Cárdenas Monroy C, González Andrade M, Guevara Flores A, Lara Lemus R, Matuz Mares D, Molina Jijón E, Torres Durán PV. Mensaje Bioquímico, Vol. XL, 257-280, Depto. de Bioquímica, Facultad de Medicina, Universidad Nacional Autónoma de México. Cd. Universitaria, CDMX.,MÉXICO.,(2016). (http://bioq9c1.fmedic.unam.mx/TAB) (ISSN-0188-137X) EL LIPOPOLISACARIDO DE HELICOBACTER PYLORI COMO MODULADOR DE LA EXPRESIÓN DE CLAUDINAS EN CÉLULAS EPITELIALES. HELICOBACTER PYLORI LIPOPOLYSACARIDE AS MODULATOR OF CLAUDIN EXPRESSION IN EPITHELIAL CELLS. Erika Patricia Rendón Huerta, Christian Oscar Chavarría Velázquez y Luis Felipe Montaño Estrada. Laboratorio de Inmunobiología, Departamento de Biología Celular y Tisular, Facultad de Medicina, UNAM. [email protected], chavarrí[email protected], [email protected] Teléfono: 5623-2191. Resumen La estructura y función de las uniones estrechas, se encuentra frecuentemente alterada en diferentes tipos de cáncer, lo que promueve la pérdida de la polaridad y la adhesión celular, mecanismos importantes en el progreso del cáncer. A nivel mundial, el cáncer gástrico ocupa el cuarto lugar entre los cánceres más comunes y se considera la tercera causa de muerte por cáncer en nuestro país. En México, más del 80% de la población está infectada por Helicobacter Pylori y para eliminar a esta bacteria se recurre al tratamiento con antibióticos, sin embargo, la recurrencia a la infección aumenta las probabilidades de desarrollar cáncer gástrico. Por ello es importante estudiar los aspectos moleculares que modifica la bacteria en el huésped, con el fin de encontrar marcadores tempranos que refuercen los métodos de diagnóstico actuales. En esta revisión se describe la 257 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) importancia que tiene el LPS de H. pylori como regulador de proteínas de las uniones estrechas y el papel de éstas en la fisiología de células epiteliales. Palabras clave: Lipopolisacárido, Helicobacter pylori, receptores tipo Toll (TLR), claudinas. Abstract The structure and function of tight junctions, is frequently altered in different cancers which promotes the loss of cell polarity and adhesion, important mechanisms in cancer progression. Globally, gastric cancer is the fourth among the most common cancers and is considered the third leading cause of cancer death in our country. In Mexico, more than 80% of the population is infected with Helicobacter pylori and treatment with antibiotics are used to eliminate this bacteria, but recurrence of the infection increases the chances of developing gastric cancer. Therefore, is important to study the molecular aspects the bacteria modify in the host in order to find early markers that reinforce (support) the current diagnostic methods. We describe the importance of H. pylori LPS as a regulator of tight junction proteins and their role in epithelial cells physiology. Keywords: Lipopolysacaride, Helicobacter pylori, Toll-like receptors (TLR), claudins. Helicobacter pylori. Hace tres décadas, el patólogo Barry Marshall y el gastroenterólogo Robin Warren, aislaron la bacteria Helicobacter pylori (H. pylori) a partir de una biopsia de estómago humano [1]. H. pylori es un bacilo Gram negativo, microaerofílico que coloniza selectivamente la mucosa gástrica humana. Tiene una morfología espiralada cuando se encuentra en la mucosa gástrica y menos espiralada cuando crece en medios artificiales. Mide de 0,5 a 1,0 micras de ancho, 3 micras de largo y presenta de 3 a 5 flagelos monopolares [2]. Posee enzimas específicas como la oxidasa, ureasa y catalasa, las cuales son utilizadas en los métodos de diagnóstico para su identificación. H. pylori vive en el estómago y el duodeno de los seres humanos y por medio de la enzima ureasa cataliza la hidrólisis de la urea en amonio y dióxido de carbono. De esta manera genera un pH neutro a su alrededor evadiendo la acidez del estómago para mantenerse en la mucosa gástrica [3]. 258 Rendón Huerta EP, Chavarría Velázquez CO y Montaño Estrada LF Helicobacter pylori y cáncer gástrico. Estudios genéticos indican que la relación entre H. pylori y el humano comenzó hace alrededor de 100.000 años. Simulaciones filogenéticas predicen que la bacteria se propago desde el este de África [4]. Aproximadamente la mitad de la población mundial está infectada por H. pylori y la mayoría de los infectados desarrollan inflamación crónica. El 10% de los infectados se ha asociado con un mayor riesgo para el desarrollo de patologías gastroduodenales (gastritis crónica, gastritis inflamatoria, enfermedad úlcero péptica), reportandose que alrededor del 1-3% de los infectados desarrollan adenocarcinoma gástrico y el 0.1 % desarrolla linfoma de tejido linfoide asociado a mucosa (MALT) [5 y 6]. Se ha observado que del 70 al 90% de los pacientes con úlcera gástrica o duodenal se encuentran infectados con H. pylori. La infección persiste a menudo durante toda la vida del huésped a menos que reciba tratamiento. El tratamiento combinado con antibióticos (amoxicilina y claritomicina) y un bloqueador de las bombas de protones (omeprazol) produce la erradicación del microorganismo en un 90% de los casos [7] sin embargo, la resistencia es cada vez más común teniendo que administrar triple o cuádruple terapia [8]. Las infecciones son muy comunes en los países poco desarrollados, probablemente debido a la contaminación del agua y a las condiciones de vida poco higiénicas. A nivel mundial, el cáncer gástrico (CG) ocupa el cuarto lugar dentro de los cánceres más diagnosticados y es la primera causa de muerte en países como Japón. La asociación entre H. pylori y el CG es de aproximadamente el 63%, por lo que la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer lo ha clasificado como carcinógeno tipo I desde 1994 [8, 9]. Patogenicidad de Helicobacter pylori. Se han propuesto mecanismos para la patogenicidad de H. pylori, como cambios en la expresión génica en el huésped, incremento en la proliferación celular, elongación celular, pérdida de la polaridad, alteración de las uniones célula-célula, y la disminución de la secreción de ácido gástrico. La patogenicidad de H. pylori se atribuye en gran parte a sus diferentes factores de virulencia: flagelina, toxina vacuolante VacA, el gen asociado a la citotoxina A en la isla de patogenicidad (cagPAI) y el lipopolisácarido (LPS), un potente activador de la respuesta inflamatoria [10] (Figura 1). 