avances

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Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
Coordinación de Investigación y Posgrado del Instituto
de Ciencias Sociales y Administración
AVANCES
Cuaderno de Trabajo
Breve historia de la Abogacía, la
enseñanza del Derecho y la
Colegiación
Francisco Javier Silva Moreno
Núm. 164
Mayo 2008
Comité Editorial de Avances
Dra. Martha Patricia Barraza de Anda
Dra. Consuelo Pequeño Rodríguez
Dra. Alba Yadira Corral Avitia
Mtra. Carmen Gabriela Lara Godina
Mtro. Gerardo Sandoval Montes
Dra. Magali Velasco Vargas
Dra. Sonia Bass Zavala
Mtra. Carmen Álvarez González
Mtra. Ma. Elena Vidaña Gaytán
Mtro. Oscar Dena Romero
Mtra. Katya Butrón Yáñez
Directorio
Jorge Mario Quintana Silveyra
Rector
David Ramírez Perea
Secretario General
Martha Patricia Barraza de Anda
Coordinadora General de Investigación y Posgrado
Francisco Javier Sánchez Carlos
Director del Instituto de Ciencias Sociales
y Administración
Consuelo Pequeño Rodríguez
Coordinadora de Investigación y Posgrado del ICSA
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
Instituto de Ciencias Sociales y Administración
H. Colegio Militar # 3775
Zona Chamizal
C.P. 32310
Ciudad Juárez, Chihuahua, México
Tels. 688-38-56 y 688-38-57
Fax: 688-38-57
Correo: [email protected]
[email protected]
Avances
Breve historia de la Abogacía, la enseñanza
del Derecho y la Colegiación
El presente trabajo tiene el objetivo de reseñar de manera muy breve, el desarrollo
del Derecho y el de los juristas, dedicados a la asistencia de las partes en un juicio.
Ortolán señalaba “Todo jurista debe ser historiador y todo historiador debe ser jurista”.
Porque la historia no puede entenderse sin el Derecho y el Derecho está encarnado en la
historia, dice Miguel Ángel Hernández Romo, ex Rector de la Escuela Libre de Derecho,
al prologar la obra de Francisco De Icaza Dufour, La “Abogacía en el Reino de la Nueva
España” inspiradora de este artículo.
ORÍGENES DEL DERECHO
La historia del Derecho entra en una nueva etapa, a partir del momento en que se
adquiere la costumbre de apuntar los datos de interés jurídico en materiales que resisten
la acción del tiempo. (Estelas, rocas cinceladas, placas de bronce, tablillas de barro
cocido, pieles de ciertos animales, el papiro, tablillas de madera cubiertas con cera, etc.).
Estos documentos antiguos presentaron entre otros problemas, los fenómenos de las
abreviaturas y el de las “interpolaciones”, esto es, cuando a un documento básico se le
introdujeron posteriormente modificaciones y entonces, hay que distinguir entre dos o
más “capas” históricas.
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EL ANTIGUO ORIENTE
Unos 3000 años antes de Cristo, cuando del neolítico se pasa a la época del
bronce y del hierro, encontramos en la región Mesopotámica las más antiguas ciudadesestado como fueron: Los Sumerios, Babilonios, Asirios, Hititas, Elamitas, Casitas, Persas
y Dorios entre otros.
Respecto a los antecedentes jurídicos más antiguos de los que se tiene conocimiento,
éstos son de origen Sumerio, y así tenemos:
1) El Entemena, promulgado por el príncipe sumerio así llamado, que vivió hacia el
año 2400 a.C.
2)
El Urukagina, promulgado por el rey de este nombre hacia el 2355 a.C.
3) Un obelisco de aproximadamente 2275 a.C. que perteneció a “Manistusu” de la
dinastía sargónica acádia, que consigna la compra-venta de un terreno.
4) El Gudea, texto legislativo promulgado por el rey Gudea entre 2144-2124 a.C.
5) El Codex Ur-Nammu, texto legislativo Sumerio, expedido entre 2061 y 2043 a.C.
6) 60 normas de los Acadios, del Codex atribuido al Rey Bilalama de la ciudad de
Eshnuna. (1840 o 1790 a.C.)
7) El Codex Lipit-Ishtar de 1800 a.C.
8) El Código del Rey Hamurabi, que debió haber gobernado entre 1728 y 1686 a.C.
