leyenda de dioses libro i el hereje

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LEYENDA DE DIOSES
LIBRO I
EL HEREJE
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares, acontecimientos y hechos que aparecen en la misma, son producto de la imaginación del autor. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas)
o hechos reales es pura coincidencia.
Autor: © W.E. Franco, 2010
Depósito Legal: M-6954-2010.
ISBN: 978-84-92925-65-0.
Diseño de cubierta: W.E. Franco y Consuelo Urdaneta.
Primera Edición.
No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electronico, mecánico,
por fotocopia, por grabación u otros metodos, sin el permiso previo
y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual.
Todos los derechos reservados.
LEYENDA DE DIOSES
LIBRO I
EL HEREJE
Dedico este trabajo a mi Dios,
Aquel que no me pide rezos o
Sacrificios para sentirse adorado.
Aquel que se llena de satisfacción
Solo con el hecho de que yo siga el
Camino que él me señala.
A mi hermano Javier Eduardo, quien
posee una esencia muy poderosa.
A mi hermana Erika Valentina, quien siempre pien�
sa en mi aunque yo muchas veces no lo note.
Leyenda de Dioses I - El Hereje
PRÓLOGO
Los días pasaban sin importancia para él, era lo
mismo una y otra vez, ya estaba cansado de todo eso. Estar encerrado en esa celda le daba demasiado tiempo para
pensar, y justamente eso era lo que él menos deseaba.
A su lado derecho había otra celda, allí se encontraba la única acompañante de todo el calabozo, al
principio era gratificante tener a alguien a quien hablarle, pero a medida que pasaba el tiempo las cosas comenzaron a cambiar... su compañera estaba perdiendo
la cordura, o tal vez era él quien se estaba volviendo loco,
sólo que no lo sabía. Nunca llevó la cuenta de los días que
llevaba encerrado, pero ella si era muy exacta con eso.
─Hoy estoy cumpliendo dos años encerrada, Carlos. ─Le dijo en un susurro algo lastimero.
Él trataba de sacar las cuentas basándose en lo
que le decía y llegó a la conclusión de que él debería tener al menos cuatro años ya encerrado, o eran cinco… no
sabía en realidad, tampoco deseaba darle muchas vueltas al
asunto, darse cuenta de que llevaba demasiado tiempo allí
sin que nada se hiciera al respecto lo perturbaba.
─Hey .─Él llamó la atención de su compañera─,
quiero hacerte una pregunta… después de todo este tiempo… ¿No hubieras preferido quedarte allá?
─¿Acaso tú crees que yo iba a saber lo que pasaría después? ─Respondió ella.
─Cierto… cierto… tienes razón… pero ¿Crees
que estuvieras mejor?... por lo menos allá no serías una…
El meditó por un momento, su semblante cambió ahora por uno malvado, quería divertirse un poco, así
como lo había hecho desde que se dio cuenta de que su
compañera no estaba mentalmente bien.
─Entonces “hereje”… ¿Cómo te sientes?
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W.E. Franco
─¡NO ME DIGAS ASI!... Siempre con lo mismo,
¿Por qué me atormentas?
Ella irrumpía en sollozos cada vez que él comenzaba con lo mismo.
─¡YO NO SOY NINGUNA HEREJE! ─Gritaba
desesperada─, Yo soy inocente… déjame en paz Carlos.
Él rompía en carcajadas malsanas al verla sufrir… era lo único que le daba cierta satisfacción dentro
de todo ese infierno.
Sin embargo, ya no le causaba tanto placer, no la
atormentó tanto como lo hubiera hecho en el pasado. Se
sentó en silencio a pensar un poco en sí mismo, no podía
verse al espejo, ni siquiera mirarse las manos o el resto de
su cuerpo, sólo con el tacto sabía que su fuerte contextura
ya no existía, que su piel se había arrugado demasiado,
podía sentir todas sus costillas y los huesos de sus piernas,
ya no era el mismo de antes. La comida que le llevaban
a la celda era, aparte de escasa, maloliente y asquerosa…
muy esporádica.
Estaba cansado de todo eso, se sentía frustrado,
intranquilo, deprimido. Pensaba en sus infortunios, y si
en ese momento le hubieran preguntado, hubiese deseado
quedarse donde estaba, allá sufría casi igual, pero por lo
menos tenía libertad, por un momento se sintió arrepentido de haber hecho lo que hizo.
De pronto escuchó un sonido lejano, alguien
entraba en los calabozos, rápidamente se puso de pie,
los pasos eran pesados, podía también escuchar un tintineo de cadenas, hasta que por fin llegaron a su celda.
─¿Cómo están muchachos?, ¿Vienen a sacarme
de aquí? ─Preguntó Carlos con el sarcasmo de siempre.
─De hecho… sí. Contestó uno de los hombres
que cargaba una de las cadenas.
La impresión de Carlos fue notoria.
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
─¿En serio? ─Preguntó sorprendido.
Los carceleros no dijeron más nada, uno de ellos
levantó su mano frente a la celda, esta se abrió haciendo
un sonido suave y silencioso. Se acercaron al prisionero,
le colocaron las cadenas, una en cada mano.
Carlos sintió el pesado metal en sus muñecas.
─Pero… si me van a sacar ¿Por qué me ponen
esto?
No obtuvo respuesta.
─Hey… ¡Esperen un momento! ─Se detuvo
ahora cuando los carceleros intentaban llevarlo─, Les
acabo de hacer una pregunta… respondan.
Al no obtener respuesta alguna comenzó a forcejear desesperado, aunque no tenía mucha fuerza para hacerlo, igual lo intentaba.
Uno de los carceleros no tuvo mucha paciencia, y
mucho menos compasión, se acercó a él y le dio un golpe
tan potente en la cara que fue más que suficiente. Carlos
se dejó caer casi inconsciente.
Así fue más sencillo llevárselo.
Ellos subían por la escalera arrastrando al prisionero, sin ninguna precaución por su seguridad. Ella los
escuchó retirarse, hizo un esfuerzo monumental por no
producir el más mínimo sonido, después las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, a pesar de que él era insensible y a veces sentía que lo odiaba, por lo menos tenía
un compañero. No sabía hacia donde lo llevarían, pero no
creía que fueran a liberarlo.
Su tormento será mayor, no tenía a nadie, estaba
aislada de todo, los días serán eternos…
Ahora, ella estaba sola.
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Capitulo 1 – Liberación
Capitulo 2 – Renacimiento
Capitulo 3 – El Patri
Capitulo 4 – Los Dos Mundos
Capitulo 5 – Esencia
Capitulo 6 – Janeth
Capitulo 7 – Badul
Capitulo 8 – La Prueba
Capitulo 9 – La Visión de Davo
Capitulo 10 – Anashes
Capitulo 11 – Duras Enseñanzas
Capitulo 12 – El Ejército de Valdelar
Capitulo 13 – El Circo de Corhen
Capitulo 14 – Victoria y Derrota
Capitulo 15 – La Armadura de Huesos
Capitulo 16 – Debilidad
Capitulo 17 – La Tumba de Hielo
Capitulo 18 – A través de los Ojos de Rayenda
Capitulo 19 – El Elegido
Capitulo 20 – Acusación
Capitulo 21 – Proposición
Capitulo 22 – Los Mandamientos del Ejército
Capitulo 23 – El Suicidio de Jean Baptiste
Capitulo 24 – El Juicio
Capitulo 25 – El Taygamoth
Capitulo 26 – Promesas Cumplidas
Capitulo 27 – El Experimento
Capitulo 28 – Un Mensaje para El Patri
Capitulo 29 – Ideologías
Capitulo 30 – El Rebelde
W.E. Franco
CAPITULO 1 ─ LIBERACIÓN
Cuatro hombres se encontraban de pie, tomados
de las manos alrededor de lo que parecía una pequeña
piscina. Ataviados con largas túnicas negras de grandes
capuchas que les tapaban el rostro, estaban en el centro
de un enorme laboratorio que recordaba la forma de un
coliseo.
La piscina medía, aproximadamente, un metro y
medio de diámetro y casi cinco de profundidad. Sobre ella
pendía una larga y gruesa aguja a un metro de distancia,
recubierta por un resorte de cobre, unida a una compleja maquinaria. A medida que subía, podía verse una gran
cantidad de cables, conectores, motores, luces, tuberías,
medidores, llaves y poleas que componían el extraño
mecanismo, controlado desde una cabina a lo alto por alguien que observaba a través de un sólido y grueso vidrio.
Desde lo alto, el Dr. Ryan movía cuidadosamente
una pequeña palanca, observando detenidamente un lector de temperatura y presión, cuya aguja se movía con
lentitud hasta llegar al valor que él deseaba. Una gota de
sudor corría por el cristal de sus lentes, mientras movía su
mano con lentitud y nerviosismo desde la palanca hacia un
botón rojo en medio de un inmenso tablero lleno de interruptores, medidores y un sin fin de bombillos de diferentes los colores. Otros científicos estaban sentados frente a grandes monitores que calculaban cada movimiento
de la compleja maquinaria. No podían fallar ahora.
─Preparando carga. Dijo el Doctor, su voz sonaba ronca debido al poco uso.
Al escuchar esto por medio de unas cornetas
dispuestas en la recámara, los cuatro hombres, con una
silenciosa oración cantada, comenzaron su ritual.
─Lamed… Rasched… Shynan… Sumash…
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
Una y otra vez repetían las mismas palabras.
Luego de algunos segundos, sus manos comenzaron a
brillar. Pequeños rayos de luz atravesaban sus brazos y
empezaban a temblar de manera irregular. La aguja que
estaba sobre ellos empezó a mostrar un leve brillo.
─Disparo de energía en diez… nueve… ocho…
siete…
Se oyó decir desde la cabina.
A medida que la cuenta decendía, los cuatro hombres temblaban con mayor intensidad, sus cuerpos brillaban ahora con una luz entre blanco y azul casi cegadora.
─Seis… cinco… cuatro…
Detrás del Dr. Ryan se encontraba El Patri,
observándolo con ansiosa paciencia. El Doctor podía
sentir cómo sus almendrados ojos le taladraban el cuello.
Era una sensación tan incómoda que un fuerte escalofrió
atenazó su columna vertebral.
─Tres… dos… uno… disparando.
Presionó el botón con rapidez y de la aguja salió
un rayo luminoso directo a la piscina. Al mismo tiempo,
desde el pecho de los cuatro hombres salieron haces de
luz que chocaron con el que venía desde arriba justo al
borde de la piscina causando un destello violento y abrumador que duró solamente un segundo.
Luego todo quedó en oscuridad, la piscina quedó
llena de una inestable energía que emitía un brillo suave y
opaco, tenía una consistencia líquida pero espesa.
Los cuatro hombres yacían inconscientes en el
suelo y arriba los científicos observaban, conteniendo la
respiración, con expresiones de pálido asombro todo lo
que había sucedido.
─Gran Patri. ─Dijo el Dr. Ryan con una sonrisa
nerviosa─, parece que esta vez lo logramos.
El Patri observaba la piscina, algo le incomodaba.
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W.E. Franco
Entonces miró al científico con la misma expresión amenazadora que siempre había utilizado… el Doctor comprendió.
─Traigan el sujeto de prueba. Dijo en tono imperativo por un pequeño micrófono.
