Cuerpo General de Administrativos TEMA 12 EL DERECHO ADMINISTRATIVO: CONCEPTO Y CONTENIDO. FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO: CLASIFICACIÓN. JERARQUÍA NORMATIVA. LA LEY: CONCEPTO Y CLASES. DISPOSICIONES DEL EJECUTIVO CON FUERZA DE LEY. EL REGLAMENTO. CONCEPTO Y CLASIFICACIÓN. LA POTESTAD REGLAMENTARIA: FUNDAMENTO Y LÍMITES. LA INDEROGABILIDAD SINGULAR DE LOS REGLAMENTOS. 1. 1.1. EL DERECHO ADMINISTRATIVO: CONCEPTO Y CONTENIDO. INTRODUCCIÓN. A la hora de afrontar el concepto de Derecho administrativo la doctrina suele hacerlo bien desde una perspectiva objetiva, como derecho regulador de la actividad administrativa, o bien desde una perspectiva subjetiva, como derecho regulador de la Administración pública. Ello implicaría delimitar previamente el concepto de Administración Pública y determinar que ha de entenderse por actividad administrativa. No obstante, entiendo que estas precisiones técnico jurídicas, en las que la doctrina administrativa suele detenerse como paso previo al análisis del concepto del derecho administrativo, como elaboraciones teóricas, difícilmente serán objeto de preguntas tipo test, por lo que nos limitaremos a efectuar una pequeña introducción histórica sobre los factores que inciden en la aparición y desarrollo de esta rama del derecho y a exponer algunos de los conceptos elaborados por la doctrina. Así, Entrena Cuesta señala que en la aparición y desarrollo del derecho administrativo pueden distinguirse tres presupuestos: a) Presupuesto político. El presupuesto político para la aparición del Derecho administrativo lo constituiría la división de poderes, pues, si el conjunto de órganos que forman parte de la Administración se integran en el poder ejecutivo, resulta obvio que el nacimiento del derecho administrativo no puede ser anterior en el tiempo a la separación del poder ejecutivo del resto de los poderes del Estado. b) Presupuesto jurídico. Constituido por la aparición del Estado de Derecho en cuanto que supone la sumisión del conjunto de la actividad del Estado, también de la Administración, a normas jurídicas que actúan como garantía del ciudadano ante la actuación del poder público. c) Presupuesto histórico. Mientras la Administración fue abstencionista como consecuencia de la aplicación de los postulados del Estado liberal, la sumisión de su actividad al derecho podía conseguirse a través del derecho común. No obstante, una vez producido el tránsito del Estado liberal a la Administración intervencionista resultó imposible que ésta pudiera alcanzar los fines que se le asignaban dentro del marco del derecho común, lo que propició el nacimiento de una nueva rama del T.12. - 3 Cuerpo General de Administrativos derecho que armonizase las exigencias del Estado de derecho con las de la nueva Administración intervencionista. 1.2. CONCEPTO, CONTENIDO Y CARACTERES. En la doctrina española, podemos destacar los siguientes conceptos del derecho administrativo: García de Enterría define el Derecho administrativo un Derecho de naturaleza estatutaria, en cuanto se dirige a la regulación de las singulares especies de sujetos que se agrupan bajo el nombre de Administraciones Públicas, sustrayendo a estos sujetos singulares del Derecho común. Entrena Cuesta como el conjunto de normas de derecho público interno que regulan la organización y actividad de las Administraciones públicas. Para Garrido Falla, es aquella parte del Derecho público que determina la organización y comportamiento de la administración directa e indirecta del Estado, disciplinando sus relaciones jurídicas con el administrado. Según Royo Villanova es “el conjunto de normas que regulan la organización y la actividad del Estado y demás entes públicos. Menos extendida que las anteriores, pero de gran interés por su alto contenido descriptivo, es la definición de López Pellicer, para quien es aquella rama del derecho interno que regula la estructura orgánica, la actuación y las relaciones de las Administraciones públicas para la realización por ésta de fines de interés público, a cuyo efecto le atribuye y regula el ejercicio de determinadas potestades y prerrogativas, sin perjuicio de las garantías jurídicas asimismo atribuidas a los administrados para la protección de sus derechos e intereses. De todos estos conceptos se desprende que las notas que van a caracterizar al derecho administrativo son las siguientes: - - Es un derecho público.- Según Garrido Falla la diferencia entre derecho público y privado consiste en que en el derecho público, uno de los sujetos de la relación jurídica puede hacer efectivo por si mismo un ordenamiento jurídico imperativo. Entrena Cuesta indica que una norma tendrá carácter jurídico público cuando se refiera a relaciones o situaciones en las que necesariamente esté implicada la participación de un ente público, incluyéndose de esta forma no solo los preceptos que atribuyen a la administración prerrogativas que por sí misma pueda ejercitar, sino también las que regulan su organización o las relaciones entre dos entes públicos. Es un derecho común.- El derecho administrativo es el derecho común de las Administraciones públicas, no es un derecho especial puesto que cuando en él hay una laguna, ésta se integra con sus propios principios sin acudir a otros derechos. En palabras de García de Enterría, el derecho administrativo es un microcosmos jurídico que tiende a cubrir todas las posibles zonas de actuación de las Administraciones públicas incluso T.12. - 4 Cuerpo General de Administrativos - - - - aquellas que constituyen otros el objeto de regulación de otros derechos, adaptándolos y modulándolos a la realidad de las Administraciones públicas. El derecho administrativo, en cuanto derecho común de las Administraciones públicas, no está formado solamente por normas positivas, sino también por principios generales que sirven para articular, interpretar y completar esas normas. Regula la organización y actuación de las Administraciones públicas. El derecho administrativo tiene un contenido tridimensional: un sector de sus normas regula la organización administrativa; otro, las relaciones entre entes públicos; y finalmente, el más importante, el que regula las relaciones entre los entes públicos y los particulares. Implica que una de las partes de la relación jurídica es una Administración pública si bien ha de tenerse en cuenta que, en ocasiones los particulares, pueden obrar por mandato o delegación de aquella, caso de los concesionarios de un servicio público y que existe determinada actividad administrativa que emana de órganos no encuadrados en la Administración sino en otros poderes u órganos del Estado (p. Ej., contratos administrativos de órganos del poder judicial, resoluciones en materia de personal adoptadas por órganos de las Cortes, Parlamentos Autonómicos, Defensor del Pueblo etc. Regula las prerrogativas y potestades de la Administración y las garantías jurídicas de los ciudadanos. Para poder servir a los intereses generales de una forma eficaz, la Administración cuenta con una serie de potestades exorbitantes del derecho común, un cuadro de poderes de actuación de los que no disfrutan los particulares. Así, puede crear, modificar o extinguir derechos por su sola voluntad mediante actos unilaterales, puede ejecutar de oficio por procedimientos extraordinarios sus propias decisiones (privilegio de decisión ejecutoria y acción de oficio) y ello sin necesidad de acudir a los Tribunales de Justicia (privilegio de autotutela), los bienes de la Administración cuentan con un status privilegiado etc. Junto a estos privilegios aparecen ciertas restricciones (no puede contratar con quien desee, no puede formar libremente su voluntad, no puede modificar las decisiones ya adoptadas etc.) y sobre todo, garantías a favor de los particulares (procedimiento administrativo, sistema de recursos, sistema de responsabilidad patrimonial etc). Para finalizar esta aproximación al concepto de Derecho administrativo, ha de indicarse que no obstante lo anteriormente expuesto, la Administración actúa en numerosas ocasiones sometiéndose al derecho privado. No siempre actúa con prerrogativas y privilegios, sino que puede prescindir de ellas, como por ejemplo cuando compra, vende, arrienda o contrata personal sometiéndose a la legislación civil o laboral. Realiza también actividad industrial, sometiéndose a las normas mercantiles, y puede acudir a los tribunales para ejercer acciones penales. Ahora bien, incluso en esos casos la administración puede conservar ciertas prerrogativas, o bien estar sometido a una serie de limites impuestos por el ordenamiento publico administrativo en virtud de la doctrina sobre actos separables. T.12. - 5 Cuerpo General de Administrativos 2. 2.1. FUENTES DEL DERECHO JERARQUÍA NORMATIVA. ADMINISTRATIVO: CLASIFICACIÓN. CONCEPTO Y CLASIFICACIÓN. El tema de las fuentes del Derecho recibe en nuestro ordenamiento jurídico un tratamiento unitario para todas las ramas jurídicas, estando reguladas con carácter general en el artículo 1 del Código Civil. Nos encontramos, por tanto, ante conceptos propios de la Teoría General del Derecho que conviene analizar en cada disciplina jurídica, porque si bien es cierto que las fuentes del derecho son las mismas en todas ellas, no es menos cierto que cada una presenta peculiaridades propias que hacen que el papel jugado en ellas por las fuentes sea diferente. El término fuente del derecho puede ser empleado en un doble sentido, formal o material: - - En sentido material, son fuente del Derecho aquellas fuerzas sociales a las que el ordenamiento jurídico les atribuye potestad normativa creadora. En este sentido serían fuente del derecho las Cortes Generales, los Parlamentos Autonómicos, el Gobierno, el pueblo etc. En sentido formal, son fuente del derecho los modos o formas en que éste se manifiesta externamente. En este sentido son fuente del derecho la Ley, los Decretos legislativos y Decretos Leyes, los Decretos, Ordenes etc. Como se indicó anteriormente, el sistema de fuentes del ordenamiento jurídico español aparece regulado en el artículo 1 del Código Civil que establece: 1. Las fuentes de los ordenamiento jurídico español son la Ley, la costumbre y los principios generales del Derecho. 2. Carecerán de validez las disposiciones que contradigan otras de rango superior. 3. La costumbre regirá en defecto de Ley aplicable, y solo si no es contraria a la moral o al orden publico y resulta probada. Los usos jurídicos que no sean meramente interpretativos de una declaración de voluntad tendrán la consideración de costumbre. 4. Los principios generales del Derecho se aplican en defecto de Ley y de costumbre, sin perjuicio de su carácter informador del ordenamiento. 5. Las normas jurídicas contenidas en los tratados internacionales no serán de aplicación directa en España en tanto no hayan pasado a formar parte del ordenamiento interno mediante su publicación integra en el “Boletín Oficial del Estado”. 6. La jurisprudencia complementa el ordenamiento jurídico con la doctrina que establezca el Tribunal Supremo al interpretar la Ley, la Costumbre y los principios generales del Derecho. 7. Los jueces y tribunales tienen el deber inexcusable de resolver en todo caso los asuntos de que conozcan, atendiendo al sistema de fuentes establecido. T.12. - 6 Cuerpo General de Administrativos Esta regulación que el Código Civil contiene sobre el sistema de fuentes del derecho es común para todo el ordenamiento jurídico, si bien ya se puso anteriormente de manifiesto que en cada rama jurídica presenta peculiaridades propias. En este sentido, la mayor parte de la doctrina destaca como singularidades del sistema de fuentes del derecho administrativo las siguientes: - - - Primacía casi absoluta del derecho escrito, de la Ley en sentido amplio, sobre cualquier otro tipo de fuente, teniendo la costumbre un ámbito muy reducido de aplicación. Convergencia sobre un mismo objeto de instrumentos normativos de desigual valor jerárquico e importancia del Reglamento como fuente del derecho administrativo, pues es, con gran diferencia, la norma que se aplica en mayor medida. En el derecho administrativo coexisten, regulando una misma materia, diferentes normas con diverso rango jerárquico (leyes, decretos, órdenes etc) si bien es el reglamento el que se aplica con mayor frecuencia. En este sentido, debe tenerse en cuenta que la Administración no sólo es destinataria de las normas jurídicas sino que también es fuente de normas. Destacado papel jugado por los Principio Generales del Derecho, sobre todo como límites al ejercicio de la actividad discrecional de la Administración y como instrumentos para garantizar la coherencia y unidad de un sistema de normas en el que no sólo existen instrumentos normativos de desigual valor jerárquico, sino que además se caracteriza por su contingencia y variabilidad, por un cambio constante. Respecto a las clases de fuentes, muchas son las clasificaciones efectuadas por la doctrina, si bien la más extendida y aceptada, derivada del artículo 1 del Código Civil, es la que distingue entre: 1. Fuentes directas: Son aquellas que encierran en sí misma la norma y serían la ley, la costumbre y los principios generales del Derecho. Dentro de ellas, a su vez, puede distinguirse entre: a) Fuentes directas primarias. Aquellas que se exteriorizan de forma escrita y se aplican con preferencia a cualquier otra fuente. Estarían por las fuentes que integran el concepto de ley en sentido amplio (Constitución, Leyes formales, disposiciones con rango de ley y reglamentos). b) Fuentes directas subsidiarias. Se aplican solamente en defecto de fuente directa primaria. Pertenecen a esta clase la costumbre y los principios generales del Derecho. 