sinopsis histórica - Agustinos Recoletos

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S INOPSIS
HISTÓRICA
DE LA
P ROVINCIA
DE
S AN N ICOLÁS
DE LAS I SLAS
DE TOLENTINO
F ILIPINAS
DE LA
O RDEN
DE
A GUSTINOS D ESCALZOS
POR EL
PADRE LICINIO RUIZ
DE
STA. EULALIA
CRONISTA PROVINCIAL
VOL. II
TIP. PONT. DE LA UNIV. DE STO. TOMÁS
MANILA
1925
NIHIL OBSTAT
FR. MARCELINO
SIMONENA DE
FR. AURELIO LACRUZ DE
S. LUIS GONZAGA
Lector de Teología
Ex-Provincial
Censor
LA
P. CONCEPCIÓN
Censor
IMPRIMI POTEST
FR. BERNABÉ PENA DE LA P. CONCEPCIÓN
Prior Provincial.
Manila 20 de Julio de 1925
(Hay un sello)
IMPRIMATUR
JOSÉ BUSTAMANTE
Gobernador Eclesiástico
Manila 20 de julio de 1925
(Hay un sello)
CAPÍTULO I
Convento de Alfaro
Llegamos con esto al momento más crítico y uno de los más culminantes de la
Historia de la Recolección.
La Provincia de San Nicolás de Tolentino, que ya llevaba sus dos siglos de
existencia, que tantas y tantas proezas dejó escritas en la civilización del Archipiélago Filipino y que sobre las cenizas del paganismo erigió en el Japón un altar a la
fe, con el martirio de sus hijos que valientemente dieron sus vidas por Jesucristo;
esa provincia que en cada página de su historia cuenta una epopeya y en cada letra
un héroe, vivía, si así podemos decir, de prestado.
Durante esos dos siglos las Provincias de España suministraron todo el personal a la de Sn. Nicolás. Tenía esta sus Conventos en M anila, Sn. Sebastián, Cebú y
Cavite; mas no contaba con uno en España, donde principalmente se encontraban
las vocaciones para las M isiones; algunos muy contados ingresaron e hicieron su
profesión religiosa en nuestro Convento de M anila, pero el núcleo principal procedía de España, de las varias provincias que componían e integraban nuestra amada Recolección.
Así vivió la Recolección durante dos Centurias sostenida y alimentada con el
cariño de sus Hermanos. Un suceso de esos que dejan huellas en la Historia hizo
desaparecer en un momento toda aquella paz y tranquilidad de que gozaban los
Religiosos. A esos sucesos se debió el que la Recolección cambiase por completo y
la que antes había sido la hija predilecta, pero hija al fin y al cabo, se levantase con
los honores de M adre y recogiendo los últimos restos de la Corporación, que perecía anegada en aquel cataclismo, se irguiese altiva, y sobre los diseminados escombros de las Provincias de España, que desaparecían víctimas del desencadenamiento de pasiones que sembraron en nuestra Península días de luto y de amargas
lágrimas, edificase ella el Convento de Alfaro, que había de ser el inicio de una nueva era para la Recolección, pues de allí habían de salir los
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P. LICINIO R UIZ
elementos que sostuviesen su mermada existencia en su carrera de luchas, y aún
más, los elementos, que en días no lejanos restableciesen aquellas provincias fenecidas, viniendo a ser ella la M adre fecunda de innumerables hijos que llevasen su
nombre y su fama por ambos Hemisferios.
Situación precaria era en extremo la que arrastraba la Provincia de San Nicolás
en los comienzos del siglo 19.
Debido a los excesos cometidos por las tropas de Napoleón en los varios años
que permanecieron en España, cuando traidoramente entraron en ella con el fin de
sojuzgarla, y de los desórdenes que de ella se derivaron, tanto en el orden económico como en el moral, la vida religiosa, que hasta entonces se había mostrado lozana
y pujante, fue decayendo poco a poco y debilitándose de tal modo que muchos de
los Conventos viéronse cerrados, y, en los que quedaban en pie, había un exceso
considerable de Religiosos, llevando una vida lánguida y pobrísima.
Si en ese estado tan pobre se encontraban las casas de España, calcúlese cuál
sería el estado de las de Filipinas que se sostenían y mantenían de aquellas.
Una prueba bien evidente de la decadencia a que había llegado la Provincia de
San Nicolás, nos la suministra un estado del año 1818 hecho por el P. M anuel Becerra.
Si nos fijamos bien en el desarrollo de los sucesos de aquella época, en lo que
atañe a la Provincia, no podremos menos de observar que en efecto la escasez de
personal se iba cada día haciendo más notable. En el año de 1768 al hacernos cargo
de los Curatos que dejaron los Padres de la Compañía, tuvieron necesidad nuestros
Padres, para poder aceptar tales parroquias, de echar mano aun de los Padres que
desempeñaban los principales cargos en M anila.
Posteriormente a esos sucesos abandonamos los Curatos de Zambales y M indoro, razón por la que al parecer debía sobrar algo de personal para atender a las
demás misiones; mas no era así en realidad.
Por los años de 1804 apenas si pudieron poner dos Religiosos para atender a
todas las misiones de M arianas, viéndose precisados a dejarlas 10 años más tarde
en manos de los Clérigos. Por la misma razón tuvieron que abandonar otros Curatos en M indanao.
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Los documentos de aquellos días parece están inspirados todos en ese sentimiento de pena y desconsuelo que sentían nuestros Superiores, al ver la decadencia
en que estaba su Provincia, a causa de esa escasez de misioneros que la obligaba a
desprenderse de pueblos que habían constituido su mejor patrimonio.
Para que nuestros lectores puedan apreciar el triste dolor que embargaba el alma de nuestros Padres, copiamos algunos párrafos de dos cartas, una de N. P. Fr.
Juan de San Antonio y otra del P. M anuel Becerra.
Las dos van dirigidas a N. P. Vicario General.
Dice así la primera:
Venerado P. N. Vic. Gral. Salud en el Sr. Deseo a V. R.
Vea V. R. en qué estado se halla esta Provincia de V. R. q. aún para el cap.
tanto Prov. como Intermedio no se pueden juntar todos los vocales! cuánta necesidad de Religiosos no habrá en ella! Por el M apa o estado general que en esta ocasión envio a N. P. Comisario (rebajando de él los Religiosos, q. después q. se hizo,
han muerto, y aumentando los siete, q. de nuevo han llegado) podrá V. R. informarse, y hacerse cargo, cómo será posible q. tan pocos Religiosos puedan administrar el necesario pasto espiritual a más de ciento cincuenta mil almas que están a
nuestro cuidado. Por Dios, P. N., que mire V. R. esto con conmiseración, y se
compadezca de nosotros, y de estas pobres almas, y haga V. R. cuanto sea posible
para proporcionar ayuda a estos súbditos de V. R. y socorro espiritual a estos
pobres Indios redimidos con la sangre preciosísima de N. Redentor Jesu Christo,
q. muchos de ellos están pidiendo pan, y es una desgracia el q. no hay quien se lo
reparta! Por tanto, P. N., haga V. R., repito, por amor de Dios, quanto sea factible
para proporcionarles el remedio, y la subsistencia a esta Provincia de V. R. Yo
bien considero el estado en q. está la congregación, por la cruel, iniqua e inhumana
guerra, q. ha sufrido Nuestra España; pero pues Dios N. S. nos ha dejado
subsistencia, y no ha permitido sucumbiese nuestra noble patria, hagamos los que
hemos quedado, quanto podamos, para conservar y aumentar
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P. LICINIO R UIZ
el rebaño de Jesu Christo; nosotros aquí suplicando a Dios N. S. e importunando a
los Herm. y Padres de ahí; ¿a quien más principalmente dirigiremos (despues de
Dios) ntros. clamores, q. a V. R., P. N., a quien Dios N. Sr. ha encargado toda la
Congregación? V. R. esta ahí, y nosotros acá lejos, pero la caridad nos une, y esta
es oficiosa. V. R. puede ayudarnos, exhortando y animando a ntros. Herm. pidiendo ayuda al Govierno, o suplicando al mismo Rey N. S., para q. S. M . conceda
venir por ahora quantos religiosos puedan, y dar bastantes hábitos para que vengan después; pues no dudo, que, si se lo informara bien a S. M ., su corazón piadoso lo había de conceder. Nosotros por nuestra parte hemos hecho y hacemos lo
que nos toca y podemos, dirigiéndonos a Dios en primer lugar a quien siempre
hemos estado pidiendo el restablecimiento de N. Rey y Religión; como tambien
ayudando con los haberes de la Provincia aún antes que Su Divina M ag. nos concediera esto: contribuímos con lo q. pudimos en dinero: pues, a más de los Donativos, que en tiempo de guerra hicimos a favor de la Patria, y Religión; y más del
socorro q. le enviamos a N. P. Vic. Gral. q. entonces era, para su manutención; y a
más, en fin, de lo q. dimos al Rey N. Sr. (q. Dios guarde) en el año pasado, hemos
enviado ya a la Congregación diez mil pesos para los conventos más necesitados, y
ahora de nuevo enviamos siete mil para las casas de Noviciado, como más claramente consta por la determinación del Definitorio de esta Provincia de V. R., como
lo escribe al P. Comisario.
Dios N. S. Conserve A V. R. P. N. Vic. por m. a. para ntro. consuelo, como lo
pide, y desea esta su Provincia, y en nombre de ella su Hum. Súbdito".
M ás sentimental, si cabe aún, es la de Nuestro Padre M anuel Becerra que se
expresaba en estos términos:
"Padre Nuestro: ¡qué tiempos tan calamitosos, y más para los que goviernan!
Ya sabrá V. R. cómo esta expirante Provincia de V. R. se ha tenido que valer
del medio de la fundación de Alfaro para poderse surtir de religiosos, medio único
que le quedaba, en medio de la escasez que padecen esas Provincias con la desoladora guerra pasada. No obstante ese medio
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y el socorro que por él se podrá esperar (si nos dejan subsistir las cortes), suplico
a V. R. que como padre que ama a sus queridos hijos, nos socorra con algunos religiosos de las tres Provincias de la Península, para que no acabemos, antes que vengan los del Seminario de Alfaro. P. N., tres religiosos de cada Provincia no suponen
nada para la Congregación, aún en la escasez presente; pero para Filipinas ¡qué
socorro tan grande nos sería! Veríamos el cielo abierto, viendo entrar por nuestra
iglesia nueve religiosos siquiera; sería indecible nuestro alegría y regocijo. ¿Será
posible, Padre Nuestro, que un tan corto socorro no se nos haya de dar? ¿Acaso
esta Provincia fundada por esas tres ha desmerecido ya en el concepto de la Congregación? ¿No la ha dado hombres grandes y verdaderamente apostólicos que han
regado estas tierras con su sangre? ¿Y estos no fueron acaso nuestros antecesores
de esas tres Provincias, y ya se nos ha de abandonar y dejar acabar con una muerte
lenta, que nos sea más sensible que mil muertes? Hablo con el Padre de toda la
Congregación y deseo que ese paternal corazón se impregne de estos mismos sentimientos, para que mueva los corazones de esos religiosos, para que pasen a socorrernos, en una época en que conforme vamos faltando, nos vemos precisados a
dejar los tiernos hijos que hemos alimentado con nuestra doctrina. ¡Qué paso tan
doloroso es este, Padre Nuestro, para unos Padres tan amantes y para unos hijos
bien criados, ver que van a quedar sin Padre, que van a ser entregados a las garras
del león, que se van a abandonar sus templos, a cesar sus sacrificios, a multiplicar
sus males! Ellos mismos alarman a los Padres de esas tres Provincias; ellos les dicen que la mies es grande y no hay quien la cultive, ellos les piden pan y no hallan
quien se lo subministre. ¡Desgraciados hijos, que no son oidos vuestros ritos!
"¡Desgraciados hijos, que os dejan, abandonan y entregan al lobo infernal!"1
Esta necesidad tan apremiante de personal es la que principalmente movió a
nuestros Padres a la fundación de
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Tomo 2.o de Cartas Arch. Prov.
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P. LICINIO R UIZ
un Colegio, en el que pudiesen formarse los muchos operarios que necesitaba.
Por otra parte, si se consideraban los grandes dispendios que hacía la Provincia de Sn. Nicolás, para conseguir los pocos religiosos que los demás Conventos de
España podían subministrarle, ya debido a la escasez de individuos que componían
los conventos, ya también a la pobreza a que se veían reducidos, a causa de los
graves sucesos acaecidos en España durante los 20 años de siglo, se comprenderá
cuán justificada era la medida tomada por nuestros Padres de fundar un Colegio
propio, pues de esa manera no sólo se obtendrían grandes ventajas en lo económico, sino también en lo Religioso, pudiendo tener más vocaciones, tan necesarias
para el sostén y vida de la Provincia. Como prueba de lo arriba dicho copiamos
una breve relación del dinero que nuestra Provincia envió a los diversos Conventos.
Al de Jarandilla en 1813 y 1817 .................................. 7,340 reales vellón
Al de Valdefuentes ...................................................... 2,000 reales vellón
Al de Sevilla en 1818 ................................................. 30,000 reales vellón
A la Provincia de Aragón en 1819 ............................. 50,000 reales vellón
Al de Valladolid en 1817 ............................................. 3,000 reales vellón
Al de Nava del Rey en 1817 ........................................ 4,000 reales vellón
Al de Alcalá de Henares en 1818.................................. 4,000 reales vellón
Al de Sta. Cruz de la Sierra en 1818 ............................ 2,000 reales vellón
Al de Talavera en 1816 ................................................ 4,000 reales vellón
Al de Salamanca ........................................................... 4,000 reales vellón
Al de la Viciosa, 1817 y 19 ......................................... 3,000 reales vellón
M aqueda… 1817 ......................................................... 2,000 reales vellón
Fuensanta extramuros de Portillo 1818 ....................... 3,000 reales vellón
Toledo 1818 ................................................................ 9,000 reales vellón
N. P. Provincial remitió al efecto un extenso memorial, al que acompañaba los
valiosos testimonios del Exmo. Sr. Arzobispo de M anila y el Sr. Gobernador General, de la Audiencia y del municipio, en el que informaba a S. M . acerca del estado verdaderamente ruinoso en que se encontraba su Provincia, haciéndole ver al
mismo tiempo las fatales consecuencias que de ello se derivaban para la causa cristiana
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y para la Religión en sus dominios de Filipinas; porque a causa de esa escasez de
ministros eran muchos los fieles que se veían privados de lo más necesario para
sustentar su fe.
El P. Alonso Jubera, Comisario entonces en la Corte de M adrid, amante como
pocos de la Recolección y muy en especial de la Provincia de San Nicolás, a la que
estaba afiliado, no sólo acarició el nuevo proyecto del Superior, sino que sin pérdida de tiempo se consagró de lleno a su realización.
Con las cartas del Provincial y los testimonios de las citadas Autoridades de
M anila redactó un extenso memorial, en el que con datos preciosos y números
concretos hacía ver a S. M . lo difícil que le era a la Provincia de San Nicolás sostenerse por mucho tiempo en Filipinas, de no realizarse el proyecto que presentaba.
"30 Doctrinas y más de 50 anejos tienen los Recoletos bajo su administración,
decía el P. Alonso, y para administración tan vasta, solo cuenta con el exiguo
número de 40 religiosos, muchos de ellos casi inválidos a causa de su avanzada
edad que fluctuaba entre los 70 y 80 años, varios enfermos, fuera de los precisos
que estaban al frente de los Conventos".
No queremos privar a los lectores de la lectura de documento, tan jugoso y tan
razonado.
En él se manifiesta el estado de la Provincia en aquel entonces y los generosos
sentimientos de nuestros Superiores en poner y suministrar a la Provincia nuevos
medios de vida, nueva savia que la vivificase.
En gracia a todo ello, nos perdonarán nuestros lectores la inserción, no obstante ser demasiado extenso.
M . P. S.
Fr. Alonso Jubera de la Concepción, Comisario y Procurador General de la
Provincia de San Nicolás de Agustinos Recoletos de Filipinas, ante V. A., como
más haya lugar en derecho, comparezco y digo: Que los cuatro testimonios que
con la debida solemnidad presento, mandados dar por
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P. LICINIO R UIZ
el Gobernador Capitán General de aquellas Islas, por la Real Audiencia, por el Dean y Cabildo, y por el Consejo, Justicia y Ayuntamiento de la Ciudad de M anila;
consta que con arreglo a las Leyes de Yndias y Reales Ordenes, se halla encargada
su Provincia de varias Doctrinas y M isiones de Ynfieles en aquellas Yslas, y que
por el corto número de Religiosos ha habido necesidad de entregar al Clero secular
muchas de ellas, y no tomándose algún medio pronto y eficaz para proveer de Religiosos a aquella Provincia, vendrá a extinguirse antes de muchos años, con notable
perjuicio de S. M . y de nuestra Sta. Fe Católica, tan extendida en aquellos dominios por el Celo y Doctrina de los Religiosos allí establecidos.
De dichos Testimonios aparece, que cumpliendo el Provincial de la de Sn. Nicolás de Agustinos Recoletos con lo que se manda por la Ley, presentó lista de sus
Conventos, Doctrinas, y M isiones encargadas a su Cuidado: quáles están servidas
por Religiosos; quáles a falta de estos por el Clero; relación de los Religiosos que
tiene, sus nombres, edad, calidades, oficio y ministerio en que se ocupan; y a virtud de ella pide los Religiosos que le faltan. Según en dicha lista aparece, consta la
Provincia de cuatro Conventos, y 55 Religiosos de los que los 51 son Sacerdotes;
de ellos hay tres de 20 a 30 años de edad; otros tres de 30 a 40: de 40 a 50 hay 25,
de 50 a 60 son 15, de 60 a 70 tres; y de 70 a 80 seis; y que sin embargo de haber
cinco dementes, por haberse puesto en este estado sirviendo las Doctrinas con el
mayor celo, sin atender al excesivo calor de su temperamento, y ocho enfermizos,
retirados todos al Convento de M anila, sirven y administran el pasto espiritual a
151,427 almas existentes en 30 Doctrinas, y más de 54 anejos. Aparece igualmente
del informe dado de Orden del Gobernador Capitán General por los oficiales No.,
que la Provincia de Recoletos se ha distinguido particularmente en donativos
hechos en los últimos años, para por su parte contribuir a aliviar la Corona; e informan la necesidad que hay de M inistros Doctrineros y que si fuese posible, se
auxilie para ello a la Provincia por el R. Erario. El fiscal de lo Civil en aquella Audiencia, subscribiendo el informe de
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los oficiales por el R.s, añadió, constaba había tenido la Provincia que renunciar las
administraciones de Zamboanga y M arianas, las que pasaron al Clero secular y que
era tan visible la falta de los Religiosos, como lo había representado el Gobernador
de M arianas. El Asesor Gral. informó lo hiciese aquel Governador y Capitán General á S. M . de la escasez que la Provincia de San Nicolás experimentaba de Religiosos y la mucha necesidad que tenía de ellos para proveer los Curatos; porque
sin los Religiosos no podían conservarse las Yslas, ni prevalecer la Religión, como
estaba demostrado en muchos expedientes, especialmente en el informe con que se
dió cuenta a S. M . poco tiempo había, haciéndose ver que los Religiosos son allí
tan necesarios como los soldados, porque la administración espiritual en otras manos está muy arriesgada a causa de que el Clero secular a quien podían fiarse los
Curatos, es todo de Yndios que carecen de las costumbres de los Españoles, y de
la instrucción y ciencia de que deben estar revestidos los verdaderos Párrocos y
porque los Yndios no respetan tanto a los Curas Clérigos como a los Religiosos:
que era muy doloroso que por falta de Regulares se pusiesen Clérigos Yndios á
administrar Pueblos de numeroso gentío, lo que no producía las mejores consecuencias, y debía estudiarse el modo de evitarlo, y no había otro que el implorar de
S. M . el que se remitiesen M isiones a aquellas Yslas. El Capitán General asegurando ser constante cuanto resulta en este expediente, mandó dar testimonio triplicado al Procurador, para que pudiese ocurrir a S. M . a implorar la concesión de nuevos M isioneros de Agustinos Recoletos en su Decreto de 29 de Noviembre del año
pasado. La Real Audiencia en 18 de Noviembre del año pasado decretó se informase a S. M . en el particular. El Cabildo Eclesiástico en 16 de Diciembre del mismo
año informó a S. M . que convencido de propia experiencia de lo util que son los
Religiosos Agustinos Recoletos en aquellas Yslas para el progreso del Cristianismo
y aumento de vasallos de S. M . por la multitud da Ynfieles que reducían a la obediencia de ambas M agestades, suplicaba a su M agestad se dignase conceder permiso para la conducción de Religiosos de la citada Orden, por ser muy
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P. LICINIO R UIZ
conforme a las circunstancias presentes, y para el lleno de aquellos objetos. El
Consejo, Justicia y Regimiento de M anila acordó dar sus credenciales al Padre
Procurador por constarle todo lo que exponía la Provincia para que sirviese de informe ante S. M . a quien expone lo útil que son dichos Religiosos a la Cristiandad
de aquellas Yslas con su doctrina espiritual, y al buen orden de los vasallos de S.
M ., tanto en los dogmas de la Fé, cuanto al servicio del Rey, educación pública y
obras de piedad en que se emplean. Siendo constante la utilidad de estos Religiosos, y la necesidad que de ellos hay, como de estos Documentos resulta, espero
que V. A. se sirva consultarlo a S. M . a fin de que se digne conceder su licencia
para colectar los Religiosos que se puedan en los conventos de Agustinos Recoletos de España para M isión a las Yslas Filipinas. M as esto no es suficiente, Señor,
ni asequible en la actualidad, habida la consideración del poco número que ha quedado en los Conventos de la Peninsula, destruidos en la mayor parte en lo material
y formal de ellos por la última desoladora guerra. Es bien notorio este acontecimiento para que me detenga en patentizarlo a V. A. A la salida de los Franceses
apenas ha quedado edificio alguno religioso y durante el Gobierno, ya por la extinción de los Regulares, ya por otras calamidades fallecieron muchos Religiosos, y
no habiendose dado hábitos en tantos años es hoy el número de individuos tan
corto que no llegan en los 32 conventos que tiene su Religión al número necesario
para llenar las obligaciones de ellos, y así hay muy poca o ninguna esperanza para
que la Provincia de San Nicolás de Agustinos Recoletos, pueda colectar los precisos para cumplir sus deberes, y desempeñar la confianza del Soberano: lo peor es
que en lo sucesivo debe suceder lo propio con los males consiguientes que manifiestan el Fiscal de lo Civil de la Audiencia de M anila, y el Asesor Gral. de aquel
Gobierno y como se explica este, es forzoso estudiar un medio de evitarlo. El colectar, como hasta aquí no es suficiente; porque el espíritu religioso se ve tan amortiguado como se evidencia por los pocos aspirantes a tomar el hábito, y cuando los
haya primero se tratará de poner el número suficiente á las atenciones de cada
Convento, que a
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inclinar a algunos a que se alisten para las M isiones. Esta es una cosa natural; de
forma que los que anteriormente iban para la M isión puede decirse era el número
sobrante de Religiosos de la Península, o al menos los que quedaban después de los
absolutamente precisos. Los Superiores rara vez han impedido el viaje ni la colectación de M isiones, por el contrario, llevados de un Santo Calo, y penetrados de
los repetidos clamores de aquellos sus súbditos animaron a los de acá a emprender
la M isión por el ejercicio de la caridad y porque resplandeciese su Orden en el
Espíritu Evangélico: pero estos recursos, como acredita la experiencia, son en la
actualidad muy difíciles atendida la necesidad de aquella Provincia y el crecido
número de Almas que están a su cargo; pues aumentándose cada día los Yndios se
hace preciso que á proporción se aumenten los M inistros Evangélicos, y como es
necesario que todos vayan de estos reynos, es increíble la dificultad que se encuentra para juntar el número competente y con las prendas necesarias, así por lo poco
abundantes que estan de estos sujetos estas Provincias como porque la mayor parte se hallan en el día sirviendo en Economatos o Tenientazgos, lo que es forzoso
suceda por la pobreza a que están reducidos los Conventos, y como todos lo M isioneros han de ser voluntarios, ni se ofrecen los necesarios, ni todos los que se
ofrecen pueden ser admitidos por carecer de las circunstancias y cualidades que las
Leyes de Yndias requieren en los que han de pasar a Filipinas. Esto se evidencia al
ver que en la Provincia de Castilla, que es la mayor de las tres que hay en la Península, aun no se han establecido las casas de Estudios, ni aun se ha dado un hábito
desde antes de la invasión de los Franceses, y aunque en la de Aragón y Andalucía
estén corrientes algunas de las primeras, y habilitados los Noviciados, son muy
pocos los que se hallan continuando sus estudios, y muy raros los que de nuevo
han vestido el santo hábito después de la salida de los Franceses. Si se trata de los
sacerdotes jóvenes, y que se hallan en la mejor edad para arrostrar los peligros,
vencer las mayores dificultades, y exponer continuamente su vida, no solo en un
viaje tan dilatado, y en una navegación de tantos meses como la que
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P. LICINIO R UIZ
se hace á Filipinas, y que después se han de aumentar en el ejercicio del M inisterio
Apostólico, bien sea en los Curatos de los Pueblos ya reducidos, ó civilizados,
bien sea en las M isiones de infieles; no siendo menos poderosos motivos para retraer a los que quisieran alistarse en las actuales políticas circunstancias de la insurrección de las Américas; porque si es el celo de la salvación de las almas, lo que les
ha de animar, el mismo o mayor fruto creerán lograr en los Economatos y Tenientazgos que actualmente sirven, al mismo tiempo que están libres de los sustos,
peligros, y sinsabores que acarrea la administración espiritual de Filipinas. Y si
antes cuando los Conventos de España estaban en todo su auge no pudieron suministrar los Religiosos necesarios para la M isión en tal grado que mi Provincia tubo
que dejar la Provincia de Zambales, y otros Pueblos, ¿qué sucederá en el día, en
que están en el estado de escasez de individuos como se ha patentizado? La Provincia de San Nicolás observa que de mucho tiempo a esta parte se ha visto con
gran falta de operarios, y es forzoso suceda; pues que los PP. Dominicos, Franciscanos Descalzos, y Agustinos Calzados aunque no en tanto grado experimentan
también igual falta. Y si los PP. Agustinos con más de 96 conventos, y más poblados, y el Colegio Seminario de Valladolid en que se dan hábitos con destino exclusivo á su Provincia de Filipinas; y si los primeros teniendo aún muchos más conventos y tan poblados que pocos de ellos, llegan á igualar al total de individuos que
en el día componen las Provincias de Agustinos Recoletos de España, se resienten
de la escasez, aún desde antes de la actual calamitosa época, no obstante las vivas
diligencias que sus respectivos Comisarios han practicado en orden a la colectación; que sucederá de mi Provincia? Es indubitable por todo acudir a otro arbitrio
para remediar en lo posible la falta como opina el Sr. Asesor General de Filipinas.
Y enseñando por la experiencia de 16 años que llebo de Comisario, no hallo otro ni
puede haberle más pronto fácil, cómodo y útil que el de establecer un Colegio Seminario de Agustinos Recoletos Descalzos en la Península en el que se puedan
criar Religiosos, recibiéndolos al hábito,
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y dándoles los estudios necesarios y convenientes para el fin; y con la precisa
obligación de pasar a Filipinas cuando se les mande, y en el que se pudiese experimentar por algún tiempo la conducta y cualidades de los que voluntariamente quisieren alistarse para la Misión, de los hijos de las Provincias de España, debiendo
ser otro Seminario a ejemplo del que tienen los Agustinos Calzados de Filipinas en
Valladolid, en cuanto sea adaptable a las Constituciones de nuestra Orden, las que
deberán observarse en él con la mayor exactitud. Dicho Seminario se fundará a expensas de la Provincia, y con el auxilio que la generosidad y munificencia de S. M .
quiera subministrarle; sin que por motivo alguno sea gravoso al Público, ni al Pueblo donde se erija con questuaciones, ni de otro modo, y por el contrario con notoria utilidad del mismo Pueblo que a lo menos tendrá siempre algunas M isas más
diarias, y otras ventajas consiguientes de todo establecimiento de esta clase. Será
útil a S. M . según sus benéficas intenciones manifestadas en sus leyes de Indias,
relativas a la adquisición de nuevas tierras y vasallos, y su conservación, como lo
manifiestan los Documentos presentados y lo acredita la experiencia de todos los
tiempos.
Por una Ley de Indias se dice que desarraigar las idolatrías, es de las materias
más principales del Gobierno: Por otra: que ninguna cosa desea más el Rey por la
obligación con que es Señor de las Indias que la Publicación y ampliación de la Ley
Evangélica, y la conversión de los Indios a nuestra Sta. Fé Católica, por lo que
quiere que el Consejo, postpuesto todo otro respeto ni aprovechamiento e interés
de su Real Hacienda, tenga por principal cuidado las cosas de la conversión y doctrina. Por otra insiste en lo mismo, de forma que por falta de doctrina y M inistros
que enseñen la fé no reciban los Indios daño ni perjuicio en sus ánimas. Y por otra:
que se pongan M inistros suficientes para ello. Por ellas se demuestra cual fué
siempre la intención del Gobierno, y que no debe despreciarse medio alguno para
desarraigar las idolatrías; publicación de la Ley Evangélica, conversión de los Indios a nuestra Sta. Fé Católica, que los Indios no reciban daño ni perjuicio
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P. LICINIO R UIZ
en sus ánimas y que para todo ello se pongan M inistros suficientes.
Si consiguiente a esto por medio de los Regulares se ha logrado en las Islas Filipinas como es notorio: Y como dispone otra Ley no deben pasar a las Indias Religiosos que no tengan conventos en ellas; y si como otra manda no debe consentirse a los Religiosos Doctrineros, ir a otra parte a doctrinar, pues de dejar las doctrinas que tienen a su cargo se siguen muchos inconvenientes y daños por la falta que
hacen a lo comenzado y asentado en la enseñanza y educación de los Indios, y está
demostrada la escasez de M inistros Doctrineros que tiene la Provincia de Agustinos Recoletos de Filipinas, la que no puede remediarse por el medio ordinario de la
colectación en los conventos de la Península, parece que atendido el espíritu de las
leyes, la utilidad de los Indios, y las ventajas que pueden resultar al Estado y a la
Iglesia, debe adoptarse el medio seguro y único que hay en la actualidad, y es la
erección del Colegio Seminario, con el que a más de otros fines se lograría el que no
intenten pasar a la Provincia Religiosos que no tengan las cualidades necesarias, y
que continuando los individuos de una misma Provincia constantemente en las
doctrinas que le han sido encargadas, se mantenga lo comenzado y asentado en la
enseñanza y educación de los Indios.
Las Leyes de Indias no son obra del acaso o voluntariedad, son el resultado de
la experiencia y profunda meditación de hombres sabios que nuestro benéfico Govierno envió allí para el manejo de los negocios, y por ellos, y conocimiento de las
inclinaciones, y costumbres de los Naturales, y Europeos que puestos allí son
otros hombres, que lo fueron en Europa pudiesen informarle de lo más conveniente
a establecer una legislación y gobierno el más suave y paternal que se ha conocido
y los resultados que de cualquiera providencia debían esperarse y es lo que la experiencia de tantos tiempos y principalmente del presente nos patentiza hasta la
evidencia. La Ley previene que continuen los Religiosos constantemente en las
Doctrinas que les han sido encargadas para que se mantenga lo comenzado; y asentando en la Enseñanza y educación de los Indios.
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15
La Provincia de Zambales: la isla de M indoro (en el tiempo que esta estuvo a cargo
del Clero por falta de Religiosos Agustinos Recoletos) y algunos otros Pueblos
que mi Provincia se ha visto precisada a renunciar por falta de individuos, han decaido considerablemente y padecido notables perjuicios y atrasos así en lo espiritual como en lo temporal, desde que están a cargo del Clero Secular; sucediendo lo
mismo con las Doctrinas que en otras Religiones han pasado a cargo del Clerigo. Es
esto tan público y notorio que sería superfluo y ocioso el demostrarlo. No es extraño anuncien el Govierno, Audiencia y los Cabildos Eclesiásticos y Civil de Manila los males necesarios que están tocando de que las Doctrinas varien de mano; y
que pidan M inistros Europeos expresando hacen más falta que los soldados: ¿qué
podrá esperarse a vista de esto de fiar a los Clérigos Indios las Doctrinas de Filipinas? La carrera de las ciencias necesaria a los que han de ser Párrocos, y principalmente en unos pueblos nuevos de los que gran parte se va reduciendo, y a cuyos
naturales se les ha de atraer con blandura, justicia y política y se les ha de enseñar
todo, debe principiarse desde la cuna o niñez, y esta casi es imposible la emprenda
sino algún otro muy raro Indio, no pueden por lo tanto encargarse a los Indios tales Doctrinas.
Su vida y costumbres tampoco puede ser cual conviene tengan unos Eclesiásticos que con ellas y su buen ejemplo han de hacer mayor fruto en los Indios, que
no saben distinguir la vida de la Doctrina, y los convertirán de sus vicios a Dios
como se explica otra ley. Por todo es necesario allí más que en otras partes de
América la continuación de los Religiosos en las Provincias que les están encargadas; y a vista de la escasez de los de la Provincia de Agustinos Recoletos de Filipinas, y que no puede acudirse a ella por solo el medio hasta aquí usado, es indispensable recurrir al de la erección del Colegio Seminario propuesto, a que parece
coadjuvar la Ley que previene se edifiquen y funden M onasterios para conversión
y enseñanza de los Naturales y predicación del Sto. Evangelio, concurriendo tan
urgente necesidad y justas legales causas que para ello concurren. Y si los Religiosos que hayan de pasar a las M isiones exige
16
P. LICINIO R UIZ
la Ley sean cuales conviene, que se tenga noticia de su vida, doctrina y celo en
nuestra Sta. Religión; ¿habrá establecimiento alguno para estos fines más a propósito que el Seminario en el que desde que toman el hábito se les está doctrinando en
virtud y ciencia, y experimentándolos para tan santo objeto? Este es el fin principal del establecimiento que se solicita. El Sto. Concilio de Trento lo aconseja, pues
que previene haya en todas las Diócesis Seminarios de Eclesiásticos que sirvan
para educar a los que han de ser M inistros del Seminario para que con su buena
vida, doctrina y ejemplo dén buen olor a todo el estado eclesiástico".
Enterado el Consejo de Indias de lo que en dicha solicitud se pedía y de los
grandes y poderosos motivos, que para ello exponía el recurrente, ordenó inmediatamente lo más perentorio, esto es que dicha petición fuese informada por el Superior General de la Orden.
En efecto, ese mismo año pasaba el expediente a N. P. Prior General Padre
Félix M eave para que lo informase, como efectivamente lo hizo y muy favorablemente en carta expedida en San Felipe el Real a trece de Enero de mil ochocientos
diez y ocho.
Cumplido este requisito el Consejo remitió dicho expediente a la Contaduría
General, quien lo aprobó inmediatamente. El Fiscal, entonces, expuso a N. P. Vicario General el estado del expediente que había sido favorablemente acogido; pero
que era preciso que, en vista de que el erario de S. M . no podía ayudar con recursos pecuniarios a dicha fundación, informase al Consejo si contaba con medios
suficientes no sólo para la fundación, sino también para el sostenimiento de los
Religiosos que en él ingresasen.
N. P. Vicario General en 25 de Abril de 1816 contestaba diciendo que visto lo
expuesto por el Sr. Fiscal, si bien era verdad, que en la actualidad, el P. Comisario
no contaba con fondos suficientes, podía procederse a dicha fundación, pues la
Provincia le había prometido lo necesario y que para principiar tenía a su disposición 80,000 reales vellón, indicándole al mismo tiempo la conveniencia de que dicho Colegio se fundase en la ciudad de Alfaro, para lo que alegaba la fertilidad de
sus campos, lo sano del clima, los muchos
S INOPSIS HISTÓRICA
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pueblos y buenos que lo circundan y sobre todo, que no pudiendo S. M . regalar
ningún otro edificio, que a la Provincia le sería menos costoso en Alfaro, que en
ninguna otra parte, como decía el P. Comisario.
Estos pasos se habían dado ya por N. P. Comisario, cuando este recibió dos
Cartas de N. P. Provincial y del Definitorio, en una de las cuales le hablaba e insistía en lo del Colegio, pero que a ser posible fuese en M éjico, donde ya teníamos
algunos bienes; y en la otra le daba aviso, de que le mandaba la cantidad de 7,500
pesos para que los distribuyese entre los Conventos de M adrid, Zaragoza y Sevilla con el mismo fin de obtener algún Religioso para Misiones.
Obedecían estas dos cartas a las resoluciones tornadas en el Capítulo celebrado en 1817.
Ignorantes nuestros Padres de M anila de las diligencias hechas por el P. Alonso respecto a lo del Colegio, pensaron ser más acertado y aun conveniente su fundación en M éjico, supuesto que allí poseíamos aún algunos bienes que podían ser
una ayuda poderosísima para el sostén del nuevo Colegio1.
M as N. P. Alonso que como hemos visto llevaba ya tan adelantado el asunto
del Colegio y que tenía ya medio tratado y convenido con el Gobierno hasta el
punto en que se había de erigir, no creyó conveniente deshacer lo ya hecho, tanto
más que a su juicio no creía nada conveniente para los intereses morales de la Corporación la idea de fundar
1
Resoluciones tomadas en el Capítulo de 1817 –Convenimos en que se procure fundar, y se funde, si es asequible, una casa de Noviciado en Méjico para recibir novicios para esta Provincia, bajo la promesa de venir a servirla; para lo cual el P. Presidente de dicho Hospicio y el
P. Comisario obrarán de acuerdo, y se comunicarán uno a otro lo que convenga, y se ayudarán en todo lo necesario; así que vean estos qué puede verificarse y ser útil a la Provincia y
al fin que esta se propone, procurará dicho Padre Comisario sacar las licencias necesarias del
Rey N. Sr., de la religión y del Sumo Pontífice con todo lo demás que sea necesario. 2.o
Punto sobre socorro a los Conventos, donde hay noviciado se determinó que se dén al Convento de Madrid tres mil pesos, otros tres mil al Convento del Portillo de Zaragoza, y mil al
del Pópulo de Sevilla, siete mil por todo (también habíamos pensado enviar otros tres mil
para el gasto de V. R. y conducción de Religiosos, pero esto se lo encargamos de nuevo al
P. Presidente de Méjico que lo haga). Y en punto a lo que V. R. insinuaba en sus cartas sobre recibir Novicios con promesa de venir a Filipinas y darles estudio a cuenta de la Provincia pagando al Convento donde estos entren, y donde sean mantenidos y los gastos que
hicieren; o si fundaría Colegio al modo de los PP. Calzados, dijeron los PP. del Definitorio
que no convenía tal Colegio, porque si se funda en una Provincia no podría recibir a los de la
otra, y como lo que se propone arriba de que se funde en Méjico casa de Noviciado, bastaría
por ahora; y en cuanto a los demás que pregunta el P. Comisario, dijeron que su Ra. que está
palpando la cosa, haga consultándolo con el Definitorio General, lo que crea más a propósito
para facilitar el que vengan Religiosos, que sostengan esta Provincia arreglándose en los gastos a nuestras fuerzas y haberes, pues ya sabe dicho P. Comisario lo que tenemos".
18
P. LICINIO R UIZ
en M éjico. He aquí cómo contestaba a las dos citadas cartas del Provincial.
Respecto a lo primero, o sea, la fundación en M éjico, decía que no le parecía
nada conveniente, por el motivo de que los Religiosos Americanos que habían de
ser en su mayor parte, de fundar allí, han dado casi siempre mal resultado, sobre
todo en las revoluciones habidas en el país, en las que muchos de ellos han abandonado el Hábito y se han ido con los revolucionarios y otros han tenido que mandarles los Superiores a España, bajo partida de registro, como poco antes había
sucedido en Tierra firme; y que además, había siempre entre los unos y los otros,
entre Europeos y Americanos, grandes disensiones.
A lo del reparto del dinero contestaba que cumpliría su voluntad; pero que no
por eso esperasen religiosos, por el motivo de que dichos Conventos se hallaban
muy necesitados; y siendo esto así emplearía ese dinero en socorrer primeramente
sus necesidades. El Convento de Zaragoza, añadía, está en ruinas hasta los cimientos y el de M adrid está tan pobre que tiene arrendada la huerta para poder vivir y
todo el edificio muy deteriorado y que en las mismas condiciones estaba el de Sevilla: por todo lo cual haciendo el Colegio se ahorrarían gastos tan enormes y casi
superfluos y que de consiguiente, no por contradecir a sus Superiores sino porque
había dado ya los primeros pasos y la Orden Real sobre lo de Alfaro urgía, seguiría
adelante con su proyecto.
Prescindiendo pues el P. Alonso de la determinación del Capítulo continuó las
negociaciones ya entabladas.
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Al presentar el expediente aprobado ya por Nuestro P. Prior General, acompañó una solicitud en la que pedía al Gobierno autorización para tratar con el M unicipio de Alfaro.
Concedida esta licencia en 16 de M ayo, N. P. Comisario, en escrito firmado el
29 del mes dicho, suplicaba al ayuntamiento que, previos los informes del Consejo
Real de que enviaba copia, sirviesen decir e informarle si en dicha ciudad o sus inmediaciones había algún edificio perteneciente a S. M . que pudiese ser útil y conveniente para fundar el Colegio.
El M unicipio contestó en 17 de Junio a la solicitud o instancia de N. P. Comisario que en las afueras de la ciudad existía un edificio que había pertenecido a la
extinguida Orden de San Antonio Abad, a quien se habían aplicado las rentas que
poseía el Hospital nuevo de la Ciudad, con la obligación de cumplir todas las cargas anejas a estas rentas, según ordenaba la Real Cédula expedida en Aranjuez de
1795 y que era un lugar muy a propósito para un Colegio de Religiosos, haciendo
en él algunas reparaciones de no mucha importancia y que no había obstáculo por
parte de los Patronos, toda vez que se compense el edificio y el de la huerta que
tenía unida, o bien pagando el censo de la finca que no excedía de ochenta y seis
ducados; y por último que tanto el M unicipio como el común de vecinos eran muy
gustosos que los Recoletos fundasen allí su Seminario, pues de ello habían de reportar ellos grandes ventajas, ya que consumirían muchos de sus preciosos frutos.
La anterior contestación fue mandada al Seminario M ayor del Consejo por el
P. Comisario el 7 de Julio, y en 29 de Agosto era despachada favorablemente por
S. M . concediendo licencia para poder tratar con el M unicipio de Alfaro sobre el
particular.
Con esta autorización partió el día 2 de Septiembre nuestro P. Alonso para
Alfaro y desde allí, el 12 pasó a exponer al Cabildo de dicha ciudad sus pretensiones, que fueron benévolamente acogidas, volviendo el 17 a Alfaro, donde expuso al
Cabildo de aquella Colegiata el fin que motivaba
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P. LICINIO R UIZ
su viaje, exhibiendo al mismo tiempo la Real Cédula y permiso del Obispo de Tarazona.
En 16 de Septiembre elevó otro escrito al M unicipio de Alfaro pidiéndole licencia para llevar a efecto la fundación por compra o arriendo, según se estimase
conveniente. Al mismo tiempo pasó al Convento de Trinitarios de la misma Ciudad a hacerles presente que de fundar allí el Seminario no se les había de perjudicar
a ellos en nada, puesto que los PP. Recoletos no habían de mendigar ni en la población ni en sus afueras; lo mismo decía en la comunicación que con el mismo objeto
dirigió a los PP. Franciscanos.
Todos acogieron muy bien el intento de N. P. Comisario; no así el Cabildo,
quien presentó a N. P. Procurador para que mostrase su conformidad o no a ciertas
capitulaciones antes de llegar a la concordia; capitulaciones, que, por lo onerosas
que eran y que porque quizás ellas fueron la causa o motivo de que más tarde se
abandonase el Convento, voy a copiar.
La fecha de la expedición por el Cabildo de Alfaro de dichas capitulaciones es
de 24 de Septiembre y obran en nuestro Archivo de M arcilla: dicen así: "Capitulaciones con el Colegio Seminario: 1.a será primera y fundamental condición de este
contrato que el R. P. Fr. Alonso Jubera Comisario y Procurador General de las
M isiones de Filipinas exhiba y presente el previo y necesario permiso del Ordinario para fundar en esta ciudad. 2.a Que todas las heredadas, huertas, viñas, olivares, tierras de regadio, monte o montes, Dehesas, Baldíos, Ganados y otras de
cualquiera clase y calidad que sean, que adquiriesen o poseyesen los Religiosos del
Colegio o Seminario de Agustinos Recoletos de las M isiones de Filipinas, que se
ha de fundar en esta ciudad hayan de pagar, y paguen enteramente los Diezmos y
primicias de todos los frutos que se cogieren en ellas, sin excepción alguna en la
forma que según derecho o costumbre se pagaba de otras tierras y ganados, antes
que fuesen del dicho Colegio, a las Parroquias o personas que conforme a derecho
o costumbre de la tierra les pertenezca, y esto sea, o labrando las dichas heredades,
o administrando dichos
S INOPSIS HISTÓRICA
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Ganados por sus Donados o Legos, o por sus Colonos o arrendadores, no obstante
cualquiera excepción o privilegio general o especial que dicho Colegio o su Religión, tengan o pretendan tener por Breves apostólicos o privilegios comunicados o
que se les puedan comunicar por otras Religiones o Motus Propios, de los cuales
desde luego no se quieran valer, y renunciando cualquier derecho que por ello les
pueda pertenecer o pertenezca y se obligan a no pedir nuevo Breve, o Privilegio
que se oponga a este Capítulo, aunque sea por causa del sustento de los Religiosos, ni por otra presente, futura, pensada o no pensada, y si se pidieren no quieran
que les valga en juicio ni fuera de él; y en caso que se ganase habiendo hecho relación con la expresión de ella, quieren, y es la voluntad que dicho Breve, o M otus
propios, y la dispensación de esta cláusula nunca les pueda sufragar ni relevar de la
obligación de pagar diezmos y primicias en la conformidad que dicho es, ni sobre
ello puedan ser oídos, antes bien se repela cualquiera demanda o impedimento que
en contrario hicieren.
Ittem que si el dicho Colegio adquiriere alguna heredad o heredades por renta y
compra, trueque o permuta, donación transación, prescripción o cualquiera última
voluntad, o por otro cualquier Título o contrato, o causa de conveniencia, haya de
pagar los Diezmos y primicias de los frutos, que se cogieren en las dichas heredades, aunque hayan sido algún tiempo y sean exentas de la obligación de Diezmar y
primiciar, ora sea por privilegio, costumbre prescripción o cualquiera otro modo; y
la obligación de Diezmar, y Primiciar tenga el dicho Colegio y sus Religiosos, en
cuanto a las tierras que hayan estado incultas, y de nuevo se cultivasen, y de los
nuevos frutos que se introdujeren de cualquiera especie, o se labren a propias expensas del Colegio, o Donados, y Colonos o por cualesquiera personas privilegiadas, o no privilegiadas.
Ittem es condición, que de las Rentas que tienen o tuvieren los otros Religiosos de este Colegio, y de otras que adquirieren por donaciones o capellanías, o por
razón de vender el Patronato del colegio o capillas hayan de pagar subsidio y renta,
como también la cuota y cualquiera nuevo
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P. LICINIO R UIZ
impuesto que se hiciere al estado Eclesiástico según les tocare, y fuere repartido
por los Repartidores y Contadores de este Rel. Colegio.
Que no pueda enterrarse en dicho Colegio por motivo alguno de devoción, testamento, Patronato o propiedad de Capilla, o sepultura, difunto alguno de cualquier estado, clase, o condición que sea, sino los mismos Religiosos, y sus perpetuos familiares, y los comensales que vivieren y habitaren de continuo dentro del
mismo Colegio; y si por una gracia particular quisiere el Cabildo permitir alguna
vez que se entierre en el dicho Colegio algún difunto haya de ser precisamente con
su asistencia y satisfaciendo al cabildo in totum los mismos derechos, ofrendas, y
emolumentos que si el entierro se hiciese en la Iglesia Colegial, quedando a cargo de
la parte interesada la limosna que haya de darse al Colegio.
Ittem. Que en la Iglesia de dicho Colegio, no se puedan admitir, ni cantar por
los Individuos de su Comunidad fiesta alguna votiva ni oficio de difuntos pedidos
por algún Devoto; sí únicamente las propias de los Santos de su orden y que son
de obligación del Colegio y los funerales de sus Individuos.
Ittem: Que tampoco pueden admitir ningun género de funciones con dotación
ni limosna concedida, a saber, Aniversarios, M isas cantadas, ni rezadas, ni otros
sufragios de esta especie.
Ittem: habiendo avisado antes el Cabildo al dicho Colegio pueden ir en procesión a él y a decir M isas por necesidades públicas o particulares, y pasar por la
Iglesia de el en las Procesiones generales y particulares con cruz levantada y en
estos casos el preste del Cabildo haya de decir la Colecta, y los Religiosos en la
puerta de su Iglesia, hayan de recibir al Cabildo con Cruz y Capa Pluvial, y acompañarle cuando saliere en la misma forma hasta el Pórtico y distrito de su Iglesia,
yendo adelante del Cabildo hasta el puesto señalado.
Ittem: Que los Religiosos de dicho Colegio, no puedan hacer procesiones, ni
salir fuera de él con Cruz levantada y que han de acudir y salir a acompañar las
procesiones
S INOPSIS HISTÓRICA
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generales, como son las del Corpus, San M iguel y San Roque, y las demás que por
necesidad, o causa que se hicieren graves, y siendo llamados o avisados del Cabildo
como se acostumbra con las demás comunidades y han de asistir a ellas ocupando
el último lugar, esto es, delante de los Trinitarios, por ser la más moderna fundación y entiéndase, que no están, obligados a la observancia de esta Cláusula, hasta
tanto que su comunidad, no se componga a lo menos de seis individuos.
Ittem: Que ha ser obligación del dicho Colegio, el admitir en sus Aulas, conferencias, conclusiones, y demás actos literarios, a todos los hijos y vecinos de este
ciudad, que quieran dedicarse al estudio de la facultad o facultades, que en él se
enseñaren, siempre, y cuando tuvieren curso abierto para sus Religiosos, e igualmente se prestará dicho Colegio en unión con el Cabildo y M . I. Ayuntamiento, a
practicar las gestiones necesarias al efecto si se pensare en solicitar de S. M . la
incorporación de estos Estudios con alguna universidad del Reyno.
Ittem: y por que podría haber sobre la ejecución de lo contenido en esta concordia algunas dudas, o pleitos, y ocasionarse muchos sobre la jurisdicción, pretendiendo cada parte gozar de lo que por derecho o privilegio pretende que le pertenezca; porque en todo se conservase la unión entre los Religiosos de dicho Colegio y Cabildo, se conviene en que todas las causas pertenecientes a la Ejecución de
esta concordia y de los Capítulos de ella en general, y en particular, sea el Juez el
Sr. Vicario General del partido de Castilla que al presente es, y en tiempo fuere,
sin que las partes pueden elegir otro alguno ni suplicarán los otros a Su Santidad,
ni a su Santa Sede, que dispense, anule, ni interprete lo contenido en este capítulo,
y si lo hicieren en particular o en general desde ahora para entonces renucian del
derecho que les puede pertenecer, y no se quieren valer de él etiam si, de verbo ad
verbum, viniese dispensado lo contenido en él, y asimismo renucian cualquiera
motus propios de su Santidad, expedidos y que se expidieron contrarios en todo o
en parte a este capítulo, y cualquiera otra parte de estas capitulaciones.
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P. LICINIO R UIZ
Ittem que de ninguna manera, ni en ninguna tiempo podrán los Religiosos de
dicho Colegio o Seminario, pedir limosna de frutos, ya sea en Haras, en secreto, ni
en especies ni en dineros ni en las calles, ni en las casas ni en su propia Iglsia.
Que para mayor firmeza y estabilidad de este contrato, se han de confirmar
por el Rmo. P. Vicario General de Agustinos Recoletos todas las capitulaciones y
condiciones en general expresadas, y cada una de por sí en particular ante un Escribano público, o del modo más auténtico, según se insinúa en la Real Cédula, e
igualmente han de pasar a la aprobación o confirmación del Ilustrísimo Señor
Obispo de Tarazona o su Gobernador o Provisor.
N. P. Alonso recibió dichas condiciones y después de bien leídas y mejor pensadas, hizo al Cabildo presentes sus observaciones a esas condiciones, que no sólo
le parecían demasiado duras, sino que algunas de ellas eran tan contrarias a la libertad religiosa y Conventual, que no podía pasar por ellas.
Con fecha 26 de Septiembre de 1818, contestó N. P. Alonso al oficio del M .
Y. Cabildo de Alfaro del 24 del corriente més en los términos siguientes:
"M . Y. El Comisario de Agustinos Recoletos de Filipinas ha recibido con el
mayor placer la contestación que VV. SS. han tenido a bien dar a su oficio de 16
del corriente, acompañada de las capitulaciones que deben preceder a la fundación
del Colegio que solicita. En uno y otro papel se dejan ver con la mayor evidencia
testimonios nada equívocos de los generosos afectos y piadosos sentimientos que
animan al M . Y. Cabildo y a cada uno de sus respetables individuos, de cooperar
por todos los medios que están a su disposición, a que se realicen las soberanas
intenciones del Rey N. S. y las del Comisario, dirigidas al mayor bien espiritual y
temporal de los pueblos y M isiones que están al cargo de su Provincia. Por todo lo
cual, no puedo menos de tributar a VV. SS. las más expresivas gracias, y queda
perpetuamente agradecido a tanto favor. –La acreditada justificación del M . Y. S.
Cabildo, lejos de retraer e impedir al Comisario o exponer lo que juzga oportuno
acerca
S INOPSIS HISTÓRICA
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de las capitulaciones o condiciones de la Concordia que se le ha pasado, antes bien
lo impelen y estimulan poderosamente a verificarlo en los términos que expresa la
adjunta nota que con el debido respeto presento a VV. SS., para que en su vista
tengan la bondad de modificar o reformar lo que se crea más oportuno y acertado.
–"Dios N. S. guarde la vida de VV. SS. A. A. Alfaro y Septiembre de 1818 Fr.
Alonso Jubera de la Concepción. –M . Y. S. Abad y Cabildo de la Real e insigne
Colegial de Alfaro.
He aquí las observaciones que hizo el Comisario P. Alonso a los Capítulos de
los concordia o Capitulación que debía preceder al establecimiento del Colegio.
1. –Admitida en todas sus partes, y en su virtud presenta la licencia del Ordinario para la fundación.
2. –Admitida en los términos que está puesta.
3. –Suplica se le exima de pagar Diezmos y primicias de la Huerta que esté
dentro de la cerca del mismo Colegio, siendo para el gasto de la Comunidad la fruta
y verdura de ella, y no vendiéndolo fuera, y porque regularmente no se acostumbra
pagar en dichas Huertas.
4. –Admitida en cuanto a las Rentas que tuviese en el territorio de Alfaro.
5. –Admitida en todas sus partes.
6. –Advierte el Comisario, que esta condición es muy absoluta y pídese modificar.
7. –Lo mismo dice el Comisario de esta condición que de la antecedente.
8. –Admitida en todas sus partes.
9. –Al contenido de este capítulo dice el Comisario que, aunque los Colegios
de esta clase no acostumbran a asistir a las Procesiones, accede a lo que se propone
y pide que sólo estén obligados a ello, cuando haya diez Individuos útiles.
10. –El Comisario hace presente que lo contenido en esta condición, le está
prohibido expresamente por las constituciones de su Orden, en las que en el capítulo 1.o de la 4.a parte, donde trata De institutione Collegiorum, al No. 2.o dice
entre otras cosas: notantes tamen, quod nullum ex his Collegiis fundetur, cum onere admittendi in nostris lectionibus quoscumque seaculares, etiam si pro eis annui
rédditu assignentur; en cuya virtud no puede acceder a ello.
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P. LICINIO R UIZ
11. –Admitida, pero sin perjuicios de la Jurisdicción y autoridad que S. M .
tenga a bien conceder al Juez conservador y Protector del Colegio de PP. Agustinos Calzados de Valladolid.
12. –Admitida en todas sus partes.
13. –Admitida, pero debido ser la confirmación ante el Secretario o Procurador
General de la Orden, cuya autorización hace fé y es recibida en todos los Tribunales del Reyno.
14. –Admitida en todo a su contenido.
Alfaro y Septiembre 26 de 1818. –Fr. Alonso Jubera de la Concepción.
Hechas las observaciones o enmiendas que preceden por N. P. Jubera a las
Capitulaciones del Cabildo, aquel se las remitió a este, para que dijese su conformidad con ellas o no, a lo que contestó el Cabildo aprobando lo hecho por nuestro
P. Comisario, exceptuando lo de la huerta a la que eximían de los diezmos, con la
condición de que la extensión de dicha huerta no había de exceder de dos fanegas.
De acuerdo el P. Alonso y el Cabildo de Alfaro en las negociaciones previas a
la compra del Convento, se procedió a hacer la escritura.
Antes de verificarla, el P. Alonso cumpliendo con uno de los requisitos exigidos por el Cabildo, exhibió la aprobación y licencia del Obispado de Tarazona
concebida en los siguientes términos. –Tarazona 25 de Septiembre de 1818. Por lo
que a Nos toca, concedemos nuestro permiso y licencia al R. P. Comisario Fr.
Alonso Jubera para la fundación del Colegio que expresa, en la ciudad de Alfaro,
estando a los pactos y condiciones que obran en la escritura o concordia que al
efecto deberá celebrarse y de que deberá cerciorarse a su tiempo para la Providencia que corresponda y haya a lugar. –Dionisio Crespo, Vicario General. –Por mandado del Vicario General, Fabián Expeleta, Notario M ayor.
Intervinieron y estuvieron presentes a dicho acto los Señores Dn. Hipólito de
Frias, Regidor preeminente por el estado de Caballeros Hijosdalgos del Yltre.
Ayuntamiento; Dn. Félix de Carra, Procurador Síndico General del mismo por el
suyo de Francos Infanzones y el Dr. Dn. Casimiro
S INOPSIS HISTÓRICA
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M artínez, Presbítero, Canónigo Penitenciario de la Real e insigne Iglesia Colegial
de Alfaro, y el P. Alonso Jubera, como Comisario y Procurador de nuestra Orden.
La escritura puede verse al final.
Establecidas las bases para la compra del Convento de San Antonio de Alfaro,
y hecha ya la escritura de compra, sellada y firmada, como hemos visto por nuestro Procurador y el Cabildo de Alfaro, de suponer es que a no tardar mucho se
habilitaría el citado convento por nuestros Religiosos.
M as no fue así. El P. Alonso en 17 de Febrero de 1820 elevaba a S. M . un extenso testimonio de todo lo actuado con el Cabildo de Alfaro y Tarazona y de la
conformidad con el proyecto de los demás Conventos existentes en la ciudad; de
cómo en vista de todo esto habían llegado a un acuerdo entre dicho Cabildo y él, en
virtud del cual habían hecho escritura formal de compra del citado Convento de
San Antonio Abad. Decía a S. M . en el escrito cómo había arreglado ya el Convento para 20 Religiosos; y que en vista de esto y para dar cumplimiento a su Real
voluntad, que así lo ordenaba. remitía a S. M . los Estatutos por los que se había de
regir el Convento, estatutos aprobados de antemano por N. P. Vicario General.
El Gobierno contestó aprobando todo lo actuado. La fecha del Documento expedido por el Gobierno es de 20 de Enero de 1824.
Como en dicho Documento se alude a la labor realizada por el P. Alonso, antes de que esta sufriese aquel retraso de que ya hemos hablado y en él se insertan
los Estatutos que conforme a la voluntad regia elaboró el mismo Padre, se hace
precisa su inserción en este lugar.
Es sin duda alguna uno de los Documentos más preciosos e interesantes de esta pequeña Historia, puesto que dichos Estatutos estuvieron en práctica en los
Colegios de Alfaro y M onteagudo por espacio de muchos años.
Todo esto, como hemos dicho, fue remitido a S. M . para la aprobación definitiva en la fecha arriba indicada. M as los trastornos políticos de aquellos días fueron motivo, para que todo lo actuado se retardase y quedase sin dicha sanción Real, hasta que en Setiembre de 1823 el entonces Comisario
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P. LICINIO R UIZ
Fr. Francisco Vidal de Sn. José removió otra vez el expediente hecho por el P.
Alonso, presentándolo otra vez al Gobierno.
Este expidió inmediatamente una Real Orden que dice así:
Por mi Real Cédula de veinte y nueve de Agosto de 1818 y a instancia de Fr.
Alonso Jubera, Comisario y Procurador General de la Provincia de Sn. Nicolás de
Agustinos de Filipinas, tuve a bien concederle permiso y facultad, para que a expensas de su Provincia se pudiesen criar Religiosos, recibiéndolos al hábito y
dándoles los estudios necesarios y convenientes, para el fin y con la precisa obligación de pasar a Filipinas, a ejemplo del que con el mismo objeto tienen los Agustinos Calzados de dichas Islas en Valladolid, en cuanto fuere adaptable a las Constituciones de dicha Orden: Igualmente le autorizé, para que pudiese llevarlo a efecto en el edificio que en la ciudad de Alfaro perteneció a la Orden Hospitalaria da
Sn. Antonio Abad y entonces correspondía al Hospital nuevo de dicha ciudad, si
se conviniese en su compra o arrendamiento con los Patronos da él; y ultimamente
mandé que, posesionado de dicho edificio, formase las Constituciones que hubiesen de regir y gobernar el referido establecimiento, y con el visto bueno o aprobación de su Vicario General las remitiese, para lo que se estimase conveniente, en
inteligencia de que no deba contar con auxilios algunos pecuniarios de parte de la
Real Hacienda, ni con otros que con los de mi Soberana protección. En su consecuencia el referido P. Jubera, precedido el correspondiente permiso del Gobernador
del Obispado de Tarazona, y la conformidad del Ayuntamiento da Alfaro y de las
Comunidades religiosas que hay en aquella ciudad, ajustó y tomó a censo reservativo el expresado edificio del Hospital en la cantidad de 47,000 r. vellón al rédito
de tres por ciento; otorgó concordias y capitulaciones con los Cabildos de la Santa
Iglesia Catedral de Tarazona y de la Colegial de Alfaro, que fueron aprobadas por
el Rev. Obispo y su Provisor Vicario General y Gobernador de la M itra y por el
Vicario General de la Orden; y finalmente a veinte y dos de Enero de mil ochocientos veinte formó las Constituciones
S INOPSIS HISTÓRICA
29
que se le encargaron, para el Gobierno del Colegio Seminario, y son las siguientes –
Fr. Alonso Jubera de la Concepción, Lector jubilado, Ex-Provincial, Definidor General y Comisario, Procurador de la Provincia de Sn. Nicolás de Tolentino de
Agustinos Recoletos de las Islas Filipinas. Por cuanto el Rey nuestro Señor Dn.
Fernando VII (que Dios guarde) se sirvió expedir a nuestra instancia una Real
Cédula con fecha 29 de Agosto de 1818, facultándome para llevar a debido efecto
la fundación de un Colegio Seminario de nuestra Orden para la Provincia de Filipinas, en el cual se diesen Hábitos, y se habilitasen los jóvenes en los estudios necesarios, con preciso destino a las misiones de la expresada Provincia, mandando al
mismo tiempo formásemos las Constituciones que hayan de regir y gobernar el
referido Seminario, las que con el visto bueno o aprobación de nuestro Reverendísimo Padre Vicario General debíamos remitir a S. M . por medio del Supremo Consejo de Indias, para lo que se estimase conveniente; por tanto deseando cumplir lo
prevenido en la citada Real Cédula, y realizar las piadosas intenciones de S. M .
después de un maduro examen y reflexionando todo con la atención que exige la
materia, hemos acordado la observancia de los artículos siguientes; Primero: En el
referido Seminario se guardarán y observarán al pie de la letra las Constituciones
generales de la Orden, impresas en Zaragoza el año de 1745, las determinaciones de
los Capítulos generales y demás preceptos de los Superiores legítimos, con las
modificaciones o restricciones que a continuación se expresan en los artículos siguientes:
Segundo: En orden al Oficio Divino, así diurno como nocturno, se observará lo
dispuesto en la Constitución para los Colegios, con la diferencia de que todo ha de
ser rezado, y sólo se tendrá media hora de oración mental por la mañana y otra
media hora por la tarde en todo tiempo, a la que concurrirán todos sin excepción, a
no hallarse enfermos u ocupados legítimamente por el Prelado. Tercero: La Salve
se cantará todos los Sábados y días de Nuestra Señora, como también los Sufragios
que disponen nuestras Constituciones en el Capítulo segundo
30
P. LICINIO R UIZ
de la primera parte, menos las Vísperas de los aniversarios, que serán rezadas;
asimismo se cantará la M isa los primeros días de todas las Pascuas, Jueves Santo,
Día del Corpus, de N. P. San Agustín, de San Nicolás de Tolentino, y cualquiera
otro día que lo tenga por conveniente el Prelado. Cuarto: se observará todo el rigor
de nuestras Constituciones en la forma y cualidad del vestuario, así interior como
exterior, como igualmente los ayunos y demás mortificaciones que se expresan en
el capítulo 21 de la 2.a parte. Quinto: La vida común tan encargada por los Sagrados Cánones, por los Concilios y Santos Padres especialmente por N. P. Sn.
Agustín, en su Regla, como que es la base y fundamento sobre que estriba la observancia y disciplina monástica, se observará con el mayor rigor, sin dar lugar a la
más mínima relajación, sobre lo cual cargamos la conciencia de los Prelados; y a fin
de que no haya el más mínimo motivo para faltar en una materia tanta entidad, se
suministrará a todos los individuos, así profesos como novicios, sean del Coro o
de obediencia, todo lo necesario, según nuestro estado, así de alimentos como de
vestuario y muebles de celda; por la misma razón a ningún religioso del Seminario
le será permitido tener en su poder dinero, alhajas o cosa semejante, sino que todo
lo deberá consignar en manos del Prelado sin la menor reserva bajo las penas impuestas a los trasgresores por nuestras Constituciones en el Capítulo 9 de la 5.a
parte. Sexto: A los que solicitaren vestir nuestro Santo Hábito en el Seminario,
nada se les exigirá con motivo de gastos de entrada o profesión, ni con cualquier
otro título o pretexto, sino que todo ha de ser de cuenta del Colegio, así Hábito,
como ropa interior, muebles de celda etc. Séptimo: A los mismos antes de ser admitidos, se les hará presente con toda claridad el fin y objeto del Seminario, y que
si llegase el caso de profesar, deberán estar prontos para pasar a Filipinas, cuando
se lo manden los Superiores, como también se les advertirá los trabajos que son
indispensables en una larga navegación, y los que son consiguientes al ejercicio de
M isioneros en aquellos remotos países etc., para que instruidos con anticipación
no puedan alegar ignorancia en lo sucesivo.
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Octavo: Considerando la suma escasez que hay de Religiosos útiles en nuestra
Provincia de Filipinas, y los gravísimos perjuicios que de ella se siguen a los pueblos y M isiones y no menos al Estado, determinamos que los Religiosos jóvenes
del Seminario solo estudien por ahora dos años de Filosofía y otros dos de Teología Escolástica, Dogmática y M oral; pero luego que la Provincia tenga los individuos necesarios para llenar sus deberes, así dentro como fuera del claustro, estudiarán tres años de Filosofía, tres de Teología y uno de Moral; y si hubieren de
detenerse más tiempo en el Colegio, se dedicarán al estudio de la Sagrada Escritura,
Cánones y demás ciencias Eclesiásticas y propias de unos M isioneros Apostólicos.
Noveno: Para que los PP. Lectores puedan dedicarse con más esmero al estudio y cumplir más exactamente con su ministerio, gozarán de las exenciones y privilegios que nuestra Constitución les concede. No se dará la jubilación al que no
tenga cumplidos los doce años de actual ejercicio de Cátedra, y si esta por algun
motivo justo se interrumpiese, se les obligará a completar los doce años, bien sea
en el Seminario, o bien en Filipinas. A los PP. Lectores Jubilados que de los Conventos o Colegios de España quieran pasar voluntariamente al Seminario, previo el
permiso de N. P. Vicario General, se les exonerará de la carga de Cátedra, luego que
de los hijos del Seminario tenga sujetos capaces de suceder en las lecturas, pues los
Lectores actuales cumplirán los 12 años de ejercicios antes de obtener la jubilación
y no se obligará jamás a pasar a Filipinas a dichos Padres jubilados o actuales de
Conventos o Colegios de España.
Décimo: Todos los años al concluir el curso serán examinados todos los estudiantes acerca de las materias que se les hayan explicado, y de los más adelantados
y que por su talento, aplicación y conducta se juzguen más a propósito para ocupar las Cátedras a juicio de los PP. Lectores, se dejarán en el Seminario tres o cuatro, para que a su tiempo se les pueda conferir el título de Lectores, precediendo
las oposiciones en los términos que dispone nuestra Constitución, en las que harán
de Jueces el P. Rector y los PP. Lectores
32
P. LICINIO R UIZ
Jubilados o actuales que nombrase el P. Comisario; pero los que obtuviesen el título de Lectores, no por eso podrán alegar derecho alguno, para dejar de embarcarse
para Filipinas, cuando lo tenga por conveniente el P. Comisario o la Provincia les
llamase. Nunca podrá haber en el Colegio más que tres Lectores actuales de Teología y uno de Filosofía con la advertencia que el Lector de Teología más moderno
hará de M aestro de estudiantes, y será de su cargo explicar las materias morales.
Once: Se pondrá el mayor cuidado en que los Religiosos jóvenes no vayan a
casas particulares, ni aun los demás individuos del Seminario lo harán sin una urgente necesidad; pero de ningún modo se permitirá entrar en casas sospechosas y
de mala nota. Los profesos podrán salir de paseo fuera de la población en los días
que señala la Constitución o cuando el Prelado lo tenga por conveniente, debiendo
salir siempre los Estudiantes, aunque sean sacerdotes, en comunidad y presididos
por el P. M aestro de Estudiantes, o del Vice-Rector, y por ningún caso podrán
salir solos, a no ser por un motivo extraordinario e imprevisto, para de este modo
evitar familiaridades siempre perjudiciales a los Religiosos y conservar el honor del
Santo Hábito.
Doce: Siendo el Seminario parte de la Provincia de Filipinas, fundado y sostenido a sus expensas, será por lo mismo independiente de los Prelados provinciales
de España y sus Capítulos, y sólo N. P. Vicario General, como Superior de toda la
Orden, podrá visitarle, teniendo siempre presente lo dispuesto en las leyes de Indias y órdenes del Gobierno sobre visitas de las Provincias Ultramarinas.
Trece: El Seminario será gobernado inmediatamente por un Rector nombrado
por la Provincia, y a falta de tal nombramiento será privativo del Comisario nombrarle, y en todos casos el Rector dependerá del Comisario y obedecerá sus órdenes, y siempre que el Comisario se halle en el Colegio, ocupará el primer lugar y
asiento en todos los actos de Comunidad, como Superior de todos los individuos
de él y Representante que es de la Provincia y Provincial de Filipinas, y en tal caso
el P. Rector ocupará el asiento que le corresponde y conservará la misma autoridad
que tienen
S INOPSIS HISTÓRICA
33
los Prelados locales en sus Conventos, aun cuando esté en ellos N. P. Vicario General o el Provincial; mas, si el P. Comisario dispensase alguna cosa por sí mismo
relativa al gobierno económico del Seminario, se observará puntualmente lo que
mande.
Catorce: Será privativo y peculiar del P. Comisario dar las licencias para vestir
el Sto. Hábito a los pretendientes, dimisorias para Ordenes, las de confesar y predicar dentro del Colegio a los individuos de él, como igualmente los nombramientos
de Lectores, M aestros de novicios, y demás Oficiales del Seminario, caso que no
los haya nombrados por el Venerable Definitorio de la Provincia, noticiándolo a
esta en la primera ocasión.
Quince: Todas las órdenes y mandatos del Capítulo Provincial de Filipinas, de
su Venerable Definitorio y Provincial con el mayor rigor se observarán como preceptos de Superiores legítimos; mas si hubiese alguno de cuya observancia se sigue
algún inconveniente que no pudieron prever los Superiores por la mucha dificultad,
falta de informes o cualquiera otra causa, los PP. de Consulta lo harán presente al
P. Comisario, con las razones que haya en el particular, para que lo eleve a noticia
de N. P. Provincial y se tomen providencias oportunas; e ínterin viene la resolución de la Provincia, se observará lo que disponga el P. Comisario.
Diez y seis: Ultimamente mandamos que en todo lo que aquí no va expresado,
se esté a lo dispuesto por nuestra Constitución, la que queremos se observe y
cumpla fielmente; y a fin de mantener el honor de nuestro Sto. Hábito, y dar buen
ejemplo de virtud y observancia regular, a que estamos obligados por nuestra profesión, encargamos estrechamente al P. Rector que fuese del Colegio Seminario, no
permita la menor relajación en la Disciplina M onástica, antes bien procure de todos modos desterrar los abusos que insensiblemente se hayan introducido, sobre
cuyo particular le cargamos la conciencia. Asimismo encargamos a todos los PP.
Lectores, M aestros de estudiantes y de novicios, procuren instruir a sus discípulos más con las obras y con buenos ejemplos, que con malas palabras, y cooperen,
cuanto esté de su parte,
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P. LICINIO R UIZ
a que florezca el Colegio en la observancia de la Santa Regla y Constituciones que
hemos profesado, mediante una continua práctica de todas las virtudes, y que separados de todo otro cuidado, se dediquen a instruir a los Religiosos jóvenes en
todas aquellas materias capaces de formar unos buenos M inistros del Santuario, a
fin de que trasladados a aquella Provincia, puedan ser útiles a los pueblos y Misiones que están a nuestro cargo, administrando los Santos Sacramentos y el pasto
espiritual de la Divina Palabra con la dignidad que corresponde y es propia de un
M isionero Apostólico. Todos los cuales artículos se guardarán y observarán puntualmente en el expresado Seminario de Alfaro, siempre que sean aprobados por
N. P. Vicario General y sean confirmados por su Magestad. –M adrid y Enero de
1820. –Fr. Alonso Jubera de la Concepción.
Pocos días más tarde recibían dichos Estatutos sanción formal de N. P. Vicario
General: –Vistas y examinadas las Reglas o estatutos que anteceden y que deberán
observarse en nuestro Colegio de la ciudad de Alfaro, en las que se manda se observen nuestras Constituciones, y lo que se añade es conforme a ellas, las aprobamos y confirmamos. –Dadas en nuestro Convento de Calatayud, firmadas de nuestra mano, sellada, con el sello mayor de nuestro Oficio y refrendadas de nuestro
Secretario en diez días del mes de Febrero de 1820. –Lugar del sello. Fr. Joaquín de
San Rafael, Vicario General de Agustinos Descalzos. –Por mandato de N. P. Vicario General. –Fr. Esteban de San Antonio, Secretario General.
Tan precioso documento, que había de ser como la base espiritual de aquel
nuevo Colegio y que vemos rigió en nuestros Conventos por espacio de muchos
años, documento lleno de espíritu religioso y de exquisita prudencia, casi desapareció sin saber cómo, cuando N. P. Jubera cesó de su Comisaría; así que no fue
presentado a la aprobación del M onarca hasta cuatro años más tarde, en que le
sucedió el P. Vidal de Sn. José.
Las anteriores Constituciones, dice el Documento Real, que no pudieron examinarse en mi Consejo Supremo de las Indias por las fatales ocurrencias del mes de
M arzo de 1820,
S INOPSIS HISTÓRICA
35
padecieron extravío con el expediente original del asunto; y habiendo ocurrido ahora el actual Comisario General Fr. Francisco Vidal de San José, sucesor del P. Jubera, con testimonio de todo lo acusado, solicitando su aprobación, se remitió al citado mi Consejo de Indias, para que me expusiese su dictamen; así lo ejecutó en
Consulta de 17 de Noviembre del año próximo pasado, manifestándome reservadamente la conveniencia de que se lleve a efecto sin más demora un Establecimiento que se ha considerado tan útil y necesario para la conservación de las M isiones
en las Islas Filipinas, propagación de la Región Católica en ellas y prosperidad y
fomento de sus naturales; y conformándome con su parecer, he venido en aprobar
y confirmar, como por esta Real Cédula apruebo y confirmo el establecimiento y
fundación del Colegio Seminario que en virtud de mi Real Permiso ha hecho en la
ciudad de Alfaro el expresado Fr. Alonso Jubera, y las Constituciones que van
insertas, formadas para su régimen y gobierno; y en su consecuencia mando a todas las Autoridades civiles, y ruego y encargo a las Eclesiásticas, que en la parte
que respectivamente les corresponda, cuiden de su puntual observancia, sin permitir ni dar lugar a su contravención en manera alguna; que así es mi voluntad. Fechada en Palacio a 20 de Enero de 1824. –Yo el Rey. –Hay tres firmas.
Aprobados que fueron por S. M . los dichos Estatutos, N. P. Vidal, como aparece en el libro de cuentas de la Comisaría, se trasladó a Alfaro para disponer todo
lo necesario, arreglar y preparar el Convento para su inauguración.
El 6 de Junio de 1824 vinieron de Aragón los 6 primeros novicios, como consta del mismo libro de cuentas arriba citado.
El P. Vidal quiso dar toda la importancia debida a la inauguración del Colegio,
como era muy justo, y así en 4 de M ayo del mismo año escribió al Cabildo de la
ciudad, participándole cómo era su intención hacer la inauguración el día 7 de Junio, suplicándole a la vez, que, siendo excesivamente pequeño el local e Iglesia del
Convento, tuviese a bien el que dicha fiesta se celebrase en su Colegiata, lo que él
vería muy gustoso.
36
P. LICINIO R UIZ
El Cabildo leyó con gran satisfacción la invitación de N. P. Comisario. Con el
fin de que resultase lo más solemne posible, comisionaron al M aestro de Ceremonias, Dn. Baltasar Vallejo y al Canónigo Dn. José las Heras, para que poniendo a
disposición del P. Comisario así la Iglesia, como cuanto hubiere en ella, acordasen
con él cuanto les pareciere conveniente, dando cuenta al Cabildo, que se ofrecía
también a celebrar tan augusta ceremonia en compañía de la Comunidad.
Entrevistados los citados Canónigos con N. P. Comisario, determinaron que la
noche antecedente, víspera de la inauguración, hubiese repique de campanas por un
breve rato y por la mañana después de bien adornado e iluminado el altar, y rezadas las horas, y M isa Conventual, harían otro solemne toque de campanas, para
avisar a la nueva Comunidad, a la que recibirían en la puerta mayor los prevendados: que sentados los Religiosos en un lugar especialmente preparado para ellos, el
Superior del Convento, para mayor edificación de los fieles, diese allí mismo el
Hábito, a los nuevos pretendientes, a cuyo acto asistiría la Capilla, para cantar el
Veni Sancte Espiritus, y luego de exponer el Santísimo se celebraría la M isa Solemne, que habían de celebrar los más venerados del Cabildo, cantándose al final un
solemne Tedeum en acción de gracias, terminando el acto por la tarde con la procesión que saliendo de la Colegiata, terminase en el nuevo Convento.
Circunstancias imprevistas retrasaron e impidieron celebrar la fiesta el 7 de
Junio, como se había pensado; esta se hizo el 29 del mismo mes, ajustándose casi
en todo al programa ya dicho. La M isa solemne fue oficiada por Dn. M artín Ramírez de la Piscina, pronunciando en ella un entusiasta Sermón el P. Vicente Guillén
de los Dolores, de nuestro Colegio de Alagón.
En la procesión de la tarde seis de los nuevos novicios llevaban el palio, y el
Santísimo estuvo expuesto hasta el anochecer, haciendo la reserva, el citado Dn.
José de las Heras.
Así tan gloriosamente terminó la obra comenzada por el P. Jubera y que tantas
vicisitudes y contrariedades sufrió
S INOPSIS HISTÓRICA
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en los seis años que duró. Ya tenía la Provincia su casa propia.
El primer Rector del nuevo Colegio de Alfaro fue el P. Vicente Guillén de los
Dolores, venido de Alagón. Aunque en el Capítulo celebrado en 1821 en M anila,
este nombró al P. Fr. Juan de Sn. Antonio Rector de Alfaro, no fue de hecho, ni
pudo serlo, toda vez que no existía aún el Convento. En el Capítulo del 25 fue confirmado en su cargo de Rector el mismo P. Vicente, que continuó, hasta que se
abandonó el Convento, como se verá luego.
Los primeros Lectores fueron los Padres Fr. M anuel de Sta. Rita y Fr. Antonio de Sn. Joaquín. N. P. Comisario, cumpliendo los Estatutos que ordenaban que
cuando hubiese entre los profesos del mismo Convento gente hábil para las Lectorías, se nombrasen del Convento, circuló la convocatoria para concurso de las cátedras el año 1828: habiéndose presentado a ellas los PP. Alejo Pastor del Salvador y
Fr. José Aranguren de Sn. Agustín, se les adjudicó al primero la cátedra de Filosofía y al último la de Teología, después de un maduro examen y reconocida su competencia.
Digno de eterna gratitud es el P. Alonso que fue el principal apoyo de esta
obra y sin cuya ayuda y especial interés que en ella puso, quizás no hubiese tenido
lugar la apertura de esta casa, que fue el inicio de la prosperidad y robustez, que
más tarde había de lograr nuestra amada Descalcez. Verdad es que nuestro Provincial y Definitorio estaban conformes en la idea de poner y fundar un Colegio propio para la Provincia, pero también es verdad, que desconocedores de muchas cosas, no hubiesen dado tan fácilmente con la realidad, como se ve por lo arriba dicho
de querer fundar en M éjico; mas el P. Alonso, que comprendió lo urgente y necesario del asunto, procedió a él inmediatamente, y si llegó a comprar el Convento de
Alfaro, no obstante que las cláusulas del contrato eran onerosas para los Religiosos
que en él habían de vivir, pasó por todo, con tal de que se abriese la casa Noviciado, que era el pensamiento de todos acariciado.
El Convento recién comprado e inaugurado era sumamente
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P. LICINIO R UIZ
pobre. En la pequeña Capilla o Iglesia sólo había un modesto altar.
N. P. Comisario tuvo que invertir una suma respetable para el arreglo de habitaciones y demás dependencias propias de una casa regular.
Ciñéndose a las circunstancias porque atravesaba la Provincia, no se hicieron
más obras que las más necesarias y precisas para que pudiesen vivir unos 20 religiosos, que a juicio del P. Comisario sería el summum de novicios que podrían admitirse.
Los Padres de M anila, en medio de aquella satisfacción que pudieron sentir al
ver logrados sus más fervientes deseos, se mostraron bastante contrariados al conocer el proceder egoísta del Cabildo de Alfaro.
Las condiciones impuestas por este eran tan duras, tan exigentes y al mismo
tiempo tan humillantes para nuestros Padres, que no es de extrañar el disgusto y
descontento que estos demostraron.
De ahí algunas órdenes emanadas de nuestros Superiores motivadas por ese
descontento.
N. P. Pedro de Sta. Eulalia, Provincial en aquella fecha, de acuerdo con su Definitorio ordenaba al P. Vidal, que ya que el Ilustre Cabildo de Alfaro no había
permitido que nuestra Iglesia estuviese abierta al público, y que no había de servir
más que para los religiosos, estos tampoco cumpliesen con la costumbre hasta
entonces seguida de cantar el Oficio Divino y la Salve los Sábados, sino que todo
había de ser rezado.
III
Veinte y cinco novicios había en el Convento de Alfaro en los primeros meses
del año 25, como consta de una acta del Capítulo celebrado el 23 de Abril de 1825
en M anila. Parecía comenzar bajo buenos auspicios, cuando, en tan pocos meses
de existencia como llevaba, tenía un número relativamente crecido de Religiosos.
Este estado tan próspero del Colegio, que debía haber llenado de gozo a nuestros Superiores de M anila, que en repetidas instancias a N. P. Vicario General y
aun al Rey
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rogaban encarecidamente les enviasen Religiosos para poder asistir a las misiones,
como veremos luego, no fue así; antes al contrario, hizo decaer su ánimo, al ver las
dificultades, por no decir los imposibles para sostener tanta gente, debido a la escasez de recursos que tenía la Provincia.
Ya hemos dicho que a la actividad del P. Jubera se debía más que a nadie la
erección del Convento de Alfaro, pues de haber seguido este las instrucciones de
M anila, nunca se hubiera realizado. Vamos a aclarar un poco más este punto.
Cuando en el año 1818 fue nombrado Procurador el P. Francisco Vidal para
reemplazar al P. Alonso, este traía órdenes del Capítulo para no seguir en el empeño de fundar el Colegio. La Provincia alegaba como siempre las dificultades que
encontraba, no sólo en lo referente a los gastos que se habían de hacer en la fábrica
material, sino en los que de ahí se seguirían para el sostenimiento de los Religiosos.
En las instrucciones secretas dadas a N. P. Comisario en 17 de Agosto de
1818, en la instrucción 14.a se le decía, que recogiese las licencias que hubiese obtenido su antecesor para la fundación del Seminario de Alfaro, "sin que ninguno de
ellos pueda hacer nada sin mandato expreso de la Provincia, por no hallarse esta
con rentas suficientes ni para su fundación ni para su subsistencia; solo en el caso
de que se encontrase hecho el Seminario e Iglesia con rentas suficientes para mantener doce religiosos, solo de ese modo, dando cuenta antes a la Provincia, se podrá
acceder a esa nueva fundación".
En otras determinaciones o instrucciones supletorias que se hicieron en Definitorio habido en el mismo mes y año por el mismo Padre Vidal, en la primera se
dice que si a su llegada encontrase en el Seminario de Alfaro novicios, que en ese
caso obtuviese licencia del Vicario General para trasladarlos a uno de los inmediatos noviciados, para que continuasen su noviciado a costa de la Provincia; y en las
segunda le decían que si la casa de Alfaro era ya nuestra a su llegada por compra de
su antecesor o por donación, que viera el modo de alquilarla o venderla y si tenía
forma de
P. LICINIO R UIZ
40
Convento, viera el modo mejor de que no fuera gravoso para la Provincia1.
Estas vacilaciones y perplejidades que experimentaban nuestros Padres de
M anila y que hemos visto reflejadas, tanto en las instrucciones dadas a nuestro P.
Vidal, como en las demás determinaciones Capitulares de aquellos días, quedaron
de una vez cortadas con la valiente y enérgica carta de nuestro P. Vicario General,
que afirmó decididamente la erección del Colegio.
He aquí la carta íntegra.
M i P. Provincial de Filipinas Fr. Nicolás Becerra. Recibo la de V. del 25 de
Agosto de 1818 con la copia de lo actuado en el Capítulo en que V. salió Provincial, cuya confirmación me suplica; y sin embargo de tenerla ya remitida por primera vía, repito la presente por medio del P. Comisario Fr. Francisco Vidal de Sn.
José que llegó a M adrid el 15 del presente mes de Julio.
La fundación del Colegio Seminario está ya tan adelantada, cual habrá ya
hecho saber a esa Provincia el P. Ex-Comisario Fr. Alonso Juvera, y la juzgo tan
necesaria que sin ella no es posible proveer a esa Provincia de Religiosos suficientemente, según la escasez de Individuos que han quedado en las de este continente
de resultas de la guerra pasada y los poquísimos que han tomado el Sto. Hábito.
Bajo esta consideración he coadyuvado a la fundación con mi informe, anuencia y demás medios necesarios y al presente la recomiendo a esa Provincia, para
que no obstante el Acta del Capítulo se lleve adelante, como es mi voluntad, a cuyo efecto encargo que removidos los inconvenientes que se ofrecieron en el Capítulo intermedio, cuya Acta hubiera anulado si la hubiese recibido; y procurados los
ahorros posibles en otros ramos se atienda con preferencia a las exigencias de dicha
fundación, que estimo de absoluta necesidad, para esa Provincia, a la que prescindiendo de los respectos de Padre y Prelado Superior, tengo hartos motivos para
mirarla con particular afecto e interés; y ya en fin, porque como amante de nuestra
Religión deseo que los
1
Libro de Definitorios Arch. Prov.
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servicios que se hacen ahí a Dios y al estado, refluyan sobre todo el estado Religioso... y crean Vds. que yo no hallo otro medio al presente para atender a la necesidad de Religiosos en que se halla esa Provincia, y cuando considero que no puedo
socorrerla a mi arbitrio, no soy libre a contener las lágrimas que derraman mis ojos.
M e alegraré que Dios Ntro. Señor le conceda a V. Salud y acierto para el mejor
desempeño de su oficio, y le suplico que con toda su Provincia me encomienden al
Señor al mismo efecto hasta el año siguiente que es el Capítulo General que me
absolverá de doce años de Carga pesadísima en la edad de que cumplo en el actual.
Dios gue. a V. ms. as. Barcelona 21 de Julio de 1819 de V. Afmo. Hermano. –
Fr. Joaquín de San Rafael.
Tan expresiva y tan concluyente carta cortó de una vez todos los recelos y
dudas de nuestros Superiores. Reunidos estos en Definitorio pleno presidido por
N. P. M anuel Becerra se determinó que, vistos los informes dados por N. P. Comisario y la dificultad grandísima para reclutar misioneros, accedían unánimes a la
erección y fundación de dicho Seminario de la villa de Alfaro, absolviendo al P.
Comisario de los proyectes que dicho Capítulo le tenía impuestos"1.
Una vez más repetiremos que el motivo de todas esas dudas y vacilaciones de
nuestros Padres de M anila obedecían, como ya hemos visto, a la situación verdaderamente apurada en que se encontraban.
Pruebas bien evidentes de la pobreza a que se veía reducida la Provincia, las
tenemos en algunas determinaciones que tomaron nuestros Superiores, tendentes
todas ellas a aminorar y aliviar en lo posible esa situación.
Por las cartas de aquellos días vemos cómo los Superiores se quejaban amargamente de la escasez de fondos, ya para pagar el viaje a los M isioneros, ya y más
principalmente para sostener el nuevo Colegio2.
1
2
Libro de Consultas y Definitorios 33, pág. 197.
Carta del P. Manuel Becerra al Vicario General. Libro de cartas Arch. Prov.
A los grandes gastos que tuvo que hacer frente la Provincia para el sostenimiento de las Misiones y de los que ya hemos hablado al principio de este tratado, hay que añadir las grandes
sumas conque la Provincia, animada de un sano y verdadero patriotismo, contribuyó en los
nefastos días de la guerra de la independencia contra el soberbio Napoleón.
Según consta de un acta de Definitorio habido en 28 de Junio de 1809, se mandó a S. M. la cantidad de 10,000 pesos.
En 31 de Agosto, siendo Provincial N. P. Enrique de Sto. Tomás de Villanueva, se mandaron
20,000 más.
En 22 de Octubre del mismo año se remitió la cantidad de 2,000 pesos para pago de la hechura
de 100.000 camisas para el ejército. Posteriormente a instancias del Gobernador General se
remitieron 8.000 pesos más. Libro de Consultas Arch. Prov.
42
P. LICINIO R UIZ
La medida más notable que tomaron para no gravar más la situación fue la tomada en el Capítulo celebrado en M anila el año 1825, en el que se ordenaba al Comisario de España no admitiese nunca más de 12 Religiosos en nuestro Colegio de
Alfaro y en la que le prohibían terminantemente dispensase a nadie ni por nada de
esta Determinación del Capítulo, sin licencia expresa del mismo Capítulo Provincial.
En el Capítulo celebrado el año 1828, se ordenaba también que los sepelios de
los Religiosos Difuntos se pusieran en un depósito que se había de aplicar a la
subsistencia del Colegio de Alfaro. Donde se ve más claramente la gran necesidad
de la Provincia es en la determinación 20 del mismo Capítulo que dice así: "Por
cuanto la Provincia se halla recargadísima, así del Seminario de Alfaro y de la subsistencia de N. P. Comisario en España, para cuyos dos destinos en este solo trienio se han remitido 27,892 pesos, como también teniendo sobre sí la carga de la
conducción de las M isiones de las que ha recibido dos en el mismo trienio y de las
que ha pagado más de 7,000 pesos, etc. etc. y no contando más fondos que los que
producen las Haciendas, las cuales nunca podrían producir en un trienio lo que se
gasta, secundamos lo acordado en la junta de los siete Padres de 13 de Mayo de
1825, por la que se ordenó, que cooperasen y concurran todos a la subsistencia de
la Provincia; venimos en ordenar que todo ministerio, grande o pequeño, tenga o no
tenga 500 tributos, con tal que perciba en especie o metálico 100 pesos, ha de pagar la cuota asignada bajo pena, dice la determinación 9 del mismo Capítulo, de
privación de voz pasiva a los inobedientes; si aun a
S INOPSIS HISTÓRICA
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pesar de esto lo recusasen, añádese en el mismo lugar, acudirá el Superior al Gobierno, para que este ordene a los Alcaldes mayores que lo rebajen de los Estipendios.
Gravísima debía ser la situación de la Provincia, cuando los Superiores acudían
a remedios tan duros.
No obstante esto, animados nuestros Padres de los mejores deseos de sostener
a todo trance la Provincia que se moría por consunción, no cesaban de trabajar por
adquirir nuevos obreros que trabajasen en aquella viña. En carta de N. P. Provincial
Fr. Nicolás Becerra a N. P. Vicario General le ruega encarecidamente que para el
sostén y vida de la Recolección que tanto ama, le mande cuanto antes Religiosos, y
que haga efectivas las promesas que tantas veces le había hecho de mandarlos: hasta ahora, añade, sólo ha llegado un manchego que había que partirlo, en veinte, para
poder acudir a tanta necesidad.
Tantas eran las estrecheces por que pasaban nuestros Padres y tan apurados
andaban para sostener sus misiones, que no había ninguno exento del ministerio
parroquial, ni aun los mismos Definidores, excepción hecha de los inválidos y los
estrictamente necesarios para el Gobierno de los Conventos.
Lista de los Religiosos que tomaron el Sto. Hábito en Alfaro, primer Colegio
Seminario de nuestra Provincia de Filipinas.
1. P. Fr. José Casals de la Sma. Trinidad.
2. P. Fr. Agustín Lerga del Carmen.
3. P. Fr. M iguel de S. M acario.
4. P. Fr. Bernardo Estévez del Rosario.
5. P. Fr. Alejo Pastor, del Salvador (Lector y Definidor).
6. P. Fr. Pantaleón M ariana de S. Felipe.
7. P. Fr. Francisco Durá del Pilar.
8. P. Fr. M anuel M artínez de Sta. Rita. (Prior).
9. Excmo. e Ilmo. Sr. Dn. Fr. José Aranguren.
10. Ho. Lego Fr. M anuel Alquerar.
11. Ho. Lego M atías Carbonel.
12. P. Fr. Roque Alfonso de S. Blas.
13. P. Fr. M anuel Plaza de S. Benito.
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P. Fr. Joaquín Soriano de S. Berardino.
P. Fr. M anuel Carasusan.
P. Fr. Francisco Villas de S. Lorenzo.
P. Fr. Pedro Polo de la Virgen del Carmen.
P. Fr. M anuel Fernández del Rosario.
P. Fr. Francisco Fernández de la Concepción.
P. Fr. Ramón M acian de Sta. Ana.
P. Fr. Antonio Ubeda de Sma. Trinidad (Ex-Provincial).
Fr. Simón Loscos de Sta. Catalina (Ex-Definidor).
Fr. José Varela de la Consolación (Ex-Definidor).
P. Fr. Santiago Navarro de la Virgen del Pilar.
P. Fr. Guillermo Agudo de San Antonio. (N. P.)
P. Fr. Juan Félix de la Encarnación (Ex-Provincial).
Fr. Juan Gascón del Ángel Custodio.
En esta lista que publicamos, de los hijos del Convento de Alfaro, verán nuestros lectores que merece nuestra especial gratitud, pues en el breve intervalo de su
existencia presenta una serie de figuras brillantísimas y de especial relieve en la
Historia de nuestra Provincia.
Cuatro de ellos, o sea, los Padres Joaquín Soriano, M anuel Carasusan, Antonio Ubeda y Juan Félix de la Encarnación tuvieron la suprema dirección de la Provincia, algunos de ellos en circunstancias bien difíciles por cierto, y que la salvaron,
debido a su exquisita prudencia; hijo de Alfaro fue asimismo el Padre Plaza, cuyos
trabajos apostólicos en Bohol habrán visto los lectores al tratar de las misiones de
estas islas; allí profesó el virtuoso P. Gascón, cuya biografía publicaremos al tratar
de M onteagudo; el Padre Agudo, inteligente, emprendedor e incansable en promover el bien de la Orden, una de las figuras más salientes de ella y su Comisario en la
Corte de M adrid por espacio de varios años, durante los cuales la sacó avante con
su talento y con su prudencia de trances dificilísimos; y otros, cuyos nombres
figuran en la Historia de las M isiones de Filipinas.
De propósito no hemos citado al Excmo. P. José Aranguren,
S INOPSIS HISTÓRICA
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Arzobispo que fue de M anila, porque figura de tanto relieve justo es que tenga en
esta Historia una biografía extensa y detallada. La publicamos a continuación. Es
copia de otra existente en nuestro Archivo que suponemos obra del P. Patricio
Adell, por encontrarse entre sus papeles.
El Excmo. e Ilmo. Sr. Dn. Fr. José Julián Aranguren y Leoz, natural de Barasoain, gloria imperecedera de este Colegio y honra inmortal de la Provincia de S.
Nicolás de Tolentino de Filipinas, será siempre al mismo tiempo uno de los preclaros hijos de la Recolección Agustiniana, así como también uno de tantos ilustres
varones que han honrado la mitra y Arzobispado de M anila. Nació nuestro amado
y preclaro hermano a 16 de Febrero de 1801 en Barasoain, villa de Navarra del
Obispado de Pamplona. Fue hijo de los muy honrados y acomodados labradores
Bernardo y Nicolasa; el padre era natural de Cizur M ayor y la madre de Barasoain,
de donde eran ambos vecinos al nacer nuestro José. No se sabe qué carrera pensó
seguir; pero sí, que antes de entrar en el Colegio recién fundado en Alfaro estudió
gramática latina y leyes con el aprovechamiento y aplicación que se comprenderá
por lo que él fue después. Las circunstancias azarosas de los tiempos, su genio
ardoroso y emprendedor y su carácter activo le llevaron quizás a la carrera de las
armas, militando en caballería con el célebre M antilla; pero aquí comprendió que
los talentos y buen natural con que Dios le enriqueció no eran para la milicia, donde tan frecuentemente veía los peligros de perder el alma, única cosa que arredra a
las almas verdaderamente grandes. Estaba destinado por Dios a ser puesto sobre el
candelabro de la Iglesia militante, para iluminar a los fieles y guiarlos por los senderos de su salvación, pero el horizonte que se le presentaba era pequeño, estrecho
para la grandeza de su alma: había nacido para grandes trabajos y la carrera del foro
no llenaba ya su avidez por la gloria de Dios, y abandonando las leyes, en las que
dio a conocer en la Universidad de Zaragoza sus grandes talentos y disposición
natural, no dio oídos a los que le instaban para que concluyese la carrera; y dando
el último adiós a las personas que tan interesadas estaban en ello, tomó nuestro
santo Hábito recoletano en nuestro Colegio de Alfaro el día 7
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P. LICINIO R UIZ
de Diciembre, haciendo su profesión solemne el día de la Inmaculada Concepción
del año 1826, cosa que una tía suya, bajo cuya tutela quedó después de la muerte
de sus padres, llevó muy a mal, por lo mucho que le quería, aunque ya después se
conformó, pues se dio tan buena maña y supo convencerla tan bien, que siempre le
miró como hijo y alabó su determinación. Se puede comprender su aplicación y
talentos, cuando ya el año 1828 se le dio el título de Lector y en el mismo principió a explicar la Teología. Pero no eran sus talentos para sólo la estrechez de una
cátedra, no era su ardiente amor a las almas redimidas por Dios capaz de ser comprimido entre las cuatro paredes de su celda, y sin embargo, como había venido a la
Religión para obedecer, bajó la cabeza y cumplió como buen religioso, hasta que
Dios fue servido dar a entender a los Superiores que llamaba a nuestro P. José a
cosas mayores. El año 27 se ordenó de sacerdote en Zaragoza: los que le vieron
aplicado y sobresaliente estudiante de leyes, esforzado soldado en Valencia y Navarra, se quedaron pasmados al verle humilde y devoto religioso, calculando lo
mucho que en él había de hacer la gracia del Sacerdocio. Por este tiempo, ya el P.
Rector del Colegio de Alfaro P. Vicente Guillén, conocedor del talento y raras
prendas del P. José para los negocios y trato de gentes, le mandó a Pamplona, para
que con sus conocimientos e influjo actuase y pusiera en buen estado las negociaciones entonces pendientes de la traslación de Alfaro a este de M onteagudo; cosa
que el P. Guillén actuaba por sí mismo, pero que en este caso hizo esa excepción
en favor del mérito del P. José y como prenda de lo mucho que de él esperaba, en
lo que no se engañó, pues pronto estuvo todo corriente. Convencidos los Superiores, cuando había de salir la primera misión de este de M onteagudo, que esto era
estrecho campo para el celo de nuestro José, le mandaron con ella a Filipinas el año
1829, saliendo de este el 10 de M ayo, aun pasando por la dura pena que les causó
privar al Colegio de un P. Lector, que, con aplauso de todos y mayor provecho de
los estudiantes, cumplía su cometido, en lo que siguió la Corporación el espíritu
que siempre ha guiado a la Provincia de Filipinas, que es posponer su bien a la
salvación
S INOPSIS HISTÓRICA
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de los indios: pero no en vano lo hace así; Dios y M aría Sma. con nuestro Patrón y
titular Sn. Nicolás de Tolentino, saben recompensar con creces la confianza que en
ellos tiene puesta nuestra amada Provincia, como se vio en el P. José. Fue misionero de Capas en la Provincia de la Pampanga, cuya misión está hoy enclavada en el
Distrito nuevo de Tarlac; de aquí lo trasladaron a M asinloc en la provincia de
Zambales, pueblo fundado por el P. Andrés del Espíritu Santo, uno de los primeros Recoletos que fueron a Filipinas.
Antes de desembarcar, desde la mar observó estaban los indios por mandato
del Párroco desmontando la Iglesia y llegando ya en el trabajo hasta derribar la fachada con cuerdas y maromas, lo que exaltó su carácter ardiente, enfervorizó su
celo por el culto del verdadero Dios, y comido como el Profeta David por la honra
de la Casa del Señor, no dio tiempo a poner pie en tierra firme, sino desde el barco
gritó y mandó paralizar la obra vandálica, que a no llegar él hubieran consumado,
deshaciendo en pocos días trabajos que con tanto afán los antecesores del P. José,
hermanos nuestros, llevaron a cabo. Condición rara la de los indios. Al momento
por mandato del nuevo Cura Párroco, comenzaron a trabajar por reconstruir lo que
habían tirado, y bajo la dirección del P. José, han llegado a tener en M asinloc una
de las más bonitas y mejor construidas iglesias parroquiales. Cuántos trabajos,
desasosiegos, disgustos y amarguras debió costar la reconstrucción de la iglesia,
sólo podrá saberlo Dios que veía su buen celo, Dios que le ayudaba con su gracia,
pues solamente así fue posible en Filipinas al Cura Párroco hacer obras de esa
magnitud, si se atiende a la completa falta de recursos en que se encuentra el Religioso para ello, el abandono de los indios, su ingénita pereza y la total falta de artífices que hayan manejado un instrumento cualquiera, para tan diferentes maniobras
como lleva consigo una obra de esa magnitud; pero, si se atiende a las circunstancias especiales del pueblo de M asinloc, el mérito del P. José sube de punto, y, si
consideramos que algunos años antes había tenido Cura clérigo, puede decirse que
la magnitud de la obra llega a lo sublime. Ya desde la llegada de los primeros Padres
nuestros a Zambales vienen hablando
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P. LICINIO R UIZ
de los indios de M asinloc, como que eran más indios que los demás, esto es, más
apáticos, más viciosos, más perezosos, más mal intencionados y más refractarios a
todo lo que sea entrar por las vías de la civilización bien entendida. Noveleros y
amigos de chismos, pleitos y enredos, cual los otros, propensos a reprimir al pobre, vejar a la viuda, y esclavizar al huérfano, lo cual se ratifica hasta hoy día, aun
después de tanto como han trabajado los curas que le han sucedido, ¿qué sería entonces? ¿cómo estarían dispuestos para emprender la obra y cooperar a los planes
del P. José, para ver de ir prosperando y mejorar la situación moral y material de
todos? Basta decir que ni un principal se presentó a recibir al nuevo Cura; pero no
sabían ellos que les iba una voluntad de hierro, capaz de hacer entrar en vías de
mejoramiento aun a los mismos salvajes, si es que tal pueblo, acostumbrado a malas mañas, no es peor que los habitantes de los bosques. –Se ha de considerar todo
esto, y es nada comparado con lo que podría decir, para que se comprenda algo del
mérito grande que contrajo el P. Aranguren en perseverar los años que perseveró
en M asinloc, haciendo cuanto hizo por su adelanto material y religioso. Para que
se vea lo arduo de su empresa y lo acostumbrados que algunos estaban a hacer lo
que les daba la gana, fuera o no lícito, contaré lo que pasó cuando se hablaba del
estanco del vino en Filipinas. Un indio, llamado Lallama, que quería hacerse rico
con el estanco del vino, cuando vio que esto llegaría a ser una realidad, se fue por el
pueblo y, sin encomendarse a Dios, y sí al diablo, mandó que todas las tinajas de
vino que tenían los indios las llevasen a su casa; los pobres, que por otras cosas
sabían no les era posible, sin pasarlo mal, resistir al tal Lallama, las llevaron, pero
uno de ellos avisó al Cura de la fechoría y robo manifiesto, y encendido este por el
atrevimiento y descaro del ladrón, incontinente fue a su casa, encontrándose con
que Lallama había puesto dos fusiles en la puerta, para que el Cura no pasase al
interior. El Cura sin embargo entró, el valiente Lallama huyó, y aquel mandó avisar
a los que habían entregado vino, que cada uno recogiese lo suyo y se lo llevase:
quedando el ladrón avisado y bien apercibido, de que estando el P. José
S INOPSIS HISTÓRICA
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en M asinloc, le sería imposible cometer tantas injusticias como de costumbre solía
hacer. El indio probó indisponer al Cura con sus feligreses, tendió sus emboscadas
para ver de quitarlo del pueblo, procuró ponerle a mal con la autoridad de la provincia, pero todo en vano, pues al P. José todo el mundo lo conocía por su rectitud, acendrado españolismo y por su gran talento y perspicacia. Ni armas, ni
truhanerías, ni ingratitudes eran posibles a hacer cometer una injusticia con su
pueblo, ni capaces de hacerle cejar en el bien emprendido.
Fue Vicario Foráneo y Provincial de toda la provincia de Zambales; el año 34
en el Capítulo Provincial, le nombraron Secretario de la Provincia, y Prior Vocal de
Bisayas al siguiente Capítulo en 1837; y tan apto le creyeron que ya en 1840 le
hallamos Definidor. De manera que en cuanto la Provincia conoció su aptitud para
las Prelacías, no le dejó descansar ningún trienio, pues en el Capítulo de 1843 salió
Provincial; y es de notar fue el primer Provincial que hubo de los hijos de este Colegio. Tan apto le creyeron al conocerle y tratarle de cerca. No es fácil calcular a
qué estado hubiera llegado la Provincia, a no luchar por aquel entonces con la gran
escasez de personal, pues muchos de nuestros Curatos se vio en la precisión de
dejarlos en manos de Clérigos, y dicho se está que nada pudo hacer en favor de las
misiones, cosa que siempre mira la Provincia como a las niñas de sus ojos. Todo el
tiempo que después de cumplir con el penoso cargo de Provincial le sobró, lo dedicó a copiar y ordenar el archivo de la Provincia, y se cuenta que jamás salía del
archivo, donde continuamente estaba con la pluma en la mano, aunque ayudado
por un escribiente. Dos actas nuevas, o mejor, una acta del Capítulo y una determinación del Definitorio pleno se encuentran en lo que ordenó cuando fue elegido
Provincial, en las que no puede menos de verse su previsión y deseo grande que le
animaba, ya para poder crear y formar buenos religiosos, ya para que estos siendo
Curas lo fuesen cual corresponde. En la una se manda que los novicios no estudien
ni Filosofía ni Teología eclesiástica, es decir, que quería aprendiesen bien la ascética y mística, sin las que no
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P. LICINIO R UIZ
es posible salgan buenos Recoletos, ni conozcan jamás las glorias que nuestros
antepasados dieron al hábito que vestimos, y esto lo quería N. P. Aranguren y
demás Padres, aun en aquel tiempo en que tan escasa estaba la Provincia de personal; ¡ojala se hubiera observado y observase siempre! En la otra se mandaba arreglar nuestro modo de administrar, y que luego todos se atengan a él. ¿Quién podrá
explicar los grandes frutos que de esta sola determinación se seguirán bien cumplida? A el caudal de conocimientos prácticos que entonces había en manuscritos
sobre las necesidades de los indios, Curas y la Provincia y en las relaciones de los
Curas con los indios, y de aquellos con la otra, añadió, sin duda alguna muchos N.
P. José, y el método de administrar salió de sus manos obra muy completa y acabada, sin que nada falte para que el Religioso observante y que quiera cumplir cual
corresponde con su sagrada misión, aun siendo joven evite aquellos escollos que
son tan naturales a nuestra naturaleza degradada, pudiéndose asegurar, saldrá bien
y sin tropiezo alguno de tan graves peligros, como corre el Cura nuevo en Filipinas
en sus relaciones y obligaciones de Cura con los indios, con Gobernadores y Alcaldes, consigo mismo y con la Provincia a que tan obligados estamos, por habernos hecho lo que somos, tanto en lo religioso y moral, como en lo temporal. Nada
absolutamente se escapó a su perspicacia y talento, a su previsión y consumada
práctica. No hay más que leerlo, y cualquiera que lo haga sin prevención, conocerá
que cuanto se diga del celo santo de N. P. José y de su talento, es nada comparado
con el bien que hace y hará el mitrado de que se trata.
Cualidades tan raras de gobierno celoso y santo, aptitud tan marcada y grande
para las Prelacías, se dejó ver fuera de la Corporación, desde el principio; y esto,
que, mirado secretamente, parecía una gloria para la Corporación, era un peligro;
pues una Corporación y más en Filipinas necesita siempre hombres del temple de
N. P. José y sacarlos del Gobierno de ella es una pérdida, que solo Dios puede
remediar: pero los juicios de Dios es mejor respetarlos y acatarlos que escudriñarlos. Quiso el Altísimo que el P. José entrara a gobernar la Diócesis de M anila y
esta
S INOPSIS HISTÓRICA
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voluntad del Supremo Hacedor debe un religioso respetarla, jamás motejarla.
"¿Quién será, dice el Profeta, el que se atreva a decir a Dios qué has hecho?"
La Reina Isabel II, conocedora de los grandes méritos del P. José, le presentó
para Arzobispo de M anila y fue preconizado por N. SSmo. Padre el Papa Gregorio, el 16 de Enero de 1846. Considera N. P. la dignidad bajo el aspecto que se deben ver las Prelacías Eclesiásticas, y teme, y temiendo se resiste, pues no puede él
comprender los juicios de Dios sobre su elevación; clama a Dios en el silencio de
su celda y retiro, expone sus razones a los que en secreto habían meditado su propuesta, quiere que todos le ayuden para declinar un cargo superior a las fuerzas de
los mismos Ángeles, pero todo en vano; considera otra vez ante Jesús Sacramentado las cualidades de un Agustín, llora y gime al creerse tan lejos de su Padre, pero
no tiene más remedio que adorar los justos juicios de Dios y someter sus hombros
a la carga. Fue su consagración el 31 de Enero de 1847 en nuestra iglesia de Recoletos de M anila, con la solemnidad y aparato que tal acto requiere, y con la concurrencia inmensa que una ceremonia religiosa de tanta trascendencia como esa lleva
siempre a los templos de M anila, máxime cuando se tiene el presentimiento cierto
de lo que había de ser el nuevo Arzobispo, por lo mucho que todas las autoridades,
tanto eclesiásticas como seculares, le estimaban, honraban y respetaban.
Trasladado ya a vivir en el Palacio Arzobispal, no puede decirse más, sino que
fue todo para todos, para ganarlos a todos para el cielo. En el trabajo era infatigable; pues todos los expedientes, informes, consultas y negocios que lleva consigo
cargo tan pesado y más en M anila, los resolvía y estudiaba, consultaba y contestaba por sí mismo, sin valerse de nadie. Hasta las mismas cuentas, cargo y data de
las iglesias al ir de visita, sin embargo del mucho trabajo, Confirmación y demás,
que lleva consigo el ministerio pastoral él las examinaba y arreglaba hasta el último
céntimo, siendo esto, según lo he oído a Curas cuyos libros les visitó, tan sumamente exacto, que algunas veces rayaba en escrupulosidad. Pero dejemos hablar a
extraños: sobre esto dice
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P. LICINIO R UIZ
un biógrafo suyo, "incansable en las tareas del episcopado, daba raras veces en
ellas participación y apenas descargó en otros el peso de sus graves atenciones, no
descuidándolas ni aun en ausencia de la Capital cuando visitaba la Diócesis, en
cuya ocupación no perdonaba trabajo ni fatiga alguna, sufriendo los ardores del
clima abrasador, soportando con resignación las mayores incomodidades y aun los
peligros, y caminando como buen pastor por sendas escabrosas y en medio de la
tempestad, para conocer y darse a conocer a sus ovejas, que como imán atraía su
corazón". Esto que aquí en España, aun con la facilidad de comunicaciones, es un
grave trabajo para personas ya de cierta edad, en Filipinas es incomprensible cuánto haría sufrir y padecer a N. P. José, obligado en la mejor parte de su Diócesis a ir
a caballo y en muchos casos a pie, con tormentas verdaderamente torrenciales y el
calor del sol de la zona tórrida, y nada más que los quehaceres de un Obispo de
visita en Filipinas son muy grandes, tanto si se atiende al carácter de los indios,
como al muy de tiempo en tiempo en que pueden hacer la visita. Se necesita un
tacto y prudencia exquisitas y sumas, por la gran diferencia de gentes con quienes
tiene que tratar, y por ser de gustos, caracteres y aspiraciones tan distintos unos
de otros. Se hace necesario considerar todo eso y mucho más, para comprender el
mérito raro, el tino y prudencia suma de N. P. Aranguren; pues sin embargo de que
su celo evangélico y la obligación de su cargo en muchos casos le habían de poner y
le pusieron en la necesidad de reprender, corregir y avisar, todos le querían, estimaban respetaban y amaban como a Padre, pero de manera que su panegirista pudo muy bien probar, que fue amado de Dios y de los hombres. Era verdaderamente
admirable cómo podía su naturaleza con tanto trabajo, pues aun en las mismas
visitas pastorales tomaba apuntes, preguntaba e inquiría las necesidades todas de
los pueblos, de donde sacaba materiales para tantos y variados informes como de
todo se le pedían, dándoles con una previsión admirable, con lucidez sin igual y al
mismo tiempo con una concisión que se ve muy pocas veces en esa clase de gentes, donde más suele atenderse al medro y lucimiento; lo mismo
S INOPSIS HISTÓRICA
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de palabra que por escrito era lacónico en extremo, de ahí que interviniese en tantos asuntos e iluminase a las autoridades superiores de M anila en todos los negocios graves que en su tiempo ocurrieron; de ahí también el que siempre le encontrase, cualquiera que le necesitaba de sus diocesanos, dispuesto a ayudarle y consolarle.
En el establecimiento del banco Español-Filipino, según dijo el M arqués de la
Solana, Capitán General de Filipinas, al Gobierno Superior de M adrid, fue el más
poderoso auxiliar que tuvo en M anila, y esto se comprenderá mejor, sabiendo que
las obras pías y las cuatro corporaciones de religiosos en M anila, tienen acciones
en ese banco. Y ¿quién podrá decir no las vio N. P. Aranguren, al consentir se obligase a tomarlas a las mismas Corporaciones? ¿Por qué no pudo ver auxiliando con
sus Consejos para los estatutos del primer establecimiento del crédito hoy día en
Filipinas, los grandes beneficios que en M anila había de producir para unos y
otros? Se cuenta como una cosa muy rara en él y que a todos llamaba la atención,
la instrucción natural que tenía, y esto lo hemos visto este año 1881 en el desestanco del tabaco, pues ya el P. Aranguren informó para ello al Gobierno de su M ajestad, dando un tan voluminoso escrito a las autoridades sobre el tabaco, que el Sr.
M arqués de Comillas, entonces Secretario del Superior Gobierno de M anila que lo
vio, dice, que sin embargo de tanto como hasta la fecha se ha escrito sobre el desestanco, no ha leído escrito comparable con aquel, tanto por lo bien razonado y conciso, como por lo práctico y hacedero, añadiendo que será difícil, si no imposible,
que nadie diga tanto y tan bien como él expuso, y que desde entonces quedó ya la
cosa juzgada.
¿Quién podrá decir lo mucho que trabajó para llevar a Filipinas esos Ángeles
de paz, vestidos de Hermanas de la Caridad? Y lo consiguió; pues gracias a sus
gestiones fueron allá; pero no tuvo la dicha de verlas en M anila, pues cuando llegaron había él pasado a mejor vida. Esta felicidad fue para sus Hermanos de hábito
que desde Cádiz a M anila fueron en la misma embarcación, para ser testigos del
recibimiento que la católica M anila les hiciera, rivalizando
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P. LICINIO R UIZ
toda ella en dar a conocer al mundo entero, cuán acertado había estado su Arzobispo en lo que trabajó para llevarlas, y lo bien que conocía las aspiraciones de todos
los habitantes de aquellas Islas, pues se las ve establecer Colegios en las principales poblaciones del Archipiélago y siendo el paño de lágrimas en todos los Hospitales y casas de beneficencia, tanto civiles como militares. Era al mismo tiempo de
mucho tesón y acérrimo defensor de los derechos y personas eclesiásticas de su
Diócesis, como se vio en lo que le pasó con un Capitán General. M andó este al Sr.
Arzobispo un oficio que inmediatamente de leerlo le inmutó, y mandó preparar
todo para salir de casa; fue al Palacio del Capitán General y este, entre otras cosas,
he oído contar que le dijo, "no he de parar hasta acabar con los frailes todos de
Filipinas"; a lo que contestó el Sr. Arzobispo, poniendo la cabeza sobre una mesa,
"aquí tiene V. E. el primero, principie por él," lo que dejó parado al General y
completamente desarmado de su cólera y el Sr. Arzobispo tan amigo del otro, que
muchas veces le alababa en sus conversaciones particulares, diciendo era muy bueno y jamás le había faltado. Tal era el corazón de N. P. José, tan propenso a perdonar y olvidarse, que sin embargo de ser parco en las palabras y alabanzas de los
hombres, unas y otras las tenía y decía para los que fueron sus amigos o mayor
para los que fueron sus enemigos de personas y cosas que él amaba más que a sí
mismo.
Para que se comprenda hasta dónde llegaba su delicadeza en las susceptibilidades que pudiera causar, cosa tan fácil en M anila, donde se ven tantos intereses
encontrados, no hay más que observar la marcha que llevaba con los Recoletos, sus
hermanos. Que amaba a nuestra Provincia como a las niñas de sus ojos es innegable: pero sin embargo, en su tiempo se mandó que nos diesen toda la Provincia de
Cavite, y se opuso a ello hasta que consiguió se repartiese la administración de esa
Provincia entre Dominicos, Clérigos y Recoletos, dándonos a nosotros los pueblos
de Bacoor y Cavite Viejo; no entramos en posesión del primero. Jamás dio a entender estimaba más a unos que a otros; ante él no había más que méritos, no personas, honrando siempre la virtud, jamás sus efectos personales; y esto de tal manera
S INOPSIS HISTÓRICA
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le captó el afecto y el cariño de todos, que hasta hoy día es alabado y nombrado
con veneración y respeto por lo mismo.
En respetar a las autoridades y guardar las diferencias que cada una de ellas se
merecía fue siempre el primero; no parecía sino que había estado toda su vida en
los Palacios reales, pues si bien la educación que recibió fue muy exquisita y esmerada, sin embargo, a no haberse él persuadido bien del honore ad invicem prevenientes de S. Pablo, parecía imposible estuviese impuesto en las etiquetas y cumplimientos, que tanto se miran en el mundo. No en vano se dice que no hay cosa
tan cortés y cumplida como la virtud. Sabía dar a cada uno lo que le correspondía,
pero siempre sin ceder un ápice en los derechos que como Arzobispo en M anila
representaba, y dando a conocer a cada uno la obligación que respectivamente tenían. Cumplía con todos, y nada estuvo mas lejos de su carácter que la adulación, y
este último guardando siempre a la primera autoridad de las Islas los más delicados
respetos en su cordial y obsequiosa correspondencia, de que el buen concierto en
sus relaciones oficiales y mejor acuerdo en la adaptación de medidas importantes
encaminadas al bien de la Iglesia y del Estado. Supo nuestro Arzobispo que el Capitán General Sr. Lemeryh, como muestra del grande aprecio que ante la Reina y el
Gobierno se merecía le llevaba una visita particular y especial del Presidente del
ministerio que era entonces el Sr. O. Donell, cuya visita cumplió antes de hacerse
cargo del Gobierno de las Islas y antes que nuestro Arzobispo supiese la casa en
que estaba, y lo primero que dijo el Sr. Aranguren al General cuando le vio fue:
"me ha sorprendido V. E., sé por qué viene pero no he podido ser el primero, pues
andaba preguntando dónde paraba hasta tomar las riendas de Gobierno".
Pero la honra y gloria más grande de N. P. Aranguren aun en este mundo fue y
será siempre ante todo el Archipiélago el haberse propuesto y conseguido ser un
verdadero hermano de Sto. Tomás de Villanueva. Vivía con suma sencillez y no era
cosa rara encontrarle con solo el pobre hábito de religioso, que estimaba y honraba
más que a todo. En lo limosnero sólo al Sr. Arzobispo de Valencia
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P. LICINIO R UIZ
Sto. Tomás de Villanueva era comparable, pues el Ho. Ignacio, que tenía para mayordomo, muchas veces tuvo que reconvenirle, porque se privaba de todo para dar
a los pobres y muchas veces faltaba hasta para las necesidades más perentorias de
la vida para él y los de Palacio: pero siempre le contestaba el Sr. Arzobispo que no
hiciera caso de las cosas del mundo que Dios proveería. Cuando aumentó el Gobierno en su tiempo la dotación del Arzobispado a 12 mil duros, no dijo más que
lo siguiente; "con esto quienes ganan son los pobres". Tenía mandado al Ho. Ignacio no despidiese jamás un pobre sin limosna, y sólo el verle detenido y esperándole le incomodaba, quería se le diese al momento: así es que la habitación del Ho.
Ignacio parecía una iglesia donde se ganaba jubileo; siempre había pobres entrando
y saliendo. Para saber si en esto se cumplían sus órdenes, desde sus habitaciones
hay una ventanita que da a la escala del Palacio y se ve la puerta del cuarto del Ho.
Ignacio por donde se asomaba algunas veces y más en las horas que ya sabía llegarían los pobres. En los Beaterios y Colegios de M anila, de Sta. Potenciana Sta. Isabel tenía siempre muchos enfermos pobres y desamparados, pagando él los salarios por la manutención y educación de ellos y algunos hasta por muchos años y
hasta que se acomodaban fuera de los Colegios. Yo mismo he oído a una mujer,
lamentarse de la muerte del Sr. Arzobispo, pues cuando ella creció tuvo que salir
del Colegio donde le había pagado todo por varios años consecutivos. Sobre estas
cosas guardaba él sumo sigilo; tenía sus apuntes de los que pagaba en cada Colegio,
de la conducta y adelantos de cada uno de sus protegidos y pagaba él mismo religiosamente los haberes todos los meses a pobres vergonzantes; no es posible saber
cuánto daba ni a cuántos, pues gozaba en remediarlos con generosa y hasta pródiga
mano por sí mismo, y esto con un sigilo y prudencia sin igual. No había trabajo,
miseria, ni angustia que él no consolase, protegiese y amparase. Y que había de
esto que él no supiese atendiendo al carácter de la población de M anila, todos habían de hallar desprendimiento y largueza en dar: de ahí que todos acudían a él; así
es que pudo decir el ya tantas veces mencionado panegirista suyo en su
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oración fúnebre el año 1861 a raíz de los mismos sucesos, y oyéndolo las mismas
personas socorridas, "que había sido el Padre de los pobres, el asilo de la orfandad,
el consuelo de los afligidos y el protector de la virtud". Él a nadie ni a nada olvidaba en su eterna pesadilla, digámoslo así, de dar limosna, y existen testimonios irrefragables de su desprendimiento y amor a todos. El Padre Santo empobrecido y
robado sacrílegamente es socorrido con mano pródiga por el Sr. Aranguren; y al
mismo tiempo que daba testimonios de su fina adhesión, humilde obediencia y
grande amor a la silla Apostólica, que exponía las preces y oraciones mandadas
hacer en su Diócesis y hacía comprender a Roma lo dispuesto que estaba con sus
feligreses todos a los mayores sacrificios por el Romano Pontífice, mandaba, grandes limosnas, para con una y otras endulzar en lo posible la triste situación que iba
poniendo la revolución al Padre común de los fieles. Ni por eso se olvidaba del
culto ni de las iglesias dedicadas al Señor procurando, por todos los medios que
estaban a su alcance, fuese cada día más espléndido, solemne y majestuoso y
haciendo con largas limosnas, que las iglesias estuviesen adornadas cual corresponde. Al pueblo de M asinloc, de donde tantos años fue Cura Párroco y de donde lo
era al ser nombrado Provincial, dio largas limosnas para hacer un retablo y comprar
ornamentos. Barasoain su pueblo natal se gloría de haber podido concluir la Iglesia
Parroquial con dos torres y de poseer un magnífico templo, sin embargo de lo calamitoso de los tiempos, gracias a las larguezas sin igual con las que el Sr. Arzobispo tomó y se empeñó en ver restauradas las casas del Señor.
Afligido su corazón con los desmanes y horrores causados por los piratas, sobre todo en los pueblos y habitantes del Archipiélago, cuando el Capitán General
trató de poner coto a sus tropelías con la expedición a Balangingi, el Sr. Arzobispo
pone a disposición del valiente Capitán General una crecida suma de dinero, para
ayudar en lo posible al justo castigo, que a los osados moros se impuso. Si los
Africanos insultan a la bandera Española y el pueblo Español indignado con justo
enojo trata de llevar a M arruecos las armas vencedoras y civilizadoras de ambos
mandos, el
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P. LICINIO R UIZ
Sr. Aranguren expone ante la Reina la llama del patriotismo que en su pecho ardía,
le manda cuanto tiene y le ofrece su misma persona y vida, si en alguna manera le
creía útil al mejor logro de tan colosal empresa, como con la ayuda del Dios de las
victorias se llevó a cabo con la toma de Tetuán. Su lealtad como Español y su largueza como Arzobispo jamás quedó desmentida; aquella se vio en el nacimiento
del Príncipe Alfonso, bendiciendo las obras que con tan gran suceso en M anila se
inauguraron, y en procurar por todos los medios que tenía a su alcance fuesen las
fiestas espléndidas y solemnes: y su desprendimiento en lo que llevo dicho, y en el
testimonio de todos los habitantes de M anila, pues estaba en la conciencia de todos y era no común que aun con la renta de doce mil duros pudiese dar tanta limosna como daba; y esto lo afirmó su mismo sucesor el Excmo. e Ilmo. S. D. Gregorio M elitón, pues al ver los apuntes, que de ellos tenía el S. Arangurcn, todo
admirado y entusiasmado exclama: "Imposible parece pudiera hacer tanta limosna
con las solas rentas del Arzobispado". Jamás desamparó a ningún Clérigo por pobre, viejo y achacoso que estuviera; como de obras pías hay tantas misas de limosna de 2, 3, 4, y 5 duros, con ellas les socorría, sin reservarse ni una sola para sí, y
de ese modo hacía viviesen decentemente con paz y tranquilidad en sus casas, y al
mismo tiempo les hacía perseverar en las buenas costumbres, pues todos los días
tenían que celebrar a intención del Sr. Arzobispo y hacer aquellas preparaciones y
acciones de gracias que tan altos misterios exigen en los ministros del altar. A todo
llegaba su prudencia y tino, su caridad y amor a todos; por eso cuando el Sr. Melitón dijo una vez las palabras arriba mencionados para ponderar hasta dónde llegaba la caridad del Sr. Aranguren, advirtió un Canónigo que había estado mucho
tiempo con él y también admirador, cómo siempre lo había sido del mismo; que la
caridad es muy ingeniosa. Aborrecedor como era de todo fausto y ostentación,
sencillo hasta por demás en el trato de su persona y trabajador cual se ven poquísimos, amigo también de que los que con él estaban a su lado hiciesen lo mismo,
necesitaba pocos escribientes y pocos criados y esto lo hacía por naturaleza que
de suyo
S INOPSIS HISTÓRICA
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era fogosa y activa, sin despreciar al mismo tiempo economizar para los pobres.
De ahí es que pobres y ricos, grandes y pequeños, religiosos y seglares, autoridades y súbditos, casi se puede decir sin temor de exagerar que idolatraban en él; a
tanto llegó el amor que le tenían todos, como se vio bien claro en su última enfermedad. Al apercibirse de ella y saber provenía de su vida austera y religiosa, de su
mucho trabajo y fatigas en el Arzobispado, los médicos y las autoridades todas, el
mismo Capitán General en persona fueron a comunicarle abandonase tantos trabajos y se viniese a España; pero nadie lo pudo conseguir, ni siquiera que dejase por
un momento las riendas del gobierno de su dilatada Diócesis. A estas muestras de
aprecio, cariño y amor que recibió de la autoridad Superior de las Islas deben añadirse las que mucho tiempo antes recibió del Santo Pontífice Pío IX, al conferirle
facultades especiales para el ejercicio santo de su ministerio episcopal. La Reina
Isabel también le dio la gran Cruz como premio a su acrisolada lealtad, y le distinguió con darle asiento en el Senado, cosas estas que estimaba cual se merecían, pero que jamás llenaban su corazón. Y era que no había venido al mundo más que
para ser el Padre compasivo de todos.
Viendo que su enfermedad arreciaba de día en día, volvieron todos a amonestarle que se volviese a España, animándole además con hacer un viaje a Roma para
ver al Papa, pues sabían era uno de sus grandes deseos; pero lo único que pudieron
conseguir fue que saliese a Navotas, casa de baños de los Dominicos muy próxima
a M anila; pero a los pocos días convencido de que aquello no tenía remedio volvió
a su Palacio donde asistido de sus hermanos, visitado de todos y después de recibir con especial devoción y complacencia de su corazón los Santos Sacramentos
entregó su alma al Criador el 2.o de Abril de 1861.
Cuánto fue el dolor de todos indistintamente es imposible decirlo; puede algo
comprenderse por lo dicho y leyendo las oraciones fúnebres que en el mismo año
días 16 y 17 de Julio se pronunciaron, latina la una por el Sr. Dn. Félix Valenzuela,
M agistral de aquella catedral, y castellana la otra del Sr. Dn. M anuel Peralta, Deán
de la misma; las dos con
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P. LICINIO R UIZ
la descripción de las honras que le dedicó el cabildo según costumbre, se hallan
impresas en el archivo.
D OCUMENTO
"En la ciudad de Alfaro a veinte y tres de Octubre de mil ochocientos diez y
ocho, ante mi el Esno. y testigos que al final irán nominados parecieron personalmente de una parte D. Hipólito de Frías Regidor preeminente por su estado de
Caballero Hijosdalgo del Ille. Ayuntamiento de ella, Felix de Carra, Pro. Síndico
General de la misma Congregación por el suyo de Franco Infanzona y el Dr. D.
Casimiro M artinez Pbro. Canónigo Penitenciario de esta RI. e insigne Iglesia Colegial; los dos primeros Comisionados de dho. Ille. Ayuntamiento, como se acredita
por el testimonio que vá por cabeza para insertarse en este instrumento al tiempo
de su casa, y el primero y último Patronos del Hospital de la misma; y de la otra el
M . R. P. Lect. Jubilado Fr. Alonso Jubera de la Concepción Pror. Gral. de la Orden y Religión de S. Nicolás de Agustinos Recoletos de Filipinas, como se acredita
del poder general otorgado en su favor con fecha en la ciudad de M anila a nueve de
Junio de mil ochocientos y trece, en fidelidad de Pedro Alejandrino Flores, Esno.
que legalizada en forma ha exivido y por copia auténtica se coloca asimismo para
cabeza para insertarse en este dho. Instrumento al tiempo de su saca, por necesitar
el Original para otros usos y efectos, y digeron: Que el citado R. P. Fr. Alonso
Jubera, en uso de las Facultades que por el poder gral. se le encargó practicase a
nombre de su Prova, lo fué por la necesidad y falta de Religiosos que hay en ella,
para la administración del pasto espiritual a las M isiones de que dicha Prova. está
encargada, el de establecerse en la Península un Colegio Seminario de su Orden en
el que puedan criarse Religiosos recibiéndolos al hábito y dándoles los estudios
necesarios y convenientes para el fin, y con la precisa obligación de pasar a Filipinas, sirviendo también para esperimentar por algún tiempo la conducta y cualidades para dichas M isiones de los hijos de las Provincias de España, debiendo ser
dicho Colegio a ejemplo del que con el mismo objeto tienen los Agustinos Calzados de Filipinas en Valladolid, en cuanto sea adaptable a las Constituciones de su
Orden. Esto mismo representó ducumentadamente dicho R. P. Comisario y Pror.
