geoflash - Servicio Geológico Colombiano

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Nuevo Nombramiento
www.sgc.gov.co
Gestión del riesgo volcánico síntesis actividad
volcán Nevado del Ruiz con énfasis
en el periodo 2010-2015
Gloria Patricia Cortés J., Cristian Mauricio López V.
Grupo de Monitoreo Volcánico
Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales
Servicio Geológico Colombiano
GEOFLASH
Boletín Semanal Institucional
31 de julio de 2015
El pasado lunes 27 de julio, el abogado Juan Carlos Malagón Basto se posesionó en el cargo de Secretario General
del Servicio Geológico Colombiano. El doctor Malagón tiene estudios de especialización en derecho administrativo.
Una cordial bienvenida
y el mejor de los éxitos en su gestión.
Cooperación Internacional
Reconocimiento al INIS de Colombia
Boletines de actividad
El 1 de julio de 2015, con ocasión del 45 aniversario del
International Nuclear Information System, INIS (principal
sistema mundial de información en aspectos relacionados con la energía nuclear), el Organismo Internacional
de Energía Atómica (OIEA) hizo un reconocimiento al INIS
Colombia, por su apoyo y esfuerzo en la organización y divulgación de la información sobre literatura convencional y
no convencional en temas nucleares, aspectos ambientales
y fuentes de energía no nuclear, entre otros.
Consulte los boletines de actividad volcánica de la
última semana, en los siguientes enlaces:
Nevado del Ruiz
Cumbal
Cerro Machín
Nevado del Huila
Chiles - Cerro Negro
Sotará
Galeras
Grupo de Participación Ciudadana y Comunicaciones
Coordinadora
Sandra Victoria Ortiz Ángel
Diseño gráfico
Adriana Mogollón Castellanos
estadísticas
Consulta las ediciones anteriores:
Envianos tus sugerencias a:
[email protected]
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Hoy, el OIEA tiene una variada gama de servicios, programas, publicaciones y actividades basados en las necesidades de sus 130 países miembros, entre ellos Colombia
desde 1979.
Figura 1. Actividad volcán Nevado del Ruiz entre 1985 y 1991.
Archivo: Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales.
Fotografías
Servicio Geológico Colombiano
Ver más
La “Ola” de volcanes submarinos
Natalia Pardo Vulcanóloga PhD, Investigadora del Servicio Geológico
Colombiano y profesora del departamento de Geociencias
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
Los avances tecnológicos en los medios de comunicación han favorecido, sin duda alguna, la
difusión de registros de audio y video de fenómenos naturales que antes parecían extraños
y poco frecuentes, como el espectacular vulcanismo submarino. En los últimos meses han
circulado videos sorprendentes al respecto, desde creaciones de nuevas islas en el Pacífico
Sur (https://www.youtube.com/watch?v=1DsqG7n8u_E) hasta tiburones que gozan el habitar el volcán submarino activo de Kavachi, en las islas Salomón (https://www.youtube.com/
watch?v=0e3t18rrjOA). A continuación se presenta una breve nota sobre este fascinante
Foto Erupción explosiva en el fuente Prometeus del volcán submarino Mata occidental.
Fotografía de: Joseph Resing (University of Washington in Seattle).
Tomado de: http://www.livescience.com/16706-deepest-explosive-underwater-eruptions.html
El oficial de enlace INIS por Colombia es el geólogo Leopoldo González Oviedo.
Coordinación editorial
Sandra Victoria Ortiz Ángel
Luis Eduardo Vásquez Salamanca
Geoflhas del 17 de julio de 2015
Geoflash del 24 de julio de 2015
El OIEA, creado el 29 de julio de 1957, como una organización autónoma bajo el auspicio de las Naciones Unidas, y
representa la culminación de los esfuerzos internacionales
para hacer una realidad la propuesta de Dwight D. Eisenhower, presidente de Estados Unidos, que en su discurso
Átomos para la Paz ante la Asamblea General de la ONU
en 1953, hizo referencia sobre la creación de un cuerpo
internacional para controlar y desarrollar el uso de la energía atómica.