2. Fuentes indirectas: Son aquellas que, sin llegar a constituir normas jurídicas, coadyuvan a su producción y comprensión. Como tales el Código Civil indica los tratados internacionales y la jurisprudencia. Dado que las fuentes directas primarias son objeto de análisis específico en epígrafes posteriores del presente tema, desarrollaremos a continuación el principio de jerarquía normativa y las fuentes directas subsidiarias y las indirectas. T.12. - 7 Cuerpo General de Administrativos 2.2. JERARQUÍA NORMATIVA. La existencia de una pluralidad de instrumentos normativos con valor desigual plantea la necesidad de articular un criterio para determinar cuál de entre ellos se aplica con carácter preferente y como solución a los conflictos y colisiones que puedan producirse entre dos normas. Este criterio es el principio de jerarquía normativa, mediante el que tradicionalmente se ha articulado la relación entre las distintas normas dentro de un sistema jurídico. El principio de jerarquía normativa tiene un reconocimiento expreso en el artículo 9.3 de la Constitución, estando igualmente recogido en otras disposiciones como el ya citado 1.2 del Código Civil, el art. 6 de la Ley Orgánica 6/1985 del Poder Judicial y el artículo 51 de la Ley 30/1992 LRJAP y PAC. Dos son los criterios empleados para proceder a la jerarquización de las distintas fuentes: primacía del derecho escrito y criterio de la jerarquía del órgano del que emana la norma escrita. El primero de estos criterios aparece claramente recogido en el artículo 1 del Código Civil que al establecer que son fuente del derecho la Ley, la costumbre y los principios generales del derecho no sólo está haciendo una enumeración de las fuentes, sino que, además, establece un orden de prioridad entre las mismas. Ello queda patente cuando en el apartado 3º se indica que la costumbre sólo regirá en defecto de ley aplicable y en el 4º que los principios generales del derecho sólo regirán en defecto de Ley o costumbre. Por aplicación de este primer criterio las fuentes no escritas van a quedar relegadas a la categoría de fuentes subsidiarias, es decir, solo serán de aplicación en defecto de norma escrita. Establecida así una primera ordenación jerárquica de las fuentes, y teniendo en cuenta la existencia de una pluralidad de normas escritas, se hace necesario determinar un criterio para establecer la primacía entre las normas escritas, siendo aquí donde juega el segundo de los criterios anteriormente expuestos, el de la jerarquía del órgano del que emana la norma. Así se establece una subordinación de las normas emanadas de la Administración respecto de las emanadas del poder legislativo y dentro de éstas, la supremacía de la Constitución respecto al resto de leyes. Además, las distintas normas emanadas de la Administración se ordenarán jerárquicamente entre sí en función de la jerarquía del órgano del que emanan. De la combinación de los dos criterios anteriores la ordenación jerárquica de las distintas fuentes y normas sería la siguiente: - - Constitución. Leyes - Orgánicas - Ordinarias. Sin gradación entre ellas - Autonómicas - Disposiciones con fuerza de ley. - Reales Decretos (Presidente o Consejo Mtros.) T.12. - 8 Cuerpo General de Administrativos - Reglamentos - Órdenes de las Comisiones Delegadas. - Órdenes de los Ministros. - Disposiciones de autoridades inferiores. - Costumbre. - Principios Generales del Derecho. Ordenados por Jerarquía No obstante, debe tenerse en cuenta que el principio de jerarquía, pese a su importancia, no es el único que preside las relaciones entre las distintas normas. En efecto, en los sistemas jurídicos complejos y descentralizados políticamente, como el español, con atribución de poder normativo a diversos entes territoriales, no todos los conflictos entre normas se resuelven con arreglo al principio de jerarquía, sino que habrá de tenerse en cuenta también el principio de competencia. Así, cuando una norma estatal y una autonómica entran en conflicto no se da preferencia a una de ellas sobre la otra en virtud del principio de jerarquía sino que, aplicando el principio de competencia, una de ellas resultará inválida al invadir el ámbito competencial reservado a la otra instancia de poder normativo. Este mismo principio se emplea para articular las relaciones entre las leyes Orgánicas y el resto de leyes pues, aunque inicialmente un sector de la doctrina propugnaba el mayor rango jerárquico de aquellas al exigir un procedimiento especial y más gravoso para su aprobación y reforma, el Tribunal Constitucional ha declarado que las Leyes Orgánicas están reservadas a aquellas materias específicamente previstas en la Constitución, siendo por tanto contrario a la Constitución que una Ley Orgánica regule materias para las que la Constitución no ha previsto Ley Orgánica. Por consiguiente, en un conflicto entre una Ley Orgánica y una ordinaria no prevalecerá la Orgánica necesariamente, sino aquella dictada en el ámbito constitucionalmente reservado a la misma. 2.3. FUENTES DIRECTAS SUBSIDIARIAS. 2.3.1. LA COSTUMBRE. La costumbre puede ser definida como norma jurídica no escrita, generada por un uso social constante y uniforme surgido en el seno de una comunidad o grupo social como expresión de una convicción jurídica, es decir, seria un uso o practica jurídica reiterado, sobre el que se tiene la creencia de que es de obligado cumplimiento. Se aprecian pues dos elementos integrantes de la misma: - Uno material, que vendría constituido por el uso social constante y uniforme. Uno psicológico, constituido por la convicción de su obligatoriedad jurídica. El art. 1.3 del Código Civil establece que la costumbre regirá en defecto de Ley aplicable, y solo si no es contraria a la moral o al orden publico y resulta probada. T.12. - 9 Cuerpo General de Administrativos El papel jugado por la costumbre en derecho administrativo es muy reducido, tanto que algunos autores han rechazado su aplicación en este ámbito por oponerse al carácter racionalizador del derecho administrativo, pues es difícil concebir que se produzca un uso reiterado y constante en las relaciones entre la Administración y los ciudadanos para cubrir la ausencia de norma escrita ya que, dada la flexibilidad del derecho administrativo, rápidamente ese vacío sería cubierto por una norma escrita. No obstante, conforme al artículo 1 del Código Civil no puede negarse la vigencia de esta fuente en el derecho Administrativo, si bien su papel es mucho más limitado que en otras ramas del ordenamiento jurídico. Concretamente, la mayor parte de la doctrina estima que ese papel quedaría reducido a aquellos supuestos de costumbre extra legem en que las leyes y reglamentos se abstiene de regular determinados tipos de relaciones remitiéndose a las costumbres y usos locales. Las más conocidas de estas remisiones son las siguientes: - - - - El mantenimiento del régimen municipal especial de Concejo Abierto, por el articulo 29.1.a) de la Ley 7/1985, de 2 de abril, de Reguladora de las Bases del Régimen Local, que ya ha sido estudiado en el tema correspondiente. El respeto de los regímenes locales de aprovechamiento y disfrute de bienes comunales los cuales se ajustaran “a las Ordenanzas locales o normas consuetudinarias tradicionalmente observadas” (Art. 95 del Reglamento de bienes y Servicios de las Corporaciones Locales aprobado por Real Decreto 1372/1986, de 13 de junio). La remisión a la costumbre para la regulación de los procedimientos de los Jurados de las comunidades de usuarios de aguas (Art. 76.6 de la Ley 29/19985, de 2 de agosto, de Aguas). El respeto a la Organización Tradicionales de los Jurados y Tribunales de Riego existentes (Art. 77 de la Ley de Aguas), el mas importante de los cuales es, el Tribunal de las Aguas de Valencia. Cuestión distinta de la anterior, aunque íntimamente relacionada con la misma, es el valor que ha de atribuirse al precedente administrativo, la práctica reiterada por la Administración en la aplicación de una norma. Como se dijo anteriormente, en el derecho administrativo sólo es admisible la costumbre extra legem no la costumbre secumdum legem o costumbre interpretativa y, por tanto, hay que decir de partida que no tiene vigencia este tipo de costumbre en el derecho administrativo. No obstante, sentada la falta de valor normativo del precedente administrativo, si hay que advertir, que si tiene cierto valor vinculante para la Administración puesto que l apartarse de él en un caso concreto podría resultar arbitrario, discriminatorio y contrario a la buena fe vulnerándose los principios de igualdad, de buena fe y de interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos. T.12. - 10 Cuerpo General de Administrativos El artículo 54.1.c) de la LRJAPyPAC, ley 30/1992, justifica este tipo de vinculación al imponer a la Administración la obligación de motivar los actos “que se separen del criterio seguido en actuaciones precedentes”. Así pues, la Administración puede eventualmente apartarse del precedente, pero tiene que explicitar las razones concretas que le llevan a ese apartamiento. Esta manifestación permitirá controlar la objetividad de los motivos que se invocan y concluir si hay o no arbitrariedad, que es lo que se prohibe (García de Enterría). Además se ha visto reforzada esa vinculación por la introducción a través de la modificación del articulo 3 de esta misma ley operado por la ley 4/1999, del principio de confianza legitima, que implica la protección de la confianza de los ciudadanos en que sus pretensiones van a ser resueltas de modo igual para todos, sin discriminaciones injustificadas. 