LasBrujas 2004-1 - Facultad de Ciencias Sociales

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Tierra y territorio en la construcción de la identidad de la
acción colectiva en la Cuenca del Plata1
Diego E. Piñeiro2
Las dos últimas décadas del siglo XX han dado lugar a la reaparición de vigorosos procesos de
acción colectiva en el agro latinoamericano. Sin embargo ya no solo son movimientos campesinos:
también hay movimientos que responden a clivajes étnicos, de género, etarios o locales, en los que la
composición social es heterogénea. Este artículo se pregunta acerca de cuales son las distintas formas como se construye la unidad en la acción colectiva, y se detiene en explicar el papel central que
aun tiene la tierra, pero resignificada de distintas maneras para los diferentes actores sociales.
Introducción
Desde la década del 30 hasta la década del 60 del siglo XX los países del sur de América
Latina atravesaron un periodo económico y político que se conoce como el periodo del crecimiento
hacia adentro, de la industrialización substitutiva de importaciones y de construcción de un Estado
de Bienestar. En el agro este período significó la definitiva liquidación del sistema latifundio-minifundio que a su vez derivaba del viejo sistema hacendal de la época colonial. Gobiernos de signo
populista y frecuentemente con apoyo militar, llevaron a cabo procesos de reforma agraria, colonización o redistribución de la tierra en detrimento de la vieja oligarquía terrateniente. Con ello se
buscó proveer la suficiencia alimentaria de una población crecientemente urbana, liberar fuerza de
trabajo sujeta a la tierra para constituir un proletariado industrial, modernizar la agricultura constituyéndola en consumidora de productos industriales y construir un estrato de agricultores consumidores de bienes finales.
Las alianzas que llevaron a cabo estos procesos fueron complejas, generalmente lideradas
por una naciente burguesía industrial, con sectores de la clase trabajadora, con el campesinado y
con facciones «nacionalistas» del ejercito. Esta fue la época de la constitución de grandes organizaciones campesinas que tomaron parte activamente en los procesos de reforma agraria y colonización. Las formas de organización social agrarias ya no eran pre-politicas como en el periodo anterior
sino claramente eran formas políticas, si bien las había con inclinaciones reformistas, tanto como
con orientaciones revolucionarias (Quijano, 1967).
Hacia la década del 60 el modelo de sustitución de importaciones ya mostraba signos de
agotamiento. El proceso de industrialización se encontraba estancado, la producción agraria volcada a los mercados internos había encontrado sus limites, los procesos inflacionarios corroían los
ingresos de los asalariados y con ello la base de sustentación del modelo. Hacia la década del 70
1
Durante los años 2001 y 2002 fui beneficiario de una Beca Senior de Investigacion del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales de su Programa Movimientos Sociales Agrarios con el aporte de la
Agencia Sueca de Desarrollo Internacional.Agradezco a estas instituciones el apoyo recibido. Este articulo es un extracto de algunas paginas de un libro de mi autoria que esta en proceso de edicion: «A la
Busqueda de la Identidad : la accion colectiva en los conflictos agrarios en el sur deAmericaz Latina»
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Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Facultad de Agronomia de la Universidad de
la Republica, Uruguay.
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Diego E. Piñeiro
las dictaduras militares del cono sur de América comenzaron un proceso de liberalización económica, apertura de fronteras, ajuste económico y desregulación estatal que modificó profundamente las
economía y la sociedad de dichos países.
Por esa época las organizaciones agrarias habían sufrido un proceso de cooptación de sus
cúpulas por el poder político, de adscripción e inserción de los líderes campesinos en las estructuras
partidarias y deslegitimación por distanciamiento con la realidad y los intereses de sus bases sociales. Cuando esto no ocurrió las organizaciones campesinas fueron reprimidas, frecuentemente disueltas u obligadas a adoptar un perfil bajo para sobrevivir en un medio que les era hostil.
Es posible sostener que los procesos de organización colectiva de los sectores subordinados
del campo (campesinos, trabajadores agrícolas, productores familiares, ocupantes, arrendatarios,
etc.) o fueron destruidos o entraron en un periodo de hibernación durante la década del 70. Cuando
vuelvan a emerger tímidamente en la década siguiente y ya con fuerza en la ultima década del siglo
XX, son organizaciones distintas a las que había antes. Para explicar y sostener esta tesis es preciso
referirse a los cambios societales que dominan los finales del siglo.
Globalizacion, reestructuración económica y nueva agricultura
Las últimas tres décadas del siglo XX fueron dominadas por un creciente proceso de
globalización de la economía. El nuevo modelo de acumulación ha desarrollado las fuerzas productivas hasta un nivel desconocido anteriormente. La globalización económica se caracteriza por la
creciente integración de “estructuras productivas, sistemas financieros y los mercados mundiales” a
partir del fuerte desarrollo de las empresas trasnacionales que son las que han liderado estos procesos (Llambí, 1994).
En años recientes se han dado pasos definidos hacia la reorganización del comercio mundial
bajo el signo de la liberalización. Esto ha ocurrido siguiendo dos tendencias que hasta pueden ser
vistas como contradictorias (Krugman, 1991). Por un lado la Organización Mundial del Comercio ha
avanzado en la dirección de liberalizar el comercio de manufacturas, productos agrícolas, servicios,
inversiones y propiedad intelectual entre otras. Por el otro lado un nuevo orden mundial esta emergiendo
reorganizado en bloques económicos: la Comunidad Económica Europea, el Tratado de Libre Comercio de Norte América, el MERCOSUR y el bloque del yen en el sudeste asiático.
Detrás de los procesos de globalización económica se perfilan las tendencias hacia la conformación de un orden político global. Así el papel de organismos tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial más allá de su función económica, debido a su capacidad para incidir
sobre la política económica de los gobiernos a quienes presta recursos ha tendido a modelar la
política interna de las naciones. En las Naciones Unidas y otros organismos multilaterales también
son perceptibles cambios, principalmente luego de la caída de los países socialistas del este europeo, tendiéndose a construir mecanismos y sistemas de regulación global. Sin embargo el carácter
asimétrico de las relaciones de poder en estos organismos tiene como resultado un neto predominio
de los intereses y perspectivas de las principales potencias occidentales.
