FERNANDO MARTÍNEZ HEREDIA A propósito del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2011* P or séptima ocasión se convocó este premio anual en Caracas, esta vez para libros publicados en el año 2011, con el único requisito, como dice el lema del concurso, de ser «reflexiones críticas y alternativas comprometidas con el presente y el futuro de la humanidad». Al final de junio se reunió el jurado, compuesto por Mónica Bruckman, Luis Britto García, Ignacio Ramonet, Germán Yépez Colmenares y Fernando Martínez Heredia, que decidió otorgar el premio a la obra Del reencuentro de Marx con América Latina en la época de * Jorge Veraza: Del reencuentro de Marx con América Latina en la época de la degradación civilizatoria mundial, Caracas, Ministerio del Poder Popular para la Cultura, 2012. Esta reseña, así como las páginas indicadas en cada cita, corresponden a la edición de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia (La Paz, 2011). la degradación civilizatoria mundial, del mexicano Jorge Veraza Urtuzuástegui, y conceder cinco menciones: Bajo el imperio del capital, de Claudio Katz; Siembra de concreto, cosecha de ira, de Luis Hernández Navarro; Claves para la industrialización socialista, de Víctor Álvarez; Inicios de la tradición iberoamericana de derechos humanos, de Alejandro Rosillo; y De Cristóbal Colón a Hugo Chávez Frías, de Gerónimo Pérez Rescaniere. El 2 de julio se anunciaron estos resultados en una conferencia de prensa que presidió el ministro de Cultura venezolano, Pedro Calzadilla Pérez, y el 7 de septiembre se efectuó el otorgamiento, en un hermoso acto en el teatro «Teresa Carreño», en el que estuvieron presentes los galardonados. El ambiente de movilización popular a favor del presidente Hugo Chávez Frías para su relección en los comicios del 7 de octubre presidió ambos momentos de este séptimo premio, y le impidió al mandatario cumplir su propósito de entregarlo personalmente. La obra de Veraza tiene el mérito extraordinario de aportar al desarrollo de la teoría social marxista, Revista Casa de las Américas No. 269 octubre-diciembre/2012 pp. 133-137 LIBROS 133 134 al mismo tiempo que la utiliza para analizar problemas fundamentales del mundo actual. Es propiamente una antología, formada a partir de nueve libros que el autor dio a la luz en la última década, pero el resultado es muy orgánico y rigurosamente compuesto. El objetivo que tuvo ese trabajo muestra claramente la posición de Veraza y el presupuesto ideológico del mérito al que me refiero: su publicación por la Vicepresidencia de Bolivia, en octubre pasado, como una ayuda frente a «la urgencia de un discurso crítico revolucionario integral» –como dice la Presentación de esa edición– «en este proceso que estamos construyendo en Bolivia» (14). El libro desarrolla un plan muy ambicioso, en cuatro partes que el autor tituló: «La historia del capitalismo hasta hoy como si lo viera Marx», «La subsunción real del consumo bajo el capital o el capitalismo contemporáneo», «El capital, el mercado mundial y la nación», y «Hegel y Freud en la historia del capitalismo y la construcción del marxismo en el siglo XXI». Al inicio de la segunda parte, Veraza expone el resultado de su investigación de lo esencial de la posición teórica de El capital en cuanto a la subsunción real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital, y presenta una teoría de la subsunción real del consumo bajo el capital que investiga cómo el sometimiento de la producción se extiende hasta incluir orgánicamente la esfera del consumo. Veraza llegó a ese concepto en 1976, para plantearse una explicación del capitalismo contemporáneo, retomando a Marx y criticando las teorías del imperialismo, y para explicar el comportamiento dual de la contracultura de aquel momento. El trabajo con la subsunción del consumo es central en la posición teórica de Veraza.1 Pero no es prudente en una reseña intentar un diálogo con una obra de tanta riqueza de tesis propias, proposiciones, críticas, manejo de múltiples asuntos y apertura de caminos, y este no es un cumplido de reseñador. Ni siquiera es posible mencionar todos los puntos de mayor interés. Por eso me limitaré a aludir a algunos de sus temas e ilustrarlos con la palabra del autor. Veraza es uno de los pensadores lúcidos que desmitifican unas ideas y una literatura confusionistas acerca del capitalismo actual: En sus críticas a la noción de sociedad de consumo, Veraza se apoya en una de sus proposiciones principales: «no se observa la nocividad fisiológica de los valores de uso como pivote de la enajenación material sobre la cual y para la cual y, aún más, por la cual tiene eficacia la manipulación ideológica y aun la psicológica» (139). La tercera parte aborda la nación desde la perspectiva de la lucha social, uno de los problemas que han resultado cruciales en la política revolucio- 1 Ver Jorge Veraza: Subvirtiendo a Bataille (1987); La subsunción real del consumo bajo el capital en la posmodernidad y los Manuscritos de 1844 (1994); y Subsunción real del consumo al capital. Dominación fisiológica y psicológica en la sociedad contemporánea (2008). El origen nacional de la empresa estuvo territorial y tecnológicamente determinado y hoy es «fábrica mundial», debido a un doble arraigo territorial tecnológicamente complementario del anterior, por lo que esta nueva determinación no desterritorializa al capital, sino que lo aferra redoblada y nítidamente a segmentos territoriales que le son adecuados para explotar plusvalor y oprimir a la clase obrera y a la humanidad. Por supuesto, su Estado nacional de origen lo protege, garrote en mano, en su aventura territorializante [357]. naria de los países que han sido colonizados y neocolonizados por el capitalismo mundial. Veraza aporta en esta parte numerosas reflexiones de mucho valor. Escojo algunas de las preguntas que formula: ¿cómo se ha resuelto históricamente la relación entre la izquierda parlamentaria –preponderantemente dedicada a la política (burguesa) de oposición– y la izquierda extraparlamentaria –preponderantemente dedicada a la cuestión social– y cómo mejorar/remover el resultado histórico mayormente sectario que ha prevalecido?; ¿cómo se muestra la ética de los partidos y los líderes de la izquierda?; ¿la política proletaria solo es clasista e internacionalista?; ¿el nacionalismo solo puede ser burgués?; ¿no existiría un nacionalismo proletario sin el cual la política clasista sería abstracta y el internacionalismo fantasmal? (317, 351). Y le añado una afirmación que el autor hace en la primera parte, en su análisis de los límites objetivos del capitalismo contemporáneo: «La confusión del sujeto social revolucionario actual es muy preocupante, porque está fuerte, pero sin cabeza para retomar la idea» (99). Veraza tiene siempre