Mundo cruel - Casa de las Américas

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FERNANDO MARTÍNEZ HEREDIA
A propósito del
Premio Libertador
al Pensamiento Crítico
2011*
P
or séptima ocasión se convocó este premio anual
en Caracas, esta vez para libros publicados en
el año 2011, con el único requisito, como dice el
lema del concurso, de ser «reflexiones críticas y
alternativas comprometidas con el presente y el futuro de la humanidad». Al final de junio se reunió el
jurado, compuesto por Mónica Bruckman, Luis
Britto García, Ignacio Ramonet, Germán Yépez
Colmenares y Fernando Martínez Heredia, que
decidió otorgar el premio a la obra Del reencuentro de Marx con América Latina en la época de
* Jorge Veraza: Del reencuentro de Marx con América Latina en la época de la degradación civilizatoria mundial, Caracas, Ministerio del Poder Popular para la Cultura, 2012. Esta reseña, así como las páginas indicadas en
cada cita, corresponden a la edición de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia (La Paz, 2011).
la degradación civilizatoria mundial, del mexicano
Jorge Veraza Urtuzuástegui,
y conceder cinco menciones: Bajo el imperio del
capital, de Claudio Katz;
Siembra de concreto, cosecha de ira, de Luis Hernández Navarro; Claves
para la industrialización
socialista, de Víctor Álvarez; Inicios de la tradición iberoamericana de derechos humanos, de Alejandro Rosillo; y De Cristóbal Colón a Hugo Chávez Frías, de Gerónimo
Pérez Rescaniere.
El 2 de julio se anunciaron estos resultados en una
conferencia de prensa que presidió el ministro de
Cultura venezolano, Pedro Calzadilla Pérez, y el 7
de septiembre se efectuó el otorgamiento, en un hermoso acto en el teatro «Teresa Carreño», en el que
estuvieron presentes los galardonados. El ambiente
de movilización popular a favor del presidente Hugo
Chávez Frías para su relección en los comicios del 7
de octubre presidió ambos momentos de este séptimo premio, y le impidió al mandatario cumplir su
propósito de entregarlo personalmente.
La obra de Veraza tiene el mérito extraordinario
de aportar al desarrollo de la teoría social marxista,
Revista Casa de las Américas No. 269 octubre-diciembre/2012 pp. 133-137
LIBROS
133
134
al mismo tiempo que la utiliza para analizar problemas fundamentales del mundo actual. Es propiamente
una antología, formada a partir de nueve libros que
el autor dio a la luz en la última década, pero el
resultado es muy orgánico y rigurosamente compuesto. El objetivo que tuvo ese trabajo muestra
claramente la posición de Veraza y el presupuesto
ideológico del mérito al que me refiero: su publicación por la Vicepresidencia de Bolivia, en octubre
pasado, como una ayuda frente a «la urgencia de
un discurso crítico revolucionario integral» –como
dice la Presentación de esa edición– «en este proceso que estamos construyendo en Bolivia» (14).
El libro desarrolla un plan muy ambicioso, en cuatro partes que el autor tituló: «La historia del capitalismo hasta hoy como si lo viera Marx», «La subsunción real del consumo bajo el capital o el
capitalismo contemporáneo», «El capital, el mercado mundial y la nación», y «Hegel y Freud en la
historia del capitalismo y la construcción del marxismo en el siglo XXI». Al inicio de la segunda parte, Veraza expone el resultado de su investigación
de lo esencial de la posición teórica de El capital
en cuanto a la subsunción real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital, y presenta una teoría de la subsunción real del consumo bajo el capital que investiga cómo el sometimiento de la
producción se extiende hasta incluir orgánicamente
la esfera del consumo. Veraza llegó a ese concepto
en 1976, para plantearse una explicación del capitalismo contemporáneo, retomando a Marx y criticando las teorías del imperialismo, y para explicar
el comportamiento dual de la contracultura de aquel
momento. El trabajo con la subsunción del consumo
es central en la posición teórica de Veraza.1
Pero no es prudente en una reseña intentar un
diálogo con una obra de tanta riqueza de tesis propias, proposiciones, críticas, manejo de múltiples
asuntos y apertura de caminos, y este no es un cumplido de reseñador. Ni siquiera es posible mencionar todos los puntos de mayor interés. Por eso me
limitaré a aludir a algunos de sus temas e ilustrarlos
con la palabra del autor.
Veraza es uno de los pensadores lúcidos que desmitifican unas ideas y una literatura confusionistas
acerca del capitalismo actual:
En sus críticas a la noción de sociedad de consumo, Veraza se apoya en una de sus proposiciones
principales: «no se observa la nocividad fisiológica
de los valores de uso como pivote de la enajenación material sobre la cual y para la cual y, aún más,
por la cual tiene eficacia la manipulación ideológica
y aun la psicológica» (139).
La tercera parte aborda la nación desde la perspectiva de la lucha social, uno de los problemas
que han resultado cruciales en la política revolucio-
1 Ver Jorge Veraza: Subvirtiendo a Bataille (1987); La
subsunción real del consumo bajo el capital en la
posmodernidad y los Manuscritos de 1844 (1994); y
Subsunción real del consumo al capital. Dominación
fisiológica y psicológica en la sociedad contemporánea (2008).
El origen nacional de la empresa estuvo territorial y tecnológicamente determinado y hoy es
«fábrica mundial», debido a un doble arraigo
territorial tecnológicamente complementario
del anterior, por lo que esta nueva determinación no desterritorializa al capital, sino que lo
aferra redoblada y nítidamente a segmentos
territoriales que le son adecuados para explotar plusvalor y oprimir a la clase obrera y a la
humanidad. Por supuesto, su Estado nacional
de origen lo protege, garrote en mano, en su
aventura territorializante [357].
naria de los países que han sido colonizados y
neocolonizados por el capitalismo mundial. Veraza aporta en esta parte numerosas reflexiones de
mucho valor. Escojo algunas de las preguntas que
formula: ¿cómo se ha resuelto históricamente la relación entre la izquierda parlamentaria –preponderantemente dedicada a la política (burguesa)
de oposición– y la izquierda extraparlamentaria
–preponderantemente dedicada a la cuestión social– y cómo mejorar/remover el resultado histórico mayormente sectario que ha prevalecido?;
¿cómo se muestra la ética de los partidos y los
líderes de la izquierda?; ¿la política proletaria solo
es clasista e internacionalista?; ¿el nacionalismo solo
puede ser burgués?; ¿no existiría un nacionalismo
proletario sin el cual la política clasista sería abstracta y el internacionalismo fantasmal? (317, 351).
Y le añado una afirmación que el autor hace en la
primera parte, en su análisis de los límites objetivos del capitalismo contemporáneo: «La confusión
del sujeto social revolucionario actual es muy preocupante, porque está fuerte, pero sin cabeza para
retomar la idea» (99).