En otro plano hay fuertes tendencias a la uniformización cultural a partir de los moldes de las
sociedades occidentales desarrolladas, vehiculizados por la expansión de los medios masivos de
comunicación y por las autopistas de la informática, capaces de transferir información instantáneamente de una a otra parte del globo. En la contracara de esta globalización cultural estallan los
nacionalismos, los fundamentalismos religiosos y la defensa de las particularidades de las etnias,
regiones, naciones, comarcas, que agredidas por la uniformización, pretenden rescatar y valorizar su
identidad. Globalización cultural y rescate y afirmación de las identidades se convierten así en los
polos de la contradicción dominante.
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Uno de los aspectos más relevantes de este nuevo modelo es la sobredeterminacion de lo
económico por sobre lo político y lo social, y fundamentalmente el sentimiento de impotencia frente a
las condiciones macroeconómicas de inserción internacional, la creencia en la autonomía de la economía en relación a las políticas; la sensación de ajenidad que produce en los sujetos individuales y
colectivos; y un sentimiento de incertidumbre y angustia provocado por la pérdida de referentes y
horizontes de creencias más o menos previsibles. La inmediatez de los cambios y el valor de lo
instantáneo, incorporado por la revolución de las comunicaciones, se suma para contribuir a este
sentimiento de “enajenación de lo ajeno y expropiación de lo propio que se vive como amenaza2....”
(Beck, 1998: 10 ).
Otro de los rasgos de la globalización económica es el surgimiento de las cadenas
agroalimentarias mundiales. Estas han sido impulsadas principalmente por grandes empresas
trasnacionales. Algunos de sus rasgos son, la tendencia a la homogeneización de la producción y la
integración vertical, el desarrollo y la imposición de tecnologías agrícolas uniformes mediante la producción bajo contrato, la innovación constante en las fases industriales y agroindustriales, la
uniformización de las pautas de consumo y los cambios institucionales y organizacionales.
En América Latina una de las consecuencias más importantes para el análisis que se está
haciendo, es el abandono del concepto de Desarrollo por el de crecimiento económico. En efecto, el
desmantelamiento del modelo ISI, de la políticas regulatorias del Estado y del Estado de Bienestar,
obedecen al abandono de políticas que favorecían la intervención estatal para guiar el desarrollo
económico y social por la idea de que el mercado es el que guiará y estimulará el crecimiento económico. Implícito está el concepto de que el simple crecimiento económico expandirá sus beneficios a
los distintos sectores de la sociedad.
El fuerte endeudamiento externo de los países latinoamericanos en la década del setenta y la
suba de las tasas de interés a principios de la década siguiente, colocó a estos países en una delicada situación económica-financiera. La mayoría de los gobiernos latinoamericanos, influidos por las
condiciones que exigían los organismos financieros como el FMI y el BM, a los que recurrían para
obtener créditos que permitiesen superar los desequilibrios financieros, pusieron en marcha medidas
de estabilización y ajuste estructural.
Las consecuencias de estas políticas durante la década del 80 fueron importantes en varios
aspectos. Por un lado se promocionaron y aumentaron las exportaciones mientras cayeron las importaciones; el ingreso por habitante y la inversión caen a niveles inferiores a los de la década pasada; se incrementan los fenómenos inflacionarios; aumenta el desempleo y el subempleo; se deteriora
el salario real y aumenta la pobreza y la indigencia tanto a nivel urbano como rural. La CEPAL la
caracterizó como la “década perdida” para el desarrollo.
En la década del 90 las economías del cono sur se recuperan. Estimuladas por las inversiones que se realizan por la venta de los activos del Estado, favorecidas por el acuerdo comercial del
Mercosur, recibiendo fondos que provienen de una arriesgada política de endeudamiento externo y
controlando la inflación, las economías crecen a tasas sostenidas durante casi toda la década. Recién hacia el final de la misma los servicios de la deuda y el desbalance en los ingresos y los gastos
del sector público, disminuirán el ritmo del crecimiento. En el año 2.000 Argentina se precipita hacia
una profunda crisis económica y financiera que arrastra luego a Uruguay y deja a Paraguay al borde
el abismo. Brasil devaluó su moneda, quebrando el Plan Real a principios de 1999 y de esa manera
logra sortear la crisis financiera. Argentina debió devaluar su moneda y Uruguay lo hará en el año
2002, alterando los equilibrios macroeconómicos.
Sin embargo, desde el punto de vista de los indicadores macroeconómicos es de destacar
que la agricultura latinoamericana creció durante el 80 y el 90 a una tasa mayor que la del PIB del
conjunto de la economía. Dicho crecimiento se explica por el incremento sostenido de la superficie
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agrícola, un incremento de los rendimientos físicos y un crecimiento substancial de las exportaciones
tanto en volumen físico como en el valor exportado (a pesar de los precios generalmente decrecientes de las materias primas). Estos aumentos de la productividad han sido posibles por la incorporación de las tecnologías de la Revolución Verde basadas en la mecanización creciente de las labores
agrícolas, en el uso extendido de agroquímicos, la incorporación de nuevos cultivos y de nuevas
variedades para los cultivos tradicionales.
Por otro lado la creciente urbanización de la población, iniciada ya en la década del 70 se
aceleró en la década siguiente. Si bien la población rural total no disminuyó en términos absolutos si
lo hizo en términos relativos, pasando de ser un 50% en la década del 60 a solo un 30% en la década
del 80 y a 28% en la década del 90. La urbanización provocó la expansión del mercado interno, el
aumento de la demanda de alimentos, incentivó la producción agrícola, produjo una urbanización
creciente de hábitos y costumbres en el medio rural debido a la densificación de una trama relacional
entre los migrantes urbanos y su retaguardia rural.
