síntesis de su trayectoria, durante el siglo XX. Héctor Javier Ardiles

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Historiografía en el Norte Grande:
síntesis de su trayectoria, durante el siglo XX.
Héctor Javier Ardiles Vega
El presente texto da a conocer a grandes rasgos la evolución de la historiografía
regional en el Norte Grande durante el siglo XX, una síntesis retrospectiva sobre la
producción histórica realizada en las regiones de Arica, Tarapacá y Antofagasta.
Esta práctica metodológicamente, científica y literaria se presenta mediante una
periodización que organiza la historiográfico regional y local en función de un
conjunto de características y rasgos relacionados con el tipo o perfil socio –
cultural del investigador que la lleva a cabo, la tendencia o escuela a la cual se
puede adscribir, los temas de interés, métodos y técnicas utilizados en el proceso
de investigación y los medios de difusión en los que se da a conocer su
producción histórica; además de otros aspectos propios de la disciplina,
considerados como significativos para el quehacer heurístico y el estilo narrativo
de la publicación. De igual modo, se intenta asociar y/o vincular a los exponentes
de la investigación regional dentro de contextos de época y corrientes intelectuales
de orden mundial y nacional.
Como una forma de comprender y explicar el tema se ha recurrido a la
implementación de un esquema de la realidad mediante un modelo, es decir, "la
construcción intelectual que simplifica la realidad a fin de destacar lo recurrente, lo
constante y lo típico"1. De esta manera se analiza la producción historiográfica
nortina, a partir de contextos generales que establecen motivaciones, objetivos y
prácticas comunes entre los investigadores del pasado regional. De acuerdo con
ello, se puede identificar en la historicidad regional tres grandes períodos; el
primero, corresponde a la etapa: “Pionera, Clásica y Positivista”; el segundo,
refiere a la fase de construcción y consolidación de la historia regional, centrado
en la articulación geoeconómico y social, y el último período considera la “Nueva
Historia Nortina”, surgida en el último tercio del siglo XX.
Esta periodicidad se concibe como un sistema abierto e interrelacionado, una
secuencia en proceso y un modelo dinámico y creativo, donde la diacrónica no se
percibe como una sucesión lineal ni progresiva; sino sujeta a la mutabilidad y al
eterno retorno, expuesto a las regularidades no apriorísticas. De este modo la
cronología debe ser vista como un parámetro referencial o marco temporal no
acotado totalmente, a la temporalidad analizada. En realidad la trayectoria
profesional y la producción historiográfica de los investigadores traspasan las
fronteras o límites, en los cuales se los ha intentado encasillar. De igual modo
resulta difícil establecer para la práctica historiográfica, un antes y un después,
entre una y otra etapa; por eso mismo, reitero que esta ordenación periódica se ha
1
*Burke, Peter "Socilogía e Historia", pp 40-41.
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hecho tan sólo para los efectos del análisis del comportamiento histórico de la
historiografía regional.
Por otro lado el espacio físico que abarca este texto corresponde,
geográficamente a lo que se ha denominado: “Norte Grande”, cuya territorialidad
comprende las unidades políticas administrativas de Tarapacá y Antofagasta;
ambas constituyen, según el análisis, un todo geo histórico, económico y
sociocultural; incorporado al estado chileno tras la Guerra del Pacífico. En este
sentido el ensayo da cuenta del desarrollo de la historiografía nortina a partir del
último tercio del siglo XIX, cuando sobre los territorios anexados, se implementa
por parte del estado nacional, centralizado y oligárquico, el dispositivo de
conversión patriótico – nacionalista, ejecutado sistemáticamente, a fines de siglo
XIX y comienzo de siglo XX. Durante esta etapa las ciudades puertos del litoral
septentrional se convierten en enclaves de modernización y focos de expansión
del proceso de chilenización.
I.- Etapa Pionera, Clásica y Positivista (1880 – 1950)
Durante este período un sector particular de la sociedad construye el discurso
histórico oficial de las principales ciudades nortinas, allí se expresa un modo de
pensar de la realidad social y el de la disciplina histórica, ligado al evolucionismo
social, la experimentación positiva y la interpretación historicista; por lo cual se
percibe el estudio de la Historia como un proceso de crecimiento orgánico
temporal de la sociedad, desde lo elemental a lo complejo y desde la singularidad
de los acontecimientos a la veracidad de los documentos.
¿Quiénes hacen la Historia?
Los sectores socio culturales involucrados en la producción de los primeros
dispositivos historiográficos del pasado regional están vinculados a grupos
emergentes e integrados con la normalización del estado a través de su aparato
burocrático, la rentabilidad comercial, fabril e inmobiliaria generada por la inversión
privada y el impulso productivo provocado por el ciclo minero regional. De tal
manera, representa el discurso de aquella generación de chilenos que, de algún
modo, contribuye a la colonización de la región; muchos de ellos enriquecidos al
amparo del comercio y la industria minera; expresa cierta mirada y modo de
pensar burgués, ciudadanos que en sus respectivas comunidades promueven la
edición periodística e impulsan la creación literaria local. Todos ellos poseen el
legitimo sentimiento por "dejar de sí"; intentando divulgar lo que han hecho en
beneficio de la patria, demostrando al resto del país el dominio del territorio
anexado, el control de los puertos nortinos por donde sale la riqueza nacional y,
sobre todo, resaltar su contribución al progreso y desarrollo regional.
