REINTERPRETACIÓN DE LA ARQUITECTURA PLANIFORME

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REINTERPRETACIÓN DE LA ARQUITECTURA PLANIFORME
Antonio San Cristóbal
Universidad Nacional de Ingeniería de Lima. Perú
1.- La simplificación decorativa de la arquitectura planiforme.
Cuando el arquitecto argentino Ángel Guido, llevado de su admiración
por la arquitectura planiforme surperuana, introdujo la denominación de
“estilo mestizo” allá por la década de 1930, no pudo preveer las controversias
que posteriormente desencadenaría esta terminología; las que si bien
inicialmente versaban sobre la propiedad del término “estilo mestizo”,
revirtieron después sobre el contenido arquitectónico significado por estas
palabras.
En realidad, no propuso Ángel Guido alguna definición rigurosamente
técnica y científica acerca del concepto atribuido a esta singular arquitectura
planiforme, lo que tampoco estaba a su alcance por aquellos años tan
tempranos en los que se daba a conocer por ver primera la originalidad de una
forma arquitectónica tan diferenciada de los modelos más fieles a los cánones
de la arquitectura clásica europea, que era la conocida y valorada por aquellos
años de comienzos del siglo XX. El hecho de que esta arquitectura planiforme
andina se encontraba difundida por zonas rurales de gran altura, y de que se
singularizase por un modo de decoración más aproximado a los sentimientos
estilísticos de la población indígena, que a los criterios de las clases sociales
europeizadas y urbanas del Virreinato del Perú, hicieron pensar a los primeros
expositores que aun cuando representaba los esquemas arquitectónicos
comunes a toda la arquitectura virreinal peruana, había sido creada por
artesanos culturalmente vinculados a la cosmovisión indígena.
El término usado inicialmente de “estilo mestizo” respondía por otro
lado a las preocupaciones sociológicas y políticas de los intelectuales que
durante la primera mitad del siglo XX reivindicaban una forma de cultura
americana peculiar y distinta de las expresiones culturales europeas. Fueron
estas motivaciones culturales y sociológicas las que determinaron
fundamentalmente el empleo del término “estilo mestizo”; y no en sentido
propio los análisis arquitectónicos. Podía prescindirse de la imprecisión del
concepto del mestizaje aplicado a esta arquitectura rural surperuana, porque
a pesar de ello, servía para expresar una forma de arquitectura distinta de la
común que entonces se interpretaba como una simple derivación de la
arquitectura española.
Esta modalidad tan singular de arquitectura ornamental estaba
patentizando a juicio de los primeros intérpretes que la población indígena
local no sólo había sido sujeto pasivo de la colonización cultural impuesta por
los españoles; sino que también había creado durante la etapa del Virreinato
unas manifestaciones culturales y artísticas propias, sirviéndose de las
categorías arquitectónicas aportadas por la cultura dominadora de los
españoles. Este proceso de complementación cultural era lo que se pretendía
expresar con la nueva denominación de “estilo mestizo”. Este nuevo término y
el similar de arquitectura mestiza encontraron acogida amplia y favorable
entre los expositores siguientes de la arquitectura virreinal peruana, porque
respondía a las concepciones culturales en boga entre los intelectuales,
sociólogos y políticos americanos durante la primera mitad del siglo XX.
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La definición de “estilo mestizo” o de “arquitectura mestiza” inicialmente
propuesta incluía un concepto muy simple e impreciso de la arquitectura
planiforme. La entendieron desde el principios como la fusión de los esquemas
arquitectónicos españoles con las expresiones decorativas indígenas. Notemos
que por aquellos años y durante toda la primera mitad del siglo XX la
arquitectura virreinal era entendida en general como arquitectura española;
pues no se había llegado a precisar su especificidad y diferenciación respecto
de la arquitectura española.
Es cierto que la idea de fusión, que venía a ser equivalente a la de
complementación o yuxtaposición, entre los contenidos culturales de origen
distinto correspondía a lo que se entendía por mestizaje. Tratándose de la
arquitectura planiforme surperuana, no se trataba de un proceso de mestizaje
del que hubiera surgido un tercer productos distinto de los dos componentes
parciales antes mencionados; sino que lo entendían como una simple
coexistencia de los dos componentes, los que después de la fusión
continuaban
siendo idénticos a como eran en sí mismos antes e
independientemente de formada la arquitectura planiforme. Así, el
componente de los esquemas arquitectónicos considerados como españoles
asumidos en la arquitectura planiforme permanecía tal como era antes de
formarse la nueva arquitectura calificada como de estilo mestizo.
Constatamos que el concepto de arquitectura mestiza o de estilo mestizo
integrado por estos dos componentes: los esquemas arquitectónicos españoles
y la decoración indígena, adquirió independencia y consistencia respecto de la
mera terminología asumida de las concepciones sociológicas en boga, y
también incluso con independencia de ese impreciso e indefinible proceso de
mestizaje cultural que recubre el concepto; e incluso también respecto de las
críticas prodigadas por algunos historiógrafos contra el ropaje terminológico
del mestizaje. Viene a suceder que el concepto con que se entiende la
arquitectura planiforme surperuana se ha mantenido en vigencia incluso entre
los más polémicos contradictores de la denominación de “estilo mestizo”.
Estos historiógrafos han criticado ardorosamente el empleo del término
“mestizo”; pero de hecho no han introducido otro concepto distinto de la
arquitectura planiforme en cuanto integrada por los dos componentes
señalados por Ángel Guido desde el comienzo. Sólo han dirigido todo su
esfuerzo polémico a desvalorizar como arte popular, provinciano y marginal el
concepto de la arquitectura planiforme tal y como lo definía Ángel Guido. De
esta continuidad del concepto inicialmente propuesto derivan todas las
imprecisiones e incomprensiones en que incurren acerca de la arquitectura
planiforme surperuana, y la simplificación a nivel de simple expresión
decorativa que analizaremos seguidamente.
Para no entremezclar los análisis estrictamente arquitectónicos con las
discusiones sociológicas sobre la terminología de estilo mestizo, sobre el
mestizaje y la cultura mestiza., desglosamos ahora el concepto de la
arquitectura planiforme surperuana profesado por los hitoriadores e
historiógrafos de la arquitectura virreinal peruana de toda referencia a la
denominación de “estilo mestizo” y del mestizaje cultural. Se trata de dos
aspectos independientes y desglosables, de tal modo que los defensores de la
cultura mestiza podrán seguir denominando como “estilo mestizo” a la
arquitectura planiforme andina surperuana, aun cuando se revisara en
profundidad el concepto inicialmente propuesto por Ángel Guido y mantenido
continuadamente por los siguientes historiadores e historiógrafos. De igual
modo, el concepto sobre qué es la arquitectura planiforme surperuana
subsiste y consiste independientemente de la denominación terminológica con
que la califiquen.
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En un valioso estudio a expuesto el historiador Pablo Macera toda la
problemática sobre los aspectos sociales, culturales, históricos y
antropológicos del mestizaje en el Perú virreinal1. Nos remitimos a este estudio
en lo que atañe a la terminología de “estilo mestizo”; y nos limitamos a
analizar el concepto de arquitectura planiforme que subyace bajo la tal
terminología.
Cuando el argentino Ángel Guido señaló los dos componentes que a su
modo de entender las cosas constituían la arquitectura planiforme surperuana
podía tener alguna idea acerca de la modalidad decorativa en base a la simple
observación experimental de las portadas andinas planiformes y de los
espacios decorados que contemplaba. Pero consideramos que por aquellos
mismos años no pudo tener un conocimiento científico, estrictamente analítico
e histórico acerca del segundo componente señalado que consistía en los
esquemas arquitectónicos aplicados en esta misma arquitectura planiforme.
