba derrotarlo.
Saltó hacia abajo, cambiando el cargador de su TPM y volviendo a disparar. Hábilmente
esquivó sus ataques y en el momento en que Saddler parecía escupir un huevo de la boca, sacó
su navaja y la clavó limpiamente en él, haciendo que cayera al suelo. Lo había derrotado.
Caminó tranquilamente hacia su cuerpo y recogió la muestra del parásito que llevaba.
– Gracias. Esto va a ser difícil de explicar…
Pero no se dio cuenta del aguijón que esperaba atacarla.
----o---Leon y Ashley en tanto consiguieron llegar a una habitación especial, donde se encontraba la
máquina que destruía al parásito Las Plagas del cuerpo humano, sin dañar los órganos
internos.
– ¿Con ésta chatarra? – La voz de Ashley sonaba totalmente aprehensiva – no estoy segura,
Leon…
– Sólo hay una forma de saber si funciona, tú lo operas – dijo, mientras se acomodaba en la
camilla.
– ¿Estás seguro que quieres hacer esto…?
– Sí, seguro – quería terminar con el parásito lo más rápido posible.
Ashley miró fijamente al hombre que la rescataba del infierno. Y temió por su vida. No quería
que le ocurriera nada malo. Pero era arriesgarse o morir… o peor, volverse un esclavo de
Saddler. Así que examinó los controles de la máquina, esperó a que los grilletes sujetaran las
muñecas de Leon… y comenzó a operar.
Vio que en la pantalla aparecía el parásito, y trató de eliminarlo haciendo el menor daño
posible. Pero se movía… era difícil… y escuchar los quejidos del agente era una tortura…
Por fin lo consiguió. Leon acezó, cansado por el esfuerzo. Los grilletes desaparecieron,
liberándolo.
– ¿Cómo te sientes? – le preguntó, aún sabiendo la respuesta.
– Como de un millón de dólares – respondió, recordando las palabras que Noiholt le había
dicho hace años.
– Pensé que te ibas a morir… – externalizó sus miedos, pero ya no había caso – de acuerdo…
parece que es mi turno – y suspiró, resignada.
Cambiaron de puestos y Leon ahora operó la máquina, quitando eficientemente el parásito del
cuerpo de Ashley. Corrió a verla cuando había terminado el proceso. Se veía agitada, pero
aparentemente normal.
– ¿Estás bien? – inquirió, preocupado.
La chica no contestó, pero fijó sus ojos color miel en los azules de Leon. Y por instinto, alzó los
brazos hacia su cuello y se abrazó a él, apretándolo, agradecida de seguir viva y de contar con
su ayuda y su protección. Leon le dio unas palmaditas cariñosas en la espalda, pensando en lo
asustada que debía encontrarse.
136
Stacy Adler – Ojos color cielo
– No sé qué opinas tú, pero creo que es tiempo de que volvamos a casa – y le acarició la
cabeza.
Ella asintió suavemente, mostrando una dulce sonrisa. Sí… qué maravilla escuchar esa palabra
luego de pasar por tantas penurias.
Debía salirse de la camilla, pero el contacto de Leon acariciando su espalda era increíble. No
deseaba que eso se terminara, tal vez… cuando terminara la misión…
Sintió que Leon se apartaba con delicadeza, así que puso los pies sobre la tierra (tanto literal
como no literalmente) y caminó para quedar a su lado. Entonces, se dio cuenta que él miraba
fijamente hacia la puerta. ¿Qué había allí?
Dos agentes. Una rubia alta, con lindos ojos verde mar y cara salteada de pecas, parecía
aliviada de verlos, como si los hubiera buscado por mucho tiempo. La expresión de su rostro
era sorprendentemente fácil de leer.
Un poco más atrás, había otra agente. También rubia, era muy baja y sus ojos celestes
parecían gélidos. Aún más, toda su expresión corporal hizo que Ashley se estremeciera de frío.
Qué miedo con esa chica… pensó, temblando ligeramente. Miró a Leon, que parecía algo
consternado, aunque controló rápidamente su gesto y ahora parecía casi alegre.
Ashley frunció el ceño, confundida. ¿Qué estaba pasando que ella no sabía?
– ¡Hola, Leon! – saludó la rubia alta.
– Hola Sam, Noiholt… ¿también son mis refuerzos?
– Sí. ¡Por fin los encontramos!, ha sido terrible, entre los aldeanos locos y los tipos con
mascarilla y palos eléctricos, hemos pasado la de aquellas… David y Xiao-Yang están en el otro
extremo de la isla, y hay un helicóptero que nos espera, tenemos que salir de este sitio y llegar
al muelle que está por allá… – señaló algún lugar en el horizonte – nos encontramos en ese
punto, porque ahora Noiholt y yo guiaremos al piloto.
– Bien, así lo haremos. Vamos, Ashley.
El agente y la chica se dirigieron hacia una de las salidas, desapareciendo rápidamente. Cuando
eso ocurrió, Noiholt soltó el aire que no sabía estaba conteniendo, y se relajó visiblemente.
Sam frunció el ceño y la miró.
– Vas a tener que cambiar la actitud, no puedes tener esa cara mientras escoltamos a Leon y
Ashley – la regañó.
– Créeme que intento evitarlo.
– Inténtalo más. Vamos.
La jaló de un brazo, llevándola hacia el camino. Noiholt tenía la cabeza perdida en sus
pensamientos, la mayoría bastante oscuros. ¿Por qué se sentía tan enojada?, claramente Leon
no tenía el menor interés sentimental en Ashley, y sus ojos habían mostrado una mezcla de
sentimientos asombrosa cuando la vio en el umbral. Por supuesto que no iba a saludarla como
si estuvieran en casa, pero tuvo el detalle de dejarle saber con la mirada lo mucho que la había
extrañado.
– Estoy postulando para ganar el premio a la idiotez – murmuró, sorpresivamente.
– ¡Cuidado, que es mío! – exclamó Sam.
Noiholt no pudo menos que reír luego de esa frase. ¿De qué tenía que preocuparse?, de nada.
Ni siquiera Ada andaba cerca como para ponerla de los nervios. Respiró profundamente,
dispuesta a no perturbarse con la dependencia que mostraba Ashley. Era obvio que se sintiera
así, la habían secuestrado y había pasado por situaciones traumáticas, ¿cómo no iba a ver a
Leon como si fuera un héroe?
137
Stacy Adler – Ojos color cielo
Noiholt se corrigió mentalmente: ese hombre ES un héroe.
Había pasado un buen rato desde que se encontraron con él. Por fin llegaron al punto donde el
helicóptero los esperaría, Sam le daba indicaciones para bajar y Noiholt recibió un llamado por
el comunicador.
– Maüser – contestó.
– Soy Leon – sonaba agitado.
– ¡Leon!, ¿dónde estás?, ahora llegó el helicóptero, iremos a recogerlos.
– No, escucha Noiholt… – vaciló un momento – tienen que irse ahora de la isla. Va a explotar.
– ¿Qué? – chilló. ¿Por qué a estos idiotas les gustaba tanto poner bombas de tiempo? –
¡vamos ahora por ustedes!
– ¡No, tienen que salir pitando ya! – Gritó – si el helicóptero no arranca ahora la explosión los
alcanzará. Ashley y yo vamos corriendo a conseguir la moto de Ada. Ella me avisó y me dio las
llaves.
– Es que… – estaba demasiado preocupada como para pensar con claridad.
– Agente Maüser, le ordeno que se vayan ahora – replicó, con voz dura.
Leon había usado un tono autoritario que sólo utilizaba cuando la situación era crítica. Así que
Noiholt tragó saliva y puso la mente en blanco. La voz de mando era él, y ella debía hacer caso
a todas sus indicaciones.
– Sí, señor – balbuceó.
– Nos vemos luego.
La comunicación se cortó en ese momento. Noiholt miró en dirección hacia donde se
encontraba Leon… y deseó con todas sus fuerzas que escaparan sin contratiempos. Ella
esperaría a que se encontraran de nuevo, estaba segura que nada malo ocurriría. Él era
demasiado importante en su vida como para perderlo.
138
Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 26
A toda velocidad. A toda velocidad, maldición… ¡rocas saliendo del fondo!, mierda… casi le doy
a una y nos quedamos sin moto…
Leon era un manojo de nervios, conduciendo como un loco por las aguas agitadas y
esquivando obstáculos con precisión milimétrica. Si no iba a toda pastilla, el estallido se los
comería junto con la isla. Acelera, acelera Leon…
Finalmente, la explosión se hizo sentir con fuerza detrás de ellos. El agente apretó los dientes y
cerró los ojos, en el momento en que ambos eran expulsados violentamente hacia arriba.
Sintió que Ashley le apretaba las costillas con todas sus fuerzas y, resentido por la batalla
contra Saddler, casi se quedó sin aliento.
Por fin la gravedad hizo su trabajo y dejaron de volar, para caer fuertemente al agua. La moto
amortiguó el impacto, pero Ashley no pudo aferrarse bien y cayó fuera, perdiéndose en el mar.
Leon se giró hacia atrás, buscándola con la mirada y moviendo la moto alrededor.
– ¡Ashley! – Gritó – ¡Ashley, dónde estás!
De pronto, la cabeza amarilla de la chica emergió del agua, jadeando por el esfuerzo.
– ¡Leon!
El aludido se giró, agradecido de verla a salvo, y dirigió el vehículo hacia ella. La ayudó a subir
con verdadera alegría. Por fin la pesadilla se había acabado.
– Venga, vamos a casa – dijo con una gran sonrisa, poco común en él.
– ¡Es una estupenda idea! – Sonrió de vuelta – ¡misión cumplida! ¿No, Leon? – y lo abrazó,
aliviada de estar cerca de él y sentir su espalda fuerte en la cara.
– Ni de cerca. Aún tengo que llevarte sana y salva a casa – aceleró la moto.
Anduvieron un gran trecho sin hablar. Ambos estaban cansados y habían pasado muchas
cosas. Ashley continuaba abrazada a Leon, sintiéndose más segura que nunca. Él iba muy
tranquilo, tal vez debería…
– Eh… así que después de que me dejes en mi casa… ¿qué tal si hacemos horas extras…? – por
suerte el agente iba conduciendo, así no se percataba del intenso rubor que cubría su rostro.
Leon esbozó una sonrisa triste. Su linda cara otra vez le traía problemas, pero no quería
hacerle daño a la pobre chiquilla.
– Perdón – fue lo único que pudo decir.
– De alguna forma sabía que dirías eso, pero… no hace daño preguntar, sabes – la negativa de
Leon le dolió bastante, pero no se lo dejaría saber – dime, ¿quién era la mujer de rojo?
– ¿Por qué preguntas? – bueno, tal parecía que no era posible tener vida privada. ¿Cuándo la
había visto?
– ¡Oh vamos, dime! – intentó sonar alegre, para obtener una respuesta. Desde que la vio, su
instinto femenino le indicó que algo ocurría entre ellos dos.
– Ella es como una parte de mí que no puedo dejar ir – era liberador decir eso. Aunque si
Noiholt lo supiera… quién sabe qué pasaría – dejémoslo ahí – agregó, esperando terminar la
incómoda conversación.
Y antes que Ashley pudiera, o siquiera pensara decirle algo más, decidió acelerar la moto. Tal
vez el ruido del propulsor la distraería y así no tendrían que tocar más ese tema.
139
Stacy Adler – Ojos color cielo
Su transmisor sonó, pero no lo sintió. Fue Ashley, que no había dejado de abrazarlo, la que
notó la vibración del aparato en el bolsillo de su chaqueta.
– Leon, tu celular está sonando – le indicó.
– ¿Podrías tomarlo, por favor?
Lo hizo. Pero no era un celular, era un GPS indicando una ruta. Lo observó por un rato, sin
entenderlo. Se rindió.
– No comprendo las instrucciones – y alargó la mano, entregándoselo.
– Veamos… – lo revisó – estamos cerca de esa dirección. Allí nos recogerá el helicóptero que
nos esperaba antes – guardó de nuevo el dispositivo en su chaqueta.
– ¿Estará también la rubia escalofriante? – se estremeció de sólo mencionarla.
– ¿Quién?
– La chica pequeña y rubia que nos miraba cuando estuvimos utilizando la chatarra esa que
nos quitó los parásitos, tenía una cara terrible…
A Leon le hizo mucha gracia esa frase y, sin poder evitarlo, soltó una larga carcajada. Así que
Noiholt daba miedo. Se mordió el labio para no burlarse, pensando en qué pasaría por la
cabeza de la alemana que la hizo tener esa cara cuando los vio juntos. ¿Celosa?, imposible. Tal
vez sólo era su cara de trabajo.
– La agente Maüser es una muy buena persona, Ashley – explicó, cuando pudo parar de reír –
es sólo un poco seria.
– Pues bastante contraste que le hacía la otra agente, ella sí que se veía agradable.
– Reynolds es un chiste. Con ella te llevarás bien.
– ¿Y con Maüser no?
– Es que… – vaciló, buscando las palabras adecuadas – bueno, Maüser tiene algunos
problemas para comunicarse. No esperes que te converse, porque no lo hará. Y si te responde
con más de tres palabras, considérate afortunada.
– Oh – pensó un momento – debe ser difícil para ti hablar con ella.
– Eh… – tenía que evadir la pregunta, no estaba de ánimos para dar explicaciones – mira,
vamos llegando. Es allá.
Un pequeño pedazo de tierra se divisaba en medio del mar. Era, sin embargo, lo
suficientemente grande como para que el helicóptero estuviera sobre ella sin dañar la escasa
naturaleza que había nacido. Leon aceleró para acortar las distancias lo más rápido posible.
Sólo quería salir de allí y terminar la misión.
Llegaron a la orilla de la islita. Leon estacionó la moto de agua y ayudó a Ashley a bajar. Del
helicóptero apagado salieron varias personas. Leon reconoció no sólo a Sam y Noiholt, sino
también a David Ortiz y Xiao-Yang Hong. Otros dos agentes y el piloto se acercaron a él, pero
no los recordaba. Los saludó a todos y les agradeció por su participación.
– ¡Pensamos que no saldrías con vida de esa isla maldita! – exclamó David, con su habitual
franqueza.
– Eso no es cierto, sabíamos que conseguirías llegar sin mayores inconvenientes – lo
interrumpió Sam, propinándole un disimulado codazo en la costilla.
– No había zombies aquí, ¿está Umbrella involucrado? – preguntó Xiao-Yang.
– Es difícil saberlo. Según un informe que leí, el experimento que dio paso a la creación de Las
Plagas se originó hace mucho tiempo. Parece que Umbrella sólo tomó parte de esto cuando…
140
Stacy Adler – Ojos color cielo
Ashley se distrajo de la conversación, que realmente no le interesaba, observando
atentamente a todos los presentes. Era una interesante mezcla de razas la que veía ahí. Se fijó
que, casi escondida, se encontraba la rubia escalofriante. Tragó saliva al verla, sintiéndose
tonta por asustarse de su actitud. De pronto, sus miradas se cruzaron, y le dio la impresión que
la pequeña rubia se encogía de hombros, como si se disculpara.
A lo mejor Leon tiene razón y es buena persona… pero es que su cara da tanto miedo…
Volvió a enfocarse en la presencia del agente Kennedy, se perdió un momento observándolo.
Era tan guapo, imposible pasarlo por alto. Lo miraba de reojo, una y otra vez. Y entonces se
percató que Maüser también lo miraba con adoración. Fue sólo un segundo, luego de eso
volvió a su máscara imperturbable y su actitud de pocos amigos.
¿Le gusta?, ¡pues claro que sí!... joder Leon, sí que eres un playboy después de todo…
Iba a contarle lo que había descubierto cuando estuvieran solos. Pobre chiquilla, ahora le
inspiraba una tremenda lástima a Ashley. Entonces, por eso parecía furiosa cuando los vio
juntos… huy, eso Leon lo iba a saber.
– … y necesito escuchar sus informes al respecto. Ustedes dos primero, por favor.
Ashley volvió a la realidad bruscamente. ¿Cuánto rato había estado divagando?, qué fácil era
perderse cuando empezaban a hablar de informes y Umbrella y tonterías de ese estilo, que no
le importaban. Sólo quería irse a la casa pronto, darse un baño relajante y volver con sus
amigas. ¡Tenía tantas cosas que contarles!, bueno, ¿y si le pedía a su padre que le permitiera
tener a Leon como guardaespaldas un tiempo?, eso sería genial, total trabajaba para el
gobierno y ese era un empleo como cualquier otro…
De pronto, se dio cuenta que se había perdido de nuevo. ¿Y los demás, dónde estaban?, sólo
quedaban 3 y la rubia escalofriante. Procuró prestar atención.
– … entonces le pedí a Mike que te sirviera de refuerzo mientras Emile pilotaba el otro
helicóptero para buscar a las chicas, que habían dado con tu ubicación – decía un joven con
pinta de galán latino.
– Ya veo, buen trabajo David – asintió Leon.
– Noiholt tiene que darte un informe de lo que vimos –dijo la rubia alta – David y yo nos
ocuparemos de Ashley por un rato.
¿Qué?, vio que se acercaban a ella para llevársela. ¿A dónde?
– Ve con ellos. Yo estaré contigo en un rato – dijo Leon, viendo su aprehensión.
– Pero…
No alcanzó a protestar. Dieron un rodeo a la escasa y espesa vegetación que cubría la islita y
llegaron al otro lado del helicóptero. Ashley se esforzó por ver hacia el otro lado, pero era
imposible. Le picaba la curiosidad. Bueno… ya podría averiguar algo. No quería reconocerlo,
pero deseaba sentarse un rato y descansar. Era el momento de hacerlo.
----o---Leon miró de un lado a otro. Efectivamente, estaban solos. Luego fijó los ojos en Noiholt, que
no se había movido un milímetro de su posición, y lo observaba expectante. Entonces, el
agente soltó un largo suspiro y luego abrió los brazos, con expresión traviesa. La respuesta de
Noiholt no se hizo esperar, comprendiendo de inmediato el mensaje. Corrió hacia él y dio un
salto, rodeando su cadera con las piernas para sujetarse. Leon retrocedió por el impulso, pero
la alemana evitó que chocara contra el árbol de atrás alzando una mano y apoyándola en el
tronco.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Se sentía como una enredadera, ansiosa de tocarlo y de asegurarse que estuviera bien. Jadeó,
no de cansancio sino por la adrenalina que se disparaba frenéticamente por sus venas.
– Parece que me has extrañado – murmuró Leon, con voz divertida.
Noiholt no lo dejó continuar, sellando su boca con un beso exigente, que reclamaba posesión
de cada centímetro de su cuerpo masculino. Lo saboreó, lo reclamó como suyo, mordió sus
labios con menor delicadeza de lo acostumbrado y jaló de su cabello, para entrar en él con
mayor profundidad. En ese momento, no le importaba que le costara respirar. Sólo quería
sentirlo suyo.
Pero pronto esa necesidad pasó, dando espacio al resto de sus sentimientos. Ahora lo besó
con amor, adoración, y el miedo que aún latía en su interior. Sí, estuvo muy asustada por él. De
sólo pensar que no hubiera salido con vida de esa explosión… tembló con el recuerdo de sus
cavilaciones anteriores.
Pero Leon era ajeno a todos esos miedos, absorto en disfrutarla completamente, hasta que
saboreó la sal en los labios alemanes. Abrió los ojos, desconcertado, y vio los de ella anegados
en lágrimas. Se preocupó.
– ¿Estás herida? – inquirió, deslizando un brazo por debajo de su trasero para sujetarla, y con
el otro palpando cada rincón al que tuvo acceso. Levantó su camiseta y revisó la fina cicatriz
del trasplante de riñón, aparentemente todo estaba en orden. Ella sacudió enérgicamente la
cabeza, negando. Luego, hundió la cara en su cuello. Todo en silencio. – Háblame, Noiholt –
insistió con suavidad.
– Ich war so erschrocken… – murmuró, sin despegarse.
Noiholt solía hablarle en alemán cuando estaba ofuscada, triste, o demasiado sobrepasada
emocionalmente como para traducirle sus ideas al inglés, de esa forma supo más o menos por
dónde iba el asunto. ¿Qué era lo que más le había afectado?, porque de todas las misiones que
habían compartido, nunca se había mostrado tan destruida. Sólo hace años, cuando se
topaban con Ada…
¿Sería Ada la respuesta?, pero era absurdo. Ellas no se habían encontrado, bueno, que él
supiera. ¿Se había perdido de algo?
Sintió que Noiholt soltaba lentamente su cadera, bajándose de él. La ayudó para que no se
hiriera la piel con las hebillas de su chaqueta y la vio rebuscar algo en los bolsillos de sus
vaqueros, mientras soltaba una retahíla interminable de insultos en alemán. Leon ahogó una
carcajada. Si lo que buscaba era un pañuelo, él tenía uno más a mano. Lo tomó y lo alargó
hacia ella.
– Sobrevivió a las olas – comentó, con gesto gracioso.
Pero Noiholt lo rechazó delicadamente, abrumada de nuevo con la tristeza que sentía. Dio
vuelta la cara y sacudió sus renovadas lágrimas, que cayeron escandalosamente por el suelo.
– Bueno, ahora sí que me tienes intrigado – ladeó la cabeza y se cruzó de brazos – tú no eres
una chica de llantos melodramáticos. Estoy aquí, y estoy vivo. ¿No preferirías que estos
minutos los invirtiéramos en…?
No alcanzó a terminar la idea, pues Noiholt volvía a lanzarse obsesivamente sobre él,
recorriéndolo con sus pequeñas manos por toda la espalda, el pecho, los glúteos, las piernas,
para constatar que estaba tan vivo como ella y que no se había vuelto loca de preocupación.
– ¡Hey, tranquila nena! – Sonrió – me vas a gastar antes que yo pueda disfrutarte a ti.
142
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Herr Kennedy – suspiró ella, abrazándolo fuertemente de la cintura y viéndolo fijamente con
sus grandes ojos color cielo – casi pierdo el seso por tu culpa. Pasé las últimas 24 horas
corriendo tras tu huella, mientras aparecías y desaparecías como si fueras un maldito
ectoplasma. Esta vez me has hecho sufrir bastante… – se paró de puntillas y extendió los
brazos hacia su cuello, alcanzándolo apenas gracias a su corta estatura – te amo y te he
extrañado un infierno. Abrázame, por favor.
Apenas había terminado la frase, y Leon ya cumplía su petición. La rodeó con fuerza y la alzó,
besándola al mismo tiempo que ella se colgaba de él, permitiéndole recorrerla con todo el
deseo que guardaba desde que había partido de EEUU. Noiholt volvió a rodearle la cadera con
las piernas, acariciando su boca con los labios y prodigando sugerentes lametones a su cuello y
sus orejas, algo saladas por el agua de mar. Leon retrocedió un poco y una piedra se le
atravesó en el pie, haciendo que cayera de culo al pasto. Noiholt aprovechó y, sentada sobre
él, levantó su camiseta y pasó sus manos por todo el torso, sintiendo cómo Leon iba ya
reaccionando a su contacto. Él se alzó hasta quedar medio sentado, apoyando el peso en un
brazo y con el otro, acariciando a su chica por la espalda.
– ¿Quieres hacerlo aquí, en una islita de dios sabe dónde? –sugirió, con ronca voz sexy.
– No me importaría, con tal de sentirte dentro de mí – respondió con un suspiro – pero
supongo que a los demás les parecería mal. Y a la chica Graham le daría una úlcera.
– A Sam y David les encantaría. Incluso podrían querer unirse.
– Esos dos son idiotas de primera. No te compartiré con nadie – dijo con marcada fiereza.
– Ni yo a ti.
– Bien.
Noiholt se apartó, para no provocar más la situación. Si no tuvieran compañía, no habría
dudado un segundo en hacer el amor con Leon aunque fuera en la mitad de la nada. Lo mejor
era marcar alguna distancia o si no, todo su esfuerzo se iría al traste. Se levantó y sacudió la
ropa, con un brillo demencial en sus ojos. Malditas hormonas que no la dejaban pensar con
claridad. Leon la imitó y se puso a su lado, metiendo la mano por su cuello hacia dentro de la
camiseta. Sacó la cadena que ella usaba hace años y la miró un momento. La argolla y el
candado entrelazados, el símbolo de su unión, la forma en que ella se aferraba a él como si
fuera un náufrago a la tabla. Noiholt pilló su sonrisa y apoyó la cara en su pecho, satisfecha del
contacto físico que compartían luego de extrañarse por días.
Luego, la alemana se apartó un poco, renuente a quebrar el momento, pero obligada por una
razón.
– Leon… necesito ir allá un momento – señaló el bosque – vuelvo en cinco minutos.
– ¿Por qué estás tan tímida para decirme eso? – se burló.
– Porque ésta no es tu casa, ¡es el bosque! – exclamó, comenzando a avergonzarse.
– Bueno, no te tardes – tenía muchas ganas de reír – ¿quieres que llame a Sam para que te
acompañe?
– A esa mujer le encanta hacerme bromas mientras estoy en eso. ¡No te burles, Leon!, mejor
esta vez iré tranquila. – Se giró para verlo, dándose cuenta que se estaba entreteniendo
mucho con la situación – tú, playboy del infierno, ¡ni pienses en seguirme! – caminó hacia el
otro lado, perdiéndose entre la hierba y las plantas.
– No se me ocurriría – comentó, aún divertido.
Leon terminó de reír cuando Ashley apareció unos metros más allá, llamándolo y buscándolo.
¿Qué pasaba?
– ¡Estoy aquí! – alzó una mano para que lo viera.
143
Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Estás solo? – preguntó la chiquilla, mirando a su alrededor – ¿y la agente Maüser?
– Eh… por ahí, ocupada. ¿Estás bien, Ashley?, ¿necesitas algo?
– ¡No!, sólo me sentía muy aburrida por allá. Hay una pareja muy pesada que no para de
hacerse cariños, creen que no los veo, pero igual sus pies se mueven por detrás del
helicóptero… ¡puaj!, ¡que se consigan una habitación! – y se sacudió, como si le dieran
escalofríos – por suerte el piloto es muy entretenido. Y tiene un acento francés que me
derrite… parece que hace años él y la rubia escalofriante tuvieron alguna cosa, al menos así me
contó. Raro, ¿no?
Ashley levantó la mirada, para ver si sus palabras habían hecho algún eco en Leon. Pero
suspiró resignada cuando notó que él estaba bastante distraído. Decidió ir por otro camino.
– ¿Sabías que la agente Maüser va detrás de ti? – dijo de golpe y porrazo.
– Eh… – definitivamente, él no tenía derecho a privacidad con esa chiquilla observándolo todo.
¿Qué le decía? – puede que me haya dado cuenta de algo…
Pero sus ojos tenían un brillo travieso que Ashley no pasó por alto. Se llevó las manos a la boca
y ahogó un chillido, comprendiendo.
– ¡Tú… y ella! – exclamó, mientras Leon alzaba las cejas y se encogía de hombros – ¿por qué no
sólo me lo dijiste?, ¡tienes una chica!
– No deberías sorprenderte tanto, o dañarás mi ego –se mofó.
– Pero bueno, ¿qué pinta entonces la mujer de rojo?, ¡yo había asumido que ustedes tenían
algo!
– Es… es complicado – el interrogatorio estaba empezando a incomodarlo.
– Pero tú dijiste que ella es como una parte de ti que no puedes dejar ir… ¿no?, ¿qué significa
eso entonces, si tienes una chica?
Leon estaba a punto de responder alguna cosa, cuando apareció Noiholt. Ashley se dio vuelta y
la vio con su postura glacial, se estremeció. La rubia escalofriante era pareja de Leon, y ella
había metido las patas al preguntar sobre una frase que podría traerles problemas. Abrió la
boca para excusarse por lo que había dicho, pero la mirada de hielo que recibió de esos ojos
celestes la hizo arrepentirse de cualquier intención. Retrocedió instintivamente pero no pudo
alejarse demasiado, viendo cómo Leon emplazaba a Noiholt con la mirada a hablarle. Pero ella
sólo pasó de largo, viéndole con desazón. Mierda… era peor de lo que imaginaba.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 27
Ashley continuaba mirando de un lado a otro, sin comprender cómo tenía tan grande la bocota
y cómo se las había arreglado para meter las patas tan a fondo y sin ser consciente de aquello.
Quería detener a Noiholt, o disculparse con Leon, o con ambos, pero los pies estaban
atornillados al suelo y no pudo hacer nada más que golpearse mentalmente.
Leon dio un largo suspiro y se pasó una mano por la nuca, caminando en lentos círculos por el
perímetro. Ashley tragó saliva.
– Perdóname – musitó, avergonzada de su torpeza – no tenía idea que ella escucharía. ¿Estoy
en problemas?
– No conmigo, sé que no tuviste mala intención. – Luego de pensar un momento, sonrió
torcido – Noiholt debe querer romperte el cuello – la mirada de Ashley se tiñó de pánico –
momento, lo más probable es que me toque a mí primero. No te asustes.
– ¡Leon…! – exclamó, imaginándose ahorcada por la pequeña rubia.
– Hablaré con ella, por favor no te preocupes. ¿Volvemos con los demás? –hizo un gesto para
que la chica lo acompañara. Y se detuvo de golpe, al recordar unas palabras que no había
tomado en cuenta – ¿me dijiste que hablaste con el piloto y que te contó que él y Noiholt
habían tenido algo hace tiempo?
– Ah… – ¿era buen momento para contarle eso a Leon?, no quería empeorar las cosas. Pero
tampoco quería mentirle – sí, es que…
«Ashley se encontraba muy aburrida, tratando de eludir a Sam y David, que no paraban de
tocarse por los rincones. Estaba sentada en una piedra y descansaba los brazos en las rodillas,
cuando notó que alguien se acomodaba a su lado. Giró la cabeza y vio al que llamaron “el
piloto”. Hombre de unos 30 años, alto, cabello castaño oscuro y corto al estilo militar, cuerpo
entrenado, un poco de barba y un bigote fino recubría su labio superior. Sin contar con un gran
atractivo físico, tenía en cambio una sonrisa que iluminaba su rostro y le daba cierta gracia. Sus
gestos eran lentos y provistos de enorme galantería. Y por lo que le había escuchado hablar,
era francés.
– Mucho gusto, cheriè – desplegó el joven sus dientes perfectos – Emile Lasserre.
– Ashley Graham, pero eso tú ya lo sabes – respondió sin sentirse incómoda por su marcada
atención, tan diferente a la que le prodigaba Luis Sera.
– Claro que sí, eres la chica que hemos venido a rescatar – Ashley sintió un cosquilleo en el
estómago, comprendiendo lo que le habían dicho alguna vez sus amigas sobre el acento
francés – pero pareces muy aburrida. ¿Te puedo ayudar en algo?
– No lo creo. Es difícil estar con un grupo de gente que sólo habla entre ellos, yo conozco sólo a
Leon, y ahora está ocupado – suspiró.
– Te comprendo. Yo también conozco sólo a una persona dentro de este grupo. ¿Viste a la rubia
bajita?, la que ahora está con Kennedy, sí, ella y yo nos hemos topado por ahí desde que somos
pequeños.
– Wow – estaba asombrada – ¿siempre ha sido igual de fría?, me da miedo.
– Pues sí, verás, su padre y el mío eran amigos de la milicia. No sé cómo se conocieron, pero el
caso es que nos hemos visto muchas veces en la vida. Y siempre ha sido igual.
– Ya veo…
– Después que murió el Sr. Maüser se puso peor. Cuando era más chica parecía sólo timidez,
pero luego… era sólo apatía. Realmente, no le gusta hablar con nadie. – Emile sonrió con un
recuerdo que llegó de pronto, y Ashley lo miró atentamente – bueno, ella siempre me gustó. Y
alguna vez… algo ocurrió… bueno, mejor no sigo hablando de esto, han pasado años. Cheriè,
ella me mataría si se entera que te he contado.
– Dudo que nos sentemos a conversar alguna vez – lo tranquilizó.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Emile sonrió agradecido, y continuaron la conversación usando temas menos personales e
incómodos. »
– Él no me aclaró nada, Leon.
– Uhm. ¿Volvemos?
Noiholt se encontraba apartada del grupo cuando Ashley y Leon regresaron. En ese momento,
el comunicador de este último sonó. Era Hunnigan.
– ¿Por qué te pusiste los anteojos de nuevo?, yo pensé que mi comentario te había agradado.
– Leon, enfócate… ¡trabajo! – le regañó Ingrid.
– Bueno, bueno… ¿qué ocurre?
– Necesito que le avises a Lasserre que no pueden viajar aún. A medio camino de la siguiente
parada hay tormenta, y parece que no se irá hasta mañana en la mañana. Con esas
condiciones es imposible que lleguen bien a destino.
– De acuerdo, entonces esta noche nos quedaremos aquí.
– En medio de la nada no estarás en peligro.
– ¿Tú quieres ponerme en peligro? – sonrió, con evidente coquetería.
– ¡Leoooooon…! – bufó.
– ¡Ok, ok, no te enfades! – rió.
– Manténganse con vida. Y dale saludos a Noiholt.
– Auch, golpe bajo. Nos vemos, Hunnigan.
Al finalizar la comunicación, Leon se volvió hacia el grupo y transmitió el mensaje de Ingrid.
Todos se encontraban demasiado cansados como para darle vueltas al asunto, y decidieron
verlo como una oportunidad para reponer fuerzas luego de haber salido vivos de ese infierno.
Se organizaron para armar una fogata, calentaron comida enlatada, rieron con las bromas e
imitaciones de los ganados que hizo David, y el ambiente parecía relajarse paulatinamente.
Incluso Noiholt se veía un poco menos incómoda, y en algún momento hasta esbozó una leve
sonrisa luego de escuchar un “¡te voy a matar!” en boca de Sam.
Emile se acercó a ella en cierto momento, y Leon los miró de reojo, atento a cualquier detalle
que le ayudara a entender lo que Ashley le había contado.
Noiholt suspiró, un poco exasperada. Quería estar sola para pensar, pero así era imposible. Y
más encima, venir a encontrarse con Emile Lasserre en este lado del continente le parecía casi
una burla. Se conocían desde niños, más adelante se habían encontrado en Malasia, y él había
demostrado un claro interés por su persona, interés que por supuesto no fue correspondido.
De eso ya habían pasado varios años.
– Cuando nos vimos hace rato no pudimos conversar. ¿Cómo estás, cheriè? – desplegó su
sonrisa perfecta.
– Bien – respondió, ignorando la mirada inquisitiva que Sam le dedicaba a la distancia.
– ¿Cómo está tu madre?, hace muchos años que no la he visto.
– Murió, Emile – la frase sonó plana, desprovista de toda emoción.
– ¿Qué? – Se tapó la boca con una mano – ¡mentira!, ¿cómo pasó?
– Grüneger… un brote de virus… Umbrella… – hablaba con mucha dificultad.
– Cuánto lo siento… – la miró un instante, entrecerrando los ojos – sigues siendo de escasas
palabras ¿no?, algunas cosas no cambian – parecía dolido.
Noiholt se encogió de hombros, sin darle una respuesta. ¡Por favor, déjenme tranquila!, era el
grito descarnado en su interior. Emile pareció comprender su estado de ánimo, porque se
apartó con lentitud, y luego simplemente se fue. La alemana suspiró y fijó la vista en el fuego…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
y deseó quedarse allí mucho tiempo, al menos el suficiente como para entender qué tenía que
hacer para que Leon dejara de pensar en Ada como lo hacía. De reojo, notó que todos se
apartaban y hacían una nueva fogata en el otro extremo, lugar que contaba con mucha hierba
y donde los sacos de dormir harían mejor su trabajo. Sintió que Sam le hablaba algo… no
recordaba qué. Sólo quería pensar…
– Noiholt.
Aunque imaginaba que Leon la iría a buscar, el sonido grave de su voz la sobresaltó. Giró la
cabeza hacia atrás y con la mirada le indicó que se sentara a su lado. Leon caminó hacia ella,
dejándose caer con suavidad. No pudo evitar hacer un contraste entre la actitud triste de su
chica y lo romántico que parecía el crepitar de la madera. Dio una ojeada alrededor, comprobó
que no había nadie y rodeó a Noiholt con un brazo, la atrajo hacia su cuerpo y la apretó,
besándola delicadamente en el cuello.
– ¿Una parte de ti que no puedes dejar ir? –murmuró la chica, con voz quebrada.
– Lamento que escucharas eso – susurró, pegado a su oreja.
