Fecha: 26 de agosto de 1998 Título del Trabajo: INDIVIDUALISMO OBJETIVO E INDIVIDUALISMO SUBJETIVO EN ECONOMÍA Campo Temático JEL: B4 Autor: Eduardo R. Scarano Institución: Facultad de Ciencias Económicas- UBA Domicilio: Córdoba Nº: 2122 Piso: 1ro. Localidad: Ciudad de Buenos Aires Código Postal: (1120) País: Argentina Teléfono/fax: 01-370-6152 Correo Electrónico: [email protected] El trabajo no está sujeto a restricciones de copyright Firma: RESUMEN Este trabajo se propone distinguir dos formas de individualismo, el individualismo objetivo y el individualismo subjetivo. El individualismo es un principio importante de las teorías económicas El paso de la economía clásica a la economía neoclásica, y prácticamente a la mayor parte de las teorías contemporáneas, puede entenderse en parte como el desplazamiento del individualismo objetivo al subjetivo. Se definirá la noción de predicado objetivo/subjetivo. Con su ayuda se caracterizará interpretaciones alternativas de las teorías, sean o no económicas. Se señalarán algunas consecuencias metodológicas y epistemológicas del uso de una u otra variante del principio individualista en la construcción de las teorías económicas. [JEL: B4] ABSTRACT This work proposes to distinguish two forms of individualism, the objective individualism and the subjective individualism. The individualism is an important principle of the economics theories The passage of the classic to the neoclassical it could be partly understood as the displacement from the objective individualism to the subjective one. It will be defined the notion of having objetive/subjetive predicate. With their help it will be characterized the alternative interpretations of the theories, be or not economic. Some methodological and epistemological consequences for the use of objetive or subjetive individualistic principle will be pointed out in the construction of the economics theories. [JEL: B4] I. Introducción El debate entre individualistas y holistas es un tema clásico en economía y en las ciencias sociales. Ha concitado interés y a veces ha ocupado el centro de los debates metodológicos. Así, a título de mera ilustración podemos señalar la controversia acerca de la naturaleza de la economía política entre Marx y otros economistas clásicos, o el cambio en la noción objetiva de valor-trabajo a la subjetiva de valor-preferencia, o mucho más tarde la polémica de Popper con los marxistas y otros holistas. O de nuevo recientemente con la reivindicación del individualismo metodológico por parte de algunos marxistas analíticos [Elster, p. 24] y de metodólogos de la economía como Hausman que lo eleva a la categoría de "único principio general" de las ciencias sociales [p.209]. El resultado de estas consideraciones es que han quedado aclaradas las distintas formas de concebir a una y a otra posición y las principales implicaciones de cada una de ellas. De esta manera, no es lo mismo afirmar el individualismo metodológico que el individualismo axiomático [Lukes, p.192]; o exigir la definición explícita de los términos holistas mediante términos individuales, que el intento de reducción de una teoría con términos holistas a otra teoría con términos individuales [Nagel, 483 y ss.]. Sin embargo, tanto en algunas de las discusiones mencionadas como en muchos estudios actuales, algunas implicaciones son poco claras y otras hasta confusas. No siempre se advierte cuándo se discute un aspecto interno o técnico y cuándo se discute un componente del núcleo duro de las teorías. Las dificultades son mayores aún si no se distinguen formulaciones radicalmente diferentes de los mismos conceptos genéricos. Es decir, individualismo/holismo son nombres de clase a la que pertenecen casos de individualismo/holismo incompatibles entre sí. Las características comunes que poseen nos permiten rotularlos individualismo, o bien holismo respectivamente. Cada uno también posee otras distintas e incompatibles. El individualismo es un componente básico de una amplia clase de teorías, económicas, políticas, sociológicas e históricas actuales. Pero el individualismo contemporáneo