Gral. Fr. Alonso Jubera a la Real Persona con fecha diez y seis de Dic. del año más
próximo pasado de mil ochocientos diez y siete, y habiéndose visto
S INOPSIS HISTÓRICA
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y examinado dicha Instancia en el Consejo Supremo de Indias con los informes,
que sobre ella se tomaron, resutando por todo comprobada dicha exposición y que
el parage proporcionado para sus circunstancias podría ser en esta ciudad para el
establecimiento de dicho Colegio le consultó su parecer en siete de Agosto pasado
de este año, conformándose S. M . con él, convino en acceder a la propuesta de
dicho P. Comisario concediéndole Real permiso y Facultad para que proceda a la
fundación del Colegio Seminario, que se refiere a espensas de su Provincia y le
autorizó para que pueda llevarlo a efecto en el Edificio que en esta nominada Ciudad perteneció a la Orden Hospitalaria de San Antonio Abad y en el día corresponde al Hospital nuevo de esta nominada Ciudad (en virtud de agregación hecha
por la Real persona por la Real cédula de diez y seis de M arzo del año pasado de
mil setecientos y noventa y cinco que con otro documento obra por ahora en mi
oficio): si se conviniese en su compra o arrendamiento con los Patronos de dicho
Hospital, según que todo con más estensión aparece en la Real Cédula librada al
efecto a veinte y nueve de dicho més de Agosto pasado del corriente año firmada
de la Real mano y refrendada de D. Silvestre Collar que por copia autentica aimismo se coloca por cabeza para su inserción al tiempo de la saca de este instrumento
por necesitar la original dicho R. P. Fr. Alonso para otros usos y efectos: que requerido con ella este Ayuntamiento en el Ordinario, que celebró en diez y seis de
Setiembre de este año, obedeciéndolo con el mayor respeto y veneración como
precepto de su Rey y Señor natural, a efecto de que se cumpla cuanto por ella se
ordena se dió comisión, en forma a los referidos Sres. D. Hipólito de Frias y Felix
de Carra para que bajo los pactos y condiciones que tuvieren por conveniente arreglar, y verificada que fuese por peritos inteligentes la Valuación del edificio, que se
refiere otorguen el instrumento o instrumentos que creyesen conducentes procurando por los mayores intereses del Sto. Hospital a quien en la actualidad según
queda referido pertenece el dicho Edificio. Que en su ejecución todos los Sres.
otorgantes como nombrados son de conformidad hicieron nombramiento de tasadores tanto de Albañilería como de Carpintería y Campo por lo que pertenece este
a la huerta afecta a dicho edificio, el cual inclusa la Cerragería, Carpintería, Edificio
citado, huerta, corrales, cuadras, lago, bodega, Iglesia, Altares, Coro, Efigie de S.
Antonio, espejos y bancos de la Iglesia, según el ser y estado que se hallan en la
actualidad y la casa en que al presente vive el Canónigo P. Pedro Olano y con esclusión de las cubas que contiene la
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P. LICINIO R UIZ
bodega se tasó y valuó en la suma de sesenta y seis mil cuatrocientas setenta y
siete ps. vs. Que a causa de estar bastante deteriorada las paredes y otros cimientos de la citada Fábrica se escusó el citado P. Comisario a tomar el sobredicho Edificio en su estimación y tratado sobre el mayor aumento a favor del Hospital a
quien pertenece, se convinieron dichos Comisarios del Ayuntamiento, y Canónigo
Penitenciario en venderlo a censo redimible con réditos de tres por ciento y el prenotado R. P. Fr. Alonso Jubera en recibirlo en la suma de cuarenta y siete von. con
la obligación de no redimirse en el término de veinte años y cuando se haya de ejecutar ha de ser en dinero metálico sonante y contante y no en otra ninguna especie;
y poniendo en ejecución todo lo pactado, mediante haberse consentido por este
Ayuntamiento en el ordinario de catorce de este més el establecimiento y fundación indicada como resulta en los libros de acuerdos Capitulares, bajo las capitulaciones concordadas con el Ille. Cabildo de esta Real insigne Iglesia Colegial, que se
halla inserta en el mismo, los prenotados D. Hipólito de Frías, Felix de Carra y Dr.
Dn. Casimiro M artinez en uso los primeros de la comisión que les está conferida,
por este Ille. Ayuntamiento, y el tercero y primero como únicos Patronos de dicho
Hospital; por la presente y su tenor en los mejores modos, via y forma que lo
pueden y deben hacer y haya lugar en derecho, dan en venta pl. perpetua por juro
de heredad desde ahora para siempre jamás al indicado R. P. Fr. Alonso Jubera de
la Concepción, como representante de la Orden y Religión de Agustinos Recoletos
de Filipinas, la mencionada casa que fué Hospitalaria de S. Antonio Abad y en el
día pertenece con los demás bienes que ella fueron efectos al indicado Hospital de
esta nominada Ciudad; la cual con inclusión la Iglesia, Coro, Altares, efigie de dicho
Santo, espejos, bancos, Corrales, cercas, lago, bodega, huerta y demás de que consta, inclusa la casa contigua en que al presente vive el Canónigo, D. Pedro Olaso,
carpintería y cerrageria de dichos Edificios, y con exclusión de las Cubas que existen en la citada bodega que quedaron a la libre disposición de dichos Patronos para
que dispongan de ellas en favor de dicho Hospital lo que tengan por conveniente,
se lo venden con todas sus entradas y salidas, usos, costumbres, derecho, pertenencias y servidumbres cuantas han y tienen en los citados edificios y demás que
queda mencionado, puede y les debe pertenecer así de hecho como de derecho, y
por libre y gusto todo, de censo, carga, gravamen, ni tasa alguna, sugeción que en
ellas ni en parte no le hay ni estan cargadas, gravadas ni hipotecadas, y como todas
se
S INOPSIS HISTÓRICA
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las venden en la suma y cantidad de los prenotados cuarenta y siete mil ps. vn. en
que están conformes, de los cuales deberá otorgarse por citado P. Comisario, censo
redimible con rédito de tres por ciento en la forma que queda manifestado y confiesan que los citados edificios y demás de que queda hecha mención no valen más
en atención a su estado, de la cantidad en que los llevan vendidos, y si más valen o
valer pueden del esceso y más y valor hacían o hicieron a dicho P. Comisario y
Provincia de Agustinos Recoletos de Filipinas a quien representa gracia y donación, buena, pura, mera perfecta e irrevocable que el derecho llama intervivos sabré
que en el nombre que representan, renuncian las leyes del ordenamiento real fecha
en las Cortes de Alcalá de Henares por el Sr. Rey D. Alonso, y las demás que
hablan y tratan de las cosas que venden y compran por más o menos de la mitad
del justo precio los cuatro años, para que se rescinda el contrato o supla aquel, y la
enorme y enormisima que confiesan no la hay, y desde ahora para siempre jamás
desisten a dicho Hospital del dicho y acción, tenencia, posición, propiedad, título,
voz y recurso, puro dominio y señorío y demás acciones reales y personales que a
los citados edificios vendidos y demás que queda mencionado ha tenido y tiene el
único Hospital de esta ciudad y todo ello sin excepción ni reserva de cosa alguna
ceden, renuncian y traspasan en favor de la Orden de Religiosos Recoletos del Orden de S. Agustin de la Provincia de Filipinas a quien por medio de dicho R. P. Fr.
Alonso Jubera su Comisario y Procurador Gral. dan poder complido en su fecha y
causa propia para que de su autoridad, y sin otra alguna licencia de Jueces ni Justicias se pueda entrar y entra por todo lo vendido, cederlo, permutarlo, volverlo a
vender y hacer de ello y en ello a su querer y voluntad como de hacienda suya
propia, adquirida por justos y legítimos títulos, y en el intermedio que no la tomare y aprendiere se constituyen dichos Sres. vendedores por sus inquilinos tenedores y poseedores en su lugar y nombre propio bajo la cláusula nomine precor et
constituti; y se obligan en el nombre que representan con los restantes bienes de
dicho Hospital, a que lo que va vendido será a dicha Provincia de Agustinos Recoletos de Filipinas, cierto seguro de paz y sin pleito, y si alguno que no se espera se
le opusiere, saldrán y lo mismo los que en adelante les sucedan a dichos Sres. vendedores en sus respectivos ministerios, a su voz y defensa y lo seguirán, tratarán y
fenecerán a espensas de dicho Hospital hasta dejar la citada Provincia en quieta y
pacífica posesión y en su defecto le darán otros tales y tan buenos edificios, en
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P. LICINIO R UIZ
tan buen sitio y lugar, o se le devolverá la cantidad en que van vendidos con más
las mejoras voluntarias y necesarias que en ellos hiciese o mejorase, costas, daños,
interés y menoscabos que se le siguieren cuyo importe se dá aquí por liquido para
que por el todo se espida el competente mandamiento y pagar las demás penas
puestas por dicho. Y hecho cargo el recordado R. P. Fr. Alonso Jubera de la Concepción de este instrumento de venta, que a favor de su Provincia ha hecho lo acceptaba y aceptó según en él se contiene; y confesaba y confesó, que los citados
edificios y demás que queda mencionado valen muy bien la prenotada suma de los
cuarenta y siete mil rl. vn. en que van vendidos de los cuales a nombre de su Provincia de Agustinos Recoletos de Filipinas y en uso de las facultades que le estan
conferidas por el poder gral. a su favor otorgado que confiesa no estarle revocado
en todo ni en parte, otorgaba y otorgó censo redimible al quitar, y obliga a la citada
su Provincia a que dará y pagará anualmente por razón de réditos a dicho Hospital
sus Patronos y M ayordomos, y a los demás que lo sean en adelante mil cuatrocientos diez vn. primera paga para igual día de la fecha de esta dicha del año más
próximo de mil ochocientos y diez y nueve, y así sucesivamente en los demás restantes, hasta tanto que se verifique su redención con las formalidades prescritas
por Reales Ordenes que no podrá hacerse dentro de los primeros veinte años y si
pasados que sean estos y entonces con dinero sonante, métalico y contante, y no
en niguna otra especie ni papel moneda; y si vencido alguno de dichos plazos no
fuere pagada con puntualidad la recordada suma de mil cuatrocientos y diez rls. vn.
razón de réditos anuales, quiere y consiente ser compelido y lo mismo su Provincia a su puntual satisfacción por via egecutiva, apremios y demás remedios establecidos por dicho en semejantes casos, con mas aumento de las costas que en ello
se originaren y pagar las demás penas puestas por dicho. Y para la seguridad de
dicho Capital y réditos que se vinieren a más de la obligación general que hace de
todos sus bienes y ventas dicha Provincia y sin que sea visto que esta derogue a la
especial ni por el contrario, sino que ambos derechos le perjudiquen, obliga hipoteca por especial de non alienando, los recordados edificios y demás que le va vendido, con todo cuanto se aumentare y fabricare en ellos que deberán tenerse bien
cultivados y reparados de los labores y reparos necesarios, de manera que vayan
en aumento y no vengan en disminución y en caso de no hacerse y practicarse así
podrán egecutar dichos Señores Patronos a sus espensas, por cuyo importe diferido en el juramento de
S INOPSIS HISTÓRICA
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quien lo obrare se podrá egecutar en la misma forma que por los réditos que haya
vencidos, sin poderlo vender, trocar, cambiar, ni en manera alguna enagenar, sino es
que sea con la obligación de dicho Capital y réditos de el, y la venta, enagenación,
división o partición que en contrario se haga, desde ahora se declara nula, de ningún
valor, ni efecto de la misma forma que si no se hiciere y otorgan. Y leido este instrumento a las partes lo leyeron y aprobaron como hecho y formado a su total
satisfacción y su todo conforme a lo que entre si tienen pactado tratado y cada uno
por lo que así toca se obligan los dichos Patronos y representantes del Ille. Ayuntamiento de esta Ciudad con los restantes bienes del Hospital y el prenotado R. P.
Fr. Alonso Jubera con los de su Provincia ventas y efectos muebles y raíces presentes y futuras. Y Para su cumplimiento cual si fuera sentencia definitiva de Juez
competente a su pedimiento dada, leída comentada, aprobada y pasada en autoridad y fuerza de cosa juzgada, dieron el poder que tienen a las Justicias y Jueces de
S. M . Eccas. y Seculares que respectivamente le sean competentes. Y renunciaron
las leyes fueros y derechos, de su favor los prenotados Dr. D. Casimiro M artinez
y Fr. Alonso Jubera, el Capítulo suam de penis... de solutionibus con las demás
concedidas a los Eccos. y los prenotados D. Hipolito de Frias y Felix de Carra, las
que favorecen a los menores, comunidades e iglesias, el beneficio de la restitución
in integrum y la general en forma. Y se previene que de esta escritura deberá tomarse la razón en el Oficio de hipotecas de esta Ciudad dentro de los seis días que
previene y manda la Real Pragmática Sanción de treinta y uno de Enero del año
pasado de mil setecientos setenta y ocho, sin cuyo precio requisito no se podrá
perseguir las hipotecas contenidas en esta dicha Escritura y para cuyo efecto estoy
pronto a librar la copia que por ella se manda poniéndose en mi mano el papel necesario, lo que hice saber a las partes en propia persona de que doy fé: En cuyo
testimonio lo otorgaron así ante mi el referido Esño. siendo presentes por testigos
D. M arcos Jimenez Aldeano, M anuel Benito Cid y Eladio Fernandez, vecinos y
residentes respectiva en esta dicha Ciudad y los Sres. otorgantes que yo el nominado Esño. doy fee conozco lo firmaron y firma. –Hipolito de Frías Felix de Carra
–Casimiro M artinez –Fr. Alonso Jubera de la Concepción –Ante mi Gregorio
Xabier M artinez.
Corresponde este traslado bien y fielmente con su original que para el efecto
he tenido presente y a la vista y queda en mi libro de registro perteneciente al año
pasado de mil ochocientos y diez ocho y ocupa desde el folio ciento treinta
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P. LICINIO R UIZ
y dos hasta el ciento cuarenta y uno, ambos inclusive, escrito, el Esño. y testimonio de Comisión conferida por este Ilustre Ayuntamiento en papel sellado cuarto
mayor, y lo demás en el de Oficio por el privilegio concedido a dicha Religión a
que en lo necesario me refiero. Y para que así conste y efectos que convengan. Yo
el referido Gregorio M artinez Esño. en propiedad y perfeco del número, Ayuntamiento y Subdelegación de esta Ciudad de Alfaro, por S. M . y de la Conservaduría
de M ontes y Plantíos de ella: doy el presente que signo y firmo en la misma a trece de Noviembre de mil ochocientos veinte y nueve. –En testimonio de verdad. –
Gregorio Xabier M artinz. –Legalización.
Los Escribanos por S. M . del número perpetuo de esta Ciudad de Alfaro que
abajo signamos y firmamos: Certificamos, damos fee y verdadero testimonio: Que
Gregorio Xabier M artinez, por quien va librado, signado y firmado, el precedente,
es Esño. asimismo de ese número, Ayuntamiento y Sublegalización de M esta, de
esta dicha Ciudad por S. M . y de la Conservaduría de M ontes y Plantíos de ella,
según se titula y como tal a cuantos documentos, testimonios, y demás signados y
firmados por él siempre se les ha dado y da entera fee y crédito, así en juicio como
extrajudicialmente. En cuyo favor damos el presente, que signamos y firmamos
como acostumbramos en Alfaro dicho día trece de Noviembre de mil ochocientos
veinte y nueve. –En testimonio de verdad –José García Caseda. –En testimonio de
verdad –Genaro Solana.
CAPÍTULO II
CONVENTO DE M ONTEAGUDO
Efímera fue la vida del Convento de Alfaro: el que había comenzado con tan
buenos auspicios, moría por decirlo así al poco tiempo; cuatro años tuvo solo de
existencia.
No hemos podido adivinar la causa de por qué nuestros Padres se determinaron a abandonar aquel Convento.
En la exposición de hechos elevada a S. M . por N. P. Vidal para su definitivo
traslado a M onteagudo, alega como motivo para ello la estrechez del Convento de
Alfaro para tanto pretendiente, como había, de nuestro Santo Hábito; nada más
dice: pero a nuestro juicio parece muy pobre el fundamento o razón que da, pues
si era pequeño, era más fácil y menos costoso el agrandarlo, que no dejarlo e ir a
fundar otro sitio; pero, repito, allí no se da más razón que esa y nosotros tampoco
podemos entrar en conjeturas; pues si bien en el Capítulo celebrado en M anila,
nuestros Padres estaban algún tanto descontentos con el Convento de Alfaro, ya
por los gastos ocasionados, ya también por lo oneroso de las cláusulas del cabildo,
y este descontento podía hacernos sospechar algo que pudiese haber motivado tal
resolución, no debió ser así, toda vez que en el Capítulo celebrado el año 1828
mostraron los Padres Capitulares su completa conformidad con lo hecho en Alfaro: no podemos, pues, sospechar procediese de ahí la razón de tal traslado1.
1
Respecto a la traslación del Convento de Alfaro a Monteagudo hay un acta de nuestro definitorio
que dice así: Visto lo que N. P. General expone en la última de 10 de Febrero de este año y
premeditada la materia con la gravedad que ella exige, el presente Definitorio se halló varado
con lo que disponen nuestras leyes en el Cap. 10 de la parte 3.a párrafo 11; y habiendo consultado y discutido el asunto, determinó lo siguiente: teniendo presente el V. Definitorio lo
que disponen nuestras leyes en el Cap. 10, parte, No. 11 sobre la recepción de nuevo lugar o
traslación a otro y no siendo posible el convocar a junta o Definitorio Pleno a los padres que
la deben componer por la distancia en que se hallan, lo malo de los tiempos y la falta de embarcaciones de parte en la presente monzón y no habiendo así mismo en las inmediaciones
suficiente número para Definitorio, acordó el presente Definitorio el hacerlo presente en el
Capítulo Provincial próximo futuro; que mientras y por cuanto cuando concluya aquel no
habrá embarcación para la Península hasta fines del año 28, N. P. Vicario General suple en
esa parte las formalidades expresadas; el presente Definitorio concede su Licencia a N. P.
Comisario Fr. Francisco Vidal, o al que sus veces hiciese, para que se presente y dé todos
los pasos concernientes a la traslación del Seminario de Alfaro al Santuario de N. Sra. del
Camino del pueblo de Monteagudo, para lo que se le dará por separado por N. P. Vicario
General la competente licencia, puesto que el V. Definitorio lo deja a las facultades de V. R.
a quien se le pasará y comunicará su determinación.
De una carta al V. General por el Prov. Fr. Pedro de Sta. Rita. Tomo de cartas del Archivo
68
P. LICINIO R UIZ
M as sea el que fuese el motivo por qué nuestros Padres de España tomaron
tal determinación, lo cierto es que dieron sus pasos, con el fin de encontrar un lugar
a propósito para el objeto que se proponían.
Hemos oído decir, y a guisa de tradición lo consignamos, que nuestros Padres
recorrieron varios pueblos, entre ellos Cascante: a lo que concedemos alguna verosimilitud, pues sólo así podemos creer llegase a conocimiento de los de M onteagudo el plan de nuestros Padres.
Noticiosos los principales del pueblo de M onteagudo de ello, se reunieron en
Consejo, y, por unánime acuerdo de todos los miembros y por primera provisión,
comisionaron al que era Capitular José M artínez y al vecino Tomás M artínez,
para que, avistándose con el P. Rector del dicho Convento de Alfaro, manifestasen
a este la voluntad del pueblo y le propusiesen el traslado al Santuario de N. Sra.
del Camino, bajo las bases en que ya habían convenido el municipio y la veintena
de principales allí reunidos. Esta autorización lleva fecha 27 Diciembre de 1828 en
M onteagudo y firmada por la villa; en su nombre M anuel M artínez –Juan Antonio
Fayos y José M artínez.
El P. Vicente Guillén dio cuenta inmediatamente de la proposición de los de
M onteagudo al P. Comisario y en 25 de Julio de 1827 después de presentar este
sus poderes ante el Escribano de la Corte, Pablo de Celis, delegaba esos mismos
poderes y facultades en el P. Guillén y este, usando de todos sus derechos, celebraba un mes más tarde un Convenio,
S INOPSIS HISTÓRICA
69
por el que pasaba a nuestro dominio el Santuario de N. Sra. del Camino.
Para que se sepan las personas que mediaron en el contrato, y, más aún, para
que se conozcan bien las bases y condiciones que en dicho contrato se estipularon,
y las obligaciones que contrajo el Convento, trasladamos aquí una copia fiel de la
Escritura que obra en los autos oficiales que con este motivo se llevaron a cabo.
Dice así: –"Convenio". En la Villa de M onteagudo a veinte y cinco de Agosto de
mil ochocientos veinte y siete, hallándose juntos y congregados, como lo tienen de
costumbre, los Señores Antonio M artinez, P. Juan José Jimenez y Cuna, y Pablo
Sala, Alcalde y Regidores de la misma; y los Señores Tomás M artinez, Juan Antonio Fayos, M ariano M orales, Dn. Domingo Jimenez, José Ullate (mayor), José
Ullate (menor), Francisco M agra, Narciso M orales, Joaquín Sola, Juan Cruz Calvo, José M artinez, Juan Tomas y Fernando M orales, individuos la mayor parte de
los que componen la veintena de la misma, por testimonio de mi el Escribano Real
infrascrito, dijeron: Que con fecha veinte y siete de Diciembre de mil ochocientos
veinte y seis en junta celebrada por la Villa y veintena, determinaron, como efectivamente lo verificaron, invitar al R. P. Rector y Comunidad de Agustinos Descalzos del Colegio de Filipinas, existente en la ciudad de Alfaro, con el objeto de su
traslación al Santuario de nuestra Señora del Camino de esta Villa, y para el efecto
nombraron a su Capitular José M artinez y su vecino Tomás M artinez, como
consta más por menor del oficio que acompaña.
Que bien informada la Villa y veintena de las grandes ventajas que le resultarían, verificada la traslación de dichos PP. Agustinos Recoletos al Santuario de N.
Sra. del Camino, como son la reparación, mejoras y conservación del edificio, a que
la Villa no puede atender por haberse vendido las fincas destinadas al efecto, en
virtud de Reales Decretos sobre venta de obras pías, y haberse minorado las limosnas de los fieles; el mayor culto de M aría Santísima, la asistencia de los fieles a
las solemnidades, M isas y otros ejercicios de piedad y devoción que prestaría
aquella
70
P. LICINIO R UIZ
Comunidad: la admisión de los hijos de dicha Villa en las Cátedras de Filosofía y
Teología, que cursan los Religiosos jóvenes de aquel Colegio, con alivio y socorro
de los Padres de familia que carecen de facultadas para dar carrera literaria a sus
hijos. El fomento de la agricultura por el consumo de los artículos que necesitaría la
Comunidad para su subsistencia: el beneficio de los facultativos en su aumento de
salarios, el de los dependientes y jornaleros indispensables para su servicio, juntamente con el socorro de muchos pobres, y sobre todo penetrada la Villa y veintena de que todas estas ventajas le resultarían sin gravamen alguno de sus propios,
ni de repetidas limosnas, pues ni la piden a causa de tener asegurada la subsistencia
por su Provincia de Filipinas, de modo que observan una vida común Religiosa,
asistiendo a los Religiosos en todo lo necesario hasta en lo más mínimo, después
de haberles vestido el hábito gratuitamente, sin que sus padres hayan contribuido
con un maravedí para su ingreso. Y finalmente bien persuadida la Villa y veintena
de que la continua ocupación de los PP. de aquella Comunidad; y su único objeto,
es la instrucción de los jóvenes, para habilitarlos lo antes posible, y remitirlos a las
Santas M isiones, queda convencida de que no le parará perjuicio alguno a otras
Corporaciones o Comunidades vecinas, sino que antes las podrá favorecer. Considerando la Villa y veintena, todas estas ventajas, con exclusión de todo gravamen y
perjuicio, y después de haber tratado y conferenciado con el R. P. Rector Fr. Vicente Guillén de la Virgen de los Dolores en representación de su dicha Provincia
de Filipinas, se convinieron ambas partes y arreglaron bajo las condiciones siguientes: –Que la Villa y veintena cede a favor de la Comunidad de Agustinos Descalzos
existentes en la Ciudad de Alfaro la Basílica y edificio de N. Sra. del Camino, para
que tributen culto a M aría Santísima, conserven y mejoren el edificio, en la precisa
inteligencia de que si por alguna causa imprevista se disolviese, o se ausentase la
Comunidad, deberá entrar la Villa como Patrona en el libre goce de su Patronato,
como en el día lo tiene, sin necesidad de abonar a la Comunidad cosa alguna por las
mejoras. Que en consideración a este
S INOPSIS HISTÓRICA
71
obsequio que dicha Villa y veintena hace a la expresada Comunidad, queda esta
obligada a tener las Cátedras de Filosofía y Teología expeditas y abiertas para los
hijos de esta Villa, siempre que estuvieren los cursos corrientes, como también el
tener la Iglesia abierta, para que los fieles puedan oír las M isas que la Comunidad
dice al punto del Sol, y cerrada al entrarse el sol; e igualmente el que las funciones
acostumbradas, cuales son el vía Crucis de M ayo y Setiembre, se han de celebrar
en la dicha Basílica por el Señor Rector de dicha Villa, y las funciones de la Asunción y Natividad de M aría Santísima se han de celebrar por dicha Comunidad de
Agustinos, siendo de su cuenta el celebrarlas con M isa y Sermón.
Con cuyas condiciones dijeron dichos Señores hacen la presente escritura de
convenio, y desde luego desisten y se apartan de la tenencia y propiedad que hasta
el día han tenido en la representación que tienen a dicha Basílica de N. Sra. del Camino, y desde luego la ceden y traspasan a dicha Comunidad de Agustinos Recoletos, para que puedan trasladarse a ella con todas sus entradas y salidas, usos, costumbres y medianiles, para que puedan tomar y aprehender la actual, real, corporal, quieta y pacífica posesión, mediante la cláusula nomine precari et constituti,
prevenidos de su disposición por mí el Escribano de que doy fe. Y para en el caso
de que en este contrato le vaya a las partes otorgantes algún perjuicio enorme o
enormísimo, renuncian de su favor la ley segunda que dice de rescindenda venditione ultra dimidium justi pretii y la de res majoris pretii y otra cualquiera leción
enorme o enormísima que en ello o parte pudiera intervenir, aunque por derecho
sea privilegiada, prevenidos de sus disposiciones por mí el dicho Escribano de que
doy fe. Y se obligan los otorgantes en toda forma de derecho con los bienes y rentas de esta Villa a tener por buena, firme y segura esta escritura de convenio, y no
ir contra su tenor en tiempo alguno, pena de costas y daños. Y como la Comunidad
renuncia de su favor el ministerio de la restitución in integrum, prevenida de su
disposición por mí el Escribano de que doy fe. Y hallándose presente el P. Fr. Vicente Guillén de la Virgen de los Dolores, Rector
72
P. LICINIO R UIZ
del Colegio de Agustinos Descalzos de dicha ciudad de Alfaro y apoderado del M .
R. P. Fr. Francisco Vidal de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de las Islas
Filipinas, como consta del poder otorgado en dicha Villa y Corte en veinte y cinco
de Julio último ante Pablo de Celis, que un traslado acompaña a esta escritura. Dijo
acepta en la representación que tiene, esta escritura de convenio en los terminos y
condiciones que van relacionadas. Y los obligados, para ser apremiados a cumplir
lo permitido, prorrogan jurisdicción cumplida a los Señores Jueces y Justicias de S.
M ., que de esta causa puedan y deban conocer en forma de obligación guarentigia y
de rejusticia, a cuya jurisdicción se someten y renuncian su propio fuero, juez y
domicilio y a la ley si convenerit de jurisditione omnium judicium. Y para la mayor
estabilidad y firmeza de esta escritura, suplican las partes otorgantes al Exmo. Señor Virrey, Regente y a los del Real y Supremo Consejo de este Reino aprueben
esta escritura, concediendo su licencia para la fundación; y así se otorgó siendo
testigos Dn. Gregorio Aguirre, Presbítero y León Garro, vecinos de esta Villa; lo
firmaron dichos Señores veintenantes que sabían juntamente con el P. Fr. Vicente
Guillén de la Virgen de los Dolores Rector, y testigos y en fé de ello yo el Escribano –Antonio M artinez –Juan José Jimenez y Luna –Pablo Sola –Juan Jimenez –
Domingo Jimenez –Juan Cruz Calvo –José M artinez –Narciso M orales –Faustino
M artinez –Francisco Azagra –José Ullate –M ariano M orales –Fernando M orales
–José Ullate –Juan Antonio Fayos –Tomás M artinez –Fr. Vicente Guillén de los
Dolores, Rector –Gregorio Aguirre –León Garro –Ante mi Francisco Paulo Sanz,
Escribano –Por traslado Francisco Paulo Sanz Escribano.
Siguiendo los trámites ordinarios los firmantes del Convenio, por medio de sus
Procuradores Joaquín Ventura, Flores y Saturnino Garijo, lo presentaron a la
aprobación de S. M .
El Consejo Real de Pamplona lo aprobó en 4 de Septiembre de 1827; que visto
por el Fiscal de S. M ., ordenó este pasase dicho expediente a la Diputación de
Pamplona,
S INOPSIS HISTÓRICA
73
la que inmediatamente contestó, diciendo, que no veía inconveniente en su admisión y establecimiento, siempre que también intervenga en ello el Viso Regio.
Su Real M ajestad, después de bien examinado el convenio y vistas las ventajas, que a ambos contrayentes resultaban y que porque el convenio se había celebrado con todas las solemnidades que se requieren, aprobación del Consejo Real y
licencia del Virrey con arreglo a la leyes, "concedía a la Provincia de S. Nicolás de
Tolentino de Agustino Recoletos de Filipinas la licencia solicitada, para practicar
las diligencias necesarias y realizar cuanto antes la traslación del referido Colegio
de M isiones de la ciudad de Alfaro al Santuario de N. Sra. del Camino, en Navarra,
bajo las obligaciones y calidades convenidas en la Escritura inserta, aprobadas por
dicho mi Consejo de aquel Reino. Yo el Rey: fecha de expedición de la Real Cédula
en Zaragoza a 24 de Abril de 1828.
Si generoso había estado el M onarca, extendiendo su Real aprobación en
términos honoríficos y respetuosos para nuestros Religiosos, no lo estuvo menos
el Ilmo. Sr. Dn. Gerónimo Castillón, Obispo que era de Tarazona, quien en 21 de
M ayo de 1828 bendecía y aprobaba dicho traslado.
Vamos a copiar uno de lo párrafos de dicha aprobación, tanto porque en ella
se ve la estima que hacía el Sr. Obispo de nuestros Religiosos, como también porque se conocen claramente los motivos que indujeron a nuestros Padres a verificar
dicha traslación.
"En vista de los convenios ya hechos entre los del pueblo de M onteagudo y el
P. Rector del Colegio de Alfaro sobre traslado del Convento de este último punto,
al Santuario de N. Sra. del Camino etc. etc." En su Vista y no pudiéndose dudar de
las considerables ventajas, mejoras y utilidades que resultan de la traslación de
dicho Colegio Seminario de M isioneros Recoletos de Filipinas de la ciudad de Alfaro a la Basílica de N. Sra. del Camino de M onteagudo; por el hermoso terreno
que ocupa esta, su anchura y abundancia de aguas, de que carece Alfaro; y así
mismo por la proporción que ofrece, para que sean más provechosos los Religiosos a nuestros feligreses de los pueblos
74
P. LICINIO R UIZ
de sus inmediaciones que a los de aquella ciudad, donde hay además del Clero de
su Iglesia Colegial y Parroquial, dos Comunidades de regulares y constándonos
además igualmente ser ciertas las otras causas alegadas por la dicha traslación etc.,
concedemos lo que nos pide etc. etc."
Firmada en la casa de la M isericordia de Borja a 21 de M ayo de 1828 –
Gerónimo, Obispo de Tarazona –Dn. Tomás M ayor, Canónigo Secretario.
Dos días más tarde, 23 de M ayo de 1828, el Escribano Real M aximiliano de
Arriazu, acompañado de los Sres. Dn. Gregorio Aguirre, Presbítero, Rector de dicha Villa de M onteagudo, Dn. Juan M anuel Ballestero, Presbítero, Rector del Lugar de Novallas, Dn. Fernando M orales y Dn. León Garro, dieron posesión en
forma del expresado Santuario al P. Vicente Guillén de los Dolores, con todas las
formalidades acostumbradas; a cuyo efecto el citado Escribano tomó de la mano a
dicho padre Vicente y le introdujo en el patio, haciendo después una corta oración
en el coro. Enseguida pasó a visitar las habitaciones y la huerta. Visitadas todas las
dependencias, el P. Vicente abrió y cerró las ventanas y por ellos echó puñados de
tierra a los que fuera estaban, en señal de posesión, con lo que terminó aquel acto
solemne de la toma de posesión, levantándose acta de todo, que firmaron todos los
testigos arriba dichos.
Dedicó entonces el P. Vicente todos sus esfuerzos al arreglo del Convento,
que debió ser muy importante, como veremos luego; y, cuando ya todo estaba
dispuesto y hechas las invitaciones necesarias para la mayor solemnidad y realce,
se celebró la fiesta de la inauguración del nuevo Convento, que tuvo lugar el 22 de
M arzo de 18291.
1
Es Monteagudo villa del Reino de Navarra, partido judicial de Tudela, y perteneciente al Obispado de Tarazona, si bien antes del concordato pertenecía al de T udela. Fue conquistada de
los moros por Dn. Alonso el Batallador el 1114 y sujetada el 1117 al fuero de T udela que era
el fuero de Sobrarbe. El Rey Dn. Juan 2.o de Aragón y 1.o de Navarra dio el de 1429 el Señorío del Castillo y villa de Monteagudo con baja y mediana jurisdicción sin mero imperio
al Maestre hostel Mosen Agramont, de quien por falta de sucesión masculina, pasó a la casa
de Beaumont y de este después por igual causa a la de Magallón en la que sigue, siendo el
actual poseedor Marqués de Sn. Antonio y correspondiente a la grandeza de España de 2.a
clase.
Notas tomadas de un papel de nuestro Archivo provincial Carp. 69.
S INOPSIS HISTÓRICA
75
El encargado del Sermón de la fiesta era el famoso P. Castro, Recoleto de gran
valer, y Catedrático de la Universidad de Huesca, mas habiendo asistido a la fiesta
N. P. Vicario General Fr. Justo del Espíritu Santo se encargó este del sermón, pronunciando una oración bellísima y entusiasta, que fue impresa en Madrid en 1829
y de la que vamos a copiar algunos párrafos, porque ellos mejor que nada nos dicen lo grandioso de la fiesta, que nuestros Padres dedicaron por primera vez a la
Reina de los Cielos la Virgen del Camino, la que desde entonces se constituyó en
M adre de tantos, como han sido los muchos religiosos que en dicha casa han vivido.
"La venerable y Santa Provincia de Agustinos Recoletos de las Islas Filipinas
—decía el orador—, instituto no conocido hasta entonces en Navarra, ha dado en
dicho día una función tan solemne como religiosa, no solamente a la Villa y habitantes de M onteagudo, sino además a tantos millares de almas cuantos de Navarra
y Aragón se juntaron en su distrito. Este es el hecho. Nuestra alma, aunque reflexiva, ninguna conexión o enlace, ningún punto de contacto advierte a primera vista
entre Filipinas y Navarra, entre M anila y M onteagudo, entre Recoletos de allá y
Clero secular de acá, motivo de admiración y digno de que exclamemos: Vidimus
mirabilia hodie.
El Apoderado especial y Comisario General de dicha Provincia, Fr. Francisco
Vidal de San José, el Rmo. Padre Fr. Justo García del Espíritu Santo, Vicario General de la Congregación de España e Indias, el R. P. Fr. Vicente Guillén de los
Dolores, Rector de nuestro Colegio Seminario de Alfaro, y luego de M onteagudo,
los RR. PP. Fr. Alonso Jubera de la Concepción (antes Comisario de Filipinas y
Fundador de Alfaro, y ahora Presidente de M éjico) y sus Socios expelidos de allá
por la más desastrada de las Revoluciones políticas, los RR. PR Provincial de
Aragón, Cataluña y Valencia, Fr. Juan de San Ramón, Fr. M iguel del Rosario, Prior
del Convento de Borja, el Cronista General
76
P. LICINIO R UIZ
Fr. M anuel Castro de la Santísima Trinidad, Catedrático de Prima en la Real Universidad de Huesca y Predicador de Número de S. M .: en suma, cuarenta y tres
individuos de la misma Orden juntos y congregados en su novísimo Colegio Seminario de M onteagudo, dieron en ese día al público asombrado un grandioso espectáculo de Religión y piedad, grato a los Ciudadanos del Cielo y fructuoso a los
moradores de la tierra".
"Dispuesto así todo, se acordó por nuestros Padres la solemnísima función del
día 22 de M arzo. Viéronse reunidos muchos Sacerdotes de aquella comarca y Religiosos de varias Ordenes, que invitados por el P. Rector, habían venido de Tarazona, Cascante, Alfaro y otros puntos. Nos honraron con su asistencia los hijos del
Seráfico P. S. Francisco, así Observantes como Capuchinos, los Descalzos de la
M adre Virgen y Doctora Santa Teresa de Jesús, los M ínimos del M áximo Santo
Francisco de Paula, el R. P. Confesor y Vicario de las Señoras Bernardas del Real
M onaterio de Tulebras, y también un R. P. Definidor General de la Orden de Trinitarios Descalzos. El concurso de fieles fue numerosísimo todo el día: por un
cálculo prudente no bajó de cinco mil. Su Exma. El Señor Obispo, que tuvo grave
ocupación, para ponerse en camino y autorizar la solemnidad con su venerable
presencia, gustó de asistir también por medio de su Gobernador, Provisor y Vicario General el muy Ilustre Señor Dn. M artín Cesáreo de Echáburu, Canónigo de la
Iglesia Catedral de Tarazona. Presentóse además una excelente orquesta de músicos y capilla de cantores; residentes en la Villa de M alón; y a eso de las ocho de la
mañana se dirigió una numerosa procesión de Clero y Pueblo a la Iglesia Parroquial
de M onteagudo, distante del Santuario poco más de un estadio".
II
Antes de ocupar nuestros Padres el hoy Convento de M onteagudo, este se reducía a una capilla de pocas dimensiones, una casa, en que vivía el encargado de
cuidar de
S INOPSIS HISTÓRICA
77
todo ello y algún establo o corral para encerrar el ganado, con su tapial correspondiente1.
Tenía su capellán, que debía residir en la villa, toda vez que el que estaba allí al
frente, así de la Capilla como de la casa, era un mayordomo seglar nombrado por el
municipio, y aprobado por el Obispo de la Diócesis.
Por los mandatos que por orden del Sr. Dn. Jaime Brigena, Abogado de los
Reales Consejos y Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Tarazona se dieron, se
ordenaba que el mayordomo residiese en la casa del Santuario; y, para el buen
régimen y gobierno, guardase el inventario de todas las ropas, muebles y alhajas
pertenecientes a la casa, a excepción de las del culto Divino que estaban a cargo del
Capellán Vicario.
Esta era la principal obligación ¿el mayordomo, por la que le asignaban un
sueldo de 150 reales plata al año. En lo tocante a recoger limosnas por los pueblos
de la Diócesis, como era costumbre, esto no lo hacía él, sino los llamados questionarios que solían ser dos individuos nombrados por el M unicipio, los que tenían la
obligación de asentar en un libro cuantas limosnas recogiesen, ya en especie, ya en
dinero, el pueblo y nombre de la persona que daban la limosna, quienes a su llegada
entregaban dicho libro al Capellán Vicario y este juntamente con el Párroco del
pueblo, el M unicipio y el mayordomo asentaban todo en el libro oficial, ingresaban
el dinero en el arca y el trigo en sus correspondientes trojes, todo lo cual cerraban
con tres llaves que guardaban el Rector, y el primer Regidor. Estos asimismo eran
los que proponían al Obispo todos cuantos asuntos había concernientes a intereses
de la casa, como venta de trigo, cobro de arriendos de las tierras y otros censos
pertenecientes al Santuario.
La presentación de Capellán para el Santuario solía hacerla el municipio, quien
la manifestaba al Sr. Obispo de la Diócesis para su aprobación.
Esto se deduce, como hemos dicho, de los mandatos
1
Liber Rectorum, manuscrito existente en la Parroquia del pueblo.
78
P. LICINIO R UIZ
que en 1764 expidió el dicho Canónigo Dn. Jaime, Vicario General de la Diócesis.
M as sobre este particular ha habido siempre sus diferencias y disputas entre
el municipio y villa de M onteagudo por una parte y el Sr. M arqués de San Adrián
por otra, cada uno de los cuales pretendía tener derecho de Patronato sobre el Santuario.
Ya en los primeros meses del año 1598 el Consejo Real, en sentencia que dictó
sobre este particular, dio la razón a los de la Villa, pero reservando a los Señores
de M onteagudo el derecho de presentar los que habían de ser Capellanes de la casa;
derecho que en el año de 1600 por haber protestado los del M unicipio, les fue quitado a los citados M arqueses por otra sentencia dada por el mismo Consejo.
No obstante estas sentencias, siguieron por espacio de muchos años alegando
cada cual un derecho, actuando a veces unos y a veces otros en las cosas de la casa,
disputándose continuamente este derecho, como consta del libro "Primicia", que
impreso se halla en el Archivo de la Parroquia, sin que hayamos podido ver la sentencia definitiva de este pleito de siglos, ni saber por fin quién era el verdadero
Patrono.
En la fecha en que el P. Vicente tomó posesión del Convento, hemos visto que
el M unicipio con la veintena de principales, fue el que hizo y firmó el Convenio
con él; mas también consta por documento, que se guarda en este Archivo del Colegio, que el Sr. M arqués que era entonces Dn. Prudencio Guadalajara Aguilera,
alegando la ley 6.a n.o 23, libro 5.o de la novísima Recopilación, dijo era necesario
su permiso para el establecimiento del Colegio, y que, usando de esa facultad que
le concedía la ley, por la presente concedía licencia y el permiso necesario para
ello, mandando a todas las Justicias, Autoridades y Corporaciones que no pusiesen obstáculo alguno a dicho Establecimiento. El documento está firmado en Pamplona a 17 de Noviembre de 1827.
Como prueba de que el Sr. M arqués tenía algún derecho en el Santuario o por
lo menos se lo tomaba, vamos a copiar ese documento tan interesante, dirigido por
el Sr.
S INOPSIS HISTÓRICA
79
M arqués al P. Vicente, pues él nos da a conocer, no solamente su Patronato, sino
que además en él se demuestra el derecho que el citado Sr. M arqués tiene aún hoy
en día, sobre la tribuna de dicha Iglesia, derecho tan controvertido, disputado sobre
todo por los naturales de M onteagudo, sin que por esto nosotros tratemos de sentenciar en este asunto. Dice así el citado documento.
"En uso de los derechos que me corresponden como Patrono de la capilla mayor de N. S. del Camino, Santuario sito en mi Villa de M onteagudo, en el reino de
Navarra, y en vista de la exposición que acompaño del Rdo. P. Fr. Vicente Guillén
de los Dolores, Rector del Colegio Seminario de PP. Recoletos de la Provincia de
las Filipinas; deseoso de contribuir por mi parte a aumentar las facilidades del culto, los medios de instrucción religiosa, buenos ejemplos y sanas doctrinas que
pueden esperarse de esta Santa y Venerable comunidad, desde luego por mi y a
nombre de mis sucesores, doy mi beneplácito y aprobación, para que la referida
comunidad celebre sus funciones religiosas en esta capilla, caso de realizarse su
traslación: más como esta concesión no es incompatible con los derechos de mi
casa, y que el referido Patronato es en ella de mi honor, tanto más codiciable, cuanto más santo y religioso es su objeto, es mi voluntad que para que se mantenga en
mi casa y en mis sucesores este lustre de mi familia, testimonio glorioso de la piedad de mis antepasados, por dicha comunidad se otorgue testimonio auténtico de
este memorial y con mi decreto original se depositen y conserven en mi archivo. Es
así mismo mi voluntad que para que en ningún otro tiempo puedan ser dudosos ni
controvertibles los derechos de mi casa, la memoria de esta distinción y honra de
mis mayores quede vinculada a honras y demostraciones exteriores, que la conserven y perpetúen en mis sucesores, a cuyo efecto se reparará de nuevo, y según
exija su estado, el escudo de armas del apellido Beaumont y Navarra, colocado en
la cúpula de la capilla mayor: que en la misma capilla y al lado del Evangelio se
erija sepultura exclusiva, y reserven para mi y mis sucesores un asiento de distinción, que en mi ausencia y la suya no podrá ser ocupado
80
Sinopsis histórica
P. Licinio Ruiz
por nadie, cuya posesión será reconocida por documento auténtico en cada nuevo poseedor,
sin ninguna contradicción por parte de la expresada comunidad, bien entendido que a la menor
gestión que en contrario se hiciese faltando a las condiciones de esta concesión, desde luego
restableciendo las cosas al ser y estado que en el día tienen, yo me reservo y reservo a mis sucesores el derecho de cerrar esa capilla y excluir de su uso a los contradictores. Para todo lo
cual y para acto de posesión por mi, en mi nombre autorizo a mi Apdo. General Dn. Antonio
López.
1.o de Octubre de 1827.
Nada más podemos nosotros añadir a la tan debatida cuestión del Patronato de la Basílica.
Otro tanto sucedía en la Parroquia, en la que desde ha mucho tiempo se conservaba debajo de
la grada del Presbiterio, al lado del Evangelio, una silla de M oscovia, en la que se sentaban los
M arqueses como Señores y Patronos.
No obstante las reiteradas protestas de los Curas Párrocos, la citada silla se ha conservado
hasta hace muy poco tiempo1.
Sea de esta cuestión lo que fuese, se deduce que la situación o estado económico de la
Basílica era a juzgar por las rentas que tenía y limosnas que recogía bastante próspero y celebraba con esplendor sus funciones; mas después de la enajenación de los bienes de los establecimientos piadosos quedó tan pobre, que carecía de lo más necesario para el culto y sostenimiento de la fábrica; y tan deteriorado estaba el edificio, que de no haber ido nuestros Padres a
él, se hubiese arruinado por completo. Así se deduce y se dice claramente en el escrito que los
Procuradores de la Villa. Joaquín Ventura Flores y Saturnino Garijo elevaron a S. M . para los
efectos del traslado.
Nuestros Padres, según se desprende del último párrafo, hicieron un trabajo grandísimo y
una reforma tan grande que ninguno de los vivientes de entonces conocería el Colegio tal como
hoy ha quedado.
1
Manusc. cit. Lumen Rectorum.
S INOPSIS HISTÓRICA
81
La casa del Santuario se componía de dos lienzos de mala fábrica, que, a la
traslación de nuestro Colegio, hubo que repararlos por completo y hacer las divisiones correspondientes de celdas, claustros y demás oficinas de un Colegio. A
estos dos lienzos primitivos, el año 48 se añadió el claustro que mira hacia M alón,
y se dirige hacia la Iglesia y huerta grande; y en el mismo año se construyó la galería que da a la misma huerta y que, cerrada con hermosa cristalería hoy día, constituye una de las más hermosas piezas del edificio. Posteriormente en el año 54 sobre la galería se construyó la enfermería que se compone de varias celdas para enfermos, otra para el enfermero, y otra para botiquín, comedor, un bonito oratorio y
un hermoso claustro para solaz y paseo de los enfermos. El año 48 compró la Comunidad al Sr. M arqués la huerta que él poseía; la que, unida a la que ya teníamos,
forma un espacio dilatado y muy hermoso, todo él cercado de fuertes y elevadas
tapias; y dos años más tarde se añadió a la huerta pequeña al terreno que ocupaba
el viejo cementerio, frente a la entrada del Convento por la carretera que va desde
Tarazona a Tudela. Lo que no hemos podido averiguar, por desconocer la situación
topográfica del terreno antiguo, cuál fue el camino que abrió el Convento y al que
se opuso algún tanto el pueblo1.
Dedúcese de todo lo dicho que nuestros Padres levantaron en aquel sitio un
edificio si no suntuoso y elegante, una morada al menos digna de los hijos del gran
Agustín, constituyéndose estos en guardianes de la Virgen del Camino, para la que
guardan todo su cariño y en cuyo obsequio han hecho todo cuanto han podido
para la mayor honra y gloria de su querida M adre.
A los pocos años de construido el edificio, se trajeron
1
La huerta de Marqués se compró, no obstante haber desaprobado el Definitorio tal compra. N. P.
Agudo comprendiendo las poderosas razones que para ello tenía, la compró después de exponer al Definitorio esas mismas razones. No extrañamos esa anomalía y esa discrepancia de
nuestros Padres de Manila tanto en esa disposición que hemos dicho como en otras que se
dieron en aquella fecha. Una de ellas era que no se admitiese a la profesión a ningún lego,
medida, que si en Filipinas podía parecer conveniente, no así a los Padres de España mejor
enterados de las circunstancias.
82
P. LICINIO R UIZ
a este ropas preciosas y alhajas de valor, que vamos a hacer constar para que se
sepa su procedencia y el interés de nuestros Padres en el Ornato del Santuario.
Del convento del Portillo
Un terno negro.
Un id. blanco de 2.a clase.
Un palio común.
Cuatro casullas comunes.
Un frontal.
Paño blanco de atril.
Albas de terno tres.
Amitos y sabanillas de altar.
Purificadores, paños de lavabo e hijuelas.
Nueve libros de Coro.
Una alfombra.
Un relicario de un pie de altura con reliquias de N. P. San Agustín, San
Nicolás y Sta. Rita.
Ocho Id. pequeños con las de Sn. Lorenzo, Sn. Damián, dos de Sn. Nicolás de Tolentino, Sn. Timoteo, Sta. Polonia, Sn. Felipe Neri y
Sta. M argarita.
Una crismera de plata.
Un viril –Una lámina de cobre de Ntra. Sra. de los Remedios.
Un sello de N. P. Sn. Agustín.
Una casulla negra, una blanca y dos encarnadas.
Una morada de damasco.
Dos verdes –Cuatro de damasco negras y tres antiguas.
Una capa –Otra id. morada –Una id. negra con tres paños.
Dos mucetas para la Cruz –Corporales, amitos, bandas, palios, roquetes, purificadores, cíngulos y cortinas de damasco.
Tres cálices de plata –Copón uno de plata sobredorada.
Una ampolla de plata para los Santos Óleos –Sacras de plata 3 y 6 id.
inferiores –Cruz de metal con algunas reliquias.
De nuestro Hospicio de Méjico, remitidas por N. P. Pedro Manchado de Sta.
Rita
S INOPSIS HISTÓRICA
83
Una custodia sobredorada con su caja de madera.
Un cáliz sobredorado con su patena y cucharilla.
Un relicario vacío.
Un copón pequeño –Una crismera –Un incensario con su naveta –Un
platillo de vinajeras sobredorado –El Pilar de la Virgen: La corona
sobredorada para la misma Imagen con un rosario de aljófar –Un
platillo con la perdiz de Sn. Nicolás y con la azucena –Una Imagen
de Sn. Nicolás y otra de Nra. Sra.; Un vestido de Sn. Nicolás de
terciopelo –La diadema de id. sobredorada: Un copón de plata dorada para la enfermería –Tres casullas moradas –Dos de raso blanco bordado –Dos id. encarnadas bordadas –Un terno completo de
tisú y un palio de muy buena clase.
M onteagudo como los demás Conventos tuvo que sufrir las consecuencias del
malhadado siglo pasado, siglo de revueltas y de exaltación de turbulentas pasiones,
que se desencadenaron violentas contra las Comunidades Religiosas y contra todo
lo que significaba orden y disciplina.
En la famosa revuelta del año 1834 que acabó por desterrar de casi todos los
Conventos de España a sus moradores, la Recolección tuvo pérdidas inmensas, ya
en lo material al verse privada de los muchos Conventos que tenía esparcidos por
toda la Península, ya en lo moral, condenando al ostracismo y al silencio a hombres
dignísimos por su saber y su virtud.
Los Recoletos, como los demás Religiosos, prestaban servicios importantísimos dirigiendo desde sus humildes moradas a miles de almas por el camino del
bien, enseñaban en pueblos y ciudades las ideas del orden y de la moralidad, asistían al pobre moribundo en su última hora y apagaban el hambre de muchos desgraciados que acudían a la puerta de sus Conventos; no obstante estas y otras muchas
obras de caridad, de nada sirvieron para contener a aquellas turbas desenfrenadas,
dirigidas más o menos ocultamente por hombres sin conciencia y sin pudor.
Hombres eminentes por su ciencia se vieron precisados a marchar a sus casas,
donde, faltos de todo medio de acción, quedaron condenados a guardar su ciencia
dentro de sí mismos, sin poder hacerla irradiar sobre las masas incultas y faltas de
ella.
84
P. LICINIO R UIZ
Así concluyeron sus días en el retiro hombres tan eminentes como el P. Castro, lumbrera de la Universidad de Huesca, el P. Jara profundo escritor y eminente
literato, el gran orador P. Justo del Espíritu Santo y otros muchos.
Algunos, muy pocos, se salvaron de aquel naufragio. La Provincia de San Nicolás, que continuó y se conservó en medio de aquel cataclismo, debe contar a los
virtuosísimos PP. Barra y Gabino Sánchez, Vicario General este último que fue
más tarde de la Orden y fundadores ambos de la meritoria Orden de la Caridad,
llamada de Siervas de M aría.
Por lo que respecta a M onteagudo no fue cosa mayor lo que sufrió en aquellos
días: todo se redujo a salir temporalmente los novicios, quedando algunos religiosos en él para su custodia, quienes, sin duda alguna, tuvieron sus pequeños contratiempos.
Pasada la borrasca, siguió su vida normal hasta el año 1850. Días de desorden
aquellos, repetimos, cada persona se convertía en un Zar despótico.
El Capitán General de Aragón por sí y sin motivo alguno se descolgó con una
orden terminante exigiendo al Superior de la casa la cantidad de 50,000 rs.
El Rector de la casa, P. José Varela, ante aquella orden tan fuera de lugar y tan
arbitraria, acudió a S. M . y esta comprendiendo lo absurdo del proceder de dicho
Capitán General, dio la siguiente Real Orden, que absolvía al Superior de pagar
aquella cantidad. Dice así:
"S. M . la Reina Gobernadora se ha enterado de una exposición de Fr. Pedro
M anchado de Sta. Rita, Comisario de Agustinos Recoletos de Filipinas, en que
haciendo presente la imposibilidad de satisfacer la cantidad de cincuenta mil que en
calidad de préstamo forzoso ha exigido el Comandante militar de Tudela al Rector
del Convento de dicha Orden y provincia de la Villa de M onteagudo, solicita se
releve al expresado convento del pago de la anunciada cantidad, así como también
de cualesquiera otras imposiciones extraordinarias y contribuciones no establecidas
y sancionadas según las leyes; y con presencia de los importantes servicios que
estos Religiosos prestan en las Islas Filipinas,
S INOPSIS HISTÓRICA
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y la cortedad de sus recursos apenas suficientes para su precisa subsistencia, se ha
servido S. M . resolver que no exija del Convento de M onteagudo el expresado
préstamo forzoso y que lo recomiende a V. E. como de su Real Orden lo ejecuto
para qua se hagan con dicho Colegio los miramientos y condiciones a que la importancia de su institución y servicios hacen acreedores a sus Individuos. –Dios guarde a V. E. muchos años, M adrid 16 de Febrero de 1835. –Francisco M artínez de la
Rosa. –Lo que traslado a V. de Real Orden para su inteli.a y gobierno. –Dios guie a
V. m.s a.s
M adrid 16 de Febrero de 1835
El Subsecretario de Guerra
M ariano Quirós.
M onteagudo en atención a los fines para que fue fundado, que eran proporcionar misioneros para Ultramar, fue al igual que los de Valladolid, Ocaña y Pastrana, pertenecientes a los PP. Agustinos, Dominicos y Franciscanos respectivamente, reconocidos por el Gobierno en sus tratados y legislación.
Cuando tuvieron lugar las orgías del año 1868, orgías que llenan de lodo la Historia de España, M onteagudo pudo salvarse, merced a la prudencia y entereza del
entonces Comisario P. Lorenzo M ayor, hombre de un valor como pocos, como lo
demostró en aquella ocasión y en Cebú donde tuvo que luchar lo indecible como
Vicario General de la Diócesis al querer tomar posesión de ella el Obispo intruso
Sr. Alcalá.
Sucedió lo mimo que en el año 34 ya referido. Los novicios, por vía de precaución, fueron mandados a sus casas, aunque volvieron muy pronto. Después de
esos sucesos nada de extraordinario en ese sentido ha sucedido en el Colegio1.
1
Por los años 1837 el venerable Definitorio acordó, y así se lo notificó a N. P. Comisario en
Madrid, que en vista de las circunstancias por las que atravesaba España a consecuencia de la
guerra, trasladase el Colegio de Monteagudo a otro lugar, con objeto de poder dar hábitos,
que era lo que interesaba por entonces. Mas este acuerdo no llegó a llevarse a efecto, sin duda
ninguna porque la situación crítica de la Península duró poco tiempo.
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P. LICINIO R UIZ
Este ha seguido sin interrupción siendo la casa Noviciado.
Cientos de jóvenes han recibido en él su educación. Fuera de algunos que después de pasado algún tiempo en él lo abandonaron faltos de vocación, los que han
profesado ascienden a la respetable suma de más 1,000 religiosos.
El afecto entrañable que los Religiosos profesan a esta casa y a su mayor
Guardiana, que es la Virgen del Camino, corre parejas, si no supera, al que de antiguo la profesa, no sólo el pueblo de M onteagudo, sino los pueblos todos de aquella comarca, así de Navarra como de Aragón.
La Virgen del Camino es la madre predilecta de los de M onteagudo, a la que
acuden en todas sus necesidades, habiendo experimentado en más de una ocasión
su cariñosa protección. Solamente en circunstancias especiales y en casos muy
críticos y graves se ha permitido sacar a la Virgen del Camino de su Santuario al
pueblo de M onteagudo.
La primera vez que, según los datos del Archivo del Colegio, se llevó al pueblo
fue el año 1842. Sucesivamente y por circunstancias parecidas se sacó la bendita
Imagen en procesión los años de 1861, 1867, 1868 a cuya fiesta asistieron el Arzobispo de Zaragoza Dn. M ariano Gil y el Obispo de Tarazona Dn. Cosme Marrodán, que profesaba un singular afecto a los Recoletos; en 1882, y 1885 en ocasión en que el cólera produjo tantas víctimas en España.
En 1914 se celebró un solemne Triduo para conmemorar el VIII Centenario de
la aparición de la Virgen en las estribaciones de M onteagudo, en cuyo lugar y como
recuerdo de tan fausto suceso se colocó una columna de granito, costeada por el Sr.
M arqués de San Adrián. El himno que se cantó en tan solemne acto por todo el
pueblo es original del P. Alejandro Osés.
M uchísimos son los religiosos que allí han formado su espíritu, y muchos los
que han pasado a mejor vida en él cabe los pies del trono de la Virgen. Allí descansan los restos de los Padres José M artínez, M ariano Pena y Francisco Ayarra,
misioneros distinguidos en Negros Occidental (Filipinas) en la región tagala, en el
Brasil y el último dignísimo Superior de la Provincia en las circunstancias
S INOPSIS HISTÓRICA
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más críticas por que ha atravesado desde su fundación; allí duermen el sueño de los
justos asimismo el Venerable P. Ezequiel, Obispo de Pasto en Colombia y el P.
Toribio M inguella, religiosos eminentes ambos y escritores muy distinguidos.
Las biografías de estos dos últimos Religiosos están escritas, la del primero en
un grueso volumen hecho por el mismo P. Toribio M inguella y la de éste en el
Catálogo biográfico del P. Sádaba, en el Boletín de la Provincia, correspondiente al
mes de Septiembre de 1920 y en el Ensayo del P. Gregorio Santiago, en donde se
hace un estudio completo de sus muchas obras, algunas de ellas, como la Historia
de la Diócesis de Sigüenza, premiada con el premio al trabajo.
Como remate a esta breve reseña vamos a insertar la biografía de una bellísima
figura que guarda íntima relación con el Colegio de M onteagudo, tan íntima que
bien podemos decir de ella que fue el alma y la inspiración de toda la juventud que
se formó en él desde sus principios hasta las últimas décadas del siglo 19. Es el P.
Juan Gascón cuya grandeza de alma, sencillez de corazón y amor divino resaltan
tanto, que no nos resistimos a dejar de publicarlos, aun a trueque de alargar estas
páginas.
El P. Juan Gascón del Ángel Custodio nació en dos de M arzo de 1806. Sus
padres, se llamaron, Gregorio y M aría Combas de profesión labradores y ambos
naturales de Santoleo, aunque el P. Juan vio la primera luz en Cuevas de CañartAragon. Sus padres le dieron una educación religiosa. Estudió el primer año de
gramática en las Cuevas de Castellote y el segundo y tercero en Castellote; en el
año 23 fue a Valencia para estudiar Filosofía, el año 24 también fue a Valencia, y
durante aquel curso, fue cuando se sintió llamado por Dios al estado religioso por
cuyo motivo se alistó para entrar en la Orden de PP. Recoletos, pasó después a
Zaragoza y en Alagón tomó el hábito, e hizo su profesión el 3 de Abril de 1825Recibió la primera Tonsura en Tudela siendo Obispo el Ilmo. Sr. Dn. Ramón M .a
Azpeitia Sáenz en 7 de Junio de 1825. Las Cuatro menores y Epístola en id. siendo Obispo el mismo Sr. en 8
88
P. LICINIO R UIZ
y 9 de Junio del mismo año. El diaconado en id. siendo Obispo el mismo Sr. en 31
de M ayo de 1828. Presbiterado en Osma, siendo Obispo el Ilmo. Sr. Dn. Juan de
González el 18 de Abril de 1829. Celebró la primera misa el 4 de M ayo de 1829.
Los cargos que desempeñó son los siguientes:– En los días 7 y 8 de Octubre de
1829 hizo los ejercicios para lector de Filosofía, y el título se lo libró N. P. Fr.
Francisco Vidal de S. José, Comisario y Vicario Provincial en 18 de dicho mes y
año. En 16 de Febrero de 1834 N. P. Ex-Provincial, Comisario y Vicario Provincial
Fr. Pedro M anchedo de Sta. Rita le mandó M aestro interino de Novicios. En el
Capítulo intermedio celebrado en 5 de Noviembre de 1835 fue nombrado Rector
del Colegio de M onteagudo. N. P. Comisario y Vicario Provincial Fr. Guillermo
Agudo de S. Antonio de Padua le nombró Presidente Rector de N. Colegio de
M onteagudo (hasta la toma de posesión del nombrado en Capítulo) en 25 de Septiembre de 1806. En 28 de Febrero de 1846 N. P. Fr. Antonio de Úbeda de la Sma.
Trinidad le expidió el título de Lector jubilado por haber explicado más de doce
años, y en 3 de Junio de 1847 N. P. Fr. Tomás Escobar de S. Fulgencio, lector jubilado, Ex-Provincial y Vic. General, aprobó y confirmo dicho nombramiento de
Jubilación. En 15 de Enero 1852 N. P. Provincial Fr. Antonio Úbeda le comisionó
para hacer la visita en su nombre. En el Definitorio de 8 de Febrero de 1860 fue
aprobada dicha visita. El 12 de Diciembre de 1865 N. P. Comisario Apostólico le
nombró Rector de nuestro recién fundado Colegio de M arcilla. El 9 de Octubre de
1870 siendo Provincial N. P. Fr. M ariano Cuartero del Pilar dignísimo Obispo de
Nueva Segovia, Filipinas, fue nombrado en Definitorio privado M aestro de Novicios por renuncia del agraciado en el Capítulo Provincial, P. Fr. M odesto M arzo
de S. Nicolás de Tolentino. En el Capítulo intermedio celebrado el 31 de Octubre
de 1871 fue nombrado M aestro de Novicios, y el mismo cargo le confirió el Capítulo Provincial celebrado en 5 de Mayo de 1873.
Finalmente el P. Juan entregó su alma al Criador lleno de méritos y virtudes el
22 de Septiembre de 1884 a las
S INOPSIS HISTÓRICA
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diez menos cuarto de la noche. Durante su larga enfermedad cuando se le prohibía
decir M isa, comulgaba dos veces en semana en la celda, como la Comunidad, y
conservó el conocimiento hasta momentos antes de expirar. Al saber el Sr. Obispo
de Tarazona, Excmo. e Ilmo. Sr. Dn. Cosme M arrodán y Rubio, la muerte del P.
Juan dijo: "su muerte no nos debe entristecer pues hay un Santo en el cielo". Envió
el Sr. Obispo a dos de sus familiares que lo representaran en los funerales del P.
Juan. Estos fueron muy concurridos y hubieran sido mucho más si se hubieran
podido dejar para el día siguiente. Celebraron funerales por el P. Juan en M alón y
en la Parroquia de este pueblo.
El P. Juan era uno de los sujetos que parece no han pecado en Adán y que les
ha cabido en suerte, permítaseme decirlo, un alma buena "Sortitus est animam bonam". Dotado de un corazón tierno y afectuoso, dice el Necrologio del Convento,
y al mismo tiempo bien inclinado para la virtud estaba dispuesto y preparado por
lo tanto para ejercitarse con ardor, como lo hizo, en la práctica de la caridad que es
la reina de las virtudes: amaba a Dios con un amor grande y sincero y, como por
las obras se reconoce el verdadero amor, procuraba dedicarse a todo lo que sabía
era del beneplácito divino. El Santo Sacrificio de la M isa y la Divina Eucaristía
reservada en nuestros tabernáculos para alimento y consuelo del hombre, he aquí
las dos grandes manifestaciones del amor grande que tiene Dios a sus criaturas, y
he aquí también los dos grandes misterios cuya consideración y devoción arrebataban todos los afectos del corazón del P. Juan.
La Sta. M isa. ¿Quién podrá explicar la devoción, lágrimas y sentimientos con
que se preparaba y decía la M isa? ¿Quién podrá decir los consuelos que Dios derramaba en su alma, y el aliento y valor que cobraba diciendo misa para resistir al
enemigo de su salvación, y sufrir con la mayor resignación las penalidades de esta
vida y los achaques de su larga y penosa enfermedad que tuvo que sufrir al fin de
sus días?
Para declarar cuán enamorado estaba el P. Juan de su divinísimo Jesús que se
ofrece todos los días a su Eterno
90
P. LICINIO R UIZ
Padre por nosotros en el ara del altar, baste decir que por milagro dejó de celebrar;
y aun en su última enfermedad, cuando todos le aconsejaban no lo hiciese por lo
débil que se encontraba, muchos días no podía resistir a la violencia santa que en
su interior sentía y que lo arrastraba a celebrar. Al bajar a la sacristía daba compasión al contemplarle más muerto que vivo; se revestía no sin muchas paradas a
causa de la agitación que sentía, pero al fin salía animoso al altar, y después del
Sto. Sacrificio parece volvía a la sacristía rejuvenecido y renovado. He dicho que
por milagro dejaba de practicar tan gloriosa función, y ahora añado que únicamente
la obediencia, que, como excelente Religioso, profesaba al Superior podía poner
límite a su fervor. Como solía celebrar aun estando muy enfermo, uno de esos días
que bajaba a la sacristía al mismo tiempo que llegó uno de los Superiores y al verlo
tan demacrado y debilitado que apenas podía tenerse en pie le dijo: "P. Juan súbase a la celda y no celebre", el humilde Religioso apenas oyó la voz del Superior
cuando al momento obedeció con la sumisión de un novicio y de un Religioso
aventajado, no sin sentir antes una lucha interior parecida a la que sufría S. Luis
Gonzaga cuando la obediencia le mandaba separarse de su enamorado Jesús Sacramentado.
Dije que celebraba con gran devoción y buena preparación, puesto que antes
de ir al coro la Comunidad por la mañana ya hacía rato que el P. Juan estaba en
oración, y cuando se le presentaba ocasión oía una o dos misas antes y después de
celebrar siempre con la devoción más edificante y con la más humilde compostura.
Tierno y amoroso sobre manera fue también el amor que tuvo a Jesús Sacramentado. Enamorado cual otro S. Ligorio de nuestro Dios cautivo por nuestro
amor en el Sagrario, no podía pasarse sin visitarle muchas veces todos los días; y
siempre que cualquier Religioso iba al coro, ya se sabe, el P. Juan estaba allí casi
suspenso, derramando su corazón con los más tiernos afectos, o bien guardando
quietud toda celestial y divina, como quien está viendo cual otro bienaventurado
sin velos ni cortinas ni cerraduras
S INOPSIS HISTÓRICA
91
al que es la felicidad de lo Santos en la gloria. Y no solamente lo visitaba muchas veces al día, sino que también por la noche, después que los Religiosos estaban entregados al sueño y descanso de sus tareas religiosas, el P. Juan estaba en el
coro hasta las tantas horas de la noche adorando a su Dios Sacramentado, y por la
mañana muy de madrugada ya estaba en la misma posición y en el mismo ejercicio.
Pero como no podía contener en su corazón el ardor y fuego de que estaba abrasado por aquel Señor omnipotente que ha querido quedarse hasta la consumación de
los siglos con nosotros débiles mortales, procuraba abrasar a los demás en tan sagrado incendio; así es que a sus iniciativas, consejos y exhortaciones se debe el gran
entusiasmo, ardor y fervor que los Religiosos (sobre todo los del Colegio de M onteagudo donde residió y murió dicho Padre) tenían y tienen a Jesús Sacramentado.
Aquí es visitado continuamente por todos los Religiosos sin distinción; aquí comulgan todos los días varios Religiosos cuando les ha cabido en suerte según la
cédula de agregación al Culto Perpetuo que el P. Juan introdujo entre los Religiosos
y también entre los seglares. ¿Pero qué extraño es que procurase por todos los
medios posibles atraer adoradores devotos entusiastas del Divinísimo Sacramentado, quien le amó tanto y deseó con ansia hacerle la corte hasta el último instante de
su vida?1
Causa gran admiración y al mismo tiempo es de mucha edificación lo que sucedió durante su última enfermedad. Dije antes que por el mucho amor que tenía a
Dios y por el gran deseo que tenía de darle el honor y la gloria debida, celebraba
aun estando gravemente enfermo; pero llegó un tiempo en que esto no le fue posible o, mejor dicho, la obediencia le prohibió decir misa a causa de que estaba casi
expirante. En ese tiempo crítico para él pero mucho más critico por no poder satisfacer las ansias y deseos de su corazón, pues el único consuelo que le quedaba en
este mundo
1
En aquel tiempo no estaba aún en práctica la comunión frecuente como después del Decreto de
Pío X.
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P. LICINIO R UIZ
como decía, que era el celebrar, se lo habían quitado, en ese tiempo en que se esperaba por momentos entregase su alma al Criador movía a devoción y lágrimas los
tiernos suspiros que dirigía al cielo por no poder celebrar. Así es que, no siéndole
posible hacer esto, estaba intranquilo y desasosegado en la cama, siendo arrastrado
amorosamente por el deseo de su corazón de visitar cuando menos a Jesús Sacramentado; así es que se levantaba de la cama y se vestía como podía, teniendo encargado al enfermero le llevasen en una silla al coro para estar allí delante del que
era el hechizo de su alma, y, satisfecha esa gran necesidad de su corazón cuya vida
era el amor a Jesús, volvía a su celda más reanimado y parecía otro.
Como todas las obras de nuestro Divino Salvador han nacido por decirlo así de
su sacratísimo Corazón, pues solamente el amor en que está abrasado su divino
Corazón con respecto a nosotros pudo obligarle a hacer tan maravillosas obras en
beneficio de los hombres, de ahí que las almas fieles, agradecidas a las finezas de
nuestro Dios, hayan tratado con todas veras de honrar, adorar, amar, en una palabra tener una especial devoción al Santísimo y Amorosísimo Corazón de Jesús,
origen y manantial de toda nuestra dicha. Como el P. Juan era una de esas almas
puras y santas que no aspiran en este mundo más que a amar más y más a Dios, y
sabiendo que el divino Redentor ha venido a traer fuego a este mundo para que se
abrasen los hombres en el incendio de su amor, cuyas llamas están representadas
en su divino Corazón, no es de maravillar que el P. Juan abrazase, con toda el alma,
devoción tan simpática y fecunda en bienes espirituales, y de que procurase con
toda eficacia hiciesen esto mismo todos los demás. Como la devoción al Corazón
de Jesús ha tomado mucho incremento en estos últimos tiempos, no hay duda que
el P. Juan ha contribuido en la parte que le tocaba para que se realizaran los designios del Altísimo con respecto a esta devoción. El P. Juan se valía de todos los
medios para animar a todos a tener esta devoción ya con el ejemplo, ya con las
palabras, ya regalando medallitas, estampas y libritos que fomentaban esta devoción, ya aconsejando a nuestros hermanos M isioneros
S INOPSIS HISTÓRICA
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de Filipinas, para que propagasen tan santa devoción en sus respectivos pueblos,
ya escribiéndoles y mandándoles la Revista Órgano de la devoción del Corazón de
Jesús, y exhortando a los demás tanto seglares como Religiosos Párrocos para que
se subscribiesen, y no hay duda que el P Juan intervino para que se plantase esta
devoción primeramente en el noviciado de M onteagudo, consagrando los novicios
el mes dedicado al Corazón de Jesús, y ahora celebrando con toda pompa y esplendor toda la Comunidad del Colegio de M onteagudo el mes de Junio que es el
dedicado a este objecto; y, para que nada faltase a dar complemento a esta obra,
hizo que se agregase la Comunidad al "Apostolado de la Oración", que, como todos saben, se dan la mano y se ayudan mutuamente ambas devociones para conseguir su fin más alto, que es dar a conocer al mundo las amorosas invenciones de su
Corazón, y orar todos juntamente unidos a las oraciones del Señor. Concluyo esta
materia del amor a Dios diciendo que el corazón del P. Juan era como la cera que al
menor calor se reblandece. No podía hablar de Dios sin que su corazón se abrasase
en su amor derramando continuamente lágrimas, que bien puede conjeturarse tenía
el don de lágrimas; cualquier palabra, cualquier objeto que para otros pasa desapercibido al P. Juan le conmovía, le ayudaba a amar a Dios; todas sus conversaciones,
todos sus deseos eran siempre que Dios fuese conocido y amado de todos, y que
su Iglesia Santa triunfase en todo el mundo.
Pero, como el amor de Dios y del prójimo están enlazados íntimamente, necesariamente el P. Juan debía estar muy ejercitado en este último. En primer lugar
parece que el P. Juan no tenía ni aun siquiera la idea (permitaseme la frase) de qué
cosa sea odio al prójimo; pues él era incapaz de aborrecer a persona alguna aunque
hubiese recibido una injuria grave; y qué digo aborrecer, ni aun manifestarle la menor displicencia y desagrado por ello; como era humilde y sencillo en extremo, para
él todos eran mejor que él, y por lo tanto dignos de su amor y respeto; de aquí que
este P. anciano no podía concebir que hubiera quien pensara mal de nadie, como lo
demostró en el hecho siguiente. Sucedió que una noche fue a la celda del P. Rector
94
P. LICINIO R UIZ
Fr. Patricio Adell de S. M acario y le dijo: "P. Rector: vengo a pedirle que haga V.
R. una obra de caridad: una joven ha desaparecido del pueblo, es pobre y su madre
no tiene para asistirla como lo exige su estado". El P. Rector se quedó admirado al
ver la candidez del P. anciano, quien no cayó en la cuenta de la admiración hasta
que aquel dijo: "Por Dios, P. Juan, no me pida eso V. R. porque no puedo concedérselo: (Lo que pedía era que se le asignaran seis u ocho reales diarios). ¿No
comprende V. R. que la gente pensará mal de nosotros? ¿Por qué? —replicó el P.
Juan con sencillez: pues porque somos... lo que somos. Entonces dijo, más por
asentir a lo que el Superior le dijo que porque él lo creyera, "efectivamente no había dado en ello"; y hay que atender que los que le mandaban eran discípulos e hijos
espirituales del P. Juan. Esto dice mucho en favor del P. Juan que, siendo el alma
de la religión y uno de los fundadores de varios Colegios o, cuando menos, uno de
los que más contribuyeron a su instalación y uno de los Padres más antiguos, grave
y respetable por todos los conceptos, obedeciese bien a los Superiores iguales e
inferiores sin aspiración ni pretensión alguna, acudiendo al Prelado por cositas por
las que no acude un Religioso moderno, a pesar de sus títulos y exenciones, y ninguno ha visto ni oído que hubiera desobedecido a Superior alguno ni en la cosa más
mínima. Es digno de referirse el caso siguiente: El P. Juan era devotísimo de S. S.
Pío IX; tanto que para verle llorar había, entre otros, dos medios o registros. El
primero hablarle del Corazón de Jesús y el segundo del Papa. Los Superiores le
propusieron fuera a Roma con la gran peregrinación nacional de 1876 llamada de
Sta. Teresa y admitió gustosísimo la proposición. Llegado a Roma todo su afán era
poderle besar el pie; por fín iba a lograr lo que tanto deseaba; entra con parte de la
peregrinación en el Vaticano, se presenta S. S. y comienzan a besarle el pie; nuestro anciano Padre está deseando llegue el turno, y ya llora de gozo al contemplar la
gran dicha que va a tener, y al quererse mover, pues ya le ha tocado el turno dice el
Vic. de Jesucristo que ya no puede más, que le dispensen que está muy
S INOPSIS HISTÓRICA
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cansado y fatigado. El P. Juan siente, como es natural, no poder ver cumplidos sus
deseos, pero todo sea por Dios, dijo, tiene razón S. S., debe estar muy fatigado
porque le molestamos mucho; y no consiguió lo que hacía tantos años era su sueño
dorado.
Pero el P. Juan no solamente fue observante de los votos y disciplina cuando
era súbdito, sino también cuando fue prelado, teniendo gran celo porque sus súbditos lo fuesen de veras. Y prueba de este gran celo es que, siendo de un carácter
lleno de mansedumbre y dulzura, sabía también llenarse de santa indignación cuando veía se menoscababa la observancia religiosa. Para confirmación de todo esto
diré que un día que cierto religioso llevaba encima el cuerpo del delito o pequeña
infracción contra nuestras sagradas leyes, habiéndolo divisado el P. Juan se abalanzó a él y con santo coraje se lo quitó y reprendió del abuso al interesado.
Finalmente fue el P. Juan devotísimo de la Virgen Santísima y del Patriarca
San José; visitábales a menudo en sus sagradas imágenes, y procuraba encender a
todos en su amor. A la influencia del P. Juan se debe el incremento extraordinario
que en estos últimos tiempos ha tomado la devoción al glorioso Santo Patriarca en
la Provincia de Filipinas. Y no solamente en Filipinas sino también en toda España
ha contribuido en gran manera para que se desarrollase dicha devoción de una manera nunca vista ni oída; él era el corresponsal mejor, el Director de esta devoción
sobre todo en los pueblos inmediatos; y ya con libritos, medallas y estampas procuraba fomentar en todos el amor a S. José; propagó sobremanera la devoción tan
conocida de los "Siete Domingos" e hizo por que se fundasen varias asociaciones
para que se honrase en ellas al Santo. Y, si esto hizo con S. José, lo mismo y más
hizo con la que debe ocupar el primer lugar en nuestros corazones. El P. Juan amó
a M aría Santísima como el hijo más amante a la más tierna de las madres, y, como
obras son amores, procuró se estableciese la Corte de M aría Santísima no solamente en el Colegio sino en los pueblos del contorno. Nunca se entusiasmaba más que
cuando hablaba de M aría, nunca estaba más contento que cuando veía se hacía alguna cosa por su amor.
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P. LICINIO R UIZ
Contribuyó sobre manera al engrandecimiento del templo nuestro dedicado a Dios
bajo la advocación y título de la Virgen Santísima del Camino, y a su mayor esplendor y culto.
La reputación en que era tenido por los de fuera como Director de conciencias
manifiéstanlo bien a las claras las cartas que con carácter de confidenciales y reservadas recibió N. R. P. Juan del Excmo. e Ilmo. S. D. Pedro Cirilo Úriz, Obispo
entonces de Lérida. El contenido de una es el siguiente:
"21 de Octubre de 1861. –M i apreciable P. Fr. Juan: –Hoy se me ha comunicado por la vía reservada el Real Decreto de 18 de este mes por el cual se me hace
saber que S. M . la Reina (Q. D. G.) en consideración a lo que exige el mayor bien
de la Iglesia y en atención a mis circunstancias se ha dignado nombrarme para la
Iglesia y Obispado de Pamplona vacante por el fallecimiento del Sr. Andriani. M e
admira este nombramiento en el que no he tenido parte alguna, pues yo jamás he
manifestado deseo de salir de aquí, y llama la atención que lo hayan hecho con tanto apresuramiento, pues no hace un mes que falleció dicho Sr. Andriani. Lo primero que me ha ocurrido ha sido ponerlo en conocimiento de V. y pedirle consejo
como a P. espiritual sin perjuicio de consultar el negocio con el Sr. Nuncio antes de
resolverme a aceptar el nombramiento o negarme a admitirlo. Vuelvo a repetir que
no he tenido parte y que ignoro las causas que hayan podido influir para que se
pensara en mí y se hiciera tan pronto. Por lo demás estoy indiferente a todo y sólo
deseo el acierto. Allí hay más Diócesis que aquí, pero se me figura que también
hay más docilidad. Sin embargo no he estado ni estoy aquí descontento, aunque
siento la penuria de Sacerdotes. M edite V. lo propuesto, consúltelo con Dios en la
oración y diga lo que ha de hacer su affmo. hermano S. S. –Pedro Cirilo Opo. de
Lérida.
En 22 de Noviembre de 1861 recibió otra del mismo Sr. Obispo que dice así: –
M i querido P. Juan: Hoy he hecho ante este Sr. Deán la profesión de fe. El proceso canónico concluirá mañana: en la primera semana de Diciembre
S INOPSIS HISTÓRICA
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irá todo de M adrid a Roma, no se sabe si habrá Consistorio antes de Navidad ni si
yo seré preconizado para Pamplona; aunque puede suceder uno y otro caso, en
este caso habré de salir yo de aquí.
El P. Juan sentía las miserias ajenas como si fueran propias dirigiendo al cielo
las plegarias más humildes y fervorosas, y aconsejaba a los demás lo hiciesen así:
continuamente sobresaltado y lleno de pena por la suerte de toda clase de personas
se condolía en el alma por sus necesidades que procuraba en cuanto estaba de su
parte poner remedio; se afligía sobre manera de la crítica situación de los pobres
jornaleros haciéndose cargo y preguntando continuamente con el interés que lo
haría uno en cosas que le tocasen muy de cerca. ¿Qué tal año se presenta? ¿Cómo
va la cosecha? ¿Vale el trigo caro? ¡Ay, pobrecitos, exclamaba muchas veces llorando, no van a poder comer! Al portero del Colegio continuamente estaba preguntando si venían muchos pobres a la portería.
Y no se crea que esto paraba solamente en palabras; cuando el P. tenía ocasión
interponía su influencia con el superior, a fin de que se remediase la necesidad de
los pobres, según la posibilidad del Colegio, dándose en ciertas ocasiones por algunos días una comida extraordinaria a centenares de jornaleros que no tenían trabajo,
además de la comida que ordinariamente se da a los pobres que diariamente acuden
al Colegio. También hacía los posibles a fin de que los que tuvieran posibilidad en
el mismo pueblo de M onteagudo practicasen lo mismo; llegando la caridad del P.
Juan hasta cercenar en gran parte el alimento módico que le pasaba la comunidad
en el refectorio con el fin de socorrer a algún pobre.
Si de la virtud de la caridad o amor a Dios y al prójimo que debe practicar toda
criatura racional y cristiana pasamos a las virtudes propias del estado religioso
habría mucho que decir sobre el particular con respecto al P. Juan. M e ceñiré a
generalidades nada más; por tener especial cuidado el mismo Padre de ocultar cuanto tuviese algún viso de extraordinario.
El P. Juan era uno de esos pocos Religiosos que durante
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P. LICINIO R UIZ
el largo periodo de 55 años de hábito poco más o menos no se le vio decrecer en el
fervor primitivo. Constante, metódico, uniforme en toda su vida, cumplía con toda
exactitud todas las reglas y mandatos del estado religioso, como bien se echa de ver
en el caso siguiente: El V. P. Juan era celosísimo observante, como consecuencia
inmediata de lo antes dicho, por las ceremonias de la Iglesia y de nuestra Orden, y
le llamábamos el ceremonial viviente, pues, para no errar, bastaba hacer lo que él
hacía y para oírle hablar con energía era muy suficiente faltar a una ceremonia o
hablar en su presencia con poco respeto sobre cualquiera de ellas por mínima que
fuera. Conservar la criatura por muchos años en el servicio divino la misma regularidad, la más cumplida observancia en sus más pequeñas detalles, esto causa admiración en la vida cristiana, y es un prodigio en la vida religiosa por la multitud de
preceptos, consejos, reglitas, y otras muchas cosas de perfección que hay en la
misma. Pues bien el P. Juan todo lo cumplía y siempre lo practicaba, con la diferencia de hacerlo cada día con más devoción y con mejor intención. Rígido observante de la pobreza de la religión, con mucha dificultad se le hacía vestir una pieza
nueva; todo había de ser muy usado y remendado: Cuando las circunstancias no le
permitían apedazarse la ropa la llevaba a la sastrería. Una vez estando por casualidad el que esto escribe en la sastrería vi una túnica del P. Juan que me la enseñaron
los hermanos oficiales y tenía ya tantos remiendos que causaba compasión, aunque
a mi fue edificación. Aun estando enfermo gravemente no se le podía hacer poner
una cosa de abrigo, y si se llegó a ponérsela fue por los ruegos de Religiosos e interviniendo el prelado. Sentía mucho se perdiesen las cosas de la religión por más
pequeñas e insignificantes que fuesen; él mismo lo procuraba muchas veces por sí
mismo, y otras veces lo encargaba y aconsejaba a todos, sobre todo a los hermanos
de obediencia, a fin de que nada se inutilizase.
Amante sobre manera de la castidad nunca se permitió cosa alguna que pudiera
empañar en lo más mínimo el cristal purísimo de tan hermosa virtud, y como sabía
muy
S INOPSIS HISTÓRICA
99
bien que la modestia es prima hermana de la castidad era recatadísimo en todos sus
sentidos, y amaba y apreciaba tanto la modestia que no solamente él mismo era
ejemplarísimo en esta virtud, sino que solía exhortar a los demás diciendo: "Hermanos, guardad modestia, pues la modestia es a la castidad lo que la cáscara a la
nuez," dando a entender que fácilmente puede ajarse.
CAPÍTULO III
BASES DEL GOBIERNO PARA M ISIONES
I
Impetuosa y fuerte fue la última borrasca que se había desencadenado contra
nuestra Provincia de San Nicolás de Tolentino, con motivo de los sucesos políticos
que tuvieron lugar en la naciente República de M éjico en los primeros albores de
su Independencia.
Lo que constituía el patrimonio; aquellos bienes que nuestros Padres habían
ido reuniendo y formando a fuerza de privaciones y trabajos indecibles, y que estaban destinados para una de las obras más grandes, más caritativas y más humanitarias como era el sostenimiento de aquellas M isiones que habían de llevar la luz de
la Fe y de la civilización a remotas regiones: aquellos bienes, repito, sagrados, si
bien es verdad que no desaparecieron por completo en aquel caos revolucionario,
también es verdad que de allí salieron tan menguados y escasos, que ya no valían ni
eran suficientes, ni con mucho, para llenar el fin para el que se habían creado.
Según Informe del R. P. Fr. Guillermo Agudo de San Antonio a Su Majestad,
que obra en este Archivo, el Hospicio y la casa de vecindad se vendieron en cuarenta y seis mil pesos (P46.000) el primero, y en treinta mil (P30.000) la segunda:
teniendo que sufrir una pérdida de unos seis mil pesos (P6.000) al hacer efectivo
su cobro en el año 1840; pues se habían vendido en el año 1837, como hemos dicho, por el Apoderado don Atilano Sánchez, a quien más tarde se le retiraron los
poderes, por el mal negocio que hizo en esta ocasión. Tuvieron que hacerse reparaciones grandísimas en las casas; perdiéronse todos los animales de labranza, etc.:
así que al hacer la liquidación, después de entregar a la M itra el importe de las
Obras Pías que gravitaban sobre la Hacienda, no ascendió más que a setenta mil
pesos, (P70.000) lo que se cobró, cantidad muy
S INOPSIS HISTÓRICA
101
pequeña e inservible para llenar las más perentorias necesidades de una Corporación.
Pasada esta borrasca, que tantos y tan grandes perjuicios nos había causado,
se suscitó otra procedente de nuestros M onarcas, y que amenazaba, no a lo que
podemos llamar externo y accidental, sino a la constitución interna de la Congregación, barrenando algunas de las bases que son su cimiento principal.
II
El Gobierno Español, algo por desconocimiento del país, y mucho por conservar sus regalías y derechos, presentó en el año 1848 unas Bases para el arreglo
de las M isiones de Asia, tan perjudiciales a los Institutos Religiosos, que estos no
tuvieron más remedio que dar la voz de alarma y prepararse para el ataque.
No resistimos el deseo de trasladar aquí una copia de tales Bases, para que se
vea cuán justificadas eran las contestaciones dadas por los Superiores de las Congregaciones.
Al mismo tiempo copiamos la Real Orden que las acompañaba, para que se
vea con cuánto tino procedía el Gobierno en asunto tan escabroso.
Dice así la Real Orden:
"Exmo. Sr. Gobernador General de Filipinas: Con el fin de preparar convenientemente el arreglo de las M isiones de Asia han sido consultadas diferentes
personas y Corporaciones que han propuesto las Bases de que remito a V. E. la
adjunta copia para que oyendo a los Superiores de las Ordenes Religiosas, al M . R.
Arzobispo de M anila, y el Voto Consultivo de esa Real Audiencia, manifieste V.
E. a la mayor brevedad posible lo que se le ofrezca y parezca: y es la voluntad de
S. M . la Reina Nuestra Señora, que V. E. proponga, con entera libertad cuantas
mejoras y reparos a su celo especial para mayor perfección de la reforma indicada".
La Real Orden transcrita es la comunicada por el Sr. Gobernador General don
Narciso Clavería a Ntro. P. Provincial.
102
P. LICINIO R UIZ
Las Bases que la acompañaban, y a las que se refería la Real Orden, van a continuación:
1.a –Además de los tres Colegios de la M isión de Asia existentes en la Península en virtud de la Ley de 19 de Julio de 1837 se establecerá uno para la Provincia
de San Gregorio servido por los Regulares Franciscos Descalzos.
2.a –En M anila tomarán también la denominación de "Colegios de la M isión
de Asia" los Conventos de las M isiones de la Provincia del Dulcísimo Nombre de
Jesús de Agustinos Calzados, la de San Gregorio de Franciscos Descalzos, de la
del Smo. Rosario del Orden de Predicadores, y de la de San Nicolás de Tolentino
de los Agustinos Recoletos.
3.a –El Convento del Santo Niño de Cebú, y los demás que en el día están a
cargo de los M isioneros, continuarán abiertos con inmediata dependencia del Colegio respectivo de M anila.
4.a –El único Seminario Conciliar que en el día existe para los Seculares de Filipinas se refundirá en el Colegio de Dominicos que lo tiene a su cuidado, continuando por ahora la admisión de Colegiales externos que deseen seguir la Carrera
Eclesiástica secular bajo las mismas reglas practicadas hasta el día.
5.a –Los Superiores de los Colegios de cada M isión, así de la Península como
de Filipinas, llevarán el nombre de Presidentes, y deberán residir en la Corte.
6.a –Los Presidentes serán de presentación del Rey y obtendrán las letras de
su Institución del M . R. Patriarca de las Indias.
7.a –Los Rectores y Vicerrectores de cada Colegio serán de nombramiento de
su Presidente a propuesta de los individuos que tengan voto en la M isión y
habiendo de recaer la aprobación Real.
8.a –Los Catedráticos, M aestros de Novicios, Secretarios, Procuradores y
demás cargos de cada Colegio, serán de nombramiento de su Presidente, a propuesta del Rector de cada Colegio y de ello se dará cuenta al Gobierno de S. M .
9.a –En los Colegios de la Península solamente serán admitidos con arreglo a
sus Estatutos los que se hallen adornados
S INOPSIS HISTÓRICA
103
de los requisitos prevenidos, siempre que no esté completo el número necesario
para el mejor servicio de cada M isión, sin exigirles cosa alguna con motivo de gastos de entrada, ni de ropa interior, ni de muebles de celda: pues todo ha de ser de
cuenta del Colegio, y en su régimen se observarán los estatutos actuales agregándose el Colegio de Franciscos a los del Colegio de Recoletos, mientras se uniforman
todos convenientemente con aprobación del Gobierno.
10.a –Las M isiones o envíos de Colegiales se verificarán precediendo la Real
Licencia en los mismos términos que se practica.
11.a –En Filipinas estarán bajo las órdenes del Rector respectivo hasta su destino a M isiones, o a las Doctrinas, iniciándose en las costumbres y preparándose
en los estudios de lenguas, artes y agricultura, o desempeñando los cargos del propio Colegio que el mismo Rector les confiera interinamente.
12.a –Para el nombramiento de cada Doctrina propondrá el Rector al Diocesano respectivo, y en el que éste elija recaerá si procede la aprobación del VicePatrono para que tenga efecto la expedición del título. En el caso negativo se hará
nueva propuesta en los mismos términos con exclusión del que no ha obtenido la
aprobación del Vice-Patrono.
13.a –Los Rectores habrán de proponer para el servicio de las Doctrinas o Curatos de su administración precisamente a los Colegiales de su M isión; y sólo en el
caso de no haberlos podrá completarse o recaer la propuesta en individuos de los
otros Colegios o del Clero Secular, sin que por ello pierda la M isión el derecho de
continuar proponiendo en todas las vacantes para las Doctrinas que corresponden
a su administración, aunque no hayan sido servidas en el caso insinuado por sus
respectivos Colegiales.
14.a –Los Párrocos seguirán dependiendo de los Obispos en lo espiritual, y
del Rector del Colegio respectivo en cuanto a vida y costumbres.
15.a –Todos los M isioneros deberán necesariamente emplearse en el desempeño de los cargos del Colegio, en el de las Doctrinas o Curatos y en la conversión
de infieles del
104
P. LICINIO R UIZ
Archipiélago Filipino, sin que deban ser destinados mientras los pueda haber en
Filipinas, ni a China, ni a Tunkin, ni a ningún establecimiento de Territorio Extranjero.
16.a –Se destinarán al sostenimiento de los Colegios los bienes que en el día
les pertenecen y los fondos de los Seminarios y las Colectas que actualmente tienen esta aplicación.
17.a –Las cuentas se presentarán al Presidente, quien las revisará y luego que
las halle arregladas las presentará cada año a la Real Audiencia".
III
Como puede verse por la simple lectura de tales Bases, había en ellas un espíritu regalista y absorbente, que venía a destruir en un momento lo más fundamental
de las Congregaciones Religiosas; el espíritu de independencia para gobernarse,
fuera de la sujeción que debían al Sumo Pontífice. Perdida esa independencia y
sometidas, por el contrario, al Gobierno de Su M ajestad o del Patriarca de las Indias, como decía la base 6.a, no solamente no se arreglarían las M isiones, sino que
sería su total ruina y destrucción.
Verdad es que las Provincias de Religiosos que tenían M isiones en Filipinas
estaban muy agradecidas a S. M . por las varias leyes, que en años anteriores había
dictado su Gobierno a favor de los Colegios que tenían en España, ya librándoles
de la supresión general de Conventos, por una Ley que dictó en 29 de Julio de
1837, ya también librándolos de la desamortización, que se hizo en todas las Ordenes y Conventos, en virtud de una ley, por la que los bienes de los Conventos
pasaron todos a manos del Estado. De estos y otros favores eran deudores a S. M .
la Congregaciones: más, no obstante esto, no podían menos de contestar debidamente a aquel Documento Real, que en pocas palabras echaba por tierra lo más
esencial de su institución.
Reuniéronse pronto los Rdos. Padres Comisarios de las distintas Ordenes Religiosas a quienes aludía la citada Real Orden; y unánimes y acordes contestaron
emitiendo su juicio sobre todas y cada una de las Bases.
S INOPSIS HISTÓRICA
105
He aquí sus palabras contestando a la base 6.a; que era la más principal y la
más anticanónica. Refiriéndose a esta base decían:
"Los que suscriben, Exmo. Sr., no pueden dispensarse de manifestar a V. E.
que esta base, si se adoptase en los términos que está propuesta, lejos de contribuir al arreglo de las Misiones bastaría por sí sola para destruirlas y arruinarlas
completamente: pues ni el M . R. Patriarca de las Indias, ni R. Obispo alguno, sin
especial delegación de la Silla Apostólica, puede instituir Superiores Regulares,
según está repetidas veces determinado por Concilios Ecuménicos, como V. E. no
ignora, y aun en Concordatos particulares. Siempre ha creído la Santa Sede que
deben abstenerse de prestar su consentimiento a sujetar los Regulares a la jurisdicción de los Ordinarios: así lo declaró últimamente Pío VII, de feliz recordación, al
Exmo. Cardenal de Toledo en 25 de Abril de 1821. Por lo que los Informantes se
hallan íntimamente convencidos y penetrados de que las elecciones de Superiores
de las respectivas M isiones, si éstas han de conservarse y fomentarse, deben verificarse, como hasta aquí, según el espíritu de sus Leyes, conservando así la mutua
unión de miembros con la Cabeza. Pero, como no parece conveniente que los Superiores de las M isiones sean independientes, los que suscriben dirán, con la claridad y franqueza que les es propia, lo que se hacía antes de la supresión de Regulares, lo que se practicó después para que no faltase la legítima jurisdicción espiritual, pasando enseguida a proponer lo que podría adoptarse ahora. Antes de la
mencionada supresión, cada Instituto tenía su Superior General elegido en Capítulo, conforme a la Bula "Inter graviores", que se denominaba "M aestro General" o
"Vicario General" de la Orden respectiva. Este confirmaba o enmendaba, si le parecía conveniente y acertado, las Elecciones y Determinaciones de los Capítulos
Provinciales, Congregaciones, Definitorios, etc.; practicando esto mismo después
que tales Superiores cesaron por la citada supresión, los Vicarios Generales, Comisarios Apostólicos o la Congregación de Obispos y Regulares, según han permitido la circunstancias, y esto únicamente para salvar la
106
P. LICINIO R UIZ
jurisdicción espiritual y la mutua unión de miembros con su cabeza. Pero ahora
que se trata del arreglo de las M isiones, que estas tengan Superiores Generales,
(cualquiera que sea su denominación) que al paso que saben, dirijan y fomenten las
mismas M isiones, se hallen ejerciendo sus cargos, próximos el Augusto Trono y
Gobierno de S. M . para lo que tenga por conveniente, podría adoptarse el medio
de que fuesen de presentación de S. M . o propuesta del Definitorio respectivo de
cada M isión, que debería proponer y presentar a S. M . una nómina de los sujetos
que creyese más a propósito, que hubiesen de ser precisamente individuos pertenecientes y empleados en el servicio de la M isión, y residido al menos 10 años en
las Islas Filipinas: éstos deberían recibir la institución según y conforme tuviese
por conveniente Su Santidad, quien debería determinar igualmente si su duración
había de ser vitalicia o por tiempo determinado".
A las Bases 7.a y 8.a decían que "no habiendo Capítulos en los que se nombran los Superiores de las M isiones como se deduce de dichas Bases, había que
buscar quien los nombrase: y, de consiguiente, que debían ser nombrados por los
Capítulos, como hasta la fecha, y que el Superior General tendría derecho para
aprobar tales Elecciones y Nombramientos".
Las demás Bases fueron igualmente contestadas por los PP. Comisarios de las
Religiones dichas; mas omitimos el copiar aquí todas ellas, por no tratarse de asuntos muy importantes.
El Fiscal de la Real Audiencia de M anila contestaba con parecidos términos,
que los Rdos. PP. Comisarios a lo de las Bases 6.a, 7.a y 8.a; diciendo que los Institutos Religiosos tienen su modo propio de elegir sus Superiores: que el Patriarca
de las Indias ninguna potestad tenía sobre las Corporaciones Religiosas; ponderando al mismo tiempo las funestas consecuencias que tales reformas necesariamente
habían de producir en los individuos profesos de estos Colegios y de los Conventos de Filipinas; que no se creerían ya verdaderos Religiosos; así como también
sería funesto para los habitantes de Filipinas, pues se quedarían sin Misioneros,
S INOPSIS HISTÓRICA
107
toda vez que, faltando ese espíritu de Congregación, no habría quien fuese a aquellas M isiones.
M uy parecida a esta contestación del Fiscal de la Real Audiencia era la de
Ntro. P. Provincial, quien también recalcaba sobre lo perjudicial y contraproducente de tales Bases, sobre todo, de la 6.a, 7.a 8.a; concluyendo su manifiesto diciendo
que, como algunas de esas Bases se oponían a nuestras Constituciones, él no respondía de que sus Religiosos suscribiesen el nuevo arreglo, caso de llevarse a efecto, ni de las consecuencias que de ahí se pudiesen seguir.
Con la misma vehemencia y con análogas razones se opusieron los Rdos. PP.
Provinciales de Dominicos, Agustinos Calzados y Franciscanos.
Leídas y consideradas por el Consejo de Su M ajestad las observaciones justas
y razonables de todas cuantas entidades había consultado, y visto la conformidad
de todas en oponerse a algunas de las Bases por el Gobierno establecidas, remitieron en el año 1852 otras, como definitivas, y que habían de ser a modo de Programa que había de seguir en adelante para el buen gobierno de aquellas M isiones.
Ya en el año 1851, Su M ajestad, para proceder con toda copia de datos que
requería asunto tan importante como era el de la prosperidad y bienestar de las
M isiones, vino en disponer que cada Superior le mandase o remitiese por conducto
del M inisterio el número de Curatos y Doctrinas que administraba la Corporación,
el de Religiosos que los desempeñaban, el número de Religiosos que existía en el
Colegio de la Orden en España, el número de los que se hallen dispuestos a pasar a
Filipinas al fin de cada año, los recursos que contaba dicho Colegio para su sostenimiento y todas las demás noticias que el R. P. Provincial considerase necesarias
para el mayor acierto en una resolución de que dependía el bien y prosperidad de
las M isiones, advirtiendo al final que el Gobierno de S. M . se halla resuelto a compartir la Autoridad de la Santa Sede en todo aquello que fuese necesario. Orden
transmitida al R. P. Procurador de nuestra Corporación con fecha 15 de Julio del
citado año 1851.
Ntro. R. P. Comisario Fr. Guillermo Agudo de San Antonio
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P. LICINIO R UIZ
de Padua daba contestación a la Real comunicación en 26 del mismo mes de Julio
con las siguientes palabras, que copiamos con gusto, pues ellas nos dan una idea
del estado de nuestra Corporación en aquellos tiempos. Dicen así:
"En cumplimiento de la Real Disposición de V. M . de fecha 15 de los corrientes, comunicada por el Sr. M inistro de Gracia y Justicia relativa a la M isión que
represento y noticias que en dicha disposición se piden, adjunto un Estado impreso en el que consta con especificación el número de Curatos y Doctrinas que administra mi Provincia en las islas Filipinas, sin tener que hacer sobre el dicho Estado otra observancia que los seis (6) pueblos que aparecen en él ocupados por Sacerdotes Seculares, no los administran por falta de Religiosos, sino por razones de
política y de derecho adquirido por los referidos Curas Seculares: los unos eran
Curas Colados cuando nuestra M isión se hizo cargo de la Provincia donde existen,
y los otros porque fueron puestos en las Doctrinas cuando mi Provincia por causa
de las vicisitudes de la Península no tenía el número suficiente de Religiosos para
cubrir todas sus obligaciones. Así es que mi Provincia no puede reasumir la administración de los Curas Colados hasta su fallecimiento o renuncia voluntaria, como
tampoco la de los no Colados, en agradecimiento y consideración al servicio que
han prestado cuando carecíamos de Religiosos para llenar todos los vacíos. Tengo
pues una satisfacción en manifestar a V. M . que los sacrificios de mi Provincia han
dado los buenos resultados que se propuso al hacerlos: no sólo tiene servida toda
su M isión, sino que en su Colegio de M onteagudo de Navarra, cuenta con setenta
(70) alumnos, veinte (20) de los cuales se hallan ya dispuestos para partir a las
Islas Filipinas en la primavera próxima del 1852. Bajo el pie y orden en que se
encuentra el Colegio podrán mandarse anualmente de diez a doce individuos, contando para esto con que el Gobierno de V. M . nos proteja y auxilie con alguna cosa, pues dudo que, reducidos como nos hallamos en el día a nuestras propias y
cansadas fuerzas, podamos continuar con tan heroicos sacrificios.–
S INOPSIS HISTÓRICA
109
–Señora: nada poseemos en España, y sólo contamos para el sostenimiento
del Colegio con la caridad y celo, nunca desmentido en servicio de la Religión y del
Estado, de los mismos M isioneros: los Agustinos Recoletos tienen la administración más pobre de Filipinas, como es público y notorio, y, a pesar de esto, se
prestan gustosos cercenando sus rentas, bien miserables por cierto, a dar un tanto
por ciento de sus estipendios, que la Provincia aplica al sostenimiento del Colegio;
pues el producido de sus fincas apenas basta para los gastos del Convento de Manila (donde se retiran los ancianos, enfermos, y permanecen los jóvenes hasta destinarles); para los gastos de Visita, y paga del equipo de las M isiones, y la parte de
flete que dispuso el Gobierno de S. M . pagase. –Veo, Señora, que V. M . desea de
todo corazón la felicidad de las Islas Filipinas y su unión a la M etrópoli, y, siempre solícita de su bien, anhela tomar una resolución acertada en la parte que dependa de las M isiones para asegurar estos bienes: me atrevo, Señora, a garantir que los
M isioneros, para secundar las miras maternales de V. M ., no necesitan de grandes
estímulos ni arreglos, sólo la voz de su Reina, y seguridades para su porvenir y
que las resoluciones o reformas, si las hubiera, dejen intactos los Institutos que
profesaron y que tan peligroso sería tocar en aquellos países, es lo único que esperan y que solo basta para que sigan alegres en el penoso ejercicio de su M inisterio.
–Es cuanto debo manifestar a V. M . cuya vida preciosa conserve el Señor dilatados
años.
IV
Ponemos a continuación las Disposiciones dadas por Su Magestad al Capitán
General de Filipinas, o sea, otras segundas Bases que S. M . propuso para el definitivo arreglo de M isiones, y de las que arriba hicimos ya mención.
Son como sigue:
"–LA REINA . –Gobernador y Capitán General de las Islas Filipinas mi VicePatrono. –Los importantes servicios que desde los primeros momentos de la conquista de esas Islas han prestado los M isioneros Agustinos Calzados
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P. LICINIO R UIZ
y los de otras Religiones que más tarde se establecieron en ellas, no solo en la propagación de la Santa Fé Católica, reduciendo y convirtiendo a ella a las diversas y
numerosas tribus salvajes que las poblaban, sino también en la sumisión de las
mismas a mi Real Corona, contribuyendo poderosamente a su civilización y morigeración de costumbres, y, en mucha parte, al rápido incremento que en este presente siglo han tenido la población y la riqueza de esas Islas, movieron el ánimo de
mi Augusto Padre el Sr. Dn. Fernando VII a expedir la Real Cédula de 8 de Junio
de 1826, ordenando, de conformidad con lo dispuesto en otras anteriores, señaladamente en las de 11 de Diciembre de 1776 y de 17 del propio mes de 1788, que
tanto los Agustinos Calzados, como los Religiosos de las demás Ordenes, fuesen
restituidos en la administración de los Curatos y Doctrinas de esas Islas en el ser y
estado que tenían, sin que por el Vice-Patrono Real, ni por los Ordinarios Diocesanos se procediese a secularizar ningún Curato sin orden expresa de su Real Persona: pero como las vicisitudes por las que posteriormente ha pasado la Nación, y
en particular la supresión de las Comunidades Religiosas en la Península, hubiese
disminuido notablemente así el número de M isioneros que antes pasaban a esas
Islas, como los recursos con que contaban los Religiosos para ese objeto, representaron con reiteración Vuestros Antecesores en ese Cargo, la urgente necesidad de
proveer de remedio al grave mal que se experimentaba por la falta de Regulares, y
la consiguiente de pasto espiritual en muchos pueblos, sobre todo, en las Doctrinas y M isiones de nuevos redimidos, en aquellas de esas Islas en que lastimosamente se conservan todavía tribus enteras de infieles, que es mi deber atraer a la
Santa Fé Católica, para su bien y para el bien de mis amados y leales súbditos de
ese Archipiélago. En el mismo sentido se expresó el Supremo Consejo de España e
Indias en su Consulta de 12 de M arzo de 1835, proponiéndome la conveniencia de
aumentar el número de M isioneros en mis Dominios, para conseguir la completa
reducción de los mismos, cuya necesidad fué igualmente reconocida por el Real
Decreto de 8 de M arzo de 1836, expedido durante mi menor
S INOPSIS HISTÓRICA
111
edad, por lo que se dispuso la conservación de los Colegios destinados a las Misiones de Asia y confirmado en esta parte por el arto. 2.o de la Ley del 29 de Julio
de 1837. En su vista, y teniendo presente lo que en él se dispone, mandé instruir el
oportuno Expediente en mi Secretaría de Gracia y Justicia, por el cual se os previno informeis sobre este punto, como lo habeis hecho, con la detención que su gravedad exigía, oyendo el voto Consultivo de ese Real Acuerdo, el del M . R. Arzobispo de esa Diócesis, y el de los RR. PP. Definidores y Provinciales de las cuatro
Ordenes Religiosas establecidas en esas Islas: Yo sé también el parecer de los PP.
Procuradores, Comisarios Generales de las mismas, residentes en esta Península, y
el de otros varios Religiosos y Congregaciones respetables, y con referencia de lo
que sobre el particular me ha consultado la Sala de Indias del Superior Tribunal de
Justicia, las sesiones reunidas de Gracia y Justicia, y del Consejo Real de Ultramar, deseando todavía reunir en tan grave asunto, de que depende en gran parte la
conservación y prosperidad de esas importantes Posesiones, la mayor copia de
datos para su más acertada resolución, he tenido por conveniente oír a mi Consejo
de Ultramar creado posteriormente, y en razón de lo que me ha expuesto, y en
conformidad de mi Consejo de M inistros, he venido en expedir esta mi Real Cédula, por la cual declaro y resuelvo los puntos siguientes:
1.o –Habiendo acreditado la experiencia las ventajas que han reportado las
Provincias del Dulce Nombre de Jesús, de San Nicolás de Tolentino, y del Smo.
Rosario, correspondientes de los PP. Agustinos, Calzados, Recoletos, y de Santo
Domingo, y de los Colegios que para sus M isioneros tienen establecidos en Valladolid, M onteagudo, y Ocaña, no sólo por la especial y acomodada instrucción que
en ellos reciben sus alumnos, sino aún más por el Cuarto Voto con que se ligan,
obligándose a permanecer en esas M isiones mientras sus Superiores y mi Gobierno no los autoricen para volver a la Península; y convencida de que, sin ese plantel,
se extinguiría muy en breve la Provincia de San Gregorio de PP. Franciscanos Descalzos, establecida desde muy antiguo en esas Islas, deseando darles una señalada
muestra de
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P. LICINIO R UIZ
mi Real Aprecio por los servicios que han prestado a mi Corona, y confiada en que
sabrán corresponder como hasta aquí a los desvelos por el bien de esos mis fieles
súbditos: He dispuesto que se establezca en un punto central de la Península una
Casa-M atriz y Colegio para los PP. Franciscanos Descalzos, a imitación de las que
tienen los otros tres Institutos Religiosos de esas Islas, cuyos alumnos gozarán de
las gracias y exenciones concedidas a los de aquellos, y en la inteligencia de que han
de prestar, como ellos, el cuarto Voto: para cuyo efecto, y con la debida intervención de la Santa Sede, han de hacerse en sus Constituciones las modificaciones
convenientes.
2.o –Deseando por todos los medios que estén a mi alcance promover la pronta reducción de los infieles que aun hay en esas Islas, y no siendo posible, a lo menos en muchos años, que el escaso número de M isioneros de las cuarto Ordenes
Religiosas actualmente existentes, puedan proveer a todas las necesidades, y menos todavía a las nuevas M isiones que deberían establecer en las Islas de M indanao y Joló; y teniendo presentes los importantes servicios que, así en esas Islas
como en lo antiguos Dominios Españoles de América, ha prestado la Compañía de
Jesús en la reducción y catequización de sus naturales: He dispuesto que se restablezca la Orden en esos Dominios; a cuyo efecto, y accediendo a las repetidas instancias que me han elevado las Diputaciones Forales de Guipuzcoa y Vizcaya para
que se convierta el Edificio de Loyola en Colegio de M isiones, y de que para este
objeto se restableciese la Compañía de Jesús, he venido en determinar y destinar el
mencionado Edificio de Loyola para Casa-M atriz y Colegio de la expresada Compañía, declarando, como ahora declaro, que por este establecimiento no se ha de
conceder derecho alguno a ser reintegrada en los Curatos y Doctrinas, ni en las
temporalidades que poseía en esas Islas, quedando a mi cuidado proveer en cuanto
fuere necesario a su decorosa subsistencia, y señalarle los puntos donde haya de
ejercer su Sagrado M inisterio.
3.o –La extinción de las Ordenes Religiosas en la Península, ha privado a las
M isiones de Asia de sus Prelados Superiores, únicos a quienes incumbía por los
Estatutos y
S INOPSIS HISTÓRICA
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Santas Reglas de las diversas Congregaciones, dirigir estas, y dirimir las dudas y
cuestiones que naturalmente surgen en todas las cosas humanas, resultando de
aquí, si no la completa relajación de la Disciplina M onástica, que afortunadamente
han conservado por sus buenas tradiciones las Provincias de los diversos Institutos Religiosos; sí, a lo menos, un estado de ansiedad, que alarmando las conciencias, las distrae de sus primordiales deberes, y hacen menos eficaz el voto de la
Santa Obediencia, base fundamental de la disciplina: Deseando Yo proveer de remedio a tan urgente necesidad, y cumplir el compromiso que contrage con la Silla
Apostólica en el Art. 29 del último Concordato: He venido en mandar que se impetre la correspondiente Bula de Su Santidad para el restablecimiento de un Vicario
General residente en la Península para cada una de las Ordenes Religiosas de Agustinos Calzados, Agustinos Recoletos, Dominicos y Franciscanos Descalzos de
esas M isiones, cuyos Vicarios ejercerán y tendrán las mismas atribuciones y facultades que por sus Constituciones correspondan a los Generales de dichas Ordenes:
haciéndose el nombramiento los diez primeros años por la Santa Sede en los que
Yo le presentare, siendo de la Orden, aunque no hubiese residido en Filipinas.
Después de este periodo, por las respectivas Provincias; debiendo recaer el nombramiento en Españoles naturales de estos Reinos, presentados por sus Capítulos
a mi Real Aceptación; entendiéndose que este cargo ha de durar indefinidamente,
mientras Yo, de acuerdo con la Silla Apostólica, no tuviera por conveniente ordenar su remoción.
4.o –Porque la experiencia tiene acreditado que los M isioneros son no solo los
Directores espirituales de sus feligreses indígenas, sino también los mentores y
maestros de la agricultura, y de las artes más precisas para la vida, ejerciendo con
frecuencia las veces de árbitros y amigables componedores en la desavenencia y
litigios entre partes, es opinión entre personas doctas y experimentadas en la gobernación de esos paises, que en los Colegios de la Península deberían dedicarse los
alumnos dos o más años al estudio de las ciencias Físicas y Naturales, iniciándose
además en algunas nociones generales de Derecho, especialmente de los
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Contratos y Obligaciones más comunes. Para que esto pueda hacerse con cierta conformidad, y a fin de que la educación de M isioneros sea en todos los sentidos tan completa y apropiada a su objeto como conviene y es mi deber procurarla,
será obligación de los Vicarios Generales, tan luego como entren en funciones, formar el Plan de Estudios que presentarán a mi aprobación, en la inteligencia de que
no han de bajar aquellos de siete años en la Península, antes de cuya época no
podrán los Colegiales pasar a esos Dominios sin expresa licencia mía: así como
ningún Colegial Profeso podrá emprender su carrera literaria si antes no hubiese
prestado el cuarto Voto llamado de M isión.
5.o –Como todos mis desvelos por el arreglo y fomento de las M isiones serían
ineficaces en gran parte, si el número de alumnos en los Colegios fuesen insuficientes para las atenciones actuales, y para las que naturalmente pueden proveerse a
consecuencia de la reducción de nuevos infieles; es mi voluntad, y está en el interés
de las mismas Ordenes, que aquellos se aumenten hasta donde lo permitan la capacidad de los Edificios y los recursos de sus Provincias, conforme a la concordia que
me reservo formar con cada una de ellas: y, si bién estoy dispuesta, siguiendo el
espíritu de la Legislación Indiana, a proveer por cuenta de mi Real Hacienda, cuando no alcanzáren los fondos de la Comunidad, al tenor de lo ordenado en la Ley 15,
tit. 4.o, Libr. 6.o de la Recopilación u otros que Yo tuviese por conveniente señalar
para atender al aviamiento y transporte de los M isioneros, si con la fundada esperanza de que correspondiendo a las órdenes de mis piadosas intenciones, procuráran por su parte ayudar a estos gastos con los sobrantes que por precisión, y supuesta la vida común que necesariamente ha de establecerse en todas ellas conforme a sus Constituciones, han de tener muchos Párrocos, cuyos fondos no pueden
invertirse en ningún objeto más acepto a los ojos de Dios y a mis católicos sentimientos, que el de procurar el aumento de los Operarios Evangélicos en esos paises siendo igualmente mi voluntad para que más fácilmente puedan atender a esta
sagrada obligación, que sus Colegios,
S INOPSIS HISTÓRICA
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Edificios y Cercas, a ellos anejos sean exentos de contribuciones, y otras gabelas
del servicio público.
6.o –Aunque el objeto primordial de las M isiones sea el proveer a las necesidades religiosas de mis Dominios en esos paises, por cuanto desde un principio se
ha permitido a los M isioneros pasar a China y a otros puntos del Continente
Asiático a predicar el Santo Evangelio, y esto cede en honra y gloria de Dios y
honor del nombre español, quiero que puedan continuar haciendo uso de esta facultad con sujeción a lo que en el particular dispone la Legislación de Indias, especialmente la Ley 31, Tit. 14, Lib. 1. de Recopilación.
7.o –Correspondiendo a mi Patronato velar por el puntual cumplimiento de lo
que disponen las Leyes sobre M isioneros, y cuidar de que los fondos concedidos
para este objeto se inviertan en los santos fines a que están destinados, continuareis usando de las facultades que como Vice-Patrono os pertenecen de inquirir,
visitar y tomar cuenta, cuando creyereis conveniente a todas y cada una de las
Provincias de esos Institutos Religiosos de esas Islas, procurando proceder siempre de acuerdo en esta parte con el M . R. Arzobispo de esa Diócesis; dándome
con la antelación debida el oportuno conocimiento.
8.o –Aunque confio en la divina M isericordia, que con el eficaz auxilio de su
gracia y la vigilancia de los Prelados Superiores y Locales a quienes reencargo esta
obligación de conciencia, no habreis de veros en la dolorosa necesidad de hacer uso
de las facultades que se os confieren en la Ley 28, Tit. 14, Lib. 1. de la Recopilación, para expulsar de esas Islas a los Religiosos, que olvidados de sus deberes que
les impone su Instituto, Hábito, y Profesión, vivan con escándalo como todavía,
atendida la humana flaqueza, pudiera haber algunos que se halláren en este caso, y
no convenga que, vueltos a la Península, permanezcan en los Colegios, donde, su
mal ejemplo, pudiera contaminar a los jóvenes Religiosos; es mi voluntad que
cuando esto suceda, los destineis, de acuerdo con los Provinciales, a la Casa de
Corrección, que al efecto ha de establecerse en la Península.
116
P. LICINIO R UIZ
9.o –Uno de los puntos en que más resalta la piedad de mis gloriosos predecesores, ha sido el cuidado que han puesto de proveer de recursos para el establecimiento de Hospitales en todos los pueblos de Indias, y en las ciudades y villas
habitadas por Españoles, dictando las Reglas a que habían de sujetarse en su administración los Hermanos de San Juan de Dios, y otros Religiosos a quienes tuvieran por conveniente encomendarlos: más como en el transcurso del tiempo, se
hubiesen olvidado algunas de ellas, y caido otras en desuso, sobre todo, después
que por la supresión de la Orden de San Juan de Dios en la Península, ha disminuido notablemente en esas Islas el número de Hermanos de la misma hasta el punto
de no poder atender hoy debidamente a esos Hospitales, faltando además la vigilancia que ejercía sobre todos ellos el General de la Orden que ya no existe; y como
nada puede contribuir más eficazmente a mejorarlo que la sustitución de los Hermanos de San Juan de Dios por las Hermanas de la Caridad que tan excelentes resultados están dando en todas partes: He dispuesto que se impetre la correspondiente Bula de Su Santidad para la extinción de las Casas de San Juan de Dios en
esas Islas, y que en su lugar se envien a las Hermanas de la Caridad para establecer
un Beaterio que al paso que se encarguen de los Hospitales, pueda dedicarse a la
enseñanza de los niños de los Colegios de Santa Potenciana, Santa Isabel, Compañía de Jesús y San Sebastian de acuerdo con los mismos.
10.o –No quedarían satisfechas mis piadosas intenciones respecto al bien y
salud espiritual de esos mis leales súbditos, si al mismo tiempo que procuro el
aumento y mejor régimen de las M isiones, no atendiese igualmente a las necesidades del Clero Secular Parroquial que con tan loable celo procura llenar sus santos
deberes; pero como aquel no basta para este objeto, si no le acompaña una sólida
instrucción religiosa, base de la verdadera piedad, y si no se acostumbran además
los que se consagran al Augusto M inisterio del Sacerdocio, al recogimiento y morigeración de las costumbres, que siempre ha recomendado la Iglesia para estas funciones, es de todo punto indispensable mejorar la
S INOPSIS HISTÓRICA
117
educación de los Seminarios Conciliares, que por falta de Profesor y de otros recursos, no pueden llenar debidamente las miras con que los estableció el Santo
Concilio de Trento. A este fin he dispuesto que se erija en esa ciudad de M anila
una Casa de Padres de San Vicente de Paul, que además de la dirección espiritual
de las Hermanas de la Caridad que les está recomendada por Regla, se hagan cargo
de la enseñanza y régimen de los Seminarios Conciliares en los términos que acordareis con el M . R. Arzobispo y RR. Obispos de esas Diócesis, quienes han de
continuar con la Suprema Dirección e Inspección que sobre aquellos Establecimientos les corresponde por el Santo Concilio de Trento. Por tanto os ordeno y
mando que cumplais y observeis y ejecuteis, y hagais cumplir, observar, y ejecutar
fielmente esta mi Cédula, sin permitir en manera alguna se contravenga a lo que en
ella va dispuesto por ser así mi voluntad: y que de ésta mi Cédula se tome razón
en mi Consejo de Ultramar, refrendándose por los M inistros Semaneros. –Dada en
el Palacio 19 de Octubre de 1852. –Yo la Reina. –El Presidente del Consejo de M inistros, Juan Bravo M urillo. –Registrado. José Gaitero Zurvano, Cayetano Zúñiga. –Teniente Canciller, José Antonio Hidalgo".
Reformadas y muy reformadas, como hemos visto, salieron las últimas disposiciones de Su M agestad, y eran mucho más aceptables que las primeras.
En Real Cédula del año 1852 se disponía que los Religiosos no pudiesen volver a España sin licencia expresa de Su M ajestad: lo que también fue combatido
largamente por nuestro Superior, suplicando se limitase el tiempo de M isiones:
pues harto sacrificio hacían los Religiosos en dejar sus padres y su Patria, para que
ahora, a tal sacrificio, se añadiese otro mayor, cual era el de no poder volver a verles sino cuando a Su Real Majestad le pluguiese.
Todo quedó satisfactoriamente arreglado, excepto lo que atañía a la pequeña
ayuda que el Gobierno prestaba a nuestras M isiones, en vista de las reiteradas
súplicas de nuestros Superiores: pues por una Real Orden del M inisterio de Estado, encargado del de Ultramar, dada en M adrid en 17 de Diciembre de 1854 se ordenaba que, visto por todos los Expedientes
118
P. LICINIO R UIZ
instruidos sobre M isiones en esas Islas que todas las Ordenes Religiosas, a excepción de los PP Franciscanos, contaban con medios suficientes para el sostenimiento de los Colegios y del pago del pasaje y equipo de sus respectivas M isiones, se
ordenaba, repetimos, en la citada Real Orden, que para en adelante cesase todo
abono de esta especie a los Religiosos de las Ordenes M onásticas de Agustinos
Calzados, Dominicos del SSmo. Rosario, y Agustinos Recoletos.
Este fue un golpecito dado a nuestra mermada Hacienda.
V
Poco tiempo después y en este mismo año 1854, hacía renuncia de su cargo de
Vicario General el R. P. Fr. Tomás Escobar, alegando como principal motivo para
ello ante Su M ajestad, su avanzada edad, pues pasaba de los ochenta y cinco años,
y, como era consiguiente, estaba muy achacoso por lo que no podía cumplir como
debiera con su M inisterio; ministerio que había ejercido desde la exclaustración
según lo habían permitido las circunstancias. En la misma renuncia suplicaba a Su
Santidad confirmase y subsanase cuantos actos hubiese hecho como tal Vicario
General, y que le absolviese de sus defectos, sobre todo de la falta de autoridad
por no haber acudido a Su Santidad para que le confirmase en su nuevo destino.
Está firmada la renuncia en Berzocana el día 24 de M arzo de 1854.
La Sagrada Congregación de Obispos y Regulares en 15 de Septiembre de
1854 subsanó y confirmó todo lo actuado por N. P. Vicario General: mas como al
mismo tiempo se le suplicase se dignase nombrar nuevo Vicario General, contestó:
"Dilata, et recurrant ad hanc Sacram Congregationem in emergentiis"
Alguna ansiedad costó a nuestros Padres esta dilatación de la Santa Sede en
nombrar nuevo Vicario General: pues, como se desprende de una Carta de N. P.
Comisario Fr. Guillermo Agudo de San Antonio de Padua a N. P. Provincial, la
Santa Sede nombró como Comisario nuestro al R. P. Fr. José Vidal, Agustino Calzado; este nombramiento (que suponemos fue interino) no fue del agrado de los
Padres
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Recoletos; así es que, es de suponer, trabajarían lo indecible por que se anulase
dicho nombramiento, y que éste recayese en un individuo de nuestra Corporación.
Lo consiguieron por fin; pues en 3 de Setiembre de 1855 la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares nombraba al R. P. Fr. M ariano Viñao como Comisario Apostólico de nuestra Orden en toda España, al que confería todas las facultades de que gozaban los demás Superiores Generales.
Un triunfo más de Ntro. P. Fr. Guillermo Agudo, que sin duda alguna fue uno
de los Comisarios más activos y diligentes y que más merecieron de nuestra Sagrada Descalcez.
CAPÍTULO IV
M ISIONES DE LA ISLA DE N EGROS
Despojados a la fuerza de la mayor parte de nuestro mejor patrimonio, los
pueblos de M indanao, la Corporación que se sentía pujante, buscaba nuevas tierras que fecundizar con la vigorosa savia de sus hijos que se veían animados como
siempre a trabajar en aquella aun inculta viña del Señor.
Es verdad que a cambio de los pueblos de M indanao se nos habían dado los
Curatos de Cavite, mas no eran suficientes para el crecido número de Religiosos
que iban allí procedentes de nuestro Colegio.
Así que nuestros Superiores trataron de buscar un campo de operaciones amplio, donde poder ocupar aquella falange de misioneros, y lo encontraron en la Isla
de Negros, una de las más extensas, ricas y fértiles de Filipinas.
No era nueva aquella isla en la historia de la Recolección. N. P. Fidel de Blas
en su labor Evangélica dice, hablando de esta Isla, con referencia a nuestras Crónicas, que por los años de 1622 administraban nuestros Religiosos unas 1,500 familias en Binalbagan, pueblo situado al Oeste de la Isla entre Ginigarán y Jimamaylan, y refiere algunos casos raros y maravillosos sucedidos al Hermano Fr. Francisco de San Nicolás, compañero de los Padres Fr. Jacinto de San Fulgencio y Fr.
Juan de San José.
Los principios de la evangelización cristiana de esta Isla débense a los Padres
Agustinos, como consta del Definitorio habido en 11 de Junio de 1580, en el que
se dice haber fundado el ministerio de Tanjay, de que dependían los sitios o rancherías de Dumaguete, Siaton, M arabago (hoy Bacong) y M anolongon, nombre de
un río cerca del Tolong.
Por falta de personal que atendiese a estos ministerios, cedieron la administración espiritual al Clero Secular del Obispado de Cebú.
Respecto a la afirmación hecha por nuestras Crónicas sobre la predicación y
administración de nuestros Religiosos
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121
en el pueblo de Binalbagan, no la hemos de desmentir, tratándose de la Crónica
General, historia muy respetable; pero sí hemos de decir que la estancia de nuestros Religiosos en aquel pueblo debió ser muy breve.
Consta por el mismo Decreto del Sr. Obispo de Cebú, cuya copia podrán ver
los lectores al final, que antes del año 1626 hacía renuncia del Curato de Binalbagan
el P. Francisco Rodríguez Relator; y de los pueblos de Bago, Casoco y Calacan,
que ya se habían desmembrado para aquella fecha de Binalbagan, estaba encargado
Dn. Diego Gómez Covarrubias. En el mismo Decreto se dice que con anterioridad
al dicho Cura de Binalbagan P. Francisco, lo habían administrado Dn. Juan M uñoz
Crespo y otros.
Nuestra estancia oficial en Negros data del año 1626, en el que el Ilmo. Sr. Arce, Obispo de Cebú, encomendó a nuestro P. Andrés de San Fulgencio la citada
Administración.
Esta no perduró muchos años, pues en el año 1638 se hizo donación del dicho
pueblo de Binalbagan al mismo Dn. Francisco Relator, que como ya dejamos dicho, la había renunciado antes, por no bastar para su congrua sustentación la Capellanía de 100 pesos que nosotros le habíamos cedido en M anila el año 1635 a cambio del Curato de Romblón.
Desde esa fecha no habían misionado nuestros Padres en esa Isla, hasta que
por Decreto del Gobierno Superior de 20 de Junio de 1848, dado a instancias del
Sr. Obispo de Cebú, volvían a encargarse de los Curatos de Siaton, Cabancalan y
Amblan los Padres Agustín Olmedillas, Andrés Cobos y Ramón Cabás1.
1
N. P. Fidel coloca la entrada de los Recoletos en los citados pueblos el año 51. Ya hemos dicho
cómo en los Libros Parroquiales de Siaton y Amblán consta que en el año 48 se hicieron
cargo de dichas parroquias los Padres citados. En el año 1849, siendo Gobernador el Sr. Clavería, accedió gustoso a la comunicación que el Illmo. Sr. Obispo de Cebú le había mandado, solicitando que nuestros Religiosos administrasen la Isla de Negros, y suplicaba a N. P.
Provincial que en vista de su conformidad con el Sr. Obispo se dignase formar la terna de los
Misioneros que habían de ocupar los tres primeros Curatos vacantes que eran los de Siaton,
Cabancalan y Amblán: esta comunicación del Sr. Clavería lleva fecha de 10 de Febrero de
1849 y en 15 de Febrero del mismo mes el mismo Gobernador aprobaba los nombramientos
de los Padres T omás Mezquita de la Virgen de Lagunas, Fr. Andrés Cobos de la V. del
Moncayo y Fr. Ramón Cabas del Patrocinio para cada uno de los tres citados Curatos respectivamente.
Mas, como ya dejamos dicho, interinamente o como fuese, ya en 1848 habían tomado posesión
los PP. que hemos citado en el texto.
122
P. LICINIO R UIZ
Desde el momento en que nuestros Superiores tomaron a su cargo la citada Isla, pusieron todo su empeño en fomentar la riqueza de aquel país, casi inculto aún,
y pusieron en juego todos los medios que estaban a su alcance para conseguirlo.
Los desconocedores del país no podrán nunca formarse una idea aproximada
del cambio tan radical que se operó en aquella Isla, desde que comenzó nuestra
dirección hasta la fecha.
¿Qué era entonces la Isla de Negros? Nada absolutamente, dice el P. Sanz, "su
rico suelo estaba en el mayor abandono; el Filipino sembraba un poco de palay,
maíz, camote, etc. en cantidad bastante a llenar sus necesidades para la vida; no
existía por tanto agricultura, principal fomento hoy de riqueza de la localidad, y
dicho se está que no podía haber industria y comercio, con lo que faltaba la vida al
territorio que yacía sumido en la más escandalosa miseria".
