Año 1 - Revista Entrelíneas - Universidad de Buenos Aires

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Sumario
Artículos
• Aren, Fernanda. Aprender a ver: itinerarios de la
mirada en La madriguera, de Tununa Mercado
• Frere Affanni, Tomás Andrés. El problema de la
lectura en la obra de Jorge Luis Borges
• Giachetti, Bruno Nicolás. El sueño diurno y las
ensoñaciones del flâneur. Problemáticas en torno a la
utopía onírica en Ernst Bloch y Walter Benjamin
• Ponce, Néstor. Literatura y contestación: dos novelas
del 68
• Wade, María Victoria. Escritores adolescentes:
cuando el consumo cultural deviene producción
escrita. Los casos de Crepúsculo y Harry Potter.
• Alicia Montes. Recordando a W. Benjamin: del
flâneur moderno al cronista urbano neobarroco
Ponencias
• Aren, Fernanda; Sarchione, Ana; Semelman,
Adriana. Crónica de una escritura: desarrollo de
competencias en un taller universitario
• Lojo, Juan; Pojomovsky, Matías; Vespa, Claudia.
La literatura y el periodismo como formas
complementarias de construcción de realidad
Taller de Ficción
Prólogo. Irene Klein
“El necio” y “Adios juventud” Juan Martín
Iummato
“Patitas para arriba” Natalia Soledad Cirelli
“Dormidores de tren” Jimena Arguello
“Oscurece”, “Sigue muda la nena” Nicolás Israel
“Otra salida” Matías Ferrari
“Hilos” Catalina Bedacarratz
“Diagnósticos distintos”, “Golden Age” Julia
Raznoszczyk
“Nebulosa de un Nirvana”, Laura Morales Varga
“Despegar del negro y blanco” Juan Manuel
Florencio
“33 para la primera lágrima” Pilar Arriola
“El podólogo” Clarita Méndez
“Pervertida” Hernán Cocchi
“Abra palabra: ( licencia para hablar)” Yanina A.
Giglio
http://entrelineas.sociales.uba.ar
Revista Digital
Taller de Expresión I
Cátedra Klein
Año 1 - Número 1
ISSN 1853-6816
Editora Responsable:
Alicia S. Montes
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires
Marcelo T. de Alvear 2230 C1122AAJ
Ciudad Autonoma de Buenos
Aires – Argentina
Tel +54 (11) 4508-3800
Editorial
A esta altura de la reflexión sobre la escritura de un
cuento parece muy necesario aclarar que esta lectura
se hace justamente desde la escritura. Y no vendría
mal agregar “y escribiendo”. No son reflexiones previas
al cuento ni tampoco planean sobre el cuento sino que
intentan meterse dentro de él para aprender a escribir.
Gloria Pampillo
D
ecir entre líneas remite inexorablemente a un modo de leer, que implica reconocer lo no dicho en lo
dicho, de develar una intención o un sentido oculto, de ir más allá de la literalidad de una frase. Y
dado que leer involucra necesariamente la escritura, ya que no se lee lo que no está escrito, podríamos
afirmar que esa capacidad de leer entre líneas parecería estar necesariamente vinculada también a un
modo de escribir sin decirlo todo.
El nombre de esta revista, Entrelíneas, fue elegido desde esa perspectiva: para reflexionar sobre la lectura
y la escritura como prácticas en la que un sujeto, en tanto lector, participa de la construcción del sentido
de un texto y, en tanto escritor, promueve una lectura activa y creativa. Un sujeto que indaga, reflexiona,
no puede sino poner en cuestión los límites, las taxonomías, las concepciones, las respuestas unívocas. Y
cuestionar es ampliar el ámbito de lo conocido para proponer nuevos modos de ver, de concebir, de pensar.
La revista electrónica Entrelíneas constituye un proyecto editorial de la materia Taller de Expresión de
la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires que propone impulsar un
diálogo entre investigadores, docentes y estudiantes, entre sujetos que reflexionan sobre la escritura, la
lectura y la teoría literaria desde su propia práctica como lectores y escritores.
Cada número está diseñado en dos grandes secciones. Por un lado, los artículos académicos de teoría y
crítica literaria, los proyectos de práctica docente en el Taller de escritura creativa y universitaria y los
proyectos de práctica docente en el Taller de lectura académica y literaria. Por el otro, los trabajos de
escritura de ficción de los estudiantes que cursan la materia. Estas dos secciones proponen un intercambio
poco habitual entre la investigación académica y la propia producción de los alumnos, lo que se refleja
en la composición del Comité Editorial, que está integrado tanto por investigadores de reconocida
trayectoria académica como por escritores de ficción en calidad de asesores literarios.
Compartimos la alegría de publicar esta revista pero, también, al mismo tiempo, la infinita tristeza de
hacerlo a pocos días de la muerte de quien diseñara, junto a Maite Alvarado, la materia Taller de Expresión:
Gloria Pampillo, una gran escritora y teórica de la escritura que formó varias generaciones de estudiantes
en la universidad.
Será, así, este primer número, el último que cuente con ella como miembro fundamental del Consejo
Editorial. Es esta nuestra manera humilde de homenajearla y despedirla.
Irene Klein
A Gloria Pampillo, in memoriam
entrelíneas / 3
Artículos
Aprender a ver: itinerarios de la mirada
en La madriguera, de Tununa Mercado
Fernanda Aren
Argentina
Universidad de Buenos Aires
[email protected]
Resumen
Abstract
Relatar, escribir la infancia y percibirla. Esto es lo
que se propone Tununa Mercado en La madriguera. En esta narración de recuerdos la experiencia
corporal y, en particular, la mirada se convierten
en uno de los núcleos recurrentes. El presente
artículo se propone realizar un análisis del modo de
narrar la propia infancia tomando como eje la percepción tal como la entiende Merleau-Ponty, esto
es, como una manera de apropiarse y de asumir el
mundo. Al mismo tiempo, a partir de ese análisis,
se realiza finalmente una reflexión en torno al género autobiográfico desde la perspectiva de Paul de
Man, como intento de realización de un tropo que
origina una relación especular entre dos sujetos
que se constituyen a través de esa relación.
To relate, to write the childhood and to perceive it.
This is what Tununa Mercado proposes in La Madriguera. In this narration of memories, the corporal experience and, in particular, the sight become
into one of the recurrent cores. The current article
proposes an analysis of the way of narrating the
very childhood taking as an axis the perception as
it is understood by Merleau-Ponty, id est, as a way
of appropriating and assuming the world. At the
same time, with this analysis, some observations
are made around the autobiographical genre with
Paul de Man’s perspective, as an attempt of execution of a trope which provokes the origin of a
mirror link between two subjects which constitute
themselves through this relationship.
Palabras Clave: infancia, percepción, mirada,
Merleau-Ponty, autobiografía.
KEY WORDS: childhood, perception, sight, MerleauPonty, autobiography.
“El hombre no es un espíritu y un cuerpo, sino un
espíritu con un cuerpo, y sólo accede a la verdad de
las cosas porque su cuerpo está como plantado en
ellas”.
Merleau-Ponty, El mundo de la percepción
adulta recuerda de la niña que indaga con su mirada
en ese mundo que toma cuerpo (a su cuerpo) en la
nueva casa. En efecto, el ingreso a la casa implica
también el ingreso a un nuevo campo de percepción.
De ahora en más, la niña practicará distintas
miradas -sola y luego a través de su maestro de
inglés- que constituirán su ser y su hacer:
elatar, escribir la infancia y percibirla: esto una mirada que va a dar cuenta de todo suceder,
es lo que se propone Tununa Mercado en La de todo haber y de todo crecer es algo más que
madriguera. Lejos de la ambición de abarcar la amplitud entre dos parpadeos, es una incisión,
y traer a la novela todos los recuerdos, estos, antes una succión palpitante que se expande y constriñe
bien, son articulados y dispuestos en la escritura en sobre la realidad, una mirada-boca que lame y
torno a un eje, la recuperación de la figura de su raya las cosas hasta hacerles aparecer la sustancia
profesor particular de inglés, Sarmiento. Este eje (1996:11).
atraviesa toda la novela y a través de él se ensamblan
La mirada, que le permitirá a la niña ver y
una serie de recuerdos aunados por la mirada de la comprender el mundo que la rodea, se constituye,
narradora.
de esta forma, como el espacio en el que se cruza
Ya el ingreso a la casa, en Córdoba, es el sujeto y el mundo - la niña y la casa, primero, y
revelador de esta perspectiva: “En ese remoto acto después, mediante su maestro de inglés, la ciudad
no tengo estatura, ni peso, y quizás ni materia; sólo -. Es en ella donde hay sentido, es ella la que hace
la mirada transita por los espacios y se detiene en acontecer al sentido (Sinnereignis): “todo suceder,
el zaguán” (Mercado: 1996: 10). Ese acto inaugural todo haber y todo crecer”.
precedido por la mirada funda, también, el vínculo
También es elocuente la sinestesia de la
estrecho entre la experiencia corporal y el espacio, percepción; la mirada es una boca que busca el
dado que “todo ser exterior sólo nos es accesible a sentido oculto por debajo de la superficie de las cosas.
través de nuestro cuerpo” (Merleau-Ponty: 2002: La mirada engulle y sigue los rastros, como lo hace
25).
un animal en su madriguera. Efectivamente, la niña
Esto es precisamente lo que la escritora que ingresa a su nuevo hogar mira y engulle, y en esa
R
entrelíneas / 5
articulación de su percepción y la casa, efectuada en
su comportamiento, la niña se apropia o incorpora
sentido. Percibir y, más precisamente, mirar se
convertirá en el modo privilegiado de comportarse
frente a lo otro; es decir, no es meramente “un
agregado o accidente en su vida, sino su manera
de ser, de asumir el mundo” (Verano Gamboa:
2009: 609). Quizás se esconda aquí el impulso de
la escritora adulta que rastrea en sus recuerdos:
encontrar el sentido de su ser en el mundo, cifrado
en aquellos gestos y actos de la infancia cordobesa
y rescatado ahora en la escritura, que descubre una
perspectiva nueva para pensar esas vivencias, esa
forma de estar en el mundo con otros.
Dicha apropiación de sentido, como señala
Verano Gamboa en su lectura de Merleau-Ponty, “se
hace hábito, en la medida en que habita en nosotros,
en nuestro cuerpo” (2009: 609), lo que no hace
más que afirmar la preeminencia de la experiencia
perceptiva del mundo por sobre la experiencia
reflexiva. Tal es el movimiento de la niña en su
primer recorrido por la casa:
[…] y aun en aquella primera cabeza que sostiene
la mirada del recorrido, se trata de dos hemisferios,
el del este y el oeste que la raya del medio delimita
desde el día del nacimiento. Uno y otro están
separados y la brecha blanca que delimita sus
campos ordena […] las imágenes de todo el resto
del espacio (1996: 11).
Esos dos hemisferios encarnados en el
cuerpo remiten, a su vez, a dos zonas claramente
diferenciadas y bien reconocibles por la niña: la
del este, territorio de los niños y de las mujeres, y
vedada al padre; la del oeste, el jardín. “Aquella
cabeza que sostiene la mirada del recorrido” percibe
y comprende dichas zonas en el hábito cotidiano,
sin que esto signifique, parafraseando a Verano
Gamboa (2009), un cierto automatismo, sino que
lo que promueve el hábito, en este caso, el recorrer
minuciosamente la casa mirando, no es otra cosa
que el saber del cuerpo que se apropia de cada
suceso; en otras palabras, es vivir – y, por ende,
comprender - la situación a través de la percepción.
En la conducta habitual, entonces, se vivencia no
solo el mundo sino también la propia capacidad
del cuerpo para percibir. La niña que frecuenta
espacios en su casa, y que los recorre y conoce con
su mirada, ejerce y actúa el saber de su cuerpo, que
ordena y organiza su percepción: hay zonas de la
casa exclusivas, hay miradores que permiten una
observación del conjunto, del campo y hay también
escondites o madrigueras a los que solo ella tiene
acceso. Podríamos decir, entonces, que lo que
leemos a lo largo de La madriguera, como decíamos
más arriba, impulso de la escritora adulta, es la
recuperación o reconstrucción de ese hábito infantil
instalado en el cuerpo, esa Gestalt que configura la
experiencia perceptiva de la infancia.
Dentro de esta experiencia perceptiva, la
figura del profesor de inglés adquiere un lugar
relevante. Si el ingreso a la morada cordobesa
inaugura un espectro perceptivo nuevo, la llegada
de Sarmiento funda e instala una renovada mirada
6 / entrelíneas
que, como venimos diciendo, se hará hábito:
El nombre José Antonio dicho y el otro nombre soy
Sarmiento al franquear el arco entre el vestíbulo
y la sala, se entrelazan en una figura para mí
inaugural, algo así como una viñeta festoneada a
mano, celebratoria de un acontecimiento. Había
en él ya entonces un “estado de necesidad” que a
mí nadie me había formulado explícitamente, […]
(1996: 22).
Será Sarmiento quien brinde a su alumna
nuevas posibilidades de celebración de los sucesos.
Precisamente, es él quien le proporciona la noción
de “paisaje de ciudad”, que se sumará a las previas,
aportadas por un amigo de la familia, Stutz, una
especie de segundo padre que oficia de guía en
excursiones por los alrededores. A partir de estos
recorridos, el paisaje comienza a adquirir forma,
a ser percibido: “[…] ‘de un lado el otoño’, decía
(Stutz), ‘y del otro ya la primavera’, y el paisaje
comenzaba ya a existir y a metérsenos por los ojos, en
una vera la aflicción del otoño, en la otra la plenitud
de la primavera” […] (1996: 25-26). En otro paseo,
esta vez al monumento erigido por el Barón Biza a
su amada, la aviadora Myriam Stefford, el paisaje
comienza a ser relacionado con las personas que lo
habitan:
Un paisaje era algo más que el sendero que subía
y bajaba junto al río, legitimado por una idea
de naturaleza que se recorre, […]. Estaba ligado
a personas y a circunstancias, se entretejía en
historias dramáticas con protagonistas que hacían
de él y de sus tonalidades cambiantes un fondo
para sus desplazamientos (1996: 26-27).
Aquí comienza a esbozarse tenuemente
el vínculo entre fondo y forma que, Sarmiento
mediante, la niña incorporará para su mirada.
También la primigenia noción de paisaje
cobra forma en las narraciones de la tía abuela Berta
y en los paseos al campo que esta organizaba, y viene
a completar y a contribuir en la construcción de la
mirada. En un caso, el paisaje adquiere autonomía
por sobre el relato: “[…] hasta mi intento que ahora
se desliza por la superficie pulida de dar cuenta
de la autonomía del paisaje en la narrativa de mi
infancia” (1996: 28); en el otro, es la percepción la
que propicia el acercamiento a un nuevo paisaje:
Pero había bajo la sombra un intenso verdor a
flor de tierra como de fundación vegetal, y de allí
había brotado ese paisaje: un mundo de hojas
multiformes, insectos leves de alas transparentes,
[…]. Ese era el paisaje: estaba casado con el alma,
y el recinto en el que se fundía con ella para amarla
y despertarla era pequeño pero muy cargado (1996:
30).
La percepción, una vez más, funda mundo,
un mundo que también tiene un trasfondo espiritual.
Pero como señalamos antes, es el profesor
de inglés el que aporta una nueva y decisiva noción
de paisaje. Ciertamente, el paisaje de ciudad viene
a completar el horizonte de experiencia de la niña
(conformado, básicamente, por la casa y por las
salidas al campo) y se instala como rito de pasaje (de
la mano de Sarmiento), en soledad (sin los mayores y
sin las otras alumnas de inglés) y como aprendizaje
de lengua y de imágenes. Es el descubrimiento de un
nuevo itinerario de la mirada:
[…] en todas las esquinas que cruzamos él indujo
a que tratáramos de recorrer con la mirada, hacia
derecha e izquierda, de ochava en ochava, el tránsito
de una perspectiva; […]; el cielo de Córdoba era,
tal vez por su intensidad, la confirmación de todo
lo que transcurría. No había más que el cielo de un
paisaje (1996: 35-36).
Sarmiento inicia con las salidas al mundo
del afuera, ritmadas por una canción sin ton ni son,
un nuevo hábito que se instalará en el cuerpo de la
niña.
Sumada a esta nueva manera de ver las
personas y las cosas, Sarmiento también le provee
a la niña una especie de teoría de la mirada, que
queda explicitada en la relación fondo-forma, tal
como se entiende a partir de la fenomenología de
la percepción de Merleau-Ponty: “[…] no es posible
separar el fondo y la forma, lo que es presentado y la
manera como se lo presenta a la mirada” (2002: 67).
Así, en los recorridos por la ciudad, y a la manera
de un Cézanne que sostenía que “a medida que se
pinta, se dibuja” (2002: 19), la niña, a medida que
mira, percibe, aunque todavía no pueda entender
cabalmente qué se propone su maestro con esos
paseos:
El azul parecía serlo todo, y Sarmiento le atribuía
un valor que desbordaba la idea de ‘fondo’, una
capacidad de hacer, o forjar o modelar las formas,
sin que sepa ahora qué discernía yo entonces de
lo que intentaba explicarme y aun enseñarme
a reconocer; según él, había un modo de ver las
personas, árboles, casas entre dos calles, etcétera,
[…] (1996: 36).
Se trata de captar el vínculo interdependiente
de fondo-forma para lograr contemplar el cuadro
del mundo que se presenta a la mirada. Es clara,
también, la valoración del hecho perceptivo por
sobre el intelectual. En efecto, este no es desplegado
sino hasta el momento actual, el del recuerdo, y
mediante la escritura. De esta manera, “se captaba
así la forma, y su relación con el fondo, y en el
contraste de la línea y de la masa sobre el cielo se
ganaba una nueva manera de ver, no sólo el paisaje.
El fondo creaba la forma, me digo ahora, […]” (1996:
36). Ahora la escritora adulta puede precisar o
intentar explicar aquello que era mirada, formas y
color y que pasó a ser parte de su expresión.
Sucesivamente, estos experimentos del mirar
se van desarrollando clase a clase, y fuera del hogar.
Lo que se aprendía en el afuera, en la calle, después
era llevado al interior, al “laboratorio” de la casa; no
para su análisis, sino antes bien para su percepción,
para su conocimiento: “Uno puede creer que captar
es ver, pero en aquella ocasión fue mucho más, fue
la adquisición de un nuevo entendimiento que no
estaba entonces en condiciones de valorar” (1996:
45). Lo que la niña aprende y lo que Sarmiento
enseña es, por cierto, mucho más que una lengua
extranjera.
En la misma línea de enseñanza-aprendizaje
se encuentra la llamada “novela del tranvía”, en
la que Sarmiento le propone a la niña inventar
historias a partir de la observación de los pasajeros
que viajaban con ellos en sus incursiones diarias
en la ciudad. El tranvía constituye, como observa
Catalin (2007), “un espacio acogedor”, que se suma
al recorrido tranquilizador por la ciudad, “en el
cual todo puede ser dicho, nombrado o narrado,
incluso el miedo y lo nuevo, donde la canción, a
pesar del non-sense, marca el recorrido y lo ordena
[…]” (2007: 11). En aquel espacio privilegiado
de observación, la niña capta los rasgos de los
pasajeros y sus diálogos furtivos, que formarían
parte de la novela en la clase de inglés: “[…] ‘tal vez
esto sea eterno’, me decía, ‘esos seres ya nunca me
abandonarán, sus marcas no se borrarán, y menos
aún después de haber logrado atarlos a un relato
para mi clase de inglés de mañana” (1996: 56).
Indudablemente, la puesta en palabras viene a fijar
los primeros trazos de la mirada, como si en aquella
empezara a conformarse un movimiento intelectivo
de comprensión mediada.
También el ejercicio de la observación en
el tranvía trae nuevos descubrimientos que se
integran a esa especie de “teoría de la mirada”
que mencionábamos antes. En efecto, la niña que
observa descubre nuevos modos de ver; por ejemplo,
un pasajero “que buscaba con denuedo sentarse del
lado de la ventanilla para mirar, como si leyera –ya
me había dado cuenta entonces de que existía esa
manera de ver- todo lo que sucedía afuera” (1996:
56-57). A ese modo de ver o leer, se le agrega, además,
la imaginación o intuición (nunca explicada) de
que el pasajero, al mirar, transita por un estado de
“revelación”, así concebido por la niña, con una
consecuencia relevante; a saber, la de justificar su
propia existencia al coparticipar de la experiencia
de mirar: “[…] al permitirme captar su estado de
‘revelación’, de alguna manera me concedía una
existencia, me calificaba en un rango de valores
[…]” (1996: 57). De esta forma, la mirada adquiere
otros estatutos: es lectura, pero también es una
suerte de epifanía que promueve el conocimiento.
Si el maestro de inglés es el “hacedor” de un
nuevo modo de ver, no lo es menos el espacio que
se le dedica a su verbalización, a su expresión. En
el lenguaje, en el diálogo entre Sarmiento y la niña
se abre entonces otra experiencia corporal, dado
que la palabra, como la mirada, pasa a ser “su”
manera de decir, de actuar y, por ende, se encarna
en el cuerpo. Las clases de inglés, y más aún después
de haberse instalado la práctica de la “novela del
tranvía”, es el ámbito donde la expresión acontece,
en el sentido de suceder, de hacerse. De ahí que,
así como la observación en el tranvía se constituye
en una especie de celebración de la mirada, la
expresión en la clase de inglés, lejos de ser una mera
manifestación externa, está enraizada en el cuerpo
porque es una manera propia de decir, una manera
propia de ser en el mundo, de relacionarse con las
cosas y los demás. Asimismo, la teoría del fondo y de
la forma, que la niña capta a través de su maestro,
puede aplicarse también a la expresión, tal como
entrelíneas / 7
lo afirma Merleau-Ponty: “[...] el lenguaje expresa
tanto mediante lo que hay entre las palabras como
por las palabras mismas, y por lo que dice tanto por
lo que no dice [...]” (2009: 614). Del encuentro con
el otro, su maestro, la niña adquiere nuevos modos
de significar, de decir. “Adquiere” en el sentido de
“apropiación” entre lo dicho por el adulto y por ella.
Y más aún: su propia palabra solo es posible a partir
de lo dicho por él, conformado por su objeto de la
percepción y de la experimentación. Entonces, en
el diálogo se pliegan sus percepciones, sus palabras,
sus gestos, ya que se pliegan experiencias que hacen
a cada cuerpo, a cada ser en el mundo.
Finalmente, la mirada se constituye como
hacedora de una reserva, un acervo al cual recurrir
en años futuros. Podríamos pensar que lo que la niña
miró, lo que fue objeto de la revelación epifánica de
su mirada, quedó guardado, ya sea en los nidos de
la “madriguera” de la casa, ya sea en los escondrijos
de la “madriguera” de la mente:
[…] tengo la convicción de que ella, o esa mirada
suya que era yo, todo el tiempo estuvo creando
nidos en nichos ocultos, hogares en los que estaba
previsto que alguien prendiera un fuego, […] Es
más, tengo la certeza de que esos núcleos de reserva
no han dejado de proveer lo que se pretendía que
proveyeran […] (1996: 38).
Efectivamente, en el movimiento de
recordar los inicios de un nuevo mirar, de una nueva
y distinta percepción, esta vuelve como sensación
(ahora comprendida), como perspectiva pero, sobre
todo, como experiencia. Así, en la recuperación
de episodios del pasado infantil, la “madriguera”,
en la cual nada queda vedado a la mirada, se
constituye en la imagen principal por medio de la
que se representa el problema de la recuperación del
pasado y la previsión infantil del futuro (Catalin:
2007).
En su relato de la infancia Tununa Mercado
busca definir a la niña para definir a la adulta que
escribe. Podríamos agregar que esa definición en
tanto construcción del yo en conexión con un yo
anterior se concreta a pesar y gracias al lenguaje.
En efecto, si consideramos el análisis de Paul de
Man en torno a la autobiografía como intento
de realización de un tropo - con características
esenciales del lenguaje -, que consiste en “el conferir
y el despojar de máscaras, del otorgar y deformar
rostros, de figuras, de figuración y de desfiguración”
(de Man: 1991: 116) y en el que la presuposición
de semejanza no es tal puesto que, en realidad, se
origina una relación especular entre dos sujetos que
se constituyen a través de esa relación, el proyecto
autobiográfico de Tununa Mercado alcanza, no
obstante, su culminación, ya que en este vínculo
de especularidad en el que el yo pasado y el yo
presente se determinan mutuamente, existe certeza
y confianza. El “yo soy ella”, que remite a esa ella
que miró incisivamente y se expresó en el gesto de
sus palabras, se afirma ahora en la voz del relato,
en la necesidad de dotar de un yo a aquello que
previamente carecía de un yo. En una palabra, el
relato autobiográfico “produce y determina la vida”
(1991: 113).
Para concluir, La madriguera también es
la novela en la que se buscan los orígenes de una
manera propia de decir, de actuar y de ser. Es, a su
modo, una reconstrucción de una Weltanschauung
que se gestiona entre la niña y su maestro de inglés,
en un diálogo de percepciones y de experiencias que
se funden y encarnan en ambos sujetos corporales,
un diálogo en el que la palabra del otro no expresa
una idea sino la manera de relacionarse con los
demás y con las cosas. Afirmar, entonces, que la
expresión es cada percepción, gesto, acto o palabra
significa afirmar un entrelazamiento de experiencias
que hacen a un cuerpo, es decir, a una vida.
Referencias bibliográficas
Catalin, M. (2007): “Infancia y exilio. La vuelta al suelo
en La madriguera de Tununa Mercado”. Disponible
en:
www.biblioteca.unlpam.edu.ar/pubpdf/anclajes/
n12a03catalin.pdf
Catelli, Nora (1991): Introducción y capítulo I:
“Prosopopeya: retórica de la autobiografía”, en El
espacio autobiográfico, Barcelona, Editorial Lumen.
De Man, Paul (1991): “La autobiografía como
desfiguración”, Suplementos
Anthropos, nº 29, diciembre, pp. 113-118.
Loureiro, Angel (1991): “Problemas teóricos de la
autobiografía”, Suplementos Anthropos, nº 29, diciembre,
8 / entrelíneas
pp. 2-8.
Mercado, Tununa (1996): La madriguera, Buenos Aires,
Tusquets Editores.
Merleau-Ponty, Maurice (2002): “Conferencias 2 y 6”,
en El mundo de la percepción, México, Fondo de Cultura
Económica.
Verano Gamboa, Leonardo (2009): “Sentido encarnado
y expresión en Merleau-Ponty”, en Acta fenomenológica
latinoamericana. Volumen III (Actas del IV Coloquio
Latinoamericano de Fenomenología), Lima, Pontificia
Universidad Católica del Perú.
El problema de la lectura
en la obra de Jorge Luis Borges
Tomás Andrés Frére Affanni
Argentina
Universidad de Buenos Aires
[email protected]
Resumen
Abstract
Este artículo se propone analizar, partiendo de
la obra del escritor argentino Jorge Luis Borges,
el concepto de “lectura” que allí se trabaja y su
relación con la escritura. La pregunta fundamental
que se intentará responder es si existe alguna posibilidad de política a partir de la lectura, pregunta
respondida negativamente por gran parte de los
artistas que pretendieron hacer arte “político” en
el siglo XX. De este modo, a partir de la conceptualización borgeana de la lectura y del lugar del
lector, se intenta una conceptualización que reúna
escritura y lectura alrededor de la relación entre
literatura y política, entendida ésta en sentido
amplio.
This paper attempts to analyze the concept of
“reading” as Argentine writer Jorge Luis Borges
understands it in his writings, as well as its connection with the concept of “writing”. The main
question which the article wants to answer is
whether there is any way of thinking of politics in
connection with “reading”; this question has been
negatively answered by most “political artists” in
the twentieth century. According to the Borges’s
theory of reading and the reader’s place, a conceptualization will be attempted that puts together
writing and reading in the connection between
literature and politics (in the broadest sense of the
word).
Palabras Clave: Literatura – Política – Lectura – Escritura – Recepción
KEY WORDS: Literature – Politics – Reading –
Writing – Reception
1.
quien era antes “únicamente” receptor se presentan
a sí mismas además como democráticas y positivas
en sí.
H
ace más de setenta años, Walter Benjamin
describía en uno de sus trabajos más célebres
cómo la distinción sistemática entre autor
y escritor, otrora vigente, se debilitaba cada vez
más. “Hoy ocurre, escribe Benjamin, que apenas
hay un europeo en curso de trabajo que no haya
encontrado alguna vez ocasión de publicar una
experiencia laboral, una queja, un reportaje o algo
parecido” (Benjamin:2008:33). Todo lector es un
escritor potencial, “está siempre dispuesto a pasar
a ser un escritor” (Benjamin:2008:33).
Hoy, el diagnóstico es más claro y más profundo. En
primer lugar, por una cuestión de grado, gracias a la
multiplicación de medios por los que el que antes era
receptor puede producir algún mensaje. Pero existe
también un cambio de naturaleza en el fenómeno:
en la actualidad, escribir y, en un nivel más general,
estar activo, se presenta como un imperativo, una
muestra de la actividad de quien escribe. Y no
sólo eso: parece ser también la clave del éxito.
Participar, responder, opinar sobre todo y sobre
nada, mostrarse en Facebook, escribir en Twitter
exhibiendo cualquier ocurrencia por irrelevante
que sea, llamar a las radios, comentar en los blogs…
Estas nuevas posibilidades de participación para
Con la exigencia de participación, de actividad
constante (“proactivo” es la más novedosa palabravedette en el ámbito laboral de las oficinas)
y movimiento continuo, viene aparejada la
demonización para la otra pareja de la dicotomía:
de ese lado se encuentran la pasividad, la noparticipación, que son vistas como posiciones no
sólo poco interesantes sino hasta reaccionarias.
Pero no hay que culpar únicamente a las redes
sociales o a algún otro medio que sirva como chivo
expiatorio. Contemporáneamente al Benjamin que
escribiera las palabras citadas, el arte del siglo XX
que pretendió para sí la etiqueta de “revolucionario”,
o más ampliamente “de izquierdas”, no escapó al
surgimiento de este nudo de problemas. Se intentó
en muchos casos sacar al espectador de su supuesta
pasividad, entendiéndola como un lugar dominado,
subyugado bajo el poder del artista que moldearía al
público a sus anchas. El rol del arte sería, entonces,
sacar al espectador de su pasividad, interpelarlo,
hacerlo participar, movilizarlo.
entrelíneas / 9
Pero el problema, creemos, está en realidad en el
punto de partida; esto es, en el hecho de confundir
recepción –silenciosa, inmóvil o de cualquier tipo–
con pasividad. O mejor aún, concediendo este
último punto (para no caer en una inútil discusión
terminológica en donde las posiciones se zanjarían
redefiniendo qué es lo activo y lo pasivo), el problema
está en el hecho de identificar la pasividad con lo
reaccionario, y de convertir a la actividad constante
en la única llave para la emancipación.
“ayuda del padre, ya que ellas solas no son capaces
de defenderse ni de ayudarse a sí mismas” (Platón:
1983: 275e). Es sospechosa cualquier recepción de
un texto que carezca de un padre que lo pueda guiar
a buen puerto; en realidad, al único puerto posible.
De éste y de otros recelos hacia la escritura se
compone “El culto a los libros”, texto que Jorge
Luis Borges escribió en 1951 y que fue incluido en
Otras inquisiciones. Es curioso notar que Borges,
paradigma del Escritor –con mayúscula– en
Nos preguntamos, entonces: ¿qué ocurre con Argentina y en el mundo, ha producido numerosas
la lectura en épocas en que la escritura –como páginas dedicadas a pensar el problema de la
sinécdoque de actividad– aparece como un lectura, de lo que ella implica, y de la relación entre
imperativo ético? ¿Qué lugar reservarle a una autor y lector.
actividad silenciosa que requiere inmovilidad,
concentración, reflexión? ¿Existe una política De este modo, en el tratamiento que Borges hace de
de la lectura? No nos interesa de forma exclusiva, la lectura encontramos un ámbito firme para buscar
como puede adivinarse, destronar o criticar a los –en ese mismo autor– una relación entre política y
defensores de la supuesta revolución que traerían las literatura. Pero esta vez el lector, el receptor, posee
redes sociales. Nos interesa principalmente abordar un papel activo que parecía haber perdido en ciertas
el problema de la recepción en el arte en general, concepciones de lo que el arte político debía ser.
y el cuestionamiento acerca de sus potencialidades Desde el punto de vista que proponemos, además,
políticas, es decir, emancipadoras. ¿Será necesario la relación entre política y literatura escapa a
estar escribiendo permanentemente, en desmedro los análisis habituales que, a la hora de buscar
de la lectura silenciosa, reflexiva, lenta, en la la política en Borges, sólo la encuentran en sus
declaraciones en entrevistas o en algunos textos que
inmovilidad de una habitación?
explícitamente toquen el tema del Estado, o de la
Segunda Guerra Mundial, etcétera. Avanzaremos,
pues, sobre parte de la obra de Borges en la que se
2.
puede observar una conceptualización de la lectura,
y a partir de la cual puede pensársela en relación a
En uno de los pasajes del Fedro de Platón, Sócrates la política en sentido amplio.
narra la historia del dios Theuth y el rey egipcio
Thamus. El primero le entrega y explica al soberano
muchos de sus descubrimientos: números, cálculos,
geometría, astronomía, juegos de mesa… Pero el 3.
más importante de ellos es la escritura. Theuth
presenta a las letras como un fármaco contra el “Pierre Menard, autor del Quijote” (incluido en
olvido, un remedio que estimule la memoria y la Ficciones) es uno de los textos más importantes en
sabiduría. Pero Thamus responde que las letras, por que aparece el rol que juega el lector dentro de la
estética borgeana. Es ejemplar a este respecto la
el contrario, producirán olvido
comparación que hace el autor entre un fragmento
escrito por Cervantes y su correspondiente
“escritura” por parte de Menard. Tipográficamente,
en las almas de quienes las aprendan, al los dos fragmentos son idénticos; ni una coma
descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo aparece en uno que no esté en el otro. Y sin embargo,
escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a el propio narrador proporciona interpretaciones
través de caracteres ajenos, no desde dentro, completamente diferentes para los fragmentos
desde ellos mismos y por sí mismos (Platón: idénticos. No sólo el significado es diverso (“Menard,
1983: 275a).
contemporáneo de William James, no define la
historia como una indagación de la realidad sino
como su origen” (Borges:1996e:537), sino también
su estilo:
El problema de la escritura es, en síntesis, que las
letras escritas se nos aparecen como vivas; “pero,
si se les pregunta algo, responden con el más altivo
de los silencios”. La consecuencia es que, una vez
También es vívido el contraste de los estilos.
escrito lo que antes era voz, las palabras circulan por
El estilo arcaizante de Menard –extranjero al
todos lados, “igual entre los entendidos que como
fin- adolece de alguna afectación. No así el del
entre aquellos a los que no les importa en absoluto,
precursor, que maneja con desenfado el español
sin saber distinguir a quiénes conviene hablar y a
corriente de su época” (Borges:1996e:537).
quiénes no” (Platón: 1983: 275d). Para que no sean
mal interpretadas, es necesaria una permanente ¿Cómo es esto posible? En la literatura de Borges,
10 / entrelíneas
lo escrito no depende sólo de quién escribe, sino de
quién lee. Lectura y escritura ya no están en una
relación de subordinación. El lector recibe esas
letras escritas, que ruedan sin cesar como afirmaba
el texto de Platón, y les confiere un sentido que
es irremediablemente diferente al que su autor
pretendía. Es necesario, de hecho, entender al
escritor también como un lector, con su propio
contexto histórico-espacial de lectura. Lo arriesgado
de la operación de Borges, sin embargo, no radica
en afirmar que cada lector aporta su interpretación,
sino sobre todo en el hecho de que la obra es esa
interpretación, es ese juego entre escritor y lector.
El lector es escritor. Borges no dice que, leído en el
siglo XX, el Quijote de Cervantes adquiere tal o cual
significación; habla del Quijote de Menard como de
una obra diferente. Si, dentro de dos siglos, otro
Menard decidiera escribir nuevamente el Quijote
(el de Cervantes o el de Menard), se trataría de otra
obra distinta1.
tiempo, lo que quisieran decir esos textos canónicos
no quedaba librado al azar de la interpretación de
cada cual (lectura individual que, por otra parte,
no existía de modo generalizado en esos tiempos),
sino que se regía según la autoridad de la Iglesia.
Puede imaginarse el revuelo introducido por
Martín Lutero al afirmar que, precisamente por
ser Sagrada, la Biblia posee una claridad tal que
debe ser interpretada según el juicio de cada uno,
provenga éste de la intelección o del Espíritu Santo.
Ni el Papa ni la Iglesia Católica podrían arrogarse,
de este modo, infalibilidad a la hora de interpretar
la palabra divina.
Podría recordarse aquí el relato egipcio de Platón:
nada hay más riesgoso para el orden establecido
que unas palabras que circulen libremente a gusto y
placer de quienquiera que las reciba. Lo que fascina
a Borges no es la corroboración o la refutación de lo
que los libros sagrados afirman, sino la posibilidad
misma de que exista la idea de una obra tal: “no
No es éste el único lugar donde la lectura tiene esta quiero vindicar la doctrina, sino los procedimientos
importancia. “Que otros se jacten de las páginas que hermenéuticos o criptográficos que a ella conducen”
han escrito, a mí me enorgullecen las que he leído” (Borges:1996c:244); “La sola concepción de ese
(Borges:1996j:394) parece una máxima aplicable a documento es un prodigio superior a cuantos
una buena parte de la obra borgeana. En nuestra registran sus páginas” (Borges:1996c:247). Dios ha
opinión, lo más relevante de esta operación es la dictado las Escrituras, dice Borges a partir de San
reivindicación del lugar del lector como lugar activo, Agustín, “palabra por palabra”.
que produce y no se limita únicamente a ser formado
Esa premisa (…) hace de la Escritura un texto
o deformado por las intenciones del escritor. Cada
absoluto, donde la colaboración del azar es
sujeto es resultado de lo que ha leído (y aquí por
calculable en cero. (…) Un libro impenetrable
“leer” debe entenderse algo mucho más amplio que
a la contingencia, un mecanismo de infinitos
el hecho de interpretar letras sobre un papel). Lo que
propósitos, de variaciones infalibles, re
para cierto arte con pretensiones revolucionarias
revelaciones que acechan, de superposiciones
era pasividad y un “nicho” a convencer, en Borges
de luz” (Borges:1996c:247).
se convierte en un lugar activo y fundamental.
Esto se ve reflejado también en otro de los análisis
de Borges, esta vez sobre los textos denominados
“clásicos”. Nuestro autor se pregunta qué es un
4.
clásico, y la respuesta que encuentra no está en
Otro objeto fértil para pensar los problemas que alguna característica inherente al texto merecedor
aquí nos ocupan es el abordaje que Borges hace de tal calificación, sino en la manera en que se lo
de la Biblia, de la cuestión de su escritura y de su lee. Los clásicos son obras que dependen de un “acto
lectura. Las Escrituras, como se las denomina según de fe”: “Clásico es aquel libro que una nación o un
el origen griego de la palabra “Biblia”, ejercen una grupo de naciones o el largo tiempo han decidido
fascinación sobre Borges precisamente por lo que leer como si en sus páginas todo fuera deliberado,
las constituye como un caso singular: en ellas, la fatal” (Borges:1996i:151). Podríamos equiparar
participación del azar a la hora de su escritura es punto por punto esta definición con lo escrito sobre
nula. Dios no jugó a los dados, y cada letra impresa la Cábala, si no fuera porque Borges agrega, al
en las Escrituras están allí por alguna razón.
final de la frase, que un clásico es “profundo como
el cosmos y capaz de interpretaciones sin término”
La cuestión de la interpretación de la Biblia, de (Borges:1996i:151). De todos modos, también la
hecho, fue uno de los principales puntos de choque Biblia, siempre y cuando se desoyan las advertencias
cuando la Reforma luterana. Aquello que en general católicas, es susceptible de interpretaciones sin
constatamos sencillamente comparando la cantidad término, lo cual no va en desmedro de la necesidad
de notas al pie en una edición católica con la de una de cada una de las letras ubicadas sobre sus páginas.
edición protestante, fue en aquellos tiempos –y lo
sigue siendo, aunque en otros términos– motivo Más allá de las coincidencias y divergencias, lo que
de intensas disputas y divisiones. En los Concilios importa aquí es que, para Borges, un clásico no es
de Hipona (en el año 393) y de Cartago (en 397) un objeto constituido en sí mismo, sino más bien
la Iglesia decidió qué libros adquirirían estatus de determinado efecto de lectura, es decir, un lector o
“canónicos”. Éstos, y sólo estos, serían considerados una comunidad de lectores que abordan un texto
partes de las Sagradas Escrituras. Al mismo como si el azar en su elaboración fuera igual a
entrelíneas /11
cero. Extendiendo este análisis, podemos volver a Ésa es mi criollez” (Borges:1998a:87)), no se
lo escrito en el apartado anterior: será también la conforma a partir del “color local”:
lectura la que constituya al texto, y no únicamente su
Lo demás –el gauchismo, el quichuismo,
escritura. “La gloria de un poeta depende, en suma,
el juanmanuelismo- es cosa de maniáticos.
de la excitación o de la apatía de las generaciones
Tomar lo contingente por lo esencial es
de hombres anónimos que la ponen a prueba, en la
oscuridá que engendra la muerte y en
soledad de sus bibliotecas” (Borges:1996i:151).
ella están los que, a fuerza de color local,
piensan levantar arte criollo. Básteme citar
Queda claro, a partir de estas líneas, que no existe
dos ejemplos contemporáneos: Fader en la
ningún método o clave para descubrir qué es lo que
pintura y Carlos Molina Massey en las letras.
hace a una obra valiosa, importante… No existe
El cacharro incásico, las lloronas, el escribir
ningún elemento que podría aislarse y dar “la clave
velay, no son la patria” (Borges:1998a:87).
del éxito”:
Si, como vimos, un clásico es el libro que es leído
con previo fervor y con misteriosa lealtad, lo que
caracteriza al artista sudamericano es precisamente
el hecho de carecer de clásicos, de no deber lealtad a
ninguna obra, por más prestigiosa que sea en su país
de origen. El escritor argentino se caracteriza pues,
más que por una forma de escribir, por su modo de
leer. Nuestra literatura no debe pensarse como un
La propuesta borgeana anula cualquier certeza espacio de producción de lo argentino por excelencia.
acerca de la eterna grandeza de una obra. El Por el contrario, lo específicamente argentino es no
peligro del que habla Borges se refiere tanto a quien tener ningún rasgo esencial que lo defina y al que el
sostiene la eternidad de la gloria de una obra, como escritor nacional debiera ceñirse.
a quien afirma que una obra es clásica en sí misma.
El párrafo final repite la definición de las páginas El escritor pretendido por Borges es, paradójicamente,
anteriores. Clásico es, para Borges, aquel libro un lector crítico que se apropia de todo aquello que
que es leído, por las generaciones de los hombres, lee. No para imitarlo, no para rechazarlo, sino para
“con previo fervor y con una misteriosa lealtad” producir algo diferente a partir de aquello de lo que
se nutrió. El propio Borges es un ejemplo de esto: en
(Borges:1996i:151).
sus textos circulan desde diálogos con algún amigo
hasta citas de autores mundialmente reconocidos,
sin olvidar la invención de nuevos autores y obras.
5.
Las emociones que la literatura suscita
son quizá eternas, pero los medios deben
constantemente variar, siquiera de un modo
levísimo, para no perder su virtud. Se gastan
a medida que los reconoce el lector. De ahí el
peligro de afirmar que existen obras clásicas y
que lo serán para siempre” (Borges:1996i:151).
Existe otro tema fundamental de la literatura de
Borges desde el que se puede hacer un abordaje de
la lectura. Su formulación más famosa se encuentra
en un trabajo incluido en Discusión: “El escritor
argentino y la tradición”. La tesis principal es
conocida; frente a la pregunta acerca de cuál es la
tradición argentina, el autor responde:
6.
