discursos transversales la recepción de rubén darío en nicaragua

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DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
Erick Blandón Guevara
University of Missouri-Columbia
2011
BCN
864.44
B642
Blandón Guevara, Erick
Discursos transversales: la recepción de Rubén Darío / Erick Blandón
Guevara; Prólogo de Leonel Delgado Aburto. Managua, 2011
ISBN: 978-99924-45-14-3
Esta obra es una publicación del Banco Central de Nicaragua.
1. ENSAYOS NICARAGÜENSES-SIGLO XXI
2. DARIO, RUBEN, 1867-1916-CRITICA E INTERPRETACION
3. LITERATURA NICARAGÜENSE-SIGLO XXI
I. Erick Blandón Guevara
II. Leonel Delgado Aburto, Prólogo
III. Banco Central de Nicaragua, para la primera edición impresa.
Banco Central de Nicaragua
www.bcn.gob.ni
Teléfono: 22557171
Apartado Postal 2252, 2253
Managua, Nicaragua
© Erick Blandón Guevara, Managua, 2011
Publicación y distribución: Banco Central de Nicaragua
Diseño de cubierta: Ivan Olivares Morales.
Diagramación: Jenny Rivera N.
CONTENIDO
Presentación
I
Prefacio
III
Prólogo
V
Discursos transversales
La recepción de Rubén Darío en Nicaragua
1
Máquinas al asedio
7
Silencios y olvidos
27
Espectador y náufrago
45
El cuerpo devorado
73
Poética del mestizaje
91
Salida del museo
119
Obras citadas
129
Índice de nombres
141
Anexos
155
Crónicas de Rubén Darío
157
“Las Casas”
159
“Historia Negra”
161
Carlos Ezeta en Monte-Carlo
171
“El Cristo de los Ultrajes”
175
“La antidiplomacia. Una nota de Mr. Knox”
177
“Films de travesía”
183
De Saint-Nazaire á Veracruz.
189
“Sor Juana Inés de la Cruz”
195
I
PRESENTACIÓN
El Banco Central de Nicaragua (BCN), fiel al mandato prescrito en
su ley orgánica, desarrolla un Programa Cultural en el que la investigación –
económica, histórica y cultural– ocupa un papel destacado. Bajo esa premisa,
en el año 2011, el BCN ha decidido poner en manos de los estudiosos de la
vida y obra de Rubén Darío, el trabajo del Doctor Erick Blandón Guevara:
Discursos transversales/La recepción de Rubén Darío en Nicaragua.
En esta obra, el autor se aproxima al poeta nicaragüense desde una
perspectiva diferente a los enfoques que han caracterizado los estudios sobre
Darío y su obra, entregando una nueva veta para explorar en el multifacético y
complejo mundo del conocimiento de la temática rubendariana.
Discursos transversales/La recepción de Rubén Darío en Nicaragua
trata de despertar una innovadora visión sobre Darío, posicionándose desde la
acuciosidad investigativa cuestionadora de patrones y estereotipos, invitando
a la reflexión, el análisis riguroso y el desapasionamiento en el estudio de
Darío, que como bien señala Blandón “… desde las más opuestas posiciones
ideológicas,…, ha sido objeto de permanente disputa en la construcción de
los discursos del hispanismo, del mestizaje, del antinorteamericanismo, del
panamericanismo, del catolicismo, del liberalismo o del tradicionalismo… ”
Construir un Darío para todos ha sido sin dudas una labor constante y
que ha rendido sus frutos, por lo que pensamientos que cuestionan tal dimensión
del insigne poeta no son muchos en Nicaragua, por ello, esta publicación del
BCN pretende aportar a la diversidad interpretativa de la influencia de Darío
en la realidad histórico-cultural de la nacionalidad nicaragüense, en la que
el autor nos lo presenta como sujeto vivo, a veces contradictorio, reflejo de
su condición humana, a la vez que analiza a conciencia la determinación del
entorno económico social y político por construir una visión dariana acorde a
intereses particulares.
Antenor Rosales Bolaños
Presidente
Banco Central de Nicaragua
III
PREFACIO
Quisiera evitar la platitud que dice que a un libro lo engendra otro y
que al final todos son sólo parte del mismo que es el único; pero estas páginas
son en más de un sentido una continuidad de la modesta reflexión crítica que
emprendí en Barroco descalzo (2003). Lo son no sólo porque ahí se halla el
capítulo seminal que ha dado origen a las aproximaciones que aquí realizo
sobre la recepción de Rubén Darío en su país de origen, su relación difícil con
los poderes reales y simbólicos, y la textualidad que su lectura generó en la
construcción de los discursos de la nacionalidad y la identidad cultural. Yo había
optado por concentrarme en las tradiciones orales y performativas de origen
colonial, haciendo especial énfasis en la fiesta colonial, en El Güegüense y El
Torovenado; así que reservé el cuarto capítulo de Barroco descalzo a la cirugía
estética practicada sobre la figura y obra de Rubén Darío, y al significado de
las ceremonias de su funeral. Entonces comprendí que debía dedicar mayor
atención al discurso del Movimiento de Vanguardia y la canonización católico/
nacional de Rubén Darío, y hacer una distinción entre lo que él entendía por
mestizaje y la elaboración de los vanguardistas, y en el año 2006 inicié la
investigación con los resultados que aquí ofrezco, y con los cuales asumo que
he completado la genealogía cultural que inicié en aquel libro.
El trabajo investigativo me llevó más allá de las hemerotecas y
bibliotecas a sondear estados de opinión mediante encuestas, entrevistas
formales e informales, correspondencia electrónica, y especialmente pláticas
con un vario número de personas cuyo decir escuché siempre con gran respeto.
Imposible nombrar a la totalidad de quienes con su sabiduría o información me
aligeraron los deberes. Ellos y ellas saben que soy de las gentes que agradecen
los favores. En la parte final de esta labor conté con el apoyo, consejos y
observaciones del profesor Günther Schmigalle, quien entre otros muchos
materiales, me proporcionó los originales de su edición anotada de las Crónicas
desconocidas 1906-1914 de Rubén Darío, las cuales rastreó en los archivos
de La Nación en Buenos Aires. Con su autorización incluyo algunas de ellas
en el anexo1. Durante el proceso de elaboración de los diferentes capítulos
recibí los certeros comentarios y observaciones de estimados colegas como
Francisco Leal, Iván Reyna, Francisco Morán, y Leonel Delgado-Aburto. La
retroalimentación que tuve de mis estudiantes del seminario “Rubén Darío
y el Modernismo” en la Primavera de 2011, me sirvió para vislumbrar otras
posibilidades de explorar la materia y ampliar mis perspectivas. En el proceso
de edición tuve la asistencia de dos de ellos, José Clemente Carreño y Tim
Pilcher, quienes con paciencia y generosidad leyeron los originales, anotaron
mis omisiones y me ayudaron a corregir.
1 Otras la cito por la reciente edición de la Academia Nicaragüense de la Lengua.
IV
DISCURSOS TRANSVERSALES
Partes de estos textos fueron leídos en paneles y conferencias celebrados
en Washington University de Saint Louis, Missouri; en la Universidad de
Costa Rica, en San José; y en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica,
en Managua. Algunos capítulos, antes de llegar a su versión definitiva, fueron
publicados como artículos en Chasqui, y La Habana Elegante, en los Estados
Unidos; en Revista Centroamericana de la Universidad Católica de Milán; en
Intercambio de la Universidad de Costa Rica, y en Nuevo Amanecer Cultural
de Managua.
Muy decisivo ha sido para mi labor el sostenido respaldo material e
intelectual que me ha brindado como investigador y profesor el Departamento
de Lenguas y Literaturas Romances de University of Missouri. Agradezco
a Ellis Library, que me proporcionó cuanta bibliografía y documentación
requerí a través de sus valiosas colecciones o por medio de los programas de
intercambio con otras bibliotecas de los Estados Unidos y el extranjero. Mi
gratitud al Banco Central de Nicaragua por acoger estas refutables páginas
surgidas de la duda como parte de su programa editorial del año 2011.
Nombrar a quienes me brindaron su aliento no implica que quiera
descargar en otros lo que es sólo responsabilidad mía.
Erick Blandón Guevara
University of Missouri-Columbia
V
PRÓLOGO
Exactamente, un ensayo
El 26 de octubre de 1977, da cuenta Ángel Rama en su Diario2 que
termina de escribir el “Prólogo” para el volumen de Poesía de Rubén Darío
(Ayacucho, 1977). Su anotación acoge la tensión implícita en casi toda escritura
crítica, y que, además, se juzgue creativa, sobre el poeta nicaragüense, y, quizá,
sobre cualquier otra figura canónica:
Me encierro a concluir el prólogo de Darío, escrito y
abandonado hace meses. Es, exactamente, un ensayo. Y pienso
si ese género tiene aún cabida tratándose de Darío, devorado
por la erudición y las tesis doctorales. Pero un conjunto de
penetraciones que he hallado me complacen. Al menos en este
momento en que lo abandono sacando la hoja de la máquina
(77).
El ensayo aparece ante Rama como un género crítico y fragmentario,
cuyas características potencian el desplazamiento de la doxa académica que
rodea a Darío. (Hay dos “abandonos” del texto en la cita de Rama, lo que
ilustra una estrategia mucho más fluida que la del establecimiento dogmático
de verdades absolutas: al ensayo hay que volver luego del abandono, para luego
irse de nuevo, marcando espacios y convocando las potencias del fragmento.)
Aquel aporte de Rama se juntaba con una serie de intervenciones
ya clásicas sobre Darío (de, por ejemplo, Pedro Salinas, Octavio Paz o
Ernesto Mejía Sánchez) que han definido el estatus latinoamericano, e,
incluso, necesariamente trasatlántico del nicaragüense. Al hacerlo desde la
localización crítica del ensayo, estas intervenciones han potenciado el estudio
del modernismo y de Darío en lo que podría llamarse su labor de penetración
universal en la modernidad.
Sin embargo, se ha reparado mucho menos en lo que constituye una
suerte de retaguardia ideológica de los estudios sobre Darío, amparada y
sostenida por el discurso nacional nicaragüense. Una retaguardia en la que
lo frecuente es el tuteo del bardo junto al dogma de los llamados estudios
“darianos”. Incluso, al marcar un giro definitivo en los estudios del modernismo
con su Rubén Darío y el modernismo (Caracas, 1970), Rama se centró en la
lógica de las cosmópolis, dejando de lado la gravitación permanente de las
2 Rama, Ángel. Diario 1974-1983. Montevideo: Trilce, 2001
VI
DISCURSOS TRANSVERSALES
provincias, y sobre todo las centroamericanas, en el proyecto modernista
entero.
En este libro, Discursos transversales: la recepción de Rubén
Darío en Nicaragua, Erick Blandón ensaya precisamente sobre ese engarce
doblemente crítico de ideología y discurso nacional, de provincianismo frente
a modernidad, y de historia intelectual en una relación disímil con la historia
nacional. Mencionar el descuido en que se mantienen estos temas y campos
de estudio en nuestro país es mencionar también el abandono en que se ha
dejado a las Humanidades en una época altamente ideológica y tecnocrática.
Es también referirse a la, a veces, irreflexiva entrega de los intelectuales a la
lucha por el poder canalizada a través de las propaganda nacionalista y con
saldo negativo para las labores críticas.
El pacto proverbial de Darío con la “ciudad letrada”, en este caso los
gramáticos de Colombia (quizá haya que observar que este pacto es excéntrico
al que podía haber establecido Darío con el grupo de gramáticos nacionales),
nos hace recordar que hay ámbitos en que Nicaragua no ha cambiado tanto.
La conversación de Darío con Rafael Núñez (Autobiografía XXIX), sobre
la necesidad del modernista de abandonar Nicaragua, es ilustrativa a este
respecto: “No es posible que Ud. permanezca ahí”—hace decir Darío a Núñez,
en algo que se lee como la expresión indirecta de una muy coherente decisión
intelectual del propio Darío—. “Su espíritu se ahogaría en ese ambiente.
Tendría usted que dedicarse a mezquinas políticas; abandonaría seguramente
su obra literaria y la pérdida no sería para usted sólo, sino para nuestras letras”.3
Como muestra Erick Blandón en su ensayo, este proyecto intelectual
de Darío, que se deslocaliza y se asienta más en lo moderno que en lo nacional,
no ha sido reconocido como tal en la recepción nacionalista del poeta. Al
contrario, ha sido recortado y ajustado a la ideología nacional en formas que
no han eludido la propaganda y el entuerto folletinesco. En efecto, al Darío
usado y abusado por el nacionalismo se le ha intentado borrar la ambigüedad
y se le ha disciplinado para las cortedades del culto patriótico. El aporte de
Blandón al mostrar estas operaciones es invaluable, pero su penetración va
más allá de una relativamente simple “desideologización” de un Darío vital,
natural o ácrata. Su interrogación es mucho más significativa y profunda.
Restitución de la ambigüedad
Este libro es de hecho un aporte fundamental a la biografía intelectual
de Darío. La observación histórica de cómo ha sido interpretado el poeta
nicaragüense en los círculos intelectuales nacionales tiene la cualidad de
3 Darío, Rubén. Autobiografía. Managua: Distribuidora Cultural, 2003, p.40.
PRÓLOGO
VII
marcar varios puntos de origen en esa recepción, todos significativos y
estructuralmente integrados, pero, además, de ir más directamente al Darío
histórico para evidenciar las vitales contradicciones entre sus discursos y
prácticas intelectuales.
Estamos ante un acercamiento propiamente genealógico en la
línea que a partir de Michel Foucault describe Giorgio Agamben4 al definir
una “arqueología filosófica”. Ésta, explica Agamben, no pone en cuestión
propiamente el pasado “sino una emergencia”. ¿Cómo emergió un Darío
nacionalista a la medida de los deseos de la élite nicaragüense?, podría
preguntarse en este caso. Blandón se detiene en esta pregunta tanto como en
la que podría inquirir por cómo es que emerge el intelectual Darío desde el
contexto histórico y discursivo de la Nicaragua de fines del siglo XIX. Como
dice Agamben, la arqueología “puede abrir un acceso hacia esa emergencia
sólo remontándose hacia atrás hasta el punto en el cual ha sido cubierta y
neutralizada por la tradición” (Signatura rerum 145).
Uno de los aportes fundamentales de Blandón es mostrar que este
“origen”, esta “emergencia” de Darío aparecen marcados por la heterogeneidad.
No basta ya con proclamar el nacimiento mesiánico de Darío en la BelénMetapa de la leyenda nacional. Al contrario, los nacimientos de Darío son
múltiples. Es el del intelectual integralmente moderno que se inserta en la
cultura cosmopolita, pero también es el del joven liberal que se forma en
disonancia con las luchas subalternas de los pueblos originarios. Blandón
muestra, en efecto, la tensión entre el ingreso discursivo de Darío al espacio
público y la labor secularizadora del proyecto nacional, una tensión cuyo
punto más álgido es la llamada “guerra de los indios” de Matagalpa en 1881,
pero que en realidad se puede constatar en las luchas de diversas comunidades
indígenas a lo largo del país en el momento que se impone una modernidad no
democrática. Esta coyuntura que ha sido remitida por la cultura dominante al
silencio social, devendrá originaria de lo nacional mestizo.
El punto originario se diversifica en el uso estratégico que Darío da a
su nombre, su fama, y los discursos de los medios periodísticos (otra cumplida
demostración de Blandón al leer el affaire de Darío y el Centenario mexicano),
así como con su afiliación liberal dentro del proyecto de Zelaya y su antiintervencionismo. Pero, además, los discursos de la recepción nacionalista
marcan también un “origen” en que se intenta petrificar la ambigüedad
ideológica, estética y política dariana, en que se quiere fijar su proverbial
deslocalización y su vagabundeo por los centros y márgenes de la modernidad.
Blandón maneja, pues, en su ensayo, en alta tensión dialéctica, la cuestión
de la formación intelectual del propio Darío así como la baja pasión de la
recepción nacionalista. No es que haya tras de la figura de Darío nada más
4 Agamben, Giorgio. Signatura rerum: sobre el método. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2009.
VIII
DISCURSOS TRANSVERSALES
que discursos sobre discursos en una puesta en abismo textual barthesiano, o
como en ataque de infantilismo posmoderno podría proclamarse. Al contrario,
este ensayo muestra cómo significados históricos fundamentales intervienen
constantemente la mera petrificación discursiva del Darío canónico nacionalista.
En este sentido, el ensayo de Blandón podría ser leído como una politización
estratégica de Darío, en el sentido de reconstitución de una figura intelectual
que incluye y reafirma de manera decidida su ambigüedad histórica, política
y estética.
Darío como paradigma intelectual
Esta reconstitución nos muestra a un estratega intelectual actuando
dentro de las prácticas e ideologías de su época, condicionado por ciertos
indicios históricos ineludibles. Es el “inteligente joven pobre” a quien en 1882
el Presidente de la República ofrece una beca, recibiendo así, explica Blandón,
“su primer revés político”, pues era su deseo salir de Nicaragua. Es también
el intelectual ya constituido que sabe usar el escenario público para encarnar
diversos papeles (el diplomático, la celebridad literaria, el poeta), en una clara
enunciación avant la lettre de lo que a finales del siglo XX Néstor García
Canclini, pensando en Borges, llamará “laboratorio irónico”.5
A través de entuertos variados, compromisos políticos decididos,
pactos intelectuales estratégicos, armonización de figuraciones de su propio
yo que resultaban contradictorias, Darío se alza como paradigma que se puede
comparar y, sobre todo, contraponer sin prejuicio provinciano o patriotero a las
personalidades canónicas de la modernidad latinoamericana. Hijo de un tiempo
en que imperaba la Personalidad y lo que él mismo llamaba, en su ensayo sobre
Marx Nordau, “los cultivadores del yo”,6 Darío como sus coetáneos intentó la
experiencia radical de la individuación y recaló en la identificación regional
al reconocerse como latinoamericano. En este sentido confrontó de manera
problemática la cuestión de la modernidad y la identidad (incluso la identidad
nacional, sobre todo a partir de su afiliación con el proyecto de Zelaya).
De la lectura del ensayo de Blandón se desprende, sin embargo, que
este engarce entre Personalidad e Identidad, o entre intelectual y nación no
es todo lo terso que se ha creído, y siguen creyendo los círculos letrados.
No existe una homología entre intelectual y nación. De hecho en la escasa
literatura ensayística del país (más escasa aun la que es de alta calidad) se
sigue tomando a Darío como paradigma intelectual nacional entendido como
tautología claramente ideológica del mestizaje, es decir, fijado como origen
del momento fundacional en que se “borra” la “barbarie” de los pueblos
originarios y afroamericanos. Es el punto recogido luego por la vanguardia
5 García, Canclini Nestor. Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad.
Buenos Aires: Paidós, 2001, p. 117.
6 Darío, Rubén, “Max Nordau”. Obras II. Madrid: Afrodisio Aguado, 1950. 451-63.
PRÓLOGO
IX
granadina para fundar la nación intelectual, cultural y literaria, y que Blandón
ya ha analizado en su anterior ensayo Barroco descalzo.7
En consonancia con aquella exploración, Blandón ofrece ahora una
cuidadosa y clara lectura del mestizaje como ideología reconciliadora de índole
conservadora que inventa a un Darío a la medida de sus deseos. La localización
de la emergencia intelectual de Darío en un proceso de modernización signado
por la colonialidad del poder descoloca ese modelo intelectual que se le ha
atribuido de manera ideológica y que podría ser caracterizado, como hace
Jorge Aguilar Mora frente a la intelligentsia mexicana, como una confusión de
“la voluntad de poder con la voluntad de dominio”.8
El ensayo de Blandón suscita, por lo tanto, consideración sobre cómo
los intelectuales nacionales confunden la fundación y reafirmación de lo
nacional con el ejercicio del poder político, y del poder sin más. Un fenómeno
muy claro tanto en el momento de ascenso del dictador Anastasio Somoza
García, cuando los vanguardistas fundamentan la necesidad de la dictadura
y sueñan con manipular al hombre fuerte, como en el momento del triunfo
revolucionario de 1979 cuando los intelectuales hacen más por ejercer el poder
que por fundar instituciones culturales realmente críticas. En esas redes de
poder y desde esa lógica de dominio es que el fantasma de un Darío que hace
propaganda del mestizaje y un hispanismo profalangista aparece reafirmando
algo que no estuvo en los supuestos ideológicos e intelectuales del Darío
histórico. Para ver esto es preciso, como lo hace Blandón en su ensayo, ir a la
historia intelectual para extraer una interpretación nueva que hace justicia a un
Darío mucho más ajustado a su propia verdad y contexto.
En este sentido, en cuanto paradigma de intelectual moderno que
Blandón renueva en este libro, Darío escapa de varios fetichismos, ante todo el
fetichismo con que los intelectuales, siguiendo el modelo “de los Treinta Años”
relacionan nación y poder político. Escapa por supuesto del esquema hispanista
originado en la reflexión española sobre el 98 que da un giro falangista y se
junta con el mestizaje como concepto conservador. Blandón muestra, pues,
una disimilitud entre el discurso nacional y el intelectual moderno abriendo
una de las fuentes más prometedoras para una renovación de los estudios del
modernismo centroamericano.
Esta fuente aparece doblemente colocada entre la complicación de las
cosmópolis y la gravitación provinciana, entre una modernidad mayor y una
menor, que, además, está signada por la colonialidad. Asimismo, la tensión
entre Personalidad e Identidad no aparecería saturada por la tautología de la
7 Blandón, Erick. Barroco descalzo: colonialidad, sexualidad, género y raza en la construcción
de la hegemonía cultural en Nicaragua. Managua: URACCAN, 2003.
8 Aguilar Mora, Jorge. La divina pareja: historia y mito en Octavio Paz. México: Era, 1978,
pp. 18-19
X
DISCURSOS TRANSVERSALES
raza, sino mantenida en todas sus posibles contradicciones. Es con Darío y sus
pares—puede pensarse en Julián del Casal, en José Santos Chocano, en José
Martí—que se abre el laberinto del cosmopolitismo al mismo tiempo que el
expediente castrense y geopolítico del nacionalismo.
La escritura avizorada
Como no podía ser menos, la separación entre el Darío histórico y
el ideologizado por el nacionalismo se constituye para Blandón en una
operación escrituraria. Justo es destacar el delicado equilibrio entre escritura
e interpretación que esta relectura del Darío intelectual conlleva. Son páginas
que se disfrutan gratamente, mientras alumbran con afán y lucidez episodios
clave de una genealogía formativa en que se redescubre a Darío tras la pátina
de la repetición nacionalista. Se trata de un afán escriturario y plástico que
parece poner atención a algo que Octavio Paz no se cansó de reafirmar: que
la operación prosódica de Darío y los modernistas es en sí una lección de
modernidad. Este punto es abandonado frecuentemente en la disciplina del
paper académico, pero recuperado en todo su potencial en una escritura
ensayística como la que Blandón propone.