259 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) Figura 1. Principales factores de patogenicidad de H. Pylori. (Cover, T.L. and Blaser, M.J. (2009). Gastroenterology. 136 (6), 1863–1873). Lipopolisacárido. La composición de la envoltura celular de H. pylori es similar a la de otras bacterias Gram negativas. Se compone de una membrana interior citoplasmática, una pared delgada de peptidoglicano y una membrana externa conformada por fosfolípidos y lipopolisacárido (LPS). Entre la membrana interna y externa se localiza el espacio periplásmico [11]. El LPS es considerado un componente tóxico de las bacterias Gram negativas, con potentes propiedades inmunomoduladoras e inmunoestimulantes [12] (Figura 2). Presenta una estructura de tres regiones principales: un lípido A, un núcleo de oligosacáridos, y una capa externa de polisacáridos o cadena lateral O [11]. El lípido A es el responsable de la actividad inmunológica, la cual es baja en H. pylori, comparado con otras bacterias Gram negativas, debido a una modificación en su estructura (bajo grado de fosforilación y acilación), lo que explica la capacidad que tiene H. pylori para evadir la respuesta inmunológica del huésped [13]. Al inducir una baja respuesta inmunológica, la infección por H. pylori puede persistir durante más tiempo que aquellas causadas por bacterias más agresivas, produciendo una infección crónica [14]. Se ha obtenido LPS de alto peso molecular (fenotipo liso) con una cadena lateral O a partir de cepas de H. pylori directamente obtenidas de muestras clínicas; sin embargo, si se realizan cultivos in vitro de las bacterias, se obtienen variantes de LPS (fenotipo rugoso) sin la cadena lateral O [15]. La cadena lateral O del LPS de H. pylori puede ser fucosilada e imitar a antígenos del grupo sanguíneo Lewis ayudando al mimetismo molecular de antígenos del huésped y a la evasión inmune [16]. Cuando esto sucede, se dice que son cepas que expresan 260 Rendón Huerta EP, Chavarría Velázquez CO y Montaño Estrada LF los antígenos de Lewis y su expresión está asociada a patologías más severas. La expresión del antígeno Lewis mejora la internalización bacteriana entre las células epiteliales afectando potencialmente la respuesta inmune innata [17]. Figura 2. Componentes principales de la pared de bacterias Gram negativas. (Modificada de Hsing-Ju, W. (2008) Current Opinion in Chemical Biology. 12, 93-101). Inmunidad innata. En mamíferos la defensa frente a los patógenos es a través de dos tipos de inmunidad: la innata y la adaptativa. La respuesta innata es generalmente un primer proceso, “no específico”, en donde sus funciones son censar, reconocer y discriminar entre moléculas de microorganismos patógenos y no patógenos [18]. Por el contrario, la respuesta adaptativa, es específica, generando anticuerpos contra antígenos específicos en las bacterias conduciendo a la activación de células T y B de memoria [19]. Las funciones del sistema inmune innato dependen en gran medida de los Receptores de Reconocimiento de Patrones (PRRs), los cuales reconocen componentes moleculares de agentes patógenos (bacterias, hongos, virus, etc), esenciales para la supervivencia del patógeno y que se conocen como patrones moleculares asociados a patógenos (PAMPs) [20]. Receptores tipo toll (TLR). Entre los PRRs, los receptores tipo Toll (TLRs) fueron los primeros en descubrirse y son los mejor caracterizados. El creciente interés en la inmunidad innata desencadenó en 1991 el descubrimiento de los TLRs, por la descripción de la homología entre la secuencia de una proteína transmembranal denominada Toll involucrada en la embriogénesis en la mosca de la fruta Drosophila y el receptor de interleucina-1 humana (IL-1) [21]. Tras la clonación y el mapeo cromosómico de un TLR homólogo de mamíferos (TLR4), se confirmó su papel inmunológico, tanto para la proteína Toll de Drosophila como de los TLRs de mamíferos [22]. 261 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) Los TLRs discriminan específicamente entre componentes del huésped, microorganismos comensales y componentes microbianos patógenos a través del reconocimiento de los PAMPs. En diferentes compartimentos celulares, los TLRs provocan la inducción controlada de la respuesta inmune para la defensa del huésped a través de cuatro vías: 1) reconociendo patrones moleculares en los patógenos, 2) expresándose en la interfaz con el medio ambiente externo 3) activando vías efectoras antimicrobianas y 4) induciendo la secreción de cito-y quimiocinas pro-o anti-inflamatorias (como IL-1β, IL-8, IL-17, TGF-α) e interferones tipo I (INF-α), que enlazan y controlan la respuesta inmune adaptativa [23]. Además, los TLRs desempeñan un papel importante en las respuestas de reparación de tejidos, manteniendo así la homeostasis de la mucosa [24]. Los estudios iniciales sobre TLRs se centraron exclusivamente en las células de linaje mieloide y se creía que su expresión era restringida en esta población celular. Debido a su papel en la vigilancia inmunológica, los TLRs se expresan principalmente en niveles más altos en los tejidos expuestos al ambiente externo (por ejemplo, pulmón y tracto gastrointestinal) así como en sitios inmunológicamente importantes que incluyen leucocitos de sangre periférica y bazo [25]. Se ha observado que los TLRs son expresados por diferentes tipos de células en todo el tracto gastrointestinal incluyendo a las células epiteliales del intestino delgado y el colon [25], las células gástricas pit, las células intestinales fetales [26], macrófagos intestinales de la lámina propia [27], así como los hepatocitos [28] y células de Kupffer en el hígado. Se expresan principalmente en las células presentadoras de antígeno (APC), tales como células dendríticas (DC) y monocitos [29]. Los TLRs son proteínas transmembranales tipo I trimodulares (Figura 3). Su estructura consta de tres dominios: 1) un dominio N- terminal extracelular, en donde se localiza un ectodominio que se compone de aproximadamente 16 a 28 repeticiones