Primera Parte El marco histórico : España 1796-1808; aspectos generales Durante los doce años que transcurren entre 1797 y 1808 se publica en Madrid el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos. Quiero, ante todo, ofrecer en este primer apartado del trabajo un marco de referencias históricas que permita situar el Semanario en su época, para no proceder al análisis de un elemento significativo de é^ ta, aislándolo del entorno que lo hace posible.' Es un dato claramente establecido por la historiografía actual sobre el siglo XVIII español, el notorio aumento de la población a lo largo de la centuria. Francisco Bustelol nos ofrece las conclusiones a las que llega después de un pormenorizado análisis crítico de los censos realizados por Ensenada, Aranda, Floridablanca y Godoy; las considera válidas "entretanto no se proceda a un estudio de documentación primaria de los censos". Aplicando una tasa anual media constante de crecimiento demográfico de 0,43% para la segunda mitad del siglo XVIII, llega a las siguientes conclusiones : En 1749 la población sería de 9, 3 millones de habitantes. En 1768 de 10,1. De 11 millones en 1787 y de 11, 5 millones en 1797. . Otro dato establecido es el movimiento centrífugo respecto a la distribución de esta población. A lo largo del siglo aumenta más la población de las provincias periféricas qué la de las centrales, salvando la excepción de la capital del reino. Las ciudades de aquellas provincias se desarrollan frente al estancamiento de las de la Meseta. Este dato permanecerá como una constante estructural para elfuturo. Las conclusiones generales a las que se llega después de cons'Las siglas A.H.N. corresponden a Archivo Histórico Nacional. Las siglas S.A.A.P., corresponden al Semanario de Agri^ultura y Artes dirigido a los Párrocos. Se cita el tomo, número del ejemplar y página. (1) F. Bustelo. La Poblacibn espaSola en la segunda mrtad de! siglo XVII/. Moneda y crédito. N^ 120. 11 tatar el hecho del crecimiento demográñco en el setecientos, la ^ resume Bustelo al final de su trabajo: el aumento de la población se ajusta al crecimiento económico del país en Ia centuria, inferior al de otros pafses europeos. De hecho el crecimiento no es revolucionario y se acomoda a los presupuestos de una economfa que no ha sufrido ninguna de las transformaciones radicales que tendrán lugar a lo largo de la centuria siguiente, aunque se beneficia de una coyuntura favorable. Por otra parte el crecimiento demográfico se interrelaciona con el correspondiente aumento del producto nacional agrario y será elemento propulsor de las corrientes reformistas que tienden, entre otras cosas, a fomentar la agricultura2. Coinciden las investigaciones sobre el movimiento de los precios a lo largo del XVIII espaflol en señalar un alza de éstos como movimiento general durante el siglo. Ya el reinado de Carlos III (1759-1788) transcurre dentro de una coyuntura alcista que resulta altamente beneficiosa. $egún Vicens Vives3 estos 29 años están divididos, por una fase quinquenal (1771-1775) de contracción, en dos períodos: el primero más corto y menos sostenido en el que se dan los primeros pasos hacia una mayor libertad económica (libertad del comercio de cereales en 1765 y decreto librecambista de 1760). Con el segundo se desencadena claramente el alza de precios que prosigue hasta fines de siglo. En el reinado de Carlos IV dominará la coyuntura inflacionista con dos repechos: hasta 1804 uno y de 1806 a 1812 el otro. Si el movimiento alcista del reinado de Carlos III se muestra favorable al desarrollo de la economfa peninsular y está respaldado por este mismo desarrollo, el alza producida durante el reinado de Carlos IV está claramente afectada por el movimiento inflacionista que es consecuente con la azarosa situación bélica de fines de siglo y comienzos del ochocientos. Como dice Vicens, "la inflación de fines de siglo fue tan poderosa porque no iba acompañada de un auge en el volumen del negocio". El grave trauma creado en Europa como consecuencia de la Revolución Francesa afectará gravemente a España, y la dificultosa situación de nuestro pafs en el movido marco de las guerras (2) Ibid. p9g. P04. (3) Vicens Vives. Hútosia Econbmica de España. Pág. 549. 12 que la postura francesa origina, primero por su revolucionarismo agresivo, por la política expansionista de Bonaparte después, mermará los escasos pero esperanzadores beneficios de un largo período de auge económico que habían concedido un respiro a las finanzas estatales. Desde 1793 con la guerra contra la Convención pasando por los enfrentamientos contra Inglaterra en 1796, la guerra contra Portugal en 1801, la segunda declaración de guerra a Inglaterra en 1804, asf como los subsidios monetarios a Napoleón en 1803 y de 1806, . el tesoro real es sometido a una constante sangría a la que tratará de hacer frente con las repetidas emisiones de vales reales y los sucesivos endeudamientos. La primera emisión de vales data del reinado de Carlos III, 1780, y coincidib con la Guerra de Independencia americana. Le siguieron emisiones en 1785 y 1788 para subvencionar la construcción de los canales de Aragón y Tauste. Esta primera experiencia fue positiva y los vales entraron en proceso de amortización sin sufrir devaluaciones, al contrario, entre 1786 y 1794 éstos se cotizaron a un 1% 0 2% sobre