Como ha expuesto Martín Cerda en su “ensayo sobre el ensayo”,9 esta
forma escrituraria de fundamental aspiración crítica ha acompañado la historia
de la modernidad, a veces desde los oscuros márgenes a que la han remitido
los autoritarismos. Y quizá vale la pena recordar que si bien en el nacionalismo
han confluido las grandes ideas emancipatorias de la modernidad, lo han hecho
también en los tonos marciales e intolerantes que todos sabemos. El Darío
sepultado con honores de Ministro de Guerra alegoriza bien esa intromisión
castrense del Estado y los intelectuales conservadores que se niegan a
reconocer los espacios de autonomía intelectual y artística por los que Darío
dio una batalla infatigable. En este sentido, el sometimiento nacionalista de
Darío no es simplemente un designio o un destino sino un problema intelectual
y un dilema crítico. Diríase que la fuerza crítica que el propio Darío marcó a
través de su obra, y destacadamente en sus crónicas, requiere una recolocación
escritural en que se piense y se articule la modernidad como problema. Es el
camino avizorado entrecortadamente por Ángel Rama al terminar su ensayo
sobre la Poesía de Darío. Es, asimismo, el camino en que se coloca este
libro de Erick Blandón que advierte un pensamiento más radical al enfrentar
críticamente al intelectual que fue Rubén Darío.
Leonel Delgado Aburto
Universidad de Chile
9 Cerda, Martín. La palabra quebrada: ensayo sobre el ensayo. Santiago: Tajamar, 2004.
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
ERICK BLANDÓN GUEVARA
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
EN MEMORIA DE RAÚL BLANDÓN MORALES
3
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
5
“A menudo creemos que Edipo es algo sencillo,
que está dado. Sin embargo, no es así:
Edipo supone una fantástica represión de las máquinas deseantes.”
Gilles Deleuze y Félix Guattari, 16
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
MÁQUINAS AL ASEDIO
7
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
9
El lector sólo puede convertir en habla un texto –es decir,
convertir en significado actual el sentido potencial de la obra–
en la medida en que introduce en el marco de referencia de
los antecedentes literarios de la recepción su comprensión
previa del mundo. Esta incluye sus expectativas concretas
procedentes del horizonte de sus intereses, deseos, necesidades
y experiencias, condicionado por las circunstancias sociales,
las específicas de cada estrato social y también las biográficas.
(Jauss 77)
10
DISCURSOS TRANSVERSALES
Mientras el estudioso se adentre en la obra de Rubén Darío –su verso y
prosa– de continuo se ha de encontrar con innumerables vetas constituidas
de materiales diferentes y de matices distintos, que a las veces van a lucir
como paradojas por contradictorias y variables. Filón que no cesa y que se
resiste a la petrificación igual que la vena de un torrente de materia fortuita,
en el que –para decirlo con más propiedad en los términos de Gilles Deleuze
y Félix Guattari– “la oposición entre las fuerzas de atracción y repulsión
produce una serie abierta de elementos intensivos, todos positivos, que nunca
expresan el equilibrio final de un sistema, sino un número ilimitado de estados
estacionarios y metastásicos por los que un sujeto pasa” (27). No obstante se
ha tratado de domesticarle imponiéndole identidades según sea la subjetividad
de quien lo lea. Así, como observó agudamente Ernesto Mejía Sánchez:
Nos hemos acostumbrado –o nos han acostumbrado– a ver un
Rubén Darío bohemio e improvisador, finisecular y meteco,
hecho ya mármol por la ignorancia y el mal gusto, ‘cuando era
carne viva’, como dijo él mismo. Un acomodaticio político,
hombre de muchas patrias sin ser de ninguna, sin que se haya
estudiado seriamente su pensamiento. Y hoy que tanto se
sobrevalora el ‘mensaje’ de cada poeta, Darío lo mismo nos
puede parecer indigenista o españolista, hispanoamericanista
o panamericanista, poeta social o poeta esteticista. Para todos
hay. (Cuestiones 126).
La discusión sobre si Rubén Darío vivió o no de espaldas a la historia no termina
de zanjarse. Se ha dicho repetidamente que aunque en algunos momentos de
su vida distrajo su atención de las cosas del espíritu y el arte para opinar, no
siempre coherentemente, en los asuntos políticos de su tiempo, esencialmente
fue un poeta. En Nicaragua, como se sabe, su nombre es motivo de orgullo
nacional, tanto por los que creen que se limitó a ser un sublime sacerdote de
la poesía, como por quienes consideran que junto al guerrillero Augusto C.
Sandino encarna la esencia de la nacionalidad nicaragüense. Es importante
notar que tanto la reacción de Darío contra Theodore Roosevelt por su famoso
“I took Panama”, como toda su producción textual vinculada a la relación
de Estados Unidos y América Latina, está siempre motivada por su interés
nacional y personal. Hay también que recordar que Darío estuvo vivamente
interesado en la construcción de una ruta interoceánica en Nicaragua como
alternativa al Canal de Panamá, y que la intervención militar norteamericana
en su país fue un factor crucial en las múltiples crisis que lo aquejaron los
últimos cinco años de su vida. Como es sabido, Darío estuvo estrechamente
vinculado al proceso político-social iniciado en 1893 e interrumpido por la
intervención norteamericana en 1909, el cual fue –hasta ese momento– según
el refundador del sandinismo, Carlos Fonseca, “el paso más importante
registrado en el acontecer nicaragüense, al lado de la emancipación de España
y de la expulsión de los filibusteros”. (38)
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
11
Se ha dicho innumerables veces que frente a la derrota infligida a España
por los Estados Unidos en el Caribe, el año de 1898, Darío se reencontró con
sus raíces culturales hispanoamericanas, dejando a un lado el decadentismo
que marcó su obra hasta Prosas profanas y Los raros (1896), para devenir
─no sin ambigüedades─ poeta comprometido con el destino de Iberoamérica
ante la amenaza anglosajona, en Cantos de vida y esperanza/ Los cisnes y
otros poemas (1905). Esa línea americanista habría de continuarla en El canto
errante (1907), para llegar a reconciliarse definitivamente con el paisaje, la
historia y la cultura de su tierra natal en El viaje a Nicaragua e Intermezzo
tropical (1909), así como en Poemas del otoño y Otros poemas (1910), hasta
culminar en la apoteosis del progreso desde la perspectiva triunfalista de la
burguesía bonaerense en Canto a la Argentina, escrito en el mismo 1910. A
partir de ahí, dice Ángel Rama, comienza el último quinquenio de su vida con
una “revisión autobiográfica” (“Sueños” 8), y un declive en su poesía.
Varias cosas se podrían argumentar en torno a ese esquema de la
producción discursiva de Darío, me limito a señalar que si bien es verdad que
después de Canto a la Argentina no son registrables mayores novedades en
su poesía, su labor escrituraria no cesa, sino que se cimienta como lugar de
enunciación frente al intervencionismo de los Estados Unidos en los asuntos
de Nicaragua, principalmente a través de su prosa periodística, como parte de
esa triple agenda que, según David Whisnant, habría seguido con respecto a
su país: alejándose de él, afirmando su nicaraguanidad o quejándose de las
reticencias de Nicaragua para reconocerle sus méritos (316). Aquí quiero
llamar la atención hacia el año 1910 y particularmente a su incidencia histórica
en el posicionamiento de Rubén Darío frente al Estado nicaragüense y a la
intervención militar de los Estados Unidos, porque es a partir de ese año que se
redefine el Estado en Nicaragua, y se constituye la imagen de Darío en símbolo
del orgullo nacional nicaragüense.
Se sabe que esa construcción simbólica no está exenta de disputa: los
hay que celebran en él su proclamada apoliticidad para erigirlo en emblema
de todos los connacionales, tanto como quienes lo llegan a proclamar héroe de
la lucha antiimperialista o más moderadamente, prócer civil de la soberanía
nacional. Las opuestas interpretaciones políticas que se han dado a su obra
y a su quehacer desde diferentes ángulos no se limitan a Nicaragua, pero
aquí son las que nos ocupan porque es allí donde articula y actualiza su
pensamiento político, pese a las frecuentes aclaraciones en el sentido de que
él no incurría en política, y también porque es allí donde la recepción de su
obra ha generado una producción discursiva tautológica, que devino discurso
de la “raza” y la nacionalidad. De un lado la visión más convencional que
sostiene que “Rubén Darío no fue un militante político. Fue fundamentalmente
y exclusivamente un poeta” (Ycaza 15). De otro, la que afirma que siendo
liberal “se negó pertinazmente a mezclarse en banderías políticas” (Schick 17),
“aunque tenía gran confianza en el progreso, en la ciencia y en el saber como
12
DISCURSOS TRANSVERSALES
instrumentos seguros de liberación del individuo y de la colectividad” (19).
Ambas perspectivas, mutatis mutandis, han sido básicas en la construcción
de una imagen del poeta ajeno a la historia y consagrado exclusivamente al
arte por el arte. Una tercera interpretación, compartida por marxistas como
el cubano Roberto Fernández Retamar, y por católicos conservadores como
Pablo Antonio Cuadra ─quien atacó de manera beligerante el decadentismo
y la propuesta modernizadora del liberalismo que profesó Darío─, sostiene
que a partir de 1898 se interesó y reaccionó ante los problemas históricos de
España e Iberoamérica10. Basado casi exclusivamente en la producción poética
que inaugura con Cantos de vida y esperanza, Retamar dice que ante el
intervencionismo de los Estados Unidos “escribe el primer gran poema político
de la literatura latinoamericana en este siglo: ‘A Roosevelt’, donde resuena
uno de los más fuertes “No” de nuestra poesía.” (180-1). Cuadra por su parte
concatena la reacción de Darío con la lucha antiimperialista de Sandino, en los
años veinte y treinta. (Breviario 40)
Ángel Rama, en La ciudad letrada, relativiza la presunta apoliticidad
de Darío, al recordar que “no dejó de intervenir en la política de su patria y
la conectada área centroamericana” (117)11, ni de ejercer conscientemente la
función de ideólogo que reafirmó en “Dilucidaciones”, el ensayo con el que
prologó El canto errante: “Mas si alguien dijera: Son cosas de ideólogos, o
son cosas de poetas, decir que no somos otra cosa” (Ibíd.). Sin embargo, ni
su voluminosa obra en prosa recogida en diferentes ediciones, mucho menos
la dispersa en periódicos mereció mayor atención de parte de los estudiosos
de las ideas y el pensamiento político-cultural latinoamericano, y cuando
lo incluyen en las antologías especializadas es por su eventual adscripción
al paganismo12. Pese a ello, desde las más opuestas posiciones ideológicas,
Rubén Darío, ha sido objeto de permanente disputa en la construcción de
los discursos del hispanismo, del mestizaje, del antinorteamericanismo, del
panamericanismo, del catolicismo, del liberalismo o del tradicionalismo
presentes en la construcción de la identidad cultural latinoamericana, y
particularmente en la construcción del discurso de la nación en Nicaragua.
Así, la crítica que privilegió su obra poética como materia de estudio, puede
reducirlo a un desarraigado galicista, desenterrador de viejas formas métricas
del verso, cuando no o a corifeo de caudillos oligarcas, o asignarle la función
de intelectual orgánico de la dependencia latinoamericana o, del lado opuesto,
un nacionalista nicaragüense, prócer de la independencia antiimperialista
latinoamericana.
10 Hoy es casi innecesario recordar que los temas de la actualidad política, social y económica
Darío los abordó desde su más temprana edad en las crónicas periodísticas, en las que se muestra
siempre alerta en defensa de la integridad cultural y territorial de América Latina. Sobre los
reproches de la crítica por el supuesto escapismo de Darío, Cf. Browitt 250; y Karen Poe Lang
126-144.
11 Ver en Anexo “Historia Negra”. 183-200.
12 Cf. Láscaris-Comnemo. Las ideas en Centroamérica. De 1838 a 1970. 123-130.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
13
Tulio Halperin Donghi, desentendiéndose de la racionalidad colonial
presente en la construcción de la modernidad capitalista latinoamericana, y
juzgándolo desde la perspectiva de la llamada teoría de la dependencia, decía
que Darío “con notable ignorancia de la realidad de las cosas” (294) oponía
–en la oda “A Roosevelt”– la herencia cultural hispanoamericana, incluida la
religiosa, a los embates de la política norteamericana. Con el razonamiento
de la historiografía convencional que se ha empeñado en confinar a Darío y
los modernistas a un lugar ajeno a la vida política del continente, Halperin
cree que ese grito desde la conciencia hispanoamericana, no es más que un
escarceo de quien “abandonando ocasionalmente su tarea de modernizador
del lenguaje y la poesía hispánica” asumió la representación de toda América
Latina “frente a la otra América encarnada en Roosevelt” [invocando] “la fe
religiosa” (Ibíd.).
Verdad es que Rubén Darío varió sus posiciones y planteamientos
frente a los Estados Unidos. Unas veces actuó diplomáticamente como en
la “Salutación al águila”, otras fue más desafiante; pero siempre lo guió la
ideología eurocéntrica del romanticismo alemán, que está en la base de la
Modernidad. Por eso en “El triunfo de Calibán” (1898) a la cercanía amenazante
de los Estados Unidos que emergían como potencia imperial opuso, una vez
más, la influencia europea de raíz greco latina: “Desde México hasta la Tierra
del Fuego hay un inmenso continente en donde la antigua semilla se fecunda,
y prepara en la savia vital, la futura grandeza de nuestra raza; de Europa, del
universo, nos llega un vasto soplo que ayudará a vigorizar la selva propia.” (en
Mapes 162). Esa fe en la llamada tradición cristiano-occidental le venía de la
internalización del discurso que aseguraba la superioridad de la civilización
moderna, que se obligó a sí misma, como afirma Enrique Dussel, “a desarrollar
a los más primitivos, rudos y bárbaros, como exigencia moral” (49). Tal
racionalidad colonial es la que articula los discursos que generó la recepción
de Rubén Darío en Nicaragua, sólo que desde una perspectiva anti moderna,
aferrada a la tradición hispano-católica.
David Whisnant en su minucioso trabajo sobre los usos ideológicos
que de Darío se han hecho en Nicaragua concluye que lo que unos y otros han
perdido de vista es la realidad de las múltiples motivaciones, perspectivas,
roles y voces presentes en la obra de Rubén Darío, quien lejos de ser unitario,
representa diferentes y a veces contradictorias identidades (343). Sobre su
legado y figura han operado máquinas deseantes que después de un proceso
de verdadero corte y confección en el que el retaceo, los ajustes y los
silenciamientos de gran parte de su producción textual lo han hecho devenir
monumento monolítico de una inmutable identidad nacional. Para ello han
sido imprescindibles las zonas de sombra que sobre su vida se han proyectado.
Darío combinó una radical inclinación al cambio, con una conservadora
nostalgia por la tradición. Una actitud muy propia de muchas mentalidades del
14
DISCURSOS TRANSVERSALES
siglo XIX, escépticas y ansiosas ante los cambios y novedades que no daban
respuestas a los grandes misterios que sostenían la fe. Evoluciona de una
piadosa infancia a un radicalismo anticlerical, pasando por el paganismo para
recalar en la teosofía, sin apartarse demasiado de las verdades del catolicismo; o
–como él mismo confiesa– puede ser muy antiguo y muy moderno; rompiendo
moldes en literatura, y aferrándose a las tradiciones en otras artes, en las que se
estaban produciendo cambios similares a los que él llevaba a cabo en el verso
y la prosa hispanoamericanos. Así, ante el surgimiento del Impresionismo
pictórico pudo aferrarse al academicismo, que tanto desprecio le mereció en
las letras. Si en su juventud se ilusiona con París, en su madurez expresa su
desilusión de la cosmópolis; si en 1891 –defendiéndose desde Costa Rica de
los defensores de la tradición académica– pudo ser crítico hasta el sarcasmo
contra el provincianismo de sus coterráneos que llamaban a León metrópolis13,
en 1907 –de vuelta en Nicaragua– hace una analogía de León con las grandes
ciudades de la tradición occidental:
En el lugar en donde tuve la luz y el bien,
¿qué otra cosa podría sino besar el manto
A mi Roma, mi Atenas o mi Jerusalén? (El viaje 175)14.
Y más adelante en ese mismo poema, hace la vindicación de su pertenencia a
Nicaragua como para desmentir a quienes desde el academicismo tradicional
le imputaban el querer ser de muchas patrias15, al tiempo que hace la analogía
de León con dos metrópolis de la Europa moderna:
13 Cf. “Viaje a Tarascón”, un texto que inspirado en la novela de Alphonse Daudet, Tartarín
de Tarascón devino la sátira más mordaz escrita por Darío en contra de la tradición letrada de
su país:
A Nicaragua se le llama la Suiza de Centroamérica (ahora creo que han dejado de llamarla
así): Granada es la sultana del gran lago; Managua, la ciudad de las flores; León, ¡en donde está
la catedral!, es la ‘metrópolis’. A una señorita nicaragüense se le dice ‘ninfa de los lagos’; un
médico es un discípulo de Hipócrates’, lo cual también se aplica a un curandero; un matasiete
con galones es ‘un bravo león’; un poeta, un ‘genio’; un poetastro, ‘inspirado vate’; un Enrique
Guzmán, ‘un Cervantes’.
Aman la exageración, hasta la extravagancia –y aquí de Grantaire…–; ‘una cocina es un
laboratorio, un bailarín, es un profesor, un saltimbanqui es un gimnasta, un luchador a puñetazos
es un púgil, un boticario es un químico, un peluquero es un artista, un albañil es un arquitecto, un
jockey es un sportman, un escarabajo es un coleóptero’. Pero allá, entre gente sencilla, honrada
y laboriosa, amante de la luz del cielo y de la libertad del pueblo, no creáis que todo implique
malas causas, no; la única es el sol, la misma que hacía ir a matar leones africanos y a escalar los
Alpes al inmortal Tartarín, ¡sublime nieto de Don Quijote!
Por supuesto que hay en Nicaragua un bravo grupo de inteligencias –sobre todo entre la
juventud– que saben: que la venerable culebrina del Cardón no sirve para maldita la cosa; que
la catedral de León es un grande, desgarbado y antiestético templo; que Granada no es París, ni
Nicaragua Suiza; que las liebres no son gorras y que Enrique Guzmán es un escritor gracioso,
mediano para la América Central y de los que se consiguen a cuatro por perro chico en Madrid
o Barcelona. (96-97 énfasis en el original)
14 Cf. “Retorno”. El viaje. (175-8)
15 Cf. Barreto, 39.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
15
Si pequeña es la patria uno grande la sueña.
Mis ilusiones, y mis deseos, y mis
esperanzas, me dicen que no hay patria pequeña
Y León es hoy a mí como Roma o París. (178)
En 1892 defiende la libertad de prensa, y ve necesario el periodismo
de oposición así como la alternabilidad en el poder (en Schmigalle La pluma
52); pero en 1893 desconfía de los resultados de la democracia. Favorece
la inmigración europea como motor del desarrollo económico y cultural de
los países hispanoamericanos, pero se alarma de los riesgos que representa
la ira acumulada por los obreros que abandonan Europa y traen consigo el
anarquismo y el terrorismo16.
Si como objeto de estudio Rubén Darío presenta diversas dificultades
cuando no se tienen en cuenta los cambios en sus puntos de vista y sus
frecuentes movimientos textuales, más se complica la materia cuando no se
atiende al lugar desde el que se efectúa la recepción de su obra. Por eso, aquí
recorreremos trechos de la historia vinculados a la biografía de Rubén Darío
a la vez que hagamos la aproximación crítica a esa recepción. Whisnant ha
podido identificar algunos momentos cumbres en el proceso de apropiación
de la figura de Rubén Darío: las ceremonias en torno a sus restos mortales, en
1916; la lectura desacralizadora que de su poesía hizo José Coronel Urtecho
y que extendió el Movimiento de Vanguardia a partir de 1927; el momento en
que, en 1935, los textos escolares comienzan a llamarlo “gran poeta nacional”,
previo corte, remodelación y cambio de los originales de su poesía para hacer
desaparecer los versos que podían resultar ofensivos a los Estados Unidos, que
recién habían retirado sus fuerzas militares del país (Whisnant 325). Una vez
que Anastasio Somoza García tomó el control del poder, en 1936, se hizo más
intenso el deseo de poseer simbólicamente a Darío, y para ello ha sido creada
una “Orden” con el nombre de Rubén Darío17.
16 Cf. “Dinamita” Publicado en La Tribuna, Buenos Aires, el 27 de noviembre de 1893,
incluido por E. K. Mapes en Escritos inéditos de Rubén Darío: 24-8.
17 Creada en 1947 la orden fue usada para condecorar a gobernantes como Joaquín Balaguer,
Francisco Franco, Adolfo López Mateo, Marcos Pérez Jiménez, Juan Domingo Perón, Gustavo
Rojas Pinilla, Alfredo Stroessner, Rafael Leónidas Trujillo y Getulio Vargas así como a familiares
e intelectuales cercanos al régimen. En 1982, la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional
instituyó la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío, que le fue conferida entre otros
creadores a José Coronel Urtecho, Ernesto Mejía Sánchez y Carlos Martínez Rivas, además de
Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Graham Greene. También la recibieron en 1990, al final del
gobierno sandinista, señalados académicos nicaragüenses como Guillermo Rothschuh Tablada,
Fidel Coloma González y Jorge Eduardo Arellano, quien declaró que la Orden “fue reservada en
los últimos años a extranjeros solidarios con la política oficial”. Cf. Solís, “Darío olvidado en el
aniversario de su nacimiento”. Esas declaraciones asombraron a Whisnant porque provenían de
quien fue uno de los que más contribuyó a poner los textos de Darío en sintonía con el discurso
de la revolución (Whisnant 339).
En el año 2000, como parte del proceso de desmontaje de las obras de la revolución sandinista,
la Asamblea Nacional derogó la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío y creó una
nueva de la que hizo desaparecer la palabra Independencia; en el año 2002, fue restablecido
el espíritu y la letra de la “Orden” creada en 1947, para galardonar a prominentes figuras
16
DISCURSOS TRANSVERSALES
El régimen de Somoza García no desaprovechó los lazos afectivos,
que unían a la familia de la esposa del mandatario con Darío, hija de Luis H.
Debayle, su amigo de la infancia y compañero de letras, que como médico
y cirujano tuvo un rol protagónico junto a su lecho de muerte, y fue quien
presidió la macabra operación de cuchillos practicada al cadáver. Casi no hace
falta agregar las utilidades que el régimen obtuvo de los poemas que Rubén
Darío escribió para las hijas de Debayle, especialmente del cuento infantil
dedicado a Margarita, de obligatoria recitación en las escuelas y veladas
oficiales. El somocismo no se interesó nunca por promover la publicación de
la obras completas de Darío, pero se apresuró a editar Azul… su primera obra
de repercusión internacional, primero para celebrar la visita del vicepresidente
norteamericano Richard Nixon en 1955, y después para honrar al sanguinario
dictador de Guatemala coronel Carlos Castillo Armas18.
