La Feria de Albacete, 300 años.

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I I I C E N T E NA R I O F E R I A D E A L BAC E T E
1710 - 2010
A quienes compusieron los almanaques de Albacete y
dibujaron en rojo los días de LA FERIA, siempre.
Manuel Pérez Castell.
Alcalde de Albacete
Privilegio de Felipe V
de 6 de Marzo de 1710 concediendo
Feria Franca anual a Albacete
“Don Felipe, etc. Por cuanto por parte de la Villa de Albacete se nos representó que
hallándose con noticia de la orden dada por la Nuestra Real Persona, que se había participado á
diferentes Ciudades, Villas y Lugares del Reyno, para que se esforzasen y alentasen á fin de contribuir con la mayor porción que les fuese posible para la remonta de caballería, para que por este
medio se pudiese ocurrir á la defensa de nuestros dominios en la futura campaña, y que deseando la
expresada Villa manifestar el amor y celo que siempre había tenido en las ocasiones que se habían
ofrecido, había entregado diez caballos de buena calidad para ayuda de dicha remonta, cuyo servicio
había hecho la referida Villa, sin embargo de lo imposibilitada que se hallaba y de lo aniquilados de
medios que estaban sus vecinos, a cauda de los rigorosos contratiempos que habían padecido, originados de los excesivos gastos que había hecho en el paso de tropas de nuestra Real Persona y
otros que había ejecutado, añadiéndose á esto la plaga de langosta que había padecido, consumiéndose los frutos de tres años sin que hubiese podido extinguirla, en cuya remuneración pidió se le concediese confirmación del privilegio con que se hallaba, de los mismos que gozaba la Ciudad de
Chinchilla y sus vecinos y para que pudiera tener una feria franca por ocho dias en la festividad de
Nuestra Señora de Los Llanos su patrona, que se celebraba en el dia de su Natividad y contándose desde la víspera 7 de Septiembre hasta el día 15 del mismo mes y para que pudiese arrendar seis
puestos de tienda de lo comestible en precio competente, sin que otros que no fuesen forasteros,
pudiesen venderlos sin tenerlas arrendadas; y que el día Jueves de cada semana pudiese tener un mercado franco para el abasto y mayor conveniencia de los pobres vecinos de la dicha Villa: y que asimismo se le concediese facultad para poder hacer seis cuartos de dehesa, en la jurisdicción de la
misma Villa y partidas de tierras que le fuesen más convenientes para el pasto de ganados de sus
vecinos: y visto por los de nuestro Consejo, con lo dicho, en razón de ello, por el nuestro fiscal y la
resolución de nuestra Real Persona á él remitida, se acordó dar esta nuestra carta, por la cual aceptamos el servicio de los diez caballos que ha entregado la dicha Villa de Albacete para las urgencias presentes, en cuya remuneración y en atención á los motivos que ha expresado, le Concedemos
licencia permisión para que pueda tener y tenga una feria franca cada un año, por término de cuatro
días en la festividad de Nuestra Señora de Los Llanos, su patrona, que se celebra en el día de la
Natividad, contándose dichos cuatro dias desde su víspera 7 de Septiembre hasta el dia 11 de dicho
mes, y para que asimismo pueda tener un mercado franco, todos los Jueves del año, para el abasto
y mayor conveniencia de los pobres vecinos de la dicha Villa, sin que se le impida ni embarace uno
ni otro por persona alguna; y por lo tocante á la libertad que pretende la referida Villa, de servicio
que paga en el puerto de la expresada Ciudad de Chinchilla por el paso de sus ganados, mandamos
á el nuestro Corregidor y Ayuntamiento de la dicha Ciudad, que dentro de ocho dias primeros
siguientes de cómo fueren requeridos con esta nuestra carta, informen á los del nuestro Consejo por
mano de Don Bernardo Solís, nuestro Secretario y Escribano más antiguo de Cámara de los que
en él residen, lo que sobre ello les pareciese y se ofreciere, para que con su vista se provea lo que convenga: Otro sí mandamos á la dicha Villa de Albacete, que por lo que mira á los seis puestos de
tienda de comestible que por vía de estanco intenta arrendar, remita ante los del dicho nuestro
Consejo en la misma forma, testimonio con toda justificación de los propios que está gozando y sus
cargas, para que con su vista se tome la providencia conveniente: Que así es nuestra voluntad. Dada
en la Villa de Madrid a seis días del mes de Marzo de mil setecientos y diez años.
- Documento obtenido del libro Memoria de la Feria de Albacete escrito por José Sabater y Pujals, publicado en Albacete, en
la Imprenta de Ruiz en 1883 y trascrito en las págs. 17 a 22.
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1710 - 2010
300 Años
J osé Sánchez de la Rosa
Cronista oficial de Albacete
einte años no es nada, digo en el tango, salvo que te haya tocado bailar
con la más fea. La vuelta al pasado tiene esa seducción. ¿Siempre se vuelve al
primer amor, al lugar del crimen, al jardín del bien y del mal? El tango lo dice,
y aunque creer en un tango es una buena idea, sobre todo si lo canta Gardel, eso de
que veinte años no es nada nos hace dudar. Veinte años es la tira de años, y la cosa
se complica según aumenta el tiempo instalado en la memoria.¿Y trescientos?
Estamos en un recorrido histórico que se cuenta por ferias y eso son palabras mayores. En Albacete las cosas son antes y después de la Feria, y la Feria misma un descarado inciso, cuando los relojes se paran, la noche y el día se enlazan sensualmente por la cintura y el ritmo sólo es uno, el de vivir a tope. Contar la Feria por centenarios es para el periodista un acto de servicio. Recuento sentimental, aunque no
siempre las cosas estuvieron para tirar cobetes.
En los dos siglos precedentes no hubo celebración centenaria. La Feria, amnésica perdida, se quedó sin memoria. No existió en 1810, y tampoco en 1910, la
menor alusión a lo que significó el Privilegio de Felipe V, a quien dimos a cambio diez
caballos de la remonta, con los que el Concejo local correspondía a la demanda real.
Es lo único que teníamos, que por algo en el documento de la concesión ferial se nos
llamaba pobres vecinos, acosados, por cierto, por las plagas de langosta. El respaldo
a la Feria impulsó su desarrollo, afianzó su seguridad, alterada por la pretensión de
los frailes de Los Llanos de mantenerla junto a su convento. Insisto en que el paso del
tiempo no aportó el menor recuerdo al hecho histórico de la primera feria franca, ni
del mercado de los jueves, precursor de los Invasores. Si echamos un vistazo al centenario más próximo, comprobamos que la Feria mantuvo sus festejos tradicionales,
ignorante de estos hechos -ya es sabido que el certamen es anterior a 1710- y por
tanto sin la menor evocación. Un cartel ampliado, que presidió el salón consistorial
en la jornada de presentación del proyecto conmemorativo del III Centenario, era el
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referente más inmediato de la Feria de 1910, cuando se cumplían dos siglos de su
existencia como feria franca. Albacete se pasó el recuerdo por los forros. En ese año
comenzó la construcción del Parque. Era la época de las fábricas de harinas, que se
construyeron paulatinamente, junto con las de electricidad. En aquella década se
fundó el Banco de Albacete, finalizaron las obras del alcantarillado, Y lo más curioso, cuando al término de la I Guerra Mundial, Albacete acusa un importante progreso favorecido por la acumulación de capitales. Entretanto, los dependientes de
comercio reivindican la jornada de ocho horas, se inaugura la Plaza de Toros, que
cumple estos días 90 años. Y así hasta 1920, cuando ya se ha inaugurado el Teatro
Cervantes y en la Calle Ancha se levantan magníficos edificios, entre cúpulas vidriadas y Niños de la Bola.
¿Y en la Feria de los 200 años? Ni una mención de don Felipe y de su feliz
acuerdo. Hay una fiesta de la nieve, funciones religiosas populares, castillos de fuegos
artificiales y una insólita cabalgata morisca, mientras se abre un Centro Experimental
Agrícola y tienen lugar los consabidos Juegos Florales. Por supuesto, la Cuerda aloja
miles de cabezas; la feria de ganados sigue siendo una de las más importantes del país.
