LEYENDAS y NOTAS HISTORICAS POR HERMINIA GOMEZ JAIME DE ABADIA BOGOTA Il\IPHEN'l.'A NACIO="AL 190'7 BANCO r~',.: r···· •... - Lr' '\:_, 'A ',. UÜLlv ':0, '1 MUOTECA LUIS· ANGEL AiANGO Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Edición oficial Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia LEYENl)1\S / y NOTAS HISTORICAS l'OK HI<~RMINIA GO.MEZ JAIME DE ABADIA B( )GOT A II\IPHENTA NACIO:-< AL 1907 BANCO D¿ Ln rki'u3L1CA Il8UOTKA LUIS·ANGfL AiANGo Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Edici6n oficial Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia A 1 Sr. General D. Rafael Reyes. E~xcmo. Sr. Se dice, acaso con razón, que la gratitud es planta que no arraiga en el cora.zón del hombre. Por fortuna para la humanidad aquel principio desconsolador tiene nutnero~as excepciones: una de ellas el corazón de la mujer, santuario inviolable donde se refugian los afectos que forman el calor de los hogares cristianos, donde se repiten con cariño los nombres de los que nos hacen bien y donde al cabo encuentran asilo seguro los que llegan cansados de las luchas de la vida y con el espíritu aterido por los fríos del desengaño. Así pues nada más natural que dedicar este modesto libro al hombre nobilísimo que no sólo distinguió con su amistad á mi padre, sino que con sus encaces cuidados. salvó la vida á uno de mis hermanos (Abdalasis) cuando postrado por la fiebre, que hizo tántas víctimas en la campaña de Ayapel, agonizaba en las playas del Magdalena al frente del enemigo, casi sin humana esperanza de salvarse. Estos antecedentes harán comprender que ~n mi modesto hogar el nombre del General Rafael Reyes no es el de un extraño. Talla razón porqué la hija y hermana agradecida se ha atrevido hoy á dedicarle Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia ~ Ded;cqIQrÙ¡ , ~te toqueRo trabajo, como sencilla ~uestra de su reconoqlmIento. Pero también ha sido natural é inevitable que al pensar en la dedicatoria se hayan venido á la mente todos los méritos del eximio ciudadano, del que con esfuerzos nunca superados ha levantado el nombre de la P~tria en los campos de la ciencia, de la milicia.,de la p~lítica y de la administraci6n. Al recordar los hechos de una vida tan intensa no se puede guardar un silencio egoísta y mantener las palpitaciones del pensfl.mientodentrodelaf6rmula helada de una simple dedi~atoria. Eso era imposible. fuando se habla de los hombres excepcionales cuya!grandeza sobrepasa en mucho las alturas del niweiijumano, es preciso extenderse más de 10 que se piensa al empezar; porque tras un acto generoso sur~e upa gran virtud; á ésta le sucede un heroísmo; en 3egqida viene un sacrificio; más tarde inspiraciotles que ~alvan, y por último la gloria que alumbra las divetsas fases de aquella múltiple existencia con los resplandores de un sol que no tiene ocaso. Hay forzosamente que decir entonces lo poco que puede expresar una alma agradecida, aunque sea bajo la forma imperfecta que una escasa inteligencia puede darles aunálas más elevadas concepciones. Eso es 10'que ha pretendido la autora en las breves páginas que se leerán 'en seguida. J HERUINIA G6~EZ J.DE ABAD lA ----_.-.-----._--- ..-..-----.-- ..-..........- ---- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia RAFAEL REYES Hacia la mitad del siglo XIX nació en Santa Rosa, ciudad entonces del Departamento de Boyacá, Rafael Reyes, hijo del Sr. Ambrosio Reyes y de la Sra. Antonina Prieto y Solano. El suelo de Boyacá ha sido privilegiado para dar notabilidades á la Patriaen todos los ramos en que es posible sobresalir. El Sr. José María Cordobés Moure nos hace saber en una biografía publicada en el Boletln de Historia que entre los antepasados del General Rafael Reyes figuran el opulento y progresista José Prieto de Salazar, el gran Camilo Torres y el gloriosfsimo Ricau rte. Las personas que por su intelectualidad y su carácter no se conforman con vivir de aire y sol cotnt> vegetales rastreros, ó que no hallan el summum de la dicha en coronarse con las flores efímeras de la vltrtidad, deben sentirse abrumadas cuando hay nombres gloriosos entre sus antepasados, brillante herencia que sólo sirve para evidenciar su humillante nulidad. y si tienen aspi raciones, si aman las grandezas del pasado y sueflan con las auroras de la por venir, debe ser doloroso acicate ver alzarse á la lejos ei átbù1 poderoso de donde descienden, y sentirse tamá desrnedrada y exangüe, que no dará una hoja siquiera para la corona de la gloria. En cambio, ¡qué sátisfác- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Rafael Reyes 6 I ·:jtan íntima, qué orgullo tan justificado debe experim~~tar el q,ue además de la inteligencia posee el d6n ~specialíslmo que puede llamarse resorte del alma, y por esfuerzos propios se alza palmera gigantesca entre numerosos arbustos que 10 separan del bosque sagrado de héroes y de sabios! De la altura alcanzada puede saludados sm inclinarse demasiado, y reco1"dar sin mengua que de allí nrocede .• . Dichoso el que después de un corto intervalo de tinieblas logra por su propio mérito trazar caracteres de lùz en el espacio y recordar su origen de astro. Prieto de Salazar, Camilo Torres, Ricaurte: la Patria guarda intacto y con veneración creciente. el tesoro de gloria que ellos le legaron; pero serán pocos .entr~-sus numer~sos descendientes y retacionad?s los que an conseguldoáumentar en algo el partIcular lega o. Rafael Reyes puede adelantarse hacia ellos con la frente levantada, y enseñarles triunfalment.e el empl~o que ha hecho de su gloriosa herencia. Aunque no sea el más cercano por la sangre, es en verdad el pari~nte más próximo, porque ostenta más visibletUent~lós caracteres que los asemejan. n A mediados del siglo XVIII vivía en Santafé el fastuoso D. José Prieto de Salazar, fundador de la Casa de Moneda; era por más de un título el personaje más conspicuo de la Colonia y su casa la más 'suntuosa después del palacio virreinal. Al subir al trono Fernando VI hubo en la ciudad ios aCostumbrados regocijos, yíos grandes señores se esforiaron en saludar espléndidamente el advenimiento del!nuevo soberano, fatigados como estaban con el incoloro v fugitivo gobierno del adolescente Luis l, ét:sí cqmo con el segundo reinado del melancólico Fehpe v. :- Fiue entonces cuando D. José Prieto invitó él su Casa ~ toda la aristocracia santafereña á un banq..uete d.ç magnificencia tal, que á los postres se sirvIeron sendaa azucenas de oro á los 1).1,1merosos convidados. ir no Paró aquí la generosidad del opulento caballero: en el ~aseo ecuestre que dieron en la ciudad sus inviJ Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Rafael Reyes 7 tados todos lo~ caballos llevaban ex profeso herraduras de plata. Más tarde, por una serie de ci rcunstanèias, la Casa de Moneda fue cerrada y aquel importante edificio parecía condenado al abandono y á la ruina. Fue el progresista Rafael Reyes quien hizo despertar con el ruido de las máquinas los ecos dormidos de los grandes salones; la vida circuló bulliciosa, y los olvidados troqueles funcionando hicieron oír gratamente el martilleo de la civilización. PrietodeSalazar debió sonreír complacido al continuador de su obra. Su descendiente no dio banquetes en celebraciones monárquicas; ha dado suntuosas fiestas de familia en que impera el espíritu republicano, y ha depositado azucenas de oro, no en el plato de convidados orgullosos, sino en el del hijo de la ciencia ultrajado por el dolor, en el de la viuda desgraciada y en el altar del arte. Camilo Torres, el cgreg-io patricio, el inimitable repúblico, hizo oír su poderosa y convincente voz en defensa constante de la Patria, y llevó hasta la Península el ardiente reclamo de la igualdad americana. Con agrado habrá visto el nobilísimo mártir, desde un mundo mejor, á Rafael Reyes, primero como Delegatario en el Gran Consejo que reorganizó la República, y luégo en el Congreso Panamericano, haciendo conocer la Patria lejana y siendo entre tántas lumbreras de :América estrella de primera magnitud. Adonio Ricaurte, el héroe mitológico que al ofren- . dar la vida por su patria se hizo un "tren de luz para subir al cielo, se forjó un sudario con las nubes y escribió su epitafio con estrellas, debe haber visto con cariñoso interés desde la región de los espíritus cómo Rafael Reyes habría repetido sin vacilación un San Mateo, pues que ha dispuesto de su vida en variadas v fructuosas ocasiones en beneficio de la Patria. Sin hablar aquí de la epopeya del desierto, en que los tres hermanos Reyes se hicieron voluntariamente holocausto de la civilización, y del cual Dios mismo excluyó á Rafael para designios de su providencia, lo hallamos ostentando la sangre de Ricaurte en el peligroso paso del Aganche, cuando se lanzó en las tumultuosas ondas del Cauca para buscar las canoas necesarias á su ejército. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 8 Rafael Reyes I Siien aquel çaso las aguas embravecidasy rugientes nolormaron el sudario del héroe boyace.nse, ni los fuegos enemigos que llovían sobre él lograron hundir al gaI ardo soldado, no fue porque no desafiara la ma~nitud de los peligros para salvar generosamente la.V1da;de sus compafleros y alcanzar el triunfo para su bandera . .M(s tarde-cuando el hombre de la visión de águila, el que duerme con el aspecto de la vida su suefio de mátftnol ~n la costa del Atlántico, supo adivinar á Rafael ¡Reyes, que había de llevar á cabo afios después !Suhermoso proyecto de la paz n~cional que él nopudo realizar, y lo llamó 'vencedor de imposibles-volvi6 á ofrendar su vida con tanta decisión y contagioso en tusiumol que arrastró tras sí una legión de verdaderos héroes,; . coin la actividad napo1eónica que 10. caracteriza. voló en~onces á la costa del Pacífico á cumplir la pOrtante misión que se le había confiado; debía trasladatse sin pérdida de tiemyo á Panamá y salvar alU el honor del país comprometIdo. El 'mar con su inmensidad silenciosa é imp.onente pretenc!lió por un momento detener aquel atrevido atgonautt que venía á lanzarse en pos del vellocino de im- la. gloria. La verde llanura de las aguas estaba desierta y apenas se divisaba como una itonía en situadÓtl tan a:PNini~Ilte una sola embarcacilSn disponible: la peqttelIa CaBonera Boyacd. Recostado en la playa cotno un inválido en Su lecho de mariscos y de arena; tendido al 801 como un Viejo fa.tigadoque sólo espera como limosna una caricia del mar, ùn pontón abandonad(j co.ttaba con ti. obscura masa él tono amarillento de la orilla. Con la. rapidez de las grandes decisiones, con \th rasgo de atrevimiento heroico del que guió al Ledn de Aju1"e en sus legendariag ~uesehls del Medio, Rafael Reye8 hizo temblar los maderos del ponWn al arrancarlos de aquella t.u.mba improvi~a.,.y ~Oh là atleF~ del valolt y la habthdad de una tnteltgenda práètldL 108 hizo: flotar de nuevo sobte la mas& líquida. PateckS entóncês que se soldaban los huesos di81ocaoos del yà inútil navío y que al erguirse OrgvtlO8O ~ptftdfA su misi6n de gloria el viejo veterano del pr~reso. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Rafael Reyes 9 Debieron sorprenderse las gaviota:-s y otras aves marinas al ver separarse de la costa la que habían juzgado roca hospitalaria en que reposaban su fatigado vuelo; quizá siguieron con curiosidad la marcha extrafia de aquel antiguo amigo y luégo volvieron á mirar entristecidas el nido de arena abandonado. El que en el paso del Aganche había hecho como José Antonio Páez cuando atravesó el Arauca para buscar entre sus enemigos las embarcaciones que necesitaba; el LI ue se sentía ungido por el patriotismo para sacrificarse por la grandeza nacional, bien podía, como la hizo Rafael Reyes, confiar al océano su vida y la de sus nobles compañeros en un leño excepcionalmente frágil. El Pacífico recibió en sus aguas el averiado pontón, difícilmente remolcado, y con delicadezas de monstruo guardó sus olas gigantescas y condujo sin embates aquella embarcación que llevaba á Panamá la heroicidad colombiana, el genio de Carlos Albán y en Rafael Reyes la futura grandeza de una noble nación. III El tiempo da á los hechos un prestigio de grandiosidad inimitable. Aniquilada la pasión por su spplo poderoso, ninguna tinta sombría alcanza á obscurecer lo que al través de los siglos obtiene el encanto peculiar de la leyenda. Es así que cuando pensamos en Gonzalo Jiménez de Quesada y en sus atrevidos compañeros de conquista, nos llena de sorpresa su valor heroico, su constitución de acero, su energía mara\-illosa y el temple .espartano de sus almas. Los vemos subiendo el inexplorado Magdalena, acechados constantemente por los indios, atacados por :fieras y reptiles, hambreados y desnudos yavanzando siem pre hacia lo de&conocido. iQué grandes n05 parecen los hijos de España; qué merecida la gloria que obtuvieron en su empresa de titanes! V émoslos luégo con tenacidad incansable trepar la barrera de cordilleras que se oponía á su paso, agarrándose á las rocas como enormes escarabajos, asiéndose á cuerdas peligrosas que los suspendían Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Rafael Reyes 10 r sobre td1 abisma, desgarrando con brazos de acero. para aijrirse camino., la'veste aún inviolada de la montala gigantesca I Entonces no vacilamos en rendirles el trib~to de nuestra admiración y en creer que tamaña ~mpresa sólo pudo llevarse á cabo como resto de hazafias medioevales. Trbs siglos después repítese algo muy semejante en la pa.rte del país que ellos no conquistaron y que sería h~rmosísima hazafia si pudiéramos echar sobre ella aunque fuera el prestigio de un si~lo. Eni 1875 tres jóvenes expedicionarIOS emprendieron por su propia cuenta y en un tiempo en que no era esa la corriente del país, una exploración que no por ser moderna deja de revestir los más salientes caracteres de interés y de grandeza. Lo~ jóvenes Reyes Prietoootenían, como los expediqionarios que partieron de Santa Marta, el casco Rrotector y la cota defensora, ni poseían más armadu¡ra que un valor indomable y su decidido amor por el progreso. Los hijos de Espafia habían crecido entre los ejercicios de las armas, en el cultivo de la fuerza, y la poca intelectualidad de aquellos tiempos hacía más aptos á los hombres para resistir la dura' lucha con la naturaleza. LO$ hermanos Reyes habían crecido en un hogar cariñoso cuyo calor enerva, en un tiempo en que las luchas grandiosas eran sólo recuerdos y en que la general trapquilidad adormecía el estímulo de las empresas difíciles. A pesar de todo esto lanzáronse sin vacilación en la inexplorada región oriental, y como á los conquistadores de antaño, presentáronse ..• les para detenerlos los grandes ríos, las altas montafias, los bosques vírgenes, las fieras y los reptiles. Jiménez de Quesada no experimentó las glaciales temperaturas de 10° bajo cero, que los hermcinos Reyes vieron convertirse después en la ardentísima de 45° del centígrado. Como los conquistadores, deslizáronse por cuerdas para salvar abismos, desc'!a-jaron la selva para abrirse paso y desafiaron impètuosas corrien.r tes. unas veces á nado, otras con puentes tan rústicos como peligrosos. Los indios huían cl1ando los españoles se acercaban: los salvajes de la región oriental que exploraban los Reyes eran en su mayor _parte antropófagos Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Rafael Reyes 11 y espiaban Slu cesar el momento de hacer una víc, tima. No se puede pem~ar sin conmoverse hondamente en los resultados de aquella larga y gloriosa odisea, fecunda en bienes para el país y desastrosa para los corazones de los mismos generadores del provecho patrio .. Se necesita ser analfabeta de 1m.; grandes sentimientos para no experimentar la crispatura de las vigorosas emociones, ya como hijo de .Colombia, ya como miembro de la humanidad. Cuando se piensa en el caudaloso Putumayo, arrastrando durante siglos sus ondas poderosas sin retratar en ellas s-ino su cielo azul, las aves errantes y el dorso brillante de las fieras; sin guardar otra imagen que la de alguna piragua fugitiva de salvajes ó la de los arcos de follaje con que á veces 10 abrazaba acariciadora la selva, no podemos menos que enorgullecernos al imaginar verlo cortado de repente por las curíaras de tres blancos heroicos que desafían los misterios de sus bosques, rompen sus cristales en nombre del progreso y marchan sobre su lomo sorprendido y domado, como una trinidad de la civilización. Diez meses después, merced al gigante esfuerzo de la expedición Reyes, de la cual era jefe Rafael, la bandera colombiana fue saludada, como insignia hasta entonces desconocida, en el rey de los ríos, en el mar de las Amazonas, como pudiéramos llamarlo. y fue en Enero de 1876 cuando el vapor Tuudama, nombre que condensaba para los Reyes un mundo de recuerdos, realizó uno de los más ardientes deseos de los héroes del trabajo, remontando por primera vez el majestuoso Putumayo hacia Puerto Sofía, como cisne impaciente hacia el remanso abandonado. El grito del vapor debió llegar como grata armonía á los oídos de los expediciona.rios y rasgar el ai re como el clarín con que la civilización anunciaba su soberanía al inmenso desierto. Debió ser un bellísimo espectáculo el de aquella nave forzosamente histórica. enredando su penacho de humo en las altas palmeras, destrozando los espejos del río, llevándose con su chimenea cortinajes de follaje y asustando á los moradores de la selva con su galopar de fiera y sus extraños rugidos. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Rafael Reyes 12 - -.- -- ----.---------- ¡Qtjté íntima satisfacción, qué noble orgullo para los queirealizaron tan colosal empresa! Rodrigo Bastidas descubrió en 1500 el río Magdalena, y fue aflos más tarde cuaildo vino â hallar sus fuentes' Sebastián de Belalcâzar. El nombre del portugués .Jerónimo de Melo lo conserva la Historia porque recorrió 105 millas desde su desembocadura. y los hermanos Reyes reconocieroncientí:ficamente, puesto que levantaron un importante mapa, 1,400 millas det Putumayo (aguas claras en idioma siona). L6gica ès la consecuencia que de esto se deduce. Durante diez afios que abarcan las exploraciones de los hermanos Reyes no fue s610el Putumayo el que reconocieron: el Caquetâ, el Napo )~ otros no menos importantes, con numerosos afluentes, merecieronsti atehd6rt .. .·Eltj}éneral Reves obtt1vdtas' felicitaciones dé 9<1biôs co~nádó~, como el Etri~eradot del B~asil: y de8~ Pèrt6 el ;entuslasmo de los amantes de la clenCHI. y del progreso, humano. Pero ¡qué cara, q,uécostosa fue después esa gldtia pua. el iniciado: y Jefe de esa e:tploracÎón! .El bien fue para. la PatrIa, ~l dolór para ~u álma g~tJetosa. En ~a ptosecuc16n de esa lucha grëindtb8a con la hattitëileza, los amigos de la infancia, los valerosos cotnpafferos, los hermanos inolvidable~ petèdeton desastrosamente. Sal~óse Rafael, porque, como ya hemos dicho, resetvado para altos destinos, ha habido tina providencia especialísitna que te ha permitido jugàt lmptInemente con la muerte. A Enrique Reyes levantaron suntuoso monumento los peruanos en la ciudad de Iquitos, y los dos heritlatios fueron honrosa y metecidatílente recordados en el.Co~~reso ~a!1~me~~cano,considerándolo~ como :tttáthres <te la clvlhzaclon. Sil nombre, como el del General Reyes, se hecho conocêr en las sociedade!¡ gèüg'rá:fièaS,y la histotia de la ciencia conservatá su recuerdd con veneración; pero no olvidemos qtie el i'Ï1áritt1 de la gloriano sirve para enjugar las 14¡irimas !sibcet'as. ni los laureles, por merecidos qUé sean, püeden c.urat tas heridas del corazón. ha Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Rafael Reyes IV Son muy pocos en Colombia los caudillos ó eminencias militares que han obtenido lo que se llama popularidad. Son contados los que han sabido despertar ese entusiasmo delirante de las multitudes, que parecen presa de un vértigo de decisión que nada puede contener. Hay hombres que poseen la que se ha llamado dón de gentes, y que con esa facultad, aunque no la posean en g-rado máximo, han facilitado su carrera pública .. Esa especie de magnetismo con que se atraen individuos y colectivi~ades es una propiedad que creemos no puede ser adquirida, sino que es innata en aquel que la posee. Hay genios científicos; existen hombres de notable ilustración en muchos ramos del saber humano; hallamos modelos de mandatarios, ó ya militares invictos, ó ciudadanos de gran carácter y acrisoladísimas virtudes, que á pesar de sus indiscutibles méritos no despiertan-cosa usual y común-sino una admiración más ó menos intensa y el frío sentimiento del respeto y de la estimación. No sucede siempre así, y debe ser gloria de especialísimo sabor la de atraer no solamente las inteligencias, sino hallar en todas las esferas sociales el camino de los corazones. Es cierto que algunas veces se encuentra también la vereda del odio, pero esta es una consecnencia natural de los grandes prestigios, la levadura del entusiasmo, la condición sin la cual no existe la elevación del verdadero mérito. Bolívar, el genio de la libertad americana, supo como hombre enloquecer las multitudes; por eso á las espinas de los desengaños, á las heridas de la inÇ"ratitud pudo oponer frescas coronas de flores naCIdas en las almas, que refrescaron su~ sienes y fueron muchas veces bálsamo para su corazón. No entramos á juzgar la conducta pública del General José María Obando, pero sí hacemos constar que tuvo el secreto de la popularidad, el arte misterioso de ser por unos terriblemente odiado y querido por otros con exaltación extraordinaria. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 14 Rafael Reyes I .. El hobilísimo Juan Jos.é Neira, de desgraciado y cpremat*ro fin, levantó con su generosa conducta al más alto grado la gratitud y el entusiasmo; amor y admiración tan intensos que si nos fuera permitido llamaríamos ternura nacional el sentimiento que supo despertar con su abnegación y patriotismo. El General Mosquera llenó con su nombre la República Iy se hizo sentir por las consecuencias de sus hechos, ¡ desde la celda solitaria hasta la ignorada caba,fla. 'll'uvo partidarios decididos y arrastró tras sí apasionadamente el elemento militar; desencadenó la tempestad del odio, y siendo tan notable, no ostentó la corona de la popularidad en el sentido que tratamos. El ¡Dr. Núñez, con ser una figura luminosa y g~~de,;no comp3;rte tam~ocoe~adiadetn~. Se le aborrece, s le adtnlfa con mténsidà.d, y 81 algunas de Usus· ías, en que se adivina el corazón, no hicieran .brotar de su tumba flores perfumadas, su elevación indiscu1jible impediría consagrarle algo más que una admiración ardiente .. Tratándose del General Rafael Reyes hemos hecho a~gunas deducciones sugeridas por sus condiciones yicarácter. Probablemente la envidiable facultad de que .tratamos, si bien depende mucho de una modalidad especialísima de la inteligencia, tiene su fuente principal en la generosidad del corazón. El poseer una gran memoria, no dedicada al recuerdo de las ofensas y de los triunfos que endiosan, sino entre otras cosas importantes á la conservación de las :fisonomías amigas; de los servicios recibidos, grandes 'ó pequeños; de las decisiones abnt;"uadas, es una condición de excepcionalísimo interés en todo caso, mucho más cuando se trata de hombres que han alcanzadb las 9.lturas del poder. La facultad de distinguir entre las multitudes los ojos amilJos que piden una mirada, la oportunid~d de rina sonrIsa, el empleo de un saludo, el obsequIO de una frase cariñosa y la atención á un inferior, producen más. entusiasmo que. una obra notable llevada .i. cabo lejos del corazón del pueblo, en las abstracciones del poder, y adhesiones más duraderas y profundas que el triunfo de algún caudillo ensimismado. El General Reyes jamás ha hecho callar su corazón bajo las distinciones de la ciencia, las coronas del Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Naj.ul Reyes 15 triunfador y la hermo:-;a banda de la Presidencia. Es por todo esto pot la que ha despertado el entusiasmo y .:ariño de los pueblos y ha sabido conservarlo. El sahe muy bien que el mandatario no es un sér olímpico. sino un hombre superior que también siente compasión por la desgracia, se interesa por el bien de todos sus ¡.rohernados y agradece toda adhesión, por humilde CI ue parezca. Cuando hizo su maravillosa campaña que terminó en Enciso, y \'erificó con sn ejército esa marcha milagrosa á tra.vés de fríos páramos y regiones ardientes, para llegar con prodig-io~,a rapidez en el preciso momento en (lue era indispensable su presencia, pensamos en Bolívar cuando como un l\larte evocado por la libertad agonizante se presentó en Boyacá de un modo tan inesperado, como si en \'ez de recorrer caminos se hubiera trasladado con sus heroicos harapientos sobre el alado escudo de sus glorias. Raf,lel Reyes fue entonces recibido en Bogotá con tan delirante entusiasmo, que nos vuelve ií. la memoria el genio de nuestra independencia. A excepciÓn del Lihl~rtador ningt.ln caudillo ha sido recibido en la capital de la República con mayor alborozo y popularidad que el General Reyes en las tre~; entradas triunfales que ha verificado hasta el presente. El Genera.l ReYe~ no ha sido vencido ni en los combates, ni en g-en"erosidad con los que ha puesto en su poder la suerte' de las armas. En la época del descubrimiento en que la parte conocida del país se denom inaba Costa jirme, sólo uno de los eonquistadores-H.odrigo Bastidas- --resalta por sus sentimientos humanitarios como mandatario, nobleza que vino á costarle la vida. Más ta.rde, cuando deseu bierto el interior, recibió el territorio el nombre de Nuevo Reino de Granada, ni el establecimiento de la Audiencia en 1550 hizo olvidar la frase de Belalcázar al recibir de España órdenes en favor de los indios, que sintetiza el desgobierno de L'SOS tiempo~: «Se obedece pero no se cumple.» Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 16 Rafael Reyes Fue hasta el establecimiento de la Presidencia en 1564 cuando pisó. por primera vez un mandata1'Ío, en la más elevada acepción de esta palabra, el suelo de nuestrO país. D. Andrés DíazVenero de Leiva es la piedra fundamental de nuestra civilización. El hizo el trazado de nuestro progreso, que la incuria de sus sucesores borró con culpable indolencia. Venero de Leiva fue una maravilla de actividad, y no hubo ramo del Gobierno en que no dictara una medida salvadora. Es este Presidente el único astro que luce en la colonia; los otros gobernantes que merecen mencionarse apenas son puntos luminosos de luz más <> menos intensa. Antonio González, Juan de Borja, Córdoba y Coalla, Egües de Beaumont, José Salís, Caballero y Góngora y José de Ezpeleta hicieron favores notables á sus gobernados; pero es 10 cierto que sin los esclarecidos Arzobispos que ocuparon la Silla de Santafé, .Ylos esfuerzos de sacerdotes misioneros y educadores, se habría apagado la luz que dejó encendida Venero de Leiva. Las grandes figuras de nuestra independencia y el medio especial en que se hallaron hacen muy difícil si no falsa cualquiera apreciación con relación á su gobierno. Tratándose de los Padres de la Patria en tan azarosa época, sólo debemos ver luz en sus acciones, cegarnos por la admiración y ofrecerles constantemente el incienso de la gratitud. A ellos debemos patria y libertad, y á los padres no se les juzga. Viene luégo la República con una pléyade de mandatarios meritísimos, en que las excepciones son contadas; pero viene con su cortejo de revoluciones, de inextinguible división que convierte en utopías el verdadero progreso. Algo empero alcanza á conseguirse en esta hermosa patria llena de nobilísimas aspiraciones, y es el General Tomás Cipriano de Mosquera en su primera Administración quien se presenta con más gallardía en el certamen del progreso. Desgraciadamente este hombre tan notable, de quien se ha dicho que no pasaba un día sin que hiciera algo en favor de la Patria, quitó con su conducta posterior el derecho de admi- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 17 Rafael Reyes rarlo, y como en un vértigo de locura é iniquidad arrojó intensa sombra sobre los caracteres de luz con que había escrito su nombre. Sin embargo, debe haber serenidad paraestimarloquc Mosquerahizo de bueno en mejoras materiales del país. La estatua que mereció no es la del revolucionario de 1860, es la del progresista mandatario de 1845 á 1849. Surge después la tig-ur'l indiscutiblemente grande del Dr. Hafael Núñez. La ola tormentosa de la pasión ha llegado embravecida hasta su tumba; ha azotado con furia el mármol impasible, y cansada al fin de escupi'~ su amargu ra al muerto invulnerable, la marejada ha cesado poco á poco, destacándose la blanca piedra sohr~ el cieno impotente que pretendió mancharla. )¡úñez tuvo un grandioso pensamiento que no le fue dado realizar á pesar de su poderosa inteligencia, y qUI~habría sido el gran complemento de su obra: la concordia nacional. En 1904 una de las guerras más largas y sangrientas de nuestra historia había convertido la Patria en una especie de cadáver, y los buenos hijos desesperaban de salvarla. Exangüe por la matanza de tres años de numerosos combates; empobrecida hasta el extremo por el abandono de la agricultura y los gastos ingentes de la guerra; mutilada y dolorida por la traiciSn separatista de Panamá; perdido en gran manera el sentido moral por los desastres fiscales y las escenas de harbarie de una revolución, parecía incontenible la disolución nacional. l~l odio terrible que dejan las guerras hacia palpitar los corazones y palidecer los labios. Declarada la paz, los dos partidos permanecían frente á frente como dos gladiadores que sólo esperan la señal para seguir el combate. Las fatídicas palabras ,'ojo y godo cortaban el aire como latigazos de fuego, y era de ver el repugnante relampaguea de las pupilas cuando se pronunciaban y la expresión dantesca de las fisonomías. Parecía imposible que esto se suavizara nunca y que la denominación de los partidos fueran dos palabras, y no algo como dos aceros que al cruzarse chocaran con violencia. f~l General Rafael Reyes fue elegido para la primera Magistratura en esta situación al parecer in- 2 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 18 Rafael Reyes componible. Sus glorias militares y científicas, así como sus diversos servicios al país, la hacían ya un ciudadadano esclarecido. Largo sería relatar las luchas y los milagros de abnegación y patriotismo que ha necesitado este hombre excepcional para volver á la vida una nación exánime. Ha habido que cauterizar, que aplicar remedios enérgicos y dolorosos como se hace con los mari bundos; pero sólo han corrido tres años y Colom bia, transformada, es hoy un país que empieza á llamar la atención de las naciones. Hoy posee una joya sin la cual nada valdrían sus maravillosas riquezas naturales: la paz, que lleva á la civilización. El crédito exterior está restablecido; la instrucción adelanta visiblemente; la industria se presenta en formas diversas; los telégrafos saltan los ríos, suben las montañas y corren en las llanuras; los ferrocarriles avanzan en todas direcciones; los correos se sirven con precisión europea; el Tesoro se rehace; los empleados cuentan con el premio de sus afanes; las bellas artes prosperan, y la Santa Sede mira con predilección un pueblo cuyo Presidente recibió su bendición profética aun antes de ocupar el solio. Hay otras muchas cosas que sería largo enumerar y que muestran á Colombia un glorioso porvenir. Todo esto se debe á Rafael Reyes, á su actividad maravillosa, á su inteligencia previsiva; pero en donde está el milagro de su talento y de su patriotismo es en la concordia nacional. Un acontecimiento tan terrible como doloroso afianzó definitivamente la paz de la República: el malhadado 10 de Febrero, fecha luctuosa para la Nación, hizo comprender más que nunca la necesidad de la concordia nacional, y fue la ocasión de extirpar, arrancándolo de raíz en su primera y última manifestación, el anarquismo. La Providencia salvó una vez más, de manera visible, la vida del General Reyes, y al librar felizmente á su hija la Sra. de Valenzuela, ahorró infinitos dolores y libró á Colom bia de una página de historia tan negra como dolorosa. Haber alcanzado la paz en la República ha sido una obra tan difícil como meritoria, y haber hecho desaparecer esa levadura mortal de godos y rojos que sin cesar amenazaba la vida y el progreso es el complemento de la victoria. No creemos que el mal se Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Rafael Reyes 19 haya extinguido del todo, porquc tenía profundísimas raíces; pero las bajas pasiones se han escondido entre las sombras y no veremos al sol sus juegos dc reptilcs em bravecidos. Hoy son todos colomhia10s, y á. fuerza de repetirla calará en las masas el sentimiento fratcrnal y perderá. encantos y vig-or la vieja enemistad por falta de cortejo y alimento diario. En cuanto á Panamá, perdimos muchoen el orden fiscal. y el arg-ullo nacional fue terri blemente herido. Su pérdida fue en la matcri<Ll mu}' grande, pcro quedó intacta el alma de Colombia; ning-ún recuerdo querido, ning-una gloria patria, ninguna inteligencia poderosa nos liga á Panamá; tierra mercantil q ne se separó, pl}r interés material, dd g-lorioso manto que la cubría, pero que no pudo ::lcvarse nada de nuestra histo~'ia, ninguno de nuestrcs sabios, ningïlnade nuestras glorias militares, ni siquiera uno solo de nuestros numerosos poetas . .L\ sí pues al presente Rafael Reyes ha kvantado la bandera de Colom bia, restañado sus heridas, apag-aùo 'iUS odios y ùáclole el bien inestimable de la paz . . Desde 11enero de Leiva es éste el mandatario que ha alcanzado el punto máxi-no en la escala de los gobernantes, sin desconocer d mérito sobresaliente -de rnuch:Js de los notables ciudadanos que la han precedido ('n el ejercicio del poder. VI En uno de ¡sus viajes frecucntes al Viejo Continente el General IX.afaelReyes arribó con su familia á Espafía, en donde rccibió numerosas atencioncs. Disting-ui6lo cariñosamente el Duque de r.retuán, emparcnta(lo en algún modo con su bella é inteligente esposa D.;:tSofía de Angula .. Muy grato debió ser al hijo de Colombia levantar la frente tan alto como el grande de España y hornbrearse con él sin sentir el peso del favor. El caballero español ostentaba un blasón heredado, obtenido por los méritos del noble caudillo canario, y el caballero colombiano el de sus propias hazañas, pero con un cuarÜ~1 más: el de los servicios prestados á la ciencia. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Rafael Reyes 20 D. Leopoldo ü'Donnell nació en Enero de 1809 en Santa Cru~ de Tenerife, de una distinguida familia irlandesa. Siguió la carrera de las armas y fue brillantísima su hoja de servicios. Desempeñó en España los más altos puestos, llegando á ser una de sus glorias más puras. Gobernó acertadamente durante algunos años en época de grandes tu rbulencias, y en 1859, siendo Presidente del Consejo de Ministros al estallar la guerra de Marruecos, pidió el mando del ejército, y en no interrumpida serie de triunfos llenó de gloria el nombre de los españoles. Fue entonces cuando como recompensa á sus servicios obtuvo el título de Duque de Tetuán. Ko menos meritorios han sido en Colombia los servicios del General Rafael Reyes, y si las monarquías dan á sus leales títulos de nobleza, las repúblicas los inscriben en el libro de la gloria y erigen estatuas á sus grandes hombres. Actualmente se trata de levantar un monumento. consagrar un parque ó algo semejante á los hermanos Reyes, para recordar á las generaciones su sacrificio generoso; si esto es de elemental justicia patria, no terminará la presente década sin que la gratitud nacional eleve una estatua al esclarecido ciudadano Rafael Reyes, que ya necesita cabeza de bronce para sostener sus laureles, ú hombros de mármol para resistir el peso de sus merecimientos. H. G. J. DE A. Bogotá, 1907. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia ADVERTENCIA EHte libro no tiene ninguna pretensión literaria ni de erudición: es simplemente una muestra de afici6n á la historia y el deseo de despertar este sentimiento con narraciones sencillas en las personas que miran con desdén el estudio de 10 acontecido en nuestro país, Ó que ~e asustan con los libros serios. Los que posean conocimientos de importancia en este ramo no hallarán nada que llame su atención, porqUl:~este es un libro que sólo servirá para completar el aprendizaje de los jóvenes que gustan de detalles curiosos que ayudan á retener ideas y dan interés á los conocimientos. Para los que nada saben puede ser de alguna utilidad por estar en forma reducida los hechos más notables ó quizá más atractivos de la historia patria; ojalá los hallen deficientes y entonces correrán á buscarlos en los textos completo~ de esta materia, con la cual se llenará nuestro objeto: que se estudie la Hista ria. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 22 -----"- -- .--- Advertencia -.---.-----.- ..-----.----"-- ------- Al tratar este ramo se está muy distante de la originalidad, yes muy difícil presentar algo nuevo cuando no se ha buscado en el polvo de los archivos. Para llevar á cabo esta obra se han consultado, entre otros, de preferencia los siguientes autores: Lucas Fernández de Piedrahita, José Manuel Groot, Pedro María Ibáñez, José María Quijano Otero, Juan Rodríguez Fresle y José Joaquín Borda; en cuanto á los datos ùe actualidad, han sido tomados de documentos oficiales. Cinco de las leyendas aquí contenidas, escritas en distintas épocas por la autora, han sido publicadas en periódicos de la capital; todo la demás ha si.do escrito y arreglado expresamente para el presente libro. H. G. J. DB A. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia LEYENDAS HISTORICAS Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia LEYENDAS HISTORICAS -----.~.---DAGA~IQLE Perezosamente plegado, con f;uaves ondulaciones y dibujando redondeces juveniles como un manto de terciopelo en que se rebuja una hermosa adormecida, el bello suelo de Baganique ostenta sus graciosas colinas, sus vallecitos encantados, ricos en verdura y matices y oreados siempre por auras tibias y perfumadas como las del paraíso. Perfiles azules coronados de errantes neblinas limítanlo al poniente, y los desvanecidos pliegues de las faldas 6rlanse con la arg-entada cinta del río, bordada de frescas sauceras; arroyos cristalinos despréndense de la cercana serranía y retratando cielo y flores ~e pierden murmurando en el manso Jenesano. Hermoso río, sin cauce profundo, sin orillas escarpadas, sin playas arenosas, derramado sobre la fresca y aromosa vega como una madeja de plateados hilos sobre mullida alfombra. La g-rama larga y espesa que tapiza las orillas se retrata en las aguas y se borda con los diamantes que les arrpbata en beso.~ silenciosos 6 en inquietos juegos con la brisa. Graciosos bosquecillos en que se mezcla el verde obscuro de los guamcs al endrino de rojos renuevos, dan nueva vida al risueño paisaje y decoran á uno y otro lado angostos senderos que cortando la vegetación se ven á la Ido" como esmerada raya entre los bucles de un peinado. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 26 Leyendas Corría el año de 1537. En la más elevada de las colinas, surgiendo bruscamente con su parda masa de entre el tupido follaje, cortando el cielo con su cónica techumbre, alzábase un templo indio; estaba dedicado al sol, y allí Baganique y sus vasallos pedían la dicha de sus corazones y la prosperidad de sus cosechas. A corta distancia elevábanse las habitaciones del Cacique rodeadas de hermosos huertos y se hacían notar por su tamaño entre las apiñadas chozas de sus súbditos. El gran Jeque de la comarca apareció en la puerta del templo y al mismo tiempo se vio en la especie de plazoleta que 10 circuía una joven que hizo bajar la severa mirada del sacerdote para volver á levantarla como el que teme perder una visión. Con la hermosísima faz pálida y mustia como las azucenas sin riego, la obsura y copiosa cabellera deshecha sobre la blanca espalda, los magníficos ojos de corza joven velados por los anchos párpados, la rayada túnica descuidadamente ceñida sobre sus formas de Rebe y los labios sonrosados y húmedos como los de un niño feliz, acercóse hasta el J eque, Azay, la joven más bella de aquellos contornos, hija de un guerrero notable y ardiente mente amada por Aramegua el hijo de Baganique. Dos lunas hacía que el joven jefe había depositado durante la noche hermosas mantas, ricas pieles y vistosas plumas en la puerta de la choza de Azay para solicitarla por esposa. El padre había introducido los regalos como señal de aceptación y sólo faltaba la aprobación de Baganique. La amante niña había visto sucederse los últimos días en riguroso ayuno para hacer propicio al sol, según era costumbre y lo exigían sus ritos; le había sido prohibido ver á Aramegua, y alimentándose de raíces erraba por el bosque hasta hacerse digna de presentar su ofrenda. Sus mejillas de tintes de aurora habían palidecido, sus negros ojos estaban lánguidos y entristecidos por la ausencia, pero en su boca había una sonrisa de placer y de triunfo al penetrar en el templo y entregar al Jeque su mejor diadema de plumas, sus brazaletes de oro y la media luna del mismo metal con que adornaba sus cabellos. Cumplida su misión de sacrificio creyó Azay su dicha asegurada y se escapó presurosa como un pájaro ql!e acaba de recobrar la libertad. Quería volar en busca de Aramegua, pero se detuvo ante las cristalinas aguas que cortaban el sendero. Sumergióse entre las puras ondas, y como ave juguetona que humedece su plumaje cubrió de trémulos diamantes su ondulosa cabellera; hermosa y fresca como los pétalos que el rocío corona, plegó su túnica con silvestre gracia, y con florida y flexible enredadera ciñó su cintura y su cabeza de reina de Jas selvas. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Baganique 27 Miróse un instante en el remanso con infantil alegría huyó con el corazón palpitante en busca de su amado. y il El valle presentaba animadísimo a8pecto. Baganique había aceptado la esposa elegida por su hijo y el enlace se celebraría á su regreso de Hunza, adonde marchaba con su corte. Quiminchuatocha había convocado á los grandes señores {t una festividad religiosa, 10 cual retardaba la felicidad de Aramegua. El sol coronaba apenas la cumbre de las montañas y la luz rosada de una espléndida mañana inundaba el valle de Jenesano y el ancho cam:no de la vega ocupado por alegre multitud indígena. Una especie de palanquín cubierto con mantas de vivos colores y graciosos adornos de oro y plumas iba ocupado por el anciano Ba~anique y conducido sobre los hombros de algunos de sus subdit08. Entonces. como hoy, la risueña vega veía cortar el fresco tono de su menuda grama, con las fajas blanquecinas de lienzo que los ttdedores indígenas extienden á la acción benéfica del sol; las mujeres de aquella región, de hermosa raza blanca, presentaban tipos de acabada belleza <J ue aun hoy suelen encontrarse en las graciosas casitas que se ocultan bajo los copu(los sauces ó entre las e8pigas del esbelto maíz. Antes de pasar el río la comitiva de Baganique, de la clIal hacían parte sus hijas y Azay y otras j úvenes de la nobleza, se detuvo para organizar lIna danza monótona,seguida de cantos y copiosas libadones. Así saludaban al río y le pedían buen viaje. A la caída de la tarde divisaron desde la colina de Soracá la gran ciudad de los Zaq ues. Como una ascua de oro resplandecía á los últimos rayos del sol. A su vista Azay sintió que su pecho se oprimíil_ y se asió con fuerza al brazo de Aramegua, como si la sombra de un peligro hubiera caído sobre su corazón. Hicieron alto los conductores del Cacique, y todos contemplaron por nn momento la gran colina que limitaba el horizonte por cllado opuesto. A pesar de la costumbre los indígenas se estremecieron al ver aquella agrietada superficie llena de extraños árboles de espeluznantes frutos; el cruel Quiminchuatocha había hecho aquella desolada región el teatro de sus ejecuciones; numerosas horcas, algunas de las cuales mecían al viento su terrible racimo rodeado por aves de rapiña. destacábanse siniestras, ya sobre el horizonte que se teñía de rosa con el último rayo solar, ya sobre la obscura superficie cortada por desgarraduras rojizas, como si la abundante sangre d('-rramada sobre aquella altura hu- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 28 Leyendas -, biera carcomido la entristecida tierra. Pocos días después Quesada llamaba á aquel lugar Loma de los ahorcados. Lentamente descendió bacia la ciudad la comitiva india, y la música y los cantares se redoblaron al penetrar en ella. Por todas partes veíase apiñada multitud, y los caminos cuajados de viajeros presentaban una animación no acostumbrada. Cada pueblo lanzaba á porfía los salvajes ecos de sus fotutos y atambores, y aquella mezcla extraña de sonidos sin ritmo y sin concierto producía un ruido ~i no infernal sí de una singular extravagancia. Al llegar al cercado del Zaque, Baganique penetró con su familia y servidores, y sus cortesanos fueron en busca de otro alojamiento. La gran fiesta que se celebró al siguiente día no tenía por su solemnidad ningún rival en los anales reli¡:-iosos de Hunza. El sol debió quedar satisfecho de sus siervos, porque la sangre de tres mDjas, hermosos jóvenes de quince años preparados durante largo tiempo para el sacrificio, humedeció los altares del gran templo; ofrendas de oro que trajeron de todos los lugares del Imperio colmaron las hamacas que para recibirlas sostenían los ídolos, é hicieron rebosar los recipientes de barro colocados á flor de tierra en la pulida superficie. En la tarde de aq uel día consiguió Baganique el insigne honor de presentar al Soberano sus ofrendas. III El gran salón que ocupaba el centro del regio cercado ~ y en el cual se alzaba el trono de Quiminchuatocha. doradG por los últimos rayos del sol. resplandecía con su magnificencia acostumbrada y deslumbraba con sus áureas decoraciones á las hijaR de Baganique y á la sencilla Azay, que por primera vez penl'ÍI'aba en el suntuoso recinto. Dobladas las rodillas y bajos los ojos esperaban que el Cacique presentara sn obsequio y fuera despedido por su altivo señor. Medio envuelto en su manto de plumas, con la adusta faz duramente enmarcada en la espesa y aun negra cabellera, las profusas cejas fuertemente contraídas por el hábito del mando y la crueldad ingénita. haIlábase el Soberano de Hunza, quien con sus extravagantes y ricos atavíos, su enorme corpulencia. su inmovilidad estúpida y su color de cobre debía parecer á un europeo un ídolo de piedra de los que adornan las pag-od<ls del Ganges. Silencioso y feroz elll.nciano parecía indiferente á cuanto le rodeaba, sin que apenas se dignara mirar las inclinadas cabezas de sus súbditos. SUB pequeños ojos erraban distraídos en el gran salón, cuando se fijaron de repente con una tenacidad extraña; su empa- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Baganiquc 29 ña.da mirada brilló COll u il relámpago, un color de vida animó aquel barro adormecido y una mueca parecida á una sonrisa contrajo sus labios como los de un viejo león que acaba de divisar la presa. Baganique estaba inquieto por el largo silencio y ansiaba la orden para retirarse. El regio mOll!\truo parecía .magnetizado. Al fin, dando á uno de sus guardias órdenes reservadas. se dio por terminada la entrevista. Bagani(!ue HC disponía oí. abandonar el cercaùo cuando fue detenido IJar un viejo cortesano. --Bochica ha bendecido tus canas-'-díjole al Cacique,y Cíha hasonreído [t su antiguo servidor. El más poderoso de lc-s J·eyes me manda decirtc que dejes para 61la flor pálida de larga cabellera, que su gracia ha alegrado su vejez y quiere quc se halle su jlLrfume Cil la corona de su corazón. Baganiq ue oyó con placer el mensaje al creer Ilue se trataba de alguna de sus hijas; pero cuando se convenció de que era Azay la. elegida de Quiminchuatocha y comprendió la desdicha de Aramegua.le fue difícil ocultar su pena con fingidas protestas de satisfacción. Era la prometida de su hijo predilecto y había (lue entregar1a. sin vacilación [t su regia dcs\'cntura. El hombre libre, la imagen de Dios, se agitó convulsiva é impotente entre el salvaje envilecido, pero la costumbre de la tiranía cierra los labios y embota corazón é inteligencia. Azay fue llevada a.l departamento en que se hallaban las /J¡J'Kl{)'cs, y si Haganique pudo á duras penas contener los imprudentes arrebatos de Aramegua, fue impütente contra su inmensísimo dolor. El noble anciano la obligó á partir con su pe(jueña corte y su familia y él se qLled() oculto L:11 'runja con solo uno de SllS fieles guerreros, guiado por secreto pensamiento y animado por lisonjeras esperanzas. IV La luna plateaba ya la cúpula central del edificio cuando la desolada Azay penetró en el triple cercado en que el anciano soberano guardaba sus tesoros y sus esposas. Hallábase también allí el ancho estanque destinado á sus baños, sombreado á trechos por desmayados alisos, erguidos arrayanes y obscuros y copudos salvias. La joven abandonó la habitación en que las curiosas miradas de sus compañeras y sus gestos de profunda sorpresa eran un mudo reproche de su dolor y de sus lágrimas. Internóse entre los bosquecillos y luégo recorrió anhelante la elevada estacada qne circundaba el huerto, como el ave prisionera se acerca angustiada á los duros alambres de su reja. La luna, penetrando por entre los altos y fuertes maderos, formaba un fleco de plata sobre el obscuro boscaje, y Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 30 Leyendas Azay, con la frente apoyada en el más ancho de los intersticios, sollozaba en silencio, aspirando con ansia el aire del exterior como un recuerdo de su perdida libertad. Su llanto fue elevándose de tono hasta que sus gemidos se hicieron perceptibles. Absorta en su inmenso pesar no vio una sombra que se acercaba cautelosamente por el lado de afuera, hasta que en baja y conmoYida voz oyó que la llamaban. Era Baganiq ue, cuyo afecto hacia Aramegua le había hecho concebir atrevido proyecto y buscaba rondando en torno del tercer cercado una ocasión casi imposible para hablar á la novia de su hijo. Quejas amargas por parte de la joven y animadas J reiteradas advertencias del anciano, que le enÍl'egó al traves de los maderos una pequeña redoma de barro, se oyeron por algunos momentos; después todo quedó silencioso. Cuando Azay supo que la buscaban con afán porque Quiminchu~t?cha la es~eraba, la jo:ren levantó ~on~'ulsa la redoma reCibida y apuro hasta la ultlma gota el hqtlldo que c:ontenía. Gruesa torcida de algodón fluctuando en ancho reci¡.Jiente de aceitc n~getal, como una mariposa de luz flotando en diminuto lago, moYÍase inquieta, iluminando con intensos ó moribundos reflcjos la habitación en que se hallaba el Zaq uc. Tapizadas las paredes por finas y pintadas esterillas, bordadas á intervalos por figuras de oro caprichosamente cinceladas, destacilbase en el fondo una ancha lámina del bruñ ido metal, sem brada de esmeraldas, que servía para cubrir á voluntad la especie de ventana que caía sobre el huerto. La noche era fría y algo como un remedo de huracán hacía vacilar la luz y awtaba en inquieto-retozo los tapices y los cercanos arbustos; á veces gemía entre sus ramas Ó aullaba al venir furiosamente del Sur entre los intersticios de las altas y triples estacadas. Quiminchuatocha, rebujado en la soberbia piel de un tigre de la gran llanura, dejaba flotar sobre ella su abundosa melena, entre la cual brillaban ya los fulgores de su gran diadema, ya las anchas argollas que adornaban su taladrada nariz y sus orejas. Algo como una fiera coronada, como el terrible minotauro de una leyenda americana parecía el soberano de Hunza con su cuerpo amarillo de negras estrellas, su inculta y alborotada cabellera, su brillante corona y sus ojos inquietos, fieros y salvajes. De repente sintiéronse pasos precipitados y una ligera lucha en la puerta de la habitacion. Un momento después algo blanquecino y suave como luz de luna se deslizó en la estancia, yendo á caer como una gigantesca flor que hubie- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Bagafzique 31 ra arrebatado el viento de la noche, sobre una piel de oso negro que cubría uno de los bancos de madera. Era Azay envuelta,ensu blanca tÚnica y medio cubierta la cabeza con su graciosa tíquira. Ya no lloraba y su descolorida faz tenía la transparencia y la inmovilidad del m{trmol. Tenía un ligero temblor y sus ojos se cerraban lentamente. Acercóse solícita la corpulenta y sah'aje majestad, y ulla inquietud terrible dibujóse en su fero/. semblante. Aq uella no era la flor llena de vida con que él pretendi6 cr galunar¡.;e para hacer "onn~ír su viejo coraz6n; las radiante~ e¡"trellas que penetraron las brum;s dl' su alma parecían veladas para ¡.;icmpre, y aquel rayo de ~;olansiosamente esperado producía en él el más intenso (e los fríos, el que se siente cuando b muerte ag"ita cerca d,~ nm:iotros sus pesadas ah,s. Llamáronse jeques, adivinos y ügl)reros, pero todo fue en \'ano: Azay expiró rápillamente de un mal desconocido. Al día siguiente Baganique se presentÓ en la corte y obtUH> sin dificultad el clH:rpo de la jo\"Cn con el objeto de que sus huesos blanquearar: en el misP10 ~'itio que 105de sus m"yolTs y que no se privaran sus súbditos de la fiesta de los funerales. Caía ('1 sol cuando el Cacique d('~cendía con cortísima comitiva que conducía el cadáver por el declive (Jue lIe\"a hacia el riachuelo del Ori~nte para empezar á subir la agrietada colina que domina la ciuGad, llamada hoy Alto de .sorani. Viendo que aquellos parajes l;e hallaban solitarios hiw detener á los ga1u!u!cs que en sus hombros conducían e1ll'cho de ramas en que descansaba Azay. Daganiquc colocóla en d escaso c'2sped que á trechos decora la arenosa orilla del arroyo, il ,"eces torrente impetuoso y que se conoce al presente con el nombre (le Rfo del Ca/IÙmzo. Sumergió en el agua la ca'.)cza de la joven é introdujo en su boca una bebida que (t prevención l1evaba. Azay abrió los ojos y se disipó por completo aquel sueño que parecía eterno. Poco después trepaban con celeridad y entusiasmo, no exento de vivísimos temores, hacia Soracá. en camino del río !Jue los españoles llamaron Jenesano. Oculto tras unos pilares de arci1l1 de los muchos con que allí se eriza la naturaleza, ostentando la más extraña y caprichosa arquitectura, un súbdito d~ Quiminchuatocha presenció el paso de Bag-anique y la inesperada resurrección de Azay. Pocas horas después una tropa de esforzados gandules iba en persecución del atrevido Cacique y de la bella joven, \'íctimas de la más inútil y rastrera de las delaciones. Habían recorrido la meseta de Soracá y las revueltas Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 32 Leyendas -----------------------del desierto páramo y empezaban á descender de la fría región hacia las tibias auras de sus valles, cuando les dio alcance la tropa del Zaque. Maniatados y llenos de humillación y ùe dolor fueron devueltos á la gran ciudad. A la mañana siguiente el sol recibió una ofrenda que debió hacer que se velara horrorizado y que densa nube envolviera su radiosa faz. En dos piedras de forma circular y artísticamente tajadas en la enorme laja en que simétricamente descuellan y que aún se hallan al poniente de Tunja y se conocen con el nombre de Los Cojmes, Azay fue degollada por orden de Quiminchuatocha, que rehusó volver á veria por aquella repulsa desconocida en los anales del Imperio. En cuanto á Baganique, fue condenado á morir lentamente de hambre, después de «dilatada prisión,:, Aramegua, heredero del cacicazgo de Baganique, pareció acatar con su silencio la voluntad suprema del tirano; pero á pesar del servilismo y abyección que en su raza había pervertido el sentido moral de tántas generaciones humilladas, el joven experimentó el más terrible de los odios y se juró á sí mismo y á las cenizas de su padre y de su prometida la más espantosa venganza. Sólo en los países salvaj es prosperan las arbitrariedades, y aquel desventurado pueblo era tan ignorante y estaba tan envilecido, que podía el mandatario ejercer con impunidad la tiranía. v «El Valle de los Alcdzares estaba conquistado y fijado por largo tiempo el pendón castellano en la hermosa altiplanicie. Quesada deseaba saber de qué lugar provenían las bellas esmeraldas que había hallado, y emprendió una expedición hacia el Nordeste. gn Tenza tuvieron noticia los españoles de los extensos llanos del Oriente, y el Capitán San martín se dirigió hacia aquella región. Cruzó sin detenerse los valles de Baganique,'Siachoque y Tocavita y luégo se detuvo en Iza. «Allí fue sorprendido el Capitán por un espçctáculo tan extraño como desagradable. Habían dispuesto todo para pasar la noche, y á los últimos rayos del sol contemplaban el paisaje cuando se les presentó inopinadamente un indio anciano, de gallarda presencia, con la túnica cubierta de sangre, cortada la mano izquierda y también las orejas, que se le veían pendientes del cabello.:' Manifestó á los españoles que habiendo propuesto á Tundama, el Cacique más valeroso de aquella región, que recibiera de paz á los ochles, había sido mutilado en tan horrible forma por su mismo señor, quien lo enviaba como Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia B aganique 33 emisario para decirles que así trataba el poderoso Tundama á los cobardes, y que de esa clase eran "1ostributos que de él debían esperar los extranjeros. Conmovido oyó San martín las quejas del casi moribundo anciano, y el Capitán Cardoso curó prontamente sus heridas con la especial habilidad que en esto distinguía al bravo soldado .. Indignado el Jefe por el atrevido mensaje del Cacique, despachó inmediatamente diez infantes y siete cab3llos que hubieron de regresar poco después al campo atemorizados por un ejército indio tan numeroso como disciplinado. «Abandonaron á Iza, y los guías indígenas, llevándolos siempre á la derecha, los hicieron bajar á la laguna de Tota sin tocar en Sogamoso, su tierra sagrada; los. condujeron luégo sobre 'l'oca y Bombazá, los entretuvieron ocho días en vueltas y rodeos, de tal modo que cuando creían abandonar la. serranía se hallaron nuevamente en Baganique.