su valor nominal. En palabras de Herr, "España parecía haber hecho con éxito la transición al empleo de papel moneda". Con la guerra contra Francia en 1793, la situación comienza a oscurecerse. En 1795 se abre un préstamo de 240 millones de reales y se hacen tres emisiones de vales por un valor total de 968 millones. Acabada la guerra en la Paz de Basilea, con un respiro de poco más de un aflo, se establece en el Tratado de San Ildefonso la alianza con el Directorio que conduce a la ruptura con Inglaterra. Muriel hace el siguiente comentario: "... por haber cumplido España lo estipulado en el Tratado de Alianza con Francia, perdió _ sus escuadras, arruinó su Hacienda, empobreció el comercio y paralizó la industria". Y añade: "parécenos haber sido esta alianza el yerro capital del Gobierno de Carlos IV"4. Es inútil discutir aquí la posibilidad de otros rumbos para la política exterior española de aquél momento. La mayoría de los historiadores coinciden en la complejidad del panorama internacional que convertía la neutralidad en un sueflo, como dice Bruguera. Por una (4) Muriel. Historra de Carlos /V. Tomo I. Pág. 265. 13 parte la alianza con Inglaterra suponía el peligro de invasión por los franceses y por otra la alianza con Francia el peligro de ver obstruido el comercio colonial, yugulándose el renacimiento in^ dustrial y comercial. Efectivamente, la guerra contra Inglaterra supuso un bloqueo del comercio entre la metrópoli y las colonias americanas que redujo las llegadas de moneda de éstas, así como la mengua en el importe de las aduanas5 . La cotización de los vales baja entre 1796 y 1798. Para hacer frente a nuevos gastos y ante la imposibilidad de recurrir a nuevas emisiones de deuda púbiica, se recurre a los empréstitos. Todavía en 1799 se hará otra emisión de vales por un valor de 800 millones de reales, quizá esperando que el primer intento de desamortización de bienes vinculados, para acarrear fondos con los que enjugar la deuda, los ofreciese en cantidad suficiente para cubrirla^ . En este punto crítico convergen las ideas manifestadas por los ilustrados sobre los problemas de la agricultura, con las apremiantes necesidades del erario público^ . La primera desamortización, la que se promulga en 1798, se produce por las condiciones que crean estos tres factores: la aguda crisis financiera del Estado, el ansia de tierras cultivables y la existencia de un cuerpo de doctrina favoi•able a limitar la propiedad vinculada. No puedo detenerme aquí a analizar cuáles son las posturas ilustradas en torno al grave problema de la amortización de la tierra. Sólo apuntaré que estas posturas no son unánimes, sino que revelan puntos de partida totalmente opuestos. Así Floridablanca y Campomanes representan las ideas reformadoras sobre vinculaciones que no tratan sino de ``la reproduceión de la prevalencia de la propiedad territorial feudal mediante su control por la corona"8, en palabras de Bartolomé Clavero, eliminando los (5) R. Herr. "Hacia el derrumbe del Antiguo Régimen: Crisis fiscal y desamortización bajo Carlos IV". Moneda y Crédito. NP 118. Pág. 42 (6) En el artículo citado de R. Herr se puede encdtttrar un detallado estudio sobre el binomino vales reales-desamortización. De él se desprende la gravedad de la crisis financiera por la que atravesaba el Estado y la importancia de esta primera desamortización de bienes vinculados. • (7) R. Herr. Op. Cit. Pág. 44. (8) Para una más amplia información sobre estos temas, puede consultar ^e el importante trabajo de Bartolomé Clavero, Mayorazgo. Propiedad jeuda! en Castilla 14 obstáculos que la propia dureza del mayorazgo castellano ponía al desarrollo de la producción y, por tanto, a la pervivencia del sistema jurídico privilegiado. Por otra parte Jovellanos y Sempere expresan ideas plenamente acordes con un liberalismo económico que presupone la abolición de las relaciones jurídicas feudales, aunque exista una cierta contradicción entre su ideario plenamente liberal y las medidas propuestas que son acordes con la política reformista de los anteriores. Si.la primera desamortización, enfocándola desde el presupuesto de una situación financiera muy grave de la hacienda; busca su justificación en el reformismo ilustrado y la encuentra sobradamente, no hay que olvidar que resultaba a priori un medio seguro de allegar fondos a la Caja de Amortización de vales reale.s: la sed de tierras es un dato fundamental en la coyuntura alcista de la segunda mitad del siglo XVIII. Se presentaba, pues, como un recurso de éxito asegurado con lo que en la práctica también quedaba justificada sobradamente. El recurso a la desamortización y la acogida que los inversorés le deparan, son datos muy significativos que, en 1798, dejan traslucir algunas líneas estructurales de la economía de la época. Efectivamente, recogiendo de nuevo las conclusiones de la historiografía actual, se pueden establecer estos hechos : la presión demográfica se interrelaciona con el aumento de la productividad. El alza de los precios de los productos agrícolas produce un incremento en la renta procedente de la tierra, lo que conduce a un mayor interés por este medio de producción. Esto se trasluce en un aumento del número de propietarios que cultivan directamente sus campos, en un alza del precio de los arrendamientos y en la profusión del subarriendo como especulación sobre ún bien sometido a una demanda creciente. Puede también apuntarse las tensiones en torno al problema tradicional de la Mesta, que se agudizan con la ampliación de los cultivos a zonas de dehesa o a eriales9 . (1369-1836J. En concreto los capítulos XIII, "La Reforma del Mayorazgo" y XIV, "La Cuestibn Agraria". EI texto que cito se encuentra en la página 303. (9) Sobre este tema pueden consultarse los trabajos de Gonzalo Anes, Las Crisis Agrarias en la España Moderna; R. Herr, España y!a Revolucibn del siglo XV/// Y también el Tomo IV de la Historia de España y Améri ^a dirigida por Vicens Vives. 