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SANABRIA ROSAS SUSANA
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TIC II
COMPRAS COMPULSIVAS
El ansia por comprar puede jugar malas pasadas. Lo que empieza siendo un
placer pasa a ser una auténtica pesadilla para la persona cuando se convierte en
adicción y la lleva a endeudarse. Las compras compulsivas conllevan una
adquisición en demasía de cosas innecesarias, con un empleo excesivo de
tiempo, dinero o energía en la compra, y ello tiene con frecuencia repercusiones
económicas, familiares o legales. Para conseguir paliar sus devastadoras
consecuencias, se impone en primer lugar un cambio de hábitos y, en muchas
ocasiones, serán precisas medidas psicológicas o farmacológicas.
El trastorno de compras compulsivas o impulsivas, también denominado trastorno
de adquisición anormal, consiste en un impulso irresistible de adquirir de forma
repetida objetos innecesarios, incluso a elevado precio, y no es un fenómeno
exclusivo de fechas como en Navidad o en época de rebajas, en las que la
insistencia de la publicidad comercial y la tradición consumista podrían explicar un
cierto aumento de los gastos. Es una verdadera adicción psicológica en toda regla
que, si bien en su máxima expresión afecta a poca gente, es más común de lo que
pudiera pensarse. Es la consecuencia de un acto irreprimible y poco consciente
del que después uno se arrepiente, porque se compran cosas poco útiles o se
gasta más de lo que se puede.
Las conductas adictivas se caracterizan por la capacidad que tienen para producir
gratificación inmediata o alivio de algún malestar. Las adicciones se inician como
conductas placenteras pero, posteriormente, en un plazo variable para cada una
de ellas, esclavizan al sujeto, que se siente obligado a repetirlas, a pesar del
malestar que le están ocasionando, pudiendo crear situaciones conflictivas:
endeudamiento, ruptura del equilibrio personal y familiar, crisis de pánico... Si la
persona queda atrapada en esta conducta repetitiva, termina por crearse una
auténtica adicción. Se habla de adicción cuando la conducta adictiva implica en
tan gran medida al sujeto que le conduce a una dependencia. La persona reduce
progresivamente su campo de intereses y sus obligaciones, de manera que la
conducta adictiva termina por acaparar su vida. Es una relación negativa, incluso
destructiva, que el sujeto se muestra incapaz de controlar.
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EPIDEMIOLOGÍA:
Según el Informe europeo sobre adicción al consumo, una tercera parte de los
ciudadanos de la UE tiene serios problemas de autocontrol y se estima que la
compra compulsiva tiene una prevalencia de un 1,1% a un 5,9% de la población
general. Es bastante más frecuente en mujeres (80%). Los jóvenes tienen más
riesgo de desarrollar esta conducta. Los jóvenes consumistas gustan de frecuentar
los centros comerciales y sienten el deseo permanente de ir de compras y adquirir
cosas nuevas. Además, en los jóvenes, se añade una mayor vulnerabilidad ante
los mensajes publicitarios, en una etapa vital muy cambiante y marcada por la
inestabilidad personal. Los adictos a la compra reconocen ver televisión en una
proporción que duplica a la de la población no afectada por la compra compulsiva.
De esta manera, el trastorno suele iniciarse alrededor de los dieciocho años; no
obstante, los afectados no buscan tratamiento hasta la tercera o cuarta década de
la vida, y generalmente lo hacen porque han llegado a tener graves problemas
financieros. En los peores casos, comporta complicaciones legales debido a las
enormes deudas contraídas. Los compradores compulsivos suelen comprar a
crédito y tener varias tarjetas de crédito. En la mayor parte de los casos los
objetos adquiridos mediante la compra patológica son destinados a regalos,
colecciones o a la basura, precisamente por su carácter caprichoso, momentáneo
e innecesario. El curso del trastorno suele ser crónico en alrededor de un 60% de
los casos, y el ansia de comprar puede tener una frecuencia que va desde una vez
por hora hasta apenas una vez por mes. Los afectados suelen intentar
infructuosamente limitar su conducta.
CAUSAS:
Aunque en nuestra sociedad actual comprar por el placer de comprar es algo
habitual, se desconoce la causa del trastorno. Según teorías psicológicas, están
involucradas la baja autoestima, la ansiedad y la necesidad de disminuir el estrés.
Como factor influyente se ha descrito, además, junto con una personalidad
alterada con rasgos de impulsividad e inmadurez, la presencia constante en la
sociedad actual de valores que incitan al consumo. Se puede asociar con otros
trastornos del control de los impulsos trastornos del estado de ánimo, trastornos
de la conducta alimentaria como el trastorno por atracón y la bulimia nerviosa, y
trastornos obsesivo-compulsivos. No debe confundirse un trastorno de compras
compulsivas con el exceso de compras inapropiadas que puede presentarse en un
afectado de trastorno bipolar en el curso de una fase maníaca.
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MANIFESTACIONES CLÍNICAS:
La persona siente un deseo irrefrenable de comprar, acompañado de una gran
tensión interna, que sólo se alivia con la adquisición de objetos, en la mayoría de
los casos innecesarios e incluso repetitivos. Esta tensión puede llegar a durar de
una a dos horas. Después de la compra se alivia inmediatamente la tensión, y con
ello surge un pasajero sentimiento de bienestar, seguido después de complejos de
culpa y de gran frustración y enfado al considerar lo inútil de la compra y la
vergüenza por no haber sido capaz de contenerse. Muchos compradores
compulsivos esconden su compra o mienten acerca de ello para evitar más
conflictos con su familia. A medida que progresa el trastorno, suele deteriorarse
más la relación con el entorno familiar y laboral, y se van añadiendo problemas
económicos que pueden llegar a ser graves. Se trata de un problema cada vez
más preocupante en una sociedad consumista como la nuestra, en la que el tener
y el aparentar ocupan un lugar muy elevado en la escala de valores personales.