> Quesada tenía su campo en Ciénaga y Hernán Venegas Carrillo fue comisionado para buscar una población abastecida adonde trasladarse en mejores condiciones. Cumpliendo la orden de su Jefe vino también Venegas á dar á Baganique. Saqueó varias habitaciones que habían sido abandonadas por sus dueños y halló entre ellas un templo de donde saco seis mil castellanos de oro y otras ricas preseas, entre las que se hallaban las ofrendas que la inocente Azay hizo al sol para que bendijera sus amores. Iba á retirarse el español con su rico botín cuando cortó su paso un indio de gentil apostura y vestido como los nobles de aquellas regiones. }<~rael joven Cacique del valle que no había olvidado su juramento de venganza. Seguro de que ninguno de su raza escucharía sus palabras manifestó á Venegas sus deseos por medio del intérprete. Díjole que puesto que él y sus vasallos habían sido despojados de la mejor que poseían, su persona no era de desdeñar; que él les seguiría en calidad de esclavo, perdiendo sus insignias y cortándose el cabello para no ser conocido de los de su nación, y que çon gusto les serviría de guía para entregarles al Zaque de 'runja, el más poderoso señor del territorio, donde hallarían tesoros capaces de satisfacerlos. Agregó tam bién que ninguno se habría atrevido á hacer esta revelación por el temor inmenso que inspiraba el soberano; pero que él, protegido por los extranjeros, quería -tomar venganza de la muerte que el tirano «dio á su padre en dilatadas prisiones.> Instó además que inmediatamente se procediera á preparar el asalto, antes de que Quiminchuatocha se apercibiera á la defensa. 3 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 34 Leyendas Las noticias del joven Baganique fueron oídas de los españoles con el mayor placer, y agasajándolo á porfía, procedieron á su transformación. Cortósele su larga y hermosa cabellera, señal de su elevado rango, y pusiéronle un bmzete de grana que él halló de hermosura extraordinaria, y vestido al uso de los indios de la costa, degradóse el noble americano formando entre los enemigos de la Patria. Abandonaron apresuradamente el valle, que ellos llamaron de Venegas, marchando á Ciénaga á dar á Quesada la importantísima noticia. El valeroso Cordobés quiso dirigir en persona tan interesante expedición, é instado por el ofendido Baganique púsose inmediatamente en marcha. Al siguiente día, 20 de Agosto de 1537,Quesada detuvo su fatigado corcel en el lomo de la ancha colina que por el poniente domina la ciudad de Tunja. La mirada del español fijóse con curioso interés en el nuevo paisaje. Hacia el Norte, hermosa alfombra de verdura que se perdía en el horizonte recogíase de repente con inusitada brusquedad, descubriendo amarillenta y polvorosa superficie, teñida á intervalos con tintes violáceos ó rosado incierto que se prolongaba hacia el Sur y envolvía la colina oriental de Soracá; surcada ésta por excavaciones extrañas y profundas, semejaba á 10 lejos alvéolos derruidos de prehistórica colmena. Hacia el Sur el riente y estrecho vallecito de Runta aparecía como un rizo de verdura sobre la calva frente de la estéril meseta en que estaba la ciudad. Por la mente de Quesada pasó el recuerdo de algunas regiones de Castilla la Vieja, y aun pensó en 10 que él había leído con relación á Palestina. La gran ciudad de los Zaques ocupaba una vasta extensión, y el tinte pardusco de sus pajizas techumbres cortábase ci intervalos por algo incierto pero deslumbrador que semejaba rayos de sol bordando juguetones el grisoso fondo. El huerto del regio cercado dejaba ver su mancha de verdura entre aquellos hilos de luz, como gigantesca esmeralda engastada en delicada filigrana. La tropa hizo alto un momento, pero luégo empezó á descender con ansiosa inquietud porque el sol iba á ponerse. No eran arcos triunfales los que hallaron los extranje-ros á su paso: elevadas horcas decoraban la colina y algunas conservaban todavía las víctimas de Quiminchuatocha. A medida que descendían notábase en la ciudad extraordinaria animación, y ya llegaban al gracioso repliegue, en que más tarde la piedad española elev6 un convento y una simpática capilla, cuando Quesada recibió emisarios del Zaque con numerosísimos presentes. La mediQa política del soberano lleg6 demasiado tarde Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Baganique 35 para entretener al invasor, oí. quien ya nada era capaz de detener. Los hilos de luz habíanse convertido en deslumbradora hoguera; las placas de oro que decoraban las habitaciones principales, heridas por el Último sol, ostentábanse claramente ante los españoles, al mismo tiempo que mecidas por el viento de la tarde, chocábanse unas con otras, produciendo una melodía desconocida, semejante á arpas eólicas que gimieran ante la presencia de los extranjeros. Ya nada era capaz de detenerlos. Como siniestra tromba precipitáronse en la dirección del cercado del Zaq ue. Escudo al brazo, la honda, la flecha y la macana listas para el combate, los desventurados hijos de Hum>:a, á pesar de su número quedaron inermes y paralizados ante los desconocidos seres que caían sobre ellos. Herida su imaginación por los monstruos en que cabalgaban y por su inconcebible audacia, perdieron su país y dejaron hundir su libertad sin siquiera tratar de defenderse. Rotas sin miramiento y con premura las ligaduras que sostenían la puerta del primer cercado, penetraron valerosamente los españoles al palacio entre una nube de indios cuyas vociferaciones deberían haber hecho temblar á otros corazones menos esforzados que los de los heroicos castellanos. Entretanto Quiminchuatocha con sus sesenta y seis años y su enorme corpulencia se hallaba imposibilitado de huir; sus inmensas riquezas, que desde que tuvo noticia de que los extranjeros se acercaban había hecho colocar en petacas de piel, eran lanzadas por la parte opue¡;ta del cercado y recibidas por los fieles súbditos, mientras los enemigos forzaban la puerta; largo cordón de indígenas se extendía hacia la llanura del.Norte, y con celo y sorprendente agilidad iban pasando los riquísimos fardos sin ser notados por los españoles. Quesada penetró con diez hombres en el recinto en que se baIlaba el Zaq ue. Numerosos guardias con ricos plu maj es y protegidos por escudos de oro rodeaban á la real persona. Quiminchuatocha permanecía silencioso é inmóvil en su trono de oro macizo sembrado de esmeraldas, como si creyera imposible que ante su majestad continuara el terrible desacato. Hubo un momento de gravísimo peligro para los españoles, que fue conjurado por la indecible sorpresa que en los indios produjo el inesperado atrevimiento del valeroso Antón de Olaya. Precipitóse sobre Quiminchuatocha sujetándole entre sus poderosos brazos. La real fiera lanzó un rugido que desgan'ó el aire haciendo estremecer á cuantos le rodeaban. Miró luégo al que 10 cautivaba, condensando en su mirada Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Leyendas 36 primero toda la rabia de un tigre herido,luégo la majestad de cien generaciones y por último la amarguísima tristeza de una raza vencida. Desde aquel momento selláronse sus labios: no conocía el lenguaje del esclavo,yel que no había de volver á mandar pareci6 perder para siempre el uso de su altiva lengua. Continuamente mudo, rehus6 todo alimento, dejándose morir de hambre y de tristeza á pesar de las consideraciones de todo género que orden6 Quesada que se le prodigaran. Sus últimos momentos fueron amargos con la dolorosa nueva de que se había nombrado en su lugar á su sobrino Aquiminzaque. Las riquezas halladas á pesar de los numerosos tesoros que los indígenas consiguieron ocultar eran capaces de satisfacer la más loca codicia. El oro amontonado en el cercado del Zaque era suficiente para ocultar á un jinete y su cabalgadura. VI Días después, queriendo Quesada vengar la atrevida arrogancia del Cacique de Duitama, fue á encontrarlo en las llanuras de Bonza. Grave peligro corri6 el jefe español que perdi6 en la refriega su caballo y que fue salvado valerosamente por Baltasar Ma1donadocuando estaba c.ercano á perecer. En tan recia batalla los indios aliados de los españoles llevaban para distinguirse de los que peleaban por su patria una corona de hojas verdes; hallábase entre éstos Baganique, quien desplegaba una gallardía y un valor dignos de mejor causa. Rindi6 á sus pies un noble joven que ostentaba rico turbante de oro y )?lumas, y arrebatando al cadáver la suntuosa presea, coloco1aen su frente con aturdimiento, olvidando la corona de hojas con que se habían divisado los traidores. Pocos momentos después el hierro español traspas6 por equivocaci6n el coraz6n de aquel desventurado á quien los excesos del despotismo habían convertido en traidor y. que en su desgraciada ignorancia no comprendi6 que contra la patria jamás hay raz6n, y que se debe morir luchando de frente contra las arbitrariedades, sin envilecer con bajos medios la sagrada exigencia de los derechos y de la libertad. Bogotá, 1903. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia ----- Tundama y Sugamu:d 37 ---.----------------------- TUNDAMA y SUG·AMUXI Hacía cinco días que la ciudad de Tunja había caído bajo el poder español, y sus inmensos tesoros no habían alcanzado á saciar la codicia creciente de los invasores que cspiaban con ansia una nueva vía que realizara sus deseos. Baganique, que había satisfecho su venganza descubriendo al extranjero el imperio del anciano Zaque, que había mutilado sus orejas, viéndose odiado por sus compatriotas, resolvió avisar a Quesada la existencia del gran templo de Sugamuxi cuya riqueza adivinó el conquistador. Sabían los españoles por experiencia que de la rapidez de la marcha dependía el éxito de la jornada, por 10 cual con veinte jinetes, alguna infantería y varios indios aliados. como guías, partió Quesada hacia el norte de la ciudad, sin haber gastado más tiempo que el preciso para montar los expedicionarios. Con la ligereza que lo permitían los jarales y vueltas del camino apenas practicable para los caballos, llegaron á Paipa, en donde se detuvieron para pasar la noche. Fue esta población de fértiles y cultivados campos la que más tarde fue encomienda de Gómez de Cifuentes, el mismo español que por servicios prestados á su patria pudo levantar en la esquina noroeste de la plaza de Tunja la famosa casa de la torre, que duró en esa ciudad unos tres siglos. Mu)' temprano emprendió Qucsada la marcha hacia la poblacion del poderoso Tundama, y á los primeros rayos del sol divisaron un numeroso grupo de indios que avanzaba hacia ellos. Los guías aseguraron que venían de paz y que por su aspecto parecían embajadores. Eran en realid<!-demisarios del Cacique y traían hermosos y ricos presentes. Enviaba á decir á Quesada el soberano indio que sabedo)" de su llegada, se había apresurado á recoger oro suficiente para ofrecer á los hijos del sol; pero que le suplicaba detuviera su marcha algunas horas mientras completaba <ocho cargas,~ q ne era la ofrenda que tenía dispuesta. No halló mal Quesada la amabilidad india, y por medio de los intérpretes se ocupó en hacer preguntas á los embajadores. Habían hecho alto bajo un árbol corpulento, y poco á poco iban mezclándose los soldados con el grupo de indígenas entre los cuales había algunas mujeres. Con avidez creciente observaban los europeos las finas mantas que desdoblaba Quesada y los objetos de oro que hacía lucir al sol y que constituían el regalo de Tundama. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 38 LeyeNdas Distinguíase entre los españoles por su gallardía Miguel Sánchez, apuesto joven que ostentaba con mal disimulada vanidad una barba negra abundantísima, émula de la de Jiménez de Quesada. Miraba el joven con vivo interés 10 que su Jefe hacía, calculando 10 que había de tocarle en el reparto, cuando una sensaci6n extraña, un cosquilleo inesperado, le hizo volver vivamente la cabeza. Una mano pequeña y suave se había enredado á su barba y se deslizaba entre ella más nerviosa que acariciadora. f' A la altura de su hombro fulguP«6an unos ojos hermosísimos y blanqueaban unos dientes menudos y bellos entre labios encendidos de infantil frescura. El primer movimiento del joven fue de ira violentísima con el atrevido que así le trataba; pero se dulcific6 instantáneamente al divisar á su ofensor. Era una joven esbelta y ágil que al encontrar su mirada salt6 lejos de él con una ligereza de cierva, no sin llevar entre sus dedos alguna hebra de la hermosa barba. Sánchez la contemp16 algunos momentos con sorpresa creciente y trat6 de acercarse á la gentil criatura; la india 10 miraba fi~amente y se alejaba retrocediendo por entre los arbustos á medida que él se aproximaba. Sin poder apartar de ella la vista sentíase fascinado por aquellos ojos cuya mirada extraña relampagueaba con brillos enigmáticos y por aquella sonrisa tan atrayente como misteriosa. Al fin avanz6 resueltamente y extendi6 el brazo para detenerla; pero temblando de despecho s6lo vio en sus manos la roja líquira que cubría los hombros de la joven y su escultural silueta de Niobe morena que se desvaneci6 instantáneamente entre el follaje. Sánchez estaba vivamente conmovido, aunque ninguno de sus compañeros se había hecho cargo de aquel incidente. La disciplina y la prudencia le prohibían separarse de sus compañeros para seguir á la atrevida joven, y cabizbajo y contrariado recibi6 casi con indiferencia la manta y el aro de oro que en el reparto le tocaron. El sol se hallaba en la mitad de su carrera cuando cansado Quesada de csperar el riquísimo presente ofrecido por Tundama, resolvi6 continuar la marcha, y poco después se haU6 entre los pliegues de las alturas que dominaban la poblaci6n india. Con honda sorpresa y más que todo con dolorosa humillaci6n el valiente hijo de C6rdoba vio de repente todos los riscos coronados de enemigos y sinti6 desgarrarse sus oídos con la insultante algazara de los indios, que precipitando sobre ellos pedazos de roca y lanzándole flechazos se burlaban de su credulidad encabezados por el mismo Tundama, que los atacaba con el valor y la tenacidad del que defiende sus hogares. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia ------------ -- Tttndama y Sugamuxi ._--------~- -- .. 39 -~._--------- La detención sólo habfa servido para que los indígenas ocultaran $US tesoros y prepararan el ataque. La defensa era imposible por la posición especial de los indios, con la cual quedaba.n inutilizados los caballos. Entre una lluvia de dardos y de piedras pasaron los heroicos españoles, haciendo saltar los nobles brutos en un camino casi impracticable. Las mujeres ayudaban á los de Tundama en el ataque, y sus gritos agudos perseguían á los que huían, repercutiendo el eco en las concavidades de las peñas. Una loca esperanza había hecho que fuera Miguel Sánchez el que cerrara la retaguardia de la pequeña tropa. Apenas se oía el rodar lejano de las piedras que aún lanzaban á enemigos invisibles ya, y el eco casi extinguido de las vociferaciones de los indios, cuando tomando respiro en su agit<l.da marcha detuvo un momento el sudoroso caballo cerca de un grupo de rocas que podía protegerlo de los terribles proyectiles si avanzaban sus perseguidores. Levantó la cabeza y buscó ansioso Ulla figura que había creído divisar saltando como una gacela no lejos del camino. Todo estaba solitario, y sin la repercusión extraña de algún alari.lo lejanobabría parecidollll mal sucñoel pasado peligro. Iba S{tllchez á continuar su marcha cuando sintió que su larga barba se enredaba al reborde de la roca j volvióse con rapidez, r en el hueco sombrío que formaban al unirse dos enormes piedras vio fulgurar los ojos de su joven enemiga. al mismo tiempo que Sil brazo de diosa indígena se extendía asiendo con fuerza su poblada barba. Sánchez sintió un estremecimiento en que ~c mezclaban el placer y la sorpresa; quiso retirar la mano que 10 lastimaba y cogerla á su vez; pero la joven india, protegida por la roca, haló con violencia, con la expresión de un mono que hace daño, con los ojos chispeantes y con los blancos dientes mostl"ados á intervalos por extraña sonrisa. 1<:1 español lanzó una exclamación de dolor y de rabia y quiso apoderarse de la joven atrayéndola P"lr el brazo con ademán enérgico. Lanzó aquélla un grito gutural y prolongado, y un momento de~pués el polvo y el estrépito de un peñasco precipitado de la altura hicieron que Sánchez espoleara vigorosamente su caballo, huyendo de tan peligrosa situación. Caía el sol cuando dieron los españoles vista á Sugamuxi. El valle estaba cubierto de guerreros que avisados por el Cacique de Tundama se preparaban á la defensa de la Patria. Pero si el hábil é intrépido Cacique bur16 á los extranjeros en sus riscos, la llanura fue en cambio el lugar más adecuado para aniquilar á los indígenas y ostentar de un modo tan rápido como sangriento la superioridad de los soldados europeos. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 40 Leyendas Como un torbellino de monstruos desconocidos, como una irrupción de deidades infernales, caballos y jinetes lanzáronse sobre los escuadrones indios, y penachos y coronas volaron en terrible confusión entre los cuerpos derribados, y apareció la llanura como campo de tallos florecidos ante violentísimo huracán. No fue aquello un combate, porque ni siquiera se inició la lucha; vistosamente ataviados y en apretada formación los hijos de Sugamuxi esperaban valerosamente al enemigo; pero desgraciadamente la vista de los caballos fue por si sola una fascinación, y á su terrible empuje no se alcanzó á pensar ni en la defensa. La población fue abandonada, así como el gran templo y el magnífico cercado del Cacique. Los últimos rayos del sol alcanzaron á mostrar á los españoles las láminas de oro que de la misma manera que en Tunja lucían en la fachada de las casas. Apoderáronse de muchas riquezas; pero las sombras de la noche impidieron el despojo completo, favoreciendo á los indios, que pudieron salvar gran parte de sus tesoros. Quesada prohibió que se tocara el templo y dejó su reconocimiento para el siguiente día. n La luz melacólica y vaga de la luna menguante envolvía en gris tristeza la tierra conquistada, y las siluetas indecisas y silenciosas de algunos indígenas se deslizaban furtivamente en el callado Sugamuxi. No era sin embargo la suave calma de una naturaleza adormecida por la ausencia del sol la que hacía extinguirse todos los rumores; era algo terrible. intensamente doloroso, lo que vibraba en los aires, palpitaba en las sombras y daba á los escasos rayos de la luna tonos de sudario. En pos de la libertad huirían los dioses, y en el valle sagrado se verificaría el final hundimiento de una raza. A pesar del fatigoso día Miguel Sánchez permanecía despierto, y después de una lucha interior resolvió burlar al adormecido centinela y abandonar el campo, aunque no llevaba propósito determinado al faltar así á la disciplina. Otra sombra siguió cautelosamente sus pasos; era Juan Rodríguez Parra, cuyos sueños de oro no le permitían cerrar los ojos; el rico templo era una obsesión que le producía fiebre. -Miguel-dijo en vozbaja, cuando se hallaron á alguna distancia de su campo,-¿ te diriges al santuario? Sánchez volvióse sorprendido, pero se calmó al reconocer á Juan .•• -No había pensado en e~J>ero si quieres estoy dispuesto á acompañarte-contestó a su amigq. -Con la última luz-agreg6 Rodríguez-yo fijé el sitio Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Tundama y Sugamuxi 41 donde se hallaba el templo y sabré guiarme hasta él por las observaciones que hice. Echaron á andar sin comprender siquiera el atentado que iban á cometer; marchaban tranquilos porque no oían el ruido de sus pisadas, que la tierra muda de dolor é indignación no quería devolverles, ni les inquietaba ningún eco, porque el aire, impotente para fulminarlos, guardaba la mudez siniestra que p¡-ecede á las grandes catástrofes. Poco después el Imperio muisca veía hundirse el último símbolo de su nacionalidad y su grandeza j la planta extranjera profanaba su santuario y manos extrañas manchaban los sagrados objetos de su adoraci6n. g¡ magnífico templo de no acostumbrada solidez entre los indios estaba construido- con maderas preciosas traídas desde los llanos, habiendo sido colocadas sus gruesas columnas sobre desdichados esclavos que debían al morir convertir con su sangre aún caliente aq uellas maderas en incorruptibles. Las paredes estaban tapizadas con carrizos tejidos delicadamente y el suelo cubierto de espartillo con graciosas labores. Enormes barbacoas sostenían á un lado y otro de la entrada las momias de los personajes más notables, adornadas de finísimas mantas y espléndidas joyas. Las paredes resplandecían con las ofrendas de oro suspendidas en ellas. Hacia la mitad del santuario, ancha taza de barro colmada de grasa, difícilmente conseguida entonces, sostenía una especie de candil usado en muy raras ocasiones. Aquella noche aciaga, mano diligente había encendido aquella lámpara más que primitiva, y sus reflejos de cambiante intensidad enviaban misteriosos tonos de luz extraña á la espaciosa mansión .. Dos ó tres sombras se dibujaban de cuando en cuando en giros silenciosos como entregadas á alguna maniobra convenida de antemano. Quizá pretendían poner en salvo algo muy caro y de mucha importancia para la nación vencida. De pronto el estallido inesperado y violento que produjeron al romperse las cañas unidas que protegían un ancho tragaluz, extendió por el templo las vibraciones del espanto, y el aire al escaparse por aquella abertura lanzó un gemido prolongado como el adiós que daba á una grandeza que se hundía. Sin apreciar la importancia de su acción y por medio de un sencillo salto, los dos soldados se precipitaron dentro sin pensar que sus plantas hollaban el corazón de un pueblo y desmoronaban con sus pasos errores respetados por los siglos. Cuando la luz les mostró con mil destellos los tesoros acumulados en aquel rico y misterioso lugar, Miguel Sánchez, que durante el día había estado hondamente preocu- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 42 Leyendas pado por dos diamantes negros, una sarta de perlas y los corales de unos labios, todo lo olvidó y sintió que se apoderaba de él la fiebre de la insaciable ambición. Cogió rápidamente una manta de las que adornaban á las momias, y con voracidad de hambriento apoderábase de los dijes que decoraban las paredes y de cuantos objetos estaban á su alcance. Nada veía, nada oía j aquella faz ordinariamente hermosa estaba repugnante de codicia. , En el fondo del templo donde las sombras se agrupaban un anciano de majestuosa apostura miraba con creciente furor á los dos extranjeros, y sus brazos levantados hacia el cielo parecían implorar para ellos el rayo vengador. Un temblor nervioso estremecía sus miembros, sus puños se crispaban con ademán conminatorio y sus labios empalidecidos por la rabia vibraban al paso de la maldición. Miguel Sánchez improvisó una antorcha desgarrando los espartillos tejidos que cubrían el suelo, porque la luz le parecía escasa para escoger el más rico botín. Acercóse á encenderla sin ver que con, paso y elegancia de felino se llegaba á él una esbelta figura que surgió de entre la penumbra de un pilar. La luz bañó su rostro de sacerdotisa indignada, dibujó sus bellas cejas fruncidas por la ira y se quebró en sus pupilas avergonzada de su brillo. Sánchez nada vio, ocupado en su tarea, y la mano nerviosa de la silenciosa aparici6n envolvió con rigor en rápida lazada la barba del soldado, haciéndolo chocar contra gruesa columna. Volvióse el español con los ojos dilatados de espanto, pero reponiéndose inmediatamente, agarró con la mano que le quedaba libre la muñeca de aquella joven que desde la mañana se complacía en atormentarlo. Al sentirse asida inclinó la cabeza y con la rapidez y fuerza de un canino joven clavó sus dientes en la mano que la aprisionaba. Los dedos de Miguel se aflojaron un momento, y esto bastó para que la joven se deslizara con una facilidad in<:reíble. El soldado lanzó un terrible juramento, y dejando en el suelo la antorcha que podía estorbarle, se precipitó en persecución de aquella extraña criatura. Fue un juego fantástico en que el coraz6n de Sánchez palpitaba con fuerza, su frente se cubría de sudor y sus esfuerzos eran completamente vanos. La joven se hundía á veces entre las masas de -sombras y su figura ligera y esbelta reaparecía de· nuevo en su carrera silenciosa. Al fin pareció desvanecerse, y el soldado se detuvo jadeante de cansancio y temblando de despecho. Entretanto el gran sacerdote habíase adelantado hasta la antorcha abandonada, de la cual partían ya sierpes de fuego que empezaban á correr en todas direcciones, pren- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Tundat1ta ..y Sugamuxi 43 diéndose inquietas en las paredes de carrizo y enredándose á las grandes barbacoas, y tomándola con ademán nervioso aplicóla impaciente á todos los lugares en que con más rapidez podría el fuego acabar de propagarse. Una claridad inmensa hizo volver á Sánchez de su ensi· mismamiento; alg-o como un día repentino invadió el gran santuario é iluminó la figura grave é impasible del anciano sacerdote, que inmóvil contemplaba el avance del incendio con la impasibilidad y el aspecto de una estatua desprendida de una pagoda indostánica. Las maderas de aq uel edificio secadas por los siglos, formaron bien pronto una hoguera gigantesca. Apenas tuvieron tiempo los p¡"ofanadores para ponerse en salvo, cuando un velo de llamas envoh-ié. como sudario luminoso al gran sacerdote indio, que supo perecer al mismo tiempo que la libertad de su patria, sus tradicioncs y sus dioses. El alarma y el dolor de este acontecimiento fue general entre naturales y extranjeros. Losprimeros perdían cuanto tenían de grande y sagrado, y los segundos los inmensos tesoros con que habían soñado. Dice Castellanos en su Historia general de las Indias al hablar del incendio de este templo algo que nos parece muy inverosímil. «El fuego de esta casa fue durable espacio de cinco años sin que fucse invierno parte para consumirlo, y en este tiempo nunca faltó humo en el compás y sitio donde estaba; tanto grosor tenía la cubierta, gordor y corpulencia de los palos sobre quc fue la fábrica compuesta.> El descendi.ente del gran sacerdote heredero del cacicazgo de Sugamuxi fue bautizado más tarde con el nombre de D. Alonso, y llamó la atención por su despejada inteligencia, por su picdad cristiana y por la afición decidida que tuvo por la teología. gn cuanto á Miguel Sánchez y su ambicioso compañero, tardaron en reponerse de la impresión sufrida, y el primero poníase hondamente melancólico al mirar la cicatriz de su mano, sin poder consolarse de haber dejado escapar los tesoros del templo por una Sal"ta de perlas. Bogotá, 1907. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 44 Leyendas EL ULTIMO DIA DE AQUIMINZAQUE 1 Tunja, la anti~ua y valerosa ciudad, yacía envuelta en jirones de tinieblas que la noche abandonaba en su huida . y que empezaban á ser los impotentes rivales de la luz. La ciudad de Hunzaúa, la cuna de los zaques, había sido ya hollada por la planta del atrevido aventurero j de allá de donde nace el sol habían venido unos hombres cuya mano manejaba el rayo y á cuya vozobedecían las fieras. La gran población en que se al'bergaban vírgenes de tez pálida y cabellos negros había perdido la alegría de sus gloriosas épocas, y los valerosos hijos de Hunza doblaban con pesar la frente j su ciudad querida, de aguas puras y azulado cielo. había sido envuelta por el manto de la humillación salpicado de sangre, mientras el extranjero reía con la destrucción de sus hogares y los ayes angustiosos del vencido. Todavía palpitaban las flores estremecidas de placer porq ue acababa de despertarlas el primer rayo de la aurora, cuando el último soberano de Tunja, el bello cuanto desgraciado Aquimenzaque, recibía un mensaje que 10hacía palidecer de emoción y sonreírse de felicidad. El joven Zaque escuchaba con suma atención al salvaje que le hablaba. -:-¿ La entregaste el brazalete que le envié? decía al indio con marcado interés. -Sí, hijo de los reyes, y al ceñirlo á su brazo la flor de tus amores brillaba en él como un rayo de sol en la nieve de la montaña. -¿ y la banda roja en que hice colocar hebras de mis cabellos ? -La besó con amor al recibirla y envolvióla á su talle. más esbelto que la palmera de la gran llanura, más flexible que la enredadera que se mece en tus jardines. Aquiminzaque levantó su limpia y espaciosa frente, y un rayo de satisfacción brilló en sus ojos. Luégo pareció sumirse en una meditación profunda, y poco á poco las líneas juveniles de su rostro perdieron su acostumbrada dulzura, y con voz ahogada y conmovida dijo á su compañero, que 10 miraba sorprendido: -Escucha, amigo mío j la dulce avecilla cuyo arrullo prolongará mi sueño, la paloma cuyo amante gemido será la música preferida por mi corazón, Adeinzagá, la purísima estrella de mi vida, no debe ser vista por el extranjero. Oyelo bien y no lo olvides, fío en ti y espero que con tu Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El último dia de Aquiminzaque 45 ayuda salvaré mi dicha de los terribles invasores; la blanca espuma de la fuente no debe ser expuesta al embate de los huracanes, la flor no debe acercarse á la hoguera, ni Adeinzagá al español. -Mis oídos han recogido tus palabras y mi corazón las guardará .. -Mañana cuando la luna se balancee en el horizonte, la dulce prometida de mi alma se albergará bajo mi techo; entretanto, amigo mío, ház que Gámeza, con tus consejos, guarde mi tesoro y no dé lugar á las terribles inquietudes que como cruel presentimiento se han apoderado repentinamente de mi corazón. Aquiminzaque inclinó la cabeza y una sombra de pr~ funùísima tristeza obscureció su frente. De limpia tez, de negros y expresivos ojos era el último soberano de Hunza; correcta su nariz, simpática y altiva su sonrisa, mediana su estatura, gracioso y lleno de regia maiestad su porte. Veintidós años con taba y era tan amado de sus súbditos cuanto lo podía ser el último vástago de sus reyes, la única esperanza para levantar de nuevo la ultrajada raza. I<~lElector de Gámeza, uno de los poderosos señores del Imperio, había concedido al joven soberano la más bella de sus hijas. Adeinzagá amaba desde su infancia al hijo de los reyes, y éste por su parte no sonreía sino al recuerdo de aquella niña, ni temblaba sino ante la mirada de sus dulces ojos. B~lenlace iba á celebrarse con gran pompa en 'l'unja, y á {l acudían los más notables señores del contorno. A medida que el día adelantaba la ciudad parecía inundarse por torrentes humanos; pueblos enteros, llevando al frente su Cacique, llegaban á festejar el enlace de su soberano, revestidos de sus gala.."y joyas más preciosas; la doble estacada que circundaba el palacio de los Zaq ues se estremccía con las oleadas de la multitud. Penachos de brillantes plumas, mantas de vistosos colores, deslumbradores adornos de oro y algunas sartas de cuentas que los indígenas debían á la ?nU11ificencia de los españoles, todo se veía mezc.1ado con agradable confusión. 'l'al cual cabeza de atavío extraño y de ceñudo rostro se hacía notar entre la sencilla y alegre muchedumbre indígena. gl extranjero veía con indiferencia y á veces con disgusto la dicha de aquella raza desti.n.ada á la más cruel esclavitud. A medida que el gentío aumentaba los españoles empezaban á sostener animados diálogos y su rostro á tornarse feroz y desconfiado. Hernán Pérez de Quesada, rodeado de sus capitanes, cruzaba con ellos frases que se discutían acaloradamente. El sol iba á ocultarse cuando una grande algazara y la Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 46 Leyendas música y danzas de los indígenas llamaron más vivamente la atención española ya sobrexcitada. En andas riquísimas, cubiertas por fino palio de algod6n bordado de oro y plumas, el Elector de Gámeza y su hija Adeinzagá eran conducidos en hombros de sus súbditos hacia el Palacio de los Zaques. El soberano recibió palpitante de emoción á su bella prometida; instalados en sus habitaciones Gámeza y su hija, Aquiminzaque se dirigió á la especie de parque que circundaba su cercado, porque la 'felicidad 10 ahogaba y deseaba respirar libremente y en completa soledad. Su reino terriblemente amenazado por los extranjeros y todas las desgracias de su raza borráronse instantáneamente de su imaginación, y el joven Rey, embriagado por la dicha sumióse en la contemplación de infinitas delicias. Tan abstraído estaba en sus sueños de ventura que no sintió aproximarse un grupo de españoles qué con faz amenazante se dirigían hacia él. Con indecible sorpresa y con profunda indignación viose rodeado de silenciosos verdugos que apoderándose de su real persona lo llenaron de afrentosas y fuertes ligaduras. La prisión de Aquiminzaque con sus terribles consecuencias, fue un crimende lesa humanidad, que todavía hiere el corazón de cuantos 10 recuerdan. ¡Parece imposible que aquello sucediera y que seres que se llamaban hombres desoyeran la voz de todo sentimiento y llevaran á cabo tamaña iniquidad I Aquiminzaque fue conducido á una especie de fuerte construido por los españoles; ni una queja ni un suspiro se escapó de su pecho; su frente permanecía levantada y solo al pensar en Adeinzagá sus ojos se empañaban y una amarga sonrisa plegaba sus labios al mirar la actitud y el profundo aniquilamiento de su pueblo. Un silencio profundo sucedió á la alegría de la mañana j aquella raza desventurada que parecía anonadada por el dolor y envilecida por el sufrimiento, no exhaló ni un gemido en defensa del último de sus Reyes. «El Zaque reúne á sus confederados y á sus súbditos porque conspira y quiere aniquilar nuestro poder"'; esto habían dicho los españoles á su Jefe cuando llenos de temor vieron reunirse los sencillos indígenas que venían á solemnizar con su presencia las bodas de su Rey. Hernán Pérez oyó la atroz calumnia, y BU carácter ambicioso no halló para apagar la hoguera del peligro imaginario sino la inocente sangre real. Acostumbrados los españoles á destruir sin piedad la raza. americana, la muerte te Aquiminzaque fue decretada para el siguiente día, y resuelta la total destrucción del imperio de los Zaques. de la grandeza de Hunza. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El tWima dia de Aquiminzaque 47 Il l~l cielo. de un azul tan intenso que se perdía á veces en negruras de abismo, mecía en su infinito una luna pálida, cuyos rayos envolvían melancólicos la ciudad de los Zaques; la hermosa diosa de los muiscas que los extranjeros convirtieron en astro, debía mirar compasiva aquella población en que palpitaban los inquietos corazones de los españoles y se albergaba la más horrible desesperación de la raza vencida. -¿Quién va? dijo sobresaltado el centinela que guardaba á Aquiminzaque, al sentir la aproximación de una persona. Un gemido abogado y luego algunas palabras suaves como arrullos, aunque no fueron del todo comprendidas. calmaron la inquietud del español; sin embargo, interrogó de nuevo sin cesar en su actitud hostil. La luna piadosa bañó entonces la fisonomía doliente de una bermosa mujer, y el centinela bajó el arma examinando con curiosidad á la recién llegada. Parecía una visión aquel sér encantador y frágil, iluminado esplendorosamente por la argentada y misteriosa luz. De entre el ancho manto recamado de oro surgía su faz emblanquecida por un pesar sin nombre, y fulguraban sus pupilas aterciopeladas con el cambiante relampagueo de las tempestades del dolor. Era Adeinzagá, la bija de Gámeza, quien rondaba ansiosa la prisión de su desdichado prometido. El espíritu nacional había muerto herido por la humillación y el infortunio, y la amistad se ocultaba acobardada; pero velaba el amor, y al derrumbarse la secular grandeza de los Zaques, solo quedó á Aquimín el fiel corazón de una mujer. El soldado olvidó un instante su consigna y prestó atención á las palabras de la desgraciada joven, cuya lengua le era ya familiar. -Extranjero, óye con piedad el ruego de una infeliz; escúcba por compasión mi suplica-decíale Adeinzagá agitada y temblorosa ;-permíteme entrar en la prisión y dar el último adiós á Aquiminzaque. -Retírate-dijo el español prosiguiendo su paseo ;-no puedo escucbar una palabra; la presencia de uno de tu raza basta para perderme y apresurar la muerte de tu Rey. La joven india ahogo un sollozo de anlfustia y esperó con ansiedad la vuelta del centinela. Cuando este pasó á su lado lo tomó del brazo y le dijo con precipitación: -Si no tienes lástima de mi dolor, si mis lágrimas no logran conmoverte, escúcha otro lenjuaje que nunca ha desoída el extranjero. Al decir esto arrancó con ademán febrillos ricos brazaletes y los magníacos adornos de oro que Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 48 Leyefldas -ostentaba en su traje y sus cabellos. El español se detuvo y miró receloso á todos lados. -1 Pobre criatura, debe ser muy grande tu desdicha ·cuando porq ue te atienda te desprendes gustosa de todo ,eso! -Mis tesoros, mi vida, mi dicha entera, todo, todo lo -daría por ve-rIe. " -Ver; y á quién? -A él, á Aquiminzaque, al que iba á ser mi esposo en la aurora de mañana, al que me roban los tuyos, al . -j Silencio 1 tu pesar te hace imprudente y si hablas demasiado tendré que arrancar de mi pecho la compasión que -empiezas á inspirarme. -j Oh ! Gracias, genio benéfico de las hijas de Hunza! -Míra, es muy difícil lo que me propones; sin embargo, yo voy á arrostrarlo todo porque tu suerte me interesa; pero á decir verdad el sacrificio que hago merece un re-cuerdo más grande de tu generosidad. -1Ah ! ya comprendo, espérame que pronto volveré. La hija de Gámeza desapareció con la rapidez propia -desu apariencia de visión. No tardó en regresar acompañada de un indió que traía un ~rueso bulto bajo el brazo. Esplendidamente pagado el centinela y tomadas algunas precauciones, la joven penetró con su compañero en la prisión de Aquiminzaque. El llanto ahogaba á la infeliz indígena y sus labios se negaban á articular una palabra. Bella como una flor, pura como un rayo de luz, amante y dulce como la torcaz de sus selvas, aquella niña á quien rompían de un solo golpe el corazón, aquel sér inocente que no tenía más delito que amar, •al mirar al regio sentenciado agonizaba de dolor. Nada se dijeron aquellas dos almas enamoradas en tan ·supremos instantes; cada una de sus miradas era sin embargo un poema de ternura, cada uno de sus suspiros un mar de sentimiento en que los dos corazones se inundaban. Arrodillado trabajosamente por causa de sus ligaduras, Aquimín contemplaba á su amada de una manera indefinible. Adeinzagá se arrodilló á su vez y conteniendo sus lágrimas, dijo al joven con el asento penetrante de fervorosa súplica, al mismo tiempo que le presentaba una especie de hoz de oro afilada y cortante: -Ruégote, señor, que atiendasá la que amas y le des la prueba mayor de tu cariño. Dáme la muerte por tu mano, .'que me será más dulce que enviada por Bochka; derráma tú mi sangre, que humedecerá gustosa la tierra qUe ha de recibirte antes de que se convierta en lágrimas cuaI1do te pierda i ciérra mis ojos que no han de volver á verte i pliéga Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia EltUti11l0 49 dfa de Aquimi11zaque mis labios que no han de decirte sus amores j detiéne mi corazón que sólo debe latir para el que iba á ser mi esposo. -¡Oh! alma mía, no prosigas-exclamó el joven con la voz enronquecida de pesar;-¿ así olvidas lo que empezaba á enseñarte, de un dios que no es Bochica, que prohibe darse la muerte y que manda perdonar? -Entonces, hijo de los reyes, ¡pide á tu Dios que me lleve contigo! gritó la joven, mientras que sollozos convulsivos levantauan su pecho. l~l centinela pendró en la pri¡.;ión .Y tomando bruscamente del brazo a A(leinza~dt exclamó con impaciencia: --AI~jate, m;Írcha en el momento, tu presencia me llena de inquidud y voy á pagar demasiado caro esta impruden..:iá. -j Por compasión! en nomure de tu madre, extranjero, d'::jame un momento mií.s-exclamó la joven mientras un raudal de llanto humedecía la cabellera del hel-maso é infeliz cau tivo. -El alba va á teñir el horizonte: basta, basta de condescendcncia-dijo con sequedad el español, al mismo tiempo que separaba á la joven del pobre A<[uimilllaque. Adeinzagá exhaló un grito ahogado)' agarrándose al manto del Zaque cayó desplomada sobre el suelo. gl salvaje que la acompañaba y que se había colocado durante la entrevista á una distancia respetuosa, acercóse presu raso y tom{tndola en sus brazos, h uyú de la prisión sin decir una palabra. i Pobre hija de mi alma !--murmu1"l> al penllTsc en las sombras, mientras sus dientes, rechinaban de l-abia y sus ojos abarcauan con una mirada de odio y de venganza el edilicio en que estaba la prisión y q ne guarecía á los españoles. Cuando Adeinzagá fue arrebatada Aqnimín se arras· tró penosomente y alcanzó á besar el manto de la indiana que an-astraba de los brazos de su conductor. El Zaque dio COll el rostro en el suelo, y un sollozo de angustia, ó más uien un rugido de rabia se escapó de su pecho. Las ligaduras no le permitieron levantarse, y en la misma penosa posición lo encontró el sacerdote encargado de auxiliarle. Afortunadamente para el noble joven hacía algunos días que se había hecho cristiano, y así fue endulzada la última hora de este mártir de la codicia humana. Al día siguiente la cabeza del último Zaque rodaba en la plaza de su ciudad natal, y la sangre inocente de los caciques que asistieron á sus infaustas bodas pedía venganza al Dios de la justicia. Refiere la historia que seis años más tarde, hallándose 4 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Leyendas 50 Hernán Pérez de Quesada en el Cabo de la Vela en vía para Cartagena, donde iba á presentar sus quejas al Visitador Armendáriz como víctima de los atropellos de Alonso Luis de Lugo, un rayo destrozó la embarcación en que se hallaba y arrebató la vida al valeroso castellano y á varios de sus compañeros. Así acabó su existencia el hermano del conquistador del Nuevo H.eino; así concluyó aquel hombre que alzó un día la frente con orgullo porque en ella brillaba la gloria del valor, y que la doblóluégo con pesar, porque teñidos de sangre sus laureles, marchitáronse y fueron una afrenta para las sienes que los ostentaban . . - La participación de Hernán Pérez en la muerte de Zajipa y el asesinato injustificable de Aquiminzaque fueron dos manchas que dieron un colorido de sangre á su memoria, dos negras sombras que empañaron su nombre al recibir el justiciero fallo de la historia. Bogotá, 1882. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia La gratitud LA GRATITUD 51 de zma Ùtdia DE UNA INDIA 1 El año de 1538 iba á expirar; la tarde era hermosísima; una red de oro parecía envolver con sus delgados hilos la campiña; la fresca brisa iba cargada de perfumes, y las flores los exhalaban á porfía, estremecidas aún por el pasado temporal. La atmósfera perfectamente diáfana daba más brillantez á los colores, y dejaba admirar en un cielo de profundo azul al astro del día que declinaba. Gruesas gotas de lJuvia heridas de lleno por el sol temblaban aún en las hojas de los árboles, como ricos diamantes que ostentaba en su bordado manto la llanura. Una estrecha y torcida senda cortaba con su amarillenta huella la g-rama de los campos; veinticinco jinetes se divisahan en ella y los cascos de los caballos herían lentamente la tierra reblandecida por la reciente lluvia. Aq uel camino conducía de Pasea á Santafé, y los viajeros no eran otros que algunos castellanos, fieles cjecutores de las órdenes de Gonzalo Jiménez de Quesada. Tristes y meditabundos cruzaban los hijos de España el fértil territorio muisca; ni una sonrisa asomaba á sus labios, ni una frase amistosa interrumpía su silencioso viaje. Penosa era por cierto la misión que acababan de cumplir: abandonar á uno de sus más valientes capitanes, á un compatriota, á un amigo querido en un país desconocido, entregarlo desarmado al furor de sus enemigos, e'"a demasiado para hombres de corazón, mucho más cuando creían que la sentencia que habían ido il cumplir era una injusticia imperdonable. Lázaro Fonte fue acusado de haber tomado de los indios una rica esmeralda sin la autorizaci6n del Jefe. Débil y apasionado el conquistador Quesada en semejante ocasi6n, oyó la voz de pasados rencores y condenó á muerte sin apelaci6n y sin piedad á uno de sus Jefes más notables, sin tener en cuenta sus servicios ni el valor indomable de que acababa de dar una relevante prueba en Cajicá. Apoderados los españoles de la casa fuerte en que se había situado el Zipa para resistir al invasor, presentáronse delante de ella numerosos indios, guiados por el más esforzado y corpulento de la nación vencida. Aquel valeroso muisca, armado de su flecha ysu macana, creíase invencible, porq ue sentía en sí la fuerza que da la desesperaci6n y retaba á singular combate al castellano que á ello se atreviera. Entonces un arrogante joven del ejército español rasga BANCO DE LA REPUBLlCA .BIBLIOTECA lUIS - ANGEl ARANGO Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 52 Leyendas impaciente los ijares de su noble corcel y penetra como una exhalación en el campo enemigo. Profundo silencio reinó por un momento, y ansiedad é interés indescriptibles revelaron los semblantes de indios y extranjeros. De pronto dos gritos simultáneos resonaron en el espacio: uno de triunfo y entusiasmo en las filas españolas, otro de angustia y de profunda desesperación entre los infortunados servidores .del Zipa. El atrevido hijo de España, que no era otro que Lázaro Fonte, conducía asido por los cabellos al provocador indígena, llevándole «como á un niño:. adonde estaban sus admirados compañeros. El espanto que este hecho produjo en los indígenas bastó para que huyeran despavoridos y abandonasen por completo el campo. Teniendo frescos aún estos recuerdos del valor de Fonte, fue profundllla pena que causó á los españoles la terrible decisión de Quesada, y los ruegos y las más vehementes súplicas de Gonzalo Suárez Rondón y otros Jefes llegaron hasta el fundador de Santafé, quien permitió al fin al acusado que apelara á }i~spaña; pero en ello hu bo poca generosidad. Fonte fue desterrado á Pasea, pueblo de salvajes belicosos y enemigos decididos de los españoles; allí debía permanecer expuesto al furor de los indígenas hasta que diera su resolución la Corte ó Quesada tuviera á bien llamarle de nuevo á Santafé. Tan pronto como los habitantes de Pasea divisaron los jinetes extranjeros, huyeron á los montes seguros de que aquéllos vcnían á aniquilarlos y á consumar la destrucción de sus hogares. Lázaro Fonte, fuertemente atado, fue dejado por sus compañeros en una de las cabañas abandonadas que com.ponían la población. El joven sufría con heroiCa resignación, y oyó con aparente tranquilidad el trote de los caballos de sus compañeros que regresaban {l Santafé. Cuando sintió quc las pisadas de los últimos que habían marchado se exting-uían confundiéndose con los rumores del bosque, no pudo contenerse más, dobló la frente y un suspiro ahogado se escapó de su pecho. La hojarasca que cubría las cercanías de la cabaña gimió débilmente y Lázaro levantó la cabeza con precipitación. Una esbelta y simpática figura se dibujó á su lado. -j Zora !-gritó el joven con un acento que vibraba de gratitud y gozo. -Sí, Zora, que ha seguido llena de inquietud á su señor y está aq uí para servirle. La joven hablaba una mezcla de español y muisca que afortunadamen te Fonte comprendía y adivinaba. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia La gratitttd de ttna Ùzdt"a 53 -¡Cuánto agradezco que me hayas seguido en el destierro y que cuando mis compatriotas me abandonan baya siquiera un corazón que me consuele! -Oye, espaùol,-exclamó la india con una voz argentina y dulce como el canto de un pájaro: yo comprendo poco el sentido de tus palabras y sólo sé que al seguirte he cumplido con mi corazón; los de mi raza no olvidan los favores que reciben; Zara recuerda que hubo un día de sangre para su naci()n y que en su cabaña invadida uno de los extranjeros salvó la vida de Sll prometido, respetó las canas de su padre y la libní á ella de los insultos de sus atrevidos compañeros. -Eres demasiada buena para que pudieras ser ingrata. j Bendito el Dios misericordioso que me hizo acreedor á tu reconocimiento! Al decir esto una lágrima brilló en la negra pupila del valet-osa caballero. }<~nesto apareció á la entrada de la choza un niño de uno~ diez años que en anchas hojas traía una comida por el estilo ne las que Zara había aprendido á preparar á Fonte en \:):mtafé. l<:ntre los dos libraron al joven de sus ligaduras y se aprei-;u raron á servi rIe . .lora había traído un gran lío bajo el brazo. la cual reparado por el cf;pañol hilO que le dijera con solicitud: ·-Debes estar muy fatigada, Zara; es muy largo para ti el camino de este lugal" á Santafé . .. -Lo he cruzado m uchas veces desd e mi infancia, y sobre todo deseo servirte, extranjero. ---Voy it morir muy pronto---dijo Fonte con acento triste,-y siento no poder recompensar tus bondades; numerosos y gTancles servicios me has prestado en la ciudad y ahora en mis Últimos momentos . Zara no contestó y dirigiéndose á la puerta elevó hacia el sol una mirada impregnada de súplicas y Ilanto; la joven pedía al Dios de sus abuelos la vida del hombre noble cuyas beIlas acciones le hacían perdonar ser extranjero~ Durante aquella tarde la joven india y su pequeño hermano consolaron al español con sonrisas y frases cariñosas que él estimaba más quc nunca. en su penosa situación. Al11egar la noche Zara parecía inquieta, y más de una vez sus frecuentes distracciones revelaron que un pensamiento tenaz la atormentaba. --Demasiado te ocupa el recuerdo de Zeloar-díjole de repente Fonte con amarga sonrisa;-tiempo te sobra para pensaI' en él y á mí me restan pocas horas para estar contigo. La joven tenía los ojos fijos en el horizonte y parecía no darse cuenta de la que la rodeaba. Al oír al español sacudió sorprendida la cabeza y un tinte nacarado inundó su trigueño y pálido semblante. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Leyendas -IZeloar !murmur6 con acento de profunda ternurabien quisiera yo que su recuerdo me ocupara por completo. -¿Hay pues algo nuevo que absorba tu atenci6n? preguntó el joven con marcado interés. -El amor y la gratitud pueden vivir juntos, amo míocontestó la joven con intensa dulzura. -No me des el nombre de amo-interrumpió vivamente el españolj-llámame amigo, generosa Zara; tu cuna mecida entre el follaje y arrullada por las aves y los céfiros es mucho más noble que la de todos los soberbios que levantan con orgullo la cabeza en la pequeña Santafé. La jovensonri6 al:escuchar al castellano, y extendiendo el brazo hacia e1.campo exclamó con entusiasmo: -1\Iíra con qué esplendor vaga en el cielo nuestra madre luna; así estaba la noche en que Zeloar me dijo sus amores, así gemía la brisa, así murmuraban los arroyos y así se estremecían los árboles embalsamando el aire de perfumes. La hija de los bosques dobló la cabeza como agobiada por sus recuerdos, y su voz se extinguió como un arrullo. -Mucho Je amas, dichoso ese hijo de Hunza que supo conquistar tu corazón-dijo Fonte contemplando tristemente á la encantadora muisca. -¡Oh, sí! llyclla ma iyzistlca seb!j'zisuca (amo al que me ama), porque su voz dulcísima ha hecho estremecer mi corazón, porque su sonrisa me extasía, porque la luz de su mirada es más grata {l mi alma que los rayos que emanan de la frente del poderoso sol. -jDios bendiga tu afecto y te haga tan feliz como mereces !-ùijo Lázaro al mismo tiempo que ocultando el rostro entre las manos, pareció sumirse en una meditación profunda. Ni uno solo de los habitantes de Pasea había aún regresado {l sus habitaciones. La joven india me7.cló á una bebida que ofreció al español el jug'o de una planta cuyos efectos conocía, y bien pronto un sueño tranquilo cerró sus párpados ali\'ianùo su fatig-ado espíritu. Zora lo contempló un momento con afectuo8a compasión, y tomando al niño de la mano abandon6 la cabaña. II Al día ¡.;iguiente, cuando el castellano despertó, los primeros rayos del sol coronaban la vecina montaña. Zora estaba á su lado y al mirarla qued6 profundamente sorprendido j su sencillo traje de la víspera se había cambiado por completo. La joven india estaba radiante de belleza; una túnica Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia La gratitud de una india 55 blanca rayada de encarnado, como sólo la usaba la nobleza muisca, dibujaba los admirables contornos de su talle y dejaba descubiertos sus brazos y cuello perfectamente modelados. Un ancho manto de algodón bordado de oro pendía graciosamente de sus hombros, como un pétalo ligeramente desprendido de la flor. Su negra y abundantc cabellera recogida por una diadema de oro)" plumas dejaba escapar algunos rizos que descansaban en sus hombros ó iban á acariciar su frcnte pálida. Ricos brazaletes oprimían sus primorosos brazos, y un sobl~rbio collar de esmeraldas adornaba su garganta. Sus ojos profundamente negros, dulces como un rayo de luna, brillaban con los (lestellos de Sll ardiente corazón, y sus labios rojos y húmedos sonreían con la admiraci(ín que demostraba el español. -¿ Te has engalado así para presenciar mi muerte?exclamó Fonte sin poder comprender la que significaba aqudlo. --~ó, extranjero, s610 quiero dar el último paso en defensa de tu yida y de tu libertad. Al decir esto la jon.:n tam() las cuerdas <lue habían aprisionado il Fonte. y sin pUller disimular Sil ag-itaci:Jn ató de nuevo los Ora7.0Sdel español; éstc no opuso ninguna resistencia, y iL cada movimiento de la india su sorpresa crecía de una manera extraordinaria. Zara concluyó y dijo con yoz h:mblorosa de emoción: -i Adiós! mientras vuelvo ruéga {l tu Dios, ft L'se poderoso Señor del extranjero, qlle guíe mis pasos y proteja mi mal"cha: si eres interrog-ado dí (lue es cierto cuanto haya salido de mis labius. La jo\'<'n no esperó respuesta y abandon() presurosa la cabaña, lÏèjanclo al español lleno (le admiración é incertidumbn ... La hermosa l11uisc.acaminaba con rapidez, y de cuando en c\lanclo el l11m'imiento precipitado de sus cejas revelaba su inquiet\ld. Hacia la entra(l;t de la pobbción detuvo su marcha y dirigil) con afÚn SllS mira<las al camino. Largo rato lucía q\le eS¡>t~raba il alguno que debía Hegar, cuando una exclamación :;e escap() de su pecho. Una columna de hombres, mujeres y niños, avanzaba lentamente hacia la poblaci(ín; bien pronto los que marchab:m ;lla cabeza U"garon delante (le la j,wen y ~:edetuvieron sorpl"endidos. Zara estaba ligcl"amente prtlida y un tel11blor imperceptible ag-itaba sus labios. Sin embargo hacía por sonreír y <lir:gía un saluùo cariñoso rl cuantos se le acercaban. Cuando el ¡h.