CoordinaCión voCal Como una dimensión de la

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Coordinación Vocal Como una Dimensión
de la Regulación Mutua en Psicoterapia
Alemka Tomicic,
Claudio Martínez,
Carolina Altimir,
Susanne Bauer
y Alejandro Reinoso*
Resumen
El presente artículo ofrece una revisión teórica y empírica que tiene como objetivo argumentar
que la coordinación vocal entre paciente y terapeuta constituye una dimensión relevante para el
estudio de los procesos de regulación en psicoterapia. La idea central es que la coordinación vocal
como expresión de un proceso de regulación interactiva, es un aspecto que forma parte de la generación del campo intersubjetivo que propiciaría el cambio en los pacientes. Se discuten los desafíos
metodológicos que esta perspectiva impone al estudio de la coordinación vocal en psicoterapia.
Palabras clave: coordinación vocal, regulación mutua, proceso psicoterapéutico.
Key words: vocal coordination, mutual regulation, psychotherapeutic process.
La investigación sobre la relación entre los aspectos del proceso y los resultados de la psicoterapia
se ha centrado en los últimos años en el estudio de
las técnicas e interacciones facilitadoras del cambio
psíquico. También ha prestado mayor atención al
análisis del papel de la alianza entre paciente y terapeuta para la promoción de un buen resultado del
tratamiento (Asay & Lambert, 1999; Orlinsky, Ronnestad, & Wilutzki, 2004). Sin embargo, y pese a que
se entiende que las técnicas y la alianza terapéutica
se manifiestan a través de las expresiones verbales
y no verbales (Hill, 2005), lo cierto es que el mayor
énfasis ha estado en la investigación de las intervenciones o interacciones verbales (e.g. Buchheim &
Mergenthaler, 2001; Czogalik & Russell, 1995; Elliot,
et al., 1987 -Primary Therapist Response Modes-;
Krause, de la Parra, Arístegui & Strasser, 2008; Stiles
* Alemka Tomicic, Claudio Martínez, Carolina Altimir, Susanne
Bauer y Alejandro Reinoso. Pontificia Universidad Católica de Chile,
Escuela de Psicología, Macul, Santiago de Chile.
E-Mail: [email protected]
REVISTA ARGENTINA DE CLÍNICA PSICOLÓGICA XVIII p.p. 31-42
© 2009 Fundación AIGLÉ.
& Shapiro, 1995 - Modos de Respuesta Verbal-; Wiser
& Goldfried, 1996). Si bien esta aproximación al estudio de la relación entre proceso y resultado ha sido
fructífera al describir algunos de los “ingredientes”
de la efectividad en psicoterapia, lo ha sido menos
en dar cuenta de los procesos interaccionales no verbales que se asocian con la evolución de la alianza y
con el cambio terapéutico (Rasting & Beutle, 2005;
Tickle-Degnen & Gaveta, 2003).
Estos procesos interaccionales no verbales han
sido recientemente destacados en desarrollos
teóricos e investigaciones que han mostrado la coordinación entre paciente y terapeuta en distintas
dimensiones y su relación con el cambio (e.g. momentos dialógicos, Cissna & Anderson, 1998; momentos
de encuentro, Stern, 2004; sincronía, Ramseyer &
Tschacher, 2006, 2008) y que en su conjunto pueden
ser descritos como formando parte de la noción de
regulación mutua. Esta ha sido propuesta como
un mecanismo explicativo de la asociación entre la
coordinación no verbal entre paciente y terapeuta, y
los procesos que propician el cambio en psicoterapia
(Beebe & Lachmann, 2003).
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Alemka Tomicic, Claudio Martínez, Carolina Altimir, Susanne Bauer y Alejandro Reinoso
En relación con la coordinación de los comportamientos no verbales, la investigación ha aportado
evidencia a favor de su asociación con el grado de
rapport, empatía y el “éxito” de las interacciones
diádicas (Bernieri & Rosenthal, 1991; Cappella &
Schreiber, 2006; Chatrand, Cheng & Jefferis, 2002).
Entre los comportamientos no verbales estudiados
se encuentran la coordinación de los movimientos
corporales (Chatrand, et. al, 2002; Grahe & Bernieri,
1999; Grammer, Kruck & Magnusson, 1998; Lakin &
Chatrand, 2003), de las expresiones faciales (Bernieri, Davis, Rosenthal & Knee, 1994) y las cualidades
vocales (Crown, 1991; Grahe & Bernieri, 1999; Jaffe,
Beebe, Feldstein, Crown & Jasnow, 2001; Warner,
Malloy, Schneider, Knoth & Wilder, 1987).
En esta línea, recientemente la pregunta por la coordinación no verbal en la interacción entre paciente y
terapeuta, y su relación con el desarrollo del proceso
psicoterapéutico, ha comenzado a ser explorada
nuevamente (e.g. Nagaoka & Komori, 2008; Nagaoka,
Yoshikawa & Komori, 2006; Ramseyer & Tschacher,
2008; Sharpley, Jeffrey & Mcmah, 2006) retomando
los trabajos de Condon & Ogston de finales de la
década de los 60’ (1966, 1967).
