para vivir el triduo pascual - El Evangelizador de Santa María Reina

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PARA VIVIR EL TRIDUO PASCUAL
Del mismo modo que la semana tiene su punto de partida y su momento culminante en el domingo, día
del Señor, celebración semanal de la pascua, así el Santo Triduo Pascual de la Pasión y Resurrección del
Señor Jesús, es el punto culminante de todo el Año Litúrgico. El Santo Triduo Pascual se prepara en el
tiempo de Cuaresma y se prolonga en la alegría de los cincuenta días del Tiempo Pascual.
Dada la importancia que reviste el Triduo Pascual, ha de prepararse y celebrarse con esmero y
reverencia. Este trabajo busca que la celebración de la próxima Semana Santa, sea vivida intensamente en
nuestra parroquia en vísperas del Bicentenario de Nuestra Señora de la Soledad como patrona de Irapuato, y
así ella suscite en nosotros un deseo más vivo de adherirnos al Señor Jesús y de seguirlo generosamente,
conscientes de que Él nos ha amado hasta dar su vida por nosotros.
LA SEMANA SANTA
Durante la Semana santa, la Iglesia celebra los misterios de la salvación actuados por Cristo en los
últimos días de su vida, comenzando por su entrada mesiánica en Jerusalén. El tiempo de Cuaresma continúa
hasta el día jueves de la Semana Santa. La Misa Vespertina de la Cena del Señor es la gran introducción al
Santo Triduo Pascual. El Triduo Pascual comienza con el Viernes de la Pasión, prosigue con el Sábado
Santo, tiene su culmen en la Vigilia Pascual y acaba con las Vísperas del domingo de la Resurrección.
Es importante recordar que “las ferias de Semana Santa, desde el lunes hasta el jueves inclusive, tienen
preferencia sobre cualquier otra celebración” y, por tanto, en estos días no deben administrarse los
sacramentos del Bautismo y de la Confirmación. Más bien sí es importante que en estos días se acuda al
Sacramento de la Reconciliación como preparación espiritual para acompañar al Señor Jesús en la entrega de
sí mismo por nosotros.
DOMINGO DE RAMOS
La semana santa comienza con el domingo de Ramos de la Pasión Señor, que une el triunfo
de Cristo -aclamador como Mesías por los habitantes de Jerusalén y hoy en el rito de la procesión
de las palmas por los cristianos- y el anuncio de la pasión con la proclamación de la narración
evangélica en la Misa.
Los ramos no son algo así como un talismán, ni un simple objeto bendito, sino el signo de la
participación gozosa en el rito procesional, expresión de la fe de la Iglesia en Cristo, Mesías y Señor, que va
hacia la muerte para la salvación de todos los hombres. Por eso, este domingo tiene un doble carácter, de
gloria y de sufrimiento, que es lo propio del Misterio Pascual.
Los días que van hasta el Jueves Santo pertenecen al tiempo cuaresmal, pero están caracterizados por
los últimos acontecimientos de la vida del Señor, con exclusión de otras celebraciones.
En la mañana del Jueves Santo (o en otro día cercano), el obispo celebra, junto con su presbiterio, la
Misa Crismal o de los Santos Oleos, en la que se bendicen los óleos que se usarán para la celebración de los
sacramentos.
JUEVES SANTO
Misa Vespertina de la Cena del Señor
6:00pm Templo parroquial de Nuestra Señora de La Soledad
5:30pm Divina Providencia
“Fecha en la que se conmemora la Última Cena de Jesús con sus
discípulos. En ella, Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía, donde Él
se hace presente a través de la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y
su Sangre, y el sacramento del Orden Sacerdotal”.
Este día por la mañana en todas las catedrales, los obispos que son, como dice el Concilio, “los
principales administradores de los misterios de Dios, que regulan, promueven y custodian toda la vida
litúrgica de la Iglesia que les ha sido confiada”, celebran una misa muy solemne con todos los sacerdotes (el
presbiterio de sus diócesis) y en ella los sacerdotes con un solo corazón y una sola alma renuevan sus
promesas y su obediencia al Obispo.
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En ella, además, se consagran los óleos, es decir, los aceites que se emplean en diversos sacramentos:
el bautismo, la confirmación, la ordenación sacerdotal y la unción de los enfermos.