En las últimas décadas del siglo XX el capitalismo ha terminado de instalarse firmemente en el
agro latinoamericano. Pero como todo proceso contradictorio lo ha hecho bajo diversas formas. La
forma hegemónica de dicho capitalismo ha sido el desarrollo de las cadenas y complejos
agroindustriales (CAI). Con ello se está queriendo indicar que son los sistemas de producción más
dinámicos, donde hay mayor inversión, a quienes el Estado dirige su apoyo, donde el capital se
reproduce en forma ampliada, donde se produce para los mercados internos o externos de mayor
dinamismo, vinculándose con los sistemas agroalimentarios mundiales.
Sin embargo es conveniente hacer notar la diversidad de situaciones agrarias en América
Latina. Mientras en algunos países el desarrollo de los complejos agroindustriales está mas avanzado, en otros puede no estarlo tanto. Pero aún dentro de cada país la extensión de la “caificación”
puede ser variable por rubro de producción: mientras algunas cadenas están muy integradas, otras lo
están en muy bajo grado. En fin, rubros de producción que se encuentran fuertemente integrados en
un país pueden estar muy poco integrados en otro.
Hay vastas regiones de América Latina, aun países, rubros de producción, grupos sociales,
etnias indígenas, etc. que aún no han sido tocados por el desarrollo de los complejos agroindustriales.
Así un análisis realista del agro en nuestro continente debe reconocer la existencia de un importante
sector de empresas que si bien no están insertas en dichos complejos no por ello dejan de ser
empresas capitalistas: las viejas haciendas, las estancias, en general empresas extensivas en que
aún el capital fundiario juega un papel importante en la forma como se apropian del excedente económico, pero haciendo pleno empleo de relaciones capitalistas de producción.
Finalmente se reconoce la existencia de un vastísimo sector de campesinos, agricultores
familiares, pequeños productores, ocupantes de tierra a diversos títulos, colonos, trabajadores
rurales permanentes o temporarios, que en principio pueden ser definidos en tres categorías según
su relación con los mercados. a.) Por un lado campesinos, pequeños productores y «farmers» que
se articulan, aunque en forma subordinada a los complejos agroindustriales. b.) En una segunda
categoría, campesinos, pequeños productores, ocupantes de tierras a diversos títulos, etc.; con
recursos naturales suficientes y que producen para los mercados internos, los principales alimentos de consumo popular. c) Por último una tercera categoría de campesinos pobres con escasos
recursos naturales o trabajadores rurales sin tierra que no tienen un papel definido a jugar en la
modalidad de desarrollo capitalista agrario latinoamericano. Son los migrantes rurales, los trabajadores temporales, los desocupados, los desalojados de las grandes obras y represas, los que
viven en las orillas de las ciudades o en los intersticios de las propiedades rurales, que están por
debajo de la línea de pobreza y muchos millones aún por debajo de la línea de indigencia: son los
excluidos del campo.
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La Acción Colectiva Agraria en las ultimas décadas del Siglo XX
Para llevar a cabo los procesos de reestructuración de la agricultura durante la década del 70,
los gobiernos militares del cono sur de América Latina se apoyaron en las organizaciones patronales
del campo, que sostuvieron con entusiasmo políticas agrícolas dirigidas a promover los complejos
agroindustriales de exportación y políticas agrarias que reestructuraron la distribución de la tierra a su
favor. Como se dijo mas arriba las organizaciones de productores medios y aun algunas de pequeños
productores fueron mantenidas en estado de hibernación. Aquellas organizaciones mas contestatarias que representaban los intereses de campesinos y pequeños productores fueron destruidas o
desarticuladas (como las Ligas Camponesas en Brasil, las Ligas Campesinas Cristianas en Paraguay, las Ligas Agrarias en Argentina, los sindicatos de agricultores en Chile o los sindicatos de
trabajadores asalariados agrícolas en el Uruguay) .
En la década del 80, a medida que las dictaduras van perdiendo pie y sostén político, se
comienza con la reorganización de los sectores subordinados del campo. En ocasiones se comienza
con el apoyo de organismos de la Iglesia Católica o con el concurso de organizaciones no gubernamentales, aunque también muchas veces son las propias poblaciones del campo que estimuladas
por dirigentes campesinos de épocas anteriores vuelven a recorrer el camino de la organización
popular. Desde las comunidades eclesiales de base, los clubes de madres, las cooperadoras escolares, las policlínicas zonales, los grupos catequistas, los grupos de mujeres que se reúnen para producir artesanías o hierbas aromáticas, las escuelas de adultos, las cooperativas de comercialización o
de producción, grupos étnicos que pretenden recuperar sus valores y creencias, las asociaciones
para el cuidado de los caminos, grupos campesinos para la defensa de un campo comunal, pequeños productores que se agrupan para administrar una maquinaria común, etc. etc.; un sin numero de
organizaciones de raíz popular, que adoptan mil formas distintas, vuelven a levantarse, a veces,
desde las cenizas.
Durante la ultima parte de la década del 80 y durante la década del 90 estas organizaciones
locales y de adscripción limitada recorren el camino hacia la constitución de coordinadoras de organizaciones locales o regionales y en la última parte algunas llegan a constituir organizaciones de
carácter nacional. Sin embargo estas organizaciones son de carácter distinto a las que había en la
etapa anterior (1930-1960).
¿En qué son distintas? En que su constitución de clase ya no es el factor aglutinante. Una
organización o un movimiento social del agro latinoamericano esta constituido por actores que ocupan lugares distintos en la estructura social. Hay campesinos sin duda, pero también hay trabajadores agrícolas, desocupados urbanos o rurales, trabajadores temporales, agricultores familiares, pequeños comerciantes, artesanos, jóvenes de origen rural, personas que provienen de otras sectores
como maestros y aun profesionales de la agricultura, etc. ¿Que es entonces aquello que los une?
