MEDELLÍN’68 : CRISOL DE UNA NUEVA COMUNICACION PARA AMERICA LATINA Luis Ignacio Sierra Gutiérrez* ABSTRACT El acontecimiento eclesial del Celam, celebrado en Medellín (Colombia) en 1968, ha dejado una huella profunda en el proceso histórico comunicacional del continente, al igual que la reunión del Celam, celebrada en Puebla (México) el año de 1979. De la lectura y aplicación de dichos documentos se derivaron valiosas experiencias de comunicación alternativa, de educación para la recepción y lectura crítica o activa de los medios, de participación en la producción de mensajes, que incidieron radicalmente en la adopción de nuevos enfoques comunicacionales en el continente. Un importante actor social de la época fue la Iglesia Católica. Su apreciación de la comunicación social, de los medios de comunicación, de la televisión en particular y el reconocimiento de su vital protagonismo en perspectiva liberadora, señalaron nuevos rumbos comunicativos para América Latina..KEY WORDS – PALABRAS CLAVE Comunicación – Iglesia – alternativo – recepción – lectura crítica – participación en producción de mensajes. – popular. Desde sus comienzos, la Iglesia católica latinoamericana, a través de su máximo organismo el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), ha sido uno de los protagonistas más activos y sensibles al problema de los medios de comunicación social en el continente. La secuencia de cuatro Conferencias generales del Episcopado Latinoamericano (Río de Janeiro: 1955; Medellín: 1968; Puebla: 1979; Santo Domingo: 1992), ha puesto de relieve, a través de sus diferentes documentos, esa sensibilidad eclesial frente al asunto de la comunicación. El acontecimiento eclesial vivido y celebrado hace 33 años en Medellín, permite visualizarlo a distancia hoy como una expresión profética, como auténtico crisol de una nueva comunicación para América Latina. De ahí que consideremos de alguna forma pertinente referirnos a él dentro del proceso de memoria histórica del pensamiento comunicacional en el continente. No podemos olvidar que en aquellos tiempos, por influjo del Concilio y de Medellín mismo, la Iglesia se hace noticia, precisamente a través de los grandes medios informativos. Profesor Asociado del Departamento de Comunicación, Facultad de Comunicación y Lenguaje. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. E-mail: [email protected] 1 En consonancia, entonces, con el aspecto a tratar en esta presentación, es de vital importancia resaltar en primer lugar, el contexto sociocultural en el que va a surgir el documento de la Conferencia episcopal de Medellín; en segundo lugar, abordar los distintos componentes del documento n° 16 de Medellín, relativo a los Medios masivos de Comunicación; y por último, analizar las implicaciones derivadas de esta importante Conferencia para el proceso comunicacional en el continente. 1. La Comunicación ante el Cambio La década del 60 al 70 se caracteriza en el continente por un acelerado proceso de cambio que interesa a todos los sectores: social, político, cultural, económico, demográfico y eclesial. Sin duda el polo de referencia durante este período es el modelo capitalista norteamericano, que se concreta en una palabra mágica: el “desarrollo”. La convicción generalizada en la época es que el camino más viable para salir del subdesarrollo, principalmente económico, es la intervención de ayuda tecnológica y política del vecino del norte. Como sostienen G. Sunkel y C. Catalán, no se puede desconocer, que el inicio de los estudios de comunicación en América Latina estuvo marcado por la importación de modelos teóricos extranjeros1. Principalmente el empírico-funcionalismo norteamericano que hizo prevalecer un enfoque netamente difusionista de innovaciones tecnológicas, centrado en los efectos de los medios masivos sobre los receptores. Un enfoque montado sobre supuestos ideológicos y políticos, tales como: una concepción vertical, unidireccional y no procesal de la naturaleza de la comunicación. Una concepción masificada del público de los medios, manipulable por cualquier antojo ideológico, en estrecha coherencia con la ‘cultura de masas’ prevalente en Estados Unidos y, la creencia incuestionable de que los medios son omnipotentes en el manejo de la voluntad y comportamiento de la gente. Este modelo difusionista de innovaciones contenía una serie de supuestos sobre el subdesarrollo, la comunicación y la modernización, donde ‘sub-desarrollo’ significaba básicamente ‘atraso’, ‘carencia de’. Se trataba entonces de ‘educar para el desarrollo’, de salir del ‘atraso’, a través de la implantación de los poderosos medios masivos de comunicación. Educar para el desarrollo implicaba, ante todo, alfabetizar, enseñar a cultivar la tierra con recursos tecnológicos, y enseñar a planificar la familia, para que pueda ser útil al nuevo modelo de desarrollo planteado. Los medios masivos debían ser usados para transmitir ciertos conocimientos que eran considerados necesarios para conseguir el desarrollo. El desarrollo económico, político y cultural de la región, supuestamente, se derivarían de la implantación de nuevas tecnologías de información y comunicación en campos y ciudades. Este esquema ‘desarrollista’ prevaleció durante varios años y se vio fortalecido con el Plan de la ‘Alianza para el Progreso’, del entonces presidente J.F. Kennedy. Finalmente, como es conocido, el esquema fracasó por el agotamiento de sus propuestas hegemónicas. 