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1.(1 mUJu dt!lle l'ilrl, ó leo de Epifa1110 Gafa)'. BogO' li. 1880 . Inspirnd o
en
eP
la erveza marca
lllLI1
3nccdo' l1 b.blica.
•
Propllgand a de la CC'fVcza
~ La Gl1ava~, Meddl in, 1884 .
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
El deseo y el decoro
en la novela colombiana
del siglo XX
J . E. JARAMILLO ZULUAGA
Denison Univcrsily, Gruo
A Ral/do/pl! D . Pope
A Y UNA HISTORIA DE SIEMPRE, la his to ria de l cuerpo, de s u
aventura y desventura, que nuestros escrit o res han narrado a lo largo
de la vida naci ona l empleando palabras di stintas y de muy d istin tas
maneras. La hi storia que me corresponde narrar es la histo ri a de
esas palabras. Es una histori a m odesta , como todas ¡liS que se escri ben en la
pos modemidad. Es también una his toria que no habría s ido pos ibl e s in la
atmósfera tri ste y ex traordinaria que respiramos desde hace ya muchos años. En
e fecto, acerta ríamos parc ialme nt e si atribuyéramos a la influencia de la literatura
europea la aparició n de l cuerpo erótico en nues tra narrati va. Sólo en e l moment o
en que se doc wnenta la violencia en las páginas de la novela, e l cuerpo aparece
de un m od o más ex plícit o ; se debilitan ent o nces las restricc io nes del decoro que
todo lo enmudecía y se impone al escrit or la neces idad de buscar las palabras que
describen lo que le s ucede al cuerpo, s u abertura y su fra g ilid ad. En una mi s ma
ci rcuns tancia (que es menos una circunstancia estéti ca que hi stórica) se
comprenden Viento seco (1954), la obra de Danie l Caiced o q ue inaugura la
novela de la vio lencia, y los poemas de Amantes ( 1959) de Jorge Ga itán Durán.
H
EL SISTEMA METAFORlCO DE LA NATURALEZA
Hasta ento nces las escenas eró ti cas que se encuentran en la lit eratura colombiana
son, ante todo , e pisodios que deben ser adivinados. Con una perseverancia que
el lector cont empo ráneo consi dera ingenua o irrit an te. e l principio de) decoro
vigila la ima g ina ció n de los escritores ro mánti cos y, a llí donde pudieran desc ri b ir
e l encuentro físico de los 3mant es, les enrarece e l estil o y les di cta palabras
equivocadas. En el lugar donde esperábamos encontrar un cuerpo, halla m os una
flor, un jardín, una d iosa mag nifi ca. Uno de los ac iertos de María - una de s us
cualidad es más exas perantes- es la manera como la naturaleza s usti tuye e l
cuerpo de )a muchac ha, hurt ándo lo an te nuestros ojos y <lplazándolo para
s iempre. Si qui s iéramos recobrar ese cuerpo, deberíamos tra ic iona r e l cód igo que
lo ha enmascarado de la mis ma manera com o Efra ín es tá a punto de hacerlo
cuando ingresa en e l paisaje cifrado de) río Da gua: hay que to mar e l ca mino de
regreso, hay que penetrar la se lva hac ia María, ha y que embri ag:use <lnte la vis ta
de una natural eza que aho ra enseña su lado más oscuro y tenebroso, la
convergencia del amo r y de la muerte, un gem ido de ga llinas, una pareja de
víboras sacrifi cadas en las o ri Il as del rio ( J 41) 1.
O<>I~lin
Cullllrol y Oiblio,rinco, Vol. 29. nolm . 30, 1\192
&gun d caso. d IIw,~ro ,·,un'
p;lrC:lltolS mchca la p;lgUlII o el :Ul<>
de I'ul>locacl<.>n el..- b olor~ El ketor
c:ncun ll"ara Ll rd.-r.· llCla cOll1l'1ct.l
el1 la Iosla hil>hog.r"iic:l tkl iiJ~"l.J
3
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Desde s u publi cac ió n en 1867 y por m ás de m edio s ig lo , Marta se conv irtió en
un m odelo narrativo d ifíc il de superar en Co lo mbia. Muchas páginas de la época
suc umbi eron en e l intento de imitar la vehemenc ia con que Isaacs describi ó la
naturaleza exube rant e del río Dagua o la imagen idílica de la muchacha que ,
sent ada a la o rilla del río una tibia tarde d el mes d e julio, llo ró de pena al
escuchar un poem a de Chatea ubri and ( 19). Esc rito res de pr inc ipios de s iglo com o
Lorenzo Marroquín. José Maria Ri vas Groot y Emil io Cuervo M árquez no
escaparo n al hechi zo. E l entus ias mo con q ue los dos primeros d escriben a la
heroína de Pax ( 1907), la prisa con q ue la con viert en en un em blema de
juventud, y a un e l pa isaje ves pe rtino que les s irve de fo ndo, reve lan de irunediato
el mode lo de Isaacs:
¡Qué hermosa estaba Dolores esa tarde! Era la juventud misma, la
j uventud en flor. En las orillas del río, recorda ndo su niiíez, ha b{a
arrallcado gajos dejlores silvestres, de esas flores sin nombre que alegran
las soledades y , sin espejo, sin reminiscencia de In moda, las había
enredado en su cabellera abunda1tlisima. Con su atavío sencillo, en ese
tocado extra"o y libre, su hermosura armonizaba deliciosamente con la
hermosura de La naturaleza. [98 ]
Sólo una henne neut ica exces iva puede poner a l descubiert o el prinCipiO de l
decoro que gobierna este ti po de desc ripciones; sólo un énfas is perverso en
ciert os element os marg inales (" una cabellera abundantís ima" , "una armonía
de li c iosa") puede desm ant elar el senti do de unidad y coherenc ia q ue enm asca ran.
Las fl ores que rodean a la muchacha no tienen nom bre porque así resultan más
na turales y, tam bién porque as í resulta más natura l, e l tocado de Dolores no ti ene
rem inisce nc ia de la moda. M as a ll a de la estricta identidad q ue se fo rma entre
natura leza y muc hac ha, puede deci rse m uy poco; las palabras están de m as, y los
gestos y los deta ll es que podrían d arl e v ida a l cuerpo pa recen innecesa rios o
inapropiados . El p rincip io del decoro opera como un m a lefic io: a la mujer que
se mire en una flo r como en un espejo se le desva nece e l cuerpo o se le cierra
o se le conviert e en un em blem a, e n un sím bo lo, en un idea l inefable, intang ibl e
y eterno. Ell a, entre las fl ores, es la Juve ntud en Flor.
O TRA S ES TRATE GIA S DEL DECORO
Adem ás de l s istem a metafórico de la natura leza, los escritores ro mánticos
empl ea ro n o tras m aniobras narrativas pa ra no deci r el cuerpo eró ti co. S u
in vent ari o puede confonnar una retó ri ca de la d iscreción o del decoro.
Sobreentendidos y eufemismos
En sentido esllicto no deberia coos iderar a Cucrvo MarqUCl como un
escri lor romafllico. J....o rTÚ5mo podría dc<:ir de otros cscritor<':S de
cornicl\lOS de siglo que la historia
literaria ha inscrito en lAs escuelas
modentista o nalUraHsta.. Su des ignación aqu í de ~roncin!icosM obe dece • la necesidad de ubicarlos cn
un periodo m.ás amplio dominado
por la rr:tÓTi", del decoro.
Desde que Ga brie l García M árquez reunió en Cien años de soledad los
eufemis mos, perífras is y sobreent endidos que Fernanda de l Ca rpio empleaba en
s u com unicación con los m édicos invis ibles, la d isc reción de los esc rito res
rom anti cos ocupa un luga r poco g lo rioso en la literatura colo mbiana . E l s iguiente
ejempl o pert enece a Lili (1923), la novela d e Emili o C uervo M arquez q ue narra
el am o r de una muchacha por un escrito r de edad m adura que padece e l mal d el
s ig lo 2 . E l escritor part e para Europa - donde fina lmente m orirá- Iy LiIi se casa
con un joven de su misma edad y clase social. Después de la boda. Lili y su
m arido em p renden un largo viaje antes d e llega r a la hacienda d onde pasará n s u
4
BoIelin CUIl ..... l )' Bibliopiroco, Vol. 29, " ...... 30, 1m.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
luna de miel. A lo largo del viaJe, entre un "ya " y un "todavía", ocurre algo
importante:
f. ..} su marido, su novio
todavía, la había conducido, después de hacerla
cambiar su blanco traje de novia por sencillo traje sastre, al cupé que
esperaba en la puerta. Luego había seguido una carrera vertiginosa en el
comportamiento reservado de un vagón de fe rrocarril, al través de los
campos. Después, amazona en herm oso alazán, escoltada por su marido
[¡es decir, que la ingenua y traviesa Lili tenía ya un marido!] por el
pintoresco camino f. ..} había llegado a la quinta ... [mi subrayado, 4].
Estelas de puntos suspensivos
En la actualidad resulta difícil imaginar la dignidad estilísti ca que alguna vez
tuvieron los puntos s uspensivos. Nuestros escritores románticos los emplearon
para indicar una s ugerencia o para marcar una censura, para mutilar una frase o
una palabra de la cual sólo escribían las letras inicia les: "Negro desgrac iado,
hijue ... " (Las estrellas son negras, 1949, 94) . Las lineas que cito a continuación
han s ido tomadas de Phinées (1903), otra novela de C uervo Márquez, y en ellas
el protagonista sugiere a su amigo Saulo los placeres que la hermosa Corne lia le
ha concedido la noche anterior:
De pronto [dice Phinées] una sombra de mujer cruz6 la oscura alameda
y llegó a mi Lado: ¡era Cornelia! ¿Qué paso después?... No sabría decirlo.
No se recuerdlln los detalles de un s ueño feliz. i S610 sé que la amo!
- ¿ Y e/la?
- E/la ...
[16)
Cambios abruptos de "localización"
En ocasiones, e l escritor de comienzos de s iglo aplaza la descripción de un
cuerpo erótico o la unión fís ica de los amantes, y en el mom ento en que esa
unión parece inminente, introduce una imagen vis ual o auditiva que está fuera
de lugar. Entre 1901 y 1903, Jacinto Albarrac ín publicó dos novelas, Almíbar y
Castidad... ? La primera de ellas refiere el triste destino de Elvia Eterna, hija de
un varón aristocrático de Bogotá que decide casarla con el millonario Loreto para
recuperar s u fortuna; la segunda novela presenta a Elvia Eterna res istiendo e l
triple asedio de s u marido, del joven seducto r Carlos Pérgamo y' de un esc ultor
y pintor que se llama Nac ianceno. En la s iguiente escena, Loreto entra por
accidente en la habitación donde Elvia Eterna se está cambiando de traje; y
contra lo que todos esperamos, el narrador no "enfoca" el cuerpo de la muchacha,
sino los ojos del desdichado Loreto, su expres ión de gran ho mbre azorado y
tímido:
f. .. ] aquel remolinear de faldas, encajes
y eng lobado rodó sobre la fina
y g ruesa alfombra, y Loreto, embobado casi, con la boca abierta que ni
le permitía una sonrisa de dichoso, cumplido su deseo tanto tiempo
esperado, con los ojos agrandados por ver tras el ropaje que la ceñ(a ,
todavía por muchas telas el cuerpo a su esposa, aún no poseída ... [8]
5
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
."ta HOlÍradez"
Quintilio GfLVas....'1
Hu..,.1 f1l lll.oOn):",-
_
P ropaganda
de los
c Lgamllos
Ga vassa ,
l3ucaramanga,
1900.
Noticias mitológicas
En Inocencia ( 1903), Francisco de Paula Rendó n re lata la manera como la viuda
Ja ci nta tennina casandose co n Angel, el mucha cho que s u hija Inocencia amaba
en sec reto y s in es peranza de ser correspo ndida. Este es el episodio en que Angel
y Ja c inta se internan en los campos de "El Querido" para recoger la cosecha de
,
m31Z :
[Angel] Desprende la mazorca que persigue, mordiéndose los labios y
cerrando los ojos; se vuelve ligero para tirarla a la jicara que Jacinta le
presel1lQ desde abajo, echando atrás aquel busto de Ceres, en.cendida y
agitada, anhe/ame la respiración y fulgosa la pupila ... Tiembla Angel...
Pierde el equilibrio ...
i Man es de "El Querido"!
