El cuerpo como límite, el espacio como vacío. Un análisis de la

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El cuerpo como límite, el espacio como vacío.
Un análisis de la construcción del espacio
en “Paulo” de Graciliano Ramos.
Carlos Alberto López Márquez
Se a noite findasse, erguerme-ia, caminharia como os outros, entraria no banheiro,
lavarme-ia das impurezas que me estão coladas nos ossos. Mas a noite não finda,
todos os relógios descansaram —e a Terra está imóvel como eu.
Graciliano Ramos.
Introducción
En este ensayo me propongo determinar y analizar las estructuras por medio de las cuales se construye el espacio
en el cuento “Paulo” de Graciliano Ramos; así como observar la relación que existe entre la dimensión espacial
del relato y el punto de vista del narrador. Aunado a esto será interesante analizar si el espacio se erige en una
extensión del cuerpo, de los sentidos y de la ideología del personaje.
Un trabajo de esta índole se justifica por la importancia que tiene Graciliano Ramos en la literatura latinoamericana y por la relevancia que tiene la categoría del espacio en la literatura de Ramos, en la estructura del
cuento moderno y, sobre todo, en la conformación de su único volumen de cuentos: Insônia.
Por otro lado, la dimensión espacial del relato recientemente ha comenzado a ser estudiada con mayor
interés, ha dejado de ser el simple escenario en el que se mueven los personajes para convertirse en una estructura
relacionada estrechamente con otras del texto; a grado tal que cabría hacer las siguientes preguntas: ¿cómo la
conformación del espacio determina la estructura del personaje y revela su ideología?, ¿cuál es la relación que se
establece entre el punto de vista asumido por el narrador y la construcción de ese espacio?
En México, hasta donde tengo conocimiento, no hay ningún antecedente de análisis de la construcción
del espacio en la obra graciliana —si bien que existe al menos otra investigación a nivel posgrado sobre la narra-
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tiva de este autor por parte de Antelma Cisneros, pero que versa sobre el tema del memorialismo en Memórias do
cárcere.
En el caso de Brasil, Estados Unidos e, incluso, Alemania, tenemos que las investigaciones giran en
torno a las novelas de Ramos, a su relación con el Partido Comunista brasileño, a la influencia del existencialismo
en ellas, o a la construcción del lenguaje. Entre los trabajos ya consagrados tendríamos: Ficção y Confisão de Antonio Candido, Graciliano Ramos: reflexos de sua personalidade na obra de Helmut Feldmann o Sob o signo do
silêncio: Vidas secas e o Estrangeiro de Lourival Holanda; los cuales poseen una perspectiva histórico-biográfica.
Así, la obra cuentística ha quedado relegada —a excepción hecha de la tesis doctoral de Yenny Marlene Molina
Rojas, “O realismo crítico de Graciliano Ramos: uma leitura de Insônia” (1997), que hace un estudio sobre la
estructura del narrador.
Sólo existe una investigación que aborda espacialmente las novelas de Graciliano: Atos agrestes: uma
abordagem geográfica na obra de Graciliano Ramos, de Eduardo Muneratti; se trata de una tesis de posgrado
—que hasta ahora me ha sido imposible consultar— elaborada en 1994, en ella el autor trata de observar la relación hombre-naturaleza a través de lo que llama “geografía humana”, para lo cual se sirve de São Bernardo.
Respecto al método, uno de los trabajos más interesantes y recientes es el estudio de la ecfrasis de Luz
Aurora Pimentel, expuesta en El espacio en la ficción; o El espacio en la novela realista de María Teresa Zubiaurre. Es preciso señalar que la mayoría de estudios respecto a la categoría espacial se centran en la corriente realista
y, dentro de ella, en la novela; lo cual podría dificultar un poco su aplicación al análisis del espacio cuentístico, ya
que su naturaleza es radicalmente diferente.
En el primer apartado de este texto realizaré una breve revisión de conceptos que nos permitan analizar
la categoría de espacio en “Paulo”, para posteriormente estudiar las relaciones que se establecen entre el punto
de vista y la construcción del universo diegético, es decir, cómo el tipo y focalización del narrador determinan
el modelo de descripciones en el texto. En un tercer apartado examinaré el dominio que el cuerpo del personaje
ejerce sobre el espacio.