Las razones son muy simples: primero, porque entonces no existían estudios
rigurosos propiamente estructurales acerca de la arquitectura virreinal
peruana; y sobre todo porque no definió estrictamente cómo eran los
esquemas peculiares de la arquitectura planiforme, ni tampoco los contrapuso
críticamente con los esquemas arquitectónicos dados en las escuelas
arquitectónicas virreinales no-planiformes, como podrían ser los esquemas de
las escuelas del Cuzco o de Lima. Regía por aquellos años la idea pre-crítica
que consideraba toda la arquitectura virreinal peruana en bloque como
derivación y expresión inmediata de la arquitectura española; por
consiguiente, tampoco podían Ángel Guido y los primeros estudiosos de esta
arquitectura virreinal suponer de algún modo que los esquemas
arquitectónicos empleados en las portadas planiformes surperuanas hubieran
sido creados al margen de la común y general influencia supuesta de la
arquitectura española sobre la arquitectura virreinal peruana; antes bien
asumieron esta interpretación entonces vigente, y consideraron los esquemas
arquitectónicos dados en las portadas planiformes como puras y simples
modalidades netamente españolas.
El hecho de considerar como españoles los esquemas arquitectónicos
incorporados en la arquitectura planiforme implicaba dos consecuencias
inmediatas, de las que acaso no tuvo Ángel Guido pleno conocimiento crítico.
Primeramente se deducía que esos esquemas arquitectónicos no diferían
específicamente respecto de las mismas estructuras dadas en las portadas
virreinales no planiforme que también eran consideradas como españolas; y
en segundo lugar que esos esquemas arquitectónicos dados en las portadas
planiformes no eran una creación original y autónoma efectuada por los
artesanos indígenas locales, sino que ellos los asumieron tal cual estaban
aplicados en los otros monumentos virreinales no-planiformes considerados
como españoles, sin modificarlos ni reelaborarlos en algún modo.
Este concepto empírico y precrítico acerca de la naturaleza de la
arquitectura planiforme fue asumido espontáneamente por los historiadores
que formularon las primeras interpretaciones acerca de la arquitectura
planiforme surperuana de un modo teórico. Tempoco esta primera generación
de historiadores efectuaron análisis arquitectónicos estrictos y algunas
comparaciones estructurales sobre el contenido arquitectónico español
incorporado en la arquitectura planiforme andina. Se limitaron a proseguir
calificando como españolas en general e indeterminadamente a los esquemas
arquitectónicos de las portadas planiformes. Acaso porque dieron por obvio y
1 Pablo MACERA, “El arte mural cuzqueño”, en Apuntes, Revista de la Universidad del
Pacífico, Lima, año II, nº 4, 1975, págs. 59-113; especialmente las páginas 106-113.
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patente en sí mismo este componente de la “arquitectura española”, no
consideraron necesario insistir en algunas precisiones adicionales o en
interpretaciones más estrictas y rigurosamente técnicas.
La exposición de Alfred Neumeyer, que tanto ha influido sobre los
posteriores expositores e historiógrafos, ni siquiera entendía por estructuras o
esquemas arquitectónicos el componente arquitectónico español de la
arquitectura planiforme, ya que lo reducía a los estilos vigentes en la
arquitectura española, y mencionaba el barroco como el estilo arquitectónico
integrante de la arquitectura planiforme y de las portadas arequipeñocollavinas.
Profesaba H. E. Wethey la concepción hispanista de la arquitectura
virreinal peruana en general; y en ella distinguía unas escuelas españolas sin
decoración indígena, como las de Lima, el Cuzco y Cajamarca, y otra escuela
española con decoración indígena de la flora y fauna locales radicada en
Arequipa y el Collao. Hemos comentado en otros trabajos cómo Wethey no
hizo análisis estructurales y estrictamente arquitectónicos sobre los
monumentos virreinales peruanos.
El historiador don Enrique Marco Dorta sólo se refería al estilo
renacentista de las portadas planiformes surperuanas; pero tampoco
acompañaba sus interpretaciones con análisis arquitectónicos, sino con
descripciones sobre los elementos ornamentales de detalle.
De este modo, el elemento componente arquitectónico de la arquitectura
planiforme surperuana, tal como lo exponían aquellos primeros intérpretes e
historiadores, no expresaba nada más que una vaga, imprecisa y general
referencia a los estilos clásicos de la arquitectura española. No definieron
aquellos historiadores la composición estructural precisa y exacta de los
diseños de las portadas planiformes en los distintos núcleos regionales, y
tampoco confrontaron esos diseños de las portadas planiformes con los de las
portadas de las escuelas no-planiformes. El concepto de arquitectura
planiforme así resultante carecía de un contenido propio y diferenciado , que
no fuera el que mostraban los motivos ornamentales autóctonos de la flora y
la fauna locales. El estilo en que se hacía consistir el componente
arquitectónico de esta arquitectura andina surperuana sólo definía cómo lo
calificaban los historiadores del arte por referencia a los estilos vigentes en la
arquitectura española; es decir, expresaba únicamente una calificación formal
y heterónoma; porque es notorio que el estilo no determina cómo son en su
propia conformación estructural los diseños, los componentes y la volumetría
de las portadas planiformes surperuanas. De la preponderancia atribuida a la
calificación estilística formal derivaron después las desvalorizaciones de que
fue objeto la arquitectura arequipeño-collavina por los historiógrafos
europeocéntricos.
La segunda generación de los historiadores e historiógrafos fue aún más
parca e imprecisa en sus interpretaciones acerca del elemento componente
arquitectónico de las portadas planiformes surperuanas. En lugar de
emprender los análisis estructurales sobre los diseños de tales portadas
arequipeño-collavinas-potosinas, que no habían hecho los historiadores de la
primera generación antes mencionados, destacaron con especial énfasis la
tesis de la invariabilidad y perduración inmodificada de los esquemas
arquitectónicos inicialmente asumidos de la arquitectura española, y que
habrían perdurado inalterados durante todo el largo período en que se
propagó esta clase de arquitectura desde el último tercio del siglo XVII y
durante todo el siglo XVIII.
Esta visión estática de la arquitectura planiforme surperuana relegó a
un plano secundario y diríamos casi nominal la presencia y la influencia del
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elemento componente considerado como los esquemas arquitectónicos
españoles integrantes de la arquitectura planiforme; por lo que pasó casi
desapercibido en las posteriores exposiciones sobre la arquitectura planiforme
surperuana como elemento integrante para definir esta arquitectura regional.
De hecho, redujo el contenido dualista que se venía aceptando desde las
exposiciones iniciales de Ángel Guido, hasta destacar primariamente en esta
arquitectura una simple actividad decorativa. Expresaba Teresa Gisbert que
“no hay duda de que lo único que interesó a los canteros y arquitectos de esta
parte de América fue la decoración, casi con carácter de exclusividad. Aquí es
donde redica la originalidad de este estilo”2. Por su parte reiteraba Gasparini
insistentemente que, debido a la despreocupación de los artesanos
planiformes por los valores esencialmente arquitectónicos, la arquitectura
planiforme se reducía a una simple modalidad decorativa: “Conviene adelantar
de una vez que la definición de “arquitectura mestiza” no propone ninguna
alternativa de cambio en los esquemas arquitectónicos transmitidos de Europa
y sólo se refiere a una modalidad decorativa”3. Estos dos enjuiciamientos
similares no son sino la consecuencia directa e inmediata de la omisión de
análisis arquitectónicos y estructurales estrictos sobre la arquitectura
planiforme por parte de los precedentes expositores, que sólo destacaron en
esta arquitectura la presencia e influencia de los estilos formales españoles.
Por ambos caminos concurrentes, los historiógrafos desglosaron y
marginaron todo componente estrictamente arquitectónico como integrante del
concepto de la arquitectura planiforme; y sólo dejaron en lontananza como
vaporoso recuerdo alguna alusión incidental al estilo renacentista arcaico de
los monumentos planiformes.
No se trataba de una simplificación teórica en cuanto al contenido de la
arquitectura planiforme surperuana, sino también de una restricción en el
trabajo de la interpretación científica, porque los historiadores y los
historiógrafos se limitaron de hecho a formular la exposición puramente
decorativista de la arquitectura planiforme, y a describir y catalogar
exclusivamente los motivos ornamentales dados en ella, así como el modo de
tallar la decoración planiforme.