– ¿Por qué, Leon? – Aún sonaba dolida – ¿qué lamentas?
– Hacerte daño.
– Pero lo que dijiste es cierto – afirmó, aún cuando deseaba que fuera una pregunta.
– Tú eres mi chica… una cosa no quita la otra, cariño – murmuró, soltándola y enderezando la
postura – quiero preguntarte algo.
– Dime.
– ¿Qué pasó entre tú y Emile? – su mandíbula se endureció – ¿cuándo pensabas decírmelo?
– No sé qué te contaron ni cómo lo supiste, pero debes saber que no tuvimos nada ¿de
acuerdo? – gruñó molesta, ¿qué estaba pasando con él? – nos conocemos hace años, él iba
detrás de mí y ahí se acaba la historia. No es que compartamos un pasado… como tú y Ada, por
ejemplo.
Leon frunció el ceño. Noiholt saboreó su primera pequeña victoria en la conversación, aunque
no esperaba presenciar los celos del agente. Cuando David estaba interesado en ella, Leon se
había quejado. Pero ahora parecía muy molesto… y una parte de ella estaba feliz. No podía
evitarlo, su hombre era posesivo y eso le encantaba.
– Ya sabes cómo me desagradan las mentiras – dijo finalmente.
– No te he mentido, Leon.
– Omitiste información, es lo mismo.
Ambos se miraron fijamente, desafiándose en silencio.
– ¿Qué querías que te dijera?, “hola Leon, estoy tan contenta de verte luego de morirme de
preocupación por ti en esta misión, bueno, ¿ves a ese piloto francés?, pues que me robó un
beso cuando tenía 17 años, mientras sufría mi primera gran borrachera” – rodó la mirada hacia
un lado – es absurdo.
– Todavía le gustas – gruñó.
– ¡Y una mierda! – Exclamó, gesticulando con los brazos – ¿a mí qué me importa eso?
– Me desagrada mucho que pulule cerca de ti.
– ¿En serio? – Sonrió torcido – bienvenido a mi mundo. Así me siento todo el tiempo gracias a
tu Ada y a tu chica Graham.
– ¿Mi…? – Abrió mucho los ojos, boquiabierto – ¿desde cuándo me las adjudiqué?
Noiholt apretó la boca, para evitar ponerse a gritar y despertar a alguien.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Bueno, ¿y por qué metes a Ashley en esto? – añadió luego de una pausa, todavía atónito.
– No te hagas el idiota, Sr. Playboy – entrecerró los ojos – pues mucho que se te pegaba al
cuerpo la chiquilla mientras la rescatabas.
– ¡Porque la estaba rescatando! – clamó en un susurro.
– ¿Sólo por eso?
– Es una broma ¿cierto? – La miró con atención – ¿cómo podrías ponerte celosa de ella?
– ¿Por qué no?, también es una chica.
Leon soltó una risa nerviosa y movió la cabeza de un lado a otro, como si no pudiera creerlo.
Noiholt se sintió avergonzada de sus celos irracionales y, levantando las piernas, las abrazó y
escondió la cara entre ellas. Una cosa era sufrir justificadamente por Ada, y otra era su sobre
reacción con Ashley, sin embargo por más que se esforzara no podía evitarlo.
– Tú le gustas, Leon – musitó entre dientes.
– Pues no es recíproco. Lo lamento por ella.
– Sí, “pobre chica Graham”.
– Noiholt… – suspiró – ¿crees que decidí venir de vacaciones a este lugar para pasearme
desnudo con otra chica en medio de los ganados y los iluminados? – ella le puso los ojos en
blanco – bien, pues esa idea es tan absurda como tus celos.
– ¿Eso significa que olvidarás lo de Emile?
– Supongo, mientras no se te acerque.
– Puedes estar seguro de que no me interesa tenerlo cerca. ¿Harás lo mismo con tu Ashley?
Leon resopló y alzó ambas palmas, excusándose. Estaba a milímetros de perder la paciencia y
no era el momento de aquello.
– Esta conversación no nos lleva a ningún lado. Dime, ¿hace cuánto tiempo estamos juntos? –
inquirió, viéndola de frente.
– Bastante – y enrojeció violentamente por la vergüenza que le causaba su propia actitud.
– ¿Te sientes insegura… es eso? – una idea rondaba por su cabeza. A lo mejor el problema de
Noiholt se debía a lo que había escuchado de su conversación con Ashley. De ser así, también
era en parte su culpa que ella estuviera tan nerviosa – ¿te he hecho sentir que no me importas
como antes?
– No… no sé… me duele pensar que he perdido el tiempo contigo…
– Ven aquí, malcriada – gruñó, mientras atraía a la chica bruscamente hacia sí y le plantaba un
beso duro y exigente. No tuvo ningún cuidado, tomándola de forma primitiva y animal.
– ¡Ah…! – jadeó, sintiendo que los labios le quemaban con cada mordida.
– ¿Te das cuenta de lo que me haces? – Respiraba pesadamente, mientras le hablaba entre
besos – ¿crees que siento esto por alguien más?
Sin esperar su respuesta, se levantó y la arrastró hacia detrás de un árbol, donde la luz de las
llamas no podía alcanzarlos.
Leon pegó el pequeño cuerpo de Noiholt contra el tronco. La miró fijamente, y ella pudo notar
que estaba furioso. ¿Por qué, si era él quien no podía olvidar un antiguo amor?, ¿por qué la
castigaba así?
Finalmente, la chica perdió la batalla de miradas, llenándosele los ojos con lágrimas de
humillación.
– Llevamos más de tres años juntos, y aún sigues pensando en ella – le reclamó.
– Nada de eso. Por favor… ¿realmente crees algo así?, mírame. – Le tomó la barbilla para que
no desviara la vista – mírame, Noiholt.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¡Y qué esperas que piense si escucho que le dijiste a la chica Graham que Ada es una parte
de ti que no puedes dejar ir! – Apretó la mandíbula, para no llorar – ¡es como si estos años
contigo no hubieran valido una mierda para ti!
Leon se encorvó hasta quedar a su altura y volvió a atacarla con besos carentes de cuidado.
Ella no se resistió, devolviéndolos todos con igual fiereza. Sintió que probaba el sabor de su
sangre a través de sus labios agrietados, y no le importó. A un nivel inconsciente disfrutaba de
la agresividad con que Leon la estaba tomando. Como si no tuviera más remedio que besarla,
como si no hubiera nadie más.
El agente se apartó de nuevo, viendo aparecer la sangre en las heridas de la boca de Noiholt.
Las limpió con el pulgar, añadiendo un poco de ternura al momento.
– ¡Por qué no puedo ser la única mujer en tu vida…! – Sollozó, rindiéndose definitivamente a
las lágrimas y dejándolas escapar a borbotones – ¡es muy cruel lo que haces, porque ahora que
estoy enamorada de ti sin remedio todo me duele más!
– No digas eso, yo no quiero herirte – se veía genuinamente arrepentido.
– ¿Y esto es lo que me espera contigo?, ¿estar siempre con miedo a que te encuentres con Ada
y todo comience de nuevo? – Le agarró un brazo, como si quisiera zamarrearlo – ¿qué pasa si
un día te dice que quiere estar contigo, me mandas a la mierda y “si te he visto no me
acuerdo”?, ¿eso es lo que me espera?
– No, no, lo siento, lo siento… – la abrazó con fuerza, viendo que parecía completamente
sobrepasada por sus miedos. Miedos que él había provocado, y de los que necesitaba hacerse
cargo. Le acarició la espalda de arriba abajo y la nuca, haciendo tintinear sus aros. Por suerte el
fuego crepitaba escandalosamente y los demás se encontraban lejos. Esperó a que se calmara
para hablarle con suavidad – sólo quiero estar contigo. No dudes de eso.
– Perdóname – murmuró, sorbiendo la nariz – parece que te he hecho un escándalo. No sé qué
me pasa.
– Creo que es la reacción más humana que has tenido en años – suspiró – esperaba que alguna
vez me hablaras así, no puedes ser tan perfecta.
– ¿Perfecta?, ¿me tomas el pelo? – Jadeó, apartándose y mirando a Leon a través de sus
lágrimas – ¿qué puedo yo tener de perfecta?, ¡lo será Ada!, es femenina, sexy, brillante, puedo
entender la atracción que genera en ti. ¿Y qué tengo yo?, un pasado de mierda, una familia
que me llama “nazi”, y una visita anual al loquero. Perfecta, ¿no? – sonrió torcido.
– No hagas eso, yo también tengo problemas como todos. ¿Cuántas veces desperté en medio
de la noche dando puntapiés al aire soñando que aplastaba cabezas zombies?, ¿alguna vez me
criticaste por ello? – La atrajo de nuevo a su pecho y la apretó, acariciándola al mismo tiempo
– no te menosprecies, eres todo lo que quiero. No lo dudes, aunque yo vaya por ahí diciendo
tonterías.
– Por dios, ¿qué voy a hacer contigo? – Levantó la mirada hacia él – ¿qué más hago?
– Nada. Eres mía.
– ¿Tú eres mío?
– Sí.
Noiholt continuó mirándolo atentamente, no sabía qué decir después de eso. Se pasó las
manos por la cara y miró a todos lados, como buscando la respuesta que no encontraba en
algún árbol, o en el mar un poco más lejano, o en las nubes claras que paseaban por el cielo.
No sabía qué hacer, y Leon no la estaba ayudando. Se mordió el labio inferior sin recordar sus
heridas, y sintió el dolor cuando éstas reaparecieron.
– Ah…
– Fui un poco brusco, perdona – la besó despacio esta vez, borrando de su boca la violencia de
minutos atrás.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Me gustó que fueras brusco.
– ¿Ah, sí? – Sonrió mientras continuaba sus besos – lo tendré en cuenta la próxima vez que
hagamos el amor.
– No me tientes, o lo haremos aquí.
Leon la miró.
– No lo hagas tú.
Sus ojos brillaban con una emoción contenida que Noiholt no veía en mucho tiempo. Cerró los
ojos y pegó el cuerpo al tronco del árbol, buscando apoyo. El agente aprovechó para recorrerla
con sus manos en todos los puntos erógenos que tan bien conocía, raspándole el cuello con la
barba, sabiendo que eso la volvía loca. Bajó una mano y acarició largamente su pelvis, mientras
ahora la besaba más duro que antes.
– Eres la única, no hagas caso a mis estupideces – murmuraba sin descanso, al mismo tiempo
que lamía el lóbulo de su oreja.
– ¿No tengo que preocuparme?
– En absoluto.
Entonces, Noiholt se rindió.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 28
Quien hubiera pasado cerca del árbol escondido del fuego en ese momento, no habría
escuchado nada. Porque entre el crepitar de la fogata, el sonido del follaje y el reventar suave
de las olas en la orilla más próxima, los gemidos enamorados de Noiholt quedaban escondidos
y se confundían incluso con el paisaje.
Habían comenzado discutiendo, besándose en forma brutal, y luego amándose con la
desesperación de no verse en casi una semana. Leon hizo un camino de besos desde el cuello
de su chica hasta el límite del escote. Al mismo tiempo, acariciaba sus senos con devoción,
deslizando las manos por debajo de la ropa y jalando suavemente sus pezones. Luego, siguió
tocando su espalda, su cintura, su estómago, mientras su boca cobraba vida propia y se
adueñaba de los labios alemanes. La saboreó, probándola como el mayor de los manjares, y
de vez en cuando susurraba palabras deliciosas. “Eres la única”, “siénteme”, “eres mía”, eran
algunas de las frases que Leon usaba, y Noiholt respondía con gemidos a cada una. Ella se
aferraba lo mejor que podía al tronco del árbol que los guarecía de miradas indiscretas, pero el
ímpetu del agente hacía que se lastimara las manos gracias a la dura corteza seca. No
importaba. Nada importaba en ese momento, salvo sentirse suya. Estaba tan enamorada, que
en momentos como esos su cabeza quitaba cualquier duda y sólo daba paso a la seguridad del
sentimiento que él le entregaba.
Había cerrado los ojos hace mucho. Oír la respiración entrecortada de Leon le subía la libido a
niveles insospechados, y no se daba cuenta de sus propias reacciones, sólo concentrada en
sentir sus manos grandes en la piel y su aliento cálido en la oreja. Después de cierto rato
entendió que Leon había bajado hasta su entrepierna, proporcionándole placer. Se estremeció
de gusto. Sintió que la succionaba, como si quisiera devorarla y suspiró en voz alta, sabiendo
que su interior respondía al ritmo de las caricias de Leon. Él vio que ella estaba a punto de
correrse y dejó lo que hacía, jalándola y tumbándola de frente. Se colocó encima con cuidado
de no aplastarla, y volvió a atacarla con aquellos besos febriles y desesperados. La chica sintió
su propio sabor a través de Leon, y pensó que tendría un orgasmo en ese mismo instante de lo
erótico que resultaba. Él le mordía los labios con desesperación, posesivo, dejándole en claro
que era de su propiedad y que nadie podría tenerla nunca. Succionó sus pezones y la marcó en
las costillas, recorriendo luego la cicatriz del riñón trasplantado con la lengua. Luego, en su
vientre, trazó una línea con la punta de su dedo, desde el cuello hasta el ombligo, haciéndola
retorcerse de deseo y ansias de tenerlo en su interior.
– Ich liebe dich so sehr – Jadeó – Ich brauche dich, Leon... du bist das Beste was mir in meinem
Leben passiert ist...
Leon sonrió, preguntándose qué le estaba diciendo. Sólo había entendido la primera frase, en
el resto estaba perdido. Pero como probablemente ni ella estaba conciente de sus propias
palabras, procuró aturdirla aún más desplegando sus toques más sensuales. Llegó con los
labios a su cuello, lo lamió con fuerza y cuando comenzaba a desesperarse, acalló sus
incipientes chillidos con más besos duros. Pero ya no podía más: se quitó los pantalones a
patadas y la embistió con fuerza, haciendo que en pocos minutos Noiholt tuviera un orgasmo
devastador, y luego otro, y al tercero alcanzó el cielo con ella, enterrándose hasta lo más
profundo de su interior, dejando su huella en rincones inalcanzables.
Por fin se tumbó de lado, recuperando el ritmo de su respiración. Dio una caricia al rostro de
su chica, que levantó la vista hacia él en ese momento y sonrió.
– Küss mich, herr Kennedy – le ordenó dulcemente, apoyándose en un codo para verlo mejor.
Leon conocía esa frase, y no tardó en cumplir la petición. Cerró los ojos y la besó por enésima
vez, como si el tiempo corriera más a prisa si no lo aprovechaba con ella. Acarició su rostro con
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Stacy Adler – Ojos color cielo
calma y borró las heridas de su boca con las caricias de su lengua. Luego, la hizo recostarse a su
lado y la abrazó con fuerza, pensando que tal vez pasarían días o semanas sin que pudieran
volver a casa y estar juntos de nuevo.
– Añade esto a la colección de lugares extraños donde hemos hecho el amor – dio una rápida
ojeada a su alrededor, recordando con gracia un puerto, la parte de atrás de un restaurante, el
baño de un avión y otros sitios varios.
– … – no le respondió, pero se ruborizó intensamente.
– Entonces, ¿estoy perdonado por andar diciendo tonterías? – dijo, en tono de niño castigado.
– Ja. – Le miró.
– ¿Ja? – Sonrió, divertido – ¿olvidaste el inglés?
– Nein – y escondió la cara.
Pero Leon rió, porque siempre le hacía mucha gracia escucharla hablar en su idioma luego del
sexo.
Pasaron algunos minutos, en los cuales ninguno dijo palabra, sólo concentrados en el ritmo de
sus respiraciones. Pero había algo que aclarar antes de volver a la realidad.
– Noiholt, mírame – la tomó de la barbilla y su rostro ahora era serio. Ella tragó saliva. – Sé que
he cometido errores contigo, pero eres la única con quien quiero estar.
Noiholt asintió, hipnotizada por la fuerza en sus magnéticos ojos azules. Realmente lo decía de
corazón, así que sólo le quedaba creerle. Ella sabía que jamás le haría daño a propósito. Lo de
Ada… podía entender la conexión irrompible que tenían. Pero mientras Leon tuviera claro que
sólo quería estar con ella, Noiholt intentaría controlar sus inseguridades y sus celos.
Y en ese momento… el transmisor de Leon sonó. Soltó una palabrota y rebuscó en sus prendas,
encontrándolo no sin algunos problemas.
– Aquí Leon – contestó de mala gana.
– Hola, guapo – ronroneó una sexy voz al otro lado.
– ¡Ada! – exclamó, sorprendido.
Noiholt frunció el ceño y, sintiéndose vulnerable, comenzó a vestirse sin ganas de escuchar la
conversación. Leon apenas se fijó en ella, y eso la hirió en lo más profundo.
– ¿Estás bien? – preguntó suavemente, pensando que podría tener problemas.
– Por supuesto, no necesitas preocuparte por mí.
– Recuerda cómo te encontré hace horas.
– No pasa nada, Leon. Espero que cuidaras mi moto acuática, es muy especial para mí.
– Claro, escapar nadando no era una buena opción.
– Me parece que te debo una. Estaré en tu siguiente parada. Hay algo que no sabes.
– ¿Debería preocuparme?
– ¿Quién, Leon Kennedy?, de ninguna manera – rió – nos vemos.
Colgó. Odiaba que Ada diera por hecho que aparecería donde le dijera, pero por otro lado no
podía faltar, tal vez era información importante. Se dio vuelta, para notar que Noiholt estaba
de pie unos metros más allá, ¿cuándo se vistió?, decidió hacerlo también. Y mientras se subía
los pantalones, pensaba con rapidez. ¿Qué explicación podría darle?, la había ignorado
después del sexo, la más intensa conexión que compartían en días, y él lo había estropeado.
Acababa de decirle hace 5 minutos que era la única chica con quien quería estar, y lo llamaba
Ada y ya se olvidaba de todo. Movió la cabeza de un lado a otro, enfadado consigo mismo.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Yo no… bueno… – balbuceó, sin saber qué decirle. Suspiró finalmente, derrotado por la
situación. – Lo siento. No me di cuenta.
Leon no estaba convencido de su disculpa, pero tampoco se le ocurría algo mejor. Noiholt
sintió pena por él y sus pobres intentos de compensarla; se acercó de nuevo. Apoyó la mano
en el brazo fuerte del agente y levantó la cabeza.
– Me aterra que te vayas con ella – susurró, exteriorizando su miedo más profundo – me da
pavor pensar que un día Ada dejará lo que sea que hace, porque se aburrió de luchar contra
sus sentimientos por ti, y te pedirá que la sigas y que empiecen una relación juntos. Y tú no
recordarás nada más que tus propios sentimientos por ella, y entonces, ¿qué…?
– No sigas – le ordenó, frunciendo el ceño al mismo tiempo – ¿crees en serio que te
abandonaría de esa forma?
– ¡Pero no sería tu culpa! – Y se mordió el labio inferior, que temblaba evidentemente – no
podría yo pedirte que la ignores, si realmente quieres intentarlo con ella.
– No puede ser – gruñó, desviando la mirada hacia un lado. – Me parece que, contra lo mucho
que odio esta idea, te convendría más estar con un joven como Emile Lasserre que conmigo.
Parece alguien tranquilo y, si lo que vi es correcto, hace mucho que va detrás de ti. Tal vez
deberías considerarlo.
A la pobre alemana se le cayó el mundo desde el pedestal donde lo tenía.
– Oh… – la agitación se apoderó de su pecho. Se llevó una mano hacia el corazón, mostrando
lo mucho que le dolía. – ¿Estás… terminando conmigo…? – jadeó.
– No… no lo sé… – se veía genuinamente confundido – no quiero dañarte, pero parece que lo
hago constantemente. Lo siento. – Volvió a revolverse el cabello – aunque… ¿sabes?, tal vez lo
mejor sería que no estuvieras conmigo y te enamoraras de un muchacho que no te hiriera
cada vez que se encontrara con un antiguo amor. No quiero continuar siendo egoísta contigo,
no quiero condenarte a una vida de miedos y desconfianzas por mi culpa. Perdóname, pero
nunca lograré estar lejos de Ada, por mucho que sólo desee tenerte a ti. Ella siempre estará
presente en mi vida. Lo siento. Lo que le dije a Ashley es completamente cierto.
Noiholt sintió como si el suelo que pisaba se partiera a la mitad. Retrocedió un poco, tocando
el tronco con la espalda. Y en ese momento, su rostro se empapó de nuevo. Maldijo en su
interior, ¿qué le estaba pasando que todo le afectaba más que antes?, y antes de terminar la
pregunta en su mente, sabía la respuesta: los años junto a Leon habían afianzado más que
nunca su amor por él. Obviamente, cualquier cosa dolía el triple. Se llevó una mano a la boca,
para contener los sollozos.
– Por dios, ya te hice llorar de nuevo – murmuró Leon, visiblemente desesperado – la chica que
aguantó una paliza de Albert Wesker es un mar de lágrimas por mi culpa. Soy un desastre.
A pesar de sus esfuerzos, se le escapó un sollozo cuando escuchó esas palabras.
– Te estoy haciendo mucho daño, ¿no? – alargó una mano hacia su rostro, para darle una
caricia, pero ella agachó la cabeza y la giró hacia un lado.
Su chica le había rechazado, y se lo merecía por lo que le había dicho recién. Sin embargo, le
dolió mucho. Y ese dolor lo hizo reaccionar, como si hubiera recibido una descarga eléctrica.
¿Cómo pude hablarle así?, su único error ha sido enamorarse de mí, sabiendo que la sombra de
Ada siempre estará entre nosotros. ¿La he correspondido realmente estos años, como lo
merece?
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Noiholt dio un par de pasos hacia delante, sólo deseando huir. Quitó a Leon de su camino con
un ligero empujón y corrió, pero él la alcanzó y la agarró fuertemente de un brazo,
reteniéndola contra su voluntad. Ella se giró y le dio una bofetada sin ganas. Aunque era la
primera vez que traspasaba esa barrera, se arrepintió al instante. Pero al ver que Leon la
soltaba, corrió en cualquier dirección, dispuesta a perderse, porque sentía que el corazón se le
desgarraba y no sabía cómo reaccionar. ¿Se quedaba con él?, ¿terminaban definitivamente?,
¿qué demonios sentía Leon?, tantas preguntas sin respuesta que danzaban por su cabeza la
mareaban, haciendo que metros más allá, y oculta gracias a la oscuridad de la noche, se
desplomara de rodillas con un dolor agudo en el vientre y los pulmones paralizados,
ahogándola.
Sam, Sam… necesitaba a Sam. La única persona que le iba quedando si Leon ya no quería
volver con ella. Agachada y apoyada en una gran piedra, tomó su celular y escribió un corto
mensaje con manos temblorosas. Al enviarlo, se le resbaló el móvil y trató de calmarse, porque
estaba consciente que si no lo hacía tendría problemas: ella no sabía llorar. Se ahogaba, y el
aire no llegaba bien a sus pulmones. Podía derramar lágrimas de princesa y sollozar en
situaciones tristes, pero una pena como la que estaba pasando ahora no sabía manejarla. La
muerte de su padre, la de su madre, en cada una sintió que no podía respirar… y el sufrimiento
se unía a la desesperación. Evitar el dolor por tantos años tenía malas consecuencias, y ahora
las estaba viviendo.
----o---Leon volvía con siniestra expresión en el rostro al campamento donde, supuestamente, todos
dormían. Su objetivo era descansar y pensar, porque tenía muy claro que dormir le sería
imposible. Estaba cansado, pero más que el agotamiento físico lo que sentía era una bruma
mental, y un dolor extraño que nunca había sentido en el pecho. Luchaba en su interior por no
ir a buscar a Noiholt y disculparse por su estúpida actitud, quería con toda su alma abrazarla y
reconfortarla por tanta palabrería hiriente que le lanzó… pero no podía, debía dejarle su
espacio. Y también, quería él ahora darle una oportunidad de analizar si su relación, a pesar de
los obstáculos, le hacía bien.
Se cuestionaba como nunca lo había hecho. Noiholt había dado lo mejor de sí en esos años por
estar con él, y ahora Leon se rendía fácilmente pensando que le hacía daño estando con ella.
No sabía qué hacer. La amaba tanto como para dejarla ir, y también como para retenerla a su
lado.
El tono oscuro de sus pensamientos lo tenía ensimismado, tanto que no se dio cuenta de la
presencia de Sam hasta que la tuvo casi encima. Levantó la cabeza al oír sus pasos en el pasto,
y ella lo miró como si fuera el causante de una tragedia. Sus ojos verde mar brillaban de furia.
– Te quiero muerto, Kennedy – le soltó bruscamente, dándole un manotón en el hombro –
aquí serás mi jefe, pero apenas termine esta misión vas a tener un par de palabras conmigo. –
Y se fue tan furiosa como llegó.
Leon se quedó con la boca abierta ante tal arrebato de rabia contra su persona, aunque no se
extrañó que Sam supiera algo. ¿Se lo merecía?, sí. Y por un lado, muy a su pesar, estaba
aliviado de que Noiholt no estuviera sola en… quizás dónde se encontraba. Era él quien no
debía acompañarla. Él, quien decía protegerla, la había herido en lo más hondo.
Dio un manotazo al aire y se sentó en el suelo, justo frente a la fogata que, algún rato antes, él
y la alemana compartieron. Ojalá pudiera retroceder el tiempo. Nunca se había sentido tan
confundido.
Lejos de allí, Sam corría siguiendo las pisadas del suelo, y detrás de una roca, por fin halló a su
amiga. Se arrodilló a su lado sin perder tiempo y la abrazó, envolviéndola por completo.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Cariño, cariño… – arrulló, acariciándole el cabello y besándola en la coronilla – ¿qué te hizo
ese playboy malparido?, te juro que lo asesinaré y le enviaré sus pedazos a la zorra oriental…
– No sé qué ha pasado, Sam – jadeó pesadamente, aún sin poder llenar bien sus pulmones –
estábamos bien… hicimos el amor… ¡y ahora me dice que sería mejor si no lo amara!, ¿qué
hago? – la voz se le quebró en la última palabra.
– No entiendo, no tiene sentido, ¿qué pasó, mi vida?
Noiholt le explicó en detalle todo lo ocurrido, hasta el momento en que salió corriendo.
– ¡Idiota… pedazo de imbécil! – Escupió Sam – ¿cómo se atreve a herirte de esa manera?
– Me quiere proteger. Y por eso me ha quebrado, Sam. Me ha roto por completo. Y no sé
cómo reconstruirme. Cuando lo conocí, él evitó que cayera en la locura, que me fuera a un
lugar muy, muy oscuro de mi alma. Fue él, pero ahora, ¿qué hago?
– Necesito que te calmes, así no conseguirás nada. ¡Y ni se te ocurra ir a buscarlo!, si el imbécil
te ama vendrá solito por ti… ¡y no se la des fácil!, se merece esforzarse.
Pero Noiholt se ahogaba de nuevo y Sam volvió a apretarla. Le susurró algunas palabras de
consuelo, y la acunó con cariño. Las horas pasaron demasiado lento para la alemana, que a
cada minuto se sentía más adolorida. Pero cuando salió el sol, ya tenía una determinación
tomada.
Ella y Sam volvieron sigilosamente al campamento. Y lo hicieron tan bien, que nadie se dio
cuenta de sus ausencias.
Leon despertó de golpe. Contra todos sus pronósticos, el cansancio físico lo había vencido, y
cayó en algún momento a un sueño tormentoso y complicado, donde al abrir los ojos se sentía
peor que antes. La cabeza le dolía y en el pecho continuaba esa sensación de desasosiego que
lo inundaba, como un malestar constante. Decidió que, al menos mientras estuviera en misión,
haría a un lado todos sus problemas y sólo se concentraría en llevar a Ashley a su destino. Ya
después podría dejarse caer en cualquier bar de mala muerte y beber hasta perder el sentido.
Llegó donde se encontraban los demás, y buscó a Noiholt con la mirada. Quería, al menos,
disculparse por su estupidez, y la encontró junto a Sam guardando algunas cosas en los
bolsillos de su chaqueta, que antes no llevaba puesta. Abrió la boca para hablarle, pero la
australiana lo fulminó con unos ojos asesinos que darían miedo a cualquiera. Sin embargo,
Noiholt debió darse cuenta de que algo pasaba, pues se dio vuelta y quedó frente a Leon. Su
amiga se apartó muy a su pesar.
– ¿Sí? – preguntó con voz monocorde.
– … – había olvidado el discurso. Algo no estaba nada bien. – Noiholt, yo… perdóname por lo
de anoche.
– No hay problema. Ya pasó. ¿Algo más?
Leon entrecerró los ojos. Y lo comprendió: la que era su chica ya no estaba. En su lugar, se
encontraba una alemana sin vida en los ojos, como si fuera un robot. Igual que cuando la
conoció.
Maldijo en silencio.
– Prométeme algo.
– Lo que tú digas.
– Dime que tu estado automático no durará para siempre. – La observó atentamente,
esperando algún movimiento muscular en su rostro que delatara lo que sentía. Pero no
encontró nada, sólo una mirada vacía y unos hermosos ojos que parecían no tener dueño.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– No puedo prometerte eso. Sabes que yo nunca te miento, y la verdad es que ahora tengo
ganas de desaparecer o morirme. Pero como esas no son opciones para mí, seguiré viviendo y
arrastrando mi trasero alemán hasta que pueda irme a casa. Sé feliz, Leon.
Se dio la vuelta, para no revelar lo mucho que le costaba mantener su fachada. Sabía que
aunque lo intentara no podría olvidarlo, así que por el momento sólo continuaría con su vida lo
mejor posible. Y si él la quería, como había dicho Sam, eventualmente volvería por ella. Y
cuando ese tiempo llegara, podría dejar de evadir su dolor y vivir de nuevo.
Leon, ajeno a todos esos pensamientos, cerró los ojos y decidió dejarla en paz. No volvería a
dañarla de nuevo, ella no lo merecía. Frunció los labios y se fue, apretando los puños en un
gesto sombrío. Ya lejos de ella, sacó su celular y le envió un mensaje a Ada, preguntándole a
qué hora se verían.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 29
El viaje en helicóptero hasta la ciudad más cercana a donde se encontraban fue en un silencio
incómodo y tenso. Todos tenían la vista fija en algún punto del horizonte, nadie decía palabra y
Ashley miraba de un lado a otro sin comprender qué había pasado para que el ambiente
estuviera tan cortante. Imaginaba que Leon tendría esa cara de funeral si Noiholt lo reprendió
por lo que había escuchado, pero sin embargo la rubia escalofriante parecía un muñeco de
cera, y todo el miedo que le daba verla se había esfumado. No tenía vida en el semblante. Pero
la que sí enviaba descargas eléctricas con la mirada era Sam, la rubia alta. Parecía mirar con
odio e ignoraba deliberadamente los codazos de David, el galán latino. Y qué decir de Emile, el
piloto francés, que no prestaba atención a nada y conducía el vehículo volador ignorando la
tensión. De vez en cuando se le oía silbar, y Ashley se estremecía porque parecía una película
de terror. Ser capturada por los iluminados no era ni la mitad de horroroso que esto.
El momento en que el helicóptero aterrizó fue un alivio tremendo para todos.
Leon no despegaba el celular de su oreja, coordinando intercambios de información con otros
agentes asignados en las zonas aledañas a Navarra, tanto compañeros del gobierno como de
otras áreas. Estaba al tanto de la creación de una nueva organización anti Umbrella, la B.S.A.A.
en la cual Chris Redfield había entrado, y que ya funcionaba hace tiempo investigando todas
las posibles fachadas que podría adoptar en el mundo, ahora que la marca del paraguas ya no
podía existir con ese nombre. Ésta vez, habían caído para siempre. O al menos, eso parecía.
Leon escuchó el sonido de un mensaje de texto entrando a su equipo. Vio que era de Ada y su
semblante cambió. Estaba contrariado porque sentía como si estuviera traicionando a Noiholt
para juntarse con la morena, pero cuando esos pensamientos invadían su cabeza trataba de
alejarlos con rapidez: él había puesto stop a la relación. Y lo hizo no por falta de amor, sino
porque sentía que la dañaba cada vez que Ada reaparecía en su vida. Le dolía pensar que
Noiholt perdía oportunidades para ser feliz porque él era demasiado egoísta y no la permitía
encontrar alguien más.
Como sigas pensando así, vas a volver con ella y se te irá a la mierda la determinación.
Leon sacudió la cabeza y decidió no cuestionarse más sus decisiones. Ya estaba hecho y punto.
Ahora, a continuar con la vida.
Movió el cuello hacia los lados, se estiró y decidió darles permiso a sus agentes para que
descansaran en el hotel que el gobierno les había reservado hasta que pudieran tomar un
avión. No podían trasladar a la hija del presidente Graham con la gente común, por lo cual
debían esperar que llegara uno enviado desde la Casa Blanca, el cual saldría pronto a
recogerlos. Era un viaje largo y lo más probable es que estuviera al día siguiente.
Una vez comunicó a sus compañeros que tenían el día libre, las caras largas desaparecieron en
su mayoría. Comenzaron inmediatamente los planes a seguir, los lugares a visitar, los bares
donde probar nuevos tragos… hubo casi una algarabía generalizada. Ashley pensaba en pasar
el día con Leon, David en tener sexo desenfrenado con Sam, Emile quería conocer algunos
lugares en compañía… uno a uno, todos pensaban qué hacer. Sólo una persona no varió un
ápice la actitud: obviamente Noiholt no veía la “libertad” con la misma alegría. Sólo miró hacia
algún punto del horizonte y no permitió que su desánimo fuera revelado.
----o---Ada Wong, enfundada en uno de sus trajes rojos favoritos, caminaba tranquila por las calles de
esa pequeña ciudad española con aplomo, como siempre lo hacía. Aún no había recibido
noticias de que Wesker hubiera recibido su “regalo especial” desde la isla de los iluminados,
pero sólo era cosa de tiempo. Ahora sí, el maldito las pagaría todas. El haberla estado usando
desde hace tanto tiempo, el haberla obligado a separarse de Leon… se detuvo de pronto, en
medio de la calle. Ahora que se habría librado de Wesker, ¿sería tiempo de confesar al agente
sus verdaderos sentimientos por él?
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Stacy Adler – Ojos color cielo
No. No era aún el momento. Primero, Leon no estaba solo. Y no le apetecía dañar a Noiholt,
aún cuando no tendría contemplaciones si podía estar con él. Sentía mucha empatía femenina
con ella, y parecía ser una chica muy buena… pero bueno: al amor, como en la guerra.
Y segundo, aún debía encargarse de un problemilla que pensó ya estaba solucionado. Eso era
más complicado de lo que esperaba. Había salido como un hueso muy duro de roer.
Suspiró. Se acomodó el cabello y decidió entrar a la cafetería donde se había citado con Leon,
quien ya la esperaba sentado en una de las mesas del local. Él no lo sabía, pero Ada siempre
supo cómo estaba y lo que hacía, aunque no se hubieran encontrado por varios años. Y cuando
se enteró que lo vería en Navarra, no estaba segura si alegrarse o lamentarse. Odiaba
involucrarlo en sus misiones, ponerlo en peligro, eran las únicas razones que la detenían a
confesarle todo lo que sentía por él. Pero… tal vez ahora…
– Hola, Leon – dijo con una sonrisa, sentándose frente a él.
– Hola, Ada.
– No te ves muy bien – observó – ¿ya hiciste el pedido?
– Estoy cansado. Y aún no. Espero que me traigan la carta, llegué hace muy poco.
– ¿Qué tal tu alemana?
La cara de Leon dejó escapar una señal que Ada no pasó por alto.
– Está bien. – No sonaba convencido.
– Uhm… – entrecerró los ojos, buscando alguna respuesta más convincente. Y como no la
encontró, se echó hacia atrás en la silla y miró hacia todos lados, buscando al camarero. Le
hizo una seña al verlo, y esperó a que le entregara la carta. En un incómodo silencio, apretó los
labios y vio a Leon de reojo, parecía como si se le hubiera ido el alma del cuerpo – ¿qué vas a
pedir?
– Un expreso – respondió simplemente.
– Dos expresos – dijo al camarero, entregándole el menú sin mirarlo. – Leon, no sé qué
problemas tienes, pero debes saber que si no hacemos algo, más adelante tendremos uno
mucho peor.
– ¿De qué hablas?
– Jack Krauser está vivo.
– ¿Cómo? – Frunció el ceño – ¡pero si lo maté!