no es idéntico al individualismo de los siglos XVII a XIX. Para comprender los cambios que condujeron al actual es menester realizar distinciones que muy pocas veces se hacen explícitas. Aclarar y detallar sus consecuencias resulta significativo para comprender el fundamento y el alcance de muchas teorías sociales contemporáneas. En este trabajo consideraremos especialmente dos variantes del individualismo, la objetiva y la subjetiva. Esta distinción nos permitirá caracterizar de una mejor manera el núcleo duro, o el paradigma, de las teorías sociales que incluyen cada uno de los individualismos. Nos obligará a explicar cómo fue posible construir conocimiento científico en base a conceptos subjetivos. También nos conducirá a formular algunas limitaciones del conocimiento construido con los conceptos subjetivos. En resumen, en lo que sigue nos proponemos distinguir el individualismo objetivo del individualismo subjetivo y caracterizar a ambos. En segundo lugar, mostrar cómo puede construirse una teoría individualista subjetiva, e incluso cómo se pueden medir nociones subjetivas. Por último, mostraremos la utilidad de tal distinción aplicándola a la elucidación del núcleo duro de teorías incompatibles en economía, y algunas características debidas a la formulación de las teorías con predicados subjetivos. En II presentaremos la distinción objetivo/subjetivo; en III ejemplificaremos con teorías construidas de manera esencial con predicados subjetivos y además medibles; en IV comentaremos algunas consecuencias del uso de predicados subjetivos de diversa índole; finalmente, en V presentaremos las conclusiones más relevantes. II. El individualismo objetivo y el individualismo subjetivo En las consideraciones que siguen entenderemos el individualismo, salvo mención en contrario, en su concepción menos problemática y más amplia, el individualismo metodológico. Para Watkins [p.139], este principio, establece que los procesos y acontecimientos sociales deberían explicarse deduciéndolos de (a) principios que gobiernan la conducta de los individuos participantes, y (b) descripciones de las situaciones de dichos individuos. A continuación iniciaremos un largo rodeo para establecer los distintos individualismos que nos interesan. Dada una teoría axiomática de orden parcial: (1) (x) (y) Rx,y ¬Ry,x (x)(y)(z) Rx,y Ry,z Rx,z podemos interpretar el único término descriptivo de la teoría ‘R’ en el conjunto de los estudiantes de un curso universitario, de la siguiente manera: ‘R’ denota ser más votado que. La interpretación otorga significado a las fórmulas. Así, el primer axioma afirma que dado cualquier par de estudiantes de ese curso, si uno es más votado que otro, éste no es más votado que el primero. El segundo afirma la transitividad de ‘ser más votado que’. De este modo, no sólo comprendemos las fórmulas sino que esta interpretación modeliza los axiomas, es decir, los vuelve verdaderos. En consecuencia, también a los teoremas. La teoría así interpretada puede concebirse naturalmente en términos del individualismo. Los valores que toman las variables son individuos, en sentido lógico. El predicado que vincula los individuos es una relación entre individuos. El conjunto de individuos que forman el dominio de interpretación queda ordenado por la relación ser más votado que, de la misma manera para cualquier observador. Si hubiera una discusión acerca de quién es más votado entre dos individuos, se decidiría la cuestión realizando nuevamente el recuento. Podemos denominar a esta interpretación, empírica, y también como consecuencia de lo anterior, objetiva -esto será lo más importante en la discusión ulterior. Hay otra clase de interpretación posible en la cual ‘R’ denota un vínculo que vale para una o algunas personas, pero nunca para todas. Consideremos en el mismo conjunto anterior esta interpretación diferente, ‘R’ denota es mejor candidato que. No resulta sorprendente que las ordenaciones realizadas por diferentes individuos sean distintas, por el contrario, esperamos que así ocurra. Un ejemplo más realista e interesante desde el punto de vista