ricas en leucina (LRR) y cada LRR consta de 20-30 aminoácidos con un motivo conservado “LxxLxLxxN " que media el reconocimiento de PAMPs, 2) un dominio transmembranal y 3) un dominio C- terminal citoplasmático. El dominio citoplasmático muestra una gran similitud al receptor de IL-1, y como tal, es conocido como el receptor Toll/IL-1 (TIR) [30, 31]. El dominio TIR se requiere para la interacción y el reclutamiento de diferentes moléculas adaptadoras para activar vías de señalización y promover la interacción entre los TLRs y PAMPs. Los TLRs activados inician 2 vías de transducción de señales, interactuando diferentes combinaciones de proteínas adaptadoras. La vía dependiente de MyD88 (TIRAP/MyD88) conduce por un lado la activación de MAPKs (ERK, JNK y P38), 262 Rendón Huerta EP, Chavarría Velázquez CO y Montaño Estrada LF sobrevivencia, proliferación y apoptosis, y por otro a NFKB y AP-1, regulando genes implicados en la producción de citocinas proinflamatorias. La vía independiente de MyD88 (TRIF/TRAM) activa los factores de transcripción IRF-3 y IRF-7, regulando genes implicados en la síntesis y secreción de interferones tipo I [32] (Figura 4). Hasta el momento se han identificado en el genoma humano diez TLRs: del TLR1 al TLR10 [33]. Con base en su localización celular se dividen en 2 grupos: los TLRs que se expresan en membrana plasmática (TLR1, TLR2, TLR4, TLR5 y TLR6) y los que se expresan en vesículas intracelulares (endosomas) y retículo endoplasmático (TLR3, TLR7, TLR8 y TLR9) [34]. Los TLRs intracelulares son transportados a las vesículas a través de UNC93B1, una proteína transmembranal que se localiza en el RE de la célula [35]. Figura 3. Estructura del TLR2. (Modificado de: Manavalan, B., Basith, S. and Choi, S. (2011). Front. Physiol. 29, 1-13 y Shah M.P., Patel, A.P., Ganna, P.S. and Shah K.M. (2016). Journal of Interdisciplinary Dentistry. 3(2), 57-63). 263 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) Figura 4. Vías de señalización de TLRs. (Kumar, H., Kawai, T., Akira, S. (2009). Biochemical and Biophysical Research Communications 388(4), 621-625). Una amplia variedad de componentes bacterianos, virales, hongos y protozoos son capaces de estimular la respuesta inmune innata mediada por TLRs. Estos incluyen a LPS (detectado por TLR4 y TLR2), ácido lipoteicoico y lipopéptidos bacterianas (detectado por TLR2), flagelina (detectado por TLR5), ADN metilado en CpG de bacterias y virus (detectado por TLR9), ARN de doble cadena (detectado por TLR3) y ARN monocatenario virales (detectado por TLR7) [36]. Reportes indican que el LPS de H. pylori es reconocido a traves del TLR2 [37]. TLR2. El TLR2 se expresa en las superficies de las células epiteliales intestinales y gástricas [38] y reconoce diversos PAMPs de bacterias Gram-positivas, tales como lipoproteínas bacterianas, ácido lipoteicoico y peptidoglicano. A menudo forma heterodímeros con TLR1 o TLR6 [32] y tiene un papel en la respuesta 264 Rendón Huerta EP, Chavarría Velázquez CO y Montaño Estrada LF inmune a espiroquetas, micobacterias y hongos, y se ha implicado en la respuesta al virus de la hepatitis C, herpes simple y el citomegalovirus. Al igual que TLR4, TLR2 también reconoce ligandos endógenos liberados en los momentos de estrés celular, tales como las proteínas de choque térmico [39]. Varios estudios han sugerido que el TLR2 desempeña un papel en el reconocimiento de H. pylori y la subsiguiente inducción de cascadas de señalización intracelular que activan procesos de inflamación induciendo la producción de IL12 e IL23 en células presentadoras de antígeno [40]. Células HEK293 transfectadas con TLR2 responden a diferentes cepas de H. pylori mediante la activación de NF-kB, mientras que las células transfectadas con TLR4 no activan NF-kB [41]. En este mismo estudio se encontró que las células epiteliales gástricas transfectadas con una mutante negativa para TLR2 (pero no TLR4), tuvieron una respuesta atenuada a H. pylori. Sin embargo se determinó que, mientras derivados de LPS de H. pylori estimulan a TLR4, TLR2 sólo responde a bacterias intactas [41]. Otros estudios han demostrado que la infección por cepas de H. pylori positivas a CagA, un factor de virulencia asociado con altas tasas de úlceras y cáncer gástrico, promueve la secreción de altas concentraciones de IL-8 de manera dependiente de TLR2 [42]. Reconocimiento de H.pylori por TLRs en células epiteliales gástricas. La evidencia creciente de la expresión de TLRs en células no pertenecientes al sistema inmune, sugiere un papel más amplio para estos receptores en la respuesta de los tejidos infectados o lesionados. Estos hallazgos apoyan al modelo que explica que no sólo el inicio de la respuesta inmune es importante para la resolución de los estados anormales que amenazan la integridad del hospedero, sino también el desarrollo de una serie de respuestas metabólicas y de comportamiento [43]. Los mecanismos de defensa de las superficies epiteliales son muy importantes por varias razones: i) Todas las infecciones invasivas se inician al atravesar la barrera epitelial, ii) Muchas superficies corporales están densamente colonizadas por una microflora normal de modo que la diferenciación entre microorganismos comensales y patógenos supone un problema para el epitelio y iii) La gran mayoría de retos microbianos hacia el hospedero inician por rupturas menores de las superficies epiteliales generadas por lesiones traumáticas en los 265 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) que los microorganismos son rápidamente atacados por los mecanismos de defensa local sin una activación de la respuesta sistémica [44]. Para poder responder ante el reto de la flora comensal y la patógena, el epitelio requiere receptores como los TLRs. Es importante tener en cuenta que el tracto respiratorio inferior, mantiene estériles sus superficies epiteliales de modo que la presencia de PAMPs es indicativa de infección y por tanto debe activar los mecanismos de defensa para eliminarla y mantener la función del órgano. Por el contrario, la mayoría de superficies corporales tales como la piel, el tracto respiratorio superior y el tracto gastrointestinal, están permanentemente colonizadas por una