Los apartados anteriores nos llevarán a fundar cuatro relaciones espaciales básicas que se establecen en
el texto a partir del punto de vista y de las categorías de interioridad y exterioridad.
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I. Un vacío enorme, el espacio en la ficción.
Todo lo que nos rodea es espacio, una extensión tridimensional en que los objetos y las personas —que, desde
cada perspectiva particular, pueden ser entendidas como otros objetos— ocupan posiciones. El universo se ordena a partir de la sensibilidad y de la emoción, está lleno de memorias y anhelos, ello nos permite personificarlo,
sentirlo como una realidad cuya consistencia varía según quien la observa o la vive.
Hemos de distinguir entre los espacios geométricos —abstractos, homogéneos, universales— y los
perceptivos, es decir, aquellos habitables y habitados por el hombre pensante; de esto se desprende que la creación de un espacio corresponde a la formación de una ideología. El espacio perceptivo contiene elementos de la
experiencia sensible: vista, tacto, acústica, kinestésica, etc.
Cerremos los ojos un instante, permanezcamos de pie; por un momento el espacio ha dejado de existir, se ha
vaciado, y a partir de nuestro cuerpo, de nuestros distintos medios de percepción hemos de reconstruirlo, de llenarlo. Sentimos el piso; escuchamos diversos rumores; caminando percibimos la dimensión del lugar que nos envuelve; el olfato nos
puede indicar la posición de lugares y objetos; el tacto nos revelará la apariencia de las cosas; por último, volvamos a abrir
los ojos, todo se ha llenado. La vista, el punto de vista, es la herramienta privilegiada para la construcción del espacio.
Las personas construyen su espacio, mas en el caso de la obra literaria es el narrador quien toma a su cargo
esta labor; él focaliza el relato y da a sus personajes un lugar en el cual puedan desarrollar su historia. Creo innecesario señalar que el narrador bien puede ser una entidad “externa” a la historia, o un personaje de la misma.
Este narrador-descriptor crea una ilusión de realidad —o irrealidad— por medio de dos etapas: la figuración (que es aquella en que un tema o idea se transforma en una figura, lugar, objeto, etc.) y la iconización, que
dota a las figuras de atributos particularizantes que producen la ilusión referencial. Es decir, se pone en juego un
lexema (nombre común) más una serie de adjetivos (los cuales indican forma, tamaño, color, textura, cantidad,
etc.), y con ello se elabora una descripción.
Cfr. Luz Aurora Pimentel. El relato en perspectiva. México, UNAM-Siglo XXI, 1998. p. 27.
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El descriptor focaliza el espacio desde una deixis de referencia, o sea, el punto cero de la dimensionalidad
(la esquina de una calle, la banca de un parque, la ventana de su habitación, etc.), y lo describe con “sus” palabras,
esto es, por medio de operadores tonales que revelan el tono e ideología del texto. Por ejemplo, no es lo mismo decir:
“Aquella puerta enorme de madera profusamente labrada que lucía el escudo de la familia”, que: “Esa descomunal
puerta de madera excesivamente labrada que ostentaba el símbolo de una aristocracia decadente”.
No obstante que en ambos ejemplos el tema es el mismo, “la puerta”, los adjetivos o series descriptivas
revelan una percepción distinta de un mismo objeto, es decir, lo orientan tonalmente.
A juicio de Teresa Zubiaurre, la descripción posee dos funciones principalmente: la función centrada que se encarga de contemplar exclusivamente la realidad que pretende colocar ante nuestros ojos, y la función desplazada que muestra algo totalmente distinto de lo que pretende mostrar —también la llama semantizante o significadora del personaje.
Por lo hasta aquí dicho, podemos deducir que mientras más descrito sea el espacio, más datos tendrá el
lector para percibirlo, para imaginarlo. No obstante, si no se encuentra profusamente descrito —o incluso si no
ha sido descrito, el espacio existe de forma implícita en el relato, y el receptor lo completa o lo inventa. Nunca
encontraremos a los personajes flotando en el vacío, y éste, de hecho —como a continuación veremos— es también un espacio.