Veraza tiene siempre en cuenta a los individuos
en sus análisis acerca del sistema de dominación
capitalista, y sus planteamientos sobre comportamientos, afectaciones de la personalidad y otros
aspectos son, a mi juicio, muy importantes.
La humanidad se hunde en una depresión psicológica duradera [escribe] apenas si variopintada aquí y allá con destellos de «emociones fuertes» culturales de todo tipo... y la
inclinación masoquista masiva hacia los tatuajes y la perforación de oídos, nariz, boca, ceja,
lengua, pezones, etcétera, para insertarles horquillas, hasta la avalancha de deportes de alto
riesgo de consumo masivo... [79].
Las relaciones del capitalismo con la naturaleza
son tratadas con la misma profundidad y revisión
analítica de las determinaciones que utiliza Veraza
en todos los temas relevantes que desarrolla en esta
obra.
La destrucción ecológica forma parte del uso capitalista de la tecnología [dice] y sobre todo del
funcionamiento de la tecnología capitalista (subsunción real del proceso de trabajo inmediato
bajo el capital). De suerte que el primer valor de
uso degradado por sometido al capital son los
cuerpos y las mentes de los obreros en funciones en tanto sectores de naturaleza, así como el
entorno natural de las fábricas... [94-95].
Expone entonces la complejidad de las contradicciones que acompañan al grado actual de deterioro y agresiones a la naturaleza, a partir de las
relaciones sociales fundamentales. Y así puede afirmar: «...si se dice que el capitalismo está débil porque viene la crisis ecológica nos remiten quizá a
una gran catástrofe, pero no necesariamente la del
capitalismo...» (100). O postular en el capítulo
«Economía y política del agua»:
La apariencia de que el agua es mercancía encubre una violencia extraeconómica de expropiación forzada a la nación y a las comunidades
locales, una verdadera acumulación originaria
de capital en las postrimerías del capitalismo
[...] el agua que te vendo cara, primero te la
robé [219-220].
Deseo mencionar al menos el manejo riguroso
de las fuentes del marxismo y la comprensión
profunda que de él tiene Veraza, y la excelencia de su
trabajo con otras teorías sociales. Las valoraciones
135
sobre el Manifiesto comunista en el primer capítulo, las consideraciones sobre El capital al inicio
de la tercera parte, y el tratamiento que da a Hegel
y a Freud en la cuarta parte, son ejemplos descollantes de ese vigor y fertilidad teóricos.2
Jorge Veraza posee un gran dominio de los elementos fácticos de los temas que investiga, y de las
corrientes y tesis existentes sobre su conocimiento
y explicación. Resulta siempre un expositor erudito y,
sin embargo, nunca su texto es pesado o demasiado denso; maneja muy bien la diferencia que existe
en el trabajo intelectual entre la seguridad en sí mismo y la pedantería. La forma es realmente notable,
porque Veraza es muy buen escritor.
Las cinco menciones otorgadas, diferentes en su
asunto al premio y entre sí, constituyen una brillante representación de la calidad y la enorme diversidad de asuntos, perspectivas, criterios y objetivos
que posee el conjunto de las obras presentadas.
Pude apreciar que se diferencian en grado apreciable dos tipos de obras: las que profundizan en
sus temas con medios avanzados de ciencia y pensamiento social, y realizan los análisis, síntesis y
exposición de resultados correspondientes; y las
que ofrecen aproximaciones y divulgaciones de
asunto contemporáneo o histórico a partir de testimonios, documentos y otras fuentes, ayudadas también con instrumentos y rigor de ciencia social, con
2 Los trabajos de Jorge Veraza en esos campos podrían conocerse más ampliamente al leer otros títulos suyos, como
Karl Marx y la técnica desde la perspectiva de la vida.
Para una teoría marxista de las fuerzas productivas
(2012), Para pensar la opresión y la emancipación desde la posmodernidad. Crítica a la dialéctica del amo y
el esclavo en Hegel (2005) y Recepción crítica de «El
malestar en la cultura» (2008), los dos primeros publicados por Editorial Ítaca y el tercero por la Universidad
Autónoma Metropolitana, los tres en México D.F.
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el propósito de rescatar memorias y dar voz a los
que no la tienen, y de informar, ofrecer valoraciones,
entusiasmar y concientizar a los lectores. Ambos
tipos de obras son de sumo valor, y varios de sus
exponentes en este concurso alcanzaron logros
extraordinarios.
Por séptima vez se han efectuado en la Venezuela bolivariana los trabajos del Premio Libertador al
Pensamiento Crítico. Quisiera terminar esta reseña
con parte de mis palabras en la conferencia de prensa que anunció sus resultados:
Hace poco más de cuarenta años, en esta misma
ciudad de Caracas, las fuerzas represivas que asaltaron la Universidad Central quemaron los libros y
revistas que consideraban subversivos. Entre estas
últimas estuvo la colección que tenían los estudiantes de la revista cubana Pensamiento Crítico, de la
cual fui el director. Poco tiempo después recibí una
carta de estudiantes venezolanos que me contaban
el hecho y solicitaban que por algún medio les enviara otra colección, para reponer la destruida por los
esbirros del régimen. Pasó aquella época de luchas
y sacrificios heroicos, y a fines de los años ochenta
ya los reaccionarios no creían necesario quemar publicaciones. El triunfalismo los invadía, confiaban en
la imposición a escala mundial de un capitalismo salvaje e impune al que llamaron neoliberalismo, de un
pensamiento único a su servicio y hasta en el fin de la
historia, es decir, de la historia de las resistencias y
las rebeldías. Pero en lo esencial ellos son los mismos, por eso en aquel momento no vacilaron en asesinar en masa al pueblo levantado en Caracas para
restablecer su orden.
Pero la América Latina y el Caribe se están sacudiendo ese yugo, se han puesto de pie los pueblos
y avanzan con ímpetu en busca de la segunda independencia del Continente, ahora en una unión de
la libertad, la justicia social y la soberanía, que es la
ARIEL CAMEJO
Paisajes insulares:
notas para un diálogo
imprescindible sobre
naturaleza-artesociedad*
L
a extensa y fructífera labor investigativa, pedagógica y de promoción cultural que durante
décadas ha desarrollado Yolanda Wood Pujols, tanto
desde su cátedra en el Departamento de Historia
del Arte de la Universidad de La Habana como
desde su actual posición al frente del Centro de
Estudios del Caribe de la Casa de las Américas, ha
alcanzado uno de esos momentos que solemos llamar de síntesis y proyección. Se trata del volumen
Islas del Caribe: naturaleza-arte-sociedad, publicado por la Editorial UH y presentado durante
la Feria Internacional del Libro Cuba 2012, la cual
estuvo dedicada precisamente a las culturas de los
pueblos del Caribe.
