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Elecciones en el Perú: ¿Una decisión entre el mal menor?
Patricia Balbuena P.*
Después del 9 de abril hubo que esperar tres semanas para conocer oficialmente quienes
pasarán a la segunda vuelta a realizarse el último domingo de mayo. Ollanta Humala,
militar retirado y candidato de la alianza de Unión por el Perú y el Partido Nacionalista alianza que nació algunos meses antes de la campaña- obtuvo el 30.7%, frente al 24.3%
del ex presidente Alan García, candidato del APRA. En tercer lugar quedó la candidata
Lourdes Flores, presidenciable por la alianza Unidad Nacional, frágil coalición de
derecha. De otro lado ningún partido político tendría mayoría en el Congreso de la
República y era la primera vez donde se elegían representantes para el Parlamento
Andino
Fueron veinte los candidatos que disputaron el sillón presidencial en las elecciones
peruanas y cerca de 2,800 candidatos a 120 curules en el Congreso de la República..
Esto a pesar de los intentos de limitar la fragmentación política mediante la
promulgación de la Nueva Ley de Partidos Políticos y la implementación de la valla
electoral del 4%, que pretendía, además, consolidar y fortalecer un sistema de partidos
políticos de alcance nacional.
Un panorama fragmentado con una legalidad electoral que no funciona
En primer lugar es preciso reconocer las marcadas diferencias regionales que se dieron
en la votación. El candidato Ollanta Humala triunfó en la sierra, el centro y el sur del
país, esto es, en las zonas con mayor pobreza. Triunfa en los mismos lugares en que lo
hicieron en los ochenta la izquierda, en los noventa Fujimori, y en la elección anterior el
actual presidente Toledo. Los pobres siguen votando por los llamados Outsider y los
analistas se siguen preguntando ¿por qué? , esto como si los pobres - usualmente la
población indígena y la más golpeada por la violencia política- nos fueran tan extraños y
ajenos que no les reconociéramos su racionalidad política, y en medio del proceso
electoral el racismo y la discriminación afloran desde la clase media y alta que los
responsabilizan por sus malas decisiones.
El partido tradicional APRA con su candidato Alan García mantiene su supremacía
histórica en la costa norte del Perú que sigue siendo su bastión, y Lima la ciudad capital
voto mayoritariamente por Lourdes Flores.
Una explicación a la fragmentación fue la debilidad para supervisar el cumplimiento de
la Ley electoral, cuyo nivel de exigencia para participar en la contienda electoral era
alto. Entre otras, se planteaba la obligación de presentar firmas de adherentes (1% del
padrón electoral) y conformar 65 comités partidarios provinciales con un mínimo de 50
afiliados por cada uno, distribuidos en dos tercios del territorio nacional. El Jurado
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Nacional Electoral-JNE- y Oficina Nacional de Procesos Electorales- ONPE- no
verificaron con la rigurosidad necesaria el cumplimiento de dichas obligaciones. El
resultado fue: 36 partidos inscritos y por tanto, aptos para presentar candidatos a las
elecciones generales.
El resultado es que ninguno de los dos candidatos que pasan a la segunda vuelta tendrá
mayoría en el Congreso de la República, por lo que se verán obligados a buscar alianzas
para sacar adelante cualquier iniciativa legislativa, y de otro lado las alianzas
electorales, acabaron apenas culminaron las elecciones fragmentando aun más las
futuras bancadas.
Pero la valla electoral tiene también un problema, y este tiene que ver con la
representatividad de los congresistas electos. Se da el caso de candidatos al Congreso
que obteniendo una buena votación en su departamento pierden la banca porque su
partido no supera la valla. La valla electoral impidió la proliferación de partidos en el
Congreso, pero agudizó los problemas de representatividad.
El Fracaso de las Izquierdas
Una de las grandes derrotadas el domingo 9 de abril fue la izquierda, quien presentó tres
candidaturas que sumadas no superan el 1.5% de los votos válidos. Varios factores
conspiraron para este fracaso, en primer lugar los coqueteos infructuosos con otros
grupos que les impidió formalizar un plan mínimo de gobierno para participar juntos.
La candidatura de Humala también le resto votos, éste se mostró en todo momento
como el candidato con más claro perfil opositor, y con un discurso que muchos asumen
como de izquierda.
Llama la atención como teniendo entre sus cuadros partidarios a personalidades
vinculadas al mundo académico, y de reconocidas instituciones de desarrollo, los grupos
de Izquierda no sean capaces de sintonizar con el electorado. Es innegable que a lo largo
del último período de gobierno se fueron desconectando de los movimientos sociales. Si
a esto le sumamos la falta de renovación de sus cuadros políticos, el resultado se hace
inevitable. El futuro para la izquierda se plantea sumamente complicado, con la vista
puesta en las elecciones regionales de fines de año la alternativa se reduce a renovarse o
seguir encerrados.
