132_8 agosto

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DOMINGO 8 DE AGOSTO DE 2004
No. 132
El panorama general del náhuatl
y los dialectos de Morelos*
◆ Antonio García de León ◆
* Este artículo forma parte del Atlas Etnográfico de los Pueblos Indígenas de Morelos,
To axca to gente, que está en proceso de publicación en una coedición INAH-FCE
“Nuestra herencia es una
red de agujeros…”
Poema de Tlatelolco, siglo XVI
Antecedentes
El náhuatl moderno, el que actualmente se habla en varias entidades de la
República mexicana, y algunos de cuyos restos sobreviven en los países de
Centroamérica, se halla marcado por
la fragmentación dialectal, es decir, por
diferencias regionales que existían de
antemano pero que se acentuaron
como efecto de los procesos de parcelación que vivieron los pueblos indios y las comunidades durante la época colonial. Así, el náhuatl se encuentra fuertemente fragmentado en dialectos o variantes1, lo cual crea un efecto
aparente de que se tratara en realidad
no de una sola lengua, sino de una familia lingüística interconectada. Como
la comprensión mutua entre variantes
del náhuatl (y de otros idiomas de
Mesoamérica) se da en forma de redes sucesivas, los dialectos más alejados geográficamente entre sí, los colocados en puntos extremos de la red,
tienden a ser casi mutuamente ininteligibles, es decir, que los hablantes no
se entienden entre ellos, sobre todo si
tomamos como referente a hablantes
de variantes colocadas en los extremos de la red. Por ello es importante
concebir al náhuatl más como la red
fragmentada de una totalidad mayor
que como una sucesión de variantes a
punto de separarse.
Primeramente, la política colonial
consideró desde el siglo XVI al náhuatl del valle de México, sede de la
Triple Alianza, como el náhuatl Clásico, del cual, según la lógica europea
de la fragmentación de las lenguas romances, deberían derivar el resto de
las variantes del náhuatl. Se concebía
al idioma de Tenochtitlan y Texcoco
van de hablas que en el siglo XVI, eran
ya bastante diferentes de la lengua oficial del imperio azteca. Actualmente,
los dialectos orientales del náhuatl, por
ejemplo, se encuentran tan alejados de
las variantes del centro de México,
como pudiera estarlo el español del
catalán o del portugués.
Otro rasgo general importante es que
durante todo el periodo colonial, el
náhuatl interactuó muy estrechamente
con el español, proporcionando una
gran cantidad de préstamos a las variantes del español de México y Centroamérica. Pero asimismo, el náhuatl
adoptó muchos préstamos del español, tanto del siglo XVI como de los
siglos posteriores. El vocabulario se
adaptó a estos préstamos, se adoptaron conjunciones y giros tomados del
Tetelcingo, Morelos. Foto Miguel Morayta M.
español y la consecuencia, en la sintaxis, es que el náhuatl moderno utiliza
algo así como el “latín culto”, la va- por los mismos escribanos nahuas del formas sintácticas “mestizas”, nuevas
riante socialmente superior y que de- valle de México: “mexicano chontal”, estructuras que no son ni españolas ni
bería imponer la norma ideal de todos “mexicano pinotl”, etcétera. Algunas nahuas pero que derivan de esta intelos hablantes, de los “romances vul- de estas denominaciones, en especial racción de cuatro siglos. En el náhuatl
gares”. Así, en muchos textos y docu- las últimas, se refieren a veces a len- moderno se conservan también palamentos del primer siglo de la conquis- guas distintas aunque cercanamente bras españolas antiguas, o pronunciata, como en las Relaciones Geográ- emparentadas con el náhuatl y que ya das a la manera del siglo de la conficas ordenadas por Felipe II en 1579- se han extinguido: como la lengua de quista: como tomin, “dinero”, limeta,
1580, o en los documentos y proban- Pochutla (Oaxaca), el pochuteco, que “botella” o xapon, “jabón”…
zas de tierras, se habla de la variante es un idioma muy cercano al náhuatl
dominante mexica como “la lengua dentro de la gran Familia Yutoazteca, La huella de la historia
cortesana de México”, y a las varian- y que en el XVI es llamado “mexicano Podemos decir sin temor a equivocarnos que el náhuatl moderno construye
tes que no corresponden al modelo mazorral”.
