Comentario sobre La disputación de Heidelberg

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Por Jonathan Boyd, Impacto Bíblico, Santa Marta, Colombia. 2011.1 http//:impactobiblico.com
Introducción
La fe cristiana que hoy día gozamos no sale de un vacío histórico ni
teológico. A veces los cristianos desprecian la historia y piensan que
no debemos estudiar nada más que la Biblia. Las Escrituras sí son
suficientes, pero es un error creer que llegamos a nuestras
conclusiones sin la ayuda de los cristianos de otras épocas porque
en realidad les debemos mucho. No llegamos a nuestra posición
cristiana bautista porque somos más inteligentes que los demás,
sino que muchos hombres han trabajado antes para que no
tengamos que replantear todas las bases de la teología. Nos ayuda
muchísimo entender de dónde venimos y cuáles eran los factores
más importantes en la formulación de nuestras creencias cristianas.
Con esto en mente, quiero llamar la atención a un documento no muy conocido que Martín Lutero
(1483-1546) escribió en los primeros años de la Reforma Protestante en Alemania. En 1517, Lutero clavó
en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg sus 95 tesis en contra de los abusos que tenían que
ver con las indulgencias de la Iglesia Católica. Normalmente usamos esta fecha como el comienzo de la
Reforma, pero es importante notar que Lutero no estaba en contra de la Iglesia Católica en ese
momento, sino que estaba en desacuerdo con algunas prácticas de la Iglesia. Si leemos las 95 tesis, nos
damos cuenta de que son difíciles de entender y realmente no son verdades evangélicas. Su teología
apenas empezaba a brotar en esos días y su primer escrito con valor teológico para nosotros es el
documento que escribió el siguiente año: la Disputación de Heidelberg, 1518.
Después de la controversia de las 95 tesis, el Papa León X quiso que la orden agustina tratara el asunto
de Lutero porque era uno de ellos. Por eso, Juan von Staupitz, el vicario de la orden, lo invitó a presentar
sus ideas nuevas en abril de 1518. Para la ocasión, Lutero escribió 28 tesis teológicas y 12 filosóficas.
Para este artículo, nos interesan las tesis teológicas.
Estas 28 tesis nos pueden servir de varias maneras. Por un lado, la disputación nos puede ayudar a
crecer espiritualmente a nivel personal. Dios la ha usado en mi vida para pulirme en varias áreas.
Entiendo mejor mi pecado y veo más claramente la gracia de Dios en mi vida.
La disputación también tiene muchas aplicaciones para el ministerio. Las palabras y los conceptos de
Lutero pueden impactar la vida de personas con las que compartimos la fe o con las que tenemos una
relación de discipulado. La disputación es similar a los Proverbios en el sentido de que estimula nuestro
1
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1
pensamiento. Nos saca de la rutina mental de decir lo mismo de siempre y nos reta a plasmar las ideas
bíblicas de una forma nueva y dinámica. Si empezamos a añadir algunas de las tesis al vocabulario
conceptual de nuestro andar cristiano, estoy seguro de que le va a ayudar a la gente.
La disputación tiene mucho que decirnos en cuanto a la cultura evangélica de hoy día. Lutero enfatiza
conceptos que se han perdido en muchas iglesias de este siglo. Muchos hablan de Cristo, pero no
muchos se enfocan realmente en la cruz de Cristo y en las implicaciones de esa cruz para la vida
cristiana. Otros hacen hincapié en el libre albedrío del hombre sin pensar teológicamente acerca de la
posibilidad de que tal voluntad no exista. Lutero nos reta a examinar estos temas a la luz de la cruz y
este examen nos orientará para poder más acertadamente evaluar la cultura evangélica de nuestra
época.
Mi método va a ser muy sencillo. No quiero complicar lo obvio, sino esclarecer los puntos de Lutero que
no son tan fáciles de entender. Por eso, algunas de las tesis recibirán muy poco comentario y otras más.
Espero que este resumen te anime a estudiar el documento más por cuenta propia.2
“El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es
decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios” (1 Corintios 1:18).
2
La versión que usé es de Martín Lutero, “La Disputación de Heidelberg”, en: Carlos Witthaus (Ed), Obras de
Martín Lutero (tomo I), Buenos Aires: Paidós, 1967.
2
1. La ley de Dios, salubérrima doctrina de vida, no puede hacer llegar al hombre a la justicia,
antes bien, se lo impide.