La segunda vuelta: Votar por el mal menor
De cara a la segunda vuelta la elección comienza a polarizarse. Alan García intenta
construir una candidatura democrática frente a la alternativa con aureola autoritaria de
Ollanta Humala. Ambos candidatos sumando han obtenido poco mas de la mitad de los
votos del electorado, con lo que en teoría se estarían disputando una masa considerable
de votos, aunque el número de votos blancos y nulos llegó al 16% en la primera vuelta.
Ambos candidatos tienen un discurso con varios puntos en común: acento en lo social
sin abandonar la economía de mercado, están dispuestos a darle un papel más activo al
estado, al tiempo que marcan distancia con las políticas neoliberales.
Sin embargo para ambos se hace necesario subrayar las diferencias a fin de obtener el
amplio margen de rechazos que por su parte cada candidato cosecha. El pasivo de Alan
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García es su primera presidencia a fines de los ochenta, que terminó con el país en la
bancarrota en medio de la más grave crisis política, económica y social que recuerde el
país luego de la Guerra con Chile. Esto le ha granjeado la desconfianza de los sectores
más acomodados de la población. Sin embargo, ese es el bolsón de votos que más
fácilmente puede ganar, por que prima más el miedo a un Humala que les recuerda las
políticas nacionalistas del General Velasco Alvarado que un García que promete no
volver a equivocarse.
A regañadientes la derecha tendrá que votar por el mal menor, ya que los anticuerpos
que genera el aprismo son más digeribles que los que representa el propio Humala.
Aceptado ya el pasaje de García a la segunda vuelta, algunos medios de comunicación y
personalidades como Vargas Llosa, promueven una alianza entre las fuerzas
democráticas con vistas a enfrentar al nacionalismo. Esto ha sido terminantemente
descartado por García, quién por razones obvias de credibilidad política no puede
recostarse a la derecha contradiciendo lo que dijo hasta el día antes de las elecciones.
Del otro lado, Ollanta Humala carga sus propios pasivos. Irrumpe en la escena pública
tras un alzamiento militar en el año 2000, el mismo día que Montesinos escapaba del
país, lo que fue entendido por muchos como un acto de distracción. Durante la campaña
electoral salieron a luz graves acusaciones de violaciones a los derechos humanos
cuando a principios de los 90 fue destacado como Capitán en el Alto Huallaga, y
participó en acciones contrasubversivas, hechos por los que tendrá que comparecer ante
los tribunales de justicia probablemente antes de la segunda vuelta. Pero no todo tiene
que ver con su pasado. El candidato no termina de explicar la presencia de figuras
cercanas a Montesinos en su entorno, ni termina de deslindar con los exabruptos de sus
familiares cercanos, que por ejemplo señalaron la necesidad de fusilar a los
homosexuales para combatir la pérdida de valores. Aunque lo más preocupante para un
buen sector del electorado es el poco liderazgo que parece ejercer sobre su desordenado
partido, restándole coherencia y dejando la sensación de que le resultará muy difícil
mantener lealtades en el ejercicio del gobierno.
Pero como decíamos líneas más arribas, respecto a Alan García, Humala puede buscar
los votos adicionales para su triunfo, en aquella parte del electorado que está poco
dispuesta a otorgar una segunda oportunidad a su rival. Quizás, azuzando los viejos
miedos al Partido Aprista, es que el candidato nacionalista busca sostener la reducida
ventaja que obtuvo en la primera vuelta.
Un último dato que no es posible soslayar, es que esta segunda vuelta de las elecciones
peruanas tiene nuevos protagonistas que trascienden fronteras. Desde meses atrás se
conoce el interés del presidente venezolano, Hugo Chávez, en el triunfo de Humala. En
distintos momentos de la campaña se ha inmiscuido en ella, atacando duramente a
Lourdes Flores, y en las últimas semanas; luego de anunciar el retiro de su país de la
Comunidad Andina de Naciones, tratando de ladrón a Alan García y anunciando el
retiro de su embajador en Lima en caso de que este ganara. Hoy el Perú ha retirado a su
embajador de Venezuela y ha generado un malestar bien manejado por el APRA para
movilizar a los peruanos en defensa de las decisiones políticas internas.
Poco a poco el clima político se radicaliza, y faltando casi un mes para la segunda
vuelta el final es abierto. Quién mejor sepa navegar en las aguas tormentosas que los
dos parecen agitar, estará más cerca del triunfo
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* Abogada peruana consultora en Género, derechos humanos y políticas sociales
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