ACCIDENTES DEL TRABAJO

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DERECHO
ACCIDENTES DEL TRABAJO
(APA RTES DE UNA TESIS DE GRADO).
Aurelio Mejía
P a ra fijar la responsabilidad del patrono es preciso, an­
te todo, definir los accidentes del trabajo.
El artículo lo. de la ley 57 de 1915 dice que se entien­
de por accidente del trabajo “ un suceso imprevisto y re­
pentino sobrevenido por causa y con ocasión del trabajo y
que produce en el organismo de quien ejecuta un trabajo
por cuenta ajena una lesión o una perturbación funcional
permanente o pasajera, todo sin culpa del obrero” .
Varias observaciones puede hacerse a esa definición:
a) ¿Qué significa el término imprevisto? Un suceso es
imprevisto cuando no puede preverse que en un caso dado
ocurra necesariamente o cuando no se prevé que pueda ocu­
rrir i
La distinción es de gran importancia: supongamos que
el socavón de una mina tapa a un obrero. Esta ocurrencia
constituye un suceso imprevisto? Sí, pues dadas las condi­
ciones técnicas a que se sometió la construcción del socavón
no era de preverse que viniera a menos. Nó, pues con suma
frecuencia ocurren estos sucesos desgraciados y para nadie
es un secreto que los socavones constituyen un peligro.
La ley, pues, por vaga y por imprecisa, deja un vas­
to campo de discusión, lo que es de un todo inconveniente.
b) ¿Qué razón existe para exigir que el suceso sea re­
pentino? El trabajo suele traer consigo consecuencias da­
ñosas que de una manera paulatina minan la salud del obre­
ro y acaban por inhabilitarlo. Probado claramente que el
obrero se ha incapacitado a consecuencia de una enferme­
dad adquirida por causa de determinado trabajo, ¿por qué
se le arrebata el derecho de exigir indemnización, o, mejor,
por qué se le niega ese derecho?
Lo importante en estas cuestiones para obrar equitati­
vamente es que se compruebe que la incapacidad del obre­
ro tiene relación íntima con el género de trabajo a que se
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dedica, bien porque el tr a b a jo p or sí sea propenso a produ­
cirla, sea por las condiciones en que se ejecuta. U na empre­
sa f e r ro c a rrile ra m an d a dos ingenieros a t r a b a j a r en selvas
cenagosas. Uno de ellos se f r a c tu r a xina p ie rn a a consecuen­
cia de haber venido a tie rra un puente, digamos, y el otro
adquiere un reum atism o producido por la hu m ed a d del te­
rre n o en que verifica su tra b a jo . ¿ P o r qué cuando para el
p rim ero h a y un accidente de tra b a jo que da derecho a in­
demnización, el segundo está obligado a so p o rta r el menos­
cabo de sus energías y a s u frir sin retribución \xna incapa­
cidad que puede ser definitiva?
E n F ra n c ia , en un principio y de acuerdo con la ley de
9 de abril -de 1898, se lim itó como accidentes del trabajo
los ocasionados por ciertas in dustrias de suyo peligrosas, co­
mo construcciones, explotación de canteras, transportes, fá­
bricas donde se emplean m aterias explosivas, m áquinas mo­
vidas por vapor, por energía eléctrica, etc.
De seguro el legislador francés observó que todas las
in d u stria s y todo género de tra b a jo s llevan consigo algún
germ en de peligro y por eso amplió más el concepto de res­
ponsabilidad. El artículo lo. de la ley de 12 de abril de
lí>06 d ijo :
“ La legislación sobre la responsabilidad por accidentes
del tra b a jo se extiende a todas las empresas comerciales” .
E sta nueva determ inación m arca un avance positivo en
favor del obrerismo, pues así este gremio encontró ga ra n tiz a ­
da su in te g rid a d personal, antes expuesta a aminorarse sin
retribución alguna.
P ero el legislador francés no paró allí su labor de ob­
servación y se dio cuenta de que no siempre las consecuen­
cias d a ñ inas del tra b a jo se manifiestan inm ediatam ente sino
que ellas pueden a parecer un poco tard e y quizás cuando el
obrero ya no esté tra b a ja n d o en la empresa a cuyo servicio
se inició su novedad. P a r a estos casos creó lo que la ley de
25 de octubre de 1919 denomina enfermedades de origen pro­
fesional y a ellas se extendió la legislación sobre a c c id e n t e s
del trabajo. La ley está adicionada por dos tablas especiales:
en la prim era se determ inan todas las enfermedades causa­
das por la m a n u fa c tu ra del plomo y sus compuestos y to72-----
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dos los trabajos qiie son susceptibles de producir esas en­
fermedades. Igual cosa se hizo en relación con el mercurio.