~lic:osoPasca llegó basta ella rodeado de Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 56 Leyetldas sus súbditos, adelantóse llena de ligereza y gracia, inclinándose profundamente ante el Cacique. Al ver los indígenas que los españoles abandonaban á poco tiempo de su llegada su amada población, resolvieron volver á ella, y reunidos con Pascasu señOl', lo hiciel-on en la mañana siguiente. Al divisar á Zora no podían darse cuenta de su aparición, porque la hermosísima desconocida estaba ataviada como sólo 10 hacían las esposas de los grandes dignatarios muiscas. -j Señor !-dijo la joven con melodioso acento, dirigiéndose al Cacique, voy á decirte la que ha ocurrido entre los invasores de nuestro país, y por eso me be atrevido á detener tu paso. -Habla lllle te oiré satisfecho-dijo el Jefe, subyugado por la bella filfura y el dulcísimo acento de la joven. --Bochica te de su protección' porque te dignas escucharme, valeroso señor; óye, gran padre de los paseas: voy á decirte á quién debes que tus súbditos no hayan perdido sus hogat-es. Entr'è los extranjeros, entre los opresores de mi pueblo, hay sin embargo un hombre noble. un generoso corazón; propusieron tu aniquilamiento y tI de tus servidores, y el bondadoso hijo del sol que teamaporque yo le he hecho saber que eres grande y generoso y que tus súbditos son nobles y valientes, se opuso á los designios de sus compañeros y se atrajo con esto invencible odio. Zara calló un momento y vio con placer que sus palabras despertaban interés. El Cacique hizo un gesto de impaciencia y la joven continuó. -El jefe de los invasores, que desconoce la nobleza de los paseas, ha dicho lleno de enojo á nuestro amigo: «Si tánto amas ese pueblo, te destierro á él, te abandono á su ferocidad, y verás cómo paga tu amor y tu interés derramando sin piedad tu sangre. Pasea desconoce la gratitud y te matara porque no sabe recompensar la amistad que le ofreces.~ Yo. gran señor, que quiero ante todo el bien de mi Patria y mis hermanos, yo que sé que en alianza con el hijo del sol seremos invencibles, he volado á tus pies para que desmientas con tus hechos la creencia del Jefe extranjero. pruébale, poderoso Pasea, que siempre te has distinguido por tu clemencia, por tu nobleza de alma; aquel que te recomiendo es un valiente digno de tu amistad; la han traído á tu pueblo atado y sin armas, y es tanto el respeto que ha inspirado á sus compañeros, con su fuerza é incomparables hechos, que hallándose en tan triste estado no permiti6 que destruyeran la población ni que tomaran nada de la que contienen las habitaciones; sus compañeros iban á entregarse al saqueo, pero él no 10 permitió con sus mandatos. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia -"--------- La g,-alitud de una india ---------- -- ---"--------- 57 Así pues, noble Jefe de los paseas, á él debes la tranquilidad de tu naci6n. Vén, yo te mostraré dónde se halla ese hombre cuya amistad nos ha sido enviada por Bochica para librarnos de los enemigos. Un grito de entusiasmo dado por los indígenas ahogó las últimas palahras de la joven; ésta tomó el camino del pueblo y todos le siguieron en tropel. Pasca fue el primero que penetró en la cabaña donde se hallaba Fonte; el indio io saludó con cariño~as frases. pero como el español poco ó nada comprendiese, el Cacique dirigiéndose á Zara exclam¿; con afán. --Díle que todo lo sé, que no ignoro la conducta de sus compañeros, que en mi hogar tendrá un puesto y que partiré con él gustoso el pan de la hospitalidad. La joven explic6 á. Fonte la que había 8ucerlido, haciéndolo L'n cono tiempo dueño de la situación. Una Jágrima de gratitud humedeció los ojos del español, quien estrechó en silencio la mano de su salvadora. Bien pronto las ligaduras desaparecieron y Fonte fue conducirlo en triunfo hasta b habitación del Cacique. Desde aquel día los paseas la trataban como á la persona de su señor; el castellano supo captarse en poco tiempo las simpatías de 108 indíg-enas. Poco hacía que Lázaro Fonte estaba entre los pascas cuando tUYOocasión de dar una prueoa de su grandeza de alma y de la g-enerosidad que lo distinguía. Supo que por el páramo de Sumapaz un ejército español se acercaba á Santafé y que estaba cn peligro la autoridad de su enemi~o. Sin pensar en las ofensas recibidas de Quesada, envió á este sin pérdida de tiempo un mensaje escrito con almag-re en una piel de venado. Este oportuno aviso bastó para <lue el conquistador del Nue\"o Reino se pusiese en guardia y evitara que la expedición de Federmann le usurpase sus glorias. Admirado Quesada de la bondad de Fonte, no quiso quedarse atr;ls en generosidad y ordenó el regreso del hidalgo desterrado, treinta días despups de aquel en que la hizo partir de Santafé. Transcurridas algunas semanas celebr{lronse el bautismo y las boùas de Zara COll el valiente Zeloar. Lázaro Fonte asistió á la ceremonia y elevó una fervorosa oración por la felicidad de aquella interesante joven. Sin embargo en un día tan venturoso para la hermosa Zara, una nube de tristeza obscurecía la frente del castellano: sin poderlo evitar, sentía profundamente no haber sembrado un sentimiento más fuerte que la gratitud en el corazón de la india. Bogotá, 1882. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 58 Leyendas HEROISMO DESGRACIADO 1 Ya el águila había abarcado con su altiva mirada la campiña; ya las montañas empezaban á desceñir sus frentes de los velos nebulosos con que se envolvieron en la noche, y el astro del día, orlando de luz el horizonte, bordaba de temblorosos reflejos la llanura que en un momento de entusiasmo llamó el Conquistador Valle de los Alcázares. l~n dirección opuesta al sol, y descendiendo alegre y rápidamente por los ásperos desfiladeros que conducían á los dominios de los panches, se divisaba á esta hora una tropa de indígenas, á cuya cabeza marchaba un hombre de corpulenta talla, especie de hermoso gigante, de mirada altiva y despejada frente. En la satisfacción que revelaban los semblantes y en los despojos de que venían cargados podía conocerse fácilmente que aquellos hombres, que llevaban en sus labios la sonrisa del triunfo, acababan de sembrar una vez más la muerte y la desolación en los dominios del Zipa. Aquel grupo de guerreros acababa de sorprender el sueño de algunos pacíficos muiscas, y después de destruir sus hogares y entregarse al saqueo, aprovechaba las primeras horas de la mañana para burlar nuevamente las persecuciones del soberano muisca. Cada uno de los panches examinaba con cuidado los objetos que había obtenido en la rapiña, y veía con sorpresa que su Jefe, desinteresado como nunca, marchaha con las manos vacías, ocupando toda su atención en dos cauti"'as muiscas que marchaban á su lado. El gran guerrero estaba pensativo, y no podía disimular la impaciencia que le causaban los continuos gemiùos de las víctimas. El sol hundía en el ocaso su frente moribunùa cuando los panche¡; victoriosos avistaron sus bog-ares. Los indíi!\.'l1as se dispen;aron y el Jefe, llegando delante de una espac1O"ü cabaña. hizo entrar en ella {lIas cautivas. La anciana llcvalJa cn su fisonomía la huella de un inmenso dolor; vestía como su compañera una túnica de algodón y cubría sus hombros con la l¡quira que u>,aban las mujeres de más importancia entre los chibchas; y mientl-as ella doblaba la frente agobiada por el pesar, sn joven y hermosa compañera levantaba orgullosamente la cabeza y resistía impasible las miradas del panche. Los últimos fulgores de la tarde jugueteaban inquieta- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Hero(smo desgraciado ----------.--.---- 59 ------ mente en la cabaña y se detenían de cuando en cuando, ya en los grandes ojos de la joven, arrancando destellos dulcísimos, ya en su negra y lujosa cabellera, produciendo cambiantes azulados. La bella muisca parecía no hacer caso de la admiración del que era su señor j pero;1 veces sus labios se agitaban, y tintas rosadas subían hasta ¡;,ufrente p{dida .. El valiente é indomable guerrero sacudió de repente la cabeza como queriendo alejar de sí la fascinación que sobre él ejercía la encantadora cautiva. Tomóla dulcemente de la mano y la hizo sental- en un banco cubierto de i:nísimos juncos. El panche parecía. profundamente conmovido, y su mirada ordinariamente fiera, se había tornado húmeda y acariciadora. Sentóse al fin al lado de la joven y exclamó con acC'nto tembloroso pero vibrante de emoción y de tcrnura. - Dulce Aquiminzora, !lor purísima del valle, óye benigna mis palabras; lleguen ellas {I tu oído suaves como el murmul-io de enamorada biisa, dulces como los panales de tus selvas j en tu presenci,l mi s~r entero desfallece; el león tiembla hoy delantc del cervatillo; el candor se Ci'itremcce delante de la paloma, y el rübusto pino daLla sus ramas desmayadas al contemplar la dt::bil enredadera meciùa por el céfi ro. El rostro de la joven ha,}ía penlido su desdeñosa expresión, tenía las mejilla.." inundadas de carmín y sus dedos jugaban nerviosamente con 108 extremos ùe su cabellera. El guerrero guardó un momento de silencio, y cuando huho dominado su emoción prosiguió con una voz de timbrc tan dulce y penctrante, que Aqlliminzora sin po<1er1o evii.ar sentía que vibl-ahan ,;\lavcmente las fibras de f<U coraz(ll1. --;\0 es hoy la vez primera (jue te he visto; aún eras niña cuando me deslumhn> la luz de tu mirada; aÚn jugabas con las Hores y las maripo:-:as cuando te hice la ofrenda de mi cor'l.z(m. r.Ii hnlZO l',; rt1el·tl~ y mi alma no ha sido (10b1('~a¡],l por ningÚn pesar; á mi paso 111ft;; de una frente se inclina con rl~~pdo, y cllall}~liera mujer se hahl"Ía considerado feliz al ser mi ('spos:!; pero yo te amaba, Aquimil1zora, y por eso mi cabaña ha estado vacía, mi bogar sin fl1e}~o.r mi cora;~ón en prüftll1(la soh:(latl. En t"das mis excur:,;iones l'st<iba fI tu lado sin que tú la comprl'lHlil'Tas. y l-t'g'lTsaÍla si(~rnpn: suplicando á nnestra madre IUila 'll1(, re,tlizit¡-a mis <lt:SI'OS. l)c¡-d(,n;,. AqulmilHllïa, si te hl' becho al,anùanar \'iolentamente tu qucrido hl)gar; penlóna (jUt' cun tan duras ap:l\-icncias haya empezado á manifl'starte mis afectos, y puesto que tu padre habita. ya la I"cgi(JI1de los espíritus, sírvate de consuelo la anciana que he traíùo contigo. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 60 Leyendas Las flores que he plantado al rededor de mi cabaña han guardado todos sus perfumes para saludar tu llegada, y las aves que he alimentado en los días de la paz, todos sus cantos para complacer el alma pura de la única mujer que haría la felicidad de su señor. Aquiminzora guardaba silecio y el subido color de sus mejillas, así como el movimiento nervioso de sus párpados. denotaban su agitación interior; en su sencillo corazón librábase una ruda lucha, porque se había prometido odiar aquel hombre que la había traído cautiva, y al oír su \'oz y escuchar sus palabras de extraña melodía conmovíase Sll alma y hallaha que no era unadesg-racia su prisión. Levantó tímidamente su mirada hacia él, y al verIa pálido y tembloroso como el que espera una sentencia, aquella hija de la naturaleza sintió fundirse el hielo con que quería defenderse, y entonces sin vacilación fijó en el p~nche sus grandes ojos puros y luminosos. No había de ser más severa la habitadora de los bosques con su inocente corazón que la fue Jimena la altiva hija de la ciudad de Burgos cuando olvidando las inflexibles leyes del honor castellano, rindióse al amor del Cid, dándcle su mano de esposa. aunque el noble caballero había sido el matador de su padre. El valeroso indio esperaba una respuesta con la ansiedad pintada en la mirada. La joven se puso de pie y bajando los ojos ruborosa dijo con suave pero firme ace,nto: -Guerrero, no me has tratado como cautiva: trajiste conmigo á mi madre, respetando sus canas; bas sido noble con tus prisiüneras y cantando {t mi oído has hallado el camino de mi corazón; que Bochica oiga mi juramento de fidelidad y que el Jeque de tu nación me dé el derecho de habitar en tu cabaña. Diciendo esto corrió á ocultar su faz enrojecida en el seno de la anciana. Muchas veces se había levantado el sol desde que Aquiminzora era una esposa feliz. Más de una vez su llanto había corrido al ausentan,;c aquel que supo hablará su alma, y más de una vez también había enjugado el sudor de su frente, aliviando sus fatigas y arrullando con sus cantos su sueño después de los com bates. Los copudos árboles que protegían la cabaña del panche se estremecían suavemente acariciando con su follaje perfumado la pajiza techumbre. La viajera de la noche vagaba misteriosa en un fondo de profundo azul, y sus rayos melanc6licos, filtrándose por entre las ramas) bañaban con un tinte de plata el bello grupo que se hallaba a la entrada de la habitación. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Hero(smo desgraciado 61 De pie en el fondo obscuro de la puerta el Jefe indio con la g-ravedad propia de su raza, fumaba un cigarro hecho con las hojas traídas en sus excursiones al gran río .. A su lado. tendida g-raciosamente en una piel de oso negro, AquiminlOra jugaba con un niño cIe dos años. Cuando d panche hubo acabado de fumar cogió á su hijo en brazos y le dijo mil ternezas que el niño aún no comprendía. De repente Aquiminzora se levantó de un salto y acercándose á su marido le dijo como herida por una idea a.tormentadora: -··¿lIas desistido de tn viaje á Bacatá? -Iré maña.na, ya he convocado mis guerrcros·-contest6 el Jefe mientras seguía acariciandoá. su hijo. La jo\"en apoyó dulcemente su mano en el brazo de su esposo, y le dijo en el tono más ardiente de la súplica: - y o te rueg-o <1ue no nos abandones, que no vayas en busca del hijo del sol; el Imperio del Zipa ha sido destruido y un presentimiento doloroso me mue\'e á evitar tu marcha aun cuando sea PO]" corto tiempo. J;~lguerrero sonrió al escuchar á su joven esposa, y al Vl', que ésta insistía no sólo con palabras sino que su ruego se convertía en lágrimas, exclamó con ternura: -i Oh, nó, mi flor querida! No des tánta importancia á tus temores; tiemblas como la corza sorprendida j gimes desde ahora como la torcaz abandonada; tu voz tiene tristísimos acentos y tus hermosos ojos están obscu recido de pesar. ¿ Porqué temes? Mi brazo est{l armado PO]" nuestra ma(lre luna para aniquilar á los enemigos de la Patria y para protegèr á la compañera de mi vida. ¿ Cuándo el vanche ha sido vencido, cU;1I1do no ha vuelto victorioso á su cabaña? Desécha tus lúgubres ideas. cálmate, amada mía; mañana pal·tin~ antes que se alce el padre de la luz, y tú tendrás muy pronto un hermoso co1\a1' y una abrigada manta para mi hijo . . A(¡uiminzora nada contcstt~ pero sus lágrimas siguieron cayendo silenciosamente. Ir l!:t licenciado Jiménez de Quesada acababa de realizar una de las más g1"andes empresas de su tiempo, y el feliz conquistador, contemplando la naciente ciudad de Santafé, sonreía satisfecho. Coquetamente recostada en una orla del gran manto de los Andes, la pequeña población parecía presentir que con el tiempo sería la sultana dominadora de toda la llanura. Con espléndido horizonte, sonrosados celajes, vegetación lujosa y sol magnífico, divisaba desde su sierra dulce y glu.rioso porvenir. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 62 Leyendas Destronado el Zipa y establecidos los conquistadores, pensaron seriamente en la seguridad de sus dominios, y se proyectaron varias expediciones. Consultados los naturales sobre el punto adonde debían dirigirse los valientes que comandaba el Capitán Juan de Céspedes, los vencidos quisieron hacer un último esfuerzo para recobrar su libertad. Los terribles panches fueron inmediatamente el objeto de sus miras y esperanzas: ó el extranjero destruía la naci6n aborrecida, 6 su valor hasta entonces nunca desmentido contribuiría á aniquilar á los enemigos de la Patria. Satisfechos de cualquiera de los resultados los indígenas de Bacatá dirigieron á Céspedes hacia el territorio panche. Durante el camino más de un aviso hizo comprender al Jefe lo difícil de la empresa; sin embargo, á medida que se ponderaba el valor de los naturales, la columna invasora ardía más en deseos de humillar la altivez de aquellos guerreros indomables. Con cuarenta infantes y quince caballos Céspedes llegó, á través de desfiladeros y peñascos, al territorio de los panches. Llegados los españoles á la cumbre de una colina divisaron con sorpresa en el cercano valle el numeroso y bien ordenado ejército del enemigo. Perfectamente organizados y con admirable disciplina, cinco mil gandules componían el grueso del ejército. Penachos de plumas de diversas formas y colores se mecían uniformemente al viento, y en su graciosa y simétrica disposición semejaba la columna panche un jardín ambulante que decorara variablemente la llanura. Los muiscas que acompañaban á los españoles, llenos de temor al divisar al enemigo, huyeron, unos hacia Santafé á llevar la noticia de un desastre imaginario, y otros, ocultándose tras los caballos, manifestaban el espanto invencible de que estaban poseídos. Asombrado Céspedes de la apariencia y del crecido número de los panches, habló ásus compañeros del peligro que los amenazaba, y que s6lo conjurarían con inmenso valor; é invocando el nombre de Santiago, partió con sus jinetes, destrozando á poco tiempo la vanguardia indígena. Horrorizados los panches á la vista de los caballos, retrocedieron por el pronto; pero reanimados instantáneamente, cargaron sobre los españoles con su fiereza acostumbrada, y no tardó en estar indecisa la victoria y el campo cubierto de cadáveres. Ganando una parte de los panches la cumbre de la colina, se vieron los españoles en gravísimo peligro de ser arrollados por la columna indígena; pero Juan de San Martín acompañado de doce infantes y de Juan de Albarracín, Mar- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Hero(smo desgraciado ______ • o • • " __ " 63 •• _ tín Galeano, Domingo de Aguirre y Salguero, se dirigieron y ejecutando proezas de inaudito valor hicieron suya la victoria. Quinientos indígenas quedaron en el campo, y la noche al envolver el lugar de la batalla recibió en sus pliegues los ayes y las lágrimas de las viudas y de los huérfanos que vagaban llenos de desesperación en la llanura. Más de una vez las tinieblas se rasgaron con el vivo resphmdor de algunas cabañas incendiadas. Atacados constantemente por los indígenas, el sueño no pudo reparar ni lin momento las perdidas fuerzas de los europeos. A la mañana siguiente, fatigados de la lucha y convencidos de 10 difícil que era subyugar tan belicosa naci6n, resohieron \"olver {l Santafé. Empezaban {l subir lIna montuosa sierra, cuando de un peq ueño bosq necillo salió un hom ore ùe aspecto tan extraordinario q ne hizo detener la marcha de los españoles; sus gritos de guerra, su alta talla, su musculatura de atleta y altiva actitud llamaron mucho la atenci6n de los hijos de España. Suponiendo que traería un mensaje de paz () lIna proposición de guerra, esperamn sin temor el resultado de su aparición, y Juan de las Canoas fue el primero que viendo destrozada su rodela, midió el suelo al formidable golpe que con su macana descargó sobre él el atrevido indígena. Los españoles la atacaron simultáneamcnte, y no pudieron menos de admirar la extraordinaria destreza v sereno valor con que el panche manejaba su macana. Difícil, casi imposible, parecía arrancar de sus manos el arma fatal, mucho más cuando había interés en conservar su vida para conocer el origen de aquella aventura. gl arrojo, mejor dicho el valor heroico del indígena, hubo de ceder ante el número, y Juan Hodríguez Gil l\Ielgarejo logró, con increíble agilidad, sujetarle los brazos por la espalda, con lo cual pudieron desarmado. Interrogado por la causa de su Pl'esencia allí contestó con al ti vez. - No habéis oído hablar del gran guerrero panche y por eso no sabéis q tiC él prefiere la muerte á la deshonra de su patria. Hace dos días que me ausenté de entre los míos, y al regresar he visto huir cobardemente á los que tenía por invencibles; he hallado destruida mi cabaña y muertos los que amaba; ¡todo esto hecho por un puñado de extranjeros á quienes mi brazo destruiría! Loco de pesar y de vergüenza, he seguido vuestras huellas para vengar yo sólo á mi familia y á mi patria, Un momento despues la cabeza del desdichado panche rodaba sobre la grama y su sangre generosa empapaba el suelo que mantuvieron libres sus antepasados. á ese sitio, Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia .... -.----.--- Leyendas .. ------ ---------- Los muiscas tomaron entusiasmados la cabèza de aquel hombre tan valiente y la condujeron como glorioso trofeo á Santafé. La tropa española prosiguió tranquilamente su marcha, y ninguno notó la presencia de una mujer que casi moribunda de fatiga y muda de desesperación, llegó al lugar de la sangrienta escena á tiempo de presenciar los últimos detalles. Pálida como los hilos de su túnica, temblorùEa como las yerbecillas que hollaba con su. planta, aquella mujer hizo un supremo esfuerzo y lleg6 hasta el mutilado cadáver del panche. Su mirada se fijó tenazmente en el vacío, extendió los brazos y un sollozo seco, un ¡ay! desgarrador vibró lin mo·mento en aquella soledad. Si el valeroso guerrero hubiera recobrado en aquel ins.tante la vida, no habría podido menos que contemplar con lágrimas á su amada compañera, á su dulce Aquiminzora, viéndola con sus labios contraídos por una sonrisa de agonía y todo su sér helado y paralizado de pesar. Ni el incendio de su hogar, ni la muerte de todos los suyos, ni la de su pequeño hijo, ocurridas en el funesto día, habían hecho experimentar á la joven tan inmensa desesperación; ¡ni una sola gota restaba ya en el cáliz de las amarguras para la desventurada muisca! Allí estaba frío é inanimado el ídolo de Sll alma. el dulce .compañero de su vida! La hija de las selvas le había amado con toda la pureza, con todo el entusiasmo de una primera y última pasión. Muerto el dueño de su alma, su espíritu flotaba en el vacío; la humanidad era una aglomeración de seres á quienes nada la unía; la tierra, un inmenso desierto en que se ·perderían sin eco los ayes de su corazón. Su mirada no tenía dónde fijarse, una vez apagados aquellos ojos en donde ella hallaba manantiales de infinita ternura; ya no volvería á oír esa voz que tan fuerte y sonora vibraba en los combates y que adquiría tánta dulzura, tan suaves armonías, cuando con amantes frases cantaba á su oído como una ave del bosque. Ni un iay! ni un lamento volvió á interrumpir el silen·cio de aquel agreste y solitario sitio. Aquiminzora recostó sobre sus rodillas el cuerpo de su esposo, y cubriendo con su manto la mutilada garganta, se ocupó en frotar las manos para devolverles el calor. A la caída del sol aún se conservaba inmóvil el doloroso grupo, y las aves de la selva y las inquietas mariposas re·voloteaban tranquilamente sobre la cabeza de aquella mujer infortunada. Si la brisa no hubiese agitado de cuando en cuando la Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Hero(smo desg-raciado 65 espesa cabellera y los blancos pliegues del ropaje, hubiera podido creerse que era aquello la obra misteriosa y sublime que un artista indio hubiera colocado allí para representar algún interesante pasaje de sus leyendas religiosas. Al siguiente día una partida de panches pasó casualmente por aquel lugar, y fue bruscamente sorprendida por tan raro espectáculo. Profunda impresión causó la vista de aquella mujer hermosa todavía, cuyos ojos extremadamente ¡¡.biertos se fijaban turbios é inmóviles en el cadáver que aún conservaba en su regazo. Sus manos estaban fuertemente enlazadas con las de su esposo, y toda elIa rígida y floía como aquel á quien su amante corazón había querido devolver la vida y el calor. La muerte había invadido lentamente su sér, y el alma de Aquíminzora, afortunada una vez en medio de sus desgracias, había logrado volar alIado de su compañero antes de despertar del ensimismamiento de su pena y de haberse hecho cargo de la inmensidad de su desgracia. Bogotá-1882. 5 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 66 Leyendas EL HIJO DE LA GAIT ANA 1 Era el año de 1540. El Río Grande, como 10llamaban los sencillos naturales, 6 de la Ma~dalena, como 10apellid6 Bastidas, corría aún en su parte mas alta con toda la salvaje esplendidez de su hermosura y ostentaba ante un cielo purísimo los soberbios paisajes de una naturaleza primitiva; la cercana cordillera dirigía hacia el río los azulados y caprichosos pliegues de su manto, en que á innobles y amarillentos desgarrones sucedían bordados de plateadas corrientes que iban á hundirse en el suntuoso astracán con que la obscura y rizada arboleda formaba regia franja al terciopelo de los campos. La tibia savia circulaba poderosa bajo el verde follaje que el sol caldeaba y matizaba de diversos tintes, como la sangre joven bajo la epidermis que la pasión colora. Las aves enmudecían fatigadas por una atm6sfera reverberante y la selva se hallaba silenciosa. Tras espesos cortinajes de verdura tendidos como soberbio palio para un dios misterioso, hallábase un claro del bosque donde el ambiente era fresco, donde el agua saltaba bulliciosa, donde las mariposas revolaban como pétalos que arranca la brisa de un campo florido y en donde musgos tiernos y odoríferos tapizaban una gruta que á semejanza de rico joyel servía de asilo á la hija predilecta de esas selvas. Algunos arabescos de oro bordaban á intervalos la mullida alfombra, é hilos de juguetona luz besaban solícitos la frente de la hermosa niña, que descansaba allí arrancando metálicos reflejos á sus ojos de iluminadora sombra y á su cabellera de azulada negrura. El Señor no rega16 á los antiguos griegos el molde de la belleza absoluta; el Escultor Supremo también da sus obras maravillosas á los incultos campos y á solitarios bosques. Esbelta como Diana y deslumbradora de belleza en su casta é inocente desnudez, alejábase lentamente en direcci6n al río, como si dejara con pesar el delicioso sitio donde solía pasar las calurosas horas del medio día. El ruido de ramas que se quiebran, voces extrañas, desusados rumores, hicieron que la indiana apresurara el paso y que con sus ojos de corza joven interrogara la maleza. El espanto se pint6 en sus facciones y aquella faz de diosa morena se tornó marmórea. Pedro de Añasco, el terrible Teniente de Belalcázar, acababa de fundar la Villa de Timaná, y se ocupaba en someter á su poder los caciques de los alrededores. Aquella Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El hijo de la Gai/ana 67 mañana sus emisarios la babían sorprendido con una nueva que había hecho temblar aquella fiera humana de sorpresa y de coraje. Un joven indio que gobernaba un corto territorio en compañía de su madre la cacica Gailana, había rehusado, con una dignidad y una arrogancia desconocida en aquellos lugares, su obediencia al yugo de los extranjeros. Añasco marchó personaJmente para vengarse, con inhumana rabia, de la noble entereza del hijo de las selvas. Aquella partida de fieras de ciudad fue la que sorprendió tan rudamente la salvaje paloma de los bosques. Como la jauría que se detiene un momento delante de la inesperada presa, así quedaron los soldados de Añasco á la vista de aquella aparición casi celeste. Las rodillas de la niña se doblaron de espanto y todo su cuerpo retorcíase estremecido entre aquellas ardientes miradas, como la hoja fresca ante las llamas de la hoguera. Añasco se adelantó tambaleándose hasta posar su mano en el hombro desnudo de la joven. Al contacto de aquella piel ardiente, la hija del bosque dio un salto de agilidad maravillosa, y abriéndose paso il través de la aturdida tropa, dirigióse hacia el río con la celeridad del ciervo. No fue un grito sino un rugido de impotente rabia el que lanzó el aventurero, cuando á pesar de su desenfrenada carrera vio á la niña lanzarse en la corriente. Poco después sólo se veían las bandadas de sus negros cabellos como las alas de una ave acuática que cortara rápidamente la superficie líquida. -jFuego! gritó entonces el bárbaro extranjero, y el ruido de los mosquetes atronó las orillas del silencioso río. Apenas se había desvanecido el humo cuando se alzó en la opuesta orilla la gentil figura de la indiana; estaba pálida y en su brazo izquierdo aparecía algo como una cinta roja. Su paso empezó á ser cada vez más lento, y al llegar al bosque cayó desf a1lecida. En vano ofrecía Añasco cuantiosa prima al que se lanzara á la corriente como la había hecho la hermosa fugitiva; cortaron afanosamente algunos maderos para facilitar el peligroso paso, siendo el Jefe de los primeros en llegar á la deseada playa. Una huella sangrienta marcaba el paso de la joven india, pero se perdía de repente tras un grande árbol que humedecía sus raíces en las aguas. Con feroz empeño se emprendió en las cercanías una verdadera batida en busca de la joven, pero fueron vanos todos los esfuerzos que se hicieron. Algunos momentos habían bastado para reanimarla, y aplicando á su herida una yerba que le era familiar, siguió cautelosamente la orilla del río, repasándolo luégo presurosa para llegar casi moribunda á la cabaña de sus padres. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Leyendas n El sol se había ocultado y en la aldea india todo parecía tranquilo; los grandes árboles á cuya sombra se hallaban las cabañas destacábanse majestuosos sobre el limpio cielo, y una brisa perfumada y tibia batía suavemente los penàchos gemidores de las palmeras. , Los guerreros fumaban silenciosamente, tendidos bajo los árboles y adormecidos por la arrulladora hamaca. Grandes hogueras iluminaban alegremente las numero'sas chozas y dibujaban con toques de inimitable luz la silueta de algún salvaje rezagado, sobre la masa verdinegra del bosca.j e. El puntiagudo techo de una gran cabaña alzábase atrevidamente perdiéndose entre las ramas de un caracolí gigantesco que le servía de abrigo . . Sin paredes y cubierta solamente del lado del río por hojas de palmera, podía verse fácilmente 10 que pasaba en su interior. Algo extraño y sobre todo algo penoso tenía lugar en aquella habitaci6n cuya forma, tamaño y adornos indicaban ser la primera de la tribu. Hacia el fondo de la gran cabaña, y sobre la fina estera que la tapizaba, veíase un lecho de musgo cuidadosamente dispuesto, en donde se fijaban ansiosos los ojos de algunos salvajes. Con los ojos dulcemente velados por la rizada franja de sus pestañas, la pálida frente destacándose entre la obscuridad de sus cabellos, los labios descoloridos como una flor .sin sol, pero entreabiertos por una sonrisa de amor inefable, veíase á la hermosa niña, cuya vida parecía extinguirse en el mullido musgo, como una blanca magnolia que ha sido tronchada sobre el césped nativo. De rodillas ante ella y revelando en su joven y varonil 'Semblante la más honda de las amarguras hallábase el más gentil y valeroso de los jefes ribereños. El hermoso guerrero que dividía el poder con su madre la Cacica Gaitana y que había dado aquellá mañana una formal negativa al extranjero, era el prometido de la bella niña que ese día había sorprendido Añasco en sus tranquilos bosques. La herida que había recibido no era de las más graves, pero había perdido tanta sangre que su tez se hallaba pálida como las azucenas. La Cacica, de pie y apoyada en el hombro de uno de ·sus servidores, parecía una Juno americana, con su correcto y enérgico semblante, con la belleza y majestad de su apostura. Era todavía joven y en sus rasgados ôjos se adivinaba la inteligencia y la firmeza de la voluntad. Tenía las cejas fruncidas y la boca contraída por un dolor tan grande como Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El'¡ijo de la Gaitana 69 silencioso. A intervalos dirigía la vista al exterior y parecía murmurar terribles amenazas para un enemigo invisible; volvía luégo su mirada hacia su hijo y la que tánto amaba, y parecía impregnársele de luz y de ternura. De repente un ruido extraño atronó la tranquila soledad, y un fragor desconocido llenó de horrible espanto á los descuidados indios. Ni la Gaitana ni su hijo habían pensado que su negativa de aqnella mañana obtendría tan rápida venganza y aún no habían convocado á sus guerreros. Lleno aún de sorpresa el joven indio ceñíase el carcaj y prepar{dJase á la lucha con los extranjeros que invadían su hogar, cuando se sintió asido por los robustos brazos de un español que babía penetrado por el lado opuesto. ,Entabl(.se una lucha terrible por la desigual. pues los salvajes huyeron despavoridos abandonando á sus señores. Al ver el peligro la madre palideció de espanto, pero la mujer jefe empuñó valerosamente el arco. Una flecha vibr6 un instante certeramente disparada y se clavó temblorosa en el costado del Ci ue había. aprisionado al valeroso joven. Como un jaguar herido saltó entonces sobre sus agresore¡;·. y ha biendo logrado alcanzar la macana que le ofrecía Sil mad re, tenùió {Lsus pies los m{Ls cercanos enemigos. Desgraciadamente el número ahogó sus titánicos esfuerzos, y poco después, herido y maniatado, fue arrojado al centro de la cabaña. La Gaitana había sido desarmada, y convencid'a de su impotencia, temblorosa y pálida de furor, permane·· cía silenciosa. Hasta entonces nadie había parado la atención en lG. agonizante niña; "iose de repente una forma blanca arras·· trarse penosamente POI" el sllelo en direcci()n al prisionero: la moribunda hoguera avivada en aquellos momentos lanzó inmensos reflejos y la inquieta luz bañó compasiva el angé·· lico y pálido semblante de la prometida dcl guerrero. Añasco la reconoció)' lanzó una exclamación de placer y de sorpresa. Quiso lanzarse hacia ella pero detuvo el paso para. observar 10 Que allí llevaba {LIa débil criatura. Púsose trabajosamente de l"odillas,)' después de besar la frente del desgraciado joven, ocupóse en limpiar con la pintada manta que la envolvía el sudor r la sangre que inundaba aquel bello semblante. Pero aquel esfuerzo de amor había sido ya inaudito, y cay{¡ desvanecida. La Gaitana se adelantó entonces magnífica cn su silencioso dolor y la levantó en sus brazos para llcmrla cuidadosamente al lecho. Añasco se acercó hasta el musgo en que reposaba aquella flor silvestre, y murmuró con rabia; -j Es casi un cadáver y amaba al soberbio salvaje! Dio rápidamente algunas órdenes que sus subordinados se apresuraron á cumplir, siendo la primera atar fuertemente á la desventurada madre. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 70 Leyendas El bos<!uegimió al ser despojado de sus secas ramas, y poco despues numerosas haces de madera y hojas formaban una enorme pira en el exterior de la cabaña. Los viejos tigres de la selva americana debieron ocultarse temblorosos de horror en sus guaridas, mientras sus cachorros tomaron una lección de crueldad tan refinada que aún hoy experimentan sus efectos los descendientes de aquellos de quienes la recibierQ11. Los anchos párpados de la moribunda niña, heridos por una claridad inmensa, dejaron ver los negros y rasgados ojos, y en aquell~ pupilas, abismo de luz, de inteligencia y de ternura, refle}óse una escena que debió, por BU borror, dejar paralizada su retina. Lanzó un j ay ! tan desgarrador que los verdugos sintieron el escalofrío del sentimiento, y abriendo los brazos ecbóse bacia adelante cayendo con la frente bacia el suelo para no volver jamás á levantarse. El valeroso prisionero, el noble joven que sólo babía cedido al número de sus enemigos, acababa de ser arrojado con sus fu~.rtes ligaduras al centro de lalujosa hoguera. Algo como un bramido sordo. como el rugido abogado dQ~ una fiera, pero nada parecido if. un grito humano, se esGapaba del pecho de la madre, sólidamente atada al gran caracolí quç servía de sombra á su cabaña. Sus pupilas dilatadas y su faz cadavérica y contraída expresaban el supremo dolor y la más desgarradora angustia del corazón humano. Retordase en violenta convulsión á pesar de su·sataduras, y sus ayes de idiota enfurecido subían de tono de igual manera que los ayes de la víctima. Cuando la aurora iluminó el teatro de aquella escena sin nombre, sólo halló las cenizas de un héroe. un bello cadáver y una mujer muda de rabia y sin lágrimas para llorar su corazón despedazado. Pocos días después seis mil guerreros acudían presurosos al rugido de la leona herida, y el feroz conquistador vio morir á &Us más atrevidos compañeros, salvándose él porque vivo 10 quería la madre convertida en fiera. Muerto de un flechazo el caballo_de Añasco, quedó al fin en poder del enemigo, y según dice Piedrabita : " Los bárbaros conducían al Capitán Pedro de Añascc por todas las plazas y mercados de la provincia, r cortán· dole un día un brazo y otro día otro, y así todos los demás miemoros del cuerpo, 10 iban atormentando, hasta que probados todos los accidentes del susto, pasó por toda la. sustancia del riesgo el que fue uno de los más famosos conquistadores del Perú." Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia PamPlonilla la loca PAMPLONILLA 71 LA LOCA 1 Una de las personalidades más simpáticas dela Conquista es, á no dudarlo, la de Pedro de Ursúa. De hermosa presencia, noble y rico, el gallardo español vino al Nuevo Reino en plena juventud, sin otra mira que cubl-irse de gloria .. Habría sido en la historia una figura brillante yatractiva sin la influencia perniciosa que todavía en su tiempo alcanzaban los crueles procederes de la Edad Media, no olvidados aún, y que hacían más de una vez verdugos impasibles de los más nobles 1valientes caballeros. Tal sucedió á Ursua cuando habiendo fundado á Tudela en territorio de los muzos, temiendo un ataque de los caciques comarcanos, los convidó de paz y los hizo asesinar traidoramente. Los indios arrasaron la nueva población, y fue en la última década del siglo pasado cuando se hallaron las campanas de 'rudela en un sitio abandonado que apenas pudo identificarse con el que ocupaba la ciudad de Ursúa. En 1549 el joven español se dirigió hacia el Norte en compañía ¿'e Ortún Velásquèz de Velasco y verificó la fundación de Pamplona, en donde gobernó hasta 1556, dejando el mando á su valiente compañero. Lleno de gloria, pero sin que en lo Alto se olvidara su proeeder con los infelices mu7.0S, Pedro de Ursúa emprendió la conq uista de los omaguas, y al llegar al Amazonas fue villanamente asesinado por Fernando Guzm{lll y Lope de Aguirre. Quizá en sus últimos momentos comprendió el horror de su conducta en 'rudela. La ciudad de Pamplona prosperaba rápidamente, y la fama del oro de sus minas atraía numerosa población. II Por la fragosa senda (lue más que camino parecía el cauce de extinguido torrente, practicable sólo para los venados que habitaban aquellas soledades y para los españoles que nada podía detener y habían venido á reemplazarlos, trepaban trabajosamente dos personas con el anhelo maniñesto de alcanzar la cima del alto del Fr/o, desde donde ya divisarían la pequeña Pamplona. Vacilantes por la fatiga r doblados por el peso de sus resp;'cti Vascargas, los dos viaj eras apenas podían sostenerse; Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 72 Leyendas él se inclinaba bajo las alforjas y demás adherentes de un menaje miserable, y ella lo hacía aún más penosamente para sostener el pequeño y casi desnudo serafín que llevaba en sus brazos. Marchaban en silencio, y sólo se oía el chasquido de sus abarcas destrozadas, al dar en los duros guijarros ó hacer rodar las pedrezuelas del camino. Un aire frío cortaba la respiración, y en ráfagas heladas secaba el sudor que brotaba de"sus frentes. La viajera exhalaba suspiros fatigosos y seguía su camino arrastrando penosamente los pies, pero sin detenerse un solo instante. Al fin doblaron el terrible repecho, y allá á la lejos, graciosamente asentada en el valle, vieron surgir la pequeña población como una sonrisa de esperanza. Allí estaba al fin el anhelado término del viaje, y quizá de sus largas desdichas. -j Pedro !-dijo la mujer con voz tan débil que parecía un gemido-no puedo dar un paso más, perdóna mi cobardía, pero prefiero morir aquí á seguir adelante! Al decir esto se dejó caer en el pliegue de un peñasco y se puso á soHozar. El viajero se volviórápidamente hacia ella y su faz descolorida se contrajo de pena; sus ojos apagados por el cansancio tuvieron un brillo de infinita ternura, y cogiendo entre sus manos la cabeza de su compañera, le dijo con solicitud: -Catalina, alma mía, descánsa cuanto quieras y no me hables de morir, porque me hieres en el corazón. Como ya se divisa la ciudad, cuando hayas recobrado fuerzas, yo llevaré el niño y podremos llegar antes de que caiga la noche. ¿ Quieres? Ella cesó en su llanto, y alzando su bella y pálida faz de dolorosa, sonrió entre sus lágrimas y dijo á su marido: -Sea lo que quieres, Pedro, y olvída mi flaqueza, que no será tu Catalina quien se detenga al terminar el viaje, cuando mar y tierra han sido pocos para seguirte en su cariño. El se sentó á su lado, y acariciando al niño que dormía, dijo con tristeza á su mujer: -1 Cuánto has sufrido por mi causa, y cuánto habrás de padecer todavía! Arrancada á tu familia y á tus comodidades por un amor invencible, fuiste mi esposa, y no has cosechado sino lágrimas. Nadie al ver este miserable exterior adivinará al hidalgo extremeño con estas desteñidas calzas, el raído jubón y las abarcas del más infeliz de los villanos. -Cálla, Pedro-interrumpió Catalina-que tus amargas reflexiones me destrozan el alma. -Nadie, continuó él, como si no la hubiera oído, imaginará que con la noble fiebre de volver á levantar mi casa y dar á mi esposa el brillo que merece, vendí los restos de Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia PamPlonilta la loca 73 mi mermada hacienda y emprendí este larguísimo viaje que tú, alma mía, quisiste compartir. Nuestro primogénito nos espera hace ya dos años, al cuidado de parientes empobrecidos como nosotros, á quienes no hemos podido enviar un ducado de los muchos que pensábamos bailar con sólo pisar el Nuevo Reino. La miseria, no ya la pobreza, nos ha atacado sin piedad, y si en esta Pamplona, donde se asegura que el oro se encuentra con sorprendente facilidad, no se remedia nuestra suerte, que Dios tenga misericordia de nosotros. Pedro calló y ocultó en sus manos su frente surcada por profundas arrugas de pesar. Catalina separó de sn semblante los blondos y desordenados cabellos que la cubrían, y como animada de súbito vigor púsose de pie y colocando sn mano en el hombro de su marido, díjole con voz cadenciosa y convincente: -Sí, Pedro, Dios tendrá misericordia de nosotros; levántate y vamos {l Pamplonaj bemos sufrido mucho, pero El no nos abandonará, porque en el cielo bemos puesto la confianza. y aquellos desgraciados bamhrientos y desnudos pero armados de fe y c~peranza prosiguieron su penoso camino, y con la última luz llegaron á la pe(IUeña ciudad. Un vecino caritativo les dio generoso albergue, .Ypor primera vez descansaron de un modo cierto y restaurador, desde que salieron de la lejana Santafé. III Aún dormía Catalina r'~ndida por la fatiga en la siguiente mañana, cuando Pedro. cuyo sueño había sido turbado por el paso de varios caballos y el alegre ladrido de los perros, se puso de pie sin hacer ruido y tomando sus alforjas se lanzó á la calle recomendando {l la india que preparaba el desayuno el cuidado de su esposa y de su niño. Una animada cabalgata á cuya cabeza marchaba ûrtún Vc1á8quez salió de la ciudad en dirección il la sierra j numerosos indios cargados de cestas y de sacos, guiados por algunos pajes espanoles que conducían los perros, seguían á los s~ñores con el trote largo del que ha de llegar á horas precIsas. Pedro se incorporó il ('l1os pensando llue si tanto caballero abandonaua la ciudad debía ser en busca de oro, ousesil:mconstante del desgraciado extremeño. Durante la penosa ascensión, suavizada por el humor alegre de los españoles y las risas estúpidas de los indígenas, Pedro pre~to á todos pequeños servicios y á nadie extrañó en las primeras horas su presencia. Al fin COl'onaron las alturas y tuvieron á la vista los extensos páramos; la mañana era radiante y hermosísima, y Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 74 Leyendas los jinetes hicieron alto en bullicioso grupo para organizar la cacería. Desde allí divisaban extensísimo horizonte: abajo el valle con sus diferentes tonalidades de verdura, en que bandas de nieblas perezosas se detenían hasta que el sol las levantaba enredándolas en sus agujas de oro. Arriba la extensa meseta en que aún brotaban algunos arbustos perdiéndose á la lejos en alturas desoladas llenas empero de promesas misteriosas para los inquietos cazadores. Nada más bello entonces pa:ra los jinetes españoles que aquella superficie agrisada y rugosa sin más sonrisa que alguna faja de verdura vergonzante ó algún arroyo cristalino que huía presuroso hacia el valle. En Suavesgradaciones de altura y de colores perdíanse las montañas esfumándose las crestas azules en las faldas amatistas de las más distantes, que al fin se desvanecían en los tonos violáceosde lejanías de ensueño. Los cascos de los caballos herían sonoramente la seca .superficie, y á duras penas se podía contener la impaciencia de los perros. Era de ver el placer pintado en los semblantes y el brillo de entusiasmo con que fulguraban las miradas al extenderse en aquella aridez rica en promesas, en .aquella soledad poblada de emociones intensísimas. Iban á ponerse en marcha, cuando un hecho sencillo paralizó los movimientos de los cazadores :un escalofrío extraño crispó con delicia sus nervios y la satisfaccWn y la sorpresa colorearon los semblantes. Enla cima rocosa de una eminencia cercana recortóse de pronto sobre el purísimo azul del cielo la elegante silueta de un hermoso venado. Era un ejemplar magnífico de los habitantes de aquellas soledades que parecía haber adivinado un peligro y buscaba desde las alturas un enemigo aún invisible. No tardó en divisar el grupo palpitante que no perdía ninguno de sus movimientos, y con la rapidez de una flecha perdiósc entre las rocas. Vueltos en sí de su sorpresa, culpáronse los cazadores unos á otros dè haberlo dejado escapar, y como tocados de .locura pusieron sus caballos á galope y cada uno voló á ocupar su puesto y á cumplir la misión que se le había confiado. Poco después sólo se oía á intervalos el lejano ladrido -de los perros. Pedro quedó con algunos indios al cuidado del suculento almuerzo que á prevención habían llevado. Algunas horas después loS' españoles abandonaban el páramo que después se llamó Rico, yen una meseta estrecha próxima á su cima en donde corría cristalino arroyo que daba vida á corpulento y solitario roble, hicieron su alegre campamento preparándose á almorzar sobre la verde grama. Tres magníficas piezas custodiadas por los indios des.pertaban la codicia de los perros, cuyos hocicos eDro~eëos Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Pamplonilla la loca 75 ----.------------------------- husmeaban sin cesar como si aún no hubiera terminado la -caza. Doblada la graciosa cabeza y abiertos aún los negros ojos vidriados por la agonía, las pobres víctimas parecían estirar sus finos miembros y preparar sus pezuñas bruñidas pal"a emprender de nuevo la carrera. Pronto el humo azul de chispeantes hogueras que el sol empalidecía se alzó alegrem'~nte hacia el cielo, y los cuartos de los venados despedazados hábilmente exhalaron su apetitoso y penetrante olor. Las gallinas, que el Padl"e Verdejo había traído en la expedición de Belalcázar á fuerza de prolijos cuidados, abllfidaban ya en Pamplona, y también hacían parte del almuerzo de los cazadores. Rico vino de las mejores cosechas de la Madre Patria, que pagaban muy bien los-ricos conquistadores, remojaba con frecuencia sus gargantas secas de contar 'Sus aventuras de la mañana, sus hazañas de babilidad y audacia, que cada uno creía superior á las de sus compañeros. Cuando hubo terminado el almuerzo y recostados a la sombra parecía que iban perdiendo su encanto las ya repetidas narraciones, Ortún Velásquez fijó su atención en el entristecido Pedro, cuya faz descolorida y marchita hacía penoso contraste con las rubicundas y alegres de los allí reunidos. Habíanle dado abundante ración, pero él la había guardado cuidadosamente para su pobre Catalina. Apenas un trozo de venado cuyos bocados le parecían amargos, había calmado su necesidad. - ¡Ven acá, villano! gritÓ Ortún V elásq uez con imperioso acento, tú, el de las calzas rotas, el del chambergo abollado. Las mejillas de Pedro se colorearon de indignación y de vergüenza, pero descubriéndose humildemente acercóse .á los señores: -No te conozco, prosiguió Velásquez; ¿á qué has venido aquí, por qué ríos has seguido~ -No se incomode vuesa merced, contestó el desgraciado, mientras sentía fijas sobre él las curiosas miradas de los señores; soy un pobre cristiano de los muchos que han dejado s~ patria en busca de fortuna; me noticiaron que en estas tierras abundaba el oro, y yo seguí á ,;uesas mercedes creyendo ésta mañana qlle irían á donde se halla. Ahora tengo la C'speranza de·que me indiquen el lugar donde se encuentra. ~:sta merced á un desdichado no la olvidará Dios .. Una sonrisa de burlona compasión plegó todos los labios, y pronto se hubiera convertido en carcajada si uno de loS caLadores¡lo hubiera hecho á sus compañeros una señal de inteligencia. al mismo tiempo que se llevaba 'un dedo á los labies para indicarailencio. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 76 Leyendas Todos callaron con la esperanza de una nueva diversi6n, y el iniciador dijo con gravedad el Pedro: -Ks justo, hermano, que remedies tu necesidad, y voy á decirte el lugar donde hallarás cuanto oro necesites. - Pague Dios á vuesa merced esta misericordia, contestó el extremeño con voz conmovida. -¿ Ves aquella colina que se halla á la derecha. desnuda de vegetación y en la cual sc divisa una gran piedra? preguntó el caballero. -V éola, señor, contestó Pedro mirando en la dirección que le indicaban. Los ojos del cazador chispeaban de malicia, y sus compañeros a1 ver su afectada seriedad, reían disimuladamente para no despertar la desconfianza d~ aquel forastero .. -Márcha hacia la colina indicada, y al pie de la piedra, arrancando las yerbas SIue allí crecen, encontlarás todo el oro que buscas-agrego en tono solemne el español. -Pague Dios á vuesa merced la buena obra de indicarme este camino-dijo por segunda vez Pedroy echando al hombro las alforjas, púsose á andar en la dirección que le habían dado. El eco de carcajadas contenidas hasta entonces llegó á sus oídos claramente. pero no imaginó que fuera él objeto de una burla, sino creyó aquello la natural alegría de una caza feliz. Cada uno lucía su ingenio comentando la aventura y celebrando el chasco del crédulo extranjero. Todas las miradas estaban fijas en el que se alejaba, viéndolo luégo con interés creciente subir fatigado la pesada cuesta. Alllegar á la piedra Ull pliegue del terreno ocultó sus movimientos y por algunos instantes se olvidaron del infeliz, agotando el vino que aún (luedaba. Pedro descansó un instante de S11 rápida marcha y luégo, fiel á las instrucciones recib¡das, empezó á arrancar las escasas matas de la desnuda colina. Con relación á lo anterior dice el historiador Fernández Piedrahita: "repechando hasta la piedra que le habían mostrado, arrancó de las yerbas que tenía al pic; y reconociendo algunas puntas de oro que saltaron con las raíces. se fue ayudando de las manos. cavando cuanto podía, y continuando la acción con otras matas de yerba, que le correspondían de la misma suerte, hasta que satisfecho con el peso del oro que había depositado en las alforjillas y le parecía el bastante para remediar su casa, trató de volverse.> Cuando Pedro hubo concluido su febril trabajo llevado á cabo con delirante actividad, temblaba como un azogado y apenas podía sostenerse; un copioso sudor inundaba su frente, y presa de un vértigo de emoción y de cansancio, se .~ Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Pamplonilla la loca 77 dejó caer sobre la escasa grama abrazándose con fuerza á las repletas alforjas; así permaneció largo rato, respirando fatigosamente y con una especie de agonía; poco á poco su sangre circuló mejor y los latidos de su corazón dejaron de ser el terrible galope qu,~ conducía~, la mucrte. Cuando pudo levantarse parecía transfigurado, y su semblante era el de otra persona; las hondas arrugas del pesar se habían desvanecido como por encanto; la juventud aprisiona(b asomábase de nuevo á los brillantes ojos, y la vil:a coloreaba de nuevo las mej ¡lias. De su COl'azón agradecido elevóse á Dios un himno de profundo reconodmlento, )' luégo vino á sus labios el nombn~ de Catalina. Echóse al hombro las alforjas y dirigióse, con la premura que ]e permitía el peso de su carga, á dar gracias á los que él juzgaba generosos caballeros. Cuando lo vieron reaparecer los cazadores del pequeño barranco que la había ocultado, una salva de aplausos mezclada á burlonas carcajadas é irónicas sandeces estalló bajo el {ll'bol. E] ensimismamiento de su pena hizo que Pedro no se apercibiera la primera vez de que era objeto de una sangrienta burla, y al repetida los que iban á ser providencia]mente chasqueados, tampoco se dio cuenta, ensimismado esta vez por su felicidad. -¿Sabes, Ûrtún, decía riendo nerviosamente uno de los caballeros, que no puedo imaginar de qué habrá atestado sus alforjas aquel mentecato que parece agobiado por su pcso? Cada uno hacía un alegre comentario que pretendía rivalizar en gracia con los de sus compañeros, Cuando Pedro llegó hízose el silencio, porque se deseaba no perder una palabra de aquel sujeto tan divertido por su cand idez. -Págueos Dios, nobles señorcs, la merced que acabáis de hacerme; con el oro que he encontrado remediaré mis necesidades y no olvidare e] beneficio recibido, dijo el extremeño descu briéndose. "'Nadie contestó porque el estupor había hecho enmudecer á los alegres cazadores:; no daban crédito á sus oídos, y Velásquez dijo á Pedro entre burlón y temoroso. -Muéstrame la clase d~ metal que hallaste, para saber cuánto mérito tenemos delante de Dios. Pedro puso de manifiesto su tesoro, y no bay palabras para pintar la estupefacción y el placer delirante que se apoderó de todos: tomaron á milagro la sucedido al forastero, y disipados como por encanto los vapores del vino, corrieron en tropel desordenado, olvidando toda clase de circunspección, hacia la piedra misteriosa. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 78 Leyetldas Convencido Ortún Veláéquez de la exis~ncia de riquísima mina en ese lugar, dio parte á la.Real Audiencia y la repartió entre los vecinos, mtre los cuales' figuró forzosamente Pedro.• El hallazgo de esta mina, que sólo duró un año, y la vuelta de Quesada al Nuevo Reino fueron festejados en Santafé con grandes regocijos. Fue talla riqueza del mineral ballado en la colina, que los vecinos de la ciudad próxima hicieron en su rápida opulencia tantos y tan extra..vagantes gastos, que la población mereció durante algunos años el renombre de Pamplonilla la loca. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Doña In!s de Hinojosa 79 DOÑA INES DE HINOJOSA 1 Seis lustros hacía que Gonzalo Suárez Rondón había establecidoasiento de gobierno en la ciudad de Tunja. Aunque hundida la grandeza de los zaques, aún permanecía en pie gran parte del caserío de aquella poblacion india, la más grande é importante de las que aquí hallaron los conquistadores. El tono pardusco de las techumbres de paja cortábase alegremente con el rojo de los tejados nuevos, y la ciudad dábase aires señoril es con sus toques feudales, ostentando elevadas casas con portadas de piedra en que campeaban los escudos de armas de sus dueños; la nota blanca de los ya numerosos campanarios españolizaba más que todo la capital de los zaques. Hacia el sur el pequeño templo de San Laureano parecía avanzado centinela de piedad, y el de Santa Lucía guardaba la población hacia el norte. La gran plaza tenía en sus costados varias edificaciones. notándose entre ellas la casa de la Torre, recientemente levantada por el rico encomendero Gómez de Cifuentes. Era una noche transparente de hermosura incomparable; la ciudad tiritaba de frío, y ráfagas cortantes hacían vibr.ar las veletas de las torres y gemían en las puertas de las habitaciones; la luna la miraba con su enigmática sonrisa de diosa y extendía para envolverla sus gasas de plata. En el costado sureste de la plaza abríase la calle que aún hoy se conoce con el nombre de Calle de! árbol, y que llevaba hacia el convento de la Concepción. Al terminar la:cuadra y hada la derecha yendo en la dirección antes indicada, alzábase una casa de elevados balcones, fronteriza á una muy semejante del escribano Vaca. Ante la primera de estas habitaciones levantábase un árbol gigantesco de gruesas ramas cuyo follaje obscuro rozaba á veces los sencillos balcones de madera. En la limpia atmósfera vibró argentino y doliente el toque de las ocho, y las campanadas, extinguiéndose con lastimera lentitud, hicieron caer los sombreros de los hombres y santiguarse devotamente á las mujeres. La numerosa población india, sin otra luz que la de los tizones medio extinguidos en el hogar que humeaba entre ennegrecidas piedras, después de agruparse en cuc1i1las, había cenado miserablemente y apurado en silenciosa fruición el licor tradicional; poco después aquellos desgraciados dor_ Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 80 Leyendas mían profundamente en sus míseras viviendas, echados sonre el duro suelo, sin más comodidad y quizá muchos de ellos sin más aspiración que los perros que para la cacería y la guarda de sus habitaciones habían introducido los conq uistadores. En las tranquilas y cómodas moradas de los hijos de España las damas, concluida la oración y la cena, se preparaban al descanso; otro tanto hacían los caballeros, aunque había en ello varias excepciones. En la casa que hemos mencionado no parecía pensarse en el reposo, aunque reinaba el silencio, y así 10 demostraban los rayos de luz que por los tres balcones se filtraban. El portón se hallaba apenas entornado, y á un lado se veía la gruesa tranca que constituía su seguridad. El ancho patio, limitado en dos de sus costados por altas paredes de un gris violáceo y triste, hallábase desierto, 1su suelo sin pavimentar alimentaba la vegetación heterogenea de un lu_gar abandonado. Una escalera estrecha conducía al segundo piso, en que un corredor guardado por barandal de madera apenas labrada daba entrada á las habitaciones. Aunque la casa era de construcción reciente, adolecía del mal gusto de aquella época, en que se edificaba sin plano ni concierto. En el descansillo de la escalera. arrimada á la pared, con la cabeza doblada, la boca entreabierta y el rostro cubierto por la hirsuta cabellera, una niña india dormía medio ·abrigada apenas por el raído clzircate y la delgada camiseta. Era su compañero de sueño un perro negro que con la cola · extendida y el hocico sobre las manos se hallaba ante la puerta que se abría al extremo del estrecho corredor. Era esta casa la de Jorge Voto, profesor de baile y mú,sica que hacía algún tiempo había venido á establecerse en la ciudad de Tunja con su esposa D~ Inés de Hinojosa. · oriunda, según se decía, de Venezuela, como su sobrina D~ Juana, que vivía en su compañía. Esta bella y melancólica joven estaba para casarse con D. Pedro Bravo de Rivera, y parecía que su natural tristeza se había desvanecido al contacto de sus nuevas ilusiones. En la estancia que se abría hacia la terminación de la escalera veíase en la noche de que hablamos un velón de sebo cuyos cambiantes y amarillosos resplandores proyectaban extrañas sombras en el blanquimiento de las desnudas paredes. En un extremo de la habitación, en una alta silla de brazos, se hallaba una mujer; lloraba sin ayes pero con tan hondo sollozar, con tan amargo duelo, que parecía cruelísima la pena que la hería en el alma. Sintióse hacia afuera un .1eve ruido, y ella se levantó estremecida. La luz iluminó su rostro bañado de lágrimas que no al- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Ifi Inés de IIi1zojos(Z 81 canzaban á ocultar ni su juventud ni el poderoso encanto de una belleza seductora. Su talle, fino, hallábase airosamente ceñido por una basquiña de color granate que la delineaba delicadamente, sin más adornos que anchos encajes blancos que cerraban pudorosamente su cuello y caían sohre sus manos admirables. Dos trenzas rubias se deslizaban en su falda, y no ostentaba joya alguna, á excepción de los zafiros de sus ojos y del oro que en su frente se arremolinaba. Su llanto debía ser un misterio, pues corrió á lavar su rostro con agua fresca y {t quitar con cuidado la huella de sus lágrimas. Parecía muy inquieta y profundamente desgraciada. Cuando logró serenarse se dirigió á la puerta, pero antes de salir vino á su pecho un nuevo sollozo convulsivo, oprimióse el seno con entrambas manos y sus lágrimas brotaron á ,-audales. jOh Dios mío!-dijo dirigiéndose á un cristo que se hallaba en el testero de su lecho-- ¡cuán desgraciada soy; abandonada y huérfana, he vivido ligada á ella, y cuando \'eía un rayo de esperanza. soy herida en mitad del corazón! jOh Pedro! Traidor y fE'mentido j icuán desdichada habeisme hecho; castígueos Dio!:' ma] caballero. que así habéis pagado mi ternura! Cayó de rodillas ante ]a imagen, v un llanto convulsivo levantó su pecho. En la habitación contigua la escena era muy diferente; una sala espaciosa con algunos escaños y grandes sillones de cuero; en el centro una mesa cubierta de manjar'es y botellas que anunciaban una opípara cena; Cf~rca de ella veíanse dos indias jóvenes con el traje propio de su clase. camisa cuyo descote dejaba ver parte de su bronceado busto y sus brazos cortos y bien contorneados, y e/Úrea/e c¡ue las envolvía de una manera extraña y dejaba percibir sus pies morenos de pec¡ueñez notable. Afanosas concluían los preparativos con grande habilidad adquirida en el largo servicio de los españoles. Había esa noche una especie de c,ena de familia que se daba al prometido de D<.L Juana. Terminaba el corredor en una pieza parecida á un camarín de honor. pues desde ]a entrada se notaba diferencia con las otras al ver la mampara llena de grabados con que se libraba de los vientos del sur. Era en aquella puerta donde el perro negro se hallaba consta'1temente tendido como si hubiera recibido una orden terminante de su dueño. Las paredes estaban cubiertas con tapices y el suelo con hermosas pieles. Un candelabro con bujías iluminaba la rica habitación, en la cual se reunía cuanto de confortable y grato había llegado á la colonia; un perfume penetrante parecía impregnar los objetos, cosa muy rara en un tiempo en que los más ricos gozaban de comodidad pero no gastaban ningÚn refinamiento. En un sil16n bajo de cuero de Córdoba rodeado de mu6 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 82 Leye1zdas llidos almohadones descansaba una mujer; sus pies se apoyaban en la espesa piel de un oso y su cabeza, bañada por la luz, en el blando respaldo. Vestía un traje de terciopelo negro, y de sus mangas flotantes y abiertas hasta el hombro se escapaban sus brazos de escultural dibujo, ceñidos sólo por un aro de oro, mientras las manos lucían su blancura de nieve cuajadas de diamantes. Era aquella mujer soberanamente bella, con un semblante de los que no pueden olvidarse, no por el encanto que producen, sino por una especie de sorpresa y punzante admiración. Su extraña hermosura debía remover hondamente las fibras de algunos corazones y hacer temblar otros con misterioso temor. Su altivo semblante de estatuaria correc· ción era de palidez alabastrina que nada tenía de enfermiza y antes bien era su mayor atractivo; sus finas cejas negras tenían una movilidad inquietante, y su opulenta cabellera intensamente oscura cortaba con sombra la blancura de su tez, en que lucían sus labios de un rojo inverosímil. Parecía aquella mujer una hija de la noche que al besarla había dejado en su frente misterios sombríos y dos luceros bajo sus pestañas. Era D~ Inés de Hinojosa la que allí estaba en meditación profunda, tejiendo en silencio la malla de sus crímenes. El que hubiera sabido 10 que pasaba en su alma, solo habría visto en su deslumbradora blancura el sudario de sus víctimas, en la negrura de sus ojos el abismo de su maldad y en el color ardiente de sus labios la huella roja del bebedor de sangre. Un golpecito suave dado en la puerta de entrada sacó á la dama de su ensimismamiento. -¿ Quién va ?-preguntó con rudeza. -Soy yo,señora tía,quien desea hablar á vuesa mercedcontestó una voz ligeramente trémula, y la joven que había llorado sin consuelo y que ahora aparecía con los ojos enjutos se adelantó en la estancia con temerosa lentitud. -¿ Venís á decirme que la cena está lista y que esos caballeros han llegado ?-interrogó D~ Inés fijando en su sobrina la irresistible mirada de sus grandes ojos. -Venía á deciros, señora, algo que me interesa más y que es definitivo en mi vida, dijo con firmeza la joven; insisto en ir al c1au!;;trocomo rogado oshe hace mucho tiempo, porque jamás seré esposa de D. Pedro Bravo de Rivera. La dama no contestó, y sin separar los ojos de su interlocutora sonrióse desdeñosamente; sus manos temblaban ligeramente y en sus pupilas. titilaban los resplandores de la rabia .. -D~ Juana-dijo al fin con calma fingida, íd á concluir .vuestro tocado para cenar con vuestro prometido, y Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 1fi blés de Hinojosa 83 olvidad como un mal sueño que atrevido os habéis á contra" rial' mi voluntad. Iba il contestar la joven cuando se oyeron pasos en el corred01", y D<). Inés, tomándola con fuerza del brazo, salió á recibir á los recién llegados que con el dueño de la casa habían penetrado en el lugar dispuesto para la cena. D'!- Juana penetró en el corredor severa y pálida; acababa de tomar la resolución de abandonar aquella casa á la mañana siguiente; su alma noble y enérgica sacudiría el pesado fardo que hacía años la agobiaba; sabedora de un terrible secreto de su tía qu,= nadie sospechaba en la ciudad .Yque ella había sOl'prendido en Venezuela, había sido desde entonces profundamente desgraciada. Cuando pidió su mano Bravo de Rivera tu vo la esperanza de ser feliz abandonando aq uel hogar formado por el crimen, y su solitario corazón se lanzó agradecido al que debía ser su esposo. I<:naq uella tarde la desdichada joven había sin pensarlo sorprendido una conversación entre D. Pedro y D<¡. Inés, que le destrozó el alma y la llenó de indignación. Sin lugal' á la menor ùuda supo que su prometido y la esposa de Voto estaban ligados tan íntima como afrentosamente, y q u,~ella, la noble y pu ra prometida, no era sino la pantalla de una grande infamia. Sorprendió además algunas palabras que la hicieron estremecer. pero que no le dieron una idea precisa de la que podía temerse de los terribles cómplices. Quiso D<¡. Juana hacer aquella noche un último esfuerzo de prudencia, y aunque no pudo dar color á sus mejillas, velo el azul de S\1S ojos para que no se adivinara en ellos la tempestad interior y trajo il sus labios heladas sonrisas que disimularon en parte el estado de su espíritu. Ocupaba el centro de la mesa Jorge Voto, esposo de D;·l Inés, hombre de unos cuarenta años. de hermosa presencia y cuyo natural festivo era de los que pueden ocultar en ciertos casos los más hondos dolores del corazón ó las más punzantes espinas del remordimiento; parecía muy complacido y hacía gTaciosamente los honores de su casa. A su izquierda hallábase Hernán Bravo de Hivera, en cuyo moreno y simp{ttico iSemblante aparecía una preocupación invencible, fijando de cuándo (~n cuándo sus ojos inquietos en su hermano D. Pedro, l/ ue se encontraba al frente; en seguida veíase con el hoiSco semolante cubierto de barba casi hasta los ojos é inclinadoiSobre el platoá Pedro de Hungría, sacristán ùe la iglesia principal, que cenaba silencio-o samente corno un ogro~iie s()lo piensa en los manjares que devora. D~ Inés, que se hallaba á la derecha el e su esposo, estabac transformada; aquella mujer, que una hora antes parecía de hit'lo y hacía estremecer con su herm.osura, hallábase Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia ----------- - Leyendas - -------- animada por una llama iÍJ.terior hablando con encantadora volubilidad y teniendo á todos pendientes de sus labios. A su lado D~ Juana con los ojos oscurecidos por la pena, porque apenas levantaba los párpados y la boca contraída por disimulada angustia, contestaba con voz débil las frases cariñosas que le dirigía á veces su prometido, sentado cerca de ella. Era D. Pedro Bravo de Rivera un arrogante español de unos treinta y cinco años, rico encomendero de Chivatá, cuñado del escribano Vaca y muy considerado de todos; tenía hermosos ojos negros que perdían su encanto porque casi nunca miraban de frente, y la constante esquivez de su mirada daba algo de repulsivo á su bella y varonil fisonomía. La actitud de D'l- Inés llamó la atención de su esposo, que la contemplaba con creciente admiración; hacía tiempo que la dama se había vuelto reservada y silenciosa y que su familia no veía lucir los múltiples encantos que ella ostentaba en algunas ocasiones; Jorge Voto sentía un estremecimiento doloroso al ver de nuevo la luz de aquellos ojos y las sonrisas fascinadoras de la dama; sin poderlo evitar trasladóse con la imaginación á Carora, en donde la conoció esposa de otro hombre; recordó la terrible pasión que 10 había llevado hasta el crimen, vio el sangriento cadáver de D. Pedro de Avila, primer esposo de D~ Inés, y un velo sombrío oscureció su frente. Estos penosos recuerdos fueron de cortaduración, por que la dama, secundada por Bravo de Rivera, daba tal animación á la cena y ofrecía tan graciosamente el vino, que Jorge volvió á olvidar y no notó siquiera la alarmante palidez de D~ Juana ni el tétrico silencio de Hernán Bravo de Rivera. Ofreciósele una copa á la joven, y ella, poniéndola contra la luz, la miró un momento y dijo dejandola sobre la mesa: -Estoy muy nerviosa y no puedo tomar, pues hasme parecido una copa de sangre. Estas palabras dichas con sencillez produjeron extraño efecto entre los concurrentes, y todos los semblantes tomaron una expresión distinta: Dl!- Inés frunció las cejas y miró intensamente á su sobrina; los ojos de D. Pedro se velaron por completo j el sacristán abrió los suyos espantado; Hernán salto en su asiento poniéndose lívido, y Jorge Voto, que debía l?-aber puest? atención en ~as estas circun~tancias, nada VIOporque VinOde nuevo' u mebte el asesmato de Carora. La voz de D. Pedro rompió un silencio penoso para todos : -Voy á pediros un favor-dijo dirigiéndose á Voto;- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia JY! blés de HitlOjosa 85 hay unas damas que desean oíros tañer y veros danzar. ;, (l\l('reisme acompañar esta noche? -De hacc¡-}o he gustoso por complaceros-dijo el profesor de baile y mÚsica con amabilidad al mismo tiempo \lue se Jcvantab •., pues ya hahía terminado la cena. "-Creo, señora--'dijo dirigiéndose il Da Inés--que en nln:tro cuarto he dejado mi vihuela. "--Cierto cs·-elijo la dama con solicitud, y los dos salierOll (l buscar el instrumento. Cuando IP Inés 10 entregaba á su marido, éste le dijo con acento ligel"amel1te trémulo. ---Estilis t,ln bella esta noche, señora mía, que \'uestras g-racias y donaires me han hecho recordar el tiempo en que me amabais en Carora. n'·l In~s retrocedió un pa.so y miró fijamente á su marido, tranquilizó!e la expresión tierna de sus ojos y dijo con llna t1ulzura que hacía tiempo no usaba al hablade. - ..Bien sabf~is que os amo siempre y que vuestro amor me ha costado muy caro; pero os ruego que no hagáis recnenlos importunos. AIlkcir t:sto echó sus brazos al cuello de Jorge y estan¡'¡¡') en su [r __nte un beso silencioso .. 'El músico retrocedió instinti\'amente, sintiendo un horror ine~;plicablc con aquella caricia; pareci61e al sentil" en!il! cueilo los brazos helados y desnudos, que una serpiente \0 envolvía, y at.¡uel beso sin calor era la boca fría de una arma de fuego que ¡;;eapoyara en su frente. Llamáronlcs en aquel momento, y habiéndose quedaùo D'·l Inés en el correùor con Dzt Juana y D. Pedro, Jorge entró en el comedol" y con un cllchillo se puso á componer un traste de la vihuela. Cuando hubo concluido dejó el cuchillo en la mesa, y apoderándose de él Hernán Bravo de I{ivera, escribió en la madeloa claramente estas palabras, que indicó silenciosamente al mÚsico. «Jorge Voto, no salgáis e:5ta noche de n1estra casa, porque va'n á mataras.> El aludido leyó sonriéndose, y siguió arreglando el instrumento. Hernán repitió nerviosamente el escrito en otro lado de la mesa, \' se le volvió á mostrar; la misma indiferencia por parte dé Voto; entonces se despidió sencillamente marchándose con Pedro de Hungríao Poco después el mÚsico ciñóse la espada, y tomando su capa se despidió de las dos damas, marchando como estaba convenido con Pedro Bravo Ge Rivera. -Acostaos, D;~Juana-dijo la esposa de Voto con un tono que no admitía réplica. --Harélo como decís- -dijo la joven entrándose á su ha.C Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 86 Leyendas bitaci6n; D~ Inés penetr6 en la suya, y el silencio remo en aquella casa al parecer tran9uila. Pocos momentos despues D~ Juana penetró con una lu? 'en el abandonado comedor en busca de agua porq ue sen tía que su pecho se abrasaba. Al depositar sobre la mesa el vaso, el letrero puesto por el hermano de D. Pedro hirió su vista y quemó su cerebro como si las letras fueran de hierro enrojecido. Hízose en su espíritu una luz terrible, y su desgracia y sus temores crecieron hasta abrumarla y producirle un \·értigo de angustia; cayó bajo la mesa, y allí permaneció exánime durante algún tiempo; al fin haciendo un esfuerzo supremo se dirigió á su cuarto .. Apenas se había sentado en el borde del lecho Luando' sintió que por el corredor avanzaba cuidadosamente una perSona y se detenía delante de su puerta. Apagó rápidamente el ve16n y contuvo el aliento; Di!- Inés, pues no era otro el espía de la joven, creyéndola dormida volvió á su habitación. D~ Juana ya no lloraba, habíase serenado en fuaza del grado máximo de sus impresiones y preparábase {t la lucha. Mil incidentes hasta entonces inadvertidos vinieron ,í cambiar en certidumbre-sus terribles sospechas y á hundir para siempre el amor que había profesado á D. Pedro. Llenade pena y de profunda indignación biw un rapldo recuento de su vida y de la de su tía, sorprendida de haber resistido con tan poca energía su silenciow martirio durante tánto tiempo. D~ Inés de Hinoiosa era una hermosa y rica criolla de Barquisimeto, que al casarse con D. Pedro de Avila fue á establecerse á Carora. Era D~ Juana hija de una de sus hermana..<;, y al quedar la niña huérfana paso á poder de su tía con toda su cuantiosa fortuna. Jorge Voto, que llegó á aquella población como maestm de baile, instigado por D~ Inés dio muerte al esposo de ésta. habiendo fingido antes un viaje, con 10 cual se despistó completamente la justicia. Por cartas de pésame !re comunicaron sin despertar sospechas los dos c6mplices, y U1~ año después la criolla, realizando su fortuna, se trasladaba á Pamplona. D~ Juana, de quien no se cuidaban, sabía todos los detalles del horrible crimen. Algún tiempo después de su l1~gada á la ciudad casóse D~ Inés con el maestro de música y fueron á establecerse á Tunja. No tardó mucho tiempo en visitar la casa Bra\'o de Rivera y pedir la mano de D~ Juana; la joven pensaba temblando de indignación y de horror en la mira con que este enlace se había concertado y el abismo de perversidad de la que desgraciadamente era· hermana de su mad loe: había Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia ~ blés de J-1inojosa 87 sido indignamente engañada en sus puros sentimientos, pero olddaba su dolor para pensar en el peligro en que debía hallarse Jorge Voto; á cada instante creía oír rasgarse el silencio de la noche con un grito de agonía, y parecíale que las sombras traían en sus pliegues ayesde moribundos. Su agitaci(m crecía y la asustaron las tinieblas; corrió al balcón para que la luna penetrara, yal abrir suavemente creyó reconocer las pisa.das de D. Pedro. ¡Oh, Dios mío!-exc1amó.-l\Iañana abandonaré esta casa y pediré asilo en un convento; pel"O mientras aliente en ella no voh·erá.n á. reunirse los verdugos de mi dicha, ni ese mal nacido caballero á traspasar con su ignominia los umhrales de esta casa. D'!- Juana, palpitante de l~moción, oy6 que los pasos se alejaban; entonces, ayudada por un rayo de luna, busc6 en un mueble de caoba, único adorho de su habitación, una daga toledana que hacia tiempo consen'aba como recuerdo de!Ou padre.' Si no estoy sobre a\·iso ëambién pueden matarme--se dijo D~ Juana, -'-y se puso en acecho sin que su presencia pudiera notar;;.e el\ el balc(on. Po.::o ùespués u nos paso~; cau telosos I'esonaron en el silen\.:io de la no.::he, y una \'oz '-lue apendS se percibía dijo desde abajo: -Hecho está. --Subid-.::ontestó desde arriba la voz de D~ Inés. Rápida como el pem;amiento, D;~Juana aùandonó su haùitación; .Y mient¡'as D;~ Inés andaba pausadamente para no SCI'sentida, ella dio vuelta {tIa llave del cuarto de su tía ~on tanta ligereza como habilidad: la joven sabía que la l1aY\~estaba en la cerraÜnra. mientras la criolla no se re.::ogía. La puerta fue un momento después violentamente sa.::udida, pero D'i- Juana no hizo caso r se lanzó á la escalera. Ya no dudaùa lJ.ue un crimen se halJía cometido y que aquello era el segundo acto <lel terrible ùrama de Carora. Su intención al bajar fue no permitir la entrada á Bravo de Rivel'a, cuya voz había conocido en las dos palabras dichas it su tía; pero no alcanzó á cerrar el portón, y cuando ella saltó la última gl'ada se encontró frente á frente del perverso español. El retrocedió con Í1l\'encible espanto, murmuJ"ando angUHtiado : --¡D;~Juana!-Rchízose instantáneamente de aquella sorpresa, y dijo con voz te m blol'osa que pretendió hacer dulce: -¡Alma mía, no esperaba la dicha de veros ! -¡Cáigase la lengua que así miente!-contestó la joven con un acento que D. Pedro no le conocía. -¡Señora! ¡señora! no comprendo vuestro lenguaje, y Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 88 _________________ LeYCI:das n_n • __ , ' •• _ habré de marcharme sin el remedio que necesita urgentemente mi cuñado. y que venía á pedir á vuestra señora tía. -De nuevo mentís, pero voy á castigaras-dijo la joven con enojado acento j-escuchadme D. Pedro: Esa mujer q lIC venís á buscar, y que os ha hecho cometer tántas infamias con quien ahora o;; da su maldici6n j esa mujer, digo, hizo dar muerte á su primer esposo por la mano de Jorge Voto, que mucho me temo ha ¡'ecibido ya el castigo de su crimen. Pero jay del matador! ahog-arále la justicia divina en ese mar de sangre derramada. Al oír la. D. Pedro lanzó sin poderse contener un juramento; olvidó toda prudencia y dijo con angustiosa rabia: -¿Decís que ella había ya hecho matar á uno que era su primer esposo? - -Cierto es mi dicho----contestó con ente reza la jovenjiasesinóse al primero, como vos, según creo, habéis asesinado al segundo! Bravo de Rivera no disimuló más, y cayendo el embozo de la capa llevó la mano hacia la espada j en la chorrera de encajes que adornaba su jubón, la sang¡'e fresca había colgado una cinta escarlata que la luna se apresuró á mostrar. -jCallad, atrevida cl'iatura, y no me llevéis á cometer un desaguisado con quien así me insulta~-excIamó con VOl ronca y ahogada. D~ Juana estaba lívida, y de sus ojos azules se desprendía una especie de fosforescencia; adelantóse hacia D. Pedro como un a¡'cángel vengador, y sacando su daga toledana dijo con voz cortante como el acero que empuñaba. -¡Sólo eso os faltaba, mal nacido caballero! No me amenacéis, porque si 110 me importa defende¡' una vida que vdsotros habéis llenado de humillación y de amargura, cierto es que ardo en deseos de que me deis motivo, atreviélldoos á mí, para hacer que no lata más vuestro fementido co¡'azón! La joven detuvo entonces la vista en la mancha de sangre, y su furor no tuvo límites; la daga brilló en sus manos como un relámpago de plata. y dijo precipitándose hacia ,Bravo de Rivera: -¡Salid de aquí, ladrón de honras, que habéis robado también el nombre de caballero j salid, os digo, no sea que la sangre que os mancha me ciegue hasta el extremo de derramar la vuéstra! Tan terrible era la actitud de D<.tJuana y tan honda la sorpresa de D. Pedro, que sólo había conocido en su novia una doncella tan dulce como tímida, que cohibido r extrañamente amedrentado, salvó el umbral que la joven le indicaba. Con enérgico y violento ademán D;~Juana cenó tras él la puerta, y con nervioso y precipitado movimiento colocó la poderosa tranca. Pareció entonces que su fuerza física y moral se extin- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Dg Inés de Hi110josa 89 l.:-uic'Cade repente, y cay¡) como desvanecida al pie de la escakra. La luna baiió cal-iño;oa RU hermoso y pálido semblante; arrcmc() aIgu nUR destelloH á sus rizo~ de oro medio pegados á las sienes por el sudor de.ma terrible angu~tia, y rielando en los pliegucs de ~i.1vestido granate, lo hizo aparecer como gran mancha de sangre Hlb;"c el suelo grisoso. Los mismos.-ayos inquieto!.; del astro <le la noche ilumi!1allan hacia el norte de la ciudad una escena bien distinta. P¡Ooful1<tl quebrada descenùía de los laùos de Santa ¡.[¡da hacia el pucnte Cjlle Sc' llamó de San Francisco, y que había que pa~ar pal-a dirigirsi.' {lIa fuente de donde se pI"u\'cía d,~ ag'lIa b ciad¡HI; C,Tca de una hont hacía que en ¡UjlH.:1bdin'ccit)1l había tl nitlo lu!!.'l!"una lucha tan desigual CO~Il(jten"iblc; Pedro Br;t\'o de lXil"l'ra había dicho {l Jorge Voto (IUL' las d;cm;,;, <le que le había hablado en la cena }.>roiJalJlcmente s(' hahrían cam;ado de esperar, pero que el sabí;t dónde encontrarlas; con esta razón el músico siguió á su compañero hacia las afueras de la ciudad; adelante de San Francisco y \'a cerca d~ ·la torrentera mencionada, di\·¡,.aro!O dos for~l;s blar'.caE, al \'Cr las cuales exclamó D. p,clro: «(Allí ("str[1i.~~ Av;mz0 baci" l·l]as, y Voto]o siguió sin eotnpn:(lÜe¡O i(, <¡Il'.' ~ignijicaL;\ ;Uludlo. En\lle1tos en bl¡i.nco~ lienzos Pedro (]e Hungría y Hern{l1lBravo dl' h'i\'~'l,l, lanz{lr<Jn5Csobn' el desprevenido músico tenien<lo ('Tl alto Jas c:;padas; e] sOllHendido Voto llevó la mano {I hl '_'ll1puñadul'\ <il' ]a suya, y á pesaI" de 10 inespe"do (le] Sl1Cl~O5e defendí,> vakrosamentl'.D. Pedro aprove.:h(¡ la primenl ocasión hiriéndole traidoramente por la es:>a]da; entonces fue f{lci] á los otros rem¡Üar al desdicha<h'"acribillitndo]o de heri<h.s. Entre los tres tomaron el cad{lver y presurosos 10 arroja ron. para ocultado, en ('1 profundo cauce del torrente; las somb.oas cubri('("(m por algún tiempo la obl"a de]a iniquidad, pero la luna saltó curiosa el barranco que limitaba la ti ue brada .Ybuscó con afán 10 que habían ocultado las tinieblas; su luz blanquecina avanzando poco á poco dibujó a] fin el doblado cadáver de un hombre, cuya cabeza en violento escorzo dejaba ver claramente sus facciones y la sangre de sus numerosas heridas lucía aún fl"esca como extraña florescencia en las negruras de la sima. Allí estaiJa Jorge Voto, el matador de D. Pedro de Avi]a en Carora. de quien ni siquiera había sospechado la justicia humana, pero {l quien no había olvidado la justicia divina. Corto fue e] <lesfallecirnil'lltú de }P Juana, y su primer pensamiento fue para la terribic D<;' Inés; recordó haber sentido que agitó ]a puert(' con \Oiolencia y que luégo todo h?l~ía <tt~edadû silencioso. La joven se levantó al fin y empezo il. ~l1iJll-pausadamente. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 90 Leyendas D~ Inés había creído en un principio que era un accidente casual el que había cerrado su puerta, é hizo desesperado esfuerzo por abrirla; cuando comprendió que había sido encerrada, apoderóse de ella ira salvaje :r abrió un ventanillo que daba al corredor; las voces de D. Ped 1'0 y D'!- J uana llegaron ha.,ta ella, oyendo distintamente lo q ne hablaban, y el espanto se mezcló á su terrible furor; quedóse muda de sorpresa:r de incertidumbre de lo que debía hacer; temió, si ~ritaba, despertar la servidumbre y complicar así la situacion; revolviéndose como una loca enfurecida destrozó en silencio su pañoleta de encajes :r abrió al fin el balcón con la esperanza de llamar á su paso á Bravo de Rivera. Una nube acababa de ocultar la luna, .r al abrir las maderas retrocedió espantada: parecióle que dos brazos negros se extendían hacia ella .r que un fantasma enorme se le presentaba; rehízose la atreviàa criolla y volvió á avanzar hacia el balcón; creyó entonces que un gigantesco patíbulo se alzaba en la calle y se asomaba para mirar su aposento; era el árbol plantado delante de su c~ que diariamente veía con placer y que en aquella noche, con sus obscul'us ramas mecidas por el viento del sur, tomaba fantásticos aspfctos. D'!- Inés, cosa extraña, no pudo sobreponerse á su,; temores, y cen-(l temblando las maderas del balcón. Volvió al ventanillo, y al ver á Dg. Juana que adelantaba por .el , corredor, le gritó con voz contenida de ten-ible cntonacton: -j Abrid, D'!- Juana! j Abrid! j porque en ello os va la vida! La joven avanzó con lentitud y dijo con \·oz ronca pero llena de firmeza: -No tengo de abriros, señol'a; antes bien pal'éceme poca cosa esa mezquina cerradura para guardar una tiera como vos. Del pecho de Dg. Inés se escapó una especie de rugido. y con voz estrangulada que podría meter miedo á un esforzado varón, dijo á la joven: -i Guardaos, vil criatura. de desobedecerme! i Abrid, os lo mando por la última vez! Los ojos de la criolla en aquellos momentos habrían SlIgestionado con su siniestro m'agnetismo á otro sér que no se hallara en el estado psicológico de D""Juana. -Son inútiles las amenazas de vuesamerced, señora tíacontestó la joven marcando las palabras ;-no podéis hacerme ya más desgraciada; :r en cuanto á mi "ida, si saliéredes de ese aposento, mirad esta daga, y tened bien presente que por mi desgracia cOI're en mis venas vuestra menguada sangre. Al decir esto volvió la espalda á D'J. Inés, y entrando en 'Su habitación cerró con vuelta doble la maciza puerta. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Ifl Inés de Hinojosa 91 Clareaba el día y empezaban algunos vecinos á cruzar la ca1le cuando D'!- Juana dio á una de las indias de la servidumbre la llave del cuarto de su tía, siguiendo e1la recluida en el suyo. Muy temprano las gentes que iban á pro\'eerse de agua á la fuente hallaron un rastro de sangre 'lue, seguido con interés. hizo hallar el cadáver de Jorge Voto. Avisado el Corregidor Juan de Villalobos, hizo sin pér(lida de tiempo publicar un bando llamando (t estantes y habitalltes de la ciudad de 'runja vara que comparecieran ante él. Llegó la noticia á Di). Ines, y con el cabello suelto y alardes de terrible dolor fuese á buscar {t Villalobos para pedir venganza. No había faltado entre tanto quien diera cuenta al Corregidor de la complicidad que existía entre D'!-Inés y Bravo de Rive!"a. it quien se sospechaba auto!" del crimen. Tan pronto como lleg6 la dama cerca de la iglesia pusiÚonla en prisión por orden de Villalobos. Hallábanse ¡)l"esentes to<las las personas notables de la ciudad. y sólo faltaba Pedro Bravo de Rivera; súpose al fin que desde tem prano se hallaba en el coro de la iglesia preparándose {t oír misa. Dirigi,'lse hacia allí el Corregidor llevando consigo l1nos grillos; al llegar junto á D. Pedro ligóse con ellos al asesino (licien(lo : desde a<llll oil OJlO:; misa. Entl"e tanto Pedro de Hung'tía ayu<laba al santo sacrificio con los puños manchados de sangre. lo cual. notado por el que celebraba, lo increpe) diciendo: <¡Traido!"! ¿ por ventura has tú en la muerte clt· este hombre?:. Terminada la ffi1sa, Ped nl de Hungl"Ía. ap!"ovechándose del caballo que con dinero y lo m{ts preciso tenía listo para salval" á Sl1 cuña(lo. el es,:t"ibano Vaca, hu\'(í de tan fantástica manera hacia Ibagué. 'lue no lo ¡-clat¡{mos aquí POI" pan'ce¡- completan1l'l1tc il1\'l'l"osÍmil. gl Corregido¡" dio pal"te del hecho á Saritafé, )' mientl'aH llegaban las IÍrdenes l"elati"a¡; al caw permaneció en el templo é hizo publicar \ln hando <lue J"t'\'ela las extl"añas y curiosas costumbres de aq'..1el tiempo. Dice así Juan RulrÍguez FresIl': c~Iand,í que todos IOH vccinos de TlInja trlljesen sus camas (t la iglesia)' le viniesen á acompañar. so pena dt' traidores al Rey y de mil pesos para la real citmara, con la cual lo acompañó casi toda la ciudad.:' Gobernaba entonces el Nuevo Reino el ínclito mandatario Venero de Leiva. \' al tener noticia de lo sucedido trasladóse á Tunja sin pérdida de tiempo, y en rápida sentencia hizo cumplida justicia. En las eS(luinas de la gran plaza oyóse el terrible preg,)n con entonaciones de alarido, cEsta es la justicia que manda hacer el Rey nuestro Señor, su Presidente y sus Oidores en su real nombre . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . :. .. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 92 Leye1zdas D<!-Juana, requerida por el·Presidente, dio á conocer la terrible historia de su tía, y D<!-Inés al verse perdida dio cuenta detallada de sus crímenes. La terrible criolla fue ahorcada en el árbolplantarlo delante de su casa, y allí permaneció suspendida hasta que los cuervos obligaron á sepultar su cadáver. Sólo los ahuIlidos de su perro parecieron lamentar su fin trágico, y el fiel animal negro y huraño bajo el árbol siniestro fue mucho tiempo objeto de terrores y más tarde de medrosas leyendas. Pedro Bravo de Rivera fue degollado y la encomienda de Chivatá agregada á la Corona. Hernán, el débil hermano que se dejó a¡-rastra¡" al crimen, corrió la misma suerte, sin que le valiera el aviso que dio á Voto.Y que el Presidente Venero de Leiva leyó en la mesaen que tuvo lugar la cena, por indicación de D,·tJuana. Esta víctima de los crímenes de su tía fue en el c1aust¡·o un modelo de virtud. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El camellóll de Occidente EL CAMELLON 93 DE OCCIDJ1JNTE Un grupo numeroso de apuestos caballeros adelantóse hacia D~~Jerónima, y á excepción de D. Fernando de Monzón que conversaba con D~ Juana de Caycedo, todos pretendieron el honor de bailar con la sin par santafereña. Sonrió la dama ante aquella solicitud ardiente, y después de \"acilar un momento, dio su mano á D. Francisco de Anuncibay, que pálido como los encajes de su gorguera, recibió tembloroso de dicha aquella distinción. Los ojos de D~ Jerónima recorrieron con inquietud el espacioso salón y se fijaron un instante en los de D. Fernando, que parecía seguir su interesante plática pero que no perdía un solo movimiento de la joven; fue un mudo y rápido saludo que bastó para inundal" de luz aquellos corazones. Habiendo terminado con g-racia r gentileza una alcg-re chacona, D~ Jerónima, sintiéndose fatigada, fue á buscar el fresco de la noche en uno de los balcones que se abrían á la calle de la Carrera, cuyo centro ocupaba la espaciosa casa en que se daba el suntuoso sarao. D. Francisco de Anuncibay siguió sus pasos, y cuando la joven, abstraída por la belleza de la noche, fijaba sus ojos en las lejanas estrellas, sintió que en voz baja le decían: - Hermosa noche, señora mía, para oír trovas de amor; deliciosa media luz para acudir á una reja y dar un mensaje al que nos ha robado el corazón. D'.l Jerónima se estremeció como si hubiera recibido un golpe eléctrico, y se volvió hacia el caballero sin contestar una palabra. -No debía sorprenderos la que os digo-agregó con voz sorda D. Francisco-Dos noches hace que en una calle principal vi pasar al través de una reja la mano más hermosa de Santafé . -¿Vos? iVos!-murmuróla joven palideciendo intensamente-- Acaso habéis soñado, D. Francisco. -Bien sabéis-continuó implacable el Oidor-el nombre de la dama y quisiera escuchar de vuestra boca el del afortunado caballero. La pálida frente de D~ Jerónima se coloreó de indignación, y sus negros ojos chispearon en la sombra. Desvanecióse su pasada emoción, y erguida é imponente articuló con una voz vibrante de despecho: -¡ Sois un mal caballero, D. Francisco; servís mejor Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 94 I.cycndas de espía callejero que de Alta Justicia del Rey nuestro señor! Tambaleóse el altivo español ante el latigazo de la orgullosa dama, y aunque las palabras se agolparon á sus labios, permaneció mudo, mientras la airada joven pasó delante de él con toda la arrogancia castellana. Pero no se pudo contener mucho tiempo Anuncibay, y avanzando hacia ella le dijo con YOz entrecortada y baja. -Esperad, señora; no os gloriéis de afrentarme, porque será escasa la sangre del que amáis para lavar con ella vuestros ultrajes :r d-esvíos......•.. -iTenéos, D. Francisco-contestóla joven con voz firme y breve;-los hidalgos no amenazan á las damas, y en cuanto al dueño de mi corazón-agregó con voz vibrante y con toda la fanfarronería de la sangre portuguesa de su madre-os perdonará generosamente la vida cuando os halléis á sus plantas, sin que logréis verter una sola gota de su sangre, que valdría por toda la vuéstra, D. Francisco 1 Los que en ese momento solicitaron de D~ Jer6nima el honor de bailar con ella el minué que comenzaba, no alcanzaron á notar la palidez lívida del Oidor y el ligero temblor que agitaba á la'hermosísima joven. Terminada una danza, la hija de Antón de Olalla se manifestó indispuesta, y su noble madre resolvi6 retirarse á pesar de las reiteradas instancias con que pretendieron detenerla. En los momentos de la despedida D~ Jerónima Pé1-Só cerca de D. Fernando de Monzón, dejando caer á sus plantas su pañuelo. Levantólo el caballero con galante vive¡r,a,y al entregarlo alcanzo á oír dos palabras que en YOZ baja y rápida le dirigió la bella joven. Nadie hubiera podido adivinar la'dichosa inquietud que embargaba á D. Fernando al ver su asiduidad cerca de la graciosa D;~Juana, que aquella noche llevó todas sus atenciones. D. Francisco vio con envidia el grupo que formaban los dos jovenes, pensando en la ingrata que adoraba, y perdido para él el encanto del baile toda vez que se había eclipsado la estrella de sus sueños, se retir6 á un saloncito donde se trataba con animación de los asuntos de la Península. Poco tiempo después el joven Monzón abandonaba la fiesta con sincero pesar de la dama que en aq uella noche había creído ganar su corazón. n Con maternal sOlicitud Di!- María de Ûrrego acompañó hasta el lecho á su hermosa hija, y viendo que el cordial que Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El camellón de Occidc1lte 95 le había administrado cerraba -rápidamente los párpados <le la enferma con un sueño tranquilo, rdiróse la noble (lama á su cercana habitaci6n. Cuando el Rilencio envolvió por completo la espaciosa casa de Antón de Olalla y hasta el viento que gemía. en los largos corredores pareció dormirse, D'~ Jerónima, envolviéndose en obscuro mantón y con infinitas precauciones, empe1.(í á deslizarse hacia las habitaciones bajas. La extraña y caprichosa arquitectura de aquel tiempo hizo larga su marcha, haciéndola crU1.ar, ya un pasaje estrecho, una escalerilla inesperada ó un sa16n destarlalado, para i~egar á la pip1.a abandonada y fría donde se abría la reja. "Kecesitaba avisar á D. Fernando que el Oidor Anuncil'ay poseía en parte su secreto. Una imprudente ráfaga que cerd) con estrépito la mal entornada pUl-rta despertó á D~ ..\laría, que se sentó sobre!-'a1tada, recordando al momento la enfermedad de su hija. Sintió temor en su corazón, y tomando precipitadamente sus l.apatilJas y abrigada basq uiña, quiso cerciorarse por ~í misma del estado de la ioven. Corrió hacia el lecho,' y al hallarlo vacío latieron las ~ienes de la arrogante portuguesa'y se sintió tambalear. Dirigióse al balcón, y abriéndolo cuidadosamente miró de soslayo hacia la planta baja. En confuso contorno parecióle \'er en la penumbra la forma de un hombre. Abandonó aquel sitio y con el corazón palpitante se lanzó hacia abajo. La ancha mampara de cuero de Córdoba dio un gemido estridente de"corrida por KU nerviosa mano, y aunque ,,¡guió de puntillas, D'~ Jerónima, avisada pOI-aquel ruido especi¡dísimo, cerró con prontitud la reja y corril) á ocultarse tras la puerta del grande aposento. Un momento después n;,l Mada penetró ahogada de (·moción, dirigiéndose ,í. la reja. Casi se tocaron madre é hija. entrando la una y escapándose la otra como una exhalación. Habría sido de verse la silenciosa carrera de aquellas dos mujeres en dil-ecciones opuestas y medio alumbra(las por escasa luna, como fantasma!> que en la gran casa llt'sarrollaran misterioso drama. Cuando la trémula na María \'olvió á la habitación de SlI hija y la halló al pan'cer sumida en dulce sueño, la miró lin momento con el ceño fruncido)' luégo dijo con acento frío de contenida cólera. -¿ En dónde estabas Jerónima de Orrego? La joven abrió los ojos como sol-prendida, y sus labios pálidos articularon con temblorosa voz: - Había ido al aposento de mi señor padre en busca de una medicina tJ.ue me aliviara la cabeza. --Las doncellas nobles-interrumpi6 con acritud D~ 'lada-tienen servidumbre á quién recurrir en sus enfer- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 96 Leyendas medades. De hoy más, señora hija, no tendrás que buscar nada en la habitación de tu honrado y noble padre, y vivirás continuamente á su lado, para que no se )'epitan. Dios mediante, las jaquecas de esta noche. La ofendida dama corrió con violencia las cortinas 'del lecho de su hija y se dejó caer en un sillón. Allí la sorprendió la aurora. En la tarde del siguiente día Antón de Olalla llegaba á Santafé llamado urgentemente por su esposa. Hízole ésta partícipe de sus temores, y sin recriminaciones para la hija querida resolvióse inmediatamente que !Seabandonara la ciudad para establecerse en su posesión de la Sabana. III Doraba apenas el sol las desnudas cumbres de los cerros, y sin detenerse en el tupido arbolado de las faldas quebrábase en deslumbrador destello en el extenso lago en que por las frecuentes lluvias se había convertido la llanura. Algunas manchas de terreno libre, semejando pequeños islotes, desgarraban el plateado manto de las aguas. surcadas por numerosas balsas en que á falta de caminos se trasladaban los indígenas. Las grandes avenidas del Bogotá, la falta de desagües y los continuos y torrenciales aguaceros hacían que en aquella época del año pareciera Santafé edificada en la..<; cercanías de un lago. Los preparativos del viaje traían revuelta en aquella mañana la casa de D. Antón de Olalla. Blanca como la nieve y digna por su estampa de su preciosa dueña era la yegua cordobesa que debía montar D~ JerÓnima .. Ancha y flotante gualdrapa de terciopelo cereza con guarnición de fleco de oro envolvía casi por completo al elegante animal, sobresaliendo apenas su blanco cuello y altiva cabeza del sillón de terciopelo turquí con cantoneras de plata. Con más arte pero no con más riqueza se verían los palafrenes de las infantas españolas. Tras una tropa de cargueros indios que llevaban un equipaje inverosímil para tan corta expedición seguían el rico encómendero, su arrogante esposa, su bella hija y el apasionado D. Francisco, que valido de sus buenas relaciones quiso acompañarlos hasta el lugar en que dejando las cabalgaduras debían tomar una balsa que los llevara á su habitación del campo. En vano el noble caballero intentó atraer una mirada de los negros y severos ojos de la joven, ó animar con una Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 97 El camellón de Occidmte ----------------- sonrisa su faz de diosa empalidecida y aún más bella por secreto pesar. Al llegar á la parte en que la inundación empezaba hubo necesidad de guías cuyos conocimientos se basaban, ya en manchas de junco ó en grandes estacas que habían colocado como indicadoras del camino. A veces reaparecía el terreno libre y el viaje se hacía fácil. Los caballos, medio sumeJ~gidos, cruzaban chapoteando entre los juncos, cuando Di!-Jerónima vio flotar algo que la hizo estremecer. Dio parte á su padre, y poco después el cadáver de un niño indio era conducido por los servidores á un espacio seco del camino. Aquel espectáculo nada tenía de extraño, pues era fre· cuentísimo que los desventurados indígenas se ahogaran al cruzar con escasa luz aquellas soledades. Pero ¿ qué importaba la ,rida de un indio si entonces sucumbían á centenares bajo d peso de las cargas 6 ellátigo de los encomenderos ? La joven sin embargo miró con indecible horror aquel vientre hinchado, aquel cabello lacio adherido á la cara y á los hombros, peinado por las aguas como un caprichoso ta. cado de la muerte. Una idea horrible cruzó entonces como una saeta por su cerebro. Creyó ver á D. Fernando, al amado de su alma, víctima de las traidoras aguas, cuando guiado por su amor se aven. turara de noche en aq uellos caminos; pareciéndole ver sus castaños bucles deshechos y su pálida frente manchada con el lodo de la fría laguna. Fue tan viva su impresión que sin poderlo evitar lanzó un grito. ¡"{lcille fue tranq uilizar á sus padres, pretextando una pisada falsa de su cabalgadura; pero la pobre joven no hallaba la calma de su espíritu hasta que una idea salvadora como poco leal cruzó su mente enamorada. Hasta ese momento D. Francisco no había conseguido hablal" {lIa ofendida joven, que Hebabía deslizado de su lado como sabe hacerlo una mujer cuando quiere esquivarse; y ya se iba á terminar el camino en que debía acompañarlos, y ya se divisaba la balsa que debía llevarse aquella mujer adorada. De repente el decepcionado caballero vio á su lado aquella faz entristecida y bella, y oyó á la dama decir con mar. cado despecho: -j Pluguiera al Cielo que en vez de débil mujer hubiera sido esforzado varón, digno de la confianza de las Cortes, para poder servir los intereses de mis semejantes! -Permitid, señora-interrumpi6 con solicitud Anunci- 7 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 98 Leyendas ' bay, poniendo su cabalgadura alIado de D¿¡.Jerónima--que no esté de acuerdo con vos, y dé gracias al Todopoderoso de haber hecho las cosas como están: á vos, débil mujer para ser servida y adorada; y á mí hombre dispuesto á complaceros, dócil instrumento de vuestra voluntad y con un algo de poder que pongo á vuestras plantas. -Sois muy galante, D. Francisco, y casi me hacéis olvidar rencores que creía inextinguibles-contestó la joven con dulzura inusitada;-si vuestro corazón-agregó-tuviera piedad de los viajeros, de esos desventurados indios que perecen con tánta frecuencia, y de mi padre. tan expuesto á estos peligros, i cuánta gratitud mereceríais! Aquel acento penetrante y suave le causó vértigo al noble castellano. -Podéis contar, D~Jerónima-replicó con viveza,-con que toda mi influencia se dedicará á complaceros, yen breve plazo éste será el mejor y más seguro camino del Nuevo Reiqo j yo D. Francisco de Anuncibay os 10 aseguro. Un rayo de alegría iluminó el semblante de la joven, que repuso sonriendo: -Que Dios os premie, señor; en cuanto á mí, os perdono j y para que no olvidéis vuestra promesa-agregó con una mueca deliciosa,--permitidme indicaros que si hacéis fácil y seguro este camino; á su vera está mi habitación; allí estoy yo, y allí por consiguiente está mi corazón. Al decir esto picó su hermosa yegua y pasó adelante del embelesado Oidor. Apenas se dio tiempo D. Francisco para cambiar su traje, al regresar de su matinal expedición, cuando se dirigió á la Real Audiencia, y con ardientes é incontrovertibles argumentos logró que se diera inmediato y rápido comienzo al camellón de Occidente. N unca se había desplegado en la apática Colonia tal lujo de actividad en la realización de una obra: numerosas cuadrillas de indígenas, capitaneados por españoles hábiles, trabajaban con ardor en el nuevo camino, lo 9ue no era de extrañar si se atiende al intesés que manifesto la Audiencia, y luégo la ciudad entera. D. Francisco parecía tener cariño á su obra, \lue llegó á convertirse en el paseo favorito del Oidor. Cuando el mareo que en sus facultades producía la presencia de D~ Jerónima empezó á desvanecerse, el castellano meditó en la conducta de la joven, y los celos y la duda vinieron á morder su corazón. A pesar de eso, su vanidad varonil triunfaba de todo, y no hallando en la Colonia quién pudiera competir con él, adquirió relativa tranquilidad. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El ca-mdl(i,¡ de Occide,¡tc .. - ... 99 ------------------------IV Hacía un mes lIue Antón de Olallase había ausentado con su familia, y Anuncibay, preocupado y meditabundo, recorría la parte de camino que se había terminado. La noche caía, y su paso fue llevándolo insensiblemente hacia el lado en donde se hallaba el ídolo de su alma. Empezaban á brillar las estrellas cuando el caballero, sintiéndose fatigado, tomó asiento en una piedra que sobresalía en una barranca. Pocos momentos hacía que descansaba cuando el galope de un caballo le hizo levantar la cabeza. Permaneció silencioso y vio pasar delante de él la elegante silueta de un apuesto jinete que en fantástica carrera se desvanecía en la sombra. Una'punzada de rabioso dolor hirió el corazón de D .Francisco; la sangre circuló con dificultad en su cerebro, y ciego por la más terrible de las iras, se dirigió á Santafé con la ligereza del celoso. Poco después volvía á cruzar el mismo camino, hincando con furia las espuelas á su caballo y azotando sus ijares con la flotante espada en su rápido galope. No lejos de Puente Aranda terminaba la parte seca del camino, y á una especie de puerto arrimaban las balsas que durante la época de lluvia conducían á los viajeros. Allí llegó D. J.<'rancisco sin haber encontrado nada sospechoso en su camino. gchó pie á tierra, y atando su caballo á un árbol se dispu~o á esperar. Todo estaba Bilencioso, )' aq uella calma sencilla y grandiosa contrastaba con el alma atormentada del celoso Oidor. Hasta entonces sólo la luz de las estrellas había iluminado el solitario paisaje. Al fin la luna apareci6 t ras los enhiestos cerros, y su plateada luz bañó la naturaleza de triste y misteriosa belleza. Riel6 ondulando en las aguas dormidas, mientras que los penet¡'anteB ojos de D. Francisco sondearon el hori:wnte. Cansado estaba de esperar, cuando vio un punto negro que avanzaba con lentitud por sobre la g-risosa superficie de las aguas. 'rembló de emoción el castellano y esper<l. La balsa, pues era una d~>estas embarcaciones]a 4ue se aproximaba, se dibujaba claramente, así cOl11ola silueta de dos hombres que en ella \'cnían embarcados. Fue entonces cuando D. Francisco comprendió ]a magnitud de su error r de su credulidad. Dócil instrumento de una mujer, habíaservido para allanar cI paso á su rival' a] fin de aquel camino estaba el coraz(m de la ingrata, perQ bien Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 100 Leyendas --------------------------- ---."-------- veía ahora 10 doble de aquella. promesa, y cómo había explotado la perfidia el tesoro de su amor, y 10 que es peor, su ciega vanidad. Conocer al que le robaba aquel afecto j saciar su sed de venganza y devoradores celos; castigar á D;¡' Jerónima con la muerte del que amaba, tales eran los ardientes deseos que en violenta pasión animaban enaquel instante á D. Francisco. Delató su presencia la curiosa luna bañándolo con imprudente rayo, porque levantándose uno de los que venían en la balsa, puso en su faz negra careta y llevó la mano á la empuñadura de su espada. El remero que 10 acompañaba adelantó con mayor rapidez, y el desconocido saltó a tierra cerca del celoso D. Francisco. La pálida diosa hizo con su luz una muda presentación; porque si calló los nombres, hizo comprender que eran dos caballeros los que se hallaban frente á frente, jugando inquieta en las plumas del chambergo y en los lucientes alamares de las capas. No se lanza con más furia el tigre del d'esierto sobre anhelada presa que Anuncibay sobre el silencioso viajero j no avanza con más hidalguía é intrepidez el héroe de un torneo que D. Fernando de Monzón sobre el agresor desconocido. Fue una lucha terrible, silenciosa y á muerte. Murmuraba el viento en el escaso arbolado, las aguas se .quejaban tristemente y las espadas, con estridente chirrido, gemían á veces como si se sintiesen heridas. Anuncibay deseaba arrancar la careta á su contrario, pero no podía descubrirse porque se las había con habilísimo contendor. Quería hablar, obtener el nombre del odiado enemigo, pero D. Fernando no daba tregua con el terrible juego de su espada. Entretanto el remero indíg~na que había conducido al caballero y que poseía la confianza de D~ Jerónima, aseguró la balsa y se deslizó al lugar del combate, esperando el resultado de la lucha con ansiedad creciente. El interés que le inspiraba su amo le hizo lanzar un imprudente grito de infundada alarma, 10 cual hizo perder terreno á D. Fernàn,do. Aprovechó esta circunstancia Anuncibay y se tiró á fon.do, cayendo el noble joven atravesado por la espada del Oidor. Lanz6se para arrancar su careta al enemigo caído, pero más rápido que el pensamiento, el balsero indio descargó sobre él un violento golpe con su remo, haciendo medir la tierra al castellano. Aprovechándose de ta sorpresa el atribulado indio, le ató presuroso los pies y las manos después de una corta lucha, en la que llevó la mejor parte. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El camellón de Occidmte 101 Tom() luégo el exánime cuerpo de su !:ieñor y la colocócuidadosamente en la balsa, volviendo á tomar el camino que había traído. Nada es comparable á hl. impotente rabia de Anuncibay al ver que su enemigo se escapaba quizá con \-ida, y sobre todo sin saber su nombre. Ruegos, amenazas, promesas, maldiciones y por último verdaderos aullidos de furor, rasgaron el silencio de la noche. La uaba siguió avazando sin <¡ue su conductor diera POI- respuesta una sola palabl"a. Como un reptil enfurecido, D. Francisco se azotó en vano contra el dnro suelo sin poder romper sus ligaduras. Cuando el alba apareció en el horizonte pasaron cerca de él algunos indios pescadores. )' al fin pudo obtener su libertad. Desgraciadamente ninguna huella había del fugitivo, y la h-rsa superficie de las aguas permanecía muda ante su interrogadora mirada. r'~l1tn>tanto las primel'as luces de la aurora iluminaban en ulla cahaña india una escena tan extraña como interesante. Tendido sobre un montón de paja, pero apoyada la pálida y hermosa cabeza sobre almohadón de finísimo lino, yacía D. Fernando de :Monzón. De rodillas é inclinada sobre él, suelta la undosa cabellera, densamente pálida y embellecida por un dolor supremo, hallábase Iy.L Jer<l11ima espiando con angustia el efecto de las yel"bas que sobre la herida había aplicado una anciana india. Acompañando á la jO\'l'n se hallaban su dueña D<!-Violante, que á pesar de su severa mirada nada sabía negarle, y la habitadora de la cabaña, cuyo hijo era el balsero á quien D;~Jerónima había confiado el secreto de su amor. Xo lejos de allí se alzaba ¡a espaciosa casa de Antón de Olal1a, algunas de cuyas ricas mantas, en viajes sucesivos, vinieron á hacer confortable la cabaña indígena. Nadie puùo sospechar la que pasaba, y sólo la palidez de nI- Jerónima alcanzó á alarmar á sus amantes padres. En vano Anuncibay, presa del más celoso despecho, indagó cautelosamente el nombre del caballero herido j ninguno faltaba en Santafé, pues el único cuya ausencia se lamentaba en los salones, D. Fernando de Monzón, no podíll ser objeto de sospechas toda vez que babía partido para Cartagena cIe orden de su padre. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 102 Leyendas v Tomóle el Oidor profunda aversión al camino de Occidente, y COll culpable egoísmo quiso poner trabas {i su continuación. Pero ya la obra tenía vida propia, y fue imposible contener el impulso tan vigorosamente dado. El trazado r los desagües establecidos habían hecho la vía perfectamente practicable hasta la casa de D"" JerÓnima. Cuánto más 10 habría lamentado Anuncibav si en una estrellada noche hubiera seguido al silenciosó fraile (lue, guiado por un joven indio, emprendió en aquella dirección. La Semana Santa hizo Que Antón de Olalla trajent á su familia á Santafé .. La vista de D<·lJerÓnima exaltó de nuevo la ¡:lasi,În dL' D. Francisco, haciendo revivir sus celos. Proyectos de venganza hacían hervir la sangre del castellano, y herido por los desdenes de la joven lJ.uiso an-ostrarlo todo para domar aq uel org-ll110aunq ue sacI"itical"a su felicidad. Aún no había prohibido el l{ey de i<;spaña el matrimonio de los Oidorcs en América. v D. Francisco sc Üi¡'igi,) el día de Pascua con toda la solem'llidad acostu m b¡".-tdit (L I-)(~dil" á Antón de Olalla la mano de su htja. Sin omitir ninguna de las formalidades de aquel (iempo, y hechas todas las objeciones naturales en tlll padre tan cariñoso como el rico encomendero. el noble conquistador concedió al Oidor la mano de la joven. Quiso D. Francisco ver ~ su futura. y que en presencia suva se le comunicara la \'oluntad de su pa(ll'è. - En el fondo del espacioso estrado. ocupando anchos sillones de cuero de CÓ¡'doba, se hallaban Antón de ()Jalla. Sll esposa D<1- María de Orrego y su futuro yerno. La adesonada techumbre ostentaba abigalTa<lo,,; y fan'tásticos dibujos de caprichosa pintura; molduras doradas corrían á lo largo de las paredes y sostenían el tapiz de;erciopelo carmesí que cubría todo el sal()n, sin que inten"umpiera esa monotonía sino un gran Cri,,;to en el tesÜ')"o. y á su frente un retrato de Felipe II. Descorriósc una mampara y !evantóse una cortina, dando paso á Jerónima de Orrego. Vestía de terciopelo negro con regia sencillez. y llevaba en desnudo deslumbrador los brazos y gar~anta. Adelantose con su acostumbrada gentileza y salud() con naturalidad á D. Francisco. -,:Me habéis llamado. padre mío? Intarogó con dul:mra. Antón de Olalla extendi6 sus bl-azos pero la eOloción ahog6 su \'01.. ¡Amaba tánto á aquella hija .... ! Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El --.- .. --- .... --" camellón de Occidc1lft: ------------ --- 103 Entonces Anuncibay, dando un paso aùelante, dijo con un acento tembloroso en que se traslucía el triunfo. -Vuestro paùre acaba de hacerme el inapreciable honOI' de concederme vuest!'a mano, por la cual espel'o la incomparable dicha de ser vuestro esposo y señor. D'~Jerónima retrocedió. y fijando en e! Oidor sus neg!'OS ojos que despedían centellas, internlmpió con nerviosa VIveza: --Jam{ls seréis mi señor, D. Francisco de Anuncibay. Dios, el Rey, mi padre r el que elija mi corazón. ¿Vos? ¡Vos, nu)].::a! Antón de Olalla, con ci ceño fruncido, se le\'antó de ~u asiento presa de la mayor sorpresa, ---{Desde cuándo una hija hace objeciones á la voluntad paterna?-dijo con se\'ero acento.--D;~ Jel"ónima de Orrego y Olalla -agTeg,Î con solcmnidad.--estáis prometida á D. Francisco de Anuncibay. y Beréis sin dilación su esposa. --j Perdonad, padre y señor!---exclamó la joven cayendo de rodillas; -no forcéis mi roluntad, no quiero, no puedo ser la esposa <le eSl' caballero, La ten1\1ra de! padn' sc' cles\',u1eci(') ante la autoridad amenal.<Hla por la primera I'ez. - -Vuéstra es. D. F'rancÏsco-1lijo adelant{lndosc con serena linneza; - os lo he pl"ometido. y para llevado á cabo pasan~ sol))"e mi propio corazón. Le\"ant(Îsl' lr,l ]cl"ónima y con la faz pálida y los ojos brillantes, elijo C'))] voz clara, dirigiéndose á su padre: ---Pasa¡'eis, señor, soJ¡l'i.' Vllcstl"O corazón si así la que¡'éis: pel'o como hidalgo y como Cl"istiano. no podéis pasar sobre mis juramento:.; y sobre la hendici()n de un sacerdote. Hubo un 1l10m~nto cie silencioso estupor que rompió J)',l \Iaría, a\'anzando hacia Sil hija. mientras sus manO!';Se retc)l-cían de al1!~usti<l, --i.Qué hab,~is hecho. hija mía? ¡,(¿lié acab{lis de decir á vtll'stro padre? --No temáis. madre y;;eñora--contestó COll firmeza y dulzura LW .Tel"ónima;--nada he hecho que pueda afrental:nos; nuest¡"o honor está ileso. He contraído solemnes esponsak:;, que espe¡'o ratifica¡"éis gustosos ante lin sacel"dote, con un distinguido caballero, --¡Su nombre! Decid su nomure!---rugió D. Francisco--mientras que el ùolor y la SOl"presa pan~da que habían paralizado il Antón de Olalla. -¿Su nombre?--dijo Da Jerónima irguiéndose altanera ank el Oidor: - por ahora no la sabréis, D. Francisco; sólo la diré á quien tiene derecho de interrogarme; en cuanto á vos, tiempo es ya de que no os mezcléis en los asuntos de mi "ida .Ydejéis á una noblt.' dama sin ofenderla con vuestro papel de inquisidor. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 104 Leye1f4as -¡Me ha engañador-murmuró con voz sorda Antón de Olalla. mientras dos lágrimas cruzaban las mejillas del viejo guerrero. Ante la expresión de aquel dolor D;~Jerónima perdió toda su energía y cayó desolada abrazando connIlsivamente las rodillas de su padre. Fue entonces cuando Di!- María de Orrego dijo con voz áspera: -Bien véis, D. Francisco, que no es posible que sea lo que habéis solicitado. Nuestra casa está siempre abierta para vos, pero la verdad es que en el caso presente sobráis. Así creo que piensa mi esposo y señor. No esperó el humillado caballero á que aquello se ratificara, y ciego de ira y de despecho abandonó la casa. Cuando entre lágrimas y súplicas ardientes de perdón pronunció Di!- Jerónima el nombre de D. Fernando. comprendieron sus padres el porqué de su silencio y el temor que ella había abrigado de no obtener por medios ordinarios su consentimiento. La extremada juventud de D. Fernando de Monzón, pero más que todo su cualidad de hijo del Visitador cuya presencia traía revuelta la Colonia, siendo manifiesta su hostilidad hacia Antón de Olalla, justificaba el sigilo de Di!JerÓnima. Convencido Anuncibay de que no sólo se le escapaba el objeto de su amor sino que no le era posible vengarse. obtuvo algún tiempo después ser promovido á la Audiencia de Quito. Cuatro años más tarde, cuando los briosos corceles de D, Fernando de Monzón 'j de su feliz esposa D<·lJerónima cruzaban en rápida carrera el ancho y seguro camino que conducía á su hacienda. una sonrisa de burlona piedad asomaba á los labios de la dama, recordando á Anuncibay, al' diente iniciador del camellón de Occidente. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El Presidente Sa,zde 1<:LPRESIDENTE 105 SANDE 1<~nla Edad :\ledia tuv·) grande importancia e1l1amado juicio de Dios, práctica nacida de la fe ardiente de aquellos tiempos y de la notable deficiencia de la justicia humana. 1<:ntodo hecho criminoso en que faltaban pruebas para castigar culpables ú para defender inocentes, la lucha de dos campeones que representaban al acusado y al acusador dirimían la contienda, teniéndose el castigo que se daba al vencido como impuesto por un fallo venido de la Alto. Muchas veces la inocer.cia fue salvada por este medio, l!Ue hoy nos parece tan extraño, y ocurrieron casos singulares como el de la segunda esposa de Felipe mde Francia, arrancada de las garr;¡.s de la muerte ti que la babía lle\'ado la calumnia, por un defensor que en palenque cerrado venciií al <¡ue la acusaba y le hizo confesar la falsedad ch, sus aseveraciones. Conocido hasta de los niños es el caso ocu nido con motivo de la muerte de un ca~allero asesinado en un bosque sin más testigo que su perro. 1;;1 noble animal pèrsiguió de un modo tan tenax al agn'sol', que el hecho se hizo notable y despertó terribles sospechas que llegaron hasta el Rey; acudieron al juicio de Dios. y el perro degolló al matador de su amo, quien antes de expirar hizo la confesión de su crimen. No menos curiosos han sido los emplazamientos ante el tribunal de Dios, de los cuales hay algunos casos que han llamado en épocas diversas la atención. 1<~n1311 Felipe IV el Hermoso, de Francia, al conseguir la supresión de la orden de los templarios hizo quemar al Gran Maestre Jacoba Molay, el cual en sus últimos momentos emplazó al Rey y á otro gran personaje para comparecer ese mismo año ante la justicia de Dios. Antes de terminar el tiempo fijado murieron los dos grandes magnates. En 1312 Fernando IV de Castilla, conocido en la historia con el nombre de El Emplazado condenó sin pruebas, por un crimen que les imputaban, á los hermanos Carvajal á ser despeñados en ~Iartos; ellos protestaron de su inocencia hasta el último instante, y emplazaron al Rey para dentro de treinta días. F;l monarca mudó en el preciso día para que había sido citado. En 1808 surgió una discusión acalorada entre el prior del Convento de San Diego y el Oidor Portocarrero, á causa de la tierra que arrojaba.n sin consideración delante del Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 106 Leyendas convento los trabajadores que componían el camellón. J<~I Oidor, de carácter violento, no dio oídos ni á razones ni á súplica.<;, y el prior, justamente indignado, díjole que su contienda la sometía al fallo de lo Alto, á cuyo tribunal lo citaba. gn la noch\: de aquel mismo día muri{¡ ci PI"jOJ" y á los diez días el Oidor. con asombro general. Pero tratándose de estos asuntos, pocos han sido tan dignos de atención como lo ocurrido al Presideptc del Nuevo Reino D. Francisco de Sande. II EI"a una tarde del mes ùe Ag"osto de 1602. L~nuna de las mejores casas de Santafé, situada en la plaza principal. veíase un salón lujosamente decorado en donde lucían sobre los tapices de terciopelo que cubrían las paredes, el dorado de los muebles y el rico bordado de los almohadones. En un gabinete próximo, no menos suntuosamente adornado, hallál}ase una dama sentada en una silla baja y al parecer sumida cn una meditación profunda. Su melanCillico semblante tenía la palidez (lue imprime un largo padecer, y sus labios, de he I-mosísimo dibujo, tenían en sus extremidades un pliegue de intensa amargura j era todavía muy bella, y sus ojos admirables en que se había refugiado toda la vida de aquel sér entristecido, estaban rodeados de un círculo obscuro que los ag-randaba aún más y los cnnegl-ecía con las coloraciones del pesar. A su lado, medio tendida en los cojines y con la cabela apoyada en las rodillas de la dama. que hundía cariñosamente los dedos en la masa de sus cabellos rubios, una joven de Unos diez y seis años le hablaba con acento suavísimo que sólo ella alcanzaba á comprender. --Sin vuestro cariñQ, señora mía, ya habría muerto vuestro pobn~ hermana--decía la niña mirándola dulcemente. -No sé qué hacer-dijo la dama conmovida--para infundiros valol" y que me ayudéis á' soportar la terrible situación en que el Cielo nos ha colocado; tembláis á cada instante y sois capaz de moriros de espanto antes de correr un peligro verdadero. -Cie¡-to es. señora, pero he sufrido tánto .. ". temo de tal manera á mi tutor, vuestro señol' esposo. que bajo 811 mirada me siento moril-. -¡Callad, D~ Elvira, que esas quejas me llegan {llo hondo del coraz6n! Refugiada en vos toda la ternura de mi alma, sacrificaría mi vida por evitaros sufrimientos; pero la desg-racia me ha empequeñecido. la lucha diaria ha doblado mi Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El Presidente Sa1lde 107 cal"áctel" y ya no siento la energía de mi raza. que tánto me ha servido para defenderme y defencleros ! -¿ Qué nueva maquinación, hermana y señora, tendrá ahora contra mí D. Francisco? -Quizá nos olvide algunos días. preocupado como se hal1a con la \'enida del Visitador-contestó D;~ Ana <1(~:'tIesa tristemente. Oyéronst' los pasos rápidos y firmes de una pen;ona que subía la escalera, D?- Eh·ira lcvantóse con viveza, poniéndose excesivamente pálida; pn'sttí llO instante de atenci6n. y luégo. hUYl'ndo cumo una C01"í:a perseg-uida, se escapó POI"la pu erta más cercana. D~ Anë..!wrmaneci(¡ en su sitio, pero sus labios IH'rdieron ël colol' y temblaron. ligeramente sus manos. gn la ha:)itacitll1 ,-nt¡',í lIn 11Ombr,' enjuto, de elevada estatura, con tinte obscuro l' bilioso en su dura fisonomía. de ojos inquidos y brilbntt'~, ~le mo\'ilidaÜ extrema. La dama ]e\ant,) tíJ11ida.m~nte la vista çomo para leer en el semblante del recién lkg-ado qué nueva calamidad debía esperal", y al Vl'l' 'Iut' s',' aCl'l"Caha hacia ella. dijù con \'OZ al pareCI'" tranl[uila: ,Ha \'lll'lto Dsía m;Î." jllonto IL, lo Cjlh~acostumbra, ,En I'ralidad así ,'s, \1l~~'C) nunca con la l¡g-l~reza que debe haberlo deseado VlIc'stl,l cariñosa impaciencia--dijo el cahalh:¡'o sarcÎ.stica\lwnt<', a1 mismo tiempo quc' "l' dirigía al balcón, --Vt'nid señor;l 'agTl'~('; mientras la llamaba ner\'iosamente ,:on los (ledo'> dl' la rn;U1O(kncha;"UO\'a á kner lUg'ar en la pla/a un L'sPl'ct<Î.culo ¡k'que 110 Il\' querido p¡"¡\'aros, po:' 10 cual h,,, n'nido ,Î. PL'SI'!lCia¡'10 .:n \'llestra compañía, D~~ .\.11<1 :lU ,ontl,,;t/I. 'l·'r.) Sll:'; ojos SI,' dilataron el,>espanto, . -Ile Ol'(lell;du ha,','¡'j\l,.;ticia <:11dus indios, padre é hijo, que sOl'[¡reIHlie¡'on ¡'uhanelo LInas ma1.O¡"cas, y como cel"ca de nuestn¡~ hakol1l's SI" halla la hOI"ca, podremos apr,>ciar (Ilmo Si,' cumplen mis ,ínl\,'nes y 'lU;' (ara ponen en un CétSO como t'sk los ind Íg-l'n,'.;';, --¿ POI' sólu unas mazorcas hacéi" ahol'car <Í. esos infelices, D, Francisl:o? L'xdam,í la dama juntando sus manos con ang-ustia, -¿ Qué sabéis (k justicia, señora? Han faltado á la ley y además 80n ¡"l'incidentes. ¡Venid! -Perdonad, señor--dijo D;~ Ana. con las ceja.s fruncidas y la voz insegu¡"a;---no acompañaré á l'Uêsamel'ced en el balcón, porqul' bien sabéi .•• que los nervios no me la permiten. -j Plug-uiese al Cielo Il lie no fueseis tan cobarde, ~eñ()ra! Es vuestro debe¡' complacer {t vuestro esposo, .,' sielUnre hallo resistc·n.:ia á mis deseos, .• Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 108 Leyendas -Cuando son contrarios á mis más caros sentimientos. -¡Menguada suerte la mía! luchar con una mujer asustadiza y débil, cuando habríame convenido una hembra fuerte y valerosa, una D¡~Juana Pacheco! -D~ Juana Pacheco-interrumpió con vehemencia la dama-no os habría convenido: ella fue una mujer heroica, no fue una mujer cruel, y si dio batallas para ayudar al no~le J~an de Padilla, era para defender al pueblo. no para tJranlzarlo. D~ Ana calló asustada de sus propias palabras, .Yel caballero le contestó, pálido de rabia, pero con aparente calma. -Es lástima Que en la Real Audiencia no desempeñéis el cargo de Oidor defensor de los indios j'de toda la canalla. --Es lástima, señor, porque si nunca olvido mi noble raza, tampoco ol~'ido que soy cristiana y veo un hermano en cada uno de estos indios infelices. -Pues que no gustáis de ver suspender á los ladrones, voy á hablaras de cosas más gratas-dijo el caballero tomando asiento enfrente de su esposa.-¿ Recordáis la muerte de Alejandro de Silva cuando ejercía yo la Presidencia de Guatemala? --¿ Cómo se atreve Usía á e~'ocar esos recuerdos? -¿Tenéis presen te, D'·L Ana, que por sólo haberos saludado tres veces consecutivas se halló la manera de hacerlo subir, aunque aparentando otl'a cansa, las gradas del patíbulo? --Usía sabe que l'l recuerdo de ese crimen que cometi{) es uno de mis mavores tormentos. - No os apuréis 'tánto por 'eso, señora. porq ue aún agregaremos algo más en nuestra estancia en Santafé. -j Callad, señor !-exclamó con angustia la dama. -¿ Porqué os saludó ayer al salir de la iglesia D. Diego Hidalgo de Montemayor? -Aseguro á Usía que ni siquiera le conozco. Saludaríame porque soy vuestra esposa, porque soy la Presidenta-gimió la desgraciada tapandose el rostro con las manos. Hubo algunos momentos de aterrador silencio. -¿Sabéis, D~ Ana-dijo al fin el caballero-que aún son muy hermosos vuestros ojos para que puedan pasar sin ad· vertir esos saludos'~ -j Cruel destino el mío !-dijo D'·l Ana levantando la frente;-jamás me habéis hallado bella para amarme y sí para hacerme una mujer desventurada.. Si yo creyera que en realidad os inquietaba la que llamáis hermosura de mis ojos, probaría á hacer como Lucía, la santa doncella cristiana que arrancó los suyos para enviarlos al tirano,'y alcanzar así que la dejara en paz ! -Sois ingrata, señora: tanto os amo y es tan verdadera la intranquilidad que me produce ese amor, que dentro de Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia _____________________ El Presidente Sande 109 ._. 0. __ • _. pocos días la justicia del Rey hará caer la cabeza del hi, ,I dalgo y otras dos que yo me se, por razones ana ogas. Al decir esto el caball.~ro se levantó pausadamente y abandonó la habitación. La puerta se cerró tras D. Francisco de Sandc, Presidente del Nuevo Reino. i Oh, Dios mío! ¡Cuán desgraciada soy!-exclamó con desesperación la esposaj-no en vano le llaman Doctor S'angre .' , Cuando el eco de las pisadas se hubo extinguido, se abrio una pequeña puerta y apareció la bella pero demudada fisonomía de D~ Elvira. -¿ Os ha hecho llorar? lOs ha atormentado como siempre?-preguntó ansiosamente la joven abrazando con solicitud á su hermana. -Mientras no toque con vos, mientras no le inquiete la sed de vuestra fortuna y os deje tranquila, todo sabré soportal'lo-dijo Di).Ana con tristeza profunda. Preparábase á tomar asiento Di).Elvira cuando la puerta volvió á abrirse sin ruiùo. y la fisonomía dura y tel'rible de D. Francisco dejó heladas á las dos mujeres. La joven pareció próxima á desmayarse, y Di.lAna adelant6 un paso como para sostenerla:r darIa protección . . El Presidente pareció no notar el espanto que su presencia producía, :r dijo con acento incisivo que hirió el corazón de las hermanas. -Había olvidado deciros, señora, lo que he resuelto con relación á vuestra hermana. -Escucho á Usía-dijo Di).Ana, mientras la expresión de una terrible angustia obscurecía su frente. -Dentro de ocho días mi pupila irá al claustro, como deíinitivamente lo he resuelto. Una ola de indignación enrojeció el semblante de D;¡' Ana, y sin poderse contener articul6 con violencia: -Noble misión es la de servir á Dios, pero D<}Elvira no irá al COl1\'ento por sólo la voluntad de Usía j será monja si ella 10 quiere)' muestra decidida vocación j las herederas tan ricas como ella nose hacen santas por indicación de su tutor. -¿y no me diréis, señora-contestó con irónica y cruel sonrisa el Presidente,-quién habrá de impedir lo que en mi casa y en este Reino tenga yü á bien disponer? D~ Ana se llevó las manos al rostro y prorrumpió en sollozos; Di).Elvira se asió á ella como para pedirla protección y D. Francisco, mirándolas un momento con complacencia cruel, abandonó la estancia pisando contra su costumbre con la suavidad de los felinos. Aún no h¡¡.bían podido contener sus lágrimas las dos mujeres cuando reapareció con la rabia pintada en el semblante. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 110 Leyendas ----.-.- .. ---------------------.--- -¿Queréismc decir, señora, dónde est{l la llave del calabozo del huerto? -Usía la ha guardado siempre-contestó la dama con acento inseguro. -Haré azotar toda la servidumbre hasta que en carne viva me den razón de la llave-dijo Sande con voz aguda como la hoja de un puñal. , -No hagêÍis tal, D. Francisco-dijo su esposa enjugando sus lágrimas ;-fui yo quien se apoderó de la llave, y la arrojé al arroyuelo de la calle cuando estaba crecido. - Presumíalo, señora-dijo el Presidente con voz que la ira estrangulaba.-¿Porqué os atrevisteis á disponer de esa llave? -Porque en ese horrible calabozo pereció de hambre la desdichada esclava que encerrasteis allí durante tres meses por una falta que apenas merecía ligero castigo. D. Francisco miró á su esposa con tal intensidad, que ella sintió como si la atravesara una daga; luégo dijo con una sonrisa de verdugo: -Las damas cristianas bien pueden residir donde han sufrido sus hermanas de raza inferior; así se le\'antan al Cielo los corazones jóvenes, ?ara lo cual conseguiré otra llave. Esta vez sí se alejo y sus fuertes pisadas resonaron en el corazón de laR hermanas. III Al día siguiente la Colonia fue hondamente conmovida por la llegada del Visitador Dr. Andrés Salierna de Mariaca. El Presidente D. Francisco de Sande había conseguido llevar el terror á todas las esferas sociales; una horca permanente levantada en la plaza principal aparecía como la rúhrica cruel de su Gobierno. Las repetidas Quejas de los colonos tuvieron al fin eco en gspaña, y á residenciar al terrible mandatario llegó el Visitador ardientemente esperado. La primera medida del Dr. Salierua fue dar orden al Presidente de trasladarse ála Villa de Leiva mientras tenía lugar el juicio. Deseaba que los declarantes no estuvieran supeditados por el temor que les inspiraba el Dr. Sande. y que hubiera libertad en todos los procedimientos. Cuando D. Francisco tuvo noticia de esta disposición, su rabia estalló con violencia y en su casa, donde todos temblahan al sonido natural de su voz, creyeron morir de espanto al sentir que rugía como una fiera. Seren6se al fin y sólo quedaron en su ho¡¡co semblante m~s marcados los matices biliosos de su ira endémica y más siniestramente honda la terrible arruga de su frente. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Et Pr<,sidfmtc Sallde 111 Dirigiósc á D:·t Ana y le dijo COll naturalidad: -- El Dr. Salierna de Mariaca quiere que me traslade á la Villa de Leiva; arreglad, señora, los menesteres de ese \'iaje y preparaos para una marcha rápida. --¿Oueréisme decir cuántos esclavos hemos de llevar? -inter;''Og-ó dt;lcemente la dama. -Solamente cuatro; los demás se quedarán al servicio de mi pupila y á las órdenes de mi fiel Mateo. I<~stassencillas palabras hicieron en la Presidenta el efecto de una descarga eléctrica. Retrocedió palideciendo intensamente, y cruzando las manos con angustia exclamó en desesperada súplica: -No haréis eso, señor, no la hareis, D. }1~rancisco, mientras yo tenga un soplo de vida. ¡Dejar á mi hermana en Santafé, separada de mí y entregarla á Mateo .... jOh, Dios mío! yo sé lo que esto significa; á mí no se me ocu lta que ese vil esclavo es vuestro verdugo secreto! El Pre-sidente, sin contestarle, mirábala en silencio con su sonrisa de caníbal, y ningún efecto parecían hacerle las miradas de aquellos ojos centelleantes. ni las palabras vehementes de aquellos labios sin color. -Callad. D;~Ana-dijo al fin;-perdéis un tiempo precioso para los quehaceres de la casa; sabéis que yo no amenazo y que mis palabras tienen la fuerza de los hechos cumplidos. Diciendo esto se dirigi() á su despacho, donde 10 esperaban varios caballeros. -¿Os vais á la Villa de Leiva? le preguntaron con solicitud fingida. -Tengo de irme; sólo que ser{l un corto viaje. -Quiera el Cielo que sea como dice Usía-dijeron los cortesanos. --A Dios gracias-contestó el Presidente con unasonrisa llena de sugestiones,--puedo llevar al Visitador estas barras de oro ahura que voy á clcspedirme. y seguro estoy con ello que será bien despachado.> este neg-ocio en que mis enemigos me han metido. Al mismo tiempo que hablaba el Dr. Sanùe mostraba á lOH caballeros unas barras de metal muy bien acondicionadas (lue tenía sob¡'c la mesa. --¿Creéis posible que el Visitaùor reciba ese oro? preg-untó uno de los oyentes Hin poder contenerse. -Créolo, señores--contcstó el Presidente con firmeza ;----ysi os servís esperarme, podré demostraros dentro de poco que yo teng-o razón. -Esperaremos á Usía--dijeron á una voz los caballeros, sorprendidos de tal pretensi<ín tratándose de un hombre de la talla moral del Dr. Andrés Salierna de Mariaca. :Media hora después regresaba D. Francisco de Sande y decía sonriendo á los que lo esperaban: Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 112 Leyendas -Cinco mil pesos de buen oro me ha costado el favorable despacho de mi residencia; no es duro de comprar el Visitador Salierna. En la tal'de del mismo día nadie ignoraba en Santafé la especie de la supuesta compra, llegando, como era natural, á los oídos del interesado. Una espada que le hubiera herido el corazón no habría producido una impresión más dolorosa en el noble caballero; agoIp6se la sangre á su cerebro y la más justa de las iras le hizo palidecer hasta parecer un cadáver; galvanizóse empero aquella víctima de la calumnia con el deseo de poner en salvo su honra mancilIada. Corrió á casa del Arzobispo para pedir su auxilio en tan terrible trance; pero su impresión era tan violenta, que no alcanzó á Ilegar adonde se dirigía y fue trasladado á su casa presa de ardiente calentura. Allí fue á verIo el Ilmo. Lobo Guerrero, y por ruegos del enfermo el Prelado pidió al Presidente que se desdijera; D. Francisco sostuvo al Arzobispo la entrega quede! oro había hecho al Visitador Mariaca. Al saber el íntegro Juez que Sande se sostenía en su acusación. le hizo instar que viniera á su casa para ver si delante de testigos y del Sr. Lobo Guerrero se atrevía á pen,istir en su calumnia. El desgraciado caballero se hallaba ya á las puertas de latumba porque no le era dado vivir con la mancha de su honra. Cuando llegó el Dr. Sande fue una escena tan terrible como conmovedora la que tuvo lugar en la estancia en que le haIlaba el moribundo. Bajo los anchos cortinajes del enorme lecho dibujábase en los blancos almohadones la demacrada y anhelante fisonomía del Visitador Salierna. Rodeábanlo los más altos personajes de la Colonia, y á su c.:abecera,en el sillón de honor, hallábase con semblante contristado y grave el Ilmo. Lo,boGuerrero. Esperaban todos con una inquietud que no podían disimular la llegada del Presidente Sande. Cuando sus pasos resonaron en el corredor, se hizo un silencio profundo y el enfermo levantó con dificultad la cabeza, fijando en la puerta de entrada una mirada de profunda ansiedad. D. Francisco penetró en la habitación haciendo con naturalidad un saludo álos circunstantes que se habían puesto de pie, se acercó al Arzobispo, á quien prestó atención especial, y fijó en silencio su mirada de acero en el pálido semblante del Visitador. Este se incorporó con fuerza y con los labios trémulos y los ojos brillantes por la fiebre y pOI'la indignación, dijo al Presidente Sande : Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia El Presldenle Sande 113 -Ruego á Usíaque escuche la súplica de un moribundo, y diga la verdad; delante de Dios. ante El no puede llevarse ningún testigo falso, ni sostener una calumnia; conjuro á Usía que desmienta el terrible testimonio que me ha levantado. D. Francisco no se inmutó, y mirando á los que le rodeaban, dijo con una sonrisa de compasión y voz tranquila: -Bien quisiera complacer á vuesamerced. pero no puedo faltar á mi palabra ni dejarme arrebatar mi dinero; cierto es que di al Sr. Visitador cinco mil pesos en oro de buena ley, y que le pido me los devuelva. La faz de D. Andrés se descompuso horriblemente, y pareció que iba á exhalar el último suspiro; el Arzobispo se leva.ntó precipitadamente para prestarle sus auxilios, y el Presidente permaneció impií.vido en el lugar que ocupaba. Cuando una especie de paroxismo hizo creer que todo iba {t concluir, presentóse una reacción inesperada, y el escalofrío del espanto hizo estremecer á cuantos se hallaban en la estancia. El Visitador sentóse de pronto en e11echo con violencia, con el semblante lívido, el cabello el'izado y los ojos como dos centellas, y dijo con \"Oz clara y terrible levantando en alto su brazo descarnado: --A vos, D. Fnmcisco de Sande ; á vos, ('1calumniador de un caballero; á vos, el verdugo del Nuevo Reino; á vos, espero dentro de nueve días ante el Tribunal de Dios; allí os cito; allí sin remisión os emplazo. Cayó el Dr. Salierna en el revuelto lecho y el sudor de la agonía humedeció su frent.~ y sus cabellos. D. Francisco de Sande hi;:o un gesto desdeñoso, y mientras la belada ráfaga de un temor invencible hacía golpear el corazón de los allí presentes, abandonó pausadamente la habitación sin hacer caso de que le abrieron calle con horror y las miradas de todos le siguieron con la expresión de los que ven escaparse una visión infernal; alguien cerró precipitadamente la puerta como para evitar un terrible peligro. Aquella escena dejó hondísima impresión en cuantos la presenciaron. 13 de Septiembre de 1602 murió en Santafé el Dr. Andrés Salierna de l\1ariaca. Cuando pasó el entierro delante de los balcones del Presidente asomóse para verle pasar, y su satisfacción fue visible para todos. Después de la comida el Dr. Sande se fue á dormir la siesta, y como tenía de costumbre hizo que D~ Ana se sentara á la cabecera del lecho para velar su sueño; fue aquél intranquilo y se conocía que tcn-ibles visiones se cruzaban en su imaginación. Al cabo de una hora despertó sobresaltado y preguntó á la dama: m 8 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 114 Leyetldas -¿Mucho he dormido? -Cerca de una hora ha reposado Usía. -Ni reposado ni dormido, señora-dijo con aspereza Sande ¡-en todo este tiempo he estado en querella con el Visitador Salierna j mirad, D~ Ana, paréceme que tengo fiebre. La Presidenta tocó el pulso y dijo para tranquilizarlo : -No se preocupe Usía con sueños ¡ la fiebre es tan ligera que pronto pasará. Hízose sin embargo llamar al Licenciado Auñón, pero el mal empeoró sin que pudiera evitarse. El 22 de Septiembre de 1602 murió D. Francisco de Sande, al cumplirse exactamente el tiempo fijado para la cita que le había dado el Visitador Salierna. Se refiere una circunstancia que aumenta la penosa impresión que este hecho produce en el ánimo de los que lo recuerdan. Hízose al Presidente un entierro modesto á causa de los incidentes de su muerte, que á todos tenía muy preocupados, y se llevó su cadáver á enterrar en la Iglesia de San Agustín. Cuando el entierro iba en la calle de la Carrera descargóse de repente una tempestad terrible de rayos y granizo, de una violencia tal, que los conductores abandonaron el féretro en la calle donde recibió sin resgùardb la furia del Cielo. Allí abandonado permaneció basta la noche, en que sus esclavos 10 condujeron á San Agustín. S610el noble corazón de D~ Ana de Mesa, aunque diariamente herido, tuvo una lágrima de compasión para su terrible compañero. La Colonia respiró con la muerte del que ya sólo era llamado Doctor Sangre. y por mucho tiempo no se le podía nombrar al caer la noche sin que los hombres se santiguaran y las mujeres y los niños temblaran de espanto. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Calarc4 ... --------.------------------ 115 I CALARCA Después de la memorable y extraña muerte del Presidente Sande la Colonia fue p.uevamente conmovida por las 'depredaciones de los pijaos y por sus terribles amenazas Eran estos indios de una raza especial, de estatura más elevada y de musculatura y fuerza superior á todos los pobladores de este territorio. Ocupaban una extensi6n de más de cien leguas, teniendo como centro las montañas de Ibagué y Cartago. Cien años hacía que los españoles habían tocado en nuestras costas, y en todo este tiempo había sido imposible reducirIos, aunque eran el terror de todas las comarcas de donde eran vecinos. Su valor indomable y su amor á la libertad les babía dado una supremacía que bacía temblar no s610 á los españoles, sino á todo indio que viviera en paz con los conquistadores de su tierra. En 1602 asaltaron un hato de las inmediaciones de Ibagué, mataron cuatro indios y robaron cuanto hallaron; en la encomienda de D~ Ana de Carri6n quemaron el pueblo, la iglesia y las estancias j mataron quince indios, llevaron á los demás cautivos, y asesinando al español que allí residía, lle\'aron en triunfo su cabeza. Súpose que tenían el plan de arrasar á Tocaima. CartaRO. Buga é Ibagul~, llevándose todas las mujeres, El Gobernador de Popayán mandó {l su hijo D. Pedro de :Mendoza á organizar en Cartago una de las Compañías 'lue debían marchar á someterlos; púsose el joven en camino con un primo y uno de sus servidores; de Buga á Cartago lo asaltaron los pijaos, y asesin{lOdolos lleváronse las tres cabezas, las cabalgaduras y cuanto llevaban, dejando en el camino Jos mutilados cuerpos. El dolor del desgraciado padre corría parejas con su indignación, y nombró apresuradamente para marchar contra los indios al Capitán Fernández Bocanegra, único Jefe á (Iuien temían, porque durante veinte años les había hecho la guerra y conocía todos sus ardides .Y su especial manera de pelear. El Capitán emprendió valerosamente la campaña venciendo mil dificultades al internarse en sus terribles montañas para buscarlos en sus propias guaridas; pero hall6 desiertos ranchos y bohios y destruidas las sementeras para que los españoles no encontraran con qué alimentarse. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia - .;~ .• : 116 Leyendas Seis de los m.ts valerosos pijaos acecharon á sus enemigos y lograron apoderarse de un indio mosca que estaba pescando. Veinticinco soldados se pusieron en su persecución y les dieron alcance al cabo de dos horas, cuando estaban comiéndose crudo al desdichado indígena. Huyeron abandonando su terrible festín, pero los españoles lograron matar á uno, coger á otro y ver que dos se despeñaban antes que caer en su poder. El prisionero dijo dónde estaban escondidas las cabezas de Mendoza y de sus compañeros, descarnadas por habérselas comido. A fuerza de astucia y de constancia cogió Bocanegra otros nueve indios, entre los cuales estaban los asesinos de Mendoza, que fueron ejecutados en Buga j con este castigo calmaron por algún tiempo las terribles correrías de los pijaos. Pero fue corta la tregua concedida, porque volvió á saberse que un vasto plan de desolación y muerte estaba preparándose, porque unas garzas blancas habían pasado por encima de las casas de los pijaos, señal evidente para ellos de que los blancos irían á sus tierras, por 10 cual se preparaban á ganarles de mano destruyendo con el fueg-o todas sus ciudades. Eran tan numerosas las quejas y peticiones que con relación á los pijaos llegaban á la Audiencia y las que esta corporación enviaba á la Corte de España, que escogieron allí un valeroso militar que no sólo viniera como Presidente, sino que trajera la especial misión de someter á los pijaos. Fue elegido el noble caballero D. Juan de Borja, nieto del Duque de Gandía. II El Jefe de los pijaos en aquella época era Calarcá, hombre de extraordinario valor y tan terribles y numerosas hazañas, que los españoles temblaban con su nombre y los indios marchando con él se creían invencibles. El Cactque de los coyaimas vivía de paz con los españoles, pero ni se había querido bautizar ni ser su aliado en los combates contra los pijaos. Uníal0 estrecha amistad con Calarcá, por el que tenía grande admiración y á quien en prueba de ello había regalado un fino arco labrado por él mismo y un collar de cuentas que á precio de oro había obtenido de los españoles. Era el Cacique un hombre de hermosa presencia que á pesar de su color bronceado y su recia cabellera, constituía un bello tipo americano. En una encomienda próxima á sus dominios había entre los servidores de un hidalgo español una viuda, bija también Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Calarcá 117 de la Península, de cerca de cuarenta años, bastante fea por sus poco agraciadas facciones, pero que se hacía notar por una blancura extremada y una cabellera tan abundante como rubia. El cambio de oro por algunos objetos <.leCastilla hacían que el Cacique frecuentara la encomienda, en donde experimentó la más loca admiración por la mencionada española. Dádivas cuantiosas al hidalgo que estimaba las condiciones del indio, y continuas pruèbas de ciega decisión hacia la viuda, hasta llegar á hacerse bautizar por complacerla, hicieron al fin que ésta se dl'cidiera á dar su mano al noble indio, que al hacerse cristiano tomó el nombre de D. Baltasar. Cuando Calarcá tuvo noticia de este suceso no perdonó á su amigo que se hubiera unido así á los enemigos de la Patria; rompió toda relación con él y prometió vengarse de un modo sangriento. Con malignida<.l de tigre espió el terribIt" pijao el modo más cruel de llevar á cabo su propósito. Entretanto D. Baltasar era el más dichoso de los Jefes indios, y el Cielo puso el colmo á su felicidad con el nacimiento de un hijo de una belle7.a que jamás pudo soñar el cobrizo americano. Tenía las facciones correctas y atractivas de su Vadre, pero con los ojos azules, una blancura inmaculada y linos cabellos rubios que enloquecieron al Cacique; hasta una imperfección de nacimiento que tenía en una de sus orejas vio reproducida en aquel hijo, que sin esa circunstancia tenía tendencia á creer que más bien era un hijo del sol. No era slSlo una delirante ternura la que el pequeño le inspiraba, era una especie de adoración y culto, porque no se creía digno de poseer tan preciado tesoro; el niño era en venlad una maravilla de belleza, notable hasta entre los mismos españoles; la madre al verlo pensaba conmovida en el niño incomparable de Belén, y D. Baltasar al tenerlo entre sus toscos y morenos brazos temía que se deshiciera aquella piel de raso con coloraciones de conchas marinas; el indio tijaba sus pupilas con intensidad adormecedora en aquellos ojos de zafiros húmedos, y se desvanecía de ternura. La bella criatura crecía entre la adoración del Cacique y de su pueblo, y ya iba á cumplir los dos años, época en que el afecto que inspiraba había llegado ásu período álgido por los encantos peculiares á esa edad. Era una hermosa tarde. D. Baltasar se hallaba en una pradera limitada por un riachuelo, en cuya orilla opuesta comenzaba un bosque. A espaldas del Cacique hallábase la población, y la esposa del Jefe se dirigió al extremo del campo en busca de agua. El niño vio á la madre, y desprendiéndose de los brazos del Cacique corrió hacia ella por sobre la verde y menuda. ~Tama; su cuerpecito de extremada robustez cortaba su Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 118 Leyendas ---------------------------blancura con una tela roja que le había ceñido la española. y se mecía en su tarda y vacilante marcha como un ánade joven que bate las nacientes alas; la madre 10 esperaba sont"Íendo y con los brazos extendidos j el niño gorjeaba y reía como un pájaro feliz, encantado de aquella primera escapatoria, y el Caciq ue no tenía ojos sino para aq ue! ramo de jazmines que se deslizaba en la pradera. Iba á recibirlo la española cuando dos brazos nervudos y fuertes se 10 arrebataron: de la espesura acababa de surgir un salvaje que tomando con rapidez al niño desapareció instantáneamente en la selva. Oy6se un doble alarido de desesperación mezclado al grito ya lejano de la pobre criatu ra; la espesura se estremeció poblada de ayes y amenazas v las ramas rotas con fuerza dieron paso á los desventurados padres, que como fieras heridas corrían en pos de su cachorro. Cundió entre los coyaimas la noticia y la población fue abandonada aquel día, porque todos los indiosse lanzaron en persecución del raptor. Todo fue en vano, yel dolor de las víctimas hubiera conmovido á las piedras; dos días después, en la puerta de la cabaña de D. Baltasar se halló un terrible mensaje. Envueltos en una piel de tigre viéronse unos huesecito~ delicados y cortos, y una calavera de peq ueño tamaño recientemente roída por fieras humanas; á esto se agregaba una tela roja, un arco labrado y un collar de cuentas. Calarcá se había vengado. III D. Juan je Borja había emprendido con gran pencla militar el sometimiento de los pijaos, y con ser él y tener tan bien organizadas sus tropas, sufrió un rechazo peligt'oSO en la batalla que dio en el Chaparra!; tm"o que replegarse y mandar por refuerzos hasta Tunja antes de continuar operaciones. Los indios peleaban en partidas y emboscadaH )' no empeñaban un combate formal. ~l noble D. Juan de Borja rehusó emplear contra ellos los perros de presa, que los habrían sacado de las breñas .Y habrían acortado en su favor tan dura l~cha, cruelísimo medio que no quiso usar el humanitario caballero. Resistían los pijaos con una heroicidad inquebrantable, y Calarcá no desmayaba un momento; peleaban hasta las mujeres y los niños, incendiando con algodón untado de trementina las habitaciones de los españoles. lanzando este elemento destructor por medio de flechas; destruían las sementeras y dejaban al enemigo sin alimento y sin techo. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Cala"cá .---_.-------"---_._---- 119 -------------- A fuerza de inteligente paciencia y habilidad militar 10gl-ÓD. Juan atraer á la llanura á los indios pijaos; la victoria se inclinaba á los americanos cuando una tropa numerosísima de indios coyaimas, con su Cacique al frente, llegó como una tromba al campo de batalla en auxilio de los españoles, Embriagados de odio. sedientos de veng-anza, los coyaimas cayeron sobre los pijaos. Como el ág-uila \.j ue abarca la extensa campiña con sólo una mirada y descubre rápida la presa que debe saciarla; como el acero que adivina el imán, lanzóse el Cacique de los coyaimas por entre el tumulto del combate, y como el rayo de la justicia irrevocable, cayó sobre el Jefe pijao, que sembraba en torno suyo el horror y la muerte. La lanza de D. Baltasar traspasó el cuerpo del valiente guerrero con tan violenta fuerza, que Calarcá se deslizó por ella y en su agonía quiso luchar bravamente con su matador. Fue un momento de ferocidad sublime aquel en que el Jefe coyaima ahogó entre sus bral:os al verdugo de su hijo. Con deleite supremo debió sentir el crujido de sus hueS08 entre sus músculos convertidos en acero; con fruiciones de felino debió vel' saltar de las órbitas aquellos ojos que vieron la última mirada de su niño; con temblores de delirio debió vel- cerrarse para siempre la boca maldecida que al probar la carne de su hijo desgarró la suya con las tenazas del dolor y le mordió mascándole sin piedad el corazón. La milerte de Calarcá fue para ellos la señal de la derrota; huyaon espantados al faltarles el terrible g-uerrero, y sólo así pudo terminarse esta •.última g-ucrra. que había empezado hada veintidós años. Hiciéronse nu merosos prisioneros 4.ue se ¡-epartieron en L'¡h::omiendas distantes. después de haber presenciado la ejecución de treinta de sus jefes principales. Losque pudieron escapar fueron á establece]-sc a TiclTadentro. en donde aún SI' halla su valiente ral:a. La lanza de D. Baltasar cra una macana que tenía más <le tres brazas de largo. Duró en el arco toral de la iglesia de Ibagué como un importante trofeo ofrecido á la Virg-en. hasta el terremoto de 1R26. <¡lle destru~'ó e~e templo. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia NOTAS HISTORICAS Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia NOTAS HISTORICAS -.-___4' • ..--- (~ENEHA LIDADES El año de 14'J1 el map:Llnundi era s,)!o la mitad del adual; las inteligencias cultivadas entl1 muy L's..:asas, y. la ignorancia t'xtend1a sus tinieblas l'n casi todos los cerebros. Las \'i~jas naciones. señoras de un hemisferio, creíanse rodeadas d'-, un mar infinito, y cran muy raros los que se preo..:upaban del límite qllc poMa tenel-; muy lejo~ estaban de creer los europeos que cU:lIldo el sol se hundía en el desconocido abismo extendía sus brazos de 01-0 para estrecha¡otro mundo \.lUt' arrullaban dos mares y cubría un cielo, algunas de cuyas magnitiLencias estelarias jamás podrían admi¡-a¡- en el viejo hemisferio; no imaginaban que el Monte Blanco, (lue c¡-eían de altu,-a inaccesible, vendría á aparece¡pequeño ante los Andes de Bolivia: que el Danubio y el Volga verían menguados !:iU caudal .r su extensión por el potente Misisipí y el soberbio Amazonas, y que las estepas de Rusia apenas podrían hermanarse con los extensos llano!ol \' ¡-icas pampas de la América del Sut". y en este mundo completamente ignorado, lleno de belleza y de desconocidos tesoros, pululaba en agrupaciones importantes una humanidad desnuda .r tan tristemente ignara, que en muchas partes se ofrecía á sus dioses como \'ícti ma, y que si en ocasiones era buena y sencilla. en otros Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia _ -..,;:: ...:~"'-':;::::; 124 Notas ---------------------- -- .. ----- ----- -- ---- casos llegaba á repugnantes extremos de degradaci6n y de crueldad. Y estos salvajes, vestidos como Adán, recorrían como señores absolutos los territorios de la hoy poderosa República del Norte, de la progresista Argentina, y se movían numerosos como moscas en nuestra gran Sabana. Aunque la inmensa mayoría de los indígenas estaba sumida en la más crasa ignorancia, había en América tres Imperios notables á tiempo de verificarse el descubrimiento. El de los aztecas en Méjico, el más importante de los tres por su población y relativos adelantos. Motezuma, que reinaba á la llegada de los españoles, habitaba una gran ciudad, y en su extenso palacio, además de sus numerosas habitaciones arregladas con comodidad y riqueza. había un departamento semejante á un jardín zoológico, la que revela avance de ideas que llama la atención. Los mejicanos tenían obras de mampostería, como la gran pirámide de Cholula, y recientes descubrimientos de ruinas muy notables dan idea de una civilizaci6n desconocida. Los altos personajes de la Corte se adornaban con mant<;iSfinísimas de vivoscolores. plumas y abundantes joyas de oro. La misma indumentaria usaban los chibchas de la primera nobleza. pero ellos poseían numerosas esmeraldas. El Imperio de Méjico fue conquistado por Hernán Cortés en 1521. Viendo este valeroso español el corto nÚ-n1ero de sus soldados para acomet~r el vencimiento de millares de indios, y comprendiendo el temor que la magna empresa inspiraba á aquel puñado de hombres, quemó las naves en que había llegado á Méjico para quitarles toda retirada y convertidos forzosamente en héroes. De este hecho ha surgido la conocida frase que con frecuencia se usa de quemar tas naves, sin que se piense las más de las veces en su grandioso origen, El último soberano de Méjico fue Guatimozín, que murió quemado lentamente sin exhalar una queja, honrando así el valor americano. A principios de 1525 se celebró en la ciudad de Panamá un Convenio entre el Canónigo Hernando de Luque, Diego de Almagro y Francisco Pizarro; en virtud de este pacto el último de los nombrados llevó á cabo la conquista de los incas ó hijos del sol en el Perú, en el año antes citado. Reinaba Atahualpa á la llegada de los conquistadores. y la fama de las riquezas de aquel país deslumbraron al Viejo Mundo. Existían en el Perú magníficos templos dedicados al sol en los cuales babía sacerdotisas con deberes semejantes á los de las vestales roman~. Había jardines, como los del Cuzco, en donde se asegura que los pájaros se posaban en algunos árboles hechos de oro..... Atahualpa, el último de los incas. fue muerto por os españoles en la ciu- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Generalidades 125 dad de Cajamarca, á la vista de sus súbditos, incapaces de defenderlo {l pesar de su crecido número. El Imperio de los muiscas 6 chibcbas, conquistado por Gonzalo Jiménez de Quesada en 1537, comprendía poco más 6 menos el territorió del antiguo Departamento de Cundinamarca, unas seiscientas leguas cuadradas y una población que algunos cronistas hacen llegar á diez millones. El Gobierno era una especie de federaci6n de Caciques, soberanos entre sí, pero dependientes de un Jefe supremo que se apellidaba Zipa; residía de ordinario en'Funza, que era la capital del reino, pero tenía casas de recreo en Tabio, en Tenasucá y en Teusaquillo. Debía ser muy bermoso el aspecto que entonces presentaba la Sabana de Bogotá; protegida por los cerros cubiertos de arbolado donde anidaban numerosas aves; bordada de bosQuecillos en que sobresalían algunos gigantes vegetales, á cuya sombra se agrupaban las cónicas techumbres indias; con agua abundante y cristalina que descendía de las alturas atropellada y bulliciosa para extenderse en remansos, que servían de espejo á las bellezas muiscas; debi6 de~]umbrar á Quesada que en su entusiasmo la llamó Valle de los Alcdzares. Los cbibchas recibieron este nombre porque las dos sílapas de que se compone esta palabra se repetían frecuentemente en su idioma, y se llamaron muiscas por corrupci6n de la palabra moscas con ~ue los designaron los españoles al divisar el incalculable ejercito del Zipa. Los indios de esta regiÔn eran sabeístas: adoraban el sol y admitían otras divinidades; la luna 6 Chía tenía su especial predilección. El más notable de sus templos, el santuario por excelencia, era el de Sogamoso. pero también tenían adoratorios en las cascadas, en las grutas y especialmente en las lagunas, de donde viene la tradici6n de riqueza Que gozan entre nosotros toùos esos lug'ares, En las fiestas de los indios, sobre todo en la que se llamaba correr la tierra. que terminaba generalmente en la laguna de Guatavita, arrojaban en ella objetos de oro destinados á misteriosas divinidades, entre ellas á la que llamaban Cacica milagrosa. La fiesta mencionada consistía en una carrera desenfrenada de multitud de indios animados de un fervor insensato, que los bacía atravesar enormes distancias para llegar á un punto determinado y santificado por algÚn adoratorio; era una especie de apuesta mística en que algunos morían abogados por la fatiga y el que llegaba primero se consideraba colmado de dones y predilecto de sus divinidades; los que morían corriendo la tierra eran mirados con respeto sagrado. El dios criador originario de la luz era para los indios Chimingagua; Bochica, el dios bienhechor que los había Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 126 Notas visitado en hermosa figura de hombre de larga barba y cabellos rizados, enseñándoles á construir cabañas, labrar la tierra, tejer mantas y adorar el sol; también le llamaban Nenqueteba y Zuhé. Conservaban la idea de una inundación ó diluvio en el cual Bochica formó el Salto de Tequendama para dar salida á las aguas que llenaban la Sabana. Los indios dividían el tiempo en soles y lunaciones y contaban por veintenas, sirviéndoles de base los dedos de las manos)' de los pies. Se dice que poseían secretos especiales para dar al oro la ductibilidad de una masa que tomaba en sus manos cualquiera forma. La macana, la honda y la fiechaeran sus armas, que manejaban con sorprendente habilidad. El heredero del Imperio no era el hijo del soberano sino el primogénito de su hermana; á falta de éste, un hermano del Zipa y sólo en tercer lugar el hijo del monarca. El designado para ocupar el trono era llevado á Chía desde la edad de diez años, a una especie de monasterio donde se le sometía á multitud de pruebas difíciles: ayuno y soledad, con el objeto de formar un buen príncipe. El día de la coronación 10 sentaban en una silla de oro sembrada de esmeraldas, le ponían una gran mitra y le presentaban ofrendas; nunca era permitido mirarlo de frente. El Zipa de Bogotá tenía un rival poderoso que no le cedía en majestad y riqueza: era su vecino el Zaque de Tunja, con quien se hallaba en una guerra perpetua. Además de los dos, un tercer poder ejercía en el país indiscutible influencia: el gran sacerdote de Sogamoso, especie de Pontífice Sumo cuyas decisiones acataban sin vacilar los guerreros monarcas y cuya autoridad establecía treguas en su odio inextinguible. Entre los Zaques de 'l'unja se conocen los nombres de Michúa, Quiminchuatocha-que reinaba á la llegada de los españoles-y el desgraciado Aquiminzaque, víctima final entre esos soberanos de la codicia de los conquistadores. l<~lmás antiguo de los Zipas conocidos es Zaguanmachica, que subió al poder en 1470; le sucedió su sobrino Nemequene, que dejó el trono á Tisquezuza, quien lo ocupaba al llegar los españoles; muerto este monarca en su cercado de Facatativá al golpe de ballesta de un soldado español que lo últimó sin conocerlo, debía sucederle su sobrino Chaizaque; pero usurpó el trono Zaquezazipa primo de Tisquezuza. Sajipa fue el último de los soberanos muiscas, y muri6 en el tormento á que lo sometieron los conquistadores para que dijera el lugar en que ocultaba sus riquezas. Hernán Pérez es el responsable de la muerte de este soberano, á quien también se le da el nombre de Zaquezazipa, así como lo fue de la de Aquimín ó Aquiminzaque. El conquistador I Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Generalidades 127 culpal:>le fue poco después muerto por un rayo en el cabo de la Vela. }<~l último descendiente directo de 10& Zipas fue-D. Ambrosio Pisco, quien en la revolución de 1781 vino mandando la vanguardia de los Comuneros hasta el Puente del Común. Como estos sublevados venían defendiendo los intereses del común de los habitantes del Nuevo Reino, el lugar en que se detuvieron tomó el nombre de Puente del Común. D. Ambrosio Pisco murió en las bóvedas de Bocachica en castigo, no tanto de la revolución, ahogada en la sencillez y buena fe del pueblo de esos tiempos en que él 'tomó parte, ~ino por sus derechos al trono de los Zipas. El Dorado fue una terrible palabra en el tiempo de la conquista, que costó ingentes sumas é innumerabless vidas, porque al oír esta expresión creyeron los españoles que había un lugar especial en donde el oro se cortaba á cincel ó se hallaba en polvo en cantidades fabulosas. Buscando este mito de su loca ambición se consumieron estériles é inauditos esfuerzos. Hay quien opine que el Dorado se aplicaba para designar al Cacique de Guatavita cuando en las grandes fiestas entraba en la laguna cubierto el cuerpo de polvos de oro, y llevando su barca cargada de presentes, la volcaba en el centro y se bañaba el dorado en sus aguas sagradas. Si en Europa no soñaban siquiera con la existencia de otro mundo, la mayoría de los americanos tenía por límite de la tierra las montañas de sus valles y por la más grande y poderoso su cobrizo señor, que los apaleaba y ahorcaba con una facilidad <¡ue hOl-roriza. Los indios tenían en su ignorancia terribles perversidades, como las de preparar con cuerpos todavía palpitantes de niños el lugal' donde enterraban los postes de futuras habitaciones, para que la sangre aún caliente les diera buena suerte y los hiciera incorruptibles; también mataban lentamente á flechazos niños de diez á doce años, que llamaban mojas.Y compraban á precios subidísimos para ofrecerlos como especie de holocausto. La luz de la civilización cristiana se hacía de imperiosa necesidad en estas ricas y bellas regiones, habitadas por una humanidad tan desgraciada. Los americanos de las costas tomaron las embarcaciones de los descubridores por monstruos marinos y á los tripulantes como á dioses; los del interior fueron fácilmente vencidos á pesar de su núme¡-o por el terror que les inspiraron los caballos, de los cuales creían que hacía parte el jinete, terrible divinidad que manejaba el rayo; el estallido de las armas de fuego ponía en fuga numerosos escuadrones. Los banquetes de los indio;, debían St.'!" poco variados; á excepción del abundante y diverso contingente <lelos pesca- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 128 Notas dores de los ríos. sólola carne de venado y la de algunas aves como la pava silvestre constituía su principal manjar i el reino animal carecía de sus más útiles representantes i el caballo, el asno, la vaca, el carnero, el cerdo eran completamente desconocidos i ni la gallina ni el delicioso pavo alegraban con su bullicio las rancherías indígenas i ni siquiera el ladrido de un perro indicaba la habitación humana ¡los canes americanos eran mudos y no se sabe si esta raza desapareci6 ó si sus individuos aprendieron á ladrar de sus congéneres de Europa. Los primeros perros lostrajo Nicolás de Federmán, así como las gallinas el Padre Verdejo, que venía en su expedici6n. ~os perros de presa, terrible raza que parece haber desaparecido. sirvieron de poderoso auxiliar en la conquista y son una vergüenza en los anales de la humanidad. Los indios les tenían un horror profundo, y hubo perros, como el Leond/lo de Ba/boa, de tantos servicios y hazañas. que le ponían especie de cota acolchada de algod6n para librarlo de las flechas de los indios. y ganaba ración de Capitán i Becerrillo, hijo del anterior. obtuvo en el reparto del botín al regresar del Mar del Sur quinientos pesos que engrosaron el bolsillo de su amo. Los primeros caballos los trajo Quesada y los primeros cerdos Sebastián de Belalcázar i poco tiempo después Alonso Luis de Lugo, hijo de D. Pedro Fernández de Lugo, el que organizó en Santa Marta la expedici6n de Quesada para venir al interior, trajo caballos, yeguas, ganado vacuno, cerdos, cabras y ovejas que prosperaron tan notablemente en el país que de ellos proceden todos los ganados y caballos que pueblan el extenso llano. Muchas de las flores y frutas que hoy hacen nuestro encanto eran aquí completamente desconocidas. La papa. el maíz, la yuca y la arracacha constituían las sementeras de los indios. Jerónimo Lebrón en 154:1 trajo las primeras semillas de cereales y hortalizas i fue en Tunja donde se cosechó primero trigo sembrado con el especial objeto de que no faltara de qué hacer la harina para la fabricación de las hostias, y fue Elvira Gutiérrez la primera que hizo pan de trigo. Las primeras papas conocidas en: España fueron llevadas por Venero de Leiva al Rey Felipe II, quien á su vez las remiti6 al Papa, circunstancia de la cual tomaron su nombre. NingÚn monarca europeo había saboreado el chocolate, y se dice que alhacerlo Carlos V lo llamó bebida de losdioses. El tabaco también era desconocido en el Viejo Mundo, y aunq ue fue en Cuba donde 10 descubrieron los españoles, era sin embargo muy usado por los indios de nuestras tierras cálidas. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia --------- Gefle"alidades .. --------------.