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COMISION° 7
TEMA I) INTEGRACION BILATERAL Y REGIONAL
SUBTEMA: 1) HISTÓRICO. CULTURAL Y EDUCATIVO. AMBIENTE Y DESARROLLO SOSTENIBLE
Ponencia: “LAS CUARENTA VARAS DE LA RIBERA DEL RIACHUELO”
Ponentes: Dra SUSANA B. PALACIO y Dr JORGE GABRIEL OLARTE
La ponencia se refiere a la importancia que reviste que el Estado tenga el efectivo dominio
público de las cuarenta varas ribereñas – o “Camino de Sirga”-, a fin de efectuar un eficiente
contralor de las aguas residuales que vierten las industrias a los arroyos y ríos, para evitar
su contaminación.
El libre uso de las riberas es muy antiguo, hemos trascripto algunas disposiciones de las
“Siete Partidas” del rey Alfonso X “El Sabio”·que, escritas en 1265, conservan su actualidad.
La primera referencia al dominio público de esas cuarenta varas en Argentina, es un
Decreto del gobernador de Buenos Aires, General Martín Rodríguez, de 1823 que restringía
su uso a los particulares: “…en las zanjas abiertas en las orillas del Riachuelo, los
propietarios de los terrenos de una y otra banda deberán dejar sin zanjear un espacio de
cuarenta varas por cada lado”.
Posteriormente trascribimos un fundado debate que mantuvieron en 1869 el Ministro de
Hacienda de la Nación doctor Dalmacio Vélez Sarsfield y el General Bartolomé Mitre ante el
anuncio del presidente Domingo F. Sarmiento de construir el puerto de Buenos Aires, pues
querían determinar si la Nación o la provincia de Buenos Aires tenían “…derecho al suelo
bajo las aguas de los ríos navegables”, pues sobre ellos podían “… trabajar sus puertos y
sus aduanas…”.
En sul transcurso, se hizo ligera mención a las cuarenta varas ribereñas, que fueron
incorporados al Código Civil Argentino, que comenzó a regir en 1871.
Luego efectuamos una breve reseña de lo acontecido en 1869 por la epidemia de cólera
que se abatió sobre Buenos Aires, al ordenar Sarmiento erradicar los saladeros de la
cuenca del Riachuelo, por considerarlos responsables de la misma y la autodepuración
resultante de sus aguas al cesar el vertido de desechos orgánicos a su curso.
Ese es nuestro “Caso Testigo”, si se tiene el efectivo contralor estatal de sus riberas, es
sencillo determinar quien arroja sus efluentes líquidos sin el tratamiento adecuado a las
aguas.
Lamentablemente la experiencia duro poco tiempo, la instalación de frigoríficos e industrias
químicas impidió que dicha autodepuración continuara y agravo la situación a um nível
crítico.
1
La causa "Mendoza Beatriz y otros c/ Estado Nacional, Provincial, Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos aires y otros s/ daños y perjuicios por contaminación ambiental"
promovida en el 2004 por vecinos ribereños de la cuenca Matanza-Riachuelo es de gran
importancia pues, por el “Tratado del Río de la Plata” que firmamos con la hermana
República Oriental del Uruguay el 19 de noviembre de 1973, nos comprometimos a luchar
contra la contaminación que es definicia como “…la introducción directa o indirecta, por el
hombre, en el medio acuático, de sustancias o energía de las que resulten efectos nocivos”.
“LAS CUARENTA VARAS DE LA RIBERA DEL RIACHUELO”
Dra SUSANA B. PALACIO y Dr JORGE GABRIEL OLARTE
El 22 de abril de 1970 en el Parque Central de Nueva York, miles de jóvenes
estadounidenses se dieron la mano y con los ojos cerrados pensaron como evitar la
destrucción del planeta, en razón de haber sido tan impactante esa concentración que
buscó llamar la atención de la humanidad por el peligro que se cierre sobre el planeta por la
obra destructiva del hombre, la Organización de las Naciones Unidas, instituyó esa fecha
como el “Día de la tierra”.
Hace más de siglo y medio científicos europeos y estadounidenses llevan registros
climatológicos del mundo y han comprobado que la temperatura ha ido aumentando
paulatinamente.