erigido como central, se les considera
El problema de estas clasificaciones sus características tomando como
según diversos criterios de valor de es que no todas las variantes derivan base un conjunto mayor de rasgos, un
disminución, que denotan por lo ge- del náhuatl llamado clásico, sino que corpus más amplio al de cada varianneral el antiguo etnocentrismo de los éste y las demás variantes derivan más te particular. Es decir, que cada vamexicas, pero revaluado por la admi- bien de un proto-nahua que se fue es- riante se ha especializado en aspectos
nistración colonial hispana. Se usan así pecializando y expandiendo y que ya diversos de ese conjunto, incidiendo
una serie de juicios valorativos para no era hablado en el siglo XVI. Así, en preferencias gramaticales y léxicas
ubicar las hablas distintivas regionales: los dialectos del náhuatl oriental (Sur tomadas de ese complejo lingüístico
“náhuatl vulgar” o “mexicano vulgar”, de Veracruz, Tabasco, El Salvador), mayor, que es el que subyace en to“mexicano corrupto” y, por último, en del náhuatl del norte (La Huasteca, das las variantes. Cada forma regional
la escala más baja, “mexicano mazo- franjas de la Sierra de Puebla) o el se ha especializado en partes específirral”, o bien se usan categorías usadas occidental (Jalisco, Michoacán) deriPasa a la página II
El panorama...
Viene de la página I
cas de esa totalidad y ha “colonizado”
una parte de ese corpus. Dicho de otra
manera: si elaboráramos una comparación exhaustiva de rasgos fonológicos, gramaticales, sintácticos y de vocabulario, podríamos tener la matriz de
la totalidad de la lengua: por lo pronto, un diccionario léxico y gramatical
que superaría en elementos a los clásicos de Molina o Rémi Simeón acerca del “náhuatl Clásico”. Esta situación, al igual que la disposición de las
variantes en cadenas y redes, opera
en escala general y en grupos regionales: el norte (Durango), el occidente
(Jalisco y Michoacán), el sur (Guerrero), el centro (DF, Edomex, Morelos,
Puebla y Tlaxcala), La Huasteca, la
Sierra de Puebla, el Golfo sur y Chiapas-Centroamérica, conformando diferencias sutiles y de creciente envergadura2.
Pero visto desde un punto de vista
histórico, de esta hipotética lingüística
comparativa del náhuatl se derivan
conclusiones históricas que están en
espera de un trabajo más totalizador,
que trascienda el actual estudio monográfico sobre variantes separadas.
Y es que el conjunto del náhuatl superviviente y registrado desde hace
más de un siglo a la fecha, semeja, en
la expansión y regularidad de los cambios un estanque sobre el que se hubieran hecho caer piedras de manera
sucesiva, y que los cambios se hubieran expandido en ondas concéntricas
del centro a la periferia: marcando rasgos desde que las variantes se empezaron a separar entre sí, desde finales
del periodo Clásico. Así, los rasgos
más arcaicos se mantienen en la periferia, por lo general en las variantes
del llamado “náhuat” (Durango, partes de occidente, sur, Huasteca, Sierra de Puebla y todo el Golfo sur y
Centroamérica), y el desarrollo de los
cambios más recientes es notorio en
el centro, en las variantes del “náhuatl”3. El inicio de esta separación interna se remonta, según los cálculos léxico-estadísticos a una profundidad de
por lo menos 14 siglos mínimos, si incluimos a variantes cercanas como el
pochuteco, y a unos 10 siglos al interior del náhuatl propiamente dicho: es
decir, que hace unos mil años el náhuatl empezó a diversificarse, coincidiendo con el colapso y dispersión de
Teotihuacan. Y esto nos lleva a que lo
más trascendente para la historia prehispánica de Mesoamérica, corroborado por fuentes escritas y arqueológicas, es que estas “piedras en el centro del estanque” corresponden con las
dominaciones y dispersiones migratorias de los nahuas a partir de ciertas
metrópolis o ciudades-Estado situadas
en el Altiplano central: Tula-Teotihuacan, Xochicalco, Cholula, Tula-Xicocotitlan y México-Tenochtitlan, ciudades en donde se habló el náhuatl y a
partir de las cuales se expandieron las
variantes en forma de ondas concéntricas. Así, en “franjas dialectales”
como la del Golfo sur, es posible in-
Xoxocotla, Mor. Foto Cristina Saldaña F.