De particular interés es la coordinación vocal
entre paciente y terapeuta, porque la voz es uno de
los principales medios a través del cual ocurre la
comunicación verbal en el diálogo psicoterapéutico.
Las cualidades vocales como el timbre, ritmo, tempo,
resonancia, control y acento aportan significado y
contexto a las palabras habladas (Andersen, 1998)
y, en la interacción terapéutica, las características
vocales del discurso pueden devenir una de las
principales fuentes de información sobre aspectos
implícitos y sobre el sentido de los actos realizados en
la comunicación entre sus participantes (Knoblauch,
2000).
Este artículo tiene como propósito presentar una
revisión sobre la relación entre la regulación mutua
y el fenómeno de la coordinación interpersonal y,
en particular, sobre la coordinación vocal como una
dimensión de expresión de fenómenos de regulación
en el proceso psicoterapéutico. Asimismo, se propone
explorar las posibilidades de indagación y estudio
empírico de este fenómeno.
Regulación Mutua y Coordinación de
los Comportamientos No Verbales en
Interacciones Diádicas
Diferentes desarrollos teóricos convergen en la
noción que los seres humanos poseen, al mismo
tiempo, una innata necesidad de relacionarse con
otros, como también una tendencia natural hacia
la autodefinición e individuación (Safran & Muran,
2000). Ambas dimensiones subyacen a todo comportamiento interpersonal en diferentes grados y en
una dinámica dialéctica permanente. Las personas
interactúan continuamente negociando con estos
aspectos de su propia personalidad: Sus necesidades
de afiliación, amistad, amor, etc., y sus necesidades
de control, dominancia, poder y competencia individual (Kiesler, 1996). Los procesos de autorregulación
están al servicio de esta tendencia natural hacia la
autodeterminación y competencia individual, en
cambio los procesos de regulación mutua estarían al
servicio de la tendencia hacia la afiliación y dependencia de otros.
De acuerdo con Beebe (2006), la comprensión
de la interacción diádica implica, por un lado, entender la manera cómo cada participante afecta sus
propios comportamientos (autorregulación), y por
el otro, comprender la manera cómo cada uno de
los participantes es afectado por el comportamiento
del otro (regulación mutua). La autora sostiene que
cada díada participa en este proceso de regulación
interactiva que ocurre momento a momento y en un
nivel no verbal.
Un planteamiento similar propone Holtz (2003),
quien caracteriza las interacciones diádicas considerando cuatro ideas centrales: a) la interacción es
un proceso continuo que se construye momento a
momento, b) se caracteriza por la interdependencia
e influencia interactiva de los comportamientos (verbales y no verbales) de los participantes, c) son los
patrones rítmicos los que organizan la interacción,
y d) esta es determinada por la autorregulación y la
regulación mutua de los participantes.
Además, este proceso de regulación mutua no
sería causal, sino que predictivo. Esto quiere decir
que el comportamiento de cada participante podría
ser predicho por el del otro (Beebe, 2006). Este proceso predictivo, se expresaría en la coordinación de
los comportamientos no verbales de los participantes
de una interacción diádica.
Coordinación Interpersonal No Verbal
La coordinación de los comportamientos no verbales en interacciones diádicas no es un objeto de
estudio novedoso en el ámbito de la psicología. El
interés por este fenómeno se remonta hacia finales
de la década de los 60’ cuando psicólogos sociales
comenzaron a observar que las personas imitaban
acentos y otras tendencias del habla, se contagiaban
bostezos o la risa y se imitaban posiciones corporales y manierismos durante sus conversaciones
(Chartrand, et al., 2002; Cappella & Schreiber, 2006).
Estos hallazgos han sido denominados por algunos
autores como “mímesis” (Chartrand, et al., 2002),
“coordinación interpersonal” (Bernieri & Rosenthal,
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Coordinación Vocal Como una Dimensión de la Regulación Mutua en Psicoterapia
1991; Cappella & Schreiber, 2006), “sincronía” (Ramseyert & Taschacher, 2006) y “sincronía encarnada”
(Nagaoka & Komori, 2008; Nagaoka, et al., 2006).
Bernieri & Rosenthal (1991) sistematizan y ofrecen una conceptualización sobre el fenómeno de la
coordinación interpersonal que es lo suficientemente
amplia como para dar cuenta de sus manifestaciones
específicas. Los autores señalan que la coordinación
interpersonal hace referencia a la manera en que
las personas “se-encuentran”. Operacionalmente la
coordinación interpersonal es el grado en el cual los
comportamientos en una interacción no son aleatorios sino que siguen un patrón o presentan sincronización tanto en lo que respecta al timing como a la forma
de los mismos. En particular, a juicio de los autores,
la coordinación de los comportamientos no verbales
puede ser categorizada en dos tipos básicos: congruencia en el comportamiento o similitud, y sincronía
interaccional. Por su parte, la sincronía interaccional
se compondría de tres aspectos: ritmo, movimientos
simultáneos, y enlace de las interacciones.