Al principio no comprendían el motivo, pero al entrecruzar datos y variables comprndieron
que era la respuesta de la naturaleza a la depredación humana que entre otras cosas, para
ampliar las superficies de cultivo ha arrasado selvas y bosques; que continúa utilizando
combustibles fósiles como el petróleo y el carbón de piedra, pese a saberlos altamente
polucionantes, ya que han generado un aumento del 25 % del dióxido de carbono en la
atmósfera em los últimos 70 años; el sobrepastoreo que creó nuevos desiertos y el verter
sin tratamiento alguno – o muy escaso - sus residuos industriales y cloacales a los ríos,
lagos y mares.
En esta ponencia, nos referiremos a la contaminación de las aguas y a la exitosa
experiencia histórica de las últimas décadas del siglo XIX en la cuenca del Riachuelo de
Buenos Aires, que se debió entre otras cosas al control efectivo del dominio público del
“camino de sirga” que impidió,
lamentablemente por corto tiempo, que continuara la
contaminación de dicha cuenca.
I. UN POCO DE HISTORIA
En la antigüedad se decía que los ríos eran los “Caminos de Dios”, pues el agua, el aire y
la luz eran dones que tenían derecho a gozar todos los hombres y que a nadie se podían
privar
2
Los españoles, tomando antiguas leyes romanas, se refirieron a esta cuestión en 1265,
cuando el rey Alfonso X “El Sabio”·dio a conocer “Las Siete Partidas”.
En la Partida III, Ley 6, Título 28, Parte 5 se expresaba que:
“Las cosas que comunalmente pertenecen a todas las criaturas que viven en este mundo
son éstas: el aire, las aguas de lluvia; cualquier criatura que viva puede usar de estas
cosas, según él fuera menester”
En la la Partida III, Ley 6, Título 28, Parte 3 se ratificaba lo expresado precedentemente:
“Los ríos e los puertos e los caminos públicos pertenecen a todos los omes
comunalmente, en tal manera que también pueden usar dellos los que son de otra tierra
extraña, como los que moran e viven en aquella tierra don son. E como quiera que las
riveras de los ríos son quanto al señorío de aquellos cuyas son las heredades a que
están ayuntadas, con todo eso todo ome puede usar dellas ligando a los árboles que
están y sus navíos e adobando sus naves y sus velas en ellas, e poniendo y sus
mercaderías, e pueden los pescadores y poner sus pescados y enjugar sus redes, e
usar de las riberas en todas las otras cosas semejantes, que pertenecen al arte e al
momento porque viven”
Con respecto a sus riberas, la Partida VIII, Ley 28, Parte 3 expresaba:
“Hubiere nin cañal, nin casa, nin torre, nin cabaña, nin edificio público, non puede
ninguno me facer nuevamente en los ríos, por los cuales los omes andan con sus
navíos, nin en las riberas dellos porque es embargarse el uso comunal de ellos. E si
alguno lo fisiere y de nuevo, o fuese fecho antiguamente de que viniese daño al uso
comunal debe ser derribado. Ca non sería cosa guisada que el pro(vecho) de todos los
omes comunalmente se estorbase por la pro(vecho) de algunos”.
¿Y por qué esta marcada diferencia entre la libre navegación de los rios y sus riberas?.
Porque la construcción de casas, torres y edificios públicos afectaba el “Derecho de
Sirga”, que era la obligación que tenían los propietarios de las heredades limítrofes con
los ríos y canales navegables de dejar libre un camino para que una embarcación que se
había inmovilizado por falta de viento, pudiera ser arrastrada por cuerdas o sirgas, por la
tripulación desde la orilla.
II EL CAMINO DE SIRGA EN NUESTRA LEGISLACIÓN
El dominio público de las cuarenta varas ribereñas – o “Camino de Sirga” - en nuestro
país aparece por primera vez en un Decreto de 1823 del gobernador de la provincia de
Buenos Aires, General Martín Rodríguez y estaba relacionado, precisamente con ese
curso de agua.
3
“…en las zanjas abiertas en las orillas del Riachuelo, los propietarios de los terrenos de
1
una y otra banda , deberán dejar sin zanjear un espacio de cuarenta varas por cada
lado”.
A. UN IMPORTANTE DEBATE PARLAMENTARIO
Al anunciar el presidente Domingo Faustino Sarmiento que se construiría el puerto de
la ciudad de Buenos Aires en 1869, el gobernador de la provincia Emilio Castro se
opuso terminantemente sosteniendo que esos terrenos eran de propiedad provincial.
