La influencia del ambiente y la adquisición de hábitos de

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La influencia del ambiente y la adquisición de hábitos de
estudio
Sobre el desarrollo de sus atractivas relaciones sociales
A lo largo del período de la preadolescencia se generan con cierta frecuencia, por las cosas más tontas,
sentimientos de disgusto o poco placenteros e incluso en alguna ocasión, dolorosos. Esos sentimientos,
que los sufrimos todos y a lo largo de toda nuestra vida, son mucho más notables y fastidiosos esta edad.
Ir abandonando costumbres, cuidados y atenciones propias de niños, desligarse de la seguridad con la
que se cubre a los más pequeños e ir desasiéndose de lo que hasta ahora le ha sido a uno cercano y
familiar, provoca en el niño-preadolescente incertidumbres y desasosiegos.
Al mismo tiempo la imperiosa necesidad que les aparece de poner en claro qué clase de persona son, y
en dónde están sus singularidades, les lleva a preguntarse: ¿En qué me distingo de los demás? Y la
dificultad que se les genera rápidamente es que queriendo ser diferentes, temen ser diferentes.
Uno de los grandes problemas que se le plantean al preadolescente es que siente interiormente una
fuerza que tiende a separarle de sus padres y al mismo tiempo otra que le empuja hacia ellos y en ese
conflicto se rebela o se enroca para poder encontrar mientras tanto alguna buena solución.
Desde el primer momento debemos ser conscientes de que estos sentimientos contrarios provocan
conductas incoherentes, cambiantes y generalmente desorganizadas. A veces pensaremos satisfechos
¡qué mayor se está haciendo! y transcurridos unos minutos, lamentar haber pensado así porque nos
parece que es todo lo contrario.
Durante esta etapa se hace especialmente importante la presencia de la figura paterna que, junto a los
cuidados y afectos maternales, aporta simplicidad y racionalidad para poder manejar mejor esa
incontrolable inestabilidad afectiva que les envuelve (carácter irritable, susceptibilidad, cambios de
humor, afán de contradicción, extravagancias, etc.) El mundo de sus relaciones, el clima de
comunicación, son cuestiones que deben ser cuidadas. Su conflicto interior puede encerrarle en sí
mismo; en especial cuando tiene que relacionarse con los adultos
A partir de ahora será necesario dar razones, enseñar valores y establecer criterios que ayuden a asumir
normas de conducta. Se tratará de hablar mucho con ellos para evitar rebeldías que sólo conducen al
enfrentamiento, y quizá posteriormente al distanciamiento. Y habrá que evitar ambientes crispados que
pueden conducir a tomar mal muchas decisiones y por tanto a tener que soportar una reacción de
“rebote” que aunque lógica será muy desagradable.
“La convivencia requiere el desarrollo de actitudes positivas hacia los demás que no proceden de un
convencionalismo, sino de una necesidad y de un derecho de la persona”. (“Tus hijos adolescentes”,
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Gerardo Castillo, Col. Hacer Familia nº 35). Siempre, después de un enfado, después de una inevitable
reacción de rebeldía, hay que hablar, hay que ayudar a razonar, a comprender, y hay que escuchar.
¿Cuáles son aquellas actitudes, aquellos valores que favorecen la convivencia? Podemos hablar de:
Sinceridad-Comprensión-Respeto-Generosidad-Paciencia-Lealtad. Quizá podríamos seguir encontrando
más, pero no se trata tanto de elaborar una lista exhaustiva como de procurar su conocimiento y su
vivencia. Deben saber decir qué significa cada una de ellas y en qué situaciones prácticas se están
viviendo o se están omitiendo.
Recordemos que el valor que el preadolescente vive con mayor intensidad es el del compañerismo. Es la
edad del grupo por excelencia. Es una de las estrategias más comunes para hacer frente a las tensiones
y a las incógnitas de la vida personal, social y escolar, para llenar el vacío que deja el debilitamiento de
los lazos familiares, y para mejorar la confusa percepción que tienen de sí mismos. Una causa frecuente
de sufrimiento preadolescencial es el no tener bien delimitado el grupo al que se pertenece. Que los
demás le acepten a uno y el poder mantener un rango dentro del grupo, son cosas importantísimas para
él y para su propia seguridad.
Veamos algunas ideas a darles que les pueden servir de orientación y ayudarles a vivir unas buenas
relaciones interpersonales:
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Ayudar a distinguir entre: amistad, compañerismo, /simpatía, y /amor. Es distinto lo que
esperamos y lo que damos en cada uno de los casos.
