EL SEMANARIO MURCIANO. Aüo Mr.~'Í4 tie Mano tte \^%\.—X%'un. 1«3. SUMARIO; iViííVd villa.—Producción de los naraujales, por D. Muü02 Uepiso.—Itíóaja dd mpuesto Urriioñal y la agriculíiira.—.S'tíárif la radia, por VoitcUior.—Poeski: A un lucero, por D. A. 'Hcn'cv.—Fuensautica, episodio iiQOdeseo d'! cosUmbrcs murcianas, por D. J . Marín BiilJo.—;l/ii'6'í/íi;ic'ít.—Bibliograjia. iS'UEVA VIDA. U n a de las inmensas ventajas, inagotable fuente de otras inapreciables, que debemos á nucstroj tiempos, es la facilidad de comunicarnos los hombres, los unos con los otros pueblos, merced á los clcnaeiuos que de continuo pone el progreso á nuestro alcance. Entre los primeros se acabaron los privilegios y las d i ferencias que de estos nacían; entre los pueblos se acabaron las distancias. Sin pactos previos, sin preconcebidos contratos, la libertad y el progreso nos lian traido á este casi pleno goce de una vida expansiva y grande, soñada acaso por los mártires vle todas las ideas, sacrificados á un p o r v e nir que nosotros con tan poco trabujo distVuiamos y contra el que se rebelan los rc/.agados de todos los tiempos. Hacer de los hombres liermanos y de la humanidad una familia es el swninum ;i que siempre lian aspirado los g r a n des filósofos; y si hay alguna dichosa edad que pueda p r e ciarse de estar en el Ciimino de realizar ideal tan bello es bilí duda la nuestra. No es ya Alemania admirando y enalteciendo como c o sa propia nuestros poetas de la edad de o r o , no son otros pueblos aVimilándose las ideas filosóficas del lado de allá del Rhiii, aií como otros a:.pirando á copiar las costumbres políticas de Inglaterra y así de todos l;js demás .'pueblos civilizados: a U i n puede haber egoísmo en que la aureola de la gloria alcance á circundar á la nación que alaba y admira. Lo generoso y noble es sentir cuando sentimos, es llorar cuandi> lloramos y os arrancarnos mutua mente á l.is temibles consecuenciaj de la ile«grac¡a. liso hacen hoy los hombres, eso hacen las naciones, eso ha hecho con nosotros el nuiíido aun no ha muchos meses. Y aiii embargo, es, parece inevitable; no todos ven cuando sale el sol; los unos itlculichados! nacijron ciegos, otros se deslumhran y no cobran la vista sino en la oscuridad, aquellos no madrugan y dejan que el astro-rey r'irija sus rayos sobre sus cabezas para cerciorarse de tiue nos alumbral .'Xsí hay pueblos como individuos tocados aun de esa desgracia, otros á intervalos sufriéndola. l*ueblos y hombres, comprendemos todos á una el amplio espíritu de la nueva vida? Hablemos de nosotros mismos. Preocupaciones, malos hábitos, pereza, falta de costumbres públicas, desidia, el dulce no hacer nada bajo la influencia de un clima suave que mantiene el espíritu en somnolencia perpetua, sin que se señale mas que por fugitivos y pasajeros despertamientos, c¡ue dicen cual seriamos en constante vigilia, eso tenemos y eso somos nosotros. En todas partes, la misma naturaleza de las cosas, la posición y respetabilidad de las personas, sus servicios, ios precedentes, son circunstancias todas que determinan y designan cómo y cuando deben o b r a r ; circunstancias que naturalmente les obligan á tomar la iniciativa y á dar la pauta de lo que deben hacer los que emprenden el camino, á cuyo término ellos se encuentran; y no o b s tante, mas de una vez suceda todo lo contrario. .*\un recordamos un hecho que justifica nuestro aserto. Erase un establecimiento público, entre literario y de recreo, en donde se discutían temas filosóficos y literarios ya pasados en cuenta cu todas las acsdcmias, en todos los liceos, en los libros de todas las lenguas, en la p r e n s a d o todas las naciones. La juventud ocupada, por decirlo así, en esa gimnasia del entendimiento, ora blanco de las ..cnsuras y de las irónicas lástimas de los que debieran alentarles, aliento que recibían al cabo de los pocos de corazón joven, precursores en esta obra nunca acabada del porvenir. Por aquel entonces ocurrió en el N o r t e de España una terrible desgracia. La catástrofe del Cantábrico halU eco antes que en ninguna parte, en Murcia, antes que en los hombres de pojicion, de historia, de antecedentes, en u n a j u \ e n t u d , que si tenia atrevimiento para hablar de peligrosas lilosolias, • lo tenia también para dar riciula suelta á los sentimientos de su corazón. E n suma, allí, en aquel establecimiento se dispuso una t'uncion á beneficio de las familias de los náufragos; allí, por desgracia, no se vio de entre los notables de nuestra ciudad, más que a u n joven de esmerada educación literaria y científica, al Sr. D . José Melgarejo Escario, con su distinguida s-'ñora; los demás que concurrieron, eran los que simpatizan con la desgracia y no les importa quien hace las cosas para remediar aquella. Los efc<.tus los hemos tocado. Esa juventud ni esos modestíaimoj espíritus caritativo:, que acudieron presurosos á remediar con su pequeño óbolo la desventura, no pensaron que hablan sido los primeros en acudir c s p o n táaeaniente en alas de hicaridad, hasta que otra desgracia ocurrida en Murcia se los dio á conocer al tocar los honrados bilbaínos en el corazón de sus paisanos en favor nuestro. Es decir, que aquella pec(ueña suma, que a p e nas llegó á tres mil reales, ha producido bastantes miles de d u r o s . Despui's, para qué hablar de nuestra desgracia? h a b l e mos de nuestra gratitud, que debe ser tan g r a n d e , tan inmensa, que llene el m u n d o , pues que este se conmovió al espectáculo de nuestra pena. jt^uién, pues, no anhela entrar en ese hermoso concierto de la nueva vida que aaí acerca los corazones, estrechando las distancias entre los pueblos? Si; entremos nosotros por agradecidos. Si ayer un puñado de jóvenes con el estímulo y el ejemplo de los pocos de siempre tomaron la iniciativa e.\-püntáneainente y eso fué bandera para pedir por nosotros luego, aéala también en nosotros para demandar socorros en favor de aquellos ([ue lo hicieron con tanta clicácia por nosotros, no ha mucho tiempo. Cuando loa horrores del frió coincidían en París con las fiestas celebradas en tavor de nuestros inundados, e s tos, por medio de nuestra Junta de socorros ofrecieron á los pobres de la gran capital la mitail de lo que se recaudara; hoy que una desgracia uílige al generoso filánt r o p o , á M r . Jaluzüt que en nuestro bien tanto trabajara, correspondánioslc, ayudando con el óbolo de nuestra gratitud á sostener á los infelices trabajadores y empleados, Nir 98 reducidos en su mayor parte á la miseria, por el incendio de los almacenes del Printemps. DEUDA DE G R A T I T U D . PARA LOS OBR.ER.OS Y DEPENDIENTUS DE LOS INCENDIADOS ALMACENES DEL PRINTEMPS. Reales. mi ! D. Antonio Hernández Amores. Andrés Almansa. . . . Eduardo Pardo A. Hernández Almansa. . M. Hernández Almansa. . K. Cárks loo loo 20 2o lo lo Su//!l7. Queda abierta la suscricion. " 1® í PRODUCTOS DE LOS NARANJALES. II. Además d é l a eseneiado azahar contenida en Ins ílorob de los nanmjos, de cuya cvcracüiori