María Teresa Zubiaurre. El espacio en la novela realista. México, FCE, 2000. pp. 47 y 48.
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II. Este cuarto es una sepultura.
Punto de vista y construcción del espacio
Experimentó una angustiosa sensación,
como si hubiese sido trasladado a una llanura inmensa,
a una pampa sin fin, cubierta de tinieblas.
Nada se veía en el desierto,
no se percibía ninguna dimensión, no había altos ni bajos, ni largos, ni anchos:
tinieblas puras sin tiempo.
José Revueltas.
Pedaços de algodão e gaze amarelos de pus enchem o balde. Abriram todas as vidraças.
E no calor da sala mergulho num banho de suor. Já me vestiram diversos camisões brancos,
que em poucos minutos se ensoparam. Não posso afastar os panos molhados e ardentes.
As crianças estiveram a correr no chão lavado a petróleo.
Este es el inicio de “Paulo”, lo primero que podemos notar es que la voz narrativa se encuentra en el protagonista
del cuento, por tanto, nos enfrentamos a un narrador en primera persona, u homodiegético. La perspectiva que tiene sobre los acontecimientos es totalmente interna y subjetiva (es un narrador deficiente); de inmediato notamos
que su percepción está dominada por las sensaciones, por su corporeidad.
¿Dónde se encuentra?, líneas adelante nos lo aclara. “Inútil trazê-las aquí, mostrar-lhes o corpo que se
desmancha numa cama estreita de hospital” (Paulo, 48). Así, podemos determinar que la deixis de referencia del
relato es la cama en que convalece el personaje, y que no será la vista el medio privilegiado para la construcción
Graciliano Ramos , “Paulo” en Insônia. Rio de Janeiro, Record, 1997. p. 48. (A partir de aquí doy la referencia a continu-
ación del texto citado).
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del espacio: “Não as distingui bem na garoa que invade a sala” (Paulo, 48); sino, como arriba lo notamos, todas
las sensaciones corporales.
“Los espacios en la novela [acrecentemos, en la narrativa] están presentados, generalmente, de una
forma subjetiva, es decir, por medio de las sensaciones y las subsiguientes interpretaciones de los personajes”.
De hecho, el espacio es, con cierta frecuencia, prolongación metonímica de los personajes, de su mirada y de sus
sensaciones.
La casa no era rica, naturalmente, ni tampoco alegre. No había el menor vestigio de mujer, vieja o
joven, ni pajaritos que cantasen, ni flores, ni colores vivos ni jocundos. Casa sombría y desnuda. Lo más alegre
que existía era un armonio, donde el maestro Román toca de vez en cuando o en donde repasa sus estudios.
Sobre una silla que está al lado, algunos papeles de música, naturalmente ajena, ninguna de él...
Sírvanos como ejemplo este pasaje. En él tenemos un narrador omnisciente que describe una casa (tema o nombre
común) por medio de una serie descriptiva encaminada a producir la idea de vejez y tedio (no flores, no colores,
sombría, desnuda, etc.). La descripción no es exhaustiva, sino que toma puntos o partes básicas de ella: el armonio, la silla, los papeles, la ausencia de mujeres, colores y pajaritos; todos relacionados con la forma de ser del
maestro Román. Volvamos al caso de “Paulo”.
Pasados los primeros cinco párrafos del relato no se nos ha dicho claramente cómo es la habitación en
que se encuentra, sabemos que tiene una cama, que hace calor en ella, debe ser grande puesto abrieron las ventanas (es decir, son varias —no se nos dice cuántas. No obstante si fuera pequeña no tendría más que una) pero
nada más; sin embargo ya tenemos una imagen bien trazada de cómo el enfermo la percibe, hecha únicamente de
fragmentos de un todo:
Zubiaurre, Op. cit., p. 23.
Joaquim Maria Machado de Assis, “Cántiga de esponsales” en Primera antología de cuentos brasileños. Buenos Aires,
Espasa-Calpe, 1946. p. 18.