Para nadie es un secreto que Yolanda Wood ha
dedicado casi toda su vida profesional a armar el
«archivo» disperso que hoy podemos denominar
cómodamente como Arte del Caribe. Para ello ha
recopilado materiales impresos, obras de artistas,
fragmentos de entrevistas, testimonios y opiniones,
catálogos, invitaciones, carteles promocionales y
todo aquello que ha encontrado a su paso en un
* Yolanda Wood Pujols: Islas del Caribe: naturalezaarte-sociedad, La Habana, Editorial UH, 2012.
Revista Casa de las Américas No. 269 octubre-diciembre/2012 pp. 137-140
única manera factible y la que hará invencible esta
lucha. Contamos ya con algunos poderes populares, y la Revolución bolivariana está en la vanguardia.
Una muestra palpable de eso es este premio, creado cuando el proceso estaba en una fase temprana, en medio de las dificultades y el desbarajuste
que caracteriza a las revoluciones. La decisión de
crear el premio, y la tenacidad maravillosa que lo
ha sostenido año tras año, dicen mucho de la realidad y la fuerza de la Venezuela bolivariana, pero
también de la emergencia y el desarrollo de nuevos
niveles de conciencia muy superiores a los del siglo
pasado.
Esta iniciativa y su desarrollo son tan importantes
porque las nuevas personas que están naciendo,
las relaciones sociales, los poderes y las instituciones que con grandes trabajos se están forjando,
los proyectos y los sueños que están movilizando y
dándoles sentido a las vidas y a los esfuerzos de
millones, exigen ser pensados y discutidos, y el pensamiento tendrá que multiplicarse y ser fomentado.
Los pueblos ya no pedirán una colección de revistas, ni darán sus vidas al cabo de un motín popular,
ahora van a exigir cada vez más, y solo se satisfarán con una nueva cultura. Por eso es tan promisorio este premio, y es un anuncio de futuro esta fiesta del pensamiento crítico. c
137
itinerario dilatado en tiempo y espacio a
lo largo de las islas caribeñas y sus extensiones continentales. A ello se suma la
construcción de un saber que ha aglutinado y ha dado coherencia a ese corpus
disperso, y a su vez lo ha presentado como
una materia cognoscible para estudiantes, investigadores y artistas de varias generaciones. Si hoy podemos hablar, y se
puede hablar a nivel internacional también, de un conjunto regional que participa del concepto canónico de «artes plásticas» o
«artes visuales» se debe en buena medida a esa
intensa vocación pedagógica.
Creo que este es un punto de partida indispensable para entender un texto como Islas del Caribe…, el cual bebe evidentemente de reflexiones y
análisis ideoestéticos ya anunciados en libros como
el iniciático De la plástica cubana y caribeña
(1990), o el más cercano Artes plásticas en el
Caribe: praxis y contextos (2000). Creo que
emana de esa obra anterior, sobre todo, una lectura de la obra de arte que está necesariamente mediada por las singulares condiciones socioculturales, económicas, políticas y lingüísticas en las que
se gesta. Cada uno de esos elementos desfigura y
recompone, en función de geografías insulares y humanas diversas, los escenarios valorativos que se
sitúan como modelos interpretativos para la Historia del Arte como disciplina y, en general, para la
generación de un saber letrado, llámese historiografía, crítica o teoría de la cultura.
Lo que se nos presenta ahora es una nueva etapa
de ese recorrido gnoseológico, tal y como ha reconocido ya una buena parte de la crítica que ha
acompañado el nacimiento del texto. Se trata de
un momento de complejización analítica que parte
de la puesta en relación de un área del conocimien138
to, las prácticas artísticas del Caribe insular, con un horizonte de valoración inter y
transdisciplinario en el que problemáticas
advertidas anteriormente adquieren nuevos matices y anuncian el escenario interpretativo polivalente y polifuncional en el
que se construye, consume y circula el arte
contemporáneo.
Uno de los aciertos de esta investigación, que es el fruto además de un proyecto premiado por el programa de becas Clacso-Asdi Senior de promoción de la
investigación social para la América Latina y el Caribe 2006-2008, es el abordaje coherente y la correcta disposición analítica de las relaciones entre
naturaleza-arte-sociedad. Así, la primera parte, «El
arte entre el paisaje y el hombre en la naturaleza»,
articula un recorrido sociohistórico en torno a aquellas dinámicas y procesos que resultan centrales para
la construcción de un imaginario de lo insular caribeño: poblamiento y despojo; mapeo y registro letrado de lo insular; imposición de nuevos sistemas
de lugares (ciudad, hacienda, plantación); superposiciones y desfasajes entre paisajes naturales e
identitarios; asimetrías históricas, económicas; migraciones y esclavitud; solapamientos lingüísticos,
culturales, religiosos; entre otros tantos que van tejiendo progresivamente una tupida red de relaciones de dominación, vasallaje y negociación identitaria que orienta los posicionamientos y las formas
de estar en el territorio desde un peculiar horizonte
de disposición y organización del mundo. Se desprende de aquí un primer inventario de imágenes que
están atravesadas fundamental, aunque no exclusivamente, por la experiencia colonial, matriz de conexión y vínculo raigal que permite hilar ciertos agrupamientos o preocupaciones sostenidas por la
representación visual.
La segunda parte, en buena medida como desprendimiento de la reflexión inicial que le sirve de base,
nos presenta un proceso de introspección de la
imagen, si es que podemos llamarla de ese modo.
Implica un análisis exhaustivo de aquellas formas
de la contemplación y la mirada que ya están ancladas en posicionamientos institucionalizados en
cierta medida o al menos orientados por una pragmática, cierto es que con variación en sus intensidades y
manifestaciones locales, de lo nacional-identitario.
De ahí que el examen de obras aisladas, poéticas
de artistas o conjuntos temáticos, contribuyan de
forma significativa a sostener las intervenciones analíticas de la autora sobre los cruzamientos permanentes que, amparados por una sedimentación histórica en el imaginario social y artístico, trazan una
línea de contornos más o menos regulares entre la
obra de arte y los paisajes medioambientales a los
que esta alude.
Emanan de este análisis deliciosas lecturas sobre
el potencial simbólico y figurativo de elementos muy
relevantes para la organización de un catauro de
imágenes caribeñas: el monte, el arcoíris, los corales, la palma, la ciénaga, la costa, el bohío, el guajiro, el esclavo, todos ellos sometidos a un nuevo
sistema de relaciones socioambientales sobre el que
se proyecta la urgencia de nuevos paradigmas estéticos que alcancen a rescatar las cercanías entre
naturaleza y sociedad. El arte caribeño, desde este
peculiar horizonte contemporáneo en el que la naturaleza proyecta nuevamente una orientación distintiva del nexo raigal y originario con un modus
vivendi más respetuoso de los ciclos y los procesos ambientales, es revisitado desde una nueva propuesta valorativa que pone de relieve los vínculos
indisolubles de las prácticas artísticas de la región
frente al complejo entramado de relaciones del cual
nace.