,
,
•
{ ..}
Recoge Jacima la mazorca que rodó por allá y regresan a la casa; ella,
como Lycema, satisfecha; él, como Dafnis, encamado. [81]
La compara ción de Jacinta con Lycenta y de Angel con Dafnis no tiene por
objeto enaltecer el cuerpo de los amantes, s ino ocultarlo. Como las metáforas de
la naturaleza , los eufemismos y otros elementos que conforman la retóri ca del
6
80Ielin CuhunJ y Biblior;r.> rlCO. Vol. 29. núm. )O, 1992
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
decoro, estas no ti c ias m ito lógicas no son inoce nt es adornos de esti lo; son indicios
de un le ng uaje cancelado,
LOS JUDlOS ERRANTES DEL LENGUAJE
Durante mucho tie mpo no hu bo mane ra de sa be r que algo perma necía oc ulto en
nues tra narrativa , Toda vía e n los años ve int e, el princip io del decoro podia
mantene r con sufi c iente con vicci ón la idea de su pro pia in visib ili dad , la idea de
,
que lo d icho no e ra e nemi go de lo dec ible y de que, e n fin, e l s is te m a de
restri ccio nes que lo compo nían formaba pa rt e de un modo natural de proceder
o de expresarse, Obras que hubieran contrad icho esta o pinió n, como De
so bremesa (¿ 1894?) o como las novelas de Jose Mari a Va rgas Vil a, fueron
marg inadas de l canon lit e rario con e l arg ume nt o de que só lo podían compla ce r
a lectores de ma l g usto o a histo riadores d e lit e ratura 3, En los años treint a, s in
e mbargo, las di scus iones acerca de las pa labras que podía n dec irse (o esc ri b irse)
se hkieron m ás frecuent es y e l princi pi o de l decoro teml inó po r e nseña r (pe ro
no s in cie rt a amb igüedad , s in ci e rta aspe reza) el s istema de s us restri cciones,
Una urgencia lo domina ba. En la medida e n que la c iuda d creC la, la c lase
dominante bogota na pe rdía e l contro l que, desde med iados del s ig lo ant e ri or,
había eje rcido sobre el le nguaj e (Palac ios, 1982, 133) . En me nos de ve inte años,
e ntre 191 8 y 1938, la pob laci ón bogotana a um ent ó en un 24 6% a la vez que
c iudades com o Cali , Medell ín y Barranquilla lo ha cían e n un 222 % (Gil bert , 89).
S in que pudi eran evitarlo, los bogota nos d e e nto nces presencia ro n cóm o las ca ll es
de la ciudad se poblaban con gent es que ven ía n de todas pa rt es, que poco o nada
Los. trabaJO!> tk
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<I"e Si lva la C$C" UIO ,·I1Ir ... 1.... allos
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rue producida );¡ obra atllSllca p.1ra
pode r as, cslabl.-cc. su valor [
r
(428)
Desnud o femenino, d ibujo a la ¡¡iz d e Fnm cisco A. Cano, C8 . 1900 ( romado de: ülburn COII dib ujos y bocelos,
colección pa l1 icular).
,
BoIe1in Cult"",l"1 oiblioviroc:o, Vol. 19. n';"". JO, 1992
7
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se cuidaba n de las fonnas y que, por primera vez, conocía n los pri vil eg ios y las
mi serias de l anonimato y la pennisión. En vano, el padre José María Cam poamor
orga ni zaba brigadas de bienve nida que salvaran de la perversió n a los campesinos
rec ién ll egados (Casas, 22 y sigs.), al mismo tiem po que Eduardo Za lamea
Borda, embargado de espírit u va nguard ista, proclamaba a la cap it al como la
c iudad de las 100.000 mujeres y los 1.500 automóv il es (17).
En 1929 Dionisio Arango Vélez publicó El inocente, una novela que advertía al
joven bogotano sobre los peligros que le aguardaba n en las ca lles de la ciudad.
A med ida que rela taba esa his tori a ed ifica nte, Arango Vélez se sintió atra ído por
aque llo mismo que atacaba, y tenninó por com poner una de las más sing ulares
escenas de burde l cómico que se hayan escrito en Colom bia : el momento en que
la policía irrumpe en un baile de rufia nes y "cocotas" bogotanas cuyos no mbres
proceden del guiñol: Lolita Marsell és (a lias la Marsopa), Juanit a M endaña (a lias
Menaje) , Em estina Terremoto (mujer de botell a y navaja), y con ellas y ot ras, un
fraile it alia no que recita (en it aliano) estrofas esca ndalosas: "Cagnolino e quella
cosa I che puo avere un gran valore, I specie poi per le signore, I perché vispo
e lecca i piatTi" (154). Pero esta alegría desenfadada no esta siempre de parte de
Arango Vélez, y m ucho menos en españo1. A la ho ra de describir a un personaje,
d ice:
e
Era este el prototipo del vividero, el cipo del.. . No nos atrevemos a
estampar ese vocablo, pues es de aquellos que llevan en sí como una
perenne maldición. So n los jud íos errantes del vocabu lario, obligados
siempre a peregrinar de labio en labio, sin en contrar jamás un pedazo de
papel en donde dorm ir y reposar de la f atiga. Esos vocablos, nacidos
entre el fango, viven por la tradición, g racias a la potencia con que
expresan un concepto o conjunto de conceptos; pero la vu lgaridad y la
groseria que los acompQfla, impide que se escriban. [mi subray ado, 92]
Cuando Efrain recuerda co n entusias mo "las mujeres hennosas de Bogotá y
ponder[a] intencionalmente las gracias y el ingenio de P ... " (M oda, 16), o cuando
Arturo Cova se limita a deci r que, después del abrazo de Zoraida Ayram, "lo
demás fue de cuenta [s uya)" (La vorágille, 1924, 252), no hay una pa labra de
más que llame la atención sobre aque ll o que se calla y, po r ta nt o, no se pued e
afinn ar que e l acto de deci r o no dec ir sea un dilema para el esc rit or. En el
moment o en que Arango Vélez escri be su novela, esta situac ió n ha ca mbiado por
com pleto: el autor hace tanto a larde d e su silencio que éste ya no puede
considerarse un silencio discreto; a l contrario, el énfasis que pone en s us pa labras
acaba por public itar aquello mismo que quiere callar. "Es menester -dice en el
pró logo- conocer el pe lig ro que result a o puede resultar de ciertos actos. Pero
no basta : es menester que ese se ntimient o sea intensa mente sentido [ .. .]" ( 13).
Cabe preguntarse todav ía si la "int ens idad" de la que habla Arango Vé lez
co nviene a una novela edificante y, más aún, si puede calificarse de edifica nte
una obra en la que e l protagonista -el inocente- acaba s ustituyendo a s u madre
por una "cocota" bogotana. En cualquier caso, e l princi pio del decoro ha dejado
de ser un s upuesto ind iscutible y compartido por todos, para convertirse en un
asunto que no se atina a defender con claridad. Los escritores de esta época no
saben cómo erunudecer las pa labras que se refieren a la sexualidad, ni cómo urgir
el silencio sin provocar el escándalo, ni mucho menos cómo salvaguardar e l
cuerpo y encerrarlo y protegerlo de los extraños que invaden la c iudad.
8
~Iin
CuIIW"&l r 8ibliotrifico, Vol. 29, n.un. 30, L992
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
o de
las extrañas_ De acuerdo con Dora Orlansky y Sil via Dubrovsky , un alto
porcentaje de la poblac ió n latinoamericana que emi graba del campo a la ciudad
estaba compuesto por mujeres, la gran mayo ría jóvenes so lteras de un bajo
nive l educativo que se empleaba n en la industria o en e l servici o domés tico
(15-16). Aunque Orlansky y Dubrovsky no lo dicen, es seguro que muchas de
ellas se vieron obligadas a ejercer la pros titución. En 1889 el doctor Manue l
S. Algando na publicó una Profilaxia de la slfiLis en la que lamentaba "que la
Republica de Colombia, desde que nació centro planetario d e las ideas,
teniendo en s u seno astros de vÍvificante luz en todos los ramos de l saber, haya
dejado tomar cuerpo a este mal [la pros titució n]" (lO). De los 100.000
habitantes que tenía Bogotá en la época, 3.000 e ran prostitutas registradas y
600, según estimaciones del prop io autor, trabajaba n en la clandes tinidad,
aparentando "el negoc io de hoteleras, mientras conquis taban a s us cli ent es,
como yo mi smo podría poner ejemplos" (23) 4. Para 1950, cuando, de ac uerdo
con Gilbert , la ciudad tenía 7 15 .250 habitant es, había 40.000 prostitutas
registradas (Sepúlveda, :4) 5.
El escá ndal o de estas cifras puede ex plicar las tímidas a lus io nes a la prostitució n
y a la s ífilis que encontramos en las novelas de la primera mit ad del s ig lo. En
la obra que Cuervo Márquez publicó en 1903, Ph inées descubre un día una
mancha roja bajo el labio inferio r (91), y en La marquesa de Yolombó, publicada
veinticinco años má s tarde, la discreta Bárbara Caballero todavía le pregunta a
s u futuro esposo: "¿M e jura que no tiene ninguna enfe rmedad que pueda
contag iar o afrentar a s u mujer?" (111, 190). Sólo en 1935, cuando José Antonio
Osori o Lizarazo publica El criminal, podemos leer una obra colombiana que
expone e l tema de una fo rm a mas o menos directa (Oserio Li za ra zo conse rva e l
pudo r de l lenguaje y emplea una jerga pseudocientífi ca y erúática). La novela
narra los padec imientos de Higinio Gonzál ez, un periodista ca paz de sentir
"dentro de sí los efectos de la tabesdo rso-lumbar, claramente manifestados" (54),
y que termina sus días en la ca rcel des pués de haber asesinado a la muj er de la
que esperaba un hijo. La historia de González, narrada de acuerdo con los
preceptos de la escuela naturalista (fatalidad , trompe l'oeil. argot cie ntífico), es
más cruda que la hi storia de El inoceme. pero s u propósito es igua lmente
ed ificant e. Amba s o bras compart en una mis ma actitud , la convicc ió n de que se
debe evitar el cuerpo de los otros y suprimir de la esc ritura esos vocablos
errantes que pasan de labio en labio munnurando los lugares del cuerpo y sus
place res.
En los años tremta la literatura colombiana comienza a abandonar la posición
centra l que ocupaba en el marco más genera) de la cultura y de una manera
tímida rec usa el principio del decoro que la ha vigilado hasta ent onces. Es
toda via un mov imiento lento, incipiente y poco claro. Si es pos ible encontrar un
tex to de esa época que se proponga decir e l cuerpo, habni que busca rl o a llí
do nd e la página escrita no esté tan custodiada y do nde el autor esc riba consc ient e
de su propia marginalidad, en textos como 4 Dlios a bordo de mI mismo, la
novela que Eduardo Za lamea Borda escribió en 1932; o como esa tes is de
derecho presentada a la Universidad de Ca rt agena en 1930 y c uyas paginas
conservan todavía e l sabor de un manifiesto :
Hemos de iHiciar la muerte definitiva del lIIiedo a las palabras; aceptar/a lilas eL remilgo, a call1 bio de borrar del idioma las palabras aludidas ; de
destruir ell la allarom{a humana las cosas por ellas emrQliadas que SO Il
lloIdin CtoLtIll'.1
r
D.bliocIaroco. Vol. :9, mimo )O. 1992
•
AlgOlndoou. apunu. que de los 619
casa; de s ifi lis If1iIlado& el ai>o 1889
en el HOGpital San Juan de Du.
269 eran sirvientas, 67 coslUraas r
47 mcreuioc:s (20-21). En 1909 el
OOctOl" Aparicio Pctu informó al
JT"ICdico ar8entino Emilio R. Coni
que en 10s hospitales mi litares
uolombianos el 22~ de los casor;
traudo!; COITCSpondiaSl a s¡filis y a
otraS erucrmcdadoes VCnerea5_ La
bibliografia co lombiana sobre la
s ifil is ~ remonla a f<:dll\!i re la tivamente tempranas. En 188 1 la Farrm<:ia Oarc ia, de Canagcna. hilo
traducir pan su DoIctin el IU.lO de
Emwdo Langben. Afo,ismos sob,~
/Qs~nfum~dodUl·~n¡'tasS~6uidQS
d~ I/n
fo , mult;",o mojislral pa'o ti
I,Olom;tnfO de tSlas tnfumtdtult s.