1 SUNKEL, G.& CATALAN, C. La tematización de las comunicaciones en A.L. FLACSO, Santiago, 1991. 2 A partir de la segunda mitad de los años ’60 y durante la primera mitad de la década del ‘70, se comienza a generar en América Latina una corriente críticamente cuestionadora del modelo desarrollista. La misma tecnología se descubre como un medio poderoso de dependencia. Se acentúa el nacionalismo y se aleja cada vez más el sueño de la integración latinoamericana. Se asiste gradualmente a la desaparición de frágiles democracias y a la implantación de dictaduras militares, con toda su secuela de violación de derechos humanos, torturas y desapariciones. En el campo cultural es decisivo el influjo del pedagogo brasileño Paulo Freire, exiliado por el gobierno de su país después del golpe militar de 1964. En comunicación, se instala el paradigma crítico en el que el estructuralismo marxista y ciertas versiones de la teoría sociológica de la dependencia son aplicadas al análisis de los mensajes. La semiología comienza a hacer visible en el continente el problema de la ideología del cual son portadores los distintos mensajes de los medios masivos. Lo que efectivamente se hace es denunciar el sistema de expansión y acumulación de capital que se desarrolla a escala mundial y que de alguna forma vehiculan los medios masivos a través de sus mensajes. Se hace entonces una crítica amplia a los diversos géneros de la comunicación masiva cubriendo desde las historietas cómicas, a las revistas del corazón y los mensajes noticiosos. Figuras como Luis Ramiro Beltrán, Antonio Pasquali, Armand Mattelart y Eliseo Verón, aportan experiencias críticas y creativas particularmente en el campo de la educación con el “Lenguaje Total”. Se rechazan los medios de comunicación masiva, como si por sí solos fueran factores de cambio social. Se multiplican, en la época, los estudios que ponen al descubierto los ‘vicios capitalistas’ de los MCS: la manipulación, el consumismo, la masificación, el monopolio de las agencias informativas, reforzando una situación crónica de neocolonialismo y dependencia2. Se inicia entonces una actitud crítica frente a la herencia teórica y metodológica recibida que genera profundos cambios epistemológicos que gradualmente dan vida a una nueva concepción nacional de la comunicación. Se comienza a examinar la comunicación como parte vital de los procesos de reproducción y cambio social. Esto va a enriquecer notablemente la teoría de la comunicación y abre las temáticas de observación al incorporar en la reflexión problemas sobre la estructura de poder de los medios, el flujo nacional e internacional de la información, las condiciones sociales de producción de los discursos, la socialización de las conciencias por las industrias culturales, la democratización del sistema de información, la subordinación y dominación de las culturas nativas, la apertura a la comunicación alternativa o popular, el impacto de las nuevas tecnologías de comunicación, la instauración de un nuevo orden mundial de la información, etc.3. Se buscan ‘modelos alternativos’ de comunicación que revaloricen los micromedios, las técnicas autóctonas: desde la tertulia, la danza, el teatro, los volantes, boletines sindicales y de Iglesia, los audiovisuales de bajo costo …, todo en función de una concientización 2 3 SPOLETINI, B. Notas y Documentos. En: Revista Medellín, vol. 8, n° 31, septiembre 1982, p. 422-425. ESTEINOU MADRID, J. Ciespal y la ciencia de la comunicación. En: Revista Chasqui, N° 11, Jul-Sept., 1984, Quito, p. 22. 3 humanizada, de una comunicación participativa, honesta, apta para el crecimiento del hombre latinoamericano, respetuosa de su cultura y su entorno4. Previo a ese panorama, el CELAM en América Latina se venía ocupando de los modernos ‘medios especiales de propaganda’, ya desde las Conclusiones de la I Conferencia general del Episcopado en Río de Janeiro en 1955. Preocupado en esa época especialmente por la ‘propaganda’, por la utilización de las ‘técnicas modernas’ para hacer más atractivo el mensaje, por la promoción de las escuelas de periodismo, y la creación de una subcomisión de prensa, cine, radio y televisión. Sin embargo, es la Segunda Conferencia general del Episcopado Latinoamericano, realizada en Medellín (Colombia), en agosto de 1968, con su Documento N° 16 5, la que va a marcar de manera especial un viraje de fondo en el enfoque de los medios de comunicación social en el continente, ante el fracaso del cambio, centrado sobre el desarrollo, haciendo saltar a primer plano la ‘liberación’ en todos sus aspectos, particularmente en lo político, económico y cultural, para romper las cadenas de una dominación