Sumario Artículos • Aren, Fernanda. Aprender a ver: itinerarios de la mirada en La madriguera, de Tununa Mercado • Frere Affanni, Tomás Andrés. El problema de la lectura en la obra de Jorge Luis Borges • Giachetti, Bruno Nicolás. El sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur. Problemáticas en torno a la utopía onírica en Ernst Bloch y Walter Benjamin • Ponce, Néstor. Literatura y contestación: dos novelas del 68 • Wade, María Victoria. Escritores adolescentes: cuando el consumo cultural deviene producción escrita. Los casos de Crepúsculo y Harry Potter. • Alicia Montes. Recordando a W. Benjamin: del flâneur moderno al cronista urbano neobarroco Ponencias • Aren, Fernanda; Sarchione, Ana; Semelman, Adriana. Crónica de una escritura: desarrollo de competencias en un taller universitario • Lojo, Juan; Pojomovsky, Matías; Vespa, Claudia. La literatura y el periodismo como formas complementarias de construcción de realidad Taller de Ficción Prólogo. Irene Klein “El necio” y “Adios juventud” Juan Martín Iummato “Patitas para arriba” Natalia Soledad Cirelli “Dormidores de tren” Jimena Arguello “Oscurece”, “Sigue muda la nena” Nicolás Israel “Otra salida” Matías Ferrari “Hilos” Catalina Bedacarratz “Diagnósticos distintos”, “Golden Age” Julia Raznoszczyk “Nebulosa de un Nirvana”, Laura Morales Varga “Despegar del negro y blanco” Juan Manuel Florencio “33 para la primera lágrima” Pilar Arriola “El podólogo” Clarita Méndez “Pervertida” Hernán Cocchi “Abra palabra: ( licencia para hablar)” Yanina A. Giglio http://entrelineas.sociales.uba.ar Revista Digital Taller de Expresión I Cátedra Klein Año 1 - Número 1 ISSN 1853-6816 Editora Responsable: Alicia S. Montes Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires Marcelo T. de Alvear 2230 C1122AAJ Ciudad Autonoma de Buenos Aires – Argentina Tel +54 (11) 4508-3800 Editorial A esta altura de la reflexión sobre la escritura de un cuento parece muy necesario aclarar que esta lectura se hace justamente desde la escritura. Y no vendría mal agregar “y escribiendo”. No son reflexiones previas al cuento ni tampoco planean sobre el cuento sino que intentan meterse dentro de él para aprender a escribir. Gloria Pampillo D ecir entre líneas remite inexorablemente a un modo de leer, que implica reconocer lo no dicho en lo dicho, de develar una intención o un sentido oculto, de ir más allá de la literalidad de una frase. Y dado que leer involucra necesariamente la escritura, ya que no se lee lo que no está escrito, podríamos afirmar que esa capacidad de leer entre líneas parecería estar necesariamente vinculada también a un modo de escribir sin decirlo todo. El nombre de esta revista, Entrelíneas, fue elegido desde esa perspectiva: para reflexionar sobre la lectura y la escritura como prácticas en la que un sujeto, en tanto lector, participa de la construcción del sentido de un texto y, en tanto escritor, promueve una lectura activa y creativa. Un sujeto que indaga, reflexiona, no puede sino poner en cuestión los límites, las taxonomías, las concepciones, las respuestas unívocas. Y cuestionar es ampliar el ámbito de lo conocido para proponer nuevos modos de ver, de concebir, de pensar. La revista electrónica Entrelíneas constituye un proyecto editorial de la materia Taller de Expresión de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires que propone impulsar un diálogo entre investigadores, docentes y estudiantes, entre sujetos que reflexionan sobre la escritura, la lectura y la teoría literaria desde su propia práctica como lectores y escritores. Cada número está diseñado en dos grandes secciones. Por un lado, los artículos académicos de teoría y crítica literaria, los proyectos de práctica docente en el Taller de escritura creativa y universitaria y los proyectos de práctica docente en el Taller de lectura académica y literaria. Por el otro, los trabajos de escritura de ficción de los estudiantes que cursan la materia. Estas dos secciones proponen un intercambio poco habitual entre la investigación académica y la propia producción de los alumnos, lo que se refleja en la composición del Comité Editorial, que está integrado tanto por investigadores de reconocida trayectoria académica como por escritores de ficción en calidad de asesores literarios. Compartimos la alegría de publicar esta revista pero, también, al mismo tiempo, la infinita tristeza de hacerlo a pocos días de la muerte de quien diseñara, junto a Maite Alvarado, la materia Taller de Expresión: Gloria Pampillo, una gran escritora y teórica de la escritura que formó varias generaciones de estudiantes en la universidad. Será, así, este primer número, el último que cuente con ella como miembro fundamental del Consejo Editorial. Es esta nuestra manera humilde de homenajearla y despedirla. Irene Klein A Gloria Pampillo, in memoriam entrelíneas / 3 Artículos Aprender a ver: itinerarios de la mirada en La madriguera, de Tununa Mercado Fernanda Aren Argentina Universidad de Buenos Aires [email protected] Resumen Abstract Relatar, escribir la infancia y percibirla. Esto es lo que se propone Tununa Mercado en La madriguera. En esta narración de recuerdos la experiencia corporal y, en particular, la mirada se convierten en uno de los núcleos recurrentes. El presente artículo se propone realizar un análisis del modo de narrar la propia infancia tomando como eje la percepción tal como la entiende Merleau-Ponty, esto es, como una manera de apropiarse y de asumir el mundo. Al mismo tiempo, a partir de ese análisis, se realiza finalmente una reflexión en torno al género autobiográfico desde la perspectiva de Paul de Man, como intento de realización de un tropo que origina una relación especular entre dos sujetos que se constituyen a través de esa relación. To relate, to write the childhood and to perceive it. This is what Tununa Mercado proposes in La Madriguera. In this narration of memories, the corporal experience and, in particular, the sight become into one of the recurrent cores. The current article proposes an analysis of the way of narrating the very childhood taking as an axis the perception as it is understood by Merleau-Ponty, id est, as a way of appropriating and assuming the world. At the same time, with this analysis, some observations are made around the autobiographical genre with Paul de Man’s perspective, as an attempt of execution of a trope which provokes the origin of a mirror link between two subjects which constitute themselves through this relationship. Palabras Clave: infancia, percepción, mirada, Merleau-Ponty, autobiografía. KEY WORDS: childhood, perception, sight, MerleauPonty, autobiography. “El hombre no es un espíritu y un cuerpo, sino un espíritu con un cuerpo, y sólo accede a la verdad de las cosas porque su cuerpo está como plantado en ellas”. Merleau-Ponty, El mundo de la percepción adulta recuerda de la niña que indaga con su mirada en ese mundo que toma cuerpo (a su cuerpo) en la nueva casa. En efecto, el ingreso a la casa implica también el ingreso a un nuevo campo de percepción. De ahora en más, la niña practicará distintas miradas -sola y luego a través de su maestro de inglés- que constituirán su ser y su hacer: elatar, escribir la infancia y percibirla: esto una mirada que va a dar cuenta de todo suceder, es lo que se propone Tununa Mercado en La de todo haber y de todo crecer es algo más que madriguera. Lejos de la ambición de abarcar la amplitud entre dos parpadeos, es una incisión, y traer a la novela todos los recuerdos, estos, antes una succión palpitante que se expande y constriñe bien, son articulados y dispuestos en la escritura en sobre la realidad, una mirada-boca que lame y torno a un eje, la recuperación de la figura de su raya las cosas hasta hacerles aparecer la sustancia profesor particular de inglés, Sarmiento. Este eje (1996:11). atraviesa toda la novela y a través de él se ensamblan La mirada, que le permitirá a la niña ver y una serie de recuerdos aunados por la mirada de la comprender el mundo que la rodea, se constituye, narradora. de esta forma, como el espacio en el que se cruza Ya el ingreso a la casa, en Córdoba, es el sujeto y el mundo - la niña y la casa, primero, y revelador de esta perspectiva: “En ese remoto acto después, mediante su maestro de inglés, la ciudad no tengo estatura, ni peso, y quizás ni materia; sólo -. Es en ella donde hay sentido, es ella la que hace la mirada transita por los espacios y se detiene en acontecer al sentido (Sinnereignis): “todo suceder, el zaguán” (Mercado: 1996: 10). Ese acto inaugural todo haber y todo crecer”. precedido por la mirada funda, también, el vínculo También es elocuente la sinestesia de la estrecho entre la experiencia corporal y el espacio, percepción; la mirada es una boca que busca el dado que “todo ser exterior sólo nos es accesible a sentido oculto por debajo de la superficie de las cosas. través de nuestro cuerpo” (Merleau-Ponty: 2002: La mirada engulle y sigue los rastros, como lo hace 25). un animal en su madriguera. Efectivamente, la niña Esto es precisamente lo que la escritora que ingresa a su nuevo hogar mira y engulle, y en esa R entrelíneas / 5 articulación de su percepción y la casa, efectuada en su comportamiento, la niña se apropia o incorpora sentido. Percibir y, más precisamente, mirar se convertirá en el modo privilegiado de comportarse frente a lo otro; es decir, no es meramente “un agregado o accidente en su vida, sino su manera de ser, de asumir el mundo” (Verano Gamboa: 2009: 609). Quizás se esconda aquí el impulso de la escritora adulta que rastrea en sus recuerdos: encontrar el sentido de su ser en el mundo, cifrado en aquellos gestos y actos de la infancia cordobesa y rescatado ahora en la escritura, que descubre una perspectiva nueva para pensar esas vivencias, esa forma de estar en el mundo con otros. Dicha apropiación de sentido, como señala Verano Gamboa en su lectura de Merleau-Ponty, “se hace hábito, en la medida en que habita en nosotros, en nuestro cuerpo” (2009: 609), lo que no hace más que afirmar la preeminencia de la experiencia perceptiva del mundo por sobre la experiencia reflexiva. Tal es el movimiento de la niña en su primer recorrido por la casa: […] y aun en aquella primera cabeza que sostiene la mirada del recorrido, se trata de dos hemisferios, el del este y el oeste que la raya del medio delimita desde el día del nacimiento. Uno y otro están separados y la brecha blanca que delimita sus campos ordena […] las imágenes de todo el resto del espacio (1996: 11). Esos dos hemisferios encarnados en el cuerpo remiten, a su vez, a dos zonas claramente diferenciadas y bien reconocibles por la niña: la del este, territorio de los niños y de las mujeres, y vedada al padre; la del oeste, el jardín. “Aquella cabeza que sostiene la mirada del recorrido” percibe y comprende dichas zonas en el hábito cotidiano, sin que esto signifique, parafraseando a Verano Gamboa (2009), un cierto automatismo, sino que lo que promueve el hábito, en este caso, el recorrer minuciosamente la casa mirando, no es otra cosa que el saber del cuerpo que se apropia de cada suceso; en otras palabras, es vivir – y, por ende, comprender - la situación a través de la percepción. En la conducta habitual, entonces, se vivencia no solo el mundo sino también la propia capacidad del cuerpo para percibir. La niña que frecuenta espacios en su casa, y que los recorre y conoce con su mirada, ejerce y actúa el saber de su cuerpo, que ordena y organiza su percepción: hay zonas de la casa exclusivas, hay miradores que permiten una observación del conjunto, del campo y hay también escondites o madrigueras a los que solo ella tiene acceso. Podríamos decir, entonces, que lo que leemos a lo largo de La madriguera, como decíamos más arriba, impulso de la escritora adulta, es la recuperación o reconstrucción de ese hábito infantil instalado en el cuerpo, esa Gestalt que configura la experiencia perceptiva de la infancia. Dentro de esta experiencia perceptiva, la figura del profesor de inglés adquiere un lugar relevante. Si el ingreso a la morada cordobesa inaugura un espectro perceptivo nuevo, la llegada de Sarmiento funda e instala una renovada mirada 6 / entrelíneas que, como venimos diciendo, se hará hábito: El nombre José Antonio dicho y el otro nombre soy Sarmiento al franquear el arco entre el vestíbulo y la sala, se entrelazan en una figura para mí inaugural, algo así como una viñeta festoneada a mano, celebratoria de un acontecimiento. Había en él ya entonces un “estado de necesidad” que a mí nadie me había formulado explícitamente, […] (1996: 22). Será Sarmiento quien brinde a su alumna nuevas posibilidades de celebración de los sucesos. Precisamente, es él quien le proporciona la noción de “paisaje de ciudad”, que se sumará a las previas, aportadas por un amigo de la familia, Stutz, una especie de segundo padre que oficia de guía en excursiones por los alrededores. A partir de estos recorridos, el paisaje comienza a adquirir forma, a ser percibido: “[…] ‘de un lado el otoño’, decía (Stutz), ‘y del otro ya la primavera’, y el paisaje comenzaba ya a existir y a metérsenos por los ojos, en una vera la aflicción del otoño, en la otra la plenitud de la primavera” […] (1996: 25-26). En otro paseo, esta vez al monumento erigido por el Barón Biza a su amada, la aviadora Myriam Stefford, el paisaje comienza a ser relacionado con las personas que lo habitan: Un paisaje era algo más que el sendero que subía y bajaba junto al río, legitimado por una idea de naturaleza que se recorre, […]. Estaba ligado a personas y a circunstancias, se entretejía en historias dramáticas con protagonistas que hacían de él y de sus tonalidades cambiantes un fondo para sus desplazamientos (1996: 26-27). Aquí comienza a esbozarse tenuemente el vínculo entre fondo y forma que, Sarmiento mediante, la niña incorporará para su mirada. También la primigenia noción de paisaje cobra forma en las narraciones de la tía abuela Berta y en los paseos al campo que esta organizaba, y viene a completar y a contribuir en la construcción de la mirada. En un caso, el paisaje adquiere autonomía por sobre el relato: “[…] hasta mi intento que ahora se desliza por la superficie pulida de dar cuenta de la autonomía del paisaje en la narrativa de mi infancia” (1996: 28); en el otro, es la percepción la que propicia el acercamiento a un nuevo paisaje: Pero había bajo la sombra un intenso verdor a flor de tierra como de fundación vegetal, y de allí había brotado ese paisaje: un mundo de hojas multiformes, insectos leves de alas transparentes, […]. Ese era el paisaje: estaba casado con el alma, y el recinto en el que se fundía con ella para amarla y despertarla era pequeño pero muy cargado (1996: 30). La percepción, una vez más, funda mundo, un mundo que también tiene un trasfondo espiritual. Pero como señalamos antes, es el profesor de inglés el que aporta una nueva y decisiva noción de paisaje. Ciertamente, el paisaje de ciudad viene a completar el horizonte de experiencia de la niña (conformado, básicamente, por la casa y por las salidas al campo) y se instala como rito de pasaje (de la mano de Sarmiento), en soledad (sin los mayores y sin las otras alumnas de inglés) y como aprendizaje de lengua y de imágenes. Es el descubrimiento de un nuevo itinerario de la mirada: […] en todas las esquinas que cruzamos él indujo a que tratáramos de recorrer con la mirada, hacia derecha e izquierda, de ochava en ochava, el tránsito de una perspectiva; […]; el cielo de Córdoba era, tal vez por su intensidad, la confirmación de todo lo que transcurría. No había más que el cielo de un paisaje (1996: 35-36). Sarmiento inicia con las salidas al mundo del afuera, ritmadas por una canción sin ton ni son, un nuevo hábito que se instalará en el cuerpo de la niña. Sumada a esta nueva manera de ver las personas y las cosas, Sarmiento también le provee a la niña una especie de teoría de la mirada, que queda explicitada en la relación fondo-forma, tal como se entiende a partir de la fenomenología de la percepción de Merleau-Ponty: “[…] no es posible separar el fondo y la forma, lo que es presentado y la manera como se lo presenta a la mirada” (2002: 67). Así, en los recorridos por la ciudad, y a la manera de un Cézanne que sostenía que “a medida que se pinta, se dibuja” (2002: 19), la niña, a medida que mira, percibe, aunque todavía no pueda entender cabalmente qué se propone su maestro con esos paseos: El azul parecía serlo todo, y Sarmiento le atribuía un valor que desbordaba la idea de ‘fondo’, una capacidad de hacer, o forjar o modelar las formas, sin que sepa ahora qué discernía yo entonces de lo que intentaba explicarme y aun enseñarme a reconocer; según él, había un modo de ver las personas, árboles, casas entre dos calles, etcétera, […] (1996: 36). Se trata de captar el vínculo interdependiente de fondo-forma para lograr contemplar el cuadro del mundo que se presenta a la mirada. Es clara, también, la valoración del hecho perceptivo por sobre el intelectual. En efecto, este no es desplegado sino hasta el momento actual, el del recuerdo, y mediante la escritura. De esta manera, “se captaba así la forma, y su relación con el fondo, y en el contraste de la línea y de la masa sobre el cielo se ganaba una nueva manera de ver, no sólo el paisaje. El fondo creaba la forma, me digo ahora, […]” (1996: 36). Ahora la escritora adulta puede precisar o intentar explicar aquello que era mirada, formas y color y que pasó a ser parte de su expresión. Sucesivamente, estos experimentos del mirar se van desarrollando clase a clase, y fuera del hogar. Lo que se aprendía en el afuera, en la calle, después era llevado al interior, al “laboratorio” de la casa; no para su análisis, sino antes bien para su percepción, para su conocimiento: “Uno puede creer que captar es ver, pero en aquella ocasión fue mucho más, fue la adquisición de un nuevo entendimiento que no estaba entonces en condiciones de valorar” (1996: 45). Lo que la niña aprende y lo que Sarmiento enseña es, por cierto, mucho más que una lengua extranjera. En la misma línea de enseñanza-aprendizaje se encuentra la llamada “novela del tranvía”, en la que Sarmiento le propone a la niña inventar historias a partir de la observación de los pasajeros que viajaban con ellos en sus incursiones diarias en la ciudad. El tranvía constituye, como observa Catalin (2007), “un espacio acogedor”, que se suma al recorrido tranquilizador por la ciudad, “en el cual todo puede ser dicho, nombrado o narrado, incluso el miedo y lo nuevo, donde la canción, a pesar del non-sense, marca el recorrido y lo ordena […]” (2007: 11). En aquel espacio privilegiado de observación, la niña capta los rasgos de los pasajeros y sus diálogos furtivos, que formarían parte de la novela en la clase de inglés: “[…] ‘tal vez esto sea eterno’, me decía, ‘esos seres ya nunca me abandonarán, sus marcas no se borrarán, y menos aún después de haber logrado atarlos a un relato para mi clase de inglés de mañana” (1996: 56). Indudablemente, la puesta en palabras viene a fijar los primeros trazos de la mirada, como si en aquella empezara a conformarse un movimiento intelectivo de comprensión mediada. También el ejercicio de la observación en el tranvía trae nuevos descubrimientos que se integran a esa especie de “teoría de la mirada” que mencionábamos antes. En efecto, la niña que observa descubre nuevos modos de ver; por ejemplo, un pasajero “que buscaba con denuedo sentarse del lado de la ventanilla para mirar, como si leyera –ya me había dado cuenta entonces de que existía esa manera de ver- todo lo que sucedía afuera” (1996: 56-57). A ese modo de ver o leer, se le agrega, además, la imaginación o intuición (nunca explicada) de que el pasajero, al mirar, transita por un estado de “revelación”, así concebido por la niña, con una consecuencia relevante; a saber, la de justificar su propia existencia al coparticipar de la experiencia de mirar: “[…] al permitirme captar su estado de ‘revelación’, de alguna manera me concedía una existencia, me calificaba en un rango de valores […]” (1996: 57). De esta forma, la mirada adquiere otros estatutos: es lectura, pero también es una suerte de epifanía que promueve el conocimiento. Si el maestro de inglés es el “hacedor” de un nuevo modo de ver, no lo es menos el espacio que se le dedica a su verbalización, a su expresión. En el lenguaje, en el diálogo entre Sarmiento y la niña se abre entonces otra experiencia corporal, dado que la palabra, como la mirada, pasa a ser “su” manera de decir, de actuar y, por ende, se encarna en el cuerpo. Las clases de inglés, y más aún después de haberse instalado la práctica de la “novela del tranvía”, es el ámbito donde la expresión acontece, en el sentido de suceder, de hacerse. De ahí que, así como la observación en el tranvía se constituye en una especie de celebración de la mirada, la expresión en la clase de inglés, lejos de ser una mera manifestación externa, está enraizada en el cuerpo porque es una manera propia de decir, una manera propia de ser en el mundo, de relacionarse con las cosas y los demás. Asimismo, la teoría del fondo y de la forma, que la niña capta a través de su maestro, puede aplicarse también a la expresión, tal como entrelíneas / 7 lo afirma Merleau-Ponty: “[...] el lenguaje expresa tanto mediante lo que hay entre las palabras como por las palabras mismas, y por lo que dice tanto por lo que no dice [...]” (2009: 614). Del encuentro con el otro, su maestro, la niña adquiere nuevos modos de significar, de decir. “Adquiere” en el sentido de “apropiación” entre lo dicho por el adulto y por ella. Y más aún: su propia palabra solo es posible a partir de lo dicho por él, conformado por su objeto de la percepción y de la experimentación. Entonces, en el diálogo se pliegan sus percepciones, sus palabras, sus gestos, ya que se pliegan experiencias que hacen a cada cuerpo, a cada ser en el mundo. Finalmente, la mirada se constituye como hacedora de una reserva, un acervo al cual recurrir en años futuros. Podríamos pensar que lo que la niña miró, lo que fue objeto de la revelación epifánica de su mirada, quedó guardado, ya sea en los nidos de la “madriguera” de la casa, ya sea en los escondrijos de la “madriguera” de la mente: […] tengo la convicción de que ella, o esa mirada suya que era yo, todo el tiempo estuvo creando nidos en nichos ocultos, hogares en los que estaba previsto que alguien prendiera un fuego, […] Es más, tengo la certeza de que esos núcleos de reserva no han dejado de proveer lo que se pretendía que proveyeran […] (1996: 38). Efectivamente, en el movimiento de recordar los inicios de un nuevo mirar, de una nueva y distinta percepción, esta vuelve como sensación (ahora comprendida), como perspectiva pero, sobre todo, como experiencia. Así, en la recuperación de episodios del pasado infantil, la “madriguera”, en la cual nada queda vedado a la mirada, se constituye en la imagen principal por medio de la que se representa el problema de la recuperación del pasado y la previsión infantil del futuro (Catalin: 2007). En su relato de la infancia Tununa Mercado busca definir a la niña para definir a la adulta que escribe. Podríamos agregar que esa definición en tanto construcción del yo en conexión con un yo anterior se concreta a pesar y gracias al lenguaje. En efecto, si consideramos el análisis de Paul de Man en torno a la autobiografía como intento de realización de un tropo - con características esenciales del lenguaje -, que consiste en “el conferir y el despojar de máscaras, del otorgar y deformar rostros, de figuras, de figuración y de desfiguración” (de Man: 1991: 116) y en el que la presuposición de semejanza no es tal puesto que, en realidad, se origina una relación especular entre dos sujetos que se constituyen a través de esa relación, el proyecto autobiográfico de Tununa Mercado alcanza, no obstante, su culminación, ya que en este vínculo de especularidad en el que el yo pasado y el yo presente se determinan mutuamente, existe certeza y confianza. El “yo soy ella”, que remite a esa ella que miró incisivamente y se expresó en el gesto de sus palabras, se afirma ahora en la voz del relato, en la necesidad de dotar de un yo a aquello que previamente carecía de un yo. En una palabra, el relato autobiográfico “produce y determina la vida” (1991: 113). Para concluir, La madriguera también es la novela en la que se buscan los orígenes de una manera propia de decir, de actuar y de ser. Es, a su modo, una reconstrucción de una Weltanschauung que se gestiona entre la niña y su maestro de inglés, en un diálogo de percepciones y de experiencias que se funden y encarnan en ambos sujetos corporales, un diálogo en el que la palabra del otro no expresa una idea sino la manera de relacionarse con los demás y con las cosas. Afirmar, entonces, que la expresión es cada percepción, gesto, acto o palabra significa afirmar un entrelazamiento de experiencias que hacen a un cuerpo, es decir, a una vida. Referencias bibliográficas Catalin, M. (2007): “Infancia y exilio. La vuelta al suelo en La madriguera de Tununa Mercado”. Disponible en: www.biblioteca.unlpam.edu.ar/pubpdf/anclajes/ n12a03catalin.pdf Catelli, Nora (1991): Introducción y capítulo I: “Prosopopeya: retórica de la autobiografía”, en El espacio autobiográfico, Barcelona, Editorial Lumen. De Man, Paul (1991): “La autobiografía como desfiguración”, Suplementos Anthropos, nº 29, diciembre, pp. 113-118. Loureiro, Angel (1991): “Problemas teóricos de la autobiografía”, Suplementos Anthropos, nº 29, diciembre, 8 / entrelíneas pp. 2-8. Mercado, Tununa (1996): La madriguera, Buenos Aires, Tusquets Editores. Merleau-Ponty, Maurice (2002): “Conferencias 2 y 6”, en El mundo de la percepción, México, Fondo de Cultura Económica. Verano Gamboa, Leonardo (2009): “Sentido encarnado y expresión en Merleau-Ponty”, en Acta fenomenológica latinoamericana. Volumen III (Actas del IV Coloquio Latinoamericano de Fenomenología), Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú. El problema de la lectura en la obra de Jorge Luis Borges Tomás Andrés Frére Affanni Argentina Universidad de Buenos Aires [email protected] Resumen Abstract Este artículo se propone analizar, partiendo de la obra del escritor argentino Jorge Luis Borges, el concepto de “lectura” que allí se trabaja y su relación con la escritura. La pregunta fundamental que se intentará responder es si existe alguna posibilidad de política a partir de la lectura, pregunta respondida negativamente por gran parte de los artistas que pretendieron hacer arte “político” en el siglo XX. De este modo, a partir de la conceptualización borgeana de la lectura y del lugar del lector, se intenta una conceptualización que reúna escritura y lectura alrededor de la relación entre literatura y política, entendida ésta en sentido amplio. This paper attempts to analyze the concept of “reading” as Argentine writer Jorge Luis Borges understands it in his writings, as well as its connection with the concept of “writing”. The main question which the article wants to answer is whether there is any way of thinking of politics in connection with “reading”; this question has been negatively answered by most “political artists” in the twentieth century. According to the Borges’s theory of reading and the reader’s place, a conceptualization will be attempted that puts together writing and reading in the connection between literature and politics (in the broadest sense of the word). Palabras Clave: Literatura – Política – Lectura – Escritura – Recepción KEY WORDS: Literature – Politics – Reading – Writing – Reception 1. quien era antes “únicamente” receptor se presentan a sí mismas además como democráticas y positivas en sí. H ace más de setenta años, Walter Benjamin describía en uno de sus trabajos más célebres cómo la distinción sistemática entre autor y escritor, otrora vigente, se debilitaba cada vez más. “Hoy ocurre, escribe Benjamin, que apenas hay un europeo en curso de trabajo que no haya encontrado alguna vez ocasión de publicar una experiencia laboral, una queja, un reportaje o algo parecido” (Benjamin:2008:33). Todo lector es un escritor potencial, “está siempre dispuesto a pasar a ser un escritor” (Benjamin:2008:33). Hoy, el diagnóstico es más claro y más profundo. En primer lugar, por una cuestión de grado, gracias a la multiplicación de medios por los que el que antes era receptor puede producir algún mensaje. Pero existe también un cambio de naturaleza en el fenómeno: en la actualidad, escribir y, en un nivel más general, estar activo, se presenta como un imperativo, una muestra de la actividad de quien escribe. Y no sólo eso: parece ser también la clave del éxito. Participar, responder, opinar sobre todo y sobre nada, mostrarse en Facebook, escribir en Twitter exhibiendo cualquier ocurrencia por irrelevante que sea, llamar a las radios, comentar en los blogs… Estas nuevas posibilidades de participación para Con la exigencia de participación, de actividad constante (“proactivo” es la más novedosa palabravedette en el ámbito laboral de las oficinas) y movimiento continuo, viene aparejada la demonización para la otra pareja de la dicotomía: de ese lado se encuentran la pasividad, la noparticipación, que son vistas como posiciones no sólo poco interesantes sino hasta reaccionarias. Pero no hay que culpar únicamente a las redes sociales o a algún otro medio que sirva como chivo expiatorio. Contemporáneamente al Benjamin que escribiera las palabras citadas, el arte del siglo XX que pretendió para sí la etiqueta de “revolucionario”, o más ampliamente “de izquierdas”, no escapó al surgimiento de este nudo de problemas. Se intentó en muchos casos sacar al espectador de su supuesta pasividad, entendiéndola como un lugar dominado, subyugado bajo el poder del artista que moldearía al público a sus anchas. El rol del arte sería, entonces, sacar al espectador de su pasividad, interpelarlo, hacerlo participar, movilizarlo. entrelíneas / 9 Pero el problema, creemos, está en realidad en el punto de partida; esto es, en el hecho de confundir recepción –silenciosa, inmóvil o de cualquier tipo– con pasividad. O mejor aún, concediendo este último punto (para no caer en una inútil discusión terminológica en donde las posiciones se zanjarían redefiniendo qué es lo activo y lo pasivo), el problema está en el hecho de identificar la pasividad con lo reaccionario, y de convertir a la actividad constante en la única llave para la emancipación. “ayuda del padre, ya que ellas solas no son capaces de defenderse ni de ayudarse a sí mismas” (Platón: 1983: 275e). Es sospechosa cualquier recepción de un texto que carezca de un padre que lo pueda guiar a buen puerto; en realidad, al único puerto posible. De éste y de otros recelos hacia la escritura se compone “El culto a los libros”, texto que Jorge Luis Borges escribió en 1951 y que fue incluido en Otras inquisiciones. Es curioso notar que Borges, paradigma del Escritor –con mayúscula– en Nos preguntamos, entonces: ¿qué ocurre con Argentina y en el mundo, ha producido numerosas la lectura en épocas en que la escritura –como páginas dedicadas a pensar el problema de la sinécdoque de actividad– aparece como un lectura, de lo que ella implica, y de la relación entre imperativo ético? ¿Qué lugar reservarle a una autor y lector. actividad silenciosa que requiere inmovilidad, concentración, reflexión? ¿Existe una política De este modo, en el tratamiento que Borges hace de de la lectura? No nos interesa de forma exclusiva, la lectura encontramos un ámbito firme para buscar como puede adivinarse, destronar o criticar a los –en ese mismo autor– una relación entre política y defensores de la supuesta revolución que traerían las literatura. Pero esta vez el lector, el receptor, posee redes sociales. Nos interesa principalmente abordar un papel activo que parecía haber perdido en ciertas el problema de la recepción en el arte en general, concepciones de lo que el arte político debía ser. y el cuestionamiento acerca de sus potencialidades Desde el punto de vista que proponemos, además, políticas, es decir, emancipadoras. ¿Será necesario la relación entre política y literatura escapa a estar escribiendo permanentemente, en desmedro los análisis habituales que, a la hora de buscar de la lectura silenciosa, reflexiva, lenta, en la la política en Borges, sólo la encuentran en sus declaraciones en entrevistas o en algunos textos que inmovilidad de una habitación? explícitamente toquen el tema del Estado, o de la Segunda Guerra Mundial, etcétera. Avanzaremos, pues, sobre parte de la obra de Borges en la que se 2. puede observar una conceptualización de la lectura, y a partir de la cual puede pensársela en relación a En uno de los pasajes del Fedro de Platón, Sócrates la política en sentido amplio. narra la historia del dios Theuth y el rey egipcio Thamus. El primero le entrega y explica al soberano muchos de sus descubrimientos: números, cálculos, geometría, astronomía, juegos de mesa… Pero el 3. más importante de ellos es la escritura. Theuth presenta a las letras como un fármaco contra el “Pierre Menard, autor del Quijote” (incluido en olvido, un remedio que estimule la memoria y la Ficciones) es uno de los textos más importantes en sabiduría. Pero Thamus responde que las letras, por que aparece el rol que juega el lector dentro de la estética borgeana. Es ejemplar a este respecto la el contrario, producirán olvido comparación que hace el autor entre un fragmento escrito por Cervantes y su correspondiente “escritura” por parte de Menard. Tipográficamente, en las almas de quienes las aprendan, al los dos fragmentos son idénticos; ni una coma descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo aparece en uno que no esté en el otro. Y sin embargo, escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a el propio narrador proporciona interpretaciones través de caracteres ajenos, no desde dentro, completamente diferentes para los fragmentos desde ellos mismos y por sí mismos (Platón: idénticos. No sólo el significado es diverso (“Menard, 1983: 275a). contemporáneo de William James, no define la historia como una indagación de la realidad sino como su origen” (Borges:1996e:537), sino también su estilo: El problema de la escritura es, en síntesis, que las letras escritas se nos aparecen como vivas; “pero, si se les pregunta algo, responden con el más altivo de los silencios”. La consecuencia es que, una vez También es vívido el contraste de los estilos. escrito lo que antes era voz, las palabras circulan por El estilo arcaizante de Menard –extranjero al todos lados, “igual entre los entendidos que como fin- adolece de alguna afectación. No así el del entre aquellos a los que no les importa en absoluto, precursor, que maneja con desenfado el español sin saber distinguir a quiénes conviene hablar y a corriente de su época” (Borges:1996e:537). quiénes no” (Platón: 1983: 275d). Para que no sean mal interpretadas, es necesaria una permanente ¿Cómo es esto posible? En la literatura de Borges, 10 / entrelíneas lo escrito no depende sólo de quién escribe, sino de quién lee. Lectura y escritura ya no están en una relación de subordinación. El lector recibe esas letras escritas, que ruedan sin cesar como afirmaba el texto de Platón, y les confiere un sentido que es irremediablemente diferente al que su autor pretendía. Es necesario, de hecho, entender al escritor también como un lector, con su propio contexto histórico-espacial de lectura. Lo arriesgado de la operación de Borges, sin embargo, no radica en afirmar que cada lector aporta su interpretación, sino sobre todo en el hecho de que la obra es esa interpretación, es ese juego entre escritor y lector. El lector es escritor. Borges no dice que, leído en el siglo XX, el Quijote de Cervantes adquiere tal o cual significación; habla del Quijote de Menard como de una obra diferente. Si, dentro de dos siglos, otro Menard decidiera escribir nuevamente el Quijote (el de Cervantes o el de Menard), se trataría de otra obra distinta1. tiempo, lo que quisieran decir esos textos canónicos no quedaba librado al azar de la interpretación de cada cual (lectura individual que, por otra parte, no existía de modo generalizado en esos tiempos), sino que se regía según la autoridad de la Iglesia. Puede imaginarse el revuelo introducido por Martín Lutero al afirmar que, precisamente por ser Sagrada, la Biblia posee una claridad tal que debe ser interpretada según el juicio de cada uno, provenga éste de la intelección o del Espíritu Santo. Ni el Papa ni la Iglesia Católica podrían arrogarse, de este modo, infalibilidad a la hora de interpretar la palabra divina. Podría recordarse aquí el relato egipcio de Platón: nada hay más riesgoso para el orden establecido que unas palabras que circulen libremente a gusto y placer de quienquiera que las reciba. Lo que fascina a Borges no es la corroboración o la refutación de lo que los libros sagrados afirman, sino la posibilidad misma de que exista la idea de una obra tal: “no No es éste el único lugar donde la lectura tiene esta quiero vindicar la doctrina, sino los procedimientos importancia. “Que otros se jacten de las páginas que hermenéuticos o criptográficos que a ella conducen” han escrito, a mí me enorgullecen las que he leído” (Borges:1996c:244); “La sola concepción de ese (Borges:1996j:394) parece una máxima aplicable a documento es un prodigio superior a cuantos una buena parte de la obra borgeana. En nuestra registran sus páginas” (Borges:1996c:247). Dios ha opinión, lo más relevante de esta operación es la dictado las Escrituras, dice Borges a partir de San reivindicación del lugar del lector como lugar activo, Agustín, “palabra por palabra”. que produce y no se limita únicamente a ser formado Esa premisa (…) hace de la Escritura un texto o deformado por las intenciones del escritor. Cada absoluto, donde la colaboración del azar es sujeto es resultado de lo que ha leído (y aquí por calculable en cero. (…) Un libro impenetrable “leer” debe entenderse algo mucho más amplio que a la contingencia, un mecanismo de infinitos el hecho de interpretar letras sobre un papel). Lo que propósitos, de variaciones infalibles, re para cierto arte con pretensiones revolucionarias revelaciones que acechan, de superposiciones era pasividad y un “nicho” a convencer, en Borges de luz” (Borges:1996c:247). se convierte en un lugar activo y fundamental. Esto se ve reflejado también en otro de los análisis de Borges, esta vez sobre los textos denominados “clásicos”. Nuestro autor se pregunta qué es un 4. clásico, y la respuesta que encuentra no está en Otro objeto fértil para pensar los problemas que alguna característica inherente al texto merecedor aquí nos ocupan es el abordaje que Borges hace de tal calificación, sino en la manera en que se lo de la Biblia, de la cuestión de su escritura y de su lee. Los clásicos son obras que dependen de un “acto lectura. Las Escrituras, como se las denomina según de fe”: “Clásico es aquel libro que una nación o un el origen griego de la palabra “Biblia”, ejercen una grupo de naciones o el largo tiempo han decidido fascinación sobre Borges precisamente por lo que leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, las constituye como un caso singular: en ellas, la fatal” (Borges:1996i:151). Podríamos equiparar participación del azar a la hora de su escritura es punto por punto esta definición con lo escrito sobre nula. Dios no jugó a los dados, y cada letra impresa la Cábala, si no fuera porque Borges agrega, al en las Escrituras están allí por alguna razón. final de la frase, que un clásico es “profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término” La cuestión de la interpretación de la Biblia, de (Borges:1996i:151). De todos modos, también la hecho, fue uno de los principales puntos de choque Biblia, siempre y cuando se desoyan las advertencias cuando la Reforma luterana. Aquello que en general católicas, es susceptible de interpretaciones sin constatamos sencillamente comparando la cantidad término, lo cual no va en desmedro de la necesidad de notas al pie en una edición católica con la de una de cada una de las letras ubicadas sobre sus páginas. edición protestante, fue en aquellos tiempos –y lo sigue siendo, aunque en otros términos– motivo Más allá de las coincidencias y divergencias, lo que de intensas disputas y divisiones. En los Concilios importa aquí es que, para Borges, un clásico no es de Hipona (en el año 393) y de Cartago (en 397) un objeto constituido en sí mismo, sino más bien la Iglesia decidió qué libros adquirirían estatus de determinado efecto de lectura, es decir, un lector o “canónicos”. Éstos, y sólo estos, serían considerados una comunidad de lectores que abordan un texto partes de las Sagradas Escrituras. Al mismo como si el azar en su elaboración fuera igual a entrelíneas /11 cero. Extendiendo este análisis, podemos volver a Ésa es mi criollez” (Borges:1998a:87)), no se lo escrito en el apartado anterior: será también la conforma a partir del “color local”: lectura la que constituya al texto, y no únicamente su Lo demás –el gauchismo, el quichuismo, escritura. “La gloria de un poeta depende, en suma, el juanmanuelismo- es cosa de maniáticos. de la excitación o de la apatía de las generaciones Tomar lo contingente por lo esencial es de hombres anónimos que la ponen a prueba, en la oscuridá que engendra la muerte y en soledad de sus bibliotecas” (Borges:1996i:151). ella están los que, a fuerza de color local, piensan levantar arte criollo. Básteme citar Queda claro, a partir de estas líneas, que no existe dos ejemplos contemporáneos: Fader en la ningún método o clave para descubrir qué es lo que pintura y Carlos Molina Massey en las letras. hace a una obra valiosa, importante… No existe El cacharro incásico, las lloronas, el escribir ningún elemento que podría aislarse y dar “la clave velay, no son la patria” (Borges:1998a:87). del éxito”: Si, como vimos, un clásico es el libro que es leído con previo fervor y con misteriosa lealtad, lo que caracteriza al artista sudamericano es precisamente el hecho de carecer de clásicos, de no deber lealtad a ninguna obra, por más prestigiosa que sea en su país de origen. El escritor argentino se caracteriza pues, más que por una forma de escribir, por su modo de leer. Nuestra literatura no debe pensarse como un La propuesta borgeana anula cualquier certeza espacio de producción de lo argentino por excelencia. acerca de la eterna grandeza de una obra. El Por el contrario, lo específicamente argentino es no peligro del que habla Borges se refiere tanto a quien tener ningún rasgo esencial que lo defina y al que el sostiene la eternidad de la gloria de una obra, como escritor nacional debiera ceñirse. a quien afirma que una obra es clásica en sí misma. El párrafo final repite la definición de las páginas El escritor pretendido por Borges es, paradójicamente, anteriores. Clásico es, para Borges, aquel libro un lector crítico que se apropia de todo aquello que que es leído, por las generaciones de los hombres, lee. No para imitarlo, no para rechazarlo, sino para “con previo fervor y con una misteriosa lealtad” producir algo diferente a partir de aquello de lo que se nutrió. El propio Borges es un ejemplo de esto: en (Borges:1996i:151). sus textos circulan desde diálogos con algún amigo hasta citas de autores mundialmente reconocidos, sin olvidar la invención de nuevos autores y obras. 5. Las emociones que la literatura suscita son quizá eternas, pero los medios deben constantemente variar, siquiera de un modo levísimo, para no perder su virtud. Se gastan a medida que los reconoce el lector. De ahí el peligro de afirmar que existen obras clásicas y que lo serán para siempre” (Borges:1996i:151). Existe otro tema fundamental de la literatura de Borges desde el que se puede hacer un abordaje de la lectura. Su formulación más famosa se encuentra en un trabajo incluido en Discusión: “El escritor argentino y la tradición”. La tesis principal es conocida; frente a la pregunta acerca de cuál es la tradición argentina, el autor responde: 6. Quien lee, quien escucha, quien mira, quien siente no es barro en manos del escritor, del músico o del pintor. Pensar que hay o que debería haber una relación lineal entre la obra de arte y quien la recibe, es decir, hacer una obra de arte para convencer al “nuestra tradición es toda la cultura occidental, público de tal o cual idea, es la auténtica posición y creo también que tenemos derecho a esa conservadora del artista2. Desde el momento en tradición, mayor que el que pueden tener los que alguien pretende “liberar” a su público de sus habitantes de una u otra nación occidental” ideas incorrectas, despertar la conciencia de los (Borges:1996d:323). espectadores, se instala una paradoja: ¿cómo hacer para “iluminar” a un público sin reproducir la Así como los judíos han sobresalido en la cultura misma relación de subordinación que se pretende occidental debido a que “actúan dentro de esa criticar? cultura y al mismo tiempo no se sienten atados a ella por una devoción especial”; así como los La apelación borgeana al lector pone sobre la mesa irlandeses han tenido más facilidad para innovar un problema fundamental si se quiere hablar de en la cultura inglesa que los propios ingleses; así política: en el cotidiano percibir, en el cotidiano “los sudamericanos en general” somos capaces de sentir, se juega también la política, y con una “manejar todos los temas europeos, manejarlos potencialidad fundamental. Pues no se puede sin supersticiones, con una irreverencia que puede pretender la emancipación de la sociedad cambiando tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas” únicamente figuras, nombres, administraciones. La (Borges:1996d:323). Si hay un criollismo posible, emancipación aparece también en otras maneras como cree Borges (“nuestra raza puede añadirle al de sentir, en el cuestionamiento de los órdenes mundo una alegría y un descreimiento especiales. perceptivos comunes y aceptados acríticamente. 12 / entrelíneas Cuando un escritor no entrega todo masticado a su lector, cuando posibilita cierta indeterminación en la recepción, es cuando el arte se convierte verdaderamente en político. Ninguna obra de arte es revolucionaria en sí misma, sino en virtud de cómo afecte los órdenes perceptivos configurados. Lo que hoy es novedoso, mañana no lo será. Lo revolucionario también es histórico. Borges lo sabía cuando afirmaba que el genio existe cuando se le cercenan a la obra las condiciones en las que fue producida3 (lo cual no es necesariamente algo negativo). Lo que es ahistóricamente político, en cambio, es la permanente búsqueda de otros modos de percibir. Y si hablamos del pensamiento en relación a la política, es en este sentido. Las conclusiones derivadas de premisas incuestionables, de una doxa que se pretenda eterna e inmutable, no son pensamiento. El acto de pensar aparece allí donde una de las premisas a partir de las cuales actuábamos se resquebraja, donde aparece algo –precisamente– impensado. con la memoria, con las experiencias adquiridas, con las expectativas y con los deseos, cuestionar tales lealtades hacia cualquier “clásico” es poner en cuestión el modo mismo en que se constituyen las subjetividades. La literatura tiene la capacidad de crear un mundo “ligeramente distinto de las experiencias comunes” (Borges:1995:32), es decir, de expandir el campo de la experiencia posible. Es preciso, para finalizar, trazar una última relación: la de la literatura con el mundo. El universo (“que otros llaman la Biblioteca” -Borges:1996f:558-) puede ser pensado como un libro –o más de uno, como en la Biblioteca de Babel– que los hombres nos empeñamos en leer4. Ahora bien, si la obra (el mundo) se termina una vez escrito, entonces no estaremos lejos de una concepción religiosa de la existencia, según la cual lo único que nos quedaría es encontrar la única explicación verdadera -siempre y cuando alguna Iglesia no la haya prefijado-. Desde la idea de lectura que maneja Borges, en cambio, el universo será un libro susceptible de ser modificado en cada lectura, en cada re-lectura. Si la literatura, si el arte pueden ser políticos, no es entonces en tanto convenzan a su público de tal o cual idea; si existe una política de la literatura es en tanto la obra abra nuevos mundos posibles, fuerce al pensamiento a lo nuevo, al descongelamiento de un Saber que se pretende ya realizado y sin novedades por buscar. Entender al mundo –con todo lo amplio que este concepto puede ser– como una obra capaz de innumerables relecturas implica negarse a asumir una lectura que se pretenda la única verdadera. En este sentido, y volviendo al trabajo sobre los clásicos, será estimulante aquella obra que sea permanentemente puesta a prueba, no la obra que niega que ella misma es un efecto de lectura y La obra de Borges, en muchos de sus aspectos, que se afirma como necesaria e inevitable5. De lleva al extremo esta apuesta por el pensamiento, el este modo, la política ya no aparece como simple riesgo del pensar. El lugar del lector, como vimos, es administración de lo ya instituido, sino como la fundamental para una concepción de la literatura permanente capacidad de cuestionamiento -de reque evite caer en un didactismo dependiente lectura- de lo dado, y una imaginación instituyente únicamente del autor. Que la obra dependa también de nuevos sentidos. Imaginación que, a riesgo de de su lectura significa abrir el juego, romper la repetirnos, corresponde como tarea tanto al escritor unilinealidad entre la intención de un autor y aquello como al lector. que el lector recibe. Un lector activo es un lector que piensa; más allá de tal o cual contenido, el arte será “El concepto de texto definitivo no corresponde sino político en cuanto apueste por el pensamiento y no a la religión o al cansancio” (Borges:1996b:280). por un Saber ya digerido, domesticado y que evita a Frente a la superstición (la “supersticiosa ética toda costa la errancia de la letra criticada en el mito del lector” consiste en reducir una multiplicidad egipcio narrado por Platón. de atributos de cierta obra a la figura de un autor, mediante la atribución de un estilo único Se tratará pues, a partir de esta teoría de la lectura, (Borges:1996a)) se levanta el pensamiento. de poner a prueba las lealtades y los fervores Pensamiento que, como nos recuerda Borges, nunca previos con las que las generaciones leen los diversos llega a fortalezas inexpugnables, a conclusiones textos. Si la literatura, y el arte en general, trabaja perfectas, a premisas incuestionables. entrelíneas /13 Referencias bibliográficas Benjamin, Walter (2008): “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, en Obras. Libro I, Vol.2, Madrid, Abada. Borges, Jorge Luis (1995): “Así escribo mis cuentos”, en AA.VV., Teorías del cuento. Vol.2: La escritura del cuento, México D.F., UNAM. Borges, Jorge Luis (1996a): “La supersticiosa ética del lector” (Discusión), en Obras completas I, Buenos Aires, Emecé. Borges, Jorge Luis (1996b): “Las versiones homéricas” (Discusión), en Obras completas I, Buenos Aires, Emecé. Borges, Jorge Luis (1996c): “Una vindicación de la cábala” (Discusión), en Obras completas I, Buenos Aires, Emecé. Borges, Jorge Luis (1996d): “El escritor argentino y la tradición” (Discusión), en Obras completas I, Buenos Aires, Emecé. Borges, Jorge Luis (1996e): “Pierre Menard, autor del Quijote” (Ficciones), en Obras completas I, Buenos Aires, Emecé. Borges, Jorge Luis (1996g): “Del culto de los libros” (Otras inquisiciones), en Obras Completas II, Buenos Aires, Emecé. Borges, Jorge Luis (1996h): “Nota sobre (hacia) Bernard Shaw” (Otras Inquisiciones), en Obras completas II, Buenos Aires, Emecé. Borges, Jorge Luis (1996i): “Sobre los clásicos” (Otras Inquisiciones), en Obras completas II, Buenos Aires, Emecé. Borges, Jorge Luis (1996j): “Un lector” (Elogio de la sombra), en Obras completas II, Buenos Aires, Emecé. Borges, Jorge Luis (1998a): “Las coplas acriolladas”, en El tamaño de mi esperanza, Madrid, Alianza. Borges, Jorge Luis (1998b): “La Aventura y el Orden”, en El tamaño de mi esperanza, Madrid, Alianza. Platón (1983): Diálogos III: Fedón-Banquete-Fedro, Madrid, Gredos. Borges, Jorge Luis (1996f): “La Biblioteca de Babel” (Ficciones), en Obras completas I, Buenos Aires, Emecé. Notas 1 “(…) un libro es más que una estructura verbal, o que una serie de estructuras verbales; es el diálogo que entabla con su lector y la intención que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria (…) Una literatura difiere de otra ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída” (Borges:1996h:125) 2 En este sentido puede leerse la defensa que de las coplas criollas hace el escritor argentino, contra sus antecedentes españolas: “Al acriollarse, la copla sentenciosa española pierde su envaramiento y nos habla de igual a igual, no como el importante maestro al discípulo” (Borges:2008a:83). 3 “El tiempo anula la caterva intermedia de tanteadores, precursores y demás gente promisoria, del supuesto genial. La negligencia y la piedad idolátrica se unen para fingir la incausalidad de lo bello. ¿No presenciamos todos, quince años ha, el prodigioso simulacro de los que tradujeron el Martín Fierro –obra abundante en toda gracia retórica y claramente derivada de los demás poemas gauchescos– en cosa impar y primordial? Contemporánea con nosotros no hay labor alguna de genio y eso estriba en que conocemos todas las nobles selvas que ella ha saqueado para edificar su alta pira y las maderas olorosas que son sahumerio y resplandor en las llamas” (Borges:1998b:77-78). 4 “Más lejos fueron los cristianos. El pensamiento de que la divinidad había escrito un libro los movió a imaginar que había escrito dos y que el otro era el universo. A principios del siglo XVII, Francis Bacon declaró en su Advancement of Learning que Dios nos ofrecía dos libros, para que no incidiéramos en error: el primero, el volumen de las Escrituras, que revela Su voluntad; el segundo, el volumen de las criaturas, que revela Su poderío y que éste era la llave de aquél. (…) El mundo, según Mallarmé, existe para un libro; según Bloy, somos versículos o palabras o letras de un libro mágico, y ese libro incesante es la única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo”. (Borges:1996g:93-94). 5 Cuántos “clásicos” habremos leído por deber, por ser necesarios, a lo largo de toda nuestra educación primaria, secundaria, universitaria… 14 / entrelíneas El sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur Problemáticas en torno a la utopía onírica en Ernst Bloch y Walter Benjamin Bruno Nicolás Giachetti Argentina Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires [email protected] Resumen Abstract En sus estudios de las expresiones culturales Benjamin y Bloch han señalado la existencia de ciertos contenidos utópicos que transcienden una época a través de imágenes oníricas. Las anticipaciones de lo que aún no es presentes en las creaciones de la fantasía se encuentran en un estado todavía no consciente, un estado de ensueño que manifiesta la interacción dialéctica entre el sujeto y el mundo. El sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur surgen ante la oscuridad del instante vivido que se impone bajo las nuevas condiciones de producción del capitalismo urbano-industrial decimonónico. La perplejidad del asombro, que domina estos instantes cargados de sosiego, tiene el potencial de actualizar los sueños colectivos. El extrañamiento y la mirada alegórica conforman los dispositivos del sujeto tendientes a resignificar el mundo de las convenciones establecidas en la sociedad de mercado. In their studies on cultural expresssions Benjamin and Bloch have pointed out that there are certain utopian contents which go beyond their time through dreamy images. Anticipations of the yet-not-existent which are present in the creations of fantasy are in a still-unconsciousstate,a dreamy state that shows the dialectic interaction between the subject and the world. The daydream and the fantasies of the flâneur arise out of the darkness of the lived moment that imposes itself under the new conditions of production of nineteenth century urban-industrial capitalism. The perplexity of amazement, which rules over these peaceful moments, bears the potential for realizing the collective dreams. Estrangement and the allegorical view are devices which enable the subject to resignify the world of conventions established in the market society. Palabras Clave: utopía, sueño, flâneur, onírico, marxismo KEY WORDS: utopia, dream, flâneur, marxism Introducción constituyen una respuesta a esta lectura mecanicista en tanto conciben la interacción entre la estructura económica y la superestructura cultural como un proceso dialéctico. Las problemáticas desarrolladas por Benjamin y Bloch acerca de la utopía onírica nos permiten indagar En este sentido, en El principio esperanza Bloch pone las particularidades de ciertas configuraciones en discusión los posicionamientos teóricos que han subjetivas en el escenario del capitalismo moderno. caracterizado a la corriente fría y a la corriente cálida del marxismo para desarrollar la idea de una utopía Sus planteos problematizan la relación entre objetiva que, en función de su carácter dialéctico, las expresiones de la fantasía y las condiciones manifiesta una influencia recíproca, indivisible e inmateriales de la realidad. El binomio estructura- aislable, entre el factor subjetivo y el factor objetivo. superestructura presenta en las teorías de Benjamin y Bloch un proceso de fusión a partir del cual ambos Desde esta perspectiva, el autor critica el componentes se relacionan dialécticamente. automatismo economicista del marxismo frío según el cual “las contradicciones objetivas bastan por Si la tesis economicista de Mannheim, acentuando sí solas para revolucionar el mundo penetrado en unilateralmente el axioma central del materialismo ellas” (Bloch:1997:137). Mientras que en relación al histórico, proponía que la superestructura era un marxismo cálido señala la necesidad de precaverse mero reflejo de los intereses económicos de una del aislamiento idealista cuyo posicionamiento clase determinada, las reflexiones en torno a la exageradamente subjetivo pretende ignorar las utopía onírica que sostienen Benjamin y Bloch 15 / entrelíneas leyes económicas. “Para soñar despierto son circunstancias muy adecuadas el paseo solitario o la conversación Las expresiones artísticas y culturales son entusiasta con un amigo de juventud, o bien fundamentales en el pensamiento de Bloch pues la llamada hora azul mientras empiezan a constituyen la síntesis entre la tendencia subjetiva caer las sombras de la tarde” (Bloch:1997:73). y las condiciones de existencia latentes de una Indudablemente, esta idea blochiana de sueño época. Lo que todavía-no-ha-llegado-a-ser exige un diurno nos remite a las ensoñaciones del flâneur a factor creativo que exprese lo todavía-no-consciente partir de las cuales Benjamin estudia las imágenes como sueño utópico. Precisamente, el sueño diurno oníricas que configuran la conciencia colectiva configura las fantasías anticipatorias arraigadas en moderna en el París decimonónico. la realidad objetiva y, de esta manera, establece la conciliación entre lo ideal y el proceso material del [El flâneur] desocupado, se las da de ser una mundo. personalidad y protesta contra la división del trabajo que hace a las gentes especialistas. En “Sobre algunos temas en Baudelaire” (1988) De la misma manera protesta contra su Benjamin estudia las ensoñaciones urbanas del laboriosidad. Hacia 1840 fue, por poco capitalismo industrial como imágenes oníricas de tiempo, de buen tono llevar de paseo por un saber aún no consciente. En su vagabundeo a los pasajes a tortugas. El «flâneur» dejaba través de la ciudad el flâneur registra la inmediatez de buen grado que éstas le prescribiesen su shockeante de las nuevas impresiones sensoriales. «tempo». De habérsele hecho caso, el progreso Las fantasías del flâneur constituyen el estado hubiera tenido que aprender ese «pas». de ensueño colectivo presente en la cultura del (Benjamin:1988:70) capitalismo decimonónico. Las imágenes oníricas exigen una interpretación materialista histórica Buscando las especies sociales del presente que para devenir en imágenes dialécticas que permitan cristalizaran los sueños diurnos, Benjamin se el despertar del colectivo soñante. concentró en los márgenes. El vagabundeo del flâneur establece una forma de resistencia al En este sentido, la noción blochiana de sueño proceso productivo pues se niega a someterse al diurno y las ensoñaciones del flâneur estudiadas por «tempo» capitalista controlado por la maquinaria Benjamin configuran las imágenes anticipatorias industrial. Junto al trapero y al apache, el flâneur de aquello que todavía no es. En tanto imágenes se sitúa en los márgenes del sistema productivo, y oníricas que surgen en la oscuridad del instante en su paseo solitario: “Coge las cosas al vuelo; y se vivido presentan los contenidos utópicos en un sueña cercano al artista” (Benjamin:1988:56). Es estadio todavía-no-consciente. En un mundo precisamente esta captación al vuelo propia de la dominado por las nuevas formas masivas de flâneurie lo que analiza Benjamin en la poesía de producción y de consumo es fundamental la Baudelaire, es decir, la configuración de imágenes perplejidad del asombro como disposición utópica- oníricas colectivas en las que perduran las huellas de activa del sujeto hacia la inmediatez del presente la inmediatez del presente. que se manifiesta inabarcable. Ante la opacidad de la realidad inmediata, el impulso utópico del Para Bloch el arte recibe del sueño diurno su asombro configura, a través de la mirada alegórica y carácter utópico. Quien sueña despierto conoce el extrañamiento, imágenes oníricas que resignifican cuán defectuoso es el mundo y cuánto mejor podría el mundo de las convenciones establecidas en la serlo. En este sentido, el sueño diurno tendiente al sociedad de mercado y remiten al despertar de perfeccionamiento del estado de cosas constituye el un sujeto redimido de la fantasmagoría urbana- estadio preliminar del arte. Esta dimensión utópica industrial propia del capitalismo moderno. del sueño diurno propone “sin más el mundo mejor, como el mundo más hermoso, como una imagen perfecta, tal como la tierra no lo ha conocido aún. En medio de la miseria, de la crueldad, de la dureza, El sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur de la trivialidad, proyectando o conformando, se abren amplias ventanas hacia el futuro llenas de luz” (Bloch:1997:81-82). Ante las miserias del En el sueño diurno el mundo exterior penetra en mundo el impulso utópico se aferra a la realidad la fantasía hasta “alcanzar el nivel del parnaso objetiva mediante la dicha de la ensoñación y postula o corresponder al jardín de las delicias, jardines, su mejoramiento. El sueño soñado despierto es una castillos, viejas y bellas calzadas” (Bloch:1997:76). ampliación del mundo a través de la fantasía de la A diferencia de lo que sucede en el sueño nocturno, perfección. en el que el yo y el mundo exterior duermen El factor utópico conduce mediante anticipaciones completamente, el sujeto que sueña despierto oníricas hacia lo todavía-no-consciente, en el terreno intensifica la apreciación de las cosas en función de de lo que aún no es. A partir de esta idea Bloch sus representaciones deseadas sin perder de vista en reformula la noción de inconsciente planteada ningún momento la realidad del mundo. por Freud en su teoría de los sueños. Para Freud el inconsciente es únicamente lo olvidado o lo 16 / entrelíneas significación práctica y entra en juego el puro valor representacional de las cosas. Como sostiene Susan Buck-Morss, todo lo deseable, “desde sexo hasta status social, podía transformarse en mercancía, como un fetiche-en-exhibición que mantenía subyugada a la multitud” (Buck-Morss:1995:98). Los pasajes, calles interiores bordeadas por negocios de lujo y abiertas a las estrellas a través de techos de hierro y vidrio, configuran las imágenes del deseo a través de las cuales las fuerzas de la fantasía, que podrían imaginar una sociedad mejor, son atrapadas en la lógica mercantil. Los acogedores pasajes en los que vagabundea el flâneur representan las primeras casas de ensoñación de los consumidores construidas Ahora bien, resulta sumamente interesante pensar al servicio de la adoración de la mercancía. En la figura del flâneur en relación a esta categoría este sentido, Benjamin sostiene: “La masificación de lo todavía-no-consciente. ¿Cómo deberíamos de los clientes que forman el mercado –y éste es interpretar el contenido utópico que Benjamin el que hace referencia a la mercancía– acrecienta presenta en la embriaguez del flâneur? ¿Expresa el encanto de la misma para el comprador medio” esta dicha de la ensoñación entre la multitud de (Benjamin:1988:72). Es la masa la que hace que al los pasajes parisinos un contenido todavía-no- flâneur lo atroz le encante. consciente de lo venidero, o se trata más bien de las fantasmagorías de una conciencia alienada y presa Como comunicador social, el flâneur se dirige a su audiencia masiva para comentar la vida cotidiana de la racionalidad mercantil? a través de las fisonomías y los panoramas del Resulta interesante detenernos en ciertas diferencias boulevard. De esta manera, su contemplación entre la idea blochiana de sueño diurno y las dispersa y ensoñadora transforma la realidad en ensoñaciones del flâneur estudiadas por Benjamin. un objeto que puede ser pasivamente consumido en Si, por un lado, la idea de sueño diurno da cuenta forma de sueño. de una tendencia al mejoramiento del estado de cosas contenida en un estado preconsciente, por otro La arquitectura de los pasajes, las exposiciones lado, en la embriaguez de la multitud el flâneur se internacionales, las ensoñaciones del flâneur encuentra en un estadio todavía no consciente del cristalizan las creaciones de la fantasía en el proceso productivo regulado por la lógica de las momento de consolidación del capitalismo moderno y la irrupción del consumo masivo en las grandes mercancías. ciudades. Ya adentrado el siglo XX Benjamin las La multitud no es sólo el asilo más reciente estudia como residuos de un mundo imaginario: para el desterrado; además es el narcótico Todos estos productos están a punto para más reciente para el abandonado. El dirigirse al mercado como mercancía. Pero «flâneur» es un abandonado en la multitud. vacilan en el umbral. Los pasajes y los Y así es como comparte la situación de interiores, los panoramas y los pabellones de las mercancías. De esa singularidad no es las exposiciones proceden de esta época. Son consciente. Pero no por ello influye menos residuos de un mundo imaginario. Valorar en en él. Le penetra venturosamente como un la vigilia estos elementos de ensueño es un estupefaciente que le compensa de muchas ejercicio escolar del pensamiento dialéctico. humillaciones. La ebriedad a la que se entrega Por eso el pensamiento dialéctico es el órgano el «flâneur» es la de la mercancía arrebatada del despertar histórico. Cada época no sólo por la rugiente corriente de los compradores. sueña la siguiente, sino que soñadoramente (Benjamin:1988:71) apremia su despertar. Lleva en sí misma su final y lo despliega –según Hegel- con argucia. Antes de que se desmoronen empezamos a El espectáculo de la multitud es el velo que cubre reconocer como ruinas los monumentos de la la mirada del flâneur y le impide ver la ciudad burguesía en las conmociones de la economía mercantilizada sin obstáculos. En su dicha de mercantil. (Benjamin:1988:190) ensoñación se dirige al mercado: “Esta piensa que para echar un vistazo, pero en realidad va a Al igual que el trapero con quien Benjamin identifica encontrar un comprador” (Benjamin:1988:184). En la figura del flâneur, el autor se detiene en los la ebriedad religiosa de las grandes ciudades el flâneur escombros, los restos de un colectivo soñante cuyo deviene mercancía. impulso utópico queda atrapado en la fantasmagoría urbana-industrial del capitalismo moderno. La La nueva fantasmagoría urbana se constituye en interpretación desde la vigilia de estas imágenes virtud de la mercancía-en-exhibición, según la cual oníricas se orienta hacia su despertar histórico. el valor de uso y el valor de cambio pierden toda La recuperación de las ruinas, como fragmentos reprimido que, en tanto corresponde a aquello que ha dejado de ser consciente, se sitúa en el plano del sueño nocturno. Sin embargo, Bloch señala que el psicoanálisis ha desatendido aquello que es nuevo para el soñador, e incluso nuevo en su contenido objetivo. En efecto, lo todavía-no-consciente expresa este estado preconsciente de lo venidero, el lugar psíquico de nacimiento de lo nuevo: “un contenido de conciencia que todavía no se ha hecho manifiesto, un contenido de conciencia que ha de surgir sólo del futuro; dado el caso, un contenido que todavía tiene que surgir objetivamente en el mundo” (Bloch:1997:105). entrelíneas /17 decadentes de la cultura del siglo XIX, muestra la fragilidad y la transitoriedad de lo existente. La idea del despertar es fundamental en el pensamiento de Benjamin sobre la cuestión onírica. Su interpretación dialéctica de los sueños colectivos tiende a redimir las imágenes del deseo adheridas a las formas primigenias -demasiado tempranas- de la tecnología moderna. De esta manera, si, por un lado, en el proceso de volverse mercancías las imágenes oníricas del colectivo cuajan en fetiches y conforman la falsa conciencia de una subjetividad alienada en la lógica mercantil, por otro lado, este colectivo onírico configura también imágenes anticipatorias de utopía social que son redimibles: “Cada época no sólo sueña la siguiente, sino que soñadoramente apremia su despertar” (Benjamin:1988:190). En un estadio todavía-no-consciente las expresiones de la fantasía anticipan lo que aún-no-es a partir de ciertos elementos de ensueño que impulsan el despertar. Sin duda, la idea de excedente cultural que propone Bloch nos permite entender estas reflexiones de Benjamin. Para Bloch la superestructura cultural no se agota en su condición de falsa conciencia, es decir, no es un simple reflejo distorsionado de la base económica, sino que siempre presenta un excedente utópico, un contenido de esperanza que se manifiesta en representaciones de la fantasía objetiva y futurizadora, capaz de imaginar y anticipar un ser todavía no dado. En este sentido, el sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur entrañan un contenido utópico que excede las imágenes alienadas de la falsa conciencia. Este ímpetu utópico contra lo existente expresa lo que aún no es mediante anticipaciones oníricas. Bloch afirma que toda gran obra cultural se funda precisamente en este excedente sobre la mera falsa conciencia, es decir, en el transfondo utópico que condensa subjetiva y objetivamente lo que está por venir. Benjamin, por su parte, interpreta las condiciones materiales e históricas de estas anticipaciones oníricas, y transforma las imágenes alienadas en imágenes dialécticas tendientes a provocar el despertar del colectivo soñante. La oscuridad del instante vivido Las reflexiones en torno a los sueños colectivos desarrolladas por Benjamin y Bloch problematizan la relación entre el sujeto y la inmediatez del presente vivido. El impulso utópico de la fantasía onírica surge en su interacción con la realidad inmediata. Las nuevas condiciones de producción del capitalismo urbano-industrial permiten la irrupción de imágenes anticipatorias en las que lo nuevo se articula con lo viejo: 18 / entrelíneas A la forma de los nuevos medios de producción, en el comienzo dominada aún por la de los antiguos (Marx), corresponden en la conciencia colectiva imágenes en las que lo nuevo se interpenetra con lo viejo. Esas imágenes son optativas, y en ellas la colectividad busca tanto suprimir como transfigurar las deficiencias del orden social de producción y la imperfección del producto social. Además sobresale junto a estas imágenes optativas el empeño insistente de distinguirse de lo anticuado, esto es, del pasado reciente. Estas tendencias retrotraen la fantasía imaginativa, que recibe su impulso de lo nuevo, hasta lo primitivo. En el sueño en que a cada época se le aparece en imágenes la que le sigue, se presenta la última desposada con elementos de la protohistoria, es decir de una sociedad sin clases. Sus experiencias, depositadas en el inconsciente colectivo, engendran en su interpenetración con lo nuevo las utopías que dejan su huella en mil configuraciones de la vida, desde edificios duraderos hasta modas fugaces. (Benjamin:1988:175) En el proceso dialéctico que despliegan la imaginación colectiva y el potencial productivo de las nuevas tecnologías industriales, la fantasía imaginativa recibe su impulso de lo nuevo. La nueva naturaleza, que abarca no sólo la tecnología industrial sino todo el mundo material -incluidos los seres humanos- transformado por esa tecnología, no puede ser comprendida conscientemente y, entonces, la imaginación recurre al pasado para conceptualizar el mundo y anticipar lo que aún no es. En este sentido, se establece una mediación dialéctica entre las representaciones del inconsciente colectivo y la nueva naturaleza material, cuyas formas todavía inimaginadas tienen el potencial de actualizar el sueño colectivo. Deslumbradas por lo nuevo, las imágenes colectivas del deseo anticipan su potencial revolucionario evocando imágenes pasadas de utopía social. Benjamin toma de Bloch la idea de la oscuridad del momento vivido para expresar la condición de esta subjetividad para la cual la inmediatez del presente se vuelve inabarcable e incompresible. Como sostiene Susan Buck-Morss: “Al ocioso que pasea por las calles las cosas se le aparecen divorciadas de la historia de su producción y su yuxtaposición fortuita le sugiere conexiones misteriosas y místicas” (Buck-Morss:1995:125). En “Sobre algunos temas en Baudelaire” (1988) Benjamin plantea que la vivencia del shock propia de la flâneurie constituye uno de los rasgos fundamentales de las subjetividades modernas en contacto con las masas de la gran ciudad. La discontinuidad y la fragmentariedad del presente vivido se manifiesta a través de las vivencias shockeantes que irrumpen en el escenario urbano de del sujeto hacia la fragmentariedad de su presente inmediato lo que impulsa la utopía que se orienta Las invenciones tecnológicas como el teléfono y mediante anticipaciones oníricas hacia lo que aún la fotografía suprimen los procesos manuales y no es: artesanales del arte y la comunicación. “Bastaba […] la perplejidad del asombro, deslumbrada apretar con un dedo para fijar un acontecimiento por el relampaguear de los momentos y durante un tiempo ilimitado. El aparato impartía signaturas de la adecuación, se halla por eso al instante por así decirlo un shock póstumo” en la relación más precisa con el «qué» del (Benjamin:1988:147). A estas experiencias táctiles existir en el dormitorio del instante vivido. se le añadieron otras ópticas como la página de Así como, por eso, la oscuridad del instante anuncios periodísticos y el tráfico de la gran ciudad. vivido representa en sí misma uno de los polos En la percepción a modo de shock la vivencia de la conciencia anticipadora, de la condición adquiere movimientos rápidos y nerviosos, como anticipadora del mundo […]. Es la fuente golpes de batería yuxtapuestos y divorciados de la o comienzo del mundo, constantemente historia de su producción. impulsadora y siempre oculta en la oscuridad A la vivencia del shock que tiene el flâneur en la del instante vivido, que se capta y se soluciona, multitud corresponde la vivencia del obrero en la por primera vez, en las signaturas de su maquinaria. A diferencia de lo que sucede en el embocadura. […] [El] nudo del mundo, que trabajo manual en el que la interconexión de cada no se encuentra en ningún otro lugar que en el uno de sus momentos es continua, en la cinta sin fin «qué» inmediato del existir, se desenmaraña frente al obrero de la fábrica esta interconexión se así mismo sólo por la proximidad intensiva independiza cosificadamente, en tanto los productos con esta, la más inmanente intensidad dejan de ser percibidos como resultado del trabajo del «qué», por evidencias en profundidad. humano. En este sentido, Benjamin identifica la (Bloch:1997:300). figura del obrero y la del flâneur a la del jugador. Cada manipulación del obrero frente a la máquina como así también cada jugada en una partida de azar no tiene conexión con la anterior. La oscuridad La negatividad del ser que envuelve al sujeto del instante vivido remite a esta trituración de la en el instante vivido constituye la embocadura experiencia tradicional que en la vivencia del sujeto del movimiento dialéctico del mundo pues es la moderno se constituye en la norma de aprehensión oscuridad del ahora lo que antecede a la utopía de la inmediatez del presente. La discontinuidad onírica. Ureña Pastor denomina negatividad y la fragmentariedad en la percepción del flâneur ontológica del hombre (1986:186) a este todavía-nole sugieren conexiones misteriosas, la realidad utópico-activo en el que la subjetividad volcada a se convierte en un tejido onírico donde un suceso salir de la carencia del aquí y del ahora se proyecta contemporáneo se yuxtapone azarosamente con hacia el futuro mediante sueños que anticipan el perfeccionamiento del mundo: uno del pasado más remoto. la multitud y alteran la experiencia tradicional. La opacidad de la realidad inmediata genera la perplejidad del asombro, el misterio irrumpe en estos instantes cargados de sosiego en los que el sujeto asimila el carácter inacabado del proceso del mundo. En el ahora del existir, la existencia se revela como enigma. El mundo se hace nuevo en cada instante y conmueve la percepción con la intensidad del abismo. Es precisamente en este sentido que Bloch caracteriza el tiempo presente como la ausencia de cualquier presencia real: un hueco, una insuficiencia, una oscuridad. La incompletud de la realidad vivida cristaliza la todavía-no-decisibilidad del desenvolvimiento del mundo, percibida por el sujeto mediante la perplejidad del asombro que irrumpe como un relampaguear que ilumina la penumbra del ahora. Esta identidad de todos los sueños soñados despierto, de todas las esperanzas, utopías, se encuentra ella misma en el fondo oscuro, pero es así mismo el fondo de oro sobre el que se han pintado las utopías concretas. Todo sueño diurno serio apunta a este doble fundamento como a su suelo patrio; es la experiencia todavía inencontrada, la experiencia todavíano-experiencia en toda experiencia llegada a ser hasta ahora. (Bloch:1997:313) Tanto para Benjamin como para Bloch la pérdida de la experiencia constituye la condición de posibilidad de las creaciones de la fantasía. El sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur se erigen sobre estos Jameson sostiene que el asombro es para Bloch instantes cargados de sosiego a través de los cuales “una de las más concretas maneras de ser-en-el- el presente vivido revela el carácter inacabado del mundo, el correlativo, desde el punto de vista mundo. subjetivo, de una disposición objetiva del mundo en sí” (Jameson:1971:137). El acercamiento a la incandescencia emblemática del mundo a través del asombro permite la apreciación enigmática de la existencia. Es por lo tanto esta disposición activa entrelíneas /19 prostituta, vendedora y mercancía. Si la mercancía para devenir fetiche necesita ser arrancada de su contexto de producción y puesta en exhibición, en la prostituta ambos momentos siguen visibles, lo En la vacuidad de la vivencia del capitalismo que permite su configuración como imagen dialéctica urbano-industrial las imágenes del deseo que en la que se sintetiza la forma y el contenido de la conforman el colectivo soñante corren el riesgo de mercancía. quedar sumergidas en el encantamiento fetichista de la mercancía. En su etapa de exhibición las mercancías son sacadas fuera del contexto de sus interconexiones usuales, Benjamin evoca a Marx para dar cuenta de la Baudelaire toma este procedimiento y lo utiliza arbitrariedad en función de la cual se establece para destruir las interrelaciones orgánicas que la el precio de la mercancía. Al salir de la mano propia sociedad mercantil pretende naturalizar. de sus productores, la mercancía se libera de su Como la mercancía el poeta cobra también múltiple particularidad real y deja de ser un producto significados: es flâneur, prostituta, trapero, apache controlado por los hombres. Así se reviste de una o dandy. Su poesía transita los márgenes y recoge objetividad fantasmagórica en tanto su valor no los restos culturales en descomposición. La mirada puede ser previsto ni en el curso de su producción, del alegórico sobre el material desechado de la ni más tarde en el mercado. era industrial permite intuir la caducidad y la transitoriedad de lo existente. Son los escombros Es la apropiación de las mercancías como imágenes de la mercancía en exhibición los que muestran la oníricas del deseo colectivo lo que fija su valor social, fragilidad de la cultura capitalista pues en tanto su precio. De esta manera, la mercancía deviene una fetiches degradados devienen mera abstracción a abstracción despojada de su significado original, su través de múltiples significaciones alegóricas. valor de uso producido por el trabajo humano. De esta manera, resulta pertinente pensar la En “París, capital del siglo XIX” Benjamin se imagen de ruina como expresión de la caducidad del detiene en la actitud alegórica presente en la capitalismo en Baudelaire en relación a la alegoría poesía de Baudelaire. “Esa poesía no es un arte barroca que Benjamin estudia en el Trauerspiel: local, más bien es la mirada del alegórico que se posa sobre la ciudad, la mirada del alienado” La fisonomía alegórica de la naturaleza– (1988:184). Es precisamente a través de la alegoría historia, que sube al escenario con el que el poeta puede dar cuenta de las formas de Trauerspiel, está efectivamente presente en alienación que los objetos adquieren en el mercado. forma de ruina. Con la ruina la historia ha En efecto, la naturaleza del objeto alegórico al quedado reducida a una presencia perceptible vaciarse de su significación primigenia y expresar en la escena. Y bajo esa forma la historia no se nuevas y cambiantes significaciones cristaliza la plasma como un proceso de vida eterna, sino arbitrariedad y la transitoriedad en la fijación del como el de una decadencia inarrestable. […] precio de la mercancía: Las alegorías son en el reino del pensamiento lo que las ruinas en el reino de las cosas. La ambigüedad es la manifestación alegórica (Benjamin:1990:171) de la dialéctica, la ley de la dialéctica parada. Esta detención es utópica y la imagen Bloch sostiene que en la afección por los escombros dialéctica es, por lo tanto, una quimera. Es y el culto de las ruinas se exhiben un pasado y una imagen que expone la mercancía por una lejanía a través de los cuales “los despojos antonomasia: en cuanto fetiche. Imagen que se hacen alegóricos” (1997:383) de la decadencia exponen los pasajes que son casas a la vez inarrestable presente en el devenir de la historia. Es que astros. Imagen que expone la prostituta precisamente la recuperación de los despojos de la que es a la vez vendedora y mercancía. sociedad mercantil decimonónica lo que le permite (Benjamin:1988:185) a Baudelaire expresar en su poesía la transitoriedad de lo existente: La fantasmagoría urbana-industrial reviste a la sociedad mercantil bajo formas míticas que aspiran El impulso destructivo de Baudelaire nunca a la eternidad. Así la sociedad de la mercancía se interesa por suprimir lo que se desmorona. se presenta como una naturaleza petrificada que Esto viene a expresarse en la alegoría, y es lo pretende congelar la historia de la humanidad constituye su tendencia regresiva. Pero, por con el encantamiento de un hechizo mágico. La otra parte, la alegoría, precisamente por su ambigüedad dialéctica de las representaciones fervor destructivo, participa de la expulsión alegóricas de Baudelaire es antitética a las formas de la apariencia ilusoria que emana de todo míticas de los objetos pues muestra la vacuidad «orden dado» -sea en el arte, sea en la vidamercantil en los contenidos utópicos de las como apariencia de totalidad, o de lo orgánico ensoñaciones del flâneur. que lo transfigura, haciendo que parezcan llevaderos. Y esta es la tendencia progresiva En su poesía los pasajes pueden ser casas y astros, la de la alegoría. (Benjamin:2007:226) Alegoría y extrañamiento 20 / entrelíneas Mediante la intención alegórica las cosas ya no encuentran un significado realizado en sí mismo y entonces el mundo se hunde en el abismo de la significación transitoria y arbitraria. La mirada del poeta alegórico destruye la intimidad de las cosas y el establecimiento de las costumbres. El extrañamiento de la apariencia ilusoria mediante el cual se sostiene todo orden dado cristaliza su inevitable caducidad. Como bien sostiene Bloch: “Extrañamiento es aquí exactamente lo contrario de alienación” (1997:370). Si el dominio mágico de la mercancía, convertida en fetiche y, por lo tanto, alienada de sus productores, envuelve al capitalismo bajo formas míticas en función de las cuales el mundo de las convenciones se presenta como un destino incuestionable, el extrañamiento alegórico desestabiliza el acostumbramiento cotidiano y, de esta manera, la sociedad mercantil aparece como un reservorio de vacías convenciones carentes de contenido. De otro lado, empero, el mismo burgués es capaz, por virtud del propio extrañamiento que presta a los objetos, de escapar al embotamiento de la cotidianeidad, y de percibir, dado el caso, en los objetos significaciones que sólo podría descubrir un pintor dotado. (Bloch:1997:370) Esta noción de extrañamiento que da cuenta de “un entusiasmo que se concentra y abre a una percepción más intensa […] de los objetos en su sitio y lugar” (1997:373) resulta fundamental para entender la idea blochiana de sueño diurno. Los contenidos utópicos de las anticipaciones oníricas se fundan en una percepción extrañada que permite descubrir nuevas significaciones en el mundo social y material. En este sentido, Bloch relaciona el proceso de extrañamiento del mundo con la idea del viaje: “dentro del mundo privado-burgués, el viaje es el mayo único, el que hace todo nuevo” (1997:370). A partir del deseo de extrañamiento la mirada que se posa sobre los objetos intensifica el sabor de la cosa, en este sentido, el viaje se encuentra próximo al arte y a todo tipo de transformación del sujeto. El tiempo del viaje se halla tan lleno como sólo lo está el espacio, y el espacio se convierte en el medio de la variación, como sólo suele serlo el tiempo. Surge así una inversión de los órdenes de percepción acostumbrados, surge un tiempo llenado en un espacio que aparece como movible y modificado. Las antiguas historias de aventuras desenrollaban el espacio absolutamente de esta manera, perturbaban su rigidez mítica; todo viaje vive todavía, mutatis mutandis, de la paradoja de este sueño de transformación. (1997:370-371) En el viaje se invierten los órdenes de percepción acostumbrados, el tiempo es llenado con la intensidad del mundo extraño. Este tiempo pleno desestabiliza la rigidez mítica del tiempo vacío y homogéneo que caracteriza la vida mercantilizada del capitalismo industrial. La sorpresa por lo desconocido modifica la apreciación naturalizada del mundo pues vuelve extraño incluso lo acostumbrado en el lugar de origen. En este sueño de transformación el sujeto descubre nuevas significaciones que trascienden el orden dado y anticipan lo que aún no es a través de imágenes oníricas. Los contenidos utópicos del sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur se fundan en este extrañamiento de toda apariencia ilusoria que pretende eternizar lo existente. Conclusiones Las reflexiones en torno a los sueños desarrolladas por Benjamin y Bloch problematizan la relación entre las configuraciones subjetivas y las nuevas condiciones de existencia del capitalismo moderno. En sus estudios de las expresiones culturales ambos autores han señalado la existencia de ciertos contenidos utópicos que transcienden una época a través de imágenes oníricas. Las anticipaciones de lo que aún no es presentes en las creaciones de la fantasía se encuentran en un estado todavía no consciente, un estado de ensueño que manifiesta la interacción dialéctica entre el sujeto y el mundo. Benjamin interpreta en la poesía de Baudelaire la pasión por el viaje, por lo desconocido, por lo nuevo, en relación al proceso decadente que manifiesta el desenvolvimiento de la vida hacia la muerte: “El último viaje del «flâneur»: la muerte. Su meta: lo nuevo” (1988:185). Es la transformación del sujeto en consonancia con el devenir de lo existente lo que expresa la perecibilidad del orden dado. El viaje hacia lo desconocido, cuyo extremo es la muerte, vuelve extraño el orden de cosas que la fantasmagoría mercantil pretende instituir como natural y necesario. El sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur surgen ante la oscuridad del instante vivido que se impone bajo las nuevas condiciones de producción del capitalismo urbano-industrial. En la vivencia de lo nuevo languidece la experiencia tradicional. Las formas primigenias, demasiado tempranas, de la tecnología moderna establecen la discontinuidad y la fragmentariedad como norma de aprehensión de la inmediatez del presente. En la percepción a modo de shock las impresiones que irrumpen como golpes de batería yuxtapuestos y divorciados de la historia de su producción le sugieren al sujeto conexiones Bloch plantea que en el viaje, cuando los escenarios misteriosas, la realidad se convierte así en un tejido se suceden rápidamente, surge una especie de onírico. temporalización subjetiva del espacio: entrelíneas /21 La perplejidad del asombro, que domina estos instantes cargados de sosiego de la vivencia moderna frente a la nueva naturaleza material, tiene el potencial de actualizar los sueños colectivos. La negatividad del ser ante el instante vivido es la embocadura del movimiento dialéctico pues constituye el todavíano-utópico-activo en función del cual la fantasía asimila lo nuevo y anticipa lo venidero como sueño. de transformación, ponen en cuestión el mundo de las convenciones mercantiles que aspira a instituirse como destino incuestionable. En Benjamin es la mirada alegórica la que permite intuir la perecibilidad del orden dado. La poesía de Baudelaire recupera los materiales desechados de la era industrial y, al igual que en el proceso de fetichización de las mercancías, los arranca Sin embargo, en función de la consolidación de fuera del contexto de sus interconexiones usuales. la sociedad de mercado, las imágenes oníricas de En las ensoñaciones del flâneur los escombros de utopía social corren el riesgo de quedar sumergidas la mercancía en exhibición adquieren múltiples en el encantamiento fetichista de la mercancía. Así significaciones, los fetiches degradados, que ya no las fuerzas de la fantasía, que podrían imaginar valen por sí mismos y pueden significar siempre algo una sociedad mejor, quedan atrapadas en las casas diferente, exponen su propia vacuidad. de ensoñación de los consumidores que a través de la mercancía en exhibición imprimen en los productos Las imágenes alegóricas en la poesía de Baudelaire significaciones míticas, alienadas de su propia exigen una lectura dialéctica que permita el despertar del colectivo soñante. Es en este sentido que producción. Benjamin interpreta a Baudelaire en consonancia En Bloch es el proceso de extrañamiento lo con las ruinas de los grandes monumentos de la que permite perturbar la rigidez mítica de la sociedad mercantil decimonónica como residuos de fantasmagoría mercantil. De ahí la importancia un mundo imaginario. Los despojos de la cultura se del viaje en el cual el sujeto descubre nuevas hacen alegóricos de la transitoriedad de lo existente. significaciones en el mundo social y material a partir de la inversión de los órdenes de percepción Extrañamiento y alegoría, sueño diurno y acostumbrados. La percepción extrañada ensoñaciones del flâneur, son la expresión de las desestabiliza el encantamiento cotidiano de las imágenes anticipatorias de lo que aún no es, las mercancías convertidas en fetiches y propone, proyecciones de la fantasía que en su interacción mediante la resignificación del mundo, su propio dialéctica con el proceso material del mundo evocan reencantamiento. Este proceso de extrañamiento es una sociedad redimida de las formas de alienación fundamental para el surgimiento de los contenidos del capitalismo moderno. utópicos de los sueños diurnos que, en tanto sueños Referencias bibliográficas Benjamin, Walter (1988): Poesía y Capitalismo. Iluminaciones II, Madrid, Taurus. Buck-Morss, Susan (2005): Walter Benjamin, escritor revolucionario, Buenos Aires, Interzona Editora. Benjamin, Walter (1990): El origen del drama barroco Jameson, Fredric, (1971) Marxism and Form alemán. Madrid, Taurus. or, Towards a Dialectical Criticism, Princeton, Benjamin, Walter (2007): Libro de los pasajes, Princeton UP. Traducción al español de Natalia Madrid, Akal. Rillo en Antología de estudios críticos sobre Ernst Bloch, Miguel Vedda (comp.) (2001): Ficha de Bloch, Ernst (1977): El principio esperanza, Tomo I. Cátedra de Literatura Alemana, Buenos Aires, Madrid, Aguilar. Facultad de Filosofía y Letras. Buck-Morss, Susan (1995): Dialéctica de la mirada. Ureña Pastor, Manuel (1986): Ernst Bloch ¿Un Walter Benjamin y el proyecto de los Pasajes, Madrid, futuro sin Dios?, Madrid, La Editorial Católica. La balsa de Medusa. 22 / entrelíneas Literatura y Contestación: Dos novelas del 68 Néstor Ponce Francia Université Rennes 2, LIRA/ERIMIT 4327 www.nestorponce.com Resumen El movimiento estudiantil de 1968 en México terminó en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco con una masacre. Estarebelión es considerada como uno de los dos hechos fundamentales del siglo XX mexicano, junto a la revolución de 1911. El presente artículo evoca las principales formas de representación estética que suscitó dicho movimiento y se detiene particularmente en el análisis de dos novelas, El gran solitario de Palacio de René Avilés Fabila y La plaza de Luis Spota. El eje de la reflexión se articula alrededor de los vínculos entre memoria, representación estética y sociedad. Abstract The 1968 student movement in Mexico ended with a massacre in the Plaza de las Tres Culturas in Tlatelolco. This rebellion is regarded as one of the two major events of Mexican 20th century, toghether with the 1911 revolution. This paper evokes the main forms of aesthetic representation which that movement brought about and analyses two novels in particular, El gran solitario de Palacio, by René Avilés Fabila, and La plaza, by Luis Spota. The reflection addresses the links between memory, aesthetic representation and society. Palabras Clave: México, Tlatelolco, Masacre, Literatura, Memoria KEY WORDS: Mexico, Tlatelolco, Massacre, Literature, Memory La masacre de Tlatelolco de octubre de 1968 es considerada por los especialistas del tema como un parteaguas en la sociedad, la vida política y cultural de México, como un movimiento que borroneó mitos, estereotipos y tabúes. Carlos Monsiváis, entre muchos otros, comparte la opinión de que este hecho fue el más importante de la segunda mitad del siglo XX en el país, y que sus efectos y prolongaciones sólo pueden ser comparables a otro gran cataclismo de la vida moderna mexicana: la revolución de 1910: de finales de la década del 60, como la revolución lo hizo en su tiempo, tanto en la vida política como en la artística (narrativa de la revolución, muralismo). Poco antes de 1968 las representaciones estéticas experimentaron una serie de transformaciones que proponían nuevas construcciones imaginarias y nuevos lenguajes para discutir alrededor de los diferentes modos y modelos de representación vigentes. La masacre de la Plaza de las Tres Culturas fue el punto culminante de un proceso de contestación que favoreció –desde 1968- la aparición de una temática memorialística que, a su vez, iba a confirmar y diversificar los cuestionamientos precedentes. No obstante la abundancia de situaciones históricas de gran relevancia, en mi perspectiva el 68 es hecho central al llevar a escena temas y corrientes de primer orden, al anticipar el registro de los cambios y al ser un gran cambio en sí mismo, las transformaciones de la izquierda que anochece stalinista y amanece oyendo rock y fuma mariguana, la resistencia al autoritarismo que vive de cerciorarse triunfalmente de su irracionalidad, la victoriosa campaña de Andrés Manuel López Obrador, el sitio básico de la defensa de los derechos humanos, el valor concedido a los procesos democráticos y los desengaños consiguientes…” (Monsiváis: 2007 : 262). De manera evidente, el movimiento estudiantil de 1968 anima la creación de espacios de pensamiento y de discusión totalmente novedosos en el México La crítica se ha detenido a examinar estos aspectos a través de las artes plásticas (desde la pintura hasta la gráfica), el teatro, el cine, la música, la literatura y la prensa (con las diversas formas híbridas que aparecen luego del movimiento). Una mirada retrospectiva permite comprobar que se trataba de un fenómeno mundial, caracterizado por una juventud que ocupaba los espacios sociales y políticos. Se multiplicaron los movimientos en el mundo entero, guardando cada uno de ellos la especificidad de su entorno y de su historia (Paz: 1971; Fuentes: 2005). La música, la moda, el feminismo, el lenguaje, diversas reivindicaciones generacionales irrumpieron en el escenario político, muchas veces de manera sorpresiva y radical. entrelíneas /23 En el caso de México, una simple disputa entre grupos de jóvenes desató una desigual enfrentamiento con las fuerzas del orden que acabó por facilitar la organización de los estudiantes (Núñez Jara: 1985). Muchos protagonistas o simpatizantes se encargaron, en los meses y los años que siguieron al 2 de octubre, de volver sobre los alcances, los límites y las características del movimiento. En este punto interviene un elemento crucial: el no esclarecimiento del hecho, la inexistencia de la condena de los responsables, la ausencia de duelo, el intento del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder de silenciar las voces para ocultar la tragedia1. Habrá que esperar hasta 2007 y la inauguración del Memorial del 68 para que exista una respuesta institucional ante un hecho que marcó a hierro candente las conciencias. En tal marco, el deber de memoria comenzó a manifestarse ante las censuras y silencios. La expresión artística, en tanto, se hizo eco de manera inmediata de 1968. sobre un texto iracundo sobre una reja abierta, sobre el rostro amparado tras la máscara. Recuerdo, recordemos hasta que la justicia se siente entre nosotros7. Otra de las aportaciones tempranas de la poesía fue el carácter intertextual y polifónico con el que se leyó el movimiento. Poemas de José Emilio Pacheco (“Lectura de los cantares mexicanos: Manuscrito de Tlatelolco”) y de Juan Bañuelos (“No consta en actas {Tlatelolco 1521 y 1968}”) (Campos: 1986; 8889 y 62-75, respectivamente) utilizan el palimpsesto y la multiplicación de voces para darle coherencia a la lectura de la tragedia8. El chiapaneco Bañuelos incluye en su poema antiguos textos aztecas sobre Luego de esbozar el panorama de la literatura la conquista (“… esparcidos están los cabellos, / a finales de los 60, vamos a abocarnos al objetivo destechadas las casas, / enrojecidos sus muros”) principal de estas páginas: una reflexión sobre y Pacheco compara la caída del bastión azteca de la narrativa del periodo y en particular sobre dos Tlatelolco en manos de Cortés con la masacre de obras, entre las más significativas (ver más abajo 1968, en una continuidad histórica que articula la para los otros títulos), que tratan directamente de voz de los vencidos (“Golpeamos los muros de adobe 1968 o que son su consecuencia: El gran solitario de / y es nuestra herencia / una red de agujeros”). Palacio de René Avilés Fabila (1971)2 y La plaza de Volvemos a encontrar estos recursos en la narrativa Luis Spota (1972)3. del periodo. Marcas de su tiempo Es sabido que la poesía manifestó una reacción inmediata y raigal ante la masacre, como lo demuestran las antologías publicadas por Marco Antonio Campos en 1980, por Miguel Aroche Parra en 1972, 53 poemas del 68 mexicano, Poemas sobre el movimiento estudiantil de 1968 o más recientemente El libro rojo del 68. Poesía gráfica social. Movimiento estudiantil. 1968-2008. Los nombres de José Emilio Pacheco, Juan Bañuelos, Octavio Paz, Rosario Castellanos, Jaime Sabines aparecen de manera directa o indirecta como instigadores de una poética “de renovación”4; Leopoldo Ayala5 figura entre aquéllos que habiendo participado en el movimiento emprendieron luego una carrera literaria6. Si la poesía se manifestó inmediatamente para hablar de Tlatelolco, la masacre y la censura hicieron renacer el género testimonial (que tenía antecedentes en las crónicas del siglo XIX y de la revolución de 1911), que fue un recurso al que apelaron protagonistas o simpatizantes del movimiento. Los ejemplos más conocidos son La noche de Tlatelolco –texto polifónico- de Elena Poniatowska y Los días y los años de Luis González de Alba, obras que son a su vez testimonio vívido de hibridación y mezcla genérica9. Esta proliferación del testimonio, y los cuestionamientos que con el paso del tiempo ofrecía la perspectiva histórica, se constituyeron como una forma de revisitar el pasado (González de Alba, Guevara Niebla, Tita Avendaño, Paco Ignacio Taibo II, que también escribió sus post-datas al 68) (Taibo II: 2008). Del mismo modo, el ensayo y la crónica se plantearon el análisis, la glosa, el comentario sobre el Movimiento Estudiantil. Cada aniversario (1978, 1988, 1998, 2008) ve multiplicarse las publicaciones que pretenden revelar –a veces de manera exitosanuevos entretelones y perspectivas críticas sobre los acontecimientos. En los textos de los poetas consagrados se manifestó enseguida uno de los temas capitales para la narrativa del 68: la memoria y la denuncia de las pantomimas del régimen. El poema de Rosario Castellanos, “Memorial de Tlatelolco”, grabado en la estela fúnebre de la Plaza de las Tres Culturas, es Entre tanto, los narradores que se ocuparon del premonitorio: 68, ya sea como tema central o anexo, son también numerosos, amén de Avilés Fabila y Spota. Citemos, Recuerdo, recordamos. sin ser exhaustivos : Rafael Solana, Juegos de Ésta es nuestra manera de ayudar a que invierno (1970); Juan García Ponce, La invitación amanezca (1972); David Martín del Campo, Las rojas son las carreteras (1976); Ana Mairena, Cena de cenizas sobre tantas conciencias mancilladas, (1976); Gonzalo Martré, Los símbolos transparentes 24 / entrelíneas (1978); Arturo Azuela, Manifestación de silencios (1979); Gerardo de la Torre, Muertes de Aurora (1980); Marco Antonio Campos, Que la carne es hierba (1982); Antonio Velasco Piña, Regina: 2 de octubre no se olvida (1987); Roberto Bolaño, Amuleto (1999). Existen asimismo capítulos de novelas que abordan el 68: Carlos Fuentes, Los años con Laura Díaz (1999), Fernando del Paso, Palinuro de México (1980) ; Julio Aguilar Mora, Si muero lejos de ti (1979) ; Agustín Ramos, Al cielo por asalto (1979); Leopoldo Ayala, Vencer o morir (2008). Otros escribieron relatos contundentes, como José Revueltas, que en “Ezequiel o la matanza de los inocentes” compara la masacre de la Plaza de las Tres Culturas con la de los santos inocentes (ya mencionamos anteriormente la relación con el pasado propuesta por otros escritores). Ambos libros tienen un punto en común con el testimonio sobre el 68: la inmediatez, la corta perspectiva, lo que constituye a nuestro juicio -como veremos más abajo- un elemento favorable para medir el impacto del Movimiento en la narrativa de la época. Nos interesan dos aspectos del cuestionamiento que aportan: uno que podríamos calificar de lingüístico, de médium (en el sentido que Walter Benjamin le confiere al término), el otro de orden temático. En efecto, desde época muy temprana (en los años 20) Benjamin elabora un principio de reflexión que utilizará a posteriori de manera recurrente: por un lado, la consideración del lenguaje como mediador de la comunicación y no como un útil de la misma; por el otro la voluntad firme de captar el objeto de investigación en tanto que estructura, con sus leyes En 2007, Greco Sotelo reiteraba una idea y mecanismos propios. compartida con otros lectores de la literatura de Tlatelolco10: la ausencia de una gran novela sobre 1968 (como lo fueron en sus dominios respectivos las antologías y algunos libros para la poesía, la obra Dos novelas de Poniatowska para el género testimonial o incluso La representación estética del horror escoge Rojo amanecer de Jorge Fons para el cine). temáticas que se refieren a episodios precisos de la la poesía, las artes plásticas, Si nos concentramos en la ficción, es imprescindible historia. La narrativa, 12 el cine, la música del 68 se refieren de manera señalar otro fenómeno que irrumpió en la prosa obsesiva a ese gran agujero de la historia mexicana mexicana desde mediados de los 60: la llamada que es la masacre del 2 de octubre en la Plaza de las “literatura de la onda”, producto de la obra de jóvenes Tres Culturas. Marco Antonio Campos escribe: escritores que utilizaban un lenguaje desenfadado, urbano y que rechazaban el sistema. Sus autores Confieso un asombro: como en los poemas, más visibles fueron José Agustín, Parménides novelas, reportajes, composiciones plásticas, García Saldaña, Gustavo Sainz. Este último publicó etc., el tema obsesivo y sangrante en estas en 1965 la novela Gazapo, que tratando de manera narraciones es la matanza del 2 de octubre en inconformista la realidad de México D. F. tuvo un Tlatelolco: más que importantes momentos éxito inmediato: agotó en pocos meses seis ediciones del proceso del movimiento, la culminación. de tres mil ejemplares y fue rápidamente traducida Como si los mexicanos no pudiéramos (no a catorce lenguas. Como es sabido, esta generación quisiéramos) ver a menudo más allá de la practicaba una prosa irreverente, que cuestionaba hoguera de los sacrificios13. las formas de narrar, incorporando el discurso oral, las técnicas como el uso del grabador (como también En las dos obras que estudiamos impacta hicieran por los mismos tiempos Luis Zapata), la desde el título la voluntad de inscribir la gesta lengua urbana del D.F., cierta indiferencia política memorialística en un territorio: la Plaza de las y aportando temáticas como el sexo, la droga, la Tres Culturas (Spota) o el Zócalo (Avilés Fabila). música pop y rock, la crítica generacional a los Ambas espacialidades corresponden a otras tantas adultos (la “momiza”)11. Sin embargo, es indudable representaciones políticas traducidas en un lugar que los cuestionamientos al canon literario mexicano físico y pretenden anclar en la ciudad dos mojones habían comenzado antes, con la prosa incandescente que se contraponen al olvido propugnado por el de Juan Rulfo, con las novedades técnicas aportadas PRI. En la “Introducción, la quema de vanidades por Agustín Yáñez y sobre todo por Carlos Fuentes o el medio ambiente” (p. 15), Avilés Fabila sitúa la (La región más transparente es de 1958) –que lapida acción de una “fiesta cívica” en un jardín público, al PRI, al realismo y hace nacer la literatura urbana como una especie de farsa que gira alrededor de mexicana- o con las transformaciones mágicas del la figura del palacio, el Señor Presidente y que la indigenismo que aportó en su momento Rosario desmitifica; en la novela de Spota, en medio de Castellanos con Balún-Canán (1957). un diálogo entre dos personajes que se aprestan a secuestrar a uno de los responsables de la masacre, Valga esta rápida introducción para abordar la el narrador inserta en itálica un intertexo en el que reflexión alrededor las dos novelas que nos preocupan las alusiones al espacio toman posesión del relato: –tal vez las más comentadas- del periodo: El gran solitario de palacio (1971) de René Avilés Fabila y La Es un largo coágulo, cuya importación sólo plaza (1972) de Luis Spota. le es permitida a los que son poderosos o a quienes, como él lo fueron, y con el sol la sangre entrelíneas /25 encandilaba, y si se cerraban los ojos se podía fácilmente, así nomás, echar marcha atrás y volverse otra vez a aquella noche y escuchar desde lejos, desde el jardín de San Marcos de Tlatelolco, ese aullido de guerra, ese subir de los gritos de los hombres jóvenes que estaban peleando la vida (…) (pp. 15-16). años 1960. El gran solitario de palacio sigue un orden diegético que corresponde a los acontecimientos de la masacre. Ésta opera como un pivote que le permite realizar saltos atrás y encadenar con efectos prospectivos que van mas allá de la elección del candidato oficial (p. 236)15. El libro se divide en 35 capítulos, a los La ficción le disputa la posesión del territorio a la que se le agregan una “Introducción, la quema de realidad represiva y pretende establecer una “verdad” vanidades o el medio ambiente” (pp. 15-32), un o una “justicia” que opera como cartografía del “Anexo único o varios años después del movimiento deber memoria. Esta actitud de rescate, de catálogo estudiantil” (pp. 241-245) y un “Epílogo” despojado, memorial –qué hay que recordar-, adquiere un con tres palabras: “Carajo, qué soledad” (p. 247). carácter coral, polifónico. Spota lo hace a su manera, incorporando a la ficción una serie de materiales En el interior del cuerpo textual inserta registros de escritos de distinta índole (ficción narrativa, poesía, diferente origen: volantes tendenciosos del Partido crónica, testimonio, etc.), técnica que en su época de la Revolución Triunfante (p. 23 por ejemplo; el le costó la acusación de plagio y la necesidad texto está encuadrado en el original). de publicar una segunda versión expurgada14. Le agrega a ellos lemas y consignas políticas, canciones y una gran cantidad de diálogos que Hermano : procuran mostrar registros expresivos de diferentes categorías socioprofesionales o generacionales del El gobierno ha invitado a un comunista D. F. en aquél entonces. Avilés Fabila, por su lado, que viene a quitarnos nuestra Virgencita también intenta mostrar la paleta lingüística de y a destruir la familia. Reza para que su tiempo, pero apelando para ello a discursos de llueva intensamente y su avión no pueda diferente nivel (político, periodístico, militante) y al aterrizar. cambio del punto de vista. Al darle la voz a uno de los actores del Movimiento, el Cachuchas, despliega Señor: del peligro rojo, sálvanos, por un estilo desenfadado y juvenil, que le da colorido al favor. relato y confirma el despliegue imaginativo de una generación, como lo repitiera tantas veces Carlos Monsiváis: parodias de crónicas periodísticas o de narraciones -Y allí están las motos que les quitamos que exaltan al PRT y que se encadenan mediante a los ojetes de la policía, las quemamos asteriscos y producen textos de varias páginas (pp. con su propia gasolina y estamos 15-32), relatos –a veces bajo la forma de viñetaspreparados para cuando regresen. En protagonizados por jóvenes opositores. No existe la noche hay guardia permanente y una estructura que sigue un hilo narrativo, sino tenemos esto –señalaba un montón una sucesión de hechos múltiples, relacionados o no de piedras, varillas arrancadas a los entre sí, pero que adquieren su unidad en la idea bancos y botellas con gasolina-. Con los central de reivindicar el movimiento estudiantil y en coctelitos nos defenderemos; ya estuvo criticar de modo virulento al Partido Revolucionario bueno de soportar chingaderas. De ser Institucional (PRI) y todos sus acólitos (ejército, prensa escrita y visual). las víctimas (p. 118). - Ojetes –exclamó el Cachuchas-, son como chingomil” (p. 119). Al collage lingüístico, acentuado por el no respeto de la puntuación (párrafos que empiezan con minúscula, frases intercaladas, pasajes escritos enteramente con mayúscula, empleo variado de la itálica, etc.) le corresponde una estructura similar, es decir fragmentada, heterogénea. Como telón de fondo a estas prácticas, están las experiencias iniciadas una década atrás por Carlos Fuentes, y también las propuestas de reconstrucción del Nouveau Roman francés, de la poesía conversacional de los 60, de Julio Cortázar, de Juan García Ponce o –en el mismo momento- de Luis Zapata, la “literatura de la onda”, las crónicas ilustradas por fotos de Elena Poniatowska, y el conjunto de innovaciones musicales y artísticas que recorren los 26 / entrelíneas Los pasajes que ponen en escena a los políticos oficiales tienen como contrapartida -a veces de manera sucesiva y en la misma secuencia, otras alternando los capítulos-, escenas que presentan situaciones de militantes detenidos, golpeados o ansiosos por conocer el destino de los presos y los desaparecidos. Alternan del mismo modo la parodia –que se vincula con los fragmentos que narran circunstancias de los políticos oficialistas- al relato experimental y realista. El abuso del primer recurso y algunos errores de construcción y articulación de los segundos producen en el lector un efecto de saturación. En ese marco, algunas parodias pueden parecer oportunas, como las que se refieren a los intelectuales que obedecen ciegamente al poder (las composiciones musicales nacionalistas de un tal Heladio Pérez, autor de Nopales y tunas por siempre; la escultura del Caudillo realizada por Vargas López ; el libro –“por fortuna inédito”- del licenciado y senador Tomás González, Yo también te amo, Patria mía). Empero, la insistencia que se constata también en el uso del recurso paródico para caracterizar el comportamiento de los jefes políticos es repetitiva y perjudica la agilidad de la lectura. Luis Spota, por su lado, construye la diégesis de manera evolutiva, y el relato avanza desde el secuestro de un antiguo represor por parte de siete familiares de víctimas hasta su juicio y ejecución. El relato del narrador, un hombre de alto nivel social, alcohólico y obsesionado por la venganza luego de la muerte de su hija Mina en la Plaza de las Tres Culturas, es interrumpido por numerosos flashback que de manera polifónica trazan el retrato de una generación. Intervienen en ellos el rector de la UNAM Javier Barros Sierra, el presidente Gustavo Díaz Ordaz, los comentaristas de la radio y de la televisión, los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga (CNH), etc. Varios fragmentos retranscriben un montaje grabado, polifónico, realizado por el padre de Mina. Pienso en el prisionero. Trato de imaginarlo en la oscuridad de la jaula, sin saber cuánto tiempo lleva allí; sin saber tampoco, qué hora es; suspendido en la incertidumbre, a solas; a solas, no; lo acompañan las voces, los gritos, los ruidos horribles, los ayes, las descargas, los silencios de la muerte, el tropel de los tanques que alborotan la plaza de Tlatelolco. De las que he organizado, esa cinta que él está escuchando es la que más me satisface porque fue la que más esfuerzo y más dolor exigió en mí. Es la que resume todo. Amo esa cinta (pp. 186-187). -Pretendo explicar lo que, a su vez, explicaría a los muertos. -¿Qué es eso? -La maquinación preparada, la conjura… -¡Otra vez el viejo cuento: la conjura… Sí, otra vez. No podremos comprender Tlatelolco si no conocemos cómo se gestó (p. 210). La introducción de la polémica alrededor del tema desempeña la función de recrear el debate que acompañó a la masacre, presentando puntos de vista contrapuestos que permiten aludir al problema de la venganza ante la falta de justicia oficial y a la argumentación empleada por el PRI. Si bien esta novela, como la de Avilés Fabila, cumple con su objetivo de denunciar al régimen, la lentitud general de la acción y la confusión que instalan los numerosos intertextos diluye el ritmo narrativo. El relato no está separado en capítulos, pero existe una cantidad importante de cortes o subbloques en el interior de los cuatro grandes bloques que lo organizan. En los sub-bloques, el empleo del intertexto puede ocupar páginas enteras. La voluntad polifónica es loable, el resultado narrativo lo es menos. Tanto en La plaza como en El gran solitario de palacio, la organización del sistema de personajes responde a cierto maniqueísmo, que podríamos caracterizar por la oposición entre a) los políticos oficiales del PRI, los militares y granaderos encargados de la represión (asesinatos antes, durante y después del 68), los acólitos y clientes del régimen (políticos, periodistas, intelectuales); y b) los jóvenes militantes y adherentes al movimiento, El desenlace de la novela corresponde a un los familiares y amigos. En ambas novelas, la largo interrogatorio en el que los roles referenciales amplificación es uno de los recursos más empleados se invierten: los familiares, víctimas del sistema, –en particular por Avilés Fabila- para nombrar la someten a un juicio a los victimarios, encarnados corrupción: por el político oficialista. La ausencia de justicia y de investigación de la masacre en la realidad, No. Ninguna festividad cívica está completa encuentran su contrapartida en el acto de ficción si tan sólo hay palabras; debe haber actos que se propone como una restitución de la verdad, concretos que demuestren repudio a los o un “juicio” de la ficción ante la ausencia de antipatrias. Hagamos ecos de las frases respuestas de parte del Estado. Comienza hablando del Primer Mandatario y sin servilismos el secuestrado: ni cortesanías trabajemos con él (El gran solitario…, p. 15). --Un recuento de lo que pasó a partir, no del 26 sino del 22 de julio, podría ayudar… Según, Al fin llega el Caudillo y su inseparable me dicen las cintas que me han obligado a oír, séquito; para ellos música inflamada de pasión ustedes sólo conocen un lado de la cuestión… patriótica, marchas y cantos que muestran la agresividad de nuestras raíces. Y luego, -El de la verdad… la Fanfarria presidencial. El director más parece bailarla que dirigirla; la batuta cae en -El de su verdad, quizá, pero no el de Toda la el podio, sigue marcando los compases con las verdad. manos sin importarle la pérdida, eufórico (El gran solitario…, p. 16). -Los muertos existen, los muertos no pueden ser olvidados. La calle endurece a los muchachos. Adquieren entrelíneas /27 De manera general, los razonamientos argumentativos convencen en la exageración, en la sátira, en la parodia. En El gran solitario de palacio las actitudes, las voces y los nombres son fácilmente identificables y su distorsión –desmitificaciónremite a referentes precisos: el Partido de la -La sangre, ¿quién va a pagarla? Nuestros Revolución triunfante es el PRI, el Caudillo es el muertos, ¿cómo vamos a vengarlos?) candidato que se renueva sin cambiar mucho cada sexenio –a tal punto que su identidad se esfuma-, el Las voces solemnes responden: periodista Babadowsky es Zabludowsky, la Semana Deportiva Internacional es la Olimpíada. Los -Que los padres controlen a sus hijos, para recursos retóricos y la intertextualidad confluyen que no tengamos que lamentar muertes que en ambos textos en la elaboración de un discurso no deseamos que se produzcan. fragmentado, que recurre a modalidades diversas (testimonio, teatro, sentencias, panfleto, discurso Y las voces tristes lloran: científico, jurídico, periodístico) y cuestiona de -Devuélvanme el cadáver de mi hijo. Aunque paso los estereotipos narrativos, con la voluntad esté muerto, dejen que yo lo lleve a enterrar de mostrar que el cuestionamiento ideológico del Movimiento se prolonga en un cuestionamiento (La plaza, p. 30). de las formas de representación, que devienen En esta última, el narrador observa algunos de fragmentadas y polifónicas, que reivindican el los tabúes más arraigados en Occidente: el incesto, dialogismo de la novela y que procuran integrar los la relación con menores. En efecto, cuando el cambios técnicos mencionados más arriba. protagonista Domingo –cada uno de los personajes En resumen, el cronotopo reúne el lugar de oculta su identidad tras un pseudónimo que es un día de la semana- evoca el pasado y la figura de su hija memoria con 1968. Las dos historias narradas Mina, el recuerdo se impregna de sexualidad, de la están construidas alrededor de esa fecha y de dos imagen de un voyeur que viendo se refleja. Atacar la lugares simbólicos (el Zócalo y la Plaza de las Tres corporalidad implica un trabajo de deconstrucción Culturas). En tal contexto, Avilés Fabila procede a una reconstrucción pertinente, al tomar el año de del deseo que se propone chocar al lector: la masacre como punto de mira para localizar los y Mina con su breve calzoncito que errores del pasado y construir el porvenir. Esto le revela más que oculta el vello denso de su permite pasear una mirada comprometida y a la vientre, baile moderno con la vitalidad de sus vez distante, que sirviéndose de los recursos citados dieciocho años, con la sensualidad aprendida anteriormente establece un distanciamiento crítico. En cierto modo, El gran solitario de palacio, desde un en este cuarto negro… (p. 20). punto de vista temático, reactualiza los enunciados (-Papá, ¿sabes que le gustas a Lita? de La región más transparente. Spota también Tiene dieciséis años y ya, eh, love, love, love…? efectúa una tarea de reconstitución, con un montaje Dice Lita que eres bello y los chavos juran que completo de los principales acontecimientos que Lita es, on the bed, un fenómeno… Así que articula alrededor del 2 de octubre y que dan una lanzándote, lanzándote,… La juventud está idea precisa de las características del movimiento, acelerada.) (p. 21). pero su compromiso con el futuro parece menos evidente, en la medida en que descarta la utopía. una Mina que ya no es, y me asusta Tal vez aquí se localicen los méritos de ambas obras: admitirlo, la nenita que tropezaba en las ofrecer una mirada inmediata, comprometida, mazurcas de los festivales del kindergarten ; y utilizar para ello recursos técnicos variados. que sobresalía en la competencia de valses de Al mismo tiempo, las ficciones no están del todo la secundaria; que es, y reconocerlo remueve estructuradas, son desiguales en intensidad y las dentro de mí no sé qué secretas memorias, críticas al régimen son repetitivas. No son “la” una mujer, una joven, apetecible mujer de novela del 68, pero son a su vez la consecuencia del dieciocho años que se agita como si estuviera clima del periodo, que procede a efectos de inversión copulando intensamente; que debe gozar el para cuestionar los mitos modernos (la figura deleite de sentirse deseada, violada por los presidencial, las instituciones), los estereotipos muchachos y las muchachas que la rodean y (la lengua, la construcción narrativa, los modelos que, sin enmarcarla, la enmarcan; que no sabe, comportamentales), los tabúes (sexualidad, incesto, porque no me ha visto, que la miro a ella con droga, cuerpo). Y desde entonces, para siempre: los mismos ojos con que miro a las jovencitas lo prohibido es lo aceptable, lo reconocible, lo que van a dejarse ver, desnudas, sobar en los comunitario. Lo que hay que hacer. cafés de la Zona Rosa a los que asisto…” (p. 81). educación política. Aprenden a sobrevivir a la embestida granadera. Conocen que el silencio es el ingrediente básico de la resistencia, y ésta, el de la madurez. (Las voces iracundas preguntan: 28 / entrelíneas Referencias bibliográficas Adorno, Theodor. W. (2001) : Sur Walter Benjamin, Paris, Gallimard. Grupo Mira. Gutiérrez, Ivonne (prólogo, selección y notas) Arendt, Hanna (1972) : La crise de la culture, Paris, (1998):, Entre el silencio y la estridencia : la protesta Gallimard. literaria del 68, México, Aldus (col. La torre inclinada). Aroche Parra, Miguel (1972): 53 poemas del 68 mexicano, México, Editora y Distribuidora Nacional La Guirnalda Polar, n° 143, Canadá, octubre 2008. de Publicaciones. Disponible en: http://lgpolar.com/page/read/542) (consultada el 7 de marzo de 2011). Avilés Fabila, René (1971) El gran solitario de Palacio, México D. F., Nueva Imagen , 2001 (1971). Löwy Michaël (2001) : Walter Benjamin : Avertissement d’incendie, Paris, PUF. Ayala, Leopoldo, Mario Ramírez Centeno y José Tlatelpas (2008): El libro rojo del 68. 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F., Nueva Imagen , 2001 (1971). 3 Spota Luis, La plaza, México, Planeta (col. Booket), 2006 (1972). 4 El 68 contribuyó también al redescubrimiento de autores como Efraín Huerta, antiguo compañero de ruta de Octavio Paz. 5 O el propio Marco Antonio Campos. Ver por ejemplo su poema : « Hay fechas que vuelven / como iluminación o niebla repentina. / Tú no sabías entonces que esa fecha / sería como cuña de plata en pleno oro. / Como una canción que niega hasta las lágrimas, / como una emoción que niega hasta las lágrimas, / te vuelven -se graban- dos imágenes, / se vuelven sagradas dos imágenes: / cuando entras al atardecer por 5 de Mayo / frente a Bellas Artes y la sensación / de la multitud en plaza del Zócalo / picoteada por miles de puntas de alfileres en luz (…) (1995) (De «Los adioses del forastero», 2002). 6 Señala Ayala en La Guirnalda Polar (http://lgpolar.com/page/read/545): « El poema es colectivo, contiene versos plurales, consubstanciales, unísonos: ‘Oh, Patria, / fosa común / donde estamos con la mitad del cuerpo adentro, / la otra mitad se ha puesto a caminar’ escribe Bañuelos. Surge, incisiva, la versificación de Rosario Castellanos: “Recuerdo, recordamos / hasta que la justicia se siente con nosotros’. De Thelma Nava es la voz que incendia la sangre en: ‘Ellos ignoran que los muertos crecen’. En la metáfora pura: ‘Aquí con mis hermanos. / Aquí con mis hermanas, el puño es una sílaba’, de González Rojo, ‘... Con su deshojazón de piernas, de ojos, de manos, / de gritos despetalados por la bayoneta rígida’, de López Moreno. ‘Como si la distancia entre un brazo / y la cabeza / se midiera con miles de baldosas’, de Mario Ramírez: ‘Yo tenía la edad que no he borrado”, de Leroy. La poesía se escribe con rebeldía, frasea su propio coraje, su responsabilidad, su ‘nuevoaliento’’. Se llena de pueblo y sale al paso, avanza en la boca de pie, acciona en el corazón, acusa en el hecho y provoca la nación del poema. La memoria es poesía. Ni siquiera la guerra muda contra el presente puede exterminarla. Los pueblos nunca olvidan. Nuestro pueblo conoce de memoria a la memoria, la hace presente, la hace viva; la poesía sostiene a la memoria ». 7 Castellanos Rosario, « Memorial de Tlatelolco », en Campos Marco Antonio, Poemas y narraciones sobre el movimiento estudiantil de 1968, México D. F., Universidad Nacional Autónoma de México, 1996 (1980 para la sección correspondiente a los poemas) ; p. 47 ; el énfasis es nuestro. En el mismo volumen se halla un poema de Eduardo Lizalde (“Oh, César”; pp. 52-55), en el que la figura del presidente o del alto funcionario priísta es comparada de modo satírico a la del tirano. 8 Aludimos a la presencia del pasado en tanto que recurso técnico. Nos alejamos de toda concepción esencialista de la historia. Como dice el propio Paz : « El mexicano no es una esencia sino una historia (…) En el Laberinto de la soledad me esforcé por eludir (claro, sin lograrlo del todo) tanto las trampas del humanismo abstracto como las ilusiones de una filosofía de lo mexicano (…) » (Paz: 1971). 9 A tal punto que críticos como Greco Sotelo consideran el libro de González de Alba como « novela » (ver VV. AA, op. cit.). 10 Ver también Toledo Alejandro, « El invierno de nuestras desdichas : Apuntes sobre el movimiento estudiantil de 1968 en la novela mexicana », en www.148.226.12.104/bistream/123456789/925/21998108P13 3;pdf (consultado el 6 de marzo de 2011). 11 Escribe al respecto Emmanuel Carballido : « Gustavo Sainz encarna entre nosotros a un nuevo tipo de narrador, culto en su oficio y al día. Es probable que no descienda de nuestra tradición novelística (Lizardi, Altamirano, Rabasa, De Campo, Azuela), y casi seguro que no se ha planteado los problemas que hasta hace poco tiempo desvelaban a los prosistas (los dilemas nacionalismo-universalismo, realismo-imaginación, arte comprometido-arte lúdico). Mexicano porque nació, ha crecido y escrito en México, Gustavo Sainz es un narrador que por sus temas y procedimientos puede ser leído y admirado, como brillante aprendiz de escritor, en cualquier país que haya dejado atrás el desarrollo insuficiente.» Esta nota fue publicada en el suplemento cultural de Siempre, La cultura en México, n° 210. Ver : http:// degazapo.blogspot.com/2006/09/gustavo-sainz-una-obra-que-rompe-la.html (consultado el 8 de marzo de 2011). 12 Una gran cantidad de letras de canciones toma como eje la masacre, incluso algunas de época reciente (bandas Tex Tex, Maldita Vecindad, Banda Bostik, Panteón Rococó ; ver : http://www.youtube.com/ 30 / entrelíneas watch?v=_xrX_5RnV-s http://www.youtube.com/watch?v=8qGqbylxR1A&feature=related;http://www.youtube.com/ watch?v=ul1KoTFsJHk;http://www.youtube.com/watch?v=du5nIXbo49E). Cantautores como Judith Reyes u Óscar Chávez realizaron propuestas más amplias, con la intención de captar las diferentes expresiones del movimiento así como la represión conducida por las autoridades. Ver entre otros : http://www. youtube.com/watch?v=N_4J1pY_wqE;http://www.youtube.com/watch?v=gMBST79v4jU&feature=rel ated; http://www.youtube.com/watch?v=-B7b2VrMm-4&feature=related. Los montajes realizados para la presentación en youtube reactualizan las versiones de la lectura de la historia y agregan un matiz suplementario a la representación estética. Tenemos aquí una pista de estudio que merece ser explotada en el futuro. 13 Campos Marco Antonio, Toledo Alejandro, Narraciones sobre el movimiento esudiantil de 1968, Veracruz, Universidad Veracruzana, 1986 ; p. 9. 14 En la « introducción » el autor expresa su reconocimiento a los intelectuales que autorizaron la reproducción de sus textos : María Luisa Mendoza, Edmundo Domínguez Aragonés, Juan Bañuelos, Francisco Martínez de la Vega, Víctor Flores Olea, Javier Barros Sierra, Octavio Paz, Rosario Castellanos, etc. 15 Recurso también empleado por Elena Poniatowska (ver bibliografía al final). entrelíneas /31 Escritores adolescentes: cuando el consumo cultural deviene producción escrita. Los casos de Crepúsculo y Harry Potter María Victoria Wade Argentina Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires [email protected] Resumen Abstract Exponemos un análisis de las Fan Fictions inspiradas en las sagas de Harry Potter y Crepúsculo, producidas por adolescentes y publicadas en foros cibernéticos. Estos textos literarios amateurs cuentan con su propio sistema de clasificación en subgéneros según su extensión y sus contenidos. Esto será determinante a la hora de definir si involucran o no un tipo de escritura madura y transformadora del conocimiento. Las Fan Fictions guardan una relación de hipertextualidad con las sagas originales, aunque plantean ciertas transgresiones respecto de ellas. Con una temática que gira en torno al amor pasional y sexual de los personajes, que permiten a los escritores animarse a escribir sobre los temas más les atraen durante su adolescencia. Esto los lleva a exponerse y hablar de sus propias experiencias, gracias a lo que logran socializar e identificarse con otros usuarios del foro. We present an analysis of Fan Fictions inspired in Harry Potter and Twilight sagas, produced by teenagers and posted on online forums. These non professional written texts have their own categorization in sub-genres according to their length and content. This will be a determining factor in defining if they involve or not a mature and knowledge- transforming type of writing. Fan Fictions keep hipertextual relations with original sagas, although certain transgressions arise concerning them. With stories based on the characters’ passionate and sexual love, these fictions give the writers the courage they need to write about what they are most attracted by during adolescence. This leads them to expose and discuss their own experiences, by what they accomplish socialization and identification with other forum users. Palabras Clave: fan fiction, hipertextualidad, transformación del conocimiento, transgresión, reconocimiento. C on el objetivo de indagar en torno a los consumos culturales del género fantástico en adolescentes, procedimos a analizar los intercambios escritos que las lecturas de textos fantásticos suscitan en el mundo online. Tomamos los casos de las sagas de Harry Potter, de J. K. Rowling, y Crepúsculo, de Stephenie Meyer, por tratarse de dos de las producciones literarias juveniles más exitosas de las últimas décadas, responsables, a la vez, de una vasta red de comentarios, debates y publicaciones en foros, blogs y redes sociales. KEY WORDS: fan fiction, hypertextuality, knowledge-transforming, transgression, recognition. también quería que Harry y Hermione terminaran juntos. Inducción a la escritura en los adolescentes: el universo de las Fan Fictions El recorrido por estas publicaciones nos permitió identificar los diferentes efectos que la lectura de estas sagas provoca en sus seguidores, cuyo ejemplo más interesante lo brindan las llamadas Limitamos nuestro universo de análisis a chicos y Fan Fictions. Estas son escrituras producidas por chicas de entre 11 y 17 años, provenientes de países los mismos lectores con la intención de continuar, occidentales de habla hispana, que participan reformular o crear contenidos similares a las sagas en comunidades cibernéticas en las que dialogan en cuanto a personajes, temáticas o género. sobre las sagas en cuestión. Para dar cuenta de Según la investigadora y docente argentina cómo interactúan los jóvenes pertenecientes a este Libertad Borda, “la fan fiction es la escritura universo, analizamos un corpus compuesto por no profesional de relatos basados en ficciones aquellas publicaciones circunscritas entre marzo de audiovisuales o novelas que extrapolan personajes 2008 y agosto de 2011 en las siguientes páginas web: y situaciones para insertarlos en nuevas tramas”. Los Foros de Harry Potter, Harry Potters, Doblar al (Borda: 2008: 233). Este tipo de escritura, cuyos personaje, los Fan Fics sobre Crepúsculo publicados inicios datan de 1967, se popularizó y adquirió en FanficsLandia, el Foro Twilight Argentina Alice una gran difusión con la llegada de Internet. & Jasper y a la fan page de Facebook llamada Yo 32 / entrelíneas Actualmente, circulan miles de escritos en la web inspirados ya no sólo en productos audiovisuales, sino también en textos y personajes provenientes de la literatura, como aquellos presentes en los foros analizados en esta oportunidad. Siguiendo a Borda, lo que caracteriza a las fan fictions (o fics) desde sus comienzos es el peso del feedback del público lector, la presencia mayoritaria de escritoras mujeres y la división en subgéneros (2008). A estas características, aún presentes en los escritos de los foros investigados, les podemos sumar: la respuesta de los participantes a un código implícito – de sistematización de las escrituras según subgénero y personaje, por ejemplo-, la constante actualización de la escritura a partir de las lecturas de otras publicaciones del foro, la inclusión de diálogos, y el uso de clisés y lugares comunes que circulan en la literatura romántica. dividen en Drabble (publicaciones de menos de 500 palabras), Viñetas (entre 500 y 1000 palabras), OneShot (superan las 1000 palabras y se desarrollan en un solo capítulo) y Long (incluyen varios capítulos). En los foros a los que remitimos, la mayoría de los fics publicados son one-shots. Los escritores suelen iniciarse en esta actividad redactando fics cortos y concluyentes. Luego, a medida que van adquiriendo mayor confianza y popularidad entre los foristas, se animan a introducirse en la producción de longs, publicaciones que por presentarse divididas en varias entregas generan más comentarios del público lector y sacan mayor provecho de las opiniones y críticas recibidas para complacer posteriormente a los receptores. Se vuelve evidente, al seguir la progresión de estas publicaciones, cómo van aceptando las sugerencias de sus lectores y adecuando el producto a lo que éstos les reclaman. También se suelen clasificar los fics según su contenido. El subgénero slash, que según lo expuesto por Borda relata el encuentro sexual imaginado entre dos personajes del mismo género y al que se alude separando con una barra -en inglés slash- los nombres de los personajes involucrados, adquirió nuevas variantes. Se hace uso de la barra también, para referirse a relatos que incluyen relaciones heterosexuales, por ejemplo: Bella/Edward, Katie/ Cedric, Draco/Bellatrix, etc. Se distinguen aquellos slash heterosexuales de los homosexuales, por medio de las inscripciones en sus títulos. En el segundo caso se separan con la barra las iniciales de los personajes en vez de sus nombres completos, por ejemplo: PP/PC -en referencia a Pavarty Patyl y Penélope Clearwater-. Las críticas de la comunidad lectora son en muchos casos el motor que impulsa a los escritores a seguir con sus producciones. Lo que gusta o no de los textos producidos, es tenido en cuenta por estos escritores y se ve plasmado en la siguiente entrega. Luego de cada publicación se busca conocer la opinión del público, ya sea mediante encuestas o interpelando directamente al resto de los lectores, quienes suelen felicitar a los escritores si están conformes con su publicación, o bien expresar su disconformidad respecto a ciertos puntos con el fin de ayudarlos a mejorar en su trabajo. Esto demuestra cómo este tipo de producciones se alimenta de las opiniones de sus lectores, tanto respecto del contenido como de la forma, para mejorarse y continuarse. Así lo vemos, por ejemplo, en algunas de las críticas a cargo de Además del slash, existen otros términos foristas de FanficsLandia: comúnmente utilizados por los fans para clasificar sus ficciones. Un ejemplo es el POV (Point of view) La trama de la historia es buena, y como en el que, contrariamente a lo que podría suponerse, muchas dijeron al principio, la personalidad no hay un real trabajo con el punto de vista o de Bella no era así… Pero la mejoraste. Veo perspectiva, sino un simple cambio de narrador que que has usado muchas descripciones del libro, se anuncia en el título del fic. Incluso, en el caso de te recomiendo que te aventures un poco más Crepúsculo, se incluyen como POV algunos relatos y pongas más de ti en las descripciones. de fans que mantienen a Bella como narradora. KalSakka (2011, 7 de julio) Él todo lo Podemos decir que esto no es más que una cambió. [Mensaje 14] Mensaje dirigido a advertencia para el lector de quién es el narrador http://fanficslandia.com/index.php?threads/ del texto con el que se va a encontrar. fanfic-%C3%89l-lo-cambi%C3%B3Otros pretendidos subgéneros son el Ooc (Out todo.18428/ of caracter), en el que se cambian completamente las características de un personaje al insertarlo en la historia, y el Lemon o Lemonade, historias en las La división en subgéneros, por su parte, se ha que hay situaciones sexuales explícitas. A éstos se le ido convirtiendo en un sistema de clasificación suma el OTP (One true pairing) que refiere a relatos para los foristas, al que remiten a la hora de que involucran a aquellas duplas que según los fans, organizar sus publicaciones y sus lecturas. El están destinadas a ser parejas - y casi siempre, en el llamado subgénero del fic es incluido, en algunos texto original no lo son-, lo que genera controversias casos, mediante abreviaciones en el título de la entre los foristas ya que no toda la comunidad publicación. En nuestro primer contacto con el coincide sobre este punto. título, podemos saber qué extensión va a tener el texto, qué temáticas se van a tratar y quiénes son A su vez estas escrituras se caracterizan por los personajes involucrados. adquirir, gracias a las repercusiones que generan entre los fans del foro, un alto grado de autonomía Una de las formas de clasificación de las fan respecto de los textos a los que remiten. Las fan fictions se produce a partir de su extensión. Se entrelíneas /33 fictions imponen sus propias reglas ajenas al mundo de los personajes heredados de la ficción original. Los lectores-escritores se involucran con sus propias historias hasta tal punto que sus apreciaciones de los personajes no están basadas en los textos originales, sino en lo que los personajes han devenido en las fan fictions. Para dar cuenta de este fenómeno, nos serviremos, como bien lo hace Borda (2008) de la noción de hipertextualidad esbozada por Gerard Genette (1989) en Palimpsestos: La literatura en segundo grado. Las fan fictions ponen de manifiesto algunas cuestiones que son comunes a toda escritura de ficción: su relación con un texto previo. Genette define la hipertextualidad como: “toda relación que une un texto B (que llamaré hipertexto) a un texto anterior A (al que llamaré hipotexto) en el que se injerta de una manera que no es la del comentario.” (Genette: 1989: 14) De esta forma, todas las producciones amateurs creadas por los fans en los foros son hipertextos derivados de textos anteriores: las sagas de Rowling y Meyer, con las que generan relaciones de transformación y/o imitación. Ahora bien, a medida que va creciendo su popularidad estos hipertextos van independizándose gradualmente de su hipotexto y alejándose de la mera imitación del mismo. Se crean nuevas relaciones entre los personajes, se los traslada a nuevos escenarios y se vacía a los protagonistas de sus principales características hasta el punto que dejan de verse como los personajes de la saga insertos en nuevas situaciones, y comienzan a ser nuevos personajes conservando sólo el nombre de los hipotextuales. A raíz del recorrido de los foros en cuestión, hemos podido observar que los fan fics se han transformado en un fenómeno en sí y que han llegado a tener, en el mundo online, mayor repercusión que los mismísimos hipotextos. Muchos de los usuarios del foro reconocen haberse dejado encantar por Harry Potter con sus libros pero que su verdadero fanatismo y su auténtica “obsesión” se vieron potenciados cuando conocieron el “maravilloso mundo de las fan fictions”. Los adolescentes participantes del foro hicieron que las sagas tomaran un rumbo inimaginable para el resto de los lectores. A medida que la popularidad de los fics fue creciendo, los foristas continuaron las historias y los romances que habían cobrado vida en un fic previo. Las fan fictions fueron inspirando nuevos textos y deviniendo ellos mismos en hipotextos de estas nuevas creaciones. Esto demuestra en algún punto la tesis de Genette respecto de la hipertextualidad: “no hay obra literaria que, en algún grado y según las lecturas, no evoque otra y, en este sentido, todas las obras son hipertextuales” (1989: 19). 34 / entrelíneas Procesos de composición de estas escrituras A propósito de los trabajos cognitivos que se llevan a cabo en estas prácticas de escritura, vale la pena retomar los dos modelos de procesos de composición escrita que los investigadores canadienses especializados en educación, Marlene Scardamalia y Carl Bereiter, han expuesto en Infancia y Aprendizaje (1992). Según ellos, los redactores pueden introducirse en dos tipos diferentes de escritura a las que se pueden vincular con la actividad de escritores inmaduros y maduros: una de ellas implica “decir el conocimiento”, mientras que la otra lo “transforma”. En los foros analizados, si bien las escrituras ponen en práctica relaciones intertextuales por medio de las que recrean y transforman textos anteriores, nos encontramos con casos de escrituras mayormente inmaduras en las que no hay un verdadero proceso de transformación del conocimiento ni un salto hacia un estado de saber cualitativamente superior que se refleje, por ejemplo, en novedades en cuanto al estilo o procedimientos narrativos. Se trata de publicaciones que, ajustándose a identificadores de género – y subgénero – y a algunos tópicos conceptuales vinculados principalmente a la temática amorosa, no hacen más que llevar al texto la información proveniente de su memoria, alimentada principalmente por su experiencia cotidiana y su contacto con los medios masivos. Por estos motivos, podríamos en una primera instancia entender estas prácticas de escritura como próximas al modelo de “decir el conocimiento” expuesto por Scardamalia y Bereiter (1992). La mayoría de estas producciones implican una escritura improvisada y falta de revisión, en la que el movimiento dialéctico entre el problema de contenido y el retórico, propio del modelo de “transformar el conocimiento”, está ausente. Muchas de ellas repiten la fórmula y la estructura de fics anteriores, los que funcionan en este caso como identificadores de tópico y género que sientan las bases para las próximas producciones. De todas formas, vale la pena hacer una salvedad respecto a los long fics. En este tipo de escrituras, el hecho de que se publiquen capítulos escalonados y que la audiencia sea tenida en cuenta para mejorar y continuar cada uno de ellos, da cuenta de un proceso cognitivo complejo, que si bien no involucra indefectiblemente una actividad transformadora del conocimiento, propone a los escritores un problema de contenido y retórico que deben solucionar: “reorganizar la información de acuerdo a las necesidades del lector” (Scardamalia/Bereiter:1992: 52). Por esta razón, consideramos que los long fics son aquellos que en mayor medida se aproximan a una escritura madura y transformadora. Implican cierto grado de planificación por parte del escritor, quien dependerá de las repercusiones que su producción tenga en el público virtual para plantearse nuevos espacios-problemas a resolver. En algunas de estas producciones, como, por ejemplo, en “Un amor eterno como la llama del fénix” es notorio cómo, a pesar de que la autora haya planificado y organizado sus ideas antes de comenzar con la escritura del texto, el éxito de su fic en el mundo online y el constante pedido de los fans de continuar la historia, la llevaron a recurrir a una escritura un tanto más inmadura y menos premeditada en los últimos capítulos. Temáticas predominantes en estos hipertextos En nuestro recorrido hemos podido observar que hay una temática hegemónica en todos los hipertextos que se comparten en este entorno virtual: la del amor pasional y sexual. A excepción de aquellos foros en los que la introducción de relatos sexuales está prohibida y censurada por los moderadores, en todas estas comunidades virtuales los foristas se permiten escribir y fantasear libremente sobre las aventuras y los deseos sexuales de los personajes, explícitamente en algunos casos y en forma sugerida en otros. abundan las relaciones homosexuales imaginarias que contradicen la identidad sexual del personaje construida por los autores de los hipotextos. Es importante atender al hecho de que la gran mayoría de estos escritores adolescentes recurre a frases hechas y a motivos trillados de la literatura romántica para construir la escena del acto sexual en vez de introducir imágenes sensoriales y descripciones detalladas de lo que los personajes sienten y piensan durante este encuentro. Esto nos permite inferir que, probablemente, muchos de ellos estén iniciándose sexualmente o, sin siquiera haberlo hecho, buscan fantasear sobre este tema a partir de sus escritos y se sirven de clichés narrativos y lugares comunes a la hora de llenar los vacíos, producto de su inexperiencia. No todas las escenas sexuales que aparecen en los fics están enmarcadas en el contexto de un relato amoroso o romántico en el sentido en el que las sagas nos lo presentan. Encontramos también relatos que corresponden a escenas de seducción, perversión, sadismo, violaciones y encuentros sexuales violentos. Estas transgresiones en los escritos son celebradas por los foristas, quienes intentan doblar la apuesta al escribir su próxima publicación. En el foro, todo es válido. Los adolescentes pueden Vale destacar que en el caso de la saga de Harry fantasear y hablar sin escrúpulos de los temas Potter, la introducción de esta temática en los que tanto les atraen pero que probablemente no hipertextos implica un notorio giro respecto de los extrapolan más allá de la privacidad que el entorno hipotextos, en los que la temática romántica es casi virtual les provee. Suelen acercarse en primera nula y secundaria, respecto a otras temáticas como medida a estas cuestiones mediante el relato de las la amistad, la magia y las aventuras, y el tema de acciones de sus personajes en los fics, para luego la sexualidad está completamente ausente. En el hablar abiertamente y en primera persona de sus caso de Crepúsculo, por el contrario, la sexualidad fantasías y sus deseos sexuales, lo que genera un y el erotismo están abiertamente presentes en la mayor grado de complicidad y adhesión entre los relación vampírica y amorosa de Bella y Edward, usuarios. por lo que la recuperación de estas temáticas en los hipertextos no debería resultar tan sorprendente. Esto último nos deja en claro que la escritura Sin embargo, es necesario reparar aquí en el opera aquí no sólo como un proceso creativo significativo distanciamiento que estas escrituras sino también como motor de socialización y presentan respecto de su hipotexto: la sexualidad reconocimiento. Pese a ser público y abierto, el foro no es sólo una de las temáticas del relato sino que es percibido como un espacio en el que se pueden hegemoniza todas las escrituras y se vuelve el compartir cuestiones íntimas y propias, en las que punto central de la trama de estas ficciones. En el resto de los participantes se reconoce. De ahí resumidas cuentas, estos textos no relatan más que que quienes frecuenten este espacio se identifiquen diferentes encuentros sexuales. Todos los elementos mutuamente y se entiendan como pares, no sólo que se introducen, desde las presentaciones de los debido a los consumos culturales compartidos, personajes y los diálogos hasta las descripciones sino dado a que se identifican con los conflictos y densas y trabajadas a las que suelen recurrir los situaciones que se exteriorizan en este entorno. Los escritores, aparecen sólo con el fin de manejar la foros son percibidos como un lugar de refugio en el intriga y crear un clima propicio para el relato de la que pueden abstraerse de todo lo que los rodea y acción principal: el acto sexual sin censuras de los evadir ese mundo aparentemente conflictivo con el personajes. que deben convivir: el mundo de los adultos. La homosexualidad es un motivo recurrente de estas escrituras, hasta tal punto que los relatos de romances y relaciones sexuales entre personajes del mismo sexo constituyen un subgénero reconocido por los escritores y lectores de fan fictions: el slash. En los foros que conforman nuestro corpus se mantienen las mismas tendencias ya enunciadas por Borda en su investigación en relación con este tema: Conclusiones Estamos en presencia de ejemplares de la literatura fantástica que no sólo atraen y fanatizan a sus consumidores adolescentes, sino que también los incitan a introducirse en nuevas prácticas entrelíneas /35 socioculturales, relacionadas con actividades de lectura y escritura, y mediatizadas por la participación en foros y redes sociales cibernéticas. Valiéndose de la interactividad, los foros se transforman en un espacio propicio para el constante intercambio y nuevas formas de interacción que suscitan el mutuo reconocimiento. Por medio del recorrido realizado, hemos podido observar ciertas particularidades de este proceso de lectura y escritura en el que los adolescentes se involucran. En primer lugar, hemos demostrado que a pesar de la meritoria capacidad de estas sagas de formar nuevos adolescentes aficionados a la escritura, casi nunca los incitan a incursionar en nuevos géneros ni a producir una escritura madura. en la intención de modificar las identidades de los personajes –incluida su identidad sexual- o de trasladarlos a escenarios inauditos. En segundo lugar, podemos hablar de estas producciones como un espacio para la transgresión en cuanto a las temáticas que conciernen. Si bien durante los últimos años, con la promoción de la educación sexual en los establecimientos educativos escolares, el tema del sexo fue perdiendo su carácter de “tema tabú” entre niños y adolescentes, el recorrido de sus producciones en los foros indicaría que esto no ha sido abiertamente superado. El hecho de que gran cantidad de foristas opten por hablar de sexo en la intimidad que el entorno virtual les ofrece, lejos del alcance de sus padres y otros mayores y, en la mayoría de los casos, ocultos bajo un seudónimo que no devela su identidad, da cuenta del carácter prohibido del tema en este público. En este sentido, es interesante cómo mediante estas escrituras, los adolescentes tienen la capacidad de transformar una novela “para niños y jóvenes”, a los ojos de la industria editorial, en un relato en el que se puede exteriorizar el deseo de lo prohibido y fantasear sin restricciones sobre temas tabú. Sin embargo, es menester reconocer su capacidad de hacer posibles numerosas relaciones de identificación y reconocimiento. Lo que alimenta aquí el fanatismo contagioso y desmesurado son los lazos emocionales que se generan a partir de estos consumos. El proceso de lectura y escritura en el que se introducen es una actividad que gratifica porque es compartida. Las sagas de Crepúsculo y Harry Potter, como tantos otros productos culturales, La escritura funciona aquí, por lo tanto, como operan como referentes en torno a los cuales se construye una -frágil y poco duradera- identidad una forma de apropiación y consumo de estas obras que queda plasmada en los intercambios que el foro literarias, en las que se recrea el producto con el fin de ajustarse a las necesidades y deseos del público hace posible. que la industria cultural no es capaz de satisfacer. Por otro lado, y ante el completo fracaso de la La necesidad de dar vida a sus personajes favoritos industria de la cultura de introducir temáticas y empujarlos hacia nuevas aventuras, lleva a los vinculadas con los intereses más radicales de los lectores a introducirse en prácticas de escritura en adolescentes en estas producciones masivas, las las que buscan plasmar todas aquellas cosas que escrituras amateurs que producen les facilitan el les hubiese gustado leer en sus sagas, pero que ámbito en el que pueden resarcir por sí mismos sin embargo están ausentes. Estos adolescentes las falencias de los hipotextos. De ahí las infinitas se introducen en la escritura, estimulados por la transgresiones que sus publicaciones de ficción nos necesidad de exteriorizar sus deseos, reconocerse en acercan. Transgresiones que operan, en primer lugar, los textos de sus pares y transformar las obras a la al nivel de la obra y que se presentan en la búsqueda vez que las hacen propias. de revertir los romances consolidados por la autora, Corpus de trabajo: Doblar al personaje. Recuperado en Agosto de 2011 de http://www. doblaralpersonaje.com FanficsLandia. Recuperado en Agosto de 2011 de www.fanficslandia.com Fanfiction.net. Recuperado en Agosto de 2011 de http://www.fanfiction.net/ Foro Twilight Argentina Alice & Jasper. Recuperado en Agosto de 2011 de http:// twilight-argentina.clictopic.net/ Harry Potters. Recuperado en Agosto de 2011 de http://www.harrypotters. com.ar/foro/ Los foros de Harry Potter. Recuperado en Agosto de 2011 de http://harrypotter. lsf.com.ar/los-foros-harry.html. Facebook Fan Page: Yo también quería que Harry y Hermione terminaran juntos. Recuperado en Agosto de 2011 de https://www.facebook.com/#!/pages/ Yo-tambi%C3%A9n-quer%C3%ADaque-Harry-y-Hermione-terminaranjuntos/168202329919803 Facebook Fan Page: Twilight (Crepúsculo) Argentina. Recuperado en Agosto de 2011 de https://www.facebook.com/topic.php?u id=32416357658&topic=9360#!/group. php?gid=32416357658 Referencias bibliográficas Bereiter, Carl y Marlene Scardamalia (1992): “Dos modelos explicativos de procesos de composición escrita”, Infancia y Aprendizaje, nº 58,s.f, pp. 43-64. Borda, Libertad (2008): “Fan Fiction entre el desvío y el límite”, P. Alabarces y M. G. Rodríguez (comps), en Resistencias y mediaciones: Estudios sobre cultura popular, Buenos Aires, Paidós. Genette, Gérard (1989): Palimpsestos: la literatura en segundo grado, Madrid, Alfagura. 36 / entrelíneas Recordando a W. Benjamin: del flâneur moderno al cronista urbano neobarroco Alicia Montes Facultad de Ciencias Sociales y Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires [email protected] Resumen Abstract Los textos de Walter Benjamin sobre Paris, construyen un paradigma de lectura y representación de la ciudad que, reciclado y sometido a creativa turbulencia, se evidencia no solo en los procedimientos de escritura de la crónica posvanguardista (sus modos de recorrer/leer la ciudad, detenerse en los detalles triviales convertidos en alegorías del sistema neoliberal, su trabajo con lo fragmentario), sino también en la representación de lo urbano como espacio de tensiones y conflictos entre centro y periferia. Este modelo de lectura es también decisivos en la configuración de la mirada del cronista. Por estas razones, el objetivo de este trabajo será analizar la manera en que este tipo de relatos urbanos reciclan y refuncionalizan el paradigma de lectura benjaminiano sobre la ciudad, para constituir su discurso sobre las megalópolis latinoamericanas del último tercio del Siglo XX y la primera década del Siglo XXI. Walter Benjamin’s writings about Paris, constructed a paradigm of reading and representation of the city, which recycled and subjected to creative turbulence, not only reveals about the writing procedures of the post avant-garde chronicle (their way of walking / reading the city dwell on trivial details turned into allegories of the neoliberal system, its work with the sketchy), but also in the representation of the urban as a space of tension and conflict between centre and periphery. This reading model is also determinant on the reporter’s view. For these reasons, the aim of this paper will be to examine the way in which this type of urban chronicles recycle and reshape Benjamin’s reading paradigm. KEY WORDS: Benjamin, flâneur, chronicler, writing matrix, city. Palabras Clave: Benjamin, flâneur, cronista, matriz de escritura, ciudad E n los comienzos del este siglo, Beatriz Sarlo sugirió la necesidad de “Olvidar a Benjamin” debido al predominio, en la academia, de cierta “canonización simplificadora” (Sarlo:2000:87) que habría afectado los hallazgos más originales de este crítico alemán en torno a la ciudad moderna, materialización de las fantasmagorías propias del capitalismo, a través de un uso ‘ bárbaro’ que “no le reconoce a sus textos ninguna autoridad que no sea la de los nombres .” (90) Sin tener como objetivo llevar a cabo un análisis pormenorizado de estas afirmaciones que en principio, por su alto grado de generalización, resultan demasiado simplificadoras, considero que, lejos de olvidar a Benjamin, es necesario recuperar y poner en evidencia la huella que sus ensayos sobre la ciudad, en especial los dedicados a París, han dejado en la institución literaria, como un modo de reconocer en estos trazos la enorme fecundidad de sus aportes, y de las operaciones de reciclaje y 37 / entrelíneas consumo productivo (Calabrese:1987:165-169) a las que fueron sometidos. No se trata de determinar aquí cuáles son los usos ortodoxos de la producción benjaminiana, y si es lícito o no mezclarlo con los escritos culturalistas de autores como Richard Sennett, Marc Augé, Jean Baudrillard y Michel De Certeau, o del postestructuralismo, sino analizar la pervivencia de su impronta. transformada en una serie de escritos que tienen por tema la ciudad, y han alcanzado en los últimos decenios un lugar importante en la literatura, saliendo del lugar marginal en el que durante mucho tiempo circularon. Me refiero al modo de reapropiación turbulento y creativo que de sus iluminaciones ha hecho la crónica urbana posvanguardista1 en Latinoamérica, a partir de los años 70. Este tipo de crónicas constituye un corpus heterogéneo y bastante inasible en términos formales de relatos que, lejos de convertir las intuiciones de la mirada microscópica sobre lo entrelíneas /37 cotidiano que caracterizan a Benjamin en vulgata académica o “jarabe puramente léxico” (Sarlo:99), las usa de modo productivo, muchas veces anómalo, llevando al límite sus posibilidades interpretativas y escriturarias sobre la ciudad, al reconducirlas a una representación (neo)barroca de la experiencia urbana en tiempos del capitalismo tardío. La crónica posvanguardista reelabora las ideas y las constelaciones e imágenes dialécticas de Benjamin, transformándolas en operaciones políticas de escritura que cepillan a contrapelo y polemizan con los lugares comunes y los estereotipos que los medios utilizan para construir ciertos imaginarios sobre la ciudad, funcionales a sus intereses empresariales o a los poderes ocasionales de los que son operadores ideológicos. Muy lejos de la fantasmagoría de neutralidad y objetividad en que se sostiene el discurso del periodismo, el cronista urbano sabe, como había advertido críticamente Benjamin al referirse a las “fisiologías” del siglo XIX, que observar y emitir un discurso sobre lo observado no es sinónimo de conocer (Benjamin:1980:76) y que el otro en su compleja realidad es insondable aún para aquél que pretende registrar y dar espacio a su palabra. Reconoce también que asume la tarea imposible de narrar lo real y se obstina en ella por imperativo ético y político a pesar de la recurrente constatación de que el otro siempre excede el discurso y se le escapa: “Retuve sus ‘cuáis’, su ‘luz’, su ‘tira’; transcribí las cintas de la grabadora y en la noche me senté en la cama a preguntarme: ‘Qué se yo de los que trabajan en México?” dirá, así, Elena Poniatowska (2006:370). El narrador en la crónica es consciente, como Benjamin, de que en los medios se ha sustituido el antiguo relato por la información y, aún, a ésta por la mera sensación (sensación de inseguridad, sensación de caos, sensación de indefensión, sensacionalismo) y que, en esas operaciones se ha vaciado la posibilidad de comunicar la experiencia, toda vez que sus noticias se basan en una serie de principios periodísticos cuya finalidad no es la apropiación por parte de los lectores de la información, sino justamente la exclusión de los acontecimientos del ámbito de la experiencia, para imposibilitar la constitución de un saber. Por ello su discurso busca la novedad efímera y sin articulaciones, en la medida en que cada información nueva sustituye rápidamente a la anterior sin dejar traza. El periodismo elige la comunicación rápida, breve, eficaz, por lo sencillamente inteligible, y desconecta las noticias entre sí, a través del estilo y de la compaginación discontinua, de modo que se pierda la lógica que las vincula. Esta es la principal razón por la cual las informaciones no se conservan ni entran en la tradición como ocurría con los antiguos relatos (Benjamin:1986), al mismo tiempo que reproducen el modus operandi de la producción estandarizada en la que las marcas del productor han desaparecido: La narración no pretende como la información comunicar el puro en si de lo acaecido sino que lo encarna en la vida del relator, para proporcionar 38 / entrelíneas a quienes escuchan lo acaecido como experiencia. Así en lo narrado queda el signo del narrador como la huella de la mano del alfarero sobre la vasija de arcilla (Benjamin:1986:92). Por consiguiente, empleando estrategias diferentes a las del relato tradicional, que en la era burguesa se ha vuelto insostenible (Benjamin:1994:165), la misión de la crónica es dar lugar a una nueva configuración del arte de narrar, que no reproduzca la apariencia ilusoria de la obra orgánica ni pretenda que se puede “reflejar” la realidad, para así trazar un límite claro entre narrativización erótica, lúdica, deformante, subversiva de los fenómenos propios de las grandes urbes y noticia, desde un lugar que la ubica entre la literatura y el periodismo. Y es justamente este lugar entre, que disloca los modelos perceptivos, el que le permite sostener una verdad histórica contestataria, estableciendo un espacio de combate a través del lenguaje que se opone al discurso maniqueo y comunicacional de muchos de los medios a través de los cuales circula. Así, los procedimientos de los ensayos benjaminianos se convierten en matriz y forma, y no palabra-fetiche, de un tipo de relatos testimoniales con figuras y estructura posvanguardista y contemporánea cuya emergencia es el resultado de las transformaciones históricas de un género con una larga tradición en Latinoamérica (Rotker.1991). Las crónicas de escritores como Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Edgardo Rodríguez Juliá, José Joaquín Blanco, Juan Villoro, Pedro Lemebel, Maria Moreno, por solo nombrar algunos, cruzan los procedimientos estéticos de la posvanguardia, muchas veces con desprejuiciado gesto camp, con los paradigmas teóricos propios del postestructuralismo y el culturalismo. Modelos de lectura antidisciplinarios, impuros e inestables epistemológicamente hablando, como bien señala Jorge Panessi (2000:113-114), que ponen su acento en el estudio de la cultura y que, en muchos sentidos, tienen en Benjamin un precursor y un marco de referencia insoslayable no solo por el objeto que recortan sino por su discurso complejo, laberíntico, paratáctico y la mirada miope (Calabrese:148) que la caracteriza. De esta manera, a través de escritos híbridos, discursivamente hablando, y proteicos en términos genéricos, las crónicas llevan a cabo la tarea de narrativizar las prácticas y rituales de la vida cotidiana en la ciudad y la cultura urbana, convirtiendo este espacio en desaforado escenario de las contradicciones propias del neoliberalismo y de las complejas relaciones que a modo de hegemonía pero también de resistencia, sumisión o negociación se dan entre centro y periferia. En estos relatos urbanos, la figura del cronista es un elemento crucial porque su carácter inestable y descentrado permite el surgimiento de un espacio ventrílocuo y polifónico para narrar la experiencia de los habitantes de la ciudad y las tácticas que ponen en juego para habitarla (De Certeau:1996). Sin pretensiones de totalidad y a partir de diferentes posiciones enunciativas, este narrador recupera, recicla o parodia las paradójicas inflexiones del flâneur benjaminiano y, cómo él, “en ningún lugar se encuentra cómodo” (Benjamin:1986:134). Así, puede transformarse en el paseante que camina lentamente, a contrapelo de la aceleración automatizada que impone el ritmo de lo cotidiano y sus rituales colectivos, y se detiene a mirar la ciudad, crítico miope y voyeur gozoso, a través del velo de la multitud, para reconocer en ella las ilusiones y los imaginarios que propone el sistema, y darle, entonces, ojos a la masa amorfa y ciega de los que pasan tal como hace Carlos Monsiváis en la ciudad de México que define en términos metafóricos y demográficos como “la demasiada gente”, “multitud que rodea a la multitud”, “el gran hacinamiento”. El cronista puede ser también, ubicado entre el ensayo y el relato, un crítico cultural que ve la ciudad como un laberinto tensionado en el oxímoron de sus múltiples sentidos, para reconocer los diversos territorios que conviven superpuestos o enfrentados en ella. Descubre así, como José Joaquín Blanco, hasta qué punto el imperio del consumo traza la diferencia entre una ciudad-simulacro utópica y elegante en la que nada desentona y reina la felicidad, y una ciudad oscura, sumergida, que sobrevive gracias a las promesas de una ilusión que nunca se va a concretar. Salí a la madrugada. Que nadie piense que todo estaba quieto. Las verdaderas ciudades son de neón como Las Vegas u Osaka. (…) Allá afuera la pasión hervía en la violencia de los que se trenzaron a la salida del Fantástico y el Latino, los que hacían trampa mientras jugaban a las cartas ante las mesas de cemento de la plaza remodelada. La sangre de los celosos se derramó por la vereda, allí donde cada provincia, cada arrabal, marcaba una Ley que se defendía con el puñal o el combate cuerpo a cuerpo. La policía llegó tarde y de civil, para levantar coimas.(2007:28-29) Muchas veces, organiza su escritura en torno al detalle epifánico y convierte lo trivial en principio constructivo de un relato que resulta espejo deformante y fragmentario de lo dado y deja entrever sus contradicciones y deformidades. Operación que queda de manifiesto en las estrategias que pone en marcha Marcelo Cohen en “Consolación por la baratija”, texto que bajo el ímpetu expansivo y proliferante del lenguaje neobarroco y el gesto irreverente del camp despliega un relato- homenaje acerca del Once, que es también visión crítica de la sociedad argentina postmenemista. En él, además y de paso, se juega irónicamente con algunos tópicos … y una tarde ociosa y sabatina del final del verano me trepé en Chapultepec a un pesero rumbo a Satélite, dispuesto a tachar uno de esos múltiples ítems que conformaban la lista de lo que aún desconoceré cuando cumpla 28 años. En el terreno visual, la ciudad de México es, sobre Creía prever esta crónica; durante el trayecto casi todo, la demasiada gente. Se puede hacer abstracción la había redondeado mentalmente; una diatriba del asunto, ver o fotografiar amaneceres desolados, contra el consumo ciudadano en un lugar tan obvio gozar del poderío estético de muros y plazuelas, que no requiere el insulto: basta el registro objetivo redescubrir la perfección del aislamiento, Pero en el de algunos detalles. Y efectivamente anoté en la Distrito Federal la obsesión permanente (…) es la libreta de bolsillo con mi lápiz.(…) Se ostentan el multitud que rodea a la multitud, la manera en que lujo y el “buen gusto” chafas característico de esa cada persona, así no lo sepa o no lo admita, se precave clase media alta que se siente culta (cafés que se y atrinchera en el mínimo sitio que la ciudad le llaman Mozart, pósters de Beethoven en las tiendas concede, lo íntimo es un permiso, la licencia poética de aparatos) y refinada (reproducciones de pintores que olvida por un segundo que allí están, nomás a galantes del siglo XVIII: damas lánguidas en su unos milímetros, los contingentes que hacen de la boudoir con encajes desteñidos, pastoras, etcétera). vitalidad urbana una opresión sin salida. (…) ¿Y (…) Las peluquerías se llaman, hegelianamente qué es hoy , desde ángulos descriptivos, la Ciudad de ‘Estéticas’ , y cortar el pelo es -¡oh Laocoonte!México? El gran hacinamiento, el arrepentimiento ‘esculpir’. (…) Pero estas anotaciones no describen ante la falta de culpa, el espacio inabarcable donde la plaza; aunque en lo concentrando y ostentoso, casi todo es posible a causa del “el Milagro” esa reiteran a otros almacenes de prestigio. Lo particular zona de encuentro del trabajo, la tecnología y el eran las personas que paseaban (…) Ninguna utopía azar. (M0nsiváis:1995:17) se parangonaba con Plaza Satélite; ya hubieran querido los gringos ese garbo, esa pulcritud, ese Otras veces, adopta la forma del esgrimista suave aire de dominio, esa serenidad.(…) qué con gesto hábil y rápido sabe cómo caminar Salí con la cola entre las patas, sin mi diatriba entre esos cuerpos que cubren la horizontal de la beligerante (…) mis anotaciones (caligrafía Palmer) mirada, y narrativiza esa vivencia tensionado por en la libretita de bolsillo se parecían en su fatigada la fascinación y el horror de ese otro que lo rodea, inutilidad a las escenas que, en el camión apretujado camina, trabaja, sufre, festeja, disfruta del ocio, (solo obreros y sirvientas me acompañaban en la se resigna a una existencia marginal, o sucumbe ballena cafre), leía una trenzada chaparrita en a la violencia propia del espacio urbano cuando una fotonovela donde irrealmente fotogeniaba el irrumpen los códigos viriles de la cultura popular, galán Jaime Garza. La vencida expresión después tal como ocurre en “Plaza Miserere” de María de turistear por la “opulencia” de los otros. Moreno. (Blanco:1978:s.p.) entrelíneas /39 clave de las instantáneas de Benjamin sobre el evocadora de pasados perdidos, que entraña alguna surrealismo (Benjamin:1980) y sus iluminaciones reflexión sobre los avatares de la crueldad y la profanas: violencia popular, camino que elige Sergio González Rodríguez. (…) demenuzado en chispas de mercancía, fui únicamente ese barrio. Asimilado al centro de un Un policía federal que presenció el hallazgo mundo pletórico percibía distintamente miles de de un decapitado en Tierra Caliente de Michoacán detalles y no había síntesis por hacer ni nada que menciona que la humedad olía a sangre, a flatulencia, interpretar. Carteles e imágenes prevalecían sobre o algo indefinible y nauseabundo que el vientre no su significado y me aflojaban la individualidad. alcanzó a digerir. “Es obvio”, dice: “el calor acelera Pero, cosa rara, la embriaguez me libraba de esa la putrefacción y atrae la fauna cadavérica”. El miopía cotidiana, para la cual el barrio del Once corte en el cuello de la víctima estaba fruncido sería un mero bodoque mercantil plantado en medio hacia el interior, el cadáver vaciado de sangre. de Buenos Aires. No. Yo había entrado en una zona Por el hueco sobresalía la columna vertebral. La anómala en donde la baratija revolucionaba el piel amarillenta Allá lo arrojaron. No resistió la sentido común. (Cohen:2007:55) curiosidad de acercarse a la cabeza desprendida, que estaba puesta de lado. Se acuclilló, tomó la rama En ocasiones, como extrañado, el cronista seca y movió la cabeza para observarla. ¿Por qué lo asume el rol del mirón ingenuo de las fisiologías hizo? Cuando era niño su abuela le enseñó a matar decimonónicas que suprimía lo inquietante o aves de corral. Les retorcían el cuello al girarlo en el inasible del otro para brindar su visión panorámica aire y luego les cortaban la cabeza con un cuchillo y de la vida y las gentes de la ciudad, pero esta vez en la tendían, sanguinolenta, en la mesa a la altura de clave paródica: “Y dijeron los medios masivos: esta los ojos. (2009:44:45) y no otra es la imagen del pueblo y al pueblo le gustó su imagen y su habla y procuró adaptarse a ellos”. Sin embargo siempre algo se rescata en los (Monsiváis:2000:21) Otras veces, pulsa sutilmente viajes al mercado, porque las escenas de violencia, irónico las cuerdas del relato paranoico de los medios, marginalidad y desamparo, o la referencia a rituales que resuelve la ecuación de las subjetividades colectivos como el de los de los hinchas de futbol, urbanas organizándolas binariamente en víctimas recuperadas por una mirada no convencional, (nosotros) y victimarios (los otros), para poner pueden superar los límites que le proponía la en crisis esos imaginarios del miedo o reflexionar funcionalidad comercial a la escritura y de este sobre la manera simplificadora en que abordan el modo desentumecer lo cristalizado con las chispas tratamiento de la violencia, como puede observarse de un nuevo sentido. Tal es el caso de muchas de las en mucho de los textos del colombiano José Roberto crónicas de Juan Villoro dedicadas a la afición por Duque. el futbol (2006), en uno de cuyos textos, “El balón y la cabeza”, emergen las posibilidades políticamente Ha estallado una huelga en la cárcel de El Dorado. contestatarias de un estadio abarrotado en el que Nada de particular: medio centenar de reclusos se la multitud puede desbordar las posibilidades de la han declarado en huelga de sangre ¿ Y eso que es? masa y reconocer su voz dando nacimiento a una Pues usted se provoca heridas en el cuerpo y, si no sociedad consciente de su poder y capaz de repulsas se le satisfacen sus peticiones, muerte desangrado. y de reclamos políticos. Ya antes los reclusos habían patentado lo de coserse Finalmente, y por solo dar cuenta de algunas los labios para forzar una huelga de hambre; el de sus figuras, el cronista asume la función de problema era que, además de incapacitados para montajista de fragmentos (testimonios, escenas), comer, también lo quedaban para hablar. (1999) rol de fina marquetería con el que evita la mirada de medusa que reifica al otro para armar un espacio Claro que no siempre el cronista se comporta como donde emerge su voz, tal como se da en “La noche un combatiente tras la barricada, ya Benjamin de Tlatelolco” o “Le muevo la panza” de Elena había advertido que “la tienda es el último paso de Poniatowska. quien pasea por placer” (Benjamin:99). Algunas En la lógica de la crónica, es misión del narrador veces, tentado por el prestigio súbito de una novedad, dejar abiertas las tensiones y paradojas propias de va al mercado a comprar y, sobre todo, a que lo la vida en la ciudad, que se convierte en personaje compren. Como al flâneur, lo atrae la posibilidad metafórico a través del cual se lee críticamente de vender sus mercancías, sensacionalistas y la realidad social. Así, por ejemplo, opera Carlos gastronómicamente kitsch. En muchas de esas Monsiváis en “Parábola de las postrimerías. Teología ocasiones, la crónica extiende sus fronteras de multitudes”, relato dedicado a la compleja hacia lo marginal con trazo grueso y efectista. mezcla entre devoción individual, ritual colectivo, La prostitución, el sadomasoquismo, la trata de espectáculo, mercadeo y construcción mediática menores, el narcotráfico y sus decapitaciones brillan del acontecimiento, que se produce todos los años sobre un fondo naturalista en el que no se produce durante los festejos dedicados al de la Virgen de iluminación alguna a fuerza de lugares comunes Guadalupe, en México D. F. al expresar: o truculencias en las que se cruzan el detalle de efecto realidad con la memoria nostálgicamente Mi voto incondicional por las tradiciones se tambalea. 40 / entrelíneas ¿Cómo es posible? Y sí, sí lo es. La congregación está leyendo la letra de “Las Mañanitas”, en papelitos obsequiados a la entrada. Si el pueblo no sabe de memoria “Las Mañanitas”, ¿qué destino le espera a la Constitución de la República? (…) Recuerdo ahora, con esa portentosa memoria que lo inventa todo para no quedar mal consigo misma, las primeras transmisiones televisivas desde la Basílica de Guadalupe, (…) a los artistas llevándole “Mañanitas” a la Madre de Dios con un tono solícito y distante, no distante de Ella, por supuesto, sino de la cámara. Qué triste aquella etapa primitiva cuando la gente –qué atraso- se sentía viviendo a secas no perteneciendo al videocassette de la existencia.(1995:44-45) La figura del narrador ubicua y en constante proceso de des-marcación constituye un espacio enunciativo en el que es posible observar con mirada alegórica, hallazgo barroco convertido en estrategias central del discurso benjaminiano, la realidad de las megalópolis latinoamericanas que Juan Villoro describe con humor escatológico como “la cultura del postapocalipsis!, donde lo peor ya pasó: somos el resultado (nunca el anuncio) de una tragedia; un incierto cataclismo nos dejó en posición precaria pero nos salvamos. (…) De ahí la vitalidad de un sitio al borde del colapso, cuyo mayor misterio es que funcione” (2007:23) En la crónica, a la mirada del crítico cultural se agrega siempre la del artista. Así, la puesta en el centro de lo trivial, gesto típicamente benjaminiano, que se producen en “La noche de los visones” de Pedro Lemebel 81996:11), sirve para reponer el gesto melancólico de reconocer en una foto ya en ruinas, los restos desvaídos de las esperanzas de la época de ascenso al poder de Salvador Allende, al mismo tiempo que permite conectar la figura caricaturesca de las locas muertas por el SIDA con los hechos traumáticos de la historia chilena posterior al golpe y el modo irreverente con el que ellas los enfrentaron. En una misma operación, la foto congela en una instantánea los festejos del 31 de diciembre de 1972 y se convierte en clave de lectura de los sueños perdidos y de la resistencia del “mariconaje guerrero”, cuyas vidas fueron aniquiladas por el “tufo mortuorio de la dictadura”, el neoliberalismo y la irrupción del SIDA durante los ´80. De esa fiesta sólo existe una foto, un cartón deslavado donde reaparecen los rostros colizas lejanamente expuestos a la mirada presente. La foto no es buena, pero salta a la vista la militancia sexual del grupo que la compone. Enmarcados en la distancia, sus bocas son risas extinguidas, ecos de gestos congelados por el flash del último brindis. Frases, dichos, muecas y conchazos cuelgan del labio a punto de caer, a punto de soltar la ironía en el veneno de sus besos. La foto no es buena, está movida, pero la bruma del desenfoque aleja para siempre la estabilidad del recuerdo. La foto es borrosa, quizás porque el tul estropeado del SIDA, entra la doble desaparición de casi todas las locas. (16) Esta estrategia contra-hegemónica, que construye una historia colectiva cuyo agente son los grupos marginados del ghetto travesti de Santiago, se repite en otros cronistas y permite abordar la representación de la experiencia urbana a través de la recuperación del pasado en una serie escenas fragmentarias que, siguiendo un mandato ético y político, hacen que lo invisibilizado se haga evidente. Así, recordando a Benjamin en el mejor sentido, Monsiváis usa la fotografía para desnudar las paradójicas relaciones entre los ídolos populares, las ilusiones colectivas y el mercado. En efecto, en una de sus crónicas (1992:29), toma como elemento alegórico la figura de Celia Montalbán, la gran vedette de los años 20 y 30 en México, y analiza los usos de las fotos masificada que se vendían como postal, para reconstruir la cultura y los deseos de una sociedad en la cual el éxito individual cristalizaba el cumplimiento de una fantasmagoría colectiva históricamente irrealizable para una clase social que no iba a tener cabida en el proyecto político mexicano. En este sentido, la crónica contemporánea puede leerse como un entredós escriturario excesivo y pleno de volutas, en el que los aportes benjaminianos no han sido transpolados sin más al discurso sobre las urbes latinoamericanas “como maniquíes, de un escaparate parisino a uno de la ciudad de San Juan, Catamarca o Puerto Rico” (Sarlo:87). Por el contrario, circulan a través del texto sin ostentación, sin nombre, asumiendo la condición de un saber no sabido, de un modo de hacer que se pone de parte de los irredentos de la historia de modo paradójico. Con escepticismo posmoderno, el cronista piensa que no queda mucho por hacer porque hace tiempo que la posibilidad de cumplir con las utopías quedó afuera de programa y las clases más necesitadas, condenadas a la exclusión por el sistema, y por eso, intenta comprender y el consuelo que les pueden brindar a los sectores populares las baratijas del mercado, los rituales colectivos espectacularizados, o la educación sentimental de la cursilería. Ve en el uso una producción secundaria que construye espacios de micro-libertad. Sin embargo, no por esto deja de rebelarse ante esta situación, la crónica lo es todo menos un relato resignado, y entonces metafóricamente se pregunta por la posibilidad de resistencia y cambio: “ Qué sucede con el puño si la mano se abre?” (Monsiváis:1995:231). En definitiva, en la crónica urbana posvanguardista, más cerca de la literatura que del periodismo y de la negatividad que de la legitimación de lo dado, del juego erótico con el lenguaje que de la austeridad de la noticia, los aportes de W. Benjamin re-creados se vuelven sustento formal, relato de experiencia, para la construcción de una mirada crítica sobre la ciudad en la que se deconstruye lo naturalizado. Estas narraciones desafían la lógica del discurso entrelíneas /41 llamado dominante y, como en las parábolas de Kafka, a través de los seres alegóricos que pueblan su escritura, denuncian las anomalías del neoliberalismo y muestran el lado monstruoso de sus ilusiones. Así, la crónica neobarroca toma el legado teórico de W. Benjamin, y lo pone en circulación convertido en política de escritura y escritura Referencias bibliográficas Blanco, José Joaquín (1978). “ Plaza Satélite”, en: Unomásumo, 1º de agosto. Benjamin, Walter (1980). “El surrealismo. La última instantánea de la inteligencia europea, en: Iluminaciones I, Traducción Jesús Aguirre, Taurus, Madrid. Benjamin, Walter (1994). “Experiencia y pobreza”, en: Discursos interrumpidos, Traducción Jesús Aguirre, Planeta-Agostini, Barcelona. Benjamin Walter (1980). “El París del segundo imperio en Baudelaire”, III El flâneur, Iluminaciones II, traducción Jesús Aguirre,Taurus, Madrid. Benjamin, Walter (1986).”Sobre algunos temas en Baudelaire”, “El narrador”, en: Sobre el programa de la filosofía futura, traducción de Roberto J. Vernengo, Planeta-Agostini, Barcelona, 1986. Calabrese, Omar (1987). La era neobarroca, Cátedra, Madrid, 1994. 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Notas 1Denomino así a una serie de relatos que por sus proliferantes y proteicos dispositivos de escritura (ya sea a nivel del lenguaje o en los principios constructivos de la narración) se pueden considerar estéticamente neobarrocos, en tanto ponen el acento en los procedimientos a través de los cuales se construyen las representaciones de lo dado y, al mismo tiempo, teatraliza las prácticas propias del sistema para desnaturalizarlas tal como opera la marquetería o el trompe l’ oeil barroco. (Sarduy: 1974: 52). 42 / entrelíneas Ponencias Crónica de una escritura: desarrollo de competencias en un taller universitario Fernanda Aren Argentina Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires [email protected] Ana Sarchione Argentina Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires [email protected] Adriana Semelman Argentina Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires [email protected] Resumen Abstract En este artículo nos interesa principalmente describir algunos procesos didácticos que redundan en el mejoramiento de las competencias de escritura en los estudiantes del primer año de esta carrera de Ciencias de la Comunicación. Nuestro objeto de estudio son las crónicas urbanas, un género que trabajamos con diversas secuencias metodológicas. Las etapas que describiremos son las siguientes: lectura de crónicas canónicas, desautomatización de las miradas que los alumnos tienen sobre la ciudad, escrituras parciales y versión definitiva del texto. Para concluir, observamos con especial atención que el resultado final de esta secuencia de escritura revela siempre una diferencia cualitativa respecto de las destrezas de composición textual que los estudiantes muestran en el inicio de este proceso. Efectivamente, es necesario pautar una secuencia de lectura y escritura de manera de andamiar un recorrido que pretenda superar, en términos de Scardamalia y Bereiter (1992), el mero “decir el conocimiento” por su transformación. In this article we are interested, mainly, in finding out some didactic processes which benefit the improving of writing competences in students of first year of the career of Communication Sciences. Our objectum are the urban chronicles, a genre we work with different methodological sequences. The stages we will describe are the following: reading of canonic chronicles, dis-automation of the sights which students possess about the city, partial writings and definitive version of the text. To conclude, we observe with special attention that the final result of this sequence of writing always reveals a qualitative difference in relationship with the abilities of textual composition that students show in the beginning of this process. In fact, it is necessary to provide guidelines for a reading and writing sequence so we can provide a scaffold with an itinerary which hopes to go beyond, in words by Scardamalia and Bereiter (1992), the simple “saying the knowledge” towards a transformation. Palabras Clave: proceso de escritura, crónica urbana, Scardamalia y Bereiter, transformación del conocimiento, nuevas tecnologías Introducción En el marco de los cambios tecnológicos y científicos que se han instalado en nuestra sociedad y en las instituciones educativas particularmente, reflexionar en torno al valor de la escritura y la lectura en la formación académica actual nos parece primordial, dado que estas prácticas heredadas de la larga tradición que nos ha formado y modelado históricamente contribuyen a pensar e indagar la relación que se establece entre estos saberes y los soportes multimediales en la constitución de un nuevo sujeto social. Entonces, relatar algunas experiencias metodológicas realizadas en el Taller tiene como propósito mostrar, por un lado, que estas logran enriquecer la conciencia que un alumno debe tener para la lectura eficiente de textos KEY WORDS: writing process, urban chronicle, Scardamalia and Bereiter, transformation of knowledge, new technologies. académicos y ficcionales y, por el otro, señalar que esta competencia se hace visible en la escritura de diferentes tipos de textos, entre ellos, el de la Crónica urbana, que exigen una adecuación y una legibilidad específica. La cátedra de Taller de Expresión I de la Carrera de Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA se encuentra inscrita en una tradición cuyo modelo paradigmático, consensuado por el conjunto de sus actores, es, y ha sido, escribir y leer fundamentalmente en soporte papel. Sin embargo, hoy llevamos a cabo una metodología de transferencia en un escenario social y cultural que ha cambiado en relación con ese paradigma que nos formó y nos ha constituido ideológicamente. Una tradición que en los últimos años comenzó a modificarse en forma creciente por un cambio tecnológico que ha influido no sólo en la sociedad, entrelíneas /44 en la cultura, en la economía, en la ciencia, sino también en toda la comunidad educativa. Un conjunto de profundas transformaciones al que, por su grado de penetración social, Dussel y Quevedo (2010) denominan “una suerte de revolución”, una expresión que describe cómo la nueva tecnología conlleva la capacidad de cambiar las formas de interactuar, de producir riqueza, de producir conocimiento: La presencia de nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la sociedad y en el sistema educativo es un dato innegable en los últimos años. Su impacto ha provocado una suerte de revolución en la economía, la política, la sociedad y la cultura, que transformó profundamente las formas de producir riqueza, de interactuar socialmente, de definir las identidades y de hacer y producir conocimiento (Dussel y Quevedo: 2010: 9). Desde esta perspectiva, las modificaciones paradigmáticas a las que hacen referencia los autores nos exigen meditar cómo nuestras metodologías para la transmisión de conocimiento plantean un debate y, al mismo tiempo, un proceso de adaptación ante los saberes que nos demanda esta nueva cultura digital. Por eso, nuestra tarea como docentes, partícipes de este cambio, es comprender de qué manera hoy se configura el conocimiento para incorporar los saberes adquiridos dentro de funcionamientos sociales caracterizados por ser más veloces y más personalizados. La inmediatez y la velocidad, características fundantes de todo soporte tecnológico, obligan al usuario a emplear otras lógicas de acceso al conocimiento, utilizando para ello otras estrategias más personalizadas y más dinámicas. En este marco, la institución educativa aparece confrontada a esta realidad con lógicas cambiantes y variadas. En efecto, aquella convalida históricamente otro tipo de prácticas y, además, posee la propiedad de ser más estructurada y menos flexible, fundamentalmente, a los cambios sociales e ideológicos que se producen fuera de ella. Un juego de lógicas confrontadas que Dussel y Quevedo describen de la siguiente manera: Las nuevas tecnologías tienen lógicas y modos de configurar los conocimientos muy diferentes a los de la escuela. Las primeras funcionan en base a la personalización, la seducción y el involucramiento personal y emocional, y suelen ser muy veloces y con una interacción inmediata. La escuela, en cambio, es una institución basada en el conocimiento disciplinar, más estructurada, menos exploratoria, y con tiempos y espacios determinados de antemano, más lentos y menos porosos. Cabe esperar entonces un proceso de negociación y de reacomodamiento de la institución escolar que no será automático ni inmediato, y que no debería ser leído solo como resistencia al cambio (2010: 9). Nuestros alumnos están insertos en este cambio de lógicas, puesto que son, cada uno de ellos, usuarios activos de lenguajes multimediales. Su acceso permanente y cotidiano les posibilita realizar un despliegue de numerosas destrezas cognitivas a través de las distintas operatorias técnicas que los soportes tecnológicos les exigen. Por eso, comprendiendo este cambio, hemos ido adecuando nuestras propuestas metodológicas, adaptándolas a este nuevo universo con el fin de enriquecer el modo de transferir conocimientos a nuestros estudiantes. Sin embargo, si bien tenemos en cuenta las transformaciones operadas en la cultura a partir de las modificaciones en la constitución de los saberes actuales, nuestro planteo en torno a la formación de lectores y escritores competentes y críticos se inscribe en la idea de que el aprendizaje del lenguaje continúa siendo el instrumento privilegiado, indispensable cuando es necesario dar cuenta de pensamientos complejos. Es en el trabajo recursivo de la escritura donde se propicia la adquisición de conocimientos nuevos, más allá de las destrezas que el alumno pueda tener al operar cognitivamente con las nuevas tecnologías. En efecto, estas pueden facilitar las innumerables tareas que implican poner en marcha el proceso de formalizar diversos modelos textuales, pero este trabajo resultará exitoso siempre y cuando el alumno haya podido apropiarse de variados procedimientos discursivos. La escritura y la lectura conllevan el propósito de legitimar y dar un estatuto de jerarquía a estos saberes, ya que estamos convencidos de que son procesos, que, sin importar el soporte técnico que se utilice, habilitan en el alumno un modo de acceder al conocimiento: leer y escribir no sólo le permite al estudiante una reelaboración de las competencias adquiridas, sino también el encuentro con un sistema de valores que le ayudan a repensar la cultura dominante y, a su vez, a repensarse en ella. La validez en la afirmación de estos saberes se sostiene en nuestros fundamentos epistémicos, que derivan de la Psicología cognitiva, de la Narratología y de la Teoría acerca de la Narración de Paul Ricoeur. Cada uno de los saberes nombrados se convierte en herramienta conceptual a través de una metodología progresiva. Así, la escritura final de un texto debe ser leída como el resultado de un proceso dinámico y de las numerosas intervenciones del docente en distintas etapas de producción. De esta forma, se habilita un aprendizaje que, indudablemente, instala un pasaje de transformación de un conocimiento a otro diferente. En las distintas etapas de producción textual se ponen en juego diversos procedimientos para organizar y alcanzar un orden particular del lenguaje; cada modelo discursivo elaborado implica una dinámica específica que le posibilita al sujeto que escribe apelar a zonas más flexibles y creativas del pensamiento para volcarlas en la elaboración lógica de su escritura. En este sentido, Gloria Pampillo afirma: “escribir diferentes especies de relatos en el marco didáctico de taller obliga a lecturas intertextuales, que inciden no sólo en las entrelíneas /45 competencias de escritura de textos narrativos sino también de cualquier tipo de texto” (Pampillo et al.: 2005: 141). Así, la escritura y, en particular, la de una Crónica urbana, permite a través de estas prácticas formalizar una configuración discursiva de índole tan compleja que prepara al alumno a escribir en cualquier modelo textual que se le proponga, tanto en el marco del Taller como en todo el trayecto que la formación académica le exija. La crónica urbana, el ornitorrinco de la prosa1 La crónica urbana se nos revela como un instrumento privilegiado para las prácticas de lectura y para la posterior escritura porque es un género que conjuga, en sus formas actuales, dos cuestiones para su aplicación didáctica: una estructura que podríamos denominar “dócil” o “accesible” y visiones de mundo que se distancian de aquellas cristalizadas por la doxa e indagan en las contradicciones que generan la desigualdad, la marginalidad, la pobreza, la prostitución o los prejuicios, focalizaciones que ponen en crisis a las miradas superficiales que, frecuentemente, traen los estudiantes. un contradiscurso que se niega a hacer de la noticia un negocio y a traducir los avatares de la violencia cotidiana en los códigos de espectacularización y banalización impuestos por los medios de comunicación social. Por el contrario, se sostiene, lucha contra las narrativas fantasmagóricas que tienen como finalidad generar el imaginario del miedo, la vulnerabilidad y la indefensión en el ciudadano común frente a lo que vive como radicalmente otro, proponiendo otras representaciones sociales y culturales a partir de las cuales pueda constituirse una memoria colectiva diferente (2009: 3). En relación con la metodología de trabajo, la lectura se realiza a partir de un corpus que cada año proponemos como modelo y que incluye artículos teóricos sobre el género y sobre la ciudad, además de una variedad importante de crónicas urbanas, especialmente de autores latinoamericanos. En las crónicas que se analizan, intentamos que los alumnos reconozcan procedimientos discursivos propios de la literatura, del periodismo y de la pluralidad de discursos que las atraviesan, como los de la sociología urbana, el cine, la historia oral, la canción popular, entre otros. Del periodismo, nos interesa la veracidad de A partir de lecturas, análisis y comentarios sobre diversos textos ejemplares de este género los hechos narrados –lo que se cuenta, efectivamente intentamos que nuestros estudiantes reconozcan aconteció-, la tendencia a la inmediatez entre los en él tres rasgos: el primero es su propio tema, la sucesos y su aparición impresa y, en algunas crónicas, ciudad. Es esta un constructo humano que nos el trabajo con la exhibición de la temporalidad al interesa porque tiene las marcas de las peripecias de que la crónica debe su nombre. En cuanto a los los hombres que la habitan, porque en ella se trazan procedimientos propios de la literatura, nos interesa recorridos, se celebran ocios, se realizan trabajos y que los estudiantes puedan reconocer diferentes se padecen hacinamientos. Cada ciudad da o puede artificios que mencionaremos más adelante. dar cuenta, si se la mira con cuidado, de cómo es Las propuestas del Taller se organizan, la vida de los que en ella habitan, cuáles son sus en el caso de la crónica, en secuencias didácticas2 padeceres y sus alegrías, cuáles las relaciones de que incluyen lecturas, análisis de textos teóricos, poder que en ella entran en tensión. reflexiones, recorridos por la ciudad pautados El segundo rasgo del género es el de la visión por consignas concretas, escrituras parciales y la desnaturalizada que estos textos plantean, la escritura definitiva, generalmente andamiada por posición que va a contrapelo de la ideología una consigna de más largo aliento que la de las tareas intermedias. En el trabajo de lectura que antecede a dominante. la escritura, propiciamos –como dijimos más arribaEl tercer rasgo que problematizamos ocupa el reconocimiento de los diferentes recursos de cada capítulos enteros de diversas disciplinas, como la crónica, con el propósito de que los estudiantes se antropología, la sociología, la filosofía, los estudios apropien de ellos y puedan utilizarlos posteriormente culturales, etc.: es el tema del otro, que, como señala en sus producciones: algunos procedimientos tienen la investigadora Alicia Montes (2009), aparece en que ver con la potencialidad del detalle que funciona la crónica para mostrar lo que el poder silencia u como sinécdoque. Por ejemplo, en la crónica de oculta, para volver visibles a los que generalmente Marguerite Duras (1986), “Las flores del argelino”, no tienen lugar en los medios (los inmigrantes que narra la violencia ejercida por la policía de pobres, las prostitutas, los homosexuales, etc.). La París sobre un inmigrante indocumentado que crónica resuelve esta inclusión con recursos como vende flores en la calle. Le piden papeles, no tiene la polifonía, que a menudo da voz a los que no la papeles que lo habiliten para esa actividad, le tienen recogiendo sus testimonios, o con el relato tiran a patadas el carrito y desparraman las flores de los reiterados abusos a los que son sometidos los por la vereda. Los ramos diseminados por la calle más frágiles, entre otros recursos. funcionan, en esta crónica, como esa singularidad que da cuenta de un todo indecible. Otro recurso Montes señala también que la crónica es considerada: significativo es la focalización, que revela, en este 46 / entrelíneas los formalistas rusos. Proponer recorridos por la ciudad habilita la comprensión de que aquella brinda signos que son susceptibles de decodificación y de que se puede configurar –como señala Roland Barthes (2009) – una semiología de la ciudad; en este proceso el estudiante debe prestar atención Otro de los procedimientos literarios de que a configuraciones que, hasta entonces, quizá le se vale este género es la intertextualidad, que suele pasaban desapercibidas. Leer la ciudad como un estar presente en muchas crónicas urbanas; el título texto es, por lo tanto, una desafío cognitivo nuevo “Las naves del olvido”, de Miguel Briante (2004), que propicia el trabajo con las crónicas urbanas. alude a una canción de La Renga; de igual manera funciona uno de sus subtítulos, “Pueblo páramo”. Por ejemplo, el recurso que utiliza Duras en su Sucede a menudo en el Taller un intercambio en el crónica es comenzar narrando una escena casi que los alumnos nos ayudan a ver la alusión a la bucólica, luego contrapone este hermoso domingo letra de rock mientras que los docentes, como en y la poesía de los ramos con la fuerza brutal de este caso, proveemos la referencia a la serie literaria los policías, y vuelve hacia las señoras que los levantan de la calle y los pagan. Una vez efectuada y señalamos la alusión a la nouvelle de Rulfo. la lectura y relevada la historia que narra la crónica, Un recurso literario que aparece comenzamos a pensar qué está queriendo decir con recurrentemente en las crónicas urbanas y que estas flores, si esta sinécdoque no exhibe la dificultad intentamos que los estudiantes releven en la lectura que tienen los inmigrantes para sobrevivir en las es el de la polifonía. Por ejemplo, la crónica de grandes urbes. Duras ofrece –con sus estrategias Elena Poniatowska (1980), “Le muevo la panza”, es de escritura– otra manera de mirar un conflicto de un conglomerado de voces de vendedores callejeros, la ciudad que hace que el lector se solidarice con la todos ellos niños, que no están señalizadas por causa del joven vendedor y, obviamente, con la de verbos introductorios, guiones de diálogo o comillas: los inmigrantes ilegales de ese y otros lugares del “¿Le muevo la panza? ¡Ande, cómpreme el último mundo. cachito para que se vaya a Europa, aunque no Si por un lado trabajar fuertemente con el me lleve! ¿Grasa, joven, chicles dulces, chocolates, cacahuetes? ¿Le sirvo otro? ¿Quiere que se lo género, con el tema y con lecturas implica aumentar lleve a su coche? ” (1980: 354). Leer el efecto que las capacidades metacognitivas, por otro lado leer produce esta yuxtaposición de voces de los distintos de forma crítica los textos de los demás talleristas vendedores ambulantes que trabajan diariamente constituye una actividad especialmente productiva en las calles del Distrito Federal y descubrir el en las secuencias de taller. Los estudiantes –en el impacto del borramiento de una única voz regente comienzo del año, paralizados ante el pedido de que comenten los textos de sus compañeros- van es clave para construir el sentido de la crónica. incorporando los saberes teóricos que han asimilado Para desviarse de la referencialidad única, para aplicarlos al comentario de los textos de este género apela a los recursos del lenguaje otros. La lectura en el Taller es orientada por el literario y, por lo tanto, no se reivindica en absoluto docente a través de preguntas, cuya finalidad, como un género con intenciones de exactitud sino como señala Carlino (2005), consiste en hacer que que se sumerge conscientemente en los recursos del este lector todavía inexperto y dependiente gane mostrar, en artificios como la ironía o la inclusión paulatinamente en experticia y autonomía. Así, de voces múltiples, que potencian lo que se está preguntas tales como: ¿qué recorta o mira esta diciendo y configuran una verosimilitud que no crónica?, ¿qué espacios o recorridos toma?, ¿cuál es necesita servirse de pruebas ni de citas de autoridad. el lugar de enunciación del cronista?, ¿cómo abre De esta forma construye representaciones inéditas y cierra la crónica?, ¿qué segmentos aparecen?, de la ciudad y exhibe situaciones que subvierten ¿se distinguen diferentes voces?, ¿cómo funciona los lugares comunes que frecuentemente se tejen en el sistema verbal?, ¿qué recursos discursivos se torno a este tema. emplean y qué función tienen en cada caso?, entre otras, permiten que los alumnos puedan avanzar Al proponer a los estudiantes que realicen no solo en la comprensión lectora de los rasgos del recorridos pautados por la ciudad y releven los género en cuestión sino también en la superación rasgos de la topografía urbana tenemos como de las lecturas estereotipadas que instala la cultura objetivo complementar la desautomatización de hegemónica. la mirada, que había comenzado a originarse con la lectura de las crónicas modelo y a nutrirse de Las primeras preguntas-guía que discutimos los textos teóricos que trabajan el tema. Durante en clase con los alumnos dan cuenta de lo que nos la primera parte del año ya se había tratado este interesa focalizar en cada crónica leída, aspectos concepto y la génesis de su planteo a partir de El arte que podrán ser luego considerados en la escritura de como artificio (Sklovsky: 1917). También ya se había la propia crónica. De este modo, poder contestar a estudiado el concepto del extrañamiento cuando, la pregunta de ¿qué se elige contar? y, en conexión a propósito de la narratología clásica (Genette: con este interrogante, ¿qué focalización se emplea 1972), se revisaron brevemente los postulados de género, una posición que se aparta de la doxa y que reclama mirar nuevamente lo que estamos cansados de ver, que presenta, en este sentido, una mirada subversiva en relación con las visiones impuestas desde la cultura dominante. entrelíneas /47 en la crónica?, es, a nuestro entender, fundamental y revelador, ya que de la mirada del narrador (por ejemplo, el cronista testigo o un personaje que actúa como agente focalizador) dependerá el recorte y el registro que se haga del acontecimiento. Hablar de focalización no solo consiste en decidir una determinada restricción visual, auditiva o cognitiva, sino que también es elegir un eje axiológico. Detectar qué clase de focalización está en juego le permitirá al estudiante construir el sentido que el cronista propone para un hecho. Así, en “Las flores del argelino”, un narrador testigo del acontecimiento nos muestra la escena de modo tal que el lector “vea” los hechos; es decir, es un narrador que aparentemente no evalúa y, sin embargo, emite juicios contundentes a través de sus ironías: “Así, pues, uno de los dos señores se acerca a la carretilla, desliza debajo su puño cerrado y -¡eh!, ¡qué fuerte es-“ (1986: 2). voces de la ciudad, como lo hace Poniatowska en su crónica. De esta manera, los alumnos deben registrar las voces de la ciudad en lugares o situaciones paradigmáticos; por ejemplo, en una peluquería, en un bar, etc. No se trata solo de grabar las voces sino de realizar, después, un montaje que construya sentido. También proponemos hacer recorridos, tal como lo hace Briante en “Las naves del olvido”, en la que relata un amanecer en el mercado central de Buenos Aires y describe la dinámica de las personas que esperan abarajar, a las puertas de las diferentes naves, algunos de los productos que los comerciantes descartan. Una alumna, por ejemplo, eligió un viaje habitual en colectivo, de provincia a capital. Surgían en este texto no solo las voces de la familia de una señora que relataba a otra sus peleas conyugales sino la emergencia que atravesó el colectivo, detenido por una manifestación que cortaba el puente Pueyrredón. En el transcurso de la secuencia de lectura y análisis del corpus, proponemos a los estudiantes una serie de consignas parciales y preparatorias de la escritura final, que tienen su correlato en las crónicas canónicas leídas y analizadas previamente. Una de las que resultaron especialmente productivas fue la de seleccionar una escena característica de la vida urbana (al modo de Duras) que pudiera ser germen de una futura crónica. Es lo que James Joyce (cf. Dublineses) dio en llamar “epifanía”, tomando este término religioso para referirse a una serie de escenas, frases y objetos triviales que se vuelven significativos para la mirada del artista y son usados como disparadores del relato; por ejemplo, un alumno eligió para su crónica la siguiente escena: en el vagón de un tren, tres niñas de corta edad arman un improvisado “baile del caño” para el público. Esta escena se convierte en reveladora no sólo de la pobreza de las niñas que necesitan trabajar en un tren para sobrevivir sino de la manera como la cultura de la televisión atraviesa la vida cotidiana, sobre todo de la gente de más bajos recursos para quienes esos programas resultan ser su único consumo cultural. Otras consignas más pautadas consisten, por ejemplo, en trabajar con las crónicas leídas. Así, para la crónica de Duras, es posible imaginar y escribir la escena del joven argelino desde otro punto de vista, manteniendo el narrador en tercera persona. Otra consigna de escritura atiende a las La etapa final de esta secuencia es la escritura de la crónica urbana. En esta instancia, que es precedida por borradores que son leídos en clase ante el resto del grupo, se insiste en delimitar la situación retórica, es decir, tener en cuenta para quién se escribe, qué se quiere provocar en el lector, qué rol enunciativo se asume y qué objetivo se persigue; todos estos subobjetivos, en términos de Bereiter y Scardamalia (1992), que están en relación con el contenido y que promoverán cambios en la organización del conocimiento que tiene el escritor. De esta manera, a lo largo del año y en sucesivas consignas de escritura, intentamos que el alumno, además de responder con su escrito a las necesidades del tema y del género en cuestión, en este caso, la Crónica urbana, logre llegar al final del proceso habiendo transformado, escritura mediante, su conocimiento del tema y sus capacidades de Referencias bibliográficas lectura y composición. Barthes, Roland (2009): Semiology and the urban. Disponible en: Concreteculture.files.wordpress. com/2009/02/semiology-and-the-urban.pdf Carlino, Paula (2005): Escribir, leer y aprender en la universidad. Una introducción a la alfabetización académica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. Duras, Marguerite (1986): “Las flores del argelino”, Bereiter, Carl y Marlene Scardamalia (1992): “Dos en Outside, Barcelona, Plaza y Janes Editores. modelos explicativos de los procesos de composición escrita”, Infancia y Aprendizaje, Nº 58, s.f., pp. 43- Dussel, Inés y Luis Alberto Quevedo (2010): Educación y nuevas tecnologías: los desafíos 64. pedagógicos ante el mundo digital, Documento Briante, Miguel (2004): “Las naves del olvido”, en Básico del VI Foro Latinoamericano de Educación, Desde este mundo. Antología periodística 1968-1995, Buenos Aires, Santillana. Buenos Aires, Sudamericana. Genette, Gérard (1972): Figuras III, Barcelona, 48 / entrelíneas Lumen. Pampillo, Gloria et al. (2005): “La narración y la experiencia hermenéutica”, en Una araña en el zapato, Buenos Aires, Libros la Araucaria. Montes, Alicia (2009): “Esto no es una pipa: la crónica urbana y el problema del género”, en Actas del VII Congreso Internacional Orbis Tertius. Poniatowska, Elena (1980): “¿Le muevo la panza?”, Carlos Monsiváis Ed., en A ustedes les consta. Disponible en: Antología de la crónica en México, México DF, Era, http://viicitclot.fahce.unlp.edu.ar/actas-del-vii- 2006 congreso-internacional-orbis-tertius-1/actasdel-vii-congreso-internacional-orbis-tertius-1/ Sklovsky, Víktor (1917): “El arte como artificio”, Tzvetan Todorov Ed., en Teoría de la literatura de ponencias/Montes.pdf los formalistas rusos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004 Nemirovsky, Myriam (1999): Sobre la enseñanza del lenguaje escrito y temas aledaños, México, Paidós. Notas 1 Nos referimos a la metáfora acuñada por Juan Villoro para aludir al género. 2 Tomamos la definición de secuencia didáctica de Myriam Nemirovsky (1999: 124): “la organización del trabajo en el aula mediante conjuntos de situaciones didácticas estructuradas y vinculadas entre sí por su coherencia interna y sentido propio, realizada en momentos sucesivos”. entrelíneas /49 La literatura y el periodismo como formas complementarias de construcción de realidad Juan Lojo Matías Pojomovsky Claudia Vespa Universidad de Buenos Aires Universidad de Buenos Aires Universidad de Buenos Aires Argentina Argentina Argentina [email protected] [email protected] claudiairenevespa@yahoo. com.ar Resumen Abstract En esta comunicación analizamos la producción de textos literarios a partir de crónicas policiales por parte de estudiantes del Taller de Expresión I (Klein) de la carrera de Ciencias de la Comunicación (UBA). El Taller, cuyo objetivo es que los alumnos se apropien de herramientas cognitivas para luego desplegarlas en estrategias procedimentales en su escritura, se plantea instalar la literatura como marco de referencia para una lectura posible de la realidad. En este sentido, dos ejes de nuestro trabajo anual son la propuesta de escritura de un cuento y, posteriormente, la de una crónica urbana. Como trabajo previo, hemos analizado una copiosa cantidad de textos de ambos géneros, entre cuyos autores se cuentan algunos de los exponentes de la nueva narrativa argentina y latinoamericana como Casas, Sietecase, Lemebel y Poniatowska. En este marco, nos interesó observar las estrategias utilizadas por los alumnos para lograr el efecto de lectura buscado. The purpose of the following paper is to describe and analyse the literary production made out of police chronicles by students of Written Communication Workshop I (Klein) from the career of Communication Sciences (UBA). The Workshop, intended to help students to get attached to cognitive tools to use them as procedural strategies within their writing, also seeks to expose literature as a reference frame for a possible interpretation of the reality. In this sense, two central themes of our annual work are writing a short story and after that, an urban chronicle. Before starting with these assignments, we have analysed a huge amount of texts from both genres, including works from Argentine and Latin American narrative exponents as Casas, Sietecase, Lemebel and Poniatowska. Within this framework, we were interested in to observe the strategies the students apply to reach the desired reading effect. Palabras Clave: lectura, escritura, literatura, periodismo, crónica urbana. “La crónica pertenece al campo de la literatura. Es un género literario porque la calidad de la escritura le es consustancial, constituye un elemento definitorio y se halla en sus orígenes. Los géneros puros lo son cada vez menos.” Tomás Eloy Martínez A modo de introducción R KEY WORDS: writing, reading, literature, journalism, urban chronicle Cuando el lector se lee en el texto y esa lectura lo moviliza y lo cuestiona, lo sabemos, es cuando ese escrito encuentra su razón de ser. En este sentido es la ficción, en su calidad de constructora de mundos posibles, la que abre el juego e invita al lector a disolverse en la trama de un buen cuento, de una novela, para retornar sutilmente modificado. Ahora bien, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en la Carrera de Ciencias de la Comunicación, el Taller de Expresión I, taller creado por la escritora y profesora Gloria Pampillo, y hoy coordinado por la profesora Irene Klein, reivindica lo literario justamente desde esta concepción. Quien pueda permitirse gozar con la literatura, regodearse en sus modos de refractar la realidad, adquiere herramientas para leer de manera más amplia y creativa el mundo que habita. oland Barthes nos ha señalado la diferencia entre el placer de leer y el goce, que una lectura puede brindarnos. Recordemos que su provocativa distinción asimila el placer al cómodo divertimento y el goce a la desestabilización que un texto puede ocasionar a su lector. La eficacia de un escrito se hace evidente cuando este pone en jaque alguna de las representaciones que el lector ha construido con esmero a lo largo de su existencia. El desafío que se nos presenta a los docentes en entrelíneas /50 este contexto es el de invitar, inducir, provocar, a nuestros alumnos a iniciarse en esta lectura gozosa. Los jóvenes ingresan a la facultad con el objetivo de convertirse en periodistas, publicistas, analistas de medios; en fin, transitarán alguna de las orientaciones que se nutren de lo comunicacional. No está en la mayoría de ellos a priori la inquietud por lo literario: Comunicación no es Letras. simplemente para demorar la narración y producir un efecto de suspense. Por ejemplo, nada aporta a la historia producida a partir de la crónica policial de un crimen pasional que el café del periodista que investiga el caso sepa a ceniza; o que la puerta del estudio donde fue asesinado el ex director del Museo Metropolitano no pudiera ser abierta de par en par porque el despacho era muy pequeño; o que la sangre de la víctima de un asesinato tomara la forma Sin embargo, o por eso, es que en la primera parte de una araña roja en su remera. Sin embargo, estos del año, leemos y analizamos cuentos de Borges, detalles dicen mucho en cuanto a la construcción Cortázar, Ocampo, Rulfo, entre otros autores de la escena, y el factor afectivo de la narración. De argentinos y latinoamericanos. La narratología este modo, los alumnos apelan a lo emocional para nos aporta el marco teórico para descubrir juntos dar credibilidad a la historia. Al mismo tiempo, los los recursos que determinan la especificidad de hechos narrados en las crónicas policiales suelen ser uno u otro relato. A su vez, los jóvenes estudiantes reconstruidos como escenas, acción por acción. Esto incursionan en diferentes propuestas de escritura parecería corresponderse con aquella distinción que que implican el uso de los recursos consignados: Caparrós hace entre la prosa informativa y la prosa expansión de resúmenes, inclusión de analepsis, típica de la crónica urbana: cambios de focalización, entre otros. Todo este trabajo apunta a la posterior producción de un […] una sintetiza lo que (se supone) sucedió; cuento. Lo que subyace a esta propuesta es la certeza la otra lo pone en escena. Lo sitúa, lo ambienta, lo de que la dimensión literaria está presente en todo piensa, lo narra con detalles: contra la delgadez de buen texto -ensayístico, periodístico u otro-. la prosa fotocopia, el espesor de un buen relato. No decirle al lector esto es así; mostrarlo. Permitirle Es abonando a esta lógica que se propone, luego de al lector que reaccione, no explicarle cómo debería la producción del cuento, abordar un género con una reaccionar. El informador puede decir “la escena impronta muy peculiar: la Crónica urbana. Peculiar era conmovedora”, el cronista trata de construir esa en su sentido bidimensional, lo periodístico y lo escena y conmover (Caparrós: 2007). literario se amalgaman en un texto que interpela al lector posicionándolo en un lugar de testigo casi En línea con esta apropiación de las herramientas activo. que puede aportar la narratología, los estudiantes ponen en funcionamiento todo un sistema de En esta comunicación nos interesó, justamente, indicios e informantes que, sumado a las catálisis, compartir de qué modo los estudiantes se apropian cumplen un rol fundamental en la distribución de de los recursos literarios para avanzar en la la información a lo largo del relato. Esta utilización producción de crónicas urbanas, por una parte y, por de dichas herramientas produce un efecto sorpresa otra, cómo se sirven de los datos empíricos de una recurrente en todas las ficciones que contradice el crónica policial para construir un texto ficcional. paradigma de las W del periodismo. Es decir, aquel O sea, intentamos consignar cómo se apropian los paradigma que postula que toda crónica policial alumnos de esta idea que compartimos sobre la debe responder desde el comienzo al lector qué, complementariedad de la literatura y el periodismo cuándo, dónde, cómo y por qué sucedió el hecho. como formas de construcción de realidad. Este requisito no es tal en la literatura, de modo que en las ficciones de los alumnos la información se En principio partimos de una consigna que funciona distribuye de otra manera e incluso algunas de estas como bisagra entre el trabajo literario que se viene preguntas pueden no estar respondidas. Este es el desarrollando y el siguiente desafío que será el de la caso de ficciones que parecieran fundir sus relatos producción de una crónica urbana. en una temporalidad más general, más universal, a partir de lo cotidiano. Una forma muy frecuente Un camino posible: de la crónica a la ficción de producir este efecto de sentido es la utilización de deícticos a la hora de contextualizar la historia. Lo que se les propone a los alumnos es realizar una De este modo referencias temporales como “esa ficción a partir de una crónica policial tomada de un noche”, “entonces”, o espaciales como “en aquel medio gráfico de circulación masiva. lugar”, “ahí”, operan generando un contexto que se significa en el ámbito de la lectura, sin tener un Es interesante observar cómo los estudiantes han referente real en el mundo “objetivo”. aplicado varios de los recursos narratológicos Otro aspecto que los estudiantes parecen identificar previamente trabajados para darle mayor espesor al con el texto literario es aquello que podríamos relato. En este sentido, el recurso al que más apelan denominar como una cierta sofisticación del es el de las catálisis. Si bien la información que lenguaje. En otros términos, podríamos decir que estas aportan no resulta esencial en el devenir de la el lenguaje utilizado para la confección de ficciones historia, sirven tanto para dotarlo de verosimilitud, es más figurativo que el de la crónica policial, como para caracterizar a los personajes, o destacándose sobre todo el empleo de las metáforas. entrelíneas /51 Los siguientes son dos fragmentos extraídos de ficciones realizadas por alumnos del taller que permiten ejemplificar lo dicho: Entre El segundo impacto fue tan certero como el primero. La bala atravesó su cráneo, dejando su impronta en la pared, junto con la sangre de Nakkache, y parte de su inteligencia. (Alumno I) el periodismo y la literatura: la crónica urbana, ese animalito raro Como el amor, la crónica tiene una doble dimensión: ficción y realidad; oralidad y literalidad; presente y pasado; literatura y periodismo; empírico y poético. Tanius Karam El filoso acero entró por la espalda del padre. Una araña roja en la remera comenzó a crecer en torno al puñal. Se dio vuelta, Javier, su hermano mayor retiraba el cuchillo. La sangre brotó espesa de su boca, su mirada quedó vacía. Esa noche la verdad y la mentira se hicieron cómplices del En su ensayo “El asombro personal”, Patricia Nieto destino. (Alumno II) (2010: 143) plantea una tensión constante entre lo periodístico y lo literario en la Crónica urbana. No También nos parece pertinente destacar la apelación desestima la importancia del hecho que se narra, a ciertos topoi de la literatura policial clásica. Esto pero considera que la vigencia histórica de la puede darse en el rol del investigador privado crónica se vincula al encanto y la atracción que el que desentraña los misterios del caso, que puede texto ejerce sobre el lector. La búsqueda de voces encarnarse en el personaje de un investigador pago inéditas, el juego de temporalidades y los sentidos propiamente dicho, pero también como periodista que produce la estructura narrativa son los que, inquieto o un allegado a las víctimas, entre otros. en última instancia, invisten de valor estético a lo También es recurrente la figura de una versión oficial representado en estas crónicas. fraudulenta, intencionada o por mera negligencia que es desacreditada por el actuar del investigador, Por otro lado, Juan Poblete (2010: 71) interpreta o incluso la figura de la extorsión de revelar un gran el desarrollo del género en Latinoamérica como secreto como móvil para el crimen. un efecto en la escritura de las transformaciones Por último, resulta muy importante destacar la profundas que el neoliberalismo provocó a nivel libertad creativa con la que los estudiantes afrontan social, económico y político. Entiende que la la consigna. Si bien son pocos los que decididamente Crónica Urbana explora, entre otros aspectos de transforman completamente la historia narrada la vida actual, las fisuras y las posibilidades de las por la crónica policial respetando, tal vez, tan solo formas de ciudadanía existentes y emergentes en algunos personajes o detalles menores, la mayoría un contexto de globalización neoliberal. El género se permite crear personajes que cumplan funciones aparece entonces como una forma de escritura dramáticas, ausentes en la historia original. capaz de dar cuenta de estas dinámicas sociales Estas elucubraciones de los estudiantes generan sin distorsionarlas o subsumirlas a la lógica de nuevos sentidos que muchas veces contradicen un solo principio, sea éste el de la clase social, la los del discurso periodístico. La oposición entre nacionalidad, la edad o el género. estos dos géneros como capaces de representar al mundo aparece explicitada en la gran mayoría de En este sentido es que la Crónica Urbana se nos los trabajos, y siempre la disputa por el sentido presenta como un género especialmente accesible “verdadero” es ganada por la ficción. Cuando la para futuros cientistas sociales. versión oficial policíaca y mediática aparece dentro de la ficción lo hace para ser refutada. Aparece de forma explícita, como si se tratase de un género Otro de los caminos: de la literatura a la crónica incorporado, que luego (o antes, según la estructura urbana del relato) es contradicha por la narración. Esto se logra, por ejemplo, mediante la alusión directa A partir de estas dos conceptualizaciones es que a los títulos de las crónicas mediáticas que no se nos ha interesado rastrear algunas de las diversas condicen con lo que la narración nos “muestra” estrategias discursivas –recursos literarios- que que “realmente” aconteció; en otros casos la los alumnos del Taller han podido retomar para la información periodística puede ser brindada con escritura de sus Crónicas. sus características formales como se vería en una crónica policial pero presentada como “el error de En este entrecruzamiento entre periodismo y la prensa”. Se podría llegar a pensar en la presencia literatura, la recurrente tematización del transporte de una crítica literaria al discurso informativo (el tren, el subte, el colectivo, la estación, etc.) como “objetivo” “imparcial” y “neutral” (atribuido a escenario dilecto por parte de los estudiantes para los medios) que es presentado como equivocado, ubicar los hechos que se relatan, no es fortuita. Es en mientras que el literario, “subjetivo”, “parcial” y este sentido que puede interpretarse la afirmación “tendencioso” es presentado como “la realidad”, lo de Poblete: que de verdad pasó. 52 / entrelíneas […] la crónica responde a lo que podría llamarse ciudadanías de emergencia (crisis y aparición), aquellas colocadas en el espacio en que la re y desestructuración de lo nacional por lo trasnacional y global se enfrenta a la presencia física en las ciudades globales de los cuerpos marcados de aquellos que excluye de sus formas segmentadas de inclusión (Poblete: 2010: 85). El que estaba sentado en el asiento doble del medio del lado del pasillo, codeó al que estaba del lado de la ventana, que se levantó con fastidio, pasó por encima de su compañero y vino a sentarse delante de mí; el que estaba sentado solo se paró y fue a hablar con el chofer, que ya no frenaba en las bocacalles y pasaba algunos semáforos en rojo. El que se sentaba delante de mí le pidió fuego al hombre que estaba a mi derecha, quien para dárselo se corrió dos asientos hacia mí, dejándome casi encerrado. (Alumno VI) Y es precisamente en las complejas mixturas que presenta el transporte público1, que el alumno como cronista urbano da voz a esos sujetos silenciados que buscan su lugar dentro del desorden social. Así Otro de los recursos utilizados significativamente lo ejemplifica el siguiente fragmento de la crónica de por los estudiantes es el relato iterativo. Esta es quizá una alumna: la estrategia con la que mejor puede expresarse el dramatismo del anonimato cotidiano de la ciudad, Porque esos hombres, “laburantes” de un dado que es del modo en que se logra instalar la mundo hostil, del sur de un continente en recursividad de lo rutinario. En una de las crónicas llamas, embarraban de alegría la noche podemos leer: triste del resto, el típico viaje amargado de la mayoría. Esos obreros embellecían la noche El camino va desde el primer escalón hasta la del capitalismo salvaje que allí los depositó. plataforma del subte. El escenario es el mismo (Alumno III) de siempre. Los pisos aguados y pegajosos, gente chocándose paso a paso, los trabajadores En cuanto a las estrategias discursivas, la pausa que tarde a la oficina llegan, mujeres que gritan descriptiva es el recurso que los alumnos eligen y el olor a orina fresca que deambula libre retomar de la literatura para construir a los sujetos por los aires. Todos se dirigen rápidamente al y escenarios de la crónica. Por ejemplo: molinete porque el tren se les escapa, los que caminan lentamente o los que se mandan un El tren se ha detenido, y parece que con esto se pequeño trote, los que se detienen a medio ha logrado llegar a un hallazgo. A las cercanías camino o los que se arrepienten de vagón. del mismo, donde la luz no llega, donde el agua Cientos y cientos de personas multiplican potable no se hace presente, donde la suciedad estos comportamientos a la hora de entrar a la y las enfermedades no tienen barreras; viven formación. (Alumno VII) personas. (Alumno IV) Estos recursos implementados por los estudiantes O extraído de otra crónica: dan cuenta de la apropiación de lo literario y abonan a la idea, insistentemente trabajada en el El ruido y el grito incesante de hombres y aula, de mostrar en lugar de decir. O, en las palabras mujeres hablando por celular, los televisores a de Caparrós, “permitirle al lector que reaccione, no todo volumen transmitiendo siempre la misma explicarle cómo debería reaccionar” (2007). propaganda, los vendedores ambulantes con su mismo discurso y las bocinas de los trenes A modo de cierre conforman el entorno de la niña. Un entorno que a la vez podría ser una gran pintura. El camino del placer al goce literario no es lineal, (Alumno V) menos sencillo. Pero los estudiantes, no cabe duda, están en camino. Por momentos lo metafórico El uso recurrente de escenas –otra de las estrategias ocupa tanto espacio que las imágenes desmesuradas discursivas literarias-, por su parte, se puede sobrepasan lo esperable, empalagan. Por interpretar como la búsqueda, al menos en momentos, el discurso se propone demasiado llano ocasiones, de generar la tensión característica de los y despojado. Nuestra tarea es abonar al equilibrio. cuentos cortos. Por ejemplo: Lo fundamental, lo gratificante, es que el camino se ha logrado abrir. Referencias bibliográficas Barthes, Roland (2004): El placer del texto, Buenos Aires, Siglo XXI. Caparrós, Martín (2007): “Por la crónica”. Ponencia presentada en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, Cartagena. Disponible en http://congresosdelalengua.es/ cartagena/ponencias/seccion_1/13/caparros_ martin.htm entrelíneas /53 Esquivada, G. (2007): “Los nuevos cronistas de América Latina. Autores en busca de un género”, en Falbo, G., Tras las huellas de una escritura en tránsito. La Plata: Ediciones al Margen. Genette, Gerard (1972): Figuras III, Barcelona, Lumen. Karam, Tanius (2004): “Representaciones de la ciudad de México en la crónica”, Andamios. Revista de investigación social. Universidad Autónoma de la Ciudad de México, N°1, otoñoinvierno, pp. 51-76. Montes, Alicia (2009): “Esto no es una pipa: la crónica urbana y el problema del género”. en actas del VII Congreso Internacional Orbis Tertius “Estados de la cuestión”, Universidad Nacional de La Plata. Nieto, Patricia, (2007): “El asombro personal” en Falbo, G., Tras las huellas de una escritura en tránsito. La Plata: Ediciones al Margen. Palacios Echeverry, Mónica (2004): “Literatura y crónica urbana”, Revista Habladurías, N°1, Universidad Autónoma de Occidente, Cali. Poblete Juan, (2007): “Crónica y ciudadanía en tiempos de globalización neoliberal: la escritura callejera” en Falbo, G.,Tras las huellas de una escritura en tránsito. La Plata: Ediciones al Margen. Villoro, Juan (2002): “El vértigo horizontal. La ciudad de México como texto”, Debats, N°78, pp.67-78. Notas 1 “Virilio advirtió que la metáfora rectora de “jungla de concreto”, que dominó la ciudad vertical de principios del siglo XX, es sustituida en la megalópolis por la idea de océano. En la expansión horizontal el desafío rector ya no es edificar sino circular”. Villoro, Juan (2002). 54 / entrelíneas El taller de ficción Taller de ficción Ya es tiempo de que en las universidades se cree la cátedra de cuentos, como suele haberla de poética. ¡Qué estupendas cosas se podrían enseñar en ella! Julio Cortázar (Carta a Juan José Arreola, París, 20 de septiembre de 1954) así lo refiere él mismo, empujado por una ilusión que muchos comparten: la de creer que escribir Hace un tiempo vino a verme una alumna ficción resulta mucho más fácil que escribir crónicas que había cursado la materia varios años atrás, porque uno puede inventar todo. Sin embargo, para preguntarme si podía tutorear su tesina de cuando Wolf se sentó a escribir, lo que después fue grado. Si bien ese parecía ser el propósito, percibí La hoguera de las vanidades, no pudo arrancar: “Me que en realidad era otra cosa la que quería decirme. quedé frente a mi escritorio en estado catatónico”. Cuando me contó que durante todos estos años, Para salir de ese estado de parálisis, optó por hacer además de estudiar y de haberse incorporado como lo que solía y sabía hacer, que era investigar. Es ayudante de una materia de la Carrera, había escrito decir, abordó el proceso de la escritura de ficción ficción, y que, de hecho había ganado menciones en de la misma manera en que encaraba sus textos importantes concursos de novela, la felicité. Sin periodísticos: documentándose en la calle, en los embargo, no me lo contaba con orgullo sino, antes bares, en los negocios, entrevistando a la gente. bien, con desaliento. Ahora tendría que escribir su Si en sus trabajos periodísticos, para contar tesina y ponerse a investigar, me dijo, pero no tenía papeles que acreditaran investigaciones realizadas, la vida real, tenía que ir hacia la vida real, para solo contaba con “ese par de novelas premiadas”. construir un mundo posible, también debía buscarlo ¿Pero acaso, dijo entonces, con agitación, yo no allí donde sucede la vida real. Siguió de esa manera investigué durante todo este tiempo? ¿Cómo puedo el modelo de Emile Zola, cuyas novelas partían demostrar cuánta investigación requiere escribir de la investigación periodística. Zola era uno de los una novela que ahonda sobre temas como, por tipos más burgueses imaginables, señala Wolfe, ejemplo, las consecuencias sociales de la Guerra de pero fue capaz de meterse en la parte más sórdida Malvinas? No pude responderle en ese momento de la sociedad y conocerla a fondo. “ como siempre me ocurre cuando las cosas me “Nunca pude diferenciar con claridad la conmueven demasiado. literatura de otros quehaceres políticos, cotidianos Cuando leí un tiempo después en algún diario o científicos”, escribió alguna vez Aníbal Ford. “Si un artículo sobre Tom Wolfe en relación a la novela las cosas ya no se escriben de otra forma, ya no se sobre los cubanos en Miami que había escrito, escriben más”, es una de las últimas frases de Nicolás volví a recordar a mi alumna escritora. Decía en el Casullo cuya escritura, como ensayista y novelista, artículo que, tras producir libros de no ficción y de precisamente también se funda en el cruces entre encabezar el movimiento del Nuevo Periodismo, que ficción, información periodística y académica, significó escribir crónicas periodísticas desde los Ambos hechos, la conversación con mi variados recursos de la literatura, a los cincuenta años, Tom Wolfe había considerado que estaba en alumna, la anécdota de Wolfe me hicieron pensar. deuda consigo mismo por no haber escrito ficciones. Pensé en lo que vengo pensando desde hace tiempo, Y se propuso escribir una novela. Decidió hacerlo, esto es, en cuál es el lugar que en la universidad se le brinda a la escritura y en cuál es el lugar que La experiencia literaria como indagación entrelíneas /55 se le brinda a la escritura de ficción. Pero también, si acaso no estamos promoviendo en la universidad una producción de textos académicos ( tesis, ponencias, papers) , arrastrada por la vorágine de los créditos, incentivos, etc, que no reproduce sino construye saberes, que pocas veces brinda una mirada singular, diferente sobre lo dado. Por lo general el objetivo fundamental de los talleres de escritura que se implementan en las universidades es el de acercar a los estudiantes a los géneros que más frecuentemente tendrán que manejar a lo largo de sus carreras tanto en la fase de la comprensión como de la producción. Sin embargo, consideramos que, si bien es necesario brindarle al estudiante los elementos necesarios para abordar la escritura y lectura académicas, es igualmente necesario desarrollar en él su capacidad crítica, principal objetivo de la universidad pública. Capacidad crítica y capacidad de diálogo a partir de la certeza que, sobre todo en Ciencias Sociales, no hay certezas sino problematización del saber. Desde esa perspectiva y para promover un pensamiento de mayor complejidad, creativo y crítico, trabajamos en Taller de Expresión I la narrativa de ficción. Entendemos la experiencia literaria como indagación: indagar es leer a modo de conjetura y escribir con la posibilidad de descubrir que, si bien la literatura es un juego combinatorio, este de pronto puede ser investido de un significado a modo de revelación. Indagar es, en suma, construir una hipótesis sobre lo real. la escritura en ese ámbito debería partir de ese marco a fin de plantear estrategias que apunten al desarrollo de modalidades de pensamiento que impliquen la invención y la creatividad propias de la ficción. Consideramos que la creatividad implica, como afirma Rodari1, un pensamiento crítico, “divergente”, que cuestiona, problematiza, indaga, reflexiona. Si los textos académicos evitan el uso del pronombre “yo” y lo reemplazan por el “nosotros” o por un “se” que no compromete, es a través de la narración que el sujeto refigura una experiencia -real, imaginaria-y le da sentido. En tanto la narración compromete o involucra al sujeto, la comprensión e interpretación de narraciones promueve la apropiación del estudiante de un saber que, de otro modo, suele permanecer exterior a él. “Las intrigas que inventamos, sostiene Ricoeur2, es una forma privilegiada por medio de la cual reconfiguramos nuestra experiencia temporal confusa, informe y en última instancia muda”.El trabajo con la narración ficcional posibilita a los estudiantes universitarios, en términos de Paul Ricoeur, una redescripción del mundo. Una representación bastante extendida de la ficción la concibe como producto de la fantasía y de la imaginación (premisa de la que parten la mayoría de nuestros estudiantes en el momento de comenzar la materia). Esta concepción conlleva a asociar la práctica de la escritura de ficción como actividad libre, espontánea y lúdica cuyo propósito no es otro que el del placer del juego independientemente de la generación de significado. Probablemente por tal motivo se la ha confinado a aquellos ámbitos __ La ficción en Ciencias Sociales bibliotecas, talleres __ que rodean pero no habitan ¿Por qué trabajar la lectura pero sobre todo el espacio académico o el saber institucional. En la escritura de ficción en la facultad de Ciencias ese desplazamiento pareciera palpitar el temor o Sociales? A esta pregunta, que muchas veces se la incomodidad por aceptar aquello que desafía la nos formula, respondemos que, en tanto promueve razón o la lógica intelectual. Es decir, si por un lado el desarrollo de un pensamiento “complejo” y se celebra a la ficción como imaginación creadora, posibilita un avance del conocimiento en términos por el otro, genera sospechas, en tanto se opone a lo de producción –y no de reproducción mimética— de real y a la verdad. ideas, contribuye a construir el perfil del profesional que se privilegia en la carrera de Ciencias de la Ficción y realidad En la novela Urania del escritor Le Clézio, el Comunicación, un intelectual capaz de indagar los narrador sostiene que la realidad es un secreto y que procesos sociales a partir del análisis del sistema es soñando como se está cerca del mundo. La frase semántico de las acciones y del papel del lenguaje es sugerente pero puede confundirnos: a diferencia en tanto discurso que le da significación. del sueño en el que la realidad es desplazada o de la Los estudiantes de Ciencias Sociales se inician mentira, que oculta intencionalmente la verdad, la en la práctica académica con vistas a la redacción ficción literaria incorpora una realidad identificable, de una tesis, o de artículos de investigación; para la somete a una remodelación imprevisible y, a producir estos géneros es evidente que necesitan través de una serie de señales convencionalizadas, dominar las estrategias del discurso expositivo descubre su ficcionalidad. Así cuando se describe la argumentativo canónico. Sin embargo, en la medida ficcionalización como acto de transgresión debemos en que una zona importante de la reflexión teórica tener en cuenta que la realidad que se ha visto acerca de las Ciencias Sociales (Hayden White, 1 Gianni Rodari, Gramática de la fantasía. Geertz, Benedict Anderson, Ricoeur) apunta Introducción al arte de inventar historias. Reforma a mostrar la presencia de procedimientos de la de la escuela, Cataluña, 1985 ficción en este discurso como modo de construir 2 Paul Ricoeur, Tiempo y Narración, México, Siglo conocimiento, consideramos que la didáctica de veintiuno, 1995. 56 / entrelíneas sobrepasada no se deja atrás, permanece presente, y con ello dota a la ficción de una dualidad. Esa dualidad es una estructura de doble significado que se presenta como ocultación y revelación al mismo tiempo: “siempre hay un significado manifiesto que bosqueja otro latente, afirma Iser3, que, a su vez, obtiene relevancia de lo que el manifiesto dice”. Este espacio de juego entre lo manifiesto y lo latente convierte a la ficcionalidad literaria en una matriz generadora de significado. La ficción como inventio Según Iser, la ficcionalización comienza allí donde el conocimiento termina. Son las fronteras del conocimiento, sus límites, los que activan la ficcionalización, ya que no es necesario inventar lo que se puede conocer, por eso las ficciones siempre contribuyen a salvar lo impenetrable. La ficción es entonces un modo de indagar, de construir una hipótesis sobre lo real. otorga un acrecentamiento de nuestra visión del mundo empobrecido por el uso cotidiano. Tanto en la metáfora como en la puesta en trama, la innovación __lo inédito, lo aun no dicho__ se revela por medio del lenguaje y revela algo de lo que puede ser una imaginación que produce según reglas. Si la ficción crea modelos de realidad —ajustados o alejados de la dimensión histórica factual—, no lo hace sino para cuestionar o problematizar un modelo de mundo establecido. Para ello es clave la función de la mirada. La literatura es una invitación a reexaminar lo obvio. Por eso, como sostiene Bruner8, la gran narrativa es en espíritu subversiva, no pedagógica. El desafío Hay una frase de la escritora Clarice Lispector , que dice: “Escribir es una piedra lanzada Por lo tanto, escribir ficción implica menos un a lo hondo del pozo”.Pero no lo dice ella sino el acto de invención que búsqueda, menos un acto de personaje que ella construye en su novela Un soplo creación que de descubrimiento. Y si es invención lo de vida: “Tengo miedo de escribir. Es tan peligroso. 4 es, así la ha definido Maite Alvarado , en términos Quien lo ha intentado lo sabe. Peligro de hurgar de inventio , tal como lo era para la retórica clásica, en lo que está oculto, pues el mundo no está en la esto es la parte de la oratoria que se ocupa de la superficie, está oculto en sus raíces sumergidas en las búsqueda de las pruebas o argumentos. La inventio profundidades del mar.” Esta advertencia, en boca opera también en la ficción como búsqueda, esto es, de un personaje de ficción, quien solo tiene entidad como un “saber buscar” en la memoria los mundos porque alguien lo escribe, no deja de ser curiosa: posibles en los que se abre la realidad conocida. el que es escrito describe el acto de escribir. La 5 El origen __afirma Miguel Vitagliano __ doble enunciación en la que se funda toda escritura está en los otros, se compone de los desechos de los literaria __un autor que le escribe a un lector sobre otros discursos que circulan en una comunidad, con un narrador que cuenta__ denuncia, entonces, la lo que se ha decretado inútil, pero una vez que estos escritura de ficción como desafío y riesgo. Desafío son tomados por la literatura dejan de perderse en de buscar en el mundo visible y cotidiano aquello la indiferencia y ya no reconocen un origen anterior que está sumergido u oculto; riesgo de asomarse a a la primera página en blanco; el origen está en los una pregunta que, a modo de abismo, abre siempre a otra en un proceso infinito por el que la realidad otros pero la literatura funda su propio origen. deja de ser plana y previsible. ¿Y qué significa fundar su propio origen? No El artista plástico Joseph María Martin9 basta con saber contar una buena historia hace falta una práctica específica de la escritura, entregarse a ilustra a sus alumnos qué es el arte con un juego de una relación diferenciada con el lenguaje, sostiene la imaginación que bien puede ilustrar el desafío que Martín Kohan6. En términos de Ricoeur, la ficción propone la escritura de ficción. El artista catalán les implica la capacidad de redescribir metafóricamente pide que piensen una mesa. Hay una parte en el arte, la realidad y la experiencia. Presenta, como lo hace dice, que es la investigación racional, luego llegamos un pintor, una ampliación icónica de esa realidad. a un límite que tiene que ver con una pregunta que Ese Bild (imagen), así lo sostiene H. G. Gadamer7, nos da miedo. El límite seria el borde de la mesa. Lo que hay que hacer, sugiere, es lanzarse al vacío. 3 Wolfgang Iser,“ La ficcionalización: dimensión antropológica de las ficciones literarias” en Teorías Y si bien produce temor, lo fantástico es que uno cree que va a caer pero lo que sucede es que la mesa de la ficción literaria , comp. A.G.Dominguez, se hace más grande: “porque hemos extendido el Madrid, Arco libros,1997. mundo”. 4 Alvarado, Maite, “Escritura e invención en la escuela” en Los CBC y la enseñanza de la Lengua, Siglo veintiuno, 1995. AZ Editora, Buenos Aires, 1997, págs. 43 a 535 En “Cómo se empieza a escribir una narración”, 8 Jerome Bruner, La fábrica de las historias, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002. Kohan M., Jeanmaire F., Vitagliano M., Pradelli A., Universidad de Buenos Aires, Centro Cultural 9 María Luján Picabea, “El arte es un modo de Ricardo Rojas, Buenos Aires, 2006 practicar con las ideas”, entrevista a Joseph María 6 Op.cit. Martin, revista N, 3 de octubre de 2009. 7 en Ricoeur, P. Tiempo y Narración I, México, entrelíneas /57 Los textos de los estudiantes Los textos que siguen fueron escritos por nuestros estudiantes a partir de consignas trabajadas en la materia. Dan cuenta de qué modo, a través de la narración, refiguran una experiencia y le dan sentido. Porque la intriga narrativa, como sostiene Ricoeur, (1995), es una forma privilegiada por medio de la que cada sujeto reconfigura una experiencia temporal que es confusa, informe y, en última instancia, muda. Irene Klein 58 / entrelíneas “El necio” Juan Martín Iummato Eran las 10:30 y me tenía que ir corriendo. La profesora me había mandado a leer un cuento y no hacía a tiempo. Presumí que lo podía leer a la pasada en el colectivo, pero la historia me atrapó. Sin salida aparente tuve que adentrarme en el relato. Desde la introducción todo fue un caos. Los protagonistas y personajes secundarios entretejían una compleja trama cuyos hilos de amor encerado se extendían y enredaban con finas hebras de pasión rebelde. Todo estaba envuelto en viejos retazos de envidia y, si me descuidaba, perdía de vista alguna pelusa de odio. Inevitable, siempre fui algo miope. Cuando todo parecía alisarse y creía poder zafar de esa urdimbre de palabras, la maraña introductoria se transformó en un gran nudo dramático. El desgraciado me sujetaba con fuerza pero no me sofocaba, me sostenía para que no cayera en una interpretación mediocre de la obra. En esa peligrosa red, las texturas que sobresalían me ayudaban a seguir el hilo conductor del argumento. Podía tocar la trágica suavidad de las caricias entre amigos, o sentir la conflictiva aspereza de los roces entre enemigos. Y así alcancé el auge del relato. Casi me desmayo. Entre el nudo y la altura, el aire escaseaba. Afortunadamente, cuando empecé a descender en la trama, pude aflojar el nudo de la historia, recuperar el aire y tejer más tranquilo. Mañosa la persona que pensó en ese telar de hechos breves, el desenlace de la obra sólo hizo que me enredara más. Yo quería tejer certezas y el autor entrelazó más dudas. Mi tejido empezaba a deshilacharse. Mis agujas perdieron su punto guía. Ya no encontraba lógica alguna en la trama. Exhausto, tiré ese gran estambre ficticio por la ventana del colectivo. “Adiós juventud” Juan Martín Iummato En un cuarto pequeño, de paredes de cemento mal pintadas, una mujer entró y se sentó al lado de otra mujer, que ya estaba anteriormente. Ambas observaron los últimos rayos de sol que entraban por la ventana, contemplando cómo el cuarto se sumergía lentamente en la oscuridad. - ¿María Claudia? - preguntó la mujer que acababa de entrar, tratando de adivinar el rostro. - Sí – respondió la mujer sentada mirando el piso – ¿Cómo andás, Clarita? - Sobreviviendo – respondió María Clara con un tono sarcástico. Luego de unos minutos sin hablar, María Clara rompió el silencio. - ¿Por qué estás acá? - Lo mismo de siempre – dijo María Claudia todavía mirando al piso - ¿Vos qué haces acá? - También, lo mismo de siempre, una mierda ¿No? María Claudia no respondió, siguió mirando el piso, parecía buscar algo que sabía de antemano que no iba a encontrar. - Hablá, Claudia. - No puedo, estoy bloqueada por los signos y las dudas – dijo María Claudia, siguiendo con su dedo índice los surcos de las baldosas. - ¿Sabés dónde está el resto? - No, es posible que hayan extraviado la brújula. entrelíneas /59 - No entiendo, hablá claro, che. ¿Sabés donde está tu novio, por lo menos? - Allá en el sur del alma. - Te estoy hablando en serio. - Desconcertados, sordos. - Basta – dijo María Clara – Si no querés hablar, no digas nada. - No tengo ganas de hablar, por mí que me arranquen la lengua los ratones. - ¿Podés parar un poco? - ¿De hablar? Bueno – replicó María Claudia haciendo garabatos imaginarios en el piso. Las dos escucharon pasos de afuera y se callaron de repente. Luego que los pasos se alejaron, continuaron. - Me siento como el oasis en los espejismos – dijo María Claudia. - Callate – dijo María Clara con un tono áspero. El silencio sobrevino con la noche, pero no duró demasiado. - Estoy cansada, Clara. - Yo también – dijo María Clara, mientras su voz se resquebrajaba. María Claudia levantó la cabeza y dirigió sus ojos hacia donde estaba María Clara. Esta no resistió la mirada de María Claudia y comenzó a llorar. María Claudia la abrazó fuerte. - Tenés el cuerpo helado – dijo María Claudia. - Tengo frío, entre otras cosas. - Te quiero, Clarita. - Yo también te quiero, Claudia. Ambas se quedaron en silencio. Ya entrada la noche, dos hombres entraron al cuarto. - Creo que me toca – dijo María Clara. - Esta noche no termina más – dijo María Claudia resignada. - No, no termina más. María Clara se levantó y se fue del cuarto en compañía de los dos hombres. María Claudia, sola en ese cuarto pequeño, de paredes de cemento mal pintadas, entró en un profundo llanto. “Patitas para arriba” Natalia Soledad Cirelli Todas las tardes cuando llego del colegio dejo mi mochila en el sillón, paso por la cocina, agarro un pedazo de pan y salgo al patio a verlas. A veces como del pancito, otras veces lo corto chiquitito y lo tiro en el hormiguero. Me siento como si fuera su rey y mi deber alimentarlas, lo único que puedo defender. Otras veces soy uno más de la montañita de tierra, porque caigo en manos de seres más grandes y con más poder que derriban mi casita, como pasa con mamá. Ella siempre se queja de que se comen sus plantas y que en el patio solo hay mugre, pero para mí no es mugre, son mis juegos, y las hormigas están bajo mi protección y son lo más divertido que tengo. A ellas les cuento todo, porque son mis principales confidentes. Él me prohibió que lo contara porque mis papás se iban a enojar mucho, pero a mí no me gusta jugar a ese juego que me dice que hagamos después de la clase de matemáticas. Los dos agachados, mientras espero a mamá, que siempre llega tarde a buscarme y nunca se da cuenta de nada. 60 / entrelíneas En mi casa cuando ella y papá se pelean yo ya estoy en el patio, jugando a que soy un soldado que defiende a su tropa mientras cargan los pedacitos de hojitas verdes y la llevan al hormiguero. Me parece que el problema es que mi papá nunca llega a la hora que tiene que llegar, vuelve con la ropa suelta y camina medio raro, parece que lo empujan de atrás (como me hace mi compañero Federico en el recreo) o que se va a caer en cualquier momento. Mamá se enoja mucho por eso y le grita todo el día. Llora, se encierra en su pieza y dice que está cansada, que quiere que se vaya y que no soporta que él se burle de ella. Eso es algo que no entiendo, porque papá nunca se ríe de ella, ni se burla con nada de su cuerpo (como lo hace Fede conmigo cuando me pongo mis anteojos). Mi papá lo único que hace es llegar tarde, yo casi ni lo veo, pero ella también llega tarde a buscarme al colegio y por eso me enojo, sin embargo no se lo digo. A veces pienso en decirle a mamá lo que me pasa cuando termina la clase de matemática; siempre estoy con el pantalón desabrochado, tirado al piso, mirando por la ventana, como él me dice que haga, pero si se le digo ella se enojaría conmigo. Mamá también le dice a papá que no aguanta el fuerte olor que trae y que seguro que la plata otra vez no va alcanzar porque él se la gasta, pero nunca se acuerda en qué se la gasta. Para mí es porque tiene mala memoria (como me pasa a mí en matemáticas, que me acuerdo de todo lo que pasa menos de las cuentas). A mí me gustaría que mamá tenga mala memoria, así le puedo contar todo y que ella vaya y le grite a él como lo hace con papá cada vez que llega tarde. Papá habla distinto y saca de la heladera una botella con un líquido rojo que se abre con un aparatito raro, que tiene una punta brillante en forma de rulo y que empuja un tubito marrón que después lo apoya en la mesa. Parece que es como su vitamina. Y encima, si no hay de ese líquido, él empieza a gritar como loco. Ahí es cuando me mandan a la cama, a veces sin comer, porque se pelean muy fuerte. Esta es otra de las razones de por qué no le puedo contar nada a mamá. Para mí, papá cada vez que se termina su vitamina se siente solo y no puede correr porque se cae al piso y siente que se va a morir, pero el problema es que él no tiene a nadie que lo cargue y lo rescate, como a las hormigas, que corren rápido cuando sienten el peligro, pero como son chiquititas, se van para todos lados y también quedan solas y mamá las termina pisando, entonces se mueren. Eso me gustaría que le pasara a él, cuando nos quedamos solos en el aula y nadie nos mira, me gustaría que llegara mamá y que lo aplastara como a las hormigas. Ella siempre las pisa porque dice que molestan y que le repugnan, como papá, al que siempre le dice esa palabra. Cuando mamá le tira ese rociador blanco que a mí no me deja tocar, ellas se quedan patitas para arriba unas cuantas horas, hasta que viene la familia y las cargan y se las llevan al hormiguero para que descansen en paz (como hicieron con mi abuela, que mamá la tuvo que llevar adentro de un cajón para que descanse en paz) porque como están muertas ya no pueden seguir llevando las hojitas. Para mí que papá tiene miedo de quedar solito, no saber cómo correr, caerse al piso y que mamá lo aplaste. Él es más grande y sabe que yo no lo voy a poder cargar, como hacen las hormigas. Será por eso que papá duerme en el sillón y mamá en su pieza. Y será por eso también, que yo a veces me siento una más de ellas, ya que no puedo hacer nada y veo como quedan patitas para arriba. Creo que mamá quiere que papá quede con las patitas para arriba. Igual yo voy a seguir en el patio defendiendo a mi tropa, de la cual me siento su rey, ya que ellas son las únicas a las que puedo proteger de todo. “Dormidores de tren (una especie en crecimiento)” Jimena Argüello Los dormidores de tren forman una especie multifacética que tiene su origen con la aparición de los primeros medios de transporte público y cuya descendencia se extiende hasta la actualidad. Esta especie ha tenido un crecimiento muy elevado en los últimos años, debido, en parte, a las adaptaciones que todo ser vivo es capaz de desarrollar para sobrevivir al medio que lo rodea y, en parte, a su sencilla y veloz forma de reproducción: la conocida reproducción por imitación. Como es bien sabido los individuos concebidos por este tipo de reproducción solo tienen diez minutos de gestación, en los que el futuro dormidor observa la conducta de su progenitor y aprende todo lo que necesita antes de nacer (esta es la única especie que posee una serie de conocimientos básicos antes de enfrentarse al mundo). Una vez dado a luz, el dormidor solo necesitará de dos a cinco viajes para llegar a la madurez y comenzar a engendrar nuevos dormidores. En esta etapa de transición pondrá en práctica las técnicas de entrelíneas /61 supervivencia aprendidas de sus padres y las perfeccionará, ya que cada nueva generación suele superar a su antecesora. Estas técnicas, al igual que sus hábitos y costumbres, son de lo más variadas y contradictorias: por lo general mostrará un aspecto cansado que roza el agotamiento, pero no dudará en desplegar su velocidad y capacidad física al ver su debilidad: los asientos vacíos. Es capaz de realizar las más extrañas piruetas y corridas con tal de no perderlos, así como también presenta la asombrosa capacidad de dormir con un clima extremadamente cálido y, en ocasiones, muy ruidoso, pero suele despertarse cuando el lugar se vacía y aparece el silencio. El tren es su hábitat natural, siendo el de las cinco de la tarde, que parte desde Retiro, donde pueden observarse con más facilidad, incluso, en manadas que se agrupan sobre el andén (cabe aclarar que estas agrupaciones son momentáneas, ya que estamos frente a una especie solitaria y nómade). También pueden verse en subtes y colectivos, pero su vista será más esporádica y breve. Estos ejemplares se caracterizan por ser inofensivos mientras puedan practicar su sueño tranquilos. Se pondrán a la defensiva ante una posible invasión de territorio. Sí suelen estar muy irritados y ofensivos si se los encuentra de pie, aunque esto es muy poco común. Dentro de la familia de los dormidores podemos encontrar cuatro tipos: Dormidor Real: El ejemplar más puro de la especie. Realmente está agotado e incluso puede pasarse de estación. Suele verse con la boca abierta y sus pertenencias apretadas entre los brazos. Dormidor Cabeceador: Quizás algún día llegue a ser un dormidor real. A diferencia de los demás especímenes, no quiere quedarse dormido, pero sus ojos se cierran por inercia. No se preocupe, por más que amague nunca caerá al piso. En caso de estar sentado junto a él, deberá inclinar su cuerpo hacia el otro lado si no quiere ser utilizado como almohada. Tal vez los más nobles de la especie cederán el asiento si lo consideran necesario porque en el fondo no quieren dormir. Dormidor Intermitente: Cruza con la especie de los ocupados perpetuos. Dormirá solo una parte del viaje. La otra parte comerá, leerá, hablará por teléfono, pero siempre mostrará que está realizando algo importante y no puede ser interrumpido. Dormidor Simulador: Los más irritables de la especie. Dotados de una gran capacidad de actuación cerrarán los ojos ante una posible amenaza y cuidarán su refugio celosamente durante todo el viaje. Esta es su clasificación básica, aunque debido a los continuos nacimientos las mutaciones en la especie se producen con facilidad, por lo cual, están en constante evolución. “Oscurece” Nicolás Israel – Oscurece – dice Jacinto. – Así parece – contesta Manuel. – Apuremos el paso – y le pega una patadita al burro. – Antes de que venga el frío. – Y el viento. – Y la muerte. – Como le pasó a Don José. – Pobre Don José, tan bueno que era. – Ni tanto. La golpeaba a Doña Clara. – ¡No!, incapaz don José. – Que sí, carajo, que la golpeaba. 62 / entrelíneas – Tantos años de silencio, entonces, pobre doña Clara. – Ni tan pobre. Se lo encamaba a Horacio, el capataz – dice Jacinto, y se acomoda el sombrero que las ráfagas de la colina pretenden arrebatarle. – ¿Y don José, sabía? – No, pero lo mismo la molía a cachetazos. – Quién lo hubiera pensado, tan bueno que parecía el Horacio. – Buen estafador será; esas tierras eran robadas, tenían sangre sembrada. – Por algo se decía por ahí que esos tomates tenían como un sabor raro. – Por algo se vendían tan poco. – Pobres tomates. – Sí, pobres. – … – … – Apuremos el paso – dice Miguel. – Sí, ya oscurece – contesta Jacinto, y le pega una patadita al burro. “Sigue muda la nena” Nicolás Israel Luego de lavarse los dientes y empapar su cara con agua fría, Lorena se sentó frente a la taza de café con leche, las tostadas, la manteca, la mermelada de frutilla y un plato con varios trozos de frutas coloridas. –Recién exprimido– dijo el Rubio, y colocó un vaso de jugo de naranja frente a la taza de Lorena. – ¿Dormiste bien?– preguntó. Ella asintió con un gesto mientras veía, a través de la única ventana del departamento, el perezoso movimiento de la urbe a las siete y media de la mañana. El Rubio se levantó de la silla, se acercó a Lorena, la besó en la frente y partió hacia su oficina. Año tras año la repercusión disminuía, asistían menos personas, menos prensa. –No bajaremos los brazos hasta encontrarla– aseguró Raúl Iglesias durante la manifestación. –Buscaremos en todos los rincones, no descansaremos hasta llegar al fondo de la cuestión– declaró a los periodistas, abrazado a su esposa. – ¿Justicia? Si hace ocho años que desapareció y todavía no hay pistas. Lorena tiene diecinueve y la última vez que su familia escuchó su voz fue cuando tenía once, de qué justicia estamos hablando– protestó un ex-compañero de la primaria, uno de los pocos que aún se acordaba de ella. Insatisfechos con las indagaciones policiales, sus padres contrataron, dos años atrás, a los mejores investigadores particulares que sus ahorros de clase media y un par de colectas eclesiales les permitieron costear. Jamás se encontró una huella. Nadie entró a ese departamento, jamás. No hay teléfono, ni cuadernos, ni computadoras, ni licores. La habitación contigua a la de Lorena es la más grande de la casa. Tiene un televisor y películas. Miles de películas. La habitación llena de películas. Todas las noches, desde hace ocho años, antes de dormir, ve una con el Rubio. El resto del día, sola en el departamento, ve dos o tres. A veces cuatro. El humor, los sentimientos, las percepciones de su jornada dependen de los films que observa. La nena no entiende un argumento a los trece, le gusta a los quince y lo odia a los diecinueve. En la misma tarde, la nena mira Bergman y Lynch, colores opacos y extravagantes, Chaplin y Vertov, personajes patéticos y vitales, Fellini y Godard, historias deprimentes y forzadas, Hitchcock y Buñuel. A través del cine la nena experimenta angustia intensa, amistad perdurable, furia irracional, la felicidad de volver a casa. entrelíneas /63 El Rubio le pregunta todos los días qué quiere comer, de qué color prefiere su ropa, qué siente, si necesita algo. Le pide que le hable. Le ruega que le hable. El Rubio quiere tomarle la mano, acariciarla. Ella lo evade. Él la besa en la frente todas las mañanas y todas las noches: es ese su único contacto corporal. A las diez de la noche él apaga la luz de la habitación de Lorena. Le besa la frente y le desea buenas noches. Ella se va a dormir. Pero a veces le cuesta un poco, y camina, silenciosa, dentro de su habitación, a oscuras, y trata de conciliar los fragmentos de su realidad adulterada. Una madrugada ella escuchó una voz. Abrió los ojos, se extrañó. Fijó su oreja en la pared: –Sí, perfecto. Le juro, perfecto. ¿Problemas?... Que no habla, sí, nada más, exactamente, sigue muda la nena– escuchó Lorena. Antes de almorzar, la nena quiso ver una película. Buscó. Durante una hora y media examinó la habitación, leyó título por título. Las vio todas. No supo qué hacer. Abrió la puerta del departamento. Descendió en el ascensor y llegó hasta la puerta del edificio. Esperó a que saliera cualquier persona. Cualquier persona salió, y salió ella también. Erguida frente a la ventana el Rubio la encontró, esa noche, al llegar al departamento. La notó particularmente estática, particularmente silenciosa. Con pasos cortos, se acercó a ella. La advirtió pálida, temblorosa, el cabello drapeado, las manos frías, huellas de angostos ríos zigzagueantes sobre las mejillas. Ella levantó su brazo derecho y lo mantuvo horizontal, a la altura del hombro, señalando la masa frenética que se movía más allá de la única ventana. Él permaneció detrás de ella, la respiración muy cerca de su nuca. De repente, la nena giró y lo abrazó. Con ambos brazos, tan fuerte lo abrazó. Luego, volteó nuevamente su cara y su cuerpo hacia la ventana. Su mano se aferró a la del Rubio. Su mirada y su dedo índice se dirigieron hacia la metrópoli, ese objeto tan exterior, y dijo, por primera vez dijo, mientras apuntaba a la ciudad dijo, con amargo tono entrecortado dijo: –Es mentira. Todo eso es mentira–. “Otra salida” Matías Ferrari El rítmico traquetear del ventilador intentaba, sin resultado, remover el ambiente de la habitación. Las sábanas, al igual que sus piernas y sus brazos, estaban húmedas y se le pegaban al cuerpo. El grito de un vendedor se confundía con el zumbar de un grupo de moscas que sobrevolaban la escena, como esperando el momento indicado para zambullirse en su piel. Recordaba haber oído de pequeño decir a su padre que los veranos en La Rioja eran los más asfixiantes de toda la nación. Hacía más de cuatro décadas que lo venía comprobando a diario. El reloj, junto a la cama, marcaba las ocho de la mañana. Justo la hora en la que la brisa estival se transforma en una masa de aire caliente y denso que no da tregua bajo ninguna sombra. Las moscas merodeaban nuevamente su cama y algunas ya se animaban a posarse sobre su acuosa cara. Él, por su parte, no malgastaba sus fuerzas en intentonas por librarse de ellas, sabía que eso era definitivamente imposible. Ya hacía años que lo había abandonado esa energía jovial que, en su momento, lo solía eyectar de la cama por las mañanas. Ahora todos sus movimientos se habían acompasado; de preguntarle, no hubiera sabido contestar si era por la vejez o por el aburrimiento. Lentamente se sentó sobre la punta de la cama matrimonial y echó un fugaz vistazo a uno de los cajones de la cómoda. Se puso de pie, se calzó las chancletas de goma y se dirigió al baño donde se dispuso a quitarse el sudor con una ducha fría. Mientras se enjuagaba el cuerpo con una esponja que apretaba en su mano, lo invadió una nostalgia por la ya lejana y perdida Buenos Aires. Sergio jamás hubiera pensado en que terminaría sus días viviendo en un pueblo del noroeste argentino. Sus padres, tíos y abuelos siempre habían vivido en Buenos Aires y la única provincia que él conocía hasta ese entonces era Entre Ríos, visitada en alguna fugaz excursión escolar. Digamos que su vida se circunscribía a esa Pe grande bordeada por el mar. Más allá de ella, poco y nada importaba. Así fueron pasando los años de su infancia, luego la secundaria, unos años de trabajo en la fábrica de su abuelo y después la imposición del mandato familiar: la carrera de Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires. Y fue caminando por uno de los pasillos de esa facultad cuando se enamoró de Mabel, una riojanita que lo único que hacía era sacarse buenas notas, pero que jamás se recibiría por problemas económicos. 64 / entrelíneas Arrastrado por su acento y sus curvas, Sergio le prometió irse a La Rioja a vivir junto a ella, una vez terminada la carrera. La ducha había surtido el efecto deseado, aunque sabía que el sofocante calor lo volvería a atacar en unas pocas horas. Vestido con un short y una musculosa gris gastada, se dirigió a la cocina donde leyó la notita que Mabel le había dejado sobre la mesa: “Me fui a lo de la Nelly, vuelvo para la hora de la cena”. Tras leerla, agradeció a su cuñada – y a la distancia que separaba su casa de la de ellos- por haberle regalado una tarde de libertad total. A los pocos segundos, la alegría se disipó de su cara al recordar que allí no había mucho por hacer más que escuchar la radio o releer uno de esos libros que, tiempo atrás, había traído de Bueno Aires. El calor se hacía sentir nuevamente en sus axilas y pecho. Se dejó caer sobre una de las sillas de plástico que rodeaban la mesa de la cocina y releyó la nota que había escrito su esposa minutos atrás: “Me fui a lo de la Nelly, vuelvo para la hora de la cena”. La volvió a leer, esta vez, reparando en su caligrafía que, con los años, había tomado un carácter errático y tembloroso. Apartando a un lado el papel, dejó resbalar su espalda por el respaldo de la silla hasta encontrar una posición cómoda con sus piernas estiradas. Abandonó su mirada en la carcomida pintura del techo y vio revolotear a un grupo de moscas alrededor de la bombilla de luz que había quedado encendida desde la noche anterior. Volviendo su mirada hacia el papel, se apenó por el paso del tiempo y por las secuelas que este había dejado en el carácter de su mujer. Le costaba aceptar que su negrita divertida, de piel suave y voz amable, hubiese cambiado tanto. Parecía otra mujer. Como si una mañana, sin que él se diese cuenta, alguien se hubiera llevado a la antigua Mabelcita y la hubiera cambiado por la Mabel actual. Lo sorprendió el sentimiento de un anhelo: el de poder recomenzar una nueva vida, esta vez, alejado de ese polvo y de ese sol. Lejos del sudor y de las moscas; lejos de esa casa y sin Mabel. Había continuado durante tres años con sus estudios de Ingeniería, a pesar del regreso de Mabel a su provincia natal. En ese lapso de tiempo él se recibiría, por lo que puso todo su empeño en abocarse únicamente al estudio. Una tarde, habiendo rendido ese día una de las últimas materias, conoció a Verónica. Ella, estudiante de Filosofía y él, asiduo lector de los existencialistas alemanes, de inmediato se hicieron grandes compañeros. Esos seis meses que lo separaban de su viaje a La Rioja los pasó en cines y en bares de lectura junto a Verónica. Se encontraban todas las tardes en el mismo horario en el Obelisco para, desde allí, sumergirse en esa fantástica y misteriosa Buenos Aires que parecía estar conociendo por primera vez. Solían terminar sus noches sentados frente al río, retenidos por un cómodo silencio que pocas parejas aprenden a respetar. Era la primera vez que compartía una pasión, no solo sexual, sino intelectual con una mujer. Sin darse cuenta, el tiempo se les había ido agotando y sólo quedaban unos días antes de su partida. Diploma en mano, Sergio debía cumplir con su compromiso. Y fue entre esos besos y esos abrazos finales cuando él le escribió en un papelito la dirección postal de su futuro hogar en La Rioja. Ya eran las tres de la tarde y el húmedo calor no cejaba. Apoyando uno de sus brazos sobre la mesa de la cocina, Sergio lentamente se puso de pie. El zumbido de los insectos acompañó su andar cansino hasta el dormitorio. Echó una mirada a las sábanas que seguían mojadas de sudor y, dándoles la espalda, se acercó a la cómoda ubicada frente a su cama. Abrió uno de sus cajones y sacó de él un sobre. Sentándose sobre el colchón, quitó con cuidado la hoja y leyó lo que parecía ser una carta: Querido Sergio: Escribo estas líneas con la dolorosa certeza de tu olvido. Pasaron más de cuarenta años de aquel último abrazo, pero ese recuerdo, insistentemente, ha vuelto a mí este último tiempo. Por miedo al rechazo he postergado esta primera carta, pero creo que el momento de enfrentarlo ha llegado. Fue la experiencia del dolor sufrido, creo yo, la que me ha dado la fortaleza necesaria para afrontar tu posible negación. Me resisto a llamar pasado a algo que continuamente vuelve a mí. A diario recuerdo las eternas conversaciones que terminaban con la luz del amanecer; la sonrisa con la que me recibías en esa esquina a pesar de mis tardanzas y tantos otros episodios que han marcado mis mañanas. Son recuerdos que querría revivir, aunque sea por una única vez. No negaré que he sentido amor por otros hombres, pero algo dentro de mí me empuja en tu búsqueda en este último tiempo. Como si un enigma me guiara al pasado para encontrar una respuesta que jamás encontré. Verónica Mantuvo la hoja en sus manos unos segundos hasta recobrar el aliento. Desde la llegada de aquel sobre, tres meses atrás, había leído decenas de veces esa carta. Era la primera vez que ella le escribía desde su separación en Buenos Aires aquel 27 de julio de 1966. Y era también la primera vez que Sergio, hasta entonces retenido por el miedo, pensaba en la posibilidad de comenzar una nueva vida lejos de allí. entrelíneas /65 Asaltado por una emoción de cambio, de sus ojos comenzaron a brotarle finas gotas. Ya había olvidado, tan alejado en el tiempo, su último derramar de lágrimas. Cerrando sus párpados, forzó la última de ellas que, en su caída, quedó estática en su labio. Quiso retardar el final de ese llanto, pero no pudo: el zumbar de las moscas lo regresaba a su casa en La Rioja. Aún consternado por la emoción, Sergio se recostó en su cama y, cerrando sus ojos, imaginó un posible futuro. La luz de la mañana lo despertó. Esperó sentir la densa ola de calor en su cara, pero esta nunca se presentó. Incrédulo, el hombre esperó escuchar el zumbido de algún insecto, pero solo oyó una bocina de auto alejándose en la distancia. En aquella cama, las sábanas, tantas veces empapadas de sudor nocturno, permanecían secas y suaves al tacto. Abriendo su boca, dejó que el aire fresco entrara en sus pulmones obnubilados de polvo. Inesperadamente, sintió cómo una dócil mano le subía por la espalda y un escalofrío de placer le recorrió todo el cuerpo. La piel se le erizó al reconocer esas caricias que creyó perdidas en el tiempo. Cediendo ante aquel celestial goce, el hombre cerró sus ojos y, sonriendo, tomó la delicada mano entre las suyas. “Hilos” Catalina Bedacarratz – ¿En qué pensás?– le preguntó él. La mayoría de las veces ella nunca le decía la verdad, nunca le decía en qué pensaba. Estoy mirando las telarañas, estoy viendo cómo nacen de la nada, cuelgan como de hilos invisibles que no sé por qué desde acá los veo, pero si hago así con la cabeza, no los veo más. Nosotros somos un poco así también, ¿no te parece? No entiendo a qué te referís, ¿así cómo? Lo de la telaraña es una cuestión de luz, no es nada mágico, de hecho hay una explicación bastante lógica… Mirá con lo que saltás, Manuel. Ay, no sé, te soy sincera, se me fueron las ganas de hablar con vos. Ya no quiero hablar más. Pero, ¿qué hice, qué tiene de malo mi respuesta? Nada, dejame tranquila, quiero seguir pensando en mis telarañas y en mis hilos invisibles. No le sigas sacando la magia a mi mundo, por favor. Se quedaron en silencio. Estaban acostados en la cama. Era una cama chiquita, cómoda pero chiquita. Era la misma que él había tenido desde que se había mudado solo. Habían hecho el amor ahí ya miles de veces. Solo ellos habían hecho el amor sobre esa cama y esa cama solo los había visto a ellos amarse. Estaban los dos acostados, tapados hasta el pecho. Por debajo de las sábanas era invierno. Hacía frío y helaba. Aún así no había ni una sola parte del cuerpo, ni un solo pelo de uno que tocara el del otro. Por debajo de las sábanas las distancias eran eternas, los pozos eran ciegos y ellos estaban muertos. Rara vez, cada tanto, él movía la pierna. Disimulada y sutilmente colocaba su pie cerca del de ella, y lo iba bajando, de a poquito, con miedo, sin respirar, hasta que por fin se tocaban. Era cuestión de segundos hasta que ella corría su pie, y lo alejaba. Se lo llevaba a otro país, a otra región debajo de las sábanas donde ningún cuerpo podía alcanzarla, pero donde hacía aún más frío. Ella se había encaprichado con la telaraña, no podía sacarle los ojos de encima, aunque en realidad la mayor parte del tiempo pensaba en cosas que no tenían que ver con ella. Es como si a nosotros nos sostuvieran hilos, ¿no? Hilos invisibles, que solo los vemos a veces, desde algunos lugares, en algunos momentos, y después, de repente, cambiamos de posición y no están más. Y nos olvidamos, ¿entendés? Nos olvidamos de que están ahí los hilos invisibles. Porque las personas somos muy de ver las cosas, y si no las vemos creemos que no están. Y un día sin darnos cuenta, movés el brazo, salís corriendo o simplemente te caés, y ¡zas!, rompiste el hilo, lo atravesaste. Y entonces no hay más hilo, no hay nada que te sostenga. Él no respondió. No porque estuviera totalmente en desacuerdo con lo que ella había dicho, de hecho le había parecido lindo. Todo lo que ella decía le parecía lindo e inteligente. Solo tenía que tener como condición que saliera de su boca. Que las palabras las hubiera moldeado su lengua, como artesanías. Pero esta vez no respondió. Porque él estaba pensando en el pie. Estaba pensando que tenía ganas de tocarla y de manosearla y de sentirla como suelen hacer los novios normales. Estaba cansado de acostarse en esa cama tan chiquita, y de que ella estuviera tan lejos. Y lo pensó y se lo dijo a sí mismo: estoy cansado. 66 / entrelíneas Así que se dio media vuelta, dijo buenas noches, y cerró los ojos. En ese darse media vuelta sus piernas volvieron a rozarse, él las sintió como caricias de cuchillos, pero caricias al fin, que quería y extrañaba. Ella se quedó mirando el techo; ya ni siquiera miraba las telarañas. Sabía qué era lo que pasaba, sabía que era por el pie. Ella sintió al revés, cuchillos como caricias, cuchillos al fin, que la lastimaban y le dolían. Se dio media vuelta, trató con éxito de no tocarlo, y cerró los ojos. Sinceramente no entiendo qué hacés acá conmigo. Eso fue lo último que él le dijo a ella, eso fue lo último que se dijeron. Él se durmió esa noche, más tarde, mucho más tarde, después de pensar y volverse loco tratando de entender cosas que no se hicieron para ser entendidas (quizá eso es lo que había que entender). Ella se dio cuenta en seguida de que se había dormido. Lo notaba en su respiración; era diferente cuando soñaba a cuando estaba despierto, ni hablar si tenía pesadillas, ella lo notaba de inmediato. Se despertaba enseguida si estaba dormida y lo abrazaba. Y él se calmaba. Esa noche, cuando él se quedó dormido, ella por fin atravesó el llano, el desierto y las montañas, y posó su cuerpo sobre el de él. Toda ella estaba junto a él, toda ella lo tocaba. Se unieron como en un magnífico rompecabezas, y allí se quedó, con los ojos cerrados, sobre él, o en él. Respiraba a su ritmo, no quería despertarlo, no quería que despertara y ella tuviera que alejarse nuevamente y volverse a su lado de la cama, que era más frío y callado. Se quedó así durante un largo rato. No pensó en nada, trató, al menos, de no pensar en nada. No quería que se le arruinara el momento. Quería sentirlo y tocarlo, nada más. No entendía por qué lo extrañaba y lo necesitaba justo cuando él ya no estaba. Por qué solo lo besaba mientras dormía, por qué solo le hablaba cuando soñaba. Empezó a sentirse mal. Primero lo sintió en los pies, en el dedo gordo, el que él le había tocado hacía un rato. De a poco subió por todo el cuerpo. Fue cuestión de segundos para que le llegara a la boca y a los ojos, para que el dolor se sintiera hasta en los dientes. Al tragar. Al respirar. Cuando miraba, cuando cerraba los ojos, siempre ahí constante y mortal. No pudo más. No aguantó más. Salió de la cama, se vistió lo más rápido que pudo y se fue. Cuando salió a la calle, no pensó, sólo empezó a correr. Ni siquiera sabía hacia dónde estaba corriendo. Solo corrió sin parar una cuadra. Dos. Tres. Ningún pensamiento se entrepuso en su corrida por un tiempo. Pero de repente, ahí estaban de nuevo los gritos, los te quiero, los besos, todo. Estaban frente a ella, sobre ella y en ella. Golpeándole la cabeza, comiéndole las manos, agarrándola de los pies, impidiéndole caminar. Se detuvo. Se cayó al suelo. Y empezó a llorar. En ese momento una señora que pasaba por allí, asustada, se acercó a ayudarla. La agarró como pudo e intentó calmarla, pero ella solo lloraba y repetía que los hilos ya no estaban, que los hilos se habían roto. “Diagnósticos distintos” Julia Raznoszczyk Casi como si estuvieran parados frente a un espejo, dos hombres se descubrieron haciendo exactamente lo mismo en el patio de una clínica psiquiátrica. Ambos, parados, con sus cabezas hacia abajo y sus espaldas encorvadas, observaban el suelo preocupados, desesperados. A uno se le había perdido un tornillo. El otro tenía el alma por el suelo. “Golden Age” Julia Raznoszczyk Le pido que me guarde este secreto: yo fui quien hizo el trabajo sucio. En el tiempo que a usted le tome leer esto, a Quintino Vélez lo iban a buscar a su casa para matarlo. Aquella noche el tipo no lograría pegar un ojo, ni aunque la salamandra tuviera suficiente carbón como para soportar la helada, ni aunque su mujer lo esperara para abrigarlo en la cama, ni aunque reinara el silencio en su casa. entrelíneas /67 Silencio. Habría recibido esa mañana una carta anónima que diría, en letras negras mayúsculas, “El que roba paga más caro. Te vamos a matar” (un clásico “modus operandi” con los traidores). Mientras, las volvería a leer una y otra vez como quien no cree la cosa, las piernas le temblarían y, sin quererlo, soltaría el papel y lo levantaría del primer escalón del zaguán de su casa, y lo abollaría y arrojaría en algún lado. Volvería pálido, caminando lentamente hacia su cocina. La mujer, que lo esperaría para desayunar, no percibiría su malestar porque Vélez, desde que le habían quitado su puesto en la fábrica, muy probablemente solía levantarse de cara blanca y larga. Y preferiría no decirle una sola palabra. El día anterior, un domingo, había sido el del Gran Premio. Quintino Vélez estaría en la principal entre la multitud. Ahí se lo habría encontrado el Tano. Y Vélez no se habría sorprendido al verlo, a pesar de que hacía años que no trataban. El Tano le habría ofrecido un cigarrillo amablemente y le habría pedido que fueran al interior del edificio para poder hablar. Sí, seguro que fue así, porque el Tano lo trata así a uno; primero como un duque, pero si uno no cumple, intenta borrarlo del mapa. Y por eso Vélez se habrá borrado en su momento de la “compañía”, como la llamaba el Tano, porque acababa de tener familia y porque quería un laburo digno y no saber más nada de él y todos los que estaban por debajo de él. Pero se sabía que Vélez no pasaba buenos días últimamente, que lo habían reducido de la fábrica y que todo lo que se iba a jugar se lo perdía sin más. Decían que alguna bruja le había echado el “mal de ojo”. Y que era probable que aceptara algún “laburito” que le ofreciera el Tano. El Tano lo hizo entrar a la confitería, lo invitó un café y se pidió un whisky. Ni se dio cuenta de que el hombre que estaba a sus espaldas, en la mesa contigua, era yo. Y Vélez, que estaba sentado frente a él, nunca había llegado a conocerme. Pero yo sí sabía de su existencia. –Va a estar en el sector 3, tené cuidado al entrar. Tiene el cabello como oro – le dijo el Tano en voz baja. –¿Está sana? –Sanísima. Es bellísima, una europea, nos van a dar una fortuna por ella. Imposible no darse cuenta de su presencia, más vos que tenés años en esto. –Este va a ser mi último trabajo. –Vamos, Vélez, sabés lo que te conviene. Y además nosotros somos casi tu familia después de tanto tiempo. Vélez miró cómo, con cautela, el Tano sacaba de su saco un sobre y se lo entregaba por debajo de la mesa. –Andá a buscar “el paquete” esta noche. Te va a estar esperando Darregueyra. Decile tu apellido y lo retirás y lo traés para “el pantano”; te acordás, ¿no? El Tano se levantó y salió rápidamente de la confitería. Vélez terminó su taza de café, dejó unas monedas sobre la mesa y se marchó. Esa habría sido la primera noche que no pudo pegar un ojo. Porque no lo había conseguido, porque habría llegado al establo cuando ya no estaban ni Darregueyra ni “el paquete” tan codiciado. Porque ni se imaginaría que había habido un hombre escuchando su conversación con el Tano, que sabía de qué hablaban y que iba a robarle el “laburito” y arriesgar su pellejo. Pero lo que sí sospecharía era que lo querían estafar, que lo iban a usar como comodín de algo jodido. Y toda la tarde del día siguiente intentaría encontrar al Tano. Lo iría a buscar a lugares donde solía estar, cuando Vélez formaba parte de la “empresa”, pero que ya no existían, y al “pantano”, aunque el Tano no se iba a quedar esperándolo ahí y Vélez entonces volvería a su casa. Los tipos que habrán entrado esa noche a su casa ni se habrán molestado en escuchar sus explicaciones. Le habrán dicho “impostor”, “conspirador”, “mentiroso”, “zaino”… Palabras muy distintas de las que figuraban en su obituario en el diario del día siguiente. Se llama “Golden Age”. Yegua de origen inglés, pelaje dorado, nacida el 12 de enero de 2003, 1,56 metros de alzada. Ganadora repetidas veces del Gran Premio Montevideo y el Argentino, de 37 corridas en Estados Unidos, 29 en Francia, primeros puestos en Suiza, en Alemania. Valuada en u$s 3.277.675. Actualmente en mi poder. El lugar exacto queda guardado en mí… El resto del secreto se lo confío a Ud. 68 / entrelíneas “Nebulosas de un Nirvana” Laura Morales Vargas Soy el Capitán Nirvana, el gato de Czarda, así me dicen, o mejor soy el gato de Czarda, el capitán hacia el nirvana, o soy el capitán del nirvana del gato de Czarda. Me encanta que me acaricie, que con sus dedos callositos me arranque los pelos, me encanta que me haga figuras en la nariz y que me peine los bigotes, aunque con su sexy torpeza siempre me los deja desparejos, cosa que me jode porque luego las paredes me juegan malas pasadas y siempre termino yéndome de jeta, me encanta cuando se agacha para agarrarme; siento que dos montañas de algodón dulce me acorralan y a mí no me queda otra que sacudirme entre ellas, tan suaves y cupulosas, ¡pobre de mí! Era viernes y era una de esas madrugadas, con olor a whisky, con un poco de Philip Morris Products, con un poco de olor a noche psicodélica, apoteósica en el callejón de los sordos. Era un lugar para perder la inocencia, para aprender a tragarse de una sola bocanada a ratoncitos como Jerry. Rasguño, mordida y tragada. Soy todo un gato; a mí solo me deja lleno un buen runcho, uno de esos de la cañería de la 32 que son bien gorditos, pero vaya uno a agarrarlos; los muy perros son toda una rebelión, a mí que no me vengan con queso, eso es pa´ finos. Esa noche no sé qué pasó, solo recuerdo que desde que llegué, Escafandra, la exótica y pintoreteada gata del lugar, como siempre me convidó un poco de humo divertido y luego maullamos un rato con el Chuqui; le decimos así porque el pobre un día, en una riña gatuna, se dejó arrancar un ojo por uno de los mininos del callejón de al lado, pum pum pum, sangre y qué dolor tan hijueputa, los muy perrunos solo nos tienen bronca porque tenemos los mejores basureros. El caso es que ese día de ahí pa´ delante no me acuerdo de ni mierda, solo de ella, Czarda, sentada en un esquina con pececitos nadando en los ojos, escuchando Desperado, y yo, cayendo como una plasta de pelos del techo de Deisy, el que nunca he podido saber qué es, si hombre, mujer, elefante o gillette. Czarda, un gato, nirvana, luces de neón. Mientras caminaba por un tejado, bien cagado de paloma, ondeado y naranja, logré verme las patas al caminar; mierda, me llenó de satisfacción, me hizo esponjar el rabo, nunca lo había logrado, siempre que lo intentaba terminaba sin algún filudo. Lo mejor fue cuando vi a Czarda tambaleándose en la punta del tejado y yo no sabía qué hacer, si seguirme mirando las patas, es que era tan de puta o salir corriendo hacia ella y ronronearle como todo un felino. El caso es que de repente el cielo que no me acuerdo de qué color era se me vino encima y escuché un ruidajo, que me hizo abrir los párpados y me di cuenta que era solo un puto sueño. Mierda de paloma, patas, Czarda, mucho pa´un solo tejado, la madre que me dieron unas ganas de sisear, me hizo poner el rabo en la tierra y darme cuenta que pa´ mi persona ni mierda, solo huesitos de pescao. Pero había algo extraño en la situación, no estaba ni en el callejón de los sordos, ni en mi basurero, ni en la ciudad de Dite. El lugar, la encarnación de la infamia, fragancia, humo de sexo, color, vinotinto; hay un cuadro tristón insípido y delante haciéndole culto un sillón con cuerpo de balsa, y en él dos siluetas a ras de piel. Qué cosa tan seria, mi olfato no falla, Czarda se para y camina desnuda, mmmm, se va fuera del contorno de mi vista, y le grita a él que haga lo que se le dé la puta gana, él intenta abrazarla y le dice, tranquila, muñeca, no ha pasado nada, ella se pone a llorar y le dice que tiene ganas de vomitar, él le dice hágale, muñeca, vomite, ella agarra la ropa de él y la lanza por la ventana. Un vaso volador, un libro volador, una lágrima voladora. Desde abajo él le grita que es una muñeca muy salvaje, tal cual como le gustan. Czarda encierra los botones de su camisa, prende un cigarrillo, abre la ventana, se agarra las tetas y mira sus pecas con la luz del sol, se queda inmóvil ante la ventana; su reflejo le dicta por sílabas que la vida es gris. Escucho la canilla de la ducha girar tan lento que casi parece que su cuerpo y el agua entraran en un infinito suspenso escrito, punto espacio punto espacio. Yo estoy sentado en el sillón esperando a Czarda y ahora que pienso, este no la pasa nada mal: culos, migajas, vodka; la próxima vida quiero ser su sillón. Sale del baño, toma un bocado de brandy y yo meto la lengua; me gusta sentir cómo me quema el tracto digestivo a esta hora normal en la que la gente camina con sentido, trabaja, silba. Se corta las uñas y me corta un bigote, la puta; siempre hace lo mismo cuando está deprimida. Me dice que salgamos a decirle adiós al cielo con las manos, subimos a la azotea; el día está un poco gris, un poco difuso, un poco triste. Czarda abre los brazos como intentando abrazar una nube, y me dice que el día está como para suicidarse, entonces me agarra y me dice ¡vamos Capitán, al Nirvana! y me lanza a la azotea de al lado. Tipas de rata puta; por qué hace esas mierdas, me corta los bigotes y luego me lanza a la deriva, qué cosa seria. Czarda tiene carácter. Cielo, voltereta, vecina con rulos, cortina. Subo nuevamente hasta donde está Czarda y me le arruncho entre las piernas, y pienso, mierda, qué rico. Comemos galletas de chocolate y miramos las máquinas de la ciudad inundada de evasión, luego me lee una combinación peculiar de palabras, pero en mi cabeza solo está el ruido de un corcho intransigente, resistiéndose a salir de la boca del vino. La tarde se hunde entre cigarros y escaleras al cielo, la muy putita obliga al sol cansado a ocultarse por entre las montañejas. Czarda y yo tenemos una sobredosis de nostalgia, ella más que yo o yo más que ella, ninguno lo sabe y tampoco voy a insistir en saberlo; eso es algo que no entiendo de los monos calvos, siempre quieren saber lo que sienten los demás, qué hijos de puta, tan chusmas, solo con el objetivo de entrelíneas /69 darle viagra a su bizarra seguridad. Sentimientos, razón, confusión. Estamos caminando y Czarda para enfrente de una plaza, se quita los zapatos y se va arrastrando los pies entre el pasto, ojalá no pise mierda de perro, porque ahí sí se le termina de cagar el día; esos ni son capaces de responder ni por su mierda. Se sienta debajo de un árbol grande, le lamo la palma despacito y sin apuro. Una sirena de los verdes suena retumbante y a mí me dan ganas de salir corriendo, pero últimamente ando de gatito bueno, así que me quedo parado en cuatro con el impulso en el rabo. Una mujer se intenta ahorcar unos árboles más allá. Los verdes llegan a tiempo e impiden que la mujer se ahorque, los verdes siempre tirándose todo. Esa mujer ahorcada hubiera completado lo que le faltaba a ese día para ser más triste. La noche está demente, las luces de la ciudad son pequeños ojos rotos, locos alucinados que nos vigilan. Czarda está jugando con el humo divertido y yo ya estoy volando. Caminamos hacia una esquina, no sé cuál de todas. Ella se encuentra con él, se abrazan, y él le dice que el sábado es el día del amor y de los caballos y Czarda le dice que le haga el amor hasta el amanecer, él le dice que no faltaba más preciosa. Allí estamos: Czarda, él, el nirvana y el capitán, toda esta mierda en un mismo lugar pero en diferentes sitios. De fondo se escucha Sick thing; yo estoy con los bigotes más sensibles que de costumbre, me dan ganas de trepar un rato y llego al purgatorio, lo más parecido al ventilador, el infierno está en el piso de arriba en la casa de Lerner, el gato huérfano. Desde arriba todo se ve mejor, y no debe ser porque abajo está el paraíso. Czarda y él no sé a qué juegan, parecen flamencos despernancados haciendo cuclillas, o mejor parecen espantapájaros bailando countrie, uno contra otro. Sus cuerpos chocan, se hacen daño pero al parecer les gusta, qué hijos de puta. Ahora escucho un piano, él grita ¡Marieee Ann!; no entiendo nada, tampoco me interesa hacerlo. Czarda le lame la cara, sus cuerpos calvos de pelo, se frotan, como queriendo ser uno, yo me lamo el pelaje a ver si me divierte tanto como a ellos, mi lengua se refriega con cada pelito, mmmm, me sabe a salado. Miro al techo y caen gotas, tripas de rata putas, ¿no se supone que en el purgatorio no tengo secuelas del infierno? Lerner debe estar dándole a alguna minina para sudar tanto. Él toma whisky, lo traga y abre la boca y se traga la boca de Czarda, la agarra del culo, la acorrala en la pared, ella tiene cara de sufrimiento, él saca la ametralladora y se la clava justo en la llaga, ella grita entre lágrimas, y lo marca con sus garras en la espalda, él entre el dolor le hunde el artefacto hasta el fondo y se lo sacude, ella cierra la boca, se traga los labios, frunce el ceño de dolor y se pega contra la pared. Los dos cuerpos caen, ella encima de él; el whisky está sobre la mesa, el hielo se hizo agua y el techo un valle de lluvia. “Despegar del negro y blanco” Juan Manuel Florencio “Good morning, good morning!”, salía de la radio y Martín no podía evitar levantarse porque el volumen estaba en 15. Eso significaba que si Alicia del 4º B oía que estaba en 15 a las siete de la mañana iba a abrir su puerta, dejaría salir el aire de casa de anciana a que se adueñara del pasillo, cerraría su puño y con las pocas fuerzas que le quedan iría a golpear la puerta hasta que él pusiera al equipo en 4. Así que del salto que pegó de la cama lo puso en 9, que ya le permitía despertarse escuchando a los Beatles a un buen volumen y la dejaba a Alicia en su casa leyendo la sección de espectáculos del diario. Escuchaba sonar la tostadora y el microondas al mismo tiempo indicando que ya tenían el desayuno listo. Caminando a lo zombi del baño a la cocina sentía al televisor prenderse (en mudo, para que no interfiriera a Sgt. Peppers que seguía sonando) y para cuando llegaba a sentarse con el café y las tostadas, ya estaban anunciando si había paro de subte o no, que era lo único que le interesaba saber. Así todos los días. La vida se está volviendo demasiado monótona, se decía a veces, pero su vida no poseía ese néctar divino necesario que hace que las cosas importen. Aquella mañana sería rápida y lenta para él, como todas. El cambio de velocidades estaba determinado espacialmente por la puerta del edificio que lo llevaba a la calle y a la inevitable necesidad de viajar sumergido en el anhelo de estar en el silencio hogareño, descalzo sobre el piso de parquet tibio yendo a buscar algún libro a la biblioteca. El viaje en subte de hora pico no lo imaginó porque sabía de antemano que iba a viajar con la boca pegada a la puerta corrediza o en el medio del vagón, sin evitar caerse del tambaleo porque tal tambaleo no existe en el subte de esa hora. Suspiró y esperó llegar a destino mientras en su anhelo ya había elegido un policial negro para degustar. Entró a la oficina y dijo buen día como reflejo ético, como cordialidad no sentida, como para llenar el tiempo vacío de expresión que hay entre sus colegas. Se sentó en su escritorio y empezó, como todos los 70 / entrelíneas días. Las horas pasaron. Respiró hondo y expiró rápido porque ya estaba fuera de la jornada laboral y ahora caminaba rápido por la avenida para rápido llegar al subte y rápido llegar a casa a cumplir el deseo del viaje anterior. La llave giró hacia la izquierda, el pestillo se metió dentro de la cerradura y segundos después ya estaba sacándose los zapatos. El día volvió a ser rápido, pero todavía no lo detectaba así. Se mojó los labios y saboreó lo dulce de estar nuevamente allí. Se dirigía a abrir la ventana grande para que entrara un poco de aire cuando vio un uno rojo sobre el marcador de mensajes del contestador: “¡Hey!, necesitás estar acá. Cambiar ese aire de mierda, ya. Te llamo mañana que estoy muerta. Un beso”. Hacía largo tiempo que no recibía mensajes de manera que rápido asumió este como de un número equivocado, aunque se sintió levemente identificado con lo de “aire de mierda”. Siguió sus pasos hasta la biblioteca y tomó el libro que había pensado. Se sentó en su sillón mullido de lectura, cruzó una pierna y con el pie que no quedó suspendido jugueteó un poco sobre la alfombra para calentarse la planta. Al rato los ojos empezaron a parpadear continuamente para lubricarse e intentar seguir abiertos pero decidió irse a la cama y dormirse, no sin antes escuchar dentro de su cabeza nuevamente el mensaje que rompió con su cotidianidad. Al día siguiente, al irrumpir en la soledad de todo el día de su casa, volvió a encontrar el mismo uno sobre el contestador. Esta mina no sabe marcar, pensó, y rápidamente la intriga lo llevó a escuchar. “Úrsula está conociendo todo el puto mundo y yo sigo anclado acá, esperando a que mi soledad me comience a dar arcadas”. Comenzó a ser una reflexión seguida siendo ya el décimo día que recibía mensajes de quien resultaba ser una viajera con ansias de conocer al mundo mientras a él perteneciera. El discurso, lo vivo y entusiasta de todos los enunciados relatando vivencias ante diferentes lugares, personas, sensaciones, dieron color a los blancos y negros en los que Martín vivía y poco a poco esos colores cobraban relevancia. A su rutina ahora se agregaba la necesidad de recrear escenarios con descripciones minuciosas que Úrsula otorgaba en largos mensajes de voz. Cuando salía de casa y cuando volvía en el subte pensaba que al llegar tendría una nueva historia para imaginar un mundo paralelo al que vivía. Un mundo que, cada vez más poblado de significados, comenzaba a ser el condimento que Martín buscaba para darle importancia a las cosas. Convirtió el unísono del microondas y la tostadora, el mirar el estado del tránsito, el leer después de cenar, en sincronizaciones agobiantes e insulsas. Por qué siempre era así todo desde que se levantaba hasta que se acostaba no se lo había preguntado con reproche hasta el momento. Era disciplinado con su tiempo porque no tenía con qué o con quién quebrarlo. No había tenido una voz que le dijese lo infinito e irracional que podía ser el tiempo cuando uno está en perpetuo movimiento, sin ser de ningún lado y aprendiendo reglas en cada punto para pensar si violarlas o acatarlas. Preso por mérito propio se culpaba por ello, por no haber siquiera pensado en expandir sus fronteras recreando dentro de su mundo lo maravilloso y absurdo junto con lo habitual y unidireccional. Al comienzo de una nueva semana despertó y no supo si ir a trabajar o quedarse para atender a Úrsula y agradecerle que hubiera estado equivocada de número durante los últimos días. La duda se disipó pronto en al aire, se reportó enfermo al trabajo y volvió a taparse hasta el cuello para mantenerse cálido. Durmió. El sueño del que era protagonista se cortó con el sonido de un llamado telefónico que el mismo sueño había creado. Hacía muchos años que no soñaba. Ahora el sueño y la vigilia contaminaban su realidad cooperando mutuamente con puros verdes y celestes, con sitios llenos de risas contagiosas. Las viejas costumbres humanas, soñar y desear, se volvieron a apropiar de él. El día terminó y la llamada no llegó. Pasaron dos semanas sin mensajes en el contestador. Podría pensarse que Martín había dejado de alimentar sus ideas de formar parte del mundo que tan minuciosamente había creado, pero de pensarlo no concordaría con su nueva realidad. Las rutinas luchan por legitimarse porque ahora tienen con quién luchar. Y al transcurrir los días el hoyuelo que se hace profundo al verlo sonreír indica que la batalla no es tan fácil como antes. Los negros y blancos siguen estando pero ahora son lienzos sobre los que una paleta de infinitos tonos se gasta. Sin haber sido bien determinado por Martín, el hipnotismo de una vida insípida había encontrado su chasquido de irrupción y con la imaginación corriendo a mayor velocidad que el razonamiento, el contador ahora vuelve a cero cuantas veces él quiere y la racional apariencia se ridiculiza ante sus ojos, antes de que se le ocurra insultarla. entrelíneas /71 “33 para la primera lágrima” Pilar Arriola Cerró la puerta de un portazo y se fue corriendo. Corrió durante tres cuadras sin parar. A la cuarta dejó de correr. Frenó. Se tomó unos segundos de las rodillas para poder tomar un poco de aire. Y sin darse cuenta, sin siquiera notarlo, algunas lágrimas comenzaron a rodar por su cara. Esta era la primera vez en su vida que lloraba. El día era perfecto. Todo brillaba, y en ese momento, más que nunca. Había declarado al otoño como su época del año preferida, y no se equivocaba. El aire fresco le rozaba la piel, acariciaba lentamente sus labios y enfriaba esas tímidas lágrimas que estrenaban la suavidad de sus pómulos. La caída de una hoja anaranjada acompañó esa primera gota que iba camino al suelo; casi a propósito se encontraron a pocos centímetros de llegar volviéndose una el refugio de la otra. La lágrima tuvo su sostén y se alojó en esa hoja, que alegremente le dio lugar en su extremo derecho. El sol no pegaba fuerte, símbolo de un invierno que se avecinaba y de un verano que nuevamente quedaba en el recuerdo. Pero a ella la hacía feliz… sabía que esa luz tenue y casi imperceptible la interpelaba en ese instante más que nunca, la llenaba de energía y le propiciaba la dosis justa de calidez que estaba necesitando. Permaneció así algunos minutos. Quería protagonizar ese milagro. Quería detenerse en cada detalle del arte de llorar. Quería sentirlo, vivirlo, tomarlo y hacerlo suyo, más suyo que nunca. Atrás quedaban las largas noches intentando que tan solo una maldita gota salada saliera de sus ojos, y nada… La frustración crecía, los métodos y las teorías caducaban antes de tiempo y ella seguía sin poder llorar. Sin embargo, en ese momento todo cambió. Se estaba produciendo un antes y un después en su vida. Ese día, por primera vez después de treinta y tres años, Lucía lloraba. Lloraba con una intensidad indescriptible. Las primeras lágrimas, tímidas al principio, se volvieron líderes de un llanto sentido, profundo. Esas primeras lágrimas, tan valientes y llenas de coraje, marcaron el rumbo. Surcaron en sus facciones el camino a seguir del resto, un camino que tenía principio pero no anticipaba un fin. Así, quedaba inaugurada una temporada eterna de llantos y lágrimas que estaban ansiosos por salir, que se habían reprimido treinta y tres años. Treinta y tres largos años de descontento y frustración. Treinta y tres años que volvían a cero. Su vida estaba siendo renovada. Lucía volvía a nacer. Yo me limité a observarla. Me pareció imprudente y poco generoso interrumpir ese momento. Un momento único, personal y completamente suyo. Sabía lo que significaba, sabía que también para mí la vida estaba girando. No tenía idea de cómo íbamos a manejar lo que venía, pero sabía que lo íbamos a hacer juntos y entonces ya nada importaba. Sus ojos vidriosos me daban esperanza. La paz que transmitía su cara relajada me completó y supe en ese preciso momento que no hacía falta nada más, que exactamente ahí, con el sol pegando suavemente, con los árboles que delicadamente se iban desnudando, algo casi espiritual estaba ocurriendo. El aire era ligero, liviano, casi que se podía sentir la suavidad del cielo rozándonos los pies. Miré para atrás, y a lo lejos, como si perteneciesen a otro plano de la realidad, estaban ellos, los nuestros, ansiosos, desconcertados, queriendo gritar por una explicación, pero contenidos sabiendo que no era el tiempo para hacerlo. Ellos también sabían que ese era un momento trascendental para nuestra vida. Sin embargo, no sabían de ese primer llanto, pero suponían que algo espectacular acababa de pasar y felices permanecieron en su rol de testigos. Esperaban pacientes por nuestro regreso, pero yo decidí esperar por su regreso primero. No quise apurar las cosas, el tiempo era el único dueño de esto y yo simplemente me acomodaba a su antojo. Nada ni nadie podría interrumpir ese nirvana, ese momento de éxtasis casi sobrenatural que imaginé estaba sintiendo. Ni siquiera la risa de un niño que siempre despertaba su admiración, ni los ojos de su sobrina que a lo lejos le regalaban amor. No existía acontecimiento alguno que pudiera sacarla de ese estado en el cual se encontraba inmersa. Fue entonces cuando comprendí que el misterio del hombre es infinito, no tiene fecha de vencimiento y siempre sabe cómo sorprendernos. Por un momento quedé suspendido en recuerdos. Volví a sentir cómo la vida nos pasaba por el costado y cómo esas desesperadas ganas de volvernos protagonistas quedaban simplemente en eso: desesperadas ganas que parecían permanecer en un plano ajeno al cual nunca podríamos acceder. Habíamos vivido muchos años sintiéndonos simples observadores de nuestra propia vida, incapaces de convertir un futuro ideal en un futuro real. Impotentes ante una vida que no elegimos, que no deseamos y que definitivamente no estábamos viviendo. Vida vacía, desprovista de sentido. Todo 72 / entrelíneas nos daba lo mismo y la monotonía se había vuelto nuestra más fiel compañera. Recordé aquellas vagas ilusiones que alguna vez vimos pasar por el costado, pero nunca se detuvieron ante nosotros. Entonces venían épocas más grises que las anteriores, pozos de depresión interminables en donde buscábamos asilo. La mente cansada y el cuerpo desganado eran nuestra impronta más representativa. Los días, las tardes y las noches se volvían uno solo, un mismo tiempo, igual e invariable que no nos provocaba cambio alguno. Solo algunos meses parecían esclarecerse más que el resto, por supuesto, eran los meses de otoño. Otoño que parecía primavera ante sus ojos. Era el único momento del año en donde una pizca de luz iluminaba su cara apagada, pero el otoño se desvanecía con el viento y el invierno pegaba más duro que nunca… recordándonos otra esperanza que se alejaba y nos abandonaba hasta el próximo año. Levantó la cabeza primero, se miró las manos, se tocó la cara húmeda y me miró. Sus pasos firmes e intensos se aceleraron para acercarse, sin darme cuenta la tenía a pocos centímetros. Ahí estaba, frágil pero fortalecida, con una vitalidad que jamás había visto en mi vida. Con esa ternura que la caracteriza me tomó la mano, la situó en su pequeña panza y me suspiró al oído: “Joaquín, se va a llamar Joaquín.” “No nacimos para vivir” Paula Bravo Vera-Pinto Hay cosas que se sienten, que no se pueden explicar, pero que sin embargo nos atraen y nos convierten en un satélite más, en otro cuerpo girando alrededor del deseo, como un zancudo es atraído por la luz sin importarle que esto signifique su muerte. Era el aniversario del quinto decenio del pueblo donde vivían Matías y Rodrigo, dos chicos de siete años, cuyo único contacto había sido algún empujón en la fila que debían formar fuera de la sala de clases, antes de entrar luego de cada recreo. En todos los decenios la temática de la celebración estaba basada en uno de los diez mandamientos (si el decenio era par) o en uno de los siete pecados capitales (si el decenio era impar). Ese año fue impar, y el pecado que adornaba las celebraciones era “la Acidia”. El jefe de gobierno explicó a los más pequeños en el discurso de apertura: la Acidia es cuando los obstáculos que nos propone la vida cristiana no nos permiten seguir cumpliendo con los mandatos del Señor… – ¿Y esto? – Es una foto mía a los seis años, aún no nos conocíamos… – ¿Él es tu papá, no? – Sí, ¿nunca te lo había mostrado? – No, no es mucho lo que me has hablado de él, y cuando alguien no habla mucho de algo es porque tiene una razón… – Mmm… es raro pensar que en algún momento de mi vida no te conocía. – ¿Sabes qué pienso? – No, ¿qué piensas? Matías mira a Rodrigo sin responderle, Rodrigo no le insiste más. Tenían ese código de no presionar. Intentaban no decir nada si es que sabían que no iban a terminar la idea, pero las pocas veces que decidían callar, respetaban esa decisión. Antes de que las almas comenzaran a gritar y los ojos se vieran perdidos en una realidad que siempre había sido contada como un mito de las regiones vecinas, Matías y Rodrigo eran dos chicos como cualquier otro del pueblo, sabían todas las respuestas a esas preguntas que jamás han podido ser respondidas con certeza: propósito de la vida: servirlo a él; propósito del matrimonio: reproducción de la especie, tal cual el arca de Noé, hembras con machos de a par. De dónde venimos: del pecado; nuestro final: el último juicio. Podían recitar como si fuese una poesía todas las respuestas, respuestas en las que creían, e incluso entrelíneas /73 defendían, cuando hablaban con algún niño extranjero. ¿La acidia es lo mismo que la pereza? – preguntaba un chico al jefe de gobierno que siempre dejaba un espacio para que los niños saciaran sus dudas – algo así, se dice pereza para que se entienda de manera más fácil, pero no estás cometiendo un pecado capital si un día te da flojera ir a clases, por ejemplo – y le guiñó un ojo cómplice. Cuál es tu nombre, preguntó el mandatario a un chico que se encontraba arrodillado al lado de su silla en posición de rezo; el chico lo quedó mirando como asustado, tenía carita de roedor, ojos grandes y negros, un poco flaco y el pelo claro desparramado sobre la cabeza como un charco de ideas. El chico quedó mirando al jefe de gobierno sin responder; mi nombre es Arturo, dijo el mandatario para intentar acercarse al chico. – Sí, sé - respondió tímido - el mío es Matías. – ¿Se puede saber qué hacías Matías? – Estaba rezando. – Rezando… ¿y por qué rezabas? – Para que Dios me ayude a nunca caer en la acidia, no me quiero ir al infierno, mis padres están allá, y si yo soy muy muy bueno quizá pueda apelar en el juicio final y sacar a mis papás, para que se vayan conmigo al cielo. – Es muy linda tu intención, Matías, podrías hablarlo con el Padre Roberto a ver qué opina él, que es el que más sabe de Dios aquí en la tierra… por el momento te digo que la gula no te vendría nada mal – y sonrió verdadero, directo a los impávidos ojos del chico. Una vez terminada la charla de los más pequeños con el jefe de gobierno, Rodrigo se acercó a Matías: – ¿En serio tus papás están en el infierno? – Sí - respondió Matías receloso del chico que le hablaba. – Porque mi papá está en el cielo, quizá cuando le rece le puedo pedir que le ayude a tus papás… ¿Fueron muy malos? – No sé – dijo Matías y elevó la mirada a su divino suelo, donde estaban sus padres. – Si quieres averigua, mi papá puede ser de ayuda, él fue muy bueno. – Gracias, voy a averiguar – decía mientras se alejaba a paso calmo. Esa misma tarde durante las celebraciones fue Matías quien dijo la primera palabra. Rodrigo estaba participando de un juego que se llamaba “Diligencia”. La idea básica del juego era enseñar la virtud que se le oponía al pecado reinante, en este caso Diligencia era la virtud, y el juego consistía en ir en grupos de a cuatro. A cada grupo se le daba una lista de tareas que tenían que cumplir durante el día; el grupo que antes volviera a la meta era el ganador. Rodrigo aún no regresaba con su grupo, por lo que Matías decidió esperarlo en la mesa de finalización del juego. – ¿No juegas, Matías? – dijo una voz ronca que se acercaba de frente, – No, Padre Roberto, tengo que hablar con usted… – Creo saber de qué se trata, he hablado con Arturo y me comentó muy interesado tu acción de esta mañana… – ¿Y usted, Padre, qué cree, me va a servir ser muy bueno? – Siempre sirve ser muy bueno, hijo mío, si no es por tus padres, hazlo por ti, – Pero, ¿voy a poder ayudarlos? El cura, que no quería crear un rebelde a partir de la respuesta que iba a dar, dijo sigilosamente: – Dios siempre nos sorprende, hijo mío, cada quien debe arrepentirse de sus propios pecados, pero Él nunca deja de darnos vuelta la vida. Si es lo que deseas, no dejes de ser bueno y quizá puedas salvar a tus padres, 74 / entrelíneas – ¿Sí? – Vas a tener que ser muy bueno niño – decía en tono casi solemne el Padre Roberto a medida que se alejaba de esos ojos de mártir. Ya más cansados, esos mismos ojos siguen exhalando bondad. Es el aniversario del quinto decenio del día en que Rodrigo y Matías se habían conocido. Cincuenta años tiene cada uno de conocer al otro; sesenta y cuatro de conocer la vida y cuarenta y cinco de compartirla a tiempo completo, cocinando en la misma cocina, descansando en el mismo living, viendo el mismo televisor, en el mismo dormitorio, durmiendo en la misma cama. Matías sostiene en el regazo la caja de escasos recuerdos de Rodrigo; fue lo único que el chico alcanzó a coger cuando decidieron salir del pueblo. Matías había preferido viajar liviano, y su única caja eran sus ojos. Juntos miran una fotografía de su clase en el día de la celebración del quincuagésimo aniversario, por primera vez los dos chicos estaban parados uno al lado del otro, conscientes de la mutua compañía. Al girar la foto se dan cuenta que la fecha coincidía con la fecha del día que viven. Con una imperceptible sonrisa, y sin atreverse a mirarse, siguen escarbando en la pequeña caja, sin miedo al pasado, sin miedo a los silencios que Rodrigo decidió pronunciar. A estas alturas todo es explicable y toda explicación es aceptada, perdonada, ya no hay tiempo de dudar, de escarbar, de meter un poquito el dedo en la herida. “Los chicos”, como los llaman en el barrio, tienen su rutina, se levantan muy temprano y salen a caminar cuando la calle está vacía, cuando la gente duerme despreocupada del bien y el mal; es cuando más en sintonía se sienten con la sociedad, esa despreocupación de no estar conscientes, lo tranquilizante de no saber que hacen algo malo, porque realmente no lo hacen. Intentan mantenerse lo más activos posible, es algo que les quedó de chicos; ya no lo aplican a Dios, pero la pereza no es algo que se permitan, no cuando los convencieron de que esta es la única vida que tienen y que de a poco se va gastando, que no hay tiempo ni nada más allá que perder. Luego de la caminata vuelven a casa, se duchan, se visten y vuelven a salir. A veces los domingos pasan por fuera de la Iglesia a eso de las nueve de la mañana, cuando está comenzando la misa, escuchan un poco sin entrar y reafirman su decisión de haber dejado el pueblo; las cosas no son muy diferentes al otro lado de la frontera, pero son menos belicosas: juzgan, pero en silencio; no miran de reojo, aunque sonríen falso. Ese domingo, haciendo un orden profundo en la casa, Matías se había encontrado con la caja de Rodrigo. En la Iglesia hablaban del deber del católico para con Dios, de no dejarse estar con los deberes que el pertenecer a esa religión impone, de no cometer un pecado capital, de no condenarse por pereza. En la caja de Rodrigo también había una rosario, un denario, un crucifijo y un recorte de un diario; en el epígrafe se leía: “Dos hombres y una mujer son exiliados por apoyar una causa antinatural”; el título remarcaba: “Una manzana podrida pudre todo el cajón” y la bajada de título hablaba de un matrimonio que dejaba un hijo de un año, y un padre que dejaba a una mujer como madre soltera y a un hijo de un año también. La identidad de las familias que se quedaban en el pueblo se mantuvo en secreto, solo el gobierno del momento sabía quiénes eran, pero no querían estigmatizar a dos criaturas y una madre amante que nada tenían que ver con las irreverentes ideas de estos tres personajes. Era la primera vez que Matías veía esa noticia; el vivir con su ortodoxa abuela nunca le había permitido llegar realmente a la verdad, solo conocía fracciones de lo sucedido con sus padres, y ninguna de ellas se relacionaba con el exilio, más bien tenían que ver con morir en pecado, pero dentro del pueblo, y el pecado nunca se lo especificaron, él nunca preguntó, nunca investigó, se limitó a creer, quizá un poco por miedo a la verdad. Ahora sentía una extraña sensación de orgullo, agradecía el exilio de sus padres, agradecía la irreverencia y sobre todo agradecía el valor genéticamente transmitido. Suficientemente cerca como para empezar una guerra, ninguno de los dos bajaba la mirada. La disputa por la verdad estaba ahí. En esos pocos centímetros que separaban sus narices se encontraba el más silencioso universo que jamás imaginaron, se encontraba la vida, la condena, el pecado y el pecador, la salvación, el perdón, la muerte. Se quedaron así un par de minutos, nadie hablaba, nadie respondía. El cabello de Matías nunca había estado tan revuelto en los siete años de amistad que llevaban con Rodrigo. Un gobierno debilitado religiosamente, la Iglesia intentando recuperar terreno, las abuelas indignadas, las madres perdidas, los hombres haciéndose los desentendidos. Los adolescentes totalmente confundidos ya no podían recitar las respuestas a las preguntas existenciales que tan claras tenían de niños. Irse era la solución, no había y no iba a haber espacio para ellos en el suelo que recibió sus primeros pasos. El aire que por primera vez llenó sus pulmones y los resguardó de sus propios padres ahora los asfixiaba, todo lo que conocían se desvanecía, las tripas parecían querer salir corriendo. Fue una de las pocas veces que sentimiento y razón se pusieron de acuerdo, tenían que irse, que Dios le arreglara el caos al pueblo si quería, ellos tenían que arreglar sus propios asuntos. Matías fue a dar a un conventillo unos cuatro pueblos más allá: un pasillo de tres metros de ancho, diez de largo, cinco puertas de un lado del pasillo, cuatro del otro. Todas las puertas iguales. En el fondo una fuente de agua limpia; ahí era donde los niños solían juntarse a jugar, desde los más pequeños, dos o tres años, hasta los adolescentes viviendo sus primeros romances. Lo primero que notó Matías cuando entró entrelíneas /75 fueron los muros, eran de ladrillos comunes y musgo, como acolchados para que los más pequeños pudieran dar sus primeros pasos sin estrellarse contra algo duro. Se quedó con la mirada encontrada en la pared, el musgo cambiaba de tonalidad, siempre verde, a ratos claro, luego se oscurecía y parecía alcanzar un negro quieto. Sobre él circulaban distintos tipos de insectos; muchas hormigas trabajando como tal, llevando ramitas, hojas masticadas de un lado a otro, siempre en fila, siempre al ritmo, nadie las molestaba, una a una entraban en un agujero que habían hecho entre el término del muro y el comienzo del suelo. También había insectos que pasaban, disfrutaban de la beneficiosa flora del lugar, y luego emprendían viaje a dónde nunca dijeron. Unos pocos más osados o menos afortunados se caían a la fuente y se convertían en un deseo más estancado en el fondo del taciturno líquido, acurrucados al lado de algún centavo. Las madres rezongaban sobre las monedas perdidas: “un deseo ahogado no te va a dar de comer”, le decían a los niños cada vez que a escondidas tomaban una esperanza prestada y comían pan solo a la hora del té. Matías se acomodó rápidamente en uno de los cuartos, enseguida se adaptó a ese pequeño ecosistema, las madres lo quisieron a los pocos días de llegado y era el principal candidato de novio que todas deseaban para sus hijas. Por su parte el chico estaba muy cómodo en su cuarto, no despertaba envidia entre los otros chicos de su edad, ellos se daban cuenta de la “condición” de Matías y extrañamente nunca lo molestaron ni lo trataron mal; todo lo contrario, Matías pasó a ser una especie de consejero entre los jóvenes del conventillo. Su experiencia de vida en el pueblo del que venía le había enseñado un par de cosas, y a pesar de todos los dogmas siempre les enseñaron a reflexionar las situaciones, analizar y buscar la mejor manera de enfrentar lo que Dios les ponía en el camino. Ahora, fuera de ese régimen, tanto Matías como Rodrigo eran capaces de pensar la vida de una forma calma, sin desesperar frente a los problemas, siempre con la cabeza fría y la sangre tibia. Esta fue la casa de Matías durante el primer semestre fuera del pueblo. “El podólogo” Clarita Méndez – Yo solo te digo que si vas a dormir con ella, tenés que hacer algo con esos pies. Marta tenía puestos unos shorts azules con pequeñas manchas desteñidas por lavandina. Sus manos siempre olían a lavandina. Se la pasaba diciendo que no importaba qué fuera lo que inventaran, nada iba a ser mejor que la lavandina para lavar y desinfectar. Juan odiaba el olor a lavandina, odiaba que ella se pusiera esos shorts aunque fuera para estar entre casa y sobre todo odiaba que tomara todo lo que él le contaba y lo usara en su contra. Inmediatamente luego de hacerle una confesión íntima se arrepentía. Contarle que pasaría la noche con Laura fue claramente un error. Debería haber hecho como siempre, pensaba Juan, y mentirle, decirle que dormiría con algún amigo en capital y punto. – Ma, ya me hice los baños con agua de alibur como me dijiste. No pienso ponerme lavandina. – No soy tan bruta, Juan, dejá de atacarme. Tenés el número del podólogo pegado en la heladera hace semanas, es acá a la vuelta. Podrías ir, la vas a raspar toda a la pobre chica. – Pará un poco con ese tema, ¿querés? – Te hacés el moderno y después te quejás cuando toco el tema- dijo Marta por lo bajo mientras sintonizaba la radio. Se estaba preparando para tomar sol. Era casi el medio día, la radio acababa de anunciar que hacía 28 grados. Marta no había dejado que los años ni los tres hijos que había parido la hicieran engordar. Siempre se había cuidado con la comida y con los dulces. Nunca comía lo mismo que el resto de la familia. Cuando se sentaban a comer y Juan comía la piel del pollo, sustancia llena de grasa, tan sabrosa y nociva, ella ponía cierto gesto de asco arrugando la nariz y levantando el labio superior. El gesto era casi imperceptible pero Juan lo veía. Hacía de cuenta que no, pero lo notaba. Juan siempre pensó que era absurdo cuidarse tanto la silueta si se descuidaba tanto el resto de los aspectos estéticos como la vestimenta y el peinado o incluso la higiene. A veces le divertía pensar que su madre se vestía mal a propósito y que pasaba largos minutos frente al espejo probando las peores de las combinaciones antes de ir a preparar el adelgamate. La casa era fresca, las persianas se mantenían bajas todo el día y se levantaban de noche, para ventilar. Las cortinas eran floreadas y largas hasta el piso y hacían que Juan se acordara, cada vez que las miraba, del día que fueran a comprarlas. Habían pasado casi quince años de aquel día en el shopping 76 / entrelíneas donde las vio por primera vez en el sector de ofertas y le parecieron espantosas. No se había cumplido la profecía de Marta de que con el tiempo se iban a acostumbrar a ellas. Eso no pasó. Eran feas, no había vueltas. A Juan le deprimía verlas, sentía que era domingo cada vez que las veía. – Sí, yo creo que puede hoy a las tres de la tarde, es que no sabe lo que son esos pies… incluso tiene hongos, ¿eso no importa? – Marta entró al cuarto de Juan, tenía puesta una bikini atada con banditas elásticas. Hizo un gesto de interrogación. Juan no sabía de qué estaba hablando. – Juan– exclamó impaciente Marta. – ¿Podés ir hoy? Estoy hablando con el podólogo, para que vayas hoy. ¿Podés? – Tapaba con la mano derecha el micrófono del inalámbrico y hablaba levantando las cejas y el mentón. – ¿Qué?