La orden inundó todo el laboratorio y rápidamente se abrió una compuerta abajo, por la cual salieron dos
hombres corpulentos, con los pechos vellosos y desnudos,
sudando incontrolablemente y vistiendo pantalones negros
con guantes de cuero corrugado bastante fuertes. Sus expresiones eran amenazantes, con cicatrices en sus rostros,
barbas pobladas y desarregladas, ambos tenían el cabello
negro azabache muy abundante pero sucio y maltrecho,
llevaban atada con cadenas a una persona que vestía una
bata gris con los ojos vendados. Lo halaban con fuerza,
aunque el prisionero no ofrecía ninguna resistencia, solo
danzaba de un lugar a otro dejándose llevar con facilidad... después de todo, la única fuerza que tenía era para
mantenerse en pie y no perder el equilibrio.
Lo llevaron hasta la piscina y allí le retiraron la
venda. Frente a él, estaba El Patri, el temor lo invadio al verlo. Sus facciones fuertes y precisas, su mirada
amenazante, su cuerpo alto y bien definido, sus ojos penetrantes que lo paralizaron. Tenía una extraña expresión
de placer en su rostro.
El Patri hizo una seña, y los carceleros removieron
las cadenas. Luego uno de ellos se acercó al prisionero y le
habló al oído, con una voz suave, pero carente de emoción.
─El Patri te da la libertad… este es el portal para
tu mundo, ve en paz.
El prisionero observó la sustancia brillante que
conformaba el “portal”. La luz se reflejaba en sus apagados ojos grises. Sonrió por un momento. No sabía que
sentir, si felicidad o miedo. Levantó su mirada y de nuevo
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
detalló a El Patri. Este extendió su mano, invitándole a
sumergirse en la piscina.
Si estaba siendo engañado, él no lo sabía, lo único
que deseaba era alejarse de El Patri lo más que pudiera.
Así que, dando pasos cortos y poco precisos se acercó al
“portal”. Alrededor había cuatro cuerpos, no sabía ni quería saber quiénes eran o qué hacían allí. Sintió una fuerte
energía que lo impulsaba hacia adentro.
Miró sus manos, recordó lo fuerte que eran y se
sorprendió de ver en lo esqueléticas que se habían convertido. Su cuerpo bien definido y musculoso se había vuelto
un maniquí flaco y arrugado. Ya no quería seguir viviendo
así, si es que lo que hacía se podía llamar “vivir”.
Tomó entonces una profunda inhalación y saltó
con cierta dificultad, pensando que a lo mejor tendría una
segunda oportunidad para acomodar las cosas.
Hubo un repentino salto de chispas brillantes por
todos lados, todos se taparon los ojos debido al cegador
destello, pero después todo desapareció… la sustancia del
portal, la luz, las chispas… total oscuridad.
Los carceleros se miraron fijamente durante unos
momentos y observaron cuando El Patri se acercó a la
piscina, detallaron cómo su rostro comenzó a cambiar para
convertirse en una mueca horrible llena de ira, entonces se
acercaron a ver lo que había sucedido.
El prisionero era una estatua de cenizas, en su cara
se dibujaba una expresión de dolor profundo, estaba colocado de manera tal que demostraba estar retorciéndose del sufrimiento. Los carceleros miraban atónitos, mientras El Patri se
retiraba, desapareciendo en la oscuridad.
El Dr. Ryan estaba aterrorizado.
Maldijo para sí mismo unas cuantas veces, justo
al momento en que se abria la puerta y El Patri aparecía
en el umbral.
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W.E. Franco
Abajo, los carceleros levantaban a los cuatro
hombres, quienes poco a poco iban recobrando la conciencia. A través de las cornetas se escuchó una explosión proveniente de la cabina seguida de un grito ahogado de dolor,
que lentamente se fue apagando hasta que todo quedó en silencio.
****
El celular repicaba con un tono largo y molesto,
su sonido rebotaba en las paredes que alguna vez fueron
blancas y llegaba a sus oídos como martillos industriales
en pleno apogeo.
Se despertó sobresaltado y algo desorientado,
bostezó ampliamente, tratando de acostumbrar sus ojos a
la claridad de la habitación. Con su mirada intentó ubicar
el teléfono, pero su visión era algo borrosa y el brillo del
sol que entraba por la ventana lo hacía más difícil. Entonces comenzó la larga travesía que consistía en ponerse de
pie.
Seguía buscando el aparato que no paraba de sonar, muy lentamente y con mucho desequilibrio para no
pisar los montones de papel y las botellas de licor regadas
por todo el piso. “Debe ser algo importante para que insistan tanto”.
Después de un buen rato tratando de ubicar el lugar
donde se escuchaba el timbre más fuertemente, se inclinó
un poco, buscó entre un montón de papeles y sacó el
aparato, que ahora sonaba mucho más intensamente,
golpeando potentemente su cerebro.
Cómo había llegado el aparato allí él no lo recordaba, lo tomó con lentitud y observó el número con el ceño
fruncido… era desconocido, presionó el botón para contestar.
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
─¿Diga? ─Su voz ronca, casi gutural.
─Hey… John… soy yo… Marco… ¿Cómo estás?
─¿Qué quieres? ─preguntó con el mismo tono de
voz y un dejo de fastidio.
─Eh… bueno… me preguntaba si quieres salir
por allí hoy… vamos… Victoria y yo…
─No gracias, estoy bien.
─John… han pasado casi dos meses, debes se�
guir adelante. La voz de su interlocutor sonaba algo des�
esperada.
─Agradezco tu consejo, pero con el debido respeto... es mi vida… no deseo que nadie se meta en ella,
así que, con todo el aprecio que les tengo, lo que pase
conmigo son asuntos que a ustedes no les interesa.
Ahora Marco trataba de hablar con carácter, pero sin mostrarse irritado.
─John no puedes estar así hasta que mueras…
lo que pasó no es culpa tuya… no quiero más excusas…
vamos saliendo para allá…
─Grave error habérmelo dicho…adiós.
─John espe…
Colgó la llamada. Apagó el celular. Lo sostuvo un
momento entre sus dedos mirándolo fijamente. Al parecer
recordó algo que lo hizo enfurecer... entonces lanzó el aparato contra la pared, haciéndolo pedazos.
Observó los restos caer al suelo, luego sus ojos
recorrieron toda la habitación, y poco a poco una visión
se materializó frente a él.
»Por unos instantes no vio el gran desorden a su
alrededor. Las sabanas sucias y los papeles en el piso des�
aparecían, dejando un cuarto limpio y ordenado ante sus
ojos. Las ventanas, antes llenas de polvo, ahora dejaban
pasar la luz del sol, la ropa y restos de comida sobre el es�
critorio se desvanecían, y hacia el final de la habitación,
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W.E. Franco
una cama en la cual estaba John acostado al lado de una
hermosa mujer.
Ella, de cabello negro azabache, su cara blanca,
mejillas redondas y lisas, yacía con una sonrisa perfecta
junto a John. Sus ojos azules, que brillaban con el reflejo
de un sol matutino resplandeciente, se abrían brevemente
tan sólo para dedicarle una mirada furtiva, cayendo lue�
go rendidos otra vez. John estaba feliz, sonriente, no tenía
el cabello largo y sucio ni la barba desarreglada, sus ojos
estaban llenos de alegría.
─¿Qué has pensando entonces Vanessa? ─Le
preguntó con una voz suave y tranquila.
─Ya no hay vuelta atrás. ─respondió ella son�
riente─ los papeles están listos… mañana llegan.
─Entonces significa que…
─Sí… ya todo terminó.
Él sonrió ampliamente y la abrazó, olió su per�
fumado cabello, y se hundió debajo de su mejilla, sentía
el apasionado abrazo de ella, no la quería soltar, él no
la veía, pero sabía que ella sonreía felizmente, entonces
comenzó a besarla en el cuello, y poco a poco fue bajando
hasta sus pechos, a medida que bajaba, la respiración de
Vanessa se aceleraba.
Pero mientras él se hundía cada vez más entre las
sabanas, la visión se desvanecía.
La cama desapareció, los jadeos se acallaron y los
ojos azules se cerraron, volviendo la habitación a la imagen deprimente en que se encontraba.
Una lágrima bajaba por la mejilla de John mientras su cuerpo se llenaba de de ira y frustración. Y una vez
más, como tantas veces había sucedido en los últimos días,
destrozó todo lo que se interpuso en su camino. Las pocas
cosas que quedaban en pie, fueron a dar al suelo, convirtiéndose en fragmentos inservibles de lo que alguna vez
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
habían sido.
El lugar entero parecía una zona de guerra.
El dolor que sentía en su corazón se dejaba ver en
sus manos y en su cuerpo, había sangre en las paredes, producto de los puñetazos recibidos, los huesos de sus nudillos
estaban rotos, en su frente habían rasguños causados por
algún artefacto filoso que lo alcanzó mientras estallaba
contra el suelo, grandes moretones en su espalda, producto de sus caídas en las escaleras después de alguna borrachera. Sin embargo, no percibía el dolor en su cuerpo,
porque la adrenalina producto de la ira hacía que no lo
sintiera.
La descarga duró poco, ya no había mucho que
destrozar. Además, en pocos minutos llegarían Marco y
Victoria, y no deseaba verles, ni a ellos ni a nadie. Así que
tomó la única chaqueta más o menos limpia que le quedaba y salió de la casa apresurado, dejando la puerta abierta
y las luces encendidas.
Su andar era automático e inconsciente, en su mente sólo había lugar para la impotencia y el dolor. En sus
ojos unas lágrimas extintas llenas de frustración, en sus
manos, la sangre producto de la violencia, tratando de
vengarse de él mismo, de devorar su propia existencia,
culpando a un mundo y a un dios injusto, culpándose él
por no haber llegado dos horas, una hora, treinta minutos,
un minuto antes y haberlo evitado todo, cambiar los hechos para que el mundo siguiera siendo justo para él, para
que Dios siguiera siendo ese ser bondadoso que John creía
que era.
Pero ya no había vuelta atrás, ni manera alguna
de retroceder el tiempo. Para él, mirar hacia el futuro no
es más que una desdicha, una soledad insensata y una vida
vacía.
Para cuando se dio cuenta, estaba de pie frente
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W.E. Franco
al edificio donde él trabajaba, fue como el andar de un
robot, tomó sólo el camino automático, porque en ningún momento su mente planeó esa ruta. Técnicamente él no
había renunciado, aunque hacía dos meses que no iba para
allá. Se percató de que las personas que pasaban a su
lado lo miraban despectivamente, comenzó a examinarse
y observó la sangre en sus manos y en su ropa... nada
que a ellos le importara, pensó.
Levantó de nuevo la vista, su mirada recorrió
todo el edificio, hasta el último piso. Entonces a su mente
llegó la manera de cumplir su venganza, y sin expresión
alguna en su rostro entró.
Todos aquellos caballeros bien vestidos, con caros trajes de etiqueta, aquellas hermosas y plásticas damas
con costosas carteras de marca lo miraban con asco, John
parecía un vagabundo cualquiera, sucio y desgarbado. Se
acercó al ascensor, se abrieron las compuertas y entró con
tranquilidad. Se quedó solo, todos lo miraban desde el
vestibulo de manera extraña. Él no se preocupaba de lo
que pensaran o dijeran, sólo eran cuerpos sin rostros,
expresiones vacías carentes de vida. Las puertas se cerraron y rápidamente todos desaparecieron.
El ascensor llegaba únicamente hasta el piso dieciséis, así que tuvo que subir por unas escaleras hasta el
piso diecisiete donde una pequeña puerta le daba el acceso a su destino.
Al salir sintió un soplo de viento gélido golpearlo
en la cara, el día se había tornado nublado y amenazaba
lluvia. John se acercó con lentitud al borde del edificio y
miró hacia abajo. Era la calle principal, los carros andando,
la gente ajetreada con sus diligencias... indiferentes a cualquier cosa que sucediera alrededor… John no quería eso.