Quien lee, quien escucha, quien mira, quien siente
no es barro en manos del escritor, del músico o del
pintor. Pensar que hay o que debería haber una
relación lineal entre la obra de arte y quien la recibe,
es decir, hacer una obra de arte para convencer al
“nuestra tradición es toda la cultura occidental, público de tal o cual idea, es la auténtica posición
y creo también que tenemos derecho a esa conservadora del artista2. Desde el momento en
tradición, mayor que el que pueden tener los que alguien pretende “liberar” a su público de sus
habitantes de una u otra nación occidental” ideas incorrectas, despertar la conciencia de los
(Borges:1996d:323).
espectadores, se instala una paradoja: ¿cómo hacer
para “iluminar” a un público sin reproducir la
Así como los judíos han sobresalido en la cultura misma relación de subordinación que se pretende
occidental debido a que “actúan dentro de esa criticar?
cultura y al mismo tiempo no se sienten atados
a ella por una devoción especial”; así como los La apelación borgeana al lector pone sobre la mesa
irlandeses han tenido más facilidad para innovar un problema fundamental si se quiere hablar de
en la cultura inglesa que los propios ingleses; así política: en el cotidiano percibir, en el cotidiano
“los sudamericanos en general” somos capaces de sentir, se juega también la política, y con una
“manejar todos los temas europeos, manejarlos potencialidad fundamental. Pues no se puede
sin supersticiones, con una irreverencia que puede pretender la emancipación de la sociedad cambiando
tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas” únicamente figuras, nombres, administraciones. La
(Borges:1996d:323). Si hay un criollismo posible, emancipación aparece también en otras maneras
como cree Borges (“nuestra raza puede añadirle al de sentir, en el cuestionamiento de los órdenes
mundo una alegría y un descreimiento especiales. perceptivos comunes y aceptados acríticamente.
12 / entrelíneas
Cuando un escritor no entrega todo masticado a
su lector, cuando posibilita cierta indeterminación
en la recepción, es cuando el arte se convierte
verdaderamente en político. Ninguna obra de arte
es revolucionaria en sí misma, sino en virtud de
cómo afecte los órdenes perceptivos configurados.
Lo que hoy es novedoso, mañana no lo será. Lo
revolucionario también es histórico. Borges lo
sabía cuando afirmaba que el genio existe cuando
se le cercenan a la obra las condiciones en las que
fue producida3 (lo cual no es necesariamente algo
negativo).
Lo que es ahistóricamente político, en cambio,
es la permanente búsqueda de otros modos de
percibir. Y si hablamos del pensamiento en relación
a la política, es en este sentido. Las conclusiones
derivadas de premisas incuestionables, de una
doxa que se pretenda eterna e inmutable, no son
pensamiento. El acto de pensar aparece allí donde
una de las premisas a partir de las cuales actuábamos
se resquebraja, donde aparece algo –precisamente–
impensado.
con la memoria, con las experiencias adquiridas,
con las expectativas y con los deseos, cuestionar
tales lealtades hacia cualquier “clásico” es poner
en cuestión el modo mismo en que se constituyen
las subjetividades. La literatura tiene la capacidad
de crear un mundo “ligeramente distinto de las
experiencias comunes” (Borges:1995:32), es decir,
de expandir el campo de la experiencia posible.
Es preciso, para finalizar, trazar una última relación:
la de la literatura con el mundo. El universo (“que
otros llaman la Biblioteca” -Borges:1996f:558-)
puede ser pensado como un libro –o más de uno,
como en la Biblioteca de Babel– que los hombres
nos empeñamos en leer4. Ahora bien, si la obra (el
mundo) se termina una vez escrito, entonces no
estaremos lejos de una concepción religiosa de la
existencia, según la cual lo único que nos quedaría es
encontrar la única explicación verdadera -siempre y
cuando alguna Iglesia no la haya prefijado-. Desde
la idea de lectura que maneja Borges, en cambio, el
universo será un libro susceptible de ser modificado
en cada lectura, en cada re-lectura.
Si la literatura, si el arte pueden ser políticos, no es
entonces en tanto convenzan a su público de tal o
cual idea; si existe una política de la literatura es en
tanto la obra abra nuevos mundos posibles, fuerce al
pensamiento a lo nuevo, al descongelamiento de un
Saber que se pretende ya realizado y sin novedades
por buscar.
Entender al mundo –con todo lo amplio que este
concepto puede ser– como una obra capaz de
innumerables relecturas implica negarse a asumir
una lectura que se pretenda la única verdadera.
En este sentido, y volviendo al trabajo sobre los
clásicos, será estimulante aquella obra que sea
permanentemente puesta a prueba, no la obra que
niega que ella misma es un efecto de lectura y
La obra de Borges, en muchos de sus aspectos, que se afirma como necesaria e inevitable5. De
lleva al extremo esta apuesta por el pensamiento, el este modo, la política ya no aparece como simple
riesgo del pensar. El lugar del lector, como vimos, es administración de lo ya instituido, sino como la
fundamental para una concepción de la literatura permanente capacidad de cuestionamiento -de reque evite caer en un didactismo dependiente lectura- de lo dado, y una imaginación instituyente
únicamente del autor. Que la obra dependa también de nuevos sentidos. Imaginación que, a riesgo de
de su lectura significa abrir el juego, romper la repetirnos, corresponde como tarea tanto al escritor
unilinealidad entre la intención de un autor y aquello como al lector.
que el lector recibe. Un lector activo es un lector que
piensa; más allá de tal o cual contenido, el arte será “El concepto de texto definitivo no corresponde sino
político en cuanto apueste por el pensamiento y no a la religión o al cansancio” (Borges:1996b:280).
por un Saber ya digerido, domesticado y que evita a Frente a la superstición (la “supersticiosa ética
toda costa la errancia de la letra criticada en el mito del lector” consiste en reducir una multiplicidad
egipcio narrado por Platón.
de atributos de cierta obra a la figura de un
autor, mediante la atribución de un estilo único
Se tratará pues, a partir de esta teoría de la lectura, (Borges:1996a)) se levanta el pensamiento.
de poner a prueba las lealtades y los fervores Pensamiento que, como nos recuerda Borges, nunca
previos con las que las generaciones leen los diversos llega a fortalezas inexpugnables, a conclusiones
textos. Si la literatura, y el arte en general, trabaja perfectas, a premisas incuestionables.
entrelíneas /13
Referencias bibliográficas
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época de su reproductibilidad técnica”, en Obras.
Libro I, Vol.2, Madrid, Abada.
Borges, Jorge Luis (1995): “Así escribo mis cuentos”,
en AA.VV., Teorías del cuento. Vol.2: La escritura del
cuento, México D.F., UNAM.
Borges, Jorge Luis (1996a): “La supersticiosa ética
del lector” (Discusión), en Obras completas I, Buenos
Aires, Emecé.
Borges, Jorge Luis (1996b): “Las versiones
homéricas” (Discusión), en Obras completas I,
Buenos Aires, Emecé.
Borges, Jorge Luis (1996c): “Una vindicación de la
cábala” (Discusión), en Obras completas I, Buenos
Aires, Emecé.
Borges, Jorge Luis (1996d): “El escritor argentino
y la tradición” (Discusión), en Obras completas I,
Buenos Aires, Emecé.
Borges, Jorge Luis (1996e): “Pierre Menard, autor
del Quijote” (Ficciones), en Obras completas I,
Buenos Aires, Emecé.
Borges, Jorge Luis (1996g): “Del culto de los libros”
(Otras inquisiciones), en Obras Completas II, Buenos
Aires, Emecé.
Borges, Jorge Luis (1996h): “Nota sobre (hacia)
Bernard Shaw” (Otras Inquisiciones), en Obras
completas II, Buenos Aires, Emecé.
Borges, Jorge Luis (1996i): “Sobre los clásicos”
(Otras Inquisiciones), en Obras completas II, Buenos
Aires, Emecé.
Borges, Jorge Luis (1996j): “Un lector” (Elogio de
la sombra), en Obras completas II, Buenos Aires,
Emecé.
Borges, Jorge Luis (1998a): “Las coplas acriolladas”,
en El tamaño de mi esperanza, Madrid, Alianza.
Borges, Jorge Luis (1998b): “La Aventura y el
Orden”, en El tamaño de mi esperanza, Madrid,
Alianza.
Platón (1983): Diálogos III: Fedón-Banquete-Fedro,
Madrid, Gredos.
Borges, Jorge Luis (1996f): “La Biblioteca de
Babel” (Ficciones), en Obras completas I, Buenos
Aires, Emecé.
Notas
1 “(…) un libro es más que una estructura verbal, o que una serie de estructuras verbales; es el diálogo que entabla con
su lector y la intención que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria (…) Una
literatura difiere de otra ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída” (Borges:1996h:125)
2 En este sentido puede leerse la defensa que de las coplas criollas hace el escritor argentino, contra sus antecedentes
españolas: “Al acriollarse, la copla sentenciosa española pierde su envaramiento y nos habla de igual a igual, no como
el importante maestro al discípulo” (Borges:2008a:83).
3 “El tiempo anula la caterva intermedia de tanteadores, precursores y demás gente promisoria, del supuesto genial.
La negligencia y la piedad idolátrica se unen para fingir la incausalidad de lo bello. ¿No presenciamos todos, quince
años ha, el prodigioso simulacro de los que tradujeron el Martín Fierro –obra abundante en toda gracia retórica y
claramente derivada de los demás poemas gauchescos– en cosa impar y primordial? Contemporánea con nosotros no
hay labor alguna de genio y eso estriba en que conocemos todas las nobles selvas que ella ha saqueado para edificar
su alta pira y las maderas olorosas que son sahumerio y resplandor en las llamas” (Borges:1998b:77-78).
4 “Más lejos fueron los cristianos. El pensamiento de que la divinidad había escrito un libro los movió a imaginar
que había escrito dos y que el otro era el universo. A principios del siglo XVII, Francis Bacon declaró en su
Advancement of Learning que Dios nos ofrecía dos libros, para que no incidiéramos en error: el primero, el volumen
de las Escrituras, que revela Su voluntad; el segundo, el volumen de las criaturas, que revela Su poderío y que éste
era la llave de aquél. (…) El mundo, según Mallarmé, existe para un libro; según Bloy, somos versículos o palabras
o letras de un libro mágico, y ese libro incesante es la única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo”.
(Borges:1996g:93-94).
5 Cuántos “clásicos” habremos leído por deber, por ser necesarios, a lo largo de toda nuestra educación primaria,
secundaria, universitaria…
14 / entrelíneas
El sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur
Problemáticas en torno a la utopía onírica en
Ernst Bloch y Walter Benjamin
Bruno Nicolás Giachetti
Argentina
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires
[email protected]
Resumen
Abstract
En sus estudios de las expresiones culturales Benjamin y Bloch han señalado la existencia de ciertos
contenidos utópicos que transcienden una época
a través de imágenes oníricas. Las anticipaciones
de lo que aún no es presentes en las creaciones de
la fantasía se encuentran en un estado todavía no
consciente, un estado de ensueño que manifiesta la
interacción dialéctica entre el sujeto y el mundo.
El sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur
surgen ante la oscuridad del instante vivido que se
impone bajo las nuevas condiciones de producción
del capitalismo urbano-industrial decimonónico.
La perplejidad del asombro, que domina estos
instantes cargados de sosiego, tiene el potencial de
actualizar los sueños colectivos.
El extrañamiento y la mirada alegórica conforman
los dispositivos del sujeto tendientes a resignificar
el mundo de las convenciones establecidas en la
sociedad de mercado.
In their studies on cultural expresssions Benjamin and Bloch have pointed out that there are
certain utopian contents which go beyond their
time through dreamy images. Anticipations of the
yet-not-existent which are present in the creations
of fantasy are in a still-unconsciousstate,a dreamy
state that shows the dialectic interaction between
the subject and the world.
The daydream and the fantasies of the flâneur
arise out of the darkness of the lived moment that
imposes itself under the new conditions of production of nineteenth century urban-industrial capitalism.
The perplexity of amazement, which rules over
these peaceful moments, bears the potential for
realizing the collective dreams.
Estrangement and the allegorical view are devices
which enable the subject to resignify the world of
conventions established in the market society.
Palabras Clave: utopía, sueño, flâneur, onírico, marxismo
KEY WORDS: utopia, dream, flâneur, marxism
Introducción
constituyen una respuesta a esta lectura mecanicista
en tanto conciben la interacción entre la estructura
económica y la superestructura cultural como un
proceso dialéctico.
Las problemáticas desarrolladas por Benjamin y
Bloch acerca de la utopía onírica nos permiten indagar En este sentido, en El principio esperanza Bloch pone
las particularidades de ciertas configuraciones en discusión los posicionamientos teóricos que han
subjetivas en el escenario del capitalismo moderno. caracterizado a la corriente fría y a la corriente cálida
del marxismo para desarrollar la idea de una utopía
Sus planteos problematizan la relación entre objetiva que, en función de su carácter dialéctico,
las expresiones de la fantasía y las condiciones manifiesta una influencia recíproca, indivisible e inmateriales de la realidad. El binomio estructura- aislable, entre el factor subjetivo y el factor objetivo.
superestructura presenta en las teorías de Benjamin
y Bloch un proceso de fusión a partir del cual ambos Desde esta perspectiva, el autor critica el
componentes se relacionan dialécticamente.
automatismo economicista del marxismo frío según
el cual “las contradicciones objetivas bastan por
Si la tesis economicista de Mannheim, acentuando sí solas para revolucionar el mundo penetrado en
unilateralmente el axioma central del materialismo ellas” (Bloch:1997:137). Mientras que en relación al
histórico, proponía que la superestructura era un marxismo cálido señala la necesidad de precaverse
mero reflejo de los intereses económicos de una del aislamiento idealista cuyo posicionamiento
clase determinada, las reflexiones en torno a la exageradamente subjetivo pretende ignorar las
utopía onírica que sostienen Benjamin y Bloch
15 / entrelíneas
leyes económicas.
“Para soñar despierto son circunstancias muy
adecuadas el paseo solitario o la conversación
Las expresiones artísticas y culturales son entusiasta con un amigo de juventud, o bien
fundamentales en el pensamiento de Bloch pues la llamada hora azul mientras empiezan a
constituyen la síntesis entre la tendencia subjetiva caer las sombras de la tarde” (Bloch:1997:73).
y las condiciones de existencia latentes de una Indudablemente, esta idea blochiana de sueño
época. Lo que todavía-no-ha-llegado-a-ser exige un diurno nos remite a las ensoñaciones del flâneur a
factor creativo que exprese lo todavía-no-consciente partir de las cuales Benjamin estudia las imágenes
como sueño utópico. Precisamente, el sueño diurno oníricas que configuran la conciencia colectiva
configura las fantasías anticipatorias arraigadas en moderna en el París decimonónico.
la realidad objetiva y, de esta manera, establece la
conciliación entre lo ideal y el proceso material del
[El flâneur] desocupado, se las da de ser una
mundo.
personalidad y protesta contra la división del
trabajo que hace a las gentes especialistas.
En “Sobre algunos temas en Baudelaire” (1988)
De la misma manera protesta contra su
Benjamin estudia las ensoñaciones urbanas del
laboriosidad. Hacia 1840 fue, por poco
capitalismo industrial como imágenes oníricas de
tiempo, de buen tono llevar de paseo por
un saber aún no consciente. En su vagabundeo a
los pasajes a tortugas. El «flâneur» dejaba
través de la ciudad el flâneur registra la inmediatez
de buen grado que éstas le prescribiesen su
shockeante de las nuevas impresiones sensoriales.
«tempo». De habérsele hecho caso, el progreso
Las fantasías del flâneur constituyen el estado
hubiera tenido que aprender ese «pas».
de ensueño colectivo presente en la cultura del
(Benjamin:1988:70)
capitalismo decimonónico. Las imágenes oníricas
exigen una interpretación materialista histórica Buscando las especies sociales del presente que
para devenir en imágenes dialécticas que permitan cristalizaran los sueños diurnos, Benjamin se
el despertar del colectivo soñante.
concentró en los márgenes. El vagabundeo del
flâneur establece una forma de resistencia al
En este sentido, la noción blochiana de sueño proceso productivo pues se niega a someterse al
diurno y las ensoñaciones del flâneur estudiadas por «tempo» capitalista controlado por la maquinaria
Benjamin configuran las imágenes anticipatorias industrial. Junto al trapero y al apache, el flâneur
de aquello que todavía no es. En tanto imágenes se sitúa en los márgenes del sistema productivo, y
oníricas que surgen en la oscuridad del instante en su paseo solitario: “Coge las cosas al vuelo; y se
vivido presentan los contenidos utópicos en un sueña cercano al artista” (Benjamin:1988:56). Es
estadio todavía-no-consciente. En un mundo precisamente esta captación al vuelo propia de la
dominado por las nuevas formas masivas de flâneurie lo que analiza Benjamin en la poesía de
producción y de consumo es fundamental la Baudelaire, es decir, la configuración de imágenes
perplejidad del asombro como disposición utópica- oníricas colectivas en las que perduran las huellas de
activa del sujeto hacia la inmediatez del presente la inmediatez del presente.
que se manifiesta inabarcable. Ante la opacidad
de la realidad inmediata, el impulso utópico del Para Bloch el arte recibe del sueño diurno su
asombro configura, a través de la mirada alegórica y carácter utópico. Quien sueña despierto conoce
el extrañamiento, imágenes oníricas que resignifican cuán defectuoso es el mundo y cuánto mejor podría
el mundo de las convenciones establecidas en la serlo. En este sentido, el sueño diurno tendiente al
sociedad de mercado y remiten al despertar de perfeccionamiento del estado de cosas constituye el
un sujeto redimido de la fantasmagoría urbana- estadio preliminar del arte. Esta dimensión utópica
industrial propia del capitalismo moderno.
del sueño diurno propone “sin más el mundo mejor,
como el mundo más hermoso, como una imagen
perfecta, tal como la tierra no lo ha conocido aún.
En medio de la miseria, de la crueldad, de la dureza,
El sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur
de la trivialidad, proyectando o conformando,
se abren amplias ventanas hacia el futuro llenas
de luz” (Bloch:1997:81-82). Ante las miserias del
En el sueño diurno el mundo exterior penetra en mundo el impulso utópico se aferra a la realidad
la fantasía hasta “alcanzar el nivel del parnaso objetiva mediante la dicha de la ensoñación y postula
o corresponder al jardín de las delicias, jardines, su mejoramiento. El sueño soñado despierto es una
castillos, viejas y bellas calzadas” (Bloch:1997:76). ampliación del mundo a través de la fantasía de la
A diferencia de lo que sucede en el sueño nocturno, perfección.
en el que el yo y el mundo exterior duermen El factor utópico conduce mediante anticipaciones
completamente, el sujeto que sueña despierto oníricas hacia lo todavía-no-consciente, en el terreno
intensifica la apreciación de las cosas en función de de lo que aún no es. A partir de esta idea Bloch
sus representaciones deseadas sin perder de vista en reformula la noción de inconsciente planteada
ningún momento la realidad del mundo.
por Freud en su teoría de los sueños. Para Freud
el inconsciente es únicamente lo olvidado o lo
16 / entrelíneas
significación práctica y entra en juego el puro valor
representacional de las cosas. Como sostiene Susan
Buck-Morss, todo lo deseable, “desde sexo hasta
status social, podía transformarse en mercancía,
como un fetiche-en-exhibición que mantenía
subyugada a la multitud” (Buck-Morss:1995:98).
Los pasajes, calles interiores bordeadas por negocios
de lujo y abiertas a las estrellas a través de techos
de hierro y vidrio, configuran las imágenes del deseo
a través de las cuales las fuerzas de la fantasía, que
podrían imaginar una sociedad mejor, son atrapadas
en la lógica mercantil. Los acogedores pasajes en los
que vagabundea el flâneur representan las primeras
casas de ensoñación de los consumidores construidas
Ahora bien, resulta sumamente interesante pensar al servicio de la adoración de la mercancía. En
la figura del flâneur en relación a esta categoría este sentido, Benjamin sostiene: “La masificación
de lo todavía-no-consciente. ¿Cómo deberíamos de los clientes que forman el mercado –y éste es
interpretar el contenido utópico que Benjamin el que hace referencia a la mercancía– acrecienta
presenta en la embriaguez del flâneur? ¿Expresa el encanto de la misma para el comprador medio”
esta dicha de la ensoñación entre la multitud de (Benjamin:1988:72). Es la masa la que hace que al
los pasajes parisinos un contenido todavía-no- flâneur lo atroz le encante.
consciente de lo venidero, o se trata más bien de las
fantasmagorías de una conciencia alienada y presa Como comunicador social, el flâneur se dirige a su
audiencia masiva para comentar la vida cotidiana
de la racionalidad mercantil?
a través de las fisonomías y los panoramas del
Resulta interesante detenernos en ciertas diferencias boulevard. De esta manera, su contemplación
entre la idea blochiana de sueño diurno y las dispersa y ensoñadora transforma la realidad en
ensoñaciones del flâneur estudiadas por Benjamin. un objeto que puede ser pasivamente consumido en
Si, por un lado, la idea de sueño diurno da cuenta forma de sueño.
de una tendencia al mejoramiento del estado de
cosas contenida en un estado preconsciente, por otro La arquitectura de los pasajes, las exposiciones
lado, en la embriaguez de la multitud el flâneur se internacionales, las ensoñaciones del flâneur
encuentra en un estadio todavía no consciente del cristalizan las creaciones de la fantasía en el
proceso productivo regulado por la lógica de las momento de consolidación del capitalismo moderno
y la irrupción del consumo masivo en las grandes
mercancías.
ciudades. Ya adentrado el siglo XX Benjamin las
La multitud no es sólo el asilo más reciente estudia como residuos de un mundo imaginario:
para el desterrado; además es el narcótico
Todos estos productos están a punto para
más reciente para el abandonado. El
dirigirse al mercado como mercancía. Pero
«flâneur» es un abandonado en la multitud.
vacilan en el umbral. Los pasajes y los
Y así es como comparte la situación de
interiores, los panoramas y los pabellones de
las mercancías. De esa singularidad no es
las exposiciones proceden de esta época. Son
consciente. Pero no por ello influye menos
residuos de un mundo imaginario. Valorar en
en él. Le penetra venturosamente como un
la vigilia estos elementos de ensueño es un
estupefaciente que le compensa de muchas
ejercicio escolar del pensamiento dialéctico.
humillaciones. La ebriedad a la que se entrega
Por eso el pensamiento dialéctico es el órgano
el «flâneur» es la de la mercancía arrebatada
del despertar histórico. Cada época no sólo
por la rugiente corriente de los compradores.
sueña la siguiente, sino que soñadoramente
(Benjamin:1988:71)
apremia su despertar. Lleva en sí misma su
final y lo despliega –según Hegel- con argucia.
Antes de que se desmoronen empezamos a
El espectáculo de la multitud es el velo que cubre
reconocer como ruinas los monumentos de la
la mirada del flâneur y le impide ver la ciudad
burguesía en las conmociones de la economía
mercantilizada sin obstáculos. En su dicha de
mercantil. (Benjamin:1988:190)
ensoñación se dirige al mercado: “Esta piensa
que para echar un vistazo, pero en realidad va a Al igual que el trapero con quien Benjamin identifica
encontrar un comprador” (Benjamin:1988:184). En la figura del flâneur, el autor se detiene en los
la ebriedad religiosa de las grandes ciudades el flâneur escombros, los restos de un colectivo soñante cuyo
deviene mercancía.
impulso utópico queda atrapado en la fantasmagoría
urbana-industrial del capitalismo moderno. La
La nueva fantasmagoría urbana se constituye en interpretación desde la vigilia de estas imágenes
virtud de la mercancía-en-exhibición, según la cual oníricas se orienta hacia su despertar histórico.
el valor de uso y el valor de cambio pierden toda La recuperación de las ruinas, como fragmentos
reprimido que, en tanto corresponde a aquello que
ha dejado de ser consciente, se sitúa en el plano del
sueño nocturno. Sin embargo, Bloch señala que el
psicoanálisis ha desatendido aquello que es nuevo
para el soñador, e incluso nuevo en su contenido
objetivo. En efecto, lo todavía-no-consciente expresa
este estado preconsciente de lo venidero, el lugar
psíquico de nacimiento de lo nuevo: “un contenido
de conciencia que todavía no se ha hecho manifiesto,
un contenido de conciencia que ha de surgir sólo
del futuro; dado el caso, un contenido que todavía
tiene que surgir objetivamente en el mundo”
(Bloch:1997:105).
entrelíneas /17
decadentes de la cultura del siglo XIX, muestra la
fragilidad y la transitoriedad de lo existente.
La idea del despertar es fundamental en el
pensamiento de Benjamin sobre la cuestión onírica.
Su interpretación dialéctica de los sueños colectivos
tiende a redimir las imágenes del deseo adheridas a
las formas primigenias -demasiado tempranas- de la
tecnología moderna.
De esta manera, si, por un lado, en el proceso de
volverse mercancías las imágenes oníricas del
colectivo cuajan en fetiches y conforman la falsa
conciencia de una subjetividad alienada en la lógica
mercantil, por otro lado, este colectivo onírico
configura también imágenes anticipatorias de
utopía social que son redimibles: “Cada época no
sólo sueña la siguiente, sino que soñadoramente
apremia su despertar” (Benjamin:1988:190). En
un estadio todavía-no-consciente las expresiones
de la fantasía anticipan lo que aún-no-es a partir
de ciertos elementos de ensueño que impulsan el
despertar.
Sin duda, la idea de excedente cultural que propone
Bloch nos permite entender estas reflexiones de
Benjamin. Para Bloch la superestructura cultural
no se agota en su condición de falsa conciencia,
es decir, no es un simple reflejo distorsionado de
la base económica, sino que siempre presenta un
excedente utópico, un contenido de esperanza que se
manifiesta en representaciones de la fantasía objetiva
y futurizadora, capaz de imaginar y anticipar un ser
todavía no dado.
En este sentido, el sueño diurno y las ensoñaciones
del flâneur entrañan un contenido utópico que
excede las imágenes alienadas de la falsa conciencia.
Este ímpetu utópico contra lo existente expresa lo
que aún no es mediante anticipaciones oníricas.
Bloch afirma que toda gran obra cultural se funda
precisamente en este excedente sobre la mera
falsa conciencia, es decir, en el transfondo utópico
que condensa subjetiva y objetivamente lo que
está por venir. Benjamin, por su parte, interpreta
las condiciones materiales e históricas de estas
anticipaciones oníricas, y transforma las imágenes
alienadas en imágenes dialécticas tendientes a
provocar el despertar del colectivo soñante.
La oscuridad del instante vivido
Las reflexiones en torno a los sueños colectivos
desarrolladas por Benjamin y Bloch problematizan
la relación entre el sujeto y la inmediatez del
presente vivido. El impulso utópico de la fantasía
onírica surge en su interacción con la realidad
inmediata. Las nuevas condiciones de producción
del capitalismo urbano-industrial permiten la
irrupción de imágenes anticipatorias en las que lo
nuevo se articula con lo viejo:
18 / entrelíneas
A la forma de los nuevos medios de producción,
en el comienzo dominada aún por la de los
antiguos (Marx), corresponden en la conciencia
colectiva imágenes en las que lo nuevo se
interpenetra con lo viejo. Esas imágenes
son optativas, y en ellas la colectividad
busca tanto suprimir como transfigurar las
deficiencias del orden social de producción y
la imperfección del producto social. Además
sobresale junto a estas imágenes optativas
el empeño insistente de distinguirse de lo
anticuado, esto es, del pasado reciente. Estas
tendencias retrotraen la fantasía imaginativa,
que recibe su impulso de lo nuevo, hasta lo
primitivo. En el sueño en que a cada época
se le aparece en imágenes la que le sigue, se
presenta la última desposada con elementos
de la protohistoria, es decir de una sociedad
sin clases. Sus experiencias, depositadas en
el inconsciente colectivo, engendran en su
interpenetración con lo nuevo las utopías que
dejan su huella en mil configuraciones de la
vida, desde edificios duraderos hasta modas
fugaces. (Benjamin:1988:175)
En el proceso dialéctico que despliegan la
imaginación colectiva y el potencial productivo
de las nuevas tecnologías industriales, la fantasía
imaginativa recibe su impulso de lo nuevo. La
nueva naturaleza, que abarca no sólo la tecnología
industrial sino todo el mundo material -incluidos los
seres humanos- transformado por esa tecnología,
no puede ser comprendida conscientemente y,
entonces, la imaginación recurre al pasado para
conceptualizar el mundo y anticipar lo que aún
no es. En este sentido, se establece una mediación
dialéctica entre las representaciones del inconsciente
colectivo y la nueva naturaleza material, cuyas
formas todavía inimaginadas tienen el potencial de
actualizar el sueño colectivo. Deslumbradas por lo
nuevo, las imágenes colectivas del deseo anticipan
su potencial revolucionario evocando imágenes
pasadas de utopía social.
Benjamin toma de Bloch la idea de la oscuridad del
momento vivido para expresar la condición de esta
subjetividad para la cual la inmediatez del presente
se vuelve inabarcable e incompresible. Como
sostiene Susan Buck-Morss: “Al ocioso que pasea
por las calles las cosas se le aparecen divorciadas
de la historia de su producción y su yuxtaposición
fortuita le sugiere conexiones misteriosas y místicas”
(Buck-Morss:1995:125).
En “Sobre algunos temas en Baudelaire” (1988)
Benjamin plantea que la vivencia del shock
propia de la flâneurie constituye uno de los rasgos
fundamentales de las subjetividades modernas
en contacto con las masas de la gran ciudad. La
discontinuidad y la fragmentariedad del presente
vivido se manifiesta a través de las vivencias
shockeantes que irrumpen en el escenario urbano de
del sujeto hacia la fragmentariedad de su presente
inmediato lo que impulsa la utopía que se orienta
Las invenciones tecnológicas como el teléfono y mediante anticipaciones oníricas hacia lo que aún
la fotografía suprimen los procesos manuales y no es:
artesanales del arte y la comunicación. “Bastaba
[…] la perplejidad del asombro, deslumbrada
apretar con un dedo para fijar un acontecimiento
por el relampaguear de los momentos y
durante un tiempo ilimitado. El aparato impartía
signaturas de la adecuación, se halla por eso
al instante por así decirlo un shock póstumo”
en la relación más precisa con el «qué» del
(Benjamin:1988:147). A estas experiencias táctiles
existir en el dormitorio del instante vivido.
se le añadieron otras ópticas como la página de
Así como, por eso, la oscuridad del instante
anuncios periodísticos y el tráfico de la gran ciudad.
vivido representa en sí misma uno de los polos
En la percepción a modo de shock la vivencia
de la conciencia anticipadora, de la condición
adquiere movimientos rápidos y nerviosos, como
anticipadora del mundo […]. Es la fuente
golpes de batería yuxtapuestos y divorciados de la
o comienzo del mundo, constantemente
historia de su producción.
impulsadora y siempre oculta en la oscuridad
A la vivencia del shock que tiene el flâneur en la
del instante vivido, que se capta y se soluciona,
multitud corresponde la vivencia del obrero en la
por primera vez, en las signaturas de su
maquinaria. A diferencia de lo que sucede en el
embocadura. […] [El] nudo del mundo, que
trabajo manual en el que la interconexión de cada
no se encuentra en ningún otro lugar que en el
uno de sus momentos es continua, en la cinta sin fin
«qué» inmediato del existir, se desenmaraña
frente al obrero de la fábrica esta interconexión se
así mismo sólo por la proximidad intensiva
independiza cosificadamente, en tanto los productos
con esta, la más inmanente intensidad
dejan de ser percibidos como resultado del trabajo
del «qué», por evidencias en profundidad.
humano. En este sentido, Benjamin identifica la
(Bloch:1997:300).
figura del obrero y la del flâneur a la del jugador.
Cada manipulación del obrero frente a la máquina
como así también cada jugada en una partida de
azar no tiene conexión con la anterior. La oscuridad La negatividad del ser que envuelve al sujeto
del instante vivido remite a esta trituración de la en el instante vivido constituye la embocadura
experiencia tradicional que en la vivencia del sujeto del movimiento dialéctico del mundo pues es la
moderno se constituye en la norma de aprehensión oscuridad del ahora lo que antecede a la utopía
de la inmediatez del presente. La discontinuidad onírica. Ureña Pastor denomina negatividad
y la fragmentariedad en la percepción del flâneur ontológica del hombre (1986:186) a este todavía-nole sugieren conexiones misteriosas, la realidad utópico-activo en el que la subjetividad volcada a
se convierte en un tejido onírico donde un suceso salir de la carencia del aquí y del ahora se proyecta
contemporáneo se yuxtapone azarosamente con hacia el futuro mediante sueños que anticipan el
perfeccionamiento del mundo:
uno del pasado más remoto.
la multitud y alteran la experiencia tradicional.
La opacidad de la realidad inmediata genera la
perplejidad del asombro, el misterio irrumpe en
estos instantes cargados de sosiego en los que el
sujeto asimila el carácter inacabado del proceso del
mundo. En el ahora del existir, la existencia se revela
como enigma. El mundo se hace nuevo en cada
instante y conmueve la percepción con la intensidad
del abismo. Es precisamente en este sentido que
Bloch caracteriza el tiempo presente como la
ausencia de cualquier presencia real: un hueco, una
insuficiencia, una oscuridad. La incompletud de la
realidad vivida cristaliza la todavía-no-decisibilidad
del desenvolvimiento del mundo, percibida por
el sujeto mediante la perplejidad del asombro que
irrumpe como un relampaguear que ilumina la
penumbra del ahora.
Esta identidad de todos los sueños soñados
despierto, de todas las esperanzas, utopías, se
encuentra ella misma en el fondo oscuro, pero
es así mismo el fondo de oro sobre el que se
han pintado las utopías concretas. Todo sueño
diurno serio apunta a este doble fundamento
como a su suelo patrio; es la experiencia
todavía inencontrada, la experiencia todavíano-experiencia en toda experiencia llegada a
ser hasta ahora. (Bloch:1997:313)
Tanto para Benjamin como para Bloch la pérdida de
la experiencia constituye la condición de posibilidad
de las creaciones de la fantasía. El sueño diurno y
las ensoñaciones del flâneur se erigen sobre estos
Jameson sostiene que el asombro es para Bloch instantes cargados de sosiego a través de los cuales
“una de las más concretas maneras de ser-en-el- el presente vivido revela el carácter inacabado del
mundo, el correlativo, desde el punto de vista mundo.
subjetivo, de una disposición objetiva del mundo
en sí” (Jameson:1971:137). El acercamiento a la
incandescencia emblemática del mundo a través del
asombro permite la apreciación enigmática de la
existencia. Es por lo tanto esta disposición activa
entrelíneas /19
prostituta, vendedora y mercancía. Si la mercancía
para devenir fetiche necesita ser arrancada de su
contexto de producción y puesta en exhibición, en
la prostituta ambos momentos siguen visibles, lo
En la vacuidad de la vivencia del capitalismo que permite su configuración como imagen dialéctica
urbano-industrial las imágenes del deseo que en la que se sintetiza la forma y el contenido de la
conforman el colectivo soñante corren el riesgo de mercancía.
quedar sumergidas en el encantamiento fetichista
de la mercancía.
En su etapa de exhibición las mercancías son sacadas
fuera del contexto de sus interconexiones usuales,
Benjamin evoca a Marx para dar cuenta de la Baudelaire toma este procedimiento y lo utiliza
arbitrariedad en función de la cual se establece para destruir las interrelaciones orgánicas que la
el precio de la mercancía. Al salir de la mano propia sociedad mercantil pretende naturalizar.
de sus productores, la mercancía se libera de su Como la mercancía el poeta cobra también múltiple
particularidad real y deja de ser un producto significados: es flâneur, prostituta, trapero, apache
controlado por los hombres. Así se reviste de una o dandy. Su poesía transita los márgenes y recoge
objetividad fantasmagórica en tanto su valor no los restos culturales en descomposición. La mirada
puede ser previsto ni en el curso de su producción, del alegórico sobre el material desechado de la
ni más tarde en el mercado.
era industrial permite intuir la caducidad y la
transitoriedad de lo existente. Son los escombros
Es la apropiación de las mercancías como imágenes de la mercancía en exhibición los que muestran la
oníricas del deseo colectivo lo que fija su valor social, fragilidad de la cultura capitalista pues en tanto
su precio. De esta manera, la mercancía deviene una fetiches degradados devienen mera abstracción a
abstracción despojada de su significado original, su través de múltiples significaciones alegóricas.
valor de uso producido por el trabajo humano.
De esta manera, resulta pertinente pensar la
En “París, capital del siglo XIX” Benjamin se imagen de ruina como expresión de la caducidad del
detiene en la actitud alegórica presente en la capitalismo en Baudelaire en relación a la alegoría
poesía de Baudelaire. “Esa poesía no es un arte barroca que Benjamin estudia en el Trauerspiel:
local, más bien es la mirada del alegórico que
se posa sobre la ciudad, la mirada del alienado”
La fisonomía alegórica de la naturaleza–
(1988:184). Es precisamente a través de la alegoría
historia, que sube al escenario con el
que el poeta puede dar cuenta de las formas de
Trauerspiel, está efectivamente presente en
alienación que los objetos adquieren en el mercado.
forma de ruina. Con la ruina la historia ha
En efecto, la naturaleza del objeto alegórico al
quedado reducida a una presencia perceptible
vaciarse de su significación primigenia y expresar
en la escena. Y bajo esa forma la historia no se
nuevas y cambiantes significaciones cristaliza la
plasma como un proceso de vida eterna, sino
arbitrariedad y la transitoriedad en la fijación del
como el de una decadencia inarrestable. […]
precio de la mercancía:
Las alegorías son en el reino del pensamiento
lo que las ruinas en el reino de las cosas.
La ambigüedad es la manifestación alegórica
(Benjamin:1990:171)
de la dialéctica, la ley de la dialéctica parada.
Esta detención es utópica y la imagen Bloch sostiene que en la afección por los escombros
dialéctica es, por lo tanto, una quimera. Es y el culto de las ruinas se exhiben un pasado y
una imagen que expone la mercancía por una lejanía a través de los cuales “los despojos
antonomasia: en cuanto fetiche. Imagen que se hacen alegóricos” (1997:383) de la decadencia
exponen los pasajes que son casas a la vez inarrestable presente en el devenir de la historia. Es
que astros. Imagen que expone la prostituta precisamente la recuperación de los despojos de la
que es a la vez vendedora y mercancía. sociedad mercantil decimonónica lo que le permite
(Benjamin:1988:185)
a Baudelaire expresar en su poesía la transitoriedad
de lo existente:
La fantasmagoría urbana-industrial reviste a la
sociedad mercantil bajo formas míticas que aspiran
El impulso destructivo de Baudelaire nunca
a la eternidad. Así la sociedad de la mercancía
se interesa por suprimir lo que se desmorona.
se presenta como una naturaleza petrificada que
Esto viene a expresarse en la alegoría, y es lo
pretende congelar la historia de la humanidad
constituye su tendencia regresiva. Pero, por
con el encantamiento de un hechizo mágico. La
otra parte, la alegoría, precisamente por su
ambigüedad dialéctica de las representaciones
fervor destructivo, participa de la expulsión
alegóricas de Baudelaire es antitética a las formas
de la apariencia ilusoria que emana de todo
míticas de los objetos pues muestra la vacuidad
«orden dado» -sea en el arte, sea en la vidamercantil en los contenidos utópicos de las
como apariencia de totalidad, o de lo orgánico
ensoñaciones del flâneur.
que lo transfigura, haciendo que parezcan
llevaderos. Y esta es la tendencia progresiva
En su poesía los pasajes pueden ser casas y astros, la
de la alegoría. (Benjamin:2007:226)
Alegoría y extrañamiento
20 / entrelíneas
Mediante la intención alegórica las cosas ya no
encuentran un significado realizado en sí mismo
y entonces el mundo se hunde en el abismo de la
significación transitoria y arbitraria. La mirada
del poeta alegórico destruye la intimidad de las
cosas y el establecimiento de las costumbres. El
extrañamiento de la apariencia ilusoria mediante
el cual se sostiene todo orden dado cristaliza su
inevitable caducidad. Como bien sostiene Bloch:
“Extrañamiento es aquí exactamente lo contrario
de alienación” (1997:370). Si el dominio mágico de
la mercancía, convertida en fetiche y, por lo tanto,
alienada de sus productores, envuelve al capitalismo
bajo formas míticas en función de las cuales el
mundo de las convenciones se presenta como un
destino incuestionable, el extrañamiento alegórico
desestabiliza el acostumbramiento cotidiano y, de
esta manera, la sociedad mercantil aparece como
un reservorio de vacías convenciones carentes de
contenido.
De otro lado, empero, el mismo burgués es
capaz, por virtud del propio extrañamiento
que presta a los objetos, de escapar al
embotamiento de la cotidianeidad, y
de percibir, dado el caso, en los objetos
significaciones que sólo podría descubrir un
pintor dotado. (Bloch:1997:370)
Esta noción de extrañamiento que da cuenta de “un
entusiasmo que se concentra y abre a una percepción
más intensa […] de los objetos en su sitio y lugar”
(1997:373) resulta fundamental para entender la
idea blochiana de sueño diurno.
Los contenidos utópicos de las anticipaciones
oníricas se fundan en una percepción extrañada que
permite descubrir nuevas significaciones en el mundo
social y material. En este sentido, Bloch relaciona
el proceso de extrañamiento del mundo con la idea
del viaje: “dentro del mundo privado-burgués, el
viaje es el mayo único, el que hace todo nuevo”
(1997:370). A partir del deseo de extrañamiento la
mirada que se posa sobre los objetos intensifica el
sabor de la cosa, en este sentido, el viaje se encuentra
próximo al arte y a todo tipo de transformación del
sujeto.
El tiempo del viaje se halla tan lleno como
sólo lo está el espacio, y el espacio se convierte
en el medio de la variación, como sólo suele
serlo el tiempo. Surge así una inversión de los
órdenes de percepción acostumbrados, surge
un tiempo llenado en un espacio que aparece
como movible y modificado. Las antiguas
historias de aventuras desenrollaban el espacio
absolutamente de esta manera, perturbaban
su rigidez mítica; todo viaje vive todavía,
mutatis mutandis, de la paradoja de este sueño
de transformación. (1997:370-371)
En el viaje se invierten los órdenes de percepción
acostumbrados, el tiempo es llenado con la intensidad
del mundo extraño. Este tiempo pleno desestabiliza
la rigidez mítica del tiempo vacío y homogéneo que
caracteriza la vida mercantilizada del capitalismo
industrial. La sorpresa por lo desconocido modifica
la apreciación naturalizada del mundo pues vuelve
extraño incluso lo acostumbrado en el lugar de
origen. En este sueño de transformación el sujeto
descubre nuevas significaciones que trascienden el
orden dado y anticipan lo que aún no es a través
de imágenes oníricas. Los contenidos utópicos del
sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur se
fundan en este extrañamiento de toda apariencia
ilusoria que pretende eternizar lo existente.
Conclusiones
Las reflexiones en torno a los sueños desarrolladas
por Benjamin y Bloch problematizan la relación
entre las configuraciones subjetivas y las nuevas
condiciones de existencia del capitalismo moderno.
En sus estudios de las expresiones culturales ambos
autores han señalado la existencia de ciertos
contenidos utópicos que transcienden una época
a través de imágenes oníricas. Las anticipaciones
de lo que aún no es presentes en las creaciones de
la fantasía se encuentran en un estado todavía no
consciente, un estado de ensueño que manifiesta la
interacción dialéctica entre el sujeto y el mundo.
Benjamin interpreta en la poesía de Baudelaire la
pasión por el viaje, por lo desconocido, por lo nuevo,
en relación al proceso decadente que manifiesta el
desenvolvimiento de la vida hacia la muerte: “El
último viaje del «flâneur»: la muerte. Su meta: lo
nuevo” (1988:185). Es la transformación del sujeto
en consonancia con el devenir de lo existente lo
que expresa la perecibilidad del orden dado. El
viaje hacia lo desconocido, cuyo extremo es la
muerte, vuelve extraño el orden de cosas que la
fantasmagoría mercantil pretende instituir como
natural y necesario.
El sueño diurno y las ensoñaciones del flâneur
surgen ante la oscuridad del instante vivido que se
impone bajo las nuevas condiciones de producción
del capitalismo urbano-industrial. En la vivencia de
lo nuevo languidece la experiencia tradicional. Las
formas primigenias, demasiado tempranas, de la
tecnología moderna establecen la discontinuidad y
la fragmentariedad como norma de aprehensión de
la inmediatez del presente. En la percepción a modo
de shock las impresiones que irrumpen como golpes
de batería yuxtapuestos y divorciados de la historia
de su producción le sugieren al sujeto conexiones
Bloch plantea que en el viaje, cuando los escenarios misteriosas, la realidad se convierte así en un tejido
se suceden rápidamente, surge una especie de onírico.
temporalización subjetiva del espacio:
entrelíneas /21
La perplejidad del asombro, que domina estos instantes
cargados de sosiego de la vivencia moderna frente a
la nueva naturaleza material, tiene el potencial de
actualizar los sueños colectivos. La negatividad
del ser ante el instante vivido es la embocadura del
movimiento dialéctico pues constituye el todavíano-utópico-activo en función del cual la fantasía
asimila lo nuevo y anticipa lo venidero como sueño.
de transformación, ponen en cuestión el mundo de
las convenciones mercantiles que aspira a instituirse
como destino incuestionable.