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Estos actores sociales, en gran medida, motivados por la dignidad de lo propio; se
sienten gestores y protagonistas de una gran empresa que merece ser contada. A
su vez, manifiesta el poder y el status alcanzado en sus respectivas localidades y
la necesidad por legitimarse ante el porvenir; una manera de naturalizar sus actos
personales como personajes históricos. De esta manera la Historia impresa,
permite a los actores del acontecer regional institucionalizar su quehacer, más allá
del interés particular; interesa pasar a la historia como sujetos históricos de sus
comunidades.
El predominio político, económico y social de este selecto grupo de forjadores de
la identidad regional se expresa, textualmente mediante crónicas que detallan,
ordenadamente los hechos del pasado, cuyo transcurso remonta al surgimiento de
rústicas caletas y a la evolución de incipientes puertos que, en poco tiempo, se
convierten en importantes ciudades, cuyos sujetos históricos relatan su propio
acontecer.
¿Qué temas y contextos desarrolla el relato histórico regional?
El tiempo vital de las ciudades puertos del Norte Grande devela una historia de
franco y acelerado progreso; cuyo discurso da cuenta de lo espontáneo y épico de
su origen y la consciencia positiva en el devenir. Por esta razón, se exaltan
episodios de plenitud y/o estados de sostenido crecimiento. Por lo general las
ciudades cabeceras de provincia, surgidas de forma imprevista y/o fortuita se
consolidan durante la administración chilena en la zona.
Los contenidos están acotados a entornos y contornos concretos, vinculados con
proceso de modernización y adelanto urbano; definidos según la estrategia
geopolítica del estado, es decir, “una visión en la que cada nación es considerada
como una totalidad orgánica que tiene sus propias leyes de evolución”
(Fontana.2001:166-167); un “proceso de observación individualizadora” conforme
a contextos de orden darwinista, historicista y nacionalista.
De este modo, los puertos de Iquique y Antofagasta remontan su historia a
períodos cortos y recientes de su desarrollo; en cambio Arica, todavía inestable en
su situación territorial hasta 1929, retrotrae su historiografía hacia el apogeo del
pasado Colonial. Por lo tanto, la historiográfica regional durante este período
representa la “historiografía de las ciudades (que) nacen con ellas, (…) una
manera de afirmar una originalidad de las prácticas sociales"(Le Goff et
al.1988:96) cuyos textos manifiestan un localismo progresista, profundamente
liberal, nacionalista y urbano. El transcurso histórico se percibe impulsado por una
generación de pioneros y prohombres que levantan, en corto tiempo, la urbe
moderna; fabril y ferroviaria; la ciudad capitalista o aquella “ciudad burguesa”,
según José Luis Romero.
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Por otra parte la historia de estas localidades se describe mediante el tipo de
“crónica”, la cual registra el tiempo ordenado, de manera episódica, realista y
funcional. Otra forma de plasmar los acontecimientos pasados fueron los
manuales, donde se compendia lo más sustancial del pasado reciente o colonial, a
través de datos útiles que buscan divulgar de modo llano, verídico y positivo lo
acontecido. Por ello el contenido de estos textos aparece ordenado en capítulos
temáticos, cronológicos y en series de hechos que constituyen una farragosa
crónica; cuyos acontecimientos están presentados a través de una narración
descriptiva, sin mucha crítica filológica y, preferentemente, dedicados a materias
de orden político-administrativa o relativas al dispositivo de dominación colonial
(obra de Dagnino) y productivo económico desarrollado durante los ciclos mineros
regionales (obras de Alfaro y Arce). De igual modo, se caracteriza por la
transcripción del documento inédito de manera literal (Ej. Dagnino, Alfaro y Arce)
sin mayor especulación ni interpretación de los sucesos.
En fin estos estudios denotan la influencia de la pesquisa metódica y la
recopilación documental, práctica sujeta a la revisión de textos inéditos y fuentes
oficiales; privilegiando el texto escrito, por cualquier otro canal de información; el
documento adquiere un valor en sí mismo, transformándose en el sentido de la
investigación, mostrando los hechos ocurridos y demostrando la veracidad de los
acontecimientos.