y ¡ijirovechamiento nos ocupamos en el articulo anterior, nuestros propietarios del Mediodía y de Levante pueden utilizar ventajosamente la esencia encerrada en ia cascara auiarilhi 6 epicaj-pio de los limones, bergamotas, toronjas y demás variedades de frutos pertenecicüles á la familia de las auranciáceixs. Pocos Ixabrá, de nuestros lectores, rjuc alg-uiia vez no liayan estrujado entre los dedos \in piidazo ue corteza de naranja ó limón, proyoctaudo el liquido que entonces salta .sobre la llauía de una bujía para ver como esto liquido se intlaiua y arde coa luz viva; y pocos tambiea los que no se hayan lijado en las celdillas y veji^uillas (¡ue recubren la corteza de losmeacionados frutos. Pues bien: este líquido combustihlo que se encuentra alojado en estas celtlillas, no es otra cosa que la esencia exi)lotada por la industria, y acerca de cuyo aprovecliauiiciitu vamos á decir dos palabras. El inoviliario que exige y los gastos de instalación que requiere, no pueden ser mas económicos y sencillos: uuus cuantos ya¡yoí, sacos do crin, recipientes y uua prensa, forman todo lo necesario para establecer una fábrica de esta clase, la cual, asociada con la del ácido cítrico, daría, sin duda alguna, pingües rendimieucos. Por lo demás, la extracción de estas esencias es sumamente oiemental y fácil, pues se limita á reducir á pulpa Una, por medio de un rayo ó de otro utensilio análogo, la cascara coloreada ile estos frutos, á Üa de rasgar la utriculillos ó celdillas donde reside la esencia. Terminada esta operación, .se coloca la pulpa así obtenida dentro de unos sacos de crin y se prensan faertemeute. \l\ liquido que fluye no es esencia pura, puesto que contiene multitud de sustancia.s extrañas, extractivas, amargas, mucilaginosas, colorantes, etc., razón por la cual se altera con el tiempo y mancha los tegidüs; pero cu cambio su olor es mucho más fresco, «uave, delicada y fragante, que el íle las esencias obtenidas por destilación, desde el momento en que el calor siempre las altera masó menots prol'undamenlo. Cien kilos do pulpa de corteza fresca, pueden dar do seis á siete de la mencionada esencia, que el comercio busca y paga a u n procio remuncrador. Ko terminaremos estas líneas sin decir algo acerca do la historia de las esencias. En las antiguas edades eran aún mas estimadas y su empleo más general que en nuestros dias. l^a industria de los perfumes alcanzó cutre los ¡jersas un prodigioso desarrollo. Allí fué su cuna, que compartió con la India, llegando sus morador<'.s al extremo de preparar y obtener algunas en estado de pureza tales como las del limón, lannur y trementina; sin emijargü, la mayoría de los preparados, que aquellos pueljlos llamaban esencias, no eran otra cosa que disoluciones de (istos cuerpos en aceites y gras:is obtenidas por medio de la maceracion del mirto,, ca- nela, rosa, jazmín, lieliotropo, clavel, lirio, narciso, azahar, mejorana, romero, etc , en aceites de oliva, de sésamo ó de ben, verdaderos cosméticos que coloreaban con polvo de cinabrio. Muchas ciudades de la antigüedad alcanzaron renombre por la fama do sus preparados aromáticos, y pudiéramos citar entre otras, Tiro, Corinto y Chipre, así como ^•ápoIes y Cápua El amor á los perfumes no tuvo limites en tiempo de los emperadores romanos, cuyas matronas se bañaban en aguas aromatizadas dándose fricciones con aceites de los mas fragantes olores. Las banderas de los ejércitos eran perfumadas en los dias solemnes; y durante las liestaa del circo, tubos estrechos dispuestos con arte, lanzaban sobre los espectadores lluvia Unisiaia de aromas embriagadores. No fueron menos aficionados á las esencias los árabes, cuya prodi^'alidad en este punto no reconoció límites, pagando á elevados precios las mas linas y delicadas traídas del Oriente. En la actualidad, excepción hecha de la esencia de rosas, procedente de llumulia y Bulgaria, en la Turquía europea, donde se cultiva el rosal (1), con este objeto exportando más de 2 000 kilos de esencia en los buenos iiñosy 800 kilos en los malos, la industria déla perfumería puede decirse que la tienen monopolizada los ingleses y franceses. Solo esta última nación exporta por valor de 30 millüues de francos anuales, en miles de variadas esencias. ,,Cuando, sacudiendo la apatía que nos devora, dejaremos de ser tributarios de unos proiluctos que en tunta abundancia, tan variados y selcctus nos ofrece la pródiga naturaleza'.' ^i n. m fe h D. Mu.tJüz REPISO. (Contini/iirá.) U' La solicitud del Gobierno de la.próxima república por los adelantos de la agricultura, no en vano proclamada industria fundamental, madre de todas las demás, es tan activa y grande que no crcusa medio de protegerla y elevaría: vías de cüiijiuiicicion, escuelas, misiones científicas, prensa, dip|oin:ícia, exposiciones, todo lo pone á su disposición. Hoy ya todo el mundo la minia y mira con cariño por su heroico ¿ incansable sufrimiento ante la ingratitud de todas las pasadas dominaciones, que para el sostenimiento del edificio social bebieron de su sangre hasta estenuarla, desesperarla y rebelarla contra el listado y sus instituciones. No contenta hoy el espíritu democrático del Estado vecino con todos los medios enumerados, y algunos otros de protección, se dirige á el impuesto animosamente para aligerar su carga, é igualarle con los demás elementos contribuyentes. El complicado problonva principia á resolverse prácticamente, y el discurso que á continuación copiamos, obra del sabio economista y cx-ministro de Hacienda Mr. Lcoi Say, nos enseña las dificultades prácticas del problema, el comienzo de su resolución y la sabiduría de los obreros empeñados en resolverle can tiempo y trabajo. Estudiemos la cuestión con los maestros, que nuestra agricultura no puede más. El problema fatal se nos viene encima convertido en cuestión social. lié aquí ahora el profundo trabajo del sabio economista francés: LA liEB.\J.^ DEL IMPUESTO TlilUUTOltl.VL Y LA. AGRICULTURA. (1) Hace diez ailos, inmediataraentu después do nuesSros desastres se planteo en la Asamblea nacional la enestian del impuesto territorial, y desde entonces no ha dado un paso. Hs imposible entrever la solución y sin embargo es preciso tomar un partido. (Ij l'or iiMiiiinO' inciiio se necesitan unas íi.OÜO rum |i,ir,i ulilener Igr. 77 ile esencia. (\'¡ llisciirsi) pronniiciaJo el 3 Je .Marzo, en la reiiniíu!. lie ceulrü iniuierJo del ScnaJo. 