De 189) es la tesis oc1 mroieo
bogOl>lflo Manuel S. Lópet. lA
s¡jilis t" su., ,t/ac;onu co" f l ",a·
1'¡",0 1l;0 . De 1899 eO' la el<trava "
gam e Microfilos,s, de Manud de
k SU5. y Oc 19)5 es el esludio de
Ricardo DUllma y o u os. ÚlS ,Iou
plagl1S mtJyous. AdcnlÁ.~ de <'"SIOS
u atallos. circulaban 105 escritos de
I'ownicr Vgil c On/m la sífi/u,
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Ir~d"cciU". (,4) ,
9
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
fimdamellfales de lo mismo f. ..} Rompa mos la co nspiración del silencio
que se quiere hacer a los relaciones sexuales, y sobre la psicología de
ellas, pronullciemos el Fiat Lux, o el grito de Goethe en su agonía: "Es
deber del siglo ". [Ro mero Ag uirre, 29]
LOS L UGARES EN DONDE SE P UEDE DECIR EL CUERPO
No todo fue dificil en la empresa que proponia R om e ro Aguirre ; no todo
cons is tió en romper e l s ilencio y escribir por prime ra vez una palabra esca nda losa. En el conjunto de lugares narrati vos que componian la retóri ca de l decoro,
hab ía algunos que penni tían sugerir e l cuerpo eró ti co. He aquí c uatro de e llos:
El vestido
C uand o apa rece un personaje fem enino, e l narrador describe con de ta lle s u
ves tid o; pe ro esa desc ripció n no es inocente: ope ra com o una m eto nimia, com o
un desplaza mi ent o d e la mi rada narrativa (foca li zac ió n) que va desde e l vestido
hacia aquello que e l vestido deja ver. Los ejempl os son innumerables:
f. ..} mal trajeada [la muchacha), con el vestido de remiendos, desarmado
y roto, cuyo amplio corpiño dejaba al desnudo las paletas, los brazos
afelpados y el blanco pecho. [Inocenc ia , 40]
fOrpha eSTaba] vestida con ligera túnica que le cúUa el apretado seno y
que resbalando por la [(neo de las caderas le cofa hasta los tobillos,
dej ando ver los pies finos y pequeizos. [Ph.inées, 7]
A l empinarse [Eh'ira] y levantar los brazos hacia la jaula, su falda,
inocentemente alzada, mostraba arriba de las rodillas la inic iación de la
suave llnea de sus formas. [Ay er nada m ás ...• 1930, 110]
Demolllos y pellllellles. lápiz y pastel sobre papel, Santiago Páramo Ortiz (Coleccióll Biblioteca Luis-Angel
Anmgo) .
•
1
!O
Bol~, in
Cultural y Bibliog.r.i.r;(o. Vol . 29, mimo 30, 1992
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
El baile
La descripción de un baile o una danza no só lo fonna parte obli gada de la
literatura de costumbres; del mismo modo que el traje, la danza puede considerarse com o un des p laza mi ento m etoními co, como una maneTa de aludir al cuerpo
en la dimimica d e s u deseo:
Ju allcho comienza por mover Todo el cuerpo co mo /in médium en (ran ce
y Rila lo hace con más sensualidad aún, como si estuviera gozando la
se nsación del orgasmo. Mu eve las caderas con un ritlllo de más porque
el baile es costane ro, y se va acercando, acercando, con los pies
resbalados contra el suelo, ce/lidas las rodillas, y lOdo el cuerpo en
movimie nto. Ella se menea co mo ofreciéndose en goce, como urgiendo
ávidame flle la posesión. El, a su rum o, trému lo de ape lito, se mueve con
ese moverse alebresrado del macho cabrio que no da espera . A l fin se
ayuntan ; se besan, se aprietan, se huelen, se anudan, se entrepiernafl
voluptu osamente, fingiendo el rito del entrevero sexual. [Risa ralda ,
1935 , 53]
El cuerpo de los marginados
La osadía de Bernardo Ari as Truji ll o en las líneas precedentes no sólo esta
autorizada por el lugar que ocupa la danza en el s istema de l decoro, s ino tambi én
por el hec ho de que los bai lar ines son negros cimarrones que viven en m edio de
la selva.
El amor libre era de muy buen recibo entre .Los habirallles risaraldinos de
Sopinga. Las negras tenían un natural modoso y s umiso, pero era un
misterio saber si en realidad amaban a sus hombres. Obedecían ciegamen te a los varones y éstos las traraban con rudeza silvestre. (Ri sa ra lda, 27]
801~' Ln
O.>lHual y Biblq.ár¡co. Vol. 29, niun. 30, 1992
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
El primer cuerpo eró tico que aparece de manera ex plícita en la literatura
co lom biana es e l c uerpo de las esclavas negras, de las indias, de las campes inas,
de la servid umbre. El principio del decoro les cede el paso con facilidad porque
en e llas no ha y un honor qué defender: son cuerpos a nónimos e n los que e l
placer masc ulino busca su propia satisfacc ión, o lvidado por un m ome nto del
debe r de pro longar un nombre o una dinastía. En Almíbar, la mimosa Elvia
Eterna conserva su virgi nidad mientras que su criada Paulina pierde una noche
"lo ido s in remed io de torna r" (118) . En Cai" (1969) , de Eduardo Caballero
Ca lderón, el protagoni sta Mart ín im agina a Marga rita ves tida , pues es incapaz de
s uponerl a desnuda y ni siquiera se mejante a "esas, a las que tumbaba en un
sem brado de trigo recien segado [ ... ] , [y que] no eran ve rdaderas mujeres" (43).
y todavía en 1980, el protagonista de A/IOS de fuga di scrimina socialment e los
amores y afi c io nes de su generación: "Sexo y pecado nos los vendieron en el
m ismo paquete . Amamos con amor puro ci erto tipo de mujeres, preferibl em ente
de s igno virgo, ti po Ing rid Bergm an , Audrey Hepbum , G reta Garbo. Sex ualmente
nos atraen la s mujeres tipo nov ia de teni ente" (33).
Los privilegios del escriTOr
Qu ien examine la tipolog ía del escrit or en Colombia, encontrara dos imágenes
que se ori gina n en el s iglo XIX y cuya vigencia dura ha sta mediados del s ig lo
XX : la del escrit or que se asoc ia al poder po líti co y la del escritor que rodea su
vida con los fa stos de la bohemia . En el fondo, no se trata de imágenes
enemi gas: ambas compart en e l supuesto de c ierta pennis ividad, la idea de que
qui en hace la ley y quien la transgrede comparten un mismo espacio, un lugar
abiert o a regañadient es por el decoro 6. De estas dos imágenes de escritor o de
arti sta, la que importa ex aminar aquí es la segunda. Su est irpe es s imbo lista , y
s u precursor José As unción Silva .
De so bremesa es la primera de nuestras novelas heterodoxas, la primera que
despliega en fonna concert ada los recursos bás icos de la expresión eróti ca: el
pretexto , la di gres ión, el derroche verbal , la mejor articulación de la descripci ón
en el desarrollo de la acc ión. La novela narra las danzas de José Femández, poeta
de gran fortuna y sens ibilidad que s igue por Europa a una muchacha de la cual
se ha enamorado profundamente. Pero la nove la es mucho menos que la hi storia
de estas andanzas; es la his toria de una velada en la que Femández entretiene a
sus ami gos con la lec tura de su diario, es la histo ri a de esa lectura (de esa
esc ritura), de la manera com o su sensibilidad ha sabido elegir las palabras que
m ejo r la expresan , esa "eterna manía de convertir [sus] impres io nes en o bra
lit eraria " (229).
•
En luL ('"s.~yo IlIlblic,,'¡o origina lmcU!c en M ilO, en 196 1, Jorg('
Eli«cr Ruit .croge Hlas dos im.;ige rocs ,,1 considerar que J:¡ poosic i6u
dd escri tor H de lil;o,n;¡d, 1... 110 en
WI senl ido r.>1¿lico (liocru.d para
crc:u-) como en Wl selllirl" polilico
(canol.oi;v d es tado do: COSOLs para
buscar una mayor libenad) (28).
La busca de su Helena idea l da ocas ión para que Femández haga un recuento
deta ll ado de s us aventuras amorosas (Lelia Orloff, l ~dy Vivian, Nini R ousset,
Fanny Green, Constanza Landser) y las entrevere con noticias sobre s us
aficiones , su estado de sa lud, sus empresas financieras y s us s ueños políticos. Los
eventos no se s uceden causa lmente ni siguen un orden estricto; por el contrario,
se yuxtaponen unos a otros con cierta arbitrariedad e ilustran ese doble principio
de la estética s imbolis ta - las listas heteróc litas y la delectación morosa- que
cons iste en presentar una serie de o bjetos heterogéneos con el propósito de
docum entar la alta sensibilidad de l protagonista. El 19 de abril, Fernández anota
en el diari o s u encuentro con Nelly, la bella esposa de un empresario norteameri ca no. La des cripción de la muchacha no es nitida ; la gobierna el deseo (y
12
Oolfl iro C\J1l1ltto1 )' BibliosniflCO, Vol. 29, mimo lO. 1m
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
la ansiedad) de que las palabras no al cancen a desc rib irla cabalment e y, en
consecuencia, se exti ende en detalles, símiles y metáforas m inuciosas:
Ahi estaba [yo] en La tienda de Bassot, cuando, f reme, ell la puerta, se
detuvo el coche de elegante y sencillo aspecto. Con movimiel1los ágiles y
miradas de inqu ietud, como de venada sorprendida, bajó de él, caminó
diez pasos, en que al través del vestido de opaca seda negra, ornamentada
de azabaches, adiviné las curvas deliciosas del seno, de los torneados
brazos y de las piernas largas y finas, como las de la Diana Cazado ra de
Juan Goujon, y vino a detenerse j unto al mostrador donde estaban /as
joyas. Mi olfato aguzado percibió, fundidos en uno, un olo r delicioso de
pan fresco que emanaba de toda ella, de salud y de vida y el del ramo de
claveles rosados que llevaba en el corpilio. Hu smée el olor como un perro
de cacerla lanzado sobre la pista, y ames de que pronunciara la primera
palabra, ya la habian desnudado mis miradas y le había besado con los
ojos Jo /luca llena de vello de oro, Jos espesos y crespos cabellos oscuros
de visos rojizos, recogidos bajo el gran som brero de fieltro, ornameJ/tado
de plulllas negras, Jos grandes ojos grises, las Ilaricitas filias y la boca,
roja co mo un pimiento, donde se le asomaba la sang re. [257]
Con menor fortuna que Silva y de una manera parcia l, los esc ritores de la
prime ra mitad de l s iglo desa rrollaron en sus nove las algunos rasgos de l poeta
simbolista. Denunciaron la incomprensi ón que sufría, lo exaltaron a la ca tegoría
de héroe y de mártir, y defendieron con entusiasmo su derecho a la sensibilidad.
En algunas ocasiones, e l escrit or o el artista fueron descritos como colecc ionistas
de experiencias, como seres de vértigo que agotaban todas las posibilidades que
les ofrecía la vida . Phinées, por ejemplo, tenía un palacio en Italia, una vi lla en
Jerusalén y lo mismo se e ntregaba al estudio de un manusc rito antiguo, a la
contemplación de un vaso asirio o al amor de "un raro ejemplar de mujer" (38 ).
En otras ocasiones, menos sofisticadas quizá s, el escritor enseñaba un alma
moral, descendía al bajo mundo de la prostitución y se exponía a un complejo
de sentimie nt os que lo llevaban de la tentaci ón a la culpa y de la c ulpa a la
compasión. En una novela tan tardía como Una mujer de 4 ell conducta (1948) ,
los poetas purifican con sus conversaciones literarias la casa de prostitución:
"Hablaban largas horas en e l lupanar, al calor de la cerveza, sobre cosas que e lla
[Helena, la prostituta] nunca había oído allí: sa n Juan de la Cru z, santa Teresa,
el padre Isla, fra y Luis de León, fray Luis de Granada ... " ( 162) '. En c ualquier
caso, ya fuese que se decidieran por el hedoni smo o la mora li zac ión, la gran
mayoría de estas novelas escatimaron la expresión eróti ca; reileraron hasta el
cansancio la doctrina de "las almas sensibles" o se ofusca ron ante la posibilidad
de un escándalo. El cuerpo parecía algo tan reciente que carecía de nombre, y
para menci onarlo hubo que señalarlo con el dedo. Así la tarea que en 1932 se
propuso Eduardo Zalamea Borda.
