PSICOANÁLISIS ¿QUÉ HACE UN PSICOANALISTA?

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PSICOANÁLISIS
¿QUÉ HACE UN PSICOANALISTA?
El Psicoanalista utiliza como método de cura el psicoanálisis, que consiste en la
investigación del inconsciente.
Este método, descubierto por Freud, se basa en la asociación libre, y se utiliza para la
curación de los trastornos psicológicos o emocionales que se manifiestan en forma de:
fobias, histerias, obsesiones, inhibiciones, depresiones, angustia, etc.
El Psicoanalista con su técnica, ayuda al paciente a traer a la conciencia lo reprimido,
lo que permanece olvidado en el inconsciente.
Seguramente muchos se preguntarán ¿Por qué hay que recordar lo reprimido si es
desagradable o doloroso?, ¿no sería mejor seguir olvidándolo para no sufrir?.
Cuando un suceso de la infancia ha sido penoso o desagradable, cae en el
inconsciente, es decir, en el olvido y ahí queda retenido por la censura, es decir como
encerrado en un sótano. Estos recuerdos, ocultados en el salón de la censura, no por
ello se han vuelto impotentes, sino que siguen insistiendo, manifestándose en forma
de síntomas físicos, psíquicos o con comportamientos anómalos: ludopatías,
adicciones, etc.
Las situaciones penosas vividas en el pasado y que quedan reprimidas en el
inconsciente proporcionan en el presente continuos conflictos que se repiten
constantemente en uno mismo o en los propios hijos formándose una cadena.
Cuando el psicoanalista enseña al paciente la intervención de las motivaciones
inconscientes que guía la mayoría de sus actos, lo hace de forma similar a como el
químico de la sal, la cual al combinarse con otros elementos resulta irreconocible.
La finalidad del psicoanálisis consiste en la recuperación de las facultades de obrar y
gozar de la existencia.
La cura psicoanalítica requiere diván para que el paciente pueda asociar más
libremente. La regla básica para que el psicoanalista se lleve a cabo es que el paciente
diga todo lo que se le ocurra, todo lo que le pase por la cabeza aún cuando parezca sin
importancia o desagradable, que pueda hablar de cosas presentes, pasadas, sueños,
fantasías, anécdotas. etc.
Todo lo que el paciente diga es importante para el psicoanalista, que mantiene una
escucha del inconsciente, es decir una atención flotante, y cuando lo cree conveniente
o al final de la sesión, el psicoanalista interpreta, es decir, le comunica al paciente lo
que es desconocido para él pero que él mismo ha transmitido en forma de lapsus,
sueños, fantasías, etc. Es decir: su inconsciente. Con ello, el paciente, se libera del
peso que lo frustra.
Entre el psicoanalista y su paciente se origina un tipo de relación basado en la
transferencia, por la cual el paciente revive con su psicoanalista las emociones
traumáticas de la infancia y que siguen manifestando en el presente en forma
enmascarada.
Debemos a Freud la ampliación del concepto de sexualidad que estaba antes limitado a
lo genital, abarcando a partir de sus descubrimientos el campo de las emociones y los
afectos.
Para que el psicoanálisis pueda llevarse a cabo, es necesario no sólo que el paciente
quiera curase sino que quiera saber, el por qué de su sufrimiento.
El psicoanalista para autorizarse como tal tiene que haber hecho él también la
experiencia de su propio inconsciente, es decir, haber pasado también por un
psicoanálisis.
Es el mundo de las palabras
el que crea el mundo de las cosas”.
-Jaques Lacan
El estrés se ha conceptualizado desde los años 60 como una experiencia cuya
exigencia es excesiva con relación a los recursos de la persona.
¿Qué es el estrés?
-
Es una sobrecarga contra el cuerpo y la combinación de algunos síntomas
como angustia, ansiedad y somatización de presiones psicológicas.
- Existe un tipo de estrés que todos experimentamos, el cual pone en alerta
todos nuestros sentidos para actuar, entender y decidir sobre ciertas situaciones.
- También existe una variante del estrés a la cual se le llama distrés, que es una
experiencia no placentera, angustiante y en ocasiones paralizante.
El estrés en niveles elevados no permite el buen funcionamiento del ser humano y
obstruye la capacidad de gozo.
Por desgracia, el mundo acelerado y consumista en el que vivimos dicta en
términos generales que se necesitan medicamentos para tratar todas las
patologías -en este caso incluyendo el estrés-, de tal manera que se dejan de lado
otras formas de combatirlo, como la reflexión.
A menudo el estrés se hace sentir de manera física, sin embargo, hay que
destacar que no es una enfermedad o una condición permanente, aunque para
quien lo experimenta ¡es muy real! y puede hacer que su vida sea bastante difícil.
El estrés, en niveles que no permiten un buen funcionamiento y obturan la
capacidad de gozar, es un síntoma que alberga una significación aprendida e
inconsciente.
Cuando aparecen nuevos criterios diagnósticos y enfermedades mentales, el
sujeto se ve forzado a entender sus síntomas con ese nombre (en ocasiones
patológico) para darle un sentido, poder lidiar con él aunque tenga el costo de una
enfermedad y una idea de estar enfermo. El mundo de hoy, exprés y consumista,
dicta en términos generales que se necesitan medicamentos eligiendo el camino
fácil y omitiendo la reflexión y la construcción de las propias herramientas
subjetivas.
Al encontrar un nombre que viene del otro que le da sentido a su experiencia, el
sujeto tiene la ganancia de no sentirse implicado en su síntoma, en la
contradicción interna, resultando en lo que le estresa y por lo tanto no asume una
responsabilidad hacia el mismo.
De esta manera, ese sin sentido -que incluso abunda entre la familia pudiendo
cubrir algo doloroso- ya tiene un nombre y se puede seguir viviendo un ambiente
estresante o angustiante con un sentido aceptable y comprensible para la
mayoría.
¿Dónde queda entonces la palabra?
En ausencia de palabra hay señales en el cuerpo a manera de síntomas o de
dificultades para enfrentar los retos de la vida. Para el psicoanálisis lo llamado
patológico no es un estado de enfermedad ni que perdurará para siempre, si no
una forma de desplazar el sinsentido al cuerpo, adquiriendo entonces una
significación tolerable para el sujeto.
Una categoría diagnostica que omite la singularidad y un medicamento que
promete soluciones.
Y la comprensión del propio deseo, ¿en qué lugar queda? Pero, ¿es el otro el
dueño de mi verdad? Entonces: ¿es posible que una misma gama de
medicamentos curen las diferentes formas de subjetivización?
El psicoanálisis es el arte de lo individual, por lo que los medicamentos quitarán
los síntomas tan conocidos por todos como estrés. Aunque el reflexionar y analizar
las situaciones va más allá de un síntoma: va hacia un lugar donde el sujeto pueda
de-construir sus significantes o las ideas que no le permiten ser feliz, y por lo tanto
re construir unas nuevas y favorables para sí mismo y, como consecuencia, para
los que le rodean.
El estrés en la familia es una presión disruptiva o que modifica el sistema familiar.
El estrés en la familia reduce la armonía y los recursos en tanto solución de
problemas colectivos.
Un evento estresante interactúa con los recursos familiares.
Un grupo de gente, en este caso la familia, no puede experimentar el estrés de la
misma manera que un individuo. Existen diferencias cualitativas que requieren
diferentes niveles de análisis y diferentes estrategias de intervención.
Bajo la idea de que las palabras construyen la realidad del sujeto, es posible que
éste sea capaz de construirse sus propias significaciones y por lo tanto tener más
herramientas para enfrentar los acontecimientos estresantes, utilizándolas en
virtud del poder desear y gozar.
Es la inexistencia de sentido, el no-análisis en el sujeto, lo que da paso no sólo a
las prescripciones farmacológicas actuales sin mesura sino también a las
conductas y padecimientos ligadas al sufrimiento psíquico.
Podemos decir, entonces, que un cierto grado de estrés nos permite enfrentar
situaciones nuevas, crear, solucionar problemas, incidir en la situación
favorablemente; por el contrario, el distrés lleva al sujeto a situaciones donde los
mecanismos de defensa psíquicos y adaptativos entran en juego. Uno de los
mecanismos de defensa psíquicos es la representación en el cuerpo de lo que no
puede ser entendido, las llamadas enfermedades psicosomáticas.
A los trastornos psicosomáticos, más allá de considerarlos como
enfermedades, son mecanismos de adaptación erráticos que pese al
sufrimiento son situaciones más llevaderas para el sujeto.
El estrés no necesariamente deriva de una situación traumática, sino de un
cúmulo de situaciones donde el sujeto se queda sin sentido, cuyos efectos recaen
sobre el aparato psíquico y sobre el cuerpo.
Cuando no hay dique (aunque sean muchas las construcciones eficaces en
análisis), el peso de lo traumático es aplastante e inversamente proporcional a la
debilidad del ser humano. Lo que queda sin “ligadura” desvanece al sujeto.
Terreno más que fértil para la manipulación de la memoria por aquellos
representantes de la ciencia que buscan lograr la mitigación o la eliminación de lo
traumático.
Ahí es donde el psicoanálisis, ocupado de la subjetividad, permite descubrir esos
sentidos y efectos particulares de lo que se padece, y no solamente el “cómo me
quito esto que me molesta”. Lo que queda claro es que en el caso del estrés el
problema de su tratamiento no consiste en cuál es el mejor medicamento que se
debe tomar, qué debo comer, qué debo ingerir, qué comprar o qué hacer para
des-estresarse, sino dejar de hacer… hacer nada.
La familia se funda en el terreno del amor y en el deseo causado por una falta; es
el lugar de contención de los hijos y de transmisión de ideales y de la ley que
normativiza. Los padres son el lugar de amparo y alojamiento del niño, que hará
un sujeto responsable de su división subjetiva si dicho alojamiento está facilitado
desde el inicio.
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