en cuenta a los individuos en sus análisis acerca del sistema de dominación capitalista, y sus planteamientos sobre comportamientos, afectaciones de la personalidad y otros aspectos son, a mi juicio, muy importantes. La humanidad se hunde en una depresión psicológica duradera [escribe] apenas si variopintada aquí y allá con destellos de «emociones fuertes» culturales de todo tipo... y la inclinación masoquista masiva hacia los tatuajes y la perforación de oídos, nariz, boca, ceja, lengua, pezones, etcétera, para insertarles horquillas, hasta la avalancha de deportes de alto riesgo de consumo masivo... [79]. Las relaciones del capitalismo con la naturaleza son tratadas con la misma profundidad y revisión analítica de las determinaciones que utiliza Veraza en todos los temas relevantes que desarrolla en esta obra. La destrucción ecológica forma parte del uso capitalista de la tecnología [dice] y sobre todo del funcionamiento de la tecnología capitalista (subsunción real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital). De suerte que el primer valor de uso degradado por sometido al capital son los cuerpos y las mentes de los obreros en funciones en tanto sectores de naturaleza, así como el entorno natural de las fábricas... [94-95]. Expone entonces la complejidad de las contradicciones que acompañan al grado actual de deterioro y agresiones a la naturaleza, a partir de las relaciones sociales fundamentales. Y así puede afirmar: «...si se dice que el capitalismo está débil porque viene la crisis ecológica nos remiten quizá a una gran catástrofe, pero no necesariamente la del capitalismo...» (100). O postular en el capítulo «Economía y política del agua»: La apariencia de que el agua es mercancía encubre una violencia extraeconómica de expropiación forzada a la nación y a las comunidades locales, una verdadera acumulación originaria de capital en las postrimerías del capitalismo [...] el agua que te vendo cara, primero te la robé [219-220]. Deseo mencionar al menos el manejo riguroso de las fuentes del marxismo y la comprensión profunda que de él tiene Veraza, y la excelencia de su trabajo con otras teorías sociales. Las valoraciones 135 sobre el Manifiesto comunista en el primer capítulo, las consideraciones sobre El capital al inicio de la tercera parte, y el tratamiento que da a Hegel y a Freud en la cuarta parte, son ejemplos descollantes de ese vigor y fertilidad teóricos.2 Jorge Veraza posee un gran dominio de los elementos fácticos de los temas que investiga, y de las corrientes y tesis existentes sobre su conocimiento y explicación. Resulta siempre un expositor erudito y, sin embargo, nunca su texto es pesado o demasiado denso; maneja muy bien la diferencia que existe en el trabajo intelectual entre la seguridad en sí mismo y la pedantería. La forma es realmente notable, porque Veraza es muy buen escritor. Las cinco menciones otorgadas, diferentes en su asunto al premio y entre sí, constituyen una brillante representación de la calidad y la enorme diversidad de asuntos, perspectivas, criterios y objetivos que posee el conjunto de las obras presentadas. Pude apreciar que se diferencian en grado apreciable dos tipos de obras: las que profundizan en sus temas con medios avanzados de ciencia y pensamiento social, y realizan los análisis, síntesis y exposición de resultados correspondientes; y las que ofrecen aproximaciones y divulgaciones de asunto contemporáneo o histórico a partir de testimonios, documentos y otras fuentes, ayudadas también con instrumentos y rigor de ciencia social, con 2 Los trabajos de Jorge Veraza en esos campos podrían conocerse más ampliamente al leer otros títulos suyos, como Karl Marx y la técnica desde la perspectiva de la vida. Para una teoría marxista de las fuerzas productivas (2012), Para pensar la opresión y la emancipación desde la posmodernidad. Crítica a la dialéctica del amo y el esclavo en Hegel (2005) y Recepción crítica de «El malestar en la cultura» (2008), los dos primeros publicados por Editorial Ítaca y el tercero por la Universidad Autónoma Metropolitana, los tres en México D.F. 136 el propósito de rescatar memorias y dar voz a los que no la tienen, y de informar, ofrecer valoraciones, entusiasmar y concientizar a los lectores. Ambos tipos de obras son de sumo valor, y varios de sus exponentes en este concurso alcanzaron logros extraordinarios. Por séptima vez se han efectuado en la Venezuela bolivariana los trabajos del Premio Libertador al Pensamiento Crítico. Quisiera terminar esta reseña con parte de mis palabras en la conferencia de prensa que anunció sus resultados: Hace poco más de cuarenta años, en esta misma ciudad de Caracas, las fuerzas represivas que asaltaron la Universidad Central quemaron los libros y revistas que consideraban subversivos. Entre estas últimas estuvo la colección que tenían los estudiantes de la revista cubana Pensamiento Crítico, de la cual fui el director. Poco tiempo después recibí una carta de estudiantes venezolanos que me contaban el hecho y solicitaban que por algún medio les enviara otra colección, para reponer la destruida por los esbirros del régimen. Pasó aquella época de luchas y sacrificios heroicos, y a fines de los años ochenta ya los reaccionarios no creían necesario quemar publicaciones. El triunfalismo los invadía, confiaban en la imposición a escala mundial de un capitalismo salvaje e impune al que llamaron neoliberalismo, de un pensamiento único a su servicio y hasta en el fin de la historia, es decir, de la historia de las resistencias y las rebeldías. Pero en lo esencial ellos son los mismos, por eso en aquel momento no vacilaron en asesinar en masa al pueblo levantado en Caracas para restablecer su orden. Pero la América Latina y el Caribe se están sacudiendo ese yugo, se han puesto de pie los pueblos y avanzan con ímpetu en busca de la segunda independencia del Continente, ahora en una unión de la libertad, la justicia social y la soberanía, que es la ARIEL CAMEJO Paisajes insulares: notas para un diálogo imprescindible sobre naturaleza-artesociedad* L a extensa y fructífera labor investigativa, pedagógica y de promoción cultural que durante décadas ha desarrollado Yolanda Wood Pujols, tanto desde su cátedra en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de La Habana como desde su actual posición al frente del Centro de Estudios del Caribe de la Casa de las Américas, ha alcanzado uno de esos momentos que solemos llamar de síntesis y proyección. Se trata del volumen Islas del Caribe: naturaleza-arte-sociedad, publicado por la Editorial UH y presentado durante la Feria Internacional del Libro Cuba 2012, la cual estuvo dedicada precisamente a las culturas de los pueblos del Caribe. Para nadie es un secreto que Yolanda Wood ha dedicado casi toda su vida profesional a