P a ra proseguir en la labor de protección, la misma leycreó una comisión superior de las enfermedades profesionales,
encargada de investigar las demás enfermedades que de­
ban catalogarse como profesionales y al cuidado de la co­
misión queda el presentar al ministro del trabajo los pro­
yectos del caso.
Exige nuestra ley en el artículo comentado que el ac­
cidente, para que sea tal, debe ocurrir sin culpa del obrero.
Esta exigencia es inmoderada, pues sabemos que cul­
pa equivale a impericia, descuido, imprevisión, inexperiencia,
etc., y que generalmente alguno de estos factores entra en
juego como causa determinante del accidente. Teóricamente
puede asegurarse que con las precauciones del caso se evi­
tan totalmente los sucesos desgraciados de que son víctima
los obreros, pero en la práctica las cosas ocurren de diver­
sa m a n e ra : por mucho que sea el cuidado que se tenga en
una empresa, siempre ocurrirán accidentes. Es un hecho ob­
servado que los obreros se familiarizan con el peligro y lle­
gan a ser descuidados por naturaleza; a mayor habilidad en
el manejo de una máquina, corresponde menor atención.
Esa culpa es—pudiera decirse—natural en el obrero, y
por lo mismo ella no debe ser obstáculo para que se le re­
conozca el derecho a la indemnización.
La legislación francesa es más avanzada a este respec­
to y de acuerdo con el artículo 20 de la ley de 0 de abril
ya citada, sólo se niega la indemnización cuando el obrero
provoca el accidente de manera intencional. Si el percance
se debe a una falta inexcusable del obrero—dice la misma
ley—hay derecho de rebajar la indemnización.
El criterio ideal sería que el obrero sólo quedara exclui­
do cuando su intervención en el accidente fuera dolosa. Si
el accidente se produce por torpeza, el patrón es culpable
in eligendo y él debe cargar con las consecuencias.
Sólo pretendo estudiar esta ley en sus fundamentos, es­
to es, en los principios que la inform an; por esto nada di­
ré en relación con el cuerpo general de ella, con su desa­
rrollo. P ara concluir hago notar cómo nuestro legislador li-
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m itó h a s ta el e x tre m o la resp o n sa b ilid ad del patrono.
El a rtíc u lo 2o. dice que el p a tro n o es responsable de
los accid e n te s o c u rrid o s a los o p e rarios con motivo del tra ­
b a jo que realicen a m enos que el accidente sea debido a
c u lp a d e l obrero, a fu e rz a m a y o r e x tr a ñ a al tra b a jo , a im­
p r u d e n c i a o descuido del operario, a a ta q u e súbito de una
e n fe r m e d a d que ,1o p riv e del uso de las fac u lta d e s mentales o
de las fu erz a s físicas o a violación d e los reglam entos de la
e m presa. L a s causas e x p u e sta s son las excepciones y casi pu­
d iera decirse que. son ellas las únicas p ro d u cto ras de acci­
dentes. E s te a rtíc u lo parece r e d a c ta d o por un patrono que
quisiera a todo tra n c e lib ra rse de la responsabilidad por ac­
cidentes del t r a b a j o ; no exa g ero : el mero bedho de permi­
tir que en los reg la m e n to s de las empresas se prevean bas­
ta sucesos inverosím iles, indica c laram ente que la ley poco
g a ra n tiz a , y que los intereses del obrero están en un des­
a m p a ro m a y o r del que a prim e ra vista parece.
A p e s a r de todo, a nuestro legislador debe abonársele
siq u ie ra su buena v o luntad por haber planteado la cuestión,
p u e s así se p r e p a r a el campo p a ra la reforma. También avan­
za un poco en m ateria de responsabilidad civil porque con­
cibe el caso en que el p a trono pueda ser responsable sin
c ulpa, aun cuando, como ya se dijo, con muchas reservas y
lim itaciones.
f ’
Sobre estas cuestiones de accidentes del tra b a jo se han
p re s e n ta d o varios proyectos a las cám aras, lo que indica que
el país se va fam iliarizando con el problem a obrero y que
no m uy ta r d e tendrem os un cuerpo completo de legislación
a p ro p ia d a al respecto, pues la atm ósfera social es propicia.