99 }i, \\ ¡ht I' En 18T1, so ¡asistía sobro la desigualdad del impuesto; se habliiba"" sin cesar de los viñedos del Ande y do Héraul, que liaciiin la fortuna de sus propietarios, .y que no soportaban como en otro tiempo mas impuesto que el de las tier/as de ínfima calidad. Nadie sospccliaba entonces que tan florecientns viñedos estaban umenuzados de un azote que destruyendo sus cosechas los habia de retrotraer á su punto de partida. So miraba como absolutamente inicuo, el mantener una especie de privilegio en algunos departamentos, y esto cuando el pais tenia quo hacer tsmtos sucriácios para reconstituir su hacienda y equilibrar el presu puesto. Para salir de e-te embarazo se proponía la revisión de las evaluaciones catastrales y la perícnación del impuesto territorial por medio do uu aumento dul contingente, do los departamentos que so eacontrarau insulicieiitomento gravados Al mismo tiempo, la nccesiilad do hacer frente al pago de las deudas contraidas durante la guerra obligaban á los municipios íi recurrir al establecimiento de nuevos céiUimos. MI exceso de dichoa o'aliinos llegó á proporciones desconocidas hasta entonces, tanto mas iüurmantes cuanto quo se agotaban las fiiciiltadcs de los contribuyentes á los cuales tenia el lístailo que pedir demasiados recursos por su propia cuenta. Kn esta época, tuvo el pensauíiento de tomar para el presupuesto del listado algunos de estu.s cénlimos do los cuales veía yo á los depai'tiimentos y ii los aniiiicipios prestos á apoderarse de ellos; y cu el proyecto du la deuda de 1871 depositado par uii en la mesa do la .Asamblea nacional, el n de Marzo do 1873, yo pedí 17, K! y-I'.! céntimos generabas sobre coacribuciün territorial, la moviliaria y la de patentes. Diclia proposición no se tomó en cuenta. No puedo olvidar quo nuestro excelente uuiígo ^'asini.iro l'iírier me reproclió fuertemente una expresión que use en la ex¡losicion de motivos. Me encontró duru con nuestros pobres municipios del lisio y del Nortn, tan mortillcados por la guerra y por la invasión. \'odije hablando lie los céitliima que quuria añadir til priueipabiior cuenta del 'l'tsoro, queso liabian idovado á lo quo se poilíii llamar '•oilicia lúcAl. lista aserción c\-,\ por tanto rigurusanientn exacta, salvo la expri.'sion de "cudicia local que yo no deileiulo; pero que ¡lodria justiücavse singularmente y de una manera inesperada comparando liuy mi proyecto de 187-1 con el in-uveeto de dciula do 1882 del cual acalláis do recibir ejemplares lince poi'os illas. ICn el proyecto do 187-1 asciendtí la conlvibucioi\ territorial, en capital y en eéütiuios adicionales ii ;jrj5.80O,0UO francos, y oÍ proyecto de lí-H'J se evalúa su suma tanto en capital como en céalhmix adicioualus á ¡ifiG'.¿00,000 francos. I,o ipic yo pedí entonces rcalnu'.nte era atriimir al listado bajo la formado centiuior ¡^'i-ncralcs, lo que los municipios y los departamento» se han atribuido después ellos mismos biiju la foruia de ceutimos extraordinarios ó ospiiciales. La Asamblea nacional lui f|U¡so seguir esta vía; pretirió procurar otra solución en una ¡lerecuacioii total 6 parcial sobrecargantlo ciertos terrenos, Itecordareis la proiiusiciou de M. Lanel, de nviestro colega M. l''erray, y en lin la ley quo no adnptó el '¿'¿ de Marzo de 187-1 sobre el aumento del contingento ti'vritorial. Por la inclusión en el impuesto du las tierras incultas al estublecer el catastro, productivas en época posterior, Un artículo de esta misnta ley invitaba al (iobiernoít estudiar y proponer medidas ejecutivas. Sin enil.iargo las medidas de ejecución quo proveía la ley, aunque hayan sido cstudiiuias seriauíenlo por la aduiinistracíoii y por el Consejo de listudo, no ao han puesto januis á discusión. La ley de vida á la inicintiva de íilM. liunel y Koray no se han ejecutado y creo que jamás se ejecutará lira difícil su (ejecución, y, si le liubieni inti-ntiuio, su resultado al principio liulnera sido incompluto y muy ib'Sproiiorcionado con la enorme cantidad de trabajo y de gastos que se hubiera ocasionado ú la adiniuistraeion de iiacienda. .N'o liay término jurídico para expresar las tierras que so querían gravar; ninguna parcela esta exenta de eotizucion, no es pues por Iti ausencia de todo impuesto por lo quo se podían distinguir. Se hnn empleado S-ia expresiones diferentes, según los terrenos para designar las tierras incultas; seles llama baldío, terreno tic pastos, erial, matorral, yermos etc. Asi, en el proyecto preparado para llevar íi ejecución la ley de 1875, pero que no se ha presentado á la Cámara, se liau designado las tierras, cuya evaluación catastral liabia de revisarse diciendo que se trataría do todas las purcolas clasillcadaspor bajo de la última clase del cultivo dominante entonces en los municipios, So establecía además que se necesitaba gastar -1.500,000 francos para aplicar la medida pedida por la nueva ley cu la extensión considerable de 1 600,000 hectáreas, con la seguridad además do quo el aumeatü que tiene quo sufrir el contingento no pasaría, ni aun llegarla á 3,000,000 do francos, Esta perecuaciou parcial, en ttu, al borrar ciertos favores que oran legales sin sor legítimos, dejaba subsistir mayor número; lo quo hubiera hecho aún más chocantes las desigualdades mantenidas, porque respecto de estas era claro que so sostenían con conocimiento do causa. La Asamblea nacional, también prescribió, en dos leyes subsiguientes, la del .5 de Agosto de 187-1 y la del ;{ de Agosto de 187Ó, el estudio dcuua nueva repartición lo que abrogaba cu realidad, aunque implicitamente, la lev do 22 de ÍÑlarzo do lS7rl. La ley ejecutiva necesaria para aplicar la primera ley, fué, pues, abandonada, y la. adniíuistracion dirigió todos sus esfuerzos hacia otro" lado, lira preciso llegará una pt'fCCMAcioii total y decidirse á estudiar la revisión del catiisiro ó resolverse á trasformar el impuesto territorial, do impuesto do repartición eu impuesto do cuota tija. La trasformacion del impuesto territorial en impuesto de cuota lija uo me parece solución, lil día que so creyera poder tístabl';cer en Francia un iiupuesto sobre la ren,ta, se tendría que buscar el medio de comprender en los cuadros de.dive:'sus reutas, la territorial, para seguirla 011 sus variaciones, á Un de poder aumentarla ó disminuirla, según fueran los años, buenos ó malos, listo seria, á la vorilad, destruir nuestro sistema territorial para editlear un sistema nuevo. \ será tal vois iniposihle oncontrnr sistemas nuevos más equitativos que el i]ue está eu vigor. I'or lo tanto, cuántos ¡nconvouíeutes y diileuUadcs politica.s ó de otra especie. encontraríamos en uu cámOio coiu|)lcto de sistema! Yo creo quo el (.joldcrno que eiupremliera semejante tarea. »i llegara á coiiseguívla no podría soljrevivirle. Hl ejemplii de Inglaterra no es por otra parte propio para infundir valor. No se lia podido llegar á la renta territorial y agrícola sino ímponieiulo los avreudaiuientos primero y aentandu eu seguid» para establecer las utilidades netas del arrendador que existe siempre la misma proporción entre la suma del arriendo percibido jiov el propietario, y la renta agrícola ó el bunelicio neto realizado por ol cultivador. Tal vez se podría aceptar este dato empírico on las tierriis dadas á [Ceeio lijo; [leru [lara los pequeños propietarios que las cultivan pjr si IUÍSULOS, para los que las cultivan á medias ó [lor partos, es uecesiuío reunir al o.xámeu do su coiitaliilídad agrícola. Y yo no croo sosteuiIdo (¡ue existo cüiitabilidaii agrícola en los pequeños propietarios. Se (luedo decir que hasta entro los