Un circo ecuestre, pruebas de aviación y veladas musicales completan el guión de festejos. Punto y aparte para las corridas de toros.
En 1810, que pudo seguir las pautas de la época, con festejos dedicados a la
Patrona y el mercado ganadero de la Cuerda, aparte de una actividad comercial
importante. como principales alicientes, y en un marco muy complejo, al encontrarse el país en plena guerra de la Independencia. La villa fue encrucijada del paso de
los soldados franceses y españoles, y escenario directo de la invasión. En el mes de
mayo, se había creado una Junta de Gobierno, coincidiendo con una protesta popular contra la invasión francesa; al mes siguiente, los centinelas apostados en las afueras, avisaron de la llegada de un contingente al mando del mariscal Moncey, que
estuvo aquí tres días haciendo estragos en la población. Tras su marcha, ya no volverían los franceses hasta principios de 1810, el año de la Feria que citamos. Por si
faltaba algo, Albacete sufrió una epidemia de paludismo y la de langosta que no
falte. Tenía entonces 6.576 habitantes; casi quinientos eran pobres de solemnidad al
término de la guerra en 1813. No estaba para muchos trotes la Feria del primer centenario, aunque los vecinos se esforzaron en celebrarla, como había sucedido hasta
entonces, a pesar del conflicto armado del que era involuntario protagonista.
En el 2010, a la vuelta de la esquina, las cosas serán diferentes. Ya trabaja un
comando de patronos de la Fundación que integran seis antiguos alcaldes, con
Manuel Pérez Castell al frente del equipo, en la operación conmemorativa del III
Centenario. Por otra parte, se ha anunciado la solicitud de declaración de interés
internacional de la Feria -ya tiene el nacional y la condición de Feria de interés
comercial desde 1933- y la consideración de monumento histórico-artístico del edificio ferial, de 1783. No dejaremos pasar la ocasión de reconocer en la Feria, una
vez más, la proyección de un pueblo en pleno e imparable crecimiento.
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1710 - 2010
El reto del Tercer
Centenario de la Feria
S alvador Jiménez Ibáñez
i París es una fiesta, Albacete es una Feria. Una Feria y mucho más. Pero,
como dice Aurelio Pretel, es posible que la feria se hiciese en la llanura cuando Albacete todavía no existía como población, para demostrarlo hay una carta de
Don Juan Manuel, que antes de 1325 habla de “las ferias de Alvaçet”. Puede decirse que primero fue la Feria y después vino todo lo demás.
Entonces, ¿por qué hablamos de que en el año 2010 celebraremos el Tercer
Centenario de la Feria? Pues porque, a lo largo de los siglos anteriores al XVIII, la
Feria tuvo sus más y sus menos, altibajos y tropezones en una España emergente y
efervescente, y sería –precisamente- en 1710 cuando el primer Borbón, Felipe V, en
plena Guerra de Sucesión, en agradecimiento a la fidelidad de los albaceteños y a
que le “habían entregado diez caballos de buena calidad” para su campaña (obras
son amores y no buenas razones), le concedió al Concejo la “confirmación del privilegio … para que pudiera tener una feria franca por ocho días en la festividad de
Nuestra Señora de los Llanos su patrona, que se celebrará en el día de su Natividad
y contándose desde la víspera 7 de septiembre hasta el día 15 del mismo mes.” Con
el andar del tiempo le añadiríamos dos “moscosos” más.
Después de este Privilegio todavía debería pleitear el Ayuntamiento con el
Convento de Franciscanos muchos años para traerse la Feria de los Llanos a la ciudad, lo que solo se logró, mediante la oportuna sentencia, en 1783, y desde entonces ¡ahí están, ahí están el edificio y el rabo de la sartén del ferial!
Por tanto, buena y saludable es la idea de nuestro Alcalde -que es tan forofo
de la historia que todos los años celebra solemnemente el aniversario del Privilegio
del Villazgo- de celebrar el tercer centenario de tan importante fecha y crear una fundación que aglutine los esfuerzos para conseguirlo.
Pero ¿para qué el Tercer Centenario? En mi modesta opinión, para conseguir,
al menos, tres objetivos: la conmemoración histórica, la publicidad por los cuatro
puntos cardinales de la importancia de nuestra Feria y para, con tal motivo, conse-
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guir la participación de los ciudadanos y la colaboración de las diversas
Administraciones (municipal, provincial, regional, estatal y, ¿porqué no?, europea)
en la mejora de nuestra ciudad con tan fausto motivo. A saber:
1.- Para la conmemoración histórica habrá que ir de la mano y con la orientación de nuestros historiadores y con la institución que los agrupa: el Instituto de
Estudios Albacetenses. Con este fin bueno sería, quizá, convocar un premio o becar
la elaboración de una tesis que verse sobre la historia de la Feria de Albacete, que,
en buena medida, es inseparable de la historia de nuestra ciudad.
2.- Para extender el conocimiento de nuestra Feria, tanto a nivel nacional
como internacional, debemos empezar por conseguir su declaración de interés
internacional (la declaración de interés nacional ya se nos ha quedado pequeña) y
conseguir una extensa participación ciudadana –el Foro de la Participación puede
ser un magnífico medio para lograrlo- en la aportación de ideas para mejorar los
aspectos culturales y festivos de nuestra Feria hasta conseguir introducirla en el circuito selecto de las grandes ferias (digamos que hablo de la de Sevilla por ejemplo).
Para avanzar hay que fijarse ambiciosas metas.
3.- Pero, sin duda, lo más importante del Tercer Centenario de la Feria es lo
que quede después de que pase. Tomar esta fecha –futura pero ya cercana- como
punto de apoyo para impulsar nuestra ciudad. Para conseguirlo hacen falta imaginación, ideas y financiación para realizarlas, función que es la que debe asumir la
Fundación creada para conmemorar el Tercer Centenario Ferial. Con tal fin la
Fundación debe pedir la colaboración del Colegio de Arquitectos, de los artistas, de
instituciones como la Comisión de Patrimonio Histórico-Artístico, de la Consejería
de Cultura, del Foro de la Participación, del voluntariado ciudadano y de todos los
que consideran Albacete como algo suyo, para hacer cosas, a título de ejemplo,
como convertir la calle y el paseo de la Feria en uno de los ejes urbanísticos fundamentales de la ciudad, con una calidad similar al de la calle Ancha; unir este nuevo
eje y los Jardinillos de la Feria con la Fiesta del Árbol, convirtiendo esta zona urbana en un amplio espacio verde, como nuevo pulmón de la ciudad; mejorar las dotaciones en los barrios que abrazan la Feria que son muchos (San Pablo, Pilar,
Ensanche, Cañicas, etc.); y dotar de infraestructuras de calidad al propio edificio
ferial y su entorno (accesos, aparcamientos, iluminación, hostelería, amueblamiento urbano, etc.). Más aquellas importantes cosas que el que tiene la paciencia de leer
este escrito está pensando.
Este dialogo ciudadano-Fundación del Tercer Centenario podría facilitarse
creando un portal destinado a “chatear” ideas, críticas y sugerencias.
¿Utopía, sueños, milagros? No, solo ilusión, trabajo e industria, si somos
capaces de arremangarnos y poner ya manos a la obra, uniendo voluntades para
conseguir que el Tercer Centenario de la Feria sea un importante paso en el camino
para dejar encarrilado y a velocidad de crucero el Albacete del siglo XXI.
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1710 - 2010
La Feria y La Virgen
de los Llanos
V icente P. Carrión Íñiguez
a Feria de Albacete, cuyos precedentes son medievales, es un
acontecimiento celebrado anualmente que tiene por especial protagonista a la Patrona de la Ciudad, la Virgen de los Llanos.