¿Que les confiere la unidad, la identidad de pertenencia a una determinada organización o movimiento social agrariosi ya no es la posición en la estructura social?
Son muchos los vectores que pueden construir esta identidad. Mas aún algunos serán mas
importantes en algunas organizaciones y otros en otras. Sin duda que la identidad étnica es una de
los vectores mas fuertes para aquellos movimientos que reivindican el indigenismo. Tanto lo es que
muchos de los movimientos étnicos de la Latinoamérica de hoy ni siquiera son agrarios: son movimientos indígenas en los cuales lo agrario es solo una de las posibilidades de la construcción identitaria.
La identidad de género será el elemento central en las organizaciones de mujeres, pero como se verá
tampoco es el único elemento que construye la identidad. Los adversarios, los enemigos también son
elementos constructores de identidad, así como la utopía que persigue el movimiento. La presencia
de mediadores, tales como la Iglesia Católica (u otras iglesias), los partidos políticos tradicionales o
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los partidos de la izquierda política también son elementos que construyen/deconstruyen identidades
produciendo tanto unidades como divisiones al interior de los movimientos sociales agrarios. La violencia, la cuestión de la legitimidad y de la legalidad de la acción colectiva también contribuye a crear
identidad. En este artículo queremos destacar el papel de la reivindicación por la tierra como uno de
los elementos centrales en la construcción de la identidad. Pero como argüiremos, la tierra no significa lo mismo para los distintos movimientos y organizaciones. Es la tierra, pero resignificada de
formas diferentes.
Cinco casos de Acciones Colectivas en el agro sudamericano
El Movimiento de los Sin Tierra (Brasil)
El MST es una organización de alcance nacional, estando presente en 22 estados del Brasil,
con 1.500 asentamientos y unas 150.000 familias. Es sin duda una de las organizaciones mas influyentes de su país y aún de América Latina. Reconociendo antecedentes que se hunden en el pasado
del Brasil, la organización nace formalmente en 1984 cuando participa activamente en el pasaje
hacia la democratización del país. Con el gobierno Sarney se inicia un profundo debate por la prometida Reforma Agraria. A medida que su efectivizacion se demoraba el MST llevó a cabo una estrategia
de invasiones de predios, ocupación de lugares públicos y huelgas de hambre. En respuesta el
gobierno decreta el Plan Nacional de Reforma Agraria. Los terratenientes se organizan en la UDR
para defender individualmente sus tierras, mientras inician una campaña que culminará con la discusión de la reforma del estatuto de la Reforma Agraria en la Asamblea Nacional Constituyente. La
nueva Constitución, es una derrota de las posiciones reformistas (Fernandes, 2000).
A partir de 1989 el MST se extiende a otras regiones del país. Se constituye en una estructura
mas sistemática, con liderazgos jerarquizados, división de tareas, educación política y adoctrinamiento
ideológico, entrenamiento para resistir la violencia, organización de campamentos, planeamiento
estratégico de las invasiones y otras formas de acción. A partir de 1990 en un cambio de estrategia,
busca activamente el apoyo de la población urbana y de los excluidos de todo el país. Mas recientemente (1997) efectúa la Marcha por la Reforma Agraria y el Empleo, que converge desde distintos
puntos del país hacia Brasilia. Con dos meses de duración logra gran apoyo popular. A partir de 1996
presionado por las circunstancias creadas por el MST, el gobierno incorpora la Reforma Agraria como
tema de su agenda y busca eliminar obstáculos legales y el apoyo de la sociedad civil para desarrollar una política de asentamientos rurales y de apoyo a la agricultura familiar (Graças, 1998).
El MST gana espacios políticos no solo por sus movilizaciones y sus novedosas formas de
lucha, sino porque logra vincular la Reforma Agraria con el desempleo, problema acuciante para
las mayorías urbanas. También lo hace por los valores que rescata: de solidaridad, belleza, valorización de la vida, pertenencia al pueblo, dignificación del trabajo y del estudio, etc. (Scherer-Warren,
2.000)
La composición de los miembros de la organización MST es muy variada. Son ex pequeños
agricultores expulsados del campo, son hijos de agricultores familiares, son arrendatarios, medieros,
posseiros, ocupantes de tierras ajenas. Pero también hay asalariados rurales permanentes, trabajadores zafrales, boias frias, changadores, desocupados y subocupados del campo. También confluyen trabajadores y desocupados de las ciudades y pueblos vecinos. Son hombres y mujeres, la
mayoría jóvenes. Los hay de ascendencia inmigratoria europea, africana o caboclos. Pertenecen a
distintas religiones, católicos muchos pero también de otras denominaciones cristianas y sectas de
variado origen. El afán común que los une es el objetivo de conseguir un pedazo de tierra para
trabajar y vivir en ella. Para ello están dispuestos a pasar por muchos trabajos y fatigas y no pocas
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situaciones de riesgo físico. La identidad del ocupante y acampado se construye a lo largo de una
largo proceso que comienza con la socialización del sujeto en organizaciones que son instancias
previas: Comunidades Eclesiales de Base, organizaciones de campesinos desplazados, sindicatos
de trabajadores, organizaciones vecinales, etc. Que se continua con el proceso de llevar a cabo la
ocupación de las tierras, la construcción del campamento, la larga resistencia y la negociación resultante con los propietarios, la policía, los funcionarios del Estado y los políticos locales. En ese proceso que puede durar varios meses se foguea el temple del acampante y se construye la identidad del
campesino que se siente parte del MST. Pero también pueden participar del MST todos aquellos que
quieran luchar por la tierra: así se encontrarán profesionales, técnicos, maestros, (posiblemente de
origen campesino) que guiados por sus convicciones son parte del MST y colaboran activamente en
él, muchos de ellos en los niveles de dirección.