De esta manera, los primeros autores preocupados por la historiografía nortina, no
se apartan de la enseñanza liberal de su época, eminentemente positivista e
influida por la escuela alemana, profundamente “historicista”; aquella que distingue
la singularidad y la particularidad de las naciones mediante una narración
cronológica - descriptiva, episódica, político - administrativa y volcada hacia los
hechos documentales. Una historia oficial, cuyo conocimiento se genera e irradia
desde el litoral hacia el resto de la región. De este modo, la identidad del territorio
se construye, ordena y avance desde la costa al interior, mediante el proceso de
chilenización que impone una mirada distinta a la realidad social de los habitantes
originarios; por consiguiente predomina lo moderno por sobre lo ancestral y nativo;
reproduciéndose un relato histórico con enormes silencios, omisiones y
contradicciones de apreciación debido al sesgo centralista, excluyente y elitista
que se impone en el Norte Grande, a partir de la administración del estado chileno
en la zona. Precisamente será durante este período cuando se elaboran los
primeros hitos de identidad histórica local y los iníciales lugares comunes de la
memoria colectiva nortina; eminentemente comprometido con el relato histórico
que reconoce la acción bienhechora del Estado chileno y la promoción de los
agentes de su modernización.
A escala nacional esta historiografía regional está influenciada por la obra de los
clásicos historiadores decimonónicos,(Amunategui, Lastarria, Baarros Arana,
Vicuña Mackenna, Medina) aquella Historia “positiva, erudita, narrativa,
estrechamente apegada a las fuentes y poca amiga de interpretaciones, aunque
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implícitamente recogieran inevitablemente simpatías, valores y tendencias
ideológicas, liberales, antiespañolas y laicas”(Gazmuri.2006:85).
En fin esta época configura el relato histórico oficial de la región, que se plasma en
un texto “clásico”, indispensable y fundamental para conocer y emprender
cualquier estudio histórico posterior. En ellas se constata lo realizado y se resalta
la gloria de los personajes que hicieron posible el progreso local, inspirados en la
concepción idealista y cientificista de finales de siglo XIX y comienzos de siglo XX.
Además simboliza una historiografía local, autónoma y singular; urbana, portuaria
e industrial - minera, cuyos trabajos más emblemáticos y significativos para el
estudio histórico de estos nuevos territorios incorporados por Chile han sido: "El
Corregimiento de Arica" de Vicente Dagnino Oliveri; "Reseña histórica de la
Provincia de Tarapacá", de Carlos Alfaro Calderón y "Narraciones históricas de
Antofagasta" de Isaac Arce Ramírez.
¿Quiénes investigan el pasado regional durante este período?
Los investigadores de la etapa pionera y clásica, del punto de vista de su
quehacer u oficio, pueden ser clasificados dentro de la categoría de “historiadores
autodidacta locales", tipología propuesta por Jorge Bravo* en la publicación:
"Identidad Local: el fenómeno de los historiadores locales". El autor plantea varias
características y rasgos propios de estos relatores del pasado local, entre los
cuales destaca que son: autores de una sola obra impresa y en muchos casos
escriben esporádicamente en periódicos o revistas locales; se auto perciben como
el cronista oficial del pueblo, el compilador y re constructor de la memoria
colectiva; apuestan a la inmortalidad de la palabra impresa como instrumento de
difusión de la identidad; constituyen los sectores más ilustrados de estos pueblos
(profesores, abogados, periodistas o curas), se dedican con mucho celo y gran
esfuerzo, por años a visitar bibliotecas, recopilar documentos y conversar con la
gente mayor de reconocida buena memoria; le cuesta conseguir imprimir la
ansiada obra, deben esperar momentos oportunos (aniversario del pueblo o
conmemoraciones) o contar con el apoyo de sus vecinos; reconocen sus
limitaciones y no pretende anular a los historiadores profesionales.
Tanto Carlos Alfaro en Iquique como Isaac Arce en Antofagasta representan
claros exponentes de esta tendencia. De igual modo hubo investigadores con
formación historiográfica formal vinculados con la acción del Estado en la región
(eclesiásticos) y profesionales liberales (médicos, abogados, escritores,
periodistas), quienes en el desempeño de sus respectivas funciones se preocupan
por la investigación del pasado de la localidad. En este caso, cabe nombrar la
figura del doctor Vicente Dagnino en Arica, Francisco Ovalle, Francisco Bezé y, en
menor medida, la obra de Juan de Dios Ugarte en Iquique; Aníbal Echeverría y
Reyes y monseñor Luis Silva Lezaeta en Antofagasta. La visión que ellos
representan corresponde a dichos sectores ilustrados, cooptados o integrados en
el aparato estatal y, de una u otra manera, adscritos al régimen político imperante.
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Además están relacionados con la tradición historiográfica clásica nacional y
positiva (Amunátegui, Barros Arana, Vicuña Mackenna, José Toribio Medina), de
la cual Vicente Dagnino se siente orgullo en haber ayudado "a corregir las pruebas
del tercer tomo de la Historia General de nuestro país”, escrita por el historiador
Diego Barros Arana.
