XIX (19) - Teatro Destellos

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TEATRO DESTELLOS
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Eduardo Fernández Fournier
XIX (19)
SIGLO XIX: El Siglo XIX, con su larga serie de cuarteladas, levantamientos, pronunciamientos,
insurrecciones; con su continuo tejer y destejer constitucional…
Valentín Silva Melero
19 de marzo de 1812: Las Cortes de Cádiz aprueban el texto de la Constitución
Año 1819: Fernando VII inaugura el Museo del Prado. Se pone a punto el movimiento civil y
militar que llevará a Rafael del Riego a proclamar la Constitución de 1812 en Cabezas
de San Juan.
Los personajes de esta obra son (Por orden de aparición):
Presidente.
Raymond de Sèze. Abogado que defendió a Luis XVI, con poco éxito.
Fernando VII. Rey de España.
Napoleón Bonaparte. El mismísimo.
Juan de Escoiquiz. Canónigo, preceptor de Fernando VII, después Consejero de Estado de este
rey.
Charles Maurice de Talleyrand-Périgord. Obispo, ministro de Napoleón.
Cortesano.
Antonio Alcalá Galiano. Político liberal español de la época de Fernando VII.
Álvaro Flórez Estrada. Político liberal español de la época de Fernando VII. Fue nombrado por
éste primer ministro, pero no llegó a tomar posesión.
José María Torrijos. General y Político liberal español de la época de Fernando VII. Fue fusilado
por orden de este rey.
Un ministro del gobierno San Miguel-Vadillo.
Lo que se recoge en las páginas siguientes, es el texto para un espectáculo teatral. Los directores de
teatro son los que, de verdad, deciden cómo deben moverse y presentarse los personajes. Yo, a
continuación, expongo cómo me lo he imaginado, yo. En el escenario, hay una parte más elevada, a
la que nos referiremos en el texto como Parte alta del escenario.
Los actores visten trajes ajustados, de las siguientes características:
Napoleón: parte superior, azul oscuro; piernas, blanco, botines militares, negros.
Talleyrand: Conjunto con encajes y floripondios. Podría llevar una máscara. (Ver imagen)
Fernando VII: Viste con los colores de la Orden de Carlos III, azul claro y plata.
Escoiquiz: de negro (es un clérigo) con un filo blanco en el cuello, y colgando de los hombros, la banda
y la Gran Cruz de la Orden de Carlos III
Alcalá Galiano: Morado, que es color de Caballeros Comuneros.
Flórez Estrada, José María Torrijos y Presidente: Morado, misma razón.
Ministro del Gobierno San Miguel-Vadillo: De negro, con un adorno masónico, como el de una de las
páginas siguientes
Raymond de Sèze: Como un abogado francés del Siglo XIX. (Ver lámina)
Cortesano: Con un traje apropiado. (Ver lámina)
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TALLEYRAND
ABOGADO
CORTESANOS
MINISTRO
TALLEYRAND
A los espectadores, al mimo tiempo que las entradas y el programa, se les entregan dos tarjeta de
votación.
En una de ellas, de color gris, se lee:
Como representante de la Nación Española;
Visto el procedimiento seguido contra Fernando VII por el delito de haber sido traidor,
felón contra el pueblo español. Emito el presente voto, por el que declaro a Fernando VII,
en cuanto al delito de felonía que se le imputa:
NO CULPABLE
Se procederá a la inmediata puesta en libertad del acusado, que podrá continuar
paseándose por los salones del Museo del Prado, que él abrió para todos los españoles, y
seguirá sometido a la sana crítica de los historiadores.
En la otra, enmarcada en negro, se lee:
Como representante de la Nación Española;
Visto el procedimiento seguido contra Fernando VII por el delito de haber sido traidor y
felón contra el pueblo español. Emito el presente voto, por el que declaro a Fernando VII,
en cuanto al delito de felonía que se le imputa:
CULPABLE
Se procederá a cumplir esta sentencia encargando, a un grafitero un cuadro que
represente a Fernando VII ahorcado. Este cuadro se colgará en el Museo del Prado junto a
alguno de los retratos que, de él pintó Goya.
Reparto:
Presidente.
Raymond de Sèze.
Fernando VII.
Napoleón.
Escoiquiz.
Talleyrand.
Cortesano.
Alcalá Galiano.
Flórez Estrada.
General Torrijos.
Un ministro
Juan Carlos Hernanz.
Javier García.
Pablo Cabrera.
Jorge Mayor.
Emmanuel Cea.
Nicolás Sirito.
Fernando Salvá.
Nicolás Sirito.
Emmanuel Cea.
Fernando Salva.
Jorge Mayor.
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ACTO I
Entran los personajes: Fernando VII, Escoiquiz, Napoleón Bonaparte, Talleyrand, Raymond de Seze y
el Cortesano. Se distribuyen por la Escena. Entra el Presidente.
Presidente: (Se dirige a los personajes mientras se coloca en el atril de la acusación) Señorías
ocupen sus asientos, ocupen sus asientos señorías… (Se dirige al público) Señorías, están
reunidos aquí, como representantes de la Nación Española, para juzgar al ciudadano
Don Fernando de Borbón, también conocido como Fernando VII… Para este juicio,
hemos tomado como modelo el formato del proceso a Luis XVI, Rey de Francia. Luis
XVI fue juzgado y declarado culpable por la Asamblea Nacional Francesa, y condenado
a morir en la guillotina. Muchos historiadores han condenado ya a Fernando VII,
dándole el sobrenombre de EL REY FELON. Ahora, es la nación española, representada
por vuestras señorías, quien va a juzgarle. Juzgamos a Don Fernando por traidor al
pueblo español, o sea, por felón. Hemos tenido un problema, no podíamos encontrar
un defensor para Fernando VII. Tuvimos que oír cosas como: “Ese hijo de puta merece
que lo ahorquen”. Por fin hemos encontrado un buen y competente abogado, un
francés versado en este tipo de procesos. Se trata, ni más ni menos, de… ( Eleva el tono
como quien da una gran noticia) ¡Maître Raymond de Sèze! (Se detiene, expectante, como
aguardando una reacción del público, que no se produce, evidentemente) En fin, él les
explicará quién es, y comprenderán por qué creemos que es una buena noticia.
Hace un gesto de presentación, y entra, Maître Raymond de Sèze.
Raymond de Sèze: Señorías… Tengo cuarenta y cuatro años, es la edad que tenía cuando
acepté la defensa de un tío de Don Fernando cuyo nombre seguro que es conocido por
todos ustedes. Soy uno de los tres abogados que defendimos a Luis XVI de Francia,
cuando fue juzgado por la Convención. No pudimos evitar que le cortaran la cabeza en
la guillotina. Espero que el resultado de este juicio sea más favorable para Fernando VII
que en el caso de Luis XVI. Vuestras señorías tendrán libertad para apreciar que
Fernando VII no ha cometido el delito del que se le acusa.
Presidente: ¡Sr. de Sèze! Mal empezamos si prejuzgáis, al comienzo de las actuaciones, la
culpabilidad o no culpabilidad del acusado.
Raymond de Sèze: No prejuzgo tal cosa, sino quiero poner énfasis en la libertad de esta ilustre
asamblea-tribunal. Vuestras señorías (Se dirige al público) van a actuar con libertad
como jueces, nadie va a intentar imponerles que absuelvan o condenen a Don
Fernando de Borbón. Diferente es el caso de Luis XVI. Todos los miembros de la
Convención sabían cómo había que votar, porque si no… (Realiza un gesto que indica
muerte) Yo mismo, tras mi defensa de Luis XVI, fui enviado a prisión. Tras la caída de
Robespierre, fui liberado, y conseguí esconderme hasta que acabó aquello. Tuve mejor
suerte que otro de los defensores de Luis XVI, el Sr. de Malesherbes, que fue
guillotinado. Aquí, la votación va a ser anónima, nadie va a saber lo que han votado
vuestras señorías. Y si no quieren votar, nadie va a saber que se han abstenido. En el
caso de Luis XVI, la votación fue nominal. En cuanto a mí, nadie va a llevarme a prisión
por defender a Fernando VII. Sólo van a decir que soy un facha, por defender a
Fernando VII. (Se encoge de hombros)
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Presidente: Sr. de Sèze… Está muy claro que el proceso que iniciamos aquí supera, en cuanto
a objetividad, al proceso a Luis XVI. Le ruego siga con su discurso sin dejarse llevar por
derroteros demagógicos.
Raymond de Sèze: (Continúa su discurso) Segunda razón: En el proceso de Luis XVI, no se nos
permitió, a la Defensa, traer Testigos. La Acusación no los necesitaba, porque la
Convención, además de actuar como Acusación y como Juez, créanlo o no, también
actuaba como testigo. Frente a lo que afirmaba la Acusación, no era posible presentar
ningún testimonio en contra. Y, claro que se podría haber llamado a testigos. Un solo
Ejemplo: Por la acusación de haber ordenado a su guardia, atacar al pueblo francés, se
podría haber llamado al comandante de la Guardia del Rey. Pero había sido asesinado.
La verdad es que no quedaba vivo ni uno solo de los testigos que podríamos haber
llamado. Aquí, sí nos permiten llamar a testigos. Y haremos uso, en su momento, de
esta potestad. (Saluda al Público con una inclinación y se retira).
Presidente: Comienza el juicio. Llamamos al acusado, ¡Ciudadano Don Fernando de Borbón!
(Entra, Fernando VII) Ciudadano Don Fernando de Borbón… Esta Asamblea (señala al
público con un gesto) aquí reunida, en nombre de la Nación Española, va a juzgaros.
Puede sentarse. (Fernando VII se sienta en el banquillo de los acusados) Ciudadano… La
Nación Española va a acusarle de haber sido felón, traicionando por dos veces su pacto
con la nación española.
Raymond de Sèze: Señoría, con la venia… Sería conveniente explicar a los miembros de la
Asamblea en qué consiste el delito de felonía.
Presidente: Proceda, Vuestra Señoría.
Raymond de Sèze: Felón es un término tomado del Derecho Medieval. La relación entre señor
y vasallo se basaba en un pacto, el pacto de homenaje o de vasallaje. Si el Vasallo
rompía el pacto, o si era, el Señor, quien lo rompía, cometía una felonía, y eran
felones. Para la Acusación, la Constitución de 1812 era el pacto entre el Señor,
Fernando VII, y el vasallo, la Nación Española. Su razonamiento es que, al abrogar
unilateralmente la Constitución, Fernando VII traicionó su pacto con la Nación
Española, y fue felón. (Mira al Presidente)
Presidente: ¿Ha terminado vuestra Señoría?
Raymond de Sèze: Sí, he terminado.
Presidente: También se le acusa de que, durante los seis años de su prisión en Francia, dirigió,
al tirano Bonaparte, cartas vergonzosas, en las que traicionaba a su pueblo… También
se le acusa de haber ordenado un levantamiento de la Guardia Real contra el Gobierno
Constitucional... También se le acusa de que, para acabar con el régimen
constitucional, pidió a un ejército extranjero, el odiado ejército francés, que invadiera
España, lo que fue un acto de suprema traición… También se le acusa de actuar como
un déspota homicida, que hizo morir en la horca, en el garrote vil y ante el pelotón de
ejecución a multitud de patriotas.
Raymond de Sèze: Con la venia, Señoría… Ni hemos traído pruebas para la defensa en estos
hechos de “despotismo homicida”, ni pueden tipificarse como delitos de felonía. Sólo
la felonía va a ser objeto del presente procedimiento.
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Presidente: ¿Habrá, pues, que hacer otro juicio por estos hechos?
Raymond de Sèze: Si se incoa otro juicio, prepararemos la defensa.
Presidente: Ciudadano Don Fernando de Borbón… Póngase en pie para escuchar una lectura
detallada de cada cargo, y podrá declararse culpable o no culpable. (Fernando VII se
pone en pie. El Presidente lee el documento de acusación) La Nación Española le acusa de
haber sido felón, traicionando el pacto con sus súbditos cuando declaró, el día 13 de
mayo de 1814, nula y sin ningún valor y efecto la Constitución de 1812, redactada por
las Cortes de Cádiz. ¿Se declara culpable o no culpable?
Fernando VII: Me declaro No culpable.
Presidente: Los hechos son contundentes ¿Qué puede decir en su descargo?
Fernando VII: Primero: Esa Constitución, en la fecha a la que os referís no había sido inspirada
ni promulgada ni aceptada por mí. Mal puede decirse que aquella constitución era un
pacto mío con los españoles. Segundo: Los diputados que formaban aquellas Cortes no
representaban a la nación española.
Presidente: Así que fueron elegidos, pero no representaban a los españoles. A ver, explíquelo.
Fernando VII: Una buena parte de España estaba ocupada por los franceses. En aquellos
lugares donde no se podía celebrar elecciones, se designó a dedo, sin ser elegidos, a
refugiados residentes en Cádiz, procedentes de los territorios a representar.
Pertenecían a una minoría de las clases altas, no al pueblo de agricultores y
menestrales… La inmensa mayoría de la población de España eran agricultores y
menestrales. Ni un solo agricultor, ni un solo menestral se sentaba como diputado en
aquellas Cortes… Ni una sola mujer se sentaba como diputado en aquellas Cortes. Ni
pudieron, las mujeres, votar para elegir a los diputados.
Presidente: (Al Público) El acusado intenta desacreditar a las Cortes de Cádiz. Los políticos de
las Cortes de Cádiz eran hombres de su tiempo, y la participación de la mujer en la
política, aún tardaría muchos años en lograrse. Incluso, durante la Revolución francesa,
se prohibieron los clubes y sociedades populares femeninas. Incluso en la Francia de la
revolución se prohibió, la participación política de las mujeres.
Raymond de Sèze: Con la venia, señoría… Pido licencia para mostrar mi acuerdo con estas
últimas palabras de vuestra señoría. Claro que los políticos de las Cortes de Cádiz eran
hombres de su tiempo, y actuaron con las limitaciones propias de los hombres de su
tiempo. Y, sin duda, también el acusado, Fernando VII, era un hombre de su tiempo, y
actuó conforme a los limitados esquemas de los monarcas de su tiempo.
Presidente: Ya me extrañaba a mí que vuestra señoría fuera a aceptar, sin más, unas ideas a
favor de los políticos liberales de las Cortes de Cádiz.
Raymond de Sèze: Las he aceptado. Y cumplo con mi deber de defender a mi cliente. Y si
vuestra señoría permite a mi cliente continuar con su exposición… (Se vuelve hacia
Fernando VII, invitándole con un gesto)
Fernando VII: Me reitero en declararme no culpable. La Constitución de 1812 había sido
firmada por 189 diputados. Sí, pero otros 69 diputados, ¿La tercera parte?, me
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dirigieron el célebre manifiesto de los persas, pidiéndome que no jurase ni aplicase la
Constitución.