----- 129 II Cuando Colón descubrió el Nuevo Mundo en 1492 ocupaba la Silla romana Alejandro VI. Aunque su segundo apellido era Borgia, el Pontífice era de nacionalidad española. Por medio de una bula cedió á España los países descubiertos, r para separarlos de las conquistas portuguesas trazó una línea cien leguas al occidente de las islas de Cabo Verde, dè donde surgieron después disturbios entre los dos reinos. Parece una verdad fuéra de duda que Colón nació en Gén,)va; sin embargo hay siete ciudades m:lf; que pretenden el honor de haber sido su cuna. A fines del siglo XIX un Prefecto de Córcega, Sr. Giubega, aseguraba haber hallado en Cal d, ciudad de la isla, la fe de bautismo de Colón j si esto fuera así, sería muy curioso que tuvieran la misma patria el insigne descubridor y Napoleón r. Cuando Col(,n se hallaba "n Portugal buscando en "ano los medios de realizar su "iaje de descubrimiento, se casó con una hermosa joven, D'·l Felipa Moñez de Palestrello j desgraciadamente murió pronto y sólo quedó á Colón su hijo D. Diego, el interesante niño para el cual llegó á pedir pan y ab¡-igo en el hist()ríco convento de la Rábida. Durante los ocho años que gastaron los Reyes Católicos en e: sitio y conquista de Granada, en los cuales sufrió Colón todos los tormentos de la espera y de la incertidumbre, y en que todos los (1ue conocían su proyecto 10 consideraban loco, la bella y noble dama D¡~Beatriz Enríquez de Córdoba le dio secretamente su mano, y de este matrimonio nació D. Fernando, biógrafo de su padre y tronco de la familia de Colón que con et título de Duques de Veragua existe hoy en España. 14,)() Fue en este año cuando llegó Alonso de Ojeda á las costas de nuestro país, y con el descubrimiento verificado por el hijo de la ciudad de Cuenca en la Castilla de Oro, empezó lo que en nuestra historia se denomina la Conquista, ·que duró medio siglo y en la cual no hubo más ley que el capricho de los conquistadores. Fueron innumerables las hazañas de aquella empresa gigantesca, y muchos se cubrieron de gloria j desgraciadamente las costumbres de aquel tiempo y la impunidad de sus actos por la inmensa distancia á que se encontraban de 9 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 130 Notas las leyes, hicieron que la mayoría cometiera hechOs innobles y crueldades que hoy nos horrorizan. Bien puede repetirse el conocido verso de Quintana que explica muchos errores y faltas de la conquista: Cosas fueron del tiempo y no de España. Hay casos difíciles de comprender porque no se compaginan las grandes acciones con la crueldad; tal es el hecho en que el valeroso Baltasar Maldonado, que salvó la vida de Quesada exponiendo la suya, dio muerte al noble y heroico Cacique de Duitama con el martillo con que machacaba el oro, cuando viendo el indio lo inútil de sus esfuerzos, se entregó á los españoles, pero Se atrevió á poner condiciones hablando como hombre y no como esclavo. Bela1cázar, el hijo del leñador de Extremadura, conquistador en la América Central, en el Perú, en Quito, fundador de Popayán y uno de los tres conquistadores, murió en Cartagena cargado de glorias, pero con la mancha imborrable de la muerte que hizo dar injustamente al noble Jorge Robledo, conquistador de Antioquia, que ostenta sin que nada la obscurezca la auréola del valor y del martirio. Hernán Pérez de Quesada empañó funestamente el brillo de sus glorias como actor principal en el drama cruel con que acabaron las dinastías de los Zaques y los Zipas. Pedro de Ursúa, de noble cuna y caballerescas hazañas, que fue de los pocos que sólo vinieron al Nuevo Mundo en busca de glorioso renombre, el fundador de Pamplona, que murió á manos de Lope de Aguirre en las orillas del Amazonas, cuando fund6 á Tudela en territorio de los Muzos, temeroso de un nuevo ataq ue de los indios, convidó de paz á los caciques comarcanos y los exterminó traidorameqte. Nicolás de Federmánn, uno de los tres conquistadores; Gonzalo Suárez Rondón, el fundador de Tunja; Jorge Robledo, el fundador de la ciudad de Antioquia, y el nobilísimo Francisco Cesar, no obscurecen sus hazañas con ningún cargo de crueldad. La página de sangre corresponde en la Conquista al alemán Ambrosio Alfinger, que viniendo de Venezuela se int.e.(nóen el Departamento del Magdalena hasta llegar al valle de Chinácota; allí una mano desconocida dio término á su roja labor, y su terrible epitafio quedó eecrito con cenizas y sangre. Dícese que llevaba los indios atados en una larga cuerda y que cuando alguno se cansaba y caía abrumado de fatiga, le hacía cortar la cabeza para evitar el trabajo de soltarlo. Como benéfico contraste aparece Rodrigo Bastidas, el fundador de Santa Marta y descubridor del río de la Magdalena; era originario de Sevilla, gran guitarrista y penden- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Generalidades 131 ciero en los años de su juventud, hasta el extremo de conservar enel rostro señales de sus luchas de esa época; fue tan noble y humanitario con los indios, que no permitía á lO!! conquistadores que les robaran 10 que poseían, ni que los hicieran trabajar como á bestias de carga; el no permitir la acostumbrada rapiña yel haber hecho que los españoles también trahajaran ayudando á los indígenas, dio lugar á una conspiración contra su vida, encabezada por su hijo adoptivo Juan de VilJafuerte; diéronle de puñaladas en el lecho, y aun cuando no murió inmediatamente, pagó con la vida la nobleza de ~m; sentimientos. Llámase los tres cOJlquis/adores á Federmánn, Bela1cázar y Quesada por la extraña circunstancia de haberse reunido en la Sabana de Bogot{t !iin que ninguno de e110ssospechara la presencia de lOf. otros y con la especialidad de que sus ejércitos mcn~uados por el hambre y las dificultades tenían el mismo numero de hombres con ligerísima difenncia, un clérigo y un fraile, los cuales uno era agustino, uno mercedario y otro dominicano. De los ochocientos compañeros con que Quesada salió de Santa Marta s6lo llegaron á la Sabana ciento sesenta y seis. Los tres Jefes habían faltado á la confianza de sus superiores prosiguiendo por cuenta propia las expediciones que ellos les habían organizado. Federmánn venía de Venezuela, en donde era Teniente de Jorge Spira, y sus soldados. que habían cruzado los llanos, haIlábanse después de una marcha de tres años vestidos con pieles de fieras. 13cla1cázar venía de Quito, en donde era Teniente de Francisco Pizarro, á quien había ayudado á conquistar el PerÚ; en mejores condiciones que los otros, sus soldados vestían lujosas telas. Quesada venía de Santa Marta, en donde á última hora había recibido del Gobernador D. Pedro Fernández de Lugo el puesto que en la expedición dejó vacante su incorregible hijo Luis Alonso de Lugo; el Licenciado cordobés ocupé" como se ve, un lugar cie muchísima confianza; los soldados de Quesada vestían mantas tejidas por los indios. El fundador de Santafé goz6 una larga vida y alcanzó á vcr durante cuarenta años su querida ciudad; su existencia está llena de hechos gloriosos y demuestra sus elevadas miras; hay sin embargo que observar con pena su participación en la muerte de Sajipa; su innoble conducta con Lázaro Fonte; la increíble ligereza con que se present6 vestido de gala en la Corte, cuando ésta se hallaba de riguroso luto por la esposa de Carlos v, lo que le hizo caer en desgracia del monarca y de los cortesanos, y por último la oposición que hizo á algunas de las medidas de Venero de Leiva. El fundador de Cartagena, D. Pedro de Heredia, era co- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 132 Notas nocido con el nombre del Desnarigado,. perdi6la nariz en un d~fío <!uetuvo en Madrid, y cuando sanó de su herida dio muerte a los tres enemigos á quienes debía tamaño desperfecto, y se embarcó para America; fue el más rico de los conq uistadores y un buen gobernante de la más próspera de las ciudades de Indias. E! reparto verificado por D. Pedro de Heredia á su regreso de la expedici6n de las costas de Barlovento fue de un millón y medio de ducados de oro. Cada ducado equivalía á ocho pesos de nuestra moneda. De manera que la distribución fue de doce millones de pesos, que al apreciados en papel moneda constituirían una cantidad fabulosa. Cada soldado recibi6 S 48,000en ese tiempo; el peso del siglo XVI valía seis de los nuéstros antes de establecerse el cambio; le tocaron, pues, $ 288,000 á cada uno, lo que en ese tiempo era una gran fortuna. Ni en el Perú, donde se habla de árboles de oro en los jardines imperiales; ni en Méjico, con sus áureos dioses; ni en Tunja, en donde el oro recogido formaba un montón que ocultaba un infante y sólo dejaba ver la cabeza de un jinete, hubo un reparto superior al que hizo á sus subordinados D. Pedro de Heredia. En la Sabana de Bogotá sólo tocaron á los soldados de Quesada después de quitar los quintos reales y lo que correspondía á Lugo y á Quesada, $ 512 de oro fino, el doble se dio á los de caballería y el cuádruplo á los oficiales, y sin embargo se sabe que el rico metal era-tan abundante que á falta de hierro los conquistadores pusieron á sus caballos oro bajo en lugar de las perdidas herraduras. Se dice que el Zipa ocultó tan cuidadosamente sus tesoros que los españoles los buscaron en vano; el Cacique de Chía, según el dicho de los mismos indios, envió innumerables riq uezas á una cueva de los cerros de Tabio, y luégo hiw que quinientos gandules espiaran á los ejecutores de sus órdenes en un lugar por donde debían regresar; quitáronles á todos la vida, perdiéndose así para siempre el secreto del sitio misterioso. En cuanto á los tesoros del Zaque de Tunja, aunque es cierto que los españoles acumularon oro hasta bacer un acervo que parece fabuloso, es muy aceptada la tradici6n de que por sobre la cerca que rodeaba el palacio del Zaque sus celosos servidores arrojaban á los de fuéra enormes riquezas que de mano en mano y formando cordón trasla.daban los indios hacia un pozo profundo que aún se halla al norte de la ciudad. Muy verosímil parece este hecho toda vez que los españoles en corto número no podíau vigilar el extenso cercado que guarecía la morada del soberano. El pozo mencionado tom6 después el nombre de un francés llamado Donato, que se arruinó desaguándolo. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Gem'yalidades ___________________ o • ._._,, __ .' 133 __ La fama de las riquezas de este país atrajo más tarde y piratas, que fueron terrible azote de las ciu· dades de la costa. En 1544 Roberto Baal incendió á Santa Marta, y un Oficial Begines, que había sido azotado por un superior en Cartagena, para cumplir su juramento de venganza, instó al corsario que se dirigiera á la ya entonces rica y próspera ciu· dad. El ataque tuvo lugar el día que se casaba una hija de D. Pedro de Heredia y estaban entregados todos los habitau tes á los regocijos de la fiesta. Begines halló á su enemigo y lo flageló tan cruelmente que muri6 dos días después. Esta jll\'asión y las que se siguieron hicieron pensar en amurallar á Cartagena; esta obra notable la dirigió el ingeniero D. Francisco Murga, y cost6 cincuenta y nueve millones de pesos. Se dice que Fe:ipe n, admirado de tan crecida sun';a, fingía mirar hacia Cartagena, diciendo que debían verse desde l'~spaña las murallas, según lo enorme de su costc •. Las primeras mujeres españolas vinieron con Jerónimo LeLt-ón en 1541, así como lOBprimeros negros, que fueron intn·ducidos al país para el laboreo de las minas. La primera dama qne hubo en Santafé, en la acepción de la palabra, fue D"l María oe Unego, portuguesa y esposa de Antón de GlalIa, y fue este matrimonio el que tuvo la casa mejor construida; en cambio Pedro Colmenares fue el primero que cubri() su casa con teja, en la calle de la Carrera. El primer matJ-imonio que tuvo lugar en Santafé fue el de Juan de CéspedcH é Isabel Romero. La primera mujer de raza española que nació en la ciu· dad de Quo,:sada f\le ~laría de Céspedes. El primer español muerto en el interior del país fue Juan Gordo. que aCllsado de haher tomado unas mantas contra la voluntad de los indios, fue condenado á muerte por Quesada con el objeto de estahlecer la disciplina; desgracia. damente tan scvero é inoportuno ejemplar sólo sin·ió para convencer á los naturales de que los españoles no eran dioses, y eran como ellos, unos pobres mortales. l'~l primer puerto del Magdalena que prestó servicio fue el de c;-uataquí, y de allí parti'~ron para Europa los tres conquistadores en una embarcación fabricada en el mismo lu. gar, y en la cual, á pesar de ser tan primitiva, se aventuraron hasta las Antillas. El primer scmicamino usado para ir de Santafé al Magdalena fue el de Vélez, Carare y Gpón, por donde vino Quesada; luégo se prefirió el de Tocaima para llegar á Guataquí, y por último se eligió definitivamente el de Honda, {l lo cual contribuyó mucho Venero de Leiva. á los corsarios Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 1~ ----------- Notas -.---------- .--------------- rn 1550 COLONIA 'En este año empez6, con el establecimiento de la Audiencia, el período de nuestra historia que se denomina la Colonia, y tuvo una duración de doscientos sesenta años, es decir, hasta el20 de Julio de 1810. La Audiencia fue el primer Gobierno que dio alguna seriedad al Nuevo Reino y puso á raya los desmanes de conquistadores y de encomenderos, que s6lo pensaban en enriquecerse y se hallaban en la mayor anarq uÍa. Carlos v concedió desde 1540á la pequeña Santafé el nombre de ciudad y los títul08 de cmuy noble. muy leal y muy antigua~ j diole además escudo de armas: una águila negra en campo de oro, con una granada abierta en cada garra y rodeada de nueve ramos de oro en campo azul. 1561 Conmovi6sehondamente la nueva ciudad con la noticia de que el Capitán vizcaínoLope de Aguirre, que había marchado á la conquista de los'omeguas, con el plan de apoderarse de todas las conquistas españolas y declararse soberano de ellas, había asesinado á varios de sus compañeros en las riberas del Amazonas, entre ellos á Fernando de Guzmán. su cómplíce en la muerte que los dos dieron poco antes á Pedro de Ursúa. Se formó en Santafé una especie de cuerpo de cívicos. en la que tomaron parte hasta los caballeros más ancianos, con el objeto de prepararse á la defensa j pasaban la noche con rodela al brazo y espada en alto. custodiando el sello real en la sala de la Audiencia, y era tal el entusiasmo de aquellos belicosos soldados. que se formaron serias querellas discutiendo diversos planes de ataque y de defensa, ha.<>tael extremo que tuvo Quesada que cortar las acaloradas divergencias ofreciendo castigarlas con pena de muerte. Mientras en la capital del Reino se hacían estos estériles y quijotescos alardes de valor, Lope de Aguirre en su carrera de ambición había llegado hasta la isla de Margarita, en donde logró apoderarse de él Pedro Bravo de Molina; antes de caer prisionero apresuróse á dar de puñaladas á su hija. para no dejarla viva en poder de sus enemigos. Por el mismo tiempo Alvaro de Oy6n, que servía á las 6rdenes de Sebastián Quintero, fundador de La Plata, dio muerte á su Jefe, y con un proyecto semejante al de Lope Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Gtme,.alidades 135 de Aguirre se apoderó de Neiva y Timaná y marchó á apoderarse de la ciudad de Popayán. El Gobernador Diego Delgado 10 venció en recia batalla, y él y sus sesenta y cinco compañeros, á quienes se llamaba los tiranos, fueron descuartizados inmediatamente. 1561 En Febrero de este año vino á establecer la Presidencia D. Andrés Díaz Venero de Leiva, de inolvidable memoria. 1565 El primer rayo que cay6 en Santafé llenó de espanto á los sencillos habitantes j cay6 en el lugar en donde hoy se halla la iglesia de Santa Bárbara, estancia de pan llevar en ese tiempo; dio muerte á una esclava llamada Cornelia, que pertenecía al piadoso Lope de Céspedes, quien levantó en este sitio una ermita que pronto se convirtió en iglesia. 1566 La viruela, epidemia deHconocida en este país, se pre~ sentó por primera vez é hizo terribles estragos en la raza in~ dígena. 1578 gn este tiempo tuvo lugal- el célebre proceso de Cortés de Mesa. Este Oidor, que ultrajó al Cacique de Duitama basta el punto de hacerlo suicidar; que vio marchar impávido al patíbulo á Juan Hodríguez de los Puertos por unos pasquines que eran obra suya, asesinó de un modo cobarde y cruel á Juan de los Ríos, quien en la agonía mordió al Oidor en uno de los dedos cuando se esforzaba éste en ahogar los últi· mas lamentos. Cuando la esposa de la víctima acusó como matador á Cortés de Mesa, éste se apresuró {i decir al Secretario de la Audiencia que certificara que el dedo herido 10 había cogido una puerta, y como dicen sus palabras: <certificad que no me 10 mordió el muerto.:' Con esto acabó de condenarse y fue sentenciado á morir decapitado. Antes de salir de la cárcel rogó con instancia al Presidente Armendáriz que se le acercara porque deseaba decirle algo muy importante j como el Presidente rehusara, arrojó el Oidor lejos de sí un cuchillo con que pensaba dar~ le muerte, confesando sin ambages su intención. Fue ajusticiado en la plaza principal, y la especie de columna pequeña sobre la cual fue cortada su cabeza Be halla aún en la Plaza de Bolívar, hacia el suroeste, distin- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 136 Notas guiéndose por su forma circular. La muerte dada á tan elevado personaje hizo profunda impresi6n en la Colonia. 1579 En Febrero de este año murió en Mariquita Gonzalo Jiménez de Quesada, conquistador del Nuevo Reino, en la pobreza, y mandó que sobre su tumba pusieran esta inscripción en latín: Espero la resurrección de los 11lue1los. 1581 La Colonia atravesaba una época azarosa de escándalos desgobierno, en que figuran las aventuras y atrevidos planes del Fiscal Orozco. siendo la crónica de ese tiempo muy poco edificante. De la terrible enemistad de Orozco con el Visitador Monzón fue víctima el Cacique de Turmequé, D. Diego Torres, á quien, para mantener el alarma que para realizar sus planes necesitaba el Fiscal, acusó de querer sublevar á los indios, por 10 cual D. Diego fue condenado á muerte. Por fortuna este americano no era del temple de Aquiminzaque, y la víspera de su ejecución, ayudado del nunca bien ponderado Alguacil de Corte Juan Roldán, se escapó de la prisión, y el enérgico é inteligente indio fue á dar personalmente sus quejas á Felipe n, quien no sólo lo atendió sino que lo nombró su Caballerizo Mayor. y 1582 Los habitantes de Santafé olvidaron de repente las intrigas tenebrosas en que los envolvían los gobernantes, para prestar toda su atención á las justicias del Oidor Alonso Pérez de Salazar. Cesaron las hablillas y la curiosidad en '. la Colonia, y en su lugar vino un temor que rayaba 'en espanto. El nuevo Oidor prestó al principio marcadamente su atención á las mejoras materiales, y entre otras cosas reemplazó el drbol de la Justicia, que ocupaba el centro de la plaza. por una pila de aguas abundantes que duró hasta que fue sustituida por la estatua de Bolívar. Sin abandonar este camino, viéronse de pronto con horror sartales de indios con gallinas ó mazorcas atadas al cuello, como signo del delito de robo, sin que de estos castigos se libraran los españoles que 10 merecían. Propúsose acabar con los ladrones, para 10 cual les cortaba las orejas 6 las narices, y se dice que de este modo marcó más de dos mil. Con no vista energía y tenacidad implacable hizo revivir causas que tenían treinta años de Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 137 Generalidades -----------------.-- .. - .. -.------------ olvidadas, y condenó á muerte é hizo ejecutar á los que aparecían culpables. Pérez de Salazar fue llevado preso á España por el Visitador Prieto de Orellana; iba tan pobre, que él y su familia fueron auxiliados para poder sostenerse por sus compa. ñeros de viaj e. Justificada su conducta, recibió un empleo, del que fue luégo promovido á la Fiscalía del Consejo de Indias por haberse atrevido á fallar un valioso pleito contra Felipe II; muchos se haùían excusado por fa1tarles valor para sentenciar de un modo desfavorable al Rey. 1585 Verificóse en este año el primer incendio en Santafé: quemóse la ermita de Nuestra Señora de Las Nieves, que inmediatamente empezaron á reedificar en mejores condiciones. 1630 Huho en la Colonia un Presidente cuyos hechos extra\·¡;gante~. vistos al tJ-avés dé' los tiempos, parecen en su principio curiosos y ridículos y acaban por hallarse tan graves como sugestivos. Cuando se hizo cargo del poder D. Sancho Girón, Marqués de Sofraga, ocupaba la Silla arzobispal el virtuoso Prelado D. Bernardino de Almansa. Vn ]a vacía cabeza de] Presidente sólo se anidaba una vanidad sin límites, con su cortejo de pretensión, ridiculez v altanería . . Desde antes de llegar á la ciudad envió al Arzobispo 01'dC'n de que pasara á la casa en que debían reciùido y que le diera el trato de señoría ilmitrísima; el humilde Prelado contestó que sentía mucho no poder complacerlo porque s610 los príncipes de la Iglesia y los grandes de España tenían este tratamiento. En la p,-imera festividad religiosa á que asisti6 el Presidente dio el espectáculo de su altanería en el presbiterio tomando bruscamente el cirio que le correspondía y profiriendo expresiones inconvenientes (lUe alcanzaron á ser oídas. Quiso el Sr. Almansa ensanchar el atrio de la Catedral, yel Presidente se propuso impedido so pretexto deque así no estaría libre el paso para su carroza; como no se le obedeciera inmediatamente, hizo llevar presos á todos los albañiles que allí trabajaban: \'iose entonces que los can6nigos acompañados de los monacillos tomaban las abandonadas herramientas y se preparaban á proseguir la obra; la índignaci6n del Marqués no tuvo límites, y vestido de Capitán Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 138 Notas general, , . juntó sus milicias con intención de aprisionar á los canomgos. Cuando el pueblo advirtió la que sucedía empezó á amotinarse y gran número de indios se dirigieron á la casa del Presidente con el objeto de incendiada. Supo el Sr. Arzobispo la que sucedía, y dando un alto ejemplo de respeto á la autoridad, orden6 que los can6nigos se retiraran inmediatamente. D. Sancho Gir6n, al ver la actitud del pueblo, corrió sin dilaci6n á ocultarse; la prudencia del Prelado calmó pronto los ánimos, y volvi6 á reinar la diaria tranquilidad. Quiso luégo el Presidente, de acuerdo con un mal Visitador enemigo del Arzobispo, imponer destierro al Jefe de la Iglesia, pero no consiguió su intento porque los Oidores se opusieron á ello. Durante la visita pastoral muri6 el Sr. Almansa, yel día en que entraba su cadáver en Santafé llegaba también el Juez encargado de residenciar al Presidente; fue destituido de su cargo y condenado á pagar al fisco $ 80,000. En el mismo buque en que llevaron al Marqués preso para España iban los restos del Sr. Arzobispo, y el mismo día en que entr6 D. Sancho en .una cárcel de Madrid se celebraron las honras por el santo Prelado; por eso decía temeroso el humillado Presidente: <Tengo miedo que hasta la otra vida me vaya siguiendo el Sr. Arzobispo.:' 1633 Presentóse pal' primera vez en el país la epidemia del tifo, conocido entonces con el nombre de tabardillo, que cambió luégo por el de peste de Santos Gil. La mortandad producida por esta epidemia fue tan aterradora que llegó el extremo de que en Santafé desaparecieran familias enteras. Como no quedara en muchísimos casos ningÚn heredero, dejaban los bienes al Escribano Santos Gil, que por este hecho obtuvo cuantiosas riquezas y dio su nombre al terrible flagelo. Fue entonces cuando se puso en evidencia la ardiente cal'idad del Arzobispo Almansa; dio sus bienes para alivio de los que sufrían por la epidemia, y habiendo traído á Tunja á la Virgen de Chiquinquirá para pedirla su especial protección, el santo Prelado la ofreci6 su vida en presencia del pueblo, para que salvara sus ovejas.. Pocos días después de este ruego generoso contrajo la fiebre y murió en la Villa de Leiva. Su cadáver presentó extrañas particularidades en las dos veces que fue exhumado antes de enviarlo para España. Cuando durante varios días fue exhibido en un oratorio de Santafé, sorprendió á muchas personas el especial y gra- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Generalidades to olor que despedía, así como el haber permanecido rruptible, salvo una oreja y parte de una mejilla. 139 inco- 1638 En este año nació en Santafé Gregorio Vásquez de Ceballos y Arce, gloria positiva y espléndida de nuestro país en el arte de la pintura. Bien se comprende que en otro medio más favorable Vásquez habría alcanzado el límite de los mayores genios j fue mucho conseguir 10 que Vásquez obtuvo en tan ingrata situación, debiéndolo todo ¡i la adivinación de su talento. Fue su maestro D. Baltasar de Figueroa, pintor sevillano; y Vásquez se dedicó con tanto ardor á conocer el arte, que al poco tiempo superó á su maestro. Es aceptada tradición la de que estando haciendo Figueroa un San Roque para la Iglesia de Santa Bárbara, halló seria dificultad en pintarle los ojos con la expresión apetecida; fatigado de sus esfuerzos abandonó el taller por algunas horas; cuando regresó, V ásq uez había concluido admirablemente el dibujo de los ojos y esperaba con la noble confianza de la juventud un elogio del maestro. Con el ceño fruncido y severa la mirada contempló Figueroa el atrevido triunfo del discípulo. Cohibido el joven por aquella fría é inesperada reserva, retrocedió temeroso. Al fin con acento breve y cortante que no admitía réplica díjole el sevillano: -Pues sabes 10 bastante. no vuelvas al taller y véte á poner tienda. En aquel tiempo los útiles de la pintura eran costosos y escasos; Vásquez carecía de recursos pero poseía la energía del genio. El joven pintor conocía la historia de los siete infantes de Lara, y dibujó hermosamente con lápiz uno de sus pasajes. Vendiólo á un español que apreció mucho aquel bello dibujo, protegió á Vasq uez y le proporcionó todo lo necesario para pintar al óleo. Adquirió fama tan rápidamente, que decayó la bien sentada de su maestro. Fueron innumerables sus cuadl"Os y se dicen superan los días que vivió; hay también diferencias en su mérito, pero las dos cosas se explican sabiendo que su hermano y su hija le ayudaban á pintar :r hacían cuadros que llevaban su nombre. Adem{ts parece que el pintor se esmeraba más 6 menos'según el objeto á que se destinara su obra y la apreciación que de ella había de hacerse; algunos de sus cuadros se dicen perfectos como si hubiera vivido en los centros del arte y conocido todas sus reglas y secretos. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 140 Notas A pesar de su talento y su trabajo Vásquez vivió y mu-rió pobre. Era muy aficionado á la caza y se retrató con unas aves muertas vestido de cazador. Gregorio Vásquez murió en 1711, y hay razones para' creer que murió loco j su última obra fue una Virgen de la Concepción que se halla en la Iglesia de la Candelaria; los religiosos de ese convento 10 socorrieron siempre é hicieron el entierro del eminente artista que á su genio agregaba una acendrada piedad. 1655 El Presidente del Nuevo Reino Pérez Manrique. que no se preocupó grandemente de las mejoras del país, tuvo la peregrina idea de impedir con severas medidas el uso de la chicha, y tuvo que ceder diplomáticamente para no ver su autoridad comprometida. 1690 Años después el franciscano Ignacio de Urbina, que llegó á. ocupar la Silla Arzobispal y que no tenía ning-ún parecido con Lobo Guerrero ni Fray Cristóbal de Torres, á no ser su humildad r virtud, prohibió con excomunión la mencionada bebida, porque diz que gustaba demasiado á indígenas y españoles y era causa de pecados y desórdenes. También prohibió con censuras los guantes y galas que se usaban en semana santa. El mismo Sr. Urbina privó á los canónigos y monacillos de los 400 pesos que para gallinas recibían desde tiempo inmemorial en la época de los aguinaldos. El Sr. Urbina murió en 1703. 1687 El 9 de Marzo, domingo, á las diez de la noche, se oyó en Santafé un ruido formidable de origen desconocido, que en la ignorancia de aquellos tiempos atribuyeron á causas tan diversas como aterradoras. La mayoría de los habitantes de la ciudad se hallaba en un profundo sueño, y abandonaron sus lechos echándose á la calle para salvarse del desconocido peligro. La mayoría de las gentes pensó que se trataba del juicio final. y los avanzados en ideas, que una terrible artillería atacaba la ciudad. Los habitantes de Las Nieves corrían hacia Santa Bárbara y los de este barrio se precipitaban hacia el Norte. Los numerosos religiosos de los conventos no bastaban para oír las improvisadaB confesiones, y en zaguanes y calles se postraban fervorosos penitentes; algunos había que no Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Gefle' alidades 141 hallando pronto un sacerdote, hacían su confesión en alta voz como 10 usaban en casos de extremidad en la Edad Media. Hubo numerosas restituciones, se olvidaron viejos agravios y, el ruido produjo más buenos efectos que solemnísima .. ffilslOn. 1(/)7 En este año se presenteS ante Cartag-ena una escuadra de veintidós bUljues á órdenes del Barón de Pointis, aliado con el pirata Ducasse. Habían sido frecuentemente asoladas nuestras costas, robadas é incendiadas sus ciudades por diversos corsarios, piratas'y filibusteros; el primero que inició en nuestro litoral del Atlántico tan desastrosas visitas fue Francisco Drake, armado con patente de corso por Isabel de Inglaterra, que no perdonaba medio aJg-l1no de manifestar su animosidad {t España. El más notable de estos temibles aventureros fue Enrique Morgan, que acabó robando (t suscompañeroslo que les había tocado en el reparto del gl"an Saljl1eO de las ciudades de la costa, y huyó con todos los tesoros en la mejor de las embarcaciones <lue tenían. Se designa la isla de Santa Catalina como cuartel general de los piratas, y de ahí nace la idea de grandes caudales, de riquezas fabulosas ocultas en ese lugar ó en otro de las islas de San Andrés y Providencia. Se dice que :\Iontbars, llamado el Exterminador, Jefe supremo de todos los piratas, pertenecía á una familia de alta posición y tomó este terrible camino para satisfacer el odio que los españoles le inspiraban por su conducta cruel con los indíg-enas de sus colonias. Cuando Pointis atacó con cinco mil hombres el castillo de llocachica, sn hemicodefensor D. Sancho Jimeno sólo contaba para resistir con setenta y tres soldados. Lucharon con tenacidad. gloriosa los escasos hombres de aquella guarnición, y cuando abrumados por el número algunos quisieron rendirse, D. Sancho los hizo encadenar y así los pI-l'SentI) al vencedor, junto con los pedazos de su gl<r rioso acero que rompit) antes para no tener la pena de re n<lirIo. Al ver Pointis desarmado así {t aquel bravo luchador le presentó su espadaâiciendo: <Hónrela como ha honrado la suya.» D. Sancho Jimeno tenía á su lado, en el castillo de Bocachica á su joven esposa, la cual hacía más conmovedor é interesante el vencimiento de aquel heroico caballero. ~o todos los defensores de Cartagena se portaron con igua.l valor. Los piratas, al a.bandonar la ciudad de que se Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 142 Notas apoderaron fácilmente, llevaban además de muchos objetos ocho millones de pesos. Entre las alhajas de que se apoderaron se hallaba un sepulcro de plata que pesaba ocho mil onzas y servía para la funci6n del viernes santo. Más tarde fue devuelto el sepulcro por Luis XIV acompañado de una artística palma de plata. Estos objetos fueron convertidos en moneda para racionar á los patriotas en el gran sitio que contra el Pacificador Morillo sostuvo en 1815la heroica Cartagena. 1719 D. Antonio de la Pedrosa y Guerrero fue encargado por la Corte para venir á fundar el primer . VIRREINATO D. Jorge Villalonga vino á sucederle al corto tiempo, y tan inhábil para el Gobierno corno su predecesor, s610 se ocup6 en informar al Rey de la poca conveniencia que había de continuar en el N uevo Reino esta forma de Gobierno, que según su opini6n y la de su antecesor no convenía para este país. 1724 A restablecer la Presidencia vino D. Antonio Manso Maldonado, y en 1740 y volvi6 á instalarse dèfinitivamente el Virreinato con D. Sebastián de Eslava, quien á causa de los ataques á l1uestra!5 costas permaneció en Cartagena durante los ocho años de su Gobierno. Desde 1739Inglaterra babía declarado la guerra á España con motivo de las presas que en los buques ingleses habían hecho los guardacostas españoles, y no ya con la esperanza sino con la seguridad de convertir en un nuevo Gibraltar á Cartagena, enviaron al Almirante Vernon para que se apoderara de esta ciudad. EI13 de Marzo de 1740 se avistaron desde las murallas casi indefensas las primeras velas de una escuadra formidable. Tan seguro estaba el Almirante inglés de que no se le escaparía el glorioso triunfo que venía á buscar, que traía acuñadas unas medallas de bronce para conmemorarlo. Representábase en ellas á D. BIas de Leso, Gobernador de Cartagena, de rodillas ante Vernon entregándole su espada y las llaves de la plaza j al rededor tenían esta inscripci6n atrevida: «La arrogancia española humillada ante V ernon.~ Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia G,meralidades 1043 La escuadra inglesa era numerosísima, puess6lo las embarcaciones de transporte alcanzaban á 130. Traían 9,000 hombres de desembarco, 2,000 negros macheteros de Jamaica, un regimiento norteamericano y 15,000 hombres de ma- rina. En Cartagena s610 tenían el Virrey Eslava y D. BIas de Leso 1,100 soldados veteranos; 300 de milicias; 3,000 hombres más entt-e trabajadores y marinos. Cuatro mil ingleses atacaron el castillo de San Lázaro, y el Teniente de Rey Nayarrete á quien estaba encomendada su defensa, con sin igual arrojo los rechaz6 á la bayoneta, y los asaltantes ttI\'iel'on doscientos heridos y ochocientos muertos. En los siguientes días los sitiadores obtuvieron algunas ventajas, pero para fines de Abril los defensores de la plaza habían recuperado todos los puntos perdidos; desesperanzado Vernon al ver la inutilidad de sus esfuerzos cañone6la ciudad como último recurso, y no obtuvo con ello ninguna ventaja. Las enfermedades ayudaron eficazmente á los sitiados, pues diezmaban sin piedad á los ingleses. Viendo quc su gentesc disminuía por momentos, y perdida toda esperanza de triunfo, Vernon lev6 anclas y abandon6 la empresa llevando nueve mil hombres de menos, el gran J'arque que tuvo que abandonar y seis navíos que incendio porque se inutilizaron. Quizá el Almirante inglés arroj6 al fondo del mar aquellas medallas que ya no conmemorarían sino su humilIaci6n, y mientras caían al abismo se desvanecería en los aires su sueño de gloria convertido en humo. España premi6 á los defensores de Cartagena y dio al Virrey Eslava el Marquesa.do de la Real Defensa y el de Ovieco al valeroso Gobernador D. BIas de Leso. 1753 E16 de Diciembre de estc año tomó posesi6n del Virreinato D. José Solís !<'olch de Cardona, hijo de los Duques ~ Montellano. Ninguna figura más interesante en la Colonia que la de este joven Virrey lleno de excepcionales condiciones. Parécenos q tIe su gentil cabeza tiene el nimbo atractivo del misterio y que las leyendas fluctúan en torno de él enamoradas de su vida extraña y ansiosas de asirse il los pliegues de su capa corta de terciopelo, de la empuñadura de oro de su espada, de su jub6n acuchillado de raso, 6 su elegante chambergo de desmayadas plumas, que completaba airoso esa especie de caballero medioeval. Antes de venir il Santafé D. José Solís ya era Mariscal Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 144 Notas de campo de los reales Ejércitos, á pesar de su juventud, y :1á-también numerosas aventuras hijas de su ardiente carácter habían llevado el alarma á su poderosa familia; 'fue este el motivo por el cual los Duques de Montellano interpusieron su influencia en la Corte para enviar á su hijo por un tiempo á las colonias, esperanzados en que la grave responsabilidad del puesto que le daban y la separación de sus amigos calmaran su tempestuoso coraz6n. De modales exquisitos y atraCtiva figura, el nuevo Virrey impartía la justicia con equidad completa y oía con afabilidad al más infeliz que se le dirigiera. Dedicó su atenci6n á las mejoras materiales y llev6 á cabo algunas de importancia; empero, si no desatendía los cuidados del Gobierno tampoco falta.ba á las citas que con locos amigos de juventud concertaba alegremente. A poco tiempo de hallarse en Santafé tenía un círculo de diversión y relaciones muy poco convenientes Rara su alto puesto. Cuando la ciudad dormía escapabase de su feo y solitario palacio el joven Virrey por una puertecilla excusada, y olvidando las graves y austeras fisonomías de algunos Oidores "1 sus silenciosas cámaras y el severo salón de la audiencia, echabase por las obscuras calles refrescando su imaginación con el són de guitarras y bandurrias y gozando, cuando había ocasión, de la esplendente luna. Sucedió que en una de aquellas frecuentes y locas escapadas perdió D. José la llave de la pequeña puerta, y muy á su pesar se vio obligado á recurrir al centinela j la rígida ordenanza española hizo que á pesar de ser conocido fuera ecbado á la espalda; hubo de ocurrir al Oficial, quien ]0 vio en un traje desacostumbrado y comprendió sus salidas por la puerta de escape; tal incidente mortificó al Virrey aunque no lo corrigió .. Escandalizada la Audiencia, dio sus quejas á la Corte, y después de largos meses de espera recibieron los garnachas lo que tan ardientemente deseaban: una cédula de reprensión para que en toda forma se la intimasen al Sr. Solís. • En la tranquila vida de Santafé debió ser aquello un acontecimiento; la emoci6n de los Oidores debió ser profunda y su sueño interrumpidq por la íntima satisfacción que les produciría el arma terrible que poseían contra el joven Virrey. Citáronle á la Audiencia, y con la solemnidad acostumbrada leyéronle la reprensi6n del Soberano; oíala Solís con extraña é inusitada calma, y cuando el Escribano de Cámara hubo terminado la lectura y los ojos de los Oidores se fijaban sorprendidos é interrogadores en la faz del joven, éste sac6 del bolsillo una carta de Fernando VI, que erasu íntimo amigo, y la leyó á su vez; en ella el Rey le decía que tu- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 145 Genn'alidades viera más juicio, que á los Oidores les había mandado una cédula de reprensi6n y que no diera lugar á que esos señores molestasen con informes j que no tuviera cuidado, y que si prevalidosde la cédula querían mortificarlo, bien podía mantener su dignidad sin preocuparse de los informes que volvieran á dar. Al concluir la lectura dijo el Virrey al Escribano: <Vuestra real persona ha hecho que me lean la real cédula; ya habéis visto la carta que Fernando ha escrito á su amigo D. José Solís Folch de Cardona.:' Pálidos y consternados los Oidores guardaron silencio, y el Virrey abandonó la Audiencia sin agregar una palabra. De ese día en adelante la conducta 'del joven mandatario tuvo una variación en extremo favorable. Cambiaron sus costumbres y empezó á dar notables ejemplos á sus gobernados. Con frecuencia mandaba de comer á los pobres del hospital, y en una ocasión en (lUe envió una suculenta comida á los locos, fue al día siguiente á visitarlos y preguntó á uno de ellos si el día anterior habían comido satisfactoriamente; el loco contestó dando {L sus palabras con la entonación la malicia necesaria: <Yo sólo sé decir á Usía (lue los locos comieron ayer como fl'ailes y los frailes como locos.> Bastó esto al Virrey para comprender 10 que había sucedido. Se dedicó á la apertura ¿e caminos, y como encontrara grandes tropiezos, dejó escrito en su relación de mando: «En esta tierra nada se puede hacer, porque las gentes quie~ ren obtener las casas sin tl'abajo.> Llevó á cabo la obra del <J.cueducto, la cual fue una gran mejora para Santafé. Su piedad empezó á acenluarse de un modo notable, y tuvo la idea de hacer una visita á la Virgen de Chiquinqui~ rá; invitó á sus numerosos amigos, y por un capricho que nadie comprendió, quiso que todos fueran vestidos de paño azul obscu ro. Al cruzar las calles de la ciudad la cabalgata del Virrey, el pueblo la comparó por sus vestidos á una comunidad de franciscanos; es probable que ya germinara en la mente de Solís la idea de su futuro destino. Los amigos del Virrey celebraron con toreo y regocijos la exaltaci6n á la púrpura cardena1icia del ArZObispo de Se~ villa, hermano de D. José. El28 de Febrero de 1761 vistióse de gala, y tomando su carrosa, fue á parar á la portería del convento de San Francisco, Fueron en vano todaS las reflexiones que le hicieron, y D. José Solís Folch de Cardona tomó aquella misma noche el hábito de franciscano. 10 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 146 ---,_ .. - Notas ------~-~ ---------- Considerado este hecho á la luz de la razón, es curiosa psicología de un sér que en la plenitud de la vida, del poder y de la riqueza, corre de repente á ocultar su frente creada para todos los esplendores, bajo la tosca capucha de la penitencia. Visto el suceso á la luz de la fe, nada más sencillo y solemnemente conmovedor; llega un rayo divino á iluminar una inteligencia; toca el Señor á las puertas de un corazón, y la transformación se verifica con la misma sencillez y prontitud con que se cambia una oruga en mariposa. El Sr. Solís dejó todos sus bienes á los pobres, con una donación especial de $30,000 para el hospital de San Juan de Dios; antes de retirarse del mundo había regalado una casa á la orden tercera, de que hacía parte; allí se fundó la iglesia de este nomore. El Sr. Solís dio altos ejemplos de virtud en su vida monástica, especialmente de humildad; murió en 1770, á los nueve años de haberse retirado del mundo. 1781 El16 de Marzo empezó en el Socorro el levantamiento que se llamó revolución de los Comuneros. Oprimidos los pueblos con vejámenes y contribuciones, aunque acostumbrados al servilismo, se levantaron por primera vez contra el Gobierno español. Una mujer llamada Manuela BeItrán arrancó en un estanco las armas reales, y pisoteándolas, llamó á la guerra, poniendo en conmoción á todos los habitantes de aquella ciudad. Sublevóse todo el Norte y alcanzó el movimiento hasta algunas Provincias de Venezuela. Ya en número considerable, los revolucionarios resolvieron marchar sobre Santafé. El Gobierno envió para contenerlos al Oidor D. Joaquín de la Barrera con cien hombres y doscientos fusiles para armar á las gentes que hallara en el tránsito; fue fácilmente vencido en el Puente Real por la vanguardia enemiga, que se componía de quinientos hombres. Cuando los insurrectos llegaron á Zipaquirá alcanzaban á veinte mil, cuya vanguardia iba á órdenes de D. Ambrosio Pisco, último descendiente de los Zipas. El pánico se apoderó de los gobernantes, especialmente del Visitador Gutiérrez de Piñeres, cuyas extorsiones é imprudentes y fuertes medidas fueron la causa directa del levantam·iento. El Visitador huyó apresuradamente á Honda, y una comisión compuesta del Alcalde ordinario Eustaquio Galavís, el Oidor Basco y el Arzobispo Caballero y Góngora marchó Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia G~.,,~,.alidad~s ------ -'-_.- --_.---~-._-- ..-------.--- - 147 ---------- al encuentro de los Comuneros' con autorizaci6n para hacerles las concesiones que desearan. Treinta y cincQ artículos tenían las capitulaciones que los su.blevados preseñtaron y que los representantes del Gobierno juraron cumplir con la mayor solemnidad. Fue aquello de los engaños más vergonzosos y de las pruebas más duras á que se puede someter la credulidad de los pueblos. Dueños los Comuneros de la situaci6n por su número, la fU(Tza adquirida por su derecho y por los excelentes Jefes que tenían, cuando creyeron conseguido 10 que en justicia pedían, se dispersaron aleg'remcnte pen8ando haber conquistado sin sangre sus derechos. La Audiencia al mismo tiempo que autorizaba la firma de las capitulaciones y las hacía aceptar por sus representantes, extendía con felonía imperdonable una acta secreta en que declaraba no estar el Gobierno obligado á cumplir lo prometido, 1 porq ue s610 había cedido á la fuerza 1 José Antonio Galán, el héroe mártir de los Comuneros, había marchado al Roble con el objeto de impedir la fuga del Visitador Piñeres, pero no logró llcg-ar á tiempo. Cuando tuvo noticia de las capitulaciones no quiso someterse á lo dispuesto por sus compañeros, porque su pensamiento era más elevado que la sola cesación de los impuestos, y este héroe, considerado hasta hace poco como un aventurero vulgar, porque así la hicie¡'on creer sus enemigos, vino á ser el desdichado precursor de nuestra libertad, Galán tomó á Honda y Ambalema y á su voz se levantaron varios pueblos hasta Neiva, signiéndole entusiastas prosélitos. Dcsgraciadamente no estaban aún preparados los colonospal"a tamaña empresa, y el desaliento y la delaci6n cundieron á los primeros reveses. Fueron vanos todos los esfuerzos de Galán para volver á levantar los espíritus acobardados, y al fin fue aprisionadopor sus enemigos en la Boca del Monte de Chaguanete. Sorprendido á media noche en una casita con unos pocos compañeros, se defendieron valerosamente hasta queherido Galán por un balazo, tuvo forzosamente que rendirse; algunos de los que lo acompañaban lograron escaparse. 1782 Cumplióse en este año la terrible sentencia dada contraJosé Antonio Galán y tres de sus amigos y compañeros de armas: Isidro Molina, Manuel Ortiz y Lorenzo Alcantuz. Fueron condenados á ser arrastrados á la horca, descuartizados sus cuerpos, quemado el tronco y arrojadas at viento las cenizas. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 148 Nolas Ordenóse además que para escarmiento de las gentes los miembros de los desdichados fueran exhibidos en las diferentes localidades teatro de sus hazañas. Se cumplió puntualmente la sentencia, y además se dispuso que las casas de los ajusticiados fueran arrasadas, sembradas de sal y declarada infame su descendencia. Corre parejas esta iniquidad con la cometida al mismo tiempo y casi por la misma causa con el Inca Tupac Amaru, cogido cerca de Cuzco en 1781, cuando pretendía reivindicar sus derechos al trono, y se decía que se hallaba en relación y de acuerdo con los Comuneros del Nuevo Reino. El Inca fue sacrificado con varios de sus compañeros, y la sentencia se extendió á su desgraciada esposa. La muerte del último soberano del Perú reviste caracteres atroces: ciñeron á su frente una corona de hierro con agudas puntas que penetraron en el hueso, le cortaron la len~ua, y estirado por cuatro potros, lo descuartizaron.~ El hermano del Inca, D. Juan, fue enviado preso á'España con su familia; pero al emprender el viaje de mar los separaron, colocándolos en buques diferentes. Cuando el Príncipe americano llegó á la Península y preguntó ansioso por los suyos, dijéronle que todos habían perecido en la larga travesía. El desventurado heredero de los Incas fue llevado á la carraca de Cádiz, y con una cadena al cuello permaneció allí tres años. No bastó esto para purgar el delito de su derecho á un trono, y fue llevado á Ceuta, donde permaneció treinta y cinco años. De allí salió con Nariño en 1820.Al recordar estos hechos casi se justifica la conducta del pirata Montbars. 1783 El Arzobispo Caballero y Góngora, que se preocupó del adelanto del país en todo sentido, entre las muchas cosas que hizo envio una comisión para que examinara la manera de comunicar los ríos San Juan y Atrato en el Chocó, para ligar así los dos mares. Informaron que el hecho era posible, puesto que los ríos 5610 estaban separados por un istmo estrecho, y más factible debió parecerles cuando en ese tiempo un eclesiástico, con el objeto de beneficiar sus minas, abrió un canal de comunicación dando declive á las aguas de la quebrada Rapadura y haciéndolas entrar en el río San Juan; la quebrada estaba dividida en dos brazos: el otro desaguaba en el río San Pablo, que á su vez llevaba sus aguas al Atrato. Así quedaban comunicados los dos ríos, pero había el inconveniente de la escasez .. de,agua en la quebrada, que dividida servía de comunlcaClOn. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Generalidades 149 1785 El12 de Julio, cerca de las ocho de la mañana, se sintió en Santafé un temblor violentísimo que alcanzó las proporciones de terremoto, como se le llamó en los tres boletines impresos que circularon en esos días con el nombre de AvÙo del ti'r1-e11Ioto. Hubo grandes daños en los edificios, especialmente en el convento é iglesia de Santo Domingo, de la cual no quedó sino una nave. Varias de las personas que asistían á misa quedaron bajo los escom bros, y sólo pudieron salvarse tres que se sacaron de entre las ruinas y que habían sido protegidas por un confesionario. Una parte del campanario de la- Capilla del Santísimo dio muerte á dos personas que pasaban en esos momentos. San Francisco sufrió muchísimo, y su composici6n se deb{: á D. Domingo Esquiaqui; también hubo necesidad de descargar la torre del Rosario; Guadalupe se arruinó completamente; en los pueblos de la Sabana también sufrieron aIgu nas iglesias. Se reduieron noticias de que en las montañas inmediatas á Ibagué se habían abierto diez bocas de volcanes, cuyos densos vapores obscurecían laatmósfera, y que con derrumbes de terreno se habían represado los ríos Amaime y Magdalena, causando algunos daños. El Sr. Caballero y Góngora cedió las rentas que se le debían como Virrey y como Arzobispo, para reparar los edificios públicos, especialmente el Colegio del Rosario. 1786 Hallábase el Virrey en Cartagena y por este motivo permanecía cerrado el palacio destinado á los mandatariOt'l de la Colonia. Dormían profundamente los habitantes de Santafé cuando un caballero cuya casa quedaba en frente del palacio virreinaI despertó con la viva luz que por las rendijas de sus balcones penetraba. Debía ir muy temprano á su hacienda, y creyendo que el día lo había sorprendido, salt,) apresuradamente del techo; un olor penetrante y el rojizo color de la luz llamaron su atenci6n, y abriendo afanoso los maderos vio con horror que el palacio era presa de las llamas. Corrió adonde el campanero de la Catedral, que dormía en la torre, y empezó el toque de fuego. COll extraordinaria actividad se trató de salvar 10 que aún quedaba del edificio y sobre todo el importantísimo archivo que allí se guardaba; poco se consiguió, .Y se perdieron preciosos y sobre todo irreemplazables documentos. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Notas -----~------------------,----,- -.-". - Después todo 10 que faltaba ó desaparecía en cualquier forma se achacaba á la quema del palado, y así se explicaban muchas pérdidas, sirviendo aquel desgraciado incendio de razón en muchas ocasiones. La quema del Palacio virreinal fue para la historia un verdadero desastre. Se dice que un preso de Antioquia, que había sido trasladado á Santafé, complicado en la revolución de los Comuneros, incendi6 el edificio después de fugarse, para destruir el expediente de su causa. 1791 El primer número Jlel'PaPcl Periódico de .~·antafé de Bogotá se publicó en este año, debido al progresista Virrey D. José de Ezpeleta. Por primera vez recibió en esta ciudad algún impulso el movimiento literario, y en el palacio virreinal se reunía una escogida sociedad de damas y caballeros para tratar de letras, ciencias y artes; presidíalos la noble esposa de Ezpeleta, D<J. María de la Paz Enrile, la dama más bella de su época y un verdadero modelo de virtud. Se daban diversos temas y se hacían frecuentes improvisaciones. A estas gratas reuniones se les daba el nombre de tertulia eutroPélt"ca. 1801 El notabilísimo sabio y gran viajero Alejandro de Humboldt vino á la ciudad entre otros motivos con el especialísimo de conocer á José Celestino Mutis, cuya fama había llegado hasta él. Hizo importantísiOlos estudios de nuestro suelo y visitó detenidamente el Salto de Tequendama. Trató de cerca á nuestro sabio Caldas y 10 consideró un verdadero portento; admiró los instrumentos que había fabricado él mismo para sus observaciones y que constituían una verdadera adivinadón por lo completos, una especie de ciencia infusa en aquel hombre maravilloso. Al embarcarse para Europa el Barón de Humboldt se encontró con el joven Sim6n Bolívar, que pisaba tierra americana después de un largo viaje y que preguntó al gran sabio qué pensaba de la independencia de estas regiones. -El fruto está maduro-contest6le Humboldt,-pero no veo el hombre que puedacogerlo. No podía imaginar el notable viajero que aquel á quien hablaba era el genio de la libertad y que ya había hecho Bolívar en las ruinas del Coliseo de Roma su solemne juramento de redimir á América. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 151 Generalidades 1803 F'ue terminado en este año el Observatorio Astronómi~ co, dirigido por el arquitecto Fray Domingo Petrez y debido á la gencrosirlad de José Celestino Mutis. Hasta entonces el Observatorio más afamado del mundo era el de la isla de Malta, con 360 de latitud norte. El de Santafé, á 4 ~ o de la línea eq uinoccial, tenía hasta que se construyó el de Quito una superioridad excepcional sobre todos los del mundo. En este mismo año el Nuevo Reino recibió un beneficio de alta importancia: vino por primera vez la vacuna, traída por D. José Sal\'ani. 1R10 KI 20 de Julio se dio en el país el grito de INDEPENEn el camino de la libertad precedieron á nuestro país Venezuela. que empezó á revolucionarse desde-1806, movida por el insigne y en aquella ocasión desgraciado Miranda. Detenido en su empresa por la traición, fue á morir después de una vida g-randiosa en la carraca de Cádiz. Por este tiempo empezó en Venezuela {l servir á la causa de Am,Srica Simón Bolívar. Quito se había levantado desde 180() contra el Gobierno español; numerosos mártires habían empezado á preparar con su sangre la púrpura del manto de la libertad, y D~ Manucla Cariizares, la noble y valerosa quiteña, comenzaba á bordar con la pedrería de heroicidades femeninas la magnífica orla que terminaría en Colombia Pola Sa1avarrieta. Varias causas contribuyeron á apresurar nuestra emancipación y el movimiento esperado y soñado pero no preparado del 20 de Julio. La independencia de los I<~stados Unidos j el terremoto político y social que se llamó revolución de Francia y que llevl) sus vi braciones incendiarias á los extremos de la tierra j el plan de estudios del Arzobispo Caballero y Góngora, que abrió á los colonos nuevos horizontes, iluminó los entendimientos y levantó los caracteres; la chispa ardiente con que Nariño al traducil-Ios derechos del hombre prendió el haz de vejeces y vejámenes acumulados en tres siglos; el desgobierno interior de la Península, en que Manuel Godoy, de simple particular, escaló las alturas del poder hasta convertirse en Príncipe de la Paz, y en que Carlos IV sólo tenía el nombre de Rey y l\laría Luisa de Borbón se atraía el odio y el desprecio del pueblo; y luégo la terrible convulsión de Europa, en que al paso de Napole6n temblaron las viejas dinastías y se bambolearon los tronos. La guerra de independencia que con el coloso tuvo que sbstener España bizo más factible el nacimiento de la libertad. t \C~ DENCIA. e ('O "0--- 'ef>-~ -' S?Ù 'O\.L~ ? IV..~GO .•.•G~l ~ \.\l\~-."" ~'UOltUEste libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 152 Fue en esta época cuando ocurrió un hecho curioso que no debe olvidarse y que no deja de ser extraño por 10 que en ese tiempo eran los americanos para España. D. Pedro Agar y Bustillos, nacido en Bogotá, había llegado á ser notabilísimo marino, y después de muchos servicios llegó á ser Director de la Academia de Guardias marinás en la isla de León j hallábase en ese lugar cuando fue electo por las Cortes generales miembro del Consejo de Regencia, del cual fue nombrado Presidente; de ·10 cual se deduce que un bogotano fue con corta diferencia Rey de España y de las Indias. Tal destino lo desempeñó por dos veces consecutivas. pues fue reelegido y en él lo halló Fernando VII en 1814. Un puesto de importancia semejante desempeñó también en ese tiempo D. Joaquín Mosquera y Figueroa . . Al desgobierno de España se agregó en el Nuevo Reino para bien de la libertad la ineptitud gubernativa y la falta de energía de Amar y Borbón, que sin su segundo apellido no habría alcanzado el elevado puesto de Virrey. El 20 de Julio de 1810se esperaba en Santafé la llegada del distinguido joven D. Antonio Villavicencio¡ venía como comisionado de la Junta de Regencia, pero en la ciudad se sabía que era decidido por los americanos. Se le quiso obsequiar con Ún banquete, y para adornar el centro de la mesa se pensó en un florero que para casos semejantes poseía el español D. José Llorente ¡ era éste un comerciante que tenía tienda casi al empezar la primera Calle Real, hacia el lado derecho. El español acababa de tener un disgusto con un americano cuando se presentó ante él Francisco Morales á solicitar el florero ó ramillete ¡ recibi6lo con desabrimiento y dureza, y en són de insulto le dio el nombre de criollo,' con la ardiente sangre del hijo del trópico, Morales abofeteó entonces al atrevido español, y no se necesitó más para que eetallara el volcán que sólo buscaba un cráter para empezar BU terrible erupción. ¡Vivan los americanos! j Mueran los chapetones! fue el grito que se oyó desde aquellos momentos. En la noche anterior el Oidor Alba, á quien habían manifestado algunos temores por la situación, había contestado con desdén: «Los americanos son perros sin dientes: ladran pero no muerden.