El Ministro de Hacienda de la Nación, doctor Dalmacio Vélez Sarsfield debatió la
cuestión con su par provincial, doctor Pedro Agote, pero como no hubo acuerdo, se
decidió dirimir la cuestión en el propio Congreso de la Nación, donde Vélez Sarsfield y
el General Bartolomé Mitre llevaron adelante un muy interesante y fundado debate
parlamentario.
Vélez Sarfield, en defensa del proyecto nacional expresó:
“La Provincia de Buenos Aires, apenas será dueña del terreno en que está edificada
su ciudad; y la provincia de Buenos Aires y ninguna provincia tiene el derecho al
suelo bajo las aguas de los ríos navegables. Esto es preciso que lo sostengamos
aunque se gaste doble cantidad que la que se ha presupuestado en hacer el puerto
por la Nación.
Es preciso sostener este gran principio, de que la Nación puede trabajar sus puertos
y sus aduanas sobre todos los ríos navegables.
La idea de propiedad del suelo debajo del agua fue una antigua doctrina que
combatieron los romanos. Decían algunos que el agua en los ríos era lo accesorio y
el suelo lo principal; que por consiguiente, pescindiendo del agua, todo el suelo que
estaba cubierto por ella era de propiedad del que ocupaba los terrenos inmediatos al
agua; pero otros jurisconsultos dijeron no, el agua de los ríos es lo principal, y la
tierra está subordinada al agua; porque un río no puede pasar por el aire, y el que es
dueño de un río es dueño de todas sus costas. Por consiguiente, el que legisla sobre
un río debe legislar sobre el suelo en que está situado el río, porque son cosas que
no pueden dividir.
El jurisconsulto Ulpiano, discurriendo sobre el caso de que un río navegable
cambiase de curso y fuese a ocupar terreno de particular, pregunta:
- ¿Para quién se han perdido estos terrenos?.”
Y responde diciendo que la ley romana había hecho una conquista verdadera para el
derecho público estableciendo que esos terrenos, como los ríos, eran de uso público,
siendo por consiguiente perdidos para el particular”.
1
La ciudad de Buenos Aires y el viejo partido de Quilmes.
4
El senador Bartolomé Mitre, le respondió:
“En el orden administrativo, en el sistema federal, todo el territorio de la Nación se
divide y se subdivide en distintas soberanías equilibradas, cada una de las cuales
gira armónicamente dentro de su órbita. El poder nacional que preside el movimiento
no se ha reservado sino aquella parte de alta soberanía necesaria para dominar el
conjunto, y en cuanto al territorio no se ha dado más que el indispensable para
residir, subordinándose por lo demás a la condición del propietario divil dentro de los
límites de las soberanías territoriales de los estados o provincias.
Como poder público, representante de la propiedad común hay un campo vasto en
que ejerce una jurisdicción o un imperio exclusivo y absoluto, y es sobre la superficie
de las aguas navegables.
Esto no quiere decir que el poder nacional sea el dueño de las aguas; es
simplemente regulador. La prueba es que donde el agua se retira es el territorio
adyacente el que gana; y donde por un accidente un río navegable se convirtiese en
tierra firme, ganaría la nueva soberanía federal que sobre ellos se formase más
adelante.
Un gobierno general no posee título de soberanía en el orden federal, sino el terreno
suficiente para pisar y moverse, y accidental y transitoriamente los territorio que
guarda en depósito para emanciparlos más tarde”.
Mitre citó a grandes tratadistas estadounidenses y algunas sentencias de la Corte
Suprema de los Estados Unidos de América, por ese entonces fuente de nuestra
justicia federal. 2
2
En el caso “Martin vs Waden”, el citado tribunal superior, falló:
“Cuando la revolución tuvo lugar, el pueblo de cada Estado se hizo soberano y en ese
carácter asumió el derecho absoluto de todas las aguas navegables y a las tierras bajo de
ellas para el uso de la comunidad, con sujeción solamente a los derechos atribuídos por la
Constitución al gobierno general”.
En una obra jurídica sobre los ríos, el tratadista Roucke expresó:
“En los Estados Unidos, las aguas de los ríos y el suelo bajo de ellos pertenecen al Estado en
que están situados, en su calidad de soberanos”.
Varios colegas como los juristas Kent y Pomeroy, compartían ese parecer.
En el caso “Pollard,s Lessce v. Hagan” quedó sentada magistralmente la jurisprudencia sobre la
materia:
“El dominio eminente – la propiedad en nuestro caso – sobre las riveras y el suelo bajo los ríos
navegables para todos los objetos municipales, pertenece exclusivamente a los estados dentro de
su jurisdicción territorial y ellos y sólo ellos tienen poder constitucional para ejercerlo.