M as llegaron los primeros Recoletos a aquella Isla y bien pronto se notó el
cambio que se iba operando en aquella región bajo la égida y dirección de aquellos
intrépidos y celosos M isioneros.
Dos años después de haberse posesionado los Recoletos de las tres primeras
parroquias, nuestro P. Provincial Fr. Antonio Úbeda, al dar cuenta al Gobernador
General del resultado de su visita por las Islas Visayas, le decía, que así como su
corazón se hallaba algún tanto apenado al observar la pobreza y miseria de la Provincia de Caraga en M indanao, debido al carácter indolente de sus habitantes, que
sólo se mantienen de los muchos productos que la naturaleza les ofrece, sin que
piensen en el trabajo, y de ahí los muchos terrenos incultos que en ella se ven, otro
tanto de entusiasmo y contento había recibido al recorrer la Isla de Negros, en la
que no hay nada malo y que se considera la mejor del Archipiélago, que en los tres
años que llevaban de administración sus súbditos, había duplicado el número
S INOPSIS HISTÓRICA
123
de tributos y que, dado el gran porvenir que se espera en aquella Isla, que muy
pronto mandaría 12 Religiosos, para que se fuesen haciendo cargo de algunos otros
pueblos que estaban medio abandonados los unos, y los otros de nueva creación1.
Algunos años más tarde, cuando ya había aumentado el numero de Religiosos,
era tal y tan grande su progreso que llamó la atención del Gobernador General,
quien reconociendo la labor ímproba y altamente beneficiosa de nuestros Padres,
se dignó dirigir a nuestro Superior la siguiente comunicación fechada a 11 de Julio
de 1853. Dice así: Al girar mi visita al Distrito de la Isla de Negros, me ha sido
sumamente satisfactorio adquirir el convencimiento práctico del distinguido y
constante celo que los Párrocos pertenecientes a la distinguida Orden de que V. R.
es digno Provincial demuestran por la prosperidad de los pueblos cuya cura de
almas se les está confiada. Su verdadero y bien entendido patriotismo en consorcio
íntimo con su fe religiosa es la poderosa y verdadera palanca que conduce a los
pueblos a sus adelantos morales y materiales, alegando para sus feligreses la suma
más positiva de bienes y comodidades morales y materiales bajo la pura doctrina
de N. S. Jesucristo y la protectora bandera española.
Un deber de conciencia me obliga a dirigirle esta manifestación, esperando que
V. R., como Superior de los Religiosos a quienes me refiero, se dignará trascribirla
a los mismos, recibiendo el testimonio de la más distinguida consideración por parte de este Gobierno. Dios guarde muchos años a V. R. –Cebú 1.o de Abril de 1878.
–M . Ros.
La acción del M isionero ha sido en todos los casos y circunstancias no solamente la salvaguardia de la fe de los pueblos y el propulsor más activo de una vida
moral y eminentemente civilizadora, sino al mismo tiempo el agente más poderoso
en lo que atañía a la prosperidad y bienestar de los pueblos.
Vivían muchos de los habitantes de esta Isla medio
1
Plan de Misiones de la Isla de Negros por el P. Pedro Sanz, Recoletos. Impresa en Manila 1881.
124
P. LICINIO R UIZ
errantes y casi sin hogar fijo; y con esa libertad medio salvaje de que disfrutaban, a
la menor presión de la Autoridad civil para reducirlos, se remontaban al bosque
para huir de tales aprietos. La piratería mora por otra parte que tantos estragos
había causado en las Islas Visayas, era a la vez un motivo más que suficiente, para
que aquellos pueblos, casi indefensos, llevasen esa vida vagabunda, para esquivar
mejor la astucia de la morisma.
De la época, dice el P. Sanz, "que empezó la formal persecución de la piratería
mora por nuestra marina militar, o sea, de 25 años a esta parte data el periodo de
calma y el principio del desarrollo agrícola y comercial de las provincias Visayas,
debido a la seguridad que empezaban a gozar sus habitantes en sus propios hogares y en sus viajes marítimos; circunstancias que aprovecharon los Párrocos, para
inculcar en sus feligreses ideas de engrandecimiento material por medio del trabajo
aplicado a la agricultura, principal y acaso único elemento de riqueza de la localidad por sus especiales condiciones favorables al cultivo. Y no se sospeche, prosigue, que por atender al adelantamiento material de los pueblos han descuidado sus
Párrocos la primordial de sus obligaciones, cual es la educación religiosa; antes al
contrario, sus desvelos en pro de asunto de tamaña importancia han dado el fruto
que era de esperar, sintiéndose en estas feligresías la satisfacción más completa, al
observar la exactitud con que se cumplen los deberes que impone nuestra Sacrosanta Religión en todas sus prácticas y muy particularmente en las que requieren
cierta pompa, a la que el natural es en extremo aficionado. Se han edificado Iglesias
y Conventos para morada decente del Párroco y han inculcado en ellos el respeto
al Cura, que coloca a este en una ventajosa posición para alcanzar los mejores resultados en el desempeño de su sagrado ministerio, cuyo respeto es la mejor salvaguardia de la dominación española en aquellas tierras 1.
Sin ese respeto que el Cura infundía a sus feligreses y sin ese ascendiente sobre ellos, imposible se hubiera hecho
1
P. Pedro Sanz, Recoletos. –Plan de Misiones de la Isla de Negros pág. 11 y 12. Impresa en
Manila año 1881.
S INOPSIS HISTÓRICA
125
la conquista o reducción de aquellos habitantes. Por eso la Autoridad Superior civil, conocedora de la fuerza moral del misionero, acudía siempre en casos como
este, al Superior de las Provincias Religiosas, para ver de que cuanto antes se enviasen Religiosos que redujesen y trajesen a poblado a aquella gente acostumbrada
a la vida errante y libre: apenas se notaba algún trastorno social en alguna parte,
enseguida el misionero había de ir a aquietar los ánimos y poner paz: así sucedió en
los barrios de Ayungon y Tayasan, siendo Gobernador el Sr. Clavería por los años
de 1851, en que, habiéndose remontado los habitantes de aquellos barrios, suplicó
a nuestro Superior un misionero que los redujese.
A la sombra paternal del Cura Religioso íbase cobijando aquella gente más o
menos montaraz, y el Cura, poco a poco, con dulzura y mansedumbre les iba empadronando, con lo que se les sujetaba a una vida más social, al mismo tiempo que
se obtenía una gran ventaja para el Estado, o sea, el aumento de tributos.
Una vez reunidos en núcleos o pueblos, el M isionero les instruía no sólo en lo
que atañía al bienestar espiritual, sino en todo lo que concernía al bien material y
adelanto y progreso de los pueblos.
Así se podrá observar que, en la región en que había mayor número de Sacerdotes, era también mayor la riqueza que en ella se desenvolvía. Por eso Nuestro
Superior desde el momento que tomaron nuestros Padres posesión de Negros,
viendo las riquezas inmensas que se podían sacar de aquel suelo entonces inculto,
trabajó lo indecible por poner en ella el mayor número de Religiosos.
Ya nuestro P. Provincial, Antonio Úbeda en carta al P. Comisario le decía que
mandase cuanto antes Religiosos, pues, habiéndonos encargado de la Isla de Negros, "hay en ella muchos Curatos vacantes y otros muchos que se pueden formar
y de consiguiente necesitamos cuanto mayor número de religiosos, mejor".
Nuestros Superiores todos tenían puestas sus miras en aquella Isla y, así, ya
nuestro P. Félix de la Encarnación primero y particularmente N. P. Fidel de Blas
presentaron a la Autoridad Superior su correspondiente plan de misiones,
126
P. LICINIO R UIZ
y pocos años después los PP. Pedro Sanz, Fernando Cuenca y M auricio Ferrero
presentaron al General Weyler otro completo y amplísimo que fue aprobado, y
que puesto en práctica elevó a la Isla de Negros a la altura de una de las principales, más ricas y florecientes regiones de Filipinas.
Al hacerse cargo los Padres Recoletos de la Isla de Negros, era Gobernador interino de ella el gobernadorcillo de Jimamaylan, entonces capital de la Provincia,
Don Juan Doroteo, insular, persona de valía y respetada, por haber muerto repentinamente Don José Sáenz de Vizmanos, Gobernador propietario.
En el año 1849 tomó posesión del Gobierno de la Isla Don M anuel Valdivieso
M orquecho, autoridad estimadísima, quien previo permiso verbal del Excmo. Sr.
Clavería, Gobernador General de Filipinas, trasladó la cabecera o Capital a Bacolod.
Era el Sr. M orquecho todo un carácter, a pesar de contar entonces la respetable edad de setenta años, celoso, activo e inteligente. Este Señor apoyó a los primeros Recoletos, secundándoles incondicionalmente en todo; y al esfuerzo aunado
de ambas actividades se debe el deslinde de pueblos, barrios y visitas, creación de
parroquias y de agrupaciones de las casas que diseminadas se hallaban por el bosque y por la playa. Datan de ese tiempo cuantas fundaciones peninsulares hay,
como son Toboso, Salamanca, Lemery, Escalante, Argüelles, M agallanes, M arianas, Cádiz Nuevo, Cádiz Viejo, Toreno, M urcia, Granada, Numancia, Jovellanos,
M adrigal, Valladolid, Simancas hoy La Carlota, Pontevedra o M arayo, M iranda,
Isabela, Campomanes, Tolón, Zamboanguita, Valencia etc. Iniciativa, sí, del Sr.
M orquecho, pero trabajo inmenso y fatigoso de los Recoletos.
Ningún camino había en toda la Isla, fuera de la playa. El P. Fernando Cuenca
empezó a trazar y terminó la calzada que existe entre M inuluan y Bacolod, que en
años posteriores se prolongó por toda la Provincia, si se exceptúan las partes extremas, de Escalante y Punta Sojoton.
La Isla de Negros resurge de la postración en que por tantos siglos estuviera.
Los eternos enemigos del indígena, los moros, no aparecieron ya más por la costa,
después de
S INOPSIS HISTÓRICA
127
la batida que el Sr. Dn. Emilio Saravia, Gobernador que sustituyó al Sr. M orquecho, el año 1457 les diera, saliendo de M inuluan. La inmigración de las Provincias
de Panay a Iloilo, Antique, Capiz y Cebú es hábilmente preparada por este Sr.
Gobernador, y los Padres Recoletos por su parte completaron y perfeccionaron
los excelentes planes de impulso, desarrollo y progreso, reduciendo a poblado a
cuantos infelices remontados moros, infieles o monteses otros, vagaban por las
selvas sin más aspiraciones que la satisfacción de sus escasas necesidades.
Tres solamente fueron los pueblos de que en el año 1848 se posesionaron los
Padres Recoletos, Siaton, Amblan y Cabancalán; ocupando en aquella fecha los
Sacerdotes del Clero Secular, Dumaguete, Sibulan, Dauin, Tanjay, Guiljungan en la
costa Oriental; y Jimamaylan, Ilog, Bago, Bacolod, Ginigarán y Silay en la Occidental. M uy pronto administraron las Recoletos los pueblos de Bacong y Jimamaylan, pues el año 1849 vemos en ellos, en el primero al P. Ex-Provincial Joaquín
Soriano, y en el segundo N. P. Agustín Olmedillas.
En el año 1856, en que el P. Fernando Cuenca hizo la expedición de que conviene dar noticia en esta historia, ya administraban los PP. Recoletos, además de
los puebles o parroquias dichas, la M isión de Tolon, Nueva Valencia, Dumaguete,
Sibulan, M anjuyod, Tayasan, M inuluan, Sumag, Valladolid, Ginigarán y Cauayan,
unos fundados por ellos, otros recibidos del Clero Secular.
De acuerdo el Ilmo. Sr. Obispo de Cebú, a cuya jurisdicción pertenecía entonces Negros, con el Sr. Gobernador Saravia, autorizaron al P. Fernando Cuenca,
Cura de M inuluan o Talisay, para hacer una expedición a los montes. Era, nos dice
el Sr. Echauz en sus "Apuntes de la Isla de Negros", el año 1856. Comenzó por el
barrio de San Fernando, comprensión de M inuluan; y recorrió, se supone por la
parte alta o monte, las jurisdicciones de Bacolod, M urcia, La Carlota, y La Isabela
hasta el Carolan, que está encima de Cabancalan. Empadronó a unas 6,000 familias
de monteses, que arrojaban un contingente de unas 20,000 almas, conversó con
ellos, les nombró Tenientes, y aceptaron y convinieron en agruparse y vivir en los
lugares que se les designara.
128
P. LICINIO R UIZ
No fue esto solo. M ientras el Sr. Saravia atravesaba el Tipasé en 24 horas para
ir a la Costa oriental, el P. Fernando se dirigió a los barrios que hoy son pueblos
muchos de ellos, Saravia, Victorias, Manapla, Sicaba, Cádiz, M arianas, Argüelles,
Escalante y Calatrava, en donde, empadronando a la gente, dio posesión a los Tenientes para que vivieran de una manera regular y urbanizada, y pudieran así estar
preparados contra el común enemigo, el moro de M indanao. Todas estas excursiones, en las que también le ayudaron al P. Fernando sus hermanos de hábito, fueron
provechosísimas tanto para la Religión Católica como para el Gobierno de España.
Como puede adivinarse fácilmente, fue una empresa colosal y de excepcional importancia la que los Padres Recoletos acometieron en la Isla, al agrupar, catequizar,
tranquilizar, infundir hábitos civiles, aficionar al trabajo, en una palabra, a hacerlos
hombres y cristianos, a tantos infelices seres que huían de la sociedad y se entregaban a sus mil y mil supersticiones.
En Sacedol, encima de M inuluan, puso de Teniente a Calalas, hijo de Cauntas,
reyezuelo de las estribaciones del Canlaon, bautizado a los 60 años, siendo padrino
en esta ceremonia el Presbítero Secular Dn. Eusebio Locsin, Párroco de Silay. Conseguido que se casara y que viviera con una sola de sus mujeres, logró traer a toda
su gente a Puncian, lugar arriba de M urcia. En M ampunay, encima de la Carlota,
designó como Teniente a Casitoy; en Bungahin, a Causa; en Bailan, a Camaitis; en
Tinungan, a Larincoy y en Calatcat a Amaray, a quien bautizó con toda su gente
que ascendía a más de 60 adultos. Estos habían sido instruidos ya por el Párroco
de Jimamaylan, N. P. Agustín Olmedillas.
En la expedición al Carolán no fue solo el P. Fernando. Le acompañó el P. José
M aría M artínez, Párroco de Ginigarán, connovicio del P. Fernando.
Grandísimo interés tenían los Padres por conocer al famoso reyezuelo del Carolan, M angabog, al cual anunciaron su visita; y por cierto que fue acogida con
recelo por parte de él y de su gente. M as los Padres, para darles una prenda de la
sinceridad de sus intenciones, les dejaron como en testimonio los hábitos, con la
condición de recogerlos al día siguiente.
S INOPSIS HISTÓRICA
129
Así sucedió. Salieron de Cabancalan los dos Padres y se presentaron en el lugar en
que M angabog les esperaba con su gente. Allí, ante unos 100 infieles armados de
lanzas, crises, rodelas, dagas y sables de palma brava, y M angabog en medio de
ellos, presentáronse los Padres. Los infieles formaron un círculo alrededor de los
Padres con sus lanzas clavadas en tierra. Se colocó M angabog en el centro y se
dirigió a los Padres, diciendo: "Gracias a Dios, seáis bien venidos, amigos y parientes". Después cogió la mano del P. Fernando, y en señal de fraternidad la acercó a
sus labios y la chupó hasta sacarle sangre por absorción, signo usual entre ellos.
Como instara el reyezuelo al P. Fernando a que practicara la misma ceremonia, el
Padre se negó a hacerlo, no por escrúpulo, sino más bien por falta de costumbre.
Con esta entrevista quedaron los dos Padres muy esperanzados de atraer a aquellas pobres gentes al redil de la Iglesia y a la vida social. M as sus esperanzas quedaron trágicamente desvanecidas, debido, como apunta el Sr. Echauz, al egoísmo y
codicia de algunos que explotaban a los monteses, y que precipitaron al Sr. Saravia,
atizando su temperamento belicoso, para que penetrase a sangre y fuego en el Carolán, olvidando las promesas que los Padres y él mismo había dado a los monteses de darles tregua y tiempo para recoger sus cosechas. ¡Yerro funestísimo de un
Gobernador, muy digno por otros conceptos, y cuyas consecuencias lamentaría el
sensible corazón del P. Fernando durante toda su larga vida! Prevenidos los monteses por quienes habían urdido la trama, recibieron a las tropas en actitud hostil; y
acorralados y estrechados por estas, prefirieron entregarse a las llamas, antes que
rendirse y entregarse.
En la costa Oriental otro Recoleto celoso y activo, el P. Antonio M oreno, realizaba o había realizado por esos tiempos conquistas semejantes de evangelización
y reducción. Es una obra verdaderamente colosal la que llevó a cabo este Padre en
el corto espacio de un año; pues, donde no había más de unas familias desperdigadas por el bosque, consiguió con su trabajo formar un pueblo bien trazado, con su
caserío decente, su plaza, tribunal, etc., atendiendo al mismo
130
P. LICINIO R UIZ
tiempo a la obra de la Iglesia que pudo bendecir el mismo año 1850 y a la del Convento. Este pueblo era M anjuyud.
Con estos trabajos y los que se imponía recorriendo aquellos bosques habitados por gentes semisalvajes, logró un aumento considerable de vecinos, tanto en
M anjuyud, como en los barrios de Panaban y Ayungon, e igualmente en los de
M álaga y de San Antonio, compuesto de algunos nuevos cristianos y de algunos
monteses.
Una prueba elocuente de esta labor nos relata el libro de la Parroquia. Desde el
año 1890, dice, al 1893 bautizó el P. M oreno más de 400 adultos de ambos sexos.
Conquistas y trabajos que motivaron una orden del Gobernador General del Archipiélago, Sr. M arqués de Novaliches, en que deseoso de expresar al Padre su
admiración y reconocimiento, le asignó con generosidad nuevos estipendios.
Todos los Recoletos que a la sazón se hallaban en la Isla de Negros sentían los
mismos deseos de reducción y cristianización de sus habitantes; y con el esfuerzo
de todos se fue preparando la base sobre que descansa su expansión y desarrollo
agrícola, ejemplar único en las Filipinas.
Los nombres de algunos Gobernadores se pronunciarán siempre en Negros
con el respeto y veneración que con sus acciones se conquistaron, así como también los de muchos peninsulares e insulares que en sus respectivas esferas promovieron el impulso y desarrollo de las plantaciones adecuadas al terreno que con su
sudor regaron; mas a la cabeza y al frente de todos esos progresos, deberán figurar
los Padres Recoletos. "Nadie puede poner en duda, consigna N. P. Fidel de Blas en
su Labor Evangélica de los Padres Agustinos Recoletos, que nuestros religiosos
Curas has sido el alma de tan asombroso adelanto: ellos han agrupado multitud de
indios desparramados por aquí y acullá, poniendo escuelas y Capillas en sitios
convenientes, asistiéndoles allí en sus necesidades espirituales y temporales, inculcándoles saludables máximas y hábitos de trabajos; siendo a la vez el lazo de
unión entre las Autoridades y los monteses, los peninsulares y forasteros; y trabajando y poniendo en juego todas sus influencias hasta conseguir que todas esas
agrupaciones se elevasen a la categoría de M isiones".
S INOPSIS HISTÓRICA
131
En los "Datos y Detalles" que el Sr. Echauz acopia para el año 1850 señala:
Año 1880
Habitantes de Negros ..................................... 30,000
Pueblos ................................................................. 17
Curas insulares ...................................................... 11
Padres Recoletos ..................................................... 6
Habitantes .................................................... 200,000
Pueblos ................................................................. 30
Curas insulares ........................................................ 2
Padres Recoletos ................................................... 30
En efecto, para el año 1880 se crearon sobre las anteriores las Parroquias siguientes: Zamboanguita, Dauin, Bais, Guinjulgan, Calatrava, Cádiz Nuevo, M urcia, San Enrique, La Carlota, Pontevedra, Isabela y las M isiones de Bayauan, Inayauan y Sipalay. Para esa fecha pasaron a los Padres Recoletos las Parroquias de
Tanjay, Escalante, Saravia, Siláy y Bacolod. La Parroquia de Bago la tomaron el
1882, y la de Ilog el 1890, quedando de ese modo toda la administración a su cargo.
El año 1888 se creó la Parroquia de Binalbagan, y el 1890 la de M anapla.
La población de la Isla crecía rápidamente, y la agricultura se desarrollaba de
una manera inconcebible. De aquí que el Gobierno Español, para atender mejor a
su gobierno y a los intereses que tanto progreso creara, formó y erigió la Provincia
Oriental de Negros el año 1890, independiente en todo de la Occidental, dándole
por Capital a Dumaguete.
En el orden civil y económico se dejó sentir esa expansión; y luego veremos
cómo los Recoletos se sienten con arrestos para acometer la mayor empresa social
y religiosa que se registra en los anales del Archipiélago, obedeciendo a los impulsos de su celo evangelizador y al amor de la Patria que los vio nacer. De una vez,
de un solo golpe, proponen al Vice-Real Patrono la erección de unas 30 Misiones
en ambas Provincias, proposición que acogida favorablemente por el Excmo. Sr.
Gobernador General, M arqués de Tenerife, la remitió para su información a los
Sres. Gobernadores y al Sr. Obispo de la Diócesis, N. P. Leandro Arrue, los cuales
informaron,
132
P. LICINIO R UIZ
como se esperaba, aplaudiendo la creación de M isiones propuesta, salvo algún
detalle pequeño.
En efecto, cursados y librados todos los trámites, el año 1895 se establecían
con su M isionero propio las M isiones de Basay, Giligaon, Bombonon, Ayuquitán, Pamplona, Calagcalag, Hibayo, Valle-hermoso, San Carlos, Toboso, Honobhonob, Argüelles, Sicaba, Victorias, Cabancalang Norte, M alisbog, Guinbalaon,
Concepción, Alegría, Cumalisquis, Zaragoza, San M iguel, M agallón, Odiong,
Suay, Carolán, Dancalang y Campomanes. Total, 28 M isiones.
En San Carlos y Guinbalaon residían ya Recoletos antes de la fecha 1895, en
calidad de Compañeros de los Curas de Calatrava y de Siláy. Y fueron tan halagüeños y rápidos los progresos que en Guinbalaon se alcanzaron con la acción y presencia del P. Juan M anzanares, que cuando los otros Padres destinados a las Misiones se posesionaron de sus destinos, Guinbalaon pasaba a la categoría de Parroquia, y el dicho Padre recibía ya los títulos de la colación canónica.
Con excepción de algunas M isiones que se situaron en la playa, sobre todo en
la Oriental, todas las restantes marcaron un paso de avance y desarrollo hacia los
montes. De haber tardado algunos años la revolución, la Isla de Negros se hubiera
presentado con la respetable estadística de 67 Parroquias numerosas y bien atendidas, no habiendo recibido más que 16 ya formadas el año 1849. ¡Dios Nuestro
Señor en sus altos consejos dispuso las cosas de otro modo! Fue un retroceso
grandísimo, sobre todo en lo religioso, el que la Isla de Negros sufrió con ese golpe.
En cuanto a lo social, civil y estadística urbana concierne, basta visitar los lugares
en donde se hallaban establecidas las M isiones, para abominar de corazón el paso
atrás a que se les empujó; pues, si se exceptúan algunas, la mayoría de ellas no son
más que vergonzosas soledades.
Fieles al plan que nos hemos propuesto en esta historia, muy pocas son las
biografías que en ella insertamos, haciéndolo solamente de aquellos Padres que, en
la región de que nos ocupamos, personificaron en cierto modo toda la acción que
en ella se desarrolló por los Recoletos. En conformidad
S INOPSIS HISTÓRICA
133
con este criterio, no nos parece fuera de marco añadir algunas notas más sobre el P.
Fernando Cuenca.
Nació este Padre en Paracuellos de la Rivera, Aragón, el 30 de Mayo de 1824.
Deseaba vestir el hábito agustiniano, cuando otro joven que se preparaba para ir a
nuestro Colegio de M onteagudo, le invitó para ir juntos a Calatayud y presentarse
al Sr. Dn. Vicente Lafuente. Una vez en presencia de dicho Señor, e informado de
las intenciones de los jóvenes, él les dijo: Está bien, yo escribiré al P. Comisario, y
él avisará, cuándo han de ir a M onteagudo. –¿Cómo a M onteagudo, le replicó el P.
Fernando? –Sí, en M onteagudo están los religiosos agustinos, cuyo P. Comisario
es amigo mío, y al que voy a escribir. –Yo creía que era a Valladolid, a donde íbamos a ir, –repuso el P. Fernando. –Aquellos son otros agustinos; pero a donde yo
puedo recomendarlos es para M onteagudo. –Entonces, lo mismo me hace, concluyó, conformándose. –Y, en efecto, a M onteagudo fue, tomó el santo hábito, y
profesó el 6 de Junio de 1844. Hizo todos los estudios en el único Colegio que
tenía entonces la Provincia, M onteagudo. Allí se aficionó al cuidado de los enfermos, en cuyo ejercicio había de dar después tan gallardas muestras en su Convento
de M inuluan por espacio de tantos años. El P. Lector Fr. Gregorio M arín despertó
más y más las aficiones del P. Fernando, regalándole un librito "M étodo de curar
de Presnit", austriaco bastante anterior al Abate Kneipp. De él y de sus observaciones se sirvió en M inuluan el P. Fernando.
El año 1848 salió de M isión, tardando once meses mortales en llegar a M anila,
después de mil peripecias y contratiempos en el viaje. Baste decir que se vieron
precisados a arribar al Brasil, en donde permanecieron dos meses, y tuvieron que
trasbordar a una fragata norte-americana para continuar el viaje hasta M anila.
Cuando entraron en bahía, iba la fragata como flechada a estrellarse en el bajo de
San Nicolás, peligro del que se salvaron, tomando el gobierno de la nave los españoles tripulantes de la primera embarcación en que salieron de Cádiz.
Como ya era Sacerdote, pronto salió para Cebú, y desde allí con N. P. Provincial Fr. Juan Félix de la Encarnación
134
P. LICINIO R UIZ
partió camino de Argao para Dumaguete, con destino al pueblo de Jimamaylan.
Aquí no se estuvo ocioso como Compañero, pues, siéndolo, se internó en lo que
hoy es jurisdicción del pueblo de la Isabela.
A la vuelta de la Visita de N. P. Provincial de M indanao, le envió Patente para
que administrara M inuluan, que entonces no llegaba a la categoría de un mal barrio
de Filipinas. En los primeros días de Enero de 1850 comienza el primer libro de
bautismos de la parroquia.
De lleno y con aquel ardor que le caracterizaba, aplicóse al mejoramiento de su
pueblo, consiguiendo hacer de un cogonal un pueblo bien urbanizado, rico, próspero y saludable en sumo grado.
Dotado de un carácter vivo y emprendedor ya hemos visto las excursiones
provechosísimas que ejecutó en la costa Occidental, siendo como el fundador de
incontables pueblos.
Promovió con sus recursos y sin retribución ni de parte del Gobierno, ni de
los particulares que se beneficiaban de sus experiencias, el cultivo del café, del
abacá y de la caña dulce.
Era el año 1872, cuando un peninsular intentó en Candaguit colocar una hidráulica, ensayo que resultó desgraciado. Un año después, el camino del interior de
M inuluan, nos dice el Sr. Echauz, era estrecho para contener los carros, carruajes y
caballos que por él transitaban hacia el barrio de Dos Hermanas. El Sr. Gobernador
de la Provincia, el Alcalde, peninsulares, insulares de M inuluan, Bacolod, Silay y
del Sur, hacían alto delante de un camarín, donde se veía al lado de los atributos y
culto de nuestra religión una rueda de madera que la mayoría ignoraba su destino.
El Reverendo P. Fr. M auricio Ferrero, revestido y acompañado del P. Fernando
Cuenca, rezó sus preces y bendijo la rueda, y un peninsular, Don Diego de la Viña
la impulsó, echando sobre ella inmenso caudal de agua distraído del Imbag. Los
momentos fueron de entusiasmo, de satisfacción y de contento. El hombre de genio emprendedor derrotado en Candaguit en intentona parecida, abrazó llorando al
vencedor de M inuluan; las autoridades le felicitaron, y los peninsulares e insulares,
aunados por sentimientos de respeto y gratitud,
S INOPSIS HISTÓRICA
135
daban el parabién a su mejor amigo y protector. El P. Fernando, sin consultar con
nadie, y sólo ingeniándose con su talento y el concurso de algunos maestrillos carpinteros, albañiles y herreros acometió la obra, cuyo feliz éxito nos describe el Sr.
Echauz. Desde aquel día las pruebas para plantar hidráulicas no han cesado, tomando parte activa en ellas su primer constructor.
Resta que digamos algo sobre sus aplicaciones hidroterápicas que con razón
tanta fama en Filipinas y fuera de Filipinas le conquistaron de acertado médico.
M anifestó a N. P. Provincial sus aficiones y tendencias a aplicar el sistema del
agua para la curación de las enfermedades, lo cual no fue desaprobado por el Superior; si bien le ordenó que siempre consultara con el médico, cuando se tratara de
casos difíciles, o de aquellos en que, como Sacerdote, pudiera incurrir en irregularidades. M andato que siempre tuvo presente, pagando de su peculio los honorarios
del médico peninsular.
No tenía montado el Convento con aquella disposición que parecía exigir el renombre que de día en día iba adquiriendo con sus curaciones. Fácil le hubiera sido,
pero huía de todo bombo y aparato por natural instinto. Allí todo era sencillo: un
pozo, una tina de barro, sábanas, toallas y baños de asiento.
Como su mesa era sencilla, no había que hacer alteraciones en obsequio a la
índole de las enfermedades, ni de los enfermos.
Con todo, por M inuluan pasaron Gobernantes, Autoridades eclesiásticas y
civiles, religiosos de la Orden y extraños, peninsulares, extranjeros e indígenas sin
cuento. Podríamos detallar las enfermedades más salientes que el P. Fernando curó
y dar los nombres de los beneficiados, pero lo omitimos en obsequio a la brevedad.
Sepan, con todo, los filipinos de hoy, que a M inuluan acudieron en busca de la
salud los acaudalados y distinguidos personajes, Don Pedro Roxas y Don Enrique
Zobel.
Si enemigo era el P. Fernando de lo que ál llamaba bufo, esto es, la estimación
humana, no lo era menos, de que le quisieran los enfermos pagar sus servicios y
gastos de ropa
136
P. LICINIO R UIZ
que necesariamente lleva consigo la aplicación del sistema, con alguna cantidad.
Cualquiera indicación que se le hiciera en ese sentido, lo mismo que por su estancia
en el Convento, la recibía como una ofensa. Fuimos testigos de su desinterés y
desprendimiento, cuantos tuvimos ocasión de convivir con él. Vivía, lo que se dice,
alcanzado; y tan pronto como recibía los estipendios de Párroco, luego aparecía el
chino comerciante con los vales. Podemos certificar que después de 50 años de
Cura, tan solamente se encontraron en su aposento P200.00 que se los habían dado
no hacía mucho.
No queremos desconocer, ni mucho menos rebajar, los esfuerzos y trabajos
que desplegaron los PP. Recoletos en los 50 años que tuvieron en administración la
Isla de Negros, para darle el impulso que le dieron, mejorándola espiritual, social,
civil y económicamente. Quién más, quién menos, todos aportaron su caudal de
religión y de patriotismo. Al consignar aquí los nombres de algunos, que por su
influencia, prestigios, iniciativas, actividades, proyectos y planes en favor de la
Isla, no tratamos de rebajar el mérito de los demás. Bajo ese concepto, se recuerdan, pues, con gratitud y buena memoria a los M . RR. PP. Ex-Provinciales Fr.
Joaquín Soriano que recibió la administración de la Isla, Fr. Juan Félix de la Encarnación, Fr. Leandro Arrué, dignísimo obispo de Jaro, Fr. M ariano Bernad, después
Superior General de la Orden, Fr. Francisco Ayarra, Fr. Agustín Olmedillas y Fr.
Andrés Ferrero, Obispo también de Jaro, y los Padres Fr. Fernando Cuenca, Fr.
Antonio M oreno, Fr. Pedro Sanz, Fr. Patricio Adell y Fr. M auricio Ferrero.
Cuando los Padres Recoletos se hicieron cargo de la Isla, los edificios públicos, si tal nombre se les podía dar por su aspecto a los tribunales y escuelas, eran
de caña y nipa, a excepción de los de Dumaguete y Bacolod que los tenían de tabique, llamado, pampango. Las Iglesias y casas parroquiales estaban fabricadas de
los mismos materiales, fuera de Dumaguete que la tenía de mampostería con techo
de nipa. En general puede afirmarse que todos los edificios citados se hallaban en el
estado más atrasado que puede imaginarse, al decir del Sr. Echauz. En cambio,
cuando los Padres Recoletos el año 1898 salieron de Negros, muchos pueblos
S INOPSIS HISTÓRICA
137
contaban con sólidos y esbeltos edificios religiosos y civiles ya concluidos: en muchos otros se estaban construyendo con sujeción a planes hábilmente preparados.
Y en general también puede decirse que, de haberse retardado algún tiempo la revolución filipina, hasta las M isiones nuevamente creadas habrían contado a no largo
plazo con decorosos edificios.
Tomamos los datos siguientes del Estado que, correspondiente al año 1897,
trae N. P. Fidel de Blas:
Total de Párrocos o M isioneros ............................... 67.
Total de Religiosos Compañeros ................................ 5.
Número de almas en toda la Isla ...................... 370,524.
A los Sacerdotes o Religiosos dichos hay que añadir los 7 u 8 que se pusieron
en el Colegio de San José, mas algún otro que hasta el año 1898 fue destinado también a Negros.
Como tendrán lugar para enterarse los lectores de los incidentes de la prisión y
salida de los Padres en el Capítulo que a ello dedicamos, aquí solamente diremos
que únicamente el P. Fernando Cuenca no salió de la Isla.
En M inuluan quedó a la edad de 75 años y casi ciego, lacerada el alma, al
contemplar cómo se vino abajo estrepitosamente el monumental edificio que él y
sus hermanos de hábito habían levantado para la Patria.
Tremendos y espeluznantes eran los compromisos que los Jefes revolucionarios contrajeron, a fin de no perdonar a ningún religioso, si bien cuando el Generalísimo Aguinaldo vino de Hongkong con los Americanos, aquellos fueron mitigados
en el sentido de no derramar sangre ni maltratarlos. Con todo, que la expulsión de
los Religiosos de los pueblos era omnímoda y total, no hay lugar a dudarlo.
Ante la venerable y prestigiosa figura del P. Fernando callaron los compromisos y se impuso la veneración y el respeto. No llegaba americano a las playas de
Bacolod que no deseara conocer al que la fama con razón conceptuaba como fundador de Negros. Y las Autoridades militares tanto de Bacolod como de Iloilo,
compadecidas y llenas de admiración para con el anciano, instaron ante el Sr.
Obispo de Jaro, N. P. Andrés Ferrero, para que rogara a N. P. Provincial, a
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P. LICINIO R UIZ
fin de mandar a algún Religioso que acompañara y ayudara al Padre. Eran tales las
circunstancias, y la campaña contra los Religiosos era tan procaz y desmedida, que
no era cosa fácil el complacer aun a las mismas Autoridades Norte-Americanas. Se
resolvió no obstante N. P. Francisco Ayarra a enviar al P. Tiburcio Fernández, el
cual bien a pesar suyo, pues estimaba sobremanera al P. Fernando, tuvo que volverse a M anila. Tanto al Sr. Obispo, como a N. P. Provincial, llegábales al alma la
soledad y aun la ceguera del P. Fernando, que le imposibilitaba la administración de
los sacramentos; y entonces hicieron nueva prueba, enviando al P. M arcelino Simonena. Este Padre, si bien gozaba de simpatías en el pueblo de Minuluan, por
haber estado allí aprendiendo el idioma y haber celebrado la primera misa el año
1896, con todo, se vio obligado a tomar algunas precauciones, tal como vestir la
sotana de los Clérigos y no aparecer mucho en público los primeros meses, obedeciendo esas medidas de precaución, más que a una opinión sentida en el pueblo, a
una opinión formada y sostenida, por las gentes revolucionarias.
Pasaron los meses, y el P. Simonena continuaba sin novedad en la Parroquia
de M inuluan, desempeñando todas sus funciones con gran descanso y consuelo del
P. Fernando. A primeros de Julio del 1901 llegó él a M inuluan; y a últimos del mes
de M arzo del 1902 el P. Fernando, tras breve enfermedad y confortado con todos
los Sacramentos pasó a mejor vida, no sin haber tenido el consuelo de ver a su lado
al P. M auricio Ferrero, quien para esas fechas había vuelto a su Curato de Bacolod
con otro Padre, el P. Pedro M oreno. Sin tardar mucho salieron para Negros los
Padres Ángel Fabo, M elchor Ardanaz, Pedro Pérez, Eusebio Valderrama y Juan
Lorenzo. Estos dos últimos para San Carlos, y los anteriores para Bacolod y La
Castellana. También salió el P. Julián Ortiz para coadjutor de M inuluan.
Estos fueron los primeros Padres que iniciaron la vuelta a Negros; a estos siguieron luego otros.
Por este tiempo tuvo lugar en mala hora la manifestación cismática del Clero
de Jaro, salvo contadas excepciones contra el Ilmo. Sr. Ferrero. Este Señor, al igual
que todos los Señores Obispos españoles, presentó la renuncia a la Santa
S INOPSIS HISTÓRICA
139
Sede, la cual admitida, partió para España. Sucedióle el Ilmo. Sr. Dr. Dn. Federico
Rooker norte-americano, varón de singulares prendas de celo y entereza de alma.
Gallarda muestra de ello dio, cuando al hacer su entrada en Jaro, lo primero, antes
de entrar en la Catedral profanada por el cisma, lo primero que hizo, repito, fue el
reconciliarla. Después, a todo Clérigo que se le presentaba en Palacio y que se había adherido al cisma, le exigía abjuración de tal rebelión, antes de comparecer en su
presencia.
No mucho después de la llegada del Ilmo. Sr. Rooker, pasó de Negros a Jaro el
P. M arcelino Simonena para saludarle y ofrecerle sus respetos. Y entonces fue
cuando el Sr. Obispo le pidió que redactara una carta en castellano que él firmaría,
para el P. Vicario Provincial, Fr. M anuel M ateo, expresándole sus deseos de que
los Padres Recoletos volvieran a cuantos Curatos habían antes administrado. Así
se hizo y se mandó la carta a M anila.
Las disposiciones del Sr. Rooker estaban bien manifiestas; y cuando los pueblos sintiéronse algo más libres de imposiciones, digámoslo oficiales, se atrevían
hoy uno, mañana otro, a expresar su voluntad de tener Cura, aunque fuera Religioso; porque, como ya hemos dicho antes, la opinión desfavorable no era la sentida
por el pueblo, sino creada e impuesta por los llamados a sí mismos directores.
En los años siguientes fueron volviendo algunos Padres a Negros, así como a
Romblón, que es de la misma Diócesis, y que también había sido de nuestra administración.
A la época que venimos reseñando, corresponde la aparición de la hidra cismática aglipayana, engendro de gente tan ignorante como ambiciosa. Voz pública fue
que el desdichado Aglipay, sacerdote renegado de la Diócesis de Vigan, fué dócil
instrumento del Gobernador General Taft, quien patrocinó al fundador de la Iglesia
Filipina Independiente así llamada, para sus fines de división de los filipinos, y
aun me atrevería a decir, conocida la perspicacia del tal Señor, para presentarlos y
exhibirlos ante el mundo, como seres de ángulo facial bien limitado. Sí, la historia
imparcial y serena presentará a las generaciones el aglipayanismo tal cual lo representan y exhiben sus actos; y en este sentido, equivale
140
P. LICINIO R UIZ
a colocar al pueblo filipino en la puerta del ridículo y del escarnio. No creemos que
el pueblo filipino se merezca tan injusto tratamiento.
Pronto salió a campaña el renegado Aglipay, y lo que faltaba a sus prendas
personales, lo suplió la acción oficial de los M unicipios, la adhesión de algunos
otros también renegados Sacerdotes y la carencia de Párrocos en que estaban muchos pueblos.
Por estas y otras razones le fue cosa fácil sembrar la semilla de la discordia y
desunión, y aun atizar la mala voluntad que las clases directoras abrigaban contra
los Religiosos. M uy críticas y muy difíciles han sido las circunstancias por las que
han pasado muchos de los Padres Recoletos, y ninguno dio la espalda al deber y a
la defensa de los intereses religiosos. Todos cuantos han administrado y administran en Negros después de la revolución, permanecieron constantes en sus puestos
sin cederlos al enemigo, con el que sostuvieron rudas y tenaces campañas. Viven
aún y esto hace que nuestra pluma no estampe sus nombres. Entre los muertos
enumeramos a los Padres, M elchor Ardanaz, Antonio Hernández, León Galdeano
y Gregorio Asín.
Lo acaecido al P. Víctor Baltanás en Escalante merece mención especial. Este
bondadoso Padre, cuyos datos biográficos pueden leerse en el Catálogo del P.
Sádaba, se hallaba regentando la Parroquia de Escalante, Negros Occidental, cuando
en la noche del 15 de Mayo de 1909, entrando en su convento, se le abalanzó un
hombre bolo en mano, quien le dio repetidos golpes con tal arma, huyendo después a favor de la obscuridad. El Padre todo desangrado pudo apenas subir la escalera del convento y entrar en su cuarto, a donde acudieron los muchachos. Estos
dieron gritos llamando a los policías del M unicipio. Acudieron algunas gentes y
también el Dr. Dexter; mas, no hubo remedio para él. A eso de las 5 de la mañana
falleció, no teniendo ni el consuelo de verse asistido por sus hermanos. Escalante
es el pueblo de peores comunicaciones en toda la Provincia.
Del Proceso instruido en Escalante, que a la vista tengo, tomo la relación de la
trama y acuerdo que los aglipayanos tomaron para ejecutar el sacrilegio. "El día 13
del actual,
S INOPSIS HISTÓRICA
141
como a las doce del día, el Capitán Gil reunió en su casa a los individuos denunciados, estando yo en el acto presente, dijo que era necesario eliminar de este pueblo
al Fraile, pero hacerlo de un modo que no le queden ganas de volver otro Fraile. –El
día Sábado, 15 del actual, volvió a reunir a los citados individuos como las doce del
día, hallándome yo presente, dijo el Capitán Gil Gamao: están muy contentos los
romanistas, porque han ganado el asunto contra el M unicipio; y dirigiéndose a
José, le propuso dispensarle la deuda de cincuenta pesos, si se comprometía a matar al P. Víctor Baltanás. José se sonrió y dijo: ¿y si nos descubren? Contestando
el capitán Gil; no tengas cuidado, que yo te defenderé, etc." Basta saber, para
nuestro objeto, que en todo se hallaba conforme con el Capitán Gil el Pare-pare
aglipayano, Sotero G. Cuenca, tanto en las juntas previas, como después del asesinato. Asimismo resulta de las declaraciones de Escalante que el asesino fue M auricio Gamao, hermano del Capitán Gil.
El P. Francisco Echanojáuregui, que estaba en San Carlos, fue el primero que
llegó a Escalante después de la desgracia. Sentimos no tener a mano la sentida y
laudatoria carta que con motivo de esta muerte escribió a la familia del difunto el
Ilmo. Sr. Obispo de la Diócesis, Dionisio Dougherti, hoy Cardenal en Filadelfia, U.
S. A.
La prensa de aquellos días se expresaba en los términos que apreciará el lector.
"El P. Víctor Baltanás, decía "Libertas", según testimonio de los mismos disidentes, era un hombre incapaz de suscitar odios y venganzas de nadie. No tenía enemigos ni podía tenerlos, dado su carácter, su conducta irreprensible, su celo por su
propio ministerio, su caridad para todos y su abstracción absoluta de todo lo que
no se relacionara con su ministerio espiritual".
"El Nuevo Heraldo" de Iloilo refería: "Desde el Presidente hasta el último sementerero de los barrios más apartados han desfilado todos por delante del cadáver, demostrando las infinitas simpatías que el pueblo entero sentía hacia el difunto, a excepción de dos familias que, como tienen las casas hechas con maderas de la
iglesia, por vergüenza no se atrevieron a ir al convento; los demás, todos en masa
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P. LICINIO R UIZ
y en procesión continua, tanto de día como de noche, advirtiendo que ni en la fiesta del pueblo se ve tan grande multitud".
Los aglipayanos tenían tramada y dispuesta la muerte del P. Ángel Fabo que
estaba en Sumag, para la misma fecha.
El estado actual de nuestros M inisterios en la Isla de Negros es el siguiente:
En la Occidental, Cabangcalan, Isabela, La Castellana, La Carlota, Sumag, M urcia,
Bacolod, Talisay o M inuluan, Vito-Sagay, Escalante, Calatrava y San Carlos. Doce
Curas Religiosos y dos Compañeros, total 14.
En la Oriental; Bayauan, Siaton, Zamboanguita, Dauin, Bacong, Nueva Valencia o Luzuriaga, Dumaguete, y Sibulan. Ocho Religiosos Curas y tres Compañeros,
total 11.
La falta de fondos y penuria económica de las Parroquias déjase sentir muchísimo en general, y con todo no hay pueblo ninguno en que no se haya levantado o
restaurado algunos de los edificios parroquiales. Y así como decimos que en algunos pueblos se ha trabajado no algo, sino mucho, tales como Nueva Valencia, Sibulan, Talisay, La Castellana y aun Sumag, asimismo decimos que en San Carlos y La
Carlota no se ha hecho todo lo que se podía haber hecho.
D UMAGUETE
El origen de este pueblo es muy antiguo. Aunque se desconocen por completo
sus principios, no obstante, podemos afirmar con verdadero fundamento que se
remontan al menos a los primeros años del siglo 17.
La fundación de la Parroquia como independiente de la de Tanjay, que fue el
año 1620, nos da un motivo o razón para esa conjetura o afirmación que arriba
hemos hecho.
Fue su primer Párroco Dn. Juan de Roa y Herrera. Por ese tiempo pertenecían
a esta Parroquia los barrios de Hiligaon o Iligaon, incluso el de Cauitan, que debe
ser el hoy Tolong.
El Curato de Dumaguete era de oposición, lo que demuestra la importancia
que ya antiguamente tenía.
Uno de los Curas más célebres que han administrado
S INOPSIS HISTÓRICA
143
esta Parroquia fue el P. José Fernández de Setien, quien estuvo al frente de ella
hasta el 1776, habiendo comenzado el año 1754.
Cuéntase de este Padre, perteneciente a la nobleza de España, que fue desterrado a Filipinas por un grave delito de lesa M ajestad. Estando en Cebú, como
viese que le era muy difícil volver a España, se decidió por seguir la carrera del
Sacerdocio, lo que en efecto puso por obra, siendo destinado, apenas terminó sus
estudios, al Curato de Dumaguete.
Grandes y dignos de eterna memoria son los trabajos por este Padre realizados. A él se debe la fábrica de la Iglesia actual, sin el crucero, y el hermoso Convento Parroquial, que, trasformado y arreglado por nuestros Padres, es uno de los
Conventos más espaciosos y grandes de la Provincia. Hoy se halla establecido en
él un Colegio de niñas dirigido por las hermanas francesas de Saint Paul, viviendo
el Cura en una casa de reciente construcción que levantó el P. M elchor Ardanaz,
Cura que fue de Dumaguete.
En 1846 se quemó la Iglesia, reduciendo a pavesas todo el interior.
En el 1855 se hicieron cargo de esta Parroquia los Padres Recoletos, siendo su
primer Cura el P. Antonio Úbeda que la administró por espacio de un año solamente.
A este Padre y al P. Lago que también estuvo muy poco tiempo, sucedió el P.
Antonio M oreno, Andaluz, quien dotó a la Iglesia de valiosos ornamentos, como
altar de plata, ciriales de id., blandones artísticamente trabajados y otros objetos
con los que la Iglesia ganó muchísimo, pues aún recuerdan los Dumagueteños de
hoy (los ancianos) la solemnidad con que aquel Padre celebraba las fiestas religiosas.
Construyó asimismo este Padre dos hermosas y muy capaces escuelas de
mampostería, que aún hoy subsisten en poder del Gobierno, y comenzó la obra del
Cementerio, asimismo de mampostería, que no pudo terminar por haberle sobrevenido la muerte.
No fue menor la labor realizada por su sucesor el P. Juan Félix de la Encarnación, dignísimo Superior que había sido de la Provincia. A su actividad se debe el
piso de la
144
P. LICINIO R UIZ
Iglesia de madera finísima y escogida y el actual retablo del altar, en cuyas obras
mostró singular empeño, llevando al pueblo artífices de M anila.
Reformó o, más bien, hizo de nuevo el Tabernáculo, de madera la más escogida, con incrustaciones y adornos de plata, ciriales, frontal, candelabros, palio e
incensario, dejando un completísimo servicio de Iglesia.
A este Padre le relevó el 1880 el Rmo. P. M ariano Bernard, que pocos años
después tuvo el cargo de Superior General de toda la Orden, cuya meritoria labor
en Dumaguete no es fácil concretarla en el pequeño espacio que damos a estas monografías.
Fuera de los trabajos realizados por el P. M ariano en el Convento, trabajos
que casi por completo le trasformaron, y en la Iglesia y Cementerio, en los que
hizo obras de importancia, y además de que las calzadas y vías principales que
hermosean la población, como los puentes e imbornales etc., se deben en gran parte a su iniciativa, su obra principal, que no ha muerto todavía, es la obra de fe y de
piedad que dejó en sus feligreses. Su nombre es recordado aún ahora con gratitud y
veneración por todos los Dumagueteños sin excepción de clases; y podemos afirmar, sin temor a que nos desmientan, que el pueblo de Dumaguete merced al celo
del P. M ariano, alentado después por sus sucesores, es uno de los pueblos más
religiosos de Filipinas.
Cuando nos vimos precisados a abandonarlo en la revolución, fue servido por
un Filipino hasta su muerte, sucediéndole inmediatamente el P. Calixto Gaspar, a
quien relevaron los PP. Juan Lorenzo, el virtuoso P. M elchor Ardanaz, cuyas virtudes dejaron gratísimos recuerdos en el pueblo y el P. Francisco Ortuoste, actual
Cura, a quien se debe la conclusión del actual Campanario y la continuación de la
pintura al óleo, obra comenzada por sus antecesores.
BACONG
Separado civilmente en el año 1838 del pueblo de Dumaguete, continuó dependiendo de éste en cuanto en lo eclesiástico hasta el año 1849. Fue su primer
Cura N. P. Fr. Joaquín Soriano, que se hizo cargo en 4 de Junio de dicho
S INOPSIS HISTÓRICA
145
año. Levantó edificios provisionales que permitieron vivir con algún desahogo y
ejercer las funciones del culto con algo de decencia, mientras él llevaba a cabo la
construcción de edificios consistentes.
En el mes de Junio de 1856 principió la construcción del Convento de materiales fuertes, el que dejó ya a punto de terminar en el año 1859, mes de Setiembre, en
que hizo entrega de la Parroquia al P. M iguel Álvarez.
En el mes de M arzo de 1866 se colocó la primera piedra de la Iglesia por el P.
Fr. Leandro Arrué. En ella trabajó con gran ahínco hasta el año 1868, mes de Enero, en que fue relevado por el P. Fr. Sebastián Leza. Encargóse por segunda vez del
ministerio de Bacong el P. Fr. Leandro Arrué en Junio de 1882, y logró durante el
segundo periodo de su administración terminar por completo la parte exterior de la
Iglesia, que él principiara el año 1866. Se celebró la primera misa en la nueva Iglesia
en Agosto de 1883 el día de la festividad de N. G. P. Sn. Agustín.
Entusiasmado trabajaba N. P. Fr. Leandro en el adorno interior del templo,
cuando recibió la noticia de haber sido presentado por S. M . el Rey Dn. Alfonso
XII para Obispo de Jaro y preconizado por N. S. P. León XIII en el consistorio
celebrado en 27 de M arzo del año 1885.
En 15 de Junio de 1885 se encargó de esta Parroquia el P. Leandro. A este Padre se debe el trabajo y adorno interior de la Iglesia; y durante su administración
empieza a manifestarse en Bacong, con todo su esplendor, el culto característico de
la Religión cristiana. A él se debe también el adorno interior de las paredes, la construcción del pavimento, pintura interior, el retablo del altar mayor y los laterales;
y, a iniciativa e instancias suyas, fueron compradas por el pueblo un bonito juego
de arañas y pilas de mármol para baptisterio y para el agua bendita en las puertas
del templo.
Asentó asimismo los cimientos de la torre; pero, recrudeciéndosele una enfermedad que ya de antemano padecía, suplicó el traslado a otro punto. Continuaron
la obra, llevándola a feliz término, los PP. Fr. Lorenzo Cordón y Jorge Carcavilla.
146
P. LICINIO R UIZ
En 28 de M arzo de 1894, siendo Cura el P. Jorge Carcavilla, se colocó el órgano donado a la Iglesia por el pueblo.
La calzada de Bacong a Valencia fue abierta por los PP. Fr. Leandro Arrué y
Fr. Eladio Logroño. El P. Eladio construyó el puente de tabla con estribos de
mampostería entre Valencia y el lindero.
D AUIN
Según el autor de los apuntes o memoria sobre esta Parroquia, el pueblo de
Dauin es bastante antiguo, y añade que a este pueblo se refieren nuestras Crónicas,
cuando dicen que nuestros Padres predicaron el Sto. Evangelio en Negros.
Sea de esto lo que quiera, lo que consta como cosa cierta de la existencia de este pueblo es la fecha de 1777, en la cual en el libro Canónico de difuntos de Siaton
aparece una partida firmada por el Presbítero Dn. M anuel Sanz y Arenas, Cura de
Dumaguete. En los años sucesivos sigue siendo visita de Siaton y su Cura Dn. José
Tebes, hasta el 1796 en que Siaton se desmembró de Dumaguete, continuando
Dauin perteneciendo al partido de Siaton. Esta preeminencia de Siaton sobre Dauin, figurando el primero como Parroquia o cabeza de partido, duró hasta el año
1835, en que según se ve en la rehabilitación de los libros Canónicos hecha en ese
mismo año por el Obispo Dn. Fr. Santos Gómez M arañón, aparece Dauin como
cabeza de toda la Parroquia que entonces llegaba hasta el río Sicopon.
Ya en 1831 Dn. José Arias que sucedió en el Curato a Dn. José Barredo, que
la administró por espacio de más de 30 años, se intitula Cura interino de Dauin y
Siaton, dando como se ve, preferencia a Dauin.
Fue su primer Cura colado Dn. Félix Ramos desde 1837 hasta el año 1857, en
que por Decreto de 15 de Octubre de esta última fecha el Ilmo. Dn. Fr. Romualdo
Jimeno, Obispo de Cebú, nombró para regentarlo al Recoleto P. M anuel Navarro.
Para esta fecha ya estaba el pueblo en el lugar que hoy ocupa, pues antes por
causa de los moros había estado más próximo al monte y tenía una pequeña Iglesia
de tabique. El P. M anuel que administró dicha Parroquia hasta
S INOPSIS HISTÓRICA
147
el día 29 de Agosto de 1864, en que acaeció su muerte en el mismo pueblo, comenzó a levantar la actual Iglesia de piedra, dejando ya construidos los muros de la
Sacristía, presbiterio y cruceros con su techo.
El P. Tomás González construyó el Convento y prosiguió la obra de la Iglesia,
si bien debemos decir que la Iglesia de Dauin, tal como hoy se encuentra, es obra
del P. M anuel Cabriada, que la regentó desde el año 1874 hasta la Revolución, excepto algunas pequeñas interinidades de otros Religiosos.
El P. M anuel agrandó la Iglesia un cuerpo más, para darle las proporciones correspondientes; pues antes era pequeña y desproporcionada, por lo que tenía un
aspecto muy feo.
Grandísimo fue el trabajo que tuvo que hacer el P. M anuel, porque, nada más
que para nivelar el terreno sobre que está edificada la Iglesia, tuvo que extraer
grandísima porción de tierra; pero, con esta operación, la obra nueva que añadió y
el pórtico elegante que construyó de sillares escogidos y esbeltas columnas dejó
una Iglesia fuerte, capaz y digna de Dios Nuestro Señor y del pueblo de Dauin,
que tantas muestras ha dado de su piedad religiosa, coadyuvando a esas obras y
trabajos de sus Curas Párrocos.
ZAMBOANGUITA
Por Real Decreto de fecha 21 de M ayo de 1866 fue erigido este pueblo en parroquia independiente de su matriz, Dauin; y fue provisto de Párroco en 30 de
Diciembre del mismo año. El primer Recoleto destinado a Zamboanguita fué el P.
Fr. Faustino Sánchez, que administró hasta el mes de Septiembre del año 1867,
mes en que ocurrió su muerte. Encargóse luego interinamente de la parroquia el P.
Patricio Adell, y en 2 de Febrero del 1868 abandonó la Iglesia primitiva por amenazar ruina, ejerciendo las funciones eclesiásticas en un camarín provisional construido al efecto. En 24 de Febrero hizo entrega de la parroquia al P. Fr. Juan José,
que falleció en 17 de M arzo del mismo año. Encargóse nuevamente el P. Patricio
Adell, quien administró
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P. LICINIO R UIZ
hasta el 15 de Julio del mismo año; fecha en que hizo entrega de la parroquia al
P. Fr. Tomás González. Levantó este por el pronto una Iglesia provisional, dedicándose luego al acopio de materiales para convento e iglesia de construcción
sólida, sorprendiéndole la muerte en esta tarea en 1.o de Septiembre de 1871.
Púsose luego al frente de la parroquia el P. Laureano Navarro, que la regentó hasta
el 11 de Diciembre de 1880. Levantó convento de tabla, y edificó el cañón de la
iglesia nueva, y asentó los cimientos de los cruceros. Sucedióle el P. M atías Villamayor, y a este el P. Lorenzo Cordón, quien continuó la obra de los cruceros hasta
los arcos de las ventanas. Últimamente el P. M anuel Gamboa, que administró el
pueblo desde 16 de Diciembre de 1890, ha logrado casi poner fin a la obra de la
Iglesia. En 1908 volvió a encargarse de esta Parroquia, que desde la Revolución
había estado servida por Curas filipinos, el P. Licinio Ruiz, regentándola hasta el
año 1913, en que se vio precisado a retirarse a M anila por enfermo.
Después de unos meses que interinamente la sirvió el P. Andrés Ferrero, la regentó el P. Ciriaco Echevarría y desde su fallecimiento que fue el 1923 hasta la
fecha es su Cura Párroco el P. Alejandro Osés, quien ha sabido captarse de tal modo las simpatías del pueblo, que este, agredecido, ha sabido también corresponder
a las bondades de su Párroco, y con esta ayuda ha podido techar de hierro la Iglesia, que era, sin duda alguna, la obra más importante y necesaria para la conservación del edificio y que contribuirá, con algunos detalles más que irá poco a poco
perfeccionando, a dejar una Iglesia hermosísima, pues es de sólidos muros y muy
espaciosa.
Como suceso curioso vamos a consignar uno de los no pocos que suelen acaecer en Filipinas.
En el año 1887 se presentó en los montes de este pueblo y Tanjay un individuo natural de Zamboanguita, llamado Ponciano Elofre (a) Camoy), titulándose a
si mismo Dios Buhaui, diciendo que era el Redentor, que no pagarían ya tributo
(pero les cobraba) y que con sus predicaciones consiguió reunir muchísima gente
de todos los pueblos de la costa que ciegamente le seguia y construir casi un pueblo con
S INOPSIS HISTÓRICA
149
su Iglesia y Tribunal en el monte en la medianía de Tanjay a este pueblo. A todo
nuevo adepto que se le presentaba, le obligaba a llevar el tributo impuesto por él
para gastos, y además una candela. Tenía su guardia de honor que ciegamente
cumplía sus órdenes y a la cual mandaba hacer correrías en las inmediaciones de los
pueblos. A todas cuantas personas encontraban, les exigían el tributo y candela; y
si no la presentaban, los llevaban a presencia del Dios Buhaui, quien los castigaba a
su gusto por no cumplir sus órdenes.
En vista de todo esto se puso en movimiento la guardia civil en persecución
del citado Dios. Este evitaba siempre tener un encuentro con la fuerza armada, y
tan pronto se presentaba sobre Tanjay como sobre este pueblo, pues era muy conocedor de las veredas que por el monte ponen en comunicación el pueblo con
Tanjay. Envalentonado el Dios Buhaui por la mucha gente que le seguía, una noche
del mes de Agosto de 1887, lluviosa y oscura, determinó entrar en el pueblo de
Siaton, contando con espías, como así lo efectuó, presentándose a la entrada del
mismo, cerca del río Siaton. La guardia civil estaba en aquel entonces reconcentrada
en el pueblo, disponiéndose a dar una batida al citado Dios Buhaui, cuando se presentó en el convento, donde estaba la oficialidad, un individuo, manifestando que
Buhaui estaba cerca del pueblo. Todos querían abatirlo inmediatamente, pero el
Jefe accidental de la Línea, el Teniente Señor Domenech, con más prudencia dispuso que, en vista de la lluvia y oscuridad de la noche, se pusiese toda la fuerza sobre
las armas, para evitar un golpe de mano, y salir a primera hora del día siguiente,
como así lo efectuaron.
Al salir al día siguiente la fuerza armada al mando del Teniente Sr. Domenech,
observaron que Buhaui se había retirado al otro lado del río, y se hallaba parapetado en el sitío llamado Nabais, teniendo el río, por delante y el bosque por detrás,
para poder huir con más facilidad, por si las veía mal. El Teniente Domenech
mandó atravesar el río a la fuerza que mandaba, lo que él también hizo, teniendo
que dejar los caballos; y sin acobardarse por el número de enemigos, le acometieron
con ardor.
Los secuaces de Buhaui, al ver la valiente acometida
150
P. LICINIO R UIZ
de los soldados y que caía herido su Rey Redentor, sin haberle valido su antinganting, tomaron las de Villadiego; pero, conservando algo de serenidad, pasaron
otra vez el río y robaron los caballos de los oficiales con la buena intención de ir
más descansados en su fuga. Recogido el cadáver de Buhaui, lo trasladaron al pueblo, depositándolo en el Tribunal para su identificación.
Con la muerte de Buhaui no quedó pacificado esto, pues en su lugar quedó su
mujer que se hacía llevar en una silla como Reyna Viuda, y en lugar del difunto
Buhaui, quedó su Cuñado Valentín Tubigan (a) Cachilá que se hacía llamar sucesor
de Buhaui y también Redentor del mundo. Tales y tan alarmantes fueron las noticias sobre el estado de estos pueblos que llegaron a M anila, y el Excmo. Sr. Capitán General Dn. Valeriano Weyler, mandó dos compañías de Infantería al mando
del Teniente Coronel Dn. Faustino Villabrille, viniendo también el Capitán General
Weyler en el mes de Diciembre de 1887.
Luego de llegado el Sr. Villabrille con la fuerza a sus órdenes, dio algunas batidas por los montes de Bonibonon, Siaton, y Tolon en persecución de Valentín
Tubigon y del famoso criminal, el montés Camartín; y al observar que más era el
ruido que las nueces, y que estos Señores del monte se ocultaban como los conejos
en sus cados, y que era poca la gente que les seguían, se embarcó para la provincia
de Antique, donde también salió otro Dios.
En el año 1888 una patrulla de la Guardia civil de esta sección, que con un
buen espía salió en persecución del segundo Redentor Valentín Tubigan, tuvo la
suerte de encontrarlo en una casa en el monte; y al intimarle la rendición, en vez de
hacer caso, hizo armas en unión de su hermano Higinio, llamado el Dios Talisic,
contra la patrulla, la que en vista de la resistencia hizo fuego contra los dioses, cayendo a la primera descarga el Dios Talisic y enseguida su hermano Valentín, sucesor de Buhaui: recogidos los cadáveres, fueron traídos al pueblo, quedando vagando por los montes el criminal Camartín.
S INOPSIS HISTÓRICA
151
N EGROS ORIENTAL. SIATON
Este pueblo sufrió varias trasformaciones, respecto al lugar que ha ocupado,
aunque siempre estuvo a la orilla del río denominado Siaton, de donde tomó el
nombre.
Primeramente estuvo en el sitio llamado Ulambit, después en Nauauag y posteriormente en el sitio que hoy ocupa el Cementerio. Estando en este lugar por los
años de 1792, le atacó una fuerte partida de moros, a cuya acometida los naturales
huyeron al monte y allí vivieron hasta el 1832, en que poco a poco fueron bajando
hacia la playa y formaron el actual pueblo.
En el año 1620 se segregó de su matriz, Tanjay, la Parroquia de Dumaguete
que comprendía, como hemos dicho, el barrio de Siaton y fue su primer Cura Dn.
Juan de Roa y Herrera, por Decreto expedido por el General Fajardo en 15 de
M arzo del expresado año.
A Dumaguete perteneció hasta el año 1796, en que fue declarada Parroquia independiente: en ella estaban comprendidos los que hoy son pueblos de Zamboanguita y Dauin, residiendo el Cura más en este último punto, a causa de ser en él
más frecuentes las invasiones de los moros.
En el mes de Setiembre de 1848 tomó posesión de ella el primer Cura Recoleto, el P. Ex-Provincial Fr. Agustín Olmedillas, a quien en Febrero del 49 sustituía
el P. Tomás M ezquita, por haber sido trasladado el primero a Jimamaylan.
Al hacerse cargo el P. Tomás de esta Parroquia, contaba solamente en la extensa jurisdicción que abarcaba cerca de 100 kilómetros, 714 tributos, cifra que debe
tenerse en cuenta, para poder apreciar mejor la labor de nuestros misioneros.
Había bastantes infieles en toda aquella costa. Lo primero que hizo el P.
Tomás, sin tener aún habitación donde cobijarse, fue una visita a los barrios, visita
penosísima, por la falta de vías de comunicación, que hoy mismo no existen. Afortunado en su primera visita (pues bautizó unos 100 monteses en la jurisdicción de
Bayanan), volvió a Siaton a trabajar en la Iglesia y Convento, alternando unas
152
P. LICINIO R UIZ
veces en el pueblo para inspeccionar y continuar los trabajos, y otras en los barrios, cuidando de aquellos pobres infelices, consiguiendo copiosos frutos en todas
ocasiones. En Basay bautizó 80 monteses más; en otra ocasión 30, y así en otras
expediciones, distinguiéndose la que hizo en los meses de Enero y M ayo, en que
administró el bautismo a 187 adultos en el barrio de Basay y 73 id. en el de Tolong, debiéndose a sus desvelos y trabajos la formación del pueblo de este último
nombre, que con el tiempo llegó a ser una misión importante.
En tarea tan cristiana le vino el relevo que fue el P. Celestino Romero. Justo es
decir en honor del P. Tomás que a su salida no sólo dejó casi terminada la Iglesia de
Siaton, sino otras en los barrios, alguna de las cuales fue destruida, como la de Basay, en una entrada que en M arzo de 1856 hicieron los moros en aquel barrio.
Varios son los Padres que se sucedieron en aquel ministerio, entre ellos el P.
M anuel Cabriada, que fue el 1.er M isionero de Tolong, a raíz de haberse declarado
independiente de su matriz; los PP. Fernando Ramos, José Lago y Pedro Lago;
este último continuó la obra del Convento, comenzada por sus antecesores.
Todavía en estos años eran frecuentes los asaltos de los moros. En 1869 cautivaron a varios pescadores en punta Salay y en el de 1871 hicieron lo mismo en el
barrio de Cabangahan, cerca de Tolong.
En 1872 volvió el P. Cabriada a Siaton y desde luego se ocupó en reunir los
materiales necesarios para levantar una iglesia digna de Dios Ntro. Señor y que
correspondiese a la importancia que iba adquiriendo el pueblo de Siaton.
Principió dicha obra el P. M anuel, pero sustituido por P. Julián Adán, este fue
el que continuó la obra comenzada y la terminó, dejándola con techo de hierro,
piso magnífico y con todos los adherentes y enseres necesarios a la decencia de la
casa del Señor.
BAYAOAN, TOLONG, BASAY, CAMPOMANES ,
HILIGAON Y BOMBONON
Bayaoan era un pequeño barrio compuesto, en su mayor
S INOPSIS HISTÓRICA
153
parte, de monteses que poco a poco fueron reduciéndose con las continuas visitas
que hacían los Curas de Siaton.
Por los años de 1868 ya formaba un núcleo considerable de cristianos, lo que
motivó la creación de una nueva misión, que tuvo lugar el dos de Julio de 1868, y
que fue aprobada en dicha fecha por el Ilmo. Sr. Dn. Fr. M ariano Cuartero, en
tiempo que desempeñaba el cargo de Provincial el P. Leandro Arrué, más tarde
Obispo de Jaro.
No obstante esta aprobación, no fue a la misión el Cura hasta el año 1876, en
que tomó posesión de ella el P. Valentín Casamayor.
A la llegada de este Padre constaba el pueblo de sola una cabecería. Con la poca ayuda que podían prestarle los naturales, comenzó el Padre una Iglesia y Convento provisionales, Iglesia y Convento que fueron sustituidos años más tarde por
otros algo más sólidos que hizo el P. Ángel M aestro.
Durante la administración de este Padre comenzó a organizarse algún tanto la
población, pues a su iniciativa y dirección se deben la casa municipal, la casa cuartel, la calzada que conduce a la playa o embarcadero, así como la apertura de un
pozo de aguas potables, único que había en la población.
La Iglesia de cota y tabla se inauguró con una solemne fiesta, siendo padrinos
Dña. Cornelia Tebes y Dn. Baldomero Torres, Comandante de 7.o tercio de la
Guadia Civil, el 25 de Julio de 1890, siendo M isionero el P. M anuel Guillorme.
Bayaoan ha sido uno de los pueblos que relativamente han prosperado más
que otros. Insignificante en sus principios, hoy es un pueblo de unas cinco mil
almas, con campos hermosísimos para arroz y azúcar.
A la sombra del misionero fueron acudiendo de una y otra parte gentes, que
radicándose en él, fueron labrando poco a poco aquellas tierras y logrando en ellas
tal producción que hoy es uno de los pueblos principales de Negros Oriental.
En 1907 se arruinó por completo la Iglesia, no habiendo allí misionero; estaba
en aquella fecha administrada por el Cura de Siaton desde que se hizo cargo de este
último pueblo,
154
P. LICINIO R UIZ
después de la revolución, el P. Tiburcio Fernández, a quien relevó luego el P. Juan
Lorenzo.
Considerada por nuestros Superiores la importancia de Bayaoan, mandaron
allí con carácter permanente al P. Luis Recarte, a quien relevó el P. Juan Rodríguez,
actual Cura de Siaton que levantó la Iglesia que hoy existe y a este el P. Jesús
García que hizo la pequeña casa que sirve de morada al misionero. Al frente de esta
misión está hoy el P. Abundio Frías, que tiene bajo su jurisdicción las antiguas
misiones de Basay, en la que hoy no quedan ni vestigios de la Iglesia, ni del hermoso Convento que construyó su primer y único M isionero el P. Inocente Lamata, y
la de Tolong, en la que sólo queda la Iglesia levantada por los antiguos Misioneros.
A pesar de ser más antigua la misión de Tolong que la de Bayaoan, aquella ha
quedado completamente postergada.
La misión de Hiligaon, barrio entre Tolon y Siaton, en la que estuvo de M isionero el P. Juan Lorenzo, hoy día depende del Cura de Siaton, sin nada que recuerde
la estancia del misionero y sin notarse en él ningún progreso, antes al contrario; y
es que el Cura al menos en estos pueblos era el que iniciaba y sostenía ese progreso.
Así vemos cómo las misiones referidas y la de Campomanes en la costa SurOeste y la de Bombonón, situada entre los pueblos de Siaton y Zamboanguita, han
sufrido un retroceso notable, pues apenas si quedan en ellas algunos pocos habitantes.
N UEVA VALENCIA O LUZURIAGA
Erigióse en Parroquia independiente de su antigua matriz, Dumaguete, y fue su
primer Cura el P. Fr. Tomás M ezquita que construyó Iglesia de materiales ligeros
bastante capaz, así como también escuelas para niños y niñas de los mismos materiales. Sucediéronle los PP. M atías Villamayor, Fr. Sebastián Leza, y el P. Eladio
Logroño, el que utilizando los materiales reunidos por sus antecesores, construyó
Convento por los años de 1869 a 1875, de materiales fuertes, sujetándose al plano
del arquitecto, pero con muchos disgustos y sinsabores.
S INOPSIS HISTÓRICA
155
La primitiva Iglesia, bien por la precipitación conque había sido edificada, o
bien por la poca consistencia del terreno, se desplomó durante el año 1885. Procedió el entonces Cura párroco Fr. Eladio Logroño a levantar Iglesia de nueva planta,
comenzando los trabajos en Diciembre de dicho año, y continuándolos sin interrupción hasta fines del 1886, en que dio cima a la obra. Esta es bastante capaz, de
tabique pampango, habiéndose empleado en su construcción buenas maderas.
Una obra de mucha utilidad pública, cual es la traída de agua potable, llevó a
cabo el P. Eladio: carecía Valencia de agua, y ni aun en sus cercanías se encontraba
pozo alguno. Los habitantes habían de proporcionársela caminando largas distancias, tanto que los de posición desahogada preferían el comprarla. Para remediar
tanto mal, emprendió el Padre, secundado por el pueblo, los trabajos para conducir
al pueblo las aguas del barrio enclavado en el monte llamado "M aiti"; y no fueron
defraudadas sus esperanzas, pues en 18 de Octubre de 1878 púdose contemplar
con general satisfacción el descenso del agua al sólido y bonito recipiente, construido al efecto en la plaza del pueblo.
El 1898, al finalizar la soberanía Española, cesaron también nuestros Religiosos, quedando aquellos pueblos casi huérfanos de ministro Evangélico. El Cura de
Dumaguete servía también el de Valencia, pero sus servicios eran tan escasos y tan
tardíos, a causa de su excesivo trabajo, que los habitantes de este último pueblo,
así como los de Sibulan, administrados asimismo por el Cura de Dumaguete, suplicaron varias veces a nuestro Superior mandase algún Religioso que cuidase de su
administración. Negóse en un principio el Superior a tales súplicas por lo crítico de
la situación del País, creada por la Revolución.
M as, cuando las Islas iban poco a poco volviendo a su normalidad, el Padre
Superior mandó a los Padres Paulino Jiménez y Nemesio Llorente que se encargaron de los dos citados pueblos de Valencia y Sibulan respectivamente. Esto era por
los años de 1904.
Si la Revolución había cesado, oficialmente al menos, como hemos dicho, en la
realidad no era ello tan exacto, pues,
156
P. LICINIO R UIZ
entre las cenizas que habían quedado de ella, brillaba y lucía de cuando en cuando
el rescoldo de aquella hoguera, rescoldo que aún sirvió, en la Provincia que reseñamos, para producir trastornos gravísimos en aquellos pueblos.
No nos cansaremos de repetir, y probado queda hasta la saciedad, que el pueblo filipino era amante de los Religiosos; una prueba bien palpable la tenemos en la
dada por estos dos pueblos y otros muchos, solicitando Religiosos para cuidado
de sus almas.
No abrigaban iguales sentimientos los caudillos de la Revolución. En lo que a
esta Provincia atañe, quedaban aún algunos, que a la llegada de nuestros dos Religiosos, se encargaron de hacer manifestaciones hostiles de todas clases, para ver de
conseguir saliesen de aquellos pueblos.
No lo consiguieron por la entereza y firmeza de los Padres. En vista, pues, de
que no podían conseguir su principal objeto, tomaron la determinación de incendiar
las Iglesias y Conventos, consiguiendo sus criminales empeños en la do Nueva
Valencia, Amblán y Bais, no haciéndolo en Sibulan, porque el P. Nemesio, conocedor de lo que intentaban, puso centinelas que vigilaban día y noche1.
Solamente escombros quedaron de la que fue Iglesia de Valencia y lo mismo
puede decirse del Convento. No contaban los criminales con que al frente del pueblo estaba un hombre de temple y valor a toda prueba e incansable en el trabajo, el
P. Paulino, quien con su entereza y constancia consiguió erigir en poco tiempo una
nueva y hermosa Iglesia de mampostería, toda ella, con sus nuevos altares, con
todo cuanto necesita una Iglesia, levantando al mismo tiempo la casa Parroquial,
obra asimismo de mucha solidez. La construcción de estas obras podemos decir
fue un reto a la impiedad. El pueblo entero de Valencia dio singulares pruebas de
su acendrada fe religiosa, coadyuvando todos, hombres, mujeres y niños, a aquella
gran obra, ya con su óbolo en metálico, ya con su esfuerzo personal.
A este Padre que tuvo que salir del pueblo por motivos
1
Véanse para más detalles las cartas que acerca de estos sucesos escribí en nuestro Boletín con el
título "Un viaje alrededor de Negros".
S INOPSIS HISTÓRICA
157
de salud, ha sustituido el actual P. Inocente Lamata, quien trabaja sin descanso en
conservar y aun mejorar la obra espiritual de su antecesor erigiendo o estableciendo
algunas devociones, cuyos frutos van recogiéndose en abundancia.
SIBULAN
Recibimos este pueblo del clero secular en Febrero del 1856. Al entrar el primer Cura Recoleto en Sibulan, encontró que no había edificios parroquiales; estos
quedaron reducidos a cenizas en el año 1854, debido a un incendio casual. Los PP.
Recoletos han trabajado sin descanso, hasta conseguir levantar Iglesia y Convento.
El Convento o casa Parroquial es de harigues y tabiques pampangos: se concluyó
por el P. Fr. Tomás M ezquita en el año 1859. La Iglesia, que es un bonito edificio
de tres naves, se comenzó por el P. Fr. José M a. Cabañas y la prosiguió hasta
concluirla el P. Fr. Pedro Echevarría: la fábrica es de harigues y de cota cajón.
Débense a los Curas que se han ido sucediendo grandes mejoras. Comenzando por
el sucesor del P. Pedro Echavarría, Fr. Eugenio Sola, que construyó los retablos,
hasta el último P. M anuel Clemente que ha construido el atrio de la Iglesia de cota
y enverjado de madera, todos ellos han trabajado sin cesar en la hermosura y adorno de la casa de Dios.
Débese al P. Pedro Echevarría la construcción de escuelas y casa Tribunal.
El puente de la calzada principal entre Sibulan y Ayuquitan se construyó bajo
la inspección del P. Francisco Gómez; y el puente entre la calzada a Dumaguete,
bajo la del P. Fr. M anuel Clemente. Los dos puentes son de tabla sobre estribos de
mampostería.
Relatados quedan ya, al hablar de Nueva Valencia, los intentos revolucionarios
y cómo en Sibulan se vieron frustrados por la entereza del P. Nemesio.
Continúan, pues, la Iglesia y Convento antiguos, pero tan mejorados y reformados, que casi podemos decir que son nuevos, sobre todo el Convento, que aunque más reducido
158
P. LICINIO R UIZ
que el antiguo, ha quedado convertido en una bonita y cómoda habitación para los
Curas.
El P. Nemesio es incansable: creo no haya pasado un día de su vida sin trabajo, esto es, sin hacer alguna cosa, alguna reforma, o algún arreglo en su Iglesia, pudiendo decir con verdad, que debido a este trabajo y a esta solicitud del P. Nemesio, la Iglesia de Sibulan es la más completa en todo el servicio de las de la Provincia.
AYUQUITAN
Desde el año 52 estaba separado civilmente este barrio del municipio de
Amblán.
Por su posición topográfica estaba llamado a ser un pueblo de más importancia; pero la falta de M isionero contribuiría sin duda alguna a esa rémora.
Estaba servido por el Cura de Amblán. El P. M anuel Vilches, durante su regencia de esta última Parroquia, levantó una pequeña Iglesia de tabique y un reducido Convento para cuando el Padre iba de visita al barrio.
Cuando se crearon las misiones de Negros, se erigió también esta de Ayuquitan, siendo su primer misionero el P. Julio Espierrez que tomó posesión de ella el
25 de Agosto de 1895.
Como sobrevino inmediatamente la Revolución, el P. Julio no tuvo ni tiempo,
ni ocasión para demostrar, y emplear sus energías.
AMBLÁN
Pobre era el aspecto del por entonces, si se quiere, mal llamado pueblo de
Amblán, al erigirse en parroquia independiente de su matriz, Tanjay, en el año
1848. Trece malas casas en la playa y algunos cristianos diseminados por los alrededores: he aquí lo que constituía el citado pueblo a la llegada del P. Ramón Cabas,
primer Recoleto que se encargó de este ministerio. M as, no se arredró el obrero
evangélico ante la penosa tarea social de reunir a los infieles diseminados por las
cercanías y montes próximos. Antes al contrario, confiado en que otros hijos de la
Recolección le
S INOPSIS HISTÓRICA
159
sucederían, dando cima y perpetuidad a sus trabajos, sentó animoso los primeros
fundamentos, y depositó las semillas evangélicas que habrán de producir más tarde
abundantes frutos.
Sin reparar nada en sí mismo y atento todo al bien de las almas, se instaló de
cualquier manera, como suele decirse, en una pequeña casa de caña y nipa, sufriendo de consiguiente las penalidades anejas a una vivienda de tal género. Desde allí,
ora con exhortaciones a los cristianos, ora atrayendo a los infieles, levantó con la
ayuda de todos una buena iglesia de pies derechos y tabique llamado pampango.
Esta Iglesia es la que actualmente existe, si bien los Padres que se han ido sucediendo, han hecho en ella reparaciones de consideración.
El Convento, que es un hermoso edificio, se construyó por el P. Fr. M atías
Villamayor.
El P. M anuel Vilches construyó el frontis de la Iglesia nueva, todo de ladrillo
y sillaretes.
El P. Fidel M oreno abrió los cimientos de los cruceros; y teniendo el contratiempo de verse un día sin trabajadores, por marcharse éstos movidos por los anticipos hasta de veinte y treinta pesos que les hacían los hacenderos del pueblo de
Bais, contrató operarios en los pueblos de Oslob y Danao (Cebú) para los trabajos
de cimentación, en cuya obra le sorprendió la muerte. Prosiguió la obra el P. Hilario Eraso, terminando los cimientos a fines del año 1893. A principios del próximo
año pasado (1898) la obra de fábrica rebasaba en todo al rededor los arcos de las
ventanas: la parte exterior de las paredes está toda ella revestida de sillaretes.
Las escuelas que hoy existen fueron construidas por el P. Fr. M atías Villamayor; la casa tribunal se concluyó el año 1893 bajo la dirección del P. Hilario Eraso.
El P. Fidel M oreno fabricó varias alcantarillas o imbornales de mampostería en las
calzadas del pueblo, conducentes al desagüe del mismo, y construyó también un
puente colgante de madera sobre el río Bigoor.
Una gran manga de agua cayó en los montes de Amblán en Agosto de 1892;
los ríos, saliendo de madre, arrastraron los puentes de la localidad, incluso el de
Ayuquitan,
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P. LICINIO R UIZ
dependiente por entonces de Amblán. Encargóse el párroco, a instancias del Sr.
Gobernador Dn. Amadeo Valdés, de la construcción de los puentes y llevó a cabo
la construcción de un puente de madera con estribos de mampostería en Ayuquitan; dos puentes a la salida de Amblán en las calzadas que pasaban para "Tanjay",
uno arqueado de sillaretes en la calzada principal, y otro de maderas con estribos
de mampostería en la calzada secundaria, más dos puentes de madera en el trayecto de la calzada principal entre Amblán y el lindero.
M ISIÓN-PARROQUIAL DE PAMPLONA
A 10 kilómetros del pueblo de Tanjay se encuentra el barrio de Pamplona, que
fue erigido en M isión-Parroquia el 8 de Octubre de 1894.
Aunque declarado pueblo civil, no era otra cosa que un mal barrio situado en
medio de una bosque inculto e insano.
Su primer misionero fue el P. Florencio Elizalde, relevándole al año siguiente el
P. Antonio Armendariz, éste levantó una pequeña Iglesia y Convento que perfeccionó después el P. Silverio Pérez.
La labor principal de los misioneros fue el desmonte que tuvieron que hacer
ellos mismos personalmente, para hacerlo más viable y procurar algo de instrucción a aquellas gentes que vivían en la más crasa ignorancia, dedicados muchos de
ellos al pillaje, pues por allí en sus alrededores vivían los famosos secuaces de Bohaui, Lorenzo y sus lugartenientes.
En los cuatro años que estuvieron nuestros misioneros, el pueblo adelantó
bastante en lo material, adquiriendo forma de pueblo civilizado; y en lo espiritual,
pues con la presencia del Padre y sus consejos se retiraron los embaucadores arriba
dichos.
Hoy está administrado por el Cura de Tanjay.
BAIS
Este pueblo fue erigido en parroquia separada de su matriz segunda, M anjuyod, el año 1872.
Su primer Cura, el P. Fr. Benigno Jiménez, vivió en una
S INOPSIS HISTÓRICA
161
mala casa de nipa por espacio de dos a tres años, construyéndose en este tiempo
bajo su dirección convento de tabla y de tabique pampango. Es el convento que en
la actualidad existe, si bien los Curas que se han ido sucediendo han agrandado el
edificio y reformado la parte interior, haciédolo más cómodo y decente. A la llegada del P. Benigno a Bais, encontró una ermita de caña y nipa a la que puso tabique;
mas, como era de poca solidez, se desplomó a consecuencia de un baguio el 26 de
Noviembre de 1874. Reedificóla el Padre a la mayor brevedad, y comenzó después
a trabajar los cimientos para una iglesia de materiales fuertes; edificio que inauguró
tan pronto como el adelanto de la obra le permitió ejercer, con el decoro conveniente, las funciones religiosas. Tuvo lugar este acto el 6 de Septiembre de 1877, continuando después el trabajo de la misma.
M ás tarde, corriendo el año 1891, ordenó el Sr. Obispo en la visita Diocesana
la construcción de otra Iglesia de nueva planta, poniendo por tipo a la ya construida en el pueblo de Dumaguete, en sustitución de la antigua que era insuficiente
para llenar los deberes religiosos en la crecida población de Bais. Luego dedicó su
actividad el P. M anuel Guillorme al acopio de materiales, y en Diciembre de 1892
comenzó los trabajos el P. Guillermo García, principiando por abrir los cimientos
de los cruceros; continuó después trabajando crucero y paredes laterales por igual,
sufriendo algunas interrupciones a veces por falta de trabajadores, y otras por escasez de materiales.
Al abandonar el P. Fr. Antonio Armendariz el pueblo de Bais en 1898, quedaban ya cerrados los arcos de las ventanas.
Habilitada para el culto, siguió así en años posteriores hasta que se hizo cargo
de esta Parroquia el P. Francisco Solchaga. Durante la administración de este Padre
tuvo lugar la destrucción total de la Iglesia realizada por una mano criminal.
Pocos años después, siendo Cura el P. Luis Recarte, se entregó al Obispo,
haciéndose éste cargo de esta Parroquia, así como de la de Amblán.
162
P. LICINIO R UIZ
M ANJUYOD
Primeramente, perteneció a la Parroquia de Tanjay esta última. Aunque con
esa dependencia, tuvo misionero propio, de nuestra Corporación desde el año
1849.
El laborioso P. Antonio M oreno, en el breve espacio de un año, consiguió
hacer un pueblo con sus buenas calles, puentes etc., logrando con esto un aumento
considerable de tributos.
Es una obra verdaderamente colosal la realizada por este Padre: allí donde no
había más que unas familias desperdigadas por el bosque, consiguió con su trabajo
formar un pueblo bien trazado y dispuesto con su caserío decente, su plaza, tribunal, etc., atendiendo al mismo tiempo a la obra de la Iglesia que pudo bendecir el
mismo año 50 y la del Convento.
Con estos trabajos y los que se imponía, recorriendo aquellos bosques habitados por gentes semisalvajes, logró un aumento considerable de vecinos tanto en el
pueblo de M anjuyod, como en los barrios de Panabon y Ayungon, e igualmente en
los de M álaga y el de San Antonio, compuesto de nuevos cristianos y algunos
monteses.
Una prueba aún más convincente de la labor admirable de este Religioso nos la
subministra el siguiente dato que leemos en el libro de la Parroquia. Desde el año
1850, dice, al 53 bautizó el P. M oreno más de 400 adultos de ambos sexos. Todos
estos trabajos motivaron una orden del Gobernador General Sr. M arqués de Novaliches, por la que, reconociendo esos trabajos, los declaraba dignos de compensación, asignando al Padre nuevos estipendios.
Desde M anjuyod hasta Jimalalud, último barrio de la matriz, Tayasan, se extiende una inmensa faja de terreno de muchas leguas en su longitud y más aún,
digámoslo así, en su profundidad, o sea, desde la playa hacia el monte.
La mayor parte de este territorio estaba inculto: excepto un grupo no muy
grande que constituía el pueblo de Tayasan, todo lo demás lo ocupaba gente montaraz: mas en pocos años fueron reducidos todos a la vida común.
Así, además de los pueblos arriba enunciados, se incluyen
S INOPSIS HISTÓRICA
163
otros en el decreto del Gobernador, como son los de Ayungon que más tarde fue
servido por el P. Eusebio Valderrama, Burgos, Aranjuez, M edina y San José.
Al tacto y acertadas disposiciones de este Padre se debió en parte la pacificación de la insurrección, promovida por el infiel M angabo en 1855. El Padre fue
quien reunió voluntarios de todos aquellos pueblos, él les instruyó y sirvieron de
gran ayuda a los soldados regulares que fueron a combatir a los infieles que se habían hecho fuertes en los montes de Cabancalan, y contribuyeron a la victoria que
sobre estos últimos obtuvieron, dispersándolos por completo y cogiendo prisionero a M angabo, cuya cabeza estuvo expuesta al público en el pueblo de Cabancalan
para escarmiento de los demás.
Además de la pacificación de los monteses, se obtuvieron otros resultados no
menos importantes, pues, con las reducciones que se hicieron, se fundaron los dos
pueblos de Crespo y San Fernando.
En la Iglesia de este pueblo están sepultados los restos del P. Juan M iró que
murió el 17 de Agosto de 1876, después de haber administrado esta Parroquia por
espacio de 15 años y 7 meses.
Si mucho había trabajado y sufrido este Padre al ser cautivo de los moros,
siendo Cura de Tagbilaran en Bohol, también aquí en M anjuyod tuvo que luchar
con ellos, aunque con mejor suerte. En 1860 atacarán cuatro pancos de moros el
pueblo; mas puesto el Padre al frente de sus feligreses, al primer cañonazo que
estos dispararon, huyó el enemigo, yendo a parar al pueblo de Guinjulngan, donde
cometieron una serie de atropellos y asesinatos, salvándose en los montes el Padre
de este último pueblo.
Desde la muerte del P. M iró se encargó de la Parroquia el P. Juan Pérez, quien
arregló mucho la obra material de la Iglesia, dotándola de armonium, ornamentos,
alhajas, etc.
Después de la Revolución está servida por el Cura de Bais.
164
P. LICINIO R UIZ
TAYASAN
Por Decreto de 8 de M ayo del año 1849 se separaron de Tanjay los barrios de
M anjuyod, Ayungon, Tayasan y Himalalod, constituyendo todos ellos la nueva
Parroquia de Tayasan, mas no se tomó posesión hasta el 1854 en que entró en ella
el P. José M aría Ruiz.
Apenas posesionado este Padre de la Parroquia, al ver las malas condiciones
del lugar en que está edificado el pueblo, trató de trasladarle a lugar más sano. Al
efecto, edificó la casa Parroquial en el sitio por él escogido y poco a poco los vecinos fueron trasladando sus viviendas al rededor y cerca del Convento, con lo que
quedó constituido el actual pueblo, según el plano y calzadas trazadas por dicho
Padre con aprobación del Gobernador.
En 7 de Febrero de 1886 tomaba posesión de esta Parroquia el P. Cándido
Díez, quien al ver las pocas ventajas que ofrecía este pueblo, pues el Convento e
Iglesia estaban en muy malas condiciones, y que los del barrio de Himalalud se
ofrecían a levantar una buena Iglesia, comunicó al Sr. Obispo su idea de trasladar la
Parroquia a dicho barrio, petición a que condescendió el Sr. Obispo, con la condición de que se procurase por la conservación de los edificios de Tayasan.
En 1889 entró a gobernar esta Parroquia el inteligente y laborioso P. Bernardino Ramírez, quien, después de haber gastado parte de sus energías en la construcción de dos escuelas, tuvo todavía abundantes para levantar de nueva planta el
hermoso Convento de Himalalud y la Iglesia de Tayasan, de cota hasta la mitad de
los lienzos, techada de hierro, y que pudo habilitar para el culto el año 1894.
Debemos hacer constar un hecho acontecido en este pueblo el año 1897. En el
término llamado Bontoc, entre el pueblo de Tayasan y la nueva misión de Calagcalag, había unos mil babaylanes o insurrectos, que constituían un gran peligro para
los moradores de aquel contorno, muy en especial para los misioneros, por los
tiempos y circunstancias del suceso. Acertó a pasar por Tayasan una columna de
la
S INOPSIS HISTÓRICA
165
Guardia civil, la que sabedora de la existencia de aquel foco insurrecto, se dirigió a
aquel sitio, dirigidos por el P. Valderrama, M isionero de Calag-Calag, y después de
una batida en que cayeron bastantes muertos y fueron dispersos los restantes, se
volvieron sin baja alguna por nuestra parte.
También el P. M elitón M artínez, que fue el último Cura, llevó a cabo importantes trabajos de reparación tanto en el Convento como Iglesia.
Por iniciativa del P. Bernardino Ramírez y bajo su inmediata vigilancia se rellenaron de hormigón las calzadas del pueblo, trabajando también cunetas a ambos
lados de las calzadas para el desagüe. Llevó a cabo un arreglo completo de la calzada general desde Himalalud a Jinubuan por el Norte, y hasta Tayasan por el Sur,
en cuyo trayecto quedó la calzada expedita para carruaje. Entre Tayasan y Himalalud construyó dos puentes de tabla sobre machones de mampostería.
GUIHULNGAN
El actual pueblo de Guihulngan era ya misión con anterioridad al año 1860. En
esta fecha administraba esta misión, erigida bajo la advocación de Nuestra Señora
del Buen Suceso, el P. M iguel Álvarez. Por entonces ya contaba la misión con edificios muy decentes con un buen caserío y calzadas rectas trazadas a cordel, obra
toda de nuestros Padres, mas, en poco tiempo, en una acometida de los moros
quedó completamente destruida.
El suceso tuvo lugar en ese mismo año. Los moros acometieron con sorpresa
al pueblo. Sorprendido el Padre, hubo de escapar en paños menores, y perseguido
por los moros, fue a ocultarse en el bosque. Apoderóse el pánico de los habitantes,
quienes pensando sólo en huir, dejaron el poblado a merced del enemigo. Empezó
luego éste el saqueo de la casa parroquial e Iglesia, llevándose los enseres destinados al culto, incluso los vasos sagrados, más cuatro campanas que había en el campanario; robaron en las casas de los naturales todo lo que creyeron de algún valor,
y prendieron luego fuego al Convento e Iglesia. Cuando el enemigo se
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P. LICINIO R UIZ
retiraba cargado del botín, el pueblo todo estaba envuelto entre las llamas.
Tuvo que volver a organizarse la M isión; mas, cuando este trabajo estaba ya
hecho, otro nuevo incendio, si bien casual, destruyó en 1874 la Iglesia y Convento.
En el año 1879 un fuerte baguio destruyó los nuevos edificios que se habían
construido. Posteriormente se construyó un nuevo Convento y una Iglesia bastante espaciosa.
El P. Ángel M artínez comenzó a erigir una hermosa Iglesia de piedra; mas los
sucesos del año 1896 dejaron en suspenso esta magnífica obra.
BAGAINIS O VALLE-HERMOSO
El lugar en que se halla enclavado este barrio, entre los pueblos de S. Carlos y
Guinjulngan, estaba habitado parte por monteses infieles y parte por malhechores,
que, huyendo de la justicia, se refugiaban allí por creerse más seguros por lo retirado del lugar.
A la llegada del primer misionero, P. Pedro Bengoa, que fue el año 1895, no
encontró casi vestigios de Religión, pues los cristianos que allí había, vivían completamente olvidados de Dios, entregados al vicio y con una ignorancia grandísima
en el orden Religioso.
En completo abandono al mismo tiempo de la Autoridad civil, no solamente
no tenía aspecto aquello de pueblo, sino que no existía orden ni concierto en nada.
Ímproba labor la que pesaba sobre el Padre M isionero. El P. Pedro, joven aún
y lleno de arrestos, emprendió la obra; y a su salida, cuando la Revolución, pudo
contemplar lleno de satisfacción los resultados de sus trabajos, dejando un pueblo
verdadero, tanto en lo material, como en lo espiritual.
Tenemos un dato precioso subministrado por los libros oficiales de la misión,
que prueba la labor meritísima de este Padre.
De dos cabecerías solamente constaba este barrio, o sea, algunos cientos de
personas, y, no obstante esto, aparecen en dichos libros, celebrados en el solo año
de 1897, la importante
S INOPSIS HISTÓRICA
167
suma de 75 casamientos, subiendo casi a igual número en años anteriores.
También desaparecieron los infieles, bautizando a todos, en lo que consumió
sus energías, debido a la preparación que requería la recepción de ese Sacramento,
siendo ellos de inteligencia muy ruda.
Hoy es un pueblo muy arreglado y está regentado por un Clérigo Filipino,
después de haber estado al cuidado en años posteriores de la Recolección, ya por
el Padre del inmediato pueblo de San Carlos, ya por el Padre Antonio Ullate, que
estuvo en él algún tiempo.
SAN CARLOS
Cuando se creó esta misión en 1895, pertenecía al municipio de Calatraba, si
bien es verdad, que desde el año 1891 estaba destinado a ella un Religioso.
El estado de aquellos años nos da la bien exigua cifra de habitantes que la
componían, que es la de 1,100 almas, que más bien habitaban la parte montuosa
que la de la playa, donde está el actual pueblo.
Fue destinado al servicio de aquella misión el P. Pedro Chivite. Vacante esta
misión durante la Revolución, por el año 1904 se encargó de ella el Padre Eusebio
Valderrama. Este con ayuda de los PP. Ángel Quintana, Juan Lorenzo y Vicente
Vázquez atendían a todos los pueblos de aquella costa, desde Guinjulngan hasta
Escalante. Desde esa fecha sigue administrada por nuestros Padres.
M as lo que en el año 97 era un mal pueblacho, pobre y despoblado, hoy es
uno de los pueblos más importantes de la rica Provincia de Negros Occidental.
La población de San Carlos hoy asciende, según cálculo aproximado, a 30,000
almas. Aquella extensa porción de terreno antes inculta hoy se halla esmeradísimamente trabajada.
Un español que observó la fertilidad de aquel terreno comenzó por levantar
una pequeña hacienda de caña de azúcar; y viendo los buenos resultados obtenidos, se agregaron otros, cultivaron aquellos campos, instalaron máquinas
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P. LICINIO R UIZ
modernas y, de este modo, lo que antes era un erial, hoy es uno de los pueblos más
productivos de Negros.
Por el año 1889 sólo existían cuatro haciendas, en 1897 ascendían a 16 y hoy
son algunas más, propiedad en su mayor parte de Españoles.
CALATRABA Y TOBOSO
Los principios de esta Parroquia datan del año 1870, en que fue nombrado Cura Párroco el P. Lorenzo Cordón.
Ignoramos las causas de por qué este Padre no tomó posesión hasta el año
1878. Durante los 8 años trascurridos desde su fundación estuvo administrado por
un Clérigo indígena, que era Coadjutor de Escalante.
Siendo este un punto bastante azotado por el temporal, el P. Lorenzo sufrió
muchísimo por motivo de la Iglesia. Como las circunstancias de entonces no le
permitiesen hacer una Iglesia sólida, construyó una de nipa y, de consiguiente,
endeble, que al primer baguio vino a tierra, e idéntico fin tuvieron las otras dos que
construyó después.
El P. Inocencio Sola, que se hizo cargo de esta Parroquia en 1885, construyó
otra de tabique, que ni por su construcción ni capacidad, respondía a las necesidades del pueblo.
Habiendo sustituido a este Padre el P. Ángel M aestro en 1889, éste fue el que
emprendió la obra de la Iglesia, pero de mampostería, obra grande, que mide 47
metros la nave central por 14 de ancha.
Después de la Revolución este pueblo fue uno de los de peor comportamiento. Refugio de algunos criminales, eran estos aprovechados para sus fines por algunos principales del pueblo y entre unos y otros tenían atemorizados a los pobres vecinos, a los que imponían su ley y, lo que es peor, hasta sus creencias. Pusieron un ministro cismático y a este tenían que acudir (esto es a su Iglesia) todos.
En estas circunstancias se hacía muy difícil la estancia fija allí de un misionero
católico, por lo que se determinó que el misionero de Toboso visitase con frecuencia este pueblo y cuidase de él.
S INOPSIS HISTÓRICA
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M ucho se ha conseguido con la labor constante de los Padres. Ha desaparecido aquella enemiga contra el Religioso católico, el pueblo ha vuelto a sus antiguas
creencias y hoy el misionero, que antes se veía precisado a vivir en un barrio (Lemery), se ha trasladado a Calatraba.
Al cuidado del actual M isionero, P. M anuel Gómara, está no sólo este pueblo,
sino todo el territorio que comprende la antigua misión de Toboso, en cuya jurisdicción viven unas 10,000 almas.
Tanto en Calatraba, como en Lemery y Toboso, existen Capillas pobres, pero
decentes, construidas por los M isioneros, y sus correspondientes Conventos.
ESCALANTE-VITO
Fue Escalante la única Parroquia que existía, en tiempos anteriores, en toda la
inmensidad de terreno que hay desde Guinhulngan hasta Cádiz Nuevo.
Ya dejamos dicho cómo se crearon las misiones de San Carlos, Calatraba y
Toboso: por ese mismo tiempo se erigieron en M isiones los barrios de JonobJonob y Argüelles o Sagay, cinco misiones que se formaron de esta Parroquia, cada
cual con su M isionero correspondiente.
La de Jonob-Jonob, al frente de la cual estuvo el P. Ángel Quintana, sigue hoy
agregada a esta de Escalante, servida hasta hoy día por un Recoleto.
La de Sagay está en la actualidad regentada por el P. Gregorio Aperte, que reside en un barrio llamado Vito, en donde se venera con mucha devoción una Imagen
de San Vicente Ferrer.
Escalante tiene una buena casa Parroquial, obra del P. Ciriaco Echevarría.
Vito tiene una Iglesia de piedra y tabla. El P. Gregorio está reuniendo materiales, para edificar una Iglesia que responda a la devoción que todos aquellos pueblos
de Negros y Cebú profesan al Patrón.
El pueblo de Sagay está hoy sin Iglesia y sin ministro: la maldición de Dios
por sus muchos crímenes pesa sobre ellos.
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P. LICINIO R UIZ
Justo es también tributemos en este lugar un recuerdo al P. Víctor Baltanás,
que en 1909 fue asesinado traidoramente en Escalante por los cismáticos secuaces
de Aglipay.
CÁDIZ N UEVO, SARABIA, SICABA, VICTORIAS , CABANCALAN,
SILAY, M ALITBOG Y GUINOBALAON
Las dos primeras Parroquias, desde el año 1871 y 1860 respectivamente, y las
dos últimas misiones, comprendidas en lo que antes era jurisdicción de esos pueblos, todas ellas estuvieron servidas por nuestros Religiosos.
Son pueblos de importancia servidos hoy por el Clero Secular.
La administración de Sarabia ha estado encomendada a nosotros un corto
tiempo por encargo especial del Sr. Obispo de Jaro, pero nos vimos precisados a
resignarlo otra vez en la M itra, por sernos muy difícil su administración.
No obstante, en el poco tiempo que la regentó el P. Andrés Ferrero, hizo de
nueva planta casa Parroquial y dio buen empuje a la obra de la Iglesia.
Como no tenemos a mano los libros pertenecientes a las Parroquias de Negros
Occidental, sólo haremos de ellos una somera narración, concretándonos únicamente a estampar sus nombres como recuerdo y testimonio de nuestra administración.
Así, de Silay diremos que ya en tiempo de nuestros Padres era un pueblo de
mucha importancia que aún conserva hoy día. Tiene vapor semanal, bastante comercio y exporta gran cantidad de azúcar. La Iglesia, que dejaron nuestros Padres
sin terminar, sigue en el mismo estado. Pertenece hoy a la mitra.
Las demás misiones que encabezan este artículo pertenecen a la administración
del pueblo, a que están sujetas en lo civil.
Sólo hacemos mención de ellas, para que conste la existencia de PP. Recoletos
en dichas misiones hasta la Revolución.
S INOPSIS HISTÓRICA
171
TALISAY-CONCEPCIÓN
Si nos propusiéramos describir por extenso la génesis de este pueblo y el incremento habido durante los últimos 70 años, tendríamos materia bastante para un
libro.
Limitándonos al estrecho y reducido espacio que damos a estos apuntes, sólo
diremos que el pueblo de Talisay ha sufrido una transformación muy honda bajo la
acción del misionero Recoleto P. Cuenca, su único Cura desde el año 1851 hasta la
Revolución.
Ya al hablar del estado general de la Isla, hicimos notar el atraso material y espiritual de los pueblos que la componen.
En relación con ese estado, Talisay era un bosque; el lugar sobre el que hoy se
ven magníficas casas y hermosas carreteras por do cruzan el auto y el camión, era
un cogonal.
A la acción civilizadora del P. Cuenca, al trabajo tenaz, a la sabia dirección y
desvelos continuos de éste gran religioso, se debe el Talisay de hoy con todos sus
adelantos y progresos.
El P. Cuenca parece ser puso más empeño en labrar y procurar el bienestar de
sus hijos espirituales que el suyo propio; porque fuera de la vida de despego que
observó siempre, lo manifiesta la misma casa Parroquial en que vivía, la que ni por
sus proporciones, ni por su forma, distaba mucho de otros Conventos.
El actual Cura, P. M iguel García, ha construido un Convento de nueva planta.
Respecto a la Iglesia, el P. Cuenca quiso levantar un edificio monumental al
menos por sus dimensiones, mas le sorprendió la muerte, teniendo la obra a medio
hacer.
El mismo P. García es el que, haciendo un esfuerzo, ha conseguido dar cima a
la empresa comenzada por el P. Cuenca, terminando toda la obra de mampostería,
poniendo el quízame, e instalando en toda ella la luz eléctrica.
A unos 15 kilómetros al interior está el barrio de Concepción que antiguamente tuvo su misionero propio, que fue el P. Tiburcio Fernández, quien hizo una Capilla y casa Parroquial.
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P. LICINIO R UIZ
BACOLOD
Es la capital de la provincia de Negros Occidental. Desde el año 1870, en que
tomó posesión de este Curato el P. M auricio Ferrero, hasta la fecha ha sido administrado por los Recoletos.
La administración del P. Ferrero fue por espacio de 33 años en tres periodos:
de 1870 a 1894, del 1897 a 1898, y de 1902 a 1910.
Reseñar en pocas líneas el desarrollo de este pueblo y los trabajos realizados
por este Padre es imposible.
Verdad es que como capital de la provincia tenía su Gobernador, bajo cuyo
control estaba la dirección de cuanto podía concernir al arreglo y progreso material
de la población; mas también es cierto que, unido a la influencia que en aquellos
tiempos tenían los Curas sobre los pueblos, el carácter enérgico y trabajador del P.
M auricio, hay que conceder a éste no alguna sino una gran participación en todo lo
que en él se hizo.
Bastaban los dos edificios, Iglesia y Convento, para inmortalizarle. La primera
es de lo más esbelto que hemos visto. De tres naves espaciosas, con su hermoso
quízame, pintada al óleo, como lo estaban también los lienzos, con sus buenos
retablos bien dorados, etc. etc., ofrece hermosa vista a todo el que entra a visitar; y
si hermosa y Vistosa aparece en su interior, no lo es menos en su exterior con sus
elevadas torres, sus pequeñas cristerías etc.
Del Convento no hay que hablar: sabido es que una Casa no ofrece campo para lucir grades dotes arquitectónicas; no obstante el Convento de Bacolod, tanto
por sus grandes dimensiones, como por lo esmerado de su construcción, es una
obra digna del P. M auricio que era grande en todas sus cosas.
Desde hace algunos años se ha instalado en él un Colegio de niñas dirigido por
M adres Agustinas, estableciéndose los Padres en otra casa.
Obras además del P. M auricio son el Cementerio, la Capilla, depósito de los
cadáveres y la cota provincial.
Hoy Bacolod cuenta o tiene grandes Haciendas de caña
S INOPSIS HISTÓRICA
173
con varias centrales para la molienda y preparación de dicho artículo, con hermosas calzadas y buenos edificios modernos.
El Cura actual P. Pedro M oreno trabaja cuanto puede por conservar esas
obras del P. M auricio, teniendo muchas veces que pedir una limosna para ese fin,
pues las Iglesias de Filipinas en general son bastante pobres.
M URCIA-GRANADA-CUMALISQUIS
M urcia es uno de los pueblos que ni por su número de habitantes, ni por su
aspecto general, ofrece gran interés.
Hay algunas haciendas establecidas en su jurisdicción, mas sus dueños por lo
general son del inmediato pueblo de Bacolod.
Ha estado siempre bajo nuestra administración. Tiene una Iglesia de piedra en
regular estado.
Granada es un barrio que aún hoy existe entre Bacolod y M urcia, que hasta la
Revolución tuvo su misionero propio: hoy está bajo la administración del Cura del
primero de los citados pueblos.
Cumalisquis es otro barrio situado muy al interior, en el que los Recoletos colocaron un misionero para andar tras de los monteses que por allí tenían sus viviendas, amén de los negritos que aún quedaban de la primitiva raza filipina.
Algo consiguió el P. Pedro M oreno, que fue el M isionero dicho, durante su
breve estancia en aquellos montes: mas, privados desde la Revolución de M inistro,
aquello continúa en el mismo estado o peor que antes.
SUMAG
A siete kilómetros de Bacolod al Sur y continuando la carretera provincial,
está el pueblo de Sumag, de los más pobres de Negros Occidental, si bien el número de habitantes ascendió a 5,349 en el censo oficial de 1903.
Nuestros Padres tuvieron que luchar mucho en tiempos anteriores, para edificar la Iglesia actual que, si bien de no mucha solidez, es bastante proporcionada
para el culto.
174
P. LICINIO R UIZ
En los pocos años que faltó el misionero, o sea, desde el 1898 hasta el 1902,
los protestantes de Bacolod sembraron y cultivaron con empeño las doctrinas protestantes en Sumag.
No es propio de este lugar referir detalladamente los trabajos que tuvo que sufrir y las persecuciones de que fue objeto el P. Ángel Fabo, cuando en la citada
fecha se hizo cargo de esta Parroquia.
Pueden leer algunos episodios en nuestro Boletín, en las cartas que allí publiqué respecto a la Isla de Negros.
Aquí sólo he de decir que el triunfo del Padre sobre los Protestantes y Aglipayanos fue completo, siendo hoy Sumag el pueblo más fervoroso de Negros Occidental.
Habiéndole sucedido el P. Joaquín Usubiaga, no sólo continuó la labor de su
antecesor, sino que la mejoró aún, si cabe, estableciendo escuelas católicas de ambos sexos, dirigidas por Profesores católicos, escuelas que por su régimen y perfección ha sido reconocidas por el Gobierno.
El actual Párroco P. Leandro Nieto, continúa con toda su actividad la obra de
la escuela, atendiendo al mismo tiempo las congregaciones piadosas allí establecidas, a las que alienta de continuo con fervorosas conferencias y cálidas pláticas.
BAGO, VALLADOLID, SAN ENRIQUE, PONTEVEDRA
O M ARAYO, ZARAGOZA
Todos estos pueblos y misiones pertenecieron hasta la Revolución a los PP.
Recoletos.
Sin que podamos dar una explicación al hecho, podemos afirmar que son estos
pueblos los más indiferentes de toda la isla y los más infectados de la herejía Aglipayana.
En ellos, como pueblos de importancia, radicaban elementos importantes de la
Revolución y quizás sea esto una de las causas principales del atraso moral que
hoy experimentan.
En estos años ha habido en algunos dichos pueblos misioneros católicos extranjeros, pero tuvieron que salir estrechados
S INOPSIS HISTÓRICA
175
por el hambre y por la persecución de que eran objeto.
Hoy están bajo la dirección de Curas Filipinos que van ganando poco a poco
algún terreno.
Con relación a nuestros Padres sólo hemos de dejar indicado que los edificios
destinados al culto eran en todos esos pueblos de primera, hermosas Iglesias que
hoy están casi en un abandono completo por la apatía de sus naturales.
La que estaba en construcción en el pueblo de Bago, obra del P. Juan Bautista
Pereda, hubiese sido, a haberla podido terminar, un verdadero monumento en Filipinas y una de sus mejores fábricas. Zaragoza, antigua misión, hoy bajo la administración del Clérigo de Bago, único que cuida de todos estos pueblos.
LA CARLOTA-SAN M IGUEL
Pueblo eminentemente azucarero: la producción de este artículo es su principal riqueza. Cuenta con una gran central.
Lo mismo en este pueblo que en los últimamente reseñados, echaron profundas raíces las doctrinas de Aglipay, corrompiendo con sus miasmas no sólo a la
clase que podemos llamar alta, sino hasta las más humildes.
A la llegada del P. Pedro Pérez en 1902, aquello era una Babel: el número de
católicos era muy reducido y además de esto, tímidos y cobardes, por lo que podemos decir que el M isionero estaba completamente solo.
A pesar de esto y de otras muchas dificultades que obstruían no sólo su misión, sino que impedían su estancia en el pueblo, el P. Pedro se armó de valor, continuó allí bregando un día y otro, hasta que fue nombrado Subprior del Convento
de M anila.
Joven y de energías y grandes entusiasmos era el P. León Galdeano que sustituyó al P. Pedro, pero las gastó y consumió por completo en la tremenda lucha
que tuvo que sostener contra todos los impíos, ya en la defensa de las propiedades
de la Iglesia, ya contra los ataques que todos ellos le hacían.
176
P. LICINIO R UIZ
Si bien es verdad que el P. Galdeano dejaba de existir muy pronto víctima de
una enfermedad antigua, no hay duda que su muerte la aceleraron los disgustos
ocasionados por los enemigos de la Religión.
M urió, pero murió triunfando. Su muerte fue la del héroe, como murieron los
buenos Religiosos.
Aún recordarnos y tenemos presentes las palabras que el sufrido y valiente
Religioso dijo en su salida de La Carlota a su sucesor, el P. Gregorio Asín, en el
momento en que este acababa de absolverle: "acabo de recibir la absolución que me
abre las puertas del Cielo". Posterior a esta reseña hemos recibido unos breves
apuntes escritos por el P. Gregorio Asín, que nos ha remitido el P. Eladio Aguirre,
que hablan muy alto en favor del P. Galdeano, pero que omitimos en gracia a la
brevedad de estos apuntes.
LA CASTELLANA
Pequeño pueblo, situado al mismo pie del volcánico monte llamado Canlaón.
Excepto unas pocas haciendas que allí poseen algunos españoles, el pueblo es
pobre.
También como los demás pueblos de Negros tiene bastantes individuos, indiferentes unos y otros Aglipayanos.
Antes y después de la Revolución ha sido administrada por nuestros Religiosos.
Debido a las críticas circunstancias en que vivieron los primeros Padres, no
pudieron construir en este pueblo una Iglesia tan decente ni tan fuerte como en
otros pueblos, y se contentaron con una Iglesia provisional para el culto.
El actual M isionero, P. Juan Lavaca, ha podido merced a sus esfuerzos y a la
protección del Sr. Obispo y otros particulares construir una Iglesia de cemento,
que fue inaugurada el 5 de Abril de este año.
Con esta obra no hay duda que ha ganado mucho la causa de la Religión, pues
esta novedad y la decencia de una Iglesia nueva han influido en aquellas gentes de
suyo noveleras y amigas de lo último que llega.
S INOPSIS HISTÓRICA
177
LA ISABELA
El lugar que ocupa hoy el pueblo, sus calles y calzadas, y magnífico trazado
débense en todo al P. M ariano Lasa, uno de los que más han trabajado por la
prosperidad de su pueblo.
Hoy es la Isabela de los pueblos más adelantados de Negros: cuenta con extensas y vastas planicies sembradas todas de caña que producen al pueblo pingües
ganancias; cuando la tomaron los Recoletos, era un bosque improductivo.
Al P. Lasa se debe la gran fábrica de la Iglesia que quedó a medio terminar, pero que, dada su construcción y proporciones, hubiese sido una de las mejores, similar casi a la de Bago y La Carlota de que ya hemos hablado.
El P. Lasa fue el primero que levantó una fábrica de ladrillos, cuya calidad superior lo pregona su Iglesia, obra fortísima y que promete ser muy duradera.
Este pueblo no se maleó tanto con los sucesos de la Revolución como Bago y
otros, no obstante que durante los días de la Revolución algunos de este pueblo se
portaron tan mal con su Cura el P. M ariano.
Después cúpole la suerte de tener por Cura al P. M elchor Ardanaz, una de
esas almas buenas y cándidas, todo bondad y todo corazón y unido todo esto al
celo santo que tenía el buen Religioso, pudo administrar este Curato después de
los aciagos días de la Revolución, sin esa persecución y sin esas luchas que se vieron en otros puntos. Continúa el P. Antonio Ullate, otro carácter buenísimo y trabajador.
A distancia de unos pocos kilómetros se encuentra la misión de M agallón que
antiguamente administró el P. Pedro Pérez y hoy pertenece a la Isabela.
GINIGARAN, JIMAMAYLAN, BINALBAGAN, ILOG, SUAY,
CABANCALAN Y D ANGCALAN
Corriendo hacia el Sur de la Isla, sigue en primer lugar el pueblo de Ginigarán,
situado en muy buena posición. Es
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P. LICINIO R UIZ
de los de mayor población de Negros y de los que cuenta con muy buenos edificios, ya particulares, ya públicos. La Iglesia, obra del P. Ayarra, es toda ella de
piedra y se conserva en muy buen estado.
También Jimamaylan tiene una Iglesia de piedra. Hoy cuida de ella un Padre
extranjero Josefino.
No son tan buenas, ni de tan sólida construcción, las iglesias de Binalbagan e
Ilog administradas por Padres Josefinos, así como la de Cabancalan, no obstante
ser de reciente construcción.
Destruida la antigua, al hacerse otra vez cargo nuestros Padres de esta Parroquia a principios de este siglo, lo primero que tuvieron que pensar fue en construir
la Iglesia, tan necesaria e indispensable.
Tenían que luchar para ello con las grandes dificultades de un pueblo apático,
indiferente en su mayor parte y en parte cismático y con la carencia absoluta de
recursos pecuniarios. El Cura se encontraba sólo; no obstante, puesta su confianza
en Dios y trabajando día y noche e imponiéndose sacrificios personales, consiguieron levantar pobre y modesta, pero decente, Capilla para el culto.
El P. Tiburcio Fernández, a pesar de su ya avanzada edad y de sus achaques
habituales, comenzó y tuvo la satisfacción de terminar la mencionada Capilla. El
Convento o casa Parroquial es obra del P. Inocente Lamata.
La Parroquia de Binalbagan data del año 1888. En el tiempo de su creación era
un barrio casi insignificante y dependiente de la Parroquia de Ginigarán, pero a
bastante distancia de este último.
Para atender aquellas pobres almas, la Recolección mandó allí al P. Pedro
García del Sagrado Corazón, quien por sus virtudes y trabajos bien merece le dediquemos unas pocas líneas.
A la llegada del Padre a este barrio, no había nada absolutamente que demostrara la existencia de un pueblo ni medio civilizado. Una porción de casas diseminadas por aquí y acullá sin caminos, entre el bosque y las sementeras; esto era todo.
He aquí cómo nos da cuenta de la acción del P. Pedro
S INOPSIS HISTÓRICA
179
desde su llegada hasta su muerte, acaecida en dicho pueblo, el libro de memorias de
la citada Parroquia. "Hombre emprendedor, dice, el P. Pedro llegó a este pueblo y
empezó o trabajar por el bien del mismo; hizo el tribunal para Convento y luego lo
donó al pueblo y levantó otro; hizo las escuelas, arregló de un modo increíble las
calles y calzadas, haciendo imbornales y puentes de piedra con piso de tabla, levantó los harigues y preparó los materiales para la Iglesia actual. Naturaleza fuerte,
todo lo sufría, y no le arredraba el ir con todo el calor del sol ni con lluvia a donde
había trabajo; parecía que se multiplicaba por hacer bien a su pueblo y a sus feligreses. En el culto divino ponía un esmero especial; él aleccionaba a los músicos y
cantores, y todo le parecía poco para el mejor servicio de su Iglesia. El magnífico
convento actual lo hizo el P. Ricardo Rupérez.
Su trato era tan afable, que desde el momento que era conocido, se captaba las
simpatías de propios y extraños, y todos, aún pasados cinco años y medio de su
defunción, lo recuerdan hoy con cariño y sienten su muerte que fue la de un Santo.
Llegó el cólera, y aquí se conoció bien a las claras su gran corazón, todos sus
fondos eran pocos para comprar medicinas a los botiquines de Jimamaylan y la
Carlota; administraba a los coléricos, no sólo los auxilios espirituales, sino los corporales; la cocina del Convento estaba todo el día con gente que venía a coger caldo
y otros alimentos para los atacados: salía con frecuencia y recorría las casas que
tenían enfermos y administraba las medicinas según la prescripción facultativa; de
todos se ocupaba, menos de su persona. Siempre estaba preparado para la muerte,
mas en estos días terribles parece que la presentía: así se desprende de las cartas
que dando ánimo escribía, como en conversaciones que tenía con los Religiosos, en
especial con el R. P. Fr. Guillermo García, su ordinario Confesor.
El día 2 de Julio, al punto de la mañana se sintió él atacado; avisó al citado Padre que viniera y todavía seguía él administrando a sus feligreses los auxilios espirituales: a las nueve se echó en cama; a las diez llegó el P. Guillermo,
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P. LICINIO R UIZ
y como condiscípulos que eran, se echaron a llorar; serenóse el enfermo, y le
dijo, pasando a lo más necesario; "confiésame y dame la extremaunción, pues estoy tan enfermo que es imposible que la naturaleza pueda resistir lo que sufro hasta las cuatro de la tarde". Se confesó y recibió la extremaunción: en esto llegó el
otro colateral, el M . R. P. Fr. Francisco Ayarra y el enfermo pidió la aplicación de
las indulgencias: "Apura, Guillermo, que esto se acaba, apura, que no va a dar
tiempo": estas fueron las últimas palabras que habló con los hombres; comenzó a
encomendarse al Sagrado Corazón de Jesús, y, estando en esta santa ocupación, le
vino un ataque tan fuerte que acabó con su preciosa existencia.
D ANCALAN, INAYAUAN Y SAN SEBASTIÁN O SIPALAY
Tres misiones son estas las que creó o formó la Provincia de San Nicolás para
el servicio de aquella extensa parte de costa que existe al Sur de la Isla.
Esta parte que describimos era la menos poblada, la menos cultiva y aun la
más pobre, y sus barrios se hallaban separados unos de otros por largas distancias.
Viendo nuestros Superiores el abandono de aquellas almas, pusieron un M isionero en Dancalan, quien consiguió en breve tiempo hacer un pueblecito de regulares proporciones.
En 1895 se creó la misión de Campomanes o Hinobuan, para atender a los que
andaban diseminados por aquellos montes y ensenadas, consiguiendo asimismo
arreglar el pueblo y de esta manera aliviar la carga que pesaba sobre e Misionero de
Sipalay, a cuyo cargo estaba toda esta tan vasta administración.
La misión de Sipalay que, como servía de matriz de todas ellas era la más antigua, data su erección del año 1876, en que por primera vez llegó allí un M isionero
que fue el P. Francisco Yrisarri, que murió al año siguiente.
Relevóle el P. M ariano Lasa que estuvo 7 años.
33 tributos y 100 nuevos cristianos contaba en aquella fecha Sipalay; mas el
celo y constancia de nuestros M isioneros
S INOPSIS HISTÓRICA
181
consiguieron en no muy largo lapso tiempo reunir un compacto núcleo de almas
que constituyeron un pueblo con su Iglesia, calles, calzadas en todas direcciones,
etc.
La obra de los Padres en Sipalay fue obra de constancia y de mucha paciencia
y trabajo.
El P. Zúñiga fue el primer M isionero de Inayauan en 1876. Relevóle el P. M anuel M ateo que con sus fervorosas predicaciones logró convertir algunos infieles,
continuando la misma labor sus sucesores hasta el 27 de Agosto de 1898, en que
llegó la revolución.
D OCUMENTOS
Nos don fray Pedro Arce, por la gracia de Dios y de la Santa sede Apostólica
Obispo de la Ciudad del mismo nombre de Jesús y provincias de Pintados del consejo de su M agestad, etc. Por cuanto en la nuestra Diócesis está vacante el partido
de Binalbagan, excepto los ríos y Pueblos de Bago, Caroco y Caloacan que del
desmembramos y colamos en la persona de Diego Gomez Cabarruvias por dejación que ante Nos hizo de él el padre Francisco Rodriguez Relator, clérigo presbítero, a quien se le teníamos encomendado; y porque no carezca de ministros, por
no haber quien quiera ir al dicho partido y para más seguridad de nuestra conciencia y buena enseñanza, y amparo de aquellos naturales, hemos acordado de darlos
en administración y doctrina a los Religiosos descalzos de nuestro Padre San
Agustín. Y poniéndolo en ejecución, por tenor de las presentes damos la dicha
doctrina y partido de Binalbagan en administración, según y como lo han tenido y
gozado Juan Nuñez Crespo y los demás sus poseedores (excepto los dichos ríos y
lugares, como dicho es, desmembrados), al padre fray Andrés del Espíritu Santo,
provincial de los dichos padres Agustinos descalzos, y a los que después le sucedieren en el dicho cargo, para que pongan en el dicho partido de Binalbagan los
ministros convenientes y necesarios, a los cuales damos comisión y jurisdicción
para administrar los santos sacramentos de la Iglesia a los naturales del dicho partido y absuelvan de todos los pecados y crímenes y excesos a los que con ellos se
confesaren, enseñandoles bien y católicamente el sacrosanto Evangelio y doctrina,
como de ellos se confía; y para entrar a cumplir el dicho ministerio en el dicho partido y usar de esta nuestra comisión, han de haber y ganar
182
P. LICINIO R UIZ
primero el beneplácito del señor Gobernador y Capitán General de estas Islas en
Virtud de R.l. patronazgo de su M ag.d, y esto hecho, mandamos so pena de excomunión mayor latae sententiae trina canonica monitione praemissa, quam in his
scriptis, licet inviti, ferimus, y de quinientos pesos para...
Sin ninguna detención, réplica ni excusa, y entreguen el ministerio, ornamentos, cálices, misales y los bienes que fueren a su cargo del dicho partido, con cuenta y razón tomando Recibo de ello. Y para que todo lo dicho conste, dimos la presente firmada de nuestra mano y sellada con el sello de nuestras armas, fecha en la
Ciudad de M anila a trece de mayo de mil y seis cientos y veinte y seis años.
Fr. Pedro, Obispo del Smo. nombre de Jesús.
Por mandado de su Rma.
Geron.o. Suarez Srio.
CAPÍTULO V
Biografía del P. Pascual Ibáñez
Los detractores de las órdenes religiosas, podríamos decir que son de dos clases; los que de una manera franca manifiestan hacia ellas su odio o antipatía, y
otros que solapada y arteramente van minando el prestigio y buena fama a que se
han hecho acreedores, para de esta manera subir ellos y acrecentar la suya.
Para unos y para otros son un mentís muy claro los gloriosos hechos llevados
a cabo por ilustres hijos de la Recolección Agustiniana.
Injustamente se nos había despojado de M indanao, como hemos visto: de nada sirvieron para detener aquél golpe que se daba a la Recolección, ni su gran historial, ni las proezas realizadas por sus hijos en aquellas islas, ni los clamores de los
que pedían justicia: los que habían preparado y trabajado aquel cambio, trabajaban
quizás entre las sombras y Dios sólo sabe lo que en el misterio se habla y se dice.
Si alguien tal vez al leer esos sucesos llegase a creer o, al menos, sospechar que
los PP. Recoletos, por un motivo o por otro, habían decaído en su espíritu de misioneros, que no era del todo acertada su misión en aquella isla y que por ese motivo se les destituía de su administración, está muy equivocado.
Sentado y probado dejamos ya en el Capítulo referente a ese asunto, cómo los
Recoletos, desde el primer momento que pusieron en ella sus plantas e iniciaron la
conquista espiritual, y luego la consolidaron a fuerza de mil trabajos y de sufrimientos sin cuento, no decayeron un momento hasta verla terminada; y aunque en
más de una ocasión la maledicencia de alguien intentó mancillar su buen nombre,
poniendo en litigio su administración, hemos visto también deshacerse fácilmente
las añagazas de los envidiosos, y que el triunfo de nuestros Padres fue completo.
Si en este último caso ellos triunfaron, debemos atribuirlo, como hemos dicho
antes, a que no se sabía dónde estaba el enemigo y de consiguiente no se podía
defender de él.
184
P. LICINIO R UIZ
Cuando estos sucesos del despojo ocurrieron, en esos mismos días o, más
bien, poco antes, un Recoleto acababa de conquistar con su valor y con sus proezas lauros inmarcesibles de gloria y elevaba a la Recolección hasta lo sublime, demostrando con el ejemplo que los Recoletos, antes y ahora, eran y son los grandes
misioneros y grandes patriotas; que, si antaño derramaron su sangre por la fe de
Jesucristo y fueron los que con más valor que ningún otro lucharon contra los
enemigos de Cristo y de España en M indanao, M indoro, Calamianes y Romblón,
los Recoletos de hogaño continuaban aquel historial de heroísmo, luchando contra
esa misma morisma, muriendo abrazados a las santas enseñas de la Cruz y de la
bandera Española.
Sirva esto poco que escribimos para demostrar que todo cuanto se aducía para
despojar a nuestros Padres de la administración de M indanao tenía su fundamento
nada más que en esas pasiones humanas, verdaderas veleidades del espíritu, que
suelen ver muchas veces lo que no existe y que influyen poderosamente en los
ánimos, formando prejuicios y destruyendo así la fama mejor cimentada.
Dejemos a un lado estas consideraciones y vamos a retratar al insigne Recoleto, a quien arriba nos hemos referido: al P. Pascual Ibáñez. Nació este ilustre campeón de la fe y de la patria en el pueblo de M allén, provincia de Zaragoza, el día
25 de Noviembre de 1821: profesó en nuestra Descalcez el 1845, y dos años más
tarde estaba ya en Filipinas, destinado como compañero del P. Recoleto que administraba el pueblo de Zamboanga, su paisano el P. Gotor.
Su inclinación al estudio, su carácter bondadoso y santamente enérgico hicieron de él un hombre grande en sus concepciones, amante del bien y caritativo en
extremo, de una voluntad firme e indomable y valiente hasta la temeridad.
Bien pronto dio pruebas de ese valor. Cuando por orden de su Superior se dirigía desde Cebú para Zamboanga en frágil barco de vela, viose repentinamente
atacado por las vintas moras, de las que no sólo se defendió, sino que infundiendo
en sus remeros el valor y el ánimo, atacó a sus adversarios con tal furia que bien
pronto diéronse a la vela, para no verse más.
S INOPSIS HISTÓRICA
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Como rasgo de abnegación y caridad sirva lo que se lee en el folleto "Extraordinario al Boletín del Clero Español, publicado por Dn. José Llorente". Cuando
llegó a Zamboanga en 1848, el Excmo. Sr. Capitán General de Filipinas, Dn. Narciso Clavería, vencedor de los moros en la batalla de Balanguingui, llevó consigo más
de 400 heridos entre cristianos y moros, y no habiendo más que dos cirujanos, el
P. Pascual les ayudó personalmente a ejecutar las primeras curas, dio cuantas camisas tenía y toda su ropa, hizo comprar telas para cubrir la desnudez de las mujeres cautivas, y no pudiendo ver sin dolor el llanto de aquellas que habían sido separadas de sus niños, por haber quedado estos en los bosques, tuvo la fortuna de
conseguir con sus ruegos que les fuesen entregados".
Estos hechos ponen de relieve a aquella alma grande, nacida para las grandes
empresas. En su hermoso corazón vivía lozana y vigorosa la virtud santa de la caridad cristiana, que no reconoce ni clases, ni fronteras, esa virtud que sólo está
atenta para hacer el bien, sin mirar a quién se hace; y esa virtud tan santa y tan
noble hacía que el P. Pascual sintiese las necesidades del prójimo, como suyas
propias; y así como siempre estuvo dispuesto a prestar toda clase de ayuda al
débil y al menesteroso, así también sentía grandemente en el fondo de su alma,
cuando alguien, abusando o de su valor o de lo propicio de la ocasión, vejaba o
maltrataba a su prójimo; en ese caso, la mansedumbre se trocaba en enojo, pero
enojo cristiano que no descansaba hasta obtener justicia del ultraje.
