M O D U L O Inmigración y Colonización 47 INMIGRACIÓN AGRÍCOLA Los orígenes Los primeros planes de colonización en la Argentina datan de la década de 1820. Pero las guerras los frustraron hasta después de Caseros. El 11 de octubre de 1862 se había dictado la ley que facultaba al Poder Ejecutivo para celebrar contratos de inmigración concediendo tierras nacionales, y el 19 de octubre de 1876 se sancionó la ley Nº 817 de Inmigración y Colonización, de incuestionable espíritu progresista. La Argentina ocupó el tercer puesto mundial en cuanto a la recepción de inmigrantes, detrás de los Estados Unidos y Canadá, dando a nuestro país una nueva fisonomía social. Colonos suizos Los primeros colonos suizos se instalaron en Santa Fe en 1856. Con Aarón Castellanos y Amado Aufranc fueron los fundadores de la colonia Esperanza, una de las primeras de Argentina. A partir de 1870 se integraron a ella contingentes de origen alemán y francés. Colonos galeses En 1865 arribaron los primeros inmigrantes galeses. Llegaron a unas playas de la Patagonia que llamaron Puerto Madryn. Colonos británicos Alrededor de 1870 se radicaron colonos británicos, en especial irlandeses, escoceses e ingleses. Sus primeros asentamientos funcionaron en Arrecifes, Carmen de Patagones, Baradero, Chascomús, etc. COLONIZACIÓN DE RUSO-ALEMANES En 1877 arribaron a nuestro país los colonos “ruso-alemanes” o colonos del Volga, que constituyeron un capítulo especial en la historia de la colonización agrícola. Eran menonitas1 que descendían de un núcleo numeroso de agricultores y artesanos de condados alemanes, que se habían trasladado a Rusia a fines del siglo XVIII, atraídos por la emperatriz Catalina II, quien les ofrecía Menonitas: secta disidente anabaptista ( es decir que considera que los niños no deben ser bautizados hasta que no tengan uso de razón, o bien deben ser rebautizados) fundada en el S.XVI por Mennon, refor mador holandés. 1 275 algunos privilegios tentadores. Pero cien años después, ante la perspectiva de que esos privilegios fuesen derogados, decidieron abandonar el imperio de los zares. Según afirma Estanislao Zeballos “Cuanta franquicia y garantía puede apetecer un extranjero en el país más liberal y hospitalario de la tierra les fue concedida, y, además, instrumentos de labranza, bueyes, caballos, semillas, ali mentos para un año, y tierras preñadas de excelente savia”. Fueron instalados en Olavarría, provincia de Buenos Aires, y prosperaron “de una manera que ellos mismos estaban lejos de esperar.” Algunos de ellos se trasladaron a Entre Ríos donde tuvieron la suerte de lograr dos cosechas generosas consecutivas. Sin duda favoreció el éxito de las mismas la práctica del método cooperativo. Los colonos ruso-alemanes mantuvieron durante mucho tiempo sus características nacionales, y aun hoy hay quienes continúan hablando su arcaico dialecto alemán y profesando el anabaptismo. Fundación de la colonia Pigüé El día 4 de diciembre de 1884 se fundaba en la provincia de Buenos Aires la colonia de Pigüé, con cuarenta familias. La iniciativa se debió a dos hombres emprendedores: un francés, Clemente Cabanettes fundador de la primera empresa telefónica del país, y un hijo de irlandeses, Eduardo Casey, quien había adquirido los derechos de explotación de campos en Tres Arroyos. El intento de reclutar futuros colonos en Francia no fue fácil. Las primeras cosechas no fueron satisfactorias, pero al cabo de unos años la colonia se consolidó y allí se constituyó en 1898 la primera cooperativa mutua de crédito y de seguro contra el granizo: El Progreso Agrícola de Pigüé. Colonos polacos En 1897 llegaban a Apóstoles, Misiones, las primeras familias polacas procedentes de Galitzia. El gobierno les entregó concesiones con resultados tan excelentes que el número de pobladores se multiplicó rápidamente dando origen a la colonia “Félix Azara” en 1902. Colonos sirio - libaneses En los últimos años del S.XIX se inició la corriente inmigratoria sirio libanesa que dio origen a la fundación de varias colonias agrícolas en las provincias de Santiago del Estero y de Córdoba, conocidas con el nombre de “colonias turcas”. Colonos japoneses En 1910 llegaban al país los primeros pobladores japoneses. Algunos de 276 ellos se instalaron como granjeros en los alrededores de Burzaco, provincia de Buenos Aires. Otros se dedicaron a la floricultura. Con los años atrajeron a otros compatriotas que se consagran en varias zonas del país al cultivo de hortalizas y flores LA COLONIZACIÓN AGRÍCOLA JUDÍA Sólo tres personalidades judías de relieve mundial en el S.XIX alcanzaron el privilegio de la glorificación en vida: Sir Moses Montefiore, el Barón Mauricio de Hirsch, y Theodor Hertzl. Tenían en común un caudal inmenso de Ahavat Israel1, una preocupación constante por los sufrimientos y el destino del pueblo judío, y una combatividad ininterrumpida en la defensa de sus derechos a vivir con dignidad. Pero valoraban diferentemente la esencia del problema judío, y se interponían entre ellos la posición social y las diferencias temperamentales. El Barón de Hirsch era, a juicio de Hertzl, “der grosse Geldjude”—el gran financista judío; con tanta o más razón pensaría esto de Montefiore; por el contrario se consideraba a sí mismo “der Geistjude”, el intelectual, el hombre de espíritu judío. Es esta una diferenciación a todas luces arbitraria, pues si bien Montefiore y el Barón de Hirsch fueron ciertamente grandes financistas, no dejaron de ser por ello hombres de espíritu, esclare cidos y perspicaces. Schallman, Lázaro: “El Barón de Hirsch” Biblioteca Popular Judía La diferencia entre ellos posiblemente residía en que sustentaban dos criterios opuestos: el del filántropo y el del estadista. Montefiore y el Barón de Hirsch personificaban la política de intercesión, el tejemaneje de las influencias de arriba, la táctica de los buenos oficios que en hebreo se llama Shtadlanut (shtadlán, ver Mód. 17). En cambio Hertzl se propuso, y logró instaurar, una política nacional judía. Pero ¿quién era en realidad el Barón de Hirsch? EL BARÓN MAURICIO DE HIRSCH Nació en Munich, Alemania, el 9 de diciembre de 1831, en el seno de una familia alemana muy acaudalada. Su abuelo, Jacob von Hirsch, primer terrateniente judío en Baviera – reino de la antigua confederación germánica - fue incorporado a la nobleza en 1818 por los eminentes servicios prestados a su país en la época de las guerras napoleónicas2. 1. Ahavat Israel: etimológicamente significa “amor a Israel” o “amor al judaísmo”. Suele designarse con esta expresión el afecto o la devoción que profesa un judío a otro. 2. Propendiendo al progreso de las industrias aldeanas, creó un establecimiento agrícola modelo, que contribuyó a mejorar las prácticas usuales en la labranza y en la cría de ganado. En 1813 armó y costeó un regimiento para combatir a los ejércitos napoleónicos. 277 Su padre, Joseph von Hirsch, banquero del Rey de Baviera, fue honrado con la dignidad de Barón en 1869. La madre, Caroline, nacida en Frankfurt – centro de la ortodoxia alemana - dio a sus hijos una sólida educación religiosa. Radicados más tarde en Munich, solían recibir a escritores, músicos y ciudadanos notables. El futuro gran filántropo alternó el aprendizaje de los conocimientos instrumentales con el estudio de la historia del judaísmo, y siendo muy joven se inició no sólo en los negocios bancarios sino también en el manipuleo de los empréstitos y de los papeles de renta. A poco de independizarse se incorporó a la casa bancaria Bischoffsheim y Goldschmidt de Bruselas, Londres y París, y muy pronto llegó a sobresalir en ella como figura directiva. A los veinticuatro años contrajo enlace con Clara Bischoffsheim, hija del senador y banquero bruselense Rafael Jonathan Bischoffsheim, de quien se decía que era la bondad personificada. Tuvieron dos hijos: una niña que falleció siendo pequeña, y un varón, Lucien Jacob Moritz, nacido en julio de 1856, que estudió Derecho en la Universidad de París pero jamás ejerció su profesión, ni se interesaba por los negocios de su padre. La suerte favoreció al Barón en diversos negocios financieros, al igual que en la explotación de las industrias del azúcar y del cobre. Pero fue la construcción de ferrocarriles en Austria, en los países balcánicos y en Turquía, lo que lo hizo multimillonario y le dio fama y prestigio en el mundo de las altas finanzas. Las relaciones del Barón con el mundo judío no pasaban del ámbito de la “Alliance Israelite Universelle”. Dos miembros de su familia participaban del Comité Central de la “Alliance”. Conocía a Charles Netter, director de la escuela agrícola Mikvé Israel, que la Alliance había fundado en Eretz Israel, cerca de Iaffo, en 1870 (ver Mód. 41), y frecuentaba a Tzadok –Kahn, Gran Rabino de Francia, y a Narcisse Leven, uno de los fundadores de la “Alliance”. Por ello le era conocido el espíritu de esa entidad y su trascendente obra educativa en países de Asia y norte de África. En 1873 el Barón escribe: “Durante mis frecuentes y prolongados viajes a Turquía me sentí dolorosamente impresionado por la miseria y la ignorancia de la gran mayoría de los israelitas que viven en el Imperio (Otomano). Hay progreso en todos los sectores del país, pero los israelitas no lo aprovechan para nada, a causa de su pobreza y de su falta de luces”. En una carta a Narcisse Leven hace referencia luego a las escuelas que sostiene la Alliance y, deseando respaldarlas financieramente, resuelve crear en Constantinopla una fundación de un millón de francos, destinada a “mejorar la situación de los judíos del Imperio Turco por medio de la instrucción y de la educación”. Poco después tomó a su cargo el sostenimiento de sus escuelas profesionales, y favoreció con grandes sumas a los hospitales londinenses. Identificado con el afán de la Alliance de elevar el nivel cultural y social de las masas judías, el Barón formuló un magnífico plan para mejorar sus condiciones de vida: resolvió invertir la suma de cincuenta millones de francos, poniéndolos a disposición del gobierno ruso. Pero el gobierno zarista fijó en San 278 Petersburgo una condición inaceptable: que el dinero fuese entregado no a entidades sociales judías sino al gobierno ruso, el cual lo utilizaría según su propio criterio. Esto fue considerado por el Barón como un agravio, y el proyecto quedó en la nada. Sin embargo el fracaso del proyecto tuvo una consecuencia imprevista: la fundación de la “Jewish Colonization Association”. Filántropos El Barón admiraba sinceramente a Sir Moses Montefiore. Por otra parte ambos se habían destacado como banqueros y hábiles hombres de empresa, ambos ostentaban altos títulos de nobleza, y ambos invertían generosamente gran parte de su fortuna en obras filantrópicas y comunitarias. Lo había conmovido el saber que aquél se había retirado de sus negocios a la edad de cuarenta años para entregarse con alma y vida a las actividades de bien público y, muy especialmente, a la acción a favor de sus correligionarios pobres y oprimidos. Dos años después del fallecimiento de Montefiore, el Barón de Hirsch experimentó el dolor más profundo de su vida: la trágica muerte en plena juventud, de su único hijo, Lucien. Fue entonces que en respuesta a un mensaje de condolencia expresó: 279 “He perdido a mi hijo, mas no a mi heredero: la humanidad recibirá mi herencia” Poco después, al promediar el año 1889, las circunstancias lo impulsaron a materializar dicho propósito, convirtiendo en beneficiario de su herencia a uno de los sectores más desdichados de la humanidad: las comunidades judías de la Europa oriental, que clamaban por liberarse del hambre y de la opresión con que los ahogaba la autocracia zarista. En primer lugar convirtió su donación anual a la Alliance en un legado cuya renta anual alcanzaba la suma de cuatrocientos mil pesos. Además, impresionado por la miseria en que vivían más de la mitad de los setecientos mil judíos de Galitzia, creó el “Fondo del Barón de Hirsch”, que proveyó los recursos necesarios para orientar hacia la agricultura y el artesanado a los comerciantes judíos pauperizados, creando al efecto una gran red de talleres, granjas y escuelas profesionales. EL PROYECTO DE COLONIZACIÓN JUDÍA EN LA ARGENTINA A fines del mismo año, 1889, se elevó a su consideración un proyecto fabuloso de colonización agrícola judía en la Argentina. Lo había formulado el profesor Wilhelm Loewenthal, y llegó a conocimiento del Barón de Hirsch por intermedio del Gran Rabino Tzadok-Kahn (1839-1905). Su fundamentación era irrebatible: ✔ En 1888 habían arribado a las playas argentinas, con auspicio de la Alliance, ocho familias israelitas que habían emigrado del imperio de los zares, y se trasladaron a la zona agrícola de Santa Fe para trabajar en el levantamiento de la cosecha. Ese grupo aumentó en 1889 con otras diez familias judías, y todos juntos se dedicaron a la difícil tarea de desmontar las tierras de Monigotes (Santa Fe), con miras a la fundación de una colonia agrícola. ✔ El 14 de agosto de 1889 había llegado al puerto de Buenos Aires, en el vapor Weser, el primer núcleo organizado de judíos rusos, que soñaban también con radicarse en el campo y rehacer sus vidas en un país libre y democrático, pero se hallaban casi en la indigencia. En su memorándum, Wilhelm Loewenthal subrayaba la conveniencia de que la ayuda a los futuros colonos no revistiera carácter de dádiva, sino que les brindase la posibilidad de consagrarse al trabajo de campo. Por otra parte, sugería que se constituyese una sociedad colonizadora, y se adelantaba a suponer que, ... “dando una nueva prueba de generosidad, el Barón de Hirsch se avendría a invertir en ella los cincuenta millones de francos con que había resuelto favorecer, dos años antes, a los judíos rusos”. 