variedad de microbios [44, 45]. Aunque algunas bacterias comensales no producen señales estimuladoras, otras sí lo hacen y en ese caso es necesario que las células epiteliales sean capaces de diferenciar los microbios comensales de los patógenos mediante mecanismos aún desconocidos. Actualmente no es claro el mecanismo que regula la tolerancia del epitelio a la flora normal y la respuesta a los patógenos invasores. Sin embargo, con base en algunos estudios, se propone que la tolerancia puede deberse a la expresión compartamentalizada de los TLRs en el epitelio y de coreceptores como MD-2 [46, 47]. Las bacterias patógenas son capaces de depositar directamente sus componentes tóxicos, tales como sus LPS, en la superficie apical del epitelio intestinal para ser internalizado, reciclado, almacenado o transclocado desde el polo apical al polo basolateral del epitelio [48]. Es crucial que los TLRs no se activen continuamente en respuesta a PAMPs de las bacterias comensales y a la vez, que puedan tener la capacidad de activar las vías de señalización en respuesta a patógenos potenciales. Se ha demostrado que esto se puede lograr regulando a la baja a TLRs específicos, tales como TLR2 y TLR4, en las superficies de las células epiteliales humanas de colon e intestino [49, 50]. Trabajos previos sugieren que TLR2 o TLR4 sirven como mediadores de la respuestas a LPS in vitro e in vivo [51-54]. La función del TLR2 es controversial ya que algunos estudios muestran que el TLR2 media la señalización intracelular inducida por LPS, mientras que otros estudios mencionan que no es esencial para responder al LPS [55]. A la fecha, muchos de los estudios sobre la respuesta inmune innata contra H. pylori en las células epiteliales se han centrado en el TLR4, identificado como la 266 Rendón Huerta EP, Chavarría Velázquez CO y Montaño Estrada LF molécula de señalización responsable de las respuestas celulares al LPS de bacterias Gram negativas [51]. Las células del epitelio gástrico pueden estar parcialmente desensibilizadas o ser tolerantes al LPS para limitar la activación de las células inmunes adyacentes ante la exposición constante de LPS en la superficie apical [56]. Las respuestas al LPS a través del TLR4 requieren de los coreceptores MD-2, CD14 y LBP (proteína de unión de lipopolisacarido) [57]. El IFN-α e IFN-γ incrementan la expresión de TLR4 y de MD-2 respectivamente, lo que sugiere que aunque la expresión de los TLRs sea baja en estado basal o en presencia del LPS, ante un estímulo inflamatorio o infeccioso que genere respuestas adaptativas Th1, su nivel y el de otros co-receptores puede incrementarse para responder adecuadamente [57]. La principal barrera en el tracto gastrointestinal contra patógenos es la monocapa de células epiteliales. Los TLRs, además de ser efectores importantes en las células inmunitarias, se expresan en la superficie de células epiteliales gastrointestinales. Sin embargo, el papel preciso que desempeñan en la respuesta inmune a H. pylori sigue siendo controvertido [58]. Debido a la continua presencia de microorganismos en el tracto gastrointestinal, el equilibrio entre la expresión de TLRs y su activación está estrictamente regulado dentro de este nicho. Por lo que, de acuerdo con esta hipótesis, el epitelio intestinal que es tolerante a los comensales, puede integrarse a la respuesta inflamatoria sólo tardíamente cuando el sistema inmune adaptativo requiere de su ayuda para eliminar a los patógenos [58]. H. pylori se une a las células epiteliales a través de los TLRs y como consecuencia modifica la estructura de las uniones intercelulares. Uniones intercelulares. Las células epiteliales y endoteliales forman barreras continuas que protegen y mantienen a los órganos, cavidades y canales del organismo en subcompartimentos funcionales. Este aislamiento y compartamentalización es crucial para la función de los órganos en todos los organismos multicelulares ya que forman la barrera de difusión paracelular, el aislamiento del ambiente externo, el ensamblaje y organización de la lámina basal del epitelio, el mantenimiento de la integridad epitelial durante la contracción y migración celular y el mantenimiento de compartimientos celulares. Las células controlan estas barreras selectivas regulando el movimiento de agua, iones y otras proteínas a través de las monocapas, generando así la polaridad y función celular. El movimiento de iones y moléculas a través del espacio intercelular es conocido como permeabilidad paracelular y es regulada por las proteínas que se localizan en los sitios de contactos célula-célula o uniones intercelulares [59]. 267 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) Las uniones intercelulares están lejos de ser estructuras estáticas que mantienen la barrera simplemente por la unión de células. De acuerdo a la abundancia proteica que se expresa en las membranas laterales, la disposición de estas uniones y la comunicación con el citoesqueleto puede variar sustancialmente. El aumento o disminución en el número de proteínas asociadas a las uniones está directamente relacionado con la regulación de la función celular. La constante remodelación de estos contactos permite la extrusión de células en apoptosis, así como la incorporación de nuevas células epiteliales diferenciadas derivadas de células progenitoras sin la pérdida de la función de barrera. Durante la cicatrización de heridas, las células epiteliales pueden experimentar movimientos coordinados y proliferar para cerrar la herida y establecer nuevos contactos célula-célula [61]. El complejo de uniones intercelulares, es una estructura formada por cuatro principales estructuras dependiendo de su función: las Uniones comunicantes (UC), los Desmosomas y hemidesmosomas, las Uniones adherentes (UA) y las Uniones estrechas (UE) [62]. Uniones estrechas La función de barrera en la mucosa gástrica es esencial para prevenir el libre acceso de elementos potencialmente dañinos como microorganismos patógenos, presentes en el lumen gástrico y que ingresan hacia la mucosa gástrica [63, 64]. Esta función de barrera es controlada por uniones apicales denominadas Uniones Estrechas (UE) y su alteración se asocia con una variedad de enfermedades humanas, incluyendo cánceres del tracto gastrointestinal [65, 66]. Componentes específicos de H. pylori participan en la desregulación de las UE. De estas bacterias, existen dos poblaciones, aquellas que se encuentran en forma libre dentro de la capa protectora de la mucosa del estómago y aquellas que se adhieren a las células epiteliales gástricas. Estas últimas representan aproximadamente el 20% [67]. Se sabe que H. pylori se adhiere preferentemente en las proximidades de las UE pudiendo alterar la localización de proteínas que constituyen a estos complejos [68-70]. H. pylori ha sido detectada dentro de los espacios intercelulares intraepiteliales directamente debajo de las uniones estrechas, lo que lleva a la hipótesis de que la unión estrecha puede ser una puerta de entrada de la bacteria, que permite el acceso a nutrientes esenciales [71] (Figura 5). 