Todo revelaba en él al guerrero, al valiente que en los momentos difíciles se olvida de sí mismo en aras de sus hermanos. Debido a esto, su corazón se mostraba
apenado, al pensar en lo infructuosa que había resultado la primera expedición realizada contra el enemigo, pues, a pesar de haber recibido algún castigo por parte de
nuestras tropas, todavía daba pruebas de su insolencia, asaltando a los cristianos
en sus propias casas. Por eso al tener noticias de que el General Urbiztondo preparaba una fuerte expedición para castigar de una vez la soberbia de los joloanos,
inmediatamente ofreció no sólo su concurso personal, sino el reclutamiento
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P. LICINIO R UIZ
de cuantos visayas se necesitasen (que así se denomina aquella región toda, en que
está enclavada la isla de M indanao a la que pertenecía su Curato de Zamboanga),
pues confiaba se habían de ofrecer libre y voluntariamente a pelear contra los enemigos de su patria y de su fé.
Sentimos no poseer los documentos en que tal ofrecimiento hacía a la primera
autoridad de Filipinas; pero consta que fueron aceptados, y desde luego que el P.
Ibáñez pudo reunir algunos cientos de voluntarios a los que instruyó en los deberes y enseñanzas militares, como lo hubiese hecho un jefe experto. Tenemos una
prueba de la gallardía del P. Ibáñez, al mismo tiempo que de su pericia militar, en la
carta que el Capitán General escribió a N. P. Provincial acerca de la entrada de los
barangayanes o embarcaciones que conducían a los voluntarios visayas. Dice así el
precioso documento, uno de los pocos que se conservan relativos al P. Ibáñez.
SUP. GOBNO. Y CAPITANÍA GRAL. DE FILIPINAS
–SECCIÓN DE GOBNO.
Digo en este día lo siguiente: –M . R. P. Provincial. –En la madrugada de hoy
ha llegado a estas aguas el M . R. P. del Orden de Agustinos Descalzos Fr. Pascual
Ibáñez con los 21 Barangayanes Visayas tripulados por setecientos y pico de
hombres que deben acompañarme a Joló, en auxilio de las Fuerzas de mar y tierra
que han de componer la División de operaciones; y a su entrada en esta Bahía, sé
que con anticipación me había avisado, adelantando tres de ocho buques; he tenido
ocasión de admirar el buen orden, precisión y acierto con que han ejecutado las
salidas y otras maniobras, dirigido todo ello por dicho Religioso, que a la par de
tan acertadas disposiciones supo excitar en sus tripulaciones el mayor entusiasmo
y decisión en favor de la más justa y santa empresa a que el deber de Españoles
nos llama en Filipinas, y que procuraré se lleve a cabo. –El mérito que ha contraido
el P. Ibañez, ofreciéndose espontáneamente a pasar a Cebú a desempañar la importante Comisión que acaba de efectuar, en la que ha dado exidentes pruebas de celo
e interés
S INOPSIS HISTÓRICA
187
religiosos y de una actividad suma, en unión con sus compañeros, los devotos Curas Párrocos de aquella provincia, para la cooperación con su Alcalde Mayor al
pronto apresto de los buques y gente armada, es verdaderamente recomendable y
digno de todo elogio, y tengo una viva sitisfacción en expresarlo a V. R. E. G. y
manifestarle que me complaceré en elevar a conocimiento de S. M . tan señalado
servicio, recomendándolo, cual se merece, así como los demás que el mismo Religioso, dirigiendo las fuerzas que ha conducido, desea continuará prestando en las
próximas operaciones contra los bárbaros Joloanos y demás razas M ahometanas,
que tantos y tan graves males han causado a los pacíficos y leales visayas, y tan
vil e infamemente acaban de insultar a nuestro pabellón. –Lo que traslado a V. R.
para su conocimiento y satisfacción del Religioso de su orden, que queda expresado, por su recomendable proceder. –Dios gue. a V. R. m.s. a.s. Zamboanga 26 de
Enero de 1851. –Antonio de Urbiztondo. –M . R. P. Provincial del Orden de Agustinos Descalzos de M anila.
Por ese sentimiento noble de justicia que dominaba en su corazón sucedió que,
cuando los moros, abusando en una ocasión de su mala fe, cometieron uno de esos
atropellos a que tan acostumbrados estaban, indignóse el P. Ibáñez y prometió
vengar aquel acto tan cobarde como indigno, y castigar en la primera ocasión que se
le presentase, la osadía del enemigo.
M as este acto realizado por los enemigos de la Cruz y de la Patria merece una
explicación más detallada.
Por los años de 1849 los moros de Joló, los más encarnizados enemigos de
España y del nombre cristiano, salieron para atacar en número de 3.000 el fuerte de
Basilan, ocupado por nuestras tropas; mas a pesar del enojo de los mahometanos
que atacaron con furia, no pudieron conseguir su intento, pues fue defendido por
los nuestros con valor y heroísmo sin igual: viéronse los moros vencidos, y sus
pueblos arrasados por nuestras tropas en justo castigo de su insolencia.
Un año después, 1850, una escuadrilla pirata, que procedía de Tonquil, reforzada por algunos pancos de los pueblos
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P. LICINIO R UIZ
de Belaun y Bocotuan, atacaron a la isla de Sainar y más tarde a la de Camiguin,
habitadas por cristianos, cometiendo miles de atropellos, llevándose cautivos unos
75 filipinos, de los que algunos murieron y fueron echados al agua durante la travesía.
Estos hechos realizados en dos islas completamente españolas y cristianas,
con esa sangre fría y astucia que caracteriza al pueblo mahometano, soliviantaron
el ánimo español y el entonces General en Filipinas Dn. Antonio de Urbiztondo,
M arqués de la Solana, determinó tomar venganza de la morisma y emprender una
fuerte campaña contra Joló.
El Capitán General dio un breve manifiesto al pueblo, exponiendo los designios que abrigaba y comenzó pronto a preparar todo lo necesario para la batalla
que proyectaba. Las palabras del General excitaron el amor patrio de todos los
Españoles residentes en Filipinas. –La Recolección Agustiniana fue en esta ocasión, como en todas, la primera en ofrecer cuanto tenía, dinero y personal, para el
buen éxito de la campaña y coadyuvar y vengar tamaños ultrajes.
En carta de 22 de Enero de 1852 N. P. Provincial Fr. Juan Félix de la Encarnación decía al Capitán General, a quien remitía la cantidad de dos mil pesos: "El
Provincial de Recoletos, animado por el espíritu de patriotismo que debe ser el
móvil de todo buen español y con la más fina voluntad y en nombre de todos sus
subordinados, remite la cantidad de dos mil pesos, para coadyuvar a la expedición
que se está formando, y patentizar al mundo entero que la confianza que ha depositado S. M . la Reyna en sus soldados, surtirá los efectos consiguientes contra los
enemigos de nuestra Sacrosanta Religión etc., etc., ofrecimiento que mereció las
más expresivas gracias del Gobernador General.
Aún tuvo el mismo Provincial un rasgo más patriota y más enérgico, cuando
en atenta comunicación al mismo Gobernador, se ofreció él mismo en persona a
asistir a aquella campaña y prestar todos los auxilios que fuesen compatibles con
su cargo y dignidad.
No nos resistimos a copiar íntegro documento tan lleno de patriotismo y de
tan nobles sentimientos. "Excmo. Sr. decía: Impulsado por las poderosas fuerzas
que son efectos del sentimiento
S INOPSIS HISTÓRICA
189
de religión y de entusiasmo nacional, me determino a solicitar de V. E. su Superior
permiso, para poder acompañar a los valientes que V. E. tiene dispuestos para las
operaciones contra los habitantes de Joló; ofreciéndome desde luego a prestar los
servicios físicos y morales que estén a mis alcances, como ministro del Altísimo y
como patriota acérrimo de las glorias de la nación Española, nuestra común M adre;
como miembro de una Corporación Religiosa y como ciudadano, como jefe de uno
de los institutos de misioneros y como súbdito de V. E., representante en estas
partes de nuestra augusta Reyna Isabel 2.a –Si V. E. se digna concederme la gracia
que solicito, me proporcionará también sin duda alguna la ocasión más a propósito
para disfrutar la grata satisfacción de ver enarbolada la bandera de la Cruz en los
mismos muros, en los fuertes mismos, donde por tanto tiempo ha tremolado el
estandarte del Islamismo, confundirse el poder bárbaro y déspota en aquel suelo,
testigo de tantas catástrofes, y reemplazarse por el benéfico, benigno y suave gobierno de V. E. y en una palabra contemplar la desaparición del todo y la reducción
a la nada de una secta infame y la fundación sobre sus ruinas de la religión de nuestro Redentor; teniendo de este modo el gusto de dar a V. E. personalmente la enhorabuena, cuando recoja los laureles de la próxima victoria, que es de esperar
ponga en sus manos el Dios de las batallas, en recompensa de los trabajos y desvelos que V. E. se ha tomado en obsequio de la más justa y santa de todas las causas"1.
Dos Recoletos ilustres, de los más notables de la Orden, como Superior de la
Provincia que era uno y su Secretario el otro, sintieron reverdecer su juventud ante
aquel alarde de patriotismo dado por la superior Autoridad militar de las Islas. El
documento trascrito revela en la persona del Provincial al Religioso que, aun en
medio de sus deberes como tal, no olvida a la madre Patria, a la que ofrecía sus
servicios, su amor y su vida, si era preciso; al Religioso de corazón magnánimo,
que ante los ultrajes que el enemigo de la Religión infiere contra la bandera de Cristo y sus hijos
1
Archivo Provincial. –Oficio Superior de las Autoridades desde 1850 hasta 1852.
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P. LICINIO R UIZ
queridos, sale briosamente a combatir contra ellos, exponiendo su vida, por salvar
su fe. Dignos de todo aplauso son, porque espontáneamente y sin miras a recompensa humana de ninguna clase se ofrecieron a aquella expedición, que podía costarles la vida. Ese es el verdadero heroísmo; el que se sacrifica ante el ideal, sin ambición, sin otras miras particulares que salvar ese mismo ideal.
Otro Recoleto ilustre, el que estamos biografiando, el P. Pascual, fue sin duda
el que por su carácter enérgico y valiente sintió en lo más íntimo de su alma aquellas correrías y atropellos cometidos por los rebeldes joloanos. Ya en la primera
guerra sostenida contra los mismos moros por el Gobernador anterior Sr. Clavería,
ofreció su concurso a la expedición, mas, no habiendo sido aceptado, trabajó lo
indecible, cuando al regreso de los expedicionarios tuvo en su Curato de Zamboanga a los cientos de heridos que en su desgracia presentaban un cuadro lastimoso y
bien triste por cierto: allí es donde se reveló aquel corazón magnánimo de que Dios
le había dotado.
Todo cuanto tenía, lo puso a disposición de los heridos, su propia ropa sirvió
para vendajes que restañasen y contuviesen aquella sangre que brotaba de las heridas, y él mismo con todo su amor de Padre se multiplicaba por atender a todos,
curaba sus heridas, les subministraba el alimento necesario y era el consuelo de
aquellos seres desgraciados que gemían víctimas del dolor producido por sus heridas.
Otra prueba de los muchos trabajos sufridos por nuestro biografiado en el reclutamiento e instrucción de los voluntarios visayas, nos la suministra el diario de
operaciones que el Comandante General de M arina del apostadero de Filipinas
dirigió a S. M . con fecha 7 de M arzo de 1854. En el párrafo correspondiente al dos
de M arzo, dice y encarece el trabajo ímprobo del P. Ibáñez en el apresto de la expedición y desembarco de sus fieles cristianos visayas, acompañando a las columnas del Excmo. Sr. Capitán General.
Fue el P. Ibáñez uno de los jefes de la fuerza llamada sutil. Componíase esta
de nueve falúas, dos lanchas cañoneras, 21 barangayanes y 30 balsas de desembarco, que estaba
S INOPSIS HISTÓRICA
191
mandada por el Capitán de fragata Dn. Fermín Sánchez, el Teniente de navío Dn.
José Escurdia y el P. Pascual Ibáñez. En ella iban los voluntarios. La escuadra del
gobierno la componían siete buques de trasporte que eran las fragatas "Eurola",
"Amistad", "M anila y Unión"; y los bergantines "Oquendo", "Tiempo" y "Nuevo
Bilbaíno" en los que iban 2,500 hombres de tropa, mandados por Soto, Ollogui,
Ferri y Apérlegui, con una sección de artilleros mandados por el Coronel Irribarren1.
Reunidas todas las fuerzas expedicionarias en Zamboanga el 18 de Febrero, el
19 por la mañana se hicieron a la vela con rumbo a Joló, y durante la expedición
fuéronse dando las órdenes oportunas para la buena disciplina y orden que habían
de guardar las tropas. A vista del campo enemigo, el Capitán General dirigió a todos una entusiasta y patriótica alocución, que embriagó de entusiasmo a los soldados, dispuestos a luchar a la primera orden. El día 28 al amanecer estaban frente al
enemigo.
Formaban las defensas del enemigo ocho fuertes defendidos por sus empalizadas y sobre todo por las escabrosidades del terreno, y playas acantiladas que no
permitían el acceso a vapores de algún tamaño. Disponían al mismo tiempo de
algunos cañones que colocados entre dos líneas paralelas de fuertes estacadas de
dos o más metros de diámetro por 20 de altura, formaban un muro de espesor de
18 pies, lo que constituía una fortaleza formidable. Envalentonados estaban los
moros joloanos con sus triunfos anteriores y confiados en sus defensas que ellos
creían inexpugnables; y sin duda alguna que la empresa no era tan fácil para nuestras tropas, dado su escaso número y lo bien pertrechado y defendido que estaba
el enemigo.
Considerando el Capitán General que era necesario desembarcar las tropas y
avanzar hacia los fuertes y tomarlos por asalto, la misma mañana del 28 dio la orden de desembarco, y pocas horas después los valientes soldados españoles, al
mando de sus respectivos jefes, marchaban en correcta formación hacia los fuertes
joloanos.
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Archivo Provincial. –Oficio Superior de las Autoridades desde 1850 hasta 1852.
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P. LICINIO R UIZ
Al Este de la ensenada que en forma de herradura se extendía al frente del
enemigo, estaba el fuerte del Dato Daniel, uno de los más poderosos y mejor atrincherados. Allí se dirigieron nuestras tropas, o sea, las tres columnas de ataque, que
las componían fuerzas del regimiento de Fernando 1.o, tres compañías del de España, dos del Infantado y cuatro piezas de montaña con 152 artilleros indígenas,
mandadas por el Coronel Dn. José M aría de Soto.
Comenzó el ataque el citado Coronel por la parte Norte, según se le había ordenado, mas haciéndosele imposible el avance, rompió con la Artillería un vivo
fuego. El estampido de estos primeros disparos del enemigo, dice el mismo documento oficial mandado a S. M . por el Gobernador General, entusiasmó a nuestras
tropas hasta el extremo de que la primera columna, mandada por el Coronel Comandante de artillería, Dn. José Antonio Irribarren, no sólo despreciase los riesgos,
aun a consta de varios muertos y heridos, sino que propasando su ardoroso anhelo
el primer ángulo del fuerte, se precipitasen a asaltarlo por el punto más difícil, o
sea, un portillo, notablemente estrecho, pendiente y resbaladizo. Sin esperar las
órdenes de su jefe Narciso Herrera Dávila parar apagar los fuegos de las cañoneras
de dicho ángulo y las del fuerte inmediato del Dato M arivaljál, se arrojaron nuestros soldados, acaudillados por sus oficiales, con una bravura digna de todo elogio;
pero fueron vanos sus esfuerzos, pues aun cuando lograron pisar el muro, caminando sobre un número considerable de cadáveres que obstruían aquel mortífero
paso, hubieron de ceder a la muchedumbre que se les oponía.
Ante aquel retroceso, impuesto a los nuestros por el enemigo, y a la vista de
aquel reguero de sangre española derramada en el primer ataque, enardecióse con
nuevos bríos el corazón del P. Pascual y sintió hervir en todo su cuerpo el calor de
su sangre española, y comprendiendo por otra parte que el valor de un jefe es el
que en muchas ocasiones decide la batalla, irguióse junto a los mismos muros del
enemigo y dirigiéndose a las tropas, en especial a sus queridos visayas, les dirigió
la siguiente alocución, que muestra más que nada el valor y el patriotismo de aquel
religioso". Fieles
S INOPSIS HISTÓRICA
193
visayas: nuestros hermanos han sido repelidos una vez por los infieles: tanta resistencia exige todo nuestro ardor y esfuerzos. A ellos; y si veis que muero, la victoria es segura, mi destino es morir por mi religión y por mi patria y el vuestro vencer en nombre de Dios. Así lo presiento: Visayas –"Viva Jesús, Viva la Reyna".
Así habló aquel héroe de la Religión y de la Patria; y empuñando el crucifijo en
una mano y la espada en la otra, lanzóse a escalar el muro enemigo. Siguiéronle sus
fieles visayas, trabándose otra vez recio combate, en el que luchaban con todo ardor; mas he aquí que cuando estaba próximo a recoger los laureles del triunfo, una
bala hirióle gravísimamente en el brazo, de cuya herida falleció poco después. Las
palabras que poco antes había dirigido a sus fieles soldados fueron un verdadero
vaticinio: él moría, como lo había presentido, pero moría como mueren los héroes,
al pie del deber y del sacrificio, y su sangre y su vida fueron preludio de la gran
victoria que se siguió a su muerte. A las pocas horas de ser herido el P. Ibáñez
nuestros soldados se apoderaron del fuerte Daniel y asimismo cayeron en nuestro
poder los demás, de tal modo que el mismo día 3 de M arzo podía escribir el Capitán General a su M ajestad, diciéndole que en el término de 48 horas habían sido
reducidas a cenizas todas las fortificaciones enemigas, quedando además en nuestro
poder 112 piezas de artillerías, con varios pertrechos y algunas banderas del enemigo.
Breves y compendiosos son los partes comunicados, según aparecen en el
Diario de operaciones, pero, aunque breves, demuestran el ardor bélico y la valentía de nuestro Religioso. "Reforzado el ataque, dice el expresado Diario por la 2.a
columna a las órdenes de su Comandante Dn. Antonio Aperregui y por 250 paisanos armados que dirigía el intrépido y virtuoso P. Pascual Ibáñez, del Orden del
Recoletos, se insistió en la posesión del fuerte, sin que el ímpetu con que nuevamente acometieron diese tampoco resultado, a pesar de los heroicos hechos personales que mediaron en tan sangrienta alternativa. Singularizábase en ella en una
actitud edificante y exhortando a nuestros valientes soldados el mencionado Religioso colocado sobre el mismo portillo,
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P. LICINIO R UIZ
donde al espirar al grito de "Viva la Reyna," recibió una herida mortal". Estas palabras son el testimonio más elocuente del heroico comportamiento de nuestro Religioso, que hacen exclamar a un biógrafo suyo y decir estas palabras1: "He aquí un
espectáculo magnífico; un cuadro cuya vista enternece seguramente aun a los que
ni siquiera la relación de compatriotas tengan con la memoria del Religioso Ibáñez.
Las fuerzas materiales, la fuerza militar hábilmente dirigida y estimulada por el
honor y la bravura de jefes y soldados, viéronse ante una resistencia insuperable de
la multitud de los enemigos, encarnizados, y defendidos por murallas y parapetos;
pero el dedo de Dios indicó al religioso el sitio, donde debía colocarse con sus
compañeros de martirio, para ejemplo del ardor de todos, y su entusiasmo es eléctrico, y las armas españolas arrollan todos los obstáculos, se posesionan de los
fuertes, desalojan de ellos y de sus guaridas todas a los infieles, y se canta el triunfo sobre los muros, tras de que el Sultán de Joló ocultaba su perfidia y deslealtad".
Hemos oído decir que la bala que hirió a nuestro Religioso, no fue una bala
enemiga, sino que partió de alguien de los nuestros, ofendido quizás en su amor
propio, al ver el arrojo y valor del humilde religioso.
Este dato sobre la inicua traición cometida contra el P. Ibáñez que alguien debió decir y del que se susurraba más o menos en aquella época y aun en tiempos
posteriores, no lo vemos confirmado en ninguno de los relatos que en relación con
esta guerra se escribieron.
No obstante esta ha sido la creencia general, y claramente lo dicen N. P. Juan
Félix de la Encarnación, testigo presencial de aquellas luchas, y el P. Zueco que
recogería sin duda esa opinión comúnmente creída, de que el valiente Recoleto fue
víctima de la más cobarde y reprobable traición de parte de un paisano y un hermano.
1
Biografía y retrato del P. Pascual Ibáñez de Sta. Filomena, Religioso Misionero Agustino Recoleto de Filipinas y muerte heroica del mismo acaecida en el asalto de Joló. Publicado en folleto como extraordinario del Boletín del Clero Español, Madrid 1851. Imp. de Martínez.
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Sea de esto lo que fuere, ello no obsta ni en nada amengua el mérito contraído
por el P. Pascual. Los trabajos en pro de la Patria, su valor rayano en la temeridad,
su arrojo contra las huestes enemigas, su muerte en medio del combate, tinta su
espada en la sangre enemiga y el crucifijo descansando sobre aquel cuerpo desfallecido y muerto, realzan hasta lo sublime al humilde Recoleto. Así son los mártires
de la Religión y de la Patria, y así era el P. Ibáñez, gloria imperecedera de la Recolección, madre fecunda de héroes que en todos los tiempos han sabido luchar por
su Dios y por su Rey.
El Diario oficial nada más dice fuera de las palabras arriba trascritas, sin más
elogio y sin más comentario. N. P. Provincial Fr. Juan Félix de la Encarnación, que
le asistió, participaba, embargada su alma por el sentimiento, al Exmo. e Illmo. Sr.
Arzobispo de M anila, que lo era el insigne Recoleto, P. Aranguren, la noticia de su
muerte en la siguiente carta.
Exmo. Illmo. Sr.: –A las 4 menos cuarto de la mañana del día 6 del que rige, entregó su alma al Criador, a bordo del vapor "Reyna de Castilla" fondeado en la rada
del pueblo y plaza de Zamboanga, el benemérito religioso y hermano nuestro, P.
Fr. Pascual Ibáñez de Sta. Filomena, de resultas de un balazo que recibió por nuestras mismas armas en el brazo derecho el día 28 del pasado Febrero en el asalto del
fuerte del Dato Daniel, cuando se tomó a Joló. Habiendo sido el primero en levantar el brazo que manejaba su espada y proclamar a Isabel 2.a nuestra augusta y
amada Reyna, una bala cruel y traidora de las muchas que protegían el asalto que
varios militares efectuaban, después que el guerrero religioso pisaba ya a salvo
aquellos terribles y temibles muros que hace ya más de 200 años se tenían por
inexpugnables vino a poner fin a la vida del héroe, que dotado de un genio grande y
emprendedor, había dado pruebas en la expedición de lo mucho que prometía. Ha
sido verdaderamente mártir de su valor, celo y heroísmo por la más justa y santa
de todas las causas. Requiescat in pace. Lo que digo a V. E. lllma. para su conocimiento y efectos consiguientes. Dios guarde a V. E. muchos años. M anila 18
196
P. LICINIO R UIZ
de M arzo de 1851. –Fr. Juan Félix de la Encarnación. –Arzobispo de M anila.
Al día siguiente testimoniaba el Sr. Arzobispo su profundo sentimiento por la
muerte de tan insigne hermano en la contestación que remitió a N. P. Provincial y
que decía así: "Con profundo sentimiento a la par que indecible satisfacción he
recibido la noticia de la muerte del benemérito Religioso de nuestra Orden y Provincia, M . R. P. Fr. Pascual Ibáñez de Sta. Filomena, acaecida de resultas de la
herida que recibió en la toma de Joló, combatiendo a los enemigos de la Religión y
de la Patria, con el heroísmo que proclama el público. Dios quiera, como se lo ruego, que la sangre derramada con el sacrificio de la vida por tan justa y santa causa
sirva a nuestro difunto hermano para el premio inmarcesible de la eterna gloria. Lo
que digo a V. R., contestando a la comunicación en que se ha servido participarme
el mencionado suceso. "Dios guarde a V. R. muchos años. M anila 19 de M arzo de
1851. Fr. José Arzobispo. M . R. P. Provincial de Recoletos".
Así terminó su vida el valiente Recoleto, cuyos últimos suspiros fueron recogidos por otro Recoleto no menos insigne, el P. Juan Félix de la Encarnación, que,
no obstante su avanzada edad y su elevado cargo de Provincial, no titubeó un momento en ofrecerse al sacrificio y en prestar relevantes servicios a la causa de Dios
y de la Patria en aquella memorable jornada. Era este Religioso natural de Geria,
Provincia de Valladolid, en donde nació el 30 de Junio de 1806, e hijo de nuestro
Convento de Alfaro, en el que hizo su profesión el año 1828. Desempeñó el cargo
de varias misiones todas ellas en Visayas. Estando al frente de la parroquia de Siquijor, fue elevado a la primera Dignidad de la Provincia, la que gobernó durante el
trienio reglamentario de 1849 hasta 1852, mereciendo por sus singulares dotes de
Gobierno el que en los comicios de la Provincia tenidos el año 1861 para elegir
Superior Provincial, fuese elegido otra vez.
Distinguióse por su celo y tesón en defender los derechos de la Orden, como
sucedió al verificarse el cambio de Curatos nuestros en M indanao con los de la
M itra, a fin de
S INOPSIS HISTÓRICA
197
ceder aquellos a los PP. de la Compañía de Jesús. Sostuvo con tesón y mucha prudencia contra el Sr. Arzobispo y algunos Clérigos, que se oponían a ceder aquellos
Curatos, sus derechos amparados en la Real Orden, logrando al fin que se nos adjudicasen, según lo mandado por S. M . Protegió asimismo las misiones, ya extendiendo el campo de acción por la isla de Negros, ya dando luminosos informes
sobre las mismas. Era de recio temple, trabajador incansable y de gran ingenio, como lo prueban sus obras escritas en el dialecto visaya, entre ellas un diccionario,
que con algunas adiciones hechas posteriormente es todavía el que sirve a todos los
religiosos para adiestrarse en dicho dialecto. No era a la verdad muy anciano, cuando tomó parte en la sangrienta guerra que acabamos de describir; pero sí tenía una
edad, en que ya no viven las ilusiones, sino los sentimientos íntimos del alma, y
estos fueron únicamente los móviles que le indujeron a tomar parte en aquella lucha en la que se trataba de vindicar la fe cristiana y el honor Español. Ya hemos
visto en la carta que dejamos copiada al principio de este capítulo, con qué generosidad y con qué elevación de miras se ofreció al sacrificio, y, aceptado que fue por
el Superior Gobierno, embarcó con el mismo General y asistió a toda aquella campaña.
El Diario Oficial, tan parco en elogiar los méritos de los combatientes, en especial de los Religiosos, dice así en el documento No. 9, en que daba cuenta a S.
M . del curso que habían tenido las operaciones: "El R. P. Provincial de la Orden de
Agustinos Descalzos, Fr. Juan Félix de la Encarnación, y su Secretario el R. P. Fr.
M ariano Tutor1 que ha reemplazado en el mando al herido P. Pascual Ibáñez, no
obstante su avanzada edad, han acompañado a la expedición animados de su verdadero celo religioso y civil, de puro patriotismo que los mantuvo dando ejemplos
de valor sobre el puente del vapor "Elcano" durante las horas de combate".
Aunque breve en palabras, es bastante expresivo el parte
1
El P. Mariano T utor nació en Ólbega, Provincia de Soria, en 22 de Octubre de 1811 y profesó en
nuestro Convento de Monteagudo el 1829. Desempeñó la cura de las almas en varios pueblos, en Masinloc y Botolan (Zambales) y en Calocan y Silang, Tagalos. Era Secretario de
Provincia, cuando ocurrieron los sucesos dichos.
198
P. LICINIO R UIZ
oficial y pone de manifiesto el valor de nuestro Superior en aquellas horas de angustia, como igualmente el de su Secretario que debió tomar parte muy activa en la
guerra, toda vez que al morir el Jefe de la sección visaya P. Pascual, asumió el
mando de esas fuerzas, el P. M ariano. Tres Recoletos insignes, los únicos religiosos que asistieron a aquella campaña, dignos por su fe y elevado patriotismo de
que se conserven sus nombres y de que se perpetúen a través de las generaciones.
La Isla de M indanao parecía ser el campo de operaciones que Dios había destinado
a la Recolección como especial patrimonio, pues en ella es donde desde el principio en que ellos iniciaron la conversión de aquellos infieles, hasta la fecha actual en
que sólo quedan en ella los secuaces de Mahoma, han sido muchos los Recoletos
que han sucumbido en ella víctimas de su deber.
El Gobierno Español se mostró sumamente agradecido a nuestra Corporación
por los valiosos servicios por ella prestados a tan patriótica causa, comunicando
de Real Orden un voto de gracias a N. P. Provincial y a los parientes del P. Ibáñez
en memoria del héroe muerto en campaña. He aquí el documento oficial.
SUPERIOR GOBIERNO Y CAPITANÍA GENERAL
DE FILIPINAS -SECCIÓN DE GOBIERNO
Por el M inisterio de la Gobernación del Reyno se me dice en Real Orden de 10
de Junio último, que al dignarse S. M . mandar se den en su augusto nombre las
gracias a todos los que han contribuido a la importante y trascendental victoria
obtenida contra los piratas en Joló, es también su soberana voluntad se me signifique la especial recomendación que por aquel ministerio se hace al de Gracia y Justicia en favor de los parientes del M . R. P. Fr. Pascual Ibáñez, muerto gloriosamente en aquella empresa, y siendo V. R. uno de los que a ella han contribuido, y
constándome además el particular interés que ha mostrado en apoyo de la familia
de aquel virtuoso y recomendable religioso de su Orden, tengo la más viva satisfacción de comunicarlo a V. R. –Dios guarde V. R. muchos años. –M anila a 27 de
S INOPSIS HISTÓRICA
199
Agosto de 1851. –Antonio de Urbiztondo. –M . R. P. Provincial de Recoletos 1.
A tan expresivo documento y tan honroso testimonio para N. P. Provincial y
para la Orden Recoletana que él representaba, contestó N. P. Provincial dando las
gracias por sí y en nombre de todos los individuos que gobernaba, por el interés
que se había tomado en recomendar a S. M . a los parientes de su difunto Hermano
P. Pascual Ibáñez y en hacer mención de la insignificante parte con que él había
contribuido a aquella jornada2.
1
2
Archivo Provincial. Oficios Superiores 1850 a 1852 fol. 140.
Archivo Provincial. Oficios Superiores 1850 a 1852 fol. 140.
CAPÍTULO VI
Colegio de Marcilla
La Recolección avanzaba, si no a pasos agigantados, al menos sobre camino
seguro. El grano de mostaza arrojado por nuestros Padres en los fértiles campos de
Alfaro, brotaba con vigor y se mostraba lozano y vigoroso, haciéndose necesario
trasplantarlo a otras tierras a fin de que sus frutos fuesen más copiosos.
Pequeño y estrecho resultaba ya el Colegio de M onteagudo para los muchos
que solicitaban nuestro Hábito, e imposible se hacía encerrar dentro de sus muros a
toda aquella juventud que tenía que permanecer allí desde el año de su noviciado
hasta la conclusión de su carrera; razón esta por que nuestros Superiores, atendidas las muchas vocaciones que se frustraban por esa falta de local, determinaron
buscar algún otro edificio que diese cabida a todo ese número de vocaciones.
Aunque en las actas de diversos Capítulos se lee que nuestros Superiores ordenaban estrictamente no se admitiesen más de doce novicios, hemos visto en el
informe que presentó el P. Agudo a S. M . que por aquél entonces había ya más de
70 Religiosos en M onteagudo, número excesivo para 10 que es dicho Convento; y
si a esto se añade que algunas veces traspasaron los Padres de España las órdenes
de los Capítulos, con motivos suficientes sin duda alguna, y se admitieron más
novicios de lo arriba ordenado, se comprenderá cuán necesaria era la erección de
otra casa, que descongestionase el convento de M onteagudo.
En el Capítulo Provincial celebrado en M anila el 30 de Abril de 1864 en que
salió electo Provincial N. P. Agustín Olmedillas, en el acta 12 se lee lo siguiente:
"Determina el presente Capítulo que en Definitorio Pleno se trate detenidamente el
asunto de la erección o instalación de una segunda casa que sirva de profesorado o
de estudios, a fin de poder contar en lo sucesivo con personal suficiente para llevar
todos los destinos de nuestra vasta administración espiritual
S INOPSIS HISTÓRICA
201
en este Archipiélago Filipino, tomando las providencias y medidas que a los PP.
les pareciese más convenientes para la consecución del objeto propuesto".
Un acta digna y noble, que ensancha el corazón. Acostumbrados a leer actas y
más actas, cuyo espíritu se encerraba siempre dentro de un marco estrecho y mezquino, e inspiradas muchas de ellas en esa pequeñez que produce casi siempre la
economía y la falta de recursos materiales, debido a lo cual la Provincia se mantenía
estacionada, ensancha, repito, el corazón la lectura de esa acta que rompía los moldes ordinarios y abría un nuevo horizonte de luz y de vida a nuestra Corporación.
Verdad es que el campo de nuestras misiones se iba extendiendo mucho en las
dos decenas de años anteriores; se habían aumentado varios pueblos en Negros
Oriental y Occidental; nos habíamos visto obligados en cierto modo a poner más
Sacerdotes en M indoro, aumentaba el número de parroquias en Zambales, y
además de tener cubiertas las necesidades de los pueblos principales, todavía el
Gobernador General Sr. Clavería pedía en 1890 a nuestro P. Provincial M isioneros
para los monteses de aquella Isla, para cuyo objeto no pudo disponer nuestro Superior más que de dos Sacerdotes. Administrábamos casi todo M indanao, creáronse Parroquias nuevas dentro de las provincias que nuestros Padres administraban,
y ante aquel horizonte que se les aparecía tan amplio, tomaron esa medida, que
viniese a llenar el vacío y la necesidad que se sentía de operarios evangélicos.
N. P. Comisario Fr. Guillermo Agudo, hombre emprendedor, tan pronto como
recibió la determinación tomada por nuestros Padres de M anila, ora sea la trascrita
arriba, o sea, la que tomaron en junta de Definitorio habida en 17 de Abril de 1864,
a que alude el citado Comisario en el escrito que dirigió al Provincial dándole cuenta de sus gestiones, recorrió varias Provincias y lugares con el objeto de buscar una
casa cómoda y apta para el fin ideado.
Después de muchos viajes y recorridos fijóse en el antiguo Convento de Bernardos existente en M arcilla, por las hermosas condiciones de clima y de salubridad que ofrecía.
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P. LICINIO R UIZ
Era este un Convento perteneciente a la Orden del Císter y que, comenzado a
edificarse en 1773, fue terminado en 1783, fecha en la que dice el P. Fabo en su
historia de M arcilla, no se costruyó más que lo preciso: "De ello quedaron a la
mayor perfección concluidas Iglesia, Claustros, dormitorios, celdas, refectorio,
dispensas, lagos, bodega, aceitería, graneros y cocina, todas piezas grandes y vistosas, construidas con la mayor firmeza y hermosura, supliendo las de sillería o
mayordomía y abacial cámara los cuartos sobrantes de los monjes, y las de las caballerías de labranza algunos cubiertos de poco coste, que provisionalmente sirven
en el día en lugar de los destinados en su propio sitio, cuyos cimientos se hallan
cerrados y en disposición de sustentar la carga que esperan".
Grandísimo fue el interés que se tomó nuestro P. Comisario en el rebusco de
una casa que nos fuese ventajosa.
En carta dirigida a N. P. Olmedillas en 17 de Junio de 1864 le dice: "En este
verano me dedicaré con celo a buscar un local para nuestro nuevo Colegio. Ha pasado la época favorable para habernos instalado convenientemente. Ahora, a donde
quiera que vayamos, habrá necesidad de gastar mucho y que vencer no pocas dificultades. De los pocos que han quedado, pues unos se han vendido y otros están
en el suelo, no hay que contar con ellos; los que aún se conservan están aplicados o
a cuarteles o museos; y muchos, a oficinas públicas".
Acompañado de N. P. Comisario Apostólico Fr. Gabino Sánchez, visitó el
célebre M onasterio de Veruela y en carta del 17 de Julio al Provincial le decía, respecto a este antiguo M onasterio, haberles gustado mucho por su capacidad, calidad de las obras y mejor estado de conservación; pero que el Escribano que había
comprado el palacio del Abad, la bodega, huerta, molino y demás accesorios pedía
por ellos un precio excesivo, además de otros graves inconvenientes que dificultan
por completo el pensar en tal edificio.
Difícil y mucho era en aquellos tiempos encontrar edificio que respondiese a
nuestras necesidades; y que sobre todo se pudiese obtener en condiciones ventajosas y económicas, como era su deseo.
S INOPSIS HISTÓRICA
203
En 31 de Agosto volvía a escribir a N. P. Provincial lo que sigue: "Estos días
he recorrido las provincias de Navarra y Logroño, y antes de decir el resultado de
mi exploración, indicaré la idea que me ocurre y es que V. R. (como me sucedería a
mí si estuviese a cinco mil leguas) no concebirá que en la tierra clásica de los Conventos no haya una casa que pueda convenirnos. Descartados los Conventos y
M onasterios vendidos y destruidos entre los que se hallan el de la Oliva y M arcilla, he hallado en Villafranca vendido y trasformado en granero y bodegas y en manos de quien, aun cuando diésemos por él más que lo que vale, no le soltaría. El de
Calahorra en el que se conserva bien la Iglesia, lo demás son ruinas o mejor dicho
un solar y no grande. Y últimamente el famoso M onasterio de Hirache, situado en
las inmediaciones de Estella. Como edificio, es este último de gran solidez y se
conservan en pie las paredes maestras y divisorias con los tejados; pero ¡qué desolación en la Iglesia!, añade, y no sólo eso, sino que necesitaríamos un Capital muy
grande para la compra y arreglo.
Excusóse, dice, de haber visitado San M illán de la Cogulla porque, fuera de la
piedra de sillería, lo demás a excepción de la Iglesia estaba en el suelo a pesar de ser
y estimarse por el Escorial de la Rioja1.
La fachada de la Iglesia y el tramo Sur del Convento de M arcilla desplazan una
longitud de 128,55 metros, a cuyo frente hay una plaza de 101 varas de longitud
por 64 de amplitud; es la obra de ladrillo, con cimientos y pilastras de piedra labrada con dos cuerpos, y los arranques de dos torres a una y otra extremidad lateral: en el primer cuerpo vense tres nichos "para colocar en ellos a los tres reyes
fundadores" y el del centro para una estatua de nuestra Señora de la Blanca. En el
conjunto reina el estilo toscano en toda su pureza y severidad de ejecución; la portada lleva estilo jónico muy sencillo. A las torres falta un tercer cuerpo y además el
remate. La Iglesia tiene tan sólo una nave espaciosa, esbelta y artística, con media
naranja muy espaciosa
1
Suponemos que informaron mal a N. P. Agudo, pues el tal Monasterio lo tomamos
posteriormente y no estaba en tan lamentable estado.
204
P. LICINIO R UIZ
y rodeada de vidrieras de colores, dos capillas de fondo en sus cruceros, tan esbeltas como la mayor o presbiterial. De estilo corintio, compuesto en su estructura
con hermosos pedestales en que descansan pilastras historiadas. Además de las
capillas del crucero tiene otras dos laterales mas pequeñas. El retablo del altar mayor pertenece al orden corintio el primer cuerpo y el segundo al Jónico1.
En general es un edificio amplio, sólido y elegante... fáltale algo de esbeltez, a
causa del truncado de las torres, achatadas y bajas; pero todo es sólido, ventilado y
sano. Activos me parecen aquellos Padres que en tan pocos años levantaron un
edificio de las dimensiones de este; tanto más, si se tiene en cuenta, lo que dice el
Cronista arriba citado, que se construyó todo con limosnas que los Padres recogían
de los contornos. ¡Felices tiempos aquellos en que tanto abundaba la caridad!2
M as poco tiempo gozaron los Padres Bernardos del hermoso edificio que a
costa de tantos sudores habían construido.
La invasión francesa, que en todo el mundo produjo trastornos de importancia
sobre todo en el orden de las ideas, renovándolo todo y destruyendo con sus nuevos principios de libertad e independencia de criterio, todo el sistema antiguo, cuya base más firme era la unidad de la fe, de sentir y pensar según esa misma fe, al
propagarse en nuestra España, en aquellos días aciagos entre el estampido de los
cañones, produjo tal revolución en el campo de las ideas, que, a no dudarlo, fueron
de peores consecuencias que los destrozos materiales que produjo una guerra porfiada de seis años contra un enemigo fuerte y poderoso, los que produjo en el seno
de las creencias españolas, las que dividió y entibió de tal modo, que desde aquella
nefasta guerra y desde que se implantó ese sistema racionalista y libre traído por
los enemigos, arrancan toda esa serie de hechos que se han verificado, vergonzosos
e indignos de pueblos civilizados y cristianos. La constitución del año 12, los liberalismos y desplantes
1
2
P. Fabo, Historia del Convento de Marcilla, pág. 64.
Que nos dispense el P. Fabo, si no admitimos de plano tanta caridad. Si los fieles tenían para
dar, los Padres Bernardos tenían también sus buenas propiedades no lejos del Convento.
S INOPSIS HISTÓRICA
205
anticristianos de nuestros representantes en Cádiz el 20, demostraban a las claras
que el veneno inoculado se había infiltrado demasiado en el ánimo de nuestros legisladores; y a ese envenenamiento de la inteligencia siguió después el del corazón;
y, perdido el sentimiento, vino la degradación, el desorden, la anarquía y el deshonor, que son los estigmas más vergonzosos que los Españoles han arrojado sobre su propio pueblo.
La Historia de España del siglo 19 no es otra cosa que una historia de motines,
de revoluciones y de desenfreno moral y nada se ve en sus páginas de grande ni de
heroico: podíamos decir muy bien que la historia de nuestro pueblo terminó cuando comenzaron aquellos sucesos.
Dejando estas consideraciones a un lado, los citados Padres Bernardos se vieron precisados a abandonar su Convento, cuando en 25 de Octubre se decretó la
supresión de los Religiosos en España; mas, calmadas algún tanto las pasiones
anticlericales, hubieron de volver a habitar en él algunos de ellos hasta que por segunda vez en el año 34 se desencadenó con toda su furia aquella horrenda tempestad, que arrasó por completo conventos e Iglesias, obligando a dispersarse a todos
sus moradores, que tuvieron que sufrir a consecuencia de ello una vida de privaciones y sacrificios.
Doblemos esa hoja de nuestra Historia Española y sigamos.
El Convento fue abandonado más tarde: sospechamos que, cuando la enajenación de bienes de los religiosos, fue comprado por Dn. José Francisco Elorz y Lapoya, quien al morir lo legó en testamento a sus hijos Dn. Pablo, Dña. Anastasia,
Dña. Felipa y Dn. Francisco Elorz Lapoya.
Con estos Señores se entendió nuestro P. Comisario y confirmó la escritura de
compra, como vemos por la copia de dicha escritura que insertamos íntegra.
206
P. LICINIO R UIZ
COPIA DE LE ESCRITURA DE CESIÓN GRATUITA Y VOLUNTARIA
DEL M ONASTERIO DE M ARCILLA A FAVOR DE LOS PP.
AGUSTINOS D ESCALZOS DE LA M ISIÓN DE ASIA
En la villa de Peralta a veinti y uno de Diciembre de mil ochocientos sesenta y
cuatro: Ante mi Dm Alejandro Laboreria Notario, vecino de esta villa, del ilustre
Colegio de Pamplona, estando presentes los testigos que se espresarán, comparecen de la una parte Dn. León Francisco de Yracheta e Yrigaray y Dña. Francisca
Elorz y Lapoya, su esposa, vecinos de la misma, por sí, y como apoderado el primero de Dn. Teodoro Ramírez y Alvarez y Dna. Felipa Elorz y Lapoya la suya su
cuñada y hermana, vecinos de la ciudad de Alfaro, Provincia de Logroño, como lo
hace constar del poder otorgado a su favor en la ciudad de Barcelona, fecha siete
del corriente, ante el Notario Dn. Francisco Planas y Castillo del Distrito de Sn.
Pedro, cuya copia legalizada va por principio de este instrumento, para darse por
copia de las que se pidieren; Dn. M anuel Lapoya y Sagaseta y Dña. Paula Elorz e
Yracheta ambos de esta vecindad por sí y como apoderado de Dn. Nicolás del
Busto y Zubiri y Dña. Narcisa Elorz e Yracheta la suya, vecinos de la ciudad de
Tafalla, como consta del que le han conferido en dos del corriente més, ante el Escribano Dn. Dionisio Romeo, cuya copia va también por principio a esta escritura,
para insertarse en las que se dieren; y Dn. Eusebio Elorz e Yracheta su hermano y
cuñado vecino de la villa de Falces, hallado actualmente en esta, todos casados,
propietarios; edad Dn. León sesenta años; Dña. Francisca cincuenta y seis; Dn.
M anuel cuarenta y cuatro; Dña. Paula cuarenta y uno; Dn. Pedro Galo cuarenta, y
Dn. Eusebio, treinta y cinco, a quienes doy fé y conozco; y de la otra el R. P. Fr.
Guillermo Agudo y Rodriguez Alto, edad sesenta y tres años, Comisario y Vicario
Provincial de Agustinos Recoletos de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de
las M isiones de Asia, accidentalmente en esta villa, asegurando Dn. León y demás
interesados conocer al referido P. Fr. Guillermo, de cuyo estado, profesión y domicilio, y que no son parientes de mi, el dicho Notario también doy fé; asegurando
S INOPSIS HISTÓRICA
207
hallarse en actitud legal para otorgar esta escritura de cesión de Dn. José Francisco
Elorz y Lapoya su hermano, cuñado y otros respectivos, verificada en dicha ciudad de Barcelona en ocho de octubre de mil ochocientos cincuenta y uno, y según
lo dispuesto en la claúsula doce del testamento que otorgó en la villa de Falces a
tres de Setiembre del mismo año cincuenta y uno, ante el Notario Dn. Angel Zapatería, bajo cuya disposición murió, quedaron herederos de todos sus bienes, Dn.
Pablo M atías, Dña. Anastasia, Dña. Felipa, y Dña. Francisca Elorz y Lapoya, sus
cuatro hermanos, distribuyéndose por partes iguales, como consta del Inventario y
escritura de Partición de fecha seis de Diciembre de mil ochocientos cincuenta y
dos, que pasó por fidelidad del escribano Dn. Conrrado (sic) M ata: que entre los
bienes pertenecientes a dicha herencia les tocó un M onasterio con su Iglesia, y
demás anejos, sitos en jurisdición de la villa de M arcilla, inmediato a la población,
que perteneció a la extinguida comunidad de monjes Bernardos, señalado con el
número dos; linda por derecha e izquierda con la huerta de los señores comparecientes, y por la parte de atrás o espalda a la misma, la huerta y heras de Dn. Valentin M aria Jáuregui vecino de Pamplona; tiene de sitio este solar, ciento cuarenta
y nueve mil trescientos ochenta y ocho pies castellanos; Que la cuarta parte del
citado M onasterio, y huerta que correspondió a Dn. Eusebio M aría Arbizu en
representación de la nominada Anastasia Elorz su esposa como se relaciona en la
referida escritura de partición de Seis de Diciembre la donó en contrato a Dña. Isidora y Dña. Eugenia Arbizu y Elorz sus dos hijas, las cuales en concurso de Dn.
Juan Ciordis y Bermejo, y Dn. Pablo Zabalza y Satústegui sus respectivos maridos, vendieron dicha cuarta parte al indicado Dn. Teodoro, según aparece de la
escritura que se otorgó ante el infrascrito Notario, fecha veinte y uno de Octubre
de mil ochocientos cincuenta y nueve y consta de la misma a que se remiten. Que
la otra cuarta parte del citado M onasterio que toco a Dn. Pablo M atias Elorz, recayó por la defunción de este, verificada en diez y nueve de Noviembre de M il
ochocientos sesenta en favor de los expresados Dn. Pedro Galo Dn. Eusebio, Dña.
Narcisa esposa
208
P. LICINIO R UIZ
de Dn. Nicolás y Dna. Paula esposa también de Dn. M anuel, como también aparece en la escritura de partición de la herencia de Dn. Pablo fecha en doce de Diciembre de mil ochocientos sesenta, que pasó por fidelidad del mismo Zapatería, cuyo
M onasterio, iglesia y demás adherentes, ha sido inscrito en el Registro de la propiedad del partido de la ciudad de Tafalla en el Tomo quinto, libro primero de la
villa de M arcilla, al folio ciento ochenta y siete, finca número cincuenta y cinco,
inscripción número uno, como consta del traslado de la escritura descriptiva que en
este acto se tiene a la vista de que el Notario da fé: En este estado el citado Dn.
León y demás interesados por sí y en el nombre que representa cada uno, con el
loable objeto de que se establezca en dicho M onasterio una comunidad de Religiosos de dicha orden de Recoletos misioneros, han determinado donarlo gratuita y
voluntariamente; y llevándolo a debido efecto y cumplimiento, dicen: Que por la
presente escritura y su tenor y en el modo y forma que más haya lugar, ceden y
traspasan, donan gratuita y voluntariamente, dicho M onasterio con su Iglesia y
adherentes en favor del dicho R. P. Fr. Guillermo, Comisario y Vicario Provincial
de Agustinos bajo las condiciones siguientes: 1 El nominado M onasterio con su
Iglesia y demás anejos sito en dicha villa da M arcilla inmediato al pueblo lo donan
gratuita y voluntariamente al expresado R. P. Fr. Guillermo, Comisario y Vicario
Provincial con el objeto de que se establezca una comunidad de Religiosos de dicho
orden de Agustinos Recoletos en el mismo M onasterio: 2 Será obligación de que
por la misma comunidad de Recoletos se ha de celebrar anualmente, y a perpetuo
en cada año el día tres de Agosto y hora de las ocho de la mañana, no siendo Domingo, en cuyo caso tendrá lugar la celebración el día ocho del mismo mes a la espresada hora, un aniversario en sufragio del alma del finado Dn. José Francisco
Eiorz e interesados de sus respectivas familias, compuesto de Nocturno, M isa y
responso cantados, a cuyo acto tendrán derecho de asistencia los comparecientes
como interesados o cualquiera de la familia que sucesivamente los represente, ocupando en dicha Iglesia un lugar preferente después de la Comunidad. 3 Que si por
causas imprevistas ocurriese la extinción de la Provincia de
S INOPSIS HISTÓRICA
209
San Nicolás de Tolentino de Agustinos Recoletos de la M isión de Asia, los citados
edificios volverán al dominio de los cesionarios o sus herederos legítimos, en la
forma que se encuentren, bien se hayan hecho o no obras, sin que por persona o
autoridad alguna, pueda reclamárseles indemnización de ninguna especie bajo concepto alguno: Pero si nuevamente volviera a establecerse la dicha Provincia de
Agustinos Recoletos de Filipinas, en cualquier tiempo que fuere, los cesionarios o
herederos, serán obligados a devolverlos en el estado que tuvieren lisa y llanamente
y en la forma espresada; el aniversario estipulado, sin dar lugar a tramites judiciales, ni reclamar indemnización bajo cualquier concepto: y los RR. PP. tampoco
podrán pedir cantidad ni otra cosa bajo título alguno a los cesionarios ó herederos.
Por consiguiente se desisten y apartan de la tenencia, propiedad, dominio y posesión que han tenido y tienen al citado M onasterio, Iglesia y demás anejos, y todo
con que entradas y salidas, donan gratuita y voluntariamente a favor del indicado
P. Fr. Guillermo, concediéndole desde luego poder y facultad cumplida para que
tome, la actual, real, quieta y pacifica posesión en la que le ponen los SS. otorgantes. El R. P. Fr. Guillermo, como tál Comisario, admite a su favor esta escritura de
cesión, obligándose desde ahora al exacto cumplimiento de todas y cada una de las
condiciones que van espresadas bajo la pena de costas y daños: Se obligan Dn.
León y demás interesados por sí y en el nombre que cada uno representa a la estabilidad y firmeza de esta escritura y a tenerla en todos tiempos, por buena, firme,
segura, y valedera, sin ir contra su tenor en manera alguna, bajo dicha pena de costas y daños. Para mayor seguridad, las mujeres como casadas, y el R. P. Guillermo
como religioso renuncian las leyes que a cada uno le compete de que quedaron enterados. En ese estado, yo el Notario infrasquito, requerí a las partes, manifiesten
las cargas reales que tengan dicho M onasterio con su Iglesia y demás anejos presentando los documentos para hacer una relación de su procedencia como está
mandado en el articulo diez y siete de la Instrución. Enterados digeron no tiene
carga alguna; que en su poder solo obran los documentos que van expresados,
P. LICINIO R UIZ
210
y examinados cuidadosamente no resulta tengan gravamen alguno. Así lo conteston
de que el infrascrito dá fé. En su vista yo el dicho Notario cumpliendo lo prevenido en los artículos cuatro y diez y ocho de la Instrucción de doce de Junio de mil
ochocientos sesenta y uno, hice presente a ambos interesados que este contrato no
podrá oponerse ni perjudicar a tercero, sino desde la fecha de su inscripción en el
Registro de la Propiedad de este partido, sin cuyo requisito no podrá usarse copia
alguna de esta escritura, ante autoridad, consejo ú oficina de ninguna especie, ni
podra testimoniarse ni extratarse, de que quedaron enterados. Así se otorga siendo
testigos Dn. Santiago Ruiz y Dn. Serapio Ruiz su hermano, vecinos de esta villa a
quien doy fé y conozco, los que aseguran no ser parientes de los otorgantes de
cuya aseveración y que tampoco lo son de mi el Notario, escribientes ni criados
doy fé. Enterados los otorgantes y testigos del derecho que la ley les concede para
leer por sí esta escritura, me requieren lo haga yo el Notario, y habiéndolo hecho
íntegramente, la aprobaron y ratificaron. Firman todos y en su fé la signo y firmo
yo el dicho Notario. –León Francisco de Yracheta. –Francisca Elorz. –Pedro Galo
de Elorz. –M anuel Lapoya. –Paula Elorz. –Eusebio de Elorz. –Fr. Guillermo Agudo. –Santiago Ruiz. –Serapio Ruiz. –Alejandro Laborería Notario. La presente
copia, es conforme a su matriz número doscientos quince a que me remito. En fé
de lo cual a instancia del Prelado de los religiosos del Convento de M onteagudo,
doy la presente, primera saca en esta villa de Peralta a diez y ocho de Febrero de
mil ochocientos sesenta y cinco. Alejandro Laborería Notario. Es copia de otra que
existe en el Archivo de esta comisaria de mi cargo a que me remito.
M adrid y Enero de 1976.
Fr. Claudio del Arco
En la villa de Peralta a veinte y uno de Diciembre de mil ochocientos sesenta y
cuatro: Ante mi Dn. Alejandro Laborería, notario vecino de esta villa del Ylustre
Colegio de Pamplona, estando presentes los testigos que se expresarán, comparecieron de la una parte Dn. León Francisco de Yracheta
S INOPSIS HISTÓRICA
211
e Yrigaray y Dña. Francisca Elorz y Lapoya su esposa, vecinos de la misma, por
si, y como apoderado el primero de Dn. Teodoro José Ramirez y Alvarez, y Dña.
Felipa Elorz y Lapoya la suya su cuñado y hermana, vecinos de Alfaro Provincia
de Logroño, como lo hace constar del otorgado a su favor en la Ciudad de Barcelona fecha siete del corriente ante el notario Dn. Francisco Planas y Castelló del Distrito de San Pedro, cuya copia legalizada en firma va por principio de ese instrumento, para darse por copia de las que se pidieran; Dn. M anuel Lapoya y Sagaseta, y Dña. Paula Elorz e Yracheta, su esposa; Dn. Pedro Galo Elorz e Yracheta
ambos de esta vecindad, por sí y como apoderado de Dn. Nicolás del Busto y Zubiri y Dña. Narcisa Elorz e Yracheta la suya, vecinos de la Ciudad de Tafaila, como
consta del que le han conferido en dos del corriente més ante el escribano Dn. Dionisio Romeo, cuya copia va también por principio de esta escritura para insertarse
en las que se dieren; y Dn. Eusebio Elorz e Yracheta su hermano y cuñado vecino
de la villa de Falces hallado actualmente en esta, todos casados propietarios: edad
Dn. León sesenta años. Dña. Francisca cincuenta y seis. Dn. M anuel cuarenta y
cuatro, Dña. Paula cuarenta y uno y Dn. Pedro Galo cuarenta y Dn. Eusebio treinta y cinco a quien doy fé conozco, y de la otra el R. P. Fr. Guillermo Agudo y Rodriguez Alto, edad sesenta y tres años Comisario y Vicario Provincial de Agustinos Recoletos de San Nicolás de Tolentino de las M isiones de Asia, hallado accidentalmente en esta villa asegurando D. León y demás interesados conocer al referido P. Guillermo de cuyo estado, profesión y domicilio y que no son parientes de
mi el dicho notario también doy fé, asegurando hallarse en aptitud legal para otorgar esta escritura de venta—permuta y en libre uso de sus derechos civiles dicen
los primeros: Que por la defunción de Dn. José Francisco Elorz y Lapoya su hermano, cuñado y tio, verificada en dicha ciudad de Barcelona, en ocho de Octubre
de mil ochocientos cincuenta y uno y según lo dispuesto en la clausula doce del
testamento que otorgó en la villa de Falces a tres de Septiembre del mismo año
cincuenta y uno ante el Notario Dn. Angel Zapatería.
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P. LICINIO R UIZ
bajo cuya disposición murió, quedaron herederos de todos sus bienes Dn. Pablo
M atias, Dña. Anastasia, Dña. Felipa y Dña. Francisca Elorz y Lapoya sus cuatro
hermanos, distribuyéndose por cuartas e iguales partes como consta, del Inventario y escritura de participación de fecha seis de Diciembre de mil ochocientos cincuenta y dos, que pasó por fidelidad del Escribano Dn. Conrrado M ata. Que entre
los bienes pertenecientes a dicha herencia les tocó una huerta en dicha villa de
M arcilla, con árboles frutales cerrada de tapia de diez y nueve y medio rovadas
poco más o menos, o sea una hectárea, setenta y cinco áreas y diez y nueve y
medía centáreas, lindante por el Norte al expresado M onasterio y heleras de Dn.
Valentín M aría Jaúregui; Sur a piezas del expresado Dn. León regadio en medio;
Este, a tierra blanca del mismo Yracheta y Oeste, a otra pieza del mismo Jaúregui:
Que una cuarta parte de Huerta que correspondió a Dn. Eusebio M aría Arbiza en
representación de la indicada Dña. Anastasia Elorz su esposa, como se relaciona en
la referida escritura de partición de seis de Diciembre, la donación en contratos a
Dña. Isidora y Dña. Eugenia Arbizú y Elorz sus dos hijas, las cuales en concurso
de Dn. Juan Ciordia y Bermejo y Dn. Ramón Zabala y Satústegui sus maridos,
vendieron dicha cuarta parte de la huerta al expresado D. Teodoro Ramirez, como
aparece de la escritura que se otorgó ante el infrasquito Notario fecha veinte y uno
de Octubre de mil ochocientos cincuenta y nueve a la que en caso necesario se remiten: Que la cuarta parte de la citada huerta, que correspondió a dicho Dn. Pablo
recayó por la defunción de este verificada en diez y nueve de Noviembre de mil
ochocientos sesenta en favor de los expresados Dn. Pedro Galo, D. Eusebio, Dña.
Narcisa, esposa de Dn. Nicolás y Dña. Paula, esposa tambien de Dn. M anuel, como también aparece de la escritura de partición de la herencia de Dn. Pablo fecha
doce de Diciembre de mil ochocientos sesenta que paso por fidelidad del mismo
Zapatería; cuya huerta ha sido registrada mediante escritura descriptiva en el Registro de la Propiedad del partido Judicial de Tafalla, de que quedaron enterados.
Asi también yo el dicho Notario, resultando que la venta
S INOPSIS HISTÓRICA
213
permuta que se relacione, pertenecen exclusivamente a Dña. Felipa, Dña. Francisca, Dña. Paula y Dña. Narcisa Elorz como parte de su respectiva herencia, cumpliendo lo prevenido en el artículo cuarenta y ocho de dicha Instrucción, entérose a
las partes, en lo que a cada uno toca, asi como a los apoderados D. León Francisco
y Dn. Pedro Galo del derecho que les dan los artículos ciento cuarenta y nueve y
ciento ochenta y dos de la Ley hipotecaria para exigir de sus esposos les hipotequen bienes inmuebles de su procedencia, suficientes, a responder cuanto deban de
esta venta permuta, constituyendo obligación de hipotecarlos hasta completar la
garantia de su valor; enteradas las mujeres y apoderados dijeron que no tratan
hacer uso de su derecho, pues que están conformes con cualquiera determinación
que verifiquen sus esposos, asi lo contestan de que el ínfrascrito dé la fé. Así se
otorga siendo testigos D. Santiago Ruiz y Dn. Serapio Ruiz su hermano vecinos de
esta villa a quien doy fé conozco, los que aseguran no ser parientes de los otorgantes, de cuya aseveración y que tampoco lo son de esta venta permuta en la parte
que acada uno toca conforme a derecho. En este estado yo el infrascrito requerí a
las partes manifiesten las cargas reales que tengan los bienes y edificios que van
expresados, para hacer una relación de su procedencia como está mandado en el
artículo diez y siete de la Instrucción; enterados dijeron, como es Dn. León e interesados, no tienen carga alguna la Huerta de M arcilla, que en su poder obra el testamento de D. José, Inventario y partición; y examinados resultan ser libres; El R.
P. Fr. Guillermo dice, que las ocho casitas y Huerta que van relacionadas tampoco
tienen gravamen alguno; que obran en su poder las escrituras de adquisición de que
ha hecho mérito, y vistas, tampoco aparece tengan censo ni otro deber, así lo conservan de que el infrasquito dá Fé: En este estado yo el referido Notario cumpliendo lo prevenido en los artículos cuatro y diez y ocho de la Instrucción de doce de
Julio de mil ocho cientos sesenta y uno hice presente a las partes, que este contrato no podia oponerse ni perjudicar a tercero sinó desde la fecha de su inscripción
en el Registro de la Propiedad de este partido judicial de la
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P. LICINIO R UIZ
ciudad de Tafalla, y el de la ciudad de Alfaro o Logroño, sin cuyo requisito tampoco podía usarse copia alguna de esta escritura, ante Autoridad, Consejo u oficina
de ninguna especie; ni podrá testimoniarse ni estractarse de que quedaron enterados, para mayor seguridad las mujeres como casadas y el R. P. Fr. Guillermo como
religioso renunciaron las leyes, que les favorecen; recibí en este acto del expresado
R. P. Fr. Guillermo en moneda de oro y plata usual y corriente en esta Provincia,
de cuya numeración real y efectiva entrega doy fé yo el notario por haberse hecho
en mi presencia y en la de los testigos: en ese acto al tiempo de su otorgamiento y
teniéndose D. León y consortes por si y en el nombre que cada uno representa por
contentos, satisfechos y pagados de dichos diez mil reales vellón resto de esta venta permuta, otorgan en favor del R. P. Fr. Guillermo la correspondiente carta de
pago en forma con obligación que hacen de no volverse a pedir más ahora ni en
tiempo alguno bajo la pena de costas y daños: Por consiguiente, ambas partes se
desisten y apartan cada uno de la propiedad, dominio y posesión que han tenido y
tienen de sus respectivos bienes y edificios, y todo con sus entradas y salidas,
usos y costumbres se les ceden recíprocamente, dándose poder y facultad para que
cada uno tome la correspondiente posesión de los que reciba, en la cual se ponen
respectivamente y en señal de dicha posesión Dn. León y consortes entregan traslado de dicha escritura descriptiva y el R. P. Fr. Guillermo lo hace de los documentos que van expresados, los cuales ha recibido cada uno de que el infrasquito da fé.
La cantidad que se ha dado a todos los bienes y edificios permutados, es justa
y proporcionada a su verdadero valor; sin embargo que pudiera resultar, que cualquier perjuicio a las partes, por cesión enorme o enormísima, cuanta sea, se la remiten y condonan mutuamente, se hacen gracia, cesión y donación buena, pura,
perfecta real e irrevocable, en la cual se ponen los SS. otorgantes. Se obliga tanto
D. León y consortes por si y en el nombre que representan, cuanto el R. P. Fr.
Guillermo a la evicción y saneamiento de San Antón, en cuyos terrenos o solares
se construyeron ocho edificios urbanos y una huerta en dicha ciudad de Alfaro,
que
S INOPSIS HISTÓRICA
215
como suyos propios poseé el R. P. Fr. Guillermo los cuales son los siguientes:
Edificios en la ciudad de Alfaro: Una casa sita en la calle de San Antón, señalada
con el número treinta y tres, linda y entrando a la mano derecha, con otra casa de
los mismos PP. número 35, por la izquierda con el corral sin número de D. Epifanio Orobio; por frente con la citada calle de San Antón, y por la espalda con la
calle del cuartel.
Tiene de sitio solar, dos mil setecientos cuarenta y tres pies de superficie. –
Otra id. marcada con el número treinta y cinco, linda por la derecha de su entrada
con la casa de dichos Padres, señalada con el número 37, por la izquierda con la ya
dicha número 33, por el frente con la calle de S. Antón y por la espalda con la calle
del cuartel; mide de solar dos mil ciento sesenta y tres pies. –Otra id. número 37,
su frente a la calle de S. Antón, lindante por su derecha con la casa número 39
también de los PP. Agustinos, por la izquierda con la del número 35, y por la espalda con la calle Cuartel; su solar mide, dos mil dos cientos sesenta y cuatro pies
también de superficie. –Otra id. número 39 su frente a la calle de S. Antón, linda
por la derecha con otra de los mismos PP. número 41 por la izquierda con la casa
número 37 y por espalda con la calle del cuartel; tiene su solar cuatro mil treinta y
siete piés de superficie. –Otra número 41 su frente a la calle de S. Antón, linda por
derecha con la casa número 43 también de los mismos PP. por su izquierda con la
del número treinta y nueve y por su espalda con la calle del Cuartel; tiene su solar
de superficie mil trescientos noventa y cinco pies. –Otra id. número 42, su frente a
la calle de S. Antón, linda por su derecha con la huerta propiedad tambien de los
mismos PP., por la izquierda con la casa número 41, y por la espalda con la calle
del Cuartel; su solar mil cuatrocientos ocho pies de superficie. –Otra id. número 64
sita en la calle del cuartel, lindante por su frente con la misma calle, por la derecha
con la casa número 2, iguamente propiedad de los mismos PP. por la izquierda con
la huerta y por la espalda con la casa número 43, tambien de los PP.; su solar mil
quinientos ocho pies de superficie. –Otra id. número 2., su frente calle del cuartel,
linda por la
216
P. LICINIO R UIZ
derecha de su entrada con el corral de la casa número 39 de la calle de S. Antón,
propiedad de los PP. Agustinos, por la izquierda con la citada número 41 de dicha
calle de S. Antón, mide su solar mil cuatrocientos sesenta y ocho pies de superficie. –Una Huerta con entrada principal por la calle de S. Antón, linda por la derecha de su entrada con la casa número 45 de Dn. Teodoro Ramirez, por la izquierda
con otra de los PP. número 43, y por la espalda con la calle del Cuartel; está cerrada de piedra redonda. M ide su área 30,515 pies. Que de la referida casa hospitalaria y de más bienes que relaciona la citada escritura de 23 de Octubre de mil ochocientos diez y ocho se tomó razón en el oficio antiguo de Hipotecas de dicha ciudad de Alfaro al folio quinto del libro corriente fecha 27 de Octubre de mil ochicientos diez y ocho ante el Escribano D. Gregorio Javier M artinez, como consta
del traslado que en este acto se tiene a la vista al que siendo necesario se remite:
Que en este estado todos los Seres. comparecientes han determinado darse en venta y permuta unos a otros sus referidos bienes, y llevando a debido efecto y
cumplimiento dicen: Que por la presente escritura y su tenor y en la mejor forma
que hacerlo pueden y deben y en derecho se requiera lo hacen D. León y consortes
por si y en el nombre que cada uno representa de la referida Huerta de diez y nueve robadas y media, sita en jurisdicción de la villa de M arcilla, cuyas alindaciones
van descritas; por la cantidad de sesenta mil reales vellon; y el R. P. Fr. Guillermo
lo hace igualmente de las indicadas ocho casas y huerta sitas en dicha ciudad de
Alfaro, cuyas numeraciones calles terminos y linderos van expresados por cincuenta mil reales vellón en que asi se han convenido y ajustado de conformidad sin
preceder tasación, y deduciéndose, el valor de las casas y Huerta del R. P. Fr.
Guillermo, de la otra Huerta de D. León hermanos y sobrinos, resulta alcanzar
estos la suma de diez mil reales vellón los cuales conocen y confiesan en el tomo
quinto libro primero de la villa de M arcilla al folio ciento noventa y tres, finca
número 56 inscrición número 1. El R. P. Fr. Guillermo Agudo, dice, que en veinte
y tres de Octubre de mil ochocientos diez y ocho por escritura qué otorgó el notario D. Gregorio Javier
S INOPSIS HISTÓRICA
217
M artinez, adquirió por via de compra el P. Comisario Fr. Alonso Jubera de la
Concepción, la casa que fué hospitalaria de Sn. Antonio Abad y otros bienes que
pertenecían al Hospitál de dicha ciudad de Alfaro con inclusión de su Iglesia, coro,
altares, ciriales, cera, lago, bodega Huerta y demás enseres que constaba inclusa la
casa contigua en que vivía el Canónigo D. Pedro Olano, cuya venta la efectuaron
D. Hipólito Frias, Regidor preeminente por su estado de Caballero hijos-dalgo del
Ilustre Ayuntamiento de dicha ciudad de Alfaro, Felix de Cabra, Procurador Síndico general de la misma Corporación por el suyo de francos infanzones y el Doctor
D. Casimiro M artinez Presbítero Canónigo de la Colegiata, los dos primeros comisionados de dicho Ayuntamiento y el primer y último como patronos de dicho
Hospital, cuyos bienes estaban afectos a un censal, el cual se ha redimido en dicha
ciudad de Logroño por escritura otorgada en catorce de Enero de mil ochocientos
sesenta ante el Escribano D. Plácido M ayor, que posteriormente y por otra escritura fecha diez y ocho de Junio de mil ochocientos veinte y cuatro que autorizó el
Notario D. José Garcia y Cáseda, compró el R. P. Comisario a Dn. Juan M anuel
M artinez un corral con sus cubiertos y fábricas, situado en la Cuadrilla, yo el Notario escribiente criados también doy fé: Enterados los otorgantes y testigos del
derecho que la ley les concede para leer por si esta escritura me requieren lo haga
yo el notario, y habiéndolo hecho íntegramente, lo aprovaron y ratificaron: firman
todos y en su fé la signo y firmo yo el dicho notario. –León Francisco Yracheta. –
Francisca Elorz. –Pedro Galo de Elorz. –M anuel Lapoya. –Paula Elorz. –Eusebio
Elorz. –Fr. Guillermo Agudo. –Sntiago Ruiz. –Serapio Ruiz. –Alejandro Laboreria
Notario.
La precedente copia es conforme a su matriz número doscientos catorce a que
me remito. En fé de lo cual a instancias del Prelado del Religioso Convento de
M onteagudo, doy la presente primera saca en esta villa de Peralta a diez y ocho de
Febrero de mil ochocientos sesenta y cinco. Alejandro Laboreria, notario.
Firmados los contratos de compra del Convento y la Huerta ya trascritos
(existe además cierto papel en este
218
P. LICINIO R UIZ
Archivo referente a la compra del Convento y del que por razones especiales
no trascribimos) procedió N. P. Comisario al arreglo del Convento que estaba muy
deteriorado.
M ucho entusiasmo mostraba N. P. Comisario en su nuevo Convento e hizo
cuanto pudo por arreglarlo y embellecerlo, hasta el extremo que en carta de 2 de
M ayo del mismo año, escribía: "la obra marcha bien y aunque nos cuesta algunos
sacrificios quedará un Colegio digno de la Provincia y que será la envidia de las
demás Corporaciones".
"La fábrica, decía el P. Agudo en carta del 18 de Abril de 1865 al P. Olmedillas, es solidísima, pero las tapias hay que hacerlas de nuevo: en esa misma carta le
decía que ya tenía corrientes la cocina, completamente nueva, el refectorio y el de
Profundis, en el que había hecho reparaciones de importancia y que para M ayo
estaría terminado el Claustro alto que quedaría magnífico".
En otra de 2 de Junio anunciaba al P. Provincial respecto a la obra lo siguiente:
"La obra marcha bien y está adelantada: ya tengo arregladas 40 celdas y otras tantas o poco menos en preparación. Además del refectorio, cocina, despensa, aulas,
las torres a las que he tenido que poner piso y escalera, tengo concluidos los excusados que son nuevos; tambien están ya hechas las escaleras del piso principal y
las del entresuelo, la Sacristía, que estaba sin techo, y blanqueada y pintada la Iglesia: ahora solo me ocupo en hacer 4 altares, que con dos más que hay y el M ayor
serán siete.
Aún me quedan muchas cosas que hacer, especialmente en la cerca de la huerta, claustros bajos y en el cuerpo del edificio, donde se hará enfermería y celdas
para los legos y me falta que hacer aún la panadería. No le extrañe a V. R. tanta
obra después de 30 años de abandono: es un milagro que esté de pie el edificio; es
verdad que cuando esté terminado será una de las magníficas casas que haya en
España y para el objeto que se destina, la mejor".
"El edificio después de arreglarlo todo será magnífico y espacioso; los claustros son amplios y elevados, las celdas son bastante capaces y cómodas, cuenta
con una Biblioteca, un comedor grande y elevado y otras dependencias y una huerta extensa con abundantes aguas y árboles frutales.
S INOPSIS HISTÓRICA
219
Inspirado debió estar el P. Agudo al pensar y decidirse por el Convento de M arcilla y por bien empleados pudo dar los 20,042 pesos que gastó en la rehabilitación
del Convento.
M ientras terminaban sus trabajos solicitó del Gobierno la licencia correspondiente. Y en 20 de Noviembre de 1864 S. M . le concedía autorización para aceptar
la cesión que se le hacía del Convento y en 20 de Junio de 1865 ya le autorizaba
para la instalación de la Comunidad en el Colegio, si bien dicha instalación era provisional y variable en cuanto pudiera contrariar y oponerse a las disposiciones que
se adopten en el citado expediente general: en 17 de Agosto del mismo año obtenía
la licencia del Gobierno Superior Civil de Filipinas concebida con las mismas restricciones que la anterior. A continuación insertamos la aprobación Pontificia.
Ex audientia SSmi.
Die 1 Februarii 1865.
SSmus. Dominus Noster Pius divina providentia PP. XI. referente me infrascripto Sacrae Congregaconis Regolies Ecclesiasticis extraordinariis praepositae
Secretario attentis expositis benigne remisit preces arbitrio et prudentiae R. P. D.
Laurentii archiepiscopi Yyanensis in Hispania Ditione Nuntii apostolici cum omnibus necessariis atque opportunis facuitatibus, ut si in Domino expedire censuerit, praedictam permutationem, nec non novan acquisitionem ratam habeat, ac canonicam novi Collegii erectionem concedere valeat. Contrariis quibuscumque minime obfuturis, Datum Romae e Secretaria ejusdem Sacrae Congregationis die,
mense et anno praedictis. –Alexander Archiepús Thssalonicensis Secrius.
Cum ex oportunis inquisitionibus per Nos diligenter adhibitis plane constiterit
de veritate eorum quae R. P. Procurator Provinciae S. Nicolai Agustinianorum Discalceatorum in Philippinis Insulis constitutae exposuit quoad permutationem quarumdan parvarum domorum, quas eadem Provincia in oppido Alfaro cum hortulo
possideat, et quoad acquistionem veteris Monasterii Cixterciensis in oppido
220
P. LICINIO R UIZ
M arcilla dioecesis Pampilonensis siti, cujus ad profanos usus benditionem benigna
solemnis Conventionis anno 1851, initae (art. 42) declaratio cumplectitur.
Cunque evidenter pateat earum Insularum missionibus non solum opportunun, imo omnino necesarium esse, ut ordinum Regularium Collegia augeantur in
quibus operarii evangelici erudiantur et informentur ad sacrum ministerium exercendum, et rem chistianam ibidem promovendam.
Nos peculiaribus facultatibus utentes a Smo. Domino Nostro Pio IX. Pontifice M aximo Nobis benigne delegatis praeditas permutationem et acquisitionem
apostolica autoritate approbamus, et praevio Rmi. Fratis Nostri Episcopi Pampilonensis consensu Nobis exhibito, eadem autoritate concedimus ut in praefato veteri M onasterio Cisterciensi novum Agustianorum Diacalceatorum Collegium pro
Insularum Philippinarum missionibus canonice erigatur, iisdem prorsus legibus ac
privilegiis, quibus aliud ejusdem Ordinis in oppido M onteagudo jamdiu constitutum est, ita tamen ut Ordinariae Diocesani Praesulis jurisdictioni et parrochialibus
praejudicium nullum inferatur. –Datum M atriti ex Aedibus Nuntiaturae Apostolicae. Die 21 Aprilis Anno 1865. Laurentius Arch. Dhyans. –Dr. Aloisius Pallotii
Auditor.
GUILLERMO AGUDO
Debido a las buenas condiciones de salubridad etc. que reúne el Colegio, ha sido en todo tiempo desde su fundación destinado para los estudios Superiores de
Teología y derecho, pudiéndolo llamar, siguiendo el estilo de otras corporaciones,
el Colegio M áximo.
En él han recibido sólida educación científica centenares de jóvenes, que ya en
Filipinas, ya en diversas Repúblicas de Sud-América han dado pruebas del gran
bagaje científico adquirido en este Colegio, cooperando ora en Seminarios, ora en
Colegios, así como en la prensa, a la formación de juventudes cristianas y a la difusión de ideas sanas y religiosas.
En él los jóvenes se ejercitan en toda clase de ejercicios, tanto científicos corno
literarios y musicales, en los que
S INOPSIS HISTÓRICA
221
han dado gallardas muestras de su ingenio en las muchísimas veces, que ya por un
motivo o por otro han celebrado alguna velada científica o algún torneo literario, o
alguna efeméride histórica, como no ha mucho al conmemorar la Orden entera el
200 aniversario de su consagración al Patrocinio del Glorioso Patriarca San José, en
que ellos escribieron y redactaron el número extraordinario del Boletín de la Provincia.
Digno de todo cariño de los Recoletos es este Colegio, pues en él han ejercido
el Profesorado hombres de vastos conocimientos, algunos de ellos muy conocidos
sobre todo en aquella región y de allí han salido para morar en la ciudad eterna religiosos espejo de virtudes y de santidad. Dignos de eterna memoria serán entre
otros los Padres Pío M areca nacido en Fréscano provincia de Zaragoza —
Aragón— que ingresó en nuestro Colegio de M onteagudo en Agosto de 1845.
Apenas terminada la carrera pasó a este Colegio de M arcilla donde pasó todos los
años de su larga vida, salvo pequeños intervalos dedicado siempre a la enseñanza.
Dotado de un talento singular y de una memoria prodigiosa y aplicadísimo por
otra parte al estudio, en el que consumía todos los días indefectiblemente de 8 a 10
horas, adquirió tales conocimientos en toda clase de ciencias, que bien podemos
decir las dominaba, sobre todo la Teología y el Derecho. De ahí sus luminosas conferencias en el púlpito escuchadas con tanto agrado, sermones llenos y saturados
de doctrina, que dejaron recuerdos inborrables no solamente en el Colegio y en los
pueblos circunvecinos, sino en gran parte de la región Aragonesa, en Zaragoza y en
Pamplona a donde fue llamado con frecuencia. Por su gran saber estaba muy bien
relacionado con hombres de mucha valía como el P. Labarta, Jesuita, profundísimo
moralista, y con todo lo más grande de Pamp!ona, y sobre todo con el piadosísimo
e integérrimo polemista católico, D. Ramón Nocedal, cuya política defendió el P.
Pío hasta sus últimos momentos.
Si bien es verdad que de él no nos ha quedado otra obra impresa que el discurso que pronunció en el 2.o Congreso Católico celebrado en Zaragoza, sabemos que
publicó muchos artículos en la prensa.
222
P. LICINIO R UIZ
P. M IGUEL UGARTE
Después de terminar la carrera y haber sido cuatro años Lector de Teología
Dogmática, y ejercido el cargo de Vice Rector y M aestro de Novicios en nuestro
Colegio de M onteagudo, los Superiores lo destinaron a Filipinas, donde después
de otros cargos desempeñó varios años el de Secretario de la Provincia, y vuelto a
España, ejerció otra vez el Lectorado en este Colegio de M arcilla, llamando poderosamente la atención de sus discípulos la facilidad pasmosa que tenía para hacer
asequibles a los jóvenes sus lecciones. Buen religioso e inclinado a los estudios
místicos, escribió en dos volúmenes los ejercicios espirituales, libros que, a la par
que demuestran sus grandes conocimientos de la vida religiosa y del corazón
humano, retratan al vivo su caracter apasionado, enérgico y vehemente. También
escribió varios tomos de meditaciones piadosas sobre el Corazón de Jesús, que aún
permanecen inéditas en el Archivo del Convento.
P. VÍCTOR R UIZ
Natural de Calahorra, Logroño, y Superior que fue de este Colegio varios años
y después de la Provincia.
M isionó algunos años en la Provincia de Bohol en Filipinas en cuyo idioma
fue muy versado como lo prueba la traducción que hizo del Arnoldo.
Joven aún le nombraron M aestro de novicios, desempeñando después el cargo
de Rector de M arcilla, desde donde salió para las misiones de Venezuela, siendo
uno de los fundadores de las que hoy tiene la Provincia en la Isla de Trinidad. A su
regreso fue elegido para la primera dignidad de la Provincia.
Tenía vastos conocimientos y era profundo conocedor del corazón humano.
Sus obras principales són: Exposición de la Regla de N. P. S. Agustin, y ejercicios
espirituales, que, a nuestro humilde juicio, son de los mejores que se han escrito
para religiosos.
CAPÍTULO VII
Monasterio de S an Millán
En el valle, que forman las estribaciones de los montes Distercios, está el pueblo de Sn. M illán de la Cogolla y al final del pueblo el insigne M onasterio que fue
de Benedictinos y que se conoce por el mismo nombre del pueblo. Tomó sin duda
alguna el nombre del Santo, Sn. M illán, el cual natural de Berceo, pueblo distante
un cuarto de hora del hoy Sn. M illán, después de haber pasado varios años haciendo una vida verdaderamente estrecha y de penitencia en lo más abrupto de aquellos
montes, fundó el monasterio llamado de Suso, que aún hoy subsiste, distante media legua del pueblo y del actual monasterio que tratamos de describir brevemente.
En vida pues del Santo se construyó el monasterio de Suso y allí se retiró él,
abandonando la vida solitaria a cambio de una vida monacal que instituyó él mismo, viviendo en ella largos años en compañía de otros, ansiosos como él, de una
vida retirada y espiritual. Dícese y aun afirmase por los historiadores que en el
citado Convento vivían hombres y mujeres, o sea, que Suso era un Convento mixto, uno de tantos que aún existían en los primeros siglos, pero que luego fueron
abolidos. Edificio de pocas dimensiones y muy angosto, como destinado para la
vida de penitencia, se componía de lo más necesario para la vida monacal, que era
Iglesia y junto a ella una casa con celdas, refectorio, hórreo o depósito de granos,
hospedería y algunas otras dependencias necesarias: todo esto se deduce de algunos pasajes de la vida del Santo. Allí en aquellas angosturas que aún hoy al contemplarlas horrorizan, vivió el Santo por espacio de muchos años, presidiendo
aquella Comunidad de hombres, entre los que los biógrafos del Santo enumeran
varios muy distinguidos por su virtud como San Citonato, Sn. Sofronio, las Santas
Aurea, Potamia y otros. No hemos de discutir, pues no es nuestro objeto, la clase
de monacato ejercido por San M illán y sus discípulos. Quieren probar algunos
historiadores que San M illán fue verdadero monje, fundándose en los mismos testimonios
224
P. LICINIO R UIZ
de su coetáneo y biógrafo San Braulio, en los del Arzobispo de Toledo San Eugenio y otros, y en la misma liturgia de la Iglesia, añadiendo que fue Abad de aquella
pequeña Comunidad de Suso; esto parece ser cierto, más no así el que fuese monje
Benedictino, como afirman algunos, pues no podemos comprender cómo, habiendo
vivido San M illán en aquel Monasterio a mediados del siglo 6º y habiendo sido
aprobada por San Gregorio la regla de San Benito el año 594, pudiese profesar el
Santo monje esta regla que aún no había sido aprobada y mucho menos conocida
en España1.
Lo más probable parece que aquellos Santos monjes vivieron en comunidad y
aun bajo la prelatura de San M illán, mas bajo reglas o estatutos que pudo hacer el
mismo San. M illán o bajo alguna de las ya existentes en España, como se refiere de
otros Santos Españoles anteriores y aun de aquel tiempo, y como se lee del mismo
maestro de San M illán, San Felices, que compuso él mismo su regla de vida en el
desierto.
Prescindiendo de esta cuestión, el Convento de Suso en el que el Santo vivió
por espacio de 34 años, es digno de visitarse por los grandes recuerdos que evoca
del Santo, y porque allí se siente uno más animado y más fervoroso recorriendo
aquellas cuevas en que vivió, dignas de atención para el alma religiosa, o aquellos
sepulcros y altares de especial mérito para el artista e inteligente.
La Basílica es de pequeñas dimensiones pero hermosa y artística. Forma un
paralelógramo algo irregular de 62 pies de longitud por 32 de ancho y consta de
dos naves paralelas,
1
Respecto a la época en que se introdujo en España la Regla de San Benito, hay una obscuridad
notable en los Historiadores. "En España, dice la Biblioteca Espasa, Art. Religiosos Benedictinos, entró a fines del siglo VI o poco después; y es indudable que era conocida en el siglo VII como lo prueban los Cánones de los Concilios Toledanos, a los cuales consta que
asistieron algunos Abades Benedictinos por lo menos de la Galia Gótica, fuera de que Monasterios tan antiguos como San Millán y Santo Toribio de Liébana no conservan rastro de
ninguna otra Regla".
Esta opinión del artículo citado es combatida por otros Historiadores, entre ellos Albaro Pellicia,
quien en su obra Antigüedades cristianas, en el libro 1.o Sec. 3.a dice hablando de la Regla
de San Benito. –In Hispania recepta est circa finem seculi IX.
Véase además el P. Risco, T omo 37 de la España Sagrada, hablando del Convento de Cobadonga en tiempos de Alfonso I, página 95.
S INOPSIS HISTÓRICA
225
separadas entre sí por 6 columnas, de las que arrancan cinco arcos de herradura:
por un lado de la Capilla mayor está la del Osario y en la misma nave hay otra
Capilla, donde está el Sepulcro de San M illán. En él se encuentran varias cuevas;
en una de ellas muy reducida era donde el Santo se retiraba a hacer sus penitencias
y en otra de las Capillas está el sepulcro del Santo Fundador, cerrado por una sencilla reja de hierro, que debió de ser construida en el siglo XI.
El retablo que está dedicado a Ntra. Señora en el glorioso título de su Asunción a los Cielos, consta de un hermoso tabernáculo, sobre cuyo templete en que
remata, descansa la Imagen de la Virgen con corona dorada: a un lado y a otro hay
unas enormes tablas, a las que dan y conceden extraordinario mérito los inteligentes, y que son un compendio de la vida y milagros del Santo.
Existen en la nave siete sepulcros que dicen ser de los 7 Infantes de Lara, aunque otros aseguran estar en el monasterio de San Pedro de Arlanza; como se dice
también estar enterradas allí algunas Reinas de Navarra1.
El edificio se ha conservado hasta nuestros días; y aun es de creer que no sólo
el edificio, sino aun la misma vida monacal no se extinguió casi nunca, ni aun en los
tiempos tan difíciles para los Religiosos como la invasión árabe; pues, si no hay
documentos que lo comprueben en aquella fecha, al menos hay algunos del siglo 50
que lo afirman.
A este M onasterio profesaron gran devoción no sólo los particulares y los
pueblos, y sobre todo los de aquella comarca, sino también los Reyes y muchos
próceres de aquel tiempo.
El ser, en el siglo X, la ciudad de Nájera Corte de los Reyes de Navarra contribuyó mucho a que estos piadosos M onarcas sintiesen devoción especial a Sn.
M illán y su Convento. Los primeros visitantes del M onasterio fueron el Rey Dn.
García Sánchez y su madre Dña. Toda, que escogió la Basílica de Suso para su
sepultura. Poco después la visitaban el mismo Rey Dn. García y su mujer, haciendo al monasterio
1
Respecto a los 7 infantes de Lara hoy se tiene como cierto que están sepultados en Salas de los
Infantes.
226
P. LICINIO R UIZ
importantes donaciones. Fue este Rey uno de los más devotos de Sn. M illán y
más espléndidos con su M onasterio, donándole varias Iglesias y varios pueblos en
cuya devoción le siguió Dn. Sancho 2.o que sujetó al M onasterio de Suso los pueblos de Villagonzalo, Cordovín, Huércanos y Cárdenas y Dn. García Sánchez con
su esposa Dña. Jimena, quienes, después de hacer sus donaciones al M onasterio,
eligieron dicho Convento, por la gran devoción que profesaban a Sn. M illán, para
enterramiento de sus cuerpos. Si espléndidos habían estado los Reyes de Navarra
con el M onasterio de Suso, no lo estuvo menos el famoso Conde de Castilla
Fernán González. Este famoso héroe Castellano, padre y fundador de la independencia de Castilla, donó al M onasterio de Suso el M onasterio de San M artín de
Grañón, y dos años después, en 747, una parte del pueblo de Salinas de Añana y
los M onasterios de San Esteban de Salcedo y el M onasterio con la villa de Cihuri.
M ucho más famoso aún es el privilegio que concedió al M onasterio de Suso el
mismo Conde, privilegio que es conocido por el voto de Sn. M illán, voto que era
una imitación del famoso voto de Santiago, cuya autenticidad ha sido negada por
los críticos modernos, como lo ha sido también el del Conde Fernán González,
fundados principalmente en el silencio que guardan las Crónicas de aquel tiempo
con respecto al voto, silencio que se observa en todos los documentos de aquella
época, aun en los libros de Tumbos en que se solían copiar los documentos interesantes de los Conventos. De los dos libros de Tumbos pertenecientes al Convento
de Sn. M illán, uno antiguo y otro del siglo 13, sólo en este se encuentra la copia
del voto del Conde, lo que prueba, según esos críticos, que fue introducido por
algún monje de época posterior. El silencio de las crónicas, responden los que defienden el voto, es un argumento negativo que nada prueba; pudo desaparecer el
original, como desaparecieron tantas cosas en aquella época de revueltas; y si los
monjes no pidieron al Papa Inocencio III la confirmación del privilegio hasta el
1299, otra de las razones alegadas por los contrarios, es porque en tiempos anteriores, tiempos de fe, los pueblos pagaban religiosamente su tributo y no creyeron
necesaria tal confirmación. Sea lo que quiera de las dos opiniones
S INOPSIS HISTÓRICA
227
y de si el Conde Castellano fundó o no el voto de Sn. M illán, es lo cierto que existió y que los pueblos en él comprendidos pagaron por bastante tiempo el tributo
que les correspondía. Esta obligación se extendía a todos los pueblos del Conde de
Castilla y aun algunos de las Provincias Vascongadas. Como cosa curiosa vamos a
apuntar algo de lo que pagaban algunos pueblos. Los de alrededor de Burgos pagaban de cada ocho vecinos un carnero: los de Lerma, San Pedro de Arlanza y Tabladillo pagaban cada uno doce cirios: el partido de Roa pagaba una yunta de bueyes:
Ávila, Segovia, Sepúlveda, San Esteban de Gormaz y algunos pueblos de Soria
daban cada casa un panal de cera: los del Alfoz de Bricia, junto a Sedano, una reja
de hierro, Laredo y Colindres una odre de aceite, Gayangos una medida de trigo y
otra de cebada, otros como Cabuérniga lo pagaban en vino, otros en aceite y así
otras muchas donaciones.
Estas contribuciones que se imponían a los pueblos se cobraban por M erinos
o Regidores y eran conducidas al M onasterio; y siguieron pagándose por muchos
años como consta por los libros de cuentas de dicho M onasterio, con lo que acrecentó de tal modo su nombre y su fama, que sin duda alguna fue el M onasterio
más concurrido y más rico de toda aquella comarca, pues, a esas donaciones hechas
por los Reyes de Navarra y Castilla, hay que añadir las de muchos particulares
quienes, movidos de la devoción al Santo, ofrecían sus bienes al M onasterio, como
las de M unio Jiménez que donó las salinas de Añana y las de Die Bislar, que donó
los pueblos de Riofrancos, Foncea, Sn. Vicente en Álava, Orango, Urbina y otros
muchos pueblos de la citada Provincia de Álava.
Así vivieron aquellos monjes de Suso, recibiendo donaciones en todos los
tiempos, pues de día en día, sobre todo los M onarcas, agregaban y ponían bajo su
jurisdicción pueblos, Iglesias y Conventos, sin otro incidente especial hasta el año
1030, en que tuvo lugar la exhumación de los restos del Santo, que se hizo en
tiempos del Rey Dn. García con asistencia de varios Obispos y Grandes del reino
y con gran concurrencia de devotos.
Hasta mediados del siglo XI llega la fama y esplendor
228
P. LICINIO R UIZ
del Convento de Suso. A mediados de ese siglo, el Rey Dn. Sancho reformó la vida
de aquellos monjes, sujetándolos a la regla de los Benedictinos de Cluni, y nombró
por primer Abad a Ferrucio.
Hay sus tradiciones respecto al móvil que obligó a los monjes y aun al mismo
Rey a trasladar el M onasterio, del lugar de arriba o de Suso, al de abajo, o sea, al
actual de Yuso. Sin duda alguna debió haber un motivo fundadísimo para que los
monjes abandonasen aquel lugar de recuerdos tan venerandos, para vivir en una
casa nueva separados de la que fue morada de su tierno Padre y fundador. El milagro que cuentan de que el Rey Dn. Sancho al exhumar las reliquias del Santo y ponerlas en lujosa arca de plata para trasladarlas a Nájera y que al verificarse esta
traslación, al llegar abajo al valle, el arca se quedó inmóvil, como indicando que no
quería salir de aquel lugar y que por ese motivo mandó construir allí el famoso
M onasterio de Yuso, parece inverosímil por muchos conceptos. Cuáles fuesen las
razones que lo motivaron las ignoramos: lo cierto es que desde esa época el Convento de Suso pierde todo su esplendor y fama, adquiriéndola en cambio el Convento de Yuso o el de abajo, cuya construcción primitiva duró 14 años y que después ha ido agrandándose poco a poco en la sucesión de los tiempos y de los Abades hasta convertirse como está hoy en un Convento espaciosísirno.
Comenzado a edificarse en tiempo del Rey Dn. García, fue proseguido por su
hijo el Rey Dn. Sancho, trasladándose a él la Comunidad en el año 11671: mas el
antiguo Convento fundado por estos Reyes ha ido desapareciendo por las muchas
construcciones que en él se han hecho y que forman hoy el imponente y majestuoso edificio actual llamado el Escorial de la Rioja.
Esta obra colosal que admira por su esbeltez y grandiosidad forma un espacioso cuadrilátero, prolongado en uno de sus lados por dos salientes en los que hay
una hermosa plazoleta que da entrada al Convento por el llamado salón de Reyes,
que es magnífico, y de cuyo extremo parte una gran escalera de piedra que llega
hasta la misma puerta
1
Otros dicen que esta traslación se hizo el año 1153
S INOPSIS HISTÓRICA
229
del M onasterio. A la entrada y a mano izquierda se encuentra el famoso Claustro
llamado de Sn. M illán que fue construido por el Abad Dn. Fr. Pedro de M edina en
los años 1571 y 1578; el estado del Claustro alto en la actualidad es muy distinto
del de su primitiva fundación; pues según, antiguamente los arcos eran abiertos y
hoy se hallan cerrados por fuertes muros y con balcones que no había antes. Todo
el Claustro se halla decorado en sus cuatro lienzos principales con cuadros alegóricos de la vida del Santo que no ofrecen mérito alguno al observador, si bien dicen
los historiadores de la Orden que antes los había, entre ellos algunos del famoso
Benedictino Ricci, pero que fueron quitados de allí por un Abad, a causa de su
deterioro y sustituidos por los actuales.
En el mismo claustro de Sn. M illán se encuentra la Biblioteca, vasta y grandiosa sala, con dos pisos, construida por el Abad Dn. Pedro de M edina; las pinturas
que la adornan son de algún mérito, y la famosa estantería es posterior, perteneciente al siglo 18, siendo Abad el Padre Anselmo Petite, notable escritor.
Sin duda que era una de las buenas Bibliotecas españolas; mas perdió muchísimo cuando la exclaustración de los Religiosos el año 1834 yendo a parar muchos
de aquellos libros a manos de particulares, ignorantes muchos de ellos, que los
aprovechaban para todo menos para lo que estaban destinados. Así que hoy da
lástima ver obras y códices importantes mutilados e incompletos.
Tanto la Iglesia como la sacristía son grandiosas, más que por las galanuras de
arte, en las que no abunda, por las proporciones inmensas de una y otra. Algún
que otro cuadro de los que ornan la Sacristía, el del altar mayor, atribuido a Ricci y
el púlpito, que según algunos es de Becerra, son lo más notable que contienen.
No siendo nuestro objeto ni propósito describir tan imponente fábrica, pasamos por alto, no sólo cuanto de notable pueda contener en el orden arquitectónico,
sino aun en el histórico; ya porque bajo estos dos aspectos ha sido competentemente descrito e historiado, ya también porque su
230
P. LICINIO R UIZ
descripción, que había de ser larga, rompería los moldes de esta pequeña obra1.
Por lo que a nuestro intento toca sólo diremos que fue abandonado el Convento por sus moradores desde la nefasta exclaustración de los Religiosos el año 1834.
Después fue ocupado por no largo tiempo por los PP. Franciscanos, mas luego lo abandonaron y en ese estado de abandono estaba cuando, a instancia del General M oriones, se hizo cargo de él la Provincia de San Nicolás de Tolentino.
He aquí el acta de Definitorio por la que nuestros Superiores aceptaban el
Convento.
Puesto a discusión el 2.o punto y tratado con la atención debida los PP. Definidores: 1.o) Considerando que nuestra Provincia tiene ya en la Península dos Colegios con los que basta y aun sobra para proporcionarnos el personal necesario a
nuestra administración espiritual. 2.o) Considerando los pocos fondos con que
contamos para hacer frente a nuestras actuales atenciones. –3.o) Atendiendo, por
otra parte, a que el Gobierno de S. M . con ofrecernos espontáneamente el citado
M onasterio de Sn. M illán de la Cogolla, ha manifestado vería con gusto le aceptásemos. –4.o) Teniendo en cuenta el decidido empeño que tiene el Exmo. Señor Gobernador General en que tomemos el referido M onasterio, por haber tomado el
mismo Excelentísimo Señor la iniciativa en este asunto. –5.o) Considerando la benevolencia conque hoy nos mira el gobierno de S. M . y la protección que nos dispensa, así como el Exmo. Señor Gobernador General de este Archipiélago. –6.o)
Atendiendo a que, si no aceptamos el Monasterio en cuestión, podrían interpretarlo como un desaire tanto el gobierno de S. M . como y principalmente el Exmo.
General M oriones, acordaron por unanimidad "se diese orden a nuestro P. Comsiario de tomar el M onasterio de Sn. M illán de la Cogolla, pero sin hacer más gastos
que los precisos para poder vivir en él dos o tres Religiosos".
1
Véanse Historia del Convento de San Millán escrita por el P. Vicente Jiménez, Recoleto, publicada en el Boletín de la Provincia y Estudios sobre el mismo hechos por el Sr. Alonso
Martínez, obra manuscrita, que a nuestro humilde juicio es de lo mejor que se ha escrito sobre S. Millán.
S INOPSIS HISTÓRICA
231
Como se ve por el texto del acta que acabamos de copiar no era muy del agrado de nuestros Padres el hacerse cargo de la famosa Abadía de San M illán y que
sólo por acceder a las vivas y reiteradas instancias deI General M oriones, Gobernador que había sido de Filipinas, a quien les unía una estrecha amistad contraida
durante su Gobierno en estas Islas, lo aceptaron si no gustosos, resignados.
Se comprende fácilmente el poco interés de nuestros Padres en este asunto,
porque tenían suficiente número de casas y suficiente local, con las casas de M onteagudo y M arcilla, para el número de postulantes y estudiantes que entonces había.
Aceptado que fue el Colegio, nuestro P. Comisario se dirigió a S. Santidad impetrando su benignísima aprobación que fue inmediatamente concedida como consta del siguiente Breve, refrendado por el entonces Secretario del Nuncio en M adrid
y hoy Protector de la Orden, Emmo. Cardenal Antonio Vico. Dicho Breve es del
Tenor siguiente:
"Bme. Pater. –Fr. Thuribius M inguella a V. De M ercede, Vicarius Provincialis
in Hispania Provinciae Augustinianorum Discalceatorum M issionum Insularum
Philipinarum, ad sanctitatis V. pedes humiliter prostratus, exponit quod necessarium est ad incrementum earundem missionum aliud Collegium in Hispania erigere
quod ad hunc effectum jam donatum fuit dictae Provinciae ab Ilmo. Episcopo Calagurritano M onasterium Sancti Aemiliani a Cuculla, situm in sua Diaecesi, ut aparet ex adjuncto Decreto donationis ejusdem Ilmi. Episcopi. Quapropter orator
Sanctitatem Vestram humilime precatur ut Auctoritate Apostolica benigne confirmare dignetur hanc donationem, adjudicando in perpetuum dictum M onasterium
cum omnibus quae illi cedunt, Provinciae Augustinianorum Excalceatorum M issionum Philipinarum, itemque quod cum beneplacito Sanctitatis Vestrae canonice
erigi possit novum Collegium cum omnibus juribus ac privilegiis quibus caetera
Collegia nostri Ordinis fruuntur. Et Deus &."
"Ex audientia SSmi. –Die prima M aii 1878. –SSmus. Dominus Noster Leo divina Providentia Papa XIII referente me infrascripto Secretario Sacrae Congregationis Negotiis
232
P. LICINIO R UIZ
Ecciesiasticis Extraordinariis Praeposito, attentis expositis et peculiaribus circunstantiis animum suum moventibus, benigne remissit preces arbitrio et prudentiae R.
P. D. Jacobi Archiepiscopi Ancyrani in hispanica ditione Nuntii Apostolici cum
facultatibus necesariis et opportunis ad hoc, ut si in Domino expedire censuerit,
donationem de qua in precibus sermo est, ratam habeat et canonicam novi Collegii
erectionem cum omnibus juribus ac privilegiis quibus caetera Collegia enuntiati
Ordinis fruuntur, concedere valeat. Contrariis quibuscumque minime obfuturis.
Datum Romae ex Secretaria ejusdem Sacrae Congregationis die, mense et anno
praedictis. (Sello pontificio). Wladimirus Zachi Secretarius".
"Utendo facultatibus a SSmo. D. N. Leone PP. XIII Nobis benigne concessis
et perspecta utilitate quae rei christianae obvenit donationem de qua in precibus
sermo est, ratam habemus, et canonicam novi Collegii erectionem cum omnibus
juribus ac privilegiis quibus caetera Collegia enuntiati Ordinis fruuntur, ad normam
Superioris Rescripti, in Domino concedimus. Contrariis quibuscumque minime
obfuturis. Datum M atriti die 12 M aii anni 1878. Jacobus Archiepiscopus Ancyranus, Nuntius Apostolicus. (Sello de la dignidad). Antonius Vico, Secretarius.
Gratis omnino.
Obtenida la aprobación de S. S. el mismo P. Comisario presentó esta al Ilmo.
Sr. Obispo de Calahorra y la Calzada, a cuya Diócesis pertenece el citado M onasterio, con el mismo fin y objeto.
La contestación del Sr. Obispo es como sigue: –Obispo de Calahorra y la Calzada. –Lic. Dn. Vicente Catalina y Cerezo, Canónigo Secretario del Obispado de
Calahorra y la Calzada. –Certifico: que en vista de una exposición presentada por
el R. P. Procurador General de Religiosos Agustinos Descalzos, M isioneros de
Filipinas pidiendo la competente autorización y licencia para establecer un Colegio
en el M onasterio de San M illán de la Cogolla de esta Diócesis y al propio tiempo
la cesión del dicho M onasterio en favor de la Comunidad, previo el beneplácito de
la Santa Sede, S. S. Y el Obispo mi Señor dictó a su continuación el Decreto que
copiado a la letra dice así –"Calahorra 18 de
S INOPSIS HISTÓRICA
233
M arzo de 1878. Vista la antecedente exposición que nos dirige el M . R. P. Fr. Toribio M inguella de la M erced, Vicario Provincial y Procurador de Agustinos Recoletos de Filipinas en la Corte de M adrid; y atendiendo a los grandes beneficios que
nuestra amada Diócesis ha de reportar de la erección en ella de la Comunidad de
Agustinos Recoletos, a que se refiere la misma exposición, venimos en conceder,
como concedemos, la correspondiente licencia para que en nuestro Obispado se
instale la Comunidad de Religiosos antes mencionada. Así mismo habiéndosenos
devuelto en Agosto de 1876 el M onasterio de Sn. M illán de la Cogolla de que se
había incautado la nación, y del cual tomamos posesión en 27 del mismo mes y
año como representante de la Sta. Sede y legítimos dueños del Monasterio, los
M onjes Benedictinos, por nuestra parte, y sin perjuicio de lo que S. Santidad ordene, cedemos dicho local, que por las vicisitudes de los tiempos y no haberse
podido formar Comunidad Benedictina se halla desocupado, expuesto a los peligros y deteriores que son consiguientes, en favor de los Agustinos Recoletos de
Filipinas para establecer en él una de las casas colectadoras, según se expresa en la
citada exposición, quedando a salvo con todos sus derechos la parroquia del pueblo de Sn. M illán, que es la misma Iglesia del Monasterio". Y para que conste a
petición del mismo R. P. Procurador de Agustinos Recoletos doy la presente que
visada por S. S. y sello y firmo en Calahorra a primero de Junio de M il ochocientos setenta y ocho. –V.o B.o –El Obispo. –Vicente Catalina1.
Posesionados nuestros Padres del edificio e instalada la pequeña Comunidad,
no fue pequeño el trabajo ni excaso el capital que se invirtió en dejar el edificio en
condiciones de
1
Según los documentos existentes en la celda rectoral el Sr. Obispo quería reservarse para sí la
parte llamada cámara Abacial; y además habitación para el Párroco; y como nuestros Padres
le prometieran que no le faltaría a S. Ilma. habitación decorosa en el convento caso de ir a él,
no insistió en cuanto a lo primero, pero sí mantuvo su decisión en cuanto a dar habitación
para el Párroco en el Monasterio. La cesión hecha por el Sr. Obispo es absoluta e incondicional según se lee en los mencionados documentos, salva siempre la parroquialidad (sic), o sea,
el derecho a que la parroquia del pueblo esté en la iglesia del Convento
234
P. LICINIO R UIZ
ser habitado. Desde la instalación de nuestros Padres hasta la fecha han sido
muchísimas las mejoras por ellos hechas en el Convento, salvando con ellas su
ruina.
En 1904 se estableció en una parte del Convento que correspondía a lo que
antiguamente eran dependencias del Abad el Colegio de vocaciones Religiosas, bajo
la advocación, de San José. De él han salido todos los Religiosos que han
profesado nuestra Santa Regla desde aquella fecha hasta la actualidad. La otra parte
restante, la principal, ha estado y está ocupada por jóvenes estudiantes de los dos
primeros cursos de Teología.
La Corporación registra en sus anales una efeméride muy gloriosa para ella, de
este Colegio. En el año 1908 se celebró en él el primer Capítulo General de la Orden, después de la supresión de las Corporaciones Religiosas.
Además de los Sacerdotes destinados al Profesorado etc. han vivido en él algunos Padres, que por sus achaques o por su edad se retiraban a él para pasar sus
días de vida en paz y tranquilidad, a las que convida lo apacible y retirado del lugar, dejando muchos de ellos una estela de virtudes de imperecederos recuerdos.
En nuestro intento de sobriedad en la parte biográfica, vamos a insertar una
solamente, la del P. Víctor García, religioso muy notable por su sencillez de niño y
por la pureza de sus costumbres.
Antes de biografiar a este humilde religioso como es nuestro intento, es un deber nuestro decir, aunque sean breves palabras, del Exmo. e Illmo. P. Toribio M inguella por la relación íntima de su vida con la celebridad que ha adquirido este Monasterio durante estos últimos años.
Hijo de Hábito de nuestro Colegio de M onteagudo, pasó después de terminar
con brillantes sus estudios a Filipinas.
Después de haber desempeñado en estas islas, los honrosísimos cargos de Secretario de Provincia, Definidor y Prior del Convento de Cavite, fue designado por
los comicios Provinciales del año 1876 para el de Comisario y Procurador en la
Corte de M adrid.
En 1879 fue nombrado Rector del Colegio de San M illán. Podemos decir que
fue el primer Rector de esta casa,
S INOPSIS HISTÓRICA
235
pues el P. Yñigo solo lo fue interinamente y muy poco tiempo.
De su laboriosidad y desvelos por devolver a este antiguo M onasterio todo el
antiguo esplendor que tuvo en épocas anteriores cuando era habitado por los monjes Benedictinos, sus fundadores, consta en las muchísimas obras realizadas en su
tiempo.
A la llegada de nuestros Padres a posesionarse del Convento eran tantos y tales los desperfectos en la fábrica, que fue precisa una persona de la actividad del P.
M iguella para que en no largo lapso de tiempo quedase el Convento muy decente
cual convenía a la nueva Comunidad que acababa de instalarse.
En la obra que puso todo su empeño y todo su cariño fue en el arreglo de la
Biblioteca. Hombre de saber y amante del estudio vio con profundísimo dolor muchas obras y aun códices en algunas casas de personas particulares, que habían
aprovechado aquellos días de abandono para cometer tan inicuo despojo.
El P. M inguella recorriendo un día y otro las casas del pueblo y halagando a
aquellas pobres gentes, inconscientes de lo que habían hecho, pudo recoger muchísimos libros y reconstituir de nuevo la Biblioteca. Obra verdaderamente meritoria
del P. M inguella que pone muy alto su nombre en la Historia de este Colegio.
Siendo Rector de esta casa publicó la obra titulada "San M illán de la Cogolla"
Estudios histórico-religiosos acerca de la patria, estado y vida de San M illán.
En él vindicó con argumentos incontrovertibles la patria de San Millán, o sea,
el pueblo de Berceo, distante un cuarto de hora del hoy llamado con el nombre del
Santo, contra el insigne y respetable Académico Dn. Vicente de la Fuente, que hacía natural al Santo del pueblo de Verdejo en Aragón.
Este libro que fue el primero que publicó en España el P. M inguella contribuyó en gran manera a que la opinión científica y artística se fijase de nuevo en las
muchas y grandes maravillas que encierra el citado M onasterio, verdaderos tesoros
para el Historiador.
En esta obra hizo el P. M inguella un verdadero estudio
236
P. LICINIO R UIZ
sobre múltiples y variados códices que en él se encuentran: los llamados "Becerros" los libros de censos y rentas del monasterio y la variada Colección Diplomática fueron la base de su libro, que, no obstante la improbabilidad dudosa de alguna
de sus afirmaciones, es de lo mejor que se ha escrito en estos últimos tiempos.
De su preclarísimo talento dejó testimonios clarísimos y evidentes en las
múltiples obras que ha legado a la posteridad, alguna de ellas como la Historia de la
Diócesis de Sigüenza, premiada con el premio al talento por la Real Academia.
El catálogo de sus obras puede verse en el "Ensayo de una Biblioteca de Escritores Españoles del Padre Agustino Santiago Vela".
Por sus preclaras virtudes ocupó la Silla de Puerto Rico y últimamente la de
Sigüenza, que rigió por espacio de muchos años, hasta poco antes de su muerte,
que se retiró a nuestro Colegio de M arcilla, en donde pasó sus últimos días entregado de lleno a la vida del espíritu y en los que ya octogenario escribió las M editaciones sobre la Virgen, obra saturada de bellísimos conceptos y piadosos afectos.
No debemos omitir en esta biografía un hecho que se relaciona con N. P. Toribio durante su estancia en San M illán.
La restauración del célebre M onasterio de Valvanera, situado en los mismos
montes Distercios y la vuelta a él de sus antiguos moradores los Padres Benedictinos, es obra del celo, constancia y desvelos del P. Toribio.
P. VÍCTOR GARCÍA
Nació el R. P. Víctor García de la Virgen de la Providencia, en la insigne ciudad
de Tarazona, célebre desde antiguos tiempos y renombrada en los fastos aragoneses. Era de una familia perteneciente a la clase media, muy honrada y profundamente religiosa, factor importantísimo que debe tenerse en cuenta, para apreciar en
lo que valían las relevantes virtudes que se desarrollaron con esplendor en el alma
de nuestro biografiado.
S INOPSIS HISTÓRICA
237
Siendo niño aún, dio muestras inequívocas de lo que sería en lo sucesivo, pues,
según aseveran personas fidedignas, cuando estaba todavía en el siglo, descollaban
en él, a modo de notas características que formaban su índole, una sencillez y candor angelicales, una docilidad edificante y un espíritu levantado de abnegación y
sacrificio; notas que lejos de borrarse o menguar en el trascurso de su vida ejemplar
se agigantaron como tendremos el gusto de manifestar en el cuadro o semblanza
que nos hemos propuesto reseñar; adquiriendo mayor realce esas cualidades desde
el momento en que se fija uno en las multiples contingencias porque hubo de pasar
siendo M isionero de Filipinas más del promedio de su no corta vida.
Recibida con esmero la primera educación, hallándose floreciente la enseñanza
en su pueblo natal, cursó humanidades con no poco aprovechamiento, siendo voz
común que el niño Víctor, no era para el mundo, atendiendo el temperamento, la
sencillez, inclinaciones y virtudes que se reflejaban en él. Efectivamente: sin afirmar que sonriese al niño Víctor un porvenir grandemente lisonjero, sin embargo,
pudo sin esfuerzo seguir la carrera eclesiástica sin salir de su pueblo; y como no
era nada negado, hubiérase creado una posición decorosa, mayormente habida en
cuenta sus bellas condiciones, que le hacían simpático a todos y de todos apreciado. Prevaleció en Víctor el espíritu de retiro; y pensando seriamente, no en su porvenir terreno, sino en el eterno, se decidió con un corazón y energía impropias de
su edad por abrazar el estado religioso: habiendo tropezado no pocos obstáculos
antes de realizar su pensamiento, supo vencerlos con gran temple de alma.
Diez y seis años tenía cumplidos Víctor cuando ingresó en nuestro Celegio de
M onteagudo de Navarra, y firmemente resuelto a ser de Dios, consagrándose a las
M isiones que Nustra Orden tiene en Filipinas, no desmintió este propósito grande
y generoso. Empresa sobrado difícil es dibujar siquiera la vida fervorosa y mortificada que llevaba el joven novicio siendo de los primeros en todos los ejercicios,
asiduo en lo más penoso que tiene la Religión con la circunstancia de que tantos
ayunos, tantas mortificaciones, tantas
238
P. LICINIO R UIZ
asperezas parecíanle poca cosa; las aspiraciones de su hermosa alma, que de continuo era forzoso a su Padre M aestro irle a la mano y contener los ímpetus amorosos de espíritu de que era arrastrado nuestro Novicio. Empero lo que llamaba la
atención poderosamente era el candor con que contestaba cuando se le hacía observar que mitigase algún tanto los rigores de las penitencias diciendo: "Que era muy
pecador y debía pagar bien sus maldades".
Con antecedentes tan favorables no podía dudarse del éxito del Noviciado, así
es que fue aprobado por unanimidad para que hiciese la profesión solemne que
verificó el 16 de Abril de 1848, con no pequeño contentamiento suyo y de los religiosos.
Consagrado formalmente a Dios por medio de los votos y penetrado íntimamente nuestro profeso de los deberes que ese acto trascendental le imponía, no es
decible el singular esmero y diligencia extraordinaria que puso en llenarlos adecuadamente; y el retiro, el silencio y la observancia de las prácticas religiosas, por
mínimas que fuesen, singularmente la obediencia fueron objetos de su atención
preferente, por manera que edificaba a todos; debiendo advertir que no se notaron
en él ni decaimiento en el fervor, ni abatimiento en el espíritu; siempre constante,
siempre fuerte, siempre dueño de sí mismo, así se preparó el Hermano Víctor para
la misión sublime que le esperaba marchando paralelos los progresos que hiciera en
las virtudes y en las ciencias.
Blindado, por decirlo así, con esas defensas invencibles, llegó el día por él tan
anhelado, de pasar a las Islas Filipinas sin arredrarle ni la distancia de más de cinco
mil leguas, ni lo penosísimo del viaje, ni la serie de privaciones que le aguardaban al
otro lado de los mares. "Ese es mi destino (decía) Dios me llama, (y con intrepidez
heroica, añadía): siquiera encuentre la muerte en medio del Océano: no me asusto,
pues voy a Filipinas por Dios y para Dios, y fuera muy feliz si perdiera la vida
por objeto tan grande.
Largo fue el viaje, pues costó cinco meses y medio el llegar al Archipiélago
después de haber experimentado innumerables necesidades. Ya en M anila se distinguió Fr. Víctor por la austeridad de costumbres y por su candor e inocencia,
S INOPSIS HISTÓRICA
239
dejando entrever el espíritu de Apóstol que le animaba. En breve le destinaron los
Prelados a Visayas, con objeto de que aprendiese el dialecto del país, dedicándose
con ahínco a esa ruda ocupación, toda vez que ninguna analogía tiene con los idiomas cultos y es preciso comenzar como los niños deletreando. A los seis meses lo
poseía más que medianamente; y como se sentía penuria de religiosos, hubo de
encargarse de varios ministerios, y en todos dejó señales evidentes del espíritu
levantado y celo Apostólico que ardía en el pecho de nuevo Misionero. No me
detengo en contar episodios ni hechos que confirman esta afirmación, porque me
haría interminable, amén de que me ha parecido más conveniente detenerme en dos
puntos y son: Dimiao en la Provincia de Bohol, y Lacy en la Isla de Siquijor, donde desplegó el lleno de su caridad ardiente por la salvación de los prójimos.
Nombrado M isionero del primero, no se dio punto de reposo por conseguir
que aquellos naturales se perfeccionaran en todo, pero particularmente en el conocimiento de la Religión Sacrosanta; y sin relegar al olvido el bienestar material de
aquellos dóciles Boholanos, el blanco de sus afanes, de sus deseos y sacrificios lo
puso siempre en hacerles cumplir con los deberes religiosos.
¡Oh! qué espectáculo tan sorprendente era ver al Padre Víctor en medio de
aquellos sus queridos hijos espirituales, enseñándoles las verdades de salud, predicándoles de palabra y con el ejemplo, alentando en público y en privado a los
débiles, enardeciendo a los fervorosos, aguijoneando a los tibios con palabras llenas
de fuego santo, y reprendiendo con amor a los más descuidados y endurecidos.
¡Oh! allí era donde agotaba todos los medios hasta llorar y gemir, temiendo por su
salvación; y cuando no conseguía con esas armas vencerlos, apelaba a la oración, y
puesto en presencia de Dios Sacramentado levantábase de aquel lugar santo, y,
para completar la obra, castigaba su cuerpo con crueles azotes y se ofrecía en
holocausto a su Dios por la salvación de aquellas almas.
¡Bendito sea Dios!: no se pueden contar las conversiones que realizó nuestro
ejemplar religioso. ¡Gloria a Dios
240
P. LICINIO R UIZ
que supo infundirle ese espíritu magnánimo y heróico. Perfectamente adiestrado
este paladín de la Cruz en los combates del espíritu, fue trasladado al ministerio de
Lacy en Siquijor, donde le esperaban duras y rudas campañas, por tratarse de un
pueblo nuevo y que, si bien es verdad que sus habitantes no eran malos, conservaban no poco de sus costumbres antiguas, como acontece en las reducciones recientes; eran muy pegados a sus prácticas, faltábales muchísimo para ser buenos cristianos; en una palabra, dominaban entre ellos ciertos hábitos feroces propios de
seres en quienes la religión estaba poco arraigada.
No desmayó por eso el Padre Víctor. Empleando con discreción la energía
mezclada con la dulzura y dejándose llevar de la bondad de su corazón que rebosaba en todas sus obras, consiguió en poco tiempo pulir aquellos caracteres semisalvajes y acostumbrarlos a vivir como personas cultas, fomentando las prácticas de
verdadero progreso; y sin más armas que la persuasión y el espíritu sublime de
sacrificio, recabó de ellos lo que jamás hubieran conseguido los más renombrados
conquistadores. De tal modo se captó las simpatías de todos sus feligreses y se
hizo tan enminenternente popular, que le querían extraordinariamente; y es que
supo acomodarse a ellos como si fuese uno de tantos o su igual, a fin de ganarlos a
todos.
No contento ni satisfecho con trabajar en el púlpito y confesonario, cuando
observaba que algunos eran indolentes o morosos, bien en asistir a M isa, bien en
cumplir con el Precepto Pascual, iba en busca de su amado feligrés, hablábale, convencíale, y el indolente tornábase diligente, siendo no menos grandioso que edificante el espectáculo que ofrecía el pueblo de Lacy en las grandes solemnidades,
donde a competencia rivalizaban todos no tanto en asistir a ellas, cuanto en cooperar a su mayor fausto y explendor debido primero a la gracia de Dios, quien se valía como instrumento de la persuasiva voz del M isionero.
No debe extrañar, por tanto, si se afirma que los naturales le respetaban y
querían como a verdadero Padre y le obedecían como a un superior y veneraban
como a un Santo. Verdad es que se hacía acreedor a esos títulos, no tanto como
S INOPSIS HISTÓRICA
241
por sus incansables afanes en pro de las clases confiadas a su solicitud, cuanto por
el desprendimiento conque socorría a sus feligreses, siendo el convento y todo lo
que en él había como si fuera propio de ellos. Al Padre Víctor acudían en sus necesidades, no siendo raro el suministrarles también las medicinas, siendo a la vez
médico espiritual y corporal, y superando a todo esto el amor ardiente que les profesaba.
Un rasgo de este celoso M isionero para cerrar el cuadro de Lacy. Tenía una
devoción tiernísima a la M adre de Dios; y aunque en todo sus sermones y pláticas
se reconocía que el Señor habíale dotado del arte de bien decir, no ampuloso e hinchado, ni artificial sino natural y expontáneo, fluido y dulce, cuando campeaban a
maravilla esas dotes eran si predicaba de la Virgen Santísima. ¡Oh! qué unción tan
fervorosa, qué palabras tan almibaradas y tiernas.
Cómo se poseía este Religioso, encarnecido más que carbón ardiente cuando
cantaba las glorias de M aría; elevábase y dejábase arrebatar de tal modo, que lloraba de amor por la Virgen; la ternura ponía un nudo en su garganta y no le dejaba
continuar, como si padeciese éxtasis misteriosos; salían las palabras de su boca a
modo de chispas brillantes y abrasadoras que prendían en los corazones, produciendo óptimos frutos; y aquellos sencillos Filipinos le admiraban, y juntamente
con su admiración aprendían a amar a la Madre de Dios; habiendo tenido ocasión el
que esto escribe de oír más de una vez a los principales del pueblo de Lacy lo admirable y fervoroso que parecía su Padre Víctor, cuando desde el púlpito les
hablaba de la Virgen Inmnculada. No es fácil que se borre de la memoria de aquellos
naturales el nombre de su amado Padre.
A consecuencia de una vida tan trabajosa, contrajo una enfermedad, que aunque algún tanto molesta sufrióla el P. Víctor con santa resignación y heroica paciencia. Como quiera que el P. Víctor, no obstante estas molestias, no abandonaba
nunca sus tareas de apostolado, hubo de agravarse su padecimiento hasta el punto
de inspirar serios temores su preciosa existencia. En razón a eso, determinaron los
Prelados
242
P. LICINIO R UIZ
enviarlo a España, adonde llegó en Julio de 1879, dando muy pocas esperanzas de
vida.
Empero Dios, que tenía determinado conservar la existencia de este Religioso
edificante, hizo que paulatinamente recobrase la salud; y los Prelados pusieron
otra vez los ojos en el Padre Víctor, nombrándole sucesivamente Vice-Rector de
nuestro Colegio de S. M illán de la Cogolla.
Forzoso es condensar, por ser imposible exponer en detalle, lo que hizo en tales cargos nuestro buen Religioso. Siempre era el primero en todo, severo consigo
mismo, dulce y amabilísimo con los demás; con una sonrisa que encantaba, amonestaba a los súbditos y hacíales comprender sus deberes: efecto de su bellísima
alma, fijábase hasta en las faltas más insignificantes; y más de una vez dirigiéndose
a sus Religiosos, como si no fueran bastante edificantes sus palabras elocuentes,
cogía la imagen del Crucificado, y mezclando las lágrimas con las voces, los suspiros y ayes con las exclamaciones, hacia llorar a "sus queridos hijos" como él los
llamaba, consiguiendo que no decayese la observancia regular, dándole, por el contrario, un gran impulso.
Cierto es que el pobre padeció horriblemente, porque plugo a Dios probarle
con una enfermedad tremenda de dudas y escrúpulos espirituales; debido a eso era
por lo que su alma pura hubiera deseado ver desterrados de los demás los más nimios defectos. Ninguna persona medianamente instruida ignora hasta qué extremo
atormenta al espíritu ese padecimiento. Así se explica que dijese más de una vez
"que él no valía para mandar; que era el hombre más inútil y que expusiese a los
superiores le relevasen del oficio y que lo dejaran como simple religioso pues no
servía (segun él) ni para gobernar ni para confensar ni para nada absolutamente".
Tal idea tenía de sí mismo, él que era un Religioso virtuosísimo. Diéronle gusto los Prelados, y le señalaron la conventualidad en este Colegio de S. M illán, donde pasó la última etapa de su vida ejemplar. Hasta su postrer instante conservó su
candor; y muchas veces quedaba uno atónito al oírle hablar o cuando preguntaba
alguna cosa, pareciendo un niño de ocho años, sin embargo de que pasaba de los
sesenta
S INOPSIS HISTÓRICA
243
y tres. Su muerte fue como su vida, santa y preciosa a los ojos de Dios Nuestro
Señor.
Lamentable pérdida ha sido, a no dudarlo, decía un biógrafo suyo, la de nuestro Religioso muy sentida por todos, dejando un vacío grande en el Colegio.
¡Dios habrá premiado los méritos de este Padre candorosísimo, de este M isionero incansable, de este Prelado vigilante y solicito!
Falleció en día 18 de Noviembre de 1894, después de recibir todos los santos
sacramentos.
CAPÍTULO VIII
Ministerios de Manila, Cavite, Batangas, Morong y La Laguna
Al escribir sobre M indanao adujimos las Reales Ordenes en virtud de las cuales, los Padres Recoletos debían de dejar aquellos M inisterios a los PP. de la Compañía. En la del 3 de Julio de 1859 se ordenaba que los Padres Jesuitas se hicieran
cargo de todas las M isiones, doctrinas y curatos de M indanao; y ante eso los Padres Recoletos se callaron por entonces y la acataron. Vino otra Real Orden con
fecha 10 de Setiembre de 1861, y en esta se decía: "que en prueba del aprecio con
que mira S. M . los distinguidos servicios a la Iglesia y al Estado prestados por los
Padres Recoletos, les concede una indemnización, facultándoles para que administren los Curatos de la Provincia de Cavite u otros que hubiere servidos por el clero
indígena".
No hay para qué ponderar la polvareda que esta Real Orden levantó contra los
religiosos. "El Cabildo se alzó como un hombre picado por un áspid", dice N. P.
Agudo en su folleto: "Cuestión importantísima que puede afectar gravemente a la
existencia de las Islas Filipinas pág. 9, se reúnen en junta, claman contra todos los
frailes habidos y por haber, y exponen a S. M ., sin que por su parte se descuide
tampoco el Vicario Capitular, Sede Vacante. Piden se anule la citada Real Orden de
10 de Setiembre de 1861; o, al menos se aclare. S. M agestad no accede a lo primero, y aclara lo que podía ofrecer duda en su Real Orden del 20 de Junio de 1862.
Pero como seguían las exposiciones, fue necesario expedir otra Real Orden, su fecha 31 de Julio del propio año, mandando se estuviese a lo determinado, y se cumpliera sin excusa ni tergiversación".
Este fue el initium dolorum, esta fue la animosidad que recayó sobre los Recoletos, en los cuales, por la pacífica y tranquila posesión de los Curatos de M indanao, se les ponía en la turbulenta y nada grata administración de los Curatos de la
M itra de M anila.
S INOPSIS HISTÓRICA
245
Vino la ejecución de lo tan categóricamente ordenado por S. M . y por suerte,
le tocó el primero, al Curato de Antipolo. ¡Aquí fue el retorcerse todos, incluso el
Sr. Arzobispo, antes de cumplir lo mandado! Antipolo según los papeles que con
ese motivo se publicaron "¡valía veinte veces más que la Isabela que habían recibido los Padres Jesuitas! ¡Antipolo era el pueblo de más grandes rendimientos de
todo el Archipiélago!" Antipolo, al decir de las gentes, sacaría de sus apuros a los
Recoletos, y aun habría para repartir a los demás frailes con abundancia.
Estas especies las refuta serenamente N. P. Agudo en el folleto citado; y aun
cuando se dijo en M anila, por aquel entonces, que acaso no hubiera habido reclamación de ninguna especie, si, en vez de ser Antipolo el primer pueblo que ha tocado en suerte, hubiese sido otro cualquiera del Arzobispado, no lo cree así el
mencionado Padre.
No todos los Curatos que al estallar la revolución filipina administrábamos los
Recoletos en el Arzobispado de M anila, nos fueron dados como indemnización
por los que dejamos en M indanao.
El de Imus, por estar enclavado en nuestra hacienda, lo teníamos desde su separación de la matriz, Cavite-Viejo, año de 17951.
1
Al tratar en el primer volumen del Convento de Bagumbayan dijimos cómo, una vez destruido
este, nuestra Provincia restauró dicho Convento de San Juan, edificándolo en el pueblo de
Imus, en donde poseíamos una Hacienda.
S. M. considerando la pobreza a que había llegado a nuestra Provincia y el haber mandado demoler el Convento de Bagumbayan la primera Autoridad Gobernativa de Filipinas, contribuyó con cierta cantidad a los gastos de edificación.
Allí mismo expusimos la opinión comúnmente creída de que fue el Sr. Arzobispo Sr. Rojo
quien mandó demoler el Convento, opinión que nosotros desmentíamos apoyados en los sucesos que narramos como sucedidos en nuestro Convento posesionados de él los Ingleses, y
en las frases de nuestro Superior que decían haber sido los Ingleses quienes le destruyeron.
Con gusto copiamos a continuación el Documento Real por- el que S. M. autoriza la fundación
del de Imus, ya que confirma la opinión generalmente admitida de que en efecto la destrucción completa de San Juan de Bagumbayan obedeció a órdenes emanadas del Sr. Arzobispo.
El Rey
Gobernador y Capitan de las Islas Filipinas Regente y oidores de mi real Audiencia que reside
en a ciudad de Manila.
El 30 de Octubre de 1766 se expidió la Real Cédula del tenor siguiente; "Por Cuanto por parte
de Fray Juan de San Agustín Procurador de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de
Agustinos Recoletos de Filipinas, se me ha representado, que luego que llegó la Escuadra
Inglesa a Manila, para imbadir y hostilizar a aquellas Islas, con el intento de hacer desembarco en sus Playas y atacarla, mandó el Arzobispo Gobernador pegar fuego a la Iglesia y Convento de San Juan Bautista de Bagumbayan de la misma Provincia considrándoles de obstáculo, a la defensa de la Plaza, y que podía servir de atrincheramiento al enemigo; lo que, con
efecto, se practicó reduciéndose todo a cenizas, como lo testificarían los diarios, memorias, y
relaciones de esta Guerra, con los informes que sobre ella, se han hecho por mis Ministros;
en cuyo Santuario que era el primitivo de la citada Provincia se Veneraba con edificación de
todos y crecido concurso de fieles una Milagrosa Imagen de la Virgen Santísima, con advocación de Ntra. Sra. de la Salud, y deseando Restablecerla a su primitivo culto, y reedeficar el
expresado Convento y Iglesia en paraje que por la larga distancia de las Plazas de Manila y
Cavite, no pueda jamás reputarse por padrasto (sic) a su seguridad y defensa, y que teniendo
estas circunstancias, sitio y tierra de la Estancia y Hacienda de San Juan Bautista de Imus
propiedad de la misma provincia me suplicara fuese servido de concederle mi Real Licencia,
para que sin embarazo alguno se pueda proceder a la citada reedificación en el enunciado Paraje o el que fuere de mi agrado, dándole al mismo tiempo alguna limosna para ayuda de los
gastos de la mencionada obra, en el ramo de vacantes, o en el que parezca más conveniente y
efectivo, mediante a haber quedado la misma Provincia en la mayor miseria, y no haber soli-
246
P. LICINIO R UIZ
El de las Piñas desde el mismo año 1795, al separarse de Parañaque.