2.3.2. PRINCIPIOS GENERALES DEL DERECHO. Los principios generales del Derecho expresan los valores materiales básicos de un ordenamiento jurídico, aquellos sobre los que se constituye como tal, las convicciones ético-jurídicas de una comunidad. No se trata simplemente de vagas ideas o tendencias morales que explican el sentido de determinadas reglas, sino de principios técnicos, fruto de la vida jurídica. Al decir que se trata de principios se está precisando su carácter básico como soportes estructurales del ordenamiento entero al que dan sentido. Son generales porque trascienden de un precepto concreto y organizan y dan sentido a muchos. Finalmente son del derecho, es decir fórmulas técnicas del mundo jurídico y no simples criterios morales. Los principios generales del derecho juegan un papel destacado en todos los campos del derecho, pero ello es especialmente cierto en el derecho administrativo. Según García de Enterría las razones que explican la importancia capital que juegan en esta rama del derecho son: - - - Abundancia en la producción de Leyes-medida, normas con las que se pretende satisfacer un fin político concreto y que, al perseguir un resultado, pueden provocar desajustes entre situaciones, derechos e intereses de los ciudadanos. Estos problemas que plantean las Leyesmedida no pueden resolverse sino disponiendo de un sistema flexible de principios generales del derecho capaces de calificar y encauzar todo tipo de situaciones, incluso las más imprevistas. La enorme multiplicidad de normas existentes en el ámbito del derecho administrativo, la ausencia de codificación de las mismas y su variabilidad imponen la necesidad de unos principios que den coherencia y unidad a todo el sistema. La Administración, como sujeto con capacidad normativa, puede sobrevalorar sus propios intereses o introducir en la norma disfuncionalidades burocráticas, tendencia esta que se corrige con la aplicación por parte de los tribunales de los principios generales del derecho. T.12. - 11 Cuerpo General de Administrativos - Finalmente, la existencia de potestades discrecionales en manos de la Administración hace inevitable acudir a los principios generales del derecho para evitar que la libertad de la Administración se convierta en arbitrariedad. Los principios generales del Derecho Administrativo, como fruto de la propia vida jurídica, y tienen dos formas principales de manifestación y concreción: - La jurisprudencia, como práctica jurídica dotada de una mayor autoridad. La doctrina científica, a través de la explicación del ordenamiento jurídico y sus conexiones, posibilitando así su mejor funcionamiento. Sin ánimo de ser exhaustivos, como principios generales del derecho podemos citar, entre otros muchos, los siguientes: - Principio de legalidad. Principio de jerarquía normativa. Principio de publicidad de las normas. Principio de seguridad jurídica. Principio de interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos. Principio de igualdad en el acceso a las funciones y cargos públicos. Principios de equidad, buena fe y confianza legítima. Principios de proporcionalidad administrativa y de la menor restricción. Principio de que nadie puede ser condenado sin ser previamente oído. Principio de que nadie puede ir contra sus propios actos Principio de inderogabilidad singular de los reglamentos. Como puede apreciarse, muchos de estos principios están positivizados, es decir, recogidos en normas jurídicas escritas, varios de ellos en la propia Constitución. En estos casos dejan de ser fuente subsidiaria del derecho, pasando a ser, como derecho escrito, fuente directa. Pero puede incluso que estos principios no sean elevados a norma escrita expresa, sino que se deduzcan del contexto global del derecho escrito, formando parte de este, y precisamente como fundamental elemento rector de la legalidad y alcance de cada uno de sus preceptos. Este es el sentido que hay que darle al ultimo inciso del articulo 1.4 Código Civil cuando añade: “sin perjuicio de su carácter informador del ordenamiento jurídico”. 2.4. 2.4.1. FUENTES INDIRECTAS. LOS TRATADOS INTERNACIONALES. Al hablar de los Tratados Internacionales como fuente indirecta del Derecho debe partirse de una precisión inicial. Tanto la Constitución, en su artículo 96, como el Código Civil, en el artículo 1.5, indican que hasta tanto no sean íntegramente publicados en el Boletín Oficial del Estado, no forman parte del Derecho interno español. De ello se deduce que el T.12. - 12 Cuerpo General de Administrativos papel jugado como fuente del derecho difiere según se haya producido o no su publicación íntegra en el BOE. Así, una vez que se produce la recepción de los tratados internacionales, validamente celebrados, mediante su publicación integra en el B.O.E., pasan a ser parte de derecho interno como norma escrita y directa, es decir, como fuente directa y primaria del derecho Español Únicamente tendrán la consideración de fuente indirecta aquellos Tratados que hayan sido ratificados por España pero no hayan pasado a formar parte del derecho interno por no haber sido íntegramente publicados en el BOE. Al margen de lo dicho, no hay que olvidar el especial valor interpretativo, en materia de derechos fundamentales y libertades publicas, a tenor de lo establecido en el articulo 10.2 de la C.E., y en este sentido si tendría consideración de fuente indirecta, en la medida que no estuviera recepcionado internamente y si, solo, ratificado. La segunda cuestión que plantean los Tratados Internacionales como fuente del Derecho es la de su posición jerárquica en el sistema de fuentes español, no existiendo una posición doctrinal unánime al respecto. Así, un sector de la doctrina sostiene que, al no poder ser modificados por leyes posteriores sino solamente en la forma prevista en los propios tratados, ocuparían un lugar inmediatamente inferior a la Constitución con superioridad sobre la Ley. Otro sector de la doctrina estima por el contrario que la materia cubierta por los Tratados Internacionales queda acotada como una esfera autónoma dentro de nuestro sistema de fuentes, sometida a un tratamiento específico que la defiende frente a eventuales invasiones de otro tipo de normas legales cuyo ámbito se circunscribe a bloques de materias diferentes. Dicho de otra forma más escueta, las relaciones entre los Tratados Internacionales y las Leyes no se rigen por el principio de jerarquía sino por el de competencia. Estos autores, teniendo en cuenta que los artículos 93 y 94 de la Constitución requieren la necesaria intervención de las Cortes para los Tratados Internacionales, entienden que su rango jerárquico sería el de Ley. 2.4.2. LA JURISPRUDENCIA. La Jurisprudencia tiene un valor complementario del ordenamiento jurídico, cuando de modo reiterado el Tribunal Supremo sienta doctrina interpretando y aplicando la ley, la costumbre y los principios generales del derecho conforme al artículo 1.6 del Código Civil. La jurisprudencia del Tribunal Supremo, que ha de ser reiterada y uniforme, y para que resulte de aplicación al caso que se juzga, tiene que darse una identidad tanto respecto de la norma como de los hechos a los que se aplica, complementa el ordenamiento con la interpretación que de la norma se hace en relación con unos hechos. No obstante, debe tenerse en cuenta que, a pesar de esa reiteración y uniformidad que se exige la jurisprudencia, esta puede ir cambiando y T.12. - 13 Cuerpo General de Administrativos evolucionando, definiéndose de forma distinta a través de varias sentencias uniformes que establecerán la nueva doctrina del Tribunal Supremo. Pero la jurisprudencia del Tribunal Supremo tiene una operatividad practica que podría llevar a pensar a que esa doctrina interpretativa y reiterada, tiene mayor valor que el previsto en el Código Civil., y ello por lo siguiente: si bien el valor de la Jurisprudencia del Tribunal Supremo no se impone, sobre los Tribunales inferiores que están conociendo de un asunto, mediante instrucciones, por cuanto, esto iría en contra de la independencia de los jueces y Tribunales, dicho valor se afirma especialmente en el recurso de casación al constituir motivo de interposición del mismo, no solo la infracción del ordenamiento jurídico, sino también la infracción de la Jurisprudencia del Tribunal Supremo, lo que permitiría que el asunto fuera conocido, en ultima instancia, por dicho Tribunal, que impondría su reiterada y uniforma doctrina en la aplicación de las normas. Es decir, que los jueces y Tribunales inferiores se sentirán vinculados por dicha doctrina cuando juzguen. Mayor importancia adquiere la cuestión con la existencia de una doctrina constitucional, por cuanto el articulo 1 de la Ley Orgánica 2/1979, de 3 de octubre, del T. Constitucional, configura a este como el interprete supremo de la Constitución, y el artículo 40.2 de la misma Ley establece que la jurisprudencia de los Tribunales de Justicia –incluido el Tribunal Supremo- recaída sobre leyes, disposiciones o actos enjuiciados por el Tribunal Constitucional habrá de entenderse corregida por la jurisprudencia sentada por este al resolver los recursos y cuestiones de inconstitucionalidad. Asimismo la Ley Orgánica del Poder Judicial obliga a los jueces y tribunales a interpretar y aplicar las leyes y los reglamentos de acuerdo con las normas constitucionales, tal y como han sido interpretados por el Tribunal Constitucional. De lo anterior se deduce que la jurisprudencia Constitucional se impone al Tribunal Supremo y a su Jurisprudencia. 3. 3.1. LA LEY: CONCEPTO Y CLASES. CONCEPTO Y CARACTERES. El término ley no posee un significado unívoco pues tanto en sentido usual como en sentido jurídico admite una pluralidad de acepciones que conviene precisar desde el inicio para evitar equívocos. Así, en un sentido jurídico muy amplio el término ley se emplea como sinónimo de norma, incluyéndose tanto la escrita como la consuetudinaria. En un sentido más restringido la palabra Ley se usa para hacer referencia a la norma escrita, con exclusión de la consuetudinaria. Este es el sentido en el que como anteriormente indicamos emplea el Código Civil al indicar en su art. 1 que son fuente del Derecho la Ley, la costumbre y los principios generales del Derecho. Finalmente, el término ley se emplea, en sentido jurídico estricto, para hacer referencia a un tipo especial de norma escrita, superior a las demás en cuanto T.12. - 14 Cuerpo General de Administrativos encarnación de la voluntad formalidades especiales. popular y que está sometida a determinadas Los conceptos elaborados por los distintos autores son muy variados, aunque coincidentes en los esencial, por lo que se expondrán dos de los más extendidos. Así Garrido Falla define la Ley como norma escrita de carácter general y obligatorio dictada por los órganos a los que el ordenamiento jurídico atribuye la potestad legislativa. Por su parte, García de Enterría define la Ley como acto publicado como tal en los Boletines Oficiales que contiene un mandato normativo de los órganos a quienes constitucionalmente se atribuye el poder legislativo. De esta última definición se desprende que las notas que caracterizan a la Ley son las siguientes: - - Norma emanada de los órganos que constitucionalmente tienen atribuida la potestad legislativa. En este sentido, ha de precisarse que la Constitución, en su artículo 66, atribuye el ejercicio de la potestad legislativa del Estado a las Cortes Generales, pero al mismo tiempo ha previsto, en aplicación del principio de autonomía recogido en su artículo 2, la existencia de poderes legislativos territoriales, las Asambleas legislativas de las Comunidades Autónomas, que ejercerán dicha potestad dentro del marco de competencias estatutariamente asumidas de acuerdo con lo previsto en la Constitución. Igualmente debe tenerse en cuenta que, en la realidad actual, el principio de separación de poderes ha perdido parte de su significación inicial y no se aplica de forma tajante la asignación de funciones a los distintos poderes. De este modo, el legislativo ha cedido al ejecutivo gran parte del contenido inicial de la función legislativa de tal forma que, como en epígrafes posteriores se verá, existen normas emanadas del ejecutivo con rango de Ley. Norma sometida a determinadas formalidades especiales. Además de la atribución expresa a las Cortes Generales de la potestad legislativa, la Constitución somete a este tipo de normas a unas formalidades especiales que las diferencia del resto de normas escritas. Así, el art. 91 CE establece que el Rey sancionará, en el plazo de 15 días, las leyes aprobadas por las Cortes Generales y las promulgará y ordenará su publicación. Nada dispone la Constitución respecto a las formalidades que presentan las leyes autonómicas, por lo que son los distintos Estatutos de Autonomía los que regulan esta cuestión. Así, el Estatuto de Andalucía establece que las Leyes serán promulgadas en nombre del Rey por el Presidente de la Junta de Andalucía, quien ordenará la publicación de las mismas en el plazo de 15 días en el BOJA y en el BOE, pronunciándose en términos similares los restantes Estatutos. Como puede apreciarse, la diferencia con las leyes estatales es la de que no se contempla la sanción real y que la promulgación no la efectúa el Rey, sino el Presidente de la Comunidad Autónoma en su nombre (salvo el Estatuto del País Vasco en el que tampoco se menciona la promulgación). T.12. - 15 Cuerpo General de Administrativos - 3.2. Por lo demás, la sanción real y la promulgación de las leyes (actos debidos del Rey como ya se indicó en otra parte del temario) se configuran en nuestro ordenamiento como meras formalidades simbólicas y solemnes mientras que la publicación es un requisito esencial para su existencia, no una simple condición de eficacia, como se deduce del principio de publicidad de las normas recogido en el art. 9.3 de la Constitución. Igualmente la publicación de la ley el instrumento necesario para determinar la entrada en vigor de la misma, disponiendo el art.2.1 del Código Civil que las leyes entrarán en vigor a los veinte días de su completa publicación en el Boletín Oficial del Estado, si en ellas no se dispone otra cosa. La ley contiene un mandato normativo. Lo habitual es que contenga un mandato preceptivo general si bien debe tenerse en cuenta que también es posible que contenga un mandato singular o excepcional (leyes de autorización a la Administración para emitir deuda, ley de declaración de utilidad pública de un bien a efectos expropiatorios etc.). CLASES DE LEYES. Nuestro ordenamiento jurídico reconoce una pluralidad de instrumentos normativos con valor y fuerza de ley, si bien ha de tenerse en cuenta que, como se puso de manifiesto al examinar el principio de jerarquía normativa, todos ellos tienen el mismo alcance y valor normativo. Prescindiendo de clasificaciones doctrinales y atendiendo a su origen, podemos distinguir entre leyes Estatales, Leyes autonómicas y disposiciones del ejecutivo con rango de ley (Decretos- Leyes y Decretos Legislativos). A su vez, dentro de las normas estatales es posible hacer una inicial distinción entre leyes orgánicas y leyes ordinarias, existiendo dentro de éstas últimas algunas que presentan peculiaridades propias que las individualizan respecto a las otras (Leyes de comisión, leyes de base, ley marco y leyes de armonización). Las Leyes autonómicas y, en especial, los Estatutos de Autonomía han sido ya examinados en otras partes del temario y posteriormente se analizaran las disposiciones del ejecutivo con fuerza de ley, por lo que a continuación desarrollaremos las leyes estatales a que anteriormente se ha hecho referencia con especial atención a la Ley orgánica. 