Lamentablemente muchos no ven la seriedad del problema del pecado. Usan varias formas para evitar
un autoexamen extensivo. Algunos se basan en su supuesto cumplimiento de la ley de Dios para no
examinarse. Muchos de los fariseos en el tiempo de Jesús dan un ejemplo de esta forma de esquivar la
verdad. Otras personas se esfuerzan por hacer buenas obras a lo largo de su vida y creen que pueden
llegar a ser buenas ante Dios porque han practicado la bondad. Además otras personas catalogan los
pecados según su seriedad. Dicen que los veniales no son tan malos como los mortales y así pueden
creerse no tan pecadores porque no han cometido ningún pecado mortal. “Por lo menos no merezco el
infierno”, piensan.
Lutero confronta estas mentiras en sus primeras tres tesis dejando al hombre desnudo en su pecado.
Aclara el papel de la ley de Dios en la salvación, la futilidad de las obras humanas y la verdadera
naturaleza de las mismas según la perspectiva divina. Como dice Forde, la teología de la cruz es ofensiva
porque ataca lo mejor de nuestra religión, no lo peor.3 Las noticias de estas tesis nos pueden sorprender
porque no estamos acostumbrados a pensar conforme a la mente de Dios. Como Lutero explica más
adelante, no podemos juzgar los asuntos divinos según una teología basada en nuestro sentido común
(una teología de gloria), sino según una teología de la cruz.
La primera estocada de Lutero se dirige al malentendido acerca del papel de la ley de Dios en la
salvación. Afirma que aunque es la “salubérrima doctrina de vida”, no nos ayuda a avanzar hacia una
relación verdadera con Dios. No solamente no nos ayuda, sino que es un “estorbo” en el camino hacia la
justicia. ¿Cómo es la ley de Dios un estorbo según Lutero? Él cita las palabras de Pablo en 2 Corintios 3:6
que dicen que “la letra mata”.4 Mata porque exige un comportamiento de santidad y obediencia pero
finalmente no produce lo exigido.
2. Mucho menos pueden conducirle, con la ayuda de la inspiración natural, las obras humanas
frecuentemente repetidas, como se dice.
3
Gerhard Forde, On Being a Theologian of the Cross [Acerca de ser un teólogo de la cruz], Wm. B. Eerdmans
Publishing Co., Grand Rapids, 1997, p. 2. Las traducciones de este libro son mías.
4
Uso la Nueva Versión Internacional para las citas bíblicas en este ensayo.
3
Para muchas personas la vida espiritual es igual a cualquier disciplina. Para llegar a ser buenos debemos
hacer buenas obras. Era una idea muy común en la época de Lutero por la influencia de Aristóteles,
quien decía que el hombre debía cultivar un hábito de hacer cosas justas y así llegar a ser justo en su
vida. Quizás al principio no nos fluyen, pero debemos seguir esforzándonos y finalmente llegaremos a
ser buenos por la práctica. Es esa idea la que refuta Lutero con la segunda tesis.
En la prueba de la segunda tesis, Lutero dice que si no podemos llegar a Dios con la ayuda de la ley (la
cual por lo menos nos dice qué debemos hacer), muchos menos lo vamos a lograr sin la intervención
divina. Lutero usa Romanos para sustentar esta conclusión cuando dice que “no hay nadie que entienda,
nadie que busque a Dios. Todos se han descarriado, a una se han corrompido” (3:11-12). Esta
apreciación es obviamente muy negativa, pero a la luz de toda la Biblia es evidente e inevitable. El
hombre no tiene la capacidad para cambiar el corazón. Puede que los hábitos cambien con la práctica,
pero el corazón no cambia de acuerdo a los hábitos y por ende las obras humanas no nos llevan a Dios.
3. Las obras de los hombres, aun cuando sean siempre espléndidas y parezcan buenas, son, no
obstante, con toda probabilidad, pecados mortales.
Lutero usa Mateo 23:27 para probar esta tesis: “¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos,
hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están
llenos de huesos de muertos y de podredumbre”. En toda la disputación Lutero hace un contraste entre
el teólogo de la gloria y el teólogo de la cruz. El teólogo de la gloria juzga por las apariencias. Cree que si
vemos una obra buena en nuestro concepto, debe ser buena para Dios. Juzga las cosas de Dios por su
experiencia y por su forma humana de ver el mundo. Jesús enfáticamente dice que no es así. Los
religiosos, los que para los hombres hacían las mejores obras, eran ante los ojos de Dios un fracaso
espiritual.
¿Qué hace la diferencia en la forma que nos vemos y la forma en que Dios nos ve? La gran diferencia es
que Dios ve el corazón y la motivación del ser humano. En la conclusión tres, Lutero cita uno de los
versículos más aterradores para el hombre sin Cristo: “Dios justo, que examinas mente y corazón, acaba
con la maldad de los malvados y mantén firme al que es justo” (Sal 7:9). Si podemos honestamente
examinar nuestro corazón, nos damos cuenta de que hay mucha maldad en él. Hasta en las “buenas
obras” hay maldad. Siempre existen intereses nuestros; surge el orgullo; nace el desprecio hacia los que
no hacen las mismas obras. Aun cuando no veamos la maldad en nuestras acciones, Dios la ve. Por eso
debemos temer que sean pecados mortales.