Fue hacia el otro lado y observó una calle solita20
Leyenda de Dioses I - El Hereje
ria, llena de basura, húmeda y humeante. Se acercaban sus
pies cada vez más al borde. La altura no lo intimidaba.
Su corazón latía muy rápido, las lágrimas empezaron a salir de sus ojos, miró al cielo contemplando los
nubarrones grises que se movían lentamente ocultando el
sol que no deseaba mostrar ya su brillo. Entonces abrió
los brazos ampliamente con las palmas hacia arriba, tenía
que decirle algo, y lo hizo con rabiosa impotencia.
─Yo creía en ti, me lo has quitado todo ¿Qué he
hecho para que me tortures así?... ¿Por qué te has empeñado en hacer mi vida miserable y absurda?... ¡Eres malvado, te odio… no deseo verte!
Cerró los ojos mientras bajaba la cabeza, y al abrirlos de nuevo la vio a ella, llevaba un blanco vestido, impecable, sencillo, pero elegante, con el cabello brillante y los
ojos alegres, extendiendo su brazo, brindando su mano.
Pero John no se inmutó, ni siquiera esbozó una
sonrisa, tampoco pronunció palabra alguna, él sabía que
ella no estaba allí. Sentía en su corazón el vacío, la pérdida, la ausencia, el dolor, la impotencia… esos sentimientos malsanos y oscuros que inundaban su mente y su conciencia en un mar donde se ahogaba en la desesperación.
Fue así que, con su corazón lleno de frustración y
odio, dio un paso al frente.
Comenzó a caer, bajando rápidamente, en su pecho sentía el acelerado palpitar, la adrenalina corría veloz.
Los pisos del edificio bajaban hacia el cielo ante sus ojos
como borrones sin forma, mientras él subía al suelo con
una velocidad vertiginosa, su mente no tenía un pensamiento fijo, no la tenía en blanco, por el contrario, estaba
lleno de un sin fin de imágenes que John no supo identificar.
Entonces, faltando ya pocos metros, todo se paralizó, la paz inundó su mente y su corazón, por alguna
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W.E. Franco
razón él pensó que ya todo había acabado, estaba cumpliendo su venganza contra Dios y contra él mismo. Se
hizo todo tan eterno, que incluso tuvo tiempo de pensar
que aún faltaba alguien de quien vengarse, pero en ese
momento ya no importaba.
Observó el pavimento que ya estaba muy cerca
y sonrió… su deseo se había cumplido, no sentía miedo
alguno, quería ver de frente todo el espectáculo, y con los
ojos bien abiertos vio claramente y con todo detalle cuando chocó contra el suelo.
Pero en lo que tocó el asfalto y sintió su corazón
paralizarse de manera inmediata... su cuerpo desapareció.
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
CAPITULO 2 ─ RENACIMIENTO
El Patri revisaba intranquilo un libro muy viejo, su
ceño fruncido mostraba la concentración en la que estaba
inmerso, las letras eran apenas distinguibles, era una escritura bastante extraña, llena símbolos y rayas. Al principio,
le parecieron solamente dibujos de pequeñas casas con
puntos y apóstrofes sobre ellas, algo que jamás había visto. A pesar de su amplio conocimiento en cualquier lengua
que se hablara en el mundo, era la primera vez que se
enfrentaba con algo como eso.
Pero, con el pasar del tiempo logró entender su significado, y poco a poco fue descubriendo que esas escrituras eran sin lugar a dudas la palabra del gran dios. Desde
entonces se había dedicado exclusivamente a estudiar ese
libro, único en su clase.
A su lado escribía lo que pareciera ser la traducción en un trozo de papel, él no veía lo que escribía, observaba el libro y movía la mano donde tenía el lápiz sobre el
papel en blanco… El Elegido será el único capaz de abrir
la prisión, su esencia es sagrada y bendecida por OM, y
sólo él podrá juzgar al gran Dios Váldelar… varias líneas seguían después de esto que él no supo traducir. Leía
un poco más y volvía a escribir… el poder de La Bestia,
así que nada ni nadie podrá detenerla… otras líneas más
siguieron a esta que no pudo descifrar, y por último… se
hará justicia divina, y Váldelar será de nuevo libre, su
voluntad será cumplida…
Le había tomado casi cuatro horas poder traducir
esas pocas líneas de Las Escrituras de Balthasar. Según
cuenta la leyenda, el gran dios le había hablado en sueños
al sabio, diciéndole que escribiera una especie de manual
para que él fuera liberado y el ejército se reuniera por
completo y así se cumpliera lo que se conoce como La
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W.E. Franco
Guerra del Final de los Días.
El Patri pensaba en eso como una fecha sin precedentes, donde pondría a prueba su fe hacia su glorioso
dios, donde lucharía bajo su mandato con honor. Anhelaba
ese momento con devoción y desde siempre ese había sido
su norte, desde que llegó a su mundo convertido en humano, ese ha sido su objetivo, es por eso que es uno de los
generales del gran ejército de Váldelar.
A pesar de ello, trataba de no mostrarse muy excitado respecto a ese tema, porque para él ilusionarse mucho con esa idea le producía algo de impotencia. Aún no
se sabía nada, no se tenía conocimiento de donde está la
prisión del dios, ni del supuesto Elegido del que hablan
las escrituras, tristemente veía La Guerra del Final de los
Días... lejana.
Se desembarazó un poco de ese pensamiento y
volvió a tomar el lápiz, con sus ojos fijos en el antiguo
libro. De pronto sintió un inmenso golpe en su pecho y en
su cabeza, El Patri intentó ponerse de pie pero fue inútil,
un intenso escalofrío le atenazó la columna vertebral y lo
dejó paralizado. Cayó al suelo adolorido, su cuerpo empezó a temblar de manera intermitente y rígida, una enorme
presión obstruía su garganta ahogándolo.
Los minutos fueron eternos mientras El Patri poco
a poco dejaba de temblar y sus pulmones volvieron a sentir
que les entraba oxigeno, el dolor en su pecho amainaba
lentamente. Estaba allí tendido en el suelo mirando el techo
color marfil de sus aposentos. Por unos instantes todo era
borroso e incierto, luces de todos los colores cruzaban su
campo visual en forma de conos, para después convertirse
en nubarrones blanquecinos que desaparecieron tardíamente para por fin darle claridad a su vista.
Se levantó mareado y con nauseas, respirando
hondo para recobrar la compostura. Estaba bastante sor24
Leyenda de Dioses I - El Hereje
prendido... regularmente lo que él siente no es así. Casi
siempre es una pequeña palpitación o un pulso en su cabeza lo que le indica que a su mundo ha llegado alguien.
A veces, si ese alguien es poderoso podía llegar a
sentir un leve escalofrío en su espalda. Pero ahora fue diferente, ese Hereje que ha llegado no era como cualquiera,
sin duda debe ser alguien muy especial, para que lo haya
dejado en el suelo y sin fuerzas, tenía que ser alguien verdaderamente excepcional.
De inmediato salió de su despacho y llamó a
unos soldados, dio las órdenes respectivas y rápidamente
se embarcó en la búsqueda de ese recién llegado que casi
le quita el conocimiento.
****
Abrió los ojos, una fuerte brisa le pegaba en la
cara, el calor que sentía era abrasador, su corazón palpitaba de manera muy acelerada. Percibía en su cuerpo una
sensación extraña y pesada, como si estuviese cargado de
una energía que él no supo identificar.
John Cignus miraba un suelo agrietado y árido, el
polvo se levantaba formando unos remolinos que golpeaban la piel como cientos de pequeños cuchillos. Trató de
levantarse, difícilmente se impulsó con los brazos, sentía
un gran dolor en todo su cuerpo, sus piernas respondieron
con mucha lentitud y ardor, hasta que por fin logró ponerse de pie y observó en donde se encontraba.
Un desierto… vasto y llano, podía ver el calor
levantarse desde el suelo, no había vegetación de ningún
tipo, tampoco algún rastro de vida animal. Su rango de
visión era limitado, debido a que estaba dentro de una tormenta de arena molesta y constante. Un inmenso desierto,
hasta donde sus ojos lograban llegar, no había allí nada
25
W.E. Franco
más.
Fue en ese momento cuándo por fin su cerebro
empezó a reaccionar. ¿Qué es esto?, ¿Dónde estoy?...
¿Es esto… el Infierno? Eso era lo que se preguntaba.
El dolor se iba apagando poco a poco, aunque su
cuerpo ardía incesantemente por el calor. Se tocó el pecho y sintió el palpitar de su corazón, estaba sorprendido,
desorientado, confundido... ¿Por qué mi corazón late?,
¿acaso no estoy muerto?, y si no estoy muerto… ¿Dónde
estoy?, ¿Qué lugar es este?
Sus preguntas fueron interrumpidas, escuchó un
sonido extraño en la lejanía, intentó concentrarse para oír
mejor... nada. De pronto lo volvió a escuchar, era el rumor
de piedras que chocan, como una extraña oleada de rocas
que se iba acercando rápidamente hacia él, luego se callaba, o más bien se alejaba demasiado, casi hasta el punto de no escucharse, y de nuevo volvía a acercarse. Eso
duró algunos cuantos segundos, las vibraciones del suelo
le dieron a entender a John que todo eso sucedía bajo sus
pies, como un pez que subía y bajaba dentro del agua.
Ahora todo temblaba, le era difícil mantener el
equilibrio, algunas piedras salieron del suelo y le golpearon la cara, estaba nervioso, al parecer sí estaba muerto y
estaba a punto de llegar al infierno.
De las entrañas del desierto salió una enorme
criatura, John retrocedió aparatosamente, cubriéndose
con el antebrazo los ojos para protegerse. La criatura se
sacudía para quitarse el polvo de su cuerpo. Luego de batallar un poco por mantener el equilibro, John se irguió
completamente y pudo detallar al ente que estaba posado
frente a él.
Media alrededor de dos metros y medio, era bípedo y su figura era humanoide, tenía un par de alas muy
delgadas, con una forma amenazante y envolvente que
26
Leyenda de Dioses I - El Hereje
terminaban en una filosa garra. Su cuerpo era delgado y
curtido, arrugado, seco… horrible. Sus patas tenían tres
dedos, todos culminaban en garras que desgarrarían lo
que fuera sin piedad. Terminaba con una cabeza redonda
y pequeña, con los ojos grandes, amarillos y secos, unos
labios finos y pequeños. Dentro de su boca había alrededor de ochenta dientes sin un orden específico, sólo estaban allí colocados como cupieran, lo que le daba a John
una espantosa visión.
Entonces el ser advirtió su presencia.
La cosa lo miraba fijamente, al parecer estaba un
poco sorprendido, no era algo que viera a menudo, pero
luego su expresión de sorpresa cambio a una más placentera... estaba observando su comida. John estaba hipnotizando contamplando esa horrible visión, cuando de pronto
escuchó un pavoroso y agudo grito que provino del ser.
Parpadeó un par de veces, como despertando de una perturbadora pesadilla, y sin pensarlo un instante más comenzó a correr sin rumbo fijo.
No sabía qué era lo que estaba sucediendo, pero
lo que sí tenía seguro era que si no huía con todas las fuerzas que su cuerpo le permitía dar, pronto sería el alimento
de esa horrenda criatura.
El ser lo veía alejarse con cierta rapidez, y luego
mostró una línea en su boca semejante a una sonrisa. Le
dio cierta ventaja, dejándolo escapar, dándole esa ilusión
de que sobreviviría para luego arrancársela de un tajo, le
gustaba jugar con su presa. Esperó sólo unos instantes
más y luego alzó sus horribles alas elevándose unos cuantos metros, para después bajar en picada.