En 1966, cuando René Schick19 fue acogido en el seno de la Academia
Nicaragüense de la Lengua, pronunció una de las piezas mejor elaboradas por
un político en el poder para presentar a Darío como un liberal de principios
ajeno a toda militancia partidista20. Basándose en las intermitentes declaraciones
de Darío afirmó que aunque no era un político, la política le preocupaba
como teoría mediante la cual los países latinos pudieran “afrontar el desafío
victorioso de las razas sajonas” (15), y como medio para hacer florecer el arte
en una sociedad en la cual el artista, con el reconocimiento de la sociedad,
“pudiera entregarse al libre ejercicio de su inspiración” (Ibíd.). Apoyado en
la premisa del liberalismo de Darío, Schick hizo alusión a “un pensamiento
político bastante coherente, soterrado a veces, explícito otras, pero al que
siempre se mantuvo fiel” (Ibíd.). Schick había ganado la reputación de ser,
entre los adictos de la familia Somoza, un civilista con quien no simpatizaban
los sectores duros que favorecían el ascenso inminente a la presidencia de
la república del jefe del ejército, Anastasio Somoza Debayle. Esa pugna
interna en el seno del régimen subyace la disertación sustentada en el supuesto
platonismo de Darío, que propugnaba por el gobierno de los más aptos, que es
decir el de los letrados como el propio Schick.
identificadas con la política exterior norteamericana de los años ochenta, como la Embajadora
de los Estados Unidos ante la ONU, Jeanne Kirkpatrick, el presidente George H. W. Bush, su
hijo Jebb Bush, Gobernador de la Florida, o los congresistas cubano-americanos Ileana RosLethinen y Lincoln Díaz-Balart. En el año 2007 una nueva mayoría legisladora restableció la
Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío, con la cual han sido condecorados dignatarios
como el presidente de Venezuela Hugo Chávez o la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú,
además de un creciente número de individuos y colectivos. Una lista incompleta colgada en
internet por el Instituto Nicaragüense de Cultura (INC), cuenta en más de medio millar el número
de personas que, desde 1947 hasta hoy, han sido distinguidas con la “Orden” en cualquiera de
sus tres variantes, entre quienes se incluyen los que la han recibido más de una vez.
Cf. http://www.inc.gob.ni/images/stories/Galardonados%20con%20la%20OCRD.pdf
18 Cf. Whisnant 326.
19 Intelectual liberal, que después de haber sido ministro del gobierno de Luis Somoza
Debayle, ocupó la Presidencia de la República entre 1963 y 1966, mientras esperaba su turno
el menor de los Somoza.
20 Cf. René Schick, “Rubén Darío y la Política”.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
17
Creía en el progreso y en la perfectivilidad (sic) del hombre,
desenvolviendo sus facultades indefinidamente en un clima de
libertad. Confiaba en la ciencia y en el saber como instrumentos
seguros de liberación del individuo y de la colectividad. Pese
a sus innegables concomitancias con el positivismo imperante
en la época, hubo en él un fuerte impulso espiritualista que se
arraigaba, por una parte, en sus creencias cristianas, y por otra
en una acuciante inquietud metafísica que lo llevó muchas
veces a frecuentar los nebulosos dominios de la teosofía.
[…]
El platonismo fundamental de Rubén Darío, en mi entender,
está en la base de sus concepciones políticas. El concibe
al Estado como un sistema de recíprocos servicios, en el
cual cada uno encuentra su ubicación de acuerdo con sus
aptitudes y su preparación. El Gobierno de esta sociedad debe
estar entregado a los más sabios y a los más capaces. Para
Darío, como para Sócrates, la virtud surge del saber y del
conocimiento. Es la única superioridad que reconoce. (17-19)
El liberalismo que se enaltece aquí es el que se desdibujó a partir de
1910, cuando por oportunismo político sus exponentes se esforzaron en borrar
los tenues rasgos ideológicos que los diferenciaban del conservadurismo, y de
lo cual vamos a tratar más adelante. Un contemporáneo de Schick, Julio Ycaza
Tigerino, miembro prominente del Partido Conservador, colaboracionista de la
dictadura de los Somoza, y Secretario Perpetuo de la Academia Nicaragüense
de la Lengua, basado en la evidencia de que Darío no había militado en partidos,
adscribía su pensamiento en las prácticas y tradiciones del conservadurismo
apolítico y filosófico. Sus acercamientos al estudio de Darío, desde el
catolicismo, son una continuidad del discurso que la Iglesia y sus letrados no
cesaron de amplificar, desde el instante en que, en sus funerales, empezó a ser
monumentalizado. Opone la intuición a la racionalidad, y silencia su impronta
modernizadora. Le atribuye las virtudes del vate que adivina el futuro, y resalta
sus vínculos con la tradición hispánica, piedra angular en la construcción de la
identidad nacional.
Fue fundamentalmente y exclusivamente un poeta. Su
intuición poética, a la que no le fue negado el don de profecía,
lo convirtió en su momento en la encarnación del alma de
nuestros pueblos, en la voz reivindicadora de nuestra historia
y de nuestra cultura. Para ello tuvo que tener una clara
conciencia de esa historia y de esa cultura, es decir, un sentido
primordial y profundamente tradicionalista de fidelidad a los
valores esenciales y originales de nuestro ser histórico (“La
filosofía” 15).
18
DISCURSOS TRANSVERSALES
Ycaza Tigerino diluía así el peso que su propio partido tuvo en los ultrajes
infligidos en vida a Darío, por su oposición a la política de los conservadores
que a partir de 1909 empeñaron la soberanía nacional a los Estados Unidos.
Más tarde los liberales, disputándose el favor de los norteamericanos y
sometiéndose a sus dictados, se distanciaron del rechazo que, desde 1910,
Darío expresó sostenidamente contra la injerencia estadunidense en los asuntos
de Nicaragua. Esa casuística articuló la despolitización que desde el poder y
sus alrededores se trató de practicar sobre su obra.
En 1967, el centenario de su nacimiento fue propicio para que en torno
a la figura de Rubén Darío los representantes de la dinastía Somoza convocaran
a la jerarquía de la Iglesia católica afín al régimen, y a la élite letrada, incluidas
las autoridades de las universidades, donde el movimiento estudiantil gestaba
un contradiscurso orientado a la liberación nacional, que entre sus objetivos se
proponía rescatar a Darío de la manipulación política. Mientras, en el marco
de esas celebraciones se utilizaba el verso antes citado: “Si pequeña es la patria
uno grande la sueña” para hacer una hipóstasis de la Patria y la Nación, como
el lugar territorial donde un conjunto de personas tienen un mismo origen
étnico, una lengua y una tradición común, la de una comunidad imaginada en
sueños. No hace falta decir la fortuna que ese verso tuvo al devenir lema de la
retórica patriótica, que llena carteles y proclamas.
La celebración oficial fue un ejercicio discursivo en el que, una vez
más, se resaltó la apoliticidad de Darío, mientras en las calles los estudiantes
desplegaban pancartas con el lema “Año dariano sin tirano”. Mejía Sánchez
hace un recuento de los eventos oficiales y nómina de los participantes
nacionales y extranjeros, remarcando el ambiente de tensa armonía que vivió
el país durante esas fiestas en la que “los invitados bebieron tanto whisky como
Rubén Darío en toda su vida” (Cuestiones 131). Las celebraciones se llevaron
a cabo entre el 15 y el 21 de enero, y la semana culminó con una masacre en
las calles de Managua, al día siguiente de que las delegaciones internacionales
abandonaron el país21. La fastuosidad con que el gobierno y la élite letrada
conmemoraron la efemérides, en aquella economía de apenas reses, algodón
y granos, quedó impresa en el Libro de oro Semana del Centenario de Rubén
Darío, una recopilación de los trabajos escritos para el evento lujosamente
editados; en cuya portada y contra portada aparecen impresos, “en oro fino”, el
anverso y reverso de la moneda con la efigie de Darío acuñada para la ocasión22.
Las fotografías dan una idea de cómo los participantes nicaragüenses pudieron
deponer sus diferencias políticas, consagrándose al culto de un Rubén Darío
neutral23. La serie de fotografías se abre con una de Anastasio Somoza Debayle
21 Cf. Ernesto Mejía Sánchez “En su Nicaragua natal”. Cuestiones rubendarianas: 129-135.
22 Cf. Colofón de Libro de oro. Comisión del centenario: n.p.
23 Como ejemplo de la cautela observada desde el sector académico, Whisnant menciona dos
volúmenes publicados por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, sede del radicalismo
estudiantil, en los que los temas políticos de Darío son abordados tímida y ligeramente (330).
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
19
que llena la primera página, cuyo pie –después de los títulos aduladores–
reza que en la Convención del Partido Liberal que lo proclamó candidato a la
Presidencia de la República, “se refirió a Rubén Darío en el sentido de incorporar
su figura a todos los planos de la vida nacional” (Comisión 1). A esta foto le
siguen otras individuales de los principales personeros del régimen, y en el
resto se pueden ver a altos funcionarios de gobierno imponiendo o recibiendo
condecoraciones con el nombre de Rubén Darío, o a los representantes de las
instituciones de poder cultural disertando. Mientras en la catedral de León se
congregan obispos y feligreses alrededor de la tumba de Darío; también se
puede ver a los invitados internacionales en eventos culturales y banquetes
realizados en el paraninfo de la universidad nacional, el country club, el casino
militar, la Biblioteca Nacional, y Ciudad Darío; las gráficas incluyen imágenes
de los actos celebradas en Madrid, entre las que se destaca una a toda página
con Francisco Franco presidiendo un homenaje a Rubén Darío, en el Teatro
Real de Madrid. Con el Libro de oro, el gobierno de Somoza Debayle, quiso
dejar testimonio “de la fe de Nicaragua” de que Rubén Darío representaba las
virtudes de la nacionalidad24. Los editores hicieron caso omiso del final trágico
que tuvo la fiesta del centenario, cuando efectivos del ejército ametrallaron
a mansalva a una multitud en la Avenida Roosevelt de Managua; hecho que
Mejía Sánchez resumió con palabras lapidarias: “Esa Pax Dariana de ocho días
fue rota el domingo 22 con sangre que no se orea aun” (135). Eran los días
previos a la farsa electoral que llevó a la presidencia de la república al último
miembro de la familia Somoza, quien se aferró al Poder Ejecutivo por doce
años más, hasta que la movilización del pueblo en armas lo echó en 1979.
Hay una imagen de Rubén Darío que usualmente se opone a la
apolítica, la de “Prócer de la Independencia Cultural”, forjada en los años
ochenta de la revolución sandinista. Esa es la que se asocia con la defensa de
la soberanía nacional, la de la foto con la casaca azul en hilo de oro bordada,
que ha devenido fetiche ideológico; aunque si se recuerda que fue desde
el escenario del escritor, poeta o cronista, y no desde el de embajador que
levantó la voz por la América Hispana, y particularmente por Nicaragua, ese
uniforme de diplomático resulta ser otro significante vacío. A propósito de
esa imagen en traje de embajador, que –impresa en afiches y vallas con los
rasgos faciales alterados– se ha convertido en objeto kitsch de la plástica y la
gráfica nicaragüenses, Salomón de la Selva recordaba a Darío como aficionado
a la pompa y ceremonia diplomática: “Vestir uniforme de fina tela galonada
de oro, como los toreros y los obispos eficientes; tocarse con bicornio, llevar
espadín. Esto lo llenaba de júbilo sin que fuera óbice para que más de una vez
abominara tremendamente de los diplomáticos que nada hacen por el bien de
los países” (51). Por su parte, David Whisnant dice que ese elegante vestido
apenas puede ser visto como una metáfora de los débiles lazos entre Darío y
Nicaragua, los cuales no fueron fortalecidos por la respuesta de los sucesivos
gobiernos nicaragüenses a su creciente prestigio y fama, y que refleja la
24 Cf. Libro de oro “Presentación” por Ramiro Sacasa Guerrero, ministro de educación. (n. p.)
20
DISCURSOS TRANSVERSALES
ambivalencia política ante los repetidos intentos que él hizo para obtener
respaldo (318). En otras palabras, ese traje vendría a ser el significante de los
ultrajes, indiferencias, manoseos y manipulaciones a que los poderes reales
y simbólicos expusieron, en vida y después de muerto, al letrado de mayor
relieve en la historia de Nicaragua; porque, sin excepción, los gobernantes
nicaragüenses trataron a Darío con resquemor y no poca desconsideración.
El triunfo de la revolución sandinista supuso el rescate de Rubén
Darío desde una perspectiva antiimperialista. El acto cultural en el que Julio
Cortázar fue condecorado en 1983, con la “Orden de la Independencia Cultural
Rubén Darío”, fue uno de los múltiples realizados para actualizar la imagen
de Darío con el discurso antintervencionista vigente. Sergio Ramírez, en su
calidad de miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional,
explicó que la condecoración otorgada al novelista argentino representaba el
espíritu de la nacionalidad cultural, de la “independencia cultural, nicaragüense
y latinoamericana” (Balcanes 192). En el discurso revolucionario la torre
de marfil, que habría tentado al poeta al final del siglo XIX y principios del
XX, devino trinchera “para defender su posición de creador, su libertad de
crear en aquella época de acumulación de capital, de progreso comercial”
(Ibíd.193). Darío emergía, de las páginas ocultas hasta entonces, como la voz
de la conciencia latinoamericana que al sucumbir el colonialismo español,
supo ver y sentir el surgimiento del imperialismo “en toda su calidad de
esperpento goyesco” (Ibíd.194). Se trataba, según Ramírez, de poner en el
centro del proyecto revolucionario al ser político tanto tiempo escondido por la
burguesía nicaragüense bajo “una túnica de tramoya y custodiado por ángeles
insustanciales, bohemio irredimible e improvisador de cantina, que había
malgastado su talento tropical en pedrerías inútiles, escribiendo décimas en
los abanicos de damas opulentas o exámetros (sic) demasiado sonoros para
ser verdaderos” (196). El rescate suponía buscar, más allá del versificador de
la fiesta galante, al intelectual que ante la intervención de los Estados Unidos
en Nicaragua probó “efectivamente que como hombre vivía en lo cotidiano y
como poeta no había claudicado nunca” (193). Esa dimensión antiimperialista
habría tenido resonancia en la gesta de Augusto C. Sandino, porque “la
ocupación que denunciaba Darío en 1911” (Ibíd. 195) sería derrotada por
el jefe guerrillero en 1933; una articulación histórica que como dijimos al
principio fue originalmente elaborada por Pablo Antonio Cuadra en 1935, y a
la cual volveremos después. Ramírez a la vez que ponía énfasis en la dimensión
política de los últimos cinco años de vida de Darío y su conexión discursiva
con la resistencia nacionalista, hacía una crítica sardónica de la recepción que,
hasta entonces, había hecho de su obra la élite letrada al amparo del poder
somocista:
Y si esa burguesía asesinó a Sandino y se concedió a sí misma
amnistía perpetua por el crimen, ¿cómo no iba a falsificar
a Darío, a enseñar en las escuelas sólo sus sonoridades y
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
21
cuentos orientales, cómo no iba a echar tierra sobre la “Oda a
Roosevelt”, y despojar a los cisnes de la protesta inscrita en
sus alas? ¿Cómo no iba a presentar toda esa sustancia real de
su poesía como el delirio casual de un soñador que no entendía
más que de libélulas vagas de una vaga ilusión?
Y aquel señor de los tristes, que teniendo a Orfeo tuvo que
soportar en la Nicaragua aherrojada de Chamorro y Díaz25 y
en la Nicaragua cuartelaría de Somoza, a Orfeón, fue paseado
igual que su cadáver, en las andas tan poco augustas de la
cursilería a través de fastos tan nefastos como las veladas
darianas, las coronaciones de musas y guardias de honor
provincianas… (196-7)
La figura de Rubén Darío dejaba de ser, en las palabras de Ramírez, patrimonio
de “la mediocre, municipal y espesa burguesía nicaragüense” (196) para pasar a
formar parte del panteón de los héroes que como él nutrieron “la vena histórica
del antimperialismo nacional, consustancial a la nación” (198). Se rescataba
“a Darío no del olvido sino de la superchería” (Ibíd.), porque él “siempre
estuvo en el alma popular como un gran orgullo intuido e incomprendido, un
genio de hazañas ignoradas” (Ibíd.).
En función de ese rescate fueron hechas diferentes ediciones de textos
en prosa y verso en los que alude directamente a Nicaragua, a la confrontación
de América Latina con los Estados Unidos o a las desigualdades y la injusticia
social26. Entonces pudo verse la imagen de Darío con sus textos de mayor
contenido antinorteamericano en afiches y carteles en los que, aparecía junto
a la de Augusto C. Sandino, incluso bajo el mismo sombrero, como en el
poster diseñado por el pintor Alejandro Aróstegui, que publicó el Ministerio
de Cultura a principios de 198427. La reconfiguración de esta nueva imagen de
Darío, como precursor de Augusto C. Sandino, lo ponía en un pedestal similar
al que ocupaba José Martí en la revolución cubana como “ideólogo del asalto
al cuartel Moncada”. Ello fue rechazado por los letrados tradicionalistas que
acusaron al gobierno de poner un fusil sobre los hombros de Darío.
25 Emiliano Chamorro y Adolfo Díaz, Presidentes de Nicaragua impuestos por la intervención
de los Estados Unidos.
26 Entre 1980 y 1983 se produjeron varias ediciones de la obra de Darío, orientadas a ponerlo
a tono con el discurso de la revolución, pero también para depurar la imagen del versificador
exclusivamente galante, y acercar al público su obra de mayor profundidad filosófica. El
Ministerio de Cultura publicó una selección en verso titulada Nuestro Rubén Darío, y una de
Prosas Políticas; el Consejo Nacional de Cultura hizo publicar Tantos vigores dispersos, una
serie de recortes extractados de obras en prosa y verso, que fuera de sus respectivos contextos
ponían a Darío en plena sintonía ideológica con la revolución; también el Instituto de Estudios
del Sandinismo, incluyó fragmentos de crónicas de Darío en la antología Pensamiento
antimperialista en Nicaragua (54-62). En 2010, el Banco Central de Nicaragua publicó una
colección de Escritos Políticos.
27 Cf. Otker Bujard. 65.
22
DISCURSOS TRANSVERSALES
Cuando el FSLN perdió las elecciones en 1990, la derecha triunfante
diseñó una estrategia de restauración de los valores trastocados por la
revolución, entre los cuales no faltaron los intentos por volver a “despolitizar”
a Darío. En esa tarea participaron incluso algunos de los letrados que en la
década anterior habían trabajado en la edición de sus textos para ponerlos a
tono con la discursividad sandinista28.
La disputa por la adscripción del símbolo que –según las encuestas–
genera más orgullo e identidad nacional29, casi nunca ha podido, desde uno
u otro bando, tolerar o procesar las complejas sutilezas y contradicciones
del pensamiento y obra de Darío; aunque lo que cada quien reivindica desde
su propia perspectiva política puede encontrarse en la obra y pensamiento
de Darío sin necesidad de manipulaciones, que dificulten su comprensión
cabal. El canon que instituye a Rubén Darío como fundador de la literatura
nicaragüense amén de símbolo de la identidad racial y cultural mestiza, se
funda en la violencia epistémica de su origen colonial, por cuanto se sostiene
en el dualismo civilización y barbarie. Sus constructores se vieron a sí mismos
como herederos de los conquistadores españoles. Ellos se apropiaron del
patrón racial que se sustenta en las identidades que los colonizadores definieron
para los aborígenes colonizados, los indios; y para los pobladores de origen
africano que provenían de diferentes culturas e identidades históricas, y que
debieron asumir la identidad negativa de negros. En consecuencia, en la
construcción del discurso del mestizaje, el término español o europeo lleva
necesariamente la connotación racial de dominación. Ese patrón de poder
fundado en la colonialidad o hegemonía del eurocentrismo, según Aníbal
Quijano, “implicaba también un patrón cognitivo, una nueva perspectiva de
conocimiento dentro de la cual lo no-europeo era el pasado y de ese modo
inferior, siempre primitivo” (221) 30. Como descendientes de las relaciones
genéticas de todas esas identidades, quienes controlaban el poder de instituir
ese canon celebraron la desaparición del indio que por obra del mestizaje se
habría convertido en español.
Para responder a la pregunta de cómo fue posible que se hiciera
hablar a Rubén Darío desde los intereses, deseos, necesidades, circunstancias
políticas, religiosas, de clase, etnia, género y experiencias hace falta conocer
el “horizonte de expectativas” (Jauss 77) de esos letrados, considerando lo que
Michel Foucault definía como la historia de las ideas, que para él se convertía
28 Cf. Whisnant 333-41.
29 “Nicaragüense que genera más orgullo e identidad nacional” Encuesta realizada del 19 al
28 de Junio de 2010.
30 Santiago Castro-Gómez por su parte llama a reflexionar a propósito de la certeza con que
Max Weber se interroga en La ética protestante y el espíritu capitalista sobre la serie de
circunstancias que habrían podido determinar que sólo en Occidente nacieran ciertos fenómenos
culturales que se suelen representar como marca de una dirección evolutiva de alcance y validez
universal (152).
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
23
en “la disciplina de las interferencias, en la descripción de los círculos
concéntricos que rodean las obras, las subrayan, las ligan unas con otras y
las insertan en cuanto no son ellas” (232). Se trata, entonces, de hacer visible
el proceso histórico de creación del discurso que construyó el canon literario
representativo de la identidad nacional nicaragüense, que es decir de la cultura
como una totalidad homogénea. Veremos cómo la consagración de Darío fue
resultado de batallas y negociaciones en las que estaban inmersos quienes
ostentaban el poder de consagrar. Antes ha de hacer falta que, siguiendo a
Santiago Castro-Gómez, ampliemos el concepto de Foucault de genealogía del
saber-poder a fin de “visualizar el problema de la ‘invención del otro’ desde una
perspectiva geopolítica” (151). Es decir, que hemos de partir de la colonialidad
del poder, porque no sólo corrige el concepto de “poder disciplinario”, sino
que también muestra que los dispositivos panópticos que ha erigido el Estado
moderno pertenecen a la estructura mundial, que configuró la relación colonial
entre los centros y las periferias. Así enmarcaremos nuestro objeto de estudio
en la modernidad, vista como un proyecto. Para ello mantendremos presente
la existencia de la llamada doble gubernamentalidad jurídica, la ejercida por
el estado nacional “en su intento por crear identidades homogéneas mediante
políticas de subjetivación” (Castro-Gómez 153); y la de las potencias
hegemónicas del sistema-mundo moderno/colonial, en su intento de asegurar
el flujo de materias primas desde la periferia hacia el centro” (Ibíd.).
