Descargar boletín - Compañía Nacional de Teatro Clásico

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Las Mocedades del Teatro
Estrenamos Romances en Zamora
Romances del Cid es el último montaje de la Compañía. En esta
ocasión el estreno se produjo el 23 de febrero en el teatro Principal
de Zamora. Romances del Cid, con versión de Ignacio García May
y dirección de Eduardo Vasco, recoge los romances basados en la
figura del Cid. Es un montaje de pequeño formato, —con un elenco de solo tres actores y tres músicos— que, al igual que Viaje del
Parnaso podrá acceder a espacios escénicos poco habituales para
la Compañía. De Zamora, a Vera (Almería) y Olmedo (Valladolid), plazas a las que seguirán otras para completar una gira nacional, antes de su llegada a Madrid en la temporada 2007–2008.
Últimas publicaciones
Acaba de imprimirse el número 45 de la colección Textos de
Teatro Clásico, recogiendo los
pormenores de nuestra última
producción, El curioso impertinente, de Guillén de Castro, con
dirección escénica de Natalia
Menéndez. El volumen presenta el excelente texto del dramaturgo valenciano en versión de
Yolanda Pallín, junto a los dise-
ños de escenograf ía y figurines
y fotos del espectáculo estrenado en Alicante y Madrid durante
el mes de febrero. Lo acompañan el número 23 de los Cuadernos Pedagógicos y de las Fichas
Didácticas, también relativos al
montaje.
Los Cuadernos de Teatro
Clásico van a enriquecerse con
un nuevo volumen, que hará
el vigésimo tercero de la colección. Bajo el título “El Cid. Poesía y teatro” estará dirigido por
el catedrático José María Díez
Borque, y colaborarán en él
reconocidos investigadores en
la materia: Carlos Alvar, Jesús
Antonio Cid, Ignacio Arellano,
Carlos Mata, Javier del Prado,
José Paulino y el propio Díaz
Borque.
GIRA ABRIL–JULIO 07
DON GIL DE LAS
CALZAS VERDES
Las Palmas. Del 30 de marzo
al 1 de abril. teatro cuyás
Pamplona. Del 13 al 14 de abril.
teatro auditorio baluarte
Sevilla. Del 18 al 11 de abril.
teatro lope de vega
ROMANCES DEL CID
Almodóvar del Campo. 16 de abril.
Santiago de Compostela.
Del 10 al 13 de mayo.
Villena. 18 de mayo.
Aracena. 30 de mayo.
Valverde del Camino. 2 de junio.
Cartaya. 6 de junio.
Moguer. 9 de junio.
Punta Umbría. 16 de junio.
Alcalá de Henares.
Del 29 de junio al 1 de julio.
Nominados en Toledo
El Teatro de Rojas de Toledo prepara la xv edición de los
premios que anualmente entrega a compañías, actores y actrices que han intervenido en su programación, y que son
otorgados por los espectadores del teatro. En esta ocasión,
han sido nominados la directora Ana Zamora, en la categoría de mejor dirección escénica y Fernando Cayo, en la
categoría de mejor actor, ambos por el montaje de la cntc
Tragicomedia de Don Duardos, de Gil Vicente.
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EL CURIOSO IMPERTINENTE
Valencia. Del 10 al 20 de mayo.
teatro olympia de valencia
Molina de Segura. 31 de mayo.
Cáceres. 22 y 23 de junio.
gran teatro
Niebla. 13 y 14 de julio.
castillo de niebla
Olite. 20 y 21 de julio.
la cava
Vuelven los Sainetes
a Madrid
El montaje Sainetes, con versión y
dirección de Ernesto Caballero, vuelve
al Pavón del 18 de abril al 1 de julio.
Integra los sainetes de Ramón de la
Cruz, La ridícula embarazada, El
almacén de novias, la República de
las mujeres, y, Manolo, tragedia para
reír o sainete para llorar… Esta obra,
que tuvo gran acogida del público la
temporada pasada, tras su estancia
en Madrid, está en el mes de julio
en el Festival de Almagro. Sainetes
cuenta con la música en directo seleccionada por Alicia Lázaro, con la
iluminación de Juan Gómez Cornejo,
el vestuario de Javier Artiñano y la
escenograf ía de José Luis Raymond.
Guillén de Castro eligió las mocedades del Cid para hablar del héroe, el comienzo, como
quien dice, de su viaje hacia el mito. Corrían los tiempos todavía mozos de la comedia,
cuando se habían dominado los arrebatos de los trágicos y se habían asimilado los sabios
consejos de Lope de Rueda, junto a los pasos indecisos de prelopistas como Juan de la Cueva. La comedia superaba ese periodo adolescente, en que todo sirve y todo cuesta, para
convertirse en una criatura que maduraba en los corrales, que exhibía su rabiosa juventud
en la primera generación de dramaturgos. Ahí estaban, al lado de Lope, el valenciano Guillén, el fraile de los vodeviles, Tirso; Mira de Amescua, Vélez de Guevara, Ruiz de Alarcón,
cuya Verdad Sospechosa anunciaba la desbordante fantasía de lo teatral, el triunfo de la
mentira. Otros discípulos menores lograron urdir intrigas apasionantes en este primer
tercio de vida teatral… Algunas, como La estrella de Sevilla, se perfilarían como joyas
inquietantes, de esas que en los años dorados del Barroco, saldrían de la madurez creativa del Fénix (El castigo sin venganza de 1631) o de Calderón (La vida es sueño, El mágico
prodigioso… también en los treinta). A medida que el imperio español mostraba la decrepitud de sus miserias, la comedia alcanzaba las más altas cotas de perfección e intensidad
dramática y dotaba a los textos de un espectáculo cada vez más complejo y aparente… El
teatro de las apariencias enmarcaba al teatro sobre la apariencia humana… y, con él, atrás
quedaban los años mozos. Hasta que “agotado su tesoro” enmudeció la comedia en los
brazos de Carlos ii o escondió su frescura entre las nubes de los coliseos y las tramoyas que
adornaban su rostro con afeites brillantes.
La comedia moza había crecido, había envejecido. Vinieron los Zamoras, Cañizares, Comellas… Nuevos aires, nacidos de los viejos. Había que atrapar las mocedades del teatro, había
que volver al Guillén intrépido que enmendaba la plana al maestro Cervantes, dramatizando los capítulos xxxiii, xxxiv y xxxv del Quijote, un Curioso impertinente, que ponía en
entredicho las leyes del honor.