El volcán Nevado del Ruiz a raíz de sus antecedentes de
actividad pasada, especialmente la erupción del 13 de noviembre de 1985 y el desastre asociado por la destrucción de
Armero (Tolima) y afectación en el departamento de Caldas
por la generación de flujos de lodo o lahares, siempre es objeto de gran interés y gran preocupación por el temor latente
de que pueda repetirse la historia de hace ya casi 30 años.
La presente síntesis pretende resaltar como el Servicio
Geológico Colombiano (SGC) a través de sus tres observatorios vulcanológicos y sismológicos ha implementado redes
de monitoreo en los volcanes activos del país, con el fin de
brindar información oportuna y veraz a las autoridades, medios de comunicación y comunidad en general sobre la evolución de la actividad volcánica, lo cual es relevante y punto
de partida en la gestión exitosa del riesgo volcánico, a su vez
indispensable para garantizar la calidad de vida de las personas que viven en sus áreas de influencia. A continuación se
hará referencia a los cambios más relevantes de la actividad
del volcán Nevado del Ruiz, durante los últimos años.
El último período eruptivo del volcán Nevado del Ruiz
(VNR) registrado entre 1985 y 1991 se caracterizó por la
ocurrencia de tres erupciones importantes (septiembre 11
y noviembre 13 de 1985 y 1 de septiembre de 1989) y emisiones constantes de ceniza en los años 1986, 1987, 1988,
1990 y 1991 (figura 1). Posteriormente, la actividad volcánica general estuvo caracterizada por una desgasificación baja
constante, cambios geodésicos muy leves y tasas de actividad sísmica de muy pocos sismos en promedio por día con
el registro eventual de los denominados enjambres sísmicos
(muchos sismos en poco tiempo) de eventos relacionados
con fracturamiento de roca al interior del volcán (Volcano-tectónicos-VT) así como asociados a dinámica de fluidos
en los conductos volcánicos (Largo Periodo-LP, Híbridos-HB).
Noticia de la semana
En septiembre de 2010 el VNR mostró nuevos signos
de cambio en su actividad, con un enjambre de eventos LP
e HB, y un aumento en los niveles de desgasificación así
como variaciones en la deformación volcánica, lo que motivó el cambio en el nivel de actividad del volcán, de nivel
Verde o IV (volcán activo y con comportamiento estable-reposo), a nivel Amarillo o III (Cambios en el comportamiento
de la actividad volcánica –inestabilidad). Posterior a este
enjambre la línea base de sismicidad del volcán presentó
un aumento con relación a los años anteriores, y continuó
registrándose una alta tasa de desgasificación. A partir de
febrero de 2012, el volcán comenzó un periodo identificado ahora como pre-eruptivo, el cual se caracterizó por el
registro de tremor volcánico, enjambres de sismos LP, HB y
VT, y por la ocurrencia de otros sismos importantes conocidos como múltiples y tornillos; por lo que fue necesario
cambiar el nivel de actividad el día 31 de marzo de Amarillo
o III a Naranja o II (Erupción probable en término de días
o semanas-mayor inestabilidad). El 29 de mayo de 2012 se
registró una primera erupción volcánica de tamaño mucho
menor a la del 13 de noviembre de 1985 y a la del 1 de
septiembre de 1989.
Ver artículo completo
tema, para ampliar y precisar la publicación del periódico El Tiempo del 24 de julio del 2015.
Aunque parecen historias de otro planeta, el vulcanismo submarino ha sido uno de los
fenómenos más recurrentes en la historia de la Tierra, sin el cual, el origen y evolución de la
vida como la conocemos hoy no hubiera sido posible (cf. Baross y Hoffman, 1985; Nisbet y
Fowler, 1996). Mientras la emisión de lavas submarinas ha permitido la formación de corteza terrestre, la emisión de calor, gases y minerales ha contribuido a la composición química
de los océanos, e incluso ha garantizado la preservación y desarrollo de la vida desde su
origen y durante toda la historia geológica (Camoin et al., 1988; Huber et al., 1990). Indirectamente, la emisión de gases también participa en la composición química de la atmósfera y
en la regulación del clima global (Axelrod, 1981; Kirschvink et al., 2000).