La consagración de los óleos se celebra precisamente este día para indicar que todos los sacramentos
nos relacionan con el Misterio Pascual de Jesús y que todos los sacramentos tienen su culmen y su Centro en
la Eucaristía.
Son muchos los gestos que se evocan en el Jueves Santo. Uno de ellos es el signo de humildad y
sencillez que realizó Jesús al lavarle los pies a todos sus discípulos, diciéndoles que ellos se los deben lavar
unos a otros, “en verdad les digo que el siervo no es más que su señor, ni el enviado más que quien lo envió”
(Jn 13, 16), y el sacerdote en la liturgia lava los pies a doce feligreses.
La Eucaristía, el supremo sacramento de la Iglesia, está unida al sacerdocio ministerial, que nació
también en el Cenáculo, como don del gran amor de Jesús, que “sabiendo que había llegado la hora de pasar
de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn
13, 1).
La eucaristía, el sacerdocio y el mandamiento nuevo del amor. ¡Este es el memorial vivo que
contemplamos hoy, Jueves Santo! (Cfr. Juan Pablo II, Misa “in cena domini” (20 de abril de 2000):
1º.) La institución de la Sagrada Eucaristía: Cada vez que por orden del Señor, nos reunimos a
celebrar la Cena del Señor, se transforma el pan en su propio Cuerpo y el vino en su propia Sangre: “Esto es
mi cuerpo, que se entrega por ustedes”; “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre”; así, Jesús
se nos da como alimento en la Sagrada Comunión.
San Agustín dice que “si ustedes mismos son Cuerpo y miembros de Cristo, son el sacramento que es
puesto sobre la mesa del Señor, y reciben este sacramento suyo. Responden «amén» (es decir, «Si», «es
verdad») a lo que reciben, con lo que, respondiendo, lo reafirman. Oyes decir «el Cuerpo de Cristo», y
respondes «amén». Por lo tanto, sé tú verdadero miembro de Cristo para que tu «amén» sea también
verdadero” (S. AGUSTÍN, serm. 272)
2º.) El sacerdocio ministerial: Jesús quiso elegir de entre el pueblo a algunos que se consagraran a Él,
para continuar en ellos su obra salvadora. En efecto, el ministro consagrado posee, en verdad, el papel del
mismo Sacerdote, Cristo Jesús. El sacerdote es asimilado al Sumo Sacerdote Jesús, por la consagración
sacerdotal: goza de la facultad de actuar por el poder y en la persona de Cristo mismo, a quien representa
(Cfr. Virtute ac persona ipsius Christi; PÍO XII, enc Mediator Dei)
En efecto, “Cristo es la fuente de todo sacerdocio, y por eso, el sacerdote, actúa en representación
suya” (S. TOMÁS DE A., STh 3, n, 4)).
Que todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo, como también al obispo, que es imagen del
Padre, y a los presbíteros como al senado de Dios y como a la asamblea de los Apóstoles: sin ellos no se
puede hablar de Iglesia (S. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Trall. 3, 1)
Grandeza obliga; así, san Gregorio Nacianceno, siendo joven sacerdote, exclama: “Es preciso
comenzar por purificarse antes de purificar a los otros; es preciso ser instruido para poder instruir, es preciso
ser luz para iluminar, acercarse a Dios para acercarle a los demás, ser santificado para santificar, conducir de
la mano y aconsejar con inteligencia (or. 2, 71). Se de quién somos ministros, dónde nos encontramos y a
dónde nos dirigimos. Conozco la altura de Dios y la flaqueza del hombre, pero también su fuerza (ibíd. 74).
Por tanto, ¿quién es el sacerdote? Es el defensor de la verdad, se sitúa junto a los ángeles, glorifica con los
arcángeles, hace subir sobre el altar de lo alto las víctimas de los sacrificios, comparte el sacerdocio de
Cristo, restaura la criatura, restablece [en ella] la imagen [de Dios], la recrea para el mundo de lo alto, y, para
decir lo más grande que hay en Él, es divinizado y diviniza (ibíd. 73).