Corrían los años mozos de la comedia, los años de Guillén de Castro, y si entonces faltaba
reflexión y prudencia, sobraba inquietud, curiosidad por perderse en los vericuetos de la
nueva fórmula, dejarse llevar. Y lo hemos hecho; nos hemos sumergido en aquellos años
mozos, que también nos han guiado al Cid de los romances, que nos guiaron al Gil del risueño Tirso, que nos guiarán a las bizarrías de la joven Belisa con la Joven Compañía… que
nos guían al Curioso de Guillén…
SAINETES
Almagro. Del 12 al 22 de julio.
hospital de san juan
DEL REY ABAJO, NINGUNO
Almagro. Del 29 de junio
al 8 de julio.
hospital de san juan
Olmedo. 20 y 21 de julio.
centro san pedro
LAS BIZARRÍAS DE BELISA
Alcalá de Henares.
Del 14 al 17 de junio.
Almagro. Del 3 al 7 de julio.
Olite. 22 y 23 de julio.
Medallas en el Pavón
El teatro Pavón fue el escenario elegido el pasado 22 de
marzo para la entrega de la Medalla de Oro al Mérito en
el Trabajo, que concede el Ministerio de Trabajo, a las actrices Julia Gutiérrez Caba, Lola Herrera y María Ysbert.
Con este galardón, se premia y reconoce la trayectoria artística de estas tres damas de la escena; tres nombres fundamentales ya en la historia de nuestro teatro.
La Joven Compañía
se estrena con
Las bizarrías de Belisa
la Joven Compañía ya es una realidad:
un elenco joven, de catorce actores,
que ha empezado ya los ensayos de la
obra Las bizarrías de Belisa, de Lope
de Vega. Se trata del último texto dramático de Lope de Vega sobre el amor
entre jovencitos. Es una obra llena
de sabiduría vital y formal, ideal para
nuestros propósitos porque requiere
una precisión minuciosa por parte
de los actores. La Joven se estrenará
en el Festival Clásicos en Alcalá, en
el mes de junio, y en julio estará programada en el Festival de Almagro.
Las mocedades del teatro, “divino tesoro”, que vuelven para recordarnos las palabras de Cervantes, el más joven:
Los tiempos mudan las cosas
Y perfeccionan las artes
Y añadir a lo inventado
No es dificultad notable.
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ABRIL 2007
Publicación cuatrimestral de divulgación cultural
Instituciones colaboradoras:
Edita
Compañía Nacional
de Teatro Clásico
DIRECTOR
Eduardo Vasco
Coordinación editorial
Departamento de Prensa
de la CNTC
Colabora
en este número
Yolanda Mancebo
Publican
en este número
Fernando Doménech,
Luciano García Lorenzo,
Pablo Iglesias,
Rosa Navarro
Redacción y
Administración
c/ Príncipe, 14 - 3º
Madrid 28012
Teléfono: 91 532 79 28
Diseño
Antonio Pasagali GRC
Fotografía
Ros Ribas, Chicho
Impresión, Producción
gráfica y Distribución
Kamipress
Dep. Legal M-53701-2004
NIPO: 556-07-007-2
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EN PORTADA EL CURIOSO IMPERTINENTE
EL DIECIOCHO
EN
PORTADA EL CURIOSO IMPERTINENTE
UNA DAMA DE VALOR
ENTRE DOS
TRAIDORES
El guión venía dado de antemano: Guillén de Castro había decidido adaptar para el teatro
la novela de Cervantes al poco de publicarse Don Quijote de la Mancha. Y sin embargo,
supo hacer de ella otra historia gracias a la dama que puso sobre las tablas: Camila, una
mujer de valor.
En un ambiente cortesano, vemos cómo la bella dama es cortejada por un feliz pretendiente, Lotario, y asediada por un halcón rapaz y poderoso: el duque de Florencia. A este lo
tiene a raya; no hay la mínima vacilación en ella. Y va a obedecer a ciegas la voluntad de su
padre de casarla porque sabe que va a ser con Lotario, “a quien con el alma adoro”(como
dice). Pero no puede imaginar que su amado tiene en más alta estima la amistad que el amor,
y que va a sacrificarla a ella entregándola a su amigo Anselmo, un caballero que, al verla,
queda prendado de su belleza.
Cuando se da cuenta de lo que sucede y que ha dado el sí a otro, asume su error y acepta
las normas sociales. Por otra parte, ¿por quién podría haber luchado si es su amado quien ha renunciado a ella? Como dice a solas el
propio Lotario: “¡Ay Camila! Tú
dirás / que he sido amante traidor; / mas perdona, que el amor
/ de mi amigo pudo más”.
Y, en efecto, cuando Camila ve
que a quien entrega su mano es a
Anselmo, exclama para sí: “¿Qué
es esto, amante traidor?”; pero no
va a hacer nada para oponerse y
acepta en nombre de su honor. A
nadie se le escapa que está en una
encerrona: no podía imaginar la
renuncia de su amado y la advierte en plena ceremonia.
Así transcurre el acto primero.
Camila es paloma entre halcones; uno la asedia, otro la quiere
y la entrega, y el tercero la ve y la
consigue. Ella, mujer inteligente,
se refugia en el honor y, llorando,
acepta su situación.
En el acto segundo, la vemos
feliz en su nuevo estado: ya no
llora; le confiesa a su criada Leonela cómo “el discurso mejor /
alumbró el entendimiento”. ¡Qué
podía hacer! Lo que hizo: olvidar
a su amado traidor y acomodarse a querer a su marido. Pero
entonces va a empezar éste a actuar, a fraguar su propia traición,
a convertirse en curioso sin sentido y en impertinente sin medida. ¡Le da por poner a prueba la fidelidad de su mujer!, ¡y la trampa que le tiende va a ser
precisamente su amigo Lotario!
Estamos ya dentro del guión cervantino, hay que seguir la senda de la trama; pero sobre el
escenario se añade una traza para crear el enredo. Anselmo va a ser un tracista para disfrazar
su supuesta ausencia, que le permite ser un vigilante del honor de su mujer: va a decirle a
Culebro que está en casa de Lotario para gozar la hermosura de cierta dama. Él, que empuja
a su amigo a los brazos de su mujer para probar su fidelidad, inventa sin pudor alguno una
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supuesta infidelidad suya. Tal vez el espectador sea como Camila: acepte sin más lo que le
ofrece la vida…o el teatro; pero no puede dejar de ver cómo las normas no son las mismas
para uno y otra. A la mujer, por lo visto, no le cabe más papel que cerrar los ojos y dormir,
como hace la duquesa, cuando vea que su marido asedia a otra dama. Sólo que Guillén de
Castro no lo oculta, lo pone de manifiesto para que esta consideración pueda hacerse, para
que la comparación salte a la vista. Incluso pondrá en boca del sagaz Culebro una curiosa
reflexión sobre el matrimonio: “El casamiento, a mi ver, / cuando bien lo estoy mirando, / no
es más que estarse engañando / un hombre y una mujer”.
