Felipe Galván - Casa de las Américas

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¿Quién
fue…
Quién
es
Rodolfo
santana?
Felipe Galván
D
esde el titulo salta la señalización y la
necesidad de corregir la errata. Rodolfo
Santana ha muerto. Por supuesto que
eso no es una noticia real, el autor dramático
trascendente no muere porque sería antinatural
que nos hablaran de lo que siempre acompaña
a la mortalidad: el silencio. Y este venezolano de
aliento hispanoamericano y apertura universal
no puede morir pues su obra nos acompaña hoy
y lo hará en el futuro porque la ubicación de ella
es la posteridad.
El guarenarero nacido el 25 de octubre de 1944
y que los cables dictan fallecido en Caracas el 21
de octubre de 2012, ha sido capaz de dejarnos
decenas de textos teatrales de importancia básica
para la dramaturgia de su tiempo y su universo,
que partió desde Guarenas, municipio Plaza del
Estado de Miranda para conquistar con su verbo
escrito para escenificarse y/o filmarse.
Fue un innovador permanente a partir de sus
inicios, cómicos y vitales, que datan de cuando
escribió Primera inquisición. En aquel entonces
un fracaso ridiculizó su trabajo de director principiante, cuando dirigiendo a sus novatos actores
en vestuario de carácter, presentaba Mancebo
Seguramente para el resto del elenco de principiantes aquella experiencia fue debut y despedida
de los escenarios. ¿Cómo volver a prestarse para
hacer el ridículo en escena? Pensarían los implicados antes de tomar la decisión de no acercarse
al escenario nunca más, para no volver a hacer lo
que con una vez en la vida basta: el objeto del tiro
al blanco de los soeces y lúdicos espectadores.
Por el contrario, para el director debutante aquel
fracaso fue un punto de partida. ¿Por qué sucedió
eso? ¿Qué alternativas podemos proponer para
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que casó con mujer brava, el público semi-rural
comenzó por reírse de los actores enmallados,
continuó hablándole de modo soez y terminó por
lanzarle jitomates al escenario con los gritos de
“Peter Pan marica”. No tenemos noticias del color
de las mallas, pero por las alusiones del público
seguramente había una o varias de color verde
que, a la influencia venida de Walt Disney del
héroe de Campanita y de los infantes de las décadas de los 50 y 60, referenciaban a los desconocidos que venían en cruzada cultural, con poca
conciencia del qué hacer y el cómo hacerlo, aunque se escudaran en el bello texto de Alejandro
Casona.
llevar algo diferente a lo que los espectadores de
esa ocasión relacionaron con Walt Disney, y para
que les sirvan estéticamente?
Las preguntas aquí planteadas son una hipótesis sobre lo que debe haber cuestionado a Santana en ese preciso momento, pero lo que resultó
parece responder a lo arriba enunciado. Unos
meses después el director del titulado “Peter Pan
marica”, retornó al mismo lugar, con mucho del
mismo público de la ocasión anterior y el resultado fue radicalmente distinto: aplausos apoteósicos, triunfo de presentación y de contenido,
agradecimientos sinceros de un público que solo
conocía referentes cinematográficos comerciales
y, quizá lo más importante, el nacimiento de uno
de los dramaturgos de mayor trascendencia en la
nómina venezolana autoral de la segunda mitad
del siglo XX y la primera década del XXI.
Entre El mancebo que casó con mujer brava,
de Miguel de Cervantes en versión de Alejandro
Casona, y Primera inquisición, opera prima de
Rodolfo Santana, media todo un proceso ejemplar y formativo. ¿Cuáles fueron los resortes del
fracaso y cuáles deberían ser los indicadores
procesales de un artefacto escénico tomando en
cuenta a la recepción? Desarrollando lo anterior
se puede caminar con mayor seguridad hacia el
logro del diálogo estético entre creador y receptor; público, suele decirse en teatro.
¿Quiénes calificaron de ridícula la primera
propuesta? Pues a quienes habrá que proponerles
una segunda, diferente. ¿Ahora cómo debe ser la
siguiente? Esta respuesta implica no sólo lo inmediato en atención al público que insistentemente
había que revisitar, sino también el encuentro con
una serie de características que el texto propuesto
debe poseer para arribar a una buena recepción.
La temática, los asuntos y los hechos deben ser
de interés de los receptores; interés por analogía,
por ideología o por condición humana. ¿El mancebo que casó… no toca la condición humana?
Indudablemente que sí, pero, esto lo sabe cualquier teatrista incluido el entonces principiante
Rodolfo Santana, o a eso llegaría entonces, no
basta con un buen texto; debe realizarse un buen
montaje, una buena interpretación y una buena
producción.
¿Quién manda en el hogar de la pareja, él o
ella? La pregunta establece la premisa del texto
con reminiscencias de Cervantes y Casona: mandará quien sepa imponerse mejor desde el primer
momento, después no hay arreglo. Esa trascendente verdad humana chocó con la obviedad en
la vida cotidiana de los receptores, pero además,
la producción fue tan respetuosa y exacta que al
identificar a los actores en mallas color verde que
se movían a la manera de la comedia del arte italiana, les pareció primero chistoso, repetitivo después y por último agresivo a su machismo; de esa
recepción estilísticamente fallida para el público,
a la ridiculización homofóbica solo mediaron la
disponibilidad de jitomates y la grosera forma de
externar el descrédito.