E n t r e los proyectos que conozco me llama la atención
m u y positivam ente uno que se publicó en F ebrero de 1925,
suscrito por los señores Je sú s P e rilla V., Ricardo Tirado Ma­
clas, P e d ro A. Gómez N aranjo, A rm ando Solano, Antonio J o ­
sé Sánchez y 'Carlos A. González G.
E ste proyecto ab o rd a la cuestión en todos sus aspectos,
f o rm a un co n ju n to arm ónico e introduce principios fu n d a ­
m entales que definen con precisión la responsabilidad de
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p a tro n o .
A d o p ta d o este proyecto, luego de hacerle algunas nge74-----
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ras reformas, quedaríamos con una legislación muy comple­
ta. Los proponeutes—por lo que se observa—han seguido muy
de cerca la actual legislación francesa.
A la ligera tocaré algunos puntos del proyecto.
Accidentes del trabajo.—Los define así: “ Se entiende
por accidentes del trabajo toda lesión corporal o perturbación
funcional que el obrero sufra con ocasión o por consecuen­
cia del trabajo que ejecuta por cuenta a je n a ” .
Esta definición abre el compás en favor del obrero y
purga la que trae nuestra ley de los vicios de que hablé, ta ­
les como exigir que el suceso sea imprevisto y repentino.
Patrono.—La ley actual dice que es patrono toda perso­
na, natural o jurídica, dueña de las industrias o empresas
en que por sí o por interpuesta persona se esté verificando
un trabajo. El proyecto trae más o menos la misma defini­
ción, pero cuando se tra ta de contratos hechos por empresas,
con contratistas, echa la responsabilidad del accidente, en
primer término, sobre el contratista, y, en subsidio, sobre
las empresas. Es justa y conveniente esta adición, pues así
se garantiza la indemnización y se obliga a los contratan­
tes a verificar operaciones con personas o entidades solven­
tes. Por otro aspecto se evita el que la ley sea burlada por
empresas inescrupulosas que pudieran llegar a fingir con­
tratos con personas sin solvencia.
Obreros,—El artículo 5o. de la ley 32 de 1922 dice que
se entiende por obrero toda persona cuyo salario no exceda
de tres pesos diarios y que ejecute trabajo por cuenta del
patrono.
En el proyecto se denomina obrero a toda persona que
ejecute un trabajo manual fuera de su domicilio, por cuen­
ta ajena, mediante remuneración o sin ella, ya esté a jo r­
nal, ya a destajo. Abarca, pues, a los aprendices que no tie­
nen salario y a los individuos que trabajan al destajo y no
hace depender la calidad de obrero del monto del jornal.
Cuando el salario anual excede de setecientos pesos oro, el
proyecto dice que se indemnizará hasta concurrencia de es­
ta cantidad.
Muy justa parece la innovación, pues si hoy sufre un
accidente una persona que devengue más de tres pesos dia75----
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rios, no recibe rem uneración alguna por cuanto no se le tie­
ne como obrero. El proyecto, en cambio, se sitúa en un me­
dio justo, y sin p e rm itir que se indemnice por el total del
salario (pie puede re s u lta r muy gravoso para el patrono, or­
d e n a que se p a g u e basta el máximum admitido, p a ra que el
obrero no quede en abandono absoluto.
C ulpa del obrero.— El mismo vicio que en la ley aparece
en el proyecto. “ Se considera como culpa de pa rte <Iol obre­
ro la em briaguez, la desobediencia a las órdenes expresas de
sus superiores, y la violación de los reglam entos de la em­
p r e s a ” . De nuevo insisto en que es inconveniente dejar al
p a tro n o la fac u lta d de elaborar reglam entos que puedan
serle un prete x to p a ra eludir el pago de la indemnización.
El proyecto lim ita u n poco, auncuando no tanto como
la ley, las in d u stria s y los tra b a jo s que dan lugar a indem­
nización, y p a ra el efecto tra e unas tablas especiales, con­
feccionadas por orden alfabético, en las que detalla aque­
llos tra b a jo s o industrias. Deja, además, al poder ejecuti­
vo la fac u lta d de a u m e n ta r en cualquier época el número
de ind u stria s y tra b a jo s que hayan de enriquecer las tablas.
La enumeración es muy completa y además queda expedito
el campo para catalogar las industrias y trabajos que ha­
y a n podido escapar, pero a pesar de todo, yo sería p artid a­
rio de que se s e n ta ra un principio general en el sentido de
110 h a c er distinciones. Ahora, la conveniencia pública indi­
caría si es o nó aceptable extender a la pequeña industria
la obligación de indemnizar.
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