15 Este proceso puede esclarecerse con la siguiente afirmación de Domínguez Ortiz: "las rentas agrícolas subieron incluso con más rapidez que los precios. Esta tesis es fundamental. Probada por Labrousse respecto a Francia y por Vilar respe^to a Cataluña, explica que el enriquecimiento del agro beneficia sobre todo a los propietarios y que éstos tuvieron especial interés en roturar los baldíos, limitar los privilegios de la Mesta y atacar los bienes de marios muertas" 10 . Desde esta perspectiva el fenómeno desamortizador cobra toda su amplitud, no pudiendo ser comprendido acudiendo tan sólo a la instancia de la crisis fiscal, sino siendo necesario enfocarlo como el producto lógico de una situación económica estructural que destilaba toda una doctrina justificadora del mismo. He querido esbozar la situación de la ecónomía agraria para el período objeto de nuestro interés, partiendo precisamente de los hechos que, como la desamortización de 1798, se producen dentro de sus frónteras cronológicas y desvelan la situación en profundidad. Los someros datos apuntados son suficientes para que abordemos el hecho de la creación de un Semanario u^e Agricultura y Artes como un acontecimiento que responde a la existencia de una situación favorable para cualquier tipo de empresa relacionada con el mundo de la producción agrícola. Esto es así al menos en teoría, pues los condicionamientos históricos y el tipo de política a la que el Semanario responde presentan su peculiar problemática. Uno de los objetivos de este trabajo será, precisamente, el desvelarla. ' Examinaremos ahora brevemente el panorama que de la industria, las llamadas artes, presentada en la España de finales del siglo XVIII. Desdevises du Dezert nos ofrece un cuadro de la política estatal encaminada al fomento de la industria, basado en estas cuatro ideas: propaganda y enseñanza, creación de manufacturas reales, estímulo a la industria nacional y prohibición de mercancías extranjerasll. Dentro del primer apartado, propaganda y enseñanza, habría que situar toda la numerosísima bibliografía de la época relaciona(10) Vicens Vives. Historia de España y América. Tomo IV. Pág. 142. , (11) Desdevises du Dezert. L'Espagne de l'Ancient Régime. La richesse et Ja crvilisation. Págs. 69 y ss. 1G da o bien con la promoción de algún tipo concreto de fabricación ofreciendo novedades técnicas, o bien dedicada a resaltar la importancia general de una industria nacional con soluciones para despejar los impedimentos que la atenazaban (prejuicios, trabas, legales, política arancelaria, etc.). A título de ejemplo se pueden citar las obras clásicas de Campomanes Discursos sobre los medios de despertar la industria popular y su Discurso sobre la educación popular de artesanos, o también la obr^ de Francisco Bruna Reflexiones sobre ias Artes Mecánicas rehabilitando el trabajo manual. Como muestra de obras encaminadas a la propaganda técnica puede servir la de José Lapeyre, Tratado de hilar, devanar, doblar y torcer las sedas según el método de Vaucanson aparecida en 1797 y de la que el Semanario se ocupará para su difusión. Es necesario hacer mención de la labor desarrollada por las Sociedades Económicas de Amigos del País al respecto y considerar igualmente al .Semanario de Agricultura y Artes eomo un instrumento más de la política ilustrada en favor del desarrollo y extensión de Ios conocimientos sobre diversas actividades industriales. De las otras tres ideas del programa oficial sobre el desarrollo de las manufacturas voy a destacar sólo algunos hechos importantes. Respecto a las Ilamadas Manufacturas Reales, creadas ya por los primeros borbones (de 1712 data el ensayo de establecer en Madrid una fábrica real de cristales), éstas se dedicaban, en general, a la fabricación de artículos de lujo y no alcanzaron el éxito económico esperando. La fábrica de paflos de Guadalajara, por ejemplo, arrastra una vida lánguida desde su puesta en marcha en tiempos de Felipe V. Se invirtieron en ella enórmes cantidades sin que los beneficios fueran nunca palpables. Todavía en el reinado ,de Carlos IV se siguió manteniendo esta caduca industria hasta su desaparición en 1808. En cua.