3.2.1. LEYES ORGÁNICAS. La Constitución de 1978 incorporó a nuestro ordenamiento jurídico este tipo especial de norma, inspirándose en la Constitución Francesa de 1958, que carecía de antecedentes directos en nuestro derecho histórico. El artículo 81 de la Constitución se refiere a las mismas indicando que: 1. Son leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y de las libertades públicas, las que aprueben los Estatutos de Autonomía y el régimen electoral general y las demás previstas en la Constitución. T.12. - 16 Cuerpo General de Administrativos 2. La aprobación, modificación o derogación de las leyes orgánicas exigirá mayoría absoluta del Congreso, en una votación final sobre el conjunto del proyecto. Como puede apreciarse, la Constitución construye el concepto de Ley orgánica en relación, única y exclusivamente, a unas materias determinadas. Son pues leyes orgánicas aquellas que versen sobre materias reservadas por la Constitución a este tipo de Ley. Únicamente después de definir cuáles son las Leyes orgánicas, precisa la Constitución, en su artículo 81.2, unas exigencias de orden procedimental, posteriores a la propia definición, que junto a las limitaciones y prohibiciones que posteriormente se indicarán, delimitan el régimen jurídico de este tipo de leyes. Por consiguiente, el elemento formal es algo que se añade al concepto ya formado y no forma parte del mismo. Hecha esta importante precisión analizaremos a continuación los dos elementos que caracterizan la Ley Orgánica: A) MATERIAS RESERVADAS A LEY ORGÁNICA. Como se puso antes de manifiesto, el artículo 81 detalla una serie de materias que requieren para su regulación ley orgánica, si bien, como se desprende del inciso final del número 1, no todas las materias reservadas a este tipo de ley aparecen indicadas en él. Así, son leyes orgánicas: 1. Las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y de las libertades publicas. La primera cuestión que cabe plantearse respecto a este ámbito material reservado a ley orgánica es el alcance del mismo, cuáles son los derechos y libertades que requieren este tipo de ley. En este sentido, como indican García de Enterría, Santamaría Pastor y Garrido Falla entre otros, ha de precisarse que la expresión constitucional no abarcaría la totalidad del Capítulo II del Título I de la Constitución, sino solamente los de la sección 1ª, que lleva precisamente esa rúbrica "De los derechos fundamentales y las libertades públicas". Se incluirían en este ámbito, por tanto, los artículos 15 a 29 de la Constitución, a los que tanto la doctrina como la jurisprudencia, han añadido, dada su naturaleza, el derecho a la objeción de conciencia del artículo 30.2 CE. Una vez determinados cuáles son los derechos y libertades que requieren ley orgánica, la segunda cuestión que surge es la de que ha de entenderse por "desarrollo". A este respecto debe matizarse que no toda regulación de los derechos y libertades enunciados requerirá ley orgánica, sino solamente aquella que se refiera al desarrollo directo de los mismos, complementando la regulación que se efectúa en la propia Constitución. 2. Las que aprueben los Estatutos de Autonomía. Los Estatutos son leyes orgánicas aunque presentan una serie de peculiaridades que les otorgan una personalidad propia. Así, los distintos Estatutos de Autonomía, en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 147.3 CE, han regulado el procedimiento de reforma del propio Estatuto, y todos contienen quorums reforzados, 2/3 o 3/5, de las Asambleas legislativas autonómicas. Las Cortes Generales no son, por sí T.12. - 17 Cuerpo General de Administrativos solas, competentes para proceder a modificar o derogar un Estatuto, mientras que sí lo son para modificar o derogar cualquier otra Ley Orgánica. Además, como ya sabemos, los Estatutos de las Comunidades que accedieron por vía del 151 requieren un referéndum del cuerpo electoral de la Comunidad Autónoma, requisito este que no precisan las restantes Leyes orgánicas. Estas peculiaridades, que caracterizan a los Estatutos de Autonomía frente a las restantes Leyes orgánicas, ha llevado a cierto sector de la doctrina (García de Enterría) a sostener que los Estatutos de Autonomía ocuparían una posición jerárquica superior al resto de leyes y se situarían inmediatamente por debajo de la Constitución, postura esta que no es pacífica en la doctrina. 3. Las que regulen el régimen electoral general. La expresión régimen electoral general es imprecisa y podría referirse tanto a un determinado tipo de elecciones como a una parte de las normas que integran el derecho electoral. El Tribunal Constitucional, en Sentencia de 16 de mayo de 1983, ha señalado que el régimen electoral general esta compuesto "por aquellas normas electorales válidas para la generalidad de las instituciones representativas del Estado en su conjunto" 4. Las demás previstas en la constitución. Bajo esta cláusula genérica la Constitución incluye una serie de materias sin conexión aparente entre sí. Son las siguientes: - Bases de la organización militar (art. 8.2). - Defensor del Pueblo (art. 54). - Suspensión de derechos fundamentales a personas determinadas (55.2). - Abdicaciones, renuncias y dudas en el orden sucesorio (57.5). - Iniciativa legislativa popular (87.3). - Modalidades de referéndum (Art. 92.3). - Autorización para celebración de tratados internacionales por los que se atribuye a una organización o institución internacional el ejercicio de competencias derivadas de la Constitución. (Art. 93). - Funciones, principios básicos de actuación y estatutos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (Art. 104.2). - Composición y competencia del Consejo de Estado (Art. 107). - Estados de alarma excepción y sitio (Art. 116). - Poder judicial y Consejo General del Poder Judicial, constitución, funcionamiento y gobierno de jueces y tribunales y el estatuto jurídico de jueces y magistrados y personal al servicio de la Administración de justicia (Art. 122). - Composición organización y funciones del Tribunal de Cuentas (Art. 136). - Alteración de los límites provinciales (Art. 141.1). - Autorización para la constitución de una Comunidad Autónoma cuyo ámbito territorial no supere el de una provincia y no reúna las condiciones del art. 143.1 (Art. 144 a). - Otorgamiento de Estatutos a territorios no integrados en la organización provincial y sustitución de la iniciativa de las Corporaciones locales a que se refiere el 143.2 (Art. 144). - Reforma de los Estatutos de Autonomía (Art. 147.3). - Coordinación de policías locales y creación de policías dependientes de Comunidades Autónomas (Art. 148.1 y 22 y 149 1 y 29). - Transferencia o delegación de facultades correspondientes a materias de titularidad estatal (Art. 150.2). T.12. - 18 Cuerpo General de Administrativos B) Términos del referéndum ratificación de la iniciativa proceso autonómico (Art. 151.1). Ejercicio de las competencias financieras de las Comunidades Autónomas a que se refiere el 157.1 (Art. 157.3). Tribunal Constitucional (Art. 165). REGIMEN JURÍDICO DE LAS LEYES ORGÁNICAS. Como anteriormente se dijo, las leyes orgánicas se caracterizan formalmente por una serie de exigencias procedimentales que el art. 81 CE concreta en que su aprobación, modificación o derogación exigirá mayoría absoluta del Congreso, en una votación final sobre el conjunto del proyecto. Respecto a su modificación, debe tenerse en cuenta, no obstante, que las Leyes orgánicas pueden recoger en su articulado materias que guarden cierto grado de conexión con la reservada a Ley orgánica y que, como ha declarado el Tribunal Constitucional, estas materias conexas pueden ser modificadas por ley ordinaria. Así pues, es perfectamente admisible que una ley ordinaria modifique algunos preceptos contenidos en una ley orgánica. Por lo demás, el régimen de la Ley orgánica se completa con una serie de prohibiciones contenidas en varios preceptos que no están destinados a la regulación de las leyes orgánicas: - 3.2.2. Interdicción del Decreto legislativo y el Decreto Ley (artículos 86.1 y 82.1 CE). Prohibición de leyes de comisión en materia reservada a Ley orgánica (artículo 75.3 CE). Exclusión de la iniciativa legislativa popular en materia de ley orgánica (artículo 87.3 CE). LEYES ORDINARIAS. Por oposición a las anteriores, son leyes ordinarias aquellas que, no versando sobre materia reservada a ley orgánica, son aprobadas por las Cortes Generales con tal carácter mediante un procedimiento en el que es suficiente el voto favorable de la mayoría simple. Como se puso anteriormente de manifiesto, algunas leyes ordinarias algunas que presentan peculiaridades propias que las individualizan respecto a las otras. Estas son: A) LEYES DE COMISIÓN.- Suponen un traspaso interno de competencias del pleno de la Cámara hacia las Comisiones legislativas permanentes. Aparecen previstas en el artículo 75.2 CE que establece que "Las Cámaras podrán delegar en las Comisiones Legislativas Permanentes la aprobación de proyectos o proposiciones de ley. Dos cuestiones cabe resaltar respecto a este tipo de Leyes: - El pleno puede en cualquier momento recabar para sí el debate y votación de los proyectos y proposiciones de Ley que hayan sido objeto de delegación.(Art. 75.2 CE). T.12. - 19 Cuerpo General de Administrativos - Existen materias que no pueden ser objeto de leyes de comisión, al estar excluidas por el artículo 75.3 de la Constitución. Estas materias son: • • • • • Reforma Constitucional. Cuestiones internacionales. Leyes Orgánicas y de bases. Presupuestos Generales del Estado. Proyectos o proposiciones de ley que hayan sido enmendados o vetados por el Senado (Art. 149.2 Reglamento del Congreso) B) LEYES MARCO.- Previstas en el artículo 150.1 CE al establecer que las Cortes Generales, en materias de competencia estatal, podrán atribuir a todas o a alguna de las Comunidades Autónomas la facultad de dictar, para sí mismas, normas legislativas en el marco de los principios, bases y directrices fijados por la ley estatal. Sin perjuicio de la competencia de los Tribunales, en cada ley marco se establecerá la modalidad del control de las Cortes Generales sobre estas normas legislativas de las Comunidades Autónomas. C) LEYES DE BASES.- A ellas se refiere el art. 82.2 CE y constituyen la forma que adopta la delegación legislativa de las Cortes en el Gobierno para la formación de textos articulados. Como veremos posteriormente, las bases contenidas en la Ley no son de aplicación directa como normas. D) LEYES DE ARMONIZACIÓN.- El art. 150.3 CE prevé la posibilidad de que el Estado dicte leyes que establezcan los principios necesarios para armonizar las disposiciones normativas de las Comunidades Autónomas, aún en el caso de materias atribuidas a la competencia de éstas, cuando así lo exija el interés general. Corresponde a las Cortes Generales, por mayoría absoluta de cada Cámara, la apreciación de esta necesidad. 