La simplificación operada en el contenido de la arquitectura planiforme,
que ha quedado reducida teóricamente a una simple expresión decorativa, y
desprovista de valores arquitectónicos propios, derivaría según estos
historiógrafos del fundamento científico que considera que los canteros y
artesanos de la arquitectura planiforme no habrían creado ningún
componente arquitectónico original, y solamente se habrían limitado a reiterar
estáticamente los esquemas arquitectónicos españoles del estilo renacentista
vigentes a finales del siglo XVI. Pero en realidad se trata de una mera
presuposición , que no se basa en análisis estructurales y arquitectónicos de
ninguna clase sobre las portadas de la escuela planiforme surperuana.
Tuvieron que buscar estos historiógrafos de tendencia decorativista
alguna explicación que justificara la presunta inhibición o incapacidad
atribuida a los artesanos planiformes, y que les impidiera crear nuevas
estructuras arquitectónicas o simplemente modificar las precedentes dadas en
el periodo renacentista virreinal de principios del siglo XVII. Cada autor
propone su propia interpretación acerca de esta presunta incapacidad
creadora.
Teresa GISBERT, “Renacimiento y manierismo”, en Arquitectura andina, l. c., pág. 328.
Graziano GASPARINI, América, Barroco y arquitectura, Ernesto Armitano editor,
Caracas, págs. 355 y 358.
2
3
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Aducía Teresa Gisbert como razón determinante de la hipotética
perduración inmodificada de los esquemas arquitectónicos renacentistas en
las portadas planiformes el arcaísmo innato de los artífices rurales andinos:
“Como se ve las formas que subsisten en la llamada arquitectura mestiza son
en general renacentistas y manieristas, lo que deriva de la sensibilidad
indígena es el arcaísmo que hace que estas formas pervivan tres siglos
estatizándose sin dar lugar a un cambio substancial”4. Reiteraba más
adelante: “...se explica por la pervivencia que tuvo el renacimiento y el
manierismo en el altiplano y también por el arcaísmo que caracteriza a esta
región”5. En verdad, los esquemas arquitectónicos varían entre los diseños de
las portadas collavinas, los de las zonas altas bolivianas y los de Arequipa,
además de los de Apurímac. Quedaría por comprobar si el presunto arcaísmo
afectaba por igual a los artesanos planiformes de todos estos centros
arquitectónicos cuyos diseños de portadas difieren tan notoriamente entre
unos y otros.
Por su parte, Ilmar Luks, haciéndose eco de las opiniones de Graziano
Gasparini, reiteraba insistentemente los prejuicios asumidos de la leyenda
negra antiespañola: “España logró la transmisión cultural artística; le negó,
sin embargo a la Colonia una expresión artística propia. Las restricciones y
limitaciones impuestas por la Iglesia no permitieron al artista indio ningún
impulso creativo genuino”6. Las apreciaciones basadas en meros sentimientos
subjetivos no son objeto de comprobación experimental; y por no ser ni
verdaderas ni falsas, caen fuera del ámbito de las proposiciones científicas.
Ambos factores restrictitvos y anuladores de la libre creatividad en los
talladores y alarifes andinos de la arquitectura planiforme surperuana no son
en verdad otra cosa sino presuposiciones mitológicas, que sólo habrían
actuado en la presuposición no demostrada en modo alguno de que las
estructuras arquitectónicas planiformes hubieran permanecido inmutables y
estáticas durante todo el siglo XVIII en todos los centros regionales antes
analizados. Sucede, sin embargo, que las diferencias tan profundas entre los
diseños de las portadas planiformes de la Compañía de Arequipa, Santo
Domingo de Arequipa, San Pedro de Haquira, Santiago de Pomata, San Pedro
de Zepita y Santo Tomás de Chumbivilcas, de un lado; y de otro lado los
diseños de las portadas renacentistas virreinales de Guadalupe, la Compañía
de Trujillo, las de Ayacucho y las de Chucuito y la Asunción de Juli atestiguan
una verdadera libertad creadora en los artesanos planiformes expresada en la
variación y evolución de los diseños de las portadas desde las de principios
del siglo XVII hasta las de finales del siglo XVII y todo el siglo XVIII. Este hecho
comprobado y objetivo no deja acomodo alguno en absoluto para el arcaísmo o
las restricciones autoritarias eclesiásticas en el quehacer creador de los
humildes artesanos andinos planiformes.
La simplificación en el contenido definido de la arquitectura planiforme
reducida a la condición de simple y pura modalidad decorativa preparó el
terreno adecuado sobre el que los historiógrafos europeocéntricos han
desplegado, sin duda, con deleitación morosa, la letanía de los calificativos de
arte popular, provinciano, marginal y común a todos los pueblos primitivos
que entraron en contacto con el arte culto desde la antigüedad greco-romana.
Asumió Neumeyer de algunos críticos europeos este concepto de arte popular
de los pueblos marginales, que era una categoría estilística aplicada a la
T. GISBERT, “Determinantes”, en Arquitectura andina, pág. 316.
Ibid., “Renacimiento y manierismo”, l. c., págs. 343-344.
6 Ilmar LUKS, “Tipología de la escultura decorativa hispánica en la arquitectura andina
del siglo XVIII”, en Bol. C. I. H. E., Univ. de Caracas, nº 17, pág. 40. Lo reitera en las págs. 12,
17, 25 y 44, entre otras.
4
5
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interpretación del arte decorativo de los coptos, de los merovingios, los
siríacos, etc., en relación a la forma decorativa culta de los greco-romanos; y la
aplicó sólo y exclusivamente al aspecto decorativo y ornamental de la
arquitectura planiforme surperuana, pero no a todo el concepto integral de
esta arquitectura; ya que el criterio desvalorizador de arte popular ni había
sido aplicado por los teóricos europeos, ni tampoco era aplicable al otro
componente arquitectónico de los esquemas y de los estilos que los definían.
Hicieron también Wethey y Marco Dorta el mismo uso del criterio calificativo
del arte popular restringido a la decoración, pero no al componente de los
esquemas arquitectónicos españoles integrantes del concepto completo de la
arquitectura planiforme, tal como ellos la entendían. Todo el largo capítulo VIII
del libro de G. Gasparini América, barroco, titulado “la expresión dialectal”,
está dedicado exclusivamente a exponer y referir a antecedentes europeos, y a
desvalorizar desde ellos, los motivos ornamentales de la arquitectura
arequipeño-collavina, ya que no dedica más que dos líneas incidentales a los
esquemas arquitectónicos de esta arquitectura, que consideraba en abstracto
como los que correspondían a la época.
Mediante la simplificación conceptual operada por Teresa Gisbert,
George Kubler, Graziano Gasparini e Ilmar Luks, la arquitectura planiforme
surperuana en cuanto tal, entendida reductivamente como simple expresión
decorativa, pasó a convertirse en un arte popular, marginal, etc., similar al de
los pueblos primitivos en otras regiones del mundo entero. Pero lo que sucede
es que la arquitectura planiforme arequipeño-collavina y de ApurímacChumbivilcas-Coporaque es ante todo propia arquitectura en sentido estricto,
ya que posee sus propios y específicos esquemas arquitectónicos, y entendida
desde ellos no se reduce a una simple expresión decorativa.
2.- La interpretación arquitectónica.
La exégesis sobre el proceso dialéctico seguido por las diversas
interpretaciones recaídas sobre la arquitectura planiforme surperuana desde
la primera formulación del concepto hasta llegar al recurso del arcaísmo o de
la dominante imposición de los eclesiásticos virreinales, aducidos como
causales del estatismo atribuido a los esquemas arquitectónicos, muestra los
siguientes momentos evolutivos:
1.- Se define el concepto de la arquitectura planiforme como fusión de
los esquemas arquitectónicos españoles con la decoración indígena.
2.- Exponían los intérpretes primeros que el componente arquitectónico
consistía en los estilos formales renacentista y manierista.
3.- Inferían que los esquemas compositivos de esos estilos renacentista
y manierista perduraron estáticos e inmodificados durante todo el desarrollo
histórico de la arquitectura planiforme.