^.to a los estímulos para fomentar la actividad industrial, se- hacen palpables en la política aduanera que presentará un matiz mercantilista en buena parte de sus soluciones : prohibiciones en torno a la importación de tejidos de algodón, artículos de ferretería, tejidos de lino, etc., así como en las restricciones a la exportación de materias primas para evitar que la industria nacional tuviese que buscarlas en el mercado exterior. Esta politica 17 afectó a la seda, a la lana, esparto, corcho. Este proteccionismo que iba más allá de lo que acons^jaba la situación real de la industrial nacional ocasionó tanto en la metrópoli como en las colonias un correlativo aumento del contrabando y del fraude. Veamos ahora en qué zonas de la geografía penín ^ular se desarrolla la actividad industrial de una manera efectiva y con ' perspectivas de futuro. Los focos industriales más significativos de la segunda mitad del siglo XVIII fueron: Valencia con su industria de la seda, Vascongadas cor. su incipiente industria del hierro que buscaba su salida en América, y, sobre todo, Cataluña con sus industrias textiles que se crean y consolidan precisamente a fines de siglo. En el resto del país la situación respondía a un estancamiento secular de las actividades industriales. Tal era el caso del artesanado castellano que, como dice Anes, "atravesaba la etapa final de un largo proceso de decadencia, y estaba muy poco modificado en su estructura, sin que se observasen elementos de transformación"12 . El caso catalán merece que le prestemos atención ya que presenta los caracteres revolucionarios que se contraponen manifiestamente a la fabricación tradicional y a los propios intentos industrializadores de la política ilustrada. Comparando el caso catalán con el ejemplo de las manufacturas reales, exponentes de la preocupación estatal por una industrialización dirigida, se nos dice en la Historia de Espa^ia y América de Vicens, "la historia de las manufacturas reales contrasta violentamente con el éxito de la actividad fabril particular en Cataluña: son dos mundos en desacuerdo, de los que el segundo represeñta el futuro inmediato"13 . La primera precisión que es necesario hacer es que el desarrollo económico de Cataluña desde la década de los treinta del siglo XVIII, no obedece a las medidas ilustradas puestas en juego. Pierre Vilar nos ofrece los grandes rasgos estructurales que explican el caso catalán :``en Cataluña (...) al mismo tiempo que crecen la renta de la tierra, los beneficios de la explotación agrícola, los de las transacciones , locales y los del incipiente (12) Gonzalo Anes. El Antiguo Régimen: Los Borbones. Pág. 199. (13) Vicens Vives. Historia de España y Américo. Tomo IV. Pág. 142. ió comercio internacional, el avance demográfico, en una primera fase, ofrece una mano de obra cada vez más numerosa, que se contrata a las tarifas tradicionales, muy bajas aún. Y en seguida, ante esta acumulación de beneficios, se precisa la tendencia a la inversión productiva : trabajos de irrigación y roturación y creación de nuevas industrias"14. Por su parte Vicens establece una periodización en la formación del núcleo industrial más potente y con más futuro de la España del setecientos. Habla de tres generaciones: la primera rehace la prosperidad de Cataluña a partir de la ruina provodada por la guerra de Sucesión. Es la gran burguesía comercial barcelonesa, que se réaliza a través del comercio colonial. Su símbolo sería la Compa^2ta de Barcelona (1755). La segunda es la de los innovadores de la transformación industrial, son comerciantes enriquecidos qué invierten en la industria de indianas de las que la primera fábrica aparece en 1738. El símbolo de esta segunda generación burguesa es la ComparZfa de Hilados de Algodón (1'772). La tercera aparece entre 1792 y 1797 y presenta características pecuíiares, ya que se trata de un grupo amplio de parvenus que habían realizado sus beneficios al socaire de la ola de prosperidad que experimenta el país desde 1760. Su símbolo sería el Cuerpo de Fábricas de Tejidos e Hilados de Algodón (1799) compuesto por industriales que defienden sus intereses ante la crisis que provoca la guerra contra Inglaterral5 , Tenemos así a punto un boceto de la situación geñeral en el campo y en la industria que enmarca la época en la que aparece el Seminario de Agricultura y Artes. Nuestro próximo paso va a consistir en trazar las líneas fundamentales del movimiento ilustrado para esta misma época, ya que el Semanario nace de círculos ilustrados y puede ser considerado como una empresa típica de la política ilustrada. Las raíces de la corriente ilustrada en España se hunden más profundamente de lo que generalmente se ha pensado. Se consideraba a Feijóo como padre de la ilustración en nuestro país, apoyando, en buena parte, esta creencia las afirmaciones de Ma(14) P. Vilar. "Transformaciones económicas, impulso urbano y movimiento de los salarios: La Barcelona del siglo XVIII". En ^recimiento y Desarro[[o. Pag. 230. • (15) Vicens Vives. Coyuntura econbmica y reformismo burgués. Págs. 24 a 37. 19 rañón en su significativo artículo sobre el autor del Teatro Critico16. Investigaciones posteriores, cómo las desarrolladas por Antonio Mestre, ponen su énfasis en señalar la tradición científica y crítica que florece en los últimos años del siglo XVII cristalizando en los llamados novadores, que tanta influencia tendrán en el movimiento intelectual de la primera mitad del Siglo de las Luces, en lo que hoy se denomina ``pre-Ilústración"17. Como él mismo Mestre nos dice es necesario reivindicar la existencia e importancia de otras personalidades, sin menoscabo del papel del monje benedictino, que resultan necesarias para formarnos una idea de la complejidad y riqueza del fenómeno ilustrado nacional. Buen ejemplo de lo dicho es el nuevo panorama que nos abre el conocimiento de una personalidad tan significativa como