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“As paredes amarelas cobrem-se de pus, o teto cobre-se de pus. A minha carne, que apodrece, suja a
gaze e o algodão, espalha-se no teto e nas paredes” (Paulo, 48).
Las paredes son amarillas (¿amarillas de pús?), la cama es estrecha, el piso huele a petróleo, las sábanas están mojadas y ardientes. Es curioso notar cómo el espacio no sólo es descrito metonímicamente, sino
sensitivamente, el estado corporal del narrador-descriptor produce un espacio angustiante, doloroso, incómodo,
perturbador.
En el ejemplo de Machado de Assis es el narrador omnisciente extradiegético quien produce la consonancia entre espacio y personaje a través de la mirada. En el caso de “Paulo” es el propio personaje quien construye su espacio (¿el que se merece, el que necesita?) no sólo por medio de la vista, sino de todas las sensaciones
de su cuerpo herido; de tal forma que no es una consonancia la que se establece entre ambas categorías, sino más
bien una interdependencia.
Nótese como dice el enfermo que su carne apodrece y se derrama sobre el techo y las paredes. El ser
pierde sus límites y el espacio vacío e indefinido que hasta ahora teníamos se llena con el cuerpo del protagonista.
¿Cómo sucede esto?
Hemos de resaltar lo importante que es el punto de vista en este cuento, no sólo determina el universo
que rodea el personaje, sino que a su vez está determinado por la sensación corporal.
“As minhas pálpebras cerram-se, a mulher esmorece, transforma-se em sombra pálida” (Paulo, 49).
“Mas essa criatura, dificilmente organizada, pesa demais dentro de mim, necessito esforço enorme para
conservar unidas suas partes que se querem desagregar” (Paulo, 49).
El cuerpo impide que el narrador pueda elaborar una imagen nítida y perfecta de la habitación en la que
se encuentra, en consecuencia, nos enfrentamos a un espacio silente, hueco y angustiante.
El silencio cumple una función definida, suscitar impresiones y sensaciones indefinidas. Altera,
con alteración sensibilizadora, y gracias a su acción, sentida como presencia, es posible captar, o al menos
intuir, realidades sutiles y evasivas. Por el silencio, el espacio se declara, es su latido, su modo peculiar de
manifestarse
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Os médicos estiveram aquí há pocuo, fizeram o curativo. Enquanto amarravam a atadura, os enfermeiros me
levantavam, e eu me sentia leve, parecia-me que ia voar, flutuar como balão, esgueirar.me por uma janela, fugir
do cheiro de petróleo e do calor, ganhar o espaço, fazer companhia aos urubus. (Paulo, 49).
El enfermo se encuentra en un estado de semiconciencia que le impide observar las cosas nítidamente y distinguir
claramente los límites de su cuerpo, en virtud de lo cual las fronteras de desvanecen y la conciencia flota como un
globo, se escapa por una ventana y “gana el espacio”, logra una conquista.
No obstante, hemos de establecer una diferencia entre dos momentos en la conciencia del protagonista:
aquellos en que se hace consciente de sus límites corpóreos y espaciales; y aquellos —como el arriba citado— en
que entra en “inconsciencia” y se difumina por el cuarto.
“Creio que dormi horas. O balde sumiu-se. Muitas pessoas falam, há um burburinho interminável na
escuridão [...] a sala é uma praça cheia de movimento e rumor” (Paulo, 49).
“A neblina se dissipa, as paredes se aproximam, estão visíveis as folhas dos coqueiros e o telhado da
penitenciária, o avental da enfermeira aparece y desaparece” (Paulo, 50).
“A ferida começa a torturar-me. Não estou de pé, cavaqueando com um vizinho amalucado, estou de
costas num colchão duro. Veio-me um acesso de tosse, e o tubo de borracha que me atravessa a barriga parece um
punhal” (Paulo, 56).
Nótese cómo estos tres ejemplos retratan el momento en que se recobra la conciencia y el contacto directo con el espacio: el ruido, la observación de que el bote ha desaparecido, la presencia del colchón, las hojas
de las palmeras y el delantal de la enfermera. Nuevamente presenciamos la edificación de un entorno por medio
de algunas de sus fracciones peculiares, mas no individualizantes.