Enfocar las relaciones personales bajo la necesidad de un comportamiento ético recíproco que
se deberá ir concretando en las diversas situaciones. Cualquier acción o planteamiento deberá
estar gobernado por el respeto.
Orientar (= hablar/escuchar) ante posibles problemas de la amistad grupal (gregarismo excesivo,
conducta agresiva, acciones de sumisión, actitudes muy dominantes, etc.). Puede ser adecuado
hablar de situaciones de la clase sin buscar culpables, pero analizando situaciones y causas.
Orientar (=hablar/escuchar) ante posibles defectos o desviaciones de la amistad (amistades
particulares, idealizaciones, Builling’s como receptor o como emisor, etc.). Puede ser adecuado
ver qué se aporta a aquella amistad y en qué les enriquece.
Estimular y favorecer actividades que impliquen colaboración y actitudes de responsabilidad
personal: encargos, ayudar a otras personas (de casa, del colegio…), cuidado del propio material
y del propio entorno, participar en acciones de voluntariado, etc.
Hay que conseguir un clima de confianza en el que la sinceridad sea el tono imperante, en el que quede
desterrada la doblez y la mentira, Hay que saber disculpar y olvidar los tropiezos una vez corregidos.
También podemos plantearnos cuestiones de tipo práctico que les ayudaran en sus relaciones sociales:
 Dedicarles tiempo de un modo habitual.
 Ayudarles a desarrollar algunas cualidades personales
 Mostrar ejemplos de verdadera amistad, ejemplos de actitud cívica y de buena vecindad.
 Crear situaciones o aprovechar las existentes para convivir más intensamente.
 Trato asiduo en un clima de cariño y buen humor. El sentido del humor ayuda a desdramatizar.
 Respetar, y decírselo, su intimidad y su modo de ser propio.
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Escuchar atentamente y comentar sus puntos de vista.
Permitirles, en la medida de lo posible, que tomen muchas decisiones personales
La confianza se basa en la verdad, en la ausencia de engaño. Resulta pues muy conveniente que en la
relación mutua con nuestros preadolescentes exista una gran sinceridad. Eso les ayudará a vivirla
también entre ellos. La sinceridad se aprende a temprana edad, se adquiere conciencia de la mentira y
de la verdad antes de iniciar la enseñanza primaria.
En la preadolescencia pueden ser muchos los motivos para mentir (evitar una reprimenda, no reconocer
un fracaso, querer echar la culpar a otro, querer conseguir permisos como los demás, justificar unas
malas notas, etc.) pero por encima de todos ellos, ellos reconocerán siempre la sinceridad como un
superior. Y por nuestra parte, debe ser superior el contento que nos produzca una respuesta sincera que
el disgusto por la mala acción descubierta. Ellos han de notar como la priorizamos. Y más vale dejarse
engañar alguna vez, pues eso será más constructivo que humillarlos, para demostrarles que no les
tenemos confianza.
Los modelos de comportamiento: influencias y repercusiones
Es muy importante no olvidar con qué gran facilidad los preadolescentes pueden quedar influenciados.
Debido a la inconsistencia de sus percepciones personales, a la incertidumbre en su identidad personal,
al deseo-temor de ser distinto, todavía es muy tierno y duda de sí mismo. Necesita no verse solo y para
ello se une de forma poco razonable a sus iguales.
“Recordemos que la ropa, el pelo, la música, la imagen, la apariencia y, sobre todo, el ser bien aceptado,
son las grandes preocupaciones de nuestros hijos.” (“Comprendiendo a tu hijo…”, Margot Waddell, Paidós).
¿Conocemos cuál es el móvil de sus acciones? ¿A quién admira? Muchos siguen un modelo de
comportamiento explícito (visten y opinan como un cantante, un artista, un deportista, etc.), otros siguen
modelos poco aconsejables que se encuentran implícitos en su conducta y que ellos no saben reconocer.
E incluso puede ser tal la influencia de ese modelo que llegan a asumir problemas o dificultades que eso
les genera, antes que rechazarlo como tal.
Hemos de procurar saber y que sepan, qué admiran de sus modelos humanos. ¿Son rasgos buenos para
su formación y su desarrollo? O por el contrario le alejan de conseguir comportamientos y actitudes
nobles, positivas, coherentes. En ello puede jugar un papel muy importante el grupo al que pertenezca,
dado que le resultará muy duro enfrentarse a él, llevarles la contraria y ponerse en evidencia. Deben
aprender a conservar su identidad.