graiules oS imperrecla. Lo (pie no les critico absolutamente. Tal vez sea la la/.on que las opuraciouos agrícolas, bajo el panto do vista de los rendímieuios y do laa comliinaeíones de los cultivos alt(u-nos, uo pueden calcularse más que en porioilüs más lar;íos que ol año sular, (pu) es el periodo do la contabilidad comercial y la pública. I'cro el peusainiento solo de someterá los cultivadores de luda l-Yancia á una especie de ejereicio análogo al que no han podido suportar los destiladores e.s biijo el punto do vista adminihlrativo como bajo el punto de vista político lina inupresa que ni ol examen scqiorta. l'reseindo \ior el iuouionto,y por consiiUu'iicíoues generales de la triisi'uriuaciou del impuesto de cuota lija; algún día trataremos do ello eu detalle sí fueso necesario, Volvióse, pues, al punto de partida do la Asamblea na- loa :Í cional, á buscar el modlo de una reforma ó pcrccuxdoii compatible con el sistema actual de reparto. Debo decir ahora que no considero la renovación del catastro como solución. El catastro puede ser un instruía Mito de pírecMaciort local, pero nunca ha sido un instrumento de perccuaáoii general, y á mi modo de ver, uo puede serlo. Por estadísticas y relaciones generales se han establecido los primeros continí,'entes; por estadísticas y relaciones fjenerales .se ha re¡ilizado cierto número de rebajas. Si esi'! método carece de la precisión y autoridad necesariii, para servir de base á una perecuacióa por via de aum.ento á la carga de los que pagan menos, ella es sin embargo suficiente para servir de bas'j á una perecuacioii por via de disminución en provecho de ios que están sobrecargados. En este procedimiento me detuve liuce ya muchos aSos, y. desde 1870, no he cesado de pedir á las Cámaras que emprendan un trabajo estadístico como el rfue se hizo en 1850 abandonado desgraciadaiuente para no contraer la obligación de proceder ul aligeramiento de las cargas. La publicación de los guarismos pertenecientes al asunto hubieca forzado la mano al Uoijieruo de entonces. A. pesar de la gran opo.sicion de W. 'Vi'il.son informante de la Comisión de presupuestos, lie podido obtener^de la Cámara de los diputados, el 1.° de Agosto de 1879. el crédito de un millón de l'rancos necesario para hacerlas investigacione.sestadisticiiS que se están ejecutando en este momento. Pero no es bastante esto; era necesario desembarazar el problema d é l a complicación que en el ocasionan las propiedades construida?. No hay verdaderamente más que lina remota relación entre el iiapuesto territorial de las propiedades rurales y el impuesto territorial de las pro¡iiedades constrnida», que son en su mayor parte propiedades urbanas. Se debe rebajar á l;is propiedades ruraliís .sin que sea necesario hacerlo con la.s demás. Hasta 1821 han estado separados estos dos contingentes; , di;s¡jues han sido reunidos. Se puede volver al antiguo estado de cosas. No se trata de dar una nueva dclluicMJu de las propiedades construidas; nosotros respetaremos iaqne resultado las leyesen vigor. ÍJU separación de }os coat'ngente.s no es mas que una operaeiou mati^rial ¿ r.iali/.aren los estados de los ayuntauíiento.-*. lis lamentable que esta oi>eraeion uo e.ste lieeha todavía. Yo peo i su ejecución á la Cámara de los diputados eu 187Ü. y la cosa sigue siempre en susi¡enso. Como comprendí esta demanda en un proyecto muy extenso sobre el catastro, y esta gran ley como la llamo en mi súplica, estaba detenida por estudios nuevos y sin iln, he insistido jwr la separación de las dos cuestiones. Nuestro querido amigo Mr. iJastid, ponente de la comisión ilja á proponer esta sepai'aciou en un inl'onue especial cuando nos ha sido desgraciadamente arreijatado por la muerte. Desde esta éjioea no so lia vuelto á liablar de la separación de los dos contingentes, líl asunto está siempre pendiente de la Cámiira d.; los diputados. Jlientras que se procure resolver todas las dilicnUades á la vez y permanezcamos en la antigua via de la pi-recvMcion por el catastro ó por el impuesto de cuota üja, se empleará más tiempo (|ue dure la legislatura en eatmlios preparatorios; volviendo. &;iempre á comenzar lo empezado y los legisladores se ¡jasarán cada cinco unos, el legajo catastral de unos á otros, como lo recibieroii en las Legislaturas precedentes. Lo que es necesario ante todo, os., pues, pi-lmeramonte, acabar la estadística, empezada y después, separar ios dos contingentes. Má muy probable, qufl sol)re los 170 miUones diil de la suma del impuesto territurial, hay Truqúese apliquen á las propiedades rurales, esto os, lo q,ue es preciso determinar; pero todo induce á creer que no se alejan much.o de la verdad al citar los 20 millones. La reducción de la tercera parto del principal Itaria perder al Tesoro '1.0 millones de francos por año. Se habia creído en la posesión pronta de una ostadisliea sulleieii temen te exacta, terminada en breve jiana poder estudiar una reducción desigual, á tln de a[)liearla ante todo sobro los departamentos recargados. Los que ao quieren hacer nada nos aconsejan esperemos la terminación de la estadística. Yo no soy de parecer de diferir las medidas que se deben tomar hasta el día de la producción del trabajo esperado, por dos razones; la estadística up será bastante precisa, tendría que discutirse, y además tardaría mucho. Se discutirá, porque las investigaciones se han emprendido cuando la crisis comenzaba á enconarse y las cifras que .se obtengan darán más bien el resuUad'o de los arriendos corrientes que de los arriendos á renovar ó los que resulten de los productos obtenidos en realidad hoy por los cultivadores Las noticias que se recojan deberán, pues, ser sometidas á una verificación muy minuciosa y muy larga ,So debe desear que se comuniquen las cifras á las diputaciones, para que sean objeto de un profundísimo estudio. La segunda razón, ya la he diclio: la de que es necesario hacer algo inmediatamente si se quiere mejorar lasituacion de los cultivadores desde el momento mismo que se vé comprometida, y levantar al mismo tiempo los espíritus puestos ú tan rada prueba con lo que pasa en este momento. Si se hace algo inmediatamente, no puede ser más que una reducción proporcional, salvo el añadir, después que las estadi.-jticas en curso se concluyan y verifiquen, reducciones complementarias para lo'-- departamentos que se hallarán, pagando una parte de la contribución territorial más elevada que oí termino meilio. lis decir, que la reducción de -10 millones, de que yo hablo, no US el limite de nuestras esperanzas.—Muchas objeciones so nos han hecho, unas bajo el punto de vi.sta económico, las otras bajo el punto de vista administrativo o Ib^cal. Se repite demasiado qua el impuesto territorial, formando parte do los datos lijos generales díd cultivo, no le soporta hoy dia nadie, que está incorpo'ado al precio porque se trasmite o .