La congruencia en el comportamiento o similitud
es lo que más se asemeja en el marco de la coordinación interpersonal a los fenómenos de mimesis y espejamiento (e.g. Modelo de Mímesis para la Comunicación de la Emoción – Hess, Phillipot & Blairy, 1999).
En este sentido, Bernieri & Rosenthal (1991) sostienen
que la congruencia o similitud comportamental ocurre
cuando dos o más personas muestran una configuración corporal o no verbal similar. Por su parte, la
sincronía interaccional considera la observación de
la coordinación de los comportamientos no verbales
en el tiempo y, por lo tanto, la observación de ciclos
o patrones (e.g. Modelo de la Sincronía Encarnada
en los Patrones Temporales del Discurso- Nagaoka,
Komori & Yoshikawa, 2007). Los tres aspectos que
comprenden la sincronía desde esta conceptualización son, las características rítmicas y cíclicas de la
interacción (ritmos), la concurrencia de dos o más
comportamientos (movimientos simultáneos) y la
interrelación de dos comportamientos que fuera
de dicha interacción serían independientes entre sí
(entrecruzamiento comportamental).
Esta noción de coordinación, que reúne los fenómenos de congruencia y sincronía de los comportamientos no verbales, implica necesariamente que la
influencia entre los participantes es bidireccional.
Sin embargo, bidireccionalidad no significa que la
coordinación siempre sea simétrica respecto a las
maneras o el grado en que cada participante predice
el comportamiento del otro (Beebe, Jaffe & Lachmann,
1992). La coordinación puede ser recíproca, es decir,
los participantes pueden aparejar (matching) sus
comportamientos (mostrando correlaciones positivas) o pueden compensarlos (mostrando correlaciones negativas) (Cappella, 1981; Jaffe, et al., 2001).
En esta misma línea, la noción de zeitgeber (metrónomo) sugiere una particular forma de regulación
mutua entre los participantes para el caso de los
ritmos de interacción en el marco de la sincronía.
Es bien sabido que muchos de nuestros procesos
biológicos son de naturaleza cíclica o rítmica, así
como también que estos procesos se enlazan con
ciclos dados por nuestro entorno. Por ejemplo, los
ciclos del día y la noche con los cuales se enrielan
nuestros propios ciclos de vigilia y sueño. En este
caso, el entorno opera como un zeitgeber con el cual
nuestros procesos biológicos se sincronizan (Bernieri
& Rosenthal, 1991). En este sentido, es posible figurar
que en una relación de coordinación interpersonal,
cualquiera de los participantes puede operar como
zeitgeber y, que la posición y variación del zietgeber
en el marco de esa unidad interaccional puede caracterizar la composición de la misma (por ejemplo,
configuración y variaciones en la simetría-asimetría
de la interacción).
Estas variaciones en la forma y el grado de la
coordinación pueden ser conceptualizadas como
indicadores de las variaciones en la forma y calidad
del proceso de regulación interactiva entre los participantes.
Coordinación No Verbal y Calidad de la Interacción
El interés de los investigadores por el estudio
de la coordinación interpersonal en interacciones
diádicas se ha sustentado en la constatación que,
por un lado, este fenómeno se encuentra presente
en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida
social y, por el otro, que este fenómeno contribuye
con las negociaciones que cotidianamente hacemos
en nuestros encuentros cara a cara. Asimismo, la
idea de que nos coordinamos mejor cuando interactuamos con otros que nos agradan y que la falla
en la coordinación de nuestras interacciones con
otros puede conllevar sentimientos de frustración
y extrañamiento, ha propiciado el desarrollo de una
serie de investigaciones tendientes a establecer la
relación entre la coordinación interpersonal de los
comportamientos no verbales y conceptos como el
rapport y el resultado o calidad de las relaciones interpersonales (Bernieri & Rosenthal, 1991; Nagaoka,
et al., 2007).
Respecto del concepto de rapport, Tickle-Degnen
y Rosenthal (1990) formularon un constructo exclusivamente no-verbal después de realizar un metaanálisis de la literatura existente. Identificaron tres
componentes distintivos del rapport y para cada uno
de estos tres componentes- atención mutua, coordinación y positividad- establecieron correlatos de
expresión no verbal. Estos autores no plantean que
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el rapport debe ser definido exclusivamente como un
comportamiento no verbal, pero sí que debe considerarse que éste se codifica y se expresa a través de
canales no verbales.
En un estudio cuyo propósito era el de evaluar la
importancia de las claves no verbales para juzgar el
rapport a través de la observación de pequeños trozos
de interacciones diádicas, los investigadores encontraron que la evaluación del rapport era más precisa
cuando los participantes contaban con las claves no
verbales de la interacción. Incluso, encontraron que
cuando agregaban el contenido verbal a las claves
no verbales, el juicio de los participantes respecto
del rapport en las díadas observadas no mejoraba
(Grahe & Bernieri, 1999).