En contraparte tenemos aquellos pasajes en que el enfermo cae en la “inconsciencia”:
“O nevoeiro embranquece novamente a sala, as paredes somem-se, o rosto da mulher mexe-se numa
sombra leitosa” (Paulo, 53).
“Escurece. A camisa molhada já não me escalda a pele: esfriou, gelou. E os meus dentes batem castanholas [...] Morrem os cochichos que zumbiam na sala. Alguém me pega um braço, dedos procuram a artéria [...]
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Há um zunzum na sala, vozes confundem-se como rumor de asas num cortiço. Sinto ferroadas terríveis na ferida”
(Paulo 54-55).
“Estou sendo assasinado. Em redor tudo se transforma [...] Acho.me numa floresta, caído, as costas
ferindo-se no chão [...] As paredes recuam, fundem-se com o céu, as folhas dos coqueiros tremem, e passa entre
elas o cochicho que zumbe na sala” (Paulo, 56).
En estas citas podemos ver cómo se pierden las fronteras y los rasgos precisos del espacio, nos resulta
irreconocible puesto que nada nos ancla a él, puesto que se transforma; no obstante, allí está, se le siente en medio
de la oscuridad y del silencio.
III. Pedazos de realidad.
Cuerpo, dominio y espacio.
Hasta ahora he mostrado la doble relación que se establece entre cuerpo y espacio en “Paulo” dependiendo del estado de
percepción del personaje: en los momentos conciencia se produce un anclaje en la realidad por medio de algunos objetos
(bote, pared, delantal, etc.); mientras que en los de inconsciencia el espacio se vacía y es imposible su reconocimiento.
En cualquiera de los casos la construcción de este universo diegético es bastante indefinida, ya sea porque la deixis de referencia no permite lograr una imagen cabal del sitio, porque la corporeidad impide un claro
punto de vista, o porque las sensaciones del cuerpo cancelan la mirada. Así, hemos de hacer hincapié en que este
texto está construido sobre el espacio del silencio.
“Silenciar é dizer por outra via —o silêncio potencia o que ali luz presente”
De acuerdo con Lourival Holanda, Graciliano Ramos siempre tuvo una repulsión por la adjetivación
“bestia”, puesto que la naturaleza dispensa los epítetos, los adjetivos son la marca humana que el hombre sobrepone a la naturaleza; así, a través del silencio se libera al lenguaje de los adornos y de la redundancia subjetiva.
Lourival Holanda. Sob o signo do silêncio. São Paulo, Edusp, 1992. p. 15.
Cfr. Ibid. p. 18.
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El narrador de “Paulo” no necesita subjetivar su espacio, puesto que ya es subjetivo de por sí, recordemos que su cuerpo es el espacio y viceversa; nos enfrentamos a un espacio psíquico. De ser esto así, tal vez Ramos
nos esté enfrentando a la imposibilidad de asir la realidad y al hombre mismo.
“Afinal ignoro quem é Paulo e reconheço que minha mulher tem razão quando me oferece pedaços de
realidade: visitas de amigos, colheres de remédio, a comida horrível” (Paulo, 55).
Es interesante observar los esfuerzos que hace el enfermo por asirse a una realidad que lucha por írsele
de las manos, cómo pareciera que le es imposible recomponer el mundo que alguna vez le perteneció:
“Mas essa criatura, dificilmente organizada, pesa demais dentro de mim, necessito esforço enorme para
conservar unidas as suas partes que se querem desagregar” (Paulo, 49. Las cursivas son mías).
Preciso resistir às idéias estranhas que me assaltam. Bebo o remédio, peço a injeção [...] Entrarei nos
cafés, conversarei sobre política. Uma, duas vezes por semana, irei com minha mulher ao cinema. De volta,
comentaremos a fita, papaguearemos com os vizinhos na calçada. Não nos deteremos diante da porta de João
Teodósio. Apressaremos o passo, fugiremos daquelos olhos medonhos de quem vê almas. (Paulo, 55-56).