Sólo dio dos aleteos rápidos y lo alcanzó, mordiéndolo por los pies. El dolor que John sintió fue agobiante y soltó un grito espantoso que se perdió en medio
de la ventisca. El ser lo mordió con potencia y se elevó
27
W.E. Franco
adentrándose en la tormenta de arena. Sus dientes eran
filosas sierras que desgarraban el tobillo de John, quien
gritaba aterrado y adolorido, lanzando patadas con su
pierna libre como un loco, la desesperación lo inundaba
por completo. Después de tres intentos, por fin una certera
patada impactó en la cara del animal, lo que hizo que éste
lo soltara, dejándolo caer desde una distancia considerablemente alta.
John aterrizaba de manera muy aparatosa y contundente, pero no tenía tiempo para sentir dolor, debía seguir huyendo. Al levantarse para continuar corriendo sintió un dolor punzante que no lo dejó seguir, la mordida
fue bastante profunda y extensa, su pie estaba bastante
lastimado, la sangre corría rápidamente por los inmensos
huecos que dejaron los dientes de ese horrible ser, no podía
caminar, mucho menos correr. Así que lo único que hizo
fue caer al suelo, adolorido y resignado, comprobando que
su infierno era como él se lo había imaginado, un mundo
incierto lleno de sufrimiento, donde horribles seres se comerían su carne y devorarían su alma, para luego revivir
y pasar por lo mismo una y otra vez hasta el fin de los
tiempos.
Sólo le quedó esperar. Su visión era casi nula, el
viento soplaba fuertemente y le revolvía el cabello, tapándole los ojos, estaba en medio de un remolino de arena.
Durante un largo rato no escuchó nada, pero de pronto
apareció la criatura entre el mar de polvo, abriendo un
hueco en el remolino con su alas, furioso por haber recibido un golpe. Se acercaba lentamente, caminando con sus
pies y alas, abriendo sus fauces, mostraba su horripilante
festín de dientes sin lengua, John intentaba echarse hacia
atrás, creyendo que si se metía dentro del remolino se salvaría... pero eso no sucedió.
Trató de levantarse, pero el dolor desesperante no
28
Leyenda de Dioses I - El Hereje
lo dejó moverse, el ser se acercaba cada vez más, y ya
faltando unos pocos metros, justo antes de que su vida
acabara bajo las alas de esa espantosa criatura, paso algo
que nadie vio venir, ni John, ni el monstruo... ni siquiera
El Patri que a lo lejos observaba tranquilo todo el espectáculo.
John se levantó como pudo, se había resignado a
morir, aunque para él ya estaba muerto desde hace ya algún tiempo, sólo se determinó a caer, para seguro revivir
en pocos minutos, para volver a experimentarlo todo. No
obstante, el instinto de supervivencia es algo que no se
puede controlar, el cuerpo reacciona de manera inconsciente ante la muerte inminente, y busca maneras de salir
del aprieto aunque se crea que ya no hay alternativa.
Entonces se puso de pie, con dolor y agonía, decidió que no moriría sin dar batalla, si la criatura quería
comérselo, pues que se gane su alimento, se colocó frente
a él y su expresión pasó a ser seria y determinada, tenía
los puños cerrados, su corazón empezó a palpitar aceleradamente.
El ser ya estaba preparando el salto cuando vio
que su presa empezaba a brillar. El cuerpo de John comenzaba a temblar sin que él lo gobernara. Al principio creyó
que era por miedo, pero no... era algo más. La extraña
energía que recorría su cuerpo comenzaba a concentrarse
en su pecho incontrolablemente. Varios sentimientos comenzaron a surgir dentro de él: odio, ira, tristeza, angustia, dolor… una gama de emociones que se combinaron y
formaron una ola de energía que lo ahogaba, aprisionando
sus sentidos. Sus pulmones colapsaban y su visión se cegaba, el corazón poco a poco estaba dejando de palpitar.
Entonces, como una medida desesperada, tomó un hondo suspiro, y soltó un grito desgarrador que hizo que sus
pulmones se vaciaran por completo y su débil cuerpo se
29
W.E. Franco
estremeciera.
La criatura sintió temor, y levantó las alas para
huir, pero fue demasiado tarde.
Lo último que John logró ver, fue que el ser estaba retrocediendo aparatosamente e intentaba emprender
el vuelo para escapar, pero de pronto todo se convirtió en
luz, la energía que lo asfixiaba salió expulsada vertiginosamente, creando una onda expansiva que alcanzó a la
criatura convirtiéndola en cenizas.
John reaccionó una vez que la luz se hubo disipado, toda la ventisca que había en ese lugar cesó por completo... durante un largo rato, todo fue tranquilidad, y entonces pudo observar lo que acababa de ocurrir. Hacerse
preguntas resultaba ridículo, simplemente resolvió de manera muy sabía que no le buscaría lógica a eso, tardó varios minutos en calmarse, que su cuerpo dejara de temblar
y su corazón volvíera al ritmo habitual. Inesperadamente
sintió en su espalda un escalofrío punzante, le avisaba que
alguien se le acercaba por detrás.
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
CAPITULO 3 ─ EL PATRI
Llevaban ya varias horas volando sobre el desierto, la tormenta de arena era densa y hacia difícil la
navegación. La tripulación estaba conformada por dos
soldados, dos personas encargadas del mantenimiento de
la nave, piloto, copiloto y por supuesto El Patri.
A pesar de lo fuerte que era la tormenta, la nave
se movía suave y rápidamente, no querían alejarse mucho
de la ciudad, así que abarcaban un largo territorio pero
luego volvían a la frontera del desierto. Hasta que por fin
después de un largo rato el piloto le advirtió a El Patri de
la presencia de una persona en las cercanías, entonces éste
dio la orden y la nave comenzó con lentitud a descender.
El vehículo se posó lentamente sobre la tierra dura
y caliente. Adentro, los soldados y su General empezaban
a prepararse para salir en búsqueda de aquella persona.
La nave aterrizó a unos doscientos metros de donde el
piloto había detectado la presencia, no sabía exactamente
el lugar, pero estaba seguro de que se encontraba en los
alrededores.
Ya estaban todos listos para salir, cuando de pronto escucharon un aullido estremecedor, los dos soldados
sintieron que una ráfaga helaba su sangre y los paralizaba
en el sitio. El Patri los observó con desaprobación, pero
entendió el peligro al que se enfrentaban, entonces dando
un paso hacia la puerta dio la orden de que se quedaran
dentro de la nave, él iría solo a buscar a la persona que
había llegado.
El viento le golpeaba la cara y llenaba sus ojos
de arena, así que levantó su mano y un escudo verdoso
se formó en torno a él, de esa manera la tormenta dejó de
ser un problema. Comenzó a caminar con tranquilidad,
tratando de ubicar con su mente el lugar donde se encon31
W.E. Franco
traba la persona que andaba buscando, cuando de pronto,
al llegar a una colina presenció algo impresionante. Una
gigantesca esfera de luz despejaba un amplio sector del
desierto, y luego observó claramente como una enorme
criatura alada quedaba desintegrada en lo que la energía
de la esfera lo tocó. ¡Sus ojos no daban crédito a lo que
veía!, se impresionó mucho al ver que un hombre era el
epicentro de aquella destructiva esfera, sin duda era aquel
a quien buscaba, ese que hace algunas horas atrás lo había tirado al suelo casi inconsciente. Entonces apresuró su
paso para llegar a su encuentro.
Se acercó con cautela, cosa poco común en El Patri. Sin embargo, ese personaje al parecer ameritaba tratarlo con cuidado, lo que presenció fue algo que jamás había
visto en un recién llegado. Ya se encontraba a escasos diez
metros, pudo detallar su espalda ancha y corpulenta y sus
brazos bien formados. De pronto el hombre volteó con
su mano en alto ordenándole a El Patri que se detuviera,
este siguió caminando hasta llegar a tres metros de distancia, cuando pudo ver su cara con total claridad. Era
un poco alargada y lisa, su cabello era castaño oscuro, su
nariz perfilada y pequeña. Tenía una expresión dura, inspiraba determinación, más que todo por sus ojos, El Patri
se interesó mucho en ellos, eran negros, muy penetrantes,
apagados y muertos como un abismo sin fin, se preguntó
por un momento si en el otro mundo los habría tenido
igual.
─¿Quién eres? ─preguntó el hombre con autoridad.
El Patri lo seguía observando detenidamente, a
pesar de estar desnudo y con una profunda herida en su
pierna, su postura recia intimidaba.
─Creo que la pregunta más apropiada es ¿Quién
eres tú? ─respondió El Patri con una sonrisa amable.
32
Leyenda de Dioses I - El Hereje
─¿Quién eres?
Volvió a preguntar, casi con el mismo tono de voz
y la misma expresión, a él no le pareció para nada amable
su interlocutor.
El Patri entonces bajó su mirada un poco, dando
un suspiro calmado antes de responder.
─Soy... tu anfitrión. Su voz era suave y pausada,
inspiraba sabiduría y algo de bondad.
─¿Y esta es tu forma de dar la bienvenida? El
hombre no cambiaba su postura, se mantenía inmóvil.
─En lo absoluto. ─respondió sin perder la cortesía al hablar─, por el contrario, venía a salvarte, pero por
lo que veo tú te has encargado muy bien del Rabash.
─¿Del qué? ─preguntó el sujeto extrañado.
─El Rabash, es la cosa que acabas de matar, amigo...
─John Cignus. ─respondió secamente.
─Bien, amigo John, eso habita mucho por estos
desiertos... pero no son gran cosa en comparación con el
Taygamoth.
─¿El qué? ─Volvió a preguntar, la curiosidad se
dibujaba en su rostro.
─Tranquilo John, no es momento de darte una
clase acerca de todas las criaturas que habitan en este planeta, debes sentirte incómodo y desorientado supongo. El
Patri lo detalló de pies a cabeza.
Fue en ese momento que John cayó por fin en
cuenta de lo que estaba sucediendo.
Él acaba de suicidarse, se quitó la vida lanzándose de un edificio de diecisiete pisos, las preguntas llegaron
fugaces a su cabeza, ¿Cómo demonios fue que vine a pa�
rar aquí?, ¿Planeta?, ¿Qué planeta?, ¿Qué es este lugar
y que significa todo esto?
─Luego te explicaré cómo llegaste aquí John, y
33
W.E. Franco
este lugar mi estimado recién llegado es Tamos, nuestro
planeta.
Por un segundo John creyó que en realidad había
pensado en voz alta, pero luego se dio cuenta de que no
fue así…
─¿Cómo hiciste eso? ─preguntó casi de manera
inocente.
─Todo a su tiempo John… te aconsejo que me
acompañes a mi hogar, allí podré responder todas las preguntas que estoy seguro tienes, éste no es un lugar seguro… ven conmigo.
John meditó por unos momentos, dio un vistazo
alrededor... nada por todas partes, una tormenta de arena,
un calor incesante, tierra árida hasta donde su vista le permitía llegar, y su única compañía era ese hombre que al
parecer representaba a alguien que le ayudaría a entender
todo lo que le estaba sucediendo. Volvió de nuevo su mirada al anfitrión.
─Aún no me has dicho tu nombre.
─Mi nombre es Vilium… pero todos me conocen
como El Patri, General del ejército y enviado por Váldelar
para cumplir su voluntad.
─¿General del ejército?, ¿Váldelar?... ¿Qué es
todo esto? entonces ¿No estoy muerto? ─preguntó John,
en realidad era una pregunta retórica, sólo era una manera
de confirmar su realidad, como si aún no terminaba de
despertar.