epistemológico podría consistir en esta interpretación, ‘R’ denota preferir a (en términos económicos), es decir, una elección entre canastas de bienes. Nuevamente las preferencias son relativas a un individuo. El mismo conjunto de canastas de bienes no es ordenado de la misma manera por los agentes económicos. Una interpretación que modelice (1) vuelve a las fórmulas verdaderas respecto a un individuo al menos, pero no para todos. Distinguiremos esta interpretación empírica de la anterior. La denominaremos interpretación subjetiva. Podemos hablar, si lo deseamos, no de interpretaciones sino de predicados objetivos y subjetivos. Las propiedades subjetivas también pueden concebirse de manera natural en términos individualistas. Las variables toman como valores individuos y ahora se predican propiedades o vínculos subjetivos entre individuos. Normalmente estas propiedades cambian en el tiempo. Es decir, se prefiere algo en un momento pero no necesariamente en el siguiente. Si un sujeto determinado a, prefiere el bien x al bien y, sus preferencias pueden cambiar y en otro momento a prefiere y al bien x. Estos cambios en el tiempo no son privativos de las propiedades subjetivas, también sucede con las propiedades objetivas. Si afirmo, Este pizarrón es verde, debería referirlo a un intervalo de tiempo, pues bien podría suceder que fuera pintado después de otro color, y en otro momento es verdadero afirmar, Este pizarrón es negro. No cambió el valor de verdad de la oración anterior. Las dos son verdaderas, aunque se refieren al mismo pizarrón en diferentes momentos del tiempo. Podemos intentar que la formalización explicite la dependencia del sujeto y del tiempo mediante, (2) R x,y,a,t es decir, para la persona a, el objeto x está en relación con el objeto y en el momento t. Interpretándola como preferencia, Pedro prefiere la novela a la poesía en este momento. A veces, el factor temporal es decisivo. Ocurre de esta manera con la especificación de la posición de un cuerpo en dos momentos diferentes para determinar su velocidad, o con la variable desfasada en el modelo macroeconómico de Harrod-Domar, aquí la inversión en un período depende del ingreso en ese período y en el anterior (I(t) = v[Y(t) - Y(t-1 )]). Sin embargo, cuando el factor temporal no es decisivo, como en la teoría de la preferencia, podemos elegir una simbología más compacta. Respecto de los sujetos y por razones análogas, también formularlo tácitamente, (3) Ra,t x,y O simplemente aclarar cuándo proponemos una interpretación objetiva o una subjetiva, y evitar las complicaciones notacionales. Es lo que haremos en adelante. Nos hemos referido a la manera distinta en que puede quedar ordenado un conjunto según sea definida, en un mismo dominio, una relación objetiva o una subjetiva. Interpretamos la asimetría de (1) en el conjunto {a,b,1,2,3}; a y b son personas, los tres individuos restantes son objetos. Introducimos una tercera variable z, para visualizar el efecto de las relaciones subjetivas. ‘R’ significa ser preferida una cosa a otra por la persona tal, (4) (x) (y) (z) (Rx,y,z Ry,x,z) 1,2,a 2,1,a 1,3,a 3,1,a 2,3,a 3,2,a 3,1,b 1,3,b Ahora la misma fórmula, pero consideramos la relación objetiva, ‘R’ denota ser más pesado que para tal persona, (5) (x)(y) (z) (Rx,y,z Ry,x,z) 3,2,a 2,3,a 3,1,a 1,3,a 2,1,a 1,2,a 3,2,b 2,3,b 3,1,b 1,3,b 2,1,b 1,2,b La diferencia crucial es que en las ternas que satisfacen la relación (5) al sustituir la persona que las constituye, por ejemplo a, por cualquier otra persona del dominio, esta terna también satisfará. En (4), para las propiedades subjetivas, el caso más usual es que los dos primeros elementos de las ternas no se repitan para cada una de los sujetos; bien por el contrario, que cada persona aporte ternas distintas a las de las otras. Otra manera de ver los efectos de las propiedades objetivas y subjetivas es observar los modelos distintos que producen. En el caso de propiedades subjetivas, los modelos son relativos a un sujeto, los notaremos Mx (R). Así para el sujeto a tenemos el modelo Ma (R), conformado por las tres primeras