– Yo también lo maté – sonrió – y sin embargo, ya ves.
– ¿Cómo lo sabes?
– Tengo mis contactos.
– Ada… – pronunció su nombre con marcado reproche.
– Leon… – imitó su tono – negocios son negocios.
El agente bufó, cruzándose de brazos y negando con la cabeza.
– No sé por qué acepto verte, si sé que nunca me contarás nada.
– Muy buen punto – levantó una pierna, acomodándola sobre la otra.
– Y sin embargo, yo soy tan idiota que te preguntaré: ¿qué hiciste con la muestra que me
quitaste?
– La envié a mis superiores.
– ¿Wesker?
Ada iba a contestar alguna cosa, pero el camarero llegó portando los cafés en una bandeja. Los
dejó en la mesita, preguntó si necesitaban algo más, y al recibir una respuesta negativa, se
marchó. Ada y Leon bebieron de inmediato, ella añadiendo un poco de endulzante, él
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Stacy Adler – Ojos color cielo
dejándolo tal como estaba. El silencio entre ellos era cada vez más incómodo, y la morena
comenzaba a preguntarse cuál era el real motivo de tanta tensión.
De pronto, Leon pareció perder los nervios, porque dejó la taza bruscamente y apretó el puño,
como si tuviera algo adentro que quisiera moler.
– Deja de mirarme así.
– ¿Así, cómo? – esbozó una leve sonrisa. Su acompañante estaba peor de lo que parecía.
– Ada, por favor.
– ¿Qué pasa contigo? – ya no le estaba haciendo gracia esa actitud.
– Olvídalo. Nada. Mejor dime qué haremos con respecto a Jack Krauser.
– Bien… – murmuró, algo desconcertada, pero dispuesta a seguir sus cambios de humor – mi
mayor problema es que Wesker lo cree muerto. Él podría delatar varias cosas mías y eso no
me conviene. Así que lo que haré es encargarme de él definitivamente, como pensé que lo
había hecho.
– ¿Delatarte? – Arrugó el ceño – ¿qué hiciste, Ada?
– Protegerte, maldita sea – pensó, pero no estaba dispuesta a dejárselo saber. ¿Para qué lo
haría?, sólo iba a conseguir que se preocupara de más. Ya parecía bastante contrariado. –
Simplemente él no confiaba en mí, creía que lo iba a traicionar.
– Y tenía razón.
– Pues, sí.
Terminaron de beber sin cruzar nuevas palabras. Luego de que Leon pagó, siguió a Ada y
cuando salieron del local, la guió hasta un pequeño callejón que estaba cerca.
– No quiero que te metas en problemas. – La vio fijamente, y ella sintió que sus ojos se
introducían con fuerza en su interior, como si pudiera enterarse así de todos sus secretos.
– No te lo dije para que intentaras hacerte el héroe y protegerme – alzó las cejas, mostrando
su disgusto – lo hice porque sé que irá por ti, y necesitas estar prevenido. Es posible, incluso,
que intente matar a Ashley. Lo que yo haga por mi cuenta para detenerlo es algo en lo que tú
no tienes nada que ver.
– Ada… – volvió a usar ese tono de reproche que ella detestaba.
– No lo digas. Sé que quieres ayudarme, y lo haces si no te me atraviesas en el camino.
Ambos se desafiaron en silencio, sin atreverse a romper la pequeña distancia que separaba sus
cuerpos y que parecía insuficiente, dada la tensión en la que se encontraban. En cualquier
momento alguno sucumbiría a la química ineludible que sentían el uno por el otro. Pero pasó
un minuto, y todo seguía igual. Ada ladeó la cara hacia un lado y rompió el incómodo
momento, se daba cuenta que algo no andaba bien.
– Te dejaré saber cómo van las cosas. Ahora, lo mejor que puedes hacer es llevarte a Ashley y
sacarla de la mira.
– Lo haré. Gracias por preocuparte por mi tranquilidad.
Ada volvió a mirarlo, al escuchar el tono quebradizo en la voz de Leon. Se sentía deseosa de
ayudarlo si tenía problemas, pero aún debía continuar con la fachada un tiempo más. ¿Qué
estaba ocurriendo?
Recordó su reacción cuando le preguntó por Noiholt. Y su instinto hizo el resto. A lo mejor
estaban teniendo problemas.
– Imagino que tu alemana no está contenta de que hayas venido a verme – habló suavemente,
tanteando terreno.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Estoy condenado a dañar cualquier mujer que se enamore de mí – estalló el hombre,
agachando la mirada.
Ada lo miró estupefacta. Pero antes que alcanzara a hacer cualquier comentario, Leon la tomó
por la cintura y la abrazó apretadamente, haciéndola temblar de emoción y sorpresa. Y sus
manos actuaron por instinto, devolviéndole el abrazo. Apoyó la cabeza en su hombro y
disfrutó de ese momento tan grato entre ellos, sintiendo como nunca cuán difícil era
mantenerlo lejos.
– Soy una mierda de persona – balbuceó.
– Lo dudo. Eres uno de los mejores agentes que tiene el gobierno de los EEUU – intentaba
subirle el ánimo.
– Espero que cumplas y te comuniques conmigo cuando vuelva a la Casa Blanca. Si no lo haces,
saldré a buscarte y te azotaré por preocuparme.
– Ni que lo digas, guapo.
Se apartaron. El celular de Leon sonó y Ada le hizo una seña con la mano, yéndose en ese
instante. Caminó sin mirar atrás, desconcertada por lo que había pasado recién. Bueno…
tendría mucho tiempo para pensar en eso. Por el momento, tenía asuntos importantes que
resolver. Vio que la limusina ya la estaba esperando un par de metros más allá, y se subió
rápidamente. Una vez adentro, cerró los ojos y se relajó, a la espera de llegar al aeropuerto y
continuar con su misión.
----o---Leon dejó que el día pasara, sin ganas de volver al hotel. Comió en cualquier lugar, salió a
caminar, y trató de que sus pensamientos se enfocaran en la noticia que Ada le había dado:
Jack Krauser continuaba en algún lugar, vivo y esperando su oportunidad para hacerse
presente. Cada vez que la imagen de Noiholt asaltaba sus pensamientos, los apartaba con
brusquedad sintiéndose la peor persona del universo. Y Ada también se hacía presente, lo cual
lo sumía en un estado incierto de tristeza e ira consigo mismo.
El día continuaba avanzando. La luz del sol comenzaba a perderse; decidió que era tiempo de
volver. Tomó un taxi y llegó al hotel rápidamente. Le habían avisado que el avión llegaría a
primera hora de la mañana siguiente, por lo cual decidió ir a dormir temprano… su primera
noche en una cama decente luego de días en esa aldea maldita.
Cuando entró al hotel, un extraño presentimiento lo obligó a detenerse y desviarse de su
camino hacia los ascensores. Pasaría primero por el bar.
Se detuvo poco antes de llegar a la barra. Unos metros más allá, y tal como imaginaba, se
encontraba Noiholt bebiendo en solitario. Parecía llevar mucho rato ahí, y se preocupó por
ella. Decidió ir y sentarse a su lado, si estaba tan ebria como parecía iba a darse de bruces
contra el suelo en cualquier momento. La conocía a la perfección.
Dio unos pasos hacia delante, y se quedó quieto. Emile se aproximaba desde el otro extremo
del lugar, caminando decidido hacia la alemana. Así que decidió quedarse donde estaba y
observar la situación. Si Noiholt le necesitaba, iría de inmediato a socorrerla.
– Ma petite – dijo Emile, acercándose a ella y tomando asiento.
– Que voulez-vous? – entrecerró los ojos, revelando su desconfianza.
– Je veux savoir comment vas-tu – dijo mirándola atentamente.
– Ça marche – contestó, encogiéndose de hombros.
Leon tragó saliva. ¿Iban a hablar todo el rato en francés?, si ese era el caso mejor dejaba de
escuchar, no estaba entendiendo nada. Pero bueno, ¿cuántos idiomas habla esta chiquilla?
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Vio que Noiholt bebía de su vaso, cuando éste se le resbaló de la mano y se estampó contra el
suelo, rompiéndose en mil pedazos.
– Scheiße! – Chilló enrabiada, la palabra que Leon conocía tan bien – schwanz, mist,
scheißdreck, shit…!
La larga lista de exabruptos en alemán continuaba sin descanso. Y mientras mascullaba, se
bajó del taburete y se lanzó a recoger los pedazos de vidrio, pero hacer eso mientras se está
ebrio es muy mala idea. Ni Emile ni Leon, que continuaba observando en silencio, alcanzaron a
parar a Noiholt en su intento por arreglar el vaso. Al tomar un trozo se cortó la mano y la
retahíla de palabrotas comenzó de nuevo, mientras por su palma corría alegremente un hilo
interminable de sangre.
Leon dio un paso adelante, decidido a intervenir. Esto había ido demasiado lejos y la alemana
podría hacerse un daño peor. Pero Emile había pensado lo mismo, porque tomó a Noiholt por
la cintura y la apretó hasta casi asfixiarla.
Ah no, maldito francés del infierno, pensó Leon, te voy a matar.
– S'il vous plaît, dites-moi ce qui se passe… – rogó el joven europeo, acariciando la espalda de
la chica con verdadera pasión.
– Laissez-moi tranquille! – exclamó indignada, arrastrando las palabras, golpeándolo con las
manos para que la soltara y salpicando sangre por todos lados. – Vas à la merde, conard!
Pero Emile, lejos de soltarla o marcharse, tomó su cabeza con una mano y la besó con ímpetu.
Una y otra vez, sus labios paseaban por la boca de Noiholt sin miramientos, sin
contemplaciones, mientras ella luchaba contra él, contra su propia borrachera que le impedía
defenderse bien y contra sus pulmones, que no lograban recoger una bocanada decente de
aire gracias al francés, que no se preocupaba si la ahogaba o no. Igual de brusco que la primera
vez que hizo eso. Al final, la pobre Noiholt no supo hacer nada más que darle un rodillazo en
los testículos, tan rápido que Emile no lo vio venir, y eso le dio la oportunidad de apartarse
velozmente hacia un lado. Respiró con dificultad, afirmándose del taburete para no perder el
equilibrio, cuando vio que su acompañante volvía a la carga. Maldita sea, masculló en su
interior, tanteando con una mano el mesón buscando algo con qué defenderse. Encontró una
botella y la sostuvo firmemente, dispuesta a reventársela en la cabeza si volvía a besarla.
– Emile, suéltala – gruñó Leon de repente, instalándose junto a ellos.
– ¿Leon…? – Murmuró, soltando a la chica y levantando las manos, como si se encontrara con
un policía – ¿qué haces aquí?
– Vengo por Noiholt, me la llevo de aquí. – Espetó, apartándola del taburete y sujetándola por
los hombros.
– Vete – dijo ella en español, deshaciéndose del agarre y mirándolo directamente a los ojos.
Sabía que Emile no hablaba nada de ese idioma, pero Leon lo entendía. A veces las telenovelas
de Sam eran más útiles de lo que imaginaba, ahora utilizaría las únicas palabras que conocía. –
Déjame sola.
Él movió la cabeza de un lado a otro, diciéndole con la mirada que no se iría. Noiholt soltó un
bufido exasperado y se pasó ambas manos por la cara. Emile, en tanto, trataba de entender
qué ocurría entre ellos y por qué se miraban de esa forma… y empezó a imaginar un cuadro
que podría calzar.
– ¡Por qué no pueden dejarme trrranquilaaaaaaa! – Gritó de pronto la chica, asustando a los
pocos presentes.
161
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Has bebido demasiado, y Emile tomó ventaja de eso – dirigió una mirada asesina al
interpelado, que enrojeció de vergüenza – iré a dejarte a tu habitación.
– No harás nada de esssso, Leon – lo apuntó con un dedo trémulo – estoy libre, y puedo hacer
lo que quierraaaa.
– Vas a poner en peligro tu integridad si sigues aquí, y partiremos mañana temprano. Te
llevaré ahora a tu habitación, agente Maüser. – Usó su tono autoritario que Noiholt nunca
desobedecía.
Resultó. Ella se encogió visiblemente y dejó la botella que había tomado para defenderse de
Emile a un lado. Lo miró tímidamente, y habló con la mejor voz que tenía en ese momento.
– Emile, dame un momento a solas con Leon. Espérame allá.
– No la esperes –gruñó el agente – después que la deje, tú y yo vamos a conversar, Lasserre.
– Sí, señor – murmuró.
– Attendez-moi là, Emile – dijo Noiholt bruscamente, señalando la puerta del bar – Leon,
puedes ordenarme dejar de beber, pero no quién me lleva a la habitación.
El agente gruñó de forma audible, pero aceptó las condiciones. Ya pensaría en un plan B. Una
vez el joven francés se alejó lo suficiente como para no escuchar, tomó a Noiholt de un brazo y
la sujetó mientras hablaba.
– ¿Qué haces aquí bebiendo sola?
– Iba a venir con Sssaam.
– ¿Y dónde está ella? – enarcó una ceja reprobatoria.
– ¿Se me olvidó avisarle…?
– Brillante. La llamaré ahora para que vaya a dejarte. Lasserre no volverá a tocarte un pelo.
Sacó su celular del bolsillo, pero la chica alzó una mano para impedirle marcar los botones.
– Essstá con David, por favor no la llames, me ha cuidado tanto desde anoche… le prometí que
no haría ninguna tontería…
– Y veo qué bien que has cumplido. A todo esto, ¿cuántos idiomas hablas?
– Sólo los que se usssan en los países donde he estado, pero a nivel básico. No soy polígona,
Leon.
– ¿Poli…? – casi escupió de risa, al ver que había querido decir políglota. ¿Cómo esa chica
lograba sacarle una sonrisa aún en momentos tan difíciles para ellos?
Se arrepintió aún más de su decisión.
– Déjame llevarte – murmuró, en un tono que revelaba una tierna súplica.
– Leon, mírame – le ordenó, jalándolo del cuello de la camisa – no voy a correr a los brazos de
alguien más sólo porque me hayasss dejado. No seas idiota. Ahora, déjame en paz.
Lo soltó, y caminó trastabillando por las mesas, dispuesta a no permitir que su dignidad fuera
pisoteada. Al llegar donde Emile, lo tomó de un brazo porque sabía que en cualquier momento
se iría al suelo, pero se cuidó de advertirle que si intentaba tocarla, le reventaría una botella en
la cabeza aunque estuviera en coma etílico. Ambos salieron rápidamente del lugar.
Leon se quedó mirándolos desde lejos, infinitamente enfurecido y sintiendo el horrible ardor
de los celos quemarle las entrañas. Maldijo en silencio, aún más confundido de lo que estaba
cuando se despertó.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 30
– Jamás pensé que diría esto, pero: Dios bendiga América – murmuró Leon, mientras bajaba
del avión presidencial que los recogió de España.
Tomó la mano de Ashley para ayudarla, y se fijó en la comitiva que venía a recibirlos. Entre
ellos, y escoltado por 6 gorilones, el presidente Graham se abría paso para abrazar a su hija.
– ¡Mi pequeña!
– ¡Papi!
Se abrazaron esquivando los estorbos, creando una maravillosa escena de reencuentro
familiar. El resto de los presentes observó el momento con una sonrisa, y comenzaron a
relajarse lentamente, intuyendo que luego de esto gozarían de unas buenas vacaciones. Sólo
debían terminar algunos informes y hacer papeleo de oficina.
El presidente Graham se acercó a Leon, estrechándole la mano con inmensa gratitud.
– Por favor, permítanme agradecerles a todos los presentes el haber traído viva a mi hija. Les
estaré eternamente agradecido.
– Señor, ha sido un placer trabajar para usted.
Uno a uno, el presidente estrechó las manos de todos los agentes que participaron en la
misión, dedicándoles algunas palabras adicionales que reflejaban toda la emoción del
momento. Ashley sonreía, y desde el fondo Ingrid Hunnigan emergió para, también, darles la
bienvenida a los esforzados agentes.
– ¿No pudiste esperar a que llegara a la oficina?, sí que me has echado de menos – le coqueteó
con gesto travieso.
– ¡Eres imposible! – Sonrió – no cantes victoria, aún hay mucho trabajo por hacer.
Luego de que terminaran los agradecimientos y las palabras de alegría, los agentes fueron
llevados hasta las instalaciones del Servicio Secreto de los EEUU. Como Leon pertenecía a una
división especial, a diferencia del resto de sus compañeros, contaba con una oficina aparte en
vez de compartir cubículo, y tenía ciertos privilegios, como más días de descanso, o mejores
bonos por desempeño. Pero en vez de ir a su oficina a preparar informes y hacer el trabajo
administrativo que odiaba, fue llevado junto con los demás hasta una sala de reuniones, donde
el personal del edificio los esperaba para celebrarlos por volver vivos. Por supuesto, el
agradable momento fue interrumpido para recordar a Mike, uno de los compañeros caídos en
acción. Todos juraron seguir vivos en su honor, e hicieron un brindis con bebidas no
alcohólicas, pues estaban en horario laboral.
De pronto, la gente se abrió paso mientras alguien iba entrando al salón.
– ¡Leon!
Una joven pelirroja de claros orbes azul grisáceo, corrió hacia él y lo abrazó con mucha alegría.
Era Claire Redfield, su mejor y casi única amiga, luego de que al pobre Ark Thompson lo
enviaran lejos a hacer más investigaciones sobre lo que ocurrió en la isla Sheena. Leon, pasada
la sorpresa de verla ahí, devolvió el abrazo con mucho gusto. Se sentía solo y confundido,
pensaba que había cometido un error al dejar a Noiholt, y tener a Ada cerca no ayudaba a
tranquilizarlo. Pero la presencia sanadora de Claire era un bálsamo para sus nervios, y por
primera vez en dos días se sentía menos miserable.
163
Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Me has echado mucho de menos? – preguntó la chica, haciendo un gesto gracioso.
– Como el infierno – respondió, dedicándole una media sonrisa.
Claire rió. Estaba muy contenta de ver que su amigo no había tenido muchas dificultades, pero
una segunda mirada le mostró lo que, a la superficie, parecía escondido.
– ¿Estás bien? – inquirió suavemente.
– Sí… algo. Aquí no puedo decirte.
En realidad, nadie les prestaba atención, podrían haber conversado tranquilamente. Pero Leon
sentía que era un tema muy delicado como para hablarlo a la ligera. Claire se separó de él y le
dio unas buenas palmadas en el hombro, un gesto tranquilizador que sacó al agente una
sonrisa completa.
– Oye… – dijo Sam a Noiholt, las únicas que observaban la escena pocos metros más allá – ¿no
vas a ponerte celosa de la chica pelirroja?, te desconozco.
– Es Claire. Ella piensa en Leon como un hermano, no podría encelarme de algo así.
Sam la miró como si le hubieran salido brazos y piernas adicionales.
– Definitivamente, no sé quién eres – murmuró, sin esconder su sorpresa.
– Por dios, Sam – la fulminó con una rápida mirada – no tendría yo derecho a ponerme celosa
de nadie, te recuerdo que Leon me mandó a paseo.
– Que el idiota tomara esa determinación no cambia tus sentimientos.
– Lo sé. Pero así están las cosas – puso los ojos en blanco – ahora, no sigas con eso.
– ¿Por qué no le diste celos anoche con Emile?, parecía furioso cuando me llamó para pedirte
que te esperara afuera de tu habitación. Dijo que te besó y tú estabas demasiado borracha
como para defenderte.
– Le molí las bolas de un rodillazo, se lo debía desde la primera vez que hizo eso – dijo muy
seria – así que no volverá a tocarme. Pero, sabes que yo no podría besar a otro hombre que no
me gusta sólo por herir a Leon… no podría hacerlo.
– Eso lo sé. Pero no estaría de más que le devolvieras un poco la moneda.
– No, Sam, él no quiere herirme a propósito, sólo lo hace. Por favor, déjalo como está.
– Pero, Noiholt… tal vez sería bueno que se diera cuenta de lo que está perdiendo…
– ¡Himmel, arsch und zwirn! – Masculló en su idioma – ¡cállate ya, mujer!
Sacudió las manos y dio vuelta la cara, con la esperanza que se acabaran los comentarios. Sam
la cuidaba mucho y le estaba muy agradecida, pero de repente tenía momentos donde se
ponía tan pesada que le daban ganas de partirle el cuello. Y la resaca que le hacía sentir el
cráneo como si le zapatearan encima no ayudaba a su paciencia.
Leon y Claire continuaban conversando, cuando escucharon de lejos el siseo desesperado de
Noiholt.
– ¿Cómo va todo con tu linda alemana? – preguntó la pelirroja.
– Eh… – vaciló, desviando la mirada – bueno… estamos en algo como un receso.
– Oh, Leon, ¿es eso lo que te tiene así, entonces?, lo lamento muchísimo.
– Acompáñame.
Leon tomó a Claire de un brazo, y la guió con delicadeza fuera del salón, llevándola finalmente
a su oficina. Cerró la puerta, preparó dos cafés, y tomó asiento frente a ella con aire sombrío.
– La dejé luego de recibir un llamado de Ada – murmuró, con el mentón apoyado en los puños.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Ada de nuevo – rodó los ojos – ¿no crees que estás obsesionado irracionalmente con esa
chica?
– No dejé a Noiholt para estar con ella. La dejé porque cada vez que Ada aparece, me pongo
como idiota y le hago daño.
– Felicidades, Kennedy, es el comentario más acertado que has hecho sobre ti mismo desde
que nos conocemos – le miró con una sonrisa – ¿harás algo para solucionarlo?
– No sé… – suspiró, dando un sorbo su café – quiero darle a Noiholt la oportunidad de
encontrar a alguien que no la hiera cada dos por tres.
– ¿Y no se te ha ocurrido pensar que ésa no es tu decisión?
Leon alzó una ceja con ese comentario.
– ¿Por qué no lo sería?
– Porque ella siempre ha sabido tu situación con Ada, y sin embargo ha decidido aceptarte con
eso y quedarse contigo. Es ella quien debiera decir “no más”.
– Qué sabia eres, Redfield – susurró sin malicia, mientras analizaba las palabras de su amiga.
– Leon, es muy fácil estropear las cosas, y muy difícil arreglarlas – miraba fijamente su tazón –
si realmente la amas, piénsalo. Tal vez cuando quieras estar con ella sea demasiado tarde… no
dejes que eso pase, ¿sí?, al menos haz las cosas bien. Si vas a terminar, que sea con un buen
argumento, así le ahorras más dolores de cabeza.
Leon asentía en silencio, permitiendo que Claire se explayara tranquilamente con sus ideas.
Con cada nueva palabra, le encontraba más razón. Y cuando ella terminó su café, dándole los
últimos regaños, Leon se agarraba la cabeza a dos manos, sintiéndose como la peor persona
del universo y golpeándose mentalmente. Pero aún cuando pensaba que Claire tenía razón, se
negaba a creer que a la larga no le haría un bien a Noiholt con su lejanía. Sí, lo había
estropeado hasta el máximo, pero todo lo hizo con la mejor intención. Se encontraba más
confundido que nunca.
– ¡Cierto!, olvidaba el motivo de mi visita – Claire interrumpía sus pensamientos – necesito que
me ayudes con algunos datos.
– No hay problema. ¿Cómo va la vida en Terra Save?
– Maravilloso, me encanta mi trabajo – sonrió ampliamente, dando cabeceadas hacia delante y
hacia atrás – ayudamos a tantas personas que es nuestra mayor recompensa. Aunque ¿sabes?,
Chris no para de dar la paliza con que debería tener un trabajo menos peligroso – rodó los
ojos, exasperada – ese hombre y su tontería sobre protectora. ¿Qué les pasa a ustedes?
– A mí no me metas en eso – levantó las manos.
– Tú estás haciendo lo mismo ahora con Noiholt.
– No puedo soportar más regaños por hoy – se quejó, suspirando.
– Pobre Leon, indeciso entre dos mujeres – dijo en tono jocoso.
– ¿Sólo vas a burlarte de mí?
– Es broma, ¡no seas tan sensible! – Soltó una risita – deja que te explique lo que necesito.
----o---– Mira Noiholt, Emile te está buscando – dijo Sam a la chica, dándole codazos.
– Me importa una mierda.
Efectivamente, el francés llegó pronto junto a las dos mujeres. Sam le dedicó una mirada de
advertencia, desde la noche anterior en que Leon la había llamado para que esperara a Noiholt
fuera de su habitación, para cuidarla de los excesos de Emile, tenía ganas de decirle unas
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Stacy Adler – Ojos color cielo
cuantas cosas sobre su persona y su actitud irresponsable con la chica. ¿Cómo se le ocurría
aprovecharse de besarla cuando estaba ebria?
Pero Emile la ignoró deliberadamente y, dándole la espalda, intentó que Noiholt le viera a los
ojos.
– Perdóname por el beso que te di ayer – murmuró.
– Última vez, Emile – gruñó, mientras le hacía un gesto con las manos, como si le cortara algo.
– ¿Qué es lo que te molestó más? – ladeó la cabeza – ¿que te besara mientras estabas
borracha igual que hace años, o simplemente que te besara?
– Joder – masculló, con la mandíbula apretada. Emile la estaba obligando a hablar, sabiendo
cuánto lo odiaba – ambas, nunca has respetado que no sienta nada por ti.
– ¿Nada?, auch – hizo un gesto teatral de dolor – ¿ni siquiera porque nos conocemos desde
niños?
– Tu argumento es absurdo.
– Noiholt…
Ella le miró furiosa y volvió a repetir el gesto de cortar algo con las manos. Luego, se volvió
hacia Sam y le pidió que se encargara de que Emile no la siguiera. Se trasladó hasta el otro
extremo del salón y allí continuó picoteando los canapés, con la vista perdida en el horizonte.
De pronto alguien se puso frente a ella, obligándola a levantar la vista. Pensó que podía ser
Emile, pero no. Era Claire.
– ¡Hola! – la saludó alegremente.
– Hola – suspiró aliviada de que fuera ella.
– ¿Cómo lo llevas?
Por supuesto que lo sabe. Enderezó los hombros y contestó con su voz más firme:
– Como puedo.
Pero Claire podía leer a través de cualquier fachada, y así en pocos segundos entendió la
profundidad en el dolor de la alemana. La abrazó de improviso y le dedicó unos cariños en la
cabeza, mientras Noiholt se encontraba estática y sin saber cómo reaccionar. Claire era tan
maternal que no se atrevía a rechazarla, y sus caricias comenzaban a resquebrajar la coraza
que se había construido. Es como tener a mamá de vuelta…
– Yo pienso que todo saldrá bien – dijo la pelirroja, mientras captaba la mirada de Leon unos
metros más allá.
– Hoffentlich… – murmuró, sintiéndose completamente superada por la situación.
El agente alzó una ceja en dirección a Claire, mientras ella le guiñaba un ojo con cariño.
Entonces, Leon levantó las manos, declarándose rendido. Las mujeres tenían formas extrañas
de hacer las cosas, y él no iba a cuestionarlas. Dejó de preocuparse por ellas y decidió
continuar con su trabajo, la mejor manera de que todo volviera a la normalidad era recuperar
el ritmo de su vida, a como diera lugar. Y aclarar su mente tenía mucha relación con eso.
Dudaba de su decisión ahora más que nunca, gracias a la intervención divina de Claire. ¿Qué
hacer?, la pregunta del millón. Por lo pronto, trabajar.
----o---Pero las semanas pasaban, y todo seguía igual. Leon estaba lleno de trabajo, haciendo y
enviando informes a todas partes explicando lo ocurrido en Navarra, describiendo criaturas
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Stacy Adler – Ojos color cielo
nuevas, copiando y enviando los apuntes de Luis Sera, y con lo mucho que odiaba el trabajo
administrativo estaba a punto de pegarse un tiro. Tenía una asistente bastante torpe y que
dejaba caer los documentos con frecuencia; esto provocaba que Leon sufriera de espasmos en
el estómago y dolores de cabeza constantes.
Por otro lado, sus esfuerzos por encontrar pistas del paradero de Jack Krauser hasta el minuto
habían sido infructuosos. Y eso le tenía angustiado, porque Ada no asomaba ni la punta del
pie, y sentirse sumido en la ignorancia era un trago muy amargo.
A todo lo descrito anteriormente, se unía el hecho de no ver a Noiholt desde que volvieron de
España. Sabía que ella evitaba encontrarse con él, y aunque entendía que las cosas debían ser
de esa forma, le dolía en el alma no poder acompañarla. Era absurdo puesto que él había
decidido que las cosas fueran así, y sin embargo ahí estaba, sintiéndose como la mierda y
conteniendo las ganas de buscarla.
El departamento de Noiholt aún tenía su ropa, porque Leon no había querido ir a retirarla. La
misma situación se daba a la inversa, y ver constantemente sus vestidos, su champú, sus
perfumes, le producía una añoranza constante y muy dolorosa. La pasaba mucho peor de lo
que esperaba, pero se mantenía firme en su decisión de no dañarla más.
Sin embargo, hubiera dado cualquier cosa por verla un rato. Estaba a sólo ocho pisos de
distancia, a 1 minuto en ascensor, pero más parecía como si un desierto se extendiera entre
ellos.
Y mientras su mente divagaba perdida, Ada entró sorpresivamente por la ventana de su
pequeño despacho. Leon se levantó rápidamente del asiento, viéndola como si fuera la
primera vez.
– ¡Pero qué problema tienes con las puertas! – exclamó, aún desorientado.
– No hay necesidad de gritar, es más fácil llegar así – le sonrió, mientras tomaba asiento frente
a él y se cruzaba de piernas.
El corto vestido rojo que llevaba no dejaba espacio a la imaginación, y Leon tragó saliva. Desvió
la mirada y también se sentó, tabaleando los dedos por encima de su escritorio, visiblemente
nervioso.
– Casi cuatro semanas, Ada. – Levantó la vista, ahora viéndola fijamente – dijiste que me
contactarías cuando volviera a la Casa Blanca.
– No te dije “apenas volvieras” – se arregló el cabello – además, antes no pude. Estaba
reuniendo información.
– Yo no he podido encontrar nada. Pero al menos ahora sé que estás bien.
– No tienes de qué preocuparte, Leon. Sabes que se me da muy bien cuidarme sola.
Ambos se miraron al mismo tiempo, entendiendo que esa frase abarcaba mucho más que sólo
lo que conversaban.
– ¿Ahora te gusta dejarte barba? – observó la morena, señalando el nuevo look de Leon con el
mentón.
– Es sólo un poco. Parezco mayor e impongo respeto, supongo – se encogió de hombros, con
un gesto divertido.
– Como sigas así vas a parecer un náufrago.
– ¡Qué mentira…! – rodó los ojos.
– No te queda la autocompasión – se burló.
Leon esbozó una sonrisa torcida y se pasó una mano por la barbilla.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– En vista de que sólo has venido a reírte de mí, podrías explicarme el motivo de tu visita. Salvo
que sólo fuera para mostrarme que estás viva.
– Qué malo eres, ¿te parece que no es suficiente?
– … – no supo qué contestar. Suspiró y apoyó la espalda en la silla, frotándose la frente con dos
dedos – gracias por venir, Ada – dijo finalmente.
– Estás muy tenso – observó – ¿quieres un masaje?
Sin esperar respuesta, la mujer se levantó y caminó a paso firme, sentándose en el escritorio y
quedando frente a él.
– Ése es otro tipo de masaje – dijo Leon, enarcando firmemente una ceja.
– ¡No te ilusiones! – Rió – date la vuelta. No me quedaré de pie.
Le hizo caso. Se giró en la silla y al instante sintió las pequeñas manos de Ada pasearse por sus
hombros con asombrosa habilidad. Eran firmes y cuando le apretaban, dolía, pero al instante
ese dolor era reemplazado por una sensación de calidez que le encantaba. Como si sus
músculos desaparecieran y flotaran a la deriva…cerró los ojos y se entregó al delicioso relajo.
Era muy agradable tener un momento para sentirse menos miserable.
Pasaron los minutos con rapidez, y ninguno se daba cuenta. Ambos absortos en sus propios
pensamientos, el silencio era cómodo y tranquilo.
Leon abrió los ojos al mismo tiempo que Ada se bajaba del escritorio. Se levantó de la silla y la
tomó de un brazo, reteniéndola antes que tuviera intenciones de escapar.
– No te desaparezcas – murmuró, viéndola directo a los ojos.
– Sabrás de mí. No te preocupes.
Ada sacó su lanzagrifos y lo enganchó en alguna parte, saliendo por el mismo lugar donde
llegó. Y mientras Leon la veía desvanecerse, la torpe asistente entró con una montaña de
papeles que necesitaban revisión. Él suspiró, viendo cómo se le venían los días firmando y
firmando documentos.
Y tenía razón. Estuvo tres días revisando y aprobando sin parar un sinfín de informes y
archivos, tanto que pensó que se le caería la mano en cualquier momento y no podría moverse
más. Como nunca, deseaba que le asignaran alguna misión y salir corriendo de ese lugar,
respirar un poco de aire fresco e incluso, acabar con algún zombie parecía una buena idea.
¡Cómo estaría de estresado!
El viernes era un día fenomenal. Pasó tan rápido que casi no lo notó, y cerca de las 17.20 Leon
ya podía ir a casa. Esperaba impacientemente la llegada del ascensor, cuando éste se abrió.
Bien, está vacío, pensó el agente con alegría. Entró rápidamente y marcó el segundo
subterráneo, donde tenía su jeep estacionado. Y al cerrarse las puertas, recién se dio cuenta
que no iba solo. Tragó saliva, sintiéndose feliz y nervioso al mismo tiempo.
– Noiholt…
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 31
La pequeña mujer que ocupaba el corazón de Leon se hallaba frente a él, dedicándole una
sonrisa tímida. Sin embargo, al igual que cuando recién se conocieron, el gesto no llegó a sus
ojos. Estaba más delgada: la forma oval de su cara se había atenuado, y la marca de sus
pómulos le indicó que tal vez no se estaba alimentando apropiadamente. Pero se veía
hermosa, como cada vez que la recordaba.
– Hola, Leon – le saludó, con esa forma especial que tenía al pronunciar su nombre.
– Ha pasado un mes… pero se me ha hecho eterno… – murmuró, observándola con tal
atención que Noiholt enrojeció.
– También te he extrañado – desvió la mirada.
– No hagas eso… no me evites – tomó su barbilla, obligándola a verlo.
– Leon…
La chica apoyó las manos en su pecho y dedicándole un gesto de disculpa, lo apartó
suavemente de su lado. Volvió a bajar la cabeza y pidió en silencio que el elevador se llenara
de gente, porque verse obligada a alejarlo le resultaba muy difícil. Retrocedió hasta tocar el
gran espejo que los reflejaba y enrolló los brazos alrededor de su cuerpo, a modo de escudo
para sus sentimientos.
A Leon le dolió mucho el rechazo, aún cuando comprendía que debía ser de esa forma. Apretó
los puños y apoyó la frente en la puerta, más afectado por la situación de lo que se atrevería a
reconocer. “No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”, maldito cliché que resuenas en toda
mi cabeza.
El elevador llegó en ese momento al primer subterráneo, donde Noiholt debía bajarse. Caminó
lentamente hacia la puerta, mientras Leon se interponía en el cierre. Antes de bajar, le dedicó
una mirada que el agente recordaría por mucho tiempo.
– Lamento tener que evitarte. Pero es mejor para mí si no te veo.
Dio una rápida caricia a su brazo, y salió del ascensor con aire destruido. Imposible, así no
podría prescindir de él… y se había esforzado mucho por no ir a verlo. Cada vez que estaba a
punto de sucumbir, intentaba distraerse y hacer cualquier cosa con tal de no subir los ocho
pisos que los separaban y contemplarlo aunque fuera a la distancia. Poco más de un mes
consiguió evitarlo, y casi se le paralizó el corazón ahora que lo vio subir al mismo elevador
donde ella estaba. No esperaba encontrarlo, aún cuando era una posibilidad considerando que
había subido a entregar algunos documentos antes de irse a casa.
Con todos estos pensamientos revoloteando en su cabeza, Noiholt llegó a su auto casi
arrastrándose. Había dejado el ánimo por el camino, y sintiéndose cansada apoyó las manos
en la maleta del vehículo, si quería llegar al departamento en una pieza tendría que calmarse.
Así no podía conducir, menos en las calles de Washington.
Por suerte el estacionamiento estaba casi vacío, así nadie la vería debatiendo en su interior.