cluso datar cronológicamente estos
cambios y adscribirlos a migraciones
conocidas de grupos de hablantes hacia el sur de Mesoamérica: las famosas “migraciones pipiles” que alcanzaron Yucatán y Centroamérica (hasta el
sur de Costa Rica), y que procedían
de Teotihuacan, Xochicalco, Cholula
y Tula-Xicocotitlan.
Por otra parte, hay dos situaciones
históricas importantes que se desprenden de la Lingüística histórica del náhuatl: la primera son los préstamos de
otras lenguas que han interactuado en
contextos regionales (como el cora y
huichol en Durango, el totonaco en la
Sierra de Puebla, el otomí en el Altiplano central, el popoluca mixeano y
zoqueano en el sur de Veracruz, etcétera). Esto ha marcado muchas de las
diferencias y preferencias que han
“contaminado” al corpus y que tienden a acercar el náhuatl a las lenguas
vecinas. Otra es el sustrato, es decir,
la impronta de lenguas anteriores habladas en ciertas regiones que marcan
préstamos y acentos regionales. Como
el náhuatl, en virtud de su carácter asociado a la dominación de sucesivos
Estados militaristas, era por lo general
impuesto en regiones donde se hablaban otras lenguas, aparece muchas
veces con un sustrato más o menos
visible. La imposición del náhuatl continuó incluso durante el siglo XVI en
algunas regiones, pues la primera política de la Corona española fue el convertirlo en lingua franca, en la lengua
“mexicana” de la Nueva España, útil
para la evangelización y la administración en una Mesoamérica que aparecía ante los ojos de los conquistadores como una auténtica Torre de Babel. Ambas situaciones son importantes para la reconstrucción histórica de
los pueblos nahuas, pero gran parte
de esta tarea está por hacerse.
Los pisos y características
del náhuatl de Morelos
En Morelos el náhuatl está, desde por
lo menos la mitad del siglo pasado, en
franco proceso de extinción, a pesar
de que es, de hecho, la única lengua
indígena que se habla en el estado. A
pesar de este proceso de rápida disolución, se mantiene en algunas localidades del norte, centro, occidente y
oriente del estado. Los dialectos de
Morelos muestran lo que hemos estado diciendo: aparecen en forma de
cadena o red dialectal regional, son
notorios algunos “pisos” históricos que
se remontan al Clásico (sobre todo a
Xochicalco, donde muy posiblemente
se habló esta lengua), y en algunos de
ellos es posible percibir un sustrato de
alguna o algunas lenguas anteriores:
como en la variante de Tetelcingo, en
donde los cambios fonológicos y léxicos se relacionan con la presencia anterior de alguna lengua del grupo Otomangue (posiblemente el chocho-popoloca, hablado hasta el sur del Popocatépetl según algunas fuentes del
siglo XVI). Asimismo, algunos dialectos del norte, como el de Tlalnepantla
y el de Hueyapan, se conectan directamente con la red del valle de México, los del occidente (Cuentepec) con
el sur del Edomex (Ixtapa, Temascaltepec), mostrando interacciones con
lenguas otomianas (ocuilteco, otomí y
matlatzinca), e indicios arcaizantes,
reflejos lejanos de lo que pudo haber
sido el náhuatl de Xochicalco. Las variantes del centro norte (Ocotepec,
Tepoztlán y sus sujetos Santa Catarina, Amatlán y Ocotitlán) representarían el centro más típico de la red morelense: una secuencia que se continúa
hacia el oriente de Morelos, el sur de
Puebla, y con algunas conexiones hacia el náhuatl oriental del Golfo de
México. Algunas características fonológicas, gramaticales y léxicas son descritas por Dakin y Lastra/ Horcasitas,
ubicando a la red morelense dentro de
las variantes de lo que Hasler llama
“náhuatl central”.