En consecuencia los principales exponentes de este modo de hacer historia en el
Norte Grande fueron: Vicente Dagnino Oliveri, Juan de Dios Ugarte Yavar,
Francisco Javier Ovalle Castillo, Carlos Alfaro Calderón, Isaac Arce Ramírez,
Rómulo Cuneo Vidal, Fernando López Loayza, Francisco Bezé, Aníbal Echeverría
y Reyes, Luis Silva Lezaeta; posteriormente se continúa con esta línea
historiográfica a través de la investigación literaria del escritor Héctor Pumarino
Soto, creador del relato histórico en la provincia "El Loa”, el periodista Enrique
Agullo Bastías, cronista de la historia local en Antofagasta y el profesor Juan
Collao Cerda, la figura del discurso positivo en Tocopilla.
¿Quiénes financian y promueven las historias clásicas?
La historiografía nortina inicial, recibe el apoyo de la comunidad ilustrada de su
época, expresada en diarios (El Industrial, Matías Rojas Delgado, El Mercurio,
Isaac Arce) y revistas especializadas, como el de la Sociedad de Historia y
Geografía, la cual publica artículos de: Cuneo Vidal, Vicente Dagnino, Aníbal
Echeverría y Reyes, Luis Silva Lezaeta entre otros. Además “Revista Chilena” y
“Beneficencia Pública”, publican en Santiago temas históricos regionales. De igual
manera, se editan impresos (libros, folletos, cuadernillos, etc.) respaldo con
financiamiento municipal (Arce) o el apoyo de organizaciones gremiales y sociales,
por ejemplo, un grupo "destacado de comerciantes de esta plaza (Iquique)"
colabora en la edición del libro de Carlos Alfaro y la Cámara de Comercio e
Industria del puerto de Iquique contribuye a la publicación del libro de Juan de
Dios Ugarte.
Otro medio para promover la divulgación de los contenidos históricos regionales
fueron los dueños de librerías y negocios de Encuadernación, impresión y
litografía, destacándose las imprentas locales de:"Carlos Gárra" y "La Joya
Literaria" de Tacna, "La Época" de Arica, "Bini e Hijos", "Mercantil", "Muecke"
,"Carás y Caretas" en Iquique y las imprentas "Moderna" y “Macfarlane” de
Antofagasta.
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II.- Etapa de consolidación de la historiografía del Norte Grande (1950 – 1973)
Esta etapa abarca el periodo de producción historiográfica de Oscar Bermúdez
Miral, escritor y estudioso nortino, quien mediante su investigación metódica y
estructural, articula el discurso histórico en torno a la Historia de Salitre y de este
modo da sentido a lo regional, en función de un espacio geo histórico y cultural
más amplio, integrado y global.
Durante este período la historiografía nortina se ve influenciada por nuevas
tendencias filosóficas y científicas surgidas en la primera mitad del siglo XX,
corrientes de opinión y paradigmas ideológicos que nutren a toda una generación
de estudiantes de clases medias, universitarios durante la convulsionada década
de 1920; jóvenes profesionales en los años treinta, quienes tras varias represiones
y fracasos institucionales intentan elaborar ciertas certezas intelectuales y
reconstruir la realidad social a partir de utopías y estructuras ideológicas. De este
modo se produce un revisionismo historiográfico y una renovación de los modelos
y prácticas de investigación histórica, relacionadas con un enfoque
latinoamericanista, estructuralista, analítico, cuantitativo y desarrollista.
De esta manera la historiografía nacional se comienza a orientar hacia distintos
puntos de vista e interpretaciones historiográficas, primordialmente vinculados con
la historia social, económica y cultural. (Mario Góngora, Ramírez Necochea, Meza
Villalobos, Pereira Salas, etc.)
En el país prospera la historia económica y social, aquella historia de conflictos y
movimientos socio – económicos y políticos provocados por factores materialistas
(riqueza v/s pobreza) derivados del sistema de producción capitalista y la
explotación de nuestra riqueza mineral (cobre, carbón y salitrera). De esta manera,
tanto en Chile como en el extranjero, especialmente en Gran Bretaña y Estados
Unidos se comienza a investigar sobre estos temas, debido a la naturaleza
imperialista de estos países, la dependencia económica de América Latina y,
sobre todo, a la inversión, explotación e interés minero – ferroviario que existía
aún en la zona ligado a dichos capitales extranjeros. (Guggenheim, Anaconda,
Chilex,FCAB, etc.)
El interés por el desenvolvimiento de los movimientos sociales y procesos de
industrialización vinculados a centros y sectores productivos, tanto en Sudamérica
como Chile tiene un claro exponente - entre otros – al historiador inglés Harol
Blackemore, cuya primera aproximación con esta temática se registra en 1955,
cuando presenta en la Universidad de Londres su tesis doctoral titulada: "The
Chilean Revolution of 1891. A Study in the Domesticand International History of
Chile", estudio centrado en el empresario inglés John Thomas North, figura
paradigmática del imperialismo económico en Chile durante el siglo XIX.
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¿Quién promueve y difunde la nueva orientación historiográfica?