Raymond de Sèze: ¿Por qué, aquel considerable número de diputados os pedía que no
aprobarais la Constitución?
Fernando VII: El manifiesto de los Persas era un documento muy largo. En él mostraban que
la constitución hacía tabla rasa con las normas fundamentales del Reino, hasta
entonces. Que, en su aplicación, estaban más protegidos los bandoleros que las
personas decentes. Que era imposible, aplicándola, que funcionase la justicia criminal.
(Pausa) Y muchas más cosas… El ejército, mandado por el General Elío, me pidió que
recuperase mi trono y mi autoridad. Aquella constitución no fue fruto del acuerdo, del
consenso. Fue un cuchillo que cortaba en dos pedazos el pueblo español, y de aquel
corte, salían amargamente enfrentados entre sí aquellos dos pedazos.
Presidente: Aquellas Cortes, fueron convocadas bajo su autoridad.
Fernando VII: Pero no para redactar una constitución.
Presidente: Claro que el acusado no inspiró ni encargó a Las Cortes que se redactara la
Constitución… ¡Lo que hizo, fue pisotearla! Hizo inútil aquel esfuerzo de redactar, en la
Cádiz asediada por los franceses, un texto que daba, por primera vez, al pueblo
español, una constitución. Hizo inútil la lucha de todo el pueblo español contra
Napoleón.
Fernando VII: ¡Eso sí que no! No fueron las Cortes las únicas que resistieron a los franceses…
¿Que no aceptando la Constitución hice inútil la lucha del pueblo español? ¡Eso sí que
no! El pueblo español luchó contra los franceses al grito de ¡Viva Fernando VII!, no al
grito de ¡Viva la Constitución! La lucha contra los franceses empezó 4 años antes de
que existiera la Constitución, y, lo que el pueblo español pedía era mi regreso al trono,
o sea, que España estuviera gobernada por mí, de acuerdo con la historia, no que se
escribiera una constitución, que hacía tabla rasa con la Historia.
Presidente: La guerra contra los franceses, se la conoce como “La guerra de independencia”.
No luchaban por vos, sino por la independencia de España.
Fernando VII: ¿Qué los españoles no luchaban por mí ni por lo que yo representaba? Diez
años después de la Guerra de Independencia, otro ejército francés, el llamado “Los
cien mil hijos de San Luis”, volvió a entrar en España, esta vez para devolverme mi
libertad y mi autoridad, ¿Qué hizo el pueblo llano español? ¿Gritó otra vez “mueran los
franceses”, y se puso en armas para echarlos de España y defender la independencia?
No, los recibió en triunfo, gritando una vez más “Viva Fernando VII”.
Raymond de Sèze: ¿Quiere explicar a sus señorías (Señala al público) A qué atribuye ese cambio
de actitud del pueblo español?
Fernando VII: Ya lo he dicho. El pueblo español estaba a mi favor, a favor de su Rey Fernando
VII, que representaba su alma y su historia.
Presidente: ¡Qué vergüenza!... Mientras las Cortes sufrían el asedio francés en Cádiz,
mientras los españoles morían por vos, vos estabais en Francia intentando negociar
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con el tirano Napoleón vuestro matrimonio con una de sus sobrinas. Con una de las
sobrinas de aquel verdugo de España… ¡Qué vergüenza!
Raymond de Sèze: Sr. Presidente… Acerca de estos proyectos matrimoniales de Don
Fernando, pido autorización para llamar al primer testigo de la defensa.
Presidente: Proceda, Vuestra Señoría.
Raymond de Sèze: Llamo, en primer lugar, a Napoleón Bonaparte.
Se ilumina la parte alta del escenario. Napoleón, de perfil, mira a lo lejos, con un catalejo. Lleva su
característico gorro militar bicornio.
Napoleón: ¡Adelante, Gran Duque de Berg! ¡Tienes en tus manos la victoria! ( Al público).
Vedle, Cabalga a la cabeza de doce mil jinetes, la más numerosa carga de caballería
que recoge la historia. Aquella carga de Joaquín Murat, convirtió mi difícil situación en
Eylau, en una victoria.
Raymond de Sèze: Sire… Vuestra Majestad no está dirigiendo a su ejército en la batalla de
Eylau.
Napoleón deja el catalejo, se vuelve hacia Raymond de Sèze y hacia el público.
Napoleón: Ya lo sé… Vivo en mis recuerdos. Estoy en la Isla de Santa Elena, prisionero de los
ingleses, viendo como se aleja el barco inglés que me ha traído alguna
correspondencia.
Raymond de Sèze: ¿Alguna carta interesante en este barco?
Napoleón: Talleyrand, el viejo zorro, me ha escrito hablándome de España. Mi peor recuerdo.
Raymond de Sèze: ¿Por qué, vuestro peor recuerdo?
Napoleón: Allí empezó mi caída. Mis generales vencieron en todas las batallas en que nos
enfrentamos a los españoles… Bueno, en todas menos en una, que fue poco más que
una escaramuza, Bailén…
Presidente: Hombre, comparar Bailén con una escaramuza…
Napoleón: Vamos a dejar la semántica a un lado. Sí, ganamos las batallas, pero, después de
cada victoria, mis tropas sólo habían conquistado el terreno que pisaban. Y sólo las
tropas contrarias que se retiraban se consideraban derrotadas. El resto del país, cada
ciudad, cada pueblo, seguía en armas contra nosotros. Y morían dando vivas a un
tonto, “¡Viva Fernando VII!”, decían… (Parece que sigue hablando consigo mismo) Que mis
soldados murieran diciendo: “¡Viva el Emperador!”, se explica…
Raymond de Sèze: ¿Y cómo se explica?
Napoleón: Bueno, vamos a dejar también esto, porque, la verdad, tampoco se explica. Mis
victorias en España eran inútiles. Las potencias europeas me perdieron el respeto, al
verme chapotear en aquella guerra, que parecía el juego de gana-pierde. Tuve que
salir de España de mala manera, porque estaban coaligándose otra vez contra mí…
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Raymond de Sèze: ¿Y Qué es lo que cuenta a Vuestra Majestad, de España, el Sr. de
Talleyrand?
Napoleón: Que los tontos caen siempre en la misma trampa. Me cuenta, el príncipe de
Benevento, que Fernando VII de Borbón, por fin, ha jurado la Constitución que le han
presentado, los revolucionarios españoles.
Raymond de Sèze: ¿Llamáis tonto a Fernando VII, por haber jurado la Constitución?
Napoleón: Debería de haber aprendido de su tío Luis XVI de Francia. Luis XVI juró la
Constitución de la Revolución Francesa. ¿Y de qué le sirvió? Menos de un año y medio
después, la Convención Nacional lo condenó a muerte. Y le cortaron la cabeza en la
guillotina.
Presidente: Un momento, un momento… ¿Fernando VII conocía, cuando juró su Constitución,
todos estos detalles de la historia de su Tío, Luis XVI?
Napoleón: Desde niño, vivía obsesionado con la muerte de Luis XVI. Tenía 8 años cuando
cortaron la cabeza a su tío, y sufrió una especie de trauma.
Raymond de Sèze: Propongo que la declaración de Vuestra Majestad, comience a partir de
aquel primer encuentro con Fernando VII en Bayona.
Napoleón: Fue en Bayona cuando le vi por primera vez. Y recuerdo que fue Talleyrand, él que
lo recibió.
Se apaga la luz de la parte alta del escenario. En el escenario, hay dos caballetes, sin cuadro.
Escoiquiz se une a Fernando VII.
Escoiquiz: (A Fernando VII) Señor, estamos haciendo historia. Esta entrevista de Vuestra
Majestad con el Emperador Napoleón, quedará en los anales como la más importante
entrevista que se haya nunca producido en la historia universal.
Fernando VII: Escoiquiz, Escoiquiz...
Escoiquiz: Un encuentro entre Napoleón Bonaparte, el dominador indiscutible en Europa, y
Fernando VII, el dominador indiscutible en América. Se abre una nueva etapa en la
Historia se la Humanidad. Sólo faltaría el Zar de Rusia…
Fernando VII: Escoiquiz, Escoiquiz...
Escoiquiz: (emite una serie de pequeños murmullos de satisfacción) Mmmm… Mmmm…
Fernando VII: No veo el momento de regresar a España. Cuando crucé la frontera de Francia,
se me puso la carne de gallina, y todavía me dura.
Escoiquiz: Vuestra Majestad no tiene ningún motivo para estar intranquilo. El Propio
Emperador, os ha invitado, y él garantiza vuestra seguridad.
Fernando VII: Anoche, apenas pude pegar ojo. No veo el momento de volver a España. Estar
en este país donde matan reyes, me pone fuera de mí.
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Escoiquiz: Tranquilo, Señor; pronto cumpliremos los objetivos de este viaje, y regresaremos a
España. El Emperador llamará a capítulo a vuestro padre, y os dará garantías. Recordad
la carta del emperador.
Fernando VII: La tengo presente.
Escoiquiz: El Emperador no quiere que la abdicación de vuestro padre, y la revuelta de
Aranjuez que la motivó, puedan atribuirse a su inspiración, y a la presencia de tropas
francesas en España.
Fernando VII: Nunca hubiera pensado que el Emperador fuera tan puntilloso.
Escoiquiz: El asunto de vuestro padre, podemos darlo por resuelto.
Fernando VII: También tenemos que conseguir del Emperador, que Murat cambie su actitud.
Actúa como si él fuera gobernante en España. Tiene que limitarse a ser Jefe del Ejército
francés que nos visita.
Escoiquiz: Otro asunto que ya está resuelto. Vuestra Majestad sabe que el Emperador quiere
llevarse a Murat de España, y nombrarle Rey de Nápoles.
Fernando VII: Y lo que Murat quería, es que Napoleón le nombrara a él Rey de España.
Escoiquiz: Murat ya no es problema para Vuestra Majestad.
Entra un cortesano anunciando al Sr. de Talleyrand.
Cortesano: Su alteza el señor de Talleyrand.
Talleyrand: ¿Qué tal habéis descansado, después de vuestro largo viaje joven príncipe?
Fernando VII: Ya estoy repuesto. Es un viaje incómodo, Pero merece la pena, para tratar altos
asuntos de estado con el Emperador. (Presenta a Juan de Escoiquiz a Talleyrand) Creo que
conocéis a mi Consejero de Estado, Don Juan de Escoiquiz.
Se saludan, Talleyrand y Escoiquiz
Talleyrand: Vuestra alteza y vuestros acompañantes, sois bienvenidos en Bayona. Y más lo
seréis en mi palacio de Valençay, donde seréis huésped del Emperador.
Fernando VII: En este viaje no hemos pensado continuar a Valençay.
Talleyrand: (Cambiando ostensiblemente de tema) El Emperador está aquí en Bayona, para
entrevistarse con Vuestra Alteza.
Fernando VII: Es para mí una alegría ser huésped del Emperador, y huésped vuestro, también.
Talleyrand: El Emperador arde en deseos de veros, y de ayudaros a resolver el enojoso
estado de vuestras relaciones con el Rey Carlos IV, vuestro padre. Precisamente,
ahora, está reunido con él.
Fernando VII: ¿El Emperador también ha convocado a mi padre? Esto ayudará a poner claro
eso que llamáis enojoso asunto.
Talleyrand: Muy enojoso, este asunto, muy enojoso.
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Fernando VII: Cierto que es enojoso, este asunto. Me llamáis príncipe, y el Emperador
también lo hace, en su correspondencia. Pero el Emperador, y vos mismo, sabéis que
mi padre ha abdicado en mí, y que, por consiguiente, el Rey de España, soy yo,
Fernando VII. Como Rey de España he acudido a esta entrevista de Estado con el
Emperador.
Talleyrand: Muy enojoso, este asunto, muy enojoso. El mucho amor que por vos siente el
Emperador, le ha hecho dedicar, personalmente, muchas horas de su tiempo, a pensar
la mejor solución para Vuestra Alteza; para vuestra seguridad en estos tiempos
convulsos… Para garantizar el futuro de España en el nuevo orden de Europa, según el
modelo que el Emperador ha decidido.
Escoiquiz: Es tranquilizador, que El Emperador, haya tomado cartas en este asunto, y que
vaya a apostar fuerte para solucionarlo.
Talleyrand: (Cambiando de tema) El emperador ve con simpatía vuestra petición de contraer
matrimonio con una de sus sobrinas.
Fernando VII mira a Escoiquiz.
Escoiquiz: Es uno de los importantes asuntos que hemos de tratar con el Emperador. Cuando
escribí a Vuestra Alteza, mi propuesta era que Don Fernando podría casarse con Doña
Carlota, hija del príncipe de Canino, Don Luciano Bonaparte.
Talleyrand: Me habíais pedido un retrato de la joven Doña Carlota. (Mira al Proscenio, hace un
gesto imperioso. Un cortesano entra, trayendo un gran retrato de una joven hermosa. Lo
coloca en uno de los caballetes. El cortesano se retira. Talleyrand muestra el cuadro a Fernando
VII) Doña carlota tiene trece años, ahora. Así que, si se concierta la boda, se podría
celebrar dentro de muy poco tiempo.
Escoiquiz: Conocí a la niña cuando su padre era embajador en Madrid. El retrato hace honor a
su belleza y a su gracia.
Talleyrand: El Emperador tiene unas sobrinas muy guapas. (Talleyrand hace otro gesto hacia el
proscenio. Vuelve a entrar, el cortesano, con otro cuadro, que coloca sobre el otro caballete.
Representa a dos niñas, hermosas, también. El cortesano se retira. Se dirige a Fernando VII)
Estas son las hijas del hermano mayor del emperador, Don José Bonaparte, que, como
sabéis, es, actualmente, Rey de Nápoles… Aunque el Emperador tiene otros planes
para él. Son las princesas Zenaïda y Carlota.
Fernando VII: Son dos niñas.
Escoiquiz: Don José Bonaparte es el hermano mayor del Emperador. Si faltara el Emperador,
Don José Bonaparte es el cabeza de la Casa de Bonaparte.
Fernando VII: (Repite) Son dos niñas.
Talleyrand: Sí, sí, son dos niñas… Otro problema… Pero, cada cosa en su momento. ( A
Escoiquiz) Sr. Escoiquiz, este asunto matrimonial es secundario. (Se dirige a Fernando VII)
Como os he dicho, para Su Majestad Imperial, el asunto principal es que el enojoso
problema dinástico entre vuestro padre y vos, deje de ser un problema.
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Fernando VII: ¡Insisto! No existe ningún problema dinástico entre mi padre y yo.
Talleyrand: (A Fernando VII) El Emperador dice que no puede permitir que uno de sus aliados,
aquel por quien siente más amor, que sois vos, tenga su autoridad en tela de juicio en
toda Europa.