-iC vende la tierra, y que no inlluye en consecuencia sobro el precio (h.'l valor de los productos agrícolas. Hay algo de ci-rto en esta objeción; yo no la rechazo en absoluto. Jjas cosas- han pasado así duranlu muchos años; pero hay algo fal.so también en ello, como cuando se liice ipie una disminución del impuesto no alteraría el [U'ecio de los productos agrícolas, ó bien cuando se aíiade que el propietario pedria capitalizar la rebaja para eon.s'tituirse una fortuna, la cual lo regalaríamos en realidad. Cuando el ICstado percibo un impuesto territorial lijo sóbrela tierra, es como si so atribuyese una parte do ella. Si aumenta el impuesto, extiende su copropiedad; si lo disnunuye, la reduce. Cuando hace rebajas, es como si devolviera al propierario cierta cantidad de tierras fpie le ha tomado otras veces y que hoy le abandona para que las cultive con el resto; esta es la verdad. Cuundo la tierra constituía un monopolio real, podia ser iiatur.il para el listado apropiarse una parte, lis cierto (|ue hacia menos ventajoso el monopolio en cuestión; pm'o tomando su parte, la consolidaba más bien que queljrantaba y dalja algunas veces on leyes pcoleeluras uiuclio más que toiuaba. Hoy dia, tiende ádesaj^irecer el monopolio de la tierra; porque nació, ile la limitación de esta en cantidad y en calillad; y las tierras se hacen ilimitadas l.iajo todos los palitos de vista. Un otros tiempos era imiwsible extenderse, porque si .se establecian en comarcas lejanas, lio se podían trasportar los productos. Las salidas no existían más ipie paralas tierras ((Ho tenían la ventaja exclusiva de estar situadas en niediode grandes agrupaciones humanas. Todo lia cambiado,- ahora se acortan las distancias y se eucuenlran eii los mercados las in-oducciones del mundo entero,, gracias al telégrafo, al vapor y á los ferrocarriles. (JM coiidusiuii en el nimtro pn.cimo.) Como continuación del excelente articuló de M. f loi Doctor Félix Schneiden, sobre la rabia, me parece que la teoría que desarrollé anteriormente sobre cátacueátion, podría interesar á vuestros lectores. Is'o me liago ninguna ilusión sobre la suerte de mi prüi'osicion; pasará muclio tiempo antes que se tome en serio, ni se llamará tal vez nunca, porque á primera vista, puede parecer fantástica, se me na dicho ya, pero yo tongo la convicción de estar en lo cierto. He' aqui lo que escribí últimamente respecto á la rabia. «Estamosen la estación donde se han puesteen moda ios artículos sobre la rabia. Los unos indican remedios mus ó menos ellcaces, los otros se admiran do las medidas do la policía, sin las cuales la sociedad entera seria de^iorada por los perros. «Nadie procura evitarla rabia, que es el punto capital. Was vale suprimir diez perros rabiosos que destruir mil inofensivos, eomo se practica en la leñera. «Para atenuar los efectos da la rabia, es preciso buscar las causas principales á Ü.a do poder evitarlas en lo posible. «¿Vdeniás, tídos los autoresOítán acordes en reconocer (¡no lu primera causa de la rabia, en los porro.í, proviene de la falta de pareja. Este no es sitio para disarrollar «sa teoría; está probado el hecho Las raras excepeiones (|ue se pueden invocar no hacen mas que conílrmar la re^'la. • La rabia por inoculación, sobreviene con más frecuencia á los machos que á las liembras, respecto al maclm, ul prineipio de una enfermedad, antes de llofjar :tl perioilo agudo que le Inice perder 6l descernim¡eut;o, morderá mas liien á un perro que á una perra caso que encontrara dos á la vex. «listos hechos son conocidos j ' admitidos por todo el mundo; se puede pues destruir este prineipio: que la rabia expouláneii ó inoculada es mucho mas freeuonte en los perros que en las porras. Ailmitidci este principio, nos lleva forzosamente á esta conelusion; que para disminuir lu rabia es preciso disminuir el numero de los ])crros j)ara reemplazarlos por porras. • Además existen en Franela al menos cuatro porros {wr eada perra. Todos encuentran mas cómodo tener un animal que no tenga hijos, que es nceesario matar ó dar todos los iii^os. l'll cazador no destm la perra ¡jorque es fastidioso que esté inútil en el mouionto do la apertura do la caza; estos son ciertamente inconvenientes, pero estos inconvenientss no son nada eoMUJariulos con la terrible enfermedad que se puede combatir; y adenu'LS una ¡ierra es más dócd, más temerosa y uiás amante de SU amo, «SB me objetará que es difieil obrar contra unatondencin general y contra el gusto del pais. • Sin embargo, la Administraeiou dispone de medios mucho mas energieos y menos vejatorios que las niediilas (pio están hoy en vigor y miya aplicación será menos onerosa que el eoste de la leñora; el impuesto. «Puesto que cada animal está empadronado, nada mas sencillo que imponer al porro doble eantidad que á la perra, haciendo pagar 12 Irs. por ejemplo al macho y b á ia hembra.. «lü registro seria fáeil puesto que la Administración examina la raza de los porros para rc|iartir el impuesto, según sean de eaza, de roereo ó do guarihv. La medida tendría al menos la ventaja do llevar al lOstado dosdw el principio y poco á poco la balanza deseada entre los maullos y las"hembra.s estableciéndose por sí mísnui. LaspM'sonas que tuviesen porros los suprimirán inmediatamente y criariau perras ¡mra reemplazarlos. «lín pocos años, estarían los porros en minoría, y la rabia dísniinuíria en las mismas proporciones.» lín apoyo de mi aserto invoeo el testimonio de las ostiuiisticas oUcialos establecidas por lá prefectura dol Sena. Su ha lieeho mención en la Reaieil de wediüiiie oeterinarie del 'M de Noviembre ultimo, por M. Lebranc, miembro déla Academia de medicina en su interesante rolaoion soljre la rabia en el departamento del Sana. Estas son las cifras ollciales; En 1876 , 27-1 casos do rabia ea los perros ;12 en las perras. I877...;i3& — — í'í* IR^H...'!-!-! — — '"'8 IB^^Í).. 2.10 — — 3-1 — Ai.onas U perras rabiosas por 100 perrcs! listas curas son bastante concluyentes, hay necesidad de un análisis anatómico para demostrar la evidencia? Una solu cosa me admira, y es que los rosiütados de estas cifras no hayan llamado mas pronto laatencion do los legisladores. Una buena ley de policía, basada sobre datos indiscutibles, prestariamas sorviciosála humanidad que todas la» disertaciones sobre el virus rabioso que, hasta hoy, uo ha llegado á ningún resultado práctico. YotTELLlEB. (Jourml da l'Agi'ieitUure.) A UN LUCERO. Faro de luz refulgente, Puro, esplendente lucero, Que iluminas placentero Del ancho mundo la frente; Que en topacio convertido A la luz que el aol derrama, línciendos tu limpia llama Cuando la tardo ha caído. Que sin posare» ni anhelos liOS mares de azul cruzando, Vas tranquilo rosbabindo, Mavecillas do los cielos. Y de tn carrera en pos Siguiendo tu llcl destino, Surcas brillante el camino Que trazó el dedo de Dios. Por qué te ocultas'' responde: ,i?or qué tu luz soberana, b'iando naco la imiñana Avergonzada so esconde! Tanto morir y nacer Tu faz divina y" brillante, ^lUetrata, di, lo inscoiistanto V lo fugaz del placer? úlsi una ilusión tu nombre? ,'.Es tu luz la semejanza Do aq\iel!a