sucesiones de (4), (6) 1,2 1,3 2,3 Para el sujeto b, Mb (R) con la restante sucesión que satisface e incluye a b, (7) 3,1 En cambio, para una propiedad objetiva, el modelo M(R) siempre es el mismo para cualquier sujeto, por lo tanto queda conformado de la siguiente manera, (8) 3,2 3,1 2,1 Si consideramos todo lo dicho hasta aquí, es claro que la diferencia que intentamos caracterizar no es puramente lógica. Las nociones de fórmula, interpretación, modelo, no cambian. No es una diferencia formal sino de otro nivel. Pero resulta más fácil mostrar esa diferencia, y despeja equívocos ulteriores, recurrir a conceptos lógicos, aún forzando estas nociones, como en el caso de modelos relativos. Con los elementos presentados podemos caracterizar fácilmente los dos tipos de individualismos. Diremos que el individualismo objetivo es aquel que atribuye a los individuos predicados objetivos, a es candidato; a es más votado que b. El individualismo subjetivo es el que atribuye predicados subjetivos a los individuos, a espera que gane el candidato b, a prefiere b. Eventualmente las teorías subjetivas también incluyen oraciones con predicados objetivos. Los enunciados que atribuyen predicados subjetivos tienen que formar parte esencial de la teoría, es decir, tienen que formar parte de los principios de esa teoría. Esta restricción es comprensible si pensamos en una explicación aislada de una característica subjetiva que no compromete las afirmaciones básicas de la teoría. Es natural permitir en la formulación de las teorías predicados objetivos además de subjetivos, excepto que solo consistan en teorías de la medición, pues de otra manera carecerían de interés. Esta cuestión tiene que ver con la fragilidad de las teorías subjetivas que trataremos más adelante, en la sección IV. III. Teorías basadas en predicados subjetivos Consideraremos dos teorías basadas en predicados subjetivos. Ambas teorías son cuantitativas, o sea, miden los respectivos predicados subjetivos. Antes de presentarlas, expondremos sucintamente cuestiones fundamentales de la teoría de la medición Medir significa representar una estructura empírica mediante una estructura matemática. Usualmente se asignan números a las cosas, pero podría asignarse vectores, conjuntos, o entidades geométricas. Representar una estructura por otra significa encontrar un isomorfismo entre las dos estructuras, es decir, una función ♥ biyectiva entre ambos dominios de las estructuras y que preserve las relaciones, y si hubiere, las operaciones. Si D es un conjunto de cuerpos y R simboliza la relación `ser más pesado que' en D, para representar esa estructura necesitamos asignar un número real ♥(x) para cada x D, de modo que (9) xRy ♥(x) [ ♥(y). Si el peso de la combinación de dos cuerpos, como colocarlos juntos en un platillo de una balanza, es la suma de los pesos de cada uno, preservaremos esa operación. La simbolizamos o. x o y es el objeto obtenido colocando juntos en el platillo a ambos cuerpos. Así, (10) ♥(x o y) = ♥(x) + ♥(y). Las mediciones que satisfacen (10) se denominan aditivas. El desarrollo intuitivo que acabamos de realizar plantea el primer problema fundamental de una teoría de la medición, denominado teorema de representación. Consiste en demostrar la identidad estructural, el isomorfismo, entre una estructura empírica y una estructura matemática. Los sistemas numéricos están ordenados de manera conocida. Para que la representación sea posible es menester que los objetos del sistema empírico muestren un orden similar. Esas condiciones comúnmente se formulan mediante axiomas, axiomas de orden, y otros que garantizan condiciones adicionales, como cardinalidad. El segundo problema es el de la unicidad. Este teorema nos informa del tipo de escala que hemos obtenido. Sus consecuencias fundamentales se relacionan con la significatividad de los enunciados de medición, es decir, con los límites a las manipulaciones matemáticas que pueden realizarse con los números obtenidos para que resulten significativos los enunciados. Los tipos de escalas más usuales son la nominal, la ordinal, la de intervalo, la