280 Su presunción fue justa. La sugerencia de Loewenthal de que la ayuda no revistiera carácter de dádiva coincidía plenamente con su propio punto de vista acerca del espíritu de la filantropía en general, que poco tiempo después definió en un artículo publicado en una revista neoyorquina, subrayando que... ...se oponía decididamente “al antiguo sistema de la caridad, que sólo lograba formar más mendigos”, y consideraba como ideal de la filantropía “convertir en seres humanos capacitados para el trabajo a individuos que de otra manera degenerarían en mendigos; sólo así puede aliviarse el sufrimiento de las personas a quienes el destino ha tratado con dureza, y transformarlos en hombres útiles a la sociedad”. Recordemos, por otra parte, que el proyecto de Loewenthal le llegaba en un momento singularmente oportuno: cuando estaba sumamente abatido por la pérdida de su hijo, Lucien, quien había fallecido en París a causa de una pulmonía, a poco de cumplir treinta años. Por carta a la Alliance fechada en Londres el 29 de enero de 1890, dio su aprobación al grandioso proyecto, manifestando su buena disposición para fundar... ...una vasta empresa destinada a fundar grandes colonias en la Argentina, que convertirían en un futuro próximo a este país en “el hogar de aquellos de nuestros correligionarios que se viesen obliga dos a buscar refugio en países lejanos con el fin de forjarse una vida nueva, lejos de los horrores de su país natal.” Al año siguiente, es decir en 1891, se materializó la constitución de la Jewish Colonization Association. Loewenthal mismo se encargó de poner en ejecución el plan, comenzando por la búsqueda de ...vastos terrenos a los que se dirigirían sucesivamente grupos de israelitas de Rusia para fundar allí colonias agrícolas e industriales. LA JEWISH COLONIZATION ASSOCIATION – JCA (ICA) Organización del movimiento migratorio El Barón sabía que para seleccionar a los futuros colonos, que provendrían en su mayor parte de Rusia, debía contar con el consentimiento del gobierno zarista. Para ello envió como su negociador a un publicista inglés, Mr. Arnold White, miembro prestigioso del Parlamento Británico, quien además debería investigar si entre los judíos rusos había gente apta para la colonización agrícola dispuesta a trasladarse a la Argentina, y observarlos de cerca para formarse un concepto claro sobre su capacidad de trabajo, espíritu de iniciativa, condiciones físicas y cualidades morales. White arribó a San Petersburgo en mayo de 1891. Si bien el gobierno quería 281 “mostrarle el viviente material de exportación”, le fue mucho más útil la cooperación de David Fainberg, colaborador en iniciativas de bien para los judíos rusos, quien estaba en condiciones óptimas para guiarlo. Les bastó observar con imparcialidad para convencerse de que el tipo judío que le habían descrito las autoridades no existía, y que la realidad era distinta: veía gente lúcida, laboriosa, con espíritu de iniciativa, buenos artesanos... Después de las ciudades y los pueblos visitó las colonias agrícolas del sur, donde acabó de convencerse de que los judíos eran aptos para el trabajo de la tierra como el que más (ver Mód.36 pág.121). Así se lo hizo saber al Barón, quien ya anteriormente había rebatido en un artículo el reproche que se les hacía a los judíos de que no tenían inclinación por la agricultura y el trabajo manual, en estos términos: “Este es un error que se ve desmentido no sólo por los ejemplos modernos sino también por la historia. En tiempos de Jesús los israeli tas eran agricultores por excelencia, mientras que el comercio – que a juzgar por las prácticas de hoy sería la herencia de Israel – estaba totalmente en manos de los fenicios, los griegos y los pueblos de los estados mediterráneos. Los judíos, mientras fueron políticamente independientes, se ocuparon de sus campos. Cuidaron sus rebaños y fueron artesanos. Por lo tanto existía la inclinación hacia el trabajo en el campo y en el taller, y mis propias observaciones, al igual que las de otra gente, demuestran que es muy posible reavivar en el pue blo esa capacidad y amor por la agricultura, y hacerla renacer.” A su regreso en Londres Mr. White hizo saber que el gobierno ruso autorizaría la creación de comités para la emigración de Rusia, e incluso la concesión de pasajes hasta las fronteras. Al año siguiente, esto es en 1891, se materializó la Constitución de la Jewish Colonization Association. El acta de fundación está fechada en Londres el 24 de agosto de 1891. Se constituyó como sociedad anónima por acciones, con un capital de dos millones de libras que fue suscripto en su casi totalidad por el Barón de Hirsch. Sin embargo por razones de orden legal la entidad es reconocida en Inglaterra como sociedad filantrópica (“charity society”). Sus estatutos establecen expresamente que: “Su creación obedece al propósito de facilitar la emigración de los israelitas de los países de Europa y Asia - donde sufren por leyes restrictivas especiales y están privados de derechos políticos - hacia otras regiones del mundo donde puedan gozar de éstos y los demás derechos del hombre... Se propone establecer colonias agrícolas en diversas regiones de América del Norte y del Sur, como también en otras comarcas.” (artículo 3º) En el artículo 6º se establece que: “...las entradas y los bienes de la sociedad serán empleados exclusi vamente para la realización del objeto señalado, y de ninguna 282 manera ni en ninguna forma, directa ni indirectamente, podrá ser destinada una parte cualquiera de sus ingresos o bienes en calidad de dividendo o prima de beneficio a favor de los miembros de la Asociación” No es difícil imaginar el alborozo que produjeron estas noticias entre los miles de judíos rusos que deseaban emigrar. Previéndolo, el Barón les dirigió un llamamiento, expresando: “Conozco las razones que obligan a muchos de ustedes a emigrar, y haré con satisfacción todo lo que esté a mi alcance por ayudarles en vuestra hora de sufrimiento. Pero Uds. deben hacer posible esta acción mía. Vuestra emigración no debe parecerse a una fuga pre cipitada y atolondrada...Todas las personas que deseen emigrar deben solicitarlo a los comités locales, que serán los únicos autoriza dos para otorgarles las facilidades necesarias.” EL “MINISTERIO” PARA LA EMIGRACIÓN EN LA GOLÁ (DIÁSPORA) El propio Barón Hirsch eligió a los hombres que habrían de constituir el Comité Central en San Petersburgo. Entre otros se contaban los barones Horacio y David de Guinzburg, y Samuel Poliakoff, uno de los creadores del “Jewish Agricultural Fund”- del que surgió la ORT – y del Banco Agrario de Moscú. Como secretario general fue nombrado David Fainberg, quien llegó a identificarse de tal modo con el ansia de los judíos rusos por radicarse en los campos argentinos que a los pocos años se lo llamó “el padre de los colonos judíos en la Argentina”. Fainberg también estaba encargado de estudiar las necesidades concretas de los judíos en Rusia tales como la falta de un rabino en una comunidad, un director para una escuela, o la adjudicación de un crédito... Para todo ello se recurría a la JCA, que extendió sus servicios comunitarios a todas las poblaciones de la Zona de Residencia (Oficinas para la emigración, fondos con fines migratorios, cajas de préstamo y ahorro, bancos cooperativos, cooperativas profesionales, etc.) Pero la precipitación de la ola inmigratoria obligó al Barón de Hirsch a dirigir los primeros núcleos de futuros colonos hacia la Argentina antes aún de constituirse formalmente la JCA, pues a mediados de julio de 1891 le anuncian ya a Loewenthal la inminente salida de dos grupos de más de doscientos inmigrantes cada uno, cuando a causa de las lentas y difíciles tramitaciones no se había concretado aún la compra de tierras en la Argentina. La primera adquisición – veinticuatro mil quinientas sesenta y tres hectáreas en la provincia de Buenos Aires - se formaliza recién el 25 de agosto; mientras tanto llegan al puerto de Buenos Aires en el buque “Lissabon”(Lisboa) los primeros doscientos treinta y cuatro inmigrantes de la JCA. Siete días después arriba el vapor “Tijuca” con trescientos treinta y nueve, y el 15 de diciembre el “Pampa”, con ochocientos dieciocho. 283 Mordejai Alperson, pionero de la colonización de la colonia Mauricio en la provincia de Buenos Aires y primer cronista de un asentamiento judío en el país, dejó escrito su interesante testimonio sobre la llegada al país, en 1891. Memorias de un pionero El domingo 23 de agosto de 1891, el vapor alemán Tioko (Tijuca) me trajo a Buenos Aires desde Hamburgo, junto con otros trescientos inmigrantes, después de una travesía de treinta y dos días. Antes aún de que el barco entrara en el puerto, al divisar desde lejos la ciudad envuelta por palmeras, nos sentimos dominados por la ale gría. Las madres levantaban en alto a sus pequeñuelos, diciéndoles jubilosamente: -¡Miren, chicos; ahí está el paraíso, la tierra bella y verde que el bon dadoso Barón de Hirsch ha comprado para nosotros! -Seremos agricultores, seremos judíos libres. ¡Se acabaron los pogroms! ¡Adiós Ignatiew con sus crueles decretos! -decían aquellos que habían sido expulsados de las aldeas de Rusia por orden de aquel ministro. Pequeñas embarcaciones se iban acercando al Tioko (Tijuca), recogían de a dos o tres familias con sus bultos y hatillos, y las transportaban a la costa argentina, donde las desembarcaban. Recuerdo, como si fuera hoy, el episodio del bote que nos llevó a mi, a mi mujer y mis tres hijitos, de los cuales el mayor, Abraham de ocho años de edad le decía, pasmado, a la madre: -Mira mamita: allí, en la ribera, hay un vigilante negro que fuma una larga pipa, chupa y chupa, y no sale humo. Más adelante averiguamos que aquel policía no estaba fumando, sino que tomaba mate. Las chalupas nos condujeron hasta el Hotel de Inmigrantes, enorme edificio de madera, vetusto, mugriento, cubierto de moho y musgo, y dividido en infinidad de habitaciones. Allí encontramos a otros doscientos inmigrantes judíos llegados un par de días antes en el vapor Lisboa. Unos cuantos individuos morenos, casi mulatos, nos llamaron a la mesa, por señas, indicando la boca con los dedos, pues ninguno de nosotros entendía una palabra de castellano, y nos ubicamos en torno de las largas mesas. A cada uno de los comensales le sirvieron los morochos pan y carne en un plato de lata. No nos faltaba apetito, ciertamente. Todos jóvenes, tras un largo viaje marítimo, nos pusimos a comer con gusto. .................................................................................................................... Vigilantes vestidos de capotes raídos, unos descalzos, otros con una alpargata y una bota, hacían parada en las esquinas, dormitaban con gusto o bien miraban abstraídos o pelaban naranjas. Nos miramos unos a otros: "¿Esta es Buenos Aires, la capital de la República Argentina?" Más adelante supimos que habíamos llegado justamente después de la Revolución del 90, que depuso al presidente Juárez Celman por su política de despilfarro, y a eso se debía el estado lamentable de la metrópoli. 284 Recorrimos las calles desoladas, compramos por diez centavos una docena de naranjas y las fuimos comiendo mientras paseábamos por la ciudad. Luego, como suele suceder con los gringos, nos extravi amos, por no reconocer las calles por donde pasáramos poco antes. Las papeletas de inmigrantes nos sacaron de apuros. Un vigilante nos condujo hasta otro, éste nos llevó a un tercero, y así llegamos sanos y salvos, hasta el portón del Hotel de Inmigrantes. Finalmente, el 20 de octubre de 1891 se celebró el contrato entre el gobierno argentino y la Jewish Colonization Association (JCA), y este es el texto: El Gobierno de la Nación por una parte, y por la otra el Sr. Barón Mauricio de Hirsch, han convenido el siguiente CONTRATO Art. 1.- El Gobierno de la Nación vende al Sr. Barón Mauricio de Hirsch o a la empresa colonizadora a designar por él, mil trescien tas leguas kilométricas cuadradas de tierras nacionales aptas para colonización, por el precio de doscientas libras esterlinas por legua. Art. 2.- Los compradores tendrán el derecho de ubicar estas tierras, en todo o en fracciones, en los territorios que posee o poseyere la Nación en Misiones o en el Chaco, debiendo el Gobierno Nacional ponerles en posesión de dichas tierras medidas y amojonadas en su línea exterior, y entregarles los títulos correspondientes a medida que los compradores lo soliciten. Los títulos se entregarán gratis. Art. 3.- Los compradores destinarán estas tierras a la colonización, no pudiendo cederlas ni enajenarías a terceros antes de diez años de la fecha de los títulos. No está comprendido en esta prohibición la cesión o el traspaso en propiedad de pequeñas áreas a los colonos que la hayan poblado. Art. 4.- Los compradores tendrán cuatro años a contar desde la fecha de este contrato para determinar la ubicación de las tierras vendidas. Art. 5.- Los compradores abonarán en el acto de firmar este contrato el precio total de las mil trescientas leguas, es decir, doscientas sesenta mil libras esterlinas en letras sobre Londres. Art. 6.- Mientras los compradores no sean puestos en posesión de la tierra en los términos del art. No. 2, el Gobierno Nacional abonará sobre el valor recibido y a contar de la fecha del pago efectivo de las letras el interés del cinco por ciento anual pagadero en Buenos Aires por semestres vencidos. Art. 7.- Desde el día en que los compradores sean puestos en posesión de una fracción de las tierras vendidas, cesará el interés sobre el importe de dicha fracción. Art. 8.- Vencidos los cuatro años que determina el art. No. 4 sin que se hubiera pedido por los compradores la ubicación del total de las tierras vendidas, los compradores tendrán el derecho de pedir un nuevo plazo para que soliciten dicha ubicación, o anular la venta en la parte no ubicada, devolviendo el Gobierno en el acto de la anu lación la parte de precio correspondiente a la parte anulada más los intereses que se adeuden. 285 Art. 9.- Las tierras adquiridas por los compradores quedan sujetas a la servidumbre de caminos vecinales o generales que se abran con arreglo a las disposiciones legales. Art. 1O.- Durante el plazo de cuatro años para la ubicación de las tierras vendidas, el Gobierno de la Nación dará aviso a los com pradores antes de vender o conceder terrenos en el Chaco o en Misiones a terceros, para que los compradores puedan declarar den tro de sesenta días si quieren hacer uso de sus derechos sobre los terrenos en cuestión. Art. 11.