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Se destaca en estos antiguos Estados, normas que regulaban entre otras cosas:
Deudas y aparcería, delitos (Ley del Talión), matrimonio, divorcio, patria potestad,
derecho sucesorio, contratos de comisión, de prestación de servicios y de arrendamiento,
el principio de la “actio redhibitoria” en relación con los esclavos, el matrimonio no era
estrictamente monogámico, la adopción en fraternidad, la donatio mortis causa, la pena
convencional corporal, la ordalía también llamada, juicios de Dios; el matrimonio es
relativamente monogámico, pero también se da éste entre hombres, y la figura del
Levirato, estas tres últimas figuras, son del derecho de los Hititas.
Dos circunstancias importantes dentro de la legislación Hamurabiana deben destacarse,
una, que se logra desplazar de los tribunales, si bien no del todo, la presencia del clero,
el cual había disfrutado de la prerrogativa de administrar justicia; y dos, en los juicios o
procesos, las partes litigantes se encargaban de su propia defensa, no conociéndose la
figura del abogado.
Con todo esto, se quiere significar que antes de los griegos y los romanos, ya existían
bastantes códigos y leyes en los pueblos de Mesopotamia, sin descartar a los del antiguo
Oriente, como el derecho de Egipto, el de la India, el antiguo derecho Hebreo, con una
legislación muy “socialista” que se encuentra en los libros del Levítico y el Deuteronomio,
codificada entre los años 900 y 600 a.C., entre otros.
LA ANTIGUA GRECIA
Margadant describe a la antigua Grecia como: “…un rinconcito del mundo antiguo,
el que sólo durante algunas generaciones presento tal explosión de energías culturales,
que aun en la época actual, se le considera como la fuente de muchos elementos
necesarios dentro de nuestro equipaje espiritual”.
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Sigue diciendo el autor, que lo que la antigua Grecia aporta al campo del Derecho,
corresponde sobre todo a dos grandes temas:
1) Su experimentación con el régimen constitucional de las diversas estado-ciudades
(poleis);
2) Su discusión filosófica acerca de temas directa o indirectamente jurídicos.
El derecho griego no fue un derecho relativamente unificado como el romano, pues cada
polis tenía su propio derecho. Se conoce al derecho de Atenas por fuentes extrajurídicas;
al de Esparta por descripciones atenienses; y al de Gortyna a causa de una importante
inscripción.
Figuras y terminología jurídica de raigambre griega que pasaron al Derecho Romano,
entre otras, se pueden mencionar las siguientes: Documento quirografario; hipoteca e
hiperrocha; el anatocismo; la anticresis; la expresión sinalagmático; la enfiteusis; el
término de bienes parafernales; la institución de la avería gruesa de la Lex Rhodia de
Iactu, etc.
J. Molierac afirma que los griegos profesionalizaron la abogacía, cuando los jueces
obligaban a las partes a sostener por sí mismos sus derechos, hasta que las leyes de
Solón dispusieron una serie de reglas para que las partes contaran con la asistencia de
un pariente o de un amigo que completara sus alegatos, ese fue el papel del “synagor”.
Más adelante aparecieron los “logógrafos” que proporcionaban a los ciudadanos,
defensas preparadas de antemano.
Entre estos incipientes abogados, podemos señalar a Antifón, Femides, Anestófanes,
Fesias, Iseo, Lisias, Isócrates y el mismo Demóstenes, que vendían discursos a los
litigantes. Pericles el estadista y militar ateniense es considerado como el primer
abogado profesional de aquellos tiempos.
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Los juicios se desarrollaban en un lugar llamado Areópago, que venia a ser el tribunal
superior de los griegos, y el Arconte presidía los juicios públicos o privados, éste era un
magistrado de la República. En las leyes de Solón se encontraron disposiciones para el
ejercicio de la abogacía, las mujeres por razón de su género no podían ejercer como
abogadas.
LA ANTIGUA ROMA
Roma es conocida como la creadora del Derecho Occidental. Esta distinción tiene
que ver con el derecho establecido por las antiguas autoridades romanas hasta el 476
d.C. y, después de la división del imperio, el reconocido por las autoridades Bizantinas
hasta 1453, por la gran compilación realizada por juristas, en tiempos del emperador
Justiniano y llamada desde la Edad Media, el
Corpus Iuris Civilis. Sin embargo, lo
anterior resulta demasiado estrecho si consideramos todo lo que navega con bandera de
“Derecho Romano”. (Las compilaciones de Derecho Romano de los reyes bárbaros y las
reinterpretaciones del Corpus Iuris Civiles hechas por los glosadores y los
postglosadores, desde la temprana Edad Media hasta el siglo antepasado con la
pandectística alemana)
Por el gran desarrollo que el derecho romano alcanzó hasta llegar a la época de las
grandes codificaciones, es de considerar la advertencia de Gayo en el sentido de que, no
debe tocarse el derecho con “manos sin lavar”, pues quien ha de buscar la solución justa
de algún conflicto concreto o colaborar con la fijación de normas generales, debe ser
algo mas que un mero “leguleyo”. El jurista, abogado, juez o funcionario administrativo
debe ser un guardián del derecho y esta función supone cierta capacidad de mirar más
allá de las fronteras.