Conceder a los Estados Unidos el derecho de transferir a un ciudadano la propiedad de las riberas
y del lecho de las aguas navegables, sería colocar en sus manos un arma que podría ser usada
con gran perjuicio de la soberanía de los Estados, y privaría a éstos de la facultad de ejercer
numerosos e importantes actos relativos a sus poderes policiales.
5
Vélez Sarsfield, le respondió de este modo:
“El principio que ha prevalecido en los Estados Unidos sobre la propiedad del suelo
cubierto por las aguas de los ríos navegables, no puede ser aplicable absolutamente
a nosotros, porque nosotros hemos permanecido siempre unidos en Nación, Nación
que tiene derechos preexistentes, puede decirse, a la Constitución Nacional.
La revolución se hizo en 1810, y la Junta mandó que cada provincia enviase un
diputado para el gobierno general. Yo recuerdo todavía los nombres de algunos, que
habrán conocido los señores senadores.De aquí se mandó al señor Pueyrredón a
Córdoba 3, después entró el señor Carrera mandado por el gobierno nacional.
4
Cada provincia siguió gobernada como antes estaba; ninguna constituyó cuerpo
legislativo, y todas obedecían al gobierno general que aquí se había creado.
¿Cuándo han sido, pues, independientes esas provincias?.
¿Quién me dirá que las banderas que están en la catedral no son de la Nación sino
de las provincias; que los grandes edificios que construyó el gobierno nacional,
cuando todavía no había provincia de Buernos Aires, no son nacionales?.
¿Quién me dirá que la tierra pública, fuera de los límites que las provincias tenían
señalados, no es de la Nación?
¿Y de quién es el Río de la Plata, de la Provincia de Buenos Aires, o de la Nación?.
Yo he sostenido siempre que el Río de la Plata no es de la Nación ni de la Provincia
de Buenos Aires: que el Río de la Plata es de uso público, para todas las naciones
del universo”.
Bartolomé Mitre, en la parte final de su respuesta, expresó:
“…es partiendo de esta base de las soberanías provinciales y no a título de la
sucesión de los reyes de España, que el pueblo de las provincias se constituyó en
Nación y formó un gobierno general, entrando cada una con sus límites territoriales,
en los que van comprendidas las aguas navegables y el suelo en que corren”.
Finalizó sosteniendo que la Nación no podía disponer de un palmo de tierra dentro del
territorio de una provincia para muelles, puertos, aduanas y citó un caso
estadounidense: cuando el gobierno de ese país debió solicitar autorización al Estado
de Massachussets para instalar un faro en una isla; entonces Vélez Sarfield le
interrumpió y expresó:
Pero, en la mano de los Estados, este poder nunca podría ser usado de manera que efectuara el
ejercicio de derecho alguno de dominio eminente - propiedad – y jurisdicción con que los Estados
Unidos han sido investidos por la Constitución”
3
Esto es un error, pues confunde un nombramiento del gobierno central - la Junta Grande -, con la
convocatoria a enviar diputados del interior a Buenos Aires.
4
Se tratataba del Teniente Coronel Santiago Carrera.
6
“No opinaba así el señor Senador cuando siendo Presidente de la Nación, autorizó la
construcción del muelle en San Nicolás, sin pedir permiso a nadie”.
Mitre, sin perder la calma y valorando a su contrincante, ha quien admiraba, le
respondió:
“Es cierto, en aquella época todos estábamos deletreando la cartilla constitucional”.
III EL TEMA EN EL CODIGO CIVIL ARGENTINO
Al poco tiempo de ese debate, el 29 septiembre de 1869, se promulgó la Ley Nro 340
que adoptó el Código Civil Argentino, redactado por Dalmacio Vélez Sarsfield, que en su
artículo 1ro determinó que comenzaría regir a partir del 1ro de enero de 1871.