Chartrand, et al. (2002), refiriéndose a la relación
entre la coordinación interpersonal y el rapport,
sostienen que el fenómeno de la mimesis tiene un
valor social adaptativo y han establecido que por esa
razón la mimesis y el rapport se encuentran relacionados. Argumentan que empleamos de manera no
consciente la imitación para afiliarnos con otros. De
manera similar, señalan que contar con una meta de
asociación puede aumentar la cantidad de mimesis
(Lakin & Chartrand, 2003).
Una de las teorías que permite integrar los
distintos hallazgos sobre la coordinación de los
comportamientos no verbales entre las personas en
sus interacciones comunicativas y su relación con el
rapport es la Teoría de Acomodación del Discurso
(Speech Accomodation Theory, SAT) desarrollada por
Giles en 1973 (McGarva & Warner, 2003). Esta teoría
incluye dos categorías generales para explicar los
cambios de acomodación en la conversación: cambios
hacia la convergencia, en los cuales los intercambios
comunicativos tienden a ser más similares y, cambios
hacia la divergencia, en los cuales los intercambios
ocurren en una dirección opuesta. MacGarva &
Warner (2003) señalan que variados estudios han
mostrado los aspectos verbales y no verbales que
tienden a converger o divergir en las interacciones
entre adultos. Estos incluyen el largo de las oraciones,
la tasa discursiva, la densidad de la información, la
intensidad vocal, el largo y frecuencia de las pausas,
la latencia de respuesta, los gestos, la postura, entre
otros. Específicamente, se ha visto que los cambios
hacia la convergencia en el comportamiento no verbal
reflejan el deseo del hablante de aumentar su integración o identificación con el otro, mientras que los
cambios hacia la divergencia no verbal se explican
como resultado de la intención de detener o cesar la
interacción (MacGarva & Warner, 2003).
En relación con el “éxito” de las interacciones,
Cappella & Shreiber (2006) en una revisión sobre
la teoría y la investigación sobre influencias mutuas
en los comportamientos en encuadres cara a cara,
concluyen que la investigación existente ha aportado
con evidencia respecto que la coordinación afecta los
resultados relacionales. Los estudios microanalíticos muestran que la imitación de comportamientos
discretos se relaciona causalmente con el rapport y,
los estudios de nivel macroanalíticos, muestran que
el enlace emocional dado por la coordinación es una
condición necesaria para el desarrollo de un vínculo
entre los compañeros.
Varios autores han señalado que la relación entre
la coordinación no verbal y la calidad de la interacción
(e.g. rapport, afectos positivos y vínculo) no es lineal.
Por ejemplo, Warner, et al. (1988) encontraron una
relación cuadrática entre los niveles de coordinación
rítmica vocal y los afectos positivos, de manera tal que
los niveles moderados de sincronía eran evaluados
como óptimos por los participantes, mientras que los
niveles insuficientes o excesivos de sincronía resultaban ser evaluados de manera menos satisfactoria.
En este sentido Jaffe, et al. (2001), han planteado la
existencia de un nivel óptimo de coordinación no
verbal. Se trata de una relación curvilínea entre el
afecto, el vínculo y el grado de coordinación. Por
ejemplo, en sus estudios de la interacción entre bebés
y cuidadores, estos autores han encontrado una asociación entre altos niveles de coordinación y patrones
de apego desorganizados y, entre bajos niveles de
coordinación y patrones de apego evitativos. Por su
parte Crown (1991), ha encontrado asociaciones entre
altos niveles de coordinación y disgusto y extrañeza
entre los participantes de la interacción.
Beebe (2006) refiriéndose a este nivel óptimo de
coordinación, conceptualiza un modelo de interacción
en el cual existe un balance entre la autorregulación
y la regulación mutua, siendo el rango intermedio el
que posibilita una flexibilidad óptima entre ambas
dimensiones de la interacción. La autora señala que
si uno de los participantes es altamente vigilante
de la coordinación con el otro, entonces sacrifica en
algún grado su acceso a la autorregulación. Es decir,
compromete su habilidad de detectar y utilizar sus
estados internos. Y en el otro extremo, si la regulación
mutua se ve interrumpida, entonces los participantes
pondrán atención a su propia regulación en desmedro
del vínculo entre ambos.
Ahora bien, la interacción psicoterapéutica presenta ciertas características distintivas respecto de
las interacciones diádicas estudiadas en el campo
de la psicología social y la sociolingüística que, por
ejemplo, podrían implicar variaciones en la asociación
entre la coordinación y la calidad de la misma.
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Coordinación Vocal Como una Dimensión de la Regulación Mutua en Psicoterapia
Regulación Mutua y Coordinación de
los Comportamientos No Verbales en
la Interacción Psicoterapéutica
En la interacción psicoterapéutica los individuos
poseen un estatus asimétrico, su relación se encuentra limitada en el tiempo y el espacio, y la relación es
regulada por prácticas socioculturales de la disciplina. Estas particularidades hacen necesario reexaminar las nociones de regulación mutua y coordinación
de los comportamientos no verbales para el caso de
la psicoterapia.