Augusto Boal pregona que existen lugares
adonde el simple hecho de llevar teatro es un
hecho revolucionario. Faltaría agregar por la
mala experiencia de Santana, que él mismo
enfrentó y parece haber solucionado en su Primera inquisición, que no basta con ir al lugar
adonde llevar teatro es un hecho revolucionario; también hay que conocer a los receptores
de ese lugar, para poder establecer una comunicación estética apropiada. Esto en 1959 ó 1960
fundamentó en Santana la necesidad de conocer
a la sociedad a la que iba dirigida su creación.
Desde las características de conocimiento, sensibilidad hasta, incluso, moral de los receptores
a quienes se iba a dedicar la o las propuestas.
En nuestro tiempo, varios años después del descubrimiento personal de Santana, el maestro
Umberto Eco nos iluminaría en su clásico texto
Lector in fabula, como la propuesta artística es
apenas la mitad de la creación; el receptor, o el
público, como más adelante coincidiríamos con
Pavis en su propuesta teatral a partir del mencionado Eco, realizan un complemento del acto
creativo elaborando su personal interpretación
con costumbres, conocimiento, sensibilidad e
incluso moral implicadas. Grandes aportaciones
teóricas académicas que transforman la recepción; algo que Santana, casi empíricamente, por
lo intuitivo de su hallazgo, había encontrado en
su tránsito de Mancebo que casó con mujer brava
a Primera inquisición.
Es interesante resaltar otra obra del mismo
autor, Ángel perdido en la ciudad hostil. Con este
texto accedió al Premio Casa de las Américas en
2003. Este premio se otorga en enero a partir de
una convocatoria que cierra en octubre del año
anterior, lo quiere decir que terminó de escribirla
a más tardar en octubre de 2002. Lo interesante
del proceso creativo es poder enterarnos por sus
propias declaraciones a la prensa de su país, de
que esta fue la versión última de un proceso de
largo aliento iniciado catorce años atrás y que
sufrió diez revisiones. ¿Qué ocurrió en esos años
y con esos diez tratamientos? Afinaciones, revaloraciones, reflexiones, recomposiciones, cortes,
reescrituras, reorientaciones.
…Algunas de estas revisiones contemplaron
cambios estructurales, rediseño del paisaje
escénico y humano. Creo que en cuanto a la
elaboración de un texto teatral, la paciencia y
cierto despotismo son saludables. Al escribir
el primer texto me separo de él durante un
tiempo, el suficiente para verlo inerme y contrahecho. Las revisiones le otorgan soltura y
fluidez.1
Separarse del texto la primera vez y no regresar a este hasta verlo inerme y contrahecho es
una metáfora de los malos matrimonios, de esos
entre dos amantes profundamente enamorados
que compiten, en pésima unión, por la transformación del otro a como cada uno quiere que sea.
El resultado es lamentablemente desequilibrado,
pero en la dramaturgia, por lo menos en este
caso, le resultó bastante aleccionadora a Santana.
Es indudable que al trabajar y retrabajar un texto
este se manipula, se replantea, se golpean las
estructuras, se martillean las acciones, se licúan
emociones… se transforma el texto en un nuevo
otro a partir del uno original o, a su vez, transformado de otro u otros anterior o anteriores.
Ver al texto deforme y contrahecho es signo y
necesidad de trabajar sobre él rehaciéndolo para
liberar deformidades que ahora, en una nueva
ocasión, observamos. Sin embargo el texto es el
mismo, genetianamente podemos nombrarlo significante; no ha cambiado desde el momento en
que el autor lo abandonó en la pasada versión,
satisfecho por el momento. Lo que cambió entonces no es el texto. ¿Cambió entonces el autor? En
cierto sentido sí, en dependencia de los hechos
1
“Rodolfo Santana, en pos de un buen puerto”, La Ventana,
viernes, 31 de enero del 2003. http://laventana.casa.cult.
cu/modules.php?name=News&file=print&sid=858
vividos en el tiempo entre una y otra versión. Sin
embargo, esto no es lo principal; lo que varía es la
sensibilidad del autor sobre su misma propuesta.