En el Libro III – De las Cosas consideradas en sí mismas, el artículo Nro 2339
expresaba:
“Las cosas son bienes públicos del Estado general que forma la Nación, o de los Estados
particulares de que ella se compone, según la distribución de los poderes hecha por la
Constitución Nacional; o son bienes privados del Estado general o de los Estados
particulares”
Por su parte, el viejo artículo 2340 expresaba, en lo que atañe a esta ponencia, que:
“Son bienes públicos del Estado general o de los Estados particulares:
1º Los mares adyacentes al territorio de la República…
2º Los mares interiores…
3º Los ríos y los cauces…
4º Las playas del mar y las playas de los ríos navegables, en cuanto su uso sea
necesario para la navegación, entendiéndose por playas del mar la extensión de
tierra que las olas bañan y desocupan en sus más altas mareas y no en ocasiones
extraordinarias de tempestades. 5
5
En referencia a este inciso, resulta interesante recordar el siguiente fallo:
Con fecha 8 de noviembre de 1939 la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al dictar fallo en el juicio
promovido por la “Sucesión Francisco Piria” contra el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, por
reinvindicación de dominio de tierras ribereñas de su propiedad, en Punta Lara, en ese entonces Partido de
La Plata - hoy Ensenada – declaró que la demarcación “…de la línea de ribera en los mares y ríos de la
República corresponde a las autoridades nacionales”.
Al expedirse el Superior Tribunal sobre el fondo de la cuestión, consideró que estando atribuídas de modo
explícito por la Constitución a la autoridad nacional la facultad de reglamentar la libre navegación de los ríos
interiores, legislar sobre aduanas exteriores y establecer derechos de importación, habilitar puertos, crear y
suprimir aduanas, reglar el comercio marítimo y terrestre, promover la construcción de canales navegables,
explorar los ríos interiores, firmar tratados de navegación con otros Estados y conocer y decidir las causas
de almirantazgo y jurisdicción marítima, es indudable que como consecuencia legítima de dichos
poderes le corresponde asistimos fijar la línea de ribera, pues si las provincias poseyeran tal facultad,
a título de obtener el dominio público de las playas, al ejercitarla podrían ponerse en oposición con
las conclusiones obtenidas por las autoridades marítimas y portuarias nacionales, de lo que se
derivarían, por lógica implicancia, conflictos que afectarían las atribuciones acordadas a la Nación, al
punto de restringirlas o anularlas.
En las extensas consideraciones en que fundó su sentencia, la Corte estableció que el Estado Provincial
estaba obligado a acatar las disposiciones del Código Civil relativas a la determinación de la línea de ribera
fijada por el Gobierno Nacional en el Río de la Plata, frente a la propiedad del actor, por ser esas
disposiciones la consecuencia legítima de los poderes de navegación, comercio, almirantazgo y jurisdicción
7
5º Los lagos navegables….
6º Las islas formadas…
7º Las calles, plazas, caminos, canales, puentes y cualesquiera otras obras públicas…
Dicho artículo fue reformado por la Ley Nro 17.711. 6
En la enumeración precedente, no se mencionan las “cuarenta varas de ribera” o
“Camino de Sirga”, que fueron regidas por el artículo 2639:
“Los propietarios limítrofes con los ríos o con canales que sirven a la comunicación por
agua, están obligados a dejar una calle de treinta y cinco metros hasta la orilla del río o
del canal, sin ninguna indemnización.
Los propietarios ribereños, no pueden hacer en este espacio ninguna construcción, ni
reparar las antiguas que existan ni deteriorar el terreno en manera alguna”.
Por su parte, el artículo 2640, explicitaba que:
“Si el río o canal cruzase alguna ciudad o población, se podrá modificar por la respectiva
municipalidad el ancho de la calle pública, no pudiendo dejarla de menos de quince
metros”.
II LA ERRADICACION DE LOS SALADEROS Y GRASERIAS DEL RIACHUELO
Como consecuencia de la epidemia de cólera de 1869 que se abatió sobre Buenos Aires,
el presidente Domingo Faustino Sarmiento ordenó erradicar los saladeros de la cuenca
baja del Riachuelo, por considerarlos responsables de la misma.
“Buenos Aires, 2 de junio de 1869
Art. 1º Quedan exonerados del impuesto de saladeros, por el término de cinco años,
todos los establecimientos de este género, así como también los de grasería,
marítima atribuídos por la Constitución a las autoridades nacionales, y no solo en cuanto a las soluciones
contenidas en dichas disposiciones, sino también y como consecuencia necesaria, en cuanto a las
operaciones técnicas indicadas para hacerlas efectivas, que por realizarse en las aguas del mar o de los ríos
constituyen actos de Almirantazgo.
Aplicando estas disposiciones del Código Civil, a fines de los años setenta del siglo XX, por analogía, se
logró construir el camino de circunvalación a la laguna de Chascomús, pese a que no es ni un río ni un canal
“…que sirve a la comunicación por agua…” como expresaba el artículo 2639.
6
“Quedan comprendidos entre los bienes públicos:
1º Los mares territoriales hasta la distancia que determine la legislación especial, independientemente del
poder jurisdiccional sobre la zona contigua.
2º Los mares interiores, bahías, ensenadas, puertos y ancladeros.
3º Los ríos y los cuaces y todas las aguas que corran por cauces naturales y toda otra agua que tenga o
adquiera la aptitud de satisfacer usos de interés general, comprendiéndose las aguas subterráneas, sin
perjuicio del ejercicio regular del derecho del propietario del fundo de extraer las aguas subterráneas en
la medida de su interés y con sujeción a la reglamentación
4º Las playas del mar y las riberas internas de los ríos, entendiéndose por tales la extensión de tierra que
las olas bañan y desocupan en sus más altas mareas y las crecidas medias ordinarias.
5º Los lagos navegables y sus lechos.
6º Las islas formadas o que se formen en el mar territorial o en toda clase de ríos o en lagos navegables,
cuando ellas no pertenezcan a particulares.
7º Las calles, plazas, caminos, canales, puentes y cualesquiera otras obras públicas, construidas para
utiliad o comodidad común”
8º Los documentos oficiales de los poderes del Estado.
9º las ruinas y yacimientos arquelógicos y paleontológicos de interés científico”.
8
situados o que se situasen desde la fecha de la presente Ley, a una distancia de
treinta cuadras de cualquiera de los pueblos de Campaña de la Provincia, y
fuera de una línea que arrancará desde el límite Norte del ejido del pueblo de la
Ensenada y continuará por el término Oeste del pueblo de Merlo, hasta
encontrar el Río de las Conchas, siguiendo desde allí todo curso de él, hasta su
desembocadura en el Luján.
Art. 2º De forma”
Lamenteblemente, con la desidia que nos ha caracterizado desde lejanos tiempos, pese
a la tentadora oferta impositiva, ningún saladero ni grasería se trasladó y por esa razón
en 1871, ante las tres primeras víctimas de fiebre amarilla, la prensa los atacó
duramente:
“El lecho del Riachuelo es una inmensa capa de materias en putrefacción. Su corriente
no tiene ni el color del agua; unas veces sangrienta, otra verde y espesa, parece un
torrente de pus que escapa a raudales de la herida abierta en el seno gangrenado de la
tierra. Un foco tal de infección puede ser causa de todos los flagelos: el cólera y la fiebre
amarilla…” 7
En la Legislatura bonaerense los diputados Marcó del Pont y Santiago Larrosa
presentaron un proyecto de ley prohibiéndoles arrojar sus residuos al Riachuelo y
obligándoles a partir del 1ro de enero de 1872 a trasladarse al interior, tal como lo
estableció la ley del 1ro de junio de 1869. Marcó del Pont expesó:
“¿Quién ha dado derecho a los saladeros para traer sino la causa de la epidemia a lo
menos contribuir a que se propaguen sus efectos?.
Aún cuando la ciencia esté a oscuras sobre este punto 8, nadie puede dudar que las
aguas corrompidas y estancadas sean un foco de infección…”
7
8
“La Nación”, 15 de febrero de 1871.
Diez años más tarde de ese debate, en la Conferencia Internacional de Sanidad, celebrada en la ciudad de
Washington, Estados Unidos de América, el 18 de febrero de 1881, el científico cubano Carlos Juan Finlay
informó que el mosquito “Aedes Aegypti” era el agente transmisor de la fiebre amarilla.
A raíz de la derrota de España en la guerra que sostuvo con los Estados Unidos de América en 1898, Cuba
fue invadida por tropas estadounidenses y de ese modo fue que llegó a Cuba el doctor William Crawford
Gorgas.
Ese médico militar estadounidense, durante la contienda trató infructuosamente de erradicar esa
enfermedad en Santiago de Cuba, la que provocó gran mortandad entre sus tropas; por lo tanto al ser
nombrado Jefe Superior de Sanidad en La Habana en diciembre de 1898, creó la Comisión Cubana e la
Fiebre Amarilla, poniendo al al frente al doctor Carlos Juan Finlay.