Esta tesis me llama la atención por el uso del término “pecados mortales”. Lutero usa el mismo término
en la tesis siete que es aun más sorprendente, pero aquí lo vemos por primera vez. ¿Qué te viene a la
mente cuando piensas en pecados mortales? Quizás el asesinato, el suicidio, el adulterio o el robo. No
pensamos en los pecados más “benignos” como mortales. En cambio, Lutero nos sacude con esta
afirmación de que hasta las obras “buenas” o “esplendidas” para los hombres pueden ser y
probablemente son pecados mortales.
4
¿Será que Lutero tenía razón? Creo que la Biblia es muy clara en cuanto a esta pregunta. Mira lo que
dice el apóstol Pablo:
La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es
vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni
es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios
(Ro 8:6-8).
En Romanos 8, Pablo hace la distinción entre los que tienen el Espíritu, los creyentes verdaderos, y los
que no lo tienen (v. 9). Los que no tienen el Espíritu “no pueden agradar a Dios” y por lo tanto sus
acciones son pecaminosas, aunque parezcan “espléndidas” y “buenas”. Como todos los pecados,
merecen la muerte (Ro 6:23) y por eso son mortales.
4. Las obras de Dios, aun cuando sean siempre de aspecto deforme y parezcan malas, son, en
verdad, méritos eternos.
Esta tesis contrasta perfectamente con la tercera. Lo que parece ser bueno para los hombres
probablemente no lo es y lo que parece ser malo que viene de la mano de Dios es bueno. Lutero
empieza la prueba de esta tesis con Isaías 53:2: “No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto
no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable”. Usa el ejemplo más notable del Mesías para
mostrar que Dios obra de una manera sorprendente y después aplica esta observación a nosotros. Dios
“nos humilla dentro de nosotros mismos y nos lleva a la desesperación a fin de levantarnos en su
misericordia y darnos esperanza”. Al final de la explicación dice: “Es por ello que las obras deformes que
Dios realiza en nosotros, es decir, aquellas que humillan y desesperan son verdaderamente inmortales,
porque la humildad y el temor de Dios constituyen un mérito total”.
5. Las obras de los hombres (hablamos de las que son aparentemente buenas) no son pecados
mortales en el sentido de que constituyan crímenes.
Esta tesis descarta una mala interpretación que se le podría dar a lo que ha dicho Lutero hasta este
punto. Una obra que para Dios es un pecado mortal no necesariamente es un crimen. La Biblia reconoce
que hay pecados ante Dios que no son delitos o crímenes ante la justicia del hombre.
6. Las obras de Dios (hablamos de las que se realizan por medio del hombre) no son méritos en
el sentido de que no constituyan pecados.
Lutero tiene una interpretación muy interesante en esta tesis de Eclesiastés 7:20 para probar que toda
obra del creyente es pecado. La versión que cita Lutero dice, “No hay hombre justo en la tierra que haga
bien y no peque”. Según su interpretación cada obra buena de un hombre justo también es pecado
porque la persona hace el bien y al mismo tiempo peca. Creo que es mejor entender este versículo
5
como una conclusión de que realmente no hay hombres justos en sus propios méritos.5 Como dice Pablo
en Romanos:
«No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios.
Todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay
uno solo!» (3:10-12)
Así que es mejor interpretar Eclesiastés 7:20 como una descripción del hombre en general, no de lo que
hace un creyente en Cristo. Esta diferencia de interpretación nos debe mostrar que no podemos aceptar
todas las tesis de Lutero sin examinar la base bíblica para cada una.
7. Las obras de los justos serían pecados mortales, si los justos mismos, por un piadoso temor a
Dios, no tuvieran miedo de que lo fuesen.
Lutero basa esta tesis en la conclusión de la anterior y por eso debemos examinarla cuidadosamente
para ver qué valor tiene para nosotros. Él usa algunos versículos no muy claros para llegar a esta
conclusión. Cito aquí todo su párrafo para que se vea su forma de argumentar:
En segundo lugar el enunciado de esta conclusión resulta de aquellas palabras del Salmo:
“No entres en juicio contra tu siervo” y del Salmo 32: “Confesaré, dije, contra mí mi injusticia al
Señor”. Es evidente que no se trata aquí de pecados veniales, puesto que se dice que ni la
confesión ni la penitencia son necesarias a causa de ellos. En consecuencia, si son pecados
mortales y si todos los santos oran por estos pecados, como allí mismo se afirma, resulta que las
obras de los santos son pecados mortales. Empero, las obras de los santos son buenas obras; de
modo que no son meritorias para ellos sino por el temor manifestado en una confesión humilde.