Camila podrá soportar bien los embates de un Lotario servil a la amistad mientras se sienta
que pisa terreno seguro. Su exclamación “¡Dísteme para mujer / y búscasme para amiga!” expresa no sólo esa seguridad en sus sentimientos, sino su asombro ante la traición continua de
ese Lotario de saliva, que se mueve al son del viento de un amigo, el impertinente Anselmo.
Pero se va a enterar por medio de Leonela de otra supuesta
traición: la de su esposo Anselmo, porque su traza, dicha sin
prever los efectos, los consigue:
“de cierta dama que adora / está
bebiendo el aliento / tu esposo”.
Y Camila se hunde. No tanto por
un juego de sentimientos, sino
por la pérdida de sentido de su
papel. Ella está defendiendo una
fortaleza cuyo señor está entregado al enemigo. ¿Qué sentido
tiene ya para ella la lucha?
Pero todavía va a saber de
otra traición mayor: Lotario ha
estado sirviendo a una hermosa
Clori mientras la pretendía a ella,
¡cuatro años de engaños! Bueno,
es lo que le dice Anselmo como
parte de la traza que va urdiendo
para probarla, en combinación
con el propio Lotario. La paloma
tan asediada está descubriendo
que todo es un trampantojo, que
el amor es para otras. Y exclama
con toda al razón del mundo:
“¡Buena estoy / metida entre dos
traidores!”. Y aunque no sea la
traición del tipo que ella cree, es
casi peor, porque no empujan a
las mentiras con su fuerza ni el
deseo ni el amor, sino la estúpida curiosidad desmesurada de
su esposo y la complicidad de su
amigo.
Camila va a abandonar su papel como dama con honra en una sociedad coherente. Una vez que deja su función de
defensora de un lugar social, los sentimientos se apoderan de ella. Si hasta este momento
ha renunciado a un amor para amar a quien debe, a su esposo, ahora se abandona en brazos de los celos. Y los celos no engañan; unos años después la condesa de Belflor, Diana,
va a descubrir su amor por su secretario al sentir su fuerza (es el espacio escénico de El
perro del hortelano, de un Lope tan alabado por el valenciano al comienzo del Curioso
impertinente).
Camila notará su zarpazo en cuanto se entera del fingido engaño de Lotario. Y al saber
que no existe, ya no podrá ocultar el sentimiento que se manifiesta nítidamente tras los
celos: el amor. Estaba antes latente, pero de nuevo aflora y con furia. En una fortaleza desmantelada, ¡qué importa ya! Ahora es cuando las palabras que antes dijo Culebro sobre el
matrimonio cobran realidad.
Camila se entrega, ya no es ella porque vive en su amado, en Lotario. Y es plenamente
consciente de ello. “Bajose el seso a los pies”, “Tuya soy”. Queda sólo el acto tercero, y
el guión impone que se mezclen a los poderosos celos el embuste, el azar e incluso un
chivatazo vengativo. Todo va caminando hacia el fin trágico: van a ser descubiertos los
amantes, va a morir el curioso impertinente, pero Guillén de Castro decide cambiar el
signo último de la obra y convertirla en tragicomedia. Va a salvar a la dama y la va a dejar, no encerrada en un convento como en la novela cervantina, sino en el papel que ella
había escogido al comienzo cuando iba a obedecer supuestamente a ciegas a su padre.
Tal vez esa mujer de valor consiguiera más allá del espacio escénico lo que merecía: no
más traiciones.
Camila aceptó las normas sociales, defendió su honor frente a los halcones que la rondaron hasta que fueron cayendo uno tras otro los valores en los que creía y por los que
luchaba. Si los hombres la habían traicionado siempre, ¡para qué seguir! Y abrió la puerta
a sus sentimientos, se abandonó a la tiranía de los celos y a la fuerza del amor. Lo demás
venía solo, y el guión imponía un final desastrado.
Guillén de Castro, con un golpe de timón dramático, enderezó un poco la historia y
la puso a los pies de esa gran dama para gusto de los espectadores. Se respetaba el juego
social, y ella se quedaba con el perdón, el amor y el dinero. ¡Viva el teatro!
Rosa Navarro Durán
Universidad de Barcelona
GUILLÉN DE CASTRO DESDE CERVANTES
En el Viaje del Parnaso, uno de los últimos montajes llevados a cabo por la Compañía Nacional de
Teatro Clásico (el montaje de mayor riesgo de todos los cervantinos que llegaron con el centenario
de 2005), escuchamos que el dios Urano viene así
acompañado:
Desembarcóse el dios, y fue derecho
a darle quatro mil y más abraços,
de su vista y ayuda satisfecho.
Volvió la vista y reyteró los lazos
en don Guillén de Castro, que venía
deseoso de verse en tales braços.
Lope de Vega reconoce repetidamente su admiración y afecto por Guillén, lo mismo hace Gracián
y con ellos otros escritores de la época. Efectivamente, el autor de El curioso impertinente es uno
de los poetas dramáticos más importantes de la España de finales del XVI y primeras décadas del XVII,
pero es también pieza fundamental en ese grupo
de autores valencianos que va a llevar la escena de
su tiempo por los caminos que definirán el teatro
presente y posterior, naturalmente recogidas esas
aportaciones valencianas por el genio indiscutible
de Lope de Vega y obligándonos desde entonces a
dividir la historia del teatro en un antes y un después
de las prácticas valenciana y lopesca.
A Guillén de Castro, a pesar de esta importancia, se le ha visto siempre como el autor de una
obra y no se ha hecho suficiente justicia con el resto de su producción; es cierto: Las Mocedades del
Cid en sus dos partes ha estado siempre en todas
las antologías de las comedias y los dramas de la
Edad de Oro, los apartados o capítulos en las historias del teatro en gran medida han estado dedicados a esta dramatización de Rodrigo y escasas,
muy escasas, han sido las ediciones modernas de
otras obras de Guillén a partir de su publicación en
el XVII. Esta ha sido su fortuna en los libros y no
mayor ha sido la de la escena: de los ocho o nueve
montajes de carácter comercial que han llegado a
las tablas en los últimos sesenta y tantos años, casi
todos lo han sido de Las Mocedades, excepto uno
de La fuerza de la costumbre y dos de Los malcasados de Valencia, arrastrados estos últimos por el
eco que en la ciudad levantina tuvo la moderna edición publicada por la Editorial Castalia y el montaje
–serie B, se decía entonces de algunas puestas en
escena- de la Compañía Nacional de Teatro Clásico en 1994. Incluso, y cerramos con eco lastimero
este resumen, ni siquiera el público que viera los
últimos montajes de Las Mocedades tendrá guardado en su memoria buen recuerdo de los mismos.
