Revista Probidad Edición 24 ­ septiembre de 2003 Los Observatorios de Derechos Humanos como instrumentos de fortalecimiento de la sociedad civil Jorge Luis Maiorano [email protected] http://www.jorgeluismaiorano.com Presidente del Observatorio de Derechos Humanos (FODHU) http://www.observatoriodelosderechoshumanos.org Argentina En 1987, al publicar mi tesis doctoral titulada El Ombudsman: defensor del Pueblo y de las instituciones republicanas señalé que "el futuro no debía ser una prórroga de nuestro presente: para que no lo fuera debíamos ponerle condiciones, orientarlo hacia los rumbos que nos fijásemos. Eso exigía un esfuerzo de anticipación. Experiencias ajenas servirían de ayuda. Aquello que era futuro para nosotros, era presente para otros. En eso, al fin de cuentas consiste el subdesarrollo: en ir detrás, en ignorar lo que otros ya saben y uno sabrá más tarde, en carecer de lo que otros tienen y uno podrá tener más tarde. Al indagar en otros presentes, hallaremos claves que nos faltan. Descifraremos los retos que nos esperan".(1) Luego, la Providencia y la política se conjugaron para que en 1994 asumiera como Primer Defensor de la Nación Argentina y tuviera la responsabilidad de fundar en mi país esa noble Institución de cuño nórdico. En esta ocasión, y siempre interesado en el mejoramiento de las instituciones de nuestros países y con la rica experiencia que me ha dejado el ejercicio del cargo de Defensor del Pueblo a través del cual pude advertir la enorme brecha que existe entre las necesidades del pueblo y las prioridades de la dirigencia que la gobierna, entiendo que la figura de los Observatorios puede ayudar a mejorar la gobernabilidad de los países de la región. Estas líneas tratan entonces de explicar cómo los Observatorios, concebidos como nuevas instituciones públicas o de la sociedad civil, pueden contribuir al fortalecimiento de las instituciones de los países de la región lo que es igual a decir, a la mejor gobernabilidad de nuestras sociedades desde la perspectiva de los derechos humanos, el desarrollo sustentable y la lucha contra la corrupción. En particular, pueden aplicarse a diversos ámbitos siempre con el objetivo de ilustrar y sensibilizar a las autoridades y a la opinión pública acerca del cumplimiento de las políticas públicas en determinadas materias. Una noticia publicada en el diario El País, de España del día miércoles 24 del corriente mes de septiembre me afirma en esta idea. Ella da cuenta que "Sanidad creará un Observatorio de la Salud de la Mujer" (página 23) y agrega que "…su función será tratar los problemas propios de la salud de la mujer mediante la elaboración de estudios y la recopilación de información…." Los Observatorios de Derechos Humanos como instrumentos de fortalecimiento de la sociedad civil 10/15 ­ Pág. 1 Revista Probidad Edición 24 ­ septiembre de 2003 La creación de observatorios es un fenómeno relativamente reciente que testimonia la creciente toma de conciencia de la necesidad de realizar de una manera permanente y sistemática la evaluación de una situación o de un fenómeno dado. Son organismos auxiliares, colegiados y de integración plural que deben facilitar una mejor información a la opinión pública y propiciar la toma de acciones concretas por parte de las autoridades responsables. En este sentido, se constituyen en instituciones que refuerzan la democracia y la práctica de los derechos y las libertades, promoviendo de este modo el acercamiento de los ciudadanos a los que ostentan legítima y legalmente el poder. Concebida así, su función puede ser aplicada, y de hecho así lo ha sido, a fenómenos tan diversos como la igualdad entre el hombre y la mujer en el terreno político, económico y social (Vg., en Francia donde se trata de un servicio creado a instancias del Primer Ministro); la democracia (Vg., el Observatorio Panafricano de la Democracia, que es un organismo privado); podría aplicarse también como órgano de control de la ética pública, de la transparencia de los actos de gobierno, entre otros. En mi país, hemos fundado un Observatorio de los Derechos Humanos, bajo la forma jurídica de Fundación, es decir, como una Organización No Gubernamental destinada a la protección