En un principio la alegría del nacimiento por la
creación considerada a término, lleva a un estado
de euforia, de satisfacción, de orgullo al autor
que, por el calor del primer momento, impide
ver defectos, alteraciones, lunares de nacimiento
en la piel recién estrenada de la propuesta que
puede estar balbuceando, pero el cúmulo de
emociones por lo que se considera el parto impide
ver o escuchar que lo que la propuesta naciente
emite es simple balbuceo, que hay que deletrear
para que complete la claridad del entendimiento
en su emisión. El tiempo, sabia temporalidad, y
el alejamiento permiten que en un acercamiento
posterior sin tanta emoción acumulada, perciba
claramente el balbuceo elemental comunicativo;
será entonces cuando se dispare un segundo tratamiento pues ese balbuceo es parte característica de la propuesta desde su nacimiento: inerme
y contrahecha se encontraba desde la primera
versión pero entonces el creador orgulloso en el
primer momento no lo percibió. El segundo tratamiento en un segundo tiempo proporciona una
nueva sensibilidad que resulta para el texto una
nueva versión corregida y aumentada. Esto es lo
que un autor hace una, dos o tres ocasiones. En
Ángel perdido en la ciudad hostil este mecanismo
se repitió diez veces. El nivel de rigor y exigencia
es realmente ejemplar, y eso habría que anotarlo
ejemplificadamente en la poética de Santana.
El Premio Casa de las Américas es de altísima
exigencia; la factura de Ángel perdido en la ciudad
hostil, evidentemente, también lo fue. Regresar a
un texto diez ocasiones a lo largo de catorce años
y retrabajar con él asumiendo paciencia de orfebre acompañado, como apunta el autor, de elevadas dosis de cierto despotismo, abrió la puerta
a una mecánica de enorme exigencia. El rigor
implementado por el autor hacia sí mismo es, en
este caso, singular; como lo es el resultado final.
Cabría apuntar otro factor: la atracción del trabajo sobre la sensibilidad del creador, lo que arma
esa paciencia de orfebre durante tantas ocasiones
y tanto tiempo. ¿Qué trabajo impulsa a ser revisado tanto tiempo y por tantas veces? Solo uno
en el que el autor esté profundamente interesado
o del que esté enamorado. Podríamos incluso
incorporar el término seducción. El autor debe
ser víctima del síndrome de la seducción por el
trabajo; esa sensación de saber que no se ha arribado al término, que aún queda por hacer, que la
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satisfacción tiene deudas con lo logrado y, sobre
todo, que no se puede estar tranquilo, incluso
vivir bien, mientras no se termine de completar
a satisfacción ese trabajo imperfecto que tanto se
ama y que tanto se desea llevar a la perfección.
Hoy hay una dramaturgia que bien puede considerarse la herencia del maestro venezolano;
sin embargo está en interacción permanente
con directores, actores y productores escénicos
y cinematográficos con los que Rodolfo Santana
continuará dialogando. Más que herencia, es vida
creativa que requiere voces cuestionadoras que
encontrarán respuestas, sugerencias e incluso
verdades contundentes que ahí se ubican: en los
textos para teatro o cine originalmente escritos
por Rodolfo Santana.
Pero también, como buen maestro, Santana ha
dejado tarea claramente marcada para la posteridad: estudiar su modo de enfrentar la creación,
algo que no dijo pero que se puede extraer de sus
textos escritos, de sus métodos creativos conocidos, de la naturaleza filosófica de su quehacer y sus
propuestas. Rodolfo Santana no dejó una poética
explícita como Lope de Vega, pero deja una obra
que podrá ser explorada, abordada para territorializarla y aprehendida para definirla como la obra
de Pedro Calderón de la Barca o la dramaturgia de
Miguel de Cervantes Saavedra, de quienes se han
extraído por sus estudiosos posteriores, las ricas
poéticas que estos grandes maestros implicaron
en sus textos concebidos para escenificarse.
¿Quién fue Rodolfo Santana? Un dramaturgo
venezolano de aliento universal que escribió
mucho para el teatro y el cine para establecer en
la escuela cinematográfica venezolana la importancia del ese primer soñador que mencionaba
Ernest Lehman; el que inicia el proceso a partir
de la blancura del papel prístinamente vacío.
Sin embargo hay un Santana perfectamente
vivo: el que se encuentra en sus textos, unos textos que dejan escuela, arte, para desarrollar escénica y cinematográficamente, además de abrir la
posibilidad reflexiva donde se podrá extraer las
características que conforman, a partir de la profundización del estudio de esa obra, una poética
que resultará de enorme enriquecimiento para la
dramaturgia hispanoamericana en particular y
universal incluso, pues con este creador podemos
seguir dialogando, discutiendo y cuestionando los
complicados pero enormemente ricos caminos
de la creación dramatúrgica, una creación en la
que Rodolfo Santana es un gran maestro venezolano, hispanoamericano y universal.
Inicié el título de esta colaboración con un
Quién fue y de inmediato corregí por quién es,
esto es clara influencia del mismo Rodolfo Santana, pues como él escribiera en una ocasión en
su twitter: Hola queridos amigos. Soy Rodolfo Santana dramaturgo como objetivo de vida.
Ahora la burocracia de los papeles legales
puede escribir en periódicos, noticieros, ciberespacios y actas que el señor Rodolfo Santana ha
muerto, pero usted, amigo lector de Conjunto, no lo
crea en absoluto, pues al dramaturgo y guionista
cinematográfico Rodolfo Santana se le puede
localizar vivito y coleando en el amplio universo
de su corpus dramatúrgico, que sigue y seguirá
hablando imientras dure la sensibilidad estética
de esta, nuestra humanidad. m
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