proporcional y la absoluta. Están ordenadas de manera que con cada una podemos afirmar más que con las precedentes. Por ejemplo, con la escala ordinal solo podemos garantizar que los números obtenidos preserven el orden; en esta escala ♥(a)=8, y ♥(b)=4 sólo nos indica la mayor magnitud de a respecto de b, pero de ninguna manera que la magnitud de a sea el doble que la de b. Esto se podría afirmar si ♥ fuera una escala proporcional. A continuación expondremos las teorías cuantitativas de la probabilidad (subjetiva) y de la preferencia. Probabilidad subjetiva Definiremos un espacio de probabilidad finitamente aditivo de la manera usual. K, un conjunto finito y no vacío, es el conjunto de resultados posibles; F un campo sobre K, es el conjunto de resultados favorables; y p una función de F en los números reales. K, F, p, tiene que cumplir con los siguientes axiomas, para cada A, B..F (11) p(A) ∫ 0 p(K) = 1 Si A B = entonces p(AB) = p(A)+p(B) Ahora esta definición debe considerarse como parte de un teorema de representación en el que se demuestra que la relación de orden R en F es preservada por la función p que satisface las condiciones enumeradas en (11 ). En una interpretación empírica objetiva, ‘R’ denota ser más probable que. En una interpretación empírica subjetiva (en Kyburg y Smokler (1964), se encontrarán artículos clásicos como el Ramsey (1931)y de Finetti (1937) que fundaron la interpretación subjetiva de la probabilidad), ‘R’ denota ser cualitativamente (subjetivamente) más probable que. ¿Cómo le damos significado empírico a esta noción? Una de las respuestas es observar cómo se comportan los expertos. Solicitemos a un experto en tecnología que asigne un número, que representa su estimación subjetiva de que ocurra, al evento de cuál será el paradigma dominante en la industria dentro de 10 años. Representa el grado de certeza, o de convicción, de que el suceso ocurra. Claramente diferentes expertos tendrán estimaciones subjetivas diferentes. Este método es denominado estimación directa simple. Hay otros métodos para dar significado empírico subjetivo, por ejemplo, medir la probabilidad subjetiva mediante loterías que otorgan premios. Si se conocen las utilidades de los premios, se puede recurrir a la Hipótesis de la utilidad esperada (subjetiva) para calcular las probabilidades subjetivas de los eventos. Otros métodos se pueden encontrar en Roberts [1979]. Preferencias La teoría de la preferencia, también denominada teoría de la elección, es el corazón de la teoría neoclásica en economía y de la teoría de la decisión en Administración. La teoría tiene un único primitivo, preferir a, que tiene que cumplir las condiciones formuladas en (1), asimetría y transitividad. Con condiciones adicionales adecuadas obtenemos mediciones con otras escalas, incluso preferencias aditivas. Cada escala más fuerte implica condiciones más restrictivas y difíciles de satisfacer por las preferencias de los agentes económicos. Cuando las preferencias de un agente sólo puedan satisfacer las condiciones enunciadas en (1), y siempre que esas condiciones no sean las de orden total (lineal), debemos encontrar una relación P* que induzca un orden total para medir las preferencias (para poder representarlas), de modo que se pueda asignar números reales a u(x), u(y), tal que para cada x e y, (12) P*x,y u(x) > u(y) La función u se denomina función de utilidad y al valor u(x),la utilidad de x. Si además satisface (10), es decir, (13) u(x o y) = u(x) + u(y) la función de utilidad es aditiva. Si al representar la estructura empírica de preferencias se lo hace mediante una estructura numérica con la cual se obtiene por lo menos una escala tan fuerte como la de intervalo, a la función de utilidad también se suele designar como función cardinal de utilidad, de otra manera, función ordinal de utilidad. IV. Algunas consecuencias Mostramos que se pueden formular teorías con predicados subjetivos. Sin embargo, surgen dudas inmediatas acerca del significado de teoría en este contexto. Señalamos que los predicados subjetivos valen por lo menos para una persona pero no