- Si durante el presente contrato el Sr. Hirsch solicitase el traspaso a su favor de una o más concesiones de tierras a particula res, compradas por él, el Gobierno de la Nación lo acordará, pudien do el Sr. Hirsch colocar las setecientas cincuenta personas que cor responden a cada treinta y dos leguas en cualquier punto de las pro piedades compradas en el país. El Gobierno de la Nación podrá veri ficar el cumplimiento de esta condición, para otorgar el título defi nitivo, por la inspección de las colonias o en vista de los certificados del Departamento de Inmigración. Art. 12.- Durante los primeros diez años después de firmado este con trato, la Empresa Colonizadora del Barón de Hirsch gozará de los siguientes privilegios: a. de todas las franquicias que acuerda actualmente la ley de Aduana en favor de los inmigrantes, colonizadores y los construc tores de líneas férreas, las cuales no podrán ser alteradas para ella durante los expresados diez años. b. de pasaje libre para los inmigrantes con sus equipajes, desde el puerto hasta las colonias. Art. 13.- Cada colonia fundada por la Empresa Colonizadora Barón Hirsch será exonerada del impuesto de contribución directa durante los diez primeros años desde la fecha de su fundación. Art. 14.- Los colonos mayores de dieciocho años se organizarán en guardia urbana bajo las órdenes de la autoridad nacional, con el exclusivo objeto de proveer a la defensa y mantenimiento del orden en cada colonia, suministrándoles el P.E. el armamento y las muni ciones necesarias. Art. 15.- Mientras las colonias no tengan los mil habitantes a que se refiere la ley 1532, art. 22, regirán por cada población o agrupación de colonos los artículos 119 (y 120)* de la Ley de Inmigración y Colonización. Art. 16.- El presente contrato será sometido a la aprobación del H. Congreso, sin la cual no tendrá valor ni efecto. Art. 17.- Las solicitudes y gestiones que el Sr. Hirsch tenga que hacer al Gobierno con motivo de este contrato y su cumplimiento podrán ser hechas en papel común. Art. 18.- Quedan derogadas las disposiciones legales que se opongan al presente contrato. En fe de lo cual lo firmamos en Buenos Aires a los veinte días del mes de octubre de mil ochocientos noventa y uno. (firmado) José V. Zapata. Por poder especial del Barón de Hirsch (firmado) Dr. Wilhelm Loewenthal. 286 * Se omite el artículo 120 por estar ya contenido en el artículo No. 14. El artículo 119 es como sigue: "Establecidas que sean cincuenta familias, los colonos procederán a nombrar un Juez de Paz y cinco Municipales, cuyas facultades serán determinadas por el P.E. hasta tanto se dicten las leyes respectivas". Citado por Avni Haim: “Arguentina, haaretz haieudá1”, págs. 332-335. LOS “PAMPISTAS” Desesperadas por la situación de angustia en que se encontraban, numerosas familias judías emigraron de Rusia durante los meses de junio, julio y agosto de 1891 con la intención de establecerse en Palestina. Muchas de ellas se vieron en la necesidad de regresar, unas por no adaptarse al clima y otras por no haber sido admitidas por el gobierno otomano, ya fuese por haber contraído enfermedades durante el trayecto o por meras triquiñuelas legales. Unas y otras se congregaron en Constantinopla, planeando volver a su país de origen; pero aun esto les resultaba problemático, porque muchos de sus hijos habían desertado del servicio militar, y casi todos ellos carecían de recursos para pagarse el viaje. Obviamente habían llegado a la capital turca en la mayor miseria, y bien pronto se constituyeron en una carga pesada para las autoridades, que se veían obligadas a prestarles socorro. El número de esas familias había alcanzado ya a quinientas o seiscientas, y viéndose poco menos que perdidos, los emigrantes recurrieron a la ayuda y al consejo de los judíos más representativos de la comunidad local. No tardaron éstos en organizar un comité "ad hoc", que se dirigió al Barón de Hirsch, en París, solicitándole que tomara bajo su protección a los judíos desamparados en Constantinopla, y estudiara la posibilidad de colonizarlos en la Argentina. No se hizo esperar la respuesta del Barón de Hirsch; a poco de enterarse de lo que ocurría en Constantinopla autorizó a M. Dalem, director de la Escuela de la "Alliance", para que sostuviera a sus expensas a los refugiados hasta tanto pudieran ser trasladados a la República Argentina, donde se los instalaría como agricultores. Los emigrantes fueron alojados entonces en hoteles modestos y se atendió cuidadosamente a los enfermos, suministrándoles los medicamentos que necesitaban. Al mismo tiempo se abrió un registro en Constantinopla, en el que se inscribieron unos cinco mil refugiados. Algunas semanas más tarde se nombró una comisión para que estudiara la situación de cada uno de los inscriptos, a fin de seleccionar y aceptar como colonos a los que se encontraran en buen estado físico y tuviesen hijos en condiciones de ayudarlos en las tareas agrícolas. De todos los emigrantes fueron admitidas unas doscientas familias, integradas por ochocientas dieciocho personas. El 4 de noviembre de 1891 fueron embarcados en el "Fressina", vapor francés. Fue embarcado también un schojet o matarife ritual, a fin de que los viajeros pudieran disponer de carne kasher durante el trayecto y posteriormente en las colonias. La comunidad judía de Constantinopla obsequió a los 1. “Argentina, la Tierra de promisión o la Tierra Prometida” 287 emigrantes el Séfer Torá que pertenecía a la sinagoga de los residentes austriacos, lo cual emocionó particularmente a todos. La travesía de Constantinopla a Marsella fue pésima, no sólo por el transporte en un mal vapor de carga sino también por la violencia de los temporales, que impresionaron mucho a todos los viajeros. Un tren rápido los condujo a Burdeos el 13 de noviembre de 1891; desde la estación fueron trasladados a un castillo de la vecindad, donde pudieron descansar y reponerse convenientemente. Tres días después llegó la orden de embarcarse. En el puerto los esperaba un vaporcito que debía trasladarlos al vapor "Pampa", que los aguardaba más afuera, en la rada. Los primeros días del viaje por el Atlántico fueron muy malos. El mar estaba revuelto, y era tan fuerte el oleaje que levantaban los vientos invernales, que el "Pampa" se sacudía y bailaba como una cáscara de nuez. Los pasajeros estaban afligidos y atemorizados; eran cerca de mil, pues el "Pampa" había embarcado en los puertos de Génova y de Barcelona cierto número de emigrantes italianos y españoles que se dirigían al Brasil y a la Argentina. ¡Era una verdadera Arca de Noé! Para calmar las furias oceánicas se elevaban al cielo fervientes plegarias en hebreo, en italiano y en español. Pero a medida que el barco avanzaba hacia el Ecuador, la calma volvió a reinar en las aguas y en los espíritus. La convivencia entre judíos, españoles e italianos era buena. Todos soñaban con la nueva tierra de promisión, con la Argentina, a donde los llevaba el destino. Después de más de veinte días de navegación, el "Pampa" entró en el ancho estuario del Río de la Plata el 15 de diciembre de 1891. Por orden de la comisión sanitaria se impuso a los pasajeros una breve "cuarentena" de 24 horas; de modo que recién al día siguiente, esto es el 16 de diciembre de 1891, los ansiosos viajeros pisaron por primera vez la tierra argentina. Descartada la ubicación provisoria de los "pampistas1" en el Chaco austral, Loewenthal recibe con júbilo la noticia que le transmite telegráficamente desde Mar del Plata el secretario de la oficina local del Departamento General de Inmigración en el sentido de que había posibilidad de alojar a esos inmigrantes en el Hotel "Boulevard Atlantique", de Mar del Sur, distante diez leguas de Mar del Plata. Desde Buenos Aires viajaron en ferrocarril a Mar del Plata y desde allí fueron trasladados en grandes carros a esa playa del Atlántico y acomodados como mejor se pudo en un enorme caserón de dos pisos, construido para hotel, que se denominó "Boulevard Atlantique". Pero en Mar del Sur todos se vieron igualmente afectados el 12 de enero de 1892 por una fuerte tormenta desencadenada a media noche; la lluvia fue tan torrencial y el huracán tan impetuoso que destruyeron una pared y dañaron otra. Todo el hotel estaba inundado, incluso el piso alto y las barracas próximas. El pánico de la gente era terrible; y si bien no hubo muertos, no faltaban los heridos y eran numerosos los que apenas podían tenerse en pie. Para colmo, cientos de camas fueron inutilizadas por el temporal, al igual que muchos utensilios, ropas y cajones. 1. Pampistas: con este calificativo se denominaban los inmigrantes arribados a nuestro país en el vapor “Pampa” el 15 de diciembre de 1891. 288 No habían de concluir allí las angustias y las dificultades. Quince días después de la tempestad, se produjo en la zona una fuerte epidemia de tifus, y la situación se complicó por la falta de atención médica adecuada. Los enfermos graves fueron trasladados a Mar del Plata, y antes de que se radicaran definitivamente en el país, los pampistas hubieron de ofrecer a la tierra el tributo de la vida de algunos de sus hijos, viéndose obligados a darles sepultura en un camposanto improvisado en las proximidades de la costa. De ahí que, si bien en principio se había resuelto que el "veraneo" de los "stámbuler"1 se prolongase tan sólo hasta la segunda quincena de marzo, se dispusiera aplazar su traslado a Entre Ríos hasta los primeros días de abril. Entonces partió en efecto el primer contingente de los pampistas, integrado por ochenta familias. EL ARRIBO A LAS COLONIAS Desde Boulevard Atlantique fueron trasladados en carretas hasta Mar del Plata y desde esta ciudad en tren hasta Buenos Aires; en la Dársena Sur se embarcó a los futuros colonos en un vapor que los llevó a Concepción del Uruguay, y poco después fueron trasladados a San Antonio, donde echaron las bases de la futura colonia de este nombre. Un posterior contingente de pampistas fue distribuido: algunas familias fueron alojadas en galpones y ranchos próximos a las estaciones de Basavilbaso y de Domínguez, y un último núcleo fue finalmente trasladado a Moisesville. Muchos de los inmigrantes nos han dejado por escrito sus experiencias y recuerdos: Nadie nos recibió en la estación: ningún empleado de la empresa colonizadora del Barón nos aguardaba. El jefe de la estación de Casares, un morocho alto, de tupida cabellera encrespada, salía a cada rato de su oficina y sonreía zalameramente a nuestras her mosas mujercitas; pero al ver que ninguna de ellas le prestaba la menor atención, irritóse, al parecer, sacudió su melena, se encerró en su oficina y no volvió a salir. Aquellos de nosotros que conservaban aún en sus hatillos un pedazo de pan, hicieron uso de él. Poco a poco los niños fueron sintiendo hambre y nos dispersamos por los almacenes en busca de pan, pero ese artículo no se encontraba en ninguna parte. Los ojos se nos salían de impaciencia mirando en todas las direcciones, por si llega ba alguien para conducirnos hacia "nuestras” chacras. .................................................. Así transcurrió el día hasta las dos de la tarde. Súbitamente se dejó oír el chasquido de un látigo y de entre los yuyos apareció una carreta de ruedas altísimas, uncida a una decena de caballos. Detrás de ella venía otra y otra, hasta completar ocho, 1.Stámbuler: así se denominaba a los judíos llegados de Constantinopla-Estambul. 289 todas sobre dos extrañas ruedas y se colocaron en fila, a lo largo de la vía férrea. Un joven rubio, montado en un caballo arisco, llegó al instante y ordenó algo a los negros que manejaban las carretas y acto seguido cada uno de ellos desparramó desde arriba, directamente sobre la hierba, una montaña de galletas secas. Otro señor, joven, blanco como la leche, de rasgos finos y delicados movimientos, llegó en un caballo lindamente enjaezado, nos saludó en alemán y se presentó como nuestro administrador, el señor Gerbil. -El que tenga hambre, que coma de estas galletas -nos dijo. ...................................................... Una vez que hubimos acallado el hambre con esas tortas remojadas, bajaron unas escaleras desde las carretas, que tendrían unos cuatro metros de altura, y el administrador Gerbil, quitándose su gorra de doble visera, hizo una reverencia caballeresca ante nuestras mujeres y dijo: Ahora, estimadas señoras y niños, suban e irán a sus casas, a sus campos. A los hombres, en cambio, les habló en un tono diferente: -Ustedes, futuros colonos, tendrán que hacer el camino a pie. No hemos podido conseguir tantos carros para transportar a todos. .................................................... El rubio ingeniero nos dejó a nosotros, los hombres y se encaminó hacia el boliche, seguramente para refrigerarse con algo. Mas, por lo visto, habíase olvidado de nuestra existencia porque las horas cor rían una tras otra y nosotros permanecíamos al lado de la vía, a punto de estallar de impaciencia, sin que tuviéramos noticias del ingeniero. ¿A dónde iremos a buscarlo? nos decíamos - Hay que ir a sacarlo de la pulpería para que nos indique el camino - decidimos por fin. El sol se iba ocultando detrás del edificio de la estación. La noche se nos venía encima rápidamente. De pronto se presentaron delante de nosotros cuatro jinetes, cual si hubiesen caído de las nubes, pues nadie se dio cuenta de qué lado habían llegado. ................................................. Nos saludaron amablemente, inclinándose con elegancia y, al divis ar a nuestros judíos piadosos con sus largos caftanes, una sonrisa surcó sus gruesos labios y murmuraron con curiosidad: - ¡Curas! -¿Santos? Poco después llegó también el rubio Tirachini. Estaba un poco bor racho y mandaba con insolencia: - “¡De a dos en fondo! ¡De a dos en fondo!” Nosotros sentimos que algo se desgarraba dentro de nuestros cora zones. ................................................. Apretamos el paso con firmeza, marchando entre los matorrales y las hierbas... Alperson, M.: Memorias de un colono judeoargentino, en Judaica Nº. 50, págs. 69 a 74. 