3º.) El amor y el servicio a los demás, la proclamación del gran precepto, cuyo cumplimiento nos
manifiesta discípulos de Jesucristo, el mandato del amor. Los apóstoles discutían quien era el mayor entre
ellos, Jesús le respondió: El que quiera ser grande entro ustedes, deberá amar y servir a los demás. Porque ni
aún el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para amar y servir, y dar su vida como rescato por todos
(Cfr. Mc.10:43.45).
El Jueves santo nos exhorta a no dejar que, en lo más profundo, el rencor hacia el otro se transforme en
un envenenamiento del alma. Nos exhorta a purificar continuamente nuestra memoria, perdonándonos
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mutuamente de corazón, lavándonos los pies los unos a los otros, para poder así participar juntos en el
banquete de Dios.
El Jueves santo es un día de gratitud y de alegría por el gran don del amor hasta el extremo, que el
Señor nos ha hecho. Oremos al Señor, en esta hora, para que la gratitud y la alegría se transformen en
nosotros en la fuerza para amar juntamente con su amor.
VIERNES SANTO
Oficios litúrgicos:
5:30 Pm en La Soledad
5:00pm Divina Providencia
Actos piadosos:
9:30am Viacrucis en dos lugares: 1º.) Partiendo de la Plaza de los Fundadores por Revolución y 2º.)
Por los calles en las calles aledañas a la Divina Providencia.
8 PM, Procesión del silencio por los lugares de costumbre.
El Viernes Santo es el día de pasión y muerte del Señor y del ayuno pascual como signo exterior de
nuestra participación en su sacrificio
Este día no hay celebración eucarística, pero tenemos la acción litúrgica después del medio día para
conmemorar la pasión y la muerte de Cristo. Cristo nos aparece como el Siervo de Dios anunciado por los
profetas, el Cordero que se sacrifica por la salvación de todos.
La cruz es el elemento que domina toda la celebración iluminada por la luz de la resurrección, nos
aparece como trono de gloria e instrumento de victoria; por esto es presentada a la adoración de los fieles.
El Viernes Santo no es día de llanto ni de luto, sino de amorosa y gozosa contemplación del sacrificio
redentor del que brotó la salvación. Cristo no es un vencido sino un vencedor, un sacerdote que consuma su
ofrenda, que libera y reconcilia, por eso nuestra alegría.
SÁBADO SANTO, EL MÁS SANTO DE TODOS: LA VIGILIA PASCUAL
10 a 5, BAJADA DE LA IMAGEN DE LA SOLEDAD: bajo el manto de la Virgen
8: 00 PM Vigilia Pascual en el Templo parroquial de Nuestra Señora de la Soledad y en el templo de
la Divina Providencia.
“Jesús yace en su tumba y los apóstoles creen que todo se acabó. Todo el día sábado
su cuerpo descansa en el sepulcro Pero su madre, María, se acuerda de lo que dijo su hijo:
"Al tercer día resucitaré". Los Apóstoles van llegando a su lado, y Ella les consuela”.
“El Sábado santo es un día de luto inmenso, de silencio y de espera vigilante de la
Resurrección. La Iglesia en particular recuerda el dolor, la valentía y la esperanza de la
Virgen María”.
Ella representa la angustia de una Madre que tiene entre sus brazos a su Hijo muerto, pero no se puede
olvidar en este momento ella es la única que conserva en su corazón las palabras del anciano Simeón, que si
bien él profetizó que Cristo sería signo de contradicción y una espada le traspasaría el alma, también indicó,
que Jesús sería signo de resurrección.
Lo que los discípulos habían olvidado, María lo conservaba en el corazón: la profecía de la
resurrección al tercer día. Y María esperó hasta el tercer día.
Hoy los devotos de Nuestra Señora de la Soledad pasan bajo su manto de 10am-5pm
Pasar bajo el manto de Nuestra Patrona y Reina es un signo externo, que nos lleva al ver desde el signo
de la fe a nuestra Patrona como Madre que acoge, que ama, que protege e intercede como medianera nuestra
ante su Hijo.
"Bajo el Manto de la Virgen" expresa la confianza, abandono, solaz, paz, comprensión, amor, todo ese
cúmulo de sentimientos, emociones y afectos que inspira la Imagen de Nuestra Señora de la Soledad.