La segunda de nuestras novelas heterodoxas es 4 ai"ios a bordo de mi miSil/O. Su
protagonista, un joven escritor bogotano, narra su huida de la c iudad, e l viaje en
tren hacia la costa Atlántica, su memoria de Meme y e l amor se nsual de lils
indias guajiras, de Anashka y de Kuhmare. La novela lleva por subtítul o "DiMio
de los 5 sentidos" y. así como el diario de José Fem andez, es una novela de viilje
cuyas páginas manifiestan el deseo (y la ansiedad) de nombrar con prec isión
diversas ex periencias sensoriales, de señalarlas en una deixis hec ha de números
y geometrías, en un tiempo presente que no corresponde a la narra c ión hi stóri ca
sino a la lírica 8:
,
•
Sobre b signi roc"cion de l burdd en
b I ¡~cr"tura blinoarnerocalla mod('tna , "use: ('1 an ieu lo de Ka;scJ
ScWUll Hlñe WllQrd"oOlrsc a.nd UI<"
Whore in S~nish ÁJucrican I' K:~ion of ¡he I96Q,;H. ('11 JounuJ ol
In~e fallle riclLfl SHxlit:s lJld World
Afr"irs, núm . ISA, I\OvirmUr~ ¡k
1973, pags. -172 -487
lLam_a" los lÍ1lg,',~Ia.s a aquc·
llos de ul(" nlos dd "' ulI.uajt· qu.·
scr'iala1l lo real : rSlr, ~'lu" all.:1. . lu
ElI is lcn varios t i¡.;oos <k dtl.t'$ ~ L1
que aparece (;\)U ,, 1.ii..~ fr""·'ICI""a ,·u
La lileramf" llt"" ti nomUre 01 ..
d..i:<,s (1m p llflHlllSlIIU (',,-"'lI is ,."
falllas"",) y se Ilrod'lCl"" ffCU81100 'Ul
narrador IkY~ al oy .... nl'· al r,.,n.. . 1.lo au~·"tc recordah .... <1 al t,';'''' .1,.
La {""ta...,,, c .... \S If\"'u .. a~ ( U/M ..
D~ws
C anct",. DO). Suhr e b .,.,...·It<a ,Jo.
La ""' ISOr,ahdaJ ,." la Il()vc!a de
Ed,1llJ"do ZaLa.o,...a l3ortb. "('ll$(" J.
E. JaraJlUILQ Zult~11!:3. ~ I... 1""'S ......11
Q,;ru ti bordo (I~ mi n"sm(l~. ,."
R,· ... ~~a Ca...... S,lv~. 11" "'. l . •. , ......
-1
<k 1t)8K.
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
l~;~
~.,."",~
/.11 lilllma gom, oko de FrancISCO A . Cauo, M cddlUl, 1908
Meme duerme sobre la cubierfa. Está acostada a la altura de mis ojos. La
veo, larga, extensa como un puente para atravesar océanos. 2 inmin encias
leja nas - que si ella fuera ese pu ente quedarían en Oslo y en Rigaredondean la longitud máxima como 2 au roras boreales. Senos de Meme,
redondos y frescos ; senos de Meme, besados y estrujados; senos de Meme,
redondos, redondos. redondos como 2 auroras boreales... [44]
La obra de Zalamea Borda provocó amargas dis putas en to rno a aquello que
•
¡;'S\;IS co!.:UIoOrltS suckn denornl'
H
'LV><: "U\(;"nlOS E 11S1r n ca.alogos
de H,,\Ii~mosH como d de la l) ,bllOleca del VallOJIO y el de Amoroo
ViUalOllga r Perez. ¡,¡firmo de la
blbl'Olrc:n VlllnlQllgn (I'a lrna ,le
Ma llorc~, F Soler y Paro;. 1923).
lal Wl rI calalogo mas ramoso de
~ras
col«cIol'lt"s I'omografocu C"S
el que compuso G,"Uaurne Apollt naire eon Femand Flenrel y LoUls
Perceau, {.'elllu dc la blblloll!tqllC
/'JOIIO'IO/C (Paris , M('reu~ de Fran·
ee, 1913) EnlIe lO!> l,bros ~l'ajlo­
les que Apollina ;,e recoge en su
u1aloso figuran V,da dc la ""'Jt r
dcl llc/Cllt /as "CIII/'CIII,"O poJWras ql/C UJÓ (Londres. 1892) y
°
podía dec irse (o escribi rse). En 1932, en una reseña de la novela , T . Galvis
declaró: "Poco ha ga nado nuestra literatura con es ta obra que apenas contribuirá
a e nriquecer con un ejemplar más las bibliotecas pornográfi cas" ( 10) 9. En agosto
de 1936, Za lamea Bo rda publicó en la Revista de las Indias un capítulo de s u
novela inéd it a Cuarta batería, en e l que asoc iaba re lig ión y erotis mo; la
publicació n de un segundo ca pítulo en la Rev ista Pan obli gó al director a escribir
es ta nota introductori a : "Recuérd ese la agria disc usión causada por la aparición
en Revis ta de las Indias de uno de los ca pítulos d e esta novela - y léase éste sin
temo r" (34). A títul o de de fensa , Za lamea Borda tradujo y publicó un artículo de
Henri d e Mo ntherlant en e l que e l autor francés propone como tarea esencia l de
la novela ex presa r la vida a despec ho de la moral y la censura ( 11 ), y todavía en
1948, en una entrev ista que concedió a l peri ódi co El Tiempo con mot ivo de la
reedic ión de su novela, afi nnó:
TrD\'ullrlU de Olllor, Golu;a d~/
En cuallfo a la forma y al lenguaje, no soy partidario de eufemismos, de
pudibundeces literarias. El hombre y la mujer en trance amoroso-sexual
deben habla r en la novela como hablan en la vida [. .. ] Desde luego: no
hay que confundir con la pornografia, que es una forma despreciable .
Pero la alta obscenidad, desde antes de Ovidio, ha s ido un género mayor
de la liTeratura. [1 2]
)
delrlle. Co/rccuj" dt Iodo lo ",tU
!abroso), Itcha!o que
(Jle)
.
JIJ
ha ngnlo
,obrt IJI co,io i "/llS
IIIdrc~,,­
tu. RtCOp,lada por 11" OfiClOI//Il/O
(Londres, 1870)
m.smo atgU!llcnlO clico
r~'Curre Loreru;o MarroquUl en e l
prólogo de "4." HEI l'SCTilor de
C05lwubres, como las ¡¡Ialllas legu·
minos"s, absor be 1" almÓ6f.:ra que
le rodu y se alirnen1a con ella,
pura o enturbiada; acaso mas n\ltrl '
riva y fecw lda CIWIIO m:is pes.ilen·
le" (XV).
A
eslC
La opinjón de Za lamea Borda reúne dos ideas de di stint a natura leza. En primer
luga r, ese viejo argument o ético (la literatura debe re fleja r la vida) con que el
rea lis mo y la novela testimonial sue len justificar s us escenas más atrevidas 10; en
14
Boletín C\llll.l/1l1 Y Bibliocrir_. Vd . 29, nUmo )O. 1992
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
segundo lugar, un s upuesto estético que sera reiterado muchas veces en los
decenios s iguientes y que consiste en la afirmació n de una constante erótica (y
no porno gráfica) en la literatura 11 . En e l breve es pac io de una entrevis ta,
Zalam ea Bo rda no podía ampliar aún mas estas ideas . Lo important e en e ll a,
después de todo , era anunciar al público lec tor la reedi ción de s u obra en la
ciudad de Buenos Aires y en aquel año de 1948, la mis ma ciudad donde cinco
años antes el escrito r sa ntanderea no Ja ime Ardila Casamitj ana había publi cado
Babel, una novela que se prop uso hacer e l invent ario de lo o lvidable y hoy forma
parte , tal vez s in m erecerlo, de ese mis mo invent ario .
Ardila Casamitjana habría podi do escribir una obra tan provocadora como la de
Silva o la de Zalam ea Bo rda, s i no hubiera cedido a s us propi os es crúpul os ni
hubiera recurrido a alg unas de las estratagemas d el d ecoro que ya m encionamos.
Su novela fu e escrita tras una azorada lectura de M arce l Pro ust ~ esta es s u m ejor
Ma rga rila Lema, {ologra{ia de Benj anun de la Ca lle. Mede llin , 19 10 (Centro de Memo ria Visua l, FAES.
Medellin ).
"
Las discusiones sobrc los limites
Clllr\" pornosrafu. y erotismo toda·
via wnservan actualidad . En 1850
Hem'WU1 C. O. MuUe. puso en
circubeión b pahtn por"ógrafos
para rererirse a \os aUlorcs de \.os
sensuales frc:sws de Pompcya.
Mij lk:r tomó el térm ino de Ateneo,
un Cl'OnisUl del s iglo 111 d . de C. l..a
palabra uOlismo fue empicada por
los escritores europeos y norteallK: '
ricanos de enlrl"gue rrlS con el obje·
lO de dcrCoo.: f L, imcnción cslé l;ca
de sus paginas n~ scl1Sua l~. El
lérmino cs wu lIIab dcr;vleiOn de
la palatn I"rOlica, que en gritgo
am ;guo designaba wu de las pri.cli·
cas amoros.as de los I1W1CCbos.
VQse al .especlO 1"1 lrahiljo de
l oan lIorr,
~Why
is !her\" 110 Il is·
lory or ~I*,y r, en Sus.a.1
Ouba.r y l oan 1I0 (f (eom ps),
DiJt ftl ftla of Vio/t UI /'ofl¡ography.
Fo, Aldu llS UStrs 0'1 /)'. moorl\;Il~
gloo. Indi/lna Un;vcr,¡ily Pr.:ss,
1989, I,aP. 16·46.
""1"
lloIeI ;n Cullutal y Bibl...., ,¡r_. Vol. 29, nUm. lO, 19'n
15
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
cualidad y ta m bien qui za su mayor contribución a la rus tori a literari a de
Colombia. A diferencia de los heroes de Silva o de Zalamea Bo rda, el heroe de
Ardila Casa mitjana - Santiago- no tiene una gran aventura qué contar, el no es
un poeta de fortuna que recorre Europa ni un joven que se interna en el mundo
sensorial de la Guajira. A e l no le ha sucedido nada en la vida, salvo esc ribir.
Los días transc urren para el lejos de las páginas sobre las cuales se inclina y en
las que expresa el deseo (y la ansiedad) de vivir algún día :
Se hace literatura a costa de sufrimientos. Un ser satisfecho calla. Los
otorm elllodos escribimos. Escribimos lo que queremos y no podemos
hacer. Un pecado solitario, semejante a ... Y de ahí que a veces se diga eso
cuando se está escribiendo. "¡Con qué placer hubiera dejado de escribir
lo que sé, con tal de ver realiza rse una parte de lo que se!" LasaUe.
Cambio todas las obras maestras del arte [. .. ] p or un pu ñado de mujeres.
[ 162J
Es cierto que un viejo esc rúp ulo ha s ustitui do aquí la pa labra masturbación por
unos puntos suspensivos; si n embargo, a traves de la novela el narrado r ado pta
una actitud q ue no habla sido razonada antes en nuestra literatura y que cons iste
en concebi r el disc urso narrati vo como una sintax is de l deseo eróti co. Muchas
escenas de la novela no tienen otro objeto q ue agrega r unas pág inas más a la
narrac ió n y, al mis mo tiem po, pro lo ngar con ellas ese deseo. E l narrado r es
comparab le a un voyeur que traduce en palabras aquell o que ve y que, además,
gobierna con palabras los mov imientos de sus personajes. En las sig uient es lineas
se reprod ucen las frases que un amigo le diri ge a Sa ntiago mientras juegan
ajedrez; e l estilo indi recto es en ell a menos un gesto de pudor que un énfasis
verbal, una manera de d iseña r en palabras la coreografía erótica q ue sigue la
m uc hac ha :
,
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La ,kb,¡" lad <1<, ,'S Ic-.; a"I,}1','$ St'
d.+o;·
110M
"",,"',0-
~
su UK".'I)¡K,,Jad ¡>al:!
tul o..'L.1lk do.' u..Jo'" " ' ¡¡ lIs'"
M IS I~J'''!' n us .. r Ól iCQS
Dicen que, lu ego de adobar a s u hija con perfu mes y cremas y despeinarla
artísticamente para que diera la impresión de estar presa de indescriptibles espasmos, acentuábale los labios de rojo intenso, reteñiale las oj eras
hasla el violeta oscuro, pimábale las uñas de los pies de color solferino,
como de sangre detellida por una circulación presa de extraíios pa roxis 1Il0S, y así dispuesta tendíala en el lecho, con la cabeza hacia atrás,
doblando la nuca en arco de perfecta blancura, las piernas ligeramente
abiertas, los brazos cual gajos tronchados, abiertos. comQ. para recibir, s in
ánimo casi; los ojos efllom ados y vagos y la pieza sometida a una
estudiada penu mbra que retocara las fa cciones de ese cuerpo desnudo de
t:rL
Cun ,10,¡
"y "'pk>s. EH la s'8""'II'" ..S<,·.·,La tic
C,,~ lId<uI. ,,?