armar el «archivo» disperso que hoy podemos denominar cómodamente como Arte del Caribe. Para ello ha recopilado materiales impresos, obras de artistas, fragmentos de entrevistas, testimonios y opiniones, catálogos, invitaciones, carteles promocionales y todo aquello que ha encontrado a su paso en un * Yolanda Wood Pujols: Islas del Caribe: naturalezaarte-sociedad, La Habana, Editorial UH, 2012. Revista Casa de las Américas No. 269 octubre-diciembre/2012 pp. 137-140 única manera factible y la que hará invencible esta lucha. Contamos ya con algunos poderes populares, y la Revolución bolivariana está en la vanguardia. Una muestra palpable de eso es este premio, creado cuando el proceso estaba en una fase temprana, en medio de las dificultades y el desbarajuste que caracteriza a las revoluciones. La decisión de crear el premio, y la tenacidad maravillosa que lo ha sostenido año tras año, dicen mucho de la realidad y la fuerza de la Venezuela bolivariana, pero también de la emergencia y el desarrollo de nuevos niveles de conciencia muy superiores a los del siglo pasado. Esta iniciativa y su desarrollo son tan importantes porque las nuevas personas que están naciendo, las relaciones sociales, los poderes y las instituciones que con grandes trabajos se están forjando, los proyectos y los sueños que están movilizando y dándoles sentido a las vidas y a los esfuerzos de millones, exigen ser pensados y discutidos, y el pensamiento tendrá que multiplicarse y ser fomentado. Los pueblos ya no pedirán una colección de revistas, ni darán sus vidas al cabo de un motín popular, ahora van a exigir cada vez más, y solo se satisfarán con una nueva cultura. Por eso es tan promisorio este premio, y es un anuncio de futuro esta fiesta del pensamiento crítico. c 137 itinerario dilatado en tiempo y espacio a lo largo de las islas caribeñas y sus extensiones continentales. A ello se suma la construcción de un saber que ha aglutinado y ha dado coherencia a ese corpus disperso, y a su vez lo ha presentado como una materia cognoscible para estudiantes, investigadores y artistas de varias generaciones. Si hoy podemos hablar, y se puede hablar a nivel internacional también, de un conjunto regional que participa del concepto canónico de «artes plásticas» o «artes visuales» se debe en buena medida a esa intensa vocación pedagógica. Creo que este es un punto de partida indispensable para entender un texto como Islas del Caribe…, el cual bebe evidentemente de reflexiones y análisis ideoestéticos ya anunciados en libros como el iniciático De la plástica cubana y caribeña (1990), o el más cercano Artes plásticas en el Caribe: praxis y contextos (2000). Creo que emana de esa obra anterior, sobre todo, una lectura de la obra de arte que está necesariamente mediada por las singulares condiciones socioculturales, económicas, políticas y lingüísticas en las que se gesta. Cada uno de esos elementos desfigura y recompone, en función de geografías insulares y humanas diversas, los escenarios valorativos que se sitúan como modelos interpretativos para la Historia del Arte como disciplina y, en general, para la generación de un saber letrado, llámese historiografía, crítica o teoría de la cultura. Lo que se nos presenta ahora es una nueva etapa de ese recorrido gnoseológico, tal y como ha reconocido ya una buena parte de la crítica que ha acompañado el nacimiento del texto. Se trata de un momento de complejización analítica que parte de la puesta en relación de un área del conocimien138 to, las prácticas artísticas del Caribe insular, con un horizonte de valoración inter y transdisciplinario en el que problemáticas advertidas anteriormente adquieren nuevos matices y anuncian el escenario interpretativo polivalente y polifuncional en el que se construye, consume y circula el arte contemporáneo. Uno de los aciertos de esta investigación, que es el fruto además de un proyecto premiado por el programa de becas Clacso-Asdi Senior de promoción de la investigación social para la América Latina y el Caribe 2006-2008, es el abordaje coherente y la correcta disposición analítica de las relaciones entre naturaleza-arte-sociedad. Así, la primera parte, «El arte entre el paisaje y el hombre en la naturaleza», articula un recorrido sociohistórico en torno a aquellas dinámicas y procesos que resultan centrales para la construcción de un imaginario de lo insular caribeño: poblamiento y despojo; mapeo y registro letrado de lo insular; imposición de nuevos sistemas de lugares (ciudad, hacienda, plantación); superposiciones y desfasajes entre paisajes naturales e identitarios; asimetrías históricas, económicas; migraciones y esclavitud; solapamientos lingüísticos, culturales, religiosos; entre otros tantos que van tejiendo progresivamente una tupida red de relaciones de dominación, vasallaje y negociación identitaria que orienta los posicionamientos y las formas de estar en el territorio desde un peculiar horizonte de disposición y organización del mundo. Se desprende de aquí un primer inventario de imágenes que están atravesadas fundamental, aunque no exclusivamente, por la experiencia colonial, matriz de conexión y vínculo raigal que permite hilar ciertos agrupamientos o preocupaciones sostenidas por la representación visual. La segunda parte, en buena medida como desprendimiento de la reflexión inicial que le sirve de base, nos presenta un proceso de introspección de la imagen, si es que podemos llamarla de ese modo. Implica un análisis exhaustivo de aquellas formas de la contemplación y la mirada que ya están ancladas en posicionamientos institucionalizados en cierta medida o al menos orientados por una pragmática, cierto es que con variación en sus intensidades y manifestaciones locales, de lo nacional-identitario. De ahí que el examen de obras aisladas, poéticas de artistas o conjuntos temáticos, contribuyan de forma significativa a sostener las intervenciones analíticas de la autora sobre los cruzamientos permanentes que, amparados por una sedimentación histórica en el imaginario social y artístico, trazan una línea de contornos más o menos regulares entre la obra de arte y los paisajes medioambientales a los que esta alude. Emanan de este análisis deliciosas lecturas sobre el potencial simbólico y figurativo de elementos muy relevantes para la organización de un catauro de imágenes caribeñas: el monte, el arcoíris, los corales, la palma, la ciénaga, la costa, el bohío, el guajiro, el esclavo, todos ellos sometidos a un nuevo sistema de relaciones socioambientales sobre el que se proyecta la urgencia de nuevos paradigmas estéticos que alcancen a rescatar las cercanías entre naturaleza y sociedad. El arte caribeño, desde este peculiar horizonte contemporáneo en el que la naturaleza proyecta nuevamente una orientación distintiva del nexo raigal