En Benjamin es la mirada alegórica la que permite
intuir la perecibilidad del orden dado. La poesía
de Baudelaire recupera los materiales desechados
de la era industrial y, al igual que en el proceso
de fetichización de las mercancías, los arranca
Sin embargo, en función de la consolidación de fuera del contexto de sus interconexiones usuales.
la sociedad de mercado, las imágenes oníricas de En las ensoñaciones del flâneur los escombros de
utopía social corren el riesgo de quedar sumergidas la mercancía en exhibición adquieren múltiples
en el encantamiento fetichista de la mercancía. Así significaciones, los fetiches degradados, que ya no
las fuerzas de la fantasía, que podrían imaginar valen por sí mismos y pueden significar siempre algo
una sociedad mejor, quedan atrapadas en las casas diferente, exponen su propia vacuidad.
de ensoñación de los consumidores que a través de la
mercancía en exhibición imprimen en los productos Las imágenes alegóricas en la poesía de Baudelaire
significaciones míticas, alienadas de su propia exigen una lectura dialéctica que permita el
despertar del colectivo soñante. Es en este sentido que
producción.
Benjamin interpreta a Baudelaire en consonancia
En Bloch es el proceso de extrañamiento lo con las ruinas de los grandes monumentos de la
que permite perturbar la rigidez mítica de la sociedad mercantil decimonónica como residuos de
fantasmagoría mercantil. De ahí la importancia un mundo imaginario. Los despojos de la cultura se
del viaje en el cual el sujeto descubre nuevas hacen alegóricos de la transitoriedad de lo existente.
significaciones en el mundo social y material a
partir de la inversión de los órdenes de percepción Extrañamiento y alegoría, sueño diurno y
acostumbrados.
La
percepción
extrañada ensoñaciones del flâneur, son la expresión de las
desestabiliza el encantamiento cotidiano de las imágenes anticipatorias de lo que aún no es, las
mercancías convertidas en fetiches y propone, proyecciones de la fantasía que en su interacción
mediante la resignificación del mundo, su propio dialéctica con el proceso material del mundo evocan
reencantamiento. Este proceso de extrañamiento es una sociedad redimida de las formas de alienación
fundamental para el surgimiento de los contenidos del capitalismo moderno.
utópicos de los sueños diurnos que, en tanto sueños
Referencias bibliográficas
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Iluminaciones II, Madrid, Taurus.
Buck-Morss, Susan (2005): Walter Benjamin,
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Rillo en Antología de estudios críticos sobre Ernst
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Walter Benjamin y el proyecto de los Pasajes, Madrid, futuro sin Dios?, Madrid, La Editorial Católica.
La balsa de Medusa.
22 / entrelíneas
Literatura y Contestación:
Dos novelas del 68
Néstor Ponce
Francia
Université Rennes 2, LIRA/ERIMIT 4327
www.nestorponce.com
Resumen
El movimiento estudiantil de 1968 en México
terminó en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco con una masacre. Estarebelión es considerada
como uno de los dos hechos fundamentales del
siglo XX mexicano, junto a la revolución de 1911.
El presente artículo evoca las principales formas
de representación estética que suscitó dicho movimiento y se detiene particularmente en el análisis
de dos novelas, El gran solitario de Palacio de René
Avilés Fabila y La plaza de Luis Spota. El eje de la
reflexión se articula alrededor de los vínculos entre
memoria, representación estética y sociedad.
Abstract
The 1968 student movement in Mexico ended with
a massacre in the Plaza de las Tres Culturas in Tlatelolco. This rebellion is regarded as one of the two
major events of Mexican 20th century, toghether
with the 1911 revolution. This paper evokes the
main forms of aesthetic representation which that
movement brought about and analyses two novels
in particular, El gran solitario de Palacio, by René
Avilés Fabila, and La plaza, by Luis Spota. The
reflection addresses the links between memory,
aesthetic representation and society.
Palabras Clave: México, Tlatelolco, Masacre,
Literatura, Memoria
KEY WORDS: Mexico, Tlatelolco, Massacre, Literature, Memory
La masacre de Tlatelolco de octubre de 1968 es
considerada por los especialistas del tema como un
parteaguas en la sociedad, la vida política y cultural
de México, como un movimiento que borroneó
mitos, estereotipos y tabúes. Carlos Monsiváis,
entre muchos otros, comparte la opinión de que
este hecho fue el más importante de la segunda
mitad del siglo XX en el país, y que sus efectos y
prolongaciones sólo pueden ser comparables a otro
gran cataclismo de la vida moderna mexicana: la
revolución de 1910:
de finales de la década del 60, como la revolución lo
hizo en su tiempo, tanto en la vida política como en
la artística (narrativa de la revolución, muralismo).
Poco antes de 1968 las representaciones estéticas
experimentaron una serie de transformaciones
que proponían nuevas construcciones imaginarias
y nuevos lenguajes para discutir alrededor de los
diferentes modos y modelos de representación
vigentes. La masacre de la Plaza de las Tres
Culturas fue el punto culminante de un proceso de
contestación que favoreció –desde 1968- la aparición
de una temática memorialística que, a su vez, iba
a confirmar y diversificar los cuestionamientos
precedentes.
No obstante la abundancia de situaciones
históricas de gran relevancia, en mi perspectiva
el 68 es hecho central al llevar a escena temas
y corrientes de primer orden, al anticipar
el registro de los cambios y al ser un gran
cambio en sí mismo, las transformaciones
de la izquierda que anochece stalinista y
amanece oyendo rock y fuma mariguana,
la resistencia al autoritarismo que vive de
cerciorarse triunfalmente de su irracionalidad,
la victoriosa campaña de Andrés Manuel
López Obrador, el sitio básico de la defensa
de los derechos humanos, el valor concedido
a los procesos democráticos y los desengaños
consiguientes…” (Monsiváis: 2007 : 262).
De manera evidente, el movimiento estudiantil de
1968 anima la creación de espacios de pensamiento
y de discusión totalmente novedosos en el México
La crítica se ha detenido a examinar estos
aspectos a través de las artes plásticas (desde la
pintura hasta la gráfica), el teatro, el cine, la música,
la literatura y la prensa (con las diversas formas
híbridas que aparecen luego del movimiento). Una
mirada retrospectiva permite comprobar que se
trataba de un fenómeno mundial, caracterizado
por una juventud que ocupaba los espacios sociales
y políticos. Se multiplicaron los movimientos en
el mundo entero, guardando cada uno de ellos la
especificidad de su entorno y de su historia (Paz:
1971; Fuentes: 2005). La música, la moda, el
feminismo, el lenguaje, diversas reivindicaciones
generacionales irrumpieron en el escenario político,
muchas veces de manera sorpresiva y radical.
entrelíneas /23
En el caso de México, una simple disputa
entre grupos de jóvenes desató una desigual
enfrentamiento con las fuerzas del orden que acabó
por facilitar la organización de los estudiantes (Núñez
Jara: 1985). Muchos protagonistas o simpatizantes
se encargaron, en los meses y los años que siguieron
al 2 de octubre, de volver sobre los alcances, los
límites y las características del movimiento. En
este punto interviene un elemento crucial: el no
esclarecimiento del hecho, la inexistencia de la
condena de los responsables, la ausencia de duelo,
el intento del Partido Revolucionario Institucional
(PRI) en el poder de silenciar las voces para ocultar
la tragedia1. Habrá que esperar hasta 2007 y la
inauguración del Memorial del 68 para que exista
una respuesta institucional ante un hecho que
marcó a hierro candente las conciencias. En tal
marco, el deber de memoria comenzó a manifestarse
ante las censuras y silencios. La expresión artística,
en tanto, se hizo eco de manera inmediata de 1968.
sobre un texto iracundo sobre una reja
abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre
nosotros7.
Otra de las aportaciones tempranas de la poesía
fue el carácter intertextual y polifónico con el que se
leyó el movimiento. Poemas de José Emilio Pacheco
(“Lectura de los cantares mexicanos: Manuscrito
de Tlatelolco”) y de Juan Bañuelos (“No consta en
actas {Tlatelolco 1521 y 1968}”) (Campos: 1986; 8889 y 62-75, respectivamente) utilizan el palimpsesto
y la multiplicación de voces para darle coherencia a
la lectura de la tragedia8. El chiapaneco Bañuelos
incluye en su poema antiguos textos aztecas sobre
Luego de esbozar el panorama de la literatura la conquista (“… esparcidos están los cabellos, /
a finales de los 60, vamos a abocarnos al objetivo destechadas las casas, / enrojecidos sus muros”)
principal de estas páginas: una reflexión sobre y Pacheco compara la caída del bastión azteca de
la narrativa del periodo y en particular sobre dos Tlatelolco en manos de Cortés con la masacre de
obras, entre las más significativas (ver más abajo 1968, en una continuidad histórica que articula la
para los otros títulos), que tratan directamente de voz de los vencidos (“Golpeamos los muros de adobe
1968 o que son su consecuencia: El gran solitario de / y es nuestra herencia / una red de agujeros”).
Palacio de René Avilés Fabila (1971)2 y La plaza de Volvemos a encontrar estos recursos en la narrativa
Luis Spota (1972)3.
del periodo.
Marcas de su tiempo
Es sabido que la poesía manifestó una reacción
inmediata y raigal ante la masacre, como lo
demuestran las antologías publicadas por Marco
Antonio Campos en 1980, por Miguel Aroche Parra
en 1972, 53 poemas del 68 mexicano, Poemas sobre el
movimiento estudiantil de 1968 o más recientemente
El libro rojo del 68. Poesía gráfica social. Movimiento
estudiantil. 1968-2008. Los nombres de José Emilio
Pacheco, Juan Bañuelos, Octavio Paz, Rosario
Castellanos, Jaime Sabines aparecen de manera
directa o indirecta como instigadores de una poética
“de renovación”4; Leopoldo Ayala5 figura entre
aquéllos que habiendo participado en el movimiento
emprendieron luego una carrera literaria6.
Si la poesía se manifestó inmediatamente para
hablar de Tlatelolco, la masacre y la censura hicieron
renacer el género testimonial (que tenía antecedentes
en las crónicas del siglo XIX y de la revolución
de 1911), que fue un recurso al que apelaron
protagonistas o simpatizantes del movimiento. Los
ejemplos más conocidos son La noche de Tlatelolco
–texto polifónico- de Elena Poniatowska y Los días
y los años de Luis González de Alba, obras que son
a su vez testimonio vívido de hibridación y mezcla
genérica9. Esta proliferación del testimonio, y los
cuestionamientos que con el paso del tiempo ofrecía
la perspectiva histórica, se constituyeron como una
forma de revisitar el pasado (González de Alba,
Guevara Niebla, Tita Avendaño, Paco Ignacio Taibo
II, que también escribió sus post-datas al 68) (Taibo
II: 2008). Del mismo modo, el ensayo y la crónica se
plantearon el análisis, la glosa, el comentario sobre
el Movimiento Estudiantil. Cada aniversario (1978,
1988, 1998, 2008) ve multiplicarse las publicaciones
que pretenden revelar –a veces de manera exitosanuevos entretelones y perspectivas críticas sobre los
acontecimientos.
En los textos de los poetas consagrados se manifestó
enseguida uno de los temas capitales para la
narrativa del 68: la memoria y la denuncia de las
pantomimas del régimen. El poema de Rosario
Castellanos, “Memorial de Tlatelolco”, grabado en
la estela fúnebre de la Plaza de las Tres Culturas, es
Entre tanto, los narradores que se ocuparon del
premonitorio:
68, ya sea como tema central o anexo, son también
numerosos, amén de Avilés Fabila y Spota. Citemos,
Recuerdo, recordamos.
sin ser exhaustivos : Rafael Solana, Juegos de
Ésta es nuestra manera de ayudar a que invierno (1970); Juan García Ponce, La invitación
amanezca
(1972); David Martín del Campo, Las rojas son las
carreteras (1976); Ana Mairena, Cena de cenizas
sobre tantas conciencias mancilladas,
(1976); Gonzalo Martré, Los símbolos transparentes
24 / entrelíneas
(1978); Arturo Azuela, Manifestación de silencios
(1979); Gerardo de la Torre, Muertes de Aurora
(1980); Marco Antonio Campos, Que la carne es
hierba (1982); Antonio Velasco Piña, Regina: 2 de
octubre no se olvida (1987); Roberto Bolaño, Amuleto
(1999). Existen asimismo capítulos de novelas que
abordan el 68: Carlos Fuentes, Los años con Laura
Díaz (1999), Fernando del Paso, Palinuro de
México (1980) ; Julio Aguilar Mora, Si muero lejos
de ti (1979) ; Agustín Ramos, Al cielo por asalto
(1979); Leopoldo Ayala, Vencer o morir (2008).
Otros escribieron relatos contundentes, como José
Revueltas, que en “Ezequiel o la matanza de los
inocentes” compara la masacre de la Plaza de las
Tres Culturas con la de los santos inocentes (ya
mencionamos anteriormente la relación con el
pasado propuesta por otros escritores).
Ambos libros tienen un punto en común con el
testimonio sobre el 68: la inmediatez, la corta
perspectiva, lo que constituye a nuestro juicio
-como veremos más abajo- un elemento favorable
para medir el impacto del Movimiento en la
narrativa de la época. Nos interesan dos aspectos del
cuestionamiento que aportan: uno que podríamos
calificar de lingüístico, de médium (en el sentido que
Walter Benjamin le confiere al término), el otro de
orden temático.
En efecto, desde época muy temprana (en los años
20) Benjamin elabora un principio de reflexión que
utilizará a posteriori de manera recurrente: por un
lado, la consideración del lenguaje como mediador
de la comunicación y no como un útil de la misma;
por el otro la voluntad firme de captar el objeto de
investigación en tanto que estructura, con sus leyes
En 2007, Greco Sotelo reiteraba una idea y mecanismos propios.
compartida con otros lectores de la literatura de
Tlatelolco10: la ausencia de una gran novela sobre
1968 (como lo fueron en sus dominios respectivos las
antologías y algunos libros para la poesía, la obra Dos novelas
de Poniatowska para el género testimonial o incluso
La representación estética del horror escoge
Rojo amanecer de Jorge Fons para el cine).
temáticas que se refieren a episodios precisos de la
la poesía, las artes plásticas,
Si nos concentramos en la ficción, es imprescindible historia. La narrativa,
12
el
cine,
la
música
del
68 se refieren de manera
señalar otro fenómeno que irrumpió en la prosa
obsesiva
a
ese
gran
agujero
de la historia mexicana
mexicana desde mediados de los 60: la llamada
que
es
la
masacre
del
2
de
octubre
en la Plaza de las
“literatura de la onda”, producto de la obra de jóvenes
Tres
Culturas.
Marco
Antonio
Campos
escribe:
escritores que utilizaban un lenguaje desenfadado,
urbano y que rechazaban el sistema. Sus autores
Confieso un asombro: como en los poemas,
más visibles fueron José Agustín, Parménides
novelas, reportajes, composiciones plásticas,
García Saldaña, Gustavo Sainz. Este último publicó
etc., el tema obsesivo y sangrante en estas
en 1965 la novela Gazapo, que tratando de manera
narraciones es la matanza del 2 de octubre en
inconformista la realidad de México D. F. tuvo un
Tlatelolco: más que importantes momentos
éxito inmediato: agotó en pocos meses seis ediciones
del proceso del movimiento, la culminación.
de tres mil ejemplares y fue rápidamente traducida
Como si los mexicanos no pudiéramos (no
a catorce lenguas. Como es sabido, esta generación
quisiéramos) ver a menudo más allá de la
practicaba una prosa irreverente, que cuestionaba
hoguera de los sacrificios13.
las formas de narrar, incorporando el discurso oral,
las técnicas como el uso del grabador (como también
En las dos obras que estudiamos impacta
hicieran por los mismos tiempos Luis Zapata), la desde el título la voluntad de inscribir la gesta
lengua urbana del D.F., cierta indiferencia política memorialística en un territorio: la Plaza de las
y aportando temáticas como el sexo, la droga, la Tres Culturas (Spota) o el Zócalo (Avilés Fabila).
música pop y rock, la crítica generacional a los Ambas espacialidades corresponden a otras tantas
adultos (la “momiza”)11. Sin embargo, es indudable representaciones políticas traducidas en un lugar
que los cuestionamientos al canon literario mexicano físico y pretenden anclar en la ciudad dos mojones
habían comenzado antes, con la prosa incandescente que se contraponen al olvido propugnado por el
de Juan Rulfo, con las novedades técnicas aportadas PRI. En la “Introducción, la quema de vanidades
por Agustín Yáñez y sobre todo por Carlos Fuentes o el medio ambiente” (p. 15), Avilés Fabila sitúa la
(La región más transparente es de 1958) –que lapida acción de una “fiesta cívica” en un jardín público,
al PRI, al realismo y hace nacer la literatura urbana como una especie de farsa que gira alrededor de
mexicana- o con las transformaciones mágicas del la figura del palacio, el Señor Presidente y que la
indigenismo que aportó en su momento Rosario desmitifica; en la novela de Spota, en medio de
Castellanos con Balún-Canán (1957).
un diálogo entre dos personajes que se aprestan a
secuestrar a uno de los responsables de la masacre,
Valga esta rápida introducción para abordar la el narrador inserta en itálica un intertexo en el que
reflexión alrededor las dos novelas que nos preocupan las alusiones al espacio toman posesión del relato:
–tal vez las más comentadas- del periodo: El gran
solitario de palacio (1971) de René Avilés Fabila y La
Es un largo coágulo, cuya importación sólo
plaza (1972) de Luis Spota.
le es permitida a los que son poderosos o a
quienes, como él lo fueron, y con el sol la sangre
entrelíneas /25
encandilaba, y si se cerraban los ojos se podía
fácilmente, así nomás, echar marcha atrás y
volverse otra vez a aquella noche y escuchar
desde lejos, desde el jardín de San Marcos de
Tlatelolco, ese aullido de guerra, ese subir de
los gritos de los hombres jóvenes que estaban
peleando la vida (…) (pp. 15-16).
años 1960.
El gran solitario de palacio sigue un orden diegético
que corresponde a los acontecimientos de la masacre.
Ésta opera como un pivote que le permite realizar
saltos atrás y encadenar con efectos prospectivos
que van mas allá de la elección del candidato oficial
(p. 236)15. El libro se divide en 35 capítulos, a los
La ficción le disputa la posesión del territorio a la que se le agregan una “Introducción, la quema de
realidad represiva y pretende establecer una “verdad” vanidades o el medio ambiente” (pp. 15-32), un
o una “justicia” que opera como cartografía del “Anexo único o varios años después del movimiento
deber memoria. Esta actitud de rescate, de catálogo estudiantil” (pp. 241-245) y un “Epílogo” despojado,
memorial –qué hay que recordar-, adquiere un con tres palabras: “Carajo, qué soledad” (p. 247).
carácter coral, polifónico. Spota lo hace a su manera,
incorporando a la ficción una serie de materiales En el interior del cuerpo textual inserta registros de
escritos de distinta índole (ficción narrativa, poesía, diferente origen: volantes tendenciosos del Partido
crónica, testimonio, etc.), técnica que en su época de la Revolución Triunfante (p. 23 por ejemplo; el
le costó la acusación de plagio y la necesidad texto está encuadrado en el original).
de publicar una segunda versión expurgada14.
Le agrega a ellos lemas y consignas políticas,
canciones y una gran cantidad de diálogos que
Hermano :
procuran mostrar registros expresivos de diferentes
categorías socioprofesionales o generacionales del
El gobierno ha invitado a un comunista
D. F. en aquél entonces. Avilés Fabila, por su lado,
que viene a quitarnos nuestra Virgencita
también intenta mostrar la paleta lingüística de
y a destruir la familia. Reza para que
su tiempo, pero apelando para ello a discursos de
llueva intensamente y su avión no pueda
diferente nivel (político, periodístico, militante) y al
aterrizar.
cambio del punto de vista. Al darle la voz a uno de
los actores del Movimiento, el Cachuchas, despliega
Señor: del peligro rojo, sálvanos, por
un estilo desenfadado y juvenil, que le da colorido al
favor.
relato y confirma el despliegue imaginativo de una
generación, como lo repitiera tantas veces Carlos
Monsiváis:
parodias de crónicas periodísticas o de narraciones
-Y allí están las motos que les quitamos que exaltan al PRT y que se encadenan mediante
a los ojetes de la policía, las quemamos asteriscos y producen textos de varias páginas (pp.
con su propia gasolina y estamos 15-32), relatos –a veces bajo la forma de viñetaspreparados para cuando regresen. En protagonizados por jóvenes opositores. No existe
la noche hay guardia permanente y una estructura que sigue un hilo narrativo, sino
tenemos esto –señalaba un montón una sucesión de hechos múltiples, relacionados o no
de piedras, varillas arrancadas a los entre sí, pero que adquieren su unidad en la idea
bancos y botellas con gasolina-. Con los central de reivindicar el movimiento estudiantil y en
coctelitos nos defenderemos; ya estuvo criticar de modo virulento al Partido Revolucionario
bueno de soportar chingaderas. De ser Institucional (PRI) y todos sus acólitos (ejército,
prensa escrita y visual).
las víctimas (p. 118).
- Ojetes –exclamó el Cachuchas-, son
como chingomil” (p. 119).
Al collage lingüístico, acentuado por el no
respeto de la puntuación (párrafos que empiezan
con minúscula, frases intercaladas, pasajes escritos
enteramente con mayúscula, empleo variado de la
itálica, etc.) le corresponde una estructura similar,
es decir fragmentada, heterogénea. Como telón
de fondo a estas prácticas, están las experiencias
iniciadas una década atrás por Carlos Fuentes,
y también las propuestas de reconstrucción del
Nouveau Roman francés, de la poesía conversacional
de los 60, de Julio Cortázar, de Juan García Ponce
o –en el mismo momento- de Luis Zapata, la
“literatura de la onda”, las crónicas ilustradas
por fotos de Elena Poniatowska, y el conjunto de
innovaciones musicales y artísticas que recorren los
26 / entrelíneas
Los pasajes que ponen en escena a los políticos
oficiales tienen como contrapartida -a veces de
manera sucesiva y en la misma secuencia, otras
alternando los capítulos-, escenas que presentan
situaciones de militantes detenidos, golpeados o
ansiosos por conocer el destino de los presos y los
desaparecidos. Alternan del mismo modo la parodia
–que se vincula con los fragmentos que narran
circunstancias de los políticos oficialistas- al relato
experimental y realista.
El abuso del primer recurso y algunos errores
de construcción y articulación de los segundos
producen en el lector un efecto de saturación. En ese
marco, algunas parodias pueden parecer oportunas,
como las que se refieren a los intelectuales que
obedecen ciegamente al poder (las composiciones
musicales nacionalistas de un tal Heladio Pérez,
autor de Nopales y tunas por siempre; la escultura
del Caudillo realizada por Vargas López ; el libro
–“por fortuna inédito”- del licenciado y senador
Tomás González, Yo también te amo, Patria mía).
Empero, la insistencia que se constata también
en el uso del recurso paródico para caracterizar el
comportamiento de los jefes políticos es repetitiva y
perjudica la agilidad de la lectura.
Luis Spota, por su lado, construye la diégesis
de manera evolutiva, y el relato avanza desde el
secuestro de un antiguo represor por parte de siete
familiares de víctimas hasta su juicio y ejecución.
El relato del narrador, un hombre de alto nivel
social, alcohólico y obsesionado por la venganza
luego de la muerte de su hija Mina en la Plaza de las
Tres Culturas, es interrumpido por numerosos flashback que de manera polifónica trazan el retrato de
una generación. Intervienen en ellos el rector de la
UNAM Javier Barros Sierra, el presidente Gustavo
Díaz Ordaz, los comentaristas de la radio y de la
televisión, los dirigentes del Consejo Nacional de
Huelga (CNH), etc. Varios fragmentos retranscriben
un montaje grabado, polifónico, realizado por el
padre de Mina.
Pienso en el prisionero. Trato de imaginarlo
en la oscuridad de la jaula, sin saber cuánto
tiempo lleva allí; sin saber tampoco, qué hora
es; suspendido en la incertidumbre, a solas; a
solas, no; lo acompañan las voces, los gritos,
los ruidos horribles, los ayes, las descargas,
los silencios de la muerte, el tropel de los
tanques que alborotan la plaza de Tlatelolco.
De las que he organizado, esa cinta que él está
escuchando es la que más me satisface porque
fue la que más esfuerzo y más dolor exigió en
mí. Es la que resume todo. Amo esa cinta (pp.
186-187).
-Pretendo explicar lo que, a su vez, explicaría
a los muertos.
-¿Qué es eso?
-La maquinación preparada, la conjura…
-¡Otra vez el viejo cuento: la conjura…
Sí, otra vez. No podremos comprender
Tlatelolco si no conocemos cómo se gestó (p.
210).
La introducción de la polémica alrededor del
tema desempeña la función de recrear el debate que
acompañó a la masacre, presentando puntos de vista
contrapuestos que permiten aludir al problema de
la venganza ante la falta de justicia oficial y a la
argumentación empleada por el PRI.
Si bien esta novela, como la de Avilés Fabila,
cumple con su objetivo de denunciar al régimen,
la lentitud general de la acción y la confusión que
instalan los numerosos intertextos diluye el ritmo
narrativo. El relato no está separado en capítulos,
pero existe una cantidad importante de cortes o subbloques en el interior de los cuatro grandes bloques
que lo organizan. En los sub-bloques, el empleo
del intertexto puede ocupar páginas enteras. La
voluntad polifónica es loable, el resultado narrativo
lo es menos.
Tanto en La plaza como en El gran solitario de
palacio, la organización del sistema de personajes
responde a cierto maniqueísmo, que podríamos
caracterizar por la oposición entre a) los políticos
oficiales del PRI, los militares y granaderos
encargados de la represión (asesinatos antes,
durante y después del 68), los acólitos y clientes del
régimen (políticos, periodistas, intelectuales); y b)
los jóvenes militantes y adherentes al movimiento,
El desenlace de la novela corresponde a un los familiares y amigos. En ambas novelas, la
largo interrogatorio en el que los roles referenciales amplificación es uno de los recursos más empleados
se invierten: los familiares, víctimas del sistema, –en particular por Avilés Fabila- para nombrar la
someten a un juicio a los victimarios, encarnados corrupción:
por el político oficialista. La ausencia de justicia
y de investigación de la masacre en la realidad,
No. Ninguna festividad cívica está completa
encuentran su contrapartida en el acto de ficción
si tan sólo hay palabras; debe haber actos
que se propone como una restitución de la verdad,
concretos que demuestren repudio a los
o un “juicio” de la ficción ante la ausencia de
antipatrias. Hagamos ecos de las frases
respuestas de parte del Estado. Comienza hablando
del Primer Mandatario y sin servilismos
el secuestrado:
ni cortesanías trabajemos con él (El gran
solitario…, p. 15).
--Un recuento de lo que pasó a partir, no del
26 sino del 22 de julio, podría ayudar… Según,
Al fin llega el Caudillo y su inseparable
me dicen las cintas que me han obligado a oír,
séquito; para ellos música inflamada de pasión
ustedes sólo conocen un lado de la cuestión…
patriótica, marchas y cantos que muestran
la agresividad de nuestras raíces. Y luego,
-El de la verdad…
la Fanfarria presidencial. El director más
parece bailarla que dirigirla; la batuta cae en
-El de su verdad, quizá, pero no el de Toda la
el podio, sigue marcando los compases con las
verdad.
manos sin importarle la pérdida, eufórico (El
gran solitario…, p. 16).
-Los muertos existen, los muertos no pueden
ser olvidados.
La calle endurece a los muchachos. Adquieren
entrelíneas /27
De manera general, los razonamientos
argumentativos convencen en la exageración, en la
sátira, en la parodia. En El gran solitario de palacio
las actitudes, las voces y los nombres son fácilmente
identificables y su distorsión –desmitificaciónremite a referentes precisos: el Partido de la
-La sangre, ¿quién va a pagarla? Nuestros Revolución triunfante es el PRI, el Caudillo es el
muertos, ¿cómo vamos a vengarlos?)
candidato que se renueva sin cambiar mucho cada
sexenio –a tal punto que su identidad se esfuma-, el
Las voces solemnes responden:
periodista Babadowsky es Zabludowsky, la Semana
Deportiva Internacional es la Olimpíada. Los
-Que los padres controlen a sus hijos, para recursos retóricos y la intertextualidad confluyen
que no tengamos que lamentar muertes que en ambos textos en la elaboración de un discurso
no deseamos que se produzcan.
fragmentado, que recurre a modalidades diversas
(testimonio, teatro, sentencias, panfleto, discurso
Y las voces tristes lloran:
científico, jurídico, periodístico) y cuestiona de
-Devuélvanme el cadáver de mi hijo. Aunque paso los estereotipos narrativos, con la voluntad
esté muerto, dejen que yo lo lleve a enterrar de mostrar que el cuestionamiento ideológico del
Movimiento se prolonga en un cuestionamiento
(La plaza, p. 30).
de las formas de representación, que devienen
En esta última, el narrador observa algunos de fragmentadas y polifónicas, que reivindican el
los tabúes más arraigados en Occidente: el incesto, dialogismo de la novela y que procuran integrar los
la relación con menores. En efecto, cuando el cambios técnicos mencionados más arriba.
protagonista Domingo –cada uno de los personajes
En resumen, el cronotopo reúne el lugar de
oculta su identidad tras un pseudónimo que es un día
de la semana- evoca el pasado y la figura de su hija memoria con 1968. Las dos historias narradas
Mina, el recuerdo se impregna de sexualidad, de la están construidas alrededor de esa fecha y de dos
imagen de un voyeur que viendo se refleja. Atacar la lugares simbólicos (el Zócalo y la Plaza de las Tres
corporalidad implica un trabajo de deconstrucción Culturas). En tal contexto, Avilés Fabila procede a
una reconstrucción pertinente, al tomar el año de
del deseo que se propone chocar al lector:
la masacre como punto de mira para localizar los
y Mina con su breve calzoncito que errores del pasado y construir el porvenir. Esto le
revela más que oculta el vello denso de su permite pasear una mirada comprometida y a la
vientre, baile moderno con la vitalidad de sus vez distante, que sirviéndose de los recursos citados
dieciocho años, con la sensualidad aprendida anteriormente establece un distanciamiento crítico.
En cierto modo, El gran solitario de palacio, desde un
en este cuarto negro… (p. 20).
punto de vista temático, reactualiza los enunciados
(-Papá, ¿sabes que le gustas a Lita? de La región más transparente. Spota también
Tiene dieciséis años y ya, eh, love, love, love…? efectúa una tarea de reconstitución, con un montaje
Dice Lita que eres bello y los chavos juran que completo de los principales acontecimientos que
Lita es, on the bed, un fenómeno… Así que articula alrededor del 2 de octubre y que dan una
lanzándote, lanzándote,… La juventud está idea precisa de las características del movimiento,
acelerada.) (p. 21).
pero su compromiso con el futuro parece menos
evidente, en la medida en que descarta la utopía.
una Mina que ya no es, y me asusta Tal vez aquí se localicen los méritos de ambas obras:
admitirlo, la nenita que tropezaba en las ofrecer una mirada inmediata, comprometida,
mazurcas de los festivales del kindergarten ; y utilizar para ello recursos técnicos variados.
que sobresalía en la competencia de valses de Al mismo tiempo, las ficciones no están del todo
la secundaria; que es, y reconocerlo remueve estructuradas, son desiguales en intensidad y las
dentro de mí no sé qué secretas memorias, críticas al régimen son repetitivas. No son “la”
una mujer, una joven, apetecible mujer de novela del 68, pero son a su vez la consecuencia del
dieciocho años que se agita como si estuviera clima del periodo, que procede a efectos de inversión
copulando intensamente; que debe gozar el para cuestionar los mitos modernos (la figura
deleite de sentirse deseada, violada por los presidencial, las instituciones), los estereotipos
muchachos y las muchachas que la rodean y (la lengua, la construcción narrativa, los modelos
que, sin enmarcarla, la enmarcan; que no sabe, comportamentales), los tabúes (sexualidad, incesto,
porque no me ha visto, que la miro a ella con droga, cuerpo). Y desde entonces, para siempre:
los mismos ojos con que miro a las jovencitas lo prohibido es lo aceptable, lo reconocible, lo
que van a dejarse ver, desnudas, sobar en los comunitario. Lo que hay que hacer.
cafés de la Zona Rosa a los que asisto…” (p.
81).
educación política. Aprenden a sobrevivir a la
embestida granadera. Conocen que el silencio
es el ingrediente básico de la resistencia, y
ésta, el de la madurez. (Las voces iracundas
preguntan:
28 / entrelíneas
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entrelíneas /29
Notas
1 El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz recurrió también a la publicación de burdos panfletos para denigrar
al movimiento. Ver : ¡El móndrigo ! Bitácora del Consejo Nacional de Huelga, México, Alba Roja, 1969.
2 Avilés Fabila René, El gran solitario de Palacio, México D. F., Nueva Imagen , 2001 (1971).
3 Spota Luis, La plaza, México, Planeta (col. Booket), 2006 (1972).
4 El 68 contribuyó también al redescubrimiento de autores como Efraín Huerta, antiguo compañero de
ruta de Octavio Paz.
5 O el propio Marco Antonio Campos. Ver por ejemplo su poema : « Hay fechas que vuelven
/ como iluminación o niebla repentina.
/ Tú no sabías entonces que esa fecha
/ sería como cuña de plata en pleno oro.
/
Como una canción que niega hasta las lágrimas,
/ como una emoción que niega hasta las lágrimas,
/ te
vuelven -se graban- dos imágenes,
/ se vuelven sagradas dos imágenes:
/ cuando entras al atardecer por 5
de Mayo
/ frente a Bellas Artes y la sensación
/ de la multitud en plaza del Zócalo
/ picoteada por miles
de puntas de alfileres en luz (…)
(1995) (De «Los adioses del forastero», 2002).
6 Señala Ayala en La Guirnalda Polar (http://lgpolar.com/page/read/545): « El poema es colectivo, contiene
versos plurales, consubstanciales, unísonos: ‘Oh, Patria, / fosa común / donde estamos con la mitad del
cuerpo adentro, / la otra mitad se ha puesto a caminar’ escribe Bañuelos. Surge, incisiva, la versificación
de Rosario Castellanos: “Recuerdo, recordamos / hasta que la justicia se siente con nosotros’. De Thelma
Nava es la voz que incendia la sangre en: ‘Ellos ignoran que los muertos crecen’. En la metáfora pura:
‘Aquí con mis hermanos. / Aquí con mis hermanas, el puño es una sílaba’, de González Rojo, ‘... Con su
deshojazón de piernas, de ojos, de manos, / de gritos despetalados por la bayoneta rígida’, de López Moreno. ‘Como si la distancia entre un brazo / y la cabeza / se midiera con miles de baldosas’, de Mario
Ramírez: ‘Yo tenía la edad que no he borrado”, de Leroy. La poesía se escribe con rebeldía, frasea su
propio coraje, su responsabilidad, su ‘nuevoaliento’’. Se llena de pueblo y sale al paso, avanza en la boca
de pie, acciona en el corazón, acusa en el hecho y provoca la nación del poema. La memoria es poesía. Ni
siquiera la guerra muda contra el presente puede exterminarla. Los pueblos nunca olvidan. Nuestro pueblo conoce de memoria a la memoria, la hace presente, la hace viva; la poesía sostiene a la memoria ».
7 Castellanos Rosario, « Memorial de Tlatelolco », en Campos Marco Antonio, Poemas y narraciones sobre
el movimiento estudiantil de 1968, México D. F., Universidad Nacional Autónoma de México, 1996 (1980
para la sección correspondiente a los poemas) ; p. 47 ; el énfasis es nuestro. En el mismo volumen se halla
un poema de Eduardo Lizalde (“Oh, César”; pp. 52-55), en el que la figura del presidente o del alto funcionario priísta es comparada de modo satírico a la del tirano.
8 Aludimos a la presencia del pasado en tanto que recurso técnico. Nos alejamos de toda concepción esencialista de la historia. Como dice el propio Paz : « El mexicano no es una esencia sino una historia (…) En el
Laberinto de la soledad me esforcé por eludir (claro, sin lograrlo del todo) tanto las trampas del humanismo
abstracto como las ilusiones de una filosofía de lo mexicano (…) » (Paz: 1971).
9 A tal punto que críticos como Greco Sotelo consideran el libro de González de Alba como « novela » (ver
VV. AA, op. cit.).
10 Ver también Toledo Alejandro, « El invierno de nuestras desdichas : Apuntes sobre el movimiento estudiantil de 1968 en la novela mexicana », en www.148.226.12.104/bistream/123456789/925/21998108P13
3;pdf (consultado el 6 de marzo de 2011).
11 Escribe al respecto Emmanuel Carballido : « Gustavo Sainz encarna entre nosotros a un nuevo tipo de
narrador, culto en su oficio y al día. Es probable que no descienda de nuestra tradición novelística (Lizardi,
Altamirano, Rabasa, De Campo, Azuela), y casi seguro que no se ha planteado los problemas que hasta
hace poco tiempo desvelaban a los prosistas (los dilemas nacionalismo-universalismo, realismo-imaginación, arte comprometido-arte lúdico). Mexicano porque nació, ha crecido y escrito en México, Gustavo
Sainz es un narrador que por sus temas y procedimientos puede ser leído y admirado, como brillante
aprendiz de escritor, en cualquier país que haya dejado atrás el desarrollo insuficiente.»
Esta nota fue publicada en el suplemento cultural de Siempre, La cultura en México, n° 210. Ver : http://
degazapo.blogspot.com/2006/09/gustavo-sainz-una-obra-que-rompe-la.html (consultado el 8 de marzo de
2011).
12 Una gran cantidad de letras de canciones toma como eje la masacre, incluso algunas de época reciente (bandas Tex Tex, Maldita Vecindad, Banda Bostik, Panteón Rococó ; ver : http://www.youtube.com/
30 / entrelíneas
watch?v=_xrX_5RnV-s
http://www.youtube.com/watch?v=8qGqbylxR1A&feature=related;http://www.youtube.com/
watch?v=ul1KoTFsJHk;http://www.youtube.com/watch?v=du5nIXbo49E). Cantautores como Judith
Reyes u Óscar Chávez realizaron propuestas más amplias, con la intención de captar las diferentes expresiones del movimiento así como la represión conducida por las autoridades. Ver entre otros : http://www.
youtube.com/watch?v=N_4J1pY_wqE;http://www.youtube.com/watch?v=gMBST79v4jU&feature=rel
ated; http://www.youtube.com/watch?v=-B7b2VrMm-4&feature=related. Los montajes realizados para
la presentación en youtube reactualizan las versiones de la lectura de la historia y agregan un matiz suplementario a la representación estética. Tenemos aquí una pista de estudio que merece ser explotada en el
futuro.
13 Campos Marco Antonio, Toledo Alejandro, Narraciones sobre el movimiento esudiantil de 1968, Veracruz, Universidad Veracruzana, 1986 ; p. 9.
14 En la « introducción » el autor expresa su reconocimiento a los intelectuales que autorizaron la reproducción de sus textos : María Luisa Mendoza, Edmundo Domínguez Aragonés, Juan Bañuelos, Francisco
Martínez de la Vega, Víctor Flores Olea, Javier Barros Sierra, Octavio Paz, Rosario Castellanos, etc.
15 Recurso también empleado por Elena Poniatowska (ver bibliografía al final).
entrelíneas /31
Escritores adolescentes: cuando el consumo cultural deviene
producción escrita. Los casos de Crepúsculo y Harry Potter
María Victoria Wade
Argentina
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires
[email protected]
Resumen
Abstract
Exponemos un análisis de las Fan Fictions inspiradas en las sagas de Harry Potter y Crepúsculo,
producidas por adolescentes y publicadas en foros
cibernéticos. Estos textos literarios amateurs cuentan con su propio sistema de clasificación en subgéneros según su extensión y sus contenidos. Esto
será determinante a la hora de definir si involucran
o no un tipo de escritura madura y transformadora
del conocimiento. Las Fan Fictions guardan una
relación de hipertextualidad con las sagas originales, aunque plantean ciertas transgresiones respecto de ellas. Con una temática que gira en torno
al amor pasional y sexual de los personajes, que
permiten a los escritores animarse a escribir sobre
los temas más les atraen durante su adolescencia.
Esto los lleva a exponerse y hablar de sus propias
experiencias, gracias a lo que logran socializar e
identificarse con otros usuarios del foro.
We present an analysis of Fan Fictions inspired
in Harry Potter and Twilight sagas, produced by
teenagers and posted on online forums. These non
professional written texts have their own categorization in sub-genres according to their length
and content. This will be a determining factor
in defining if they involve or not a mature and
knowledge- transforming type of writing. Fan
Fictions keep hipertextual relations with original
sagas, although certain transgressions arise concerning them. With stories based on the characters’
passionate and sexual love, these fictions give the
writers the courage they need to write about what
they are most attracted by during adolescence.
This leads them to expose and discuss their own
experiences, by what they accomplish socialization
and identification with other forum users.
Palabras Clave: fan fiction, hipertextualidad,
transformación del conocimiento, transgresión, reconocimiento.
C
on el objetivo de indagar en torno a los
consumos culturales del género fantástico
en adolescentes, procedimos a analizar los
intercambios escritos que las lecturas de textos
fantásticos suscitan en el mundo online. Tomamos los
casos de las sagas de Harry Potter, de J. K. Rowling,
y Crepúsculo, de Stephenie Meyer, por tratarse de
dos de las producciones literarias juveniles más
exitosas de las últimas décadas, responsables, a la
vez, de una vasta red de comentarios, debates y
publicaciones en foros, blogs y redes sociales.
KEY WORDS: fan fiction, hypertextuality, knowledge-transforming, transgression, recognition.
también quería que Harry y Hermione terminaran
juntos.
Inducción
a la escritura en los adolescentes: el
universo de las Fan Fictions
El recorrido por estas publicaciones nos permitió
identificar los diferentes efectos que la lectura
de estas sagas provoca en sus seguidores, cuyo
ejemplo más interesante lo brindan las llamadas
Limitamos nuestro universo de análisis a chicos y Fan Fictions. Estas son escrituras producidas por
chicas de entre 11 y 17 años, provenientes de países los mismos lectores con la intención de continuar,
occidentales de habla hispana, que participan reformular o crear contenidos similares a las sagas
en comunidades cibernéticas en las que dialogan en cuanto a personajes, temáticas o género.
sobre las sagas en cuestión. Para dar cuenta de
Según la investigadora y docente argentina
cómo interactúan los jóvenes pertenecientes a este
Libertad
Borda, “la fan fiction es la escritura
universo, analizamos un corpus compuesto por
no
profesional
de relatos basados en ficciones
aquellas publicaciones circunscritas entre marzo de
audiovisuales
o
novelas
que extrapolan personajes
2008 y agosto de 2011 en las siguientes páginas web:
y
situaciones
para
insertarlos
en nuevas tramas”.
Los Foros de Harry Potter, Harry Potters, Doblar al
(Borda:
2008:
233).
Este
tipo
de escritura, cuyos
personaje, los Fan Fics sobre Crepúsculo publicados
inicios
datan
de
1967,
se
popularizó
y adquirió
en FanficsLandia, el Foro Twilight Argentina Alice
una
gran
difusión
con
la
llegada
de
Internet.
& Jasper y a la fan page de Facebook llamada Yo
32 / entrelíneas
Actualmente, circulan miles de escritos en la web
inspirados ya no sólo en productos audiovisuales,
sino también en textos y personajes provenientes de
la literatura, como aquellos presentes en los foros
analizados en esta oportunidad. Siguiendo a Borda,
lo que caracteriza a las fan fictions (o fics) desde sus
comienzos es el peso del feedback del público lector,
la presencia mayoritaria de escritoras mujeres y la
división en subgéneros (2008).
A estas características, aún presentes en los
escritos de los foros investigados, les podemos
sumar: la respuesta de los participantes a un código
implícito – de sistematización de las escrituras según
subgénero y personaje, por ejemplo-, la constante
actualización de la escritura a partir de las lecturas
de otras publicaciones del foro, la inclusión de
diálogos, y el uso de clisés y lugares comunes que
circulan en la literatura romántica.
dividen en Drabble (publicaciones de menos de 500
palabras), Viñetas (entre 500 y 1000 palabras), OneShot (superan las 1000 palabras y se desarrollan en
un solo capítulo) y Long (incluyen varios capítulos).
En los foros a los que remitimos, la mayoría de los
fics publicados son one-shots. Los escritores suelen
iniciarse en esta actividad redactando fics cortos y
concluyentes. Luego, a medida que van adquiriendo
mayor confianza y popularidad entre los foristas,
se animan a introducirse en la producción de
longs, publicaciones que por presentarse divididas
en varias entregas generan más comentarios del
público lector y sacan mayor provecho de las
opiniones y críticas recibidas para complacer
posteriormente a los receptores. Se vuelve evidente,
al seguir la progresión de estas publicaciones, cómo
van aceptando las sugerencias de sus lectores y
adecuando el producto a lo que éstos les reclaman.