En general las universidades y los centros de estudios especializados en el
desarrollo regional, por ejemplo, la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe, CEPAL. En Chile las universidades de Chile, Católica y de Valparaíso,
juegan un rol significativo en el desarrollo de la investigación científico
humanística, proyectando su quehacer hacia el resto del país; en el Norte,
especial importancia tuvo la creación de la Universidad del Norte y la sede
regional de la Universidad de Chile, en 1957. Ambas implementan sedes en Arica
e Iquique, desarrollan equipos de investigación, centros de documentación
(CEDUC), publicación de revistas y programas de extensión, en los cuales se
divulga y preserva la historia regional y local.
Aunque el hecho más significativo y relevante para la promoción y desarrollo de la
investigación histórica en el Norte Grande fue la creación de la Carrera de Historia
y Geografía en la Universidad del Norte, fundada el año 1966. Este departamento
pedagógico especializado, en gran medida, aglutina a destacados profesiones de
las ciencias sociales e históricas, quienes en sus respectivas áreas académicas
encauzan e impulsan el conocimiento histórico regional y la investigación
historiográfica metodológica y sistemática; formando una escuela de docentes,
con profundo sentido historiográfico y vocación investigativa. Al respecto, cabe
destacar la figura del historiador catalán José María Casassa Cantó y la
investigación desarrollada por Oscar Bermúdez Miral, ambos contratados para
desarrollar la docencia y la investigación en dicha universidad.
Por consiguiente, la Escuela de Historia de la Universidad del Norte, entre 1966 y
1982, se convierte en un importante centro de desarrollo historiográfico,
permitiendo a sus académicos desplegar distintos campos de investigación y
temas de divulgación sobre el pasado nortino, en este caso destaca el trabajo del
académico Adolfo Contador Varas, quien desarrolla la investigación histórico
patrimonial y el rescate del archivo municipal para hacer la historia cívica y
comunal de Antofagasta.
Simultáneamente el Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de
Chile mediante el Taller Norte Grande, coordinado y dirigido por el antropólogo
Horacio Larraín Barros edita “Revista Norte Grande”. Esta publicación surgida en
una de las casas de estudios superiores más importantes del país, entre 1974 y
1976, confiere prestigio a la temática nortina y se convierte en la guía para dar a
conocer estudios sociales e históricos del Norte de Chile.
Con la consolidación de la investigación regional, procedente del centro
académico e intelectual capitalino; el proceso se fortalece y profundiza con la
publicación de revistas universitarias locales (Ancora, Norte, Chungará, Guía
intelectual del Norte, boletines Cedoc, etc.). Sin duda alguna, cabe reconocer que
durante los agitados años 60 y 70 de la pasada centuria (siglo XX) nace en
propiedad el conocimiento historiográfico del Norte Grande visto desde la
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disciplina y el enfoque de la Historia Regional.
¿Qué obra da origen a la Historia del Norte Grande?
En esta fase sigue siendo relevante para el desarrollo de los estudios históricos
regionales, la dedicación personal sistemática y el trabajo profesional metódico.
En ambos aspectos, sobresale Oscar Bermúdez Miral, a nuestro juicio, él será
quien representa cabalmente el arquetipo del historiador regional, ya que aúna la
filiación natal y el sentido de pertenencia al terruño con la pesquisa metódica
documental y la interpretación estructural y holística. De tal modo combina
sentimiento y racionalidad para entender el contexto regional, a partir de la
“Historia del salitre”, lo cual permite darle sentido a los comportamientos
económicos y sociales en el norte, durante un período significativo de la Historia
de Chile.
Este proceso de valorización de lo propio, debido a la nostalgia y meditación del
terruño, genera la necesidad por comprender el pasado nortino; desde los afectos
y el conocimiento. De esta forma nace el Norte Grande como un saber propio y
particular para las letras y las ciencias sociales en Chile.
¿Qué enfoque y cuáles son los temas del discurso histórico regional?
Este período representa una serie de características historiográficas relativas a las
nuevas tendencias históricas y procedimientos metodológicos modernos. De esta
forma se supera la prolija crónica, completa de sucesivos datos y hechos; por un
estudio analítico, comprensivo y explicativo sobre la sociedad. Los hechos son
tratados como procesos constructivos, de acuerdo al análisis cuantitativo y
hermenéutico. De tal modo el relato histórico se articula como un sistema de
relaciones que estructuran un orden temático concreto y material.
En consecuencia se estudia a los sujetos en relación al entorno; la respuesta de
éstos frente a la particularidad del paisaje y a los modos de producción. Todo ello
motiva a los investigadores a comprender las constantes contradicciones que en
este ámbito se producen en el tiempo, ya sea en la larga o corta duración.
Esta forma de entender la historia genera diversos estudios, abarcando amplios
periodos y temas, especialmente referidos con la etnohistoria, el coloniaje nortino
y la historia minera e industrial del ciclo salitrero; investigaciones y textos que tanto
Bermúdez como Blackemore desarrollan con detención y escrupuloso análisis
interpretativo.