De hecho, la variante morelense que muestra más cambios, y que
ha resultado una de las más persistentes en el proceso acelerado de extinción, es la de Tetelcingo, la que según
Karen Dakin4: “Se distingue marcadamente de los otros dialectos en su sistema vocálico […] las diferencias están en la realización de las vocales largas, que han cambiado de calidad”,
es decir, que las vocales largas /a:, e:,
i:, o:/, se han convertido en otras vocales, inexistentes en el náhuatl, pero
presentes en las lenguas otomangues,
así como en algunos diptongos o grupos vocálicos. Esta característica de
las vocales tetelcingas causa un efecto
falso de “no comprensión” por parte
de los hablantes de dialectos vecinos,
como Hueyapan, pero es en realidad
una serie de cambios absolutamente
regular.
El náhuatl de Morelos, socialmente, es visto como una lengua disminuida, asociado a la condición rural
e indígena. Carente de prestigio, ha
cesado de transmitirse de una generación a otra, lo cual significará la muerte de todo un complejo cultural muy
rico que seguramente desaparecerá en
los años venideros.
Bibliografía básica
Brewer, Forrest y Jean, Vocabulario mexicano
de Tetelcingo. Serie de Vocabularios indígenas
Mariano Silva y Aceves, 8. México, 1962.
Dakin, Karen, “Dialectología náhuatl de Morelos, un estudio preliminar”. Estudios de Cultura
Náhuatl, no. 11. UNAM. México, 1975. Pp. 227234.
García de León, Antonio, Pajapan, un dialecto
mexicano del Golfo. Colección Científica, INAH.
México, 1976.
Hasler, Juan A,, “Tetradialectología náhuatl”,
en: Benjamín Elson y Juan Comas, eds., A William
Cameron Townsend. México, 1961. Pp. 455-464.
Lastra, Yolanda y Fernando Horcasitas, “El náhuatl en el estado de Morelos”. Anales de Antropología. Vol. XVII. UNAM. México, 1980. Pp.
233-298. [Incluye una bibliografía completa sobre el náhuatl de Morelos]
Launey, Michel, Introducción a la lengua y a la
literatura náhuatl. UNAM. México, 1992.
Swadesh, Mauricio, “Algunas fechas glotocronológicas importantes para la prehistoria nahua”.
Revista Mexicana de Estudios Antropológicos. Vol.
14. México, 1954-55. Pp. 173-192.
1
El concepto lingüístico de “dialecto” se refiere a
una variante inteligible dentro de la totalidad de una
“lengua” extendida en un territorio dado. Lo aclaro
porque en México, como producto de los prejuicios
sociales implantados desde la Colonia, el término
tiene una connotación peyorativa: se suele llamar
“idioma” al español y “dialectos” (vid. idiomas
inferiores) a las lenguas o idiomas indígenas.
2
En base a esta hipótesis es que hicimos una reconstrucción básica del llamado “nahua del Golfo”
(García de León, 1976).
3
Esta distinción entre náhuatl, “náhuat” y “náhual” se basa en un solo rasgo: el uso en ciertas
palabras (por lo general ante /a/ y en posición
final) de los fonemas /tl/, /t/ y /l/ sorda. Esta
última variante aparece en Michoacán y el sur
del Edomex. Así, en el primero, “hombre” se
dice /tla:katl/, en el segundo /ta:kat o ta:gat/, y
en el tercero /la:kal/. Pero este solo rasgo ha
resultado insuficiente, como lo ha demostrado
Hasler, para una clasificación confiable de las variantes.
4
Dakin, “La dialectología náhuatl de Morelos…”
1975: 231.
La comunidad académica del
Centro INAH Morelos
pendiente de los logros de sus componentes,
tiene el gusto de felicitar al doctor
Antonio García de León
por haber recibido el
Premio Gonzalo Aguirre Beltrán
debido a su aportación al estudio de la “tercera raíz”: importante
presencia africana en México desde el siglo XVI.