268 Rendón Huerta EP, Chavarría Velázquez CO y Montaño Estrada LF Figura 5. Alteración de las Uniones Estrechas por H. pylori. (Wroblewski L.E., Peek Jr., R.M. (2011). Cell Communication and Signaling 9, 1:29). Las UE forman parte de los complejos de uniones intercelulares. Se encuentran localizadas rodeando la región apical de las células epiteliales y endoteliales, formando un cinturón continuo que actúa como barrera fisiológica para restringir el libre movimiento de proteínas y lípidos, así como regular el transporte paracelular de agua, iones, pequeñas moléculas no iónicas, en el plano de las membranas entre las superficies basolateral y apical, manteniendo la polaridad celular [72]. Esto permite conservar la diferencia de gradientes entre la membrana basal y lateral y previene el intercambio libre de la mayoría de los solutos entre el lumen y el espacio intersticial a lo largo de la ruta paracelular [73]. Las UE también participan en cascadas de señalización, regulación transcripcional, control del ciclo celular y tráfico vesicular. Debido a la gran variedad de funciones que regulan las UE, su estructura y composición resultan más complejas que otras uniones intercelulares [74]. Las UE están formadas por aproximadamente 50 diferentes tipos de proteínas. Dentro de las cuales se encuentran a) proteínas transmembranales 269 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) (claudinas, ocludina, tricelulina y JAM [de sus siglas en inglés junction adhesión molecule]), b) proteínas citoplásmaticas, que cumplen papeles de anclaje al citoesqueleto (ZO-1, ZO-2, ZO-3, cingulina), y c) proteínas asociadas a vías de transducción celular (MAPK) y factores transcripcionales ZONAB, ASIP, Afadin, ZAK y GEF-H1. Mientras que las proteínas citoplasmáticas, también denominadas proteínas adaptadoras, regulan el ensamblaje y la función de la UE, así como la proliferación y la diferenciación celular, las proteínas transmembranales interactúan con sus homologas en las célula adyacente para regular la función de barrera [75, 76]. Claudinas. El nombre claudina deriva de la palabra en latín claudere que significa cerrado. Las claudinas forman una familia de proteínas integrales de membrana consideradas como el esqueleto de las uniones estrechas y las principales determinantes del flujo paracelular de solutos a través de epitelios y endotelios [77]. A la fecha se han reportado alrededor de 24 isoformas en mamíferos y sus patrones de expresión son tejido-específico. Tienen un peso molecular de 20 a 27 KDa y se clasifican en dos grupos: las claudinas “clásicas” y las “no clásicas”, de acuerdo al análisis de similitud en sus secuencias. Presentan cuatro dominios transmembranales (TMD-1, TMD-2, TMD-3 y TMD-4), dos asas extracelulares y su región amino y carboxilo terminal están localizados en el citosol (Figura 6). La región carboxilo terminal es variable en tamaño y secuencia, típicamente tiene de 21 a 63 residuos de aminoácidos, es altamente conservada y contiene un motivo de unión a PDZ, que es un dominio de interacción entre proteínas, y que permite a las claudinas interaccionar con proteínas citosólicas de andamiaje como ZO-1, ZO-2, ZO-3, MUPP-1 y PATJ, todas ellas involucradas en diferentes vías de señalización [78]. Así mismo esta región es blanco de varias modificaciones posttraduccionales, como la fosforilación en residuos de serina /treonina y tirosina y la palmitoilación que pueden alterar la localización, estabilidad y función en las claudinas como la permeabilidad paracelular y resistencia transepitelial [79]. La fosforilación afecta la localización en la membrana plasmática y da lugar a cambios en la permeabilidad paracelular. 270 Rendón Huerta EP, Chavarría Velázquez CO y Montaño Estrada LF FIGURA 6. Estructura de un monómero de claudina. (Günzel D. and Yu A.S.L. (2013). Physiol. Rev. 93, 525-569). La fosforilación de las claudinas ocurre por acción de la proteína cinasa A (PKA), la proteína cinasa C (PKC) y las proteínas activadas por mitógenos (MAPK) [80, 81, 82]. Se ha reportado la participación del factor de transcripción CDX-2 en la expresión de claudina 2 en células AGS infectadas con H. Pylori [83] y la regulación de CDX2 vía la activación de ERK1/2 [84]. Por otro lado el factor de transcripción STAT3 se ha reportado como regulador en la expresión de claudina 4 y 2 [85]. STAT3 es activado a través de TLR2 en procesos inflamatorios asociados a cáncer [86]. La primera asa extracelular de las claudinas (aprox. 52 residuos de aminoácidos) contiene aminoácidos cargados, creando un filtro con selectividad electrostática que controla la resistencia general y la selectividad de carga del flujo paracelular. También contiene dos residuos de cisteínas altamente conservadas que forman un enlace disulfuro intramolecular promoviendo la estabilidad de la conformación proteica. Se ha reportado que la primera asa extracelular de 271 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) claudina 1 funciona como co-receptor para el anclaje del virus de la hepatitis C [87]. La segunda asa extracelular (aprox. 