y originario con un modus vivendi más respetuoso de los ciclos y los procesos ambientales, es revisitado desde una nueva propuesta valorativa que pone de relieve los vínculos indisolubles de las prácticas artísticas de la región frente al complejo entramado de relaciones del cual nace. No menos relevante resulta entonces el epílogo del volumen, «Nuevos retos del arte frente al diálogo naturaleza-sociedad», en el que la autora llama la atención sobre la que parece ser una circunstancia definitoria para las prácticas artísticas de la región, y aquí me gustaría señalar que es una lectura válida también para la literatura: la necesidad de reintegrar los discursos artísticos a un escenario de socialización e intercambio cultural que tome como principio organizador las relaciones construidas y por construir con el medio ambiente, entendido este desde la complejidad que dibuja la heterogénea cartografía de nuestra historia cultural, social, política, económica, demográfica… Por si estos méritos fueran poco, debo añadir que Islas del Caribe… realiza otro aporte sustantivo a los estudios del arte caribeño: dos catálogos de obras que ilustran el volumen y sostienen desde la visualidad muchas de las propuestas interpretativas y los análisis desplegados en estas páginas. Este elemento convierte al texto, junto con las fichas de autores que aparecen al final, en un documento indispensable para la formación docente y la investigación, en tanto complementa de forma sustancial la función de «archivo» a la que me refería al inicio. Igualmente provechosa resulta la amplia bibliografía que sustenta la investigación y que confirma la orientación esencialmente interdisciplinaria de este estudio. Se cruzan allí referencias clásicas al pensamiento y la literatura de la región, la antropología, la etnografía, la economía, el desarrollo sostenible, la historia ambiental, la teoría de la cultura y las artes visuales, la historia del arte, la lingüística; así como a catálogos, documentos de archivo y entrevistas que hablan de los periplos vertiginosos de Wood por las islas del archipiélago. Islas del Caribe: naturaleza-arte-sociedad constituye pues, una lectura obligada no solo para los 139 Revista Casa de las Américas No. 269 octubre-diciembre/2012 pp. 140-143 140 interesados en los estudios de la visualidad caribeña, sino para todos aquellos abocados a la construcción de nuevas formas de relación con los objetos culturales y las prácticas artísticas de una región sometida durante siglos a los designios de la razón occidental e ilustrada desde las que se diseñaban «políticas de la mirada», formas de visualizar, contemplar y valorar nuestra propia realidad, nuestra historia y nuestra cultura. En esta bella edición cuidadosamente preparada por la Editorial UH, Yolanda Wood nos hace partícipes y nos invita a continuar esa labor incansable y permanente desde la cual comienza a construirse una nueva imagen de nosotros mismos, un nuevo paisaje de la insularidad. Antonio Martorell, artista que transita y navega fragmentos múltiples de este volumen, recordaba en una hermosa carta dirigida a la autora, a propósito del libro, la relación de su nombre, del apelativo con el que casi todos le conocen, «Yola», con una frágil embarcación en la que se mueven, entre el azar del hambre y de las olas, los pescadores de las islas. Así va Yolanda Wood y su libro por las costas de esas islas, siguiendo los contornos irregulares que encierran su geografía como un nudo de tinta que intenta atrapar una palabra. Así va, a veces en calma, a veces inquieta o, como dicen los martiniqueños, «como perro en una yola». c LUIS ÁLVAREZ ÁLVAREZ El amanuense: novela lírica y feroz* E l amanuense, reciente novela de Lourdes González Herrero, tiene un rostro más que peculiar en el contexto de la narrativa cubana. Ante todo, se caracteriza por una límpida factura estilística de novela lírica, en la cual las aristas más punzantes de la realidad son asumidas, pero bajo una meditación subjetiva de una intensidad impecable. En tal sentido, encuentra su antecedente mayor en Jardín, de Dulce María Loynaz, otra novela lírica concentrada de manera obsesiva en el mundo interior del protagonista. Pero El amanuense está lejos de la atmósfera de ensoñación de Jardín: muy al contrario, a pesar de sus aparentes celajes y velos que parecerían difuminar la realidad, su aspiración es aferrar el día cotidiano, pero desde ángulos poco frecuentados por la narrativa cubana. Encerrado en el mísero cuarto de un edificio paupérrimo, el amanuense, innominado y gris, pasa balance a la vida a través de los vocablos que constituyen su modo de vida y su pasión: Se descalza, suspira como un niño y se dedica al juego de las palabras que han perdido valor, es una distracción que ha inventado para soportarse, se entretiene anotando en un papel aquellas palabras que alguna vez significaron un concepto que la vida comenzó a anular o a transformar. Hoy, esas palabras son: salario, * Lourdes González Herrero: El amanuense, La Habana, Ed. Letras Cubanas, 2011. ultraje, regalo, horno, vacaciones y, por supuesto, atlantes [139]. El lenguaje, desde luego, es una cualidad señalada del texto: hay un señorío maestro en el manejo de cada vocablo. Pero lo esencial, más allá del lenguaje mismo, es la construcción de una parábola estremecedora sobre la propia escritura. A través de una atmósfera asordinada y que, además, resulta cuidadosamente desbastada, Lourdes González traza un panorama singular de la vida de la escritura, estrechada, destilada, hasta no ser más que eso: reproducción de palabras sobre un papel, ni siquiera literatura misma, sino expresión. Ello está determinado por el hecho de que el protagonista sea un amanuense, un mero escriba de los temas más abstrusos, condenado a hacer un trabajo que para el lector queda como una tarea difusa que siente muy cercana –en esos envíos que traen un mensaje innominado desde un sitio que no se menciona nunca, como tampoco el destino de esas versiones manuscritas e interminables que el protagonista debe realizar– de ciertas atmósferas ominosas de Kafka. En efecto, el amanuense cumple un destino de vida, no un mero oficio. Lourdes González subraya su carácter de ser humano atado al lenguaje, más allá de la función que ejerza en un texto. Con cuidado se evita, en la sucesiva manifestación de fragmentos de lo que el amanuense debe copiar, transformado en una versión suya, la idea de que es un creador literario. Por eso mismo la escritura de arte queda más desnuda todavía en su esencia de malabarismos insondables con el lenguaje: pocas veces, tal vez nunca, la narrativa cubana había abordado el tema de la creación misma con tal agudeza despiadada: «Ah, las palabras y su efecto demoledor, falsario, turbio, sangrante; aunque se haga una copia