A cambio, eso sí, habrá podido ver en este tiempo
varias de Le Cid de Corneille y una de ellas, la de
Declan Donellan en el Festival de Almagro (1996),
inolvidable.
Guillén de Castro siempre ha sido tenido por
uno de los autores de mayor originalidad de nuestro
teatro clásico. Original por el tratamiento que hace
de no pocos asuntos de sus dramas y comedias
y especialmente de los conflictos matrimoniales,
original por su personal visión de ese personaje
indispensable de nuestra comedia clásica que es
el Gracioso, original por su repetida presencia en
escena de los reyes tiranos, despóticos, original
por ciertos desenlaces, original por crear el primer
gran figurón de nuestra historia teatral (El Narciso
en su opinión), original por retos como componer
una de sus obras (precisamente Los malcasados
de Valencia) únicamente con redondillas, olvidándose del resto de formas estróficas… Pero, quizás
la característica que mejor define el teatro de Guillén, convirtiéndose en su marca muy personal, es
el acercamiento que hace repetidamente a la literatura, a manifestaciones literarias del pasado o del
inmediato presente, para componer a partir de ellas
sus propias creaciones, naturalmente sin olvidar los
conflictos, sobre todo de carácter amoroso, repetidos por los dramaturgos coetáneos. Eso es lo que
sucede, en primer lugar, con las historias que Guillén toma del Romancero y no sólo con la de El Cid,
pues hermosísima es la versión que el valenciano
nos ofrece de uno de los más hermosas composiciones de nuestro romancero tradicional —El Conde
Alarcos— y que también será dramatizada por Lope,
Mira de Amescua y bastantes más escritores incluso hasta el siglo XX.
Pero, dentro de esta dedicación guilleneana, lo
que ahora más nos interesa es poner en evidencia
la admiración de Castro por el primero y mejor de
nuestros escritores: Miguel de Cervantes. Efectivamente, del alcalaíno ya vimos hace años huellas
patentes en el valenciano y recogimos, incluso, una
apreciación muy justa del primer gran editor y estudioso de Guillén —Eduardo Juliá Martínez—, uniendo
su nombre al de Lope y al de Cervantes: “Cervantes
y Lope eran antagónicos: los valencianos se pronunciaron por el segundo, y la crítica y la investigación es de esperar que podrán determinar algún
día hasta qué punto llegaron en aquel entonces las
enemigas contra el autor del Quijote. En sus tiempos cortesanos Guillén de Castro llevó a la escena
al héroe manchego, y al Curioso impertinente y La
fuerza de la sangre, según los moldes del arte nuevo; de esta forma, la dramaturgia valenciana vino a
enlazar la admiración por los dos genios nacionales
que elevaron la literatura hispana a la más alta región de Arte”. Habría que precisar: quien lo hace
con Cervantes es, de una manera muy concreta,
Guillén de Castro.
Don Quijote de la Mancha es una comedia de
carácter burlesco escrita por Guillén como un gran
homenaje al personaje cervantino y el primer gran
testimonio de nuestra historia literaria con el Hidalgo como protagonista. Desde su aparición en
1605, Don Quijote ha estado presente en Europa
y América, primero, y en el mundo entero después
con miles de versiones en todas las manifestaciones artísticas, desde el teatro hasta el cine, desde
la música hasta la pintura, desde la escultura al grabado… Decenas de miles de muestras de carácter iconográfico se muestran hoy en el Banco de
imágenes del Quijote (www.qbi2005.com), decenas de versiones teatrales de muy diferente tipo se
ofrecieron en el 2005, varias óperas se estrenaron
ese año, y son sólo las muestras más recientes de
los últimos acercamientos al primero de nuestros
personajes literarios. Pues bien, abriendo un desfile
en el que marchan desde Unamuno a Orson Welles, desde Picasso a Manuel de Falla, debe estar
Guillén de Castro, que muy poquito después de
aparecer la novela convierte en héroe de chanzas
y burlas a Don Quijote, para que sus contemporáneos rían las historias de las cuales es protagonista
y en este caso puedan hacerlo desde el patio de
comedias.
La fuerza de la sangre, la novelita más corta de
todas las “ejemplares” cervantinas, es una de las
menos atendidas por lectores y crítica, pero también –y buena prueba es del olfato versionador de
Guillén- ha sido adaptada al teatro, a la ópera, etc.,
en no pocas ocasiones y en diferentes lenguas, ya
desde María de Zayas en el XVII y donde no pocas semejanzas podemos encontrar entre La esclava de su amante y el relato cervantino. La obra
de Guillén, aunque no está entre lo mejor de su
producción, es buen testimonio, sin embargo, de
lograr una más que aceptable comedia partir de un
mínimo enredo.
En fin, el tercer homenaje del escritor valenciano
a Cervantes es precisamente El curioso impertinente, de la cual ya escribió el maestro Francisco
Ayala: “Pues esta novelita es en verdad una de la
creaciones más ambiguas e insondables de su ambiguo e insondable autor”. Como es bien sabido,
Cervantes intercala en la trama general de la historia quijotesca no pocos relatos y quizás uno de los
más importantes, por muchos conceptos (desde su
origen a la descendencia posterior) es el que titula “Novela del curioso impertinente” y que ocupa
los capítulos XXXIII, XXXIV y parte del XXXV de la
Primera parte. Nunca hemos visto en escena este
texto de Guillén de Castro, pero en más de una ocasión hemos hablado y escrito de sus bondades y de
la modernidad de algunos de su conflictos. Unas
bondades que ya vio Massinger, en 1611, en una
obra a este escritor inglés atribuída, y que luego han
testimoniado con diferentes versiones otros escritores españoles y extranjeros.
La Compañía Nacional de Teatro Clásico cierra
un ciclo con el Viaje del Parnaso y abre el siguiente
con Cervantes tras el texto de Guillén de Castro.
Se hace justicia con el valenciano y seguro que
don Miguel, tan quejoso en su tiempo por la falta
de atención a su teatro, iría con gusto en busca de
los dioses de la mano de su fiel admirador y el primero de sus recreadores, como de la mano saldría
a saludar recordando quizás aquella otra noche de
1992, en que el estreno “mundial” de su Gran Sultana cosechó uno de los más fuertes aplausos que
la Compañía había recibido desde su fundación.
Luciano García Lorenzo
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
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PANORAMA INTERNACIONAL
CRÓNICAS
La India
“Las comedias: convite de Lucifer, fuego de los corazones, negocio del diablo”.