AIl ~'UTa<'i.n
d~s.; ri h:
"'''' 10 N;KiAl K'f'I IO. d at1l s.a. ¡¡idio
a El",,, Elema q ue pt,!;.:¡r.. p... r.. (']
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'1'1<- He ,t'¡tn,
"lWIl",bk. "Ili<!IIS.¡1I0. ,kS(,OI ~I'''Ol.l
,kposi.o sohre 1.. CMl k:
t.l,"'cI. h la' II'\UISIIIJóI , d., ¡Ullld
IlIrg.itlo !>ell.o. WI hondo, rnonh .. m ..
I..·!'O '1'1<: deh,o ]J<:tl<"lrark de ardor
JI.\.~ta 1<0 lI\ffiula ( 153). 1'.1 caso tI(
Vargas V,b <'5 " ci,o co:klxc E.. las
$ lglliClllt'S Imus la I'rOlagolUsla <k:
f"lor ti.. frlllgo (,1I~iLl al kcu)f tocb
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//luJer. [62]
El voyeurisl1l o que p uede encontrarse en Babel no es incidenta l como en De
sobremesa, c uando José Fernández sorprende a Leli a Orloff con otra mujer ( 171),
ni como en 4 O/los a bordo de mí mis mo, cuando el prota gonista espía a dos
ama nt es en la noc he ab ierta (96); de ig ual manera, tampoco pued e afinn arse que
haya cedido a las tentac io nes de la oratoria, como en las novelas de Jacinto
Albarrací n o de José María Vargas Vila 12. Su voyeurismo es, más bien, un
voyeurismo conscie nt e de s u naturaleza verba l: " [ ... ] o í que adentro, en e l interior
de aque ll a casa, una niña estaba aprendiendo las primeras letras. A, e , i, 0 , u . De
la voz que ll ega ba, ade lgazada po r la distancia, construí el cuerpo de esa
muchac hit a" (24). A la luz de los graves as untos de aquellos años, parece bana l
es te s ueño de qui en art ic ula una sintax is con su propio deseo. Y s in embargo,
16
BoIetin CuI,,,,.1 'J BibliDItiroco, Vol. 19. nw... lO. 1992
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
nada mas urgent e. Aunque la época de la Vio lencia da c uent a, ent re otras cosas,
de ese vasto ed ificio de l decoro, hec ho de metáfo ras. eufem is mos, noti cias
mito lóg icas y escasos luga res narrati vos do nde es posi ble s ugeri r un gesto
erótico, el c uerpo que aparece en las novelas tes timo nia les de ese entonces es un
cuerpo desco mpuesto, precari o, un cuerpo de horror q ue ha salt ado en pedazos.
UNA NUEVA VEROSIMILITUD
Un sendero un tant o me lancó li co condujo a la litera tura colom biana a s u
mode rnidad. Los años de la Vio lencia sig nifi ca ro n para ell a e l com ienzo de una
doble desconfi anza , e l mo mento en que las pa la bras des borda ron e l ca uce q ue les
había as ignado e l decoro, a l pro pio ti empo que ell as mismas eran des bo rda das
por la pro lijidad de una rea li dad at erradora e incomuni cable ]J. En esa ti erra de
nadie , entre la realidad y e l deco ro, los caminos se bifurca ro n. Al g un os escrit ores
o ptaron po r difundir s us convicciones en los ténninos del vi ejo nat urali s mo,
mi entras o tros busca ban las estrategias de una nueva verosimil itud ; en c ualq ui er
caso, bien sea que se cons ideren s us o bras como ind epe ndi entes o tremend istas
o que se insc riban en la em presa cultura l de la revis ta Mil o o de las legendari as
tertulias de l grupo de La C ueva , cada pág ina que se publicó en aque ll a época fue
escrita para conj urar la incredulidad .
Pero, ¿cómo demostrar que es verdad lo que se di ce? En los cuatro o c inco
lus tros que dura la Vi o lenc ia no exi ste di scurso soc ial que no gas te s u ca paci dad
de persuasió n; los periódi cos deri van entre la éti ca pro fesio nal , e l encono po lítico
y la o bedi enc ia a los comités de censura ; los estudios de soc io log ía e hi sto ria
carecen de aut oridades q ue les pennitan com prender hec hos ta n recient es, y la
literatura asume la condición de un d iscurso eTúern1o, d ic ho en s us urros y a
contra corriente. Toda vía en 1983 Gus ta vo Al varez Gardeazábal proclama que en
Co lo mbia la historia la esc riben los triunfado res y .la novela los d errotados; de
un modo menos patéti co podría dec irse que la verdad es al go que se di sputan los
di versos discursos soc iales , lo mis mo la prensa que la hi storia o la literatura; al
fin y a l ca bo se trata de di s poner di versas estrategias retó ricas para ganar un
punto en la convicció n d el lector, ya sea cit ando un doc ument o, describi endo un
detalle, presentando un tes timo nj o o, mejor a un , des mo nt ando todas esas
estrat eg ias de "la verdad " en la ca rcajada de una hipé rbo le : "Esta es, incred ul os
del mundo ent ero, la verídi ca his to ria de la Mamá Grande " (Los fU lle ra les de la
Mam á Grande, 13 1) .
En consec uencia , la teoría de la novela de la Vi o lenc ia podría fo nnularse en
ténninos de una "economía de la verdad " o, para emplea r una ex pres ió n más
famili ar a la crítica literaria, en tenninos de una "poética de la represe nt aci ón".
De mane ra más ve hemente q ue ant es, los escrito res de esta época se enfrent aro n
a dos a lt ernativas no s iempre complementari as. En primer luga r, se viero n
obligados a reconsiderar la identidad que la gran mayoriC'l de sus ant eceso res
había establ ecido entre "el auto r" y "el narrador" que le servía d e ,, !ter ego en la
no ve la (Isaa cs y Efraín, Sil va y José Fernández, Ri vera y Cova). Al g un os de e ll os
no ro mpieron los lazos de esa identidad y poblaron s us his to ri as de co ment ari os
perso nal es o las redujeron a los estrechos límites de la confesión o e l tes timonio
(Danie l Caicedo, Jose Ant onio Osori o Li zarazo, Eve lio Buitrago Sa laza r). Otros,
por el contrario, disolvieron esa identid ad, introd ujeron narradores atípicos,
multiplicaro n las voces narrati vas y, en consecuenc ia, provoca ron una am pli ac ión
de l "marco de verdad" de s us relatos, una present ac ió n de las di stint <'l s ve rsio nes
que ex istían acerca de un mi smo hec ho. Tal es e l cometido de los monó logos e n
La hojaras ca (1955 ), de los pasquines en Úlm aJa hora ( 1962) , de las voces que
"
~y
q uedó
ilflpou:nle~
alJi
(34 )
desnud.:! .
El e./treklo de WI.I
Casl ~ .
de b
fIlIXkm¡cbd~ puede n:mC.>IlIars.: el1
Colom billl al S,lva de Dt ~ob, ..n¡ .. •
~eslel klll
sa O al Eduardo Za lamea Borda de
los años JO. Sin embargo. la no ve l1
afrOllla de: WI.I lIIane ra maS Slsl ~'
mal le.a los problemas q ue plam ea
esla r:slc1ica (la problcma lica de la
rcprl:SemadÓfll duranle la ,oJXlC'l do:
la Vio lencia. En el campo de la
hislOl1 a y la soclOlogi.a. 0U"05
autores han 508e ..<.Io wnbiCn la
v uw::ul:lC.ÓfI que e .o; L5te entre .,¡
fenónll'1IO de la V.olencia y la
cu lmra de la mode rnidad. 1311
Colomb,a; n." l'ollllClJl DII"""·
SIOfU o/CJw"S", Roben 11 . D,.o; h..1
d ic ho q\le la Violrncia fU<., la
manifcstac ioll de un" c ns~~ dt'
l1>o<kmkb d. (""Sto cs. e l ..·sullado ck
las polll 'c,tS con qUf la cia.",'
dornulo."'''lc se:: opuso a t..:. IIrg~IW::L;L
de W'" soc l<'cbd pl uralosu ,'n
Colom bIa (7). Canulo TorrL'S. 1'01"
Su panc. ar"" ", que: ~nllt'~l ra
soc iedad roral II fC"Cllldll por la
Viokncia COllllell.U :o urb,amUHS<"
en d SC:'lIido soclologlco. .:n d
s.:.u ido do: que COI.U': ...." a atJquinr
~OIllporl3J n¡"nlo IIrhano l. l. En
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la socit:d.ld a f,'clnrl a IX'( 1.. V,o·
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~gun la cual la Viokne l:O f,lC <'l
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17
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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cru za n La casa gra nde ( 1962), de los doc um ent os int e rca lados en El cadáver del
Cid (1965), o de la soterrad a pica rdía de l narrador en Bajo Cauca (1964 ).
En segundo lugar, los esc ritores de esta época tu v ie ron que e leg ir ent re la
sobried«td o la minuciosa crue ldad que q uer ía n para s us d esc ripc io nes, e l prec io
que deb ían paga r por el se nsac io na li sm o o e l trem end is mo. Auto res com o Da n iel
Ca icedo, po r ejemp lo, pagaron un prec io e levado. Muc has pag inas de s u no ve la
Viento seco ( 1954) pa rece n esc ritas m enos por indi g nac ió n q ue po r e l deseo de
co nseguir un obsc uro placer. A Jo rge López, un o d e s us pe rso najes, "le [corta n]
los dedos de las ma nos y de los p ies, le [muti la n] la nariz y las orejas, le
[ex trae n] la leng ua, le [enuclea n] los ojos, y a tiras, en lo nc has de g ras a,
nlliscu los y nerv ios, le [quitan] la p ie l" (60-6 1) . Lui s Ivá n S edo ya y A ug usto
Escoba r han clas ificado en nueve los tipos de vio lencia sexua l que a pa recen e n
la novela: e masc ul a m ient o, ac tos fá li co-o ra les y fá li co-ana les, vi o lac ió n de
mujeres, vio lac ió n de imp tiberes, v io lac ió n y ases inato co lecti vo de niñas,
violac ió n múlt ip le a m uje res y n ii1as, v io laci ó n y ases ina to de muje res embaraza-
.
;
,
Damas e n traje de ba lio en Pue rto Colo mbia. 19 14 (De: Lo qu ~ s~
/¡~rt'da l/O s~ hllrta: MnlJoria d~ Oswaldo Dupuly AI/qu~yro, Bogotá,
1978).
DOI/Zll d~
Salomi,
bro nce de Marco To bón M ejia ,
Medellin, 1911
(romado de :
Calá logo de la exposición
en el Museo de Ar1e Modemo
de Bogotá, agOSlo, 1986 ).
18
)
BoIeIin 0.11"",1 '1 Bibliosrir..:o. Vol. 19. nUm o 30, 1992
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
das y del feto, y "ti ro al bla nco" (39 y s igs.). M uchas polémi cas ha des pertildo
esta pornografia de la Violenc ia . Mi entras algunos re it eran e l viejo a rgum en to
ético del rea lis mo segun el cua l la lit eratura debe ren eja r lo que sucede en la vida
rea l, otros han cues ti onado la eficacia dramática de esos catálogos de horror ] 4 .
A diferencia de Daniel Ca icedo, au to res como Al va ro Cepeda Sa m udio y Arturo
Echeverri M ej ía optaro n po r un estil o sobri o y un m ayor cuidado en e l di se ilo
de l e fecto dramáti co. En lA casa grande, el encuentro erótico de la Hemlana y
e l Padre se narra d e una manera co nt en id a e imperturbable , los m ov imient os de
la Hennana son exactos, puntuales, estcin dominados po r una ind iferenc ia
mecánica : "La muchacha , con las dos manos, se leva nta e l lado izquierdo de la
comb inación desc ubri endo toda la pierna ha sta la c intura y si n mirar, co n dedos
háb il es y seg uros, co mi enza a desa tar e l nudo de tira que le s ujeta la jareta de los
pantalo nes también de perca l rosado" (76), La nove la de Echeverri Mej ía, Marea
de ra cas (1960) narra la ll ega da de un cap it án a un pueblo pacífico al que de
Ociha Cascltlo, fO lografia dt: IknjllIIUH d e la Cllllc, Mcddtin. 1917
(Centro de MClIlo nll Visual, rAES,
Mcddllll).