~ A casa de este mandatario marcharon los amotinados y rompieron á piedra sus balcones; tuvo el Oidor que salvarse con gran trabajo en una silla de manos. A las seis de la tarde las campanas tocaban á rebato y la plaza mayor se hallaba colmada de gentes entusiastas, entre las cuales había cuadrillas de mujeres á cuyo frente iban algunas señoras. Esa noche se firmó la gloriosa acta de la independencia, Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Generalidades y en Agosto se embarcaban para }I;spaña el Virrey y su esposa D'!- Francisca Villanova. Iniciada quedaba pues definitivamente la grande obra de la libertad, y sosteníanla con indomable energía inteligencias poderosas, almas nobles y heroicos corazones; pero aún faltaba el que debía venir á coronarla, el genio de la América del Sur, el Libertador Simón Bolívar . . Es digno de notarse que la revolución de la independencia no tuvo su origen, como era de esperarse, en el pueblo y en los oprimidos; fue llevada á cabo por los hombres más ricos y de más alta po!'ición en las colonias, siendo así que muchos de esos Jefes poseían títulos de nobleza. Simón Bolívar nació en Caracas, en una casa de la plaza de San Jacinto, el 24 de Julio de 1783; pertenecía á la más alta aristocracia de su país, puesto que su padre fue D. Juan Vicente Bolívar y Ponte, 1-1arqués de Aragua, Vizconde de Toro, Señor de Aroa, Coronel de las Milicias de Aragua, Caballero Cruzado, Caballero de Santiago, Regidor perpetuo y opulentísimo señor de Venezuela. Fue madre de Bolívar D~ Concepción Palacios Sojo. Se dice que su padre había dispuesto que le pusieran por nombre Pedro José, y Q.ue un canónigo de la familia que gozaba fama de santidad le hizo poner Simón porque diz que tenía la certidumbre de que ese niîioseríael Simón Macabeo de la América. Siendo niño Bolívar fue llevado á Madrid y tuvo ocasión por su elevada cuna de estar en juegos con el entonces Príncipe de Asturias Fernando VII. Se cuenta que al jugar al volante el niño Bolívar hizo caer la gorra de su real compañero, por 10 cual éste se enfadó y cesaron en el grato ejercicio; más tarde no fue la gorra sino una parte muy importante de la corona la que arrebató á Fernando en el juego sublime que se verificó al través de los mares. Bolívar poseía cuantiosísima fortuna; hizo numerosos viajes y se casó muy joven con D'!- Teresa Toro, habiendo {Juedado viudo á los dos años. l~stuvo en noventa y siete batallas y jamás fue herido, á no ser con el golpe moral que recibió, dado por la ingratitud en la noche del 25 de Septiembre de 1828. También Venezuela le berió en el alma al prohibirle pisar su territorio, y la sangre que interiormente vertieron estas y otras heridas del desengaño y de la deslealtad, debió envenenar al héroe Libertador de cinco naciones, que con sólo cuarenta.r siete años expiró en la quinta de San Pedro Alejandrino, cerca de Santa Marta, perteneciente á un español, el17 de Diciembre de 1830. En su testamento dejó sus restos á Venezuela y su corazón á Colombia. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 154 Noúu Ya hemos dicho que Bolívar empezó á trabajar independencia de América desde 1806. por tI. * En 1812una conmoción de la naturaleza hizo un grave mal á la causa de la libertad. A tiempo que invadía Monteverde á Venezuela hubo un terrible terremoto que no sólo se verificó el día del aniversario de la sublevación contra los españoles, sino que al destruir la iglesia de la Trinidad y arruinarla por completo, -&610 dejó en pie la columna en que estaban las armas reales, con 10 cual se preocuparon los espíritus débiles y muchos decayeron en su esfuerzo, por creer que el Cielo protegía á los realistas. El historiador Díaz, español apasionado por la causa de su Rey, refiere que cuando apenas había cesado el terremoto, pasaba él por donde había sido el templo de la Trinidad con el horror natural de acontecimiento tan terrible; de entre los escombros vio salir un hombre en mangas de camisa y lleno de sangre que le caía de la cabeza y que al reconocerlo no pudo menos de decirle: <Míra, inëurgente. cómo hasta la naturaleza se opone á vuestro funestos intentos~; á 10 cual el que se salvaba de entre las ruinas contestó: <Si la naturaleza se opone, luchal'emos contra la naturaleza; si los hombres se oponen, lucharemos contra los hombres, y si .... ~ Díaz no concluye la frase y sólo:agrega: <No quiero acabar la horrorosa blasfemia.~ El hombre que así hablaba en tales momentos de espanto y en que propiamente se escapaba de un sepulcro se llamaba Simón Bolívar. * En 1813Monteverde se apoderó de Venezuela. y aquello fue un terrible desastre para los patriotas; muchos fueron sacrificados y algunos lograron escaparse; entre estos últimos se halló Bolívar, que vino por primera vez á Colombia acompañado de Carabaño y Campomanes y empezó á servir á órdenes del francés Labatut; fue esto de poca duración, porque luégo emprendió por su cuenta la brillante campaña del bajo Magdalena, en que el héroe empezó á hacerse conocer. * En ese mismo año de 1813 Sámano invadía el Cauca 1 la situación de los patriotas se hacía muy difícil j olvidaron las rencillas internas y se reanimó el entusiasmo en Santafé. Nariño se puso al frente del Ejército y se le dio el título de Teniente general; por indicaci6n suya se proclamó aún más solemnemente la independencia absoluta, y como un recuerdo de este hecho se acordó plantar en las plazas el árbol de la libertad. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Generalidades ---- ---------,---------------- lSs No había llegado aún el día designado cuando en la plal:a de Bogotá apareció un árbol en cuya cima se hallaba un ¡rorro rojo. Celebróse una animadísima función patriótica en que reinó la cordialidad y el entusiasmo, verificandose un lucido y numeroso paseo ecuestre. Apenas acababa el Presidente de contestar los discursos que con motivo de la solemnidad se le habían dirigido, cuando con gran sorpresa Sé- supo que el Coronel Bailly acababa de expirai'. Uno de sus esclavos, que había oído hablar de las g"r-andexas de la libertad y de los horrores de la esclavitud quc el árLol simb{)lico p;trecía haber acabado, creyó q u,~ era dueño de llevar á ca bo todo lo que deseara sin res.ponsabilidad. y empezó por asesinar á su amo. Siguiéronle rapidísimo juicio, y después de algunas hora~ fue fusilado bajo el {¡rbcl f¡ cuyasombra creyó paliar su cnmen. En 1814 Nariño cayó prisionero de los españoles y fue conducido á Pasto, en cuya cárcel fue encerrado cuidadosamente. Los realistaH más entusiastas se amotinaban diariamente ante la prisión, pidiendo f¡ gritos lacabeza del insurgente. Un día que el grande hombre empezaba su míse¡"a comida, fue tan fuerte el vocerío y tan repetidos los gritos del odio, (lue Nariño,levantfll1dose, se dirigió al balcón, miró sereno á la rabiosa multitud y arrojándoles el cuchillo de que se servía. les gr"itó cor, entereza: <Aquí tenéis á Nariño; quien quiera. su cabeza, qut' \·enga {¡ cortarJa !> Los gritos cesaron como por encanto, y la tu rba, herida por la grandeza dl~ alma del caudillo, se dispersó en silencio, sin que en a<1clante volvieran {¡repetirse los insultos. Entretanto Montes instaba desde el Ecuador á Aymerich para que llevara á cabo el fusilamiento de Nariño, lo cual se retardaba con diferentes pretextos; al fin Aymerich contestó r¡ 1I10ntes categóricamente: <Venid á ver si vos os atrevéis á sacrificar un homhre tan g-rande.> En 1816 tuvo lugal" en nuestro país la terrible pacificaciÓn. la éra de sangre y duelo que enluteció la Patria. pero de la cual nació definitivamente nuestra independencia. Cuando Fernando VIT resolvi6 mandar un ejército q u e sometiera de una vez las colonias insu rreccionadas, pens6 enviar á Colombia al antiguo Virrey D. Pedro Mendinueta. lo cual habría retardado nuestra libertad, porque este Jefe habría sido tan caballeroso como humano. A indicación de Wellington, el vencedor de Waterloo. Fernando eligi6 como Jefe de la expedición pacificadora á D. Pablo Morillo. Se dice que al despedirlo para su largo Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 156 Naias viaje el Rey puso su mano en el hombro derecbo del solda00 para hacerle una última recomendación cariñosa. Morilla hizo borâar en aquel lugar de su casaca una mano de oro en recuerdo de la familiaridad real. El Pacificador trajo consigo 10,000 soldados veterano~ aguerridos y disciplinados en las guerras contra Napoleón. Morillo bubo de marcbarse al fin envuelto en su manto de sangre que ocù1tólos áureos bordados con que vino, y de sus soldados, los primeros del mundo, sólo sobrevivieron 700. * En 1815tuvo lugar el sitio de Cartagena, primera bazaña del Pacificador en nuestro país. En la ciudad sólo se encontraban 3,000 hombres para la defensa, pero con ellos se ballaban García Toledo. Castillo, Bermúdez, Narváez, Rieux, Mariano Montilla y otros muchos valientes. Los asa1tantes por mar eran 8,000 á órdenes de Morillo; por tierra debía atacar Tomás Morales, el terrible discípulo de Boves, que de criado y pulpero español ascendió á ser uno de los Jefes principales de las matanzas pacificadoras. Los sitiados se prepararon á la defensa. abrieron fosos, montaron los cañones, y la artillería coronó las principales alturas; para quitar todo recurso al enemigo incendian á Turbaco, y García Toledo, con el mismo objeto, prende fuego con su propia mano á sus haciendas; todos los babitantes ofrecen sus bienes para organizar la resistencia, y Castillo, con una nobleza de corazón que más tarde, por desgracia. hubo de lamentarse, no quiso expulsar de la ciudad las bocas inútiles, con 10 cual habrían durado más tiempo los víveres. E120 de Agosto empezó el bloqueo de Cartagena, y las primeras escaramuzas fueron favorables para los patriotas. Desgraciadamente la escasez empezó á sentirse en la ciudad, y luégo se presentó el hambre con todos sus borrores j los ancianos empezaron á enfermar y la situación á hacerse penosísima. pero nadie pensaba ni remotamente en rendirse. En la noche delll de Noviembre Morillo ordenó un sigiloso ataque al cerro de La Popa, cuyo castillo se hallaba bajo las órdenes del entonces Teniente Coronel Soublette. Los.asaltantcs fiaban todo el éxito al silencio y á la cautela cou que se acercaran, y efectivamente se deslizaron como sombras hasta conseguir apoyar contra el muro de la fortaleza las escalas. Todo se hallaba sumido en la sombra, y s6lo se oía el golpear de las olas y el ordinario alerta de los centinelas. Con tanta prudencia como extraordinario valor empe,¡aron los peninsulares la atrevida ascensión y estaban segu- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Generalidades 157 ros del buen éxito, ignorando que aquel lado del castillo se hallaba confiado á Piñango; el noble patriota estaba alerta, y á pesar de la obscuridad había seguido los movimientos de sus enemigos . . Los primeros que coronaron la escala hallaron que era segura la toma de la fortaleza, en donde todo se hallaba silencioso, y uno de ellos dijo en voz baja á los que se encontraban al pie: <Ya son nuéstros.> -j N ó ... , que aún viv,~Piñango !-gri t6 una voz estentÓI'ea, mezclando en la frase una viva interjección y rasgando con vibraciones guerreras el silencio de la noche. Siguióse el estallido de una arma de fuego, y el valiente español que había alcanzado el punto culminante en las escalas fue precipitado de la altura. Iluminóse repentinamente el castillo, oyóse un espantoso vocerío á que se mezcló el de la fusile ría de sitiados yasaltantes. Bien pronto las escarpas y ·declivios de la fortaleza se hallaron cubiertos de cadáveres, y con inmensas pérdidas tu vieron que retirarse los soldados enviados por Morillo. Los Oficiales Estuard y Piñango se cubrieron de gloria en esta defensa, y la frase del último se convirtió en refrán en Cartagena. El Gobierno de la ciudad, agradecido á sus servicios, les envió al siguiente día como rico presente veinte cueros para comer y dos pipas de vino. Los días pasaban y los sihados morían de hambre; reunieron su legislatura para pedir la autorización de poner la plaza bajo la protección inglesa, y la contestación que recibió el Gobernador fue la de que podía hacer cuanto deseara menos caPitular. Morilla hizo bombardear la plaza y sólo consiguió dañar algunos edificios y matar varias mujeres. La heroicidad de los sitiados no decrecía, pero el hambre aumentabade un modo aterrador; los animales de carga se habían consumido á falta de otro alimento, y habían seguido á ellos los perros, los gatos, los cueros y toda especie de yerba; agregábase á tan terrible situación la peste, que diezmaba los heroicos defensores de la plaza. El 4 de Diciembte cayeron muertas de hambre trescientas personas. Por las calles vagaban espectros que empuñaban difícilmente el fusil ó se arrastraban al hospital. La heroica ciudad agonizaba; no podía continuarse en una situaci6n tan espantosa, pero era imposible rendirse. De acuerdo los Jefes con los miembros de las familias más notables resolvieron, perdida toda esperanza, clavar la artillería y embarcarse en las pocas goletas de que aún podían disponer. Dos mil personas se dieron á la vela en peligroso haci- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Notas namiento, sin víveres y salvando con el valor de la desesperaci6n la parte de mar en que los enemigos se esforzaban en cerrarles el paso. Muchos murieron en la travesía, y otros, sufriendo los malos tratamientos de crueles marineros, fueron desembarcados en costas inhospitalarias.Solamente los que llegaron á Haití puede decirse que se salva-. ron, protegidos por el nobilísimo Peti6n ... El mismo día en que los desgraciados emigrado~ abandonaron en su desesperación á Cartagena llegó á la ciudad un buque americano que traía á los patriotas mil barriles de harina, ochocientos de carne y otros muchos artículos. La bandera tricolor coronaba aún los muros de Cartagena)' el buque entró á toda vela á llevar la vida á los defensores de la libertad. De repente las baterías dejan ver sus luces amenazantes, y entre el fragor de inesperada detonación oye el Capitán del navío la intimación de rendirse. En las mismas circunstancias cayeron otros diez bergantines que llegaron con víveres á socorrer á los sitiados. Al apoderarse de la ciudad el mismo Morilla se estremeció de horror: seis mil personas habían muerto y continuaban muriendo de necesidad en aquel espantoso cementerio: al suministrarles alimento el número de víctimas fue extra::>rdinario: no se hizo otra cosa que apresurar el fin de los que ya se hallaban al borde de la tumba. Morilla prometió indultar á los que se presentaran voluntariamente; cuatrocientos desgraciados, confiando en la palabra del Pacificador, vinieron á su llamamiento y fueron degollados sin compasión en Bocachica. Entre los que subieron al cadalso antes de abandonar el Jefe español á la heroica Cartagena figuran, entre otros muy notables. Castillo, el español republicano Anguiano. Estuard y García Toledo. Por este tiempo se hallaba Bolívar en Jamaica, en donde supo con inmenso pesar el triunfo obtenido por Morillo. Profundamente decepcionado con la que le había sucedido en Cartagena y entristecido con las desconfianzas y disensiones de los patriotas, Bolívar se había embarcado para las Antillas en el bergantín inglés La Descubierta. En Jamaica corrió su vida un gran peligro: dos realistas pagaron un asesino para acabar con el héroe, que preocupado de sus altas empresas, vivía descuidado. Un amigo de Bolívar fue á buscarlo una mañana, y no habiéndolo hallado resolvió esperarlo con tenacidad extraña; como no llegase y las horas se deslizaran en el hastío de la soledad, el que esperaba se tendió en la hamaca de Bolívar y se durmió profundamente. Fue aquel un sueño eterno, porque engañado el asesino que iba en busca del héroe, dio muerte por equivocación al que se hallaba en el ·lugar frecuentemente ocnpado porBolívar. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Generalidades 159 Fue entonces cuando se organizó la famosa Expedición de los Cayos; al saber la toma de Cartagena el Libertador, auxiliado y acompañado por Luis Brión, se embarcó en la corbeta :Dorado con dirección á Venezuela. Sólo contaba con doscientos hombres organizados en los Cayos, pero le bastó este puñado de héroes para invadir su Patria, donde se hallaban quince mil realistas, é iniciar la guerra de cinco años que acabó con el poder español. 1816 El 5 de Junio de 1816 vio por primera vez la capital levantarse los terribles patfbulos del pacificador Morillo; fue D. Antonio Villavicencio la primera víctima de la grande hecatombe de la libertad. y le siguieron en el mismo día D. Francisco Morales, D. José María Vargas. el español D. Ramón de Leiva y el activo patriota D. José María Carbonell. Horroriza la suerte que cupo al último nombrado, á esta nobilísima víctima doblemente sacrificada. El verdugo encargado de aborcado no llenó debidamente sus funciones y sólo consiguió maltratado; resolvieron entonces que fuera fusilado, y por un increíble ensañamiento de la desgracia. las balas no 10 hirieron, pero los tacos sí lograron incendiar la ignominiosa túnica que 10 cubría, con 10 cual su muerte fue extremadamente dolorosa. De ese día cn adelantc no descansó la terrible saña pacificadora; el patíbulo era visitado sin cesar por nuevas víctimas á cual más valerosas é ilustrcs. Cuando l¡'rancisco José de Caldas fue sentenciado á muerte, suplicó que se le encadenara y remitiera á un castillo para arreglar los trabajos de la expedición botánica, única cosa por la cual solicitaba algunos días de gracia. Se le contestó negativamente, diciendo que gspaña no necesitaba sabios. Cuando el grande bombre abandonó el edificio del Rosario para marchar á la muerte, dejó en la pared de su prisión una especie de jeroglífico tan conmovedor como sencillo. Fuertemente acentuada con carbón dibujó un o alargada, dividida con una línea, 10 cual hasta los niños han traducido así: ¡Oh larga y negra partida I Fuéra de la capital los Tenientes de Morillo se mostraban dignos de su terrible Jefe; muchas veces en su afán de exterminar insurgentes y en la rapidez de sus procedimientos sucedió que numerosas personas recibieron la muerte por equivocación. El día del cumpleaños del Rey tuvo lugar en Santafé un gran baile dado por el Gobernador Casano, en las mismas salas donde se reunía el Consejo permanente que sacr;" Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 160 Najas ficaba. á los patriotas; I y á esta fiesta sin nombre, por el horror que envuelve, tuvieron que asistir las principales señoras, para no apresurar la muerte de los que llenaban las prisiones ólos sufrimientos de los que se hallaban desterrados I Algunos días después el Consejo de Pacificación juzgaba al patriota Montalbo, y él se defendía basándose en el Manifiesto de Camilo Torres j el Gobernador Casano le mandó callar porque diz que no era de eso de 10 que se trataba; Montalbo, sin pareceroírlo, volvió áempezar con energía: <Americanos, desde este momento os veis elevados á la dignidad de hombres libres~ .... <Si el reo no tiene más qué decir en su defensa, que lo saquen,> interrumpió airado Casano. Al llegar á la puerta continuó el patriota: cYa más oprobiosa cuanto más lejanos~ .... <¡Merecería dos veces la muerte !~ exclamó enfurecido el español. _ --Que carguen con dos balas el fusil-contestó el valiente americano. En ese mismo año de 1816, en Ramírez, lugar situado á tres leguas de Ocaña, Calzada atacó á los patriotas que se hallaban á órdenes de García Rovira; desgraciadamente después de dos días de combate que sólo interrumpió la noche, los patriotas se desbandaron en completo desorden. aunliue todos llevaban en sus oídos el grito de <¡Firmes, Cachirí 1:. que su Jefe les daba de pie sobre la última trinchera, como continuo acicate para que no decayera el entusias.mo. Estas palabras fueron inolvidables, y después se repetían para animarse en los combates los soldados patriotas. Poco tiempo después los españoles formaron un batallón compuesto de hijos de los que llamaban insurgentes, al que dieron por burla el nombre de Batallón Cachirl y que destinaban siempre á los puestos de mayor peligro; los jóvenes de este Batallón no hacían fuego sobre sus compatriotas, y cuando las balas hacían fúnebres claros en sus heroicasfilas, volvían á cerradas y saludaban la muerte con el grito de «¡Firmes, Cachirí 1> Cuando Latorre se apoderó de la capital enviado por Morillo, con lo cual el país pareció quedar de nuevo bajo el dominio español. sólo había en Popayán una guarnición que no alcanzaba á 700 hombres .• Fue entonces cuando Madrid renunció la Presidencia para cederla á García Rovira, cuya presencia se esperaba por momentos; hízose entretanto cargo del poder Liborio Mejía. Estos valientes se hallaban rodeados por Warleta, que les ofreció además de un indulto general conservar en sus grados á los Jefes i no sólo no aceptaron los patriotas sus ofrt:cimientos, sino que al rechazo unieron la declaratoria de la guerra á muerte. Esta heroica resoluci6n equivalía á una sentencia de Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia G ene,.alidades 161 pena capital para aquellos nobles y valerosos guerreros, cuya falta de recursos y escaso número no les permitía defenderse de uno de los Jefes realistas más célebres por sus crueldades. La decisión tomada por jas republicanos fue publicada por bando en la ciudad; la guarnici6n llevaba las armas á la fu nerala, las banderas cnlu tadas y destempladas las cajas. La lucha en la cuchilla del Tambo fue verdaderamente terrible; 500 patriotas quedaron en el campo, y los escasos restos de aquellos valientes tomaron el camino de La Plata. En el páramo de Guanacas, en el punto denominado Gabriel LÓpez, se encontraron con García Ravira, su esperado Jefe, que marchaba á buscarlos; iba en compañía de la familia Piedrahita, que huía de los españoles. A la mañana siguiente 1m; primeros rayos del sol iluminaron en aq uella fría y desolada región de los Andes una escena tan extraña como conmovedora. García Rovira se había prendado de la más joven de las tres hermanas Piedra hitas, y con el consentimiento de sus pad res la heroica niña resolvió darle su mano antes de se· pararse de él en la senda de persecución y muerte (lue seguían. Bajo el azul palio deun cielo purísimo, sobre musgosa alfombra apenas hollada por la planta humana, en aquél extenso alcázar de la naturaleza, limitado apenas por los arcos atrevidos que decoraban los muros de cristal de los nevados cercanos, el Padre Florido les dio la bendición nupcial. Presenciaron el matrimonio los padres y hermanas de aquella novia incomparable, y los 150 derrotados sirvieron de testigos al héroe, que se apresur6 il ceñir su frente de rosas, porq ue presentía que SllS laureles se trocarían pronto en corona de martirio. Jirones de niebla envolvieron como velos de gasa á la gentil desposada; copos cariñosos de nieve temblaron en sus sedosos bucles fingiendo los simbólicos azahares, y Jas tintas rosadas de la aurora se apresuraron á dar los colores de la vida á todos aquellos semblantes empalidecidos por la fatiga y el pesar. La orquesta de aquella ct:remonia grandiosa en su suprema sencillez formáronla las ráfagas errantes que se detuvieron solícitas y vibraron con sonoridad extraña, ya en majestuoso trémolo, ya en bajo profundo, ya en melodía dulcísima de arpa e6lica formada por el viento al peinar la cabellera de los airosos pajonales; en cuanto á los solos de aquel himno misterioso, encargáronse de ellos algunas mirlas que detenían su vuelo y rasgaban el aire con armonioso canto. Los regalos destinados á aquella novia ideal se hallaban esparcidos sin orden en aq uella fiesta en que oficiaba el amor 11 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 162 Notas revestido de sus mejores galas, y le servían de acólitos la abnegación y el heroísmo. Entre los afelpados estuches de los nacientes frailejones brillaban en regia variedad collares de diamantes que había depositado pródigo el rocío, solitarios magníficos que irisaba el primer rayo del sol, y caprichosas y artísticas agrupaciones cIe brillantes, jamás poseídas por ningún soberano de la tierra. Mientras estos joycles de terciopelo blanco lucían sus primores en juegos de luz maravillosos, búcaros de níveas florecitas ocultaban finísimas esencias que la brisa se encargaba de llevar hasta la hermosa desposada. Un "enado de rameada cornamenta, cuya silueta cortaba sobre una roca el cielo azul, inmóvil por la sorpresa y la curiosidad que le causaba aquel grupo tan extraño para él, asemejábasc á artístico bronce que completara los regalos hechos por la ilusión á. la sublime novia. García Rovira y su noble compañera tuvieron el raro valor de robar en el camino del martirio un jirón al manto de la felicidad. Dos meses después Custodio García Rovira se balanceaba en la horca en compañía del mulato Cástor, que murió fusilado y fue luégo colgado para escarmiento de los insurgemes: 8 de Agosto de 1816. Drama grandioso cuyo primer acto tuvo por escenario la soledad de un páramo, amor invencible por parte del héroe, ternura llena de generosidad por parte de ella, poema del corazón tan bello como sugestivo, holocausto santo de los cLltares de la libertad .. * Son incontables las víctimas hechas por los expedicionarios de Morillo en 1816. D. Pedro Groot tuvo que fingirse sordo y mudo durante varios años, y resistir cruelísimos experimentos para salvar su vida; 10 mismo hizo otro patriota de apellido Serrano. D. José Miguel Pey estuvo encerrado en una cueva durante tres años para no caer en manos de los españoles. El Presbítero Céspedes, notable botánico, fue sorprendido por los realistas en una montaña que había buscado por refugio, y para librarse de ellos no vaciló en arrojarse á un precipicio; afortunadamente no fue mortal su caída, y después de cuatro meses de penalidades indecibles salió á los llanos, felicitándose de hallarse, como él decía, entre tigres y culebras, y no con los enviados de Fernando VII. Cuando fue vencido Juan José Neira por Tolrá, 10 hicieron prisionero y no 10 ultimaron inmediatamente, por en\"iarlo á Sámano como un grato presente, para que fuera sacrificado en la plaza de Santafé. Atáronlo cuidadosamente, y al pasar por el volador de Tausa el preso se lanzó sin \'acilaci6n en el abismo. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia GCllcralidades 163 Ligado como estaba, y á !'emejante altura, los españoles no dudaron de su muerte; buscáronlo en vano con la vista, y seguros de su fin, continuaron su camino. Neira, que debía serdr todavía muchísimo á la Patria, se salvó milagrosarnente y fue á unirse con los amigos de la libertad. 1817 L,a crueldad había alcanzado el grado m¡'lximo en algunos de los Jefes españoles, :r aun(lue muchas americana!3 habían sucumbiùo por diferente:; motivos á causade la guerra, aún faltaba á los paciticadorc~, la ignominia sin nombre de asesinar oficialmente il una mujer. "\nto'nia Santos, hija de Charal¡'l, fue sacl"ificada por Fominaya, por sus eminentes sen'icios (tIa Patria, y:NIel'cedes Abrego fue fusilada por haber bordado alguna insignia para los patriotas, ' D. Juan Sámano, el digno sucesor de :Morillo, debió sentir extrañas fruiciones de llera cuando al alcance de sus fauces enrojecidas por la san~re ha]]() una nueva víctima, descclI1ocido y tierno manjar para sus mandíbulas de tigre, fatigadas de despedazar hombres. Poli carpa Salavarrieta, la encarnación del patriotismo femenino, la joycn sacerdotisa de la libertad, recibió la muerte por orden de Sámanc'. y fue fusilada en Bogotá el 14 de Nü\'iembre. Centro de una conspiracic)n en la capital que no pudo llevarse il cabo, eu.vió á algunos de sus compañel'os á Casanare para dar allí noticias de la situación del intel'Îor; entre éstos iba su novio, Alejo Sabaraín. Desgraciadamente fueron sorprendidos y aprisionados, 10 mismo que lo fue Policarpa, de quien hacía algún tiempo se tenían sospechas. En vano se hicieron csfuel"Zos para arrancar á la joven el nombre de los patriotas comprometidos y el de aquellos con quienes se comunicaba; esta mujer de heroicidarl maravillosa permaneció absolutam.:nte muda á este respecto, y su noble entereza nos recuerda la griega que siendo miembro de una conspiración en que se hallaban sus hermanos, y que fue descubierta, al ser forzada por mil medios {l delatar sus cómplices, se trozó la lengua con los dientes y la escupió serena á la cara de sus verdugos. Del mismo temple era la heroína granadina que marchó al patíbulo sin dar una muestra de debilidad, sin que le arrancaran una sola palabra que pudiera comprometer á los patriotas, y con la soberana actitud del que lleva la cuádruple corona de la juventud, de la heroicidad, del patriotismo y del martirio. Morillo había organizado con americanos el Batallón 2Q de N1t7llancia, y por entre sus filas tocó pasar á Polica11>a; Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 164 Notas levantó la joven su faz pálida y serena al subir al patíbulo, y volviendo hacia ellos su gentil cabez~ increpÓlos bravamente por su cobardía en servir contra su patria, y los conjuró con vehementes frases para que volvieran sus armas contra los opresores. Ni un momento dobló el pesar la gallarda y juvenil figura de la interesante víctima; ni una lágrima empañó el brillo de sus grandes ojos; arengando con energía sublime á la conmovida multitud, sus labios se pusieron secos, y yiendo cerca de ella alguna cara conocida, pidió con ansiedad un poco de agua. Un Oficial realista se apresuró á alcanzar la que pedía la noble criatura; levantó ella la vista y al ver el uniforme, rechazó el agua con violencia diciendo: iDe los enemigos de mi patria ni una gota de agua! Aún hablaba al pueblo cuando el toque del tamborahogó su voz y el estallido de las armas que acababan con la sublime mártir, llevaron el horror y la tristeza á los más duros corazones. Su escolta de honor en el camino de la gloria la formaron sus siete compañeros fusilados en seguida, entre los cuales se hallaba Alejo Sabaraín, su prometido. El Batallóll Numallcia cumplió no muy tarde la última voluntad de Policarpa, y volviendosus armas contra España en oportunos momentos, tomó el nombre glorioso de Leales á la PatYt"a. Por demás conocido es el anagrama de la heroín~ pero es esa combinación tan extrañamente misteriosa por su oportunidad y su belleza, que bien puede sin pena repetirse. De Policarpa Salavarryeta se forma este anagrama, que le sirve de magnífico epitafio: race por salvar la patria. 1819 En la milagrosa campaña que hizo Bolívar en 1819 tuvo lUJfar la famosa batalla del Pantano de Vargas, que precedio muy pocos días á Boyacá, en donde se selló definitivamente nuestra independencia. En el Pantano de Vargas las fuerzas realistas ocuparon las alturas de tal manera que. los patriotas quedaron dominad(ls por ellas, y pudiéramos decir encerrados, porq ue la caballería llanera, principal auxilio de los republicanos, parecía. imposible que pudiera moverse en aquellas empinadas brerias. España parecía triunfar de una manera inevitable, pero no se había contado con Carvajal, Rondón é Infante, centauros de la llanura y las montañas, que se precipitaron en ascenE.ióndevastadora hacia las alturas que parecían inacce- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Getlcralidadcs 165 --------~. __ ._--_._------------sibles para los caballos y arrollaron como ola tempestuosa á los confiados realistas. En el ejército libertador todos los cuerpos cumplen su déber y descuella entre todo:3 la Legión Británica, mandada por el Coronel I~ook. A tiempo de obtener el triunfo el \"aleroso inglés es herido por una bala que le despedazó la articulación del codo en cI brazo izquierdo; no fue posible atender el mismo día la cura de la herida, y fue hasta el siguiente cuando se trató de la dolorosa amputación. El Coronel Rook sufrió todos los penosos detalles de la operación con serenidad heroica, y al caer el antebrazo, antes de que se hubiera terminado la difícil tarea, 10 tomó por la muñeca con la mano derecha, y le,'antándolo sobre su cabeza á g-uisa de trofeo, exclamó con entusiasmo: <¡Viva la patria! ¡Viva la libertad!> Tres días después había muerto de resultas de su herida el noble y valeroso inglés. El 7 de Agosto de 1819 tuvo lugar la batalIa de Boyacá, que <'.cabó en nuestra patria con el poder español, y que fue una gran sorpresa para los realistas, debida al genio portentoso de Bolí\"ar. Ba'rreiro, distinguido Jefe español, mandaba las fuerzas del Rey, que en aquel día alcanzaban á 2,500 soldados. Los patriotas sólo contaban con 2,000, muchos de ellos reclutas. La batalla empezó á las dos de la tarde con un encarnizamiento terrible; vig-orosa la resistencia, violento el empuje del ataque. Hubo un momento de penosa ansiedad para los patriotas, en que pareció que se les escapaba la victoria; se dice que en ese angustioso intervalo paso Bolhar alIado de Rondón y le dijo con nerviosa precipitación: <Esto va mal.> gl \"aleroso hijo de la llanura le contestó tranquilamente y con el dejo natural de su acento nativo: c:¿Y porqué, General, cuando yo todavía no he cargado?> c:Pues cargue usted,» le contestó impaciente Bolívar. Cumplióse la orden y poco tiempo después aq uella tromba incontenible de jinetes cambió por entero el campo de batalla. 1<:1 triunfo fue completo, y además de Barreiro y su seg'ulldo Jiménez, cayeron l~n poeler de los patriotas 1,600 prisioneros. Entre éstos hallábase el italiano Vinoni, que había ij-aicionado á Bolí,'ar hacía seis años en Puerto Cabello y á quien el Libertador había prometido castigar cuando su lastimosa situación de vencido parecía hacer imposible el cumplimiento de aquella amenaza. Conoció Bolívar al italiano entre sus apiñados compañeros, y dando por primera vez una orden de muerte, emanada directamente de su persona, le hizo ahorcar sin pérdida de tiempo ante los prisioneros y el Ejército. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 166 Notas E18 de Agosto al obscurecer llegó en desenfrenada carreta á la capital el Oficial realista Martínez de Aparicio, y comunicó al Virrey Sámano la terrible noticia. No es dable expresar el efecto que esto produjo en Santafé; el espanto llevado á su último límite, con una sorpresa muy cercana de la estupidez, embargó á los españoles; el gOZQ llevado hasta el delirio se apoderó de los patriotas. El Virrey escapó á la madrugada sin cuidarse de dar siquiera aviso á sus compañeros de Gobierno ni la más ligera orden en ningún sentido . . Protegido por un sombrero de hule rojo y envuelto en una ruana de color verde, el viejo Virrey corría desalado por el camino de Occidente, sin haber tomado ningún alimento antes de su precipitada fuga. Cuando rendido por la fatiga y la necesidad se detuvo para desayunarse, es fama que mirando sin cesar hacia el camino recorrido, apenas tomaba bocado exclamando con trémulo acento: «Tengan mucho cuidado de que no vengan por ahí esos cobardes.:' Los Oidores emprendieron á piesu precipitado viaje, y á semejanza de su jefe, todo 10 abandonaron sin previsión ninguna, hasta el èxtremo de dejar en la casa de moneda $ 700,000. El depósito de esta cantidad sólo la corto da el Sr. Lubín Zalamea, empleado pobre y honradísimo de la fundición. El noble y probo patriota 10 entregó á Bolívar intacto, y aquel dinero sirvió para los primeros gastos de la RepÚblica. Muchos de los españoles que emprendieron su viaje á Honda abandonaron sus casas con 10 que contenían, dejaron abiertos sus almacenes y aun emprendieron camino con vestidos m{ls que sencillos con que en la mañana los sorprendió la noticia; se dice de alguno que se hallaba tan trastornado por el espanto, que habiendo colocado en una bara.nda una mochila de dinero para emprender el viaje, á tiem po de parti r cogió en vez de ella un gallo que se encontraba cerca, y fue lejos de la ciudad donde se dio cuenta de S.1 equi\·ocación. Algunos ancianos murieron de hambre y de fatiga en el camino. El 11 de Agosto Leonardo Infante se dirigió con los soldados que habían compuesto la escolta del Libertador hacia Ho~da, en persecución de algunos emigrados, especialmente de Sámano. Al llegar al Magdalena el valeroso Jefe, no hallando canoas para pasar, lanzó su caballo por el Salto, y con esta hazaña de los tiempos heroicos logró aprisionar á varios de los que huían, aunque no consiguió apoderarse de Sámano. El lS de Agosto se publicó el primer número de la Gaceta de Salltezlé dI' Bogotâ, en donde se dieron á conocer las Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia G~mlidades 167 medidas tomadas por el Gobierno republicano instalado definitivamente, Celebráronse suntuosos funerales por las almas de los mártires sacrificados por la Patria; y no deja de ser curioso que sirviera para este objeto el esme¡-ado y rico adorno que el Virrey y los Oidores habían dispuesto para celebrar las honras fúnebres de la infanta Isabel de Braganza. Elll de Octubre fueron fusilados en la plaza de Santafé Ban-eiro, Jiménez y sus treinta y siete compañeros; es generalmente sabido que el nÚmero cuarenta la completó el conocido realista que seguía Hiempre tras las \"Íctimas de los pacilicadores insultando su desgracia y atormentando con su imprudente lengua. Al ver que fusilaban ;1 los prisioneros de Boyacá, ¡}faZpica, como le llamaban, exclamó con arrogancia que le costó muy caro: «Atrás viene 11uien las endereza.> Su amor al Rey y su carácter exagerado le costaron la vida. Aún se hallaba en vigencia el Decreto de la guerra á muerte dictado en Trujillo en 1813. Había en Santafé mil doscientos españoles prisionl~ros con sus jefes y oficiales, lo cual los hacía muy pc1jgroso~, sobre to<1ocuando al marchar al Norte las Divisiones veteranas sólo quedaban en la ciudad cien reclutas para custodiarlos. El 17 de Diciembre del mismo año fue formulada y promulgada la Ley fundamental de Ja República de Colom bia. 1820 Celebróse en este año el tratado ùe regularización de la gue¡'ra y un armiHticio de seis meses. Fue entonces cuando Morillo manifestó vivo deseo de conocer (I Bolívar, y tuvo lugar una entrevista en la parroq uia de Santa Ana; reinó en ella la mayor cordialidad y estos dos hombres se despidieron abrazándose. Dispusieron también que en recuerdo de aquella reunión se levantara en ese sitio una pir;lmide ejecutada por obreros de las dos naciones. Aquel sitio está situado entre Carache y Truji110. ]H21 El 24 de Junio tuvo lugar la gran batalla de Carabobo, que dio la libertad á Venezuela; pereció allí el heroico republicano Cedeño y se cubrió de gloria el ùatal1ón español Vàlcllcc)' en su maravillosa retirada hacia Puerto Cabello. i822 El 7 de Abril las fuer/.as españolas ocupaban una posición inexpugnable en las faldas del volcán de Pasto dena- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 168 Notas mina.das Càriaco; el ejército patriota, que buscaba el paSQ del Guáitara se hallaba en la llanura de Bomboná, dominada por las alturas que coronaban los realistas y naturalmente fortificadas con bosques, precipicios é inaccesibles laderas. Bolívar comprendió que aunque el ataque era empresa dificilísima yen que se necesitaban milagros de valor y de constancia, era preciso llevarlo á cabo puesto que una retirada sería mucho más peligrosa en aquellas circunstancias, y un verdadero desastre para los patriotas. Torres fue comisionado para atacar por el frente al enemigo, y Valdés empezó una ascensión en donde el valor y la habilidad corrían parejas: por una falda tan vertical que los realistas la habían descuidado por inaccesible, empezaron á trepar los soldados hincando en el terreno las bayonetas para sostenerse, y así llegaron á espaldas de los enemigos. gn medio de aquella lucha formidable en que caían los combatientes como espigas de un campo segado, Bolívar volvi6 á decir á Torres que si había olvidado vencer, á lo cual contestó con arrogancia el General que aún no habían nacido los que pudieran reemplazarlo á él ó al Batallón Bogotd. El combate se generalizó á bayoneta porque en ambos bandos se acabaron las municiones. Por un terrible desfiladero avanzaba el Batalló1t Bogotd, que á cada viente pasos renovaba sus Jefes que arrebataba sin cesar la muerte, como airada por el atrevido desafío que sin vacilación le hacían aquellos héroes que trepaban asidos al manto de la gloria. La noche terminó aquella lucha títánica pero no logró envolver en sus tinieblas al Batalló1t Bogotd; tendidos yacían Oficiales y soldados lIa inmortalidad bañaba con luz inextinguible aquella legion inimitable. iDe todo el batallón sólo quedaron seis Oficiales y cuarenta y un soldados! La bandera fue á poder de los españoles, no arrebatada por el triun fo sino recogida del suelo, porque faltaron por la muerte manos para sostenerla. Por eso al enviarla D. Basilio García, Jde realista, al Libertador Bolívar, le dice en una nota: cOs r~mito la bandera del Batallón Bogotd, á quien si fue posible destruir, fue imposible vencer.:' El 24 de Mayo de 1822 se dio la batalla de Pichincha, que afianzó definitivamente la libertad del Ecuador. 1823 En el ataque que hizo á Barbacoas Agustín Agualongo, fue herido en la cara el más tarde General Tomás C. de Mosquera; perdió entonces el valiente republicano una parte de la mandíbula que se hizo completar con plata, lo cual alteró en adelante su pronunciación. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Genet"alidades 169 1824 En este año tuvieron lugar dos importantísimas batallas con las cuales acab6 Bolívar de dar libertad á cinco Repúblicas: la de Junín, el 6 de Agosto, que asegur6la independencia de Bolivia, y la de Ayacucho, el 9 de Diciembre, con la cual el Perú fue completamente libre y terminó para siempre la dominaci6n española. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 170 Notas NOT AS HlSTORlCO RELlG lOSAS 1 Ya hemos dicho que los indios eran sabeístas, es decir, adoradores de los astros, y que en algunas ocasiones sacrificaban á sus dioses víctimas humanas. Había empero en su culto lejanas reminiscencias hebraicas, y el templo de Sogamoso, en el esmero de su construcción y en la especial veneración que todos los indios le tenían. era como un recuerdo del de Jerusalén. ~~lgunoscronistas, como Zamora y Piedrahita, piensan que d Bochica de larga barba que enseñó á los indios lo poco bueno que sabían, podía haber sido ya el Apóstol Santo Tomás, ya el Apóstol San Bartolomé. Uno de los sacerdotes de la conquista halló un ídolo con tres cabezas, y preguntando lo que aquello significaba, dijéronIt: que eran tres dioses con un solo corazón y una sola voluntad. La primera misa que se dijo en territorio del Nuevo Reino tuvo lugar en Uvaza, al otro lado del río Suárez, á los once meses de haber salido de Santa Marta la expedici6n de Quesada. Cuando se fundó la ciudad de Santafé ocupaba la Silla de San Pedro el Papa Clemente Vil. La primera misa la dijo en Santafé, el día de la fundación de la ciudad, Fray Domingo de las Casas, primo hermado del notabilísimo Bartolomé de las Casas, que tan ardientemente trabajó en favor de los indios. Algunos cronistas se inclinan á creer que la primera misa.se dijo en el Humilladero, capilla que no fue fundada hasta 1542; otros, con acopio de razones, aseguran que tan importante ceremonia se verificó, como era natural, en una ermita de paja situada en donde se halla hoy la Catedral, es decir, en la demarcaci6n de la plaza donde se hallaban las doce chozas que ordenó Quesada que se levantaran. Los primeros Obispos que hubo en nuestro país fueron Fray Tomás Ortiz, Obispo de Santa Marta j Fray Tomás Toro, Obispo de Cartagena, y Fray Juan de los Barrios, primer Arzobispo de Bogotá, adonde vino en 1554. Este Prelado fundó la iglesia Catedral en 1563, yen 1569 se desplomó, la víspera de bendecirla. En 1572Venero de Leiva puso la primera piedra de un segundo templo, y aunque desde entonces se empezaron los trabajos, la obra duró algo más de dos siglos sin concluir. En 1807se tomó grande empeño en acabar una obra tan Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 171 kist6rico reli¿;iosas importante y por tanto tiempo retardada, pero vino la guerra de la Independencia, y fue hasta 1823 cuando se concluyó la Catedral que hoy existe y se bendijo el mismo día en que se instaló el Congreso de aquel año. Aunque el templo estaba sin terminar, el reloj que presta hoy tan importantes servicios fue colocado allí desde 1740, año en que se estableció el segundo Virreinato y sitió Vanon á Cartagena. Los conventos de Santo Domingo y San Francisco se fundaron como la Audiencia en 1550. El sitio que ocuparon no es el en q ne se hallan actualmente, y la casa que boy s'~ conoce con el nombre de Casa de los ví'rreyes, cerca de la iglesia de Las Nie"es, hacia el sur, fue un pequeño convehto que ocuparon los Franciscanos antes de trasladarse á su residencia definitiva. 1562 Vino San Luis Beltrán á Cartagena. 158& En este año tuvo lugar la aparición q uinq uirá j en de la Virgen de Chi- se fundó el convento de Dominicanos que ad ministrasu iglesia. 1639 1S<)7 El convento del Desierto de la Candelaria, cerca de Ráquira, fue fundado por Diego de la Puente, (lue desengañado del mundo se instaló con dos compañeros en sitio tan bello como agreste y solitario j después de algún tiempo desapareció el fundador sin que fuera posible saber su paradero durante varios años; al fin se supo que vivía como ermitaño en el Salto de Tequendama, alimentado por algunos indios, únicos qne sabían dónde se hallaba. Allí permaneció seis años, y cuando se hizo conocida su vida solitaria, se estableció en Santafé, donde dio notables ejemplos de piedad y de acendrada virtud. 1610 En este año se apareció Nuestra Señora del Topo en el pueblo de este nombre, en la jurisdicción de Muzo. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 1'72 NotfSS 1610 Tuy{)Cartagena la dicha de recibir á San Pedro Claver. enviado al noviciado de Jesuitas de la ciudad de Tunja. ConcluidOfisus estudios regresó á Cartagena, en donde se ordenó en 1616, dando los altísimos ejemplos de su maravillosa vida y muriendo en la afortunada ciudad en 1654. El Papa Gregorio XVI regaló á Santafé algunos huesos del mártir San Victoria, y el artista Victorino García los recubrió con cera de una manera muy notable á principios del siglo pasado. D{~las iglesias que existen hoy la más antigua es la Veracruz, capillita fundada en 1557 y reedificada en 163I. El Humilladero era anterior, pues fue fundado en 1542, pero lo derribaron en 1876, y hoy'fS apenas un recuerdo histórico. SIGLO XVI Se fundaron los siguientes templdB en Santafé: Humilladero La Ve::-acruz Santa Bárbara Las Nieves Egipto La Concepción San Victorillo o ••••••••••• 1542 Derribado , 1557 Reedificada , , " ., 1565 Reedificada " ,. 1594 1576 1583 Concluida 1598 Destruida SIGLO 1876 1631 1585 1595 1827 xvn San Ignacio ................•... 1605 San Diego , .. 1606 El Carmen 1606 Santa Clara 1619 La Candelaria 1619 ~lonserrate 1620 Santa Inés .. " , 1633 San Juan de Dios 1635 Las Cruces viejas 1650 Destruidas Guadalupe , ,. 1650 Reedificada Sagrario 1660 Hospicio 1660 Las Aguas 1665 Reedificadas o' 1827 185S 1690 SIGLO XVIII La Tercera La Enseñanza La Capuchina " , .. " 1760 Concluida 1770 " 1783 Concluida 1780 1794 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia lzistórico religiosas San Francisco Reedificado por D. Domingo Esquiaqui. 1794 SIGLO Capilla de Chapinero Cruces nuevas Capilla del Cementerio 173 " XIX 1812 1832 1839 Las Cruces viejas estaban situadas en la esquina sureste del hoy Puente de Córdoba; destruidas.como otros templos por el fuerte temblor de 1827, se trasladaron al lugar que hoy ocupan. La capilla deI Cementerio, así como la del Dividivi, fueron construidas con fondos regalados por el Sr. D. Fernando Caicedo y 1"lórez, que fue el primer Arzobispo de la República, así como el Sr. Juan Bautista Sacristán, que murió en Santafé en 1817, fue el último Arzobispo que hubo durante la dominación española. Los Arzobispos de la Colonia se distinguieron en lo general por altísimas ,,¡rtude!> y notable celo, no sólo en favor de las almas sino en pro de la instrucción. BI Sr. Zapata de C{trdenas, alto personaje de la nobleza española, que abandonó el mundo para consagrarse á Dios, dejó una huella inoh·idable en los primeros años del Arzobispado en Sa:ntafé. Más tarde siguieron su ejemplo de buscar en el claustro el camino del Cielo otros dos elevados magnates j el Virrey Salís, hijo del duque de Montellano, que en 1761 abandonó todo el prestigio de una \,ida afOl,tunada y el esplendor del mundo para convertirse en humilde recoleto de San Diego, yel Conde del Asalto, que estableció en Santafé los Capuchinos y se hacía conocer con el nombre de Fray Miguel de Pamplona. Entre los Arzobispos hubo \'Írtudes que rayaron en la santidad, como las que ostentaron, entre otros, el Sr. Arguinao, D. Bernardino de Almansa y el Sr. Arias de Ugarte, primer Arzobispo nacido en Santafé, de noble linaje, quien por humildad y para manifestar su amor á los indígenas se firmaba HCJ'llalldo Indio. De gloriosa memoria por su ardiente caridad y su amor á las luces y al progreso, se hallan en primera línea Fray Bartolomé Lobo Guerrero, Fray Cristóbal de 'l'ones, Caballero y Góngora y Baltasar Jaime Martínez Compañón. A los estudios implantados por el Arzobispo Caballero y G{.ngora se debe en gran parte la independencia, porque la amplitud que dio á la enseñanza el Arzobispo Virrey, además de la mejora en el cultivo de las inteligencias, permitió el vuelo á las aspiraciones nobles é iluminó los caminos de la libertad. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 174 Notas II En 1521fue herido en el sitio que en ese año tuvo lugar en Pamplona de España el notable militar que más tarde se llamó San Ignacio j retiróse á cuidar de su herida en su castillo de Loyola, y de esas horas de meditaci6n y soledad, bendecidas por la mano de Dios, surgió más tarde la benéfica y poderosa Compañía de Jesús. ' Fundóla en 153:4,y fue aprobada por el Papa ~ablo m. Los jesuitas vinieron por primera vez al país con el Presidente Antonio González, pero no lÍallaron facilidades para establecerse. En 1599 vinieron con el Arzobispo Lobo Guerrero, y como pocos años después-1604- se hizo cargo del Gobierno D. Juan de Borja, auxiliados por el noble caballero se establecieron definitivamente, y el Arzobispo mencionado fundó el importante Colegio de San Bartolomé; empezóse!al mismo tiempo la iglesia de San Ignacio, cuyo plano había sido traído de Homa, y fue llevado á cabo por el Padre Juan Bauti~ ta Colucini. Los jesuitas habitaron primero en el local en donde hoy se hallan el Museo y la Biblioteca Nacionales j fundó la casa enSantafé el Padre Martín de Funes, que traía las)icencias necesarias, y fue primer Provincial el Padre Diego de Torres Bollo. La casa en Tunja la fundaron en 1608. La primera imprenta que hubo en el Nuevo' Reino la trajeron los jesuitas en 1738. En 1767 la cristiandad fue sorprendida por la orden dada por Carlos III de expulsar de todos sus dominios la Compañía de Jesús. Esta medida fue llevada á cabo en el Nuevo Reino por el Virrey D. Pedro Mesía de la Cerda; este mandatario recibió la orden de proceder con el mayor secreto hasta el momento en que debía verificarse la expulsión. A pesar de esta reserva, guardada con la mayor exactitud, el 31 de Julio el jesuita que predicó en San Ignacio se despidió del pueblo de Santafé como cierto de emprender un largo viaje. En la noche de ese día, cuando en hora avanzada la autoridad se presentó ante el Padre Manuel Balzátegui, Superior de la Compañía, á intimarle la orden, parecía prevenido, pues no manifestó sorpresa por un hecho tan inusitado, y la Comunidad se reunió rápidamente como si se hallara lista para la partida. Al abandonar el reino los jesuitas se cerraron trece colegi08 y se abandonaron ciento tres predios rurales, y 10 que es oeor estudios imoortantes en varios sentidos. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia histórico religiosas 175 Los piadosos santafereños supieron con indecible sorpresa que el Papa Clemente XIV había extinguido la orden . de los jesuitas j pero fueron muy pocos los que averi9"uaron entonces y los que saben hoy á cuantas intrigas ya cuantas penas del Pontífice, abrumado por la exigente presión de tres embajadores que IlO descansaban en su maléfica tarea, conforme á órdenes recibidas, se debió la extinción. Tres reinos se aunaron con el fen"or de la pasión para alcanzar tamaño resultado: España, Francia y Portugal. Al poder innegable y creciente de la Compañía, que humillaba á los podcrosos y servía de traba en algunos caminos indeùidos, agregáronse heridas de amor propio que prepararon la tempestad que al fin estalló tan desastrosamente. En España los enemigos de la Compañía, entre los cuales figuraban en primcra línea los ~Iinistros de Carlos m, fingieron unas cartas que enseñaron sigilosamente al Rey, en las cuales los jesuitas ponían en tela de juicio á Isabel de Farnesio, madre del Sobcrano, y declaraban que éste ocupaba sin legitimidad el trono. Herido terriblementl~ el I~ey en sus más caros sentimientos, resolvió la pérdida de los que llamó calumniadores, y aun<!ue más tarde tuvo que com"cncerse con pruebas irrecusaùles de que las cartas eran apócrifas, ya había caído sin poderlo remediar en las redes de los enemigos de la Compañía. En Francia la Marquesa de Pompadour tuvo la idea de confesarse y escogió un jcsuita para llevarlo á cabo, esperando que su supremacía en la Corte de Luis xv facilitara sus negocios de conciencia. El hijo de San Ignacio negó á la dama la absolución pedida mientras no se retirara de la Corte y especialmente del palacio real. La Marquesa insistió, lloró, y por último amenazó con su terrible poder, que desde ese día hizo sentir su peso formidable sobre la perseguida Compañía. Unióse la influencia de la Pompadour á la de los Ministros de Luis xv, á cuya cabeza se hallaba Choiseul. En Portugal un Ministro de origen humilde para llegar á tan elevado puesto, el poderoso Pombal, no había podido olvidar la humillación que le había inferido un jesuita cuando empezaba á escalar las alturas del poder; juró vengarse y unió su amor propio herido á los lesionados en Francia y en España. Son indecibles las intrigas y esfuerzos combinados con q Ile los tres países lograron coronar sus deseos. En 1814 el Papa Pío VII restaùleció la orden de los jesuitas. Volvieron á nuestro país en 1844, y hubo una segunda expulsión decretada por el Gobierno en 1850; regresaron Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 176 Notas ·en 1858 Y volvieron á emprender el viaje del destierro en 1861. Volvieron en 1886 y desde ese año funciona nuevamente en Colombia el Colegio de San Bartolomé; la iglesià de la Compañ.ía, á la que habían dado en el tiempo de la expulcsi6n el nombre de San Carlos, quizá en honor del Rey de la pragmática, recuper6 como era justo su primitivo nombre -de San !gnacio. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia AllfUnos datos curiosos 177 ALG UNOS DATOS CURIOSOS En 1531 la Corte prohibió que se esclavizara á los indígenas. En 1590 vino como Presidente del Nuevo Reino Antonio González y declaró todas las tierras realengas, las cuales volvió á vender, aumentando cuantiosamente el Erario. Los títulos de propiedad raíz más2_ntiguos que puedan existir son los de esa época. El Virrey Solís fue el primero quc estableció en el país una oficina de estadística, pt-ro desgraciadamente todos los datos obtenidos entonces se pcrdieron. La Biblioteca Nacional fue fundada el7 de Enero de 1777 por D. Antonio Moreno y Escandón, cuando gobernaba el Virrey Guirior; se formé. con los libros que los jesuitas habían dejado en Tunja y Santafé; en 1822 se le agregaron los libros de la Expedición botánica y se trasladó al lugar que hoy ocupa; mucho más tarde se aumentó con los libros encargados por el Presidente Herrán, que llegaron durante la Administración Mosquera, y con los generosamente donados por el General D. Joaq uín Acosta, D. Manuel Ancízar y sobre todo con la valiosísima colección regalada por el Coronel Anselmo Pineda. Los terremotos que más han alarmado el país y que más huella han dejado han tenido lugar: en 1743; en 1785; en 1805, que se destruyó Honda; en 1826 y 1827, que sufrió' mucho Bogotá, y en 1875, que se arruinó completamente Cúcuta. En 1825 los extranjeros residentes en Bogotá organizaron las primeras carreras de caballos. Hacia 1825 vivía en Bogotá un brasilero muy instruido que tenía gran facilidad para versificar, y cuya vida había sido una serie de extrañas y peligrosas aventuras, entre ellas descollaban un terremoto y un terrible naufragio. Una noche de lluvia resbaló frente :í.las enfermerías de San Juan de Dios, y probablemente aturdido por el golpe no pudo levantar la cabeza de entre el crecido caño, cnel cual se ahogó. Se llamaba José N. Saldahna. En 1818 nació en el Chaparra1 Manuel Murillo Toro; durante su Administración se fundó el Diario Oficial, el primer banco y el primer telégrafo. Fue el primer Presidente que tomó posesión de su cargo en el Capitolio. cuando por segunda vez se hizo cargo del Gobierno. En 1771 nació en Popayán el gran sabio Francisco José de Caldas. 