No menos relevante resulta entonces el epílogo
del volumen, «Nuevos retos del arte frente al diálogo naturaleza-sociedad», en el que la autora llama la atención sobre la que parece ser una circunstancia definitoria para las prácticas artísticas de la
región, y aquí me gustaría señalar que es una lectura
válida también para la literatura: la necesidad de reintegrar los discursos artísticos a un escenario de
socialización e intercambio cultural que tome como
principio organizador las relaciones construidas y
por construir con el medio ambiente, entendido este
desde la complejidad que dibuja la heterogénea
cartografía de nuestra historia cultural, social, política, económica, demográfica…
Por si estos méritos fueran poco, debo añadir que
Islas del Caribe… realiza otro aporte sustantivo a
los estudios del arte caribeño: dos catálogos de
obras que ilustran el volumen y sostienen desde la
visualidad muchas de las propuestas interpretativas y los análisis desplegados en estas páginas. Este
elemento convierte al texto, junto con las fichas de
autores que aparecen al final, en un documento indispensable para la formación docente y la investigación, en tanto complementa de forma sustancial
la función de «archivo» a la que me refería al inicio.
Igualmente provechosa resulta la amplia bibliografía que sustenta la investigación y que confirma la
orientación esencialmente interdisciplinaria de este
estudio. Se cruzan allí referencias clásicas al pensamiento y la literatura de la región, la antropología, la etnografía, la economía, el desarrollo sostenible, la historia ambiental, la teoría de la cultura y
las artes visuales, la historia del arte, la lingüística;
así como a catálogos, documentos de archivo y
entrevistas que hablan de los periplos vertiginosos
de Wood por las islas del archipiélago.
Islas del Caribe: naturaleza-arte-sociedad constituye pues, una lectura obligada no solo para los
139
Revista Casa de las Américas No. 269 octubre-diciembre/2012 pp. 140-143
140
interesados en los estudios de la visualidad caribeña,
sino para todos aquellos abocados a la construcción
de nuevas formas de relación con los objetos culturales y las prácticas artísticas de una región sometida
durante siglos a los designios de la razón occidental
e ilustrada desde las que se diseñaban «políticas de
la mirada», formas de visualizar, contemplar y valorar nuestra propia realidad, nuestra historia y nuestra
cultura. En esta bella edición cuidadosamente preparada por la Editorial UH, Yolanda Wood nos hace
partícipes y nos invita a continuar esa labor incansable y permanente desde la cual comienza a construirse una nueva imagen de nosotros mismos, un
nuevo paisaje de la insularidad.
Antonio Martorell, artista que transita y navega
fragmentos múltiples de este volumen, recordaba
en una hermosa carta dirigida a la autora, a propósito del libro, la relación de su nombre, del apelativo con el que casi todos le conocen, «Yola», con
una frágil embarcación en la que se mueven, entre
el azar del hambre y de las olas, los pescadores de
las islas. Así va Yolanda Wood y su libro por las
costas de esas islas, siguiendo los contornos irregulares que encierran su geografía como un nudo
de tinta que intenta atrapar una palabra. Así va, a
veces en calma, a veces inquieta o, como dicen los
martiniqueños, «como perro en una yola». c
LUIS ÁLVAREZ ÁLVAREZ
El amanuense: novela
lírica y feroz*
E
l amanuense, reciente novela de Lourdes González Herrero, tiene un rostro más que peculiar
en el contexto de la narrativa cubana. Ante todo,
se caracteriza por una límpida factura estilística de novela lírica, en la cual las aristas más punzantes de la
realidad son asumidas, pero bajo una meditación
subjetiva de una intensidad impecable. En tal sentido, encuentra su antecedente mayor en Jardín, de
Dulce María Loynaz, otra novela lírica concentrada de manera obsesiva en el mundo interior del
protagonista. Pero El amanuense está lejos de la
atmósfera de ensoñación de Jardín: muy al contrario, a pesar de sus aparentes celajes y velos que
parecerían difuminar la realidad, su aspiración es
aferrar el día cotidiano, pero desde ángulos poco
frecuentados por la narrativa cubana. Encerrado
en el mísero cuarto de un edificio paupérrimo, el
amanuense, innominado y gris, pasa balance a la
vida a través de los vocablos que constituyen su
modo de vida y su pasión:
Se descalza, suspira como un niño y se dedica
al juego de las palabras que han perdido valor,
es una distracción que ha inventado para soportarse, se entretiene anotando en un papel
aquellas palabras que alguna vez significaron un
concepto que la vida comenzó a anular o a
transformar. Hoy, esas palabras son: salario,
* Lourdes González Herrero: El amanuense, La Habana,
Ed. Letras Cubanas, 2011.
ultraje, regalo, horno, vacaciones y, por supuesto, atlantes [139].
El lenguaje, desde luego, es una cualidad señalada del texto: hay un señorío maestro en el manejo
de cada vocablo. Pero lo esencial, más allá del lenguaje mismo, es la construcción de una parábola
estremecedora sobre la propia escritura.
A través de una atmósfera asordinada y que, además, resulta cuidadosamente desbastada, Lourdes
González traza un panorama singular de la vida de la
escritura, estrechada, destilada, hasta no ser más que
eso: reproducción de palabras sobre un papel, ni siquiera literatura misma, sino expresión. Ello está determinado por el hecho de que el protagonista sea
un amanuense, un mero escriba de los temas más
abstrusos, condenado a hacer un trabajo que para
el lector queda como una tarea difusa que siente muy
cercana –en esos envíos que traen un mensaje innominado desde un sitio que no se menciona nunca,
como tampoco el destino de esas versiones manuscritas e interminables que el protagonista debe realizar– de ciertas atmósferas ominosas de Kafka. En
efecto, el amanuense cumple un destino de vida, no
un mero oficio. Lourdes González subraya su carácter de ser humano atado al lenguaje, más allá de la
función que ejerza en un texto. Con cuidado se evita, en la sucesiva manifestación de fragmentos de lo
que el amanuense debe copiar, transformado en una
versión suya, la idea de que es un creador literario.
Por eso mismo la escritura de arte queda más desnuda todavía en su esencia de malabarismos insondables con el lenguaje: pocas veces, tal vez nunca, la
narrativa cubana había abordado el tema de la creación misma con tal agudeza despiadada: «Ah, las
palabras y su efecto demoledor, falsario, turbio, sangrante; aunque se haga una copia mediocre, en ellas
puede uno tomar el pulso de la vida» (143). Y, tal
como es la aspiración de la narradora, todo el libro persigue
desnudar el pálpito de vida en
cada factor de los infinitos que
conforman la existencia humana. De aquí la fuerza devoradora de esta novela, que nos
engulle en el vórtice de su aparente carencia de conflicto.