─No… no lo estás. ─Le respondió El Patri con
cierto orgullo─, ahora tienes otra mejor vida… una vida
con la cual podrás vengarte de todo aquel que hizo que
te suicidaras, llena de un poder que ni tú mismo imaginas, nuestro dios te ha bendecido con algo que tendrás
que aprender a controlar… y yo te enseñaré a hacerlo…
vamos, ven conmigo.
34
Leyenda de Dioses I - El Hereje
No tardó mucho en decidirse, sintió ahora que su
deseo no se había cumplido, no pudo vengarse de él ni de
dios, la frustración lo embargó por unos segundos, entonces con la cabeza gacha comenzó a andar con dificultad al
lado de su anfitrión.
Por su parte, El Patri examinaba detenidamente al
recién llegado de manera silenciosa, mirándolo de reojo
con cuidado. No lo mencionaba, pero estaba muy interesado en el hecho de que ese hombre haya desarrollado
tal despliegue de poder sin saberlo… teniendo sólo algunos minutos de haber llegado, habiendo entrado en uno
de los lugares más peligrosos de Tamos, pudo sobrevivir.
No sólo eso, logró aniquilar a una criatura que muy pocos
se atreven a mirar, ese hombre hizo lo que ningún suicida
había podido, desarrolló un poder manejando la esencia
del planeta... y eso a El Patri le intrigaba.
****
Las horas en medio de la tormenta pasaban silenciosas, la oscuridad le señalaba a la tripulación que la
noche estaba llegando, las nubes eran extensas y espesas,
con un color entre rojo y gris.
John Cignus estaba sentado frente a El Patri en
un sillón muy cómodo, llevaba puesto ahora un camisón
marrón y un pantalón de cuero corrugado que se veía bastante resistente. Los soldados lo vistieron en lo que entró
en la nave, lo miraban con cierta extrañeza. En todos los
casos anteriores los recién llegados se encontraban al borde de la locura, inquietos, sin fuerzas, a punto de perder el
conocimiento, pero él era diferente, lo único que manifestó era que le incomodaba el dolor punzante de su herida,
pero en lo que le colocaron una venda pareció amainar
bastante, y se sentaba con soltura en el sillón. Pero lo que
35
W.E. Franco
más le impresionaba era su actitud calmada, silenciosa y
hasta cierto punto tranquila, es por ello que se sentaron en
los puestos más alejados de la nave.
Volaban a gran velocidad en un artefacto bastante
similar a un jet, espacioso, con un diseño que a John le pareció súper avanzado, estilizado y aerodinámico, de catorce metros de largo por cuatro de alto y trece de anchura,
contaba con dos turbinas en cada ala y dos más en la cola,
la potencia de propulsión de la nave era extraordinaria. La
navegación era mucho más compleja, el piloto usaba sus
manos para maniobrar el mando, pero en su cabeza llevaba pegados unos diodos por los cuales le llegaba información de la humedad, la velocidad del viento, la altitud y
la presión atmosférica. Tenía los ojos cerrados, sumido en
un prfundo trance.
Nadie mencionaba nada, el silencio resultaba incómodo. John estaba metido en sus pensamientos, le resultaba aquello todo tan irreal e increíble, su cabeza era
una tormenta de imágenes y sonidos de todo tipo. Observaba hipnotizado a través de la ventana el mar de nubes
grises que se imponía ante sus ojos.
─¿Cómo sucedió todo esto? ─preguntó al fin.
─¿Cómo sucedió qué?
─¿Cómo es que estoy aquí?, ¿Es este el infierno?
─No… el infierno no existe John. ─El Patri tomó
un largo suspiro cansino, eran ya demasiadas veces las
que escuchaba la misma pregunta y tenía que dar la misma explicación─, el dios que tú conoces no existe, en tu
mundo solamente hay un dios que es a la vez el bien y el
mal... tengo conocimiento de alguno de los libros del otro
mundo, los lugares y personajes que allí se relatan son
mentiras.
─¿Quieres decir que no hay un infierno y que no
existe en él alguien que gobierne ese lugar? ─preguntó
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
John con incredulidad, sintiéndose un poco avergonzado.
─No… ten en cuenta algo señor Cignus, las bases
en las que aquel mundo se rige son una total farsa… o
mejor. ─El Patri pensó rápido en la manera de rectificar
sus palabras de manera que no sonaran tan duras─ no lo
digamos de esa manera… es una pantalla que han creado los antepasados de ese planeta para tener algo en que
creer… su verdadero dios ha sufrido un castigo que ha
llevado como consecuencia la ignorancia de sus hijos.
─¿Entonces todos los textos religiosos de mi
mundo son una mentira? ─John estaba algo irritado
echándose hacia delante en el sillón.
─Textos educativos muy interesantes, excelentes
guías de comportamiento… nada más. ─respondió El Patri con firmeza.
John cayó de nuevo sobre el espaldar en silencio… su curiosidad estaba empezando a tornarse intensa,
la información que acababa de recibir estaba siendo procesada… “el dios que tú conoces no existe”, eso es lo que
le han dicho… ¿Será eso cierto?... las bases fundamenta�
les de la vida… la creencia en dios, en el cielo y el infier�
no, la redención de los pecados, mantener tu alma limpia
para no caer en ese lugar lleno de dolor y sufrimiento,
llevando una pena eterna que no podrá quitarse jamás,
el castigo del alma… entonces… nada de eso existe… es
una farsa creada por algunos para incentivar sólo una
base social de comportamiento…
Su cabeza empezó a dar muchas vueltas… sus
pensamientos se hicieron algo oscuros.
─¿Qué te sucede? Sus cavilaciones fueron interrumpidas por la intervención de El Patri, John lo miró
con tristeza resignada.
─Son tantas cosas, intento entender lo que me has
dicho… lo que se supone que he creído toda mi vida, ¿Es
37
W.E. Franco
algo falso?… ¿Simplemente no hay dios?
─No. ─respondió El Patri con voz calmada y dulce, escogiendo muy bien las palabras─ no es eso. Sí hay
un dios… pero no es el que tú conoces… el verdadero,
el que gobierna aquel mundo ha sido olvidado por todos
desde el principio de los tiempos.
─¿Castigo?... has hablado mucho de “aquel mundo”… ¿a qué te refieres?
─Poco a poco aprenderás la verdad de todo lo que
sucede… considérate ahora como… un recién nacido, que
si lo ves desde un punto de vista, realmente lo eres… y yo
te enseñaré todo. ─Se acercó a la ventana junto a John─
ya estamos por llegar, dentro de algunos momentos todas las nubes se disiparán… es un placer para mí darte
la bienvenida a nuestro planeta Tamos… lo que verás en
unos momentos es nuestra mayor ciudad… Agypt.
Sólo pasaron unos segundos y el cielo se despejó. La boca de John se abría lentamente por la impresión
mientras admiraba una telaraña de luces que se erguía
majestuosa ante sus ojos, altas edificaciones y diferentes
complejos llenos de luz y movimiento. Bajo sus pies se
imponía una esplendorosa civilización, su campo visual
no lograba abarcar toda la extensión de la mega ciudad.
La altura no lo dejaba detallar mucho, pero lograba distinguir gigantescas obras de arquitectura, cosas que jamás en
toda su vida había visto.
─Sin duda alguna no estoy muerto. Dijo John sin
salir de su asombro.
─No. ─Le dijo El Patri con un dejo de orgullo en
su voz─ estás más vivo que nunca… esta ciudad que ves
la construí yo, o mejor dicho, la ayudé a construir... Ahora
espera unos minutos y fija tu vista al este, llegaremos a mi
palacio.
La ciudad quedaba atrás, las luces se perdieron
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
en la lejanía, ahora veía un gran valle con vetas plateadas
pintadas por la luna. De pronto comenzó a sentir que ascendía por una alta colina, distinguió abajo un pequeño
sendero sinuoso entre la espesura. Entonces a su izquierda, logró observar la edificación más impresionante que
jamás sus ojos habían visto.
Un enorme palacio se acercaba a él rápidamente,
de un tamaño colosal, se alzaba solitario en la cumbre, sus
paredes tenían un brillo de un color gris plateado bastante
intenso, pero aún así no molestaba los ojos del recién llegado. John se puso rápidamente a calcularlo todo.
El palacio estaba rodeado por murallas de por lo
menos cuarenta metros de alto, con cuatro torres de vigilancia en cada esquina de la construcción. Entre ellas
había una distancia de doscientos metros, tal vez más. Y
en medio, en lo alto de cada muralla había también una
torre de vigilancia. John pudo observar a tres personas
que veían la nave mientras les pasaba por encima.
Una vez adentro, se maravilló al observar un extenso complejo, con hangares y depósitos de diferentes
tamaños, donde divisaba un movimiento continuo de personas que entraban y salían. En medio de todo se alzaba el
colosal palacio, una estructura exquisitamente edificada,
con torres que asemejaban enredaderas de espinas que se
alzaban hacia el cielo nocturno, la fachada estaba conformada por un alto arco apuntado con dos enormes puertas
de un material que John no supo identificar desde esa distancia.
El palacio era cruciforme, a los lados de la nave
más alta, que era el lado más largo de la edificación, se alzaban dos largas naves de lado y lado, éstas eran un poco
más bajas que la que estaba en el medio, en el techo de
cada una de ellas se podían ver cúpulas metálicas, ocho
en total, colocadas uniformemente en el techo. Un gran
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W.E. Franco
número de ventanales de arco apuntado, cuyo diseño interior estaba formado por rosetas entrelazadas, adornaban
las paredes exteriores de todo el palacio, lo que sin duda
hacia del mismo un lugar muy iluminado durante el día.
─Impresionante. Dijo John al momento que sentía que la nave se detenía y comenzaba a descender.
Observó que una de las cúpulas se abría y dejaba
salir una gran lámina de metal bastante grueso donde la
nave suavemente se posaba, escuchó como los motores
dejaban de funcionar y poco a poco la plataforma en la
que estaba estacionada lo llevaba al interior del palacio.
Una vez adentro pudo observar por las ventanas
que las paredes estaban hechas de un metal muy liso, que
a simple vista se veía débil, pero John sabía muy bien que
las apariencias engañaban. Todo se detuvo repentinamente, y El Patri se levantó de su sillón con una sonrisa.
─Ven John, conoce el glorioso ejército de Váldelar.
El corazón del recién llegado dio un vuelco repentino, el nerviosismo comenzaba a apoderarse de él, esa
sensación de desconcierto que entra por las venas y acelera el pulso de manera rauda, ese temor a lo desconocido
que desconcierta. John se sentía temeroso pero excitado,
tímidamente se puso de pie y comenzó a caminar hacia la
compuerta que ya se estaba abriendo.
El Patri fue el primero en salir, detrás de él bajaba
John, cojeando con lentitud y dolor, lo que divisó a continuación fue una aglomeración de personas ataviadas con
una elegante y a la vez intimidante vestimenta. Cada uno
tenía en la parte izquierda de su pecho un símbolo, Cignus
no tardó en descifrar que se trataba del escudo del ejército, en lo que vieron a El Patri, rápidamente colocaron su
puño en el símbolo y bajaron la cabeza en señal de saludo,
luego lo observaron a él. Todos lo miraron con extrañe40
Leyenda de Dioses I - El Hereje
za, en profundo e incómodo silencio, a John le recordó
a las personas en el ascensor antes de suicidarse. Él sólo
se limitó a fijarse en un punto en la distancia, tratando de
evitar todas las miradas que lo taladraban, pero cuando
se disponía a avanzar para mezclarse con la multitud se
escuchó la voz de El Patri.
