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“La isla bajo el mar”, ISABEL ALLENDE
Plaza & Janés
Isabel Allende
Escritora chilena, pero nacida en Lima en 1942, que se ha convertido
en todo un referente literario latinoamericano. Su novela “La casa de
los espíritus” (1982) le abrió un sitio entre los escritores más
reconocidos obteniendo grandes éxitos en ventas. Entre sus obras, se
destacan: “Eva Luna”, “Cuentos de Eva Luna”, “De amor y de
sombra” (llevada al cine), “Paula”, “Hija de la fortuna”, “Retrato en
sepia”, “La Ciudad de las Bestias”, entre muchas otras.
El realismo mágico no es sal y pimienta, a veces hay que recurrir a otros aderezos para según
qué plato, sostiene Isabel Allende. Aunque sí lo es para este guiso. 'La isla bajo el mar'
(Plaza & Janés y Círculo de Lectores), recién llegada a las librerías, es la última novela de la
sobrina del malhadado presidente chileno, una de las escritoras más populares de la historia de
la literatura en castellano, y aborda la vida de los esclavos haitianos en el siglo XVIII, un
asunto para el que recurre a la magia como herramienta narrativa, pues la haitiana es, subraya
la autora, una cultura preñada de elementos mágicos y sobrenaturales. Imposible hurtar el
cuerpo.
La idea de abordar el asunto de la esclavitud, y en particular la de Haití –tal vez el régimen
esclavista "más brutal" de la historia, dijo una locuaz Allende–, para ambientar su nuevo relato
emocional de reafirmación femenina le salió a la novelista al encuentro mientras se
documentaba para otro libro. Sorprendida por ese sabor afrancesado y caribeño de Nueva
Orleans, supo que allí llegaron los franceses huyendo de las revueltas de los esclavos de Haití.
Decidió indagar qué había ocurrido en el XVIII en La Española para que los hacendados
pusieran pies en polvorosa, y así fue como descubrió la existencia de una sociedad en la que
medio millón de esclavos malvivían –"apenas vivían cinco o seis años, ni llegaban a
reproducirse, era más rentable sustituirlos por carne fresca, tal era el régimen de explotación a
que estaban sometidos"–, subyugados por unos 24.000 ciudadanos libres. La escritora
afincada en Estados Unidos asegura que la investigación la turbó de tal forma que enfermó del
estómago sin motivo aparente, dolencia que no desapareció hasta que completó la escritura de
la novela.
Un asunto sórdido, recalcó Allende, que en absoluto está fuera de la agenda: "Hoy hay más
esclavos que nunca; 27 millones", entendiendo por esclavos a quienes están privados de
libertad, retenidos bajo amenaza de violencia y trabajando sin recibir pago; así las niñas
camboyanas, los niños soldados o los trabajadores del carbón en Brasil, mencionó. Pero, en
un mundo que, en su opinión, "cuando habla de derechos humanos habla de derechos del
hombre", no podía faltar la causa feminista; "presente de algún modo en todas mis novelas",
admitió. Zarité Sedella es el nombre de la nueva heroína de Isabel Allende, una esclava
indómita que persigue la libertad personal y su sublimación en la solidaridad humana. En la
rebeldía de Zarité hay mucho de la escritora: "Mi mamá era una víctima y yo no quería ser
como mi mamá, quería ser como mi abuelo, al que nadie le mandaba. No sabían qué pasaba
conmigo hasta que llegó a Chile la palabra feminismo". Recién aterrizada de una conferencia
internacional celebrada en Estados Unidos sobre los nuevos caminos del feminismo, Allende
habló largamente de lo mucho avanzado desde el mundo de su infancia al de hoy día, pero
también del trecho que aún falta por recorrer, en particular en algunas culturas como la
musulmana y en continentes pobres como África, para que la mujer pueda darse por
satisfecha.
Valiente ante la prensa, Allende entró ayer a todos los ofrecimientos –aun los más perversos–
sin zalamerías. Así, preguntada por el estado de la literatura latinoamericana y por el éxito
póstumo de su compatriota Roberto Bolaño, lo celebró con parabienes e inmediatamente
exorcizó el fantasma que había sido aviesamente convocado: "Él consideraba que yo era una
basura, pero eso no le resta a él mérito alguno". Luego, otro periodista le explicó que Bolaño,
dos años antes de morir, dijo que sus literaturas no podían estar más alejadas, pero que ella
vendía millones de libros y que "la literatura sin lectores no es literatura". Allende sonrió al oírlo
con una mueca complacida y escéptica a un tiempo. Cauta ante el elogio, elegante ante la
crítica; una mujer lista.
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