La sociedad en que vivimos, evidentemente, influencia y aporta criterios de “normalidad” a procesos o
situaciones que están de moda, pero que no son adecuados a nuestras formas de pensar. Frente a esta
realidad se impone una campaña de personalización, hay que desarrollar el sentido crítico, el criterio
personal, tenemos que enseñarles a darse cuenta de lo qué hay detrás de esas cosas. Debemos recalcar
como idea importante de esta etapa que, dado su incipiente despegue social, no tienen todavía la fuerza
personal necesaria, las convicciones suficientes o la bastante seguridad, como para ser capaces de hacer
frente a según qué situaciones que les supongan verse distintos de sus compañeros o amigos.
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Los modelos de comportamiento de los adultos más próximos son de un valor decisivo. ¿Les enseñamos
a vivir aceptándonos a nosotros mismos, o quizá les mostramos un permanente descontento? ¿En qué
entorno nos movemos?, ¿qué modelos de opinión y de acción hay a nuestro alrededor? ¿Tenemos
opinión personal para saber dar razones de lo que apoyamos o de lo que censuramos? ¿Sabemos vivir el
respeto y la tolerancia, el estar abierto a aprender de los demás, sin confundirlo con una falta de firmeza
en nuestros criterios?
Existe la influencia de ideologías de diversa índole con mensajes opuestos a la dignidad de la persona
humana. Y existe el predominio de la dimensión placentera y utilitaria de la vida sobre la dimensión
ética. Aquí también cabe preguntarnos algunas cosas como:
¿En base a qué tomamos nuestras decisiones? (compras de diversa índole, opciones profesionales,
distribución de nuestros tiempos, planteamiento de las vacaciones…) ¿Cómo enfocamos nuestro tiempo
de ocio y el de nuestros hijos? ¿Se da en nuestras vidas una pérdida del tiempo de la vida de familia a la
que se substituye por actividades extraescolares?¿ buscamos mayor presencia de personas en el hogar
para evitar el mucho tiempo de soledad en casa, especialmente a partir del período preadolescente?
La adquisición de hábitos intelectuales
Dentro del mundo preadolescente y unido las muchas dificultades que encuentran en el terreno de las
relaciones sociales aparece el hecho de que por su desarrollo intelectual, en esta etapa de su vida, etapa
de las operaciones formales según Piaget, están obligados a generarse hábitos de estudio y de desarrollo
intelectual para sacar adelante las pequeñas complejidades que traen los currículos escolares a los que se
van a tener que enfrentar
De la gran cantidad de estudiantes que existen, hay realmente pocos que sepan estudiar bien. Se suele
decir que ésta es una cuestión que, o preocupa mucho, o no preocupa nada. Algunos quizá ni siquiera se
la han planteado. Si los padres tuvieran que responder a la pregunta “¿Cómo estudia su hijo?” es
probable que casi todas las respuestas fueran vagas e imprecisas: “me parece que está bastante tiempo
con los codos en la mesa”, “pues no sé cómo, pero aprueba”, “de eso se ocupa su madre”, “se encierra
en su habitación y no veo lo que hace”...
Estudiar es una actividad intelectual, y para aprender conocimientos hay que saber estudiar y como no
se nace sabiendo, hay que aprender a estudiar. Eso resulta esforzado, fatigoso y requiere tiempo. Así
pues para aprender a estudiar habrá que desarrollar habilidades que serán la base del esfuerzo intelectual
y que con el tiempo se consolidarán como virtudes. Podemos hablar de: Orden, Paciencia, Tesón,
Perseverancia, Fortaleza, Responsabilidad, etc.
Pero hay algo que no podemos olvidar y es que como se trata de una actividad intelectual y no todos
hemos sido dotados de las mismas capacidades intelectuales, para algunos el estudio requiere mucho
más esfuerzo que para otros. Generalizar en este campo es arriesgado pues son muchas y diversas las
causas por las que se producen dificultades en los aprendizajes. Como aquí no nos es posible entrar en
estas materias nos limitaremos a dar unas ideas a los padres de hijos preadolescentes para que puedan
ayudar a sus hijos a mejorar y a triunfar, sacando adelante, en la medida de sus posibilidades, los
estudios que estén cursando.
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Podemos enumerar aquí algunas de las situaciones con las que nos podemos encontrar en relación al
interés o a la falta de atención que supongan los estudios para nuestros hijos:
Las faltas aparentes de interés son un signo de alarma: ¡algo no va bien! ¡habrá que averiguar!