Fernando VII: ¿Por qué, en tela de juicio?
Talleyrand: Es cierto que vuestro padre Carlos IV, abdicó en vos, pero toda Europa sabe que lo
hizo como consecuencia de una serie de motines que fueron inspirados por Vuestra
Alteza.
Fernando VII: ¡Qué desatino…!
Talleyrand: Esto es lo que cree toda Europa. Esto es lo que cree su Majestad Napoleón
Bonaparte, pues así le han informado nuestros agentes.
Escoiquiz: Ha sido un movimiento popular, ha sido la nación entera quién pidió que el ex rey
Carlos IV abdicara en su hijo Don Fernando.
Talleyrand: (A Fernando VII) Vuestra madre, la Reina… Ejem… la “ex” Reina… Perdonad que
vaya a ser poco protocolario en mis expresiones… Echa pestes contra vuestra alteza. Y,
a quien quiere oírlo, repite que su esposo debía haber adoptado como hijo a Godoy, y
haberlo nombrado heredero, en lugar de vos.
Fernando VII: Mi tutor, Escoiquiz, es el que ha promovido la excelente idea de unirme en
matrimonio con la casa imperial de Napoleón Bonaparte. (Hace un gesto a Escoiquiz,
invitándole a hablar)
Escoiquiz: Por las venas de Don Fernando de Borbón corre sangre de los Reyes de Asturias, de
la Casa da Navarra, de la casa de Borgoña, de Trastamara, de Habsburgo, de Borbón.
Pues, que corra también, por la venas de sus hijos, sangre de la casa de Napoleón
Bonaparte.
Entra, un cortesano. Entrega un documento a Talleyrand
Cortesano: Alteza… Su Imperial Majestad os envía el documento que esperáis.
El cortesano entrega el documento, hace una reverencia y va a salir; Talleyrand le hace esperar, con
un gesto. El cortesano espera a un lado.
Talleyrand: Como os dije, el Emperador está reunido con vuestro padre, y esto es lo que va a
suceder: Primero, este documento (Tiende, a Fernando VII, el documento que acaba de
entregarle el cortesano) contiene una renuncia vuestra a vuestros derechos a favor de
vuestro padre. (Fernando VII comienza un indignado gesto de rechazo, Talleyrand hace un
gesto para aplacarle) Esperad, esperad… Vuestro padre tiene ahora, encima de la mesa,
un documento de abdicación, de su propia abdicación, que le ha preparado el
Emperador. Tan pronto el Emperador reciba vuestro documento, vuestro padre
firmará el suyo, en el que dice que abdica con plena libertad… Con carácter
irrevocable… Que el Emperador será garante de la nueva situación… (Fernando VII duda,
hace, con la cabeza, un gesto de rechazo) Vuestro padre no quiere volver a reinar. Ha
puesto una condición para firmar: Que le fije, el Emperador una residencia en Francia o
en Italia, para vivir con su esposa y con Godoy. Dice que se encuentra enfermo y viejo.
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No disputará la corona. (Fernando VII continúa dudando) El Emperador ha dedicado
mucho tiempo a buscar una solución buena para España, para Europa… y para Vuestra
Alteza. (Coloca el documento sobre una mesa, le tiende una pluma) Vamos, Señor, vuestra
firma es necesaria para que esto quede resuelto… Firmad… Firmad… Yo os garantizo
que vuestro padre va a abdicar tan pronto reciba vuestro documento. (Fernando VII lee
el documento, y lo firma. Talleyrand recoge el documento, le da un rápido vistazo, se lo entrega
al cortesano, que sale) Ahora, a esperar a ser recibidos por el Emperador. Os entregará el
documento de renuncia de vuestro padre. (Quedan en silencio, Fernando VII y Talleyrand)
¿Cuánto tiempo creéis que durará esto?
Fernando VII: (Sorprendido) ¿A qué os referís?
Talleyrand: A esto. A lo del Imperio, a lo de la Europa que quiere Napoleón. A… “La solución
Napoleón Bonaparte”. (Fernando VII calla ) ¿Y vos, Señor Escoiquiz?
Escoiquiz: (Cavila, unos instantes) Hace menos de tres años, Viena fue ocupada por el ejército
de Napoleón. Los prusianos han quedado deshechos Los rusos todavía están corriendo.
Un hermano del Emperador, Don Luis Napoleón Bonaparte, es Luis I de Holanda. Otro
hermano, Don Jerónimo Bonaparte, es Jerónimo I de Westfalia. El hermano mayor del
Emperador, Don José Bonaparte es Rey de Nápoles. El cuñado del emperador, Don
Joaquín Murat, va a ser Joaquín I de Nápoles. ¿Por qué pensáis que he promovido el
matrimonio de Don Fernando con una sobrina del Emperador? Mis actos responden a
vuestra pregunta. Creo que “esto”, como dice Vuestra Alteza, durará mil años.
Entra el cortesano anunciando a Napoleón Bonaparte.
Cortesano: ¡Su Majestad Imperial y Real Napoleón Bonaparte!
Comienzan a ponerse en marcha, pero Napoleón entra con paso decidido, militar. Tiene un
documento en su mano. Es un hombre enérgico, brusco, brutal. Se ve que no quiere dedicar mucho
tiempo a esta entrevista. Se dirige a Fernando VII, a quien saluda fría pero correctamente.
Napoleón: Supongo que ya habéis desbrozado con el Sr. de Talleyrand los asuntos que nos
han reunido. (Muestra el documento) Este es el escrito de abdicación de vuestro padre.
(Repara en los dos óleos) Son dos hermosos cuadros. En relación con vuestros planes
matrimoniales, podremos recibir complacidos a Don Fernando de Borbón y de Parma
en la familia Bonaparte. (Hace un gesto que equivale a: Asunto resuelto, a otra cosa) No
quiero repetir algo que ya habréis cubierto con Talleyrand. (Mira a Talleyrand. Se dirije a
éste, con tono duro) Talleyrand, haz un resumen de lo que le has dicho a Don Fernando.
Talleyrand: Aún no le he dicho nada, Sire. Apenas ha comenzado nuestra entrevista.
Napoleón: ¡Ahá! ¿Quizás no has tenido tiempo, porque estabas terminando el informe de tu
última misión en Viena?
Talleyrand: Vuestra Majestad Imperial tiene ya mi informe sobre esa visita.
Napoleón: Me refiero a la parte de esa visita que no está incluida en el informe. (Talleyrand
calla)… Mientras te he hablado, no se ha movido ni un músculo de tu cara, Talleyrand.
Va a tener razón mi cuñado, Joaquín Murat. Dice que, cuando Talleyrand está
hablando con una persona, si alguien le da una patada en el culo por detrás, no
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cambiará la expresión de su rostro. Bien, pues, aunque no cambies tu expresión, di
algo. Es una orden, Talleyrand.
Talleyrand: Sire, creo que vuestro cuñado tiene más talento militar que delicadeza en sus
comentarios.
Napoleón: No quería que dijeras algo de Joaquín Murat, sino de ti. De lo que te hablo, es de
tu viaje a Viena, de tu informe, y no mueves ni un músculo de tu cara.
Talleyrand: Sire, qué lástima que un hombre tan grande sea tan desconfiado.
Napoleón: ¿Es desconfianza? (A Fernando VII) Espero que mi visión de los hechos os la
explique en mi presencia el Sr. de Talleyrand. (Mira a Talleyrand) Empieza.
Talleyrand: En Francia, ha comenzado una nueva era de la historia de la humanidad. Una era
de reconocimiento de derechos del hombre. Una era de paz. Y, para lograr esto,
Francia ha dado el poder a su Majestad Imperial, Napoleón Bonaparte.
Napoleón: Francia ha querido un cambio de dinastía: En lugar de la Casa de Borbón, la Casa
de Napoleón Bonaparte. (A Talleyrand) Continúa.
Talleyrand: La Casa de Borbón representaba, para el pueblo francés la tiranía, el despotismo,
la guerra. La Casa de Napoleón Bonaparte traerá el derecho, la democracia y la paz.
Para Francia y para toda Europa. Hemos dado a los franceses una constitución que
protege los derechos públicos y un código civil que protege los derechos privados. Y
acabaremos con las guerras de agresión contra el pueblo francés, de las viejas
monarquías de Europa.
Napoleón: (Con falsa inocencia) ¿Qué han opinado de eso vuestros interlocutores austriacos?
Talleyrand: Sire, Vuestra Majestad no me ha enviado a Viena a discutir y pelearme con los
austriacos, sino a negociar con ellos.
Napoleón: ¡Sí!... Hace falta negociar, ya tenemos bastantes peleas y guerras. (Cambia de
interlocutor) Sr. Escoiquiz, conocéis bien la historia y la política. Decidme si una sola de
las guerras en las que nos hemos encontrado ha sido promovida por Francia. O han
sido coaliciones contra nosotros de las viejas monarquías que quieren morir matando…
¿Qué pensáis de esto, Escoiquiz?
Escoiquiz: No todos los estados monárquicos de Europa están en una actitud destructiva
contra Francia.
Napoleón: Quieren aplastar la revolución, aunque haya que morir matando.
Escoiquiz: Sire, la sociedad española está tranquila, aliada con Francia, y unida a su rey Don
Fernando… Vuestra Majestad Imperial ha puesto fin a ese periodo de locura y de
sangre en que se estaba ahogando la católica Francia. El fermento revolucionario que
ha envenenado Francia es desdeñable en España.
Napoleón: Estáis equivocado, Escoiquiz. En los sucesos de Aranjuez, se pedía la prisión y
muerte para el valido Don Manuel Godoy. El torrente revolucionario está en marcha.
Con el mismo ímpetu pedirían y obtendrían la cabeza de vuestro Rey,
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Escoiquiz: Con la venia de Vuestra Majestad Imperial… Los sucesos de Aranjuez no fueron
obra de revolucionarios, sino de partidarios de Su Majestad Don Fernando VII.
Napoleón: ¿Y creéis que los revolucionarios actuarán con menos violencia? Por definición,
actuarán con mucha más violencia. El pueblo español es violento. Hace sólo cuatro
días, el pasado día dos de mayo, el populacho de Madrid ha atacado ferozmente a
franceses y al ejército francés que está en España en virtud de nuestros tratados.
Escoiquiz y Fernando VII hacen gestos de sorpresa.
Escoiquiz: El pueblo de Madrid está con su Majestad Don Fernando. Si Su Majestad Fernando
VII hubiera estado en Madrid, hubiera evitado esos sucesos.
Napoleón: Escoiquiz… ¿Qué pensáis del último Rey Borbón de Francia, de Luis XVI?
Escoiquiz: Que fue un gran rey, un gran cristiano, asesinado por unos criminales
revolucionarios a los que Vuestra Majestad ha hundido en el olvido de la Historia.
Napoleón: La solución al problema de la revolución tiene un nombre. Talleyrand, decid a Don
Fernando cuál es ese nombre.
Talleyrand: Napoleón Bonaparte.
Napoleón: A Luis XVI, le presentaron una Constitución, que él aprobó, y luego, le condenaron
como traidor a esa constitución. Pero, en el futuro, ha de haber constituciones.
Talleyrand, Explicad a Don Fernando la solución.
Talleyrand: Solamente quien pertenece a la Revolución, a su parte más sana, más idealista,
más ética, puede poner orden en el inevitable proceso revolucionario. Esa ha sido la
solución Napoleón Bonaparte.
Napoleón: ¿Ha sido? Es la solución. La revolución, en España, devoraría a Don Fernando de
Borbón y de Parma. Para que los revolucionarios más bestias no acaben triunfando,
debe permitirse que los revolucionarios idealistas y con principios tomen el timón.
Escoiquiz: Con el debido respeto a Vuestra Majestad Imperial, conozco bien España, y no es,
mi país, un país revolucionario. Y ama a su Rey, Don Fernando VII.
Fernando VII: Yo he nacido para ser Rey de España. Mis descendientes nacerán para reinar en
España. Y aspiro a que, por sus venas, corra también sangre Bonaparte.
Napoleón: Pues, no lo tenéis fácil Don Fernando. Vuestra madre quería que vuestro padre
nombrara heredero a Godoy, en lugar de a vos. Y, ayer, vuestra madre me ha pedido
que os fusile. Mi cuñado, Joaquín Murat me pedía insistentemente que yo le nombrara
a él Rey de España. Pero, no. Le voy a nombrar Rey de Nápoles.
Escoiquiz: Con Permiso de Vuestra Majestad Imperial. Y algún loco podrá proponeros que
nombréis Rey de España al Coco que asusta a los niños. Tanto Don Joaquín Murat
como Don Manuel Godoy son odiados por el pueblo Español. Sus nombres provocan
escalofríos de odio en España. Por el contrario, Don Fernando es amado y deseado por
su pueblo. Vuestra Majestad Imperial no ha llegado a donde está, imponiendo a los
pueblos soluciones que les son odiosas.
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Napoleón: La solución para el futuro de España, es que tenga un Rey que pueda hacerse amar
por su pueblo. Y que sepa conducirle hacia ese futuro de libertad, de igualdad y de
fraternidad, que la Revolución Francesa ha proclamado.
Escoiquiz: Don Fernando, bajo mi dirección, está traduciendo al español el libro “Historia de
las revoluciones de la República Romana”, de René de Vertot…
Napoleón: Y, mientras Don Fernando planea sobre la República Romana, y traduce a vuestro
Abate Vertot, revolucionarios españoles se reúnen en el Café Apolo… Talleyrand lee la
nota que nos ha entregado Fouché. (Talleyrand saca de su bolsillo un papel) Fouché nos
informa puntualmente de lo que hacen y dicen vuestros revolucionarios españoles. Por
ejemplo en las tertulias del café Apolo. Uno de vuestros revolucionarios, Álvaro Flórez
Estrada, les tiene al corriente de un proyecto de Constitución para España que está
preparando. Al comienzo, dice… Leedlo, Talleyrand.
Talleyrand: (lee) “Sin Constitución no hay libertad. Sin libertad no hay patria”… “Será un
crimen de Estado llamar al Rey soberano”... “Ningún español será llamado Vasallo del
Rey”...
Napoleón: Hermosa declaración de principios. Ahora viene el párrafo más importante.
Continúa.
Talleyrand: (Lee) “El Congreso podrá juzgar, deponer y aún imponer la pena capital al rey”
Napoleón: Talleyrand, repite el último párrafo.
Talleyrand: (Relee) “El Congreso podrá juzgar, deponer y aún imponer la pena capital al rey”
Napoleón: Y vos, Don Fernando, queréis ser ese Rey para quien los revolucionarios españoles
están preparando una Constitución ¡Que acabará llevándole a la guillotina!… Bueno,
en el caso de España, a vos os ahorcarían.