Existen miles de volcanes submarinos en todo el planeta, a distintas profundidades
y con distintas formas, en todos los ambientes geotectónicos, construyendo corteza terrestre en las dorsales oceánicas, formando montes marinos (seamounts) y construyendo
arcos de isla, como el de las Antillas Menores en el mar Caribe.
La mayor parte del vulcanismo submarino se concentra en las dorsales oceánicas,
como la del Atlántico o la del Pacífico Oriental, donde se genera la mayor cantidad de magma (fundidos) del planeta (cf. Soule, 2015). Allí, la separación de placas tectónicas en correspondencia con la dinámica geointerna, ayuda a que el magma pueda ascender desde
el manto terrestre aprovechando fracturas y generando grietas a medida que se inyecta
en la corteza, hasta alcanzar el fondo marino y generar flujos de lavas que forman nueva
corteza oceánica. En realidad no es un camino fácil, es una competencia permanente
entre esfuerzos tectónicos y contrastes de densidades y viscosidades entre el magma y la
roca que debe atravesar para salir. Claramente, si la corteza se genera en dichas dorsales,
debe destruirse en otros sitios para conservar el volumen del planeta, tal como ocurre en
el Pacífico colombiano, en las zonas que conocemos como trincheras o fosas de subducción. Allí, donde las placas chocan una contra otra, la más densa se hunde y se destruye a
medida que se vuelve a fundir a profundidad; por ello a gran escala, la dinámica terrestre
puede considerarse como un gran sistema de reciclaje. En el caso particular en que una
placa oceánica se hunde bajo otra del mismo tipo, los fluidos liberados a medida que se
desintegran los minerales que son sometidos a altas presiones y temperaturas, participan
de otros procesos que también resultan en la generación e inyección de fundidos en la
placa que no se hundió y que, si logran salir a superficie, generan volcanes submarinos
que, eventualmente emergen, formando arcos de islas.
Una diferencia fundamental entre el vulcanismo submarino y el subaéreo es la influencia de la columna de agua por encima de los cráteres o fracturas por donde sale el
material al fondo oceánico. La presión que ejerce dicha columna de agua sobre el magma en ascenso, que generalmente es basáltico genera una competencia importante para
elementos volátiles que se encuentren disueltos en el magma, inhibiendo su expansión
y la liberación explosiva de gases; por lo tanto, la mayor parte de erupciones submarinas
son relativamente “tranquilas” y emiten lavas que fluyen sobre el fondo oceánico de manera lenta, formando mantos muy delgados, estanques, canales y túneles (White et al.,
2015a). Las más conocidas son las denominadas “lavas almohadilladas”, que merecen el
nombre porque precisamente parecen “cojines” que se forman a medida que la lava que
sale se congela superficialmente al contacto con el agua; así, se forma una costra vítrea
abombada alrededor del flujo de lava, que, a su vez, lo aísla del agua, permitiendo que
éste continúe caliente y pueda avanzar. Con el avance de la lava, la costra vítrea se rompe,
dando lugar a fragmentos muy pequeños de vidrio volcánico que llamamos “hialoclastitas”,
mientras que las porciones que no se rompen quedan solidificadas y abombadas, a manera
de almohadas (https://www.youtube.com/watch?v=DdIUuUY0L9c). Estas lavas almohadilladas y hialoclastitas pueden encontrarse en las islas de Providencia (Álvarez et al., 2014)
y Gorgona (Echeverría, 1980; Serrano, 2009), evidenciando su origen volcánico, así como
en la cordillera Occidental de Colombia, gran parte de la cual representa un antiguo fondo
marino levantado por esfuerzos tectónicos durante su historia geológica (cf. Nelson, 1956;
Kerr et al., 1998).
Sin embargo, no todo es tan tranquilo allá abajo, en especial a menos de 1 km de
profundidad; cuando ocurren dinámicas específicas en la interacción agua-magma o bajo
condiciones particulares de composición y permeabilidad del magma en que los elementos
volátiles como el CO2 vencen la batalla de presiones, se pueden generar erupciones explosivas, llamadas por algunos autores como “Poseidónicas”, en honor al dios del océano en la
mitología griega (cf. Schipper et al., 2010). Un caso extraordinario de erupciones explosivas
submarinas basálticas fue el nacimiento de Surtsey (Islandia) en 1963, y uno de magmas
silíceos fue Myojin Sho (Japón) en 1957 (Fiske et al., 1998).