El jesuita Ignacio de Camargo señalaba en
1689 que “las comedias que se representan
en España son obscenas y torpes y ocasionan
innumerables pecados”.
y sus clásicos
Y si la cómica muestra sus encantos en traje
de varón, “¿cómo podrá defenderse un corazón miserable de tantos, tan dulces y halagüeños enemigos?” El religioso, quizás sin
pretenderlo, exaltaba los aciertos de la comedia, al referir las habilidades de los farsantes,
músicos y poetas, que se recibían con gusto
en los corrales. Claro que disfrutar tanto sólo
podía ser cosa del demonio…
Permanecemos en el continente asiático para esta vez visitar,
nada más y nada menos, que el segundo país más poblado del
mundo y el séptimo en extensión. En la República de la India,
cuya diversidad cultural queda manifiesta por sus más de
veinte idiomas oficiales y sus más de mil dialectos, perviven
aún unas tradiciones teatrales dispares que prácticamente
se remontan a los primeros balbuceos del arte escénico.
La forma teatral más antigua de la India es el Drama Sánscrito detalladamente descrito en el Natyasastra, tratado
atribuido a Bharata y cuya fecha de escritura oscila, según
distintos investigadores, entre el año 200 a.C. y el 200 d.C.
En esta obra de treinta y seis capítulos no sólo se hace referencia al origen mitológico del teatro, sino que también
se tratan muchos de sus aspectos como la interpretación,
arquitectura teatral, vestuario, dramaturgia, música, organización de las compañías, escenificación, etc. Además se
puede considerar el primer escrito en el que se menciona
explícitamente la presencia necesaria en las compañías del
director de escena, que en el texto sánscrito se denomina
sutradhara. Destaca entre los diversos autores de este tipo
de teatro cuyos dramas han llegado hasta nosotros, como
Bhasa, Sudraka o Bhavabhuti, el genio de Kalidasa, comparado en ocasiones con Shakespeare y cuyo escrito más relevante es El reconocimiento de Sakuntala. Este texto aún hoy
es representado frecuentemente en suelo hindú y se inspira
en diversos pasajes del inabarcable Mahabharata, que junto
con Ramayana y Puranas, conforma la terna de fuentes de
las que se nutren los argumentos de los dramas sánscritos.
A partir del siglo X de nuestra era, esta forma escénica experimentó un decaimiento imparable, parejo al ocaso político
y militar de las castas que lo sustentaban.
En la actualidad pervive una única forma teatral sánscrita
propia de la región de Kerala: el Kutiyattam o Koodiyattam.
Reconocida en 2001 por la unesco como Obra Maestra
del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, tradicionalmente formaba parte de los rituales desarrollados en
los templos y sus representaciones normalmente se realizan
en un koothambalam o kuttampalam, edificado de acuerdo a las pautas establecidas en el Natyasastra. Un acto de
una obra de Kutiyattam puede llegar a prolongarse durante cuarenta días, extendiéndose las representaciones desde
aproximadamente las nueve de la noche hasta, en ocasiones, las tres de la madrugada. Cada acto se divide en tres
partes: Poorvangam (o preámbulo), Nirvahanam (pasajes
individuales en los que los personajes se presentan y suelen
relatar su pasado) y Koodiyattam (en los que los intérpretes
actúan conjuntamente). Entre las múltiples particularidades del Kutiyattam destaca el hecho de que sea una de las
pocas formas teatrales en las que actúan de forma conjunta
hombres (tradicionalmente pertenecientes a la casta sacerdotal conocida como Chakyar) y mujeres (ancestralmente
las damas de la comunidad de Nambiyar denominadas Nangiar). Asimismo resulta curiosa la presencia del Vidooshaka
o Vidushaka (Bufón real), que de un modo cómico glosa al
público los sucesos que se desarrollan en el drama. Existen
diversas formas derivadas del Kutiyattam como son el Kuttu
o Koothu, en el que un único actor representa todos los personajes del drama intentando resaltar su mensaje moral, el
Nangiar Koothu, donde actúa sólo una actriz y en el que las
historias se extraen del Sree Krishna Charitam que relata la
vida de Krishna, o el Chakyar o Prabhandam Kuttu, únicamente interpretado por el irónico Vidushaka.
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Entre los maestros recientes de este arte quizás podría
destacarse a Ammannoor Madhava Chakia, considerado
uno de los mayores exponentes del Kutiyattam. Usha Nangiar, una de sus discípulas, junto con Kunjipaalykutty Nangiaramma, son estimadas como dos de las grandes intérpretes de Nangiar Koothu. Existen asimismo diversos centros
de formación, la mayoría de las cuales forman compañías
teatrales. El propio Ammannoor fundó su propia escuela
Chachu Chakiar Smaraka Gurukulam, y un discípulo suyo,
Gopal Venu, hizo lo propio con Natana Kairali. Esta institución incluye además a Natanakaisiki, centro de investigación creado en 1979 por Nirmala Paniker y dedicado
a las danzas y formas teatrales interpretadas por mujeres,
tales como Mohiniyattam, Nangiar Koothu o Thiruvathira
Kali. Junto con estas entidades, Kerala Kalamandalam, que
cuenta con su propio koothambalam, se ha convertido en
un importante centro de enseñanza en el que se imparten
cursos regulares de cinco años de duración para estudiantes
que comienzan su formación a los trece años. En la escuela
no sólo se instruye Kutiyattam sino que también se enseñan
otras formas teatrales hindúes como el Kathakali, Mohiniyattam o Thullal. Por su parte, Margi, institución constituida
en 1970, dispone de sendos centros de formación y compañías dedicadas a la práctica del Kutiyattam y del Kathakali
respectivamente.
La forma teatral
más antigua de la India
es el drama sánscrito
Tras el declive del drama sánscrito, a partir del siglo xv
empezaron a aparecer en las distintas comunidades hindúes infinidad de prácticas teatrales que hacían uso de las
lenguas vernáculas propias de cada región. Todas estas formas escénicas difieren enormemente en cuanto a la interpretación, vestuario, maquillaje o convenciones. Las que se
desarrollaron en el sur del país hicieron especial hincapié
en la danza, como el Kathakali o el Krishnattam de Kerala
mientras que las que lo hicieron en el norte resaltaron el
canto, como el Khyal de Rajastán, el Nautanki de Uttar Pradesh, el Maach de Madhya Pradesh o el Svanga de Punyab.
Asimismo surgieron estilos en los que el diálogo tenía un
papel preeminente como el Bhavai de Guyarat, el Tamasha
de Maharastra o el Jatra de Bengala.
De entre todas estas formas teatrales de origen rural quizás la más conocida internacionalmente sea el Kathakali.