4.- La continuidad inmodificada de los esquemas formales renacentista
y manierista derivaba del arcaísmo indígena y o de la dominación eclesiástica
virreinal.
5.- La despreocupación por renovar los esquemas estilísticos
renacentistas y manieristas simplificaba el concepto integral de esta
arquitectura a una expresión decorativa indígena.
6.- La expresión decorativa planiforme ha sido considerada como
popular y provinciana a la manera de los pueblos primitivos y marginales en
todo el mundo.
En todo este proceso deductivo y dialéctico, los historiógrafos primeros
que aceptaban el concepto dualista arquitectura española – decoración
959
indígena no reconocían más que la calificación formal estilística del
componente arquitectónico por los estilos manierista y renacentista; pero en
ningún momento y bajo ninguna interpretación realizaron análisis
arquitectónicos y estructurales sobre los diseños de las portadas, sus
componentes y sus modalidades de expansión volumétrica, para conocer cómo
son tales aspectos arquitectónicos, independientemente de la calificación
estilística que se les atribuya; y tampoco han contrastado estos aspectos de
las portadas planiformes con las estructuras de las portadas renacentistas y
manieristas virreinales no-planiformes para confrontar
si en verdad
permanecieron reiteradas estáticamente las primeras estructuras dadas en el
siglo XVI y el comienzo del siglo XVII durante el período planiforme, o bien las
estructuras de las portadas planiformes correspondían a nuevos esquemas
arquitectónicos post-renacentistas y post-manieristas.
La segunda generación de historiógrafos que simplificaron el concepto
de la arquitectura planiforme reduciéndolo a la simple expresión decorativa,
no necesitaron realizar ninguna clase de análisis arquitectónicos, siquiera
correspondieran al calificativo formal por los estilos clásicos, pues se limitaron
sólo a formular las clasificaciones, descripciones e interpretaciones
iconológicas y figurativas de los motivos ornamentales planiformes, y sobre
éstos hicieron recaer las descalificaciones referidas. Desde esta posición
exclusivamente decorativista no pudieron comprender en modo alguno si los
canteros, talladores y alarifes planiformes indígenas crearon originalmente
nuevas estructuras arquitectónicas planiformes, o bien si las estructuras
arquitectónicas dadas en la arquitectura planiforme continuaban siendo
“europeas”, estáticas y arcaicas, similares a las aplicadas durante el siglo XVI
y los principios del siglo XVII en las portadas virreinales no-planiformes.
Señalamos ahora la profunda diferencia que intercede entre lo que los
historiadores e historiógrafos pensaban acerca de la arquitectura planiforme y
las obras existenciales y objetivas ejecutadas por los canteros y artesanos
planiformes virreinales.
Los historiógrafos pensaban que la decoración planiforme se
complementaba con los estilos clásicos, los que:
a) Se denominan renacentistas y manieristas.
b) Son calificaciones formales heterónomas de ascendencia europea.
c) Permanecieron estáticos e inmutables anclados en el siglo XVI.
d) Son asincrónicos respecto de la evolución estilística virreinal.
Los canteros y artesanos planiformes construyeron portadas que
sustentan en sus diseños la decoración planiforme, las cuales:
a) Se organizan conforme a un diseño estructural.
b)
El diseño de estas portadas es un esquema de valor
esencialmente arquitectónico, no es una calificación formal estilística.
c)
Los esquemas de estas portadas planiformes fueron creados en
un período posterior al renacimiento virreinal, cuando este período había sido
superado por nuevas estructuras arquitectónicas.
d)
Las diversas estructuras de portadas planiformes se diferencian
en grupos regionales específicos: Apurímac, Arequipa, Collao, Potosí,
Chumbivilcas.
e)
Los esquemas estructurales arquitectónicos de las portadas
planiformes difieren no sólo de los usuales durante el período renacentista
virreinal, sino también de los diseños de las escuelas virreinales postrenacentistas y no planiformes: Lima, Cuzco, Cajamarca, Trujillo.
f)
Los diseños arquitectónicos de las portadas planiformes
surperuanas no reiteran esquemas formales europeos, de los que no han
aducido los historiógrafos europeocéntricos ningún antecedente europeo
960
concreto y determinado del que procedan los diseños de las portadas
planiformes virreinales.
Se ha hablado de la despreocupación de los artesanos planiformes
andinos por los valores esencialmente arquitectónicos. Si esta apreciación
tuviera algún fundamento, la tal despreocupación revierte sobre las
interpretaciones históricas e historiográficas propuestas acerca de la
arquitectura planiforme surperuana, porque los estilos renacentista y
manierista en que estos autores hacen consistir el segundo componente de la
arquitectura planiforme junto con la decoración indigena, no son en sí mismos
valores esencialmente arquitectónicos, sino meras denominaciones formales y
artísticas; pero estos intérpretes no han considerado los diseños estructurales
de las portadas planiformes, que sí son en sí mismos valores esencialmente
arquitectónicos. Los diseños de las portadas planiformes, en cuanto esquemas
arquitectónicos, fueron trazados y tallados por los artesanos indígenas
planiformes, que no los recibieron ni del período renacentista, ni de las
arquitecturas europeas.
Desde esta nueva perspectiva de la creación de los esquemas
arquitectónicos componentes de la arquitectura planiforme surperuanas por
los artesanos andinos autónomos pasa a un plano irrelevante, o más
propiamente inexistente, la consideración de las calificaciones formales
estilísticas, tanto porque los estilos clásicos son categorías interpretativas de
los teóricos modernos; como porque los estilos formales, su secuencia o su
perduración no constituyeron ninguna preocupación consciente y operante
para los artesanos virreinales planiformes. No hay modo de demostrar que los
artesanos indígenas andinos arequipeños o collavinos permanecieran anclados
en unas categorías estilísticas sólo porque les parecieran inmutables los
estilos renacentistas o manieristas atribuidos por los modernos a las portadas
que ellos tallaron.
Lo que acaeciera en cuanto a la pervivencia o la alternación sucesiva de
los estilos clásicos deriva como una consecuencia interpretativa a partir de la
creación de las estructuras arquitectónicas del diseño, o los componentes y la
modalidad de la expansión volumétrica para las portadas planiformes; y ello
todavía no en relación a los propios artesanos andinos planiformes, cuanto
para los historiadores e historiógrafos actuales que interpretan la arquitectura
creada por aquellos artesanos.
El concepto integral de lo que fue en sí misma la arquitectura
planiforme andina debe comprender todo y sólo lo que crearon y tallaron los
canteros, talladores y alarifes andinos autóctonos sus autores exclusivos en
una situación concreta y circunscrita. Por lo pronto, esos artesanos crearon
portadas decorativas, lo que incluye obviamente la decoración junto con los
esquemas del diseño, los componentes y la volumetría consistentes en
estructuras arquitectónicas. Aquellos anónimos artesanos andinos no
asumieron de prestado para labrar sus portadas unos estilos clásicos
heterónomos a su cosmovisión cultural. Ellos se comportaron como autores
integrales conjuntamente de los esquemas arquitectónicos estructurales y de
la decoración figurativa. A la unidad indesglosable de los artesanos andinos,
autores exclusivos de las portadas planiformes en los distintos núcleos
regionales del estilo, corresponde la unidad conceptual del contenido que
abarca la dualidad de los componentes arquitectura-decoración característica
de la arquitectura planiforme surperuana. O lo que es lo mismo, el contenido
completo de la arquitectura planiforme consiste en la indisoluble unidad de
esquemas arquitectónicos andinos – decoración andina.