En fin durante este periodo la historia del Norte Grande deja de ser una historia de
individualidades, partes singulares o locales, para convertirse en una entidad
estructural e integrada a un sistema de relaciones que, durante este período,
resulta ser esencialmente económico – social. Por lo mismo el desarrollo de la
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ciudad, la actividad portuaria y la utilización de la técnica y la ciencia son tratadas
dentro un dispositivo geohistórico y productivo global e interrelacionado vinculado
a lo minero e industrial salitrero que abarca las regiones de Tarapacá y
Antofagasta.
De esta manera la historiografía regional se consolida por el peso cualitativo de los
estudios realizados, la promoción y difusión alcanzada en los centros académicos
del país y el norte; además de la formación de cuadros profesionales calificados
para continuar en la senda de la investigación histórica local y regional.
III ETAPA: La Nueva Historia Nortina (1973 – 2000)
Este último período del quehacer historiográfico nortino se caracteriza por el
contexto autoritario y represivo que vive la opinión pública nacional, durante 17
años; cuya visión de la realidad social fue eminentemente sesgada, uniforme y
unilateral, donde los espacios cultural y de creación intelectual fueron atomizados,
limitados y vigilados.
Tras el retorno de la Democracia, bajo los gobiernos de la Concertación de
Partidos, se retoma el estudio del pasado nacional de manera crítica y pluralista,
además se renuevan los enfoques e interpretaciones, incorporándose
metodologías y prácticas cada vez más cualitativas, participativas y de integración
social como el enfoque de la Historia Local.
¿Qué se investiga y quienes participan en las nuevas historias?
En el ámbito de la historiografía nortina durante esta etapa la Historia Regional
gira hacia una mirada cada vez más etnográfica y sociológica, debido al desarrollo
de estudios antropológicos, etnohistóricos, sociológico y urbanístico patrimoniales,
principalmente interesados en el estudio de las comunidades étnicas, centros
históricos urbanos e historias locales.
Los profesionales que asumen el quehacer historiográfico regional corresponde a
una generación formada, principalmente durante la década de años 60 y los
primeros años de los 70; muchos de ellos titulados de las universidades y sedes
regionales, especialistas de las Ciencias Humanas, en su más variada gama de
disciplinas, sociólogos, antropólogos, economistas, historiadores, geógrafos, etc.
Asimismo se renueva la problemática del objeto de estudio, éste péndula hacia
temas de larga duración vinculados a costumbres y tradiciones de orden ancestral
y su relación con el entorno. Por lo mismo se comienza a desarrollar equipos
interdisciplinarios y multidisciplinarios, cuya investigación histórica se presenta
más amplia e integral, abarcando el pasado nortino, desde los pobladores más
pretéritos hasta la sociabilidad urbana más reciente. Por lo tanto la nueva historia
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del Norte Grande aspira o intenta hacer historia total, a partir del enfoque general
de la cultura, la escuela de los Anales, en sus distintos momentos de
metodológicos e interpretativitos.
¿Quiénes investigan los temas de la nueva historiográfica?
El desarrollo de la investigación y la publicación de los estudios históricos en la
región tienden a institucionalizarse, a través de centros de investigación
universitarios como la Facultad de Estudios Andinos de la Universidad de
Tarapacá, que ante el cierre de la Escuela de Historia de la Universidad del Norte
se convierte en la heredera de la producción historiográfica nortina en la zona. Al
igual que su precedente antofagastina, esta entidad académica aglutina a
destacados especialistas en temas antropológicos, arqueológicos, etnohistóricos e
historiográficos tales como: Mario Rivera (“Bases para la planificación
antropológica en el Norte grande chileno”, 1973; "Patrones prehistóricos y
contemporáneos del uso de la tierra en el Valle de Azapa Norte de Chile",1985);
Jorge Hidalgo Lehuedel ("Culturas protohistóricas del Norte de Chile: El testimonio
de los Cronistas", 1972; "Fases de la rebelión indígena de 1781 en el
corregimiento de Atacama y esquema de la inestabilidad política que la precede
1749-1781,1982; "Amarus y cataris: aspectos mesiánicos de la rebelión indígena
de 1781 en Cusco, Chayanta, La Paz y Arica,1983 “Complementariedad ecológica
y tributaria en Atacama 1683-1782,1984;"Composición de tierras en el
Corregimiento de Arica, La visita de Diego de Baños y Sotomayor en 1643”,1990;
entre muchas otras publicaciones); Percy Dauelsberg, Luis Álvarez Miranda(
"Antecedentes sobre la primera comunicación pública de los aborígenes de
Arica",1974; "El mito del Pusiri Collo y la fiesta del Pacha llampe"; Aculturaciónhispano en el poblado de Socoroma,1987); Luis Galdames Rozas("Umbrales
simbólicos andinos: agua y piedra en Tarapacá",1986; "Principios de percepción
espacial en los Andes a través de los mitos de petrificación",1987; "Vitalidad de la
piedra y petrificación de la vida: notas sobre mentalidad andina",1987; "Percepción
del tiempo y del espacio en los Andes crónica de la piedra y estado de mentalidad,
1988, etc.) y Waldo Ríos Bordones( "percepción de los mecanismos de la
solidaridad y participación en Los Andes, ritual del corte de pelo", 1987;
"Continuidad y permanencia de mecanismos de colaboración solidaria y
participación en la primera región de Tarapacá",1992). Estos académicos de la
Facultad de Estudios Andinos de la Universidad de Tarapacá en Arica se han
dedicado a la autopercepción andina, una mirada etnohistórica y etnogeográfica.