y fortalecimiento de los derechos fundamentales. Estamos persuadidos que no puede existir pleno respeto de los derechos humanos donde impere la corrupción; la gobernabilidad se verá seriamente amenazada donde el desarrollo no sea sustentable; donde las asimetrías sociales se agudicen y donde la exclusión sea la regla. Es que el actual concepto de gobernabilidad transita por los vértices de la participación amplia de la sociedad civil; por la lucha frontal contra la corrupción, por el desarrollo sostenible y por el pleno respeto de los derechos humanos. Los conceptos antes expuestos no son compartimentos estancos; están indisolublemente vinculados. La crisis que atraviesan los países latinoamericanos si bien pareciera, en principio, expresarse más crudamente en términos económicos y sociales, no puede negarse que tiene una raíz moral; es crisis política, social, económica, institucional pero, por sobre todo, es crisis de valores que se traduce en la pérdida de sentido de la política como instrumento de cambio social. Importantes sectores de la población que están en situación de franco deterioro económico, cuando son consultados sobre qué es más importante hoy: ocuparse de la corrupción o bien ocuparse de los problemas económicos, priorizan ocuparse de aquélla porque vincula la problemática económica a la solución previa del tema de la corrupción. La corrupción está en la condición humana, igual que el robo, el homicidio. Pero hoy no se corrompe como ayer. Con sus proyecciones, por la impunidad garantizada que la rodea, forma parte de la naturaleza de las cosas; más aún, integra nuestro paisaje cotidiano. De imprevisibles consecuencias entroniza al poder económico y deroga al político; y cuanto más la economía se globaliza, mayores parecen las posibilidades para corromper a los Estados, transformados, a veces, en meras filiales de los enormes capitales. Existe una constante histórica: el capitalismo que opera en mercados de magnitud, y por ende, con elevados riesgos, trata de minimizarlos; ansia desesperadamente lo seguro. No es cierto que confíe en la competencia, ni en el libre mercado; es más, renuncia a ellos, los abroga y como prudente trapecista prefiere la red. Para ello seduce, fuerza o compele a la clase política; y así se arriba, merced a la corrupción, a la unión de los barones del dinero y de las elites. Dato importante: nunca predican la legalización de ese proceder; lo prefieren secreto, cripto. Los Observatorios de Derechos Humanos como instrumentos de fortalecimiento de la sociedad civil 10/15 ­ Pág. 2 Revista Probidad Edición 24 ­ septiembre de 2003 En este sentido, las nuevas condiciones internacionales vinculadas a procesos de globalización e integración a mercados mundiales hacen de América Latina una región particularmente vulnerable. Esto último genera una serie de obstáculos ­y con ello desafíos ­ para garantizar la gobernabilidad de los países de la región. Se advierten todavía serias deficiencias a nivel interno en cuanto a la capacidad institucional de los Estados para responder a demandas sociales, una debilidad de los sistemas democráticos, y la persistencia de problemas de pobreza y exclusión social. Esta conceptualización asume que una nación se torna ingobernable cuando los mecanismos e instituciones encargadas de articular intereses y mediar las diferencias entre los actores fallan. Ello puede deberse a que el Estado no está atendiendo a las demandas, a que el sistema político y las instituciones que lo sustentan no son capaces de expresar intereses diversos, o bien porque no se dan las condiciones sociales. Si existen amplios sectores postergados en sus demandas, si además las instituciones políticas no son capaces de representar a la ciudadanía, y si el Estado no brinda beneficios sociales en forma efectiva, se incrementa la vulnerabilidad del sistema político y con ello la gobernabilidad de un país está en riesgo. Dos elementos contribuyen, a mi juicio, al mantenimiento de altos niveles de corrupción: a) Debilidad institucional. El primer problema es la debilidad institucional de los Estados para sancionar el fenómeno de la corrupción. Débiles sistemas de control dentro del Estado, y sistemas de