que mantiene en un estado de injusticia, de pobreza y marginalidad a las masas populares. Se puede decir que en ese sentido, la Iglesia católica no permaneció insensible al problema y propuso un modelo humanístico de desarrollo, inspirada en la visión del sociólogo y economista francés, el P. Lebret. Este encuadra los problemas económicos dentro de un plan de crecimiento humano global. Para tal propósito, la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI, contribuye a delinear mejor el mapa, invitando a liberarse de la miseria, a encontrar mejores condiciones de vida, y a superar todas las situaciones de opresión indignas del hombre. La teología latinoamericana ve con moderado optimismo ese proceso señalando posibles rutas a seguir. En ese contexto, un tanto optimista, Medellín acentúa la toma de conciencia de que el ‘desarrollo’ vigente, es de tipo capitalista y reproduce los vicios del sistema y no beneficia en nada a las clases pobres y marginadas. Uno de los teólogos más prominentes de la época, Hugo Assmann, advierte que ese tipo de desarrollo no es más que un modo ‘para ser mantenidos en el subdesarrollo’, una ‘nueva manera de dependencia’.6 Realizada con el propósito de aplicar y hacer más cercanas las enseñanzas del Concilio Vaticano II, la Conferencia de Medellín asumió proféticamente tres grandes opciones que habrían de marcar el rumbo para esta esperanzadora porción de la Iglesia universal. En primer lugar, la opción por el hombre y por nuestros pueblos concebidos integralmente. Con ella la Iglesia reafirmó que el ser humano, histórica y culturalmente situado, constituye una preocupación central e ineludible para su acción pastoral. 4 SPOLETINI, B., ibid., o.c., p. 425. CELAM. Segunda Conferencia general del Episcopado Latinoamericano. Medellín, 1968. Documento N° 16 Sobre los Medios de Comunicación Social. 6 SPOLETINI, B. Notas y Documentos. En: Revista Medellín, vol. 8, n° 31, septiembre 1982, p. 422. 5 4 En segundo lugar, la opción preferencial por los más pobres, la cual hizo volcar toda la atención prioritaria de la Iglesia por aquella inmensa mayoría de marginados, explotados, excluídos de una sociedad con fuerte tendencia capitalista, excluyente, monopolizadora. En tercer lugar, la opción por la liberación integral, que llevó a precisar un compromiso social más claro, en favor de un ser humano liberado no sólo de la esclavitud del pecado, sino también de todo lo que materialmente afecte su normal desarrollo y la expresión íntegra de su dignidad humana. Esta opción dio lugar a una reflexión teológica, nacida en este continente, con rasgos propios y especificidad única frente a la reflexión teológica tradicional, la teología de la liberación7, la cual hizo de la opción por los más pobres y necesitados, de su liberación integral, uno de los ejes prioritarios de sus planteamientos con repercusiones a nivel mundial. Su influjo fue enorme en la pastoral eclesial latinoamericana y en la praxis política de los grupos cristianos del continente. Otros documentos, por la misma época de Medellín, expresan el sentir de la Iglesia sobre la comunicación social con relación al cambio y el desarrollo8, marcando así de manera contundente esta etapa por un impulso liberacionista y participativo Todos influenciados por el decreto Inter Mirífica (1963) del Concilio y por los planteamientos en torno a los medios de comunicación de Marshall MacLuhan. Documentos producidos en: El I Seminario de Responsables de los MCS, en Santa Inés (Lima), en 1966. Tres Seminarios Regionales: Montevideo, Lima, San José (Costa Rica), en 1968. Sesión de Reflexión del Celam, en Melgar (Colombia), en 1970. Desde los primeros años de la década del 70, particularmente con el documento de Melgar, se intenta construir un nuevo paradigma desde la realidad latinoamericana. Si los MCS están produciendo un cambio radical en los valores y vivencias del pueblo, sobre todo en sus tendencias a masificar y despersonalizar, la ‘respuesta cristiana' para ser eficaz apunta a cuatro características básicas: personalización, liberación, acción creadora y evangelización. Sobresale en este período la fuerte revalorización de la ‘opinión pública’, tanto al interior como al exterior de la Iglesia católica, y una gran consideración por el público, visto hasta ahora ‘más como objeto que como sujeto activo’, por los responsables de los MCS. De ahí la insistencia en una comunicación dialógica, participativa y la necesidad de relaciones con los dueños de los medios para que estén al servicio del pueblo y no contra él. Tal es el contexto sobre el que es necesario comprender el aporte de Medellín a la comunicación en el continente. 2. El Documento N° 16 de Medellín9 7 En 1971 se publica el ensayo pionero en este campo de Gustavo Gutiérrez: Hacia una teología de la liberación. Indoamerican Press Service, Bogotá, 1971. 8 SPOLETINI, B., o.c., p.422-423. 9 Cfr. Nos apoyamos sobre todo en: DECOS-CELAM. Medellín – Reflexiones en el Celam. BAC, Madrid, 1977, p. 201 a 224. 