Algunos conceptos en la literatura especializada
como alianza de trabajo (Horvath, 2005), sintonía
mutua y momentos de encuentro (Stern, 2004),
sincronía (Ramseyer & Tschacher, 2006), momento
dialógico (Cissna & Anderson, 1998), resonancia (Bänninger-Huber & Widmer, 1999), regulación afectiva
(Benecke, Krause & Merten, 1997; Merten, 2005) etc.,
hacen referencia a la relevancia de la coordinación
entre los participantes de una psicoterapia como un
factor esencial para su desarrollo y buen resultado.
A pesar de la importancia que estos hallazgos
empíricos y planteamientos teóricos asignan al fenómeno del acoplamiento, ajuste o coordinación entre
los participantes de la interacción psicoterapéutica,
son pocos los estudios que lo abordan como un proceso dinámico, de construcción conjunta y no verbal,
es decir, como un proceso interaccional implícito. La
mayoría focaliza en la contribución del discurso del
paciente o del terapeuta, o bien en la de ambos, pero
de manera secuencial.
Por ejemplo, Tickle-Degnen & Gaveta (2003) han
señalado que pese a que existe un importante conocimiento acumulado de investigación sobre la relación
entre la alianza y los resultados de la psicoterapia, se
sabe poco sobre sus procesos de desarrollo, y particularmente sobre los cambios en los comportamientos
que pueden ser asociados como indicativos de dichos
procesos. Más aún, las pocas investigaciones que
han focalizado en estos comportamientos lo han
hecho considerando los contenidos del discurso y
no los comportamientos no verbales, a pesar de que
es sabida la primacía filogenética y ontogenética de
lo no verbal en el establecimiento de relaciones de
afiliación y cooperación (Tickle-Degnen & Gaveta,
2003; Segestrale & Molnar, 1997).
Los aportes más significativos y contundentes respecto a la interacción humana como un fenómeno de
regulación mutua y como esencial para el desarrollo
psicológico sano, son los provenientes de múltiples
investigaciones en el ámbito de la psicología evolutiva y del enfoque intersubjetivo del psicoanálisis,
principalmente los trabajos iniciales de Daniel Stern
(1991) y las reflexiones posteriores del grupo de Bos-
ton. Para Stern (1991), el self surgiría directamente de
la experiencia subjetiva de las interacciones sociales
del bebé con sus padres. Esto que llama la “experiencia de estar-con-otro” (p. 151) constituye el centro de
elaboración de múltiples procesos afectivos y cognitivos que permiten el desarrollo psíquico de un infante.
Sin embargo, antes que este proceso tome lugar en
la mente del niño, la experiencia de estar-con-otro
ya ha sido internalizada a través de una experiencia
gradual de regulación diádica. Lo que se transformará
en auto-regulación comienza como regulación con un
otro sensible y en un ambiente de seguridad (Bowlby,
1969/1976). Un cuidador responsivo es aquel que va
aprendiendo a “leer” las conductas del bebé y se va
sintonizando con la frecuencia de comunicaciones
que éste va emitiendo. De este modo, un proceso
de adaptación progresiva del cuidador a las características del bebé se va convirtiendo en un proceso
intersubjetivo de regulación mutua (Tronick, 1989;
Tronick & Cohn, 1989) en el que el bebé internaliza
estos procesos y se vuelve cada vez más partícipe de
ello en un lento y dinámico proceso de coordinación
o regulación mutua.
Este proceso de regulación mutua, que da cuenta de cambios en el desarrollo dependientes de la
interacción entre el niño y su cuidador, tiene especial valor para iluminar los procesos de cambio en
la psicoterapia de adultos (Stern, 1998). En ambos
casos es posible identificar la dimensión del conocimiento implícito, es decir un conocimiento relacional
respecto de sí mismo y el otro que posee cada uno
de los participantes de la interacción, que configura
un campo intersubjetivo y que es representado de
manera importante por los aspectos no verbales de
la relación.
Tronick (1998) ofrece una explicación respecto de
la importancia de la regulación mutua para el proceso de desarrollo psicológico que, a su vez, ilumina
acerca de la importancia de la coordinación para el
proceso de cambio en la psicoterapia. El autor propone que la regulación diádica permite la expansión
de la conciencia de aquel miembro de la díada que
es más vulnerable y que tiene más dificultades para
acceder a todas sus capacidades. La coordinación con
este otro en la interacción le ayudaría a enriquecer
su propio funcionamiento y, a su vez, promovería
el enriquecimiento del otro. Esta noción sinérgica
del encuentro terapéutico ha sido fuertemente subrayada en el ámbito del aprendizaje a través del
concepto de Zona de Desarrollo Próximo (ZPD) de
Vigotsky (1962/2000). Este expresa la diferencia
entre la capacidad original y la capacidad potencial
de un niño, siendo el desarrollo de esta capacidad
potencial dependiente de la interacción con otro.