justicia poco independientes, altamente burocráticos, e ineficientes han contribuido a mantener esta situación. Existe un gran número de reformas que se están implementando en la región para mejorar los sistemas de justicia, aunque los resultados de esas reformas sólo se verán en el largo plazo. Adicionalmente, América Latina es la región más desigual del mundo y en donde históricamente han existido altos niveles de concentración de poder económico. Al existir instituciones débiles y pocos mecanismos de control, existen más posibilidades para que aquellos sectores poderosos incidan en las políticas públicas y en la política en general. b) Débiles mecanismos de control social. Otro factor que contribuye a la corrupción es la debilidad de los mecanismos de control social. Por ejemplo, en varios países de América Latina se observa una alta concentración de medios, lo que bajo ciertas circunstancias, puede reducir las opciones de ejercer un control efectivo sobre las políticas públicas. Las reformas institucionales son necesarias pero no suficientes para terminar con la corrupción. No sólo se requiere generar mecanismos legales para controlar y penalizar la corrupción, se precisan además: (a) regular la relación entre Estado, política y dinero, bajo los criterios de transparencia, igualdad de oportunidades y responsabilidad, y (b) robustecer el rol de sociedad civil en el control de la política pública. En este sentido, nadie puede ocultar que existe un peligroso y continuado deterioro de las instituciones políticas. A la insuficiencia e impotencia del Estado para dar respuesta a los derechos económicos, sociales y culturales por su escasa o nula presencia en la Sociedad, se suma el avance de la corrupción. El deficiente desempeño de las instituciones democráticas ha impedido avanzar en el establecimiento de una gama más amplia de instituciones que conforman los pilares de una economía de mercado dinámica y competitiva. Las debilidades institucionales se hacen tangibles y Los Observatorios de Derechos Humanos como instrumentos de fortalecimiento de la sociedad civil 10/15 ­ Pág. 3 Revista Probidad Edición 24 ­ septiembre de 2003 evidentes en los muchos escándalos de corrupción que involucran a funcionarios gubernamentales, las deficiencias en la calidad de los servicios públicos y los prolongados retrasos en el trámite de los casos judiciales. Estimaciones comparadas sobre la calidad de la gestión gubernamental en el contexto internacional apuntan también a la debilidad relativa de las instituciones de América Latina. Por ello no resulta aventurado, en este contexto, señalar que América Latina se agota en democracias electorales como testimonio de sistemas políticos que se agotan solo con la participación política. Resulta imperativo comprender que el tema de la corrupción está vinculado con el déficit de valores morales, con el poder del dinero, con el crimen organizado, con el narcotráfico, con la debilidad de los mecanismos de control, con la falta de rendición de cuentas de los funcionarios, con el presupuesto del Estado, con el financiamiento de la política pero, por sobre todo, está relacionado con la falta de compromiso ético ciudadano. A esos efectos, será necesario transformar las actitudes de la ciudadanía para permitir ejercer un control responsable sobre la administración pública y orientar sus demandas y acciones de mayor eticidad hacia el Estado. La corrupción en Latinoamérica tiene un denominador común que es el bajísimo nivel de compromiso ciudadano que caracteriza a nuestras sociedades. El desencanto y la frustración que conducen en un círculo vicioso a la no participación y a la apatía de los ciudadanos, y que a su vez significa el desperdicio de lo más importante que tiene un país: su capital social, en términos muy simples: su gente. La gran batalla que hay que ganar es contra la apatía de nuestros ciudadanos. En la actualidad, para controlar la corrupción (o bien reducirla a su menor expresión) es necesaria la concurrencia simultánea de tres actores: las Empresas, el Estado y la Sociedad Civil unidos en un lugar común desde el cual expresen su pensamiento sobre el tema, muestren sus estrategias para controlarlos, y brinden