Asimismo le manifestamos nuestro gusto por la inminente aparición de
su libro: Contra viento y marea. Los piratas en el Golfo de México,
bajo el sello editorial de Plaza Janés. ¡Adelante Antonio!
Cuernavaca, Mor., agosto de 2004
DOMINGO 8 DE AGOSTO DE 2004
II
Entre las plantas medicinales reportadas para la región de Morelos, existen
especies que tienen un amplio valor
cultural, ya sea por sus múltiples usos
y por la natural belleza evidente en sus
diversas etapas de desarrollo con coloridos contrastes, entre el verde de
sus hojas, sus flores blancas o rosas y sus esféricos y espinosos frutos teñidos de un “rojo” tan peculiar
del achiote .
Bixa orellana, es una especie que a
través del tiempo, ha contado con una
amplia sinonimía científica: B. acuminata Bojer; B. americana Poiret in
Lam.; B. Katangensis Delpierre, B.
odorata Ruiz & Pav. Ex G.Don;
B.platycarpa Ruiz & Pav; B. tinctonia Salisb.; B. urucuna Willd, Orellana americana Kuntze y Orellana orellana (L.) Kuntze.
Desde el punto de vista taxonómico,
existen diversas formas o criterios a
través de las cuales es posible asignarle el nombre científico a una planta,
en este caso, el nombre genérico de
Bixia está relacionado con otra planta que habita en el Caribe bija o bi-
El Yauhtli
◆ Margarita Avilés y Macrina Fuentes ◆
ACHIOTL O ACHIOTE
Bixa orellana L.
FAMILIA : BIXACEAE
ché. En cuanto al nombre científico
relacionado a la especie de orellana ,
éste deriva del nombre de Francisco
de Orellana, quien junto con Francisco Pizarro, ambos de origen español
y exploradores del siglo XVI, se les
ha atribuido la destrucción del imperio
Inca, en 1540.
Posteriormente Francisco de Orellana, interviene en otra expedición con
Gonzalo Pizarro, se introducen a la
jungla Peruana y Brasileña en busca
del oro y el árbol de la canela.
El nombre de achiotl deriva del náhuatl, es una especie arbustiva que lle-
Achiotl. Francisco Hernández. Historia Natural de la Nueva España
ga a medir hasta 2 a 10 m de altura,
tiene una savia amarilla, pegajosa y
amarga. Inflorescencias en panículas
terminales con flores de color blanquecino rosado de 3-4 cm de diámetro,
con numerosos estambres. El fruto es
una cápsula de 3-5 cm de longitud,
rojiza, cubierta de débiles espinas.
Originaria de América tropical, extendiéndose desde México, Centro y
Sudamérica y el Caribe, llegando a
distribuirse hasta las áreas tropicales
del Viejo Mundo. Se le encuentra en
forma silvestre en el Bosque tropical
húmedo.
En México crece en la parte sur,
principalmente en Yucatán, donde hay
una fuerte presencia de esta especie.
A esta planta se le cultiva en forma
extensiva así como en huertos familiares y jardines. Fue introducida a las
Filipinas por los españoles
Es utilizada como condimento, medicinal, cosmético, adhesivo, colorante y como planta ornamental. Así como
para elaborar implementos de trabajo, muebles y como fibra en la industria de cordelería. Su flor es importante para la apicultura. Es una planta
que se cultiva ampliamente en Brasil,
y es el principal exportador.
Es a través del cocimiento de sus
semillas que se forma un sedimento y
finalmente se elabora una suave y valiosa pasta que tiene diversos usos.
Como colorante se tienen datos de
que los guerreros prehispánicos de
nuestro país, se pintaban el cuerpo con
achiote, para fines de ostentación, amedrentar al enemigo y como repelente para
los mosquitos. Con este último fin, se sigue utilizando por algunos indígenas de
México y sur América.
En Morelos, además de utilizarse
como colorante para los alimentos, se
le encuentra en viveros, jardines como
planta de ornato.