la de Mayans. A lo largo de todo el setecientos existe una complicada relación entre las ideas ilustradas y el poder político que las acoge o desecha. Si existieron reformas ilustradas programáticas, no existió un programa ilustrado oficializado; en cada momento el gobierno echa mano de las ideas que se le ofrecen y que cuadran con sus intereses momentáneos pudiendo pasar a dejar arrumbado aquello que había promovido poco antes. Diríamos que despotismo ilustrado, en este sentido, es ilustración arbitrariá, siendo el único criterio de esta arbitrariedad una política de situación. Es en el reinado de Carlos III cuando más se palía esta dura condición que tantos sinsabores prodigó a destacados personajes de la época. Todos los investigadores coinciden en situar durante este reinado el momento más intenso del movimiento ilustrado, ya que, como dice Mestre "las decisiones de los equipos gobernantes están más en la línea de los reformistas". Pero la luna de miel fue relativamente breve, los acontecimientos revolucionarios de Francia amedrentaron al equipo gubernamental presidido por Floridablanca, y ya en 1789 la Inquisición endurece sus actuaciones y para 1790 se toman medidas de mayor trascendencia. No (16) G. Maraflón. Las ideas biolbqicas del P. Feijbo. Madrid 1933. (17) Las ideas de A. Mestre sobre este tema, así como sus puntualizaciones sobre el papel que le corresponde a Feijóo en el panorama ilustrado de la épocá, quedan clara y concisamente expuestas en su último libro Despotismo e llustracibn en España. Barcelona. 1976. 20 hay que olvidar el destacable eco de las ideas de los revolucionarios franceses en España. Pasado el peligro y restablecidas las cordiales relaciones con Francia en 1795 se inicia lo que Herr llama un resurgimiento de la política ilustrada del gobierno; efectivamente Godoy practica una apertura a las Luces en .lo que éstas pueden tener de más "tecnocrático" , por emplear un término actual. Como dice Domínguez Ortiz :"en aquellos puntos que no tocaban temas candentes de política, su actitud parece abierta, y empalma sin dificultad con las reformas administrativas emprendidas en el reinado anterior"1$.'^ Esta última etapa de la Ilustración terminará con la invasión de 1808. Es en la que nace y vive el Semanario, vamos a detenernos en ella. La historiografía actual reivindica, en algunos aspectos, al Principe de la Paz, Manuel Godoy, personaje ampliamente vilipendiado tanto por los elementos más progresistas como por los más conservadores de su época. Los estudibs actuales sobre Godoy^ coinciden en concederle una actitud favorecedora respecto a la difusión de las ideas "ilustradas", aunque matizando que su principal esfuerzo se centra en los campos de la educación, fomento de las ciencias y de los establecimientos científicos. ^ Para comprender mejor su postura ante el hecho ilustrado, vamos a dilucidar cuál era su posición política según las conclusiones que Carlos Seco nos ofrecel9. Para éste el impacto de la Revolución Francesa produjo en España tres reacciones: la reacción violenta que otorga cariz de cruzada a la guerra de 1793, la de los ilústrados carlotercistas "que no reconocen en la Revolución la consecuencia de sus teorías equilibradas" y la reacción de "un grupo reducido y exótico al principio (.. .) que no desdeña la revolución como medio de alcanzar sus fines". Godoy parece identificarse, en un principio, con el primer grupó, pero el Pacto de San Ildefonso echa por tierra este acuerdo. Por otra parte el grupo francamente revolucionario siempre le será enemigo. Todo parece aproximarle a los ilustrados. Para (18) A. Domínguez Ortiz. Sociedad y Estado en e! siBlo XVII espafiol. Pág. 501. (19) Carlos Seco. Estudio introdu ^torio a las Memorras.del Prlncipe de la Poz. Págs. XLVII y XLVIII. 21 Seco éstos constituyen en la coyuntura política del momento "un auténtico partido de centro". Realmente su acción en favor de la Ilustración reafirma lo que acabames de ver. Godoy hace suyos los postulados ilustrados, aquellos que no afectan a la constitución tradicional del reino en sus aspectos políticos y económico-sociales, admitiendo todo lo que suponga favorecer el crecimiento económico y elevar el nivel cultural popular siempre que no atente contra dichas estructuras tradicionales. Sus posturas más osadas son las que hacen referencia a sus roces con la Iglesia más conservadora, y éstas caen dentro de un presupuesto comúnmente aceptado por los ilustrados tendente a fortalecer la autoridad estatal frente a la eclesiástica, así como los inevitables problemas creados con los eclesiásticos que criticaban los manejos del valido y su política profrancesa. Godoy afirma en sus Memorias su comunión con las ideas ilustradas haciendo precisiones muy significativas: "^Quiéñ me encontró jamás temeroso ni enemigo de las luces?. Lejos de apartarlas, procuraba yo encenderlas y buscar su claridad, precavidas sus explosiones. Las amé constantemente, y para no temerlas, procuré hacerlas aliadas del Gobierno"20 . Carlos Corona reafirma igualmente la postura pro-ilustrada de Godoy y precisa su matiz fundamentalmente culturalista :"donde se manifestó con más intensidad la orientación ilustrada de Godoy fue en el patrocinio y difusión de la enseñanza y de toda clase de conocimientos científicos"21. El Príncipe de la Paz ejerció su mecenazgo político para favorecer empresas como la. primera Escuela de Veterinaria; el Rel Colegio de Medicina, Cirugía y Ciencias Físicas Auxiliares; la Dirección de Trabajos hidrográficos o la primera Escuela de Ingenieros de Caminos, Puentes y Calzadas. Otro_ reflejo de este mismo hecho es que muchos literatos de la época le dedicaron "elogios más o menos sinceros", en palabras de Corona. Forner le dedicó el canto heroico La Paz, Moratín una Epfstola y Meléndez Valdés el poema Al Príncipe. de la Paz sobre la calumnia, saliendo en su defensa después de la Paz (20) Príncipe de la Paz. Memorias. Tomo I. Pág. 191. El subrayado es mío. (21) Carlos Corona. Revolucibn y Reaccibn en el reinado de Carlos IV. P^g. 290. 