5 El documento N° XVI de Medellín, último de las Conclusiones presentadas por la Conferencia, está referido a los medios de comunicación social y se divide en tres partes: situación, justificación y recomendaciones pastorales. Consta de 24 artículos y se caracteriza básicamente por ser un documento que, a diferencia de los otros con bastante carga crítica y profética, es más bien modesto y excesivamente optimista. Todas sus notas pertenecen a los documentos de la Iglesia universal. No hace ninguna referencia al pensamiento de la Iglesia como se había expresado en los documentos latinoamericanos sobre la comunicación. El documento, no obstante ser el último, tuvo una influencia inmediata sobre los otros documentos de Medellín, tales como el de Justicia, el de Paz, el de Educación, el de Catequesis, en los cuales se hace alusión a la conveniencia de utilizar sistemática y competentemente los medios de comunicación. Además, en algunos países despertó conciencia en torno a la importancia del manejo de los medios de comunicación y la dinamización de Oficinas nacionales y formación de Centros de producción de audiovisuales, prensa, cine y televisión. Este documento parte entonces del hecho fundamental de que América Latina se encuentra en un proceso de cambios estructurales de la sociedad global, que van en el sentido de una liberación de la marginalidad y remedio a la falta de participación de las grandes masas. En cuanto a la primera parte, la caracterización de la situación de la comunicación y los medios masivos en el contexto sociocultural de América Latina, los numerales 1 a 3 destacan algunos factores permanentes para tener en cuenta. Los medios de comunicación son forjadores de una nueva cultura (n° 1), con posibilidades ambivalentes de masificación o personalización del ser humano. Reconoce que en el continente han sido factores de concientización “de grandes masas sobre sus condiciones de vida, suscitando aspiraciones y exigencias de transformaciones radicales” (n° 2). Sin embargo, advierte que con la arrolladora presencia de los medios de comunicación social estamos frente a la cultura de masas con sus características de globalidad y sometimiento al emisor poderoso: “grupos económicos y políticos, nacionales y extranjeros interesados en mantener el statu quo social”. Se sugiere aquí la posibilidad incipiente de actuación de estos medios como “agentes positivos de cambio por medio de la educación de base, programas de formación y opinión pública” (ibid.). En ese sentido, la Iglesia invita a tomar en cuenta los medios y no ponerse de espaldas a ellos, es decir llegar a rechazarlos por los distintos condicionamientos a los que están sometidos, sino a asumirlos con conciencia crítica y de transformación social. Es evidente desde entonces el influjo de los medios en el proceso de socialización y concientización de las grandes masas sobre sus condiciones de vida y las aspiraciones de cambio. A nivel eclesial, el cambio radical que demandan las sociedades latinoamericanas se relaciona con los exigidos por el Evangelio: el fermento de la masa, la luz, la sal, la ciudad sobre el monte, la conversión; cambio del sujeto desde dentro hacia fuera, cambio interior y 6 total. Se trata del cambio en toda su amplitud gradual y armónica de significación integral, evitando extremismos y radicalizaciones10. A ese respecto, la gran dificultad de la Iglesia estriba en no poder competir en el mercado de los mass media de la sociedad de consumo, vinculados a grupos económicos y políticos nacionales y extranjeros bastante fuertes, por ello plantea la necesidad y conveniencia de no descuidar la importancia de los minimedios. Particularmente los audiovisuales, folletos o boletines de divulgación, programas cortos de radio, televisión, especialmente presentados en formato dialogal. En expresión de Monseñor Jorge Hourton: “diríase que se presenta entonces la gran oportunidad de hacer patente que la fuerza de nuestra comunicación no estriba en los kilovatios de nuestras radios, ni en el tiraje de nuestras ediciones, sino en la riqueza de la Buena Nueva que vehiculamos con medios pobres. Si la Iglesia de América Latina no tiene una voz que resuene, esa voz serán los paneles y los diálogos, la comunicación que brota del ímpetu incontenible de quien tiene una palabra y un Espíritu que transmitir”11. El apartado n° 6, habla sobre la imagen de la Iglesia: la información sobre la Iglesia debe llegar al gran público no para proporcionar únicamente la noticia, sino para dar criterios evangélicos en virtud de los cuales se pueda tener la visión cristiana de los diversos aconteceres que configuran la información diaria. En opinión de varios sociólogos, se puede decir que los medios de comunicación social latinoamericanos, salvo contadas excepciones, son un instrumento de poder al servicio de las clases dirigentes. Imponen una determinada visión de mundo acorde con quienes detentan el poder. Algunos autores apuntan también que los medios de comunicación social ya no se contentan con dar noticias, sino que ellos mismos las crean, gracias a ese tono efectista, sensacionalista, netamente