Realizar una lectura detenida de los textos hermenéuticos que explican
la obra de Darío con respecto a la nacionalidad y a la identidad cultural
nicaragüense, nos permitirá ver las adaptaciones, cortes y rearticulaciones que
esos actores llevaron o llevan a cabo con absoluta claridad de los pliegues
en que quedaba o queda traspapelada parte de la textualidad discursiva de
Darío. Por eso, como ha dicho Leonel Delgado-Aburto, se hace necesario
explorar el espacio de disensión entre el nacimiento del símbolo y el sujeto
que, atrapado en las redes del poder local dentro de las coordenadas de la
modernidad capitalista, produce y provoca ese discurso paradójico, con su
correspondiente operatividad ideológica. Esa exploración permite identificar
los posicionamientos políticos de Darío en las constantes crisis del Estado
nacional nicaragüense, y determinar la instancia en que se constituyó alegado
orgullo compartido por todos.
Se necesita, por consiguiente, una aproximación a Rubén Darío desde
el contexto nicaragüense, que es donde “su nombre invoca un código de
identificación cultural, como héroe de la modernidad literaria y como símbolo
del nacionalismo nicaragüense” (Delgado-Aburto 38), para interrogarse si
realmente Darío dijo o hizo y en qué circunstancias lo que nos dijeron quienes
no esperaron a que su cadáver se enfriara para operar sobre su obra y hacerla
decir lo que convenía a la reconstrucción de un Estado nacional intervenido.
24
DISCURSOS TRANSVERSALES
Es éste un esfuerzo por visualizar al hombre, cuya vida náutica,
dicho en los términos de Hans Blumenberg, fue metáfora de su existencia,
en su incesante ir y venir, sin que dejara un instante de hablar desde su propia
subjetividad. Por consiguiente, aquí haremos la lectura, a veces en extenso,
de los panegiristas y hermeneutas que a partir de su obra han construido el
discurso nacional y el canon literario, compulsándolo con lo dicho por el
propio Darío. El propósito es poner al descubierto lo que subyace a los textos
estudiados. Para ello es necesario proceder como el arqueólogo que “procura
encontrar, a un nivel más o menos profundo, un principio de cohesión que
organiza el discurso y le restituye una unidad oculta” (Foucault, 251). Será
necesario cruzar, sin confusión de líneas, la historia de la literatura con la
historia social. Veremos así cómo buena parte de la producción discursiva de
Darío está integrada al marco social, político y económico de su país.
Comienzo por hacer una visita a los escenarios en los que actuó el
adolescente Félix Rubén García Sarmiento haciéndose llamar Rubén Darío,
cuando la oligarquía enganchaba el Estado al carro de la modernidad capitalista
al grito belicoso de Civilización contra Barbarie. Ahí vamos a oír las voces de
los indios que asedian las ciudades y resisten los embates del progreso contra
sus comunidades. Veremos la respuesta unánime de la cultura letrada desde
dónde se pronuncia el muchacho al influjo de sus mentores de ideas liberales,
en poemas que hoy casi no se leen porque la historiografía literaria los desechó
como casi toda su producción anterior a Azul… Son textos que marcan el punto
de salida de una carrera de largo alcance en busca del progreso prometido
por la Ilustración. También vamos a acompañar a Rubén Darío en una de sus
travesías por el Atlántico para conocer los intersticios de su relación difícil con
el Estado, y con los Estados Unidos cuando estos ponen a sus perseguidores
al mando de Nicaragua. Es en 1910, un momento crucial en la vida de Darío,
porque es el comienzo de su declive; pero también de su posicionamiento
político definitivo frente al Estado intervenido. Lo que dijo entonces lo leeremos
en sus crónicas, y en reportajes de los periodistas que cubrieron sus embarques
y desembarques, nos servirá de bitácora el Diario que llevó, entonces y al que
casi no se le ha hecho caso, porque lo que anota son cosas del día a día, como
si de minucias así no estuviera constituido el documento humano que subyace
toda obra escrita. Aquí es esencial la inclusión de aquellos textos que no tienen
el prestigio de los géneros literarios canónicos, como las facturas o los billetes
de embarque, y todo tipo de correspondencia, incluidos los telegramas y las
entrevistas que brindó. Siguiendo a Blumenberg veremos a Darío, unas veces
como espectador y otras como el náufrago que sobrevive dramáticamente a los
ciclones políticos y naturales de aquel quinquenio aciago. Luego asistiremos
a su agonía y muerte, y veremos desde la distancia la relación tormentosa con
los médicos, y el ceremonial funerario de su consagración llevado a cabo por
las mismas fuerzas que en vida lo adversaron. Es el inicio de la cirugía estética
que lo transformó en monumento y símbolo de la tradición conservadora
restaurada por la intervención militar de los Estados Unidos. Comienza con
una retórica del sermón que prescinde de su impronta modernizadora y explica
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
25
su obra como literatura mística, hermenéutica que se mueve de la devoción a
la hagiografía que cultiva lo afectivo y lo extraordinario. Finalmente veremos
la poética del mestizaje que su obra genera, en la reconstrucción del discurso
y la identidad nacional, cuando la violencia epistémica reaviva el dualismo de
civilización o barbarie, al influjo del falangismo. Aquí es fundamental el estudio
de la discursividad producida por los principales integrantes del Movimiento
de Vanguardia, particularmente los textos de Pablo Antonio Cuadra, incluidos
en el libro que él mismo expurgó de su bibliografía, Breviario imperial (1940).
Corresponde al momento en que se construye el canon, mientras se actualiza
el sentido racista del hispanismo. Ese discurso prevalece hasta hoy y lo repite
en coro la élite letrada que no cuestiona su origen colonial de inspiración
fascista. Es imprescindible también leer las rectificaciones que en la madurez
hace Cuadra a su belicoso pensamiento juvenil, las que en gran parte reunió
en uno de sus últimos libros, La aventura literaria del mestizaje. Tales son
los discursos transversales que producen al sujeto Rubén Darío como un
resto o síntesis conjuntiva de consumo. Al cerrar, proponemos una recepción
descolonizada que rompa con la tautología de base falangista.
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
SILENCIOS Y OLVIDOS
27
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
29
Todos los cambios de conciencia profundos, por su naturaleza
misma, traen consigo amnesias características. De tales
olvidos brotan, en circunstancias históricas específicas, las
narrativas. Habiendo experimentado los cambios fisiológicos
y emocionales producidos por la pubertad, es imprescindible
“recordar” la conciencia de la niñez. ¡Cuántos miles de días
que transcurrieron entre la infancia y la temprana edad adulta
se desvanecen, sin poder recordarlos directamente! ¡Cuán
extraño es necesitar la ayuda de otro para enterarse de que
este bebé desnudo que aparece en la fotografía amarillenta,
feliz y gozando, tendido en un diván o en la alfombra, es usted
mismo. (Anderson 283)
30
DISCURSOS TRANSVERSALES
Igual que en el resto de países centroamericanos el ingreso de Nicaragua a la
órbita del capitalismo en el siglo XIX, corresponde, como es sabido, a un nuevo
estadio de su situación colonial31. Después de separarse de España abrieron sus
puertas como fuentes de materias primas a otras potencias: Europa primero,
y Estados Unidos después. Pretendían ponerse al día con la modernidad y esa
ansiedad implicó una incesante búsqueda de relaciones con Europa, que llevó
a los gobiernos a establecer vínculos diplomáticos, culturales, comerciales y
de toda índole con diferentes países. La cultura occidental gravitaba sobre las
cabezas de la oligarquía criolla que veía especialmente en Francia el súmmum
de la modernidad. También sabemos que quienes encabezaron ese nuevo
giro modernizador heredaron los patrones culturales de los colonizadores
españoles, que habían definido las identidades de los pobladores desde una
perspectiva racial, reduciéndolos a la categoría de indios, y sus culturas a
un estatus de barbarie. Igualmente los pobladores de origen africano fueron
primero despojados de sus identidades originales, y luego invisibilizados por
el discurso del mestizaje.
Los descendientes de las a veces violentas y siempre transgresoras
relaciones sexuales de blancos con indios y negros, fueron los mestizos;
pero ese lugar de subalternidad del mestizaje fue objeto de una operación de
blanqueo. En Nicaragua, la élite criolla, se apropió del patrón racial sustentado
en las identidades negativas definidas por los colonizadores. En consecuencia,
en la construcción del discurso del mestizaje, el término español o europeo
llevaba necesariamente la connotación racial de dominación. Ese fue el patrón
de poder fundado en la colonialidad mediante el cual –en el imaginario de
quienes se hicieron con el poder a partir de la segunda mitad del siglo XIX– los
mestizos devinieron blancos.
El concepto de nación con el que se define a la unidad territorial
regida por un gobierno que cuenta con el consenso de sus gobernados era
casi inexistente en Nicaragua hacia el final de la primera mitad del siglo XIX.
El proyecto de la élite patriarcal nicaragüense de construir un Estado-nación
calcado de los modelos del norte europeo aunque sin base industrial, y apenas
montado sobre una incipiente economía agroexportadora, enfrentó diferentes
obstáculos, además de la anarquía que reinó por casi cuarenta años después
de acordada la Independencia en 1821. Cabe destacar, en primer lugar, que
la mayoría del pueblo no sabía leer y que la educación no buscó el consenso
de los habitantes ubicados al margen de las familias patriarcales, y no porque
–como observaba Squier– el pueblo careciera “de capacidades latentes ni
de disposición para aprender” (249), sino porque no existía lo que pudiera
considerarse un sistema de educación32. Por otra parte, las prácticas culturales
31 Cf. Aníbal Quijano “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina”.
Anuario mariateguiano. IX.9 1997. 113-21.
32 Según Squier, hacia 1850, en las universidades de Granada y León “no es necesario saber
gran cosa para pasar los grados y calarse el birrete; basta con tener ideas generales, estar
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
31
de la población mayoritaria, eran una mezcla de “rasgos españoles, africanos
e indígenas,” (Burns Patriarcas y pueblo 15) en la que predominaba la última
y cuyo centro vital era la comunidad local. La resistencia popular a adoptar
nuevas formas de producción distintas de las del autoconsumo, fue vista por
esa élite como una manifestación de la barbarie para interrumpir el esfuerzo
civilizador. La diversidad étnica y racial separaba y dividía a quienes se
consideraban portadores de la civilización europea, de quienes vivían cómodos
con las formas tradicionales de la cultura local. Con el aumento de la población
ladina, en el siglo XVIII, aumentaron los matrimonios entre españoles y
mestizos, y sus descendientes eran considerados blancos si renunciaban a su
etnia y adoptaban las costumbres españolas. No obstante, competían con los
indios por el acceso a la tierra, y desafiaban a la élite patriarcal en busca del
ascenso social.
De acuerdo con E. Bradford Burns los ladinos que vivían en las zonas
rurales, alejados de la influencia de las ciudades estados de León y Granada
formaban comunidades “caracterizadas por la asimilación, en diversos grados,
de elementos tanto indígenas como europeos” (Ibíd.). La formación del Estadonación sólo fue posible cuando declinó la influencia de esas ciudades; entonces
comenzaron los esfuerzos de la élite por “homogenizar a la población en torno
a su propia concepción de los intereses nacionales” (Ibíd.), y se impusieron
leyes contra la vagancia y la pereza, con el fin de sacar a los indios de sus
comunidades para forzarlos a trabajar en la construcción de caminos o en las
plantaciones de productos de agro exportación. También se crearon leyes para
restringir la propiedad comunal, reglamentar y homogeneizar el sistema de
tenencia de la tierra. La destrucción de las comunidades indígenas, se vinculó
no sólo a la necesidad de ocupar sus tierras, sino a la de erradicar sus prácticas
culturales.
Las luchas de los grupos hegemónicos de las ciudades-estados de
Granada y León –entre los cuales nunca hubo una clara línea ideológica que
los diferenciara, aunque los primeros se declaraba conservadores, y los otros
liberales33– había conducido al país al derramamiento de sangre que culminó
en la llamada Guerra Nacional (1855-1857), contra las fuerzas mercenarias
del filibustero norteamericano William Walker, quien llamado por la facción
leonesa restableció la esclavitud y se proclamó Presidente de Nicaragua.
De este episodio se ha escrito tanto para elogiar el espíritu nacionalista de
los nicaragüenses, como el unionista de los centroamericanos que pudieron
deponer sus enconadas diferencias para juntos enfrentar al filibustero, al
extremo de que casi se ha llegado a olvidar que en la racionalidad puritana de
bien con los profesores, pagar puntualmente los honorarios, poner una bien provista mesa de
refrescos y tener un buen acopio de bombas y cohetes . Sé de más de un caso en que el candidato
no respondió una sola pregunta, y sin embargo obtuvo por unanimidad el título que perseguía.
Hay aquí más bachilleres que hombres; abundan los doctores, y hay familias acaudaladas e
influyentes que se pasan en herencia el birrete.” (248)
33 Cf. Cerutti, Los jesuitas, 85.
32
DISCURSOS TRANSVERSALES
Walker –y en la oposición a ella– está el origen de los discursos que marcan al
mestizaje como identidad hegemónica de Nicaragua.
William Walker pretendía restablecer la esclavitud, pero
exclusivamente con mano de obra africana importada, porque argumentaba que
de ella “dependía la estabilidad de la raza blanca en el país” (247). Decía que
juntos, los negros afroamericanos y los blancos anglosajones, “destruirían el
poder de la raza mestiza que es la perdición del país” (252). En otras palabras,
consideraba que los españoles al mezclarse con las razas inferiores habían
producido una raza despreciable, que era la causante del desorden que había
reinado en el país después de la independencia. En su proyecto, la esclavitud
negra terminaría por destruir a los mestizos (253); y los indios, por no aspirar
al poder, pronto se asimilarían al nuevo sistema, pues según Walker los nativos
indígenas sólo pedían “protección para el fruto de su trabajo” (252). De modo
que en la reacción a la condena puritana de la incontinencia de los católicos
conquistadores, que con voracidad se revolcaron en los lechos con las indígenas,
está el origen del discurso que despojó al mestizaje, o mescolanza sin límite
de razas, de su esencia transgresora y orgiástica34. Así devino agua lustral
que exterminó las impurezas de la barbarie, por virtud del cual el indígena se
convirtió en español. Esa exultación del mestizaje convirtió a Rubén Darío en
su quintaesencia generatriz, a despecho de que no haya prueba de que en algún
momento usara explícitamente esa categoría para definir su propia identidad
ni la de los nicaragüenses. No obstante, quienes en el siglo XX controlaron
el poder de instituir el canon, viéndose a sí mismos como herederos de los
conquistadores españoles, ignoraron la ascendencia africana y celebraron la
supuesta desaparición del indio para reivindicar el mestizaje como marca de
la identidad nacional.
Nacido en 1867 Rubén Darío emerge a la vida pública de Nicaragua
en el periodo que se conoce como el de los Treinta Años Conservadores (1858
a 1893), que corresponde a la aparente tregua que se dieron las oligarquías
de Granada y León en sus batallas por el control del país. Los gobiernos
de los Treinta Años fueron encabezados por representantes de la oligarquía
granadina que instituyó una república patriarcal en la que se practicaba la
alternancia en el poder35. Esa república, por su composición de clase y sus
prácticas culturales conservadoras, se constituyó en heredera del régimen
colonial, del cual se diferenciaba en que antes de la Independencia política
de España los indios estaban protegidos por ley, en tanto que durante los
Treinta Años las castas indígenas fueron excluidas y perseguidas, porque los
derechos de ciudadanía eran determinados por el mestizaje y la propiedad
34 Debo a Brad Epps, la observación del mestizaje como instancia transgresora. Fue muy
iluminadora para mí la lectura de sus ensayos sobre la promiscuidad: “Retos y riesgos, pautas
y promesas de la teoría queer.” y “La ética de la promiscuidad: Reflexiones en torno a Néstor
Perlongher.”
35 Cf. Cruz S., 1-2.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
33
privada36. Así, la historiografía tradicional –ocultando los frecuentes tumultos
entre las facciones oligárquicas y la violenta tensión inter-étnica sobre la cual
fue construida la identidad mestiza de Nicaragua– evoca aquel período como
una arcadia de paz democrática, que habría permitido el ingreso del país a la
modernización capitalista37.
Esa tersa narrativa conservadora permeó los estudios sobre la vida del
joven Félix Rubén García Sarmiento, conocido después con el nom de plume
Rubén Darío. En Nicaragua, las circunstancias de su nacimiento a menudo
han sido representadas en clave de hagiografía no exenta de tintes mesiánicos,
como la que elabora uno de los fundadores del Movimiento de Vanguardia,
Luis Alberto Cabrales, quien traza coordenadas que tienen como eje inevitable
Nazaret; y elabora un parangón forzado con la Sagrada Familia, porque en la
de los García Sarmiento la figura del padre brilla por su ausencia a la hora del
parto y es otra mujer la que acompaña a la madre, quien dos años después,
también se va a esfuminar:
Eran días de diciembre de 1866. En carreta entoldada que
había salido de León, iban dos mujeres, Josefa Sarmiento y
su joven sobrina Rosa Sarmiento de García Darío. Iba la tía
en viaje de comercio, y la sobrina a esperar el nacimiento de
su primer hijo.
Aires de Navidad barrían los caminos polvorientos, y Rosa,
pensativa, recordaba los pesebres y soñaba con Belén, el
pueblecito en donde había nacido el Mesías. También ella
había dejado la gran ciudad, el León colonial, e iba a esperar
a su propio niño en otro pueblecito apartado y pintoresco:
Metapa.
Lenta avanzaba la carreta, de hacienda en hacienda, dejando
caseríos, atravesando riachuelos, a veces bajo sombrías
montañas, a veces bajo el sol vertical de los desnudos y
resecos sonsocuitales. Iba por los caminos diez años antes
amenazados por las incursiones de los filibusteros de Walker,
ahora seguros bajo la plena paz de la concordia nicaragüense.
Plena paz, gran paz, como aquella de que habla el Evangelio
como señal del nacimiento divino. ¿Qué clase de niño era
ése que iba a nacer en días pascuales? ¿Qué destino, qué
estrella la guiaba hacia Metapa, para que el niño naciese en
36 Cf. Téllez 31.
37 José Francisco Borgen enumera “el telégrafo, la cañería de agua potable, el Vapor Victoria,
el hielo, la máquina de coser, la explotación del banano, el auge de la minería, los aserraderos,
el Ingenio San Antonio, la fabricación de gaseosas y mejores jabones, la ametralladora, el
alumbrado eléctrico, la bicicleta, el primer automotor” entre los adelantos introducidos entre
1875 y 1909, periodo que él llama “primera etapa de nuestro desarrollo.” (7)
34
DISCURSOS TRANSVERSALES
humilde poblado, y no en la metrópoli resonante de templos y
campanas? (Breve 1-2).
Charles D. Watland38, un académico norteamericano, estudia los años
de formación juvenil de Darío, inscribiéndola en lo que Benedict Anderson
ha llamado “un tiempo vacío y homogéneo” (284), construido por la historia
oficial a partir del olvido de la sangre derramada de los indios. Según
Watland “los años de su niñez y juventud transcurrieron en una atmósfera de
tranquilidad iniciada largo tiempo antes de su nacimiento y a la cual ya el
país estaba acostumbrado, y su edad más impresionable no se vio turbada por
las turbulencias de otro tiempo” (La formación 23). Pablo Antonio Cuadra,
al rectificar su inicial explicación del surgimiento de Rubén Darío “por
generación espontánea” (El nicaragüense 94), elude los espacios conflictivos
de los Treinta Años Conservadores, y resalta los hitos de la cultura letrada
que marcan al periodo que describe como “primera cosecha patriótica de
convivencia” (Ibíd., 90), los que en efecto corresponden al momento en que la
escritura adquiere legitimidad frente a la cultura oral, mediante la instauración
de instituciones que posibilitan el sueño modernizador de la élite nicaragüense:
En Nicaragua, en 1874 comienza un rosario de hechos
culturales, educacionales, fundación de Ateneos y tertulias,
traducciones de grandes escritores extranjeros, fundación de
periódicos, fundación de la Biblioteca Nacional, inclinación
por la investigación histórica y por los estudios lingüísticos,
etc., que culminan con la aparición de Darío y que hacen
posible su preparación inicial extraordinaria (Ibíd., 94).
Es verdad que esas instituciones, en cierne cuando Darío inicia su producción,
no constituyen todavía una tradición literaria; pero él se integra a ellas
publicando en los periódicos sus primeros textos de combate, polemizando
con los guardianes de la gramática y el buen decir académico, y enalteciendo
la razón frente al oscurantismo; porque cuando ya es un adolescente escribir,
como ha dicho Santiago Castro-Gómez,
era un ejercicio que en el siglo XIX, respondía a la necesidad
de ordenar e instaurar la lógica de la ‘civilización’ y que
anticipaba el sueño modernizador de las élites criollas. La
palabra escrita construye leyes e identidades nacionales,
diseña programas modernizadores, organiza la comprensión
del mundo en términos de inclusiones y exclusiones. (148)
38 The Literary Education of Rubén Darío: An examination of the Extent and Nature of His
Literary Culture to Period of Azul…(1888), disertación doctoral presentada ante la Universidad
de Minnesota, que aquí citamos por la traducción de Fidel Coloma González, La Formación
Literaria de Rubén Darío.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
35
Y Darío se ajusta a ese programa, primero pronunciándose del lado de la razón
civilizadora, y poco después desde la Biblioteca Nacional donde ejerciendo el
cargo de bibliotecario, lee con avidez en sus colecciones la actualidad europea,
además de los clásicos castellanos.
Lo que no menciona la historiografía literaria es que ese ambiente de
pregonada convivencia y paz fue alterado por el levantamiento de las castas
indígenas que protestaban contra las políticas modernizadoras que atentaban
contra su economía y usos culturales a la vez que perseguía su exterminio; y
por la reacción de la Compañía de Jesús a las políticas de modernización que
llevaba adelante el gobierno del presidente Joaquín Zavala; lo cual resultó en
la expulsión de los jesuitas, y la represión a los indígenas. Tales hechos no
se pueden obviar si se vuelve la mirada al medio en que creció Rubén Darío
y se consideran las ideas que agitaban su tiempo, y a las cuales no sólo no
fue indiferente, sino que las llegó a encarnar, no sin contradicciones como
veremos más adelante.
Aquí será necesario, prestar atención a los gestos, performances,
silencios y escritura del adolescente que comienza a usar el pseudónimo de
Rubén Darío39, y más concretamente a partir de su salida a la vida pública
en 1881, año en que la batalla entre “la civilización y la barbarie” alcanza
su nivel más denso con el aplastamiento de la rebelión de los indígenas de
Matagalpa y la expulsión de los Jesuitas. La discursividad que esas dos
incidencias históricas generan produce un choque entre la cultura escrituraria
de la élite urbana, y la oral de los indígenas como veremos enseguida. Seguir
con brevedad los primeros pasos de Darío en la vida pública, y revisitar la
producción discursiva de su adolescencia y parte de su adultez será tan
imprescindible como aproximarse a la tensión étnica40.