mediocre, en ellas puede uno tomar el pulso de la vida» (143). Y, tal como es la aspiración de la narradora, todo el libro persigue desnudar el pálpito de vida en cada factor de los infinitos que conforman la existencia humana. De aquí la fuerza devoradora de esta novela, que nos engulle en el vórtice de su aparente carencia de conflicto. Nos enfrentamos a un ser cuya vida se ha consagrado a las palabras, que no tiene ni lápices con qué escribir, que no hace sino copiar una y otra vez palabras ajenas pero comprendidas por él como parte del panorama inmenso de la vida; es la esencia misma del acto de escribir, pues, como advierte el amanuense: «Si la escribo, aumentan los peligros de manera vertiginosa. Les sucede a todas las cosas que se escriben: cambian su valor, se desentumen, brotan, penetran, dan giros, crecen, se amplifican, se dispersan, son volutas, hachas, dioses» (31-32). Su labor obsesionante, por lo demás, a pesar de su captación implacable de la existencia, resulta a la larga una autonegación: «Mira hacia los estantes y pugna por salvarse de las inevitables preguntas de siempre: ¿qué puedo hacer para negarme?, ¿qué puedo hacer para dedicarme?, ¿qué puedo hacer si logro terminar esta suplencia de mí mismo?» (30). El protagonista está constantemente atenazado por el horror de salir de su cuarto maltrecho –su refugio– y enfrentarse a lo externo. Su oficio es, en efecto, un abrigo contra la amenaza de lo externo: «Un ataque de pánico semeja el umbral de la muerte. Si toda alegría puede transformar un cuerpo, el pánico lo puede destruir, aniquilar, demostrar al soma elemental y a la mente viciosa que nada es nada frente a él» (25). El calibre de esta meditación sobre el ser está a la vista. El amanuense es 141 un balance de la vida, no de la existencia en abstracto, sino de aquella de la isla. A pesar de su aparente difuminación lírica, disecciona problemas de nuestro presente, signado por una transición incontenible. El amanuense da cuenta de ello en un pasaje de enorme significación: Del Subaru gris se bajan cuatro hombres de rostros sagaces y experimentados. Sus ropas son modernas; camisas y pulóveres apretados, cintos anchos y llenos de detalles metálicos, pantalones sport. Llevan joyas en el cuello, en las manos, en los brazos. Y sonríen a la tarde que comienza a ser otra conquista en sus complacientes contingencias [137]. Es la irrupción de un futuro amenazador en un presente estremecido. En dos trazos se hace evidente la incomunicación esencial entre el mundo del amanuense y lo que está invadiéndolo de manera aterradora: Ellos susurran palabras que él no puede entender. Se aproxima, imprudente ante tanta energía, para averiguar cómo se puede ser tan feliz bajo el sol riguroso, en un clima de humedad extrema. Consigue admirar sus gestos y sus modos de reír de todo lo que ocurre alrededor: de las muchachas negras, de los viejos transitando con cautela, de los que cuidan el tránsito, del parqueador, del que vende refresco, del sabor del refresco, de los letreros, del aire, de las nubes. Antes de que puedan reírse de él, toma cierta distancia y los mira recrearse apoyados en el chasis del carro, en espera de quién sabe qué [137]. El grupo de los triunfadores le suscita no ya asombro o admiración, sino un distanciamiento, una con142 ciencia de sí mismo, que lo separa radicalmente de los burlones vencedores: La visión de ese grupo tripulante del Subaru lo perturba, hace que piense en lo mucho que se puede perder junto a ese tipo humano. Pero ¿él mismo no desafía la realidad? Camina hasta la puerta de su edificio, mete la llave en la cerradura, y al girarla, ratifica que no tiene parentesco alguno con los atlantes, su destino se basa en la posibilidad de las palabras, en las líneas que constituyen lo que debe hacer o no, en una extraña nomenclatura que mezcla su inteligencia con el légamo de una realidad que no es la que se refleja en los ojos perspicaces de los atlantes [138]. La milimétrica exposición de una vida convierte a El amanuense en un retrato mural, que no es ya solo el de un ser humano, sino el de toda una existencia colectiva. En ese panorama, el protagonista va perdiendo poco a poco su apariencia de pobre ser, criatura incapaz de fuerza y energía. Por el contrario, el amanuense es –con vigor similar al de ciertos protagonistas narrativos de Virgilio Piñera, en especial el de La carne de René– una fuerza viva aferrada a la verdad: Vivo en esta habitación, y en medio de ella las palabras se dilapidan, se esparcen para desaparecer, y mis propias manos las separan de su estructura, soy yo mismo el constructor y el destructor, como también soy el amanuense y la sombra. Uso otro recurso melodramático, a pesar de saber que el mío es un drama de naturaleza veraz [255]. En la medida en que la novela corre hacia su fin, el amanuense muestra zonas decisivas de sí mismo, NORGE ESPINOSA MENDOZA Mundo cruel: lectura de madrugada para un libro de Luis Negrón* Para Ángel Antonio, lector cómplice P asó el tiempo en que los relatos donde aparecían personajes homosexuales los hacían ver únicamente como figuras de comparsa, máscaras grotescas de un pecado que solo despertaba desdén o amargas risas. Pasó también, tras un poco de luchas y demandas, la época en que los mismos personajes tenían que dejarse entender como almas reivindicadas, cuerpos entendidos desde una tolerancia que los hacía tan poco creíbles como antes lo fueron bajo las burlas y el rechazo. Pasó el silencio, el fragor de la lidia en pos de las libertades que hombres y mujeres reclamaban para la independencia de sus deseos, y pasó la oleada primera del sida, que derribó mártires y nos llevó a entonar nuevas consignas. Pasó la música disco, el reino del pop que parecía eterno, y a la vuelta del milenio entrante estamos cantando viejas baladas y boleros, para defendernos de la mediocridad reinante, a la sombra de ciertas banderas desgarradas, comprendiendo incluso que la burla, y la alerta que se ocultaba tras ese primario desdén, pueden ser también armas válidas de una lucha que no termina. Porque pasa todo eso pero las conductas son las * Luis Negrón: Mundo cruel, San Juan, Agentes Catalíticos, 2011. Revista Casa de las Américas No. 269 octubre-diciembre/2012 pp. 143-145 su capacidad de contemplar el universo: «Apaga la luz. Así puede volver a pensar en el mundo como en una esfera luminosa que busca su fin en la soledad cósmica» (257). Apocalíptica, morosa en su tempo dedicado al estudio microscópico de un personaje y su mundo, espléndida en su intenso dominio del lenguaje, El amanuense, que no será nunca –por fortuna– una novela comercialmente popular, está construida sobre una comprensión tan estremecida, una seguridad tal de la palabra propia, que no solo marca al lector, sino que, a no dudarlo, se convierte