"
[k(loya y E,o;cob,u a]>tUllan
<1"" el
de V,,,mo )"CO consISte: ~n su
~rdaC'Ofl dc SIICI"SOS y llOI'<" ...s '1""
la ctnsura o r lCl.3] '1""u" rc:kgar al
o] vtc\C) (105 ) A]bt'no Agu'rTt' _ por
s u panc:, " ..OYe n Sil prologo a Loas
IlOvcLoas de Anuro Echnc:rn MCJIiI
que: 1'1 o:scTllor "HJII~l d,sl anc,a p,v a
..::menekr el asunt() :0"" coro... Chkk
~ :uto
c!trt'Illf.:IKhsmo <id horror, ckj;Uldo
que los h,'ehos scilakll la cn,ddaJ ,
del nllsmo mooo e v,ta los semlOr"W!S illd'/!J~,elos, L'lS proclam,3'" do,
prOl CS I.3 . los pn...,.. ck tknllllcia El
3mor no se: Ill("tt' en d l,bro (n"."o
pcrsollaj<' )
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19
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Sll~
d".,It'nIOS '1""""'05",
11",,1<10 dc la v,oknc,a"
inm ed ia to imp one un rég ime n de terro r. Con el fi n de ga nar su
mi seri cordi a, las
Of' nt es del pueb lo apre mi an (\ la he rmo sa Nell y para que sa ti
s faga e n lodo s los
dese os de l capi lan. Nell y ac e pt a y cua ndo, fi nal me nt e , com un ica
su int enc ión a l
c:l pitan . éste le s usurrA al oiclo Sil secr eto. Las line as q ue s igue
n es la ll ll ena s de
co nfu sas s uger e nc ias. La últim a esce na pres e nta a Ne ll y agu a
rda ndo la ll egad a
del c<lpi tá n mie ntra s e n su alco b<l, res ign<l d<l m ente y b<ljo las
sába n<ls lim pias ,
y<lce s u he rlll<lllO Ped ro.
L4 CIU DAD DE L OS E SPE JOS O DE LOS ESP EJI S MO S
Bajo Callea es 1(1 ultim a novel<l de Ec he verr i Meji<l y es tam bié n una
de las obra s
cu lmin a nt es de 1(1 litera tura de la Vio l e nci<l . El na rr<l dor de
la nov e l<l es un
c<l ll1pe si no que lIeg<l <1 B<lrranqu ill a en busc <l de refu gio y que
decl a ra e l fi n lle
prop ós it o de regr esa r <llg una vez <11 b<ljo Cau ca pa ra resc a ta r de
la Vio le nc ia a su
muj e r y a s u hij o. Una pica rdi<l c lás ica, un h umo r s in com p lica
c ione s , ca rac te ri za
el re lalo . A l reco rda r 1<1 pr im er<l noc he que pasó con s u muj
e r, e l na rr<l dor
desc ribe con deta ll e la timi dez de a m bos en e l za rzo, uno
al I<ldo del o tro,
inm óv iles h<l stR el c <ll<l mbr e, m ie ntra s e n e l c uart o vec ino su
pad re a gua rda los
ruid os de amo r en un s ilen c io ex pect an te. V ie ne lueg o e l mo
me nt o s upre mo de
la dec is ió n, la inic ia tiva , los inev itab les sus urros. "Es taba m os
en esas - di ce e l
narr<ldor - , sabo re<l ndo lo mas bue no de la v id<l, c uan do oí a
algu ien re neg a r y
la nza r inj uria s. E ra m i pad re. El viej o estab;:t hec ho un dem on
io, me grit ó q ue
dejar<l esa ma ldi ta joda , que no le dier a tan du ro porq ue iba
a de rrib a r la caS<l,
a ro mpe r e l zarz o, a ap las tarle la s na lgas a la po bre m uc hac
ha . Na tura l me nte
con ti n ué mov i é nd ome ... ¿Qu é más pod ia hace r?" (437 ). La
seg und a esce na
eróli c(I de la nov e la oc urre e n un burd e l de Ba rra nq u illa a don
de e l na rrad or ha
si do ll evad o po r un ami go. El cam pesi no no sale de su asom bro.
Tod o cua nt o ve
le parece a rti fic ioso y prev isto por c ie rtas reg las que é l
no e nti end e. U na
m uc hac ha de nom bre Gui o mar lo ll eva a una hab i tac ió n
don de cop u la con
rapi dez . CU<lndo h<l tenn i nad o, Gu iom<lr se vi ste unos pan ta lonc
itos de seda neg ra
y se pla nta fren te al es pejo :
- Bés ame aqu i- me dijo, sefi alán dom e un luga r just o deb ajo de
La oreja.
Me ille/ill é y la besé. Par ecia ser feliz vién dose besa da a trav és deL
espejo.
Mielltras la besa ba com enzó a mov er las cad eras y a frot arse con
tra mi.
Pa recia una gala . Yo, sin embargo, cOlllinuaba preo cup ado
. Ten/a
rem ord imie ntos y pensab a en las venéreas.
fJ
- No te desp egu es - me dijo -. Mira qué bien nos vem os. [468 ·469
]
"
En wlll c"It.·"~I" '1"'" COIlO:d,o t'1I
j<)(;(J , Ech., ..... "., /l. k J '" afirllló que
su t10Yl"la Mn'tu dI' ralas ~lav..
"t'scn la ,'O/, ~"Il{" d lcl' SUI p.~la~ras"
(Agum e. i31 Con r,'S¡X'C IO" DI/JO
C(l IIe".
1101'S
.fim~ ,c lo"
pOSt ble>
~11"'J'UUC,
11;", ...
UJla
¡>Or'luc el
sa~ que ha y ,UIa
cOllcl,CIOII "'I" UaI en s u "Ida. que s u
II LlCI 1C10l t tk r<~obr ar a s u "'''Jer y
a su luJO. "lo cua l puede ocurrir t'n
dos o lfes "ICS<."S~ (502). es alll e
lUdo un tks.,·o l ...c)¡o ,le paLlu.-as
pr<l1a¡;ou, . la
A l m is mo ti e mpo q ue indi ca la inic iaci ón d e l na rra do r e n
la vida urba na , e l
con tras te e ntre <lmbas escen<ls seña la ta m b ié n un ca m b io e
n la poé tica de la
repr esen taci ón que gob iern a a la nov ela de la V iole nc ia. E n
efec to, de un mod o
m ás e le me nta l q ue Cien ariOS de soLedad (l96 7) , La man sión
de Ara uea /llla
(I 972 ) o al gun as pág in as de Jo rge Ga ita n Durá n , la obra de
Ec hev erri M ejía
ilus tra ese mo me nt o clás ico de la lit e r<l tura co lom b i<l n<l e n que
e l c ue rpo no sólo
se ade lant a a l dec oro para ense ña r fi na lme nte s u des nud ez,
s ino que ade m ás
desc ubre que s u desn ude z es dese able a con d ició n de que
se b usqu e e n s u
im age n y ex tienda a lo imp os ibl e la s pa la bras que di cen s u im
age n . E l rea lis m o
de la nov e l<l de la V io le ncia se desa nn<l e n e l ins ta nt e e n q ue
res ulta m ás luc ido,
c U<lndo ya no bas t<l con ex pl ora r las a lt e m <l li vas de una nue
va veros imil itud ni
repr esen tar la desn ude z de los am<l nt es "co n senc illez : s in pa
la bras " \S; a ho ra es,
20
1lokI" , Cullur .l y Diblio t.. rt«l, Vol. 29. nW>I. lO, 1!l92
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
además, necesario prolongar e l disc urso de amor, cede r al inagotable rumor del
deseo, di so lver la transparencia de la s palabras en el espesor del lenguaje. La
nove la de Echeverri Mejía puede servir de embl e ma al cambio que e nt onces se
produce: a los amantes que obedecen en el za rzo a su propia natural eza suceden
ahora estos cuerpos que persig uen su imagen en el fond o de un es pejo.
Así pues, la búsqueda de una final verosim ilitud concluye, s i concluye , en una
aporía, en un regreso en infinito, el día en que el c uerpo se pi e rd e en s u im agen
y el escritor entiende la burla que se esconde tras la condición verbal de su
relato, esto es, el hecho de que las palabras (y só lo las palabras) sea n su mate ri a
de trabaj o y que la verdad, la úni ca verdad que puede comuni car, este limit ada
al momento e n que escribe o es leído. Lo demás, 10 real, la plenitud de l cuerpo
en s u gozo y todo c uanto de a lgtin modo int enta capturar empleando )05 mil
recursos de la verosimilitud, adqu ie re una natural eza tantáli ca, permanece un
pa lmo más allá, tan lejos (y tan cerca) de la s palabras como el bl anco al que
nunca arr iba la fl ec ha zenoniana. Ese día del que hablo apa rece reg is trado e n el
diario de Jorge Ga it án Durán; es un día de mayo de 1959 en que el poeta reune
sus notas de lectura de Bataille y dos o tres recue rdos de Betina:
Sólo puede uno saber la intensidad de tales meteoros s i ha tenido la
experiencia; sólo puede uno aducir su propio combate contra la soledad
y las Parcas. Recurro entonces - no por exhibicionismo, sino piJr un
cuidado de verdad, sin cuyos rigores mi exploración cesaria brutalmentea la noche que pasé en Madrid, en el Hotel Emperador, COIl Betina, al
cabo de la cual - al cabo de cinco orgasmos- ella susurraba: - Nunca
nadie me ha hecho se ntir tanto. Ha blamos vivido un instante único,
hurtado a dioses implacables.
El valor de la afirmación erótica reside en nuestra personal historia; pero
¿cómo insertar ahora, cuando escribo, aquell a irreductible ex pe rienc ia ... ?
[29 1]
Tanto en sus ensayos com o e n s us poe mas y sus nota s de ViaJe, aquello que
obsesiona a Ga it á n Durán es esa experi encia irreductibl e, la impos ibilidad de
confundir el cuerpo y la s palabras en una so la materia, en un so lo instante. El 12
de octubre de 1959, a bordo del Jaime 11, rec uerda los día s que ha compartido
en Ibiza con Betina. "Soy - anota en su diari o- mientras s ie nta contra mi es te
ca liente cuerpo do rado" (307). ¿Y mientras esc ribe? Sus poemas, sus pá rrafos
más lúc idos nos han dejado una poetica que es a un tiempo entus iasta y
res ignada, la convicción de que las palabras son una "luna inútil " ( 139) desde la
cua l el poeta , como un voyeur paralizado, grit a o murmura su ina cabable deseo:
"La literatura puede se r m irad a erótica. S i s u palabra llamea nos otorga el
privilegio de vernos mientras hacemos el amor. La desn udez revela c uerpos
impe netrab les y desaparece cuando éstos se anudan y retuerce n. Durant e el coito
no nos vemos; somos e l amor, som os e l so l que nos deslumbra" (293).
La com prensión del erotismo como exper ie ncia irreductib le env uelve tambi én a
los asombrosos amantes de Cien años de soledad. Su poé tica desmesurada se
funda e n el deseo de alcanzar una transpa re nc ia, de obv iar la s pa la bras y mos trar
los cuerpos en e l instant e e n que el placer los quebm nt a. El sec reto de su
lloIel;n Cullu,.l y rlibl00g •• fico. Vol. 29. numo lO, 1992
21
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
•
Tn':. d aru~!> ~n h ()( IIl(" llII S c:u traje de b~ no , MeddlLn, Cil . 1920 (CemfO de MelTlo na Visual. rAES, fo tógrafo sin ide ntificar).
verosimilitud cons iste en la menci ó n inoce nt e de un detall e ino pinado. El lecto r
puede olvida r esos detalles, pero es precisamente su condi c ión de objetos
olvida bies lo que les presta a las escenas eróti cas toda su c redibilidad. Creemos
e n los retozos amorosos de José Arcadio Buendía y Ursula Iguarán en el
mo mento en que una brisa fresca del mes de j unio cruza la habitac ión de los
amantes. De igua l fonna , aceptamos los placeres inefables que estremecían a José
Arcadi o sólo en e l instante en que un olor a amoníaco substituye el olor a humo
de Pilar Ternera , y adm itimos el estupo r de la gitanilla que se le entrega en la
feria gracias a la revelación inespe rada de que era jueves. Damos créd ito al hecho
de q ue Aureliano Buendía ent ró a la habit ació n donde yacía una pobre muchacha
porq ue sesenta y tres hombres lo habían precedido esa misma noc he, y sólo lo
vemos refugiarse e n los brazos de Pilar Ternera en e l momento en que la adivina
le acari c ia la cabeza con la yema de los dedos. La potencia ciclónica de José
Arcadio, e l placer inconcebible, e l dolor insoportabl e y el esfuerzo sobrenatural
de Rebeca cuando lo abraza, son hipérbo les de aire hasta el instante en que se
menci ona "la hamaca que absorbi ó como un papel secante la explosió n de su
sangre" (I45 ). Los imprevistos juegos de Gastón y Amaranta Ursula adquieren
realidad en el mo mento en que ruedan sobre ácido muriático y el cuerpo de
Nigromanl a sólo es tangibl e c uando Aureliano adviert e en su cintura "un cintillo
que parecía hecho con una cuerda de violoncelo, pero que era duro como el
acero y carecía de remate, porque había nacido y c recido con ella" (4 19).