Obsérvese cómo en este pasaje el protagonista desea recuperar la salud, y con ella el dominio que poseía sobre el
mundo, sobre el espacio. Ésta es de las pocas ocasiones en que se habla de un espacio “real” externo a la habitación del hospital, se levanta una topografía del mismo, percibimos un movimiento que contrasta con la inmovilidad del resto del cuento. Si bien que esos lugares no son descritos, el control —la familiaridad— que el personaje
parece tener sobre ellos les transmite vida.
Un párrafo antes encontramos el inicio de este anhelo:
Devo aceitar isso. Curar-me-ei, percorrerei as ruas como os outros. A princípio arrastar-me-ei pelos
corredores do hospital, com muletas, parando às portas da enfermaria dos indigentes; depois sairei, a perna
encolhida, andarei escorado a uma bengala, habituarme-ei a subir nos bondes, verei João Teodósio fazendo
sinais misteriosos a um lugar vazio. (Paulo, 55)
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En este fragmento encontramos también una topografía no caracterizada, mas con un desplazamiento
gradual: corredores, enfermería de los indigentes y, posteriormente, los tranvías. Esta línea, de hecho, se continúa
con el fragmento citado atrás: café, cine, calzada, la puerta de João Teodósio.
De tal forma, hemos de darnos cuenta que el cuerpo sigue estando en estrecha relación con la construcción del espacio, así, demás de las relaciones atrás vistas, tenemos esta última; en la que la recuperación de las
facultades deambulatorias del cuerpo nos lleva al dominio (la conquista) del espacio y, tal vez, de la realidad y
del ser.
No obstante, es de llamar la atención el inicio de estos últimos párrafos: “Devo aceitar isso”, “Preciso
resistir às idéias estranhas que me assaltam”. En ambas frases se transluce la obligatoriedad del hecho, la enfermedad tendrá que desaparecer, la salud tendrá que llegar, se tendrá que volver a caminar, no se debe pensar más
en Paulo. Tal parece que el proceso de reapropiamiento de la realidad, del entorno cotidiano y común resulta una
imposición más dolorosa que la propia enfermedad, un proceso lleno de angustia y miedo.
¿Por qué sucede esto? ¿Qué papel juegan Paulo y João Teodósio en la relación cuerpo-espacio de este
texto?
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IV. Recelé enloquecer, o la nueva frontera increíble.
Espacio y la angustia del ser.
La palabra no es la cosa. Es una señal de búsqueda: la palabra procura la cosa. Intenta estrechar la relación del
hombre con el mundo, por tanto, la palabra une al espacio con el hombre. ¿Qué sucede entonces cuando no nos
podemos expresar, cuando el lenguaje no nos permite entrar en contacto con los otros, sean éstos objetos, lugares
o personas?.
“Receei endoidecer, mastiguei uns nomes que minha mulher não entendeu, quixei-me do médico e de
Paulo. Como ela não conhecia Paulo, impacientei-me, julguei-a estúpida” (Paulo, 54).
Son varias las ocasiones en que el enfermo no puede comunicarse con su mujer, por lo que ésta piensa
que está enloqueciendo, o que todo es un efecto del dolor por el que está pasando:
“A imobilidade atormenta-me, desejo gritar, mas apenas consigo gemer baixinho. Se pudesse, diria
qualquer coisa à figura alvacenta, que tem agora as feições de minha mulher. Um assunto me preocupa, mas certamente ela não me entenderia se eu fosse capaz de expressar-me” (Paulo, 49).
En este fragmento es de llamar la atención cómo la inmovilidad (la discapacidad corpórea) se une directamente a la imposibilidad de comunicarse y, por ende, a la de reconstruir el mundo.
Si no puedo desplazarme a voluntad —parece decir el personaje— no puedo (re)conocer el espacio en
que me encuentro, no lo puedo nombrar y no lo puedo comprender; existe entre ambos (Yo/Mundo) una frontera
increíble e imposible de traspasar.
El silencio es, entonces, un indicio de la desapropiación del mundo. La única posibilidad que se tiene de
recobrarlo es por medio del cuerpo, la corporeidad es lo único que le pertenece al personaje, sólo por medio de su
percepción sensorial —no raciocinal— puede establecer una unión con él, no obstante que deficiente.