16 a 33 residuos de aminoácidos) puede formar dímeros entre claudinas de membranas celulares adyacentes, a través de interacciones hidrofobicas. En las claudinas-3 y -4, esta asa funciona como receptor para la enterotoxina de Clostridium perfringens (CPE) [88]. Las claudinas mantienen interacciones tipo “cis” con claudinas a lo largo de la membrana plasmática de la misma célula, e interacciones tipo “trans” con claudinas de la membrana de la célula adyacente. La interacción de una claudina con otra de su mismo tipo se conoce como interacción homotípica (cldn4-cldn4) y cuando la interacción se lleva a cabo con una claudina de otro tipo se le conoce como interacción heterotípica (cldn4-cldn1) [75]. Claudinas y Cáncer. El cáncer se define como el crecimiento tisular producido por la proliferación continua y desordenada de células, insensibles a estímulos apoptóticos y capaces de invadir y destruir otros tejidos. Existen diversos tipos de cáncer, dependiendo del tejido del cual se originan. Los carcinomas proceden de tejidos epiteliales y constituyen aproximadamente el 90% de todos los tumores. Durante la transformación celular ocurren alteraciones en las uniones intercelulares, entre ellas las UE. La evidencia de la alteración de las UE en epitelios cancerosos se conoce desde hace poco más de 30 años. Inicialmente se pensaba que la pérdida de estas uniones era consecuencia de las transformaciones celulares. Sin embargo, esta idea ha ido cambiado y ahora se sugiere que las modificaciones observadas en las UE constituyen los primeros pasos para dar lugar a la transformación celular [89]. Observaciones en tumores han mostrado la disminución o la pérdida de la función de las UE, permitiendo el libre paso de moléculas de la membrana basolateral a la membrana apical y viceversa provocando un aumento en la permeabilidad paracelular, disminución en la TER, y discontinuidades y reducciones en el número de hebras de UE dando lugar a la pérdida de la polaridad celular [89]. En conjunto, estos resultados muestran una reducción de la función de la barrera epitelial de las células cancerosas promoviendo la pérdida de las UE, un paso esencial en el desarrollo del cáncer [90]. Reportes indican que la interrupción de las funciones de las UE se asocia con el desarrollo de varios tipos 272 Rendón Huerta EP, Chavarría Velázquez CO y Montaño Estrada LF de cáncer, incluyendo el cáncer gástrico, mama, colon, páncreas, próstata, útero y ovario. Estos cambios se asocian con los fenotipos más invasivos de diferentes tipos de cáncer y, por ende, con un mal pronóstico para los pacientes [91]. Así mismo, la pérdida de la función de compuerta de las UE, en particular debida a cambios en la expresión de claudinas, permite el paso descontrolado de factores de crecimiento y nutrientes a sus receptores promoviendo la proliferación de células cancerosas. Del mismo modo se ha relacionado la alteración en la expresión de claudinas en etapas tempranas y tardías de varios tipos de cáncer con el incremento de la invasividad, el potencial metastásico, el mal pronóstico y la recurrencia del tumor [89]. Se ha reportado la deslocalización de claudinas de la membrana celular, lo que parece ser muy frecuente en las células transformadas. Asi mismo se ha mostrado que, mientras una claudina en particular se encuentra silenciada en ciertos tipos de cáncer, la misma proteína se encuentra sobreexpresada en otros carcinomas, lo que sugiere que la función de cada claudina es tejido-específica y puede depender de un circuito molecular en particular de la célula [92]. Sin embargo, la relación entre la expresión de claudinas y su función en la progresión tumoral sigue sin ser comprendida por completo. Existen diversos estudios en los que se han evaluado los niveles de expresión de claudinas en tumores primarios de humano. Claudinas 1, 2, 3, 4, y 7 se han observado que disminuyen o elevan su expresión, o se deslocalizan en las células tumorales en comparación con las células adyacentes normales [91, 93, 94]. Por ejemplo, claudina 1 muestra una elevación consistente en carcinoma de colon y se asocia con el estado de disociación celular en células de cáncer pancreático a través de la activación de la proteína cinasa 2 activada por mitogenos (MAPK2) [91]. Claudina 7 se reduce o se encuentra ausente en carcinomas ductales invasivos de cáncer de mama metastásico y carcinoma de células escamosas de cabeza y cuello [91]. Claudinas 3 y 4 se encuentran frecuentemente sobrereguladas en carcinomas de ovario, mama, próstata, cérvix, gástrico y pancreático, mientras que claudina 2 se encuentra sub-regulada en cáncer de mama y próstata [91]. Claudinas 6, 7 y 9 aumentan su expresión en biopsias de pacientes con adenocarcinoma gástrico positivos a H. pylori y su sobreexpresión en células AGS promueve la migración e invasividad celular [95, 96]. Estudios previos en nuestro laboratorio han mostrado que co-cultivos de H. pylori con células AGS inducen la 273 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) secreción de IL-1 y 8 y modifican la expresión de claudinas 4, 5 y 7 [97]. A la fecha no hay reportes de la posible asociación del efecto del LPS de H. pylori sobre la expresión de claudinas y/o el desarrollo de cáncer gástrico. Claudinas y TLRs. Existen pocos reportes de la asociación de TLRs y claudinas. En células epiteliales intestinales, la activación de TLR2 induce diferentes vías de señalización, provocando respuestas inmunes que promueven la protección de la función de barrera. En ensayos con monocapas de células IEC derivadas de ileo de rata, la estimulación de TLR2 aumenta selectivamente la resistencia transepitelial (TER, una medida esencial de la integridad de la barrera). Ensayos utilizando antagonistas selectivos para la proteína cinasa C (PKC), mostraron que éste cinasa esta involucrada en dicha regulación [98]. El aumento en la TER correlaciona con el sellado apical de la membrana en el que participa ZO-1, una proteína citosólica que forma parte de las UE y que sirve de andamio para otras proteínas, a través de PKCα /δ [98]. Ratones deficientes en la expresión de TLR2 generan pérdida de la función de barrera en el epitelio intestinal, siendo susceptibles a desarrollar enfermedad inflamatoria intestinal[99]. Por otra parte en un modelo de in vitro con células Calu-3 derivadas de epitelio bronquial, se demostró el reforzamiento de la función de barrera en la uniones estrechas, debido a un aumento en la expresión de Claudina 1 y ZO-1 a través de la estimulación con un agonista del TLR2 [99]. Conclusión. La continuidad funcional de las células epiteliales en diferentes órganos y tejidos depende de que la homeostasis se preserve. Cuando agentes extraños o sus productos invaden un nicho que no les corresponde, se activan mecanismos de discriminación que incluyen entre muchos, la respuesta inflamatoria que como hemos mencionado modifica la expresión de proteínas necesarias para mantener la función y estructura de los órganos, y en consecuencia se favorecen procesos de carcinogénesis. 