Comparsa de Estudiantes Villena Pepe Campos un cabo entrañable Para muchos de los estudiantes, que hoy somos, puede que el título de este articulito les suene extraño; bien es verdad que hace bastante tiempo que nuestro Pepe no sale de cabo e, incluso, hace tiempo que ni se viste de Estudiante; tampoco le hace falta. Él es Estudiante y siente ese ser y ese estar tal vez más que algunos de los que nos vestimos todavía. Hace tiempo que tenía la intención de rememorar algo de la historia y algunas de las anécdotas que tuve la suerte de vivir con Pepe Campos, durante nuestro voluntario exilio en tierras catalanas, allá por los años 70 y 80, y así dar testimonio de una personalidad que ha querido y quiere a su comparsa y a su pueblo con emocionada pasión. Breve semblanza biográfica Pepe, villenero por los cuatro costados, estudiante desde pequeño, como confirma la foto no 1, vivió sus años de juventud trabajando en el negocio familiar de elaboración y comercialización de vinos, hasta que a finales de los 50 y debido a los inicios del Plan de Estabilización de 1957 de Mariano Rubio, que intentaba acabar con la autarquía económica reinante en nuestro país, una grave crisis azotó no solo al negocio de los vinos, sino también y particularmente en nuestra zona, al de los zapatos, cayendo, en aquella época emblemáticas empresas de ambos sectores. Para no extenderme en razones o hechos determinantes, digamos que a Pepe no se le "arrugó el ombligo" y ante la adversa perspectiva de un futuro más que incierto, cogió, a su inseparable Paquita Iglesias (los Iglesias, ¡que otra gran saga festera!) y a sus hijos y se fue a Barcelona. Conociendo a la persona, es fácil suponer cual sería su estado de ánimo y como de grandes serian sus lágrimas cuando embocó Puerta Almansa para arriba, dirección a la Ciudad Condal. Los que hemos salido de nuestro pueblo, sabemos lo que se siente. Afortunadamente y debido a su, de natural, simpatía no tardó en tener una pequeña Villena a su alrededor, frecuentó la Residencia Antibes, donde se respiraban aires locales, y junto con su gran amigo Pablo Andrieux (Polito el Francés), es de suponer que pudieron pasar muchos atardeceres hablando en villenero, y recordando alguna que otra, por qué no, "chanforriná" de juventud y de paso, contando cuantos días podría disponer en septiembre, para hacer la escapada y llegar a Villena aunque sólo fuera por unas horas, vestirse, desfilar, ducharse y de vuelta a Barcelona; en un Dos Caballos y por los puertos del Perelló y del Ordal, que entonces, no habían autopistas y un viaje así, era una aventura casi temeraria, si se mezclaba el cansancio de la venida, con el del día de Fiestas. Pero, sobre todo. Pepe no faltó ningunas Fiestas. Así fueron pasando los años, nacieron más hijos, eso sí, en Villena, que para algo estaba aquí Doña Luz. Llegaron años de desarrollismo y expansión económica y nuestro Pepe, consolidó su puesto de trabajo llegando a posiciones de relevancia en una gran compañía química, sin duda por su gran valía personal y por esa enorme simpatía que Dios le dio. Pero, su Villena y su Comparsa siempre en el corazón. Viene a colación, ahora, una anécdota que le sucedió en el Nou Camp, cuando asistía a un partido de fútbol que se veía precedido, de un acto folclórico, donde iniciaban un desfile las peñas Barcelonístas, con sus banderas y la parafernalia al uso. En ese momento empezaron a sonar, por los altavoces, los primeros compases del pasodoble de Quintín Esquembre "La Entrada" y Pepe, sin pensárselo dos veces y a pleno pulmón empezó a gritar "eso es mío, eso es mío", como queriendo decirle a los que a su alrededor estaban, que no se apropiaran de esa música, que esa música para un villenero era mucho más que un pasodoble. Es por otra parte fácil de entender que para gente que no sea de aquí, el título del pasodoble le dé que pensar que sirve, para eso, para entrar allá donde sea, en ordenada formación, pero pocos imaginan lo que en realidad significa y los sentimientos que para nosotros representa. El villenero en Barcelona, el familiar, el festero Yo no sé qué pasó en los 60 en relación a los Villeneros que estaban por Barcelona, eso sí, puedo dar fe de lo que pasó en los 70 y en los 80. En esos primeros 70, aterrizamos por Barcelona varios jóvenes, unos, estudiantes (de estudiar) y otros, que desempeñaban, allí, su primer trabajo. No fue necesario mucho tiempo para que Pepe se pusiera en contacto con nosotros, con el fin de que nos reuniésemos y en parte mitigar las penas de la añoranza. No cabe ninguna duda que si en vez de Barcelona, hubiésemos estado en un país extranjero, Pepe hubiese sido nombrado cónsul. Pues así se comportó con todos nosotros, y no diremos que como un padre, pero sí como un tío de todos aquellos veinteañeros que empezábamos nuestras vidas profesionales y familiares. Nunca disimuló su villenerísmo en su forma de hablar, aunque su conversación formal era de