en un hito singularísimo en la novelística cubana, como texto que cumple, con ferocidad indetenible, un extraordinario análisis del ser, pero que también proclama, orgulloso, su voluntad de defender la escritura más allá de la bestia y los atlantes que circundan la existencia. c 143 mismas, y reírnos del breve ridículo que somos cada vez que salta el tema del sexo puede ser siempre un acto liberador. Me esperaba en La Habana este libro de Luis Negrón, que la amabilidad de Carlos Vázquez Cruz dejó en mis manos desde un remoto febrero. Tuve que conocer a Negrón en Nueva York, en la apertura del Festival de la Palabra que dirige Mayra Santos Febres, para recordar que ese ejemplar estaba en mi propia casa. Y bajo esa urgencia lo he leído ahora, abrumado por los elogios que desató en su país Mundo cruel, el primer tomo de relatos que firma este hombre nacido en Guayama, en 1970, y que parecen redactados por una mano que hubiera ya cerrado libros anteriores con historias semejantes. Galería de voces y de rostros, los nueve relatos de Mundo cruel, como aquellos otros de Salinger, presentan «con amor y escualidez» una mirada a ese ámbito donde lo gay se descompone en risa, drama, muerte, histeria y, sobre todo, búsqueda afanosa de un amor; un amor que se escapa con la edad, con la esbeltez de un cuerpo, con la cercanía de un virus, con la idea que la vida misma puede clavarnos entre ceja y ceja cuando no es más que eso: una sucesión de días en la que cada hora nos reclama nuevas máscaras. Valiéndose de un cuidado ejercicio de lenguaje, recreando en ocasiones el habla local de zonas urbanas y rurales de Puerto Rico, Luis Negrón retrata a sus personajes, más que describirlos. Lo hace a través de una perspectiva que no disimula las contradicciones e incomodidades de sus sicologías, más allá de la sexualidad que encarnen, de las variables mismas de esa sexualidad en expansión que contagia a gays declarados y otros aún en el clóset, que vislumbra en ellos el animal erótico que somos, pero lo pone en sintonía con otras políticas del deseo, desmontando sus estrategias a través de la risa, 144 de la parodia, de la picaresca, como apunta en su prólogo Ana Lydia Vega. Cada relato ha elegido un blanco móvil al que disparar sus dardos, y el lector detallará la eficacia de esos fragmentos en la medida en que él mismo se descubra ametrallado o no por esa maniobra. La hipocresía eclesiástica es sacudida en «El elegido», primer relato de la colección, y desde ahí se enumeran otros espacios, otros emplazamientos donde la incomodidad de lo erótico, no solo de lo homoerótico, ha debido plantar batalla. La rivalidad en el propio ambiente gay; las aventuras desaforadas en pos de algo tan delirante como disecar a la mascota fallecida; la sicología del bugarrón que bordea la muerte y la desata; la confraternidad entre homosexuales y heterosexuales; los rituales vacíos de la masculinidad y el deseo que pueden sentirse amenazados cuando la homofobia se sabe combatida; la muerte dictada por la pandemia que consume la belleza del amante; la vieja, inútil y perdurable costumbre de tener en la punta de la lengua todo lo que sospechamos acerca de la sexualidad de los otros, reaparecen una y otra vez en este volumen, cuyo autor ha procurado una variedad de temas y tratamientos que nos impiden, acertadamente, comprenderlo como un libro que podría cerrarse en el gueto comprometido de quienes lo habitan, o de aquellos a los que persigue en sus párrafos. Mundo cruel es un libro que delimita su propio campo moral, y que habla desde esos márgenes. Que todavía haya quienes entiendan dicha moralidad como algo reprobable es cosa que solo explica mejor la fortuna de que su autor haya organizado estos nueve relatos, y los ofrezca a quien quiera como una suerte de reto en el que otra geografía, no solo de ese Puerto Rico al que alude, se sabe representada con crudeza. Digo crudeza porque es algo que se desprende de su título. Y porque en un cuento como «Botella» Luis Negrón deja a un lado los giros y las bromas de «Por Guayama» y «La Edwin» para revelar el costado desagradable de una sexualidad que no olvida su propia calidad perversa. Ese relato, junto a otros como «El jardín», «Junito» y «El elegido», me han reclamado una doble lectura. Que tal crudeza imponga su clave de humor, su distanciamiento, su propia gramática, es también algo que acelera la lectura de estos cuentos, y que traza un retrato del autor libre de cualquier edulcoración, mediante los recursos con los que emplaza a sus personajes, acaso imágenes ellos mismos de parientes y conocidos, de colegas y hermanos de luchas diurnas y nocturnas, en ese Santurce que definitivamente quiere entenderse de otro modo, así sea apelando a una crueldad que solo endulzan los temas recientes de la Yolandita, o cualquier otra diva tropical. Lo que más distingo en este volumen es, y ya el título es una señal hacia ello, su manera de avisarnos acerca de la violencia, de cómo se opera desde ella sobre esos cuerpos y deseos, a ratos de un modo que una carcajada puede oscurecer, pero tras la cual espera definitivamente algún golpe. Los cuentos de Luis Negrón no son ingenuos aun cuando apelan a la llamada telefónica, a la evocación del amante imposible al que suponíamos macho y que acaba por revelarse como damisela mal pagada, al epistolario descarriado, a la descripción del amor cuando ya el sida nos dice que el amor es imposible. Por eso tal vez el libro cierre con la múltiple utopía de un orbe sin homofobia, en el que los heterosexuales vayan perdiendo el dominio de sus repúblicas, de sus cotos de caza, de sus territorios marcados por las hormonas más recias, como broma redoblada que nos recuerda cuánto y cuán imposible es todavía todo eso. Acaso Luis Negrón esté más interesado en abrir su libro como biografía, no de sus personajes, sino de las personas que acabaron impulsándolo a escribir sus primeros cuentos. Conocido por sus críticas cinematográficas, por su activismo como fundador de acciones en pro de los derechos a la libre expresión de la comunidad homosexual de su país, así como por la antología Los otros cuerpos, de radical importancia en la cristalización de una idea de la literatura de tema homoerótico en Puerto Rico, de la cual fue uno de los compiladores, ahora es el dueño de las llaves de este Mundo cruel. Ha escrito un libro que seduce como un buen golpe, y en el que gracias a qué tremendo e irreverente Dios, los gays, lesbianas y demás miembros de esta corte de los milagros que se atreve o lucha por decir su nombre, han pasado por todos los gestos hasta llegar a aquel en que los descubrimos con cada lectura. Este libro nos dice que todos ellos son simplemente personas, tan vulnerables o resistentes como lo puede dictar cualquier orden de vida. En el mismo rejuego en