En Roma las fórmulas procesales del derecho fueron iniciadas originalmente por los
sacerdotes y mil años después, Justiniano declara que los jurisconsultos bien pueden ser
considerados como sacerdotes de la justicia.
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El inicio de lo que hoy conocemos como la profesión de la abogacía, es decir, la actividad
de quien se dedica a interceder por otro ante el foro romano, se le denominaba “Patrono”
y es en esta institución donde se origina la función del abogado, para posteriormente ser
cambiada la palabra por “advocati”, o “causidici”, cuando la defensa ante la justicia se
convierte en una verdadera profesión. Al principio esta práctica era gratuita y significaba
un honor, posteriormente cuando se autorizaron las contraprestaciones, debía celebrarse
un contrato llamado “locatio conductis operis” o sea un arrendamiento de servicios.
Otro tipo de abogados eran los que realizaban funciones notariales, que al principio
fueron atribuidas a diferentes oficiales públicos y privados, destacando los escribas, el
notarri, el tabullarius y el tabellio, recibiendo los nombres también de cursor,
amanuensiis, cognitor, acturarius, aceptor, logofraphis, numerarius, entre otros. Pero el
verdadero antecedente de estos abogados que actuaban como notarios fueron los
tabullarius y el tabellio.
Otros personajes que no se consideraba abogados, pero que sí manejaba el fino
instrumental del derecho, eran los Jurisconsultos, cuya labor consistía en dictaminar,
redactar contratos para evitar pleitos futuros, escribir obras de derecho y enseñar esta
materia a la generación joven. “Tal vez pisaría el suelo de las oficinas jurídicas para
asesorar a los magistrados, pero no se rebajaría fácilmente a asesorar a algún
particular”, dice Margadant.
EDAD MEDIA
El año 476 d.C. significa el inicio de la Edad Media, que se caracteriza por la
entrada de las tribus bárbaras (Visigodos, Ostrogodos, Vándalos, Borgoñeses, Francos,
Anglos y Sajones, entre otros) a los territorios occidentales del Imperio Romano.
Alarico I, fue el primer Rey de los Visigodos en la región de España, (392) y
posteriormente, según narra San Isidoro, Leovigildo el primer Emperador de este
territorio de las Galias.
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El Derecho en estas tierras se empieza a reedificar cuando en el año 212 el emperador
Cracalla concede a todos los habitantes del Imperio la ciudadanía romana, lo que
suponía la desaparición de los ordenamientos indígenas en todas las provincias del
Imperio y la aplicación inmediata del Ius Civile, pero los diferentes grados de
romanización en unas provincias y otras, desencadenó a partir del siglo III la aparición de
un nuevo fenómeno jurídico, el Derecho Romano Vulgar.
Esta pérdida de unidad del Imperio, y la imposibilidad de comunicaciones, por la entrada
sistemática de los pueblos bárbaros, hizo que los juristas y prácticos provinciales no
obtuvieran las obras de jurisprudencia clásica ni siquiera instrucciones de la cancillería
imperial. Ante la apremiante necesidad de emitir resoluciones, aquellos acudieron a
resumir o epitomar obras de los principales jurisconsultos, apareciendo así el “Epítome
de Gallo, las Sentencias de Paulo o las Reglas de Ulpiano”, lo que obligó a los jueces y
prácticos a entrar en contacto con ordenamientos locales no romanos, incrementándose
los usos “vulgares”.
Los derechos más antiguos en esta región son: el Codex Euricianus (derecho
consuetudinario visigodo de 475) El Breviario de Alarico (derecho romano de 506). Más
tarde en la segunda mitad del siglo VII la Corte Visigoda promulgó el Fuero Juzgo que
contiene un derecho visigodo con influencias cristianas y romanas, considerado como el
primer Código Nacional de España.
Cabe mencionar que en el 711, sufren los visigodos la derrota por los Musulmanes,
quienes les permiten quedarse con su religión y con su derecho, mediante el pago de un
impuesto especial, dando esto lugar a una notable dispersión del derecho de los
cristianos. Esta dispersión contribuyó a la autonomía de muchos municipios, que dan
lugar a su vez, después de la crisis, a las Cartas Puebla o de población y así aparecen
los Fueros de León, Nájera y Sepúlveda en 1020; después el de Toledo, Lérida, Tortosa
y el de Villagrasa.