Me parece que su argumento exegético6 no es muy sólido. Concluye que porque los santos oran por el
perdón de sus pecados significa que todas sus obras son pecados. Pero esa conclusión no es lógica. Los
santos no piden perdón por sus buenas obras, sino por sus pecados.
Aunque no estoy de acuerdo del todo con esta tesis, creo que nos ayuda a examinarnos y nuestras
obras. En Efesios 2:10 dice que somos hechura de Dios “creados en Cristo Jesús para buenas obras”.
Pero si hacemos estas “buenas obras”, ¿por qué son buenas? A la luz de la Biblia, nuestras obras son
buenas solamente si las hacemos “por medio de Jesucristo” (ver la tesis 27):
Así que ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es
decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre. No se olviden de hacer el bien y de
5
En el estilo hebreo la segunda frase acerca de no pecar intensifica la descripción del hombre que no hace el bien.
Es decir, son dos descripciones paralelas para decir lo mismo. Sería interesante hacer un estudio acerca del
conocimiento del hebreo de Lutero y su progreso en el idioma. En este punto histórico (1518), parece que no
entendía el paralelismo hebreo muy bien.
6
Es decir, basado en su exégesis o su interpretación del texto.
6
compartir con otros lo que tienen, porque ésos son los sacrificios que agradan a Dios (Heb
13:15-16).
Por esta razón, vale la pena examinar nuestras obras. ¿Las hacemos con orgullo? o ¿las hacemos
humildemente por medio de Jesucristo, reconociendo que Él es quien vive en nosotros?
8. Con mucha más razón las obras humanas son pecados mortales, ya que se realizan sin temor,
con una seguridad engañosa y exenta de dudas.
Esta tesis es la conclusión natural de la anterior y tiene una base bíblica mucho más solida. Lutero cita 1
Pedro 5:5, que dice que “Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes”.
9. Afirmar que las obras sin Cristo son sin duda muertas, pero no pecados mortales, parece
constituir un peligroso abandono del temor de Dios.
10. En efecto, resulta dificilísimo comprender cómo una obra puede ser muerta sin ser, al mismo
tiempo, un pecado pernicioso y mortal.
Estas dos tesis van juntas y hacen alusión a una distinción que hacían los teólogos escolásticos de aquel
entonces entre obras muertas y pecados mortales. Ellos querían decir que hay obras muertas, hechas
aparte de Cristo, que no son mortales. Diríamos que eso no tiene sentido (y ciertamente no lo tiene),
pero en la práctica nos cuesta decir que las obras “buenas”7 de las personas que no conocen a Cristo son
pecados mortales. Es más fácil pensar que pueden ser muertas y que quizás Dios les dé gracia aparte de
Cristo. Pero Romanos 1 es muy claro con respecto a este tema:
Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y
su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene
excusa (1:20).
Pablo nos explica que ninguno tiene excusa ante el juicio de Dios y que “la ira de Dios viene revelándose
desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la
verdad” (Ro 1:18).
En Efesios, Pablo también nos enseña acerca de nuestra forma de vivir aparte de Cristo.
En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban
conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según
el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia (2:1-2).
7
Daniel Beros, “La Disputación de Heidelberg y su “theologia crucis” como gramática fundamental de la teología
evangélica”, Cuadernos de Teología, v. XXIX, 2010, p. 4. Valga la aclaración de que para los hombres las obras de
los no salvos pueden ser buenas, pero para Dios no lo son.
7
Por estar muertos espiritualmente, los seres humanos hacen obras muertas que son en realidad
pecados mortales.
11. La soberbia no puede evitarse ni puede haber esperanza verdadera si, ante cada oportunidad
en que se obra, no se teme el juicio de la condenación.
Esta tesis no me es fácil interpretar. Me parece que si se refiere a las personas sin Cristo, tiene sentido.
Es decir, para que haya esperanza, debemos desesperarnos de nuestras obras. Así, vemos el bálsamo
que es Cristo Jesús. Como Jesús mismo dijo: “No son los sanos los que necesitan médico sino los
enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos sino a pecadores” (Mc 2:17).
Por otro lado, si Lutero se refería a los cristianos, su tesis está errada. Pablo claramente dice: “Por lo
tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús” (Ro 8:1). El apóstol Juan
también enseña que el cristiano no debe temer el juicio: “En el amor no hay temor, sino que el amor
perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el
amor” (1 Jn 4:17b-18). Según la Palabra de Dios, el cristiano verdadero no debe vivir una vida de temor
del juicio, sino una vida de confianza en la bondad de Dios en Cristo Jesús.