Con gran frecuencia atribuimos los fallos en los estudios a una falta de atención. Podrían ser muchas
las causas, pero como principio general hay que decir que sólo se percibe y se entiende conscientemente
aquello a lo que se atiende. La capacidad de atención es algo que debe figurar entre los más elementales
hábitos de trabajo y se educa también en otros aspectos de nuestras vidas
La concentración es la capacidad de fijar voluntariamente la atención en una cosa, en un aspecto
determinado, etc. A un nivel espontáneo nos fijamos en lo que nos interesa, en lo que nos impacta, pero
podemos no prestar atención a cosas más fundamentales. Así, vemos la diferencia entre oír y escuchar o
entre ver y mirar, y de este modo un chico puede no haberse enterado de nada de lo dicho en clase (no
escuchaba) o de nada de lo leído en una lección (solo miraba).
Una característica importante de la atención es que es selectiva: ante varios estímulos, inhibe o
minimiza unos para centrarse en otros. ¿Qué selecciona cada uno y en base a qué lo selecciona? Esta es
una cuestión clave para conocer los problemas de atención ya que hay que saber filtrar lo que en aquel
momento no conviene (aunque quizá interese mucho) para evitar distraernos. La atención es fácil
cuando hay curiosidad y cuando hay cambio; del mismo modo la atención se duerme y desaparece bajo
el efecto de la costumbre y la rutina.
¿Qué causas son las que influyen en la distracción y por tanto en la pérdida de concentración? Veamos
qué nos dice Carlos Ros Amador, en su obra “Los estudios y el desarrollo intelectual” (Hacer Familia
nº 17).
Podemos encontrar causas externas y causas internas. “Las primeras se refieren al medio ambiental del
estudiante y a su situación corporal:
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Ruidos (incluso música)
Movimientos.
Mala iluminación.
Frío o calor.
Fatiga corporal.
Malestar corporal
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Sueño.
Desorden en las cosas; no tener a mano los
instrumentos necesarios para el estudio.
Desorden en el tiempo. Estudiar a cualquier
hora, cualquier cosa o en períodos muy
variables.
En resumen, todo lo que haga perder continuidad en la actividad o acorte los períodos normales de
concentración.
En cuanto a causas internas “el estado afectivo en general y las emociones y sentimientos en particular
pueden ser importantes dificultades para la concentración. Las dificultades debidas a estas causas son
de mucha mayor gravedad, y son mucho más difíciles de resolver ya que la eliminación de las
interferencias sólo es posible a través del dominio de la voluntad”.
También en la misma obra se nos habla de tres etapas de eficacia bien distintas:
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“Existe un período de adaptación, un período de máximo rendimiento y un período de pérdida de
eficacia por fatiga o distracción. Cada vez que se produce una interrupción de la atención se vuelve al
punto 0, aunque el tiempo de adaptación se acorte si la interrupción no ha sido larga.”
Son frecuentes e importantes los problemas por falta de comprensión lectora. Si falta el conocimiento
del vocabulario y la comprensión de la frase no se pueden hacer resúmenes, cuadros sinópticos, mapas
conceptuales, etc. Hay que trabajar la riqueza de vocabulario, los sinónimos y antónimos, la buena
construcción gramatical (conjugación de los verbos, correcta, utilización precisa y adecuada de
partículas, etc.)
Otra dificultad, no más grave, pero sí más desmoralizante para el hijo, es el caso del estudiante de
inteligencia verbal normal, que tiene interés en estudiar y que pasa muchas horas delante de los libros
pero que no consigue el menor lucimiento. Trabajan mucho pero no de un modo eficaz. Se ve claro
cuando se les compara con los chicos de una capacidad intelectual semejante que, aplicando un esfuerzo
igual o quizás menor, obtienen resultados más brillantes ¿Qué diferencia hay entre unos y otros? La
diferencia estriba en que estos últimos tienen un método de estudio. Cuando surgen problemas en este
sentido a menudo falla la organización: no se utiliza bien el tiempo, no se sabe resumir bien, no se sabe
anticipar y prevenir el trabajo de manera suficiente, etc.
Volvamos a escuchar a Carlos Ros en “Los estudios y el desarrollo intelectual”:
“Sin comprensión del significado de lo estudiado es imposible un trabajo intelectual. Una palabra que
no es significativa sólo se puede aprender memorizándola de forma mecánica. No hay pensamiento sin
lenguaje.”