Simultáneamente, Álvarez, Galdámes y Ríos, en conjunto con otros historiadores
locales, desarrollan la historia local, principalmente enfocada al problema de la
aculturación fronteriza que se ha desarrollado en la provincia de Arica en períodos
recientes; ellos publican: "Arica en el Tiempo, reseña fotográfica" (1980) y "Historia
de Arica" (1981).
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Además la Universidad de Tarapacá a través del Museo de San Miguel de Azapa
y la Facultad de Estudios Andinos editan las revistas:"Chungará" (1972-1973) y
"Diálogo Andino"(1980), ambas publicaciones han sido fundamentales en el
desarrollo y difusión de la nueva Historia Regional Andina en el Norte Grande.
Otros medios de difusión y centros de fomento para el avance de la historiografía
nortina durante las décadas de 1980 y 1990 son el Taller de Estudios Regionales
(TER), en Iquique, creado en 1986, el cual constituye un gran aporte para la
publicación de estudios sobre la región de Tarapacá. Allí destacan los trabajos de
Juan Van Kessel, sobre el mundo aymará, creencias y manifestaciones populares
ancestrales ("Muerte y ritual Mortuorio entre los animales" ,1978; "Holocausto al
progreso, los Aymarán de Tarapacá, 1980; "Supervivencia pre hispana en
universo religioso popular del Norte de Chile",1975; "Ayllu y ritual terapéutico en la
medicina andina",1983; "Los bailes religiosos del Norte Chileno, como herencia
andina", 1987, etc.); Sergio González Miranda, cuya obra “Hombres y Mujeres de
la Pampa: Tarapacá en el siglo salitrero" (1991), representa la nueva forma de
hacer y percibir la historia regional; desde el rescate de la oralidad reconstruye las
vivencias de la epopeya del salitre y la realidad cotidiana de la pampa. Al mismo
tiempo, junto con académicos y profesionales de la Universidad Arturo Prat,
algunos de ellos retornados del exilio, editan revista “Camanchaca” (1984). Esta
publicación, desde su inicio se orienta al estudio del ciclo salitrero tarapaqueño y
la "cosmovisión del obrero pampino" entre otros temas de índole más local.
En Antofagasta a los inicios de los años 80, el Departamento de Historia y gran
parte de las carreras humanistas son clausuradas; desde entonces hasta el siglo
XXI, recién se vuelve a retomar la docencia histórica universitaria en la ciudad
(Universidad José Santos Ossa). Mientras tanto la Universidad de Antofagasta,
creada de la unión entre la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del
Estado, durante la segunda mitad de la década 1980, reorganiza los estudios de
las humanidades y las ciencias sociales en la región a través del Instituto de
Investigaciones Antropológicas; además se prosigue con la publicación de
artículos e investigaciones del pasado nortino. Este centro especializado edita:
“Hombre y Desierto”; revista que recoge la línea editorial y el enfoque temático de
anteriores publicaciones, tales como: “Cuadernos de Filología”, del Instituto de
literatura nortina; “Serie Documentos de Trabajo grupo de arqueología y museos”,
del Departamento de Ciencias Sociales de la sede U. de Chile – Antofagasta;
“Estudios Arqueológicos”, del Instituto de investigación arqueológico y restauración
monumental, entre otros. En torno a la dirección de estos medios de publicación
destacan: Horacio Larraín Barros, Jorge Peralta Hidalgo, Branko Marinov Martinic,
Roberto Lehnert Santander, Patricio Núñez Henríquez, Vjera Zlatar M, Cora
Moraga, Eduardo Muñoz G, Domingo Gómez Parra, entre otros.