Pensaba, pensaba, y no había nada que la hiciera sentir mejor. Todo parecía oscuro y la espera
era una tortura. No sabía si Leon querría volver con ella, o terminarían definitivamente, y la
incertidumbre era una muy mala compañía. Porque vivir esperándolo no era buena idea, y sin
embargo no se sentía capaz de olvidarlo.
– Noiholt.
La aludida pegó un brusco respingo, soltando las llaves de su auto mientras se giraba
rápidamente hacia atrás.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– No soy un zombie, no te asustes – murmuró el agente, agachándose para recogerlas.
– Por dios, no me pidas eso – respiró agitadamente – si te apareces de la nada, como un
fantasma. ¿Qué ocurre?
– Cariño, yo… – se detuvo antes de terminar la frase, mientras aprisionaba la mano en la que
depositaba las llaves. Su rostro reflejaba confusión, ceño fruncido y boca apretada, como si
quisiera decir algo y no pudiera.
Noiholt sintió mucha tristeza de verlo así y quiso hacer algo que lo ayudara, porque en algún
nivel entendía cuál era la pena de Leon. Estaba consciente que su aspecto había desmejorado
bastante debido a lo difícil que le era continuar con su vida normal sin él, y aunque Sam se
encargaba de obligarla a comer cantidades decentes de alimentos todos los días, la presión y el
estrés hacían estragos en su cuerpo.
Se apoyó en la maleta, sentándose con un saltito sin que Leon soltara su mano. Con la otra, lo
tomó por la cintura y lo abrazó aún cuando su subconsciente le advertía que no era buena idea
hacer eso. Ignoró todos los resquemores y las dudas, porque tratar de animar a Leon era más
importante para ella que cualquier problema que tuvieran, incluso si su estado de ánimo se
debía a sus propias decisiones. No importaba nada más que él en ese momento.
Le acarició la espalda en forma conciliadora, sin atreverse a decir nada por miedo a ser
malinterpretada. Leon y ella se encontraban en un delicado equilibrio entre lo que eran, lo que
fueron, lo que podrían ser y lo que no serían jamás. Un gran y complejo dilema existencial.
– Sé que todo es culpa mía – susurró él de pronto, hundiendo la cara en su cuello – pero no
soporto verte así.
Noiholt gimoteó luego de esa frase. Claire le había advertido que Leon se sentía muy culpable
por su actitud, pero que la mantendría porque no tenía intenciones de volver a ser egoísta con
ella, para no herirla de nuevo cuando Ada apareciera, cosa que hacía con alguna frecuencia.
Usó su otro brazo para rodearlo y darle algún consuelo, sintiendo que las llaves le estorbaban
en la mano… consideró la posibilidad de dejarlas caer otra vez.
Pero había algo más: el contacto de su nueva barba en el cuello era tan erótico, que le estaba
costando muchísimo trabajo no jadear de deseo por él. Dejó todo movimiento y se quedó fija
como una estatua, aún cuando por dentro su ser completo vibraba de emoción. Quería besarlo
con todas sus fuerzas, pegar su cuerpo al auto y atacarlo, mostrarle lo mucho que sufría por él
y hacerle pagar enloqueciéndolo de placer, para luego dejarlo empalmado e insatisfecho.
Todas esas ideas danzaban en su mente, pero sabía que eran ridículas y no se sentía capaz de
castigarlo así, haciéndole pagar por su propio deseo frustrado. Para distraerse mordió su labio
inferior, con tanta fuerza que rompió un costado… pero consiguió seguir quieta.
Leon salió de su cuello, pegando ahora su frente a la de ella, respirando pesadamente. Se mojó
los labios en un gesto inconsciente que Noiholt no pasó por alto: hizo lo mismo, también sin
darse cuenta.
– ¿Qué quieres, Leon? – Jadeaba por el esfuerzo que le significaba resistirse a la boca del
agente, pero el tono de su pregunta era de súplica.
– Necesito que vuelvas a ser tú.
– No es tan…
– Lo siento – interrumpió, fijándose en el rastro de sangre que brillaba en la boca de Noiholt.
Lo limpió con el pulgar, con un rostro tan descompuesto que ella estuvo a punto de rendirse. –
Me desespera verte así… sé que es mi culpa, que yo provoqué esto, que tienes que evitarme…
seguramente me odias después de lo imbécil que he sido.
– Pero te amo, Leon – replicó, claramente sorprendida – ¿crees que cambiarían mis
sentimientos por ti en un mes?, ¿o en dos, cuatro, mil?, ¿no te dejé claro cuán profundos son
los años que hemos pasado juntos?
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Pues preferiría que me odiaras si eso significa que dejarás de parecer un robot.
La alemana volvió a morderse los labios, ahora con ira contenida.
– No puedo de otra forma – masculló, controlando las ganas que tenía de ponerse a gritar.
– Eres la sombra de la chica que conocí. Mejor dicho, eres la chica que conocí. Mirada fría,
actitud de “todo me importa una mierda”, no sé… – se apartó y dio unos pasos hacia atrás,
gesticulando con las manos – vale, te he hecho sufrir mucho con mi decisión, pero esta forma
de enfrentar las cosas te va a enfermar.
Noiholt soltó un bufido exasperado y bajó de la maleta, caminando ahora hacia el asiento del
conductor. Leon la siguió en silencio, esperando alguna respuesta.
– No puedo comprenderte – espetó, con ceño fruncido – no sé qué buscas, no sé cómo puedo
ayudarte. Entiendo que te sientes culpable de cómo estoy ahora, pero soy una mujer adulta y
tengo mis propios métodos para llevar los problemas. Si te parece que estoy mal, lo lamento
en el alma. Pero no cambiaré.
– No seas testaruda, me preocupas. Siempre me preocupas. – La tomó de un brazo para evitar
que huyera de la conversación.
– Tú también a mí. Pero así como están las cosas, tendrás que dejarme ser.
– Te vas a enfermar. ¿Me estás castigando por lo idiota que he sido?
Ella pestañeó varias veces, asimilando la información.
– ¿Qué…? – Consiguió decir a duras penas – ¿crees que yo querría causarte dolor a propósito?,
¿me conoces bien? – Su voz sonó un par de octavas más aguda.
– No es eso, es que… bueno… – se encogió de hombros – sinceramente, me lo merezco.
– ¡Maldita sea, Leon! – Explotó, golpeando la ventana de su auto y activando la alarma, que
chilló escandalosamente por todo el estacionamiento. – ¿Qué quieres?, ¿siquiera sabes lo que
quieres?, ¡has puesto nuestra relación en un maldito limbo, y ahora te quejas por la forma en
que llevo la separación! – Y mientras gritaba, apretaba frenéticamente el botón para apagar la
ruidosa sirena que sonaba y rebotaba gracias a la acústica del lugar, haciendo la situación aún
más insostenible – ¡vete a la mierda, joder!
Y como la maldita alarma no daba tregua, Noiholt en su desesperación le dio de patadas a la
puerta del conductor, siendo inmediatamente apresada por los brazos de Leon, quien sabía
muy bien cómo se ponía cuando perdía la paciencia. Pasó un brazo alrededor de su pecho,
mientras el otro acariciaba lentamente su estómago, usando la técnica que siempre le
funcionaba para aplacarla. Esta vez no fue diferente, pues sintió que relajaba un poco el
cuerpo. En ese momento, hundió la cara entre el cuello y la nuca.
– Lo siento, lo siento… – ahora intentaba sosegar su ánimo – todo es culpa mía.
– Sí, todo – repitió, sarcástica – incluyendo que esta mierda no se calle.
La escandalosa alarma continuaba chillando con alegría, mientras el sonido era replicado por
las paredes del lugar, creando un rebote exasperante que pondría nervioso a cualquiera. Leon
tomó las llaves tranquilamente y apretó el botón, apagándola por fin. Las devolvió a su dueña,
que gruñía maldiciones en alemán y echaba fuego por los ojos. Era la primera reacción
humana que Leon veía desde que había puesto pausa a la relación (ebria no contaba para él), y
respiró un poco aliviado. Eso era mejor que nada.
Hundió la nariz en su cabello, era una de aquellas cosas que más extrañaba pues le encantaba
su olor, mientras sus manos cobraban vida propia, deslizándose despacio, abarcando más piel,
171
Stacy Adler – Ojos color cielo
y Noiholt sintió su erección presionándole la parte baja de la espalda; Leon realmente
disfrutaba mucho tocarla. Cerró los ojos y le permitió recorrerla, por segunda vez desoyó la voz
de su interior. Estaba cansada de evitarlo, de averiguar sus horarios para no toparse en
ninguna parte, de saber dónde se estacionaba para no encontrarse, quería que las cosas
volvieran a ser como antes, pero no sabía qué podía hacer para conseguirlo. Las decisiones de
Leon sólo podían ser cambiadas por él.
Ahora las caricias se repartían entre sus pechos y su entrepierna. Esas manos grandes
apartaban la ropa como si no existiera. Una se coló por dentro de su blusa y eludió el
sujetador; sus pechos vibraron de emoción por tanto tiempo sin ser venerados. Leon era el
único que podía despertar así su libido con sólo tocarla unos segundos. La otra mano paseaba
por su vientre, hasta que levantó la faldita y se metió apartando las bragas, llenando su sexo
ansioso de su toque. Noiholt gimió, apoyando una mano en el vehículo porque sentía que le
flaqueaban las fuerzas. Su deseo por él era insostenible, estaba húmeda gracias a sus expertas
caricias y su aliento cálido en el cuello. Quería poseerlo completamente, reclamar dominio
sobre su cuerpo, quería sucumbir y dejar de pelear consigo misma, disfrutarlo como antes,
pero no puedo retroceder el tiempo.
Él continuó sin descanso sus caricias atrevidas, masajeando el clítoris de la chica en la forma
más efectiva que conocía, obligándola a morderse el puño para no chillar de placer. Sin quitar
la mano de su entrepierna, la giró para que quedara ahora de frente, apoyándola en el auto.
Aferró su nuca con la mano libre y se mojó los labios, preparándose para besarla. En ese
momento, Noiholt alzó una mano y la apoyó en su boca.
– No me beses – jadeó.
Leon arqueó las cejas, mostrándose dolido y confundido.
– No me beses – repitió, ahora en tono de súplica – no hasta que decidas qué pasará con
nosotros. Puedo volver a ser tu chica, pero no seré la chica que te follas de vez en cuando.
– Sabes que nunca te he mirado de esa forma – murmuró, molesto.
– Pero ahora estás a punto de degradarme a eso.
Él la soltó de inmediato.
– No era mi intención – se revolvió el cabello, incómodo.
– Lo sé, Leon.
Ambos se miraron a los ojos por un instante, hasta que Noiholt esbozó una sonrisa que no tocó
su rostro, por segunda vez.
– Siempre he sabido que tuviste buenas intenciones al dejarme. Pero me gustaría mostrarte
que estás equivocado, sólo que no sé cómo. Lamento que tengas que verme como un robot,
pero no sé hacerlo de otra manera, tú me conoces. Espero… – vaciló, buscando las palabras
correctas – quiero que estés de nuevo conmigo, no sabes cuánto lo deseo. Pero ahora es tu
decisión. No quiero presionarte… – tragó saliva – sólo dime siempre la verdad, como lo has
hecho hasta ahora.
Leon asintió, abriéndole la puerta del conductor para que entrara. Se despidió con una seña
triste y bajó al segundo subterráneo caminando, mientras la cabeza le daba vueltas con tanta
confusión. Ser un idiota consciente no era nada gracioso.
----o----
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Noiholt condujo hasta el departamento de Sam. Habían acordado juntarse esa tarde a beber y
pasar un buen rato; considerando el encuentro tormentoso con Leon lo mejor era no estar
sola, o no estar en su casa rodeada de las cosas que aún no le devolvía. Pensar no la ayudaba
en nada, porque a la hora de verlo ignoraba deliberadamente su inteligencia y sucumbía a su
amor y su deseo por él. No… sola no era buena idea.
Luego de estacionar, subió al apartamento y tocó el timbre.
– ¿Quién? – preguntó la australiana desde dentro.
– Noiholt.
– ¡Pasa!
Entró, dejando su bolso en el suelo y quitándose los zapatos, era muy agradable hacerlo,
liberaba tensión. Entonces se fijó en su amiga, que yacía tendida en el sillón completamente
desnuda, y viendo TV.
– Por favor, ponte una maldita bata – le gruñó, buscando alguna por los rincones.
– Lo siento, estoy recién duchada – sonrió, con ojos brillantes.
– Oh, no quiero escucharlo – dijo una vez miró bien el rostro de Sam – David está aquí ¿no?
– Sí, lo siento – se encogió de hombros, mordiéndose el labio inferior.
– Parecen animales en celo. Yo, eh… me voy ahora. Nos vemos mañana.
Caminó hacia la entrada, buscando sus zapatos para colocárselos de nuevo. Sam se levantó
rápidamente y corrió para alcanzarla.
– Espera, ¿estás bien? – la tomó por los hombros, para apreciarla mejor.
– ¡Vístete si vas a analizarme!
– Noiholt, tus ojos. Mírame ahora.
La alemana alzó la vista hacia su amiga, quien la vio con atención.
– Te ves perturbada. ¿Y tu máscara perfecta?
– Aún está. Es sólo que me está costando manejar esto.
– ¿Qué te ocurrió? – frunció el ceño.
– Olvídalo… hablamos mañana. No te preocupes por mí.
– Noiholt…
– David te está esperando.
– Las amigas antes que las pollas, querida.
– Te aseguro que no es nada que no pueda esperar – mintió, pues por mucho que necesitara a
su amiga, no la obligaría a dejar a su pareja.
Sam la examinó unos segundos más, luego la abrazó.
– ¡SAMANTHA, PONTE ROPA! – chilló la pobre Noiholt.
– No exageres, es sólo un cuerpo perfecto – rió, porque le encantaba molestarla.
– ¡David, ven a llevártela por favor! – empujarla no estaba resultando.
El joven latino apareció de pronto, con sus partes nobles cubiertas por una toalla. Le sonrió.
– ¡Hola, Maüser!, ¿has decidido por fin hacer un trío con nosotros?
A Noiholt se le desencajó la mandíbula con ese comentario. Sam se echó a reír con todas sus
ganas, mientras David se acercaba a ambas insinuando que se quitaría la toalla.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
¡Es demasiado!, pensó Noiholt, escabulléndose de los brazos de la australiana, que no paraba
de carcajearse.
– ¡Par de enfermos… por qué no se van a la mierda! – gritó, desesperada.
Arrancó llevándose los zapatos en la mano y cerrando la puerta lo más rápido que pudo. Corrió
hasta la escalera de emergencia y se sentó en uno de los peldaños, sujetándose el cuerpo con
ambos brazos. Y aunque intentó contenerse, la risa escapó de su garganta. Una carcajada
catártica, sanadora, liberadora. Sam sí que sabía cómo divertirla. Y su maldito novio le seguía
siempre el juego. Tal vez… tal vez volver a su apartamento no sería tan duro. Se colocó los
zapatos, y bajó hasta el subterráneo dando saltos por los peldaños.
Mientras eso ocurría, David y Sam aún reían de la situación que acababan de crear.
– Pobre Noiholt, ¿viste la cara que puso cuando le preguntaste por el trío?
– Eres tú la mala – murmuró, sujetándola de una nalga y atrayéndola hacia su cuerpo – tus
maneras de animarla dejan bastante que desear.
– Pero resultó, ¿la escuchaste reír?
David soltó un azote al trasero de Sam, quien se mordió el labio y sonrió con mirada traviesa.
– La cocina. Ahora.
–Uuuuyyyy – chilló la mujer – ¿asalto número dos?
– Ese mueble de allá aún no lo probamos.
– Pervertido.
– Sí, pervertido… – miró hacia la habitación – ve a traer las esposas, la venda de seda y el
lubricante. Ah, y el anillo vibrador. Te castigaré por llamarme así.
Sam apretó las piernas y dio un gritito que revelaba emoción e impaciencia. ¡Sexo, sexo!,
exclamaba alegremente su subconsciente. Por un momento, recordó la cara de Noiholt cuando
entró al departamento. Se veía mal… bueno, ella dijo que no era grave y que podrían hablar
mañana. Tenía que confiar. Ahora, a volver con su hombre, que la esperaba con mirada de
fuego y llena de deseo.
– A la encimera, ahora. Siéntate.
Sam lo hizo. Él tomó las esposas y las pasó por una de las protecciones de metal en la
ventanilla cerrada. Aprisionó las muñecas de su chica, la vendó y la besó, premiándola por su
obediencia.
– Abre las piernas. Más. Así… – se pasó la lengua por los labios, saboreando el momento –
arquea la espalda, muéstrame esos hermosos senos. – Sam los irguió, orgullosa – qué belleza,
y son de mi propiedad. – Tomó uno y se lo llevó a la boca, chupando el pezón con avidez,
dando pequeños mordiscos entre medio. Una de sus manos acarició el otro pecho y paseó por
la cintura y las caderas de su chica. La otra mano viajó hasta su entrepierna, acariciándose
mientras continuaba succionando el pezón de Sam. – Suficiente. Dame el lubricante – estiró
una mano para recibirlo – muy bien. ¿Qué tenemos aquí?
Sam entreabrió los labios, revelando su deseo. Separó más las piernas para darle acceso
completo a su cavidad, húmeda y ansiosa. David aplicó un poco de lubricante en sus dedos,
para luego hundir dos de ellos en la mujer, que gimió de placer al sentirse llena. Él la tomó del
cuello y apretó un poco, para luego hacer que ladeara la cabeza y así morderla duramente,
marcándola. Sam ahogó un grito, disfrutando completamente del momento. David soltó su
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Stacy Adler – Ojos color cielo
cuello y se puso frente a ella, mirándola. Tomó el anillo vibrador y lo paseó por su clítoris,
masajeándola por dentro con los dedos lubricados. Cuando ya estaba suficientemente
húmeda, procedió a colocárselo en el miembro erecto. Soltó uno de los lados de las esposas,
para que Sam pudiera bajarse de la encimera. Después, volvió a aprisionarla. Hizo que le diera
la espalda y la obligó a sujetarse del borde, bajando el torso y levantando el culo. Le dio un
azote fuerte y rápido, hundiéndose rápidamente en ella y jalándole el cabello con fiereza.
– Córrete ahora – le ordenó, apretándole las caderas con los dedos, marcándola de nuevo.
Sam gritó, presa de un maravilloso orgasmo que no acababa nunca gracias al anillo vibrador.
Cuando empezaba a relajarse, David aceleró las embestidas y tocó repetidamente el punto
rugoso de su interior que la aceleró de nuevo, obligándola a sujetarse con más fuerza de la
encimera.
– ¡De nuevo, Sam!
Volvió a jalarle el pelo, mientras ella obedecía y se corría bajo su orden. Rápidamente, se quitó
el anillo vibrador y volvió a hundirse en su sexo, derramándose en su interior, encontrando el
alivio que buscaba. Suspiró ruidosamente, enderezando a su chica y quitándole la venda. La
abrazó y la besó en el hombro, pensando en los implementos que utilizaría para el tercer
round.
----o---Leon se encontraba en su habitación sentado frente al escritorio, hecho un completo lío. No
paraba de pensar, analizar, sopesar, su cerebro no le daba tregua, y su corazón tampoco. Era
un manojo de nervios. Y se agarraba la cabeza a dos manos, cuando un correo entró a su
bandeja. Levantó la mirada.
Remitente desconocido… lo abrió.
From: Unknown
Sent: Miércoles, 13 de Septiembre de 2004 18:57
To: Leon S. Kennedy
Subject: (No subject)
Sólo quería avisarte que sé dónde estás, y te haré pagar. No lo olvides. Pero no serás tú, no
señor, tu perra sufrirá las consecuencias.
– ¿Qué coño…? – Exclamó, sacando rápidamente su transmisor – ¿Hunnigan?, ¿estás por ahí?
– Esperó un momento – ¿Hunnigan?
– Aquí.
– Necesito que analices el origen de un email que me acaba de llegar.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 32
Varias semanas después de ese correo misterioso, Leon aún no conseguía información acerca
de éste. Ni de dónde había salido, ni quién lo había enviado. Claramente, tenía sus sospechas:
pensaba que había sido Jack Krauser. Ada le advirtió que estaba vivo aún cuando ambos lo
mataron, y era el único que podría tener intenciones de vengarse. Pero… aún le faltaba saber a
qué perra se refería. Él no conocía a Noiholt, por lo cual debía referirse a Ada. Aunque, ¿y si en
realidad sí hablaba de la alemana?, maldita sea, estaba atado de manos. Porque una andaba
desaparecida, y la otra lo evitaba por ser un idiota con ella. Al menos, pudo encargarle a Sam
que vigilara a Noiholt, con eso tenía un área cubierta. Pero Ada y su tendencia a esfumarse no
le ayudaban en lo más mínimo.
Sin embargo, el tiempo continuaba avanzando y Krauser, o quién quiera que fuera no daba
señales de vida, o de planear algún ataque. Leon siempre estaba atento, en su departamento
por costumbre guardaba armas en lugares estratégicos y ahora había redoblado los cuidados.
Pero nada ocurría.
A la tercera semana de espera, Leon decidió dejar de preocuparse y simplemente, si llegaba,
pues que viniera y punto. Si tenían intenciones de hacerlo pagar, él estaría dispuesto a pelear.
Lo que no soportaba era la incertidumbre de no saber a quién se refería en el email. Y aunque
intentó contactarse con Ada, fue imposible. No le quedaba más remedio que confiar en las
habilidades de la espía, que no eran pocas, se había cuidado sola muchos años… no tenía por
qué volverse loco precisamente ahora.
Así estaba el ánimo de Leon cuando volvió ese miércoles a casa, cansado física y mentalmente.
Entró, arrojó las llaves en alguna parte, se quitó los zapatos y se dejó caer de cara en el sofá.
Estaba estresado por tantas preocupaciones, y resentido por la ausencia de Noiholt. Cada día
le era más y más difícil no tenerla, a diferencia de la primera vez cuando fue ella quien lo dejó
y pudo manejar sus sentimientos de mejor forma, ahora le dolía en el alma la separación.
Muchas veces estuvo a punto de ir a su departamento, darle una disculpa apropiada por su
actitud y pedirle que volvieran a estar juntos. Pero siempre se detenía, y la conversación que
había tenido hace pocas horas le hizo abrir los ojos como nunca imaginó.
« – Si sufres tanto, ¿por qué no vuelves con ella?
Claire siempre era muy directa con él, y por eso la quería tanto. Era uno de los soportes que
aguantaba su dura vida como agente, sin ella tal vez se hubiera vuelto loco hace años.
Esa tarde decidieron juntarse para ir por un café, aprovechando que la pelirroja aún no era
trasladada a otro país para cumplir sus funciones en Terra Save.
– No puedo echarme para atrás en una decisión tan importante sólo porque duele como el
infierno. – Se encogió de hombros y tomó un poco de café.
– Oye – alzó las cejas – deberías agradecer que Noiholt está dispuesta a aceptarte de vuelta en
cualquier momento, sin que tengas que pasar por pruebas extraordinarias. Otra chica te
hubiera regalado un pasaje a la mierda, sin retorno.
– Ya lo sé.
– Leon… – atravesó la corta distancia de la mesa, y tomó una de sus manos – desde que
escapamos con vida de Raccoon City, ¿cuántas oportunidades has tenido de ser feliz? – Le
dedicó una sonrisa suave – los años que pasaste con tu alemana cuentan, ¿no?, compara eso a
las ocasiones que has tenido a Ada. Dime qué ha sido más relevante.
– No puedo comparar.
– Por supuesto que no, a una la vez tarde, mal y nunca. Y la otra ha estado contigo
incondicionalmente por mucho tiempo. – Soltó su mano, apoyando la espalda en la silla – así
que dime, ¿qué ha sido más relevante?
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Leon enmudeció, desviando la mirada. Frunció los labios y las cejas, pensando cómo responder
a esa pregunta tan asertiva. Maldición, Claire siempre da en el clavo.
– Noiholt – dijo, con dientes apretados – desde que la conozco sólo he querido estar con ella.
Pero cuando Ada…
– Ada, Ada, Ada – repitió, exasperada – ¡déjalo ir, Leon!, estás aferrado a un recuerdo de algo
que no sucederá. Si ya no ocurrió, entonces ¿por qué sigues esperándola?
– La quiero.
– Ella a ti también, siempre te protege. Pero ¿eso cambia las cosas entre ustedes? – Hizo una
pausa, luego suspiró – el amor no siempre es suficiente, Leon.
– Hablas como si fueras una experta – se mofó.
– Al menos no la cago como tú.
Leon esbozó una sonrisa torcida con ese comentario.
– Entonces, ya que has reconocido tus sentimientos por Ada, falta la otra parte – apoyó los
codos en la mesa, inclinándose hacia delante – la pregunta del millón, ¿qué sientes por
Noiholt?
– Es difícil…
– ¿Por qué?, fuiste muy simple cuando hablaste de Ada.
– Lo sé… – bajó la cabeza – es… parece que me he enamorado.
– ¡Sí! – Claire levantó las manos y dio un pequeño gritito – es impresionante lo que te ha
tomado entenderlo. ¡Más de tres años…! Sí que eres lento. – Dio un golpe a la mesa – ¡Leon
Scott Kennedy, no te quedes aquí, haz algo!, sabes que ella te ama y te aceptará de inmediato.
– No puedo dañarla de nuevo.
– ¡Qué iluso!, siempre harás cosas que la dañen, aún sin darte cuenta. Es lo lógico en una
relación, en cualquiera, no sólo romántica, pero ¿sabes qué hace la diferencia?, el miedo… no
temas herirla. Porque todo se volverá cicatrices y mientras la ames, éstas no se abrirán.
Piénsalo – guiñó uno de sus ojos azul grisáceo – y me cuentas.
Leon bufó, frotándose la cara con ambas manos. No era tan fácil como Claire decía. A pesar de
que llevaba razón en sus palabras, no estaba del todo convencido de que, en vista de los
hechos, estuviera en buena posición de pedirle a Noiholt volver. En ese momento se dio cuenta
de su miedo más grande: perderla para siempre. Hacer alguna estupidez monumental y que el
daño fuera irreparable.
Claire notó su evidente confusión, y se levantó de la silla. Caminó hacia él, lo obligó a
levantarse también, y le dio uno de esos abrazos que sólo ella podía entregar. Maternal, cálida,
el mejor apoyo para ese momento. Leon sintió que su corazón descansaba un poco luego de
tanta confusión.
– Te quiero mucho – dijo la pelirroja, acariciándole la espalda – no sé qué tontería tienes en la
cabeza, pero mereces ser feliz.
– Gracias.
– ¡Vamos, Kennedy! – Exclamó, apretándolo – anímate, tienes todo para ganar. Sólo falta que
actúes. Confío en ti.
Se separaron, y Claire le dio un golpecito en el hombro, riendo. Leon estaba mucho más
animado que cuando empezaron la conversación, y comenzaba a decidir que tal vez ella tenía
razón. Quizás sí fuera buena idea ir al apartamento de Noiholt y hablarle de sus
sentimientos…»
Leon suspiró, con la cara aún pegada al sofá. No podía creerse aún lo que dijo esa tarde.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Mientras pensaba en eso, un perfume de mujer llegó hasta él. Ada, supo de inmediato. Se
levantó rápidamente del sofá y miró hacia la ventana, efectivamente la morena de ojos
orientales le observaba atentamente desde su posición. Leon se frotó la cara con ambas
manos, mostrándose ligeramente vulnerable, algo que Ada no pasó por alto. Se acercó a él y
sin decir palabra, apoyó una mano en su hombro. En ese momento, Leon la abrazó
inesperadamente.
Necesito superarlo, pensaba, necesito superarte.
Corría una brisa suave desde la ventana abierta. Todo parecía tranquilo alrededor, excepto por
la apasionada escena que se gestaba entre ellos. Leon había tomado el rostro de Ada y la
obligó a subir la mirada, para luego hundirse en su boca con un beso diferente a los anteriores.
No era una despedida, no era un reencuentro, tampoco era un reclamo. Ada lo sintió como si
la probara por primera vez, era totalmente diferente. Y le gustaba que fuera así. Se entregó
completamente a él, respondiendo a su beso animadamente, olvidando el motivo de su visita.
Lo agarró del cabello y jaló de él, para así atraerlo más a su boca. Se introdujo con fuerza,
hundiendo su lengua ansiosa y absorbiéndolo al mismo tiempo, dando rienda suelta a sus
sentimientos contenidos por tanto tiempo. Lo deseaba tanto, que no le importaba nada en ese
momento.
Leon la tomó por la cintura y pegó su cuerpo a una de las paredes, ahora recorriendo sus
formas a través del vestido rojo. Paseó sus manos por esos grandes senos, besó su cuello con
adoración, acarició con calma su vientre y luego hundió una mano en su sexo cálido, buscando
darle placer. Ada gimió, mordiéndole un hombro a modo de respuesta. Sacó la mano, levantó
el vestido y se bajó rápidamente la cremallera, del bolsillo de su camisa tomó un condón, lo
deslizó por su miembro y la atacó, metiéndose impetuosamente en ella, apuñalándola con su
masculinidad hasta hacerla perder el aliento. Bajó la mano nuevamente, masturbándola con
rapidez, extrayendo todo su deseo. Una, dos, tres embestidas, succionó el lóbulo de su oreja,
apretó sus pezones. Cuatro, cinco, seis, estrujó sus glúteos, buscó su entrada rugosa y la
masajeó. Siete, ocho, nueve, Ada gritó de placer, Leon la sujetó del cuello e introdujo un dedo
atrás. Diez, once, doce, movió el anular dentro de ella, activó el detonante de su orgasmo.
Trece, catorce, quince, consiguió que se corriera y la sintió vibrar en su miembro.
Pero algo era diferente.
Y Leon lo notó en ese instante.
Porque el cuerpo que poseía en ese momento era dulce, pero no era el que su corazón pedía a
gritos. No era ese cuerpo el que deseaba para saciar su sed. Claire tenía razón, ¿cómo no lo
había notado antes?, amar a Noiholt no sólo era reconocerlo, era también ocuparse de ello.
Pues claro que era verdad. Le he hecho el amor a Ada, algo con lo que soñé por mucho tiempo,
y sólo puedo pensar en Noiholt. Bueno, Kennedy, ya que estás enamorado hasta la médula,
deberías remediar la tontería que acabas de hacer.
De pronto, salió de Ada y volvió a abrazarla como al principio.
– Perdóname.
– ¿Qué…? – jadeó, aún sintiendo el orgasmo recorrer su cuerpo.
– Lo siento. No puedo hacerlo.
Ada frunció el ceño, confundida por el cambio de actitud. Parece que Leon continuaba con su
recientemente adquirida bipolaridad. Se bajó la falda, sin mostrarle lo ofendida que se sentía.
– ¿Qué te ocurre?
– Lo lamento. Soy un idiota, y sigo cagándola, ahora contigo. No puede ser.
Leon se apartó, quitándose el condón y haciéndole un nudo, lo arrojó a algún lugar, cerró la
cremallera de su pantalón y dio unos pasos a la deriva, agarrándose la cabeza a dos manos.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Ada alzó las cejas y esbozó una sonrisa triste, comenzando a comprender el cambio en su
actitud. Entonces, las cosas estaban diferentes.
– Bueno, fuiste tú el que me atacó. Yo sólo venía a entregarte las últimas novedades.
– ¿No has tenido problemas con Krauser, verdad?
– No he sabido de él.
– Recibí un correo electrónico hace como tres semanas amenazándome, creí que lo envió él,
pero no he podido rastrearlo. Estoy atado de manos.
–Pues recién no lo parecías.
– ¿Eh?
Ada acomodó su cabello, para ocultar la frustración que sentía de los ojos de Leon.
– En realidad, yo tampoco tengo novedades. Supuse que te parecería bien saber que sigo viva.
Pero ya no estoy segura.
– ¿Qué?, Ada por favor… – la tomó de un brazo – no digas eso. Sabes, bueno, lo importante
que eres para mí. Pero, ahora…
– Basta, no me lo digas. – Se deshizo del agarre con suavidad – Nos vemos, Leon.
– Ada… – usó ese tono de reproche que ella odiaba.
– También es error mío. Ahora tienes todo claro, ¿no?, pues por fin podrás olvidar lo que
ocurrió en Raccoon City. Felicidades.
Se giró en dirección a la puerta.
– ¿No usarás la ventana? – preguntó el agente, confundido.
– Ahora me apetece salir por la entrada principal, como un ser humano común y corriente.
Cuando la mujer de rojo abandonó su apartamento, Leon caminó hacia el baño. Había tomado
una determinación, ese mismo día iría a ver a Noiholt, y le contaría lo ocurrido. Todo se había
dado vuelta gracias a la conversación con Claire, y ya no estaba dispuesto a pensarlo más.
Había evitado sus sentimientos verdaderos por casi dos meses, pero era momento de hacer las
cosas bien. En ese momento, mientras se secaba, un grito ahogado lo sacó de sus cavilaciones.
----o---– Dos rayas “sí”, una “no”. Dos rayas “sí”, una “no”…
Noiholt se había encerrado en el baño de su departamento, y llevaba horas sin salir.
Gimoteaba desesperada, porque esto no lo vio venir por ninguna parte.
– Tengo que ir a ver a Leon.
Miró lo que tenía en la mano. Dos test de embarazo, dos resultados distintos. Uno decía “sí,
esperas un bebé, prepárate” y el otro “no, respira, relájate”. Estaba tan confundida, que sólo
pensó en llamar a Sam. Pero ésta no le contestó, muy probablemente ocupada con David.
Ahora, Noiholt se sentía sin fuerzas, y se convenció que lo mejor era ver al otro responsable.
Cualquiera fuera el resultado final, necesitaba apoyo, y él se lo podía entregar. Así, por fin
decidió salir del baño. Tomó las pruebas, bajó hasta el subterráneo, los metió a la guantera y
arrancó el vehículo en dirección al departamento de Leon.
Estaba furiosa. No por su posible embarazo, sino por el momento en que ocurría. Pudo ser
antes, pero por dios, ahora sería terrible. Leon podría querer volver con ella sólo por esa
razón… sacudió la cabeza, era muy mala idea pensar esas cosas mientras conducía.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Volvió a llamar a Sam. Aún tenía la esperanza de dar vuelta en el camino y dirigirse a su
apartamento, pero no le contestó. Se quitó el manos libres con un manotón y dio un golpe al
volante. Ni siquiera tenía intenciones de estacionar en el subterráneo del edificio de Leon. Lo
dejó arriba, casi en la entrada, y salió de su vehículo con las piernas trémulas. ¿Y si mejor me
devuelvo?, estoy siendo demasiado impulsiva… no debería estar aquí…
Pero apretó los puños, y cruzó la recepción. Sí, Leon tenía que saber lo que ocurría. ¿O no?, se
detuvo antes de tocar el botón para llamar el ascensor.
Ya está bueno, Noiholt. Vas a subir, vas a cruzar el maldito pasillo, vas a llamar a su puerta y le
contarás lo que ocurre. Nada de lloriqueos, nada de miradas sufridas, vas, haces lo tuyo y
punto.
Ya había llegado al catorceavo piso, y había conseguido cruzar el umbral hacia el pasillo sin
devolverse. Bien, un paso a la vez, un paso a la vez…
Ada.
La vio salir apresuradamente del departamento de Leon, arreglándose el vestido…
acomodándose el cabello… pero el maquillaje aún corrido era imposible de esconder.
Noiholt tragó saliva, deteniéndose a unos metros de ella.
En ese momento, Ada levantó la vista y la vio. Se detuvo, desvió la mirada, volvió a centrarla
en la alemana, luego caminó directamente hacia ella. Se observaron mutuamente por algunos
segundos.
– Hueles a sexo. Así que finalmente, Leon te hizo el amor – espetó la pequeña rubia.
– Yo no lo llamaría de esa forma – replicó, encogiéndose de hombros.
– Hablo en serio, Ada.
– Yo también.
En ese momento, la morena pudo notar que la barbilla de su interlocutora temblaba
visiblemente. Suspiró y desvió la mirada, alejándose unos pasos. No quería un escándalo ahora
que tenía tantas cosas por resolver en su vida. Esperó un rato, y decidió volver a verla. Fue
peor. Porque Noiholt era un mar de lágrimas incontrolables, y ella era la última persona en el
planeta que debía presenciar eso.