Nos enfrentamos a un ser cuya
vida se ha consagrado a las palabras, que no tiene ni
lápices con qué escribir, que no hace sino copiar una
y otra vez palabras ajenas pero comprendidas por
él como parte del panorama inmenso de la vida; es
la esencia misma del acto de escribir, pues, como
advierte el amanuense: «Si la escribo, aumentan los
peligros de manera vertiginosa. Les sucede a todas
las cosas que se escriben: cambian su valor, se desentumen, brotan, penetran, dan giros, crecen, se
amplifican, se dispersan, son volutas, hachas, dioses» (31-32).
Su labor obsesionante, por lo demás, a pesar de
su captación implacable de la existencia, resulta a
la larga una autonegación: «Mira hacia los estantes
y pugna por salvarse de las inevitables preguntas
de siempre: ¿qué puedo hacer para negarme?, ¿qué
puedo hacer para dedicarme?, ¿qué puedo hacer
si logro terminar esta suplencia de mí mismo?» (30).
El protagonista está constantemente atenazado
por el horror de salir de su cuarto maltrecho –su
refugio– y enfrentarse a lo externo. Su oficio es, en
efecto, un abrigo contra la amenaza de lo externo:
«Un ataque de pánico semeja el umbral de la muerte.
Si toda alegría puede transformar un cuerpo, el
pánico lo puede destruir, aniquilar, demostrar al
soma elemental y a la mente viciosa que nada es
nada frente a él» (25). El calibre de esta meditación sobre el ser está a la vista. El amanuense es
141
un balance de la vida, no de la existencia en abstracto, sino de aquella de la isla. A pesar de su aparente difuminación lírica, disecciona problemas de
nuestro presente, signado por una transición incontenible. El amanuense da cuenta de ello en un pasaje de enorme significación:
Del Subaru gris se bajan cuatro hombres de
rostros sagaces y experimentados. Sus ropas
son modernas; camisas y pulóveres apretados,
cintos anchos y llenos de detalles metálicos,
pantalones sport. Llevan joyas en el cuello, en
las manos, en los brazos. Y sonríen a la tarde
que comienza a ser otra conquista en sus complacientes contingencias [137].
Es la irrupción de un futuro amenazador en un
presente estremecido. En dos trazos se hace evidente la incomunicación esencial entre el mundo del
amanuense y lo que está invadiéndolo de manera
aterradora:
Ellos susurran palabras que él no puede entender. Se aproxima, imprudente ante tanta energía,
para averiguar cómo se puede ser tan feliz bajo
el sol riguroso, en un clima de humedad extrema.
Consigue admirar sus gestos y sus modos de reír
de todo lo que ocurre alrededor: de las muchachas negras, de los viejos transitando con cautela, de los que cuidan el tránsito, del parqueador,
del que vende refresco, del sabor del refresco, de
los letreros, del aire, de las nubes. Antes de que
puedan reírse de él, toma cierta distancia y los
mira recrearse apoyados en el chasis del carro,
en espera de quién sabe qué [137].
El grupo de los triunfadores le suscita no ya asombro o admiración, sino un distanciamiento, una con142
ciencia de sí mismo, que lo separa radicalmente de
los burlones vencedores:
La visión de ese grupo tripulante del Subaru lo
perturba, hace que piense en lo mucho que se
puede perder junto a ese tipo humano. Pero ¿él
mismo no desafía la realidad? Camina hasta la
puerta de su edificio, mete la llave en la cerradura, y al girarla, ratifica que no tiene parentesco
alguno con los atlantes, su destino se basa en la
posibilidad de las palabras, en las líneas que constituyen lo que debe hacer o no, en una extraña
nomenclatura que mezcla su inteligencia con el
légamo de una realidad que no es la que se refleja en los ojos perspicaces de los atlantes [138].
La milimétrica exposición de una vida convierte a
El amanuense en un retrato mural, que no es ya
solo el de un ser humano, sino el de toda una existencia colectiva. En ese panorama, el protagonista
va perdiendo poco a poco su apariencia de pobre
ser, criatura incapaz de fuerza y energía. Por el contrario, el amanuense es –con vigor similar al de ciertos protagonistas narrativos de Virgilio Piñera, en
especial el de La carne de René– una fuerza viva
aferrada a la verdad:
Vivo en esta habitación, y en medio de ella las
palabras se dilapidan, se esparcen para desaparecer, y mis propias manos las separan de su
estructura, soy yo mismo el constructor y el
destructor, como también soy el amanuense y
la sombra. Uso otro recurso melodramático, a
pesar de saber que el mío es un drama de naturaleza veraz [255].
En la medida en que la novela corre hacia su fin,
el amanuense muestra zonas decisivas de sí mismo,
NORGE ESPINOSA MENDOZA
Mundo cruel: lectura
de madrugada para un
libro de Luis Negrón*
Para Ángel Antonio, lector cómplice
P
asó el tiempo en que los relatos donde aparecían personajes homosexuales los hacían ver
únicamente como figuras de comparsa, máscaras
grotescas de un pecado que solo despertaba desdén o amargas risas. Pasó también, tras un poco
de luchas y demandas, la época en que los mismos
personajes tenían que dejarse entender como almas reivindicadas, cuerpos entendidos desde una
tolerancia que los hacía tan poco creíbles como
antes lo fueron bajo las burlas y el rechazo. Pasó el
silencio, el fragor de la lidia en pos de las libertades
que hombres y mujeres reclamaban para la independencia de sus deseos, y pasó la oleada primera
del sida, que derribó mártires y nos llevó a entonar
nuevas consignas. Pasó la música disco, el reino
del pop que parecía eterno, y a la vuelta del milenio
entrante estamos cantando viejas baladas y boleros, para defendernos de la mediocridad reinante,
a la sombra de ciertas banderas desgarradas, comprendiendo incluso que la burla, y la alerta que se
ocultaba tras ese primario desdén, pueden ser también armas válidas de una lucha que no termina.
Porque pasa todo eso pero las conductas son las
* Luis Negrón: Mundo cruel, San Juan, Agentes
Catalíticos, 2011.
Revista Casa de las Américas No. 269 octubre-diciembre/2012 pp. 143-145
su capacidad de contemplar el universo: «Apaga la
luz. Así puede volver a pensar en el mundo como
en una esfera luminosa que busca su fin en la soledad cósmica» (257).
Apocalíptica, morosa en su tempo dedicado al
estudio microscópico de un personaje y su mundo, espléndida en su intenso dominio del lenguaje, El
amanuense, que no será nunca –por fortuna– una
novela comercialmente popular, está construida
sobre una comprensión tan estremecida, una seguridad tal de la palabra propia, que no solo marca al
lector, sino que, a no dudarlo, se convierte en un
hito singularísimo en la novelística cubana, como
texto que cumple, con ferocidad indetenible, un
extraordinario análisis del ser, pero que también
proclama, orgulloso, su voluntad de defender la
escritura más allá de la bestia y los atlantes que
circundan la existencia. c
143
mismas, y reírnos del breve ridículo que somos cada
vez que salta el tema del sexo puede ser siempre
un acto liberador.