Los estudiosos de Lutero no están de acuerdo acerca de la fecha en que Lutero entendió la justificación
por la sola fe. Es posible que no hubiera entendido la salvación plenamente cuando escribió esta
disertación y por esa razón habla del temor al juicio. Otra posibilidad es que entendía la justificación por
la sola fe pero no la aplicaba a todo aspecto de su teología todavía.
12. Los pecados son verdaderamente veniales ante Dios, cuando los hombres temen que sean
mortales.
Lutero no ofrece mucha explicación de esta tesis. Supongo que tiene la misma forma de interpretación
que la tesis anterior; es decir que se refiere tanto a los pecados de los cristianos como a los de los no
creyentes. Forde nota que Lutero de hecho socava la distinción entre pecados veniales y mortales al
usar la distinción.8 Es decir que todos los pecados son mortales, pero que Cristo pagó el precio que
debemos pagar por nuestros pecados mortales y que si lo recibimos por fe como Señor y Salvador no
tendremos que pagar ese precio porque nuestro amado Jesús ya lo pagó. En ese sentido los pecados son
veniales para el cristiano. Si pecamos como cristianos, no perdemos la salvación, sino que se rompe la
comunión de Dios con nosotros. Esa comunión se puede restablecer a través de la confesión de nuestros
pecados (1 Jn 1:9).
8
Forde, pp. 47-48.
8
13. El libre arbitrio no es más, después de la caída, que un simple nombre, y en tanto que el
hombre hace aquello que en sí mismo es, comete pecado mortal.
“La primera parte de esta afirmación es evidente, puesto que el libre arbitrio es cautivo y siervo del
pecado. No que no sea nada, sino que sólo es libre para lo malo”, dice Lutero. No es de sorprenderse
que un monje de la orden agustina siguiera la forma de pensar de Agustín, quien decía: “El libre arbitrio
sin la gracia, sólo sirve para pecar”.9 Este punto de vista es netamente bíblico y Lutero cita dos versículos
que enseñan lo mismo:
Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado —respondió Jesús…
Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres (Jn 8:34, 36).
En el estado natural del hombre, no hay verdadera libertad espiritual. Hay libertad para tomar
decisiones, pero siempre son decisiones limitadas por las posibilidades de la persona. Si la persona no
conoce a Cristo, no es libre, sino esclava al pecado.
14. Después de la caída, el libre arbitrio no tiene, para hacer el bien, más que una capacidad
subjetiva,10 pero para el mal, una capacidad siempre activa.
Esta tesis tiene que ver con la capacidad de la voluntad. Lutero se refiere a una capacidad subjetiva y
una capacidad activa. En otras palabras, la voluntad tiene una capacidad pasiva para hacer el bien y una
capacidad activa para hacer el mal. Forde usa la ilustración de agua para explicar la idea. El agua tiene la
capacidad pasiva para calentarse. No se puede calentar sola; necesita calor de afuera. De igual forma,
nuestra voluntad tiene la capacidad de ser vivificada por Dios para hacer el bien, pero no tiene esa
capacidad en sí misma.
15. Y no ha podido, en efecto, permanecer en el estado de inocencia por una capacidad activa,
sino por una capacidad subjetiva; y menos aún pudo progresar hacia el bien.
En esta tesis Lutero dice algo muy significativo acerca del estado de inocencia de nuestros primeros
padres, Adán y Eva. Explica que aun antes de la caída del hombre, Adán y Eva no tenían la capacidad
activa para mantener su estado de inocencia. Es decir, tenían que confiar en Dios para que él los
mantuviera en la gracia. Los primeros capítulos de Génesis no nos explican cómo iban a mantenerse en
la gracia y Lutero no ofrece ninguna prueba exegética de esta tesis, pero creo que podríamos usar varios
pasajes en el Nuevo Testamento para inferir lo que Lutero dice. Por ejemplo, Hebreos 11:6 dice que “sin
fe es imposible agradar a Dios”. ¿Será que era diferente antes de la caída del hombre? No creo. De
hecho la causa del pecado de Adán y Eva era precisamente la falta de fe en lo que él les había dicho.
Dudaron de su palabra y por eso cayeron en el pecado.
9
De spiritu et litera, cap. 3, citado por Lutero.
Witthaus incluye en paréntesis las palabras potencia subiectiva que parecen ser una mezcla de latín y español.
En latín Lutero dice subiectiva potentia, que sería potencia subjectiva en español.
10
9
16. El hombre que crea tener la voluntad de alcanzar la gracia, haciendo aquello que él es en sí
mismo, agrega pecado sobre pecado, de modo tal que permanece doblemente culpable.