– Cuídalo… por favor, Ada… – jadeó – prométemelo…
– ¿Por qué iba a hacer algo como eso?
– Porque… tú también lo amas…
Ada retrocedió, como si hubiera recibido una bofetada. Chasqueó la lengua y miró hacia
atrás… qué tentación, una ventana justo al frente. Podría irse en cualquier instante. No le daba
el ancho de los hombros para resistir más penas que la suya en ese momento. Noiholt le caía
bien muy a su pesar, pero hacía poco acababa de ser rechazada justamente por el hombre que
amaba y no tenía ánimos de más. Ni siquiera tenía ganas de explicarle que Leon pensaba en
ella cuando tomó su cuerpo. Pero…
– Noiholt –alzó una mano, con intenciones de apoyarla en su hombro.
– Sólo cuídalo… ¿sí?
Noiholt apretó frenéticamente el botón de llamada para entrar al ascensor y salir pitando de
allí. ¡Qué ilusa!, realmente había creído que Leon la había dejado porque no quería dañarla,
pero en realidad era para estar con Ada. Su acompañante provisional suspiró, abrió la ventana,
sacó su lanzagrifos y se fue. Así de simple es para Ada, pensó Noiholt, si lo desea, puede huir.
Sin embargo, para ella no era así, porque el maldito ascensor no se dignaba a aparecer.
Enfurecida, chilló golpeando el panel, ahogando el grito al instante pues Leon podría oírla.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
¡Sí!, el elevador por fin había llegado. Entró de inmediato y pulsó el botón para bajar al primer
piso, sintiendo que el pecho le dolía con cada respiración dificultosa. Quería llorar con locura,
pero no podía, se estaba ahogando de nuevo. Maldición.
Y antes que las puertas se cerraran completamente, dos grandes manos que ella bien conocía
se encargaron de abrirlas. Leon entró rápidamente al ascensor, casi aplastándola con aquel
ímpetu. Noiholt echó el cuerpo hacia atrás, con ganas de arrancar por la pared, pero él se lo
impidió tomándola por la cintura y pegándola al fondo del elevador.
– ¡No me toques, maldita sea! – gritó, desesperada.
– Necesito que me escuches – rogó, comprendiendo que ella lo sabía.
– ¡Suéltame…!
Leon retrocedió y, ya que el ascensor había comenzado a bajar, presionó el botón de
emergencia, haciendo que se detuviera entre medio de dos pisos.
– Leon, déjame salir.
– No hasta que me escuches.
– ¿Acabas de tirarte a Ada, y dices eso?, ¡no tienes cara de pedirme nada!
– Ya lo sé – volvió a aprisionarla, encorvando su cuerpo encima de ella para impedirle que se
deslizara por algún rincón – tenía que hacerlo… he podido dejarlo atrás…
– ¡No me vengas con esa mierda!, ¿sabes cuál es el problema?, ¡me mentiste, Kennedy!
– ¿Qué?, ¡no, te estoy diciendo la verdad!
– ¡Me dijiste que me dejabas para no hacerme más daño, no para estar con Ada!, ¿por qué lo
hiciste?, ¡te hubiera dejado ir si me lo explicabas!
– Cálmate, por favor, no me estás escuchando.
Pero Noiholt trató de escapar por debajo de uno de esos brazos musculosos, siendo
inmediatamente detenida y empujada nuevamente hacia atrás. Ella perdió la paciencia y, por
primera vez, lo atacó en serio. No buscaba hacerle daño, sólo quería alcanzar el botón de
emergencia y presionarlo de nuevo, para que el ascensor terminara de bajar. También sabía
perfectamente que no conseguiría nada enfrentándose al mejor agente secreto que el
gobierno estadounidense tenía, pero al menos le podría mostrar lo dolida que estaba. Con los
dos primeros movimientos, Leon respondió rápidamente. Una de sus piernas aprisionó las dos
de Noiholt, mientras atrapaba sus pequeñas muñecas y, girándose, cayó sentado al suelo. Una
vez allí, usó su pierna libre para cruzarla por encima de ella y el otro brazo que no la sujetaba,
la inmovilizó del pecho para que no se moviera. Todo eso no le tomó más de tres segundos.
– Cálmate, Noiholt. Necesito que me escuches, de verdad.
– No… – gimió ella, derrotada – déjame ir a casa, por favor.
– Te lo prometo. Lo haré, pero primero escúchame.
– ¿Por qué me haces esto…?
En ese momento, el elevador comenzó a moverse solo. Lo habían activado desde la recepción,
así que Leon se levantó rápidamente del suelo, cargando a Noiholt, y muy a su pesar la soltó.
Ella corrió hacia la puerta y cuando se abrió, salió dignamente pues no pretendía que todo el
vecindario supiera de sus problemas. Escondió la cara y caminó rápidamente, buscando la
salida casi a tientas. Sentía el estómago revuelto por la decepción y la tristeza, por eso cuando
el aire fresco golpeó su rostro no pudo contenerse y corrió hacia un costado del edificio,
devolviendo el estómago escondida entre un montón de plantas. Allí se quedó un momento,
intentando respirar bien por fin, cuando sintió que Leon la arrancaba de su improvisado
refugio.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Habla conmigo. Es lo único que te pido. Ya sé que no lo merezco, pero tengo que
explicártelo.
–Dijiste que no querías herirme más, y no estás cumpliendo – lo empujó hacia un lado – no
quiero hablar contigo ahora.
El agente suspiró con esa frase: ya era algo, al menos no se cerraba completamente al diálogo.
La dejó caminar hasta su auto, en el cual se apoyó para recuperar el aliento. Parecía que no le
estaba yendo bien en eso.
– Por favor, respira Noiholt. – La sostuvo de los hombros.
– ¡Oh, cierra la boca! – Chilló – conseguiste que dejara de ser un robot. ¿Lo ves?, ¡no soy un
maldito robot! – Levantó los brazos y los agitó en el aire – ¡ahora déjame tranquila!
Pero finalmente su tristeza la venció, haciendo que se le doblaran las piernas y casi se golpeara
la nariz con la carrocería del coche. Leon la sujetó en ese momento, abrazándola fuertemente
para mostrarle que estaba con ella y que sólo pedía que le diera un minuto para explicarle.
– Dejaré que me abofetees todas las veces que quieras, pero escúchame – la rogó, en tono
quejumbroso.
– Yo no puedo hacerte daño intencionadamente, eso es lo que no entiendes, Leon – murmuró
apartándolo, para poder verlo bien. – No puedo con esto, es… tenías razón, tal vez debí
enamorarme de David, o Emile. Lo siento, ya no podemos estar juntos de ninguna forma.
Leon sintió que el corazón le dolía, como si pasaran un cuchillo a través de su pecho y además,
lo dieran vuelta sobre su eje, desangrándolo. ¿Así se sintió Noiholt cuando él le pidió que
pusieran su relación en pausa?
Pestañeó lentamente, ladeando la cabeza. No, aún no se lo creía. La miró con atención, esos
ojos celestes anegados en lágrimas desviaban la mirada, incapaces de sostenerla sin mostrar
debilidad. Sabía que estaba dudando.
– Quiero que Ada te haga muy feliz – dijo Noiholt, de pronto – si ella es lo que buscabas de
verdad, lamento no haberla suplido como querías.
– Espera, yo no…
– Adiós, Leon – le interrumpió.
Se apartó de él con rapidez, subiendo a su auto y encendiéndolo al mismo tiempo. Arrancó de
ahí a toda velocidad, limpiándose las lágrimas como podía, apretando el volante con todas sus
fuerzas y sintiéndose herida de muerte. Leon, maldito mentiroso.
En ese momento, su celular sonó. Se colocó el audífono y atendió: era Sam.
– ¡Por fin me contestas! – Gritó ésta, desde el otro lado – me tenías preocupada, tú nunca me
llamas tanto. ¿Qué te ocurre?
– Sam… –la voz se le quebró en ese instante.
– ¿Estás llorando?, ¿dónde rayos te encuentras?
– Leon se folló a Ada, Sam.
– ¡Noooooooo…! – Se escuchó un golpe seco – ¡David, vístete de inmediato!, ¡vamos a ir a
cortarle las bolas a ese playboy malparido!
– ¡Sam, no!, déjalo tranquilo, por favor no le hagas nada – sollozó, pensando en que el padre
de su posible criatura se quedara eunuco.
– No deberías conducir así, Noiholt, detente y yo iré a buscarte.
– No puedo, necesito escapar… no sé, Sam… qué voy a hacer…
– ¿Dónde estás?
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Llego pronto a mi apartamento.
– Vente al mío. Aquí no tengo nada que te recuerde a ese imbécil.
– Oh, Sam… – lloriqueó, desesperada.
Noiholt pestañeó rápidamente, tratando de despejar su vista. En realidad era muy mala idea
conducir así por las oscuras calles de Washington… Sam tenía razón, no debía ser
irresponsable. Y si estaba embarazada…
Iba llegando a la calle de su apartamento, cuando vio una persona que le cerraba el paso en
medio de la vía. Pegó un frenazo terrible tratando de eludirlo, giró el volante lo más rápido que
pudo y el auto hizo un derrape descontrolado, estampándose finalmente de costado contra un
poste.
----o---Leon se encontraba destrozado frente a su computador. Ese dolor en el pecho no se iba con
nada. Muy bien hecho, Kennedy. Ahora sí que la perdiste para siempre. Envíenme la medalla a
la estupidez, por favor.
De pronto, e igual que hace tres semanas, el sonido de un correo electrónico lo sacó de sus
cavilaciones. Lo abrió.
¿Tiene un archivo adjunto?
From: Unknown
Sent: Miércoles, 05 de Octubre de 2004 22:49
To: Leon S. Kennedy
Subject: (No subject)
Tengo a tu perra. Yo que tú vendría a buscarla sin avisarle a nadie, o le cortaré el cuello.
Bueno, si la quieres de vuelta mutilada, pide ayuda…
Leon pinchó en la foto adjuntada al correo. Mierda… sí, era Jack Krauser. Tal como sospechaba.
Tenía a una mujer atada a una silla, pero por el ángulo apenas se la apreciaba. Llevaba además
una bolsa en la cabeza, mientras el hombre simulaba cortarle el cuello con ese cuchillo tan
bien conocido por Leon, quien saltó de la silla horrorizado y sin poder identificar quién era la
chica que estaba en peligro. ¿Ada, Noiholt?, debía actuar rápido.
183
Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 33
Leon entró a su jeep y partió raudo en dirección al departamento de Noiholt. Quería pensar
con todas sus fuerzas que Krauser no la había capturado, y al mismo tiempo esperaba que
tampoco fuera Ada. Llegó a su destino en menos de 15 minutos, para encontrarse con el auto
de la alemana incrustado contra un poste. Bajó de su vehículo con la rapidez de una
exhalación, y corrió a revisarlo. Había rastros de sangre en el volante, probablemente se
golpeó la cabeza durante el choque. Pero en los costados estaba limpio, así que no debía tener
cortes o heridas de gravedad. Se trasladó hasta el lado del pasajero, sabía que Noiholt
guardaba un revolver cerca de los pedales, así que se agachó para buscarla… estaba en su
lugar, por lo cual: o no tuvo necesidad de tomarla, o la sacaron tan rápido que no alcanzó a
armarse. Prefería creer en la primera opción.
Suspiró, pensando con rapidez. Abrió la guantera… y encontró los dos test de embarazo. Se los
quedó mirando un momento, mientras su cerebro hacía una pausa y se desvanecía en la nada.
Así que por eso había ido a verlo hace rato… ¿quería contarle que estaba embarazada?
¿Qué significaba que una de las pruebas tuviera una raya, y la otra dos?
No había que ser un genio para darse cuenta que eran resultados opuestos, y aunque no tenía
la más mínima idea de cómo interpretar un test, entendía que había una posibilidad de que
fuera falsa alarma.
Y otra, de que pronto fuera padre.
Sacudió la cabeza, ¿cómo no pensó antes en el por qué Noiholt lo fue a buscar, luego de
evitarlo por semanas?, cuando vio que sabía lo ocurrido entre Ada y él… sólo quería explicarle.
Y todo había salido como la mierda.
Un mensaje de Hunnigan le avisaba que había podido rastrear la dirección IP del correo
electrónico, revelando la ubicación de Krauser. Así que esta vez le dejó encontrarlo. Leon salió
del auto de Noiholt y corrió a su jeep, arrancándolo de inmediato y aumentando la velocidad
en tiempo récord. Iba a toda pastilla, preocupado por la alemana.
¡Maldición!, pensó mientras daba un manotón al volante, ni siquiera he podido ser un buen
compañero… ¿qué se espera de mí como padre?
Imaginó un niño taciturno, de cabello castaño claro y ojos celeste cielo como Noiholt. O una
niña tímida, de cabello rubio blanquecino y profundos ojos azules como los suyos. No puedo
seguir torturándome de esta forma, o me volveré loco. Ahora, sólo tengo que rescatar a quién
Krauser haya capturado. Ésta vez sí que me aseguraré de matarlo y cortarle la cabeza, para
que no vuelva a levantarse jamás.
Apretó el volante, ansioso por llegar lo más pronto posible. Aceleró y giró en dirección a la
carretera que le permitía tomar un atajo, yendo a la velocidad máxima de su vehículo. Miró el
GPS, ya tenía que meterse hacia un costado del camino para alcanzar la vía rápida hacia
Krauser. No le importó ir saltando y esquivando piedras, lo único que tenía en mente era
matar al infeliz.
Llegó al lugar. Tenía que ser ese edificio, no podía equivocarse. Las coordenadas del GPS eran
muy precisas. Estacionó el vehículo cerca de la entrada, y saltó fuera. Empuñó su H&K VP70
con fuerza, porque el hedor a muerto invadía todo el perímetro y conociendo a Krauser, sabía
que no le esperaría en la sala de estar con té y galletas. Sin duda que le tenía algunos
obstáculos a vencer antes de pensar siquiera en encontrarse. Maldijo varias veces pensando
en lo que esto significaba: retrasarse, perder tiempo y municiones, ninguna le sobraba.
Abrió la gran puerta y entró al edificio. Apenas cerró, el olor se hizo más intenso. Como en los
viejos tiempos… pensó, mientras afinaba la vista en los lugares más oscuros. Encendió la
pequeña linterna que llevaba al pecho, y se fijó con más atención. Había una especie de letrero
que apuntaba hacia arriba. No pienso usar el elevador. Es más seguro si corro por las escaleras,
incluso cuando estoy seguro que algo me espera por allí. Leon se dirigió hasta la puerta de
emergencia y comenzó a subir rápidamente, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda por
184
Stacy Adler – Ojos color cielo
adelantado. A cada piso que llegaba, encontraba el mismo mensaje escrito en las paredes:
“sigue”. Suspiró. Pues bien, sigo.
Cuando iba más o menos en la sexta escalera, ya se estaba comenzando a impacientar por
tanto “sigue”. En ese momento un familiar arrastre viscoso lo detuvo en seco. Pegó la espalda
a la pared y contuvo la respiración, para así agudizar el oído. Era un reptar lento y que le
removía la memoria… ¿a qué le recordaba?, continuó escuchando… y en ese momento, lo
supo: un Regenerador. Por supuesto que Krauser no se iba a conformar con enviarle simples
aldeanos al encuentro.
¡Mierda!
Venía hacia él, sin duda. Así que corrió hacia el frente y atravesó la puerta de emergencia con
una patada, dio un salto y rodó por el suelo, levantándose de inmediato y apuntando a la
cabeza del bicho. Estampó varios disparos sabiendo que no serían suficientes, pero tenía muy
pocas ganas de invertir tiempo peleando con un Regenerador, siendo que Krauser amenazaba
la vida de Noiholt, o Ada.
Asqueroso, pensó mientras volvía a disparar. Estaba dispuesto a dejarlo tan molido, que no
pudiera darle caza y así entorpecer el rescate. El monstruo chilló retrocediendo unos pasos,
momento que Leon aprovechó para lanzarse a la carrera y eludirlo, no podía gastar municiones
o tiempo en él. Pero claro, las cosas no siempre salen como las quieres. El Regenerador alargó
una de sus manos y tomó a Leon por el cuello, asfixiándolo. El agente pataleó desesperado,
consiguiendo estampar una fuerte patada al estómago del monstruo. Volvió a dispararle, pero
sabía que eso no sería en absoluto suficiente. Miró hacia todos lados, buscando algo que le
sirviera como arma sin perder municiones.
Lo encontró.
El panel que controlaba la electricidad de ese piso. Sí, es ideal, con esto lo derribo.
Buscó la cañería del agua, en algún rincón debía asomarse, en alguna parte… la vio, apuntó su
pistola y disparó, rompiéndola. El agua saltó con fuerza y salpicó por todos lados, formando
pozas en ciertos puntos del lugar. Leon se instaló en un lugar seguro, y decidió aplicar su plan.
– ¡Eh! – Silbó fuertemente – ¡aquí está la comida!
El Regenerador chilló, lanzándose decidido a matarlo. Y en el momento exacto, Leon disparó al
panel de electricidad, haciendo que saltaran chispas y con eso, la energía se esparciera por
todo el agua. Alcanzó los pies del monstruo, electrocutándolo al instante.
Leon hizo un pequeño gesto de victoria, y se lanzó frenéticamente hacia las escaleras,
corriendo, hasta que una pared dejó de poner “sigue”. Se detuvo, pensando que podría ser ése
el lugar que buscaba. Abrió lentamente la puerta de emergencia y entró de lleno al piso,
caminó lentamente por el pasillo, atento a cualquier ruido o movimiento. Llegó hasta una
puerta entreabierta y la abrió despacio, luego de golpe, y apuntó su H&K VP70 no sabiendo
qué encontraría esta vez.
Una luz se encendió en el medio de la habitación, revelando la silla que aprisionaba a… Leon
tragó saliva, rogando porque no fuera Noiholt, y preocupado de que fuera Ada. El ángulo en
que se encontraba no le permitía ver mucho, así que se desplazó por el lugar con sumo
cuidado. Imposible verle la cara con esa bolsa… se fijó entonces en la contextura de la mujer…
alta, piernas largas, tacones negros.
Ada.
Maldición… si ella está aquí, ¿dónde coño se encuentra Noiholt?, ¿y si está en el hospital,
accidentada, embarazada…?
No alcanzó a pensar en nada más, porque con el rabillo del ojo vio que un cuchillo volaba para
clavársele en la frente. Movió la cabeza rápidamente y se arrojó al suelo, rodando por él y
buscando a Krauser al mismo tiempo. Lo divisó saliendo desde el fondo de la habitación, a
paso firme y una sonrisa torcida en el rostro, escalofriante. Su cuerpo se encontraba
deformado prácticamente por completo en el lado izquierdo, donde llevaba ese brazo mutado
185
Stacy Adler – Ojos color cielo
que le acompañaba desde la última vez que él y Leon se habían enfrentado. Su lado derecho
parecía lastimado, aunque eso era difícil de saber porque toda su apariencia era repulsiva.
Llegó hasta Ada y le quitó la bolsa de papel, arrojándola de un tirón. La tomó del pelo,
jalándola hacia atrás, paseando la parte filuda de su brazo mutado por el cuello de la morena.
Leon movió un poco el cuerpo y Krauser lo apuntó.
– Vuelve a moverte y le corto el cuello de inmediato.
El agente retrocedió ante esa amenaza, levantando las manos para mostrarse vulnerable. Miró
el rostro de Ada, parecía sedada… desvió la vista por si estaba fingiendo, no quería atraer la
atención de Krauser sobre ella.
Pero no sirvió de nada, porque éste soltó la cabeza de Ada y le plantó un duro bofetón,
despertándola. Ella pestañeó repetidas veces, deslumbrada por la ampolleta que pendía sobre
ella, viendo a Leon evidentemente preocupado unos metros más allá y la mejilla muy adolorida
por el golpe que la trajo de vuelta a la realidad. Uf, esto pinta bastante mal. Trató de mover las
manos, pero se dio cuenta que estaba esposada. Vio los ojos de Krauser, y detectó una lujuria
enferma que le descompuso el estómago. ¿Qué pretendía?
– Mírala bien, Leon. Esta maldita zorra desobedeció las órdenes de Wesker y te protegió,
atacándome a matar. ¿Qué te parece?
El aludido no ocultó su asombro. Ada lo había ayudado en España, correcto, pero esto quería
decir que cuando ella le explicó que también había “matado” a Krauser… ¿fue para
protegerlo?, eso era nuevo. Buscó los ojos orientales, analizando en su expresión si era cierto.
Pero la verdad sea dicha, no lo necesitaba. En el fondo de su corazón no dudaba que hubiera
sido así. Ada siempre estaba tras su espalda, ayudándolo, cuidándolo, él sabía que sus secretos
guardaban más de lo que imaginaba, y aunque le enfurecía ser siempre el último en enterarse
de todo, a un profundo nivel entendía que así era la vida de la espía. Incluso la misma Noiholt
se lo había señalado en alguna ocasión, años atrás.
«– No puedes saber lo que pasa por su cabeza, Leon – murmuró la pequeña alemana, desnuda
sobre el regazo del agente – tiene una vida dura, sin derecho a amar por ir corriendo de aquí
para allá. ¿Crees que te ha ayudado en tantas ocasiones sólo porque le caes bien?
– Supongo.
– Odio reconocerlo, pero te quiere. – Frunció la boca con fuerza – sacrifica su propia felicidad
por el bien de la tuya.
– ¿Por qué me dices todo esto?
– Porque te culpas, la culpas a ella, y sigues estancado. Así no puedes ser verdaderamente feliz
conmigo.
– Eres todo lo que quiero, Noiholt – acarició sus cabellos rubios con la mano.
– Pero aún tienes la espina clavada.
Leon suspiró, y se encorvó hasta quedar cerca de sus labios. Cerró los ojos y la besó, olvidando
por ese rato que quizás, ella tenía razón. »
Y ahora, luego de tanto tiempo, Leon caía en la cuenta de lo mucho que Noiholt estaba en lo
cierto. Maldijo en silencio por no haberse dado cuenta antes. Llevaba siendo un idiota más
rato del que creía.
Estaba agradecido de Ada sin duda. Y quería decírselo, no permitirle escapar esta vez sin que
escuchara todo lo que sentía. Aunque, sorprendido, comprobó por otro lado la fuerza de sus
sentimientos por Noiholt, esos que había enterrado tantos años bajo su obsesión por Ada.
¿Cómo no lo había notado?
186
Stacy Adler – Ojos color cielo
Tengo que pedirle a Claire que salgamos por otro café. Sin ella, tal vez aún estaría confundido.
Krauser soltó una risita oscura, sin tener idea de todo lo que pensaba Leon. Con la punta de su
enorme garra, recorrió el cuello de Ada y bajó por el esternón, hasta detenerse en el
nacimiento de sus grandes pechos. Con inusitada furia y descontrol, de un rápido movimiento
desgarró el vestido rojo hasta la cintura, exponiendo su torso desnudo ante la mirada
horrorizada de Leon, que se adelantó un par de palmos sin darse cuenta. Krauser volvió a
apuntarlo, moviendo la cabeza hacia los lados.
– ¡Eh!, te dije que no te movieras – deslizó su brazo mutado hasta el cuello de la mujer,
apretando el filo contra su piel – la voy a degollar, para que veas lo que ocurre si no me haces
caso…
– ¡No, Krauser! – gritó.
Pero éste rió como un loco y retiró la garra, dejando una marca roja a su paso. Con la mano
aprisionó uno de los pechos de Ada, y lo apretó con brutalidad.
– ¿Esto es lo que te gusta, puta? – La morena apretó la boca, para no gritar de dolor – ¿esto es
lo que calienta a tu chulo?
– ¡Basta! – Leon se sentía completamente impotente, tenía miedo de no moverse lo
suficientemente rápido y que por su culpa, Krauser le rebanara la yugular.
– ¡Grita, maldita perra! – Le trituró el pezón, haciendo que no pudiera contenerse y soltara un
gemido – ¡muéstrale a tu chulo cuánto te gusta!
En ese momento, Ada consiguió dislocarse la muñeca para salir de las esposas que la
aprisionaban. Tenía siempre un pequeño cuchillo de emergencia cerca de la espalda, lo tomó y
con un grito lleno de ira, consiguió clavárselo a Krauser justo en la unión del cuello con el
esternón, moviendo la hoja para hacerle más daño. Era la oportunidad que esperaba Leon,
corrió hacia ellos y trató de dispararle a la cabeza, pero el soldado era más rápido gracias a su
mutación y de un salto hacia atrás, quedó fuera de alcance.
Ada tomó su muñeca dislocada con la otra mano y la puso rápidamente en su lugar,
mordiéndose la boca para distraerse del dolor. Leon corrió a su lado y se quitó la chaqueta,
cubriéndola con ella. Ada le dedicó una sonrisa triste en agradecimiento, para luego señalar
con la mirada que no podían conversar en ese momento, primero tenían que encargarse del
asunto pendiente.
Ambos dirigieron su vista hacia el violento Krauser, que comenzó a chillar su ira con un alarido
desgarrador.
– ¡Me las vas a pagar, Ada Wong! – Rugió.
– No permitiré que este puto bastardo vuelva a tocarte un pelo – murmuró Leon, apretando la
mandíbula tan fuerte que parecía rechinar.
– Si trabajamos en equipo podremos derrotarlo – lo miró con fuerza a través de sus ojos
orientales –yo sé cuál es su punto débil.
– ¡Ja!, si creen que podrán hacerme siquiera un rasguño están muy equivocados… esto –
señaló el cuchillo aún enterrado en su cuello – apenas me hace cosquillas.
Ada sujetó a Leon por los hombros y susurró algo en su oído. Él asintió, preparando su H&K
VP70 y esperó a que la morena le hiciera una seña. Ella corrió hacia Krauser, saltando en su
dirección y soltando una bomba de luz, cegándolo momentáneamente.
– ¡Agh… maldita! – Bramó, desesperado.
– ¡Leon! – gritó Ada.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
El interpelado ya estaba casi encima de Krauser, reconociendo la señal entregada. Éste
comenzó a lanzar ataques a lo loco con su brazo mutado, sabiendo que tratarían de
emboscarlo, pero no contaba con que Leon tuviera en mente su forma de atacar, recordando
cuando se enfrentaron en España. El agente se agachó, golpeándole las rodillas con la culata
de su arma para desestabilizarlo, y saltó hacia arriba, girándose mientras le daba una patada
en el pecho. Ada apareció a su espalda y tomó el pequeño cuchillo desde su cuello, para luego
apuñalarlo repetidamente en cierto punto del pecho, entre los pectorales, diciéndole con eso a
Leon dónde debía atacar. Se apartó para permitirle terminar el trabajo.
Leon sonrió y, una vez Ada estuvo fuera de alcance, pegó su arma a las heridas reveladoras y
disparó repetidas veces contra su pecho, viendo cómo se desangraba con cada nuevo impacto.
Krauser retrocedió tosiendo líquido vital, espantado con la facilidad que esta vez lo estaban
venciendo. ¿Cómo era posible?, ¿tan predecible se había vuelto?
Leon corrió hasta quedar detrás de él, y sacó su cuchillo. Le tomó del pelo y lo jaló hacia atrás.
– Ésta vez sí que no renaces, bastardo – y de un rápido y fuerte movimiento, le cortó la cabeza.
La sostuvo en la mano como un trofeo de guerra, acezando por el esfuerzo y la ira de no haber
evitado el sufrimiento de Ada. La buscó con la mirada, estaba a unos pasos con la vista perdida
en el horizonte. Luego pareció despertar, y vio que Leon arrojaba licor sobre el cuerpo inerte y
la cabeza cortada, prendiéndoles fuego con el encendedor que llevaba siempre con él. Volvió a
mirar a Ada, pero ésta ya empezaba a arrancar por una ventana.
– ¡Ada, espera! – gritó, corriendo para retenerla.
– Gracias por ayudarme – replicó, intuyendo hacia dónde se dirigiría la conversación si se
quedaba.
– Por favor, escúchame – consiguió apresar uno de sus brazos.
– Uf – bufó – ¿es necesario?, me parece que todo está bastante claro.
– Ada… – se quejó.
– ¡Oh, de acuerdo, habla luego! – Exclamó, levantando las manos. La exasperaba ese tonillo
lleno de reproche que Leon solía usar con ella.
– Ésta vez haré las cosas bien. Por eso necesitamos hablar. Ada… – suspiró – no tenía idea de
que te habías expuesto tanto por protegerme. Es la desventaja de estar siempre
desinformado, pero sé que lo haces por mi bien. Gracias.
Ada esbozó una sonrisa, aunque más parecía una mueca. Rodó la vista hacia el techo… lindo,
no tienes idea… luego volvió a mirarlo.
– De nada. ¿Ya me puedo ir…? – avanzó unos pasos hacia la ventana.
– Lamento que lo nuestro no funcionara.
– Nunca hubo “lo nuestro”.
– Me refiero a lo que pudimos ser, yo…
– Suficiente – caminó hacia él y puso una mano en su pecho – hay cosas que simplemente no
ocurren nunca. Pero la vida es muy larga. Y me alegro que por fin tengas todo claro en tu
cabeza.
Leon la abrazó apretadamente.
– Siempre podrás contar conmigo.
– El buen policía aparece de nuevo – se burló – ya, vete a buscarla.
Él le sonrió, retrocediendo y saliendo rápidamente por la puerta. Ada se apoyó en el marco de
la ventana, bajando la cabeza y aferrándose a la chaqueta que Leon le había dejado. Inhaló su
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Stacy Adler – Ojos color cielo
aroma y la apretó, ayudándose con la frase que le había dedicado. Sí, la vida es muy larga.
Quién sabe más adelante. Por mientras… sé feliz.
----o---Leon conducía en dirección a la calle de Noiholt, cuando decidió llamar a Sam. Era el punto
más seguro para empezar a buscarla.
– ¿Está Noiholt ahí? –Preguntó sin saludar.
– ¡Pero si está contigo! – respondió, alterada.
– ¿Qué? – Apretó la mandíbula – ¿por qué crees eso?
– Iba a venir, pero me envió un mensaje diciendo que finalmente no podía, que no me
preocupara. ¡Yo pensé que te estabas disculpando con ella por tirarte a la zorra oriental!
– Su auto está incrustado en un poste frente a su edificio – decidió ignorar el comentario sobre
lo ocurrido hace horas – creí que estaría contigo, a lo mejor fue al hospital.
– ¡Alemana del demonio! – Masculló – voy a marcarle al celular.
– Bien, yo trataré de ubicar su GPS. Aparte de lo de Ada… – carraspeó – ¿te dijo algo más?
– ¿Cómo qué? – Soltó un gruñido – ¿la has cagado aún más?
– No, maldita sea, responde.
– Uhm – se quejó – sólo me contó eso.
– De acuerdo. Llámala, Reynolds, y cuando la encuentres avísame.
– ¿Estás seguro que no hay nada más?
– Seguro.
– Ok. Te contacto cuando la ubique.
Leon arrojó el celular hacia el asiento del pasajero, furioso por no saber dónde rayos estaba
Noiholt. Sacó su intercomunicador y llamó a Hunnigan, importándole una mierda la hora.
– Hunnigan, necesito que me ayudes. La agente Maüser… no sé dónde está y parece que tuvo
un accidente de auto. Debo encontrarla, por favor rastrea su GPS.
– Estoy en eso.
Los minutos pasaban más lento que nunca, y Leon creía que iba a perder el seso por los
nervios.
– Tengo un problema – la voz de Ingrid sonaba llena de preocupación – no puedo rastrearla.
– ¿Qué?, ¿por qué?
– Su GPS funciona bien pero… hay algo más – hizo una corta pausa – toda su información está
encriptada. No puedo acceder a nada que se relacione con ella.
– ¿Cómo…? – No se lo creía. ¿Qué rayos estaba pasando?
– Sin duda esta orden viene de arriba, pero no puedo averiguar el motivo. Lo siento, Leon, aquí
yo no tengo acceso.
– ¡Joder! – Masculló, ahora furioso. Hizo ejercicios de respiración, tratando de calmarse –
perdóname, Hunnigan, no es contigo. Tendré que hablar con los jefes en la mañana.
– De acuerdo. Por mi lado trataré de averiguar alguna cosa.
– Gracias, Hunnigan. – Cortó la comunicación.
¡Maldita sea!, pensó. ¿Y ahora qué rayos ocurría?
----o----
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Por supuesto, Sam tampoco había logrado dar con el paradero de Noiholt. Leon pasó una
noche terrible, despierto hasta el amanecer, dándole vueltas a las ideas que se le pasaban por
la cabeza, y con los primeros rayos del sol se duchó y corrió a su oficina, dispuesto a trenzarse
a golpes con cualquiera si con eso conseguía información sobre Noiholt.
– Está todo encriptado – dijo uno de sus jefes.
– Lo sé, por favor dígame el motivo.
– Mis disculpas, no puedo hacer eso.
Leon estuvo a punto de romperle el escritorio de un puñetazo, pero se contuvo. A cambio, se
mordió el puño y salió tan enfadado como llegó. Y también decidido: encontraría a Noiholt
como fuera. No se le iba a escapar esta vez.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 34
Ángela Miller no podía dejar de verlo. Incluso aunque trató de desviar la vista, el guapo Leon
Kennedy era alguien difícil de pasar por alto. Claire los miraba con ganas de echarse a reír,
porque ninguno se movía y los segundos pasaban, y pasaban. Finalmente, el celular de Leon
comenzó a sonar, sacándolos a los 3 del silencio.
– Me tengo que ir – dijo el agente.
– De acuerdo – Ángela no ocultaba su desilusión.
– Nos vemos después – no sabía qué más decirle, así que se dio la vuelta y caminó.
Claire le hizo una seña de despedida a la policía y fue tras Leon. No entendía qué demonios
estaba pasando.
– ¡Leon! – Finalmente, Ángela se había decidido – vamos… a bucear juntos de nuevo… alguna
vez… – y se sonrojó intensamente.
– Me encantaría – contestó educadamente. Tampoco quería humillar a la pobre chica
rechazándola frente a Claire.
Y por segunda vez se dio la vuelta, ahora yéndose definitivamente. Ángela le sonrió, pensando
en ese encuentro que podría ocurrir más adelante… le gustaba mucho. La había protegido y
ayudado desinteresadamente, agregándole que era un hombre increíblemente guapo. Sólo
muy serio. ¿Por qué sería?, bueno… tendría tiempo de descubrirlo.
Claire trotó tras Leon, riéndose ahora abiertamente.
– ¿Cuándo fueron a bucear? – Se burló, alzándole las cejas.
– No te preocupes por eso. Lo importante es: ¿qué harás? – Señaló un helicóptero detrás suyo
con la cabeza – ¿quieres que te lleve?
– Tengo una limusina esperando – dijo con una sonrisa, mostrándole a la mujer y la pequeñita
que se irían con ella.
– La próxima vez que nos encontremos, ojalá que sea en un sitio más… normal – dijo en tono
socarrón.
– Definitivamente. Y Leon… no me he olvidado de tu petición. Si consigo información de ella, te
enviaré un mensaje.
– Gracias – le hizo un gesto de reconocimiento – hasta la próxima.
Leon esbozó una linda sonrisa y trotó hacia el helicóptero, mientras Claire lo observaba algo
preocupada. Había cambiado mucho en ese último año, el hombre alegre y sarcástico de
antaño había sido reemplazado por uno serio, oscuro y desprovisto de emociones. Se negaba a
pensar que todo fuera culpa de la ausencia de Noiholt, la cual parecía haber sido tragada por la
tierra: nadie sabía nada, todo estaba oculto, y sus contactos en Terra Save nunca daban con
ella. Era como si no hubiera existido, sólo quienes la conocieron podían recordarla.
Suspiró largamente, y caminó hacia el auto. Ojalá Leon pudiera encontrarla pronto… aunque
en ese lapso de tiempo, muchas cosas podrían haber cambiado. Tal vez Noiholt, dondequiera
que estuviera, ya había hecho una vida aparte… estaría en su derecho luego de la cantidad de
tonterías que Leon hizo para estropear la relación. Al menos, sería bueno que se encontraran y
conversaran para aclarar las cosas, o si no Claire ya veía que el agente estaría una eterna
cantidad de años estancado, como le pasó con Ada, y cuando al fin consiguió deshacerse de su
recuerdo y entender que se había enamorado de Noiholt, ésta desaparece. No podía tener
peor suerte.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
La pelirroja volvió a suspirar. Su mejor amigo era un desastre emocionalmente, y ella no podía
ayudarlo, más que brindarle todo el apoyo que necesitara. Y también regañarlo cuando se
pusiera demasiado estúpido.