Para el hijo preadolescente, estudiar, ése es un arduo trabajo y de cómo lo realice depende en gran parte
su futuro profesional.
¿Qué podemos hacer los padres?
Muchos padres están deseosos de ayudar a sus hijos, pero consideran que no pueden hacerlo por su
desconocimiento de las materias que estudian éstos, o porque no disponen del tiempo necesario. Pero
su principal ayuda debe consistir en enseñarles a desarrollar capacidades y cualidades personales.
No se puede identificar una correcta ayuda al hijo con obligarle a estudiar o a que nos recite una lección.
Si él, no ve eso como ayuda será más bien negativo y le restará ánimos, lo mismo que las comparaciones
con hermanos o amigos. Todo lo que sean actitudes rígidas no servirán para dar motivaciones válidas.
Tampoco resultará positiva la postura de buscar sistemáticamente un profesor particular. Es un tema
recomendable en situaciones concretas y puntuales en las que el hijo es consciente de su necesidad. De
lo contrario puede servir de excusa para desconectar en las clases y no ocuparse en realizar su trabajo.
La primera arma con la que realmente cuentan los padres es la observación. Hay que analizar como
estudian, conocer los defectos del hijo al estudiar. Es importante revisar el ambiente material que rodea
a los hijos en su estudio; tipo de habitación, mesa, luz, espacio para el material de trabajo, temperatura,
etc. Superadas las dificultades materiales y vistas las limitaciones del hijo, será preciso proponer unas
metas sucesivas y mantener una actitud de disponibilidad, ¡y de aprecio! a los esfuerzos del hijo, aunque
no se den resultados inmediatos.
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Hay que considerar también cuál es el estado de ánimo del chico para asumir su situación concreta.
Veamos diferentes posibilidades:
¿Le falta voluntad y constancia para seguir los planes establecidos? ¿Se encuentra desbordado, no sabe
por dónde empezar y por lo tanto no empieza?
¿Se siente inferior a sus hermanos más brillantes que él? ¿Se le ha comparado a veces? ¿Está
convencido de que no es capaz de superar la situación dado que se siente abrumado y la ve como
insuperable? ¿No encuentra una motivación capaz de ilusionarle y hacerle ver su esfuerzo como algo
positivo?
Sea cual sea su estado es fundamental conocerlo para ver por dónde tiene que empezar nuestra
actuación. Y en cualquier caso hay que plantearse un seguimiento muy próximo y muy constante,
hacerle adquirir pequeños compromisos y plantearle metas o propósitos accesibles a corto plazo. Es
muy recomendable hacer que participe él en la búsqueda de soluciones.
Debemos recordar que por la edad en la que se encuentran es posible que estén más perezosos, más
dispersos, más susceptibles y más rebeldes, por lo que nuestra actuación debe ser delicada, oportuna y
positiva para evitar quemarnos innecesariamente, perdiendo prestigio y autoridad.
Es importante contar con el aprovechamiento de las clases. Podemos pedirles que nos enseñen sus
apuntes como fruto de nuestro interés por aquella materia y también como manera concreta de ayudarles
en su proceso de mejora: orden, presentación y contenido son aspectos que han de estar bien llevados.
También puede ser interesante pedirles un pequeño resumen de cada clase habida durante el día dado
que fomenta su capacidad de atención y desarrolla una interesante visión sintética.
Un posible y sencillo método de estudio puede ser:
1- Lectura rápida del conjunto para adquirir sentido de globalidad. Leer de esta forma requiere una
rapidez acorde con la comprensión del contenido. Existen sistemas que pueden ayudar a
mejorar la velocidad lectora.
2- Lectura atenta y reflexiva de la primera pregunta o apartado, teniendo a mano los libros de
consulta que se puedan necesitar (diccionario, libro de ampliación, etc.).
3- Subrayar con un lápiz rojo lo más importante, las ideas centrales. Así el esfuerzo se hace una
sola vez y el repaso es más sencillo.
4- Hacer un esquema de lo subrayado que ayude a sintetizar y a fijar las ideas. Lo que se llama una
cadena mental
5- Reconstruir el esquema en la mente tantas veces como sea preciso para aprenderlo. Y hacer el
esfuerzo de memorizar.
6- Pasar a la pregunta siguiente y seguir el mismo proceso.
7- Repasar las preguntas y apartados en distinto orden con el fin de comprobar si realmente están
sabidas.
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