Con la derrota y expulsión de los Musulmanes, se forman tres bloques de poder en
España: Aragón, Castilla y Portugal.
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En estos centros de poder español, aparecieron los siguientes monumentos legislativos
de la España Medieval:
-El fuero Viejo de Castilla, con modificaciones a partir del siglo X;
-El Fuero Real de España, de 1255;
-Los Fueros de Aragón de 1247;
-Las Siete Partidas elaborada entre 1257 y 1263, antecedente del Speculum (espejo, que
sugiere que el derecho no emana de la voluntad del legislador, sino que sólo debe
reflejar la costumbre ya establecida).
-El Ordenamiento de Alcalá de 1348 que establece una jerarquía jurídica para la
aplicación de la Ley.
-Las Leyes de Estilo de fecha desconocida.
-Las Hazañas, que son decisiones emanadas del tribunal del Rey.
En los siglos VIII al XII, se puede señalar que la profesión de abogado no existía en
Castilla, pues el saber de este ejercicio se obtenía en forma empírica a través de los
años, ni siquiera para ser juez se requería ser perito en derecho, bastaba tan sólo que
fueran hombres probos conocedores de las costumbres y cuando mucho que supieran
leer y escribir.
Como ya se dijo los abogados en Castilla hasta esta fecha no se encuentran bien
definidos, sólo se aprecia un leve antecedente en el “Liber Iudisiorum” cuyo libro II titulo
III, señala algunas normas reguladoras de los “Voceros o Personeros” quienes eran mas
bien representantes en los juicios, y leían el escrito del quejoso. Es hasta finales del siglo
XI cuando los clérigos empezaron a actuar ante los tribunales eclesiásticos en la materia
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canónica, defendiendo a otros y es hasta el siguiente siglo que se empiezan a mencionar
a los abogados.
Los antecedentes más antiguos sobre los estudios de la abogacía, pudieran encontrarse
en las corporaciones de abogados llamadas “Collegium Togatorum” de la antigua Roma,
y aunque existió la academia de Platón, el Liceo de Aristóteles y en grandes bibliotecas
se impartía enseñanza de alto nivel cultural, no es sino hasta la Edad Media cuando
encontramos instituciones que proporcionan la enseñanza de las “siete artes liberales”
que formaban el “Trívium (gramática, dialéctica y retórica) y el Quadrívium (aritmética,
geometría, astronomía y música)”, encontrando el estudio del Derecho su lugar, dentro
de la retórica y apareciendo con estos estudios, las primeras Universidades como la de
Bolonia, Oxford, Orleáns, Cambridge, etc.
Todo esto trajo como consecuencia la asociación de profesionales en estas ramas del
conocimiento, pero en España la primera asociación de abogados de que se tiene
noticia, fue la establecida en Barcelona por el Rey Alfonso IV de Aragón, el 14 de abril de
1330, y en 1546 se erigió en Zaragoza, la Cofradía de Letrados del Señor San Yvo, que
más tarde se transformó en el Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza. En 1592
en la ciudad de Valladolid se constituyó la Hermandad y Cofradía de los abogados, cuyas
reuniones se efectuaban en el colegio de los jesuitas. El 15 de julio de 1596 se aprueba
la Congregación y Hermandad de la Asunción de Nuestra Señora y del Señor San Yvo,
para los abogados de Madrid, por el Rey Felipe II. Así siguieron las agrupaciones de
Sevilla en 1706, posteriormente Zaragoza, Valladolid, Valencia, La Coruña, Córdova,
Oviedo, Málaga, Palma de Mallorca y Cádiz.
LA NUEVA ESPAÑA
El descubrimiento de América es el acontecimiento que marca el fin de la Edad
Media y el inicio de la Moderna. El inmenso territorio integrado por América y la Oceanía
Española, fue denominado “Imperio de las Indias” y por disposición del Emperador
Carlos V, quedó incorporado a la Corona de Castilla. Los reyes que gobernaron en este
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nuevo territorio, fueron estableciendo su propio ordenamiento jurídico que se denominó
“Derecho Indiano”.
Fue Don Juan de Ovando quien inicia la primera recopilación y en 1680 se promulga la
Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias, obra terminada por Don Antonio de
León Pinelo.
Los estudios de derecho podían hacerse en la Real y Pontificia Universidad de México,
fundada por Real Cédula de Felipe II del 21 de Septiembre de 1551, inaugurándose sus
cursos el 25 de enero de 1553 siendo primer Rector Antonio Rodríguez de Quezada.