----o---Volver a su apartamento era una tortura. Leon arrojó las llaves a cualquier parte, como ya era
su costumbre, se quitó los zapatos y se sentó en el escritorio, agarrándose la cabeza a dos
manos. De pronto, vio un papel cerca del teclado. Lo tomó receloso, viéndolo por todos lados
antes de abrirlo.
Ve al hospital Saint Thomas en Londres, y busca a la doctora Elizabeth Dankworth. Es una
buena pista del paradero de Noiholt. Además, ese lugar está siendo usado por Wesker para
nuevos experimentos, puedes ir con esa perfecta excusa.
Te debía que me rescataras de Krauser; además quiero que seas feliz. Un año con cara de
zombi autocompasivo es suficiente.
X
Ada.
Al final de la carta, la marca carmesí de los labios orientales hizo sonreír a Leon. Apretó el
papel, nuevamente esperanzado por encontrar a Noiholt. Comenzó a hacer su maleta de
inmediato, mientras escribía un rápido mensaje a Ingrid explicándole a modo confidencial los
motivos de su partida a Inglaterra. Esa mujer siempre le ayudaba, no importaba cómo, y
confiaba mucho en ella, así que sólo le encargó lo más importante: informar a los jefes que
habían recibido información valiosa sobre amenazas biológicas y el agente Kennedy,
preocupadísimo por la nación, partiría de inmediato a investigar.
Pero las cosas no estaban saliendo como él planeaba. El alto mando se pronunció diciendo que
la B.S.A.A. debería encargarse de esa información, puesto que tenían su base central allá, y
además el país no había recibido amenazas de ningún tipo. Leon entonces se comunicó con
Chris Redfield, para pedirle ayuda.
– Estos idiotas no me dejan ir para allá – se quejó por teléfono.
– Claire me contó algo de lo que ocurre. Ya sé lo que haré, confía en mí.
Chris usó sus influencias dentro de la B.S.A.A. y solicitó que Leon Kennedy, en específico,
viajara a Europa para ayudarlos a investigar, dado que se trataba del mejor agente secreto que
tenía EEUU. El gobierno se sintió halagado, y con esto no sólo permitieron que viajara, además
le aumentaron el viático a “ilimitado”, y con estadía indefinida. Leon se prometió recompensar
a Chris por la invaluable ayuda que le había brindado.
Ya instalado en el avión como único pasajero, reflexionó acerca de su actitud. Él, que durante
el transcurso de ese año había cambiado su modus operandi a frío, calculador, estrictamente
profesional, ahora perdía todos los estribos gracias a la pista que Ada le dio. No fue capaz de
resignarse, en todos esos meses, a la idea de renunciar a Noiholt sin luchar. Lo peor era no
saber qué rayos pasaba, por qué nadie sabía nada, por qué quienes sí tenían información se
negaban a compartirla. Hunnigan y Claire intentaron ubicarla, pero todo fue infructuoso. Hasta
ahora. Algún día podré agradecértelo, Ada.
Se removió nervioso en su asiento, porque esas siete horas de viaje le parecían aún más
interminables que los doce meses anteriores de espera. Ahora que, a diferencia de antes,
existía la posibilidad de encontrarla… cerró los ojos y trató de dormir, pensando que así
sentiría menos la distancia. Con la incertidumbre de no saber si Noiholt había sido mamá, solía
pensar en cómo sería su primogénito. Imaginaba un niño de ojos color cielo, cabello castaño
claro, tez blanca y ceño permanentemente fruncido, como el papá. También una niña de
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Stacy Adler – Ojos color cielo
cabello rubio blanquecino, tez como la nieve, ojos azules, tímida y asustadiza. Luego de un rato
suspiró, así jamás podría dormir las horas que lo separaban de, sino encontrarla, al menos
descubrir más pistas.
Pero como el tiempo pasa incluso aunque no queramos, eventualmente Leon pudo llegar a su
destino. Bajó del avión más alegre de lo que había estado en mucho, y llamó a Chris para
contarle que iría de inmediato al hospital Saint Thomas.
– Ve con cuidado, Leon – el mayor de los Redfield sonaba preocupado – mi gente estuvo
investigando más a fondo el lugar, en los subterráneos al parecer están experimentando con el
virus G pero aún no puedo probarlo. Sé precavido.
– Gracias, Chris, te prometo no llamar la atención.
– Pedí que averiguaran sobre Elizabeth Dankworth, es una siquiatra, búscala en el piso 16.
– De acuerdo. Te enviaré las novedades en breve.
Cortó la comunicación y de inmediato fue a buscar el automóvil que el gobierno le había
arrendado para que se movilizara por las calles de Londres. Mientras conducía siguiendo las
indicaciones del GPS, pensaba en la razón que podría haber causado todo este alejamiento.
Bueno, ya que Noiholt tenía visitas anuales al siquiatra, tiene sentido que busque a una.
Obviamente no me dirá nada, pero luego de hacerle un par de preguntas veré la forma de
conseguir su ficha, así averiguaré alguna cosa que me indique su paradero. Al menos, sabré si
está en Londres o viajó a otro lado…
Pues sí, existía una alta posibilidad de que Noiholt ni siquiera estuviera en Inglaterra. Leon
tragó saliva, no estaba dispuesto a perturbarse con ese tipo de pensamientos.
Llegó al hospital con bastante rapidez, aparcó cerca de la entrada y bajó del auto. Lo primero
que le llamó la atención fue el silencio que rondaba el lugar. El hospital Saint Thomas era
gigante, no tenía sentido que estuviera vacío. Eso activó la alarma en su interior.
Inmediatamente se apoderó de su H&K VP70 y la empuñó con firmeza. Ojalá la doctora esa no
hubiera arrancado del lugar. Pero si lo hizo, también me sirve. Así entro al archivo de
inmediato.
Leon resopló brevemente y cruzó la gran entrada del hospital. ¿Qué rayos estaba pasando?, no
había nadie. La recepción, la guardia, ni un alma alrededor. Caminó hacia una puerta del
costado izquierdo, era el cuarto que monitoreaba las cámaras de seguridad. Y se encontró con
algo más raro aún: no funcionaba ninguna. Todas estaban sin señal. Esto se vuelve cada vez
más extraño. ¿Qué me espera en el piso 16?
Salió del cuarto para dirigirse al elevador. Al ser un hospital, eran mucho más seguros que los
de cualquier edificio, por lo cual podía fiarse para llegar sin contratiempos. Mientras
presionaba el botón, agudizó el olfato y el oído… ninguno le avisó de peligros. Sacó su celular y
decidió avisarle a Chris que las cosas en ese lugar estaban bastante extrañas.
Aún no confirmo la presencia de amenazas biológicas, pero a menos que evacuaran el hospital
por una buena razón, todo apunta a que algo anda muy mal. Sería ideal si pudieras enviarme a
algunos de tus hombres, para prevenir.
Las puertas del ascensor se abrieron. Leon apuntó hacia todos lados, asegurándose que el
espacio estaba limpio. Cuando lo comprobó, marcó rápidamente el piso 16 y apretó los ojos,
más ansioso que nunca. Paseó por el amplio perímetro revisando sus municiones para
distraerse, pero le costaba mucho. El corazón latía desbocado al borde de la taquicardia, hace
mucho que no sentía esa clase de emoción.
Luego de unos minutos eternos, las puertas se abrieron. Leon salió cauteloso, y al mirar hacia
una esquina vio una mujer de largo cabello oscuro pasar corriendo.
– ¡Hey, espera! – Gritó, pero ella no se detuvo. – Pobre chica, debe estar asustada… la buscaré
para darle protección, al menos sabrá qué coño pasa aquí – murmuró mientras trotaba
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Stacy Adler – Ojos color cielo
siguiendo la dirección que la mujer había tomado. La divisó entrando a una puerta varios
metros más allá – ¡Hey! – volvió a llamarla, sin éxito – ¿pero acaso estará sorda esta mujer?
Corrió tratando de darle alcance, y no pudo evitar hacer la analogía de aquellos años en que
perseguía a Ada por los rincones. Sonrió torcido, regañándose mentalmente por tener la
cabeza llena de tonterías en ese momento. Entró a un nuevo lugar, que tenía un largo pasillo
por delante. ¿A dónde rayos podría haberse metido la chica?
De pronto, un sonido sordo y gutural le sobresaltó. Parecía venir de cualquier parte. Tragó
saliva, caminando ahora con cuidado y prestando atención a todos los detalles. De nuevo ese
sonido. Leon se convenció que podría venir del fondo del pasillo, así que apuntó
cuidadosamente su H&K VP70 esperando encontrarse con cualquier cosa. Caminó despacio
hasta llegar a una esquina, y apoyó la espalda en la pared, asomándose con mucha lentitud…
parecía estar vacío… apretó el arma en sus manos, y dio la vuelta rápidamente, apuntando al
mismo tiempo. Se encontró de frente y a unos metros de distancia con la mujer que había
perseguido, quien había tomado las mismas precauciones que él. Ambos se apuntaban el uno
al otro y Leon la escrutó rápidamente con intenciones de calmarla, porque parecía que
entraría en shock de un momento a otro. Baja, cabello negro, ojos marrones, piel pálida… en
ese momento, la chica dejó caer la pistola y ahogó un chillido.
– ¡Leon! – Gritó de pronto, lanzándose a la carrera y abrazándolo. ¡Esa voz…!
– ¿Noiholt? – Preguntó despacio, aún sin poder creérselo.
– Leon, mein Gott, Leon… – gimoteó una y otra vez, con la cara hundida en su pecho.
Leon la abrazó tan fuerte que casi le quitó el aliento, pensando en todos los meses que había
pasado sin saber de ella, sin poder averiguar de su paradero, para encontrarla ahora tan
diferente que no pudo reconocerla a la vista, fue su voz lo único que despertó sus recuerdos.
– Déjame mirarte – murmuró, apartándola. La tomó de los hombros y la observó con atención,
tenía lentillas puestas y el cabello no era suyo. Pero sus rasgos, su cuerpo… era ella. Limpió de
sus mejillas el rastro que las lágrimas habían dejado, y le dedicó una media sonrisa. – Estás
tan… – no supo cómo terminar, abrazándola de nuevo.
– Tan… – dudó un segundo, luego habló como recordando – estoy de encubierto.
El cuerpo de Leon se tensó inmediatamente, mirando hacia todos lados con recelo, pensando
que exponía a Noiholt con su presencia allí. Pero sintió que ella le apretaba la cintura de esa
forma tan especial que nunca olvidó.
– Tranquilo, antes de venir aquí apagué todas las cámaras de seguridad, no hay nadie que
pueda vernos – el agente asintió, comprendiendo lo que había encontrado en el primer piso –
por favor, no dejes de abrazarme, ha sido un infierno todo este tiempo sin saber de ti. – Lo
aprisionó con ansias, deseando que no se fuera nunca de allí.
– Noiholt… yo te busqué como un loco, por todas partes, usando todos los medios y personas
que conozco, sin éxito… ¿es por esto que no pudiste contactarme, cierto? – Ella asintió
frenéticamente, sin despegarse de su pecho – ¿qué pasó?
– Me solicitaron para una misión, y ese día no tenía bien la cabeza… acepté, pero no sabía que
me iban a trasladar de improviso. Lo lamento tanto… no quería que las cosas fueran de esa
forma…
Ambos entonces recordaron el día de su separación, pero a pesar de las tristes circunstancias,
estaban demasiado concentrados en sentirse mutuamente como para hacerse reproches
inútiles. Sin embargo…
194
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Encontré los test de embarazo en la guantera de tu auto – éste era un tema que Leon
necesitaba aclarar – ¿soy…?
– No. Perdóname. – Alzó la cara, mostrando su rostro empapado y la barbilla trémula – ese
día… yo no debí conducir así… después cuando choqué…
– No sigas, cariño, lo entiendo… – atrajo nuevamente la cabeza ahora morena de Noiholt a su
pecho, dándole consuelo y meciéndola despacio – es culpa mía, te presioné más allá de tu
límite con mis estupideces, lo siento tanto, no haber estado contigo en ese momento, no
haberte apoyado… pero… ¿estás bien ahora?
– Igual puedo tener hijos. No te culpes por favor, los dos fuimos responsables de que las cosas
no salieran bien. Yo debí entender lo que sentías en verdad. Sólo pensemos que no debía ser
aún.
– Noiholt, ese día yo quería decirte…
– ¿Cómo está Sam? – Le interrumpió, con miedo a recordar lo que la motivó a marcharse así
de su lado – la extraño.
– Eh… – dudó, pensando en cómo decirle lo que sentía en verdad. Bueno, debía ir de a poco, la
había dañado mucho y no quería estropear las cosas de nuevo – igual que siempre, follando
con David por cada rincón – Noiholt rió con ese comentario, y el sonido de su risa le enterneció
– ella también te extraña. Cada vez que te recuerda me mira con odio.
– Lo siento por ti. – Hizo una pausa, y su barbilla volvió a temblar – ¿Ada… cómo está?
– Bien – respondió simplemente. No quería hablar de Ada cuando ya hacía tanto tiempo que
no tenía a Noiholt en sus brazos…
Pero ella malinterpretó su respuesta y decidió apartarse, observándolo con atención. Para
Leon era difícil verla así, con ojos y cabello que no eran suyos, se sentía incómodo. Quería que
regresara la que fue su alemana, verla al menos un momento… inclinó un poco la cabeza hacia
sus labios sin darse cuenta, pero ella se echó rápidamente hacia atrás.
– Perdóname, parece que me dejé llevar. – Estaba avergonzado de su actitud. Lo último que
deseaba era incomodarla – lo siento, no volverá a suceder.
– No es lo que piensas – pestañeó rápidamente – yo me muero por besarte.
Ahora, Leon estaba confundido. Mostró su sorpresa alzando las cejas.
– ¿Entonces…?
– Tú debes perdonarme a mí. Aquí… aquí tengo a alguien… lo siento… – hablaba con mucha
dificultad, escondiendo la mirada marrón.
Lo único que no habría imaginado es que Noiholt encontrara a otra persona que pudiera
hacerla feliz. Sintió una punzada de dolor tan grande, que se llevó una mano al pecho sin darse
cuenta. Pero controló el gesto lo más rápido que pudo, no debía ser egoísta. Él había buscado
esa situación, sería ridículo que encima de todo, se quejara.
– Por favor, no tienes nada de qué disculparte, faltaba más – acarició su cara con delicadeza –
quiero de verdad que seas muy feliz, yo sólo he servido para hacer tonterías. Más vale que te
trate como una reina, o iré y le cortaré las bolas. – No pudo evitar gruñir esa última frase,
aborreciendo con todo su ser a quien tuviera a Noiholt en ese momento. Eran celos que
odiaba sentir, puesto que no estaba en el derecho de quejarse, pero tampoco era capaz de
evitarlo. Ahora comprendía tanto a Noiholt y su actitud sobre Ada…
– D-de acuerdo, Leon – tartamudeó, cerrando los ojos y acercando la mejilla a sus dedos,
buscando su toque. Leon se sorprendió de ese gesto y detuvo la caricia, pensando a qué se
debía su necesidad si le había dicho que ya tenía a alguien. Noiholt abrió los ojos y adivinó su
resquemor. – Que ya no estemos juntos no significa que no sienta nada por ti. Yo te quiero
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Stacy Adler – Ojos color cielo
tanto, Leon… – tomó su mano y jugueteó con los dedos – no sólo porque me salvaste en
Grüneger, o porque me protegiste de volverme loca, sino porque los años que pasé contigo
han sido de los mejores en mi vida. Eres la segunda persona más importante para mí… – sonrió
levemente – perdona que no te ponga primero, pero ese era mi padre.
– Me conformo con estar en la lista, después de lo idiota que he sido contigo.
– Yo también me equivoqué. Por favor, no mires atrás como si hubieras destruido el universo.
Simplemente, no lo hicimos bien y punto, Leon.
Él le dedicó una mirada llena de tristeza que activó todas sus alarmas. ¿Qué estaba mal…? Se
veía distinto, más serio, más oscuro, más… destrozado. Los ojos se le humedecieron de pensar
en qué le habría ocurrido para que se viera de esa forma tan siniestra. Tragó saliva desviando
la mirada, no soportaba verlo así. Lo que fuera, cualquier cosa que le causara dolor, ella lo
curaría sin duda. No le importaba que no estuvieran juntos, su prioridad era verlo bien.
Leon volvió a secarle las mejillas con los pulgares; entonces le sonrió para no preocuparlo. En
ese momento, el rugido sordo de antes volvió a romper el silencio. El agente se tensó de
inmediato, y Noiholt corrió a recoger su arma.
– ¿Qué mierda pasa aquí? – Leon aprovechó de preguntar, siguiéndola al trote.
– La razón por la cual, supongo, te enviaron a investigar – respondió, agachándose.
– Esto… – ¿le decía que sólo había ido a averiguar sobre su paradero?, tal vez no era el
momento de entrar en esos detalles – Chris Redfield me pidió que viniera. Pero no me dijo
mucho.
– De lo que he podido averiguar, Wesker se apoderó de los subterráneos del hospital para sus
experimentos.
– Es lo mismo que me contó Chris.
– Sí, porque es la información que consigues más fácil, además es tan obvio – puso los ojos en
blanco – ¿creerá que somos idiotas…? Bueno, aparte de eso, parece que están armando una
nueva compañía farmacéutica que reemplazará el nombre de Umbrella. Es todo lo que he
podido conseguir – bufó, revisando la carga de su pistola Taurus PT 145, una de las últimas
maravillas en el mercado de las 45mm – ha sido muy difícil encontrar cualquier tipo de
información. Incluso entrar al equipo de investigación ha sido imposible. Supongo que los jefes
pensarán que no sirvo para trabajar de encubierto.
Leon giró la cara en su dirección, enfurecido.
– Más les vale que no se atrevan a pensar así de ti – masculló con fiereza.
Noiholt sintió que su quijada caía lentamente hacia abajo. ¿Qué fue esa reacción?
Pero el sonido gutural de antes volvió a distraerlos. No podían perder más tiempo
conversando estáticos.
– ¿Sabes de qué es ese rugido? – Inquirió Leon, siguiendo a Noiholt.
– En absoluto. Hoy hice que evacuaran el hospital completo para poder investigar. Fue
bastante fácil – abrió una puerta que el agente no había visto, haciéndolo pasar junto a ella –
es increíble el poder de un sobre con tiza molida. Piensan que es una amenaza biológica de
inmediato. Mi equipo se encargó de mantener a la policía alejada, así no me estorban. Ven,
Leon – trotó a lo largo de otro pasillo, buscando un elevador de servicio escondido –
bajaremos por aquí. Así llegamos directamente al centro de investigaciones, sin pasar ni
perder tiempo. – Apretó el botón de llamada, y miró ansiosamente a su alrededor.
De pronto, Leon sintió que algo cambiaba en el ambiente. Tomó a Noiholt por la cintura y la
sujetó fuertemente contra su cuerpo, mientras se giraba para ponerse tras una pared,
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Stacy Adler – Ojos color cielo
escondite que le entregaba un amplio campo de visión. Miró hacia todos lados, estaba seguro
que su instinto no le fallaba. Algo andaba mal.
Noiholt abrió la boca para susurrar una pregunta, pero Leon la detuvo sellando sus labios con
los dedos. Enrojeció con el contacto, y su corazón latió con fuerza, como la primera vez que
sintió que le gustaba. Su interlocutor estaba ajeno a esos sentimientos, sólo preocupado en
vigilar el perímetro. En un acto completamente reflejo, la chica deseó mordisquearle los
dedos… entreabrió la boca y asomó los dientes, dándole un ligero apretón. Leon volteó la cara
para mirarla, mostrándose claramente sorprendido. Luego, frunció el ceño en un gesto
gracioso y le sonrió, con una mezcla de picardía y ternura. Ella soltó sus dedos, sonrojándose
furiosamente.
Éste es el Leon que conozco…
Tenía miedo de que hubiera cambiado para siempre. Pero ahora parecía el mismo que ella
recordaba, y eso la hizo sentir aliviada. Tal vez había tenido tiempos muy duros mientras
estaba lejos, y por eso se veía diferente a sus ojos. Se tragó sus miedos y pasó el arma a su
mano izquierda, divisando el reflejo de una sombra por debajo de la puerta más próxima. Jaló
una de las mangas de Leon y le señaló el lugar con la barbilla. Él comprendió de inmediato,
soltando su cintura y colocándose en posición de ataque, mientras Noiholt se aprestaba para
abrir la puerta de golpe. Fuera lo que fuera que les esperara al otro lado, no podían irse sin
averiguarlo. Ante todo, eran agentes y debían cumplir con su deber.
Leon no lo reconocería a viva voz, pero tenía miedo que esos minutos con Noiholt se acabaran.
La había encontrado al fin, pero trabajando de encubierto, lo cual significaba que no podría
estar con ella por mucho. Apretó con fuerza el arma en sus manos, decidido a decirle toda la
verdad apenas averiguaran qué rayos había en esa habitación.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Chapter 35
Ni siquiera alcanzaron a planificar alguna cosa, pues antes que Noiholt abriera la puerta, ésta
explotó de pronto. Retrocedió a tropezones y buscó a Leon con la mirada, preocupada por él.
Lo vio apuntando hacia la masa de polvo que se había levantado, viéndola con la misma
expresión. Le dio una sonrisa rápida, para mostrarle que estaba bien, y corrió hacia un lado
para salir de la zona roja. Cualquier cosa que saliera de esa habitación podría ser abatida si
trabajaban juntos, en lo cual ya tenían experiencia.
Leon le indicó con gestos que le sirviera de apoyo, por lo cual cambió su arma de mano y corrió
hacia atrás, colocándose finalmente a su espalda. La polvareda recién comenzaba a disiparse,
revelando la extraña criatura que se paseaba por el piso dieciséis del hospital Saint Thomas.
Era muy parecido a un Tyrant en altura, sin embargo la evolución del virus mostraba en él
claramente sus ventajas. En tamaño superaba los dos metros y medio; su cuerpo humanoide,
macizo y robusto, lo hacía imponente como una roca. Su piel irregular parecía sujeta con
dificultad a los huesos, la cabeza masticada y escupida al suelo carecía de un cuello visible que
la sujetara sobre los hombros, cadenas de metal cruzaban sus piernas en donde una trusa
miserable apenas tapaba ciertas partes (si las había), pero lo que más llamó la atención de
Leon fueron los brazos. Uno parecía el típico experimento de Umbrella: garra afilada y larga
como una espada curva. El otro era como un tentáculo electrificado, que sonaba
constantemente, advirtiendo de su presencia.
– Noiholt, el brazo – susurró.
– Lo vi, señor – en realidad, no lo perdía de vista.
– Vamos a ver si podemos deshacernos de este bicho indecente. ¿Segura que no hay más
gente aquí?
– Mi equipo me informó que el edificio había sido evacuado en su totalidad. Probablemente
pasaste sin problemas porque les avisaron que venías a investigar… o ni siquiera se han dado
cuenta que estás aquí. – Bufó, pensando que esa opción era posible.
– Cuando noté que algo raro pasaba, le pedí a Chris que me enviara algunos de sus hombres
como refuerzos, por si acaso.
– Buena idea.
Leon miró hacia atrás, y sus ojos se encontraron rápidamente. Volvió la vista hacia el frente y
se preparó para el ataque. Por experiencia, tenía claro que su H&K VP70 no le sería de mucha
ayuda, y por eso siempre tenía una TMP en la espalda. Con la información que Ada le había
proporcionado, fue más que suficiente para tomar precauciones. Además, Chris le había
confirmado la extraña actividad que se gestaba en los subsuelos del hospital. Pensando en
esto, llevaba algunas granadas explosivas y de luz en el cinturón, con lo cual se sentía bastante
seguro.
Como si el monstruo deseara hacerles notar a ambos que no estaba ahí de adorno, rugió por
primera vez: un alarido ensordecedor que les obligó a taparse los oídos. Acto seguido, dio
manotazos a lo loco, destruyendo parte del muro que le impedía salir de la habitación. Lo que
no había salido volando hace rato, lo hizo ahora, y el concreto molido que flotaba en el aire les
molestó la visión justo en ese instante. Leon retrocedió y tomó a Noiholt por un brazo,
obligándola a correr hacia un costado, punto ciego del BOW, para refregarse bien los ojos y
pensar en algo.
– ¿Qué armas traes? – Preguntó el agente.
– Mi Taurus, unas granadas, y en el primer piso dejé armamento escondido en caso de que me
faltara.
– Excelente. Veremos qué tan jodido nos sale este infeliz, y de acuerdo a eso actuaremos.
– OK.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Tienes alguna orden especial?
– En lo posible, debo llevar muestras de los experimentos.
– La conseguiremos. Haz tu magia, cariño – murmuró, dándole una rápida caricia en la mejilla y
luego volviendo al campo de batalla – ¡eres la mejor agente de apoyo que he tenido… así que
lúcete!
– ¡Sí, señor! – Respondió con una sonrisa.
Leon disparó un par de veces directo a la cabeza del BOW, sabiendo que Noiholt corría detrás
de él, atenta a cualquier peligro. Tener esa tranquilidad le ayudaba a pensar en estrategias de
ataque, tanto para matar al enemigo como para huir si la situación se ponía insostenible. Un
agente siempre debía saber qué batallas pelear, y cuales evitar.
El monstruo chilló de ira al recibir los impactos, se golpeó el pecho cual gorila y se lanzó
rápidamente a devolver la ofensa. Era bastante rápido para su tamaño y en menos de tres
zancadas ya se encontraba casi encima de Leon. Intentó partirlo en dos con su enorme garra,
pero el agente se agachó justo a tiempo y saltó hacia adelante, escabulléndose entre medio de
sus enormes piernas. Noiholt se adelantó y disparó la Taurus al brazo electrificado con la
esperanza de, al menos, dejárselo inutilizable. Pero lo que normalmente sería un impacto
mortal se transformó en una simple perforación de bíceps que apenas sangraba. Soltó un duro
improperio y corrió en diagonal, para ubicarse nuevamente a espaldas de Leon. Si una calibre
45 no hacía más daño que ese, entonces estaban comenzando a joderse. Plan B.
– ¿Lo viste? – Inquirió, ansiosa.
– Sí. Esto no pinta nada bien. Tengo una idea, pero necesito que lleguemos a los elevadores.
– OK, sígueme.
Corrieron por el largo pasillo en dirección a los ascensores, carrera que llamó la atención del
enorme experimento y provocó su instinto de cacería. Se lanzó detrás de ellos, pisándoles los
talones y amenazando con darles una caricia gracias a su garra electrificada. Leon se detuvo a
medio camino y sacó la TMP, indicándole a Noiholt con señas que pulsara el botón para abrir la
puerta del elevador izquierdo, el mismo que usó antes para subir. Descargó buena parte de sus
municiones en el cuerpo de la enorme masa purulenta que los amenazaba, sin hacerle ningún
daño aparente. Esquivó por milímetros un ataque que iba dirigido a su cabeza; en ese
momento Noiholt lo llamó. La puerta ya estaba abierta.
– ¡Vamos a atraerlo hacia el ascensor! – Gritó el agente, convencido de su buen plan.
Ella le sonrió, entendiendo la idea. Silbó para guiar al BOW hacia su posición y le disparó al
pecho, dejándole un bonito agujero. Éste gritó enloquecido, obligándoles a taparse
nuevamente los oídos. Luego, corrió para atacar a Noiholt, quien entró al elevador con el
objetivo de meterlo también, consiguiéndolo con éxito. Una vez estuvieron en el interior, imitó
a Leon y se escabulló entre medio de sus enormes y ulceradas piernas. Se arrastró con rapidez
por el suelo y corrió hacia un rincón, para que Leon pudiera arrojar libremente la granada que
constituía parte de su plan. En ese momento, la alemana sacó una pistola 9mm que tenía
escondida en una pierna y disparó al artefacto explosivo, haciendo que detonara de inmediato.
Leon alcanzó a llegar junto a ella a tiempo y se arrojó encima, protegiéndola de los pedazos de
concreto y metal que volaron a su alrededor, acompañados del chillido espantoso con que el
BOW les hizo notar su dolor. Si es que lo sentía.
Un trozo mediano de muralla impactó en la espalda de Leon, y algunos pedazos de la puerta
metálica se incrustaron en la pierna derecha de Noiholt, pero era un pequeño precio a pagar
considerando que no tenían heridas graves, y que continuaban vivos y coleando.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Gracias a la explosión, el elevador se desintegró por completo y cayó estrepitosamente,
llevándose al monstruo consigo hasta el fondo de los cimientos. Su grito de rabia reverberó
como un anuncio fatalista, hasta que finalmente… se extinguió.
– ¿Estás bien, Leon? – La voz de Noiholt sonó teñida de pánico.
– Sí, tranquila, ¿qué tal tú?
– Duele, pero nada terrible.
Ambos se observaron atentamente a través de la polvareda y el estropicio, hundiéndose en los
ojos del otro, escrutándose en silencio, sintiendo como si el tiempo se detuviera y sólo
existieran ellos habitando ese destrozado metro cuadrado. Leon esbozó una tierna sonrisa sin
quitarse de encima; le acarició el rostro y el cabello, a pesar de lo extraño que le resultaba aún
ver a Noiholt morena y de ojos color marrón. Ella nuevamente guió la mejilla al encuentro de
su mano, pero esta vez Leon no la apartó. Así se quedaron por alrededor de un minuto, luego
había que regresar a la realidad.
El agente se alzó de a poco hasta quedar medio sentado, el golpe en la espalda había sido
bastante duro. Noiholt, en tanto, evaluó los daños en su pierna: sólo eran cortes de escasa
profundidad. Rompió parte de su camiseta y se aprestaba para vendar, cuando Leon se
adelantó y tomó el trozo de tela con firmeza.
– Yo lo haré. – Dijo en un tono que no admitía réplica.
Ella ni siquiera se atrevió a contradecirlo. Estiró su extremidad y lo observó cumplir con su
cometido meticulosamente, hasta conseguir un vendaje perfecto. Luego, él se paró del suelo
con gracia y sacudió sus pantalones. Noiholt sonrió sin darse cuenta, moviendo la pierna para
ver el resultado desde diferentes ángulos.
– Gracias.
Leon estiró un brazo en su dirección, invitándola a levantarse. Lo tomó e inmediatamente
abandonó el suelo, para luego ser apresada por los duros músculos del agente. Sintió sus
grandes manos en la cintura, quemándole la piel ansiosa de su toque, y renuente se apartó. No
convenía poner a prueba su autocontrol.
Leon la miró sin ocultar su decepción. Incluso, pudo leer fácilmente en su rostro que le dolía el
rechazo.
Lo lamento pero tienes que entender… ya no estamos juntos… a pesar de lo mucho que me
hiere apartarme de ti…
Pero el hombre se recompuso rápidamente y asintió, como siguiendo el hilo de sus
pensamientos. Noiholt tragó saliva, sintiendo que su determinación iba muriendo a cada
instante que lo tenía a su alcance y se veía obligada a rechazarlo.
– Tenemos que salir del edificio. Pero antes… – Leon caminó en dirección hacia donde se
encontraba antes el elevador, agachándose de pronto – aquí está tu muestra, ¿tienes dónde
ponerla?
– Sí, muchas gracias – se levantó la falda y dejó su pierna izquierda al descubierto, tomando
una pequeña probeta escondida en el liguero.
Leon la miró descaradamente… Noiholt, falda, liguero. Una combinación explosiva para sus
hormonas. Hizo un gran esfuerzo por desviar la mirada y calmar cierta parte de su anatomía
que amenazaba con alzarse imponente, reclamando atención. Pero la chica notó el brillo
demencial en sus ojos azules y retrocedió, temerosa de caer en su embrujo. No sabía cuánto
más podría resistirse a la atracción fatal que los unía. Pasada la emoción de verlo nuevamente,
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Stacy Adler – Ojos color cielo
luego de un año separados, su cuerpo añoraba las caricias que solía prodigarle y el suplicio de
mantenerse alejada hacía estragos en su mente. No hubo un solo día en que no pensara en él.
Y lo mismo pasaba a la inversa, pero ella no lo sabía. Pensaba que Leon definitivamente era
pareja de Ada.
Sacudió la cabeza para no seguir pensando en cosas dolorosas; tenían que bajar al primer piso.
Recogió la muestra que le había ofrecido y la guardó en el liguero, notando de refilón que Leon
ahogaba un quejido y caminaba hacia cualquier parte, como huyendo. Ella se mordió la boca
para distraerse. Entendió que él la deseaba y no quería sucumbir a sus ganas de echársele
encima y besarlo hasta quitarle el aliento. Debo distraerlo…
– Vamos al elevador de servicio que íbamos a usar antes que apareciera esa cosa. Con él
podremos llegar al primer piso sin problemas.
– Te sigo.
Trotaron suavemente hacia su objetivo. Noiholt apretó el botón y esperó, acomodándose la
chaqueta gris perla que llevaba y sacudiéndose las piernas. Observó que Leon movía un
hombro como si le doliera; probablemente a causa del trozo de concreto que le golpeó la
espalda por cubrirla. Le miró con un rostro lleno de preocupación, él se dio cuenta y le dedicó
una leve sonrisa.
– Son gajes del oficio. – Musitó, encogiéndose de hombros y recuperando su gesto adusto.
A Noiholt le tembló la barbilla visiblemente, delatando su estado de ánimo más profundo. Giró
la cabeza y volvió a apretar el botón, por hacer alguna cosa, así no tenía que verlo con ese
rostro taciturno, tan diferente a lo que recordaba de él. Le dolía en el alma verlo tan oscuro,
tan siniestro.
Leon ladeó la cabeza, como preguntándole qué ocurría. Pero finalmente suspiró y cuando iba a
abrir la boca, el elevador había llegado. Se abrieron las puertas y ambos ingresaron. Noiholt
marcó el primer piso y comenzaron a descender con una lentitud exasperante. Paseó la vista
por todos lados, mirando hacia arriba, las esquinas, el apoyabrazos, porque si enfocaba la vista
en Leon perdería la batalla contra sus deseos, y no era buena idea considerando las
circunstancias.
– ¿Estás bien?
La voz del que fue su hombre interrumpió el incómodo silencio. Sin mirarlo, apoyó un hombro
en el enorme espejo que los reflejaba y bajó la cabeza.
– ¿Ya no me hablas?
El tono dolido de su voz la obligó a levantar la mirada en su dirección. Tragó saliva antes de
contestar.
– Lo siento. Tengo… – vaciló, buscando la palabra adecuada – tengo… miedo de mis
sentimientos por ti.
– ¿Y eso? – Frunció el ceño, sopesando la frase – ¿Por qué?
– Me afectas – se llevó una mano al corazón – sabes lo que me haces. Sabes que te quiero,
Leon.
– ¿Y eso te hace dudar de lo que sientes por tu novio? – Escupió la última palabra con una
mueca de disgusto, como si hubiera masticado algo muy desagradable.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Noiholt se ruborizó y escondió la cara, girándola hacia atrás. Pero Leon evaluó su reacción
viéndola a través del espejo, y apretó los puños. Novio… si no era un adjetivo calificativo
dirigido a su persona, sonaba como un insulto. Y aunque sabía muy bien que no tenía derecho
a quejarse, los celos no son algo fácil de controlar. Cerró los ojos y trató de calmarse, contando
mentalmente los pisos que faltaban para llegar a su destino.
Noiholt no levantó la cabeza por temor a perder la compostura. Y cuando por fin el elevador se
detuvo, nunca le había parecido más oportuna la apertura de puertas, ni siquiera esa vez que
se encontraron en el ascensor del edificio donde trabajaban.
Leon se adelantó y se interpuso en el sensor, para que no se cerrara de golpe. Noiholt avanzó
mientras sacaba la Taurus, apuntando por si acaso se encontraban con alguna sorpresa.
Aparentemente, todo estaba tranquilo. Bajó un poco los brazos y relajó ligeramente la
postura, observando que la salida no estaba muy lejos de donde se encontraban. Leon llegó a
su lado, también atento a cualquier movimiento.
– Parece estar limpio. ¿Vamos? – La invitó, con una reverencia provista de mucha galantería.
– Sí, señor. – Le sonrió, tomándole el brazo. Al verlo así de gracioso no pudo resistirse, le
recordaba al Leon que ella conocía.