Lutero cita las palabras tan penetrantes de Jeremías en la prueba de esta tesis:
»Dos son los pecados que ha cometido mi pueblo: Me han abandonado a mí, fuente de agua
viva, y han cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua (2:13).
Al pensar que podemos alcanzar la gracia por nuestra propia voluntad, no solamente abandonamos a
Dios, la fuente de agua viva, sino que construimos una cisterna rota.
Esta tesis contradice directamente lo que la teología escolástica decía en la época de Lutero. Decían que
si uno hacía lo que “está en uno”, es decir lo mejor que uno pudiera, Dios miraba ese esfuerzo con
agrado y le daba la gracia necesaria para seguir en el proceso de la salvación. En cambio la Biblia nos
enseña que “lo que está” en nosotros es pecado y “todos nuestros actos de justicia son como trapos de
inmundicia” (Is 64:6).
17. Empero hablar así, no significa dar al hombre motivo para desesperarse, sino para humillarse
y despertar el anhelo de buscar la gracia de Cristo.
Como de costumbre en Lutero, la ley de la tesis 16 nos lleva al evangelio de la tesis 17. Cuando vemos
nuestra bancarrota espiritual, vemos la riqueza de la gracia que se encuentra en Cristo. Como dice
Lutero: “En efecto, surge el anhelo de la gracia cuando ha nacido el conocimiento del pecado. Es cuando
el enfermo se percata de la naturaleza de su enfermedad, que recurre entonces al remedio”.
18. Es cierto que el hombre debe desesperar totalmente de sí mismo, a fin de hacerse apto para
recibir la gracia de Cristo.
Pablo llega a la misma conclusión en Romanos, cuando dice:
¿A qué conclusión llegamos? ¿Acaso los judíos somos mejores? ¡De ninguna manera! Ya hemos
demostrado que tanto los judíos como los gentiles están bajo el pecado (3:9).
Después de explicar el problema de nuestro pecado y sus consecuencias, Pablo nos lleva al evangelio de
Cristo. En nosotros no hay nada bueno, pero podemos recibir la justicia de Dios que “llega, mediante la
fe en Jesucristo, a todos los que creen” (3:22).
10
19. No se puede con derecho llamar teólogo aquel que considera que las cosas invisibles de Dios
se comprenden por las creadas.
Las tesis 19-24 son las más comentadas y más conocidas de la disputación. Es importante notar que
vienen en el contexto que hemos visto y que no debemos sacarlas de ese.11 Hasta este punto Lutero ha
mostrado que la obediencia a la ley de Dios, las acciones humanas y la voluntad humana no nos llevan a
Dios, aunque la sabiduría humana diga que sí. De igual forma, un teólogo de la cruz no puede seguir la
lógica humana. Contra esa idea va dirigida esta tesis.
Lutero dice que un teólogo verdadero no deduce de las cosas creadas como es tener una relación con
Dios. Notemos lo que dice Pablo en Romanos 1:20:
Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y
su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene
excusa.
Las cosas creadas nos revelan algo acerca de Dios, pero no son suficientes para llevarnos a la salvación,
sino que nos quitan cualquier excusa ante el juicio de Dios. Así que, el teólogo de la cruz no se basa en la
revelación general para llegar a su teología. ¿Entonces en qué se basa? La siguiente tesis nos da la
respuesta.
20. Más merece ser llamado teólogo aquel que entiende las cosas visibles e inferiores de Dios,
considerándolas a la luz de la Pasión y de la Cruz.
Lutero dice en su prueba de esta tesis: “Por tanto, no es suficiente ni provechoso para nadie conocer a
Dios en su gloria y majestad, si no se le conoce también en la humildad y en la vergüenza de la cruz”.
Este punto de vista viene de la enseñanza del apóstol Pablo en 1 Corintios 1:21: “Ya que Dios, en su
sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar,
mediante la locura de la predicación, a los que creen”. En este versículo Pablo habla de la predicación,
que hace referencia a “lo que es predicado”, a saber, el mensaje de la cruz. Usando las metáforas de
Forde la cruz es el espejo a través del cual vemos toda la realidad y el sufrimiento y la cruz son la llave
para abrir “la comprensión de quien merece el título de teólogo”.12
El trasfondo del pensamiento de Lutero en esta tesis viene de Éxodo 33:18-23 en donde Moisés le pide a
Dios dejarle ver su esplendor y Dios le dice que no podrá ver su rostro sino su “espalda” (en latín la
palabra posteriora es la que aparece en la Vulgata para referirse a la espalda y la que usa Lutero en esta
tesis para referirse a cosas inferiores). Para Lutero, la cruz y el sufrimiento son la espalda de Dios que
podemos ver claramente, mientras que su gloria no la podemos ver con esa claridad. El teólogo de gloria
en cada uno de nosotros se rebela contra esta amenaza contra sus deseos. Queremos ver las cosas
11
12
Forde, pp. 69-70.