Fernando VII: Conozco a mi pueblo español. Ni mi pueblo español permitirá que me
ahorquen, ni yo me dejaré ahorcar.
Napoleón: Pero no os van a preguntar… ¿Nos permitís que os ahorquemos? Sr. Escoiquiz…
Madrid y España entera sí comienzan a hervir en ese fermento revolucionario. Os he
dado una muestra de la semilla que está plantada en España. ¿Pensáis que ese Flórez
Estrada es el único?
Escoiquiz: Vuestros servicios secretos deberían habernos informado de estas cosas.
Fernando VII: Vuestra Majestad Imperial sabe que mi ambición es ser aceptado como hijo
vuestro. Con ayuda de Vuestra Majestad, impediremos que, si ese espíritu
revolucionario crece, acabe llevándose por delante mi pueblo, mi corona y mi vida.
Napoleón: Don Fernando, ese espíritu revolucionario se extiende sobre los pueblos de
Europa como una mancha de aceite sobre el agua. Vamos a aplicar a España la misma
solución que ha salvado a Francia: “La solución Napoleón Bonaparte”. La Nación
Española tendrá una constitución, claro que la tendrá. Una constitución que no
supondrá un peligro para los reyes de España. Mis juristas han preparado esa
constitución para España, y ya está completado el texto. Lo llamaremos “El estatuto de
Bayona”.
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Fernando VII: Miraremos vuestro proyecto de Constitución con el agrado con que siempre
escuchamos la opinión de Vuestra Majestad Imperial… Con la devoción con que un hijo
escucha los consejos de un buen padre. El Sr. Escoiquiz discutirá el proyecto con
nuestros políticos y juristas, y, con el texto que decidamos, convocaremos a las
instituciones del Reino…
Napoleón: Fernando, te has puesto en mis manos, como en las manos de un padre. Yo te
cuidaré como se cuida a un hijo. Y esto es lo que he decidido… (Agita el documento que
tiene en su mano) Esta es la definitiva abdicación de tu padre, Carlos IV. Cede todos sus
derechos a la corona de España a mí, a Napoleón Bonaparte. Y yo he decidido nombrar
Rey de España a mi hermano José. No me digáis nada ahora, tenéis que pensar en
estos nuevos acontecimientos. Talleyrand os ayudará a comprender y aceptar esta
nueva situación. Hemos decidido que no regreséis a España. Os iréis a residir a
Valençay, al cuidado del Sr. de Talleyrand.
Talleyrand: Seréis bienvenido en Valençay.
Napoleón: Vuestro futuro está en entrar en la familia Bonaparte. Entretanto, decidid qué
queréis ser… Mi huésped o mi prisionero. Porque podéis ser mi huésped, el Sr. de
Talleyrand se encargará de que tengáis fiestas, diversiones y espectáculos. O También
podéis elegir ser mi prisionero. Porque no podréis abandonar Valençay, y mucho
menos, regresar a España…
Escoiquiz: (No puede contenerse) Señor, es increíble, es intolerable, no puedo creer ni siquiera
que he escuchado lo que acabáis de decir. Don Fernando VII ha sido engañado, los que
le aconsejamos que viniera a veros, hemos sido engañados y hemos engañado a
nuestro Rey. Se nos ha traído a Bayona con el más odioso de los engaños.
Napoleón: (Con dureza) Sr. de Talleyrand… ¿Qué os parece lo que acaba de decir, el Sr.
Escoiquiz? ¿Tenéis una palabra para definir esa actitud del Sr. Escoiquiz?
Talleyrand: Vuestra Majestad debería hacerse cargo de que el Sr. Escoiquiz no está al
corriente de las normas de protocolo y etiqueta de vuestra corte, y de que, por
consiguiente, la deplorable irrupción y consiguiente interrupción en vuestro discurso,
sin pedir licencia para hablar…
Napoleón: (Gritando) ¡Te he preguntado si tienes una palabra para definir la actitud del Sr.
Escoiquiz! (Talleyrand no responde). Yo os diré cuál es esa palabra, Señor de Talleyrand.
Si es una palabra nueva para vos, escuchadla con admiración… No… Escuchadla con
reverencia y unción. Esa palabra es LEALTAD. La lealtad que no habéis tenido ni tú ni
Fouché, cuando, en vuestra última visita a Viena, tratabais los problemas de Francia
dejando a un lado la existencia ¡fijaos bien, la existencia! de vuestro emperador.
(Vuelve a elevar el tono y la intensidad de la voz) ¡Y mandabas, a través de la Corte
Austriaca, recaditos a ese Borbón exiliado en Inglaterra que se hace llamar Luis XVIII de
Francia! Talleyrand, ¡eres un pedazo de mierda metido en un calcetín de seda!
(Talleyrand no responde. Napoleón, que ha estado hablando, indignado, paseando a un lado y
a otro, está, ahora, detrás de Talleyrand) Escoiquiz, ¡observad a Talleyrand! (Napoleón
propina una patada en el culo a Talleyrand)… Escoiquiz… ¿Le ha cambiado la expresión de
la cara a Talleyrand?
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Escoiquiz: (Que está a lloriqueando) No, Majestad.
Napoleón: Talleyrand, me pregunto si te habrás muerto ahí de pie. Habla. Es una orden de tu
emperador.
Talleyrand: Qué pena que un hombre tan grande sea tan maleducado.
Napoleón: Menos mal, no estás muerto. Así que no se ha movido ni un músculo de tu cara.
Hmmm, tengo que contarle esto a mi cuñado Murat… La verdad es que, con personas
ataviadas con floripondios de seda, no sé cómo tratar. Con militares, sí. Si fueras
militar, por esto que acabas de hacer, llamarme maleducado, te mandaría Fusilar. O te
nombraría mariscal, no sé… (A Fernando VII) Don Fernando, os dejo en manos del Sr. de
Talleyrand. Seguro que algo aprenderéis con él. Confío que aprendáis más cosas
buenas que malas.
Napoleón sale.
Fernando VII: ¿Pero cómo me has traído aquí? ¿Pero, cómo te has dejado tomar el pelo de
esta forma por los franceses?
Escoiquiz: (Lloroso) Señor, que Vuestra Majestad me perdone por haberme equivocado
aconsejándoos este viaje.
Fernando VII: ¿Qué me decías, que íbamos a hacer Historia en esta entrevista con Napoleón?
Escoiquiz: (Con un repentino arranque de ira) ¿Pero cómo podía yo saber que alguien había
aconsejado tan mal al Emperador? Tenemos que hablar con él. Tenemos que hacerle
comprender qué tremendo error está a punto de cometer... ¡Sr. de Talleyrand!...
Talleyrand: Sr. Escoiquiz; y Sr. de Borbón y de Parma… No dudéis que tendréis más ocasiones
de hablar con el Emperador. Pero, ahora, permitidme que apee el tratamiento al
Emperador, para deciros esto: Sus soldados le llaman “El Pequeño Cabo”. Sólo está a
gusto con sus militares. Sólo a ellos respeta. Y, ni vos, Don Fernando, ni vos, Escoiquiz
sois militares. El pequeño cabo es un genio militar, es un genio de la organización. Pero
sus militares no lo son. Alguno de ello le habrá aconsejado, o aplaudido esta decisión.
Escoiquiz: Pero, el Emperador también es un genio de la política.
Talleyrand camina hasta los dos retratos de las sobrinas de Napoleón.
Talleyrand: (Mostrando a Fernando VII el retrato de las dos hijas de José Bonaparte) Don
Fernando… Las Dos hijas de Don José Bonaparte son muy niñas. Pero vos también sois
muy joven. Ahora que José Bonaparte va a ser Rey de España, ¿No deberíais aplazar
vuestros planes matrimoniales unos pocos años, y casaros con una de las hijas del
nuevo Rey de España? O, por lo menos, proponerle ese matrimonio al Emperador…
Porque, a lo mejor, el pequeño cabo acaba casándolas con algún militar.
Talleyrand y Escoiquiz hacen mutis.
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ACTO II
Presidente: ¡Señorías! El Juicio debe continuar… Ciudadano Don Fernando de Borbón… (Lee)
La nación española os acusa de que, durante los seis años de vuestra prisión… Por
llamarlo de alguna manera, porque más que una prisión, era unas vacaciones…
dirigisteis, al tirano Bonaparte, cartas vergonzosas, en las que desautorizabais a los
españoles cuando luchaban por vos contra Napoleón ¿Os declaráis culpable o no
culpable?... (Fernando VII calla)… ¿Habeis contestado? Hablais tan bajo que ni yo, ni
quienes le están juzgando, hemos oído nada. Repetiré la pregunta… Durante su
estancia en Valençay, dirigisteis al tirano Bonaparte, cartas vergonzosas, en las que
desautorizabais a los españoles que luchaban por vos contra el tirano. ¿Os declaráis
culpable o no culpable?... (Fernando VII calla)… (Con aire de triunfo), Vamos, vamos…
Quizás es que no os acordéis de aquellas cartitas. Vamos a leerlas y a compartirlas con
quienes van a juzgaros. (Aparece, al fondo, en una gran pantalla, el texto de la carta.
Leyendo la carta) 10 de mayo de 1810. A su Majestad Imperial y Real Napoleón
Bonaparte: Permitid Señor, que deposite en vuestro seno los sentimientos de mi
corazón que, no vacilo en decirlo, es digno de perteneceros… (poco a poco va baja el
volumen de voz hasta hacerlo casi imperceptible).
Se mantiene al fondo la carta que lee el presidente:
“10 de mayo de 1810:
A su Majestad Imperial y Real Napoleón Bonaparte: Permitid, Señor, que deposite en vuestro seno los
sentimientos de mi corazón que, no vacilo en decirlo, es digno de perteneceros por los lazos de la
adopción… Vuestra Majestad Imperial y Real se digne unir mi destino a los de una princesa francesa
de su elección y cumplirá el más ardiente de mis votos. Con esta unión, a más de mi ventura personal,
granjearé la dulce certidumbre de que toda la Europa se convencerá de mi inalterable respeto a la
voluntad de Vuestra Majestad Imperial y de que Vuestra Majestad se digna pagar con algún retorno
tan sinceros sentimientos… Me atreveré a añadir que esta unión y la publicidad de mi dicha, que daré
a conocer a la Europa, si Vuestra Majestad lo permite, podrá ejercer una influencia saludable sobre el
destino de las Españas y quitará a un pueblo ciego y furioso el pretexto de continuar cubriendo de
sangre su patria en nombre de un príncipe, el primogénito de una antigua dinastía, que se ha
convertido por un tratado solemne, por su propia elección, y por la más gloriosa de todas las
adopciones, en príncipe francés e hijo de Vuestra Majestad Imperial y Real… Me atrevo a esperar,
Señor, que tan ardientes votos y un afecto tan absoluto tocarán el corazón magnánimo de Vuestra
Majestad, y que se dignará hacerme partícipe de la suerte de cuántos Vuestra Majestad ha hecho
felices… Señor, de Vuestra Majestad Imperial y Real, humilde y respetuosamente servidor...
Fernando”.
Se dirige el foco de atención a Fernando VII y Raymond de Sèze.
Raymond de Sèze: Don Fernando: No recordáis si estas cartas son, sin lugar a duda, las que
dirigisteis a Napoleón Bonaparte… (Fernando VII no contesta) Antes de aceptarlas como
prueba, podemos pedir una peritación, para comprobar su autenticidad. (Fernando VII
niega enérgicamente con la cabeza)… (Ya no hay rastro de duda ni de titubeo en sus palabras)
Bien, las aceptamos, entonces, como auténticas. Don Fernando, ¿Cuál era vuestra
situación personal cuando escribisteis esas cartas?
Fernando VII: Estaba en Valençay, prisionero de Napoleón Bonaparte.
Raymond de Sèze: Entonces, cuando las escribisteis, no gozabais de libertad personal.
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Fernando VII: Así es, no gozaba de libertad personal.
Raymond de Sèze: ¿Sufristeis alguna presión para escribir esas cartas?
Presidente: (terminando de leer la carta)... de Vuestra Majestad Imperial y Real, humilde y
respetuosamente servidor... Fernando. (Deja de Leer la carta emergente y se dirige a
Fernando VII) Ciudadano Don Fernando de Borbón ¿Ese Fernando que firma esta carta
sois vos?
Fernando VII: No he querido conservar copia de esas cartas. Pero estoy dispuesto a aceptar
que sí, que ésa es la carta que dirigí a Napoleón.
Presidente: Y, en esa carta a Napoleón, que estaba arrasando España en una guerra a sangre
y fuego, le pedíais que os adoptara como hijo, que os diera una esposa de la familia
Bonaparte. Y os referías a los españoles, que luchaban en una guerra atroz contra los
franceses para que vos fuerais su rey, como un pueblo ciego y furioso que cubría de
sangre su patria… ¡Ah!, y le decíais que vuestra elección era ser francés.
Fernando VII: Lo que escribí, ahí está escrito.
Presidente: Vamos a ver alguna otra carta. (Aparece, en otra gran pantalla el texto de la siguiente
carta. Lee en voz alta) Valençay, 22 de junio de 1808. A Su Majestad Imperial y Real
Napoleón Bonaparte: Señor, doy muy sinceramente (Se mantiene al fondo la carta que lee
el presidente en voz baja)…
“Valençay, 22 de junio de 1808:
A Su Majestad Imperial y Real Napoleón Bonaparte: “Señor: (...) Doy muy sinceramente (...) a Vuestra
Majestad Imperial y Real la enhorabuena de la satisfacción de ver instalado a su querido hermano el
rey José en el trono de España. Habiendo sido siempre objeto de todos nuestros deseos la felicidad de
la generosa nación que habita en tan dilatado terreno, no podemos ver a la cabeza de ella un
monarca más digno ni más propio por sus virtudes para asegurársela, ni dejar de participar al mismo
tiempo el grande consuelo que nos da esta circunstancia… Fernando”
Se retoma el anterior diálogo entre Fernando VII y Raymond de Sèze.
Raymond de Sèze: ¿Pero sufristeis alguna presión para escribir esas cartas?
Fernando VII: (Tras un silencio) Por ejemplo, antes de la carta de acatamiento a José
Bonaparte, hubo un decreto del carnicero Fouché obligando a todos los españoles que
estábamos prisioneros en Valençay a hacer una declaración de acatamiento al
hermano de Napoleón.
Raymond de Sèze: ¡Ahá! ¿Alguna amenaza concreta, que os llevó a favorecer los planes de
Napoleón Bonaparte con esas cartas… Lamentables?
Fernando VII: El decreto de Fouché preveía pena de confiscación de todos los bienes para los
que no formularan el acatamiento a José Bonaparte. (Piensa unos instantes) ¿Qué
queréis que os diga?... Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir.
Escribí esas cartas porque soy un tipo vil y rastrero. ¿Vale esta explicación?