Desde el punto de vista de la medicina tradicional, se le atribuyen un amplio rango de propiedades y acciones,
que implica a cada una de las partes
de la planta, es decir, ya sea en sus
hojas, frutos, semillas y raíz.
Desde el siglo XVI, se cuenta con
información en diversas fuentes históricas, de la que se enlistan un gran
número de padecimientos que eran
curados con el achiote.
Francisco Hernández, cita a esta
planta como “ACHÏOTL” o “medicina buena para teñir” menciona que el
árbol era muy apreciado por los indígenas sembrándolo cerca de sus casas. Utilizada por los médicos para
bajar la temperatura, en problemas
disentéricos, quitar tumores, se agregaba a las bebidas refrescantes entre
las que se encontraba el cacaotal ;
entre otros usos mencionados está el
quitar el dolor de dientes, originado
por causa cálida y para afirmarlos.
Actualmente en la medicina tradicional mexicana, se emplea en problemas
de la piel, digestivos, renales y ginecológicos. En Morelos se usa para
curar los granos de la boca, Piquetes
de moscos y fuegos.
Los avances en la investigación científica sobre el Achiote han demostrado presentar propiedades antiinflamatorias y antimicrobianas, en aplicación
externa.
Esta planta forma parte de la colección nacional de plantas medicinal del
Jardín Etnobotánico.
Planta completa del Achiote Bixa orellana. Archivo fotográfico Fuentes-Aviles
DOMINGO 8 DE AGOSTO DE 2004
III
LA RESTAURACIÓN DE LA CAPILLA DE
SAN FRANCISCO, EN JONACATEPEC
◆ María Inés González González ◆
Sección de Monumentos Históricos. Centro INAH, Morelos
Muchos son los edificios históricos de
carácter religioso que tenemos en casi
todas las comunidades del estado de
Morelos. En el caso de las cabeceras
municipales o las poblaciones grandes
del estado se cuentan más de uno de
ellos. Estas edificaciones son el centro
de los barrios en los que se dividen las
poblaciones y cuyos habitantes se identifican y reúnen alrededor de estos inmuebles para continuar con sus tradiciones religiosas y festivas que preservan de las generaciones anteriores. Tal
es el caso de la capilla de San Francisco, edificio histórico de carácter
religioso que es el corazón del barrio
del mismo nombre, en Jonacatepec.
Como referencia arquitectónica, esta
capilla puede datarse desde el siglo
XVII, con varias etapas y elementos
constructivos fechadas hasta siglo XIX
y nuevas edificaciones con materiales
modernos del siglo XX. El conjunto
original se compone de elementos arquitectónicos tales como el atrio; la
capilla, que se forma con una nave
cubierta con bóvedas de lunetos en el
primero, segundo y cuarto entre ejes,
mientras que una cúpula cubre el tercer
entre eje; al interior, se encuentra el coro
en la parte alta del acceso y al fondo, se
localiza el presbiterio; al norte de la nave
se ubica la torre por la que se accede al
coro, al campanario y a las cubiertas;
por último, sobre este mismo lado norte
se edificó la sacristía, con su bóveda de
cañón corrido. Hoy se pueden observar, dentro del conjunto de elementos
históricos, otros espacios como baños, bodegas y una cubierta de lámina
adosada a la fachada, todos estos recientemente edificados y que han alterado el partido arquitectónico original
Cúpula
Retablo. Fotos de María Inés González González
de este espacio religioso.
A pesar de estos agregados, es posible destacar la singular belleza de la
cúpula, de forma elíptica y proporciones características del barroco, con
lucarnas, es decir, formas que simulan
ventanas en los cuatro puntos cardinales. Pero también la torre campanario es única. Para subir a ella, es necesario utilizar unas angustiosas escaleras de forma de caracol de apenas 55
centímetros de ancho, que están dentro de la torre. En el primer cuerpo se
encuentra el campanario, mientras que
el segundo cuerpo, lo forma un elemento muy poco común. Se trata de
un remate cilíndrico, construido de tabique y hueco al interior. La ornamentación de este elemento son unas estrías y algunas cornisas y remates que
lo hacen sobrio y elegante, característica del neoclásico y lo cual es evidencia de ser un agregado posterior al resto del edificio.