290 LAS CONDICIONES DE LA COLONIZACIÓN La tierra era vendida por la J.C.A. al colono, al precio de compra más gastos de mensura, de escrituración, establecimiento de caminos y canales de riego, etc. El colono recibía entonces un anticipo de tres mil pesos para la construcción de su casa y para la adquisición de materiales de trabajo. Los primeros colonos recibieron entre ciento cincuenta y cuatrocientas hectáreas, que más tarde la introducción de procedimientos intensivos con excelentes resultados permitieron una reducción de los lotes a setenta y cinco hectáreas o menos aún. El colono firmaba un contrato por el que se comprometía a reembolsar el precio en anualidades (no superior a veinte); pero cuando no podían abonar la amortización debido a malas cosechas, la compañía acordaba plazos suplementarios. En los lotes se hallaba construida una casa de material cocido, de dos habitaciones de cuatro metros por cuatro, con un horno junto a la pared de la casa, que servía provisoriamente de cocina, un techo de cuatro metros por seis para galpón, un arado de asiento, una rastra de dientes, un carro de cuatro ruedas, y otros elementos que debían ser compartidos con colonos vecinos. También recibían diez vacas lecheras, de diez a doce caballos, y un toro por cada dos concesiones. Los nuevos colonos debían ser previamente arrendatarios durante tres años, y luego, si su conducta era satisfactoria, se le permitía firmar el contrato. La escrituración recién podía obtenerse transcurridos cinco o más años, pagando previamente el total del importe; es decir que el tiempo mínimo de residencia para acceder a la compra era de ocho años. Sin embargo a pocas décadas de su llegada gran Contrato de Arrendamiento parte de los pioneros fueron dueños de sus campos. Sistemas de colonización La J.C.A. fue la primera empresa colonizadora que introdujo en la Argentina un sistema racional sobre la base de una planificación previa, ya que los preexistentes adolecían del defecto de la improvisación. Fue así como surgieron por primera vez colonias trazadas en forma longitudinal, surcadas por anchos caminos entre cada dos grupos de chacras, ubicando las casas en núcleos de cuatro, a una distancia que no excedía los mil metros entre un núcleo y otro. De esta forma se facilitaba el acceso de los agricultores a las estaciones ferroviarias y la comunicación entre las distintas 291 colonias por una parte, y por otra la disposición de los núcleos de cuatro familias a cada kilómetro, servía para contrarrestar el aislamiento del agricultor, que era uno de los peores males que afligen aun hoy a muchos de los agricultores del país. Fue también la primera empresa que introdujo la modalidad de entregar al agricultor una chacra habilitada, con la casa construida, un pozo para agua potable, útiles, herramientas e implementos de trabajo, y cierto crédito para afrontar los primeros gastos hasta tanto la chacra hubiera comenzado a producir. COLONIZACIÓN SUBURBANA A todo lo expuesto anteriormente faltaría agregar otro aporte en lo concerniente a sistemas de colonización que, aunque fuera implementado posteriormente, corresponde consignar por lo novedoso: nos referimos a la colonización suburbana. En 1940 la sociedad de Fomento Agrario Israelita Argentino S.A., entidad creada para promover y fomentar la colonización judía en la Argentina, resolvió crear una colonia suburbana de agricultores judíos sobre la base de una explotación intensiva. A tal efecto se adquirieron doscientas treinta y nueve hectáreas en Gowland, cerca de Mercedes, a noventa kilómetros de la Capital Federal. El plan de parcelación de tierras y el tipo de explotación fueron ejecutados por el ingeniero agrónomo Juan L. Tenenbaum, iniciándose inmediatamente la ubicación de los aspirantes a ser colonizados. El plan trazado por el citado agrónomo tenía por base un sistema agrícola conocido en los Estados Unidos como “Past – Time Farming”, especialmente indicado para zonas suburbanas. Esta fue la primera colonia suburbana que comenzó a funcionar en la Argentina en 1940, conocida como “Colonia Julio Levin” en mérito al apoyo moral y financiero que el señor Levin prestó a esa iniciativa1. Un problema especialmente preocupante lo constituía la comercialización de la producción. La solución hallada no sólo benefició a las colonias judías, sino que su ejemplo fue copiado e instituido a nivel nacional: el cooperativismo agrario. El cooperativismo - La venta cooperativa de cereales LA COLONIZACIÓN JUDÍA COMO PROYECTO ECONÓMICO Cuando el barón de Hirsch eligió a la Argentina como depositaria de su proyecto –dice Jaim Avni2 - soñaba con una vasta expansión de tierras privile1. Allí también se establecieron colonias de vacaciones de escuelas judías como Zumerland (país del vera no), Idishland (el país del idish) y Kinderland (el país de los niños). 2. Jaim Avni es profesor de Historia Judía Moderna y Contemporánea en la Universidad Hebrea de Jerusalén y director del Departamento Latinoamericano e Ibérico del Instituto de Judaísmo Contemporáneo de la misma. Entre los años 1963-1966 residió en la Argentina, donde preparó su tesis doctoral, editando varios libros sobre la judeidad argentina. 292 giadas, bendecidas por abundantes lluvias, atravesadas por ríos que facilitarían la comunicación entre sus distintas regiones. Esta visión se ajusta efectivamente a sólo una pequeña porción del territorio de la República - la pampa húmeda – que se extiende en un semicírculo alrededor de la Capital Federal, y que incluye además la mayor parte de la provincia de Buenos Aires, sur de Entre Ríos y Santa Fe. En la periferia de la pampa húmeda, hacia el norte, este y oeste, las precipitaciones disminuyen, el clima continental se hace predominante y la calidad de la tierra se deteriora progresivamente. Lamentablemente, las colonias judías (exceptuando una) se situaban muy cerca de las márgenes de esta fértil región. Esta situación geográfica se debió a otro factor que motivó la elección del barón de Hirsch: el costo estimado de la tierra en la Argentina. De acuerdo a la información que él tenía a mano, la tierra no sólo era en este país excepcionalmente fértil sino a la vez bastante barata. Como el proyecto se había iniciado en una grave crisis en la Argentina, Hirsch estaba convencido de que las tierras para su proyecto podrían comprarse a precios muy bajos. No fue así, sin embargo. Los grandes terratenientes que poseían latifundios en el corazón de la región fértil no quisieron vender sus tierras, o pedían por ellas precios muy a1tos que Hirsch no tenía 1a menor intención de pagar. Sus cálculos mostraban que en esas circunstancias su proyecto de colonización en gran escala no sería factible porque los colonos hubiesen sido incapaces de pagar sus deudas. Por lo tanto, si bien se compraron 25000 Has. En la provincia de Buenos Aires, el resto de las tierras para el proyecto se concentró en las áreas más pobres, sobre los límites de la pampa húmeda. Por su ubicación, las colonias judías establecidas en estas enormes extensiones quedaban más sujetas a las contingencias naturales que las colonias de áreas más fértiles. Con frecuencia la langosta proveniente de las selvas subtropicales del Chaco paraguayo, de Bolivia y del norte argentino atacaba los campos de Entre Ríos. En años de muchas lluvias, se inundaban las colonias del norte de Santa Fe aunque también se producían ocasionalmente sequías. Las colonias de1 sur estaban amenazadas por heladas y sequías continuas. Por supuesto que las colonias de todo el país eran atacadas por el granizo o las tormentas que solían dañar las cosechas durante el verano, época en que estaban en pleno auge. Naturalmente, la localización geográfica de las colonias era determinante del nivel de la producción agraria. Las distancias considerables al gran centro urbano de Buenos Aires, y a las capitales provinciales, impidieron el desarrollo de una agricultura intensiva capaz de proveer a las necesidades de los mercados locales más cercanos. La producción se orientó automáticamente hacia los dos productos principales por excelencia de la Republica Argentina: los cereales y la carne. Los dos productos principales de las colonias judías - cereales y carne - estaban destinados a la exportación. Los propietarios judíos, como tantos otros en la Argentina pasaron a depender de las decisiones de factores externos que determinaban las condiciones del mercado y la rentabilidad de la producción. La política aduanera, las crisis políticas y económicas internacionales constituían factores que determinaban en última instancia, si la producción sería o 293 no rentable. El pequeño chacarero no podía siquiera adivinar cuál sería su comportamiento. El poder monopólico que dominaba la comercialización en la Argentina afectaba el precio que se ofrecía al agricultor. El crédito que necesitaba para financiar sus cosechas para contratar maquinaria, pagar los salarios de obreros golondrinas, comprar bolsas y sufragar los gastos de transporte, lo obligaba a caer en manos de los usureros locales, que en general eran agentes de los grandes compradores. Ante la imposibilidad de construir grandes silos de almacenamiento, el pequeño agricultor se Cooperativa Barón Hirsch veía forzado a vender la cosecha en el pico de la temporada, cuando la oferta llegaba al máximo, lo cual implicaba ganancias considerablemente reducidas. Es así que, además de las catástrofes naturales, el agricultor judío en la Argentina, como otros tantos, tenía que vivir y producir a la sombra de las propias dificultades generadas por el hombre. Los colonos y la JCA trataron de moderar el efecto de los factores geográficos y económicos que estaban minando el bienestar de los agricultores judíos. Como primer medida, la JCA les exigió que diversificaran su producción, complementando la dedicada a la comercialización con otros productos de granja: verduras, fruta y animales domésticos que al menos les proporcionarían un buen pasar. Otra medida fue fomentar la producción láctea. Se establecieron fábricas regionales para la producción de quesos. Siempre que los colonos recibiesen un precio razonable por la leche, éstas fábricas podrían contribuir a equilibrar el presupuesto familiar. Otra medida, más importante aún para algunas colonias, fue la cría de ganado para los frigoríficos, hecha a la par de los cereales. Además se introdujeron cultivos desconocidos en la Argentina. La colonia Mauricio fue la primera que sembró el girasol. Gran parte del trabajo de estímulo a la producción fue cumplido por las numerosas cooperativas que se fundaron desde 1900 en adelante en todas las colonias judías. La meta principal del movimiento cooperativo fue independizar a los agricultores de los agentes a quienes debían comprar sus artículos de primera necesidad, a quienes debían vender su cosecha y a quienes a menudo Cooperativa agrícola Lucienville 294 debían pedir un préstamo como adelanto para su producción. El gran sueño de los fundadores del movimiento cooperativo fue encargarse en última instancia de las exportaciones, pero aún la realización parcial de esta visión permitió a las cooperativas neutralizar sustancialmente la influencia de varias agencias subsidiarias que en otras partes se apropiaban de gran parte de los ingresos del colono. La JCA usaba a las cooperativas para canalizar sus préstamos a corto plazo, y por esa razón, sus representantes ocupaban puestos claves en las comisiones directivas. La Cooperativa Agrícola Lucienville de Basavilbaso, fundada en 1900, es considerada “decana” de las cooperativas agrícolas del país, pues fue el modelo que ha servido para estructurar las cooperativas que surgieron más tarde. De las tres cooperativas agrícolas fundadas durante los diez años siguientes, dos de ellas fueron de agricultores judíos: “Fondo comunal” de Domínguez, fundada en 1904, y “La Mutua Agrícola” de Moisesville, en 1908. El éxito de estas cooperativas estimuló la difusión del cooperativismo agrario en la Argentina, que llegó a constituir un valioso aporte a la economía del medio rural argentino. Fue ésta la contribución judía a la colonización y desarrollo agropecuario nacional, poblando y arraigando ciudades y pueblos, que en el momento de su mayor apogeo totalizaban treinta mil habitantes. La trascendencia de esta tarea civilizadora se confunde con la de muchas otras colectividades que a través del trabajo, de su tenacidad y permanencia, fundando y originando pueblos, afianzaron la soberanía nacional en todo su extenso territorio, creando en su lucha por la subsistencia una de las mayores instituciones socio-económicas con que cuenta el país: la Cooperativa, que es por su filosofía, por sus principios, por su accionar, por su basamento humanista, el máximo aporte y, lo que mejor representa el espíritu de la inmigración. El cooperativismo fue y es una verdadera escuela de democracia, de esfuerzo propio, de ayuda mutua, de acción común y solidaria. Sus banderas: “a cada socio un voto, sin importar su capital; a cada cual según su esfuerzo, libre acceso, prescindencia de discriminaciones políticas o religiosas, y elegibilidad de las autoridades”, fueron las mejores aliadas del trabajo y sacrificio de los pioneros. Dice el Profesor Bendicente Francisco en su libro "Los Fundamentos del cooperativismo”: Los colonos constituyen la cooperativa con la idea de librarse del almacén de Ramos Generales... - para agregar luego que - Es nece sario diferenciar bien lo que es el almacén para el hombre de la ciu dad de lo que es para el hombre de campo. El almacén rural sumi nistra lo necesario para la alimentación del colono y de su gente, le concede crédito en efectivo y en mercaderías, es agente de la com pañía de seguros, le compra la cosecha, etc". Por su parte el Dr. Osvaldo Dante Cracogna en su libro “Cooperativismo Agrario Argentino dice : 295 "que el productor agrario ha sufrido los abusos de los almacenes generales, acopiadores y monopolios, y que en su aislamiento vivía indefenso, sin apoyo moral ni material para sobrellevar su dura tarea campesina" Las sociedades cooperativas tenían un programa bastante complejo, que puede sintetizarse en las siguientes bases: • Hacer