22 de Basilea. De este mismo autor es una larga composición alabándole la creación del Semanario de Agricultura y Artes22. Según lo que llevamos dicho se comprende fácilmeate que Godoy apoyase decididamente una empresa como la del Semanario que caía plenamente dentro de sus esquemas y manera de entender el papel que la ilustración debía de jugar en España. El Semanario se adecúa perfectamente a esta frase suya que resume su postura: "pan y iuces que traen el pan, y preparan los tiempos : he aquí todo lo que yo dije y me propuse"23 . (22) Meléndez Valdés. Poeslas. Clásicos Castellanos. Madrid. 1925. Págs. 280 y ss. Se t^ata de la Epístola VII, cuya dedicatoria es la siguiente: A1 Excelentfsimo señor Prfr.cipe de la Paz, con motivo de su carta patribtica a los Obispos de España recomendándoles el nuevo Semanario de Agricultura. Sería tedioso incluir aquí esta larga composición, sólo quiero transcribir alguno de sus versos finales en los que M. Valdés, con muy buen tino, habla de la necesidad de acompañar con accione ^ concretas la instrucción renovadora que propaga el Semanario. Sin ellas nada se conseguirá. "El padre sed del labrador: los pasos De los buenos sequir. Pero iah! no basta Que !os instruyais, que a socorrer le vengan De vuestra voz mil útiles doctrinas. Dóquier se vuelve entre cadenas graves, Sin accibn ve sus miembros vigorosos. Parece que la suerte un muro ha alzado De bronce entre él y el bien: trabaja y suda, Y en vano anhela despedir el yugo, El grave yugo que su cuello oprime. Busca la tierra do ajanoso pueda Sus brazos a emplear, y ansia llorando ^ La dulce propiedad, que una ominosa Vinculacibn por siempre le arrehata. No tiene un palmo do labrar, y en torno Leguas mira de inútiles baldfos. " Se refiere a los pesos que agobian al campesino y dice: ' ...abrumado siempre Hollade, perseguido, en vano, en.vano Su dicba anhelais, si tantos grillos • Dejnis, señor, a sus honradas plantas. Sin fruto le intruis: el denso velo Mejor !e estó de su rudez grosera. En su ignoroncia estúpida no siente La mitad de su mal: !e abrts los ojas Para hacerle más mis,ero, y gue llore De su destino la desdicha inmensa. " (23) Príncipe de la Paz. Memorias. Tomo I. Pág. 19,5. 23 No pretendo hacer aquí un resumen de los contenidos ideológicos que a lo largo del siglo desarrolla la Ilustración en España, ya que nos saldríamos de los cortos límites de este estudio. Estos contenidos se abordarán en la Segunda Parte y sólo en tanto en cuanto el Semanario de Agricultura y Artes los refleja: Ahora basta destacar el aspecto concreto de los ``conductos" de que la misma Ilustración se vale para la propagación de sus ideas, pues ésto sí que nos compete directamente. La ilustración establece tres principales conductos de difusión que cuentan con el beneplácito real y forman parte de la misma política ilustrada de los reyes. El primer conducto serán las Sociedades Económicas que se desarrollan a partir de 1765, fecha de creación de la primera de ellas: la Sociedad Vascongada de Amigos del País, que nace ya con una voluntad decidida de fomentar la agricultura, la industria, el comercio y las ciencias. En 1775 se creará la Sociedad Económica Matritense y sus estatutos serán modélicos para las restantes sociedades que se crean por todo el país. Desde la aparición de la primera y hasta 1808, son 76 las Sociedades que funcionan en España. Como cometidos concretos que éstas abordan podemos citar los siguientes: pedagógicos, en los que hay que incluir su atención a la enseñanza primaria y a la creación de escuelas con el fin de extender aprendizajes en actividades industriales como la enseñanza del arte de hilar y tejer; también destaca la crQación de cátedras de Agricultura, Química, Derecho, etc. Otro cometido será el dirigido a la investigación, estimulando memorias y trabajos sobre economía teórica y práctica, concursos fomentando las aplicaciones prácticas de los descubrimientos técnicos, así como la experimentación que se fomentaba con los mismos concursos o bien corría a cargo de la propia Sociedad. Gonzalo Anes24 apunta cómo no será precisamente la burguesía naciente la que promueva la creación de estas Sociedades Económicas. Más bien en las listas de solicitantes abundan los nobles y eclesiásticos. Realmente, para Anes, la creación de estas Sociedades, así como la política ilustrada en general, tiene como (24) Gonzalo Anes. "Coyuntura económica e"ilustración": Las Sociedades de Amigos del País." En Economta e"/lustracibn. " Barcelona. 