─Mis camaradas. ─Su voz era profunda y sonora,
con la fuerza suficiente para que todos los presentes lo escucharan─, les presento a John Cignus, un nuevo miembro que se unirá a nuestro glorioso ejército para cumplir el
mandato de nuestro dios… recíbanlo con los brazos abiertos como siempre, sin importar que sea un “Hereje”, ya
está con nosotros y eso es lo que importa.
John ahora se sorprendió al ser objeto de saludos muy formales, no había ninguna cordialidad en los
soldados, sólo era estrechar la mano o una palmada en el
hombro, el silencio seguía incómodo. Él respondía de la
misma manera, sin expresión alguna. Tenía tantas cosas
en la cabeza, se sentía tan cansado y adolorido que no se
preocupaba por la bienvenida. Pasó como pudo y siguió a
El Patri, adentrándose en el majestuoso fuerte.
Fueron unos largos minutos mientras pasaba entre la multitud, hasta que al fin empezaron a subir por una
larga escalera, después entraron en un amplio salón, las
paredes eran brillantes y lisas, hechas de un metal que
John no pudo descifrar. Hombres y mujeres se movían de
un lado al otro, algunos eran soldados, John los identificó
por el mismo atuendo que había visto anteriormente, pero
algunos otros vestían ropas sencillas o largas túnicas. Todos al advertir la presencia de El Patri hacían una reverencia obediente, sin importar si El Patri los veía o no. John
supuso que se trataba del personal de limpieza, ingeniería
y construcción, aquellos que se encargaban de mantener
tan descomunal estructura.
41
W.E. Franco
A los lados del salón había muchas puertas y escaleras, con la excepción del lado norte donde un gran
umbral se dibujaba en la pared, y una hermosa alfombra
roja con detalles dorados adornaba una amplia e iluminada escalera. Y por último, lo que más maravilló a John,
fue que en las esquinas del salón se erguían cuatro grandes estatuas, hechas del mismo material metálico aparentemente débil y brillante, todas vestidas con ropajes que
asemejaban largas túnicas, cada una con su mano derecha
en lo alto. Se dio cuenta de que tres eran hombres y una
mujer, sólo distinguible por la protuberancia de sus pechos y su delicada silueta, porque en sus caras había una
superficie lisa, las estatuas no tenían rostro… sólo una
claramente distinguible, era la de El Patri.
─Son las estatuas de los cuatro generales. ─Le
dijo el General a John al ver la expresión de asombro en
su rostro─. Sólo se conoce uno… los otros tres como puedes ver, no se sabe de ellos, estamos a la espera de su
llegada, ven… te llevaré a un dormitorio.
Cignus lo siguió muy de cerca, entraron por una
de las puertas al lado izquierdo. Cada una era la entrada
a otro salón diferente pero más pequeño, con algunas esculturas y símbolos pintados en las paredes que le eran
sumamente extraños. Más tarde comenzaron a subir por
unas escaleras de caracol, John pudo tocar las paredes y
sentir que la superficie era fría como el hielo.
Después de recorrer un largo tramo, llegaron a un
largo pasillo con puertas a todo lo largo y a ambos lados,
se detuvieron frente a una y entraron por ella. La habitación era pequeña, John no supo de donde provenía la
luz, pero era de un blanco brillante y cómodo, había una
cama sencilla, en la pared opuesta a la puerta colgaba un
gran espejo, y a su lado un armario bastante sencillo, en la
pared adyacente, a su lado derecho había otra puerta que
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
John supuso que daba a lo que sería el baño.
─Descansa. ─Le dijo El Patri repentinamente─,
mañana empieza el conocimiento de toda la verdad y el
entrenamiento para que formes parte del gran ejército de
Váldelar… que duermas bien.
─Pero, espera… tengo muchas preguntas, y quisiera que me las respondieras ahora.
─Todo a su tiempo John. ─Le respondió el General con tranquilidad─, por ahora descansa… debes estar
muy agotado, ha sido para ti una travesía bastante extraordinaria… tus preguntas serán resueltas mañana… nos vemos.
No dijo más nada, El Patri cerró sus ojos y en menos de un segundo desapareció de su vista, dejando a John
en total soledad. Se quedó en medio de aquel profundo
silencio, y se tomó unos minutos para meditar. Se sentó
en la cama, impresionado, desconcertado, perdido en un
limbo, sentía dentro de si una energía poderosa que corría
por sus venas.
No había nada concreto en qué pensar, sólo en la
desesperación, la impotencia, la tristeza y el dolor de saber que ahora debía seguir viviendo. Quiso terminar con
su vida, pero nunca pensó que el universo le daría otra,
y ahora ese deseo de quitársela por alguna razón ya no
existía.
En medio de ese mar de pensamientos se cerraron
sus ojos, el cansancio en su mente era demasiado para
soportarlo y sin quererlo cayó rendido en la cama, su último pensamiento fue una pregunta que se dibujaba en
su mente como letras borrosas y confusas… ¿Qué habrá
significado eso de “Hereje”?.
43
W.E. Franco
CAPITULO 4 ─ LOS DOS MUNDOS
Una intensa luz inundaba la habitación, John
abría los ojos muy lentamente, para luego reaccionar dando un salto sobre su cama, mirando para todos lados, creía
que todo había sido una pesadilla, un horrible sufrimiento
que había vivido sólo en el mundo de los sueños, pero al
advertir la herida que estaba en su pie, la desilusión y la
tristeza lo colmaron… había despertado en su nueva realidad.
Se levantó muy lentamente, dando pasos cortos y
pesados, fue a examinar lo que estaba detrás de la puerta que estaba frente a él. No se había equivocado en lo
que había intuido la noche anterior, era sin duda un baño
bastante diminuto, todo era normal y conocido, con la excepción de una pequeña piscina a su lado izquierdo. Dentro de ella había un líquido bastante espeso y brillante.
John se acercó con curiosidad tratando de identificar la
sustancia, con cierto miedo introdujo la punta de su pie, la
sintió cálida, extrañamente suave. Entonces poco a poco
comenzó a sumergirse por completo, y sintió que entraba
en un baño caliente y purificador. Su herida en el pie sanaba rápidamente, sus músculos se relajaban al máximo y
su piel se suavizaba, dándole una sensación de estar en un
paraíso, fue la primera vez desde que estaba en ese mundo
que sonrió y se sintió bien.
Luego de varios minutos John volvía donde estaba la cama, en silencio escrutaba el lugar con paciencia, se dirigió entonces al pequeño armario a su derecha.
Al abrirlo se sorprendió un poco al ver únicamente cinco
vestimentas, todas iguales. John sacó una y la detalló minuciosamente.
El traje estaba conformado por un pantalón negro
impecable y una franela manga larga de color gris pálido,
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
sin meditarlo mucho empezó a ponerse la ropa, al parecer estaba todo hecho a su medida, porque le quedaba a
la perfección. Junto a todo había un chaleco de un negro
muy opaco, a primera vista a John le pareció que era gamuza, pero al sentir su textura fría y rugosa se dio cuenta
de que se trataba de un material mucho más resistente e
impermeable.
Al vestirse completo se miró al espejo, el cuello del chaleco le llegaba a la barbilla. Se sorprendió así
mismo gustandole lo que veía, era una combinación entre
elegancia y comodidad. De alguna extraña manera aquella vestimenta la sentía ajustada, pero podía moverse con
total soltura, era como si no cargara nada puesto. Aparte
de eso. el diseño le daba sin duda una visión imponente
e intimidante, o al menos eso era lo que él creía, porque
minutos después de salir de la habitación, notaba como las
personas se le alejaban huyendo de su campo visual. Bajaba con cierta calma por las escaleras de caracol, estaba un
poco solitario, cuando de pronto, a pocos escalones para
llegar a uno de los salones se consiguió de frente con El
Patri.
─Te andaba buscando. ─Le dijo con presura─,
ven conmigo.
─¿Para dónde?
─Es hora de contestar tus preguntas, vamos.
Rápidamente El Patri colocó su mano en el hombro de John, y de inmediato una luz los envolvió a los
dos. En menos de un segundo aparecieron en un enorme
y oscuro salón. Cignus perdió el equilibrio y por poco cae
sobre sus rodillas, pero la fuerza que ejercía la mano de El
Patri lo hizo mantenerse en pie.
Sus ojos se acostumbraron a la iluminación de la
habitación, la cual era escasa. De algún lugar venía luz,
pero él nunca supo identificar la fuente, a su lado había
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W.E. Franco
una mesa de madera pequeña con cuatro sillas. El Patri
extendió su mano invitándolo a sentarse.
─Te queda bien el uniforme. ─Le dijo mientras lo
detallaba─, ya pareces un verdadero soldado de nuestro
ejército.
─¿Dónde estoy? ─preguntó John confundido.
─Esto es sólo un lugar solitario donde podemos
hablar con calma.
John no se sintió complacido con la respuesta.
─Hablemos entonces. ─Dijo un poco molesto─.
Dime todo lo que debo saber.
El Patri arqueó las cejas un poco sorprendido.
─Vaya… entonces no te gustan los rodeos. Bien…
como digas, toma asiento, ésta será una historia algo larga.
Ambos tomaron sus asientos quedando frente a
frente, la mirada de El Patri era escrutadora y la de John
desconfiada.
─Bien, ─comenzó el General con una voz pausada pero dura─, quiero que escuches con atención, para
que entiendas el por qué de todas las cosas, y te des cuenta
de tu rol en esta historia...
John se mostraba atento, pero su conciencia estaba a la defensiva, dispuesto a analizarlo todo y a cuestionar cualquier cosa, no quería pasar por crédulo.
El Patri tomó un gran suspiro, iba a relatarle la
gran historia de los dos mundos.
─En el principio, antes de cualquier cosa, existían
únicamente en la inmensidad del universo OM, el gran
padre y creador junto a sus dos hijos, Váldelar y Ahitofel.
Un día, OM los dotó de un inmenso poder y se
fue a vagar por el universo, a crear todo lo que su voluntad
quisiera.
Los hermanos se quedaron solos en medio de la
nada. Entonces, para darle uso a sus inmensos poderes
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
crearon cada uno un planeta, y usando su propia esencia
harían a sus hijos, los cuales habitarían en estos mundos
por siempre.
Fue entonces cuando ocurrió la creación de Ta�
mos, el planeta del gran Váldelar, y Arcadia, el planeta de
Ahitofel… Luego sus hijos comenzaron a poblarlo todo,
llenando de felicidad los ojos de los ahora nuevos dioses.
Los planetas eran según la voluntad y la visión de
sus creadores, hermosos en sus comienzos. Las verdes e
iluminadas praderas, las llanuras doradas y el azul brillante de los mares fue la creación de Ahitofel, su planeta era
toda una belleza blanca. Por otro lado, los ardientes volcanes, los oscuros pantanos, la muerta naturaleza y el apagado sol era la creación de Váldelar… Tamos era el planeta
de la belleza negra.
Los hijos de los dioses en aquel entonces no poseían un cuerpo… éramos esencia pura, almas llenas de la
energía de los dioses… no te confundas. ─El Patri trató de
explicarse mejor al ver la cara incrédula de su oyente─,
teníamos una forma… simplemente que nuestro cuerpo
era de esencia… totalmente tangible, pero no de carne y
hueso…
─Bien. ─Continuó El Patri al observar el entendimiento de John─, entre los dos mundos había un gran
túnel que los comunicaba. De esta manera, los hijos de
los dioses podían trasladarse de un planeta a otro cuando
quisieran. Ese fue el primer error de los dioses, gracias a
la inocencia y el amor que se tenían no pudieron ver lo
que eso les traería como consecuencia.