para cualquiera. Esta característica pareciera implicar la imposibilidad de generalizar. Si así sucediera careceríamos de conocimiento científico según los cánones usuales. En el parágrafo anterior constatamos ejemplos de generalizaciones en teorías subjetivas. Las fórmulas de (1) contienen generalizaciones que están interpretadas en la teoría de la probabilidad y de las preferencias. Es decir, respecto de un sujeto y para un momento determinado, cualquier par de objetos que se prefieran, o sucesos que se estimen, cumplen el primer axioma de asimetría. De la misma manera, para toda terna de objetos que se prefieran, o de sucesos que se estime su probabilidad cualitativa, la segunda fórmula vale respecto de un sujeto. Uno de los aspectos básicos de una teoría científica es el conjunto de generalizaciones que la conforman. Hemos mostrado que hay generalizaciones que pertenecen a las teorías subjetivas. Ahora bien, son generalizaciones restringidas, valen para un sujeto. De otra manera, estas generalizaciones mencionan explícita o implícitamente el individuo para el cual presuntamente son válidas. Inmediatamente se deriva de aquí, su menor poder explicativo o predictivo comparada con teorías formuladas con predicados objetivos. Entre esas generalizaciones hay algunas, especialmente (1), eventualmente (10), que permiten obtener conceptos (subjetivos) cuantitativos. Uno de los resultados más notables en la teoría de la medición es su extensión a las relaciones subjetivas. Como hemos visto, medir conceptos subjetivos significa un modelo relativo a un sujeto determinado en el que la relación subjetiva posee una estructura empírica que refleja una estructura de orden, y la unicidad obtenida el tipo de escala. La medición de las nociones subjetivas merece el mismo comentario que las generalizaciones. Medir un concepto subjetivo ofrece mucho menos información que uno objetivo; por lo tanto también disminuye su contribución a la precisión y a los efectos explicativos y predictivos de una teoría. A partir de consideraciones como las anteriores parece necesario formular la siguiente pregunta: ¿la inclusión de predicados subjetivos no permiten escapar al control empírico? Destacamos el contenido empírico de las teorías y de los conceptos subjetivos. Los enunciados de (1) deben comprobarse para poder afirmar que existe un teorema de representación. Justamente se ha dado una discusión muy extensa acerca de si se cumplen esas generalizaciones. De otra manera, se ha discutido y todavía hoy se discute, si los sujetos se comportan racionalmente. Ante tanta evidencia empírica negativa, se han comprobado modelos alternativos a la tradicional escala proporcional de la física, que llevaron a elaborar escalas como las ordinales, o de intervalos, típicos de las ciencias sociales. En resumen, las teorías subjetivas poseen las características básicas del conocimiento científico: posen contenido empírico y por esto mismo son corregibles por la experiencia, sus generalizaciones permiten explicar y predecir. Se han formulado teorías que consiguieron progresos empíricos y teóricos, por ejemplo, cuantificando conceptos formulados antes de manera cualitativa. De lo anterior, parece seguirse ahora que las teorías objetivas y subjetivas son indistinguibles. Aunque califiquemos correctamente a ambas como científicas, sin embargo, son completamente distintas. En las disciplinas con predicados subjetivos entran de una manera esencial los individuos. Las generalizaciones están formuladas respecto de un individuo. Ahora bien, no podemos formular la microeconomía, o cualquier otra teoría, para un individuo. Generaríamos una cantidad denumerable de teorías microeconómicas que difieren por el individuo al que se refieren: Microeca, Microecb, ... , Microec n Esta forma es muy insatisfactoria. En su lugar se opta por formular la microeconomía de manera abstracta cuando los enunciados son subjetivos. Se afirma que el predicado subjetivo, preferir a, satisface (1), asimetría y transitividad. Se enuncia formalmente. De esta manera, para aplicar una teoría hay que relativizarla a un