En sus orígenes se celebraba en el casco urbano – calle de la Feria-, para trasladarse en el siglo XVII al sitio de Los Llanos, lugar donde se origina el culto a la
Patrona que poco a poco va adquiriendo un gran auge, sobre todo, cuando tiene
lugar la fundación en 1672 de un convento de franciscanos descalzos que van a
promocionar, con la anuencia de la Villa, cuyo patronato tiene, su devoción. Estos
religiosos solicitan al rey Carlos II en abril de 1683, la declaración de Feria franca,
“en atención a que la fundación de dicho convento está en un descampado a una
legua de esta villa y los religiosos que en el habitan apenas se pueden sustentar por
la esterilidad de los tiempos y ser la comarca mui corta”. Los frailes piden al rey
“conceder y dar facultad para que los dichos días siete, ocho y nueve de septiembre en que se celebre la fiesta de Nuestra Señora de los Llanos sean francos …”.
Esta solicitud no fue atendida, aun así, la Feria se seguía celebrando en Los Llanos
donde todos los años acudían devotos y feriantes, siendo el acto principal de la
misma la procesión con la Santa Imagen de María Santísima de los Llanos, la misa
cantada y el sermón.
Un hecho importante en la historia de este convento y de Albacete tiene lugar
en el año 1710. Ese año, con fecha 6 de marzo, el rey Felipe V concedía a la Villa
el privilegio de Feria franca.
Con gran alegría se recibió en Albacete este real decreto de Su Majestad. El
Ayuntamiento presidido por don Juan Chacón Triviño y Guillamas, en la sesión de
23 de marzo de dicho año, comunica este hecho a los asistentes por el que “se concede a esta villa Feria franca cada un año por término de quattro días en la festividad de Nuestra Señora de los Llanos Nuestra Patrona que se celebra en el de su
Natividad”. También se concede que pueda tener mercado franco todos los jueves
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del año “para el abasto y mayor conveniencia de los pobres de la dicha villa”. En la
misma sesión se acuerda “que se cumpla y ejecute en todo y por todo como en
dicho Real Decreto se expresa, y para que se haga notorio en todas las villas y ciudades circunvecinas y mercados, y se escriban cartas circulares para que acudan a
dicha feria y mercados francos”.
El Ayuntamiento dispone que la Feria se celebre en la calle y plaza Mayor de
la Villa, pero no consigue que los feriantes sigan acudiendo a Los Llanos. Además el
guardián del convento, fray Juan Martínez Cano, inicia una serie de gestiones encaminadas a que esta se siga celebrando junto a la ermita de la Virgen y, en julio de
1712, obtiene una real provisión en la que se señalaba ”que la misma se debía
seguir celebrando en el sitio y lugar de los Llanos”. El citado guardián alegaba que
el traslado de la Feria a la Villa causaría un gran perjuicio que se haría “así a la
Comunidad como a la devoción de María Santísima de los Llanos”. En años sucesivos los frailes ganan otros pleitos por lo que la Feria se consolida en Los Llanos; el
último en septiembre de 1761 por el que impiden al Ayuntamiento imponer “alcabalas, cientos, millones, tercias y cientos” a los comerciantes que acudían a la Feria.
Ese año y, al parecer, desde 1738 la Feria se celebraba dos días en el convento y los
restantes en la plaza Mayor de Albacete.
El Ayuntamiento resignado a no poder llevar la Feria a Albacete, y viendo la
importancia que la misma tenía, adquirió en septiembre de 1767 las lonjas construidas por don Pedro de Cantos y proyectó hacer un edificio destinado a la celebración
de la misma, a cuyo fin el arquitecto lorquino don Lucas de los Corrales Ruiz hizo
un proyecto para instalar 180 tiendas con los accesorios necesarios, aunque finalmente no se llegó a realizar.
Durante al celebración de la Feria los comisarios de la Villa acudían al convento y se hospedaban en unos cuartos del hospicio en los días que duraba la
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misma. El 4 de septiembre de 1779, el guardián, fray Antonio Ponce niega la entrada a los comisarios a los citados aposentos. A partir de este momento se va a iniciar
un largo pleito ante el Supremo Tribunal de Castilla, pleito que se resuelve con fecha
11 de julio de 1783 en el que se reconoce el derecho de la Villa para celebrar la
Feria en Albacete. Estimulado el concejo con esta resolución y deseoso de trasladarla inmediatamente, acordó la realización de un edificio en “las eras de Santa
Catalina”, con capacidad sobrada para todas las exigencias y necesidades de la
época. Este fue realizado en pocos meses por el maestro alarife Josef Jiménez.
A partir de 1783 la Feria se celebra definitivamente en Albacete y la Virgen de
los Llanos continua siendo protagonista de la misma. En su honor se celebran numerosos actos feriales, fundamentalmente religiosos en los que el pueblo acompaña a
su Patrona con gran fervor. La Virgen es llevada desde su camarín en Los Lllanos en
rogativa siempre que las circunstancias lo requieren. En la primavera de 1783, gracias a la intercesión de la Virgen, concluye una plaga de langosta que azotaba los
campos de Albacete y por tal motivo, el Ayuntamiento acuerda retrasar su traslado
a la ermita “para que los vecinos de este pueblo logren este consuelo y repitan gracias a tan Soberana Señora”.
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Volviendo al año 1710, de nuevo la Virgen de los Llanos se convierte en protagonista de los acontecimientos de la Villa de Albacete. En la sesión de 29 de
diciembre del citado año, el Ayuntamiento ante la situación bélica que ha atravesado el país como consecuencia de la Guerra de Sucesión, acuerda agradecer a Su
Patrona “el no haber padecido la Villa las extorsiones que han experimentado los
Pueblos donde ha estado el enemigo y que esto solo se debe atribuir a Nuestra
Patrona María Santísima de los Llanos, habiéndonos concedido tan colmados favores. Con la feliz victoria que por último se tuvo con ellos esperando la protección de
María Santísima alcanzaría de su Preciosísimo Hijo el descanso y quietud de nuestro gran Monarca exterminando las tropas de los enemigos de estos Reynos”.
Por todo ello el Ayuntamiento acuerda se traiga desde su ermita en Los Llanos,
“a dicha Imagen a la Parrochial de esta Villa y se tenga en ella por tiempo de nueve
días festexandole en ellos en quanto pueda caver en el modo posible de Missa,
Sermón, música y pólvora que se dispone en cada uno de los dichos días para por
este medio poder recompensar a Su Majestad María Santísima los favores recibidos”.
Esta noticia tomada del libro de actas del Ayuntamiento de 1710 pone de
manifiesto el fervor y la devoción que los habitantes de Albacete tenían y tienen por
su Patrona.
Por lo que respecta a la celebración de la Feria, la Virgen de los Llanos es la
gran protagonista. El cronista Sánchez de la Rosa, definió acertadamente este aspecto de la Virgen de los Llanos al decir: “que no es posible un ensayo ferial sin su cita
enamorada”.
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1710 - 2010
La Feria de Albacete,
300 años.
El avasallador hecho social
de un espiritu colectivo
A ntonio Caulín Martínez
as fuentes históricas sobre la existencia de una Feria, o mercado regular, la sitúan en el siglo XV. La calle de la Feria es una vía urbana
mantenida durante siglos sin alterar su denominación que unía, como hoy día, el
cerrillo de la iglesia de San Juan con las eras de Santa Catalina y el camino de
Acequión.
En esta centuria se caracterizó Albacete por ser objeto de sublevaciones y
escenario bélico entre los reyes de Castilla y el marquesado de Villena. Pero al tiempo que llegaba la paz a estos campos, y cesaba el protagonismo de la fortificada
Chinchilla, la “Villanueva” del llano aprovechaba su privilegiada situación de intersección de caminos. El comercio, en forma de las sucesivas Ferias, supuso un motor
para la economía eminentemente agrícola y ganadera. En este punto conviene acudir a las fuentes vertidas por el investigador Aurelio Pretel.