Para la validez de los estudios universitarios se requería la aprobación del Papa, que fue
otorgada a la de México mediante Bula del 7 de octubre de 1597, por el Papa Clemente
VII, que la declaró pontificia.
Posterior a esto los abogados peninsulares y los egresados de la Universidad lucharon
por lograr la colegiación de sus agremiados, tratando de imitar los colegios que ya
existían en España. En la Nueva España se presentó de inicio una disputa que duró
cinco años, sobre la conveniencia o no de permitir la presencia de abogados en estas
nuevas tierras, destacándose las disputas entre Cortés y Salazar y Chirino que
finalmente desembocaron en la autorización que el Emperador Carlos V resolvió a favor
de la aceptación de abogados en las tierras Novohispanas.
Es hasta el siglo XVIII cuando los abogados mexicanos se agruparon en una cofradía al
estilo de los peninsulares, aunque no era exclusiva para los de la profesión, pues
convivían con miembros de la Audiencia, oficiales reales, clérigos, abogados y otros
hombres importantes. Es hasta el 21 de de junio de 1760 que Carlos III autorizó la
fundación del Colegio de Abogados de México; y el 24 de diciembre de 1766, por Real
Cedula el rey aprobó la incorporación “por filiación”, del Colegio de Abogados de México
al de Madrid, otorgándole los mismos privilegios de que gozaba éste.
El Colegio de Abogados de México, tenía como santos patronos, en primer lugar la
Virgen de Guadalupe, San Juan Nepomuceno, San Juan de Dios y San Andrés Avelino.
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La colegiación no era obligatoria, pero los abogados que deseaban pertenecer al
Colegio, debían examinarse ante la Real Audiencia, en la casa del rector, el cual era
asistido de doce sinodales que luego disminuyeron a cuatro, teniendo una duración
mínima de dos horas. Uno de los privilegios de los aceptados era que podían ejercer la
profesión ante la Real Audiencia y Corte de México.
Otro dato interesante es que desde la fundación del Colegio de Abogados se previó la
necesidad de crear una Academia de Jurisprudencia Teórico-Practica Real y Pública, la
cual se logró hasta el año de 1794. Esta pretendía desempeñar un papel fundamental en
la enseñanza y estudio del derecho.
Con la guerra de Independencia de México, el Colegio de Abogados decidió adherirse a
ella y cambiaron el nombre por el de “Ilustre e Imperial Colegio de Abogados de México”,
reformulando sus estatutos el 14 de enero de 1827, para estar de acuerdo con el México
Independiente. Posteriormente se volvieron a reformular los estatutos publicándose en
1830 y volviéndose a cambiar el nombre a “Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de
México”, que conserva actualmente.
El 29 de diciembre de 1922 se constituyó la Barra Mexicana del Colegio de Abogados
mediante escritura pública y han sufrido varias modificaciones estos estatutos, para
quedar finalmente con el carácter de Nacional.
Con lo anteriormente expuesto se quiere resaltar que con la actividad de la abogacía, la
enseñanza del derecho y la posibilidad de la colegiación obligatoria, se obtendrían
grandes beneficios sociales, que evitarían conductas y actitudes negativas en el
desempeño de tan nobles profesiones, pues es indudable que la ética de los abogados
desde el inicio de la historia, se encuentra bastante desprestigiada, por los jueces,
magistrados, notarios, consejeros de reyes y emperadores, porque todos ellos realizaron
todo género de abusos, el cobro de honorarios exagerados, pleitos inútiles y eternos,
corrupciones, alegaciones largas y ociosas, todo en detrimento de los clientes, que
provocó una idea generalizada de desprestigio a esta profesión que pervierte a la
justicia, porque “debiendo ser una constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo
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que le toca, se ve que se quita, a cada uno lo que tiene” (Hipólito de Villarroel, señalado
en su obra, enfermedades políticas que padece la capital de esta Nueva España).
Con estos breves párrafos concluyo este inconcluso esbozo de ensayo, para continuar
en un momento posterior, hasta la época actual en lo referente a la colegiación de
abogados en la capital del país, para luego, llegar al desarrollo de la colegiación en esta
ciudad. Me despido de Ustedes, esperando dejar una reflexión a la conducta que
actualmente desarrollamos los abogados en el quehacer de nuestra querida profesión,
asimismo para proponerles pensar en el proyecto de una Colegiación en nuestro Estado
y en nuestra Ciudad, para coadyuvar a una mejor actitud de servicio a la comunidad,
como profesionales de esta área.
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