Estas erupciones producen fragmentos que llamamos piroclastos, que pueden ser de
diversas formas y texturas (Schipper et al., 2011), cuya dispersión en el mar está fuertemente controlada por la densidad, viscosidad y capacidad calorífica del agua marina circundante, por lo que no es tan amplia como en condiciones subaéreas (cf. White et al., 2015b).
Gracias al estudio geológico de los depósitos en fondos marinos antiguos, el uso de
vehículos operados remotamente (ROVs) y cuando tales explosiones irrumpen en la superficie del océano (https://www.youtube.com/watch?v=90eGMtnpEhQ), podemos saber que
estas erupciones explosivas ocurren bajo el mar. Solo fue hasta el 2006 que pudieron obtuvieron videos y observaciones hidrofónicas de una erupción explosiva submarina con ROVs
fue en el 2006, luego de dos años de emisión de azufre fundido, en el volcán submarino
NW Rota-1, en el arco de las Marianas (Chadwick et al., 2008):https://www.youtube.com/
watch?v=RY3a7rIFlEs; https://www.youtube.com/watch?v=I6JlDPOeudo
Otra manera para identificarlas ha sido la detección de acumulaciones de pómez flotante en la superficie de agua marina (pumice rafts). Algunos de los piroclastos emitidos
por erupciones explosivas submarinas son muy vesiculados, logran flotar y ser transportados por las corrientes; por ejemplo, el descubrimiento por parte de un piloto comercial de
gran cantidad de pómez flotante en el océano Pacífico en el 2012, resultó ser el testimonio
de la erupción explosiva submarina más grande registrada hasta la fecha, producida por el
volcán Havre, en el Arco de Kermadec (Nueva Zelanda) (Carey et al., 2014).
La acumulación progresiva de lavas y piroclastos sobre el fondo oceánico en un sitio dado, resulta frecuentemente en la construcción de montes marinos (seamounts), que
pueden variar desde colinas abisales de 100 m de altura, hasta formar las montañas más
grandes de la Tierra (>8 km); ello depende del tamaño, recurrencia y profundidad de las
erupciones, que a su vez controlan las proporciones relativas de lavas, de clastos y de material que no logra salir a superficie y cristaliza dentro del volcán (White et al., 2015b). En
realidad, estos montes submarinos son los volcanes más abundantes del planeta, pero sólo
una minúscula parte han sido estudiados (Staudigel y Koppers, 2015). Un aspecto importante es que el agua marina alrededor de estos montes hace que sean montañas particularmente estables; sin embargo, algunos alcanzan a crecer tanto que logran emerger de la
superficie marina, formando islas oceánicas como las Eolias, Hawaii, las Islas Canarias y las
Antillas. Algunas veces, la porción subaérea no logra permanecer estable y puede colapsar,
formando enormes avalanchas de escombros que, a su vez, pueden detonar tsunamis (Begét, 2000), como se ha evidenciado en el Mediterráneo (Chiocci y De Alterris, 2006; Chiocci
et al., 2008), en Hawaii (Lipman et al., 1988) y en Las Antillas Menores (Deplus et al., 2001).
Aunque tales eventos pueden ser catastróficos y aunque el vulcanismo submarino puede
generar alteraciones físico-químicas importantes del agua marina, tales como calentamiento, acidificación y desoxigenación (Nuez et al., 2012), también es cierto que en tiempos
de calma, estos volcanes, junto con las fuentes hidrotermales asociadas, pueden servir de
sustento para el desarrollo de complejos ecosistemas (Staudigel et al., 2006). Así, entre
organismos extremófilos, otros sobrevivientes y nuevos colonizadores, se detonan nuevas
cadenas alimenticias indispensables para la evolución biológica. El vulcanismo submarino
es, entonces, una “danza de ritmos variables”, que puede ser fluida como la lava, o que, con
determinación puede reventar en un caos que sin duda tiene impactos en los ecosistemas
locales, pero que a su vez es necesario para la liberación de nutrientes y fluidos en el océa-
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