eterna esperanza _ Que nunca realiza el hombre? iTrtl vez Dios te hizo lucir Kii'esa eterna carrera, Para (pu) el mundo en ti viera ílastu lo bollo morir? O es que al colocar sn mano Sobre tu luz y tus dones Dijo á las generaciones: ^ Ved mi aliento soberano? .No sé, lucero, expresar Onal ha sulo tu destino Kn eso inmortal caniino Que recorres uín cesar. Jlas, si, doeirto podré Que esa tu luz bienhechora Me recuerda á cada hora Un juramento de fe. Juramento que sentí Lleno do amor y alegría,, I02 Que aquella alma no meatia Cuando juraba ante ti. Sigue, sigue tu carrera Por esos azules mares, Que yo entonaré cantares Mientras recorres la esfera. Y no olvides Que si lanza Tu disco rayos de oro, We están mostrando el tesoro De mi futura esperanza. A. TEEREK. FUENSANTICA., EPISODIO NOVKLESCO DE COSTUMBRES MURCIANAS psr D. y. Mari/1 Buido. IV. Mí é Conviene conocer la situación del ejercito enemigo de esta gente que acabamos de ver en casa del tio Colas, y enterarnos de sus planes de ataque y de las posiciones en que se encuentran en tales momentos, á fin de comprender la estrategia del tio Pedro y el provecho que lia de resultar de su empleo en la batalla que se nos viene encima. El lector recordará que dejamos en marcha á los tres giuctcs, Pepe, su primo Juan y el jefe ó comandante elegido por ellos; el tio Pedro, que marchaba á su cabeza guiándolos y dando instrucciones y consejos iújos de la c.'cpcriencia y de los años, sin los cuales dificilmeiite aquellos jóvenes, que eran esforzados y decididos, habrían podido realizar las hazañas que intentaban. Bartolo, perro de presa para morder, galgo para correr y pachón para olfatear y seguir la pista y ser fiel á sus amos, llegó el primero al escondite donde se hallaba el tio Hoque con otros tres cri.idos ó jornaleros de la casa de Juan, ios cuales no notaron su llegada liasta el momento de verlo aparecer entre ellos co-.no una culebra que se arrastra por entre los matorrales sin hacer el menor ruido; y sin producir alarma ninguna, dijo en voz bien graduada para que no saliera de las márgenes del cauce y solo alcanzara á los oidos del tio Roque: —No hay cudiao, cabaycros; soy yo, Bartolo que vengo clante, —¡Demonio! ¿cómo has sabido hacerlo para librarte de un escopetazo? le dijo el tio Roque. —Pus ya lo ven ostés: luciéndolo con cudiao pá l i brarme de ello, porque ya me lo temía si hubiese vcnio á pié crecho istaquí. —Gücno, Bartolo, le replicó el tio Roque; y quién viene ezaga c tí, y cuando salimos de este escondrijo? —De seguia lo sabremos. Viene el tio l'edro,^ mi amo Pepe y su primo Juan, con las yeguas, que irán á l)arar á czaga del corral de la casa del tio Colas, ande tiene que ir uno a esperalios aboa mesmo, pa quedarse al cudiao de los animales y ccilles á los giuetcs ande nos hallamos cscondlos. —¿Ties auguna otra cosa que icir? —Na mas que esto y que nenguno jume ni encienda mistos ni se regüírba ni esiornue -Giienn, eso va lo sabíamos. Y en el acto e! tio Roque ordenó á uno de los suyos llamado Z<í«iv/j(<i que se fuera á recibir las bestias al punto d-jsignado, distante unos cien metros del lugar en que se hallaban. Pocos momentos después, fueron llegando uno tras otro el tio Pedro, Juan y Pepe con sus escopetas, y todos se reunieron en corro alrededor del primero, comandante de la e.\-pedición, reconocido por tal iumcdiaCamer.íc- El tio Pedro tomó la palabra, se descubrió la cabeza y dijo: —¡Alabao sea el santísimo Sacramento del altar! Todos se quitaron sus monteras santiguándose, y contestando:—Sea por siempre bendito y alabao—volvieron á sentarse y cubrirse, continuando el jefe de la compañía en el uso de la palabra, que todos escuchaban atentos y silenciosamente. —Cabaycros: Zancajo ya sabe lo que tic que hacer y cuando ha de metelle juebo á las garberas de leña que hay en el corral de la casa del tio Colas. Abora oir gusotros loque á tos ñus interesa. Yo me voy solo y vus dejo diíta que Dios quiera que nos gorbamos á ver en este mundo, ú en el otro! Me voy á la casa del tio Colas aboa mesmo, á sacar de ayí, pa cstraviallos por donde no estorben la maniobra, á el novio y sus primos y angunos más que se quieran venir conmigo á buscar al escribano por los cañares del Merancho, á una legua de los otros cañares donde lo tiene amarrao el tio Esteban, De este móo, sus alivio de la gente peor y mas temible. Lluego, yo veic como escapo, Gusotros, asina que veáis arder la fogata de la leña del corral, y que sintáis los gritos de la gente de casa que salen dando voces de ¡juebo, juebo, juebo!!.., de un blinco us prantais en la casa, y la Fuensantica, que ya estará previnia por mí, se echará en los brazos de su Pepe, que arrancará con tila en la yegua, y lo cmás, saldrá como Dios quiera.—Abora ya no me quea mas que un consejo que daros. Si la cosa viene de mala manera, ¡á Roma por toas! y sálvese el que puea. Pero si la Fuensantica escapa con éste, y gusotros podéis csimular que seis de la partía, os metéis á ayuar en la faena de apagar el juebo, iclendo lluego que habéis acudió solo pa dalles auxilio. De las tres yeguas, solo dos hallareis en su puesto. La otra voy á icillc á 7,í¡iuajo en donde la necesito yo por si puco escapar de entre los Ciirkas. Conviene que Pepe salga corriendo como si fuera camino de Santomera, y dcrapues que se vea libre y aprecibio de que nenguno le presiguc, agarre el camino qut vá de IVIonte-agúo á Espinardo; dende ayí por la carretera se baja pa Murcia. La rodea cuanto mas larga mejor en estos casos. Nenguno creerá al verlo arrancar sino qae se vá pa Santomera en busca de la casa de su tio, que es el arcarde de aquel partió.—Los demás cjuc peamos escapar, mañana á las cuatro de la madruga nos hemos de juntar en la iglesia de San Pedro de Murcia, aondc acúe toa la gente de la Plaza á oir la mis.* de alba. ¡Conque! Caballeros, añadió por último el tio Pedro poniéndose de pie quitándose la montera, lo mismo que todos hicieron, comprendiendo de qué se trataba en aquel liltimo instante d<: hallarse reunidos: —En el nombre del Padre, del Hijo y del SpírituSanto. —Amen, Todos se santiguaron, le dieron la mano á el tio Pedro, y este ÍC alejó camino dereclio de la casa del tio Colas, perdiéndose entre la oscuridad más negra de todas las oscuridades. Profundo silencio, tan solo interrumpido por el fragor de la tormenta y el rumor de algunos truenos que á cada momento se acercaban más y más sobre sua cabezas. Nadie volvió á desplegar sus labios y todos se colocaron al acecho mirando á la casa del tio Colas, á donde ya sabemos todo lo que ocurría cuando en ella se presentó el tio Pedro, así como también el resultado que tu\osu visita. Fuensantica, después que había oído las palabras misteriosas que el viejo criado de su Pepe le había dicho al pasar por su lado, estaba inquieta y aijitada temiendo codo peligro, y no pudicndo guardar el secreto, sentía la necesidad de comunicarlo á su abuela y á su prima, que eran partidarias de su causa y le darían algún consejo prudente, Hízoloasí, y obtuvo de ambas la misma opinión favorable á su deseo. :.