individuo, al dominio de sus preferencias. A este extraño rasgo lo denominaremos generalización no sustantiva. La variabilidad que es causa de las generalizaciones no sustantivas es inherente a la naturaleza misma de los predicados subjetivos. Otras limitaciones debido al uso de estas nociones, aunque sobre otras bases, pueden encontrarse en Rosenberg [1992, especialmente capítulo 5]. Los incluye dentro de las nociones intencionales y concluye con escepticismo acerca de la mejorabilidad de las teorías formuladas con estas nociones, por supuesto, incluida la microeconomía. Por último, aplicaremos la distinción individualismo objetivo/subjetivo para distinguir el núcleo de teorías económicas. El individualismo objetivo es un marco conceptual común a las teorías económicas clásicas excepto la marxista. La pregunta acerca de qué es el valor (económico) de un bien, fue respondida por los clásicos, incluido Marx: el trabajo. Pero no lo determinaron de la misma manera. Los primeros lo hicieron en términos del individualismo objetivo. Marx en términos holistas. Ilustraremos la teoría del valor formulado en el marco del individualismo objetivo con Ricardo. Para este, el principio general del valor es “la generalización de la tesis especial de A. Smith: la determinación del valor de cambio por el trabajo insumido.” [Olivera, p.12] Aunque su concepción presenta dificultades distingue claramente entre las causas de que los bienes tengan valor; la regla de intercambio de los bienes; la unidad para medir el valor. Ricardo parte de la distinción entre valor de uso y valor de cambio. El valor de cambio de los bienes deriva de las dos fuentes, “from their scarcity, and from the quantity of labour required to obtain them.” [Ricardo, p.5] Hay bienes cuyo valor está determinado por su escasez como las obras de arte. Otros bienes pueden ser producidos sin límite y la competencia actúa sobre ellos sin restricciones. A estos últimos se referirá Ricardo. La regla de intercambio de los bienes no escasos es simple, se intercambian según igualdad de valor. Recurriendo al conocido ejemplo de A. Smith, si en una comunidad de cazadores atrapar un castor supone el doble de trabajo que atrapar un ciervo, un castor se intercambiará por dos ciervos. La formulación de la regla de intercambio supone conocer la propiedad empírica que se compara, es decir, que se mide. A esta propiedad también se la denominada Principio del valor. La caracterización de la noción valor-trabajo presenta algunas complicaciones. En las primeras etapas de la sociedad aparece clara, de la manera que la mostraba el ejemplo del valor del ciervo y del castor. El valor de un bien se debe al trabajo directo aplicado a su producción pero el valor se puede incrementar por el empleo de útiles. En el caso de la caza, el arco y la flecha, las trampas. Aquí “the same principle would hold true, that the exchangeable value of the commodities produced would be in proportion to the labour bestowed on their production; not on their inmediate production only, but on all those implements or machines required to give effect to the particular labour to which they are applied.” [Ricardo, p.14] Otra determinación del trabajo que es fuente de variaciones de valor es la calidad del trabajo y el aprendizaje para realizarlo [Ricardo, p.11-12]. O sea, a la cantidad de trabajo contribuye la destreza o capacitación. Cita en su apoyo una observación en el mismo sentido ya realizada por A. Smith. Para Olivera una de las mayores contribuciones de la teoría ricardiana del valor-trabajo es “la inclusión del tiempo. Ricardo reconoció de un modo explícito la influencia del tiempo en la determinación del valor, y aún más, la vinculó a la tasa de interés.” [Olivera, p.12] Al comienzo de la sección II de la Parte Primera Ricardo expresa muy claramente [p.11] que el trabajo es el fundamento del valor, y que la cantidad relativa de trabajo determina el valor relativo de los bienes. En palabras contemporáneas, la cantidad relativa de trabajo posibilita comparar, establecer un orden, es decir, un sistema comparativo entre los bienes sobre