La tesis dualista: arquitectura española y decoración andina indígena,
propuesta incialmente por Ángel Guido y proseguida por los historiadores e
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historiógrafos posteriores, es una versión romántica y ahistórica. Enlaza
directamente sin interposición de continuidad la época inicial de la
arquitectura peruana virreinal de neto carácter hispánico con la etapa
planiforme del siglo XVIII; y todavía más hace prolongar en esta segunda etapa
la vigencia de los diseños de las primeras portadas todavía españolas en su
conformación. En realidad, la arquitectura virreinal peruana siguió un proceso
evolutivo muy distinto del que presuponía Ángel Guido y que reiteran los
historiadores e historiógrafos sus continuadores. La arquitectura virreinal
construida en el Perú durante el siglo XVI, y hasta culminar el primer tercio
del siglo XVII constituyó un período de tendencia renacentista en el que
trabajaron artífices netamente españoles; mientras que los indígenas no
tuvieron entonces otra participación en la obra arquitectónica más que la de
aportar la mano de obra no calificada para los trabajos de acarreo de los
materiales y de fabricar y asentar los adobes.
Transcurrió casi un siglo completo desde que se cumplió la etapa
renacentista inicial de inspiración española, hasta que comenzó el desarrollo
de la arquitectura planiforme como obra exclusiva de los artesanos nativos
andinos. Durante el período intermedio entre las dos etapas tan distanciadas,
los esquemas arquitectónicos renacentistas iniciales habían sido desplazados
y suplantados por el trabajo creador desplegado especialmente durante la
segunda mitad del siglo XVII por otros artesanos nacidos y formados
profesionalmente en el Perú virreinal.
Cuando los artesanos andinos comenzaron la construcción de las
portadas planiformes surperuanas no asumieron los ya entonces arcaicos
esquemas renacentistas o manieristas, ni tampoco se identificaron con esos
esquemas arquitectónicos como propios, por la sencilla razón histórica de que
no habían sido obra suya y esos artesanos tampoco habían participado en
modo alguno para su implantación. Los artesanos andinos activos entre 1685
y 1790 no tenían ninguna razón para esforzarse en perpetuar unos diseños
de portadas que les resultaban extraños por completo, y que además habían
dejado de usarse desde casi un siglo antes. Lo que acaeciera en la ciudad de
Potosí, en la que hay portadas planiformes con neto diseño estructural
renacentista del tipo de las de finales del siglo XVI, no puede transferirse a
todos los otros núcleos de portadas planiformes en los que no aparecen tales
diseños renacentistas virreinales, como es el caso notorio de Apurímac,
Arequipa, el Collao puneño y Chumbivilcas-Coporaque de Espinar.
Por otro lado, los artesanos andinos habían alcanzado la suficiente
madurez cultural y profesional como para poder plasmar sus propias
creaciones arquitectónicas desvinculadas estructuralmente de los diseños de
las portadas empleados hasta los comienzos del siglo XVII. Especialmente
durante todo el siglo XVIII, los artesanos andinos no mantuvieron ninguna
dependencia ni compromiso solidario con las obras del pasado extraño para
ellos y acaecido durante un siglo antes; antes bien ellos impusieron con su
trabajo creador en las portadas planiformes una nueva actualidad original que
contribuyó al desarrollo de la arquitectura virreinal peruana.
3.- Arquitectura planiforme y cultura andina virreinal.
Las interpretaciones y las controversias se han centrado sobre la
arquitectura planiforme en cuanto hecho cultural aislado e independiente,
como si la tal arquitectura hubiera surgido sin ninguna relación con otros
hechos culturales que también pudieran ser calificados como “mestizos”, y que
derivarán de una vida cultural como substrato originante y condicionante. La
962
existencia de una expresión arquitectónica planiforme desde 1680 y durante
todo el siglo XVIII en varios centros rurales dispersos por las tierras altas
surperuanas nos lleva a preguntarnos por la existencia de una cultura andina
virreinal que se hubiera expresado en esta modalidad arquitectónicodecorativa, entre otras posibles manifestaciones artísticas. Retornamos al
planteamiento formulado por Pablo Macera en el estudio antes citado.
Dejamos de lado la propiedad de la terminología de “mestizo”, y de su
referencia con los múltiples grupos sociales y raciales formados en el
Virreinato del Perú, ya que como anotaba el mismo Macera “la cultura mestiza
no fue hecha por los mestizos”7. Pero salvada esta observación, que
consideramos objetivamente fundada, parece correcto aceptar que, como
observaba Pablo Macera “el arte también en este caso ha de ser explicado
desde fuera de sí mismo. Porque la del arte mestizo es una pregunta
fragmentaria, parte de una duda mayor acerca de si hubo o no una
subcultura mestiza en algunas provincias americanas del imperio español”8.
Al menos un profundo y amplio conocedor de la historia del Perú en
todas sus expresiones, incluyendo también la cultura, de la trayectoria
intelectual y académica de Pablo Macera se planteaba la posibilidad de que
existiera algún nexo entre el surgimiento efectivo de la arquitectura planiforme
andina para uso de los grupos sociales rurales y la vigencia de una cultura
andina virreinal difundida por las tierras altas surperuanas. Contrasta con
este planteamiento basado en el conocimiento amplio de la cultura peruana,
la posición esquemática propuesta por Graziano Gasparini. Afirmaba el
arquitecto Gasparini lo siguiente: “Si se considera que el estilo es la expresión
de una cultura, la definición de “estilo mestizo” sugiere la existencia de una
cultura mestiza distinta de la cultura occidental y de la cultura andinista, lo
que no es aceptable, ya que la cultura de dominación occidental impide
durante el período colonial la afirmación de una cultura mestiza a pesar de
producirse el mestizaje biológico y el complejo proceso de aculturación
llamado también “mestizaje cultural””9.
En realidad, Graziano Gasparini no manifiesta haber realizado el más
elemental estudio sobre la historia de la cultura peruana. Su planteamiento
expeditivamente resolutivo se reduce a una deducción derivada a priori de la
idea sociológica de la “dominación occidental” total y totalitaria, que por ser tal
habría impedido de hecho la afirmación de cualquier forma de expresión
cultural autóctona en el Virreinato del Perú, que fuera distinta de la cultura
dominadora española (aunque Gasparini dice “occidental”). Mediante este
razonamiento no interesa para nada conocer cómo fue históricamente la vida
cultural en todas las regiones del Virreinato del Perú; pues se dictamina
apodícticamente cómo tenía que ser necesariamente el desarrollo de la cultura
en las zonas andinas altas a partir de la idea moderna de la dominación
absoluta. Se trata de un ejercicio dialéctico de vanas palabras sobre el
desarrollo de la cultura histórica en el Virreinato del Perú, que resulta tan
inadecuado para conocer, comprender e interpretar la arquitectura planiforme
andina como un cesto de mimbres con múltiples y grandes agujeros usado
para sacar agua de un pozo profundo; ya que no retiene un solo conocimiento
histórico, cultural o arquitectónico acerca de la arquitectura planiforme
virreinal, y de la cultura que la produjo.
La eventual referencia a esta cultura andina virreinal está anclada en la
época histórica en que apareció la arquitectura planiforme surperuana, como
7
8
9
29.
Pablo MACERA, “El arte mural cuzqueño”, l. c., pág. 106.
Ibid., pág. 106.
Graziano GASPARINI, América, barroco, l. c., pág. 355; veáse también las páginas 26-
963
su expresión más duradera y espectacular. Esa situación no era la del choque
incial entre la cultura española conquistadora y la cultura indígena incaica en
la etapa de la conquista y de la primera colonización, cuando se implantaban
abruptamente nuevas formas de organización social, de cosmovisión religiosa,
y de actividades productivas, técnicas y económicas.
Basándose en un análisis cultural y sociológico de los escritos del Inca
Garcilaso de la Vega, deducía Luis Guillermo Lumbreras la propuesta de dos
concepciones culturales que denomina “utopías”, a manera de formas de vida
según las cuales habría estado regida la vida sociológica del Perú desde la
Conquista, en especial en lo que atañe a las masas indígenas. Una de ellas
sería la llamada “utopía colonial”, o modo de vida inspirado por la cultura
española en base al saber técnico, económico, agrícola, etc., formado en el
desarrollo cultural desde el imperio greco-romano. Esta etapa habría
implantado la necesidad de imitar el desarrollo europeo, renunciando a la
cultura propia. La segunda consistiría en la “utopía andina”, propuesta como
un discurso apologético de los logros culturales y tecnológicos alcanzados en
la vida incaica; pero que si bien fue desbordada por el desarrollo colonial,
expresaría la expectativa de la reivindicación de las masas indígenas en el
Perú, Ecuador y Bolivia10.