4. 4.1. DISPOSICIONES DEL EJECUTIVO CON FUERZA DE LEY. INTRODUCCIÓN. Como se indicó anteriormente al examinar el concepto de ley actualmente el legislativo ha cedido al ejecutivo una parte del contenido inicial de la función legislativa de forma que está habilitado para dictar normas con rango de ley. Esta posibilidad supone una quiebra del principio de separación de poderes en tanto que implica que un órgano al que inicialmente no le está atribuida la función legislativa pueda dictar normas con rango de ley. No obstante, debe tenerse en cuenta que el Gobierno cuando dicta este tipo de normas no esta ejerciendo potestades propias sino delegadas del poder legislativo. Esta delegación de parte del contenido inicial de la función legislativa puede adoptar dos formas: - Delegación general. Tiene lugar cuando, en atención a ciertas situaciones de emergencia, se autoriza al Gobierno genéricamente para que pueda dictar normas con rango de ley. (Decretos-Leyes). T.12. - 20 Cuerpo General de Administrativos - Delegación especial. Confiere facultades legislativas al ejecutivo para un caso concreto, indicando las bases y criterios que den seguirse en la elaboración de la norma. (Decretos Leyes). Ambos tipos de normas presentan en común el emanar del Gobierno y el tener rango y valor de Ley. Se diferencian por el contrario tanto en su fundamento como en el momento en que el Parlamento efectúa su control, ya que mientras en los Decretos legislativos el Parlamento interviene previamente dictando el acto de delegación, en el Decreto-Ley la intervención del Parlamento se efectúa a posteriori. 4.2. DECRETOS - LEYES. García de Enterría define el Decreto-Ley como norma con rango de Ley que emana, por vía de excepción, de un órgano que no tiene poder legislativo. Su regulación se contiene en el artículo 86 de la CE que reconoce al Gobierno la facultad de dictar disposiciones legislativas provisionales bajo la forma de Decretos-Leyes en determinadas circunstancias, con importantes limitaciones materiales y sujetas a un posterior procedimiento de revisión parlamentaria. El Régimen jurídico de estas disposiciones trazado por la Constitución en su artículo 86 puede sistematizarse en los siguientes apartados: a) Presupuesto habilitante para el ejercicio de la facultad normativa por el Gobierno es la existencia de una situación de necesidad cuya excepcionalidad queda de manifiesto en la Constitución con la adjetivación de extraordinaria, esto es, inusual e imprevisible, y urgente, es decir, no susceptible de ser afrontada por los procedimientos legislativos ordinarios o extraordinarios. El Tribunal Constitucional ha señalado que la apreciación de cuando concurre este presupuesto de hecho habilitante corresponde al Gobierno, si bien es una circunstancia susceptible de ser controlada por el propio Tribunal Constitucional. b) Límites materiales. La Constitución veda expresamente al Decreto-Ley determinados ámbitos materiales, indicando en tal sentido el artículo 86 que no podrá afectar a: - El ordenamiento de las instituciones básicas del Estado. A los derechos, deberes y libertades de los ciudadanos regulados en el Título I. Al régimen de las Comunidades Autónomas. Al derecho electoral general. c) Revisión Parlamentaria. La situación de necesidad que habilita al Gobierno para dictar una norma con rango de ley impide que los efectos del Decreto-Ley se proyecten más allá del tiempo necesario para que el Parlamento pueda ratificarlo o rechazarlo. Por ello la propia Constitución atribuye al Decreto-ley un carácter provisional. Así el artículo 86 Ce prevé dos procedimientos de revisión parlamentaria del Decreto-Ley: el debate y votación de totalidad mediante el que el T.12. - 21 Cuerpo General de Administrativos Congreso habrá de pronunciarse sobre su convalidación o derogación en el plazo de los 30 días siguientes a su promulgación, o bien, la tramitación del mismo, durante el mismo plazo como proyecto de ley por el procedimiento de urgencia. La redacción de la Constitución permitía pensar que ambos procedimientos podían utilizarse alternativamente. No obstante el Reglamento del Congreso, en su artículo 151, impone el previo pronunciamiento sobre su convalidación o derogación y solamente producido éste y cuando sea favorable la Cámara podrá decidir su tramitación como proyecto de Ley por el procedimiento de urgencia. Sometido el Decreto ley al debate y votación del Congreso dos son las situaciones que pueden plantearse: - - 4.3. Que el Congreso lo convalide, en cuyo caso deja de tener carácter provisional pasando a tener una vigencia indefinida. El Congreso no puede introducir modificaciones en el Decreto-Ley, debe aceptarlo o rechazarlo en su totalidad, y una vez convalidado el Decreto-Ley no cambia de naturaleza jurídica, es decir, la convalidación no convierte el Decreto-Ley en Ley. El Congreso podrá introducir modificaciones si, una vez convalidado, decide tramitarlo como proyecto de Ley Que no lo convalide, en cuyo caso el Decreto-Ley queda derogado, sin perjuicio de la validez de los efectos que la norma haya producido durante su vigencia. DECRETOS LEGISLATIVOS. Son normas con rango de ley dictadas por el Gobierno en virtud de una delegación expresa de las Cortes Generales. A diferencia de los Decretos-Leyes, la habilitación al Gobierno para dictar este tipo de normas no se deriva, de forma directa, de la Constitución, sino en una Ley de delegación cuyo contenido deberá ser respetado por el Gobierno. La Constitución regula los Decretos legislativos en los artículos 82 a 85 en los términos que a continuación se detallan. Según dispone el artículo 82.1 CE las Cortes Generales podrán delegar en el Gobierno la potestad de dictar normas con rango de ley sobre materias determinadas no incluidas en el artículo anterior. Las disposiciones del Gobierno que contengan legislación delegada recibirán el título de Decretos Legislativos. (Art. 85 CE). Se establece pues como límite a la posibilidad de que el Gobierno dicte Decretos Legislativos el que no puedan versar sobre materias reservadas a Ley orgánica. Además de este límite de carácter negativo se establecen las siguientes limitaciones positivas a la facultad de dictar Decretos legislativos, y en este sentido la delegación ha de ser: - Expresa, no pudiendo entenderse concedida de modo implícito (Art. 83.2 CE). T.12. - 22 Cuerpo General de Administrativos - - - Para materia concreta, a cuyo efecto las bases deben determinar con precisión el objeto y alcance de la delegación, así como los principio y criterios que han de seguirse en su ejercicio (Art. 82.3 y 4 CE). Con fijación del plazo para su ejercicio, no pudiéndose entender concedida por tiempo ilimitado y agotándose por el uso que de ella haga el Gobierno mediante la publicación de la norma correspondiente (Art. 82.3 CE). Otorgada al Gobierno, sin que quepa la subdelegación a autoridades distintas del propio Gobierno (Art. 82.3). En cuanto a la forma que ha de adoptar la delegación el artículo 82.2 dispone que la delegación legislativa deberá otorgarse mediante una ley de bases cuando su objeto sea la formación de textos articulados o por una ley ordinaria cuando se trate de refundir varios textos legales en uno solo. Dos son pues las manifestaciones de la delegación legislativa: A) TEXTOS ARTICULADOS DE LEYES DE BASES. Como acaba de indicarse, cuando la delegación tenga por objeto la formación de un texto articulado la delegación legislativa de las Cortes al Gobierno adoptará la forma de ley de bases. En esta forma de delegación las Corte atribuyen al Gobierno una tarea innovativa, en el sentido de que se dirige a crear una nueva norma. Ahora bien, en esta tarea de crear una nueva norma, el Gobierno no actúa libremente sino que ha de ajustarse al contenido de la delegación, debiendo respetar las bases de la delegación que actúan, al mismo tiempo, como principios a los que debe atenerse el Gobierno y como límites a su actuación. En este sentido el art. 82.4 CE establece que las leyes de bases delimitarán con precisión el objeto y alcance de la delegación legislativa y los principios y criterios que han de seguirse en su ejercicio. Además, según lo dispuesto en el artículo 83 CE las Leyes de bases no podrán en ningún caso: a) Autorizar la modificación de la propia ley de bases. b) Facultar para dictar normas con carácter retroactivo. El Gobierno, con respeto escrupuloso de las bases y previo dictamen del Consejo de Estado, aprobará el Texto articulado que, según lo dispuesto en el artículo 85 CE, se hará mediante Decreto legislativo. Queda, finalmente, por hacer referencia al control de la actuación del Gobierno en el desarrollo de las bases y al respecto el artículo 82.6 CE establece que sin perjuicio de la competencia propia de los Tribunales, las leyes de delegación podrán establecer en cada caso fórmulas adicionales de control. La referencia que se hace al control de los Tribunales parecería inicialmente hecha al Tribunal Constitucional pues, al tener el Decreto legislativo rango de ley, el control realizado por otros tribunales estaría vedado. No obstante, debe tenerse en cuenta que el Decreto ley tiene rango de ley en tanto respete el contenido de la delegación y los excesos en el uso de la misma no están cubiertos por aquella, no teniendo en consecuencia rango de ley, que el artículo 82.1 solo atribuye a las normas emanadas del Gobierno en ejercicio de una delegación legislativa. T.12. - 23 Cuerpo General de Administrativos Al no quedar amparado el exceso en la delegación por el rango de ley podrá ser controlado, como cualquier otra norma reglamentaria emanada del Gobierno, por los tribunales ordinarios. En este sentido, el art. 1 de la Ley 29/1998 reguladora de la Jurisdicción Contencioso-administrativa atribuye al conocimiento de los juzgados y tribunales de lo contencioso-administrativo, entre otras, de las pretensiones que se deduzcan en relación con los Decretos legislativos cuando excedan los límites de la delegación. Así pues, Los Decreto Legislativos estarán sujetos al control del Tribunal Constitucional en la parte amparada por la delegación, según el art. 161.1 a) CE), y al de los tribunales de la jurisdicción Contencioso-administrativa en lo que exceda de aquella. En cuanto a las fórmulas adicionales de control que puedan establecerse en las leyes de delegación, el artículo 153 del Reglamento del Congreso de los Diputados establece que, cuando la Ley de delegación establezca que este control se realice por el Congreso, si dentro del mes siguiente a la publicación del texto articulado o refundido, ningún Diputado o Grupo Parlamentario formulara objeciones se entenderá que el Gobierno ha hecho uso correcto de la delegación legislativa. Si dentro del referido plazo se formulara algún reparo al uso de la delegación en escrito dirigido a la Mesa del Congreso, ésta lo remitirá a la correspondiente Comisión de la Cámara, que deberá emitir dictamen al respecto en el plazo que al efecto se señale. El dictamen será debatido en el Pleno de la Cámara con arreglo a las normas generales del procedimiento legislativo y los efectos jurídicos del control serán los previstos en la ley de delegación. B) TEXTOS REFUNDIDOS. Cuando se trate de refundir varios textos legales en uno solo, la delegación legislativa deberá otorgarse mediante una ley ordinaria (Art. 82.2 CE). A diferencia del supuesto anterior, en este supuesto la labor que se confía por las Cortes al Gobierno es puramente técnica, no innovadora, pues se trata de sistematizar en un texto único una pluralidad de leyes que inciden sobre una misma materia. La autorización para refundir textos legales determinará el ámbito normativo a que se refiere el contenido de la delegación, especificando si se circunscribe a la mera formulación de un texto único o si se incluye la de regularizar, aclarar y armonizar los textos legales que han de ser refundidos.(Art. 82.5 CE). En defecto de esta última previsión el Gobierno deberá limitarse a la formulación de un texto único. La delegación, al igual que en el supuesto anterior, se agotará con la publicación del Texto refundido mediante Decreto Legislativo (Art. 82.3 y 85 CE). 5. 