Los actores de esta disciplina tradicionalmente pertenecían
a los Nair, casta de soldados entrenada en el arte marcial
del Kalarippayattu, y eran únicamente hombres. En el
Kathakali hay tres clases de intérpretes: los actores-bailarines, los dos cantantes y los percusionistas. La historia
es relatada por medio de la letra de las baladas que entonan los rapsodas, que incluyen tanto narraciones en tercera persona como diálogos en primera, tal y como ocurre
también con los cánticos del Gidayû del Bunraku japonés.
A la comprensión del relato ayudan asimismo los singulares movimientos del cuerpo, la ilimitada expresividad del
rostro y, sobre todo, los seiscientos gestos codificados que
realizan con las manos los bailarines. En el Kathakali tiene
igualmente una importancia capital el Chutti, maquillaje
colorido y complejo de los bailarines que nada tiene que envidiar al del Kabuki japonés. Los programas de Kathakali,
que pueden consistir en una selección de pasajes relevantes
de varias piezas o en una obra completa, suelen iniciarse al
anochecer y concluir al amanecer. Muchos son los grandes
actores de Kathakali que se podrían nombrar tales como
Kalamandalam Gopi, Kottakal Sivaraman o Gopi Asan.
Además de los centros de formación y compañías antes
citadas, en Kerala hay otros como Kalanilayam e incluso
existen instituciones dedicadas a este arte afincadas fuera
de las fronteras hindúes, como la Kala Chethena Kathakali Company, asentada en el Reino Unido y fundada por el
actor Kalamandalam Vijayakumar y por la maquilladora
Kalamandalam Barbara Vijayakumar.
No podríamos concluir este artículo sin mencionar el
copioso teatro de marionetas hindú. Incluye distintos tipos
de teatro de sombras como Gombeyatta, Ravana Chhaya,
Pavaikuthu o Tollu Bommalu; de títeres de guante como
Gopalila, Pavai Koothu o Pavai Kathakali, que, como su
propio nombre indica, recoge personajes del repertorio del
Kathakali; de marionetas de hilos como Sakhi Kundhei o
Kathputli; y de títeres de varilla como Putul Nautch o Bommalattam. Entre los manipuladores de marionetas actuales
quizás se podría nombrar, entre otros muchos, a S. Seethalakshmi o a Ranganatha Rao.
Y así llegamos al final de un artículo irremediablemente
inconcluso. En el tintero se nos quedan no sólo un sinnúmero de instituciones, compañías, profesionales y festivales,
sino también una infinidad de formas teatrales y parateatrales tradicionales que aún perviven en la India. Baste citar
que sólo en la región de Kerala, coexisten las ya citadas con
otras como el Margomkali o el Chavittunatakom, de raíces
cristianas, el Oppana o el Duffmuttu, de tintes musulmanes,
el Mohiniyattom, el Kakkarissi Natakom o el Thiruvathirakali. Gracias a la labor de instituciones como la Sangeet
Natak Akademi (Academia Nacional de Música, Danza y
Drama), situada en Nueva Delhi y fundada en 1953, la difusión y conservación de estos estilos escénicos es cada vez
mayor. Sólo nos queda, por tanto, prorrogar este viaje para
conocerlos. Aquí queda, pues, este esbozo inacabado de lo
que, si se atreven, pueden llegar a descubrir.
Pablo Iglesias Simón
Director de escena
Y lo que es cosa usada en las comedias y no menos inmodesta,
las mugeres se visten de hombres, lo cual es cosa de suyo mala y
que provoca á lascivia. ¿Qué cosa más torpe y provocativa que
ver á una muger de esta calidad que estaba ahora en el tablado
dama hermosa afeitada y afectada, salir dentro de un instante
vestida de galán airoso, ofreciendo al registro de los ojos de tantos hombres todo el cuerpo que la naturaleza misma quiso que
estuviese casi todo retirado de la vista?
Estas son en sustancia las comedias que hoy se representan
en los teatros de España. Hagamos ahora desapasionadamen-
te una breve reflexión sobre este complejo de circunstancias, y
apliquemos con seriedad el discurso á lo que forzosamente ha
de suceder en los patios.
Los que concurren á ellos van á estar toda una tarde viendo y oyendo con gusto, una comedia, en la cual con exquisito
y primoroso artificio se representan y se ofrecen á los oídos y
á los ojos materias amorosas y lascivas, esfuerzos extremados
del afecto y finezas locas de un hombre galán y de una muger hermosa que se muestran ciegamente enamorados; raptos de doncellas, adulterios de casadas, hipérboles del amor y
otras ordinarias correspondencias de amantes. Todo esto en
versos dulces y sonoros llenos de conceptos, de flores y de
agudezas sobre estos mismos asuntos, representado con destreza y propiedad admirable por mozos galanes y airosos y, lo
que es mucho peor, por mugeres mozas y hermosas vestidas
como reinas y princesas, que con donaire, con bizarría, con
la expresión artificiosa de vivísimos afectos, con amorosas
caricias, con travesuras de los ojos, con meneos, con gestos,
con ademanes, con mil variedades de estudiados artificios
están hacia todas partes arrojando fuego torpe de lascivia y
haciendo el patio un infierno. Subido todo esto de punto con
el encanto de la música en que las mugeres de la farsa cantan
primorosamente letras tiernas y amorosas en tonos airosos y
graciosísimos: avivado de más á más con bailes primorosos y
danzas artificiosas en que estas mismas mugeres bailan, to-
can y danzan, ya con los hombres, ya solas, con mucho aire y
poca modestia. Ahora pues, yo ruego á cualquiera persona de
mediano juicio que no tenga la razón cautiva de sus pasiones
y que mire las cosas según Dios á la luz de la verdad, que me
diga desapasionadamente cómo estará una multitud de hombres (lo mismo digo de las mugeres con su proporción) por la
mayor parte mozos y de no mucho temor de Dios, viendo y
oyendo estas cosas con gusto. ¿Qué ímpetus, qué movimientos sensuales resultarán forzosamente en el apetito que se va
sin libertad como bruto desbocado tras de cualquier objeto
sensible que le deleita? ¿Cómo podrá defenderse un corazón
miserable de tantos, tan dulces y alagüeños enemigos á quienes él mismo ha buscado y franqueándoles gustosamente la
puerta? ¿Es creíble que en medio de tantos y tan vehementes incentivos de lascivia, en medio de una hoguera que es
bastante para abrasar salamandras, no reciba un corazón que
es de pólvora? ¿Que esté como un mármol inmutable á tan
fuerte y violentas impresiones? No me admirara más si vera al
fuego arder en el agua. No es posible, no es posible
¹ Discurso theologico sobre los theatros y comedias de este siglo. En que por todo
género de autoridades, en especial de los Santos Padres de la Iglesia, y Doctores
Escolasticos, y por principios solidos de la Teología, se resuelve con claridad la
question, de si es, o no, pecado grave el ver Comedias, como se representan oy en
los theatros de España. En Salamanca, año de 1689. En Emilio Coterelo y Mori,
Bibliograf ía de las controversias sobre la licitud del teatro en España, Madrid,
1904. Pág. 121-126
OTROS CLÁSICOS
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Moratín no tenía buena opinión de Cañizares.