El de Galoocan, desde su emancipación de Tondo, 1815. Los de Cavite-Viejo
y Silang los tuvimos en 1754 por algún tiempo, a cambio forzoso de Cagayán, de
M isamis. Posteriormente, se nos adjudicaron por Real Orden de 1849, los de
Siláng, Cavite-Viejo, Imus y Bacoor, conforme fueren vacando.
Los M inisterios que fuimos ocupando según se entregaban a los Padres Jesuitas los nuestros de M indanao, fueron los siguientes por las fechas que les acompañan.
En la Provincia de M anila, La Ermita, 1873; Santa Cruz, 1879; San M ateo,
1879; M ontalban, 1879.
Distrito de M orong, hoy Provincia de Rizal, Antipolo, 1863; Taytay 1866.
citado ningunos adornos, alajas, y bienes que tenían dentro, y devorado tambien las llamas
las posesiones que para su subsistencia tenían en su circuito; y habiéndose visto esta Instancia en mi Consejo de las Indias con lo expuesto por mi Fiscal, y consultándome sobre ello
en 23 de Agosto de este año, he resuelto condescender a la enunciada pretensión, pero con la
precisa circunstancia de que el Gobernador e Ingenieros reconozcan primero que en el parage,
que se intenta reedificar el Convento o el que se demarque no pueda perjudicar a las Plazas de
Manila y Cavite, y por consiguiente de padrasto alguno y usando de mi acostumbrada conmiseración, concedo también por una vez la limosna de cuatro mil pesos en Vacantes mayores y menores con tal de que el Gobernador avise de su total coste. Por tanto por la presente
doy y concedo mi Real permiso y licencia, para la erección y nueva fundación del referido
Convento en el parage y sitio de la Hacienda de San Juan Bautista de Imus y mando al citado Gobernador y Capitán General a mi Real Audiencia de las Islas Filipinas y a los oficiales
Reales de ellas, cumplan y observen, y hagan cumplir y observar esta mi Real Resolución,
sin permitir se contravenga a ella, segun y en los términos que van declarados, pagándose por
sola una vez, y de los mismos efectos los cuatro mil pesos de limosna por ser así mi voluntad, y que de la presente se tome rázón en las Contadurías Generales de la distribución de mi
Real Hacienda y del expresado mi Consejo. Dada en San Lorenzo a 30 de Octubre de 1766 –
Yo el Rey –Por mandato del Rey N. S. Dn. Tomás del Mello.
No obstante Documento tan autorizado y tan espresivo seguimos con la duda de quien fuese el
autor de la destrucción del Convento. El silencio que sobre este particular guardan varios Documentos de aquella época, en especial uno que trata de las medidas adoptadas por el Sr. Arzobispo para defensa de la plaza; el hecho de haber sido ocupado por los Ingleses y las frases
de nuestro Superior citadas en el art. Bagumbayan, corroboran y aumentan nuestras dudas
sobre este particular. El hecho cierto es que fué destruido; mas respecto del cuando y por
quién, continuamos en la misma incertidumbre.
Respecto a la donación de S. M. para la nueva construcción del Convento de Imus, debemos
asimismo rectificar, pues si bien es verdad que por Real Cédula expedida en San Lorenzo en
1766 concedió un subsidió de 4,000 pesos, este quedó anulado por otra Real Orden de 23 de
Diciembre de 1774.
S INOPSIS HISTÓRICA
247
En Batangas: Rosario, 1871; Lobó, 1874; Balayan, 1875; Santo Tomás 1876;
Taysan, 1880; San Juan de Bolbok, 1881; Calatagan, 1895.
En la Provincia de Cavite: Rosario, 1869; Bacoor, 1871; Cavite Puerto, 1871;
Bailen, 1874; M aragondon, 1884; Carmona, Perez-Dasmariñas y Amadeo fueron
fundados por nosotros en los años 1856, 1866 y 1884 respectivamente. CaviteViejo y Siláng los ocupamos en los años 1847 y 1855.
Todos los mencionados pueblos los administramos tranquilamente hasta el
año de la Revolución 1896; y algunos hasta el año 1898, en que cesó la soberanía
española.
Como quiera que estas Provincias próximas a M anila estaban las más trabajadas y minadas por la secta masónica del Katipunan en orden a la Revolución, no es
nada extraño fenómeno, el que los Curas españoles y por añadidura religiosos fueran el blanco más principal de los revolucionarios. Y de ahí, que apenas pudiera
salvarse de las iras
248
P. LICINIO R UIZ
del katipunan, una tercera parte del personal, cayendo los restantes víctimas de su
deber, o bien bajo los sacrílegos golpes del machete, o bien, en despiadado, largo y
penoso cautiverio.
Conocedores un poco de la historia universal de la Iglesia, y algún tanto más
de la eclesiástica de Filipinas, nada nos sorprenden, ni nos admiran las rivalidades
y los encuentros del Clero regular y secular en este Archipiélago. Ambos organismos están instituidos digámoslo así para trabajar en pro de la Iglesia, empero cada
uno dentro de su propia esfera y con legislación diferente, pero no siempre ha sido
cosa fácil el deslinde perfecto de ambos funcionamientos; y sobre todo hay que
tener en cuenta que los regulares, ya por el desenvolvimiento y evolución de las
cosas, como sucede y ha sucedido en las M isiones o evangelización de infieles, ya
por la escasez del clero secular, ha sido llamado por la Iglesia a funciones que tiene
asignadas a dicho clero secular, y los estados de transición y de excepción difícilmente se sujetan a límites determinados.
El clero secular fácilmente concede que los religiosos son los más capacitados
para la evangelización de los infieles y para formar entre los paganos nuevas cristiandades. Esto en donde la Iglesia se está formando aún y cimentando. En los estados y naciones ya católicos, tampoco se le hace cuesta arriba al clero secular el
conceder que los regulares llenan cumplidamente su papel en el confesionario, en el
púlpito, en los hospitales, en las cárceles, en las catequesis, en las misiones, etc.
Ahora bien; estos tan relevantes servicios, estas tan penosas ocupaciones, ¿son en
muchos casos apreciados y estimados cual se merecen? ¿Se tienen en cuenta, no
diremos, para ser retribuidos, sino cuando más para ser agradecidos? La historia y
la experiencia cotidiana podrán dar cumplida satisfacción a estas preguntas. Desde
luego, que ni Dios Nuestro Señor, ni la Iglesia han escatimado para las Religiones
los aplausos y consideraciones a que por sus eminentes servicios se han hecho
acreedores.
No desconocemos tampoco, a fuer de historiadores imparciales, las defensas
que los religiosos han sostenido con tenacidad, de sus derechos, exenciones, privilegios etc. y que
S INOPSIS HISTÓRICA
249
en más de una ocasión rebasaron los límites de la moderación. Todo esto nos da la
clave para explicarnos ciertos encuentros y rivalidades entre ambos cleros; y nos
dice bien a las claras, que allí donde quiera que el hombre pone su mano, allí queda
siempre su imborrable sello, la imperfección. Somos así, y no somos ángeles. Con
todo quiere Dios utilizar nuestro concurso para la regeneración y salvación del
género humano. Sobre los acontecimientos de la humanidad, hay que ver siempre la
mano sabia omnipotente de Dios, que la conduce a sus altos fines. Filipinas, entre
todos estos países del Extremo Oriente, ha recibido la luz expIendorosa de la fe, y
los elementos de una cultura la más aventajada, a pesar y por encima de todos los
defectos que pueda relatar su historia. Este es el hecho que no puede negarse ni
ocultarse, aun cuando se conjuran contra él, todos los falseadores de la verdad y de
la historia. En vano las nubes nos ocultan la presencia del sol, que pugna por
hacernos saber que es de día.
Entre los religiosos que han administrado estas parroquias merecen especial
mención N. P. Juan Ruiz, después dignísimo Obispo de Vigan. Este Padre siendo
Cura de Cavite-Viejo, a mediados del siglo XVII, logró con su celo y prudencia
hacer la útil empresa de Casunlit, que, al decir del P. Lector Patricio M arcellan en
su obra "Provincia de San Nicolás de Tolentino" pág. 83, ha dado el ser y perfección a la hacienda de Imus". Consiguió en España de S. M . el costear in totum una
misión de sesenta Sacerdotes y seis hermanos Legos. Fue Definidor y Provincial.
Y siendo Prior de San Sebastián, S. M . Carlos III le nombró Obispo de Nueva Segovia. Aquí construyó la magnífica obra del Palacio Episcopal y la Catedral, a la
que dotó de ricos ornamentos y preciosas alhajas de plata y oro, muriendo él como
un pobre religioso.
En la misma época, o sea, también a mediados del siglo XVIII, tuvimos la administración del pueblo de Siláng, y sus moradores fueron testigos beneficiados de
las esclarecidas virtudes del P. Juan Rodrigo, mejicano y profeso de este nuestro
convento de M anila. "No salía de la clausura de su convento sino para obras de
caridad" nos dicen sus
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P. LICINIO R UIZ
biógrafos, y el pueblo de Siláng le llamaba a boca llena el Santo.
En Las Piñas dejó huellas inborrables de su laboriosidad y destreza el P. Diego
Cera, famoso constructor de órganos. En su parroquia dejó el que hoy subsiste y
es la admiración de los extranjeros. Intervino al menos en la construcción del órgano del Convento de M anila, y un Forte-Piano que se envió a S. M . la Reina Doña
M aría Cristina de Saboya, esposa de Fernando VII. En el libro de Definitorio, 29
de Octubre de 1793 se lee: "El Forte-Piano fabricado por el P. Fr. Diego era alhaja
digna de presentarse a la Reina, Nuestra Señora, por no haber otro igual en España
ni en Inglaterra, según había el Sr. Gobernador insinuado". S. M . la Reina le correspondió con un presente de un cáliz y juego completo de vinajeras digno de su
Real Persona; regalo que quedó en la parroquia de las Piñas.
En este pueblo administró tambien N. P. Toribio M inguella, dignísimo Obispo
de Puerto Rico primero y después, de Sigüenza en España. Fue notable y concienzudo tagalista, y en donde campean sus altos conocimientos de este idioma fue en
el Discurso que pronunció en el Congreso Católico de M adrid, sobre el difícil tema
"Unidad de la especie humana probada por las lenguas". Al hablar de nuestro Colegio de San M illán de la Cogolla, nos ocupamos de este preclaro ornamento de la
Recolección en los actuales tiempos, el Excmo. Señor M inguella.
Cúpole también la buena suerte a este pueblo de las Piñas, el de contar entre
sus párracos al P. Ezequiel M oreno, después Obispo de Pasto en Colombia, santísimo varón, cuyas virtudes y prodigios le merecieron el que en M anila, España y
Colombia se formaron los Procesos informativos para su beatificación. De él también hacemos merecidísima mención al hablar sobre la Provincia de la Candelaria,
Colombia.
En Imus dejó pruebas de su carácter emprendedor y activo N. P. Nicolas Becerra, quien construyó de piedra y ladrillo las magníficas obras del convento e iglesia parroquial, esta, al menos, con fondos de la Corporación de Recoletos.
S INOPSIS HISTÓRICA
251
Al tratar de la revolución filipina, nos ocupamos del Cura a la sazón de Imus,
N. P. José M .a Learte, espejo de religiosidad, de celo y de observancia. Asimismo,
entonces hicimos mención de otros beneméritos religiosos, víctimas del katipunan
en la Provincia de Cavite.
En La Ermita dejó huellas de su actividad y buen gusto N. P. Santos Paredes
en la bonita iglesia que hoy tiene, y en el convento.
En Taytay recordarán siempre la buena memoria del sencillo y candoroso P.
Aniceto Ariz.
En Cavite-Puerto se conservan gratísimos y frescos aún los servicios que con
las familias filipinas practicó en aquellas difíciles circunstancias el P. Celedonio
M ateo, hoy Definidor General de la Orden.
N. P. Fidel de Blas era Cura párroco de Cavite-Viejo cuando estalló la revolución, y el mismo General Aguinaldo, su feligres, le avisó para que se pusiera en
salvo.
CAPÍTULO IX
Biografía del P. Ramón Zueco
En todo el capítulo que dedicamos a este otro héroe Recoleto que en la expedición del General M alcampo a Joló, en donde otra vez nuestras tropas abatieron el
orgullo de la morisma insolente y en el que el humilde fraile colocó tan alto el nombre de la Corporación a que pertenecía por su actividad, por su valor y heroísmo
ante el peligro, pensábamos hacer un trabajo digno de él, acumulando cuantos datos pudiésemos obtener; mas me he ahorrado todo el trabajo, por que él mismo,
cuando cierto Padre, amigo suyo, le suplicó que por amor a la Orden escribiese
toda su actuación en aquella campaña, dejó escrito con minuciosidad de detalles
todo lo sucedido, desde el momento en que el P. Provincial, P. Learte, le comunicó
sus deseos de que el P. Zueco fuera a la expedición hasta su término. Dejemos
pues hablar a él, pues nadie mejor, como testigo presencial, puede darnos cuenta
de todo. M as antes de comenzar la relación de su viaje, vamos a anotar algunos
datos biográficos de tan insigne Religioso.
Era el P. Ramón Zueco de S. Joaquín natural de la ciudad de Tarazona en
Aragón, en la que nació en 31 de Agosto de 1828. Como ciudad próxima a nuestro
Convento de M onteagudo y como que había dado a nuestra Corporación muchos
y muy esclarecidos varones, no le podía ser desconocido nuestro hábito al joven
Ramón, antes al contrario, y así vemos que a los 19 años de su edad había ya emitido sus votos de Religioso en Nuestro Convento de M onteagudo. Apreciando los
Superiores la grandeza de talento de que había dado pruebas el joven Corista durante su carrera, le dieron el título de Lector, previo el ejercicio que previene nuestras Constituciones.
Dos años nada más ejerció el cargo de Lector explicando filosofía a los jóvenes; los que transcurridos y sintiéndose con más vocación para las M isiones que
para la Cátedra, pasó a M anila, desembarcando en aquella el 21 de Junio de 1855,
siendo destinado muy pronto a Polloc en M indanao.
S INOPSIS HISTÓRICA
253
Después de haber desempeñado el honroso cargo de Secretario de Provincia y varios curatos en algunas Islas, fue destinado a Cagayán, en el que residió por espacio de 28 años consecutivos desde 1861 hasta el de 1889 en que falleció.
Como misionero fue incansable, no sólo en la administración de su vasta Parroquia, capital de la Provincia de M isamis, sino que extendió su celo a fuera del
radio de la población; visitó con frecuencia las rancherías de los monteses que vivían en las montañas que se extienden a lo largo del citado pueblo, a los que prodigaba sus limosnas y consejos, consiguiendo que llegasen a formar pueblo y vivir
una vida civilizada; así formó los pueblos de Linabo y Sumilao, en unión del P.
M ateo Bernal, Cura que era del pueblo inmediato, Tagoloan. Bautizó a muchos
monteses o infieles, entre ellos a uno principal llamado M andalahigón, dejando dos
pueblos, si no populosos, organizados y con todos los adelantos materiales y morales de los demás pueblos civilizados y cristianos, como lo confesó el Teniente
General D. Luis Huertas en el reconocimiento que hizo de aquellas rancherías.
Después estos pueblos fueron administrados por los PP. de la Compañía.
Su acción como sacerdote no solamente se circunscribió a sus queridos feligreses, sino que con los muchos libros de piedad que escribió en lengua bisaya, fomentó mucho y en todas partes la devoción y la piedad, fuera de otros que escribió
para los Sacerdotes1.
Una prueba del cariño y respeto que mereció de sus feligreses por su bondad
de carácter y por sus grandes cualidades como Sacerdote, fue la que poco después
de haber muerto en Cagayán ellos, sus hijos, costearon el soberbio mausoleo que
guarda sus venerandos restos y que se alza en el presbiterio de dicha Iglesia2.
1
2
S. Santidad León XIII le concedió facultad extraordinaria para administrar el Sacramento de la
Confirmación en su distrito y en el de Surigao.
A propósito de la traslación de los restos del P. Ramón del Cementerio Católico donde yacían al
nuevo sarcófago de la Iglesia, copiamos del libro de cosas notables de la Parroquia de Cagayán lo siguiente:
El día 2 de Agosto habiéndo obtenido las licencias competentes del Illmo. Rmo. Sr. Obispo de
la Diócesis y del Señor Gobernador P. M. del Distrito y a presencia del Cura Párroco de esta
Cabecera Fr. Ángel Belaza de los Dolores, y de los Religiosos, Fr. Francisco Echanojáuregui
de Sta. T eresa de Jesús, Fr. Julián Lacalle de Balvanera y Fr. Cipriano Chocarro de S. José,
de los Señores Gobernadores P. M. D. Juan Zanón, del Juez de Primera Instancia D. Luis
Brotons, Promotor Fiscal D. Ignacio Hidalgo, Sr. Médico Titular D. Cándido Mora, Sr. Notario D. Apolinario Velez, Españoles todos de la Cabecera y un sin número de feligreses de
1
esta parroquia sobre las 10 y /2 de la mañana del citado día 26 fueron exhumados los restos
mortales del R. P. Fr. Ramón Zueco de S. Joaquín que fue enterrado en la Capilla del Cementerio de esta parroquia el 12 de Febrero de 1889.
Habiéndose procedido a la apertura de la sepultura se encontró la caja mortuoria intacta aún y sin
ningún deterioro en ella, y en la misma los restos del P. Ramón con el Hábito correa y sandalias íntegros, sin que se notase en ellos el menor síntoma de putrefacción.
Reconocidos los restos por el Sr. Médico Titular, y levantada que fue acta notarial de todo, se
volvieron a colocar en una nueva caja de molave, forrada de terciopelo por fuera y por dentro
de raso azul, quedando así en depósito en el Cementerio custodiados por los hijos del pueblo, hasta el día siguiente que se había de hacer la traslación.
El día 27 todo el pueblo en masa presidido por su Cura Párroco se dirigió al Cementerio. Terminados los rezos de rúbrica; se colocó la caja en un elegantísimo carro mortuorio. Las cintas
que pendían de la caja fueron llevadas por los Señores Juez de primera Instancia, Sr. Promotor Fiscal, el Capitan del T ercio civil y el Sr. Interventor de Correos. Presidían el duelo el P.
Cura Párroco Fr. Ángel Belaza y el Sr. Gobernador de la Provincia.
254
P. LICINIO R UIZ
Cantada que fue la Vigilia y la Misa de Requiem por la Capilla del pueblo acompañada por la
orquesta, se procedió a la colocación de los restos en el nuevo panteón. Este es de mármol
blanco y fue costeado por todo el pueblo. De la tumba al panteón fue llevado por cuatro naturales de lo más pudiente y principal del pueblo.
Después de cantado un Responso solemne, se cerró el panteón, guardando la llave el M. R. Cura
Párroco del pueblo.
S INOPSIS HISTÓRICA
255
La relación de todo lo sucedido en aquella memorable jornada, como escrita en
la intimidad y solamente con el objeto de complacer a un amigo, adolece de algunos
defectos literarios; no obstante es tan completa y tan minuciosa, que, aun a trueque de esos pequeños defectos, preferimos copiarla íntegra, a fin de no omitir detalle ninguno de ella.
"Cuando el Capitán General M alcampo preparaba en M anila la expedición
contra Joló para vengar los insultos que los moros habían inferido a la bandera nacional, llamó a N. P. Fr. José M aría Learte y le manifestó los deseos que tenía de
que acompañaran a la expedición algunos PP. Recoletos con el objeto de prestar
los auxilios espirituales a los enfermos en la campaña; N. P. desde luego accedió a
esos deseos del General, prometiéndole irían cuantos pudiesen.
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P. LICINIO R UIZ
"Conocedor M alcampo —dice el P. Ramón— de las islas en las que había pasado toda su juventud y amigo mío desde el año 54, cuando era alférez de navío y
comandante de una falúa, quiso también que fueran a la expedición voluntarios de
este Distrito que no tienen miedo a sus vecinos los moros, como lo tienen los demás visayas y tagalos; y que yo fuera con ellos, porque me conocía desde el 54 en
el Sur de M indanao, y había visto mi serenidad ante el peligro en dos ocasiones
distintas que no refiero, por pertenecerme a mi exclusivamente y nadie lo sabe. El
General quería que esto se hiciese como por iniciativa de nuestra Corporación,
escribiéndome a mí el Provincial y no haciendo inmediatamante el reclutamiento: y
así se hizo. Sin embargo de que N. P. había dicho al General que el reclutamiento
de voluntarios sería difícil por la falta de comunicación entre M anila y este Distrito y por estar muy adelantados los preparativos para la expedición, el resultado
fue muy satisfactorio. El General resolvió la dificultad que veía N. P. con estas
lacónicas palabras; "Escriba V. y tráigame la correspondencia que yo haré llegue a
su destino. "N. P. se retiró y me escribió la carta siguiente.
M R. P. Vicario, Fr. Ramón –M anila, Diciembre 17 de 1878.
M i estimado P. Ramón: Por los periódicos le supongo enterado de la expedición que se proyecta y que hoy es ya cosa decidida. –Pues bien: ayer tuve una
entrevista con el Sr. General M alcampo en la que me habló largamente sobre la
referida expedición; y entre otras cosas desea alguna cooperación por nuestra parte, la que yo me apresuré a ofrecerle inmediatamente, porque ya era esa mi intención, aun antes de que me hablase el Sr. Gobernador, por considerarla, no sólo como deber de patriotismo, sino también de gran conveniencia para la Provincia. –
Así, pues, veríamos con gran satisfacción que los PP. de la Vicaría de su cargo excitasen el espíritu de sus respectivos pueblos, con el objeto de que se ofreciesen
voluntarios, no precisamente para pelear, sino más bien como faginantes, esto es,
para retirar heridos, llevar municiones y prestar otros servicios de este o análogo
género, a fin de no distraer las tropas de sus faenas.
S INOPSIS HISTÓRICA
257
–No sería menor nuestra satisfacción si alguno o algunos de los PP. se prestasen gustosos a acompañar a la gente que se reclute, voluntariamente por supuesto,
a fin de animarla y comunicarla valor y fuerza. Yo me alegraría mucho de que por
lo menos fuese V. R. por considerarlo muy para el caso. De todos modos espero
que hable o escriba en este sentido a los PP. y haga todo lo que le sea posible para
el mejor éxito de nuestro deseo, sirviendo así a mí, a la Provincia y al Sr. Gobernador. –Ánimo, pues, P. Ramón que nos es muy conveniente y hasta de necesidad
hacer algo y, si no entro en más detalles, dispénseme pues me falta tiempo y sobre
la marcha mando esta.
Avíseme del resultado, si le es posible. –Consérvese bueno y mande a su affmo. hermano S. S. Q. B. S. M . Fr. José M aría Learte. –A serme posible mandaré
dos o tres de por aquí.
Luego que el General recibió esta comunicación, la mandó a Cebú en un vapor
con orden al Comandante de la División de aquel punto para que, inmediatamente
que la recibiera, mandara un cañonero a traerla a Cagayán con el oficio que al mismo tiempo dirigía al Gobernador de aquí para que me facilitase por todos los medios posibles el alistamiento, que fue el siguiente: 1.o –Escribiría en aquella misma
noche una Circular, que saldría por la madrugada, en la que explicaría a los Curas
Párrocos el objeto, excitando su celo para que a su vez ellos la explicasen a sus
feligreses en el púlpito e hiciesen todo con urgencia, puesto que la expedición iba a
salir pronto de M anila.
Vamos a copiar íntegro el documento, que pone de manifiesto los altos sentimientos patrióticos que animaban al P. Ramón; dice así.
"RR. PP. Curas Párrocos: –Ayer tarde a las cinco, al mismo tiempo en que el
Sr. Gobernador recibió un pliego del Exmo. Sr. Capitán General, recibí yo una carta
orden de N. P. Provincial cuyo objeto es tan interesante, que vino expresamente un
Cañonero a traerla por orden expresa de S. E.
El objeto de que trata es tan grandioso que merece toda preferencia de los Cura
Párrocos y yo no dudo por un momento
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P. LICINIO R UIZ
siquiera, que todos VV. atendidos su patriotismo y religiosidad, secundarán eficazmente la intención de S. E. y de nuestro P. Provincial.
Se trata de una expedición contra Joló, que saldrá de M anila del 20 al 30 de
Enero próximo, para destruir por completo aquella madriguera inmunda de moros
piratas, enemigos de nuestra Religión Santa y del nombre cristiano.
Quiere N. P. Provincial, de conformidad con el Capitán General, que vayan
voluntarios de esta provincia, no para combatir, sino como auxiliares necesarios en
la expedición para retirar heridos y cuidarlos, llevar municiones a los que combatan
y prestar otros servicios análogos en toda expedición bien organizada.
Deben también ir algunos Padres españoles que sepan bisaya para animar y
comunicar fuerza y valor a los voluntarios bisayas; y yo, aunque sin merecerlo, he
sido elegido para acompañar a la expedición con los voluntarios, diciéndome N. P.
Provincial estas palabras: "yo me alegraría mucho de que por lo menos fuese V. R.
por considerarle muy para el caso".
Al leer las palabras que preceden, mi corazón excitado por la Religión y el patriotismo ha latido fuertemente, y, oyendo la voz que el Señor me dirige por la
boca de mi Prelado, estoy pronto a partir con los voluntarios bisayas.
Como es de presumir que algunos se retraigan de alistarse por el temor pueril
de que les va a faltar lo necesario para la vida o socorros espirituales en el caso de
estar enfermos o heridos, pueden VV. RR. asegurarles que yo seré allí el Padre de
los voluntarios y que atenderé con toda la solicitud de que soy capaz a todas sus
necesidades corporales y espirituales.
Yo me elevaría a consideraciones políticas y religiosas y a manifestar las consecuencias beneficiosas que ha de producir la expedición en todo el bisaísmo; pero
todas VV. RR. lo comprenden también o mejor que yo, por lo cual me creo dispensado de hacerlo.
El tiempo es precioso y urge no despreciar un momento, según ven VV. RR.
por la promixidad de la salida: me limitaré, pues, a indicarles lo que han de hacer
VV. RR. para el
S INOPSIS HISTÓRICA
259
mejor cumplimiento de lo encargado por N. P. Provincial.
1.o –El Domingo próximo, y si no llegase esta circular para ese día a algún
pueblo por su mucha distancia, aquel en que llegase, predicarán VV. RR. la guerra
santa de los cristianos contra los moros joloanos, excitando a sus feligreses a que
se alisten los que voluntariamente quieran acompañar la expedición.
2.o –Abrirán VV. RR. un registro en el que anotarán el nombre, apellido, nombres de los padres y número de la cabecería del voluntario.
3.o –Todos los días en que se aliste alguno, me lo comunicarán VV. RR. para
anotarlo en el registro abierto en esta Vicaría para toda la Provincia y yo comunicarlo al Sr. Gobernador militar y político del Distrito.
4.o –Encargarán VV. RR. a los voluntarios que no se alejen del pueblo, que
limpien bien y tengan preparadas las armas blancas y que esperen hasta que les
avise el punto de reunión y día de la partida.
Dios guarde a VV. RR. muchos años. –Cagayán y Diciembre 29 de 1875.
Fr. Ramón Zueco
2. –El Sr. Gobernador pasó una Circular urgente para que los Gobernadorcillos
remitiesen diariamente todos los pliegos que los RR. PP. me dirigieran a Cagayán1.
3. –Al recibir yo diariamente los nombres de los voluntarios que los Curas me
remitían, hacía el resumen por pueblos; y a las cinco de la tarde de cada día se lo
remitía al Gobernador, guardándome un ejemplar.
Lo que sucedió en Cagayán en cuanto repiqué las campanas para reunirlos en
la Iglesia, subir al púlpito y predicarles la guerra santa contra los moros de Joló
excitándoles se alistasen como voluntarios y que yo estaba ya alistado e iría con
ellos de Jefe, lo mismo sucedió en todos los pueblos de este distrito por la predicación de sus respectivos Curas Párrocos, que secundaron perfectamente las ideas
de la Circular. Este efecto maravilloso no era extraño aquí, donde los indios no tienen miedo a los moros que están ya
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Archivo Prov
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a tres leguas de Cagayán; todos los día recibía yo relación de nuevos voluntarios
que los Curas me remitían, y a los pocos días eran ya tantos, que tuvimos que tratar el Gobernador y yo de formar compañías; se formaron siete con sus nombres
correspondientes, y son como siguen:
1ª- y 2a. de Cagayán.
3a. –de Hiponán.
4a. –de Balingasag.
5a. –de Camiguinnos.
6a. –de M isamis.
7a. –de Dapitan.
El Sr. Gobernador y yo formamos los oficiales y los soldados de cada Compañía, que eran hijos de los principales de los pueblos. Como el tiempo urgía y era
preciso darles alguna instrucción militar, inmediatamente el Gobernador y yo dimos orden a los Gobernadorcillos y Curas para que vinieran todos a Cagayán, excepto los de los pueblos inmediatos de Hiponan y Alubihid, a donde fueron Sargentos del Tercio a darles instruciones convenientes. Pronto llegaron aquí y se alojaron en las casas del pueblo, en las que los mantenían como a sus hijos.
Inmediatamente dio principio la instrucción militar con sus cabos y sargentos;
siguió luego por compañías con sus oficiales y últimamente la instrucción de batallón con todos reunidos. El espíritu estaba tan levantado por los Curas Párrocos
y los voluntarios estaban tan entusiasmados que pronto aprendieron los movimientos de Compañía y Batallón para poder ir a batirse al lado del ejército como
un batallón, y desde este momento tiene V. convertido a este pobre Recoleto en
soldado y Jefe de un Batallón de voluntarios; la instrucción fue dada por los oficiales y clases del Tercio civil en la plaza de Cagayán: esto parecía un verdadero
campamento.
Era preciso tratar del uniforme y raciones para el viaje hasta Zamboanga, y
nuestra agregación al ejército, cuya administración militar nos daría raciones. En
esto los Curas se excedieron a sí mismos y dieron cuanto tenían.
El uniforme consistía en blusa, pantalón de guingón, con
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funda blanca, y en la parte anterior de este una cinta negra con el nombre del pueblo de cada uno en letras amarillas que aquí las pintan muy bien; yo llevaba Cagayán bordado en letras de oro; todos llevaban en la parte izquierda del pecho un
escudo con los colores nacionales, que servía de base a una cruz roja, todo de lanilla de color conveniente; el mío era igual, sin más diferencia que se componía lo
encarnado de terciopelo de seda, y lo amarillo de galón de color oro.
El escudo fue del P. Benito Tutor. Los oficiales llevaban su grado en el brazo
con galones blancos de plata, como en el ejército, pero sin estrellas, y los Sargentos
y Cabos en el antebrazo, como los del ejército. Yo no llevaba insignia ninguna particular como Jefe, pues era bien conocido.
Como éramos un batallón, necesitábamos bandera, y la hicimos; es magnífica y
está, como trofeo de la campaña de los voluntarios de este Distrito contra los moros de Joló, colocada en la cornisa y ángulo del arco coral de la parte del Evangelio
de esta Iglesia de Cagayán; fue regalada por el principal y más rico de este pueblo
Dn. Victoriano Rasines, cuyo hijo fue el abanderado, llamado Bernardo, y bordada
por su mujer e hijas.
En la parte superior dice: 2.o –Distrito de M indanao, en letras grandes y negras, también bordadas; en todo el cuerpo, los nombres de todos los pueblos que
dieron voluntarios, y son todos los del Distrito, bordados igualmente en seda negra. La bandera lleva una corbata preciosa de color de rosa y con esta inscripción
bordada en grandes letras de seda azul "LOS CAGAYANOS A LOS VOLUNTARIOS".
Concluida la bandera y el vestuario, bendije aquella e inmediatamente todos la
juramos; formado el batallón por la tarde en la playa, el Sr. Gobernador me tomó el
juramento, después lo tomé yo en bisaya a los voluntarios por compañías, las cuales pasaban desfilando de uno en uno por debajo de la bandera y un sable desenvainado. A este acto que se hizo con toda solemnidad tocando la música, acudió
todo el pueblo y mucha gente de los inmediatos.
Teníamos ya el batallón con su bandera instruido, uniformado y racionado por
los Párrocos y principales de los pueblos; y no faltaba más que embarcarnos para
ir a Zamboanga
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a incorporarnos al ejército expedicionario, lo que se hizo el día 8 de Febrero del 76.
Para despedir a los voluntarios se invitó a los principales de los pueblos inmediatos. A las cuatro de la tarde del día 8 se tocó llamada; y formado el batallón a las
cinco, y vestido yo de voluntario y a caballo, nos dirigimos al fondeadero con la
música del pueblo a la cabeza y acompañados del Gobernador y algunos Padres
que vinieron a despedirnos de las parroquias inmediatas con una multitud inmensa.
El P. Benito Tutor vino también con la compañía de Hiponán a despedirnos, aunque esta compañía no podía embarcar por falta de barcos. ¿Cuántos no volverían
de los que hoy se embarcaban tan alegres? Sólo Dios lo sabía, y cuanto a mi puedo
decir que salía casi convencido de que no volvería, porque, si los moros no me mataban, me mataría algún español como hicieron con el P. Pascual Ybáñez, por que
yo como el P. Pascual había de ser de los primeros en los peligros: sin embargo, iba
contento porque iba a morir por mi Corporación que me mandaba y a la que soy
deudor de todo.
En M acabalan, que así se llama el fondeadero de este pueblo y que dista más
de tres cuartos de legua del pueblo, estaban ya atracados al pantalán dos bergantines goletas llamados Pilar y La Compañía y cuyos dueños Dn. Andrés Abejuela y
Dn. José Roa de Cagayán, los habían cedido gratis para que nos condujeran a
Zamboanga. El embarque fue fácil por estar atracados los barcos, y, en cuanto estuvimos a bordo todos los que íbamos que eran la 1a y 2.a Compañía de Cagayán,
la 4.a de Balingasag y la 5.a de Camiguinos, desatracamos y nos dimos a la vela con
el terral que soplaba, despidiéndonos de los que se quedaban en tierra con el estruendo de los cañones que había en la playa, con los acordes de la música y con
las tiernas despedidas de las madres de las que muchas no habían de volver a abrazar a sus hijos. Parece que muchos lo presentían por lo desoladas que estaban en la
plaza. Hasta esta tarde todo había sido entusiasmos y alegría en tierra, y desde
esta noche todo era tristeza para los corazones de las madres, cuyos hijos no dormirán en casa y desde mañana principiarán a recibir la ración del soldado.
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El día 11 de Febrero a las cinco de la tarde, o sea, a los tres días de nuestra salida de Cagayán, estábamos a la vista de Zamboanga, como a unas tres millas, pero
habiéndonos quedado en calma y con la corriente muy fuerte de proa, las goletas
no podían avanzar ni fondear hasta que soplara el viento.
A la oración me embarqué en un bote, y tal era la corriente de proa que no pude llegar a Zamboanga hasta las nueve y media de la noche. M e dirigí al alojamiento
del General a presentarle mis respetos y el de los voluntarios, y se alegró mucho
de nuestra llegada. En esta primera entrevista dije que tenía que pedirle un favor, y
el General me contestó: V. dirá P. Ramón: "el favor que tengo que pedirle y que no
dudo que V. me concederá, es que, como voluntario, deseo ser soldado en vanguardia en toda la campaña"; a lo que me contestó el General: "concedido, puesto que
hace años que conozco a V. y a los muchachos de M isamis".
A las 11 me despedí del General y me fui al Convento, que ya es de los PP.
Jesuitas; todos dormían ya. Sin saber yo todavía que los PP. Recoletos habían salido de M anila con la expedición, me encontré allí con el P. M inguella, P. Gregorio
Bueno, P. Félix Garcés, P. Félix M elero y P. Toribio Bonel, y además con el P.
Salvador Font Agustino Calzado y el P. Aniceto González Paúl, que había ido con
seis o siete hermanas de la Caridad para el Hospital de sangre. Casi toda la noche la
pasamos hablando. A la madrugada los arraeces de las goletas aprovechaban una
brisa de tierra y se fueron a fondear junto a la escuadra.
Por la mañana debían de desembarcar los voluntarios porque el General había
dado la orden. Grandes cascos atracaron a las goletas y aquellas llenas de voluntarios eran remolcadas por cañoneros hasta el pantalán.
Las tripulaciones de los barcos de guerra y del convoy saludaban a los voluntarios a su paso por los costados, y en la playa nos esperaban el Brigadier de Estado M ayor, los ayudantes del General, y el Jefe del No. 6. con la escuadra de batidores y música de su regimiento. Según iban desembarcando, formaban por compañías y concluida la formación que la componían 455 voluntarios, los tres que
acabo de
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citar con la escuadra y música nos condujeron a nuestro cuartel, que era, como todos los del ejército, de caña y nipa.
Voy a citar a V. lo que dice "La España en la Oceanía" sobre los voluntarios y
PP. Recoletos. "Los hombres que trae el P. Zueco son lo más florido de la juventud; no de grande estatura, pero de ancho pecho y espaldas vigorosas; me parece
estar viendo hasta en el andar uno de nuestros batallones de cazadores, pues marchan con desembarazada compostura y con talante militar. Los hijos que hoy son
soldados se dejaran matar por él; estoy seguro de ello. En resumen, los pueblos
administrados por religiosos Recole-tos han escrito muy alto el sagrado nombre de
la patria y van a poner a lo escrito el sello de su sangre.
Hoy se les dará 120 fusiles, cuyo número es bastante, pues los demás prefieren su arma que manejan tan bien o mejor que los moros.
Son muchos los artilleros españoles que quieren ser admitidos entre los voluntarios del P. Zueco, para servirle de escolta de honor y pelear a su lado".
Los días siguientes se trabajó mucho en Zamboanga, sobre todo los ingenieros,
haciendo grandes balsas de desembarco; en cada una salían más de 300 hombres.
Una vez salida la expedición, tuvimos que separarnos los seis Recoletos que
estábamos en Zamboanga; el P. M inguella fue de Capellán de las baterías de marina; el P. Garcés de la guardia civil, pero, muy a pesar suyo, se quedó en Zamboanga para el Hospital de sangre, por saber más idiomas que los demás. Nuestros
hermanos no habían traído de M anila ni un solo muchacho, que ahora necesitaban
para llevarles una venda al menos, y los Stos. Óleos, y yo les di a cada uno un
asistente lo mismo que al P. Font. El día 18 de Febrero se recibió la siguiente alocución que fue leída a las compañías del ejército expedicionario a las cuatro de la
tarde.
Capitanía General de Filipinas –Fuerzas expedicionarias a Joló –Estado mayor
–Adición a la orden general del día 18 de Febrero de 1876, en Zamboanga –
Soldados y marineros: La Sultanía de Joló, bien conocida por su mala fe y sus piraterías, ha osado insultar nuestra gloriosa bandera arrancándola de donde la colocó el
potente esfuerzo de
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nuestras armas en la para siempre memorable jornada de 18 de Febrero de 1851;
faltando a solemnes compromisos, ha continuado pirateando en nuestros mares,
asaltando a nuestros pueblos playeros, cautivando a sus indefensos moradores y
hasta se atrevió a atacar a uno de nuestros establecimientos militares en donde recibió un duro escarmiento. Clavar otra vez y para siempre nuestro pabellón en esta
tierra de antiguo sometida a nuestro dominio y castigar la rebeldía y mala fe de sus
moradores es hoy nuestra única misión; y harto sé, no necesitáis excitaciones para
cumplirla cual corresponde a hijos de la Patria que cuenta tantos héroes: y entre
ellos, a los Corcueras, Almontes, Claverías, Urbiztondos e Ybáñez, que conquistaron inmarcesible gloria en la misma tierra que pronto vais a pisar. Nuestra causa es
santa, es justa, es noble, es la causa de nuestra religión ultrajada, de nuestra patria
ofendida, de la civilización vilipendiada. ¿Qué pecho no se inflamará a la sola idea
de combatir por tan sagrados objetos?
Ya que sea innecesario recomendaros el valor, pues sería ofenderos, siendo
como sois españoles, os recomiendo, después del combate, la clemencia y generosidad con los vencidos y sobre todo la subordinación y disciplina, verdadera fuerza
de los ejércitos; sin ella de nada serviría, antes bien puede llegar a ser nocivo el valor individual; obediencia, pues, a nuestros jefes, que con su ejemplo os enseñarán
a sufrir con resignación las penalidades de esta ruda campaña, que confío será corta, pero gloriosa. Unidos los esfuerzos del Ejército y Armada, no puede ser dudosa
la victoria; a ella os conducirán en breve nuestros jefes y el primero vuestro Gobernador y Capitán General –José M alcampo".
Yo recibí orden del Estado M ayor para destacar 40 voluntarios y agregarlos a
la artillería española para llevar municiones al atacar; 25 a los ingenieros y otros 25
a las ambulancias, para llevar botiquines.
El 13 de Febrero a las siete de la mañana principió el embarque de tropas; a mí
me tocó embarcarme con mis voluntarios en la barca Teresa que iba a ser remolcada
por
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P. LICINIO R UIZ
el vapor León. A las tres de la madrugada del 20 levamos anclas y salimos remolcados por el León.
Entre doce y una dimos vista a la Isla de Joló, y a las cinco de la tarde fondeamos sobre una ancla nada más, en el estrecho que forman la Isla de Butuncán y
la de Joló, frente al pueblo de Romblón. El día 21 a las ocho de la mañana se repartieron cartuchos. Antes del amanecer del 22 nos levantamos y a las ocho estaba
toda la escuadra en frente de Paticolo, punto elegido para el desembarco.
A las ocho y media se tiró el primer metrallazo por la vencedora y Sta. Lucía
barriendo la playa y a las nueve y media principió el desembarque de las tropas;
aquí tres voluntarios recibieron el bautismo de sangre pues tuve un muerto y dos
heridos. A las cinco de la tarde comíamos lo que teníamos, galletas y salchichón el
que tenía, pues no pudo hacerse el rancho. Estamos acampados en Paticolo.
El 24 se dan raciones para cuatro días para las tropas, y el 25 por la tarde salimos; pero con tan mala suerte, que el 25 y 26 lo llamamos nosotros días de
"Campamento de la sed"; pues los pasamos sin comer y sin beber y con un sol
abrasador a consecuencia de lo cual murieron asfisiados más de 150 españoles; los
indios aguantaban más y a mí no se me asfixió más que un voluntario, al que pude
salvar, porque todavía tenía yo agua y vino.
La noche del 25 y 26 acampamos en el monte de Joló y si no nos mataron a
todos fue porque los moros no tienen organización militar. Yo dije que, si estuvieran 50 carlistas allí por donde estaban los moros, no saldríamos uno vivo, y era
verdad. Sin embargo, pensando yo morir aquella noche que me eché en el suelo
como todos, pues lo mismo me importaba morir despierto que dormido, dormí
perfectamente. A la madrugada del 26 salíamos hacia el mar y a las cinco de la tarde llegamos a la playa de Tandú donde acampamos.
Allí estaba la escuadra y los oficiales del Sta. Lucía, que estaban con su bote,
me llevaron a comer a bordo, pero se me había pasado ya el hambre y no podía
comer tanto; pues no comí más que una sopa sabrosa y unas patatas del cocido, la
carne no me entraba y sólo deseaba beber. El 29 por la mañana temprano salimos
en dirección para la población de
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Joló, que ya la teníamos a la vista; la escuadra hizo rumbo también a Joló, y en
cuanto llegó enfrente, los barcos grandes tomaron posición en orden de batalla, lo
mismo que las dos divisiones de cañoneros, éstos más próximos a la playa por su
poco calado. Nosotros avanzamos por la playa.
A las nueve y media, la Capitana que era la fragata "Carmen" y que llevaba a
bordo al general de marina Sr. Pezuela, izó la bandera de combate, y a las 10 y media comenzó el bombardeo, que es magnífico verlo, como lo veíamos nosotros,
fuera de la línea de fuego, pero que es horrible, para el que lo sufre.
A las dos menos cuarto cesó el fuego de los barcos, y nosotros avanzamos
protegidos per los cañoneros; a las tres habíamos asaltado la famosa Cota de Dato
Daniel sin haberlo visto, dejándola a nuestra izquierda; los moros la habían abandonado, porque nuestros marinos habían metido dentro cuantas granadas tiraron
durante el bombardeo, y viendo los moros que no podían resistir a tanta granada o
como ellos llamaban las balas de trampa, la abandonaron, llevándose los muertos y
heridos. Estábamos frente a la Cota de Aanquian del Sultán recibiendo un fuego
horroroso de fusilería y de metralla de un cañón que les quedaba útil que nos hacía
muchas bajas; cuando se dio la orden de asalto, a la carrera, echamos a correr bajo
una lluvia de balas; aquello era horrible y sin embargo todos los que íbamos en la
vanguardia queríamos ser los primeros en escalar los muros; en cuanto estuvimos a
unos cuantos pasos de la Cota, cesó el fuego de los moros, y no podíamos subir
porque las escalaras no llegaban, pues venían algo cortas, y entonces a pesar de los
esfuerzos que yo hice por ser el primero, se me adelantó la 3.a compañía peninsular de un modo estraño, o sea, con un juego al que hemos sido todos aficionados,
cuando eramos muchachos. Formaron una base de los artilleros más robustos, sobre estos se colocaron otros y otros más hasta que llegaron a lo alto del muro y
plantaron la bandera; yo subía ya por la primera escalera que llegó, pero al estar
sobre el muro ya tenían la bandera plantada en el muro y dos artilleros haciéndole
la guardia de honor; "¡bien por los artilleros españoles!" les dije, y ellos me contestaron, "¡pues
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el Padre no iba muy lejos!"; pero, donde hay aragoneses y navarros son los primeros en llegar, el uno era aragonés y el otro navarro. Eran las cuatro de la tarde y
todavía no habíamos comido, porque tampoco hubo rancho.
Poco después llegó una gran olla de hacer rancho llena de buen caldo, que el
Comandante de la galera mandaba a su primo D. Vicente M ontojo, digno y valiente
jefe de las baterías de desembarco; este me ofreció una taza que tomé con mucho
gusto y después, como había mucho, tomé otra todavía.
Joló, la ciudad Santa de los moros, estaba ardiendo. El general con el Estado
M ayor y cuartel general se había quedado en la Cota de Daniel, cuando vino a mí
un Comandante de Estado M ayor con la orden de que salvara del incendio una casa
que había muy buena. La población estaba dentro de la mar en una bajura; inmediatamente fui con los voluntarios y a fuerza de estar rociándola con agua del mar por
todas partes, se salvó con otra casita de nipa, que me reservé para mí.
La casa salvada era del Sultán, perfectamente trabajada por bisayas cautivos,
de dos pisos y techo de hierro galbanizado. Otra inmediata, en comunicación con la
primera por un pantalán y que eran la cocina y dependencias del Sultán; en la primera habitó el General con su Estado M ayor y cuartel general, y en la segunda una
compañía de la guardia civil que diariamente daba la guardia al General.
El día 29 de Febrero del 76 es el día más glorioso para el ejército expedicionario, pues se les tomaron tres Cotas a los moros, siendo una de ellas la que siempre
ha tenido más fama, la de el Dato Daniel, que por cierto en esta campaña ha perdido toda su fama; pero, al mismo tiempo, es también el día más horrible, pues, lo
mismo al acercarnos al tiro de fusil, como yendo al asalto, quedaron allí muchos
muertos y heridos.
A mí no me mataron más que dos voluntarios y me hirieron otro que ha quedado inútil de un balazo que recibió sobre la rodilla izquierda.
Para saber lo que es un asalto y sentir lo que se siente al ir a la carrera y subir
a los muros, es preciso asistir a uno;
S INOPSIS HISTÓRICA
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pues los moros tiraban a dar con fusiles de los últimos sistemas Vardan y Sponcer
que les llevan los Ingleses y Alemanes. El 1.o de M arzo se les tomó otra Cota,
llamada de Nancú y de antiguo de Dacula.
Esta Cota opuso una resistencia terrible, pues, tenía catorce cañones y son los
mejores que tomamos a los moros. Desembarcamos sobre nuestros laureles, pero
todos los días había fuego, y sobre todo en las avanzadas bastante nutrido.
El ejército se dividió en tres campamentos, que ocupaban desde la Cota de
Daniel hasta la de Dacula, estensión de más de media legua. El campamento de las
victorias, que lo componían la Capitanía General, Guardia Civil, artillería que la
componían los famosos Cartageneros, baterías de M arina, voluntarios españoles
que eran los mismos cartageneros —antes nombrados— desterrados, y mis voluntarios al mando del Brigadier Taboada.
El de la Princesa cuyo Jefe Sr. M arqués habitaba la Cota Dacula, y el de Alfonso doce cuyo Jefe Sr. M adán habitaba en la Cota Daniel.
Iba yo de paseo una tarde a ver las obras de fortificación que se habían hecho
en la Cota Daniel, cuando un Capitán del No. 4. me saluda afectísimamente y después de felicitarme por lo bien que me había batido con mis voluntarios, me dijo
que también se había batido él el año 51, al lado del P. Pascual Ibáñez y que entonces era Alférez. –¿Perteneció V., le pregunté, a la brigada del P. Pascual Ibáñez y
estaba V. cerca de él cuando cayó herido? –Sí, Señor, me contestó. El P. Pascual
Ibáñez y yo pertenecíamos a la primera brigada, que era la de vanguardia y yo estaba cerca de él subiendo también el muro, y sé también sus palabras con que animaba a sus voluntarios después de estar herido. –V. me hará el favor que le agradeceré con toda mi alma, le dije, de señalarme el sitio de esta muralla en que hirieron
al P. Pascual? –Sí, señor, me dijo, allá en el otro lado; estábamos en la parte Sur;
corrimos juntos la muralla, por el Este volvimos hacia el Norte, y cuando llegamos
a unas tres o cuatro varas antes del mismo ángulo del Norte me dijo: aquí, Padre, y
yo estaba ahí, dijo, señalando, como a unas diez varas;
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P. LICINIO R UIZ
instintivamente, y lleno de respeto, me descubrí la cabeza y todo conmovido y
saltándome las lágrimas recé un responso por el eterno descanso del alma del P.
Pascual Ibáñez en el mismo sitio en que recibió el balazo de un español traidor y
envidioso de que un fraile fuera el primero que colocara la bandera española sobre
los muros de la Cota Daniel, que se creía inexpugnable.
El 5 de M arzo del 16 se dijo la primera misa en el campamento de las Victorias por el P. Capellán de artillería y fue allí con el carácter de Vicario Castrense;
yo dije la segunda al domingo siguiente y la tercera el P. M inguella.
El vapor M arqués de la Victoria fue a Cagayán por vacas para la escuadra y a
su vuelta trajo la 3.a compañía de voluntarios de Hiponán 152 hombres: trajo también 85 blusas que mandaba Cagayán y 400 cabanes de palay que mandaba el P.
Benito Tutor y dos terneros para mí. El Comandante del M arqués Sr. Borraja sumamente amable y que estaba enamorado de mis voluntarios ayudó lo que pudo y
no hubo madre que no mandara algo para su hijo. A mi me mandaron algunas tinajas de broas y sopas, que vinieron perfectamente a los Oficiales que estaban enfermos en las ambulancias.
El 22 de M arzo salió una expedición en los barcos de guerra para Parang y
M aibun: a mí no me tocó ir, pero fueron 100 voluntarios míos; quemaron estos
dos pueblos, les tomaron las cotas y cinco cañones buenos, clavando los demás
que no servían.
El 1.o de Abril salió de Silang otra expedición por tierra: quemaron el pueblo y
se volvieron aquí: por poco matan al P. Garcés que con un Oficial de la guardia
civil iba a subir a una casa, pensando que no había nadie; pero había dos moros que
les dispararon a boca jarro y afortunadamente no les tocaron.
El 9 de Abril, Domingo de Ramos, se bendijo la Cota Daniel por el Vicario
Castrense e inmediatamente se dijo la misa por el mismo. Después de la misa hubo
un convite, que el General dio a toda la oficialidad de mar y tierra y todo fue alegría. Se me olvidaba decir a V. R. que la Goleta
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"Santa Lucía", propiedad de Dn. Faustino Ledesma de M isamis, llevó a Zamboanga media compañía de hombres; no pudo llevarla toda por que no cabían. Un vapor
los llevó a Joló a principios de M arzo y estuvimos en Joló 677 voluntarios. Quedaron sin ir por falta de barcos la compañía de Dapitan y media de M isamis. El 19
de Abril por la mañana principió el reembarque de las tropas que se volvían ya a
M anila, dejando de guarnición en Joló dos Regimientos, artillería e ingenieros y los
barcos necesarios; yo me quedé también allí por unos días más, hasta que se concluyeran las obras de fortificación.
Al despedirse de mí el General, me dirigió la siguiente comunicación: –
CAPITANÍA GENERAL DE FILIPINAS –FUERZAS ESPEDICIONARIAS A
JOLÓ –ESTADO M AYOR. Próximo ya el día en que, terminados ya los trabajos
de este campamento, pueden regresar a sus hogares los voluntarios que por V. R.
se presentaron a compartir con el ejército y la marina las penalidades, fatigas y
peligros de esta campaña, cúmpleme manifestar a V. R. como haré presente al Gobierno de S. M . cuán satisfecho he quedado del digno y levantado comportamiento
de V. R. que, uniendo a la piedad cristiana, la serenidad y valor de los guerreros,
tan pronto ha prestado los consoladores auxilios de nuestra sagrada Religión a los
que desgraciadamente llegaron a necesitarlos, como al frente de sus animosos voluntarios, ha marchado impávido, arrostrando la muerte a combatir por la fe, la
Patria y el Rey. También he quedado satisfecho del comportamiento de cuantos
voluntarios han estado a sus órdenes y que, tanto en los campos de batalla como
en los trabajos del campamento, han prestado trabajos de interés, que de ningun
modo deben permanecer ignorados; les haga V. saber para que al regresar a sus
hogares lleven la satisfacción de haber cumplido como buenos españoles, sin perjuicio de que V. R. se sirva manifestarme aquellos que hayan tenido ocasión de
distinguirse de prestar un servicio especial, para acordar la recompensa que proceda si se halla en mis manos concederle; proponerle al Gobierno de S. M . –Dios
gue. a V. R.
Joló 11 de Abril de 1876
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M alcampo. –M . R. P. Fr. Ramón Zueco de la Orden de Agustinos Descalzos.
Concluidas las obras de fortificación de la Cota de Daniel, estaba cumplida mi
misión en Joló y el primer Gobernador P. M . de aquel punto me dirigió la siguiente
comunicación:
GOBIERNO P. M . DE JOLÓ, No. 8. –Al despedir a V. R. y a sus voluntarios, cúmpleme manifestarle que al irse se llevan mi gratitud más profunda y me
atrevo asegurar de la de todo el ejército y armada, testigos de su abnegación y patriotismo. Digno sucesor V. R. del P. Capitán y dignos hijos sus subordinados de
aquellos que acaudillaba el referido Padre, han añadido un nuevo timbre, no menos
brillante que los anteriores, a los muchos que adquirieron en épocas pasadas; timbre que no olvidarán nuestros hijos como nosotros no hemos olvidado los de sus
abuelos. Ruego a V. R. les haga presente a los voluntarios, en mi nombre, los sentimientos que van expresados. Dios guarde a V. R. Joló a bordo del Alfonso XII.
17 de Abril de 1876. –Pascual Cervera. –M . R. P. Fr. Ramón Zueco.
COMANDANTE DE LOS VOLUNTARIOS DE M ISAMIS
El 18 de Abril por la noche nos embarcamos en el vapor Emuy acompañados
hasta la playa por el Sr. Gobernador Pascual Cervera, Jefes y oficiales de la guarnición, música del Regimiento No. 2: tocamos en Zamboanga a entregar en el parque
los fusiles y municiones sobrantes y recoger a las hermanas y P. Aniceto González, Paúl. El 22 por la tarde llegamos a Cagayán todos, menos 30 que habían muerto en la campaña".
Aquí terminó su misión el gran Recoleto. No debemos ser nosotros los que le
tributemos elogios bien merecidos por cierto, pero que no por eso dejarían de considerarse como parciales, sino que vamos a dejar hablar al ilustre escritor filipino,
testigo de aquellos sucesos, en el diario que escribió de la operacicmes. Dice así: –
13 de Abril.
S INOPSIS HISTÓRICA
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–La "Delia" y el "Gravina" se quedaron por ahora en Joló como depósito de municiones de boca y guerra; y "Emuy" para conducir los voluntarios de M isamis a su
país, dentro de cuatro o seis días, pues aún son necesarios sus trabajos y buenos
servicios aquí.
El P. Zueco ha estado a bordo del Panay, para darnos el último apretón de
manos. Nos vamos a separar y lo siento, como siente todo aquél que ha tenido el
gusto de tratarle. Es el hombre de los recursos y lo mismo se encontraba en su
tienda un bizcocho y un sorbo de vino a cualquier hora que se le encuentra, en las
marchas largas y en el desmantelado campamento.
M ucho debe a V. España, le decíamos, dándole la última despedida; "No, no,
—dijo—, yo no he hecho más que cumplir con mi deber y he sido uno de tantos.
Entre sus compañeros los hay que han hecho mucho más". Entonces me refirió
cómo el Párroco de Hiponan, P. Benito Tutor, había formado una compañía de 150
feligreses suyos, gastándose hasta el último centavo de lo poco que le producía su
pobre Curato. ¡Ah! los misioneros Recoletos han escrito bien alto el nombre de la
Patria". Así termina el Sr. Aldana: sus palabras son el gran panegírico de nuestro
biografiado y de todos cuantos Recoletos contribuyeron en una forma u otra al
buen éxito de la campaña.
Quien quiera que lea la relación arriba trascrita del P. Zueco habrá podido observar el valor y la intrepidez de que dio claras muestras en toda la campaña y la
abnegación y resignación con que sufrió todas las privaciones anejas a ella, asimismo como el desinterés que guiaba todas sus acciones, hijas todas del amor entrañable que profesaba a la Corporación. Con sinceridad y al mismo tiempo con humildad que rehuía todo aplauso humano, decía a su querido hermano el P. Patricio
Adell: "Estoy ya en mi casa, creo haber cumplido a satisfacción de todos. Durante
la Campaña he expuesto mi vida muchas veces por la Corporación: esto me basta".
Así hablan las almas grandes. Pero si él no se cuidó para nada de los aplausos del
mundo, otros se encargaron de recompensar y apremiar los relevantes servicios
prestados por el P. Zueco.
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P. LICINIO R UIZ
El Ayuntamiento de M anila tuvo una sesión extraordinaria con motivo de todos aquellos sucesos y en ella de común acuerdo se le nombró hijo adoptivo de la
Ciudad, y el Gobierno de España le hizo Comendador de la Real y distinguida Orden de Carlos 3.o condecorándole al mismo tiempo con la medalla de Joló1.
Relación inédita de los pueblos y del número de voluntarios, con que cada uno
contribuyó a la guerra de Joló.
Nombres de los pueblos
Núm de hombres
1. Cagayán ......................................... 215
2. M ambajao ....................................... 34
3. Jasan ................................................ 44
4. Balingasag ........................................ 52
5. Catarman ......................................... 21
6. Iponan ........................................... 115
7. Alubijid ........................................... 10
8. M ahinog .......................................... 30
9. Sagay ............................................... 28
10. Iligan ................................................ 19
11. Hingoog ............................................. 2
———
204
mas 366
Relación tomada de nuestro Archivo.
1
He aquí lo que escribe el P. Alberto Risco, S. J. en la nota a la pág. 92 de su obra "Biografía de
Dn. Pascual Cervera, La Edición".
"En Zamboanga, dice, se les unieron 400 voluntarios Zamboangueños y moros leales de Magay
al mando del Agustino, P. Font y 464 indígebas de Cagayán y Misamis guiados todos por
el intrépido Sacerdote indígena Dn. Ramón Zueco".
Al leer semejante dislate histórico, no diré que la admiración, el asombro y el pasmo se apoderaron de mi ser, sino algo más que no quiero estampar aquí. ¿Qué escritos consultó el P. Risco para tan desacertada información? ¿En qué fuentes históricas bebió tan cenagosa y turbia
relación de hechos que se realizaron muy cerca, como quien dice, de su propia casa? ¿Un Jesuita español, cuyos hermanos de religión se encontraban tan cerca y próximos al teatro de
los sucesos, no tuvo a mano, al escribir su historia, documentos más fidedignos? ¡Es cosa
muy notable que llegara a noticia del P. Risco la presencia del P. Font, Agustino, y no la de
seis religiosos Recoletos! ¿Pasarían estos desapercibidos a los Padres Jesuitas de Zamboanga? Los documentos públicos que preceden, y sobre todo el acto nobilísimo del Ayuntamiento de Manila para con el P. Ramón Zueco tuvo que resonar no sólo en Filipinas, sino
en toda España. Y confundir a un peninsular con un indígena precisamente en actos de filiación como el que se trataba, arguye, en cualquiera que por primera vez alteró la verdadera relación, una imperdonable malicia, desconocimiento absoluto de la historia de este Archipiélago. Hay rasgos y pinceladas que son como la firma oculta de los artículos; hay periodos y
frases que retratan perfectamente a los intelectuales; y hay caídas en los historiadores, que los
hacen venir a tierra con todo el equipo.
CAPÍTULO X
Provincia de Colombia
En la última quincena del siglo 19 que vamos a reseñar, la Provincia de San Nicolás había llegado casi a su apogeo. Una falange de Misioneros jóvenes y animosos salían cada año de nuestro Colegio de M arcilla con destino a las M isiones de
Filipinas, principal campo de operaciones en que se había ejercitado por espacio
de tres centurias.
La importancia que tuvo la fundación de los Colegios de España para la formación del personal era a todas luces grandísima. Recordando aquellos días en que
nuestra Provincia se encontraba sola y sin los auxilios que hasta entonces le habían
prestado sus hermanas las provincias españolas, vemos que llevaba una vida raquítica y pobre y, a juzgar por las estadísticas de aquel tiempo, sabemos que el número de religiosos que existía en Filipinas era tan exiguo, que de ninguna manera podía
atender a las M isiones que antes en tiempos de más abundancia de personal habían
administrado, y se veían obligados a dejar los Curatos en manos de otras Corporaciones o de Clérigos seculares.
En el proceso de esta breve historia hemos podido ver cómo desde la fundación de nuestro Colegio de Alfaro y después del de M onteagudo iba ensanchándose poco a poco nuestro campo de operaciones. A la multiplicación de misioneros
sucede la de nuevas M isiones y así vemos que por los años de 1848 toman nuestros Padres a su cuidado varios pueblos de la isla de Negros; se forman muchos
más pueblos en la isla de Bohol que estaba a nuestro cuidado; formáronse varias
misiones nuevas en la extensa e inculta isla de M indoro; hiciéronse nuevas reducciones en los montes de Zambales; se redujeron muchas rancherías de la Paragua y
se agregaron a nuestra administración nuevos Curatos en Tarlac, Pampanga y Batangas.
De año en año iba en progresión ascendente el número de vocaciones y de ahí
la fundación de M arcilla y después de Sn. M illán para poder dar cabida a los muchos que pedían vestir nuestro Santo Hábito.
276
P. LICINIO R UIZ
Si se leen las estadísticas de M isioneros que partían de nuestros Colegios en
las últimas décadas del siglo 19, se podrá observar el número crecido de Religiosos
que año por año se embarcaban con rumbo a aquellas misiones; y así no es de estrañar el progreso que alcanzaron algunas de ellas como Bohol y Negros, en las que
teníamos al finalizar ese siglo más de 120 religiosos empleados en su administración.
Rebosaba, pues, de vida la Provincia de San Nicolás y marchaba viento en popa, sorteando las pequeñas dificultades que nunca faltan en la vida y cumpliendo
con su principal destino que eran las misiones.
En esa plétora de vida, se le presentó una ocasión propicia donde ejercer su
apostolado, campo nuevo y vastísimo, que una Provincia hermana no podía cultivar, debido a las circunstancias gravísimas por que atravesaba.
La Provincia de la Candelaria, hermana nuestra, sucumbía víctima de los desórdenes y atropellos de un gobierno déspota y tirano: y en esas tristes circunstancias la Provincia de Sn. Nicolás extendió su mano protectora y sobre esas ruinas y
sobre esos despojos levantó otra vez a aquella hermana nuestra y la volvió a la
vida y a una vida próspera, como veremos.
Bellísimo historial el de nuestra Provincia de la Candelaria. Cuando leemos los
trabajos sufridos por nuestros hermanos en la costa del Darién y las misiones
evangelizadoras del M eta y otras regiones salvajes, vueltas a la vida de sociedad
por nuestros M isioneros; cuando vemos los Conventos del Desierto, de la Popa y
otros, poblados de religiosos meritísimos por su virtud y la fundación de los Colegios de Sn. Nicolás en Bogotá, de Tunja y Antioquia, donde recibía instrucción la
mayor parte de la sociedad Colombiana, admiramos, como no puede menos de
admirar cualquiera, la obra colosal realizada por aquellos misioneros, obra de civilización y cultura, digna por sí sola de todo encomio y laudable sobre todo encarecimiento.
La civilización de América, la obra más grande realizada por España, débese
sin duda alguna de una manera principal a aquella falange de M isioneros que salidos de los
S INOPSIS HISTÓRICA
277
Conventos de España, formaron parte al principio de aquellas expediciones de
soldados que fueron a su conquista; y que, radicándose después en aquellas regiones, fueron luego multiplicándose y extendiendo su radio de acción a todas las regiones, aun a las más apartadas e incultas, siendo el único maestro, que a fuerza de
desvelos y sacrificios lograba encarrilar aquellas almas, sumidas en el vicio y en mil
groseras supersticiones, por el camino de la cultura y de adaptación a la vida social.
La acción civil, llamémosla así, de España en la conquista de aquellos países
era, cuando no escasa, muy limitada: circunscribíase a las capitales o pueblos de
más importancia y aun en estos no hubiese sido tan eficaz a no haber sido por las
Comunidades religiosas, que con sus santas predicaciones y sabios y prudentes
consejos iban poco a poco modelando aquellas almas en el troquel de la virtud y
del bien obrar, principio y base de toda obra civilizadora.
Colombia, como todas las Repúblicas Sud-Americanas, debe su vida y toda su
cultura a las comunidades Religiosas.
En cuanto a nuestra Corporación atañe y a los trabajos por ella realizados en
pro del bienestar y progreso en aquella región, oigamos al elocuente P. Fabo, quien
en la página 16 de su "Restauración de la Provincia de la Candelaria" resume en un
bien sentido y escrito párrafo lo que nuestros hermanos hicieron en aquella República. "M ás elocuente que un discurso, dice para ponderar las grandezas de la
Provincia de la Candelaria, es el sumario de los ministerios ejercidos en ella en el
decurso de los años, aunque no simultáneamente, porque algunas de esas fundaciones tuvieron breve vida. Cuando uno profundiza con la mirada de la reflexión en
los senos del pasado, no puede menos de ver aquellas Comunidades llenas del
espíritu de Dios, consagrándose al ejercicio de la virtud personal, al engrandecimiento moral de las poblaciones en que vivían y al cultivo de las inteligencias por
medio de los Colegios conventuales, que en aquella época eran casi los únicos centros de enseñanza, pues el Estado apenas podía sostener alguno que otro, en los
que cursaba las carreras un grupo de privilegiados. Por medio del culto en las Iglesias de la Provincia y en las extrañas,
278
P. LICINIO R UIZ
ora como asiduos colaboradores en la administración de los Sacramentos de la Penitencia y Comunión, ora como dispensadores muníficos de la palabra divina en
los púlpitos más acreditados, ora como misioneros en los pueblos centrales, y más
aún en los territorios incultos infestados de gentiles y de antropófagos, es lo cierto
que los Agustinos Recoletos dejaban por dondequiera una estela de Caridad, de
bendiciones celestiales y sabiduría divina y humana. M ucho debe Colombia a esta
ilustre Corporación religiosa; por todas partes encuéntranse señales de civilización,
estampadas por ellos. M iles y miles de almas redimidas de la barbarie y traídas a la
vida civilizadora; muchos pueblos que hoy subsisten como Jalones que marcan el
paso de una raza cargada de triunfos, puertos marítimos y fluviales abiertos por
sus misioneros como el de Santa Ana en el Darién, Buenavista y Arauca en Casanare; Iglesias y Conventos, edificados a fuerza de sacrificios, que hoy prestan servicios no pequeños al Gobierno Civil, economizándole gastos que amargarían al
fisco con los vaivenes de una bancarrota; juventudes educadas con desinterés y
acendrado patriotismo, las cuales se manifiestan dignamente en las generaciones,
que colman hoy estas ciudades y, en fin, múltiples y no interrumpidas ventajas de
orden moral, sin exigir a nadie un voto de alabanza, porque el cumplimiento del
deber suele ser para los Religiosos garantía de galardón, no en este mundo, sino en
el reino de los inmortales". Las palabras citadas del sabio Historiador Recoleto son
la mejor síntesis de la obra magna realizada por nuestros M isioneros en aquella
tierra de Colombia: en ella figuran hombres austerísimos que pasaron la vida en lo
más abstruso de las selvas, luchando contra fieras salvajes, como los Padres, Juan
de Sahagún, el Apóstol de Urabá, en cuya región fundó quince pueblos: a los ilustres evangelizadores del istmo de Panamá Alonso García de Paredes, M iguel Sanoca de la M agadalena y Bartolomé de los Ángeles, que redujeron a la fe siete provincias enteras, con un número crecidísimo de salvajes; allí están incluidos los misioneros del M eta y de las inconmensurables llanuras de Casanare: en ella las sabias lumbreras de la ciencia, que iluminaron con ella el progreso
S INOPSIS HISTÓRICA
279
de la idea y de la cultura, el apóstol, el sabio, el humilde misionero, cada cual trabajando en su esfera y todos ellos en beneficio de aquella tierra, logrando con sus
esfuerzos y por medio de su apostolado reducir aquella masa informe e inculta, a
un pueblo social y culto".
Así vivía la Recolección en aquellas tierras trabajando sin cesar y haciendo
bien por todas partes. M as, como nada hay eterno y perdurable, así tambien la
Recolección, en los profundos vaivenes que conmovieron toda aquella tierra cuando quiso emanciparse de la madre patria, España, sufrió también tan tremendo
golpe, que desde entonces fue flaqueando su vida hasta el extremo de que, a pesar
de los esfuerzos hechos por algunos de sus generosos hijos, no pudieron conseguir
volverla a la vida.
Las guerras civiles, que con frecuencia se suscitaban en aquel país después de
su emancipación, fueron azote desolador de las riquezas que atesoraba aquel suelo
privilegiado y, en esa confusión, se apoderaron los revolucionarios de los pocos
bienes de que disponían las Comunidades para su sustento.
La idea moderna de libertad, que tantos desastres había producido en el orden
social y moral en otros países, era la que regía aquellos gobiernos que rápidamente
se sucedían, y de ahí que poco a poco se llegó a establecer la libertad de cultos, a
prohibir la institución de nuevas Corporaciones religiosas y perseguir y molestar a
las antiguas; a la amenaza con el destierro a todas aquellas Corporaciones que no se
sometiesen al despojo de bienes eclesiásticos, etc.: es decir, cerró toda fuente de
vida a las Corporaciones; y tales y tan inicuas eran las exigencias del Gobierno, que
haciéndose imposibles de cumplir, al menos por ninguna persona amante de su
deber y celosa de su conciencia, en estas circunstancias, sobrevino lo que no podía
menos de sobrevenir, el imperio de la fuerza y la muerte de las Corporaciones
religiosas.
Por los años de 1875 sólo quedaban en la provincia 16 Sacerdotes con algunos
Hermanos Legos. Se hacía de todo punto imposible la vida de Provincia, y en vista
de esto algunos Padres, animados de un espíritu grande y de singular
280
P. LICINIO R UIZ
afecto a la Corporación, intentaron restaurarla y levantarla de la postración en que
yacía y este fue el motivo de la venida a España del P. Bustamante; el de procurar
algunos Religiosos que sirviesen de lectores para el nuevo noviciado que pretendían.
No consiguió el P. Bustamante su objeto; pero desde entonces se iniciaron las
relaciones entre los Padres de aquella Provincia y nuestro P. Comisario General,
relaciones que más tarde habían de conducir al objeto que se deseaba.
Comenzaron por reconocer los PP. Colombianos la autoridad de N. P. Vicario
General, P. Gabino Sánchez, en documento enviado al efecto por el entonces Provincial de aquella Provincia Fr. Victoriano Rocha; reconocimiento que fue acogido
amorosa y paternalmente por N. P. Comisario en otro documento expedido a 24
de Noviembre de 1877.
A fin de que los lectores tengan alguna idea de los sucesos que en aquellos días
se desarrollaron en aquella república y de las imposiciones y vejámenes que a consecuencia de ellas sufrieron nuestros Padres, vamos a copiar, de un alegato que
envió al Romano Pontífice el P. Provincial de la Candelaria, el siguiente párrafo:
"Después de la desgraciada partida del Exmo. Sr. Delegado Apostólico de esta importante ciudad, motivada por un decreto déspota de extrañamiento expedido por
el actual dictador Tomás Cipriano de M osquera, han sido de la misma suerte expulsados los RR. PP. de la Compañía de Jesús, dentro del mismo término y con la
misma violencia, de su Colegio fuera de la República. En seguida expidió dos decretos dicho Dictador, el uno fecha 20 de Julio sobre el derecho de Tuición en que se
declara el Poder Ejecutivo y todos son agentes de los demás estados en posesión y
ejercicio del supuesto derecho, ordenando, en el 2.o artículo, que ningún ministro
Superior del culto podía ejercer su ministerio sin el previo pase de las autoridades
competentes de cada estado. Después sancionó y publicó otro de 9 de Septiembre
sobre desamortización de todas las rentas o bienes de manos muertas, en que se
despojaba a todas las Iglesias Parroquiales y todas las rentas, bienes de todas clases, cofradías, Capellanías y todas las obras pias, etc. y para disimular de algún
modo y aparentar calmar las
S INOPSIS HISTÓRICA
281
conciencias timoratas, dispone en dicho Decreto que los Prelados de las Ordenes
Religiosas de ambos sexos hagan el cálculo de gastos para la subsistencia y el culto
y presenten el presupuesto para dar el primer paso más adelante, entre tanto que
se liquidan las cuentas de los capitales que puedan pertenecer a dichos Conventos.
Nosotros guardamos silencio sobre esta disposición llena de hipocresía y de dolo;
pero como no presentásemos el presupuesto, el Dictador mandó un comisionado a
cada uno de los Conventos con el fin de excitarnos a que presentásemos dicho presupuesto para otorgarnos lo necesario para la subsistencia y el culto: nosotros, sin
haber podido estar de acuerdo con los Prelados de las demás Ordenes religiosas,
todos a una convinimos en no someternos a dicho decreto, porque el sometimiento
sería un expreso asenso al violento despojo que se había ya verificado, apoderándose de todos los archivos y llevándose todos los documentos, escrituras y demás
títulos fehacientes de nuestras comunes propiedades y que por lo mismo no queríamos separarnos de los deberes a que nos sujetó la Iglesia, haciéndonos cómplices
de semejante despojo e incurriendo en las penas que fulmina el derecho.
Después de verificado lo anterior, recibimos un oficio en que el Presidente de
la Suprema Junta de Crédito público nos invita a que recibiésemos lo necesario
para la subsistencia y el Culto, a lo que contestamos, después de haber convenido
con los Prelados de las demás Ordenes, que no podíamos acceder a la pretensión
del Gobierno sin quedar inhábiles para el ejercicio del ministerio, etc.
Habiendo pasado algunos días nos remitió dicho Presidente otro sobre lo
mismo, al que contestamos de la misma suerte. Trascurrieron algunos días más
después de esto y entonces fijaron avisos impresos avisando del mismo modo a
todos los Religiosos para que admitiesen la oferta que el Gobierno les había hecho,
haciendo mérito por tres veces de dichos avisos, fijándolos en las partes más
públicas de la ciudad y haciendo conocer a todos sus habitantes que el Gobierno
subministraba todo lo necesario para la subsistencia de los Religiosos y el culto, y
que no se había querido obedecer. En consecuencia algunos días después, el Dictador
282
P. LICINIO R UIZ
convocó oficialmente a todos los Prelados de las Ordenes religiosas para que al día
siguiente reunidos en su Palacio, en forma de Junta y con asistencia del Ilmo. Sr.
Arzobispo, tratásemos de un asunto de mucha gravedad y trascendencia. En efecto, al día siguiente comparecimos todos a las doce del día como lo había prevenido
el Dictador y cuando estuvimos reunidos, en medio de un aparato sorprendente
que infundía el estrépito de las armas, comenzó y siguió un discurso que duró dos
horas y media. En toda esta alocución no se halló más objeto que el de conseguir el
Dictador sus deseos; valióse del penalogismo y la astucia, la suavidad y la violencia; las promesas y las amenazas, el terror y los halagos y toda suerte inagotable de
pretextos efugios y asechanzas para de este modo aparentar, alucinar y hacer creer
la aparente justicia con que había procedido acerca de los mencionados decretos y
con el ropaje de las figuras y tropos de que usaba, ocultar la verdad y de este modo
pensar persuadir a los Prelados como a los necios, estúpidos o ignorantes. Pero se
engañó porque varios Prelados comenzando por el Sr. Arzobispo combatieron de
un modo digno de su ministerio toda la astucia de que se había valido para engañarlos y hacerlos consentir en la recepción de la renta, viajera como él la llama. Por
último, no pudiendo convencernos de ningún modo, mandó a su Secretario de Estado leyese el Decreto de extinción de todos los Conventos y M onasterios de todos los Religiosos de ambos sexos de fecha 5 de Noviembre, en que la parte motiva, compuesta de seis considerandos, hace mérito de nuestra rebeldía y desobediencia al Decreto de desamortización de bienes de manos muertas y que no nos
daba más plazo para poder ocurrir, según nos lo manifestó, a una autoridad Superior, como a la de Nuestra Santidad. El Decreto en la parte definitiva contiene doce
artículos en que nos extingue y nos reduce a confiscamiento según su voluntad.
Pero como el Ilmo. Sr. Arzobispo y otros Prelados le hubiesen suplicado concediese unos días más para pensarlo mejor por ser una cosa de suma gravedad, convino el Dictador en concedernos 46 horas, las cuales cumplidas, se repitió la reunión, en que convinieron los Prelados con anuencia del Sr. Arzobispo en que recibiésemos las cantidades para
S INOPSIS HISTÓRICA
283
la subsistencia de los Religiosos y del Culto; pero no como renta viajera, sino como réditos de los capitales correspondientes a cada Convento, porque en la disyuntiva de ser los Conventos extinguidos con grave perjuicio de todos los bienes
de esta Capital, o recibir, evitando todos estos perjuicios y sus funestas consecuencias, recibir y recibir simplemente.
Después que se disolvió esta segunda junta escribieron los nombres de todos
los Prelados de las Ordenes Religiosas que asistieron, redactaron el acta, refiriendo
en ella cosas que no se propusieron en ninguna de las juntas. El Sr. Arzobispo se
negó a firmarlo y, una noche en medio de un tumulto de hombres cínicos y sacrílegos, le acometieron en su lecho, arrojándose sobre él y sacándole en medio de una
escolta de soldados prevenida ad hoc; estos facinerosos le sacaron a pie, sin darle
lugar aun para tomar el Breviario, conduciéndole por la misma vía por donde habían sacado al Sr. Delegado, pero sin saber el punto donde lo llevaban, habiendo
precedido a todo esto la prisión en su mismo Palacio custodiado de una soldadesca
atrevida e insolente, lo mismo que sucedió con todos los Religiosos de todos los
Conventos, privándonos de comunicación y tendiéndonos lazos de todas clases.
Al mismo tiempo y a la misma hora que pusieron la guardia al Sr. Arzobispo, de la
misma manera pasaron a los Conventos Religiosos para que estos firmasen la obediencia al Gobierno.
Los Religiosos de mi Convento y yo nos negamos a dar la firma en el sentido
en que pudiera estar escrita dicha acta. M as, como perdieron toda esperanza de
lograr su intento, añadieron que ya el Sr. Arzobispo lo había permitido y firmado
él mismo; que todos los demás habían ya firmado y que solamente los Religiosos
nuestros eran los que se resistían y que nosotros tendríamos que ir a sufrir un
amargo y penoso confiscamiento. Cuando todo esto pasaba, cada uno de los Religiosos se hallaba en su respectiva celda, sin permitirles lugar, tiempo ni modo de
poder consultar, porque como ya he dicho nos privaron de comunicación. Al oír
semejante engaño cada uno comenzó a vacilar; pero suplicamos al Jefe municipal
nos permitiese preguntar al Sr. Arzobispo
284
P. LICINIO R UIZ
si así lo había dispuesto, a lo que el Jefe contestó que no tenía inconveniente y que
él como autoridad nos lo hacía presente para que evitásemos mayores males, pues
que ya se había publicado el Decreto de extinción de todos los Conventos. Nosotros por último ya no dudamos de su palabra, teniendo por cierto lo que nos refería; y como el P. Rocha estaba agitado de los más tristes pensamientos, consternado
por las afecciones que le habían causado la extinción general de las Comunidades y
en fin enfermo gravemente en una cama y sin la menor demora en andar a la marcha, si no firmábamos, firmó etc. Todos los Conventos, añade, de uno y otro sexo
han quedado extinguidos. Las violencias de que han usado contra las sagradas
vírgenes son indecibles. Hombres insignes en la maldad las han atropellado del modo más brusco, fracturando sus puertas, quebrantando sus archivos y arrebatando
los documentos que aseguraban su propiedad1.
En el año 1884 emprendió su segundo viaje a España el P. Bustamante. Venía
a recabar de nuestro P. Comisario General operarios Evangélicos que cultivasen
aquel terreno desolado de la Recolección, teniendo en este viaje más felices resultados sus gestiones que en el primero, pues, cariñosa y fraternalmente recibido por
el Comisario Apostólico, tuvo con él largas conferencias en las que se decidió de
común acuerdo, antes de tomar una resolución definitiva, nombrar un Visitador con
omnímodas facultadades para el caso y, después de esta visita, se procedería a lo
que se creyese más conveniente y oportuno.
En efecto, poco después nombró y eligió para desempeñar comisión tan importante al R. P. Enrique Pérez de la Sagrada Familia, Sacerdote joven aún, pero de
excelentes prendas de prudencia, que por entonces se hallaba regentando la Parroquia de nuestro Convento de Sn. M ilián. A este Religioso fue a quien N. P. Gabino
eligió y a quien dio todas las facultades que podía darle, como consta del mismo
texto del nombramiento que dice así:
1
Tomado del Diario de viaje a Colombia por el P. Enrique.
S INOPSIS HISTÓRICA
285
FRAY GABINO SÁNCHEZ DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN
COMISARIO APOSTÓLICO DE AGUSTINOS D ESCALZOS
DE LA CONGREGACIÓN DE ESPAÑA E INDIAS
Por cuanto por nuestra avanzada edad y por la mucha distancia de la Provincia
de Ntra. Sra. de la Candelaria en Tierra Firme, no podemos asistir personalmente,
ni acudir a las visitas y ocurrir a cuanto se ofreciese convenir al bien y aumento de
dicha nuestra Provincia, así en lo espiritual como en lo temporal, y para que se
conserve, como deseamos, en todo vigor la observancia: Por cuanto y por la autoridad de nuestro oficio, de que en esta parte usamos por el tenor de las presentes
nombramos y elegimos en Comisario y Visitador General de dicha Provincia al R.
P. Enrique Pérez de la Sagrada Familia, de la filiación de nuestra Provincia de San
Nicolás de Tolentino en las Islas Filipinas y le concedemos todas las facultades
que conceden nuestras Constituciones y la Bula de la Santidad Gregorio XI a los
tales Comisarios y Visitadores Generales. Y así mismo damos nuestra facultad y
veces para que presida en los Capítulos, que se celebren en dicha Provincia durante
su empleo de Comisario y Visitador General, y que pueda hacer y ejercitar, así en
dichos Capítulos como fuera de ellos, todo lo que pertenece a dichos Presidentes;
y que en las causas y procesos de nuestros Religiosos proceda en todos ellos hasta
la definitiva exclusive, según y como ordenan y disponen nuestras Constituciones:
Parte 3.a Cap. 9, prrfo. Cum autem, etc.
Y mandamos en virtud de Santa Obediencia, bajo de precepto formal, so pena
de excomunión mayor latae sententiae trina canonica monitione, a todos los Religiosos súbditos nuestros de dicha nuestra Provincia de la Candelaria, admitan, acaten y obedezcan a dicho P. Fr. Enrique Pérez de la Sagrada Familia como a tal Comisario y Visitador General. Así mismo le autorizamos para que nombre Secretario
o Secretarios según le pareciese conveniente, que para todo le damos nuestra facultad, voces y veces, el cual tendrá el lugar, asiento y excepciones que señalan nuestras leyes a dichos Secretarios Generales durante su empleo.
P. LICINIO R UIZ
286
Dadas estas nuestras Letras, firmadas de nuestra mano, selladas con el de
nuestro oficio y refrendadas de nuestro Pro-Secretario en nuestra casa habitación
de M adrid a veintiún días del mes de Agosto del año de mil ochocientos ochenta y
cuatro.
Por mandado de Nuestro P. Comisario Apostólico, Fr. Gabino de la Concepción
Fr. Nicolás del Carmen
Pro-Secretario
El día 24 die Setiembre embarcó el P. Enrique en compañía del P. Bustamante
en Barcelona en el vapor "Panamá" con rumbo a Cádiz para allí trasbordar al "Ciudad Condal" que les había de conducir hasta Colombia. El 21 de Octubre desembarcaron en Sabanilla y el 5 de Noviembre después de un viaje accidentado y bastante penoso llegaban a Colombia, hospedándose en casa del P. Victorino Rocha
entonces Provincial de la Candelaria.
Hechas algunas visitas de importancia, entre ellas la del Sr. Delegado Apostólico de quien fue muy bien recibido, convino el P. Enrique con el P. Victorino en
enviar una circular a los pocos Padres que quedaban, con el objeto de procurar se
reuniesen para tratar del objeto de la visita y sondear y conocer cuáles fuesen sus
intenciones y deseos.
Trece Padres componían lo que llamamos la Provincia y cada cual estaba desempeñando un Curato: queremos hacer constar sus nombres y lugar de residencia:
Nombres
cias
1. P. Fr. Victorino de Sn. Luis Gonzaga (Capellán
de la Candelaria) ..............................................................
2. P. Fr. José M agallón (Ex-Provincial) .....................................
3. P. Fr. León Caycedo ..............................................................
4. P. Fr. M artín Díaz .................................................................
5. P. Fr. Ildefonso M oya ...........................................................
Residen-
Bogotá
Bogotá
Bogotá
Bogotá
Guachetá
S INOPSIS HISTÓRICA
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
P. Fr. Norberto Valvuena .......................................................
P. Fr. Tomás Parra .................................................................
P. Fr. Felipe Osorio ...............................................................
P. Fr. Bonifacio Giraldo .........................................................
P. Fr. Isaac Rojas ...................................................................
P. Fr. Domingo Díez ..............................................................
P. Fr. Blas Lombana ..............................................................
P. Fr. Juan Nepomuceno Bustamante ...................................
287
Pachavitá
La Par de Veles
M aripi
Vicarí
Sta. Rosa de Tocaima
M ariquito
Terijo
Desierto Candelaria
A todos y cada uno de ellos se dirigió la circular que luego se inserta, circular
que era el primer paso que daba el P. Visitador, como indispensable para las negociaciones que llevaba entre manos.
Dice así la citada circular:
Bogotá 10 de Noviembre de 1884
M i amado Hermano:–
Tengo el gusto de participar a V. R. que acabo de llegar a esta Capital como
Comisario y Visitador General por nombramiento de N. M . R. P. Comisario
Apostólico en sus letras dadas en M adrid a 21 de Agosto del presente año.
El fin principal de mi venida es el de restablecer la Provincia de la Candelaria y
establecer una Comunidad en el Desierto de la Candelaria que sirva de base a la
restauración de la Provincia.
La empresa como V. R. comprende es dificultosa; pero tengo grandes esperanzas de llevarla a feliz término con la protección del Señor y de M aría Santísima
y con la cooperación de los hijos de esta Provincia que todavía existen.
Puesta la confianza en Dios, obtenidas las facultades pontificias y los privilegios necesarios me propongo plantar en el Desierto de la Candelaria el principio de
la restauración de la Provincia, poniendo por fundamento las piedras vivas, restos
venerandos del antiguo edificio, y estableciendo un noviciado en donde se labren
piedras nuevas que levanten esta nueva fábrica y sean a su vez piedras fundamentales para restaurar los otros Conventos de la Provincia. Y como la vida común es
la argamasa que une a las diversas piedras
288
P. LICINIO R UIZ
del edificio, ella será la base de la restauración de la Provincia, pues así lo previene
S. S.: así lo ordenan nuestras leyes y así lo dispone N. R. P. Comisario General
Apostólico.
No dudo que V. R. abundando en los mismos sentimientos tendrá eficaces deseos de volver a su Comunidad, no sólo por la mayor tranquilidad de espíritu para
el servicio de Dios, sino por hallarse convencido de la obligación de conciencia en
que los Religiosos están de someterse a las disposiciones de sus Superiores, obligación que no hace desaparecer la injusta y violenta expulsión que tuvo lugar hace
23 años. En ese supuesto me dirijo a V. R. y como hermano le suplico y como
Superior le mando que a la mayor brevedad posible me conteste por escrito si no le
es posible hacerlo personalmente, manifestando sus disposiciones y deseos acerca
de reunirse o no en Comunidad en el Desierto de la Candelaria. Deseo que me hable
con libertad, franqueza y confianza y en la seguridad de que yo sabré apreciar las
razones y dificultades que pueden obstar a la realización de este proyecto. También es mi deseo reunir todos los bienes, libros, papeles y documentos que pertenecieron a alguno de los Conventos de esta Provincia y agradeceré muchísimo que
si en su poder obra alguna de estas cosas o cualquiera otra perteneciente a la Provincia, las mande al Desierto de la Candelaria a donde iré, Dios mediante, después
de terminada la visita en esta Capital.
Tiene el gusto de ofrecerse de V. R. atento Hermano,
Fr. Enrique Pérez de la Sgda. Familia
Del efecto que produjo entre aquellos Padres la citada circular nos cercioraremos por las contestaciones que cada uno de ellos remitió, tomándola de los mismos originales que conserva el P. Enrique en su poder, a cuya grata amabilidad y
fina atención debemos el poder copiar todas estas noticias relativas a su M isión en
Colombia y al éxito que tuvieron sus negociaciones.
El P. Blas Lombana contestaba, en 28 de Noviembre, desde Terijo que habiendo sido apremiado por el Delegado Apostólico a que manifestase su opinión o de
vivir en Comunidad
S INOPSIS HISTÓRICA
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o secularizarse, optó por esto último; no obstante, decía que, si la empresa comenzada por el P. Visitador se llevaba a cabo, él ayudaría a ella con cuantos medios
estuviesen a su alcance.
El P. Domingo Díez contestó satisfactoriamente, prometiendo reunirse en el
Convento de la Candelaria y ayudar en algo, cuando pudiese disponer de alguna
cantidad.
El P. Tomás Parra se excusaba de la asistencia por no poder dejar el beneficio
de La Paz que estaba regentando.
El P. Felipe Osorio protestó que, teniendo su madre muy anciana, necesitaba
estar a su lado para asistirla.
El P. Isaac Rojas se había también secularizado.
Algunos otros ni siquiera se dignaron contestar. Nada nos extraña la anómala
situación de la Provincia. Las críticas circunstancias de que se veían rodeados, debidas a las revoluciones que se sucedían con frecuencia, con las leyes persecutorias
que de ellas emanaban y aun la misma autoridad Eclesiástica Superior, el Sr. Delegado Apostólico que favorecía la secularización, como consta de una circular que
poco antes había dirigido a todos los Religiosos para que en el término de 15 días
le dijesen si estaban dispuestos o no a reunirse con sus Comunidades respectivas,
o si no a secularizarse, contribuyeron en mucho a que los pocos que quedaban optasen por llevar en sus propias casas una vida tranquila y sosegada, a volver al
Convento y vivir sobresaltados y amenazados de serios disgustos.
Añádase a esto la edad avanzada de aquellos Padres, quienes la mayor parte
llegaba a 80 años, y con todos estos obstáculos se comprenderá cuán difícil era
poder levantar la Provincia con aquellos elementos que de ella quedaban y cuán
pocas esperanzas podía abrigar el P. Visitador de hacer algo provechoso en orden a
la misión a él confiada. No obstante la situación de la Provincia que no desconocía
el P. Visitador, se decidió a abrir la visita general, con el único objeto de probar de
este modo el último recurso, digámoslo así, de levantar el espíritu tan decaído de
aquellos Padres y aclarar la situación que tan oscura se presentaba.
En efecto, después de haber nombrado por Secretario de Visita al P. M artín
Díaz y 20 días después de su llegada
P. LICINIO R UIZ
290
a Colombia, decía que había dejado trascurrir el P. Visitador algún tiempo a fin de
sondear los ánimos y conocer mejor la situación y declaraba en aquella misma fecha, que era 30 de Noviembre, abierta la visita general, estando presentes los PP.
Victorino Rocha, Provincial y los PP. José M agallón, M artín Diaz y León Caycedo.
Como notas importantísimas de la gran labor allí realizada por el P. Enrique,
copiamos a continuación la circular que dirigió a los PP. con motivo de la apertura
de la visita y el informe que sobre dicha visita dirigió a nuestro P. Comisario
Apostólico, que es un resumen completo del estado de aquella Provincia.
Dice así:–
M . R. P. Comisario General Apostólico: Terminada la visita de este Colegio,
como verá V. R. por las actas originales que anteceden, daré a V. R. cuenta de lo
relativo a esta Provincia, resultado del examen detenido y minucioso que he hecho
de los libros y documentos que de la misma se conservan.
1.o La Provincia de Ntra. Sra. de la Candelaria en Tierra Firme, incorporada a
la Congregación General de España e Indias por el Sumo Pontífice Urbano 8.o en
su Constitución Universalis Ecclesiae Regimini dada en 16 de Julio de 1629, comprendía los Conventos de Panamá, Cartagena y la Candelaria, a los que después se
agregaron el Colegio de Sn. Nicolás en Santa Fe de Bogotá y los Hospicios de
Tunha y Honda: estos dos últimos llamados Conventos menores, fueron suprimidos por el Gobierno en el año 1826 y sus bienes desamortizados.
2.o Esta Provincia permaneció unida a la Congregación General hasta el año
1815, en que a consecuencia de haberse declarado independiente de España el territorio de la Nueva Granada se interrumpieron las relaciones de la Provincia con el
Superior General de España, quedando de facto separada la Provincia de la Congregación General.
3.o Suprimidas las Corporaciones Religiosas en 1861 por el Gobierno de la
República, hubo de sufrir la misma suerte la Provincia de Ntra. Sra. de la Candelaria; y habiéndose apoderado el Gobierno de todos los bienes raíces
S INOPSIS HISTÓRICA
291
que poseía la Provincia, los Religiosos que entonces la formaban se dispersaron
dedicándose al ejercicio del ministerio Sacerdotal y de esta manera permanecieron
hasta la fecha.
4.o En 19 de M ayo de 1835 fue nombrado Visitador de Regulares el Ilmo. Sr.
Dn. M anuel José M osquera, Arzobispo de Bogotá, con amplias facultades in
utroque foro y este mismo cargo han ejercido los Sres. Arzobispos, sus sucesores,
y los Exmos. Delegados Apostólicos.
5.o El R. P. Provincial Fr. Victorino Rocha de San Luis Gonzaga, por concesión dada en 15 de Diciembre de 1876 por N. Santísimo Padre Pío Papa IX, fue
autorizado para comprar el Desierto de la Candelaria a fin de instituir en él una
Comunidad con vida común y abrir un noviciado, declarando asimismo que todos
los Religiosos de esta Provincia quedan exentos de la jurisdicción del Ordinario y
sujetos al Superior General residente en España.
6.o A petición del mismo P. Provincial y en virtud de un Decreto expedido
por N. M . R. P. Comisario Apostólico en M adrid a 24 de Noviembre de 1872 con
acuerdo unánime del Definitorio pleno, fue nuevamente agregada la Provincia a la
Congregación General de España e Indias.
7.o Después de la supresión de las Corporaciones, algunos de los que compraron al Gobierno los bienes de la Provincia pidieron composición y lo mismo hicieron los que tenían censos en favor de la Provincia, y de hecho se compusieron con
el Ilmo. Sr. Arzobispo, autorizado al efecto por el Sumo Pontífice, sin que de las
sumas recibidas por el Sr. Arzobispo haya percibido cantidad alguna la Provincia.
El R. P. Provincial acudió a la Santa Sede y obtuvo las facultades necesarias para
admitir a composición los compradores, cesando la facultad del Sr. Arzobispo en
lo que respecta a la Provincia de la Candelaria.
8.o El Ilmo. Sr. Dn. Vicente Arbeláez, Arzobispo de Bogotá, autorizado,
según afirma, por la Santa Sede celebró un contrato con el Gobierno de la República, en virtud del cual el Arzobispo da al Gobierno el edificio que venía sirviendo de
Seminario Conciliar y recibió en cambio el Colegio de San Nicolás de la Candelaria
que el Gobierno tenía
292
P. LICINIO R UIZ
destinado a escuela de ingeniería, recibiendo además 20,000 pesos por el mayor
valor que se dio al Seminario sobre el Colegio.
9.o Con fecha 9 de M arzo de 1883 el R. P. Provincial celebró un contrato con
el Sr. Rector del Seminario Conciliar, en virtud del cual aquel da a este en arrendamiento por el tiempo de dos años las piezas que pertenecen a la Iglesia de la Candelaria, mediante el pago de 200 pesos de ley, pagaderos en la forma que dispusiera el Sr. Delegado Apostólico. Este Señor elevó dicha suma a 240 aplicable a la
Iglesia de la Candelaria y para las misiones entre los infieles: todos los vencimientos han sido devengados por el Sr. Delegado y aplicados íntegros al Consejo Central de la Propagación de la Fe.
10.o En 12 de Agosto de 1882 mandó el Sr. Delegado al R. P. Provincial dirigiese una circular a todos los Padres para saber si había algunos dispuestos a reunirse en Comunidad: en 19 de M ayo de 1884 dirigió el mismo Sr. Delegado otra
circular mandando a los Padres que en término de quince días manifiesten su voluntad de volver a reunirse en Comunidad o pidan la secularización perpetua con
deposición del Hábito religioso. Algunos de los Padres manifestaron que se hallaban dispuestos a vivir en Comunidad; otros, finalmente, como el P. Bonifacio Giraldo y el P. Blas Lombana, pidieron y obtuvieron secularización ad quinquenium
et ulterius ad beneplacitum Delegationis, y posteriormente el P. Blas Lombana
obtuvo la secularización perpetua, que le concedió el Sr. Delegado, no obstante que
el Prelado Regular desestimó como insuficientes las causas en que dicho Padre
fundaba su petición.
11.o El mismo día 19 de M ayo de 1884 el referido Sr. Delegado prohibió a los
Sacerdotes de las Órdenes Religiosas bajo pena de suspensión, ipso facto incurrenda, aceptar o cambiar parroquias, o ausentarse de las que administran por más
de tres días y esto en caso de extrema necesidad y con permiso de la Delegación
Apostólica.
12.o El repetido Sr. Delegado M ons. Juan Bautista Agnozzi, en uso de las facultades extraordinarias que asegura tener de la Santa Sede, convocó a los RR. PP.
de esta
S INOPSIS HISTÓRICA
293
Provincia a la celebración de un Capítulo que tuvo lugar el día 8 de Febrero de
1882, en el que el R. P. Provincial hizo renuncia de su cargo en manos de dicho Sr.
Delegado y le presentó las letras del N. R. P. Comisario Apostólico en que nombra
sucesor al R. P. Fr. Juan Nepomuceno Bustamante: y, haciendo el Sr. Delegado
caso omiso de este nombramiento, hizo que se procediese a la elección de nuevo
Provincial habilitando al efecto a todos los Padres que no lo estaban por las Constituciones y después de tres escrutinios recayó la elección de Provincial en el mismo P. Fr. Victorino Rocha: de Definidores en los Padres Fr. M artín Díaz y Fr.
Domingo Díez y la de Aditos en los PP. Fr. León Caycedo y Fr. Felipe Osorio,
habiéndose abstenido de dar su voto el Sr. Delegado.
13.o El Curato de Sta. Rosa de Tocaima es el único beneficio que posee la
Provincia y en la actualidad lo desempeña el R. P. Fr. Isaac Rojas.
14.o La Iglesia de la Candelaria en esta ciudad quedó excluida de las leyes de
desamortización, habiendo estado siempre al cuidado de la Iglesia los Religiosos
Agustinos Descalzos y en la actualidad lo está el R. P. Fr. Victorino Rocha de Sn.
Luis Gonzaga, nombrado Capellán de la misma por el Ilmo. Sr. Arzobispo. Y, en
atención a la avanzada edad del R. P. Provincial, es muy de temer que a su fallecimiento se pretenda privar a la Provincia del derecho de posesión que tiene sobre la
Iglesia.
15.o A pesar de la escasez de recursos de la Iglesia se ha sostenido y se sostiene el culto en el templo de Ntra. Sra. de la Candelaria en esta ciudad merced al
celo, esfuerzos y sacrificios del R. P. Fr. Victorino Rocha, el cual es digno de elogio por el celo que ha desplegado en sostener y fomentar el culto de Dios N. Señor.
16.o En esta Iglesia de Ntra. Sra. de la Candelaria se halla instalada desde 1811
la Hermandad del Santísimo Sacramento, la que celebra solemnes cultos en los días
17, 18 y 19 de Diciembre de cada año; esta Hermandad ha sido sostenida y renovada por el R. P. Fr. Victorino Rocha, quien, a falta de los principales bienes pertenecientes a la Hermandad de los cuales se apoderó el Gobierno, ha conseguido a
fuerza de celo y de constancia sostener el culto con esplendor,
294
P. LICINIO R UIZ
interesando la piedad de los fieles y ha obtenido también de la Santa Sede gracias y
concesiones especiales en favor de esta Santa Hermanadad".
No copiamos las actas que se redactaron en aquel Capítulo, porque lo que más
interesa a nuestro asunto es conocer el estado y situación de aquella Provincia y,
para ello, nada mejor que el informe arriba trascrito.
De él se deduce lo anómalo de aquella situación y de ahí las pocas esperanzas
que abrigaba el P. Visitador de poder hacer algo en órden a la restauración o resurgimiento de aquella Provincia, como él mismo lo indicaba en carta particular escrita
en tres de Diciembre de 1884 dirigida al mismo Comisario General, en la que le
decía, acompañando con ellas el original de las actas, lo siguiente: M i respetable y
amado Padre: –Como le anuncié en mi última del 10 del pasado, he verificado la
visita en esta ciudad y tengo gusto de remitirle las actas originales. M e voy confirmando de la poca esperanza que hay de que se reúnan los Padres; hasta hoy sólo
uno se me ha ofrecido a reunirse con el P. Provincial; y este espera de otro que
también se ofrecerá: los demás, según todas las probabilidades, se excusarán. En
general falta el espíritu religioso, no hay amor a la Provincia, no faltan algunas rencillas personales, de suerte que es muy poco lo que se puede esperar de semejante
personal, y desde luego se puede asegurar que para hacer algo se necesita personal
de España.
Esta última conclusión fue en la que coincidían todos los Padres, incluso el Sr.
Delegado; quien al exponerle el P. Enrique sus propósitos, que eran el de establecer
un Colegio en el Desierto y formar allí noviciado para que cuando viniesen algunos
Padres de España pudiesen atender a las misiones de Casanare, contestó agradeciendo y bendiciendo tan laudables propósitos.
M ucho fue lo que trabajó el P. Enrique en aquella misión a él confiada, pues
no sólo procuró reunir aquellos pocos Padres, últimos restos que quedaban de
aquella venerable Provincia e infundirles valor y ánimo, dictando sabias y prudentes reglas a los pocos que se habían acogido a la obediencia regular, sinóo que también con su vida en el Convento del
S INOPSIS HISTÓRICA
295
Desierto por espacio de unos meses, fue ejemplo vivo a aquellos Padres cuyo
espíritu estaba tan decaído; defendió con entereza ante el Sr. Delegado los intereses
de la Corporación, que no quería ceder el arriendo de las piezas del Convento que
venía utilizando, obligándole a celebrar con él un contrato, en el que, estipuladas
las principales condiciones de arriendo, le impuso la de que el día en que la Corporación necesitase el edificio, lo había de desalojar en el término de 51 días; consiguió que el P. Bustamante hiciese escritura a su favor del Convento, bienes y alhajas que poseía de las que hizo testamento a favor del mismo P. Enrique y del. P.
Íñigo Narro, Secretario General; testamento que había de ser una de las bases más
firmes para el envío de religiosos de nuestra Provincia de San Nicolás, puesto que
dejaba a nuestra disposición el Convento y de allí saldrían los fondos necesarios
para los gastos que se habían de originar en el envío de misión e instalación de los
M isioneros, aunque a esto último se comprometió el Sr. Delegado a contribuir con
los fondos de Propaganda Fide y con los fondos del arriendo de las piezas del
Convento, cuyos fondos mandaría a España tan pronto tuviese noticia de que
nuestro P. Comisario General ponía en práctica el mandar misioneros; y por último redactó, fruto de toda su actuación, un informe que presentado después a N. P.
Comisario General fue aprobado por este, así como aprobó con frases laudatorias
cuanto había hecho el P. Enrique y cuantas disposiciones había dado durante su
visita, según carta de N. P. Comisario General escrita en el mes de Julio de 1885.
M as, antes de dar cuenta de su regreso España, justo es que como prueba del
interés que el P. Enrique sentía por aquellos buenos Padres y bien espiritual de la
Provincia insertemos aquí la circular y disposiciones que dejó, al términar su visita,
como despedida a sus hermanos.
Decía así el P. Enrique: "Un año está próximo a cumplirse, RR. PP., desde mi
venida a esta República, y en este tiempo he tenido ocasión de ver, examinar y
conocer las esperanzas de esta Provincia y de los escasos miembros que la componen; las pocas esperanzas que para la restauración de la misma ofrece la marcha de
las cosas públicas, y los
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P. LICINIO R UIZ
medios más oportunos que se deben adoptar para efectuar esta difícil empresa; y,
antes de regresar a España a dar cuenta de mi comisión y a practicar las diligencias
necesarias para la obra, deseo dirigir a VV. RR. algunas palabras fraternales, para
que, recordando los deberes que como Religiosos hijos del Gran Padre S. Agustín
tienen ante Dios, ante su Orden y ante la Sociedad, se interesen de veras y coadjuven prácticamente a esta obra, que ha de redundar en gloria divina, en provecho de
las almas y crédito de nuestra Sagrada Religión.
La tempestad que en este siglo se ha desencadenado contra la Santa Iglesia no
podía perdonar a las Corporaciones religiosas, y estas se han visto perseguidas en
todos los puntos del globo y sus miembros dispersos y privados hasta de los medios de subsistencia, y arrojados al ludibrio de la sociedad. Pero, si las Ordenes
Religiosas tienen la gloria de ser perseguidas juntamente con la Iglesia de la que son
parte integrante, participan también de la prerrogativa de la perpetuidad que a la
Iglesia prometió Jesucristo su divino Fundador; y cuando se vean ya destruidas,
aniquiladas, cuando ya en lo humano haya desparecido hasta la más remota sombra
de esperanza, las Corporaciones Religiosas se levantarán de sus cenizas y añadirán
nuevos triunfos a los que conquistaron en los pasados siglos.
Nuestra Provincia de la Candelaria, VV. RR. lo saben mejor que yo, tiene timbres muy gloriosos, y la historia de Colombia ha consagrado páginas muy brillantes a nuestros hermanos, ora a los que regaron con su sangre y sudor los campos
de Darién y Casanare, ora a los que brillaron en la Sagrada cátedra y en la tribuna
parlamentaria, ora a los que ilustraron las ciencias en esta parte del mundo. Al recordar tan glorioso pasado y compararlo con un presente tan lamentable, confieso,
mis amados PP., que se me oprime el corazón y las lágrimas brotan de mis ojos;
pero me sirve de consuelo la idea de que esta gloriosa Orden, bien que casi moribunda y agonizante, no está muerta aún, sino que incorporada hoy canónicamente,
como lo estuvo hasta principios de este siglo, a la Congregación General de España
e Indias, tengo la firmísima esperanza de que con el favor de
S INOPSIS HISTÓRICA
297
Dios y de M aría Inmaculada, con la solicitud paternal de N. M . R. P. Comisario General Apostólico y con el auxilio de su hermana Provincia de San Nicolás de
Tolentino, llegará a restablecerse, si los miembros que de ella han quedado se prestan de buena voluntad a coadjuvar cuanto esté de su parte.
La Divina Providencia, que todo lo dispone sabiamente, ha hecho que a pesar
de los furibundos ataques de este siglo descreído contra las Órdenes Religiosas de
Colombia, todavía queden algunos, bien que pocos Religiosos, en quienes hoy subsiste la Provincia de la Candelaria y nos han conservado el Convento de El Desierto, para que sea el principio de restauración, como antes fue la cuna de la Provincia, y contamos además con algunos locales de nuestro antiguo Colegio de esta
ciudad anexos a la Iglesia que también poseemos. Hoy son VV. RR. un eslabón que
une las antiguas glorias de esta Provincia al porvenir de la misma, tal vez menos
glorioso para el mundo, pero muy grato a Dios y provechoso para las almas. Sobre
VV. RR. pesa el grave compromiso de abrazar uno de estos dos extremos: o dejar
que con la vida de VV. RR. se acabe para siempre esta Provincia Religiosa, o hacer
algún esfuerzo para conservarla y restaurarla. Yo por mi parte he resuelto consagrar mi vida y mis fuerzas a esta empresa en la que vengo trabajando desde hace un
año, y con este intento recabaré en España que la Provincia de San Nicolás ceda a
esta su hermana algunos Religiosos, en cuya compañía confío que estaré de regreso
para el mes de Febrero del año 1886. Estos Padres, secundados por los de esta
Provincia que tengan voluntad para ello, servirán para echar los cimientos de la
restauración de nuestro Convento de El Desierto, en donde serán admitidos y educados jóvenes que a su tiempo serán nuestros sucesores en la conservación de esta
Provincia Religiosa, y continuadores de nuestras antiguas misiones de Casanare y
el Darién.
Pero, debiendo ausentarme siquiera sea por pocos meses, he tenido por conveniente dictar algunas disposiciones para el buen orden de la Corporación y para
que los miembros que a ella pertenecen cumplan los preceptos de nuestra Santa
Regla y Constituciones, en cuanto lo permita el estado anormal en que se halla.
298
P. LICINIO R UIZ
1.a Señalamos nuestro convento de El Desierto de la Candelaria, distrito de
Ráquira, Diócesis de Tunja, para que sea casa de Noviciado y Colegio de Estudios
de esta nuestra Provincia de Nuestra Señora de la Candelaria según fue concedido
por Su Santidad Pío IX, en 15 de Diciembre de 1876, y mandamos que en dicho
Convento se guarden y observen con fidelidad las Constituciones de Nuestra Orden en la forma que se previene en la 4.a parte de las mismas, relativa a los Colegios: a su tiempo daremos las disposiciones convenientes para el buen orden y
gobierno de la observancia religiosa, plan de estudios, y demás que sea necesario.
2.a Nombramos para el tiempo de nuestra ausencia Pro-Comisario General al
R. P. Fr. Ildefonso M oya de San Agustín, en quien delegamos toda nuestra autoridad en virtud de la facultad que para ello nos dio N. M . R. P. Comisario General
Apostólico en 21 de Agosto de 1884. Y mandamos en virtud de Santa Obediencia,
bajo de precepto Formal, so pena de excomunión mayor latae sententiae una pro
trina canonica monitione a todos los Religiosos súbditos nuestros de esta Provincia de la Candelaria, que admitan, veneren y obedezcan a dicho P. Fr. Ildefonso
M oya como a tal Pro-Comisario General.
3.a Declaramos aquí, como lo hicimos en el Acta de nuestra Visita General,
que el R. P. Fr. Victorino Rocha de San Luis Gonzaga es Provincial propio y legítimo de esta Provincia, en virtud del nombramiento hecho por N. M . R. P. Comisario General Apostólico, quien en uso de las facultades extraordinarias que tiene
recibidas de Su Santidad lo nombró como tal Provincial por el tiempo de su voluntad.
Declaramos también que dicho P. N. Comisario Apostólico nombró al R. P.
Fr. Juan Bustamante como sucesor del R. P. Provincial para el caso de que este
cese en su cargo por cualquier caso que esto suceda. M andamos al referido R. P.
Bustamante que llegado el caso acepte el cargo de Provincial y a todos nuestros
súbditos mandamos también que como tal lo reconozcan y veneren.
4.a En conformidad con el Acta del Capítulo General de 24 de M ayo 1770,
mandamos que todos nuestros Religiosos que tengan oficio cum cura animarum
hagan ejercicios
S INOPSIS HISTÓRICA
299
espirituales una vez cada año: lo mismo mandamos a todos los demás Religiosos,
aunque no tengan cura de almas. Y deseando poner desde luego en ejecución este
precepto, y ya que el estado de las cosas públicas no nos ha permitido realizar
nuestro precepto de convocar a los RR. PP. para hacer los ejercicios en esta ciudad, desde ahora los convocamos para hacerlos tan pronto como regresemos de
España; al efecto daremos las órdenes oportunas al R. P. Provincial y desde luego
mandamos a nuestros Religiosos que, tan pronto como reciban aviso del R. P. Provincial, se pongan en camino para Bogotá a fin de practicar los ejercicios.
5.a Considerando que el estado en que hoy se hallan los Religiosos por anormal y violento que sea no los exime de la obligación de observar la Regla y Constituciones ni los hace exentos de los tres votos religiosos, exhortamos en el Señor a
los RR. PP. que obedezcan, veneren y respeten al R. P. Provincial y demás Superiores; que siempre que hubieren de cambiar de residencia lo pongan en conocimiento del R. P. Provincial; y que sin licencia del mismo ninguno entre a servir
Curatos ni deje el que se halle sirviendo.
Igualmente les recomendamos que en su vida así pública como privada se
guarden con suma diligencia de dar escándalo o motivo de murmuración a los fieles:
que no tengan en sus casas personas, especialmente mujeres, que sirvan de motivo
o pretexto a la murmuración, ni tampoco frecuenten las casas de tales personas, y
que vivan enteramente apartados de la política, pues de lo contrario sólo se siguen
odios, enemistades y escándalos.
Recordamos también a nuestros Religiosos que, en virtud del voto de pobreza
que hicieron y no obstante no haberse practicado la vida común, no pueden sin
faltar a la conciencia disponer de los bienes que tengan adquiridos por su industria
y trabajo; y, si bien el fuero externo civil autoriza y reconoce a los Religiosos como
particulares el derecho de disponer de tales bienes, el derecho Canónico y las leyes
de la conciencia les obligan a resignar todos sus bienes en las manos de sus Prelados Regulares para beneficio de su Orden.
Encargamos también a los Religiosos que desempeñan
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P. LICINIO R UIZ
algún Curato que contribuyan periódicamente con alguna cantidad, a fin de ayudar
a los gastos que son indispensables para el sostenimiento del Convento de la Candelaria en El Desierto. Al efecto, deseamos que nos manifieste cada uno la cantidad
que puede ofrecer, y el modo más fácil de hacerla efectiva: esta cuota comenzará a
correr desde el primer día del año próximo venidero. Entre tanto esperamos también que todos aquellos a quienes sus recursos se lo permitan consignarán alguna
suma en calidad de donativo, como ya lo han hecho algunos de los RR. PP., y apelamos al celo de nuestros Religiosos esperando que, no obstante el estado de le
penuria actual, harán algun sacrificio pecuniario en favor su Provincia.
6.a Recordamos a nuestros Religiosos el precepto de nuestras Constituciones,
parte 3.a Cap. 16: "Decernimus insuper", que manda que ningún Religioso acuse a
otro ante Tribunal alguno de fuera de la Orden, y si alguno lo hiciese incurrirá en
las penas que allí se expresan.
7.a M andamos que los Religiosos Sacerdotes lleven cuenta exacta de las misas
que reciban y cumplan, y, en atención a la penuria en que se hallan los Religiosos,
les dispensamos de la obligación de aplicar las misas que señalan nuestras Constituciones por los Religiosos difuntos; pero en nuestras Iglesias de Bogotá y de El
Desierto se celebrarán los aniversarios de la Orden, y además, cuando se tenga noticia de haber fallecido algun Religioso, se cantará una vigilia y una misa de difuntos en sufragio de su alma.
8.a Establecemos una residencia en los locales anexos a nuestra Iglesia de Bogotá y en ella se reunirán los RR. PP. que voluntariamente se han ofrecido.
Siguen las reglas que deberán observar estos, y concluye así: Estas son, mis
amados PP., las disposiciones que dejo establecidas; y confío que VV. RR. las acatarán y las obedecerán convencidos de la necesidad de hacer algún sacrificio para
reanimar el espíritu religioso. Yo sé muy bien, mis amados hermanos, que en 25
años de exclaustración VV. RR. se han acostumbrado a otro género de vida, y estoy convencido de que para algunos será un verdadero sacrificio el restituirse a la
vida de comunidad; pero creo que VV. RR.
S INOPSIS HISTÓRICA
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harán gustosos este sacrificio al considerar que de ello depende la vida o la muerte
de la Provincia a que pertenecen. Yo por mi parte les prometo hacer cuanto pueda
para que la vida religiosa no les sea pesada; y la gracia divina se la hará suave y
gustosa, si VV. RR. cooperan a esa misma gracia.
Entre tanto, mis amados hermanos, me encomiendo, etc. y me repito su atento
hermano en el Señor.
Dada en Bogotá, el día de San Nicolás de Tolentino a 10 de Septiembre de
1885. –Fr. Enrique Pérez de la Sagrada Familia. Por mandado de N. M . R. P. Comisario General. Fr. M artín Díaz de Santo Domingo, Secretario.
A fines de 1885 regresaba de su expedición el P. Visitador P. Enrique, quien
después de dar cuenta detallada de su visita, del estado de la Provincia y disposición y ánimo de aquellos Padres, a nuestro Reverendísimo Comisario Apostólico,
se convino en escribir al P. Provincial de Filipinas, para que mostrase su parecer
sobre mandar a Colombia algunos religiosos con el fin ya indicado.
En la carta comunicación al P. Provincial, después de hacerle un minucioso relato del estado de Colombia, se le apuntaban las bases siguientes, que habían de
servir como de fundamento para la preparación de M isión:–
1.a El Superior de los Religiosos que vayan a Colombia será el Comisario General, quien nombrará uno que le represente.
2.a Estos Religiosos se ocuparán de los trabajos conducentes a la formación de
una Comunidad en el Convento del Desierto, bajo las órdenes y dirección del que
represente al Comisario General y conforme a las instrucciones que éste reciba.
3.a La Provincia de la Candelaria o, más bien, el P. Bustamante, de su peculio
que destina a este fin, costeará los gastos necesarios al efecto, como son arreglo del
local, viaje de ida y manutención de los Religiosos durante su permanencia en la
Provincia; y depositará además los fondos necesarios para el viaje de vuelta, por si
alguno o algunos hubiesen de regresar por falta de salud o a consecuencia de los
disturbios políticos del país.
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P. LICINIO R UIZ
4.a Los Religiosos que se destinan al Convento del Desierto se sujetarán a la
vida común y marcha de la Comunidad; celebrar diariamente a intención del Prelado local en beneficio de la Comunidad; pero se les concede que puedan celebrar por
su intención tantas misas (no se especifica el número) cada mes, por las cuales
podrán recibir estipendio y disponer de él con licencia del Prelado local para sus
atenciones y fines honestos.
5.a Los Padres Lectores gozarán de los privilegios y exención que les conceden
nuestras Constituciones.
6.a A los Religiosos se les dará cuanto necesiten y sea compatible con su estado y se les asistirá convenientemente en alimentos, vestidos y habitación por
cuenta de la Provincia de la Candelaria, durante todo el tiempo que permanezcan
en la misma. En el caso de enfermedad se les asistirá con todo lo necesario en proporción al estado y de las facultades de la Provincia.
Cuatro años antes de esto, N. P. Provincial Fr. Leandro Arrué en junta habida
a 13 de M arzo de 1881 en el Convento de M anila con los PP. Definidores, Fr.
José M aría Learte y los áditos Fr. Esteban M artínez de San Antonio de Padua y
Fr. Gaudencio M arqués del Rosario, contestando a una pregunta que sobre el caso
le hacía N. P. Vicario General, le decía que por su parte no había inconveniente en
mandar dos Sacerdotes y un hermano de obediencia a Colombia, siempre que la
Provincia de la Candelaria abonase los gastos de ida y aun de vuelta si esta se
hiciese precisa, así como dejaba, al arbitrio y prudencia de N. P. Comisario
Apostólico, cuanto concerniese a este asunto, toda vez que le reconocían por su
Jefe y cabeza de todos y de consiguiente acataban y acatarían cuanto él hiciese o
dispusiese.
Ya estaba todo dispuesto: de completa conformidad las dos autoridades, o sea,
el P. Provincial de San Nicolás con su Definitorio y nuestro Padre Comisario General Apostólico, sólo faltaba buscar el personal que había de formar la primera
misión. No le debió de ser difícil a nuestro Superior General ni a nuestro P. Toribio
M inguella que ejercía el cargo de Procurador en la Corte de M adrid el encontrar ese
personal. La Provincia de San Nicolás misionera por
S INOPSIS HISTÓRICA
303
excelencia, contaba con un nutrido cuerpo de misioneros, animosos y valientes,
dispuestos a evangelizar en cualquier parte del mundo, pues se habían formado
todos ellos en la escuela del sacrificio y de la abnegación, que es lo que principalmente constituye el ser y la vida del misionero católico.
En nuestro Colegio de M onteagudo se encontró lo que se necesitaba. Los PP.
Ezequiel M oreno, que ejercía el cargo de Rector de dicho Colegio, Ramón Miramón, maestro de Novicios, P. Santiago M atute, lector de Filosofía, P. Gregorio
Segura, Vice-M aestro de Novicios. P. Anacleto Jiménez y los Hermanos legos, Fr.
Luis Sáenz de la Virgen de Valvanera y Fr. Isidoro Sáinz de San Nicolás de Tolentino, fueron los que Dios destinó para ser las primeras piedras que habían de constituir como los cimientos del nuevo edificio de Colombia. Sobre su espíritu y grandeza de alma de dichos Padres hablaremos más tarde.
El día 8 de Septiembre de 1888, día en que en el Colegio de M onteagudo se celebra con todo esplendor y pompa la fiesta de Ntra. Sra. del Camino, Patrona y
Titular del Convento, M adre amantísima de nuestros Religiosos, el P. Ezequiel
M oreno después de hacer con aquella dulzura de palabra, característica suya, el
panegírico de la Virgen anunció su salida y de los demás Padres para Colombia, y
se despidió de todos con palabras tan tiernas y conmovedoras, que los fieles que le
escuchaban se deshacían en lágrimas y suspiros y los Religiosos que allí estábamos, súbditos suyos, le escuchábamos con la emoción del sentimiento más profundo. El espíritu de aquella alma grande se infiltraba por doquiera.
En Octubre de aquel mismo año se reunieron todos en M adrid para implorar la
bendición de N. P. Comisario General Apostólico y allí, congregados todos, su
primer pensamiento fue a Roma, para pedir al Santo Padre la amorosa y paternal
bendición para sus personas y para la misión a que iban destinados, elevándole el
siguiente mensaje.
Beatísimo Padre: El Padre Ezequiel M oreno de la Orden de Agustinos Descalzos de España e Indias, postrado a los pies de Vuestra Santidad, humildemente
implora la bendición Apostólica para sí y para otros seis religiosos de
304
P. LICINIO R UIZ
su Orden que están próximos a partir a la República de Colombia para fundar un
Colegio de misioneros con destino a Casanare y el Darién etc. Este mensaje fue
contestado por su Santidad como sigue: Summus Pontifex Leo, Divina Providencia
Papa XIII, petitam benedictionem Apostolicam benigne et amanter impertiit. Datum Roma e Secretaria Status die mense et anno quibus supra. Cardinalis Rampolla: la fecha era de 31 de Octubre de 1888.
A la bendición de S. S. acompañaban varias cartas de recomendación para el
Sr. Arzobispo de Bogotá, entre ellas una del Cardenal Rampolla que copiamos en
su propio idioma y dice así: Ilmo. Signore. Stanno per mouvere alla volta di Colombia sei Religiosi Agostiniani Scalzi, mandati dal Comissario del loro Ordine a
fondare un Collegio di M isionari e a dare incremento alla loro Provincia religiosa
detta della Candelaria. Conoscendo il buono spirito che anima quei Religiosi, accondiscendo volentieri ai desiderii del loro Superiore, raccomandandoli particularmente alla benevolenza della S. V. Ima. e Rma. Sono ben sicuro che ella li accordará
i suoi favori e posso assicurarla che gradiró quanto la S. V. fará per facilitare ai
predetti Religiosi il conseguimento del loro scopo, sia proteggendoli come Ordinario Diocesano, sia valendosi del prestigio che meritamente gode presso gli altri
Vescovi e presso le autorita civili per raccomandarli anche ove dovessero aprir case
in altre Diocesi. II Santo Padre si é degnato accordare una special benedizione a
questi nuovi M issionari, ed io spero che la benedizione del Vicario di G. C. sia per
portare abbondanti frutti di salute a vantaggio dei fedeli Colombiani. Con questa
speranza ed augurio mi rafermo con distinta stima. Di V. S. Ilma. y Rma. Servitore.
Cardenal Rampolla 31 di Ottobre di 1888.
La sagrada Congregación de Propaganda por medio de su Prefecto el Cardenal
Simeoni recomendaba eficacísimamente al Sr. Delegado Apostólico a los nuevos
M isioneros.
Estos con una recomendación más eficaz aún, que era el celo y espíritu de
Dios de que se hallaban poseidós, salieron de España y a principios de Enero llegaban a Colombia.
S INOPSIS HISTÓRICA
305
Aquí y en aquellos días tuvo lugar la constitución formal de aquella Comunidad; decimos esto porque entonces fue cuando el P. M oreno, que iba nominado
Provincial, nombró los Superiores de aquella naciente Comunidad, que fueron el P.
Ramón M iramón Prior y M aestro de novicios, el P. Gregorio Segura Sub-Prior y
Catedrático al P. Anacleto Jiménez.
En este mismo año murió el P. Bustamante, celoso guardián que había sido del
Convento del Desierto y el último resto que quedaba de la antigua Provincia de
Colombia. Digno de todo aplauso es este bendito Padre así como el P. Rocha que
había fallecido el año 1887, por su celo y por el entrañable cariño que había profesado a la Congregación y al Hábito Recoleto, sufriendo un penoso calvario por
defender hasta lo último el honor del Hábito, y guardar, hasta depositar en manos
de sus Hermanos de Hábito, los últimos restos que quedaban de la antes tan floreciente Provincia. Dios Nuestro Señor les había alargado la vida para proporcionarles el dulce consuelo de ver restaurada en aquel Convento de sus amores la Descalcez Agustiniana, y, una vez logrado esto, iban a gozar de sus trabajos y fatigas.
Instalados los Padres en la Candelaria, dedicáronse al arreglo del Convento,
que se hallaba muy deteriorado a causa de los disturbios pasados, si bien es verdad
que el de la Candelaria no había sufrido tanto como otros a causa de hallarse algo
distante del terreno de la lucha, sufriendo moralmente, esto es, porque tuvieron
que sufrir muchas vejaciones de los cabecillas rebeldes y muchas privaciones.
El objeto principal de nuestros Padres era la fundación de las misiones de los
Llanos de Casanare y a esto dedicó toda su atención el P. Ezequiel.
Difícil y ardua era sin duda alguna la empresa, pero nada era difícil para aquellos Padres, en quienes vivía con toda su fuerza un espíritu lleno de celo por la
salvación de las almas. Acababan de hacer 10 días de Ejercicios Espirituales y a
raíz de aquellos días de fervor en que su alma se hallaba embriagada del amor de
Dios, fue cuando el P. Ezequiel, que se hallaba en Bogotá, determinó ir al Desierto
para hablar con el Obispo de Tunja y tratar de su acariciado proyecto de la fundación de las misiones.
306
P. LICINIO R UIZ
Pocos días después el P. Ezequiel con los PP. Ramón M iramón y M anuel
Fernández emprendía su viaje a Tunja, donde cayó enfermo el P. M iramón, a quien
sustituyó con este motivo en la expedición a los Llanos el P. M arcos Bartolomé.
Pasados unos días con el Sr. Obispo, durante los que dieron ejercicios a los Sacerdotes, salieron con dirección a los Llanos. Recorrieron varios pueblos, predicaron
en todos ellos repetidísimas veces, celebraron funciones religiosas, trataron con los
indios salivas de aquella región, en una palabra realizaron una campaña verdaderamente misional y apostólica, pues, a todos los contratiempos de la vida de misioneros en una región desconocida, se reunieron los de la escasez y de privaciones
consiguientes a ella.
Con esta expedición que realizó el P. Ezequiel quedaba erigida la misión de los
Llanos, teatro principal de los esfuerzos de los Recoletos, en el que tanto habían
de sufrir y trabajar en días posteriores.
Al regresar a Tunja el P. Ezequiel, dejó en los Llanos a los PP. M anuel
Fernández y M arcos Bartolomé, quienes con celo apostólico recorrieron aquella
región, logrando con sus trabajos cimentar aquellas misiones, constituyendo como
centro de sus operaciones los pueblos de Tamara, Oromi y Arauca. –Con el refuerzo de una nueva misión que llegó por entonces numerosa y compuesta de
hombres de verdadero espíritu religioso lograron dar tal impulso a las misiones de
los Llanos, que reconocido a él y a las ventajas que a la civilización y prosperidad
de aquella tierra producía la acción de los misioneros, el mismo Estado de Colombia se dignó suplicar a la Santa Sede un Vicario Apostólico para esta Región, y que
este fuese desempeñado por los Padres Recoletos, petición que fue benignamente
concedida por N. B. P. Leon XIII en breve expedido en Roma 17 de Julio de 1893,
y dirigido a M ons. Antonio Sabatini, Delegado Apostólico en Colombia, que erigió
la Vicaría Apostólica de Casanare, separándola de la Diócesis de Tunja, Vicaría que
comprendía todo el territorio que abarcaba la Intendencia civil de Casanare, nombrando como primer Vicario de ella al P. Ezequiel M oreno, quien recibió su consagración espiscopal con el título de Obispo de Pinara el 1.o de Mayo del año de
1894
S INOPSIS HISTÓRICA
307
de manos del Doctor D. Bernardo Herrera Restrepo, Arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, actuando de padrino de la consagración el Exmo. Sr. VicePresidente de la República, Dn. M iguel Antonio Caro.
Prósperamente seguían las misiones comenzadas por nuestros Padres. La bella
región de Casanare iba poco a poco recobrando algo de su antiguo esplendor, merced a los trabajos de nuestros M isioneros, que ya se extendían por Tainasa,
Chámeza, San Juanito y Barranco Pelado, cuando una revolución, que tan frecuentes eran por aquel tiempo, dio al traste con todos aquellos trabajos y misiones,
obligando a los Padres a vagar de una parte a otra donde podían librarse de los
desmanes de la chusma, no sin que algunos como el mismo P. Ezequiel, el P. Samuel y otros padeciesen injurias atroces y malos tratos de la turba desenfrenada.
El P. Fabo en su libro titulado "Liberaladas" ha dejado escritos los horrores
cometidos por los revolocionarios y los sufrimientos padecidos por nuestros Hermanos durante los días luctuosos de la revolución, por lo que nos abstenemos
nosotros de dar más detalles de lo ocurrido entonces.
Pero, si la revolución causó graves trastornos en las misiones y paralizó algun
tanto el progreso y buena marcha que llevaban los Llanos desde la ida a ellos de
nuestros Padres, no fue así desde el momento en que, terminada la Revolución y
vuelta la calma, regresaron nuestros Padres y prosiguieron con mayor celo si cabe
que antes la evangelización de aquellas gentes en parte nómadas aún, como las tribus sálivas y otras, a las que han ido reduciendo poco a poco, a fuerza de paciencia
y trabajo.
No es nuestro intento describir la acción de nuestros Hermanos de Colombia,
ni seguir paso a paso la serie de vicisitudes porque pasaron nuestros Religiosos
hasta llegar al perfeccionamiento y altura en que hoy se encuentra aquella región a
ellos encomendada.
Las extensas y bien escritas monografías de los PP. M arcelino Ganuza y P.
Pedro Fabo describen minuciosamente y con toda clase de detalles el trabajo
ímprobo que han realizado los PP. Candelarios en esa empresa de civilización, que
308
P. LICINIO R UIZ
tanto los honra y enaltece y que han merecido los más cumplidos elogios de personas eminentes.
Hoy cuenta la Provincia de la Candelaria, y esto es lo que más hace a nuestro
intento, tres Vicarías Provinciales, que son la de Casanare, la de España y la costa
del Pacífico. Poseen tres Conventos, el del Desierto y M anizales en Colombia y el
de Sos en España, cedido por los Padres de San Nicolás, teniendo tres casas de
estudio en el Desierto, Suba y Sos, mas el Preparatorio de Artieda, Navarra.