También se suelen clasificar los fics según su
contenido. El subgénero slash, que según lo expuesto
por Borda relata el encuentro sexual imaginado
entre dos personajes del mismo género y al que se
alude separando con una barra -en inglés slash- los
nombres de los personajes involucrados, adquirió
nuevas variantes. Se hace uso de la barra también,
para referirse a relatos que incluyen relaciones
heterosexuales, por ejemplo: Bella/Edward, Katie/
Cedric, Draco/Bellatrix, etc. Se distinguen aquellos
slash heterosexuales de los homosexuales, por
medio de las inscripciones en sus títulos. En el
segundo caso se separan con la barra las iniciales
de los personajes en vez de sus nombres completos,
por ejemplo: PP/PC -en referencia a Pavarty Patyl
y Penélope Clearwater-.
Las críticas de la comunidad lectora son en muchos
casos el motor que impulsa a los escritores a seguir
con sus producciones. Lo que gusta o no de los textos
producidos, es tenido en cuenta por estos escritores
y se ve plasmado en la siguiente entrega. Luego de
cada publicación se busca conocer la opinión del
público, ya sea mediante encuestas o interpelando
directamente al resto de los lectores, quienes suelen
felicitar a los escritores si están conformes con su
publicación, o bien expresar su disconformidad
respecto a ciertos puntos con el fin de ayudarlos a
mejorar en su trabajo. Esto demuestra cómo este
tipo de producciones se alimenta de las opiniones de
sus lectores, tanto respecto del contenido como de la
forma, para mejorarse y continuarse. Así lo vemos,
por ejemplo, en algunas de las críticas a cargo de
Además del slash, existen otros términos
foristas de FanficsLandia:
comúnmente utilizados por los fans para clasificar
sus ficciones. Un ejemplo es el POV (Point of view)
La trama de la historia es buena, y como
en el que, contrariamente a lo que podría suponerse,
muchas dijeron al principio, la personalidad
no hay un real trabajo con el punto de vista o
de Bella no era así… Pero la mejoraste. Veo
perspectiva, sino un simple cambio de narrador que
que has usado muchas descripciones del libro, se anuncia en el título del fic. Incluso, en el caso de
te recomiendo que te aventures un poco más
Crepúsculo, se incluyen como POV algunos relatos
y pongas más de ti en las descripciones.
de fans que mantienen a Bella como narradora.
KalSakka (2011, 7 de julio) Él todo lo
Podemos decir que esto no es más que una
cambió. [Mensaje 14] Mensaje dirigido a
advertencia para el lector de quién es el narrador
http://fanficslandia.com/index.php?threads/
del texto con el que se va a encontrar.
fanfic-%C3%89l-lo-cambi%C3%B3Otros pretendidos subgéneros son el Ooc (Out
todo.18428/
of caracter), en el que se cambian completamente
las características de un personaje al insertarlo en
la historia, y el Lemon o Lemonade, historias en las
La división en subgéneros, por su parte, se ha que hay situaciones sexuales explícitas. A éstos se le
ido convirtiendo en un sistema de clasificación suma el OTP (One true pairing) que refiere a relatos
para los foristas, al que remiten a la hora de que involucran a aquellas duplas que según los fans,
organizar sus publicaciones y sus lecturas. El están destinadas a ser parejas - y casi siempre, en el
llamado subgénero del fic es incluido, en algunos texto original no lo son-, lo que genera controversias
casos, mediante abreviaciones en el título de la entre los foristas ya que no toda la comunidad
publicación. En nuestro primer contacto con el coincide sobre este punto.
título, podemos saber qué extensión va a tener el
texto, qué temáticas se van a tratar y quiénes son
A su vez estas escrituras se caracterizan por
los personajes involucrados.
adquirir, gracias a las repercusiones que generan
entre los fans del foro, un alto grado de autonomía
Una de las formas de clasificación de las fan respecto de los textos a los que remiten. Las fan
fictions se produce a partir de su extensión. Se
entrelíneas /33
fictions imponen sus propias reglas ajenas al mundo
de los personajes heredados de la ficción original.
Los lectores-escritores se involucran con sus propias
historias hasta tal punto que sus apreciaciones de los
personajes no están basadas en los textos originales,
sino en lo que los personajes han devenido en las fan
fictions.
Para dar cuenta de este fenómeno, nos
serviremos, como bien lo hace Borda (2008) de la
noción de hipertextualidad esbozada por Gerard
Genette (1989) en Palimpsestos: La literatura en
segundo grado. Las fan fictions ponen de manifiesto
algunas cuestiones que son comunes a toda escritura
de ficción: su relación con un texto previo. Genette
define la hipertextualidad como: “toda relación que
une un texto B (que llamaré hipertexto) a un texto
anterior A (al que llamaré hipotexto) en el que se
injerta de una manera que no es la del comentario.”
(Genette: 1989: 14)
De esta forma, todas las producciones amateurs
creadas por los fans en los foros son hipertextos
derivados de textos anteriores: las sagas de
Rowling y Meyer, con las que generan relaciones
de transformación y/o imitación. Ahora bien, a
medida que va creciendo su popularidad estos
hipertextos van independizándose gradualmente
de su hipotexto y alejándose de la mera imitación
del mismo. Se crean nuevas relaciones entre los
personajes, se los traslada a nuevos escenarios
y se vacía a los protagonistas de sus principales
características hasta el punto que dejan de verse
como los personajes de la saga insertos en nuevas
situaciones, y comienzan a ser nuevos personajes
conservando sólo el nombre de los hipotextuales.
A raíz del recorrido de los foros en cuestión, hemos
podido observar que los fan fics se han transformado
en un fenómeno en sí y que han llegado a tener,
en el mundo online, mayor repercusión que los
mismísimos hipotextos. Muchos de los usuarios del
foro reconocen haberse dejado encantar por Harry
Potter con sus libros pero que su verdadero fanatismo
y su auténtica “obsesión” se vieron potenciados
cuando conocieron el “maravilloso mundo de las
fan fictions”. Los adolescentes participantes del
foro hicieron que las sagas tomaran un rumbo
inimaginable para el resto de los lectores. A medida
que la popularidad de los fics fue creciendo, los
foristas continuaron las historias y los romances que
habían cobrado vida en un fic previo. Las fan fictions
fueron inspirando nuevos textos y deviniendo ellos
mismos en hipotextos de estas nuevas creaciones.
Esto demuestra en algún punto la tesis de Genette
respecto de la hipertextualidad: “no hay obra
literaria que, en algún grado y según las lecturas,
no evoque otra y, en este sentido, todas las obras son
hipertextuales” (1989: 19).
34 / entrelíneas
Procesos de composición de estas escrituras
A propósito de los trabajos cognitivos que
se llevan a cabo en estas prácticas de escritura,
vale la pena retomar los dos modelos de procesos
de composición escrita que los investigadores
canadienses especializados en educación, Marlene
Scardamalia y Carl Bereiter, han expuesto en
Infancia y Aprendizaje (1992). Según ellos, los
redactores pueden introducirse en dos tipos
diferentes de escritura a las que se pueden vincular
con la actividad de escritores inmaduros y maduros:
una de ellas implica “decir el conocimiento”,
mientras que la otra lo “transforma”.
En los foros analizados, si bien las escrituras ponen
en práctica relaciones intertextuales por medio de
las que recrean y transforman textos anteriores, nos
encontramos con casos de escrituras mayormente
inmaduras en las que no hay un verdadero proceso
de transformación del conocimiento ni un salto
hacia un estado de saber cualitativamente superior
que se refleje, por ejemplo, en novedades en cuanto
al estilo o procedimientos narrativos. Se trata de
publicaciones que, ajustándose a identificadores
de género – y subgénero – y a algunos tópicos
conceptuales vinculados principalmente a la
temática amorosa, no hacen más que llevar al
texto la información proveniente de su memoria,
alimentada principalmente por su experiencia
cotidiana y su contacto con los medios masivos. Por
estos motivos, podríamos en una primera instancia
entender estas prácticas de escritura como próximas
al modelo de “decir el conocimiento” expuesto por
Scardamalia y Bereiter (1992). La mayoría de estas
producciones implican una escritura improvisada y
falta de revisión, en la que el movimiento dialéctico
entre el problema de contenido y el retórico, propio
del modelo de “transformar el conocimiento”, está
ausente. Muchas de ellas repiten la fórmula y la
estructura de fics anteriores, los que funcionan en
este caso como identificadores de tópico y género que
sientan las bases para las próximas producciones.
De todas formas, vale la pena hacer una salvedad
respecto a los long fics. En este tipo de escrituras, el
hecho de que se publiquen capítulos escalonados y
que la audiencia sea tenida en cuenta para mejorar
y continuar cada uno de ellos, da cuenta de un
proceso cognitivo complejo, que si bien no involucra
indefectiblemente una actividad transformadora del
conocimiento, propone a los escritores un problema
de contenido y retórico que deben solucionar:
“reorganizar la información de acuerdo a las
necesidades del lector” (Scardamalia/Bereiter:1992:
52). Por esta razón, consideramos que los long fics son
aquellos que en mayor medida se aproximan a una
escritura madura y transformadora. Implican cierto
grado de planificación por parte del escritor, quien
dependerá de las repercusiones que su producción
tenga en el público virtual para plantearse nuevos
espacios-problemas a resolver. En algunas de
estas producciones, como, por ejemplo, en “Un
amor eterno como la llama del fénix” es notorio
cómo, a pesar de que la autora haya planificado
y organizado sus ideas antes de comenzar con la
escritura del texto, el éxito de su fic en el mundo
online y el constante pedido de los fans de continuar
la historia, la llevaron a recurrir a una escritura un
tanto más inmadura y menos premeditada en los
últimos capítulos.
Temáticas predominantes en estos hipertextos
En nuestro recorrido hemos podido observar
que hay una temática hegemónica en todos los
hipertextos que se comparten en este entorno
virtual: la del amor pasional y sexual. A excepción
de aquellos foros en los que la introducción de
relatos sexuales está prohibida y censurada por los
moderadores, en todas estas comunidades virtuales
los foristas se permiten escribir y fantasear
libremente sobre las aventuras y los deseos sexuales
de los personajes, explícitamente en algunos casos y
en forma sugerida en otros.
abundan las relaciones homosexuales imaginarias
que contradicen la identidad sexual del personaje
construida por los autores de los hipotextos.
Es importante atender al hecho de que la gran
mayoría de estos escritores adolescentes recurre a
frases hechas y a motivos trillados de la literatura
romántica para construir la escena del acto
sexual en vez de introducir imágenes sensoriales y
descripciones detalladas de lo que los personajes
sienten y piensan durante este encuentro. Esto nos
permite inferir que, probablemente, muchos de
ellos estén iniciándose sexualmente o, sin siquiera
haberlo hecho, buscan fantasear sobre este tema a
partir de sus escritos y se sirven de clichés narrativos
y lugares comunes a la hora de llenar los vacíos,
producto de su inexperiencia.
No todas las escenas sexuales que aparecen en los
fics están enmarcadas en el contexto de un relato
amoroso o romántico en el sentido en el que las sagas
nos lo presentan. Encontramos también relatos que
corresponden a escenas de seducción, perversión,
sadismo, violaciones y encuentros sexuales
violentos. Estas transgresiones en los escritos son
celebradas por los foristas, quienes intentan doblar
la apuesta al escribir su próxima publicación. En
el foro, todo es válido. Los adolescentes pueden
Vale destacar que en el caso de la saga de Harry fantasear y hablar sin escrúpulos de los temas
Potter, la introducción de esta temática en los que tanto les atraen pero que probablemente no
hipertextos implica un notorio giro respecto de los extrapolan más allá de la privacidad que el entorno
hipotextos, en los que la temática romántica es casi virtual les provee. Suelen acercarse en primera
nula y secundaria, respecto a otras temáticas como medida a estas cuestiones mediante el relato de las
la amistad, la magia y las aventuras, y el tema de acciones de sus personajes en los fics, para luego
la sexualidad está completamente ausente. En el hablar abiertamente y en primera persona de sus
caso de Crepúsculo, por el contrario, la sexualidad fantasías y sus deseos sexuales, lo que genera un
y el erotismo están abiertamente presentes en la mayor grado de complicidad y adhesión entre los
relación vampírica y amorosa de Bella y Edward, usuarios.
por lo que la recuperación de estas temáticas en los
hipertextos no debería resultar tan sorprendente.
Esto último nos deja en claro que la escritura
Sin embargo, es necesario reparar aquí en el opera aquí no sólo como un proceso creativo
significativo distanciamiento que estas escrituras sino también como motor de socialización y
presentan respecto de su hipotexto: la sexualidad reconocimiento. Pese a ser público y abierto, el foro
no es sólo una de las temáticas del relato sino que es percibido como un espacio en el que se pueden
hegemoniza todas las escrituras y se vuelve el compartir cuestiones íntimas y propias, en las que
punto central de la trama de estas ficciones. En el resto de los participantes se reconoce. De ahí
resumidas cuentas, estos textos no relatan más que que quienes frecuenten este espacio se identifiquen
diferentes encuentros sexuales. Todos los elementos mutuamente y se entiendan como pares, no sólo
que se introducen, desde las presentaciones de los debido a los consumos culturales compartidos,
personajes y los diálogos hasta las descripciones sino dado a que se identifican con los conflictos y
densas y trabajadas a las que suelen recurrir los situaciones que se exteriorizan en este entorno. Los
escritores, aparecen sólo con el fin de manejar la foros son percibidos como un lugar de refugio en el
intriga y crear un clima propicio para el relato de la que pueden abstraerse de todo lo que los rodea y
acción principal: el acto sexual sin censuras de los evadir ese mundo aparentemente conflictivo con el
personajes.
que deben convivir: el mundo de los adultos.
La homosexualidad es un motivo recurrente de
estas escrituras, hasta tal punto que los relatos de
romances y relaciones sexuales entre personajes del
mismo sexo constituyen un subgénero reconocido
por los escritores y lectores de fan fictions: el slash.
En los foros que conforman nuestro corpus se
mantienen las mismas tendencias ya enunciadas por
Borda en su investigación en relación con este tema:
Conclusiones
Estamos en presencia de ejemplares de la
literatura fantástica que no sólo atraen y fanatizan
a sus consumidores adolescentes, sino que también
los incitan a introducirse en nuevas prácticas
entrelíneas /35
socioculturales, relacionadas con actividades
de lectura y escritura, y mediatizadas por la
participación en foros y redes sociales cibernéticas.
Valiéndose de la interactividad, los foros se
transforman en un espacio propicio para el constante
intercambio y nuevas formas de interacción que
suscitan el mutuo reconocimiento.
Por medio del recorrido realizado, hemos podido
observar ciertas particularidades de este proceso
de lectura y escritura en el que los adolescentes se
involucran. En primer lugar, hemos demostrado
que a pesar de la meritoria capacidad de estas
sagas de formar nuevos adolescentes aficionados a
la escritura, casi nunca los incitan a incursionar en
nuevos géneros ni a producir una escritura madura.
en la intención de modificar las identidades de
los personajes –incluida su identidad sexual- o de
trasladarlos a escenarios inauditos.
En segundo lugar, podemos hablar de estas
producciones como un espacio para la transgresión
en cuanto a las temáticas que conciernen. Si bien
durante los últimos años, con la promoción de la
educación sexual en los establecimientos educativos
escolares, el tema del sexo fue perdiendo su carácter
de “tema tabú” entre niños y adolescentes, el
recorrido de sus producciones en los foros indicaría
que esto no ha sido abiertamente superado. El hecho
de que gran cantidad de foristas opten por hablar de
sexo en la intimidad que el entorno virtual les ofrece,
lejos del alcance de sus padres y otros mayores y, en
la mayoría de los casos, ocultos bajo un seudónimo
que no devela su identidad, da cuenta del carácter
prohibido del tema en este público. En este sentido,
es interesante cómo mediante estas escrituras, los
adolescentes tienen la capacidad de transformar
una novela “para niños y jóvenes”, a los ojos de la
industria editorial, en un relato en el que se puede
exteriorizar el deseo de lo prohibido y fantasear sin
restricciones sobre temas tabú.
Sin embargo, es menester reconocer su
capacidad de hacer posibles numerosas relaciones
de identificación y reconocimiento. Lo que alimenta
aquí el fanatismo contagioso y desmesurado son los
lazos emocionales que se generan a partir de estos
consumos. El proceso de lectura y escritura en el que
se introducen es una actividad que gratifica porque
es compartida. Las sagas de Crepúsculo y Harry
Potter, como tantos otros productos culturales,
La escritura funciona aquí, por lo tanto, como
operan como referentes en torno a los cuales se
construye una -frágil y poco duradera- identidad una forma de apropiación y consumo de estas obras
que queda plasmada en los intercambios que el foro literarias, en las que se recrea el producto con el fin
de ajustarse a las necesidades y deseos del público
hace posible.
que la industria cultural no es capaz de satisfacer.
Por otro lado, y ante el completo fracaso de la La necesidad de dar vida a sus personajes favoritos
industria de la cultura de introducir temáticas y empujarlos hacia nuevas aventuras, lleva a los
vinculadas con los intereses más radicales de los lectores a introducirse en prácticas de escritura en
adolescentes en estas producciones masivas, las las que buscan plasmar todas aquellas cosas que
escrituras amateurs que producen les facilitan el les hubiese gustado leer en sus sagas, pero que
ámbito en el que pueden resarcir por sí mismos sin embargo están ausentes. Estos adolescentes
las falencias de los hipotextos. De ahí las infinitas se introducen en la escritura, estimulados por la
transgresiones que sus publicaciones de ficción nos necesidad de exteriorizar sus deseos, reconocerse en
acercan. Transgresiones que operan, en primer lugar, los textos de sus pares y transformar las obras a la
al nivel de la obra y que se presentan en la búsqueda vez que las hacen propias.
de revertir los romances consolidados por la autora,
Corpus de trabajo:
Doblar al personaje. Recuperado
en Agosto de 2011 de http://www.
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Recuperado en Agosto de 2011 de http://
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com.ar/foro/
Los foros de Harry Potter. Recuperado
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Facebook Fan Page: Yo también quería
que Harry y Hermione terminaran
juntos. Recuperado en Agosto de 2011
de https://www.facebook.com/#!/pages/
Yo-tambi%C3%A9n-quer%C3%ADaque-Harry-y-Hermione-terminaranjuntos/168202329919803
Facebook
Fan
Page:
Twilight
(Crepúsculo) Argentina. Recuperado en
Agosto de 2011 de
https://www.facebook.com/topic.php?u
id=32416357658&topic=9360#!/group.
php?gid=32416357658
Referencias bibliográficas
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escrita”, Infancia y Aprendizaje, nº 58,s.f, pp. 43-64.
Borda, Libertad (2008): “Fan Fiction entre el desvío y el límite”, P. Alabarces y M. G. Rodríguez (comps),
en Resistencias y mediaciones: Estudios sobre cultura popular, Buenos Aires, Paidós.
Genette, Gérard (1989): Palimpsestos: la literatura en segundo grado, Madrid, Alfagura.
36 / entrelíneas
Recordando a W. Benjamin: del flâneur moderno
al cronista urbano neobarroco
Alicia Montes
Facultad de Ciencias Sociales y Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires
[email protected]
Resumen
Abstract
Los textos de Walter Benjamin sobre Paris, construyen un paradigma de lectura y representación
de la ciudad que, reciclado y sometido a creativa
turbulencia, se evidencia no solo en los procedimientos de escritura de la crónica posvanguardista
(sus modos de recorrer/leer la ciudad, detenerse en
los detalles triviales convertidos en alegorías del
sistema neoliberal, su trabajo con lo fragmentario),
sino también en la representación de lo urbano
como espacio de tensiones y conflictos entre centro
y periferia. Este modelo de lectura es también decisivos en la configuración de la mirada del cronista.
Por estas razones, el objetivo de este trabajo será
analizar la manera en que este tipo de relatos urbanos reciclan y refuncionalizan el paradigma de lectura benjaminiano sobre la ciudad, para constituir
su discurso sobre las megalópolis latinoamericanas
del último tercio del Siglo XX y la primera década
del Siglo XXI.
Walter Benjamin’s writings about Paris, constructed a paradigm of reading and representation of
the city, which recycled and subjected to creative
turbulence, not only reveals about the writing
procedures of the post avant-garde chronicle (their
way of walking / reading the city dwell on trivial
details turned into allegories of the neoliberal
system, its work with the sketchy), but also in the
representation of the urban as a space of tension
and conflict between centre and periphery. This
reading model is also determinant on the reporter’s
view. For these reasons, the aim of this paper will
be to examine the way in which this type of urban
chronicles recycle and reshape Benjamin’s reading
paradigm.
KEY WORDS: Benjamin, flâneur, chronicler, writing
matrix, city.
Palabras Clave: Benjamin, flâneur, cronista,
matriz de escritura, ciudad
E
n los comienzos del este siglo, Beatriz Sarlo
sugirió la necesidad de “Olvidar a Benjamin”
debido al predominio, en la academia, de cierta
“canonización simplificadora” (Sarlo:2000:87) que
habría afectado los hallazgos más originales de
este crítico alemán en torno a la ciudad moderna,
materialización de las fantasmagorías propias del
capitalismo, a través de un uso ‘ bárbaro’ que “no
le reconoce a sus textos ninguna autoridad que no
sea la de los nombres .” (90)
Sin tener como objetivo llevar a cabo un
análisis pormenorizado de estas afirmaciones que
en principio, por su alto grado de generalización,
resultan demasiado simplificadoras, considero que,
lejos de olvidar a Benjamin, es necesario recuperar
y poner en evidencia la huella que sus ensayos sobre
la ciudad, en especial los dedicados a París, han
dejado en la institución literaria, como un modo
de reconocer en estos trazos la enorme fecundidad
de sus aportes, y de las operaciones de reciclaje y
37 / entrelíneas
consumo productivo (Calabrese:1987:165-169) a las
que fueron sometidos. No se trata de determinar
aquí cuáles son los usos ortodoxos de la producción
benjaminiana, y si es lícito o no mezclarlo con los
escritos culturalistas de autores como Richard
Sennett, Marc Augé, Jean Baudrillard y Michel De
Certeau, o del postestructuralismo, sino analizar
la pervivencia de su impronta. transformada
en una serie de escritos que tienen por tema la
ciudad, y han alcanzado en los últimos decenios
un lugar importante en la literatura, saliendo del
lugar marginal en el que durante mucho tiempo
circularon.
Me refiero al modo de reapropiación turbulento y
creativo que de sus iluminaciones ha hecho la crónica
urbana posvanguardista1 en Latinoamérica, a partir
de los años 70. Este tipo de crónicas constituye
un corpus heterogéneo y bastante inasible en
términos formales de relatos que, lejos de convertir
las intuiciones de la mirada microscópica sobre lo
entrelíneas /37
cotidiano que caracterizan a Benjamin en vulgata
académica o “jarabe puramente léxico” (Sarlo:99),
las usa de modo productivo, muchas veces anómalo,
llevando al límite sus posibilidades interpretativas
y escriturarias sobre la ciudad, al reconducirlas a
una representación (neo)barroca de la experiencia
urbana en tiempos del capitalismo tardío.
La crónica posvanguardista reelabora las ideas
y las constelaciones e imágenes dialécticas de
Benjamin, transformándolas en operaciones políticas
de escritura que cepillan a contrapelo y polemizan con
los lugares comunes y los estereotipos que los medios
utilizan para construir ciertos imaginarios sobre la
ciudad, funcionales a sus intereses empresariales o
a los poderes ocasionales de los que son operadores
ideológicos. Muy lejos de la fantasmagoría de
neutralidad y objetividad en que se sostiene el
discurso del periodismo, el cronista urbano sabe,
como había advertido críticamente Benjamin
al referirse a las “fisiologías” del siglo XIX, que
observar y emitir un discurso sobre lo observado no
es sinónimo de conocer (Benjamin:1980:76) y que
el otro en su compleja realidad es insondable aún
para aquél que pretende registrar y dar espacio a
su palabra. Reconoce también que asume la tarea
imposible de narrar lo real y se obstina en ella por
imperativo ético y político a pesar de la recurrente
constatación de que el otro siempre excede el
discurso y se le escapa: “Retuve sus ‘cuáis’, su ‘luz’,
su ‘tira’; transcribí las cintas de la grabadora y en la
noche me senté en la cama a preguntarme: ‘Qué se
yo de los que trabajan en México?” dirá, así, Elena
Poniatowska (2006:370).
El narrador en la crónica es consciente, como
Benjamin, de que en los medios se ha sustituido
el antiguo relato por la información y, aún, a ésta
por la mera sensación (sensación de inseguridad,
sensación de caos, sensación de indefensión,
sensacionalismo) y que, en esas operaciones se ha
vaciado la posibilidad de comunicar la experiencia,
toda vez que sus noticias se basan en una serie
de principios periodísticos cuya finalidad no es
la apropiación por parte de los lectores de la
información, sino justamente la exclusión de los
acontecimientos del ámbito de la experiencia,
para imposibilitar la constitución de un saber.
Por ello su discurso busca la novedad efímera y sin
articulaciones, en la medida en que cada información
nueva sustituye rápidamente a la anterior sin dejar
traza. El periodismo elige la comunicación rápida,
breve, eficaz, por lo sencillamente inteligible, y
desconecta las noticias entre sí, a través del estilo y
de la compaginación discontinua, de modo que se
pierda la lógica que las vincula. Esta es la principal
razón por la cual las informaciones no se conservan
ni entran en la tradición como ocurría con los
antiguos relatos (Benjamin:1986), al mismo tiempo
que reproducen el modus operandi de la producción
estandarizada en la que las marcas del productor
han desaparecido:
La narración no pretende como la información
comunicar el puro en si de lo acaecido sino que lo
encarna en la vida del relator, para proporcionar
38 / entrelíneas
a quienes escuchan lo acaecido como experiencia.
Así en lo narrado queda el signo del narrador como
la huella de la mano del alfarero sobre la vasija de
arcilla (Benjamin:1986:92).
Por consiguiente, empleando estrategias diferentes
a las del relato tradicional, que en la era burguesa
se ha vuelto insostenible (Benjamin:1994:165),
la misión de la crónica es dar lugar a una nueva
configuración del arte de narrar, que no reproduzca
la apariencia ilusoria de la obra orgánica ni pretenda
que se puede “reflejar” la realidad, para así trazar
un límite claro entre narrativización erótica, lúdica,
deformante, subversiva de los fenómenos propios
de las grandes urbes y noticia, desde un lugar que
la ubica entre la literatura y el periodismo. Y es
justamente este lugar entre, que disloca los modelos
perceptivos, el que le permite sostener una verdad
histórica contestataria, estableciendo un espacio
de combate a través del lenguaje que se opone al
discurso maniqueo y comunicacional de muchos de
los medios a través de los cuales circula.
Así, los procedimientos de los ensayos
benjaminianos se convierten en matriz y
forma, y no palabra-fetiche, de un tipo de
relatos testimoniales con figuras y estructura
posvanguardista y contemporánea cuya emergencia
es el resultado de las transformaciones históricas de
un género con una larga tradición en Latinoamérica
(Rotker.1991). Las crónicas de escritores como
Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Edgardo
Rodríguez Juliá, José Joaquín Blanco, Juan Villoro,
Pedro Lemebel, Maria Moreno, por solo nombrar
algunos, cruzan los procedimientos estéticos de la
posvanguardia, muchas veces con desprejuiciado
gesto camp, con los paradigmas teóricos propios
del postestructuralismo y el culturalismo. Modelos
de lectura antidisciplinarios, impuros e inestables
epistemológicamente hablando, como bien señala
Jorge Panessi (2000:113-114), que ponen su acento
en el estudio de la cultura y que, en muchos sentidos,
tienen en Benjamin un precursor y un marco de
referencia insoslayable no solo por el objeto que
recortan sino por su discurso complejo, laberíntico,
paratáctico y la mirada miope (Calabrese:148) que
la caracteriza.
De esta manera, a través de escritos híbridos,
discursivamente hablando, y
proteicos en
términos genéricos, las crónicas llevan a cabo la
tarea de narrativizar las prácticas y rituales de la
vida cotidiana en la ciudad y la cultura urbana,
convirtiendo este espacio en desaforado escenario de
las contradicciones propias del neoliberalismo y de
las complejas relaciones que a modo de hegemonía
pero también de resistencia, sumisión o negociación
se dan entre centro y periferia.
En estos relatos urbanos, la figura del cronista
es un elemento crucial porque su carácter inestable
y descentrado permite el surgimiento de un espacio
ventrílocuo y polifónico para narrar la experiencia
de los habitantes de la ciudad y las tácticas que
ponen en juego para habitarla (De Certeau:1996).
Sin pretensiones de totalidad y a partir de diferentes
posiciones enunciativas, este narrador recupera,
recicla o parodia las paradójicas inflexiones del
flâneur benjaminiano y, cómo él, “en ningún lugar
se encuentra cómodo” (Benjamin:1986:134).
Así, puede transformarse en el paseante que
camina lentamente, a contrapelo de la aceleración
automatizada que impone el ritmo de lo cotidiano
y sus rituales colectivos, y se detiene a mirar la
ciudad, crítico miope y voyeur gozoso, a través
del velo de la multitud, para reconocer en ella las
ilusiones y los imaginarios que propone el sistema,
y darle, entonces, ojos a la masa amorfa y ciega
de los que pasan tal como hace Carlos Monsiváis
en la ciudad de México que define en términos
metafóricos y demográficos como “la demasiada
gente”, “multitud que rodea a la multitud”, “el
gran hacinamiento”.
El cronista puede ser también, ubicado entre
el ensayo y el relato, un crítico cultural que ve
la ciudad como un laberinto tensionado en el
oxímoron de sus múltiples sentidos, para reconocer
los diversos territorios que conviven superpuestos o
enfrentados en ella. Descubre así, como José Joaquín
Blanco, hasta qué punto el imperio del consumo
traza la diferencia entre una ciudad-simulacro
utópica y elegante en la que nada desentona y reina
la felicidad, y una ciudad oscura, sumergida, que
sobrevive gracias a las promesas de una ilusión que
nunca se va a concretar.
Salí a la madrugada. Que nadie piense que
todo estaba quieto. Las verdaderas ciudades son de
neón como Las Vegas u Osaka. (…) Allá afuera la
pasión hervía en la violencia de los que se trenzaron
a la salida del Fantástico y el Latino, los que hacían
trampa mientras jugaban a las cartas ante las mesas
de cemento de la plaza remodelada. La sangre de
los celosos se derramó por la vereda, allí donde cada
provincia, cada arrabal, marcaba una Ley que se
defendía con el puñal o el combate cuerpo a cuerpo.
La policía llegó tarde y de civil, para levantar
coimas.(2007:28-29)
Muchas veces, organiza su escritura en torno al
detalle epifánico y convierte lo trivial en principio
constructivo de un relato que resulta espejo
deformante y fragmentario de lo dado y deja entrever
sus contradicciones y deformidades. Operación que
queda de manifiesto en las estrategias que pone
en marcha Marcelo Cohen en “Consolación por
la baratija”, texto que bajo el ímpetu expansivo
y proliferante del lenguaje neobarroco y el gesto
irreverente del camp despliega un relato- homenaje
acerca del Once, que es también visión crítica de la
sociedad argentina postmenemista. En él, además y
de paso, se juega irónicamente con algunos tópicos
… y una tarde ociosa y sabatina del final del verano
me trepé en Chapultepec a un pesero rumbo a
Satélite, dispuesto a tachar uno de esos múltiples
ítems que conformaban la lista de lo que aún
desconoceré cuando cumpla 28 años.
En el terreno visual, la ciudad de México es, sobre
Creía prever esta crónica; durante el trayecto casi
todo, la demasiada gente. Se puede hacer abstracción la había redondeado mentalmente; una diatriba
del asunto, ver o fotografiar amaneceres desolados, contra el consumo ciudadano en un lugar tan obvio
gozar del poderío estético de muros y plazuelas, que no requiere el insulto: basta el registro objetivo
redescubrir la perfección del aislamiento, Pero en el de algunos detalles. Y efectivamente anoté en la
Distrito Federal la obsesión permanente (…) es la libreta de bolsillo con mi lápiz.(…) Se ostentan el
multitud que rodea a la multitud, la manera en que lujo y el “buen gusto” chafas característico de esa
cada persona, así no lo sepa o no lo admita, se precave clase media alta que se siente culta (cafés que se
y atrinchera en el mínimo sitio que la ciudad le llaman Mozart, pósters de Beethoven en las tiendas
concede, lo íntimo es un permiso, la licencia poética de aparatos) y refinada (reproducciones de pintores
que olvida por un segundo que allí están, nomás a galantes del siglo XVIII: damas lánguidas en su
unos milímetros, los contingentes que hacen de la boudoir con encajes desteñidos, pastoras, etcétera).
vitalidad urbana una opresión sin salida. (…) ¿Y (…) Las peluquerías se llaman, hegelianamente
qué es hoy , desde ángulos descriptivos, la Ciudad de ‘Estéticas’ , y cortar el pelo es -¡oh Laocoonte!México? El gran hacinamiento, el arrepentimiento ‘esculpir’. (…) Pero estas anotaciones no describen
ante la falta de culpa, el espacio inabarcable donde la plaza; aunque en lo concentrando y ostentoso,
casi todo es posible a causa del “el Milagro” esa reiteran a otros almacenes de prestigio. Lo particular
zona de encuentro del trabajo, la tecnología y el eran las personas que paseaban (…) Ninguna utopía
azar. (M0nsiváis:1995:17)
se parangonaba con Plaza Satélite; ya hubieran
querido los gringos ese garbo, esa pulcritud, ese
Otras veces, adopta la forma del esgrimista suave aire de dominio, esa serenidad.(…)
qué con gesto hábil y rápido sabe cómo caminar
Salí con la cola entre las patas, sin mi diatriba
entre esos cuerpos que cubren la horizontal de la beligerante (…) mis anotaciones (caligrafía Palmer)
mirada, y narrativiza esa vivencia tensionado por en la libretita de bolsillo se parecían en su fatigada
la fascinación y el horror de ese otro que lo rodea, inutilidad a las escenas que, en el camión apretujado
camina, trabaja, sufre, festeja, disfruta del ocio, (solo obreros y sirvientas me acompañaban en la
se resigna a una existencia marginal, o sucumbe ballena cafre), leía una trenzada chaparrita en
a la violencia propia del espacio urbano cuando una fotonovela donde irrealmente fotogeniaba el
irrumpen los códigos viriles de la cultura popular, galán Jaime Garza. La vencida expresión después
tal como ocurre en “Plaza Miserere” de María de turistear por la “opulencia” de los otros.
Moreno.
(Blanco:1978:s.p.)
entrelíneas /39
clave de las instantáneas de Benjamin sobre el evocadora de pasados perdidos, que entraña alguna
surrealismo (Benjamin:1980) y sus iluminaciones reflexión sobre los avatares de la crueldad y la
profanas:
violencia popular, camino que elige Sergio González
Rodríguez.
(…) demenuzado en chispas de mercancía, fui
únicamente ese barrio. Asimilado al centro de un
Un policía federal que presenció el hallazgo
mundo pletórico percibía distintamente miles de de un decapitado en Tierra Caliente de Michoacán
detalles y no había síntesis por hacer ni nada que menciona que la humedad olía a sangre, a flatulencia,
interpretar. Carteles e imágenes prevalecían sobre o algo indefinible y nauseabundo que el vientre no
su significado y me aflojaban la individualidad. alcanzó a digerir. “Es obvio”, dice: “el calor acelera
Pero, cosa rara, la embriaguez me libraba de esa la putrefacción y atrae la fauna cadavérica”. El
miopía cotidiana, para la cual el barrio del Once corte en el cuello de la víctima estaba fruncido
sería un mero bodoque mercantil plantado en medio hacia el interior, el cadáver vaciado de sangre.
de Buenos Aires. No. Yo había entrado en una zona Por el hueco sobresalía la columna vertebral. La
anómala en donde la baratija revolucionaba el piel amarillenta Allá lo arrojaron. No resistió la
sentido común. (Cohen:2007:55)
curiosidad de acercarse a la cabeza desprendida, que
estaba puesta de lado. Se acuclilló, tomó la rama
En ocasiones, como extrañado, el cronista seca y movió la cabeza para observarla. ¿Por qué lo
asume el rol del mirón ingenuo de las fisiologías hizo? Cuando era niño su abuela le enseñó a matar
decimonónicas que suprimía lo inquietante o aves de corral. Les retorcían el cuello al girarlo en el
inasible del otro para brindar su visión panorámica aire y luego les cortaban la cabeza con un cuchillo y
de la vida y las gentes de la ciudad, pero esta vez en la tendían, sanguinolenta, en la mesa a la altura de
clave paródica: “Y dijeron los medios masivos: esta los ojos. (2009:44:45)
y no otra es la imagen del pueblo y al pueblo le gustó
su imagen y su habla y procuró adaptarse a ellos”.
Sin embargo siempre algo se rescata en los
(Monsiváis:2000:21) Otras veces, pulsa sutilmente viajes al mercado, porque las escenas de violencia,
irónico las cuerdas del relato paranoico de los medios, marginalidad y desamparo, o la referencia a rituales
que resuelve la ecuación de las subjetividades colectivos como el de los de los hinchas de futbol,
urbanas organizándolas binariamente en víctimas recuperadas por una mirada no convencional,
(nosotros) y victimarios (los otros), para poner pueden superar los límites que le proponía la
en crisis esos imaginarios del miedo o reflexionar funcionalidad comercial a la escritura y de este
sobre la manera simplificadora en que abordan el modo desentumecer lo cristalizado con las chispas
tratamiento de la violencia, como puede observarse de un nuevo sentido. Tal es el caso de muchas de las
en mucho de los textos del colombiano José Roberto crónicas de Juan Villoro dedicadas a la afición por
Duque.
el futbol (2006), en uno de cuyos textos, “El balón y
la cabeza”, emergen las posibilidades políticamente
Ha estallado una huelga en la cárcel de El Dorado. contestatarias de un estadio abarrotado en el que
Nada de particular: medio centenar de reclusos se la multitud puede desbordar las posibilidades de la
han declarado en huelga de sangre ¿ Y eso que es? masa y reconocer su voz dando nacimiento a una
Pues usted se provoca heridas en el cuerpo y, si no sociedad consciente de su poder y capaz de repulsas
se le satisfacen sus peticiones, muerte desangrado. y de reclamos políticos.
Ya antes los reclusos habían patentado lo de coserse
Finalmente, y por solo dar cuenta de algunas
los labios para forzar una huelga de hambre; el de sus figuras, el cronista asume la función de
problema era que, además de incapacitados para montajista de fragmentos (testimonios, escenas),
comer, también lo quedaban para hablar. (1999)
rol de fina marquetería con el que evita la mirada
de medusa que reifica al otro para armar un espacio
Claro que no siempre el cronista se comporta como donde emerge su voz, tal como se da en “La noche
un combatiente tras la barricada, ya Benjamin de Tlatelolco” o “Le muevo la panza” de Elena
había advertido que “la tienda es el último paso de Poniatowska.
quien pasea por placer” (Benjamin:99). Algunas
En la lógica de la crónica, es misión del narrador
veces, tentado por el prestigio súbito de una novedad, dejar abiertas las tensiones y paradojas propias de
va al mercado a comprar y, sobre todo, a que lo la vida en la ciudad, que se convierte en personaje
compren. Como al flâneur, lo atrae la posibilidad metafórico a través del cual se lee críticamente
de vender sus mercancías, sensacionalistas y la realidad social. Así, por ejemplo, opera Carlos
gastronómicamente kitsch. En muchas de esas Monsiváis en “Parábola de las postrimerías. Teología
ocasiones, la crónica extiende sus fronteras de multitudes”, relato dedicado a la compleja
hacia lo marginal con trazo grueso y efectista. mezcla entre devoción individual, ritual colectivo,
La prostitución, el sadomasoquismo, la trata de espectáculo, mercadeo y construcción mediática
menores, el narcotráfico y sus decapitaciones brillan del acontecimiento, que se produce todos los años
sobre un fondo naturalista en el que no se produce durante los festejos dedicados al de la Virgen de
iluminación alguna a fuerza de lugares comunes Guadalupe, en México D. F. al expresar:
o truculencias en las que se cruzan el detalle de
efecto realidad con la memoria nostálgicamente Mi voto incondicional por las tradiciones se tambalea.
40 / entrelíneas
¿Cómo es posible? Y sí, sí lo es. La congregación
está leyendo la letra de “Las Mañanitas”, en
papelitos obsequiados a la entrada. Si el pueblo no
sabe de memoria “Las Mañanitas”, ¿qué destino
le espera a la Constitución de la República? (…)
Recuerdo ahora, con esa portentosa memoria que
lo inventa todo para no quedar mal consigo misma,
las primeras transmisiones televisivas desde la
Basílica de Guadalupe, (…) a los artistas llevándole
“Mañanitas” a la Madre de Dios con un tono solícito
y distante, no distante de Ella, por supuesto, sino
de la cámara. Qué triste aquella etapa primitiva
cuando la gente –qué atraso- se sentía viviendo
a secas no perteneciendo al videocassette de la
existencia.(1995:44-45)
La figura del narrador ubicua y en constante
proceso de des-marcación constituye un espacio
enunciativo en el que es posible observar con mirada
alegórica, hallazgo barroco convertido en estrategias
central del discurso benjaminiano, la realidad de
las megalópolis latinoamericanas que Juan Villoro
describe con humor escatológico como “la cultura
del postapocalipsis!, donde lo peor ya pasó: somos
el resultado (nunca el anuncio) de una tragedia; un
incierto cataclismo nos dejó en posición precaria
pero nos salvamos. (…) De ahí la vitalidad de un
sitio al borde del colapso, cuyo mayor misterio es
que funcione” (2007:23)
En la crónica, a la mirada del crítico cultural se
agrega siempre la del artista. Así, la puesta en el
centro de lo trivial, gesto típicamente benjaminiano,
que se producen en “La noche de los visones” de
Pedro Lemebel 81996:11), sirve para reponer el
gesto melancólico de reconocer en una foto ya en
ruinas, los restos desvaídos de las esperanzas de
la época de ascenso al poder de Salvador Allende,
al mismo tiempo que permite conectar la figura
caricaturesca de las locas muertas por el SIDA
con los hechos traumáticos de la historia chilena
posterior al golpe y el modo irreverente con el que
ellas los enfrentaron. En una misma operación,
la foto congela en una instantánea los festejos del
31 de diciembre de 1972 y se convierte en clave de
lectura de los sueños perdidos y de la resistencia
del “mariconaje guerrero”, cuyas vidas fueron
aniquiladas por el “tufo mortuorio de la dictadura”,
el neoliberalismo y la irrupción del SIDA durante
los ´80.
De esa fiesta sólo existe una foto, un cartón
deslavado donde reaparecen los rostros colizas
lejanamente expuestos a la mirada presente. La
foto no es buena, pero salta a la vista la militancia
sexual del grupo que la compone. Enmarcados en
la distancia, sus bocas son risas extinguidas, ecos
de gestos congelados por el flash del último brindis.
Frases, dichos, muecas y conchazos cuelgan del
labio a punto de caer, a punto de soltar la ironía
en el veneno de sus besos. La foto no es buena,
está movida, pero la bruma del desenfoque aleja
para siempre la estabilidad del recuerdo. La foto es
borrosa, quizás porque el tul estropeado del SIDA,
entra la doble desaparición de casi todas las locas.
(16)
Esta estrategia contra-hegemónica, que
construye una historia colectiva cuyo agente son los
grupos marginados del ghetto travesti de Santiago,
se repite en otros cronistas y permite abordar la
representación de la experiencia urbana a través
de la recuperación del pasado en una serie escenas
fragmentarias que, siguiendo un mandato ético
y político, hacen que lo invisibilizado se haga
evidente. Así, recordando a Benjamin en el mejor
sentido, Monsiváis usa la fotografía para desnudar
las paradójicas relaciones entre los ídolos populares,
las ilusiones colectivas y el mercado. En efecto, en
una de sus crónicas (1992:29), toma como elemento
alegórico la figura de Celia Montalbán, la gran
vedette de los años 20 y 30 en México, y analiza los
usos de las fotos masificada que se vendían como
postal, para reconstruir la cultura y los deseos de una
sociedad en la cual el éxito individual cristalizaba
el cumplimiento de una fantasmagoría colectiva
históricamente irrealizable para una clase social
que no iba a tener cabida en el proyecto político
mexicano.
En este sentido, la crónica contemporánea puede
leerse como un entredós escriturario excesivo y pleno
de volutas, en el que los aportes benjaminianos no
han sido transpolados sin más al discurso sobre
las urbes latinoamericanas “como maniquíes, de
un escaparate parisino a uno de la ciudad de San
Juan, Catamarca o Puerto Rico” (Sarlo:87). Por el
contrario, circulan a través del texto sin ostentación,
sin nombre, asumiendo la condición de un saber no
sabido, de un modo de hacer que se pone de parte
de los irredentos de la historia de modo paradójico.
Con escepticismo posmoderno, el cronista piensa
que no queda mucho por hacer porque hace tiempo
que la posibilidad de cumplir con las utopías quedó
afuera de programa y las clases más necesitadas,
condenadas a la exclusión por el sistema, y por eso,
intenta comprender y el consuelo que les pueden
brindar a los sectores populares las baratijas del
mercado, los rituales colectivos espectacularizados,
o la educación sentimental de la cursilería. Ve en
el uso una producción secundaria que construye
espacios de micro-libertad.
Sin embargo, no por esto deja de rebelarse ante
esta situación, la crónica lo es todo menos un
relato resignado, y entonces metafóricamente se
pregunta por la posibilidad de resistencia y cambio:
“ Qué sucede con el puño si la mano se abre?”
(Monsiváis:1995:231).
En definitiva, en la crónica urbana posvanguardista,
más cerca de la literatura que del periodismo y de la
negatividad que de la legitimación de lo dado, del
juego erótico con el lenguaje que de la austeridad
de la noticia, los aportes de W. Benjamin re-creados
se vuelven sustento formal, relato de experiencia,
para la construcción de una mirada crítica sobre la
ciudad en la que se deconstruye lo naturalizado.
Estas narraciones desafían la lógica del discurso
entrelíneas /41
llamado dominante y, como en las parábolas
de Kafka, a través de los seres alegóricos que
pueblan su escritura, denuncian las anomalías del
neoliberalismo y muestran el lado monstruoso de sus
ilusiones. Así, la crónica neobarroca toma el legado
teórico de W. Benjamin, y lo pone en circulación
convertido en política de escritura y escritura
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política. Ha seguido sus huellas transfigurándolas
no en palabra vacía sino en experiencia transmisible
que trasciende lo efímero del momento y se vuelve
un “exemplun” a través del cual se pueden entender
en su complejidad la experiencia del presente
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Villoro, Juan (2007) “El eterno retorno a la mujer
barbuda”, en Diagonal Sur, Edhasa, Buenos Aires.
.
Notas
1Denomino así a una serie de relatos que por sus proliferantes y proteicos dispositivos de escritura
(ya sea a nivel del lenguaje o en los principios constructivos de la narración) se pueden considerar
estéticamente neobarrocos, en tanto ponen el acento en los procedimientos a través de los cuales se
construyen las representaciones de lo dado y, al mismo tiempo, teatraliza las prácticas propias del
sistema para desnaturalizarlas tal como opera la marquetería o el trompe l’ oeil barroco. (Sarduy: 1974:
52).
42 / entrelíneas
Ponencias
Crónica de una escritura: desarrollo de
competencias en un taller universitario
Fernanda Aren
Argentina
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires
[email protected]
Ana Sarchione
Argentina
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires
[email protected]
Adriana Semelman
Argentina
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires
[email protected]
Resumen
Abstract
En este artículo nos interesa principalmente describir algunos procesos didácticos que redundan en el
mejoramiento de las competencias de escritura en
los estudiantes del primer año de esta carrera de
Ciencias de la Comunicación.
Nuestro objeto de estudio son las crónicas urbanas,
un género que trabajamos con diversas secuencias metodológicas. Las etapas que describiremos
son las siguientes: lectura de crónicas canónicas,
desautomatización de las miradas que los alumnos tienen sobre la ciudad, escrituras parciales y
versión definitiva del texto. Para concluir, observamos con especial atención que el resultado final
de esta secuencia de escritura revela siempre una
diferencia cualitativa respecto de las destrezas de
composición textual que los estudiantes muestran
en el inicio de este proceso. Efectivamente, es necesario pautar una secuencia de lectura y escritura
de manera de andamiar un recorrido que pretenda
superar, en términos de Scardamalia y Bereiter
(1992), el mero “decir el conocimiento” por su
transformación.
In this article we are interested, mainly, in finding
out some didactic processes which benefit the improving of writing competences in students of first
year of the career of Communication Sciences.
Our objectum are the urban chronicles, a genre we
work with different methodological sequences. The
stages we will describe are the following: reading
of canonic chronicles, dis-automation of the sights
which students possess about the city, partial
writings and definitive version of the text. To
conclude, we observe with special attention that
the final result of this sequence of writing always
reveals a qualitative difference in relationship with
the abilities of textual composition that students
show in the beginning of this process. In fact, it is
necessary to provide guidelines for a reading and
writing sequence so we can provide a scaffold with
an itinerary which hopes to go beyond, in words by
Scardamalia and Bereiter (1992), the simple “saying the knowledge” towards a transformation.
Palabras Clave: proceso de escritura, crónica
urbana, Scardamalia y Bereiter, transformación del
conocimiento, nuevas tecnologías
Introducción
En el marco de los cambios tecnológicos y
científicos que se han instalado en nuestra sociedad
y en las instituciones educativas particularmente,
reflexionar en torno al valor de la escritura y la
lectura en la formación académica actual nos parece
primordial, dado que estas prácticas heredadas de
la larga tradición que nos ha formado y modelado
históricamente contribuyen a pensar e indagar
la relación que se establece entre estos saberes y
los soportes multimediales en la constitución de
un nuevo sujeto social. Entonces, relatar algunas
experiencias metodológicas realizadas en el Taller
tiene como propósito mostrar, por un lado, que
estas logran enriquecer la conciencia que un alumno
debe tener para la lectura eficiente de textos
KEY WORDS: writing process, urban chronicle, Scardamalia and Bereiter, transformation of
knowledge, new technologies.
académicos y ficcionales y, por el otro, señalar que
esta competencia se hace visible en la escritura
de diferentes tipos de textos, entre ellos, el de la
Crónica urbana, que exigen una adecuación y una
legibilidad específica.
La cátedra de Taller de Expresión I de la
Carrera de Comunicación de la Facultad de Ciencias
Sociales de la UBA se encuentra inscrita en una
tradición cuyo modelo paradigmático, consensuado
por el conjunto de sus actores, es, y ha sido, escribir
y leer fundamentalmente en soporte papel. Sin
embargo, hoy llevamos a cabo una metodología de
transferencia en un escenario social y cultural que
ha cambiado en relación con ese paradigma que
nos formó y nos ha constituido ideológicamente.
Una tradición que en los últimos años comenzó
a modificarse en forma creciente por un cambio
tecnológico que ha influido no sólo en la sociedad,
entrelíneas /44
en la cultura, en la economía, en la ciencia, sino
también en toda la comunidad educativa. Un
conjunto de profundas transformaciones al que, por
su grado de penetración social, Dussel y Quevedo
(2010) denominan “una suerte de revolución”, una
expresión que describe cómo la nueva tecnología
conlleva la capacidad de cambiar las formas de
interactuar, de producir riqueza, de producir
conocimiento:
La presencia de nuevas tecnologías de la información
y la comunicación en la sociedad y en el sistema
educativo es un dato innegable en los últimos años.
Su impacto ha provocado una suerte de revolución
en la economía, la política, la sociedad y la cultura,
que transformó profundamente las formas de
producir riqueza, de interactuar socialmente,
de definir las identidades y de hacer y producir
conocimiento (Dussel y Quevedo: 2010: 9).
Desde esta perspectiva, las modificaciones
paradigmáticas a las que hacen referencia los autores
nos exigen meditar cómo nuestras metodologías
para la transmisión de conocimiento plantean
un debate y, al mismo tiempo, un proceso de
adaptación ante los saberes que nos demanda esta
nueva cultura digital. Por eso, nuestra tarea como
docentes, partícipes de este cambio, es comprender
de qué manera hoy se configura el conocimiento
para incorporar los saberes adquiridos dentro de
funcionamientos sociales caracterizados por ser
más veloces y más personalizados. La inmediatez
y la velocidad, características fundantes de todo
soporte tecnológico, obligan al usuario a emplear
otras lógicas de acceso al conocimiento, utilizando
para ello otras estrategias más personalizadas
y más dinámicas. En este marco, la institución
educativa aparece confrontada a esta realidad con
lógicas cambiantes y variadas. En efecto, aquella
convalida históricamente otro tipo de prácticas y,
además, posee la propiedad de ser más estructurada
y menos flexible, fundamentalmente, a los cambios
sociales e ideológicos que se producen fuera de ella.
Un juego de lógicas confrontadas que Dussel y
Quevedo describen de la siguiente manera:
Las nuevas tecnologías tienen lógicas
y modos de configurar los conocimientos muy
diferentes a los de la escuela. Las primeras
funcionan en base a la personalización, la seducción
y el involucramiento personal y emocional, y suelen
ser muy veloces y con una interacción inmediata.
La escuela, en cambio, es una institución basada
en el conocimiento disciplinar, más estructurada,
menos exploratoria, y con tiempos y espacios
determinados de antemano, más lentos y menos
porosos. Cabe esperar entonces un proceso de
negociación y de reacomodamiento de la institución
escolar que no será automático ni inmediato, y que
no debería ser leído solo como resistencia al cambio
(2010: 9).
Nuestros alumnos están insertos en este
cambio de lógicas, puesto que son, cada uno de ellos,
usuarios activos de lenguajes multimediales. Su
acceso permanente y cotidiano les posibilita realizar
un despliegue de numerosas destrezas cognitivas
a través de las distintas operatorias técnicas que
los soportes tecnológicos les exigen. Por eso,
comprendiendo este cambio, hemos ido adecuando
nuestras propuestas metodológicas, adaptándolas a
este nuevo universo con el fin de enriquecer el modo
de transferir conocimientos a nuestros estudiantes.
Sin embargo, si bien tenemos en cuenta las
transformaciones operadas en la cultura a partir de
las modificaciones en la constitución de los saberes
actuales, nuestro planteo en torno a la formación
de lectores y escritores competentes y críticos se
inscribe en la idea de que el aprendizaje del lenguaje
continúa siendo el instrumento privilegiado,
indispensable cuando es necesario dar cuenta de
pensamientos complejos.
Es en el trabajo recursivo de la escritura
donde se propicia la adquisición de conocimientos
nuevos, más allá de las destrezas que el alumno
pueda tener al operar cognitivamente con las nuevas
tecnologías. En efecto, estas pueden facilitar las
innumerables tareas que implican poner en marcha
el proceso de formalizar diversos modelos textuales,
pero este trabajo resultará exitoso siempre y cuando
el alumno haya podido apropiarse de variados
procedimientos discursivos.
La escritura y la lectura conllevan el propósito de
legitimar y dar un estatuto de jerarquía a estos
saberes, ya que estamos convencidos de que son
procesos, que, sin importar el soporte técnico que se
utilice, habilitan en el alumno un modo de acceder
al conocimiento: leer y escribir no sólo le permite
al estudiante una reelaboración de las competencias
adquiridas, sino también el encuentro con un
sistema de valores que le ayudan a repensar la
cultura dominante y, a su vez, a repensarse en ella.
La validez en la afirmación de estos saberes
se sostiene en nuestros fundamentos epistémicos,
que derivan de la Psicología cognitiva, de la
Narratología y de la Teoría acerca de la Narración
de Paul Ricoeur. Cada uno de los saberes nombrados
se convierte en herramienta conceptual a través de
una metodología progresiva. Así, la escritura final
de un texto debe ser leída como el resultado de un
proceso dinámico y de las numerosas intervenciones
del docente en distintas etapas de producción.
De esta forma, se habilita un aprendizaje que,
indudablemente, instala un pasaje de transformación
de un conocimiento a otro diferente.
En las distintas etapas de producción
textual se ponen en juego diversos procedimientos
para organizar y alcanzar un orden particular
del lenguaje; cada modelo discursivo elaborado
implica una dinámica específica que le posibilita
al sujeto que escribe apelar a zonas más flexibles
y creativas del pensamiento para volcarlas en la
elaboración lógica de su escritura. En este sentido,
Gloria Pampillo afirma: “escribir diferentes especies
de relatos en el marco didáctico de taller obliga a
lecturas intertextuales, que inciden no sólo en las
entrelíneas /45
competencias de escritura de textos narrativos sino
también de cualquier tipo de texto” (Pampillo et al.:
2005: 141).
Así, la escritura y, en particular, la de una
Crónica urbana, permite a través de estas prácticas
formalizar una configuración discursiva de índole
tan compleja que prepara al alumno a escribir en
cualquier modelo textual que se le proponga, tanto
en el marco del Taller como en todo el trayecto que
la formación académica le exija.
La crónica urbana, el ornitorrinco de la prosa1
La crónica urbana se nos revela como un
instrumento privilegiado para las prácticas de
lectura y para la posterior escritura porque es
un género que conjuga, en sus formas actuales,
dos cuestiones para su aplicación didáctica: una
estructura que podríamos denominar “dócil” o
“accesible” y visiones de mundo que se distancian
de aquellas cristalizadas por la doxa e indagan en
las contradicciones que generan la desigualdad,
la marginalidad, la pobreza, la prostitución o los
prejuicios, focalizaciones que ponen en crisis a las
miradas superficiales que, frecuentemente, traen los
estudiantes.
un contradiscurso que se niega a hacer de la noticia
un negocio y a traducir los avatares de la violencia
cotidiana en los códigos de espectacularización
y banalización impuestos por los medios de
comunicación social. Por el contrario, se sostiene,
lucha contra las narrativas fantasmagóricas
que tienen como finalidad generar el imaginario
del miedo, la vulnerabilidad y la indefensión
en el ciudadano común frente a lo que vive
como radicalmente otro, proponiendo otras
representaciones sociales y culturales a partir
de las cuales pueda constituirse una memoria
colectiva diferente (2009: 3).
En relación con la metodología de trabajo, la
lectura se realiza a partir de un corpus que cada año
proponemos como modelo y que incluye artículos
teóricos sobre el género y sobre la ciudad, además
de una variedad importante de crónicas urbanas,
especialmente de autores latinoamericanos. En
las crónicas que se analizan, intentamos que los
alumnos reconozcan procedimientos discursivos
propios de la literatura, del periodismo y de la
pluralidad de discursos que las atraviesan, como los
de la sociología urbana, el cine, la historia oral, la
canción popular, entre otros.
Del periodismo, nos interesa la veracidad de
A partir de lecturas, análisis y comentarios
sobre diversos textos ejemplares de este género los hechos narrados –lo que se cuenta, efectivamente
intentamos que nuestros estudiantes reconozcan aconteció-, la tendencia a la inmediatez entre los
en él tres rasgos: el primero es su propio tema, la sucesos y su aparición impresa y, en algunas crónicas,
ciudad. Es esta un constructo humano que nos el trabajo con la exhibición de la temporalidad al
interesa porque tiene las marcas de las peripecias de que la crónica debe su nombre. En cuanto a los
los hombres que la habitan, porque en ella se trazan procedimientos propios de la literatura, nos interesa
recorridos, se celebran ocios, se realizan trabajos y que los estudiantes puedan reconocer diferentes
se padecen hacinamientos. Cada ciudad da o puede artificios que mencionaremos más adelante.
dar cuenta, si se la mira con cuidado, de cómo es
Las propuestas del Taller se organizan,
la vida de los que en ella habitan, cuáles son sus
en
el
caso
de la crónica, en secuencias didácticas2
padeceres y sus alegrías, cuáles las relaciones de
que incluyen lecturas, análisis de textos teóricos,
poder que en ella entran en tensión.
reflexiones, recorridos por la ciudad pautados
El segundo rasgo del género es el de la visión por consignas concretas, escrituras parciales y la
desnaturalizada que estos textos plantean, la escritura definitiva, generalmente andamiada por
posición que va a contrapelo de la ideología una consigna de más largo aliento que la de las tareas
intermedias. En el trabajo de lectura que antecede a
dominante.
la escritura, propiciamos –como dijimos más arribaEl tercer rasgo que problematizamos ocupa el reconocimiento de los diferentes recursos de cada
capítulos enteros de diversas disciplinas, como la crónica, con el propósito de que los estudiantes se
antropología, la sociología, la filosofía, los estudios apropien de ellos y puedan utilizarlos posteriormente
culturales, etc.: es el tema del otro, que, como señala en sus producciones: algunos procedimientos tienen
la investigadora Alicia Montes (2009), aparece en que ver con la potencialidad del detalle que funciona
la crónica para mostrar lo que el poder silencia u como sinécdoque. Por ejemplo, en la crónica de
oculta, para volver visibles a los que generalmente Marguerite Duras (1986), “Las flores del argelino”,
no tienen lugar en los medios (los inmigrantes que narra la violencia ejercida por la policía de
pobres, las prostitutas, los homosexuales, etc.). La París sobre un inmigrante indocumentado que
crónica resuelve esta inclusión con recursos como vende flores en la calle. Le piden papeles, no tiene
la polifonía, que a menudo da voz a los que no la papeles que lo habiliten para esa actividad, le
tienen recogiendo sus testimonios, o con el relato tiran a patadas el carrito y desparraman las flores
de los reiterados abusos a los que son sometidos los por la vereda. Los ramos diseminados por la calle
más frágiles, entre otros recursos.
funcionan, en esta crónica, como esa singularidad
que da cuenta de un todo indecible. Otro recurso
Montes señala también que la crónica es considerada: significativo es la focalización, que revela, en este
46 / entrelíneas
los formalistas rusos. Proponer recorridos por la
ciudad habilita la comprensión de que aquella
brinda signos que son susceptibles de decodificación
y de que se puede configurar –como señala Roland
Barthes (2009) – una semiología de la ciudad; en
este proceso el estudiante debe prestar atención
Otro de los procedimientos literarios de que a configuraciones que, hasta entonces, quizá le
se vale este género es la intertextualidad, que suele pasaban desapercibidas. Leer la ciudad como un
estar presente en muchas crónicas urbanas; el título texto es, por lo tanto, una desafío cognitivo nuevo
“Las naves del olvido”, de Miguel Briante (2004), que propicia el trabajo con las crónicas urbanas.
alude a una canción de La Renga; de igual manera
funciona uno de sus subtítulos, “Pueblo páramo”. Por ejemplo, el recurso que utiliza Duras en su
Sucede a menudo en el Taller un intercambio en el crónica es comenzar narrando una escena casi
que los alumnos nos ayudan a ver la alusión a la bucólica, luego contrapone este hermoso domingo
letra de rock mientras que los docentes, como en y la poesía de los ramos con la fuerza brutal de
este caso, proveemos la referencia a la serie literaria los policías, y vuelve hacia las señoras que los
levantan de la calle y los pagan. Una vez efectuada
y señalamos la alusión a la nouvelle de Rulfo.
la lectura y relevada la historia que narra la crónica,
Un
recurso
literario
que
aparece comenzamos a pensar qué está queriendo decir con
recurrentemente en las crónicas urbanas y que estas flores, si esta sinécdoque no exhibe la dificultad
intentamos que los estudiantes releven en la lectura que tienen los inmigrantes para sobrevivir en las
es el de la polifonía. Por ejemplo, la crónica de grandes urbes. Duras ofrece –con sus estrategias
Elena Poniatowska (1980), “Le muevo la panza”, es de escritura– otra manera de mirar un conflicto de
un conglomerado de voces de vendedores callejeros, la ciudad que hace que el lector se solidarice con la
todos ellos niños, que no están señalizadas por causa del joven vendedor y, obviamente, con la de
verbos introductorios, guiones de diálogo o comillas: los inmigrantes ilegales de ese y otros lugares del
“¿Le muevo la panza? ¡Ande, cómpreme el último mundo.
cachito para que se vaya a Europa, aunque no
Si por un lado trabajar fuertemente con el
me lleve! ¿Grasa, joven, chicles dulces, chocolates,
cacahuetes? ¿Le sirvo otro? ¿Quiere que se lo género, con el tema y con lecturas implica aumentar
lleve a su coche? ” (1980: 354). Leer el efecto que las capacidades metacognitivas, por otro lado leer
produce esta yuxtaposición de voces de los distintos de forma crítica los textos de los demás talleristas
vendedores ambulantes que trabajan diariamente constituye una actividad especialmente productiva
en las calles del Distrito Federal y descubrir el en las secuencias de taller. Los estudiantes –en el
impacto del borramiento de una única voz regente comienzo del año, paralizados ante el pedido de
que comenten los textos de sus compañeros- van
es clave para construir el sentido de la crónica.
incorporando los saberes teóricos que han asimilado
Para desviarse de la referencialidad única, para aplicarlos al comentario de los textos de
este género apela a los recursos del lenguaje otros. La lectura en el Taller es orientada por el
literario y, por lo tanto, no se reivindica en absoluto docente a través de preguntas, cuya finalidad,
como un género con intenciones de exactitud sino como señala Carlino (2005), consiste en hacer que
que se sumerge conscientemente en los recursos del este lector todavía inexperto y dependiente gane
mostrar, en artificios como la ironía o la inclusión paulatinamente en experticia y autonomía. Así,
de voces múltiples, que potencian lo que se está preguntas tales como: ¿qué recorta o mira esta
diciendo y configuran una verosimilitud que no crónica?, ¿qué espacios o recorridos toma?, ¿cuál es
necesita servirse de pruebas ni de citas de autoridad. el lugar de enunciación del cronista?, ¿cómo abre
De esta forma construye representaciones inéditas y cierra la crónica?, ¿qué segmentos aparecen?,
de la ciudad y exhibe situaciones que subvierten ¿se distinguen diferentes voces?, ¿cómo funciona
los lugares comunes que frecuentemente se tejen en el sistema verbal?, ¿qué recursos discursivos se
torno a este tema.
emplean y qué función tienen en cada caso?, entre
otras, permiten que los alumnos puedan avanzar
Al proponer a los estudiantes que realicen no solo en la comprensión lectora de los rasgos del
recorridos pautados por la ciudad y releven los género en cuestión sino también en la superación
rasgos de la topografía urbana tenemos como de las lecturas estereotipadas que instala la cultura
objetivo complementar la desautomatización de hegemónica.
la mirada, que había comenzado a originarse con
la lectura de las crónicas modelo y a nutrirse de
Las primeras preguntas-guía que discutimos
los textos teóricos que trabajan el tema. Durante en clase con los alumnos dan cuenta de lo que nos
la primera parte del año ya se había tratado este interesa focalizar en cada crónica leída, aspectos
concepto y la génesis de su planteo a partir de El arte que podrán ser luego considerados en la escritura de
como artificio (Sklovsky: 1917). También ya se había la propia crónica. De este modo, poder contestar a
estudiado el concepto del extrañamiento cuando, la pregunta de ¿qué se elige contar? y, en conexión
a propósito de la narratología clásica (Genette: con este interrogante, ¿qué focalización se emplea
1972), se revisaron brevemente los postulados de
género, una posición que se aparta de la doxa y que
reclama mirar nuevamente lo que estamos cansados
de ver, que presenta, en este sentido, una mirada
subversiva en relación con las visiones impuestas
desde la cultura dominante.
entrelíneas /47
en la crónica?, es, a nuestro entender, fundamental
y revelador, ya que de la mirada del narrador
(por ejemplo, el cronista testigo o un personaje
que actúa como agente focalizador) dependerá el
recorte y el registro que se haga del acontecimiento.
Hablar de focalización no solo consiste en decidir
una determinada restricción visual, auditiva
o cognitiva, sino que también es elegir un eje
axiológico. Detectar qué clase de focalización está
en juego le permitirá al estudiante construir el
sentido que el cronista propone para un hecho. Así,
en “Las flores del argelino”, un narrador testigo del
acontecimiento nos muestra la escena de modo tal
que el lector “vea” los hechos; es decir, es un narrador
que aparentemente no evalúa y, sin embargo, emite
juicios contundentes a través de sus ironías: “Así,
pues, uno de los dos señores se acerca a la carretilla,
desliza debajo su puño cerrado y -¡eh!, ¡qué fuerte
es-“ (1986: 2).
voces de la ciudad, como lo hace Poniatowska en su
crónica. De esta manera, los alumnos deben registrar
las voces de la ciudad en lugares o situaciones
paradigmáticos; por ejemplo, en una peluquería,
en un bar, etc. No se trata solo de grabar las voces
sino de realizar, después, un montaje que construya
sentido. También proponemos hacer recorridos, tal
como lo hace Briante en “Las naves del olvido”, en
la que relata un amanecer en el mercado central
de Buenos Aires y describe la dinámica de las
personas que esperan abarajar, a las puertas de las
diferentes naves, algunos de los productos que los
comerciantes descartan. Una alumna, por ejemplo,
eligió un viaje habitual en colectivo, de provincia
a capital. Surgían en este texto no solo las voces
de la familia de una señora que relataba a otra sus
peleas conyugales sino la emergencia que atravesó
el colectivo, detenido por una manifestación que
cortaba el puente Pueyrredón.
En el transcurso de la secuencia de lectura
y análisis del corpus, proponemos a los estudiantes
una serie de consignas parciales y preparatorias de la
escritura final, que tienen su correlato en las crónicas
canónicas leídas y analizadas previamente. Una de
las que resultaron especialmente productivas fue la
de seleccionar una escena característica de la vida
urbana (al modo de Duras) que pudiera ser germen
de una futura crónica. Es lo que James Joyce (cf.
Dublineses) dio en llamar “epifanía”, tomando
este término religioso para referirse a una serie de
escenas, frases y objetos triviales que se vuelven
significativos para la mirada del artista y son usados
como disparadores del relato; por ejemplo, un
alumno eligió para su crónica la siguiente escena: en
el vagón de un tren, tres niñas de corta edad arman
un improvisado “baile del caño” para el público.
Esta escena se convierte en reveladora no sólo de
la pobreza de las niñas que necesitan trabajar en
un tren para sobrevivir sino de la manera como la
cultura de la televisión atraviesa la vida cotidiana,
sobre todo de la gente de más bajos recursos para
quienes esos programas resultan ser su único
consumo cultural.
Otras consignas más pautadas consisten, por
ejemplo, en trabajar con las crónicas leídas. Así,
para la crónica de Duras, es posible imaginar y
escribir la escena del joven argelino desde otro
punto de vista, manteniendo el narrador en tercera
persona.
Otra consigna de escritura atiende a las
La etapa final de esta secuencia es la
escritura de la crónica urbana. En esta instancia,
que es precedida por borradores que son leídos en
clase ante el resto del grupo, se insiste en delimitar
la situación retórica, es decir, tener en cuenta para
quién se escribe, qué se quiere provocar en el lector,
qué rol enunciativo se asume y qué objetivo se
persigue; todos estos subobjetivos, en términos de
Bereiter y Scardamalia (1992), que están en relación
con el contenido y que promoverán cambios en la
organización del conocimiento que tiene el escritor.
De esta manera, a lo largo del año y en
sucesivas consignas de escritura, intentamos que el
alumno, además de responder con su escrito a las
necesidades del tema y del género en cuestión, en
este caso, la Crónica urbana, logre llegar al final del
proceso habiendo transformado, escritura mediante,
su conocimiento del tema y sus capacidades de
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Nemirovsky, Myriam (1999): Sobre la enseñanza del
lenguaje escrito y temas aledaños, México, Paidós.
Notas
1 Nos referimos a la metáfora acuñada por Juan Villoro para aludir al género.
2 Tomamos la definición de secuencia didáctica de Myriam Nemirovsky (1999: 124): “la organización del
trabajo en el aula mediante conjuntos de situaciones didácticas estructuradas y vinculadas entre sí por su
coherencia interna y sentido propio, realizada en momentos sucesivos”.
entrelíneas /49
La literatura y el periodismo como formas
complementarias de construcción de realidad
Juan Lojo
Matías Pojomovsky
Claudia Vespa
Universidad de Buenos Aires
Universidad de Buenos Aires
Universidad de Buenos Aires
Argentina
Argentina
Argentina
[email protected] [email protected] claudiairenevespa@yahoo.
com.ar
Resumen
Abstract
En esta comunicación analizamos la producción
de textos literarios a partir de crónicas policiales
por parte de estudiantes del Taller de Expresión
I (Klein) de la carrera de Ciencias de la Comunicación (UBA). El Taller, cuyo objetivo es que los
alumnos se apropien de herramientas cognitivas
para luego desplegarlas en estrategias procedimentales en su escritura, se plantea instalar la literatura como marco de referencia para una lectura
posible de la realidad.
En este sentido, dos ejes de nuestro trabajo anual
son la propuesta de escritura de un cuento y, posteriormente, la de una crónica urbana. Como trabajo
previo, hemos analizado una copiosa cantidad de
textos de ambos géneros, entre cuyos autores se
cuentan algunos de los exponentes de la nueva
narrativa argentina y latinoamericana como Casas,
Sietecase, Lemebel y Poniatowska.
En este marco, nos interesó observar las estrategias
utilizadas por los alumnos para lograr el efecto de
lectura buscado.
The purpose of the following paper is to describe
and analyse the literary production made out of
police chronicles by students of Written Communication Workshop I (Klein) from the career of
Communication Sciences (UBA). The Workshop,
intended to help students to get attached to cognitive tools to use them as procedural strategies
within their writing, also seeks to expose literature
as a reference frame for a possible interpretation of
the reality.
In this sense, two central themes of our annual
work are writing a short story and after that, an
urban chronicle. Before starting with these assignments, we have analysed a huge amount of texts
from both genres, including works from Argentine
and Latin American narrative exponents as Casas,
Sietecase, Lemebel and Poniatowska.
Within this framework, we were interested in to
observe the strategies the students apply to reach
the desired reading effect.
Palabras Clave: lectura, escritura, literatura,
periodismo, crónica urbana.
“La crónica pertenece al campo de la literatura.
Es un género literario porque la calidad de la
escritura
le es consustancial, constituye un elemento
definitorio
y se halla en sus orígenes.
Los géneros puros lo son cada vez menos.”
Tomás Eloy Martínez
A modo de introducción
R
KEY WORDS: writing, reading, literature, journalism, urban chronicle
Cuando el lector se lee en el texto y esa lectura lo
moviliza y lo cuestiona, lo sabemos, es cuando ese
escrito encuentra su razón de ser. En este sentido es
la ficción, en su calidad de constructora de mundos
posibles, la que abre el juego e invita al lector a
disolverse en la trama de un buen cuento, de una
novela, para retornar sutilmente modificado.
Ahora bien, en la Facultad de Ciencias Sociales de la
UBA, en la Carrera de Ciencias de la Comunicación,
el Taller de Expresión I, taller creado por la escritora
y profesora Gloria Pampillo, y hoy coordinado por
la profesora Irene Klein, reivindica lo literario
justamente desde esta concepción. Quien pueda
permitirse gozar con la literatura, regodearse
en sus modos de refractar la realidad, adquiere
herramientas para leer de manera más amplia y
creativa el mundo que habita.
oland Barthes nos ha señalado la diferencia
entre el placer de leer y el goce, que una
lectura puede brindarnos. Recordemos que
su provocativa distinción asimila el placer al cómodo
divertimento y el goce a la desestabilización que un
texto puede ocasionar a su lector. La eficacia de un
escrito se hace evidente cuando este pone en jaque
alguna de las representaciones que el lector ha
construido con esmero a lo largo de su existencia. El desafío que se nos presenta a los docentes en
entrelíneas /50
este contexto es el de invitar, inducir, provocar, a
nuestros alumnos a iniciarse en esta lectura gozosa.
Los jóvenes ingresan a la facultad con el objetivo
de convertirse en periodistas, publicistas, analistas
de medios; en fin, transitarán alguna de las
orientaciones que se nutren de lo comunicacional.
No está en la mayoría de ellos a priori la inquietud
por lo literario: Comunicación no es Letras.
simplemente para demorar la narración y producir
un efecto de suspense. Por ejemplo, nada aporta a
la historia producida a partir de la crónica policial
de un crimen pasional que el café del periodista que
investiga el caso sepa a ceniza; o que la puerta del
estudio donde fue asesinado el ex director del Museo
Metropolitano no pudiera ser abierta de par en
par porque el despacho era muy pequeño; o que la
sangre de la víctima de un asesinato tomara la forma
Sin embargo, o por eso, es que en la primera parte de una araña roja en su remera. Sin embargo, estos
del año, leemos y analizamos cuentos de Borges, detalles dicen mucho en cuanto a la construcción
Cortázar, Ocampo, Rulfo, entre otros autores de la escena, y el factor afectivo de la narración. De
argentinos y latinoamericanos. La narratología este modo, los alumnos apelan a lo emocional para
nos aporta el marco teórico para descubrir juntos dar credibilidad a la historia. Al mismo tiempo, los
los recursos que determinan la especificidad de hechos narrados en las crónicas policiales suelen ser
uno u otro relato. A su vez, los jóvenes estudiantes reconstruidos como escenas, acción por acción. Esto
incursionan en diferentes propuestas de escritura parecería corresponderse con aquella distinción que
que implican el uso de los recursos consignados: Caparrós hace entre la prosa informativa y la prosa
expansión de resúmenes, inclusión de analepsis, típica de la crónica urbana:
cambios de focalización, entre otros. Todo este
trabajo apunta a la posterior producción de un
[…] una sintetiza lo que (se supone) sucedió;
cuento. Lo que subyace a esta propuesta es la certeza la otra lo pone en escena. Lo sitúa, lo ambienta, lo
de que la dimensión literaria está presente en todo piensa, lo narra con detalles: contra la delgadez de
buen texto -ensayístico, periodístico u otro-.
la prosa fotocopia, el espesor de un buen relato. No
decirle al lector esto es así; mostrarlo. Permitirle
Es abonando a esta lógica que se propone, luego de al lector que reaccione, no explicarle cómo debería
la producción del cuento, abordar un género con una reaccionar. El informador puede decir “la escena
impronta muy peculiar: la Crónica urbana. Peculiar era conmovedora”, el cronista trata de construir esa
en su sentido bidimensional, lo periodístico y lo escena y conmover (Caparrós: 2007).
literario se amalgaman en un texto que interpela
al lector posicionándolo en un lugar de testigo casi En línea con esta apropiación de las herramientas
activo.
que puede aportar la narratología, los estudiantes
ponen en funcionamiento todo un sistema de
En esta comunicación nos interesó, justamente, indicios e informantes que, sumado a las catálisis,
compartir de qué modo los estudiantes se apropian cumplen un rol fundamental en la distribución de
de los recursos literarios para avanzar en la la información a lo largo del relato. Esta utilización
producción de crónicas urbanas, por una parte y, por de dichas herramientas produce un efecto sorpresa
otra, cómo se sirven de los datos empíricos de una recurrente en todas las ficciones que contradice el
crónica policial para construir un texto ficcional. paradigma de las W del periodismo. Es decir, aquel
O sea, intentamos consignar cómo se apropian los paradigma que postula que toda crónica policial
alumnos de esta idea que compartimos sobre la debe responder desde el comienzo al lector qué,
complementariedad de la literatura y el periodismo cuándo, dónde, cómo y por qué sucedió el hecho.
como formas de construcción de realidad.
Este requisito no es tal en la literatura, de modo
que en las ficciones de los alumnos la información se
En principio partimos de una consigna que funciona distribuye de otra manera e incluso algunas de estas
como bisagra entre el trabajo literario que se viene preguntas pueden no estar respondidas. Este es el
desarrollando y el siguiente desafío que será el de la caso de ficciones que parecieran fundir sus relatos
producción de una crónica urbana.
en una temporalidad más general, más universal,
a partir de lo cotidiano. Una forma muy frecuente
Un camino posible: de la crónica a la ficción
de producir este efecto de sentido es la utilización
de deícticos a la hora de contextualizar la historia.
Lo que se les propone a los alumnos es realizar una De este modo referencias temporales como “esa
ficción a partir de una crónica policial tomada de un noche”, “entonces”, o espaciales como “en aquel
medio gráfico de circulación masiva.
lugar”, “ahí”, operan generando un contexto que
se significa en el ámbito de la lectura, sin tener un
Es interesante observar cómo los estudiantes han referente real en el mundo “objetivo”.
aplicado varios de los recursos narratológicos Otro aspecto que los estudiantes parecen identificar
previamente trabajados para darle mayor espesor al con el texto literario es aquello que podríamos
relato. En este sentido, el recurso al que más apelan denominar como una cierta sofisticación del
es el de las catálisis. Si bien la información que lenguaje. En otros términos, podríamos decir que
estas aportan no resulta esencial en el devenir de la el lenguaje utilizado para la confección de ficciones
historia, sirven tanto para dotarlo de verosimilitud, es más figurativo que el de la crónica policial,
como para caracterizar a los personajes, o destacándose sobre todo el empleo de las metáforas.
entrelíneas /51
Los siguientes son dos fragmentos extraídos de
ficciones realizadas por alumnos del taller que
permiten ejemplificar lo dicho:
Entre
El segundo impacto fue tan certero como
el primero. La bala atravesó su cráneo, dejando
su impronta en la pared, junto con la sangre de
Nakkache, y parte de su inteligencia. (Alumno I)
el periodismo y la literatura: la crónica
urbana, ese animalito raro
Como el amor, la crónica tiene una doble
dimensión:
ficción y realidad; oralidad y literalidad;
presente y pasado; literatura y periodismo;
empírico y poético.
Tanius Karam
El filoso acero entró por la espalda del padre.
Una araña roja en la remera comenzó a crecer en
torno al puñal. Se dio vuelta, Javier, su hermano
mayor retiraba el cuchillo. La sangre brotó espesa
de su boca, su mirada quedó vacía. Esa noche
la verdad y la mentira se hicieron cómplices del En su ensayo “El asombro personal”, Patricia Nieto
destino. (Alumno II)
(2010: 143) plantea una tensión constante entre lo
periodístico y lo literario en la Crónica urbana. No
También nos parece pertinente destacar la apelación desestima la importancia del hecho que se narra,
a ciertos topoi de la literatura policial clásica. Esto pero considera que la vigencia histórica de la
puede darse en el rol del investigador privado crónica se vincula al encanto y la atracción que el
que desentraña los misterios del caso, que puede texto ejerce sobre el lector. La búsqueda de voces
encarnarse en el personaje de un investigador pago inéditas, el juego de temporalidades y los sentidos
propiamente dicho, pero también como periodista que produce la estructura narrativa son los que,
inquieto o un allegado a las víctimas, entre otros. en última instancia, invisten de valor estético a lo
También es recurrente la figura de una versión oficial representado en estas crónicas.
fraudulenta, intencionada o por mera negligencia
que es desacreditada por el actuar del investigador, Por otro lado, Juan Poblete (2010: 71) interpreta
o incluso la figura de la extorsión de revelar un gran el desarrollo del género en Latinoamérica como
secreto como móvil para el crimen.
un efecto en la escritura de las transformaciones
Por último, resulta muy importante destacar la profundas que el neoliberalismo provocó a nivel
libertad creativa con la que los estudiantes afrontan social, económico y político. Entiende que la
la consigna. Si bien son pocos los que decididamente Crónica Urbana explora, entre otros aspectos de
transforman completamente la historia narrada la vida actual, las fisuras y las posibilidades de las
por la crónica policial respetando, tal vez, tan solo formas de ciudadanía existentes y emergentes en
algunos personajes o detalles menores, la mayoría un contexto de globalización neoliberal. El género
se permite crear personajes que cumplan funciones aparece entonces como una forma de escritura
dramáticas, ausentes en la historia original. capaz de dar cuenta de estas dinámicas sociales
Estas elucubraciones de los estudiantes generan sin distorsionarlas o subsumirlas a la lógica de
nuevos sentidos que muchas veces contradicen un solo principio, sea éste el de la clase social, la
los del discurso periodístico. La oposición entre nacionalidad, la edad o el género.
estos dos géneros como capaces de representar al
mundo aparece explicitada en la gran mayoría de En este sentido es que la Crónica Urbana se nos
los trabajos, y siempre la disputa por el sentido presenta como un género especialmente accesible
“verdadero” es ganada por la ficción. Cuando la para futuros cientistas sociales.
versión oficial policíaca y mediática aparece dentro
de la ficción lo hace para ser refutada. Aparece de
forma explícita, como si se tratase de un género Otro de los caminos: de la literatura a la crónica
incorporado, que luego (o antes, según la estructura urbana
del relato) es contradicha por la narración. Esto
se logra, por ejemplo, mediante la alusión directa A partir de estas dos conceptualizaciones es que
a los títulos de las crónicas mediáticas que no se nos ha interesado rastrear algunas de las diversas
condicen con lo que la narración nos “muestra” estrategias discursivas –recursos literarios- que
que “realmente” aconteció; en otros casos la los alumnos del Taller han podido retomar para la
información periodística puede ser brindada con escritura de sus Crónicas.
sus características formales como se vería en una
crónica policial pero presentada como “el error de En este entrecruzamiento entre periodismo y
la prensa”. Se podría llegar a pensar en la presencia literatura, la recurrente tematización del transporte
de una crítica literaria al discurso informativo (el tren, el subte, el colectivo, la estación, etc.) como
“objetivo” “imparcial” y “neutral” (atribuido a escenario dilecto por parte de los estudiantes para
los medios) que es presentado como equivocado, ubicar los hechos que se relatan, no es fortuita. Es en
mientras que el literario, “subjetivo”, “parcial” y este sentido que puede interpretarse la afirmación
“tendencioso” es presentado como “la realidad”, lo de Poblete:
que de verdad pasó.
52 / entrelíneas
[…] la crónica responde a lo que podría
llamarse ciudadanías de emergencia (crisis y
aparición), aquellas colocadas en el espacio en
que la re y desestructuración de lo nacional
por lo trasnacional y global se enfrenta a la
presencia física en las ciudades globales de los
cuerpos marcados de aquellos que excluye de
sus formas segmentadas de inclusión (Poblete:
2010: 85).
El que estaba sentado en el asiento doble del
medio del lado del pasillo, codeó al que estaba
del lado de la ventana, que se levantó con
fastidio, pasó por encima de su compañero y
vino a sentarse delante de mí; el que estaba
sentado solo se paró y fue a hablar con el
chofer, que ya no frenaba en las bocacalles y
pasaba algunos semáforos en rojo. El que se
sentaba delante de mí le pidió fuego al hombre
que estaba a mi derecha, quien para dárselo se
corrió dos asientos hacia mí, dejándome casi
encerrado. (Alumno VI)
Y es precisamente en las complejas mixturas que
presenta el transporte público1, que el alumno como
cronista urbano da voz a esos sujetos silenciados
que buscan su lugar dentro del desorden social. Así Otro de los recursos utilizados significativamente
lo ejemplifica el siguiente fragmento de la crónica de por los estudiantes es el relato iterativo. Esta es quizá
una alumna:
la estrategia con la que mejor puede expresarse el
dramatismo del anonimato cotidiano de la ciudad,
Porque esos hombres, “laburantes” de un dado que es del modo en que se logra instalar la
mundo hostil, del sur de un continente en recursividad de lo rutinario. En una de las crónicas
llamas, embarraban de alegría la noche podemos leer:
triste del resto, el típico viaje amargado de la
mayoría. Esos obreros embellecían la noche
El camino va desde el primer escalón hasta la
del capitalismo salvaje que allí los depositó.
plataforma del subte. El escenario es el mismo
(Alumno III)
de siempre. Los pisos aguados y pegajosos,
gente chocándose paso a paso, los trabajadores
En cuanto a las estrategias discursivas, la pausa
que tarde a la oficina llegan, mujeres que gritan
descriptiva es el recurso que los alumnos eligen
y el olor a orina fresca que deambula libre
retomar de la literatura para construir a los sujetos
por los aires. Todos se dirigen rápidamente al
y escenarios de la crónica. Por ejemplo:
molinete porque el tren se les escapa, los que
caminan lentamente o los que se mandan un
El tren se ha detenido, y parece que con esto se
pequeño trote, los que se detienen a medio
ha logrado llegar a un hallazgo. A las cercanías
camino o los que se arrepienten de vagón.
del mismo, donde la luz no llega, donde el agua
Cientos y cientos de personas multiplican
potable no se hace presente, donde la suciedad
estos comportamientos a la hora de entrar a la
y las enfermedades no tienen barreras; viven
formación. (Alumno VII)
personas. (Alumno IV)
Estos recursos implementados por los estudiantes
O extraído de otra crónica:
dan cuenta de la apropiación de lo literario y
abonan a la idea, insistentemente trabajada en el
El ruido y el grito incesante de hombres y aula, de mostrar en lugar de decir. O, en las palabras
mujeres hablando por celular, los televisores a de Caparrós, “permitirle al lector que reaccione, no
todo volumen transmitiendo siempre la misma explicarle cómo debería reaccionar” (2007).
propaganda, los vendedores ambulantes con
su mismo discurso y las bocinas de los trenes A modo de cierre
conforman el entorno de la niña. Un entorno
que a la vez podría ser una gran pintura. El camino del placer al goce literario no es lineal,
(Alumno V)
menos sencillo. Pero los estudiantes, no cabe duda,
están en camino. Por momentos lo metafórico
El uso recurrente de escenas –otra de las estrategias ocupa tanto espacio que las imágenes desmesuradas
discursivas literarias-, por su parte, se puede sobrepasan lo esperable, empalagan. Por
interpretar como la búsqueda, al menos en momentos, el discurso se propone demasiado llano
ocasiones, de generar la tensión característica de los y despojado. Nuestra tarea es abonar al equilibrio.
cuentos cortos. Por ejemplo:
Lo fundamental, lo gratificante, es que el camino se
ha logrado abrir.
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Notas
1 “Virilio advirtió que la metáfora rectora de “jungla de concreto”, que dominó la ciudad vertical de
principios del siglo XX, es sustituida en la megalópolis por la idea de océano. En la expansión horizontal
el desafío rector ya no es edificar sino circular”. Villoro, Juan (2002).
54 / entrelíneas
El taller de ficción
Taller de ficción
Ya es tiempo de que en las universidades se cree la
cátedra de cuentos,
como suele haberla de poética. ¡Qué estupendas
cosas se podrían enseñar en ella!
Julio Cortázar
(Carta a Juan José Arreola,
París, 20 de septiembre de 1954)
así lo refiere él mismo, empujado por una ilusión
que muchos comparten: la de creer que escribir
Hace un tiempo vino a verme una alumna ficción resulta mucho más fácil que escribir crónicas
que había cursado la materia varios años atrás, porque uno puede inventar todo. Sin embargo,
para preguntarme si podía tutorear su tesina de cuando Wolf se sentó a escribir, lo que después fue
grado. Si bien ese parecía ser el propósito, percibí La hoguera de las vanidades, no pudo arrancar: “Me
que en realidad era otra cosa la que quería decirme. quedé frente a mi escritorio en estado catatónico”.
Cuando me contó que durante todos estos años, Para salir de ese estado de parálisis, optó por hacer
además de estudiar y de haberse incorporado como lo que solía y sabía hacer, que era investigar. Es
ayudante de una materia de la Carrera, había escrito decir, abordó el proceso de la escritura de ficción
ficción, y que, de hecho había ganado menciones en de la misma manera en que encaraba sus textos
importantes concursos de novela, la felicité. Sin periodísticos: documentándose en la calle, en los
embargo, no me lo contaba con orgullo sino, antes bares, en los negocios, entrevistando a la gente.
bien, con desaliento. Ahora tendría que escribir su
Si en sus trabajos periodísticos, para contar
tesina y ponerse a investigar, me dijo, pero no tenía
papeles que acreditaran investigaciones realizadas, la vida real, tenía que ir hacia la vida real, para
solo contaba con “ese par de novelas premiadas”. construir un mundo posible, también debía buscarlo
¿Pero acaso, dijo entonces, con agitación, yo no allí donde sucede la vida real. Siguió de esa manera
investigué durante todo este tiempo? ¿Cómo puedo el modelo de Emile Zola, cuyas novelas partían
demostrar cuánta investigación requiere escribir de la investigación periodística. Zola era uno de los
una novela que ahonda sobre temas como, por tipos más burgueses imaginables, señala Wolfe,
ejemplo, las consecuencias sociales de la Guerra de pero fue capaz de meterse en la parte más sórdida
Malvinas? No pude responderle en ese momento de la sociedad y conocerla a fondo. “
como siempre me ocurre cuando las cosas me
“Nunca pude diferenciar con claridad la
conmueven demasiado.
literatura de otros quehaceres políticos, cotidianos
Cuando leí un tiempo después en algún diario o científicos”, escribió alguna vez Aníbal Ford. “Si
un artículo sobre Tom Wolfe en relación a la novela las cosas ya no se escriben de otra forma, ya no se
sobre los cubanos en Miami que había escrito, escriben más”, es una de las últimas frases de Nicolás
volví a recordar a mi alumna escritora. Decía en el Casullo cuya escritura, como ensayista y novelista,
artículo que, tras producir libros de no ficción y de precisamente también se funda en el cruces entre
encabezar el movimiento del Nuevo Periodismo, que ficción, información periodística y académica,
significó escribir crónicas periodísticas desde los
Ambos hechos, la conversación con mi
variados recursos de la literatura, a los cincuenta
años, Tom Wolfe había considerado que estaba en alumna, la anécdota de Wolfe me hicieron pensar.
deuda consigo mismo por no haber escrito ficciones. Pensé en lo que vengo pensando desde hace tiempo,
Y se propuso escribir una novela. Decidió hacerlo, esto es, en cuál es el lugar que en la universidad
se le brinda a la escritura y en cuál es el lugar que
La experiencia literaria como indagación
entrelíneas /55
se le brinda a la escritura de ficción. Pero también,
si acaso no estamos promoviendo en la universidad
una producción de textos académicos ( tesis,
ponencias, papers) , arrastrada por la vorágine de
los créditos, incentivos, etc, que no reproduce sino
construye saberes, que pocas veces brinda una
mirada singular, diferente sobre lo dado.
Por lo general el objetivo fundamental de
los talleres de escritura que se implementan en las
universidades es el de acercar a los estudiantes a
los géneros que más frecuentemente tendrán que
manejar a lo largo de sus carreras tanto en la fase
de la comprensión como de la producción. Sin
embargo, consideramos que, si bien es necesario
brindarle al estudiante los elementos necesarios
para abordar la escritura y lectura académicas, es
igualmente necesario desarrollar en él su capacidad
crítica, principal objetivo de la universidad pública.
Capacidad crítica y capacidad de diálogo a partir de
la certeza que, sobre todo en Ciencias Sociales, no
hay certezas sino problematización del saber.
Desde esa perspectiva y para promover un
pensamiento de mayor complejidad, creativo y
crítico, trabajamos en Taller de Expresión I la
narrativa de ficción. Entendemos la experiencia
literaria como indagación: indagar es leer a modo de
conjetura y escribir con la posibilidad de descubrir
que, si bien la literatura es un juego combinatorio,
este de pronto puede ser investido de un significado a
modo de revelación. Indagar es, en suma, construir
una hipótesis sobre lo real.
la escritura en ese ámbito debería partir de ese
marco a fin de plantear estrategias que apunten
al desarrollo de modalidades de pensamiento que
impliquen la invención y la creatividad propias de
la ficción. Consideramos que la creatividad implica,
como afirma Rodari1, un pensamiento crítico,
“divergente”, que cuestiona, problematiza, indaga,
reflexiona.
Si los textos académicos evitan el uso del
pronombre “yo” y lo reemplazan por el “nosotros”
o por un “se” que no compromete, es a través de la
narración que el sujeto refigura una experiencia -real,
imaginaria-y le da sentido. En tanto la narración
compromete o involucra al sujeto, la comprensión
e interpretación de narraciones promueve la
apropiación del estudiante de un saber que, de otro
modo, suele permanecer exterior a él. “Las intrigas
que inventamos, sostiene Ricoeur2, es una forma
privilegiada por medio de la cual reconfiguramos
nuestra experiencia temporal confusa, informe y en
última instancia muda”.El trabajo con la narración
ficcional posibilita a los estudiantes universitarios,
en términos de Paul Ricoeur, una redescripción del
mundo.
Una representación bastante extendida de la
ficción la concibe como producto de la fantasía y de
la imaginación (premisa de la que parten la mayoría
de nuestros estudiantes en el momento de comenzar
la materia). Esta concepción conlleva a asociar la
práctica de la escritura de ficción como actividad
libre, espontánea y lúdica cuyo propósito no es otro
que el del placer del juego independientemente de
la generación de significado. Probablemente por tal
motivo se la ha confinado a aquellos ámbitos __
La ficción en Ciencias Sociales
bibliotecas, talleres __ que rodean pero no habitan
¿Por qué trabajar la lectura pero sobre todo el espacio académico o el saber institucional. En
la escritura de ficción en la facultad de Ciencias ese desplazamiento pareciera palpitar el temor o
Sociales? A esta pregunta, que muchas veces se la incomodidad por aceptar aquello que desafía la
nos formula, respondemos que, en tanto promueve razón o la lógica intelectual. Es decir, si por un lado
el desarrollo de un pensamiento “complejo” y se celebra a la ficción como imaginación creadora,
posibilita un avance del conocimiento en términos por el otro, genera sospechas, en tanto se opone a lo
de producción –y no de reproducción mimética— de real y a la verdad.
ideas, contribuye a construir el perfil del profesional
que se privilegia en la carrera de Ciencias de la Ficción y realidad
En la novela Urania del escritor Le Clézio, el
Comunicación, un intelectual capaz de indagar los
narrador
sostiene que la realidad es un secreto y que
procesos sociales a partir del análisis del sistema
es
soñando
como se está cerca del mundo. La frase
semántico de las acciones y del papel del lenguaje
es
sugerente
pero puede confundirnos: a diferencia
en tanto discurso que le da significación.
del sueño en el que la realidad es desplazada o de la
Los estudiantes de Ciencias Sociales se inician mentira, que oculta intencionalmente la verdad, la
en la práctica académica con vistas a la redacción ficción literaria incorpora una realidad identificable,
de una tesis, o de artículos de investigación; para la somete a una remodelación imprevisible y, a
producir estos géneros es evidente que necesitan través de una serie de señales convencionalizadas,
dominar las estrategias del discurso expositivo descubre su ficcionalidad. Así cuando se describe la
argumentativo canónico. Sin embargo, en la medida ficcionalización como acto de transgresión debemos
en que una zona importante de la reflexión teórica tener en cuenta que la realidad que se ha visto
acerca de las Ciencias Sociales (Hayden White, 1 Gianni Rodari, Gramática de la fantasía.
Geertz, Benedict Anderson, Ricoeur) apunta Introducción al arte de inventar historias. Reforma
a mostrar la presencia de procedimientos de la de la escuela, Cataluña, 1985
ficción en este discurso como modo de construir 2 Paul Ricoeur, Tiempo y Narración, México, Siglo
conocimiento, consideramos que la didáctica de veintiuno, 1995.
56 / entrelíneas
sobrepasada no se deja atrás, permanece presente,
y con ello dota a la ficción de una dualidad. Esa
dualidad es una estructura de doble significado que
se presenta como ocultación y revelación al mismo
tiempo: “siempre hay un significado manifiesto que
bosqueja otro latente, afirma Iser3, que, a su vez,
obtiene relevancia de lo que el manifiesto dice”.
Este espacio de juego entre lo manifiesto y lo latente
convierte a la ficcionalidad literaria en una matriz
generadora de significado.
La ficción como inventio
Según Iser, la ficcionalización comienza allí
donde el conocimiento termina. Son las fronteras
del conocimiento, sus límites, los que activan la
ficcionalización, ya que no es necesario inventar lo
que se puede conocer, por eso las ficciones siempre
contribuyen a salvar lo impenetrable. La ficción
es entonces un modo de indagar, de construir una
hipótesis sobre lo real.
otorga un acrecentamiento de nuestra visión del
mundo empobrecido por el uso cotidiano. Tanto
en la metáfora como en la puesta en trama, la
innovación __lo inédito, lo aun no dicho__ se revela
por medio del lenguaje y revela algo de lo que puede
ser una imaginación que produce según reglas.
Si la ficción crea modelos de realidad —ajustados
o alejados de la dimensión histórica factual—, no
lo hace sino para cuestionar o problematizar un
modelo de mundo establecido. Para ello es clave la
función de la mirada.
La literatura es una invitación a reexaminar
lo obvio. Por eso, como sostiene Bruner8, la gran
narrativa es en espíritu subversiva, no pedagógica.
El desafío
Hay una frase de la escritora Clarice
Lispector
, que dice: “Escribir es una piedra lanzada
Por lo tanto, escribir ficción implica menos un
a
lo
hondo
del pozo”.Pero no lo dice ella sino el
acto de invención que búsqueda, menos un acto de
personaje
que
ella construye en su novela Un soplo
creación que de descubrimiento. Y si es invención lo
de
vida:
“Tengo
miedo de escribir. Es tan peligroso.
4
es, así la ha definido Maite Alvarado , en términos
Quien
lo
ha
intentado
lo sabe. Peligro de hurgar
de inventio , tal como lo era para la retórica clásica,
en
lo
que
está
oculto,
pues
el mundo no está en la
esto es la parte de la oratoria que se ocupa de la
superficie,
está
oculto
en
sus
raíces
sumergidas en las
búsqueda de las pruebas o argumentos. La inventio
profundidades
del
mar.”
Esta
advertencia,
en boca
opera también en la ficción como búsqueda, esto es,
de
un
personaje
de
ficción,
quien
solo
tiene
entidad
como un “saber buscar” en la memoria los mundos
porque
alguien
lo
escribe,
no
deja
de
ser
curiosa:
posibles en los que se abre la realidad conocida.
el que es escrito describe el acto de escribir. La
5
El origen __afirma Miguel Vitagliano __ doble enunciación en la que se funda toda escritura
está en los otros, se compone de los desechos de los literaria __un autor que le escribe a un lector sobre
otros discursos que circulan en una comunidad, con un narrador que cuenta__ denuncia, entonces, la
lo que se ha decretado inútil, pero una vez que estos escritura de ficción como desafío y riesgo. Desafío
son tomados por la literatura dejan de perderse en de buscar en el mundo visible y cotidiano aquello
la indiferencia y ya no reconocen un origen anterior que está sumergido u oculto; riesgo de asomarse a
a la primera página en blanco; el origen está en los una pregunta que, a modo de abismo, abre siempre
a otra en un proceso infinito por el que la realidad
otros pero la literatura funda su propio origen.
deja de ser plana y previsible.
¿Y qué significa fundar su propio origen? No
El artista plástico Joseph María Martin9
basta con saber contar una buena historia hace falta
una práctica específica de la escritura, entregarse a ilustra a sus alumnos qué es el arte con un juego de
una relación diferenciada con el lenguaje, sostiene la imaginación que bien puede ilustrar el desafío que
Martín Kohan6. En términos de Ricoeur, la ficción propone la escritura de ficción. El artista catalán les
implica la capacidad de redescribir metafóricamente pide que piensen una mesa. Hay una parte en el arte,
la realidad y la experiencia. Presenta, como lo hace dice, que es la investigación racional, luego llegamos
un pintor, una ampliación icónica de esa realidad. a un límite que tiene que ver con una pregunta que
Ese Bild (imagen), así lo sostiene H. G. Gadamer7, nos da miedo. El límite seria el borde de la mesa.
Lo que hay que hacer, sugiere, es lanzarse al vacío.
3 Wolfgang Iser,“ La ficcionalización: dimensión
antropológica de las ficciones literarias” en Teorías Y si bien produce temor, lo fantástico es que uno
cree que va a caer pero lo que sucede es que la mesa
de la ficción literaria , comp. A.G.Dominguez,
se hace más grande: “porque hemos extendido el
Madrid, Arco libros,1997.
mundo”.
4 Alvarado, Maite, “Escritura e invención en la
escuela” en Los CBC y la enseñanza de la Lengua,
Siglo veintiuno, 1995.
AZ Editora, Buenos Aires, 1997, págs. 43 a 535 En “Cómo se empieza a escribir una narración”, 8 Jerome Bruner, La fábrica de las historias,
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002.
Kohan M., Jeanmaire F., Vitagliano M., Pradelli
A., Universidad de Buenos Aires, Centro Cultural
9 María Luján Picabea, “El arte es un modo de
Ricardo Rojas, Buenos Aires, 2006
practicar con las ideas”, entrevista a Joseph María
6 Op.cit.
Martin, revista N, 3 de octubre de 2009.
7 en Ricoeur, P. Tiempo y Narración I, México,
entrelíneas /57
Los textos de los estudiantes
Los textos que siguen fueron escritos
por nuestros estudiantes a partir de consignas
trabajadas en la materia. Dan cuenta de qué modo,
a través de la narración, refiguran una experiencia
y le dan sentido. Porque la intriga narrativa, como
sostiene Ricoeur, (1995), es una forma privilegiada
por medio de la que cada sujeto reconfigura una
experiencia temporal que es confusa, informe y, en
última instancia, muda.
Irene Klein
58 / entrelíneas
“El necio”
Juan Martín Iummato
Eran las 10:30 y me tenía que ir corriendo. La profesora me había mandado a leer un cuento y no
hacía a tiempo. Presumí que lo podía leer a la pasada en el colectivo, pero la historia me atrapó. Sin salida
aparente tuve que adentrarme en el relato.
Desde la introducción todo fue un caos. Los protagonistas y personajes secundarios entretejían una
compleja trama cuyos hilos de amor encerado se extendían y enredaban con finas hebras de pasión rebelde.
Todo estaba envuelto en viejos retazos de envidia y, si me descuidaba, perdía de vista alguna pelusa de
odio. Inevitable, siempre fui algo miope.
Cuando todo parecía alisarse y creía poder zafar de esa urdimbre de palabras, la maraña introductoria
se transformó en un gran nudo dramático. El desgraciado me sujetaba con fuerza pero no me sofocaba, me
sostenía para que no cayera en una interpretación mediocre de la obra. En esa peligrosa red, las texturas
que sobresalían me ayudaban a seguir el hilo conductor del argumento. Podía tocar la trágica suavidad de
las caricias entre amigos, o sentir la conflictiva aspereza de los roces entre enemigos. Y así alcancé el auge
del relato. Casi me desmayo. Entre el nudo y la altura, el aire escaseaba. Afortunadamente, cuando empecé
a descender en la trama, pude aflojar el nudo de la historia, recuperar el aire y tejer más tranquilo.
Mañosa la persona que pensó en ese telar de hechos breves, el desenlace de la obra sólo hizo que me
enredara más. Yo quería tejer certezas y el autor entrelazó más dudas. Mi tejido empezaba a deshilacharse.
Mis agujas perdieron su punto guía. Ya no encontraba lógica alguna en la trama.
Exhausto, tiré ese gran estambre ficticio por la ventana del colectivo.
“Adiós juventud”
Juan Martín Iummato
En un cuarto pequeño, de paredes de cemento mal pintadas, una mujer entró y se sentó al lado de
otra mujer, que ya estaba anteriormente. Ambas observaron los últimos rayos de sol que entraban por la
ventana, contemplando cómo el cuarto se sumergía lentamente en la oscuridad.
- ¿María Claudia? - preguntó la mujer que acababa de entrar, tratando de adivinar el rostro.
- Sí – respondió la mujer sentada mirando el piso – ¿Cómo andás, Clarita?
- Sobreviviendo – respondió María Clara con un tono sarcástico.
Luego de unos minutos sin hablar, María Clara rompió el silencio.
- ¿Por qué estás acá?
- Lo mismo de siempre – dijo María Claudia todavía mirando al piso - ¿Vos qué haces acá?
- También, lo mismo de siempre, una mierda ¿No?
María Claudia no respondió, siguió mirando el piso, parecía buscar algo que sabía de antemano que no iba
a encontrar.
- Hablá, Claudia.
- No puedo, estoy bloqueada por los signos y las dudas – dijo María Claudia, siguiendo con su dedo índice
los surcos de las baldosas.
- ¿Sabés dónde está el resto?
- No, es posible que hayan extraviado la brújula.
entrelíneas /59
- No entiendo, hablá claro, che. ¿Sabés donde está tu novio, por lo menos?
- Allá en el sur del alma.
- Te estoy hablando en serio.
- Desconcertados, sordos.
- Basta – dijo María Clara – Si no querés hablar, no digas nada.
- No tengo ganas de hablar, por mí que me arranquen la lengua los ratones.
- ¿Podés parar un poco?
- ¿De hablar? Bueno – replicó María Claudia haciendo garabatos imaginarios en el piso.
Las dos escucharon pasos de afuera y se callaron de repente. Luego que los pasos se alejaron, continuaron.
- Me siento como el oasis en los espejismos – dijo María Claudia.
- Callate – dijo María Clara con un tono áspero.
El silencio sobrevino con la noche, pero no duró demasiado.
- Estoy cansada, Clara.
- Yo también – dijo María Clara, mientras su voz se resquebrajaba.
María Claudia levantó la cabeza y dirigió sus ojos hacia donde estaba María Clara. Esta no resistió la
mirada de María Claudia y comenzó a llorar. María Claudia la abrazó fuerte.
- Tenés el cuerpo helado – dijo María Claudia.
- Tengo frío, entre otras cosas.
- Te quiero, Clarita.
- Yo también te quiero, Claudia.
Ambas se quedaron en silencio. Ya entrada la noche, dos hombres entraron al cuarto.
- Creo que me toca – dijo María Clara.
- Esta noche no termina más – dijo María Claudia resignada.
- No, no termina más.
María Clara se levantó y se fue del cuarto en compañía de los dos hombres. María Claudia, sola en ese
cuarto pequeño, de paredes de cemento mal pintadas, entró en un profundo llanto.
“Patitas para arriba”
Natalia Soledad Cirelli
Todas las tardes cuando llego del colegio dejo mi mochila en el sillón, paso por la cocina, agarro un
pedazo de pan y salgo al patio a verlas. A veces como del pancito, otras veces lo corto chiquitito y lo tiro en
el hormiguero. Me siento como si fuera su rey y mi deber alimentarlas, lo único que puedo defender. Otras
veces soy uno más de la montañita de tierra, porque caigo en manos de seres más grandes y con más poder
que derriban mi casita, como pasa con mamá. Ella siempre se queja de que se comen sus plantas y que en
el patio solo hay mugre, pero para mí no es mugre, son mis juegos, y las hormigas están bajo mi protección
y son lo más divertido que tengo. A ellas les cuento todo, porque son mis principales confidentes.
Él me prohibió que lo contara porque mis papás se iban a enojar mucho, pero a mí no me gusta jugar
a ese juego que me dice que hagamos después de la clase de matemáticas. Los dos agachados, mientras
espero a mamá, que siempre llega tarde a buscarme y nunca se da cuenta de nada.
60 / entrelíneas
En mi casa cuando ella y papá se pelean yo ya estoy en el patio, jugando a que soy un soldado que
defiende a su tropa mientras cargan los pedacitos de hojitas verdes y la llevan al hormiguero. Me parece
que el problema es que mi papá nunca llega a la hora que tiene que llegar, vuelve con la ropa suelta y
camina medio raro, parece que lo empujan de atrás (como me hace mi compañero Federico en el recreo)
o que se va a caer en cualquier momento. Mamá se enoja mucho por eso y le grita todo el día. Llora, se
encierra en su pieza y dice que está cansada, que quiere que se vaya y que no soporta que él se burle de ella.
Eso es algo que no entiendo, porque papá nunca se ríe de ella, ni se burla con nada de su cuerpo (como lo
hace Fede conmigo cuando me pongo mis anteojos). Mi papá lo único que hace es llegar tarde, yo casi ni lo
veo, pero ella también llega tarde a buscarme al colegio y por eso me enojo, sin embargo no se lo digo. A
veces pienso en decirle a mamá lo que me pasa cuando termina la clase de matemática; siempre estoy con
el pantalón desabrochado, tirado al piso, mirando por la ventana, como él me dice que haga, pero si se le
digo ella se enojaría conmigo.
Mamá también le dice a papá que no aguanta el fuerte olor que trae y que seguro que la plata otra
vez no va alcanzar porque él se la gasta, pero nunca se acuerda en qué se la gasta. Para mí es porque tiene
mala memoria (como me pasa a mí en matemáticas, que me acuerdo de todo lo que pasa menos de las
cuentas). A mí me gustaría que mamá tenga mala memoria, así le puedo contar todo y que ella vaya y le
grite a él como lo hace con papá cada vez que llega tarde. Papá habla distinto y saca de la heladera una
botella con un líquido rojo que se abre con un aparatito raro, que tiene una punta brillante en forma de
rulo y que empuja un tubito marrón que después lo apoya en la mesa. Parece que es como su vitamina.
Y encima, si no hay de ese líquido, él empieza a gritar como loco. Ahí es cuando me mandan a la cama,
a veces sin comer, porque se pelean muy fuerte. Esta es otra de las razones de por qué no le puedo contar
nada a mamá.
Para mí, papá cada vez que se termina su vitamina se siente solo y no puede correr porque se cae
al piso y siente que se va a morir, pero el problema es que él no tiene a nadie que lo cargue y lo rescate,
como a las hormigas, que corren rápido cuando sienten el peligro, pero como son chiquititas, se van para
todos lados y también quedan solas y mamá las termina pisando, entonces se mueren. Eso me gustaría
que le pasara a él, cuando nos quedamos solos en el aula y nadie nos mira, me gustaría que llegara mamá
y que lo aplastara como a las hormigas. Ella siempre las pisa porque dice que molestan y que le repugnan,
como papá, al que siempre le dice esa palabra. Cuando mamá le tira ese rociador blanco que a mí no me
deja tocar, ellas se quedan patitas para arriba unas cuantas horas, hasta que viene la familia y las cargan
y se las llevan al hormiguero para que descansen en paz (como hicieron con mi abuela, que mamá la tuvo
que llevar adentro de un cajón para que descanse en paz) porque como están muertas ya no pueden seguir
llevando las hojitas. Para mí que papá tiene miedo de quedar solito, no saber cómo correr, caerse al piso y
que mamá lo aplaste. Él es más grande y sabe que yo no lo voy a poder cargar, como hacen las hormigas.
Será por eso que papá duerme en el sillón y mamá en su pieza. Y será por eso también, que yo a
veces me siento una más de ellas, ya que no puedo hacer nada y veo como quedan patitas para arriba. Creo
que mamá quiere que papá quede con las patitas para arriba.
Igual yo voy a seguir en el patio defendiendo a mi tropa, de la cual me siento su rey, ya que ellas son
las únicas a las que puedo proteger de todo.
“Dormidores de tren (una especie en crecimiento)”
Jimena Argüello
Los dormidores de tren forman una especie multifacética que tiene su origen con la aparición de los
primeros medios de transporte público y cuya descendencia se extiende hasta la actualidad. Esta especie
ha tenido un crecimiento muy elevado en los últimos años, debido, en parte, a las adaptaciones que todo
ser vivo es capaz de desarrollar para sobrevivir al medio que lo rodea y, en parte, a su sencilla y veloz forma
de reproducción: la conocida reproducción por imitación. Como es bien sabido los individuos concebidos
por este tipo de reproducción solo tienen diez minutos de gestación, en los que el futuro dormidor observa
la conducta de su progenitor y aprende todo lo que necesita antes de nacer (esta es la única especie que
posee una serie de conocimientos básicos antes de enfrentarse al mundo).
Una vez dado a luz, el dormidor solo necesitará de dos a cinco viajes para llegar a la madurez y
comenzar a engendrar nuevos dormidores. En esta etapa de transición pondrá en práctica las técnicas de
entrelíneas /61
supervivencia aprendidas de sus padres y las perfeccionará, ya que cada nueva generación suele superar a su
antecesora. Estas técnicas, al igual que sus hábitos y costumbres, son de lo más variadas y contradictorias:
por lo general mostrará un aspecto cansado que roza el agotamiento, pero no dudará en desplegar su
velocidad y capacidad física al ver su debilidad: los asientos vacíos. Es capaz de realizar las más extrañas
piruetas y corridas con tal de no perderlos, así como también presenta la asombrosa capacidad de dormir
con un clima extremadamente cálido y, en ocasiones, muy ruidoso, pero suele despertarse cuando el lugar
se vacía y aparece el silencio.
El tren es su hábitat natural, siendo el de las cinco de la tarde, que parte desde Retiro, donde
pueden observarse con más facilidad, incluso, en manadas que se agrupan sobre el andén (cabe aclarar que
estas agrupaciones son momentáneas, ya que estamos frente a una especie solitaria y nómade). También
pueden verse en subtes y colectivos, pero su vista será más esporádica y breve.
Estos ejemplares se caracterizan por ser inofensivos mientras puedan practicar su sueño tranquilos. Se
pondrán a la defensiva ante una posible invasión de territorio. Sí suelen estar muy irritados y ofensivos si
se los encuentra de pie, aunque esto es muy poco común.
Dentro de la familia de los dormidores podemos encontrar cuatro tipos:
Dormidor Real: El ejemplar más puro de la especie. Realmente está agotado e incluso puede pasarse de
estación. Suele verse con la boca abierta y sus pertenencias apretadas entre los brazos.
Dormidor Cabeceador: Quizás algún día llegue a ser un dormidor real. A diferencia de los demás especímenes,
no quiere quedarse dormido, pero sus ojos se cierran por inercia. No se preocupe, por más que amague
nunca caerá al piso. En caso de estar sentado junto a él, deberá inclinar su cuerpo hacia el otro lado si no
quiere ser utilizado como almohada. Tal vez los más nobles de la especie cederán el asiento si lo consideran
necesario porque en el fondo no quieren dormir.
Dormidor Intermitente: Cruza con la especie de los ocupados perpetuos. Dormirá solo una parte del
viaje. La otra parte comerá, leerá, hablará por teléfono, pero siempre mostrará que está realizando algo
importante y no puede ser interrumpido.
Dormidor Simulador: Los más irritables de la especie. Dotados de una gran capacidad de actuación
cerrarán los ojos ante una posible amenaza y cuidarán su refugio celosamente durante todo el viaje.
Esta es su clasificación básica, aunque debido a los continuos nacimientos las mutaciones en la
especie se producen con facilidad, por lo cual, están en constante evolución.
“Oscurece”
Nicolás Israel
– Oscurece – dice Jacinto.
– Así parece – contesta Manuel.
– Apuremos el paso – y le pega una patadita al burro.
– Antes de que venga el frío.
– Y el viento.
– Y la muerte.
– Como le pasó a Don José.
– Pobre Don José, tan bueno que era.
– Ni tanto. La golpeaba a Doña Clara.
– ¡No!, incapaz don José.
– Que sí, carajo, que la golpeaba.
62 / entrelíneas
– Tantos años de silencio, entonces, pobre doña Clara.
– Ni tan pobre. Se lo encamaba a Horacio, el capataz – dice Jacinto, y se acomoda el sombrero que
las ráfagas de la colina pretenden arrebatarle.
– ¿Y don José, sabía?
– No, pero lo mismo la molía a cachetazos.
– Quién lo hubiera pensado, tan bueno que parecía el Horacio.
– Buen estafador será; esas tierras eran robadas, tenían sangre sembrada.
– Por algo se decía por ahí que esos tomates tenían como un sabor raro.
– Por algo se vendían tan poco.
– Pobres tomates.
– Sí, pobres.
– …
– …
– Apuremos el paso – dice Miguel.
– Sí, ya oscurece – contesta Jacinto, y le pega una patadita al burro.
“Sigue muda la nena”
Nicolás Israel
Luego de lavarse los dientes y empapar su cara con agua fría, Lorena se sentó frente a la taza de
café con leche, las tostadas, la manteca, la mermelada de frutilla y un plato con varios trozos de frutas
coloridas.
–Recién exprimido– dijo el Rubio, y colocó un vaso de jugo de naranja frente a la taza de Lorena.
– ¿Dormiste bien?– preguntó. Ella asintió con un gesto mientras veía, a través de la única ventana del
departamento, el perezoso movimiento de la urbe a las siete y media de la mañana. El Rubio se levantó de
la silla, se acercó a Lorena, la besó en la frente y partió hacia su oficina.
Año tras año la repercusión disminuía, asistían menos personas, menos prensa. –No bajaremos
los brazos hasta encontrarla– aseguró Raúl Iglesias durante la manifestación. –Buscaremos en todos los
rincones, no descansaremos hasta llegar al fondo de la cuestión– declaró a los periodistas, abrazado a su
esposa. – ¿Justicia? Si hace ocho años que desapareció y todavía no hay pistas. Lorena tiene diecinueve
y la última vez que su familia escuchó su voz fue cuando tenía once, de qué justicia estamos hablando–
protestó un ex-compañero de la primaria, uno de los pocos que aún se acordaba de ella. Insatisfechos
con las indagaciones policiales, sus padres contrataron, dos años atrás, a los mejores investigadores
particulares que sus ahorros de clase media y un par de colectas eclesiales les permitieron costear. Jamás
se encontró una huella.
Nadie entró a ese departamento, jamás. No hay teléfono, ni cuadernos, ni computadoras, ni licores.
La habitación contigua a la de Lorena es la más grande de la casa. Tiene un televisor y películas. Miles
de películas. La habitación llena de películas. Todas las noches, desde hace ocho años, antes de dormir,
ve una con el Rubio. El resto del día, sola en el departamento, ve dos o tres. A veces cuatro. El humor,
los sentimientos, las percepciones de su jornada dependen de los films que observa. La nena no entiende
un argumento a los trece, le gusta a los quince y lo odia a los diecinueve. En la misma tarde, la nena mira
Bergman y Lynch, colores opacos y extravagantes, Chaplin y Vertov, personajes patéticos y vitales, Fellini
y Godard, historias deprimentes y forzadas, Hitchcock y Buñuel. A través del cine la nena experimenta
angustia intensa, amistad perdurable, furia irracional, la felicidad de volver a casa.
entrelíneas /63
El Rubio le pregunta todos los días qué quiere comer, de qué color prefiere su ropa, qué siente, si
necesita algo. Le pide que le hable. Le ruega que le hable. El Rubio quiere tomarle la mano, acariciarla.
Ella lo evade. Él la besa en la frente todas las mañanas y todas las noches: es ese su único contacto corporal.
A las diez de la noche él apaga la luz de la habitación de Lorena. Le besa la frente y le desea buenas noches.
Ella se va a dormir. Pero a veces le cuesta un poco, y camina, silenciosa, dentro de su habitación, a oscuras,
y trata de conciliar los fragmentos de su realidad adulterada.
Una madrugada ella escuchó una voz. Abrió los ojos, se extrañó. Fijó su oreja en la pared:
–Sí, perfecto. Le juro, perfecto. ¿Problemas?... Que no habla, sí, nada más, exactamente, sigue
muda la nena– escuchó Lorena.
Antes de almorzar, la nena quiso ver una película. Buscó. Durante una hora y media examinó la
habitación, leyó título por título. Las vio todas. No supo qué hacer. Abrió la puerta del departamento.
Descendió en el ascensor y llegó hasta la puerta del edificio. Esperó a que saliera cualquier persona.
Cualquier persona salió, y salió ella también. Erguida frente a la ventana el Rubio la encontró, esa
noche, al llegar al departamento. La notó particularmente estática, particularmente silenciosa. Con
pasos cortos, se acercó a ella. La advirtió pálida, temblorosa, el cabello drapeado, las manos frías, huellas
de angostos ríos zigzagueantes sobre las mejillas. Ella levantó su brazo derecho y lo mantuvo horizontal,
a la altura del hombro, señalando la masa frenética que se movía más allá de la única ventana. Él
permaneció detrás de ella, la respiración muy cerca de su nuca. De repente, la nena giró y lo abrazó. Con
ambos brazos, tan fuerte lo abrazó. Luego, volteó nuevamente su cara y su cuerpo hacia la ventana. Su
mano se aferró a la del Rubio. Su mirada y su dedo índice se dirigieron hacia la metrópoli, ese objeto tan
exterior, y dijo, por primera vez dijo, mientras apuntaba a la ciudad dijo, con amargo tono entrecortado
dijo:
–Es mentira. Todo eso es mentira–.
“Otra salida”
Matías Ferrari
El rítmico traquetear del ventilador intentaba, sin resultado, remover el ambiente de la habitación.
Las sábanas, al igual que sus piernas y sus brazos, estaban húmedas y se le pegaban al cuerpo. El grito
de un vendedor se confundía con el zumbar de un grupo de moscas que sobrevolaban la escena, como
esperando el momento indicado para zambullirse en su piel. Recordaba haber oído de pequeño decir a su
padre que los veranos en La Rioja eran los más asfixiantes de toda la nación. Hacía más de cuatro décadas
que lo venía comprobando a diario.
El reloj, junto a la cama, marcaba las ocho de la mañana. Justo la hora en la que la brisa estival
se transforma en una masa de aire caliente y denso que no da tregua bajo ninguna sombra. Las moscas
merodeaban nuevamente su cama y algunas ya se animaban a posarse sobre su acuosa cara. Él, por su
parte, no malgastaba sus fuerzas en intentonas por librarse de ellas, sabía que eso era definitivamente
imposible.
Ya hacía años que lo había abandonado esa energía jovial que, en su momento, lo solía eyectar
de la cama por las mañanas. Ahora todos sus movimientos se habían acompasado; de preguntarle, no
hubiera sabido contestar si era por la vejez o por el aburrimiento. Lentamente se sentó sobre la punta de
la cama matrimonial y echó un fugaz vistazo a uno de los cajones de la cómoda. Se puso de pie, se calzó las
chancletas de goma y se dirigió al baño donde se dispuso a quitarse el sudor con una ducha fría. Mientras
se enjuagaba el cuerpo con una esponja que apretaba en su mano, lo invadió una nostalgia por la ya lejana
y perdida Buenos Aires.
Sergio jamás hubiera pensado en que terminaría sus días viviendo en un pueblo del noroeste
argentino. Sus padres, tíos y abuelos siempre habían vivido en Buenos Aires y la única provincia que
él conocía hasta ese entonces era Entre Ríos, visitada en alguna fugaz excursión escolar. Digamos que
su vida se circunscribía a esa Pe grande bordeada por el mar. Más allá de ella, poco y nada importaba.
Así fueron pasando los años de su infancia, luego la secundaria, unos años de trabajo en la fábrica de su
abuelo y después la imposición del mandato familiar: la carrera de Ingeniería en la Universidad de Buenos
Aires. Y fue caminando por uno de los pasillos de esa facultad cuando se enamoró de Mabel, una riojanita
que lo único que hacía era sacarse buenas notas, pero que jamás se recibiría por problemas económicos.
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Arrastrado por su acento y sus curvas, Sergio le prometió irse a La Rioja a vivir junto a ella, una vez
terminada la carrera.
La ducha había surtido el efecto deseado, aunque sabía que el sofocante calor lo volvería a atacar
en unas pocas horas. Vestido con un short y una musculosa gris gastada, se dirigió a la cocina donde
leyó la notita que Mabel le había dejado sobre la mesa: “Me fui a lo de la Nelly, vuelvo para la hora de la
cena”. Tras leerla, agradeció a su cuñada – y a la distancia que separaba su casa de la de ellos- por haberle
regalado una tarde de libertad total. A los pocos segundos, la alegría se disipó de su cara al recordar que
allí no había mucho por hacer más que escuchar la radio o releer uno de esos libros que, tiempo atrás, había
traído de Bueno Aires. El calor se hacía sentir nuevamente en sus axilas y pecho. Se dejó caer sobre una de
las sillas de plástico que rodeaban la mesa de la cocina y releyó la nota que había escrito su esposa minutos
atrás: “Me fui a lo de la Nelly, vuelvo para la hora de la cena”. La volvió a leer, esta vez, reparando en su
caligrafía que, con los años, había tomado un carácter errático y tembloroso.
Apartando a un lado el papel, dejó resbalar su espalda por el respaldo de la silla hasta encontrar
una posición cómoda con sus piernas estiradas. Abandonó su mirada en la carcomida pintura del techo y
vio revolotear a un grupo de moscas alrededor de la bombilla de luz que había quedado encendida desde
la noche anterior. Volviendo su mirada hacia el papel, se apenó por el paso del tiempo y por las secuelas
que este había dejado en el carácter de su mujer. Le costaba aceptar que su negrita divertida, de piel
suave y voz amable, hubiese cambiado tanto. Parecía otra mujer. Como si una mañana, sin que él se diese
cuenta, alguien se hubiera llevado a la antigua Mabelcita y la hubiera cambiado por la Mabel actual. Lo
sorprendió el sentimiento de un anhelo: el de poder recomenzar una nueva vida, esta vez, alejado de ese
polvo y de ese sol. Lejos del sudor y de las moscas; lejos de esa casa y sin Mabel.
Había continuado durante tres años con sus estudios de Ingeniería, a pesar del regreso de Mabel
a su provincia natal. En ese lapso de tiempo él se recibiría, por lo que puso todo su empeño en abocarse
únicamente al estudio.
Una tarde, habiendo rendido ese día una de las últimas materias, conoció a Verónica. Ella,
estudiante de Filosofía y él, asiduo lector de los existencialistas alemanes, de inmediato se hicieron grandes
compañeros. Esos seis meses que lo separaban de su viaje a La Rioja los pasó en cines y en bares de
lectura junto a Verónica. Se encontraban todas las tardes en el mismo horario en el Obelisco para, desde
allí, sumergirse en esa fantástica y misteriosa Buenos Aires que parecía estar conociendo por primera
vez. Solían terminar sus noches sentados frente al río, retenidos por un cómodo silencio que pocas parejas
aprenden a respetar. Era la primera vez que compartía una pasión, no solo sexual, sino intelectual con una
mujer. Sin darse cuenta, el tiempo se les había ido agotando y sólo quedaban unos días antes de su partida.
Diploma en mano, Sergio debía cumplir con su compromiso. Y fue entre esos besos y esos abrazos finales
cuando él le escribió en un papelito la dirección postal de su futuro hogar en La Rioja.
Ya eran las tres de la tarde y el húmedo calor no cejaba. Apoyando uno de sus brazos sobre la mesa
de la cocina, Sergio lentamente se puso de pie. El zumbido de los insectos acompañó su andar cansino
hasta el dormitorio. Echó una mirada a las sábanas que seguían mojadas de sudor y, dándoles la espalda,
se acercó a la cómoda ubicada frente a su cama. Abrió uno de sus cajones y sacó de él un sobre. Sentándose
sobre el colchón, quitó con cuidado la hoja y leyó lo que parecía ser una carta:
Querido Sergio:
Escribo estas líneas con la dolorosa certeza de tu olvido. Pasaron más de cuarenta años de aquel último
abrazo, pero ese recuerdo, insistentemente, ha vuelto a mí este último tiempo. Por miedo al rechazo he postergado
esta primera carta, pero creo que el momento de enfrentarlo ha llegado. Fue la experiencia del dolor sufrido, creo
yo, la que me ha dado la fortaleza necesaria para afrontar tu posible negación.
Me resisto a llamar pasado a algo que continuamente vuelve a mí. A diario recuerdo las eternas conversaciones
que terminaban con la luz del amanecer; la sonrisa con la que me recibías en esa esquina a pesar de mis tardanzas
y tantos otros episodios que han marcado mis mañanas. Son recuerdos que querría revivir, aunque sea por una
única vez. No negaré que he sentido amor por otros hombres, pero algo dentro de mí me empuja en tu búsqueda en
este último tiempo. Como si un enigma me guiara al pasado para encontrar una respuesta que jamás encontré.
Verónica
Mantuvo la hoja en sus manos unos segundos hasta recobrar el aliento. Desde la llegada de aquel
sobre, tres meses atrás, había leído decenas de veces esa carta. Era la primera vez que ella le escribía desde
su separación en Buenos Aires aquel 27 de julio de 1966. Y era también la primera vez que Sergio, hasta
entonces retenido por el miedo, pensaba en la posibilidad de comenzar una nueva vida lejos de allí.
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Asaltado por una emoción de cambio, de sus ojos comenzaron a brotarle finas gotas. Ya había
olvidado, tan alejado en el tiempo, su último derramar de lágrimas. Cerrando sus párpados, forzó la última
de ellas que, en su caída, quedó estática en su labio. Quiso retardar el final de ese llanto, pero no pudo:
el zumbar de las moscas lo regresaba a su casa en La Rioja. Aún consternado por la emoción, Sergio se
recostó en su cama y, cerrando sus ojos, imaginó un posible futuro.
La luz de la mañana lo despertó. Esperó sentir la densa ola de calor en su cara, pero esta nunca se
presentó. Incrédulo, el hombre esperó escuchar el zumbido de algún insecto, pero solo oyó una bocina de
auto alejándose en la distancia. En aquella cama, las sábanas, tantas veces empapadas de sudor nocturno,
permanecían secas y suaves al tacto. Abriendo su boca, dejó que el aire fresco entrara en sus pulmones
obnubilados de polvo. Inesperadamente, sintió cómo una dócil mano le subía por la espalda y un escalofrío
de placer le recorrió todo el cuerpo. La piel se le erizó al reconocer esas caricias que creyó perdidas en el
tiempo. Cediendo ante aquel celestial goce, el hombre cerró sus ojos y, sonriendo, tomó la delicada mano
entre las suyas.
“Hilos”
Catalina Bedacarratz
– ¿En qué pensás?– le preguntó él. La mayoría de las veces ella nunca le decía la verdad, nunca le
decía en qué pensaba.
Estoy mirando las telarañas, estoy viendo cómo nacen de la nada, cuelgan como de hilos
invisibles que no sé por qué desde acá los veo, pero si hago así con la cabeza, no los veo más. Nosotros
somos un poco así también, ¿no te parece?
No entiendo a qué te referís, ¿así cómo? Lo de la telaraña es una cuestión de luz, no es nada
mágico, de hecho hay una explicación bastante lógica… Mirá con lo que saltás, Manuel. Ay, no sé, te soy
sincera, se me fueron las ganas de hablar con vos. Ya no quiero hablar más. Pero, ¿qué hice, qué tiene de
malo mi respuesta?
Nada, dejame tranquila, quiero seguir pensando en mis telarañas y en mis hilos invisibles. No le
sigas sacando la magia a mi mundo, por favor.