La fachada de la capilla es muy sobria, únicamente la adornan algunas
cornisas, con su torre campanario al
norte y al sur, una espadaña en la que
se encuentra una campana y la remata
una cruz. Cabe destacar que este elemento es muy común encontrarlo en
la arquitectura religiosa de la región,
como en el caso del templo de San
Agustín, en el mismo Jonacatepec y la
capilla de San Martín en Tepalcingo.
Al interior, esta capilla guarda un
bello retablo barroco, dedicado a San
Francisco, con pinturas y esculturas
estofadas, así como un muy bien conservado púlpito de madera, todos éstos, de la misma época. Sobre los
muros laterales encontramos diferen-
tes imágenes de épocas diversas que
son veneradas y cuidadas por la comunidad.
En el año de 1999, muchos inmuebles religiosos fueron dañados por un
sismo de gran intensidad. La mayoría
de éstos fueron intervenidos oportunamente y los daños que sufrieron fueron reparados. Otros, debido a que
las afectaciones no fueron tan severas, tuvieron que esperar para recibir
recursos que apoyaran a las comunidades para la reparación de sus inmuebles. Esta última suerte fue la que tuvo
la capilla a la que me refiero ahora.
Cabe destacar que mientras el templo
de San Agustín, el principal de Jonacatepec, fue intervenido debido a los
daños provocados por el sismo, la
capilla de San Francisco fue la cede
de las actividades religiosas que se
celebraron en esta población.
Debido a los movimientos sísmicos,
el campanario, la espadaña, el coro y
algunos muros laterales de esta capilla
sufrieron agrietamientos importantes.
Además, la humedad, como otro agente de deterioro, también la afectó, pues
con el paso del tiempo se perdieron las
gárgolas de barro que desaguaban las
cubiertas y por esta razón se afectó el
interior de los muros por donde ahora el
agua resbala directamente.
Gracias a los recursos económicos
obtenidos por el INAH, asignados a
través de un seguro que cubre los daños que, por desastres naturales, afectan a los monumentos históricos, y con
el seguimiento y asesoría técnica de la
Sección de Monumentos Históricos
del Centro INAH Morelos, la espera
para realizar trabajos de intervención
ha terminado y actualmente se llevan a
cabo la de inyección de grietas, así
como la colocación de nuevas gárgolas, la impermeabilización de las cubiertas y la pintura de la fachada e interior de la capilla.Todos estos trabajos se realizarán durante un mes y medio aproximadamente y se pretende
con ellos, además, que la comunidad
se involucre y participe en la toma de
decisiones acerca de las prioridades
de restauración, asi como en la realización de trabajos de limpieza y en la
constante vigilancia y seguimiento del
proceso de intervención.
Se busca que la importancia de la
conservación de los edificios religiosos que vaya mas allá del mantenimiento correctivo y preventivo que se debe
llevar a cabo de manera constante en
el inmueble, pues gracias a que éstos
se mantengan en buen estado, es posible también conservar las tradiciones de las comunidades que cotidianamente los usan. Los miembros de la
comunidad me han platicado de las tradiciones que aun se llevan a cabo,
como las “Mañanitas a San Francisco”, que se cantan el 4 de octubre, día
de la fiesta del barrio en la que, además de cantar esta canción tradicional, se entonan otras canciones especialmente escritas para el patrón de la
fiesta del barrio y que han sido transmitidas a varias generaciones de forma oral
y escrita. Otra de estas tradiciones son
las posadas, que desde hace 23 años
son organizadas por la Sra. María Padilla, quien con gran devoción, se hace
cargo del novenario y del Niño Dios
de esta capilla durante todo el año y
especialmente desde las posadas hasta la fiesta de la Candelaria.
Trabajos de intervención
Consejo Editorial: Ricardo Melgar, Lizandra Patricia Salazar, Jesús Monjarás-Ruiz, Miguel Morayta y Barbara Konieczna
Coordinación: Patricia Suárez Ortega
Formación: Luis Sánchez García
[email protected]
Matamoros 14, Acapantzingo
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IV
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