No se pone ahora en duda de algún modo la validez de la exégesis
propuesta acerca del pensamiento del Inca Garcilaso, que expresaba el
contraste cultural iniciado por la conquista española en el Perú. Sólo
anotamos que las dos utopías basadas en los análisis textuales de Garcilaso
no podían preveer ni tampoco explicar cuál sería el desarrollo cultural
histórico que acaecería posteriormente en el Virreinato del Perú, especialmente
desde mediados del siglo XVII en adelante, cuando se consolidó una forma de
vida que comenzaba a diferenciarse de la vida cultural española implantada
por los conquistadores de la segunda mitad del siglo XVI. Pero tampoco la
cultura andina virreinal de los siglos XVII y XVIII derivaba de la confrontación
o de la asimilación de las dos utopías garcilasianas: la utopía colonial y la
utopía andina incaica. Interpretaba Lumbreras que Garcilaso ansiosamente
trataba de convencer a sus lectores europeos que los indios eran capaces de
aprender por imitación “aunque no tengan ingenio creativo”, como expresión
de una añoranza del pasado glorioso de la cultura incaica11. El surgimiento
tardío de la arquitectura planiforme andina no fue precisamente producto de
una imitación de los modelos europeos españoles, sino una verdadera creación
autónoma de nuevas estructuras arquitectónicas; y ello implica por extensión
que durante el siglo XVIII había surgido una cultura indígena en las tierras
altas surperuanas no quechuas, que no fue ni la cultura española, ni la
continuación preservada de la cultura incaica pre-hispánica.
Es decir, el desarrollo histórico de la cultura andina en la época
virreinal siguió unos derroteros que no coincidían con las expectativas
fundadas en las dos utopías garcilasianas; tanto más cuanto que las nuevas
expresiones culturales de la arquitectura planiforme se extendían por
territorios marginales del imperio incaico quechua, y fueron labradas por
artesanos indígenas de aquellas nacionalidades autóctonas cuya cultura no
había logrado expansionarse como diferenciada de la cultura oficial incaica. Al
fin y al cabo, Garcilaso recogía y expresaba con noble aprecio el legado
cultural de su ascendencia incaica.
10 Luis Guillermo LUMBRERAS, “Evolución del poder en los Andes”, en El Perú en los
albores del siglo XXI-4, Fondo editorial del Congreso del Perú, Lima, 2000, págs. 81-125,
especialmente págs. 84-97.
11 Ibid., pág. 93.
964
Exponía Pablo Macera en el estudio antes citado que venimos glosando
la diferenciación de los grupos sociales y raciales surgidos en el Perú virreinal
como productos del mestizaje; y aunque reiteraba que estas múltiples
variantes del mestizaje biológico ni aisladamente consideradas, ni en su
conjunto fueron capaces de crear una expresión cultural propia, ello “no
significa que bajo el coloniaje no se haya producido esa cultura diferente; la
misma que en su desarrollo formativo puede ser descrita como un doble
proceso de aculturación-contraculturación cuyos factores y componentes
procedieron en grado desigual de los diversos grupos de la sociedad colonial y
no sólo de los mestizos”12. Esta apreciación anotada por Pablo Macera es de
suma importancia, porque desvicula el proceso del mestizaje humano entre los
grupos raciales coexistentes durante la época virreinal respecto de la
formación y desarrollo de una expresión cultural diferenciada de las otras dos
culturas predominantes. Se eliminan de este modo algunas dificultades
teóricas innecesarias, en las que se enredan ciertos intérpretes al considerar el
mestizaje humano como factor generador de la nueva expresión cultural
andina virreinal.
Con el surgimiento de esta cultura diferente en el horizonte cultural del
Virreinato del Perú habrían coexistido tres sistemas culturales diferenciados
entre ellos mismos: el sistema cultural español, los sistemas culturales indios,
y los sistemas culturales nuevos no-mestizos13. Propone Macera esta
caracterización de la nueva cultura andina virreinal: “Con todas estas
precauciones, provisionalmente, para fines operacionales, preferimos en
nuestro estudio hablar de una cultura andina colonial. No es el mejor de los
nombres; quizá el que menos malentendidos provoca. Delimita un territorio
(los Andes centrales); un cierto período de tiempo (siglos XVI-XIX); varios
factores determinantes (dominación colonial europea, culturas indígenas precoloniales); y expresa el carácter global del proceso (reestructuración de los
componentes europeos e indígenas dentro de una temática nueva”14. De
acuerdo a lo que considera como el proceso formativo de esta cultura andina
virreinal, expone los factores sustentantes y determinantes, entre los que no
se incluyen los de tipo racial y de los grupos sociales.
El reconocimiento explícito de este tercer sistema cultural andino en el
Virreinato del Perú desborda y amplía el contraste dualista entre la utopía
colonial y la utopía andina asumidas de los escritos de Garcilaso de la Vega.
Este despliegue de las cosmovisiones culturales durante la época virreinal es
un hecho tardío y muy posterior a los tiempos en que escribía Garcilaso de la
Vega, y especialmente más diversificado que el sistema dualista inicialmente
establecido en la época de la Conquista española.
Por lo que atañe a la interpretación de la arquitectura planiforme
surperuana, la nueva propuesta de la cultura andina virreinal sustenta un
concepto integral de la misma arquitectura andina planiforme, que permite
superar las imprecisiones, limitaciones y desvalorizaciones derivadas de la
tesis inicialmente propuesta del estilo mestizo como yuxtaposición o simple
coexistencia de los esquemas arquitectónicos españoles con la decoración
indígena, a manera de dos entelequias consistentesy coexistentes en la
arquitectura planiforme andina.
Durante las exposiciones precedentes hemos considerado desde
distintos fundamentos a los canteros, talladores y alarifes andinos como
verdaderos creadores tanto de los esquemas arquitectónicos dados en las
12
13
14
Pablo MACERA, “El arte mural”, l. c., pág. 111.
Ibid., pág. 112.
Ibid., pág. 112.
965
portadas planiformes andinas, como de la decoración, en un acto simultáneo e
indiviso de creación arquitectónica. En la tesis de Pablo Macera que reconoce
la existencia de la cultura andina virreinal como “carácter global del proceso
(reestructuración de los componentes europeos e indígenas dentro de una
sistemática nueva”, encuentra pleno reconocimiento
la arquitectura
planiforme andina virreinal. En efecto, en la arquitectura planiforme andina
no perduraron los componentes españoles o los indígenas como tales y en su
estado originario; puesto que fueron reestructurados en la nueva
sistematización de las portadas andinas planiformes, surgidas como una
totalidad específica y autónoma. Al analizar las portadas de los diversos
grupos planiformes, hemos detectado que los esquemas arquitectónicos no
reproducen los esquemas españoles o los europeos en general, ni tampoco los
renacentistas y manieristas virreinales peruanos, sino que manifiestan la
reelaboración formulada durante el siglo XVIII por los canteros y alarifes
andinos virreinales que alumbraron otras expresiones arquitectónicas más
actualizadas. De igual modo, la decoración planiforme de estas portadas
andinas no es una vivencia estética pura y simple de los indígenas andinos
pre-hispánicos; sino que consiste en la reactualización creadora de unas
categorías estéticas realizadas en el contexto de la cosmovisión virreinal
andina no-quechua de finales del siglo XVII y todo el siglo XVIII.
Una vez más es necesario retornar al carácter integral de la
arquitectura planiforme surperuana, entendida como creación simultánea del
conjunto esquemas arquitectónicos – motivos ornamentales; lo que al mismo
tiempo implica el reconocimiento a los artesanos andinos sus creadores de la
libérrima e irrestricta capacidad de reelaborar nuevas expresiones
arquitectónicas, expresadas en la originalidad de los diseños de las mismas
portadas planiformes surperuanas andinas y en su peculiar decoración.