Junto con la tradicional atención a viajeros y comerciantes, que todavía permanece en el callejero (calle Herreros, Herradores) en el comienzo del siglo XVI,
surgieron artesanos y especialmente cuchilleros. Trigo, azafrán y vid eran los principales productos que se comercializaban en Albacete. En las Ordenanzas
Municipales de Albacete de 1572 se describen los ingresos que el Concejo podría
obtener de los mercaderes establecidos en la Feria. En este siglo la trama urbana se
expande hacia Feria, con conventos, palacios y posadas.
Durante el siglo XVII la población albaceteña disminuyó, por las razones
generales que afectaban a Europa y España, agudizadas en el llano manchego, es
decir: las epidemias, las levas obligatorias y guerras y el hambre, pese a lo cual, la
tradición comercial continuó.
En 1672 se fundó el Convento Franciscano bajo la advocación en la Virgen
de los Llanos y una década después requirió la celebración de la Feria que hasta
entonces congregada en la eras de Santa Catalina, en los aledaños de los edificios
religiosos, aduciendo la posibilidad de un aumento de limosnas. Sobre esta advoca-
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ción religiosa y su trascendencia entre los albaceteños, las investigaciones de
Vicente Carrión pueden esclarecernos muchos aspectos.
Con el comienzo del siglo XVIII, Albacete se enfrentó de nuevo a la escasez
de cosechas, las fiebres palúdicas, las plagas de langosta y, por si esto fuera poco, a
la guerra de Sucesión, tomando partido por Felipe V. La ciudad además de soportar
el paso de las tropas entregó en 1707, los consabidos diez caballos al ejército borbónico.
Varias fueron las corporaciones peticionaras de una garantía jurídica para con
la Feria y, el seis de marzo de 1710, ya por insistencia o por los caballos antedichos,
recibió del Monarca Felipe V la concesión de un mercado los jueves de cada semana y de una Feria por cuatro días, desde el 7 al 11 de septiembre. La igualdad
(comercial) frente a Chinchilla, hizo crecer a Albacete.
Con la autorización legal del privilegio comercial, el Concejo de Albacete
ordenó el traslado desde Llanos a la Plaza y calle Mayor. Los frailes atentos a la pérdida de una financiación segura desoyeron los preceptos terrenales y durante años
asistieron los comerciantes a una “Feria dividida”, que calificó (en 1883) adecuadamente el historiador D. José Sabater y Pujals, al que me remito.
En estos años (1710 - 1712) la Feria se celebró en dos lugares distintos. Por
un lado, donde había indicado el municipio y, por otro, en la zona colindante al
Convento Franciscano. Incluso en 1712, el Guardián del Convento había tratado de
legitimar la irregular ubicación del tesoro económico requiriendo a los regidores
albaceteños un establecimiento definitivo del evento comercial en los Llanos. La
negativa fue desoída, al igual que una nueva misiva, el siete de noviembre de aquel
año, del Concejo a los regulares expresando que el lugar de los Llanos no tenía agua
para atener a los comerciantes, era inseguro, y estaba despoblado. Por último, una
nueva carta en 1716 recordaba a los prelados la necesidad de cumplir la ley y no
concitar a los mercaderes a las puertas del templo.
En el relato de estos sucesos me remito al conocido texto del historiador D.
Francisco Javier Sánchez Torres que amplió el contenido en 1916, de su antecesor
ya citado.
Treinta años después de divergencias y desoídas órdenes determinó al
Consejo de Castilla por enviar a uno de sus vocales, natural de Albacete, Don Pedro
de Cantos y Benito. Por solución comenzó a construir unas lonjas para mejor albergar a los mercaderes, circunstancia que aprovecharon los monjes para aumentar el
numero de puestos hasta las mismas puertas del convento, con la oposición del funcionario real y del Concejo de la villa.
Terminando la década de 1740, tanto las autoridades religiosas como las civiles recriminaron las acciones de los conventuales, y en especial en una última carta
de 26 de enero de 1755 del General de la Orden de los Franciscanos indicando que
era una “grave irreverencia de un Santuario tan venerable y de lugar sagrado… y
desdice de la observancia Regular”. Un nuevo intento de solución por parte del
Concejo de Albacete fue adquirir, en 1767, las naves construidas por Pedro de
Cantos.
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Ya en época de Carlos III, mediante auto rubricado en Madrid el 11 de julio
de 1781, se autorizaba al Concejo de Albacete para que utilizase cuantas dependencias del convento fuesen necesarias para la celebración de misas en honor de la
Virgen de los Llanos, patrona de la villa. El auto estaba firmado, entre otros, por el
Fiscal del Consejo de Castilla, Conde de Campomanes, que poco después sería
ministro de la Ilustración.
Hubo un cambio de timón en la situación en 1783. La ciudad quiso recuperar la Feria para sí dotándose de un edificio propio y exclusivo en el lugar mantenido durante siglos: las eras de Santa Catalina. En sesiones de dos y tres de agosto de
1783, el Concejo de Albacete acordó construir “las nuevas obras que han de servir
para celebrar la Feria”, con arreglo a los planos hechos por el Maestro Arquitecto
Josef Jimenes. Las obras del círculo interior duraron 33 días y los mercaderes se aproximaron a unas instalaciones cómodas y cercanas a la urbe. Al año siguiente bajo la
dirección del Arquitecto Antonio Cuesta, concluyeron los trabajos.
La Gaceta de Madrid de seis de febrero de 1784 (págs. 131-132) recogió el
permiso concedido por el Consejo Real para establecer el lugar de la Feria en las
eras de Santa Catalina, validando así la opción acometida por los albaceteños. Al
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año siguiente el Secretario de Estado, Conde de Floridablanca, acusaba recibo de la
misiva emitida desde el Concejo de Albacete, con proyecto y coste de la obra, y se
comprometía en ayudar a la nueva instalación comercial. El Conde de Floridablanca
fue impulsor económico de la ilustración, adoptó el libre comercio con los territorios de ultramar y creo el Banco de San Carlos, en una época de gran importancia
para las Ferias interiores como Mairena, Tendilla, Trujillo o Benavente.
La Feria de Albacete en la época ilustrada, recibió un fuerte impulso en un
ambiente económico mercantilista, de protección manufacturera y fuerte tracción
comercial emanada de la Junta de comercio, moneda y minas. La pacífica llanura
concitaba a comerciantes valencianos, murcianos, andaluces y del resto de la
Mancha. Algunos de aquellos comerciantes, en otra constante en Albacete, se establecieron definitivamente en la ciudad de la llanura. Por ello es probable que en
estos años de finales del siglo ilustrado de cuatro se pasase a más días de celebración (de cuatro a ocho), o así entendemos las informaciones posteriores de 1813.
Entre 1808 y 1813 Albacete soportó el paso frecuente de las tropas francesas
entre el centro y levante, coincidiendo con unas crisis de subsistencias. Cuando terminó este tortuoso peaje la Gaceta de Madrid el 19 de agosto de 1813, daba en dos
escuelas líneas la noticia de que la “antigua Feria de Albacete… durará como antes,
quatro días”.
Como sabemos la Provincia de Albacete se fundó en 1833 y al año siguiente la Audiencia Territorial. La jurisdicción sobre Cuenca, Ciudad Real y Murcia,
además de su propio territorio provincial supuso una confirmación de la tradición
jurídica de la ciudad. Dejando atrás el absolutismo trasnochado, un año después,
el 23 de septiembre, de nuevo la Gaceta aumentaba el tiempo de duración de la
Feria y, más significativo (aunque desconozco la causa), trasladaba a octubre su
celebración:
“S. M. la Reina Gobernadora ha tenido a bien acceder a que se traslade al
domingo 5 de octubre próximo la Feria que en 8 de septiembre se debió celebrar en
Albacete, habiendo dignado también S. M. permitir que dicha Feria dure ocho días.”