Me esperaba en La Habana este libro de Luis
Negrón, que la amabilidad de Carlos Vázquez Cruz
dejó en mis manos desde un remoto febrero. Tuve
que conocer a Negrón en Nueva York, en la apertura del Festival de la Palabra que dirige Mayra
Santos Febres, para recordar que ese ejemplar
estaba en mi propia casa. Y bajo esa urgencia lo he
leído ahora, abrumado por los elogios que desató
en su país Mundo cruel, el primer tomo de relatos
que firma este hombre nacido en Guayama, en 1970,
y que parecen redactados por una mano que hubiera ya cerrado libros anteriores con historias semejantes. Galería de voces y de rostros, los nueve
relatos de Mundo cruel, como aquellos otros de
Salinger, presentan «con amor y escualidez» una
mirada a ese ámbito donde lo gay se descompone
en risa, drama, muerte, histeria y, sobre todo, búsqueda afanosa de un amor; un amor que se escapa
con la edad, con la esbeltez de un cuerpo, con la
cercanía de un virus, con la idea que la vida misma
puede clavarnos entre ceja y ceja cuando no es
más que eso: una sucesión de días en la que cada
hora nos reclama nuevas máscaras.
Valiéndose de un cuidado ejercicio de lenguaje,
recreando en ocasiones el habla local de zonas urbanas y rurales de Puerto Rico, Luis Negrón retrata a sus personajes, más que describirlos. Lo hace
a través de una perspectiva que no disimula las
contradicciones e incomodidades de sus sicologías,
más allá de la sexualidad que encarnen, de las variables mismas de esa sexualidad en expansión que
contagia a gays declarados y otros aún en el clóset,
que vislumbra en ellos el animal erótico que somos,
pero lo pone en sintonía con otras políticas del deseo, desmontando sus estrategias a través de la risa,
144
de la parodia, de la picaresca, como apunta en su prólogo Ana Lydia Vega. Cada
relato ha elegido un blanco
móvil al que disparar sus dardos, y el lector detallará la eficacia de esos fragmentos en
la medida en que él mismo se
descubra ametrallado o no
por esa maniobra.
La hipocresía eclesiástica es sacudida en «El elegido», primer relato de la colección, y desde ahí se
enumeran otros espacios, otros emplazamientos
donde la incomodidad de lo erótico, no solo de lo
homoerótico, ha debido plantar batalla. La rivalidad en el propio ambiente gay; las aventuras desaforadas en pos de algo tan delirante como disecar
a la mascota fallecida; la sicología del bugarrón que
bordea la muerte y la desata; la confraternidad entre homosexuales y heterosexuales; los rituales vacíos de la masculinidad y el deseo que pueden sentirse amenazados cuando la homofobia se sabe
combatida; la muerte dictada por la pandemia que
consume la belleza del amante; la vieja, inútil y perdurable costumbre de tener en la punta de la lengua todo lo que sospechamos acerca de la sexualidad de los otros, reaparecen una y otra vez en
este volumen, cuyo autor ha procurado una variedad de temas y tratamientos que nos impiden, acertadamente, comprenderlo como un libro que podría cerrarse en el gueto comprometido de quienes
lo habitan, o de aquellos a los que persigue en sus
párrafos. Mundo cruel es un libro que delimita su
propio campo moral, y que habla desde esos márgenes. Que todavía haya quienes entiendan dicha
moralidad como algo reprobable es cosa que solo
explica mejor la fortuna de que su autor haya organizado estos nueve relatos, y los ofrezca a quien
quiera como una suerte de reto en el que otra geografía, no solo de ese Puerto Rico al que alude, se
sabe representada con crudeza.
Digo crudeza porque es algo que se desprende
de su título. Y porque en un cuento como «Botella»
Luis Negrón deja a un lado los giros y las bromas
de «Por Guayama» y «La Edwin» para revelar el
costado desagradable de una sexualidad que no
olvida su propia calidad perversa. Ese relato, junto
a otros como «El jardín», «Junito» y «El elegido»,
me han reclamado una doble lectura. Que tal crudeza imponga su clave de humor, su distanciamiento, su propia gramática, es también algo que acelera la lectura de estos cuentos, y que traza un retrato
del autor libre de cualquier edulcoración, mediante
los recursos con los que emplaza a sus personajes,
acaso imágenes ellos mismos de parientes y conocidos, de colegas y hermanos de luchas diurnas y
nocturnas, en ese Santurce que definitivamente quiere entenderse de otro modo, así sea apelando a
una crueldad que solo endulzan los temas recientes
de la Yolandita, o cualquier otra diva tropical. Lo
que más distingo en este volumen es, y ya el título
es una señal hacia ello, su manera de avisarnos
acerca de la violencia, de cómo se opera desde
ella sobre esos cuerpos y deseos, a ratos de un
modo que una carcajada puede oscurecer, pero
tras la cual espera definitivamente algún golpe. Los
cuentos de Luis Negrón no son ingenuos aun cuando apelan a la llamada telefónica, a la evocación
del amante imposible al que suponíamos macho y
que acaba por revelarse como damisela mal pagada, al epistolario descarriado, a la descripción del
amor cuando ya el sida nos dice que el amor es
imposible. Por eso tal vez el libro cierre con la múltiple utopía de un orbe sin homofobia, en el que los
heterosexuales vayan perdiendo el dominio de sus
repúblicas, de sus cotos de caza, de sus territorios
marcados por las hormonas más recias, como broma redoblada que nos recuerda cuánto y cuán imposible es todavía todo eso.
Acaso Luis Negrón esté más interesado en abrir
su libro como biografía, no de sus personajes, sino
de las personas que acabaron impulsándolo a escribir sus primeros cuentos. Conocido por sus críticas cinematográficas, por su activismo como fundador de acciones en pro de los derechos a la libre
expresión de la comunidad homosexual de su país,
así como por la antología Los otros cuerpos, de
radical importancia en la cristalización de una idea
de la literatura de tema homoerótico en Puerto Rico,
de la cual fue uno de los compiladores, ahora es el
dueño de las llaves de este Mundo cruel. Ha escrito un libro que seduce como un buen golpe, y en
el que gracias a qué tremendo e irreverente Dios,
los gays, lesbianas y demás miembros de esta corte de los milagros que se atreve o lucha por decir
su nombre, han pasado por todos los gestos hasta
llegar a aquel en que los descubrimos con cada lectura. Este libro nos dice que todos ellos son simplemente personas, tan vulnerables o resistentes
como lo puede dictar cualquier orden de vida.