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En el ámbito historiográfico, propiamente tal, destacan los estudios realizados por
el equipo de académicos, adscritos a la Facultad de Educación y Ciencias
Humanas de la Universidad de Antofagasta (Ex - U. de Chile), de cual cabe
destacar la labor histórica de los Profesores titulados en Historia, Geografía,
Economía y Ciencia Política: Floreal Recabarren Rojas, Miguel Bello Alvarado,
Antonio Obilinovic Arrate y Juan Panades Vargas. Algunas de sus obras son: “100
años de la parroquia San José, Catedral de Antofagasta 1875 – 1975”,(1975);
“Antofagasta: Una historia en Imágenes”, (1978); “1921:Crisis y Tragedia en
Antofagasta” (1984),“Coloso una aventura histórica",(1989); “Pampa Unión: un
pueblo entre el mito y la realidad” (1987); "Salitre y Ferrocarril; los esfuerzos
cristalizado en Aguas Blancas 1872-1912,(1992)
Las publicaciones de estos académicos en forma conjunta y particular, mantiene
vigente la historiografía antofagastina en el último tercio de siglo XX; los temas
históricos investigados tratan sobre historia portuaria e infraestructura material,
cotidianidad en las oficinas salitreras, pueblos abandonados, historia local y, sobre
todo, el rescate de fuentes iconográficas mediante la implementación de un
archivo fotográfico con más de mil imágenes del pasado de Antofagasta.
En la Universidad Católica del Norte, durante esta época, se continua con la senda
investigativa de José María Cassasa Cantó y Oscar Bermúdez Miral a través del
estudio en materia religiosa y salitrera, con Diana Venero Ruiz Tagle, Eduardo
Téllez Lúgaro, Leonel Lazo y la copiosa y prolija historiografía de José A.
González Pizarro ("Luis Silva Lezaeta y la huelga de 1906 en Antofagasta. Hacia
un estudio sobre la Iglesia y los conflictos sociales" ,1985; "La prensa y el
periodismo católico en Antofagasta",1985 y junto a Sigfrido Collao “Génesis de un
Obispado nortino, Antofagasta", 1987, etc.).
La difusión de la investigación en la UCN se ha canalizado a través de revistas
institucionales, tales como “Revista de la Universidad del Norte” (1967) “Estudios
atacameños, San Pedro de Atacama”(1973) y “Norte Universidad Católica del
Norte” (1996)
Durante este período, cabe destacar en el ámbito universitario regional, el aporte
realizado por los investigadores Horacio Larraín, Bente Bittman y Lautaro Núñez,
éste último elegido premio nacional de Historia; cada uno de ellos, desde su
quehacer formativo, disciplinario e investigativo han contribuido a dar a conocer, a
nivel nacional e internacional, el conocimiento del Norte Grande de Chile.
Por últimos, cabe recordar, a nivel nacional la realización en 1989 de las III
Jornadas Territoriales, patrocinada por el Instituto de Investigaciones del
Patrimonio Territorial de Chile (USACH) en el cual se reflexiona sobre la Historia
Regional Nortina, desde la capital. Allí se tratan distintos enfoques y aspectos de
la realidad social de las regiones de Tarapacá y Antofagasta. Además se publica
un libro las ponencias y, sobre todo, se entrega una pormenorizada bibliografía
para estudiar sobre el Norte Grande.
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En fin la historiografía nortina de fines de siglo XX se caracteriza, principalmente
por una historia profesional, interdisciplinaria y comprometida con la historia
cultural y patrimonial de la región. De allí que cobra tanto sentido un enfoque
holístico e integrador, propio del desarrollo de las ciencias sociales en el mundo
anglosajón y europeo.
En consecuencia, durante el siglo XX la historiografía del norte grande de Chile se
ha desarrollado acorde con los cambios y permanencias experimentados por la
historiografía nacional, durante este tiempo, aunque con ciertos desfases
temporales e irregularidades en su quehacer; ésta comenzó a fines de siglo XIX
con el proceso de chilenización.
En un principio la historiografía nortina fue una crónica llena de datos y hechos
anecdóticos, principalmente centrados en un enfoque político-administrativo del
poder de los sectores integrados, ilustrados y adinerados de las ciudades
provinciales. Por lo mismo, una historia parcial, acotada en unidades autónomas,
sin relación entre ellas, quizás compitiendo entre sí y desconectadas del pasado
regional. Si duda la historia del norte durante este período fue comúnmente
positiva, concreta y definida, la cual se reflejada a través de la prosperidad de sus
principales puertos: Arica, Iquique y Antofagasta.
En cambio, a partir de la segunda mitad del siglo XX, la historiografía nortina se
hace, metodológicamente elaborada por historiadores de oficio, que con devoción
y cariño se dedican a investigar sobre la zona. En torno a la Historia de la
producción del salitre y su industria; en un lapso de 25 años, se consolida la
historiografía regional. Enseguida el estudio histórico regional adopta una postura
cultural integradora e interdisciplinaria, principalmente antropológica y
etnohistórica. De tal modo, la nueva historia regional reivindica para su quehacer
la renovación de las Ciencias Sociales y la metodología cualitativa, fomentando a
mediados de los 90, una incipiente historia oral, encaminada a rescatar y
reconstruir la identidad regional desde una perspectiva regionalista.
Por consiguiente el desarrollo historiográfico del Norte Grande, durante el siglo
XX, ha sido la evolución de una historia positiva y localista hacia una historia
regional integrada, andina y regionalista.
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