En 1881, al tiempo que Rubén Darío comienza a figurar públicamente,
se emprende desde el centro del poder político y económico de Nicaragua una
guerra de exterminio contra las comunidades indígenas del Norte montañoso
del país, donde se está llevando a cabo la transformación de la agricultura de
consumo local de los indígenas por la del cultivo del café para la exportación.
Como en otros países de América Latina, en Nicaragua se aprobaron leyes
39 Cf. Leonel Delgado-Aburto “2.1 El conflicto de los nombres de Darío” (Diss. 42-9).
40 “…de 1880 a 1920 la élite proyectaba imágenes de los indígenas como primitivos
marginados, que bloqueaban el progreso por su ignorancia y por sus prácticas derrochadoras en
sus propiedades comunales. Estas imágenes, a la vez, racionalizaban y reflejaban las políticas
que llevaron a la expropiación de la tierra y a la cruda explotación del trabajo indígena. La
imagen, por ejemplo, de un indio “amarrado” justificaba las prácticas “civilizadoras”, al mismo
tiempo que reflejaba el mundo real del indígena. Por otra parte, la resistencia de éste confirmaba
el discurso ladino, y su evasión del trabajo forzoso demostraba su maldad y su irresponsabilidad
juvenil. Asimismo, las protestas basadas en la religión (Matagalpa, 1895) o las luchas agrarias
(Jinotega de 1915 a 1920), reiteraban la necesidad de educar a los primitivos y de abolir las
comunidades” (Gould, El mito, 119).
36
DISCURSOS TRANSVERSALES
para favorecer la inmigración europea. El objetivo primario era que gente de
raza blanca viniera a explotar las tierras “baldías”41 de las montañas; y que de
paso fundaran las bases civilizadoras que habrían de poner fin al “atraso” de la
cultura local. Los gobernante de los Treinta Años, originarios de las principales
ciudades del Pacífico –desde donde se ejercía la hegemonía sobre el Centro,
Norte y Este del país, entregaron las tierras de las comunidades indígenas de
las regiones centro-norte de Matagalpa y Jinotega a los inmigrantes que de
Europa y Estados Unidos acudieron al llamado del cultivo del café42. Para
esos fines fueron aprobadas leyes que garantizaban la mano de obra indígena,
forzosa y gratuita43. Al despojo de las tierras comunales y la ley que obligaba
a los indios a trabajar en las plantaciones, se agregaban jornadas extenuantes
en la construcción de caminos y el tendido del hilo telegráfico, al que debían
acudir bajo amenaza de arresto y pago de multas, por un salario inferior al
que recibían los trabajadores ladinos de las áreas urbanas. Como si eso no
fuera suficiente, los indios trabajaban de manera voluntaria para la Iglesia,
tanto en el cementerio, como en la construcción del templo que devino sede
catedralicia de la diócesis de Matagalpa.
Los indígenas se quejaron de los ultrajes y la persecución ante una
autoridad insensible, que tampoco quiso oír a los jesuitas que advirtieron el
germen de una inminente rebelión. La mañana del 30 de marzo de 1881 los
indios asaltaron la ciudad de Matagalpa, y el gobierno sólo pudo controlar
la situación con refuerzos militares llegados mucho después de la capital.
Los jesuitas trataron de persuadir a los indígenas para que se desarmaran,
y se ofrecieron como mediadores; pero ante la persistencia de la casta, que
no abandonaba sus reclamaciones, la Compañía de Jesús fue acusada por el
gobierno de haber instigado la rebelión44. Se decretó su expulsión del país,
aunque nunca se comprobó su implicación en esos hechos45. Cuando ya los
religiosos se encontraban fuera de Nicaragua, los indios, al grito de “Muera
la gobierna”, se volvieron a alzar en el mes de agosto y fueron repelidos a
sangre y fuego, con un saldo de más de quinientos de los suyos muertos. El
gobierno justificó la represión como parte de la lucha de la civilización contra
41 En su mayoría se trataba de tierras de las comunidades indígenas.
42 “Para entonces, el gobierno de Zavala se encontraba en medio de un programa destinado a
atraer inmigrantes alemanes para que se asentaran en la zona, imitando una política semejante
de Guatemala, cuyo propósito era fomentar la expansión de los cafetales” (Cruz S. 131). El
antropólogo Mario Rizo, me proporciona el dato de que también a William Walker le fueron
ofrecidas las tierras de estas comunidades, a cambio de sus servicios militares en el bando
oligárquico leonés (Correo electrónico del 20 de agosto del 2001).
43 “La reducción de los indios, política central de la colonización española, fue la divisa
principal durante todo el periodo. Reducir significaba congregar a los indios en poblados para
ejercer control político sobre ellos, garantizar sujeción a las nuevas reglas del juego y prevenir
cualquier intento de actuación independiente o en rebeldía. Reducir era también, mantener
concentrada y disponible la población indígena para ser usada como mano de obra” (Téllez
295).
44 Cf. Gutiérrez Castro “Breve” 9.
45 Cf. Cruz S. 132-133.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
37
la barbarie. Los textos de historia invisibilizaron ese episodio sangriento del
ingreso de Nicaragua a la modernidad. La memoria popular en Matagalpa
lo recordó siempre como “La guerra de los indios”, parte del cual quedó
registrado en la autobiografía inédita “Reflejos de una vida” del telegrafista
Alejandro Miranda, testigo presencial del alzamiento de agosto46.
Francisco Ortega Arancibia, un historiador contemporáneo del
régimen de los Treinta Años, cuenta que los indios eran llevados de las cañadas
a la ciudad de Matagalpa, donde una junta de guerra compuesta por oficiales
de Managua, los juzgaba, condenaba y ejecutaba (373); y describe la manera
en que la prensa de la capital reportaba los fusilamientos:
Con frecuencia el telégrafo daba cuenta al Gobierno de dichas
ejecuciones, en telegrama que don Fabio Carnevalini, italiano
de origen, publicaba en su periódico, El Porvenir47, con este
gráfico epígrafe: ‘Lucha de la civilización contra la barbarie’”
(Ibíd., 373-4).
El gobierno expulsó del país a los jesuitas, que por razones de
competencia profesional, tenían rivalidades con el clero diocesano48 que
aplaudió su expulsión tanto como los letrados liberales49. No obstante, el suceso
levantó una ola de inconformidad, entre los políticos y letrados conservadores,
pero sobre todo entre la mayoritaria feligresía católica que presenció cómo, a
tiros y al grito de “!Viva la civilización!” los jesuitas fueron forzados a salir
del país, suscitando más protestas y muertes de indígenas. Ortega Arancibia es
muy gráfico en su extensa narrativa de lo sucedido en las calles de las ciudades,
incluida la Calle Real de León, donde vivía Rubén Darío:
Comisiones del Gobierno, confiadas a los ministros, salieron
de Managua con su respectiva fuerza: el Ministro Elizondo,
espada al cinto, entró en Matagalpa y sacó de allí a los
jesuitas; el Ministro Agustín Duarte, por la calle real de León,
vestido de militar y quepis rojo, iba delante de la doble escolta
con el Mayor H. Zaballos, que los sacó de la Recolección,
llevándolos por la calle real, por donde el Ministro, revólver
en mano, lo disparaba en cada esquina acompañando la
detonación con un grito “!!Viva la civilización!!. Los indios
de Sutiaba hicieron una manifestación de pública reprobación
46 Mi agradecimiento póstumo al amigo Enrique Miranda Casij, que puso a mi alcance una
copia mecanográfica de “Reflejos de una vida” de su antepasado Alejandro Miranda.
47 También citado aquí como Porvenir de Nicaragua
48 Cf. Cruz S. 133-4.
49 El polemista Enrique Guzmán escribió en un periódico de la época, que por el empeño puesto
en la expulsión de los jesuitas, el clero “quisiera levantarle una estatua a Fabio Carnevalini” Cf.
Cerutti, Los jesuitas, 29.
38
DISCURSOS TRANSVERSALES
del hecho, nada más; los de Masaya hicieron lo mismo, y en
el grupo iban mujeres con puñales a la cintura; entraron a la
plaza, les hicieron unos disparos, de los cuales murió Hilario
Suárez, y los dispersaron.
Cosa notable: el subprefecto que ejecutó la orden en Masaya
oía misa todos los días; se llamaba Marcelo Vega, y el que
en la noche acompañó a los que hicieron fuego sobre los
indios amotinados, de que resultó muerto Hilario Suárez, se
confesaba y comulgaba con frecuencia: se llamaba Dolores
Martínez. Los jesuitas de Masaya salieron rumbo al Sur para
reunirse con los que había en Rivas y embarcarse en San Juan
del Sur, en el mismo vapor que llevaba a los demás jesuitas de
León, de Matagalpa y del Ocotal (374).
Es común justificar esos atropellos aduciendo la abierta oposición
de la Compañía de Jesús a la política del gobierno de Joaquín Zavala; pero
al conservadurismo de los jesuitas hay que añadir que ellos no eran bien
vistos por los letrados jacobinos y masones antipapistas, que los acusaban de
oscurantismo y de oponerse al progreso. Además, el gobierno de Nicaragua
estaba siendo presionado por otros gobiernos liberales de Centro América
para que los expulsara de Nicaragua, que era su último reducto en el istmo.
Es verdad que la Compañía de Jesús se oponía tenazmente a los esfuerzos
gubernamentales de secularizar la educación. En ese sentido, la política del
gobierno dio lugar a un contencioso en el que el joven Rubén Darío tomó
partido en contra de los jesuitas, que unos meses antes lo habían iniciado
en la música, el estudio de los clásicos castellanos y, aparentemente, en el
aprendizaje de Latín e incluso Griego50, cuando frecuentaba el Colegio San
Ramón y la iglesia de La Recolección.
En breve, los hechos que precipitaron la expulsión de los jesuitas
pueden resumirse así: El 6 de marzo de 1881, en la ciudad de León, durante la
inauguración del Instituto Nacional de Occidente, su director José Leonard –un
polaco liberal que había llegado de España a solicitud del gobierno– pronunció
un discurso racionalista que lastimó la sensibilidad del clero y de los padres de
familia, que habrían pedido su destitución. Se culpó a los jesuitas, primero de
incitar el malestar y después de haber auspiciado la rebelión de los indígenas.
La narrativa de Diego Manuel Sequeira, biógrafo de la niñez y juventud de
Darío, no oculta la violencia que confrontó a los sectores hegemónicos con los
subalternos, a la cultura oral con la letrada:
Los ánimos se exaltan y se dividen en dos bandos. En todos los
periódicos del país se establecen acalorados debates; y aquel
50 Cf. Darío, Todo al vuelo 626; Erika Lorenz, 12-13; Mejía Sánchez Cuestiones 138-9.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
39
incidente, al parecer insignificante, trae consigo, al entrar en
choque el poder público y la influencia religiosa de los jesuitas
en las masas, la sublevación de los indios de Matagalpa, de
Subtiava (sic) y Telica; la sofocación por parte de la autoridad
de esas rebeldías; el encarcelamiento y confinamiento de reos
políticos opuestos al régimen de Zavala; y, por último, la
expulsión de todos los jesuitas residentes en Nicaragua (36).
Casi no hace falta decir que en la base de esa tensión estaba la estrategia de la
élite que aspira a modernizar el país y dar forma a la nación sobre la imaginada
comunidad lingüística y racial, disciplinando a los sujetos incómodos;
porque como sostiene Enrique Dussel, “por el carácter ‘civilizatorio’ de la
‘Modernidad’, se interpretan como inevitable los sufrimientos o sacrificios (los
costos) de la ‘modernización’ de los otros pueblos ‘atrasados’ (inmaduros),
de las otras razas”. (49). El debate entre quienes defendían la tradición y los
que veían en ésta un obstáculo para el progreso prometido por la ideología
liberal se libró desde el púlpito y la rumorología; pero principalmente en la
prensa, donde escribe Rubén Darío, quien no oculta en sus versos su propio
alineamiento contra la tradición y el oscurantismo51. Incluso, hizo un esbozo
del periodismo de la época en una serie de epigramas en los que caracteriza a
los medios impresos de diferentes ciudades de la república52. Entra en la liza
para defender al profesor Leonard y atacar a los miembros de la Compañía de
Jesús, con un poema que titula “El jesuita”53; y además escribe una décima en
51 Y la ignorancia maldita
Que en forma de hidra se escapa,
Bajo ascética solapa
Que a guerra y discordia excita,
Ladra, vocifera y grita,
Y hace salir del abismo
Al cuervo del fanatismo
Que por su pico enlodado,
Arroja crimen, pecado,
Y tremendo oscurantismo.(citado en Sequeira 37)
52 Cf. Sequeira 67.
53 El Jesuita
¿Qué es el jesuita? –Bolívar
Preguntó una vez a Olmedo–
Es el crimen, el enredo;
es el que da al pueblo acíbar
envuelto en sabroso almíbar.
El inmortal Andrés Bello
estaba poniendo un sello
a una carta a San Martín,
y dijo con retintín:
¿El jesuita…? Lo dice ello.
Bien: ahora hablaré yo.
Juzga después, lector tú:
el jesuita, es Belcebú,
que del Averno salió.
40
DISCURSOS TRANSVERSALES
contra del oscurantismo y el fanatismo religiosos. Con catorce años, comienza
a ser conocido entre los lectores de los periódicos por esos encendidos poemas.
Se ha apartado por voluntad propia y de manera agresiva de la influencia de los
jesuitas, y deviene rebelde anticlerical que escandaliza a los asustados vecinos,
quienes a la vez admiran su virtuosismo lírico. En ese tiempo inicia una
época que va a durar toda su vida de aprendizaje autodidáctico y afinamiento,
por medio de la imitación, del don natural de versificar54. En el debate y la
controversia que en torno a los jesuitas alentaron los letrados liberales Fabio
Carnevalini, Carlos Selva, José Dolores Gámez y otros, Darío se ha alineado
a favor de “la Diosa razón” (Sequeira 37). Los círculos que frecuenta profesan
las ideas liberales y él es ya una celebridad en los salones y veladas adonde se
le invita para que declame sus propios versos, como en las honras fúnebres que
se tributan a su padrino, el prócer liberal Máximo Jerez, el 13 de noviembre
de 1881. Por primera vez actúa ante los más conspicuos representantes de
los poderes del Estado y de la sociedad, que quedan deslumbrados por su
elocuencia y dominio del verso. Luego es presentado en la solemne ceremonia
de inauguración del periodo de sesiones ordinarias del Congreso Nacional,
en la que el Presidente de la República informa a los legisladores sobre los
alzamientos indígenas, la expulsión de los jesuitas y las medidas de fuerza
adoptadas por el gobierno para restituir el orden.
En su informe, el presidente no puede ignorar la división reinante
en el país ni los sentimientos encontrados de la población55; así modera el
lenguaje optimista, de quienes proclamaban la victoria de la civilización sobre
la barbarie, y concluye su discurso sin alardes de vencedor56. La incomodidad
que pudo provocar el mandatario, no tanto con la narrativa de la insurrección
de los indios y del castigo infligido “á los responsables de semejante crimen”
(Cerutti, Los jesuitas, 596), sino con la de la expulsión de la Compañía de
Jesús y los agravios al sentimiento de los católicos, ingrata para muchos
de sus correligionarios, incluido el mismo presidente del Congreso, Pedro
Joaquín Chamorro57─ se disipó con la aparición en escena de Rubén Darío,
¿Vencerá al Progreso? ¡No!
¿Su poder caerá? ¡Oh, sí!
Ódieme el que quiera a mí;
pero nunca tendrá vida
la sotana carcomida
de estos endriagos aquí. (Poesías completas 25-6)
54 Aun ya tarde en su vida Darío hizo mención de su habilidad innata: “De mí sé decir que a
los 10 años ya componía versos, y que no cometí nunca una sola falta de ritmo. Cuestión de don
natural musical.” (Crónicas desconocidas 1906-1914, 357).
55 El exilio de los jesuitas provocó profundos resentimientos entre los indios de Matagalpa
y del resto del país. Además, miembros de la facción de los Iglesieros del partido conservador
aparentemente comenzaron a organizar a los dispersos grupos indígenas (y a otros) en una
alianza que llevaría a derrocar al gobierno de Zavala o al menos a forzar el regreso de los
jesuitas. (Gould, To Die, 35)
56 Cf. Cerutti, Los jesuitas, 600.
57 Cf. Cruz 134-7
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
41
que improvisó “unas estrofas de salutación al presidente Zavala” (Sequeira
50), antes de declamar de memoria, “de la primera a la última, las cien
décimas de su poema: ‘El Libro’” (Ibíd.). Los aplausos interrumpieron varias
veces al declamador, pero los señores cejijuntos tomaron nota del libertinaje
implícito en los versos de aquel rapaz que hablaba de libertad de pensamiento
y conciencia58, para tomarlo en cuenta a la hora de discutir y aprobar la ley
que posibilitaría el auspicio gubernamental para completar su educación. Por
su parte los medios del liberalismo radical dieron amplia cobertura a la noticia
del precoz librepensador. Diego Manuel Sequeira registra la acogida que
Carnevalini y la prensa pro gubernamental dieron a la performance de Darío:
“Los principales periódicos de la capital: ‘El Ferro-Carril’ y El ‘Porvenir de
Nicaragua’, traían en su primera página la crónica de aquel acto, con elogiosos
conceptos para el ‘poeta-niño’” (51)59 .
Desde entonces Rubén Darío participa en actividades culturales
junto a la familia presidencial. Recita en la Cámara de Diputados una larga
composición, de muy escaso valor literario, que dedica a la esposa del
mandatario60; pero también experimenta su primer revés político. El 18 de
Febrero de 1882, el Presidente de la República hizo publicar la ley aprobada
por el senado y la cámara de diputados en la que se dispone que el gobierno de
la Nación, coloque “al inteligente joven pobre, don Rubén Darío, en el plantel
de enseñanza que estime más conveniente para completar su educación”
(citado en Sequeira 56). La ley, lejos de satisfacerlo lo desencantó; pues
descartaba el proyecto original de enviarlo a España, por el de colocarlo en
un centro educativo local, y ni hace falta decir que todavía el país no contaba
con un sistema escolar sólido. Sus biógrafos especulan que a última hora los
legisladores pudieron considerar que a sus quince años Rubén Darío unía a su
fama de “poeta-niño”, la de derrochador y aficionado al champan, aunque los
hay que aseguran que el presidente del Congreso, Pedro Joaquín Chamorro,
asustado por los contenidos anticlericales de sus composiciones, advertiría el
riesgo de dejarlo ir por la libre al extranjero.
No debe descartarse que en la economía de aquella república,
caracterizada por Sergio Ramírez como “de propietarios y letrados, que
copiaban de lejos los reflejos de la rígida moral victoriana”, (“PrólogoRecuerdos” XXV) la educación de un joven que no iba para ningún quehacer
práctico, fuera contraria a uno de sus postulados fundamentales: “nunca gastar
en nada superfluo” (Ibíd.). En 1884 Rubén Darío conoció, también por vez
58 El Partido conservador estaba dividido en tres facciones de distintas tendencias: “los
iglesieros, que se presentaban como Partido Conservador Católico […], los progresistas,
encabezados por Zavala […]. Finalmente, había una tercera facción que se hacía llamar los
genuinos y que para sus enemigos eran los del Cacho, salidos del círculo de don Pedro Joaquín
Chamorro” (Cruz S 137, énfasis en el original).
59 En El Porvenir de Nicaragua, dirigido por Carnevalini, Darío publicará a partir de ese año
gran parte de su producción periodística escrita durante su primera juventud. Cf. Sequeira 61.
60 El 15 de abril de 1882 lee “Serenata. A la Sra. Mercedes B. de Zavala”. Ibíd.
42
DISCURSOS TRANSVERSALES
primera, la persecución política, y tuvo que apelar ante un juez por la condena
que le fue impuesta en un juicio abierto en su contra por un prominente político,
afín al gobierno conservador, que se sintió aludido en un escrito publicado en
el periódico La verdad. Uno de los testigos dijo no conocerlo, pero que había
oído que era poeta y que para él “poeta es sinónimo de vago”; y fue condenado
por el delito de vagancia a ocho días de obras públicas conmutables por el pago
de una multa. En su defensa Darío alegó que se desempeñaba como profesor
de literatura en el colegio “La independencia”, lo cual corroboró su director,
y así logró que se le revocara la sentencia (Buitrago Matus 117). Se aleja
del país insatisfecho con el presente y padeciendo del futurismo que según
explica Ángel Rama “había invadido al mundo en el último tercio del siglo”
(“Prólogo XVI), abandona también Centroamérica para ir en pos del tráfago
de las grandes ciudades: Santiago de Chile primero, y Buenos Aires después,
donde “avizora el nuevo tiempo como el de la unificación del planeta” (Ibíd.,
XVII) dentro del empuje civilizador de Europa. Es el comienzo de una vida
náutica a la que marcarán los naufragios y ciclones en sentido real y figurado.
Es claro que el posicionamiento liberal de Rubén Darío favorece
desde su juventud la inmigración como fórmula para remediar el atraso
de la cultura local, en El viaje a Nicaragua exalta el modelo de progreso
alcanzado en la Argentina gracias al impulso de la inmigración europea. Como
tributario del ideario de Domingo Faustino Sarmiento reafirma la necesidad
de ponerse al día con la civilización europea, atribuye el retraso de su país
a “la falta de esa transfusión inmigratoria que en otras naciones ha realizado
prodigios” (100). Los europeos Fabio Carnevalini y Henri Gottel, que tan bien
acogieran y divulgaran sus primeros escritos en El Porvenir de Nicaragua, le
merecen una agradecida recordación porque “contribuyeron a la cultura del
país, impulsando y dando nueva vida al periodismo naciente” (Ibíd., 148).
En 1912, puesto a evocar sus primeros años, recuerda al profesor polaco José
Leonard, a quien atribuye “una vida novelesca y curiosa” (La vida 24); y ya
superada la iconoclastia juvenil, no olvida a los eminentes jesuitas, austriacos
y colombianos (Ibíd., 17) que lo iniciaron en el estudio de la cultura occidental,
antes de que se pasara al bando jacobino. Al evocarlos, su memoria suprime las
situaciones incómodas que podrían alterar el recuerdo amable de los primeros
preceptores, y se olvida de registrar –o prefiere olvidar– la polémica en la
que él hizo sus primeros pinos dentro del periodismo de combate. Ernesto
Mejía Sánchez dice que Darío “recuerda festivamente la leyenda que acusa
a los jesuitas de apoderarse de secretos familiares” (Cuestiones, 139). Y es
que, buscando zanjar la discordia ideológica, silencia la tensión étnica y la
represión política, y lo que resalta del conflicto es la anécdota parroquial:
Los jesuitas ponían en el altar mayor de la iglesia, en la fiesta de
San Luis Gonzaga, un buzón en el cual podían echar sus cartas
todos los que quisieran pedir algo o tener correspondencia
con San Luis y con la Virgen Santísima. Sacaban las cartas
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
43
y las quemaban delante del público; pero se decía que no sin
haberlas visto antes. Así eran dueños de muchos secretos de
familia, y aumentaban su influjo por éstas y otras razones. El
gobierno decretó su expulsión, no sin que antes hubiese yo
asistido con ellos a los ejercicios de San Ignacio de Loyola
(La vida 17).