12 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 178 Notas En 1798 nació en la ciudad citada el General Tomás C. de Mosquera. En 1828 ha.bitaba en Bogotá D~Manuela Sáenz, con cuyo nombre se tropieza forzosamente al tratar de la nefanda conspiración del 25 de Septiembre. D. Juan Francisco Ortiz, su contemporáneo, dice de ella 10siguiente: <Tendría entonces veinticuatro años; el cabello negro y ensortijado, los ojos negros también, atrevidos, brillantes; la tez blanca como la leche y encarnada como la rosa; la dentadura bellísima; de estatura regular y de muy buenas formas; de extremada viveza, generosa con sus amigos, caritativa con los pobres; valerosa, sabía manejar la espada y la pistola; montaba muy bien á caballo vestida de hombre, con pantalón rojo, ruana negra de terciopelo, y suelta la cabellera, cuyos rizos se desataban por sus espaldas, debajo de un sombrerillo con plumas que hacía resaltar su figura encantadora.~ D~ Manuela Sáenz murió en Paita, en el Perú, en 1856. . En los últimos años de su vida adquirió una extraordinaria· gordura que la obligaba á estar recostada eñ una hamaca, pero que no alteró su bello color ni sus hermosas facciones. Su mayor goce consistía en obsequiar á sus amigos yen acariciar unos cuantos perrillos, á quienes había dado los nombres de los principales Generales de la Gran Colombia. En 1829 hacía sus estudios en Bogotá un joven tan notable por su talento como por su desaplicacion y falta de juicio. Sus travesuras llegaron al extremo de que su tío, miembro del Senado de Colombia, lo envió sin pérdida de tiempo á Venezuela, su patria; este joven fue el más tarde • célebre historiador Rafael María Baralt, notable por más de un concepto. José María Melo, el Dictador, nació en el Chaparral, y en 1824hizo parte de los soldados colombianos que marcharon al Perú. Murió en lo que antes se llamaba Estado de Chiapa, en Méfico, pasado por las armas en las ruinas de un convento de orden del Jefe Comonfort, en cuyo ejército servía, atribuyéndole que se hallaba en tratos con los enemigos. En 1842 reclamaron los venezolanos los restos del Libertador, que fueron pomposamente trasladados; en su testamento había dejado sus restos á Venezuela y su corazón á Colombia. En 1833se inició la éra de las reclamaciones extranjeras. El palacio de San Carlos fue en su origen seminario de los jesuitas; luégo se ocupó como cuartel del Batallón Auxiliar,. después se colocó allí1a Biblioteca Nacional; comprado y transformado por D. Juan Manuel Arrubla, pasó á poder de la Nación, se arregló convenientemente en 1885 y ha sido notablemente mejorado en 1906. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Algunos datos curiosos 179 En la primera Administración Mosquera hubo una exposición de los productos de la industria del país, y se exhibió una colección de 1,200 aves pertenecientes á D. José María Domínguez. El primer taquígrafo del país fue D. Andrés Sandino. En 1851 se dio la absoluta libertad de los esclavos. El primer vapor que navegó el Magdalena se llamaba La Unión, y fue el empresario D. Bernardo Elbers: 1845. El teléfono se instaló en 1890 en Bogotá. El carrousel, en 1884. El Teatro Colón se empezó en 1886 y se estrenó con un g-ran concierto è112 de Octubre de 1892, cuarto centenario del descubrimiento. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 180 Notas DATOS HISTORICOS SOBRE DIVERSOS ASUNTOS, AJ,GUNOS DE ACTUAl. !DAD (190i) 1 IMPRENTA Y LITOGRAFÍA La primera imprenta que hubo en nuestro país la trajeron los jesuitas en 1738y la manejaba el Hermano Francisco de la Peña. La segunda imprenta fue introducida por el Virrey F16rez, y probablemente fue la que sirvió á Nariño en misteriosa y sublime complicidad para publicar los Derechos del hombre, terrible rayo escapado de la revolución de Francia que vino á incendiar el viejo edificio colonial. Generalmente se cree que el Papel periódico de SantaJé fue el primero que vio la luz pública en la ciuùaù; fue el19 de Agosto de 1785cuando apareció por primera vez en la capital del Nuevo Reino el arma poderosa del periódico en la forma de un pequeño papel, que se llamaba la Gaceta de Santajé y que sólo llegó á contar 29 números. En 1791, por iniciativa del Virrey Ezpeleta que hizo venir de la Habana al joven Manuel del Socorro Rodríguez para que lo redactara, apareció el Papel periódico de Sa11taJé de Bogotá, que duró siete años y tuvo 270 números. La lista de suscriptores la encabezaba el Virrey, y allí se publicaron muchos de los trabajos científicos de la Expedid6n botánica. En 1801 aparecieron El Correo Curioso y el Redactor Americano, yen 1806El Alternativo y luégo el notable Semanario redactado por el sabio Caldas. En 1811Nariño fundó La Bagatela, y los opuestos á su política El MOlltalbán; de un incidente motivado por un artículo que hizo que Nariño pisoteara el periódico, nació la denominación con que en la patria boba se distinguían en Santafé los patriotas -paleadores y carraeos. En 1819D. Bruno Espinosa de los Monteros introdujo dos prensas alemanas, primeras de metal que llegaron á esta ciudad. En 1825montaron tipografía en ~ogotá los alemanes Fox y Slokes. En 1826D. Zoilo Salazar trajo otra imprenta. En 1828 montó tipografía José A. Cualla. En 1834 Nicolás Gómez y G. Morales dirigieron la im- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Datos ltistóncos 181 prenta de la Unión, y José Ayarza montó otro establecimiento de la misma clase. En la primera Administración Mosquera este mandatario obtuvo por medio de D. Manuel Ancízar, que hacía algunos años residía en Venezuela, (lUe vinieran á Colombia tipógrafos y dibujantes notables; tales fueron los hermanos Echeverría, León, Cecilio y Jacinto, y los hermanos Martínez, Celestino y Jerónimo. Con este personal escogido fundóse la imprenta dellVeo (;rauadino, con 10 cual se dio nuevo giro á los trabajos tipográficos y se introdujo en ese ;;entido un buen gusto de que antes se carecía. Anexa á la imprenta se fundó una encuadernación, y la litografía también empezó á progresar r{tpidamente. La primera litografía la había establecido en el Museo el español Carlos César Molina. El primer litógrafo colombiano fue D. Pastor Losada. La primera máquina de imprenta que llegó á Bogotá la intt'odujo D. Manuel Ancízar. II BA~COS Hasta 1564, en que llegó como Presidente del Nuevo Heino Venero de Leiva, el comercio se hacía particularmente con oro en polvo, para lo cual debían tener medidas especiales; prohibiólo el mandatario ordenando que el oro se redujera á tejos marcados por el Gobierno. En 157<)se presentó en la Colonia el alarmante suceso de haher sido descubierto el primer monedero falso. Un comerciante llamado Juan Díaz se había dado á la tarea de fundir en tejuelos cuanto cobre encontraba á su alcance, haciendo prosperar la venta de almireces y candeleros, que rápidamente convertía en moneda. Fue condenado á muerte y lo salvó el ruego de D¡~Inés de Ca~trej6n, hija del Presidente Lope de Armendáriz, que tuvo la feliz ocurrencia de pedir el indulto como Pascuas de Navidad, día solemne en que su padre nada le negaba. En 1590, cuando vino á la Colonia el Presidente Antonio González, prohibió el comercio con tejuelos de oro, lo que entorpecio entonces todas las transacciones porque la mo~ neda no fue oportunamente reemplazada. A pesar de la prohibic.ión debió seguirse usando más ó menos mejorado tan primitivo medio, porque no fue sino hasta 1750 cuando Prieto de Salazar fundó en Santafé la casa en que se acuñó verdadera moneda. El primer establecimiento bancario que hubo en Bogo- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 182 Notas tá se -fundó en la primera Administración el que se llamó en 1865 Murillo; tal fue Banco de Londres, Méjico y Sur América. 1871 Se fundó el Banco de Bogotá. 1875 Se fundó el Banco de Colombia. 1877 Se fundó el Banco Popular. 1881 Se fundó el Banco Nacional. 1883 Se fundó el Banco de Crédito Hipotecario. 1885 Se fundó el Banco Internacional. 1897 Se fundó el Banco de Exportadores. 1901 Se fundó el Banco del Comercio. 1905 Se fundó el Banco Central por Decreto legislativo número 47 de 1905. Entre los varios motivos que dieron origen á este Decreto se halla el muy importante de _hacer bajar el interés del dinero, que había alcanzado increíbles exageraciones; esta grave circunstancia dio lugar á quiebras más ó menos fraudulentas y á ruinas evidentes, además del malestar general de todas las industrias y de la paralización de los negocios. Por esto el Sr. General Reyes tuvo el más vivo inte- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Datos hisMricos ---------------------- 183 ---------- rés en la baja del cambio y en la fijaci6n del interés del dinero. Desde que el Banco Central ofreci6 capitales á una rata tan moderada como el 1 por 100, cuando ya parecía imposible que en el país se cobrara esto solamente, se sinti6 aflojar el dogal de la usura y respiraron con libertad la industria y el tntbajo. La fluctuación en el valor real de los billetes hacía difíciles v peligrosas todas las transacciones, y la desconfianza serví;, de traba á todas las empresas. Poco á poco la prensa y el comercio asimilaban en acuerdo tácito el peso de papd moneda al centavo de oro, pero se necesitaba que esto fuera definitivo, y así sucedió desde el establecimiento del Banco Central. El Decreto 41 de 1905 autorizó á la respetable Compañía que administntlas l~entas reorganizadas para que fundara este establecimiento con diversas atribuciones y funciones varias, á cual mAs importantes y benéficas para todo el país. III CORR¡;~OS y TELÉGRAFOS l<~n1514, antes de conquistar el Nuevo Reino, concedió la Corte de España privilegio á D. Lorenzo Galíndez para administrar los correos en estas colonias, y á su cargo y al de sus descendientes corrieron hasta lfl68, en que se incorporaron á la Colonia. l<~xistióentonces Admini~traci6n y Juzgado de Correos, que recibían y despachaban dos ó tres veces en el año el cajón 6 petaca en q ue entonc(~s se remitía la escasa correspondencia. Actualmente el Ramo ùe correos y telégrafos. como todos los de alguna importancia en la Nación, ha sido reorganizado desde 1905 por Decreto ejecutivo. Desde entonces tiene quince secciones en la capital, y fuéra de ella quinientas tres oficinas postales; cuatrocientas setenta r una funcionan juntamente con las de telégrafos; cuarenta y siete tienen separados los dos servicios, y veinticinco son solamente oficinas cie correos. I<~nlas costas del Atlántico y del Pacífico hay seis agencias postales; Cartagena y Barranq uilla, en el litoral del Norte, tienen carácter de oficinas de cambio, y Buenaventura desempeña en el Pacífico el mismo cargo que las anteriores. Hay nueve oficinas principales en los Departamentos y cuatrocientas ochenta y ocho subalternas. El Ejecutivo ha dictado importantísimos decretos de Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 1M Noias reorganizaci6n en el Ramo de correos y telégrafos en los años de 1905 y 1906. Ha habido notables resoluciones, entre otras las que haIl mejorado el despacho implantándolo con orden y precisión extremos, arreglando como se debe el servicio de carteros, terminando la anarquía de las diversas especies postales sin que se perjudiquen los particulares, é indicando la manera de disponer los giros postales en el interior. Desde el1<?de Abril de 1904hasta Marzo de 1907se han construido y reconstruido 5,130 kilómetros 545 metros de líneas telegráficas y se han creado y restablecido sesenta y dos oficinas telegráficas. Por un Decreto de 30 de Junio de 1906se ha dispuesto que los enfermos de Agua de Dios paguen solamente la cuarta parte de la tarifa vigente por los despachos que dirigen. Dependen de la Dirección general del Ramo de telégrafos la Sección 1'\ con catorce empleados, en la que están incluidas tres escuelas de telegrafía, una en Popayán y dos en la ciudad de Bogotá; también pertenece á esta división el archivo de telégrafos. La Sección 2~, Oficina central de telégrafos, ticne cincuenta y un empleados, y además cuatrocientas cincuenta y cuatro oficinas servidas por mil trescientos cuarenta y tres empleados. El personal de telegrafistas es de mil cuatrocientos ocho, en el que no están incluidos los inspectores y guardas ni los encargados de conservar las líneas, pagados por los contratistas. Se han establecido últimamente cuatro líneas postales de mucha importancia, con especialidad la directa á Agua de Dios, que presta el servicio quincenalmente, y por último la que se denomina Exprcso Atlántico, que tiene por objeto un transporte rápido para correos y pasajeros. Esta medida de progreso constituye una novedad en el país. que traerá inapreciables ventajas, economizando tiempo al facilitar un rapido servicio que se prestará en cinco días para la bajada y ocho para la subida, desde la capital á Barranq uilla. IV LAZARETOS Nadie i~nora que el conquistador del Nuevo Reino. GonzaloJimenez de Quesada, murió de elefancía en la ciudad de Mariquita en Febrero de 1579. Este héroe á quien tánto debemos, especialmente la Religión católica, fuente de consuelo y de verdadera civiliza- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Datos históricos 185 ción, r la lengua de Castilla que tan acariciada es por las musas en este país de soñadores, parece que hubiera sido \"Íctima de una hada envidiosa de las que ennegrecen los cuentos azules. Es así que al derramar sobre esta tierra numerosos bienes, mezc1óse furtivamente it ellos misterioso y maldecido presente de última hora, el terrible mal que hizo del glorioso cone¡uistador su pri mera \'Ícti ma, y ha merecido llamarse rey de los espantos. El primer Cu¡-a de La Catedral de Santafé, Dr. Santibáñez, recogió el cruel legado del fundador de la ciudad, siendo el seg-undo caso de tan I~spantosa enfermedad, cuyos progresos habría sido muy [[tcil detener sin la ignorancia é indolencia de aquella época. Cuando Pedro de Ursúa fundó [t Tudela y los indios atacaron la naciente población, se apoderaron de Fray Pedro de Guzmán, que se hallaba enfel-mo de lázaro; devoraron aquellos archisalvajes tan terrible presa, y se dice que murieron rápidamente todos los que tomaron parte en el espantoso festín. Tn.~s siglos y medío hacía que como carcoma poderosa la elefancía hacía progresos en nuestra población, sin más salvaguardia que la caridad y el espanto invencible que produce en la mayoría de los casos. Parece extraño que ese horror no sea completamente general, pero es lo cierto que hay algunos lugares en que se trata con los atacados, se comercia con ellos y se vive en su compañía, como sucedía en los lazaretos establecidos. E,l primero de estos lugares de refugio se fundó en Santander. I~n 1867, á iniciativa del General Daniel Aldana, Gobernador de Cundinamarca, se fundó el Lazareto de Agua de Dios; fueron comprados para el efecto los terrenos llamados Agua de Dios, Ibáñez, Los Chorros y Malachí, situados entre Tocaima y Peñalisa. Los primeros fondos colectados para emprender las obras ascendieron á $ 380-60 )' fueron recogidos por el distinguido comerciante D. Diego Uribe . • La Sociedad de San Lázaro establecida en Bogotá, con su admirable caridad y constancia no desmentida, había sido el sostén de esos infelices y su único recurso positivo, porque aunque se habían señalado por el Gobierno algunas rentas para los enfermos, eran insuficientes y además inciertas la mayoría de las veces. Vino luégo la virtud salesiana, y el Padre Unja ofrendó generm,amente su \·ida cuidando á los leprosos de Agua de Dio~, en donde se contaminó de la terrible enfermedad que le costó acabar prematuramente una existencia, llena á Dios gracias de merecimientos y de bendiciones. Las hijas de San Vicent<: de Paúl dan en los lazaretos Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 186 Notas su eterno ejemplo de abnegación sin límites. y se sacrifican en alivio de los desgraciados. Viene por último el ap6stol infatigable. el genuino representante del Coraz6n de Jesucristo y emprende con el ardor de su caridad incansable una campaña en favor de los leprosos. El salesiano Evasio Rabagliati habla á todas las inteligencias. toca en todos los corazones y sostiene con cuantiosas limosnas á los elefancíacos y les lleva adeniás consuelo y esperanza. con su fe ardiente y su cristiano amor que para esos desgraciados alcanza el límite de la ternura. Al fin se legisla sobre tan importante materia y se proyecta un gran lazareto nacional. yes el General Rafael Reyes. entonces simple ciudadano, quien pone al frente de la colecta su prestigioso nombre y su fuerte auxilio pecuniario para esa obra. Presentáronse inconvenientes para llevar á cabo ese proyecto. J el terrible problema de los elefancíacos, y sobre todo su numero abrumador y misterioso que se dice en voz baja entenebrece á Colombia. contrista todos los corazones y se siente como una losa de plomo sobre el porvenir de la Nación. Los egoístas tiemblan por ellos y por sus familias y sueñan con expatriarse para huir de ese enemigo que acecha en la sombra; los generosos se duelen de los que aman y sienten herido el corazón por la desgracia de sus prójimos y cornpatriotas. La noticia de tan alarmante situación salva los límites del país y empieza á producir pánico en los mercados europeos, con relación á nuestros frutos, mirándose con recelo lo que procede de Colombia, porque empieza á creerse que el país se halla en materia de lepra á la altura de las islas Marianas y de las Carolinas. El malestar es general, hay una angustia individual y colectiva que nos atormenta y que nada puede disminuir; llega á creerse que d'e todas partes surge el espectro terrible y que el misterioso enemigo nos rodea. nos envuelve y se prepara para ahogar nos.• Durante la guerra, en que todos los males se desencadenan, éste de que hablamos tomó proporciones fantásticas, re· vistiéndose de un horror especial; los enfermos habían abandonado sus retiros y muchos de ellos se convertían en espantables actores del sangriento drama, mientras sus compañeros agonizaban en el abandono y la miseria. Era pues no sólo la desgracia, sino la desorganización completa. I¿a ingratitud que tan baja nos parece es por desdicha demasiado frecuente, y hay veces que tan grave falta no alçanza á alterar nuestra conciencia en la apreciación de los hechos. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia LJatos históricos 187 }<~sasí que muchas veces cuando desaparece repentinamente un peso de que no esperábamos librarnos, sentimos satisfecho nuestro anhelo, respiramos con ansia é indecible bieOl,star, sin ocuparnos al go;~ar en el descanso de la mano genet-osa á quien debemos la ~ibertad. Abrumados, hundidos nos hallábamos moral y materialmente, porque según se creía pesaban sobre la Nación algo másdé cincuenta mil elcfanGÍacos. Se hilO cargo del Gobierno el E;.:cmo. General Rafael H.eyes, y su corazón, su actividad é inteligencia redujeron la es;)antable cifra il cinco mil enfermos. V camos c{¡mo se hizo este cambio que ha iluminado el sombrío ponenir. Por primera H'Z el Congreso recibió un mensaje del Presidente de la República tratando de los lazarctos, y como esa corporacitl11 terminó sus ;;esiones sin decidir tan importante asunto, el Ejecutivo. sill pérdida de tiempo, comprendiendo que la cuestión en que se ocupaba era de vital interés, organizó, dio unidad á los esfuerzos y arregló las rentas precisas para salvarnos de la lepra. Se han dictado medidas fillmamente eficaces en el Ramo de lazaretos, pero hay una de capital importancia y de resultados en extremo benéficos para el país en diversos sentidos. Tal es el de una estadística minuciosa y científica de los enfermos que hay en la Nación; por datos recibidos apenas alcanzan iLcincu mil los flue existen en tan desgraciada situación. El conciellZuÜo examell hecho por los médicos ha dado á conocer una impurtantísima cuestión. Muchos de los que se consideraban leprosos padecen otras enfermedades muy comunes en Europa y de origen muy distinto il la elefancía, curables en su mayor pal-te. Es cierto f]lie cinco mil es un número muy alto para nU(:'stros enfermos de elefancía, pero nos lo parece menos comparado con los cincuenta mil que se decía. mucho más si se tiene en cuenta que hace siglos que el mal vive en el país en completa libertad para prosperar por la falta de higiene, de aislamiento y de cuidados. Con razón ha observad.) el Sr. General Rafael Reyes que nuestra rala parece más bien rcf¡-actaria á la elefancía, puesto que sin haber hallado oposición no nos ha devorado en tres siglos y medio. La tranquilidad ha vuelto al corazón de los sanos, y el consuelo y milS que todo la esperanza al <le los desdichados enfermos; el Gobierno les ha dedicado el más vivo interés, se les rodea de cuidados y se les consagra un celo de consecuencias prácticas. El Dr. P. G. Dnna ha presentado al Congreso internacional de Medicina de Lisboa, el año próximo pasado, un informe sobre la lepra en que habla de su curación y de la manera como debe procederse. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Notas 188 ------------.------- --~,--------- El Presidente de Colombia se ha ocupado en este asunto con tan ardiente interés, que aunque vive abrumado por nuomerosos cuidados que absorben su tiempo, se ha puesto á traducir algunos capítulos de la obra. para hacer más rápido su conocimiento. La anarquía de los lazaretos terminó con el Decreto legislaotivo número 14 de 1905, que fue aprobado porla Asamblea Nacional en sus sesiones del mismo año. Se organizó y reglamentó la recaudación de mortuorias y de donaciones entre vivos, y como se vio que su producto no alcanzaba para ensanchar los tres lazaretos que existen, atender científicamente á la higiene y aislamiento precisos, así como á la manera de suavizar la suerte de los leprosos, se resolvió que esas rentas ingresaran como las otras en el Tesoro público, y de aquél se hicieran los gastos necesarios sin distinción ninguna, como en cualquier Ramo del servicio público. Para recaudar las rentas de mortuorias y de donaciones entre vivos se han formado Sindicaturas en los Departamentos y en el Distrito Capital, que han llenado satisfactoriamente su misión. Las rentas mencionadas produjeron en el año de 1906 la suma de $126,476-19 oro. En el sostenimiento, conducción y examen de los enfermos llevados á los tres lazaretos en el mismo año de 1906 se han gastado $ 182,264-57 oro. Como se ve, los gastos exceden notablemente á lo recaudado, y no habrían podido. hacerse sin haber refundido las rentas. Los gastos se distribuyeron así: Agua de I?ios .. o. o... o. o... o. o..... oS 128,759 57 ContrataclOn ... ooooooooo.. oo" .. o. o. 41,765 50 Caño de Loro .. o.. oo' o. 11,647 50 $ 182,172 57 Según los datos recogidos hasta hoy, los enfermos Departamentos están distribuidos del modo siguiente: Huila Antioquia Tolima Magdalena ' C¡ùdas ' Distrito Capital N ariño Atlántico o Cauca Bolívar Cundinamarca de los o ~ , , , o , 18 27 32 , ,. 35 , 49 52 " 60 , 63 o. 125 ' " o 184o.. o 190 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Datos históricos Quesada Tundama Boyacá Santander Galán , 189 2~1 272 364 " 532 780 " Los trabajos de estadística se siguen con interés por medio de los Gobernadores de los Departamentos y de los médicos de las poblaciones. De los 4,963 enfermos que aparecen en el país se hallan en Agua de Dios 1,465, y con los de los otros lazaretos hay asilados el cuarenta por ciento. Cuando el Gobierno asumió la dirección de este Ramo de la higiene pública sólo estaban asilados el catorce por ciento de los leprosos. En Agua de Dios se está construyendo un acueducto que suministrará agua para 3,000 enfermos; se están levantando los pabellones necesarios y se ba organizado el servicio médico con todo la que le es preciso; se ha reglamentado el abastecimiento de víveres para que no haya escasez, y arreglado la circulación de moneda metálica especial. A todas esta~ ventajas proporcionadas por el Gobierno se agrega el servicio de las Hermanas de la Caridad, inimitable como hijo de la santificación, disciplinadas y precisas en todos los deberes que se imponen como miembros del ejército de Dios que hacen visible el amor y la misericordia de Aquel en cuyo nombre proceden. y en la obra incomparable de consolar y aliviar en 10 posible á nuestros desgraciados hermanos siguen colaborando como siempre en tan magna labor los Padres Salesianos. v INSTRUCCIÓN PÚBLICA Fue Venero de Leiva el iniciador de la instrucción en nuestro país, como 10 fue de todos los ramos del progreso. Si su noble impulso se hundió en la sombra colonial no puede esta nube borrar la silueta luminosa de este nunca bien ponderado mandatario. En 1568 Venero de Leiva dispuso el establecimiento de escuelas primarias en todas las poblaciones; pero debieron correr peor suerte que las treinta poblaciones que fundó, de las cuales sólo subsistieron tres. De acuerdo con el padre Antonio Miranda, prelado de Santo Domingo, se establecieron en este convento estudios filosóficos y teológicos, por 10 cual se pep.só por primera vez en fundar una universidad pontificia. En 1587 el Arzobispo Luis Zapata de Cárdenas estable- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 190 Notas ció el Colegio Seminario de San Luis, en el cual se enseñaba teología, artes é idiomas latino y muisca. En la primera década del siglo XVII, con la venida á la Presidencia de D. Juan de Borja y el establecimiento de los jesuitas, la instrucción pública llamó la atención en la Colonia, y habiendo sido cerrado el Colegio Seminario en el tiempo de la Sede vacante, el Arzobispo Fray Bartolomé Lobo Guerrero fundó el Colegio de San Bartolomé. J~lPresidente Borja solicitó y obtuvo permiso para eetablecer un colegio público en que se instruyeran los hijos y descendientes de los Caciques; aquella fundación no pudo llevarse á cabo, y sólo consiguió el Presidente en su buena voluntad con los indios que el padre Lugo escribiera una gramática de la lengua chibcha, única que se halla impresa. Hubo en la misma época una donación que bonra mucho al que la hizo cuando tan poco se preocupaban de la instrucción; Gaspar Núñez destinó cien mil pesos para fundar un colegio en que se enseñaran materias filosóficas, y para establecer una escuela primaria. Desgraciadamente el manejo de este caudal promovió un pleito entre jesuitas y dominicanos que duro ochenta años, triunfando al fin los segundos, por 10 cual la comunidad hizo en Santafé una ruidosa celebración. En 1653 tuvo lugar un acontecimiento que merece una especial y grata recordación: el grande Arzobispo Fray Cristóbal de Torres fundó el Colegio del Rosario, que puso bajo la dirección de los dominicanos; cuando quisieron unirlo al que tenían en su convento revocó la donación y secularizó el instituto; las constituciones que dictó para el Colegio son un monumento de gloria para su fundador. 1663 En este año crearon los dominicanos la primera cátedra de gramática castellana que hubo en Santafé; después establecieron la de filosofía. 1770 Bajo Mesía de la Cerda se fundó el primer colegio para señoritas que hubo en la ciudad de Santafé, debido á la generosidad de la noble y acaudalada dama D~ Clemencia Caicedo; el Colegio de la Enseñanza vino á llenar una imperiosísima necesidad, pues parece increíble que en ese tiempo pocas señoras supieran escribir. 1774 El Virrey Guirior, de acuerdo con el Sr. Móreno y Escandón, formó un nuevo plan de estudios para la Colonia, Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia LJatos históricos 191 con ideas avamaoaF, el cual dc!'graciadamente fue improbado por la Corte; aunque hubo de suspenderse. no fue tan pronto que no alcanzara á producir buenos efectos y á dar alguna luz á los espíritus. 1782 El Arzobispo Caballero y Góngora fundó una cátedra de matemáticas en el Colegio del Rosario, lo que se hizo lu6g-<I (:11 el Colegio de San Bartolomé. También hizo muchos l'!::ifucrzGspor crear una universidad pública. y su mayor l'l"l:ccupaci/>n fue la difusión de las luces. 17B3 En e!::iteaño el Arzobispo Vil'rey consiguió fundar la Expedición botánica, dirigida por el eminente José Celestino Mutis; era segundo de corporación tan importante el Dr. Eloy Valenzucla, cura de Bucaramanga. 1790 ~;l progresista Virrey D. José de Ezpc1eta también fomentó la instrucción como el Arzobispo Virrey y fundó escuelas primarias en los barrios de la ciudad y en todas las poblaciones de mayor entidad; los maestros de las escuelas de la capital del Nuevo Reino debían ser pagados con los fondos que de sus propias rentas asignó para tan laudable objeto el generoso Arzobispo Baltasar Jaime Martínez Cornpañón. 1':1mismo Prelado fomentó por todos los medios que estuvieron á su alcance el mejoramiento y ensanche del Colegio de la J<:nseñanza. fundado por la Sra. Caicedo; el Arzobispo estableció varias becas en dicho establecimiento, y ya que no pudo, corno deseaba. fundar en las ciudades del Reino otros de la misma clase, le dio impulso con sus rentas al que se bailaba en Santafé. 1797 La ciudad de Mompós puede enorgullecerse justamente de D. Pedro Martínez de Pinillos, varón eminente que la colmó de bienes y que merece verdadera g~atitud. Dueño de cuantiosísimo caudal debido a su laboriosidad y á su trauajo, distribuyó gran parte en importantes mejoras y obras de caridad, y luégo de acuerdo con su esposa D'?Manuela Tomasa Nájera. no tenicndo herederos forzosos, impusieron un capital de $ 175,000 para que con sus rentas se fundara un colegio con seis plazas y dos escuelas de primeras letras, 10 cual se llevó á cabo en 1801. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 192 Notas 1802 D. Bernardo Anillo regentó en Santafé una escuela de ciencias físicas y matemáticas, la primera de esta clase en el Nuevo Reino. Fue Mutis el primero que enseñó en nuestro país que la tierra es un planeta y que gira al rededor del sol. La Expedición botánica abrió escuela gratuita de dibujo, regentada por Rizo y Pablo Antonio García. 1804 En este año D. Jorge Tadeo Lozano y el más tarde Arzobispo D. Fernando Caicedo y Flórez hicieron fundar las primeras cátedras de química y mineralogía. El Sr. Caicedo tom6 siempre tanto interés por el Colegio del Rosario, que se le considera como un segundo fundador; también mereció su atención el colegio de las' monjas de la Enseñanza. 1822 El Gobierno de la naciente República expidió un Decreto por el cual se creaban Escuelas Normales en las capitales de los Departamentos. El Padre Sebastián Mora, que por su patriotismo había sido desterrado por Morillo, aprendió durante su ausencia de la Patria el método de Lancaster y vino á aplicarlo en Santafé. En el mismo año de 1822 D. José Triana también introdujo la enseñanza mutua de Bell y Lancaster. 1823 En este año tuvo lugar en Bogotá el primer Congreso Constitucional, y esta corporación dispuso que se fundaran escuelas de matemáticas y mineralogía, servidas por profesores extranjeros que debía enviar Zea, nuestro primer representante en Francia. 1824 Por primera vez se presentaron certámenes en los colegios públicos de la ciudad. I.•os estudios en esa época eran de nueve meses, y las vacaciones tenían lugar de Julio en adelante. 1826 A solicitud de D. José María Restrepo se expidió una nueva organizaci6n en los estudios, que adolecían aún de vicios coloniales. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Datos kisMricos 193 1832 D. José María Triana, VI'opagador notable de la instrucción \' fundador de algunos establecimientos privados, hiz\) prese-ntar á sus alumnos cert{lmenes públicos. 1833 1~1Vicepresidente Márque:7. dio un DecJ'eto de 1Q de Junio. pOI' el cual fundó un coleg-io de señoritas con el nombre de La Merced, cuya primera Directora fue la Sra. Marcelina Lagos; este establccirnient{, presentó t'n el año Si2'ltÏellte un certamen literario. 1844 En la Administ¡'ación HelTán se dia un grande impulsa pública con el plan de e;;tndios de D. Mariano Ospina, redactado en el año allteriOl'; las notabilidades ùe nuestro país de mediados y fines del siglo XIX fueron educados según ese J'égimen. á la instrucción 1845 El General Masquera, en esta Administración de grata memoria, dio pode1'Osa ayuda {lia instrucción, se aumentó el nÚmero de estableci mientas pÚblicos y empezó á desarrollarse notablcmt~nte el amol' por la ciencia. 1868 ]~I General Santos Acosta sancionó la ley que creó la Uni\·cr"idad Nacional. y se emp:zaron (l h"c.~r desde cntonces estudios profesiunales; este hecho marca una etapa gloriosa en la instl'ucción de Colombia, y COll él acabó la anarquía en (JUl' SI: hallaba tan impon;:nte I~amu. 18Ki:i Sc l'und() él Cult'gio ci.'ntal de Bogotá. 1907 La instruccii;n pÚblica. como todos los Limos impodautes de la Administración, ha sid,) mirada con <'1 mayol' inter6s po/' el Gobienlll del Sr. Gc!1t:ral H('yt'~;. y dl'splH5s di.' la guen-a ha tomado llotabilísimo incn~T1lent,), que la estadística demuestl'a con la mayor exactitud. La instrucci,ín pl-¡;naria l'St{l:í. cal'go de los Gol)(,l'uadores, de los Directores de Instrucción Pública y de los Ins- 13 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia N.olas pectores, pero con la intervención del Ministerio de Instrucci6n Pública. El resumen de la instrucción primaria en la República es el siguiente: Planteles 2,875 Alumnos matriculados 227,283 Maestros 4,143 En los datos anteriores se hallan incluidos 1,129 alumnos de Casanare y San Martín, 121 de La Goajira y 539 de Tierradentro; en los llanos hay 32 escuelas; en La Goajira, 6, y 14 en Tierradentro. Nos hemos detenido especialmente al tratar de estos lugares, porque es satisfactorio y consolador que el Gobierno haga llegar á esas regiones la luz de la civilización. El Instituto de Artesanos creado últimamente ha sido un iinportantísimo progreso coronado con éxito brillante por lo bien recibido en todas partes y las continuas solicitudes que se hacen para crear instituciones semejantes, de las cuales se esperan satisfactorios resultados .. Actualmente hay en toda la República 208 escuelas con 16,036 alumnos matriculados. INSTRUCCIÓN SECUNDARIA Hay tres Escuelas Normales para varones, muy bien organizadas y que funcionan- con regularidad; están establecidas en Bogotá, Tunja y Facatativá. Para señoritas hay siete planteles de la misma clase; el de Bogotá tiene un personal de 100 alumnas; el más numeroso es el de la Escuela de Medellín que tiene 250. El Colegio de San Bartolomé tiene 600 alumnos matriculados. El Instituto de La Salle y Colegio de San Bernardo ha funcionado con 300 alumnos. Hay en la República varios colegios de ambos sexos, muy bien dirigidos en todo sentido y con un personal de matriculados que alcanza á 18,845. ENSEÑANZA INDUSTRIAL La Escuela Nacional de Agricultores ha sido fundada y funciona con 16 alumnos costeados por el Gobierno na- cional. En el Taller nacional de Tejidos reciben enseñanza 36 alumnas, de las cuales 19 costea la Nación y el resto la COmunidad que 10 dirige. El Gobierno ha encargado para este establecimiento las máquinas adecuadas. La Escuela de Artes y Oficios, muy bien organizada, se Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Datos históricos 195 halla en el taller construido recientemente con toda la amplitud necesaria .. En la Escuela salesiana de Artes y Oficios hay 61 becados costeados por el Gobierno. ENSEÑANZA ARTÍSTICA El pintor más notable de la Colonia en el siglo XVII fue el sevillano Baltasar Figueroa; enseñó el arte á su hijo Gaspar, nacido en el país, y al insigne V ásquez, que superó á su maestl"O constituyendo una de las más puras glorias de nuestra patria. Juan Bautista Vás(!uez, hermano del gran pintor, se dice que le ayudó en varios de sus cuadros; otl"Otanto se asegura de una hija de Vásquez. _ Mariano Hinojosa y un jo\'en ~Jati1-, originario de Guaduas, fucI"on pintores de la Expedici/m botil.l1ica; el primero ejercía el arte en 1810 y se ocupaba en miniatura, aguada y pastel. El pintor milS afamado en 1820 era D. Pedro Figueroa. I<::;I historiadot" Groot también se dedicó á la pintura y se dice- que hizo un retrato del Libertador, notable por su parecido. Hiciéronse notar á principios del siglo XIX los pintores Antonio Ga)"cía, Pablo Cabal1ero y Luis García Hevia. La ornamentación de la Tercera la dirigió el artista ta11ador maestro Pedro Caba11ero. gl abanderado del ejército libertador Sr. losé María Espinosa se hizo conocer como pintor en los primeros años de la República. Apareció luégo D. I~amól1 Torres, y por mucho tiempo ocup(í el puesto m;ts distinguido en el arte nacional. :\({tStarde el malogl"ado Alberto Urdaneta dio algunas muestras de su genio de pinto)" y encauzó poderosamente la corriente artística en todos sentidos, contribuyendo eficazmente á la funrlaci6n de la Escuela d\' Bellas Artes. 1':1 artista colombiano gpifanio Garay, maestro cuyo mérito le hizo recibir honoríficas distinciones en la I<~xposición de París, es de la más notable en los últimos tiempos. Hoy hay una pléyade dc at"tistas que marchan gallardamente hacia el camino de l,t gloria; hay algunos que han ceñido ya el simbólico laure! y complácenos ver en primera línea á Ricardo Acebedo Bernal, que sueña hermosas figuras y les da vida con el mágico poder del genio; á Ricardo Borrero, á quien parece (iue prestó sus pi·nceles la naturaleza, pues al ver sus paisajes se cree sentir el perfume de los campos y el arrullo sua\'e de la bl"isa cntre los árboles, cuya som bra convida á descansa)"; á Zamora, que busca sus tintas en el país del ensueño y hace temblar con la delicadeza Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Notas 196 ---------------.---- .. ---------- de su pincel los encajes de helecho sobre el remanso profundo de una agua misteriosa; á Ricardo Moros, cuyo dibujo tiene una precisión admirable. El Sr. D. Pedro Carlos Manrique sobresale en el arte del fotograbado, que puede decirse intr~dujo á Colombia. En la Administración Reyes la Escuela Nacional de Be~ llas Artes tiene 150 alumnos matriculados; está muy bien organizada y se ejecutan trabajos de fundición en cobre y de escultura en mármol, adelanto completamente nuevo en el país. Están establecidas las clases de escultura, acuarela, ornamentación, paisaje, dibujo, grabado en madera, litografía, cerámica, química industrial y fotograbado. MÚSICA A fines del siglo XVII el Padre José Dadey, sacerdote jeImita, estableció en Santafé escuela de música para los misioneros y construyó el primer órgano que se oyó en el Nuevo Reino y que fue colocado en la iglesia de Fontibón. El mismo sacerdote enseñó música y canto llano, y al tin consiguió que se tocara la flauta y el violín. Al comenzar el siglo xvrn se había ya generalizado el órgano, y era rara la iglesia que no lo poseía. A mediados del siglo XVII floreció el notable músico Juan de Herrera y Chumaceros, primero en el orden cronológico de los compositores nacionales, y tuvo por discípulo á Juan de Dios Torres. En la segunda mitad del siglo XIX hubo en Bogotá dos genios musicales: Julio Quevedo y José María Ponce de León. gn 1882se fundó la Academia Nacional de Música, cuyo primer Director, y á cuyos esfuerzos se debió en gran parte 8U creación, fue D. Jorge W. Priee. gn la Administración Reyes hay en la Academia Nacional de Música 267 alumnos matriculados, de los CHales 176 son becados por cuenta de la Nación. En la Academia Beethoven sostiene el Gobierno treinta becas y reciben instrucción 100 alumnos. INSTRUCCIÓN PROFESIO~AL Actualmente (1907) funcionan en la República las Facultades de Ciencias Naturales y Medicina, de Derecho y Ciencias Políticasl de Matemáticas é Ingeniería, de Cirugía dental, Escuelas de Minas, Escuela de Comercio y el Colegio dd Rosario. en donde se dan diplomas de Doctor en Filosofía y Letras. La Facultad de Ingeniería y Matemáticas tiene 25 profHOT·S. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Datos histdricos --------------- -.-- --"----.-- 197 --------- La Facultad de DCI"echo y Ciencias Políticas, 17 profesores. En algunos Départamentos se da también instrucción profesional. yen general tienen las mismas asignaturas que se dictan en Bog'otá; tal sucede en las Uni\'ersidades de Medellín, Cartagena, Papayán y Pasto. En la Universidad de ~ariño la Facultad de Derecho tiene 25 alumnoE', r la de Ingeniería 27. La Universidad del Cauca, con la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas r la Facultad de Filosofía y Letras, cuenta con 142 alumnos matri·:nlados y ~3 profesores. MEDICINA La Facultad de Medicina y Ciencias Naturales tiene en Bogotá 26 profesores. En 1564 se fundó el Hospital de San Juan de Dios. que fue trasladado al lugar que hoy ocupa en 1723, cuando lo dirigía como médico D. Pedro Pablo de Villamor. En 1604 habitaba en Santafé el Licenciado .Alvaro de Auùón, primero que llevó en esta ciudad el título de médico entre los curanderos que se habían sucedido desde la conquista. En 163() llegó {t Santafé el Dr. Diego Enríquez con el título de protomédico y con la especial misión de vig-ilar á todos los que entonces ejercían la medicina en la ciudad, de los cuales era el más notable D. Pedro Femández de Valenzue la. F~n 1760 vino como médico del Virrey Pedro Mesía de la Cel'da el insigne gaditano D. José Celestino Mutis, con el cual empez\) á mejorar el estu{lio de la medicina y las ciencias todas, pues para dedicarse más libremente á ellas el nunca bien ponderado Jefe dI:' la Expedición botánica abrazó el estado sacerdotal. En 1791 ya había val'ios profesol'es de medicina, entre los que descollaban Manuel Ignacio Froes de Carballo, portugués; Dr. Honorato Vila, catalán; D. Juan Bautista de Vargas, y un Dr. Borrás, médico y cirujano al mismo tiempo. En la última década del siglo XVIII D. Miguel de Isla, á quien debe mucho la medicina en el país, logró establecer estudios serios en este sentido, regentando gratuitamente la cátedra de mcdicina; este progl'esista caballero tenía gabinete cIe física, laboratorio de química y jardín botánico. D. Miguel de Isla puede considerarse como el fundador de la medicina en nuestro país; suced ióle en su. benéfica labor D. Vicente Gil y Tejada. En 18-26se establecieron cursos de medicina en el Co' legio deI-Rosario y en el de San Bartolomé, encargados á los Dres. José Félix Meriza1de y Benito Osorio. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Notas 198 En ese mismo tiempo llegaron dos profesoresextranjeros, el Dr•.Bernardo Daste, para enseñar cirugía, y el Dr. Pedro Pablo Broc, anatomía, r,on lo cual se fundó este estudio hasta entonces desconocido en el país. Se dice que este último profesor algÚn tiempo despues de su regreso á Europa fue Presidente de la Academia de Ciencias de París. En 1826ya había un distingu.ido Cuerpo de profesores médicos. En 1827se abrió la primera Escuela de Medicina universitaria; en el mismo año se instaló la Facultad de Medicina con las atribuciones dadas por las leyes españolas á los Tribunales de Protomédicos. En 1873se fundó la Academia de Medicina, la Revista Médica y un museo de anatomía patológica. En 1881se fundó el anfiteatro. En 1905, el laboratorio de las clínicas. Al presente la Escuela de Medicina se halla admirablemente organizada y ha hecho en la nueva Administración valiosas adquisiciones, ya en la reforma de locales necesarios, ya recibiendo útiles é indispensables aparatos, en el avance de la ciencia. El resumen de la instrucción pública en la actualidad es el siguiente: Instrucción primaria . 227,283 Instrucción secundaria . 18,845 Instituto de artesanos . 16,036 3,439 Instrucción profesional o ••••••• o ••••• Total 265,603 En 1905 había matriculados en todos los ramos que abraza la instrucción 184,598alumnos. En el presente año ha habido un aumento de 81,005,lo que demuestra sin lugar á comentarios la prosperidad de la instrucción. VI MEJORAS MATERIALJ<~S El Presidente Venero de Leiva, con'cuyo nombre se tropieza en el principio de todo lo que merezca atención en este país, hizo convertir en camino la especie de trocha que conducía á Honda y estableció la navegación por champanes en el Magdalena; también hizo dar principio al laboreo de las mina~ de esmeraldas de Muzo :r las de plata de Santa Ana. IGlOidor D. Francisco de Anuncibay, por servir á una rica encomenderà, empezó y dejó muy adelantada la calzada de Occidente. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Da/cs Mst6ricos 199 Era Presidente D. Juan de Boria cuando Andrés del Campo, vecino de Timaná, fue descubridor y empresario del camino de Guanacas, para ir á Popayán, Quito y el Perú; entonces no había sino los malísimos caminos de Timaná y el Quin<lío, y se le concedió privilegio; Campo murió en 1643. El Presidente Córdoba y Coalla dio á Honda todos los auxilios necesarios para la expedita navegación del Magdalena. I~l Virrey D. José Solís no sólo hizo practicables varios caminos, sino que por su orden se abrió el que por Cáqueza va á los llanos de San Martín y el que se llama camino del Carare. Se debe á este mismo mandatario el acueducto que venía desde el Boquerón y surtía de aguas á la ciudad hasta el establecimiento del moderno acueducto. El Virrey Flórez organizó los gremios de artesanos y declaró ft'ancos los puertos de Santa Marta, Riohacha y Buenaventura. El Virrey Pedro Mesía de la Cerda estableció fábrica de pólvora y una de loza que necesitaba para los envases. El notable Puente del Común se debe á D. José de Ezpeleta. El primer Director de obras públicas que hubo en la ciudad fue D. Bernardo Anillo, en 1802. La Sociedad de industria bogotana se fundó en 1832; estableci6 fábrica de loza, y en 1841 una de vidrio, que no prosperó; luégo una de papel, y por último una de tejidos de lana. que sí tuvo buen éxito. En 1846 se instaló la estatua de Bolívar, obra de Tenerani y regalo del Sr. D. José Ignacio París. En la primera Administración Mosquera los vapores surcaron por vez primera el río Magdalena, y se adoptó el sistema métrico de pesas y medidas. La Plaza de Mercado, construida por D. Juan Manuel Arrubla, fue terminada en 1864, y empezada en la segunda Administración del General Mosquera. El 19 de Noviembre de 1865 se estableció el telégrafo en Colombia, gobernando el país D. Manuel Murillo; también se fundó entonces el primer establecimiento bancario que hubo en Bogotá. Murillo hizo transformar el convento de Santo Domingo, adaptándolo para oficinas públicas j durante S\1 Gobierno se abrió la calle de los Tres Puentes. En la Administración López se construyó la carretera de Occidente por el sistema macadam, primera de su clase en la República. En 1870, durante la Administración Salgar, se hicieron los puentes de Santander y de Colón, se puso la primera Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia ----------------------------piedra del Pan6ptico, hubo dos exposiciones notables y se continu6 la edificación del Capitolio, obra empezada por el General Mosq uera .. El Asilo de San Diego se fundó en 1870. En la Administración Trujillo se concluyó el monumento de los Mártires. En 1872 se hizo la primera alcantarilla en el camellón de la Concepción, y se cubrió por primera vez el suelo con adoquines. En AbrH de 1874 se-estableció por primera ,-ez ,'n Bogotá el alumbrado de gas, para lo cual hizo grandes esfuerzos el Sr. Nicolás Pereira Gamba. En 1878 se inauguró la estatua del General Francisco de Paula Santander. El Congreso de 1879 decretó la estatua del General Tomás Cipriado de Mosquera, que fue colocada en el Capitolio. En la Administración Núñez Re empezaron los trabajos del Ferrocarril de Girardot, )' hubo en 1881 una notable exposición agrícola. En 1883 se inauguró el parque del Centenario. En 1887 se empezó la construcción del Teatro Municipal. El 20 de Julio de 1889 llegó la primera locomotora á Bogotá. En ]888 se inauguró el acueducto; en ]889, el alumbrado eléctrico, y en 1890, el Ferrocarril de la Sabana. Cada uno de les Presid'entes de Colombia ha marcado su paso por el Gobierno de la Patria con mejoras importantes más ó menos numerosas; las cori,tinuas guerras han sido el eterno tropiezo de todas las empresas, y su preocupación la traba de todos los adelantos. Asegurada la paz como se halla al presente, el país avanza rápidamente en la senda deI progreso .. Desde que el Sr. General Rafael Reyes se hizo cargo del poder, llna red importantísima de caminos ha empezado á surcar en todas direcciones la República. Sería muy largo enumerar todas las mejoras materiales que se han llevado á cabo desde que se inauguró su Administración, y así sólo trataremos someramente de las más notables.y sobre todo de la salvadora empresa de caminos, que será la redención del país. El plan adoptado respecto de ferrocarriles es enlazar las líneas existentes para que formen una sola y sea así su servicio doblemente útil é importante. Así pues la línea de Buenaventura, que principia en el Pacífico, llegará á Cali, y di¡-igiéndose hacia el Norte por las principales ciudades del Cauca seguirá el curso llel río de este nombre al través (le Caldas y Antioquia hasta llegar á Medellín, de donde seguirá á enlazar con la de Puerto Be- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Datos históricos 201 rrío, en el río Magdalena; siguiendo 1<;1. orilla izquierda del río, el ferrocarril empàlmará con el de La Dorada en La María, y prolongándose basta Ambalema un ramal que parta de CHelugar, lo unirá en la estación de Tocaima con el ferrocard] de Girardot, el cual muy pronto empalmará con el de Facatativá. ó lo que es lo miHmo, llegará á la capital de la República. De Bogotá, siguiendo el ferrocarril del Norte y su prolongación hacia Chiquinquirá, se tomará la línea contratada para Halir por Bucaramanga á Puerto Wilches, parte baja del río Magdalena en donde en todo tiempo es navegable. Llenando este plan con :a actividad desplegada para ello, s(~aprovechan las líneas que existen, las en construcción y las ya contratadas, y al unir así los Departamentos yel Pacífico con el bajo Magdalena, al par que se llenan las necesidades más importantes del país, se obtiene con la unión , . de esas líneas ferroviarias una comunicación interoceanlca. También se trata de construir un ferrocarril que atravesando el Quindío comunique á Cartago con Girardot, y otro q lie parta de Medellín hacia el golfo de U rabá. A(lemás se proyectan otras líneas ferroviarias que enlazarán todas las poblaciones importantes que no pudieron ser , comprendidas en la gran línea de la comunicación inter. oceaOlca. Los ferrocarriles que constituirán estas líneas que ya se hallan contratados ó en construcción son los siguientes: El del Cauca, el de Antioquia, el de La Dorada, el de Girardot, el de la Sabana, el del Norte, el de Bahiabonda á Bucaramanga, el del Sur, el (k Urabá, el de Nariño, el de Santa :y{arta, el de Puerto Colombia, el de Cartagena, el de Riohacha. De Enero de 1906 á Abril de 1907 se han construido 76 kilómetros 840 metros de ferrocarril. En el mismo período de tiempo se han recibido 107 kilómetros de la importante carretera de Boyacá y Tundama. Se trabaja actualmente CIl numerosos caminos de herradura en donde los piden las necesidades de los Departamentos; el Gobierno le ha prestado sin embargo especial atención al Chocó y á la región oriental; es muy importante el camino que cortando la cordillera oriental irá de Pasto á Puerto Sofía sobre el Putumayo, adonde llegan los vapores que surcan este río y los que provienen del Amazonas. De Enero de 1906 á Abril de 1907 han sido construidos 387 kilómetros 800 metros de camino de herradura. El Gobierno actual se ha esforzado por todos los medios que están á su alcance en colonizar las regiones desiertas, fomMtar la explotación de los bosques, desarrollar la agricultu ra y establecer nuevas industrias. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 202 Notas Para apoyar la inclustria se han celebrado contratos relativos á las fábricas de tejidos de Cartagena Medellín y Samacá, y á la que fundárá el Sr. Teófilo Mo~cada en Bogotá y el Sr. Carlos M. Mayans en Atlántico y Magdalena; con esto se protege á la vez la industria algodonera y las te Ktiles. Se ha celebrado un contrato mediante el cual se establecerá un Ingenio central en Cundinamarca (azucarería y refinería). No menos importante es el que se refiere á una fábrica de papel j por dicho contrato antes de tres años tendremos papel igual al extranjero, pero á más bajo precio, como producido en el país. Los contratos para establecer fábricas de conservas alimenticias en las costas del Atlántico y del Pacífico son muy importantes. El Gobierno ba creado una oficina de información en Hamburgo y otra en Nueva York para estar al corriente de los adelantos científicos aplicables á nuestra agricultura y para dar á conocer en los países extranjeros nuestra flora y riq uezas minerales. Para completar este verdadero adelanto se ha enviado un comisionado inteligente que elija las plantas y animales útiles adaptables á nuestro país, con las instrucciones necesarias para cultivar las primeras y hacer prosperar los segundos. El establecimiento de una Estación Agronómica en JUlltasd-e Apulo ha sido el complemento de estas medidas y un bien inestimable para la agricultura. De allí podrá surtirse el país de preciosas semillas y de direcciones positivas para su cultivo. Este sitio, además de cop..vertirse dentro de poco en uno de los más bellos lugares de Colombia, será un delicioso paseo y sobre todo una escuela práctica de agricultura. Lleva el simpático nombre de Vllla So.fía. Antes de terminar estas breves apuntaciones es de rigurosa. justicia dejar consignado este hecho: en la gigantesca labor de reconstrucción emprendida por el Sr. General Reyes ha tenido el tino, característico de los hombres superiores" de rodearse de excelentes colaboradores, quienes con inteligente actividad comparten el trabajo presidencial, que no cesa un instante ni aun en las horas ordinarias de reposo; entre esos vigorosos factores de la Administración descuella ?or su trabajo y consagración imponderables el discreto Secretario general de la Presidencia de la República, Dr. Camilo 'l'orres P~licechea. Bogot;l. Julio de 1()07. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia IN"DICE Pág •• Dedicatoria Rafael Reyes Advertencia , ......................•..• '................................•..•.....•.... '" .....................•. , ......•.... LEYENDAS 21 HISTÓRICAS Baganiq ue Tundama. y Suga.mu:x:i .......................................•• El último día. de Aquiminza.que La. gratitud de una india ...........•...............•.••...•..• Heroísmo desgraciado ................................••.....•. El hijo de la Gaita.na , Pamp10nilla la loca D~ Inés de Hinojosa .......................................•... El came1l6n de Occidente ............................•.•.••..•. El pre,;idente Sande Cal a.rc,i .....................................................•. NOTAS 3 S 25 37 44 , .........•.... 51 58 66 71 79 93 105 '115 HISTÓRICAS Generalidades " ..........................••••...... COllq uista. Colonia , , ...•....•.• ViJ·reinato " Independencia. Notas hist6rico religiosas " Algunos datos curiosos ..............................••••...... Datos hist6ricos sobre diversos asuntos, algunos de actualidaù (1907) .......................•.....•...•.•...•••......• Imprenta y litografía ... '" .............•.........•... " ..• Bancos ..................................•.......•••.••.... Correos y telégrafos , .......•......• Lazaretos ................................................•. Instrucci6n Pública ......................................• In1itrucci6n secundaria Er.,;,eñanza industrial Enseñanza artística ......................................• MÚsica , Instrucci6n profesionaL ........•.......................... Medicina " Mejora.s materiales .......................................• 123 129 134142 151 170 177 180 180 181 183 184 189 194 194 195 196 196 197 198 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia