LECTURA ORANTE UN MES EN LA ESCUELA DEL SAGRADO CORAZON DE JESÚS DÍA DUODECIMO: Sentimientos del Corazón de Jesús en su predicación y vida pública Oración Inicial: Dedicamos estos primeros minutos de nuestra lectura orante a reconocer la presencia de Jesús en medio de nosotros-a y le pedimos nos disponga a acoger su Palabra y la Palabra de Enrique de Ossó Compartimos nuestra vida: ¿Qué significa para mí dar ejemplo con las palabras y con las obras? ¿Puedo reconocer en mi vida personas que son significativas por su ejemplo? ¿Qué ha provocado esto en mi vida? ¿Hago silencio un momento… recuerdo palabras, frases, invitaciones, que me han dicho personalmente y que han sido palabras que me han dado vida, me han hecho crecer?... Acogemos la Palabra de Jesús: Hoy en lugar de escuchar un texto del Evangelio, vamos traer cada uno a nuestro corazón y a nuestro compartir, alguna Palabra de Jesús (no tiene que ser literal) que, me ha animado en algún momento de mi vida, es para mí especialmente significativa o sencillamente me gusta… Dejamos un momento de silencio para hacer memoria del corazón y compartimos… Acogemos la Palabra de Enrique Punto primero. Oye, alma mía, con la más profunda reverencia y amor, las palabras de Cristo al pasar por el mundo enseñando y haciendo bien a todos. Porque si de la abundancia del corazón habla la boca, claro está que oyendo sus palabras oyes, ves, sientes los latidos de su Corazón adorable. Primeras palabras: haced penitencia, porque está cerca de vosotros el reino de Dios. - Mi comida es hacer la voluntad de mi Padre celestial, pues yo siempre la hago, y busco su gloria. - Tengo compasión de las turbas. Venid a Mí todos los que andáis trabajados y agobiados, y Yo os confortaré... tomad mi yugo, que es suave y ligero el peso mío, porque toda la ley está inclinada en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. - Aprended de Mí, porque soy manso y humilde de Corazón, y hallaréis paz para vuestras almas. - En vuestra paciencia poseeréis vuestras almas. - Bienaventurados los pobres, los mansos, los que lloran, los puros de corazón, los que padecen por la justicia; amad a vuestros enemigos, y haced bien a vuestros perseguidores. - Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas os serán añadidas. - El reino de los cielos padece violencia, y sólo los que se la hacen lo arrebatan. - Yo he venido a meter fuego en la tierra, y no deseo más sino que arda. No he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores. - De toda palabra ociosa han de dar cuenta los hombres en el día del juicio. El que quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. - No puede ser el discípulo más que el Maestro. No temáis a los que sólo pueden matar el cuerpo y no pueden matar el alma. - Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que tienes y da a los pobres, y sígueme. - Si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos. - Dad a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César. - ¿De qué le aprovechará al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? - No todo aquel que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre celestial... Con estas y otras palabras de vida eterna salidas de su Corazón adorable enseñaba Cristo el camino del cielo a todos, anunciando tan divinas enseñanzas con parábolas y ejemplos y acompañándolas con milagros y curaciones y beneficios estupendos. Tantos fueron y tan grandes, que el pueblo, dejándose llevar de los impulsos de su noble corazón, exclamaba fuera de sí alborozado: "Jamás hombre alguno habló así. Todo lo hizo bien, grande Profeta" y quería proclamarlo rey, si Cristo no se hubiese escondido... ¡Oh alma mía! con más razón que el pueblo judío, pues tú eres iluminada por la luz de la fe y has experimentado los beneficios de su redención copiosa, debes exclamar al meditar la doctrina de Cristo: Jamás hombre alguno habló tan celestial, tan divinamente como Jesús, porque ninguno tuvo un Corazón tan divino, tan endiosado, tan unido a Dios, porque es el Corazón del Hombre Dios. Dame gracia, Jesús mío, por tu Corazón, no sólo de oír tus enseñanzas, sino de practicarlas, porque dicho por Ti está: Sólo él hace la voluntad de mi Padre celestial entrará en el reino de los cielos. Punto segundo. Haz un firme propósito, alma mía, de no pasar día sin leer, recordar o meditar las palabras de Cristo, porque recordándolas oirás los latidos de su Corazón adorable y lo conocerás mejor, y mejor le podrás amar e imitar. Estas palabras de vida eterna, que son espíritu y vida de las almas, han de ser el alimento de tu corazón, si quieres tener salud espiritual robusta, perfecta, porque son palabras de Dios, pan todo celestial y divino. No vayas a buscar los charquillos, turbios siempre, de las verdades del hombre. Dile a Cristo con toda humildad y confianza: Señor mío Jesucristo, camino, verdad y vida de mi alma, no me hablen los doctores, los sabios, ni los Profetas: háblame Tú, Verdad eterna, que abriste la boca de los Profetas e iluminaste e iluminas a todo hombre que viene a este mundo. Callen en tu presencia todas las criaturas, y háblame Tú, Criador de ellas, que más provecho hace al alma una palabra salida de tu boca, que los más sublimes y bien compuestos discursos de los hombres. Tus manos me hicieron y me formaron: completa, pues, tú obra con tus instrucciones. Tú conoces mejor que nadie lo que falta de luz a mi inteligencia y de amor a mi corazón, para ser lo que Tú quieres y en el grado que Tú quieres, y estos son, bien lo sabes, Dueño mío, los únicos deseos de mi corazón, sediento de palabras, de vida eterna y de salud. En tu presencia está mi corazón, y mi silencio te habla. Cansado estoy y fastidiado de los vanos discursos de los hombres, y desengañado por haber andado tras la mentira y por haber amado la vanidad. De tu Corazón Divino, del que salen todos los amores, salen también todas las verdades. Ame, pues, yo sobre todas las cosas tu Corazón adorable, para que amando la fuente de toda verdad, y no sólo sea luz y vida eterna para mi entendimiento, sino amor y gozo cumplido para mi corazón, acá por gracia, y allá por lumbre de gloria abismada en tu amor. Despierta y aviva en mi corazón el amor a la verdad para que viva en él el amor a tu bondad. Amén Compartimos la Palabra de Enrique: ¿Qué me ha sido más significativo al leer la palabra de Enrique de este día? ¿Cómo es mi encuentro con Jesús, con su Palabra?... En estas lecturas orantes vamos descubriendo cuál es el Jesús de Enrique, lo que le robo el corazón y le llevo a centrar su vida en El, hoy nos preguntamos ¿Cuál es mi Jesús? ¿Cómo lo miro yo de manera personal? ¿Cómo es mi encuentro con Jesús? Oración final: Proclamamos juntos-as la oración HABLAME TÚ JESUS