Andando el siglo una década mas tarde, en plenos años de “moderación”
política desde el gobierno nacional, contaban en la Capital del Reino, por medio de
la Gaceta de 19 de septiembre de 1844, como había resultado la celebración:
“La Feria ha concluido y con ella la animación y el movimiento que sólo
experimenta la capital en semejantes días. En vano, busca ya nuestra vista en sus
desiertas y silenciosas calles esa muchedumbre alegre y bulliciosa que las inundaba, inspirando en nuestro ánimo todo el deleite de la novedad. Nos ha abandonado
para no volver hasta pasado el largo periodo de un año, en que tornará a animar de
nuevo el triste y árido paisaje que nos circunda, ya embelleciéndolo con mil vistosas tiendas surtidas con profusión de objetos raros y preciosos que las bellas manchegas no se descuidan en visitar y procurarse con mas prisa y consecuencias que
sus bonísimos papas y maridos quisieran acaso, ya presentando mas allá y como si
fuera una continuación un barrio bajo de este flamante pueblo, aparecido como por
encanto un vasto campamento, donde a través de inmensa copia de ganados de
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todas clases, de no escaso número de traficantes y curiosos de ambos sexos, infinidad de galeras, carros y tartanas, engalanados ricamente sus tiros , y de un clamoreo y agitación a veces insoportable y hasta peligrosa; a través de todo esto como he
dicho, y guardando regularidad y grata simetría aparece otro número mayor de tiendas, vulgo garitas improvisadas ad hoc de menos valor y ostentación seguramente
que las otras magníficas, todas en género pero que no dejan de ofrecer tampoco en
conjunto por una especie de coquetería rústica y caprichosa que se observa en ellas,
bastante atractivo a la vista y cada uno por sí, según la hora un vivísimo, e irresistible al estómago, pues se ha hallan provistas de abundantes y suculentos manjares a
que el infinito y gastronómico concurso hace en tiempo oportuno en más cumplido
y debido honor.
Contribuye a realzar y hacer más variado e interesante este cuadro lleno de
novedad y de vida, las escenas que produce todo ese séquito de volatineros y farsantes que sigue siempre a las grandes concurrencias.
Pero toda esa algazara y laberinto, todo ese lujo de fiesta y aturdimiento, tan
pasmosa aglomeración de gentes y animales que vienen periódicamente a sacar de
su juicio, como suele decirse, y a llenar de confusión y asombro a un pueblo que
vive todo el resto del año bajo la más austera e impasible calma no dura más que
seis días. El último de ellos ya ha realizado el mercader todos sus negocios y carga
sus fardos para ausentarse con ellos. El labrador o propietario ha hecho las compras,
ventas o cambios que intentaba o se le han proporcionado; abastece su casa de los
géneros y útiles que necesita para el consumo del año; y más o menos satisfecho del
suceso que han tenido sus especulaciones en la Feria, se retira calculando el modo
de agenciar más en la venidera.
Los curiosos y los farsantes a quienes ya no ofrece incentivo ni intereses la
permanencia en este pueblo, lo dejan igualmente; de modo que esa ciudad grande,
bulliciosa llena de movimiento y de vida que acaba de aparecer, como por magia ,
como por magia también desaparece quedando sólo de ella, al cabo de dos días de
estrepitosa existencia, el suelo que la sustentaba árido y triste como antes de su aparición, bañado también como entonces, con el fuego abrasador de canícula que ilumina con sus vivos rayos su inmensa llama que se pierde en el horizonte.”
A mediados del siglo XIX, la urbe se expande hacia el norte y a lo largo de la
novedosa Estación de Ferrocarril, con un paseo (ahora llamado de La Libertad) que
unió la Plaza del Altozano con la nueva infraestructura.
La Feria de este año de 1854 estuvo marcada, como toda la ciudad y nación,
por los cambios del “bienio progresista”. El 19 de julio se reunió la Junta de
Gobierno de Albacete y en una alocución dictaba, entre otras, estas palabras:
“ … Pero la Libertad es la Ley; la Libertad es la justicia, la Libertad es el orden
y es la moralidad. Sin estas condiciones no es posible ni duradera. La violencia la
mancha, la anarquía la ultraja, la injusticia la pervierte, y la inmoralidad la corrompe. No lo olvidéis, ciudadanos: para ser libres es menester ser justos…”
En 1862, se rubricó el Real Decreto por el que Albacete se convertía oficialmente en CIUDAD. También por aquellos años lo que pasaba en Albacete debía
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Proyecto presentado por la Sociedad
de Amigos de Albacete S.A. en Abril
de 1970 y realizado por Manuel
Carrilero de la Torre
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interesar en la capital del reino. La revista “El Museo Universal” de Madrid, en su
número 47 de 25 de noviembre de 1866 recoge una crónica firmada por Eduardo
López y González, parte de cuya arenga increpaba así:
“Abandonad tiendas y tenderos, lanzaos al paseo de la Feria en busca de fuertes impresiones de viaje, de profundas emociones, de trágicas historias, de horrores
de naufragios, de guerras navales, etc. Por la mísera cantidad de cuatro cuartos disfrutad de tan sabrosos esparcimientos en los ambulantes cosmoramas que os salen
al paso. Preparados de esta suerte, los peligros de la Plaza de Toros, a donde forzosamente habéis de ir después, os parecerán un grano de anís, como les parece al
millar de espectadores que a ella acuden provistos de sus formidables garrotes de
Feria, género que abundantemente se expende.
Por último los teatros al aire libre de la Feria, y los que habilitan en la ciudad en agravio y daño de la higiene, os abren también sus puertas y os proporcionan el medio de pasar, si así lo queréis, los ocho días que dura la Feria, en continuo espectáculo.
Una precisa aclaración antes de terminar esta reseña. El cuadro de que queda
hecho bosquejo, varía de tonos; y se comprende bien, la tibia luz de crepúsculo, la
fuerte luz solar y la melancólica luz del la luna, son tres luces distintas que no pueden alumbrar del mismo modo una misma escena: ni los actores de esta escena se
encuentran a todas horas en igual tensión de espíritu: tanto tiran de la cuerda en las
veinticuatro horas que tiene el día, que al fin la cuerda se rompe y dan con su humanidad en tierra.”
En el último cuarto de siglo XIX asistimos a una nueva revitalización para los
20.000 albaceteños que éramos ya: el Teatro Circo, una sucursal del Banco de
España, el alumbrado eléctrico público (en 1888, la primera capital de provincia de
España en ofrecer este servicio), etc. En 1898 Albacete contaba con tres periódicos
y varios teatros y cines. Se pusieron en marcha dos grandes empresas harineras “Los
Arcos” y “La Manchega”. También inició su andadura “La Pajarita”. Al cruzar el siglo
en 1903 el Ayuntamiento de la ciudad impulsaba la creación de la Sociedad de
Aguas Potables de Albacete. Llegaría después (1905) una Caja de Ahorros, transformada a continuación en Banco de Albacete.
El relato sobre la Feria durante el siglo XX, henchido de acontecimientos,
requiere un detenimiento para ulteriores trabajos o investigadores, pero no quería
dejar esta breve incisión en la centuria sin mostrar los siguientes documentos, que
hacen referencia a la directriz comercial, y no sólo lúdica o costumbrista, de la Feria.
Durante la II República alcanzó a la Feria la declaración de UTILIDAD
COMERCIAL NACIONAL según orden del Ministerio de Industria y Comercio,
fechada el 22 de julio de 1933. Seis años después y tras el retroceso por la guerra
civil, otro Director General de Comercio y Política Arancelaria, firmaba la Orden
Ministerial “autorizando la celebración de la Feria Regional de Muestras” en
Albacete, haciéndola coincidir con los tradicionales diez días septembrinos.
Un último párrafo para explicar, como conclusión, el aparatoso subtítulo de
este artículo: “el avasallador hecho social de un espíritu colectivo”.