Desde una perspectiva marxista —y Graciliano lo era— el nombrar es la forma que poseemos de apropiarnos y aproximarnos al mundo. Libres de sus nombres las cosas se vuelven distantes y misteriosas. Esto es
precisamente lo que sucede en este cuento, la incapacidad de comunicación del personaje le impide nombrar su
Cfr. Ibid. p. 28.
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espacio y caracterizarlo, sólo le está permitido el sentirlo y el disolverse en él.
La angustia que le produce esto lo lleva a desear recuperarse para poder tener dominio sobre el universo
y poder moverse en él; sin embargo, ni siquiera cuando estuvo sano poseía ese control:
“Lá fora eu era um sujeito aperreado por trabalhos maçadores, andava para cima e para baixo, como
uma barata. Nunca estava em casa. Recolhia-me cedo, mas o pensamento corria longe [...] Recordações de tipos
odiosos, rancor, a idéia de ter sido humilhado” (Paulo, 53).
Es por ello que construye un espacio exterior alternativo a éste, uno en el que pueda ir al cine, a tomar
café, a platicar con los vecinos en la calle, etcétera. Pero aún en este lugar idílico existe una presencia amenazante:
João Teodósio.
Este loco y espiritista es la única persona del cuento con la cual puede comunicarse: “entro a palestrar
com ele”. No obstante esto es algo extraño, ya que Teodósio “parece mirar para dentro y habla en los tranvías con
pasajeros invisibles”; es por tanto, otro personaje marginal al que nadie comprende o quiere comprender. Esto nos
indica que el deseo del protagonista por entrar en comunión con el espacio no podrá llevarse acabo:
“A ferida começa a torturar-me. Não estou de pé, cavaqueando com um vizinho amalucado, estou de
costas num colchão duro” (Paulo, 56).
Tenemos, pues, cuatro espacios distintos, todos ellos prácticamente aislados uno del otro:
Espacio interior:
Espacio interior:
Espacio físico, habitación claramente
Espacio psíquico indefinido, habitación
definida, límites claros cuerpo/espacio.
indefinida, confusión cuerpo/espacio.
Debo llamar la atención a que el siguiente cuadro se relaciona con una de las tres estructuras de lo imaginario propuestas
por Gilbert Durand, llamada heroica, referente a una visión del espacio dividido en opuestos, a un enfrentamiento que ha de
resolverse. V. Danielle Perin Rocha Pitta. “A expressão mítica na complexidade dos espaços imaginários”, en Maria Noel
Lapoujade. Espacios imaginarios. México, UNAM-FFyL, 1999. p. 55.
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Espacio exterior:
Espacio exterior:
Vida antes de la enfermedad.
Vida posible después de la enfermedad.
No control del espacio.
Deseo de controlar el espacio
Hacia el final del texto todos los espacios parecen confundirse:
Estou sendo assassinado. Em redor tudo se transforma. O avental da enfermeira ficou
transparente como vidro. Minha mulher abandonou-me. Acho-me numa floresta, caído, as costas
ferindo-se no chão, e um assasino fura-me lentamente a barriga. As paredes recuam, fundem-se com o
céu, as folhas dos coqueiros tremem, e passa entre elas o cochicho que zumbe na sala. (Paulo, 56).
Las curaciones se convierten en el arma homicida, el colchón duro es ahora el piso, las paredes se vuelven cielo, las
palmeras entran al cuarto, el ruido de la sala penetra en el bosque; y todo esto se resume en la imagen de Paulo.
“Paulo está curvado por cima de mim, remexe com um punhal a ferida. Estertor de moribundo na floresta, perto de mim um pântano. Há uma nata de petróleo na água estagnada, coaxam rãs na sala” (Paulo, 56-57).
¿Quién es Paulo?. Paulo es un intruso que se ha apoderado de la parte derecha del protagonista; es, de
hecho, él mismo, su carne inmóvil y apodrecida. Se trata de un conflicto interno que sostiene el protagonista entre
su parte débil, sentimental (la izquierda) y la racional, la que juzga, la que controla el cuerpo (la derecha).