Tienen formadas varias residencias como Bogotá, Espinal, M anzanares, Cali
en Colombia; Omaha y Spencer en Norte América y las comprendidas en las mismas Vicarías con una buena porción de M isiones que se extienden por las espaciosas tierras de los Llanos, y penetran en las espesísimas regiones del M eta y por
toda la costa del Pacífico, región esta última que comenzó a ser trabajada por los
Padres de San Nicolás y que después fue cedida a los PP. de Colombia, y tiende su
radio de acción hasta las vastas regiones de Omaha en los Estados Unidos.
Fecundísima y muy fructuosa ha sido la labor realizada por nuestros Hermanos de Colombia; y si de esta labor que podíamos llamar misional, obra de sacrificio y abnegación, levantamos nuestra mirada a la labor intelectual llevada a cabo
por nuestros Hermanos, no podemos menos de admirarla y tributarle los más
cumplidos elogios, muy merecidos, porque sin duda alguna han sido de los que
más han trabajado, sobre todo, en lo que atañe a ilustrar la historia de la Orden.
M uchos y muy buenos son los trabajos que han salido a luz pública escritos
por dichos Padres.
M erece el primer lugar entre todos el santo P. Ezequiel M oreno, cuyos escritos revelan aquel espíritu grande y enamorado de Dios por completo. No se pueden leer sobre todo sus cartas sin que uno no se sienta trasportado a otras regiones
en las que se respira aquel amor puro que se siente en el Cielo y sin que el lector
no se sienta animado a amar al Amor de los amores, Cristo Jesús. Son la misma
ternura, la expresión más fiel del amor divino que vivía en su corazón y el testimonio más elocuente de la santidad de su vida, pues en ellas habla su corazón poseido
todo
S INOPSIS HISTÓRICA
309
de aquel amor divino que constituye la vida de los Santos. Sus pastorales, en cambio, como se trataba de combatir al error que atenazaba extenderse por sus Diócesis de Pasto, son enérgicas, santamente enérgicas, con aquella energía santa que
combate a los enemigos de Cristo y de la verdad, pero impregnadas al mismo
tiempo de caridad para con ellos, como quien sólo trata de combatir el error salvando la persona, criatura de Dios y amada por él. Todo en el fue grande, todo
hermoso como alma que Dios predestinó para sí: desde niño fue inclinado a la virtud y creció esta en él cuando ya religioso; misionó en la Paragua y otros pueblos
de Filipinas y llegó al culmen de la santidad en aquellas misiones de Casanare y en
su Obispado de Pasto, donde todo entero se inmoló a Cristo Jesús, consagrándole
todos sus actos y sufriendo por él un Calvario penosísimo, sobre todo en su última enfermedad, terrible y dolorosísima que sufrió como inocente cordero, con gran
resignación y paciencia, mereciendo por sus virtudes que se haya incoado el proceso de su beatificación. Como ya se ha escrito por extenso su vida, lo que decimos
de él no es nada ni hay necesidad de ello, sino que sólo enunciamos su nombre como testimonio de admiración hacia el Padre que guió nuestros primeros pasos en el
claustro y que debe ser nuestro modelo y nuestra guía en todas las vicisitudes de
nuestra vida. El P. Ezequiel es la honra de la Orden, perla preciosísima de la Provincia Apostólica de S. Nicolás, que avaloró con sus méritos y virtudes, como lo
es de la Candelaria, en la que principalmente ejercitó su Apostolado y de la que fue
su primer Superior.
Sobresalió también el P. Nicolás Casas en su obra, Enseñanzas de la Iglesia
acerca del "Liberalismo", obra profunda y muy razonada que mereció algunos juicios críticos muy encomiásticos. No hay duda alguna que el P. Casas atesoraba
grandes conocimientos adquiridos durante sus años de profesorado en M ontengudo y San M illán y si en las ciencias físicas y naturales era una eminencia, no lo era
menos en la ciencia teológica como lo demuestra la obra dicha, de la que decía un
gran polemista católico contemporáneo1
1
P. Conrado Muiños, Agustino en la Ciudad de Dios vol. LX, pág. 66.
310
P. LICINIO R UIZ
que el P. Casas "agotaba la materia de que trataba con gran alteza de miras, independencia de compromisos políticos, exclusiva atención a las enseñanzas de la
Iglesia y con tan profundo conocimiento de sus doctrinas y tal riqueza de datos y
documentos que no dudamos recomendarla a nuestros lectores".
Fue el segundo Provincial de la Candelaria y sucesor del P. M oreno en el Vicariato de Casanare, donde enamorado su corazón de Dios, cual otro Sn. Pablo, como
dice el P. M arcelino Ganuza en su "M onografía", vivió en aquella sencillez de
carácter peculiar suyo, entregado todo al cuidado de su pequeña grey de Casanare a
quien amaba con todo su corazón de Padre y Padre bondadoso.
No publicó ninguna obra por la que pudiese merecer algunos elogios el P. Cayetano Fern-andez, pero por sus cualidades excepcionales merece un lugar muy
preferente en estos apuntes. Desde joven desempeñó varias Cátedras en nuestros
Colegios de M onteagudo y S. M illán, cátedras que tuvo hasta los momentos de
salir para las misiones de Colombia, y en las que adquirió un caudal de conocimientos vastísimo y bien cimentado.
Su conversación era amenísima; su decir muy castizo y tan natural y espontáneo que encantaba; sus sermones de estilo clarísimo y de factura impecable con
golpes o salidas, que diríamos hoy, originales, llenas de intención y sus pláticas
eran lo que él era; hijas de un espíritu grande, como era el que tenía el P. Cayetano,
espíritu, no formado entre vaguedades e hipocresías, sino francamente expansivo,
que brotaba a borbotones de todas sus acciones y de todas sus palabras. ¡Cuántas
veces le vimos, antes de partir para Colombia, de rodillas ante Jesús Sacramentado
horas y horas, sin que esto sea exageración! Los que tuvimos la dicha de conocerlo
y aun ser súbditos suyos recordaremos siempre aquellas pláticas que en aquel
tiempo, con nuestra poca cordura propia de jóvenes, creíamos exageradas, pero
que después en la reflexión, consideramos como explosiones de aquel volcán de
amor que ardía en su corazón y que iba tomando cuerpo a medida que pasaban los
días y las horas en presencia de Jesús Sacramentado: Era todo un carácter: un
S INOPSIS HISTÓRICA
311
Religioso completo y perfecto; por eso, cuando llegó el momento en que Dios le
llamaba para aquellas misiones, no dudó un momento en ofrecer a Dios el sacrificio
de su vida y allí fue con el celo de un Apóstol dispuesto a trabajar en aquel campo,
como simple obrero, para lo que de antemano había renunciado a todos los honores
y cargos con que más tarde hubieran podido honrarle sus Hermanos. Y así lo cumplió: cuando al poco tiempo de la ida de nuestros Padres a Colombia se creó el
Vicariato Apostólico de Casanare, como recompensa a los trabajos de nuestros
Padres en los Llanos, el destinado para ocupar el cargo de primer Vicario Apostólico era el P. Cayetano, pero tal fue su oposición, que se desistió de ello. Sentimos
en el alma no tener a mano la carta que, con motivos de tal propuesto, escribió al
entonces Procurador en Roma, Padre Pérez, en la que, llevado de aquel espíritu de
verdad que le animaba, renunciaba con toda su alma aquel cargo, rogándole por
todo lo más santo que no se acordasen de él para semejante propuesta.
Y no fue Vicario Apostólico; se fue a los Llanos a trabajar; y allí si en alguna
de sus cartas parecía sentir en ellas algo así como de nostalgía, no fue porque su
espíritu decayese un momento, sino porque inconsciente de la realidad, vio aquel
campo de operaciones algo distinto de como él se lo había imaginado, o se lo habían hecho parecer, y de ahí aquel pequeño abatimiento que revelaban sus cartas
que, a decir de algunos, produjeron cierto disgusto en altas esferas y de ahí que al
poco tiempo se le destinase al Seminario de Sta. M arta, en concepto de Lector,
cargo que aceptó con santa resignación, no obstante su delicado estado de salud, y
en donde falleció al poco tiempo víctima de la fiebre. Bien merece este pequeño
recuerdo aquella alma tan grande y uno de los espíritus más rectos y más elevados
que pasaron de nuestra Provincia a la de la Candelaria.
Sobresale también en esa pléyade de misioneros escritores el P. M arcelino
Ganuza, actual Provincial de la Candelaria, por su luminoso estudio sobre el "Liberalismo" contra el Dr. Uribe y por su M onografía sobre las misiones de Casanare,
en la que ha recogido todo cuanto se ha hecho y se ha escrito en favor de esas Misiones, salvando así de
312
P. LICINIO R UIZ
la muerte, preciosos documentos que son los comprobantes del trabajo meritísimo
llevado a cabo por nuestros M isioneros.
Escritor fecundísimo es el P. Fabo, cuyas obras forman varios volúmenes. Ha
escrito de diversas materias: de Historia, de Filosofía, de Literatura, hasta de arte,
y en todo con bastante acierto. Sus novelas, en las que se revela como un gran artista, y de una imaginación creadora han sido premiadas por la Asociación de la
Buena Prensa. Son de factura de artista, si bien de cuando en cuando en el lenguaje
se encuentran ciertas frases algún tanto modernistas y no de muy buen gusto. En
lo que más se ha distinguido ha sido en su afecto a la Orden, afecto mostrado en
esas obras de "Restauración de la Provincia de la Candelaria e Historia de la misma
Religiosa Provincia y en los dos Tomos que como Crónica General, escribió acerca
de nuestra Orden". Dos décadas de años comprenden nada más los dos volúmenes
de más de 500 páginas cada uno, lo que prueba la fecundidad de su ingenio. Admiramos sus bellas cualidades como escritor y antes las han reconocido otros talentos
superiores; merece todo nuestro aprecio, pero por lo mismo que se le aprecia me
ha de permitir que un Hermano suyo le diga que, con un poco menos de entusiasmo o idealismo, sus Crónicas resultarían mucho mejor, sobre todo en la parte biográfica. Hay que tener en cuenta que no sólo se escribe para los de fuera, sino para
los de casa, y los de casa estamos enterados de algunas cosas, que no todo son
heroísmo y santidades a las que tan acostumbrado nos trae el citado Cronista. El
Historiador debe no inventar, sino simplemente copiar del natural y de esta manera
no caerá en censuras ni reproches de sus lectores. Por lo demás, repito, es uno de
los primeros escritores de la Orden, merecedor de todo nuestro aprecio y estima y
otra de las glorias de la Provincia de S. Nicolás de Tolentino.
Otros muchos han sobresalido en el campo de las letras como los Padres, Regino M aculet, Leonardo Azcona y Ángel M arcos, en sus brillantes defensas de la
Recolección el 1.o en el asunto de Cúcuta, en su Historia de M anizales el 2.o y en
sus dos biografías escritas con cierto sabor místico
S INOPSIS HISTÓRICA
313
el 3.o y últimamente el americano y verdaderamente Colombiano P. M erizales.
Pero no son estas obras donde hemos de estudiar solamente la labor científica
de nuestros Hermanos, sino en esa otra, que sin ser tan aparatosa es sin duda alguna más fecunda y de resultados más positivos; me refiero a los sermones y conferencias dadas por nuestros Padres y sobre todo en la Prensa, en la que han trabajado como verdaderos paladines, fundando y escribiendo ellos solos periódicos tan
valientes y tan decididos como el titulado "La Sociedad" dirigido principalmente
por el P. Samuel Ballesteros, fundado para combatir los manejos anticlericales y
anticristianos de algunos Colombianos y el propagador de Támara en el que tanto
trabajó el P. Jesús M artínez: actualmente dirigen y escriben el Apostolado de Manizales, revista religiosa y apologética perfectamente escrita y que responde al fin
para que se fundó.
Con estos breves apuntes no pretendemos otra cosa que indicar nada más algo
de lo mucho y muy bueno que han hecho nuestros Padres, pues todo ello redunda
no sólo para la major gloria de Dios, sino de nuestra Provincia de San Nicolás de
Tolentino en donde se formaron dichos Religiosos, a excepción del P. M erizales;
porque, si a biografiar fuésemos a cada uno de los Religiosos que allí se han distinguido por sus virtudes y por sus trabajos misioneros, sería tarea inacabable, pues
muchos son los que se han excedido de la talla ordinaria en sus trabajos apostólicos, sobre todo los primeros, que como es natural tuvieron que comenzar a desbrozar aquel inculto campo: léase la Historia de las misiones de Colombia y allí
leerán los nombres de los PP. M arcos Bartolomé, M anuel Fernández, y otros
hombres apostólicos y el del P. Santigo M atute uno de los que en su obra "Apuntes" nos dejó la obra más completa acerca de nuestros M isioneros de Colombia,
sus viajes, sus vicisitudes, sus trabajos y sufrimientos, sus conquistas y sus triunfos.
A continuación insertamos los nombres de los Religiosos que ha subministrado la Provincia de San Nicolás:
P. LICINIO R UIZ
314
M ISIONES PARA COLOMBIA
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
Primera Misión. Año 1888.
P. Fr. Ezequiel M oreno del Rosario (Presidente).
P. Fr. Ramón M iramón de la Purísima Concepción.
P. Fr. Santiago M atute del Sto. Cristo de la Tercera Orden.
P. Fr. Gregorio Segura del Carmen.
P. Fr. Anacleto Fernández de la Virgen del Burgo.
Ho. Fr. Luis Sáenz de la Virgen de Valvanera.
Ho. Fr. Isidoro Sáenz de San Nicolás de Tolentino.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
S egunda Misión. Año 1890.
P. Fr. M anuel Fernández de San José (Presidente).
P. Fr. Antonio Caballero de la Purísima Concepción.
P. Fr. M arcelino Ganuza de la Virgen de Jerusalén.
P. Fr. M arcos Bartolomé de la Soledad.
Ho. Fr. Canuto Gambarte de la Concepción.
Ho. Fr. Robustiano Erice del Sagrado Corazón de Jesús.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
Tercera Misión. Año 1892. (Abril)
P. Fr. Cayetano Fernández de San Luis Gonzaga.
P. Fr. Ángel Vicente de la Concepción.
Diácono Fr. Santos Bastelleros de San José.
Diácono Fr. Tomás M artínez de la Virgen del Rosario.
Ho. Fr. Cirilo Bellido de la Virgen de los M ilagros.
Diácono Fr. Jiménez de la Concepción.
Cuarta Misión. Año 1892. (Agosto)
1. P. Fr. Nicolás Casas de la Virgen del Carmen.
2. P. Fr. Alberto Fernández de la Virgen de Davalillo.
1.
2.
3.
4.
Quinta Misión. Año 1894.
P. Fr. Pedro Cuartero del Pilar.
P. Fr. Samuel Ballesteros de la Virgen de Aránzazu.
Ho. Fr. Jacinto Navarro de San José.
Ho. Fr. Gabriel Arano de Santa Ana.
S INOPSIS HISTÓRICA
315
S exta Misión. Año 1894.
Llegó a fines de Enero del 1895.
1. P. Fr. Jesús M artínez de N. G. P. San Agustín.
2. Subdiácono Fr. Víctor Labiano de la Purísima Concepción.
S éptima Misión. Año 1895.
1. P. Fr. Juan Aransay del Carmen.
2. Subdiácono Fr. Pedro Fabo Del C. de M aría.
3. Subdiácono Fr. Justo Ecay del Rosario; con los pretedientes, Serapio Berrueta e Isidoro M adurga.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
Octava Misión. Año 1898.
P. Fr. Jesús Fernández de San José.
P. Fr. Luis Ayabar de San José.
P. Fr. Rufino Pérez de San José.
Ho. Fr. Robustiano Gil de los Dolores.
P. Fr. Regino M aculet de la M erced.
P. Fr. Guillermo Zabala de San José.
P. Fr. Pablo Planillo de la Sagrada Familia.
P. Fr. Amadeo Álvarez de San Francisco Javier.
P. Fr. Ignacio San M iguel del Rosario.
P. Fr. Francisco Sola de la Virgen del Camino.
P. Fr. Ramón Arenal de la Virgen del Carmen.
P. Fr. Francisco Corral de la Virgen de la Peña.
Ho. Lego Fr. M anuel Pérez de la M adre de Dios.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
Novena Misión. Año 1898.
P. Fr. Bruno Castillo de San José.
P. Fr. Leonardo Azcona del Corazón de Jesús.
P. Fr. Pablo Alegría de San José.
P. Fr. Edmundo Goñi de la Virgen de Jerusalén
P. Fr. Doroteo Ocón de San Luis Gonzaga.
P. Fr. Domingo M uro de la Virgen de Vico.
P. Fr. Antonio Sibelo del Pilar.
P. Fr. Luciano Ganuza de la Virgen de Jerusalén.
P. LICINIO R UIZ
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16.
P. Fr. Antonio Roy del Pilar.
P. Fr. Eusebio Larrainzar de la Virgen del Puy.
P. Fr. Julián Ciriza de la Virgen de Jerusalén.
P. Fr. Valeriano Tanco de San José.
P. Fr. M arciano López de la Virgen de Ibernalo.
P. Fr. Ángel M arcos de la Sagrada Familia.
P. Fr. Ubaldo Ballesteros de San José.
Ho. Fr. M iguel Aizcorbe de San José.
CAPÍTULO XI
Colegio de Bacolod
(Negros Occidental)
En el grupo de las Visayas (Islas Filipinas) se encuentra la Isla de Negros que
se extiende 40 leguas de Norte a Sur, por 11 de Este a Oeste, comprendiendo una
superficie de 260 leguas cuadradas.
Hemos visto ya cómo en 1848 se hicieron cargo de su administración nuestros
Padres y el inmenso y gran desarrollo, que, tanto en el orden moral como en el material, había alcanzado en los 30 y tantos años que llevaban administrándola. Al
finalizar el siglo, ese progreso se había como duplicado. La antes casi desierta isla
se hallaba ahora pobladísima; hasta en el interior, se ven anchos campos de verde
caña, extensiones inmensas que cruzan en todas direcciones hermosos caminos,
por los que el moderno camión y el tranvía conducen miles y millares de toneladas
de azúcar, que rinden al año pingües ganancias y que han convertido a la Isla de
Negros en una de las más ricas, más prósperas y más progresivas del Archipiélago.
No eran ajenos nuestros Padres a ese progreso y en él influyeron de una manera muy notoria como vimos en el Capítulo de la fundación de las M isiones. Allí
vimos cómo sacrificaron todas sus energías y su vida y aun sus propios intereses
por levantar el espíritu tan decaído de aquellos habitantes que estaban sumidos en
una tristísima abyección moral y aun material; vimos cómo aquellos medio monteses, con la labor fecunda del misionero, se fueron agrupando y se formaron pueblos y se construyeron escuelas, base primordial de la cultura, y las Iglesias que
ellos construyeron fueron, como es siempre la Iglesia, fecundo material de enseñanzas que, destruyendo y rompiendo las cadenas de la ignorancia y del error, levantaron aquellos hombres al nivel de moralidad y cultura, propia de los pueblos
civilizados.
Ya dimos cuenta en aquel capítulo de cómo nuestros Padres, previendo el desarrollo que la Isla de Negros alcanzaría
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P. LICINIO R UIZ
con el tiempo por lo feraz y rico de su tierra, se adelantaron a formar algunas
misiones en el interior, que, al mismo tiempo que habían de contribuir a desahogar
las multitudes de la playa, serían un baluarte firmísimo contra los desmanes de
gente levantisca y aun criminal que habitaba los montes.
No todo el número de misiones, que allí dijimos se habían formado en Negros,
se erigieron en aquella fecha: fueron sólo unas cuantas y las demás se fueron formando en años sucesivos, conforme iba llegando nuevo personal de España; pero
sí que en el año 1896, a que ahora nos referimos, estaban ya todas las misiones de
que allí se habla y cada una de ellas tenía su misionero. Era la isla, de cuantas administrábamos nosotros, la más socorrida de Religiosos y en la que más interés
pusieron nuestros Superiores.
Ahora querían dar un avance más nuestros Padres. Ya no se trataba únicamente de fundar misiones con sus escuelas de primera enseñanza, más o menos eficientes, sino de abrir un Colegio magno, en el que, además de las primeras nociones, o
sea, la enseñanza elemental, hubiese sus clases de preparación para la segunda enseñanza y aun esta misma en todos sus grados.
Era un paso inusitado en la Recolección que había que señalarlo con piedra
blanca especial. Nuestra Recolección, que en su origen y en toda su tradición había
sido misionera y nada más que misionera, venía en un momento a romper con todos los moldes y todas las tradiciones, levantando un Colegio en el que irradiasen
destellos de luz los Recoletos, los hijos de San Agustín, que no por haber llevado
una vida de misionero dejaban de atesorar grandes conocimientos. M erecen nuestros plácemes más sinceros los Padres que así pensaron y que suscribieron tal
proyecto.
En el año 1895, reunidos los Padres para celebrar el Capítulo intermedio y una
vez terminadas las elecciones, N. P. Provincial P. Andrés Ferrero propuso a la
consideración de los Padres Capitulares si sería conveniente y oportuno la fundación de un Colegio de 2.a enseñanza, en alguna de las provincias de nuestra exclusiva administración espiritual
S INOPSIS HISTÓRICA
319
teniendo en cuenta lo practicado por otras Corporaciones Religiosas. El Venerable Definitorio, oída la consulta y atendiendo a lo beneficioso que había de resultar para nuestra provincia de San Nicolás de Tolentino la fundación de dicho Colegio, dio su beneplácito, y después de bien pensado el lugar más conveniente y adecuado al objeto acordaron se instalase en la provincia de Negros Occidental, encargando a N. P. Provincial el cuidado de la tramitación correspondiente para llevar a
cabo tan plausible idea.
Investido N. P. Provincial de todos los poderes y de todas las atribuciones,
comenzó por cerciorarse en primer lugar de la elección de sitio o de pueblo más
conveniente para la erección de Colegio. El punto de erección es sin duda alguna de
lo más importante, toda vez que de una buena elección pende muchas veces el éxito o la bancarrota. Estimándolo así el P. Andrés, ofició a los Padres Párrocos de
Ginigarán, La Carlota, Valladolid y M inuluan, que eran los PP. Francisco Ayarra,
Andrés Torres, Carlos Úbeda y Fernando Cuenca, manifestándoles el acuerdo del
Capítulo y que para llevar a cumplido efecto el acuerdo precedente con garantías
de éxito y prevenir cuantas dificultades e inconvenientes pueda obviar la prudencia
humana, necesitaba su concurso como personas competentes que eran y muy conocedoras del terreno, por lo que les suplicaba y aun ordenaba se dignasen contestar a los puntos siguientes:
1.o –En cuál de los pueblos de esa Provincia convendría instalar el Colegio de
que se trata, teniendo en cuenta las condiciones y circunstancias que son de rigor
en estos casos, salubridad, higiene, recursos, aguas, concurso o facilidad para él,
etc.
2.o –Qué número de alumnos internos calcula V. R. podía concurrir en circunstancias normales, y cuál el de externos.
3.o –Qué pensión mensual podía asignarse para los alumnos internos, soportable para las familias acomodadas de su Provincia.
4.o –Exigiendo la construcción de un edificio adecuado gastos de suma importancia, ¿podemos contar con el concurso o auxilio de alguno de los pueblos?
320
P. LICINIO R UIZ
Estas eran las preguntas principales a que habían de contestar los Padres consultados, quienes en efecto lo hicieron, notándose, sobre todo en la elección de
pueblo, una gran discrepancia, pues mientras el P. Torres abogado por su pueblo,
"La Carlota", y el P. Carlos por uno de los pueblos intermedios entre Bago y Ginigarán, el P. Cuenca creía que Bacolod era el mejor punto y el P. Ayarra daba sus
razones para que fuese Cebú.
N. P. Provincial dio cuenta al Venerable Definitorio del resultado de sus gestiones en el viaje a la Isla de Negros conforme a lo acordado en la sesión anterior,
resultando:
1.o –Que después de haber recibido impresiones y tomado pareceres de personas imparciales y conocedoras de la localidad respecto al pueblo en que habían
de instalar el Colegio, había acordado que lo fuese Bacolod, cabecera que era de la
Provincia, para salvar así, decían, los inconvenientes de todos conocidos de instalarse dicho Colegio, más al Norte o más al Sur, y por ser Bacolod punto céntrico
entre ambos extremos de la Provincia con la importancia que le da el ser Capital de
la misma.
2.o –Que a este fin había gestionado la adquisición de amplio solar de condiciones adecuadas para el caso en uno de los extremos de la población, cuya adquisición no había podido ultimar por falta de personalidad jurídica según parecer del
Letrado consultado al efecto.
3.o –Que trae la íntima convicción de la conveniencia de que se instalen las
clases para el próximo concurso académico de 1896-1897, a cuyo efecto había juzgado conveniente tomar una casa espaciosa y bien situada en la cual pueda instalarse provisionalmente el Colegio.
Poderosas y muy fuertes, a nuestro juicio, eran las razones que alegaba en su
informe el P. Francisco Ayarra, al decir y señalar a Cebú como el mejor punto para
la instalación. Como punto céntrico sobre todo, lo era más Cebú que Bacolod,
punto que situado en el centro de las Visayas, tiene muy cerca las Islas de Leyte,
Samar, Bohol, Negros Oriental y M indanao que podían dar mayor contingente que
el que podía dar Bacolod por hallarse este último punto casi aislado: así escribía el
P. Francisco, pero hemos visto cómo
S INOPSIS HISTÓRICA
321
prevaleció la opinión del P. Provincial, que fue sancionada por el Definitorio.
Determinado ya oficialmente el lugar, activóse de lleno el asunto: se preparó el
Reglamento que había de regir en el Colegio, para cuya redacción nombró el mismo
Definitorio a los PP. Fr. Pedro Corro, Fr. Francisco Sádaba y Fr. Benito Gabasa;
se dieron amplios poderes al P. Florencio Aranda, Cura de Bacolod, para la adquisición por compra u otra forma legal, a nombre de la Corporación de PP. Recoletos, del solar destinado para la erección del Colegio, e inmediatamente se procedió
a dar cuenta oficialmente del proyecto a todas las Autoridades, cuya aprobación
era necesario.
N. P. Fr. Íñigo Narro con el laconismo que le caracterizaba, al aprobar en 8 de
Diciembre de 1894 los nombramientos hechos en aquel Capítulo, aprobó también
el acuerdo de fundar un Colegio de 2.a Enseñanza en la Provincia Occidental de
Negros; en 24 de Febrero de 1896 extendía y firmaba su aprobación en nombre del
Gobernador General, el Director de Administración civil Sr. Bores, a quien se había
presentado al mismo tiempo un ejemplar del programa de Estudio y en 1.o de Junio sancionaba el Rector de la Universidad Pontificia, P. Santiago Baya, no sólo la
fundación del Colegio sino el nombramiento que se había hecho como Rector del
Colegio a favor del P. Pedro Corro.
En 16 de Junio extendía N. P. Provincial el nombramiento de Rector del Colegio para el P. Corro, como hemos dicho, y en el mismo día nombraba Secretario del
Colegio al P. Benito Gabasa de Sn. José y como Profesores a los PP. Indalecio
Ocio de Sn. José, Fr. Juan Briones del S. Corazón y Fr, Tomás Preciado del Beato
Querubín, advirtiendo al P. Cura de Bacolod que, aunque como Religiosos habían
de estar bajo su jurisdicción como Vicario que era, no obstante el P. Rector del
Colegio había de tener la libertad e independencia necesaria en aquello que haga
relación con la enseñanza y educación de los alumnos, tanto en lo referente a estos
como a los Profesores.
El día 29 de Junio, fiesta de San Pedro y San Pablo, del año 1896 se inauguró
solemnemente el Colegio con una M isa
322
P. LICINIO R UIZ
solemne, en la que predicó un Sermón alusivo al importante acto que acababa de
realizarse el P. Pedro Corro.
Instaláronse provisionalmente en una espaciosa casa que era de la propiedad
de Dña. Carmen Cañete, en espera de que se levantase el edificio proyectado para
Colegio. M as no tuvo lugar, pues la revolución que había comenzado aquel año
tomaba tales proporciones que presagiaban un funesto enlace, como en efecto sucedió.
Dos años incompletos existió el Colegio y todo hacía presagiar en sus principios un porvenir risueño: el número de alumnos en los primeros meses ya ascendía
a un centenar y creer es que hubiera seguido en aumento progresivo, proporcionando de este modo una página de gloria a nuestra amada Corporación, que estaba
dispuesta a sacrificar interés y personal a fin tan benéfico y provechoso. Dios no
lo quiso, cúmplase su santa voluntad.
CAPÍTULO XII
La Revolución Filipina
I
Ni la índole de este trabajo, ni la poca extensión que nos hemos propuesto
darle, exigían de nosotros que hiciéramos un capítulo aparte en esta Historia sobre
la Revolución de Filipinas.
Siendo nuestro objeto relatar solamente cuanto tenga relación con nuestros Religiosos, suficiente parecería a alguno el que historiásemos los sucesos de la Revolución en sus consecuencias, o sea, en lo que atañe a esos mismos Religiosos.
M as la revolución de Filipinas no puede separarse de la cuestión religiosa. Filipinas se conquistó para España por la Religión; vivió amparada por el manto
protector de los Religiosos, quienes se sucedieron unos a otros sin interrupción de
cuatro siglos, derramando sobre ella los inmensos actos de caridad, que contiene la
Religión del Crucificado, y a su sombra y bajo su protección se mantuvo fiel por
espacio de varios siglos, juntamente y al lado de la bandera española, y a ella y
sólo a ella debe Filipinas el grado de civilización y cultura a que ha llegado.
Como quiera que muchos escritores, por ignorancia unos y por malicia los
más, han juzgado la obra de la Revolución con criterio completamente opuesto a la
realidad, atribuyendo la causa de aquella revolución que dio al traste con los últimos restos que quedaban a España de su antiguo poderío, a las Corporaciones religiosas, preciso se hace, antes que midamos sus consecuencias, hablar algo sobre el
historial de esa revolución y las causas que más o menos influyeron en ella.
La Historia de Filipinas ofrece muy pocos puntos de contacto y de similitud
con la de las demás colonias de América, que fueron de España. Estas, en su mayor
parte, ofrecieron serias dificutades a la conquista, haciéndose preciso,
324
P. LICINIO R UIZ
para adueñarse de ellas, un gran esfuerzo bélico que costó muchos años y aun bastantes vidas a la patria.
Filipinas en cambio se sometió fácilmente, pues la condición pacífica de sus
moradores reconoció muy pronto la superioridad de los conquistadores y, unida
esta docilidad de carácter a la bondad de los primeros españoles que allí fueron, se
logró en poco tiempo la dominación completa de aquel hermoso Archipiélago.
Para su conservación después bajo la bandera española, no se necesitó apenas
ni la fuerza de la espada ni la presencia del soldado.
Terminada la conquista, se inició en España un movimiento religioso que concentró y dirigió sus miras a aquellas remotas islas, y varias Corporaciones religiosas rivalizaron en mandar allí sus más preclaros hijos; y éstos bien pronto se extendieron por todo el Archipiélago y dominaron todas sus islas, no dejando montes ni llanos que no hollasen con sus plantas.
Bien pronto se vio ondear en aquellas inmensidades la bandera del Crucficado,
y ésta, que es todo caridad y amor, convirtió aquellos pueblos en mansión de paz;
e hizo que aquellas gentes vivieran obedientes a la ley que se les enseñaba, que era
la ley de Dios, y sumisas a España, reconociendo el poder del pueblo conquistador.
Pocos pueblos o ninguno de los subyugados ofrecen los días de paz y tranquilidad que presenta Filipinas durante las varias centurias que estuvo bajo el dominio
de España. Sólo alguno que otro movimiento aislado se registra en su historia; y
éste, más bien que hijo del descontento o de la enemistad al conquistador, es producto de cierta volubilidad de carácter y aun de cierta superstición, a que tan dados
son los filipinos, y a la que fácilmente eran traídos por cualquier embaucador que
se hacía pasar por un ser extraordinario; pero estos movimientos no pueden calificarse de separatistas o enemigos de la Patria.
Por el contrario, viose muy manifiesta esta unión de los dos pueblos, cuando
en varias ocasiones en que el extranjero quiso invadir y apoderarse de aquellas islas, ambos, españoles y filipinos, combatieron con ardor contra los enemigos
S INOPSIS HISTÓRICA
325
de la patria, y su sangre corrió por aquellas tierras, defendiéndolas del enemigo.
Había unión entre conquistadores y conquistados, y esta unión duró por espacio
de más de trescientos años, hasta que llegó el momento que historiamos, en que
quedó roto aquel lazo que unía a los dos pueblos, y ambos se desligaron de aquellos vínculos y convivencia cuatro veces seculares.
M ucho se ha hablado y discutido acerca de las causas que pudieron motivar la
revolución del 96. En la prensa y en el folleto se han emitido siempre diversos juicios y pareceres, según las opiniones que cada escritor sostenía, no ajustadas a la
realidad de los hechos; y de ahí esa oscuridad que reinará en la discusión de ese
punto de la Historia.
Los escritores más o menos impíos e incrédulos han creído encontrar el motivo de aquella revolución en el despotismo con que los Religiosos habían tratado a
los filipinos, y de ahí el odio y el descontento.
Por eso, al leer la prensa de ese jaez en aquellos días, no se leen más que anatemas y palabras gruesas contra los Religiosos, descargando sobre ellos todas sus
iras y sus odios.
La prensa de matices religiosos y de tendencias conservadoras creía, por el
contrario, que los que principalmente contribuyeron a aquella obra de destrucción
fueron los enemigos de la Religión, que por ende son enemigos del orden y de la
autoridad; no faltando muchos que vieron en el régimen administrativo de España
lo que contribuyó al desmoronamiento de aquel edificio que tan perfectamente se
había mantenido en pie firme hasta el momento en que el gobierno Español con sus
leyes y medidas, tan fuera del orden y tan poco ajustadas a la realidad, minó poco
a poco sus cimientos hasta echarlo por tierra.
Nosotros creemos que las revoluciones, como todos los grandes hechos históricos, tienen su fundamento en una multitud de circunstancias y de hechos tan
complejos e intrincados, que a nadie le es posible determinar y señalar cuál sea
taxativamente el principal y decisivo que influyó en su realización, tanto más
cuando se trata de hechos como este, que no son obra de un día, sino que se vienen
elaborando en el
326
P. LICINIO R UIZ
decurso de los años, en cuyo lapso de tiempo son muchos y muy variados los
agentes que sobre él obran.
No obstante esto y sin meternos de lleno a juzgar sobre esta cuestión, no podemos ni debemos pasar por alto las acusaciones que se han hecho contra las Corporaciones religiosas, ya que esas acusaciones no sólo son mengua y descrédito del
Hábito religioso, sino ajenas a la verdad, faltas de fundamente histórico e hijas sólo
del odio sectario hacia las Órdenes Religiosas. ¿Qué han hecho esas Corporaciones
en Filipinas? Clara es la respuesta, y sólo con presentar un pequeño cuadro del
estado primitivo de aquellos habitantes a la llegada de los españoles, y otro que
represente su estado actual en el momento en que estos se ven precisados a dejarla,
se notaría la grandísima diferencia que entre ambos existía, diferencia que sólo es
debida a la acción de esos Religiosos.
Era Filipinas a la llegada de los españoles un campo lleno de malezas; sus
habitantes vivían en una idolatría grosera de la que se originaban miles de supersticiones ridículas; su Bathala, o Dios, era el sol, cuando no alguna otra cosa más baja;
vivían sin creencias ni ideales, con todas las supercherías que emanan del desconocimiento de la religión verdadera, y de ahí aquella confusión y desbarajuste en las
costumbres que encontraron allí los primeros españoles.
Y si en cuanto a Religión vivían como a oscuras y andaban encenagados en toda clase de vicios, no menos lo estaban en cuanto al derecho, que no conocían; allí
no había otro código que el del más fuerte; y de ahí aquella división en tribus que
vagaban de una parte a otra según su capricho o necesidades: en esa vida errante
fundan algunos la diversidad de idiomas que se observan en aquel país.
Hay quienes opinan y defienden que el pueblo Filipino tenía a la llegada de los
Españoles cierta cultura y cierto grado de civilización; mas, aun concedido todo
esto, esa cultura y esa civilización en nada destruyen nuestras afirmaciones sobre
su falta o ignorancia de religión y de leyes justas y equitativas, y de ahí que no sea
nada exagerado lo que arriba se ha dicho sobre el estado general de Filipinas.
S INOPSIS HISTÓRICA
327
Este estado de cosas y la circunstancia de hallarse aquel millón de habitantes,
o poco más, de que constaba Filipinas, diseminado por las muchas islas que componen el Archipiélago, hacía mucho más difícil la conquista de quellas almas, y se
necesitaba un celo grandísimo y unos hombres extraordinarios para poder cambiar
por completo todo aquel pueblo, arrancarlo de las garras de la ignorancia y hacerle
vivir una vida de civilización y cultura.
Esto es lo que hicieron los misioneros. Filipinas es hoy un pueblo eminentemente cristiano y por ende eminentemente civilizado. Sus costumbres, sus creencias, su moralidad, su cultura, su trato apacible y su bondad de carácter hacen de
Filipinas uno de los pueblos más cultos y más dignos del mundo. El milagro es
claro y evidente, como claro y evidente es asimismo que ese milagro lo realizaron
los frailes.
Ni aun en tiempo de la Conquista, ni en mucho años después, apenas había allí
otro Español que el misionero; éste y nadie más que éste realizó la obra a costa de
sacrificios sin cuento. Penetró en aquellos intrincados bosques, visitó sus guaridas,
y con el fuego de su fe logró poco a poco reducir aquellas gentes a una vida de comunidad; y se formaron pueblos, y se construyeron Iglesias, y se fundaron escuelas, y comenzó una vida nueva de sociedad y de civilización que en el decurso de
los años y con constancia ha llegado a la altura en que hoy la vemos: el pueblo más
culto y civilizado de todo el Oriente.
Los M isioneros fueron no sólo los M aestros en lo que podíamos llamar la
ciencia del alma y del espíritu, sino que lo fueron en otras muchas cosas que tanto
contribuyeron al bienestar del pueblo. "La obra civilizadora y evangélica de los
M isioneros, dice el Sr. A. Sáenz de Urraca, tomó, en cuanto pudo, mayores proporciones, y queriendo emplear en provecho de los naturales el espíritu de imitación que estos poseen, les enseñaron la fabricación del ladrillo, de la baldosa y de la
cal. Y cuando el indio pudo ya vivir en las condiciones propias del hombre civilizado, variaron de rumbo las normas de los apóstoles de la fe. Apreciaron la fertilidad de aquel suelo, la inagotable abundancia de sus aguas,
328
P. LICINIO R UIZ
y entonces enseñaron al indígena la forma de cultivar aquella tierra virgen aún del
arado y del abono, y le indicaron también la manera de utilizar aquellas aguas para
el riego. La plantación de árboles frutales y de construcción no fue tampoco descuidada; y mientras que la abundancia de sabrosas frutas daban lo necesario para el
consumo y para acometer las nacientes transacciones comerciales entre unos y
otros pueblos, las maderas adquirían tan notable desarrollo, que han llegado a constituir actualmente uno de los géneros primeros de la riqueza filipina. Sembraron la
primera semilla para la construcción naval, que ha dado y sigue dando brillantes
resultados".
"La escultura no fue tampoco descuidada por aquellos sabios preceptores del
indígena, y la facilidad que para ello poseía, exaltada por el fervor religioso, se ha
traducido bien pronto en altares, retablos, imágenes, etc. etc."
Hasta aquí el autor citado. El P. Antonio Sedeño, Jesuita, fue el primero que
introdujo y enseñó a los Filipinos la fabricación de cal y ladrillo. El P. Plasencia,
Franciscano, el gran Apóstol, es no sólo el que les enseña a cultivar la tierra, sino
que él fue quien escribió el primer libro que podemos llamar el primer código de
derecho que rigió entre aquellas gentes. Allí se fundieron cañones y se construyeron fortalezas y murallas para defenderse de los enemigos, como las de Cagayan y
Romblón por el P. Recoleto, llamado el P. Capitán; las de la Paragua, M asbate y
Ticao por el P. Lucas de la Cruz, y todavía en 1757 vemos al humilde lego recoleto
Fr. Lucas de Jesús M aría nombrado maestro mayor y Cabo Superintendente de las
obras y fortificciones reales. El Agustino P. Bermejo establece en la Isla de Cebú
un cuerpo de señales por medio de las que defendió en repetidas ocasiones la citada isla contra las fuertes invasiones de la morisma; el P. Blancas, Dominico, estableció la primera Imprenta muchos años antes que en Filadelfia, en Bombay y
otras muchas poblaciones, y el P. Benavides fundó a los pocos años de la conquista la primera Universidad Filipina. Tanto en el orden moral como en el material la
labor de los M isioneros fue sumamente bienhechora. Nunca hubiera alcanzado
Filipinas ese grado de cultura de que hoy se envanece,
S INOPSIS HISTÓRICA
329
si no hubiese sido por esa acción continua y constante del misionero. Ni aun la
integridad territorial hubiera conservado, si no hubiese sido por los frailes. Teniendo como tenía un vecino tan atrevido y tan traidor, que continuamente hostilizaba
en sus correrías casi todas las Provincias del Archipiélago, llegando en su insolencia muchas veces casi a las puertas de la Capital, M anila, y siendo el pueblo filipino por otra parte muy tímido, ¿qué hubiera sido Filipinas, si el misionero no se
hubiese constituido en jefe de aquellos pueblos y, alentándoles con su ejemplo, no
les hubiese preparado para la defensa? La Historia de Filipinas guarda muy buenos
recuerdos de aquellos fuertes que aún quedan, construidos bajo la dirección del
misionero, y tiene grabados en su Historia varios nombres de religiosos que sucumbieron en el fragor del combate; y otros que sobrevivieron, después de adornar
sus frentes con la corona del triunfo, luchando contra aquella morisma salvaje.
Es más: España no hubiera podido conservar por tanto tiempo bajo su dominio el territorio de Filipinas sin la ayuda y cooperación de las Corporaciones Religiosas. La fuerza militar que allí tenía España era tan escasa, que casi podríamos
decir que no merecía el nombre de tal. Los pueblos, aun la misma Capital, estaban
completamente inermes e indefensos; mas el fraile, que al mismo tiempo que religioso era un gran patriota, se constituyó en el mejor defensor del pueblo, conservándolo en esa sumisión a nuestro Rey y a nuestra bandera, hasta el punto que,
cuando Filipinas se vio invadida por gente extraña, el pueblo filipino, fiel a las nseñanzas del misionero, luchó con arrojo y valentía contra los enemigos de España.
Cuando en tiempo del general Corcuera los chinos en número de 40,000 se rebelaron contra España, miles de filipinos lucharon al lado de los españoles hasta
derrotar al enemigo, y lo mismo sucedió más tarde en una de las más grandes invasiones que ha sufrido Filipinas, la de los Ingleses, en tiempo del general Anda.
Sorprendidos los españoles en la ciudad de M anila, el enemigo logró entrar en tierra, mas no logró dominarla, y se vio además ignominiosamente expulsado, merced
a la heroica defensa que de ella hicieron
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P. LICINIO R UIZ
aquellos humildes religiosos, que cambiando la Cruz por la espada, lucharon con
denuedo por ella al frente de sus feligreses. La Iglesia de Bulacán, pueblo cercano a
M anila, guarda los restos, y recogió el último suspiro del P. Agustín de San Antonio, Recoleto, uno de los más grandes héroes de aquella campaña, al decir del mismo Anda.
Los Ingleses lo fusilaron con mucho pesar, admirados de tanto valor, pues, a
pesar de recibir cinco balazos, todavía seguía defendiéndose.
Y todavía en estos últimos tiempos se destacan dos grandes figuras que ya
hemos biografiado: el P. Pascual Ibáñez y el P. Ramón Zueco, quienes, al frente de
más de 400 cagayanos por ellos instruidos y dirigidos, tanto contribuyeron a la
derrota de la morisma en tierras de Joló.
El hecho cierto y evidente a todas luces que puede oponerse a los que creen
que la fuerza y el gobierno fueron los que sujetaron a Filipinas al dominio Español
y no las Corporaciones Religiosas, según venimos afirmando, es el que, hasta mediados del siglo 19, España apenas si tenía fuerza militar en aquellos territorios; es
más, ni la necesitaba, según el testimonio de cuantos Generales han gobernado
aquel país, quienes reconocen unánimemente que en el fraile tenían en todas ocasiones el guardián más celoso, y el más valiente defensor de la integridad nacional.
Legazpi, escribiendo a S. M ., le pedía más que soldados, religiosos; y después todos cuantos gobernadores le sucedieron han abundado en la misma idea, confiando
en los Religiosos y dirigiéndose por ellos en la solución de cuantos problemas se
les ofrecían.
Escritores no sólo del país, sino los mismos extranjeros que han estudiado a
fondo la historia de Filipinas, han reconocido la obra patriótica y altamente civilizadora de los Religiosos que lo eran todo en Filipinas: Testimonios bien elocuentes
podríamos traer, aun de escritores nada afectos a las Corporaciones Religiosas,
como el alemán Yapór, Dn. Simibaldo de M ás y otros. Copiamos las palabras del
Duque de Alenzon, que resume en elocuente párrafo la misión del fraile en aquellas
islas.
"Sí; en los tiempos viejos los frailes prestaban todos
S INOPSIS HISTÓRICA
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sus valiosos oficios a la causa de la Patria y la civilización, no sólo cristianizando
aquel pueblo filipino, sino atendiedo, por delegación de los Poderes públicos, a
cuanto era administración y gobierno del país; sí; los frailes, al propio tiempo que
evangelizaban y redimían de la barbarie a aquellas tribus de vida ignominiosa, cuidaban con esmero las nuevas tierras de España, y lo mismo celebraban misa y administraban los Santos Sacramentos, que acudían a vencer revueltas y a salvar naos
de Acapulco, amenazadas de caer en manos enemigas, y a construir iglesias y cementerios, que a establecer escuelas y fortalezas, y caminos, y puentes y calzadas,
sin consignaciones de presupuesto; sí; lo mismo se diseminaban por las asperezas
de los abruptos montes del Archipiélago en busca de tribus salvajes que civilizar,
que acudían como embajadores a las cortes de vecinos reinos, cuyos idiomas también los frailes aprendían, siendo los únicos que con mayor facilidad podían desempeñar las diplomáticas misiones, como aquellas que para el Emperador del
Japón llevaron en el navío de Faranda Fr. Gonzalo García y Fr. Francisco de San
M iguel, en este siglo mismo, es decir, después que por los aires de despreocupación, tan propios de la época y por letal propaganda de determinadas doctrinas, ha
venido resultando con injusticias y más grave daño mermada en el orden social la
influencia de los frailes en Filipinas, han podido estos continuar sus oficios patrióticos; y, vigilantes siempre por igual de la integridad del territorio, ellos son quienes advirtieron en todas ocasiones los peligros y en muchas sofocaron sin otro
auxilio que ellos solos las revueltas, como sucedió en la rebelión que en 1807 se
alzó en Ilocos contra España, y, cuando aquella sublevación renació briosa poco
después, un solo fraile, el cura de Batac, la dominó, siendo ahorcados en Laoag los
seis cabecillas que quisieron ahorcar a los castilas".
Hasta aquí el erudito escritor Francés. Lo mismo ha sucedido en cuantas revoluciones se han intentado en el país. Cuando en 1811 los de la isla de Luzón fraguaron una conspiración contra los españoles, un religioso descubrió la conjuración
tramada e hizo abortar los maquiavélicos intentos de aquella gente. La Insurrección
o levantamiento de
332
P. LICINIO R UIZ
los Boholanos, a cuya pacificación tanto contribuyeron el Agustino P. Bermejo y
los Recoletos P. M iguel de San José y Fr. Narciso de Jesús M aría, y la más formidable de todas, capitaneada por el visionario Apolinario, lego de San Juan de
Dios, que con sus fingidas virtudes logró atraer a sí una imponente masa imbuida
en sus supercherías y por lo mismo más difícil de vencer, fueron delatadas por
los Curas, quienes con sus predicaciones y consejos contribuyeron grandemente
a desilusionar a aquella gente y así poco a poco atraerles a sus hogares y devolver
la paz seriamente amenazada.
Quien se atreva a denigrar a las Corporaciones Religiosas por antipatrióticas y
antiespañolas, es que no conoce la historia de Filipinas, pues precisamente se puede afirmar todo lo contrario; que, si España las conquistó y vivió en ellas tan pacíficamente durante 4 siglos, fue precisa y únicamente por el Religioso, quien en
contacto constante con el filipino supo infiltrar en él sentimientos de veneración y
respeto hacia la madre patria; y tan arraigados vemos estos sentimientos en ese
pueblo, que aun en esta malhadada revolución que concluyó con el dominio de España, podemos decir que ese sentimiento antipatriótico no dominaba en las masas,
sino en ciertos elementos inspirados en ideas de libertad y emancipación, aprendidos, no en las enseñanzas de los religiosos, sino en las de ciertos españoles desleales a su fe y más aún a su propia patria, como vamos a verlo.
II
Todas las revoluciones llevan un sello especial que las distingue y caracteriza,
según el fin que se proponen y los agentes que las agitan y promueven.
La revolución actual del 96 distinguióse de las demás ya citadas, principalmente por su odio sectario y rabioso contra las Corporaciones Religiosas. Si leemos los
manifiestos, las proclamas y aun la prensa revolucionaria de aquella época, veremos que en todos ellos se manifiesta ese sentimiento antirreligioso que rayaba en
odio.
En ninguna otra ocasión se había manifestado tan patente como en esta ese
odio a los Religiosos: si en algunos
S INOPSIS HISTÓRICA
333
otros levantamientos allí ocurridos fue el sentimiento religioso el que soliviantó
aquellas gentes y las exicitó a la rebelión, no fue precisamente por odio a esa Religión, sino por un exceso de ella, mal entendido eso sí, pero del que precisamente
sus promovedores querían aprovecharse para sus fines particulares, que no eran
otros que fundar una religión nueva, y vivir a costa de los crédulos e infelices que a
ella se afiliasen.
M as en esta de que tratamos sucede lo contrario. Sus jefes alardeaban de irreligión: sus Proclamas estaban saturadas de conceptos contra las Corporaciones Religiosas: y la palabra "Fraile" era como el banderín de enganche de aquellas gentes,
que, por otra parte, aparecían, mejor dicho, simulaban ser tan obedientes y sumisas a los Religiosos.
Fenómeno singular que parece envolver contradicción, pero no es así: puesto
que debemos tener presente que los Corifeos de la Revolución no encontraron otro
asilo y excusa mejor y más seguros, ni otro medio más a propósito para despistar
al mismo tiempo la acción fiscalizadora del Gobierno, que poner al Fraile de pantalla, haciéndole creer al Gobierno y diciéndole al pueblo que los Frailes y nadie más
que los Frailes eran los únicos enemigos de Filipinas, y los que se oponían a las
franquicias y libertades que ellos pedían al Gobierno Español, con lo que pretendían hacer creer a las Autoridades que con ellas nada iba, para poder trabajar más a
mansalva en la consecución de sus ideales.
Sabían muy bien los revolucionarios filipinos que la Religión era el lazo más
fuerte que unía al pueblo con la M etrópoli: preciso les era romper ese lazo para
sembrar en ellos ese antagonismo de raza, a fin de obtener su deseada independencia. La Religión Católica enseña la unidad de razas y el mutuo amor entre ellas:
había, pues, que combatir esa Religión, hasta llegar a una separación completa y
absoluta de razas y de pueblos.
Bajo ese aspecto con que los promotores de la Revolución atacaban la sumisión de Filipinas a España, no hay duda que ocultaban los verdaderos fines que les
impelían a la rebelión, que eran bien distintos, como lo afirmó un revolucionario
filipino en las siguientes palabras, que copiamos:
334
P. LICINIO R UIZ
"En virtud de un larga experiencia (escribe en un Diario titulado "El nuevo día," 5
de Octubre de 1900), conocemos perfectamente los filipinos que los blancos por
orgullo de raza, orgullo que se origina sin duda alguna de su preponderancia histórica y política en la edad moderna, muestran bien a las claras el prurito de ejercer
dominio y supremacía sobre la raza de color, tendencia a deprimirla y acumular
sobre ella, sintéticamente y como prueba de superioridad y dominio, achaques a
cual más deprimentes e inexactos. Tampoco se nos oculta que en cuanto a intereses, así políticos como económicos, nunca puede haber verdadera solidaridad
entre los de la M etrópoli y las Colonias, pues, como es constante, resultan intereses encontrados. Y en virtud de estas condiciones arraigadísimas en lo íntimo de
estos pueblos, se defiende y defenderá siempre tenazmente de todo vasallaje,
pugna y pugnará en todo tiempo por moverse en la esfera política con movimiento propio. No era, pues, extraño que en la última etapa de la dominación española
no cupiera el pueblo filipino dentro de aquella Hegemonía, y que por ende las
cañas se convirtiesen en lanzas".
Había, pues, entre los filipinos varios motivos y razones, para ellos poderosos, para desmembrarse de España: pero, repitámoslo una vez más, era a los filipinos muy difícil y muy peligroso dar el golpe y atacar de frente a la Soberanía Española por ese medio, y de ahí esos ataques a los Religiosos, en los cuales, al mismo tiempo que ellos veían no sólo la impunidad, sino también la ayuda que en esta
labor encontrarían en algunos españoles, comprendían también que minaban la autoridad y prestigio de las Corporaciones Religiosas, y, de esa manera, minados ese
prestigio y autoridad, se desmoronaría fácilmente todo el poderío de España en
Filipinas.
Los filipinos fueron en esta cuestión más sagaces que los españoles. M ientras
aquellos discurrían así para socabar el predominio del Fraile, principal sostén del
dominio español, los políticos españoles hacían coro con los filipinos en esa enemiga a los Religiosos, y trataron de desprestigiarles públicamente, diciendo por
boca de uno de ellos: "Que el error más sorprendente que cometió España fué el
entregar Filipinas
S INOPSIS HISTÓRICA
335
a los frailes, para que gobernasen a sus habitantes a la manera feudal; y los envilecieron y fanatizaron con un sistema de gobierno que los mantuvo en la esclavitud".
(Véase "Los desastres de España", por Don M anuel Polo y Peirolón.)
Había varios filipinos prominentes en M adrid y Barcelona, y algunos otros
residían en París: dirigiéronse al Gran M aestre de España Dn. M iguel M orayta
(Pizarro), con quien ya tenían alguna amistad, quien no solamente les escribió atenta y cordialmente, sino que trató con ellos de fundar y propagar la M asonería por
Filipinas.
Esto era lo que precisamente ansiaban los filipinos: tener sus logias donde poder celebrar con plena seguridad sus conferencias, y en ellas laborar con toda impunidad por sus caros ideales.
Porque no se contentaron con ingresar en la M asonería Española los principales instigadores de la Revolución filipina, sino que avanzaron un poco más: desearon tener sus logias propias dentro del Archipiélago, para poder obrar con más
libertad; y esto lo consiguieron muy pronto del Gran M aestre Español, suceso que
celebraron los filipinos con gran regocijo y alborozo, como se ve claramente por un
documento oficial que publicó el Comandante de la Guardia civil, Don Olegario
Díaz. "Por esta época, 1890, —dice— la colonia filipina residente en M adrid,
Honkon y París, en la que figuraban como exaltados separatistas José Rizal, M arcelo H. del Pilar, Graciano López, M ariano Ponce, Antonio y Juan Lerma, Salvador del Rosario, Doroteo Cortés, José Basa, Pedro Giménez, M oisés Salvador,
Galicano Apacible y otros muchos que estaban en inteligencia con elementos revoltosos de M anila, hicieron activas diligencias cerca de Don M iguel Morayta,
Gran M aestre del Oriente Español en M adrid, y con quien sustenan estrechas relaciones, para que se reformasen los Estatutos en el sentido de que pudieran ser
afiliados elementos indígenas, y aún más, crear logias en el Archipiélago de carácter
exclusivamente tagalo, y tener sus conferencias, y por último compromisos de
cierta magnitud decidieron la solicitud a favor de los filipinos, sembrando M orayta
la semilla, cuyo fruto estamos recogiendo hoy".
336
P. LICINIO R UIZ
Esta condescendencia del Gran Oriente Español había de ser, a no tardar mucho, germen de fatales consecuencias. Los filipinos se aprovecharon de ella de tal
modo que bien pronto se fundaron varias Logias, entre ellas las tituladas "Liga Filipina," "Asociación de Filipinos," dirigidas estas dos por Don José Rizal, y la
"Katipunan", presidida por Don M arcelo H. del Pilar, cuyo fin no era otro que
propagar entre el pueblo esas ideas separatistas y antiespañolas, resultando, como
siempre, bajo la oscuridad y misterio con que obra la M asonería, el fin principal
que se proponían, sobre todo, los escritos que, según el dicho del mismo M arcelo
H. del Pilar, habían de estar como entre bastidores, engañando al pueblo, que había
de ser el brazo de acero que ejecutaría sus órdenes.
Que los fines y objeto de los filipinos eran contra todos los Españoles sin distinción de clases, se demuestra bien claramente por ese mismo documento que
arriba citamos del jefe M arcelo H. del Pilar, en el que dice que ellos dirigían los
movimientos activos contra los Españoles, sin distinción de seglares y Religiosos;
si bien estos últimos, los Religiosos, deberían ser los más atacados. Y más claro se
demuetra aún por los mismos documentos del "Katipunan" (Asociación o Reunión), que transcribimos a continuación, como documentos únicos e históricos que
son, y que dan mucha luz al asunto de que tratamos.
Al entrar en la M asonería se le exige al neófito un juramento de observar las
leyes u órdenes a que se ajusta dicha Sociedad. Veamos cuál era el juramento prestado por los filipinos al ingresar en la logia "Katipunan".
"Sociedad R. R. R. N. M . A. P. B. N. N. A. N. B. –Yo declaro que con motivo
de mi entrada N. R. R. R. de los A. N. B. he prestado mi juramento solemne por el
pueblo donde nací, y en presencia de un Superior de la Junta de este "Katipunan,"
para acabar con todo lo que se pueda y hasta con lo que me sea más caro y de
aprecio en esta vida, y defender la causa hasta vencer o morir. Y, en verdad de esto, juro también obedecer en todo y seguir a la pelea y donde me manden. Y, como
verdad de lo dicho, pongo mi nombre verdadero con la sangre de mis venas al pie
de esta declaración".
S INOPSIS HISTÓRICA
337
Todavía hacían un segundo juramento mucho más claro y expresivo, como se
ve por las preguntas que el presidente hacía al novicio o recipiendario que ingresaba en dicha Asociación. "¿Juras ser acero, le decían, como el que tienes en la mano,
y no doblegarte a las exigencias de los que nos oprimen y no dejan trabajar en pro
de la Independencia de tu Patria esclava? ¿Juras no tener padre ni madre, ni mujer,
ni hijos, ni pariente alguno, sino esta arma vengadora que dormirá y vivirá contigo?" Y rodeando al neófito de armas blancas, le decían: "He aquí tu familia, tu único trabajo, que te dará la vida, y te abrirá los ojos para el bien del país".
Que este juramento de exterminio, hecho por los que ingresaban en cualquiera
de las logias filipinas, comprendía no sólo a los Frailes, sino a todos los Españoles,
demuéstrase igualmente no sólo por aquellas palabras del juramento que decían:
"Estas vendas que han tapado vuestros ojos, os dan a conocer la estupidez y triste
estado de vuestra esclarecida raza a causa de su torpe y absurdo vasallaje", sino
también por las mismas cartas de los Jefes revolucionarios, Rizal y M arcelo H. del
Pilar, Graciano López, Juan Zabala y M arciano Cortés, cartas que fueron entregadas por el Sr. Comandante de la Veterana, Don Olegario Díaz, al Sr. Don Francisco
Orive, Juez Instructor, y que obran en la "memoria" que el citado Comandante
remitió a los M inistros de la Guerra y de M arina.
Es verdad que las Logias fueron como el foco que propagó en poco tiempo
por todos los pueblos de Filipinas esas ideas separatistas: en ellas los jefes se reunían y discutían con entera libertad sobre los medios más conducentes a su fin, y
daban las instrucciones necesarias que se habían de observar, para cuando llegase el
momento supremo, el día de la ira y de la venganza. Allí eran libres y estaban seguros; pues la impunidad de la M asonería les amparaba y protegía. No obstante esta
impunidad y la libertad de asilo de que gozaban, procedieron en todo con suma
cautela; sobre todo, en sus relaciones con los Españoles. Su política para con estos
fue una política solapada e hipócrita.
El socio masón Dn. M ariano Balisón, perteneciente al
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P. LICINIO R UIZ
"venerado Katipunan Sur," en una Junta presidida por Dn. Augusto –Tan–
toko en el año 1896, propuso esa política solapada en estos términos: que
"siendo uno de los fines principales de la Asociación no dejar ningún Kastila
(español) vivo, convenía sobre manera asimilarnos con esos "barbudos", a fin
de despacharlos con más seguridad y prontitud, llegado el momento de dar el
grito de independencia". Otro socio, Dn. Gervasio Tan-toko, dijo que sobre
todo con los Frailes había que ser muy cautos, y proceder con cierta contemplación, aun cuando para ello tuviesen que sacrificar algún tanto sus bolsillos
en M isas, regalos, etc.
Dispuestos a aclarar bien este punto sobre los fines de la M asonería Filipina,
vamos a copiar los puntos que la Comisión Ejecutiva de la S. G. A. D. M . G. R.
Log.-hint enviaba a los Venerables M aestros en Circular fechada en M anila a 12 de
Junio de 1896, firmada por el Presidente de la Comisión Ejecutiva, el Gran M aestre "Bolibar".
He aquí el texto y los puntos que abarca: Después de nuestra Circular de 24
de M ayo último parecería recordaros ahora el más exacto cumplimiento de aquellos puntos que la misma abarca, los cuales fueron aprobados por la gran Asamblea
celebrada el 15 del mismo mes, pero, no obstante, como se haya asegurado el triunfo de nuestra Causa y toda previsión es poca en los actuales momentos, nos ha
parecido muy del caso dirigiros esta otra Circular, para fijar más constantemente
los puntos que han de ser objeto de nuestro más exacto cumplimiento.
1.o Los Triángulos llevarán a cabo extrictamente todas y cada una de las disposiciones dictadas por sus respectivos Presidentes y H. H. honorarios, no dejando de observar las más pequeñas e insignificantes, pues, aunque no lo parezca a
nuestro Ven. H., todas son de gran trascendencia. La omisión más pequeña en esas
disposiciones puede perjudicar en gran manera a nuestros ideales, fruto de muchos
años de constancia y esperanza de seguro triunfo.
2.o Una vez dada la señal convenida, el H.: 2. Sep. Rada cumplirá con su deber
que esta G. R. Log.: le ha impuesto sin consideraciones de ningún género, ni parentesco, amistad, gratitud, etc.
S INOPSIS HISTÓRICA
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3.o Los que por debilidad, cobardía u otras consideraciones no cumplan con
su deber, ya saben el tremendo castigo en que incurren por deslealtad y desobediencia a esta G. H. que será inexorable con ellos.
4.o Dado el golpe contra el Cap. General y demás Autoridades esp.: los leales
atacarán los Conventos y degollarán a sus infames habitadores, respetando las riquezas en ellos contenidas, de las cuales se incautarán los Comisionados nombrados al efecto por esta G. R. Log.: sin que sea lícito a ninguno de nuestros H. H.:
coger de lo que justamente pertenece el Tesoro de G. N. R.
5.o El que contraviniere a lo dispuesto en el párrafo anterior será tenido por
malhechor y sujeto a castigo ejemplar por esta Gr. R. Log.:
6.o Al siguiente día los H. H.: que están destinados, darán sepultura a todos
los cadáveres de los odiosos opresores en el Campo de Bagumbayan, así como a
los de sus mujeres e hijos, en cuyo sitio será levantado más adelante un M onumento conmemorativo de la Independencia de la Gr. N. R.
7.o Los Cadáveres de los Frailes no deben ser enterrados, sino quemados en
justo pago a las felonías que en vida cometieron contra los nobles filipinos durante
los tres siglos de nefanda dominación. Y entre tanto llega el día de nuestra gran
redención, esta Comisión Ejecutiva irá dando la parte segura que todos habemos de
imponernos en presencia de los acontecimientos, a fin de que ninguno de nuestros
H. H.: pueda llamarse mal advertido. En la Gr.: R.: de M anila, a 12 de Junio de
1896, la primera de la tan deseada Independencia de Filipinas. –Presidente de la
Comisión Ejecutiva. –Bolibar. –El Gran M aestre adjunto. Giordano Bruno. –Gr.
Secrt. Galileo"1.
Así se laboraba en Filipinas contra España. Las logias M asónicas fueron las
que iniciaron y propagaron por todas partes esa saña y odio contra la M adre Patria, y a pesar del silencio y del recato en el obrar de los masones filipinos,
1
Documento tomado de un libro manuscrito del R. P. Fr. Fernando Hernández del Pilar, Recoleto, que se conserva en el Archivo de Manila.
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P. LICINIO R UIZ
o sea, no obstante aquella política solapada y artera de que hemos hablado, había
españoles sabedores y enterados de todo, y sin embargo nada hicieron para contrarrestar esa propaganda, si bien hubo algunos que la delataron a los jefes de España
con alguna anticipación a los sucesos.
El Gran Oriente Nacional de España no era ajeno a estos manejos y además
conocía muy bien las ideas e intenciones de los masones filipinos. En el Proceso
que se instruyó por el Sr. Juez de M adrid, López de Saa, en uno de los Considerandos dice que "el Gran Oriente Nacional de España tenía conocimiento de los
trabajos revolucionarios que el H.: Villarreal, Venerable de la Logia "Patria", autorizado por el dicho Gran Oriente Nacional de España en 1896, venía realizando
para reclutar gente y buscar apoyo en el Japón para atentar contra España", como
sabían los Sres. Puga y Pantoja, director del "Diario de Sesiones" el primero, y
Relator del Tribunal Supremo, el segundo: y que el Gran Oriente Nacional en
competencia con el Sr. M orayta, Gran Oriente Español, eran los que coadyubaban
en los trabajos de propaganda para la rebelión, como consta del Proceso contra
ellos instruido, y del que hacemos mención.
En varias ocasiones el español Don. José M artín y M artín (H.: Córdoba), Venerable M aestro de la Logia "Crisálida", dio a conocer los designios de Faustino
Villarreal, (H.: Han) de ir al Japón y recabar el auxilio de aquella nación para hacerse los filipinos independientes; una fue en el año 1895, escribiendo al gran Oriente
Nacional José M aría Pantoja, y otra al Sr. Puga, Gran Secretario Nacional, en el
año 1896 el día 14 de M ayo.
Constan asimismo, en documento que tenemos a la vista, las amistosas ralaciones que sostenía el Jefe de la M asonería Española, Don M iguel M orayta, con
los principales Jefes de la M asonería Filipina; relaciones que no eran sólo de pura
amistad y cortesía, sino de comunidad e identidad de ideas y principios, y por
consigiente fue este Señor M orayta uno de los principales instigadores de la Revolución Filipina. En 20 de M arzo de 1890 escribía el Sr. M orayta a Don M arcelo H.
del Pilar, Delegado en M adrid de la Logia filipina "M odestia": "Diga usted a los
amigos con toda la
S INOPSIS HISTÓRICA
341
necesaria energía que las cosas han llegado al punto de sernos indispensable su
concurso y que la Asociación ha tomado tal importancia que, si la suerte nos favorece un poco, formaremos un núcleo de opinión invencible.
Yo no me atrevo a creer haya filipinos pesimistas. ¿Qué pueden ganar, retrayéndose al rincón de su casa? Después de todo, conviene no olvidar que los
pueblos, como los hombres, se redimen a sí misros a fuerza de sacrificios. Cuba y
Puerto-Rico, antes de ser reconocidas como Provincias, por haberse llevado allí la
vida moderna impuesta en las leyes liberales, gastaron millones en periódicos,
propaganda y asociaciones, para abolir la esclavitud y las mil zarandajas innecesarias, para abrir las puertas de las casas de los hombres públicos de primera nota.
¿Qué ha hecho Filipinas para redimirse? ¿Qué pruebas de vitalidad ha dado? ¿Qué
periódicos paga? ¿Qué asociaciones sostiene?"1 Como se ve por esta carta, esto era
un verdadero incentivo a la revolución; y si no, que se demuestre lo contrario.
Bien aprovecharon los filipinos estas lecciones del Jefe de la Masonería Española, Sr. M orayta, pues respecto a Asociaciones masónicas, escribe el Sr. Sastrón
en su libro titulado "La Insurrección en Filipinas" tom. 1.o pag. 118, las había en
todo el Archipiélago. Hasta el sexo femenino formaba también entre los sectarios
de la M asonería, pues el día 18 de Julio de 1893, la briosa filipina que lleva el
nombre simbólico de H.: "M inerva" es la primera masona filipina iniciadora y fundadora de la Respt.: Cam.: del Jardín del Edén, denominada "Semilla", no. 8 del
Gran Oriente Español.
En M adrid y Barcelona residían varios filipinos prominentes, pertenecientes a
la "Asociación Hispano Filipina", periódico netamente antiespañol, que llegaba a
casi todos los hogares filipinos, sin que las Autoridades Españolas hiciesen nada o
muy poco para impedir esa propaganda: así que no es de extrañar que esas ideas
tomasen tanto incremento,
1
Del citado manuscrito del R. P. Fr. Fernando Hernández del Pilar.
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P. LICINIO R UIZ
que ya en el año 1895 hubiese fuera de M anila más de cincuenta mil adeptos
(50,000).
Como no es nuestro intento seguir paso a paso todo el proceso de la Revolución, sino solamente aducir las pruebas acerca de quiénes fueron los principales
instigadores de esa misma Revolución, y aclarar ciertas nebulosidades con que algunos escritores quisieron involucrar la Historia, culpando a las Corporaciones
Religiosas de ser la causa de aquel trastorno, me parece que basta lo dicho para que
cualquiera que lea con imparcialidad vea que, no los Frailes, sino los Españoles
renegados, hijos espurios de la noble España, socios de la M asonería, verdadero
centro de maldades y felonías, la M asonería en una palabra fue la principal instigadora de los luctuosos acontecimientos que sembraron de sangre el suelo filipino, y
que arrebataron a España el último florón de la corona, el último pedazo de tierra
que le quedaba de su antiguo poderío.
Queremos ser consecuentes y, por consiguiente, debemos decir que creemos,
como dijimos al principio, que las causas que influyen en sucesos de esta índole
son muy complejas, y que es difícil determinar cuál sea la que más notoriamente
haya ejercido peculiar influencia: que una porción de casos y cosas que se suceden
un día tras otro, a veces sin importancia notoria al parecer, van aglomerándose poco a poco, sembrando el rencor, el descontento, la indisciplina, hasta que, por
último, viene la violencia para repeler estos agravios, y así, y no de otra manera, se
han formado todas esas tempestades que se han desencadenado contra los pueblos
dominadores.
Pero, aunque no atribuyamos a la M asonería el ser la causante precisamente
de todos aquellos males que nos trajo la Revolución Filipina, debemos decir, y lo
decimos, que la M asonería Epañola fue la que principalmente preparó el éxito de la
Revolución, facilitando a los filipinos todos los medios, para que estos pudieran
preparar y realizar aquella obra nefasta. Baldón eterno para la M asonería Española
y para España, esto es, para el Gobierno Español, que no supo, mejor aún, que no
quiso vigilar e impedir esos movimientos revolucionarios y separatistas, y después
ya
S INOPSIS HISTÓRICA
343
no pudo reprimir y evitar los efectos de aquella organización, que se había formado
ante sus ojos sin protesta de ninguna clase.
Contrasta esta conducta de la M asonería Española con la que observaron todas las personas de orden y, sobre todo, las Corporaciones Religiosas, quienes en
documento público denunciaron a la Nación Española los manejos de la M asonería, manejos que tendían al separatismo y a la independencia: esta denuncia muy
bien pudo ser motivo de que más tarde se viesen ciertas animosidades contra las
Corporaciones Religiosas, si bien nosotros somos de opinión de que no esas denuncias, sino el odio que la M asonería sabe infundir en sus adeptos hacia los Religiosos, fue la causa de aquellas matanzas y de aquella persecución que hubo contra
los Curas Frailes; pues el pueblo, el verdadero pueblo, los amaba y respetaba, como tendremos ocasión de verlo en esta reseña más adelante, cuando relatemos esos
sucesos de la Revolución, y como se vio además, cuando, una vez terminada esta
misma Revolución, esos mismos pueblos pidieron con vivas instancias la vuelta de
sus Curas Frailes a sus respectivos pueblos.
Queda dicho cómo la idea separatista iba tomando incremento y propagándose
por todos los pueblos del Archipiélago, muy en especial por los pueblos limítrofes
a M anila.
Públicos y notorios eran los trabajos realizados por los jefes de la Revolución.
El mismo Gobierno de España sabía muy bien que se laboraba en M adrid y en
Barcelona, que en Filipinas se había propagado por todas partes la idea, y que iba
tomando el asunto caracteres alarmantes. El Sr. Arzobispo de M anila lo denunciaba públicamente: las Corporaciones Religiosas lo hacían saber a Su M ajestad el
Rey de España; y, algunos meses antes que estallara la Revolución, varios Curas
Párrocos denunciaban al Sr. Gobernador General de Filipinas la anómala situación,
y cómo habían observado en sus respectivos pueblos una indisciplina y una falta
de respeto a todo lo español, que ellos, los
344
P. LICINIO R UIZ
Curas Párrocos traducían, y con razón, en odio y rencor a la causa de España.
M as nuestras Gobernantes, que siempre han sido lo mismo, ineptos para reprimir todo intento contra la Nación, sobre todo, de propaganda, que era sin duda
alguna para conspirar contra España y organizar la Revolución, el arma más eficaz
de que se valían los separatistas filipinos, no hicieron nada que pudiese atajar el
mal en su principio: y así la idea fue propagándose, de modo que en el año 1896
los jefes revolucionarios filipinos creyeron llegado ya el momento oportuno de dar
el grito contra España, como efectivamente se dio el día 26 de Agosto de 1896 por
el Jefe del "Katipunan", Andrés Bonifacio, apareciendo en aquel día las primeras
Partidas. En la Historia se conoce este hecho con el nombre de "El Grito de Balintawac".
Ni éste es el momento oportuno, ni somos nosotros los llamados a depurar
responsabilidades sobre la Revolución Filipina: pero, a fuer de historiadores veraces y sinceros, no podemos menos, al discutir y tratar de este malhadado asunto,
de cargar y atribuir la mayor parte de la culpa a nuestros gobiernos que, sabedores
de la realidad, no tuvieron valor para desautorizar y no permitir en Filipinas las
Sociedades Secretas, foco de separatismo, ni aun siquiera para reprimir aquella
Prensa antiespañola, que se hacía y trabajaba en la mistra España, casi ante sus
mismos ojos.
Por eso juzgamos tardíos y estériles, cuando no hipócritas, aquellos aspavientos de extrañeza del Gobierno Español, cuando el Sr. Gobernador General de Filipinas, Don Ramón Blanco y Arenas, M arqués de Peñaplata, telegrafiaba a España
haber descubierto una vasta conspiración, como juzgamos igualmente ridículos
ciertos alardes de patriotismo quijotesco, que hubo en el Congreso de los Diputados de M adrid, al recibir la infausta noticia del levantamiento filipino.
Algunos, al menos de los que entonces formaban el Gobierno Español presidido por Don Práxedes M ateo Sagasta, debían y tenían que estar enterados, y lo
estaban perfectamente de todo lo que se tramaba y se hacía en Filipinas; y más
todavía, de ciertas negociaciones que se hacían entre
S INOPSIS HISTÓRICA
345
los revolucionarios filipinos y los Estados Unidos de Norte-América. ¿A qué,
pues, mostrar esa extrañeza, como si la noticia les cogiera de sorpresa?
Traemos esto a colación, porque, como hemos dicho arriba, la Masonería Española fue una de las principales causantes de aquel desastre; y de esa M asonería
formaba parte, si no todo el Gobierno Español, al menos gran parte de él, y sin
embargo se siguió trabajando contra España. Sobre ese Gobierno, pues, y sobre la
M asonería Española debe recaer el fallo de la justicia. Sean para ellos nuestras censuras: no para otros elementos, cuya actuación sólo ha merecido elogios.
Séanos permitido antes de comenzar la historia de los fatales acontecimiento
del año 1896, que tantas páginas de luto trajo para la Historia de nuestra Recolección, hacer una pequeña aclaración; y es que al anatematizar esos sucesos, y los
atropellos y crímenes que durante ellos se cometieron, no es que con ellos queramos deprimir ni rebajar a la Nación o Región en que se cometieron; nada de eso.
Los defectos de unos cuantos en nada afectan a la comunidad de que se compone la
Nación o Región: además, que las revoluciones en todas partes llevan ese cortejo
de excesos y violencias, muy reprobables y dignos de censuras. Vayan estas palabras por delante, porque está muy lejos de nuestro ánimo el censurar y ofender al
pueblo filipino, al que no sólo lo consideramos digno de mejor suerte, sino hasta de
nuestra estima, pues en medio de sus excesos dio pruebas bien elocuentes de su
grandeza de ánimo y de afecto sincero hacia los que solamente favores les habían
hecho.
Volvamos a nuestro asunto. El día 26 de Agosto de 1896 el inquieto y fogoso
Andrés Bonifacio, Jefe del "Katipunan", no obstante la opinión contraria de prominentes filipinos, entre ellos, Don José Rizal, dio el grito de rebelión contra España, y en aquel mismo día se vieron por el pueblo de Caloocan y otros cercanos a
M anila partidas de insurrectos armados de bolos y algunos fusiles, partidas que
luego fueron engrosando y creciendo por las Provincias de Cavite y Bulacán.
La noticia de este levantamiento, aunque confusa, corrió
346
P. LICINIO R UIZ
con la velocidad del rayo por todos aquellos pueblos, sin que nadie pudiese explicarse de una manera clara de lo que se trataba. El alzamiento de Andrés Bonifacio,
sea por prematuro o por lo que fuere, fue bastante limitado: de ahí que en pueblos
muy próximos relativamente al de Caloocan, que fue donde se inició el movimiento, no se tenían más que vagas noticias de él; de modo que apenas podían orientarse los que debían tener interés en saberlo, y a esa incertidumbre y vaguedad se debe el que a los pocos días, habiendo asaltado los revolucionarios Casa-Hacienda de
Imus, perdiesen la vida los Padres y Hermanos que en la citada Casa-Hacienda
moraban.
Dista la dicha Casa-Hacienda unos veinte kilómetros de la Ciudad de M anila,
y, no obstante su proximidad, no se enteraron del dicho levantamiento hasta el día
2. Un periódico, llegado allí por casualidad, daba noticia de él. Como es natural, la
sorpresa fue muy grande y nada grata, pues, dada la proximidad al campo insurrecto, podía temer que de un momento a otro se insurreccionasen Imus, Bacoor, Cavite y demás pueblos circunvecinos; tanto más, cuanto sabían muy bien estos eran
pueblos abocados para la Revolución. El peligro era inminente, y así lo comprendió el R. Padre Hacendero.
M as antes de narrar esos sucesos, vamos a dar una breve noticia de la CasaHacienda y de los Religiosos que en ella moraban. Estaba enclavada la CasaHacienda en la jurisdicción del pueblo de Imus, perteneciente a la Provincia de Cavite y algún tanto separada de la Casa-Parroquial del pueblo dicho. Era un espacioso edificio de regulares proporciones y de sólida construcción, como destinado que
era para vivienda del Padre Encargado de la Hacienda que allí poseía nuestra Corporación y de varios Hermanos Legos que cuidaban de los campos y atendían a su
cultivo. La Hacienda consistía en una vasta extensión de terreno, comprada por
nuestros primeros Padres, con el objeto de atender y subvenir a los muchísimos
gastos que originaban las M isiones. Dividida, digámoslo así, en lotes, cada lote era
trabajado por un colono, quien tributaba a la Casa-Hacienda un pequeño Canon o
tributo. Este
S INOPSIS HISTÓRICA
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canon era verdaderamente exiguo: prueba de ello, que, no obstante ser la Hacienda
bastante extensa y muy fértil, apenas llegaban sus réditos para el sostenimiento de
nuestros Colegios de España. Y, a pesar de ello, ese mismo reducido canon excitó
la codicia de los colonos, quienes más de una vez desearon alzarse con la propiedad de dichas tierras.
A la sazón estaba al frente de la Hacienda el R. P. Fr. Juan Herrero del Amor
Hermoso, y, en su compañía, los Hermanos Legos Fr. Bernardo Angós del Corazón de M aría, Fr. Jorge Zueco del Rosario, Fr. Román Caballero de la Virgen del
Plú, Fr. Dámaso Goñi del Plú, y Fr. Victoriano López de la V. del Plú. El Cura
Párroco del pueblo de Imus era el R. P. Ex-Provincial Fr. José M aría Learte del
Carmen.
El día 28 de Agosto, festividad de Ntro. P. San Agustín, fue cuando el P.
Hacendero Fr. Juan Herrero tuvo las primeras noticias de la insurrección por un
periódico de M anila, que, al dar cuenta de ella, añadía haberse tomado todas las
precauciones y medidas necesarias para reprimirla e impedir se propagase a otros
puntos. No obstante esta seguridad que prometía el parte Oficial, el P. Juan avisó
y comunicó la noticia a los Hermanos Fr. Luis Garbayo del Carmen y Fr. Julián
Umbón del Sagrado Corazón de Jesús, que estaban en la Hacienda de Salitrán: y a
los Hermanos Hilario Bernal de la Purísima Concepción y Fr. Ángel M orrás de la
Purísima Concepción, que residían en la Hacienda de San Nicolás, jurisdicción del
pueblo de Bacoor, provincia de Cavite, inmediato y colindante con el pueblo de
Imus.
El día 29 Ntro. P. Provincial Fr. Andrés Ferrero de San José le decía en carta al
P. Hacendero no ser nada exacta la noticia que daban los periódicos, sino que, por
el contrario, la Revolución se extendía y que, por consiguiente, tuviesen mucho
cuidado.
El P. Juan consultó el caso con el P. José M aría Learte, y ambos convinieron
en que se avisase por escrito a los Hermanos Legos de Salitrán y San Nicolás, ordenándoles que fuesen a Imus, y así estar todos reunidos por lo que
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P. LICINIO R UIZ
pudiera ocurrir, y listos y preparados todos para las medidas que se tomasen.
Ya los rumores de que la Revolución iba tomando incremento, y extendiéndose
cada vez más, llegaron más claros a sus oídos; ya tenían noticias de que en el Barrio de Bucol había una partida de diez y siete hombres, así como también se enteraron al mismo tiempo que cinco o seis individuos, de los más significados de Imus
por sus ideas separatistas, habían desaparecido del pueblo, lo cual confirmaba y
aumentaba sus temores.
Hallábase aquel día en la Casa-Hacienda de Imus el H.o Fr. Ángel M orrás,
quien al comunicarle el P. Hacendero la orden de que fuese a San Nicolás, cerrase la
Casa, y se volviera a Imus con el H.o Fr. Hilario Bernal, aquel le hizo la observación de que era más prudente el que siguiesen allá, hasta ver en qué paraba todo
aquello, para evitar sospechas entre los revolucionarios: y así fué; pues, habiendo
vuelto a San Nicolás el H.o Ángel, se quedó allá con el H.o Hilario, por cuyo motivo se salvaron de una muerte cierta, como después veremos. Quedaron, pues, en la
Casa-Hacienda de Imus los que de ordinario tenían su residencia en ella, de los cuales ya hemos hecho mención.
Cuando así estaban todos cavilando y comentando los sucesos, llegó a la CasaHacienda el Teniente de la Guardia Civil, Sr. Chacón, destinado en Imus, quien
corroboró las noticias que ya se tenían de la Revolución, lamentándose al mismo
tiempo de la mal entendida prudencia del Gobernador Civil Sr. Farge, que no le
había autorizado para prender a los más gnificados separatistas, como era su deseo: y tanto el Teniente como los Padres juzgaron conveniente el acuerdo tomado
de reunirse todos en la Casa-Hacienda de Imus, y allí esperar los acontecimientos.
En efecto: allí se reunieron además de los Padres y el Teniente Chacón, el Cabo español Juan Pérez con cuatro números, el Teniente de Cuadrilleros, Domingo
Lácson, Isabelo del Rosario, filipinos los dos, y la servidumbre de la CasaHacienda.
Llegó el lunes, 31 de Agosto, y como si los revolucionarios hubiesen preferido
la oscuridad para revestir de
S INOPSIS HISTÓRICA
349
colores más siniestros el crimen que iban a cometer, comenzaron a las ocho de la
noche el ataque a nuestra Casa-Hacienda, noche terrible para aquellos pobres prisioneros. Los insurrectos prendieron fuego a uno de los Camarines que muy cerca
de la Casa-Hacienda estaba; y al resplandor de las llamas vieron los sitiados multitudes inmensas de gentes levantiscas, que tenían cercada por todas partes la CasaHacienda. La mayor parte llevaba bolos, o sea, los cuchillos, especie de machete de
hoja ancha, con buen corte, y punta afilada que se usa en el país.
Ante aquel espectáculo, capaz de amedrentar al más valiente, los pobre sitiados no se acobardaron; sino muy al contrario, viéndose perdidos, juzgaron más
digno y honroso defenderse hasta última hora, y defender con tesón el pabellón
español, por lo que se dispusieron a vender caras sus vidas.
Dispusiéronse todos para bien morir, y cada cual, Religiosos y paisanos, armados de rifles, fueron a ocupar cada uno su puesto y defender la Casa lo mejor
posible. El P. José M . Learte, muy anciano, y los Hemanos Román y Jorge, mientras los otros se defendían, permanecían de rodillas, pidiendo a Dios nuestro Señor
y a su M adre Santísima protección para sus vidas, ofreciéndose al mismo tiempo
en holocausto por sus Hermanos, que tan en peligro se hallaban.
Al poco tiempo no se oía otra cosa que alaridos y gritos que deben los insurrectos, ebrios de venganza, capitaneados por el célebre y famoso Emilio Aguinaldo, y los tiros de fusil que ambos bandos disparaban, si bien los insurrectos disponían de muy pocos.
Así iban pasando las horas de aquella triste noche, defendiéndose los nuestros
con ardor y valentía, sin que decayese ni en un ápice el valor de su ánimo y sin que
los enemigos lograran acercarse a los muros de la Casa. M as a las nueve de la mañana del día siguiente, primero de Septiembre, el teniente Sr. Chacón viendo quizás
lo inútil de la defensa, aconsejó a los Padres lo conveniente que sería para poder
mejor salvar sus vidas hacer una retirada, a cuya petición en un principio se opusieron todos
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P. LICINIO R UIZ
los Religiosos, que estaban dispuestos a morir, antes que abandonar sus puestos.
M as tanto insistió el Sr. Chacón, y tales debieron ser sus razones o sus súplicas, que al fín accedieron los nuestros, y se dispusieron a salir de la CasaHacienda, excepto el Hermano Fr. Román Caballero, ya bastante anciano, quien
prefirió la muerte, antes que abandonar aquella Casa que tanto amaba. De nada
valieron las instancias y ruegos que le hicieron, para que el bendito Hermano les
acompañase: y viendo los Padres que ya todo estaba perdido y que no había remedio humano en aquella angustiosa situación en que se encontraban, encomendándolo todo a Dios, nuestro Señor, y despidiéndose con lágrimas de su querido Hermano Fr. Román Caballero de la V. del Plú, que se quedó en la Casa-Hacienda, donde
tantos años había vivido y trabajado mucho, salieron todos, y abandonaron definitivamente la Casa-Hacienda de Imus.
¡Triste peregrinación, la emprendida por aquellos buenos Religiosos! Achacosos y ancianos algunos de ellos, caminando por sendas y vericuetos desconocidos
para ellos, huyendo despavoridos ante el terror de ser sorprendidos y caer en alguna emboscada que les quitase la vida de un momento a otro, y sin saber cuál sería
su destino final.
Al principio salieron bien en su intento. Ni un filipino insurrecto encontraron
en todo el trayecto que hay desde la Casa-Hacienda hasta las primeras sementeras
del pueblo de Bacoor. Caminaban todos ellos por la nueva carretera, y cuando ya
creían que habían salvado la principal dificultad, he aquí que un grupo de insurrectos que estaban en acecho por aquellas inmediaciones, se arrojó sobre ellos con
bolo en mano, cual hienas sedientas de sangre, y sin consideración ni respeto alguno al Hábito Religioso ni a la dignidad sacerdotal de los dos venerables Padres, en
un momento concluyeron con todos los Religiosos a bolazos, cuyo único pecado
era las innumerables obras buenas que con ellos habían siempre realizado. ¡Sangre
inocente derramada por el cumplimiento de sus deberes cristianos y religiosos por
espacio de muchísimos años! Así se cebaron aquellas fieras en nuestros pobres
S INOPSIS HISTÓRICA
351
Religiosos, mezclando todavía, con la crueldad y la fiereza, la chanzoneta y la burla, realzando de esta manera más y más su salvajismo.
"M e contaron", dice el Hermano Fr. Angel M orrás, quien algún tiempo después de estos sucesos recorrió aquellos lugares y recogió varias noticias referentes
a estos sucesos, que coleccionó en un cuadernito o M emoria de la que nosotros
hemos tomado todos estos datos, me contaron, que mientras martirizaban al Ven.
P. José Learte bárbaramente, decían los bandidos aquellos, "Predica ahora, predica,
predica". Horrible sacrilegio digno de eterna execración.
Terminemos el relato de aquellos sucesos.
Dice la citada M emoria que los Hermanos Jorge, Bernardo y Román eran los
que estaban presentes, cuando asesinaron a los dos Padres. Noticias verídicas,
posteriormente adquiridas, nos confirman en la creencia le que no fue el hermano
Román sino el Hermano Victoriano el que se encontraba en el lugar del suceso.
Dichos tres Hermanos al ver que asesinaban a los Padres, huyeron atemorizados:
mas los insurrectos los persiguieron en su fuga, y habiéndolos alcanzado cerca de
un puente que allí había, los asesinaron también arrojando sus cadáveres al río,
sobre cuyas aguas estuvieron flotando dos o tres días, según declararon algunos
testigos, sin que después se haya sabido más de ellos.
El cuerpo del P. Juan Herrero, trasladado por orden de una piadosa mujer llamada Baltasara Lácson, hermana del Teniente de Cuadrilleros que murió juntamente con los Padres, recibió sepultura en el cementerio viejo de Imus. Del R. P. Fr.
José M aría Learte ha habido varias versiones: mientras el Sacristán de la Parroquia
de Imus juraba que había sido enterrado en el mismo cementerio, y junto al cadáver
del P. Juan, otros muchos decían que no: preguntado sobre el particular el P. Justo
Latorre, muy amigo del P. Learte, y Coadjutor que era entonces de la Parroquia de
M aragondón, contestó que, habiendo él mismo ido a Imus a los tres días de haber
sido asesinado el citado P. José M aría, al preguntar él por el P. Learte,
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P. LICINIO R UIZ
le dijeron que había sido arrojado al río, y que después, recogido del río, había sido
enterrado en el término denominado Lahuí, jurisdicción de Cavite Viejo.
Respecto al Hermano Dámaso Goñi de la V. del Plú vamos a relatar lo que se
ha podido saber. Este buen Hermano estuvo escondido en la alcantarilla que desaguaba en el baño de la Casa-Hacienda. Allí lo encontraron dos piadosas mujeres,
llamadas Baltasara Lácson y Crisanta Encarnación. Deseosas estas buenas mujeres
de salvar la vida del Hermano, quisieron mandarle ropas de mujer, para que disfrazado con ellas pudiera huir: pero faltas de valor para llevarle las ropas ellas mismas, y no encontrando quien les hiciese ese favor, tuvo que seguir en el mismo
escondite. Sorprendido en él por los insurrectos, lo mataron allá mismo. El Hermano Román, que era otro de los que se habían quedado en casa, al oír los gritos de
los insurrectos que entraban en ella, salió a su encuentro, ofreciéndose sin resistencia alguna al sacrificio. Nada impresionó a aquellos malvados tal rasgo de heroísmo
del anciano Hermano: por aquel momento ningún caso hicieron de él: mas por la
tarde lo fusilaron.
Víctimas de esa misma tragedia fueron los Hermanos Fr. Luis Garbayo del
Carmen y Fr. Julián Umbón del Corazón de Jesús que cuidaban de la casa de Salitrán, situada a poca distancia de la hacienda de Imus. Desde que tuvieron noticias
de la insurrección, vivían en continuo sobresalto, esperando el resultado de aquellos sucesos.
Un día y otro mandaban despachos, para enterarse de la situación en que se
encontraban los Padres de Imus; y en esa incertidumbre de noticias que les llegaban, pasaron dos días más. Pero, cuando ya supieron que los insurrectos habían
atacado la Casa-Hacienda de Imus y que por tanto corrían gran peligro, determinaron huir hacia el pueblo inmediato de Dasmaniñas, para reunirse allí con el R. P.
Fr. Toribio M ateo del Carmen, Cura Párroco del mismo.
Así lo hicieron, reuniéndose los tres, y luego marcharon juntos hacia el pueblo
de Silang medio escondidos, para pasar inadvertidos de la gente, pero al poco
tiempo, al pasar por el barrio de Sampalok, se encontraron con una partida
S INOPSIS HISTÓRICA
353
de Revolucionarios que venían de Imus, y sin darles más tiempo que el necesario
para ser absueltos los Hermanos por el citado P. Toribio, los tres cayeron al suelo,
acribillados a bolazos por aquellas turbas. Allí mismo, en el barrio de Sampalok,
en que tuvo lugar tan nefando crimen, fueron enterrados.
Estas son las primeras víctimas que la Recolección ofreció a Dios N. S. en
aquella malhadada revolución. La Provincia de Cavite, que tan serios disgustos
había causado a nuestros Padres, cuando obligados, por la cesión de nuestros Curatos a los PR Jesuitas en M indanao, a tomar los que a cambio de aquellos se nos
ofrecieron en esta provincia, terminaba ahora de satisfacer sus odios y rencores,
vengándose bárbaramente en personas que no tenían otra falta, sino la de la obediencia a Superiores mandatos. La justicia divina se encargará de vengar tamaños
sacrilegios.
Justo es que nosotros consagremos algunas líneas para perpetuar la memoria
de aquellos Héroes, Hermanos de otros muchos Religiosos Recoletos que en aquella tierra han vertido su sangre por Dios y por la Patria.
M. R. P. FR. JOSÉ M ARÍA LEARTE DEL CARMEN
Era el P. Learte un anciano venerable que contaba sesenta y cinco años de
edad, cuando murió. Después de haber sido Párroco varios años en la Provincia de
Zambales y haber desempeñado el honroso Cargo de Prior de M anila, por sus virtudes y méritos fue elevado a la primera dignidad de la Provincia, rigiéndola con
sabias y prudentes leyes, como puede verse en los libros originales del Archivo.
En todos cuantos Cargos ejerció, sobre todo, en la Cura de almas, distiguióse
por su amabilidad de carácter y verdadero celo apostólico, con el que trabajaba sin
cesar, ya con sus consejos y predicación, ya editando libros de piedad, como el
"Catecismo" en lengua Zambaleña, el "Reglamento de la Corte de M aría Santísima"
y las traducciones a dicha lengua de los "Ejercicios de San Ignacio" y el "Anuario
de M aría". Consagrado de lleno al bien
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P. LICINIO R UIZ
de su pueblo, acababa de abrir en la Parroquia de Imus un amplio cementerio con
sus fuertes y elevados muros: era todo para su pueblo. En la Orden dejó recuerdos
imborrables de virtud. "El P. Learte, dice al P. Sádaba en su "Catálogo", ha dejado
entre sus Hermanos fama de Santo, justamente adquirida con sus excelentes virtudes y vida ejemplarísima, pues, tanto de súbdito como de Prelado, fue siempre
modelo de Observancia regular y de perfección religiosa". (Catálogo pág. 462)
R. P. FR. JUAN HERRERO DEL AMOR HERMOSO
Era este Padre natural de Arnedo, provincia de Logroño, donde nació en el año
1862. Había desempeñado la Cura de Almas en la Pampanga, en M arianas, y últimamente en Dasmariñas, hasta que, conociendo los Superiores sus buenas dotes, le
pusieron al frente de la Hacienda de Imus, cargo para cuyo desempeño se requería
mucha prudencia y exquisito tino.
H.O L.O FR. BERNARDO ANGOS DEL CORAZÓN DE M ARÍA
Nació este Religioso en M alón, provincia de Zaragoza, en 31 de M arzo de
1845. Hizo su profesión religiosa en 1.o de Junio de 1864. Después de desempeñar por muchos años el oficio de sastre en el Colegio de M arcilla, pasó a Filipinas,
en donde lo destinaron a la Hacienda de Imus: estuvo también algún tiempo destinado en el Convento de Cavite, y por último fue enviado otra vez a la Hacienda; en
donde siguió hasta la Revolución Filipina en que perdió la vida.
H.O L.O FR. JORGE ZUECO DEL R OSARIO
Era natural de Tarazana, provincia de Zaragoza, en donde nació el día 23 de
Abril de 1837. Profesó en 22 de Septiembre de 1865. Destinado a Filipinas fue
conventual de Cavite el Puerto, en donde padeció mucho durante una sublevación
que hubo allí por el año 1872. De Cavite fue destinado a la Hacienda de Imus, en
donde le cogió la insurrección del año 1896.
S INOPSIS HISTÓRICA
355
H.O L.O FR. R OMÁN CABALLERO DE LA VIRGEN DEL PLU
Era una de las figuras más grandes por su virtud y por su laboriosidad e inteligencia, de las que dejó pruebas bien evidentes en la hacienda de Imus. Nació en
M arcilla, Navarra, el día 28 de Febrero de 1836. Profesó en 1.o de Septiembre de
1868, había entrado Religioso en M onteagudo, Navarra, a los treinta y un años de
edad.
El libro Necrológico de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de Filipinas
dice de él lo siguiente: "Después de haberlo tenido la obediencia ocupado en algunos oficios propios de su profesión, le destinó a Filipinas, a donde pasó embarcado en el Vapor "Irucruc-Bai" que salió de Barcelona el 26 de M ayo de 1872, y
llegó a M anila en 10 de Julio del mismo año. Fue este Religioso de relevantes
prendas, como lo acreditó en los diversos empleos en que lo ocupó la obediencia.
Poseyó conocimientos poco comunes de agrimensura, haciendo por sí mismo una
medición exacta de las tierras de la Hacienda de Imus, lo cual representa un trabajo
enorme, si se tiene en cuenta que dicha medición se hizo al detalle, consiguiéndose
con esto que los inquilinos tuviesen convenientemente deslindadas sus parcelas, y
que, en el cobro del canon anual que deben satisfacer los mismos, se procediese
con la mayor escrupulosidad y acierto, sin gravar a unos, y sin que los otros tuviesen pretexto para ocultar los terrenos que tenían arrendados. Trabajó muchísimo
también en la construcción de la presa de San Nicolás, obra gigantesca, según la
expresión de varios señores ingenieros, que fueron a verla, y, a juicio de los cuales,
arguye profundos conocimientos e imponderable trabajo. Este Religioso fue muchos años el alma, por decirlo así, de la Hacienda, en lo que mira al mayor desarrollo de la misma y las mejoras en ella introducidas; como asimismo en lo tocante a la
cobranza, pues, conociendo palmo a palmo la Hacienda, bien enterado del Padrón
de los inquilinos y de las parcelas que cada uno cultivaba, reunía las mejores condiciones para el caso. Y si a esto se agrega que poseía el dialecto tagalo, y que a pesar
de sus años y achaques (contraídos en M indoro, en donde también
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P. LICINIO R UIZ
lo tuvo algún tiempo la obediencia ocupado) era sumamente activo y laborioso, y
de una voluntad de hierro cuando se trataba de acometer cualquier empresa que
significase algún acrecentamiento de los intereses de nuestra Corporación en la
Hacienda, se comprenderá fácilmente los progresos que ésta alcanzó en su tiempo.
Últimamente había construido un magnífico cementerio para la Parroquia de Imus,
con nichos distinguidos para los Religiosos que falleciesen en la Hacienda. (Lib.
Nec. de la Prov. No 3.o fol. 64. VI.)
H.O L.O FR. D ÁMASO GOÑI DE LA VIRGEN DEL PLU
Nació en M arcilia, Navarra, en 11 de Diciembre de 1873, vistió el Santo Hábito en el Noviciado de M onteagudo, Navarra, y profesó en 23 de Octubre de 1889.
Fueron sus padres Francisco Goñi y M aría Ruiz.
El libro Necrológico No. 3 fol. 66. que se conserva en M arcilla, Navarra, en el
Archivo de la Provincia, dice lo que copiamos a continuación: "Tuvo el oficio de
hortelano en el Colegio de M onteagudo hasta últimos del 90, en que fue trasladado
al Colegio de M arcilla, donde desempeñó el mismo oficio. Pasó a Filipinas con la
misión que salió de Barcelona el 25 de Julio del 95, y llegó a M anila el 18 de Julio
siguiente a bordo del vapor "Isla de M indanao". Luego fue destinado a la Hacienda
de Imus, donde se dedicó al cultivo de la huerta para la cual se daba singular maña,
sin descuidar el cultivo de su alma con todo género de virtudes en que fue muy
sobresaliente, y de las cuales había dado ya en los Colegios de España los más raros ejemplos, dejando por ello singular memoria entre sus Hermanos".
H.o L.o Fr. Victoriano López de la Virgen de Plu. –Este benemérito Religioso
nació en M arcilla, Navarra, el día 8 de M arzo de 1873, y fueron sus padres Gervasio López y M arcelina Catalán. Entró en el Colegio de M onteagudo, Navarra, en el
año 1888 y profesó al año siguiente en 19 de Diciembre. Cuatro años permaneció
en España desde su profesión dedicado a los trabajos propios de su oficio, al cabo
de los cuales los Superiores le destinaron a Filipinas, a donde pasó a bordo del
"Isla de Luzón", que salió de Barcelona
S INOPSIS HISTÓRICA
357
el 15 de Septiembre de 1893, y llegó a M anila el 15 de Octubre del mismo año. Al
poco tiempo lo destinaron a la Hacienda de Imus, en donde le cogió la Revolución
Filipina, siendo bárbaramente asesinado per los insurrectos juntamente con los
demás Religiosos de la Hacienda.
R. P. Fr. Toribio M ateo del Carmen. –Natural de Corella, Navarra, había nacido en el de Abril de 1846, profesó en M onteagudo, Navarra, en 23 de M ayo de
1863. Llevaba ya veintiséis años ejerciendo el Apostolado en varios pueblos del
distrito de M órong y en la Provincia de Cavite, veintiséis años de trabajos y sufrimientos, pues no es otra la vida del Párroco en aquellas regiones. Desde el año
1894 regía el pueblo de Dasmariñas, en donde murió de la manera que hemos referido.
H.o L.o Fr. Luis Garbayo del Carmen. –Nacido el 25 de Agosto de 1836 en
Cintruénigo, Navarra, profesó el 16 de M ayo de 1871, después de haber servido
en la M ilicia a las órdenes del Gral Echague y tomado parte en la Guerra de África.
Llegado que hubo a Filipinas, a donde le destinaron los Superiores, le pusieron la
residencia en la Hacienda de Imus, mas donde estaba casi siempre fue en Salitrán,
en donde vivía cuando el levantamiento revolucionario del 1896 en compañía del
H.o L.o Julián Umbón.
H.o L.o Fr. Julián Umbón del Sagrado Corazón de Jesús. –Este Simpático y
buen Hermano había nacido en Tudela, Navarra, el día 28 de Enero de 1849; hizo
su profesión religiosa en M onteagudo, Navarra, el 23 de M ayo de 1871. En los
Colegios de M onteagudo, San M illán de la Cogolla, provincia de Logroño, y en
M arcilla, y en la Residencia del Vicario-General en M adrid, le ocupó la obediencia
en los oficios propios de su clase. Pasó a Filipinas en el año 1887; y, luego que
llegó a M anila, le destinaron a la Hacienda de Imus, en donde le asignaron por residencia la Casa de Salitrán en compañía del Hermano Fr. Luis Garbayo. Allí les
cogió la Revolución Filipina de 1896: y, no pudiendo hacer otra cosa, fueron a
Dasmariñas a conferenciar con el R. P. Cura Párroco Fr. Toribio M ateo: y juntos
emprendieron el viaje para ir a M anila, pasando por La Laguna, por Silang; pero en
el camino, antes de Ilegar
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P. LICINIO R UIZ
a Silang, una turba de insurrectos que se encontraba en el barrio llamado Sampalok,
asesinó a los tres beneméritos Religiosos, sin tener más tiempo que el necesario
para que el P. Toribio M ateo absolviese a los dos Hermanos. Ya habían sido asesinados los Venerables Religiosos de la Hacienda de Imus, juntamente con el pequeño número de los soldados que habían estado defendiéndose en el asedio de la Casa-Hacienda.
IV
Confiada nuestra primera autoridad civil en la tranquilidad que aparentemente
reinaba en Filipinas antes de que estallase la revolución, creyó que aquella no
tendría mucha importancia, y de ahí que en un principio creyese ser cosa fácil el
ahogarle e impedir que se extendiese a otras provincias.
M as estaba completamente equivocado; todas las provincias del Archipiélago
estaban infestadas más o menos del virus separatista, sobre todo las más próximas
a la Capital, y en todas ellas había fuerzas y elementos dispuestos a empuñar en
un momento dado las armas contra España.
No sabemos si por especial providencia de Dios, o por impericia de los llamados jefes o cabecillas de la insurrección, esta no fue simultánea, sino gradual y sucesiva, y gracias a esto pudo España defenderse de ella a pesar de sus escasas
fuerzas, si bien es verdad que no podía hacer otra cosa que estar a la defensiva,
pues hallábase desprovista de los elementos necesarios para hacer frente a una
revolución que ardía en el corazón de todo Filipino.
Cuantos Españoles había en M anila empuñaron las armas para salvar a España de un cataclismo: se pidieron fuerzas a España que llegaron muy pronto en el
vapor "M onserrat"; mas, aun así y todo, eran insuficientes para luchar y menos
para infligir una derrota completa a los insurgentes.
Cuando nuestras tropas luchaban y triunfaban en Cavite y Silang de la provincia de Cavite, era Bulacán la que pronto se levantaba en armas contra España, y,
cuando
S INOPSIS HISTÓRICA
359
nuestros soldados se dirigían a esta última provincia, eran la Pampanga o nueva
Ecija las que aumentaban el contigente de insurrectos; así que, si bien este movimiento sucesivo de las revoluciones contribuyó en gran manera a evitar mayores
consecuencias y aminorar las desgracias que pesaron sobre los Españoles, eran
indicio bien claro de que la revolución iba tomando incremento y que poco a poco
iría propagándose a todo el Archipiélago, que por entonces continuaba aparentemente tranquilo.
En el mes de Septiembre, al estallar la Revolución Filipina, asesinaron igualmente los insurrectos en la Provincia de Cavite a varios Curas Párrocos: el R. P.
Fr. Simeón M arín del Amor Hermoso, Cura Párroco de M aragondón, el P. Fr.
Agapito Echegoyen de San José, Párroco de Amadeo, el P. Fr. Faustino Lizasoaín
de San Roque, Párroco de Bailén, y el P. Fr. Toribio M oreno de la Soledad, Párroco de Silang. Ponemos a continuación sus datos biográficos.
R. P. FR. SIMEÓN M ARÍN DE LA VIRGEN DEL AMOR HERMOSO
Nació este Religioso en Cornago, provincia de Logroño, el día 21 de Febrero
de 1849, y profesó en 1.o de Octubre de 1865. Pasó a Filipinas en el año 1870.
Habiendo estudiado el tagalo en Bacoor, estuvo desempeñando el M inisterio parroquial en distintos pueblos durante veintitantos años: desempeñó el cargo de
Prior de Cavite (1882-85). Al estallar la Revolución Filipina en el año 1896, era
Cura Párroco de M aragondón, en donde las turbas revolucionarias lo asesinaron
por el mes de Septiembre del citado año.
R. P. FR. AGAPITO DE SAN JOSÉ
Nació en Olite, Navarra, el 24 de M arzo de 1850, e hizo su profesión en 29 de
Julio de 1868. M archó a Filipinas en la M isión del año 1872. En el año 1873 fue
de compañero con el Cura Párroco de Castellejos: administró varias Parroquias: y
en el año 1896 estaba de Párroco
360
P. LICINIO R UIZ
de Amadeo, en donde los insurrectos le cogieron prisionero, padeciendo lo indecible hasta que en el mes de Abril de 1897 le quitaron la vida juntamente con los PP.
Piernavieja, Domingo Candenas y Hermano Lego Fr. M atías Rivero, Agustinos
Calzados.
R. P. FR. FAUSTINO LIZASOAIN DE SAN R OQUE
Fue natural de Cabanillas, Navarra, en donde nació el día 15 de Febrero de
1855, y profesó en 5 de Noviembre de 1872. Siendo todavía corista, pasó a Filipinas en el año 1878: en 1879 lo mandaron a Silang, en donde se impuso en el tagalo;
en este mismo año se ordenó de Sacerdote: y desde el 1880 estuvo sirviendo en
algunas Parroquias, M isionero de Sablayan, de Cavite el Puerto en el 1885 y poco
después se hizo cargo de la Parroquia de Bailén, en donde le sorprendió la Revolución, siendo asesinado por los insurrectos en el citado pueblo.
R. P. FR. TORIBIO M ORENO DE LA SOLEDAD
Nació en Cornago, provincia de Logroño, el 11 de Noviembre de 1857, y profesó en 13 de Septiembre de 1875. Fue a Filipinas en el 1880, año en que se ordenó
de Sacerdote: en 1882 fue destinado al Seminario de Vigan en el que estuvo hasta el
1889 en que fue nombrado Presidente, Administrador de la Hacienda de Imus: en
el año 1890 le nombraron Sub-Prior, M aestro de Novicios en M anila, le nombraron o eligieron para Vice-Rector de M arcilla, Navarra, en el año 1891, cargo al que
renunció: en Abril del mismo año 1891 le dieron los títulos de Cura-Párroco de
Carmona, en el 1894 de Silang. Aquí estaba desempeñando este Curato, cuando se
alzó la Revolución Filipina, y le sacrificaron en honor de la Religión y de la Patria.
En el mes de Octubre nuestras tropas sostuvieron reñidos combates en las inmediaciones de Cavite, en Nagsugbú, Talisay y otros lugares: y, mientras estos
sucesos acaecían, hubo conatos de insurección en M indanao y Joló, islas del Sur,
promovidos por un emisario del Katipunan. También
S INOPSIS HISTÓRICA
361
en M indoro asaltaron un Convento, de que luego daremos cuenta.
M omentos de espectación y sobresalto eran aquellos para todo Español que
por una circunstancia o por otra se veía obligado a vivir fuera de la Capital, en la
que residia la fuerza con que contaba la nación Española. ¡Solo! en medio de un
pueblo, que, a pesar de su aparente tranquilidad, ocultaba un solapado separatismo
y su enemiga a España. ¡Solo! donde no tenía ni un amigo, donde ni le sonreía las
más leve esperanza de salvación en caso de un conflicto. Perdida toda confianza
menos en Dios, su vida se deslizaba amarga, en una continua zozobra y en una
lucha constante entre abandonar su puesto y salvar su vida, o seguir en él, dispuesto a morir como mueren los héroes: tal era situación difícil de algunos españoles y
de todos los Curas Párrocos.
En los primeros días de Noviembre las turbas revolucionarias asaltaron el
Convento de Hermosa en la provincia de Bataan, asesinando al Cura P. David Varas, dominico. Este hecho que se presentó así como aislado, pues en los demás
pueblos de la provincia nada se notó de especial, fue motivo para que nuestro Padre Provincial mandase un vaporcito para recoger a nuestros Padres que ejercían en
varios pueblos de aquella provincia. En efecto, el vaporcito tocó en M ariveles, en
donde estaba el P. Alejandro Echazarra: embarcado éste y después de recoger al P.
José San Juan, Cura de Bagac, se dirigió a M orong, con el fin de que embarcase el
P. Domingo Cabrejas, Cura de este último pueblo.
Al acercarse a M orong, notaron con sorpresa grandes núcleos de gente en la
playa, y, algún tanto recelosos de las intenciones de aquella gente, dudaron si desembarcar o no; pero pudo en ellos más que el temor, el amor de un hermano que
iban a dejar allí abandonado; y así, sobreponiéndose a ese temor, se decidieron a
desembarcar y entrar en el pueblo.
Eran voluntarios que se organizaban en muchos pueblos, para proteger el orden y la vida del Cura Párroco y demás extranjeros: su finalidad fracasó muy pronto y
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P. LICINIO R UIZ
su acción, en la mayor parte de los casos, fue contraproducente.
Tranquilamente comieron en compañía del P. Domingo. Trabajo y no poco les
costó a los dos citados Padres el convencer al P. Domingo del peligro que corrían
de seguir allí y que, en vista de ello, lo mejor era que se embarcase con ellos para
M anila. Tan grande era el cariño que el P. Domingo profesaba a su pueblo y tal la
confianza que tenía en sus feligreses, que no se convencía de ninguna manera de
que en su pueblo le pudiese suceder nada de particular, y así se mantenía firme en
su deseo de no abandonar su pueblo. Solamente al decirle los Padres que era la voluntad del Superior, que exprofeso y con solo ese fin había mandado un vapor,
decidió embarcarse.
Cuatro días estuvieron los Padres en M anila esperando el sesgo que tomaban
las cosas en aquella Provincia. El P. Domingo que amaba tiernamente a su pueblo,
parecía vivir intranquilo al pensar en sus ovejas abandonadas; y, como buen Pastor
y celoso de ellas, allí iba y volvía de continuo su pensamiento, volando hacia ellas
y pensando en regresar inmediatamente a su pueblo.
A las observaciones que le hacían los demás Padres sobre que no volviese tan
pronto, pues era peligrosa su vuelta, él contestaba siempre con evasivas, hijas de
su cariño: en él se sobreponía siempre el sentimiento a la razón. ¡Pobre e inocente
de él que ignoraba lo que más tarde habían de hacer con él aquellos hijos tan idolatrados…!
El P. Provincial no se opuso a las reiteradas súplicas del P. Domingo de volver
a su Curato, si bien debemos decir que le otorgó su permiso, no movido únicamente de las súplicas y deseos del Padre, sino porque le pareció al Superior que, conjurado el conflicto por aquel entonces, no corría peligro la vida del Padre. Volvió el
P. Domingo a su pueblo y con él los PP. José San Juan y Alejandro. Este se quedó
en M ariveles y los otros dos continuaron a M orong.
Desconfiado y triste iba el P. San Juan a este último pueblo. Él sabía y conocía mejor que nadie a sus feligreses de Bagac, humildes, obedientes y respetuosos
con su Cura:
S INOPSIS HISTÓRICA
363
los de M orong, al contrario, se mostraban más altaneros y levantiscos, por lo tanto el peligro que corría su vida era mayor, yéndose con el P. Domingo, que
quedándose en su pueblo; pero el temor de dejar abandonado a un hermano de
Hábito en medio del peligro, pues estaba algún tanto retirado el pueblo de M orong, le indujo, despreciando todo temor, a acompañar al P. Domingo, yendo los
Domingos y días festivos a celebrar misa y bautizar, etc. a su pueblo de Bagac.
Así trascurrió todo el mes de Noviembre y parte de Diciembre; nada de alarmante se notaba en ninguno de aquellos pueblos. Pocos días antes de la Pascua de
Navidad, el P. José San Juan fue a M anila por asuntos propios, y, a su regreso a
Bagac, anunció a su pueblo que, supuesto que la Fiesta de Santa Catalina no había
podido celebrarse a su debido tiempo por razón de las circunstancias, la celebraría
el día siguiente. Así lo hizo. Por la tarde se cantaron las Vísperas según costumbre;
y, cuando más tranquilo reposaba en su Convento a las nueve de la noche, recibió
aviso de gente de su pueblo de que alrededor del pueblo merodeaban los insurrectos, y que, por lo tanto, era mejor que se marchase, para lo cual ya le tenían preparada una embarcación1.
Sin pérdida de tiempo, no obstante lo intempestivo de la hora, embarcó el P.
José y al amanecer del día siguientes estaba ya en compañía de su Hermano el P.
Domingo Cabrejas.
Refirió el P. José los motivos de su huida al P. Domingo, pero éste, creyéndolos más hijos del miedo que de la realidad, no hizo caso de ellos, y cuando el P.
José le insistía advirtiéndole el peligro y por ende la conveniencia de marchar lo
antes posible para Olongapó, de la Provincia inmediata de Zambales, en donde
podían fácilmente librarse, el P. Domingo
1
Debemos notar esta fidelidad de los de Bagac a su Cura Párroco, fidelidad que veremos confirmada con hechos de esta índole en el decurso de esta Historia. Ella confirma y corrobora algunas
de las apreciaciones por nosotros ya emitidas. La generalidad de los filipinos ninguna animosidad tenía contra los frailes. En muchas Provincias mostraron su aprecio y buena voluntad; y
si hubo y se cometieron desmanes contra ellos, fue por los HH. del mandil y gente que estaba comprometida y capitaneada por ellos.
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P. LICINIO R UIZ
contestaba con evasivas. Para el P. Domingo no había otro pueblo como M órong;
en él tenía puestos no sólo su confianza, sino también su cariño. Sus fieles eran
para él sus hijos del alma que nada harían contra su Padre; él les amaba con ternura, no se mostrarían jamás ingratos: solemnemente se lo habían prometido. ¿Cómo,
pues, les había de abandonar? Imposible: él seguiría en M órong, sucediera lo que
sucediere. ¡Pobre Padre Domingo! ¡Cómo le engañaban sus buenos deseos y su
gran corazón! ¿Quién le había de decir que al día siguiente algunos de aquellos
hijos, que tanto él idolatraba, habían de ser traidores y cometer la felonía más
grande que darse puede, faltando a su palabra de fidelidad jurada al Padre?
Narremos estos sucesos. Al día siguiente, como hemos dicho, de la huida del
P. José y llegada al pueblo de M orong, el P. Fr. Domingo Cabrejas con la conciencia tranquila y con semblante sereno bajó a la iglesia para celebrar el Santo Sacrificio de la M isa, como de costumbre: comenzó la M isa, mas he aquí que, al poco
tiempo de comenzada, se oyó una detonación de revólver muy próxima: entonces
el P. Domingo, para evitar cualquier disgusto, se volvió a la sacristía a despojarse
de las vestiduras sagradas, con ánimo de volver al Convento y reunirse con el P.
José San Juan. Comunicaba la iglesia con el Convento por medio de una puerta, y,
cuando ya el P. Domingo se disponía a franquearla, un grupo de insurrectos se
opuso a ello: el Padre, al verse así sitiado, se fue a la Iglesia, y se confundió con
sus fieles, como si quisiera morir entre ellos; y así sucedió. Una turba de facinerosos le siguió y, asiéndole del Hábito, le separaron algún tanto de la gente que había
estado oyendo M isa, y allí en la misma iglesia, ante el mismo Dios, sin respeto ni
consideración al lugar Santo, con un cinismo de desalmados, fusilaron al P. Domingo, cayendo su cuerpo exánime en medio de sus hijos, como si muerto aún quisiese
estar con ellos. Horrible sacrilegio que horroriza al pensarlo y que pone de manifiesto el salvajismo del hombre, cuando este no se inspira en otros ideales que los
del interés y del egoísmo. ¿Quién había de pensar que aquel pueblo tan idolatrado
del P. Domingo, aquellas gentes, días antes tan sumisas al parecer,
S INOPSIS HISTÓRICA
365
habrían de cometer tan horrendo como execrable crimen? ¿Qué se hicieron aquellos
voluntarios que pocos días antes habían jurado lealtad al Padre y defenderle hasta
última hora? Cuando se oyó la primera detonación, todos ellos se unieron con los
insurrectos; precisamente el que hacía de jefe de los voluntarios aquel día, que era
el sargento de cuadrilleros, era hermano de Gregorio González, que así se llamaba
el criminal que dio muerte al P. Domingo: los voluntarios no solamente no le defendieron, sino que ni el mismo P. Domingo pudo oponer resistencia alguna, pues,
confiado en el amor de sus hijos, estaba completamente desprevenido y desarmado.
Volvamos al P. José que se había quedado en el Convento, mientras el P. Domingo bajaba a celebrar el Sto. Sacrificio. Apenas oyó el P. José la detonación de
que ya hemos hablado y notado el alboroto que producían los revolucionarios con
sus gritos de salvajes, trató de huir, para lo que tuvo que arrojarse por una ventana,
pues de haber salido por la puerta hubiera dado de lleno con los revolucionarios.
Huía, pues, el P. José en dirección a las afueras del pueblo; mas, como los insurrectos tuviesen tomado el pueblo en todas direcciones, luego cayó en manos de ellos.
Una vez a su disposición, reunieron en torno suyo cuanta gente pudieron, llevaron
allí mismo la banda de música del pueblo, y así, entre gritos de aquel populacho,
entre burlas sangrientas y a los acordes de la música, le condujeron a un montecito,
que a las afueras del pueblo estaba y que ellos llamaban Ybabao, que quiere decir
lugar alto; en aquel lugar de tan tristes recuerdos fue donde se cometió el crimen,
que nos recuerda por la forma en que se llevó a cabo alguna de las escenas realizadas en tiempo de los Césares en los circos Romanos, y que por su crueldad sólo
puede compararse a las llevadas a cabo entre los antropófagos del Dahomey.
Puesto el P. José entre aquellas turbas, la primera autoridad del pueblo, o sea,
el llamado entonces Capitán o Presidente municipal, Narciso Bugay, cogió su
campílan y, levantando en alto su brazo, descargó tan tremendo golpe sobre él, que
en un momento quedó separada la cabeza del tronco. Y no paró aquí el salvajismo
de aquellos bárbaros;
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P. LICINIO R UIZ
tenían que completar la parodia de barbarie por ellos comenzada. Imitando a aquellos bárbaros de que ya hems hecho mención, asieron la cabeza del muerto y, agujereándola de parte a parte, la colgaron de las ramas de un árbol para que fuese pasto
de los gusanos o de las aves de rapiña. Con dolor de nuestra alma consignamos
estos detalles de tan horrible tragedia, aunque ellos sean borrón de execrable memoria para el pueblo de M oróng. La verdad ante todo; además de que, si con hechos
tan vandálicos como este, el pueblo de M orón queda anatematizado para toda persona honrada, la gloria del mártir resalta más, y pasa más agrandada y con realces
más relevantes a la historia.
Esta será la que juzgue, como juzgará Dios que, sin duda alguna, habrá galardonado al valiente mártir de la fe y de la Patria.
Antes de terminar vamos a dar un detalle, en el que se manifiesta que la justicia divina comenzó muy pronto sus venganzas.
Pocos meses después de lo sucedido con los Padres dichos, las tropas españolas entraron en aquel pueblo, después de haber batido valientemente a los revolucionarios. El Capitán Español Sr. Estévez, que iba al frente de ellas, apenas se enteró de los bárbaros sucesos y de las atrocidades cometidas contra los dos Padres,
pudo coger prisionero al famoso y sanguinario Narciso, el matador del P. José; y,
una vez preso, reunió toda la principalía del pueblo, la hizo vestir de rigurosa etiqueta y acompañado de toda ella, condujo solamente al criminal Ex-Presidente al
sitio donde él había cortado la cabeza del P. José: en aquel mismo sitio, testigo de
su gran delito, fue fusilado, recibiendo con esto la recompensa o pago de su criminal hazaña. Sublime lección que en la historia de la justicia divina hemos visto muchas veces reproducida, cuando la sangre de los M ártires recaía contra el tirano que
les había quitado la vida.
El Capitán español dio muestras de su piedad y de sus sentimientos católicos,
recogiendo, como pudo, los venerables restos de aquellos dos M ártires de la fe y
de la Patria, y les dio honrosa y cristiana sepultura dentro de los muros de la Iglesia antigua, que poco antes se había quemado;
S INOPSIS HISTÓRICA
367
yacen al lado de la Epístola, casi en frente de la puerta lateral que da a la calzada.
"Algunos meses más tarde, dice el P. Alejandro Echazarra1, fui comisionado
por N. P. Provincial para recoger los restos de los dos Padres: pero, como la distancia que había de M ariveles a M orong era muy grande y los tiempos que atravesé muy peligrosos, no me fue posible cumplir dicho encargo, ignorando qué podía ser de ellos".
Para terminar esta historia, vamos a completarla con un detalle que nos cuenta
el mismo P. Alejandro, que por falta de ministro tuvo que regentar además de su
Parroquia las de Bagac y M orong; detalle que pone de manifiesto cuán distinto
eran los dos pueblos citados y cómo el de M orong se significaba por falta de fe y
religión. "Las dos veces que estuve en M orong durante el tiempo que por encargo
de Sr. Arzobispo administré los dos pueblos vacantes, pude ver hasta dónde llegaba la perversidad de dicho pueblo, pues no solamente no daban muestras de arrepentimiento ni de sentimiento por el lamentable fin de su celoso Pastor, sino que
trataban al contrario de justificar su bárbara y sacrílega conducta, evocando ciertas
faltas de su Pastor, faltas de las que no está exento ninguno de los mortales. A tanto llegaba su ceguedad, que para ellos el Cura no significaba nada y era mirado en
general con tan poco respeto, que ni siquiera se dignaban saludarle al pasar por
delante de él. "Qué contraste tan grande, añade, entre este pueblo de M orong y el
de Bagac, siempre tan obediente y sumiso, tan pacífico y amante de su querido
Padre, a quien lloraban continuamente"2.
Otro suceso tristísimo para nuestra Historia tuvo lugar unos meses después
de lo ocurrido en M orong. Aun saltando el orden cronológico que pide esta historia, lo consignamos en este lugar, por pertenecer el pueblo en que se verificó a esta
provincia de Bataan: por lo menos como tal se consideraba por su proximidad a
ella.
La isla de Corregidor, que así se llama la población a que nos referimos, es una
islita situada en la entrada de la Bahía de M anila, y a muy poca distancia de M ariveles, provincia
1
2
Memoria de su prisión en la que relata la muerte de estos dos Padres.
Ibidem
368
P. LICINIO R UIZ
de Bataan, situada en tierra firme. Por su situación estratégica, las Autoridades
españolas la habían escogido como principal defensa para caso de un ataque enemigo; así que en la isla vivían las fuerzas allí destacadas y unos pocos naturales,
que atraídos por el negocio habían ido a vivir allí. M as, aunque de no mucha población, desde muy antiguo había sido servida por un Cura Párroco. Lo era a la sazón
a que nos referimos, por los meses de M ayo y Junio de 1897, el P. Serapio Llorente de nuestra Recolección. A primeros de M ayo entró la escuadra Americana en la
bahía de M anila sin resistencia alguna por parte de la nuestra, y, cuando esta se dio
cuenta, se preparó para el combate, en el que si bien es verdad España puso muy
alto su nombre, también lo es que quedó completamente deshecha. Los Americanos vencedores se creyeron dueños de todo, ya antes de que entrasen en M anila, y
tomaron posesión de la Isla de Corregidor, sin que nadie se opusiese a ello. A pesar de que al entrar ellos en la isla se portaron correctamente, nuestras fuerzas, que
la guarnecían, consideraron bochornosa e inutil su estancia en aquel lugar y, tratado
el asunto entre jefes y subalternos, todos convinieron en evacuar la isla y volver a
M anila, como así lo hicieron, unos por tierra y otros por mar.
La isla seguía tan pacífica los primeros días; mas no tardó mucho en notarse la
falta de autoridades, pues los Americanos, si entraban y salían de la isla a su talante, no consideraban aquello por entonces como cosa suya, ni en nada intervenían.
A la falta de autoridad siguieron el desorden y la anarquía.
El P. Serapio, al verse solo y que ya comenzaban algunas revueltas entre la
gente del pueblo, creyó oportuno retirarse a M ariveles y desde allí, caso de que
este pueblo no ofreciese seguridad, ir a M anila y así se lo escribió al P. Alejandro
que seguía en M ariveles, defendido por un grupo de cazadores, pidiéndole al mismo tiempo un poco de arroz. Contestó inmediatamente el P. Alejandro a esta misiva del P. Serapio, invitándole a que viniese a M ariveles, pues no sólo era el punto más próximo a M anila, sino que por entonces no ofrecía peligro alguno.
S INOPSIS HISTÓRICA
369
El P. Serapio no esperó la contestación del P. Alejandro. Temeroso quizás de
alguna cosa y en previsión de algo que podía acontecer, el 18 de M ayo, Víspera de
la Ascensión del Señor, hízose a la vela al amanecer en una banca, propiedad de la
Capitana Clara, acompañado de siete hombres que la tripulaban. Pasaron horas y
horas, llegó la tarde, volvió la banca en la que el P. Alejandro le mandaba el arroz,
avisáronle sus tripulantes de la salida del P. Serapio, y como no llegase nunca, a
pesar de que la travesía no costaba más de una hora, temió el P. Alejandro por la
suerte del P. Serapio; pero, por más telegramas que envió y pesquisas que hizo,
nada pudo averiguar. Lo averiguó más tarde y él es el que nos cuenta con detalles
otra tan horrible tragedia como las anteriores, desarrollada en las soledades de
aquel pequeño mar que separa la isla del Corregidor de M ariveles.
Vivía en dicha isla un filipino llamado Isabelo Aguilar, que desempeñaba el
oficio de Jefe de telégrafos en ella. No obstante el honroso y elevado cargo que
tenía y su posición bastante desahogada, fue preso por las autoridades españolas
por sus ideas separatistas; mas libre luego, juró vengarse de los españoles por
haberle tenido preso. Como ya no quedaba en el pueblo otro español que el Padre,
en este quiso satisfacer sus odios y venganzas. Ya una noche, antes de estos sucesos, el P. Serapio tuvo noticias de las intenciones del dicho Aguilar, y ocultándose
en la sacristía, pudo evitar el crimen. Pero estaba de Dios que no se había de salvar.
Cuando el Sr. Aguilar supo el viaje del Padre, compró con engaños a los tripulantes, prometiéndoles dar unos pesos a cada uno, si se comprometían a matarlo en la
travesía: aquellos desgraciados que, por las muestras que daban de vender su conciencia por una cantidad tan insignificante, daban pruebas de su degradación moral,
aceptaron el trato. Inconsciente de lo que contra él se había tramado, se hizo a la
vela el P. Serapio, cuando he aquí que en medio de la travesía, cuando más descuidado iba, se echaron sobre él con objeto de tirarle al mar, como lo hicieron; mas,
como el Padre hiciese esfuerzos para salir, con los remos de la embarcación golpearon terriblemente su cabeza, hasta que lo dejaron exánime: entonces fue cuando
aquellos sectarios
370
P. LICINIO R UIZ
le sacaron fuera, no por piedad, sino con el objeto de robarle, como lo hicieron,
cogiéndole todo el dinero que llevaba suyo y principalmente de la Parroquia. Terminada esta hazaña, aquellos malhechores le ataron una gran piedra al cuerpo, y así
lo sumergieron en el mar, cuyas inmensidades fueron su sepultura.
Hay que echar un velo muchas veces en el curso de esta historia para no ver
ciertas escenas que repugnan, no sólo por el hecho aisladamente considerado, sino
por las consecuencias que el lector puede deducir de tales hechos. Nosotros también echamos ese velo sobre este suceso y aun sobre otros que se relatarán en capítulos sucesivos, dejando a los demás que filosofen y deduzcan de estos hechos las
consecuencias que les plazca.
Fieles historiadores narramos el hecho y nada más, y como cristianos pedimos
paz y gloria para el humilde y pacífico religioso, que sucumbe víctima de tan vil
canalla, y perdón y misericordia divina para los asesinos, dejando a Dios que dé a
cada uno su merecido.
V
La situación de Filipinas iba agravándose de día en día. Ya no eran partidas
sueltas o aisladas las que combatían contra España: eran importantes núcleos, bastante bien disciplinados, con sus jefes y oficiales y si no todos dotados de buen
armamento contaban con los suficientes para tener en jaque continuo al ejército
español.
Los insurrectos luchaban en casi todas las provincias de Luzón; y, si bien es
verdad que no dominaban más que el terreno que pisaban, también es muy cierto
que los nuestros eran impotentes para dominar al enemigo, pudiéndose decir que
únicamente la plaza de M anila era la que poseíamos los Españoles.
El General Blanco, Gobernador General al estallar la Revolución, habíase vuelto a España, chasqueado, y humillado por no haber podido sofocarla; él fue el que
quizás más que nadie había contribuido a ella con su política de benevolencia y
atracción y con no haber impedido a tiempo aquellas logias donde se fraguó.
S INOPSIS HISTÓRICA
371
A este sucedió Dn. Camilo Polavieja, M arqués de Polavieja, en quien el pueblo Español y Filipino cifró grandes esperanzas, pero que salieron frustradas por
culpa del gobierno Español, o de quien fuese, en no mandar los auxilios que pedía a
España, y que él consideraba necesarios para acabar con la revolución.
Prudentes y acertadas creímos algunas medidas tomadas por el Sr. Polavieja,
encaminadas a arreglar los disturbios del país, como son las leyes que publicó sobre organización de pueblos, obligando a los barrios a incorporarse a aquellos, medida que era un paso para constreñir y localizar en cierto modo la revolución; mas
eran tardías tales ordenanzas, pues en aquel estado de revolución imposible se hacía su cumplimiento.