Raymond de Sèze: No.
Fernando VII: Pero el razonamiento no tiene vuelta de hoja. Escribí esas cartas, porque soy un
tipo vil y rastrero. Y soy un tipo vil y rastrero porque escribí esas cartas.
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Presidente: (Terminando de leer la carta)… El grande consuelo que nos da esta circunstancia…
Fernando… ¿Ese Fernando que firma esta carta sois vos?
Fernando VII: Estoy dispuesto a aceptar que sí.
Presidente: Otra cartita que se las trae. Y, ese José que se menciona en la carta, ¿Quién es?
(Fernando VII calla) ¿Se trata de José Bonaparte, el hermano de Napoleón, a quién
Napoleón nombró rey de España, tras echaros a patadas del trono?… (Fernando VII se
encoje de hombros y calla) Es decir, que mientras el pueblo español se batía el cobre
contra el invasor francés, para que vos fuerais su rey, vos dirigías al tirano invasor
cariñosas cartas en las que desautorizabais aquella lucha del pueblo español, le pedíais
que os adoptara como hijo; En las que le felicitabais porque, tras apoderarse de
vuestra corona, se la hubiera dado a su hermano José, tan digno y tan virtuoso que no
se podría encontrar otro rey mejor para España. Y le decíais que vos, lo que querías, es
ser francés ¿Es así?... (Fernando VII, con aire de supremo cansancio vuelve a encogerse de
hombros) Quienes van a juzgaros, van a tener en cuenta, al dictar vuestra sentencia, la
vileza de vuestros escritos y vuestro silencio avergonzado. Podemos pasar a otro punto
del procedimiento…
Raimond de Sèze se adelanta.
Raymond de Sèze: Con la venía, Señoría. (El presidente se detiene a mirarlo) Vuestra Señoría ha
hecho unas preguntas al acusado, sobre las cartas que dirigió al Emperador. La
Defensa también quiere interrogarle.
Presidente: Proceda, vuestra Señoría. (Se ríe) Puede preguntarle si fue forzado a escribir esas
cartas. (Ríe y se retira)
Raymond de Sèze: Vamos por partes, Don Fernando. Explicad por qué pedíais a Napoleón,
que estaba atacando y ocupando España, que os adoptara como hijo. Es difícil
comprender esto. ¿Podéis explicarlo?
Fernando VII: No es correcto, decir que “pedía a Napoleón…” Lo correcto sería decir que
“continuaba pidiendo a Napoleón...” Mientras yo era Rey de España, antes de que
Napoleón me quitara la corona, e hiciera la guerra en España, yo le había pedido que
me adoptara como hijo. Desde entonces, yo quería volver a ser Rey de España. Por eso
seguía pidiéndole que me adoptara como hijo.
Raymond de Sèze: Creo que deberíais explicarlo un poco más.
Fernando VII: Con vistas a recuperar la corona de España, quería tener con el emperador un
parentesco como hijo, mientras que José Bonaparte sólo era su hermano.
Raymond de Sèze: Podría parecer, buscabais un beneficio para vos. Napoleón todavía no tenía
hijos.
Fernando VII: También era un beneficio para España. Si los españoles querían que yo fuera su
rey, conseguir lo que ellos querían, era un beneficio para España. Nadie dudará que ser
hijo adoptivo de Napoleón, era un buen camino para volver a ser Rey de España, que
era lo que quería, yo, y lo que querían los españoles.
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Raymond de Sèze: Pero, Don Fernando, felicitasteis a Napoleón cuando nombró rey de
España, cuando dio vuestra corona a José Bonaparte. ¿Había que escribir esa carta,
precisamente en esos términos?
Fernando VII: Creo que, aunque no hubiera habido amenazas, hubiera escrito esa carta de
apoyo a José Bonaparte. Sr. de Sèze, decidme ¿Qué hace falta, para ser Rey de España?
Raymond de Sèze: Me hacéis una pregunta demasiado general.
Fernando VII: Para ser Rey de España, lo primero que hace falta, es que exista España.
Napoleón tenía un segundo plan para España. Según me dijo Talleyrand, si fracasaba,
la operación José Bonaparte, Napoleón tenía pensado trocear España, e incorporar
varios trozos como departamentos de Francia. En aquel momento, en que yo no podía
ser Rey, José Bonaparte hacía falta, era garantía de que España no se rompería y de
que Francia no se engulliría unos buenos pedazos.
Raymond de Sèze: ¿Y vuestro plan de volver a ser Rey de España?
Fernando VII: Yo podría recuperar el trono de España, que es lo que querían los españoles,
bien como hijo de Napoleón, bien casándome con una hija de José Bonaparte, bien
recuperando el trono al margen de los Bonaparte… En aquel momento, apoyar a José
Bonaparte, era apoyar la independencia y la integridad de España.
Raymond de Sèze: (Queda pensativo unos instantes) Sr. Presidente, con la venia, pido llamar de
nuevo, como testigo, a Napoleón Bonaparte.
Presidente: Proceda, Vuestra Señoría.
Raymond de Sèze: Sire, Vuestra Majestad Imperial...
Napoleón: Puede usted apearme el tratamiento, y llamarme simplemente, Sr. Bonaparte. Le
recuerdo que estoy en la Isla de Santa Elena, prisionero de los ingleses.
Raymond de Sèze: Entonces, con vuestra venia… Sr. Bonaparte: ¿Es cierto que vuestro plan,
para el caso de que no se consolidase el reinado de José Bonaparte en España, era
trocear España?
Napoleón: ¡Aquello era más que un plan! El 26 de enero de 1.812, firmé en las Tullerías un
decreto por el cual quedaban incorporados a Francia, cuatro nuevos departamento
cuyas capitales eran: Gerona, Puigcerdá, Barcelona y Lérida… Para fomentar la
separación de España, se declaró el catalán lengua oficial en estos departamentos.
Raymond de Sèze: ¿Y qué ocurrió?
Napoleón: Aquello no tuvo efectos prácticos. Tuve que abandonar España. Una vez más, las
potencias europeas se coaligaron contra mí. Para no tener un frente abierto en el Sur,
reconocí a Fernando de Borbón y de Parma como rey de España. Era un tipo tonto,
despreciable y ridículo, pero me había dado muestras de lealtad personal, de que sería
un aliado de Francia, y de que no nos atacaría por el Sur. No nos atacó.
Raymond de Sèze: Muchas gracias por vuestro testimonio, Sr. Bonaparte.
Napoleón: Con esto, he terminado. Porque me marcho de la isla de Santa Elena.
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Raymond de Sèze: ¿Os dejan marchar los ingleses? ¿Os llevan a otro lugar?
Napoleón: No. Es que estamos en mayo de 1821… 1821, año interesante ¿Verdad? La carta
que me ha escrito Talleyrand no tiene desperdicio…
Raymond de Sèze: ¿Qué más cosas os cuenta, Talleyrand, de España?
Napoleón: En España, han empezado a organizarse partidas anticonstitucionales, a favor del
poder absoluto del rey, y en contra de la Constitución. Los revolucionarios dicen que,
inspiradas por Fernando VII.
Raymond de Sèze: Como lo ocurrido en Francia durante la Revolución.
Napoleón: Se está repitiendo la historia de Francia en España. Se ha formado una nueva
Sociedad, más radical: Los Caballeros Comuneros, con una orientación próxima al
republicanismo. Quieren formar gobierno, y que tienen muchas posibilidades de
hacerlo. ¿Y a quién quieren promover como Presidente del Gobierno? Nada menos
que a Álvaro Flórez Estrada, aquél Flórez Estrada, tertuliano del Café Apolo que, en su
proyecto de Constitución decía…
Napoleón y Raymond de Sèze: (a coro) El Congreso podrá juzgar, deponer y aún imponer la
pena capital al rey.
Napoleón: Se está repitiendo la Historia de Francia en España. Fernando VII quiere librarse de
ese remolino que le arrastra. Ha tratado con las monarquías europeas, solicitando una
intervención extranjera. Se han firmado acuerdos, y tropas extranjeras ya han entrado
en España.
Raymond de Sèze: La acusación de tratos con monarquías extranjeras, es una de las…
“acusaciones” por las que fue condenado Luis XVI, y perdió su cabeza… Lo defendí sin
éxito de esa acusación
Raymond de Sèze: ¿Lograrán, los franceses, vencer a los españoles y salvar a Fernando VII?
Napoleón: No me hagáis reír. El ejército francés, es el que yo organicé, y quizás venzan y
logren pasar. Si es así, los revolucionarios españoles sólo tienen que hacer una cosa:
Llevarse al Rey a Cádiz, donde no podrán entrar los franceses. Y, en Cádiz, juzgarlo y
ahorcarlo.
Raymond de Sèze: Sr. Bonaparte, muchas gracias por vuestro testimonio. Veo que seguís con
interés los acontecimientos de España.
Napoleón: (Levantándose) Pero aquí se termina mi interés. Porque estamos en mayo de 1821,
y tengo una cita inaplazable con Luis XVI.
Raymond de Sèze: (Extrañadísimo) ¿Con Luis XVI?
Napoleón: El día 15 de este mes, me toca morirme. Sr. de Sèze, estamos muertos, aunque
estamos vivos en la Historia.
Raymond de Sèze: Muy cierto, Sr. Bonaparte.
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Napoleón: Deseo, Don Fernando, que este juicio sirva para decidir qué epitafio haya de
ponerse sobre vuestra tumba. Un epitafio que ayude a las generaciones futuras a vivir
su presente.
Fernando VII: Amén.
Napoleón sale.
Raymond de Sèze: Entonces, Don Fernando ¿Esas cartas las escribisteis conscientemente y
fríamente?
Fernando VII: Conscientemente, sí. ¿Fríamente? No. Yo estaba aterrorizado. Pero no por la
amenaza de confiscación de bienes. No lejos de Valençay está el Castillo de Vincennes.
Cuatro años antes, en el Castillo de Vincennes, Napoleón había mandado fusilar a mi
primo, el Duque d`Enghien, sobrino de Luis XVI. Cada día de los que estuve en
Valençay, vivía oprimido por la sombra de mi tío y mi primo. Quería que Napoleón, y
sus revolucionarios domados a medias, no me vieran como un enemigo y un obstáculo.
A eso se debe el tono nauseabundo de esas cartas.
Raymond de Sèze: O sea, que fue el terror lo que os impulsó a escribir esas cartas….
Fernando VII: Entre otras cosas. Pero esas cartas no eran escapar sin saber adónde. Yo sabía
muy bien adónde quería ir.
Raymond de Sèze: ¿Adónde queríais ir, Don Fernando? En esas cartas, injuriabais al pueblo
español, llamándole ciego y furioso; y le acusabais de cubrir de sangre, por su ceguera
y por su furia, el suelo de España; y decíais que vuestro anhelo era ser francés, cuando
los españoles luchaban por vos contra los franceses, y eran masacrados por franceses…
Fernando VII: Sr. de Sèze, también aquí hay hechos y contextos. La acusación quiere destacar
en esa carta algunos párrafos…
Se resaltan, en la carta, los párrafos que se indica:
“10 de mayo de 1810:
Permitid, Señor, que deposite en vuestro seno los sentimientos de mi corazón que, no vacilo en
decirlo, es digno de perteneceros por los lazos de la adopción.
Vuestra Majestad Imperial y Real se digne unir mi destino a los de una princesa francesa de su
elección y cumplirá el más ardiente de mis votos. Con esta unión, a más de mi ventura personal,
granjearé la dulce certidumbre de que toda la Europa se convencerá de mi inalterable respeto a la
voluntad de Vuestra Majestad Imperial y de que Vuestra Majestad se digna pagar con algún retorno
tan sinceros sentimientos.
Me atreveré a añadir que esta unión y la publicidad de mi dicha, que daré a conocer a la Europa, si
Vuestra Majestad lo permite, podrá ejercer una influencia saludable sobre el destino de las Españas y
quitará a un pueblo ciego y furioso el pretexto de continuar cubriendo de sangre su patria en
nombre de un príncipe, el primogénito de una antigua dinastía, que se ha convertido por un tratado
solemne, por su propia elección, y por la más gloriosa de todas las adopciones, en príncipe francés
e hijo de Vuestra Majestad Imperial y Real.
Me atrevo a esperar, Señor, que tan ardientes votos y un afecto tan absoluto tocarán el corazón
magnánimo de Vuestra Majestad, y que se dignará hacerme partícipe de la suerte de cuántos Vuestra
Majestad ha hecho felices.
Señor, de Vuestra Majestad Imperial y Real, humilde y respetuosamente servidor.
Fernando.”
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Raymond de Sèze: La verdad es que la cartita se las trae.
Fernando VII: Señor de Sèze, leamos correctamente lo que dice la carta: Dice, que se podría
poner fin a la guerra de España, si se estrecharan mis lazos con el Emperador… O sea,
que la adopción de Napoleón, o el matrimonio con una princesa Bonaparte, era un
buen camino para acabar la guerra de España… Y no olvidéis que yo estaba
aterrorizado. Tenía que expresar amor a Napoleón, ganarme su confianza.
Raymond de Sèze: Lo que conseguisteis, fue que Napoleón se riera de vos.
Fernando VII: Claro que se rió de mí. Pero, cuando se retiró de España, me reconoció como
Rey. Quizás se rió de mí. Pero, como dicen los franceses, reirá bien quien ría el último.
Napoleón murió prisionero de los ingleses en la isla de Santa Elena, y yo seguí más de
diez años, después de su muerte, como Rey de España. (Indica con un gesto la carta que
está en pantalla) Leed la carta, e interpretadla correctamente…
Aparece, en otra pantalla, el texto de la carta sin resaltados. A medida que la va explicando, van
apareciendo resaltados en el texto, que, al final, quedará así:
“10 de mayo de 1810:
Permitid, Señor, que deposite en vuestro seno los sentimientos de mi corazón que, no vacilo en
decirlo, es digno de perteneceros por los lazos de la adopción.
Vuestra Majestad Imperial y Real se digne unir mi destino a los de una princesa francesa de su
elección y cumplirá el más ardiente de mis votos. Con esta unión, a más de mi ventura personal,
granjearé la dulce certidumbre de que toda la Europa se convencerá de mi inalterable respeto a la
voluntad de Vuestra Majestad Imperial y de que Vuestra Majestad se digna pagar con algún retorno
tan sinceros sentimientos.
Me atreveré a añadir que esta unión y la publicidad de mi dicha, que daré a conocer a la Europa, si
Vuestra Majestad lo permite, podrá ejercer una influencia saludable sobre el destino de las
Españas y quitará a un pueblo ciego y furioso el pretexto de continuar cubriendo de sangre su
patria en nombre de un príncipe, el primogénito de una antigua dinastía, que se ha convertido por
un tratado solemne, por su propia elección, y por la más gloriosa de todas las adopciones, en
príncipe francés e hijo de Vuestra Majestad Imperial y Real.