Este debate no se resuelve dentro del cuento, somos sólo testigos del debate psicológico del personaje,
del posible momento de transformación, del estado trágico de transición: ¿quién sobrevivirá al enfrentamiento: el
enfermo o Paulo?. Tal vez ninguno, tal vez con la muerte de cualquiera de ellos el mundo se destruya, el espacio
se desvanezca, el cuerpo pierda sus límites y todo se vuelva vacío.
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Conclusiones
Hemos podido observar cómo algunos de los elementos del estudio del espacio empleados en la novela pueden
ser aplicados al análisis cuentístico. De hecho, lo único que parece variar radicalmente es la estructura de las
descripciones.
En este cuento se ve cómo se establece un tema y a continuación se elabora una serie descriptiva (lexema) a partir de metonimias estrechamente relacionadas con el sentir y pensar del personaje, se elaboran, como diría Zubiaurre descripciones desplazadas, es decir, aquellas que no tienen como objetivo hablar del entorno físico,
sino de la emotividad y del razonamiento de los personajes. No podemos decir que éste sea un recurso privativo
del cuento moderno, aún de la cuentística graciliana; aunque podría hacerse extensivo al menos a otros tres títulos
de Insônia: “Relógio de hospital”, “Insônia” y “Um ladrão”.
Resulta interesante ver cómo la configuración del espacio y del narrador nos permiten ubicar a Ramos
dentro de la tradición cuentística moderna, ya que el primero “es presentado desde la perspectiva distorsionada del
narrador o protagonista [en este caso ambos], el cual dirige su atención a ciertos elementos específicos del mundo
exterior. Son descripciones anti-realistas”10; mientras que el segundo contribuye a lograr este efecto al presentarse
como poco confiable y contradictorio11.
Graciliano nos enfrenta a un personaje común, tanto así que ni siquiera tiene nombre. Un personaje que
nos presenta una realidad alucinatoria provocada por una enfermedad corporal que afecta sus facultades mentales
y locomotivas, ello lo lleva a perder el control sobre el mundo y sobre sí mismo.
Es curioso pensar en que el invasor del cuerpo enfermo sí tiene nombre, es Paulo, un ente perfectamente
individualizado que se ha apoderado de un ser enajenado por sus circunstancias y por su entorno.
10
Lauro Zavala. “El cuento clásico, moderno y posmoderno (Elementos narrativos y estrategias textuales)” en Cuento y
figura. Tlaxcala, Univ. Aut. de Tlaxcala, 1999. (Destino Arbitrario, 17). p. 58.
11
Ibidem.
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Ni el enfermo ni Paulo se comunican, lo cual me hace pensar en la importancia que tiene no sólo la
concepción del lenguaje en la narrativa de Ramos, sino en por medio de qué estructuras lingüísticas se podrá observar este fenómeno en el texto. Es más, debemos preguntarnos por medio de qué marcas lingüísticas (verbales
y temporales) se pueden distinguir cada uno de los espacios aquí mencionados, esta es una incógnita que por el
momento tendré que dejar sin resolver y que será necesario retomar en un análisis más minucioso y profundo.
Al mismo tiempo será preciso, en un futuro próximo, definir cómo la ideología marxista de Graciliano
Ramos contribuye a la conformación de la relación cuerpo-espacio, del punto de vista del narrador, de su concepción del lenguaje y la relación de esto con el problema de la enajenación.
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Obras consultadas
Fuente primaria
Ramos, Graciliano, “Paulo” en Insônia. Rio de Janeiro, Record, 1997.
Obras citadas
Gullón, Ricardo. Espacio y novela. Barcelona, Antoni Bosch, 1980.
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Zavala, Lauro. “El cuento clásico, moderno y posmoderno (Elementos narrativos y estrategias textuales)” en
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Zubiaurre, María Teresa. El espacio en la novela realista. México, FCE, 2000.
Obras consultadas
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Pimentel, Luz Aurora. El espacio en la ficción. México, UNAM-Siglo XXI, 2001.
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