El Movimiento Campesino en el Paraguay
La agricultura paraguaya esta basada en cuatro sistemas productivos que juntos explican la
estructura agraria . Esta es el resultado de la historia del país, de su poblamiento, de las contradicciones y resultantes entre el proceso de ocupación del suelo y las prácticas autoritarias instrumentadas
por sucesivos gobiernos. El primer modelo es la agricultura indígena, hoy de escasa relevancia pero
que nutre muchas de las prácticas de la actual agricultura campesina. El segundo modelo, la agricultura campesina, es el mas importante numéricamente, pero debido a la inequitativa distribución de la
tierra, es el sistema que ocupa la menor superficie (6%) teniendo el 80% de las explotaciones. Produce para el consumo interno, aplica tecnologías que le son propias, con poca incorporación de técnicas vinculadas al modelo de la Revolución Verde, volcada a la producción para la subsistencia y a la
venta de excedentes. Esta fuertemente asentada en la producción algodonera para los mercados. El
tercer sistema de producción es el del latifundio ganadero y forestal que ocupa el 80% de las tierras
del país, siendo la contracara del sistema campesino. Con baja productividad de la tierra, con grandes extensiones, da lugar a un estrato de productores mas asimilables a los terratenientes latinoamericanos que a las empresas agropecuarias. Estos latifundios son responsables por las intensas tasas
de deforestación, la mas altas del continente. Finalmente el cuarto sistema es el de las empresas
agropecuarias medianas y grandes que en las últimas décadas han crecido, fuertemente apoyadas
en el Estado para la producción de soja y de trigo, con una alta proporción de agricultores de origen
brasileño.
En los años recientes los escasos recursos dedicados al apoyo de la producción agropecuaria
han contribuido a acrecentar la brecha entre los medianos y grandes productores y la producción
campesina. Mas aún , la incorporación del Paraguay al Mercosur ha significado un golpe de gracia
para la extenuada agricultura campesina, al facilitar la importación de muchos bienes salario que
eran producidos por este sistema para el consumo interno.
Las tensiones existentes en el campo paraguayo se han manifestado en los años recientes
con mayor crudeza. Conflictos generados por la extensión de la pobreza rural, el crecimiento de los
campesinos sin tierras y la prácticamente ya irreversible destrucción ambiental. En este contexto, la
caída de la dictadura de Stroessner y la liberalización política a partir de 1989, permitió un crecimiento de las organizaciones campesinas que resurgen a partir de los dirigentes y la memoria de las Ligas
Campesinas Cristianas (Fogel, 2001). En la actualidad existen unas diez organizaciones campesinas
de segundo grado (federaciones) dos de ellas que agrupan a campesinos sin tierra, con no menos de
20 organizaciones regionales autónomas y unas diez coordinaciones departamentales de organizaciones campesinas de carácter local. Se han constituido dos grandes organizaciones campesinas de
nivel nacional. La Federación Nacional Campesina (FNC) y la Mesa Coordinadora de Organizacio-
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nes Campesinas (MCNOC). Ambas han coincidido durante un breve período de 1998 en coordinar
sus acciones de forma unitaria, pero luego volvieron a dividirse. Es por ello que es posible para el
observador la construcción de un Movimiento Campesino Paraguayo formado por organizaciones
distintas que coinciden, en los grandes ejes estratégicos aunque manteniendo su diferencia táctica.
Las reivindicaciones de algunas organizaciones son de carácter socio-político mientras otras
focalizan mas bien en reivindicaciones económico-productivas. Todas de alguna manera u otra focalizan
en el tema de la tierra. “...la gran mayoría de las organizaciones sin embargo tienen reivindicaciones
mixtas, vale decir, reivindican tanto demandas socio-políticas como económico-productivas o la tierra” (Palau, 1996:189).
En el Movimiento Campesino del Paraguay confluyen personas que se identifican en primer
lugar como campesinos y por lo tanto en las reivindicaciones de este movimiento, a través de las
distintas organizaciones, primarán los reclamos típicos del campesinado: mejores precios y condiciones de comercialización para sus productos, créditos y asistencia técnica subsidiada etc. Pero hay
distintos tipos de campesinos: siendo todos campesinos parcelarios, los hay con muy poca tierra y
también aquellos que tienen suficiente tierra para atender las necesidades familiares. Algunos solo
trabajarán en sus tierras, otros se contratarán como trabajadores zafrales, mientras aún otros emplearán trabajadores. Algunos emplearán parte de la fuerza de trabajo familiar en atender un pequeño negocio o prestarán un servicio ampliando así las fuentes de percepción de ingresos. Pero también hay campesinos sin tierra: hijos de campesinos con poca tierra, campesinos expulsados de sus
tierras por el mercado o por la fuerza, trabajadores asalariados permanentes y zafrales, changadores,
obrajeros del monte, etc. En la medida que el Movimiento Campesino los incorpora, agrega a sus
reclamos el de la distribución de la tierra. Participan hombres y mujeres, siendo muchos muy jóvenes.
Etnicamente son criollos descendientes del mestizaje español y guaraní. Todos tienen la lengua
guaraní como materna y aún muchos de ellos como única lengua.
El Movimiento Mapuche (Chile)
Se estima que en Chile habitan 900.000 personas de ascendencia mapuche, de los cuales
solo 250.000 habitan en el campo. Están organizados en comunidades, cada una de las cuales
obedece a sus propios líderes y solo ocasionalmente varias comunidades coinciden bajo una estructura común (Bengoa, 1996).
Entre los mapuches la identidad está dada por la pertenencia al pueblo originario. Por la
comunidad de valores, de creencias, por la historia compartida. Por la posesión física de los territorios o por el reclamo al derecho de su posesión. Por una lengua común. Por compartir el desprecio y
el racismo de que los hace objeto la sociedad chilena. Pero también están divididos por la pertenencia a comunidades étnicas diferentes, por la pertenencia a troncos familiares distintos, por la pertenencia a estratos sociales distintos, por las divisiones que en ellos generan los partidos políticos y las
iglesias y las organizaciones que se construyen a semejanza de la sociedad chilena. La unidad del
pueblo mapuche es, por lo tanto, inexistente y el Movimiento sólo una construcción del observador. A
pesar de que los mapuches nunca hasta ahora han conseguido construir un movimiento unitario o
aunque mas no fuese una coordinación de las múltiples organizaciones existentes, es posible hablar
de un movimiento mapuche, de reciente construcción, en la medida que en la década del 90 han
emergido con un objetivo y un reclamo común: el derecho al reconocimiento como pueblo originario
y por lo tanto distinto y distinguible dentro de la sociedad chilena. Para lograr este objetivo el pueblo
mapuche tiene muchas organizaciones distintas, que se proponen lograr el objetivo por vías diferentes, como ha sido muchas veces en su historia.