5.1. EL REGLAMENTO: CONCEPTO Y CLASIFICACIÓN. CONCEPTO Y NATURALEZA. Muchos son los conceptos ofrecidos por la doctrina sobre el reglamento, casi todos coincidentes en lo esencial. Así, Garrido Falla lo define como toda disposición T.12. - 24 Cuerpo General de Administrativos jurídica de carácter general dictada por la Administración y con un valor subordinado a la Ley. Entrena Cuesta por su parte lo define como acto normativo dictado por la Administración en ejercicio de competencia propia. García de Enterría lo define como norma escrita dictada por la Administración en ejercicio de un poder propio y con un valor subordinado a la Ley. En el contenido de estas definiciones aparece implícito una de las cuestiones más debatidas por la doctrina, la naturaleza jurídica del reglamento. Un sector minoritario de la doctrina entiende que los reglamentos como todo acto de la Administración regulado por el Derecho administrativo, son actos administrativos y distinguen una doble vertiente en el reglamento: por su procedencia son actos normativos, sometidos al principio de legalidad y al control de la jurisdicción contencioso-administrativa y por su contenido, son normas de derecho objetivo. No obstante la mayor parte de la doctrina y la jurisprudencia entienden que los reglamentos no son actos administrativos sino normas emanadas de la Administración con un valor subordinado a la Ley. Como indica García de Enterría, la naturaleza del reglamento aparece claramente determinada si se pone en relación con la Ley. Así, lo esencial de la Ley es su carácter soberano en la creación del derecho, en cuanto encarnación de la voluntad general de la comunidad. Por el contrario, el reglamento no puede presentarse como encarnación de la voluntad general, pues la Administración no es representante de dicha comunidad sino una organización al servicio de la misma. De este modo el reglamento y la ley presentan en común el ser norma escrita pero se diferencian en todo lo demás. Lo propio del reglamento, lo que lo separa definitivamente de la ley y por tanto le da el carácter propio, es que se trata de una norma secundaria, subalterna, inferior y complementaria de la Ley, obra de la Administración. Como todo producto de la Administración está sometido a la Ley y así, no se produce más que en los ámbitos que la Ley le permite, no puede intentar dejar sin efecto los preceptos legales o contradecirlos, no puede suplir a la Ley allí donde ésta es necesaria para producir un determinado efecto o regular un cierto contenido. El Tribunal Constitucional en Sentencia de 14 de junio de 1982 subraya esta diferencia entre ley y reglamento al afirmar que “la distinción clásica entre ley y reglamento recibe su sentido de la necesidad de diferenciar, en razón de las fuentes, las normas procedentes de un poder potencialmente ilimitado y las dictadas por otro que, por el contrario es radicalmente limitado y, salvo muy contadas excepciones, sólo puede actuar cuando el primero la habilita”. T.12. - 25 Cuerpo General de Administrativos Efectuada su distinción con la Ley, conviene, asimismo, diferenciar el reglamento de otras figuras con las que presenta algunos rasgos comunes. Así, los reglamentos presentan en común con los Decretos-Leyes y los Decretos Legislativos, el ser normas dictadas por el poder ejecutivo pero se separan de éstos en cuanto al dictarlos el poder ejecutivo ejercita una competencia propia, sin que actúe en sustitución del legislativo. Con los actos administrativos generales presenta el reglamento en común tanto su procedencia de la Administración, como el estar destinados a una colectividad. Se diferencian no obstante en que el reglamento es norma, crea derecho objetivo mientras que el acto es concreción de la Ley y se agota con su ejecución. 5.2. CLASES. Según el punto de vista que en cada caso se utilice pueden distinguirse varias tipos o clases de Reglamentos. Así, según la Administración de la que procedan, podrán ser estatales, autonómicos, locales o institucionales. Si se atiende a sus efectos, pueden distinguirse, por una parte, los llamados reglamentos externos, y, por otra, los denominados reglamentos internos o de organización. Por su relación con la Ley, los Reglamentos suelen dividirse en ejecutivos, independientes y de necesidad. 5.2.1. POR RAZÓN DEL ÓRGANO DEL QUE EMANAN. Los reglamentos podrán ser estatales, autonómicos, locales o institucionales. Y, a su vez, como se ha visto, dentro de cada uno de estos grupos podrán establecerse subdivisiones en consideración al órgano del que en cada caso emanan. Así, los reglamentos estatales podrán ser dictados, según los casos, por el Gobierno, por las Comisiones Delegadas del Gobierno, por los Ministros. Y, en el ámbito local, dentro de los reglamentos municipales habrá unos que sean dictados por el Alcalde y otros que deriven del Ayuntamiento pleno. 5.2.2. POR SU RELACIÓN CON LA LEY: REGLAMENTOS EJECUTIVOS, INDEPENDIENTES Y DE NECESIDAD. Esta clasificación sigue el mismo esquema que el utilizado en relación a la costumbre: secundum legem (ejecutivo), praeter o extra legem (independiente) y contra legem (de necesidad) . A) REGLAMENTOS EJECUTIVOS Con mucha frecuencia la Ley contrae su regulación a enunciar unos principios básicos, en los que poder marcar sistemáticamente las grandes líneas directivas, dejando a la Administración que por medio de un Reglamento precise todo el casuismo de desarrollo que puede exigir la situación o la compleja actuación administrativa sobre ella. Dos razones concurren a explicar este proceso: por una parte, los tecnicismos de la actuación administrativa no son conocidos por el órgano legislativo y por ello se remiten a la determinación de la Administración; por otra parte, el concurso de las normas paralelas puede permitir a la más solemne de T.12. - 26 Cuerpo General de Administrativos ambas, la Ley, una concentración de principios más inmune al paso del tiempo, en tanto que el casuismo reglamentario puede ser objeto de adaptaciones constantes. De este modo se dota al conjunto normativo de una mayor flexibilidad. Cuando esto sucede se habla de Reglamentos ejecutivos de las Leyes. La idea esencial a que los Reglamentos ejecutivos responden, no es otra que la de completar y desarrollar la Ley en que se apoyan. Encontramos en nuestro Derecho la calificación de Reglamentos ejecutivos de las Leyes, a efectos de exigir en su elaboración el previo dictamen del Consejo de Estado y concretar que su aprobación corresponde al Gobierno. El artículo 22.3 de la Ley Orgánica 3/1980, de 22 de abril, del Consejo de Estado, señala, en efecto, entre las materias en que deberá ser oída preceptivamente la Comisión Permanente del mismo, los “Reglamentos o disposiciones de carácter general que se dicten en ejecución de las Leyes, así como sus modificaciones”. Por su parte, el artículo 5.1 de la Ley del Gobierno reitera esta exigencia al precisar las competencias del Consejo de Ministros, entre las que incluye la de “aprobar los reglamentos para el desarrollo y la ejecución de las Leyes, previo dictamen del Consejo de Estado”. B) REGLAMENTOS INDEPENDIENTES. Un Reglamento independiente de la Ley únicamente cabe en el ámbito de las materias organizativas, incluyendo como mucho en las mismas los supuestos de regulaciones de las relaciones de supremacía especial, y ello siempre que no afecten a los derechos básicos de los interesados. El Reglamento independiente está excluido, sin embargo, en el ámbito normativo externo a la Administración que implique definición “abstracta” (desde la posición de supremacía general poder público-ciudadanos) de deberes y obligaciones para los particulares, porque esta materia está reservada constitucionalmente a la Ley. Esta diferencia ha sido recogida por el Tribunal Supremo, que ha declarado que el Reglamento independiente de la Ley sólo es admisible tras la Constitución en el ámbito interno, “con fines puramente autoorganizativos o en el marco de las relaciones de sujeción Especial”, no “cuando regula abstractamente derechos y obligaciones de los ciudadanos en situación de sujeción general”. C) REGLAMENTOS DE NECESIDAD. La tercera de las categorías antes enunciadas -Reglamentos contra legem o de necesidad- puede justificarse únicamente en función de un estado de necesidad, de una situación de emergencia, por encima, incluso, del propio principio de la primacía de la Ley, que, en tales casos, queda transitoriamente excepcionado. Hay una reserva de poder último en la Administración que no sólo la permite, sino que la obliga a actuar en la situación de “circunstancias excepcionales” para salvar los valores sociales supremos. La existencia en nuestro Derecho de esta clase de Reglamentos que en circunstancias extremas pueden imponerse a las propias Leyes está reconocida de manera expresa en la LRBRL, que habilita al Alcalde para adoptar “las medidas T.12. - 27 Cuerpo General de Administrativos necesarias y adecuadas” en “caso de catástrofe o infortunios públicos o grave riesgo de los mismos”. El mismo tipo de medidas, en mayor o menor extensión, procederá en el caso de las situaciones excepcionales previstas en el artículo 116 de la Constitución (estados de alarma, excepción y sitio), reguladas en la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio. En todos estos supuestos excepcionales las autoridades gubernativas, civiles o militares, y sanitarias están habilitadas para actuar en contra de lo prescrito por las leyes formales, pero en realidad, no están contradiciendo sino excepcionando a dichas leyes durante el tiempo que dure la situación de emergencia. Justificados por las circunstancias excepcionales que tratan de resolver, pierden sentido cuando dichas circunstancias desaparecen. Restablecida la normalidad no es preciso siquiera proceder a su derogación formal y expresa para entender que esta se ha producido. 5.2.3. POR SUS EFECTOS: REGLAMENTOS EXTERNOS Y REGLAMENTOS INTERNOS. Los Reglamentos externos se refieren a las llamadas relaciones de supremacía general, mientras que los Reglamentos internos bien son de carácter orgánico, o bien, si se refieren a los administrados, lo hacen en cuanto éstos están incursos en las llamadas relaciones de supremacía especial. Las relaciones de sujeción general (o supremacía general si miramos del punto de vista de la administración) son las que unen normalmente al Estado con cualquier ciudadano. Todo ciudadano está sujeto al poder de policía o al poder tributario por ejemplo. Existen otros casos, sin embargo, en que la relación que une al ciudadano con la Administración es mucho más intensa y especializada. Hay en estos supuestos un plus de supremacía (o de sometimiento, si se contempla la relación desde la perspectiva del administrado) que nace de un título específico. Así por ejemplo, nos encontramos con relaciones de sujeción especial, en los casos siguientes: el internamiento en un hospital público, la prestación de trabajo como funcionario público, la utilización de un servicio público. En todos estos casos, la dirección del hospital, el superior del funcionario, la Administración titular del servicio, etc. , cuentan con poderes adicionales y, a su vez, el enfermo hospitalizado, el funcionario, el usuario tienen obligaciones especiales, todo ello dentro del ámbito concreto acotado por el título específico del que surgen estas relaciones especiales. Respecto a la potestad legislativa en Andalucía hay que destacar la previsión que hace el artículo 43 de la LGCAA disponiendo que : El Consejo de Gobierno ejercerá la iniciativa legislativa prevista en el Estatuto de Autonomía mediante la aprobación y posterior remisión de los proyectos de Ley al Parlamento de Andalucía. El procedimiento de elaboración de los proyectos de Ley se iniciará en la Consejería competente mediante la elaboración del correspondiente anteproyecto, que irá acompañado por una memoria justificativa, los estudios e informes sobre la T.12. - 28 Cuerpo General de Administrativos necesidad y oportunidad del mismo, la memoria sobre el impacto por razón de género de las medidas que se establezcan, así como por una memoria económica que contenga la estimación del coste a que dará lugar y su forma de financiación. La Consejería proponente elevará el anteproyecto de Ley al Consejo de Gobierno, a fin de que éste lo conozca y, en su caso, decida sobre ulteriores trámites, sin perjuicio de los legalmente preceptivos. En todo caso, los anteproyectos de Ley deberán ser informados por la Secretaría General Técnica respectiva, el Gabinete Jurídico de la Junta de Andalucía, y demás órganos cuyo informe o dictamen tenga carácter preceptivo conforme a las normas vigentes. Finalmente, se solicitará dictamen del Consejo Consultivo de Andalucía. Cuando un anteproyecto de Ley afecte a los derechos e intereses legítimos de la ciudadanía, la Consejería proponente podrá acordar la realización del trámite de audiencia en los términos previstos en la letra c del apartado 1 del artículo 45 de la presente Ley. No obstante, el Consejo de Gobierno decidirá sobre la realización de este trámite cuando lo aconsejen razones de urgencia debidamente acreditadas en el expediente. Una vez cumplidos los trámites a que se refieren los apartados anteriores, la persona titular de la Consejería proponente someterá el anteproyecto de Ley de nuevo al Consejo de Gobierno para su aprobación como proyecto de Ley y su remisión al Parlamento de Andalucía, acompañándolo de los antecedentes necesarios para pronunciarse sobre él. 6. LA POTESTAD REGLAMENTARIA: FUNDAMENTO Y LÍMITES. 