Pensaba que “no tuvo talento inventor; pero lleCERVANTES Y CAÑIZARES
gó a suplir esta falta con una particular habilidad
La Ilustre Fregona
que manifestó para saber introducir en sus fábulas
cuanto había leído en las otras: ése fue su mayor
estudio”. Claro que el madrileño José de Cañizares
(1676–1750) tuvo que ser un gran lector de obras dramáticas: fue censor de comedias
desde 1702 hasta su muerte, así que toda la producción teatral de la primera mitad del
xviii pasó por sus manos antes de llegar a la escena. No es improbable que en la crítica
de don Leandro haya una velada alusión a esta actividad censoria que le habría permitido
plagiar impunemente a quien se sometía a su veredicto. El caso es que, efectivamente,
Cañizares no fue un autor de extrema originalidad. No lo fue ningún dramaturgo de su
época en España. Pero fue un adaptador, hábil e ingenioso, dueño de un estilo que, en
palabras del mismo Moratín, fue en los asuntos “comunes y domésticos festivo, epigramático, chisposo, si así puede decirse”.
La ilustre fregona es un buen ejemplo de esta habilidad de Cañizares como adaptador.
La comedia mantiene el núcleo argumental de la novela de Cervantes, las aventuras y
desventuras de don Tomás de Avendaño, convertido en mozo de mesón por amor de la
bella fregona Constanza, que resultará, al final, hija perdida y reencontrada de un gran
señor, que en Cervantes es don Diego de Carriazo y en Cañizares el corregidor don Pedro
de Lara. Desaparecen aquí las historias de la vida golfa de don Diego de Carriazo el joven,
transmutado en Lope Asturiano, pero aparecen en cambio dos personajes que dan carácter a la comedia, los dos hijos del Corregidor, don Policarpo y doña Clara.
Él es, de acuerdo con la descripción que hace don Diego en las primeras escenas, un
hombre “extravagante, ridículo, impertinente”, calificativos a los que habría que añadir
otros tales como grosero, petulante, corto de entendederas y torpe. Su hermana, en cambio, es una muchacha dulce y buena, pero que ha dado en el vicio de ser “culta latiniparla”.
Las boberías del uno y las pedanterías de la otra van pautando el desarrollo de la historia
con sus extravagancias y la hacen sumamente regocijada, de una comicidad muy eficaz al
alternarse con bastante sabiduría la anécdota sentimental y novelesca con las ridiculeces
de los dos hermanos. Estamos ante un mundo nuevo y una estética muy diferente de la
de Cervantes o Lope (quien compuso una primera comedia sobre La ilustre fregona). Es
la comicidad del figurón, personaje y género que instauraron en la escena española de
comienzos del xviii Zamora y Cañizares.
La comedia acaba con los consabidos reconocimientos y nuevas sorpresas que caerán
como una losa sobre el insensato Policarpo (esta vez sin don) dando de nuevo motivo a
la risa, la risa franca y alegre que depara esta buena comedia, tan carente de originalidad
como llena de diálogos chisposos. Sin duda, como en otras ocasiones en que juzgaba sus
propias producciones, al aprobarla, el censor Cañizares escribiría: “Esta comedia es mía,
y bien puede representarse salvo mejor opinión”.
Fernando Doménech
Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid
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4 .
ENTREVISTA
Alicia
Hermida
¿Se trata con suficiente profundidad en las escuelas para
actores, la dicción, el verso, el texto, en una palabra?
Yo veo que quizás hay un exceso enorme de cultura visual.
Se trabaja poco el texto. Y hay un problema para el teatro,
la falta de concentración. Cada vez hay menos espacios
para trabajar. La gente está, desde que empieza a estudiar,
presentándose a los casting y no tiene el tiempo para decir:
“Estoy estudiando”.
Federico García Lorca decía —y creo totalmente en
ello—: “Desde el teatro más pobre al más encumbrado habría que escribir en salas sin camerinos la palabra arte, para
que no se convierta en un comercio o en algo peor que no
me atrevo a pronunciar”.
Ese es el objetivo, pero hoy todo va a favor del comercio, con lo cual es muy dif ícil pedirle a la gente que empieza que no luche por insertarse en lo que existe y que
quieran hacer arte. Hay que estar en este mundo, aunque
un actor debe luchar, principalmente, por ser un artista.
FOTO /PABLO ROBREDO
Premiada con el Ercilla de teatro 2007 y
con varios reconocimientos recientes por
su trabajo en Divinas palabras de ValleInclán, esta actriz, directora, profesora
de verso y miembro de la compañía La
Barraca, es, ante todo, una mujer comprometida con su oficio, con el arte y con el
ser humano. Alicia Hermida, para quien el
teatro ha de ser siempre comunicación.
Si tuviera que elegir un autor entre nuestros clásicos…
Pues, entre Lope y Calderón, ahí están mis amores. Y Shakespeare. Valle-Inclán decía que el teatro español estaba en Cervantes y en La Celestina y que luego se había ido por otros
derroteros menos interesantes. Es verdad. No había pensado
en La Celestina. Me parece un texto impresionante.
Y una obra…
Hay una obra de Calderón, no sé si porque la he trabajado
mucho. La vida es sueño me parece un texto muy moderno, que habla de ese afán del hombre por ser libre y esa
dificultad tremenda que te impone todo para serlo.
¿Cómo aprendió a valorar a los clásicos?
Yo empecé en la escuela de oyente cuando tenía ocho años
y entonces, como no tenía libros ni dinero ni tenía nada,
me iba a la biblioteca de la escuela y me leía todos los clásicos, bueno, todos… Leí muchísimo y la profesora —Carmen Seco se llamaba— era muy orgánica, muy moderna,
no era nada académica. Decía muy bien el verso, pero sus
clases eran prácticas. No era el libro de métrica lo que teníamos en la mano para decir el verso. Como en Oriente,
con la música —parece que no existe el solfeo—; la gente
aprende música con los maestros, igual que en los talleres
de pintura del Renacimiento. Nosotros tuvimos la suerte
de tener una maestra.
¿Cree que es necesario conocer a los clásicos para poderlos interpretar?