Sólo cuando en la interpretación de la arquitectura planiforme se
elimina definitivamente esa apriorista, inexistente y antihistórica
presuposición de la imposición dominante ejercida por la “cultura de la
dominación” sobre los artesanos indígenas virreinales, se logra comprender en
su justo sentido la originalidad aportada por la arquitectura planiforme
surperuana. Limitaba Graziano Gasparini el aporte de los artesanos indígenas
planiformes únicamente “a las decoraciones arquitectónicas”; y además las
trataba de explicar como “el producto de una situación de dependencia”,
porque presuponía que “a pesar de existir matices diferenciales entre las
expresiones artísticas en función de sus diferencias regionales, estos matices
no logran apartarse del carácter que a todas las manifestaciones coloniales
imprime el contacto con la cultura dominante15. Como hemos indicado
reiteradamente, esa presunta e hipotética “cultura dominante” no es más que
una inconsistente ideologización asumida en base a la teoría sociológica de la
dominación, amalgamada además con los sentimientos antiespañoles de la
leyenda negra. Los análisis estructurales antes desarrollados han puesto de
manifiesto las diferencias existentes entre las estructuras arquitectónicas de
los diseños organizados en las portadas de los núcleos regionales de Arequipa,
Apurímac, el Collao, Chumbivilcas y Potosí; y estas diferencias regionales
entre los diseños arquitectónicos, no sólo la diversidad de los motivos
ornamentales, expresan a las claras la libre creatividad ejercida por los
artesanos planiformes andinos, que actuaron siempre sin estar sometidos en
modo alguno o coaccionados por ese vaporoso “contacto con la cultura
dominante” a que se refiere una y otra vez Graziano Gasparini.
15
G. GASPARINI, América, barroco, pág. 20.
966
Cuando los historiógrafos en una teorización meramente empirista y
positivista relacionan la expresión decorativa planiforme con el arte popular de
los pueblos primitivos y marginales del arte culto en el mundo entero, no han
llegado siquiera a vislumbrar lo que significa la existencia histórica de la
cultura virreinal andina a que se refería el historiador Pablo Macera. Este
concepto de la cultura andina virreinal, que en principio aceptamos como
válido, expresa todavía una cosmovisión autónoma dada en el mundo
pluricultural del Virreinato del Perú, aunque acaso parezca dotado de una
cierta generalidad. El mismo Pablo Macera proponía que “el espacio andino
dista de haber sido un espacio cualitativamente homogéneo desde el punto de
vista cultural, y en particular desde la perspectiva de la confrontación entre
indios y españoles”16.
Las realizaciones arquitectónicas surgidas en la región andina
arequipeño-collavina-potosina patentizan a las claras las diferentes
cosmovisiones actuantes en la cultura andina virreinal desde la segunda
mitad del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII. La ruptura de la unidad
imperial incaica desarticulada por la Conquista española hizo reaparecer de
nuevo la multiplicidad de las nacionalidades indígenas andinas, manifestada
primeramente durante el período de las luchas de la conquista por la unión de
ellas con los españoles contra los incas cuzqueños, que fue un hecho
incidental y transitorio en el proceso de la consolidación del Virreinato. No se
recompuso después la unidad multinacional indígena pre-hispánica durante el
largo proceso de la vida virreinal; aunque fue lento y bastante tardío todo el
desarrollo formativo de las sub-culturas andinas virreinales.
Nos atenemos ahora únicamente a las expresiones arquitectónicas de
esta multiforme pluralidad de culturas andinas virreinales. Distinguimos dos
grupos arquitectónicos generales: a) la arquitectura andina desprovista de
decoración planiforme; y b) la arquitectura surperuana planiforme.
Primero: la arquitectura cuzqueña no-planiforme. Calificaba el
clásico Wethey la arquitectura del gran barroco cuzqueño en la segunda mitad
del siglo XVII como arquitectura esencialmente española, que sólo consideraba
como virreinal por encontrarse situada en una ciudad del Virreinato del Perú.
En realidad de verdad, esta gran arquitectura barroca cuzqueña no es
española,
sino
auténticamente
virreinal,
en
cuanto
diferenciada
específicamente de la arquitectura barroca española. En cuanto al trazado de
los diseños y de las estructuras arquitectónicas, aquellas portadas del gran
barroco del Cuzco fue obra de artífices españoles y criollos: pero es conocido
que quienes tallaron los componentes en la durísima piedra andesita fueron
unos humildes canteros indios quechuas, sin cuyo trabajo artesanal de
extraordinaria precisión no hubiera sido posible el surgimiento de la fastuosa
arquitectura barroca del Cuzco. No fueron canteros españoles, o siquiera
criollos los que tallaron las piedras para las portadas eclesiásticas cuzqueñas,
sino exclusivamente unos indígenas quechuas.
Durante la segunda mitad del siglo XVII y en todo el siglo XVIII aquellos
anónimos canteros indígenas quechuas continuaron labrando las piedras para
las arquerías de los claustros conventuales y para las casas de viviendas
cuzqueñas. Aquellos artesanos aportaron al barroco cuzqueño la tradición
artesanal de los canteros incaicos, que no tallaron decoración planiforme, sino
el exactísimo perfil geométrico de las piedras para los paramentos incaicos.
Se trataba de un aporte decisivo para la creación de la arquitectura
barroca del Cuzco; con la peculiaridad de que ese aporte no es ostensible en sí
mismo, sino que en cierta manera es transparente, porque estando plasmado
16
P. MACERA, “El arte mural”, pág. 122.
967
en los monumentos cuzqueños, no aparece tal, y deja ver a través de él mismo
los esquemas y los componentes arquitectónicos en toda su pureza, los que
sólo mediante este trabajo artesanal de los canteros quechuas muestran su
extraordinaria precisión. No había mostrado George Kubler ninguna estima
especial por los artesanos indígenas, antes bien consideraba sus obras como
provincianas, aunque parece no haber caído en la cuenta de que la
arquitectura barroca del Cuzco es metropolitana gracias al aporte artesanal de
los humildes y desconocidos canteros quechuas indígenas que tallaron con
extraordinaria precisión y calidad las duras piedras para los monumentos
virreinales cuzqueños. Sólo aquellos canteros andinos quechuas fueron
capaces de tallar el claustro principal de la Merced en el Cuzco, el ejemplar de
más alta jerarquía artística y arquitectónica entre los claustros virreinales de
toda la América española.
En realidad, la extraordinaria cooperación de los canteros indígenas
quechuas en la formación de la arquitectura barroca del Cuzco no expresaba
la formación de una cultura andina en sentido propio, sino tan solamente la
inculturación de aquellos artesanos que aplicaban la misma técnica artesanal
pre-hispánica de tallar las piedras a una nueva clase de construcción
arquitectónica, de la que ellos mismos no eran los autores intelectuales ni los
diseñadores. No les competía en modo alguno a los canteros indígenas del
gran barroco cuzqueño la tarea de trazar el diseño de las portadas y de los
campanarios, los elementos componentes y los motivos ornamentales, ya que
ellos se limitaban a tallar con toda precisión los trabajos arquitectónicos que
se les encargaban.
Para no complicar el tema con dificultades innecesarias a nuestro
propósito, descartamos ahora la calificación de este proceso como mestizaje
cultural, y hablamos tan sólo de la aculturación y complementación entre la
técnica indígena de tallar la piedra y las estructuras arquitectónicas
virreinales. Decimos “virreinales”, en lugar de “españolas”, porque la
arquitectura cuzqueña de la segunda mitad del siglo XVII fue propiamente una
nueva creación virreinal, diferenciada autónomamente de la arquitectura
española. Las estructuras arquitectónicas del gran barroco cuzqueño tienen
valor por sí, cualquiera que haya sido la técnica artesanal con la que fueron
talladas en piedra.