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La Feria de Albacete puede explicarse, entre otras razones, como un hecho
social, mantenido en el tiempo, con una contribución y premisa colectiva. Esta gran
empresa (de mucho más de tres siglos, si nos atenemos a los datos históricos), terminó por vincularse a Albacete como a su propio ser. Al igual que algunas ciudades marítimas, se definen por sus puertos, o las de frontera por el incesante paso de foráneos,
Albacete se construyó y creció al socaire de una gran mercado anual, con disposición
de competitividad, en un edificio digno y único de la arquitectura civil ilustrada.
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El impulso de toda una sociedad, con un soterrado talento comercial, a lo largo
de los siglos creó en Albacete ejecutores vigorosos y efectivos que supieron concebir,
orientar e impulsar el espíritu de esa gran colectividad.
La actitud del pueblo de Albacete, el actuar como un único “sujeto colectivo”,
la contribución del conjunto de albaceteños (sin distinción de clases) en la conformación del negocio público, configuró la Feria histórica, la que hoy conocemos y hacia
la que se dirige la ciudad.
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Otra aportación más, de la Feria al albaceteño o viceversa, considero que reside en la validez y eficacia dada a la costumbre. Costumbre entendida como antiguas
leyes no escritas, atendida a los largo de siglos desde la experiencia y con la mira
puesta en el progreso. Y quizás, con permiso de los juristas, las leyes que más perviven son las que no necesitan de reglamentos en papel para su acatamiento. Las leyes
de la convivencia armónica y el respeto durante la Feria así debieron escribirse.
En todos los círculos sociales, económicos y culturales de Albacete a lo largo
de su historia, ha existido conciencia de que la finalidad de la Feria es un hecho
colectivo de supervivencia y progreso de la propia ciudad. Por ello esa unanimidad,
no escrita pero pactada inconscientemente, de su protección e impulso. La destreza
para el acuerdo y el compromiso, escenografiada en los tratos de “la cuerda”, echó
a las individualidades que no velaban por el común de la ciudad.
Y en el devenir hacia el III Centenario, en una simbiosis de intereses comunes, prosiguen como antaño los albaceteños con la Feria y ésta, creando ciudad, con
aquellos, de una manera avasalladora y colectiva.
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I I I C E N T E NA R I O F E R I A D E A L BAC E T E
1710 - 2010
Cuatro o cinco revistas
de feria
A ndrés Gómez Flores
o siendo historiador (ni Dios lo quiera), debo atenerme a razones y argumentos improbables cuando respondo por escrito a las ciertamente débiles señales que envía mi baqueteada memoria. En casos así, experiencia y
ficción son siempre armas literarias de mi gusto. Doblemente agradable si se trata
de nuestra Feria y de las revistas que durante esos días y con ese solo pretexto
aparecen.
Es más que probable (lo dirán o no los historiadores) que las publicaciones
relacionadas con la Feria vengan del siglo XIX. No lo sé. Lo que sí sé es que la más
antigua de mi colección privada es de 1925. Se trata de un ejemplar de la GuíaPrograma de la Feria de Albacete, fundada en 1920 por Bartolomé Gascó. Es una
obra patrocinada y subvencionada por la Diputación y el Ayuntamiento, editada en
los talleres “Minerva”, de 40 páginas, con abundante publicidad y laudatorias esquelas en las que se ensalza de una manera empalagosa la simpatía extraordinaria del
gobernador, Sr. Lara y Mena; el recio corazón del secretario del Ayuntamiento,
Joaquín Quijada; la bondad del presidente de la Diputación, Juan Antonio Ciller; o se
alaba “la corrección, caballerosidad y finura notables” del entonces alcalde, Paulino
Cuervas Mons, aquel mismo que en 1939, tras la victoria franquista, volvería a ser
designado alcalde y presidente de la Comisión encargada de redactar los informes
para llevar a cabo la depuración de centenares de funcionarios desafectos al régimen
de Franco (son cosas debidamente documentadas por los historiadores, que nadie se
ha inventado). Antes las cosas eran así. Un milhojas de cumplidos que hacían el efecto de cortina de humo para ignorar las penalidades y miserias de la población. Feria
es Feria.
A pesar de estas minucias, la revista era para entonces un vínculo sentimental entre la Feria y los ciudadanos, que encontraban en ella un modo de pasar el rato
al tiempo que veían el rostro de sus jerarcas y de las bellas señoritas que solían aparecer. La crónica social se centraba en señalar que los esfuerzos de don Camilo
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Legorburo habían tenido la compensación de alcanzar un establecimiento como el
Hotel Central. O anunciar la quincalla y la especialidad en algodones que el señor
Tendero ofrecía en el número 11 de la calle Cristóbal Valera. O detallar que la confitería La Favorita, que don Antonio Lozano dirigía personalmente en Marqués de
Villores, era un modelo de organización y limpieza. Feria de vanidades.
Un panorama plácido que contribuían a azucarar los colaboradores de la
revista escribiendo cosas como esta: “Albacete trabaja... quiere surgir. De aquella
vida honda y simple, de beatitud serena, de silencio y reposo, quiere pasar a las
satisfacciones de una civilización refinada.” Pero eso no es todo, en otro párrafo se
añade: “Todos estos adelantos modernos de las casas elevadas y sólidamente construidas, de los hoteles suntuosos, de las calles amplias y rectas, de las extensas avenidas, de los parques frondosos, de los grandes bazares...” Cualquiera que leyera
hoy estas líneas, podría pensar que vivíamos en París o Estambul, y no en un poblachón cutre, olvidado de Dios, con casi un 80% de población analfabeta y ajena a
los progresos y revoluciones del mundo; una isla de ignorancia en un planeta que
ya empezaba a ser desgraciado.
A pesar de todo, nunca faltaron a su cita las revistas de Feria, para dar ánimos
a la población y venderle la entelequia y el espejismo de unos días de merecido
regocijo. En 1927 se sumó al escaparate ferial una nueva revista: Albacete en Fiestas,
de la mano de Francisco del Campo Aguilar, el periodista que sin ser albaceteño,
más y mejor ha escrito sobre Albacete y su Feria. Del Campo, que era un escritor
fino y caudaloso, contó desde el primer momento con colaboradores como
Fernando Franco, Ernesto Martínez Tébar y José S. Serna, que contaba por entonces
20 años, y que habría de ser el alma, corazón y vida de todas las publicaciones feriales hasta hoy.
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Durante los años de la República, las revistas de Feria mostraron una mayor
preocupación por la cultura y, sobre todo, por la modernidad. Aparecieron colaboradores como José Prat, Joaquín Quijada, Abraham Ruiz, y se hicieron famosísimas
las fotografías de Jaime Belda y Julián Collado. En la Feria de 1935 llegaron a aparecer cuatro publicaciones: dos versiones distintas de la Guía-Programa, además de
Feria y Fiestas de Albacete, que se subtitulaba como Revista Gráfica de Información
y Propaganda, dirigida por José Estellés Peris; y Cartel de Feria, dirigida por Victorio
Montes, con una serie de largas entrevistas a las autoridades, y una nómina de colaboradores que incluía a José María Lozano, Ramón Castellanos y, cómo no, José S.
Serna. ¡Serna siempre!
La posguerra, como a tantas otras cosas, trajo un tinte de grisura a las revistas. Aparecieron las loas y salves al Caudillo, las palabras del difunto José Antonio,
los emblemas de Falange, los cantos a la producción y el desarrollo. Martínez Tébar,
acoplado con extrema facilidad al nuevo régimen, firma una sección titulada:
“Tareas de Falange”. Se incluyen faldones como estos: “España necesita la alegría
del productor sano y fuerte”, o “La plenitud de un pueblo puede medirse en la alegría de su descanso”, que parecía más bien un anuncio de colchones. Era la hora de
Educación y Descanso y Cosas Así.