anticipos a los colonos a corto plazo, es decir, hasta el tiempo de las cosechas, a interés moderado; • Conceder a precios económicos los artículos de consumo y los elementos necesarios para la explotación agrícola, obteniendo beneficios que permitan subvenir a los gastos generales. • Vender en común los productos agrícolas de las colonias. Para ese objeto, las comisiones especiales nombradas por las cooperativas, se ocupaban de • la organización de los servicios sanitarios (algunas colonias poseen hospitales que ellas sostienen y otras menos ricas se conforman con un médico y botica); • el mantenimiento de los caminos y de los puentes; • la creación de bibliotecas, organización de conferencias sobre cuestiones de interés general y cultura; • destinar campos para experimentaciones agrícolas e introducir las últimas mejoras en los procedimientos de cultivo; • la implantación de seguros mutuos contra incendios, contra la mortandad del ganado, etc. • Para asegurar a los colonos la semilla, en caso de pérdida total de la cosecha, algunas sociedades destinan un fondo especial formado con una contribución del 1 % del producto bruto en la explotación general. PREOCUPADOS POR LA EDUCACIÓN Alrededor de 1890, la provincia ya había cambiado su perfil sociodemográfico. Numerosos grupos de inmigrantes se habían asentado en sus tierras, trayendo nuevos idiomas, diferentes rasgos físicos, otras culturas. Desde el comienzo del ciclo inmigratorio, los periódicos de la época incluyeron en todas sus ediciones noticias sobre la llegada de los inmigrantes judíos, incluyendo detalles sobre sus hábitos, el desarrollo de las colonias y sus instituciones. Uno de ellos, “La juventud”, que comenzó a editarse en Concepción del Uruguay a partir de noviembre de 1908, incluyó grandes titulares de primera plana referidos a las escuelas judías de las colonias. La educación brindada por estas escuelas fue criticada por algunos, entre ellos Ricardo Rojas (autor de “La Restauración Nacionalista”) y Ernesto Bavio; aunque también fue valorizada por otras personalidades tales como Maldonado, Schenone y Antequeda. Trataremos aquí de dilucidar la situación de esas escuelas en las colonias entrerrianas en la primera década de este siglo, a través de la percepción que algunos periodistas y parte de sus protagonistas tuvieron de ellas. 296 Los inmigrantes judíos que arribaron a estas tierras no podían aceptar que sus hijos se criaran en la ignorancia. La mayoría de ellos había logrado adquirir un elevado nivel de instrucción y muchos tenían títulos universitarios: entre una serie de nombres podemos mencionar los de Miguel Sajaroff, Noe Iarcho, Miguel Kipen. Es una constante de los testimonios de hijos de colonos, el mandato recibido de sus padres que los incitaba a ser alguien, y “para ser alguien, era necesario estudiar”. “Los hijos no tenían cómo ser "algo" en el campo...” El inmigrante judío considera que el sostenimiento y la transmisión de sus valores éticos, espirituales y culturales eran, en definitiva, lo que permitía a un pueblo trascender, afianzar sus raíces y adquirir armas valederas para defenderse ante quienes quisieran atacarlos o someterlos. Esta profunda convicción permanece en la idiosincrasia del judío argentino hasta el día de hoy. Teniendo en cuenta esta necesidad es que la JCA incorporó el artículo 5 en sus Principios Básicos para la Colonización: “ Para cada grupo de unas cien familias, crear una escuela, una cooperativa, un servicio sanitario, un templo, un centro cultural, y disponer de un asesor administrativo, técnico y agronómico” Si bien es cierto que existía en nuestro país la Ley de Enseñanza Común Obligatoria, asegurada por la Constitución Nacional, las escuelas no estaban extendidas en todo el ámbito provincial. La enseñanza rural estaba muy diseminada - una escuela cada treinta o cuarenta kilómetros - debido a lo deshabitada que estaba Entre Ríos en esa época. Con la incorporación de los colonos y sus familias se agudizó este problema, y las autoridades provinciales no podían solucionarlo por la escasez de recursos económicos que impedían el hacerse cargo de la educación de los recién llegados. La JCA se vio obligada a tomar cartas en el asunto e instalar escuelas comunes para los hijos de los colonos, además de establecimientos que enseñaran idish, hebreo, tradiciones y costumbres judaicas, para evitar la ruptura de la cadena transmisora de la identidad. Los judíos allí afincados también sintieron la necesidad de la creación de la escuela judía. Es lo que en 1895, en el naciente Moisesville, emprendieron y llevaron a buen término inspirados por el rabino Reuben Sinay. Se trataba de una Talmud Torá1, donde también se impartía enseñanza en castellano. La JCA respondió a las exigencias de los colonos fundando escuelas en todas sus colonias. La decisión al respecto fue adoptada en París siguiendo una cuidada planificación. Se comenzó por construir edificios escolares. Los maestros que se destinaron a ellas eran judíos de Marruecos y Tánger, pues hablaban en ladino, parecido al español. Las escuelas eran supervisadas por inspectores, y existía una oficina central en Buenos Aires encargada de la dirección y administración. La JCA también tuvo a su cargo la impresión de textos de enseñanza que contenían fundamentos de moral, tradición y religión judías. 1. Talmud Torá: así se denominaban las instituciones escolares en que se impartía a los niños enseñanza judaica, en especial religiosa. 297 Las escuelas se mantenían con los exiguos aportes de las donaciones y contribuciones anuales de los padres. Estaban tan preocupados por cubrir el presupuesto, que delegaban toda la responsabilidad de la enseñanza a maestros que no siempre tenían la adecuada preparación. Un hijo de colono nacido en Lucienville en 1900, relata: “ La Jewish hizo las escuelas porque no había. Había una en cada colonia. Éramos cuatro colonos; hizo aquí la escuela y los que vivían más lejos, a 3 km., venían a caballo o a pie.” La prensa se hizo eco del problema educativo y, en 1908, publicó que en las ochenta leguas que la sociedad poseía en Entre Ríos había tres mil cuatrocientos niños en edad escolar para asistir a tres escuelas provinciales y veintitrés escuelas particulares. A las escuelas provinciales concurrían ciento ochenta niños, en tanto que a las particulares – mil cuatrocientos cincuenta. Sumaban mil seiscientos treinta escolares, quedando mil setecientos setenta niños sin recibir educación primaria. Entre el idish y el castellano Por tratarse de colonias en pleno proceso de formación, el elemento humano que las conformaba ignoraba por completo el idioma del país. Acostumbrados al ruso y al idish, era necesario emplear para la enseñanza el idioma nacional, maestros de origen judío que pudieran comunicarse con los alumnos en otro idioma y, al mismo tiempo, entender la mentalidad de los padres. Como la inmigración era muy incipiente, aquí era imposible encontrar los docentes adecuados. La JCA decidió dirigirse a la Alianza Israelita Universal de París para pedirle que pusiera a disposición de su obra escolar en la República Argentina cierto número de profesores judíos egresados de la Escuela Normal de París, de origen sefaradí, quienes tenían la ventaja de conocer el ladino, idioma similar al castellano. La llegada de estos maestros posibilitó a la primera generación de hijos de colonos adquirir los conocimientos básicos No había más de tres grados,(yo no tengo más de tres grados) y en ese tiempo tanto los maestros idishes como los maestros de castel lano tenían la intención de que el chico aprendiese, no el interés de llegar a fin de mes o de cobrar el sueldo... Este testimonio, brindado por un señor que en 1907 cursaba segundo grado, pone en evidencia cuán significativo fue para él su proceso de aprendizaje, y la percepción que tuvo del rol desempeñado por sus maestros: tenían la intención de que el chico aprendiese. 298 “...los primeros libros nuestros fueron Paso a Paso y El Trabajo (en castellano). En idish nos enseñaron a leer y escribir. Esa era toda la instrucción que nos dieron. En estas escuelas se le daba la misma importancia al castellano que al idish.” Las escuelas de la Jewish Las escuelas de la “Jewish”, como se las llamaba, eran mantenidas por la empresa colonizadora (Jewish Colonization Association, JCA) y por el aporte que hacían los colonos. Generalmente funcionaban en el mismo edificio la escuela “castellana” y la escuela “idish”, en diferentes turnos. A medida que los colonos fueron contratando peones, los hijos “criollos” concurrían a los mismos establecimientos. Y, si lo común hubiera sido que lo hicieran en un solo turno, los niños se quedaban toda la jornada y aprendían también idish. Por este motivo aún hoy, en los pueblos cercanos a lo que fueran las colonias, es posible encontrar personas no judías que hablan idish. De esta manera se produjo un proceso de interacción entre el hijo del inmigrante y el hijo de criollos. Asimismo los hijos de colonos aprendieron a tomar mate, a usar el cuchillo, a domar, a enlazar, y a participar en las yerras y en las ruedas de payadores que, por las noches, se realizaban en los campos. El creciente sentimiento antiextranjero que existió en el país a principios de siglo se puso de manifiesto, entre otras cosas, al acusar a los judíos de inculcar ideas extranjerizantes a sus hijos. Ernesto Bavio (ex director de educación de Entre Ríos por los años noventa del siglo XIX) publicó en noviembre de 1908, en El monitor de la Educación Común, un informe sobre las escuelas ruso-alemanas y judías. Hacía hincapié en que la enseñanza era totalmente extranjerizante, especialmente en las escuelas judías donde fundamental y manifiestamente se da preferencia a la enseñanza del hebreo, a la religiosa a que tal idioma conduce, a la historia antigua y contemporánea de los israelitas, quedando relegado al olvido o a último término, y siendo algo así como una etiqueta que se usa malamente, por una previsión y exigencia de la propia conservación, la del mínimo obligatorio que marcan la ley y los reglamentos de la materia. Basándose en este informe, Ricardo Rojas agregaba: El peligro de las escuelas hebreas reside en que al traer sus fanatismos nos traen el germen de una cuestión semítica que feliz mente no existía aquí, pero que existirá apenas el hijo criollo del inmigrante semita prefiera ser judío, en vez de ser argentino en com pleta comunión con el pueblo y el suelo donde naciera. Rojas Ricardo: La Restauración Nacionalista. A. Peña Lillo Editor. Bs. As. 1971; pág.128 299 El informe Bavio provocó tal revuelo que inmediatamente las autoridades provinciales ordenaron a los inspectores que realizaran una gira por cada una de las jurisdicciones para evaluar la situación. Los informes presentados luego del viaje diferían mucho de las denuncias efectuadas en Buenos Aires; tal es así que el inspector Maldonado escribe: Alumnos de una escuela judía “Los alumnos más adelantados hablan castellano, y se usan los mis mos textos que se usan en nuestras escuelas, prestando alguna aten ción a la instrucción cívica e historia nacional” Del aislamiento a la integración : la vida cultural. La ausencia de no judíos obedecía, en los inicios del proceso colonizador, al cumplimiento de las órdenes recibidas de la Jewish Colonization Association: las tierras debían ser trabajadas por el colono y su familia, sin la incorporación de peones. Esta situación se vio modificada por dos factores: por un lado, la instalación de grupos judíos cerca de algunos pueblos y, por el otro, por el posterior resurgimiento económico que trajo como consecuencia la contratación de criollos o gauchos cuando faltaban hijos varones. Este proceso de integración se pudo originar tanto al compartir la actividad agrícola como la actividad en las aulas. Después de haber transcurrido una considerable cantidad de años, es posible observar el resultado de la educación brindada por las escuelas de las colonias. Pese a su organización global, las escuelas de las colonias no satisficieron todas las aspiraciones de los colonos. Las críticas se centraban sobre todo en el carácter de la enseñanza y de los maestros. La primera se orientaba a adaptar a los educandos a las costumbres e idioma del país, a "acriollarlos". Si bien en cierta medida los padres no se oponían, por otra parte pretendían vincular más estrechamente a sus hijos con el judaísmo. En cuanto a los docentes, enviados por la Association Israelite, judíos de otra formación y origen que los colonos, estaban en abierta oposición a los maestros que enseñaban materias judaicas. 300 Estos, por razones jerárquicas y económicas (sólo los llegados de Francia podían desempeñarse como directores de escuela y sus sueldos eran mayores), estaban en una situación de inferioridad. Se les presentó la oportunidad de equipararse a aquéllos, cuando se otorgaron becas a jóvenes residentes, que al cabo de tres años lograron el título de maestro rural. Las escuelas de las colonias reunían el 100 % de la población estudiantil primaria, ya que la enseñanza estatal aún no se había implantado en esas zonas. Con sus virtudes y defectos, tal como las Talmud Torá de la ciudad, sus cursos judaicos y en castellano las convirtieron en el primer intento de escuela integral judía. Finalizado el primer lustro de este siglo, la Argentina recibió una inmigración judía que trabajó en forma muy activa para alentar la vida cultural. Estimuló la creación en las colonias de: bibliotecas, centros culturales, círculos dramáticos y la aparición de dos diarios en idioma idish que llegaban al interior del país. Entre sus metas se contaban la ampliación de los objetivos de las Talmud Torá y la creación de nuevas escuelas. De la primera década resulta interesante consignar un cuadro muy revelador, por las cifras que consigna, del estado de la educación judía en Buenos Aires y en las colonias: AÑO 1910 Población Escuelas Maestros Alumnos BS. AIRES 40.000 4 7 400 COLONIAS 30.000 50 155 3.538 La notoria superioridad numérica de alumnado y del magisterio rurales no podría explicarse sólo teniendo en cuenta que las escuelas eran las únicas existentes en esas áreas, como ya se señaló. Cabría agregar que los aranceles escolares debían ser abonados aun por aquellos que no tenían hijos, y que los colonos establecían turnos para llevar a los niños que no supieran montar a caballo a las escuelas, a veces distantes quince o veinte kilómetros de los hogares. Quien faltaba a esta obligación era boicoteado por sus vecinos. Ambas nos parecen pruebas de un arraigado interés para asegurar la enseñanza. Fueron construidas setenta y ocho escuelas de enseñanza mixta: Posteriormente la JCA fue retirando paulatinamente su apoyo a las escuelas rurales judías. Ya en 1914 empezó por regalar sus instalaciones y arrendar los edificios escolares al gobierno, cobrando un alquiler simbólico de un peso. Este rudo golpe para la educación judía se acrecentó por la falta de un nuevo flujo de inmigrantes, dado que el estallido de la Primera Guerra Mundial impidió su arribo. Pero la vitalidad intrínseca que la animaba fue el motor que permitió su supervivencia y desarrollo. 