Segundo: las modalidades de la arquitectura planiforme. Se trata
de un movimiento de afirmación cultural andina muy tardío, que sólo se inició
a finales del siglo XVII, y fue dispersándose gradualmente por algunos núcleos
regionales heterogéneos y en tiempos asincrónicos. Corresponde a
nacionalidades indígenas no-quechuas, las que habían sido dominadas por el
imperialismo de los incas cuzqueños, y parece que conservaron algunas
formas culturales propias, las que no alcanzaron entonces pleno desarrollo.
Paradógicamente, avanzado y consolidado el sistema cultural del Virreinato,
en el período tardío cuando algunos intérpretes presuponen que la
administración española virreinal impuso una dominación cultural estricta y
totalitaria que por ser uniformizada imposibilitaría el despliegue de una
cultura propia a las masas indígenas andinas, surgió la cultura andina
virreinal no-quechua, capaz de crear las expresiones arquitectónicas
planiformes diversificadas en los núcleos de Apurímac, Arequipa,
Chumbivilcas, el Collao, las tierras altas bolivianas y Potosí.
Nos atenemos a este planteamiento de profunda comprensión histórica
expresado por el historiador Pablo Macera en el estudio que glosamos: “Las
expresiones culturales de tipo local resultaron entonces facilitadas, pese a que
los modelos imperiales de cultura se habían extendido en todo el territorio
968
colonizado”17. Es el juicio ponderado de un profesor historiador que conoce a
plenitud la historia de la cultura peruana, y que viene a desautorizar por
completo la presuposición anti-histórica formulada a priori por Graziano
Gasparini en el texto antes citado, en el que sometía las expresiones regionales
a la dominación uniformadora impuesta por la cultura dominante. La realidad
histórica acaeció de otra manera, porque la cultura española generalizada en
el Virreinato del Perú no impedía ni se entremezclaba con la formación de la
cultura andina virreinal.
No se trataba en modo alguno de la reaparición tardía pura y simple de
alguna cultura indígena pre-hispánica, no es tampoco la fusión hispanoindígena o alguna forma de mestizaje cultural que han venido interpretando
los historiadores desde la tesis del “estilo mestizo” propuesta por Ángel Guido;
mucho menos consiste en la incomprensión y deformación de los esquemas
barroco europeos, o en la interpretación popular de los modelos estáticos
asincrónicos por estatismo cultural. Lo Lo interpretamos como la vivencia
creadora de la cultura andina virreinal en territorios no-quechuas, que
reintepretó y propuso nuevas alternativas originales de cambio tanto en
cuanto a los esquemas arquitectónicos de las portadas planiformes, como en
las expresiones decorativas.
Intercede una diferencia muy profunda entre la cooperación prestada
por los canteros indígenas quechuas a la formación de la arquitectura no
planiforme del gran barroco cuzqueño, y la expresión arquitectónica
planiforme derivada de esta cultura andina virreinal en los núcleos regionales
no-quechuas. Por lo pronto, los canteros quechuas cooperaron con el tallado
de las piedras a la formación de una arquitectura metropolitana en la ciudad
virreinal del Cuzco, mientras que la arquitectura planiforme se difundió por
áreas predominantemente rurales, pues surgió en tales zonas rurales, pero no
derivó hacia ellas por alguna clase de transmisiones internas desde los
núcleos urbanos cultos a los centros rurales de Apurímac, Chumbivilcas,
Espinar o el Collao.
En segundo lugar, los canteros indígenas quechuas no aportaron
ninguna clase de decoración propia a las portadas barrocas cuzqueñas por
ellos talladas; como tampoco habían tallado decoración figurativa en los
extraordinarios y austeros muros incaicos; y debemos reiterar que aquellos
canteros indígenas no tuvieron ninguna intervención en cuanto a preparar la
traza del diseño o de los componentes arquitectónicos de las portadas
barrocas cuzqueñas. Por su parte, a diferencia de los canteros indígenas
quechuas, los artesanos andinos de los núcleos no-quechuas fueron los
autores tanto de la decoración figurativa planiforme, como de los diseños y de
todos los componentes arquitectónicos en las portadas planiformes levantadas
en estos núcleos andinos surperuanos.
Esta intervención integral de los artesanos andinos rurales noquechuas no era improvisada, sino manifestaba la autonomía que había
alcanzado la cultura andina virreinal tanto en el nivel técnico de los
diseñadores de las portadas, como en el alumbramiento del modo planiforme y
textilográfico de tallar la decoración y en la variedad de los motivos
ornamentales aportados por ellos. Los historiógrafos europeocéntricos
calificaron como arte popular y marginal la técnica del tallado planiforme; pero
hemos expuesto en otro lugar que se trataba de la reactualización innovadora
de las categorías estilísticas ancestrales realizada en una situación cultural
totalmente diferente de la pre-hispánica y que incorporó la expresión del
17
Pablo MACERA, l. c., pág. 113.
969
relieve monoplaniforme, tal como se propuso en el libro sobre la arquitectura
planiforme de Arequipa 18.
Desde una perspectiva estrictamente arquitectónica, hemos atribuido la
categoría de escuela arquitectónica regional a la arquitectura planiforme
surperuana, no obstante que consiste en una arquitectura rural. En distintos
trabajos publicados venimos aceptando la existencia de escuelas
arquitectónicas regionales rurales con plena autonomía respecto de las
escuelas urbanas arquitectónicas. La de la arquitectura planiforme andina
surperuana es sin duda la más específica entre las escuelas arquitectónicas
rurales virreinales, porque a la peculiaridad de los diseños arquitectónicos
acompaña la prestancia de la decoración.
La cultura andina virreinal pudo haber existido expresándose en otras
manifestaciones culturales distintas de la arquitectura planiforme, pero de
hecho muestra en esta clase de arquitectura surperuana andina su más
cumplida realización. Por eso concluímos que la autonomía de la cultura
andina virreinal conlleva la existencia de una arquitectura planiforme en
cuanto escuela arquitectónica regional plenamente autónoma.
Habrá que investigar desde una perspectiva de correlación entre
diversos saberes científicos qué proceso de dinámica cultural condujo al
surgimiento de la cultura andina virreinal con su arquitectura planiforme
realizado en un tiempo histórico concreto y en tales núcleos regionales
circunscritos. Reconocemos que la cultura andina virreinal abarcaría
conjuntamente con la arquitectura planiforme otras manifestaciones
culturales complementarias. Para los fines del presente estudio, nos limitamos
a concluir que la arquitectura planiforme surperuana andina afirmó la
identidad cultural autónoma en estos núcleos rurales andinos no-quechuas,
durante una etapa tardía del Virreinato del Perú.
Lo interesante es que esta cultura andina virreinal fue acogida y
auspiciada y propagada por los párrocos, doctrineros y religiosos para
configurar la nueva arquitectura planiforme religiosa. Si las autoridades
eclesiásticas hubieran ejercido constantemente o impositivamente la
dominación restrictiva que presuponen a priori algunos historiógrafos
europeocéntricos, tenemos por absolutamente cierto que no existiría en la
actualidad la admirable arquitectura planiforme andina; y desde luego los
partidarios del control absoluto impuesto por la cultura dominante tampoco
habría podido contemplar y criticar la arquitectura planiforme cuya existencia
imposibilita en absoluto las teorías con que ellos la desvalorizan.
Entusiasmados ante la original arquitectura planiforme surperuana
andina, nos alegramos sinceramente de que las cosas no sucedieran como las
imaginan los historiógrafos europeocéntricos, porque aquellos eclesiásticos de
las zonas rurales surperuanas respetaron y ampararon la más irrestricta
libertad creadora de los artesanos y maestros indígenas andinos virreinales
para que labraran según su inspiración personal la arquitectura planiforme
con sus peculiares diseños de portadas y adornadas con la hermosa
decoración andina. Al fin y al cabo, aquellos eclesiásticos fueron parte muy
decisiva en el surgimiento de la cultura andina virreinal en los núcleos rurales
no-quechuas.
18 Antonio SAN CRISTÓBAL, Arquitectura planiforme y textilográfica virreinal de
Arequipa, Facultad de Arquitectura, Univ. Nac. de San Agustín, Arequipa, 1997, cap. VIII, págs.
179-190.
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