En la actualidad las principales organizaciones mapuches en el agro son: la Coordinadora
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Arauco-Malleco, el Consejo de Todas la Tierras, Identidad Lafquenche y Ad Mapu. La inexistencia de
una organización común hace mas difíciles las negociaciones con el Estado y el establecimiento de
demandas comunes. Tienen una activa participación en los mecanismos formales del sistema político. En las elecciones municipales se presentaron muchos candidatos mapuches y 16 resultaron
electos como alcaldes de sus localidades. Tienen al menos un diputado, profesionales, empresarios,
artistas, etc. Integraron el Consejo Nacional de Desarrollo Indígena.
La prensa registra una continua e intensa actividad de los grupos y comunidades mapuches.
Los conflictos son: a) con las empresas forestales que ocupan las tierras que eran de sus ancestros;
b) con la empresa ENDESA de electricidad por la construcción de la Represa de Ralco que inundaría
tierras ocupadas por mapuches; c) con otros ciudadanos no mapuches por la posesión de las tierras
de las comunidades que fueron expropiadas a lo largo de la historia reciente; d) con las autoridades
(la policía, los alcaldes, los funcionarios del gobierno central) por diversas reivindicaciones: sus tierras, sus bosques, el uso y la enseñanza de su lengua y de sus costumbres, ritos y religión (en
general, su cultura).
El Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha (Argentina)
En el marco de las políticas de ajuste y de desregulación llevadas a cabo por el gobierno
argentino en la década del 90 los precios de las “commodities” agrícolas pampeanas caen en términos reales, mientras la política monetaria de la convertibilidad que privilegia el capital financiero
impulsa las tasas de interés de los créditos. En este movimiento de pinzas quedan atrapados muchos
de los productores familiares, y empresarios agrícolas pequeños y medianos que se ven imposibilitados de pagar sus créditos, entran en mora y ven que sus propiedades son ofrecidas en remates
judiciales.
En esta coyuntura la respuesta proviene, sorprendentemente para muchos, de las mujeres. A
partir de un suceso en el cual la mujer de un agricultor cuyo establecimiento estaba por ser rematado,
en una acción individual y actuando por “desesperación”, convoca por la radio local a los vecinos
para que la ayuden a parar el remate. Ante la respuesta de los vecinos, mujeres en su mayoría que se
solidarizan con quien hizo el llamamiento, impidiendo el trabajo del rematador, el remate se suspende. A partir de allí el grupo de mujeres replica y amplía su táctica hasta convertirla en una estrategia
de lo que se constituirá poco después como movimiento. El MMAL se constituye en 1995 a partir de
una amplia convocatoria y reúne principalmente (pero no exclusivamente) a mujeres del área pampeana
(Giarracca, 1999).
En el Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha, la identidad se recorta con mucha nitidez
del conjunto de productores agropecuarios. Esta formado por mujeres, esposas o familiares de hombres que manejan establecimientos agropecuarios pequeños y medianos, endeudados con el sistema
bancario. Pertenecen a la pequeña burguesía local; algunas trabajan en el establecimiento en tareas
productivas o reproductivas y otras fuera de él; algunas viven en el campo, otras en el pueblo; algunas
trabajan con sus manos, otras son maestras o profesionales; la mayoría son descendientes de inmigrantes
europeos que llegaron al país para “hacer la América“ y lo lograron. En síntesis hay una identidad de
género y una identidad de pertenencia a un grupo familiar de productor agropecuario endeudado que
se cruzan formando la identidad de quienes adhieren al MMAL. La unidad esta dada por la voluntaria
adhesión a la organización en función del reclamo por la defensa del capital productivo contra el capital
financiero. El objetivo común es salvar las explotaciones endeudadas y a punto de ser rematadas por
los bancos. En la medida que la organización tiene una estructura laxa, la pertenencia a la misma no
restringe que sus miembros tengan otras pertenencias y adhesiones.
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Diego E. Piñeiro
La Mesa Coordinadora de Gremiales Agropecuarias (Uruguay)
En el mes de abril de 1999 una movilización de distintas organizaciones y movimientos del
agro uruguayo, invade la ciudad de Montevideo y realiza una multitudinaria marcha por la ciudad que
despierta las simpatías y el asombro de propios y ajenos. Esta fue la eclosión de una situación
incubada en los dos años anteriores, que tuvo que ver con la caída de los mercados agrícolas internacionales a los cuales está firmemente y directamente vinculado el Uruguay como país agroexportador
y la situación de profundo endeudamiento que provenía de años anteriores de buenos precios y
crédito fácil. La responsable de esta marcha fue la Mesa Coordinadora de Gremiales Agropecuarias
(MCGA) de reciente formación y que por primera vez en la historia agraria del país reúne a todas las
organizaciones gremiales del agro.