El autor plantea que la diferencia en la habilidad de
aprendizaje entre los niños radicaría en la capacidad
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de beneficiarse de la acción conjunta con otro. Es un
fenómeno eminentemente diádico que Leiman & Stiles (2001) incorporaron a la psicoterapia. Proponen
que la ZPD de un paciente se relaciona con su capacidad potencial de pasar de un nivel a otro de cambio
con la asistencia del terapeuta y que las diferencias
entre los pacientes estarían dadas por su capacidad
de aprovechar esta asistencia del otro.
De este modo, es posible afirmar que cada díada
terapéutica, tal como un niño y su cuidador, participa
en un proceso de regulación mutua de momento a
momento principalmente en un nivel no-verbal. Los
comportamientos de regulación de un participante
(e.g. ritmo, expresión facial, entonación vocal) pueden ser predichos desde los comportamientos del
otro participante y viceversa. Estos procesos ocurren fuera de sus conciencias, pero al mismo tiempo
afectan y transforman sus propios procesos de autorregulación (Beebe, 2006; Jaffe, et al., 2001).
Respecto de esto último, Stern (1998) subraya la
idea de que el cambio terapéutico sería el resultado
de este proceso de regulación interactiva y que buena
parte de este proceso ocurriría en el nivel no verbal.
La expresión vocal de paciente y terapeuta, es una
de las dimensiones menos estudiadas en cuanto al
fenómeno de la coordinación no verbal, aún cuando
la interacción psicoterapéutica se configura como tal
principalmente a través del habla (e.g. conversación
terapéutica). En este sentido, la atención sobre la
coordinación vocal entre paciente y terapeuta puede
constituirse como una ventana para la observación
de los procesos de regulación mutua en esta interacción.
La Expresión Vocal en la Psicoterapia
y Estudios de la Coordinación Vocal
entre Paciente y Terapeuta
Una importante carencia de la investigación en
psicoterapia ha sido no prestar suficiente atención
a la dimensión de lenguaje y de la conversación
terapéutica como el medio más habitual en que
esta actividad se desenvuelve. Menos aún se ha
investigado en el sustrato material del discurso oral
en la psicoterapia, es decir en la voz de terapeuta y
paciente como un elemento que, de manera poco
consciente, está siempre presente e influyendo en
la interacción y coordinación entre ambos.
Los marcadores que hasta ahora más frecuentemente se han utilizado en las escasas investigaciones
sobre regulación mutua en psicoterapia abarcan fenómenos no verbales o para-verbales que se concentran
en expresiones faciales (Aström, Thorell & D’Elia,
1993; Benecke, et al., 1997; Benecke & Krause, 2005;
Benecke, Peham, Bänninger-Huber, 2005; Beutel,
Ademmer, Rasting, 2005; Krause & Merten, 1999;
Merten, 2005), corporales (Davis & Hadiks, 1994;
Davis & Hadiks, 1990; Nagaoka & Komori, 2008; Ramseyer & Tschacher, 2008; Sharpley, et al., 2006.) y, en
menor medida, en el intercambio que ocurre entre los
participantes a través de las cualidades de sus voces
(Holtz, 2004; Nagaoka, et al., 2006; Rice y Kerr, 1986;
Rice & Wagstaff, 1967; Wiseman y Rice, 1989).
En otras áreas de investigación, tales como la
relación madre e hijo o de conversaciones entre adultos en contextos no terapéuticos, se ha estudiado la
coordinación de los ritmos vocales en el diálogo como
un factor esencial del intercambio afectivo entre los
participantes. En uno de ellos se logró establecer
que las variaciones en el grado de coordinación del
ritmo vocal entre niños de 4 meses y adultos pueden
predecir la calidad del apego y desarrollo cognitivo a
la edad de 12 meses (Jaffe, et al., 2001). En otra línea
de investigación se identificó un estilo comunicativo
“musical” específico entre padres e hijos antes de los
12 meses de vida, con ritmos, intervalos, secuencias
tonales y alturas específicas simples para las diferentes acciones cotidianas (Malloch, 1999; Papoušek,
2007; Trehub, 1987).
En los estudios de diálogo entre adultos se ha
comprobado la coordinación bidireccional de los
ritmos al hablar (Capella & Planalp, 1981; Warner,
1988) y la relación entre el timing en el diálogo con los
afectos, calidad y características del vínculo entre los
participantes (Cappella, 1996; Crown, 1991; Feldstein
& Welkowitz, 1978; Scherer, 1986).
En el ámbito de la psicoterapia, algunos autores se
han referido a la importancia de la voz para entender
el proceso psicoterapéutico (Bady & Lachmann, 1985;
Beebe, Jaffe, Lachmann, Feldstein, Crown & Jasnow,
2000), ya sea en la inferencia de emociones del intercambio relacional, como también la influencia de
las emociones sobre los sonidos del habla (Scherer
& Bergmann, 1990).
En este sentido, se ha planteado el potencial
curativo de la voz en psicoterapia toda vez que ésta
es considerada como un reflejo del estado emocional
del hablante y como una forma de comunicación noverbal que permite a quien escucha una comprensión
empática de éste. Lo anterior sugeriría además, que la
cualidad de la voz del hablante influiría en el estado
emocional de quien lo escucha, siendo posible que,
una voz que refleje el estado relajado y confiado
del terapeuta, por ejemplo pudiese calmar la voz
agitada y las consecuentes emociones del paciente
(Bady, 1985).