que rebaja las máscaras y el performance de una sexualidad que no tiene que salir a escena para clamar ya por un derecho que se sabe ganado, aunque no siempre confirmado, Mundo cruel desmantela la falsa conmiseración, la consigna vacía, el amansamiento de lo que el deseo no puede dejar de ser para seguir siendo exactamente deseo. Vuelvo en la madrugada a repasar sus páginas, hora bien propicia para entrar a ese orbe que Luis Negrón imaginó para nosotros. Digo que son cuentos que se leen como retratos. Detrás de algún párrafo, de alguna línea más o menos invisible, espero encontrar el rostro de su autor. c 145 XENIA RELOBA La orquesta imposible. Ensayo para una presentación que nunca comienza* Revista Casa de las Américas No. 269 octubre-diciembre/2012 pp. 146-149 L 146 a orquesta imposible, pequeño volumen de relatos del músico, poeta y narrador costarricense Jaime Gamboa, se nos anuncia, desde una de las solapas, como un proyecto de narrativa multimedia. Lo completan otros tres documentos: un CD que de algún modo conforma la «banda sonora» de este libro; la exposición «Notas insólitas», integrada básicamente por el «legado teórico» de un multifacético Justino Blandón –narrador del último de los cuentos–; y un blog (http://fundacion blandon.blosgpot.com/), donde se complementa con noticias, reseñas e incluso «ensayos» del propio Blandón, el propósito de homenajear a «este refinado intelectual de barrio» y concederle «el lugar que se merece». No es la primera vez que los predios de Internet irrumpen en los ámbitos tradicionales de la literatura o confluyen en ellos. Hace algún tiempo nos acostumbramos a que el contenido literario nos sea suministrado (también) por intermedio de las entradas (posts) de un blog, e incluso algún que otro documento impreso lleva la impronta formal de ese (ya no tan nuevo) medio de expresión. Entretanto, la noción del hipertexto ha permitido estructurar, * Jaime Gamboa: La orquesta imposible, San José, Producciones del Río Nevado, col. Ojalá Ediciones, 2009. en una dimensión que nos resulta cada vez más familiar, discursos múltiples que se suman para configurar otras lecturas que trascienden la complicidad establecida durante años con el objeto-libro. Como en muchos otros casos, más que el desenlace, es el proceso y las interacciones que se establecen en el trayecto, especialmente con la bitácora en Internet (al alcance de cualquiera en casi cualquier latitud), lo que define el atractivo mayor de la propuesta. En clave muchas veces humorística, con ingenio y ritmo fluido, se nos entregan los siete textos de La orquesta imposible, agrupados, al estilo de un viejo disco de vinilo, en dos lados (A y B). La música y sus intérpretes constituyen el eje, el leitmotiv o el trasfondo emocional de estas historias. A ellos dedica Gamboa, letrista que forma parte de una familia ligada al entorno musical de su país, su primer volumen de narrativa. «Cada uno inventa de nuevo las palabras, lee lo que quiere, escribe de nuevo cada pasaje, cada cadencia, cada nota de paso. […] hace de la música una forma irrepetible, una historia que solo se cuenta una vez», dice a sus lectores, y advierte que «toda partitura es un engaño. Y toda orquesta es imposible». Dispuestos a entrar en el juego e incluso a dejarnos tomar el pelo más de una vez por el autor, nos sumergimos en esta selección de relatos. Precisamente, lo que parece ser y no es alimenta el enigmático comportamiento de María de Lucca, María de los Buenos Aires, la veterana cantante de tangos que asegura en «Jonás», el primer cuento, que cada acción sobre el escenario –sea sonido o silencio– debe ser rigurosamente calculada. Su in- flexible método ha convertido a los tres integrantes del trío acompañante (Mario, Allen y el narrador) en autómatas: «Conocíamos tan bien todas las partituras (las de papel y las de espacio, tiempo y luz) que ya no éramos nuestros sino de ellas», nos confiesa el último. Pero ese «equilibrio» pudiera romperse en el momento menos pensado, y en un final elíptico y casi trepidante subvertirse el «destino celestial de músico acompañante», solo para devolver a la temperamental diva el liderazgo tras su inesperada fragilidad. Uno de los momentos más líricos surge en «Orfeo», cuando un septuagenario despierta en la cama de un hospital y no consigue dilucidar quién fue/es. A su lado, una mujer (la Meche) «muy vieja para ser un ángel» y «muy bonita para ser un demonio», colabora en la pesquisa y le asigna, uno tras otro, los más disímiles oficios que puedan explicar por qué escucha y reproduce constantemente esas melodías clásicas en su cabeza y hasta mueve las manos como si condujera una orquesta invisible, al tiempo que la sospechosa callosidad de uno de sus dedos sugiere que quizá fue un escritor. Cuando a la postre «recobra» sus recuerdos, constata que todavía no sabe quién es, que lo que ha vivido al lado de esa extraña es quizá su «memoria» y que [t]al vez, después de todo, esto sí era el cielo y la Meche sí era un ángel viejo, encargado de traerme hasta este umbral, donde ya no importa quién fui, sino solo saber que vine al mundo, que me dieron un nombre, tuve un oficio, amé a una mujer y llegué finalmente al tiempo del recuerdo. Poco antes de cerrar el lado A, en «Pedro Nolasco y las estrellas», se nos conduce hacia el fatídico final de una banda de músicos. Mientras regresan a casa después de una presentación, todos menos el narrador-protagonista ignoran que marchan hacia la muerte cuando uno de ellos se duerme ante el timón. Es el líder del grupo quien comparte, desde algún lugar indefinible, el relato de una amistad/hermandad, y subraya la relatividad de conceptos tan arraigados como la lealtad, y tan temidos como la muerte. En un rapto filosófico –que recorre también otros pasajes/personajes del volumen– recomienda que «uno tiene que hacer y decir y cantar todo lo que pueda cuando todavía está de este lado del tiempo […]». El punto de mayor intensidad dramática de la primera cara del libro –tal como esperamos de cualquier buen (viejo) disco de vinilo– se alcanza con «La canción de Adán», donde la confesión de un crimen en una comisaría rural sirve de pretexto para adentrarnos en la historia del trío La Anexión. Se trata, justamente, de uno de los «sujetos» de estudio más apreciados por el tal Justino Blandón. En el post del 26 de agosto de 2009, que reproduce sus apuntes sobre la agrupación, el personaje –¿alter ego del autor?