Me atrevo a esperar, Señor, que tan ardientes votos y un afecto tan absoluto tocarán el corazón
magnánimo de Vuestra Majestad, y que se dignará hacerme partícipe de la suerte de cuántos Vuestra
Majestad ha hecho felices.
Señor, de Vuestra Majestad Imperial y Real, humilde y respetuosamente servidor.
Fernando.”
Fernando VII: Decía al Emperador que el pueblo español luchaba por mí. Era verdad. Y que si
me unía a la familia Bonaparte y me acercaba al poder, el pueblo español dejaría de
tener motivo para seguir su guerra. Era verdad. De lo que no estoy orgulloso, es del
estilo nauseabundo de las cartas. (Le da una especie de escalofrío) ¡¡¡Brrr!!!
Raymond de Sèze: ¿Y vuestra deseada conversión en un príncipe francés?
Fernando VII: Yo soy español. Los reyes somos de nuestro país, de una manera distinta que
nuestros súbditos… El origen del apellido Borbón es francés. Antes de la Revolución,
estábamos unidos a Francia por lo que se llamaba Pacto de Familia. No fue Francia,
sino Inglaterra, quien nos arrebató Menorca y Gibraltar. Y fue un general Francés,
quien recuperó Menorca para España. No fue Francia quien nos atacó en Cartagena de
Indias. Y quien derrotó a los ingleses en Cartagena de Indias, fue un marino español
que empezó su carrera, al servicio de Luis XIV de Francia. Siendo rey mi padre, su
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ministro, el Conde de Floridablanca nos convenció de que, a pesar de la revolución
francesa, España debía continuar siendo aliada de Francia.
Raymond de Sèze: ¿Es esa la razón que os hacía desear que el pueblo español no derrotara a
Napoleón?
Fernando VII: ¿De dónde sacáis esa tontería? Ja, ja. No es eso. Yo estaba convencido de que
el pueblo español no podía derrotar a Napoleón.
Raymond de Sèze: ¿Queríais o no queríais que el pueblo español derrotara a Napoleón?
Fernando VII: Lo que yo quería, es que los españoles no siguieran muriendo para que yo fuera
Rey de España. Quería lo mismo que querían los españoles: Quería ser Rey de España.
Y serlo en paz con los franceses. Intenté lograrlo por medios diplomáticos. Y no tenía a
mi alcance otros medios diplomáticos que hacerle la pelota a Napoleón… Aquella
guerra fue terrible, prueba de ello es una impresionante colección de grabados sobre
titulada “Los Desastres de la Guerra”.
El Presidente se adelanta hacia el centro del escenario.
Presidente: Les vamos a mostrar algunas imágenes de aquel reportaje sobre aquella guerra.
Lo preparó un repórter muy valorado en su época, Francisco de Goya.
Fernando VII: Si… Mi pintor de cámara.
Presidente: Él presenció alguno de aquellos sucesos, y escribió en el propio grabado que los
recogía: “Yo lo ví”.
En las pantallas van apareciendo imágenes de LOS DESASTRES DE LA GUERRA.
Presidente: (Mientras aparece la diapositiva) Un grupo de soldados
está castrando a uno de los bravos españoles que luchaban
contra los franceses por Fernando VII, mientras éste
disfrutaba de su dorada prisión en Valençay.
Presidente: (Mientras aparece la diapositiva) A Este español, lo están
ahorcando de mala manera, soldados franceses de Napoleón.
Quizás sus últimas palabras son ¡Viva Fernando VII! Viva aquel
que escribía cartas a Napoleón diciéndole que quería ser
francés y casarse con una sobrina suya.
Presidente: (Mientras aparece la diapositiva) Españoles decapitados,
desmembrados, víctimas de represalias de los franceses. Estos
españoles no aceptaban a aquel Rey virtuoso, según Fernando
VII, que fue José Bonaparte.
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Presidente: (Mientras aparece la diapositiva) Feroz enfrentamiento de
mujeres del pueblo español con sus tradicionales amigos,
según el acusado Don Fernando de Borbón, los soldados
franceses.
Presidente: (Mientras aparece la diapositiva) Terrible desamparo de
una niña y de su madre, que huyen aterrorizadas de una
acción de guerra. Goya escribió en este grabado: “YO LO VÍ”.
Presidente: (Mientras aparece la diapositiva) Aquí, el desamparo de la
niña es aún más terrible. Goya tituló este grabado “MADRE
INFELIZ”. Porque no hay mayor infelicidad para una madre
que no poder amparar a su hija. Ése sería el último dolor de
aquella madre antes de morir.
Raymond de Sèze: Permítame ahora a mí presentar los grabados de
ese reportaje… (Mientras van pasando, uno tras otro, los mismos
grabados, Raymond de Sêze habla) La Guerra de la
Independencia es un motivo de orgullo patriótico, vista desde
la distancia. Pero vista desde dentro de la misma Guerra, el
pueblo llano español estaba siendo masacrado por una
soldadesca que pertenecía al ejército más potente y mejor
organizado del mundo. Luchaba heroicamente en una guerra
que Fernando VII creía que no podía ganar. Y que intentó
parar por medios diplomáticos. Por los únicos medios
diplomáticos a su alcance: Escribiendo a Napoleón. Y,
haciendo la pelota a Napoleón. Esta es la guerra que no quiso
Fernando VII. Fernando VII no quiso volver como rey,
azuzando a los españoles para continuar aquella guerra.
Quiso volver como rey en paz. En paz con los franceses. Esta
es la guerra que padecía el pueblo llano español, y que no
quería, Fernando VII. Fernando VII perdió imagen y dignidad
con sus cartas a Napoleón. Aquellas cartas buscaban que
terminara la guerra.
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ACTO III
Presidente: Silencio Señorías ¡Silencio! El juicio contra Don Fernando de Borbón debe
continuar. (Al Sr. de Sèze) ¿Quiere Vuestra Señoría recordar por qué momento de la
acusación vamos?
Raymond de Sèze: Cuando Napoleón decidió retirarse de España, devolvió el trono a
Fernando VII, con la confianza de que no atacaría a Francia por la espalda del Pirineo.
No la atacó. Esto era 1.814. Fernando VII regresó a España, y se negó a aceptar la
Constitución aprobada, por las Cortes de Cádiz.
Presidente: Recuerden, Vuestras Señorías, este importante hecho. Es la primera acusación
que hemos presentado contra Don Fernando de Borbón. Y recuerden que seis años
después, Fernando VII sí aceptó por fin la Constitución, y se instauró un gobierno
constitucional en España.
Raymond de Sèze: Así fue. El testimonio que hemos escuchado de Napoleón Bonaparte, nos
ha informado de que, sólo un año después de la entrada en vigor de la Constitución, el
Gobierno Constitucional de Fernando VII ya estaba en crisis.
Presidente: ¡Ciudadano Don Fernando de Borbón!... Permaneced en pie para escuchar la
lectura de la acusación… Ciudadano Don Fernando de Borbón: La nación española
presenta contra vos los siguientes cargos: Primero, El 30 de Junio de 1822, apoyasteis
un levantamiento de la Guardia Real contra el Gobierno Constitucional… Segundo,
después desautorizasteis la orden dada por el gobierno al ejército de marchar contra
esos sublevados de la Guardia Real… Tercero, después ordenasteis o aceptasteis que la
Guardia Real secuestrase al gobierno constitucional… ¿Ha sido de esa forma como
“marchasteis francamente” por la senda constitucional?... Ciudadano Don Fernando de
Borbón: ¿Os declaráis culpable o no culpable de estos hechos?
Fernando VII: Me declaro No culpable. La Guardia Real no actuó bajo mis órdenes, ni con mi
consentimiento, y no tengo ninguna responsabilidad en aquellos sucesos. Hubo otros
levantamientos, al mismo tiempo que el de la Guardia Real: En Córdoba, en Castro del
Río, en Valencia… Estaba empezando una guerra civil en España.
Raymond de Sèze: (Al presidente) Sr. Presidente, con la venia, pido permiso para interrogar al
acusado.
Presidente: Proceda, vuestra señoría.
Raymond de Sèze: Don Fernando: ¿Cómo ocurrió aquel levantamiento de la Guardia Real?
Fernando VII: Aquellos sucesos comenzaron cuando, una vez más, la Guardia Real fue
insultada, abucheada y apedreada por un grupo de energúmenos liberales a la salida
de Las Cortes.
Raymond de Sèze: Se ha hecho famosa vuestra frase al aceptar la Constitución: “marchemos
todos juntos, y yo el primero, por la senda constitucional”. ¿Podéis explicar algo en
relación con aquella declaración?
Fernando VII: Inmediatamente antes de esas palabras, escribí al pueblo español, en el mismo
documento: (Fernando saca un documento, y lee) “Vuestra ventura desde hoy en
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adelante dependerá en gran parte de vosotros mismos. Guardaos de dejaros seducir
por falsas apariencias de un bien ideal, que frecuentemente impiden alcanzar el bien
efectivo. Evitad la exaltación de pasiones que suelen transformar en enemigos a los
que solo deben ser hermanos, acordes en afectos como lo son en religión, idioma y
costumbres”… ¡Y, vaya si se exaltaron aquellas pasiones negativas!
Raymond de Sèze: ¿Así que la Constitución lo que hizo fue azuzar pasiones disgregadoras?
Fernando VII: No. Aquel desastre no fue obra de la Constitución, sino de la actuación de
muchos de los que la promovían, y de muchos de los que estaban contra ella. Estaba
empezando una guerra civil entre españoles.
Presidente: ¿No exageráis al decir que empezaba una guerra civil?
Fernando VII: Alzamiento de partidas antiliberales… asesinato de liberales por absolutistas y
de absolutistas por liberales… Sublevación de la Guardia Real, intentando secuestrar al
Gobierno… Y, hasta llegó a instaurarse un gobierno contrario al gobierno liberal, la
Regencia de Urgel… Se estaban instalando en la Sociedad esas pasiones que convierten
a los hermanos en enemigos. Yo no podía dejar a mis súbditos españoles seguir
caminando hacia el precipicio. Al poner fin al periodo constitucional, se apagó aquel
enfrentamiento civil, que amenazaba convertirse en una sangrienta guerra civil
generalizada. Al final de mi reinado, incorporé al gobierno a exiliados liberales…
Presidente: ¿Pretendeis decir que resolviste el problema del enfrentamiento entre
españoles?
Fernando VII: No lo resolví. Pero, tampoco lo causé… Al pueblo llano español se le impuso
una constitución que no quería. No quería ni la Constitución de 1812, ni a los
constitucionalistas.
Presidente: ¿En qué hechos basáis esa afirmación?
Fernando VII: La sublevación del constitucionalista General Díaz Porlier fracasó porque los
hombres a quienes pretendía sublevar le abandonaron. La sublevación del General
Espoz y Mina, para apoderarse de Pamplona, había fracasado por la misma razón…
Aquellos hombres que se negaron a seguir a sus jefes traidores a su Rey, eran el
pueblo llano español.
Presidente: Pasamos a otro punto del acta de acusación. Ciudadano Don Fernando de
Borbón: La Nación Española os acusa de que, para acabar con el régimen
constitucional, pues la Constitución finalmente fue aceptada y promulgada por vos,
pedisteis a un ejército extranjero, el ejército francés, que invadiera vuestro propio
país, e hiciera la guerra a vuestro propio ejército, lo que fue un supremo acto de
traición… La Constitución, había sido finalmente aceptada y promulgada por vos, o sea,
que, finalmente, sí firmasteis aquel pacto con la nación española. ¿Reconocéis estos
hechos?
Fernando VII: Reconozco los hechos, no vuestra interpretación.
Presidente: Sólo hay una interpretación posible para esos hechos. Pedisteis a un ejército
extranjero que invadiera vuestro propio país.
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Fernando VII: Intenté gobernar como monarca constitucional durante tres años… Pero,
cuando masas revolucionarias invadieron violentamente mi Palacio Real; cuando la
constitución fue utilizada contra mí; cuando fui declarado loco por las Cortes; cuando
fui llevado y traído contra mi voluntad; cuando corrió peligro mi vida, no tuve ninguna
duda, y decidí, aprovechando la ayuda de los franceses, abrogar la Constitución.
Raymond de Sèze: Sr. Presidente: Como nos ha dicho en su última declaración Napoleón
Bonaparte, el régimen constitucional había entrado en crisis en España. Sublevación de
la Guardia Real… Petición del Rey a las potencias Europeas para que intervinieran en
España… La Historia se repetía. Se había abierto un foso insalvable entre los
comuneros y el rey. Para intentar comprender aquella crisis fatal, la Defensa pide que
sean admitidas como pruebas las conversaciones mantenidas por Fernando VII, el
presidente Don Álvaro Flórez Estrada y el General Don José María Torrijos; como así
también, las posteriores conversaciones con Don Antonio Alcalá Galiano y otro
ministro del Gobierno de San Miguel.
Presidente: Proceda, Vuestra Señoría.
Entran dos actores, Álvaro Flórez Estrada y del General Torrijos. Conversan, en el centro del escenario,
Mientras Raymond de Sèze juega con Fernando VII al juego de la cometa.
Flórez Estrada: (Muestra la cometa a Torrijos) General Torrijos… En medio de los tremendos
problemas que abruman al país, el Rey se divierte haciendo volar la cometa.
General Torrijos: ¿Es una diversión?
Flórez Estrada: No creo que sea otra cosa.
General Torrijos: Presidente Flórez Estrada… Pueden ser otras dos cosas. Que el Rey haya
perdido la chaveta, o…
Flórez Estrada: ¿Que haga señales a las avanzadillas del ejército francés? ¡Y qué les va a decir!
General Torrijos: No tiene conocimiento de nuestro despliegue militar.
Flórez Estrada: Los franceses del Duque de Angulema casi a las puertas de Madrid. Llegamos
al Gobierno, en el mejor momento.
General Torrijos: Esta invasión de los franceses nos va a dar la ocasión de unir de nuevo a
toda la Nación española en torno a nosotros.
Flórez Estrada: No le fallaremos, a la Nación.
General Torrijos: He sido General Jefe del Estado Mayor, y la presente situación es de manual
de estrategia militar. Espoz y Mina, y Ballesteros, desde Cataluña y Aragón, y Morillo,
desde Galicia, cerrarán a los franceses su vía de comunicación con Francia. Y frente a
ellos, en Madrid, les espera el General Conde de la Bisbal.
Flórez Estrada: El aspecto militar te lo dejo a ti, por eso vas a ser ministro de la Guerra
conmigo.
General Torrijos: Tan pronto me haga cargo del Ministerio de la Guerra, pondremos en
marcha las operaciones militares. Tenemos una responsabilidad histórica.