)
Pero s i la verosim ilitud que atribuimos a estos amant es desmesurados se apoya
en la menci ó n de alg ún detalle inocente, la lucidez de la representació n erótica
en Cien años de soLedad consiste en e l reconocimiento de que, después de todo,
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Boletín Cult ur.1 y BibliQlriroco. Vol. 29, nUmo JO. 1992
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
esa representac ió n es un espej ismo hecho de palabras cuya tarea es pro longar, de
manera Incesa nte, la il usión de roza r los cuerpos que descri ben. Tres procedimi ent os lit erarios indi ca n la naturaleza incesa nt e del deseo en Cien mios de
so/edad. El primero de ellos, e l má s element a l, es la enumera ció n; su mejor
ejemplo son los versos de amor que Aurelia no le ded ica a Rem ed ios y que
escribe en todos los lugares de la casa: "Remedios en el aire soporí fe ro de lFls
dos de la tarde, Remedios en la ca ll ada res piració n de IFl s rosas, Rem edi os en el
vapor del pan al amanecer, Remed ios en todas partes y Remedi os para sie mpre"
( 11 9). El segundo procedimient o consiste en la s ubstituci ón del rostro de l amante
po r o tro, en la búsq ueda de l amante a través de o tros cuerpos. E l prime r
Aureliano, abrazado a Pilar Tem era , piensFl en Remedi os del mi sm o mod o que
el último, Flbrazado FI Ni gromFlnta, piensa en Ami'lranta Ursula . El terce r
procedimi ent o cubre toda la nove la y cons is te en la manera como la saga de los
Ma rgari13 Ricaune, con eSl'lna , 1920 (Fologmfia de [3enjauuu de
Medellín).
~ j,¡
CuLhanL "f OiblioJrir-. '101. 29, nwn. lO. 1992
l~
Calle, Centro de r..klllo na V1sual , FI\I:.s.
23
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
_.
--
Bue ndia s se dob la sobre s i m is nm cua ndo nos ent eram os de que
ha s ido "esc rita
por Me lqui ades ha sta en sus deta ll es me' s tri viales" (446 ). Este proc
edim i ent o es
una e labo ra ción mas com plej a de la "po ria que para liza ba a Gai
tán Duran. En
efec to , a l desc ubri r que la hi storit\ de los Bue ndia s ha s ido esc rita
por Me lqui a des, con cl uim os que los suce sos de la nove la se prod uce n en e l
mom ent o en que
Aur eliano desc ifra los man usc ritos y , en con sec uenc ia, los enc uen
tros de tanl os
a man t es extTC\orclina ri os oc urre n e n e l mi s mo inst ant e e n que el
lect or, com o un
voye ur, los esta leye ndo. La apo ria , s in emb argo , no acab
a de reso lverse, la
fl ec ha s ig ue s in ll egar al blan co, las péllilhra s no log ran a lcan
zar e l cue rpo de
Aurelia no- Iec to r. pen mm ecen toda vía en el int erio r de ese espe
jo hab lado (los
man uscrit os de Mel quía des) que le d ice que está leye ndo la s
pala bras que le
di cen que está leye ndo.
LA PIE L DE LAS PAL ABR AS
S iem pre será pos ible lle va r un palm o mas lejo s el verti go
de una apo fl a y
s upo ner un inst ante en que las pa la bras roza n el cue rpo que d
esea n. Des de los
aúo s sese nta la nov ela co lom bi ana ha hi stor ia do o fabu lad o
de muy di stin t as
man era s esa pos ibilidild . Al preg unta rse acerca de l c uerp o y
las pala bras , los
esc rit ores con tem po rane os han fo nnu lado a vec es una étic a del
ero ti s mo, una
esc nlpu losa se nsori alid ad, una pa rti cula r con ce pc ión del leng uaj
e y un luga r para
la liter atur a en el mar co más amp li o de la cult ura de nue s tros
día s.
UI/a ética del erotism o
El mi smo año de s u mue rt e, en 196 2, Jo rge Gai tan Duran con
cluy e un ensa yo
en el que c ierra el ci rcul o de s us o bses io nes y al que titul a
EL libe rtin o y La
revoLución. Tre s años ma s tard e Alv aro Mut i s lee en la Una m
(Un ive rsid ad
Nac io nal Aut ó no ma de Mex ico) dos co nfer enci as sob re "La d
eses pera nza " que
exp o nen de fonn a razo nad a s u pensam ient o poe ti co. Am bos text
os desc ribe n un
hom bre arqu etíp ico y la man era com o ese hom bre co nci be la vida
y se re laci ona
con los dem ás; amb os text os, ade más , con cibe n un mun do
sin abso luto s y
atra vesa do por el disc urso erra tico d el dese o. Así , por ejem pl
o, s i el libe rtin o
en ti end e que "las leyes son re lativ as y las virt ude s con ven cion
al es" (399 ), el
dese s pera nza do "está ev iden tem ente fuer a de la ley" (Ma lrau x
cita do por Mut is,
295 ); s i el li bert ino conc ibe el erot ism o com o "la prue ba rea l de
que es tam os en
e l mun do" (405 ), e l dese s pera nzad o ex peri men ta " la con finn a
ción , a trav es del
cue rpo, de un cier to ex istir in ape labl e " (296 ); si el libe rtin o
enc uen tra en la
liter atur a e l leng uaje de s u so bera nía (409), e l dese sper anz
ado mod ific a la
re laci ón que ex iste entr e las cosa s, "de la mi s ma man era com o e
l poe ta s ubs tituy e
la rela ción de las pala bras entre s í, po r una nue va rela ció n" (M
alra ux c it ado por
Mut i s, 295 ). La a nom ía, e l absu rdo y e l es plen dor de l erot ism
o son las tes is que
pro mue ve La man sión de Ara uca /ma ( 1973 ).
Lev anta da a la o rilla de l mun do , la man sión hos ped a se res inus
itéldos: un so ldad o
que hab la ci nco idi oma s, un ped eras ta que se mas turb a con jabó
n men t o lado , un
avia dor frí g ido y nerv ioso , un frail e de gra n pres tanc ia fís
ica, un hait iano
g igan tesc o y dulc e, y una mat rona sens ual (la M achi che ) en
cuy o cue rpo se
con c iert an los dese os eróti cos de los otro s pers ona jes. De
acu erdo con una
int erpr eta ció n, la fe lic idad de la casa hab ría dura do para
s iem pre s i una
muc hac ha, una intr usa , no hub i era alte rado el frág il con c ierto de
sus deseos. Otra
inte rpre ta ció n sug iere la pos ibil idad de que la muc ha cha sea
la oca s ión, la
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BoIdon C\olmnl y
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Oibl ios.~roco,
Vol. 29, numo lO, 1992
vi ctima pro pi c iat o ria , qu e elev a a los o tros hab itantes en le¡ perfección de sus
deseos 16 . En cua lqui er caso, la mucha cha es ini ci ada en los ritua les eróti cos de
la cas a , Al princ ipi o una aguda conc ienc ia de s í mi sma ent orpece s us p lace res:
"s e sentía - dic e el narrado r- extraiia y aj ena a s i mi sma en e l mo ment o de
gozar y, en cierta s ocas io nes, llegaba a desdo blarse en fonna tan co m pleta que
se observaba gimiendo en los estert o res de l place r y sentía por ese se r co n vu lso
una cans ada y total indiferen c ia " ( 145) , En una seg unda ins tanc ia, introduc ida en
la casa po r e l g ua rdián y convertida en amant e fu gaz d el pil oto y del fra Il e, 1<'1
mucha cha v is it a al s irv iente en c uyos brazos "no log ró desd ob larse co mo cm su
costumbre [y] se lanzó de ll eno al to rbe llino de los se ntId os sa ti sfec hos" ( 148).
Po r último, seduc ida po r la Ma chi che , se co nvi erte en "pres a de un inagotabl e
deseo s iempre presente y suge rid o por cada objeto, po r cada inc id ent e de s u vid a
cotidiana " (156).
El sui c idi o d e la mucha cha , la mi s ter iosa muerte de l p iloto y la Ma chi che, y la
di s pers ión de los otros habitant es de la casa, podria ent enderse co mo un cas tigo
ej emplar a s us excesos, s i no fu era po rque la nove la se resis te a una int erpreta ción tan cerrada . La serie de inJetenninac io nes que la componen, la s s uge renc ias,
la s parad ojas y la abundanc ia de s us mo tivos c iegos, o frece n a cua lquier
herm enéuti ca una tarea incesant e y errát ica. Comparable en tonces a los sucesos
eróti cos que hi s to ria , la no ve la de Muti s des bo rda los d isc ursos que se ti ende n
para comprenderla e il us tra esa res ignada conv icc ión de Gaitán Duran, seg ún e l
cual la lit eratura es un "lt:.n guaj e de l deseo que has ta la eterni dad sig ue s ie ndo
deseo" (405 ).
VilO conciencia del propio cuerpo
Ajen o al fa s to co n q ue otros escrito res anun c ian el espl e nd o r de l ero ti s m o,
Héctor Roja s Hera zo ha e le g id o co ntar la hi s to ria del c uerpo viv ido co tidiRna m ent e, Es una hi s to ria ant er ior a l t iempo, e l s uerl O pe ri ód icame nt e ren o vRd o de
ll evar un diari o de los c inc o se ntidos, d e reg is trar co n ri g urosa minu c iosi dad
se nsac iones e intui c io nes que a ún no se o rganiza en una narra c ió n o en un
des ti no, Des de Resp irando el ve rano (1 962) hasta Celia se pudre ( 1986) , s us
páginas evocan detall es, breve s no ticia s, pe querla s cosas, toda esa m enuda
sab idur ía d e las e pifanías fuga ces que no alcanza C\ fo rmar una doc trina
co herente y cerrada s obre s í mi s ma. Su jubilos a escat olog ía (ese má s allá d e l
cuerpo y e l ciel o) lo libra de la sos pe cha , enunciada por Gaitán Duran, de que
e l lenguaj e del deseo pued e se r tamb ién la ex pres ió n de un de val uado
so lips is mo , e l len g uaje del pri s ion ero y de l onanis ta (Ga itán Durá n, 4 06) . Ha cia
el final de s u última novela , los oj os (del personaj e) se vue lve n hac ia un g rupo
de revi stas que descans an so bre la ace ra po lv o ri e nta . En la po rte¡da d e una de
.
.
e ll as ven la figura de una muchacha de labios e ntreabi ertos a la que Ima g ma n
entregarse a multitud de hombres, al cabo d e lo cual
serlo co nducida ante eL gran chulo, alife el illl po ll ente cabrólI-padre del
multicircuLame faLo de Llalllas. Dejarla que él se ¡//Traduje ra, absoluta mell te lodo él, por su envaselinado fi ribitillo has ta sell rir qu e, sali éll dole por
La boca, Le dejaba un sabor a noche estrellada CO II g lál/du las de vinag re
y almíbar, a profusa cabellera de " fiia asustada ellfre las fa ramallas de
UII ropero, a ceniza de horm igas arropa l/do /lil aS co midos rafones y ullas
agrietadas pamorrilias que olvidarol/ la II/lvia y fa vel/talla dOllde hall
derramado polvo de polvo y ella miSil/a polvo, f urioso po /va {. .. } Pero y
yo, entonces, ¿yo qué saco de esta /ll ovida? Pues I/ada , g rand/silll o
BoI~li" Cult u, al
y Uibho¡; , ,¡r,ro. Vol. 29, hu'" 30, 1992
•
Par a \ULl {·Ol!1I''' '''C''"' ,·"Ir<· ,,,,,hL"
",It'r]>f"laC;Oll"S, v,' an"" ¡O" " xc,' ·
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M"'I,oll pi V UJ)N", !].<>g,>I ••. ( i"I< I>·
v~, J')I'Ii!. I ~' I' ~ 11· 85
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Uno de los
desnudos fC'meninos
lilas Icmpn'lllos
en la fOlogl1lfia
colo m biana,
Dlon¡~ lo
OO~OIa .