Se quedaron en silencio. Estaban acostados en la cama. Era una cama chiquita, cómoda pero
chiquita. Era la misma que él había tenido desde que se había mudado solo. Habían hecho el amor ahí
ya miles de veces. Solo ellos habían hecho el amor sobre esa cama y esa cama solo los había visto a ellos
amarse. Estaban los dos acostados, tapados hasta el pecho. Por debajo de las sábanas era invierno. Hacía
frío y helaba. Aún así no había ni una sola parte del cuerpo, ni un solo pelo de uno que tocara el del otro.
Por debajo de las sábanas las distancias eran eternas, los pozos eran ciegos y ellos estaban muertos. Rara
vez, cada tanto, él movía la pierna. Disimulada y sutilmente colocaba su pie cerca del de ella, y lo iba
bajando, de a poquito, con miedo, sin respirar, hasta que por fin se tocaban. Era cuestión de segundos
hasta que ella corría su pie, y lo alejaba. Se lo llevaba a otro país, a otra región debajo de las sábanas donde
ningún cuerpo podía alcanzarla, pero donde hacía aún más frío.
Ella se había encaprichado con la telaraña, no podía sacarle los ojos de encima, aunque en
realidad la mayor parte del tiempo pensaba en cosas que no tenían que ver con ella.
Es como si a nosotros nos sostuvieran hilos, ¿no? Hilos invisibles, que solo los vemos a veces,
desde algunos lugares, en algunos momentos, y después, de repente, cambiamos de posición y no están
más. Y nos olvidamos, ¿entendés? Nos olvidamos de que están ahí los hilos invisibles. Porque las
personas somos muy de ver las cosas, y si no las vemos creemos que no están. Y un día sin darnos cuenta,
movés el brazo, salís corriendo o simplemente te caés, y ¡zas!, rompiste el hilo, lo atravesaste. Y entonces
no hay más hilo, no hay nada que te sostenga.
Él no respondió. No porque estuviera totalmente en desacuerdo con lo que ella había dicho, de
hecho le había parecido lindo. Todo lo que ella decía le parecía lindo e inteligente. Solo tenía que tener
como condición que saliera de su boca. Que las palabras las hubiera moldeado su lengua, como artesanías.
Pero esta vez no respondió. Porque él estaba pensando en el pie. Estaba pensando que tenía ganas de
tocarla y de manosearla y de sentirla como suelen hacer los novios normales. Estaba cansado de acostarse
en esa cama tan chiquita, y de que ella estuviera tan lejos. Y lo pensó y se lo dijo a sí mismo: estoy cansado.
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Así que se dio media vuelta, dijo buenas noches, y cerró los ojos. En ese darse media vuelta sus piernas
volvieron a rozarse, él las sintió como caricias de cuchillos, pero caricias al fin, que quería y extrañaba.
Ella se quedó mirando el techo; ya ni siquiera miraba las telarañas. Sabía qué era lo que pasaba,
sabía que era por el pie. Ella sintió al revés, cuchillos como caricias, cuchillos al fin, que la lastimaban y
le dolían. Se dio media vuelta, trató con éxito de no tocarlo, y cerró los ojos.
Sinceramente no entiendo qué hacés acá conmigo.
Eso fue lo último que él le dijo a ella, eso fue lo último que se dijeron. Él se durmió esa noche, más tarde,
mucho más tarde, después de pensar y volverse loco tratando de entender cosas que no se hicieron para ser
entendidas (quizá eso es lo que había que entender). Ella se dio cuenta en seguida de que se había dormido.
Lo notaba en su respiración; era diferente cuando soñaba a cuando estaba despierto, ni hablar si tenía
pesadillas, ella lo notaba de inmediato. Se despertaba enseguida si estaba dormida y lo abrazaba. Y él se
calmaba. Esa noche, cuando él se quedó dormido, ella por fin atravesó el llano, el desierto y las montañas,
y posó su cuerpo sobre el de él. Toda ella estaba junto a él, toda ella lo tocaba. Se unieron como en un
magnífico rompecabezas, y allí se quedó, con los ojos cerrados, sobre él, o en él. Respiraba a su ritmo, no
quería despertarlo, no quería que despertara y ella tuviera que alejarse nuevamente y volverse a su lado
de la cama, que era más frío y callado.
Se quedó así durante un largo rato. No pensó en nada, trató, al menos, de no pensar en nada.
No quería que se le arruinara el momento. Quería sentirlo y tocarlo, nada más. No entendía por qué lo
extrañaba y lo necesitaba justo cuando él ya no estaba. Por qué solo lo besaba mientras dormía, por qué
solo le hablaba cuando soñaba. Empezó a sentirse mal. Primero lo sintió en los pies, en el dedo gordo, el
que él le había tocado hacía un rato. De a poco subió por todo el cuerpo. Fue cuestión de segundos para
que le llegara a la boca y a los ojos, para que el dolor se sintiera hasta en los dientes. Al tragar. Al respirar.
Cuando miraba, cuando cerraba los ojos, siempre ahí constante y mortal. No pudo más. No aguantó más.
Salió de la cama, se vistió lo más rápido que pudo y se fue.
Cuando salió a la calle, no pensó, sólo empezó a correr. Ni siquiera sabía hacia dónde estaba
corriendo. Solo corrió sin parar una cuadra. Dos. Tres. Ningún pensamiento se entrepuso en su corrida
por un tiempo. Pero de repente, ahí estaban de nuevo los gritos, los te quiero, los besos, todo. Estaban
frente a ella, sobre ella y en ella. Golpeándole la cabeza, comiéndole las manos, agarrándola de los pies,
impidiéndole caminar. Se detuvo. Se cayó al suelo. Y empezó a llorar. En ese momento una señora que
pasaba por allí, asustada, se acercó a ayudarla. La agarró como pudo e intentó calmarla, pero ella solo
lloraba y repetía que los hilos ya no estaban, que los hilos se habían roto.
“Diagnósticos distintos”
Julia Raznoszczyk
Casi como si estuvieran parados frente a un espejo, dos hombres se descubrieron haciendo
exactamente lo mismo en el patio de una clínica psiquiátrica. Ambos, parados, con sus cabezas hacia abajo
y sus espaldas encorvadas, observaban el suelo preocupados, desesperados. A uno se le había perdido un
tornillo. El otro tenía el alma por el suelo.
“Golden Age”
Julia Raznoszczyk
Le pido que me guarde este secreto: yo fui quien hizo el trabajo sucio. En el tiempo que a usted le
tome leer esto, a Quintino Vélez lo iban a buscar a su casa para matarlo.
Aquella noche el tipo no lograría pegar un ojo, ni aunque la salamandra tuviera suficiente carbón como
para soportar la helada, ni aunque su mujer lo esperara para abrigarlo en la cama, ni aunque reinara el
silencio en su casa.
entrelíneas /67
Silencio.
Habría recibido esa mañana una carta anónima que diría, en letras negras mayúsculas, “El que roba
paga más caro. Te vamos a matar” (un clásico “modus operandi” con los traidores). Mientras, las volvería
a leer una y otra vez como quien no cree la cosa, las piernas le temblarían y, sin quererlo, soltaría el papel
y lo levantaría del primer escalón del zaguán de su casa, y lo abollaría y arrojaría en algún lado. Volvería
pálido, caminando lentamente hacia su cocina. La mujer, que lo esperaría para desayunar, no percibiría
su malestar porque Vélez, desde que le habían quitado su puesto en la fábrica, muy probablemente solía
levantarse de cara blanca y larga. Y preferiría no decirle una sola palabra.
El día anterior, un domingo, había sido el del Gran Premio. Quintino Vélez estaría en la principal
entre la multitud. Ahí se lo habría encontrado el Tano. Y Vélez no se habría sorprendido al verlo, a pesar
de que hacía años que no trataban. El Tano le habría ofrecido un cigarrillo amablemente y le habría
pedido que fueran al interior del edificio para poder hablar. Sí, seguro que fue así, porque el Tano lo trata
así a uno; primero como un duque, pero si uno no cumple, intenta borrarlo del mapa. Y por eso Vélez
se habrá borrado en su momento de la “compañía”, como la llamaba el Tano, porque acababa de tener
familia y porque quería un laburo digno y no saber más nada de él y todos los que estaban por debajo de él.
Pero se sabía que Vélez no pasaba buenos días últimamente, que lo habían reducido de la fábrica
y que todo lo que se iba a jugar se lo perdía sin más. Decían que alguna bruja le había echado el “mal de
ojo”. Y que era probable que aceptara algún “laburito” que le ofreciera el Tano.
El Tano lo hizo entrar a la confitería, lo invitó un café y se pidió un whisky. Ni se dio cuenta de que
el hombre que estaba a sus espaldas, en la mesa contigua, era yo. Y Vélez, que estaba sentado frente a él,
nunca había llegado a conocerme. Pero yo sí sabía de su existencia.
–Va a estar en el sector 3, tené cuidado al entrar. Tiene el cabello como oro – le dijo el Tano en voz baja.
–¿Está sana?
–Sanísima. Es bellísima, una europea, nos van a dar una fortuna por ella. Imposible no darse cuenta de su
presencia, más vos que tenés años en esto.
–Este va a ser mi último trabajo.
–Vamos, Vélez, sabés lo que te conviene. Y además nosotros somos casi tu familia después de tanto tiempo.
Vélez miró cómo, con cautela, el Tano sacaba de su saco un sobre y se lo entregaba por debajo de la mesa.
–Andá a buscar “el paquete” esta noche. Te va a estar esperando Darregueyra. Decile tu apellido y lo
retirás y lo traés para “el pantano”; te acordás, ¿no?
El Tano se levantó y salió rápidamente de la confitería. Vélez terminó su taza de café, dejó unas
monedas sobre la mesa y se marchó.
Esa habría sido la primera noche que no pudo pegar un ojo. Porque no lo había conseguido, porque
habría llegado al establo cuando ya no estaban ni Darregueyra ni “el paquete” tan codiciado. Porque
ni se imaginaría que había habido un hombre escuchando su conversación con el Tano, que sabía de
qué hablaban y que iba a robarle el “laburito” y arriesgar su pellejo. Pero lo que sí sospecharía era que
lo querían estafar, que lo iban a usar como comodín de algo jodido. Y toda la tarde del día siguiente
intentaría encontrar al Tano. Lo iría a buscar a lugares donde solía estar, cuando Vélez formaba parte de
la “empresa”, pero que ya no existían, y al “pantano”, aunque el Tano no se iba a quedar esperándolo ahí
y Vélez entonces volvería a su casa.
Los tipos que habrán entrado esa noche a su casa ni se habrán molestado en escuchar sus explicaciones.
Le habrán dicho “impostor”, “conspirador”, “mentiroso”, “zaino”… Palabras muy distintas de las que
figuraban en su obituario en el diario del día siguiente.
Se llama “Golden Age”. Yegua de origen inglés, pelaje dorado, nacida el 12 de enero de 2003, 1,56
metros de alzada. Ganadora repetidas veces del Gran Premio Montevideo y el Argentino, de 37 corridas
en Estados Unidos, 29 en Francia, primeros puestos en Suiza, en Alemania. Valuada en u$s 3.277.675.
Actualmente en mi poder. El lugar exacto queda guardado en mí… El resto del secreto se lo confío a Ud.
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“Nebulosas de un Nirvana”
Laura Morales Vargas
Soy el Capitán Nirvana, el gato de Czarda, así me dicen, o mejor soy el gato de Czarda, el capitán
hacia el nirvana, o soy el capitán del nirvana del gato de Czarda. Me encanta que me acaricie, que con
sus dedos callositos me arranque los pelos, me encanta que me haga figuras en la nariz y que me peine
los bigotes, aunque con su sexy torpeza siempre me los deja desparejos, cosa que me jode porque luego
las paredes me juegan malas pasadas y siempre termino yéndome de jeta, me encanta cuando se agacha
para agarrarme; siento que dos montañas de algodón dulce me acorralan y a mí no me queda otra que
sacudirme entre ellas, tan suaves y cupulosas, ¡pobre de mí!
Era viernes y era una de esas madrugadas, con olor a whisky, con un poco de Philip Morris Products,
con un poco de olor a noche psicodélica, apoteósica en el callejón de los sordos. Era un lugar para perder
la inocencia, para aprender a tragarse de una sola bocanada a ratoncitos como Jerry. Rasguño, mordida
y tragada. Soy todo un gato; a mí solo me deja lleno un buen runcho, uno de esos de la cañería de la 32
que son bien gorditos, pero vaya uno a agarrarlos; los muy perros son toda una rebelión, a mí que no
me vengan con queso, eso es pa´ finos. Esa noche no sé qué pasó, solo recuerdo que desde que llegué,
Escafandra, la exótica y pintoreteada gata del lugar, como siempre me convidó un poco de humo divertido
y luego maullamos un rato con el Chuqui; le decimos así porque el pobre un día, en una riña gatuna, se
dejó arrancar un ojo por uno de los mininos del callejón de al lado, pum pum pum, sangre y qué dolor
tan hijueputa, los muy perrunos solo nos tienen bronca porque tenemos los mejores basureros. El caso es
que ese día de ahí pa´ delante no me acuerdo de ni mierda, solo de ella, Czarda, sentada en un esquina con
pececitos nadando en los ojos, escuchando Desperado, y yo, cayendo como una plasta de pelos del techo de
Deisy, el que nunca he podido saber qué es, si hombre, mujer, elefante o gillette. Czarda, un gato, nirvana,
luces de neón.
Mientras caminaba por un tejado, bien cagado de paloma, ondeado y naranja, logré verme las patas
al caminar; mierda, me llenó de satisfacción, me hizo esponjar el rabo, nunca lo había logrado, siempre
que lo intentaba terminaba sin algún filudo. Lo mejor fue cuando vi a Czarda tambaleándose en la punta
del tejado y yo no sabía qué hacer, si seguirme mirando las patas, es que era tan de puta o salir corriendo
hacia ella y ronronearle como todo un felino. El caso es que de repente el cielo que no me acuerdo de qué
color era se me vino encima y escuché un ruidajo, que me hizo abrir los párpados y me di cuenta que era
solo un puto sueño. Mierda de paloma, patas, Czarda, mucho pa´un solo tejado, la madre que me dieron
unas ganas de sisear, me hizo poner el rabo en la tierra y darme cuenta que pa´ mi persona ni mierda, solo
huesitos de pescao. Pero había algo extraño en la situación, no estaba ni en el callejón de los sordos, ni
en mi basurero, ni en la ciudad de Dite. El lugar, la encarnación de la infamia, fragancia, humo de sexo,
color, vinotinto; hay un cuadro tristón insípido y delante haciéndole culto un sillón con cuerpo de balsa,
y en él dos siluetas a ras de piel. Qué cosa tan seria, mi olfato no falla, Czarda se para y camina desnuda,
mmmm, se va fuera del contorno de mi vista, y le grita a él que haga lo que se le dé la puta gana, él intenta
abrazarla y le dice, tranquila, muñeca, no ha pasado nada, ella se pone a llorar y le dice que tiene ganas
de vomitar, él le dice hágale, muñeca, vomite, ella agarra la ropa de él y la lanza por la ventana. Un vaso
volador, un libro volador, una lágrima voladora. Desde abajo él le grita que es una muñeca muy salvaje,
tal cual como le gustan.
Czarda encierra los botones de su camisa, prende un cigarrillo, abre la ventana, se agarra las tetas y
mira sus pecas con la luz del sol, se queda inmóvil ante la ventana; su reflejo le dicta por sílabas que la vida
es gris. Escucho la canilla de la ducha girar tan lento que casi parece que su cuerpo y el agua entraran en
un infinito suspenso escrito, punto espacio punto espacio. Yo estoy sentado en el sillón esperando a Czarda
y ahora que pienso, este no la pasa nada mal: culos, migajas, vodka; la próxima vida quiero ser su sillón.
Sale del baño, toma un bocado de brandy y yo meto la lengua; me gusta sentir cómo me quema el tracto
digestivo a esta hora normal en la que la gente camina con sentido, trabaja, silba. Se corta las uñas y me
corta un bigote, la puta; siempre hace lo mismo cuando está deprimida. Me dice que salgamos a decirle
adiós al cielo con las manos, subimos a la azotea; el día está un poco gris, un poco difuso, un poco triste.
Czarda abre los brazos como intentando abrazar una nube, y me dice que el día está como para suicidarse,
entonces me agarra y me dice ¡vamos Capitán, al Nirvana! y me lanza a la azotea de al lado. Tipas de rata
puta; por qué hace esas mierdas, me corta los bigotes y luego me lanza a la deriva, qué cosa seria. Czarda
tiene carácter. Cielo, voltereta, vecina con rulos, cortina. Subo nuevamente hasta donde está Czarda y me
le arruncho entre las piernas, y pienso, mierda, qué rico. Comemos galletas de chocolate y miramos las
máquinas de la ciudad inundada de evasión, luego me lee una combinación peculiar de palabras, pero en
mi cabeza solo está el ruido de un corcho intransigente, resistiéndose a salir de la boca del vino.
La tarde se hunde entre cigarros y escaleras al cielo, la muy putita obliga al sol cansado a ocultarse
por entre las montañejas. Czarda y yo tenemos una sobredosis de nostalgia, ella más que yo o yo más que
ella, ninguno lo sabe y tampoco voy a insistir en saberlo; eso es algo que no entiendo de los monos calvos,
siempre quieren saber lo que sienten los demás, qué hijos de puta, tan chusmas, solo con el objetivo de
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darle viagra a su bizarra seguridad. Sentimientos, razón, confusión. Estamos caminando y Czarda para
enfrente de una plaza, se quita los zapatos y se va arrastrando los pies entre el pasto, ojalá no pise mierda
de perro, porque ahí sí se le termina de cagar el día; esos ni son capaces de responder ni por su mierda. Se
sienta debajo de un árbol grande, le lamo la palma despacito y sin apuro. Una sirena de los verdes suena
retumbante y a mí me dan ganas de salir corriendo, pero últimamente ando de gatito bueno, así que me
quedo parado en cuatro con el impulso en el rabo. Una mujer se intenta ahorcar unos árboles más allá. Los
verdes llegan a tiempo e impiden que la mujer se ahorque, los verdes siempre tirándose todo. Esa mujer
ahorcada hubiera completado lo que le faltaba a ese día para ser más triste.
La noche está demente, las luces de la ciudad son pequeños ojos rotos, locos alucinados que nos
vigilan. Czarda está jugando con el humo divertido y yo ya estoy volando. Caminamos hacia una esquina,
no sé cuál de todas. Ella se encuentra con él, se abrazan, y él le dice que el sábado es el día del amor y de
los caballos y Czarda le dice que le haga el amor hasta el amanecer, él le dice que no faltaba más preciosa.
Allí estamos: Czarda, él, el nirvana y el capitán, toda esta mierda en un mismo lugar pero en
diferentes sitios. De fondo se escucha Sick thing; yo estoy con los bigotes más sensibles que de costumbre,
me dan ganas de trepar un rato y llego al purgatorio, lo más parecido al ventilador, el infierno está en el
piso de arriba en la casa de Lerner, el gato huérfano. Desde arriba todo se ve mejor, y no debe ser porque
abajo está el paraíso. Czarda y él no sé a qué juegan, parecen flamencos despernancados haciendo cuclillas,
o mejor parecen espantapájaros bailando countrie, uno contra otro. Sus cuerpos chocan, se hacen daño
pero al parecer les gusta, qué hijos de puta. Ahora escucho un piano, él grita ¡Marieee Ann!; no entiendo
nada, tampoco me interesa hacerlo. Czarda le lame la cara, sus cuerpos calvos de pelo, se frotan, como
queriendo ser uno, yo me lamo el pelaje a ver si me divierte tanto como a ellos, mi lengua se refriega con
cada pelito, mmmm, me sabe a salado. Miro al techo y caen gotas, tripas de rata putas, ¿no se supone que
en el purgatorio no tengo secuelas del infierno? Lerner debe estar dándole a alguna minina para sudar
tanto. Él toma whisky, lo traga y abre la boca y se traga la boca de Czarda, la agarra del culo, la acorrala
en la pared, ella tiene cara de sufrimiento, él saca la ametralladora y se la clava justo en la llaga, ella grita
entre lágrimas, y lo marca con sus garras en la espalda, él entre el dolor le hunde el artefacto hasta el fondo
y se lo sacude, ella cierra la boca, se traga los labios, frunce el ceño de dolor y se pega contra la pared. Los
dos cuerpos caen, ella encima de él; el whisky está sobre la mesa, el hielo se hizo agua y el techo un valle
de lluvia.
“Despegar del negro y blanco”
Juan Manuel Florencio
“Good morning, good morning!”, salía de la radio y Martín no podía evitar levantarse porque el
volumen estaba en 15. Eso significaba que si Alicia del 4º B oía que estaba en 15 a las siete de la mañana
iba a abrir su puerta, dejaría salir el aire de casa de anciana a que se adueñara del pasillo, cerraría su puño
y con las pocas fuerzas que le quedan iría a golpear la puerta hasta que él pusiera al equipo en 4. Así que
del salto que pegó de la cama lo puso en 9, que ya le permitía despertarse escuchando a los Beatles a un
buen volumen y la dejaba a Alicia en su casa leyendo la sección de espectáculos del diario.
Escuchaba sonar la tostadora y el microondas al mismo tiempo indicando que ya tenían el desayuno
listo. Caminando a lo zombi del baño a la cocina sentía al televisor prenderse (en mudo, para que no
interfiriera a Sgt. Peppers que seguía sonando) y para cuando llegaba a sentarse con el café y las tostadas,
ya estaban anunciando si había paro de subte o no, que era lo único que le interesaba saber.
Así todos los días. La vida se está volviendo demasiado monótona, se decía a veces, pero su vida no
poseía ese néctar divino necesario que hace que las cosas importen.
Aquella mañana sería rápida y lenta para él, como todas. El cambio de velocidades estaba
determinado espacialmente por la puerta del edificio que lo llevaba a la calle y a la inevitable necesidad de
viajar sumergido en el anhelo de estar en el silencio hogareño, descalzo sobre el piso de parquet tibio yendo
a buscar algún libro a la biblioteca. El viaje en subte de hora pico no lo imaginó porque sabía de antemano
que iba a viajar con la boca pegada a la puerta corrediza o en el medio del vagón, sin evitar caerse del
tambaleo porque tal tambaleo no existe en el subte de esa hora. Suspiró y esperó llegar a destino mientras
en su anhelo ya había elegido un policial negro para degustar.
Entró a la oficina y dijo buen día como reflejo ético, como cordialidad no sentida, como para llenar
el tiempo vacío de expresión que hay entre sus colegas. Se sentó en su escritorio y empezó, como todos los
70 / entrelíneas
días. Las horas pasaron.
Respiró hondo y expiró rápido porque ya estaba fuera de la jornada laboral y ahora caminaba
rápido por la avenida para rápido llegar al subte y rápido llegar a casa a cumplir el deseo del viaje anterior.
La llave giró hacia la izquierda, el pestillo se metió dentro de la cerradura y segundos después ya
estaba sacándose los zapatos. El día volvió a ser rápido, pero todavía no lo detectaba así. Se mojó los labios
y saboreó lo dulce de estar nuevamente allí. Se dirigía a abrir la ventana grande para que entrara un poco
de aire cuando vio un uno rojo sobre el marcador de mensajes del contestador:
“¡Hey!, necesitás estar acá. Cambiar ese aire de mierda, ya. Te llamo mañana que estoy muerta. Un beso”.
Hacía largo tiempo que no recibía mensajes de manera que rápido asumió este como de un número
equivocado, aunque se sintió levemente identificado con lo de “aire de mierda”.
Siguió sus pasos hasta la biblioteca y tomó el libro que había pensado. Se sentó en su sillón mullido de
lectura, cruzó una pierna y con el pie que no quedó suspendido jugueteó un poco sobre la alfombra para
calentarse la planta. Al rato los ojos empezaron a parpadear continuamente para lubricarse e intentar
seguir abiertos pero decidió irse a la cama y dormirse, no sin antes escuchar dentro de su cabeza nuevamente
el mensaje que rompió con su cotidianidad.
Al día siguiente, al irrumpir en la soledad de todo el día de su casa, volvió a encontrar el mismo uno
sobre el contestador. Esta mina no sabe marcar, pensó, y rápidamente la intriga lo llevó a escuchar.
“Úrsula está conociendo todo el puto mundo y yo sigo anclado acá, esperando a que mi soledad me comience
a dar arcadas”. Comenzó a ser una reflexión seguida siendo ya el décimo día que recibía mensajes de quien
resultaba ser una viajera con ansias de conocer al mundo mientras a él perteneciera. El discurso, lo vivo
y entusiasta de todos los enunciados relatando vivencias ante diferentes lugares, personas, sensaciones,
dieron color a los blancos y negros en los que Martín vivía y poco a poco esos colores cobraban relevancia.
A su rutina ahora se agregaba la necesidad de recrear escenarios con descripciones minuciosas que
Úrsula otorgaba en largos mensajes de voz. Cuando salía de casa y cuando volvía en el subte pensaba
que al llegar tendría una nueva historia para imaginar un mundo paralelo al que vivía. Un mundo que,
cada vez más poblado de significados, comenzaba a ser el condimento que Martín buscaba para darle
importancia a las cosas. Convirtió el unísono del microondas y la tostadora, el mirar el estado del tránsito,
el leer después de cenar, en sincronizaciones agobiantes e insulsas. Por qué siempre era así todo desde
que se levantaba hasta que se acostaba no se lo había preguntado con reproche hasta el momento. Era
disciplinado con su tiempo porque no tenía con qué o con quién quebrarlo. No había tenido una voz que
le dijese lo infinito e irracional que podía ser el tiempo cuando uno está en perpetuo movimiento, sin ser
de ningún lado y aprendiendo reglas en cada punto para pensar si violarlas o acatarlas. Preso por mérito
propio se culpaba por ello, por no haber siquiera pensado en expandir sus fronteras recreando dentro de su
mundo lo maravilloso y absurdo junto con lo habitual y unidireccional.
Al comienzo de una nueva semana despertó y no supo si ir a trabajar o quedarse para atender a
Úrsula y agradecerle que hubiera estado equivocada de número durante los últimos días. La duda se disipó
pronto en al aire, se reportó enfermo al trabajo y volvió a taparse hasta el cuello para mantenerse cálido.
Durmió.
El sueño del que era protagonista se cortó con el sonido de un llamado telefónico que el mismo
sueño había creado. Hacía muchos años que no soñaba. Ahora el sueño y la vigilia contaminaban su
realidad cooperando mutuamente con puros verdes y celestes, con sitios llenos de risas contagiosas. Las
viejas costumbres humanas, soñar y desear, se volvieron a apropiar de él. El día terminó y la llamada no
llegó.
Pasaron dos semanas sin mensajes en el contestador. Podría pensarse que Martín había dejado de
alimentar sus ideas de formar parte del mundo que tan minuciosamente había creado, pero de pensarlo
no concordaría con su nueva realidad. Las rutinas luchan por legitimarse porque ahora tienen con quién
luchar. Y al transcurrir los días el hoyuelo que se hace profundo al verlo sonreír indica que la batalla no es
tan fácil como antes. Los negros y blancos siguen estando pero ahora son lienzos sobre los que una paleta
de infinitos tonos se gasta.
Sin haber sido bien determinado por Martín, el hipnotismo de una vida insípida había encontrado
su chasquido de irrupción y con la imaginación corriendo a mayor velocidad que el razonamiento, el
contador ahora vuelve a cero cuantas veces él quiere y la racional apariencia se ridiculiza ante sus ojos,
antes de que se le ocurra insultarla.
entrelíneas /71
“33 para la primera lágrima”
Pilar Arriola
Cerró la puerta de un portazo y se fue corriendo. Corrió durante tres cuadras sin parar. A la cuarta
dejó de correr. Frenó. Se tomó unos segundos de las rodillas para poder tomar un poco de aire. Y sin darse
cuenta, sin siquiera notarlo, algunas lágrimas comenzaron a rodar por su cara. Esta era la primera vez en
su vida que lloraba.
El día era perfecto. Todo brillaba, y en ese momento, más que nunca. Había declarado al otoño como su
época del año preferida, y no se equivocaba. El aire fresco le rozaba la piel, acariciaba lentamente sus
labios y enfriaba esas tímidas lágrimas que estrenaban la suavidad de sus pómulos. La caída de una hoja
anaranjada acompañó esa primera gota que iba camino al suelo; casi a propósito se encontraron a pocos
centímetros de llegar volviéndose una el refugio de la otra. La lágrima tuvo su sostén y se alojó en esa hoja,
que alegremente le dio lugar en su extremo derecho. El sol no pegaba fuerte, símbolo de un invierno que
se avecinaba y de un verano que nuevamente quedaba en el recuerdo. Pero a ella la hacía feliz… sabía que
esa luz tenue y casi imperceptible la interpelaba en ese instante más que nunca, la llenaba de energía y le
propiciaba la dosis justa de calidez que estaba necesitando.
Permaneció así algunos minutos. Quería protagonizar ese milagro. Quería detenerse en cada detalle
del arte de llorar. Quería sentirlo, vivirlo, tomarlo y hacerlo suyo, más suyo que nunca. Atrás quedaban las
largas noches intentando que tan solo una maldita gota salada saliera de sus ojos, y nada… La frustración
crecía, los métodos y las teorías caducaban antes de tiempo y ella seguía sin poder llorar. Sin embargo, en
ese momento todo cambió. Se estaba produciendo un antes y un después en su vida. Ese día, por primera
vez después de treinta y tres años, Lucía lloraba. Lloraba con una intensidad indescriptible. Las primeras
lágrimas, tímidas al principio, se volvieron líderes de un llanto sentido, profundo. Esas primeras lágrimas,
tan valientes y llenas de coraje, marcaron el rumbo. Surcaron en sus facciones el camino a seguir del resto,
un camino que tenía principio pero no anticipaba un fin. Así, quedaba inaugurada una temporada eterna
de llantos y lágrimas que estaban ansiosos por salir, que se habían reprimido treinta y tres años. Treinta y
tres largos años de descontento y frustración. Treinta y tres años que volvían a cero. Su vida estaba siendo
renovada. Lucía volvía a nacer.
Yo me limité a observarla. Me pareció imprudente y poco generoso interrumpir ese momento. Un
momento único, personal y completamente suyo. Sabía lo que significaba, sabía que también para mí la
vida estaba girando. No tenía idea de cómo íbamos a manejar lo que venía, pero sabía que lo íbamos a hacer
juntos y entonces ya nada importaba. Sus ojos vidriosos me daban esperanza. La paz que transmitía su cara
relajada me completó y supe en ese preciso momento que no hacía falta nada más, que exactamente ahí,
con el sol pegando suavemente, con los árboles que delicadamente se iban desnudando, algo casi espiritual
estaba ocurriendo. El aire era ligero, liviano, casi que se podía sentir la suavidad del cielo rozándonos los
pies.
Miré para atrás, y a lo lejos, como si perteneciesen a otro plano de la realidad, estaban ellos, los
nuestros, ansiosos, desconcertados, queriendo gritar por una explicación, pero contenidos sabiendo que
no era el tiempo para hacerlo. Ellos también sabían que ese era un momento trascendental para nuestra
vida. Sin embargo, no sabían de ese primer llanto, pero suponían que algo espectacular acababa de pasar y
felices permanecieron en su rol de testigos. Esperaban pacientes por nuestro regreso, pero yo decidí esperar
por su regreso primero. No quise apurar las cosas, el tiempo era el único dueño de esto y yo simplemente
me acomodaba a su antojo. Nada ni nadie podría interrumpir ese nirvana, ese momento de éxtasis casi
sobrenatural que imaginé estaba sintiendo. Ni siquiera la risa de un niño que siempre despertaba su
admiración, ni los ojos de su sobrina que a lo lejos le regalaban amor. No existía acontecimiento alguno
que pudiera sacarla de ese estado en el cual se encontraba inmersa.
Fue entonces cuando comprendí que el misterio del hombre es infinito, no tiene fecha de vencimiento
y siempre sabe cómo sorprendernos. Por un momento quedé suspendido en recuerdos. Volví a sentir cómo
la vida nos pasaba por el costado y cómo esas desesperadas ganas de volvernos protagonistas quedaban
simplemente en eso: desesperadas ganas que parecían permanecer en un plano ajeno al cual nunca
podríamos acceder. Habíamos vivido muchos años sintiéndonos simples observadores de nuestra propia
vida, incapaces de convertir un futuro ideal en un futuro real. Impotentes ante una vida que no elegimos,
que no deseamos y que definitivamente no estábamos viviendo. Vida vacía, desprovista de sentido. Todo
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nos daba lo mismo y la monotonía se había vuelto nuestra más fiel compañera. Recordé aquellas vagas
ilusiones que alguna vez vimos pasar por el costado, pero nunca se detuvieron ante nosotros. Entonces
venían épocas más grises que las anteriores, pozos de depresión interminables en donde buscábamos asilo.
La mente cansada y el cuerpo desganado eran nuestra impronta más representativa. Los días, las tardes y
las noches se volvían uno solo, un mismo tiempo, igual e invariable que no nos provocaba cambio alguno.
Solo algunos meses parecían esclarecerse más que el resto, por supuesto, eran los meses de otoño. Otoño
que parecía primavera ante sus ojos. Era el único momento del año en donde una pizca de luz iluminaba
su cara apagada, pero el otoño se desvanecía con el viento y el invierno pegaba más duro que nunca…
recordándonos otra esperanza que se alejaba y nos abandonaba hasta el próximo año.
Levantó la cabeza primero, se miró las manos, se tocó la cara húmeda y me miró. Sus pasos firmes
e intensos se aceleraron para acercarse, sin darme cuenta la tenía a pocos centímetros. Ahí estaba, frágil
pero fortalecida, con una vitalidad que jamás había visto en mi vida. Con esa ternura que la caracteriza
me tomó la mano, la situó en su pequeña panza y me suspiró al oído: “Joaquín, se va a llamar Joaquín.”
“No nacimos para vivir”
Paula Bravo Vera-Pinto
Hay cosas que se sienten, que no se pueden explicar, pero que sin embargo nos atraen y nos
convierten en un satélite más, en otro cuerpo girando alrededor del deseo, como un zancudo es atraído por
la luz sin importarle que esto signifique su muerte.
Era el aniversario del quinto decenio del pueblo donde vivían Matías y Rodrigo, dos chicos de siete
años, cuyo único contacto había sido algún empujón en la fila que debían formar fuera de la sala de clases,
antes de entrar luego de cada recreo. En todos los decenios la temática de la celebración estaba basada en
uno de los diez mandamientos (si el decenio era par) o en uno de los siete pecados capitales (si el decenio era
impar). Ese año fue impar, y el pecado que adornaba las celebraciones era “la Acidia”. El jefe de gobierno
explicó a los más pequeños en el discurso de apertura: la Acidia es cuando los obstáculos que nos propone
la vida cristiana no nos permiten seguir cumpliendo con los mandatos del Señor…
– ¿Y esto?
– Es una foto mía a los seis años, aún no nos conocíamos…
– ¿Él es tu papá, no?
– Sí, ¿nunca te lo había mostrado?
– No, no es mucho lo que me has hablado de él, y cuando alguien no habla mucho de algo es porque
tiene una razón…
– Mmm… es raro pensar que en algún momento de mi vida no te conocía.
– ¿Sabes qué pienso?
– No, ¿qué piensas?
Matías mira a Rodrigo sin responderle, Rodrigo no le insiste más. Tenían ese código de no presionar.
Intentaban no decir nada si es que sabían que no iban a terminar la idea, pero las pocas veces que decidían
callar, respetaban esa decisión.
Antes de que las almas comenzaran a gritar y los ojos se vieran perdidos en una realidad que siempre
había sido contada como un mito de las regiones vecinas, Matías y Rodrigo eran dos chicos como cualquier
otro del pueblo, sabían todas las respuestas a esas preguntas que jamás han podido ser respondidas con
certeza: propósito de la vida: servirlo a él; propósito del matrimonio: reproducción de la especie, tal cual
el arca de Noé, hembras con machos de a par. De dónde venimos: del pecado; nuestro final: el último
juicio. Podían recitar como si fuese una poesía todas las respuestas, respuestas en las que creían, e incluso
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defendían, cuando hablaban con algún niño extranjero.
¿La acidia es lo mismo que la pereza? – preguntaba un chico al jefe de gobierno que siempre dejaba
un espacio para que los niños saciaran sus dudas – algo así, se dice pereza para que se entienda de manera
más fácil, pero no estás cometiendo un pecado capital si un día te da flojera ir a clases, por ejemplo – y le
guiñó un ojo cómplice. Cuál es tu nombre, preguntó el mandatario a un chico que se encontraba arrodillado
al lado de su silla en posición de rezo; el chico lo quedó mirando como asustado, tenía carita de roedor, ojos
grandes y negros, un poco flaco y el pelo claro desparramado sobre la cabeza como un charco de ideas.
El chico quedó mirando al jefe de gobierno sin responder; mi nombre es Arturo, dijo el mandatario para
intentar acercarse al chico.
– Sí, sé - respondió tímido - el mío es Matías.
– ¿Se puede saber qué hacías Matías?
– Estaba rezando.
– Rezando… ¿y por qué rezabas?
– Para que Dios me ayude a nunca caer en la acidia, no me quiero ir al infierno, mis padres están allá,
y si yo soy muy muy bueno quizá pueda apelar en el juicio final y sacar a mis papás, para que se
vayan conmigo al cielo.
– Es muy linda tu intención, Matías, podrías hablarlo con el Padre Roberto a ver qué opina él, que es
el que más sabe de Dios aquí en la tierra… por el momento te digo que la gula no te vendría nada
mal – y sonrió verdadero, directo a los impávidos ojos del chico.
Una vez terminada la charla de los más pequeños con el jefe de gobierno, Rodrigo se acercó a Matías:
– ¿En serio tus papás están en el infierno?
– Sí - respondió Matías receloso del chico que le hablaba.
– Porque mi papá está en el cielo, quizá cuando le rece le puedo pedir que le ayude a tus papás…
¿Fueron muy malos?
– No sé – dijo Matías y elevó la mirada a su divino suelo, donde estaban sus padres.
– Si quieres averigua, mi papá puede ser de ayuda, él fue muy bueno.
– Gracias, voy a averiguar – decía mientras se alejaba a paso calmo.
Esa misma tarde durante las celebraciones fue Matías quien dijo la primera palabra. Rodrigo estaba
participando de un juego que se llamaba “Diligencia”. La idea básica del juego era enseñar la virtud que
se le oponía al pecado reinante, en este caso Diligencia era la virtud, y el juego consistía en ir en grupos de
a cuatro. A cada grupo se le daba una lista de tareas que tenían que cumplir durante el día; el grupo que
antes volviera a la meta era el ganador. Rodrigo aún no regresaba con su grupo, por lo que Matías decidió
esperarlo en la mesa de finalización del juego.
– ¿No juegas, Matías? – dijo una voz ronca que se acercaba de frente,
– No, Padre Roberto, tengo que hablar con usted…
– Creo saber de qué se trata, he hablado con Arturo y me comentó muy interesado tu acción de esta
mañana…
– ¿Y usted, Padre, qué cree, me va a servir ser muy bueno?
– Siempre sirve ser muy bueno, hijo mío, si no es por tus padres, hazlo por ti,
– Pero, ¿voy a poder ayudarlos?
El cura, que no quería crear un rebelde a partir de la respuesta que iba a dar, dijo sigilosamente:
– Dios siempre nos sorprende, hijo mío, cada quien debe arrepentirse de sus propios pecados, pero
Él nunca deja de darnos vuelta la vida. Si es lo que deseas, no dejes de ser bueno y quizá puedas
salvar a tus padres,
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– ¿Sí?
– Vas a tener que ser muy bueno niño – decía en tono casi solemne el Padre Roberto a medida que se
alejaba de esos ojos de mártir.
Ya más cansados, esos mismos ojos siguen exhalando bondad. Es el aniversario del quinto decenio
del día en que Rodrigo y Matías se habían conocido. Cincuenta años tiene cada uno de conocer al otro;
sesenta y cuatro de conocer la vida y cuarenta y cinco de compartirla a tiempo completo, cocinando en
la misma cocina, descansando en el mismo living, viendo el mismo televisor, en el mismo dormitorio,
durmiendo en la misma cama.
Matías sostiene en el regazo la caja de escasos recuerdos de Rodrigo; fue lo único que el chico alcanzó
a coger cuando decidieron salir del pueblo. Matías había preferido viajar liviano, y su única caja eran sus
ojos. Juntos miran una fotografía de su clase en el día de la celebración del quincuagésimo aniversario,
por primera vez los dos chicos estaban parados uno al lado del otro, conscientes de la mutua compañía.
Al girar la foto se dan cuenta que la fecha coincidía con la fecha del día que viven. Con una imperceptible
sonrisa, y sin atreverse a mirarse, siguen escarbando en la pequeña caja, sin miedo al pasado, sin miedo
a los silencios que Rodrigo decidió pronunciar. A estas alturas todo es explicable y toda explicación es
aceptada, perdonada, ya no hay tiempo de dudar, de escarbar, de meter un poquito el dedo en la herida.
“Los chicos”, como los llaman en el barrio, tienen su rutina, se levantan muy temprano y salen a caminar
cuando la calle está vacía, cuando la gente duerme despreocupada del bien y el mal; es cuando más en
sintonía se sienten con la sociedad, esa despreocupación de no estar conscientes, lo tranquilizante de no
saber que hacen algo malo, porque realmente no lo hacen. Intentan mantenerse lo más activos posible,
es algo que les quedó de chicos; ya no lo aplican a Dios, pero la pereza no es algo que se permitan, no
cuando los convencieron de que esta es la única vida que tienen y que de a poco se va gastando, que no hay
tiempo ni nada más allá que perder. Luego de la caminata vuelven a casa, se duchan, se visten y vuelven
a salir. A veces los domingos pasan por fuera de la Iglesia a eso de las nueve de la mañana, cuando está
comenzando la misa, escuchan un poco sin entrar y reafirman su decisión de haber dejado el pueblo; las
cosas no son muy diferentes al otro lado de la frontera, pero son menos belicosas: juzgan, pero en silencio;
no miran de reojo, aunque sonríen falso. Ese domingo, haciendo un orden profundo en la casa, Matías se
había encontrado con la caja de Rodrigo. En la Iglesia hablaban del deber del católico para con Dios, de
no dejarse estar con los deberes que el pertenecer a esa religión impone, de no cometer un pecado capital,
de no condenarse por pereza. En la caja de Rodrigo también había una rosario, un denario, un crucifijo
y un recorte de un diario; en el epígrafe se leía: “Dos hombres y una mujer son exiliados por apoyar una
causa antinatural”; el título remarcaba: “Una manzana podrida pudre todo el cajón” y la bajada de
título hablaba de un matrimonio que dejaba un hijo de un año, y un padre que dejaba a una mujer como
madre soltera y a un hijo de un año también. La identidad de las familias que se quedaban en el pueblo se
mantuvo en secreto, solo el gobierno del momento sabía quiénes eran, pero no querían estigmatizar a dos
criaturas y una madre amante que nada tenían que ver con las irreverentes ideas de estos tres personajes.
Era la primera vez que Matías veía esa noticia; el vivir con su ortodoxa abuela nunca le había permitido
llegar realmente a la verdad, solo conocía fracciones de lo sucedido con sus padres, y ninguna de ellas se
relacionaba con el exilio, más bien tenían que ver con morir en pecado, pero dentro del pueblo, y el pecado
nunca se lo especificaron, él nunca preguntó, nunca investigó, se limitó a creer, quizá un poco por miedo
a la verdad. Ahora sentía una extraña sensación de orgullo, agradecía el exilio de sus padres, agradecía la
irreverencia y sobre todo agradecía el valor genéticamente transmitido.
Suficientemente cerca como para empezar una guerra, ninguno de los dos bajaba la mirada. La
disputa por la verdad estaba ahí. En esos pocos centímetros que separaban sus narices se encontraba el
más silencioso universo que jamás imaginaron, se encontraba la vida, la condena, el pecado y el pecador,
la salvación, el perdón, la muerte. Se quedaron así un par de minutos, nadie hablaba, nadie respondía. El
cabello de Matías nunca había estado tan revuelto en los siete años de amistad que llevaban con Rodrigo.
Un gobierno debilitado religiosamente, la Iglesia intentando recuperar terreno, las abuelas indignadas,
las madres perdidas, los hombres haciéndose los desentendidos. Los adolescentes totalmente confundidos
ya no podían recitar las respuestas a las preguntas existenciales que tan claras tenían de niños. Irse era
la solución, no había y no iba a haber espacio para ellos en el suelo que recibió sus primeros pasos. El
aire que por primera vez llenó sus pulmones y los resguardó de sus propios padres ahora los asfixiaba,
todo lo que conocían se desvanecía, las tripas parecían querer salir corriendo. Fue una de las pocas veces
que sentimiento y razón se pusieron de acuerdo, tenían que irse, que Dios le arreglara el caos al pueblo si
quería, ellos tenían que arreglar sus propios asuntos.