Es fundamental tener un conocimiento de ellos. Veo que
los actores —al no existir las compañías de repertorio— no
tienen la posibilidad de leer tantos textos, porque hoy no
hay tiempo y todo es cultura visual y se lee muy poco…
Falta la práctica de estar en el escenario haciendo textos
distintos y el tiempo necesario para el reposo.
método”. La métrica nació después que el verso, para analizarlo, pero primero fue el verso. La musicalidad está dentro
y, si tú tienes la lógica del texto, te va conduciendo solo.
La cntc busca la estabilidad y el equilibrio artístico de
sus miembros, para lo cual pretende crear un elenco
fijo. ¿Qué ventajas e inconvenientes le atribuye a esta
propuesta?
El inconveniente único es que, como hay poco trabajo, hay
gente que trabaja y gente que no. Creo que los elencos estables son estupendos en todas partes.
La concepción de la cultura, cada vez más, es que sea
rentable. Lo he oído mil veces. Pero se necesita una base
cultural. Así que, todo lo que sea trabajar en esa dirección,
de taller, de compañía estable es totalmente necesario. Para
eso también hay que tener unos actores, gente que no trabaje sólo por dinero, por salir en la revista.
Usted ha trabajado en todos los medios (teatro, televisión, cine…) y en todos se ha enfrentado a los clásicos. ¿En qué se diferencia el trabajo en cada lenguaje?
¿Por qué los Estudios 1 tenían éxito de público y crítica y los intentos posteriores de televisar teatro no han
logrado el mismo aplauso?
Lo de las audiencias es un invento absurdo. ¿Por qué gustaba el teatro en televisión y ahora no? Porque antes casi no
había casi nada en televisión y ahora hay tantas cosas… A
mí me sigue parando la gente por la calle para decirme “qué
maravilla de textos que hemos tenido oportunidad de ver,
nos hemos aficionado al teatro por esos textos que hemos
visto por televisión...” De acuerdo, había muy pocos medios
técnicos, se hacía en muy poco tiempo. A pesar de todo, he
visto algunos que han repetido en el canal internacional y
me ha sorprendido lo bien que están. Yo disfruté mucho
porque hice textos interesantísimos, comedias de Aristófanes, tragedias… Me decía una actriz: “¡Cómo se hace una
tragedia en televisión!”. Y yo le decía: “Una tragedia en televisión, pues, mira, bien”.
Cuando te dicen que el teatro es tan distinto al cine…
Hay que ser esenciales siempre. ¿Las diferencias? Pues si tú
trabajas en el teatro de Mérida para no sé cuántos espectadores y trabajas en una sala para cincuenta o cien personas,
haces una obra clásica, una actual... ésas son las diferencias.
Cuando me dicen en televisión “ese actor hace teatro”, digo
“no; sobreactúa”. Pero también sobreactuaría en el teatro.
Existen diferencias mínimas.
Para lograr esa armonía interpretativa, la cntc también desarrolla una labor de formación continua de sus
actores; de hecho, ha creado la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico… ¿qué opinión le merece este
reto? ¿El teatro clásico exige una mayor dedicación y
estudio?
Respecto a lo primero. La preparación es necesaria. Importantísima. Marsillach me llamó para la escuela de El
Clásico, pero me iba a Nicaragua, en el 89; quería trabajar
con gente que estuviera viva, despierta. Me parecía mucho
más estimulante que trabajar con actores que, a veces, están dormidos.
El actor de teatro clásico necesita una dedicación mayor, porque no existen modelos. Ahora ya no se hace tanto teatro clásico; entonces, claro que es necesario trabajar
más, porque antes, viendo, aprendías.
Los clásicos encontraron una fórmula comercial y al
tiempo artística en su tiempo ¿Cuál fue el secreto de
esa comunicación?
El público estaba acostumbrado al verso. Porque estaba la
cultura del texto; ahora tenemos la cultura de la imagen
y la cultura de la imagen te atrapa. Produce hipnosis. Benavente pidió a Lorca y a Valle que escribieran en verso
para sacar al teatro de la vulgaridad en que estaba aposentado. El verso tiene una magia que es la música indudablemente. La riqueza de los clásicos es el verso. Y detrás de
los textos, están las imágenes que conectan directamente
con el subconsciente.
Y, además, lo que cuentan interesa todavía. Shakespeare
habla de todas las pasiones humanas y Calderón, si hablamos de La vida es sueño, la falta de libertad del hombre…
Son universales…
Usted es profesora de verso y de sobra conoce la polémica sobre cómo decirlo. ¿Cree que existe un modo exclusivo y único para interpretar el verso de los clásicos?
Hay que leer cosas de un crítico como que “los actores rengloneaban; yo no sé si sería por la rampa”. Contestación del
director: “Al contrario; la rampa les ayudaba a renglonear”.
Yo he trabajado con actores que decían bien el verso, pero
no eran nada interesantes. Tú tienes que actuar, actuar y
decir bien el verso, sin quitar la poética del texto, sin quitar
el ritmo interno, ni la música. Y si el “Ay, mísero de mí, ay
infelice” de Calderón no se llena de vida, es insoportable.
Pero está el secreto de quién lo dice bien y quién solamente
declama.
Yo lo aprendí sin el libro de métrica, con la práctica. El
libro de métrica es algo que hay que conocer, para que te
ayude y te apoye. Yo creo que si el texto está bien escrito lo
que manda en el concepto. A mí me decía un actor inglés:
“Shakespeare es igual que Calderón, en una respiración de
punto a punto”. Me preguntan “¿aquí puedo parar?”. Depende. Si aquí de pronto te emocionas, supongo que como en
cualquier texto. Stanislavski decía “¿El método? Yo no tengo
¿Cree que se ha evolucionado en el modo de interpretar y llevar a escena a nuestros clásicos?
Los montajes sí; se ha cambiado mucho en el teatro en general, en cuanto a las puestas en escena. Lo que necesitamos es
que el trabajo de los actores también se cambie, pero no por
cambiar, sino por darle al teatro la vitalidad que necesita. La
puesta en escena ha cambiado muchas veces para bien; otras
veces, no. Veo un montaje lleno de efectos acústicos y visuales —odio los efectos acústicos— y viene Peter Brook con
cuatro actores, cuatro sillas y una mesa, con talento y trabajo… Es la síntesis de lo que yo quiero. La puesta en escena es
a veces excesiva. Los clásicos. Había una forma en los años
cincuenta o sesenta de puesta en escena más tradicional.
En cierto modo, más naturalista. No era muy sugerente; era
algo estático. Había movimiento escénico, pero sin ningún
invento. Todo estaba más en el juego de los actores.
Para finalizar. Cíteme unos versos, de esos que siempre
la acompañan…
Unas palabras de Lope: “Dadme dos actores, un tablero y
una pasión”. Ahí está el teatro.
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