6.1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO. Se denomina potestad reglamentaria al poder en virtud del cual la Administración dicta reglamentos. De todas las potestades administrativas es, quizá, su potestad más intensa y destacada en cuanto que implica participar en la formación del ordenamiento jurídico, de tal forma que la Administración no es sólo un sujeto de derecho, sometido a un ordenamiento que le viene impuesto, sino que participa en la elaboración del mismo. Como indica García de Enterría, el problema de la justificación o fundamento de la potestad reglamentaria puede ser abordado desde una doble perspectiva: por una parte se trataría de averiguar las causas políticas y sociales capaces de explicar el hecho mismo de la atribución a la Administración del poder de dictar normas jurídicas (justificación o fundamento material) y por otro indagar los fundamentos jurídicos que le atribuyen tal poder (justificación o fundamento formal). a) Justificación material. Desde esta perspectiva el fundamento histórico de la potestad reglamentaria de la Administración se asienta en su carácter residual. El intento de dividir las distintas funciones antes concentradas en el Rey entre diversos complejos orgánicos -poderes- no se llevó a la práctica hasta sus últimas consecuencias, y en manos del Poder ejecutivo, y más concretamente, de la Administración, a la que se pretendía atribuir el papel de simple ejecutora de la ley, quedó un residuo de funciones T.12. - 29 Cuerpo General de Administrativos jurisdiccionales y funciones legislativas, que se basaban en el reconocimiento de una fuente de legitimación propia. Además de este fundamento histórico, y dentro de la justificación material, se identifica un fundamento lógico que explica la potestad reglamentaria por la imposibilidad de que el poder legislativo pueda prever todas las contingencias que hayan de surgir en la ejecución de las leyes, e incluso las diversas situaciones en que la Administración pueda encontrarse. Imposibilidad tanto mayor en nuestros días, dada la multiplicidad de tareas desplegadas por la Administración. De esta forma parece aconsejable que la Administración pueda desarrollar la ley (reglamentos ejecutivos) o regular situaciones no previstas por ella, siempre que no vulnere otras normas del ordenamiento jurídico (reglamentos independientes). b) Justificación formal. En todo caso, lo que más interesa es el fundamento jurídico de la potestad reglamentaria, pues de nada serviría lo expuesto en el anterior apartado si el Derecho positivo no facultase a la Administración, de forma explícita o implícita, para que dictase reglamentos. En este sentido, la Constitución atribuye al Gobierno la titularidad de la potestad reglamentaria. y lo hace sin circunscribirse a los reglamentos ejecutivos, en contra de lo que ha sido habitual en nuestra tradición constitucional. El Gobierno, dice el artículo 97, “ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las leyes”. Se otorga, pues, como una potestad originaria y genérica. La referencia al Gobierno no significa que el resto de los órganos administrativos, jerárquicamente escalonados, no participen de tal potestad normativa. Es decir, si bien la competencia originaria para dictar los reglamento generales de ejecución de las leyes corresponde al Gobierno, los Ministros gozan de una potestad reglamentaria autónoma. 6.2. LÍMITES DE LA POTESTAD REGLAMENTARIA. La Constitución reconoce a la Administración, como acabamos de ver, una potestad reglamentaria propia, potestad que no es absoluta e incondicionada, sino que está sometida a una serie de limitaciones de las que depende la validez de su ejercicio. Estos límites se pueden agrupar en dos categorías: por una parte, los llamados límites materiales, es decir, los límites que afectan al contenido mismo de la norma reglamentaria; por otra, los límites formales relativos al aspecto externo del Reglamento. Empezaremos por analizar estos últimos, más visibles por tratarse de límite externos. 6.2.1. LÍMITES FORMALES. Como límites formales al ejercicio de la potestad reglamentaria pueden citarse: a) La competencia para emanar Reglamentos. No todos los órganos de la Administración están investidos de la potestad reglamentaria, sino sólo unos órganos concretos y determinados en los cuales se ha localizado específicamente dicha potestad. La respuesta a cuales son esos órganos reviste T.12. - 30 Cuerpo General de Administrativos una importancia fundamental pues sólo podrá ser válido aquel Reglamento que sea dictado por órgano competente. La Constitución, como ya hemos visto, atribuye expresamente al Gobierno, y nada más que al Gobierno, la potestad reglamentaria (art. 97), pero, a la vez, al establecer la “garantía institucional” de la autonomía en favor de los municipios, las provincias y las Comunidades Autónomas (art. 137), está admitiendo también como contenido de dicha autonomía una potestad normativa propia de esas entidades territoriales, potestad que incluye como mínimo (y en el caso de la Administración local también como máximo) la reglamentaria. Centrándonos, en la potestad reglamentaria propia de la Administración del Estado (puesto que su estudio sirve igualmente para las CC.AA, haciendo el paralelismo correspondiente entre órganos estatales y autonómicos), pese a que la Constitución sólo atribuye la potestad reglamentaria al Gobierno, en la práctica existen normas reglamentarias de otras procedencias, en concreto del Presidente del Gobierno (que las ejerce mediante Real Decreto arts. 23 y 25 LG) de los Ministros (Ordenes Ministeriales, art. 25 LG) e incluso otras autoridades inferiores. La potestad reglamentaria del Presidente del Gobierno aparece reconocida en el art. 2.2.1 de la LOFAGE, que define como competencia propia del mismo la de "crear, modificar y suprimir, por Real Decreto, los Departamentos Ministeriales, así como las Secretarias de Estado" única función de las atribuidas por el citado artículo 2.2 de la LOFAGE al Presidente del Gobierno que implica un contenido reglamentario. La potestad reglamentaria de los Ministros aparece contemplada en el artículo 4.1 b) que les atribuye el ejercicio de la potestad reglamentaria en las materias propias de su Departamento. Como materias propias de su Departamento sólo pueden entenderse las organizativas, pero no las normas abstractas de conducta para los ciudadanos en cuanto tales. En efecto, el Ministro es un mero jefe administrativo de su Departamento, sin supremacía general sobre el pueblo, supremacía que es propia del Gobierno como órgano político (art. 97 CE), razón por la cual sólo sus acuerdos -Decretos-, y no los de cualquier otro órgano administrativo, son firmados por el Rey. No obstante el art. 12.2. a) de la LOFAGE enuncia entre las facultades del Ministro el ejercicio de la potestad reglamentaria en los términos previstos en la legislación específica. No contiene por tanto una asignación genérica de potestad reglamentaria a los Ministros sino una facultad necesitada de habilitación legal concreta, habilitación que, en ocasiones, puede sobrepasar el ámbito organizativo afectando a terceros. Salvo habilitaciones legales específicas, hay que entender, pues, que sólo el Consejo de Ministros puede ejercer esa potestad reglamentaria originaria que la Constitución reconoce y atribuye a la Administración del Estado. El poder reglamentario de los ministros, salvo en las cuestiones organizativas de carácter doméstico propias de su Departamento, en los términos ya indicados, no es un poder reglamentario originario, sino derivado, fruto de específicas habilitaciones legales. Cuando los ministros abordan la regulación de materias que exceden el T.12. - 31 Cuerpo General de Administrativos ámbito organizativo doméstico se amparan en una. habilitación contenida en una Ley o, por lo menos, en un Decreto. b) El procedimiento de elaboración de los Reglamentos. Como todo producto emanado de la Administración, el Reglamento deberá elaborarse conforme al procedimiento que la legislación establece. Este procedimiento es de rigurosa observancia, puesto que sus preceptos no son meras orientaciones para la actuación administrativa de orden interno, sino normas de obligado cumplimiento y si se prescinde total y absolutamente del mismo, estará viciado de nulidad de pleno derecho, por aplicación del artículo 62.1. e) LRJAPPAC . El procedimiento de elaboración de los reglamentos ha sido regulado en el artículo 24 de la Ley 50/1997, del Gobierno, que deroga las disposiciones que en este sentido contenía la Ley de Procedimiento Administrativo de 1958 que no habían sido derogadas por la Ley 30/1992. En el ámbito de la Comunidad Autónoma de Andalucía no ha sido regulado de manera general esta materia, por lo que de forma supletoria se aplicará el Estatal. Iniciación. “La iniciación del procedimiento de elaboración de un reglamento se llevará a cabo por el centro directivo competente mediante la elaboración del correspondiente proyecto, al que se acompañará un informe sobre la necesidad y oportunidad de aquél, así como una memoria económica que contenga la estimación del coste a que dará lugar .” (art. 24.1.a) LG). “Junto a la memoria o informe sucintos que inician el procedimiento de elaboración del reglamento se conservarán en el expediente todos los estudios y consultas evacuados y demás actuaciones practicadas.” (art. 24.1.f) LG). “A lo largo del proceso de elaboración deberán recabarse, además de los informes, dictámenes y aprobaciones previas preceptivos, cuantos estudios y consultas se estimen convenientes para garantizar el acierto y la legalidad del texto. En todo caso, los reglamentos deberán ir acompañados de un informe sobre el impacto por razón de género de las medidas que se establecen en el mismo.” (art. 24.1.b) LG). Instrucción. a) Audiencia. “Elaborado el texto de una disposición que afecte a los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos, se les dará audiencia, durante un plazo razonable y no inferior a quince días hábiles, directamente o a través de las organizaciones y asociaciones reconocidas por la ley que los agrupen o los representen y cuyos fines T.12. - 32 Cuerpo General de Administrativos guarden relación directa con el objeto de la disposición. La decisión sobre el procedimiento escogido para dar audiencia a los ciudadanos afectados será debidamente motivada en el expediente por el órgano que acuerde la apertura del trámite de audiencia [...]