301 Desarrollo de la colonización agrícola En una separata de la “Revista de tierras y colonización”, marzo de 1921, se consignan los siguientes datos: Jewish Colonization Association El siguiente es el detalle de la acción desarrollada por la JCA desde 1892 a 1920 en la Argentina Hasta la fecha, la compañía ha comprado 589.234 hectáreas dis tribuidas según su situación, en la siguiente forma: Provincia de Buenos Aires: Hectáreas Colonia Barón Hirsch (parte en La Pampa) ....110.866 Colonia Mauricio................................................... 43.485 Total .............................................................................................154.351 Territorio de La Pampa. El Escabel (no colonizado)...................................35.000 Narcisse Leven .......................................................46.600 Total .............................................................................................81.600 Provincia de Entre Ríos: Colonia Clara.........................................................82.414 Santa Isabel............................................................13.671 San José ..................................................................10.126 San Antonio ............................................................22.386 Palmar y Yatay.......................................................11.368 López y Berro ..........................................................10.640 Colonia Lucienville ...............................................43.124 La Gama (no colonizado).....................................9.237 Total .............................................................................................202.966 Provincia de Santa Fe: Colonia Moisesville................................................118.62 Montefiore ...............................................................29.075 Total .............................................................................................147.337 Provincia de Santiago del Estero: Colonia Dora (con riego)......................................2.980 Total general ..............................................................................589.234 La mayor parte de esta superficie se adquirió en condiciones de ser inmediatamente utilizada para colonización mixta; en otros casos, la asociación ha tomado a su cargo la construcción de canales de riego, y siempre ha existido el propósito de impulsar el progreso del lugar construyendo caminos, puentes, etc. para abaratar el transporte de los productos. 302 Conozcamos la totalidad de las colonias judías surgidas en la Argentina: 1. Moisesville, Santa Fe. Fue considerada una de las más prósperas. Varios pueblos surgieron en su zona de influencia. Poseía varias sina gogas, escuelas, y un seminario de maestros hebreos. 2. Montefiore, Santa Fe. A 671 km. De Buenos Aires, junto a la estación Ceres, entre Córdoba y Santiago del Estero. De treinta mil hectáreas. Su suelo arcilloso y su clima seco no proporcionaron condiciones favo rables para los colonos. 3. Colonia Mauricio, Buenos Aires. 4. Lucienville, Entre Ríos. 5. Clara, la mayor, la más antigua y la más prestigiosa de Entre Ríos. 6. San Antonio. 7. Berro y López. 8. Curbelo y Walter Moss. 9. Santa Isabel. 10. Palmar – Yatay. 11. Louis Oungre. 12. Leonard Cohen. 13. Avigdor. 14. Barón Hirsch, Buenos Aires. 15. Médanos, Buenos Aires. 16. Narcisse Leven, La Pampa. 17. Villa Alba, La Pampa. 18. Dora, Santiago del Estero. 19. General Roca, Río Negro. 20. Charata, Pinedo y Las Breñas, Chaco. Estos fueron los alcances del movimiento de colonización agrícola judía en la Argentina Mapa de las colonias 303 INMIGRACIÓN URBANA Los orígenes Desde finales del siglo XVI y durante todo el siglo XVII tuvo lugar la llegada clandestina al Río de la Plata de judíos portugueses huyendo de las persecuciones del Tribunal de la Inquisición, pese a las restricciones vigentes en los territorios españoles. Esta región distaba mucho de Lima, sede del gobierno y de la Inquisición, y esto la hacía especialmente apta para la infiltración de portugueses. Del puerto se dirigían hacia las provincias y se mezclaban con la escasa población del lugar; allí se afincaban y desarrollaban junto a sus familiares sus actividades, e incluso modificaban sus apellidos. El número de estos inmigrantes sefaradím es difícil de determinar. Ricardo Rojas decía: “No podemos calcular cuántos de estos sefaradím entraron en terri torio argentino durante la época colonial, ya vinieran directamente de Portugal o de España o ya indirectamente después de haber pasa do por el Brasil o por el Perú...”. La sociedad colonial combatía la presencia ilegal de extranjeros e “indeseables” mediante leyes y edictos. La legislación española y los actos de la Inquisición se unieron para negar toda base legítima a cualquier forma de existencia judía. Si había en la Argentina uno que otro descendiente de conversos1, su condición judía era tan borrosa y diluida que sólo servía para corroborar la norma dominante: las provincias del Río de la Plata eran territorios vacíos de judíos. Cuando España fue invadida por Napoleón a comienzos del siglo XIX y hecho prisionero el rey Fernando VII, se aceleraron los movimientos emancipatorios en las colonias. Los aparatos administrativos se fueron derrumbando y también comenzó a declinar el Santo Oficio de la Inquisición en América. En la Argentina, el Tribunal del Santo Oficio no se extinguió automáticamente con la Revolución de Mayo de 1810. Fue la Asamblea Constituyente de 1813 la que abolió la Inquisición. El decreto del 24 de marzo de 1813 dice: “Queda desde este día absolutamente extinguida la autoridad del Tribunal de la Inquisición en todos los pueblos del territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y por consiguiente se declara devuelta a los ordinarios eclesiásticos su primitiva facultad de velar sobre la pureza de la creencia por los medios canónicos que única mente puede conforme al espíritu de Jesucristo, guardando el orden y respetando el derecho de los ciudadanos”. Firmado: Dr.Tomás Valle, presidente, Hipólito Vieytes, secretario. A partir de 1860, cuando la Constitución se convirtió en la Ley Básica con vigencia en todo el territorio de la Confederación Argentina, la clase dirigente 304 comenzó a trazar una nueva estrategia para desarrollar las vastas extensiones de un país despoblado y decidió abrir sus puertas sin limitaciones a una política de inmigración masiva. El periplo habitual que comenzaba en el Hotel de Un personaje exótico: El capitán Inmigrantes iba después diferLuis Hartwing Brie (1834-1917) enciándose para cada grupo Nació en Hamburgo. Llegó a Río de Janeiro humano. Algunos pera los trece años de edad. Cuando el gobier manecían en la ciudad y otros no brasileño decidió prestar ayuda al gene se dirigían al interior del país. ral Urquiza en su lucha contra Rosas, orga Con el arribo de estos nizó un grupo de volunta-rios y él fue uno podemos encontrar la inmide los primeros en alistarse. Tomó parte de gración ashkenazí y la casi todas las bata-llas y llegó a Buenos sefaradí. La primera fue Aires con el ejército victorioso de Urquiza. fomentada y apoyada por Fue nombrado sargento por el valor instituciones; estos inmidemostrado en combate. Brie se estableció grantes huían de la persecuen Buenos Aires y se alistó nuevamente en ción zarista. La segunda venía la guerra contra el Paraguay, finalizando por sus propios medios de paícon el grado de capitán. Brie adoptó la ciu ses tolerantes donde les era dadanía argentina, convirtiéndose en el permitido ejercer libremente primer ciudadano legal argentino que pro su culto y su tradición. La fesaba abiertamente la religión judía. semejanza idiomática y la forAunque contrajo enlace dos veces con mación cultural de los damas argentinas de religión católica, se sefaradím se constituyeron en sentía ligado al judaísmo. Fue uno de los factores que estimularon la fundadores de la primera organización inmigración. comunitaria judía, y en 1894 fue presidente Podemos señalar que ya de la institución Jevrá Kedushá . En 1897 en 1860 se celebró en Buenos adhirió a la primera entidad sionista cons Aires el primer matrimonio tituida en el país. judío, tropezando con ciertas Murió en 1917 y fue sepultado en el dificultades legales. Salomón y cementerio de Liniers. Elizabeth Levy intentaron casarse según el rito judío, y que fuese consagrado legal y oficial. Los novios eran ciudadanos franceses. El problema que se había presentado ante el presidente de la Corte Suprema era si los judíos estaban comprendidos en la jurisprudencia acerca de casos de matrimonios no católicos. La primera presentación de la pareja judía fue rechazada aduciendo que los precedentes creados no se aplicaban al caso judío. Fue necesaria hasta una apelación a la Corte Suprema con la intervención del abogado Miguel Navarro Viola, quien a través de diferentes instrumentos demostró que una boda realizada según el rito judío no contradecía las leyes argentinas. La instancia superior se expidió favorablemente. Esta boda judía fijó el punto de partida expreso para la existencia judía legal en la Argentina. 305 LOS ASHKENAZIM Apenas dos años más tarde unas decenas de judíos ashkenazím, llegados individualmente, fundaron la primera entidad de su género en el país, la Congregación Israelita de Buenos Aires, que en 1868 adopta el nombre de Congregación Israelita de la República Argentina (CIRA) y nombran a su primera Comisión Directiva. El profesor Haim Avni escribió al respecto: “Cuenta uno de los testimonios que esa congregación había nacido en Iom Kipur (Día del Perdón) del año anterior, cuando dos judíos, provenientes de distintos países, pasaron el día sentados en sendos bancos en el parque de la Recoleta, alejados uno del otro, enfrasca dos en un libro. Al darse a conocer descubrieron que en su soledad, ambos habían tenido la misma idea de pasar el día santo al aire libre, rezando las oraciones pertinentes. En ese momento decidieron ubicar en la gran ciudad más judíos, y reunir para las grandes fies tas un minián (diez hombres de religión judía) permanente. Sea ese testimonio auténtico o sólo una leyenda, el caso es que el primer minián se reunió en 1862 y al cabo de pocos años fue transformán dose en una institución conocida como la CIRA”. Avni Haim, ”Argentina y la historia de la inmigación judía 1810-1950” La CIRA asumió funciones civiles y políticas, sumadas a las confesionales, aunque todavía no hubiera concretado la construcción de un templo propio. En los primeros tiempos, los eventos religiosos se celebraban en la residencia particular de Gabriel Krämer (vocal de la Congregación). A partir de 1875 se trasladaron a un salón ubicado en la calle Artes 301 (hoy Carlos Pellegrini 351). Segismundo Auerbach, primer presidente de la Congregación Israelita de la República Argentina, se dirigió el 12 de septiembre de 1877 a José María Gutierrez, ministro de Culto del presidente Avellaneda, solicitando “autorización para llevar un registro de los nacimientos, matrimonios y defunciones de los judíos”. Es importante señalar que en esa época se registraban todos estos acontecimientos en actas religiosas; recién en 1884 se iba establecer en la capital de la República y en los territorios nacionales el Registro Civil. El Procurador General opinó que antes de solicitar cualquier trámite el solicitante debe acreditar su carácter de sacerdote de la fe judía. Auerbach respondió que él no lo era, e insistió en que se autorizara a llevar ese registro al secretario de la Congregación, teniendo a la vista el certificado del ministro de culto israelita que celebrara el acto religioso. El Procurador General aconsejó rechazar la petición de Auerbach porque el control sobre los registros de los actos civiles correspondía a las provincias. Y el decreto presidencial del 17 de noviembre de 1877 dispuso: “concurra el interesado donde corresponda”. Como consecuencia de este decreto, la Municipalidad de Buenos Aires autorizó a la CIRA a llevar un registro de nacimientos, casamientos y defunciones – pese a no contar con un rabino. El primer asiento lleva la fecha 6 de enero de 1879. 