1969. ^4 principal sujeto aquellas clases sociales que más inmediatamente se beneficiaban de una coyuntura económica favorable para el que tenía remanentes que sacar a un mercado con los precios en alza: los terratenientes, arrendatarios, perceptores de diezmos y otras cargas feudales. Aunque, finalmente, las medidas liberalizadoras interesabn también a los campesinos y, desde luego, a los incipientes focos de burguesía. E^ partir de lo anteriormente expuesto, Anes explica la no existencia de Sociedades Económicas en ciudades que contaban con núcleos de burguesía activa, ya que estas ciudades disponían previamente de organizaciones económicas que encauzaban la actividad de esta clase social: así la Compañfa de Comercio y después la Comparffa de Hilados de Algodón y el Cuerpo de ' Fabricantes en Barcelona. El segundo conducto son las TJniversidades, a través de todo un proceso de reformas que tienen su momento culminante durante el reinado de Carlos III. La expulsión de los jesuitas . en 1767 deja un importante vacío en el campo de la educación alejando, a la vez, al principal bastión de la enseñanza tradicional. Este vacío necesita llenarlo el gobierno acudiendo a los intelectuales que ven las puertas abiertas para plasmar sus ideas renovadoras en un terreno tan querido a los ilustrados como es el de la instrucción. José Luis y Mariano Peset han estudiado en detalle los intentos del centralismo borbónico para acomodar las instituciones universitarias a las nuevas corrientes intelectuales que imponía el momento histórico25. Gregorio Mayans estará en el fondo de esta reforma que, a la hora de realizarse, encontrará el obstáculo de los Colegios Mayores, tan influyentes en las universidades de más abolengo, y que será necesario neutralizar. Én 1770 el Consejo de Castilla ordena que se redacten nuevos planes de estudio en las Universidades dando cabida a cátedras de Matemáticas, Física, etc. El Colegio Imperial, feudo de los jesuitas en la Corte, se reconvierte en los Reales Estudios de San Isidro en 1771, con la inclusión, en sus planes de estudio, de materias tales como Física Experimental, Derecho Natural y de Gentes y Lógica Moderna. Será una constante del pensamiento ilustrado, que veremos (25) M. y J.L. Peset. La Univessidad Española (siglos XVIII y XIXJ. Despotismo /lustrado y Revolucibn Liberal. Madrid. 1974. 25 reflejada en el Semanario, la crítica de la escolástica con sus sutilezas y bizantinismos vácuos y la defensa de una enseñanza basada en el conocimiento de las ciencias útiles que promuevan el desarrollo y enriquecimiento del país. ' Para concluir esta panorámica que intenta ofrecer el márco en que se desarrolla la empresa del Semanario, es preciso situarla dentro de la propia historia del periodismo español del setecientos. La bibliografía existente sobre este tema se centra en trabajcs monográficos. Entre las obras de conjunto resalta por su interés, por su rigor y las pautas metodológicas que ofrece la de Paul Guinard2ó , a quien seguimos. Durante el primer tercio del siglo VIII no hay en España verdadera prensa, en contraste con la situación más desarrollada para este género en otras naciones de Europa occidental. Sin embargo, los primeros periódicos aislados, pioneros en el género, se remontan en España al siglo XVII. El primer periódico de la Península es la Gazeta que aparece en la Barcelona revolucionaria de 1641; sólo aparecieron diez números. En 1661 ve la luz la Gazeta de Madrid, llamada a jugar un papel importante en la vida española ; con Carlos III será órgano oficial y tendrá a lo largo del siglo, junto con el Mercurio histórico y politico, el monopolio de las noticias políticas y militares. Este período balbuciente de la prensa en España se cierra en (26) Como estudios monográficos podemos destacar los siguientes: Luis M. Enciso. Nipho y el periodismo español en el siglo XVIII. Valladolid, 1956. La Gaceta de Madrid y e! Mercurio Histbrico y Polftico, 1756-1781. Valladolid. 1957. Prensa Económrca española de! siglo XVIlI.• El Correo Mercantil de España y sus Indias. Valladolid. 1958. Varela Hervias. Esplritu de los mejores Diarros que se publican en Europo. Madrid, 1966. Teófanes Egido. Prensa clandestina española del siglo XVI77. E! Duende Crltico. Valladolid. 1968. N. Iglesias y A.M. Maña. Correo e Madsid o de Ciegos, 1786-1791. Lucienne Domergue. "Le Real Sociedad Matritense de Amigos del Pats y la prensa económica", en Moneda y Crédito n^ 109. También se puede destacar la atención que la prensa periódica merece en los trabajos de R. Herr Esparla y!a Revolucibn del siglo XVIII; Antonio Elorza, La Ideologfa Libera! y Gonzalo Anes. EI Antiguo Régimen: Los,Borbones. Como obras de conjunto sólo conozco dos: Paul Guinard. La Presse espagnole de 1737 a 1791. Formation et signification d'un genere. Parts, 1973, y Pedro Gómez Aparicio. Historia del periodismo español. Tomo I: Desde la Gaceta de Madsid ( 1661) hasta el destronamiento de Isabel 11. La primera de ellas es el trabajo más concienzudo e importante publicado hasta la fecha. 