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En efecto, María acompaña a Cristo Sacerdote, desde la Encarnación hasta la Cruz como una madre
acompaña a su hijo. María sigue acompañando a sus hijos con solicitud maternal. Cada seguidor de Jesús ha
de saberse especialmente acompañado por su Madre, la Virgen María, cuando está bajo su manto.
Las madres de la tierra no abandonan nunca a sus hijos. Del mismo modo María, que ama tanto a sus
hijos durante la vida, con cuánta ternura, con cuánta bondad acudirá a protegerlos en sus últimos instantes,
cuando mayor es la necesidad.
Nuestra Señora de la Soledad ha obtenido y obtendrá siempre gracias especiales, y aun extraordinarias
y milagrosas, para los que ayudan a dar educación cristiana a los jóvenes en peligro, con obras, consejo,
buen ejemplo o simplemente con la oración. María es la dispensadora de todas a las gracias y la gracia de
nuestra salvación viene por sus manos.
Así como un día María nos dijo en el Tepeyac, ahora al pasar bajo su manto nos dice lo mismo: ¿No
estoy aquí, yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría?
¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?" Y
nosotros le respondemos ¡Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, Protectora de todos los que te
escuchan y a ti se confían, no desprecies las súplicas que te presentamos en nuestras necesidades, antes bien,
líbranos ahora y siempre de todos los peligros, Virgen Gloriosa y Bendita!
La liturgia de hoy se divide en cuatro partes:
- Breve Lucernario: Se bendice el fuego. Se prepara el cirio en el cual el sacerdote con un punzón
traza una cruz. Luego marca en la parte superior la letra Alfa y en la inferior omega, entre los brazos de la
cruz marca las cifras del año en curso. A continuación se anuncia el Pregón Pascual.
- Liturgia de la Palabra: En ella la Iglesia confiada en la Palabra y la promesa del Señor, recuerda las
maravillas que desde los comienzos realizó Dios con su pueblo.
- Liturgia Bautismal: Se hace la renovación de los compromisos bautismales y en muchas ocasiones
se realiza el bautismo de un feligrés.
- Liturgia de la Eucaristía: Se celebra la Santa Misa, aunque se realice antes de la media noche, es la
Misa Pascual del Domingo de Resurrección. El sacerdote y los ministros se revisten de blanco y con alegría
se anuncia la Resurrección del Hijo de Dios.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Misas como cada Domingo
9:30, 11:30, 5:30 y 7:30 en el Templo parroquial de la Soledad;
1pm San Miguelito y 2pm Hospitalito, 8am y 6:30pm Divina Providencia
“Al tercer día resucitó”, en esta piedra angular se basa la fe cristiana. El Señor de la vida había
muerto, pero ahora vive y triunfa.
El Domingo de Pascua es el día en el cual Jesús salió de su sepulcro. Este hecho es fundamental para
el cristianismo. El evangelio nos dice en cuanto se hace de día, tres mujeres van al sepulcro donde Jesús
estaba enterrado y ven que no está su cuerpo. Un Ángel les dice que ha resucitado. Van corriendo donde está
la Virgen con los Apóstoles y les dan la gran noticia: ¡Ha resucitado! Pedro y Juan corren al sepulcro y ven
las vendas en el suelo. El desconsuelo que tenían, ayer, se transforma en una inmensa alegría. Y rápidamente
lo transmiten a los demás Apóstoles y discípulos. Y todos permanecen con la Virgen esperando el momento
de volver a encontrarse con el Señor.
Éste es el día de la esperanza universal, el día en que en torno al resucitado, se unen y se asocian todos
los sufrimientos humanos, las desilusiones, las humillaciones, las cruces, la dignidad humana violada, la vida
humana no respetada.
En la Resurrección la vocación cristiana descubre su misión: acercarla a todos los hombres.
El hombre no puede perder jamás la esperanza en la victoria del bien sobre el mal. Por esta razón los
cristianos con gran júbilo celebramos de Domingo a Domingo la Resurrección del Señor.
“En este día de tu triunfo sobre la muerte, que la humanidad encuentre en ti, Señor, la valentía de
oponerse de manera solidaria a tantos males que nos afligen” (Juan Pablo II, 2004).
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