Se detuvo unos segundos, observando la expresión de John y para su sorpresa lo vio bastante interesado,
más aún, tomaba todo lo que decía con tal naturalidad que
pareciera que hubiese escuchado esa historia antes.
El Patri tomó un nuevo suspiro antes de continuar
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W.E. Franco
con su relato.
─Sucedió que un día, por alguna razón que nadie
conoce, los hijos de Váldelar empezaron a viajar por el
túnel hacia Arcadia, y poco a poco Tamos iba quedando
desolado. Eso trajo consigo la tristeza del dios, al ver que
su planeta, el mundo que había creado se estaba quedando
desierto porque sus propios hijos lo estaban abandonando.
La ira empezaba a llenar la mente de El Patri, sentía una decepción indescriptible por todas aquellas almas
que habían abandonado a su dios, apretaba el puño con
fuerza, pero rápidamente intentó calmarse, y mantuvo
su compostura a pesar de todo. John observaba curioso
mientras escuchaba todo lo que El Patri le decía, y le pareció bastante peculiar que en ese punto su narrador se
había puesto algo molesto, y eso a él le llamó mucho la
atención.
─El gran Váldelar se sentía triste y desilusionado.
─Continuó el General─, ¿Por qué sus hijos no se sentían
contentos con el planeta que había hecho para ellos?... la
envidia comenzó a invadir al dios. La tristeza lo agobiaba,
esas almas, engendros de su propia esencia no querían el
mundo que había creado con tanto esmero. Entonces un
día Váldelar viajó al mundo de su hermano y observó con
detenimiento todo aquello, ciertamente estaba muy contento con la obra de su hermano, pero se sentía muy orgulloso por su propia creación. Fue así que se devolvió y,
en un intento de complacer a sus hijos, empezó a moldear
Tamos, imitando a su hermano, hasta el punto que quedó
exactamente igual al de Ahitofel, con sus dorados paisajes
y llanuras, con la misma belleza y el mismo esplendor.
Pero las almas no estaban a gusto y seguían migrando a
Arcadia, a pesar de todos los esfuerzos de su creador por
darle un mundo lleno de belleza blanca, no encontró satisfacción para sus almas... ellas de alguna forma percibían
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
la envidia de su dios, sentían que algo estaba creciendo en
él.
─Pero ─interrumpió Cignus─, ¿Por qué los hijos
de Váldelar, si son engendros de su propia esencia no querrían el planeta donde estaban viviendo?
─Libre albedrío. ─Contestó El Patri calmado─,
las almas tenían voluntad de hacer lo que quisieran.
─No... no me refiero a eso... lo que digo es que,
si a Váldelar le gustaba un mundo oscuro supongo que
todos sus hijos, que son como parte de su propio cuerpo
deberían tener la misma inclinación...
─Una vez más te repito, el libre albedrío es la
causa... durante muchos milenios todo era como debía
ser, pero entre las idas y venidas de los dos planetas algo
sucedió que trajo como consecuencia la migración de las
almas, y por alguna razón estas se sintieron incómodas
con su planeta.
─Y… ¿Por qué no sucedió al revés?, ¿Por qué los
hijos de Ahitofel, o por lo menos algunos no se sintieron
bien en Arcadia y migraron a Tamos?...
Cayó un silencio sombrío en el lugar, John sintió
la mirada aniquiladora de El Patri, quiso ponerlo a prueba,
pero sentía que estaba entrando en terreno peligroso, así
que sólo se quedo callado obedientemente.
─Déjame continuar con la historia. ─Dijo El Patri irritado─, si sigues haciendo preguntas lo único que
lograrás será perder tiempo, aún te falta por saber.
John sabía que si continuaba podría meterse en
un problema, porque la mirada que le propinó El Patri era
sin duda intimidante, así que decidió quedarse quieto y en
silencio.
─Bueno, así nació el odio del gran Váldelar, la
tristeza rápidamente pasó a convertirse en envidia, de allí
al rencor, y por último el sentimiento malsano que trajo
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W.E. Franco
como consecuencia lo que se conoce como La Guerra de
las Almas... Váldelar comenzó a odiar a su hermano, sentía que le había quitado a sus hijos, y eso él no lo soportó.
Fue así como modeló de nuevo su mundo como
él quería que fuese, creó un ejército de almas, atravesó el
túnel de los mundos y llegó a Arcadia a destruir todo el
planeta y a matar a su dios.
─Entonces se desató la guerra. Infirió John
─Exacto... se desató la guerra, por supuesto, en
La Guerra de las Almas no hay sangre ni extremidades
cayendo por todas partes, allí las almas eran destruídas de
dos maneras: totalmente desintegradas de lo cual no hay
manera posible de regresar o deformadas, con lo cual no
estás totalmente acabado pero si inutilizado por completo... las grandes bestias y animales que tú conoces tanto
en aquel mundo como en el mío son el producto de la
deformación de las almas que ocurrió en esa guerra... más
adelante te diré cómo sucedió eso.
En fin, muchas almas se perdieron en el olvido o
simplemente quedaron tan deformadas que el sólo verlas
provocaba locura. Ambos ejércitos pelearon arduamente
por mucho tiempo, nadie sabe a ciencia cierta cuantos
años duró la guerra, pero todos conocen lo que sucedió el
último día.
Váldelar intentaba de todo para que su hermano
bajara de su palacio en los cielos de Arcadia para que se
midiera con él... pero nada de eso sucedía, bajo la mentira
del amor que le tenía a su hermano él no quería pelear.
Entonces Váldelar tomó la medida más extrema, que a
su vez se convirtió en un grave error. Subió a los cielos,
donde la gran batalla tenía lugar... fue en búsqueda de
Helidam, quien era el General del ejército de Ahitofel y
también su hijo predilecto, a quien el dios amaba mucho,
dotado de gran poder y belleza, no vivía en Arcadia, sino
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
en el palacio del cielo junto a su creador y comandaba los
batallones en contra de los cuatro generales del glorioso
ejército de Váldelar… pues bien, nuestro dios lo enfrentó,
y por mucho poder que Helidam podría tener, era poco
contra él, y con una espada de luz lo atravesó por completo, destruyéndolo al instante.
Ahora John dibujò en su rostro una expresión de
gran sorpresa, abriendo los ojos de par en par, sabía que lo
vendría a continuación no era nada bueno.
─Durante un tiempo solamente hubo silencio.
─Continuó El Patri─, ambos ejércitos quedaron paralizados... luego se escuchó un rugido enorme y aterrador, el
hijo predilecto del dios había sido destruido. Los cielos
se tornaron de un color rojo fuego y desde el cielo bajó
Ahitofel, lleno de un sentimiento que va más allá del odio,
simplemente no tenía nombre, y ya en tierra comenzó la
batalla entre los dos dioses. Su primer choque fue tan extraordinario que levantó una luz enorme que llegó hasta
el sol que nos ilumina… las almas que tocaron esa luz
quedaron destruidas de inmediato... la pelea entre ambos dioses fue despiadada. Váldelar comprendió en ese
momento su error, pues haber aniquilado a Helidam trajo
como consecuencia la verdadera maldad de su hermano,
mostrando todo su poder, arremetiendo contra Váldelar
como si fuera un verdadero enemigo. Lo atacaba sin piedad, Váldelar sólo podía defenderse del poder avasallante
que se abalanzaba contra él, hasta que llegó el momento
en que nuestro dios quedó totalmente abatido, y Ahitofel
estaba listo para asestar el golpe de gracia.
El Patri se quedó en silencio un momento, su corazón palpitaba fuertemente... sentía la ira recorrer todo
su cuerpo. John también lo sintió, y por un instante el miedo comenzaba a nacer en su espalda.
─Pero entonces... ─continuó el General tratando
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W.E. Franco
de contener la rabia interna─, en ese momento, se abrieron los cielos, y una intensa luz atravesó todo el planeta. Ambos dioses se detuvieron, sintieron la presencia de
algo muy poderoso, y así fue... OM en gran padre y creador bajaba desde los cielos. De inmediato los dos dioses
se alejaron y se pusieron de pie.
Él se posó entre ellos, habló con una voz profunda que se escuchó en todo el planeta, para los dos ejércitos fue un estruendo ensordecedor, sólo los dos hermanos
entendieron sus palabras: “Hijos míos... ¿Qué está suce�
diendo aquí?, ¿Cuáles son estos planetas que han crea�
do?, ¿Qué es este sentimiento malsano que siento?”.
Entonces Ahitofel le respondió: “Padre, mi her�
mano ha querido sin razón alguna acabar conmigo y creó
un ejército, su odio fue tan grande que me quitó una parte
de mi esencia, mi mayor hijo”. Entonces OM miró a nuestro dios y le preguntó si eso era cierto, a lo que Váldelar
le contestó: “Padre, mi hermano y yo hemos creado estos
planetas luego de que nos dejaras solos, y nosotros para
hacer nuestra voluntad los hicimos... si no nos hubieses
abandonado, nada de esto habría pasado, así que Padre,
lo que pase entre nuestros mundos es un asunto que debe�
mos resolver mi hermano y yo”.
La voz de OM se elevó por todas partes creando
un estruendo que movió los cimientos de la mismísima
Arcadia: “¡NO PERMITIRÉ QUE MIS HIJOS SE ANI�
QUILEN ENTRE SI!, ¡ESTA FALTA SERA CASTIGA�
DA!”... fue en ese momento que comenzó el juicio del
Padre... del Gran Creador... ¿recuerdas lo que dije acerca
de que había recibido un castigo por lo que hizo?
─Sí... recuerdo que usted dijo algo acerca de que
el olvido era su castigo. ─respondió John.
─Pues sí, fue en ese momento en que el juicio
del creador se ejecutó... sólo con su voluntad detuvo la
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
guerra, y todas las almas que estaban peleando cayeron a
la tierra, fundiéndose con ella... al salir de allí se vieron
convertidos en seres con carne, hueso, sangre y dolor...
mucho dolor... salieron convertidos en humanos... esa fue
nuestra maldición y nuestro castigo...
─¿Quieres decir que el hecho de que seamos humanos es una maldición? ─preguntó John algo irritado, al
parecer no le gustó lo que escuchó.
─Yo lo considero una maldición... cuando éramos almas de esencia no sentíamos nada de eso, todo era
total armonía... luego de convertirnos en humanos lo único que tenemos es dolor... ¡por supuesto que creo que es
una maldición!... pero ese fue el menor de los castigos.
Nuestro gran dios Váldelar fue expulsado de Arcadia y
encarcelado en Tamos, nadie sabe dónde… ese fue su castigo. Ahitofel fue condenado al olvido de sus hijos, jamás
lo recordarían... es por eso que en el otro planeta existe
tanta diversidad de religiones y dioses, porque olvidaron
a su verdadero creador.
John se sintió bastante extraño al escuchar esas
palabras, por alguna razón recordó lo que le había dicho
a “dios” al momento de su suicidio: Yo creía en ti, me
lo has quitado todo ¿Qué he hecho para que me tortures
así?... ¿Por qué te has empeñado en hacer mi vida mi�
serable y absurda?... ¡Eres malvado, te odio… no deseo
verte!...
Una impotencia ligada con decepción comenzó a
apoderarse de él, y por un segundo la misma energía que
había aniquilado al Rabash había surgido de nuevo.
─Luego del castigos a los dioses ─continuó El
Patri─, OM le dio oportunidad a las almas, ahora convertidas en humanos, para que decidieran en qué planeta quedarse... los grandes fieles al ejército de Váldelar
se fueron con él a Tamos, algunos hijos de nuestro dios
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W.E. Franco
decidieron quedarse en Arcadia... algunos de los hijos de
Ahitofel también escogieron Tamos... al no saber a quién
seguir, simplemente en la ignorancia de su libre albedrío
escogieron este mundo... en general se hizo una división.