No menciona la violencia con que fueron expulsados de la ciudad de León,
donde él vivía, ni la reacción de los indígenas de Sutiaba, cuyo asentamiento
queda próximo al vecindario de la casa que habitaba. En 1912 en el “Prólogo
que es página de vida”, al libro de poemas de su amigo de infancia, Luis H.
Debayle, echa de menos la labor cultural de los jesuitas, pese a las reticencias
ideológicas: “He de insistir siempre” –dice– “en que los padres de la Compañía
de Jesús fueron los principales promotores de una cultura que no por ser si
se quiere conservadora deja de hacer falta en los programas de enseñanza
actuales” (Todo al vuelo, 626).
Se ha escrito en abundancia sobre los grandes lapsus que pueblan La
vida de Rubén Darío escrita por él mismo, a la que el propio autor, en el lecho
de muerte, atribuyó “muchos errores” (Contreras 163), que pensaba corregir si
se curaba de su enfermedad “para publicarla en edición definitiva” (Ibíd.). La
explicación más socorrida achaca las lagunas y contradicciones al alcoholismo
crónico. Hay, sin embargo, recuerdos de la infancia que lo acompañaron
siempre, como el del célebre buey que dio pie a uno de los escasos poemas
en que alude a Nicaragua. Carlos Martínez Rivas sugiere que el verso: “Buey
que vi en mi niñez echando vaho un día” del poema “Allá lejos”, incluido
en Cantos de Vida y Esperanza (Poesía 297), fue producto de algo que vio
y retuvo indeleblemente hasta que pudo escribirlo en el periodo de mayor
madurez poética61. No obstante, en el inicio de La vida equivoca el nombre del
departamento al que pertenece el villorrio donde nació: “un pueblecito, o más
bien una aldea, de la provincia, o como allá se dice, departamento, de la Nueva
Segovia, llamado Chocoyos y hoy Metapa” (8). Realmente Metapa, que ahora
se llama Ciudad Darío, estaba y está en el departamento de Matagalpa, el cual
se denomina así por los indios de la casta matagalpa que se alzaron en 1881. A
ese departamento se referirá más de una vez en otras ocasiones, como veremos
en estas páginas62.
Leonel Delgado-Aburto postula que las contradicciones, olvidos,
silenciamientos y parquedad de algunos acontecimientos rememorados en La
vida, obedecen “a razones retóricas asociadas con la biografía o la cimentación
heroica” (38), y agrega que ahí Darío “ha codificado una versión más o menos
‘fiel’ de sí mismo” (Ibíd.). La llamada “Guerra de los indios” no entró en los
61 Para Martínez Rivas y muchos otros críticos “Allá lejos” es el poema más raigalmente
nicaragüense de Rubén Darío. Cf. Martínez Rivas “Darío y Nicaragua”.
62 Cf. Darío, El viaje a Nicaragua e Intermezzo Tropical, 99 y 127.
44
DISCURSOS TRANSVERSALES
registros de su memoria o al menos no la materializó en su escritura, pese a
haber estado inmerso en la batalla retórica junto al presidente Zavala, que veía
“detrás de los disturbios de Matagalpa […] la mano de los Jesuitas” (citado en
Cruz S. 132). En su madurez, la gramática de la moderación ha dejado en el
olvido las diatribas de la adolescencia; la sutura de los retazos del pasado borró
los episodios traumáticos que dieron lugar a la nación mestiza. Después, la
cultura letrada se propuso no remover las heridas viejas, llenando de silencios
y olvidos la memoria de la Nación.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
ESPECTADOR Y NÁUFRAGO
45
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
47
Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En
él se representa a un ángel que parece como si estuviera a
punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están
desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las
alas. Y este deberá ser el ángel de la historia. Ha vuelto el
rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta
una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona
incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus
pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y
recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un
huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte
que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja
irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras
que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese
huracán es lo que nosotros llamamos progreso.
Walter Benjamin 183
48
DISCURSOS TRANSVERSALES
El viaje a la ciudad de México que Rubén Darío no llegó a realizar en 1910
ha dejado, para beneficio de inventario, centenares de páginas escritas por los
protagonistas y testigos de la travesía que –de París a Veracruz y Xalapa–
pasando de ida y vuelta por La Habana, hizo entre agosto y noviembre63.
Aparte de las anécdotas que dan cuenta del suceso, el viaje resiste una lectura
en clave de naufragio, si vemos a Darío como a quien eligió la vida de un
navegante arriesgado que anhela la seguridad de un puerto en tierra firme.
Va a emprender –en el último cuatrimestre de ese año– un viaje que deviene
naufragio y punto de partida hacia su ocaso vital, pero también momento
decisivo en su posicionamiento con respecto a Nicaragua. El hueco que dejó
su ausencia en la foto de las celebraciones del Centenario de la Independencia
de México, no se puede explicar sin conocer los vientos que propulsaron el
desastre que acabó con el proyecto nacionalista y la imposición de un gobierno
conservador prohijado por los Estados Unidos en Nicaragua.64
Quien se detiene a revisar los géneros literarios –diario, cartas, artículos
de periódicos, cuento, novela y biografía– que visitó a partir de entonces, se
da cuenta de que Rubén Darío se pronuncia desde la historia, sin dejar de
ser un artista tocado por el decadentismo, ni abandonar la busca de nuevas
experimentaciones en su escritura artística. Tal es la incidencia que el fallido
viaje tiene en la serie autobiográfica Oro de Mallorca, de 1913, que la crítica ha
querido clasificar como fragmento de novela, y en la que no están ausentes los
rescoldos de los desengaños y la pobreza en que lo sumió la irresponsabilidad
del gobierno de su país, a los que no alude directamente, aunque subyacen
los pasajes de melancolía por los que atraviesa el personaje Benjamín
Itaspes, que encubre el nombre de Rubén Darío65. En otra pieza narrativa,
63 Cf. Augier; y Mejía Sánchez Estudios.
64 El gobierno de los Estados Unidos vio en el gobierno de José Santos Zelaya una amenaza
para sus intereses geopolíticos en la región, habida cuenta la apertura del gobernante a otras
potencias capitalista, particularmente Francia, y auspició su derrocamiento mediante la traición
de un militar del partido liberal y la connivencia de las fuerzas conservadoras. Después que
el Secretario de Estado de los Estados Unidos Philander Chase Knox envió a Zelaya, en
1909, la conocida “Nota Knox”, que obligó a aquél a abandonar el poder, Darío cerró filas
junto a Zelaya quien salió hacia el exilio en Europa, donde ambos se encontraron y cruzaron
correspondencia para denunciar internacionalmente la política exterior de los Estados Unidos,
así como las arbitrariedades represivas que llevaba a cabo el gobierno impuesto y sostenido por
las fuerzas militares norteamericanas. Ambos redactaron “La refutación al Presidente Taft” que
Zelaya suscribiera y que se publicó –traducida por Darío– en inglés, francés y español, en la
que se rebaten los argumentos de la diplomacia norteamericana para justificar su participación
en el derrocamiento del gobierno de Zelaya. Al salir éste del poder asumió la presidencia de la
República un liberal moderado, José Madriz, que mantiene el nombramiento de Darío como
ministro ante el Rey de España, pese a que ya se había trasladado a París.
65 Aunque aquí citaremos por El oro de Mallorca, Günther Schmigalle, me hace notar que el
título “Oro de Mallorca”, fue el que originalmente Darío dio a la serie, el cual fue transformado
póstumamente en El Oro de Mallorca, a lo mejor como parte de la cirugía estética del proceso
de monumentalización que trato en el siguiente capítulo; igual ocurrió, agrega, con el título de
otra serie también considerada hoy novela incompleta, que Darío tituló “En la isla de oro”,
y que devino “La isla de oro”. Dice Schmigalle que Darío les dio “títulos impresionistas,
posiblemente decadentes”, que alguien pudo querer “mejorarlos”, de manera adecuada con
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
49
“Huitzilopoxtli. Leyenda mexicana”66, hace combinaciones entre elementos
míticos del México antiguo con la –realidad de la situación revolucionaria;
experimento que algunos han visto como pieza inaugural del llamado realismo
mágico latinoamericano, e iniciador del cuento de la revolución mexicana67.
Aquí nos centraremos en el Diario que llevó entre julio y septiembre de 1910,
auxiliándonos de las cartas y telegramas que escribió aludiendo a lo sucedido
antes, durante y después del viaje. Los artículos de periódico en los que va
más allá y describe al tiempo que denuncia la situación política de su país, nos
sirven para valorar su posicionamiento en torno a la intervención de Estados
Unidos en los asuntos de Nicaragua. Es básico ir una y otra vez a La vida de
Rubén Darío escrita por él mismo, en 1912, porque ahí hay matices de las
incidencias de su travesía y permanencia en Veracruz, que no incluyó en las
crónicas anteriores; ése es, por otra parte, un libro que –dictado de memoria–
se informa de otros textos68. Igualmente útiles son las entrevistas que brindó a
su paso por La Habana.
Alan Girard, sostiene que cuando un individuo decide llevar el día
a día de sus actos “es porque su situación se tambalea y necesita encontrar
las bases de un nuevo equilibrio” (35), de manera que el diario de Darío
vendría a ser lo que Maurice Blanchot, describe como “bitácora en el cual
se inscribirían, día tras día, los aciertos y desaciertos de la navegación” (53).
Sabemos que la incertidumbre de Rubén Darío como miembro del servicio
exterior de Nicaragua había llegado al extremo de cerrar la legación en Madrid
y trasladarse a París, por no poder afrontar los gastos oficiales, ni recibir del
gobierno el sueldo correspondiente69. En 1910 vive uno de sus periodos de
mayor estrechez, casi exclusivamente de lo que gana como corresponsal de La
Nación, de Buenos Aires.70 El impulso de anotar en un diario los incidentes de su
designación como representante de Nicaragua en la celebración del Centenario
de la Independencia de México, se ha considerado raro en él; aunque existe
el “cuaderno de hule negro” en el que hizo apuntaciones de poemas mientras
“títulos monumentales, dignos de un príncipe de las letras castellanas”; sin importarle “que
el contenido no se corresponda con ellos”. Una vez hecho el cambio, concluye Schmigalle,
ninguno de los veinte y tantos críticos que se han ocupado de ambos textos, ha hecho el trabajo
de contrastar los originales, “de esa manera, los títulos una vez falsificados, pasan de una
generación a otra”. Correo electrónico, 14 de agosto de 2011.
66 Publicada “en La Nación, el 5 de junio de 1914.
67 Cf. Raimundo Lida, 255; Ernesto Mejía Sánchez, “Un cuento desconocido de Rubén
Darío”; también Ruth S. Lamb.
68 Es posible que para su autobiografía Darío haya seguido el modelo de La vida de Giambatista
Vico contada por él mismo, que según Sprinker “es un texto sobre textos, un libro que se origina
en otros discursos”. (Sprinker 120).
69 Cf. Torres Bodet Cap. IX. Nota 2: 222-3; también Edelberto Torres 644-6.
70 Darío previamente había ejercido su carrera de periodista a la vez que desempeñaba
funciones diplomáticas en representación del gobierno de José Santos Zelaya. En 1904 fue
cónsul general de Nicaragua en París; en 1905 sirvió en Madrid como miembro de la comisión
fronteriza de Nicaragua y Honduras; en 1906 integró la delegación nicaragüense a la Conferencia
Panamericana que se celebró en Rio de Janeiro; en 1907, es designado Ministro Residente de
Nicaragua ante el gobierno de España.
50
DISCURSOS TRANSVERSALES
regresaba a Europa después de su permanencia en Nicaragua, entre los años
1907 y 1908, que no reúne ninguno de los componentes atribuidos a un diario71.
La revisión de vida que Darío inició en 1910 arranca con el Diario
y coincide con el comienzo de una etapa definitiva en la que, como ha
señalado Ángel Rama, va a experimentar desengaños, incertidumbre material
y limitaciones económicas, un periodo que será de profunda duda existencial
y quiebra espiritual. Para Rama el Diario no es más que “un mero registro
secretarial de sus desplazamientos, carente de interés pero revelador de esta
nueva inclinación autobiográfica” (“Sueños” 8), pierde de vista que en esa
suerte de collage Rubén Darío anota detalles de aparente intrascendencia e
incluye, facturas, telegramas y cartas, como quien reúne pruebas por si se
produjera un cambio imprevisto que pudiera poner en riesgo su cuestionada
reputación de hombre apto para el trabajo práctico. Cierto, no es un diario
íntimo que registre zonas espirituales sólo observables para el sujeto que lo
escribe. Aquí se incluye el periplo puesto en marcha desde que recibe la noticia
del nombramiento, incluyendo los trámites más corrientes, como la remesa
de dinero, las diligencias bancarias, la compra de los boletos, la reservación
de la cabina, la fecha de salida y el nombre del vapor, La Champagne. De
acuerdo con Girard todo autor de diario es consciente de que “[n]ingún lugar
le es asignado automáticamente: no obtiene sino aquel que conquista mediante
su esfuerzo. Ninguno, tampoco, le corresponde definitivamente” (37); y esas
parecen ser las motivaciones intuitivas que llevan a Darío a seguir un género
de escritura que antes no ha practicado, y que tampoco se propone publicar. Se
trata de un diario privado en el que se recogen actuaciones exteriorizables para
que documenten otros escritos que puedan ser observados72.
Es sabido que fue Darío quien puso en movimiento el plan para que
se le asignara esa misión, al escribirle a su viejo amigo Federico Gamboa,
subsecretario de Relaciones Exteriores del gobierno mexicano, expresando su
deseo de visitar la ciudad de México, a la que llama “una de las ‘capitales
literarias’ del idioma” (citado en Torres 671, itálicas en el original). De ahí
surge la idea de que esa secretaría instruya a su representante en Managua
“para que sugiera al gobierno de Nicaragua el nombramiento” (671). Una
vez que el 15 de julio de 1910, el Ministro representante en Paris, Crisanto
Medina, comunica a Darío la decisión del Presidente José Madriz, comienza a
escribir el Diario con los tres elementos claves, que el criterio estructuralista
asigna al género: “el yo del narrador-protagonista; el personaje protagonista y
narrador al mismo tiempo; y los hechos que nos explica” (Bou 127). Su diario
se convierte así en fuente de conocimiento objetivo, del que podrá disponer
71 Enguídanos, en su extenso artículo crítico-lírico, ve ese “diario de navegación” como un
“cuaderno-diario-libro de trabajo del poeta” (165), pero si nos ajustamos a un criterio estructural,
esas anotaciones de Darío, por no observar las reglas del género, no deberían considerarse un
Diario, como sí el que llevó con vistas al viaje a México.
72 Cf. Castilla del Pino 18-20.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
51
con abundancia de pruebas, porque desde 1909 se documenta “por si algo pasa
más tarde” (en Jirón Terán 304)73.
El diario, de acuerdo con Nora Castelli, es “el género en el que se
registran, siguiendo los días, las actividades e impresiones de un sujeto frente
a sí mismo” (87); en el suyo, Darío asienta por omisión la confianza en su nom
de plume, de modo que parece olvidar la motivación inicial que lo impulsó
a anotar cada uno de sus movimientos. Como si estuviera por encima de las
diferencias partisanas, da la impresión de que se duerme sobre sus laureles
una vez que el domingo 21 de agosto su vapor deja el puerto de Saint-Nazaire
y se hace a la mar. Así cuando dos días después se entera, por los periódicos,
de que el Presidente de Nicaragua renunció y salió huyendo con su familia,
perseguido por numerosas fuerzas militares, no expresa ninguna inquietud; y
continúa normalmente sus actividades de viajero, que gusta de socializar en
las comidas. Al parecer, por su mente no pasa la posibilidad de que el nuevo
gobierno que ha tomado las riendas del país, decida invalidar su nombramiento
por los vínculos que lo unen a los dos gobernantes liberales recién depuestos.
Conoce muy bien a los elementos que se oponen al proyecto liberal del que él ha
sido representante y referencia cultural. Son fuerzas tradicionalistas alentadas
por los Estados Unidos, contra los cuales públicamente se ha manifestado,
denunciando la intervención norteamericana en la llamada “revolución
conservadora” que depuso a Zelaya, y que ahora derroca a José Madriz.
Confiado en la buena ventura de su nombre, no toma en cuenta que el factor
norteamericano puede inclinar la balanza en su contra, y olvida que él no goza
de la simpatía de la élite conservadora74. El más furibundo detractor suyo en
Nicaragua, el gramático conservador Enrique Guzmán, no ha desperdiciado la
ocasión de que el nombramiento recayera en él para atacarlo en los periódicos
con pugnacidad y mofa.
Desde la caída de Zelaya, Darío cerró filas junto a éste en su denuncia
de la ilegalidad del proceder del secretario de Estado norteamericano
Philander Chase Knox, publicando un artículo titulado “La antidiplomacia.
Una nota de Mr. Knox”75, en el que se hace eco del malestar que ha generado
en Centro América la violencia animada desde Washington, y anuncia nuevos
escritos para demostrar que la justicia y la razón están de parte de Nicaragua
73 Crisanto Medina detestaba a Darío y no ahorraba intrigas para desacreditarlo como
diplomático, por razones que el propio Darío explica: “El señor Medina no disimula que mi
presencia en París no le es grata, y que yo no soy de su simpatía. Sus razones tendrá. No ha
de ser una de ellas el que mi abuelo haya muerto, y no en duelo, a manos de su señor padre”
(en Jirón Terán 243). En otras dos cartas de 1909 Darío relata las inquinas de Medina y las
peripecias que ha tenido que hacer para enfrentar la situación ruinosa de su embajada en Madrid
como Ministro de Nicaragua. Cf. Jirón Terán 304-7.
74 En su relato autobiográfico, dos años después, dice que no dio mucho crédito a la noticia de
que había caído por la fuerza el gobierno liberal de José Madriz (La vida 127).
75 La Nación 1, de abril de 1910. Ver Anexo, 204-209.
52
DISCURSOS TRANSVERSALES
y del presidente depuesto76. El 27 de mayo publicó, en el Paris Journal, “Las
palabras y los actos de Mr. Roosevelt”, un artículo en el que defiende las obras
de progreso del gobierno liberal, y denuncia que con el fomento de los Estados
Unidos se ha montado una conspiración en contra del Estado nicaragüense, sin
que Nicaragua hubiera hecho nada “a los Estados Unidos que pueda justificar
su política” (148). En el momento de publicarlo, Darío prevé la repercusión
política que ese artículo puede tener, y no oculta su satisfacción y orgullo por el
medio y el país en que ha aparecido77. Sabe que es un escrito de combate con el
cual, además de fustigar a Roosevelt, limpiará su nombre de las imputaciones
que recibió de quienes lo tildaron de claudicante cuando publicó su poema
“Salutación al águila”. Antes, en 1909, en El viaje a Nicaragua e Intermezzo
tropical tiene palabras de encomio para los gobernantes liberales Zelaya y
Madriz; sin embargo, al enterarse de que las fuerzas pro-norteamericanas han
triunfado, se queda impertérrito.
Los días en los cuales no ha hace ninguna anotación en el Diario,
podría pensarse que ha estado inactivo o entregado a la libación según quiere
la leyenda de su alcoholismo, mas lee y escribe reseñas y crónicas, que
después va a enviar a La Nación, como “Sor Juana Inés de la Cruz”, en la que
hace un bosquejo del libro de Amado Nervo, Juana de Asbaje, y reproduce
los poemas amatorios de la monja, en los cuales advierte “chispas de un fuego
popocatlepino” 78. Con esa crónica, además de valorar la otra poesía de Sor
Juana diferente a las muy populares “Redondillas”, amplía hacia la Argentina
el esfuerzo hecho en México por Nervo para “encender la chispa” (Paz, Sor
Juana, 11) que no cesó hasta el reconocimiento definitivo de la entonces casi
enterrada obra de la gran poeta barroca. También escribe varios “Films de
travesía”79 a bordo de La Champagne, en los que reflexiona sobre el paisaje
y la gente de a bordo, en quienes resalta la alegría y la fe; y una crónica que
titula “De Saint-Nazaire a Veracruz. Notas para los turistas”80 donde hace una
crítica al estado ruinoso de los medios de transporte marítimos de Francia, y
no sólo presta atención a los pasajeros de primera clase, turistas de diversas
partes del continente americano, sino también a los inmigrantes varones que
viajan en tercera: “Españoles todos. Castellanos, andaluces y gallegos en su
mayoría, que van a Cuba. Unos, pocos, a contratarse por una temporada en
las faenas agrícolas de los ingenios de la bella isla. La mayor parte a radicar
allí, a luchar por la vida, a buscar bajo otro cielo el pan que el suelo patrio no
les produce”81. El 31 de agosto, nueve días después de la última entrada que
76 Se refiere a la “Refutación al Presidente Taft” de la que, como ya dijimos fue coautor y
traductor.
77 Se lo envía a su amigo dominicano Fabio Fiallo, con una carta donde le dice: “Te remito un
artículo que he publicado hoy en el diario de la élite intelectual de París. Ahora no dirá Blanco
Fombona que yo adulo al Águila Norteamericana” (en Jirón Terán 314).
78 Ver “Sor Juana Inés de la Cruz” en Anexo, 224-231.
79 Ver Anexo, 210-16.
80 Ver Anexo, 217- 23.
81 Ver Anexo 219.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
53
registra el Diario, anota el telegrama de cinco palabras que ese mediodía, en
alta mar, ha depositado en la oficina del telégrafo: “así redactado: ‘Fígaro –
Habana – Les saludo – Darío’”. (Diario 186). Por el tono, percibimos a un
sujeto que se alista y retoca para salir a la luz pública, donde va a representar al
personaje de Rubén Darío, que él mismo ha construido, y para quien convoca
a la prensa, que dará cobertura a su paso por La Habana, donde habrá de
celebrarlo la juventud letrada.
Las intermitencias del diario, marcadas por elipsis de varios días en los
que no sabemos nada del autor van a ser llenadas, en Cuba, por los periódicos
y revistas que cubren las “breves horas” que el poeta permanece en el puerto82.