Cor1c.s,
C'i\. ]920
(Ix : E. $ cmtno,
IhSlo r ia
r/t> la J%gmJin
tll
C%lI/bia,
Bogo/ti. 1983 J.
pelotudo. Simplememe te quedarás sin nada, concibiendo puras corrientísimas y ridículas necedades, pues ni siquiera tienes buenos sesos para estas
imaginomasturbofOm edas. [79 1]
Uf/ a concepción del lenguaj e
A diferencia de Rojas Herazo, la obra de More no-Durán ha expresado el cuerpo
erótico con medios que deben menos a la sensori alidad que a la cultura . Así, por
ejemplo, un personaj e de Ju ego de da mas ( 1978), a l explicar su habilidad
amatoria, "decía que en aquella remota época de impe ricia hacía e l amor como
s i fuera la nove la que definen las más intransigentes prece ptivas , esto es: a) con
exposición, b) con apretado nudo y e) con lent o desenlace. Pero en Suiza todo
esto quedó at rás y e l acto de amor nip idamente conqui stó deliciosos parámetros
de compl ej idad creciente" (95). En El toque de Diana (1981) los amantes se unen
siguiendo un proceso gramati cal que comi enza con las Condicionales, pasa luego
a las Concesivas y tennina , "como está mandado, [con] las Copulativas" ( 18- 19).
Por último, en Metropolitanas (1986), una profesora de literatura descubre que,
en brazos de su amant e, se transfonna en "una página donde la escritura es un
goce" (9 1).
Todos estos pasajes, que e l lector puede vincular a las parodias m edievales de l
Vergilius Maro Grammaticus, en las que se definen las diversas categorías
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BoIeIin Cullunll Y Bibliolniroco, Vol. 29, nUmo JO, ]992
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Sin titulo,
óleo de
Miguel Dial Vargas.
ca. 1920.
gramaticales en ténninos escatológicos o eróticos, no sólo caracterizan el humor
reflexivo, inteligente y solitario de Moreno-Durán; también re iteran ese viejo
sueño d ~ Occidente que se propone identificar la palabra y la carne, el libro y el
mundo, el arte poética y el arte erótica. Pero la obra de Mo reno-Durán pers igue
ese sueño con el entusiasmo de los escépticos. De la misma manera que Gaitan
Durán entiende el poema como una "luna inútil", la posición que Moreno- Durán
ha adoptado consiste en una resignada ironía frente a la "inutilidad" de la
escritura. En sus páginas el lenguaje dice los cuerpos que no puede poseer y se
ríe de su propio deseo.
Una literatura marginal
En los últimos años, a medida que la realidad (estos hechos de la historia, esta
voluptuos idad del cuerpo erótico) se entiende como imposible para e l lenguaje
que la dice y sueña con ella, la voz del escrito r adopta una actitud más modesta .
Ya no propone una lección moral que conserve la cohesión de un grupo en la
ciudad que otros han tomado, ni proclama su do minio sobre la verdad verdadera
de los hechos. Tanto en Transplante a Nueva York ( 1983) como en lLls puertas
del infierno (1985), en la trilogía Femina suite (1978- 1983) como en la de El río
del tiempo (1985-1988), la imagen del escritor es la de un vano demiurgo, un
desvanecido señor de las palabras que tropieza a cada página con los azares de
la invención literaria y tennina po r componer casi siempre una novela aleatoria
BoIe1in Cultural y
8jbl~r_,
Vol. 29. nUm. lO, \992
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
en la q ue innulllembles voces se confunden. En Sin remedio ( 198 4), Antoni o
Caballe ro narra las dispara tadas v ic isi tudes de Escobar, un poe ta bogotano
"aco rral "do por la lit emtura " (4 3) . Gran parte del humo r y la irreve renc ia de la
novela descansa en la habi lidad de Caball ero pam poner e n escena diversa s
ent o na ciones de l leng uaje . Así, por ejemplo, cuando Escobar se rec uesta
impo tente junto a una prostituta, deci de dedi ca rle un sonet o - "un soneto, en fin
de cuel1l as, es una ex pres ión de amor tan valida como una erecc ió n" (53)- cuy o
primer cuart elo dice así: "Cec il ia, mi amor te esquiva. I Ya lo ves: se fin ge
inert e. I De tanlo quere rte I no te qu iere fugitiva " (53).
La parodia no es l<t úni ca manera en que el lenguaje es puesto en escena . Obras
tan di s tin tas co mo ¡Que viva la "/lisiea! de Anclres Ca icedo (197 7) , lA tejedora
de corollas de Gem,.in Espinosa ( 1982), Metropolitanas de Mo reno- Duran (1986)
y Un pasado para MicaeJa de Rodrigo Parra Sa ndoval (1988) son narradas por
personajes femeninos y, en consec uencia , obli ga n al au tor impl icit o a to mar c ierta
distan cia con respecto al lenguaje, a ad optar cie rta s mod ula c.io nes de la expres ión
que no son s uyas. En va ri as oportun.idades se ha co nsid erad o que alg unos de
estos pe rsonaj es femeninos son poco verosímil es, que posee n actitudes
andróg inas o que son dueilos de un improbable cult eranis mo. El efecto de
veros imilit ud. s in em ba rgo, no es la pri oridad ma s import ante de esta s obras; po r
e l co ntrari o, la voz femenina ab re en ellas un es pacio en que confluyen textos de
d i versas procerlenc ias, es un rec urso de int ertextua lidad (let ras de ca nciones, citas
enc iclo pedista s, alusiones a la ópe ra), es tambi én una de las fonna s más claras
e n que el lenguaje enseña e l deseo del otro que lo atraviesa y, por tant o, pone en
boca del otro las palabras que lo ha cen ma s deseable . "Soy rubia , rubís ima" d ice
en la pri men, linea la protagonis ta de ¡Que viva la música!
Pero no s iempre e l lenguaje de l deseo se diri ge hacia la voz y el cuerpo del otro.
A veces tamb ién puede vo lve rse sobre e l prop io cuerpo, menos para hacer un
inventari o de s us percepciones sensoriales, que parCt reclamar e l luga r que le
co rresponde en la cultura de la sex ualid ad. C uando en Baj o Cauca Gui omar se
mira en el es pejo, corrobora con s us propi os ojos la mirada con que es deseada
y establece, de esa fonna, un continuo del deseo que va de ell a a s u propia
im agen. Y po r el contrario, c uando Ana Go nzal ez, un perso naje de Cola de zorro
( 1970), se exa mina con minuci osidad frente a l espejo, sus ojos comprueban
res ignadamente que parece apenas "una mala pon ada de Vog ue" (67). Esta
desarticu lación del le nguaj e del deseo es recurrent e en las nove las de escritora.
En Misiá se/iora ( 1982), po r ejemplo, la protagonista recuerda s u noc he de bodas
como un asedio: "[ ... ] pero el que no, que esta es labor de l novio, vo lviend o
hilangos las ena gua s, rompi endo los boto nes, te adoro, estas muy linda ,
frotándose, mo rdi éndola, y e lla que rí a deci r espera un poco, pero no se atrevía
po rque esperar a qué [ ... ]" ( 136) . El abrazo de los amantes no s iempre simboliza
esa uni ón que anhela el lenguaj e del deseo; tambien puede ser un lugar de
desencuentros. En cualqui er caso, ya sea que una voz sueñe un cuerpo al cual
atribuye las palabras mas deseables o que diga su derecho a un poco mas de
espac io para e l propi o cuerpo, só lo en e l momento en que nuestra lit eratura se
desplaza hacia una posició n margina l en e l marco de la cultura, desborda la
aporía que paralizaba ti. Gaitan Duran. La lit erat ura bien puede entenderse como
un leng uaje en que deci m os nuestro deseo, pero también es el espacio en que
imaginamos cóm o es el deseo de los otros.
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Bolelin CUllunl y Biblio¡.¡fioo. Vol . 19. nlim. )(). 1992
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
CONCLUSlON
La hi storia de las pa labras con que nuestros escrit ores han dicho (o callado) el
cuerpo erótico, es una historia pob lada de disco ntinuidades. Durante largos años
que los manuales literarios entreti enen con e l co lorido de los grupos y las
generaciones, e l vasto sistema de l decoro cubre las pos ibilidades de la expres ió n
erótica. Su persistencia se funda en cierta dosis de fl exibilidad, en su capac idad
para conjuga r detenninados procedimi entos de cens ura con algunos lug<'l res
narrativos donde se puede s ugerir el cuerpo erótico. Es un juego de est rategias
elementales: e l sis tema metafórico de la natura leza, los sobreent endidos, las
estelas de puntos suspens ivos. los cambios abruptos de "foca li zac ión" y las
noti cias mito lóg icas. conv iven con esas momentáneas desviaciones de la mirada
narrativa que se apresura a dec ir el cuerpo a propósi to de un traje, una danza o
una muchacha s in nombre,
La concesión má s impo rtant e del decoro es ese curioso pri vil egio sensori a l que
otorga al esc rit or, Gracias a ella se esc ri ben algunas obras heterodoxas
colombianas, En efec to, la reservada inconfo nnidad de De sobremesa, pub li cada
cuando ya han muerto los lectores que hu biera escanda lizado, la actitud
iconoclasta de 4 O/ios a bordo de mi mismo y 1" intl'Oversión de Babel, resa lt an
sobre un fondo enmudec ido po r la disc rec ión y en el cua l, sin duda, se sosti enen,
Sólo a mediados de s ig lo, al comenzar la época de la Vi o lenc ia , la hegemon ia
del decoro se resquebraja de modo dram ático, No importa si hay ent onces
algunos autores que rec urren a los preceptos de la esc uela naturali sta o si
LII HI'IJI'CfI, c!>C ulhlrH qm' G IUS<J
"a IIL... I"ln·
da e ll 1923 (I'k I~ohc n o J 1kIT,'rol
'i r-.'Ia na C¡¡m/~, 7.5 t//lOS d.CSCHl ula lo n , Bop.nlil ;,1
!ofogmjia,
s.f.).
lloIeIín Cullunl ~ Blblictrirooo, Vol, 29, nUm, lO, 1992
29
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
IXój · j940.
IW)!.()I,t.
UI "O/¡'p lllOlll!m! del I/Inr. o ko
ltour;: tria. F rnll clsco A Callo,
1924 (COkCCIOII B lbll o tcca I.UiS'
Allge] Ar.. I11t0)
as imilan ciertas novedades lit erari as del ex tranj ero ; lo fund am ental es que s us
obra s se desv inculan de las ex igencias del decoro e introducen, de manera
ge nerali zada, la prob lemática de la representación y la concepc ión de la literatura
com o lenguaje del deseo, Por una s uert e de opo rtunidad y de urgencia , nuestra
li teratura ha pensa do siempre e l cuerpo eróti co en m edi o de un aire amenazado.
En los años c incuent a Jo rge Ga it án Durán es uno de los esc rit ores colombianos
que reflexionan más caba lment e acerca de l erotis mo y la literatura . Al g unas ideas
que aparecen en s u ensayo E/libertino y la revolución pueden se rv ir de base para
enuncia r, m enos que una tipo log ía, la problemática de l eroti sm o que aparece en
las no ve las de los deceni os s ig ui ent es: la ética de l cuerpo eró tico, e l diari o de la
sensoriali da d, la uto pía que re úne e l cuerpo y las palabras, Sólo desde hace pocos
años, cuando se ha adve rtido de m anera amplia que la lit eratura es un lenguaj e
habitado por voces inconta bles, ha ll egado a entreverse una comprens ión de l
erotismo que Ga itán Durán no po día sos pec har y que cons iste en una po li fonía
de deseos que se cruza n, se atrav iesan , y en todas direcciones dej an señas
fugaces sobre la piel de un leng uaje q ue se di s persa.
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