26 1737 con la aparición del Diario de los literatos, revista "literaria" en el sentido amplio que tenía esta acepción en una época en que el letrado, el intelectual, deseaba contemplar todas las ramas del saber. ^ Sin embargo hay que esperar a mitad de siglo para hablar de un verdadero afianciamiento y aun florecimiento de la prensa en España. Paul Guinard ofrece una clasificación de los distintos periódicos en cuatro grupos basándose en la prerisa de lo que denomina la época del Pensador; de 1750 a 1770. El primer grupo es el de las publicaciones sobre cuestiones científicas, técnicas y económicas. Grupo reducido del que se puede destacar el Diario phfsico-médico chirúrgico de 1757 como prensa científicotécnica y los Discursos Mercuriales de 1752 para lo económico. El segundo grupo lo forman los periódicos de vulgarización, destacamos el Diario noticioso, curioso-erudito y comercial, público y económico de 1758 publicado por esa curiosa personalidad tan ligada al periodismo del setecientos que fue Francisco Mariano Nipho. El tercero comprende las revista.s literarias del tipo del Caxbn de Sastre de 1760, con una copiosa antología de autores clásicos españoles. La crítica de costumbres y de la sociedad de la época forma el cuarto y último grupo. Revistas como E! Duende especulativo sobre la vida civil de 1761 y, sobre todo, El Pensador de 1762 que desató como ninguno las críticas y, como dice Guinard, puso `en ebullición los espíritus". El éxito del Pensador hizo surgir una serie de imitadores en la misma época. A la época del Pensador, sigue una decena de años, de 1770 a 1780, de pobre actividad periodística, reduciéndose considerablemente el número de publicaciones. Las causas pueden ser una peor coyuntura económica, un público todavía poco receptivo y habituado a la prensa periódica y la actitud más reservada por parte de las autoridades que son más exigentes en la calidad de los proyectos que llegan a sus manos. Esta mala coyuntura de la prensa cambia hacia 1780. El fenómeno puede relacionarse con una mejora de la propia coyuntura económica que incide evidentemente de manera directa en una prensa débil en un país con poca tradición y pocos adeptos. La reducción de las tarifas postales y un mayor apoyo estatal 27 (régimen de censura especial para la prensa de 1785), coadyuvan a.explicar el cambio. En el período de 1780 a 1791, denominado por Guinard época del Censor, siguen los grupos temáticos anteriores. Cambia la importancia relativa de cada uno de ellos. Son más numerosas ahora las revistas literarias. Casi desaparece la prensa enciclopédica, de vulgarización histórica o filosófica. La prensa puramente científica y técnica se especializa más y sigue po^o abundante. Entre las revistas literarias se pueden destacar el Correo literario de Europa de 1781 y el Esptritu de los mejores diarios; aun ocupando un lsgar importante la literatura no se eliminan de las páginas de estos periódicos otros temas, siendo este eclecticismo una constante para toda la prensa del setecientos. El Correo de los ciegos de 1786 se dedica a una labor ilustrativa, a"iluminar" a base de la vulgarizacibn e información educativas. En sus páginas se recoge la actualidad, en sentido amplio, literaria, científica, técnica y económica. De los periódicos críticos de este período el mejor es . EI Censorde 1781, que sobresale por encima del resto como ocurría con El Pensador en el período anterior. EI 24 de Febrero de 1791 se decreta la suspensión de todas las publicaciones periódicas del reir.o. La prensa oficial, la Gazeta de Madrid y el Mercurio histórico y politico, se salvan de la quema. La tajante medida obedece a la política general, dictada por Floridablanca, que tiene por objetivo crear un "cordón sanitario" que aisle a España de las posibles infiltraciones de las ideas revolucionarias que triunfaban en Francia. Durará poco la suspensión, ya con la llegada del conde de Aranda al poder volverán a ver la luz las publicaciones periódicas. El Semanario de Agricultura y Artes es una publicación que se sitúa, por lo tanto, en el último período de Ia prensa del setecientos, el que comienza en 1792 y acaba en 1808 con la crisis de la Guerra de Independencia. Se podría clasificar el Semanario entre la prensa de divulgación o vulgarización, matizando que en numerosos casos el tono supera este nivel para alcanzar rango científico ; en las Conclusiones tendremos ocasión de comentar este punto. También hay que hacer hincapié en que se trata de una divulgación selectiva, ya que se centra en temas agrarios, no sólo en los estrictamente 28 agrícolas, sino en aquellos que se engloban en el horizonte más amplio de la actividad rural. El Semanario, sin embargo, presenta unas características muy particulares que le otorgan una personalidad sin ^ular. Es una publicación que nace en el marco de un Plan General de "educación económico-política", de ún plan, podemos decir, de acción ilustrada. Esto le confiere un rango particular. El Semanario no será una publicación oficial en sentido estricto, del tipo del Mercurio por ejemplo, pero tampoco una publicación privada dejada al aire de su buena o mala fortuna. Tiene un carácter semi-oficial. Durante toda su vida la secretaría de estado veló insistentemente por ella. Hay una tercera caracterí^ tica propia. Es una revista que nace dirigida a un público específico, algo desconocido hasta entonces. Nace dirigido a los párrocos de los pueblos para, a través de ellos, incidir en las gentes analfabetas, las más alejadas del conocimiento de los logros técnicos en materia d.e agricultura y artes. No hay antecedentes en el setecientos español de un periódico como éste. La idea se importa del extranjero, como ocurre con las que están en el origen de otros tipos de prensa, caso del Pensador y del Censor. 29