274 Rendón Huerta EP, Chavarría Velázquez CO y Montaño Estrada LF Referencias. 1. Warren, J. R., and Marshall, B.J. (1983) Lancet. 1, 1311–1315. 2. Eaton, K.A., Kersulyte, D., Mefford, M., Danon, S.J., Krakowka, S., and Berg, D.E. (2001) Infect. Immun. 69, 2902–2908. 3. Weeks, D. L., Eskandari, S., Scott, D.R., and Sachs, G. (2000) Science. 287, 482–485. 4. Linz, B., Balloux, F., and Moodley, Y. (2007) Nature. 445, 915–918. 5. Peek, R.M., Jr., and Blaser, M.J. (2002) Nat. Rev. Cancer. 2, 28–37. 6. Kusters, G., van Vliet, A.H.M., and Kuipers, E.J. (2006) Clinical Microbiology Reviews. 19, 449–490. 7. Vu, C., and Ng, Y. (2000) Singapore Med. J. 41, 478-481. 8. Ahmad, A., Govil, Y., Barbara, B., and Frank, M. (2003) The American journal of gastroenterology. 98, 975-986. 9. Uemura, N., Okamoto, S., and Yamamoto, S. (2001) New England Journal of Medicine. 345, 784–789, 10. Johannes, G., Kusters, van Vliet, A.H.M., and Kuipers, E.J. (2006) Clinical Microbiology Reviews. 19, 449–490. 11. Raetz, C.R., and Whitfield, C. (2002) Annu. Rev. Biochem. 71, 635–700. 12. Erridge, C., Bennett-Guerrero, E., and Poxton, I.R. (2002) Microbes and Infection. 4, 837–851. 13. Muotiala, A., Helander, I.M., Pyhälä, L., Kosunen, T.U., and Moran, A.P. (1992) Infect. Immun, 60, 1714-1717. 14. Salaün, L., Ayraud, S., and Saunders, N.J. (2005) Microbiology. 151, 91723. 15. Moran, A. P. (2007) International journal of medical microbiology . 297, 307– 319. 16. Martin, S.L., Edbrooke, M.R., Hodgman, T.C., van den Eijnden, D.H., and Bird, M.I. (1997) J Biol Chem. 272, 21349-21356. 17. Lozniewski, A., Haristoy, X., Rasko, D.A., Hatier, R., Plénat, F., Taylor, D.E., and Angioi-Duprez, K. (2003) Infect Immun. 5, 2902-2906. 18. Barton, G.M., and Kagan, J.C. (2009) Nature Reviews Immunology. 9, 535– 542. 19. Iwasaki, A., and Medzhitov, R. (2004) Nat. Immunol. 5, 987–995. 20. Akira, S., Uematsu, S., and Takeuchi, O. (2006) Cell. 124, 783–801. 21. Lemaitre, B., Nicolas, E., Michaut, L., Reichhart, J.M., and Hoffmann, J.A. (1996) Cell. 86, 973–983. 22. Medzhitov, R., Preston-Hurlburt, P., and Janeway, C.A. (1997) Nature. 388, 394–397. 23. Medzhitov, R., and Janeway, C.A. (2002) Science. 296, 298–300. 24. Cario, E., Brown, D., McKee, M., Lynch-Devaney, K., Gerken, G., and Podolsky, D.K. (2002) Am J Pathol. 160, 165–173. 25. Zarember, K.A., and Godowski, P.J. (2002) J Immunol 168, 554–561. 26. Fusunyan, R.D., Nanthakumar, N.N., Baldeon, M.E., and Walker W.A. (2001) Pediatric Res. 49, 589–593. 275 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48. 49. 50. Smith, P.D., Smythies, L.E., Mosteller-Barnum, M., Sibley D.A., Russell, M.W., Merger, M., Sellers, M.T. Orenstein J.M., Shimada, T., Graham, M.F., and Kubagawa, H. (2001) J Immunol. 167, 2651–2656. Liu, S., Salyapongse, A.N., Geller, D.A., Vodovotz, Y., and Billiart, T.R. (2000) Shock. 14, 361–365. Corbett, N.P., Blimkie, D., Ho, K.C., Cai, B., Sutherland, D.P., Kallos, A., Crabtree, J., Rein-Weston, A., Lavoie, P.M., Turvey, S.E., Hawkins, N.R., Self, S.G., Wilson, C.B., Hajjar, A.M., Fortuno, E.S., and Kollmann, T.R. (2010) PLoS One. 11, 15041. O’Neill, L. A., and Bowie, A. G. (2007) Nat. Rev. Immunol. 7, 353–364. O’Neill L. (2000) Biochem Soc Trans. 28, 557–56. West, A.P., Koblansky, A.A., and Ghosh, S. (2006) Annu Rev Cell Dev Biol 22, 409–437. Beutler, B. (2004) Nature. 430, 257–263. Akira, S., Uematsu, S., and Takeuchi, O. (2006) Cell. 124, 783–801. Kim, Y.M., Brinkmann, M.M., Paquet, M.E., and Ploegh H.L. (2008) Nature. 452, 234–238. Kumar, H. Kawai, T., and Akira, S. (2009) Biochemical and Biophysical Research Communications. 388, 621–625. Uno, K., Kato, K., and Shimosegawa, T. (2014) World J Gastroenterol. 18, 5244-5251. Cario, E., Rosenberg, I.M., Brandwein, S.L., Beck, P.L., Reinecker, H.C., and Podolsky, D.K. (2000) J Immunol 164, 966–972. Kawai, T., and Akira, S. (2011) Immunity 34, 637-650. Amedei, A., Cappon, A., Codolo, G., Cabrelle, A., Polenghi, A., Benagiano, M., Tasca, E., Azzurri, A., D'Elios, M.M., Del Prete, G., and de Bernard M. (2006) J Clin Invest 4, 1092-1101. Smith, M.F. Jr., Mitchell, A., Li, G., Ding, S., Fitzmaurice, A. M., Ryan, K., Crowe, S., and Goldberg, J.B. (2003) The Journal of biological chemistry. 278, 32552–60. Fischer, W., Püls, J., Buhrdorf, R., Gebert, B., Odenbreit, S., and Haas, R. (2001) Mol Microbiol. 5, 1337-48. Mogensen, T.H. (2009) Clinical Microbiology Reviews 2, 240–273. Janeway, C.A., and Medzhitov, R. (2002) Annu Rev Immunol 20, 197-216. Medzhitov, R. (2001) Nat Rev Immunol 1, 135-145. Ishihara, S., Rumi, M.A.K., Kadowaki, Y., Ortega-Cava, C.F., Yuki, T., Yoshino, N., Miyaoka, Y., Kazumori, H., Ishimura, N., Amano, Y., and Kinoshita, Y. (2004) The Journal of Immunology. 173, 1406-1416. Akashi, S., Shimazu, R., Ogata, H., Nagai, Y., Takeda, K., Kimoto, M., and Miyake, K. (2000) J. Immunol. 164, 3471. Beatty, W. L., and Sansonetti, P. J. (1997) Infect. Immun 65, 4395. Abreu, M.T., Vora, P., Faure, E., Thomas, L.S., Arnold, E.T., and Arditi, M. (2001) J Immunol 167, 1609-1616. Furrie, E., Macfarlane, S., Thomson, G., and Macfarlane, G.T. (2005) Immunology. 115, 565–574. 276 Rendón Huerta EP, Chavarría Velázquez CO y Montaño Estrada LF 51. 52. 53. 54. 55. 56. 57. 58. 59. 60. 61. 62. 63. 64. 65. 66. 67. 68. 69. 70. 71. Poltorak, A., He, X., Smirnova, I., Liu, M. Y., Huffel, C. V., Du, X., Birdwell, D., Alejos, E.,Silva, M., Galanos, C., Freudenberg, M., Ricciardi-Castagnoli, P., Layton, B., and Beutler, B. (1998) Science. 282, 2085–2088. Hoshino, K., Takeuchi, O., Kawai, T., Sanjo, H., Ogawa, T., Takeda, Y., Takeda, K., and Akira, S. (1999) J. Immunol. 