306 En 1882, a pedido del presidente de la CIRA, el Gran Rabino del Consistorio Central de Francia designa a Henry Joseph como rabino de la República Argentina. En 1889 la CIRA adquirió una finca en la calle Junín 1775 / 1777 para construir allí el templo. Por resolución posterior esa propiedad fue vendida, y se adquirió el solar de Libertad 785 (sede actual). Se comenzó allí la construcción de la primer sinagoga. En el año 1885 se iniciaron gestiones para lograr la adquisición de un cementerio particular, para lo cual se formó la Jevrá Kedushá (Piadosa Compañía) que recién en 1894 se fundó oficialmente. Ese mismo año se remitió al intendente de la ciudad de Buenos Aires una carta en la que se informaba sobre su fundación y sus fines, aclarando que la principal tarea consistiría en ayudar a los hombres judíos en los últimos momentos de su existencia, y en proporcionarles todo lo necesario para la sepultura según los preceptos de la religión judía. Sinagoga Ashkenazí en Buenos Aires La primera reunión con el fin de fundar una “Sociedad de entierro” se realizó el día 26 de septiembre de 1893 en el salón de la “Unión Obrera IsraelitaPoalei Tzedek”en el local de la calle Corrientes 1283. A decir verdad es de dudar si los afiliados a esa sociedad eran realmente obreros. Su sede constaba de un pequeño salón y de una también pequeña sinagoga. Esta institución mantenía una escuelita primaria también religiosa llamada “Talmud Torá”. En esa reunión se aprobó por unanimidad la necesidad de tal corporación de entierro. En una reunión posterior se propuso elegir a un administrador, un tesorero, un secretario, un viceadministrador, un prosecretario, dos inspectores y tantos “obreros”(sepultureros) cuantos se presentaran voluntariamente. En calidad de representante de la corporación fue nombrado Henry Joseph. El título de “representante” se debe comprender en el sentido de que al morir un judío, el representante emitía una recomendación al cementerio de los protestantes, pidiendo un lugar para un sepulcro judío. El rabino Joseph siempre se ocupaba de esas diligencias, consideradas como mitzvot (actos piadosos); lo venía haciendo aún antes de haberse concebido la idea de fundar la Jevrá Kedushá. Esta quedó constituida bajo la presidencia honoraria del rabino Joseph, y la efectiva del capitán Brie. Los judíos de la capital comenzaron a organizar sus instituciones religiosas y de beneficencia. Aparecieron periódicos judíos y activaban varias asociaciones culturales y sociales. 307 En el censo interno que había tenido lugar en 1904 se descubrieron instituciones judías también en ciudades del interior. Los tres mil cincuenta y nueve judíos que vivían en Rosario mantenían dos organizaciones comunitarias, sinagogas y cementerios, una asociación de ayuda y una organización obrera. Otras instituciones nuevas surgieron en Córdoba, Tucumán, La Plata y otros lugares del interior. Desde octubre de 1900 hasta enero de 1908, se invirtieron grandes esfuerzos para lograr la adquisición de un cementerio judío. Los proyectos resultaron ser no más que ilusiones. Hacia 1908 se presentó al intendente de la ciudad de Buenos Aires un pedido para que concediera a la Jevrá Kedushá, en el marco del cementerio de Flores, una parcela amplia que fuera suficiente para seis mil sepulturas: la mitad sería alquilada por noventa y nueve años y la otra mitad en las condiciones usuales, a renovar el pago cada cinco años, y abonando por adelantado cada parcela de cien sepulturas. El primer rabino en Buenos Aires Henry Joseph, el primer rabino de Buenos Aires, fue un com erciante inglés, nombrado para esta función en 1882, a la edad de cuarenta y cinco años. A fines de ese mismo año fue presentado a las autoridades argentinas, que reconocieron su investidura sacerdotal. Su figura controvertida generó cier tos conflictos; expresó la falta de colaboración de los miem bros de la congregación para el buen desempeño de su función, y amenazó con renunciar a su cargo si no cumplían con su promesa de cooperación. A estos entredichos se le sumó que, a pesar del logro de la conversión de su mujer cristiana al judaísmo, esa judaización no le impidió a ella ir a rezar reg ularmente a la iglesia y educar a sus hijos como cristianos. Se creó un fuerte grupo opositor que pidió su renuncia, aunque por otra parte a algunos miembros de la Comisión directiva de la Congregación no les importaba. Estos se consideraban “liberales” y tildaban a los otros de fanáti cos, ya que muchos de ellos también estaban casados con mujeres cristianas y tampoco educaban a sus hijos como judíos. Finalmente Joseph presentó su renuncia en la década del 90. No obstante prosiguió con sus actividades en el seno de la comunidad. Aunque todavía no había cementerio comunitario, se interesaba en las gestiones de dar sepultura según la religión judía. Fue también uno de los fundadores de la Jevrá Kedushá y del Hospital Israelita, de los cuales nos ocuparemos más adelante. Falleció el 25 de mayo de 1913 y su última voluntad fue que se le diera sepul tura de acuerdo con el ritual de la religión judía. Los comienzos del movimiento Sionista en la Argentina Los inmigrantes judíos de principio del siglo XX, imbuidos de ideales de libertad, aportaron una fuerza cada vez mayor al joven movimiento sionista local, el cual a través de sus expresiones institucionales, bibliotecas, publica308 ciones, campañas, etc., fue accediendo a sectores cada vez más importantes de la población. En el censo del año 1904 en Buenos Aires se inscribieron tres organismos sionistas, entre ellos la Federación Sionista, la cual, de acuerdo a los datos del censo, contaba entonces con doce centros que agrupaban a mil ciento veintitrés socios. En la lista de organizaciones aparecen también la Asociación de Damas Sionistas Deborah, el Banco Popular Sionista Argentino y la Asociación de Estadística Israelita de la América del Sur, una institución de veintinueve miembros. Del 16 al 18 de abril de 1904 se llevó a cabo el Primer Congreso Sionista en la Argentina, en el cual tomaron parte diez sociedades representadas por cuarenta delegados (también de las colonias). En agosto de 1908 apareció el órgano oficial del movimiento sionista “La Esperanza de Israel” que se siguió publicando hasta 1917. La tendencia socialista dentro del sionismo aparece desde sus comienzos. Los socialistasterritorialistas se organizan en 1905, fundan el centro “Jerut”(Libertad), al año siguiente cambia su nombre por el de SionistaSocialista y edita un periódico llamado “Nachrichten” (Noticias). Ese mismo año 1906 se organizan los Poalei –Tzión, borojovistas (por Ber Borojov, teórico del sionismo-socialista), la labor de esta fracción se prolongó hasta 1916, con el apoyo de varios centros y de un periódico titulado “Nueva Epoca”. Durante los primeros veinte años (1897-1917), el movimiento sionista argentino siguió siendo limitado. Lejos de ser una causa popular, fue el idealismo de unos p o c o s judíos. 309 INMIGRACIÓN JUDEO ORIENTAL La evolución de la comunidad sefaradí en la Argentina fue examinada por la investigadora israelí contemporánea Margalit Bachi De Bejarano; en su trabajo nos basamos para describirla. Lo que caracterizó a la inmigración sefaradí fue su falta de organización, y la falta de apoyo de instituciones filantrópicas de cualquier especie. La motivación fundamental para emigrar de sus países de orígen era económica. La emigración de judíos de los países que formaban el Imperio Otomano comenzó en la última década del siglo XIX y a comienzos del siglo XX. Se trataba, mayormente de jóvenes impulsados por la presión económica, que partían con la esperanza de ganar dinero y regresar. Después de establecerse en la Argentina, comenzaron a llevar allí también a sus familias. Después de la revolución de “los jóvenes turcos” (1908) se incrementó la emigración de jóvenes que temían ser alistados en el ejército turco1. Durante la Guerra de los Balcanes (1912- 1913) y la Primera Guerra Mundial, las epidemias, el hambre, los bombardeos y la escasez causaron grandes sufrimientos a los judíos. Después de la disgregación del Imperio Otomano, la situación económica se agravó aún más creciendo en ellos la sensación de miedo e inseguridad en Esmirna sufrieron persecuciones cuando la ciudad fue ocupada por los griegos (1918-1923); la situación de los judíos empeoró en Siria con el ascenso del nacionalismo árabe. La emigración se extendió entonces a vastas capas que se incorporaron a los reducidos grupos sefaradíes que ya lo habían hecho. La inmigración sefaradí a la Argentina fue urbana. Gran parte de los judíos sefaradím se estableció en Buenos Aires, pero crearon también comunidades en ciudades del interior, como Córdoba, Rosario, Santa Fe, Mendoza, Tucumán y otras. Los sefaradím establecidos en la Argentina no constituían un grupo homogéneo, sino que se organizaron en grupos según los países de procedencia. Cada uno de estos grupos siguió en la Argentina su propia senda, creó sus propias concentraciones habitacionales y gradualmente construyó sus propios círculos sociales y organizativos. En 1930 hallamos en la Argentina cuatro grupos destacados: • los oriundos de Marruecos, • los oriundos de Siria, • los oriundos de Turquía y de los países balcánicos, y • los emigrantes de Israel. Los oriundos de Marruecos Constituyen el grupo más antiguo, pero el más reducido numéricamente. Estaba compuesto, fundamentalmente, por judíos que habían emigrado de 1. Ver módulo 38-pág. 174. 310 Tetuán, Tanger y Gibraltar a partir de 1880. Estos inmigrantes eran en su mayoría instruídos, y hablaban español; algunos de ellos fueron maestros en las colonias agrícolas de la J.C.A. Se ubicaron próximos al puerto, donde se concentraba la vida comercial de la ciudad a comienzos de siglo. Asimismo, habían algunas concentraciones marroquíes en ciudades del interior: Córdoba, Rosario, Resistencia y San Juan. La organización central fue la “Congregación Israelita Latina” (C.I.L.), fundada en1891, y considerada la organización representativa de todo el sector marroquí de Buenos Aires. Estableció vínculos con otras organizaciones marroquíes en diversas ciudades del país. La misión central de la C.I.L. consistía en manejar la sinagoga construida en la calle Piedras 1164, y la vida religiosa de la colectividad marroquí, además del “Talmud Torá”(que había sido creado con el auspicio de la C.I.L. y que en la práctica funcionaba bajo su directa supervisión). El cementerio marroquí era manejado por la “Guemilut Jasadím”, una organización que no estaba directamente vinculada a la C.I.L. Además existían algunas organizaciones de beneficencia, sinagogas y un club social. La comunidad marroquí se destacó también por editar el único periódico de los judíos sefaradíes “Israel”, que comenzó a aparecer en 1917. Los oriundos de Siria El grupo sefaradí más numeroso de la Argentina fue el de los judíos de habla árabe, que habían emigrado de Siria y el Líbano. En este grupo resaltaban dos elementos: los oriundos de Alepo y los oriundos de Damasco. En las ciudades del interior no se preservó esta distinción entre las ciudades de procedencia, pero en Buenos Aires se crearon dos grandes grupos: los”alepinos” y los “damasquinos”. Es posible que una de las causas de organización diferenciada entre estos dos grupos radique en su asentamiento en distintas zonas. Los primeros inmigrantes de Alepo se afincaron en el barrio del Once, y en número más reducido en el suburbio de Ciudadela. La comunidad alepina consolidó sus instituciones bajo la conducción del Rabino Saúl Sutton Dabbah, que la dirigió desde 1912 hasta 1930. Hacia 1930 su organización central era “Yesod Hadat” (Congregación Sefaradí de Enseñanza, Culto y Beneficencia). Esta organización manejaba la sinagoga de la calle Lavalle 2353, el “Talmud Torá”, el Tribunal Rabínico (que durante varias décadas fue el único Tribunal sefaradí en la Argentina) y una carnicería para venta de productos “kasher”. La segunda organización en importancia fue “Jesed shel Emet Sefaradí MeJalab” (actualmente “Asociación Israelita Sefaradí Argentina-A.I.S.A.”), que se ocupaba de la administración del cementerio de la comunidad. Los alepinos que vivían en otras zonas de la ciudad como Flores o Ciudadela, crearon sinagogas y “Talmudei-Torá” en sus zonas de residencia, pero se hallaban bajo la influencia religiosa de las organizaciones ubicadas en el barrio de Once. 311 La comunidad damasquina se estableció en la Boca y Barracas y en el barrio de Flores, más alejados de las concentraciones judías más importantes de la ciudad. En su forma de organización, la colectividad damasquina se parecía a la Alepina. Su organización más importante es “Or Torá” (Luz Eterna), fundada en 1920 como resultado de la fusión de varias sinagogas de la Boca y Barracas, en forma similar a “Agudat Dodim”(1919)- la organización de los damasquinos del barrio de Flores. “Or Torá” incluía la sinagoga y el “Talmud Torá”. Todos los asuntos concernientes a sepelios entre los damasquinos estaban en manos de una organización, “Benei Emet” (Hijos de la Verdad), fundada en 1913. Muchos de los judíos sirios se ocuparon del comercio de telas: en especial la seda, pero también la lana y el algodón. Al principio trabajaron como vendedores ambulantes y gradualmente como mayoristas, dueños de negocios o industriales textiles. Una de las características más destacadas de los judíos sirios consistía en su adhesión religiosa. Tanto los alepinos como los damasquinos construyeron “mikvaot” (baños rituales), cuidaban minuciosamente los preceptos de “kashrut”, e interrumpían totalmente sus actividades en sábados y festividades. Los oriundos de Turquía, Rodas, Salónica y los países balcánicos. El elemento unificador entre todos ellos estaba dado por la lengua (el ladino), las costumbres y la tradición sefaradí. Los primeros inmigrantes turcos se establecieron cerca del puerto (en la calle 25 de Mayo y sus alrededores). Allí comenzaron sus actividades como vendedores ambulantes, vendiendo ropa y otros objetos de segunda mano; pero alrededor del año 1920 comenzaron a tener puestos en el mercado, o pequeños negocios. La segunda concentración de judíos turcos se estableció en Villa Crespo, y paulatinamente este barrio se fue transformando en el foco central de la actividad organizativa y social de los oriundos de Esmirna. Otros núcleos sefaradíes se crearon también en el barrio de Colegiales (donde vivían muchos de los nacidos en la isla de Rodas), en Flores y en Villa Urquiza. Desde el punto de vista económico, este grupo era sumamente pobre, aunque en 1930 se destacaban ya algunos comerciantes acomodados o industriales del textil provenientes de Rodas, Bulgaria o Turquía. Los ladino- parlantes, diseminados en varios barrios de Buenos Aires, se dividieron en organizaciones y pequeños núcleos sociales, que se agrupaban según el lugar de procedencia. El grupo más destacado era el de “los oriundos de Esmirna”, que se habían concentrado en Villa Crespo creando, en 1914, la “Sociedad Comunidad Israelita Sefaradí” en la calle Camargo 870 (actualmente llamada “Asociación Comunidad Israelita Sefaradí”- A.C.I.S.). Los fundadores 312 de esta comunidad preservaban estrictamente el rezo diario en público, kashrut y los preceptos sabáticos. En 1929 la comunidad de la calle Camargo logró concentrar a su alrededor a todos los grupos ladino-parlantes para el logro de un objetivo en común: la adquisición de terrenos para un cementerio. Esta fue la primera etapa en la vía de consolidación de este grupo en una sola comunidad. Los inmigrantes de Israel Un pequeño grupo sefaradí estaba compuesto por algunas decenas de familias que habían emigrado de Ierushalaim para afincarse en Buenos Aires. Este sector se destacó por su conocimiento del judaísmo sefaradí de Israel y su dominio de la lengua hebrea, lo que lo convirtió en la base potencial de una actividad sionista entre los sefaradím de la Argentina. Este grupo, si bien mantenía una sinagoga y un “Talmud Torá” en sus zonas de residencia, se incorporaron a la colectividad alepina para las necesidades de sepultura. En la Argentina subsistió la organización sefaradí de sus países de origen, en la cual la religión y las instituciones religiosas ocupaban el lugar central. Aparentemente esta imagen influyó decisivamente sobre su nueva forma de organizarse, creando una red atomizada según las diferentes colectividades, donde las necesidades religiosas ocupaban el centro de sus preocupaciones. La mayor parte de los judíos sefaradíes llegó a la Argentina hasta comienzos de 1930. Se calcula que en 1927 la población sefaradí ascendía a veinte mil personas y en 1935 a treinta y cinco mil en toda la República Argentina. Nos cabe ahora señalar que hacia 1936 por un censo realizado en la Capital Federal existía una concentración judía importante en la ciudad de Buenos Aires y el citado censo arrojó unos ocho mil ciento ochenta y un sefaradím, suponiendo que los judíos sureuropeos (Italia, España, Grecia, Bulgaria, Yugoslavia, Gibraltar) puedan considerarse sefaradíes. Nos resta agregar que el periodismo sefardí comenzó con la publicación de la revista Israel y en 1931 se inició la edición de la revista quincenal “La Luz” bajo la dirección de David Elnecavé, cuyo objetivo fue difundir entre sus lectores la idea del renacimiento del pueblo judío en Eretz Israel. El ideal sionista fue ampliamente difundido dentro de la comunidad sefaradí a partir del año 1933 cuando se fundó el Centro Sionista Sefardí. Debemos consignar que durante este período comenzaron a constituirse comunidades sefaradíes en el interior del país. Hacia 1918 se fundaron la Asociación Israelita Sefardí de Beneficencia de Tucumán, la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos de Mendoza, en 1923 se creó en Córdoba la Sociedad Israelita Siria fusión de tres grupos que comenzaron a formarse en 1904 y en 1927 ya se había constituido la Sociedad Israelita Sefaradí, Cultural y Religiosa del Departamento de Las Heras (Mendoza), la Asociación Argentina Israelita Sefaradí de Paraná. 313 El aspecto ocupacional Los inmigrantes judíos que llegaban al puerto de Buenos El cuentenik Aires se encontraron con un país La venta al contado que estaba en pleno desarrollo. excluía del público Entre los años 1895 y 1910 se consumidor a quienes extendieron catorce mil kilómetcarecían de medios ros de vías de ferrocarril, y el inmediatos. Esta capa territorio cultivado aumentó en de la población podía dieciséis millones de hectáreas. aprovisionarse de En un país donde la agricultura artículos básicos sólo constituía el factor económico mediante los vende más importante, era lógico que dores ambulantes y el este aumento tuviera influencia sistema de venta a plazos. Este oficio sólo sobre la industria para el consurequería un reducido vocabulario y un mo local, y especialmente sobre conocido o pariente que le fiara el primer los servicios. La inmigración paquete de mercadería. Esto atrajo a suministró la masa proletaria muchos inmigrantes. La venta ambu que se necesitaba. Es así como el lante a plazos que sólo permitía con número de personas empleadas tentarse con ganancias reducidas, al hacerse en base al primer pago “a cuenta” por todas las ramas de la indusacuñó para quien se ocupaba de ella el tria, el capital invertido en ella, nombre de “cuentenik”, esta ocupación la mecanización, y la concendesempeñó un papel importante en la tración de obreros por empresa, absorción de los nuevos inmigrantes. sufrieron transformaciones notables en este período. Las posibilidades de empleo que se les presentaban a los inmigrantes estaban relacionadas con algunas ramas del comercio y artesanía urbanos, que aún no se había desarrollado, y con las empresas de obras públicas y privadas que florecían en ese momento, como por ejemplo: la construcción de las vías del ferrocarril, los trabajos de drenaje, y la explotación de los bosques de quebracho en el norte del país. El hecho de que varios de los residentes judíos más antiguos de Buenos Aires trabajaran en el comercio de los ramos de la mueblería y de la confección, ofrecía cada vez más puestos de trabajo en esos ramos a los artesanos y jornaleros judíos que recién llegaban. Es importante destacar que los obreros judíos habían ya creado en 1896 el “Idisher Arbeiter Farain far Guegnzaitiquer Hilf” (Centro Obrero Judío de Ayuda Mutua), y la Unión Obrera Israelita de Socorros Mutuos para Enfermos “Bikur Jolím” (Asistencia al enfermo). El número de obreros fue creciendo desde 1905 en adelante. Si bien preferían recurrir a empleadores judíos porque con ellos compartían el mismo idioma, les brindaban un marco social que los contuviera, les otorgaban las franquicias en shabat y en los demás días festivos, eran aceptados también en las empresas no judías, aunque algunos tuvieron dificultades para insertarse en ellas a causa de su ignorancia del idioma del país. 314 Una amplia gama de oficios caracterizaba a las pequeñas concentraciones urbanas judías: sastres, carpinteros, talabarteros1, chapistas, herreros, relojeros, fabricantes de jabón, de pinturas, etc., y una capa bastante amplia de proveedores de servicios y productos, que demandaba la población de un país en etapa preindustrial. También era grande el número de los que no tenían oficio y de los pequeños comerciantes, que comenzaron a buscar sustento en la buhonería2 y el comercio al por menor. A pesar de la aparente facilidad con la que se podía encontrar trabajo, casi todos los empleos que se le ofrecían al inmigrante eran temporarios. Según una de las fuentes - que abarca En el conventillo los últimos años del siglo XIX - sólo el 18% de los obreros de Buenos Aires trabajaba todos los días del año, y para el resto se encontraba trabajo durante nueve meses o menos tiempo aún. Gran número de inmigrantes ashkenazím, como así también la gran mayoría de los que provenían de África del Norte y del Imperio Otomano, optaron por la venta de puerta en puerta, ofreciendo su mercancía. Las condiciones de trabajo que reinaban en la industria y la artesanía en la Argentina eran: salario de explotación, y trabajo en condiciones antihigiénicas y de hacinamiento. En casi todos los casos el pago se hacía por unidad de producción y no por jornal o salario mensual. La competencia y el alza de los costos inducían a los talleristas a reducir el salario del obrero, por lo que el valor real de los ingresos de los mismos disminuyó notablemente. De acuerdo a uno de los cálculos, el costo de vida en Buenos Aires entre 1900 y 1911 aumentó de cien puntos a doscientos quince, en tanto el salario de los obreros sólo mejoró en un 50%. El enorme crecimiento de la población de la capital superó el aumento en la oferta de viviendas, y el alquiler requerido por un alojamiento modesto fue en alza mientras que las condiciones de vivienda se deterioraban. Edificios enormes eran divididos en viviendas de una sola habitación, en cada una de las cuales se concentraba una familia numerosa. Esos “conventillos”, que se levantaban en el centro de la gran ciudad, distaban mucho del sueño del inmigrante de vivir decorosamente de su trabajo, alcanzar el desahogo económico, y “hacer la América”. 1Talabarteros: persona que hace cinturones de cuero que penden de la cintura para llevar espadas o sables y arreos (atavíos de las caballerías). 2 Buhonería: venta de baratijas de poca monta, que en tienda portátil vende su dueño por las calles. 315 La explotación insoportable de que eran objeto los inquilinos de los conventillos y de otras viviendas de alquiler, provocó en el año 1907 una huelga espontánea de pago, en la que participaron una gran cantidad de inquilinos. Pese a que se movilizó contra ellos a la policía perseveraron en su lucha y finalmente pudieron reducir un tanto el precio del alquiler. Esto no quiere decir que se mejoró la vivienda misma. El inmigrante judío, fuera artesano, obrero o cuentenik, se vio obligado a vivir durante el período de su aclimatación dentro de esas viviendas precarias. El aspecto social A las dificultades económicas que preocupaban al inmigrante judío se le sumaba la interrupción de su contacto con el “antiguo hogar”. El que había llegado sólo debía reunir importantes sumas para poder traer a sus familias. Muchos de ellos, dado el fracaso de no poder construir el “nuevo hogar “ y “la nostalgia por la calidez de un mundo conocido”, optaron por la vuelta a sus hogares aprovechando el abaratamiento de los pasajes de la Argentina a Europa. De los datos que semanalmente recogía el funcionamiento de la J.C.A. encargado de la estadística sobre el movimiento migratorio, vemos que el porcentaje de salida de judíos de la Argentina, calculando como término medio el de los años 1907-1914 en relación con los que ingresaron, llegó al 19,35 %. Sin embargo en el contexto general de la emigración, este porcentaje es muy bajo. Veamos las cantidades consignadas por la información: DÉCADA 1881-1890 1891-1900 1901-1910 1911-1920 INMIGRANTES 841.122 648.326 1.764.103 1.204.919 EMIGRANTES 203.455 328444 643.881 935.825 SALDO MIGRATORIO 673.667 319.822 1.120.222 269.094 % DESERCIÓN 20% 50% 41% 77% LOS COMIENZOS DEL BUND EN LA ARGENTINA El primer antecedente socialista en el medio judío se verifica al constituirse en Buenos Aires, en octubre de 1905, un núcleo con esa ideología bajo el nombre de Grupo de Socialistas Rusos, compuesto por bundistas1, socialdemócratas y social- revolucionarios, todos judíos. En enero de 1906, se crea por iniciativa de este Grupo una biblioteca llamada Biblioteca Rusa, transformándose en el centro al que acude la inteligencia inmigrante judía de Rusia y donde se desarrollan todo tipo de actividades culturales, artísticas y teatrales en idioma ruso y en idish. 1. Ver módulo 37 316 Ese año aparece por primera vez en idish una proclama del 1º de mayo emitida por el Grupo, mediante la cual convoca a los trabajadores judíos a plegarse a la manifestación que en tal fecha se llevaba a cabo por el Partido Socialista. Pedro (Pinie) Wald uno de los pioneros del movimiento socialista judío en la Argentina, fundó junto a otros militantes bundistas la Organización Social Demócrata Obrera Judía “Avangard” el 20 de enero de 1907, una extensión del Bund de la Europa oriental. El 1º de mayo de 1907 fue notable la participación judía: se emitió una proclama con la publicación de una revista especial dedicada a la fecha, patrocinada por la Avangard a la que adhirieron dos sindicatos con mayoría de obreros judíos: los de trabajadores de muebles y sastres. Una gran columna judía bajo las banderas de esta organización salió de la calle Méjico 2070, desde la central obrera, marchando primero sola y luego unida a la manifestación general del Partido Socialista argentino, hecho que llamó la atención de la prensa y del público en general, sorprendidos por las inscripciones en idish en banderas, pancartas, panfletos y canciones, y la participación femenina. Esta agrupación participó en un acto masivo contra un proyecto del jefe de policía Ramón L. Falcón de limitar la libertad de prensa. También se unió a una campaña nacional para obtener una rápida sanción de un proyecto socialista de protección al trabajo de mujeres y niños. Dentro del propio Avangard se creó un “círculo ruso” al que accedieron aquellos afiliados que sólo hablaban ruso, que eran antibundistas y asimilacionistas. Se los denominó “iskrovzes”, quienes reprodujeron en la Argentina la gran polémica sostenida entre el Bund y el sector de la dirigencia rusa nucleados en la publicación Iskra (La chispa), ya que estos no reconocían al Bund como representante del proletariado judío. Esta controversia desembocó en marzo de 1908 en una división de la organización, quedando en disputa la pertenencia de la Biblioteca Rusa, la cual finalmente quedó bajo la dirección conjunta de ambas organizaciones. En marzo del mismo año el “Círculo ruso” fue reconocido como centro idiomático del Partido Socialista argentino, autodenominándose Centro Avangard, encargado de la propaganda política, y comenzaron a publicar en 1909 una revista en idish con el nombre “Di schtime fun Avangard” (La voz de la Vanguardia). Los bundistas a su vez comenzaron a publicar una revista mensual como órgano oficial de la Avangard, que apareció con algunas interrupciones hasta 1919. La acción bundista debió enfrentar: las tendencias asimilacionistas dentro del propio movimiento obrero judío (los “izkroves”); la represión estata; los problemas generados por la patronal judía y por la élite comunitaria representada por la Jewish Colonization Association y luego por la Federación Israelita Argentina. Esta élite consideraba la actividad social y política de los obreros judíos perjudicial para el desarrollo de la comunidad, culpándolos del brote antisemita que llevó al arresto y deportación de decenas de ellos a raíz de los acontecimientos del año 1909. 317 Junto a Poalei Tzión el Avangard fundó en octubre de 1909 una organización de ayuda mutua denominada Unión Obrera de Trabajadores Israelitas, dedicada a ayudar a resolver problemas relacionados con la salud y el desempleo, actividades que se vieron complementadas con cursos para adultos, publicaciones de carácter mutualista, y una biblioteca. 318