– Juan estaba escribiendo en la computadora con el ventilador apuntándole directo a la nuca. – Tomá, hablá vos, que sabés mejor tus horarios que yo– Marta le dio el teléfono inalámbrico y se fue al jardín para seguir tomando sol. Media hora de frente, quince minutos de costado, media hora de espaldas, quince minutos del otro costado que se acalambraba más rápido y todo se repetía otra vez. Juan salió al jardín; el sol le molestaba en los ojos pero más le molestaba ver a su mamá en poses acrobáticas para quemarse cada recoveco del cuerpo. Le parecía absurdo el esfuerzo porque nunca salía, nunca se vestía con escotes o lo que fuera para mostrar su bronceado. Siempre estaba dentro de la casa. Siempre estaba limpiando con lavandina, o matando las hormigas con un producto que le cerraba la garganta y lo dejaba sin poder respirar con los ojos llenos de lágrimas por algunos minutos. – Me voy. – Pará, pará, no te vayas. ¿Dónde vas? ¿Comés acá? – Mamá son las tres de la tarde, por suerte no sé si como acá. – ¿Dónde vas? – Al podólogo, mamá. – Sí… gracias, ¿no? – ¿Eh? – Juan se dio vuelta y la miró fijo. Ella le hablaba con los ojos cerrados, de cara al sol. Tenía el flequillo recogido con un broche de ropa. Juan pensó que su madre, entera, era absurda. – Sí, que yo me encargué de llamar y de pedirte el turno. Al final nunca agradecés nada, sos piola vos. – Chau, ma. Juan caminó por Roca, que era la calle donde estaba su casa, hizo tres cuadras y llegó a la avenida principal. Tenía puestas las zapatillas de correr porque eran las únicas que no le apretaban los pies. Las durezas, los juanetes y todas las protuberancias que le habían salido hacían que su talle de calzado aumentara casi dos números y le daba vergüenza usar ojotas. Se escuchaba la cumbia que salía del parripollo que había justo en la esquina. La temperatura aumentó seis grados cuando pasó por enfrente de esa ventana que despedía humo y olor a pollo, a grasa de pollo. Sintió cómo la remera que tenía puesta se le pegaba a la espalda, empapada de transpiración. Caminó dos cuadras por la avenida principal, buscó la panadería porque en diagonal debía estar el local del podólogo. Juan pensó que no tenía nada de malo dar la dirección exacta de un lugar. La persona que le había hablado se había resistido amablemente a darle el número y la calle, le dijo que era en diagonal a la panadería, asumiendo que Juan reconocería un despacho de podólogo inmediatamente lo viera. Encontró la panadería “La Europea” y pensó que debería estar, entonces, enfrente al podólogo. Se sintió en una absurda búsqueda del tesoro, y volvió a preguntarse por qué aquel hombre no le había dado la numeración del local. Sus pies latían. Giró en su eje y observó las vidrieras que tenía enfrente. Había una verdulería con canastos de tomate y moscas volando en derredor, una librería convertida en maxikiosco que estaba cerrada porque era la hora de la siesta y una puerta de vidrio, con un toldo marrón. Le llamó la atención una de las esquinas del toldo. Estaba vencida, caída hacia abajo, tanto que molestaba el paso. Había que moverse y esquivar en un gesto casi ridículo la esquina del toldo marrón para poder seguir caminando por la vereda. Juan pensó que necesariamente debía ser ese el lugar. Le costaba pisar, las zapatillas rozaban sus llagas y podía sentir el talón mucho más cerca del asfalto caliente porque aquella parte de sus calzados siempre se gastaba más. Se acercó y leyó detrás de la puerta de vidrio un cartel escrito a mano con marcador negro que decía “Pedicura de escuela Scholl”. Miró para adentro, había una estantería de vidrio llena de adornos chicos de porcelana y mimbre y también pequeños marcos de fotos y entrelíneas /77 floreros con flores que, incluso viéndolas desde el otro lado de la puerta, Juan podía distinguir como falsas. En el extremo derecho del local había un cubículo con una cortina pero se podía ver por abajo que había alguien del otro lado sentado en una silla. Tocó la puerta de vidrio con las llaves que tenía en las manos. Inmediatamente se abrió la cortina y vio pararse al podólogo. Era un hombre de pelo cano y de poca estatura. Tenía puestos unos jeans claros y una camisa de manga corta blanca. Usaba anteojos. Pudo ver que estaba atendiendo a alguien, pudo ver solo los pies de esa persona. El podólogo abrió la puerta. Antes de que Juan cruzara el umbral el podólogo le extendió la mano. Juan se detuvo en seco y lo saludó, sintió su mano firme, el codo extendido y el brazo tenso. – Tome asiento, en cinco minutos termino con un paciente y lo atiendo a usted. Juan pensó que la palabra paciente era inapropiada. No estaba enfermo. Tomó asiento en una de las dos sillas que había junto a la puerta frente a la estantería de vidrio. Sintió un olor muy fuerte, un olor que lo obligó a llevarse la mano a la nariz. No entendía aquel olor, no entendía qué podría ser tan invasivo. Agarró una revista pero no pudo leer nada, ni una palabra entera. El olor no lo dejaba concentrarse. No lo dejaba pensar. Pensó en salir, esperar fuera, pero adentro había aire acondicionado, la temperatura era agradable. Se abanicó la cara con la revista, pero era inútil, aquel olor lo inundaba todo. Apoyó la cabeza en la pared, cerró los ojos e intentó dormitar unos segundos. Se le ocurrió pensar en ella, así el tiempo pasaba más rápido pero en lo único que pensaba era en aquel olor invadiéndole el cuerpo, entrando por sus fosas nasales, abrazando sus pulmones. Se sentía ahogado porque le daba miedo respirar y que aquel olor infectara sus órganos o sus ojos. Sus retinas le ardían. La cortina se abrió, el podólogo pasó por enfrente de Juan y se metió detrás de la estantería de vidrio. Juan pudo ver que había una pequeña mesa y que el podólogo escribía algo en un papel. Del cubículo que tapaba la cortina salió un señor grande, vestido de shorts y ojotas y siguió al podólogo hasta detrás de la estantería, recibió el papel y le dio dinero. Luego le extendió la mano y se dirigió a la puerta. Esperó que el podólogo le abriera con la llave que estaba puesta y se fue caminando por la calle principal. – Puede pasar, señor. Juan se sorprendió de que el podólogo no se tomara unos minutos entre unos pies y los otros, que no se relajara un segundo. Que no ventilara ese lugar. De todas formas pasó detrás de la cortina. Había una butaca de cuero color celeste con un apoyapies y una silla enfrente. Se sentó en la butaca. Luego de unos segundos comprendió que debía sacarse las zapatillas y las medias. Se volvió a parar y riendo tímidamente se desató los cordones, se sacó lentamente las dos zapatillas y luego los soquetes blancos, húmedos por la transpiración. Volvió a apoyar los pies en el apoyapies. El podólogo se sentó en la silla enfrente de la butaca y comenzó a arrancar pedacitos de algodón de un recipiente de acero inoxidable. Luego tomó un frasquito de plástico que llevaba un líquido transparente dentro. Humedeció los algodones y comenzó a ponérselos entre medio de los dedos de los pies. Juan identificó aquel frasquito como la fuente del olor que tanto le había molestado cuando ingresó al local, ese olor que lo asfixiaba desde que llegó y que ahora no solo ingresaba a través de sus fosas nasales sino que penetraba por los poros de la piel de sus pies que el podólogo no cesaba de humedecer. – Qué olor tan fuerte – dijo al fin Juan, arrugando la nariz y achinando los ojos, como quien expulsa algo que le molesta en el pecho. El podólogo miraba hacia abajo. Su vista se posaba en los pies de Juan, en el tachito transparente y luego en los pies de Juan otra vez. Sonrió, separó suavemente el dedo chiquito del pie izquierdo hacia afuera, puso el último algodón húmedo, y miró a Juan. – Con esto afloja todo – Volvió a bajar la vista y la dirigió a la mesita de madera que tenía a su derecha. Tomó un bisturí. – Lo tiene que dejar un tiempo para que haga efecto, ¿no? – Yo me tengo que cuidar también, ¿ves? – El podólogo sostenía el bisturí con la mano derecha. La mano le temblaba y Juan lo notó inmediatamente. – ¿Vos sabés que ya casi no hacen este producto?, yo mismo le tuve que explicar al farmacéutico cómo debía prepararlo para poder comprarlo. Ahora todo lo que venden tiene olor a vainilla, coco, son remodernos y ricos pero no sirven de nada y no te protegen, no desinfectan nada, y uno no se puede confiar. Menos tratándose de pies. ¿Sabés? Yo me preocupo más que nada por mí, es peligroso. – Claro– Juan sentía cómo el pie se le movía al compás del pulso del podólogo. Sus piernas estaban tensas, sus glúteos duros. El podólogo había comenzado a extraer las durezas de su talón derecho con el bisturí que no se veía cuando lo tomaba entre sus dedos pero que se abría paso entre las capas de piel muerta de 78 / entrelíneas su talón. – Lo bueno es que el tipo se sienta y hace su laburo sin hablar, sin decir ni mu – había dicho la madre de Juan una de las tantas veces que le había recomendado ir. Pero no era el caso. Juan nunca se cruzaba con gente callada, o simplemente nadie era callado con él. – Como puede ver tengo unos problemas importantes en los pies, creo que piso mal. Juan sentía que debía excusarse, dar algún motivo. –¿Me recomendaría algún lugar donde pueda hacerme unas plantillas? Pienso que corrigiendo eso… – Sinceramente no me atrevería a recomendarle ningún lugar. El podólogo interrumpió su trabajo y miró a Juan a los ojos. – Lo cierto es que sí, con una plantilla correctora, se mejora mucho pero hoy en día no hay ningún local serio, ¿sabés? Ahora solo les interesa vender. El podólogo movía las manos mientras hablaba, hacía círculos en el aire con el bisturí. – Hace veinte años, yo le hacía las plantillas a mi hija, que como vos, pisaba pésimo, se le gastaban todos los zapatos en el talón. Yo le preguntaba siempre en chiste, ¿viste?, si andaba taconeando por todos lados. Yo se las hacía en la capital, en la Ortopedia Alemana. Ellos sí que eran dedicados, pero se ve que vendieron el local y los nuevos dueños nunca le cambiaron el nombre, ¿viste? Se aprovecharon de la fama que los alemanes tenían. Eran gente seria, profesional. Pero hoy en día cualquiera se pone un local y vende porquerías. – Claro, hazte la fama y vende la marca – Juan intentó hacer un chiste pero no logró abstraer al podólogo de su monólogo. – Vos sabés que con mi mujer, los dos, ya éramos pedicuros cuando entramos a la escuela de Scholl pero igual así tuvimos que empezar el curso de cero, como si no supiésemos nada; ellos sí que eran gente seria, profesional. Hoy en día cualquiera se pone un local y atiende, antes se certificaba. Yo tengo los diplomas ahí expuestos, pero nadie los mira, a nadie le importa. – Sí, la verdad que hay mucho chanta. Juan se maldijo a sí mismo por haber comenzado la charla, el podólogo no tocaba sus pies desde que había comenzado a hablar. – ¿Sabés hace cuantos años que se fue Scholl de Argentina? No esperó a que Juan respondiera. – Quince años, quince años hace que se fueron. Entonces yo me pregunto cómo puede ser que todavía haya gente que abre locales de pedicura Scholl. Son todos truchos. Eso pasa en este país, todos son truchos y no importa porque si no lo sos, ni importa, nadie pregunta ni se fija. Desde Perón, ahí empezó todo… Juan dejó de escuchar, recordó las técnicas de escucha activa que su madre aprendía en los cursos de la biblioteca e hizo todo lo contrario. No miró a los ojos al podólogo, no asintió con ningún sonido para demostrar interés y respondió solo con monosílabos en los momentos en que le hacía una pregunta. Se sorprendió al ver que había funcionado, porque al cabo de unos minutos el podólogo volvió a su labor sin quitar la vista de los pies de Juan. – Esto no se cura, ¿no? Me va a volver a salir, ¿no? – A Juan le preocupaba. – Y… no se cura. Tenés que cuidarlos mucho. – ¿Me paso la piedra pómez en la ducha? – Sí, son paliativos. Ponete mucha crema. – Juan no lo notó convencido. Juan pagó y salió de aquel lugar. Pudo respirar hondo al fin. Cuando estaba en la calle se dio cuenta de que había olvidado sus llaves. Volvió a tocar la puerta y el podólogo le abrió con sus llaves en la mano y se las entregó. Juan volvió a sentir la oleada de olor a desinfectante. – Cabeza de novio – dijo el podólogo y cerró rápido, para que no se perdiera el frío del aire acondicionado. Juan se preguntó si acaso su madre le había dicho que esa noche dormiría con Laura, si el podólogo también sabía eso, se preguntó por qué no podía vivir aquel evento de forma natural. Pensó en ella. Ella lo desconcertaba, no entendía cómo podía estar interesada en él. Recordó su mano en su pierna, cómo ella lo miró a los ojos, puso la mano en su pierna, en un contacto que Juan sintió como electricidad y le dijo “Pero te quedás a dormir”. Juan sonrió, simulando seguridad y confianza. – ¿Qué pasó? – dijo Marta cuando Juan cruzó la puerta de calle. – ¿Con qué? entrelíneas /79 – ¿Cómo te fue? – Bien, terminamos hablando hasta de política, no paraba de darle a la lata, el tipo. – Te sonó el teléfono.­Lo miró a los ojos, subiendo los hombros. – No me mires así, como sonó tantas veces atendí. – ¿Quién llamó? ¿Por qué atendiste? – Era ella, me pareció que por ahí era urgente. – ¿Urgente? – Dijo que la llames. Che, no se puede hacer nada acá que te enojás. Juan cerró la puerta de su cuarto con un portazo. Buscó su teléfono. La llamó. – Comisaría 32. Laura siempre le contestaba el teléfono de esa manera. Juan pensó que era una buena señal, su madre no la había incomodado. Estaba siendo natural, lo podía sentir. – Lau. – Soy la Agente Pérez, más respeto. ¿Va a venir?, porque debe cumplir con su labor, ¿sabe? – ¿A qué hora me solicita agente? – Venite ya si querés, me aburro mucho. – Dale, no podemos permitir que eso pase. – Macanuda tu vieja. – Ah, cierto, perdón por eso. – No te disculpes y venite. Traé helado. – ¿De qué gustos? – Los que quieras, no es para comerlo. Cortó y sonrió. Pensó que era una chica simple, graciosa, linda y extremadamente sexy. A Juan le gustaba que no importara de qué hablaran ella siempre iba a poder darle un tono erótico a la charla. Ella tenía tres hermanos. Se había criado entre hombres pero eso, para Juan, no le impedía ser femenina, porque lo era, para él ella era femenina. Simplemente tenía esa chispa para el doble sentido que tanta gracia le hacía a él y que su madre nunca entendería. Como tampoco entendería el arito en el ombligo o que masticara constantemente chicle, pensaba Juan. – Me voy. – ¿Ya te vas? – Sí, chau. – Vení, dame un beso por lo menos. Marta estaba planchando abajo del ventilador, seguía en bikini. – Pasala bien y acordate… – Basta má – interrumpió Juan. – Yo solo quiero que cuides tu corazón. Juan salió y tomó el primer colectivo que pasó, Laura vivía cerca. Tocó el timbre. 6to piso, departamento B. – ¿Quién es? – Oficial Juan se reporta. 80 / entrelíneas – Ahí bajo, lindo. Laura tenía un short turquesa y una camiseta con breteles muy finitos. Juan pudo adivinar que no llevaba corpiño. Subieron al ascensor y ella le dio un empujón suave contra el espejo, lo abrazó, le agarró la cara y le dio un beso largo. Juan no sabía cómo cerrar los ojos para besar. Le incomodaba que Laura se diera cuenta que los tenía abiertos, que pensara que no le importaba, pero no podía cerrarlos. Entraron al departamento. – Traje helado. – Estás muy vestido, Juanchu. – ¿Dónde lo dejo? – Freezer o microondas, depende qué quieras hacer. Juan fue hasta la cocina. Cuando estaba adentro escuchó que Laura lo llamaba desde el cuarto. – Juanchu­. Siempre le decía así, y para decirlo arrugaba los labios como haciendo trompita. Sus labios, para Juan, eran lo mejor que tenía en la cara. Juan fue hasta el cuarto y se encontró a Laura con el control del aire acondicionado. Lo miró, le sonrió y se acercó lentamente. Le rodeó el cuello con sus brazos. Empezó a darle besos por toda la cara, alrededor de la boca, en los ojos, en la frente. Juan sentía cosquillas. Laura le desabrochó la camisa, comenzó a desvestirlo. Juan se sentó en la cama y se desató los cordones de las zapatillas. Ahí lo recordó, en ese preciso instante lo recordó porque lo sintió. De un segundo al otro lo olió. No podía pensar en otra cosa. Sus pies olían al líquido desinfectante del podólogo. Se detuvo en seco. No quiso sacarse los soquetes. Estaba tenso. No podía cerrar los ojos. Laura lo besaba y él no podía cerrar los ojos, ni sacarse los soquetes. El podólogo seguía trabajando en sus pies, el bisturí cortaba las capas de su piel, el olor al desinfectante lo ahogaba. Apartó a Laura suavemente, le puso un dedo entre sus labios como pidiéndole silencio. – ¿Qué pasa, Juanchu? Relajate, estamos solos. Laura se sacó la camiseta y se abalanzó sobre él. Había adivinado, no llevaba corpiño. Juan temblaba de los nervios, recordó el temblequeo de las manos del podólogo, no podía dejar de pensar en aquel hombre. Sentía el olor al desinfectante invadiendo ahora la habitación y pensó que seguramente Laura también lo estaba oliendo, que podría estar imaginándose cualquier cosa. Debía salir de ahí. Entonces, agarrándola suavemente del pelo, la volvió a apartar. – No estás listo todavía. – Perdón. Juan se puso las zapatillas, se ató los cordones, inhibió el olor que desprendían sus pies y salió de aquel departamento lo más rápido que pudo. Llegó a su casa. Su madre estaba tomando adelgamate mientras veía el noticiero. No le molestaron tanto las manchitas de lavandina en el short, ni las cortinas. Se sintió cómodo, y por fin a salvo. – ¿Comés acá? – preguntó Marta. “Pervertida” Hernán Cocchi Todos los días a las siete en punto suena el despertador en el piso de Palermo Viejo. La “señora” recibe de manos de su mucama el diario del día y el desayuno en la cama; como en un aviso publicitario, el sol entra impecable por el inmenso ventanal con vista abierta y se refleja en el blanco brillante del pijama de seda. El jugo de naranja; el celular, siempre prendido “por las dudas”; las tostadas “Light” con mermelada “Light” y la cofia, que asegura la distancia entre empleada y empleadora, completan el escenario. Es un día más. Ya pasaron las siempre eternas campañas electorales y, aunque con sorpresas, lo esperado había sucedido: la “señora” es ahora diputada de la Ciudad de Buenos Aires, gracias al voto ¿popular? que apoyó a la lista Nueva Dirigencia. Orgullosa lo cuenta a sus amigas en sus reuniones en el entrelíneas /81 club, después del habitual partido de tenis. El día comienza como cualquier otro. Un beso a Juan que se levanta para ir a la oficina, el timbre que avisa a los chicos que deben ultimar los detalles del uniforme escolar para bajar corriendo y subir a un ómnibus naranja con destino a algún “School” bilingüe de la zona. Y la rutina se rompe cuando el diploma que asegura que la abogada se recibió con honores baja de la pared del estudio a una caja con destino al despacho sorteado de la Legislatura. En otro punto de la ciudad, otra escena, completamente distinta pero con igual destino avanza, probablemente con otros tiempos y otros relatos. Las historias se acercan, como dos paralelas que cambian sus sentidos para chocar en un punto, donde comienza otra historia. El fletero se anuncia en recepción: “con el despacho de Ana Gutiérrez por favor”. “¿De parte?”, pregunta una recepcionista que no espera muchas sorpresas. La secretaria baja a supervisar el ingreso de las cajas de “la señora” que se mezclan con otras cajas de otra gente, de otros despacho sorteados, de otras listas, de otras historias, de otras mañanas... Mientras tanto los nuevos habitantes entran al “sacro” palacio legislativo, pasan desapercibidos. Algunos saludan, otros entran empapados de soberbia, algunos empaquetados en un uniforme, otros envueltos en sus ropas habituales, todos con la cabeza en un primer día de trabajo. Ana se baja del remise, mira contenta la puerta de madera maciza y toma fuerzas para entrar. Se presenta en recepción, “diputada Gutiérrez”, y marcha rumbo a su nuevo despacho, pensando en cómo darle personalidad a esa oficina que no eligió, pero que tendrá que ser propia. El ascensor no venía, un señor de overol le comenta que “hace unos días que no anda, que suba por el otro”, el del pasillo a la izquierda. “Fíjese, el que tiene puerta de madera con picaporte”. Pasa nuevamente por la recepción y ve la puerta de madera que se cierra, acelera el paso, alcanza a abrirla antes de que se trabe y aprieta, agitada, el botón que comparte un “2” con unos puntitos en relieve. Presta atención al braille y piensa en lo importante de ese detalle, en lo importante de que todos puedan entrar a la Legislatura. Una voz gruesa dice un “buen día”, que podría pasar como uno más. La cabeza de Ana hace un medio giro y su voz comienza a emitir un reglamentario “buen día”, que se corta, de golpe. Aquel protocolar saludo nunca terminó gracias a un nudo en la garganta de Ana. – “Buen día”, repite la voz gruesa que, para Ana, ya tenía cuerpo y cara. Los ojos de la diputada buscaban en la memoria esa cara. – Buen día – repite la voz gruesa, ya reclamando una respuesta. El antiguo ascensor para de golpe en el primer piso. Ana espera un aliado que nunca llega. La espera se hace eterna, la puerta nunca se abre. Ana mira una y otra vez el tablero que marca “1” con puntos rojos. Busca un error y abre la puerta; “Primer Piso,” indica el cartel. Vuelve al ascensor, que esperaba seguir su aburrido derrotero. – ¿A qué piso va? – pregunta la voz gruesa que sigue sin obtener respuesta. Ana, que ya olvidó el braille de la botonera, oprime nerviosa el “2”. El ascensor se sacude y no por su antigüedad. La escena se completa con miradas que dicen más que palabras. – ¿Algún problema? – increpa la voz gruesa que ya significaba mucho más que un simple vecino de ascensor. – ¿A quién viene a ver?– pregunta Ana, con tono preocupado. – Soy la secretaria del diputado. El ascensor se sacude de nuevo, un poco por desperfectos mecánicos, otro poco por la tensión. Alguien abre la puerta y Ana sale sin dejar terminar de hablar a Loana. El día sigue sin muchas novedades, cada cual en lo suyo. Los despachos inician su actividad. Cada uno ordena la parte que le toca, buscando un toque de personalidad entre tantas paredes y cajones de archivos por llenar. – Despacho – responde la voz de Loana al monótono chillar del teléfono. Del otro lado silencio. – Despacho – intenta una vez más. Nadie responde. En el mismo piso, Ana corta el teléfono sin decir palabra. Para olvidarse del tema busca ordenar el despacho. No solo debía ubicar sus cosas sino que, además, debía asignarle roles a cada uno de los asesores que había contratado. Agustín había colaborado en la prensa durante la campaña y tenía buenos contactos con los medios de comunicación. “Agustín Hernández, Jefe de Prensa”, diría la tarjeta. Claudia se había encargado de manejar la agenda, el rol de coordinadora le caería bien, y así uno tras otro entraban a la oficina de Ana para saber en qué escritorio se sentaría. Mientras hablaba con sus colaboradores Ana no dejaba de pensar en el ascensor y en el teléfono. Buscaba una explicación, un error. Unas horas más tarde el reloj marcaba la una. Salir a comer y chocar con los treinta y dos grados de la calle no era muy tentador, pero los menúes de la cafetería no sonaban muy convincentes. – Ana, ¿vamos al bodegón de Diagonal Sur? – dice en el teléfono Gabriel, otro de los compañeros de lista. – Te paso a buscar – responde Ana. Mientras esperan el ascensor Gabriel pregunta: – ¿Viste quién trabaja en el despacho de los zurdos? – Sí, hoy me la encontré en el ascensor y no lo podía creer. ¿Quién es? – responde Ana. 82 / entrelíneas – Loana se llama. Es un “trava” que anda haciendo quilombo por ahí. Después de comer, salir del bodegón no fue fácil. El calor contrastaba con el aire acondicionado y las dos cuadras hasta el despacho se hicieron insoportables. Para evitar encuentros inesperados Ana subió por la escalera y de paso ayudaba a bajar la ensalada del mediodía. Antes de volver a sus tareas habituales pasó por el baño, un trámite bastante sencillo, casi como subir por el ascensor. Dos puertas iguales, distintas solo por el ícono de la puerta. Ana abrió una de ellas, segura de cuál. Frente al espejo Loana lavaba sus manos. Ana revisó la convención de la puerta buscando, de nuevo, un error que nunca encontró. – ¿Qué hace usted aquí? – preguntó. – Me lavo las manos, acabo de comer y tengo que volver a trabajar – respondió Loana con esa voz gruesa que ya incomodaba a la diputada. – Es el baño de mujeres – afirmó Ana. – Sí, ya sé – contestó Loana, y se fue sin dejar que la conversación avanzara. El resto del día Ana no pudo concentrarse en sus tareas. Buscaba el cómo, el qué. Convivir en la ciudad con los travestis no era tan difícil, sólo bastaba con esconderlos, con mandar a la policía para que no se vieran. Convivir en el sagrado recinto legislativo era más complicado, pero con algunas precauciones y un poco de ignorancia pensaba que podría lograrlo. Lo que no concebía era compartir el baño, el único espacio de intimidad del edificio. – Quién sabe qué hace de noche, quién sabe qué perversiones tiene en la cabeza – pensó. El plan era sencillo, buscar aliados en su bloque y entre sus “amigos” para aislarla. Juntar firmas entre todas para que “eso” no entre al baño de mujeres. Que vaya al de hombres y si se siente incómoda que no proteste... “todavía que la dejamos entrar a la Legislatura”. Al día siguiente Loana llegó temprano a la oficina. Le esperaba un largo día. – ¿Viste lo que está haciendo Gutiérrez? – la recibió una compañera de trabajo. – ¿Quién es Gutiérrez? – preguntó Loana. – Una de Nueva Dirigencia, junta firmas para que no entres al baño de mujeres – le respondieron casi a coro. – Que junte – afirmó Loana con tono desafiante. La hora del almuerzo volvió a Buenos Aires como cada día. La placa roja de algún canal de cable sensacionalista titulaba “Hace calor”, alertando a algún despistado. Las calles del centro parecían hormigueros, pero un poco más caóticos y sin destino fijo. Muy pocos salieron del edificio, casi todos se quedaron en el despacho, un poco para escaparle al calor, otro poco para preparar la sesión del jueves. “La primera sesión”, decían todos con mayúsculas. Ana encargó a sus colaboradores que se dedicaran a hacer relaciones con los otros despachos, que se conocieran. Mientras tanto ella se dedicaba a hablar con sus conocidas para concretar su empresa de moral y buenas costumbres. Enseguida consiguió algunas firmas. Loana ordenaba sus papeles y empezaba a colaborar con el grupo que pensaba los primeros pasos de la izquierda en la legislatura. Cada uno colaboraba desde se especificidad. Ana festejaba con saña cada firma que sumaba a su planilla. Loana pensaba una y otra vez cómo vincular su militancia en la calle con su nuevo trabajo. Ana pensaba en el paso siguiente. Loana, también. El paso siguiente era, para las dos, cómo poner en práctica lo que habían pensado. Loana buscaba cómo hacer (se) visibles a las travestis. Ana buscaba esconderlas. Loana ya había olvidado sus cruces con Ana en el ascensor y el baño, la vida cotidiana no era más que eso, vida. Ana no podía dejar de pensar en el baño. Los días pasaron, sin muchas noticias relevantes. Dos semanas después Ana se presentó muy diplomáticamente en el despacho donde trabajaba Loana. – Buen día. Soy la diputada Gutiérrez, tengo una lista de treinta mujeres que se oponen a que uses nuestro baño. Loana no contesta. – Te dejo la lista para que sepas quiénes somos y te pido que respetes nuestra decisión como nosotras respetamos que trabajes en la Legislatura. – Guárdese la listita, usted no me respeta. Voy a ir al baño, si no me quiere ver no vaya usted. – Entonces te voy a pedir que te vayas de la Legislatura, acá trabajan personas que tienen cosas más importantes que hacer que andar atorranteando por ahí. – A mí no me importa qué piensan usted y sus amigotas de clase alta. Le voy a pedir que se retire del despacho. – La que se tiene que ir sos vos – increpa Ana. – No me voy nada. Loana no se fue. Hoy, cuatro años después la diputada Ana Gutiérrez levanta la mano a favor de la Ley de Unión Civil que permite a parejas del mismo sexo legalizar su convivencia y gozar de los mismos derechos que las parejas heterosexuales. En la redacción del proyecto participó Loana. entrelíneas /83 Después de la sesión Ana bajó en el ascensor y prestó atención a los puntitos en braille que acompañan a los números de las teclas. En la puerta de la Legislatura, gays, travestis, lesbianas y transexuales festejaban este pequeño triunfo de su lucha de años. Ana miró el festejo de “esos bichos raros” y no pudo dejar de sentir el sabor amargo de sus contradicciones. Loana la miró y recordó la escena del baño. Esa noche Ana cenaba con su familia frente a la televisión que mostraba las imágenes de la historia del día. Ana comenta: – Esa que está ahí trabaja en la Legislatura, de a poco se nos van metiendo en todos lados. “Abra palabra: (licencia para hablar)” Yanina Adriana Giglio La licenciada no despierta y se levanta. Hay escarcha añeja administrada por el costado del colchón que le da la espalda, la cama ancha no la abraza. Enérgica se vuelve sobre ella y la desarma con un gesto primitivo y aniñado. La licenciada no despierta y se baña. Masajea el agua que empapa su cabello azabache y platino. Gotas desde arriba que la esquivan, gemas brillantes de otra fuente se alejan de sus ojos intentando liberarla. El espejo está empañado, la licenciada no se atreve a secarlo; solo enjuga sus lágrimas con el mismo toallón que acarició su cuerpo recién perfumado. Llegó Teresa, qué suerte tiene Teresa; ya voy Teresa, ya te abro. ¿Cómo estás? Me alegro. Yo, bárbara. ¿Desayunaste ya? Okey. Hay un vestido para llevar a la tintorería ¿me lo tendrán listo para hoy a la tarde? Sí, fijate, vos sabés más que yo. Un café nada más por favor, estoy muy retrasada, después pico algo en la empresa. Y... hoy llegaré como a las ocho, me arreglo y me voy a un cóctel. Qué sé yo... no tengo muchas ganas de ir, pero... Bueno, listo, te dejo las llaves así no me esperás. Me voy entonces. Cada vez te sale más rico el café. Adiós Teresa. Adiós. Directo a la empresa, Juan Carlos, por favor. ¿Su mujer?, ¿los chicos? ¿Qué comió de rico anoche? Sí, ya se me hizo tarde, encima me esperan para una junta con el Ministro de E... . Sandalias setentosas elevando el polvo de un pueblito olvidado. Un hombre la espera con el calor y el color intensos del norte, de la linda que es Salta. Se estrechan las manos sudadas y la presentación concluye y se reinicia entre Corrientes y Callao; entre bocinas sordas y semáforos cansados; entre el vaho de un suspiro tierno y alejado. El maletín le pesa justo hoy. La licenciada recorre pasillos con un gesto cordial en sus sienes de profesional irredenta. Tapa su reloj con la manga de su camisa el ascensor la encierra, se marea. Cierra sus ojos nublados, consigue llegar a una mirada incendiada en una oficina en llamas: la voz del Doctor con su calor y color otra vez; el discurso del Doctor rodeándola y explicándole las tareas y reglas de la Fundación, el trabajo ad honorem y el desafío para democratizar la educación, el clima, el trato con los pueblerinos, las necesidades extremas, la calma aparente. La calma aparente. Sepan disculpar mi tardanza, bastante tránsito hoy. Perfecto. Gracias, Cristina. Buenos días, señor Ministro. ¿Empezamos? Café negro. Oficina cerrada y la prisión de un aire comprimido. La licenciada mira por la ventana el centro porteño y los puntitos inquietos que son cabezas. El teléfono rompe una decisión impulsiva, suena y suena; la licenciada se sobresalta en diferido y mancha su camisa con la taza derramada. Cristina no me pases más llamadas por favor, y comunicate con Teresa, mi empleada. Decile que tenga preparada una camisa, que Juan Carlos la irá a buscar. Sí, no, nada, se me cayó café. Bueno, haceme ese favor; avisale a Juan Carlos también. Gracias Cristina, gracias. Las manos subrayando arrugas cercanas al gesto muerto de una sonrisa principio de carcajada. La licenciada sólo consigue muecas protocolares y se asusta. Tiene palabras, gritos guturales atragantados que se revuelven escondidos, solapando todas las angustias. La licenciada ahora revisa la agenda. Revisa una siesta, su cuerpo cuelga de una cama paraguaya, el espíritu también levita. Una sombra le cubre la cara para que logre abrir los ojos ansiosa seductora brillante despojada paulatinamente. Una caricia le atraviesa el onírico moribundo y la frente que ya no piensa. ¿Cansada muchachita? Es el calor, Doctor, mucho calor. Papeles atrasados sobre el escritorio. Y piensa y no puede y no. Entonces escribe: Ser peregrino de una vida que importa sólo con el tiempo roto y la agonía. Buscar salir al contraste y pertenecer a la noche injusta gris y partida. Recorrer momentos como espacios ocupados, tiritar al viento y desperdiciar el eco que despabile. Ver sin captar las magias y los encantos, las fogatas y sus chispas, las lunas y sus misceláneas. Sentirse desprevenida sin luz y sin sed porque no pasa nada, y pasa todo como nada, como tardío, ya no 84 / entrelíneas laten las quimeras. Consumir recuerdos sin disuadir el tiempo cero, sin conquistar los encuentros ni el deseo con su bandera libertaria. Me retiro cinco minutos, Cristina. Sí, todo en orden, ya vuelvo. Enseguida. Bueno. Bueno, cuando vuelva me la cambio. Cuando vuelva, Cristina. La cartera baila al ritmo denso de su andar errante. La licenciada esquiva una baldosa rota, trastabilla pero no cae y se levanta. Harta de merodeos enciende un cigarrillo. El humo festeja en su boca, lo traga. El viento de la tarde le ha encrespado el pelo, el nunca es tarde, también. Explota. El brazo se estira con firmeza, un taxi la lleva a casa. El vestido negro y aburrido colgado, encerrado con el papel amarronado de la tintorería. La cama hecha. La licenciada no lo entiende y se baña. Ahora, el agua caliente se hunde en el poro cósmico del llanto. El espejo y la bruma la enfrentan con el juego diario. La licenciada corre hacia la sala, corre desnuda. ¿Muchachita? Sí, tanto tiempo. Bien, la familia muy bien. Un congreso. Sólo tres días. Me gustaría verte, una consulta académica. Quedamos así, te vuelvo a llamar mañana a primera hora. Hasta mañana. La mano se anima, limpia el cristal. La licenciada se devela el misterio de lo no dicho. Se mira, se habla y por fin se arroja, y ya no vuelve: es histórico, sabés, lo que hace la gente con su orgullo entero y solemne. Es irónico, verás, patear testaruda moribunda por un sendero ajeno y solo tuyo. Es alegórico, además, llorar bajo la lluvia del baño de esta noche, quizás de película incolora... Quizás... Quizás mi orgullo sangre abandono, grite mínimo entre el deseo fiel... El deseo, ese fantasma con tu cara y tu voz amplia, y tus labios en mi necesidad (de estar, de ser más que una licenciada, de ser Cristina o Teresa, de que te llames Juan Carlos). Es loco, mirá, oír el gong o el ring e ir e inmolar todo lo previo, lo ordenado, lo poquitísimo reunido para seguir confiando y huir con mis piernas que se abren al camino de mil colores, al himno sublime de tu imagen pura y hostil, de ángel – cuervo, de niño – dinero, de rebelión del cerebro en la oficina. Es triste, no sabés cuánto, tristísimo, entretejer los días para brindar dentro de un rato en el cóctel (y hacer chin- chin) con la copa quebrada pero inmortal pero amoral y pedir siempre el mismo deseo con el ruido del orgullo galopando en el alcohol. Es amarga, te juro, la náusea del recuerdo, (que ya es amiga de la casa) sentir que al tacto no existís pero sí en la vista, en los ojos míos parpadeando más lágrimas de la cuenta y abriendo la salada brecha entre lo propio y la nostalgia que acompaña mis silencios, mis intrigas, mis alientos, todos los pánicos... Para peor, son inciertas y calladas las respuestas, los sonidos llenos, las certezas, los desalientos, la coherencia; como vos conmigo, con mi nueva voz no te digo hasta mañana. Es increíble, pero creéme, los pensamientos se me enroscan cuando siento que es mentira locura o estrés tirano esta pasión de todo el día, de plantilla rota, de medida sin dígitos. Es trillada la historia, si lo será, que no puedo ni esperar el final para volar, para unir mi atadito de sentires y partir lejos de la obsesión. Y Cupido mi enemigo estará rompiendo la flecha que me correspondía, maldiciéndome, por no hablarte (hablarme) una chance, todos tus besos y mi identidad por primera vez. Es que no me animé, nunca lo sabrás, pero es increíble lo que la gente, lo que yo que te quiero siempre un tanto más, que te invoco en sueños visiones y panoramas, que me duermo siempre con la estrategia de almohada para reiniciar el juego y ganar la dama, hace, hacemos con el orgullo en el ombligo y el deseo acorazado atrincherado amortiguado anclado, “a salvo”. Y los corazones cada vez más pobres, por cobardes, por... por, por, lo que te dije, Doctor, cuando no te dije nada. entrelíneas /85 Staff Dirección académica Mgter. Irene Klein, Universidad Nacional de Buenos Aires Editora Académica Dra. Alicia Montes, Universidad Nacional de Buenos Aires Editores Adjuntos Esp. Fernanda Aren, Universidad Nacional de Buenos Aires Santiago Kahn, Universidad Nacional de Buenos Aires Consejo Editorial Prof. Gloria Pampillo Universidad Nacional de Buenos Aires Dr. Gustavo Bombini Universidad Nacional de Buenos Aires Dra. Ana Zubieta, Universidad Nacional de Buenos Aires Dr. Carlos Emilio Gende, Universidad Nacional del Comahue Dr. J. L. De Diego, Universidad Nacional de La Plata Prof. Elena Vinelli, Universidad Nacional de Lomas de Zamora Mgter. Adriana Imperatore, Universidad Nacional de Quilmes Mgter. Silvina Echeverría, Universidad Nacional de Rosario Lic. María Cristina Ares, Universidad de Buenos Aires, Universidad de Palermo. Asesores Literarios Inés Garland, escritora Oliverio Coelho, escritor José María Brindisi, escritor 86 / entrelíneas Secretarios de redacción y correctores Prof. Alcira Bas, Universidad Nacional de Buenos Aires Dra. Alicia Mendez, Universidad Nacional de Buenos Aires Mgter. Osvaldo Beker, Universidad Nacional de Buenos Aires Mgter. Silvana Meta, Universidad Nacional de Buenos Aires Mgter. Carolina Bruck, Universidad Nacional de Buenos Aires Prof. Ana Sarchione, Universidad Nacional de La Plata Lic. Santiago Castellano, Universidad Nacional de Buenos Aires Lic. Adriana Semelman, Universidad Nacional de Buenos Aires Mgter. Laura Di Marzo, Universidad Nacional de Buenos Aires Lic. Patricia Somoza, Universidad Nacional de Buenos Aires Lic. Magdalena Giovine, Universidad Nacional de Buenos Aires Mgter. Teresita Vernino, Universidad Nacional de Buenos Aires Lic. María Teresa Lerner, Universidad Nacional de Buenos Aires Lic. Claudia Vespa, Universidad Nacional de Buenos Aires Comité de referato externo Dra. Susana Ynés González Sawczuk, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín Dr. Daniel Cassany, Universitat Pompeu Fabra, Barcelona Mgter. Adriana Goyes, Universidad de La Salle, Bogotá, Colombia Dra. Carina González, Universidad de Maryland, EEUU. Dra. Betina González-Azcárate, Carnegie Mellon University, EEUU. Dra. Mónica Bueno, Universidad Nacional de Mar del Plata. Dra.Silvia Tabachnik, Universidad Autonoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México Dra. Sara Isabel Perez, Universidad Nacional de Quilmes. Dra. Silvia Grinberg, Universidad Nacional de San Martín y Universidad Nacional de Patagonia Austral. entrelíneas /87