En un estudio sobre la importancia que psicoterapeutas le asignan a su propia voz y la de sus pacientes
para la psicoterapia, se encontró que los terapeutas
no sólo fueron capaces de distinguir matices en diferentes aspectos de sus propias voces y la de sus
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Coordinación Vocal Como una Dimensión de la Regulación Mutua en Psicoterapia
pacientes, sino que también reportaban emplear su
propia voz y la de sus pacientes como herramientas
terapéuticas. Específicamente, mencionan que la
cualidad vocal puede constituir una herramienta para
producir cambios en el clima emocional de la sesión
y para desarrollar la alianza terapéutica. Además,
subrayan el uso de la voz como un elemento técnico
de apoyo a intervenciones verbales (de contenido) y,
al mismo tiempo, como un aspecto temático trabajado a través de estas intervenciones verbales (Bauer,
Tomicic, Martinez, Reinoso & Guzmán, 2008).
Respecto a la idea del discurso como un reflejo
del estado interno de los participantes del diálogo
terapéutico, Osatuke, et al. (2005) demostraron la
importancia de la cualidad de la voz para distinguir
y acceder a la comprensión de dichos estados. El
estudio se basó en el modelo de asimilación que sugiere que las voces internas contienen experiencias
completas, que incluyen aspectos de significados
y expresivos, entre estos últimos, características
vocales distintivas. Los resultados del estudio no
sólo mostraron que la paciente presentaba voces
psicológicamente distintas, sino que también “sonaban” diferente en función de la voz interna que
se expresaba en el diálogo terapéutico. Además, la
clasificación de los extractos, realizadas por sujetos
no entrenados y sin experiencia clínica a partir de las
grabaciones de audio, mostró mayor confiabilidad
que aquellas realizadas a partir de las transcripciones
(sin audio) de los mismos extractos.
En un análisis de un caso exitoso de psicoterapia
focalizada en la emoción y empleando el modelo de
asimilación, Glick, Salvi y Stiles (2008), de la misma
manera que Osatuke et al. (2005), describen las voces internas de la paciente dando cuenta tanto de sus
aspectos de significado como expresivos. Identifican
una voz dominante que llaman “empática apoyadora”
caracterizada por un tono vocal manso y sumiso, y
una voz alternativa que llaman “soñadora frustrada”
caracterizada por el llanto y, por lo tanto, la falta de
fluidez en el habla.
También con el propósito de comprender el
proceso psicoterapéutico, algunos autores han estudiado la relación entre la cualidad de la voz de los
pacientes y los resultados de la terapia. Así, en el ya
clásico estudio de Rice y Wagstaff publicado en 1967,
se examinó la cualidad vocal y el estilo expresivo de
los clientes como indicadores de la productividad de
la psicoterapia, clasificando un número limitado de
patrones vocales que variaban entre los clientes, a
través de las sesiones y, que permitían discriminar entre sesiones buenas o malas según eran clasificadas
por los terapeutas. Estos patrones fueron descritos
en términos de energía, tono, rango, tempo, patrones
de acento, entre otros. Así, las autoras distinguieron
cuatro patrones de cualidad vocal: emocional, enfo-
cado, externalizado y limitado. Posteriormente, Rice y
Kerr (1986) relacionaron diferentes patrones vocales
de pacientes con los resultados terapéuticos.
Posteriormente estos autores (Rice, Wastaff, Kerr,
Wiseman (1986) estudiaron la relación de la cualidad
de la voz de paciente y terapeuta y los cambios en
el paciente. De esta manera, en un estudio sobre las
interacciones de terapeutas y pacientes en momentos
de cambio, Wiseman y Rice (1989) encontraron efectos significativos de la cualidad vocal del terapeuta
sobre la cualidad vocal del cliente. Específicamente
observaron que la cualidad vocal productiva del
terapeuta podía predecir un cambio en el paciente
hacia un patrón vocal enfocado (de conexión con la
experiencia).
En un estudio exploratorio sobre los patrones
no verbales de pacientes y terapeutas a través del
desarrollo de la alianza terapéutica, Tickle-Degnen
& Gaveta (2003) encontraron que los patrones de
coordinación no verbal variaban en díadas terapéuticas clasificadas como alianza segura e insegura
a lo largo del proceso de desarrollo de la relación
terapéutica. Se encontró que la coordinación de los
comportamientos no verbales de las díadas inseguras
era alta-moderada en el primer período de “desarrollo
del vínculo”, se desplomaba en el segundo período de
“desarrollo de la alianza de trabajo” y se recuperaba
levemente en el tercer período de “mantenimiento
de la relación terapéutica”. En el caso de las díadas
seguras se observó que la coordinación era altamoderada tanto en el primer como segundo período
y se desplomaba en el tercero. Las autoras ofrecen la
siguiente interpretación para el caso de la evolución
de la coordinación en las díadas con alianza segura:
la coordinación de los comportamientos en el primer
y segundo período podría ser una señal de que las
díadas han logrado un buen vínculo y una “cultura
relacional de trabajo” y que, por lo tanto, ya no es
necesaria una coordinación comportamental explícita
para la continuidad del trabajo terapéutico. Asimismo, es posible que los terapeutas de las díadas seguras se desacoplen un poco de sus pacientes durante
el tercer período, permitiendo que estos ejerciten la
autonomía y la iniciativa en la realización de la tarea
terapéutica.