parcializador de la realidad. Insisten en que de esta forma no se favorece la toma de conciencia del pueblo sobre los problemas importantes de la comunidad y la responsabilidad en solucionarlos. No se proporcionan los elementos gracias a los cuales el público puede ser consciente y optar personalmente. Al contrario, se imponen los puntos de vista de una minoría, que de esta manera puede seguir dominando sobre las mayorías ingenuas12. A pesar de la mayor socialización, hay mayor masificación alienante, debido al aumento numérico y a la proliferación de medios. Si los medios tal como son utilizados hoy van creando un hombre conformista, pasivo, individualista, no bastará con darle a este hombre otros enunciados, sino que es necesario ir más allá y posibilitarle que adquiera una conciencia crítica que lo transforme en un ser activo, comunitario y solidario13. Frente a ese panorama, se comprueba la aparición sucesiva de nuevos minimedios que despiertan mayor creatividad, que intentan rescatar de alguna forma los valores 10 11 12 13 Ibid., o.c., p. 206. Expresión de Mons. Jorge Hourton. Citada por DECOS-CELAM. Medellín – Reflexiones en el Celam. BAC, Madrid, 1977, p. 207. Ibid., o.c., p. 210. Ibid., o.c., p. 211. 7 socioculturales autóctonos, que fomentan y permiten un mayor grado de participación crítica de la población en general. La segunda parte del documento, se refiere a la justificación de ciertos principios permanentes: una valoración de lo humano que lleva al uso de los medios de comunicación social. Los medios de comunicación están al servicio del hombre y el comunicador debe conocer la realidad humana. En Medellín, con sentido realista y positivo, la Iglesia latinoamericana acepta como un hecho la nueva cultura de los medios de comunicación social. Los medios de comunicación están hechos para llegar a todos: han derribado todas las barreras, suprimido todas las distancias y convertido el mundo en una aldea planetaria; esta unidad del mundo es propicia para dar resonancia al llamado universal y salvador de Dios. De ahí que los medios de comunicación social sean vehículos necesarios de evangelización. Se trata de transmitir el mensaje de salvación al hombre actual con un lenguaje que él pueda entender, y a partir de los interrogantes que le preocupan y angustian. En ese sentido, considera los medios como “ayuda providencial” para la promoción humana y cristiana del continente” (n° 4) y los reconoce como “esenciales para sensibilizar la opinión pública en el proceso de cambio” (n° 5). Los medios de comunicación son entendidos como “agentes activos del proceso de transformación, cuando se ponen al servicio de una auténtica educación integral” (n° 6). Se propone la Iglesia de manera decidida el empleo de los medios de comunicación social para la propia misión evangelizadora, llegando incluso a considerarlos como indispensables (n° 7, 8). Según el documento, el auténtico proceso que deben cumplir los medios de comunicación social no es el de informar por informar, sino llegar a un reconocimiento y comprensión de la situación que se vive; no se trata de registrar pasivamente la información, de conocer sin esperanza para permanecer estáticos: es un conocimiento con exigencias y responsabilidades dinámicas. La información debe cumplir una función crítica orientadora para la opinión pública. Esa opinión pública servirá para encauzar e impulsar los centros de poder, de manera que lo que empezó activamente en la opinión pública termine en el bien público. En ese momento histórico no parece válido el principio del impulso al desarrollo. Este debe sustituirse por la promoción y la liberación integral. En la tercera parte del documento sobre Recomendaciones Pastorales, se asumen unos criterios básicos que van en el sentido de: - Manejo científico de los medios propios desde el punto de vista profesional. Presencia más intensa en los medios neutros: servicio a la comunidad, preparación del personal, especialmente el juvenil, en sentido apostólico y profesional. Formación sistemática del clero en comunicación. Capacitación en investigación a nivel superior. Producción de materiales para promocionar especialmente los valores autóctonos. Estructura organizativa a nivel nacional e internacional, Oficinas y Organismos. Diálogo entre la Jerarquía y los comunicadores. Libertad de la Iglesia. 8 Cabe resaltar aquí la acción formadora del sentido crítico en el receptor, factor que debe tenerse más en cuenta en la formación catequística, y apostolado de los medios ordinarios de la labor pastoral de la Iglesia. En esta última parte se tocan temas como el derecho a poseer medios propios con la adecuada organización que requieren y teniendo en cuenta al mismo tiempo el servicio real de la comunidad (n° 11); el trabajo de los cristianos en medios de comunicación ajenos a la Iglesia (n° 12); el suscitar y promover al personal de medios y formarlo apostólica y profesionalmente (n° 13-14); la labor de formación y desarrollo del sentido crítico y tomar responsablemente las propias decisiones (n° 15). Se deben igualmente crear o fortalecer Oficinas Nacionales de Prensa, Cine, Radio y Televisión en cada país que mantengan un estrecho contacto con Organismos Continentales (n° 19-20). Ante la importancia de los medios de comunicación social no basta la actitud retórica para describir sus maravillas y excelencias; no cabe ya hablar de la conveniencia y utilidad de dichos medios; hay que reconocer la necesidad absoluta de emplearlos a todos los niveles de la acción pastoral (n° 24)14. En esa misma línea, el documento de Puebla (1979), subraya el papel de ‘sujeto responsable’ que debe asumir el hombre latinoamericano (n° 474). “La promoción humana implica actividades que ayudan a despertar la convivencia del hombre en todas sus dimensiones y a valerse por sí mismo para ser protagonista de su propio desarrollo humano y cristiano” (n° 477). La recomendación de Puebla a ese respecto resulta fundamental: “Educar al público receptor para que tenga una actitud crítica ante el impacto de los mensajes ideológicos, culturales y publicitarios que nos bombardean continuamente, con el fin de contrarrestar los efectos negativos de la manipulación y de la masificación” (n° 1088). Los criterios nuevos apuntan a llevar a la acción lo que ya está consignado en documentos. Principalmente lo relacionado con el mayor empleo de los minimedios. La libertad de opinión y el derecho a informarse o de informar reclama para cada miembro de la sociedad la posibilidad de expresar libremente su pensamiento y la posibilidad de acceso a las fuentes y canales de información. De esta forma se concretiza a nivel continental la forma como la Iglesia fue asumiendo una transformación en su actitud frente a los medios de comunicación social. De una situación inicial de recelo y restricción, particularmente con el cine, pasa en una segunda instancia progresivamente a una postura defensiva. Frente al avance profano de los medios de comunicación social, se postula la creación de otros medios paralelos que la Iglesia controle y con los cuales defienda su grey. Se vuelcan los esfuerzos en adquirir medios para que los cristianos se guíen por ellos. Aparece la buena prensa, las emisoras de radio confesionales, las salas de cine parroquiales. Finalmente, con el Vaticano II, en el decreto Inter Mirífica, se asume un cambio positivo y definitivo. Se reubican los medios dentro de un campo más amplio y se relacionan directamente con el plan salvífico de Dios dentro de la historia. En Medellín, los medios de comunicación se asumen dentro de esta nueva perspectiva, un tanto optimista e ingenua, pues pasa desapercibida todavía la problemática derivada de 14 Ibid., o.c., p. 220-221. 9 cómo funcionan esos adelantos tecnológicos de los medios, quiénes los poseen, por quiénes son manejados, qué transmiten, etc. Será posteriormente la Instrucción pastoral Communio et Progressio, la que dará un enfoque mucho más realista al apuntar que los medios de comunicación social pueden ser también masificantes y se acerca más a la problemática planteada por la realidad global, aunque sin profundizarla adecuadamente. 3. Implicaciones de Medellín para el proceso comunicacional del continente. Si hemos de resumir en pocas palabras el aporte más significativo de las Conferencias episcopales de Medellín (1968) y Puebla (1979), como matrices de las ideas comunicacionales en América Latina, diremos que fue sobre todo el haber apuntado a la creación de una metodología y estrategias propias para detectar mejor la problemática sociocultural y sentar las bases para una ‘comunicación participativa y liberadora’ en el continente. Haber privilegiado la creación y fomento de los micromedios, que entre otras ventajas, favorecen los grupos populares, rurales y cuentan con experiencias valiosas de comunicación bidireccional. Abrir el camino a los Medios Grupales como vehículos ‘alternativos’ para la evangelización y la catequesis. Diversas denominaciones procuran identificar a estas formas diferentes de comunicación, no verticalista, tales como: comunicación horizontal, grupal, popular, de base, comunitaria, participativa. El espacio de lo cotidiano, de lo territorial, de lo micro y de lo popular pasa a ser visto como el terreno más fértil para transformar el sueño en ‘realidad viviente’15. Englobadas todas por el término “comunicación alternativa”, con un sentido liberador de representación de los intereses de los desposeídos y sus propósitos fundamentales. Pese a haber sido considerado como un paradigma totalizador, con carácter reductivista al proponer la alternatividad (a la industria cultural, a la cultura de masas) como eje fundamental de una política de comunicaciones, permitió dejar un saldo positivo para la comunicación en el continente, entre otros: el haber planteado los temas de prácticas de las comunicaciones y de la vida cotidiana, los temas de lo local, lo territorial y lo micro, además del tema de las prácticas de comunicación en la cultura popular16. Este tipo de comunicación popular liberadora habría de asumirse como parte del proceso de construcción del NOMIC (Nuevo Orden Mundial de la Información y la ComunicaciónInforme Mac Bride) que en 1980 recogió el consenso de la comunidad internacional sobre la necesidad de democratización de la comunicación. En esta fase crítico reflexiva (19651984) se examina la comunicación como parte vital de los procesos de reproducción y cambio social. Como ya se mencionó, las reflexiones posteriores de Puebla, a lo largo de sus 32 artículos dedicados a la comunicación, abren en mayor profundidad la problemática hacia el concepto mismo de ‘cultura’ como ‘síntesis vital’ y a la proposición de que América Latina tiene una ‘síntesis cultural propia’, completamente diferente a la de la modernidad europea. 