Matías fue a dar a un conventillo unos cuatro pueblos más allá: un pasillo de tres metros de ancho,
diez de largo, cinco puertas de un lado del pasillo, cuatro del otro. Todas las puertas iguales. En el fondo
una fuente de agua limpia; ahí era donde los niños solían juntarse a jugar, desde los más pequeños, dos o
tres años, hasta los adolescentes viviendo sus primeros romances. Lo primero que notó Matías cuando entró
entrelíneas /75
fueron los muros, eran de ladrillos comunes y musgo, como acolchados para que los más pequeños pudieran
dar sus primeros pasos sin estrellarse contra algo duro. Se quedó con la mirada encontrada en la pared, el
musgo cambiaba de tonalidad, siempre verde, a ratos claro, luego se oscurecía y parecía alcanzar un negro
quieto. Sobre él circulaban distintos tipos de insectos; muchas hormigas trabajando como tal, llevando
ramitas, hojas masticadas de un lado a otro, siempre en fila, siempre al ritmo, nadie las molestaba, una a
una entraban en un agujero que habían hecho entre el término del muro y el comienzo del suelo. También
había insectos que pasaban, disfrutaban de la beneficiosa flora del lugar, y luego emprendían viaje a dónde
nunca dijeron. Unos pocos más osados o menos afortunados se caían a la fuente y se convertían en un
deseo más estancado en el fondo del taciturno líquido, acurrucados al lado de algún centavo. Las madres
rezongaban sobre las monedas perdidas: “un deseo ahogado no te va a dar de comer”, le decían a los niños
cada vez que a escondidas tomaban una esperanza prestada y comían pan solo a la hora del té. Matías se
acomodó rápidamente en uno de los cuartos, enseguida se adaptó a ese pequeño ecosistema, las madres
lo quisieron a los pocos días de llegado y era el principal candidato de novio que todas deseaban para sus
hijas. Por su parte el chico estaba muy cómodo en su cuarto, no despertaba envidia entre los otros chicos
de su edad, ellos se daban cuenta de la “condición” de Matías y extrañamente nunca lo molestaron ni lo
trataron mal; todo lo contrario, Matías pasó a ser una especie de consejero entre los jóvenes del conventillo.
Su experiencia de vida en el pueblo del que venía le había enseñado un par de cosas, y a pesar de todos los
dogmas siempre les enseñaron a reflexionar las situaciones, analizar y buscar la mejor manera de enfrentar
lo que Dios les ponía en el camino. Ahora, fuera de ese régimen, tanto Matías como Rodrigo eran capaces
de pensar la vida de una forma calma, sin desesperar frente a los problemas, siempre con la cabeza fría y
la sangre tibia. Esta fue la casa de Matías durante el primer semestre fuera del pueblo.
“El podólogo”
Clarita Méndez
– Yo solo te digo que si vas a dormir con ella, tenés que hacer algo con esos pies.
Marta tenía puestos unos shorts azules con pequeñas manchas desteñidas por lavandina. Sus manos
siempre olían a lavandina. Se la pasaba diciendo que no importaba qué fuera lo que inventaran, nada iba
a ser mejor que la lavandina para lavar y desinfectar. Juan odiaba el olor a lavandina, odiaba que ella se
pusiera esos shorts aunque fuera para estar entre casa y sobre todo odiaba que tomara todo lo que él le
contaba y lo usara en su contra. Inmediatamente luego de hacerle una confesión íntima se arrepentía.
Contarle que pasaría la noche con Laura fue claramente un error. Debería haber hecho como siempre,
pensaba Juan, y mentirle, decirle que dormiría con algún amigo en capital y punto.
– Ma, ya me hice los baños con agua de alibur como me dijiste. No pienso ponerme lavandina.
– No soy tan bruta, Juan, dejá de atacarme. Tenés el número del podólogo pegado en la heladera hace
semanas, es acá a la vuelta. Podrías ir, la vas a raspar toda a la pobre chica.
– Pará un poco con ese tema, ¿querés?
– Te hacés el moderno y después te quejás cuando toco el tema- dijo Marta por lo bajo mientras sintonizaba
la radio. Se estaba preparando para tomar sol.
Era casi el medio día, la radio acababa de anunciar que hacía 28 grados. Marta no había dejado que
los años ni los tres hijos que había parido la hicieran engordar. Siempre se había cuidado con la comida y
con los dulces. Nunca comía lo mismo que el resto de la familia. Cuando se sentaban a comer y Juan comía
la piel del pollo, sustancia llena de grasa, tan sabrosa y nociva, ella ponía cierto gesto de asco arrugando
la nariz y levantando el labio superior. El gesto era casi imperceptible pero Juan lo veía. Hacía de cuenta
que no, pero lo notaba. Juan siempre pensó que era absurdo cuidarse tanto la silueta si se descuidaba tanto
el resto de los aspectos estéticos como la vestimenta y el peinado o incluso la higiene. A veces le divertía
pensar que su madre se vestía mal a propósito y que pasaba largos minutos frente al espejo probando las
peores de las combinaciones antes de ir a preparar el adelgamate.
La casa era fresca, las persianas se mantenían bajas todo el día y se levantaban de noche, para
ventilar. Las cortinas eran floreadas y largas hasta el piso y hacían que Juan se acordara, cada vez que
las miraba, del día que fueran a comprarlas. Habían pasado casi quince años de aquel día en el shopping
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donde las vio por primera vez en el sector de ofertas y le parecieron espantosas. No se había cumplido la
profecía de Marta de que con el tiempo se iban a acostumbrar a ellas. Eso no pasó. Eran feas, no había
vueltas. A Juan le deprimía verlas, sentía que era domingo cada vez que las veía.
– Sí, yo creo que puede hoy a las tres de la tarde, es que no sabe lo que son esos pies… incluso tiene hongos,
¿eso no importa? – Marta entró al cuarto de Juan, tenía puesta una bikini atada con banditas elásticas.
Hizo un gesto de interrogación. Juan no sabía de qué estaba hablando. – Juan– exclamó impaciente
Marta. – ¿Podés ir hoy? Estoy hablando con el podólogo, para que vayas hoy. ¿Podés? – Tapaba con la
mano derecha el micrófono del inalámbrico y hablaba levantando las cejas y el mentón.
– ¿Qué?– Juan estaba escribiendo en la computadora con el ventilador apuntándole directo a la nuca.
– Tomá, hablá vos, que sabés mejor tus horarios que yo– Marta le dio el teléfono inalámbrico y se fue al
jardín para seguir tomando sol. Media hora de frente, quince minutos de costado, media hora de espaldas,
quince minutos del otro costado que se acalambraba más rápido y todo se repetía otra vez.
Juan salió al jardín; el sol le molestaba en los ojos pero más le molestaba ver a su mamá en poses
acrobáticas para quemarse cada recoveco del cuerpo. Le parecía absurdo el esfuerzo porque nunca salía,
nunca se vestía con escotes o lo que fuera para mostrar su bronceado. Siempre estaba dentro de la casa.
Siempre estaba limpiando con lavandina, o matando las hormigas con un producto que le cerraba la
garganta y lo dejaba sin poder respirar con los ojos llenos de lágrimas por algunos minutos.
– Me voy.
– Pará, pará, no te vayas. ¿Dónde vas? ¿Comés acá?
– Mamá son las tres de la tarde, por suerte no sé si como acá.
– ¿Dónde vas?
– Al podólogo, mamá.
– Sí… gracias, ¿no?
– ¿Eh? – Juan se dio vuelta y la miró fijo. Ella le hablaba con los ojos cerrados, de cara al sol. Tenía el
flequillo recogido con un broche de ropa. Juan pensó que su madre, entera, era absurda.
– Sí, que yo me encargué de llamar y de pedirte el turno. Al final nunca agradecés nada, sos piola vos.
– Chau, ma.
Juan caminó por Roca, que era la calle donde estaba su casa, hizo tres cuadras y llegó a la avenida
principal. Tenía puestas las zapatillas de correr porque eran las únicas que no le apretaban los pies.
Las durezas, los juanetes y todas las protuberancias que le habían salido hacían que su talle de calzado
aumentara casi dos números y le daba vergüenza usar ojotas.
Se escuchaba la cumbia que salía del parripollo que había justo en la esquina. La temperatura
aumentó seis grados cuando pasó por enfrente de esa ventana que despedía humo y olor a pollo, a grasa
de pollo. Sintió cómo la remera que tenía puesta se le pegaba a la espalda, empapada de transpiración.
Caminó dos cuadras por la avenida principal, buscó la panadería porque en diagonal debía estar el local
del podólogo. Juan pensó que no tenía nada de malo dar la dirección exacta de un lugar. La persona que le
había hablado se había resistido amablemente a darle el número y la calle, le dijo que era en diagonal a la
panadería, asumiendo que Juan reconocería un despacho de podólogo inmediatamente lo viera.
Encontró la panadería “La Europea” y pensó que debería estar, entonces, enfrente al podólogo.
Se sintió en una absurda búsqueda del tesoro, y volvió a preguntarse por qué aquel hombre no le había
dado la numeración del local. Sus pies latían. Giró en su eje y observó las vidrieras que tenía enfrente.
Había una verdulería con canastos de tomate y moscas volando en derredor, una librería convertida en
maxikiosco que estaba cerrada porque era la hora de la siesta y una puerta de vidrio, con un toldo marrón.
Le llamó la atención una de las esquinas del toldo. Estaba vencida, caída hacia abajo, tanto que molestaba
el paso. Había que moverse y esquivar en un gesto casi ridículo la esquina del toldo marrón para poder
seguir caminando por la vereda. Juan pensó que necesariamente debía ser ese el lugar. Le costaba pisar, las
zapatillas rozaban sus llagas y podía sentir el talón mucho más cerca del asfalto caliente porque aquella
parte de sus calzados siempre se gastaba más. Se acercó y leyó detrás de la puerta de vidrio un cartel
escrito a mano con marcador negro que decía “Pedicura de escuela Scholl”. Miró para adentro, había una
estantería de vidrio llena de adornos chicos de porcelana y mimbre y también pequeños marcos de fotos y
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floreros con flores que, incluso viéndolas desde el otro lado de la puerta, Juan podía distinguir como falsas.
En el extremo derecho del local había un cubículo con una cortina pero se podía ver por abajo que había
alguien del otro lado sentado en una silla. Tocó la puerta de vidrio con las llaves que tenía en las manos.
Inmediatamente se abrió la cortina y vio pararse al podólogo. Era un hombre de pelo cano y de poca
estatura. Tenía puestos unos jeans claros y una camisa de manga corta blanca. Usaba anteojos. Pudo ver
que estaba atendiendo a alguien, pudo ver solo los pies de esa persona. El podólogo abrió la puerta. Antes
de que Juan cruzara el umbral el podólogo le extendió la mano. Juan se detuvo en seco y lo saludó, sintió
su mano firme, el codo extendido y el brazo tenso.
– Tome asiento, en cinco minutos termino con un paciente y lo atiendo a usted.
Juan pensó que la palabra paciente era inapropiada. No estaba enfermo. Tomó asiento en una de las dos
sillas que había junto a la puerta frente a la estantería de vidrio. Sintió un olor muy fuerte, un olor que
lo obligó a llevarse la mano a la nariz. No entendía aquel olor, no entendía qué podría ser tan invasivo.
Agarró una revista pero no pudo leer nada, ni una palabra entera. El olor no lo dejaba concentrarse. No
lo dejaba pensar. Pensó en salir, esperar fuera, pero adentro había aire acondicionado, la temperatura era
agradable. Se abanicó la cara con la revista, pero era inútil, aquel olor lo inundaba todo. Apoyó la cabeza
en la pared, cerró los ojos e intentó dormitar unos segundos. Se le ocurrió pensar en ella, así el tiempo
pasaba más rápido pero en lo único que pensaba era en aquel olor invadiéndole el cuerpo, entrando por sus
fosas nasales, abrazando sus pulmones. Se sentía ahogado porque le daba miedo respirar y que aquel olor
infectara sus órganos o sus ojos. Sus retinas le ardían.
La cortina se abrió, el podólogo pasó por enfrente de Juan y se metió detrás de la estantería de
vidrio. Juan pudo ver que había una pequeña mesa y que el podólogo escribía algo en un papel. Del
cubículo que tapaba la cortina salió un señor grande, vestido de shorts y ojotas y siguió al podólogo hasta
detrás de la estantería, recibió el papel y le dio dinero. Luego le extendió la mano y se dirigió a la puerta.
Esperó que el podólogo le abriera con la llave que estaba puesta y se fue caminando por la calle principal.
– Puede pasar, señor.
Juan se sorprendió de que el podólogo no se tomara unos minutos entre unos pies y los otros, que no
se relajara un segundo. Que no ventilara ese lugar. De todas formas pasó detrás de la cortina. Había una
butaca de cuero color celeste con un apoyapies y una silla enfrente. Se sentó en la butaca. Luego de unos
segundos comprendió que debía sacarse las zapatillas y las medias. Se volvió a parar y riendo tímidamente
se desató los cordones, se sacó lentamente las dos zapatillas y luego los soquetes blancos, húmedos por
la transpiración. Volvió a apoyar los pies en el apoyapies. El podólogo se sentó en la silla enfrente de la
butaca y comenzó a arrancar pedacitos de algodón de un recipiente de acero inoxidable. Luego tomó un
frasquito de plástico que llevaba un líquido transparente dentro. Humedeció los algodones y comenzó a
ponérselos entre medio de los dedos de los pies. Juan identificó aquel frasquito como la fuente del olor que
tanto le había molestado cuando ingresó al local, ese olor que lo asfixiaba desde que llegó y que ahora no
solo ingresaba a través de sus fosas nasales sino que penetraba por los poros de la piel de sus pies que el
podólogo no cesaba de humedecer.
– Qué olor tan fuerte – dijo al fin Juan, arrugando la nariz y achinando los ojos, como quien expulsa algo
que le molesta en el pecho.
El podólogo miraba hacia abajo. Su vista se posaba en los pies de Juan, en el tachito transparente
y luego en los pies de Juan otra vez. Sonrió, separó suavemente el dedo chiquito del pie izquierdo hacia
afuera, puso el último algodón húmedo, y miró a Juan.
– Con esto afloja todo – Volvió a bajar la vista y la dirigió a la mesita de madera que tenía a su derecha.
Tomó un bisturí.
– Lo tiene que dejar un tiempo para que haga efecto, ¿no?
– Yo me tengo que cuidar también, ¿ves? – El podólogo sostenía el bisturí con la mano derecha. La mano
le temblaba y Juan lo notó inmediatamente. – ¿Vos sabés que ya casi no hacen este producto?, yo mismo le
tuve que explicar al farmacéutico cómo debía prepararlo para poder comprarlo. Ahora todo lo que venden
tiene olor a vainilla, coco, son remodernos y ricos pero no sirven de nada y no te protegen, no desinfectan
nada, y uno no se puede confiar. Menos tratándose de pies. ¿Sabés? Yo me preocupo más que nada por mí,
es peligroso.
– Claro– Juan sentía cómo el pie se le movía al compás del pulso del podólogo. Sus piernas estaban tensas,
sus glúteos duros. El podólogo había comenzado a extraer las durezas de su talón derecho con el bisturí
que no se veía cuando lo tomaba entre sus dedos pero que se abría paso entre las capas de piel muerta de
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su talón.
– Lo bueno es que el tipo se sienta y hace su laburo sin hablar, sin decir ni mu – había dicho la madre de
Juan una de las tantas veces que le había recomendado ir. Pero no era el caso. Juan nunca se cruzaba con
gente callada, o simplemente nadie era callado con él.
– Como puede ver tengo unos problemas importantes en los pies, creo que piso mal. Juan sentía que
debía excusarse, dar algún motivo. –¿Me recomendaría algún lugar donde pueda hacerme unas plantillas?
Pienso que corrigiendo eso…
– Sinceramente no me atrevería a recomendarle ningún lugar.
El podólogo interrumpió su trabajo y miró a Juan a los ojos. – Lo cierto es que sí, con una plantilla
correctora, se mejora mucho pero hoy en día no hay ningún local serio, ¿sabés? Ahora solo les interesa
vender. El podólogo movía las manos mientras hablaba, hacía círculos en el aire con el bisturí. – Hace veinte
años, yo le hacía las plantillas a mi hija, que como vos, pisaba pésimo, se le gastaban todos los zapatos en
el talón. Yo le preguntaba siempre en chiste, ¿viste?, si andaba taconeando por todos lados. Yo se las hacía
en la capital, en la Ortopedia Alemana. Ellos sí que eran dedicados, pero se ve que vendieron el local y los
nuevos dueños nunca le cambiaron el nombre, ¿viste? Se aprovecharon de la fama que los alemanes tenían.
Eran gente seria, profesional. Pero hoy en día cualquiera se pone un local y vende porquerías.
– Claro, hazte la fama y vende la marca – Juan intentó hacer un chiste pero no logró abstraer al podólogo
de su monólogo.
– Vos sabés que con mi mujer, los dos, ya éramos pedicuros cuando entramos a la escuela de Scholl pero
igual así tuvimos que empezar el curso de cero, como si no supiésemos nada; ellos sí que eran gente seria,
profesional. Hoy en día cualquiera se pone un local y atiende, antes se certificaba. Yo tengo los diplomas
ahí expuestos, pero nadie los mira, a nadie le importa.
– Sí, la verdad que hay mucho chanta. Juan se maldijo a sí mismo por haber comenzado la charla, el
podólogo no tocaba sus pies desde que había comenzado a hablar.
– ¿Sabés hace cuantos años que se fue Scholl de Argentina? No esperó a que Juan respondiera. – Quince
años, quince años hace que se fueron. Entonces yo me pregunto cómo puede ser que todavía haya gente
que abre locales de pedicura Scholl. Son todos truchos. Eso pasa en este país, todos son truchos y no
importa porque si no lo sos, ni importa, nadie pregunta ni se fija. Desde Perón, ahí empezó todo…
Juan dejó de escuchar, recordó las técnicas de escucha activa que su madre aprendía en los cursos
de la biblioteca e hizo todo lo contrario. No miró a los ojos al podólogo, no asintió con ningún sonido para
demostrar interés y respondió solo con monosílabos en los momentos en que le hacía una pregunta. Se
sorprendió al ver que había funcionado, porque al cabo de unos minutos el podólogo volvió a su labor sin
quitar la vista de los pies de Juan.
– Esto no se cura, ¿no? Me va a volver a salir, ¿no? – A Juan le preocupaba.
– Y… no se cura. Tenés que cuidarlos mucho.
– ¿Me paso la piedra pómez en la ducha?
– Sí, son paliativos. Ponete mucha crema. – Juan no lo notó convencido.
Juan pagó y salió de aquel lugar. Pudo respirar hondo al fin. Cuando estaba en la calle se dio cuenta
de que había olvidado sus llaves. Volvió a tocar la puerta y el podólogo le abrió con sus llaves en la mano
y se las entregó. Juan volvió a sentir la oleada de olor a desinfectante.
– Cabeza de novio – dijo el podólogo y cerró rápido, para que no se perdiera el frío del aire acondicionado.
Juan se preguntó si acaso su madre le había dicho que esa noche dormiría con Laura, si el podólogo
también sabía eso, se preguntó por qué no podía vivir aquel evento de forma natural. Pensó en ella. Ella lo
desconcertaba, no entendía cómo podía estar interesada en él. Recordó su mano en su pierna, cómo ella lo
miró a los ojos, puso la mano en su pierna, en un contacto que Juan sintió como electricidad y le dijo “Pero
te quedás a dormir”. Juan sonrió, simulando seguridad y confianza.
– ¿Qué pasó? – dijo Marta cuando Juan cruzó la puerta de calle.
– ¿Con qué?
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– ¿Cómo te fue?
– Bien, terminamos hablando hasta de política, no paraba de darle a la lata, el tipo.
– Te sonó el teléfono.­Lo miró a los ojos, subiendo los hombros. – No me mires así, como sonó tantas veces
atendí.
– ¿Quién llamó? ¿Por qué atendiste?
– Era ella, me pareció que por ahí era urgente.
– ¿Urgente?
– Dijo que la llames. Che, no se puede hacer nada acá que te enojás.
Juan cerró la puerta de su cuarto con un portazo. Buscó su teléfono. La llamó.
– Comisaría 32. Laura siempre le contestaba el teléfono de esa manera. Juan pensó que era una buena
señal, su madre no la había incomodado. Estaba siendo natural, lo podía sentir.
– Lau.
– Soy la Agente Pérez, más respeto. ¿Va a venir?, porque debe cumplir con su labor, ¿sabe?
– ¿A qué hora me solicita agente?
– Venite ya si querés, me aburro mucho.
– Dale, no podemos permitir que eso pase.
– Macanuda tu vieja.
– Ah, cierto, perdón por eso.
– No te disculpes y venite. Traé helado.
– ¿De qué gustos?
– Los que quieras, no es para comerlo.
Cortó y sonrió. Pensó que era una chica simple, graciosa, linda y extremadamente sexy. A Juan le
gustaba que no importara de qué hablaran ella siempre iba a poder darle un tono erótico a la charla.
Ella tenía tres hermanos. Se había criado entre hombres pero eso, para Juan, no le impedía ser
femenina, porque lo era, para él ella era femenina. Simplemente tenía esa chispa para el doble sentido
que tanta gracia le hacía a él y que su madre nunca entendería. Como tampoco entendería el arito en el
ombligo o que masticara constantemente chicle, pensaba Juan.
– Me voy.
– ¿Ya te vas?
– Sí, chau.
– Vení, dame un beso por lo menos. Marta estaba planchando abajo del ventilador, seguía en bikini. –
Pasala bien y acordate…
– Basta má – interrumpió Juan.
– Yo solo quiero que cuides tu corazón.
Juan salió y tomó el primer colectivo que pasó, Laura vivía cerca.
Tocó el timbre. 6to piso, departamento B.
– ¿Quién es?
– Oficial Juan se reporta.
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– Ahí bajo, lindo.
Laura tenía un short turquesa y una camiseta con breteles muy finitos. Juan pudo adivinar que no
llevaba corpiño. Subieron al ascensor y ella le dio un empujón suave contra el espejo, lo abrazó, le agarró
la cara y le dio un beso largo. Juan no sabía cómo cerrar los ojos para besar. Le incomodaba que Laura se
diera cuenta que los tenía abiertos, que pensara que no le importaba, pero no podía cerrarlos.
Entraron al departamento.
– Traje helado.
– Estás muy vestido, Juanchu.
– ¿Dónde lo dejo?
– Freezer o microondas, depende qué quieras hacer.
Juan fue hasta la cocina. Cuando estaba adentro escuchó que Laura lo llamaba desde el cuarto.
– Juanchu­. Siempre le decía así, y para decirlo arrugaba los labios como haciendo trompita. Sus labios,
para Juan, eran lo mejor que tenía en la cara.
Juan fue hasta el cuarto y se encontró a Laura con el control del aire acondicionado. Lo miró, le
sonrió y se acercó lentamente. Le rodeó el cuello con sus brazos. Empezó a darle besos por toda la cara,
alrededor de la boca, en los ojos, en la frente. Juan sentía cosquillas. Laura le desabrochó la camisa,
comenzó a desvestirlo. Juan se sentó en la cama y se desató los cordones de las zapatillas. Ahí lo recordó,
en ese preciso instante lo recordó porque lo sintió. De un segundo al otro lo olió. No podía pensar en otra
cosa. Sus pies olían al líquido desinfectante del podólogo. Se detuvo en seco. No quiso sacarse los soquetes.
Estaba tenso. No podía cerrar los ojos. Laura lo besaba y él no podía cerrar los ojos, ni sacarse los soquetes.
El podólogo seguía trabajando en sus pies, el bisturí cortaba las capas de su piel, el olor al desinfectante lo
ahogaba. Apartó a Laura suavemente, le puso un dedo entre sus labios como pidiéndole silencio.
– ¿Qué pasa, Juanchu? Relajate, estamos solos. Laura se sacó la camiseta y se abalanzó sobre él. Había
adivinado, no llevaba corpiño.
Juan temblaba de los nervios, recordó el temblequeo de las manos del podólogo, no podía dejar
de pensar en aquel hombre. Sentía el olor al desinfectante invadiendo ahora la habitación y pensó que
seguramente Laura también lo estaba oliendo, que podría estar imaginándose cualquier cosa. Debía salir
de ahí. Entonces, agarrándola suavemente del pelo, la volvió a apartar.
– No estás listo todavía.
– Perdón. Juan se puso las zapatillas, se ató los cordones, inhibió el olor que desprendían sus pies y salió de
aquel departamento lo más rápido que pudo.
Llegó a su casa. Su madre estaba tomando adelgamate mientras veía el noticiero. No le molestaron tanto
las manchitas de lavandina en el short, ni las cortinas. Se sintió cómodo, y por fin a salvo.
– ¿Comés acá? – preguntó Marta.
“Pervertida”
Hernán Cocchi
Todos los días a las siete en punto suena el despertador en el piso de Palermo Viejo. La “señora”
recibe de manos de su mucama el diario del día y el desayuno en la cama; como en un aviso publicitario,
el sol entra impecable por el inmenso ventanal con vista abierta y se refleja en el blanco brillante del
pijama de seda. El jugo de naranja; el celular, siempre prendido “por las dudas”; las tostadas “Light”
con mermelada “Light” y la cofia, que asegura la distancia entre empleada y empleadora, completan el
escenario. Es un día más. Ya pasaron las siempre eternas campañas electorales y, aunque con sorpresas,
lo esperado había sucedido: la “señora” es ahora diputada de la Ciudad de Buenos Aires, gracias al voto
¿popular? que apoyó a la lista Nueva Dirigencia. Orgullosa lo cuenta a sus amigas en sus reuniones en el
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club, después del habitual partido de tenis.
El día comienza como cualquier otro. Un beso a Juan que se levanta para ir a la oficina, el timbre que
avisa a los chicos que deben ultimar los detalles del uniforme escolar para bajar corriendo y subir a un
ómnibus naranja con destino a algún “School” bilingüe de la zona. Y la rutina se rompe cuando el diploma
que asegura que la abogada se recibió con honores baja de la pared del estudio a una caja con destino al
despacho sorteado de la Legislatura.
En otro punto de la ciudad, otra escena, completamente distinta pero con igual destino avanza,
probablemente con otros tiempos y otros relatos.
Las historias se acercan, como dos paralelas que cambian sus sentidos para chocar en un punto, donde
comienza otra historia.
El fletero se anuncia en recepción: “con el despacho de Ana Gutiérrez por favor”. “¿De parte?”,
pregunta una recepcionista que no espera muchas sorpresas. La secretaria baja a supervisar el ingreso
de las cajas de “la señora” que se mezclan con otras cajas de otra gente, de otros despacho sorteados, de
otras listas, de otras historias, de otras mañanas... Mientras tanto los nuevos habitantes entran al “sacro”
palacio legislativo, pasan desapercibidos. Algunos saludan, otros entran empapados de soberbia, algunos
empaquetados en un uniforme, otros envueltos en sus ropas habituales, todos con la cabeza en un primer
día de trabajo.
Ana se baja del remise, mira contenta la puerta de madera maciza y toma fuerzas para entrar. Se
presenta en recepción, “diputada Gutiérrez”, y marcha rumbo a su nuevo despacho, pensando en cómo
darle personalidad a esa oficina que no eligió, pero que tendrá que ser propia. El ascensor no venía, un señor
de overol le comenta que “hace unos días que no anda, que suba por el otro”, el del pasillo a la izquierda.
“Fíjese, el que tiene puerta de madera con picaporte”. Pasa nuevamente por la recepción y ve la puerta de
madera que se cierra, acelera el paso, alcanza a abrirla antes de que se trabe y aprieta, agitada, el botón
que comparte un “2” con unos puntitos en relieve. Presta atención al braille y piensa en lo importante de
ese detalle, en lo importante de que todos puedan entrar a la Legislatura.
Una voz gruesa dice un “buen día”, que podría pasar como uno más. La cabeza de Ana hace
un medio giro y su voz comienza a emitir un reglamentario “buen día”, que se corta, de golpe. Aquel
protocolar saludo nunca terminó gracias a un nudo en la garganta de Ana.
– “Buen día”, repite la voz gruesa que, para Ana, ya tenía cuerpo y cara.
Los ojos de la diputada buscaban en la memoria esa cara.
– Buen día – repite la voz gruesa, ya reclamando una respuesta.
El antiguo ascensor para de golpe en el primer piso. Ana espera un aliado que nunca llega. La espera
se hace eterna, la puerta nunca se abre. Ana mira una y otra vez el tablero que marca “1” con puntos rojos.
Busca un error y abre la puerta; “Primer Piso,” indica el cartel. Vuelve al ascensor, que esperaba seguir su
aburrido derrotero.
– ¿A qué piso va? – pregunta la voz gruesa que sigue sin obtener respuesta. Ana, que ya olvidó el braille de
la botonera, oprime nerviosa el “2”. El ascensor se sacude y no por su antigüedad. La escena se completa
con miradas que dicen más que palabras.
– ¿Algún problema? – increpa la voz gruesa que ya significaba mucho más que un simple vecino de ascensor.
– ¿A quién viene a ver?– pregunta Ana, con tono preocupado.
– Soy la secretaria del diputado.
El ascensor se sacude de nuevo, un poco por desperfectos mecánicos, otro poco por la tensión.
Alguien abre la puerta y Ana sale sin dejar terminar de hablar a Loana.
El día sigue sin muchas novedades, cada cual en lo suyo. Los despachos inician su actividad. Cada
uno ordena la parte que le toca, buscando un toque de personalidad entre tantas paredes y cajones de
archivos por llenar.
– Despacho – responde la voz de Loana al monótono chillar del teléfono.
Del otro lado silencio.
– Despacho – intenta una vez más. Nadie responde.
En el mismo piso, Ana corta el teléfono sin decir palabra. Para olvidarse del tema busca ordenar
el despacho. No solo debía ubicar sus cosas sino que, además, debía asignarle roles a cada uno de los
asesores que había contratado. Agustín había colaborado en la prensa durante la campaña y tenía buenos
contactos con los medios de comunicación. “Agustín Hernández, Jefe de Prensa”, diría la tarjeta. Claudia
se había encargado de manejar la agenda, el rol de coordinadora le caería bien, y así uno tras otro entraban
a la oficina de Ana para saber en qué escritorio se sentaría. Mientras hablaba con sus colaboradores Ana
no dejaba de pensar en el ascensor y en el teléfono. Buscaba una explicación, un error.
Unas horas más tarde el reloj marcaba la una. Salir a comer y chocar con los treinta y dos grados
de la calle no era muy tentador, pero los menúes de la cafetería no sonaban muy convincentes.
– Ana, ¿vamos al bodegón de Diagonal Sur? – dice en el teléfono Gabriel, otro de los compañeros de lista.
– Te paso a buscar – responde Ana.
Mientras esperan el ascensor Gabriel pregunta:
– ¿Viste quién trabaja en el despacho de los zurdos?
– Sí, hoy me la encontré en el ascensor y no lo podía creer. ¿Quién es? – responde Ana.
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– Loana se llama. Es un “trava” que anda haciendo quilombo por ahí.
Después de comer, salir del bodegón no fue fácil. El calor contrastaba con el aire acondicionado y
las dos cuadras hasta el despacho se hicieron insoportables.
Para evitar encuentros inesperados Ana subió por la escalera y de paso ayudaba a bajar la ensalada del
mediodía. Antes de volver a sus tareas habituales pasó por el baño, un trámite bastante sencillo, casi como
subir por el ascensor.
Dos puertas iguales, distintas solo por el ícono de la puerta. Ana abrió una de ellas, segura de cuál. Frente
al espejo Loana lavaba sus manos. Ana revisó la convención de la puerta buscando, de nuevo, un error que
nunca encontró.
– ¿Qué hace usted aquí? – preguntó.
– Me lavo las manos, acabo de comer y tengo que volver a trabajar – respondió Loana con esa voz gruesa
que ya incomodaba a la diputada.
– Es el baño de mujeres – afirmó Ana.
– Sí, ya sé – contestó Loana, y se fue sin dejar que la conversación avanzara.
El resto del día Ana no pudo concentrarse en sus tareas. Buscaba el cómo, el qué. Convivir en la
ciudad con los travestis no era tan difícil, sólo bastaba con esconderlos, con mandar a la policía para que
no se vieran. Convivir en el sagrado recinto legislativo era más complicado, pero con algunas precauciones
y un poco de ignorancia pensaba que podría lograrlo. Lo que no concebía era compartir el baño, el único
espacio de intimidad del edificio.
– Quién sabe qué hace de noche, quién sabe qué perversiones tiene en la cabeza – pensó.
El plan era sencillo, buscar aliados en su bloque y entre sus “amigos” para aislarla. Juntar firmas
entre todas para que “eso” no entre al baño de mujeres. Que vaya al de hombres y si se siente incómoda
que no proteste... “todavía que la dejamos entrar a la Legislatura”.
Al día siguiente Loana llegó temprano a la oficina. Le esperaba un largo día.
– ¿Viste lo que está haciendo Gutiérrez? – la recibió una compañera de trabajo.
– ¿Quién es Gutiérrez? – preguntó Loana.
– Una de Nueva Dirigencia, junta firmas para que no entres al baño de mujeres – le respondieron casi a
coro.
– Que junte – afirmó Loana con tono desafiante.
La hora del almuerzo volvió a Buenos Aires como cada día. La placa roja de algún canal de
cable sensacionalista titulaba “Hace calor”, alertando a algún despistado. Las calles del centro parecían
hormigueros, pero un poco más caóticos y sin destino fijo. Muy pocos salieron del edificio, casi todos se
quedaron en el despacho, un poco para escaparle al calor, otro poco para preparar la sesión del jueves. “La
primera sesión”, decían todos con mayúsculas.
Ana encargó a sus colaboradores que se dedicaran a hacer relaciones con los otros despachos, que se
conocieran. Mientras tanto ella se dedicaba a hablar con sus conocidas para concretar su empresa de moral
y buenas costumbres. Enseguida consiguió algunas firmas.
Loana ordenaba sus papeles y empezaba a colaborar con el grupo que pensaba los primeros pasos
de la izquierda en la legislatura. Cada uno colaboraba desde se especificidad.
Ana festejaba con saña cada firma que sumaba a su planilla.
Loana pensaba una y otra vez cómo vincular su militancia en la calle con su nuevo trabajo.
Ana pensaba en el paso siguiente. Loana, también. El paso siguiente era, para las dos, cómo poner
en práctica lo que habían pensado.
Loana buscaba cómo hacer (se) visibles a las travestis. Ana buscaba esconderlas.
Loana ya había olvidado sus cruces con Ana en el ascensor y el baño, la vida cotidiana no era más
que eso, vida. Ana no podía dejar de pensar en el baño.
Los días pasaron, sin muchas noticias relevantes. Dos semanas después Ana se presentó muy
diplomáticamente en el despacho donde trabajaba Loana.
– Buen día. Soy la diputada Gutiérrez, tengo una lista de treinta mujeres que se oponen a que uses nuestro
baño.
Loana no contesta.
– Te dejo la lista para que sepas quiénes somos y te pido que respetes nuestra decisión como nosotras
respetamos que trabajes en la Legislatura.
– Guárdese la listita, usted no me respeta. Voy a ir al baño, si no me quiere ver no vaya usted.
– Entonces te voy a pedir que te vayas de la Legislatura, acá trabajan personas que tienen cosas más
importantes que hacer que andar atorranteando por ahí.
– A mí no me importa qué piensan usted y sus amigotas de clase alta. Le voy a pedir que se retire del
despacho.
– La que se tiene que ir sos vos – increpa Ana.
– No me voy nada.
Loana no se fue. Hoy, cuatro años después la diputada Ana Gutiérrez levanta la mano a favor de la
Ley de Unión Civil que permite a parejas del mismo sexo legalizar su convivencia y gozar de los mismos
derechos que las parejas heterosexuales. En la redacción del proyecto participó Loana.
entrelíneas /83
Después de la sesión Ana bajó en el ascensor y prestó atención a los puntitos en braille que acompañan
a los números de las teclas. En la puerta de la Legislatura, gays, travestis, lesbianas y transexuales
festejaban este pequeño triunfo de su lucha de años. Ana miró el festejo de “esos bichos raros” y no pudo
dejar de sentir el sabor amargo de sus contradicciones. Loana la miró y recordó la escena del baño.
Esa noche Ana cenaba con su familia frente a la televisión que mostraba las imágenes de la historia
del día. Ana comenta:
– Esa que está ahí trabaja en la Legislatura, de a poco se nos van metiendo en todos lados.
“Abra palabra: (licencia para hablar)”
Yanina Adriana Giglio
La licenciada no despierta y se levanta. Hay escarcha añeja administrada por el costado del colchón
que le da la espalda, la cama ancha no la abraza. Enérgica se vuelve sobre ella y la desarma con un gesto
primitivo y aniñado.
La licenciada no despierta y se baña. Masajea el agua que empapa su cabello azabache y platino.
Gotas desde arriba que la esquivan, gemas brillantes de otra fuente se alejan de sus ojos intentando
liberarla. El espejo está empañado, la licenciada no se atreve a secarlo; solo enjuga sus lágrimas con el
mismo toallón que acarició su cuerpo recién perfumado.
Llegó Teresa, qué suerte tiene Teresa; ya voy Teresa, ya te abro. ¿Cómo estás? Me alegro. Yo,
bárbara. ¿Desayunaste ya? Okey. Hay un vestido para llevar a la tintorería ¿me lo tendrán listo para hoy
a la tarde? Sí, fijate, vos sabés más que yo. Un café nada más por favor, estoy muy retrasada, después pico
algo en la empresa. Y... hoy llegaré como a las ocho, me arreglo y me voy a un cóctel. Qué sé yo... no tengo
muchas ganas de ir, pero... Bueno, listo, te dejo las llaves así no me esperás. Me voy entonces. Cada vez te
sale más rico el café. Adiós Teresa. Adiós.
Directo a la empresa, Juan Carlos, por favor. ¿Su mujer?, ¿los chicos? ¿Qué comió de rico anoche? Sí, ya se
me hizo tarde, encima me esperan para una junta con el Ministro de E... .
Sandalias setentosas elevando el polvo de un pueblito olvidado. Un hombre la espera con el calor
y el color intensos del norte, de la linda que es Salta. Se estrechan las manos sudadas y la presentación
concluye y se reinicia entre Corrientes y Callao; entre bocinas sordas y semáforos cansados; entre el vaho
de un suspiro tierno y alejado.
El maletín le pesa justo hoy. La licenciada recorre pasillos con un gesto cordial en sus sienes de
profesional irredenta. Tapa su reloj con la manga de su camisa el ascensor la encierra, se marea. Cierra sus
ojos nublados, consigue llegar a una mirada incendiada en una oficina en llamas: la voz del Doctor con su
calor y color otra vez; el discurso del Doctor rodeándola y explicándole las tareas y reglas de la Fundación,
el trabajo ad honorem y el desafío para democratizar la educación, el clima, el trato con los pueblerinos,
las necesidades extremas, la calma aparente. La calma aparente.
Sepan disculpar mi tardanza, bastante tránsito hoy. Perfecto. Gracias, Cristina. Buenos días, señor
Ministro. ¿Empezamos?
Café negro. Oficina cerrada y la prisión de un aire comprimido. La licenciada mira por la ventana el
centro porteño y los puntitos inquietos que son cabezas. El teléfono rompe una decisión impulsiva, suena
y suena; la licenciada se sobresalta en diferido y mancha su camisa con la taza derramada.
Cristina no me pases más llamadas por favor, y comunicate con Teresa, mi empleada. Decile que
tenga preparada una camisa, que Juan Carlos la irá a buscar. Sí, no, nada, se me cayó café. Bueno, haceme
ese favor; avisale a Juan Carlos también. Gracias Cristina, gracias.
Las manos subrayando arrugas cercanas al gesto muerto de una sonrisa principio de carcajada. La
licenciada sólo consigue muecas protocolares y se asusta. Tiene palabras, gritos guturales atragantados
que se revuelven escondidos, solapando todas las angustias.
La licenciada ahora revisa la agenda. Revisa una siesta, su cuerpo cuelga de una cama paraguaya,
el espíritu también levita. Una sombra le cubre la cara para que logre abrir los ojos ansiosa seductora
brillante despojada paulatinamente. Una caricia le atraviesa el onírico moribundo y la frente que ya no
piensa. ¿Cansada muchachita? Es el calor, Doctor, mucho calor.
Papeles atrasados sobre el escritorio. Y piensa y no puede y no. Entonces escribe: Ser peregrino de
una vida que importa sólo con el tiempo roto y la agonía. Buscar salir al contraste y pertenecer a la noche
injusta gris y partida. Recorrer momentos como espacios ocupados, tiritar al viento y desperdiciar el eco
que despabile. Ver sin captar las magias y los encantos, las fogatas y sus chispas, las lunas y sus misceláneas.
Sentirse desprevenida sin luz y sin sed porque no pasa nada, y pasa todo como nada, como tardío, ya no
84 / entrelíneas
laten las quimeras. Consumir recuerdos sin disuadir el tiempo cero, sin conquistar los encuentros ni el
deseo con su bandera libertaria.
Me retiro cinco minutos, Cristina. Sí, todo en orden, ya vuelvo. Enseguida. Bueno. Bueno, cuando
vuelva me la cambio. Cuando vuelva, Cristina.
La cartera baila al ritmo denso de su andar errante. La licenciada esquiva una baldosa rota,
trastabilla pero no cae y se levanta. Harta de merodeos enciende un cigarrillo. El humo festeja en su boca,
lo traga. El viento de la tarde le ha encrespado el pelo, el nunca es tarde, también. Explota. El brazo se
estira con firmeza, un taxi la lleva a casa.
El vestido negro y aburrido colgado, encerrado con el papel amarronado de la tintorería. La cama
hecha. La licenciada no lo entiende y se baña. Ahora, el agua caliente se hunde en el poro cósmico del llanto.
El espejo y la bruma la enfrentan con el juego diario. La licenciada corre hacia la sala, corre desnuda.
¿Muchachita? Sí, tanto tiempo. Bien, la familia muy bien. Un congreso. Sólo tres días. Me gustaría verte,
una consulta académica. Quedamos así, te vuelvo a llamar mañana a primera hora. Hasta mañana.
La mano se anima, limpia el cristal. La licenciada se devela el misterio de lo no dicho. Se mira, se
habla y por fin se arroja, y ya no vuelve: es histórico, sabés, lo que hace la gente con su orgullo entero y
solemne. Es irónico, verás, patear testaruda moribunda por un sendero ajeno y solo tuyo. Es alegórico,
además, llorar bajo la lluvia del baño de esta noche, quizás de película incolora... Quizás... Quizás mi
orgullo sangre abandono, grite mínimo entre el deseo fiel... El deseo, ese fantasma con tu cara y tu voz
amplia, y tus labios en mi necesidad (de estar, de ser más que una licenciada, de ser Cristina o Teresa, de
que te llames Juan Carlos). Es loco, mirá, oír el gong o el ring e ir e inmolar todo lo previo, lo ordenado, lo
poquitísimo reunido para seguir confiando y huir con mis piernas que se abren al camino de mil colores, al
himno sublime de tu imagen pura y hostil, de ángel – cuervo, de niño – dinero, de rebelión del cerebro en la
oficina. Es triste, no sabés cuánto, tristísimo, entretejer los días para brindar dentro de un rato en el cóctel
(y hacer chin- chin) con la copa quebrada pero inmortal pero amoral y pedir siempre el mismo deseo con el
ruido del orgullo galopando en el alcohol. Es amarga, te juro, la náusea del recuerdo, (que ya es amiga de
la casa) sentir que al tacto no existís pero sí en la vista, en los ojos míos parpadeando más lágrimas de la
cuenta y abriendo la salada brecha entre lo propio y la nostalgia que acompaña mis silencios, mis intrigas,
mis alientos, todos los pánicos... Para peor, son inciertas y calladas las respuestas, los sonidos llenos, las
certezas, los desalientos, la coherencia; como vos conmigo, con mi nueva voz no te digo hasta mañana. Es
increíble, pero creéme, los pensamientos se me enroscan cuando siento que es mentira locura o estrés tirano
esta pasión de todo el día, de plantilla rota, de medida sin dígitos. Es trillada la historia, si lo será, que no
puedo ni esperar el final para volar, para unir mi atadito de sentires y partir lejos de la obsesión.
Y Cupido mi enemigo estará rompiendo la flecha que me correspondía, maldiciéndome, por no
hablarte (hablarme) una chance, todos tus besos y mi identidad por primera vez. Es que no me animé,
nunca lo sabrás, pero es increíble lo que la gente, lo que yo que te quiero siempre un tanto más, que te invoco
en sueños visiones y panoramas, que me duermo siempre con la estrategia de almohada para reiniciar el
juego y ganar la dama, hace, hacemos con el orgullo en el ombligo y el deseo acorazado atrincherado
amortiguado anclado, “a salvo”. Y los corazones cada vez más pobres, por cobardes, por... por, por, lo que
te dije, Doctor, cuando no te dije nada.
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