. Este trámite podrá ser abreviado hasta el mínimo de siete días hábiles cuando razones debidamente motivadas así lo justifiquen. Sólo podrá omitirse dicho trámite cuando graves razones de interés público, que asimismo deberán explicitarse, lo exijan.” (art. 24.1.c) LG). “No será necesario el trámite previsto en la letra anterior, si las organizaciones o asociaciones mencionadas hubieran participado por medio de informes o consultas en el proceso de elaboración indicado en el apartado b).” (art. 24.1.d) LG). “El trámite de audiencia a los ciudadanos, en sus diversas formas, reguladas en la letra c), no se aplicará a las disposiciones que regulan los órganos, cargos y autoridades de la presente Ley, así como a las disposiciones orgánicas de la Administración General del Estado o de las organizaciones dependientes o adscritas a ella.” (art. 24.1.e) LG). b) Información pública. “Asimismo, y cuando la naturaleza de la disposición lo aconseje, será sometida a información pública durante el plazo indicado para el trámite de audiencia.” (art. 24.1.c).final del primer párrafo LG). c) Informes. “En todo caso, los proyectos de reglamentos habrán de ser informados por la Secretaría General Técnica, sin perjuicio del dictamen del Consejo de Estado en los casos legalmente previstos.” (art. 24.2 LG). “Será necesario informe previo del Ministerio de Administraciones Públicas cuando la norma reglamentaria pudiera afectar a la distribución de las competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas.” (art. 24.3 LG). d) Terminación. “La entrada en vigor de los reglamentos aprobados por el Gobierno -sea a través de sus órganos colegiados o unipersonales- requiere su íntegra publicación en el Boletín Oficial del Estado.” (art. 24.4 LG). Por lo que respecta a la CCAA de Andalucía el artículo 44 de la Ley 6/2006 dispone : El ejercicio de la potestad reglamentaria corresponde al Consejo de Gobierno de acuerdo con la Constitución, el Estatuto de Autonomía y las Leyes. Las personas titulares de las Consejerías tienen potestad reglamentaria en lo relativo a la organización y materias internas de las mismas. Fuera de estos supuestos, sólo podrán dictar reglamentos cuando sean específicamente habilitadas para ello por una Ley o por un reglamento del Consejo de Gobierno. T.12. - 33 Cuerpo General de Administrativos Los reglamentos se ajustarán a las siguientes normas de competencia y de jerarquía normativa: 1. Disposiciones aprobadas por la Presidencia de la Junta de Andalucía o por el Consejo de Gobierno. 2. Disposiciones aprobadas por las personas titulares de las Consejerías. Ningún reglamento podrá vulnerar la Constitución, el Estatuto de Autonomía para Andalucía, las Leyes u otras disposiciones normativas de rango o jerarquía superiores que resulten aplicables, ni podrá regular materias reservadas a la Ley. Son nulas las resoluciones administrativas que vulneren lo establecido en un reglamento, aunque hayan sido dictadas por órganos de igual o superior jerarquía que el que lo haya aprobado. Por otra parte el art 45 de la Ley 6/2006 (LGCAA)respecto a la elaboración de los reglamentos prescribe que se ajustará al siguiente procedimiento: : a. La iniciación del procedimiento de elaboración de un reglamento se llevará a cabo por el centro directivo competente, previo acuerdo de la persona titular de la Consejería, mediante la elaboración del correspondiente proyecto, al que se acompañará un informe sobre la necesidad y oportunidad de aquél, así como una memoria económica que contenga la estimación del coste a que dará lugar y su forma de financiación y una memoria sobre el impacto por razón de género de las medidas que se establezcan en el mismo. b. A lo largo del proceso de elaboración deberán recabarse, además de los informes, dictámenes y aprobaciones preceptivos, cuantos estudios y consultas se estimen convenientes para garantizar el acierto y la legalidad de la disposición. c. Cuando una disposición afecte a los derechos e intereses legítimos de la ciudadanía, se le dará audiencia, durante un plazo razonable y no inferior a quince días hábiles, directamente o a través de las organizaciones y asociaciones reconocidas por la Ley que la agrupe o la represente y cuyos fines guarden relación directa con el objeto de la disposición. La decisión sobre el procedimiento escogido para dar audiencia a la ciudadanía afectada será debidamente motivada en el expediente por el órgano que acuerde la apertura del trámite de audiencia. Asimismo, cuando la naturaleza de la disposición lo aconseje, será sometida a información pública durante el plazo indicado anteriormente. La participación de la ciudadanía podrá producirse por cualquier medio admisible en Derecho, entre otros, por vía telemática en los términos previstos reglamentariamente. El trámite de audiencia y de información pública podrá ser abreviado hasta el mínimo de siete días hábiles cuando razones debidamente motivadas así lo justifiquen. Sólo podrá omitirse dicho trámite cuando graves razones de interés público, que asimismo habrán de explicitarse, lo exijan. d. No será necesario el trámite de audiencia previsto en la letra anterior, si las organizaciones o asociaciones mencionadas hubieran participado por medio de informes o consultas en el proceso de elaboración indicado en la letra b. e. El trámite de audiencia a la ciudadanía, en sus diversas formas, reguladas en la letra c, no se aplicará a las disposiciones de carácter organizativo del Gobierno y la Administración de la Junta de Andalucía o de las organizaciones dependientes o adscritas a ella. f. Junto a la memoria o informe sucintos que inician el procedimiento de elaboración del reglamento se conservarán en el expediente todos los T.12. - 34 Cuerpo General de Administrativos estudios y consultas evacuados y demás actuaciones practicadas, así como informe de valoración de las alegaciones planteadas en la tramitación del proyecto. En todo caso, los proyectos de reglamentos deberán ser informados por la Secretaría General Técnica respectiva, por el Gabinete Jurídico de la Junta de Andalucía y demás órganos cuyo informe o dictamen tenga carácter preceptivo conforme a las normas vigentes. Finalmente, será solicitado, en los casos que proceda, el dictamen del Consejo Consultivo de Andalucía. La entrada en vigor de los reglamentos requiere su íntegra publicación en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía. 6.2.2. LÍMITES MATERIALES. Como límites materiales de la potestad reglamentaria la doctrina suele indicar los siguientes: a) La reserva de ley. La reserva de ley expresa la necesidad de que determinadas materias sean reguladas por medio de una ley o de una norma con rango de ley. Exigencia que no implica, al menos en su concepción tradicional, la imposibilidad de colaboración del reglamento en la función normativa, si bien impide que esa colaboración pueda producirse sin una previa habilitación legal. La Constitución formula de manera sistemática principios de reserva de Ley a lo largo de todo su articulado. Con lo que cabe distinguir, a parte de las reservas de ley orgánica u ordinaria ya vistas, dos tipos de reservas de ley, genéricas y específicas: a) La reserva genérica exige solamente que el legislador regule los elementos fundamentales de la materia en cuestión. A partir de esa regulación legal, los reglamentos pueden desarrollar puntos o facetas concretas. b) La reserva específica desplaza aún más la potestad reglamentaria. Es un mandato al legislador para que regule la materia de un modo muy preciso. Esta es la técnica utilizada por la Constitución en materia penal (art. 25) o respecto de las limitaciones de los derechos y libertades. Igualmente, el artículo 70 reserva a la Ley Electoral (y no simplemente a cualquier ley) la regulación de las causas de inelegibilidad y las de incompatibilidad de diputados y senadores. Más sencillamente, ésta es la reserva de ley, y de ley orgánica determinada, que se hace para la regulación de ciertos órganos estatales (Tribunal Constitucional, Tribunal de Cuentas, ...) y ciertas instituciones jurídico-políticas como el referéndum y la iniciativa legislativa popular. Además de en la Constitución, también encontramos este principio en nuestra legislación: “Los Reglamentos no podrán regular materias objeto de reserva de ley, ni infringir normas con dicho rango. Además, sin perjuicio de su función de desarrollo o colaboración con respecto a la ley, no podrán tipificar delitos, faltas o infracciones T.12. - 35 Cuerpo General de Administrativos administrativas, establecer penas o sanciones, así como tributos, cánones u otras cargas o prestaciones personales o patrimoniales de carácter público.” (art. 23.2 LG). “También serán nulas de pleno derecho las disposiciones administrativas [...] que regulen materias reservadas a la Ley”. (art. 62.2 LRJAP). b) La jerarquía normativa. El ordenamiento jurídico tiene una estructura piramidal basada en el principio de jerarquía normativa garantizado por nuestra Constitución en su artículo 9.3. Sabemos también que en la cúspide de la pirámide se encuentra la Constitución y, tras ella, la Ley; a una ya otra está sometida plenamente la Administración, como precisan los artículos 9.1 y 103.1 de la Constitución, y, por tanto, sus productos normativos o Reglamentos. El principio de jerarquía normativa además de esta constitucionalmente reconocido, está recogido en otras leyes, así: “Las disposiciones administrativas no podrán vulnerar la Constitución o las leyes”.(art. 51.1 LRJAP y PAC). “Los Reglamentos no podrán regular materias objeto de reserva de ley, ni infringir normas con dicho rango.” (art. 23.2 LG). “También serán nulas de pleno derecho las disposiciones administrativas que vulneren la Constitución, las leyes u otras disposiciones administrativas de rango superior, las que regulen materias reservadas a la Ley, y las que establezcan la retroactividad de disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales.” (art.62.2 LRJAP y PAC). El principio de jerarquía normativa no se refiere sólo a las relaciones entre el Reglamento y la Ley, como se ha podido comprobar (art. 62.2 LRJAP y PAC ). También los propios Reglamentos están relacionados entre sí jerárquicamente, de forma correlativa a la jerarquía que une a los órganos de que proceden. Hecho que se encuentra expresado en los siguientes preceptos básicos: “Ninguna disposición administrativa podrá vulnerar los preceptos de otra de rango superior.” (art. 51.2 LRJAPPAC). “Las disposiciones administrativas se ajustarán al orden de jerarquía que establezcan las leyes.” (art. 51.3 LRJAPPAC). “Los reglamentos se ajustarán a las siguientes normas de competencia y jerarquía: 1.º Disposiciones aprobadas por Real Decreto del Presidente del Gobierno o del Consejo de Ministros. 2.º Disposiciones aprobadas por Orden Ministerial.” (art. 23.3 LG). T.12. - 36 Cuerpo General de Administrativos c) Los Principios Generales del Derecho. El artículo 103.1 de la Constitución proclama el sometimiento pleno de la Administración a la Ley y al Derecho, con lo que indica claramente una sumisión de la Administración no solo a la Ley, sino también a un derecho distinto al contenido en la Ley, como es el expresado en los principios generales del derecho. El poder reglamentario debe estar subordinado a los principios generales del derecho, en tanto que éstos expresan los pensamientos jurídicos básicos de la comunidad, las ideas sustanciales que articulan el ordenamiento en su conjunto. La Administración no puede contradecir esos principios puesto que, en virtud de ellos, se justifica y actúa y en caso de contradicción entre un reglamento y un principio general del derechos, no debe de primar aquel. Así lo ha reconocido el Consejo de Estado en Dictamen de 30 de septiembre de 1982 al indicar que "entre los límites materiales del reglamento figura no sólo la Ley, sino también los principios generales del derecho, que tienen prioridad sobre cualquier disposición administrativa". 7. LA INDEROGABILIDAD SINGULAR DE LOS REGLAMENTOS. El principio de inderogabilidad singular de los reglamentos aparece reconocido a nivel legal en el artículo 52.2 de la LRJAP, al establecer que: “Las resoluciones administrativas de carácter particular no podrán vulnerar lo establecido en una disposición de carácter general, aunque aquéllas tengan igualo superior rango a éstas.” Igualmente se recoge en el artículo 23.4 de la Ley del Gobierno que dispone que "Son nulas las resoluciones administrativas que vulneren lo establecido en un reglamento, aunque hayan sido dictadas por órganos de igual o superior jerarquía que el que lo haya aprobado." Como se desprende de estos artículos, este principio trata de evitar que la autoridad que ha dictado un Reglamento y que, por lo tanto, podría igualmente derogarlo, pueda, mediante un acto singular, excepcionar para un caso concreto la aplicación del Reglamento, a menos que, naturalmente, este mismo autorice la excepción o dispensa, garantizándose así la seguridad jurídica. Sin embargo, si se observa con atención el contenido de los preceptos transcritos, se notará que la prohibición contenida en los mismos va aún más allá, puesto que tal prohibición alcanza no sólo a la autoridad autora de la norma, sino a cualquier otra, incluso de superior jerarquía. La explicación de la regla de la inderogabilidad singular de los Reglamentos se encuentra realmente en la construcción técnica del principio de legalidad de la Administración, sometida, como sujeto de Derecho que es, a todo el ordenamiento y, por lo tanto, también a sus propios Reglamentos. T.12. - 37
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