En el mismo rejuego en que rebaja las máscaras y
el performance de una sexualidad que no tiene que
salir a escena para clamar ya por un derecho que se
sabe ganado, aunque no siempre confirmado, Mundo cruel desmantela la falsa conmiseración, la consigna vacía, el amansamiento de lo que el deseo no
puede dejar de ser para seguir siendo exactamente
deseo. Vuelvo en la madrugada a repasar sus páginas, hora bien propicia para entrar a ese orbe que
Luis Negrón imaginó para nosotros. Digo que son
cuentos que se leen como retratos. Detrás de algún
párrafo, de alguna línea más o menos invisible, espero encontrar el rostro de su autor. c
145
XENIA RELOBA
La orquesta imposible.
Ensayo para una
presentación que
nunca comienza*
Revista Casa de las Américas No. 269 octubre-diciembre/2012 pp. 146-149
L
146
a orquesta imposible, pequeño volumen de relatos del músico, poeta y narrador costarricense Jaime Gamboa, se nos anuncia, desde una de
las solapas, como un proyecto de narrativa multimedia. Lo completan otros tres documentos: un CD
que de algún modo conforma la «banda sonora»
de este libro; la exposición «Notas insólitas», integrada básicamente por el «legado teórico» de un
multifacético Justino Blandón –narrador del último
de los cuentos–; y un blog (http://fundacion
blandon.blosgpot.com/), donde se complementa
con noticias, reseñas e incluso «ensayos» del propio Blandón, el propósito de homenajear a «este
refinado intelectual de barrio» y concederle «el lugar que se merece».
No es la primera vez que los predios de Internet
irrumpen en los ámbitos tradicionales de la literatura o confluyen en ellos. Hace algún tiempo nos acostumbramos a que el contenido literario nos sea suministrado (también) por intermedio de las entradas
(posts) de un blog, e incluso algún que otro documento impreso lleva la impronta formal de ese
(ya no tan nuevo) medio de expresión. Entretanto,
la noción del hipertexto ha permitido estructurar,
* Jaime Gamboa: La orquesta imposible, San José, Producciones del Río Nevado, col. Ojalá Ediciones, 2009.
en una dimensión que nos resulta cada vez más familiar,
discursos múltiples que se
suman para configurar otras
lecturas que trascienden la
complicidad establecida durante años con el objeto-libro. Como en muchos otros
casos, más que el desenlace,
es el proceso y las interacciones que se establecen en el
trayecto, especialmente con la bitácora en Internet
(al alcance de cualquiera en casi cualquier latitud),
lo que define el atractivo mayor de la propuesta.
En clave muchas veces humorística, con ingenio
y ritmo fluido, se nos entregan los siete textos de
La orquesta imposible, agrupados, al estilo de un
viejo disco de vinilo, en dos lados (A y B). La música y sus intérpretes constituyen el eje, el leitmotiv
o el trasfondo emocional de estas historias. A ellos
dedica Gamboa, letrista que forma parte de una
familia ligada al entorno musical de su país, su primer volumen de narrativa. «Cada uno inventa de
nuevo las palabras, lee lo que quiere, escribe de nuevo
cada pasaje, cada cadencia, cada nota de paso. […]
hace de la música una forma irrepetible, una historia que solo se cuenta una vez», dice a sus lectores,
y advierte que «toda partitura es un engaño. Y toda
orquesta es imposible». Dispuestos a entrar en el
juego e incluso a dejarnos tomar el pelo más de
una vez por el autor, nos sumergimos en esta selección de relatos.
Precisamente, lo que parece ser y no es alimenta
el enigmático comportamiento de María de Lucca,
María de los Buenos Aires, la veterana cantante de
tangos que asegura en «Jonás», el primer cuento,
que cada acción sobre el escenario –sea sonido o
silencio– debe ser rigurosamente calculada. Su in-
flexible método ha convertido a los tres integrantes
del trío acompañante (Mario, Allen y el narrador)
en autómatas: «Conocíamos tan bien todas las partituras (las de papel y las de espacio, tiempo y luz)
que ya no éramos nuestros sino de ellas», nos confiesa el último. Pero ese «equilibrio» pudiera romperse en el momento menos pensado, y en un final
elíptico y casi trepidante subvertirse el «destino
celestial de músico acompañante», solo para devolver a la temperamental diva el liderazgo tras su
inesperada fragilidad.
Uno de los momentos más líricos surge en «Orfeo», cuando un septuagenario despierta en la cama
de un hospital y no consigue dilucidar quién fue/es.
A su lado, una mujer (la Meche) «muy vieja para
ser un ángel» y «muy bonita para ser un demonio»,
colabora en la pesquisa y le asigna, uno tras otro,
los más disímiles oficios que puedan explicar por
qué escucha y reproduce constantemente esas melodías clásicas en su cabeza y hasta mueve las manos como si condujera una orquesta invisible, al
tiempo que la sospechosa callosidad de uno de sus
dedos sugiere que quizá fue un escritor. Cuando a
la postre «recobra» sus recuerdos, constata que
todavía no sabe quién es, que lo que ha vivido al
lado de esa extraña es quizá su «memoria» y que
[t]al vez, después de todo, esto sí era el cielo y la
Meche sí era un ángel viejo, encargado de traerme hasta este umbral, donde ya no importa quién
fui, sino solo saber que vine al mundo, que me
dieron un nombre, tuve un oficio, amé a una mujer
y llegué finalmente al tiempo del recuerdo.
Poco antes de cerrar el lado A, en «Pedro Nolasco y las estrellas», se nos conduce hacia el fatídico final de una banda de músicos. Mientras regresan a casa después de una presentación, todos
menos el narrador-protagonista ignoran que marchan hacia la muerte cuando uno de ellos se duerme ante el timón. Es el líder del grupo quien comparte, desde algún lugar indefinible, el relato de una
amistad/hermandad, y subraya la relatividad de
conceptos tan arraigados como la lealtad, y tan temidos como la muerte. En un rapto filosófico –que
recorre también otros pasajes/personajes del volumen– recomienda que «uno tiene que hacer y
decir y cantar todo lo que pueda cuando todavía
está de este lado del tiempo […]».
El punto de mayor intensidad dramática de la primera cara del libro –tal como esperamos de cualquier buen (viejo) disco de vinilo– se alcanza con
«La canción de Adán», donde la confesión de un
crimen en una comisaría rural sirve de pretexto para
adentrarnos en la historia del trío La Anexión. Se
trata, justamente, de uno de los «sujetos» de estudio más apreciados por el tal Justino Blandón. En
el post del 26 de agosto de 2009, que reproduce
sus apuntes sobre la agrupación, el personaje –¿alter ego del autor?–, cuya historia cierra más tarde
el libro, le atribuye un notable lugar en la construcción del patrimonio musical de Guanacaste.