162, 3749. Yang, R. B., Mark, M.R., Gray, A., Huang, A., Xie, M.H., Zhang, M., Goddard, A., Wood, W.I., Gurney, A.L., and Godowski, P. J. (1998) Nature. 395, 284. Chow, J. C., Young, D.W., Golenbock, D.T., Christ, W.J., and Gusovsky, F. (1999) J. Biol. Chem. 274, 10689. Yang, R. B., Mark, M.R., Gray, A., Huang, A., Xie, M.H., Zhang, M., Goddard, A., Wood, W.I., Gurney, A.L., and Godowski, P.J. (1998) Nature. 395, 284. Su, B., Ceponis, P. J. M., Lebel, S., Huynh, H., and Sherman, P. M. (2003) Infect. Immun. 71, 3496-3502. Abreu, M.T., Arnold, E.T., Thomas, L.S., Gonsky, R., Zhou, Y., Hu, B., and Arditi, M. (2002) J Biol Chem. 277, 20431-20437. Richard, M., Peek, Jr., Fiske, C., and Wilson, K.T. (2010) Physiol Rev. 90, 831–858. Findley, M.K., and Kpval, M. (2009) IUBMB Life. 61, 431-437. Prakash, S., and Swaminathan, U. (2015) J Oral Maxillofac Pathol. 19, 230– 238. Brennan, K., Offiah G., McSherry, E.A., and Hookins, A.M. (2010) J Biomed Biotechnol. 2010, 1-16. Glick, A. B., and Yusp, S. H. (2005) Semin. Cancer. 15, 75-83. Mullin, J.M. (2004) Epithelial barriers, compartmentation, and cancer. Sci. STKE. 216, 1-4. Turksen, K., and Troy, T.C. (2004) Journal of Cell Science. 117, 2435-2447. Findley, M.K.,and Koval. K. (2009) IUBMB Life. 61, 431–437. Oliveira, S. S., and Morgado-Díaz, J. A. (2007) Cell. Mol. Life Sci. 64, 17– 28. Guruge, J. L., Falk, P. G., Lorenz, R. G., Dans, M., Wirth, H. P., Blaser, M. J., Berg, D. E., and Gordon. J. I. (1998) Proc. Natl. Acad. Sci. U. S. A. 95, 3925–3930. Fedwick, J. P., Lapointe, T. K., Meddings, J. B., Sherman, P. M., and Buret A. G. (2005) Infect. Immun. 73, 7844–7852. Krueger, S., Hundertmark, T., Kuester, D., Kalinski, T., Peitz, U., and Roessner, A. (2007) Pathol. Res. Pract. 203, 433–444. Wroblewski, L. E., Shen, L., Ogden, S., Romero-Gallo, J., Lapierre, L. A., Israel, D. A., Turner, J. R., and Peek, Jr. R. M. (2009) Gastroenterology 136, 236–246. Necchi, V., Candusso, M. E., Tava, F., Luinetti, O., Ventura, U., Fiocca, R., Ricci, V., and Solcia, E. (2007) Gastroenterology 132, 1009–1023. 277 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) 72. 73. 74. 75. 76. 77. 78. 79. 80. 81. 82. 83. 84. 85. 86. 87. 88. 89. 90. 91. 92. 93. Cereijido, M., Valdes, J., Shoshani, L., and Contreras, R. G. (1998) Role of tight junctions in establishing and maintaining cell polarity. Annu. Rev. Physiol. 60, 161–177. Schneeberger, E. E., and Lynch, R. D. (2004) Cell Physiol. 286, 1213–1228. Tsukita, S., Yamazaki, Y., Katsuno, T.,Tamura, A., and Tsukita S. (2008) Oncogene 27, 6930–6938. Cereijido, M., Contreras, R.G., Flores-Benitez, D. Flores-Maldonado, C., Larre, I., Ruiz, A., and Shoshani, L. (2007) Archives of Medical Research 38, 465-478. Cereijido, M., Contreras, R.G., Shoshani, L., Flores-Benitez, D., and Larre, I. (2008) Biochimica et Biophysica Acta 8, 770–793. Ghislin, S., Obino,D., Middendorp, S., Boggetto, N., Alcaide-Loridan, C., and Deshayes, F. (2011) Pigment Cell Res. 24, 504-511. Krause, G., Winkler, L., Mueller, S.L., Haseloff, F.R., Piontek, J., and Blasig, I.E. (2008) Biochimica et Biophysica Acta 1778, 631-645. Lal-Nag, M., and Morin P.J. (2009) Genome Biology. 10, 235. Van Itallie CM, and Anderson, J. M. (2006) Annu Rev Physiol. 68, 403-429. Chiba, H., Osanai, M., Murata, M., Kojima, T., and Sawada, N. (2008) Biochim. Biophys. Acta. 1778, 588-600. Furuse, M., and Tsukita, S. (2006) Trends Cell Biol. 16, 181-188. Song, X., Chen, H. X., Wang X. Y., Deng, X. Y., Xi, Y. X., He, Q., Peng, T. L., Chen, J., Chen, W., Wong, B. C., and Chen, M. H. (2013) Cellular Immunology. 286, 22-30. Lara C., Pera, M., Garrido, M., Iglesias, M., and de Bolós. C. (2014) 1839, 785-792. García-Hernández V., Flores-Maldonado, C., Rincon-Heredia, R., VerdejoTorres, O., Bonilla-Delgado, J., Meneses-Morales, I., Gariglio, P., and Contreras, R.G. (2015) J. Cell. Physiol. 230, 105–115. Tye, H., Kennedy, C.L., Najdovska, M., McLeod, L., McCormack, W., Hughes, N., Dev, A., Sievert, W., Ooi, C. H., Ishikawa, T. O., Oshima, H., Bhathal, P. S., Parker, A.E., Oshima, M., Tan, P., and Jenkins, B. J. (2012) Cancer Cell. 22, 466–478. Franke, W. W. (2009) A Historical View. Cold Spring Harb Perspect Biol. 26 1-36. Angelow, S., Ahlstrom, R., and Yu. A. S. L. (2008) AJP: Renal Physiology. F867-F876. Berx, G., and Van Roy, F. (2001) Breast Cancer Research. 3, 289–293 Gonzalez- Mariscal, L., Lechuga, S., and Garay, E. (2007) Prog. Histochem. Cytochem. 42, 1-57. Soini, Y. (2005) Histopathology 46, 551-560. Singh A. B., Sharma A., and Dhawan, P. (2010) An Overview. Journal of Oncology. 10, 1-11. Kominsky, S. L., Argani, P., Korz, D., Evron, E., Raman, V., Garret, E., Rein, A., Sauter, G., Kallioniemi, O. P., and Sukumar, S. (2003) Oncogene 22, 2021-2033. 278 Rendón Huerta EP, Chavarría Velázquez CO y Montaño Estrada LF 94. 95. 96. 97. 98. 99. Cheung, S. T., Leung, K. L., Ip, Y. C., Chen, X., Fong, D. Y., Ng, I. O., Fan, S. T., and So, S. (2005) Clin. Cancer Res. 11, 551-556. Rendón-Huerta E., Fortoul T., Gorráez M. T., García-Samper X., ÁlvarezFernández G., Zavala-Zendejas V., and Montaño L. F. (2010) J Gastrointest Cancer. 41, 52-59. Zavala-Zendejas V.E., Torres-Martínez A.C., Salas-Morales B., Fortoul T., Montaño L.F., and Rendón-Huerta E.P. (2011) Cancer Investigation 29, 111. Paola Isabel Andrade Alvarez. (2011) Tesis de licenciatura, Fac. Ciencias, UNAM, 1-85. Cario, E., Gerken, G., and Podolsky, D. K. (2004) Gastroenterology 127, 224 – 238. Mitic L. L., and Anderson, J. M. (1998) Annu. Rev. Physiol 60, 121 – 142. 279 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) Semblanza de la Dra. Erika Patricia Rendón Huerta. La Dra. Rendón es Bióloga egresada de la Facultad de Ciencias de la UNAM. Realizó sus estudios de Maestría y Doctorado en Investigación Biomédica Básica en la UNAM. Posteriormente, realizó una estancia Posdoctoral en el Lankenau Institute for Medical Research, PA en donde inició los proyectos básico-clínicos. Actualmente es Profesor de tiempo completo en el Departamento de Biología Celular y Tisular de la Facultad de Medicina, UNAM y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Sus proyectos están enfocados al estudio de la participación de claudinas en el inicio y progreso del cáncer y las vías de transducción involucradas. 280