información a los ciudadanos sobre acciones concretas desarrolladas en tal sentido. Los Observatorios de Derechos Humanos, dentro de la estructura del Estado o como organizaciones de la sociedad civil, pueden contribuir a una mayor participación ciudadana, a la transparencia de los actos de Gobierno de tal modo que se conviertan en verdaderas sombras éticas del Poder. Tal vez de esta forma pueda decidirse aquella vieja polémica acerca de si la política debe o no someterse a patrones éticos o, en otros términos, si la moral es o no aplicable en el ámbito de la actividad política. Recordemos que si se cree, como Maquiavelo, que la política es una actividad ajena a la moral, en la que los valores éticos no tienen aplicación y en que lo único importante es el éxito, las reflexiones que nos ocupan carecen de sentido. Lo que vale es solamente el poder. Debemos admitir, aunque nos repugne, que esta lógica tiene bastante vigencia en la realidad. El éxito en política se mide habitualmente por la posesión del poder. En las democracias consolidadas, el riesgo de estas tentaciones es generalmente débil, por el freno que imponen las reglas propias del Estado de Derecho, el ejercicio de las libertades de información y de opinión y los mecanismos de fiscalización o control político y jurídico a que está sometida la actuación del gobierno. En la misma medida en que estas libertades y controles son cercenados o suprimidos, crece inevitablemente la tendencia al abuso del poder. La historia de las dictaduras esta plagada de sórdidas maquinaciones, peculados, enriquecimientos sorprendentes y crímenes Los Observatorios de Derechos Humanos como instrumentos de fortalecimiento de la sociedad civil 10/15 ­ Pág. 4 Revista Probidad Edición 24 ­ septiembre de 2003 horrendos. La de los regímenes totalitarios muestra hasta qué punto y de qué maneras el fanatismo ideológico conduce al aplastamiento y destrucción del hombre por el Estado. Es la lógica inevitable de la política del poder, en que el fin justifica los medios y para cuyo éxito Maquiavelo aconseja a su Príncipe "aprender a no ser bueno". Para defenderse del anhelo de poder, del inmoderado afán de enriquecimiento fácil, lacras que tanto dañan a nuestras sociedades son necesarios mecanismos políticos, administrativos y jurídicos donde los sistemas de publicidad y control de la gestión pública –política y administrativa­ generen la responsabilidad de los gobernantes y servidores públicos. Los riesgos de corrupción y de abuso del poder público solo podrán erradicarse mediante un cambio cultural sobre la naturaleza y fin de la política. Mientras se crea, como Maquiavelo, que la política es una actividad ajena a la moral, en la que los valores éticos no tienen aplicación y en que lo único importante es el éxito, consistente en ganar, conservar y acrecentar el poder, fin cuyo logro justifica cualquier medio, esos riesgos de corrupción y abuso mantendrán viva su amenaza. Si, a la inversa admitimos que la política, en cuanto forma de actividad humana, está regida por la ética tendremos que admitir que el fin de ella no es el poder sino el bien común, con respecto al cual el poder no es más que un medio a su servicio; y que este medio debe estar siempre condicionado por la dignidad de la persona humana, en sus dimensiones individual y social, cuyos derechos esenciales debe, no solo respetar y tutelar, sino también promover y fortalecer. A esos nobles fines apuntan las instituciones conocidas como Observatorios de los Derechos Humanos. Bibliografía: Maiorano, Jorge Luis. El Ombudsman: defensor del pueblo y de las instituciones republicanas, Buenos Aires, Editorial Macchi, 1987 1ª. Edición, 1 tomo; del mismo autor: 2da. Edición, 4 tomos, Buenos Aires, Editorial Macchi, 1999. Acerca del autor: Jorge Luis Maiorano. Defensor del Pueblo de la Nación Argentina (mandato cumplido), Ex Presidente del Instituto Internacional del Ombudsman, Profesor Titular de Derecho Administrativo Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Belgrano (Buenos Aires) y Presidente del Observatorio de Derechos Humanos (FODHU) Los Observatorios de Derechos Humanos como instrumentos de fortalecimiento de la sociedad civil 10/15 ­ Pág. 5