Lamentablemente, alguien no pensaba dejarlos salir así de fácil. El estallido de un elevador
más allá los alertó del peligro. ¡El enorme monstruo del piso 16 había vuelto para vengarse!,
con un aullido lleno de ira y malos deseos, destruyó la puerta que le impedía lanzarse contra
sus enemigos y se golpeó el pecho, demostrándoles que ni siquiera él mismo podría dañarse,
de quererlo así.
La chica retrocedió sobresaltada. Leon decidió actuar rápido, tenía previsto que el plan B
fallara, así que ahora pasaremos al plan C.
– Noiholt, dame tu arma –le ordenó.
– Sí, señor –murmuró, entregándosela sin siquiera cuestionarlo.
El agente apuntó y con precisión milimétrica, acertó los tres disparos limpiamente en el pecho
del BOW. Pero al igual que antes, éstos sólo dejaron grandes agujeros, sin ser heridas
realmente mortales. El chirrido exasperante del brazo electrificado se intensificó de pronto,
justo en el momento que la enorme masa de carne daba un salto gigante hacia ellos, estirando
la enorme y escandalosa extremidad como si fuera de goma, con el propósito de
electrocutarlos. Leon y Noiholt saltaron hacia lados opuestos, esquivándolo por muy poco.
El BOW chilló de furia, dando manotazos como un loco por todo el lugar, amenazando con
derrumbar las paredes a golpes. Leon daba rápidos vistazos al perímetro, buscando puntos
estratégicos que le sirvieran de apoyo para ejecutar su estrategia. Sabía que en cualquier
momento llegaría el apoyo que había solicitado a Chris, así que sólo era cosa de ganar tiempo.
Noiholt silbó de pronto, atrayendo al monstruo, y le indicó a Leon con la mirada que corriera
hasta el otro extremo. En la mano llevaba una granada. Él le respondió con un gesto veloz de
cabeza: “no”. Ella se encogió avergonzada y guardó el explosivo, luego levantó las manos,
diciendo “¿qué demonios hacemos?”.
Pero el enorme humanoide no tenía intenciones de permitirles conversar con señas, así lanzó
su enorme garra hacia Noiholt, que le esquivó sin mayores dificultades. Se juntó con Leon en
medio del lugar, momento que él aprovechó para explicarle rápidamente en qué consistía su
plan. Ella escuchó atentamente, asintiendo y comprendiendo, tomando su arma de 9mm y
preparándose para desarrollar el plan. Leon le dedicó una media sonrisa y se giró, volviendo a
disparar la Taurus. El cuarto hoyo en el pecho terminó por agotarle la paciencia al monstruo,
que rugió nuevamente, infinitamente furioso, y las emprendió contra la construcción, lanzando
mesones por los aires, derrumbando unas columnas, usándolas para tirar muros y destruir
todo a su alrededor. Noiholt se dio cuenta que, de seguir así, no sólo escapar les sería
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Stacy Adler – Ojos color cielo
imposible, sino que además terminarían como puré cuando el techo cediera y les cayera
encima.
– ¡Mierda! ¿Leon? – Exclamó, pensando rápidamente si tenían donde guarecerse.
– ¡Lo sé, sólo apóyame cariño! – Se llevó la mano al cinturón y cogió una granada,
sosteniéndola firmemente.
La chica corrió hacia un lado con Leon detrás, disparando a momentos para que el BOW no se
acercara demasiado. Pero éste no parecía rendirse, lanzándoles parte de una columna que se
estrelló contra el muro más próximo a ellos. Leon vio de reojo cómo esa pared estaba a punto
de derrumbarse. Tenían que quitarse, pero Noiholt no iba a conseguir esquivarlo…
Ni siquiera lo pensó. Jaló de su chaqueta y la arrojó hacia un lado con todas sus fuerzas,
haciéndola rodar por el suelo, momento que el monstruo aprovechó para atacarlo. Lanzó su
garra electrificada, la cual impactó en el costado derecho de la espalda del agente Kennedy. La
corriente se esparció por todo su cuerpo, haciéndolo rugir de dolor.
– ¡LEON! – chilló la alemana, desgarradoramente desde el fondo de su garganta.
El aludido, al borde de la inconsciencia, alcanzó a cumplir su plan C: quitó el seguro a la
granada y la embutió en el hoyo que había dejado la Taurus. Noiholt lo vio haciendo eso y
disparó rápidamente hacia la garra, consiguiendo que le soltara. Corrió hacia él, se echó a Leon
encima y, a cuatro patas, arrastró sus 83 kilos lo más lejos que alcanzó antes que la granada
hiciera su parte. La explosión reventó la mitad del cuerpo putrefacto del BOW, creando una
onda expansiva que terminó de lanzar a Noiholt y Leon varios metros más allá, bajo una lluvia
de sangre y músculos, sin embargo no resultaron heridos sólo gracias a que la masa carnosa
del monstruo absorbió casi todo el impacto.
Segundos después, la alemana abrió los ojos, algo confundida. Tanteó terreno dolorosamente,
dándose cuenta que Leon no estaba con ella. Alzó medio cuerpo, buscándolo desesperada y lo
encontró poco más allá, pálido. Se arrastró con dificultad hasta quedar a su lado y le tomó el
pulso en el cuello… nada. Acercó la oreja a su boca… no estaba respirando.
¡Maldición!
Se quitó los dolores de un golpe, colocándose inmediatamente a su costado y cogiendo su
transmisor.
– ¡Quiero una maldita ambulancia EN ESTE PRECISO INSTANTE! – Gritó desesperada – ¡me
importa una mierda, envíala, joder!
Soltó el aparato y comenzó con las maniobras de resucitación. Treinta repeticiones, dos
respiraciones. Intentó mantener la calma a toda costa, porque estaba a punto entrar en shock,
y no podía permitírselo: la vida de Leon dependía de sus capacidades, y para eso mantener la
cabeza fría era prioridad.
Terminó la primera ronda, se inclinó de inmediato. Nada.
¡Leon…!
Esta vez ya sin tanta calma, se lanzó de nuevo al masaje cardiaco. No tiene pulso, no respira…
En la tercera ronda ya casi no podía verle la cara. Tenía los ojos nublados de lágrimas y estaba
a punto de ahogarse gracias al llanto contenido.
– Maldita sea, Leon… respira de una buena vez… – chillaba sin perder la cuenta – no te puedes
morir, no aquí, no ahora, sin que me aclares qué carajos pasó hace un año… ¿por qué la
elegiste a ella en vez de mí?, ¿crees que te voy a dejar así nada más?, ¡qué fácil sería para ti,
idiota! – Golpeó su pecho cerca del corazón repetidamente – ¡respira y vive, para que yo
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Stacy Adler – Ojos color cielo
pueda abofetearte por haberme abandonado así,… te quiero de rodillas, maldito playboy del
infierno!
Acercó su boca para darle aire, cuando Leon abrió los ojos y comenzó a toser dificultosamente,
escupiendo algo de sangre. Noiholt lo giró sobre su costado para que no se atorara con sus
fluidos y apoyó la frente en su hombro, llorando agradecida de que hubiera vuelto de donde
quiera que estuviera.
– ¡Leon…! – Sollozó.
– Hola… – saludó, en tono quebradizo.
– No hables, amor, por favor… – sorbió sus lágrimas ruidosamente – pedí ayuda, vienen en
camino, no te muevas…
Leon esbozó una sonrisa. Noiholt no se dio cuenta que lo había llamado de la forma que solía
hacerlo sólo en los momentos de mayor intimidad. Eso le dio una idea, pero no estaba en
condiciones de pensar mucho: sentía el cerebro en llamas, casi frito.
– Respira, Noiholt… – balbuceó el agente, perdiendo de a poco el conocimiento por segunda
vez – no te… ahogues…
----o---Cuando Leon abrió los ojos, lo primero que vio fue la cantidad de cables que salían de su
cuerpo. Pestañeó, algo desorientado. El sonido irritante del monitor cardíaco lo hizo despertar
un poco más, oteando alrededor un poco ansioso. Se dio cuenta que le habían puesto una
sonda por la nariz. Genial.
Alguien se removió a su costado. Dormida, sentada en un banquillo de plástico y descansando
la cabeza sobre los brazos, se encontraba una chica de largo cabello negro. Confundido, se
preguntó quién era.
Noiholt.
Como una cadena de sucesos, la memoria de Leon enlazó hechos recientes. Londres, Hospital
Saint Thomas, Elizabeth Dankworth, piso 16, Noiholt, BOW, electrocución…
Apretó los ojos, sintiendo el dolor de cabeza aumentar conforme recordaba todo lo ocurrido.
Los entreabrió ahora, mirando a la chiquilla a su lado. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que
la encontró?
Estiró penosamente un brazo, alcanzando con sus dedos esa mejilla sonrosada. Noiholt
despertó de pronto, sobresaltada, y sus ojos brillaron de emoción al verle despierto y con una
expresión traviesa en la mirada.
– ¡Oh, Leon…! – Exclamó, cogiéndole la mano.
– Lamento haberte preocupado. Te ves terrible – observó, apreciando las oscuras ojeras que
empañaban su piel de porcelana.
– Olvida eso, ¿cómo te sientes?
– Uf… es difícil decirlo, no sé qué me duele más. – Miró su pecho, sin poder moverse – haces
un masaje cardiaco terrible, deberías saberlo – se burló.
– Apenas conseguí aprobar el ramo de resucitación. No hubiera servido para ser enfermera. –
Hizo una mueca disconforme.
Leon se encontraba muy débil como para apretarle la mano de la forma que quería, pero
Noiholt se dio cuenta y lo hizo ella, transmitiéndole así todos los miedos y la desesperación
que había sentido cuando creyó que le perdía.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– ¿Cuánto tiempo ha pasado? – Preguntó el agente maltrecho.
– Dos días.
– ¿Qué dijeron que tengo?
– Algunas quemaduras internas, pero nada terrible. La corriente salió de tu cuerpo, por eso
sobreviviste bastante… bastante entero. – Su mirada se oscureció, recordando el momento en
que vivió el miedo más grande de su vida. Prefería pasar hambre mil veces, ser golpeada por
su Kru Yai de Muay Thai para que aprendiera a defenderse, viajar kilómetros sólo a pie, sucia y
devastada, incluso ser molida a patadas hasta quedar moribunda bajo los puños de Albert
Wesker, cualquier cosa sonaba mejor para ella que ver a Leon sufriendo como lo hizo. Se
aferró a la mano que aún sostenía y la pegó a su rostro, tratando de pensar en lo ocurrido
como si hubiera sido un mal sueño. – Fuiste demasiado imprudente… ¿cómo se te ocurrió
embutirle la granada en ese momento?, ¡pudo haber explotado contigo ahí!
– Sabía que me ibas a sacar del peligro como fuera.
– No vuelvas a darme un susto así… – cerró los ojos y volvió a acariciar su mano con la mejilla.
Leon se quedó mudo por un momento, luego frunció el ceño.
– ¿Por qué tengo la sensación de que me llamaste idiota? – Algunos recuerdos del momento
en que Noiholt le hacía maniobras de resucitación llegaron a su cerebro, como envueltos por
una nebulosa.
– ¿Eh…? – Había olvidado por completo lo que dijo en esos instantes. Pestañeó un par de veces
– no lo sé, puede ser.
– Aunque me lo merezca, todo está un poco confuso.
– Luego de que volviste a desmayarte, te arrastré hasta la puerta y dos hombres de Redfield
llegaron en ese instante. Me ayudaron y revisaron el lugar, en algún momento se escucharon
unos sonidos extraños desde los pisos subterráneos. A los pocos segundos, explotó una bomba
abajo y tuvimos que salir corriendo, fue bastante… digamos, emocionante – soltó una risita
nerviosa – como yo no podía cargarte, el novato lo hizo. Nivans, parece que se llamaba. Llegó
la ambulancia que había pedido y te trajimos hasta aquí.
– Y por lo que veo, te quedaste desde entonces.
– ¿Por qué dices eso, huelo mal? – Inquirió, alarmada.
– Para nada. Simplemente sé cómo actúas.
Noiholt hizo una mueca disconforme, como si hubiera recordado algo en lo que no quería
pensar. En ese momento, la puerta se abrió de golpe y un agraciado joven entró. Tendría unos
30 años, piel blanca y lindos ojos verdes, enmarcados por una corona de cabello negro
azabache. Llevaba una bata blanca, y una identificación que ponía “Dr. Woodgate”. Alzó una
ceja al ver la escena que se gestaba ante sus ojos, y acomodó sus gafas a modo de llamarles la
atención. Leon giró la cabeza en su dirección con bastante dificultad, y vio en él la
incomodidad que sentía. ¿Qué le pasaba?
– Beth – murmuró el recién llegado.
– Dan – respondió Noiholt, para sorpresa de Leon. – Estoy ocupada, por favor hablemos luego.
El agente pestañeó varias veces, digiriendo aún lo que acababa de ver. Más aún: Noiholt había
abandonado por completo su acento alemán, sustituyéndolo por un perfecto inglés británico.
Además, respondió al nombre de “Beth”… ¿era su nombre de encubierto?, Beth… Elizabeth…
¿Elizabeth Dankworth?
¡Tenía que ser así, todo encajaba ahora!, no podía ser tanta coincidencia que justo la
encontrara en el piso 16 por nada.
Ada… lo sabías, ¿cierto?
Leon sonrió, comprendiendo ahora todo lo ocurrido. Espero verte pronto para agradecértelo.
– Necesito revisar el estado del paciente.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Entonces, saldré.
Al levantarse, Leon pudo ver que Noiholt también llevaba una bata. Y así confirmó su teoría,
viendo la identificación que colgaba de su bolsillo. “Dra. Dankworth”.
Al cabo de unos 10 minutos, la alemana no aguantó más la espera y decidió entrar
nuevamente. El Dr. Woodgate parecía satisfecho, la medicación surtía efecto y Leon podría ser
dado de alta en breve. Cuando vio a Noiholt entrar, frunció el ceño y habló usando un tono
bastante seco.
– Necesito hablar contigo – e hizo un gesto con el brazo, invitándola a salir de nuevo.
– ¿Es urgente? – El doctor asintió con la cabeza – bien. Volveré en breve, señor Kennedy.
Leon no supo qué contestar, aún perturbado con ese perfecto acento inglés. Los vio salir, y a
su mente acudió la peor idea que podría tener: ese tipo era el novio de Noiholt. Lo era,
¿verdad?, de lo contrario no tendría sentido que pusiera esa cara por verlos juntos. A pesar de
su horrible dolor de cabeza, y del incesante pitido del monitor cardíaco, agudizó el oído lo más
que pudo gracias a sus años de experiencia como agente, y consiguió escuchar la conversación
que se daba afuera.
– ¿Por qué una siquiatra pasa dos días con un paciente que no sufre problemas… digamos,
“siquiátricos”? – La última palabra sonó con una ácida nota de sarcasmo.
– El señor Kennedy sufre estrés post-traumático – se cruzó de brazos, Leon pudo apreciarlo por
la sombra a través de la ventana – ¿sabes qué?, no debería darte explicaciones, Daniel.
– No puedes negar que se ve raro.
– Quéjate con RRHH, entonces. No pierdas el tiempo reclamándome por hacer mi trabajo.
La puerta volvió a abrirse. Noiholt entró muy molesta y tomó asiento nuevamente junto a
Leon. Suspiró y apoyó los codos en la cama, descansando la frente sobre sus manos.
– ¿Te he causado problemas? – Preguntó con suavidad, ansioso de dar respuesta a sus
cavilaciones anteriores.
– No lo digas ni de broma. Nadie podrá apartarme de ti hasta que salgas del hospital. – Negó
con la cabeza, reafirmando sus palabras.
– ¿Ese tipo es… bueno, tu novio? – Volvió a decir el adjetivo como si fuera un insulto.
Ella levantó la cabeza, y sus ojos marrones mostraron evidente confusión. Leon apretó la
mandíbula en un gesto reflejo, pensando a mil por hora.
– Me parece que no le quieres. Además, no sabe quién eres en realidad – observó, sin poder
contenerse.
– ¿Por qué dices eso? – Intentó sonar enfadada, pero fracasó.
– Te conozco.
– Pues, si mal no recuerdo, hace más de un año actuaste como si no me conocieras en lo
absoluto – replicó, ahora molesta.
Leon alzó una ceja. ¿Quieres jugar a esto?, muy bien. Juguemos.
– Te gusta fingir que estás enfadada conmigo, para luego sorprenderme desnuda en alguna
parte. Te me has aparecido en la cama, en la ducha, en el coche, en…
– Uhm – interrumpió con un gruñido, girando la cara hacia un lado.
– Babeas mientras duermes, y arruinaste casi todas mis almohadas.
– ...
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Stacy Adler – Ojos color cielo
– Cuando bebes vodka, te agarra un hipo infernal que no se te quita con nada.
– ¿Podrías humillarme un poco menos? – Jadeó, sonrojándose como un foco.
– Después de hacerte el amor, me hablas sólo en alemán. Odias los documentales nazis que
dan en el Discovery Channel. Escuchas “The Rhythm of love” de Scorpions a escondidas, como
si cometieras un pecado. A veces usas zapatos con plataforma para verte más alta, y te
gustaría aumentar la talla de tu sujetador. Pero no sabes… – sus ojos se suavizaron – no sabes
cómo me gusta lo que tienes. Eres perfecta para mí.
– Ah… – su respiración se volvió irregular. Él ladeó la cabeza y continuó.
– A pesar de los años que han pasado aún te sientes culpable por la muerte de tu madre.
Intentas olvidar que tienes familia y que no sólo no te quiere, sino que además te desprecia.
Finges que te da igual, pero sé que es una herida abierta para ti. Tiene que dolerte, porque a
pesar de tus esfuerzos, no puedes ocultarme que eres maravillosa. – Ella le miró sorprendida,
dejando escapar una lágrima que fue rápidamente interceptada por los hábiles dedos de Leon
– viajar por el mundo fue tu forma de escapar al dolor, porque no te sentías capaz de enfrentar
tu infierno. Es la misma razón por la cual siempre tiñes tu cabello, es tu escudo. Eres atea, pero
deseas con toda tu alma creer que tus padres están en un lugar mejor… porque así sus
muertes no habrán sido en vano, y el dolor que tuviste que pasar tendrá entonces algún
sentido.
Noiholt escondió la cara entre sus manos, incapaz de seguir escuchando. Leon tomó una y la
apartó, mirándola con una expresión que ella nunca le había visto. Estaba llena de
comprensión, entendimiento… de amor. Tragó saliva.
– ¿Por qué, Leon? – Murmuró, con voz quebrada – ¿por qué tuviste que dejarme así?
– Realmente pensé que te hacía un bien apartándome de tu camino. Nunca creí que estaba
cometiendo el mayor error de mi vida, hasta que Claire me hizo entrar en razón.
– No fue un error. Eso te ayudó a darte cuenta que en realidad siempre has amado a Ada, y no
a mí. Ahora deben estar bastante felices ustedes dos. Supongo que no le contarás que me
encontraste – se tragó las lágrimas, ahora con ira contenida.
Leon movió la cabeza, visiblemente sorprendido.
– ¿Qué? – Abrió la boca, la cerró, luego la abrió de nuevo – ¿tú piensas que Ada y yo estamos
juntos?
– No juegues con mi salud mental, joder – le gruñó – me dejaste para estar con ella.
– ¡Te dije que no fue así!, ¿acaso no escuchaste nada de lo que te expliqué ese día?
– ¡Pues te la follaste, maldita sea!
– A ver, estás muy equivocada.
– No quiero saber nada de eso, Leon. No me hagas más daño por favor. – Hizo ademán de
levantarse, pero él la retuvo de un brazo con toda la fuerza que era capaz.
– Ésta vez no te me vas a escapar. Escucharás todo lo que tengo para decirte, de principio a fin,
y luego puedes hacer lo que te plazca. Pero primero, óyeme.
Noiholt quería huir de aquella conversación, pero tenía miedo de interrumpir la recuperación
de Leon si forzaba las cosas. El tono de su voz le dio a entender que no la dejaría ir sin que le
permitiera explicarse, y sabía que era capaz de levantarse de esa cama con tal de conseguirlo,
si ella amenazaba con largarse. Dando un bufido exasperado, volvió a acomodarse en el
banquillo y se cruzó de brazos.
– Te escucho.
– Primero, Ada y yo NO estamos juntos – enfatizó la negativa – y NUNCA lo estuvimos. Yo
cometí demasiados errores el año pasado, como darte a entender que la quería a ella. – Se
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quejó de forma audible, pensando si contarle… no, no debía dudar, debía decirle todo si
aspiraba a tenerla de nuevo – esto es patético, pero cuando le hice el amor, fue pensando en
ti.
– ¿Debo sentirme halagada? – Alzó las cejas.
– No. Pero es para que te hagas una idea de hacia dónde apuntan mis sentimientos.
Noiholt tragó saliva y su rostro se tiñó de un gesto doloroso.
– Cuando fuiste a mi apartamento, supongo que fue para contarme que estabas embarazada
¿no? – ella asintió, agachando la cabeza – ese día yo quería desesperadamente hablar contigo.
Pero tú sólo te largaste y me impediste tratar de arreglar las cosas. Sé que me porté como el
rey de los imbéciles, y gracias a eso todo lo que nos rodeaba se ha vuelto un montón de malos
entendidos. Pero Noiholt… no pude olvidarte. No puedo.
– … – levantó la mirada, clavándola en sus profundos ojos azules.
– Vine hasta aquí para encontrarte. Me importa una mierda el bioterrorismo en este
momento. – Se esforzó por quedar medio sentado, acercándose un poco más a la chica – sólo
estoy aquí por ti. Y te esperaré, porque sé que no me has olvidado.
– ¿Qué?, Leon… – balbuceó.
– Estoy enamorado de ti.
Esas palabras fueron como un detonante para la alemana. Se quedó boquiabierta, sin saber
qué contestarle, mientras Leon entornaba los ojos como si le doliera algo. Era su corazón, pero
no el músculo que latía y lo mantenía vivo, era la profundidad de su confesión y la
incertidumbre de lo que pasaría ahora.
– Vuelve a acostarte, podrías retroceder en tu recuperación – murmuró ella aún turbada,
guiándolo con manos trémulas hacia el descanso en la almohada.
– Te esperaré, Noiholt – dijo vehemente.
– Leon… no deberías…
– Estoy consciente de que mereces mucho más que eso, pero es lo único que puedo hacer por
ahora.
La chica apretó los ojos. Luego los abrió, cristalinos como el agua.
– Me hiciste mucho daño – sollozó – tengo miedo de que me hieras así nuevamente.
– Lo sé. Pero así como me lo dijiste tú un día, esta vez lo haré yo: te demostraré que soy el
único que puede tenerte. Así me demore años.
– Leon, es que… – frunció los labios y bajó la cabeza.
– No te voy a molestar, ni te voy a acosar. Sólo estaré ahí.
Ante esa frase, Noiholt no pudo contener un sollozo. Empuñó las manos, tan fuerte que una de
sus uñas le rompió la palma, pero ese dolor no era suficiente para distraerla del que sentía en
su pecho. Leon alzó su rostro desde la barbilla y la observó con una expresión tan
desamparada, que Noiholt se hubiera echado todo eso al hombro sólo para evitarle la
angustia. No soportaba verlo sufrir.
– Perdóname, no puedo con esto – gimió ella – no quiero herirte. No funcionamos. No
podemos hacerlo.
Leon frunció el ceño dolorosamente y apretó los dientes, mientras su respiración cambiaba y
el monitor que medía sus pulsaciones se aceleraba rápidamente. Noiholt se preocupó,
paseando su vista entre la pantalla y Leon, quien ladeó la cara en ese instante como si quisiera
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esconderse. Sin embargo no lo hizo lo suficientemente rápido, pues la chica alcanzó a divisar
una lágrima que resbalaba por el rostro varonil.
Nunca en la vida había sentido un dolor tan agudo como en ese momento, viendo a Leon. Se
levantó del banquillo rápidamente y retrocedió, asustada.
– Es… es mejor que me vaya.
Salió pitando de la habitación, horrorizada por lo que acababa de presenciar. Ese Leon dañado,
destruido, ni en sus peores pesadillas habría imaginado verlo así. Herir a Leon era algo que no
podría nunca perdonarse. A duras penas consiguió llegar a las escaleras de emergencia sin
desplomarse por el camino, confundida y adolorida por las circunstancias. No sabía qué hacer.
Leon en tanto, inmovilizado por cables y vendas, había apoyado una mano en su frente y
parecía un niño abandonado. La perdí, maldita sea…
No. No debía pensar así. Eventualmente la volvería a ver, y podría hablarle. Le demostraría su
punto, y borraría todas las heridas que dejó anteriormente. La había dañado terriblemente, y
por eso era el único capaz de convertir esas marcas en cicatrices. Era su tarea, le correspondía
por derecho, y nadie más tendría esa misión.
Con ese pensamiento, se quedó dormido lentamente.
----o---Noiholt no volvió a entrar en la habitación. Pero la veía vigilarlo desde fuera, atenta a cualquier
cambio. Y aunque él se moría de ganas por hablarle, decidió respetar ese espacio que había
impuesto, convencido de que sólo debía darle tiempo.
El día que recibió el alta, tomó sus cosas y se fue en completo silencio de aquel hospital. El Dr.
Woodgate le recetó algunos medicamentos para asegurarse que no tendría secuelas
posteriores, y parecía secretamente complacido por alguna razón. Leon creía saber cuál era,
pero no le diría nada. Sería inútil iniciar una discusión sobre algo que, por el momento, no
tenía remedio.
Esperaba ver a Noiholt aunque fuera de lejos. Buscó su largo cabello negro pero no pudo
hallarla. Así, el taxi que lo recogió le llevó al aeropuerto, con el ánimo por los suelos y
completamente desesperanzado.
Ya en el avión, pidió un brandy y cerró los ojos. No tenía ganas de mirar por la ventana, o de
fingir que se sentía mejor de lo que parecía. Todo le daba igual en ese momento. Tal vez
emborracharse como un adolescente le ayudaría a olvidar momentáneamente.
De pronto, un aroma familiar inundó sus sentidos. Y unos brazos blancos y suaves se
apoderaron de su cabeza, atrayéndola hacia unos pequeños pechos que él conocía muy bien.
Leon, que había abierto los ojos por la sorpresa, volvió a cerrarlos sin decir palabra y sólo
disfrutó del momento. Si estaba soñando, pues era una situación muy agradable.
No, no es un sueño: Noiholt está aquí.
La sintió estremecerse. Trató de verla pero ella se lo impidió, apretándolo aún más contra su
pecho agitado. Sintió sus lágrimas caerle en el cabello, pero no podía moverse, lo tenía
aprisionado.
– No llores – dijo en un susurro, pues fue lo único que se le ocurrió.
Pero esa petición redobló sus sollozos, convirtiéndolos en un quejido auténtico de dolor.
Ahora, Leon comenzaba a desesperarse. ¿Qué podía hacer?, no soportaba verla sufrir sin ser
capaz de darle consuelo.
– Dime algo – pidió, alarmado.
209
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Idiota, estúpido, imbécil, cabrón, playboy maldito – balbuceó en tono quebradizo – te odio,
porque a pesar del tiempo que ha pasado, no pude olvidarme de ti. Te odio, porque me haces
confesarte que te he mentido. – Hizo una pausa, tratando de calmarse – cuando nos
encontramos, creí que estabas con Ada. Y por eso te dije que tenía a alguien. Es mentira. Estoy
tan sola como cuando me dejaste. – Volvió a apretar su cabeza contra su pecho, sintiendo que
él quería voltearse a verla – y te odio, porque te amo más que a mi orgullo y a mi trabajo.
En ese momento, Noiholt lo soltó. Caminó hacia el asiento de al lado y se acomodó frente a
Leon, secándose la cara con una mano y mirándolo a través de sus lentillas.
– Renuncié a la misión. Vuelvo contigo a los EEUU.
– ¡¿Hiciste qué?! – Exclamó, revolviéndose el cabello en un gesto nervioso.
– Ya les di lo que querían, averigüe lo más posible, les llevé su maldita muestra… y estoy aquí
hace un año. Es suficiente, no quiero más de esta mierda. ¿Sabes lo difícil que es para mí
esconder mi verdadero carácter y fingir que soy alguien diferente?, es un suplicio. No pensé en
esos detalles cuando acepté. – Se removió en el asiento – no te preocupes. Ya me los había
echado encima cuando pedí la ambulancia que te trasladó al hospital.
Ambos se miraron con intensidad, sin moverse, casi sin respirar.
– Vuelves conmigo… – musitó, aún sin creérselo del todo.
– Tengo un par de requerimientos para ti, herr Kennedy.
– Lo que quieras – respondió de inmediato.
– Si me da la gana de insultarte en chino, lo haré. O en cualquier idioma que me sepa.
¿Estamos? – Él asintió, sorprendido – y por favor, no vuelvas a disculparte por lo que ocurrió.
Lo has hecho casi desde el día que me dejaste. No quiero nada más de eso.
– ¿Qué deseas, empezar de cero?
– Tampoco. Quiero que hagamos bien las cosas. Tú aprende en silencio de lo tuyo, y yo haré lo
mismo con lo mío. Conozco mis problemas, sé de mis paranoias y de mis celos… ¿hay algo más
que no te guste de mí?
– Lo dudo. Adoro tu celopatía. Recuerdo con mucho cariño ese día que me arrojaste los trastos
por la cabeza, creyendo que había salido de copas con la chiquilla de contabilidad.
– Eso fue tu culpa, por no contestarme el celular… – su voz fue perdiendo fuerza, mientras
enrojecía – como te vieron saliendo del edificio con… olvídalo.
Noiholt bajó la cabeza, completamente avergonzada. ¿Cómo era que Leon se acordaba aún de
lo ocurrido en esa oportunidad?
– Sígueme – le pidió, sin más.
El agente se levantó de inmediato y la acompañó hacia donde se dirigía, para detenerse de
pronto al ver el lugar: ¿baño de mujeres?, ladeó la cabeza, confundido. Ella lo jaló de un brazo
y lo obligó a entrar, cerrando la puerta con pestillo. Se inclinó sobre el lavatorio y con mucho
cuidado, extrajo las lentillas de sus ojos, arrojándolas a la basura. Lo mismo hizo con la peluca,
todo esto bajo la atenta mirada de Leon, que no se perdía detalle de su transformación. Ella
rompió la lanilla que sujetaba su cabello real, apareciendo el rubio en todo su esplendor.
Sacudió la cabeza y se peinó con los dedos, mientras Leon tragaba saliva con lentitud. Cuando
finalmente se volvió hacia él, creyó que su corazón latía con aún más fuerza que antes.
El cabello de Noiholt iba completamente natural. Nada de mechones negros y rojos,
simplemente su rubio blanquecino de nacimiento le cubría hasta la altura de los pechos. Y sus
ojos… Leon habría jurado que estaban más celestes de lo que recordaba.
210
Stacy Adler – Ojos color cielo
Se observaron por espacio de unos minutos, sin decir palabra. El agente se encontraba en
éxtasis; su alemana, la que él recordaba había vuelvo, su chiquilla de ojos color cielo.
Alargó una mano y acarició su mejilla, viendo cómo enrojecía bajo su contacto. Limpió de sus
párpados inferiores el maquillaje corrido por su llanto de hace un rato, entonces ella suspiró.
– No vuelvas a dejarme. No así, al menos. – Y su voz se quebró.
– Ya no te abandono más. – Se encorvó, de tal forma que pegó su frente a la de ella – me traes
tan enamorado de ti, que parece broma.
– Cursi –musitó, casi con una sonrisa.
– Es tu culpa, así que ahora te aguantas.
Y finalmente, después de tanto tiempo añorándolo, el beso llegó. Ambos unieron sus bocas al
mismo tiempo, desesperadamente, succionándose, consumiéndose con frenesí imparable,
intentando meterse el uno en la piel del otro, como si pudieran sentirse aún más de esa forma.
Noiholt levantó los brazos y se colgó de su cuello, rodeándolo con las piernas por la cintura,
sintiendo cómo su miembro ya despertaba en torno al reencuentro. Leon ocupó sus manos
para pasearlas por todo su cuerpo menudo, sin dejar de besarla, se detuvo en sus muslos y
encontró… ligas.
– Oh, mierda – susurró encantado, jalando los elásticos.
– Vi tu reacción ese día. – Le mordisqueó la boca – sorpresa…
– Vas a hacer que vuelva al hospital – sonrió, besándola de nuevo.
Leon la sujetó firmemente por la cintura y se trasladó hacia un costado del estrecho baño,
apoyándola contra la pared. La tocó extasiado, recorriéndola sin descanso con sus grandes
manos ansiosas, y una erección tan prominente que Noiholt casi se asustó. Movió lentamente
la cadera, provocándolo para que la tomara sin cuidado, sin miramientos, sin detenerse a
pensar en que podrían verlos o en si le hacía daño. Lo quería dentro de ella, ya mismo.
– Debí saber antes cómo te ponen las ligas – susurró, mordiendo su cuello y succionándolo
apasionada.
– Son tus piernas principalmente – respondió, ocupado en quitarle la blusa.
– Oh, deja ya de ser tan cursi… – se burló, abriendo los brazos para que la prenda cayera.
– ¿Segura? – Y en sus ojos apareció aquella expresión traviesa que a Noiholt tanto le gustaba.
Leon terminó de arrancarle el sujetador casi a tirones, arrojándolo desinteresadamente al
suelo. Se ocupó de atender sus pechos, que le parecieron más blancos que antes. Los rosados
pezones se irguieron ante la mirada lasciva con que Leon amenazaba poseerlos, para luego ser
succionados con firmeza. Por mientras, ella le quitó la camisa, acto seguido pasó sus uñas a lo
largo de su ancha y musculosa espalda, marcándolo nuevamente como suyo. Leon rugió, dolor
y placer unidos en su reencuentro.
La bajó cuidadosamente y cuando vio que sus pies tocaban el suelo, agarró la cinturilla de su
falda y la apartó bruscamente de esa pared, para pegarla a la del frente y continuar
recorriéndola. Se agachó y comenzó a tocarla desde los tobillos, subiendo por las pantorrillas,
los muslos, eludió la parte que Noiholt más deseaba para desabrochar su falda y quitársela.
Masajeó su trasero con devoción, bajándole las bragas con auténticas ansias de tenerla.
Cuando la tuvo completamente desnuda, excepto por las ligas, se relamió. Era el turno de ella.
Noiholt se despegó de la pared y empujó a Leon para que se sujetara en el lavabo. Le quitó los
zapatos, calcetines, pantalones, ropa interior, todo voló por alrededor. Tomó firmemente su
erección y se lo llevó a la boca, succionando rápidamente y jugueteando con la lengua,
masajeándolo al mismo tiempo que lo absorbía. Le rasguñó el vientre trabajado, haciendo que
Leon se estremeciera de gusto y soltara un gemido extasiado.
211
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Ven aquí… – jadeó él, levantándola de un brazo y sujetándola de nuevo contra la pared – las
piernas.
Ella le hizo caso, colgándose nuevamente de su cuello y rodeándolo con los muslos, haciendo
que su erección entrara con mucha dificultad a su interior. Noiholt gruñó adolorida, un año
sola le estaba pasando la cuenta. Leon la abrazó con fuerza y le acarició la nuca, relajándola
para que no tuviera problemas.
– Vamos despacio… sshh… – lamió su pequeña oreja, haciéndola vibrar de gusto.
La sujetó con un brazo y la apartó levemente. Bajó una mano a su clítoris y lo masajeó
concienzudamente, trazando los dibujos que a ella más le gustaban. La manejó como si fuera
un gatillo, con precisión y habilidad, arrancándole suspiros y quejidos enamorados. Ella arqueó
la espalda hasta tocar el muro con la cabeza, suspirando audiblemente. Leon se preocupó de
que los escucharan y selló su boca, besándola apasionadamente mientras continuaba
prodigando caricias expertas a su clítoris. Usó esta vez la palma de su mano y fue un poco más
allá, recorriendo también su perineo.
– ¡Oh, mein Gott! – Exclamó, ahogada por la boca de Leon.