Como el resto de las adicciones psicológicas, se caracteriza porque la conductaproblema interfiere de forma negativa en la vida del afectado, llegando a
convertirse en una verdadera obsesión el hecho de comprar.
LA PERSONA SE HALLA EN SITUACIÓN DE ALARMA:
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Si se siente triste, deprimida o enojada y lo único que la calma es ir de
compras;
Si compra con frecuencia cosas poco útiles, que después se arrepiente de
haber adquirido;
Si tiene la casa llena de artículos que no ha usado y que resultan
inservibles;
Si se precipita a la hora de comprar, porque no puede controlar sus
impulsos;
Si del entorno familiar y de amigos le llegan mensajes críticos con su
desmedida afición a comprar;
Si, aun a pesar de haber comprado muchas cosas o haber realizado un
gran gasto, se siente insatisfecha cuando reflexiona en casa sobre los
objetos adquiridos;
Si ve que se le va el dinero sin que se dé cuenta, y a menudo está irritada
por haber gastado el dinero tontamente;
Si, cuando ve algo que le gusta, no para hasta comprarlo;
Si adquiere productos "milagro" que intuye o sabe inútiles;
Si, cuando recibe el extracto de la tarjeta de crédito, le sorprende la
cantidad e importe de las compras que ha hecho;
Si el tiempo libre lo dedica preferentemente a visitar los centros comerciales
o a ir de escaparate en escaparate.
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ABORDAJE Y TRATAMIENTO:
Además del control de los propios impulsos y de buscar conductas alternativas,
hay otras medidas cuya puesta en práctica puede reducir el uso de la tarjeta de
crédito. Constituye una ayuda, por ejemplo, la elaboración de un presupuesto
previo en el que se limite el gasto que se puede realizar sin poner en peligro la
economía doméstica o distinguir, entre las compras, las que están justificadas y
las que no lo están.
Además, al ir de compras conviene llevar una lista de los artículos que se quieren
adquirir y se recomienda evitar comprar en momentos de euforia o desánimo, ya
que determinadas situaciones psicológicas favorecen la compra irracional.
También es importante ser consciente de que la reducción en el precio de algunos
productos no conlleva la reducción en el precio de todos; por tanto, no hay que
dejarse llevar por las tentaciones, hay que controlar lo que se gasta, y no sentir
vergüenza por salir sin comprar nada.
Conviene evitar las compras de última hora, cuando los precios están más caros y
las aglomeraciones hacen que se hagan las compras de forma rápida y
descuidada. Se debe recurrir al transporte público en lugar del vehículo privado,
no siempre es fácil aparcar, y aprovechar las rebajas para comprar lo que no sea
estrictamente necesario y saber con certeza qué es lo que se quiere.
La mayoría de las veces se debe simplemente a hábitos que han sido aprendidos,
y que también se pueden aprender a modificar para poder vivir de una manera que
permita gastar el dinero de una forma sensata. Así se disfrutará más y mejor con
las compras realizadas.
Las posibilidades de tratamiento y prevención son diversas y todas pasan por la
identificación del problema, la consideración correcta del mismo (es un trastorno
psicológico, no un vicio) y la remisión a los dispositivos especializados. Los
métodos terapéuticos siempre deben combinarse.
ÉSTOS INCLUYEN:
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MEDIDAS PSICOLÓGICAS;
MEDIDAS FARMACOLÓGICAS;
CAMBIOS O ADAPTACIONES SOCIALES.
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El tratamiento de la compra compulsiva es difícil. La terapia de apoyo, la terapia
introspectiva y los grupos de autoayuda son beneficiosos para algunos afectados.
La terapia farmacológica incluye antidepresivos, antimaníacos, ansiolíticos y
antipsicóticos para tratar la patología asociada que, como hemos comentado, es
frecuente en estos casos. Además del tratamiento específico de la posible
sintomatología acompañante, el trastorno por compras impulsivas no difiere en su
abordaje del resto de los trastornos de la impulsividad, por lo que los mejores
resultados, también en este caso, se obtienen con la combinación de la
medicación antidepresiva serotoninérgica (inhibidores selectivos de la captación
de serotonina) para limitar la conducta compulsiva, con la psicoterapia cognitivoconductual.
Un procedimiento que se utiliza para algunos casos es la llamada “terapia de
inundación”, que se realiza en las terapias de grupo con personas que tienen una
gran adicción a pasar largas horas en los centros comerciales. Consiste en una
exposición intensa y prolongada ante los estímulos, impidiendo la respuesta que
se quiere evitar (en este caso, las compras compulsivas): El grupo permanece
todo un día paseando por las distintas plantas de unos grandes almacenes sin
comprar nada. Al cabo de unas horas, nace un deseo de salir del centro y una
reacción de rechazo que evita cualquier deseo de volver a entrar en el mismo.
Esta estrategia de inundación se aplica siempre con un asesoramiento psicológico
adecuado.
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