Así, el gran médico cubano tuvo la oportunidad de comprobar la veracidad de su hipótesis, al implementar
una campaña sanitaria por la que se secaron y/o empetrolaron pantanos (a) cercanos a la ciudad de La
Habana, con la que eliminado el ciclo reproductivo de ese mosquito, erradicó la enfermedad de esa ciudad
en 1905 y posteriomente, con los mismos métodos, hizo lo propio con toda Cuba en 1909.
El doctor Gorgas fue enviado a sanear el Istmo de Panamá a fin de poder completar la construcción del
canal en la que se encontraba abocado su gobierno desde hacia unos años y allí aplicó los métodos
indicados por Finlay, por lo que se erradicó la fiebre amarilla del lugar y ello permitió inaugurar el 16 de
agosto de 1914 la gran obra de ingeniería.
9
El proyecto fue aprobado como ley el 6 de septiembre de 1871, ordenándose así que:
“Quedan absolutamente prohibidas las faenas de los saladeros y graserías situadas
sobre el Riachuelo de Barracas y sus inmediaciones, así como los demás
establecimientos de ese genero situados en el Municipio”.
El genovés Juan Bautista Berisso, dueño de un saladero ubicado en la cuenca del
Riachuelo fue el primero en trasladarse al partido de Ensenada, inaugurando el 24 de
junio de 1871 sus nuevas instalaciones de 8.000 metros cuadrados que dio en llamar de
“San Juan”, cuyas actividades dio origen a un núcleo poblacional que fue el origen de la
actual ciudad de Berisso.
Si bien tenía tres aljibes, Berisso no permitía que nadie bebiera agua extraída del río ni
de los arroyos por el temor a las epidemias, trayendose agua por ferrocarril desde la
estancia “San Juan” de Leonardo Pereyra, instalando a ese efecto tres grandes depósitos
en la zona.
Para evitar el estallido de epidemias como las que afectaron a Buenos Aires, las
actividades municipales de Ensenada sancionaron el “Reglamento para Saladeros y
Graserías”, creándose una Comisión para controlar si en los arroyos se derramaban
“…líquidos de los saladeros”, estando autorizada a proponer las obras y medidas que se
juzguen convenientes.
La actividad de los saladeros, sin bien era contaminante, por el aprovisionamiento
intensivo que se efectuaba de cada animal, tuvieron un impacto ambiental mucho menor
del que habían tenido en el Riachuelo, lo que se demostraba con la gran actividad
pesquera de la zona.
El 7 de abril de 1892, veinte años más tarde la instalación de lo saladeros en esa zona ya reemplazados por los frigoríficos -, en las cercanías del puerto de La Plata, fueron
avistadas cinco ballenas nadando cerca de la costa “…arrojando chorros por las narices,
produciendo un ruido extraordinario” 9, lo que demuestra el éxito de las medidas
implementadas.
III LA CAUSA "MENDOZA BEATRIZ Y OTROS C/ ESTADO NACIONAL, PROVINCIAL,
GCBA Y OTROS S/ DAÑOS Y PERJUICIOS POR CONTAMINACIÓN AMBIENTAL"
La contaminación de las aguas por contaminación industrial ha llegado a nuestro días a
niveles increíbles, por ello fue de gran importancia el fallo por degración ambiental de
Una placa en el Canal de Panamá reconoce la contribución del doctor Carlos J. Finlay en el éxito de esa
empresa.
(a) Al ser más liviano que el agua y no mezclarse con ésta, el petróleo su ubicaba sobre la misma,
impidiendo a las larvas de los mosquitos “Adedes Aegypti” subir a la superficie a respirar, lo que les
provocó su muerte.
10
abril de 1992 de un Juez Federal de San Isidro, que clausuró varios frigoríficos que
vertían líquidos y sólidos en el río Reconquista y algunos de sus efluentes, aplicando el
artículo 202 del Código Penal de la Nación, que prohíbe la contaminación de las fuentes
de agua pública.
Desde hace ocho años la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina se encuentra
abocada a la solución de una demanda colectiva y medida cautelar autosatisfactiva por
contaminación ambiental, daños a la salud, recomposición, saneamiento, limpieza y
desviación de fondos de un credito del BID de U$S 500.000.000, con relación a la
Cuenca Matanza-Riachuelo y Polo Petroquímico Dock Sud, contra 47 empresas, el
Estado Nacional, la provincia de de Buenos Aires y el Gobierno de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.