-Que se anduviese próxima á 103 la puerta, y en el momento en que su Pepe se apareciera en ella, que se echara en sus brazos con entera confianza y no dud.isc en declarar que lo quería por esposo y quo así se lo tenia ofrecido y así se lo había de cumplir... No habrían pasado diez minutos después de la salida del tio Pedro con los Curiáis, cuando de pronto la nube hizo brillar un relámpago y descargó á su vez un trueno tan horroroso que codos quedaron sobrecogidos de terror, creyendo que indudablemente había caído alguna chispa eléctrica por los alrededores de la casa. El tio Col.ís se atrevió á mirar por la ventana de la cocina, y vio que el monion de la leña acopiada en el corral estaba ardiendo y levantaba sus llamas á grande altura. Inmediatamente se dieron las VOCCP de ¡fuego, fuego!, y todo fué alarma y confusión, lanzándose todos al lug^r del siniestro. Las mujeres daban gritos y corrían desatinadas hacia la puerca de la calle, del lado opuesto á la del corral, por la que se habían lanzado los liombres. La nube tronaba con fuerza; el agua y el viento so desataron de modo que el fuego liabria sido extinguido inmediatamente á no hallarse á cubierto el moncon de la leña por un tejadillo, cuyas maderas empezaban á quemarse, pero todavía resistían la carga de las tejas. En tales momentos creía toda aquella gence que el fuego lo habría producido alguu rayo, y no se equivocaban, porque éscc se habla adelantado cinco minutos á el momento crícico, evitando \\ú el trabajo que debía practicar '/.¡viciijo cuando llegase á sus oidos el silbido agudo del tio Pedro, que no se alcanzó á oír, porque verdaderamente no había sonado todavía, lo cual significaba que el lío Pedro no se había alejado baatantc de la casa para desprenderse de los Curiciis, dejándolos extraviados y perdidos entre los cañurcs á donde los conducía con solo este objeto. Pero Pepe, su primo Juan, Bartolo, Roque y sus dos compañeros, al ver la señal del fuego y oír tales voces, ínm ;diatamcnte silieron del escondite en que se hallaban metidos, y acudieron al asalto de la caja del tioColáa, como seis leones, armados de trabucos y escopetas, que se aparecieron entre las mujeres. l.'uensantica, ya prevenida y resuelta, se arrojó inmediatamente en los brazos de su salvador y querido Pepe. Hasla aquí todo se presentaba del n>cjor modo para los amantes y su cuadrilla; cuando la madrastra Dolores Martínez se apercibió de lo que ocurría y comenzó á gritar dcsaforadamence ¡Traición, traición!... ¡Ladrone?! ¡Ladrones del Puente de Tocinos!... iquc la roban y se la lie.—Gritaba como una fiera salvaje; pero sin que ninguna de las que se hallaban cerca le prestase su ayuda, ni los hombres acudieran tampoco; porque el ruido era tanto, que no se oían las voces en el corral, donde todos luchaban contra el voraz elemento; y hubo tiempo sobrado para dar la vuelta á la casa y llegará las tapias traseras del corral donde se hallaban ¡as yeguas, de las cuales Pepe y su novia montaron una, y su primo la otra, disponiéndose todos á partir. —Después se oyeron á'nuiy corta distancia dos ó tres disparos, y luego las voces de los Curicus gritando muy de cerca:—¡Perros! ¡Maldita sea vucscra caita!... ¡cobardes y traidores, esperad un momento!... repitiéndose los tiros, cuyas balas silbaron por encima de las cabezas de los amigos de Pepe. Entonces, algunos de los que se hallaban en el corral salieron también con sus escopetas, avisados ¡)or la madrastra y acompañando al tio Colas, lo cual visto por^ Juan, hizo'que él se detuviera al frente de los suyos, dicíéndole á su primo. —Pepe, á tí ce tocaíarrancar á escape siguiendo el camino que ya sabes, si quieres salvar á tu Fuensanta. ¡No te detengas, y arrea pronto! que nosotros detendremos al enemigo, para que te veas Ubre y á s.alvodc su persecución. —En tal momento Pepe se Ijallaba indeciso, teniendo á su novia desmayada entre sus brazos. No queria abandonar á sus compañeros en el peligro; cuando sintió que una bala le había atravesado por el hombro izquierdo, rozando los cabellos de su Fuensanta, que tenia la cabeza apoyada entre su pecho. La sangre comenzó á correr por su brazo, y entonces sindccir palabra ni dejar que ninguno se apercibiera de semejante desgracia, clavó sus talones á la yegua, abrió la mano de las riendas, y salió como un rayo al través de los bancales, perdiéndose y alejándose de aquel lugar donde se había trabado una verdadera batalla en medio de la oscuridad, la Uuvía, los truenos, los relámpagos y algunas llainaradas del incendio. —Pronto el fuego desapareció con el hundimiento del tejado y los torrentes que del ciclo se desprendían. —Los combatientes andaban diseminados, disparando .cada cual á donde quiera que les parecía ver una sombra entre las moreras. Los del Puente de Tocinos so batían en retirada de tal modo, que según las instrucciones recibidas del tio Pedro, todos ellos diseminados en ala muy abierta se colocaban cada cual detrás del tronco de una morera; allí hacía la nueva carga de su escopeta y emprendía su carrera en dirección al rio y remontando su corriente, para ganar los cañares y desaparecer enere ellos, La misma cáctica parecía ser la de los que avanzaban sobre ellos, aun cuando por no tener un pensamiento preconcebido, como lo tenían los otros, ni un rumbo determinado en su marcha, cada vez se extraviaban más y mas ó se quedaban rezagado.^ algunos, porque no les interesaba mucho seguir esta persecución; y alcabo de una hora, ya se encontraban los del Puente de Tocinos á niedía luega de la casa del tio Colas, oyendo apenas algún que otro disparo que venia de lejos y sin acierto ninguno dirigido. Pronto se fueron aproximando y reuniendo sin disparar más sus armas y caminando sigilojanicntc, vieron que solo faltaban de lo» ocho que formaban la compañía el tio Pedro y Pepe, los cuales era sabido que andaban por otros caminos, y Bartolo, que ignoraban cual habría sido su buena ó mala suerte. —.'Mojémosnos de estos sitios y vamos andando hacía Murcia, dijo Juan, que así (¡uc estemos bien seguros de que han perdido la pista y lejos de esa canalla, hablaremos despacio y veremos lo (¡uc conviene hacer. Así lo hicieron sin replicar, y cuando se hallaban cerca de la ermitica de los Dolores, á más de una legua de la casa del tío Colas, y no nnr/ lejos de las eras de la Viuda, donde empezamos á conocer loa principales p t r soniijes de esta historia, oyeron por la carretera el rodar de una tartana que iba camino de Murcia, y que llamó su atención adivinando quien podía conducir aquel carruaje en tales horas de ssmcjante noche. Erase la tartana del escribano pucíto en libertad por el tio Esteban, cuando este había dejado de oír sonar los tiros ¡)ur la huerta. Caminaron en silencio y siguiendo sendas que les eran muy conocidas, hasta venir á encontrarse cerca del caserío, p-isadas y ventorrillos, que pueblan el camino de Montcagudo á las inmediaciones de la puerta de