En cambio no podemos menos de censurar la publicidad con que ejecutó en la
plaza de Bagumbayan a uno de los principales propagandistas de la revolución,
Dn. José Rizal; si esta ejecución se consideró justa y necesaria por algunos, debió
haberse hecho antes, no en aquellos días, pues creemos que aquella medida sólo
sirvió para reavivar la hoguera de la revolución, irritar odios y enconos, y hacernos
indignos de una paz justa y honrosa.
La revolución era ya general. Era casi todo Luzón el que estaba en guerra, y
nuestras tropas, por más que luchaban valientemente en Silang y en Dalahican y
tomaban importantes pueblos de la Provincia de Cavite, no podían impedir sin
embargo que aquella adquiriese mayores proporciones, llegando al intento de querer apoderarse de la misma Capital.
Así trascurrían los primeros meses del año 97 entre escaramuzas y combates
que ninguna ventaja reportaban en orden a la pacificación de las islas; antes al contrario, aquellos ataques parecían acuciar el ánimo de los naturales que de día en día
se sumaban a los revolucionarios.
En esta situación crítica para los Españoles, dimitió el Sr. Polavieja, que fue
sustituido por el General Primo de Rivera, cuya actuación en esta guerra hubo de
ser tan funesta por las terribles consecuencias que surgieron de su política convencionalista.
372
P. LICINIO R UIZ
Nos referimos con esto al célebre tratado de paz de Biacnabató celebrado entre
este General y los principales Generales de la revolución, representados por el
famoso Dn. Pedro Paterno, en el que España dejó pendiente de él un girón de su
grandeza, mostrando su debilidad y su impotencia.
Fijándonos en una de las principales cláusulas del tratado, que era la sumisión
de los principales Jefes de la Revolución, y la entrega de armas, que en total ascendía a 225 armas de fuego con 2382 municiones, a cambio de la gran cantidad de
dinero que nuestro gobierno había de darles que ascendía a 400,000 pesos, resultó
ridículo el tal convenio y no sólo ridículo, sino contra-producente; pues envalentonados más y más los Filipinos ante ese acto de debilidad de España usaron de la
impunidad que les daba el tratado, para organizar y nutrir más sus huestes, comprar más armas y prepararse de ese modo para otro alzamiento que había de ser el
que había de concluir con el dominio de España en aquellas regiones.
Pocos días después de esta parodia de paz, en la que los enemigos hacían entrega de tan reducido número de armas y las más inservibles e inútiles, como si
tratasen de mofarse de España, reunidos en aquel mismo monte, donde poco antes
habían jurado fidelidad y sumisión los principales Jefes, de la revolución, incluido
el mismo que había sido árbitro en ella, juraban ahora solemnemente guerra de exterminio a España, prometiendo levantarse en armas contra ella en la primera ocasión.
El General Español no desconocía estos intentos, y no obstante les dejaba en
completa libertad y daba órdenes severas a todos sus subordinados, para que no
molestasen en nada absolutamente a ninguno de los que habían intervenido en
aquella revolución: con esta salvaguardia de la primera autoridad, se reunieron los
pueblos, celebraron sus sesiones, organizaron sus fuerzas, y preparáronse para el
futuro.
Debíamos romper la pluma, antes que estampar y recordar en nuestro escrito
aquellas escenas de vergüenza y cobardía que sucedieron aquellos días: pero preciso se hace
S INOPSIS HISTÓRICA
373
el traerlas a la memoria, porque de ellas arranca aquella serie de vergüenzas y desdichas que llovieron sobre España y más sobre los españoles que allí quedaban.
Si en vez de esa política de atracción se hubiese seguido otra de energías y resistencia, las cosas hubiesen cambiado por completo. Quizás y sin quizás la revolución hubiera sido sofocada y España quedado airosa y triunfante. Pero se mostró
débil y cobarde con el enemigo. El general, en vez de satisfacer las ansias de una
mayoría que optaba por la resistencia, satisfizo su amor propio, queriendo demostrar a España que había terminado con aquella campaña, sin haber derramado una
gota de sangre y también este amor propio fue la causa de aquel desdichado tratado, como la de otras medidas que se siguieron a este, cual fue la repatriación de las
fuerzas españolas, lo que envalentonó más a los contrarios.
Culpa es, pues, del General cuanto después sucedió, aun cuando no toda la
culpa fue suya, pues parte y muy principal la tuvo también el Gobernador General
Dn. Basilio Agustín, que sucedió al General Primo de Rivera, cuando éste, previendo quizás lo que iba a acontecer, pues sabía que la escuadra Americana estaba
ya en Hongkong y que se dirigía a M anila, dimitió y se embarcó para España.
El nuevo General, hombre de muy buenas intenciones, pero inexperto, no supo aconsejarse de los elementos sanos del país, sino que al contrario se echó en
manos de aquellos mismos que habían hecho aquel simulacro de amistad en Biacnabató; y así, cuando al poco tiempo de hacerse cargo del mando superior, se declararon rotas las hostilidades entre Norte-Americanos y Españoles, ante tan crítica situación, celebraba una entrevista con el mismo Dn. Pedro Paterno, quien en
nombre suyo y de los jefes de la revolución filipina hizo protestas de acendrado
amor a España, protestas que sólo tenían por objeto alucinar la candidez del General y ganar tiempo, para satisfacer ellos más seguramente sus propósitos.
Engañado el General por las promesas de adhesión de los filipinos, expidió un
decreto, creando las milicias filipinas, a cuyo frente y organización puso a los filipinos más conspicuos,
374
P. LICINIO R UIZ
con cuya medida contribuyó a hacerlos verdaderos dueños de la situación. Ellos,
los filipinos, paseábanse por todas partes, ostentando sus insignias de jefes, tenían
bajo sus órdenes numerosos grupos de gentes que acaudillaban y amaestraban en el
ejercicio militar, y bajo ciertas apariencias de amor a España, laboraban incesantemente para darle el último golpe, herirla de muerte y concluir con ella.
No contento con eso el General, cegado no sabemos si por su propia debilidad, o alentado o inspirado por otros Generales, como M onet y el Coronel Peña,
distribuyó entre los insurrectos miles de armas, medida la más imprudente de
cuantas se tomaron en aquella malhadada época y que podemos llamar, o decir, que
fue el inri de un gobierno inepto y sobremanera necio.
La gente sana de los españoles protestó contra aquella medida que consideraban no sólo imprudente, sino temeraria y hasta suicida, pues sabían muy bien que
aquellas armas en día no lejano habían de volverse contra ella; mas el General, obcecado, de nada hizo caso y el resultado se vio bien pronto.
No habían pasado muchos días desde la derrota de nuestra escuadra en Cavite,
cuando ya se hablaba y murmuraba de la vuelta de Hongkong a Filipinas de los
principales Jefes de la revolución, entre ellos Aguinaldo, donde se hallaban en virtud del tratado de Biacnabató, y se abrigaban temores de un nuevo alzamiento de
los filipinos.
Estos rumores vinieron a hacer más crítica la situación de los españoles allí residentes; pues, ante esa nueva invasión que esperaban, encontrábanse ahora en
peores circunstancias que en las del 96. Repatriadas muchas de las fuerzas por
orden del General Primo de Rivera, sólo quedaban algunas y estas diseminadas en
pequeños grupos o destacamentos, esparcidos por todo el Archipiélago. Triste
situación la de aquellos desventurados ante aquel porvenir tan negro que vislumbraban; y más triste aún, cuando consideraban que aquella situación no era hija del
acaso o de las circunstancias especiales de la guerra, sino debido a la impericia e
ineptitud de los Gobernantes, cuando no procedían de una intención diabólica,
como podríamos sospechar por
S INOPSIS HISTÓRICA
375
ciertos antecedentes y cosas que se dejaron traslucir durante los sucesos que luego
tuvieron lugar.
Notamos, aunque brevemente, estos antecedentes, porque ellos son necesarios
para explicar los hechos que se sucedieron y, además, para que el lector deduzca de
ellos la parte de culpa que cada uno tuvo en aquella desgracia nacional, que no sólo
concluyó con el poder de España en aquellas islas que habían dominado por varios
siglos, sino que sumió en un mar de lágrimas y sufrimientos a miles de españoles,
que no tenían otro delito que el haber servido fielmente a su patria.
Vergüenza nos da el recordar aquellas escenas de cobardía, de ineptitud de
nuestros gobernantes; nuestra pluma siente amarguras tristísimas al tener que recordar y escribir aquellas escenas de dolor y aquel calvario que se vieron obligados
a recorrer los españoles, que, víctimas de su deber, cayeron en manos de la revolución. Dios N. S., vengador justo, y aun la historia darán su último fallo.
Hechos estos breves preámbulos, vengamos al fin principal de esta historia,
que no es otro que el narrar los trabajos y sufrimientos, las vicisitudes y azares,
por los que atravesaron nuestros Religiosos durante esta segunda revolución.
Para que los lectores puedan formarse una idea más clara y evitar confusiones,
procuraremos incluir en capítulo aparte cada grupo de prisioneros, detallando lo
más saliente y omitiendo muchas de las cosas que no tengan importancia.
VI
A últimos de M ayo de 1898 ya se notaban por los alrededores de M anila partidas sospechosas contra España y los rumores de revolución se iban confirmando.
Los Curas Párrocos notaban esos síntomas, pero, ante el deber y la obligación que
les sujetaba a sus Parroquias, prefirieron seguir en ellas y esperar los acontecimientos.
En Imus, que había sido antes uno de los focos principales de la revolución,
estaba de Cura el P. Víctor Oscoz, quien, conocedor del mal cariz que presentaba
dicha revolución, se encontraba en esa situación crítica en que se halla
376
P. LICINIO R UIZ
el que lucha entre la vida la muerte, entre el deber o el sacrificio.
Viendo las cosas mal, el día 28 telegrafió al P. M ariano Asensio, Cura del pueblo inmediato de Bacoor, pidiéndole una calesa para trasladarse a aquel, y desde
allí dirigirse a M anila, si lo creían necesario.
El día 29 partió para Bacoor, acompañado nada menos que de uno de los principales jefes de la revolución, Artemio Ricarte. Este no manifestó al P. Víctor los
designios que abrigaba, no obstante que se habló como en confianza de la revolución y sus consecuencias. En el mismo día 29 llegó a Bacoor, donde se consideraba
algún tanto seguro, pues era bastante conocido en aquel pueblo.
No obstante esa pequeña confianza que tenía en la gente de Bacoor, abrigaba
sus temores y así se lo comunicó al P. M ariano. No eran menos los de este Padre,
puesto que había recibido un aviso, en que se le notificaba que no se alejase del
destacamento allí acampado, porque había intención de matarle.
En tan crítica situación determinaron ambos retirarse a M anila, que tan a poca
distancia tenían, y lo pusieron en ejecución, disimulando, cuanto pudieron, su salida. En mala hora les ocurrió marcharse. No habían andado unos kilómetros, cuando
les paró en medio de la calzada un hombre fornido, que empuñaba un enorme sable, al mismo tiempo que gritaba desaforadamente diciendo "Ya están, ya están".
Sorprendidos los Padres, no pudieron oponer la menor resistencia; porque a los
gritos del bravucón de la calzada, comenzaron a afluir numerosos grupos de insurrectos, blandiendo su bolo e intimando a los Padres se diesen presos. Ante aquel
espectáculo que ofrecía aquella multitud, blandiendo a diestra y siniestra sus bolos
y sables, apuntando con sus fusiles a los Padres y profiriendo gritos y alaridos de
fiera, aquellos creyeron llegado su último momento y su primer pensamiento fue el
prepararse para la muerte, reconciliándose ambos, como mejor pudieron.
Pasados los primeros momentos, exigiéronles el dinero y armas que llevaban,
el que dieron los Padres sin vacilación. Como los Padres a nada se resistían,
mostráronse los revolucionarios
S INOPSIS HISTÓRICA
377
algo más benévolos con ellos, diciéndoles que no temiesen, que nada les sucedería.
No obstante esas palabras y esas promesas, aquel ir y venir de gentes, aquellas
caras hoscas y mal humoradas, aquellas órdenes que se daban a voz en grito, aquel
desorden y aquella confusión de gente soez y baja les hacían presagiar un fin funesto.
Custodiados por un filipino, fueron encerrados en una mísera casa a la que nadie se acercaba, sino era algún que otro villano, como un tal Tinog, para recriminar
e insultar a los prisioneros. De aquel covacho, custodiados por una multitud de
esbirros, fueron trasladados a otra casa perfectamente iluminada, en la que encontraron bastante gente alrededor de una mesa hablando y discutiendo, como si tratasen de algún asunto serio. No hay para que decir que, ante la actitud de aquellos
hombres, la aflicción de los prisioneros aumentaba por momento.
Agobiados nuestros Padres ante la incertidumbre de su porvenir, y cuando
creían en más peligro su vida, recibieron orden de ponerse en marcha; y sin que les
permitiesen un momento de descanso de las fatigas de aquel día, custodiados
siempre por los guardias, entre bayonetas e insultos, entre la cháchara y cuchicheos de la multitud, salieron para Cavite Puerto.
Esta noticia calmó algun tanto las amarguras que venían sufriendo los Padres,
pues sabiendo que allí residía el Jefe de la revolución, Aguinaldo, a quien conocían
personalmente, concibieron en él alguna esperanza. Vana esperanza que se trocó en
desilusión, cuando al ser conducidos a la Casa parroquial, se encontraron con que
allí estaban también prisioneros multitud de soldados españoles: entonces comprendieron todo lo crítico de la situación y que la causa de España estaba completamente perdida.
Así llegaron a Cavite, rendidos de la fatiga y muertos de hambre, sin que nadie
se acordase de ellos. Gracias que al poco tiempo pudieron satisfacer algún tanto su
necesidad, merced a la caridad de algunos soldados, que, al recibir el escaso rancho
que les repartían, les daban una pequeña parte de él.
El Convento de Sn. Telmo, que fue de los PP. Dominicos,
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P. LICINIO R UIZ
fue el lugar o, más bien, la cárcel que sirvió de albergue a los prisioneros. En medio
de las penurias y privaciones a que se veían sujetos, en medio de tanta miseria y de
hambre tanta, pues sólo les servían tarde y mal, tuvieron un día un consuelo grande, cuando gentes de Bacoor, que se enteraron de la situación de los Padres, les
obsequiaron con algunos regalos.
También les sirvió de algún alivio la llegada de dos Padres Dominicos, Cura y
coadjutor que eran de Balanga, en Bataan, quienes, al ser presos y conducidos a
Cavite, pudieron llevar algún dinero, frutas y algunas otras cosillas, que repartidas
entre todos amortiguaron algún tanto las tristezas y el hambre que hasta entonces
habían devorado.
A primeros de Junio fueron trasladados los cuatro Padres al que fue parque de
ingenieros, donde a los pocos días de estancia les anunciaron la llegada del P. Recoleto, Alejandro Echazarra, Cura de M ariveles, otra víctima de su buena fe y lealtad
a España. M uy tranquilo vivía este Padre, sin tener noticia de los sucesos que en
Filipinas tenían lugar. Un día al retirarse a descansar después de la comida, se vio
sorprendido por sus mismos sacristanes, quienes le amarraron como a un criminal
de pies y manos, mientras otros individuos, blandiendo el puñal, le amenazaban
con la muerte.
No fué así. M as aquella gente salvaje quiso cebar sus venganzas en el Padre,
haciéndole presenciar un espectáculo horrible. Custodiado por guardias armados, le
llevaron a lo que había sido cuartel, en donde yacían por el suelo de los pasillos y
de la sala, mutilados y deshechos, los cuerpos del Teniente español y de los cazadores, que, sorprendidos traidoramente y sin tiempo para defenderse, fueron
horriblemente martirizados. Aun pudo el P. Alejandro auxiliar espiritualmente a
uno que aún quedaba con vida, aunque murió pronto, y bendecir aquellos restos y
llevarlos al cementerio.
En medio de aquel cuadro desolador y de tristeza tanta, no faltaron al P. Alejandro algunas cosas que aliviasen su apenado corazón. Supo, por confesión de los
mismos sacristanes que le habían apresado, que estos se habían visto
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379
obligados a hacerlo por la junta del pueblo, precisamente para mejor guardarle y
librarle de las iras de cualquier desalmado: como también tuvo el consuelo de que
una familia, compadecida de él, le mandase toda la ropa de su uso, menos el dinero
que ya lo habían robado: nada, pues, llevó consigo el P. Alejandro, cuando fue trasladado a Cavite, en donde le dejaremos en compañía de los otros prisioneros1.
Así trascurrieron los días y las horas en aquella triste cárcel de Cavite monótonas y frías, sin más visitas que las que les hacía el guardián o centinela al llevarles
la escasa y mísera ración que les distribuía a deshora y con malos modos, consolándose mutuamente y haciendo frente a aquellos rigores con su buen humor y
santa resignación.
No pasaron muchos días, cuando vieron compañeros de prisión al P. Hacendero de Calamba y un Ho. Lego Dominico y luego a los Padres Cipriano Benedicto,
Hilario Vega y Aniceto Ariz, Recoletos, Cura y coadjutor los dos primeros de Antipolo y de Taytay el segundo.
Bien vistos y queridos de sus feligreses eran los citados Padres por su carácter
bondadoso y de ellos habían recibido constantes pruebas de afecto durante aquellos días de tribulación que precedieron a su captura. En esos días no cesaron de
pasar por allí patrullas de revolucionarios que iban a engrosar las filas de combatientes, sin que molestasen gran cosa a los Padres. Hubo, sí, sus pequeños desmanes, intentos de robo, hasta llegaron algunos con carácter de Jefes a hacer el inventario del Convento e Iglesia; también robaron varias cosas, propiedad de los Padres, mas todo esto lo ejecutaba gente extraña al pueblo.
Los feligreses de Antipolo amaban a su Cura, como los querían y estimaban en
la mayor parte de los pueblos: pero, ante la fuerza y prisión que los elementos de
fuera les hacían, callaban y cedían a sus exigencias y atropellos. M uchos días pasaron en la incertidumbre, esperando el momento
1
Gratitud eterna debe el P. Alejandro a aquella pobre familia que, encontrando grandes dificultades, le proporcionó la ropa. Esta misma familia pobre pero honrada, no sabiendo cómo dar al
Padre algún dinero para sus necesidades y que no se lo robasen, puso en un escapulario un
billete de diez pesos que luego entregó al Padre como recuerdo.
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P. LICINIO R UIZ
en que cayesen en manos de aquellas turbas después de sufrir todo género de
humillaciones. El contemplar a cada paso cómo izábase la bandera filipina en son
de triunfo y dominio, verse obligados a hacerles sus fiestas por el triunfo de las
armas que eran sus enemigas, oír los mil y mil disparates que incesantemente proferían aquellas lenguas desenfrenadas y otros detalles de la misma índole que omitimos, amarguras y humillaciones fueron, que hubieron de apurar hasta las heces
aquellos mismos Padres que sólo mieles y dulzuras habían destilado sobre ellos.
Los Padres seguían viviendo en el Convento, pero su vida era un continuo sobresalto.
El día 17 de Junio se presentó en el Convento citado Dn. M ariano de Vera,
emisario de Aguinaldo, quien, después de hacer su presentación, manifestó a los
Padres la orden de prisión y traslado a Cavite, si bien dulcificó algún tanto la noticia, diciéndoles ser esta la voluntad de Dn. Emilio Aguinaldo para evitar que fuesen
atropellados y vejados por sus subordinados.
A la verdad, el comportamiento del tal Vera fué correcto. El día 18 el Padre
con permiso de ese Sr. dijo su última M isa en su pueblo, para dar gracias a Dios y
despedirse por última vez de la Virgen de Antipolo, tan venerada en Filipinas, y al
mismo tiempo dar un adiós a sus queridos feligreses. El pueblo en masa acudió a la
fiesta, manifestando con esto su afecto al Cura, a quien tanto amaban. Despidiéronse de todos y, cuando ya iba a partir para el municipio, se les acercó un filipino
natural de Antipolo, que les dijo: "nosotros, refiriéndose a otros que había cerca
somos de este pueblo y queremos cumplir la promesa que hicimos de defenderos,
y estamos dispuestos a que no os saquen, sin que antes pisen nuestro cadáveres".
Enternecido el Padre ante aquella manifestación de sincero afecto, dioles las gracias
y les rogó que nada hiciesen ni se moviesen por el bien del pueblo, pues ellos iban
gustosos al sacrificio.
Así fue; después de dejar arreglados los libros y entregado lo poco que en el
convento había, salieron para Taytay, donde estaba el P. Aniceto Ariz, un alma
cándida y bondadosa, pero que a pesar de su bondad, tuvo que seguir la
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381
desdichada suerte de los demás. Una historia parecida a la que hemos referido de
Antipolo se desarrolló en Taytay. Los servidores del convento, fieles a su Cura y
temerosos del famoso Gregorio del Pilar, que andaba por allí robando cuanto podía, le ocultaron en casa de una familia muy cristiana, en donde fue tratado con gran
caridad; y la misma fidelidad se vio en todos los principales del pueblo, quienes se
ofrecieron a dar al citado Gregorio cuanto pidiese, por salvar al Padre y para que se
quedase con ellos, oferta que asimismo rechazó el buen Padre, agradeciéndoles en
el alma sus buenos y piadosos deseos.
Juzgue el Lector cuán triste y amargo sería para los Padres el abandonar aquellos pueblos, donde tan sinceras pruebas de afecto les daban: eran las últimas gotas
de consuelo que habían de recibir durante la amarga peregrinación que emprendían,
y por eso las recibieron con lágrimas en sus ojos, lágrimas que brotaban de lo más
íntimo de sus almas agradecidas.
Salieron los tres religiosos y bien pronto comenzó su calvario. Al llegar al
pueblo de Pasig, tuvieron que sufrir los desmanes del procaz General de la revolución, Pío del Pilar, quien, al ver a nuestros religiosos de Hábito, vomitó cuantas
blasfemias y palabras soeces tiene el diccionario para vituperarles, hasta llegar a
decirles que se quitasen aquellos trapos y se casasen. Al recordar esto, viene a
nuestra imaginación aquellas escenas del tiempo de los bárbaros, los cuales antes
de sacrificar a los cristianos, les proponían toda clase de comodidades y regalos
para que apostatasen: en estos Padres se ve a los valientes héroes de Jesucristo
que, no obstante su situación, dieron al tal general una respuesta digna.
El día 21 entraban en Cavite, mas no los llevaron donde estaban los demás Padres prisioneros, sino al convento de San Telmo, en el que, encerrados en una habitación sucia y destartalada, devoraron en silencio la amargura que les produjo la
decepción sufrida al verse solos, cuando creían encontrarse con sus hermanos de
Hábito.
Pocos días a la verdad estuvieron allí, pues luego los reunieron a todos en el
parque.
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P. LICINIO R UIZ
Doce eran los Padres allí presos, seis recoletos y seis Dominicos, cuando el 14
de Julio fueron conducidos a la misma cárcel procedentes de Bulacan las PP. Fr.
Vicente Carreño, Cura de Sta. M aría de Pandi, Fr. Eugenio Gómez de M eycauayan, Fr. Leonardo Eraso de M arilao, Fr. Antonio M artín de Vidales de Bucaue, Fr.
Agapito López de San Juan del M onte, Franciscanos; Fr. M ariano de Bueis, Agustino y dos Hermanos Legos Dominicos, Fr. José Codina y Fr. Prudencio M artinez.
Eran las primeras horas de la mañana del día 19 de Julio, cuando el vigía vino a
turbar su sueño, comunicándoles la orden de que se preparasen para embarcar inmediatamente.
Los Religiosos, que nada tenían, se levantaron y, en cumplimiento de la orden,
dirigiéronse al embarcadero de Cavite, donde les esperaba el vapor "Bulusan", que
les había de conducir a Bulacán.
Unos 500 paisanos españoles, entre los que se contaban el General Peña y algunos oficiales, se embarcaron, aquéllos en cascos y estos en la Lancha "M agdalo"
e iban custodiados por unos 8 insurrectos con sus fusiles.
Cuando iban dejando atrás la escuadra Americana, fondeada en Bahía, y
acercándose a M anila, varios concibieron un proyecto hermoso y muy realizable,
y que hubiera acabado de una vez con aquella vida de torturas y sufrimientos; pero
todo se vino abajo.
He aquí cómo nos describe aquella intentona de valor el P. Víctor Oscóz en la
memoria que escribió de su prisión. "Cerca de M anila y en vista de no haber por
las cercanías ningún vapor Americano, varios oficiales pensaron, y muy pronto la
idea se hizo general, pensaron digo, en apoderarse del vapor y meterse en M anila.
La cosa no podía ser más sencilla. Íbamos en la expedición unos 460 prisioneros,
custodiados por veinte o a lo más veinte y cinco fusiles, de los cuales sólo seis
iban en el vapor y los demás andaban repartidos en los cascos. Para sorprender a
los seis, que por cierto andaban muy descuidados, fueron designados varios de los
muchos asistentes que iban a bordo y lo mismo se hubiera hecho con los de los
cascos y no faltaban entre los prisioneros oficiales de marina y marineros con que
sustituir
S INOPSIS HISTÓRICA
383
la tripulación, si esto se hacía necesario y al rebasar el fondeadero de las escuadras
extranjeras se hubiera podido cambiar la bandera y virar hacia la bocana del río Pasig, sin temor a que nos alcanzaran ni los barcos, ni los disparos de los Americanos; de manera que a juicio de todos el proyecto era muy practicable y de resultado segurísimo. Ya estábamos esperando la señal del desarme que en último caso
podía haber costado un poco de sangre, cuando algunos jefes y oficiales fueron a
proponer la idea al General Peña, quien se apresuró a desaprobarla, negándose en
absoluto a que se llevara a cabo, no porque no la creyese perfectamente realizable,
sino por el temor de los perjuicios que nuestra fuga pudiera ocasionar a los demás
prisioneros".
Estaba visto que todo salía mal y que los prisioneros tendrían que apurar hasta las heces el cáliz de la tribulación.
La llegada a Bulacán fue la primera estación dolorosa de aquel amargo calvario.
Turbas inmensas de curiosos presenciaban el desembarque de aquellos pobres prisioneros, y cuando llegó el turno a los Religiosos, aquellos desarrapados de curiosos lanzaron contra ellos los más absurdos dicterios; unos gritaban: ¡echadles al
agua!, otros decían que no; que, aunque eran muchos, les darían de comer, pues
tenían abundante "Talangca"1, y así otras burlas y palabras soeces.
De dos en dos como criminales fueron llevados todos a la cárcel de Bulacán,
destinando a nuestros Padres a una habitación húmeda y destartalada. Aumentó su
penosa situación el ver en la misma cárcel a los Padres Landaburo, Prada y Rubín
Agustinos escuálidos y macilentes, a causa de los trabajos sufridos durante los días
que llevaban de cautiverio.
Vivía en aquella población el jefe insurrecto, Gregorio del Pilar, hermano del
célebre General Pío, tan procaz y tan perverso como este y de corazón tan avieso,
que parecía allí como el destinado para ser el verdugo y tormento de los prisioneros. M ucho había hecho padecer a los tres citados Padres Agustinos que yacían
extenuados del hambre y de
1
Especie de cangrejo pequeño.
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P. LICINIO R UIZ
fatiga, medio moribundos por los continuos trabajos a que les había sometido aquel
hombre sin entrañas: ahora tenía que saciar su sed de venganza con los nuevos Padres que acababan de llegar.
"Con estos auspicios, dice el P. Benedicto, entramos en Bulacán, presintiendo
lo que nos esperaba; así que luego preparamos nuestro espíritu, ofreciendo nuestras vidas a Dios en cuyas manos las poníamos, para que en todo se hiciera según
su voluntad y beneplácito. Aquella misma mañana empezamos a sentir los odios
del dicho Gregorio, pues fuimos destinados a trabajos públicos algunos de los Padres que acababamos de llegar; la misma operación tuvo lugar por la tarde, e indéntico fue el mandato al siguiente día y en los sucesivos. Limpieza diaria de letrinas
hasta con las manos, acarreo de piedras, arena o conchas, arrancar con la mano en
los parajes públicos las hierbas y malezas y otros ejercicios de este jaez eran nuestra cuotidiana ocupación; para después, metidos en lóbrega cárcel, muchas veces
sin agua para lavarnos ni las manos, recibir por todo alimento un puñado de arroz
cocido sin sal y cuatro talancas".
Cuadro horrible que sólo al leerlo espanta. Cualquiera que presenciara aquellas
escenas de humillación; a un Padre Ariz bastante anciano juntamente con el P. Carreño lampacear la sala habitación del Tribunal; al P. Benedicto y otros Padres cargados de cajones de arena y trasportando sacos de arroz como viles jornaleros,
custodiados por aquellos esbirros del General, no podría menos de moverse a
compasión, como efectivamente se movía la gente del pueblo, la gente sana que en
más de una ocasión manifestó su gran disgusto por lo que se hacía con los Padres,
protestando de aquella conducta tan criminal como vergonzosa, hasta amenazarles
con la excomunión por tratarse de religiosos.
Tales protestas surtieron algún efecto en aquel malvado Jefe. Desde aquel día
prohibió que los Padres trabajasen en obras públicas; mas como aquello no obedecía a ningun sentimiento de piedad o compasión, sino al temor de que el pueblo se
amotínese contra él en vista aquellos escándalos, cambió de táctica, pero fue para
mortificar más y más a los prisioneros.
Por todas partes por donde pasaban los Padres, encontraban
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385
siempre almas generosas, que, compadecidas de la dolorosa situación en que vivían, condolíanse de ellos y procuraban por todos los medios posibles aliviársela.
Había un chino, criado que había sido de P. Landaburo, quien, arrostrando
grandes peligros, pudo introducirse en la cárcel con permiso de Gregorio del Pilar;
y este chino fue el que suministraba a los Padres una comida, si no abundante, al
menos regularmente condimentada.
Asimismo había otras almas generosas, que, no obstante las dificultades
grandísimas que se ofrecían y los peligros no menores a que se exponían, se ofrecieron a servir a los Padres, como Dña. M iguela Tecsón, natural de S. José (Trozo), quien ya sola, ya acompañada de sus primos, mandábales ciertos obsequios
que el P. M amerto Lizasoaín, Prior que era del Convento de Recoletos en M anila,
remitía para nuestros prisioneros.
M as el astuto General, apenas notó que los Padres recibían esas visitas y con
ellas ciertos regalos, trató de cortarlos del todo, como los cortó, de manera que los
Padres se vieron privados de aquellos pequeños consuelos y volvieron a la vida de
privaciones a que antes estaban sometidos.
La situación empeoraba de día en día y el hambre hacía sus estragos. Extenuado por los trabajos, bajaba al sepulcro el P. Vidales, Franciscano, y todos hubieran
sucumbido, víctimas de aquel jefe sin entrañas, a no haber mediado la Providencia,
que siempre vela por los suyos.
Rotas las hostilidades entre filipinos y americanos, temerosos los primeros
por la suerte de los prisioneros, determinaron internarlos aún más.
El 10 de Julio de 1898 se dio orden a los prisioneros de pasar a Nueva Ecija.
No se les permitió usar de los vehículos que habían contratado para su marcha,
sino que se les obligó a caminar de dos en dos y siempre custodiados por las bayonetas.
Grandes simpatías despertaban los prisioneros por dondequiera que pasaban.
Los del pueblo de Quingua se mostraron en extremo compasivos, dando a los Padres algunas cosillas; hasta hicieron una pequeña colecta en el pueblo, con la que
pudieron comprar algunas latas de sardinas y pan con que obsequiarles.
386
P. LICINIO R UIZ
M as estaba visto que habían de ser mayores las tribulaciones que los consuelos. El pueblo de Balfuag se portó de muy distinta manera: mostráronse indiferentes muchos de ellos, pero otros se desataron en burlas y chanzonetas de mal género contra los Padres.
Nuevos tormentos y nuevas horas amargas. Bajo un sol abrasador estuvieron
los Padres formando fila, mientras uno de aquellos jefes pasaba lista y tomaba la
filiación; y después de esto a la cárcel, sin que aquella noche se les sirviese nada
que pudiera aliviar sus fuerzas debilitadas por el cansancio y molestias del viaje.
Al día siguiente partieron para Sn. Rafael, donde la decoración cambió algún
tanto, pues en este pueblo tanto el Presidente como los principales, Cura y Coadjutor se esmeraron en obsequiar a los Padres.
Allí pudo celebrar M isa el P. Oscoz. El día 19 lo pasaron todo el día caminando, llegando por la tarde a Sn. Isidro, Capital de la Provincia de Nueva Ecija, donde
tuvieron lugar otros sucesos dignos de narrarse.
En aquel desquiciamiento General de Filipinas, cuyos principios y causas dejamos reseñados, perdió la vida otro Recoleto, Cura del pueblo de Odonell, en Tarlac. Era este el Padre Baldomero Abadía, joven de angelicales costumbres y espíritu verdaderamente evangélico. Celoso de su deber, continuaba al frente de su ministerio, cuando el 31 de Octubre de 1897 una partida de insurrectos le asesinó
vilmente en su propio Convento.
Este suceso llenó de consternación a sus queridos Hermanos, que en los pueblos próximos ejercían su santa misión, y además fue como la voz de alerta que les
avisaba del peligro que a ellos podía amenazarles.
Esto, con las noticias que corrían por todos los pueblos del malestar que se
sentía en todos ellos, hizo que el P. Nicasio Rodeles, M isionero que era de M oriones, abandonase su misión cuando estalló la gran revolución y se refugiase en la
Pampanga, donde no corría tanto riesgo su vida por hallarse allí establecido el cuartel general de operaciones del Norte de Luzón, a cuyo frente estaba el General
M onet.
El Convento de Sn. Fernando servía de cuartel y de
S INOPSIS HISTÓRICA
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Hospital. Bastantes heridos en los combates de M aIolos, Baliuag y Bulacán, donde habíamos vencido a los insurrectos, gracias a la pericia y arrojo del valiente oficial Sr. Dujóls, se encontraban tendidos sobre sus lechos de dolor. Los Religiosos
Agustinos que allí se encontraban reunidos, y el nuestro servían en aquella mansión de caridad a los pobres enfermos, asistiéndoles con puntualidad en cuantos
servicios exigía su delicado estado.
San Fernando era una población de la Pampanga, que el General M onet había
escogido como más a propósito para centro de operaciones. Desde ella, en efecto,
nuestras tropas acudían a batir al enemigo que merodeaba por las provincias vecinas.
Nadie veía que allí pudiesen correr peligro. No obstante, un día el General
M onet, acobardado sin duda por la noticia, que con visos de verosimilitud corría
por aquel campamento, de que se acercaba a Sn. Fernando y venía sobre ella el
Generalísimo insurrecto Aguinaldo, con un gran ejército, reunió a los más importantes elementos de la Colonia Española que allí había y los oficiales de su ejército,
y les propuso la salida de Sn. Fernando, e ir a refugiarse en M acabebe, otro pueblo
de la misma provincia.
La mayor parte de los consultados se opuso al abandono de San Fernando,
por creer que aquel abandono suponía un acto de cobardía y debilidad, acto que
por sí solo envalentonaría al enemigo; mas el General M onet, que estaba decidido a
llevar adelante su plan, para salvarse él, como luego veremos, pretextó haber recibido una carta orden del Capitán General de M anila, Dn. Basilio Agustín, en la que
se le ordenaba retirarse a Macabebe.
Grandes protestas se exteriorizaron contra aquella determinación, llegando uno
de los protestantes a pedir nada menos que la destitución de M onet; mas de nada
sirvieron tales protestas y el viaje se realizó, abandonando San Fernando el 14 de
Junio.
Acto de cobardía, que se vio aún más palpable, cuando ese mismo General en
una comunicación que dirigió al General insurrecto, M aximino Hison de M éjico, le
decía que abandonaba San Fernando, si le dejaba el paso para M acabebe.
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Humillación indigna de un general español, que tan cara había de costar a sus
subordinados. Dejemos los comentarios que tal conducta nos inspira y prosigamos.
No bien habían andado nuestras tropas algunos kilómetros, cuando ya se acercaron las fuerzas enemigas a las nuestras, que tuvieron que reñir rudo combate, en
el que tuvimos bajas de consideración, y que, por lo difícil de las circunstancias,
tuvieron que ser abandonadas en medio de aquellos campos.
Esta primera lección que recibió el General M onet de la confianza por él depositada en los insurrectos, debía haberle servido de escarmiento; pero dominado
por la idea de salvación de su persona, por la que únicamente temía, marchó de
yerro en yerro y de humillación en humillación, hasta repetir por segunda vez su
petición al general insurrecto, cuando se vieron precisados a pasar al pueblo de
Sto. Tomás.
Pocas horas después y a eso de las 10 de la noche llegaron las fuerzas expedicionarias al barrio de Sn. Francisco de M inalín, lugar donde solían estar dos barcos
de la Armada Española, destinados en él para proteger las operaciones. A la llegada
de la expedición no encontraron los vapores, y, no encontrándolos, acamparon
como pudieron, sin cuidarse de poner centinelas, cual si se encontrasen en un campo de amigos. Gracias al Coronel Dujóls, no fueron sorprendidos. Este Señor oficial al amanecer destacó sus avanzadas y no bien acababa de hacerlo, cuando un
numeroso ejército enemigo lanzábase contra los españoles, y gracias al arrojo también de un valiente oficial que a sablazo limpio despertó las energías de aquellos
soldados, que, rendidos por la fatiga y medio desesperados de su suerte, no mostraban grandes deseos de combatir, se logró destrozar al enemigo causándole bastantes bajas y poniendo en fuga al resto del ejército insurrecto.
Después de la refriega apareció la escuadra, la famosa escuadra mandada por el
Almirante Peral, hermano del insigne inventor del submarino, cuya actuación en
esta historia será objeto de una censura de las más duras.
Embarcaron en ella oficiales, soldados y Religiosos y en ella pasaron la noche,
sin que pudiesen llevar a sus hambrientos
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estómagos ni un solo bocado, al menos los religiosos. M entira parece que en un
vapor español no hubiese un pedazo de pan para aquellos compatriotas. La pluma
se resiste a dejar consignadas cosas como estas, que nada dicen en favor de aquellos jefes del ejército español. Pero la verdad, que es la que principalmente debe
guiar al historiador, se impone, y, aunque con rubor, las estampamos.
A la llegada a M acabebe, el Convento sirvió como en otros puntos de cuartel
y de Hospital, y en él otra vez los Religiosos, cumpliendo con su deber, actuaron
de enfermeros, cuidando con tal solicitud a los enfermos, que en más de una ocasión y aun públicamente fue alabado su celo por el Jefe de sanidad militar y aun
por el General M onet y Señora del Capitán General, que allí se encontraban.
Aquí principia otra historia, que no debemos callar tampoco, aunque en ello
padezca algún tanto la fama de un hombre.
Los insurrectos, en su afán de atacar nuestras fuerzas, se atrincheraban fuertemente en las afueras de M acabebe y se veía ya próximo un ataque del enemigo:
entonces el General M onet, para salvar a la señora del Capitán General, embarcóse
en el cañonero Leyte para M anila, dejando abandonadas sus tropas.
El gobierno español formó proceso al General M onet a su regreso a España.
La historia más imparcial y nosotros con ella no le podemos absolver. Eran muchos los yerros cometidos por este Señor durante su actuación, al que hay que
añadir el que acabamos de relatar.
Él fue el principal consejero del General Agustí en aquella medida, que ya
hemos censurado, de armar las milicias nacionales, que a la postre fueron la causa
de la total ruina de España. M iles de fusiles distribuyó en la Pampanga y otras
provincias, fusiles que ahora veía convertidos en enemigos suyos: y para mayor
ignominia suya, cuando el valor digno de un español debía haber enmendado el
yerro, peleando como bueno al frente de sus tropas, las abandona y huye. Debemos en justicia consignar aquí estos hechos, porque, si parte de la opinión española engañada creyó a raíz del desastre que la causa principal de ello fueron los frailes,
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P. LICINIO R UIZ
vea en estos hechos quién fue el culpable y dé a cada uno lo que se merezca.
Quedaron las tropas al mando del Coronel Francia, quien, creyéndolo todo
perdido, mandó embarcar todas las fuerzas de su mando, incluso los demás españoles, así paisanos como Religiosos, en los vapores de la escuadra.
Aquí principia otra historia más negra y más vergonzosa aún. En Sn. Fernando
había habido una "Tenida de HH" cuyas determinaciones, si no fueron entonces
conocidas, se conocieron luego por los efectos. Los militares embarcaron en los
barcos de la escuadra, y en el M éndez Núñez los heridos con los paisanos y Religiosos. M omentos antes de levar anclas, se dio orden a los Religiosos, para que
saliesen del vapor y embarcasen en cascos que aquel remolcaría. Comenzábanse a
ver ya los efectos de la tenida.
El vacío dejado por los Religiosos fue ocupado por aquellos seglares, que nada
habían hecho por aquellos enfermos, a cuyo lado se les daba cabida en el vapor.
Cuando días atrás aquellos pobres heridos se encontraban en el Hospital, los
Religiosos fueron su paño de lágrimas, los que les cuidaban, atendían y prodigaban
toda clase de alivios, mientras el seglar para nada se preocupaba de ellos. Ahora
que se veían libres y además se trataba de viajar con más comodidad, aquellos paisanos orlan la solapa de su americana con la insignia de la Cruz Roja para mejor
lograr sus intentos y lo consiguieron, embarcando en el M éndez Núñez, echando a
los Padres a la pocilga. Si M éndez Núñez hubiera resucitado…, los hubiera puesto
o en la barra por cobardes, o en un manicomio por fantoches.
El fin de separar a los Religiosos y colocarles en los cascos se vio mas tarde1.
Próxima la playa de M acabebe a la de M anila, muy pronto llegó la escuadra
con su convoy de cascos a la bahía
1
También quedaron 800 soldados en los cascos.
Debemos advertir que dos días antes de salir de Macabebe, el Almirante Peral echó a pique el
cañonero "Arayat" y la lancha "Española", temeroso quizás de un encuentro con la Americana. Al ver esta acción el Capitán del Méndez Núñez, le dijo: "Yo me comprometo a entrar en
Manila con todos estos vapores y salvar las colonias", a cuya manifestación el Almirante contestó con un gesto de arrogancia chulesca, y los vapores fueron a pique.
S INOPSIS HISTÓRICA
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de esta última ciudad. M uy cerca ya de M anila, y cuando todos, Religiosos y soldados, creían próximo el momento de su libertad y todos ellos se entregaban a esas
dulces expansiones del alma, al pensar en sus vidas, en sus familias etc., he aquí
que de pronto aparecen varios grumetes hacha en mano y con ella cortaron los cables de remolque, quedando los cascos solos y al azar, mientras la escuadra se fue
para M anila.
No tenemos palabras suficientes para condenar y anatematizar la última hazaña de aquellos valientes. Cuando un hombre y más cuando un español permite que
a las puertas de su casa asesinen vilmente a su hermano, pudiéndole él salvar de las
garras del enemigo, ese hombre, ese español, merece el anatema más execrable. Y
ese hombre era Peral, el intrépido marino de la escuadra Española que, pudiendo
salvar a aquellos infelices, sin miramiento alguno les condenó a la muerte. ¡Oprobio
eterno para él y para cuantos tomaron parte en acción tan deshonrosa! Estos eran
los frutos de aquella tenida de M acabebe. Odio a los Frailes es el grito de la M asonería y en esta ocasión se vio bien palpable que para los Señores del mandil no hay
patria, ni hay nada ante el logro de sus diabólicos intentos. Si la Historia al estampar estos hechos no los juzga como debe, Dios se encargará de juzgarlos.
Ponemos fin a sucesos tan vergonzosos, para seguir narrando lo que fue de
aquellos pobres náufragos.
Soldados y Religiosos permanecieron varias horas en el mar, a merced de las
olas, pues los cascos carecían de velas y aun de timón para dirigirlos, pasando
horas horribles de angustia en espera de si pasaba por allí algún vapor que los recogiese: para mayor pena y desconsuelo de aquellos infortunados se levantó una
fuerte tempestad que de continuo amenazaba sumergirles en el fondo del mar.
Diez y ocho horas trascurrieron en esta horrorosa situación entre la vida y la
muerte, agravada además por el hambre, pues nada que comer habían dejado en los
cascos.
Cuando ya los elementos se calmaron, los infelices pensaron en su salvación.
De las mantas de los soldados hicieron velas para
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P. LICINIO R UIZ
poder salir de aquella situación y a merced de ellas pudieron salvar aquel peligro;
por supuesto para caer en otro mayor, pues el viento les empujó, no hacia M anila,
sino hacia las playas de Hagonoy, Bulacán, donde les aguardaba un triste porvenir.
M as antes de que les veamos en la cárcel juntamente con los prisioneros, que dejamos en el capítulo precedente, preciso se hace narrar algunos detalles que precedieron a su prisión.
Al llegar a la citada playa, el Capitán del Ararat mandó a un Teniente a conferenciar con el jefe insurrecto. Ante esta acción poco noble, de la que protestaron
los Religiosos que consideraban indigno el entregarse cobardemente al enemigo,
creyeron oportuno los Frailes obrar por su cuenta y ver cómo se salvaban; mas
cuando caminaban hacia la playa de Sexmoan, y cuando creyeron encontrar el medio de su salvación en unos pescadores de aquellas playas, los soldados, haciendo
traición a su españolismo, los delataron a los insurrectos, quienes, echándose sobre
ellos, los apresaron y cautivos les llevaron al barrio de Rosario, desde el cual, después de despojarlos de todo, hasta de los zapatos, los condujeron al pueblo de
Hagonoy.
Su aspecto no podía ser más lastimoso; con su cara macilenta por el hambre,
mal vestidos, descalzos, y casi hasta sucios, parecían el espectro de la desgracia.
Por primera provisión colocáronlos en el Convento; mas al día siguiente los
trasladaron a una pequeña e inmunda casucha, donde vivían como hacinados.
M as estos sufrimientos físicos nada eran en comparación de los padecimientos morales que experimentaron aquellos infelices, durante los días de su estancia
en Hagonoy. El Jefe de aquel pueblo era el hombre más cínico, más inmoral y de
más perverso corazón de cuantos trataron en todo el tiempo de su prisión.
Sin haberles dado lugar para descansar de las fatigas, este Jefe llamó uno por
uno a todos los prisioneros; y después de registrarles los bolsilios y preguntar por
el dinero, cosa que hacían todos los jefes del Katipunan, sometióles después a un
interrogatorio de obscenidades, que repugna estamparlas en el papel. Sentado al
lado de su manceba,
S INOPSIS HISTÓRICA
393
borracho como estaba casi continuamente, puede figurarse el lector las sandeces,
burlas y procacidades que vomitaría aquel sátiro.
Toda la noche solía tener a su lado dos o tres Religiosos, a quienes no dejaba
de molestar ni un momento con preguntas sobre las Parroquias que habían tenido,
número de almas etc., y machacando continuamente sobre dónde tenían el dinero;
unas veces se levantaba de su silla y dábales empujones en medio de dicharachos
indecentes, llegando en más de una ocasión a poner su mano sobre alguno de los
religiosos. Para atemorizarles más, les decía que él era jefe dictador con potestad
para fusilarles, cuando quisiese.
Así les entretenía toda la noche hasta que al amanecer les mandaba otra vez a
la cárcel, custodiados por soldados, que, mejores que el jefe, se esforzaban en consolar a los pobres prisioneros.
Adriano Gatmaytan, que así se llamaba aquel bárbaro, en su odio a los Religiosos excogitó todos los medios que su imaginación diabólica le sugirió para atormentar a los Frailes. Con un poco de arroz y un poco de calabaza, que era el sustento
de los prisioneros, tenían que estar todo el día en trabajos forzosos, cavando y
trasportando arena y piedra para el arreglo de la calzada; y cuando por la noche
llegaba la hora de descansar de las fatigas, entonces seguía llamando a los religiosos
a su casa, para continuar aquella obra de mortificación y tormento de que ya
hemos hablado.
No duró, gracias a Dios, mucho tiempo esta situación, pues, cuando el tal
Adriano por otros delitos que había cometido fué preso y degradado, los Padres,
libres de las garras de aquel tirano, pudieron descansar y respirar algún tanto1.
Aquello no fue más que una pequeña tregua a sus sufrimientos, pues a los pocos días recibieron orden de salir para la Pampanga. La ruptura de hostilidades
entre
1
En medio de aquella vida trabajosa los Padres mostraban en todo una perfecta resignación a la
voluntad de Dios y se dedicaban, como y cuanto podían, a ejercicios de piedad. De una carta
del P. Rodeles escrita desde la cárcel de Hagonoy al P. Francisco Sádaba, Secretario Provincial, extractamos el parrafillo siguiente: Por aquí estamos muy conformes con lo que Dios
tenga dispuesto sobre nosotros. Mañana es Ntra. Señora de la Merced y nos acordamos mucho en tal día de pedir a la misericordiosa Madre de Dios nos conceda lo que más nos convenga a su gloria y a la de su Unigénito Hijo. El tiempo de nuestra prisión que podemos
aprovechar, lo empleamos en hacer algunas novenas a San José y en otros ejercicios piadosos. Dios quiera que todo redunde en honor suyo, de la Virgen Santísima, del Cristianismo
en Filipinas y provecho de nuestras Almas.
394
P. LICINIO R UIZ
filipinos y americanos hacía cambiar las cosas de aspecto. Temerosos los filipinos
por la suerte de los prisioneros, dispusieron fuesen internados y a ello se debió la
orden de marcha.
Nuestros Padres también ganaron alguna cosa; pues debido a esa enemiga pudieron recibir algunos auxilios que nuestros Padres de M anila les enviaban.
En 21 de Octubre partieron los prisioneros para Apalit. Tierna despedida fue
la que el pueblo de Hagonoy tributó a los Padres. Como en todas partes, el pueblo
filipino, extraño a aquellos manejos de los Katipuneros, era un pueblo dócil, naturalmente compasivo y bueno y respetuoso con sus curas; así que en cuantas ocasiones podia mostraba al Padre sus simpatías y hasta procuraba aliviar su apenada
situación: estos sentimientos del pueblo filipino se hicieron bien ostensibles en
cuantos pueblos se vieron precisados a detenerse; de ello hemos hecho mención
varias veces en esta relación, pero nos gozamos en repetirlo en honor de la verdad
y del pueblo filipino.
Apalit fue el primer pueblo de la Pampanga, al que fueron los prisioneros. Un
pueblo digno que, fiel a las tradiciones de la raza filipina, hizo un recibimiento noble a los prisioneros, y que, en los días que allí estuvieron, supo tratarlos con la
dignidad y el decoro que su posición requería.
Un día se presentó en el pueblo un Jefe, quien al tener noticias del buen trato
que allí se dispensaba a los Religiosos, dio orden de que fuesen trasladados a Camiling, que pertenecía a la provincia de Tarlac, y aquí cambió de decoración: a los
diez días de bienestar de Apalit, sucedió otra serie de días, en que los ultrajes, las
bajezas y los trabajos no tuvieron tregua.
S INOPSIS HISTÓRICA
395
En el barrio de Bagamban comenzó ya la lluvia de denuestos por una turba de
Katipuneros que allí había reunidos: esto no era más que un preludio de lo que les
aguardaba en Camiling.
Ejercía por entonces las funciones de Presidente M unicipal Gregorio Concepción, muy amigo de los Curas en otro tiempo, pero que, inficcionado luego del virus del Katipunan, convirtióse en el enemigo más brutal de ellos.
Tenía a su lado, además, uno de esos hombres rastreros, de corazón perverso
y de intenciones dañinas; un criminal tagalo de Cavite, de intentos brutales y muy
a propósito para secundar los propósitos y deseos del jefe, que eran atormentar en
lo posible a los Padres.
Este fue quien al llegar los Padres al pueblo, los despojó de todo cuanto tenían, la ropa y unos 100 pesos que sumaba todo el dinero que llevaban; éste mismo,
por orden de su jefe, es el que encerró a los prisioneros en un cuarto oscuro y
lóbrego, en donde apenas podían revolverse y en el que se veían obligados a hacer
sus necesidades, y por tanto a aspirar constamente los fétidos olores que aquellas
despedían. Bien se puede comprender lo que sufrieron los Padres en aquella situación.
M as esto no era nada comparado con lo que les hizo sufrir el jefe. El pueblo
entero estaba allí congregado para celebrar su fiesta según cristiana costumbre. El
Sr. Concepción, terminada la M isa, reunió aquella gente en la plaza del Convento:
numerosos soldados del Katipunan andaban desplegados como para mostrar el
poder de su jefe: este sentado en majestuoso sillón, ostentando una vanidad y un
orgullo estúpidos lanzó un discurso lleno de improperios y majaderías contra España y los Frailes, a los que acusaba nada menos que de autores casi del terrible
Código Español; y luego, pavoneándose un poco, se las echaba de compasivo y
bueno; y, para que viesen que era verdad, allí mismo les dio la orden de que desde
aquel día se habían de ocupar en trabajos duros, haciéndoles en aquel momento y
delante de todo el pueblo arrancar hierba de la plaza.
Inútil es decir cómo agotarían su paciencia los buenos
396
P. LICINIO R UIZ
Religiosos ante aquel cúmulo de sandeces y cuando bajo un sol abrasador con las
cabezas raídas, pues el tal Feliciano Ejército, el satélite del Gobernador, les había
obligado a rasurar toda la cabeza para completar su obra de sarcasmo, pasaron más
de dos horas arrancando aquella yerba, abrasados por los rayos de un sol tropical.
Así trascurrieron algunos días, dedicados a trabajos forzosos, expuestos a las
miradas del público y siendo objeto de burla por parte de los centinelas que les
custodiaban.
La llegada a Camiling del General M acabulus vino a cortar aquella serie de
abusos que el infatuado Presidente de Camiling cometió contra los Padres.
De carácter bondadoso, no pudo tolerar aquella conducta tan criminal que se
observaba con los Padres y mandó suspender los trabajos; desde aquel día fueron
asimismo algo mejor tratados en cuanto a la comida. Él mismo, llevado de su buen
deseo, dio un gran banquete, al que mandó asistir a los Padres; todos los días les
invitaba a su mesa; mas ese día, aniversario del fusilamiento de Rizal, quiso dar un
banquete espléndido, haciendo gala de su generosidad. Animados y gozosos estaban nuestros Padres en aquel festín después de una temporada de privaciones:
pero no parecía sino que, aun en medio de los pocos ratos de solaz que pudieran
tener, esos mismos habían de ir siempre mezclados con la hiel del sufrimiento.
No faltó, pues, en aquel banquete su nota discordante. Un tal Valentin Díaz,
directorcillo que fue de Tondo por los años 1888, masón de tiempos muy antiguos, se entretuvo en sazonar el banquete con un discurso de tonos muy Katipunescos, que, gracias a la intervención de M acabulus que le cortó el hilo, no acabó
de agriar la opípara cena.
Curiosos eran algunos detalles del discurso, por referirse a tiempos en que todavía no había estallado la revolución: en él recordaba cierta sesión habida en tiempos del General Despujols, en cuya presencia, y con motivo de una Fiesta de que
tanto gustaba aquel caballero, se hizo una pequeña comedia, en la que los protagonistas, que eran tres, gritaban uno tras otro: "Viva el General Despujois y mueran
los Frailes", gritos que según el mismo Díaz significaban
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397
el grito de independencia, y que los Frailes eran la pantalla de que se servían para
obtenerla. Lo mismo que han hecho ahora.
Por lo curioso y por lo que en sí significa hemos apuntado este detalle. Pasamos por alto, para no alargar demasiado estos apuntes, la contra revolución que
armó un tal Pedroche, que no tuvo resultado alguno práctico; si no es el de proporcionar algunos disgustos a los Padres, quienes más de una vez temieron por su vida
en aquellas horas de revuelta.
Y con esto pasamos a Tarlac, a donde fueron conducidos nuestros prisioneros.
A su vuelta, por el barrio de Bagambang, donde tantas burlas y tantos ultrajes
habían recibido, no encontraron casi a ninguno de los autores de tantos insultos:
habían sido muertos por otros revolucionarios. Allí, en amistosa relación con los
soldados españoles que estaban presos, pudieron regalar algún tanto su cuerpo y
pasar un rato de solaz.
En la última quincena de 1898, un profundo malestar reinaba en toda la provincia de Tarlac. Los rumores de un próximo levantamiento contra España eran
cada vez más pronunciados. Había un grupo numeroso que laboraba día y noche
con ardor juvenil en preparar el terreno para que el levantamiento tuviese feliz éxito.
A primeros de Junio se notaron ya los síntomas de la proximidad de la revolución. Notábase que elementos principales de la población salían de ella en dirección
al monte, quedando casi abandonada por completo. Otro día los raíles de la vía
férrea aparecieron todos movidos y levantados en la jurisdicción de M abalacat.
Las tropas españolas que guarnecían aquella plaza preparábanse para la defensa, construyendo algunas trincheras y fuertes barricadas, para caso de romperse las
hostilidades.
En efecto, el día 2 de Junio por la noche las fuerzas rebeldes atacaron a las
nuestras, que se habían hecho fuertes en el Convento, Iglesia y casa Gobierno.
Al amanecer se avistaron las dos fuerzas. Ochenta soldados españoles al mando del bizarro Teniente Odero acometieron
398
P. LICINIO R UIZ
con tanto brío a los filipinos, que pronto se dieron a vergonzosa y precipitada fuga.
Este hecho que demuestra el valor y pujanza del soldado español, cuando es
dirigido por hombres de corazón y energías, debía haber alentado a los españoles a
defenderse hasta última hora; mas no sucedió así, a pesar de haber recibido un gran
refuerzo de 700 soldados procedentes de Zambales a las órdenes del Sr. Llanos.
Cuando rehecho y reforzado el ejército enemigo, volvió sobre los nuestros, se
vio que faltaba el valor, y aquellos hombres, antes tan intrépidos, se mostraban
ahora débiles; y, cuando apenas había comenzado el combate, enarbolaron bandera
blanca, capitularon y se entregaron con armas y bagajes al enemigo.
Enigma profundo, pero que deja de serlo desde el momento en que sabemos
que Filipinas estaba ya hacía años vendida a los Estados Unidos, y que de consiguiente ningún interés tenía nuestra nación en defenderse. Así, y sólo así, tienen
explicación defecciones como la de que acabamos de hablar, y otras muchas que
hubo en aquella tan luctuosa como infructuosa campaña.
Corramos el velo que oculta tanta maldad y sigamos con nuestra Historia.
Victoriosos en toda la línea los enemigos, se extendieron por todos los pueblos
de la provincia, entregándose a los mismos excesos y a ejercer las mismas funciones que habían ejercido en todos los pueblos del Archipiélago.
Los Frailes eran los únicos que quedaban en los pueblos, y los Frailes eran
además en quienes satisfacían las alegrías del triunfo.
Durante esos sucesos que precedieron a la entrega de Tarlac, que fue el 10 de
Julio, los insurrectos que andaban libres por algunos de aquellos pueblos llegaron
al de M abalacat que regentaba el P. Gregorio Bueno, a quien después de haber maltratado de palabra y de obra, y haberle puesto como objeto de ignominia en una de
las trincheras por ellos construidas, le condujeron a las afueras del pueblo, donde le
dieron una cruel y tormentosa muerte.
Los demás Padres nuestros que eran tres y servían los
S INOPSIS HISTÓRICA
399
Curatos de Bamban, en el que, además del Cura P. M ariano M orales, se hallaba el
P. Patricio Ruiz que se había retirado a aquel pueblo, y el P. Félix Pérez, de Capas,
seguían en sus Conventos, esperando resignados los acontecimientos.
Con relativa tranquilidad moraban los dos primeros Padres dichos en su Convento de Bamban, pues el pueblo en masa, católico ferviente, no permitía que saliese de él su Cura, y estaban todos dispuestos a defenderle contra todos los enemigos que viniesen.
No eran vanas palabras las de los fieles de Bamban. Pocos días después de esto aparecieron en el pueblo unos 600 insurrectos. A la noticia de que se acercaban,
temieron los Padres por su suerte, pero los valientes bambayanos dijeron al Padre
que no temiese, que ellos saldrían a su encuentro y que, caso de que entrasen en el
pueble, los llevarían al municipio, para luego hacerles salir fácilmente del pueblo.
Nos complacemos sobremanera en consignar hechos como este, pues son una
demostración palpable de lo que ya alguna vez hemos indicado, de que el pueblo
filipino, la masa del pueblo, ningún resentimiento tenía contra los Frailes; los consideraba como a verdaderos Padres, los respetaba y amaba y jamás anidó en él un
sentimiento de venganza, debiendo por consiguiente atribuir aquella persecución de
que entonces eran objeto a ciertos elementos, imbuidos unos en las deletéreas doctrinas de la M asonería y engañados otros por la idea que estos últimos propalaban,
de ser los Frailes la causa que se oponía a su independencia. Estos eran los enemigos del Fraile y los que a la fuerza se imponían al pueblo, quien, aunque sentía
vivamente aquella guerra que se hacía a sus Curas, tenía que tolerarla en silencio.
Continuemos: aquella primera turba de revolucionarios que entró en Bamban
quiso apresar a los dos Padres; este era su intento, que les salió fallido por la varonil resistencia que a él opuso el pueblo entero.
Amoscado el jefe revolucionario, salió de Bamban con dirección al pueblo de
Ángeles, no sin antes increpar duramente
400
P. LICINIO R UIZ
a la autoridad de Bamban, diciéndole que él y su pueblo eran los responsables del
incumplimiento de la orden que ellos traían; mas el Presidente, que era una persona
digna, les contestó que él haría presente a la autoridad competente los motivos que
había tenido para obrar de esa manera.
No obstante esto, la alarma en los Padres crecía por momentos. Al día siguiente de esos sucesos celebró su M isa el P. M ariano y los del pueblo redoblaron su
vigilancia para evitar una sorpresa: más aún, aquellas gentes, afanosas de salvar a
su Cura, aconsejaron a este se ocultase en un lugar fuera del pueblo, como en efecto lo hizo, pero, estando allí, recibió un aviso del Sr. M acabulos de que fuesen al
pueblo de Capas, y obedeciendo aquella orden, que ellos debieron considerar como
de persona1 a ellos afecta, fueron a Capas, donde fueron cogidos prisioneros los
dos de Bamban y el P. Félix Pérez, Cura de este último pueblo.
Acompañados de algunos principales de Bamban y Capas, salieron los tres
padres para Lomboy, barrio del pueblo de la Paz, en donde los revolucionarios
habían establecido su gobierno General; nada de particular ocurrió en el camino,
pero apenas llegaron al barrio fueron presos e incomunicados en la capilla pública
de aquel barrio. Había allí ya cuatro Padres Dominicos presos.
Aquí principia la triste odisea de los prisioneros.
Después de hacer la parodia de formar un tribunal para juzgar y sentenciar a
los Padres, y después de formarles un expediente ridículo, los condujeron por entre sendas y vericuetos, por entre malezas y cogonales, a un bosquecillo, que era el
refugio de la gente más perdida de todos aquellos pueblos, y allí, entre aquellos
criminales y aun mujeres de mal vivir, les tuvieron cinco semanas, condenados a
una vida de estrecheces y de miseria.
La primera noche la pasaron los prisioneros acampados a la intemperie, tendidos sobre una camita del país, y
1
En carta que tenemos del dicho Padre escrita aún en 14 de Julio del 1897, se mostraba el Padre
muy confiado en la gente de su pueblo, que, según decía, estaba dispuesta a sacrificarse por
él.
S INOPSIS HISTÓRICA
401
los días siguientes en unos lancapes o camas de caña cubiertos por un poco de
hierba, expuestos a las inclemncias del tiempo y del clima.
Los primeros días lo pasaron muy mal; las burlas de mal género se sucedían
unas a otras; la comida escasa y mala; pero la paciencia y mansedumbre con que
sufrían nuestros Padres aquellos insultos y malos tratos ablandaron algún tanto el
corazón de aquellos malvados y poco a poco fueron cambiando de conducta, tanto
que después casi todas las noches acompañaban a los Padres en el rezo del Santo
Rosario.
Pasadas esas cinco semanas les trasladaron a una especie de fuerte que en el
pueblo de Victoria había, donde encontraron varios Padres Agustinos prisioneros1.
A los pocos días de llegar allí los prisioneros, murió el H.o Lego, Dominico,
Fr. Agustín M asip, vilmente atropellado por el famoso Valentín Díaz, el célebre
Katipunero de Tondo, que, sin respetar el delicado estado de salud en que se encontraba, no le permitió ni que se sentara durante el interrogatorio que hizo a cada
prisionero.
También los Recoletos tuvimos que escribir en nuestra Necrología la muerte
del P. Patricio Ruiz, otra de las víctimas a consecuencia de aquellos sucesos.
He aquí las palabras con que nos escribe su enfermedad y muerte el P. M orales: "Hacía ya tiempo que andaba delicado el P. Patricio, pero, a consecuencia de
los disgustos y malos tratos de aquellos días de prisión, recayó y se agravó su enfermedad de tal modo, que a principIos del mes de Agosto le administraron la Santa Extramaunción y no el Viático, como era nuestro mayor deseo, por impedirlo el
jefe revolucionario que se opuso a nuestras reiteradas súplicas. Atacado de parálisis y luego perdido el juicio, permaneció así más de dos meses hasta el 29 de Octubre; una vez que hubo recobrado la razón él mismo comprendió se le acercaba la
hora de la muerte y después de confesarse y
1
Estaba, pues, con ellos también el P. Bernardo Martínez, Cura que era de Porac (Pampanga), hoy
dignísimo Obispo de Almería, y luego llegaron los prisioneros de Tarlac P. Fermín Sardon,
P. Miguel Fonturbel, P. Policarpo Ornia y P. Clemente Ibáñez, y los Franciscanos, P. Cesáreo Cabezón, P. Gregorio Pérez y P. Juan Marcos.
402
P. LICINIO R UIZ
recibir otra vez el Sacramento de la Extremaunción, entregó el alma al Criador en la
mañana de aquel día, completamente resignado a la voluntad de Dios, a quien no
cesaba de alabar en sus últimos instantes por la gracia tan especial que le concedía,
al morir rodeado de tantos Religiosos. Su muerte nos edificó a todos1.
La vida de estos en el pueblo de Victoria es idéntica a la que ya hemos narrado
en otros puntos. Parecía que el demonio había ido en persona eligiendo los jefes de
cada pueblo, pues en todos ellos gobernaban los más desalmados.
De esta calaña era Fermín Velasco, que aquí ejercía las funciones de tal jefe.
Parecía que se pasaba el tiempo en inventar la manera y el modo de vengarse de los
Padres. No contento con maltratarlos de palabra y obra y saciar su sed de diabólica
venganza, sometiendo a los Padres a todos los rigores del hambre y de la miseria,
no permitió jamás que ninguno de los muchos que compadecidos de los Padres
trataban de obsequiarles con alguna cosa se acercasen a ellos. El trato dado por el
infame Velasco a los Padres hubiese concluido con la vida de estos, a no ser por el
Fiscal del pueblo de Victoria, que, intrépido y arrojado, supo imponerse a Velasco
y socorrer a los Padres con cuantos medios estaban a su alcance. Digno de elogio,
de eterna gratitud y de que lo estampemos en esta historia, es el nombre de otro
Filipino, Cirilo Esdralín, un héroe de los muchos que hay que escrbir en el decurso
de estos sucesos para honra y gloria del pueblo filipino. En Diciembre los trasladaron a Tarlac, donde, según dice el P. M orales2, en medio de los sufrimientos de la
prisión, la vida les fue algo más apacible, merced a la caridad de tres familias que
repartían entre los Padres lo poco que tenían. Allí ya rotas las hostilidades con los
americanos se les permitió hacer sus pedidos a la procuración de Manila. Poseemos varias cartas en las que constaba que nuestros superiores les mandaron cuanto
pedían. Con estos auxilios que recibían, se servían de una fonda que allí había.
Cuando ya disfrutaban de relativa tranquilidad, recibieron
1
2
Memoria de su prisión.
Ibidem.
S INOPSIS HISTÓRICA
403
orden de trasladarse al pueblo de La Paz en la misma provincia, centro que había
de reunir a todos los prisioneros de que ya hemos hablado. Catorce kilómetros
dista la Paz de la cabecera, Tarlac; fácil, pues, les hubiese sido el traslado, yendo
directamente a su destino; mas aquellos malvados, en su afán de mortificar a los
Padres cuanto podían, les hicieron recorrer casi todos los pueblos de las provincias
de Pampanga y Nueva Ecija, conduciéndolos por todos ellos de tribunal en tribunal, a pie y en las horas de más calor, para de esta manera exponerlos mejor al ludibrio de las gentes y mayor tormento suyo.
Al llegar a Sn. Isidro encontraron en la cárcel a los Padres que en ella dejamos,
que eran los PP. Víctor Oscoz, M ariano Asensio, Aniceto Ariz, Alejandro Echazarra, Cipriano Benedicto e Hilario Vega, todos Recoletos.
Pronto encontraremos en La Paz reunidos a todos.
VIII
La unidad que debemos dar a este trabajo nos obliga a suspender la historia de
los Padres que hemos dejado en La Paz, para decir algo de otros Padres que,
hechos prisioneros en Zambales, fueron no obstante a parar también a aquel mismo pueblo.
Tarea enojosa, al par que monótona, resulta la de narrar hechos y más hechos,
todos ellos similares; bosquejar cuadros y más cuadros, en cuyo fondo se ven las
mismas negruras y las misms manchas, sin un matiz nuevo, sin un rayo de luz que
cambie el colorido y alegre la vista. Pero no hay más remedio; el historiador se debe todo y ante todo más que a la forma, al fondo de las cosas, y tiene necesariamente que narrar los hechos tal cual son, sin omitir nada de lo que se crea necesario
para la verdad de la Historia.
¡Zambales, tú me recuerdas una de las páginas más gloriosas de la Recolección:
tú, regada con los sudores y fatigas de los padres Recoletos, que sembraron en tu
regazo y cultivaron con ardor la semilla del amor y fe cristianos, que fuiste testigo
de aquella vida de sacrificio de quienes solamente trabajaron por sacarte de las tinieblas en
404
P. LICINIO R UIZ
que vivías a la esplendorosa luz de la vida, de la civilización y de la cultura; que
guardas en tus entrañas los cuerpos de Venerables mártires, que por tu salvación y
por tu bien derramaron su última gota de sangre, y a los que debes cuanto eres y
cuanto tienes; tú, ahora víctima de la más negra ingratitud, te revelas contra esos
Padres y, renovando tus hazañas de tiempos pasados, vuelves a hundir la cuchilla
de tu ingratitud en indefensos Padres que sólo por ti y para tí vivían!
Permítasenos este pequeño desahogo, como justo tributo al sentimiento que
nos embarga por las víctimas que la revolución causó en aquella Provincia.
Aun no había estallado en Filipinas esa conflagración general de que venimos
hablando, cuando ya en Zambales había hecho su aparición amenazadora y terrible.
No poseemos datos sobre quién fue el autor o promotor de aquella algarada, ni
tenemos otras noticias acerca de aquel triste suceso, sino la de que, víctimas de los
atropellos de aquella gente en armas, murieron asesinados los Padres siguinntes:
Fr. M anuel Azagra, M ariano Torrente, Andrés Horrero, Juan Navas, Epifanio
Vergara, Julián Jiménez y Juan Ortiz. Descansen en paz los ilustres M ártires de la
fe y de la patria.
No nos explicamos cómo, después de un suceso de tanta tracendencia, los demás Padres, que administraban en aquella isla, no escaparon de sus Curatos para
huir del peligro: sabemos al contrario que siguió cada uno en su lugar.
La revolución de Zambales sucedió en el mes de M arzo y era el mes de Mayo,
cuando el P. Pablo Calvillo salió el primero del pueblo de Castillejos, en vista de lo
grave de las circunstancias por las que atravesaba aquella provincia. Sigámosle,
pues, en su excursión; luego veremos lo que le sucedió, tanto a este como a los
demás Padres que quedaban en Zambales y que son materia de este capítulo.
El P. Pablo salió en compañía de los PP. M anuel Jiménez, Buenaventura Iturri
y Luis Cabello con dirección a Subic, por creerlo punto más seguro, y porque desde allí érales más fácil el embarque para M anila.
Un mes permanecieron en este pueblo, dedicándose al
S INOPSIS HISTÓRICA
405
ministerio de la predicación y confesión con relativa tranquilidad.
Iba poco a poco arreciando el temporal: las noticias eran cada día más alarmantes y crecía su angustia por momentos.
Cuando supieron que los insurrectos se acercaban a Olongapó, pueblo inmediato a Subic, tomaron la determinación, cuantos españoles eran, religiosos y soldados, de guarecerse en una pequeña isla, frente al mismo pueblo.
Las miserias que sufrieron en su apartado refugio, excusado es decirlas: isla
poco menos que desierta, se veían precisados a vivir casi a la intemperie, expuestos a los fuertes aguaceros y al sol abrasador del clima: y para colmo de su desgracia, aunque se proveyeron de víveres, como se vieron obligados a permanecer allí
algún tiempo, comenzaron a escasear de todo y sentir los rigores del hambre.
Los barcos de la escuadra Americana se paseaban un día y otro por frente a la
isla, y en cierta ocasión llegaron a disparar algunas bombas contra ella, sin más
consecuencias que el susto correspondiente.
M al lo hubiesen pasado los refugiados fugitivos, a no haber sido porque el
Comandante del apostadero de Olongapó izó la bandera blanca de capitulación.
Prosesionáronse los americanos de cuantas armas tenían los españoles, quedando así desarmados aquellos infelices en su destierro. Así pasaron algunos días;
su situación empeoraba; ya no les quedaba ningún recurso, ni aun el de defenderse,
en caso de ser sorprendidos por los insurrectos.
Gracias a que a los pocos días volvió otro vapor titulado "El Filipino", y
habiendo desembarcado dos Jefes americanos, mandaron embarcar a todos los refugiados y los trasladaron a Olongapó.
Huyeron o salieron de Scyla y cayeron en Caribdis. Al llegar a Olongapó, fueron presos los cuatro citados Padres, apareciendo también a los pocos días el P.
Francisco M oreno, que fue asimismo preso con ellos.
No obstante la presencia de los americanos, los Filipinos hicieron un saqueo
terrible a los Padres, y todo cuanto
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P. LICINIO R UIZ
habían llevado estos al vapor, como ropas y aun libros, que arrojaron al mar con
saña y desprecio; por lo que quedaron los Padres, en la prisión, sin otra cosa que
lo que llevaban sobre sus cuerpos. Gracias a Dios que en medio de todo, lo que los
primeros días les servía de cárcel, era una casa decente, posesión de un tal Dm
Otón, yerno de Dn. Julio.
En tan triste situación algunos de los Padres intentaron, creyéndola fácil, una
fuga. Así lo hicieron los PP. Buenaventura, M anuel Jiménez, Fr. M aximino M artínez y Fr. Juan Ortiz.
Aquí notamos una pequeña confusión. El P. Pablo, hablando de su prisión y
de la de los Padres que con él estaban en Olongapó, dice, que los citados Padres se
fueron a Baianga y después ya no vuelve a mencionar a los dichos Padres en la
larga memoria que escribió de su prisión. Nuestro Padre Provincial dice que salieron del barrio de Infanta, en Zambales; esta versión es la que parece más verídica.
A esta, pues, nos atenemos. Ella dice que salieron los citados Padres en una pequeña embarcación, con el objeto de ver si en alta mar encontraban algún vapor que
les recogiese y les condujese a M anila; pero se desencadenó un recio temporal y en
él perecieron todos.
A continuación copiamos la comunicación oficial dirigida por N. P. Provincial
a la Corporación, dándole cuanta de tan triste acontecimiento. Dice así: "RR. PP.
Priores de M anila y San Sebastián: –Según noticias fidedignas recibidas en esta
Capital, han perecido violentamente los PP. Fr. Buenaventura Iturri del Carmen,
Párroco de Sn. M arcelino, Fr. M anuel Jiménez del Sagrado Corazón de Jesús de
Subic: Fr. M aximino M artínez de San José, compañero del Párroco de Botolan y
Fr. Juan Ortiz, Párroco de Iba, pueblos todos de la provincia de Zambales. Los
tres primeros, cuyo paradero se ignoraba desde el mes de M ayo último, a pesar de
las diligencias practicadas para averiguarlo, trataron de evadirse del poder de los
filipinos y, juntamente con varios militares, prepararon la fuga que
S INOPSIS HISTÓRICA
407
llevaron a cabo a mediados del mes expresado, saliendo de Infanta en un baroto con
esperanza de que algún barco les prestara auxilio y los pusiese en salvo. M as no
habían trascurrido muchas horas después de hacerse a la mar, cuando sobrevino un
recio temporal, a consecuencia del cual debieron de perecer todos ahogados, pues
no se ha vuelto a saber de ellos.
El P. Ortiz que se hallaba, como los anteriores, prisionero de los revolucionarios, ha sido víctima de un horrible y sacrílego atentado en el barrio Salasa de la
mencionada provincia, el día 21 de Diciembre pasado, según la información de la
prensa de la Capital –Lo que con el más profundo sentimiento participo a VV. RR.
a fin etc. –Dios guarde a VV. RR. muchos años. M anila a 11 de Enero de 1900 –Fr.
Francisco Ayarra de la M adre de Dios, Provincial".
Las noticias trascritas arriba son las únicas que tenemos de los dichos Padres
que fallecieron a causa de la citada revolución. Dios nuestro Señor sin duda se
compadecía de los trabajos que por su causa sufrieron aquellos religiosos.
En Subic quedaron los Padres Pablo y Luís Cabello, llegando a los pocos días
los padres Francisco M oreno, Fernando Hernández, Agustín Pérez, Valentín Borobia e Hipólito Navascués.
Todos estos últimos Padres cayeron prisioneron el 29 de Junio de 1898,
cuando nuestras tropas se entregaron a los insurrectos, mandados por el titulado
General Gregorio, en el monte Anaoanguen del pueblo de San Antonio en Zambales.
En este pueblo es donde ya comenzaron a sentir y padecer los rigores de aquella gente sin disciplina y sin concierto. Al principio todo era confusión, pero en
medio de ella todavía nadie se había desmandado notablemente contra los Padres;
mas luego corrió la voz y circuló el rumor de que se acercaba uno de los más famosos cabecillas de la insurrección, el famoso Panracula, que venía con intención de
matar al P. Francisco M oreno, y excusado es decir el terror que se apoderó de los
pobres prisioneros. Afortunadamente
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P. LICINIO R UIZ
no se confirmó tal venida, y los Padres quedaron algo más tranquilos.
Después de pasar por varios pueblos de la provincia, llegaron a Castillejos, de
donde pasaron a Subic, en cuyo pueblo entraron amarrados codo con codo, como
criminales, por imposición del sargento que los conducía.
Un juego, si no fuese tan triste, parece la manera de obrar de los revolucionarios con aquel grupo de Padres; tan pronto los reunían en un grupo, como luego los
separaban; a unos los mandaban a un punto y a otros a otro: lo que hace muy difícil el que nosotros podamos seguir sus pasos todos hasta el final.
El P. Pablo y el P. Luis Cabello salieron para Castillejos, pueblo que administraba el primero de los citados Padres, donde fueron recibidos en triunfo y agasajados por su pueblo, que correspondió como digno a los muchos favores que había
recibido del P. Pablo, que por espacio de 29 años había regentado aquella Parroquia. El P. Francisco M oreno quedó solo e incomunicado en Subic, si bien a los
pocos días ya le vemos en el pueblo de Iba, donde estaban los demás Padres.
El P. Francisco, sin que comprendamos el por qué, fue uno de los más castigados en aquellos días de cautiverio. M ientras que los demás Padres durante su estancia en Iba recibían un trato llevadero en aquella situación, el P. Francisco tenía
que trabajar en las trincheras, lo que venía a contristar el ánimo de los demás Padres, al ver a su hermano en tan aflictiva situación.
De allí pasaron a Botolan (ya estaba con ellos el P. Cabello) y Poombató dirigiéndose desde este último punto a Odonell, siendo esta una de las jornadas en que
más padecieron los Padres, parte por las grandes distancias que se vieron obligados
a recorrer a pie (18 horas) y parte por el hambre, llegando, como es natural, rendidos y extenuados.
En los restantes pueblos que atravesaron hasta llegar a La Paz, como Capas,
M urcia y Tarlac, no tuvieron novedad ninguna; antes al contrario fueron bien recibidos y tratados por los Coadjutores Clérigos filipinos que curaban
S INOPSIS HISTÓRICA
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aquellos pueblos; y el 6 de Abril llegaban a la Paz, donde dejamos todo aquel grupo de prisioneros que mencionamos en el capítulo anterior.
El P. Pablo, a quien dejamos en Castillejos tan agasajado por su pueblo, se vio
precisado a una larga peregrinación, recorriendo, casi pueblo por pueblo, las provincias de Zambales, Pangasinan y Cagayán; hasta llegar a Cervantes, donde consiguió la libertad.
¡Qué cuadro ten triste, si bien ennoblece sobremanera su figura, ver a este pobre Padre anciano y achacoso por las enfermedades contraídas durante su prisión,
principalmente durante su estancia en la isla en que primeramente se refugiaron
frente a Subic, tener que andar en bastantes ocasiones largas distancias a pie, con
su pobre hatillo de ropa a la espalda, medio mendigando un poco de comida para
sostener su cuerpo!
Porque, si bien es verdad que este Padre fue una excepción y que en muchas
ocasiones fue tratado con bastante consideración y respeto, y en todos los pueblos
del largo itinerario que se vio precisado a recorrer encontró almas generosas y
compasivas, también es cierto que en algunas ocasiones, debido a la malevolencia
de algunos jefes, tuvo que sufrir grandes penalidades y trabajos.
Tres meses estuvieron los prisioneros en el pueblo de La Paz. Su vida se deslizó en este pueblo bastante tranquila, sin los sobresaltos y disgustos que amargaron sus horas de prisión en otros puestos.
Es verdad que con todo eso no tenía mucho de placentera. Cobijados todos
ellos en un estrecho camarín, vivían como rebaño de carneros apiñados y sin tener
apenas lugar para moverse, lo que les causaba alguna molestia; ellos mismos tenían
que prepararse el módico rancho que les daban, por lo que tuvieron que nombrar
entre ellos quien se encargase de traer leña, el agua, quien cociese la morisqueta y
así de las demás necesidades. Pero en medio de esta situación, libres de todas esas
tiranías y despotismos de los titulados jefes, lo pasaban bastante bien.
Podían cumplir sus obligaciones de religiosos sin trabas e imposiciones, así
que pasaban las horas del día entregándose
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P. LICINIO R UIZ
unos a la lectura de los libros que habían podido salvar; estudiando otros inglés
bajo la dirección del Dominico Fr. Francisco García, mas sin abandonar las obligaciones del religioso; antes al contrario cumplían con todas las devociones, con las
cuales alimentaban y confortaban su atribulado espíritu, y adquiría su alma un
temple más fuerte, para resistir las demás penalidades del cautiverio.
La holgada situación de que no obstante el estado en que se encontraban, disfrutaron los prisioneros, debíase a que aquel pueblo estaba bajo la influencia del
General M acabulus; y ya hemos dicho cómo este hombre, en medio de lo que era y
significaba, tenía la buena condición de no ensañarse con los prisioneros, antes al
contrario mostrábase con ellos afable y atento.
Una prueba bien elocuente de su generosidad para con los prisioneros la tenemos en que, queriendo celebrar con toda solemnidad el día 17 de Abril, aniversario
del gran complot filipino para tratar de la insurrección contra España, celebró su
fiesta con M isa solemne, a la que asistió con todo su séquito: y después de la Misa no sólo dispensó a los Padres la gracia de quitarles los guardias que les custodiaban, sino que mandó matar una vaca para los prisioneros, con lo que cenaron
siquiera una vez opíparamente; les dio además 25 pesos, y finalmente concedió de
muy buen grado a dos Padres, que se lo suplicaron, licencia para decir M isa y administrar los Sacramentos.
Agradecidos estaban los prisioneros al General M acabulus y relativamente satisfechos de su estancia en aquel pueblo; pero, luego que aquel General salió de allí,
recibieron orden de partir para Sta. Cruz.
Al salir para este punto se vieron gratamente sorprendidos por la noticia de
que una comisión española estaba negociando con el gobierno filipino, establecidlo
en San M iguel de Mayumo, la libertad de los prisioneros; creyéronla los más; ¡es
tan risueña la esperanza! mas luego se desengañaron, viendo no ser verdad, sino
que al contrario iban a ser internados en lo más abrupto de los montes de Nueva
Vizcaya.
S INOPSIS HISTÓRICA
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Desengañados, salieron para dicho punto, pasando por Tarlac y Victoria,
pueblos en los que fueron muy bien tratados, dándoles, en los días que allí estuvieron, una peseta diaria a cada uno y libertad para pasear por el pueblo.
En tren fueron a San Carlos, de la provincia de Pangasinán, en donde los vecinos rivalizaron por llevarse los prisioneros a su casa.
Con un oficio de M acabulus para las autoridades de Lepanto, que fue entregado a los mismos Padres, y otro del Presidente Provincial para los pueblos del
tránsito, tomaron otra vez el tren hasta Dagupan.
El oficio que habían recibido de M acabulus para Lepanto vino a deshacer todo
aquel cúmulo de ilusiones que algunos se habían formado sobre su libertad: esta
hacía de ellos verdaderos prisioneros, y sólo veían otra vez la negra perspectiva de
la prisión, la continuación de su largo ya y penoso calvario.
No es nuestro intento seguirles en su paso por varios pueblos de Pangasinán,
Ilocos Sur y San Fernando, hasta que llegaron a Cervantes.
Los lectores podrán figurarse las penalidades de un viaje tan largo, por sendas
y vericuetos, atravesando escarpados montes, expuestos a los ardores de un sol
tropical, y a las lluvias torrenciales que allí se suceden con frecuencia, apenas sin
poder dar a sus cuerpos el reposo necesario y con una alimentación en muchas
ocasiones deficiente y escasa. Y gracias a que en esta tan larga peregrinación encontraron en la mayor parte de los pueblos un trato muy distinto del que recibieron en
sus primeros meses de prisión, mucha más hospitalidad y mucho más afecto, sin
tiranías e imposiciones Katipuneras, bien recibidos y agasajados per el pueblo filipino, que ahora se encontraba en otras circunstancias, fuera de la acción de los jefes del Katipunan; así que aquella peregrinación bien pudo considerarse como el
tránsito por un oasis en el largo desierto que atravesaban.
Todo había cambiado bastante para esta fecha. Aquel bienestar, que encontraban en los pueblos y todo aquel afecto que recogían de aquellas sencillas gentes,
confortaba
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P. LICINIO R UIZ
grandemente su espíritu, y era la fuerza que les animaba y robustecía en aquellas
horas de pena, haciéndolas más alegres y llevaderas.
Fuera del contratiempo que experimentaron en San Fernando, cabecera de la
provincia de la Unión, cuando por orden del Comandante Alejandrino se vieron
sometidos a una minuciosa pesquisa, en la que aquellos inquisidores mostraron
toda su saña y corazón de hiena, robando a los Padres basta el último céntimo, en
todos los demás pueblos fueron muy bien tratados.
El pueblo de Sta. Cruz fue uno de los que mejor comportamiento tuvo con los
Padres. Las autoridades civiles y eclesiásticas, o sea, el Presidente, el Cura Párroco
filipno rivalizaron en obsequiar y agasajar a los Padres. Cuando los prisioneros
rogaron al Presidente que les permitiese descansar siquiera un día, pues llegaron allí
sumamente cansados, el Presidente les dio amplia facultad para los días que quisiesen, y el Cura, además de hospedar en su casa a varios Padres, puso a disposición
de ellos la Iglesia para que celebrasen el Santo Sacrificio, lo que proporcionó a los
Padres una de sus mayores satisfacciones.
Agradecidísimos los Religiosos a estas deferencias y muestras de afecto tan
especiales de los de Santa Cruz, hubieran continuado allí algunos días más; pero les
obligó a acelerar su marcha la noticia de que llegaba allí un jefe de muy mala fama,
el Teniente Coronel Domingo Silvestre, y así salieron para el pueblo de Sta. Lucía,
en el que al fin fueron alcanzados por el dicho Domingo, que les obligó a la fuerza a
seguir a Candón juntamente con una columna de unos mil prisioneros seglares que
conducía.
Cruzando después un caudaloso río, comenzaron a trepar por las pendientes
del monte Tilad, elevada montaña, de vegetación exuberante, en la que viven tribus
medio nómadas, los igorrotes, infieles, y entre esta gente, que se portó admirablemente con los Padres, pasaron la noche: al día siguiente llegaron a M amigpit, entrando el día 11 de Junio en Cervantes, que era capital del distrito.
M es y medio andando casi sin descansar día y noche era más que suficiente
para probar el temple de aquellos
S INOPSIS HISTÓRICA
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hombres, algunos de ellos débiles, cargados de años y achaques; la Divina Providencia les sostenía sin duda alguna, pues de otra manera no se conciben esas caminatas y los sacrificios que ellas llevan consigo.
La llegada a Cervantes fue para aquellos prisioneros lo que la estrella en el cielo para el viajero extraviado en noche de tormenta. Gratas eran las noticias que
tenían sobre las buenas cualidades de sus habitantes y esas noticias resultaron muy
exactas, más quizás de lo que ellos habían pensado. Aunque entre la gente que
acompañaba a los Padres había quien les informaba que tal vez, no obstante los
buenos deseos de los de Cervantes, no lo podrían pasar bien, por ser muy grande
el número de prisioneros y haber saqueado, como quien dice, la población los insurrectos, agotando todos los recursos de vida con que contaba, vieron muy pronto
que tales informes, si algún fundamento tenían, no eran tan graves ni mucho menos, pues, a los pocos días de su llegada, se les repartió a cada uno de los prisioneros además del arroz necesario, una libra de carne diaria, que para ellos constituía
un banquete, acostumbrados como estaban al hambre y a la necesidad.
Aquí se precisa hacer mención y muy honorífica del español Dn. Joaquín
Verdaguer. Persona de nobilísimos sentimientos, establecido en aquel pueblo, puso
a disposición de los prisioneros todo cuanto tenía y no sólo su hacienda, sino toda
su influencia y todas sus actividades, para conseguir la libertad de sus copatriotas,
como luego veremos.
Apenas llegaron a Cervantes, obsequió a los prisioneros con una buena y suculenta comida por espacio de tres días y más tarde él fue el que mediante un convenio celebrado con los Padres, por el que estos se obligaban a pagarle en M anila
los gastos que ocasionaran, aquel les subministraría todo lo necesario y se encargaría de dar la comida a los Padres. Con esto quedaron estos no sólo bien servidos,
sino libres además de las gabelas y trabajos que consigo lleva la dependencia y esclavitud.
Así vivían felices en medio de su prisión, pues recordando aquellos días trascurridos en el cautiverio, en los que no tuvieron uno solo de descanso, ni dieron a
su cuerpo
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P. LICINIO R UIZ
un rato de lícito solaz porque las circunstancias no se lo permitían, su estancia en
Cervantes les parecía un sueño.
Quiso no obstante el demonio turbar algún tanto aquel bienestar de que gozaban, suscitando en algunos elementos poco afectos a la Religión, que en todas partes existen, el deseo de mortificar a los Padres, trabajando porque se destinase a los
prisioneros a las varias rancherías que en las cercanías de Lepanto existen, pretextando que allí no podían vivir todos; y tal fue su empeño en ello que, en efecto,
consiguieron el objeto que pretendían, mas no se llevó a cabo tal orden ni decisión,
pues además de que protestaron los prisioneros, mediaron recomendaciones de
todo género y quedó en suspenso la orden.
Continuaron, pues, en Cervantes, y, como quiera que preveían que su estancia
había de prolongarse por bastante tiempo, ordenaron su método de vida poco más
o menos como si estuviesen en el Convento. Todos los días tenían su oración mental en común, y sus ejercicios de piedad, y otros ratos los ocupaban en lectura o en
reparar su pequeño hato de ropa, y otras necesidades por el estilo, permitiéndose
sus ratos de distracción honesta y sus paseos, pues tenían libertad completa dentro de la población.
Todo les era permitido menos celebrar M isa, pues esto no lo consentía el
Clérigo de allí, un renegado y sectario de "Aglipay", el cismático; mas, no pudiendo oír M isa, la suplían con algún otro ejercicio piadoso y, en los días en que se
celebraba por la Iglesia algún Patrón de las órdenes religiosas que allí estaban representadas, lo celebraban cumplimentándose mutuamente y hasta verificando
alguna velada en honor del Santo, con lo que pasaban muy honestamente aquellas
horas y aquellos días de reclusión.
Seis meses pasaron en aquel pueblo con el sosiego de una vida libre de sinsabores, pero amargada siempre por el deseo de libertad, cuya aurora no veían alumbrar nunca. En esos seis meses tuvieron la desgracia de perder a dos compañeros,
que fallecieron víctimas de las penalidades del cautiverio: un Franciscano, el P. Fr.
Jesús Rodríguez, y otro joven dominico, que había prestado excelentes servicios a
los Padres con sus conocimientos de medicina. De los nuestros los Padre Benedicto y M ariano M orales se sintieron
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bastante mal, pero los cuidados de los naturales y los medicamentos que de M anila
recibieron, acabaron por restablecer su salud.
Una coincidencia bastante providencial vino a alterar aquella monotonía, llevando a sus ya tan abatidos ánimo un rayo de esperanza y vida. Estaban nuestros
religiosos haciendo fervorosamente una novena al glorioso Patriarca San José,
Patrón amantísimo de nuestra Orden, cuando llegó noticia de que iba a Cervantes el
General Aguinaldo con todo su acompañamiento, que sumaban unas 70 personas.
Tristeza profunda se apoderó del ánimo de nuestros Padres, cuando conocieron la
veracidad de la noticia; quién más, quién menos, en aquella situación en que se encontraban, veían en aquella venida un augurio funesto de un fin quizás desastroso
para ellos.
M as Dios N. S. había escuchado benigno las súplicas de aquellas almas atribuladas, y San José tendía sus alas de misericordia sobre aquellos devotos que habían
acudido a él confiadamente en sus horas de tribulación; y lo que ellos creían esfumaba sus esperanzas de libertad fue precisamente lo contrario.
La idea de Aguinaldo era, sí, internarlos más, para de esta manera alejarlos de
la posibilidad de que, si llegaban a Cervantes los americanos que venían en su persecución, no encontrasen a los prisioneros, que eran para él como prenda de ulteriores negociaciones: pero se frustró su idea.
Los efectos de la aproximación de Aguinaldo a aquellos lugares, los vieron inmediatamente los prisioneros; muy pronto fueron sacados de la casa que habitaban
y recluidos en el Convento, que para tanto prisionero resultaba reducidísimo y,
por lo tanto, mal acondicionado; es más, el mismo día se les comunicaba la orden
de que todos los prisioneros fuesen conducidos a Bontoc.
Esta orden acabó de abatir el ánimo de los prisioneros y apagó el último rayo
de esperanza que abrigaban de conseguir la libertad. Yendo a Bontoc e internándose en aquellas montañas, imposible se hacía de todo punto su salvación, que estaba
únicamente en el mar y en la esperanza de que los americanos, que venían a retaguardia espoleando
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P. LICINIO R UIZ
las tropas de Aguinaldo, aniquilasen el poder de este y llegasen a aquellas aguas
barcos, en que pudiesen embarcar.
Terrible, pues, era para ellos la orden que se les acababa de comunicar. Resistíanla al principio los prisioneros, confiados algún tanto en la benevolencia de los
jefes locales, y en la imposibilidad de sustentarse todo aquel contingente tan numeroso de prisioneros en un pueblo como Bontoc, pobre y que carecía aun de los
elementos de vida más ordinarios; pero apremiados por los jefes, temerosos de la
llegada de Aguinaldo y aconsejados por el Sr. Verdaguer, que se ofreció a trabajar
cuanto pudiese por su libertad y tenerles al tanto de todo cuanto ocurriera, abandonaron Cervantes, y el día 26 llegaban a Cagayán, ranchería muy próxima al último pueblo.
En Cagayán tuvieron que sostener ruda pelea con los que los conducían, los
cuales estaban, como es natural, dispuestos a cumplir la orden de sus jefes de llevarles a Bontoc; protestaron los religiosos y demás presos, pues en Cervantes se
les unió un número considerable de soldados, alegando como siempre la escasez de
alimentos en aquel pueblo y que para esto además necesitaban la orden del Presidente. A la resistencia del jefe conductor a los razonamientos de los prisioneros y
viéndole estos obstinado en llevarles a Bontoc, inventaron los Padres otro pretexto
y fue que, antes de seguir adelante, iría una Comisión de ellos a conferenciar con el
Sr. Verdaguer, a lo que accedió el conductor.
El P. Víctor Oscoz con otros tres más se presentó en Cervantes al Sr. Verdaguer, quien convenció a los Padres de que siguiesen su camino hasta la ranchería de
Ulucan, y que allí estuviesen hasta que recibiesen orden de pasar a Sabangan, pues
él trabajaría lo posible con Aguinaldo, para que fuesen destinados a este último
punto.
Los pretextos que los Padres alegaban no tenían otro fin que no alejarse de
Cervantes, y lo consiguieron, pues el Sr. Verdaguer trabajó lo indecible con el Sr.
Aguinaldo y logró que los prisioneros quedasen en Sabangan.
Bien se presentaban las cosas a los prisioneros por entonces,
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pero no dejaban por eso, y con razón, de abrigar serios temores de que su situación
empeorase de un momento a otro, impulsada por las circunstancias.
Los americanos habían derrotado a Aguinaldo en Tarlac y venían en su seguimiento. Cuando el Sr. Verdaguer les comunicó la noticia de la derrota y muerte del
General filipino del Pilar en la cumbre del monte Tilad, y que Aguinaldo había pasado por Cervantes huyendo de los americanos, entonces los prisioneros vieron el
peligro; y, en efecto, no se hizo tardar mucho, pues el día 3 de Diciembre, expedía
Aguinaldo, desde Cagayán, una orden en la que terminantemente mandaba que todos los prisioneros fuesen a Bontoc.
M omentos difíciles para los pobres prisioneros: si obedecían, se sepultaban
una vez más en su propia ruina; había que tomar una resolución que impidiese la
ida a Bontoc; esto había que evitarlo a todo trance, si querían conseguir su libertad.
Hubo sus dudas y vacilaciones; quién optaba por obedecer las órdenes de
Aguinaldo, quién lo contrario, y hasta hubo quien intentó la fuga; lo único que consiguieron del jefe fue permanecer allí un día más y ganar tiempo, con el pretexto de
consultar al General Venancio Concepción, que se encontraba en Cagayán.
El objeto de esta consulta, repito, no era otro que permanecer allí un día más y
esperar si llegaba algún despacho del incansable Sr. Verdaguer que tanto se interesaba por su libertad.
En efecto, cuando con tanta ansiedad aguardaban, llegó un criado de este Señor
con el pretexto de recoger los corderos que allí había despositado para sustento de
los prisioneros, entregando a los Padres una carta, en que les decía que los americanos estaban ya en Cervantes y que aquella misma tarde salía de allí una columna
en nuestro seguimiento; y que, por lo tanto, debían emprender inmediatamente la
vuelta a Cervantes, aunque para ello fuese preciso desarmar a los pocos soldados
que encontraran en el camino1.
1
Decía el Sr. Verdaguer: Amigo P. Vicente: Al momento de recibir esta, póngase en camino para
esta; si acaso es necesario, desarmen VV. a los 7 soldados Katipuneros, y vénganse enseguida; no hay ni un insurrecto por el camino: yo salgo con fuerzas americanas a encontrarles: hay
más de 800 americanos: no tengan VV. ningún cuidado: están VV. salvados.
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P. LICINIO R UIZ
No se hizo tal desarme por razones que no son de referir aquí; mas sucedió
que al ser conducidos los prisioneros a Bontoc, al llegar al río que separa los montes de Bontoc de los de Lepanto, algunos soldados españoles huyeron a la desbandada por aquellos montes y al ser tiroreados y perseguidos por los pocos soldados
filipinos que los guiaban, todos los restantes prisioneros emprendieron la fuga,
unos por lo más empinado de los montes, y otros por veredas distintas, llegando a
la mañana siguiente a Cervantes.
"Lanzámonos a carrera tendida, dice el Agustino P. Derán1, por aquellos vericuetos, recorriendo con velocidad pasmosa los serpenteos caprichosos de escarpadas montañas. Y aquellos cuerpos, desfallecidos y trabajados por el hambre y los
trabajos de prolongada cautividad, reanimábanse al calor de su entusiasmo por la
victoria, pareciendo, en sus veloces pasos, jóvenes robustos desconocedores del
cansancio".
En efecto; treinta y ocho kilómetros que median entre el punto de partida y
Cervantes, en donde no se encuentra un camino ni mediano, sino sendas que se
dividen en todas direcciones, teniendo que atravesar caudalosos ríos y empinadas
sierras, en una noche oscura y tenebrosa que ocultaba a los fugitivos la dirección
que debían seguir y en la lluvia que del cielo caía, ayudaba a entorpecer sus pasos,
la huída aquella tenía algo de homérica.
Estaban salvados los prisioneros: ancianos y jóvenes, todos estaban allí, según
era el deseo de todos y también del Sr. Verdaguer, quien en uno de los despachos
que había mandado a los Padres, al recomendarles la fuga, les decía no se olvidasen
de los ancianos y achacosos: todos ellos estaban en Cervantes; la alegría se desbordaba a torrentes; la libertad de que gozaban después de un cautiverio tan largo y
tan penoso les parecía un sueño, sueño que
1
Episodios de la Revolución Filipina por el P. Joaquín Durán, Pág. 211.
S INOPSIS HISTÓRICA
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reanimó a aquellos hombres tan abatidos por la larga serie de torturas y padecimientos: volvían en aquel momento a la vida.
En aquellos trasportes de alegría a que se entregaban, no se olvidaron de entonar un himno de gracias a Dios que les había sostenido en el tiempo de la tribulación, y ahora les proporcionaba la hora tan feliz de su libertad por medio de San
José bendito, a quien tantas veces habían acudido en demanda de auxilio, y al Sr.
Verdaguer, apóstol incansable que dedicó todas sus actividades y energías a la consecución de la libertad de aquellos prisioneros, a quienes él como buen cristiano y
buen patriota tanto amaba: los prisioneros no cesaban de bendecirle.
También guardaban sus recuerdos para otras muchas personas. En el breve relato que acabamos de escribir, hemos visto que, en la mayor parte de los pueblos,
la masa de él, la gente no manchada por las nefandas doctrinas del katipunan, se
mostró tan agradecida a los Padres, que podía llenarse con los hechos de caridad y
de afecto por ellos realizados, un capítulo hermosísimo, en el que cada letra sería
una flor nacida al impulso y calor del corazón de aquellos sencillos habitantes y
todo él un ramo delicadísimo de caridad y de amor, virtudes las más preciadas de
aquel pueblo siempre noble, siempre digno y siempre hospitalario.
El día de la Purísima lo pasaron en Cervantes, dando gracias a Dios por tan
inmenso beneficio, y al día siguiente emprendían la marcha hacia Vigan, donde habían de embarcar para M anila. Unos andando, otros aprovechando algún carretón u
otro vehículo, atravesaron M amigpit, Angaqui, Salcedo, Candón, Narvacán, llegando a Vigan el 13 de Diciembre. Cuatro días permanecieron en Vigan muy obsequiados del P. Enrique del Rosario, Cura de Catubal. El 17 de Diciembre embarcaron en
el "Uranus" y el 18 llegaban a M anila, en donde sus hermanos de hábito les aguardaban con los brazos abiertos y el corazón ansioso de tenerles a su lado.
Así terminó aquella odisea, de sufrimientos y penalidades para aquellos Apóstoles de la Religión de paz y amor. ¿Por qué, sólo en retorno de sus afanes y trabajos, encontraron
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P. LICINIO R UIZ
el odio y la guerra…? Dios lo sabe en sus inescrutables juicios. Cuando quiere castigar los pecados de las naciones, suele a veces escoger víctimas inocentes, para
que esa expiación sea más fructífera y copiosa.
LA R EVOLUCIÓN EN M INDORO
Inesperado fue para la mayor parte de los habitantes de Filipinas el movimiento revolucionario iniciado en este Archipiélago el 1896, y más inesperado aún el
ataque de la escuadra Americana el 98.
Los extranjeros que vivían fuera de la capital ignoraban por completo los manejos e intenciones de América, y no sólo eso, sino que debido a aquella incomunicación de la Capital con las demás provincias, a consecuencia del bloqueo de M anila por los americanos, no sabían nada de esta, ni la entrega de la plaza, ni otras muchas cosas que de esta entrega se derivaron.
En los últimos meses del 98, después de haberse posesionado los americanos
de M anila, fue cuando se iban enterando poco a poco, y aún esto algo confusamente, de lo sucedido, y fue entonces cuando se dieron cuenta de lo crítico de la situación en que quedaban en aquellas circunstancias.
Lo más terrible para los Religiosos era el incremento que tomaría la revolución,
debido a este inesperado suceso de la venida de los americanos, y a causa de eso
vivían en continua alarma. M ás, esto no obstante, todos ellos siguieron en sus Curatos, a pesar de que, a medida que pasaban los días, iban adquiriendo nuevos datos y nuevas noticias sobre el alzamiento de casi todas las provincias de Luzon, y
hasta notaban en las otras síntomas de algo anormal, que les hacía presagiar algo
grave que se tramaba en ellas. Los Padres de la isla de M indoro, a pesar de su
proximidad a M anila, se encontraban casi en las mismas circunstancias de aislamiento e incertidumbre que los demás.
Sabían, sí, la llegada de los americanos a la bahía de M anila, pero, respecto a la
marcha y proporciones que tomaba la revolución, estaban a oscuras.
S INOPSIS HISTÓRICA
421
Algunos Padres conocían pequeños detalles a raíz de esos sucesos, y estaban
sobre aviso: hasta pensaron salir del pueblo e ir a lugar seguro.
Así, los Padres Pedro Olave, Cura que era del pueblo de Luban, sito en la isla
de su mismo nombre, próxima a la de M indoro y sujeta a esta civilmente, el P.
Victoriano Román, coadjutor, y Bruno Capánaga, misionero de Palawan, que había
ido de visita a Luban, abandonaban ya a primeros de M ayo sus pueblos para huir
del peligro que les amenazaba.
En una pequeña banquilla hicieron los tres Padres la penosa travesía que media
entre Luban y la Hacienda de M agarán, que poseía la Provincia en el extremo Sur
de la isla.
Al abandonar sus pueblos los Padres mencionados, su primera intención fue
dirigirse a la próxima provincia de Batangas, como lugar más próximo; mas,
acordándose de los demás Padres, prefirieron ir en su compañía y correr con sus
hermanos la suerte que les deparara la divina Providencia.
En la Casa Hacienda estaban los PP. Calixto M oral, Bernardino Vázquez, misionero de M angarin, con los Hermanos Isidro y Andrés, cuando llegaron a ella los
Padres arriba dichos.
Nada halagüeñas fueron las impresiones recibidas: mas, consolados los unos
con los otros, decidieron seguir allí hasta ver si se les presentaba ocasión oportuna
para poder ir a M anila.
A últimos de M ayo una partida de 2,000 insurrectos atacaba la contracosta de
la isla, noticia que llenó de consternación a nuestros Religiosos, pues de un día
para otro temían la llegada de aquellas turbas, que iban sembrando el exterminio y
la muerte a su paso.
No se hicieron estas esperar. A últimos del mes de Junio se presentaron en
nuestra Hacienda, mas no encontraron a nadie, pues los ocho Padres, esto es, los
cinco Sacerdotes y los dos Hermanos dichos con el H.o Crisanto que habitaba otra
casa de la misma Hacienda, se habían ido al monte con el objeto de poner sus vidas
a salvo, caso de que llegase el enemigo.
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P. LICINIO R UIZ
A una invitación del General insurrecto a los Padres para que bajasen a la
Hacienda, estos, fiados en la promesa que aquel les hacía de respetar sus vidas,
bajaron, y el día 1.o de Julio quedaban prisioneros todos ellos, siendo trasladados
el día 4 al pueblo de M ambúrao.
Desde este momento empezó para los Religiosos aquella vida de privaciones y
de humillaciones que experimentaron indistintamente todos los prisioneros de
aquella revolución, y sobre todo la pena y el sentimiento de verse en aquella situación, sin que ni en la lejanía del tiempo vislumbrasen el día de su libertad. Esta incertidumbre fue, sin duda alguna, la pena más grande que amargó a los prisioneros.
Cinco días duró su estancia en el barrio de M ambúrao.
Con el fin de abreviar esta Crónica, sólo diremos que hubo momentos de verdadera angustia, cuando aquella soldadesca desalmada se entretenía en herir los
sentimientos más caros del Religioso, contando episodios y hechos nada decorosos; y en esos cinco meses hubo temporada, en que fueron tratados peor que unos
criminales, como cuando el Presidente de aquel pueblo ordenó e impuso a los Padres trabajos penosísimos para que ganasen, según él decía, la comida, que era a la
verdad lo más escasa y mala, consistente en un poco de arroz, que ellos mismos se
habían de preparar.
El 28 de Noviembre por orden del General fueron trasladados los prisioneros a
Batangas. En Lemery estuvieron hasta el día 6 de Diciembre, en que otra orden
disponía fuesen conducidos a Lipa a ponerse bajo las órdenes del General M alvar.
En esta población, capital de la Provincia, estaban también prisioneros 600
cazadores españoles que, después de doce días de sitio, se vieron precisados a rendirse al enemigo. Debemos hacer justicia a los buenos sentimientos del citado General Filipino, pues, mientras estuvieron en Lipa, trató a los prisioneros con toda
clase de consideraciones, y hasta les dio libertad para escoger el punto o pueblo de
residencia más de su gusto.
En la misma provincia estaba el pueblo de Sto. Tomás, y, sabedores los Padres que allí estaba el P. Garcés, Cura de aquel pueblo, suplicaron al General les
mandase a este
S INOPSIS HISTÓRICA
423
pueblo, a lo que accedió gustoso el Sr. M alvar. Sto. Tomás era el pueblo natal de
dicho General y apreciaba muchísimo al P. Garcés. Cuando tuvieron lugar los sucesos de M anila, el P. Garcés, viendo casi perdida la situación, se fue a Lipa con
los 12 soldados españoles, destacados en su pueblo, con el fin de unirse a los de
Lipa y defender aquella plaza. En ella estuvo, juntamente con el P. Domingo La
Prieta, Agustino, cura de Lipa, los 12 días que duró el sitio, animando con su palabra y con su ejemplo a los soldados españoles y confesando y cuidando a los heridos.
Entregada la plaza, fue trasladado a Batangas con los demás prisioneros; y,
una vez allí, fue enviado por el General, que conocía las bellas dotes del P. Garcés,
a Baler, para interceder con aquel puñado de valientes que tan heroicamente defendían aquel puesto, a fin de que depusiesen las armas y se entregasen.
M as el P. Garcés, que, antes que todo, era un buen patriota, al ver a aquel puñado de héroes que sitiados por 12,000 hombres se mantenían con tesón y energía
y no estaban dispuestos a arriar de sus manos la bandera de la patria, en vez de
cumplir con la orden del General, aún arengó a aquellos heroicos soldados a seguir
luchando por Dios y por su patria. ¡Hermoso rasgo de patriotismo!
A su vuelta de la misión dicha, le permitió el General residir en Sto. Tomás,
donde era tan estimado, y allí le encontraron nuestros prisioneros. Se nos olvidaba
decir que también estaba allí prisionero el P. Alejandro Laborda.
M ientras estuvieron en este pueblo, lo pasaron relativamente bien; tenían comida, andaban libres por el pueblo, y eran muy considerados de todo aquel vecindario.
Ignoramos el motivo: solamente sospechamos si fue el famoso telegrama, que
el Presidente de la llamada República Filipina mandó a Batangas, en el que decía a
los Curas nombrados por eI Arzobispo que no se opusiesen sino que sancionasen
los matrimonios civiles que se verificasen, so pena de ser considerados como espías y traidores a la patria o por qué, lo cierto es que el primero de M arzo recibía el
Presidente del pueblo una comunicación en la que se le ordenaba que todos los
prisioneros, con excepción del P. Garcés, pasasen a Lipa.
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P. LICINIO R UIZ
A las tres de la tarde entraban en esta población, y a las once de la noche salían andando para el pueblo de Rosario Había cambiado la decoración por completo. En este pueblo fueron colocados en el Convento, pero vigilados por una fuerza
no muy respetuosa y con órdenes terminantes del Presidente del pueblo de que no
se accediese a ningún deseo de los prisioneros. Así lo cumplieron; pues, habiendo
manifestado los Padres un vivísimo deseo de celebrar la Semana Santa, no les fue
concedido y, más aún, ni siquiera les permitieron comulgar el día de Jueves Santo,
no obstante las reiteradas súplicas de los fervorosos religiosos.
No era este pueblo la última estación del penoso Calvario de los prisioneros.
Día de Sn. José era, cuando, después de haber oído Misa, recibieron otra orden de
pasar al inmediato de Taisan, curato que había estado servido por nuestros Padres.
Este fue su último destino: aquí vivieron desde esa fecha hasta el 19 de Enero
del año siguiente. Los padecimientos sufridos por los religiosos en esta última estancia no tienen número. Comenzaron por aislarlos y destinar a cada uno de los
prisioneros a un barrio, y el cabeza del barrio cuidaba del prisionero que le correspondía.
Estos jefes tenían órdenes del principal de tratar a los religiosos lo peor que
pudiesen, y muchos de ellos las cumplieron al pie de la letra.
Recluidos en una mísera y sucia casucha de nipa, no teniendo otro alimento
que un poco de arroz mezclado con maíz, sin otro consuelo que el que de cuando
en cuando les proporcionaba alguna persona caritativa del pueblo, trascurrieron
varios meses. Efecto de aquel mal trato, la mayor parte de los prisioneros cayeron
enfermos; de gravedad lo estuvieron los PP. Alejandro y Calixto: este último, que
se encontraba muy mal y perdido ya el conocimiento, fue, por decirlo así, devuelto
a la vida por los cuidados del P. Bernardino, quien, con baños y tratamientos
hidroterápicos a los que era muy aficionado, logró salvar a su hermano. Convaleciente aún, fue llevado al Hospital de Lipa, juntamente con el P. Alejandro, que
murió a los pocos días de llegar a él. Se le hicieron honrosos funerales por un amigo
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suyo apellidado M orales, a los que asistió la colonia Española y numerosos particulares. Sus restos fueron depositados en un nicho del cementerio de Lipa. Descanse en paz.
Los demás continuaron en sus respectivas cárceles, hasta que en vista de que
el ejército Americano atacaba a Batangas, el General Filipino los mandó conducir a
Lipa: desde allí al poco tiempo volvían a Taisan hasta el 19 de Enero, en que,
habiendo entrado los americanos en el pueblo, recobraron la libertad perdida y por
ellos tan ansiada.
Hemos omitido muchísimos detalles de esta narración, pues, de haber descendido a esos pormenores, hubiésemos hecho este trabajo interminable.
PRISIONEROS DE R OMBLÓN
Precisados nos vemos a continuar esta historia de la Revolución Filipina. La
revolución no se limitó solamente a las provincias tagalas que componen la gran
isla de Luzón y que brevemente dejamos ya historiada en los capítulos precedentes, sino que llegó a otras muchas, aun a las regiones más distantes, como las Visayas, que forman el grupo del Sur del Archipiélago, dejando en todas ellas el légamo
inmundo de bajezas, de atropellos y de negras pasiones que abrigaba, hollando con
su planta, aquí como allí, los principios del deber y de justicia, y cebándose en
hombres inocentes, víctimas solamente del amor a Dios y a su patria.
El grupo de hermanos nuestros, cuyas penalidades vamos a reseñar en este
capítulo, pertenece casi todo él al distrito político de Romblón.
Componían esta provincia varios pueblos diseminados en cuatro islas pequeñas: la de Romblón, en la que existe el pueblo del mismo nombre, cabecera de la
provincia y residencia del Gobernador político militar y demás autoridades judiciales y administrativas: la llamada Isla de Tablas que comprende los pueblos de Badajoz (que era la matriz) y los de Odiongan, Looc, y la misión de Salado creada el
año 1894; la de Sibuyan que abraza los pueblos de Cajidiocan, Azagra y M agallanes, y la pequeña isla de Bantón, que incluye los de Bantón y Corcuera.
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P. LICINIO R UIZ
Aunque no muy distantes las unas de las otras, se hacía no obstante muy difícil su defensa en caso de un alzamiento. En la sazón a que nos referimos, gobernaba la provincia el Capitán español Sr. M endoza, quien obedeciendo órdenes superiores había reconcentrado primeramente en Romblón los pocos cazadores españoles que tenía de guarnición en algunos de los pueblos de su jurisdicción, dejando los
pueblos indefensos.
Los Curas viéronse de este modo solos en medio del campo enemigo. No obstante, ante la voz del deber, continuaron en ellos hasta el momento preciso, en que
vieron que les era de todo punto imposible su permanencia, pues se exponían a un
peligro, no solamente probable, sino evidente y cierto, de perder su libertad, cuando no su vida.
Heroísmo y muy grande era el de aquellos misioneros, que no obstante lo
crítico de su situación, rodeados de enemigos por todas partes, y expuestos a que
en la hora menos pensada cayesen en manos de ellos, prefirieron seguir al frente
del rebaño que Dios les había encomendado, antes de huir como cobardes ante el
peligro.
Y si más tarde lo abandonan y huyen, es porque, ciertos del peligro, hubiese
sido una temeridad muy grande el permanecer en ellos y sacrificarse voluntariamente; creyeron que Dios Nuestro Señor no les obligaba a ese sacrificio tan grande
y estéril; y salieron algunos, no todos los Curas, en busca de un refugio, en donde
pudiesen asegurar mejor sus vidas y librarse de las iras del Katipunan, que, como
hemos visto, tanto odiaba a los Religiosos.
Era el día 5 de Junio de 1898. En el Convento del pueblo de Rosario (Batangas) se hallaban reunidos comentando con relativa calma los sucesos y noticias que
por entonces circulaban acerca de la insurrección, el P. Vicente Soler, Cura de Taysan en la misma provincia y el P. Pedro López, coadjutor que era de Rosario.
Aunque algún tanto vagas e inciertas las noticias que tenían de la provincia de Cavite respecto a las intenciones de Aguinaldo de insurreccionar todo Filipinas contra
España, en previsión de lo que pudiera ocurrir, se fueron aquel mismo día a San
Juan
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427
de Bolboc, que curaba el P. Celestino Yoldi, a enterarse más y más y ver qué determinación tomar.
Alarmantes eran las noticias que habían llegado a sus oídos, mas ignoraban lo
principal: Lipa, la capital de aquella provincia, había capitulado. Sucedió aquí como en todas partes. Los Gobernadores desoyeron los prudentes avisos que en más
de una ocasión habían dado los Curas Párrocos sobre el peligro que corrían, creyendo todos ellos, como el mismo General Blanco, que aquello del masonismo, en
el que los Curas veían al mayor y más terrible enemigo de España, era "Un hoyo
inventado por los Frailes, cuya profundidad se toca con los dedos", y, no viendo el
peligro, se durmieron tranquilos hasta que vino a despertarles la realidad; pero era
ya demasiado tarde para defenderse del enemigo que tenían delante.
Batangas, como las demás, sucumbió víctima de la indolencia, por no decir mala voluntad, del Gobernador civil Don Vicente Vila. Cuando por esa misma fecha
muchos de los Curas de aquella provincia se refugiaron en Batangas, ellos fueron
los que animados de un santo patriotismo se ofrecieron gustosos en todo y por
todo al Gobernador, dispuestos, si era necesario, a empuñar el fusil en defensa de
la Religión y de la patria; mas él, quizás obedeciendo a consignas anteriormente
tramadas, desoyó los consejos de aquellos patriotas, y así vino la derrota y una
capitulación vergonzosa. El valiente Coronel español Sr. Navas, a pesar de su arrojo y valor en la defensa de Calamba, tuvo que rendirse ante el número y empuje de
las tropas insurrectas; y cuando estas se dirigieron a la capital, esta se encontró
impotente para la defensa y tuvo que entregarse vencida y humillada.
Vergüenza profunda nos produce el tener que relatar hechos como este, en los
que se ve una vez más, no digamos la cobardía, pero sí la mala voluntad de aquellos
gobernantes españoles, que no supieron ni quisieron aprovechar las circunstancias
para haber defendido y aun salvado las provincias a ellos encomendadas, viéndose
más tarde obligados a entregarse cobardemente al enemigo, causando con esto
grandísimos perjuicios a los que por esa cobardía de los
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P. LICINIO R UIZ
jefes cayeron en manos del enemigo.
A consecuencia de esta rendición cayeron prisioneros loa PP. Tomás Roldán,
Bernabé Pena, Pascual Lagunas y Gregorio Paredes. De ellos hablaremos luego.
Volvamos a los Padres reunidos en Rosario. Cuando regresó a Rosario el cochero que había conducido a los Padres Fr. Tomás Roldán y Gregorio Paredes que
se dirigían a M anila, y contó a los Padres de Rosario cómo los citados Padres habían sido presos en el pueblo de Carmona juntamente con el P. Pascual Lagunas, sin
pérdida de tiempo, pues el enemigo se acercaba, marcharon inmediatamente los
Padres Vicente y Pedro para San Juan de Bolboc.
Ya hemos dicho que regentaba esta Parroquia el P. Celestino Yoldi, quien al
presentarse allí los dos Padres y referirle las noticias que había, noticias que les
fueron confirmadas por otras que posteriormente les mandó el Presidente de Rosario sobre la toma por los insurrectos de los pueblos de Calamba, Sto. Tomás y
Tanauan y que iban de victoria en victoria, convinieron después de muchos cabildeos y no obstante la generosa oferta de los habitantes de Sn. Juan, fieles y agradecidos a su Cura de defenderle contra los insurrectos, de embarcarse y dirigirse al
vapor español "Camiguín", que estaba en aguas de Lucena, en Tayabas.
En el vapor había ya varios Padres Franciscanos, Agustinos y varios paisanos.
Aun aquí no se consideraron seguros. Tenían noticias de que los insurrectos pretendían abordar el vapor. El Capitán, ante este nuevo peligro que le amenazaba, se
dio a la mar y vino a fondear en el pueblo de Looc, que está en un extremo de la
isla de Tablas, perteneciente a Romblón.
Estaba allí de Cura el P. Paulino Jiménez. Los Padres citados, al verse con un
hermano de hábito, sintieron renacer en sus corazones la esperanza, y, creyéndose
algún tanto alejados del peligro, determinaron quedarse en aquel pueblo, cuando el
"Camiguín" se vio obligado a zarpar para otro puerto.
M as los sucesos se precipitaban. El 25 de Julio circuló por Romblón la noticia
de que se acercaba la escuadrilla de Aguinaldo con objeto de apoderarse de la población y,
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por consiguiente, de cuantos españoles en ella hubiese. Para esa fecha, estaban
reunidos en el Convento de Romblón los Padres Federico Serrano que era el Cura,
M anuel Gómez, M isionero de Corcuera, Fr. Julián Ortiz, de Bantón; Fr. Anselmo
Ruiz, compañero del de Romblón y el P. Pedro López, a quien dejamos en Looc,
pero que se había trasladado a Romblón; quienes, al ver, en efecto, izada la bandera
del puerto anunciando la llegada de algún vapor y sospechando por otros indicios
que eran insurrectos, huyeron hacia el monte, con objeto de ocultarse, evitar la
primera acometida y ver de ponerse en salvo.
Al día siguiente embarcaban en una pequeña banca los fugitivos en medio de
un temporal bastante fuerte, que les llevó a un pequeño barrio de Badajoz, en la
isla de Tablas. ¡Pobres fugitivos! Sabedores los insurrectos de la marcha de los
Padres y demás españoles y hasta del sitio en que se habían refugiado, allí fueron;
y, aunque ocultos en una casa lejos del barrio, dieron con ellos, quedando desde
aquel momento presos de los insurrectos.
Cuando nuestros Padres veían acercarse a estos, su primer pensamiento fue
arreglar su conciencia, por lo que pudiese acontecer; se confesaron todos y así esperaron con más tranquilidad a aquella gente.
El aspecto de los insurrectos era imponente y capaz de infundir miedo al más
valiente. Cientos de insurrectos armados la mayor parte de bolos que blandían como señal de muerte y exterminio, dando gritos, verdaderos aullidos de fieras sedientas de sangre, y que en su torva mirada demostraban los bajos instintos que en
su corazón ocultaban, eran para poner pavor en el ánimo más esforzado. ¿Qué
extraño, pues, que ello hiciera creer a los Padres que se acercaba su última hora y
de ahí aquellos momentos de angustia terrible que tuvieron que sufrir?
Y no se engañaron los pobres prisioneros. Cuando ya estos se rindieron, el
que representaba a aquellas gentes mandó con fuerte voz que atasen a todos codo
con codo añadiendo que luego verían lo que con ellos se haría. Pero Dios se compadeció de ellos y, en el momento preciso en que comenzaban a amarrarles, se presentó el Capitán del
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P. LICINIO R UIZ
vapor, ordenando, a aquella turba de desalmados que no les atasen ni les maltratasen, ni de obra, ni de palabra, por ser terminante la orden del Sr. Aguinaldo de que
en nada y por nada se molestase a los prisioneros.
Verdadera o no la intención u orden del jefe del Katipunan, el Capitán del vapor la cumplió: no sólo no maltrataron a los Padres, sino que, al llegar al vapor que
les había de conducir a Romblón, les sirvió una opípara cena y distribuyó a cada
uno de ellos una litera para descansar.
M as la satisfacción, que en medio de su situación pudieron experimentar los
Padres por el trato dado por el Capitán, no podía ser duradera; antes bien la creyeron algo así como el preludio de la gran tormenta que se les venía encima, como así
fue en efecto.
El embarcadero, muelles y plaza de Romblón estaban materialmente atestados
de soldados y de curiosos ávidos de presenciar aquel espectáculo de la llegada de
los prisioneros. Up jefe preguntó inmediatamente quién era el Cura de Romblón y,
habiendo contestado el P. Federico que él era, hiciéronle formar al frente de los
demás prisioneros con la bandera filipina en alto, y así entre vivas y voces descompasadas tuvieron que atravesar por entre aquellas masas, hasta llegar a la Casa
Gobierno, sirviendo de espectáculo a aquel mismo pueblo en el que su corazón
bondadoso había derramado a manos llenas sus favores. ¡Pobre Padre Federico y
pobres prisioneros! ¡Qué amargo sería para ellos el cruzar de esta manera aquellas
calles, en las que pocos días antes todo era para ellos, y tan respetables y tan queridos eran de aquel público, que ahora los veía en aquella situación tan humillante!
En la casa Gobierno los aguardaba el jefe Coronel M arciano Riego de Dios, de
carácter brutal y áspero, quien sin contestar siquiera al humilde y respetuoso saludo de los Padres, les endilgó un discurso lleno de malísima intención, en el que al
mismo tiempo los sometía a un interrogatorio sobre Curatos, dinero, alhajas y
otras mil indecencias y asquerosidades impropias de un hombre culto, todo entre
risas y sarcasmos, y precedido de una orden terminante que decía: "si no dicen VV.
verdad en lo que se
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les va a preguntar, mandaré que los cuelguen de esa Cruz", aludiendo a una gran
Cruz que en la plaza frente a la casa parroquial había.
A tan brutal amenaza contestaron los Padres con edificante humildad. No obstante, el citado jefe dio otra orden para que fuesen encerrados en el calabozo de la
cárcel pública, participándoles al mismo tiempo que estuviesen preparados, porque posible sería que luego los sacasen de la cárcel para ser fusilados. Con despedida tan brutal, ¡cuál quedarían aquellos hombres encerrados en aquel lóbrego y
oscuro calabozo! Ocho horas duró aquella encerrona en el calabozo de Romblón,
"ocho horas, dice el P. Pedro López, que a nosotros se nos hicieron eternas. Durante ese tiempo apenas si se cruzó alguna frase entre nosotros: ¡cuán veloces corren las horas de placer, cuán tardío es el paso de las horas de dolor! No parecía
sino que el sol había interrumpido su invariable curso, quebrantando las leyes que
su Hacedor le impusiera, o que aquel día no tendría noche. ¡Cuán desconsolador el
cuadro que nos rodeaba y qué colores tan sombríos se destacaban en los sucesos
que a nuestra vista se desarrollaban! La misma oscuridad de la habitación que nos
encerraba, tenía un no sé qué de deletéreo y melancólico que daba pábulo a las representaciones y fantasmas que cual siniestros espectros vagaban por nuestra exaltada imaginación. Cerca de nosotros oíamos las carcajadas con que la soldadesca
desenfrenada y ebria de satisfacción se complacía en vernos humillados y sujetos a
sus antojos y caprichos. Y para que el dolor no tuviera alivio alguno, resonaba en
nuestros oídos la terrible amenaza con que el Coronel sazonó la filípica que nos
dirigió, cuando fuimos llevados a su presencia para sufrir el extenso e inultante
interrogatorio. Pero si los hombres trataban de negarnos todo auxilio, por encima
de todos estaba El que todo lo puede, el cual conoce muy bien nuestras necesidades y sabe repartir las gracias y auxilios a medida de nuestros trabajos, y que en
esta ocasión halló medio de endulzar nuestros sufrimientos y hacernos fuertes contra todo género de ataques y contradicciones. En Él teníamos puesta toda nuestra
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P. LICINIO R UIZ
confianza, y no nos faltó en las horas de mayor angustia"1.
Sin duda alguna, aquella reconciliación con su Dios llevada a cabo en aquellas
horas de angustia, aquel holocausto de sus vidas que gustosos y resignados ofrecían al Señor, aquellas fervorosas oraciones y piadosas jaculatorias con que ellos
impetraban del Altísimo su divina protección, llegaron a herir el corazón del compasivo y amante Jesús, el que, compadecido de sus atribulados hijos, calmó algún
tanto los rigores de la cárcel, trocándolos por un bienestar algo más apacible y llevadero, moviendo el ánimo de los carceleros a soltar los presos y sacarlos de aquel
lugar de penas y tormentos.
Trasladados a la Casa del Ayudante de montes, pudieron tomar un pequeño
refrigerio y descansar un poco, con lo que lograron reponerse algún tanto de los
quebrantos de las ocho horas de prisión. Allí encontraron al P. Anselmo Ruiz, que,
al huir los Padres para Badajoz, se quedó en Romblón, viéndose precisado a entregarse a los insurrectos.
M omentos de relativa calma eran aquellos, pues, en la situación en que se encontraban, imposible se hacía la tranquilidad. Y así nos vemos y nos veremos
siempre precisados en el relato de esta historia a hacer resaltar esa triste alternativa, en la que el descanso y tranquilidad renacen un momento para dar lugar luego a
sustos, temores, privaciones y sufrimientos. Cuando impera la turba desordenada,
cuando no hay una cabeza que dirija y mande, sino que todo anda suelto y al capricho, se hace muy difícil el mantener cierto orden; y de este modo uno y otro,
por este pretexto o el de más allá, todos tienen derecho al insulto, a la desvergüenza y al vituperio; y en el caso presente los Religiosos eran las víctimas de aquellas
turbas de caviteños, gente soez y antirreligiosa; así que no es de extrañar la serie de
atropellos que ya de palabra, ya de obra, cometieron contra ellos.
Todos eran extraños: repetimos que eran de Cavite, centro del filibusterismo.
Los del pueblo no se mezclaron
1
Memoria de su prisión.
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para nada en estos disturbios contra los Religiosos. El pueblo de Romblón, el piadoso Romblón que, al huir los Padres a la llegada de los insurrectos les acomañó en
su fuga, continuó dando muestras de caridad y de afecto hacia ellos, mandándoles
sus pequeños obsequios durante los días que permanecieron en el pueblo, no olvidándose del menor detalle, pues les proporcionaron hasta algo de ropa con ayuda
de la cual pudieron estar algún tanto aseados durante su cautiverio. Un pequeño
incidente vino a turbar la paz de los Religiosos. Apareció en aguas de Romblón un
vapor que a su vez ostentaba la bandera española. A la vista del vapor, Romblón
se convirtió en un campo de agramante, en donde todos vociferaban, corrían de una
parte a otra agitados, esgrimiendo el correspondiente bolo: los Padres ante aquel
espectáculo, cuya causa desconocían, temieron otra vez por su vida, tanto más al
oír una voz que partió de una casa inmediata y que decía a todo gritar: ¡matadlos,
matadlos, y concluid de una vez con ellos!
El 31 de Julio embarcaron en el "Francisco" con rumbo a Cavite, poro el tiempo les obligó a recalar en un barrio, en donde estuvieron tres días muy mal tratados, sin comer apenas y sin lugar para descansar, añadiéndose a esto los insultos y
desvergüenzas de aquella soldadesca, que se solazaba en reírse e injuriar a los prisioneros.
De allí volvieren a Romblón donde otra vez fueron incomunicados, si bien es
verdad que en esta ocasión lo pasaron bastante mejor, gracias a la caridad de los
Rombloneses, que, pasando por encima de todo humano miramiento y sin temor a
nada, les proporcionaron alimentos, ropas, petates, almohadas y todo cuanto necesitaban.
Para esta fecha ya se había incorporado a los prisioneros el P. M iguel García,
Cura de Badajoz. Desde el momento que pasaron huyendo por su pueblo el Gobernador de Romblón Sr. M endoza y demás españoles, que se separaron de los
Padres al quedar estos en el barrio en que cayeron prisioneros, abrigaba el P. Miguel el temor de que a la hora menos pensada viniesen sobre el pueblo los insurrectos. Huyendo del peligro, se refugió en una casa, sita en lo más elevado y oculto
del monte, guiado por sus fieles muchachos.