15 16 SUNKEL G. & CATALAN, C. Comunicación y Política en América Latina. P. 87 Ibid., o.c. 10 Se posibilita de esta forma la recuperación de componentes críticos de religiosidad popular, y de ‘cultura de la oralidad’17. Lo relativo con la ‘opinión pública’, plantea críticamente no sólo su carencia al interior de la Iglesia, sino la necesidad acuciante de una verdadera formación de esa opinión, dando cabida a una comunicación más participativa, el paso de los aspectos tecnológicos a los contenidos y la utilización de los MCS en función de liberación, promoción humana y evangelización. Durante la década del ’60 la Iglesia apoyó organizaciones cristianas, cooperativas, organizaciones rurales. Robert White señala que esta interacción entre el clero y los liderazgos articulados unió a los religiosos y a los campesinos para enfrentar la creciente pobreza y el despojo de los pequeños productores rurales18. A partir del interés de los investigadores por ese otro modo de vivir la comunicación de las clases populares, de manera especial la actividad del receptor, se intenta superar así la concepción funcionalista del conformismo, de la uniformidad del receptor, y se comienza a pensar operativamente en la pluralidad de modos de la comunicación. En esa línea surgen las experiencias liberadoras como la del cassette-foro de Mario Kaplún, las radios mineras en Bolivia, la prensa namica en Brasil. Apuntando todas ellas a repensar no sólo el uso de los medios, sino la estructura misma de la comunicación, partiendo ya no de conceptos comunicativos abstractos, sino de modos de vivir, de hacer y percibir la realidad diferentes, impugnadores, cuestionadores de la realidad social. Como bien lo recoge Barbero, cobra singular importancia el plantear la comunicación popular como parte de la problemática de las culturas populares, es decir como parte del conflicto histórico a través del cual lo popular se define en cuanto movimiento de resistencia, de impugnación de la dominación estructural en nuestra sociedad19. El interés por la comunicación popular, según Barbero, surge en América Latina articulando dos ámbitos: de una parte, el ámbito de las experiencias particulares, experiencias de trabajo en comunidades, en las que no se parte de la problemática de comunicación, sino de la problemática social, económica, política, cultural se llega a plantear los procesos de comunicación como procesos dinamizadores de una conciencia, de un trabajo, de una lucha. De otra parte, desde el ámbito de la reflexión sobre la transnacionalización de la comunicación, desde la homogeneización política, cultural. Desde este ámbito se comienza a percibir que los procesos transnacionales sólo son enfrentables desde el ámbito de la cultura local en el que los grupos viven profundamente, verdaderamente, la dominación20. Tal vez el hecho más positivo se manifiesta en la enorme utilidad y resonancia del documento de Medellín con miras a una intensa preparación para la Conferencia a realizarse en Puebla (1979), preparación en la cual la comunicación y los Medios de Comunicación Grupales (MCG) juegan un rol de primer plano muchas veces en abierta 17 SUNKEL G. & CATALAN, C. Ibid., o.c., p. 90. Citado por PUNTEL, J. La Iglesia y la democratización de la comunicación. Paulinas, Bogotá, 1998, p. 98 19 MARTIN BARBERO, J. Comunicación popular y los modelos transnacionales. En Rev. Chasqui, n° 8, octubre-diciembre, 1983, p. 20 MARTIN BARBERO, J., ibid., o.c., p. 7. 18 11 polémica con los autores de los MCS masivos, con repercusiones para la pastoral eclesial que ve menguar su presencia activa en los medios masivos de comunicación. La comunicación grupal se convirtió entonces en la actividad principal en la comunicación de la Iglesia de América Latina, aunque tal concepto dio lugar a debates serios entre comunicaión grupal y comunicación popular, dependiendo si perseguían propósitos liberadores o no. A partir de Medellín se generó también la inquietud por una preparación seria, profesional y profunda de los sectores eclesiásticos en el campo de la comunicación, para estar a tono con el manejo crítico de los medios masivos. Como bien lo recoge Puntel, la comunicación popular se refirió a un nuevo tipo de comunicación “del pueblo” en América Latina. Surgida del seno de grupos campesinos o de trabajadores que discuten entre sí o con otros grupos similares, en