Vecinos ribereños de la cuenca Matanza-Riachuelo, entre ellos varios menores de edad,
víctimas de la contaminación ambiental provocada por un grupo de empresas que vierten
sus desechos en la cuenca Matanza Riachuelo sin tratamiento previo, la promovieron el
14 de abril de 2004 ante la Corte ante Suprema de Justicia de la Nación, con el objeto de
obtener no sólo el resarcimiento de los daños y perjuicios sufridos en su salud, sino que
además demandaron la creación de un "Fondo de Reparación Ambiental" que no existe
en Argentina, no obstante estar previsto por la Ley Nro 25.675 General del Ambiente,
que opere del mismo modo que lo hacen internacionalmente, lo que permitiría su
limpieza y contralor permanente, la creación de bases de datos y registros de
enfermedades derivadas de la polución y la inmediata atención gratuita de la población
afectada en centros especializados sin costo alguno, la reparación de los daños y
perjuicios si los hubiera; todo ello solventado con dinero de dicho fondo.
Esta causa es muy importante para comenzar a luchar contra la contaminación y
cumplimentar en forma real y concreta al “Tratado del Río de la Plata”, firmado por la
República Argentina y la República Oriental del Uruguay el 19 de noviembre de 1973, que
define en el Capítulo IX, artículo 47 a la contaminación como “…la introducción directa o
indirecta, por el hombre, en el medio acuático, de sustancias o energía de las que resulten
efectos nocivos”.
Por ese Tratado, las partes se obligaron a “…proteger y preservar el medio acuático y, en
particular, a prevenir su contaminación, dictando las normas y adoptando las medidas
apropiadas, de conformidad a los convenios internacionales aplicables y con adecuación,
en lo pertinente, a las pautas y recomendaciones de los organismos técnicos
internacionales”
10
,
comprometiéndose
a
“…no
disminuir
en
sus
respectivos
ordenamientos jurídicos: a) Las exigencias técnicas en vigor para prevenir la
9
10
ASNAGHI, Carlos A., “Ensenada, una lección de historia 1520- 1970”.
Artículo 48
11
contaminación de las aguas y b) La severidad de las sanciones establecidas para los
casos de infracción”
11
, comprometiéndose “…a informarse recíprocamente sobre toda
norma que prevean dictar con relación a la contaminación de las aguas”. 12
Cada Estado es responsable frente al otro “…por los daños inferidos como consecuencia
de la contaminación causada por sus propias actividades o por las de personas físicas o
jurídicas domiciliadas en su territorio”.
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Con referencia a toda infracción cometida en materia de contaminación, la misma se
ejercerá: “…sin perjuicio de los derechos de la otra Parte a resarcirse de los daños que
haya sufrido, a su vez, como consecuencia de la misma infracción. A esos efectos, las
Partes se prestarán mutua cooperación”.
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IV EPILOGO
La resolución del caso "Mendoza Beatriz y otros c/ Estado Nacional, Provincial, Gobierno
de la Ciudad Autónoma de la Ciudad de Buenos Aires y otros s/ daños y perjuicios por
contaminación ambiental" será de importancia capital, pues el mismo trata sobre una de
las zonas polucionantes más importantes del mundo como lo es la cuenca Riachuelo Matanzas.
En 1985 el ecologista submarino Jacques Yves Cousteau, en visita a Buenos Aires,
navegó por sus aguas y quedó
tan horrorizado por la degradación ambiental que
observo, que en una conferencia de prensa que brindó al poco tiempo, expresó
claramente la real dimensión de la difícil situación en la que nos encontramos:
“No se trata de interesarse solo por la contaminación del mar o de la atmósfera, se trata
de interesarse por la suerte misma del hombre”.
Así, resulta de vital importancia que el Estado pueda tener el dominio público de las
cuarenta varas ribereñas – o “Camino de Sirga”-, a fin de efectuar un eficiente contralor
de la calidad de las aguas residuales que vierten las industrias a los arroyos y ríos, lo que
permitirá una eficiente lucha contra la contaminación.
Como bien lo expresara la Partida III, Ley 6, Título 28, Parte 3, “…todo ome puede usar
dellas…” por lo tanto, si el Estado toma debido control de las riberas, la contaminación de
las aguas producida por desaprensivos industriales se reduciría y podría desaparecer si
el "Fondo de Reparación Ambiental" a crearse, cumplimenta las expectativas generadas.
Muchas gracias por su atención.
Susana Beatriz Palacio Quiroga
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Artículo 49
Artículo 50
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Artículo 51
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Artículo 51
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Jorge Gabriel Olarte
Abogados
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