REVISTA DE ALBACETE Y SU FERIA
En medio de aquel secarral patrocinado por la Obra Sindical, en 1947 aparece la Revista de Albacete y de su Feria, editada por Antonio González Alcázar, con
José S. Serna como director literario. La nueva revista, que viviría hasta 1956, traía
un aire vanguardista, bien maquetada, provista de numerosos anuncios, y con estupendas fotografías de Belda. Serna irrumpe así, después de veinte años como colaborador habitual en cuanta revista se le pusiera a tiro, trayéndonos la modernidad
editorial, el gusto por la literatura. Un gusto que irá perfeccionando en años sucesivos, como podemos comprobar en el número de la revista de 1954, con una portada de Ortiz Sarachaga que incluye sobrecubierta de papel cebolla, algo que por
entonces suponía todo un lujo, una arrogancia y una provocación propia de alguien
tan adelantado como Serna.
Serna echó mano de colaboradores como Agustín Sandoval, Enrique Soriano,
Ángel Dotor, Francisco del Campo Aguilar, Francisco Belmonte, Antonio Gotor, Juan
Alcaide, Tomás Preciado, Federico Muelas, Antonio Andujar; aparecieron los primeros “quijos” del dibujante Alberto Mateos, que con el tiempo adquirirían una enorme popularidad. Junto a Ortiz Saráchaga aparecen las primeras ilustraciones de
Godofredo Jiménez y Amo Vázquez, y los primeros y reveladores poemas de Ramón
Bello Bañón y del “poeta maldito” que fue siempre José Quereda.
Y cómo no, Azorín. El mismo año de 1954, en el mes de julio, Azorín envía
a Serna la famosa fotografía en la que ha escrito de su puño y letra: “Albacete siempre”, la frase que tanto va a significar a partir de ahora; el mejor eslogan que la ciu-
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dad ha tenido jamás. Esa fotografía en la que Azorín aparece abriendo un libro como
si tuviera en sus manos huesudas un misal, será histórica, y Serna aprovecha la ocasión para incluirla junto a una entrevista que realiza al maestro en su gabinete
madrileño.
FERIA
La andadura de Serna por todas las revistas no ha sido sino un entrenamiento, el ejercicio de preparación necesario para dar el salto final hacia su revista. En
1957 abandona Revista de Albacete y de su Feria y aparece el primer número de la
que ya se llamará sencillamente Feria, y que marcará mucho más que una época.
Durante los veintiséis años en que Serna la dirigió, junto a su nuevo editor, Julián
Gómez Avendaño, la revista fue el faro indiscutible de nuestras fiestas patronales.
Unas páginas primeras de salutación a las autoridades como impuesto obligatorio,
y enseguida la literatura. Serna se llevó a Feria a toda la plantilla anterior, recuperó
viejas firmas y sumó a los jóvenes, muchos de ellos todavía inéditos. Con el pretexto de la Feria, lo que a Serna le interesaba sobre todo, era hacer una revista literaria
que correspondiera al patriarca de las letras albaceteñas que ya empezaba a ser.
Dibujos de Benjamín Palencia y fotografías de Jaime Belda se alternaron en las portadas. En el interior, junto a los relatos y poemas, siempre esos recursos suyos en los
que, con cuentagotas, nos da noticia de su plural vida intelectual, sus amistades, sus
encuentros con algunos grandes de las letras, su correspondencia. Era el Serna de
los brazos abiertos. Moriría en 1982, y durante algunos años, su discípulo y amigo,
Domingo Henares trató de sacar adelante la revista, más que nada por mantener viva
la memoria del maestro. Pero el proyecto era enteramente de Serna y murió con él.
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En 1997, tras quince años de silencio, decidí enmendar esa ausencia. La
llamé Revista FERIA de Albacete. Fue un intento en toda regla de recuperar la vieja
idea de una revista ferial. Fue sencillo: la modernizamos actualizando tipografía y
maquetación, tarea de la que se ocupó mi hermano Candelario; introdujimos el
color en todas sus páginas; renovamos y rejuvenecimos la nómica de colaboradores; encargamos a La Reducida Compañía del Sur las ilustraciones y collages, y a
Santiago Vico y Manuel Podio las fotografías; Juan Henares se hizo cargo de la coordinación editorial. Y nos lanzamos al vacío. No nos amparaba más que lo que nosotros llamábamos “el espíritu Serna”. No quisimos romper con nada. Al contrario.
Se trataba de hacer la revista que Serna hubiera hecho, ya a las puertas del siglo XXI,
con más medios y posibilidades de las que nunca contó. FERIA se reconoce continuadora de todas las revistas de Feria que aquí se han mencionado, pero sobre todo
se siente deudora de la obra que Serna levantó, si así puede decirse ahora que se
cumple el primer centenario de su nacimiento.
Nos ayudan cada año amigos como Ramón Bello Bañón, Antonio Martínez
Sarrión, Antonio Ramos, Luis Reyes, José Sánchez de la Rosa, Domingo Henares,
Valentín Carcelén, Arturo Tendero, Ángel Aguilar, Javier Lorenzo, León Molina, Juan
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Ángel Fernández, Cipriano Játiva, Antonio Avendaño, Coché López y otros muchos.
Nos ilustran José Antonio Lozano, Godofredo Jiménez, Miguel Cano, Miguel Barnés
o La Reducida Compañía del Sur. En estos años se nos han quedado en el camino,
además de Ismael Belmonte, Manolo Rodiel, Ramón Gómez Redondo, Manuel
González de la Aleja y Joaquín Barceló. Y ahí estamos, decididos a seguir cada mes
de septiembre en las manos de los ciudadanos, y dispuestos a ofrecer en el año del
Tercer Centenario de la Feria nuestro decimocuarto número. Lo demás es el porvenir.
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1710 - 2010
Feria de Albacete,
de Felipe V a Juan Carlos I
C arlos Gutierrez García
Director de Cronica de Albacete
adie se podía negar y es muy posible que nadie tuviera la pretensión, aunque sí la presión externa, pero el alcalde actual, Manuel Pérez Castell,
ha hecho una jugada maestra en el tablero de las iniciativas municipales. Todos los
que han ocupado el sillón presidencial de la alcaldía, y están para contarlo, se han
unido en torno a la idea de celebrar el tercer centenario de la Feria de Albacete. Con
tanto aniversario más o menos redondo que se festeja por todo lo alto, no podía
pasar desapercibido que en 1710 el primero de los reyes borbones de España, Felipe
V, que logró la Corona gracias al triunfo de sus tropas en la batalla de Almansa, concedió a Albacete el privilegio de celebrar una Feria, reconociendo los hechos consumados, es decir, que ya existía, aunque fuera sin carta de naturaleza.
Albacete es lo que es por su Feria. Se tuvo Feria para crecer y mejorar y se ha
crecido y mejorado en torno a la Feria, que en Albacete está tan vinculada a la idiosincrasia que ha conseguido que el calendario gregoriano solo actúe en documentos oficiales; para el resto, en Feria, para la Feria o al pasar Feria.
Y la fecha no se le ha escapado a Pérez Castell, que ha invitado a todos sus
predecesores en el cargo para crear una fundación que aproveche la efeméride para
dar un golpe de modernidad a la ciudad de siempre, a la que ya existía antes de la
explosión del último lustro.
Todo apunta a que se van a aunar esfuerzos para lograr proyectos urbanísticos que perpetúen el homenaje de la ciudad a la Feria que la vio nacer; y se deben
unir la provincia, que no sería lo que es sin una capital que mantuviera el pulso de
la población, y la comunidad autónoma, que si bien es cierto que aporta a la ciudad, también lo es que mejora su cuenta de resultados con un polo de actividad económica en plena ebullición, como es Albacete.
No se trata de que la fundación, que tendrá por patronos a los siete primeros
ediles, se vuelque en una celebración de fuegos artificiales, banderitas y cantantes
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famosos, que también; hay que aprovechar para que dentro de cien años, la Feria
sea cuatro veces centenaria, el recinto tres veces y lo que se haga en 2010 cumpla
su primer siglo; es decir, algo que permanezca y que influya decisivamente en el
progreso de la ciudad, ligado a la Feria.