Orihuela; allí se concertaron para separarse y hacer sus pesquisas cada cual en averiguación de los tres que faltaban, debiendo todos acudir á la misa del alba en San Pedro, según lo convenido. {Co/iiimuir,].) MISCELÁNEA. D. Luis SiK'.o de Lacena, ilustnido ilireetor de niieatro colcg'a do (¡ranada lü Defeasor, no.s \n\ dodicada un ejemplar de /-«s Üfuaulas oDirfcur.sü-kistói'ieo-evitico -; 104. sobre la influencia que ejercieron en la Sociedad, bajo el triplo aspecto moral, reb'gioso y literario, las expediciones militares y católicas en los siglos xt y xii.» El resumen dé Ins apreciaciones do nuestro compañero en su erudito discurso, según su misma declarueion, es que lus Cruzadas, «al poner en relación el Occidente con Oriente, fueron la palabra de Dios que, señalando la senda del progreso dijo á Europa, indecisa entre la civilización y la barbarie, levántate y anda.» Bien pensado, bien madurado, y bien escrito está el manlüesto que el comité demócrata progresista de esta ciudad acaba de dar á sus correligionarios. Cuando las válvulas de la libertad se abren, puede darse el hermoso espectáculo que comenzamos á presenciar, de que los partidos serios den cuenta de sus aspiraclones y formulen sus propósitos, cual cumple hacerlo, asi como tendremos el gusto, y pues en el mismo manlüesto so dá á entender, de que lleven su contingente á la próxima lucha electoral. Ha fallecido D. Antonio Meoro j_ Leyva, quien desempeñó en esta varios destinos y últimamente era director de la Uasa de Misericordia y Huérfanos. Reciba su familia nuestro pésame. Un nuevo periódico, F2 Demócrata, órgano del partido demócrata-progresista de esta localidad comenzará á ver la luz pública en primeros del próximo mes de Abril. Hemos recibido un ejemplar de la Memoria que los señores Presidente y Secretarios presetUau á la, Excma. Dijmlaciotí de la prooincia de M%rcia en la primera reunión semesCral del año económico de 1880 ¿ I88I. Consta detalladamente en la misma, en eumplimieiito délo prevenido en el articulo 43 d é l a ley provincial, el estado do los asuntos pendientes y de que la mencionada corporación hade ocuparse, asi como también se ocupa de las cuentas, fondos y administración de la provincia. Nosotros, que con los compañeros de la prensa local, experimentamos la satisfacción de que la primera palabra de aquella página de gratitud que .Murcia por sus escritores dedicó á Francia y á toda-s las naciones, la escribiera el insigue lichegaíay, considerado como murciano, gloria que ya no caUe en los ámljitos de Es[)aria, sentimos legitimó orgullo unte el soberbio y grandioso triunfo oljtunido por su incomparable talento. Jügran '.¡aleólo, estrenado el dia lü en el Español, formará época en la historia de nuestro teatro: asi lo dicon muy alto todos los críticos y el público que ansioso acude tüd"as ios noclies á admirar esa recieucc obra del genio dramático de nuestros tiempos. Ayer fué enterrado en el cementerio do la puerta de Oribuela el cadáver de D. Alfonso Martínez Gil, fiíUecido iinteayer, por consecuencia de un ataque al cerebro. Numerosos amigos lian acompañado ei entierro, cuyo riuclohan presidido losSres. General C'assola, D. Julián Pagan, el Sr. Martinoz de Eguilaz y Ü. Antonio Hernaridi;/ Amores. Nos asoeiamos en la honda pena que experimentan nuestro querido amigo y asiduo colaborador U. Audi'es Martinoz (Jañadiis, hijo del linado, D. Tomás Galiana, hijo político, y demás familia del que fué amigo apreciado nu(;stro y de las rnticiías personas que en lus puestos populares que deseiupeñú, tuvieron lugar de estimar sus bellas cualidades y prendas [lersouales. —OOOVOIJ— ,M desear á nuestro colega FA Diario, en nuestro número anterior, que el tír. Gobernador le les'antara. como lo ha hecho, el castigo que le habla impuesto ¡lor ocuparse de política, sin estar autorizado para ello, connábiimos en las buenas disposiciones y en el afecto que dicha autoridad profesa a la prensa perióiilca. Agradecemos al Sr. Gobernador por nuestra parte la benévola deferencia que la prensa le lia merecido, al tiempo que felieitamos al Diario por el feliz resultado que ha tenido su percance. P Kl cx-goberniuior de esta provincia, Sr Castillo entregó el importe de la multa que á el Diario se le impuso por su comunicado, asi que tuvo conocimiento de la providencia guljcrnativa. —Casi puede aflrmarse que á primeros do Junio vendrá al teatro de Hornea el eminente actor D. Rafael Calvo con la notable compañía que dirige un lü Español. —T^a que al presente actúa en el Teatro-Circo deSaavcdra Fajardo, dará algunas funciones en Romea, antes de la próxima Pascua. GuisANrK i!X.\NO AitRUGADr) Y nur.CK.—Entre las nuevas legumbres que se han presentado este año, debemos señalar ú los horticultores y agricultores, una variedad de guisante muy enano que'ha obtenido M. Armand Oonticr, comerciante de granos de París. Dicha variedad, es notable á la vez por su precocidad, su pequefia talla y su producción. Los tallos *e elevan á 18 centiinetros de altura solamente, y producen, á pesar de su pequeña talla, un número consiilerablc de búinas. Únasela planta sustenta do diez á quince báinas quejencierran de seis á nueve grandes y líennosos granos. Esta variedad se ha ol)tenido por cruzamientos de guisante Champion y del do LitLle Gem, y participa de la buena calidad de laprimera y do la gran fecundidad de la segunda. Es además, una de las plantas mas tempranas entre las variedades de granos arrugados Su aspecto uclniparrado y su follaje verde oscuro liaean al mismo tiempo de esta variedad una planta ornamental. M. Armand Gontier ha dado á esta planta el nomlire do guisante arrugado dulce do América. Merece sur ensayado en los jardines, bajo todos los puntos de vista. J . DIJ PaA.DlJL. EniiATA. En el articulo titulado Producción y Conservación de ¡US hv.esus, párrafo 5.', página 91 del número antcn'ior de este periódico, dice: «"valnr en metálico por cabeza lílit fr. (50,11 y debe leerse: uvalor eu metálico 191) fr. GO.» BIBLIOGRAFÍA. H0U10.S recibido el número 2G de la Hecisla Popular de Coiioniinieniüs L'iiles quü se publica en Madrid y que cada vez es mas interesante. Contieno multitud doadvertencias, consejos, fórmulas, (lollnicioiuís y recetas Es una verdadera enciclopedia do útiles y iiroveebosos conocimientos itplicablus á las artes, olicios ¿ induslrlas, á la agriculCai'a, á la economía doluésciea y á la higiene. Uecomendainus á nuestros suscritorcs esta notable Jí'wisla, única de su género en España, i)uos cada lector hallará en sus páginas algún consejo útil defacilisima e inmedata aplicación, y además porque es la más barata que se publica. Se suscribe en la Administración, calle del Doctor Fuurquet, T, .Madrid, al precio de 40 rs. alano, 22 al semestre, 12 al trimestre y 4 rs. al raes, y regala al suscritor por un año cuatro tomos, á elegir, de la excc-lente /HMioíeca Enciclopélica. Popular /lusírada, dos al de semestre y uno al de trimestre. Murcia.—Eslaliccimienlo lipoíjré,lico de LA PAZ. Áh i I •.11