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Flórez Estrada: La enfrentaremos con éxito. Después de nuestra victoria, será el momento de
hacer el último y definitivo texto constitucional. Sellemos con un abrazo nuestro
compromiso por España.
Flórez Estrada y Torrijos se abrazan. Entra Fernando VII, se ayuda de unas muletas para andar. Se
adelantan medio camino hacia Flórez Estrada y el General Torrijos, que vienen acercándose a ellos.
Fernando VII les tiende la mano, con la palma hacia abajo, para que se la besen. Pero no lo hacen,
sino que le saludan con una inclinación, eso sí, respetuosa, de cabeza.
Raymond de Sèze: Majestad: El Presidente Don Álvaro Flórez Estrada y el General Don José
María Torrijos.
Fernando VII: ¿Escucháis ese ruido del exterior? A lo mejor, tenéis la suerte de presenciar
otra invasión del Palacio Real. (Efectivamente, se está aproximando, en el exterior, un
confuso ruido de canciones y tambores. El General va a una ventana, y contempla el exterior)
General, cuando lleguen los que promueven ese alboroto, dinos de qué se trata. Por si
acaso, sin más preámbulos, vamos a empezar con nuestra entrevista.
Flórez Estrada: Agradezco a Vuestra Majestad que me haya concedido el inesperadísimo
honor de encargarme el Gobierno.
Fernando VII: Vuestro grupo de diputados lleva varios meses promoviendo que te haga este
encargo. Y creo que es lo mejor para España, en la presente coyuntura.
Flórez Estrada: El General Torrijos (Hace un gesto hacia Torrijos) se encargará de la secretaría de
Guerra.
Fernando VII: Siempre me has inspirado respeto, General Torrijos. (El General Torrijos hace una
inclinación, desde la ventana) Eres valiente, el dos de mayo de 1808 luchaste en Madrid
juntamente con Daoiz y Velarde. (El General Torrijos repite su inclinación. Se dirige a Flórez
Estrada) El General y yo tenemos varias cosas en común. Una, que ambos hemos sido
prisioneros. Yo, de Napoleón…; Y el general, primero fue prisionero de los franceses, y
luego de Fernando VII…, o sea, mío. Sí, el General Torrijos, ha sido mi prisionero, y
ahora, va a ser nuestro ministro de la guerra. Qué situación. Además, ahora, soy yo,
quien es prisionero vuestro.
Flórez Estrada: Curiosa forma de ser prisionero. Vuestra Majestad acaba de cesar al gobierno
del General San Miguel.
Fernando VII: No les he cesado. Les he pedido la dimisión, y han dimitido.
Flórez Estrada: Habéis cesado a los leales a la masonería. San Miguel y sus ministros, son
considerados políticamente más moderados que nosotros, los Caballeros Comuneros...
Fernando VII: Demasiado moderados. Carecen de Autoridad. Ese gobierno no tomó ninguna
medida para castigar a las turbas que invadieron mi residencia. ¡Ciudadanos, retiraos
en orden! ¡Confiad en vuestro gobierno y en las Cortes! ¡Ja! El Palacio Real, merece un
respeto. Sólo se les ha ocurrido, como medida de seguridad, escapar a Sevilla,
trasladando las Cortes, el Gobierno y al Rey.
General Torrijos: (Desde la ventana) Ahora, no se trata de ningún ataque al Palacio Real.
(Acercándose a los otros dos) Es esa cofradía que hace rogativas para que la reina quede
embarazada y haya un heredero.
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Fernando VII: Menos mal. Esta vez, vienen con tambores. A este paso, vamos a quedar
preñados todos menos la reina. (Flórez Estrada y el General Torrijos ríen moderadamente)
Esto hace menos acuciante la necesidad de un traslado a Sevilla.
Flórez Estrada: El riesgo de ataque por el populacho no es la causa para el traslado a
Andalucía. La causa, son las noticias de que el ejército francés del Duque de Angulema
avanza hacia Madrid.
Fernando VII: Escapan a Andalucía, porque piensan que Madrid no puede ser defendido de
los franceses.
Flórez Estrada: Y pienso que la razón por la que Vuestra Majestad me llama al Gobierno, es
porque conoce mi determinación de permanecer en Madrid y defenderlo.
General Torrijos: Lo que les hace escapar de Madrid, es el miedo. El miedo a los franceses.
Flórez Estrada: Sin darse cuenta de que abandonar Madrid a los franceses es permitirles que
instalen en Madrid una regencia anticonstitucional, que sería reconocida como
gobierno de España en toda Europa.
General Torrijos: (Ya se ha unido a los otros dos) Tan pronto me haga cargo del Ministerio de la
Guerra, la primera prioridad será frenar el avance de los franceses.
Flórez Estrada: Lo que no esperábamos, era que Vuestra Majestad tuvieras ese arranque de
cesar al gobierno San Miguel.
Fernando VII: No los he cesado. Les he pedido su dimisión Paradójicamente, he tenido ese
arranque, porque estoy enfermo. Sabéis que padezco de gota. Mis médicos me han
prohibido viajar.
Flórez Estrada: En las Cortes, ha sido motivo de risas, el asunto de los contra informes
médicos encargados por el Gobierno.
Fernando VII: A eso hemos llegado. Los diputados, a carcajada limpia a costa del Rey y de su
salud.
Flórez Estrada: El Sr. Alcalá Galiano nos comunicó, que consideraban a Vuestra Majestad,
apto para emprender el viaje a Andalucía.
Fernando VII: El contra informe médico que ha presentado el Gobierno es un prodigio
científico. Dice que me sentará bien viajar porque la gota no suele atacar a los
andarines ni a los danzarines.
Flórez Estrada: Además dicen que vuestra cojera no os impide correr la cometa.
Fernando VII: Oh, sí lo impide. Ahora, son mis cortesanos los que corren.
Flórez Estrada: Señor, quizás os habéis equivocado al pedirles la dimisión, y llamarme a mí al
Gobierno. Yo y mi grupo no cederemos ante ninguna de vuestras exigencias.
Fernando VII: No me hago ilusiones acerca de vuestra disposición hacia la corona y hacia mi
persona. ¿Sabes quién me habló de ti por primera vez? Napoleón Bonaparte. Tenía
una copia de tu proyecto de constitución, cuando las reuniones del café Apolo.
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Flórez Estrada: Ha corrido mucha agua desde entonces.
Fernando VII: Aquel proyecto en el que se decía que Las Cortes podrían imponer la pena
capital al rey.
Flórez Estrada calla, unos instantes.
Flórez Estrada: Señor. Mi convencimiento es que el Rey debe estar sometido a las Cortes. En
mis proyectos de constitución, cuando me refiero al Rey, lo llamo Rey. Y, cuando
escribo “el Soberano”, me refiero a Las Cortes, no al Rey.
Fernando VII: Prefiero quedarme en Madrid, rehén de un gobierno presidido por ti, que
dejarme arrastrar por Andalucía. Si he de morir, quiero morir en mi capital, que es
Madrid. Y, en cualquier caso, estoy enfermo, y no me dejaré llevar y traer, al dictado
de unos médicos, que no son mis médicos.
General Torrijos: Vuestra Majestad dice: Si he de morir, y sin duda, piensa en Luis XVI de
Francia.
Fernando VII: También pienso en la segunda parte de vuestro nombre: “Hijos de Juan
Padilla”. Decapitado por orden de un rey de España. Y algunos cambian ese nombre a
“Vengadores de Juan de Padilla”. ¿En qué va a consistir la venganza?
General Torrijos: En nada. No queremos venganza. Queremos Constitución.
Fernando VII: Pero, perdéis de vista que Juan Padilla murió por defender derechos históricos
de los españoles. Y vosotros, Caballeros Comuneros, habéis puesto vuestra
constitución por encima de ellos.
General Torrijos: Nos llamamos hijos de Juan Padilla porque defendemos la libertad. Decís: Si
he de morir… Nosotros también pensamos: Si nos va a matar el Rey… Y pensamos en
los generales Díaz Porlier y Lacy, cuyas condenas a muerte fueron firmadas por Vuestra
Majestad.
Fernando VII: Fueron condenados por tribunales militares, por delito de rebelión militar.
Flórez Estrada: Vuestra Majestad también firmó mi condena de muerte en 1.814.
Fernando VII: Me lo ha recordado mi secretario de despacho. Lo que yo digo… Me han traído
tantas condenas a muere a firmar, que uno ya no sabe…
Flórez Estrada hace un conato de risa, como diciendo al rey: “Te has pasado”.
General Torrijos: Señor, la Constitución es garantía de que podamos seguir adelante en paz.
De que nunca se haga realidad el terrible sueño del que me he despertado muchas
veces, en el delirio de mi enfermedad, y me ha hecho seguir el resto de la noche en
blanco.
Fernando VII: Yo también tengo terribles sueños que no voy a contaros. Pero, si me cuentas
el tuyo, seguirás ayudándome a conocerte mejor.
El General Torrijos niega con la cabeza.
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Flórez Estrada: El General Torrijos tiene una pesadilla recurrente. Está enfrentado con vuestra
Majestad, y uno de los dos ordena la muerte del otro, pero no sabe quién ordena la de
quién.
Fernando VII: ¿Y cómo es la muerte?
General Torrijos: Fusilado.
Fernando VII: Entonces, General, sueñas que soy yo quien ordena tu muerte. Hasta hoy, he
firmado condenas a muerte contra militares, por fusilamiento. Vuestros amigos
comuneros dan muerte a militares en garrote vil. Me alegra, si puede uno alegrarse de
eso, que sueñes que te respeto como militar, y mando que te fusilen, y no que te
ahorquen, o que te den garrote. General, fuiste Capitán General en Valencia, y en
Valencia, un consejo de guerra, formado íntegramente por comuneros como tú,
condenó a morir en garrote vil a mi leal General Elío.
El General Torrijos vuelve a negar, enérgicamente, con la cabeza. Más que el hecho, rechaza el
pensamiento.
General Torrijos: Yo no era Capitán General de Valencia, entonces. Ningún General quiso
aceptar el cargo.
Flórez Estrada: Nosotros vamos a resolver esta crisis de gobierno, y a enderezar la situación
interior y exterior. Y lo superaremos con la cooperación, en primer lugar, de Vuestra
Majestad.
Fernando VII: Difícil va a ser todo esto. A mí no me gusta la Constitución, y a vosotros
tampoco, porque queréis escribir otra.
General Torrijos: Hasta que no se redacte otra constitución y sea aprobada por la nación, ésta
es la que tenemos, y la que respetaremos, Vuestra Majestad y nosotros. Y estamos
dispuestos a sacrificar nuestra vida por ella.
Fernando VII: Así sea. (Suelta una pequeña carcajada, mitad triste, mitad siniestra) No digo “así
sea” deseando que muráis por la Constitución, sino deseando que se respete la
Constitución.
Flórez Estrada: Señor, quizás Vuestra Majestad está pensando que, permaneciendo en
Madrid, podrá ser liberado por el ejército francés del Duque de Angulema.
Fernando VII: No se puede descartar esa posibilidad.
Flórez Estrada: Y dicen que estáis en contacto con el Duque de Angulema, mediante algún
código que tenéis acordado relacionado con el vuelo de la cometa.
Fernando VII: Se dicen tantas cosas… También dicen que van a acabar llevándome a Cádiz. Y
el viento de Cádiz es excelente para el juego de la cometa. Es un juego que me fascina.
Es tan sencillo como eso. No estoy enviando mensajes a los franceses.
Flórez Estrada: Pero Vuestra Majestad no es tan infantil como para divertirse simplemente
jugando a la cometa.
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Fernando VII: No tiene nada de infantil, ese juego. Cuando un mal viento fuerte arrastra la
cometa, o se deja uno arrastrar también, o tiene que tirar al suelo la cometa, soltando
la cuerda.
Flórez Estrada: Señor, se puede descartar que el ejército francés os libere. Si mañana los
franceses intentan tomar Madrid, el pueblo de Madrid, encuadrado por el ejército
constitucional, les hará apurar la amarga copa de la derrota.
General Torrijos: No descartamos que parte del ejército francés luche a nuestro lado. Antes
de entrar en España, ha habido conatos de motín entre las tropas francesas. Napoleón
sigue siendo, para los soldados franceses, un héroe caído. Y la imagen de los borbones
dista mucho de concilar entusiasmo.
La defensa interrumpe la escena.
Raymond de Sèze: Majestad, Don Antonio Alcalá Galiano y un ministro del gobierno dimitido
piden ser recibidos.
Entran Alcalá Galiano y un ministro del Gobierno San Miguel.
Alcalá Galiano: Señor, os informo de las últimas decisiones de Las Cortes. Las Cortes han
concluido su sesión de hoy, y no volverán a reunirse hasta que puedan reanudarse en
Sevilla.
Ministro: Señor, las Cortes han dado como no emitida y carente de efecto alguno, la dimisión
de nuestro gobierno.
Fernando VII: Señoría, El Rey da por no emitido, y carente de efecto alguno, ese parecer de
Las Cortes, por ser contrario a los hechos y a la Constitución.
Ministro: Señor, ¿Continuáis obstruyendo la labor de las Cortes y del Gobierno?
Fernando VII: Señoría, vuestro Gobierno ya no existe. Habéis hecho uso de vuestro derecho a
dimitir, y yo utilizando mi prerrogativa, he aceptado la dimisión, y he decidido encargar
el gobierno a Don Álvaro Flórez Estrada.
Ministro: El nuevo gobierno que habéis nombrado, sólo podrá entrar en funciones después
de que nosotros hayamos dado cuenta a Las Cortes de nuestra gestión.
Flórez Estrada: Se cumplimentará ese trámite.
Alcalá Galiano: No hay tiempo que perder. Cumplid las instrucciones que habéis recibido de
viajar a Sevilla…
Ministro: Las Cortes están este momento aprobando un aplazamiento de las sesiones, y el no
reanudarlas hasta que lo hagan en Sevilla. Entretanto, somos gobierno en funciones.
De manera que, Señor, dad orden de que se organice vuestro viaje a Sevilla, que será
mañana.
Fernando VII: Ya he dicho a los ministros dimisionarios que no vamos a viajar a Sevilla.
Alcalá Galiano: No habéis escuchado todo lo que tengo que deciros. Las Cortes han decidido
más cosas… Consideran que vuestro deseo de permanecer en Madrid es, en realidad,
un propósito de esperar al ejército francés. Consideran que esto es un caso de traición.
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Para no llegar a las desastrosas consecuencias que tendría el declararos traidor, he
propuesto que lo consideren como una enajenación mental vuestra. Señor, Las Cortes
os han declarado loco, con un término más científico, y han nombrado una regencia
para que ejerza vuestras funciones.