A primera vista, «La canción de Adán» reconstruye el proceso investigativo en torno al crimen
que determina la ruina del trío, en realidad un dúo
porque solo dos de sus miembros son músicos, pero
que ha sido nombrado de aquel modo tras la incorporación como letrista del Cabo, quien, basado en los hechos e historias de los pobladores del
lugar, será capaz de componer un centenar de canciones. En clave irónica se dibuja este último personaje, adoptado tras perder a su madre por una
maestra local, doña Isolina, de quien aprendió desde pequeño la pasión por la lectura y, sobre todo,
por la escritura, que llega a «perfeccionar» no solo
mediante las innecesarias florituras que pone en sus
147
informes policiales, sino en lo formal, con una elaborada caligrafía, todo lo cual lo convierte en un
tipo singular para su pedestre oficio.
Sus cien canciones, arregladas por La Anexión e
interpretadas de manera íntegra en un «maratón»
que tiene como escenario el bar del pueblo, harán
pasar al público del asombro y la risa a la conmoción tras descubrirse «convertidos en figuras inmortales, elevados a una dimensión litúrgica, hechos
letra y hechos música». El clímax se desata cuando
el Cabo, inmerso en la tarea de buscar nuevos
motivos de inspiración, descubre a la Rufita, la mujer
más fea del pueblo, y decide amarla, convencido
de que nadie más será capaz de hacerlo. Confabulación, deslealtad y un desenlace sangriento enfrentarán a los dos músicos integrantes del trío. Todo
se revela al final ante el Cabito, inocente autor de
mil quinientas epístolas apasionadas para la joven,
satisfecho al fin de haber conseguido para la Rufita
aquello que no le estaba destinado.
Precisamente, La canción de Adán es el título
del CD que integra el proyecto, y que desde la carátula confirma el espíritu lúdico del registro, presentado como un trabajo de rescate de la obra del
trío La Anexión. No obstante, los esfuerzos investigativos de los hermanos Fidel y Jaime Gamboa
despiertan serios cuestionamientos nada más y nada
menos que de Justino Blandón, según se advierte
en la portada del disco.
El lado B abre con «La silla del Maestro», que
recupera el tono intimista de los primeros relatos para
devolvernos la historia de un declive y de un comienzo, de un talento que ha encontrado ya su abismo mientras otro no acaba de emerger. Las historias
contrapuestas de un viejo intérprete de música clásica (Wilhem) y de un niño de seis años (Óscar) que
no consigue mejorar su técnica, son el eje del cuento. Mientras el primero vio pasar la hora del éxito,
148
frustrada por la llegada del fascismo a su natal Salzburgo, el segundo se siente amenazado por el inminente rechazo de una familia de notables músicos
que no le va a perdonar su mediocridad como instrumentista. Así, desde su perspectiva infantil, el pequeño trama un acto de deslealtad que lo podría salvar del desastre.
En el penúltimo relato, «Romance en La Habana», se nos cuenta la historia de un accidentado
viaje a Cuba durante los convulsos inicios de los
años sesenta del pasado siglo. Arrastrados por un
irresponsable secuaz de Anastasio Somoza, dos
músicos y dos mujeres (la esposa y la secretaria/
amante del sicario) son obligados a aterrizar mientras sobrevolaban ilegalmente el espacio aéreo de
la Isla. Tras el interrogatorio y luego de comprobarse su inocencia, estos cuatro ocupantes del aeroplano se adentran –bajo supervisión– en la bohemia de un país que cambia. De manera inusitada
surge una relación que parece ineludible, porque
«amarse así en La Habana tenía que ser cosa del
destino», a pesar de las preferencias sexuales de
uno de los protagonistas.
Con «Ensayo sobre la vida de Justino Blandón»
cierra el volumen de cuentos que integra este experimento multimedia, cuyo nacimiento y evolución
se documenta, como ya hemos dicho, en la web.
En la bitácora en Internet se nos ha ido revelando
un genio cuasi renacentista capaz de entregarnos
los más disímiles aportes acerca de la identidad
musical de Guanacaste: desde la historia del ya
mencionado trío La Anexión, hasta los bocetos de
su «famosa colección de instrumentos imposibles»,
como la guitarreta (híbrido de guitarra y trompeta),
la ciclorneta en Fa (variante motriz de la guitarreta,
sin caja de resonancia), la acordeorimba en La, y
el maragot que, de acuerdo con el post del 16 de
agosto de 2009, «sintetiza las agudas preocupa-
ciones de Justino Blandón en torno a la ilógica separación entre música culta y música popular», y
refleja su «mar(a)cado interés por crear objetos
culturales que hicieran tangible un espíritu de trascendencia más allá de las burdas barreras impuestas por la academia».
En un estilo en que convergen lo épico, lo paródico y el suspense propio de una investigación cuyos resultados no pueden probarse, pues se ha
perdido la ocasión de documentarla con exhaustividad, en el cuento que cierra La orquesta imposible, Justino Blandón nos revela a su tío –otro Justino Blandón–, quien acompañó a su padre,
Maximiliano, uno de los líderes de la mítica Expedición de Los Osados que, según nos cuentan, habría partido en 1944 desde Costa Rica con rumbo
a Nicaragua, a fin de derrocar a Somoza, el viejo.
Durante la travesía, el privilegiado testigo de la hazaña porta como única arma un acordeón que serviría para animar a la tropa y devolverle las ganas
de guerrear por una causa justa.
En el preámbulo de lo que Justino –el sobrino–
presenta como el testimonio de su tío, se nos anticipa la cualidad de un género como el «ensayo»:
«un boceto, […] una aproximación sin pretensiones, algo imperfecto que todavía no está listo para
ser presentado en público». Mediante largas digresiones se nos descubre la angustia existencial del
«soldado Blandón» y, poco antes de que el registro se interrumpa, tras agotarse el tiempo del casete, este nos regala su «pensamiento filosófico»:
guna parte, uno no sabe. No sabe nada. Pero
parece que así tiene que ser. Parece que uno
tiene que pasarse la vida ensayando para una
presentación que nunca comienza, estudiando
cada pentagrama con sangre, con lágrimas,
moqueando de rabia y de impotencia, aprendiéndose cada pasaje de memoria como un
autómata […].
Engaño, divertimento, juego de espejismos/espejos, historias reales con variaciones, reinterpretadas como ficción, relatos que nos recuerdan a las
personas que fuimos, o a aquellas que conocimos,
que existen en los bares trasnochados de cualquier
lugar del planeta, en los ritmos que confunden su
marca de identidad en la ineludible globalización…
Gamboa llega con su primer proyecto de narrativa/
multimedia, que bebe de una tradición literaria perfectamente reconocible en sus líneas, justo en una
era que –a tono con esa relatividad tan cara a Blandón– también cambió mientras lo leíamos, veíamos,
escuchábamos... c
Nadie sabe por qué hace las cosas, sobrino.
Solo alguna gente vieja y muy sabia puede decir exactamente por qué hizo lo que hizo durante su vida. Pero en el momento de hacer
todo, cuando uno es joven y tiene el chance de
tomar decisiones, elegir un rumbo y llegar a al149
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