–, cuya historia cierra más tarde el libro, le atribuye un notable lugar en la construcción del patrimonio musical de Guanacaste. A primera vista, «La canción de Adán» reconstruye el proceso investigativo en torno al crimen que determina la ruina del trío, en realidad un dúo porque solo dos de sus miembros son músicos, pero que ha sido nombrado de aquel modo tras la incorporación como letrista del Cabo, quien, basado en los hechos e historias de los pobladores del lugar, será capaz de componer un centenar de canciones. En clave irónica se dibuja este último personaje, adoptado tras perder a su madre por una maestra local, doña Isolina, de quien aprendió desde pequeño la pasión por la lectura y, sobre todo, por la escritura, que llega a «perfeccionar» no solo mediante las innecesarias florituras que pone en sus 147 informes policiales, sino en lo formal, con una elaborada caligrafía, todo lo cual lo convierte en un tipo singular para su pedestre oficio. Sus cien canciones, arregladas por La Anexión e interpretadas de manera íntegra en un «maratón» que tiene como escenario el bar del pueblo, harán pasar al público del asombro y la risa a la conmoción tras descubrirse «convertidos en figuras inmortales, elevados a una dimensión litúrgica, hechos letra y hechos música». El clímax se desata cuando el Cabo, inmerso en la tarea de buscar nuevos motivos de inspiración, descubre a la Rufita, la mujer más fea del pueblo, y decide amarla, convencido de que nadie más será capaz de hacerlo. Confabulación, deslealtad y un desenlace sangriento enfrentarán a los dos músicos integrantes del trío. Todo se revela al final ante el Cabito, inocente autor de mil quinientas epístolas apasionadas para la joven, satisfecho al fin de haber conseguido para la Rufita aquello que no le estaba destinado. Precisamente, La canción de Adán es el título del CD que integra el proyecto, y que desde la carátula confirma el espíritu lúdico del registro, presentado como un trabajo de rescate de la obra del trío La Anexión. No obstante, los esfuerzos investigativos de los hermanos Fidel y Jaime Gamboa despiertan serios cuestionamientos nada más y nada menos que de Justino Blandón, según se advierte en la portada del disco. El lado B abre con «La silla del Maestro», que recupera el tono intimista de los primeros relatos para devolvernos la historia de un declive y de un comienzo, de un talento que ha encontrado ya su abismo mientras otro no acaba de emerger. Las historias contrapuestas de un viejo intérprete de música clásica (Wilhem) y de un niño de seis años (Óscar) que no consigue mejorar su técnica, son el eje del cuento. Mientras el primero vio pasar la hora del éxito, 148 frustrada por la llegada del fascismo a su natal Salzburgo, el segundo se siente amenazado por el inminente rechazo de una familia de notables músicos que no le va a perdonar su mediocridad como instrumentista. Así, desde su perspectiva infantil, el pequeño trama un acto de deslealtad que lo podría salvar del desastre. En el penúltimo relato, «Romance en La Habana», se nos cuenta la historia de un accidentado viaje a Cuba durante los convulsos inicios de los años sesenta del pasado siglo. Arrastrados por un irresponsable secuaz de Anastasio Somoza, dos músicos y dos mujeres (la esposa y la secretaria/ amante del sicario) son obligados a aterrizar mientras sobrevolaban ilegalmente el espacio aéreo de la Isla. Tras el interrogatorio y luego de comprobarse su inocencia, estos cuatro ocupantes del aeroplano se adentran –bajo supervisión– en la bohemia de un país que cambia. De manera inusitada surge una relación que parece ineludible, porque «amarse así en La Habana tenía que ser cosa del destino», a pesar de las preferencias sexuales de uno de los protagonistas. Con «Ensayo sobre la vida de Justino Blandón» cierra el volumen de cuentos que integra este experimento multimedia, cuyo nacimiento y evolución se documenta, como ya hemos dicho, en la web. En la bitácora en Internet se nos ha ido revelando un genio cuasi renacentista capaz de entregarnos los más disímiles aportes acerca de la identidad musical de Guanacaste: desde la historia del ya mencionado trío La Anexión, hasta los bocetos de su «famosa colección de instrumentos imposibles», como la guitarreta (híbrido de guitarra y trompeta), la ciclorneta en Fa (variante motriz de la guitarreta, sin caja de resonancia), la acordeorimba en La, y el maragot que, de acuerdo con el post del 16 de agosto de 2009, «sintetiza las agudas preocupa- ciones de Justino Blandón en torno a la ilógica separación entre música culta y música popular», y refleja su «mar(a)cado interés por crear objetos culturales que hicieran tangible un espíritu de trascendencia más allá de las burdas barreras impuestas por la academia». En un estilo en que convergen lo épico, lo paródico y el suspense propio de una investigación cuyos resultados no pueden probarse, pues se ha perdido la ocasión de documentarla con exhaustividad, en el cuento que cierra La orquesta imposible, Justino Blandón nos revela a su tío –otro Justino Blandón–, quien acompañó a su padre, Maximiliano, uno de los líderes de la mítica Expedición de Los Osados que, según nos cuentan, habría partido en 1944 desde Costa Rica con rumbo a Nicaragua, a fin de derrocar a Somoza, el viejo. Durante la travesía, el privilegiado testigo de la hazaña porta como única arma un acordeón que serviría para animar a la tropa y devolverle las ganas de guerrear por una causa justa. En el preámbulo de lo que Justino –el sobrino– presenta como el testimonio de su tío, se nos anticipa la cualidad de un género como el «ensayo»: «un boceto, […] una aproximación sin pretensiones, algo imperfecto que todavía no está listo para ser presentado en público». Mediante largas digresiones se nos descubre la angustia existencial del «soldado Blandón» y, poco antes de que el registro se interrumpa, tras agotarse el tiempo del casete, este nos regala su «pensamiento filosófico»: guna parte, uno no sabe. No sabe nada. Pero parece que así tiene que ser. Parece que uno tiene que pasarse la vida ensayando para una presentación que nunca comienza, estudiando cada pentagrama con sangre, con lágrimas, moqueando de rabia y de impotencia, aprendiéndose cada pasaje de memoria como un autómata […]. Engaño, divertimento, juego de espejismos/espejos, historias reales con variaciones, reinterpretadas como ficción, relatos que nos recuerdan a las personas que fuimos, o a aquellas que conocimos, que existen en los bares trasnochados de cualquier lugar del planeta, en los ritmos que confunden su marca de identidad en la ineludible globalización… Gamboa llega con su primer proyecto de narrativa/ multimedia, que bebe de una tradición literaria perfectamente reconocible en sus líneas, justo en una era que –a tono con esa relatividad tan cara a Blandón– también cambió mientras lo leíamos, veíamos, escuchábamos... c Nadie sabe por qué hace las cosas, sobrino. Solo alguna gente vieja y muy sabia puede decir exactamente por qué hizo lo que hizo durante su vida. Pero en el momento de hacer todo, cuando uno es joven y tiene el chance de tomar decisiones, elegir un rumbo y llegar a al149