Fernando VII: Ya he dicho que no viajaré a Sevilla.
Ministro: ¡Viajaréis a Sevilla!
Fernando VII: No viajaré a Sevilla.
Ministro: (Violentándose…) ¡Viajaréis a Sevilla! (El ministro avanza hacia Fernando VII, lo zarandea,
lo abofetea…) No acabará el día de hoy sin que, con mis propias manos os arranque el
alma. (Flórez Estrada y el General Torrijos separan al ministro tratando de proteger al Rey)
Fernando VII: No viajaré a Sevilla.
Ministro: Si continuáis negándoos, lo que permanecerá en Madrid es vuestro cadáver.
¿Cuánto tiempo lleváis riéndoos de la Constitución y de los constitucionales, y
boicoteando a vuestro propio gobierno? ¿Y, cuánto tiempo pensáis que podréis seguir
haciéndolo?
Alcalá Galiano: (separa suavemente, al ministro, del Rey) Señor, me habéis interrumpido dos
veces, y no he podido deciros todo lo que quería deciros. En la bandeja donde se
colocan las propuestas de ley que se somete a las Cortes, había una, no firmada que
pedía someter a votación la siguiente proposición: Dar muerte al Rey y a su familia.
Señor, dad órdenes para que se prepare vuestro viaje. Hagamos lo posible para evitar
que se desborden más aún las pasiones.
Fernando VII: (piensa unos instantes. Luego, cabizbajo, se encamina a la salida, ayudándose con sus
muletas. Se vuelve, con amargura y odio) Así que me habéis declarado loco. Y, cuando
vuestra docta junta de médicos declare que no estoy loco, ¿Qué me declararéis?
¿Traidor, como la Convención a Luis XVI?
Flórez Estrada: Sr. Alcalá Galiano. Os marcháis de Madrid. ¿Cuánto tiempo pensáis que
tardarán los franceses en entrar en Madrid, e instaurar una regencia en nombre de
Fernando VII?
Alcalá Galiano: Habéis aceptado formar gobierno, y habéis entrado en el juego del Rey, que
lo que quiere es que haya enfrentamiento entre los constitucionales.
Flórez Estrada: No habéis respondido a la pregunta que os he hecho. ¿Cuánto tardarán los
franceses en entrar en Madrid y establecer una regencia absolutista?
Alcalá Galiano: Antes, tendrán que entrar en Madrid, y no lo tendrán fácil. Queda a cargo de
la defensa de Madrid, el ejército del General Conde de la Bisbal.
Ministro: El Conde de La Bisbal está acostumbrado a derrotar franceses… Y si entran en
Madrid, eso no quiere decir que dominen España. Ocurre lo mismo en Rusia. En
España y en Rusia, quien domina la capital, no domina el país… Y si logran dominar
Madrid, tendrán que cruzar Despeñaperros, donde les estaremos esperando… Y, si
logran cruzar Despeñaperros, les esperaremos en Cádiz.
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Alcalá Galiano: Y en Cádiz, defenderá a los Constitucionales, lo mejor del ejército Español,
que aún conserva el espíritu de Cabezas de San Juan.
Fernando VII: Sr. Flórez Estrada, a lo mejor, no sois los Caballeros Comuneros los que acabáis
vengando a Don Juan de Padilla. (El Rey da media vuelta y continúa hacia la salida. Se
detiene, y se vuelve de nuevo) ¿Recordáis lo que os he dicho del juego de la cometa?
Cuando la cometa empieza arrastrarle a uno, no hay más solución que soltarla y tirarla
al suelo. (Sale renqueando y mascullando entre dientes)
Raymond de Sèze: Señorias… Presidente Don Alvaro Flórez Estrada… General Don José María
Torrijos… Don Antonio Alcalá Galiano… Señor Ministro del Gobierno de San Miguel…
Deseo en estos momentos llamar la atención sobre sus señorías y recordarles que
estamos en un juicio… y en honor a la verdad les pregunto: ¿Cuales fueron los hechos
finales que acaecieron en España tras la entrada del ejército francés?
El ministro, Flórez Estrada, el General Torrijos y Alcalá Galiano vienen al proscenio.
Alcalá Galiano, Florez Estrada, General Torrijos y Ministro: (a coro) Juro decir la verdad, toda la
verdad, y nada más que la verdad.
Ministro: El General La Bisbal, tenía que defender Madrid. Cuando los franceses se
presentaron ante Madrid, La Bisbal publicó un manifiesto en el que expresaba su
simpatía por la monarquía absoluta. Tras aquel manifiesto de La Bisbal, la
descomposición en el ejército constitucional fue total, hubo una desbandada, y los
franceses entraron en Madrid entre el entusiasmo del pueblo llano.
Flórez Estrada: Cuando el ejército francés del Duque de Angulema llegó a Madrid, el Pueblo
llano de Madrid no les hizo apurar la copa de la derrota. Recibió a los franceses con
vítores y aplausos, y gritos de ¡Viva Fernando VII! Y ¡Viva el Rey absoluto!
Alcalá Galiano: Los franceses cruzaron Despeñaperros en 24 horas. La Historia ni siquiera
guarda el nombre de aquella batalla, si es que la hubo… En Cádiz, los franceses
derrotaron al Ejército Constitucional en las batallas de Trocadero y Sancti Petri. El
Batallón de San Marcial, que guarnecía la batería Urrutia, se sublevó. Cádiz se rindió, y
los que pudimos escapar, salvamos nuestras vidas en el exilio.
General Torrijos: Nuestros ejércitos constitucionales más importantes estaban mandados por
los Generales Morillo y Ballesteros. Morillo, con parte de su ejército, se pasó a los
franceses y a Fernando VII. Dijo que había sido violada la constitución en la persona
sagrada e inviolable del Rey. Ballesteros fue perseguido por los cien mil hijos de San
Luis, por Aragón, Murcia y Granada, y capituló, por fin. Yo intenté defender Cartagena,
fui derrotado, y conseguí escapar. Y me convertí en emigrado político. Y al final,
sacrifiqué mi vida por la Constitución. Varios años después, Fernando VII me mandó
fusilar. Morí fusilado, y quedé tan muerto como si me hubieran ahorcado. Fernando VII
escribió de su puño y letra...
Fernando VII: ¡Que los fusilen a todos!
General Torrijos: Y nos fusilaron a todos. A mí, y a la cuarentena de valientes que habían
desembarcado conmigo en España, para reimplantar la Constitución y defender la
libertad.
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Presidente: Muchas Gracias sus señorías por sus testimonios… (Salen todos menos Fernando VII
y Raymond de Sèze, hay como un golpe de gong fuera del escenario. Todos los personajes se
van cabizbajos. El presidente viene al proscenio, también cabizbajo) Así se liquidó el primer
periodo constitucional de la historia de España. Derrotados los constitucionalistas por
un ejército invasor extranjero. Represaliados y muertos muchos de sus líderes; en el
exilio, los que pudieron escapar… Fernando VII abolió la Constitución, y volvió a reinar
en España como Rey Absoluto, derogando lo legislado por las Cortes Constitucionales.
Aquel ejército que nos invadió había sido llamado por Fernando VII. El Sr. de Sèze, con
seguridad pedirá a Vuestras Señorías un ejercicio de objetividad cuando voten la
sentencia en este caso… Por lo que se refiere a este déspota, objetividad, es hacer que
caiga sobre él el peso de la justicia histórica… Ahora, sólo faltan los informes finales. (A
Fernando VII) Permaneced en pie, para escucharlos. (Al Público) Señorías: Primero, es un
hecho probado que Fernando VII abrogó aquel pacto contenido en la Constitución de
1.812, después de haberlo aceptado y Jurado… Aquel texto de 1812 fue la gran
oportunidad, abortada por culpa de Fernando VII, de que en España se instaurara un
régimen de libertad y democracia. Y se hubieran evitado las convulsiones políticas y
sociales que han jalonado nuestros siglos XIX y XX… Y segundo, es un hecho probado
que Fernando VII pidió que ejércitos extranjeros invadieran España para hacer la
guerra a su propio país y a su propio ejército… Señorías, pido que condenéis a
Fernando VII como felón, como traidor a su pueblo, para que pueda ponerse esta
palabra, FELÓN, en su epitafio. Ahora, la defensa les presentará su alegato. Señor de
Sèze, Vuestra Señoría tiene la palabra.
Raymond de Sèze: Srs. Representantes de la Nación Española… Hay personas que siempre
amarán y justificarán a los reyes. Otros, nunca amarán y justificarán a ningún rey. Qué
bien expresó esta última actitud (Aparece en el fondo una proyección en laque se lee: “Don
Luis Antonio de Saint Just: No es posible reinar de modo inocente. Todo rey es un rebelde o un
usurpador”)… Muchos reyes han sido víctima del odio de esos súbditos. Y acabaron
siendo ejecutados: Carlos I Estuardo de Inglaterra; Joaquín Murat, Rey Joaquín I de
Nápoles; Miguel Itúrbide, primer emperador de Méjico; Maximiliano de Habsburgo,
segundo emperador de Méjico; Luis XVI, Rey de Francia...
El Presidente ha venido dando muestras de nerviosismo, de contrariedad, mientras escucha lo
anterior. Pequeños paseos por el proscenio.
Presidente: (Con tono de gran indignación) ¡Sr. de Sèze! Le llamo al orden. ¿Con qué propósito
está vuestra señoría enumerando esta serie de ajusticiados?
Raymond de Sèze: Sr. Presidente, mi propósito, es hacer ver que Fernando VII no quiso
permitir que ni él, ni su esposa, ni el resto de su familia, ni sus ministros, ni sus
colaboradores fueran ajusticiados. Y que tenía motivos para pensar que esto podía
ocurrir.
Presidente: Absténgase, Vuestra Señoría, de esas retahílas de antecedentes y consecuentes
históricos, que no hacen directamente al caso. Estamos juzgando exclusivamente a
Don Fernando de Borbón.
Raymond de Sèze: Voy a razonar por qué las acciones de Fernando VII no pueden ser
calificadas de felonía. Sr. Presidente: ¿Puede Vuestra Señoría recordar a esta Asamblea
que es eso de Felón y de Felonía?
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Presidente: La traición de un vasallo para con su señor, o de un señor para con su vasallo.
Raymond de Sèze: La Constitución de 1812 fue redactada por unas Cortes en las que el pueblo
llano no estaba representado, firmó un pacto con unos Nobles. No, con el pueblo
llano… Pero claro ya no estamos en la Edad Media.
Presidente: Muchas gracias, Sr. de Sèze, por recordar que ya no estamos en la Edad Media.
Por eso hemos defendido la Constitución de 1.812.
Raymond de Sèze: Y, precisamente por eso, porque no estamos ya en la edad media, el
Pueblo llano, también cuenta. Cuando llegó aquel ejército francés que venía a reponer
a Fernando VII como Rey absoluto, fue recibido por el pueblo llano en triunfo, al grito
de ¡Viva Fernando VII!, ¡Viva el Rey absoluto! ¿Fue así, Sr. Presidente?
Presidente: Y también gritaban: ¡Vivan las cadenas!
Raymond de Sèze: ¡Gritaban lo que querían!...El Pueblo llano, no había firmado con el Rey, el
pacto constitucional, y no se sentían traicionados por su rey Fernando VII… Srs.
Representantes de la Nación Española: Ha llegado el momento de que emitan ustedes
su voto para dictar sentencia… No se dejen llevar por un sentimiento personal de
simpatía o antipatía. No se trata de que ustedes aprueben o rechacen el absolutismo
de este monarca… Tampoco estamos juzgando si fue un rey cruel, si fue un rey
tiránico, si cometió crímenes, o si fue un monarca virtuoso… La pregunta a la que Vds.
deben responder es: ¿Fernando VII fue felón, traicionó a sus súbditos, por dejar sin
efecto, por dos veces la Constitución de 1.812?
Fernando VII: (Interrumpiendo el discurso) ¡Señorías! Se suele conceder al acusado el dirigir
unas últimas palabras a sus jueces. Pido que me permitan hacerlo.
Presidente: Podéis hacerlo
Fernando VII: Se me ha acusado de actuar con ferocidad. No voy a negarlo… No quise que, en
España, se repitiera la historia de Francia. Cuando vi que la riada revolucionaria llegaba
a España, actué con la ferocidad de un tigre panza arriba, para defender mi vida, la de
mi familia, la de mis leales. Para defendernos de quienes habían matado en garrote vil,
cuando tuvieron el poder, a mi leal General Elío. Era, ellos o nosotros… Había aceptado
aquella constitución obligado por un levantamiento militar. Después, cuando vi a la
nación, entrando en una guerra civil, solicité y obtuve ayuda de una potencia
extranjera para abolir la Constitución. No la quería la mayoría de mi pueblo, que era el
pueblo llano español. Y restablecí el orden y la convivencia que yo y mi pueblo
creíamos más conveniente… Sé que los adoradores de la hidra Revolución, nunca me
perdonaran. Nunca perdonan al que desbarata sus planes.
Raymond de Sèze: Srs. Representantes de la Nación Española: El pueblo llano español ya
absolvió de ese delito por aclamación a su Rey… Pido ahora vuestro voto, para que
esta asamblea también absuelva al Rey Fernando VII del delito de haber sido un rey
traidor a su pueblo, de haber sido un rey felón… No pido a Vuestras Señorías que
actúen con objetividad. Creo que no necesito pedírselo. La Defensa ha terminado su
discurso.
Raymond de de Sèze se retira a un lado del proscenio.
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Presidente: Señorías… El juicio contra Fernando VII ha terminado. Sólo queda que Vuestras
Señorías depositen su voto. Es todo lo que falta para que podamos decir… Se levanta la
sesión.
Se recoge el voto de los espectadores que quieren votar.
FIN
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APENDIDES:
PRONUNCIACIONES:
Talleyrand
Raymond de Sèze
Duque de Brissac
Duque de Berg
Joaquín Murat
Eylau
Valençay
Batalla de Jena y Auerstädt
Friedland
Westfalia
René de Vertot
Fouché
Sire
Chuanes
Castillo de Vincennes
Duque d`Enghien
Schwartz
Luis Antonio de Saint Just
Arnaud de Laporte
Guillermo de Malsherbes
Bernabé Farmian Durosoy
Luis Collenot d`Angremont
Taleirán.
Reimon de Ses
Duque de Brisac
Duque de Ber
Joaquín Murat
Eylau
Valensai
Batalla de Jena y Auerstat
Fridland
Besfalia
René de bertot
Fushé (sh como en shht, de mandar callar)
Sire
Chuanes
Castillo de Vencén
Duque Denyén
Esbagts
Luis Antonio de Sen Yust
Arnó de Laport
Guillermo de Maleserb
Bernabé Farmian Durosuá
Luis Colenot Dangremón
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