Parte 4

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ABC
Sevilla 15
DOMINGO 30/7/2006
DONACIONES Y TRASPLANTES [ EL FACTOR HUMANO
Susana Herrera, autora del libro
«Lágrimas de vida», posa con su hijo
Álvaro
loteaban por su cabeza. Con total seguridad esa mañana respiró un aire diferente, aire lleno de fantasía, el mismo
que la mañana anterior el doctor Pérez Beltrán le volvió a mostrar montándolo en una silla de ruedas y sacándolo a la escalera de incendios para que contemplara el color del cielo
y el olor de la calle con los ojos cándidos de un retoño en una mañana mágica de un día de reyes. Juan Pedro
sabe que el camino es largo y duro.
A sus 37 años, ansía volver a hacer
deporte y trabajar en su pueblo, San
José de la Rinconada. No han pasado
ni tres semanas desde que fue trasplantado y ya ha recibido el alta en unas
condiciones idóneas. Como sevillista
de corazón que es y con una entrada
para la final de la Supercopa de Europa que su equipo jugará en Mónaco
frente al Barcelona, desea viajar con el
equipo.
Es pronto para hacer un viaje tan duro, de pocas horas y tan intenso. A pesar de todo, Pérez Bernal hablará con
el vicepresidente de la entidad blanca,
José Castro, para que se acuerden de
él. Ahora lo que toca es vivir.
Juan Pedro Porras, sonríe junto a su mujer Laura —a la derecha— y junto a José María Cava, trasplantado de hígado el pasado
año, que acudió a visitar a Juan Pedro para darle ánimos —a la izquierda—
sitaba que un nuevo hígado le salvara
la vida. Por aquellos entonces, la información era escasa y los medios técnicos no eran los que existen actualmente. Pues bien, la espera no se demoró
demasiado y así el 5 de agosto de 1995
fue trasplantada. Tuvo una rápida recuperación y en menos de un mes estaba en su casa. El primer año transcurría con normalidad. Estaba sana, por
lo que decidió junto a su marido, quedarse embarazada. En todo momento
desde que Eva fue trasplantada colaboraba en lo que podía con el hospital Virgen del Rocío. Un testimonio como el
suyo era de gran ayuda para muchos
pacientes que tenían que pasar por momentos como ese. Cuando parecía que
Eva Pérez Bech
Retrasplantada de hígado
«El hígado de su hijo le
salvó la vida»
Corría la primavera de 1995. Eva Pérez
Bech, fue ingresada con graves problemas en su hígado. A pesar que desde
que era niña había tenido problemas
hepáticos, había crecido dentro de la
normalidad gracias a controles periódicos. Eva nunca fue una niña enferma. A partir de la citada primera la vida de Eva dio un vuelco radical. Fue
incluida en lista de espera ya que necesita ser intervenida de urgencia, nece-
Eva Pérez Bech, con su hijo Fernando
la suerte le sonreía, tanto física como
emocionalmente con el hijo que llevaba dentro, se truncó el porvenir.
Estaba embarazada de cuatro meses
cuando su piel comenzó a teñirse de un
color que no inspiraba confianza. Su
cansancio era cada vez mayor, y tras
una analítica, se corroboró lo peor.
Sus valores perdían estabilidad y su estado empeoraba por día. La situación
se antojaba tremebunda. Embarazada
de cuatro meses y con graves problemas de hígado.
Existen los milagros
Sorpresas de la vida. Cuando se temía
lo peor su estado fue estabilizándose.
El feto había formado su pequeño híga-
do consiguiendo realizar función hepática tanto para él mismo como para la
madre que le había dado la vida.
Y así se pasaron los meses hasta que
su hijo Fernando nació de 34 semanas
trasladándolo al Hospital Infantil, del
que en 40 días salió en unas buenas condiciones de salud.
Ahora bien, Eva se encontraba a la
deriva pues ya no había hígado que la
sostuviera. La muerte la rondaba a diario. En esta ocasión, tenía mucha más
información al respecto, era incluso
amiga del equipo de trasplantes y para
agravar más el asunto, no había garantías de que en aquel momento un retrasplante saliera bien.
Las ganas de seguir viviendo, su familia y su hijo «Nano» que es como lo
conocen en casa, fueron piezas claves
para que aquella historia tuviera un final feliz. Tras ser operada nuevamente en fechas cercanas a la navidades
del 97 y con muchas más dificultades
que en la primera intervención, Eva salió adelante.
A día de hoy, tanto Fernando como
Eva están en unas condiciones envidiables. Ella además, sigue colaborando
desinteresadamente con el equipo autonómico de coordinación de trasplantes. Su testimonio es de gran ayuda para muchos pacientes y más si sus máximas en la vida basculan entre la solidaridad, la esperanza y la reflexión.
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