Ibid., pp. 77-78.
11
invisibles de Dios; queremos especular conforme a nuestra sabiduría, pero la cruz destruye esta
posibilidad. Como Lutero dice en otro lugar, “nuestra teología es la sola cruz”.13
Me llama la atención esta tesis mucho porque se habla hoy día de la importancia de la teología
cruzcéntrica. Uno podría pensar que este tipo de teología es nuevo. Surgió hace poco, ¿verdad? La
realidad es que la teología de la cruz es tan antigua como la misma cruz y la Reforma protestante realzó
la importancia de la cruz desde el principio. Le debemos mucho al pensamiento de Lutero.
21. El teólogo de la gloria llama a lo malo, bueno y a lo bueno, malo; el teólogo de la cruz
denomina a las cosas como en realidad son.
Algunas de las palabras de la prueba de Lutero en esta tesis nos ayudan a entender lo que él quería
decir:
Esto es evidente pues el hombre, al ignorar a Cristo, no conoce al Dios escondido en los
padecimientos. Así, prefiere las obras a los sufrimientos, y la gloria, a la cruz; la potencia, a la
debilidad; la sabiduría, a la estulticia [necedad]; y en general, lo bueno, a lo malo. Son los que el
apóstol llama “enemigos de la cruz de Cristo”.
El teólogo de la gloria ve el mundo a través de los lentes humanos sin tener la óptica divina del mensaje
de la cruz. Ve en sus obras bondad y en los sufrimientos solamente maldad. Dios dice que en la cruz
debemos verlo todo al revés. Los sufrimientos de Cristo fueron la bondad más grande y la supuesta
bondad de nuestras obras es un espejismo. Para el teólogo de gloria, Dios no está involucrado en los
sufrimientos porque siempre son malos.
En contraste, el teólogo de la cruz puede evaluar el mundo como realmente es. Sabe que Dios ha usado
lo malo (desde la óptica nuestra) para hacer lo bueno. El inocente Hijo de Dios cargó con los pecados de
los impíos para rescatarlos. Es una transacción sorprendente e inescrutable para el teólogo de gloria.
Para el teólogo de la cruz es el poder de Dios para la salvación (Ro 1:16).
22. Aquella sabiduría que considera que las cosas invisibles de Dios se comprenden partiendo de
las obras, infla, ciega y endurece por completo.
Lutero explica esta tesis con palabras que yo describiría como un lenguaje de la idolatría. Si todo se basa
en las obras y en el conocimiento, nunca se llega a la satisfacción plena. Buscamos llenar un vacío en
nuestra vida a través de la sabiduría, la gloria y el poder, pero caemos en la fanfarronería. Si no vemos
todo a través de la cruz, somos ciegos y somos esclavos a estos ídolos que servimos.
Según Lutero, “el remedio para la cura no consiste en satisfacer el deseo, sino en extinguirlo; es decir, el
que quiera llegar a ser sabio, no busque la sabiduría progresando, sino volviéndose necio, buscando la
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Citado en Forde, p. 81. En latín: CRUX sola est nostra theologia.
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necedad retrocediendo”. Añadiría que realmente no podemos extinguir los deseos sin reemplazarlos por
un deseo por Jesucristo. Como Pablo enseña, todos somos adoradores: o adoramos la criatura o
adoramos al Dios vivo (Ro 1:25). Si nuestras obras son nuestro enfoque y no la cruz de Cristo, vamos a
caer más en la idolatría y así volvernos más ciegos.
23. Y la ley obra la ira de Dios, mata, maldice, acusa, juzga y condena todo lo que no está en
Cristo.
Hemos vuelto al punto de partida de la disputación con esta tesis. La ley no solamente no nos ayuda a
llegar a la justicia (tesis 1), sino que juzga “todo lo que no está en Cristo”. Lutero cita las palabras de
Pablo para probar su tesis: “Todos los que viven por las obras que demanda la ley están bajo maldición”
(Gl 3:10), pero gracias a la bondad y la misericordia de Dios, “Cristo nos rescató de la maldición de la ley
al hacerse maldición por nosotros” (Gl 3:13).
24. No obstante, aquella sabiduría no es mala ni debemos huir de la ley; pero el hombre sin la
teología de la cruz, malgasta las cosas mejores en forma pésima.
Al leer la disputación hasta este punto, uno podría malentender la perspectiva que Lutero tiene acerca
de la ley. Pablo sintió la misma posibilidad e hizo la pregunta: “¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es
pecado?” La respuesta de Lutero es la misma que Pablo: “¡De ninguna manera!” (Ro 7:7). El problema es
el del teólogo de la gloria quien no entiende la cruz y el rol correcto de la ley y por eso “malgasta” o
emplea mal las cosas mejores.