Y va ser tan importante, tan decisivo, que lo normal es que Don Juan Carlos
venga a Albacete a festejar que trescientos años antes el primer Borbón español,
Felipe V, confió en que en esta tierra, a base de feria, se lograría sacar provecho.
El tercer aniversario de la Feria de Albacete, en 2010, ya se está preparando,
y con este objetivo nació una fundación en la que participan los siete últimos alcaldes de Albacete, Manuel Pérez Castell, actual alcalde de Albacete, en su tercer mandato, desde 1999; Ramón Bello Bañón, que gobernó entre 1974 y 1978; Abelardo
Sánchez Moreno, cuyo mandato se desarrolló entre 1978 y 1979; Salvador Jiménez
Ibáñez, que dirigió el consistorio de 1979 a 1983; José Jerez Colino, cuyo doble
mandato duró desde 1983 hasta 1991; Carmina Belmonte Useros, que fue la primera alcaldesa de Albacete y desarrolló su gestión desde 1991 hasta 1995; y Juan
Garrido Herráez, que gobernó de 1995 a 1999.
La Feria de Albacete corresponde a un privilegio concedido el 6 de marzo de
1710, y la fundación tiene tres años para organizar la celebración del tricentenario
de la Feria.
Información recogida por el Periódico Semanal CRONICA de ALBACETE
Ramón Bello Bañón,
alcalde de Albacete, de 1974 a 1978
"Hablarles a los albaceteños de la Feria de Albacete representa hablarles de
algo tan personal, de algo de tanta calidad y tan enraizado en el sentir y el querer
de los ciudadanos que representa. La Feria no se hace sola, es el reflejo de los ciudadanos de Albacete. ¡Qué prodigio de equilibrio ha tenido esta Feria para hacer
posible que, sin romper la tradición, se adelante a las modificaciones! Pudo quedarse obsoleta al actualizarse, pero no lo hizo".
“La celebración del III Centenario es una efeméride digna de ser valorada
porque representa el reconocimiento de una tradición, y al mismo tiempo representa el sentimiento de los albaceteños. Por tanto, la idea de juntarnos para conmemorar este centenario nos hace muy felices. Me parece que estamos todos embarcados en una aventura amabilísima, que dará lugar a que la Feria de Albacete siga
teniendo el prestigio, el interés, la certeza, la cercanía que ha habido siempre con
los albacetenses”.
Abelardo Sánchez Moreno,
alcalde de Albacete, de 1978 y 1979
"Yo que he vivido la Feria, como albaceteño, considero muy importante esta
celebración. Porque la Feria es la envida, el orgullo y la sorpresa de mucha gente,
ahora, que estamos en un momento clave de la historia de Albacete, porque se han
visto los frutos en los que han trabajado las generaciones anteriores”.
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Ramón Bello Bañón, Abelardo Sánchez Moreno, Salvador Jiménez Ibáñez, Manuel Pérez Castell, José Jerez
Colino, Carmén Belmonte Useros y Juan Garrido Herraez.
Salvador Jiménez Ibáñez,
alcalde de Albacete, de 1979 a 1983
“Los representantes de la historia municipal de Albacete estamos unidos por
el futuro de Albacete, no es una mirada de nostalgia al pasado, más bien mirar al
futuro. Es una gran oportunidad que los representantes de toda la ciudadanía se
unan en un proyecto en torno a la Feria. La Feria de Albacete bien merece un esfuerzo para perpetuarla en el futuro".
“Albacete tiene cuatro hitos importantes, y uno de ellos sin lugar a dudas es
la creación de la Feria. El Recinto Ferial recoge perfectamente lo que es la cultura
de Albacete. Y si hay que aunar esfuerzos en algo es en que se deben hacer cosas
que perduren después de la Feria del III Centenario. Debemos conseguir algo que
mejore la ciudad después de esta celebración, y en lo que estamos todos de acuerdo es en que es necesario mejorar la zona de la Feria, desde el Ayuntamiento antiguo hasta la Feria”.
José Jerez Colino,
alcalde de Albacete, de 1983 a 1991
"El hecho histórico que representa la Feria de Albacete tiene una importancia
especial. Pero ahora es un tiempo con una economía más alta y un concepto de ciudad más elevado en el que hay que dar las gracias a nuestro alcalde actual. En este
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caso la historia es una justificación del presente y ahora va a ser de la justificación
del futuro. Esta iniciativa se ajusta a los nuevos tiempos para adaptar la Feria a la
nueva economía y los nuevos conceptos de ciudad.”
“Todos debemos estar unidos para darle brillantez a la Feria. Nuestra pretensión es que la Feria trascienda los límites que hoy tiene, y para eso sería importante
que no sólo se limitase a los 11 días, sino que el recinto ferial pueda ser utilizado
todos los días del año”.
Carmen Belmonte Useros,
alcaldesa de Albacete, de 1991 a1995
"Quizá una de las cosas que una siente cuando deja la alcaldía es que la ciudad no la ves de la misma manera, esta visión distinta que tenemos de la ciudad
puede aportar un granito de arena; y hacerlo alrededor de la Feria es una iniciativa
importante porque es un entorno físico muy especial alrededor del cual se puede
diseñar el futuro de Albacete. Ha sido una muy buena idea, creativa y generosa, a
la que esperamos aportar algo".
Juan Garrido Herraez,
alcalde de Albacete, de 1995 a 1999
"Esta iniciativa tiene un propósito loable, porque Albacete y su Feria siempre
han ido unidos y seguramente ha sido una de las cosas más importantes que ha
hecho que nuestra ciudad hoy sea lo que es".
“La Feria es un patrimonio histórico que hemos heredado todos. El propósito
de darle importancia a este centenario, de realzarla, y que Albacete suene en toda
España es muy bueno. Todos los partidos políticos deben participar, sin que haya
fisuras, en un proyecto que es de todos”.
Manuel Pérez Castell,
alcalde de Albacete, de 1999 a la actualidad
"El futuro lo tenemos claro: vamos a repensar la ciudad con los alcaldes que
han sido elegidos por los albaceteños, porque la Feria no nos pertenece; por encima de los designios políticos, pertenece a los ciudadanos de Albacete. No se trata
de una celebración fastuosa, sino de crear algo que tenga la suficiente influencia en
la ciudad en el plano cultural y del crecimiento de la propia ciudad".
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I I I C E N T E NA R I O F E R I A D E A L BAC E T E
1710 -2010
Albacete siempre
R amón Bello Bañón
Por quienes nos donaron el buen hacer y fueron
serenos ciudadanos y nobles bachilleres;
por los que nos legaron privilegios legítimos;
por la ciudadanía del siglo diecinueve,
Albacete, siempre Albacete.
Por los doctos que hicieron anónima doctrina;
por los hombres humildes que trabajaron frente
al arado y al yunque, a la piedra y al fuego
en los tiempos difíciles de la historia reciente,
Albacete, siempre Albacete
Por Molins y Jareño, por Hurtado y Cuartero,
por Víllora y Godino, por Medina y Orrente,
por Conangla y Mateos, por Agraz y Erostarbe,
por la sabiduría de ediles ya rciprestes…
Albacete, siempre Albacete.
Por los que el bien hicieron, por la cuchillería,
por los que con audacia tuvimos por valientes,
por los que en pie pusieron bandera en Campollano,
por los que dieron nombre a las calles nacientes,
Albacete, siempre Albacete.
Por la feria que llena de luces y de galas
los diez días votivos del cálido septiembre,
por el barco varada cervantino y manchego
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por el agua que canta cancionero en las fuentes,
Albacete, siempre Albacete.
Por la Virgen del Llano, a la que envío flores,
a la que en mayo ofrendo albas y amaneceres,
letanías de plata en las voces del tiempo,
y el oro que se anuncia en el mar de las mieses,
Albacete, siempre Albacete.
Por los claros caminos de la joven memoria,
por los días que fueron, dibujados ayeres,
por los libros pautados de quienes nos dejaron,
por la luz de los ojos de sus bellas mujeres
Albacete, siempre Albacete.
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