En los meses siguientes, mientras el gobierno se debatía en la inoperancia y falta de respuestas, achacándole todas las responsabilidades a la “crisis” internacional, la MCGA continúa realizando
movilizaciones regionales y locales, en muchas ocasiones convocando y logrando la adhesión de
otros gremios de pequeños y medianos empresarios urbanos, de empleados públicos y de otros
trabajadores. El conflicto se extiende, se desactiva en el momento de las elecciones nacionales (con
los candidatos coqueteando con las organizaciones gremiales) y vuelve a resurgir luego de ellas
aunque ya con grietas y algunas deserciones. En el interín, los empresarios mas grandes, los grandes deudores, han negociado una solución para sus deudas, a través de la transferencia de sus
activos a sociedades anónimas y otros arbitrios. En los meses siguientes (del año 2.000) el conflicto
queda recluido en los sectores medios y pequeños de la agropecuaria quienes ensayan la búsqueda
de alianzas con otros sectores no agrarios de la población pero gradualmente van perdiendo fuerza
hasta desaparecer hacia fines del año 2001.
La Mesa Coordinadora de Organizaciones Agropecuarias se construye sobre una identidad
común mínima, que es la base para la construcción de la movilización de protesta: la cualidad de
productor rural y la convicción de que el modelo de desarrollo económico instrumentado desde el
Gobierno los está llevando a la ruina. Los participantes de la movilización de protesta inicial y de las
movilizaciones subsiguientes pertenecen a su vez a organizaciones de nivel local o de nivel nacional
que asistirán a las mismas no solo por propia convicción sino también porque responden a los acuerdos logrados a nivel de la cúpulas de las organizaciones gremiales rurales. Los participantes de las
movilizaciones pertenecen a su vez a distintos estratos sociales: hay productores familiares pequeños y medianos y también empresarios rurales pequeños, medios y grandes. Es por ello que la
unidad construida es principalmente para las movilizaciones, siendo que aún para las negociaciones
posteriores con el elenco de gobierno cada organización envía a sus representantes, aunque la
negociación sea común. La coalición de organizaciones será por ella efímera, en la medida que luego
de un poco mas de un año de negociar en conjunto, pasadas las elecciones nacionales y habiendo
obtenido algunas reivindicaciones mínimas las distintas organizaciones que componían la coalición
vuelven a separarse y a negociar cada una por su cuenta.
La profundidad y extensión del conflicto está dada por la conjunción de sectores sociales
rurales que están siendo perjudicados por el proceso de apertura económica y de Integración Regional, (que hace ya varios años que protestan con poco éxito), con sectores empresariales del agro que
se han visto perjudicados por la reciente baja en los mercados agropecuarios internacionales. Es
decir viejos y nuevos reclamantes que confluyen en un momento particular. La característica común
de estos sectores es que no son ni trabajadores asalariados rurales ni campesinos. Son productores
familiares, pequeños y medianos productores rurales que protestan bajo la mirada aquiescente de
los empresarios rurales mas grandes.
Tierra y territorio en la construcción de la identidad de la acción colectiva en la Cuenca del Plata
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Debido a la base social de la protesta, no hay reclamos de carácter estructural. No se protesta
por los procesos regresivos en la distribución de la tierra, o de la concentración de los activos físicos,
ni por la creciente extranjerización de la tierra. Solo se reclama por los precios de los productos, por
las deudas y los impuestos que ahogan al campo. Uno de los lemas de este conflicto ha sido “Rentabilidad o Muerte”. Son reclamos de medianos empresarios y productores familiares del agro que
quieren que se les asegure rentabilidad en su explotación. Son crisis de mercados.
Sin embargo las fluctuaciones cíclicas de un modelo globalizado impactan de lleno en sus
intereses, generando la protesta. En la medida que el modelo neoliberal y globalizado también golpea a otras capas medias de la población, abre la posibilidad de acuerdos entre sectores sociales
rurales y urbanos, en una estrategia inédita de movilización social, en los años siguientes. ( Piñeiro,
1999)
La lucha por la tierra y el territorio en la construcción de la identidad
Todas las acciones colectivas estudiadas, independientemente de que las caractericemos
como Movimiento Social, Organización Social o Movilización de Protesta, se constituyen en torno a
un conjunto de conflictos que movilizan a quienes en ellos participan. La unidad de los participantes
de una acción colectiva es permanentemente construida y reconstruida (Melucci 1994). La unidad
nunca es un hecho dado, sino que por el contrario es un proceso negociado y complejo cuyo resultado es preciso explicar antes que dar por supuesto. La unidad esta cimentada en una identidad común. Cuanto mas fuerte sea esta identidad común mas fácil será construir la unidad y mas duradera
podrá ser. En los procesos de acción colectiva estudiados, la identidad no se construyó sobre la base
de la identidad de clase ya que en la mayoría de ellos la composición es muy heterogénea. Mas bien
la identidad común se construyó por compartir condiciones comunes.
Uno de los conflictos principales que moviliza y confiere identidad a los actores gira en torno a
la cuestión de la tierra. La tierra entendida tanto como bien material como bien simbólico. En principio
los conflictos por la tierra pueden categorizarse en tres tipos distintos. El primer tipo es el de la lucha
por la tierra y por la ciudadanía, los bienes por los cuales mas frecuentemente luchan los campesinos, expresados en el Movimiento de los Sin Tierra y en el Movimiento Campesino del Paraguay. El
segundo tipo es el de la lucha por un bien simbólico cual es el derecho de los mapuches al reconocimiento de su etnia y de sus derechos sobre el territorio originario. El tercer tipo, expresado en los dos
procesos de acción colectiva estudiados en el área rioplatense, es la lucha del capital productivo,
simbolizado en la posesión de la tierra, contra el capital financiero y por el derecho a la elección de un
modo de vida rural.
En el conflicto del MST y del Movimiento Campesino del Paraguay el eje es la posesión de la
tierra. Las acciones colectivas amalgaman no solo a campesinos sin tierra, sino también a aquellos
que tienen poca tierra o a aquellos que están en riesgo de perderla. En ambos casos estamos en
presencia de países en los cuales la frontera agrícola aún está abierta o lo estuvo hasta hace muy
poco y situaciones en las cuales la propiedad de la tierra en muchos casos está cuestionado por
confusos episodios de apropiación indebida o de fraguado de títulos de posesión o de apropiación de
tierras mas allá de los límites establecidos por los títulos de propiedad. También se registra una
historia de expulsión de campesinos (con o sin derechos adquiridos) por los grandes propietarios.