la perspectiva y práctica de producir sus propios medios a nivel local representando las ideas de cada comunidad. “Fue en ese contexto de la práctica de la comunicación popular, donde la lectura de los documentos de Medellín y Puebla, y de otros documentos semejantes de la Iglesia, influyó en la difusión de la novedad, contribuyendo a una comunicación más horizontal, que incentiva el proceso participativo”.21 Sin embargo, acota Puntel, “aunque la Iglesia latinoamericana haya reconocido la importancia de los medios de comunicación, dentro del contexto de modernización y de desarrollo de las tecnologías de la comunicación, la atención de la Iglesia se orientó hacia la “promoción” de la doctrina Católica”22. Organizaciones católicas como DECOS-CELAM, UNDA-AL, SAL-OCIC, UCLAP, SERPAL, desempeñaron un papel importante en la formación de los “comunicadores” cristianos del continente. Ha sido para la Iglesia latinoamericana un proceso de lenta maduración. Desde la aceptación entusiasta y casi acrítica de los ’medios’ como indispensables factores de cambio, se pasa por una etapa de crítica radical y rechazo, para alcanzar finalmente una posición más realista ante las nuevas situaciones. En la visión de conjunto presentada por Valerio Fuenzalida23, se describen importantes experiencias latinoamericanas en educación crítica para la televisión, que bien podrían considerarse fruto directo de los documentos de Medellín y la dinámica generada por ese acontecimiento eclesial. Experiencias con la familia: el ILPEC en Costa Rica (1981). El Plan DENI en Uruguay (1984). Experiencias con la escuela: Caso de la Fundación Educacional Roberto Bellarmino (1985), a través de su departamento de comunicación social. Experiencias con grupos: La Unión Cristiana Brasileña de Comunicación Social (UCBC), (1970 – 1982); el Centro de Indagación y Expresión Cultural y Artística (CENECA) (1977-1981) en Chile. 21 22 23 PUNTEL, J., ibid., o.c., p.122. PUNTEL, J. Ibid., o. c., p. 102. FUENZALIDA, V. Educación para la televisión en América Latina. Cuadernos de Chasqui, n° 11, Quito, 1996, p. 5 a 47. 12 Todas experiencias valiosas y proyectos de educación para la recepción activa y crítica de la televisión en el continente, asociadas con las Iglesias cristianas y la Iglesia católica en particular, además de las experiencias lideradas por las comunidades eclesiales de base y movimientos populares brasileños, tendientes a generar espacios para el diálogo, la participación y democratización de la comunicación en una perspectiva liberadora y de cambio social. Mientras algunas experiencias intentan usar críticamente la televisión para mejorar las relaciones familiares entre padres e hijos, otras se interesan prioritariamente por la contribución de la recepción activa y crítica a la liberación del hombre latinoamericano. Mientras algunas acentúan los aspectos conceptuales semióticos del medio, otras presentan un enfoque más fenomenológico apreciando la semantización cultural de los propios televidentes. Otras experiencias intentan el fortalecimiento de la creatividad y el uso alternativo de la televisión. Aunque en algunos proyectos está ausente la aspiración a una orientación activa de la programación televisiva y no vinculan tampoco la recepción activa con una transformación sociocultural24. Experiencias que reflejan la tendencia generalizada en América Latina en la época: el aprendizaje a través de la productividad del trabajo grupal. Influenciadas e inspiradas indudablemente en la pedagogía de Paulo Freire y toda la experiencia acumulada en América Latina en el tema de la educación popular. Muchísimas otras experiencias podrían recogerse derivadas del acontecimiento profético de Medellín para el continente. A la hora del balance, resulta evidente el protagonismo ejercido por la Iglesia católica en el continente en materia de comunicaciones, principalmente en el período comprendido entre los ’60 hasta los ’80. Período durante el cual, tanto Medellín como Puebla, sirvieron de faro iluminador para un nuevo proceso comunicativo en el continente. Si hoy seguimos reclamando, desde diferentes esferas, mayor participación de la sociedad civil en la producción mediática, una mayor democratización comunitaria de la comunicación y las últimas tecnologías, una mayor valoración de la producción simbólica autóctona cultural, local, regional y de género, frente a la arrolladora presencia globalizadora de las industrias culturales, es porque sigue resonando el eco del acontecimiento profético que significó Medellín, como auténtico crisol de una nueva comunicación en América Latina. Bogotá, D.C., marzo 26 de 2001 24 FUENZALIDA, V., o.c. p. 41.. 13 BIBLIOGRAFIA CELAM. La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio – Ponencias y Conclusiones de la Segunda Conferencia general del Episcopado Latinoamericano, Medellín, agosto - septiembre de 1968. Ediciones Celam, Bogotá. 1969. DECOS-CELAM. Medellín – Reflexiones en el Celam. BAC, Madrid, 1977, p. 200 – 224. ESTEINOU MADRID, J. 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