lo más depurada, su conversación relajada era de lo más natural. Así es que, una empresa química de Cataluña se llama Industrias Ansica, por que él comentó una vez a sus dueños que alguien se había roto el "ansica el cuello" y tal fue la sorpresa de estos señores al preguntar lo que eso significaba, que les sirvió de idea para bautizar su industria. Por aquellos años, Pepe, su hermano Ramón (también buen estudiante), Jacinto Cánoves y Paco Insa (estos dos últimos casados con Villeneras) compraron apartamentos en la playa de Cunit, último pueblo de la provincia de Barcelona, lindando con la de Tarragona. Nada sabían estos Villeneros que en Villena se había instituido la celebración del Ecuador Festero, Pues dicho sea de paso y sin ofender a nadie, el que está fuera, vive las Fiestas del 4 al 9, y el que está dentro suele vivirlas, además, del 9 al 4. Bien, a instancias de los recién llegados, que contaron a los que allí vivían, lo que pasaba en Villena, tomó forma la idea de celebrar ese evento a primeros de Marzo, cada año, en la playa de Cunit, y así empezamos a celebrarlo el año 1973, en el que se daba la circunstancia de que quien esto subscribe era Capitán y que la Madrina de los Estudiantes era Mª Virtudes Campos Reig, hija de Ramón y sobrina de Pepe. Así es que empezaron las celebraciones y vivimos un intenso fin de semana respirando "aires locales" comiendo platos típicos y desfilando por el paseo marítimo de aquel pueblo, ante el estupor y la sorpresa de los paseantes. Pepe, ejerció en todo momento de maestro de ceremonias y por si no lo sabíamos, allí pudimos comprobar sus dotes de cabo y su depurado estilo. Comimos, bebimos, cantamos, charramos y respiramos ambiente festero por todos nuestros poros y así sucedió durante los siguientes años. Sería larguísima la lista de los que por allí pasamos, fuimos muchos y muy variopintos, pasando desde el anterior alcalde, a reputados miembros de la inspección técnica de un famoso banco nacional. Año tras año se fue perfeccionando la celebración hasta tener nuestro castillo de ruegos artificiales, dianas, misa, etc ...En el año 1977 y siendo madrina de la Comparsa su hija Virtudes, sucedió un, diríamos percance, que pudo producir un accidente, pero milagrosamente, se saldó sin consecuencias. Estaba Pepe tirando cohetes de caña desde el balcón de su apartamento, cuando uno, en vez de subir por propulsión, bajó y ante nuestro asombro, volvió a subir, soltando todo tipo de chispas delante nuestro y a la altura de la mano de Pepe, explotando finalmente a muy pocos metros de nosotros (queda plasmado en la foto no 2.) El cabo entrañable Es posible que el retirarse pronto de una actividad, pueda dar paso a una cierta tendencia a la creación de mitos, la historia está llena de ellos, Alberti decía que si a él lo hubieran retirado a la fuerza como a Federico, él hubiera sido un mito. Y muchísimos ejemplos más en todos los ámbitos. No es este el caso, ni creo que a Pepe le interesase lo más mínimo el pensar si se le mitificaría o no; él no salía de cabo ni para ser famoso, ni para lucirse, ni para que le aplaudiesen, él salía de cabo, por que le "bullía" la sangre al oír un pasodoble, porque quería pasárselo bien y al tiempo, hacer que sus escuadras disfrutaran, porque era su comparsa y por que desfilaba en y para su pueblo. Para muestra, un botón, un Ecuador Festero estando en Cunit, su hijo Eladio, que había sido premiado el año anterior como mejor cabo infantil en el Desfile de la Esperanza, estaba haciendo de cabo y su padre que lo observaba, le dijo "Eladio, los brazos, no se abren estiraos, se abren encorvaos, para abrazar al pueblo de Villena que te está mirando". Bueno, sobran comentarios de lo que Pepe entendía por ser y por salir de cabo. Pepe bebió de la fuente de los cabos que crearon el estilo característico de los Estudiantes, que no fueron ni más ni menos que Chimo Pérez y Pepe Ruiz. Ese estilo consistente en un verticalismo puro y mayestático, paso largo decidido cuando procede, arrogancia sin altivez y pocas concesiones al lucimiento personal. Tuve la oportunidad de desfilar algunos años con Pepe, y verdaderamente, la Fiesta, era una fiesta, su alegría la transmitía a todas las escuadras que llevaba, su simpatía contagiaba y traspasaba los límites, pero también hay que reconocer que eran otros tiempos, que éramos menos, que estaba prohibido prohibir, que la Junta no era una un censor severo y que respetando lo respetable, salíamos sin las presiones de hoy día, llegábamos a los Salesianos de día y todos nos conocíamos. Además, los cabos no se tenían que ver, el día 5, con el "morlaco" de los 12X12. ¿Nostalgia? Tal vez; pero repito. Pepe Campos, fue, mientras salió, un cabo entrañable y sigue siendo un Estudiante de excepción. Gracias, Pepe, por la amistad con que nos regalastes y por las lecciones de Villenerismo y de Comparsa que nos distes allá en Cataluña. Ángel Navarro Yagüe Socio n." 65