Por lo tanto se está en una situación en la cual se pueden distinguir dos tipos de situaciones sobre la
cuestión de la tierra: en una de ellas se intenta la recuperación, por parte de los campesinos, de
tierras de las que han sido expulsados o de las cuales los actuales tenedores no tienen derechos. La
otra situación es aquella en la cual se ocupan tierras que no están explotadas (o que están subexplotadas) argumentando el derecho al uso social de la tierra.
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Diego E. Piñeiro
Para el campesino el acceso a la tierra es además la llave para el acceso a otro tipo de
bienes materiales y simbólicos. Con el trabajo de la tierra produce los alimentos para su familia,
con el bosque tiene madera para construir su vivienda y leña para cocinar y calentarse. Con su
trabajo en la tierra obtiene los productos que, una vez vendidos, le permitirán comprar la vestimenta y todos aquellos bienes que él mismo no puede producir. La localización le confiere la posibilidad
de acceder a la educación y al cuidado de la salud en el poblado cercano y, tal vez lo mas importante, le confiere el sentido de pertenencia a una comunidad determinada. Con la tierra es alguien,
nadie sin ella.
En el caso del pueblo mapuche el conflicto principal es con la sociedad chilena por el reconocimiento de su derecho a existir como pueblo y a ser reconocidos como una etnia originaria y distinta
de la sociedad de origen europeo. Es el reclamo por el reconocimiento de que Chile es una sociedad
pluriétnica en la que la sociedad chilena convive con los pueblos indígenas: mapuches, atacameños,
pascuenses, quechuas, entre los principales. Este reconocimiento lleva implícito el reclamo por los
territorios que fueron el sitio original donde estaba asentada la sociedad mapuche antes de la llegada
de los españoles. El reclamo por los territorios incluye el reclamo por la tierra como medio de producción ya que muchos de ellos son pequeños agricultores y ganaderos. Pero también incluye las montañas, los valles y laderas, en los cuales los indígenas recogen alimentos, extraen leña, plantas
medicinales, materiales para sus viviendas y para sus artesanías; las aguas de ríos y lagos en los
que pescan y extraen productos varios y las tierras donde están enterrados sus antepasados y se
ubican los espacios sagrados y rituales. El reconocimiento al derecho de existir como pueblo originario también pasa por el derecho a mantener su estructura social, su lengua, su religión y sus creencias, sus ritos y sus costumbres y aún su sistema de valores y de administración de las disputas entre
las personas.
No es casual que los dos procesos de acción colectiva que estudiamos en las planicies que
circundan el Río de la Plata tengan muchos aspectos en común y algunas diferencias, explicadas por
la similitud de los procesos de poblamiento, de apropiación del territorio y de la estructura social que
se construyó. En el caso del Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha se asiste a la conformación de una acción colectiva orientada por mujeres pero donde el conflicto (al menos en su inicio) no
es de género. Creemos que es posible afirmar que el conflicto central se puede resumir en una
disputa entre el capital productivo y el capital financiero. Tiene que ver con el particular momento por
el que pasa el sistema de producción capitalista, dominado por el sistema financiero, globalizado y
altamente concentrado y centralizado. El conflicto se expresa entonces, para impedir el remate de las
propiedades que han sido puestas como garantías de créditos otorgados por los Bancos, pero se
transforma gradualmente en un cuestionamiento a todo el sistema financiero y al modelo de desarrollo capitalista que subsume al capital productivo, no permitiéndole obtener la rentabilidad necesaria
para seguir produciendo. Sin embargo esta lectura sería muy corta sino apuntase a otros bienes
inmateriales que se ponen en juego al estar cuestionada la reproducción de la explotación familiar y
que explican la fuerza y la determinación con que la mujeres luchan para evitar el remate de su
establecimiento. Estas mujeres son descendientes de inmigrantes europeos que en la Argentina y a
través de la tierra cumplieron el sueño del inmigrante. Encontraron un lugar donde asentarse, donde
prosperar, donde ascender socialmente y donde legar a sus hijos una vida mejor. El establecimiento
familiar es el resumen de esta herencia, es el lugar en el mundo, confiere status y prestigio social y
por último es también un capital. Mantenerlo es el mandato de los abuelos, perderlo es destruir el
sueño del inmigrante.
La compleja amalgama de productores pequeños, medios y grandes que concurren a la Marcha de Productores en el Uruguay y que se asocian en la Mesa Coordinadora de Gremiales
Agropecuarias para las negociaciones posteriores con el gobierno, están luchando para que sus
Tierra y territorio en la construcción de la identidad de la acción colectiva en la Cuenca del Plata
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establecimientos recuperen la rentabilidad perdida, destruida por un modelo económico que privilegió los aspectos financieros en detrimento de los productivos, la gran extensión frente al establecimiento familiar, la tecnología concentradora frente a una tecnología propia y apropiada, al capital
agroindustrial frente al capital agrícola y que no dudó en promover la apertura y la desprotección de los
mercados internos sin lograr una adecuada y compensatoria inserción en los mercados externos. Pero
también luchan por la ruralidad, por el derecho a construir una forma de vida propia, no anclada en la
tradición, sino reconstruida a partir de ella para insertarse en una sociedad rural abierta al mundo.
En síntesis, mas allá de la variedad de acciones colectivas estudiadas y de la variedad de
conflictos expresados emerge con mucha fuerza el papel central de la tierra como eje vertebrador
común de todos los conflictos. Sin embargo es la tierra entendida de modos distintos. Es la tierra
como medio de producción como se entendía en los análisis estructuralistas clásicos. Pero es mucho
mas que eso. Es la tierra como legado de los antepasados, originarios o inmigrantes; es la tierra
como lugar de residencia de dioses y creencias; es la tierra como sustento material que provee
abrigo, alimentos y protección; es la tierra como expresión del derecho a vivir en relación dialógica
con la naturaleza.
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