Por su parte, en una de las pocas investigaciones
sobre autorregulación, regulación y coordinación
mutua del timing de los comportamientos vocales
de terapeutas y pacientes en el curso de tres psicoterapias breves Holtz (2004) encontró que, cada uno
de los participantes autorregulaba el timing de sus
vocalizaciones a la vez que, simultáneamente, regulaba sus propias vocalizaciones con el otro. También
encontró que el grado de autorregulación y regulación
mutua se encontraba relacionado con el grado de
precisión interpretativa por parte del terapeuta y el
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grado de conexión con la experiencia por parte del
paciente. La autora concluye de manera tentativa que
rangos bajos y altos de autorregulación parecen ser
obstaculizadores del progreso del paciente, mientras
que niveles intermedios de regulación parecieran
facilitarlo.
En conjunto, de manera indirecta o directa, estas
investigaciones resaltan el valor de la cualidad vocal
de pacientes y terapeutas como un aspecto no verbal que participa en el proceso de regulación mutua
y coordinación en la interacción psicoterapéutica.
Asimismo, establecen la relación entre las cualidades vocales de pacientes y/o psicoterapeutas, en el
marco de una regulación interactiva y los cambios y
resultados terapéuticos.
Discusión
La coordinación entre los comportamientos
no verbales, en tanto expresión de un proceso de
regulación en una interacción diádica, es relevante
porque constituye un fenómeno que forma parte de
todas nuestras interacciones sociales, incluida la
interacción psicoterapéutica. En particular, el estudio
de la coordinación de los comportamientos vocales
de paciente y terapeuta, como una manifestación
del proceso de regulación mutua en esta interacción,
es especialmente importante toda vez que el habla
y la conversación terapéutica, y en consecuencia la
voz, constituyen el medio más habitual en que esta
actividad se desarrolla.
Hemos destacado que el interés por el estudio de
la voz en el contexto de la interacción psicoterapéutica ha tenido un resurgimiento en los últimos años.
Este se ha centrado, principalmente, en el análisis de
la relación entre ciertas cualidades vocales y la expresión y reconocimiento de emociones específicas,
así como también en la relación de patrones vocales
identificados en el paciente (y en menor medida en
el terapeuta) con el cambio y el éxito terapéutico. En
este sentido, la incorporación de la voz como una
variable no-verbal para el estudio del proceso psicoterapéutico ha heredado la tradición del estudio
de “ingredientes” para el cambio en psicoterapia,
caracterizado por una aproximación de análisis monádico, secuencial y lineal. Es decir, en estudios que
buscan establecer el aporte individual de cada actor
sobre el proceso interactivo, entendiendo este como
una secuencia causal de eventos que se orienta de
manera única y excluyente hacia el éxito o hacia el
fracaso terapéutico.
Desde nuestra perspectiva, la incorporación de
una compresión intersubjetiva del proceso psicoterapéutico como marco conceptual, obliga a complejizar
el estudio de la voz proponiendo una aproximación
diádica, dinámica y no-lineal, operacionalizada en la
noción de coordinación vocal. Esto implica diseñar
dispositivos de indagación que posibiliten el análisis de la contribución conjunta de ambos actores al
proceso psicoterapéutico, entendiendo este como
un proceso emergente y de carácter predictivo (no
causalista), que se construye momento a momento y
que configura trayectorias divergentes hacia el éxito
o fracaso del tratamiento.
Esta noción impone un doble desafío metodológico. En primer lugar, el uso pertinente de software
especializados (e.g., Matlab, Praat), y modelos de
análisis (e.g., análisis dinámicos no lineales) existentes en la actualidad para el estudio de hipótesis
derivadas de modelos teóricos complejos como lo
es el de la regulación mutua. En segundo lugar, la
capacidad de rescatar los esfuerzos y las visiones
de investigadores clásicos como Laura Rice y sus
colaboradores, generando dispositivos de indagación
que no sólo aporten con conocimiento relevantes en
términos disciplinares (Orlinsky, 2007), sino que concilien posibilidades de aplicabilidad para el ejercicio
de la psicoterapia.
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Abstract: This article presents a theoretical and empirical
revision which aim is discuss about patient-therapist vocal coordination as a relevant dimension for the study of regulatory processes in psychotherapy. The main idea is that vocal coordination
as an expression of an interactive regulatory process constitutes
an aspect of the intersubjective field emergence which makes it
possible the therapeutic change. The methodological challenges
that this perspective demands for the study of vocal coordination
are discussed.
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