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P. LICINIO R UIZ
El comportamiento de su pueblo, tanto de las Autoridades como de la gente
toda, no pudo ser mejor: todos ellos se ofrecieron a salvarle y tenerlo en su casa;
mas él optó por el camino que había escogido, por creerlo más seguro, aunque de
nada le sirvió. Como viese el jefe insurrecto al llegar a Badajoz que las Autoridades
y pueblo estaban completamente compenetrados con su Cura y que, de consiguiente, sabían dónde estaba oculto, amenzó terriblemente al Presidente, conminándole con la pena de que, si no presentaba al Padre, le fusilaría a él inmediatamente. Atemorizado el Presidente escribió una carta al Padre exponiéndole su
angustiosa situación; y este, antes que sufriese por él ninguno de sus hijos, se presentó en el pueblo, donde fue detenido, no obstante las protestas de sus feligreses,
que estaban dispuestos hasta hacer una cuestación personal y con ella ganar la voluntad del Jefe revolucionario, para que permitiese la estancia del P. M iguel en el
pueblo.
El día 7 de Agosto partía para Looc el vapor "Bulusan," llevando a bordo a los
prisioneros. En este pueblo estaban el P. Paulino Jiménez, Cura del pueblo y los
PP. Celestino Yoldi y Vicente Soler, quienes se quedaron allí en su primera fuga. A
la llegada del vapor, los prisioneros desembarcaron después de tres días de mal
tratamiento, y entraron en el pueblo, sucios, harapientos, con su hato de ropa a la
espalda, excitando las burlas y las risas de aquella canalla de soldados que se gozaban en ver a los Padres en tan mísero estado. Allí se reunieron con los otros Padres
arriba dichos, que ya habían sido presos por un grupo de soldados que habían
prendido el vapor, y todos juntos fueron encerrados en unas malas casuchas, las
peores y más insalubres del pueblo.
Otra vez el hambre se cebaba en ellos, pues pasaban horas y horas sin que nadie se acordarse de darles algún alimento; mas en esta ocasión alguno de los prisioneros perdió ya algún tanto la paciencia, casi ya agotada de sufrir a aquella gente, y
dirigiéndose al centinela le dijo: "haga el favor de avisar a algún oficial de que aquí
hay unos prisioneros que necesitan comer, pues no viven de aire y están
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acostumbrados a comer". "Buscaos vosotros mismos la comida", respondió brutalmente el centinela. Al poco tiempo les suministraron un poco de arroz negro sin
cocer, diciéndoles el centinela que ellos mismos se lo preparasen, como en efecto lo
hicieron, buscando el agua, la leña y demás que necesitaban para arreglar tan frugal
comida.
Si el asunto de que tratamos no fuese de suyo tan triste, lo sazonaríamos con
las mil y mil payasadas tan frecuentes en aquellos días, representadas por aquellos
hombres, que con un fusil, aunque fuese de caña, se creían invencibles y superiores; y tan ridículos en sus ademanes, que a veces excitaban la hilaridad de los prisioneros, no obstante el estado en que se encontraban.
Esto me recuerda al centinela que tenían los Padres en Looc, un tao desharrapado y pobre, pero muy puesto en su oficio. Paseándose con gravedad cómica y
hasta atusándose el bigote que no tenía, a cada momento soltaba a los prisioneros
por cualquier motivo esta andanada: "cuidado: estaos quietos, porque, si no, yo
centinela del Gobierno os pego cuatro tiros! Aunque aquello movía a risa más que
a otra cosa, no obstante, en más de una ocasión tuvieron que tomarlo en serio,
pues el mozo del fusil a veces levantaba el gatillo en ademán de descargar, y no
había que fiar mucho ni de los centinelas ni de nadie.
En estos días llegaron los Padres Agustín Pérez y Félix Lacalle, Curas de
Odiongan y Despujols respectivamente, con algunos españoles que en dichos pueblos había, y el P. Juan Calabia de la isla de Sibuyan.
Pocos gratos recuerdos se llevaron los prisioneros del pueblo de Looc. Sus
habitantes, a diferencia de los otros que habían mostrado bien a las claras el afecto
verdadero que profesaban a los Religiosos, se mostraron fríos e indiferentes: la
gente baja, como los principales, para nada se acordaron de que su Cura estaba
preso ni como cristianos siquiera se condolieron de las miserias que pesaban sobre
sus ministros. Quizás esté pagando ahora su indiferencia, pues se halla en esta
fecha sin ministro que cuide de él, mientras los demás pueblos del distrito tienen
su Cura, y Recoleto por añadidura.
436
P. LICINIO R UIZ
El día 22 de Agosto levaba anclas el vapor "Francisco" con rumbo desconocido para los prísioneros. Dos días habían estado fondeados a causa del mal tiempo,
aguantando aquella vida de privaciones que dio comienzo en el momento en que
entraron en la prisión. No podían apuntar en su diario una hora de satisfacción.
Una lluvia torrencial caía en aquellos días de fondeo en Looc. Los pobres prisioneros no tenían ni un pequeño escondite donde guarecerse del agua: sobre sus
maltrechos cuerpos caía toda ella, penetrando y calando no sólo sus ropas, sino
hasta sus carnes y ni uno de aquellos hombres que con el vapor iban se movió a
compasión. Gracias a que al salir de Looc, lució el sol y este se encargó de secar
sus ropas y sacudir el entumecimiento de sus cuerpos.
M omentos después de salir, tuvo lugar una escena, que tenía algo de cómica y
un mucho de desvergonzada. Sentimos no saber el nombre de aquella persona, que
de jefe de la expedición se convirtió en orador parlamentario, con la particularidad
de que hablaba mucho y no sabía lo que decía: tan pronto se hacía un famoso y
entusiasta amigo de los Padres, como los colmaba de denuestos los más graves e
injuriosos. Una lástima es, repito, el no conservar el nombre del nuevo Demóstenes, porque con más razón que otros hubiese pasado a la posteridad, al menos
como modelo de otros muchos que en aquel país y por aquel tiempo tanto abundaban.
Oigamos al ilustre caviteño, quien entretuvo a los prisioneros con sus elogios a
los Padres, porderando con afectadas frases la misión del Frayle que calificó de
sublime y altamente civilizadora, moral y desinteresada. Aludiendo a los momentos actuales hizo público su afecto a los Padres, a los que siempre había profesado
un afecto especial que procuraría conservar toda su vida; y que si había venido en
persecución de ellos, no había sido por voluntad suya, sino porque le habían impuesto esa obligación para él tan pesada; hablaba de la civilización aportada a Filipinas por los misioneros, merced a la cual el filipino, antes salvaje, hoy se hallaba
perfctamente instruido y civilizado, y así otras cosas que eran verdaderos elogios
para los Padres.
S INOPSIS HISTÓRICA
437
Escuchaban estos al principio con cierta fruición la perorata de aquel hombre, que
tanto más les llamaba la atención, cuanto que ni los tiempos ni las circunstancias
favorecían nada a personas de esta clase, y hasta llegaron a creer que lo hacía
con-fe y con sinceridad máxime al oírle espetar a menudo tales frases.
No pasó mucho tiempo, y el orador, de defensor de los Padres, se convirtió en
furibundo demagogo contra ellos. Una noche en que se excedió un poco en la bebida, lanzó contra los prisioneros toda la rabia que contra ellos guardaba en su alma.
Nos detenemos a relatar con algunos pormenores estos incidentes, porque ellos,
además de que forman parte integrante de esta historia, contribuyeron de una manera eficaz a agravar la ya penosa existencia de los prisioneros, cuyas amarguras
nos hemos propuesto describir; y revelan al mismo tiempo y son una lección para
el que quiera conocer y estudiar algo de la psicología de aquella gente en tales circunstancias.
Oigamos al P. Pedro, quien en su memoria los relata en los siguientes términos: "Con gestos y movimientos de energúmeno, poseído del espíritu de la rabia,
comenzó su exabrupto diciendo mil disparates e improperios contra todos los
Frailes pasados, presentes y venideros. No se contentó con desdecirse y retractarse de cuanto había dicho en alabanza de las Corporaciones religiosas, sino que atribuyó a los Frayles cuantas calamidades afligían al país, cuantos abusos se habían
cometido en Filipinas, y todos los disgustos y contratiempos que los filipinos
habían sufrido desde el principio de la dominación española y hasta la misma depravación de costumbres, haciéndolos responsables delante del Juez Eterno hasta
de los pecados que los filipinos habían cometido. En fin, añade el autor de la citada
memoria, se despachó a su gusto, arrojando por su boca cuanta bilis tenía reconcentrada desde su niñez.
Estuvo el orador tan impetuoso y vehemente, tan enérgicas fueron sus razones, hubo golpes tan maestros en su improvisado discurso, y sobre todo dijo cuantas palabras injuriosas e insultantes se le ocurrían con tal claridad, que superó a mi
juicio a la desvergonzada e incalificable filípica,
438
P. LICINIO R UIZ
que en el tribunal de Romblón nos dirigió el memorable Dn. Juan de Dios, Coronel
de aquellas milicias. Concluyó diciendo, dirigiéndose a los paisanos españoles, que
contra ellos no iba nada por el buen comportamiento que habían observado, sino
contra los Frayles que habían echdo a perder el país, con el pretexto de civilizarlo e
instruirlo en la parte material y espiritual".
Con la cabeza baja y resignados tuvieron que oír los Padres aquella sarta de
denuestos, no sin que a ellos, lo mismo que a nosotros, nos sugiera el tal discurso
algunas reflexiones que creemos oportuno estampar, para deshacer de una vez las
mil y mil paparruchas que a raíz de la revolución se propalaron contra los Frayles,
y que no pueden ser más inexactas que lo que son, y faltas de fundamento. Las
palabras del orador caviteño de que la Revolución iba contra los Frayles españoles,
nada contra los paisanos, me recuerda lo que tantos otros filipinos y aun españoles
propalaban en aquella sazón, pero nada más inexacto, repito.
Durante la revolución se puso de manifiesto que no sólo el pueblo era el que
guardaba sus mayores simpatías para Ion Religiosos, sino que aun los mismos jefes y principales de ella trataron con más benignidad a los Padres que a los paisanos. Una prueba de esto la tenía bien cerca el citado orador, en uno de los prisioneros que a bordo venía, que, al ser hecho prisionero, lo colgaron cabeza abajo y cometieron contra él otros atropellos que no son del caso referir. Además, durante
aquel largo cautiverio a que unos y otros se vieron sometidos, la suerte fue más
propicia a los Padres que a los paisanos, recibiendo de ordinario mejor trato que
ellos, aun de los mismos insurrectos; porque, si del pueblo hablamos, de este no
hay que decir que, por dondequiera que pasaban los Padres, los agasajaba con todo
lo que podia. En más de una ocasión los mismos prisioneros se dieron cuenta y
advirtieron estas diferencias. Por empeño que pongan ciertos historiadores en
ponderar la enemiga del pueblo filipino hacia el Frayle, no se saldrán con la suya.
El pueblo filipino era y es profundamente católico y como tal se mostró en aquella
ocasión, guardando para los M isioneros sus respetos y hasta
S INOPSIS HISTÓRICA
439
sus afectos, y aun en medio de los excesos que, debido a las circunstancias se cometieron, se mostraron siempre con los Religiosos mucho más comedidos y moderados. Así lo dice la historia escrita, como suele decirse, sobre el terreno, y lo han
podido ver en el transcurso de esta breve narración y los seguirán viendo en lo que
falta por narrar.
Continuemos nuestra Historia. Pasado aquel chubasco de desvergüenzas del
improvisado y elocuente orador, vino la calma, la calma del espíritu, pues durante
el viaje no volvieron a oír más impertinencias, y la calma del mar, que les permitió
arribar felizmente al pueblo de Boac, en la isla de M arinduque, que podemos llamar asilo y descanso de los prisioneros.
El 23 de Agosto desembarcaban en aquel pueblo, destinandolos inmediatamente a una casita que habitaba el P. Dionisio Gurbindo, recoleto, Cura de aquel pueblo, en calidad también de preso.
Tan pronto como salió del pueblo la turba de caviteños que había hecho prisioneros a los Padres, unos para M asbate y otros para otros puntos, volvió a renacer en los prisioneros la tranquilidad; pues aquellos eran por sus costumbres,
por su impiedad y aun por su saña contra el Frayle, los enemigos más terribles.
M il plácemes a los habitantes de Boac, que en su caridad alegraron y animaron
aquellos espíritus abatidos por tanta tribulación. El dueño de la casa, Dn. Calixto
Nieva, se portó con toda dignidad y nobleza, regalando a los Padres con abundante
comida, durante los días que se hospedaron en su casa. Justo es además que hagamos mención honorífica del Presidente municipal, Dn. Florentino, y del Gobernador M artin Lardizabal que dieron a los Padres toda clase de facilidades para que
estos pudiesen comiunicarse con M anila, con cuyo motivo recibieron de nuestra
procuración varios auxilios de ropa y metálico, que ayudaron y contribuyeron en
mucho a aliviar su desventurada suerte.
Tranquilos pasaban los días en Boac; pero tanta calma y tanto bienestar era
imposible que durasen mucho en aquellos días en que tan fácilmente se suscitaban
las borrascas y tempestades. El día 28 de Agosto, cuando aquellos
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P. LICINIO R UIZ
Recoletos celebraban de la mejor manera posible la fiesta de N. P. Sn. Agustín
y más traquilos y gozosos estaban regalando su espíritu con los dulces recuerdos
de aquel día, recibieron orden de salir de aquella casa, donde tan buen tratamiento
habían recibido, e ir a vivir al tribunal o casa municipal, en donde tuvieron que conformarse con el exiguo sueldo de una peseta diaria que les pasaban, y con la que
tenían que atender a sus necesidades. Gracias a la caridad de algunos vecinos del
pueblo lo pasaron bastante bien, y más, cuando a los pocos días el centinela, cansado por lo visto de su oficio, dejó solos a los prisioneros. Con esto revivió en
ellos el buen humor y volvieron aquellos días de juventud y de vida, en los que uno
apenas se da cuenta de las miseria de esta vida. Cumplidas sus obligaciones de religiosos que nunca omitieron, el resto del día lo pasaban en honestas diversiones,
llegando a formar entre todos un orfeón que al mismo tiempo que hacía dulces las
horas de encerrona, atraía a muchos del pueblo, ávidos de escuchar tan agradable
música y que luego recompensaban a los músicos con alguna limosna. Dios N. Señor les ayudaba y consolaba en sus horas de tribulación, pues ellos ni un día solo,
desde el momento en que cayeron en poder de los insurrectos, dejaron de cumplir
con sus obligaciones, y su corazón volaba a todas horas hacia Dios, en quien tenían
puestas toda su fe y toda su esperanza.
M ientras estuvieron presos nunca omitieron el oficio divino, la oración mental
y otras devociones particulares, lo mismo que en su Convento; así que Dios N.
Señor les regalaba de cuando en cuando con sus consuelos, que son la fortaleza del
alma.
Varios meses trascurrieron en aquella santa paz, hasta que apareció por allí un
nuevo jefe, quien a los pocos días ordenó saliesen para M ogpóg, pueblo distante
una hora de Boac. M ala fama llevaban los habitantes de este pueblo de anticatólicos y sobre todo de anti-españoles, lo que no dejó de entristecer grandemente
a los Padres, esperando se renovasen las tristes escenas de Looc y Romblón. M as,
gracias a Dios, sucedió todo lo contratio. El mismo Comandante se presentó bastante amable, accediendo gustoso a
S INOPSIS HISTÓRICA
441
las súplicas de los prisioneros de que les diese algunos soldados para seguridad
personal; hubo quien les obsequió con cigarros, vino del país y con otras cosillas,
además de que los centinelas los dejaron en libertad, de modo que pudieron comunicarse con el pueblo, volviendo con esto la calma y la tranquilidad. Debemos
hacer mención honorífica del Cura filipino del pueblo, quien mostró ser un verdadero Sacerdote, digno ministro del Señor que es todo caridad y amor. Continuamente visitaba a los Padres prisioneros y con frecuencia les daba pequeñas limosnas, atendía a su limpieza, mandando lavar la ropa que pagaba de su bolsillo, y así
otras obras de caridad; hasta accedió a las súplicas de los Padres respecto a comulgar, lo que no habían podido conseguir en ningún otro punto; lo que no les permitió fue celebrar M isa por cierto temor a las autoridades.
"Cuatro meses duró nuestra estancia en dicho pueblo, dice el P. Pedro, y puedo asegurar que desde el día en que caímos prisioneros, no habíamos vivido tan
tranquilos y contentos. El mismo aislamiento en que vivíamos, contribuía poderosamente a que disfrutásemos de mayor paz y sosiego. Nadie se propasó a decirnos
una sola palabra que pudiera molestarnos, antes bien, nos saludaban afectuosanjente cuantos encontrábamos al salir de paseo. Durante los cuatro meses sólo se nos
dirigió un insulto acompañado de una terrible amenaza, mas debo hacer constar que
no era de M ogpog ni residía allí el que de tal manera nos trató"1.
No obstante el buen comportamiento de los de M ogpog, no faltaron a los prisioneros sus ratos más o menos amargos, pues les rebajaron el diario de una peseta, que percibían antes, a un real, con lo que mal podían satisfacer sus más perentorias necesidades. Gracias a los auxilios recibidos de nuestra procuración y un
regalo que por aquellos días había llegado hecho a los prisioneros por el Casino
Español, pudieron aminorar las necesidades que se originaban del mísero real.
1
Memoria citada.
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P. LICINIO R UIZ
El día 29 de Abril abandonaron por orden superior aquel pueblo tan cariñoso
y tan afecto; los Padres sentían vivamente salir de él, y el pueblo a la vez mostró
tambien su sentimiento por la salida de los Padres, acompañándolos hasta las afueras, derramando muchas lágrimas de sentimiento por su partida.
Por este tiempo, rotas las hositilidades entre americanos y filipinos, estos por
temor de que se apoderasen los primeros de los prisioneros, apenas llegados otra
vez a Boac, los condujeron a un barrio situado en el interior, y con este motivo
sufrieron bastantes penalidades en marchas y contra-marchas, viajes y vueltas que
les obligaban a hacer. Del barrio volvieron a Boac, de aquí al barrio Lupac; de este
último punto a Sta. Cruz de Napo, hasta que dieron con sus cuerpos molidos en la
isla de M ompón, haciendo la mayor parte del viaje andando, o mal acondicionados
en pésimas embarcaciones.
Ante ese mismo temor, que hemos apuntado arriba, de los filipinos, pensaron
estos que para mayor seguridad de los prisioneros, les era más conveniente trasladarlos a la isla de Luzón, por ser esta incomparablemente mayor y más fácil el
internar a los prisioneros, caso de necesidad. Esto era lo que más temían los Religiosos. Conocían el carácter de los habitantes de Luzón, como también que aquella
isla había sido el foco de la revolución; y de ahí sus temores. A pesar de que el
entonces nombrado jefe se condolía de los prisioneros y temía por su suerte, les
dijo que no había más remedio, pues tenía órdenes terminantes de hacerlo; y así el
3 de Julio tuvieron que embarcarse para Tayabas que forma parte de dicha isla de
Luzón.
Hemos de advertir que los Padres Celestino Yoldi, P. Dionisio Gurbindo y
Pedro López se quedaron en Sta. Cruz, merced a las gestiones realizadas acerca del
Gobernador político militar por el Cura Párroco del pueblo, que ansiaba vivamente
retener a los tres Padres llevado de su afecto hacia ellos.
Desde esta fecha hasta el día 1.o de M ayo de 1900, en que consiguieron la libertad, vivieron los Padres Dionisio y Pedro en Sta. Cruz y el Padre Celestino
Yoldi en
S INOPSIS HISTÓRICA
443
Boac, muy atendidos de todos, de modo que trascurrieron algunos meses sin sobresaltos ni temores, pudiéndose decir que allí había terminado su prisión, pues, si
todavía no eran dueños absolutos de su voluntad y libres por completo, su estancia en aquel pueblo estaba libre de las imposiciones y tiranías de los días anteriores.
Cuando los americanos tomaron la isla a últimos de Abril, los citados Padres
recobraron por completo su libertad. Embarcáronse en el cañonero "Villalobos" los
PP. de Sta. Cruz y después de hacer escala en Boac para recoger al P. Celestino,
salieron para Batangas, en cuyo punto embarcaron de nuevo en el vapor "Balayan", llegando el día 3 a M anila, donde tuvieron la inefable dicha de encontrarse en
su casa y abrazar a sus queridos hermanos después de 21 meses y pico de prisión.
Profundantente conmovidos, se separaban los unos de los otros: los que se
quedaban, porque se separaban de aquellos hermanos del alma; y los que se iban,
porque no vislumbraban el término de sus padecimientos.
El día 8 del citado mes los Padres dichos eran conducidos a la provincia de
Tayabas.
Después de una corta travesía y tomar algo de alimento en el pueblecito de Pitogo, llegaron a Lucena, capital de la provincia. A la llegada a este pueblo sufrieron
uno de tantos desengaños, pues vieron completamente frustrada una ilusión concebida en el camino.
Les habían dicho que en el río de Lucena había un vapor Americano y ante esa
noticia y cierta probabilidad de poder embarcar y librarse de la prisión, anduvieron
a prisa el camino que medía entre Pitogo y Lucena; mas, al llegar a este último punto, se encontraron con que ni había vapor, ni un alma que les dijese una palabra ni
se hiciese cargo de ellos. Así pasaron toda la tarde, hasta que ya bien anochecido
los llevaron a la casa de uno que había sido criado del P. Antonio de la Fuente, exCura de Lucena, en donde encontraron una cena, si no suculenta, bastante arregladita.
Si con esto se vieron algún tanto satisfechos nuestros prisioneros, mayor fue
su satisfacción cuando al día siguiente fueron a visitarles varias terciarias de San
Francisco,
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P. LICINIO R UIZ
quienes rivalizaban en obsequiar a los Padres con algunas limosnas y en querer
llevarlos cada cual a su casa, para así tener la dicha de tenerlos y agasajarlos cuanto
pudiesen.
M as estaba escrito por lo visto que las satisfacciones, que el Señor permitía de
cuando en cuando a sus hijos, habrían de ser breves, porque les quería llevar por el
camino del sufrimiento.
Al día siguiente de lo ya narrado, el Sr. M aloles, Jefe militar de la provincia,
dio orden de que fuesen trasladados a Tayabas. Encargóse de su custodia y conducción el policía Pedro Chaves, de no muy buenos antecedentes.
La primera noche que hicieron en Tayabas, cenaron, gracias a la caridad de los
13 Padres Franciscanos, que se encontraban allí prisioneros.
No era pequeño el calvario que les aguardaba y tuvieron que sufrir en este
pueblo.
El edificio que les prepararon como alojamiento era completamente insalubre,
de donde resultó que la mayor parte de los prisioneros cayeron enfermos de fiebre,
que les duró semanas y hasta meses.
A consecuencia de estas fiebres murió en aquel pueblo de Lucena el P. Anselmo Ruiz.
A los 20 días de estancia en Tayabas volvieron a Lucena los Padres Julián Ortiz, M anuel Gómez, y Anselmo. Cinco días solamente duró la enfermedad de este
último; el día 17 le atacaron las fiebres, y el 23 era ya cadáver. Su muerte, dice el P.
Julián que le asistió y administró todos los Sacramentos, fue la de un santo.
En relación con este suceso no podenos omitir los rasgos de generosidad
hechos por algunas personas piadosas de Lucena, que durante la enfermedad del P.
Anselmo facilitaron gratis medicinas, médico y cuanto necesitaba el enfermo; y aun
después de su muerte, Don Anastasio Barcelona y la Hermana Fausta Boticaria
costearon los funerales que fueron solemnísimos. Gracias sean dadas a Dios y a
esas almas grandes que tanto abundaban en esta tierra, entre ellas el Cura de Lucena, que no obstante haber recibido una orden del General, al remitirle los Padres,
S INOPSIS HISTÓRICA
445
en la que le decía. "Ahí le mando tres Padres Frayles, para que los emplee o en la
caballeriza o en la cocina", los trató y hasta regaló cuanto pudo.
Notablemente contrastaba el correcto y caritativo proceder de este Padre de
Lucena con el observado por el de Tayabas. Dispuestos en todo a dar a cada uno
lo que se merece, así como no escatimamos elogios para quien se hace digno de
ellos como en el caso presente del Cura de Lucena, las piadosas Terciarias de Tayabas y otros muchos que llevamos citados en esta historia, así no omitiremos
nuestras censuras para el Padre de Tayabas, quien en todo se mostró acérrimo
enemigo de los Religiosos, haciéndoles todo el daño posible, siendo él el que dirigía
o, más bien, el autor de todas aquellas disposiciones emanadas del jefe Sr. M anoles, encaminadas todas ellas a mortificarlos. Él fue también el inspirador del sanguinario Chaves, que fusiló a bastantes cazadores: en su odio a los Padres sentía
allá en el fondo de su negra alma el rencor del despechado, al ver que las piadosas
Terciarias ayudaban a los prisioneros, lavándoles y cosiéndoles la ropa, e increpaba su conducta, increpaciones que en más de una ocasión le costaron el que le saliesen los colores al rostro, pues alguna de aquellas mujeres llegó a contestarle que,
si el ayudar a los prisioneros no le parecía bien, a ella le parecía muy bueno y muy
santo, y que, mientras hubiese alllí religiosos, ella les ayudaría cuanto le fuese posible.
Bajo el techo de aquel mal abrigado y peor acondicionado edificio permanecieron varios meses, custodiados por un pelotón de soldados, cuyas molestias tuvieron que soportar nuestros prisioneros, hasta el mes de Diciembre. En este mes,
habiendo tenido noticias los filipinos de que se acercaban los americanos, trataron,
en junta habida entre ellos, sobre la suerte o más bien lo que habían de hacer con
los prisioneros; y aunque la mayor parte del elemento civil, que integraba la junta,
favorecía la libertad de los Padres, prevaleció la opinión de los militares y más en
especial el sentir del desdichado Capellán, que prefería verlos antes muertos que
libres, y determinaron alejarlos cuanto más
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P. LICINIO R UIZ
les fuese posible de los americanos, que ya estaban en Tiaong a tres leguas de Tayabas.
En efecto, custodiados por el Comandande filipino Sr. M endieta, el día 15 de
Enero fueron conducidos a Lucban, en donde se quedaron en calidad de enfermos el
P. Agustín Pérez, de disentería crónica, y dos Padres Franciscanos, y el 21 del
mismo mes salían para Sampaloc y de este último punto hasta Atimonan, lugar en
que pudieron descansar de las fatigas de un largo y penoso viaje, recorrido a pie y
con escaso y mal alimento1.
Aquí se reunieron hasta 300 prisioneros españoles, religiosos y militares.
Emprendida otra vez la marcha más hacia el interior, esta era tan precipitada y
tan molesta, que obligó al Teniente Coronel español a concararse con el Capitán
Filipino y decirle que, si se proponía matar a los prisioneros a fuerza de caminar,
estaban estos dispuestos a no seguir adelante, y que de consiguiente los podía fusilar en medio de la plaza.
Ante esta especie de insubordinación de los prisioneros temió el Sr. M endieta,
y de allí se originó una especie de contrato, por el que, bajo ciertas condiciones, se
determinó la libertad de todos los prisioneros. Esto era ya en Guinayangan, donde
se firmó el contrato, y en el que los prisioneros pasaron uno de sus mejores días
con el español Sr. García, casado en aquel pueblo, que agasajó a todos con un opíparo banquete. Se nos olvidaba decir que, a los trescientos prisioneros que salieron
de Tayabas, se habían unido 200 más que vinieron de Camarines.
M ientras los Sres. Gonzalves y Dn. José M iñana con 10 soldados se echaron
a la mar en un mal bote para ver de alcanzar algún vapor que los recogiese, los prisioneros se trasladaron al barrio de Pires, temerosos de que viniese alguna patrulla
de filipinos. Allí les alcanzó y despertó el ruido de un cañonazo disparado por un
vapor que se dirigía hacia ellos. Era el vapor "Alava", comandado por
1
Durante ese tiempo murió en la prisión el P. Franciscano, Julián López, y el desgraciado Capellán Cura ni siquiera se dignó bendecir su cadáver.
S INOPSIS HISTÓRICA
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un americano. En él venía el Sr. Gonzalves, a quien todos los prisioneros alzaron y
aclamaron como a su libertador.
Al día siguiente se despedían gozosos de aquella tierra, y, después de recoger
en Guinayangan 50 cazadores enfermos, el día primero de M arzo entraban en Manila militares y religiosos, confundidos y gozosísimos de la gran dicha que acababan de conseguir.
PRISIONEROS DE LA ISLA DE N EGROS
La revolución filipina del año 96 no consiguió, a pesar del empuje y fuerza con
que se manifestó en sus principios, propagarse y contagiar a las demás provincias
de Filipinas.
Su esfera de acción ciñóse solamente a algunas provincias limítrofes a M anila,
y de ahí que fácilmente hubiese podido ser sofocada, si en el gobierno español
hubiese habido mayor alteza de miras y verdaderos deseos de apagarla.
No fue así por desgracia en la revolución del 98, que lo avasalló todo y que se
extendió hasta por los rincones más apartados y lejanos a la capital.
Negros, la isla más progresiva, como ellos la denominaban, no podía menos de
sumarse a las demás provincias ya pronunciadas, y efectivamente así lo hizo a
fines del 98.
Como ya dijimos al hablar de esta isla, los Recoletos habían puesto en ella todo su interés en colocar misioneros hasta en los lugares más apartados, a fin de
que, a la sombra del Cura, fuesen haciéndose agrupaciones y pueblos, que coadyuvasen al cultivo y producción de aquella fértil tierra, consiguiendo de esta manera
aquel progreso verdaderamente estupendo a que llegó en el breve espació de 40
años.
Por este motivo de hallarse en ella el principal y mayor número de Religiosos
era por lo que todos temíamos un levantamiento en ella, porque las consecuencias
podían ser de más trascendencia.
A los Padres de Negros les sucedió lo mismo que a los de las demás provincias. Confiados de ordinario en las masas, a las que veían indiferentes, y en tal o
cual promesa
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P. LICINIO R UIZ
de alguno de los principales, vivían con cierto descuido y no veían que la revolución avanzaba en aquella tierra, sabiendo además que era suficiente que hubiese
unos cuantos que simpatizasen con ella para que en efecto se realizase.
M as los Padres de Negros tenían otro motivo especial que justificaba su confianza.
A principios de Octubre el General Ríos, que en aquel entonces asumía las facultades del Gobernador General, había mandado convocar una especie de Congreso al que había de acudir lo más granado y escogido de Bisayas, a fin de pulsar la
opinión del país respecto a España. Por Negros fue Diputado Dn. Juan Araneta.
Todos confiaban y esperaban que de este Congreso resultaría la paralización
de los sentimientos más o menos hostiles que pudiese haber contra España, o a lo
más, según opinión de otros, la autonomía de toda aquella región, pero concedida
de una manera pacífica, para evitar revoluciones y trastornos. Lo que en dicho
Congreso pasó no lo sabemos; lo que sí consta es que produjo efectos contrarios a
los que se esperaban: en él se pusieron de acuerdo todos los delegados para pronunciarse en un día determinado.
Desde aquella fecha, en que reunidos todos en Bacolod, capital de la provincia,
se había tomado tal determinación, partieron emisarios en todas direcciones y para
todos los pueblos, incluso a los que pertenecían a la provincia Oriental; y como en
aquella reunión estuvieron los principales prohombres de toda ella, precisamente
los factores y jefes de la revolución, fácil les fue preparar el terreno y dar el golpe
de insubordinación contra España, como en efecto lo dieron el día cinco de Noviembre. Desde esa fecha comenzó casi una verdadera anarquía en aquella región.
Había que ver aquella amalgama de jefes, blancos enteros, blancos a medias y coloraos, discurrir por aquellos pueblos, reclutando gente para pelear contra unos indefensos frailes, y tal vez contra algún hacendero que otro. M ilitares españoles no
había más que un pequeño grupo en Bacolod, y contra este se declararon impotentes o cobardes, como lo ha oído el que esto escribe a uno de los
S INOPSIS HISTÓRICA
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jefes destinados a pelear con ellos, y eso que según confesión propia tenía a sus
órdenes unos 20,000 hombres. El colmo del valor.
Figuraba y era jefe principal Dn. Juan Araneta, del que dependían una multitnd de jefes y subjefes, cabos y otra porción sin atar: en la parte Oriental, mandaba Dn. Diego de la Viña, español no sé si peninsular, radicado en Valle Hermoso.
Por otra parte el célebre Isio, llamado por otro nombre el Papa Isio, porque se
había constituido en supremo Jerarca de los llamados babaylanes o monteses, recorría los pueblos, haciendo de las suyas; mas el objeto de este no creemos obedeciese al plan general de combatir contra España, sino el robo y el pillaje a que se
dedicó antes y después de la revolución.
Una prueba de que este jefe no secundaba los planes de los revolucionarios fue
que mucho antes que estos fraguasen en los centros de Bacolod sus inicuos proyectos, ya el Papa Isio había hecho sus correrías famosas, sobre todo en los pueblos próximos al Canláon, lugar y residencia suya.
Aún recuerda el P. Pedro Pérez, Prior actual de M anila, y entonces misionero
en M agallón, el gran susto que le proporcionaron 23 satélites de Isio que el día 18
de Enero del año 98 atacaron su misión. Gracias a Dios, no pasó más allá del susto,
porque los babaylanes, una vez robadas las tiendas de los chinos, se fueron muy
tranquilos.
Van estos precedentes para que el lector pueda formarse idea de quiénes eran
los jefes de la revolución, porque respecto a las turbas no hay que hablar: aquí,
como en todas partes, estas eran conglomerado amorfo, sin voluntad propia, ignorantes muchos de ellos de lo que se trataba y, en general, dotados de buenos sentimientos hacia los Padres, como tendremos ocasión de verlo en el curso de esta narración.
De esta manera se explica por qué, al pronunciarse Negros el 5 de Noviembre,
cayesen prisioneros la mayor parte de los Padres de aquella provincia, excepto
algunos que pudieron salvarse debido a circunstancias especiales.
Cuando los Padres se dieron cuenta de algo, se encontraron
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P. LICINIO R UIZ
con los pueblos completamente sublevados, así que, a la primera orden del jefe de
que se entregasen, los Padres, viendo imposible cualquier resistencia, optaron por
hacerlo así, tanto más que, en muchos pueblos, la persona que les intimaba la rendición era persona conocida y hasta educada, y les hacía ver a los Padres la conveniencia de entregarse libre y espontáneamente para evitar mayores males.
Hubo, es natural, sus excepciones, entre ellos la de el P. M ariano Lasa, Cura
del pueblo de Isabela.
Estaban en la casa parroquial el citado Padre y el P. Pedro Pérez, misionero de
M agallón, cuando llegó a ellos la noticia de que el P. M elchor Ardanaz, Cura de
Ginigarán, era ya prisionero. Entonces los dos Padres dichos se fueron a caballo
hasta Binalbagan con el objeto de ver si allí podían librarse y escaparse.
Al llegar a BinaIbagan se encontraron con que el pueblo estaba sublevado y
entonces el Sr. Gil M ontilla, al ver a los dos Padres, se separó de los grupos y
muy amistosamente se dirigió a ellos, diciéndoles que no se resistiesen a entregarse
como prisioneros, pues de esta manera nada malo les sucedería.
Resistíase al principio el P. Lasa, pero al fin se convenció por las palabras del
jefe, y ambos fueron conducidos al Convento de Binalbagan, en donde estuvieron
bien tratados y con toda libertad dentro del Convento.
A los dos días de estancia en aquel pueblo, se les concedió libertad para volver
a Isabela: volvían, en efecto, y en una de las haciendas que había entre ambos pueblos, cuyo dueño era conocido del P. Lasa, fue donde, al poco tiempo de haber
subido a la casa, se vieron rodeados de gente, que los condujo otra vez a Binalbagan.
Así estaban las cosas, cuando una comisión o grupo de gente capitaneada por
el Sn. Dn. Eduardo Esteban se presentó en Binalbagan, reclamando en nombre,
decía el jefe, de los de Isabela a su Cura.
M ediaron palabras y discusiones entre los dos jefes de ambos pueblos, mas al
fin cedió el de Binalbagan, y,
S INOPSIS HISTÓRICA
451
apoderándose los de Isabela del P. M ariano, lo llevaron a su pueblo.
El P. Pedro siguió preso en Binalbagan hasta el mes de Diciembre, en el que,
reclamado por el jefe Sr. Araneta, ingresó en la cárcel de Bacolod.
Durante este tiempo estuvo ejerciendo de Cura y en completa libertad. El
pueblo seguía su normalidad en todo, asistiendo a misa y recepción de Sacramentos, como si nada extraordinario sucediese en la provincia. Damos este detalle porque él explica satifactoriamente la afirmación, hecha por nosotros, de que el pueblo
permanecía indiferente a los sucesos que se desarrollaban en la provincia, ni se
daba cuenta de ellos o, al menos, no simpatizaba con los revolucionarios en sus
ideas contra la Religión y sus M inistros.
Volviendo al P. Lasa, apenas le hubieron sacado a las afueras del pueblo de
Binalbagan, las turbas que lo conducían, mejor dicho, el jefe de ellas dio orden de
que lo amarrasen fuertemente, como así lo hicieron.
De esta manera entró el P. Lasa en su propio pueblo. M as no se crea que el P.
Lasa se amilanó, ni acobardó un solo momento. Su mirada firme y serena demostraba a todos su valor y firmeza de carácter, valor y firmeza que demostró tanto
durante todo el trayecto del viaje hasta su pueblo, no obstante los insultos y golpes de látigo que de cuando en cuando recibía de aquellos desalmados jefes, como
cuando entró en su pueblo amarrado, entre los acordes de una marcha fúnebre y en
todo el tiempo que duró su prisión como tendremos ocasión de ver.
Vive todavía el jefe que realizó aquella fazaña, y que en aquel entonces se vanagloriaba, dándose aires de valiente, de haber cogido preso al Padre, y hasta de los
latigazos con que lo había mortificado. No queremos ni citarle en estas páginas,
por no mancharlas con figuras de ningún, o tan poco prestigio, y que son una deshonra del pueblo filipino.
Amarrado continuó el Padre a uno de los harigues o columnas de la sala de su
Convento, y en esta situación dieron la voz los jefes de que todo el que quisiese
acusar a su Cura, o decir lo que contra él tuviese, podía hacerlo tranquilamente:
452
P. LICINIO R UIZ
sólo dos individuos de toda aquella abigarrada multitud fueron los que se atrevieron, excitados por un principal, a hacer algunas acusaciones sin importancia, acusaciones que eran rebatidas y contestadas por el Cura.
Al día siguiente se presentó el flamante jefe con un envoltorio de legajos debajo del brazo y, concarándose con el Padre, le dijo: "mira, Lasa, (sic) con una sola de
estas firmas se te puede fusilar; conque figúrate, con más de 200 firmas, cómo
habrás salido del consejo de guerra que hemos tenido". A esta y otras muchas sandeces contestó el P. Lasa, sin inmutarse ni lo más mínimo.
Anunciáronles la salida para el pueblo de Bago, y efectivamente aquella mañana estaban frente al Convento una porción de jefes, jinetes en bien enjaezados caballos, dándose importancia, y una inmensa multitud de gente ávida de dar el último adiós a su Cura.
Puestos los Padres entre los guardias que los habían de conducir, el P. Lasa se
dirigió a aquellas multitudes y con voz firme y serena dijo a todos: "habitantes de
Isabela, mis feligreses, adiós; me despido de vosotros, encargándoos que no os
olvidéis de mis enseñanzas; en verdad que todos los que han cometido ciertos
atropellos, como robar las Iglesias etc., están excomulgados"… No pudo continuar;
los gritos y amenazas de los jefes, temerosos no soliviantase aún las masas, le
hicieron callar... Estos y otros muchos episodios que omitimos, tuvieron lugar en
la prisión y estancia del P. Lasa en Isabela: venganzas personales fueron las que
motivaron toda aquella serie de burlas y atropellos cometidos contra el P. Lasa,
atropellos condenados por todos, incluso por el que pasaba por salvaje, el Jefe de
los Babaylanes, el Papa Isio1. Poco después salieron para Bago,
1
Como detalle curioso de aquella escena que podríamos calificar de cómica, a no tratarse de la
prisión de un Sacerdote, vamos a estampar algo de lo sucedido entre un jovenzuelo, vestido
de americana, algún tanto elegante, al estilo de aquella época y el P. Lasa. Después de pedir
unos cuantos minutos de atención al público, el joven orador, dirigiéndose al Padre, le espetó la siguiente perorata: "¿Está V. bien amarrado? Bueno; bien merecido lo tiene; yo tengo
que decirle a V. Que como Cura de nuestro pueblo nada hay que echarle en cara; ha sido V.
muy trabajador; se ha desvivido V. por el bienestar de su pueblo, ha sido muy celoso por la
honra de Dios y salvación de nuestras alma y ha aliviado V. a sus feligreses en todas sus neesidades, siendo un buen Padre para todos; pero no olvide, Padre, que yo antes estaba en muy
buena posición económica y por V. me encuentro ahora en la miseria". El P. Lasa, imperturbable, le contestó: "lo mismo podías atribuir la pérdida de tu hacienda al moro Muza que a
mí; la causa de tus pérdidas no la atribuyas a nadie, sino a lo muy jugador, borracho y vicioso que has sido y vete de aquí, añadió el Padre, y déjame en paz que bastantes estupideces he
oído esta noche".
Dispensen los lectores este relato, que, aun a trueque de alargar esto demasiado, se ha intercalado, porque él pinta mejor que ninguna otra cosa el carácter de aquella gente y la serenidad de
ánimo del P. Lasa en aquellas circunstancias, capaces de amilanar a cualquier otro.
S INOPSIS HISTÓRICA
453
siendo despedido el Padre por la gente del pueblo, que con sus lágrimas demostraba los humanitarios sentimientos y el cariño que profesaba a su párroco. ¡Cuántas
bajezas e injurias cometidas contra los PP. prisioneros hubiera impedido la sencilla
gente del pueblo, como ya llevamos dicho, si las turbas katipuneras no se hubiesen
impuesto por el temor y la fuerza!
M ucho, sin duda alguna, tuvieron que sufrir los Padres en aquellos momentos
de medio orgía y desenfreno. Toda revolución lleva consigo trastornos y desencadenamiento de pasiones, que, al encontrarse sin dique que las contenga, saltan por
encima de las barreras del orden; así se explican ciertos hechos, que en circunstancias más normales no se hubieran realizado. La prisión de cada uno de los Padres
se hizo en casi todos los casos de una manera estrepitosa y hasta brutal, pero en
algunos excedió los límites de lo humano.
Los Padres M anuel Navarro y M arcelino Simonena, Cura el primero de Cabancalán y el segundo de la misión de Carolán, fueron presos como unos malhechores y tratados cruelísimamente.
Al sacarlos del Convento, lo hicieron con todas las precauciones, amarrándoles
con fuertes ligaduras. Una vez en el municipio, que les sirvió de carcel, al P. Manuel Navarro lo sujetaron con fuertes y apretados grillos, haciéndole sufrir horrores sin cuento; horrores que minaron de tal modo su naturaleza, antes tan robusta,
que pocos años después dejaba de existir a consecuencia de los malos tratos recibidos en la prisión.
454
P. LICINIO R UIZ
Los PP. Victoriano Tarazona y Pedro Jiménez, misioneros en Jimalalud y Jibaiyo fueron conducidos desde los límites de la provincia de Negros Oriental, bajo
partida de registro, hasta la Occidental, no sin sufrir, en la larga travesía que separa
un punto de otro, insultos, atropellos y otras barbaridades de la chusma, aunque, a
decir verdad, casi siempre los insultos partían de los titulados jefes o cabecillas.
Poco más o menos, en forma parecida, fueron hechos prisioneros los demás
Padres.
Todos, ya prisioneros, fueron remitidos a Bacolod, en cumplimiento de la orden del titulado supremo jefe político militar.
Si humillante y bochornoso resultaba a los religiosos el tránsito por los pueblos y el encontrarse de aquella manera delante de sus mismos feligreses, aquel
bochorno recaía más bien contra los autores de tales desmanes, pues los Religiosos
en todos los pueblos recibían pruebas bien evidentes del afecto y filiales sentimientos que abrigaban aquellas pobres gentes, que con su recto proceder condenaban la conducta de aquellos superhombres de la revolución.
Con pocos días de diferencia se encontraron al poco tiempo reunidos en la
cárcel de Bacolod los Padres siguientes:–
1.– P. Fr. Blas M artínez, cura de Bago.
2.– M anuel Navarro, cura de Cabancalán.
3.– P. Fr. M ariano Lasa, cura de Isabela.
4.– P. Fr. Pablo Vicente, cura de Cauayan.
5.– P. Fr. Inocencio Sola, cura de Sn. Enrique.
6.– P. Fr. Juan de Dios M artínez, cura de Argüelles.
7.– P. Fr. Eulogio Sáez, cura de Silay.
8.– P. Fr. José Rada, transeunte.
9.– P. Fr. M anuel García, misionero de Odiong.
10.– P. Fr. Julián Uberuaga, cura de Cádiz-Nuevo.
11.– P. Fr. Tiburcio Fernández, misionero de Concepción.
12.– P. Fr. Claudio Argote, cura de Saravia.
13.– P. Fr. Florencio Aranda, cura de M anapla.
14.– P. Fr. Cipriano Lejárraga, misionero de Sicaba.
15.– P. Fr. Ángel M artínez, cura de Jimamaylan.
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455
P. Fr. Antonio Hernández, cura de Pontevedra.
P. Fr. Victoriano Tarazona, misionero de Guihulugan.
P. Fr. Francisco Echanojáuregui, cura de Sumag.
P. Fr. Nicolás Pérez, misionero de Tansa.
P. Fr. Felipe Segura, misionero de San M iguel.
P. Fr. Gregorio Alfaro, misionero de Guimbalaon.
P. Fr. M elchor Ardanaz, misionero de Hinigaran.
P. Fr. Juan Briones, misionero de Alegría.
P. Fr. Ángel Fabo, misionero de Inagauan.
P. Fr. Pedro Pérez, misionero de M agallón.
P. Fr. Pedro M oreno, misionero de Cumalisquis.
P. Fr. Francisco Cabido, transeunte.
P. Fr. Vicente Vázquez, misionero de Campomanes.
P. Fr. Benito Cañas, catedrático del Colegio.
P. Fr. Tomás Goya, transeunte.
P. Fr. Tomás Preciado, catedrático del Colegio.
P. Fr. M arcelino Simonena, misionero de Carolan.
P. Fr. Tomás Cornago, misionero de Cabancalan. (Norte).
P. Fr. Pedro Jiménez, misionero de Jibaiyo (Oriental).
P. Fr. León Ochoa, catedrático del Colegio.
P. Fr. José de la Pardilla, misionero de Victoria.
También estuvieron en calidad de prisioneros, si bien no ingresaron en la cárcel,
el anciano y benemérito Padre Fernando Cuenca y el P. M auricio Ferrero.
A este último, aunque en la capitulación hecha entre el jefe del destacamento
español y el Gobierno Filipino de la Provincia se le prometió libertad para seguir
cumpliendo con su ministerio Parroquial, no obstante, poco a poco, fueron mermando su libertad, hasta el punto que podríamos decir se encontraba preso, sirviéndole de cárcel su propio Convento o casa Parroquial.
El P. Pedro Bengoa, misionero que era de Vall-Hermoso, en la Oriental, se
libró asimismo del cautiverio debido a las buenas relaciones en que estaba con Dn.
Diego de la
456
P. LICINIO R UIZ
Viña, Jefe en aquella región. Casi todo el tiempo que duró la revolución estuvo este
Padre haciendo de Capellán de las fuerzas que operaban al mando del citado jefe,
en cuyo empleo prestó grandes servicios a la Religión, pues en todas partes ejerció
su ministerio y administró los Santos Sacramentos a muchísimas almas.
El P. M iguel Álvarez tampoco ingresó en la cárcel, debido quizás a su avanzada edad.
La cárcel de Bacolod, que había sido construida bajo la dirección del P. M auricio Ferrero, era de piedra, con varios departamentos en su interior, algunos de ellos
lóbregos, que denominaban calabozos, destinados por lo visto para los mayores
criminales.
A estos calabozos fueron destinados los Padres, si bien con diferencia entre
unos y otros, pues de los cuatro calabozos escogieron los peores para aquellos
contra quienes mayores resentimientos y odios guardaban.
Los trabajos físicos o corporales sufridos por aquellos religiosos durante su
encierro en la prisión, no obstante ser muchos y penosos, eran nada, si se comparan con los morales que consumían lentamente sus naturalezas.
La poquedad de la comida, que consistía en un poco de agua, que llamaban sopa, con una pequeña piltrafa de carne, flotando entre unas cuantas hojas verdes y
un poco de morisqueta, la suciedad y miseria que tenían que padecer a causa de la
escasez de ropa para mudarse, escasez que remediaban, lavándose ellos mismos
con frecuencia sus propios vestidos, todo esto, y mucho más que se omite, eran
muy poca cosa, si se compara con los sufrimientos morales por los insultos y ultrajes que recibían, tanto del Alcaide, como de algunos otros jefes que de cuando en
cuando se acercaban a la cárcel.
En aquella ocasión, como en otras muchas, se vio bien palpablemente que los
jefes de la revolución, tanto los más elevados, como los subalternos, eran unos
rufianes, capaces de las mayores bajezas y sin ninguna educación, solamente aparentaban ser algo cuando delante de los prisioneros soltaban sus bravatas de hombres de importancia.
Así estuvieron hasta el 18 de Enero, en el cual, sin que
S INOPSIS HISTÓRICA
457
los Padres tuviesen la menor noticia, a las tres y media de la tarde se les comunicó
la orden de partir para la Granja, pequeña Hacienda del Gobierno destinada a experimentos agrícolas, sita en las proximidades de la Castellana, a una distancia de
unos 50 kilómetros próximamente de Bacolod.
Continuaba con esto el Calvario. Cuarenta minutos se les dio de tiempo a los
prisioneros para recoger su pequeño equipaje; y digo pequeño, porque sólo se les
permitió llevar consigo tres mudas, dejando lo demás, si tenían, en inventario. Ha
de entenderse esto de la ropa, porque el dinero, el poco que habían podido llevar,
cuando fueron cogidos por el enemigo, ya hacía tiempo que había desaparecido. Lo
primero que hacían los revolucionarios, y en donde más se mostró su bajeza, fue
en eso precisamente, en la insaciable codicia que dominaba a todos, no perdonando
medio ni ocasión alguna para apropiarse de lo ajeno.
Con sus hatillos a la espalda, como pobres mercenarios, y colocados de dos en
fondo entre dos filas de bayonetas, atravesaron los prisioneros las principales calles de la población de Bacolod para ir a la Casa-Gobierno, en donde pasada lista
por segunda vez, (la primera fue al salir de la cárcel) y eximiendo de ir a la Granja
al P. José Lapardiña por encontrarse enfermo, salieron todos a pie en dirección a
Súmag, que es el primer pueblo que se encuentra en el trayecto que habían de recorrer.
Dios, nuesto Señor, que es todo consuelo para los atribulados hijos que en Él
confían, consoló también a sus pobres prisioneros que por su Santa Causa padecían, dándoles un guardia de nobles y buenos sentimientos, que les permitió todo
cuanto de él dependía en tan tristes circunstancias. Y esto sólo bastó para que se
entregasen a expansiones lícitas y alegrías honestas durante su caminata, de tal
modo que llegaron casi a borrar las amarguras pasadas, y a no acordarse de las presentes.
Puede suponer el lector los incidentes de un viaje hecho sin comodidad ninguna y a pie, y custodiados por gente de baja estofa; el relevo se hacía en cada pueblo
y ordinariamente escogían los guardias entre la peor gente. Con esto queda dicho
los insultos, necedades y tonterías, las conversaciones
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P. LICINIO R UIZ
soeces y aun amenazadoras que tuvieron que soportar los prisioneros en aquella
dolorosa peregrinación. Como ven los lectores, sufrimiento moral era este, que más
que ninguna otra cosa amargaba el corazón de los Religiosos en todas partes donde
fueron hechos prisioneros.
El día 21 de Enero de 1899 llegaron a la Granja, lugar de su destino, y en él fue
donde más padecieron, en donde más se les humilló y en donde peor trato recibieron. Una vez presentados al Jefe o Director de la Granja, este con toda premeditación los dividió en grupos, separó unos cuantos por enfermos, a quienes mandó
volver a la cárcel, (hacía de cárcel en la Granja un Camarín de ladrillo que ordinariamente sirve para guardar o depositar las herramientas y utensilios de trabajo), y
a los demás les señaló el trabajo y horas en que se habían de ocupar en él.
Unos se habían de entretener en limpiar de malezas los campos, calzadas y veredas, y otros, en el arrastre de maderas, y otras ocupaciones y trabajos pesados.
Y así fue: los buenos Padres viéronse obligados a practicar aquellas faenas
campestres todos los días, vigilados y custodiados por guardias, que a la menor
señal de cansancio que alguno hacía, reprendían y castigaban agriamente y con mucho rigor. Concluido el trabajo, los metían a todos en el Camarín dicho que les
servía de cárcel, en donde estaban custodiados por un Alcalde o cancerbero, de
cuyo nombre no queremos acordarnos, que los trató muy mal, y que los molestaba
continuamente, tratándoles con mucho despotismo. Les daba de comer poco y
malo: y con este género de vida y estos malos tratos, estuvieron en la Granja Modelo del Gobierno por espacio de dos semanas. Pero Dios, nuestro Señor, se
apiadó al fin de nuestros queridos Padres y consoló a sus muy amados servidores
y queridos hijos con el mayor consuelo que ellos podían apetecer en aquellas circunstancias: ¡LA LIBERTAD!
Era el día primero de Febrero del año ochocientos noventa y nueve. Estaban
descansando brevemente nuestros Religiosos para luego proseguir su tarea ordinaria, cuando recibieron la alegre noticia de su libertad.
El día 2 salían todos los Padres de la Granja de La
S INOPSIS HISTÓRICA
459
Castellana con sus pequeños envoltorios al hombro a desandar los cincuenta kilómetros que hay, poco más o menos, a Bacolod, alegres y contentos, retratándose
en todos ellos la satisfacción más grande que sentían por su tan deseada libertad.
La jornada de regreso fue rápida. El día 3 por la mañana ya estaban todos reunidos en Bacolod, dispuestos a embarcar.
Antes de salir los treinta y siete Padres, hubo algunas protestas. El General en
Jefe del Ejército Revolucionario en la costa occidental de Negros los despidió y
manifestó su simpatía, que, además de tardía, no la creyeron sincera los Padres:
pero los prisioneros, a fuer de corteses y amables, no guardando en sus corazones
resentimiento alguno y deseando perdonar a todos, correspondieron a estas manifestaciones como mejor pudieron.
M ás sentimental, sincera y verdadera, como que les salía del corazón, fue la
despedida que el pueblo de Bacolod en pleno, reunido en la playa, hizo a sus queridos Padres del alma.
Por todos los pueblos por donde pasaron hasta llegar a Bacolod de vuelta de la
Granja, salía la gente a despedirse de los Padres: pero en Bacolod, cuando llegó el
momento de embarcar, todo el pueblo salió a despedirlos, y todos de una manera u
otra testimoniaban el profundo afecto, veneración y cariño que siempre les habían
profesando, queriendo tener el inmenso placer y satisfacción de recibir la última
bendición de sus queridos Padres, que habían sido hasta entonces sus amados Curas Párrocos, sus Padres de almas, y de cuyas manos tantos beneficios habían recibido, y a fin de darles quién sabe si el postrer Adiós.
EPÍLOGO DE LA R EVOLUCIÓN
Descritos en los capítulos precedentes los principales rasgos de la revolución
y los trabajos sufridos por nuestros Religiosos durante aquellos luctuosos días,
debíamos haber finalizado este tratado con el Capítulo que antecede.
M as se habrá observado que, en cuanto llevamos escrito,
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P. LICINIO R UIZ
faltan aun por narrar ciertos sucesos que, por aparecer así como aislados, no quisimos incluirlos anteriormente, para de esta manera dar más unidad y claridad a la
narración. Hubo, sí, más prisioneros y algunas víctimas más que la Revolución
ofreció al Señor en aquellas horas de purgación, y justo es que, por nuestra parte,
no queden en el olvido.
Aunque en general carecemos de datos para detallar lo relativo a estos últimos,
no por eso debemos omitir sus nombres, que deben pasar a la historia con la doble
aureola de M ártires de la Religión y de la Patria.
En tagalos cayeron prisioneros en el pueblo de Carmona los PP. Tomás
Roldán, Gregorio Paredes y el Cura del pueblo, que era el P. Pascual Lagunas.
No fue muy largo a la verdad el tiempo de prisión de estos Padres, pues valiéndose de una mestiza española, casada con un peninsular, pudieron fugarse y
volver al Convento de M anila.
En el pueblo de Calauang, provincia de La Laguna, en el que ejercía su santo
ministerio, el P. Bernabé Pena, en poder de los insurrectos1.
Por considerarlos de alguna importancia, tenemos el gusto de insertar aquí algunos detalles, que el mismo P. Bernabé nos ha suministrado, y que de otra manera
hubieran quedado en el olvido. Breve, pero substancioso, su relato nos hace ver
una vez más la confirmación de muchas observaciones que hemos hecho en el
transcurso de esta dolorosa historia de la Revolución filipina.
"A principios de Junio de 1898, nos dice el P. Bernabé, me fue comunicada
una orden de Aguinaldo, trasmitida a la autoridad local de Calauang por el llamado
General Paciano Rizal, a fin de que me presentase a este en Calamba como prisionero. Creí prudente obedecer la orden y, en efecto, el día 16 de Junio me presenté a
dicho general.
Desde esta fecha hasta el 18 de M arzo de 1899 estuve en calidad de prisionero, juntamente con cinco Padres Franciscanos, sirviéndonos de cárcel, unas veces el
camarín o granero de arroz de la Casa-Hacienda de lo PP. Dominicos,
1
El P. Bernabé Pena ha sido elegido Provincial en nuestro Capítulo celebrado el 2 de mayo de
1925.
S INOPSIS HISTÓRICA
461
y otra el zaguán de la Casa Parroquial y los inmundos bajos de la azotea y cocina.
El día 18 citado fuimos sacados de Calamba y conducidos entre bayonetas,
como criminales, de pueblo en pueblo hasta el de M ajayjay, al que llegamos el 22,
y allí permanecimos algunos días bien tratados, y después fuimos trasladados a
Tayabas, capital entonces de la provincia del mismo nombre. La causa de este traslado fue el haber entrado en la laguna de Bay varias lanchas o cañoneros de los
Americanos y bombardeado las costas de varios pueblos. Los filipinos no querían
la liberación de los prisioneros españoles, sobre todo de los religiosos, y por eso
los internaban como una garantía para el futuro.
Permanecí en Tayabas desde la segunda quincena de Abril hasta principios de
Junio de 1899. Enfemo y extenuado por los sufrimientos físicos y morales de la
prisión, atacado de la malaria reinante en Tayabas, fui trasladado al pueblo de Sto.
Tomás de Batangas por orden del General M iguel M alvar y Coronel Anastasio
M aloles, naturales de Sto. Tomás, y que fueron mis feligreses cuando yo regenté la
Parroquia de dicho pueblo. Desde que salí de la jurisdicción del General Rizal y
entré en la del General M alvar, gocé de alguna libertad y bienestar en compañía del
P. Félix Garcés. Con este y los PP. de M indoro recorrí los últimos pasos del camino de aquel doloroso Calvario, hasta nuestra liberación definitiva que nos sorprendió en Taysan, Batangas".
Todas las provincias de Filipinas se resintieron de aquel malestar producido
por este cambio de ideas.
Los Padres todos, quién más, quién menos, corrieron grave riesgo de caer en
manos de los sectarios: de ahí aquella vida agitada y aquellos días de intranquilidad
y horas de angustia que tuvieron que devorar durante aquella época.
En Cebú, la primera Revolución se manifestó imponente; pero, sofocada en
sus principios por las tropas españolas, no pudo en la segunda revolución enarbolar la bandera separatista al menos en la población, teniendo que mantenerse los
revolucionarios en los montes de la provincia.
En el primer golpe revolucionario dado por los Cebuanos,
462
P. LICINIO R UIZ
nosotros tuvimos que lamentar no sólo las pérdidas materiales sufridas en nuestro
Convento, sino la pérdida de un venerable anciano, el P. Isidoro Liberal.
Como el levantamiento de Cebú revistió bastante importancia, añadimos algunos datos de los sucesos de aquellos días tomados en su mayoría de una M emoria
que obra en nuestro Archivo, escrita por uno de nuestros Religiosos. Dice así: "A
mediados de marzo de 1898 comentábase por los pueblos del Norte de Cebú la
noticia vaga, que por allí se extendía, de que en la Ciudad o Capital de la Isla no se
celebraría la Semana Santa próxima; pero, al inquirir las causas de tal novedad, ninguno daba la menor explicación. Próxima ya dicha Semana, el Sr. Gobernador de la
Provincia ordenó la captura de algunos sospechosos, entre ellos de un tal Florencio
González, Ex-Notario de dicha Ciudad, quien después de haber hecho una excursión por M anila y sus contornos volvió como un simple particular y se estableció
en Labangon, barrio del pueblo de S. Nicolás.
Según resulta de las declaraciones en las varias sumarias que se formaron, dicho individuo fue el alma de la insurrección que estalló el día Domingo de Ramos
por la tarde, aunque no era ese el día señalado, sino el Viernes Santo a la hora de la
procesión, pero, como la Autoridad Gubernativa, ayudada de su policía, iba tomando medidas acertadas y enérgicas que contrariaban mucho a los revoltosos,
creyeron estos oportuno adelantar los sucesos.
Y, efectivamente, a la una de la tarde recibió aviso el Sr. Gobernador, de que en
el cementerio de S. Nicolás y sus cercanías había mucha gente armada, que venía
acercándose a la población. Por el momento despachó dos pelotones de fuerzas
para contener y atacar, si necesario fuera, a los amotinados; pero estos, ciegos ya
por la bebida y muy confiados en los amuletos que habían recibido, se echaban
sobre nuestras bayonetas, resultando que los nuestros tuvieron que retirarse, después de dejar en el campo cuatro soldados del Cuerpo de Cazadores, un voluntario
Español y un carabinero. Dueños del campo y poseedores de seis fusiles, se envalentonaron, y los nuestros ya reforzados sólo pudieron contenerles hasta las seis
de la tarde.
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Viendo el Sr. Gobersador que la muchedumbre amotinada aumentaba cada vez
más, y que él por otra parte disponía de pocas fuerzas, y algunas de estas algo
sospechosas, dispuso que toda la colonia Española se refugiara en la Cota, como
así se efectuó, hasta que llegaron los refuerzos pedidos a Iligan y M anila.
En la noche del Domingo de Ramos no hubo novedad alguna; por lo visto estuvieron entretenidos los insurrectos en curar los heridos y retirar sus muertos que
se acercaban a setenta y cinco. Sólo se ocuparon de soltar y armar los presos que
había en la cárcel. Lunes Santo por la mañana, a primera hora, plaza y convento de
PP. Recoletos se vieron invadidos por los insurgentes, donde robaron e inutilizaron todo lo que les vino a la mano, eligiendo dicho Convento como Cuartel General.
A pesar de todas las excitaciones del P. Prior y demás Padres, para que se retirara a la Cota el anciano P. Fr. Isidoro Liberal, confiado este en su inocencia, achaques y ancianidad, se quedó en el convento, refugiándose en el pequeño Oratorio,
donde le encontraron sentado al lado de un Crucifijo. Por el pronto, su actitud impuso a las turbas, y no le molestaron; pero poco después, ignoro si por mandato
de algún cabecilla o por su propia voluntad se retiró a casa del Sacristán M ayor
cerca de la playa. M artes por la mañana celebró M isa en nuestra Iglesia, y aun se
decía que ocupó el Confesonario, pero no pasaron muchas horas, cuando ya dispusieron de él y fue trasladado al barrio de Labangon, foco de la insurrección.
Al día siguiente fueron conducidos a la misma prisión tres Padres Agustinos
que fueron hechos prisioneros en los pueblos del Sur. No fueron muy molestados,
excepto en el registro de sus personas, sobremanera minucioso y cómico, y en las
noticias terroríficas que les participaban sobre la suerte de la Colonia refugiada en
la Cota.
En día tan solemne como el Jueves Santo, llegaron a Cebú los vapores Churruca y D. Juan de Austria, y sin descanso alguno se dio principio a despejar la población de aquellas hordas desenfrenadas, hartas ya de cometer excesos, llamando
más particularmente la atención, el que en
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P. LICINIO R UIZ
la plaza de Recoletos sacrificaron cerdos, siguiendo los ritos y costumbres de
su antigua infidelidad, y digo que llama la atención, porque el Filipino en general se
ha manifestado hasta escrupuloso en observar el precepto de la abstinencia en tales
días. No tardaron los Padres prisioneros en observar que las turbas se retiraban
hacia el monte y Sur de la Isla, llevándose consigo todo lo que les era fácil, sacando
por consecuencia que habían llegado refuerzos y que los insurrectos eran atacados
con vigor. Si esto era un motivo de alegría, al mismo tiempo les contristaba, pues
era de esperar que en la huida, por despecho y coraje se vengaran en ellos, pero no
sucedió así, sino que la providencia al parecer les deparó un salvador.
En medio de tanta confusión, se presentó en la prisión un tal Simplicio, quien
con el arma blanca de que disponía rompió la cerradura de la puerta y mandó a los
Padres que le siguieran. Naturalmente al principio estuvieron recelosos, pues creían que sería para asesinarlos, hasta que, conocido este pensamiento por el libertador, les prometió salvarlos, implorando él por su parte la recíproca.–
–Decididos por fin a seguirle, comunicaron su resolución al P. Isidoro, y este
hizo lo que en el Convento, cuando la Comunidad se retiró a la Cota; se negó rotundamente. Todos los inconvenientes que ponía encontraban solución, y hasta se
puso a su disposición un coche, mas aun así no accedió; y, notando que no seguían
su propósito sin su compañía, se incomodó y les contestó, "que ellos era jóvenes
para hacer bien y trabajar en lo que Dios dispusiera, y por consiguiente en conciencia debían procurar su salvación".
Por otra parte, apurados los Padres por su libertador, se pusieron en camino
hacia el casco del pueblo, y, aunque tuvieron algún pequeño tropiezo, quedó demostrado que dicho individuo tenía bastante influencia, pues los grupos no se
opusieron a su determinación, llegando los Padres sin novedad hasta donde estaban
nuestras tropas. Estas ocuparon el Convento e Iglesia de S. Nicolás, límite que no
se podía traspasar, sin exponerse a algún contratiempo.
–Como las turbas se dirigieron hacia el Sur de la Isla, el General dispuso salieran las fuerzas por mar hacia el pueblo
S INOPSIS HISTÓRICA
465
de Cárcar, volviendo por tierra al punto de partida, y entonces fue cuando vieron
un cadáver mutilado y quemado, no siendo posible reconocerle; pero, como con las
fuerzas venían dos Padres Agustinos, juzgaron que eran los restos de un Padre
Recoleto, por las sandalias y pedazos de hábito negro que había cerca del cadáver.
No podía ser otro que el del P. Isidoro Liberal.–
No era yo quien por entonces había de tomar una determinación, así que,
cuando quedé como Presidente del convento, avistéme con el Sr. Capitán de la
Guardia Civil, para que él con algunos números me acompañara a dicho punto, y
me ayudara a recoger los restos de dicho Padre; pero, como ya habían pasado tantos días, no se encontró nada, no siéndome posible averiguar si fue enterrado por
algún desconocido o si fue reducido a cenizas, por haber dado fuego las tropas a
aquella parte del poblado, donde residió el promovedor de la insurrección arriba
citado.
Así como se han tenido noticias ciertas de quiénes fueron los asesinos de los
otros dos Padres Agustinos, así, por el contratrio, nada se ha oído de los que consumaron el crimen en la persona del pobre anciano, lo cual hace creer que fue la
multitud toda al huir.
No debo terminar estos datos, sin que haga justicia a la ciudad de Cebú, pues
fue un reducidísimo número de sus habitantes los que tomaron parte en el alzamiento, siendo, por el contrario, los más castigados tanto por unos como por los
otros.
Los pueblos, que verdaderamente se hallaban comprometidos en el levantamiento, fueron el de S. Nicolás, en su mayoría, el Pardo y Talisay; pero como se
hicieron dueños de la Ciudad e iban propalando noticias muy favorables a ellos, al
mismo tiempo que se extendían por la Isla en mayor o menor escala, los demás
pueblos también tomaron parte, limitándose a lo único que podían hacer, que era el
saqueo de los Conventos".
Esto es lo que respecto a lo sucedido en aquellos días de revuelta hemos escrito, extractándolo de las memorias que de su prisión dejaron escritas algunos Religiosos1.
1
Apuntes sobre la insurección en Cebú (Arch. Prov.).
466
P. LICINIO R UIZ
Como habrá podido observar el lector, nos hemos concretado solamente a referir lo más saliente y principal, omitiendo detalles y circunstancias con el fin de
obviar esa pesadez que engendra la lectura larga y farragosa, y sobre todo para
continuar nuestra historia bajo los mismos moldes de brevedad con que comenzamos a escribirla1.
Asimismo, parte para no distraer al lector en la narración de hechos aislados y
parte porque carecíamos de datos concretos sobre el particular, hemos omitido la
prisión de algún otro Padre. Tal sucede con el P. Fernando Hernández que cayó
prisionero en Zambales, pero que, separado de los demás Padres, siguió distinto
rumbo. Su prisión constituye una verdadera odisea, en la que lo serio y lo cómico
se amalgaban de tal modo, que a haber dejado el citado Padre una relación de todo
lo sucedido nos hubiera legado una curiosa historia de aventuras.
También se omite la prisión del P. Alejandro Echegoyen, que fue bárbaramente asesinado por Andres Bonifacio, uno de los principales jefes de la revolución.
1
El que desee enterarse más detalladamente de la revolución tagala lea la obra que sobre este asunto está publicando el P. Cipriano Benedicto en el Boletín de nuestra Provincia.
CAPÍTULO XIII
Misiones de Panama y Venezuela
Era el día 26 de Agosto de 1898, cuando levó anclas del puerto de M anila el
vapor que conducía los primeros misioneros a la República de Centro-América.
Era en el ocaso de la Soberanía española en Filipinas. Ya la bandera gualda y
roja, que había ondeado por espacio de más de tres siglos en este Archipiélago, era
arriada de los muros y fuertes y de la casa de la ciudad y en su lugar fulguraba la
estrellada de la poderosa América. Todo había terminado para España: su poderío
civil y aun religioso tenían en el libro de la Historia de Filipinas su punto final.
Y este hecho, si bien es verdad que privaba a España de una de sus más ricas y
prósperas colonias, y fue para ella un golpe mortal y desastroso, el golpe más duro
y más sensible fue para las Corporacines religiosas sobre todo para algunas, que en
ellas tenían todo su historial y toda su vida y todos sus intereses y cuanto constituía, digámoslo así, su esencia.
Nuestra Provincia era una de estas. Fundada exclusivamente para misionar en
Filipinas, aquí había gastado todas sus energías y aquí tenía todo el personal que
integraba la Provincia, excepción hecha de los Colegios de formación que en España tenía.
Viose medio abocada a un conflicto, impulsada a él, ya por la pérdida de sus
misioneros, como por la aglomeración en M anila del copioso personal de que disponía, sin saber qué hacer de él, ni poder darle destino alguno, precisamente por la
razón arriba dicha de haber concentrado en Filipinas todas sus fuerzas.
Gracias a Dios ese conflicto fue solucionándose poco poco, merced a la buena
voluntad y espíritu de los Religiosos, quienes, tocando con su recto criterio tan de
cerca lo difícil de la situación, se prestaron voluntariamente a todo, incluso al sacrificio, si era preciso, para salvarla.
A una indicación del Superior, se ofrecieron muchos
468
P. LICINIO R UIZ
Religiosos de buena voluntad a marchar a América y ver de buscar allí nuevo campo de operaciones, donde colocar aquel núcleo de Religiosos, que unos estaban aun
prisioneros, otros aún seguían en sus Curatos, y este fue el principio de las misiones de Venezuela, fundadas en las postrimería del año 1898, que fueron sin duda
las que iniciaron el resurgimiento de la Provincia, pues a esta fundación siguió la
del Brasil, tomando tal incremento ambas en tan pocos años, que en el año de 1908
pudieron formarse con ellas dos Provincias.
El 23 de Agosto del citado año de 1898 salían de M anila los PP. Patricio
Adell, como Presidente, M arciano Landa, M edardo M oleres, Indalecio Ocio,
Cándido Pérez, Gerardo Larrondo, Fermín Catalán y el Ho. Ángel Cemboráin.
El 11 de Noviembre llegaban a Panamá.
En esta población se quedaron todos menos el P. Adell y el P. Fermín Catalán.
El P. Adell como Superior, después de haber dejado instalados y colocados a los
Padres, fue a Venezuela con el objeto de preparar en aquella República nuevo
campo para las misiones.
El 11 de Noviembre, como dejamos dicho, llegaron a Panamá los PP. mencionados, excepto los PP. M oleres y Cándido Pérez, que se quedaron en California.
Hospedáronse en el Colegio de Balboa, de los PP. Escolapios, quienes les recibieron y trataron con suma amabilidad.
El mismo día, acompañados del P. Rector del Colegio, fueron los PP. Adell e
Indalecio a visitar a Dn. José Alejandro Peralta, Obispo de la Diócesis, que les
recibió con toda cortesía, manifestando al mismo tiempo la satisfacción grande que
le había causado la llegada de nuestros Padres. Desde los primeros momentos se
vio en el Sr. Obispo la buena disposición en que estaba de favorecer a nuestros
Padres, de tal modo que, ya en la misma entrevista, quedó medio bosquejado el
programa, digámoslo así, a desarrollar, o sea, habló ya del sitio y lugar en que quería ocupar a nuestros Religiosos.
Entre otras cosas nos ofreció el Distrito de Darién, que se encuentra en el
mismo istmo, que une los dos mares, y en
S INOPSIS HISTÓRICA
469
cuya jurisdicción se calculaban unos 40 o 50,000 infieles, con algunos pueblecitos
de cristianos, que estaban abandonados desde hacía algún tiempo por falta de Sacerdotes.
Considerando nuestros Padres la proposición del Sr. Obispo sobre dichas misiones, fue desde luego aceptada, no sólo por el Superior, sino por los demás Padres, que estaban verdaderamente ansiosos de trabajar en el campo que se les destinase, por espinoso que fuese.
No eran nada satisfactorios los informes que tenían sobre aquella región, pues
conocían la extremada pobreza y retraso intelectual en que vivían sus moradores,
además de lo insano del clima, donde la fiebre diezmaba a menudo muchas vidas.
M as a nada de esto pusieron reparo nuestros Religiosos. El Darién evocaba a
su memoria recuerdos imborrables, páginas gloriosas de la Descalcez Agustiniana,
que allí había laborado en tiempos anteriores, y este recuerdo avivó su fe y entusiasmo religioso y allí se fueron sin titubear.
Dos Parroquias solamente había en el distrito que se nos adjudicaba; la de Sta.
M aría Real y la de Chepo: anejas a estas había algunos barrios o visitas compuestas de cristianos con su Capilla o Iglesia. El 1.o de Diciembre salían para la nueva
misión los PP. M arciano y Gerardo con el Ho. Ángel.
Quedaban en Panamá el P. Adell y el P. Indalecio.
El Sr. Obispo estuvo generosísimo con los PP. Recoletos. Además de colocarles en la misión en las mejores condiciones que le permitía el erario de la Diócesis,
cedió a nuestros Padres la Iglesia de Sn. José, qu había sido de nuestros antiguos
Hermanos.
El gozo de los misioneros fue muy grande al verse entre aquellos muros que
habían albergado tanto religioso Recoleto y puestos bajo la protección del bendito
Patriarca Sin José, a quien la Recolección profesaba de siempre muy tierna devoción.
La pequeña nostalgia que a ratos habían sentido los misioneros al recordar
nuestra Iglesia de M anila con su S. José desapareció por completo al encontrar
otra con la misma advocación. Hasta la Capilla de N. P. Jesús Nazareno, de tanta
veneración en nuestra Iglesia de Manila, la tenían allí representada
470
P. LICINIO R UIZ
en su altar dedicado a él, teniendo la fortuna de encontrar entre aquellos escombros
del antiguo Convento una novena, escrita por un Religioso nuestro en honor del
Sto. Cristo.
Pocos meses después llegaba una segunda misión para completar el número de
Religiosos comprometido con el Sr. Obispo.
Componíase esta de los Padres Félix Guillén, Presidente, Julián Cisneros,
Bernardino García, Francisco M aIlagaray, Isidoro M usitu, Celestino Falces, Paciente Corral, M iguel Lascaray y Demetro Azqueta.
Salieron de M anila en el mes de Febrero; el 17 de M arzo llegaron a California
y el 16 de Abril desembarcaban en Panamá; hospedáronse como los anteriores en
el Colegio de PP. Escolapios. Allí estaban aún los PP. M arciano e Indalecio, por
no estar aún hecha o arreglada la casa Convento, que era necesaria para lo que llamaban Procuración. Al P. M arciano le había sustituido en la M isión el P. Moleres.
Desde luego quedaron en Panamá los que componían la segunda misión, excepto los Padres Cisneros, Ortuoste, M usitu, Armendáriz, Paciente y Azqueta
que fueron a Venezuela.
Enterado el P. Guillén que quedaba como Superior, pues el P. Patricio había
salido para Venezuela, de la situación, distribuyó el personal entre las misiones y
la Capital.
Al frente de la Parroquia de Chepo quedó el P. M allagaray con los Padres
Hilario Sánchez y Cándido Pérez, como auxiliares, y a Darién fueron los PP. M elitón, Celestino, Gerardo y M iguel Lascaray. En Panamá quedaban los PP. Guillén,
M arciano y Bernardino García.
Pocos días después salían los PP. Guillén y Larrondo con el fin de inspeccionar la misión y al mismo tiempo ver el lugar más a propósito para edificar o alquilar una casa habitación para el M isionero, a expensas del Obispo.
Recorrió los dos distritos que forman el Darién, o sea, el de Chapigana, que
comprende los pueblos de Chapigana, residencia del Alcalde, Tuculi, La Palma y
Garachine a la margen del río Tiura, desde su desembocadura hacia adentro, y el de
Pinogana formado por los pueblos de Pinogana,
S INOPSIS HISTÓRICA
471
residencia del Alcalde, Yavisa y Santa M aria el Real, encontrándose a dos días de
distancia al interior las minas de oro, llamadas de Canalitos.
Tienen ambos distritos en total unas 3,500 almas; mas siguiendo río arriba
desde Pinogana se encuentran varias tribus de indios pacíficos, los llamados Cholos y Cimas, y a más de ocho jornadas, más al interior, habitaban otras tribus de
indios, bravos y semisalvajes.
Con el fin de atender mejor a las misiones, sobre todo a esta última, destinó el
P. Guillen dos Padres, que al mismo tiempo que cuidaban de la parte espiritual de
aquellas pequeñas cristiandades y estaban al mismo tiempo al frente de la escuela
por ellos edificada, se pusiesen en contacto con aquellas tribus levantiscas, que
tanta oposición habían mostrado siempre y mostraban en la actualidad a la acción
del M isionero.
En Chepo también se colocó un Padre al frente de otra escuela.
A instancias de nuestro V. Hermano el Obispo de Pasto P. Ezequiel M oreno,
salió para aquella capital el P. M arciano; y el P. Larrondo visitaba en compañía del
P. M elitón los pueblos que existen desde Tumaco hasta Guapi, y que luego fueron
adjudicados a nuestra administración.
Iba poco a poco preparándose el campo de operaciones. Ni las dificultades
nacidas de la pobreza del terreno, que no producían ni lo más necesario para la vida
ni aun lo insano del terreno fueron obstáculo al fervor de nuestros Padres.
Al poco tiempo de haber comenzado la misión, fallecía víctima de una enfermedad, contraída en ella, el P. Francisco M allagaray: otro le sustituía y adelante.
En la Capital, o sea, en Panamá no era menor la actividad de nuestros Padres.
Ya dejamos dicho cómo se habían hecho cargo de la antigua Iglesia de los Recoletos, de San José. Estaba, al recibirla nuestros Padres, en bastante mal estado y sumamente pobre; mas, poco a poco, el celo de los Religiosos llegó a convertirla en
una de las Iglesias más bonitas de la Capital, celebrando en ella suntuosísimas fiestas.
Grandísimo era el trabajo que tenían nuestros Padres;
472
P. LICINIO R UIZ
pues, además del servicio de la Iglesia y del confesonario en la misma, que era numeroso, tenían la dirección espiritual del Seminario, de varios Asilos, Hospitales y
algunos conventos de M onjas, en los que, además de confesar, predicaban continuamente.
M uy pronto diéronse a conocer los Recoletos en aquella Capital. Sus trabajos
apostólicos, sus obras de caridad en los Hospitales, la institución de las piadosas
cofradías de San José y la Virgen de la Consolación y la suntuosidad con que celebraban sus fiestas, les granjearon la amistad y las grandes simpatías, ya de las Autoridades, así Eclesiásticas como civiles, ya de otras muchas personas, y muy en
especial del pueblo.
El 13 de Junio de 1899 dejaba de existir el Superior de la M isión P. Guillén,
víctima de sus trabajos apostólicos llevados a cabo en el Darién. A este le sucedió
en el cargo el P. Bernardino García, no menos activo, muy conocido y muy bien
relacionado en Panamá.
Puso toda su atención en las M isiones y dirigió todos sus esfuerzos a procurar su mayor progreso y mejorar cuanto le fuese posible el bienestar o más bien el
hacer más llevadera la vida de los M isioneros.
Dejamos ya dicho cómo a la llegada de nuestros misioneros a Panamá se había
firmado un convenio entre nuestro Superior P. Patricio y el Obispo Sr. Peralta.
La cuarta de las cláusulas del contrato decía así: "En el plazo de dos años se
compromete el Obispo a construir en Santa M aría del Real, o en punto próximo a
ese lugar que los Religiosos designen, un Convento suficientemente capaz para seis
u ocho Religiosos y en la parte más inmediata a los infieles edificará una casa capaz para los mismos; hasta que se termine el Convento pagará el Obispo el alquiler
de las casas que los Religiosos ocupen".
Buenísimos eran los deseos del Sr. Obispo y a haber vivido más tiempo sin
duda alguna que, aun imponiéndose algun sacrificio, hubiese dado cumplimiento a
esta cláusula y con ello habría mejorado en mucho la situación de los M isioneros;
mas Dios se lo llevó para sí, y el Gobernador Eclesiástico, que quedó en sede vacante, se hacía el sordo a las
S INOPSIS HISTÓRICA
473
reiteradas manifestaciones del P. Bernardino sobre la citada cláusula; de ahí que los
Padres, obligados a vivir en una mala habitación en un país de suyo insano, cayesen la mayor parte enfermos y aun algunos muriesen: a la muerte de los PP.
Guillén y M allagaray, de que ya hemos hablado, hubo que añadir la del P. Cándido, que falleció el 18 de Julio, después de haber trabajado en la escuela de Chepo,
y el P. Lascaray, jóven de naturaleza fuerte y robusta.
El P. Bernardino escribió al Delegado Apostólico de Colombia exponiéndole la
situación difícil por que pasaba la M isión y las necesidades y estrecheces que sufrían los M isioneros a causa de que ninguna o casi ninguna de las cláusulas del convenio citado se cumplían. El Sr. Delegado contestó a esta del P. Bernardino con
otra sumamente consoladora, que pone de manifiesto los buenos sentimientos que
abrigaba para con los Padres Recoletos y el proyecto que tenía concebido para
garantir la continuación de la Misión de Darién.
Con gusto y complaciencia suma trascribimos dicho Documento que dice así:
Bogota, Julio 19 de 1900.
M . R. P. Bernardino García de la Concepción, Vicario-Provincial de PP. Agustinos Recoletos:–
PANAMÁ
M uy Revdo. Padre: Por conducto de la Legación Inglesa me fue entregada a
principios de este mes la muy atenta carta de V. P. de fecha 10 de M ayo último, y
me enteré con el mayor interés de su contenido como de los documentos que venían adjuntos. Le agradezco a V. P. y a cada uno de los M isioneros el celo que han
desplegado en esa M isión que ya en otra época perteneció a su Orden, y no dudo
que las privaciones, las penalidades y las contradicciones que han sufrido y todavía están sufriendo han de llamar las bendiciones de Dios sobre la misma. Es cierto
que la vacante de Panamá se ha prolongado más de lo que esperábamos; pero el
retraso es debido también por mucho a las circustancias anormales por que el país
atraviesa. De todos modos doy gracias a Dios de las disposiciones de V. P. con
respecto a esa M isión. Probablemente por motivo de las circunstancias
474
P. LICINIO R UIZ
antedichas no se ha acabado aún para esos M isioneros el periodo de las pruebas,
pero espero será corto: las negociaciones adelantan si bien con lentitud, al punto
que ya no necesito de V. P. los datos que pedí a su Predecesor desde el día 12 de
Septiembre próximo pasado; a lo sumo deseo saber si convendría a la M isión
hacerse cargo también de la comarca de Balboa, o Archipiélago de las Perlas. La
M isión del Darién no podrá por ahora ser erigida en Vicariato, pero sí lo será en
Prefectura Apostólica, independiente por tanto del Ordinario de Panamá. Su dotación será conveniente; y, como es cosa averiguada que una de las causas principiales de las fiebres en el territorio de Darién son las pésimas habitaciones, también se
destinarán fondos para la construcción de habitaciones higiénicas.
Pido a Dios y al Patriarca Sn. José, Protector especial de su Corporación, que
mis negociaciones tengan pronto y favorable resultado mientras con sentimiento de
la mayor consideración me repito de V. P. Afmo. S. Servidor.
Arzobispo de Filipos
Delegado Apostólico.
En 25 de Enero de 1901 escribía otra vez el mismo Delegado en vista de que
las circunstancias no habían cambiado, recomendando al P. Bernardino paciencia,
que al fin, decía, vendrían días de bienandanza.
Como quiera que el nombramiento del nuevo Obispo se retrasaba y que cada
día que pasaba empeoraba el estado de la misión, el P. Bernardino pensó en abandonarla y retirar de ella los Padres: así se lo comunicó el P. Bernardino al Sr. Delegado.
M as, cuando ya estaba casi decidido el P. Bernardino a llevar a cabo su
propósito, recibió la noticia del nombramiento del Sr. Junguito, de la Compañía de
Jesús, para la M itra de Panamá; y este nombramiento y otra carta del Sr. Delegado
en la que hacía halagüeñas promesas sobre la misión, le hicieron desistir de su
propósito y esperar.
"Gracias a Dios, decía el Sr. Delegado al P. Bernardino, que esta noticia (la del
nombramiento del Sr. Obispo) le ha hecho mudar de resolución de retirar los Padres de la M isión
S INOPSIS HISTÓRICA
475
del Darién. Espero fundadamente que el Sr. Obispo ha de hacer por su parte todo
lo que pueda para hacerle más llevadera la M isión que tiene entre manos, mientras
no sea efectivo el convenio, que estoy negociando con el Gobierno. A este propósito he de decirle que creo no haberme explicado suficientemente con V. P. sobre
condiciones de esa M isión, y procuraré ahora ser más claro.
Cuando le propuse esa M isión del Darién y otra que queda por determinar, no
entendía que V. P. la aceptara en nombre de su Provincia o Congregación por solo
5 o 10 años sino para siempre; es decir, que la considerase como un campo que la
Santa Sede y el Gobierno le asignan a su congregación para trabajar siempre en él,
como cosa propia, independientemente del Sr. Obispo de la Diócesis y con facultades extraordinarias cuales la S. Sede suele conferir a los Prefectos Apostólicos;
pues yo propongo a la S. Sede que la M isión del Darién sea erigida en Prefectura
Apostólica. El Gobierno de Colombia en justa correspondencia por ese servicio
espiritual y hasta temporal se compromete a dar por una sola vez al Jefe o Prefecto de esa M isión una suma suficiente para primeros viajes, casas salubres, capillas,
ornamentos etc., es decir, para instalación, y además una cantidad anual que yo
pido sea de 8,000 pesos. Con esta suma y con las Parroquias que les dé el Sr.
Obispo, con el sueldo de M aestros de escuela que también pido para los PP. y
otros recursos que espero reunir con la instalación de la Obra de la Propagación de
la Fe, como existe en España, los PP. tendrían para todas sus necesidades. Andando el tiempo podrán multiplicar los Religiosos y las residencias, y la Prefectura
podrá llegar a Vicariato Apostólico. En cuanto a los puntos de residencia, no señalan; los PP. escogerán los que crean a propósito después de estudiado el país;
M onseñor Paúl, siendo Obispo de Panamá, escribía a esta Delegación que el lado
del Pacífico es mucho más sano. El Sr. Obispo conoce bien el país y le podrá ayudar en mucho.
Con esto creo haberle explicado las intenciones de la S. Sede en la fundación de
esa M isión, y haber respondido a las cinco condiciones que V. P. proponía en su
nota de 8 de M arzo y en el telegrama del día 14".
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P. LICINIO R UIZ
M agníficas promesas; mas pasaron los días, tomó posesión el Sr. Junguito,
trascurrieron más y más meses y ni el contrato celebrado con el Ilmo. Sr. Peralta se
cumplía, ni se cumplían los buenos deseos del Sr. Delegado.
La causa de este incumplimiento la ignoramos; pero, fuese la que fuese, impidió a no dudarlo la buena marcha y adelanto de aquellas misiones.
En vista de que nada se hacía por ellas, nuestro Superior no cuidó ya de engrosar el personal, sino que fue, como suele decirse, tirando con el entonces existente,
administrando y atendiendo como mejor pudo aquellas misiones hasta el año 1908,
en cuya fecha debió ser la entrega que por orden de nuestros Superiores se hizo a
la Provincia Recoleta de la Candelaria de ellas, según dice el P. Doroteo Ocón en el
Boletín de la Provincia1.
Refiriéndose a los motivos que pudieron tener nuestros Superiores para la determinación que hemos dicho, dice el mismo Padre en el citado número del Boletín
lo siguiente: Debido a tan insalubres climas, no tardaron los Padres M isioneros en
ser atacados por las enfermedades endémicas de esas regiones: fiebre amarilla, disentería y paludismo. Algunos de ellos sucumbieron; y otros quedaron tan maltrechos, que se hizo necesario sacarlos cuanto antes, para que no pereciesen todos.
En poco tiempo quedó reducida la M isión de Panamá a muy pocos M isioneros.
En la ciudad de Panamá quedaron los RR. PP. Bernardino García, Celestino Falces
y el Hermano lego Fr. Ángel Cemboráin. Los RR. PP. Hilario Sánchez y Gerardo
Larrondo pasaron a Tumaco, para encargarse de una parte de la Diócesis de Pasto,
gobernada entonces por el santo Obispo Agustino Recoleto Fr. Ezequiel M oreno
y Díaaz. Pasado algún tiempo, el R. P. Fr. Gerardo Larrondo fué nombrado M aestro de Novicios en la Provincia de Santo Tomás (Berlanga), para donde tuvo que
emprender su viaje, quedando en Tumaco solamente el R. P. Fr. Hilario Sánchez.
1
Véase su Artículo Casa Residencia de Panamá desde el 15 de Diciembre de 1908 hasta Diciembre de 1919, en el Boletín de la Provincia de la Candelaria, No. 14 del Bol. 1.o correspondiente al mes de Mayo de 1923.
S INOPSIS HISTÓRICA
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Breve fue la estancia de nuestros Religiosos en las misiones de Panamá; pero
en esa brevedad dejaron bien marcadas huellas de sus trabajos y virtudes.
Prescindiendo de las penalidades propias de toda misión y sobre todo de una
misión compuesta de gente ignorante, al mismo tiempo que descreída e indiferente,
sumida en el vicio y acostumbrada al libertinaje en toda clase de pasiones, por todo
lo cual necesitaban los misioneros un sacrificio continuo a fin de poder conseguir
algún provecho, durante la Revolución que en los años de 1900 a 1901 estalló en
aquella República, entre los dos bandos de liberales y conservadores que disputaban el poder, nuestros Religiosos sufrieron muchísimo, en especial algunos que
fueron víctimas de las hordas salvajes que en toda revolución existen.
Los que más sufrieron fueron los misioneros de Tumaco y Guapi. En el primero de los pueblos estaban los PP. M elitón y Gerardo Larrondo.
Sitiado el pueblo por los liberales, las fuerzas del Gobierno encerráronse en el
fuerte denominado "M orro" y allí estuvieron sitiados lo menos tres meses. Los
Padres también se refugiaron dentro del fuerte.
A consecuencia de los sufrimientos de tan prolongado sitio, escribía en 19 de
Julio de 1900 el P. Bernardino: "El P. M elitón ha llegado muy enfermo, completamente anémico y medio memo, sin poder fijarse en ninguna idea; es casi un milagro
que no haya muerto tanto él como el P. Larrondo. Tan grave era la enfermedad que
contrajo, que no obstante los cuidados y atenciones de los Superiores iba de día en
día empeorando, hasta el extremo de que creyeron más conveniente mandarlo a
España como último remedio. Embarcado en "Colon," murió a los tres días a bordo
del vapor que lo conducía, recibiendo su cadáver cristiana sepultura en nuestra
Residencia de Puerto Cabello en Venezuela.
El P. Gerardo pudo evadirse del fuerte "El M orro" en donde se refugió en los
primeros días de la revolución; mas, poco después, habiendo sufrido una tremenda
derrota el ejército conservador, volvió a Tumaco en calidad de emisario o embajador del Gobierno para tratar de las bases y condiciones para la entrega de la plaza.
478
P. LICINIO R UIZ
Desempeñando estaba su misión, escribe el P. Hilario Sánchez, cuando fondeó
frente al M orro la Cañonera "Boyacá" en que embarcaron las escasas unidades de
tropa hambreadas y enfermas que sobrevivieron a la catástrofe y terribles epidemias que dejaron aquellas islas cubiertas de cadáveres. La revolución, creyéndose
tal vez burlada, intimó y obligó al P. Larrondo a abandonar la Parroquia, desterrándole como a extranjero pernicioso, viéndose precisado a embarcar con rumbo al
puerto de Esmeraldas, en el Ecuador.
En 1901 el General Albán derrotó al ejército revolucionario y se apoderó otra
vez de Tumaco y otros pueblos. Con este motivo volvió el P. Gerardo a la Parroquia: mas, cuando menos se pensaba, el ejército de la revolución atacó tan fuertemente a las del Gobierno que guarnecían la plaza, que estas fueron derrotadas por
completo y otra vez el pueblo de Tumaco fue en poder de los revolucionarios.
Al poco tiempo de este suceso, los vencedores, dueños del campo, atropellaron e insultaron atrozmente al Cura con pretexto de -que no se celebraban las Misas y oficios Religiosos en la Iglesia Parroquial. Bajado de la Comandancia, continúa diciendo el P. Sánchez, testigo ocular de los sucesos, a empellones de la soldadesca, a presencia del General en Jefe, Dn. Sergio Pérez, y viéndolo también el que
esto escribe y el Capellán de la tropa del Gobierno, caída prisionera, condujéronlo
tumultuosamente a uno de los cuarteles, donde lo despojaron con violencia de su
santo Hábito y lo vistieron de soldado con ancha divisa roja y su correspondiente
rifle. Así lo pasearon y lo llevaron preso al M orro, empeñados en obligarle a prestar servicio militar como si fuera uno de tantos soldados. Inútiles resultaron las
amenazas y en vano le ordenaron echarse en tierra para ser azotado inicua e ignominiosamente, así como de nada les valió ponerlo en cepo de campaña: nunca pudieron conseguir sus perversas intenciones y sacrílegos proyectos. Entonces brilló
con sublime resplandor el temple de alma, el valor heroico de dicho Padre, desafiando impávido las furias y crueldades de los revolucionarios, orgullosos hasta el
fanatismo por los triunfos alcanzados en esta isla en los
S INOPSIS HISTÓRICA
479
varios combates empeñados con las fuerzas del Gobierno. Después de algunos días
de prisión (12 más o menos), regresó a la ciudad con iguales o mayores energías.
Terminada la guerra civil, volvió a Tumaco en compañía del P. Julián M oreno.
Aprovechando aquella calma, recorrió la inmensa jurisdicción de su Parroquia, predicando aun en los barrios más apartados con tal fervor, que cosechó en su M isión
copiosos frutos como lo demuestran los números de casados y bautizados durante
la excursión que ascendieron los primeros a 579 y a 1,134 los segundos.
A su celo, asimismo, se debió la fundación en aquel pueblo del Colegio de las
M adres Bethelemitas para educación de la clase alta de la sociedad, así como la
apertura del canal de Salahonda en el mismo Tumaco, obra de suma importancia y
utilidad para la navegación.
Poco tiempo después de recibida la orden de entregar la Parroquia a los de la
Candelaria, regresó a España.
El P. Hilario Sánchez, que se encontraba en Guapi, quedó en la Provincia de
Colombia y el P. Bernardino regresó también a la madre Patria. Así terminó para
nuestra Provincia la M isión de Panamá.
Respecto a las misiones que se fundaron en Venezuela y que aún hoy conserva y administra la Provincia de San Nicolás, nada he de decir, parte por la escasez
de datos para poder tejer su historia, sus principios, desarrollo, etc. y en segundo
lugar porque espero confiadamente que los Superiores de aquella Vicaría satisfarán
cumplidamente y llenarán este vacío, dándonos una historia completa de aquellas
misiones. Bien se lo merecen por el vasto desarrollo que han adquirido en los pocos años de existencia que llevan1.
1
Con sumo gusto hubiésemos hecho una reseña completa de nuestras misiones de Venezuela.
Todo se lo merecían nuestros hermanos que tanto y tan bien han trabajado en ellas, mas la
culpa no es nuestra. Habiendo pedido al Superior de aquella Misión los datos necesarios para
ello, no los conseguí sin que me sea posible adivinar el motivo de tal negativa.
Lo mismo me sucedió con los que fácilmente hubiese podido recoger en el Archivo Generalicio
de Madrid. Muy a pesar nuestro se nos cerró la puerta y los documentos siguen allí esperando quizás una mano más experta que la mía, que los sacuda el polvo de los años y los saque
a luz.
480
P. LICINIO R UIZ
Para que los lectores de esta Historia puedan tener una pequeña idea del estado de aquella misión, ponemos a continuación las residencias y pueblos que en la
actualidad administran.
CARACAS
Capital de la República y Residencia del Superior de la M isión, o sea, el Vicario Provincial.
Tienen a su cargo la Capilla llamada de M aría Auxiliadora, situada al Sur de la
ciudad. De ordinario son cinco los Sacerdotes que en ella residen, dedicándose al
culto, confesonario y predicación. En el corto espacio que lleva la fundación han
establecido dos asociaciones muy importantes de suma utilidad y provecho espiritual: son la "Obra del Catecismo" y la de "M adres Cristianas", colocadas bajo Patronato de Sta. M ónica. Nótase asimismo desde el establecimiento de nuestros
Religiosos un aumento considerable en la recepción de Sacramentos.
LA GUAIRA
Pueblo de los más importantes de la República con uno de los mejores puertos. Pertenece al Departamento Vargas. La población consta d 6,000 habitantes en
su mayor parte Católicos. Son dos Padres los que lo administran y a veces tres.
Fue su primer Cura el actual Vicario Provincial P. Benito Cañas, que tomó posesión el año 1914.
En estos diez años se han fundado por nuestros Padres las Asociaciones piadosas de "Hijas de M aría", "Adoración Perpetua", "Apostolado de la Oración" y
del "Tránsito de M aría".
LEPROCOMIO DE CABO BLANCO
Esta Leprosería pertenece al mismo Distrito que el anterior, está al servicio y
cuidado de las Hermanas de la Caridad de Sta. Ana, y Director espiritual lo es
siempre un P. Recoleto. En la actualidad lo es el P. José Ibáñez.
S INOPSIS HISTÓRICA
481
PUERTO CABELLO
Extensa es la administración que tienen nuestros Padres. Corre a su cargo la de
toda la Vicaría Foránea, que se compone de las Parroquias de San José y de la Virgen de Caridad en el recinto de la Ciudad: la de San Juan en el M unicipio de Burburata, y cinco Capillas públicas en los pueblos de M oran, Patanemo, El Cambur,
Goaigoasa y San Esteban. Ha bastantes años que está al frente de toda esta administración el laborioso P. Eugenio Galilea. Están con él como Coadjutores los PP.
Carlos Bretón y Ángel Latorre. El número de almas que comprende esta administración es de 20,000.
ARAGUA DE BARCELONA
Diócesis de Guayana
Este pueblo que está bajo nuestro régimen desde el año 1903, pertenece al Estado Anzoatequi y cuenta con 9,000 almas próximamente. Es su Cura el P. Pablo
Grábalos. Tiene algunos anejos y son varias las cofradías piadosas en él establecidas por sus predicaciones.
EL CHAPARRO
Situado a 12 leguas del anterior. Es Cura Párroco el P. Cipriano Ferrero.
STA. ANA
A 8 leguas id. de la capital Aragua, con 600 habitantes. Tiene una bonita Capilla y dos escuelas para niños.
LA M ARGARITA
Perceneciente al mismo Estado y a distancia de ocho leguas de la Capital con
400 habitantes.
CACHIPO
Es un pequeño barrio de 200 habitantes servido, como los anteriores, por los
de Aragua y Chaparro.
482
P. LICINIO R UIZ
R ÍO CARIBE
Estado Sucre. –En M arzo del año 1915 tomóse a nuestro cargo la administración espiritual de esta parroquia con los anejos "Tunapui", "Tunapuicito" y Guarannos.
El Templo parroquial, construido en tiempo de la Colonia Española, se conserva en un estado regular. Hay en la población de Río Caribe dos Ermitas, una
dedicada al Crucificado en el cerro "El Calvario" y la otra a Ntra. Sra. del Carmen
en el cerro "Colorado".
La población aproximadamente cuenta 7,000 habitantes; los barrios anejos a la
población sobre 8,000, en su mayoría católicos.
Hay en este pueblo entre otras asociaciones religiosas el "Apostolado de la
Oración", "Hijas de M aría de Lourdes", Hijas de M aría Auxiliadora, de Ntra. Sra.
del Carmen, etc. En la actualidad es regentada dicha parroquia por los PP. Cecilio
Recalde y Gaudioso Ullate de la Virgen del Camino.
IRAPA
Estado Sucre. –Pertenece esta parroquia a la Vicaría Foránea de Río Caribe. La
casa parroquial se encuentra en mal estado, por lo que los PP. hubieron de activar
su reedificación. Tiene esta parroquia sobre 7,200 habitantes y la componen una
extensión de seis leguas y media, siendo casi la totalidad de los habitantes católicos.
Hay algunas asociaciones religiosas como "Apostolado de la Oración", Hijas
de M aría, y de la Santa Cruz, etc. Tiene además dos capillitas para el culto católico, tres escuelas públicas, dos de niñas y una de niños y otras particulares por los
campos. Ejerce en la actualidad como Cura Párroco el R. P. Pedro Bengoa de los
Remedios.
YAGUARAPARO
Tiene sobre 4,000 habitantes, católicos en su mayoría; 2,500 en el casco de la
población y 1,500 en los vecindarios. La iglesia parroquial empezó a construirse de
nueva planta en el año 1909 y se inauguró en el 1913. Hay una capillita
S INOPSIS HISTÓRICA
483
dedicada a la Santísima Cruz, cuatro escuelas: dos de niños y otras dos de niñas;
asociaciones el "Apostolado de la Oración", "San José", "Ntra. Sra. del Carmen",
"San Antonio", etc.
El R. P. Félix M artínez del Perpetuo Socorro es en la actualidad el que ejerce
como Cura Párroco.
D IÓCESIS DE ZULIA
Maracaibo
Está a nuestro cargo, desde el año 1899, la administración espiritual del Hospital (casa de Beneficencia) bajo cuidado de las Hermanas de la Caridad de Santa
Ana y el Lazareto de la isla Providencia regentada por la misma congregación de
Hermanas de Sta. Ana.
La casa tiene un templo dedicado a Santa Ana. Es un hermoso edificio el Hospital donde se da asilo y se atiende a los enfermos e inválidos del Estado Zulia. Es
Presidente de la casa el R. P. M aximino Díez de la Consolación, residen como coadjutores los PP. José Carceller, Pablo M artínez y Daniel M uñoz.
D IÓCESIS DE BARGUISIMETO
Coro
Esta capital del (estado Falcón), en tiempos de la Colonia Española, era capital de toda Venezuela. Está a nuestro cargo una de las dos parroquias de la ciudad,
titulada de San Antonio con unos 8,000 habitantes, en su mayoría, católicos. Es
regentado además el templo de S. Francisco por nuestros religiosos donde tenemos
establecida una casa Residencia bajo la Presidencia del R. P. Fr. M anuel Jiménez
de la M erced y los PP. Julián Arnedo, M anuel Bienzobas, Aurelio Satóstegui y
José Gómez del Carmen.
ARZOBISPADO DE PUERTO ESPAÑA
Trinidad
Maraval
La administración espiritual del pueblo M araval corre
484
P. LICINIO R UIZ
a cuenta de los PP. Recoletos desde el año 1913-Julio. De los 2.000 habitantes que
cuenta dicho pueblo 1,800 son católicos, 10 protestantes y 190 infieles. Tiene una
iglesia que regenta actualmente el R. P. José Palacios del Carmen: funcionan dos
escuelas, ambas católicas y únicas en la Parroquia, algunas asociaciones piadosas
de "Hijas de M aría", "Apotolado de la Oración", Hijos de S. José y dos de mutuo
auxilio.
SANTA CRUZ
La parroquia de Santa Cruz data en favor nuestro desde el año 1914-Julio. El
R. P. Leoncio Sierra del Rosario es el actual Cura Párroco. Tiene este pueblo 2,000
habitantes aproximadamente, de los cuales 1,300 son católicos, 150 protestantes y
550 infieles. Dos escuelas funcionan en esta parroquia, una católica y otra presbiteriana.
Cuenta con asociaciones piadosas como los pueblos antecedentes.
M AYARO
Administramos en lo espiritual esta parroquia desde Noviembre de 1914.
5,000 habitantes cuenta esta parroquia; de ellos 2,700 son católicos, 1,000 protestantes, 1,300 infieles. Para el culto católico tiene la iglesia parroquial y dos capillitas al cuidado del R. P. Fr. Francisco Moneo de la Concepción como Cura Párroco
y del P. Ángel Jiménez del Carmen que actúa como compañero. Hay dos iglesias
protestantes, tres escuelas católicas, una neutra del gobierno y una presbiteriana.
Florecen las asociaciones piadosas de los pueblos que anteceden.
M ORUGA
Esta parroquia está al cargo de los PP. Recoletos desde Junio de 1912. El R. P.
Fr. M ariano Ortiz del Sto. Cristo de Aibar es en la actualidad el encargado de suministrar los auxilios espirituales a los fieles. Tiene M oruga su iglesita católica y
dos capillitas más: dos escuelas neutras del gobierno, una protestante y tres católicas. Las asociaciones piadosas de Hijas de M aría, etc., etc., como los pueblos anteriores.
S INOPSIS HISTÓRICA
485
Cuenta 4,700 habitantes, 3,100 son católicos: 900 protestantes y 700 infieles.
COUVA
El R. P. Fr. Felipe Robres de la Virgen de Vico es el actual Párroco. Tomó la
Corpoación a su cargo esta parroquia el año 1915 – Septiembre. 20.000 habitantes
aproximadamente cuenta el pueblo de Couva; de estos, 1,500 son católicos; 3,000
proestanes y 10,500 paganos.
Tiene el peblo dos iglesias católicas, dos escuelas idem, cuatro neutras del gobierno y catorce protestantes, asociaciones como los pueblos anteriores.
CAPÍTULO XIV
Residencia de Puente La Reina
I.- Viento en popa parecía marchar nuestra Congregación después del desastre
ya mencionado de la pérdida de Filipinas, pues de día en día se le abrían nuevos
horizontes a nuestra querida Provincia de San Nicolás de Tolentino.
Ya se habían erigido las dos Residencias de Granada y M otril (Andalucía), en
las que vivían nuestros Padres dedicados de lleno a su sagrado M inisterio, logrando
no pocos frutos, como lo demuestra la prosperidad que alcanzaran y de que ya
hemos hablado: mas esto era todavía insuficiente para el celo y fervor de que estaban saturados. Eran muchos los Religiosos que todavía moraban en los Conventos,
y era preciso buscar lugar en donde pudiesen desfogar y desarrollar el celo y amor
que sentían por llevar almas a Dios nuestro Señor; necesario les era el expansionarse y tener ocasión para trabajar en la Viña del Señor aquí en España, como hasta
entonces habían trabajado en las islas Filipinas: por todo lo cual nuestros Superiores pensaron fundar otra nueva Residencia en nuestra España. Esta nueva Residencia es la de Puente la Reina en Navarra.
Nuestros Superiores solícitos, como siempre, por el bien y prosperidad de la
Corporación, se resolvieron a fundar la nueva Residencia, no solamente atendiendo
a la razón arriba dicha, sino también con objeto de buscar vocaciones en la católica
Navarra, que tanto iban escaseando en nuestra muy amada Provincia de San Nicolás de Tolentino.
Puente la Reina es una Villa de antiguo abolengo y de larga historia en el Reino
de Navarra, y muy distinguida por los hijos ilustres que ha dado a la Nación Española, entre ellos el famoso Sr. Arzobispo de Toledo Don Rodrigo Jiménez de Rada, y el no menos célebre Jesuita P. Antonio Pérez.
El P. M oret dice ser pueblo muy antiguo y que tenía el nombre de "Gares",
por cuyo motivo incluye a los habitantes de Puente la Reina entre los Garenses,
que pertenecían al Partido Judicial de Zaragoza. Lo que consta, como más verídico,
S INOPSIS HISTÓRICA
487
es que se denominó antiguamente "Puente del Arga", y después cambió el nombre
por el de "Puente de la Reina", o bien, como ahora se nombra, "Puente la Reina", a
causa, dicen algunos, del puente que sobre el río Arga (río que pasa por dicho pueblo) mandó construir la Rei-na de Navarra Doña M ayor o Doña Estefanía.
El Rey Don Alfonso de Navarra le concedió en el año 1122 el Fuero de Estella; y en una Carta de Donación del mismo Rey concede a todo el que vaya a residir en Puente la Reina el uso libre del agua y asimismo el corte de maderas.
Tuvo también en la antigüedad un M onasterio de Templarios.
II.- La Villa de Puente la Reina era un lugar muy apropiado para la fundación
de una nueva Residencia: y comprendiéndolo así Ntro. Rdmo. P. Vicario General,
autorizaba en carta del 10 de Noviembre de 1899 para que, una vez obtenida la
correspondiente licencia del Ilmo. Sr. Obispo de la Diócesis, se procediese a la
fundación, practicando las gestiones convenientes con las Autoridades, tanto Eclesiásticas como Civiles, conducentes a su realización: para todo lo cual comisionó
Ntro. Rdmo. Padre Vicario General al R. P. P. Ex-Provincial Fr. Fidel de Blas de la
Asunción.
Efectivamente: autorizado N. P. Ex-Provincial Fr. Fidel de Blas por Ntro.
Rdmo. P. Vicario General, partió inmediatamente para Puente la Reina, y, habiendo visto y examinado detenidamente aquella hermosa Villa, se fijó en el sitio conveniente y apropiado para establecer la Residencia junto a una amplia Capilla dedicada a la Virgen M aría con el nombre o advocación de la Soledad, con cuya denominación era conocida, y que era de tiempos muy antiguos venerada por los
fieles habitantes de la dicha Villa con especial devoción.
Acudió, pues, en efecto, Ntro. P. Ex-Provincial Fr. Gregorio Fidel de Blas al
Ilmo. Señor Obispo de Pamplona, que a la sazón lo era Don Antonio Ruiz Cabal,
suplicándole el permiso para la instalación de nuestros Padres en la citada Villa de
Puente la Reina, y al mismo tiempo que se dignase ceder la expresada Capilla de la
Soledad para el servicio de
488
P. LICINIO R UIZ
nuestros Religiosos, toda vez que nosotros no estábamos encondiciones para erigir
una nueva.
El Ilmo. Sr. Obispo se dignó expedir la Orden siguiente, que lleva la fecha de
18 de Noviembre de 1899, y que dice así:
"En la Solicitud dirigida por V. R. al Ilmo. Sr. Obispo de la Diócesis con fecha
12 de los corrientes ha recaído el Decreto siguiente: –Pamplona 17 de Noviembre
de 1899. Por lo que a Nos toca concedemos la Autorización que se nos pide para
el establecimiento en la Villa de Puente la Reina en esta Diócesis, de una Residencia de PP. Agustinos Recoletos de la Congregación de España e Indias: pudiendo
encargarse los Religiosos de la expresada Residencia del Culto de la Capilla de
Ntra. Sra. de la Soledad, de la indicada Villa; siempre y en todo a la voluntad y
arbitrio del Prelado Ordinario de la Diócesis de Pamplona, que fuere en todo tiempo: cuyos derechos sobre la dicha Capilla y su Culto quedan a salvo en todo caso.
–Antonio, Obispo de Pamplona. –Ante mí. –Pamplona 18 de Noviembre de 1899.
–Fr. M anuel Limón, Secretario".
III.- Una vez conseguida la licencia del Sr. Obispo, y aprobada que estuvo por
Real Orden de 1899, inauguraron nuestros Religiosos la Residencia de Puente la
Reina con gran aplauso y contentamiento del católico pueblo, que vio en los Religiosos Recoletos nuevos y fervientes cooperadores al sostenimiento de la fe y piedad en que tanto se distinguen los Puentesinos.
Las fiestas de la inauguración fueron solemnísimas. Puestos de acuerdo con el
Sr. Cura Párroco, se pensó presentar la Comunidad al pueblo, celebrar su llegada
con una función religiosa, dar las gracias a todos por la buena acogida que nos dispensaron y exponer el motivo de nuestra venida a esta Villa o el programa de nuestras ocupaciones, y la forma en que estábamos dispuestos a corresponderles. Se
anunció la función e, invitando previamente al M . I. Ayuntamiento, el Domingo 17
de Diciembre, al mes justo de la aprobación eclesiástica de nuestra Residencia, el
Sr. Cura Párroco, Dn. M arcelo Celigueta, ayudado de sus dos Coadjutores, celebró
solemne misa con exposición de S. D. M . por feliz coincidencia, con el Domingo
de M inerva en la Iglesia
S INOPSIS HISTÓRICA
489
Parroquial de Santiago, pues no era bastante capaz para ello nuestra Capilla de la
Soledad.
En un banco del Presbiterio se hallaban sentados los primeros Religiosos de la
Residencia, Fr. Fidel de Blas, Presidente, Fr. M amerto Lizasoain, Fr. Antonio
Hernández, Fr. Ángel Sánchez, Fr. Ruperto de Blas y el Hermano Lego Fr. Prudencio Idoate. El Ayuntamiento en corporación con el Sr. Alcalde Dn. Baldomero
Andoño a la cabeza se dignó honrar la inauguración con su asistencia. Al terminar
el Evangelio el referido Padre Fidel de Blas saludó desde el púlpito a los asistentes
con aquellas afectuosas palabras que nuestro Divino Salvador solía dirigir a sus
queridos Discípulos cuando se les aparecía resucitado "La paz sea con vosotros",
desarrollando en su bonito sermón lleno de unción evangélica los puntos que ya
quedan mencionados, dejando plenamente satisfecho al auditorio. Terminada la
M isa y previa invitación pasaron todos los Curas y muchos Señores del Ayuntamiento a nuestra casa Residencia en la que se les procuró obsequiar a medida de
nuestros escasísimos recursos.
La casa en que se hallaban instalados nuestros Padres, donación de la piadosa
Puentesina Dña. Bruna Larragueta, estaba sita en las afueras del pueblo. Desde allí
atendían, como queda dicho, el culto en la citada Capilla de la Soledad; culto, que,
si antes era asiduo por parte de los fervorosos puentesinos, después que se instalaron los Padres Recoletos fue como el centro de su devoción y de su piedad; pues,
merced al celo desplegado por los mismos Padres y su esmero por lo que al Culto
atañía, atrajeron a la citada Capilla a todos los fieles habitantes de dicha Villa.
Su M isión en el pueblo era el Culto y servicio del Confesonario, además de
acudir a cualquier parte donde se les llamase para predicar la Palabra Divina; misión que siempre han cumplido los Padres Recoletos de la citada Residencia, y que
cumplen con entera satisfacción de aquellos buenos cristianos de Puente la Reina
hasta la fecha, ya celebrando suntuosas funciones, ya tambien saliendo con frecuencia a dar M isiones por los pueblos circunvecinos.
La Aprobación Canónica de la Residencia de Puente la Reina es como sigue:
490
P. LICINIO R UIZ
Beatissime Pater: –Pater Ennecon Narro a Conceptione, Generalis Apostolicus Ordinis Eremitarum Excalceatorum Sancti Augustini Congregationis Hispaniae
et Indiarum ad Sanctitatis Vestrae Pedes humilliter provolutus exponit: –Ad meliorem Ordinis incrementum decissum esse aliquas domos seu Residentias, in Hispania erigere ubi aliqui Religiosi praecipue illi qui ex M issionibus Insularum Philippinarum reddierunt propriae Regulae Observantiae et animarum saluti vacare valeant. –Tres usque nunc domus seu Residentiae cum venia et beneplacito respectivi
Ordinarii erecta sunt, videlicet: 1.a in civitate Granatensi: 2.a in civitate Motril: 3.a
in oppido Puente la Reina, Dioecesis Pampilonensis. In illis sex ad minus Religiosi
degunt et in Ecclesiis divino cultui et animarum saluti curam impendunt. –Orator
vero humilliter implorat ut hujusmodi domorum erectionem Sanctitas Vestra ratam
habere ac confirmare dignetur cum omnibus juribus ac privilegiis, quibus coeterae
Religiosoe domus seu Conventus Ordinis fruuntur. –Et Deus, etc.…
A la cual contestó la Sgda. Congregación:
"Vigore specialium facultatuum a SSmo. Dno. Nostro concessarum, Sacra
Congregatio Emorum. et Rmorum. S. S. E. Cardinalium negotiis et consultationibus
Episcoporum et Regularium propositae attentis, facultatem benigne tribuit, P.
Comissario Aptoco. Oratoni de consensu respectivorurn Ordinariorum super
proemissio providendi justa preces, dummodo in praedictis domibus omnia habeantur quae de jure requiruntur ad formam sacrorum canonum et Apticarum. Constitutionum. Contrariis quibuscumque non obstantibus. –Roma 20 Februarii 1900.
–Fr. H. M . Cardenal Gotti. –Pref."
IV.- Así transcurieron firmes y constantes en sus tareas apostólicas cerca de
diez años, desde el año 1899 fecha en que llegaron, hasta el 1905, cuando el Prelado Diocesano, que era en aquel entonces el Ilmo. y Rmo. Sr. Don Fr. López M endoza, Agustino Calzado, encomendó a su cuidado una Escuela o Colegio de Primera Enseñanza.
Un hijo ilustre de Puente la Reina, General de Brigada de nuestro Ejército, que
poseía cuantiosos bienes de fortuna,
S INOPSIS HISTÓRICA
491
y sin sucesión, pues era soltero, dejó toda su fortuna a sus parientes de Puente la
Reina, después de satisfacer algunos otros legados, para la fundación de una Escuela gratuita para los hijos de la Villa de Puente la Reina, la que había de estar bajo el
Patronato del Sr. Obispo de Pamploma.
En el año 1905 el citado Sr. Obispo encomendó a nuestros Padres de la Residencia el cuidado y dirección de dicho Centro de Enseñanza, para lo que fue preciso el que alguno de nuestros Religiosos se graduase de M aestro, requisito indispensable para poder regentar la Escuela dicha.
El R. P. Fr. Pedro López del Rosario fue el destinado por nuestros Superiores
para que cursase la carrera del M agisterio, quien, una vez que la terminó y aprobó,
fue el que, como Director nombrado del Colegio, se dirigió a las Autoridades para
obtener la licencia competente para la erección del Colegio. Consta por el Certificado de sus exámenes, expedido por el Secretario del Instituto General y técnico de
Logroño Don Roque Cillero y Plágaro, que el P. Fr. Pedro López obtuvo la Nota
de Sobresaliente en los Ejercicios de Reválida verificado el 17 de Junio de 1904.
Al efecto, se dirigió al Instituto General y Técnico de Pamplona, al que remitió todos los Documentos necesarios al caso. El Director de dicho Instituto se
dignó aprobar dicha erección; asimismo la aprobó también el día 6 de Febrero de
1905 el Rector de la Universidad de Zaragoza, a cuyo distrito universitario pertenece la provincia de Navarra.
Obtenidas todas las aprobaciones necesarias, el día 3 de Abril del citado año
1905 quedó abierta la Escuela, como consta de la Comunicación que el mismo P.
Fr. Pedro López dirigió al Sr. Obispo, fechada el día 4 del mismo mes: desde aquella fecha han continuado y continúan nuestros Padres dirigiendo el Colegio de Primera Enseñanza en Puente la Reina, en el que se explican las Asignaturas siguientes: Doctrina Cristiana, Nociones de Historia Sagrada, Lengua Castellana, (lectura,
escritura) Gramática Castellana, Aritmética, Geografía, Historia, Rudimentos de
Derecho, Geometría, Nociones de Ciencias Físicas y Químicas, Ciencias Naturales,
de Higiene y de Fisiología, Dibujo, Canto, Trabajos manuales y Ejercicios Corporales.
492
P. LICINIO R UIZ
En 1915 el Sr. Obispo de Pamplona compró y arregló la Casa en que actualmente viven nuestros Padres, sita, en la calle M ayor, y a la que se halla adosado el
Colegio. Al trasladarse a esta nueva Casa, los PP. Recoletos vendieron la que primeramente habían tenido y habitado hasta entonces, así como también otras dos
casas que poseían, que eran obsequio y regalo a la Comunidad por dos personas
piadosas y muy afectas a los Religiosos Recoletos, cuyos nombres deben figurar
en esta historia en gratitud y recompensa a su buena obra; son las Sras. Dña. Bonifacia Arizu y Dña. Bruna Larragueta.
V.- Próspero y halagüeño era el porvenir que se les ofrecía a los Padres de la
Residencia de Puente la Reina con la nueva adquisición del Colegio, y que la buena
amistad y generosidad del Sr. Obispo, el Ilmo. y Rdmo. López M endoza, había
puesto en nuestras manos: mas con objeto de consolidar más y más para en adelante esta donación, y para afianzar nuestra estancia en Puente la Reina, determinaron nuestros Superiores de M anila (Islas Filipinas) decretar en el Capítulo Provincial Intermedio, celebrado en el Convento de M anila el día 30 de Octubre de 1920,
el Acuerdo siguiente relativo al asunto que tratamos, y que copiado literalmente
dice así: "Autorizar al P. Presidente de la Residencia de Puente la Reina para que,
oído el parecer de la Consulta, firme con el Diocesano las Bases de nuestro compromiso entre el mencionado Sr. Obispo Diocesano y nuestra Residencia, según el
ejemplar que se ha dignado presentar al V. Capítulo Intermedio el Rdmo. P. Presidente".
El P. Fr. Tomás Preciado del Beato Querubín, que era el Presidente de Puente
la Reina entonces, con esta Autorización del Ven. Capítulo se presentó al Sr.
Obispo de Pamplona y, de acuerdo ambos, firmaron el Contrato, que vamos a poner a continuación, copiado textualmente para conocimiento de nuestros lectores.
Es como sigue:
"La Comunidad de Padres Agustinos Recoletos establecida canónicamente en
Puente la Reina, Navarra, Diócesis de Pamplona, se hizo cargo en el año 1905 de
las Escuelas del Legado del Exmo. Sr. Julián M ena, existentes en
S INOPSIS HISTÓRICA
493
dicha Villa por convenio con el Sr. Obispo de la Diócesis como Administrador del
referido Legado, las cuales ha venido regentando la mencionada Comunidad desde
su fundación hasta el día de la fecha, sin que se hayan consignado por escrito las
obligaciones y derechos de cada una de las partes contratantes: y siendo esto muy
conveniente, y hasta necesario para que conste en lo futuro, han determinado de
común acuerdo las siguientes Bases:
1a.- El Sr. Obispo entrega a la Comunidad de Padres Agustinos Recoletos de
Puente la Reina las Escuelas del Legado del Sr. M ena para que las regenten, y la
Casa que en la actualidad habitan, cuya propiedad es del mismo Legado.
2a.- El Sr. Obispo asignará a los Padres mil quinientas pesetas (1.500) a cada
uno de los M aestros, y mil (1,000) pesetas al Ayudante.
3a.- El Sr. Obispo sufragará los gastos del material de enseñanza, así como los
que sean necesarios para el sostenimiento, conservación y ornato de los edificiosescuelas, y las reparaciones o modificaciones de importancia en la Casa-habitación.
4a.- El Sr. Obispo se compromete a no privar a los PP. Recoletos del uso de la
Soledad, cuyo Culto está en la actualidad a cargo de dichos Padres hasta que estos
tengan Capilla propia, en la que puedan ejercer los oficios del M inisterio Sacerdotal como en otras Iglesias Regulares.
5a.- Los PP. Agustinos Recoletos reciben las Escuelas del Legado del Sr. Mena, comprometiéndose a regentarlas in perpetuum en cuanto de ellos dependa.
6a.- Los PP. Agustinos Recoletos se obligan a cuidar de los Edificios-Escuelas
y Casa-habitación como si fuesen propios, y, en cuanto a la Casa, se obligan al
ornato y reparaciones de poca importancia.
7a.- Los Padres se obligan a tener dos Religiosos al frente de las Escuelas, uno
de ellos con título de M aestro, más un Ayudante, Profesor de M úsica.
8a.- Los PP. Recoletos se obligan a enseñar, 1o. la instruccción primaria en todos sus grados según el Programa Nacional: 2o. Primero y Segundo Curso de M agisterio: 3o. Solfeo y Piano.
494
P. LICINIO R UIZ
9a.- Los PP. Recoletos no podrán pedir por la enseñanza que se señala en la
Base anterior otra asignación que la anotada en la Base 2a. de este concierto, siempre que sea dada a los hijos o habitantes de Puente la Reina, en cuyo favor se fundaron las Escuelas.
10a.- Cuando el Legado produzca lo suficiente para que las Escuelas se conviertan en Colegio de Segunda Enseñanza, ese Colegio se las deberá entregar a los
dichos PP. Recoletos, siempre que disponga de personal apto, señalando a dichos
Padres quince mil (15.000) pesetas por dar toda la Segunda Enseñanza.
Así lo acordaron en Pamplona a 1o. de Febrero de 1922. –Fr. José, Obispo de
Pamplona. –Fr. Tomás Preciado del Beato Querubín".
Es copia exacta del Original que obra en el Archivo de la Residencia de Puente
la Reina.
Hasta la fecha continúan nuestros Padres regentando la escuela. Si frutos copiosos han recogido en ella sus sabias y religiosas enseñanzas, no son menos los
recogidos en las misiones y frecuente predicación de la palabra divina.
CAPÍTULO XV
Residencia de S os
A la seis de la mañana del día 10 de Diciembre de 1902, dice una relación manuscrita que copiamos, comenzaron en la Iglesia del Convento de Sos las misas
rezadas, que se sucedieron sin interrupción hasta las ocho y media (8:30), hora que
se había fijado para la misa solemne que se había de cantar aquel día ante el altar de
la Virgen de Valentuñana, Patrona de aquella Iglesia.
En efecto, a la hora indicada las campanas del Convento y las de la población
anunciaban la gran fiesta que había de celebrarse, llamando a los fieles a la casa del
Señor; y a pesar de la distancia que separa el pueblo del Convento y de la abundante lluvia que caía, era, dice, inmenso el gentío que se veía a lo largo del camino y
que en aras de su devoción corría presuroso a postrarse ante la veneranda Imaagen
de Valentuñana, a quien los habitantes de Sos profesan tierna y singular devoción.
Entre los asistentes se encontraban los Srs. Vicario y Coadjutor de la parroquia y nutridas representaciones de los PP. Escolapios del Colegio de la villa y del
Exmo. Ayuntamiento, previamente invitados a realzar la solemnidad del acto que
se conmemoraba, acudiendo tambien los Padres Víctor Ruiz, Provincial actual de
nuestra Provincia, P. Patricio Adell, Definidor General, P. Fidel de Blas, ExProvincial y P. Pedro Corro, Rector del Colegio de M arcilla.
Ofició de Preste en la M isa N. P. Provincial Fr. Víctor Ruiz, ayudándole como
Diácono y Subdiácono el Sr. Vicario de la Parroquia y M osen Venceslao Lasauras,
y en el coro un nutrido coro de voces, de la capilla musical de Sádaba, interpretaba
la magistral misa compuesta para el caso por Dn. Baldomero Vandre, inteligente
organista de Sos.
El P. Gabino Navas, de las Escuelas Pías hizo el panegírico de la Virgen y al
mismo tiempo presentó a los Padres Recoletos, que desde aquel momento quedaban solemnemente instalados en Sos, como unos nuevos evangelizadores que venían a aquella villa, para derramar sobre ella y sobre toda
496
P. LICINIO R UIZ
aquella comarca la semilla del bien, la palabra de Dios que es luz y vida de las almas.
Terminada la M isa, N. P. Provincial revestido de capa pluvial entonó el Tedeum, en acción de gracias al Todopoderoso por la nueva instalación que acababa
de realizarse; acto solemne que cerró con broche de oro aquellos primeros y solemnes cultos con que los Padres Recoletos solemnizaban su entrada y toma de
posesión del antiquísimo Convento de Sos.
Aquel acto era una manifestación más de la fuerza expansiva de la provincia de
Sn. Nicolás. N. P. Vicario General Fr. M ariano Bernard, ansioso de llevar a todas
partes el nombre Recoleto, fijóse en este Convento de Sos y aprobada su determinación por el Definitorio General y comunicada al P. Provincial Fr. Víctor Ruiz,
este encargaba al P. Francisco Vega a que se personase en Sos y en nombre de la
Provincia tomase posesión del Convento, Iglesia, huerta y demás predios y dependencias, conforme al oficio del Sr. Obispo de la Diócesis, que le adjuntaba.
El día 11 de Octubre el P. Francisco salía de M arcilla para dar cumplimiento a
la citada orden del Provincial, en compañía del P. Fermín Catalán, quienes fueron
amablemente recibidos por los Padres Escolapios de aquella villa, y, el 13, el Rev.
Cura Párroco del pueblo, obedeciendo las órdenes de su Superior jerárquico, entregaba al P. Francisco el Convento e Iglesia con sus pertenencias: tal se desprende de
la siguiente comunicación dirigida por el P. Francisco a N. P. Provincial y que dice
así: Tengo el honor de participar a V. R. que con esta fecha me he hecho cargo de la
nueva casa N. Sra. de Valentuñana en esta villa de Sos, recibiendo del Sr. Cura
Párroco el Convento y Santuario expresado, con la huerta, predios y demás dependencias sin firmar inventario porque aparezca –Dios guarde a V. R. muchos
años. Residencia de Sos 13 de Octubre de 1902.
Asímismo a 12 de Diciembre participaba al Sr. Obispo haberse inaugurado solemnemente la toma de posesión del expresado Convento y pocos días después a
instancias del mismo Prelado de la Diócesis se inscribía en el Registro de la Propiedad y más tarde se obtenía licencia del Gobernador de la Provincia.
S INOPSIS HISTÓRICA
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El Convento de Sos estaba destinado para cosas grandes en la Orden y de ahí
que N. R. P. Comisario obtuvo la aprobación de Su Santidad a fin de que la Casa
gozase de los privilegios de que gozan los demás Conventos de la Orden.
He aquí la copia de las preces elevadas por N. P. Comisario a SS. y la contestación de este por medio de la Sda. Congregación de Obispos y Regulares.
Fr. M ariano Bernard de la Virgen del Pilar, Comisario General Apostólico de
Agustinos Recoletos de España e Indias.
CERTIFICO: que en el Archivo de la Comisaria General de mi cargo se halla el
documento siguiente:–
"Beatissime Pater: Fr. M arianus Bernard a Virgine de Columna, Commissarius
Generalis Apostolicus Ordinis Fratrum Excalceatorum Sancti Agustini Congregationis Hispaniae et Indiarum, ad Sanctitatem Vestram humiliter prostratus, exponit: magni ad Ordinis incrementum interesse erectionem nova domus in Hispania.
Et cum Yllmus. ac Rvmus. Episcopus Jacensis in oppido suae Dioecesis dicto
"Sos" domum cum Ecclesia adnexa benigne Ordini donaverit, Orator a Sanctitate
Vestra humiliter implorat ut Apostolica auctoritate benigne confirmare dignetur
praedictam donationem itemque beneplacitum concedere ut illic nova domus Ordinis erigi valeat cum omnibus juribus ac privilegiis quibus alia domus Ordinis.
"Vigore specialium facultatum a Domino Nostro concessarum, Sacra Congregatio Emorum. R.morum. S. R. E. Cardinalium negotiis et consultationibus Episcoporum et Regularium praeposita, attentis expositis, a
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