Luego de esto OM cerró el túnel que conectaba
a los dos mundos, incomunicándolos para siempre, haciéndolos también invisibles el uno del otro. Fue así John,
que OM se retiró diciendo que algún día volvería, para
perdonar a los dioses y quitarle la humanidad a las almas.
John se quedó durante mucho tiempo en silencio
analizando todo aquello, le parecía todo tan irreal e increíble, las imágenes en su cabeza no lo dejaban en paz,
se sentía desesperado e intranquilo, decepcionado, deprimido...
─¡No lo puedo creer! ─Explotó al fin, se levantó
a medias de la silla, levantando la voz más de lo que quisiera─, ¿Qué clase de juego maldito es este?...
El Patri lo miraba calmado, había visto esa expresión un sin fin de ocasiones... a cada persona recién llegada a este mundo le contaba la misma historia, y siempre
observaba la misma reacción... se acercó lentamente, y
casi en un susurro le dijo:
─¿Es más fácil para ti creer que te suicidaste y
que estás en el infierno?
John se congeló en el sitio, y cayó desplomado
sobre la silla. Se había perdido por un momento, pero
luego su cerebro maquinó todo de manera muy violenta... llegó a su realidad. Es cierto, se había suicidado, en
ese momento las causas carecían de importancia… pero
lo hizo, y después de eso, en vez de ir al infierno, vino a
dar a este lugar, y le ha tocado lidiar con verdades que no
tenían ningún significado para él. Incluso, ni siquiera la
historia que acababa de escuchar tenía sentido lógico...
nada de lo que ha pasado en las últimas horas tenía alguna
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
razón cabal, pero lo sentía y lo vivía... era su realidad.
Así que luego pensó: ¿Por qué no creerle? Por
lo menos es la mejor explicación que cualquiera pudiera
darle, no hay un “dios trabaja de maneras misteriosas”
ni tampoco “porque así son las cosas”... este es un dios
mucho más real, palpable, y las razones por las cuales se
rige este planeta son mucho más claras y simples, solamente es un deseo colectivo de venganza.
Al final de su meditación se dio cuenta de que
ahora sí podía cumplir lo que se había propuesto, lo que
quería hacer al momento de suicidarse… vengarse de
dios, y aquí se le está dando esa oportunidad... después de
todo, quitarse la vida le iba a dar la esperanza de cumplir
su venganza. Miró a El Patri con determinación, y este
comprendió enseguida que John de alguna manera había
despertado, dándose cuenta de la verdad a la cual se enfrentaba, y se alegró, porque en ese momento sintió que
tenía frente a él a un verdadero pupilo, alguien a quien podía enseñarle personalmente el uso del maravilloso poder
que Váldelar le había regalado a sus hijos. Aunque más
allá de querer enseñarle, le interesaba mucho conocer a
fondo a ese hombre, porque no olvidaba lo que pasó en el
desierto. Recordaba claramente como él derrotó a una horrible criatura manipulando la propia esencia del planeta...
cosa que ningún recién llegado había hecho jamás.
─Bien. ─Le dijo al final─, te contestaré las preguntas que quieras.
John Cignus lo miraba fijamente... su mente ahora estaba más clara, comprendía de manera lógica todo lo
que estaba sucediendo, en realidad tenía pocas preguntas,
pero una en particular sin duda era la más importante.
─¿Puedes revivir a alguien que haya muerto en el
otro planeta?
El Patri se extrañó profundamente por la pregun55
W.E. Franco
ta, era la primera vez que después de contar la historia
de los dos mundos alguien saliera con una incógnita tan
fuera de lugar.
─No puedo ni siquiera revivir a alguien que haya
muerto aquí, John. ─Contestó con calma─, las leyes de la
existencia siguen siendo las mismas en cualquier parte…
yo no tengo el poder de manejar la vida y la muerte.
─¿Por qué soy un Hereje? ─Sus palabras eran secas y directas.
─Porque no volviste a nuestro mundo... tu alma
pertenece al ejército de Váldelar, y cuando OM les dio a
escoger el planeta donde vivirían, tú escogiste Arcadia...
dándole la espalda al glorioso dios que te dio la vida...
─¿Cómo es posible que puedas tú saber eso?
─preguntó irritado.
─Tú perteneces aquí... todas las almas evolucionaron y se desarrollaron en ambos planetas, cuando tu
cuerpo humano cumplía con su tiempo en aquel mundo,
tu alma simplemente buscaba otro cuerpo que habitar,
siempre había uno listo, porque es el proceso natural en
Arcadia. Pero el llamado de Váldelar llegaba a ti en algún
momento, y todo se confabula para tu suicidio, para que
tu alma quedara libre de las reglas de Ahitofel, entonces
ese proceso se rompe y no había más cuerpo para ti en
aquel mundo, en ese momento viajas de vuelta a tu planeta, al cual perteneces.
─¿Quieres decirme que cada persona que se suicida fue un soldado del ejército de Váldelar?, ¿Ninguno
de los hijos de Ahitofel se suicida?
─Correcto, es algo que siempre pasará, en algún
momento de tu existencia tenías que suicidarte, es la única
forma en que podías llegar hasta aquí... en tus otras vidas
cuando morías sólo saltabas de un cuerpo a otro hasta que
estuvieras listo... hasta que tu verdadero dios te llamara.
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
─Entonces este mundo debería estar lleno de personas. ─Replicaba John─ ¿Sabes cuantas personas se suicidan a diario?
El Patri sonrió levemente, no era la primera vez
que escuchaba la misma pregunta.
─Existen dos razones por las cuales eso no es
así... el lugar donde los suicidas llegan a nuestro mundo
siempre es un azar, nunca aparecen en el mismo sitio... y
la mayoría de ellos aparecen en el mismo lugar donde llegaste tú... en el vasto desierto de Tamos, y como pudiste
darte cuenta, ese es un lugar despiadado y cruel... muchos
son víctimas de los Rabashes, los Tainech, cualquiera de
las criaturas, o caen en las fauces del horrible Taygamo�
th... se convierten en rápido alimento para las abominaciones que habitan en el desierto... la otra razón son los
Esvasti… una familia de dementes cuyo único propósito
es acabar con los suicidas, y son pocos los que sobreviven... así que esa es la razón por la que Tamos no es un
lugar tan poblado como debería o como el otro mundo.
─¿Esvasti?
─Ellos son una de las siete familias que existen en
Tamos… cada familia tiene una función específica dentro
de la sociedad de nuestro mundo… desde los encargados
de mantener el orden civil como los Acribam… hasta los
que cuidan los cementerios, los señores de la muerte, llamados Aghori… más adelante te hablaré de ellos.
John se quedó un largo rato en silencio, pensando
en una nueva pregunta que hacerle, pero ya se sentía incómodo por el lugar y la conversación, tenía ganas de salir
de allí… deseaba descansar. Su cabeza estaba embotada
con tanta información, quería poner en orden sus ideas,
para luego planear su venganza contra el verdadero dios
que le quitó todo de manera injusta y perversa.
─Muéstrame tu mundo. Dijo John con mirada in57
W.E. Franco
quisitoria.
─También es tu mundo. ─respondió El Patri
mientras sonreía y colocaba su mano en el hombro del
hereje. En ese momento los envolvió la brillante luz nuevamente, y cuando los ojos de John pudieron
ver con claridad, contempló una gigantesca puerta a su
izquierda. Su tamaño era descomunal, era una de las puertas de la gran fortaleza, se encontraban en los muros que
custodiaban el Palacio de Luz.
─Quiero aprender a hacer eso. Dijo Cignus en
medio de una tímida sonrisa.
─Dudo que puedas aprenderlo hereje... eso es
algo innato en mi... vamos, acompáñame y te muestro este
maravilloso planeta.
Las puertas se abrían lentamente con un sonido
metálico amortiguado, el brillo de la luz solar le molestaba en los ojos, pero luego John pudo escrutar impresionado todo lo que tenía frente a él. Estaban situados en una
alta colina, y él podía ver casi todo con mucho detalle.
La vegetación que observaba era muy parecida a la que
conocía, pero esta se notaba de alguna manera más llena
de vida. Las flores y los arbustos no tenían mucho color o
brillo, pero sin duda Cignus notaba como si tuvieran vida
inteligente... podía sentir la energía que los rodeaba, inclusive si esos arbustos tuvieran la capacidad de hablar, él
podría escuchar lo que dijeran. John se impresionaba así
mismo de lo agudos que estaban sus sentidos, podía ver
más lejos y nítido, escuchar más profundamente, su olfato
había evolucionado y sentía los olores a un nivel extraordinario, era sorprendente cómo su cuerpo respondía.
El aire era denso y algo caliente, pero cada vez
que inhalaba sentía una inmensa pureza, le agradaba mucho lo que estaba experimentando, y en ese momento pensó que era un planeta maravilloso.
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Leyenda de Dioses I - El Hereje
─Sé lo que piensas. ─Dijo El Patri─, sé lo que
sientes por este mundo, porque tienes dentro de ti mucha
esencia de nuestro dios, y eso es lo que percibes cuando
ves todo esto… hermosura, grandeza, simplemente sublime.
John le encontró mucha lógica a todo lo que estaba escuchando, a pesar de que lo que admiraba no era
algo tan fuera de lo natural, sin duda había algo dentro de
él que le decía que este era el lugar donde siempre quiso
estar, que de haber sido en otras circunstancias, aquí sería
muy feliz. Sentía que este era su verdadero mundo, de
alguna forma descubrió que de verdad nunca perteneció
a Arcadia, porque allá no se sentía tan a gusto como aquí,
con la excepción de los momentos en que estaba con ella.
Allá en la distancia John pudo observar la gran ciudad
de Agypt, que con la luz del sol brillaba gracias a sus
construcciones hechas todas de metal o de materiales que
reflejaban mucho la luz, pero no pudo detallarla mucho
dada la lejanía.
─¿Esta es la única ciudad que tiene este mundo?
─No. Existen cuatro grandes ciudades, que son
las que mantienen toda la estabilidad económica y la habitabilidad del planeta... Tamos no es muy poblada... esto
es porque Arcadia no tiene eso. Dijo señalando un punto a
lo lejos.
Detrás de la gran ciudad, allá se elevaba una gigantesca muralla gris hecha de polvo, John no necesitó
que le dijeran que era eso… ya lo sabía.
─El desierto de Tamos. ─respondió en voz baja.
─Exacto, el desierto ocupa más de la mitad de
nuestro mundo... siempre cubierto por nubes y constantes
remolinos por todas partes... es casi desconocido por nosotros, porque, aparte de ser gigantesco, allá hay criaturas
que son muy temidas por todos los habitantes... las más
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W.E. Franco
espantosas almas que quedaron deformadas en La Guerra
de las Almas se convirtieron en horribles criaturas luego
del juicio de OM, y todas vinieron a parar aquí... muy
pocas personas se atreven a entrar en el desierto.
─Entonces... dijiste que me ibas a enseñar algo.
─La mirada de John era decidida─ ¿Qué es?
El Patri sonrió, veía determinación en su nuevo
pupilo, cosa poco común en un suicida.
─Vaya, siempre al grano... vamos entonces a los
salones de entrenamiento... es hora de formarte como un
soldado de nuestro ejército.
Se dieron la vuelta... John le dio una última mirada a la ciudad y se fue detrás de El Patri. En lo que
atravesaron las puertas sintió que una mano se posaba en
su hombro y que una luz brillante lo arropaba.
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