Éste introdujo un dedo en su interior y lo movió despacio, hundiéndolo hasta cierto punto
rugoso que la aceleraba siempre con rapidez. Metió un segundo dedo, sintiendo su exquisita
humedad aparecer en todo su esplendor. Quitó la mano y, ahora sí, introdujo su miembro
erecto hasta el fondo, moviéndolo despacio para no incomodarla. Pero Noiholt estaba lejos de
sentirse mal, con tanto tiempo sin hacer el amor iba a acabar asombrosamente rápido si Leon
no se frenaba un poco.
– No te dejaré de nuevo – murmuró, mientras la embestía con fuerza por primera vez. – Eres
exquisita.
– ¡Himmel…! – Le mordió un hombro, para no gritar – ¡oh, herr Kennedy, sie wird mich
umbringen werden...!
Se corrió en ese momento, jadeando su nombre como si lo pronunciara por primera vez. Pero
Leon no se iba a conformar con darle sólo un orgasmo. Cuando su interior dejó de contraerse,
se movió lento, extrayendo hasta el último resquicio de su placer, y cuando parecía calmarse la
embistió de nuevo con fiereza, tocando con su miembro el hinchado punto G de su chica,
frotándolo por dentro, activándola como a una pila.
La recostó en el suelo del baño, a ninguno les importaba que las frías baldosas fueran
incómodas. Se puso encima de ella y comenzó a moverse con celeridad, haciéndola llegar al
orgasmo por segunda vez.
La miró. Además del sudor que cubría sus cuerpos, Noiholt lloraba de placer. Tampoco era
primera vez que la veía hacer eso. Lo mismo ocurrió el día que ella volvió de su entrenamiento
luego de estar ocho meses separados, hace ya tanto tiempo.
Le dedicó una sonrisa, y ella le respondió igual.
– Agárrate fuerte, cariño – Noiholt asintió, ya sabía lo que eso significaba.
Se giró hasta quedar de pecho, luego arrodillada y se agachó, alzando el culo y apoyando los
codos en el suelo. Leon la tomó de las caderas y se introdujo de nuevo, golpeando su interior
repetidamente, causándole dolor y placer al mismo tiempo. Alargó un brazo y sujetó uno de
212
Stacy Adler – Ojos color cielo
sus pechos, masajeándolo con dureza, aumentando la cantidad de sensaciones hasta casi ser
imposible manejarlas.
Leon se dio cuenta que Noiholt iba a correrse de nuevo. Estaba sorprendentemente receptiva,
muy posiblemente por la ausencia de sexo tanto tiempo. Dejó de acariciarle el seno y se llevó
el dedo pulgar a la boca, humedeciéndolo. Luego, muy despacio, lo introdujo en su otra
entrada y lo giró con cuidado, aumentando aún más las sensaciones. Lo metió más, apretando
cuando notó que la chica alcanzaba el clímax por tercera vez. Sintió sus contracciones y movió
más el dedo, aumentando su placer y llevándolo también a la gloria, sintiendo el orgasmo más
delicioso de su vida.
Se derrumbaron los dos sobre las baldosas del baño, que ya no estaban frías. Jadeaban,
henchidos de amor y placer, sudorosos y enrojecidos. Leon tenía marcas de uñas y dientes en
varios lugares de su cuerpo, y Noiholt se sentía algo adolorida, pero más feliz de lo que había
estado en mucho tiempo.
– Tú roncas – susurró la chica – no importa la posición en la que duermas. Siempre llevas
pequeños frascos de perfume en los bolsillos, más una peineta para que no se te revuelva el
cabello
– Se me enreda con facilidad – explicó, con una amplia sonrisa traviesa.
– Tienes un corazón enorme. Ayudas a la gente sin importar quiénes sean o de dónde vengan.
Por eso te han dañado tanto. No lo mereces, amor, y yo quiero encargarme de que no vuelvas
a sufrir.
– Lo mismo digo. Yo haré que todas tus heridas se vuelvan cicatrices.
Se abrazaron en el suelo del baño, el lugar menos romántico, pero a ninguno le importaba.
Volvían a estar juntos, tenían aún cosas que solucionar, pero las cosas sin duda mejorarían de
ahora en adelante.
– No te has quitado las ligas… – observó el agente Kennedy, mientras su miembro volvía a la
vida.
– Espero que no te busquen pronto. – Dijo, con ronca voz sexy.
----o---Dos días después de arribar a EEUU, Noiholt se presentó con sus superiores. Leon la esperó
fuera de la oficina, preocupado por el destino que sufriría su alemana. ¿Y si la despedían,
podría encontrar algún trabajo similar?, ¿la echarían del país?
Tabaleó los dedos, un gesto nervioso que no le ayudaba en lo absoluto.
La puerta se abrió de pronto, y una Noiholt compungida emergió del lugar.
– ¿Qué te dijeron? – Inquirió, ansioso.
– Estoy suspendida por dos meses, sin sueldo. – Hizo una mueca de disgusto –soy poco
profesional, soy irresponsable, soy un montón de cosas malas. Pero soy buena y además, la
investigación estaba casi completa. Me dijeron que les agradeciera para siempre que no
enviaran de vuelta mi trasero alemán al pueblucho de donde salí.
Suspiró, adolorida pero sin una gota de arrepentimiento.
– ¿Qué harás? –Ahora estaba mucho más tranquilo.
– Buscar un lugar donde vivir… no sé.
– ¿Y mi departamento?
– ¿Estás de coña? – Escupió – ¿pretendes que vaya al lugar donde te follaste a Ada?
– Lo lamento. No te lo dije con esa intención.
213
Stacy Adler – Ojos color cielo
– … – se mostró arrepentida, tampoco quería incomodarlo – preferiría arrendar una habitación
en el hotel más próximo. – Y viendo que parecía contrito, lo abrazó y apoyó la cabeza en su
pecho – estaré bien, gracias. Tal vez me vaya unos días a Alemania, veré cómo está mi casa.
– ¿Acabas de volver y ya te quieres ir? – Su tono revelaba absoluta decepción.
– Será un poquito. Luego podrás tenerme completa.
Leon, muy a su pesar, vio la hora en su reloj pulsera. Ya debía volver a trabajar.
– Nos vemos esta noche –para él, no cabía discusión al respecto.
– Sí – alzó la cara, y recibió un maravilloso beso francés.
----o---El agente llegó pronto al hotel donde Noiholt se hospedaba. Golpeó la puerta y esperó, siendo
recibido muy pronto por la chica recién duchada y enfundada en un lindo vestido corto celeste
claro, resaltando sus orbes.
– Hice una cena alemana – señaló, entusiasmada.
– Qué bien. Me encanta cómo cocinas.
Ambos se dirigieron al comedor, donde la chica tenía todo preparado. Champaña, Eisbein
(pernil de cerdo cocido con especias), Kartoffelbrei (puré de papas con pimienta), Zwiebelbrot
(pan de cebolla), entre otros deliciosos platillos.
A la mitad de la cena, Leon decidió que era el momento de decírselo.
– ¿Cuándo te vas a Alemania?
– El domingo.
– Necesito que me digas en qué vuelo, para comprar el pasaje.
Ella pestañeó varias veces, ladeando la cabeza.
– ¿Vienes conmigo… y tu trabajo?
– Me debían muchas vacaciones. Las pedí hoy. Dos meses.
A Noiholt se le arrancaron los cubiertos de las manos. Ahogó un chillido de emoción y se
levantó de la mesa, sin importarle la comida o lo que fuera. Leon giró la silla y la recibió en su
regazo, abrazándola con mucha fuerza.
– Después de ir a tu país, iremos a algún lugar tranquilo, ¿qué te parece? – acariciaba su
espalda, arriba y abajo.
– Estoy encantada. Gracias, Leon… muchas gracias…
Lo besó repetidamente en los labios. Sabían que las cosas nunca serían fáciles. Pero se tenían
el uno al otro y, con dedicación, podrían superar cualquier obstáculo.
– Supongo que el bioterrorismo podrá esperarnos un par de meses, ¿no? – Comentó el agente,
con una gran sonrisa.
– Eso espero, porque no pienso soltarte más.
– Ni yo – acarició su rostro – mi alemana de ojos color cielo. – Y la besó de nuevo, cerrando
una tormentosa etapa de su vida y comenzando una nueva, en compañía de la chica que le
había robado el corazón.
214
Stacy Adler – Ojos color cielo
Special chapter 36
En algún lugar de Las Bahamas, dos agentes del gobierno estadounidense se tomaban unas
vacaciones, con las cuales esperaban reencontrarse mutuamente luego de una larga
separación. Decisiones incorrectas, malos entendidos y sufrimientos varios eran las
consecuencias de su actuar, y ahora se esforzaban al máximo por retomar de la mejor forma lo
que tuvieron antes de tomar caminos diferentes.
– ¿Vamos al bar? – Inquirió Leon, acariciando los rubios cabellos de Noiholt, que se encontraba
acostada a su lado en una enorme silla de playa.
– De acuerdo. Tú busca mesa, y yo pido los tragos – alzó medio cuerpo e inclinó su rostro hacia
él, casi tocándolo con sus labios – ¿brandy? – Inquirió con un susurro seductor.
– Brandy – aceptó, tomando su cabeza por la nuca y besándola profundamente, aprovechando
el ángulo y guiándola a sus brazos de nuevo, tocando sus pechos por encima del bikini celeste
cielo que llevaba.
– Ah, Leon… – jadeó – no hagas eso… vas a hacer que te arrastre hacia una cabaña…
– No me importaría – dijo, mientras aumentaba la presión de su mano en el muy dichoso
pezón.
Pero mientras lo hacía, abrió un ojo y se fijó que, a lo lejos, un guardia del bar les miraba con
gesto claramente reprobador. Lo cerró de nuevo y suspiró, apartando a Noiholt con renuencia.
– Ve por esas bebidas, pero cuando vuelvas no te salvarás. – Se fingió serio.
– Serás tú – replicó, con una gran sonrisa y levantándose de su regazo.
Mientras caminaba hacia el bar, pensó en todas las cosas que habían ocurrido desde que eran
pareja nuevamente. Primero viajaron por Alemania, visitaron la tumba del Sr. Maüser, luego
recorrieron Austria, y ahora se encontraban en alguna isla de Las Bahamas, recuperando el
tiempo perdido y mejorando lo que los llevó a estar separados. El amor contribuía en buena
parte a conseguir éxito, aún cuando no era el único factor en juego.
Noiholt y Leon se dieron cuenta que, a pesar de todo lo acaecido, nada había resquebrajado su
relación al punto de romperla, sino que con buena voluntad, de a poco volverían al ritmo que
llevaban. Se conocían a la perfección y eso les facilitaba las cosas, aún cuando a veces tenían
uno que otro roce. Por ejemplo, el de hace unas semanas.
« – Entonces, ¿me explicarás por fin qué rayos pasaba con el doctorcito ese? – Gruñó un día el
agente mientras se encontraban en Alemania, concretamente en la casa de Noiholt.
– Ya te dije que me da vergüenza hablar de eso. Manipulé una situación a mi favor, eso es todo.
– Se encogió de hombros y continuó ordenando la habitación principal. Hace mucho que no
estaba ahí, y se encontraba particularmente sensible tocando las cosas de su padre, que nunca
se atrevió a quitar.
– Noiholt, deja de hacer eso y mírame – separó su espalda de la pared y caminó hacia ella,
tomándola por los hombros – necesito saberlo. No me gustan las mentiras, ya sabes cómo me
ponen.
– Sólo lo hice porque pensé que estabas con Ada y vi en tus ojos que me deseabas aún. No
quería que la engañaras conmigo – respondió fríamente, mientras desviaba la mirada.
– Aún así, merezco saberlo.
Noiholt frunció dolorosamente el ceño y entornó los ojos, apretando la boca, intentando
retener las palabras que se negaba a decir. Sin embargo, la poderosa mirada azul mar de Leon
no se iba de su rostro, y así, casi sin darse cuenta, comenzó a hablar.
215
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Daniel Woodgate… – bufó con suavidad – bueno, sospechaba que yo iba de espía, aún
cuando él no participaba en los experimentos de Umbrella. Creía que me habían contratado
por algún otro motivo, tal vez conseguir que lo despidieran, no lo sé. Me odiaba. Por eso se
comportó así. Recuerda todo lo que viste, y me encontrarás razón.
Leon alzó la vista al techo mientras pensaba, efectivamente ahora todo tenía sentido. Por qué
los había mirado raro cuando conversaban mientras él se encontraba convaleciente, por qué
parecía tan feliz cuando le dieron el alta médica, cada detalle parecía encajar sutilmente en un
cuadro que antes le indicaba una realidad totalmente distinta. Suspiró, ya tranquilo con la
situación, y un poco avergonzado por haber presionado así a su chica. Pero cuando volvió a
mirarla, se dio cuenta que lloraba silenciosamente.
– ¿Qué te ocurre? – Inquirió, alarmado.
– Odio recordar eso – sorbió la nariz, mientras gruesas lágrimas surcaban sus mejillas de
porcelana – te hice daño intencionadamente, y yo te había jurado que eso no pasaría.
– No seas tonta, Noiholt – la abrazó, acariciando su cabeza – yo te dejé, y te había prometido
no hacerlo. Estamos aquí para reconstruirnos, no para hacernos reclamos de situaciones que
no podemos cambiar. Entiendo por qué me mentiste, y sólo te pido que no vuelvas a hacerlo.
¿Está bien?
Ella asintió frenéticamente, abrazándolo por la cintura y entregándose a sus caricias. Habían
dado otro paso adelante en que todo saliera bien para ellos. »
Noiholt se detuvo de golpe mientras terminaba de recordar. Las cosas habían mejorado
bastante desde entonces, pues a pesar de lo mucho que se querían, el amor no es suficiente
para recomponer todas las heridas que se produjeron por sus errores. Ahora que ya habían
aclarado sus circunstancias, sentía que viajaban con viento a favor, sin duda. Llegó a la barra
alegremente y pidió los tragos, cuando vio pasar una hermosa mujer. Alta, morena, piel dorada
y ojos claros, Noiholt no pudo dejar de mirar cómo caminaba y movía su bien formado trasero,
bamboleando las caderas mientras sus enormes senos bailaban al compás. Se sentía pequeña
y apocada al lado de semejantes especímenes femeninos, pero todo eso se borró de un
plumazo cuando la vio avanzar hacia la mesa que había tomado Leon. Apretó los puños y, al
recibir los vasos, se mordió la boca para no arrojárselos por la cabeza a la mujer.
– Hola, guapo – ronroneó la morena despampanante – ¿te gustaría que te hiciera un tour por
la playa que está más allá?
– No, muchas gracias – respondió Leon educadamente, sin siquiera mirarla.
– Oh, vamos… – apoyó una mano en su hombro – no seas aburrido, americano.
– Estoy acompañado.
– A mí me pareces muy solito – hizo una especie de puchero sexy.
– En serio, está por allá.
La morena miró hacia donde Leon apuntaba y soltó una carcajada explosiva, volviéndose hacia
él de nuevo, sin parar de reír.
– ¿Te refieres a la enana rubia?, no creo que le moleste si te llevo un rato a vivir experiencias
de adultos…
Leon inspiró profundamente por la boca, con los labios en forma de “o”. Luego, meneó la
cabeza y soltó el aire, con una expresión burlona en el rostro.
216
Stacy Adler – Ojos color cielo
– Uy, yo le diría de esa forma a mi novia – chasqueó la lengua repetidamente, enfatizando sus
palabras – será mejor que te retractes.
La mujer alcanzó a esbozar una nueva sonrisa, cuando fue violentamente estampada contra la
mesa. No podía moverse ni liberarse, y con el rabillo notó que la “enana rubia” le hacía una
llave terrible en el brazo derecho. Su cara era aplastada por un codo, y todo el bar parecía
moverse en cámara lenta.
– ¡Verdammte schlampe! – Masculló Noiholt, con dientes apretados – ¡te romperé el brazo si
vuelvo a verte!
Soltó a la morena en ese momento y la empujó hacia un lado, obligándola a largarse. Leon se
tapaba la cara con una mano, entre divertido y avergonzado, cuando fue interrumpido en su
carcajeo nervioso por su chica, que tomó los vasos que había dejado en la mesa contigua para
poder pegarle a la mujer y le pasó el suyo casi con un aletazo. Lo tomó sin derramar una gota y
se mordió los labios, para que ella no pensara que se burlaba de su estatura también.
– ¡Tú, te vas a poner una maldita burqa si quieres que salgamos! – Exclamó la pobre alemana,
herida en su amor propio – ¡estoy aburrida de andarte espantando mujeres, joder!
– ¿Qué culpa tengo yo? – Inquirió, a punto de reírse nuevamente.
– ¡Todo el mundo cree que soy tu jodido adorno! – Gritó, con una atípica voz aguda – en estos
malditos países caribeños parezco una cría. ¡Me da tanta…!
No pudo continuar, porque Leon eliminó la distancia entre ellos y, tomando su rostro con
ambas manos, la besó apasionadamente para calmarla. Cuando sintió que se relajaba, la soltó
y le sonrió con picardía.
– ¿Mejor? – Alzó una ceja, dándole un toque en la mejilla.
– Uhm – gruñó, desviando la mirada. – Tal vez – admitió, luego de un breve silencio.
– Ven acá – la obligó a tomar asiento en sus piernas y la abrazó por la cintura – ¿en serio
quieres que me ponga una burqa para salir?
– ¡No te burles! – Chilló, avergonzada – tienes una cara tan linda que todas las chicas te desean
– infló las mejillas, enfurruñada.
– No te pongas así. Lo que pasa es que tú eres demasiado celosa. ¿Te acuerdas del día que te
enojaste porque la señora que hace el aseo en la oficina me miró mucho rato?
– ¡Ya… olvídate de eso!, me da vergüenza.
– Pero lo que no entiendo es por qué nunca reaccionaste así con Claire.
– Con ella es imposible, te ve como si fueras su hermano. Y te cuida como tal.
– Pero siempre me ves coquetear con Hunnigan, y tampoco dices nada.
– Es obvio el por qué no me importa – pestañeó varias veces.
– ¿En serio? – Abrió los ojos, sorprendido.
– Imposible, ¿no lo sabes? – Soltó una risa corta – algún día lo entenderás.
Leon se quedó mirándola, momento que Noiholt aprovechó para abrazarlo y continuar el
toqueteo sensual que habían comenzado hace rato. Paseó sus manos por la enorme espalda
de él, y se acurrucó en su cuello, canturreando.
– Nobody said it was easy, no one ever said it would be this hard…
– Cantas como un pajarillo – se mofó cariñosamente.
– Como uno desafinado – rió ella a su vez, aceptando el beso que le quitó el aliento y renovó
sus deseos de amarlo y ser amada por todo su ser.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
----o---– ¡Ha llegado el equipo Delta! – Anunció con bombos y platillos uno de los administrativos del
lugar.
Sam, que en ese momento firmaba unos documentos, apretó el lápiz con tanta fuerza que casi
lo rompió. En ese equipo se encontraba David, su novio desde hace ya cerca de 5 años. Habían
pasado por muchos altibajos como pareja, ambos eran de carácter difícil y tenían encontrones
fuertes cada cierto rato, pero a pesar de eso en general se llevaban bien, trataban de
entenderse y tenían gustos sexuales muy similares y pervertidos. Eso los mantuvo con la llama
encendida en cada tormenta que enfrentaron. Lo cual no quita que rompieron en muchas
oportunidades, amenazando con no verse nunca más y dejar la relación en punto muerto. Pero
sus reconciliaciones eran tan pasionales como sus discusiones, lo cual hacía que sus
compañeros nunca les tomaran en serio.
Para el mundo, la que llevaba los pantalones en ese noviazgo era Sam. Dominante, graciosa,
mandona, ocurrente, parecía usar la batuta con elegancia y franqueza, mientras David le
llevaba el amén constantemente y sus amigos le hacían burlas, tratándolo de “pollerudo”,
“calzonudo” y otros términos poco convenientes.
Pero lo que casi nadie sabía era el lado B de su relación. Atravesando la alcoba, quien llevaba la
voz cantante era David. Y Sam se sometía a él como una muñeca, con total sumisión. Aunque a
veces intercambiaban roles, Sam necesitaba que la dominaran, era parte de su deseo sexual. Y
David era un experto en complacerla.
Mientras esperaba que su hombre apareciera luego de estar en misión, Sam recordó una
ocasión en que ambos decidieron probar algo nuevo. Llevaban, en ese momento, alrededor de
dos años juntos y muchos terremotos y tsunamis de por medio.
– Hay un nuevo club voyeur en la calle Corcoran – dijo David, mientras rodeaba su cintura
cariñosamente – ¿vamos a dar una vuelta?, a ver qué tal. Si no nos gusta nadie, pues nos
largamos.
– De acuerdo, cielo – y se agarró a su abrigo, abrazándolo mientras caminaban.
Llegaron en unos 15 minutos caminando. No les gustaba tomar taxi, aprovechaban los
momentos juntos al máximo, aunque fuera paseando de noche por las agitadas avenidas de
Washington.
Lo primero que notaron era que el acceso, como en la mayoría de esos clubes, estaba
restringido a personas VIP. David metió la mano al bolsillo de su camisa y buscó una
identificación, la sacó y la mostró al guardia de la entrada, siendo de inmediato conducido con
su chica al interior del establecimiento.
Era un lugar bastante estrafalario, que sin embargo tenía cierto estilo. Un enorme bar a la
derecha, con bebidas a completa disposición de los presentes. Las paredes blancas, coloreadas
en miles de tonos por las luces de neón que pendían del techo, hacia la izquierda diferentes
taburetes y cortinas que separaban los ambientes… y al fondo, los lugares designados al sexo.
Sam paseó la vista por todo el lugar. Hombres y mujeres, de diferentes etnias y edades (pero
todos adultos; el club llevaba un control muy riguroso al respecto) deambulaban buscando
alguna diversión.
David centró la vista en una hermosa chica de piel ébano, y ojos azules como el océano
pacífico. Ésta le miró también, relamiéndose despacio ante el galán latino. Sam se adelantó
unos pasos y quedó frente a la mujer, reconociéndose mutuamente, entendiendo los deseos
de la otra, fusionándose en un solo pensamiento. La de piel oscura como la noche acercó su
rostro y la besó en los labios, saboreándola, pasándole las manos por el cuerpo trabajado,
tocando sus senos y extasiándose de ellos. David se frotó la mandíbula, disfrutando de la
escena.
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Cuando las mujeres terminaron de besarse, Sam volvió la cabeza hacia su hombre. Se veía en
sus ojos que estaba excitado, alucinado con el momento.
– ¿La quieres, mi amor? –Mezcló inglés y español en la frase, llevando la mano a su miembro
duro como una roca.
– Sí – jadeó, aún con la emoción del ósculo en su cuerpo.
– Bien. ¿Cuál es tu alias? – Preguntó a la desconocida.
– “Ámbar” – contestó, con voz gutural y melodiosa.
– Hola Ámbar, yo soy “Moreno” y mi chica es “Rubí”. Serás su ama hasta que yo te ordene
detenerte.
Ámbar asintió, aceptando las reglas impuestas. David tomó a Sam por la cintura y la llevó hacia
un taburete, en el cual la hizo apoyarse, quedando semi-sentada. Hizo un gesto a la mujer de
color y abrió las piernas de su chica, apartándole las bragas y exponiendo su sexo a todos los
presentes. Sam cerró los ojos, disfrutando de todas las miradas lascivas que recibía,
percibiendo cómo se saboreaban al verla, sintiéndose lujuriosa y pervertida.
– Ámbar, dale placer al hermoso clítoris de mi chica, y procura que te vean – ordenó el latino,
besando a Sam en el cuello y mordiéndola al mismo tiempo.
La mujer asintió en silencio, agachándose y besándola en la parte interior de sus muslos,
avanzando cada vez más hasta el centro de su placer, dándole cosquillas y finalmente, llegando
a su hinchado y anhelante clítoris, lamiéndola con rápidos movimientos y haciéndola gemir
ruidosamente.
– Eso es, Ámbar – murmuró el hombre, masturbándose con la escena – Sam, déjate llevar.
Ella le hizo caso, jadeando y absorbiendo todas las sensaciones que esa hábil mujer le
entregaba. Luego, David la detuvo y tomó su cara, besándola en la boca por un momento. La
miró a los ojos, y luego se giró hacia la invitada, tomándola por el cuello y probando sus labios
gruesos y carnosos. La saboreó, agarrando uno de sus pezones y apretándolo con experticia.
Sam jadeó de nuevo con la escena, los ojos brillantes, las mejillas rojas.
– ¿Tienes acompañante, Ámbar? – Preguntó David, mientras bajaba una mano hacia su vagina
y la tocaba despacio, apenas rozándole.
– Sí – murmuró ella, cerrando los ojos – se llama “Vikingo”.
– Muy bien, dile que venga. Nos encontraremos allá – señaló hacia el fondo, donde se
encontraban los “privados”.
Se giró hacia Sam y le tomó una mano, bajándola del taburete. La guió a través de las personas
y los excitantes gemidos del lugar, hasta que encontraron una tiendita vacía y perfecta para
cuatro personas. Tenía un futón a modo de cama, con sábanas de seda y algunos instrumentos
usados para sadomasoquismo. La pareja se miró emocionada, pensando en todas las cosas que
podrían hacer, cuando se les unieron Ámbar y Vikingo. El nuevo joven era rubio, enorme de
alto, ojos azules y barba espesa. Le hacía mucho honor a su alias. David silbó al verlo, y se
acercó al oído de Sam.
– ¿Te gusta, mi amor? – Susurró.
– Sí – tragó saliva.
– Bien. – Se enderezó, y tomó posición al lado del enorme rubio. Tomó a Ámbar por la cintura
y la acarició nuevamente en su sexo, ahora con más dureza que la primera vez. Vikingo de
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Stacy Adler – Ojos color cielo
inmediato soltó un gemido de placer. – Quiero que seas el ama de mi mujer. Sométela, haz
que se rinda a ti y luego entrégamela para que la tomemos nosotros.
La mujer de ébano asintió, con ojos brillantes de excitación. Se volvió hacia Sam y cambió la
postura. Ahora, parecía más alta y su mirada era fría como el hielo. Tomó a la australiana por
el cuello y la hizo retroceder hasta el futón, donde la tumbó de un solo movimiento.
– ¿Qué vas a hacer? – Desafió Sam, sonriendo torcido.
Y por respuesta, un bofetón monumental le dio vuelta la cara. Jadeó, de ira y placer, volviendo
a mirar a su ama. Y recibió un nuevo golpe en el rostro, esta vez en la otra mejilla.
– No tienes permiso de verme a los ojos, maldita perra malcriada – masculló Ámbar, con la
mandíbula tensa. – Voy a hacer que te entregues a mí, porque te volveré loca y no permitiré
que te corras. Me vas a suplicar, y en ese momento tal vez pensaré si lo mereces.
– Tú no conseguirás que te ruegue – dijo bruscamente.
Gracias a esa frase, Sam hizo que Ámbar desplegara toda su experiencia en la dominación. Ésta
última, con cara de póker, se acercó a la pared y tomó una enorme vara recubierta de
terciopelo. Sam tragó saliva viéndola. La mujer de color se acercó y, luciendo su nuevo juguete,
tomó a la rubia por el pelo y la azotó contra el futón.
– Zorra inútil – gruñó, con su grave voz teñida de excitación – ahora vas a entender que soy la
dueña de tu placer.
Le quitó la ropa a tirones y luego, cuando la tuvo desnuda frente a ella, la azotó con la vara
repetidamente en la espalda. Fue bajando hacia su trasero y le dio varios golpes en él, para
luego llegar a las piernas. Giró la vara en su mano con asombrosa agilidad y miró rápidamente
hacia uno de los muchos espejos que permitían ver a todos en el lugar. Su hombre y David se
masturbaban suavemente viendo el espectáculo, lo cual la hizo sonreír. Volvió a coger a Sam
por los rubios cabellos y la dio vuelta, acostándola de espaldas sobre el futón. Metió dos dedos
dentro de su vagina y comprobó que estaba muy húmeda. Pero aún podía estarlo más.
Masajeó su clítoris con rapidez, combinando movimientos de su pulgar y de sus dedos por
dentro, alcanzando cierto pequeño órgano rugoso que, sin duda, era su punto G. Se encorvó y
tomó uno de sus rosados pezones con los dientes y lo mordisqueó, acelerándola con rapidez
hacia casi el abismo.
– ¡Oh, por dios! – Gritó, perdida entre tantas sensaciones.
– No puedes hablar – dijo Ámbar, quitando los dedos.
– ¡No! – Se quejó.
– Ruégame, entonces. Sólo puedes hablar para rogarme.
– ¡No quiero!
Ante estas palabras, Sam recibió nuevos golpes de la vara, ahora en su estómago y en sus
muslos. Chilló de dolor y Ámbar volvió a introducir los dedos, torturándola además con sus
pezones.
– Ruega – la apremió, deteniéndose cuando parecía que iba a correrse – ruega si lo quieres.
– ¡Ah! – Exclamó, recibiendo ahora una fuerte bofetada, mientras estaba a punto de llegar al
clímax y frustrada por no conseguirlo. Finalmente, se rindió – ¡sí, por favor, dámelo…!
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Stacy Adler – Ojos color cielo
Ámbar sonrió, triunfal. Miró a David, quien se adelantó unos pasos y se bajó los pantalones por
el camino. Vikingo hizo lo mismo, y entre ambos se agacharon y tomaron a la pobre y
desesperada Sam. El latino la besó apasionadamente en la boca, mientras el otro hombre
tomaba sus piernas maltratadas y las besaba en el interior de los muslos. Se acostó en el futón
y tomó su cintura, levantándola levemente y colocándola encima. Levantó la cadera y buscó su
ano con un dedo, lubricándolo con su propia excitación. Y mientras David continuaba
besándola, Vikingo la penetró por detrás con mucha suavidad, haciéndola gritar de dolor y
placer. Se movió de a poco en su interior, haciendo círculos con la cadera, mientras David se
ponía un poco encima y la penetraba también, al mismo tiempo, por la vagina. Sam se sentía
tan llena que casi no podía respirar. En ese momento, Ámbar volvió a la carga. Se había
quitado la ropa y tomó una de sus manos, llevándola a su clítoris.
– Mastúrbame – le ordenó – y si no me corro, te azotaré hasta que pierdas el sentido.
Sam intentó hacer algo, pero David y Vikingo se movieron al mismo tiempo, distrayéndola de
su objetivo. Tanto placer, tantas sensaciones, era demasiado para ella.
– ¡Concéntrate, inútil! – Le gritó la mujer, tironeándole el cabello.
Pestañeó varias veces, ahora usando su palma para complacerla. Estaba completamente
mojada, apretada por dentro, sabía que no le faltaba mucho para llegar al clímax. Así que se
esforzó al máximo y movió la mano con agilidad, en círculos rápidos y efectivos. Ámbar gimió,
comenzando a correrse en ese instante, de pie, sujetándose del cabello rubio de su sumisa.
Vikingo y David aprovecharon para moverse con más fuerza, precipitando también el orgasmo
de Sam, contenido por tanto rato, y fue tan intenso que gritó a todo pulmón, el cuerpo tenso y
palpitante al ritmo de su clímax.
Casi sin fuerzas, fue cargada por David mientras el hombronazo rubio se quitaba el condón y se
lavaba, para ponerse uno nuevo.
– Eres la mejor, mi hermosa nena – murmuró el latino, besando fervorosamente a su chica.
Vikingo chasqueó los dedos, señalándole a la mujer de ébano que se agachara y le hiciera una
felación. Sam hizo lo mismo, y se introdujo el gran pene de David en la boca. Lo lamió y
succionó fuerte, apretándole los testículos en el punto exacto que, sabía, le volvía loco.
Efectivamente, su miembro se puso aún más duro con ese toque. Metió una mano entre
medio de sus piernas y le obligó a separarlas un poco, alcanzando su perineo y presionándolo
justo en el límite de su entrada trasera. Con ese movimiento maestro, David no pudo
contenerse más y se corrió espesamente dentro de su garganta, casi dejándola al borde del
ahogo. Sam tragó lo más que pudo, pero una buena parte del semen se le escapó por las
comisuras. David alargó un brazo y tomó a la chica por la barbilla, ayudándola a respirar con
eso. Limpió su boca con ternura y le dio las gracias con la mirada. Durante ese instante, Vikingo
también pudo tocar el cielo maravillosamente. Ya todos satisfechos, de momento, se dirigieron
juntos al jacuzzi para descontracturarse. Tendrían en muy poco rato una segunda ronda.
Mucho más tarde, la pareja volvía a su departamento.
– Mañana iré por Steph – murmuró el latino, abrazando fuertemente a su chica.
– Me alegro. Ya la echaba de menos – comentó tiernamente.
Steph era la hija de Robert Blatstein, su antiguo compañero y mejor amigo por años. David
nunca olvidó su promesa de cuidarla, y Sam le ayudaba con mucho gusto. Era una pequeña
chiquilla de cabello oscuro y ojos color miel, alegre y de carácter liviano al igual que su difunto
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Stacy Adler – Ojos color cielo
padre. La madre de la chica permitía la situación, pues era su deseo que la voluntad de Robert
se cumpliera a cabalidad…
– ¡Sam!
El grito de David interrumpió sus recuerdos. Se levantó del escritorio y corrió hacia él,
abrazándolo con un salto que emocionó a los presentes. Nadie se atrevió a decirles algo, al
contrario, la gente se dispersó en silencio y les permitió que se reencontraran como solían
hacerlo: apasionadamente.
– Elevador. Piso diecinueve. Sala cinco. Ahora. – Jadeó ella entrecortadamente.
– Piensas en todo, amor mío – sonrió, besándola sin parar.
– Te quiero, te quiero tanto… te he extrañado…
Caminaron sin soltarse, casi a tropezones, por el pasillo hasta llegar a su objetivo. Uno de ellos
presionó el botón, tal vez los dos, porque eran un enredo de extremidades y besos, toqueteos
por encima de la ropa y erecciones incontrolables.
----o---From: Leon S. Kennedy
Sent: Martes, 04 de Enero de 2006 11:18
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: (No subject)
Atraparon a Reynolds y Ortiz teniendo sexo en la sala de reuniones #5, la que está en el piso
19.
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Martes, 04 de Enero de 2006 11:19
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: (No subject)
¡No! ¿De nuevo?, te dije que no pueden estar separados por mucho tiempo.
From: Leon S. Kennedy
Sent: Martes, 04 de Enero de 2006 11:21
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: (No subject)
Pero ya es la milésima vez. Está bien que se extrañen, pero cada vez que alguno vuelve todos
sabemos que en alguna parte estarán “reencontrándose”.
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Martes, 04 de Enero de 2006 11:23
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: (No subject)
No lo entiendo, ¿cómo es que a nosotros nunca nos han atrapado y a ellos sí? Se pasan de
idiotas =/
222
Stacy Adler – Ojos color cielo
From: Leon S. Kennedy
Sent: Martes, 04 de Enero de 2006 11:24
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: (No subject)
Lo que yo no entiendo es cómo los jefes no los han amonestado. Bueno, son muy buenos en su
trabajo, solamente tienen una libido imposible.
Oye, no nos compares con ellos, nosotros no andamos como animales en celo por todos lados,
sólo ha ocurrido en un par de ocasiones.
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Martes, 04 de Enero de 2006 11:26
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: (No subject)
Lo sé. Emocionante es la palabra. ¿Recuerdas cuando nos metimos al baño de hombres y uno
de los jefes entró, y tú te subiste al inodoro conmigo en brazos?, creo que fue mejor que jugar
twister.
From: Leon S. Kennedy
Sent: Martes, 04 de Enero de 2006 11:29
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: (No subject)
Tengo que reconocerlo, eso fue muy entretenido. ¿Qué haremos hoy en la noche?
Ah, y ¿por qué te vestiste en el baño?
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Martes, 04 de Enero de 2006 11:31
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: (No subject)
Pidamos comida thai. ¿Sí?
(Llevo las ligas que a mi señor tanto le gustan…)
From: Leon S. Kennedy
Sent: Martes, 04 de Enero de 2006 11:33
To: Noiholt A. C. Maüser
Subject: RE: (No subject)
¿Y me lo dices ahora, a las 11:32 de la mañana?, eso es maldad pura. Nos vemos a la hora de
almuerzo.
From: Noiholt A. C. Maüser
Sent: Martes, 04 de Enero de 2006 11:35
To: Leon S. Kennedy
Subject: RE: (No subject)
Es tu culpa, me preguntaste. Le diré a Martha que me cubra por si nos atrasamos un poco.
223
Stacy Adler – Ojos color cielo
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