la base de la relación empírica objetiva, “tener más valor-trabajo que”, que satisfaga las fórmulas (1). Ricardo no confunde esta estimación con otro problema, la determinación de cuánto más trabajo hay en el bien x que en el bien y. La obtención de una escala proporcional, que implica la satisfacción de (10), significa determinar la unidad de medición. Ricardo [sección VI, p. 27 y ss.] argumenta acerca de la imposibilidad de obtenerla. La dificultad reside en encontrar una unidad invariable. El problema de la teoría del valor-trabajo de Ricardo es básicamente la misma de todos los clásicos, incluido Marx, hacer comparables las distintas formas de trabajo. No hemos señalado exhaustivamente las formas que determinan el valor de los bienes no escasos pero las pocas mencionadas las consideramos suficientes para señalar la naturaleza del problema. Su formulación del valor-trabajo, a pesar de las dificultades es la más precisa entre los individualistas clásicos. El predicado valor-trabajo en Ricardo, al igual que en el resto de los clásicos, es individualista pues las formas de trabajo son producidas por cada uno de los agentes económicos. No le presta atención especial a este aspecto, como lo hace A. Smith, o aún más claramente J. Stuart Mill. En cambio, dedica enteramente el capítulo 1 de sus Principles a la definición del valor mediante predicados objetivos: trabajo directo incorporado; trabajo utilizado para producir un útil o máquina; trabajo empleado para capacitar a un trabajador; etc. La noción de valor sufrió un cambio profundo, en parte debido a las dificultades de medir cantidades de trabajo diferentes. Con la aparición de las teorías neoclásicas se produjo un completo desplazamiento ontológico en la concepción del valor (económico). Desde entonces se lo entiende como preferencia. Es fácil advertir que el individualismo subjetivo es una versión extrema del individualismo. No se puede concebir otra más radical. Este desplazamiento conceptual implica cuestiones ontológicas y epistemológicas, algunas de las cuales hemos señalado. También implica otras de carácter ideológicas, políticas, morales que no consideramos. V. Conclusiones Nuestro principal objetivo consistió en distinguir entre el individualismo objetivo y el individualismo subjetivo. Estas dos formas del individualismo las caracterizamos a través de diferentes aproximacioens: lógicas, metodológicas, epistemológicas. Con ayuda de la definición de predicado objetivo y predicado subjetivo consideramos dos clases de concepciones económicas acerca del valor, las que genéricamente se suelen denominar la clásicas y la neoclcásica. Ambas son individualistas, excepto la marxista. Luego examinamos con algún detalle la teoría ricardiana del valor que se caracteriza por el individualismo objetivo. En cambio las neoclásicas por el individualismo subjetivo. El distinto tipo de individualismo es uno de los rasgos principales para caracterizar el núcleo del paradigma de ambas concepciones. Pero el uso esencial de predicados objetivos y subjetivos va mucho más allá de distinguir entre teorías rivales. Las respectivas teorías objetivas y subjetivas tienen profundas y sistemáticas diferencias. Las teorías subjetivas consideradas epistemológicamente son más débiles que las objetivas. Tienen menor contenido empírico, menor poder explicativo y predictivo. Sus conceptos son muy persuasivos y poseen gran certeza pues son de bajo nivel, muy cercanos a estados del sujeto como preferencias, motivos, deseos. La desventaja es que se basan en frágiles teorías y en limitaciones inherentes al tipo de conceptos que utilizan. La construcción y defensa de teorías subjetivas no se basa tanto en razones epistemológicas como en modos de ver el mundo. REFERENCIAS de Finetti, B., La prévision: ses lois loguiques, ses sources subjectives. Annales de l’Institut Henri Poincaré, 7, p.1-68. Traducido en Kyburg, H.E. and H.E.Smokler (eds.), Studies in Subjective Probability. Wiley, 1964, p. 93-158. Elster, J., Una introducción a Karl Marx. S.XXI, 1986. Hausman, D. 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