25. No es justo el que mucho obra, sino aquel que sin obrar cree grandemente en Cristo.
Esta tesis nos recuerda la tesis 2 que habla de la inutilidad de “las obras humanas frecuentemente
repetidas” para llevarnos a la justicia. Lutero explica que “no significa que el justo no realice obra
alguna, sino que sus obras no constituyen su justicia”. Entonces, ¿qué constituye la justicia ante Dios?
Según Lutero y Pablo la respuesta es Cristo. Pablo lo expresa claramente:
Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría —
es decir, nuestra justificación, santificación y redención— para que, como está escrito: «Si alguien ha
de gloriarse, que se gloríe en el Señor.» (1 Co 1:30).
En el latín de esta tesis el contraste es perfecto entre “el que obra mucho” y “el que cree mucho”.14
¡Qué linda expresión del evangelio! Es la justificación por la sola fe en Cristo.
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Non ille iustus est qui multum operator, Sed qui sine opere multum credit in Christum.
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26. La ley dice “Haz esto”, y ello no es hecho jamás; la gracia dice: “Cree en esto”, y todas las cosas
ya están hechas.
Creo que esta tesis resume muy bien el contraste entre las obras y la gracia. En las palabras del pastor
Tim Keller, el evangelio son buenas noticias, no buenos consejos. Si tratáramos de llegar a Dios a través
del cumplimiento de la ley, nunca llegaríamos. Santiago nos dice que si cumplimos toda la ley pero
fallamos en un solo punto, somos culpables de “haberla quebrantado toda” (2:10). Por otro lado, si
creemos en el evangelio, recibimos la justicia de Cristo y por eso “todas la cosas ya están hechas”.
Estamos unidos a Cristo, quien cumplió toda la ley. Según el libro de Hebreos, Cristo es nuestro “séptimo
día”, nuestro “reposo” (Heb 4:1-11). En otras palabras, podemos descansar en la obra perfecta de Jesús
por nosotros. Este descanso nos lleva a obedecer, pero no para lograr la salvación.
27. Podría afirmarse con razón, que la obra de Cristo es a la vez el sujeto que opera y el
cumplimiento de nuestra obra y, que de esta manera, aquello que es operado agrada a Dios
por la gracia de la obra operante.
La traducción que tenemos de Witthaus no expresa muy bien el latín de este versículo. Prefiero la
traducción de Andrés San Martín Arrizaga:
“Mejor sería decir que la obra de Cristo es «operante» y la nuestra «operada» de esta forma lo
operado agradaría a Dios gracias a la obra «operante»”.15
En la prueba de esta tesis Lutero explica esta afirmación: “En efecto, las obras que él mismo ha hecho
son el cumplimiento de los mandamientos de Dios dados a nosotros por la fe. Cuando las examinamos,
nos sentimos impulsados a imitarlas”. Es decir, cualquier obra buena que hacemos es buena porque
Cristo la hace en nosotros. También su obra nos motiva a imitar su misericordia y su amor.
28. El amor de Dios no encuentra, sino crea aquello que le place; el amor del hombre se origina
por su objeto.
La última tesis es revolucionaria. Lutero contrasta el amor humano con el divino. Nosotros normalmente
amamos a alguien porque tiene cualidades que nos atraen. La persona es atractiva, inteligente,
comprensiva o amable y por eso la amamos. En contraste absoluto, Dios no encuentra en el ser humano
nada agradable, sino que lo hace agradable. Según la disputación, “los pecadores son bellos por ser
amados, no son amados por ser bellos”. ¡Qué diferencia hace esta forma de pensar! No podemos
jactarnos de nada bueno en nosotros. Dios no nos salva por ser más inteligentes o mejores que los
15
www.iglesiareformada.com/Lutero_La_Disputacion_de_Heidelberg.doc
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demás, sino que por su pura gracia nos salvó y nos hizo una creación nueva en Cristo Jesús. Forde lo dice
muy bien: “Es amor, el amor de Dios que crea de la nada y llama a existir lo que es de lo que no era”.16
Conclusión
A fin de cuentas, la disputación de Heidelberg plasma el evangelio de una forma creativa y relevante.
Destaca el pecado del hombre y la gracia de Dios en Jesucristo. Nos muestra el contraste entre dos
formas de explicar el mundo: la teología de la gloria y la teología de la cruz. Si podemos conceptualizar
toda la realidad a través de la cruz de Cristo, podemos ver… de lo contrario, somos teólogos que no
comprenden lo más básico de la fe cristiana.
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Forde, p. 112.
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