Sus omisiones las completan los periodistas, y de ahí es posible inferir los
preparativos que Darío realiza para su presentación en público donde va a
desempeñar, alternativamente, distintos roles. El viernes 2 de septiembre su
barco ancla en La Habana. Anota que ha recibido un telegrama de Veracruz que,
como es usual, adjunta al diario. Lo suscriben admiradores que le piden aceptar
un homenaje que le tienen preparado. Seguidamente consigna que “antes de
saltar a tierra, un repórter de La Discusión” sostiene una conversación con él
(Diario 186). No da detalles de lo hablado83; el reportaje, al contrario, ofrece
pormenores de la charla, que en su parte central giró en torno a la situación
política de Nicaragua y revela el escenario preparado por Darío, en el que se
propone representar al diplomático.
Como era de esperarse, el periodista quiere saber si lleva preparado
un poema alusivo al Centenario de México, pero Darío se despoja de su aura
de poeta, por las inconveniencias que a esa función asocia la gente pragmática
de su país, que no aprobaba su desempeño en ningún cargo oficial. Se ha
preparado para actuar en un escenario donde lo público debe ser exteriorizado,
y se propone dejar pruebas de que su proceder es conforme con lo que se
espera del representante de un país ante otros Estados. Su respuesta entonces
no va dirigida al periodista y al público que lo sigue por poeta, sino a quienes lo
observan como funcionario público, y para ellos adopta la pose de diplomático.
Ya sabemos que al momento de ser designado para viajar a México,
Darío no ejerce como Ministro de Nicaragua ante el rey de España por
decisión propia ante la falta de salario y presupuesto; pero en la primera parte
82 Ángel Augier acompaña su extenso ensayo de dos apéndices, en uno de ellos recoge las
crónicas y reportajes que suscitó Rubén Darío cuando iba de paso hacia México, y durante los
casi dos meses que permaneció en La Habana de regreso a Europa, que aquí citamos como
Augier.
83 Hay implícitas equivocaciones de Darío, que se evidencian al contrastar lo que publica
el periódico y lo que él anota en el diario. El periódico al que pertenece el entrevistador no es
La discusión sino La Lucha. Darío le informa que recibió el nombramiento para la misión que
cumple el 15 de agosto, aunque en el Diario apunta que fue un mes antes, el 15 de julio; y la
gente que se halla retenida es principalmente de los medios de comunicación, que protestan
porque no se les deja pasar a verlo.
54
DISCURSOS TRANSVERSALES
de la entrevista responde como si nunca hubiera dejado esa función, porque
su escenario en ese instante así se lo demanda; y al deslindarse de su quehacer
poético declara que en esta ocasión no ha tenido tiempo de celebrar con versos
la fiesta mexicana del centenario (Augier 250). ¿Pudo esa declaración afectar el
acendrado sentimiento nacionalista de los personeros del gobierno mexicano,
que –según se afirma– cedieron ante las presiones de Estados Unidos para
no dejarlo pasar de Veracruz? Lo probable es que en México se esperara un
poema de homenaje a la Independencia como el dedicado a la Argentina, y por
el cual obtuvo una fuerte suma de dinero84.
El entrevistador capta el guiño y abandona el tema de la poesía,
para encarar a quien tiene en frente, en pose de diplomático; y le dispara una
pregunta aparentemente inesperada: “¿Sabe usted que el doctor Madriz no
ocupa ya la Presidencia de la república de Nicaragua?” (Augier 250). La noticia
lo descoloca y le sienta mal. Un efecto de realidad lo obliga –en el instante– a
recomponer el escenario anterior, para crear uno nuevo, en el que asume el rol
de espectador frente a la historia. Se interesa por saber en detalle lo que han
transmitido los cables, y sólo entonces se da verdadera cuenta de lo que ocurre.
Sin medir las consecuencias declara incapaz al nuevo gobierno: “Yo siento,
más que nadie, la revolución de mi país, pues más que nadie comprendo que
constituye un insuperable obstáculo para el progreso del mismo, que en largo
tiempo conseguirá reponerse del mal estado económico en que está” (Augier
250); y luego aunque trata de no pronunciarse respecto a la participación de
los Estados Unidos, afirma: “Sí le diré, que deploro mucho que haya sido en
los Estados Unidos donde se ha fomentado la revolución que ha derrocado a
mi adicto el Presidente Madriz” (Augier 250). En resumen, mantiene firme su
lealtad al gobierno depuesto, pero no renuncia al cargo que ostenta, y de súbito
cambia de nuevo el escenario. Ha abandonado la investidura de funcionario
público y se representa como poeta, porque dice que piensa que su misión
le ha sido encomendada por esa cualidad que sólo él puede ostentar. Se le
ve autorizarse en la pose de espectador “como instancia extraterritorial”
(Blumenberg 63). Mira en el mar enfurecido naufragar al político, y se lanza a
rescatar al único que debe sobrevivir, el poeta.
Hans Blumenberg recuerda que Zaratustra en la escena del naufragio
se preguntaba, a caballo sobre una ola, dónde había quedado su destino, y al no
encontrar respuesta “–Se echa al tumulto–“(29). Darío, en el Diario, después
de anotar los saludos y visitas protocolarias, consigna que en La Habana fue
a “la oficina del cable” (186) a depositar un telegrama, para responder “al
84 Cuando Darío regresó de Veracruz a La Habana escribió un poema para conmemorar el
centenario de México, que Alfonso Reyes consideraba “–de lo más infortunado que hizo–“.
Cf. Reyes 19. Parecidos comentarios hace de este poema Max Henríquez Ureña. Cf. Augier
215-216.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
55
recibido a bordo” (187)85, agradeciendo el homenaje que le ofrecen, el cual
aceptará “si tiempo no impide” (187.). Es ésta la primera previsión de posibles
impedimentos, que se puedan presentar, aunque no los atribuye a causas
políticas sino al itinerario de la agenda oficial que supone deberá seguir. Y,
también por primera vez, pide instrucciones al gobierno de Nicaragua: “Dirijo
al Ministro de Relaciones Exteriores el siguiente despacho: “Relaciones –
Managua – Salgo mañana Veracruz – Espero órdenes. Darío” (187). Como se
sabe no hay ni habrá respuesta de Nicaragua, y al día siguiente, sábado 3 de
septiembre, parte en La Champagne con dirección al puerto de Veracruz. Allí
van también los delegados de Cuba, con quienes se relaciona, sin dar –en el
diario– la información que da en La vida.
La opinión de “los diplomáticos que iban a bordo” (127) coincide, en
su mayor parte, con sus declaraciones publicadas en el periódico La Lucha;
pero el juicio contundente sobre la calidad de los nuevos gobernantes de su
país, que agrega en la autobiografía, nos pone ante un sujeto que pasivamente
se dejó guiar por quienes ignoraban la materia de la que estaban hechos
quienes lo dejaron en la estacada. El domingo 4, “[a] las cuatro de la tarde”
(Diario 187) llega a Veracruz, en medio de los honores militares que los
buques de guerra hacen a La Champagne; es recibido por una muchedumbre
entusiasta, pero allí mismo percibe los indicios de que su situación se halla en
un impasse. Casi al instante le comunican que va a ser recibido en calidad de
“huésped de honor” del Gobierno mexicano y no como representante oficial
de Nicaragua. El “Gobernador Militar de la Plaza” lo visita para comunicarle
que ha recibido un telegrama en el que Justo Sierra “le ruega me inste a no
partir para la Capital hasta la llegada a Veracruz del secretario del ministro.
Así lo decido” (188) 86. Forzado por las circunstancias, Darío queda a merced
de sus amables anfitriones veracruzanos que espontáneamente le expresan su
simpatía y solidaridad. El mismo día de su arribo hay una velada en su honor,
que agradece con una metáfora náutica evocando el legendario incendio de los
navíos de Hernán Cortés en aguas veracruzanas: “Yo cortésmente quemo mis
naves y dejo mi corazón en Veracruz” (Diario 189) 87.
Las fotos que se conservan de esos días de contratiempo –sobre todo
las que le hicieron en Teocelo entre niños indígenas, escolares y hombres con
sombreros de campo, él tocado con el jicapeño que se compró para protegerse
de la lluvia, “al salir de Xalapa” (Ibíd. 191)– ilustran la admiración que suscitó
en todos los estratos sociales, y lo muestran muy complacido, tal como después
lo dirá en La vida, en donde destaca el encuentro en el tren con la “indita”
que, fascinada, le ofreció lo único que tenía: un ramo de lirios, un puro y
85 Alude al mensaje que en nombre de “sus admiradores veracruzanos” le enviaron Diódoro
Batalla, José Ma. Pardo y Jorge Ruiz. Cf. Diario 186.
86 Justo Sierra era titular de la cartera de Instrucción Pública.
87 En El Oro de Mallorca, la voz narrativa –en tercera persona– evoca la experiencia vivida al
regresar a Nicaragua en 1907: “Había vuelto a su país natal y su llegada fue la de un conquistador”
(41), entonces se dejó llevar por la multitud y pudo sentirse aclamado como Hernán Cortés.
56
DISCURSOS TRANSVERSALES
una olorosa piña (128); pero como dice Blumenberg, “el puerto felizmente
alcanzado o la apacible bonanza son sólo el aspecto engañoso de una tan
profunda problematicidad” (17).
Entendemos que al yo lo constituye un discurso que nunca llega a
ser dominado; y que la elaboración “de un texto autobiográfico es un acto
similar al de producir una diferencia por medio de la repetición” (Sprinker
127). Hemos visto que la memoria selectiva de Darío dejó grandes lagunas en
la autobiografía, de manera que los episodios que se cuidó de registrar en La
vida son muchas veces experiencias, reales o imaginadas, que le sirven para
dar constancia, mediante desplazamientos y condensaciones, de los fugaces e
inestables momentos de gloria, que vivió en medio de las muchas pesadumbres
que poblaron sus sueños. El viaje a la ciudad de México se malogró por razones
políticas, como que el gobierno pronorteamericano de Nicaragua no refrendara
el nombramiento, más los enredos palaciegos del régimen de Porfirio Díaz88,
que preocupado –según se especuló en aquel momento– por no incomodar al
gobierno de los Estados Unidos, da instrucciones para que Darío no llegue a
la capital. Los dobleces del gobernante mexicano quedan descubiertos en el
telegrama que le dirige el miércoles 7 de septiembre, lamentando “que se haya
interpuesto en su viaje alguna causa que me priva del gusto de estrechar su
mano” (Diario 190-1), casi no hace falta decir que Darío captó el intríngulis
del viejo zorro que prefería fingir demencia.
El “huésped de honor” está enterado de la agitación que su ausencia
ha provocado entre el estudiantado de la ciudad de México, que sale a la calle
a dar vivas a Nicaragua y a Rubén Darío, y a manifestarse en contra de los
Estados Unidos y del propio Díaz, hechos que en La vida revestirá de una
connotación política que había evitado en el Diario, en sus cartas y artículos:
“Por primera vez después de treinta y tres años de dominio absoluto, se
apedreó a la casa del viejo cesáreo que había imperado. Y allí se vio, se puede
decir, el primer relámpago de una revolución que trajera el destronamiento”
(La vida 129). Francisco Monterde, también dice que la ausencia de Darío
en la fiesta del Centenario “influyó mucho en el movimiento que ese mismo
año se iniciara, apenas un mes después” (302)89. Por su parte, Alfonso Reyes,
ve un “egocentrismo muy explicable” (23) en el nuevo matiz que Darío da a
las protestas que suscitó su ausencia en la capital mexicana; aunque cierra su
escrito con un dato que refuerza el movimiento figurativo de la autobiografía:
“También los amigos me han recordado que noche hubo que el pueblo en masa
esperó la llegada de Rubén Darío, en la Estación del Ferrocarril Mexicano”
(26). Reyes contribuye así, al impulso que llevó a Darío a fijar en La vida, el
88 De acuerdo con Torres Bodet: “Los escritores, y, sobre todo, los estudiantes, atribuían la
cautela del gobierno de Díaz no a una mera consideración diplomática de orden protocolario,
sino a una docilidad excesiva frente a la cancillería de Washington” (92).
89 El artículo de Monterde proviene de la versión taquigráfica de una conferencia dictada
en la Escuela de Ciencias de la Educación de la Facultad de Humanidades, de la Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua, el 16 de enero de 1967. Cf. Monterde, 301.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
57
instante de satisfacción íntima en que pudo comprobar que su nombre había
llegado “indefectiblemente” a las multitudes de Hispanoamérica; al extremo
de verse como “origen de sucesos que se venían germinando ya de tiempo
atrás y que obedecieron a causas más complejas y más vitales” (Reyes 23).
Lo que sigue en el Diario son datos en los que informa de sus
movimientos en Veracruz. El domingo 11, estando en Xalapa, es el último día
en el cual registra las cosas triviales que hace, y abruptamente cierra el Diario
con puntos suspensivos. En La vida, dos años más tarde, narra que en Veracruz
salió de México, empujado con amabilidad y financiado por el gobierno90, en
un movimiento metafórico que lo devuelve a contraponer el mar inestable con
la tierra firme en la que actuará como “espectador no implicado” (Blumenberg
17), mientras permanezca en La Habana con la promesa de una pronta visita a
la ciudad de México. No obstante, en La vida, las referencias a los dos meses
que espera en Cuba –entre chubascos y tormentas– son sinópticas, denotan
la amargura debida a la secuencia de humillantes frustraciones que le dejó el
“ciclón” (129) de su país, primero; y de México después, como veremos luego.
Son los periódicos y revistas cubanas, los que dan noticia de esa visita a la isla,
donde se comporta políticamente como un discreto espectador que observa
el arte de prudencia igual que, como lo señala Reyes, lo hiciera también en
Veracruz (22-3)91.
Una vez en su hotel, el poeta concede una entrevista a La Discusión, en
la que de entrada manifiesta que no sabe cuándo se irá de Cuba ni hacia dónde.
En esas declaraciones denota incertidumbre también con respecto al futuro de
Nicaragua, pero se muestra conciliador con Estados Unidos, y obsecuente con
el gobierno de México. Luce extrañado por la acción del gobierno de Nicaragua,
y explica que ha estado alejado de la política, y que si había últimamente
colaborado con el ex presidente liberal José Santos Zelaya, ayudándole en
París a la preparación de un libro fue “[p]or motivos completamente amistosos
y personales” (Augier 266). Es verdad que los artículos y crónicas a que se
refiere denotan simpatía personal hacia Zelaya, pero en ellos queda expuesta,
sin asomo de duda, la connotación ideológica y política que lo vinculaba al líder
liberal. Su nacionalismo es claro, pero procura el entendimiento armonioso de
los países de la América latina con la América anglosajona. Preocupado por
el tinte que se le ha dado a las demostraciones de simpatía popular de que
fue objeto en Veracruz, dice: “Se ha querido dar a esta manifestación, color
90 Cuando al fin pudo salir de La Habana y volvió a Paris, el gobierno mexicano le asignó un
estipendio de 500 francos mensuales que cesó con los cambios introducidos por la revolución
mexicana. Esta suma de dinero salía del presupuesto de Instrucción Pública y se justificaba con
el encargo de que “continúe estudiando en Europa cómo se hace la enseñanza literaria en los
países de origen latino, y escriba una obra como resultado de ese estudio”. Cf. Reyes 25.
91 Es dable suponer que Reyes alude al arte de prudencia, teniendo en cuenta que Darío debió
ser un lector aplicado del Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltasar Gracián, a quien
en las famosas “Palabras liminares” de Prosas profanas cita entre sus clásicos españoles de
cabecera.
58
DISCURSOS TRANSVERSALES
político. Le ruego diga que todo esto tiene un aspecto intelectual y que es al
poeta al que se ha agasajado” (267). Finalmente, explica que, cuando se ha
referido a los Estados Unidos, como en su artículo reciente “Las palabras y los
actos de Mr. Roosevelt”, lo ha hecho en procura del entendimiento entre las
dos Américas; aunque en privado, como ya vimos, escribiera que espera que
no se diga más que él adula “al Águila Norteamericana” (en Jirón Terán 314).
Ignoro el rumbo que tomarán los asuntos políticos de mi
país, pero deseo hacer saber que yo no soy un enemigo de
los Estados Unidos. Tanto mis antiguos versos a Roosevelt,
cuanto mi artículo publicado en Paris Journal, y las ideas que
expreso en mi Canto a la Argentina, demuestran mis simpatías
para una unión cordial intelectual entre los dos platillos de la
balanza del continente.
En cuanto al Gobierno mexicano, deseo hacer constar que se
ha conducido respecto a mí con toda la corrección que ha sido
en él habitual. (en Augier 267, énfasis en el original)
El aislamiento en que ha vivido en su cuarto del hotel, sumido en la depresión
y el alcohol, no le ha impedido enterarse de las versiones que circulan en la
prensa, según se desprende del artículo “Los asuntos de Nicaragua”, escrito
en noviembre de 1910, cuando todavía permanece en La Habana, y al cual
volveremos después. En La vida, su memoria aviva la tormenta que no amainó
en Cuba. Echa en falta las atenciones oficiales que recibiera cuando no había
sido puesta en entredicho su representación diplomática; olvida las múltiples
demostraciones de simpatía que le hicieron sus admiradores cubanos, y los
homenajes que él mismo declinó. Usa la metáfora de “ciclones políticos” para
aludir al derrocamiento de Madriz seguido de la recomposición del poder
que hicieron los Estados Unidos en Nicaragua 92, a la caída de Porfirio Díaz
ocurrida dos meses después que él saliera de Veracruz, y al advenimiento de la
Revolución Mexicana. Así, decide su retorno a París cuando ve cancelada la
posibilidad de visitar la ciudad de México en calidad de “huésped de honor” del
gobierno. Es decir, cuando se vea hundido en deudas, de las que es rescatado
por la bondad de los amigos que también le ponen en las manos los billetes
para el transatlántico (Bazil 15-16).
92 Esa recomposición implicó, desde 1910, diferentes operaciones políticas, militares,
económicas y culturales, las que fueron aseguradas por los 3000 marines norteamericanos que
desembarcaron en el país en 1912. Así, mientras expertos de Estados Unidos diseñan el sistema
monetario, los banqueros estadounidenses obtienen el derecho a comprar el 51% de las acciones
del Banco Nacional, y postulan y someten a referéndum del Secretario de Estado de su país, el
nombre del recaudador de impuestos que habrá de designar el Presidente de Nicaragua para que,
con lo recolectado, pague un empréstito a la firma Brown Brothers Co., de los Estados Unidos.
Cf. Pérez-Baltodano 381.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
59
Para escribir el artículo “Los asuntos de Nicaragua” 93, se apoya en
los apuntes del Diario, y se refiere a lo divulgado “en las columnas de los
periódicos de Cuba, en todos los de Centro América, y en muchos de los Estados
Unidos” (65), de los que dice, ninguno ha tratado el tema “con conocimiento
y sin entregarse a hipótesis más o menos fantásticas” (65). Por eso se propone
hacer para sus lectores argentinos “un relato sencillo y sincero de lo ocurrido”
(65). Ante un nuevo escenario Darío cambia los papeles que representó en su
entrevista con La Discusión cuando de paso por La Habana, rumbo a México,
confesó estar retirado de la “lírica” a causa de sus obligaciones oficiales.
Comienza por presentarse, viviendo una vida de retiro en París, dedicado
exclusivamente a sus labores periodísticas y literarias, cuando recibió la visita
del ministro de su país en Francia, que llegaba a comunicarle su designación
“como enviado especial y ministro plenipotenciario en Méjico (sic) durante las
fiestas del Centenario y de la Independencia” (65). Hace una breve referencia
a “la desorganización de la cancillería de Nicaragua” (66), por no haberle
enviado las cartas de retiro pese a haber dimitido desde cuando gobernaba
José S. Zelaya, y después ante el gobierno de José Madriz; pero con todo y
eso explica: “Yo me puse a las órdenes del gobierno de Nicaragua” (65). Ante
la opinión pública nunca confesará que esa misión había sido buscada por
él mediante el sub secretario de Relaciones Exteriores de México, Federico
Gamboa94. En el artículo citado, Darío dedica varias líneas a informar de
los preparativos que, según la prensa, se hacían con vistas a su recibimiento
en México: “Para el hombre de letras, el cariño del pueblo mejicano
pronunciándose con intensidades desacostumbradas” (67); y agrega que [l]a
prensa parisiense había también recogido la noticia” (67) de su nombramiento
y partida. En otras palabras, se le ve salir de Europa con la seguridad de que su
empresa en México será colmada con los éxitos que hace prever su condición
de poeta aclamado en América Latina. No obstante, al referirse al momento en
que leyó la noticia de la renuncia del presidente de su país, asegura que tuvo
“la incertidumbre más fundada sobre la veracidad del despacho telegráfico”
(68), un estado de ánimo que no hemos visto registrado en el Diario; pero que
ahora es revivido con estas preguntas “¿Eran válidas mis credenciales una
vez derrotado el gobierno del doctor Madriz?” (68). Es posible que si en el
Diario no aparecen esos cuestionamientos, sea porque surgieron después de
leer la polémica diplomática que, en torno a su caso, ha saltado a la palestra
93 Publicado en La Nación, el 7 de diciembre de 1910, según nota de Mejía Sánchez, Estudios,
65.
94 Gamboa, en su propio diario, el 1 de octubre de 1910, hizo alusión a “las notas
desafinadas” que empañaron la celebración, entre las que lamenta la ausencia de la
“cabeza genial de Rubén Darío, legítima gloria americana” (en Mejía Sánchez Estudios
73). No obstante, en el clímax de la controversia, acosado por los periodistas que pedían
una explicación al impedimento que obligó a Darío a ausentarse, Gamboa dio la nota
cómica con una jerigonza: “Es una verdad reconocida que todo problema de derecho
internacional debe plantearse de manera que las premisas correspondan exactamente a
la realidad de los hechos, para que así pueda científicamente asegurarse…” (En Torres
703).
60
DISCURSOS TRANSVERSALES
pública sobre la legitimidad de su representación, de la que no estuvo ausente
el Derecho Internacional95, como él mismo dice: “Era el objeto de las más
enconadas discusiones el recibimiento hecho a la misión nicaragüense.
Debatíase en la prensa la legalidad o ilegalidad de la no admisión de mis
credenciales, en vista de la caída del gobierno del doctor Madriz” (71). Al final
del artículo es evidente el eco que ha producido en él lo que se debate en la
prensa mexicana sobre la legitimidad del gobierno que hizo el nombramiento,
el cual “no puede anularse o retirarse sino por otro gobierno legítimo” (Ibíd.).
Luego, al referirse al factor estadunidense, lo hace nuevamente con
prudencia: “comencé a leer con uniformidad en gran número de publicaciones,
artículos atribuyendo a presiones gubernativas, motivadas en indicaciones de
la cancillería de Washington, mi detención en Veracruz primero y mi viaje a
Xalapa después” (Ibíd.). En este aspecto no deja de mencionar que los delegados
de Estados Unidos fueron objeto de hostilidades, en una manifestación que no
tenía “más orígenes que el afecto y la gran cultura del pueblo de Méjico”
(Ibíd.). En tales circunstancias, refiere que decide salir hacia La Habana, con
el respaldo del gobierno mexicano y del propio presidente, que reconoció su
voluntad y deseo “de evitar dificultades que pudieran abocar a un conflicto
internacional” (Ibíd.). Termina el artículo diciendo que no sabe si vuelve a
México. Será en 1912, como ya se dijo, que se distancie definitivamente de
la figura de Porfirio Díaz, cuando lo llame “viejo cesáreo” y recuerde que las
protestas que acabaron con su dominio de treinta años se iniciaron con motivo
de su viaje fallido. (La vida 129)
………….
A finales de noviembre de 1911, Rubén Darío escribe una carta a
Manuel Ugarte, en la que se ocupa de lo ocurrido en México, y menciona
“los comentarios que a este respecto hicieran, respectivamente, The Times
de Londres, y la prensa de los Estados Unidos de América” (en Jirón Terán
317). Se muestra resuelto a romper la situación de impasse en que se encuentra
como diplomático, por causa del nuevo gobierno de su país que “en su violenta
organización” (Ibíd.), sigue sin enviarle la “carta de retiro como Ministro ante
la Corte de España” (Ibíd.). Reacciona ante los desplantes de un régimen que
apenas, en el viaje a México, le ha dado el primero de los golpes que le va a
infligir –en los pocos años que le restan de vida–, tomando la determinación
de renunciar a la ciudadanía nicaragüense para adquirir la de Argentina, donde
se ha sentido respetado y apreciado. Es verdad que esa decisión está impulsada
por el orgullo y la dignidad personal heridos; pero, para tomarla ha hecho,
95 Al respecto, los diarios El País y El Imparcial de México sostuvieron el 3 y 5 de septiembre
respectivamente, una polémica con citas de tratadistas del derecho internacional para dirimir
si se debía reconocer a Darío como el representante oficial de su país o si esa representación
cesaba al cesar el gobierno que lo había delegado, aun cuando el que se hallaba en el poder no
había sido reconocido por el de México. Cf. Mejía Sánchez, Estudios 36-42.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
61
con la franqueza relativa que le permite una carta privada que puede llegar al
público, un razonamiento que despeja las dudas en cuanto a su compromiso
con el proyecto nacionalista que se fue a pique en su país96. A partir de ahí,
explica a Ugarte su posición –firme aunque no estridente– frente a la política
de los Estados Unidos en Nicaragua.
[D]ado, que según aseguran los diarios y afirman los orígenes
de la revolución nicaragüense que ha colocado al nuevo
Gobierno, Nicaragua será una dependencia norteamericana.
Y como yo no tengo la voluntad de ser yankee, y como la
República Argentina ha sido para mí la Patria intelectual, y
como, cuando publiqué mi Canto a la Argentina, la prensa de
ese amado país pidió para mí la ciudadanía argentina, quiero,
debo y puedo ser ciudadano argentino.
Como usted, mi querido amigo, ha hecho por nuestra América
Latina mucho, le comunico mi determinación.
Usted sabe lo que yo he amado el Río de la Plata y yo sé que
allí todo el mundo aprobaría mi preferencia por el Sol del Sur
ante las Estrellas del Norte (317-8).
Para las fuerzas que en Nicaragua alientan la anexión a los Estados Unidos,
Rubén Darío lleva el estigma liberal del nacionalismo97; si bien es verdad
que las diferencias ideológicas desaparecen cuando los liberales en el país
depusieron su nacionalismo y se sometieron a la fatalidad98, Darío resiste.
Cierto, no favorece la insurrección armada ni se pronuncia explícitamente
cuando Benjamín Zeledón muere luchando contra la intervención en 1912, lo
hace de manera indirecta al denunciar que “[l]a sangre y la muerte han puesto
espanto en los ciudadanos”, en la crónica “Nicaragua”, a la que volveremos
después; lo suyo es cambiar con frecuencia su posición de espectador implicado
a espectador ajeno a la política. Así, recién después de haber recordado que
“[s]u renombre en naciones extranjeras enorgullecía a la patria” (El oro 41), en
96 Entre el 27 y el 30 de octubre 1910 representantes del nuevo gobierno firmaron con
representante de los Estados Unidos, Thomas Dawson, un pacto mediante el cual, quedó anulada
la voluntad política de la clase gobernante de Nicaragua Cf. Pérez Baltodano 371. En 1913, los
sucesores de dicho gobierno, propusieron un nuevo tratado a Estados Unidos, en el que se
dispone que, “El Gobierno de los Estados Unidos de América puedan ejercer el DERECHO DE
INTERVENIR para la preservación de la independencia de Nicaragua y el sostenimiento de un
Gobierno adecuado…”, el cual no fue aprobado por el Senado de los Estados Unidos (López
Irías 60, énfasis en el original).
97 La reorganización del Estado se hizo en base a los acuerdos firmados por representantes del
gobierno de los Estados Unidos y de Nicaragua. Entre ellos el de celebrar elecciones, escogiendo
a un candidato del partido conservador, el cual se debía comprometer a no permitir “bajo ningún
pretexto al elemento zelayista en su administración” Cf. Pérez-Baltodano 372.
98 Esta situación la comentó Zelaya en carta que dirigió desde Bruselas a Rubén Darío. (En
Ghiraldo, 243-4).
62
DISCURSOS TRANSVERSALES
1914, se ve obligado a escribir al agente de Nicaragua en Washington, Pedro
Rafael Cuadra, una carta en la que asume el papel del espectador que viendo
de lejos el naufragio de la nave del Estado, trata de rescatar del oleaje la única
pertenencia que cree y espera poder salvar a esas alturas, los salarios retenidos
para aliviar las necesidades básicas de su mujer y su hijo99. Lo hace poniendo
en juego, una vez más, el arte de prudencia, hábilmente combinado con la
ironía de presentarse como un pensador inútil ante un gobierno compuesto
mayoritaria e ideológicamente por los mismos hombres, cuya “incultura” –
recordemos– denunció en La vida (127).
El gobierno jamás pagó los salarios a Darío, ni él adoptó otra
ciudadanía; aunque mantuvo el temor de que su país se convirtiera en colonia
de los Estados Unidos, e hizo pública la oposición a la presencia militar
norteamericana y sus secuelas, en “El fin de Nicaragua”100, donde presenta un
escenario de guerra civil, matanza e incendios, y explica las razones últimas
de dicha intervención militar:
Y los Estados Unidos con la aprobación de las naciones de
Europa –y quizá de algunas de América…–, ocuparán el
territorio nicaragüense, territorio que les conviene, tanto por
la vecindad de Panamá, como porque entra en la posibilidad
de realizar el otro paso interoceánico por Nicaragua; por las
necesidades comerciales, u otras, y así se aprovecharán los
estudios ya hechos por ingenieros de la marina norteamericana,
como el [del] cubano [Aniceto García] Menocal. Y la soberanía
nicaragüense será un recuerdo en la historia de las repúblicas
americanas (en Barcia 264).
Puesto a considerar el control unilateral del comercio de América
Latina por los Estados Unidos, Darío urgía a Europa a no abandonar ese
mercado. Entre los países europeos, como se sabe, tenía especial predilección
por Francia; pero los sentimientos de Darío hacia Francia fueron ambivalentes;
pasó de la idealización, cuando sólo la conocía a través de las lecturas tempranas,
en los años en que conocer París era parte de su programa de juventud, a la
confrontación de la realidad, a partir de 1900, cuando al fin pudo radicarse en
su “cara Lutecia” y conocer sus entrañas degradantes. No logró relacionarse
fluidamente con la intelectualidad parisina ni vivir a gusto la vida mundana de
la capital de las capitales, porque casi siempre estuvo allí como un extranjero
inadaptado a las paradojas de la gran ciudad moderna101. Ya desde 1899 Darío
había comprendido que sobre Francia planeaban las sombras de la injusticia,
como lo pudo comprobar con los juicios y prejuicios que imperaron en el Caso
99 Carta inserta en Cuadra Ch., Pedro J. 56-7.
100 Publicado en La Nación, el 28 de septiembre de 1912. Cf. Barcia, 264.
101 En las crónicas que conforman los cinco volúmenes de La caravana pasa, Darío se ocupa
con especial detenimiento de la vida real del París de los primeros años del siglo XX.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
63
Dreyfus; y a propósito del sonado affaire, escribió con indignación contra el
militarismo nacionalista, y el antisemitismo.
Haciendo causa común con Emile Zola y Anatole France, en un
artículo de combate llegó a decir que Alfred Dreyfus representaba el “amargo
papel de «Cristo de los ultrajes», de chivo emisario, de víctima sacrificada a
las bajas preocupaciones de una época en que su nombre recordará más tarde
uno de los mayores crímenes colectivos de la historia, y el momento en que el
brillo del espíritu francés ha palidecido ante el mundo.” 102 También viviendo
en París pudo ser testigo de los prejuicios raciales y de género de gran parte de
la sociedad y de la prensa parisina; de modo que siempre albergó sentimientos
y valoraciones encontradas hacia Europa y particularmente Francia de la
que llegó a quejarse por no prestar atención a la floreciente Argentina, ni
siquiera por moda. Decía que para que se fijaran en el pensamiento argentino
“serían precisos una buena guerra, un estupendo derramamiento de sangre,
una agarrada con el Brasil, con Chile, con las dos… Es decir, una muestra de
plena civilización” (Crónicas desconocidas 1906-1914, 169). Sin embargo,
junto a otros latinoamericanos tenía la mira puesta en Europa como opción
para romper el creciente monopolio del comercio estadunidense en Centro
América; y en 1910 quiso refrendar, sin ambages, su admiración por Francia
a la que dijo amar y venerar hasta su último aliento “como la fuente de toda
generosidad, de toda grandeza, y de toda belleza” (Crónicas desconocidas
1906-1914, 268).
En 1911 Darío asume en Paris la dirección literaria de Mundial
Magazine, ahí publica una serie de artículos dedicados a cada una de las
repúblicas hispanoamericanas, dirigidos particularmente a los lectores
europeos. Su objetivo es incentivar la inversión de capital y para ello da
información prolija sobre la naturaleza y la economía de los respectivos países.
El título de cada uno lleva el nombre del país correspondiente. En enero de
1913 continúa la serie con “Nicaragua”. El texto tiene sentido de urgencia,
comienza por describir la situación de ruina del país, en una referencia tácita
a la brutal represión ejercida por las fuerzas interventoras para sofocar el
alzamiento de Benjamín Zeledón, apenas tres meses antes, el 4 de octubre del
año anterior, y expone el temor de una posible anexión a los Estados Unidos;
alterna la información sobre el caos que ha generado la intervención militar,
con las bondades de la naturaleza:
Nicaragua acaba de pasar por una de las crisis más tremendas
de su vida política. La sangre y la muerte han puesto espanto
en los ciudadanos, una vez más; han revivido antiguos
odios inmotivados; la miseria y el hambre han esparcido sus
horrores en el país debilitado. ¡Y cuán buena y generosa tierra
102 “El Cristo de los Ultrajes”, Publicado en Revista Nueva (Madrid) 15 de septiembre de
1899: 149-51. Ver Anexo, 201-203.
64
DISCURSOS TRANSVERSALES
para el trabajo, para las iniciativas industriosas! No entraré en
el liso y pantanoso terreno político. Pensadores y viajeros de
juicio creen en que la penetración pacífica del vecino potente
concluirá con su nacionalidad. (Mundial 807)
El tono irónico que emplea para referirse a la presencia militar de los Estados
Unidos como “penetración pacífica”, es obvio si tenemos presente que apenas
en 1912 se ha producido el desembarco de tres mil marines armados, con los
consecuentes actos de rebelión que han culminado en el sacrificio de quienes
se insurreccionaron en contra de la intervención y del gobierno impuesto.
El artículo es acompañado por datos económicos e ilustrado con fotografías
que no se corresponden con el estado ruinoso de que se habla al principio, a
lo mejor porque el propósito es llamar la atención de Europa hacia un país
donde, él piensa, que si no se deja en manos exclusivas de los Estados Unidos
es posible hacer negocios. Merece especial atención la imagen gráfica de un
monumento con el pie de foto “Héroe de Nicaragua”, que inicialmente se
hallaba en Parque Central de Managua, y que a la fecha de la publicación
del artículo había sido mandada a retirar de la vista pública por el gobierno
conservador. Es la estatua que hoy se conoce como de “Montoya”, homenaje
al niño soldado Ramón Montoya que murió defendiendo su posición en una
batalla que le dio la victoria militar al ejército de Nicaragua sobre sus atacantes
de otros países centroamericanos, en una de las disputas por el hegemonismo
regional. Emblema liberal de la lucha por la libertad, la ilustración cierra el
artículo, y nos deja ver la intervención de Darío en el diseño y diagramación
de ese número de la revista; se trata de la escultura en bronce de un adolescente
que porta un fusil con la mano izquierda, mientras que con la derecha señala,
en actitud de arenga, hacia el rumbo donde avizora al atacante; al pie del
pedestal se halla la escultura en mármol de una mujer abatida que representa
a la república103. La alegoría de la disposición de lucha frente al agresor, y la
del dolor representado en la figura femenina, refuerza el sentido de resistencia
implícito en el escrito. El texto, como los otros de la serie, lleva una breve
historia del país, e informa sobre la economía, con datos de los productos de
exportación, la descripción de la infraestructura del transporte interno, y el
recuento de las conexiones portuarias con el resto del mundo, en gran parte
atribuidas al gobierno de Zelaya. Si bien aquí procede como un publicista
del antiguo régimen, procura adoptar la objetividad del periodista imparcial,
cediendo la voz a su fuente Les richesses de l’Amérique Centrale, de Désiré
Pector. Cuando Darío asume la voz narrativa es para hacer guiños sobre la
realidad presente o alertar sobre la posibilidad de que Nicaragua pierda la
autodeterminación formal, y que con el resto de países de Centroamérica se
103 Miguel Ayerdis quien ha publicado datos históricos sobre la Estatua de Montoya, observa
que los diseñadores de la escultura del soldado imitaron el gesto de la figura femenina del
cuadro “La Liberté guidant de peuple” de Delacroix; también informa que en el proceso de
desmantelamiento del régimen liberal los conservadores la donaron al obispo de Granada para
que la fundiera e hiciera con el bronce una campana, pero que una vez en poder del prelado éste
consideró más beneficioso venderla por $ 250.00 dólares, y así se salvó del fuego.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
65
convierta en un anexo de los Estados Unidos, pudiendo quedar así alejada del
comercio con Europa, que según él es la panacea para el retraso de América
Latina.
Los Estados Unidos son los más fuertes importadores, y
esto es una amenaza constante económica para todo Centro
América, en espera de la absorción, o anexión política, y las
tarifas proteccionistas anti-europeas que resultarían de ella.
(812)
Concluye llamando la atención sobre el cambio de la moneda, a la que
se ha denominado Balboa, como la de Panamá, en homenaje al descubridor
del océano Pacífico, que no dice mucho para la historia y cultura locales de
Nicaragua; pero, más importante aún, denuncia el control de las aduanas por
funcionarios de Estados Unidos que así garantizaban los intereses de la banca
de su país. Darío puso en la vitrina del comercio europeo los recursos naturales
y la infraestructura que podían interesar a los inversionistas, pero también dejó
al desnudo los riesgos que implicaba la intervención norteamericana; en un
juego en el que alternan las máscaras del periodista que cede su voz a una
tercera persona, y la del sujeto implicado en la historia que recurre a la primera
persona plural o singular en la que el individuo ora se funde en el colectivo
ora habla desde su más íntima subjetividad. Tal estrategia discursiva es, como
se sabe, muy propia de Darío cuando entra en temas polémicos, por ejemplo
cuando debió enfrentar la reacción de los tradicionalistas que lo atacaban por
sus experimentaciones métricas104.
El artículo “Nicaragua” pudo tener una repercusión decisiva en el
destino del país; porque para esas fechas, el gobierno estaba solicitando al de
los Estados Unidos la tutela que ejercía hacia Cuba al tenor de la Enmienda
Platt. Es posible que la resonancia de la voz de Rubén Darío hubiera sido
determinante para que la opinión pública internacional incidiera en el
capitolio de Washington. El espíritu entreguista del gobierno de Nicaragua
fue condenado en América Latina, y rechazado por el propio Congreso de
los Estados Unidos en Julio de 1913, donde el senador Joseph L. Bristow,
de Kansas, comentó: “Los nicaragüenses vienen a Washington a pedir que
les pongamos cadenas y nosotros estamos afanados en salvarlos de nosotros
mismos” (citado en López Irías 62); pero los funcionarios del gobierno
conservador no abandonaron por completo su propuesta, porque pensaban que
esa era la única manera de impedir el retorno de los liberales al poder (60-4).
Tal determinación afectó personalmente a Darío, quien fue tratado, desde la
adolescencia, como un enemigo político por los conservadores de Nicaragua.
Es verdad, según hemos visto, que no militó en partido alguno, pero cuando
tuvo que pronunciarse adoptó la posición nacionalista que impulsaba el
104 Cf. Ángel Rama “Sueños”, 21.
66
DISCURSOS TRANSVERSALES
gobierno liberal de José Santos Zelaya primero, y después el de José Madriz.
Tampoco vaciló en usar el prestigio continental de su nombre para ponerlo
al servicio de los ideales políticos que abrazó. Hemos visto que adaptaba sus
poses y representaciones de poeta o de político, según fuera el escenario en
que le tocara actuar y según le conviniera a su yo en la interacción con otros105.
Pese a sus constantes reclamos de que él sólo era un hombre de letras, que
buscaba la relación armoniosa entre los países del continente americano, no
vaciló en cuestionar la legitimidad del gobierno impuesto por la intervención
norteamericana. Frente a la divisa de la Doctrina Monroe “América para los
americanos”, Darío hizo suya la que volvió famosa el argentino Roque Sáenz
Peña: “Sea la América para la humanidad”, que está en la base de su oposición
al comercio exclusivo con los Estados Unidos, y del temor de que la influencia
de la cultura anglosajona afectara el legado de la cultura greco latina en los
países de Iberoamérica106. Así, en el ya citado poema “Retorno” (1907), acaso
el que más claramente expresa sus vínculos de afectos hacia Nicaragua, y uno
de los más repetidos por la retórica nacionalista, esa divisa es el intertexto del
verso: “nuestra tierra está hecha para la Humanidad”107.
El rechazo de Darío a la influencia cultural anglosajona dio pie a que el
discurso nacionalista lo considerara precursor del liberal Augusto C. Sandino,
que derrotó a la intervención militar de los Estados Unidos. El principal
elaborador de esta tesis, Pablo Antonio Cuadra, hace una analogía de los
anhelos que por la paz mundial movieron a Darío en el último tramo de su vida,
con el hecho de que Sandino no muere en el campo de batalla sino buscando
la paz (Aventura 71); es claro que la preocupación de Cuadra, en los años
en que se levanta Sandino, estaba centrada en la preservación de la herencia
colonial de España, amenazada por la influencia cultural, particularmente la
luterana, de los Estados Unidos. Temía que los hijos de las familias influyentes
educados en los Estados Unidos propiciaran “la penetración de esa ‘cultura’
demoledora, pagana y extranjera” (Breviario 39), y agregaba:
A la grandeza del heroísmo, del valor, de la virtud y de la
fe que exalta la Hispanidad, ellos oponen la grandeza de
las obras materiales, la fuerza del dinero, el poder de los
acorazados. Pero en esta batalla la victoria es nuestra. Bastó
105 Sobre el concepto de escenario empleado aquí Cf. Castillo del Pino 18.
106 En la sesión del 15 de marzo de 1890 de la Conferencia Panamericana celebrada en
Washington, Sáenz Peña antes de finalizar su disertación oficial pronunciando esa sentencia
desiderativa que tanta fortuna tuvo, rindió tributo a los países latinos de Europa: “no me faltan
afecciones ni amor para la América, me faltan desconfianzas e ingratitud para la Europa; yo
no olvido que allí se encuentra España, nuestra madre, contemplando con franco regocijo el
desenvolvimiento de sus viejos dominios bajo la acción de pueblos generosos y viriles que
heredaron su sangre; que allí está la Italia, nuestra amiga, y la Francia, nuestra hermana” (4950). Por eso Halperin ha dicho que Sáenz Peña reflejaba “la decisión de algunos países de
mantener sus vínculos desiguales con metrópolis europeas y la de los sectores que dentro de
otros se oponían al avance ya amenazante de la hegemonía norteamericana.” (288)
107 Cf. Darío. El viaje. (175-8)
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
67
el gesto selvático de un César Augusto Sandino para que
América vibrara. Bastó un canto de Rubén para que todos
los labios maldijeran a Roosevelt ‘el cazador’. ¡La ruta de la
sangre de toda una raza no la puede variar un dique de oro!
(Breviario 40)
La revolución sandinista, que comprendió la gesta de Sandino, no como un
instintivo gesto selvático, sino como la puesta en acción de un pensamiento
antimperialista filosóficamente articulado108, compartió parcialmente la tesis
de Cuadra, según vimos en Sergio Ramírez, al consagrar a Rubén Darío prócer
de la independencia cultural y colocarlo en el panteón de los próceres del anti
imperialismo.
Si se toman en cuenta los movimientos pendulares de la discursividad
de Darío, su confrontación con los Estados Unidos no puede verse como una
oposición maniquea a la modernización capitalista, cuando en más de una
ocasión vio en la pujanza de la sociedad norteamericana el modelo a seguir
en América Latina, y particularmente en Argentina. No concebía el progreso
material sin el desarrollo de la producción espiritual de los individuos
pensantes, para cuyo trabajo, por una vida, reclamó remuneración. Pensaba
que “el trabajo intelectual necesita también, como los otros trabajos, sindicarse,
mantenerse en orden activo, representarse.” (Crónicas desconocidas 19061914, 58) Comprometido como estuvo con la profesionalización del oficio
de escritor y su remuneración en la sociedad de mercado, siempre vio a los
Estados Unidos como un referente:
En América han brotado, aquí allá, frutos geniales
individuales; la República Argentina ha llegado a un
momento de su desarrollo nacional, que debe producir
obras a que contribuyen el amacizamiento y la potencia
del medio, así la sólida y fina producción de que trato109,
la labor científica de algunos sabios, la lírica lugoniana,
el internacionalismo de un Drago, el nuevo movimiento
universitario iniciado por González. Todo ello se llama
sencillamente el progreso. Yo no sé si hay argentinos
que no se hayan dado cuenta de esto; se reciben visitas
intelectuales que hay que pagar… Pueden y deben
dignamente pagarse, aunque haya que pagar para pagarlas.
Así lo hacen los norteamericanos, y esa es la mejor de las
108 Donald C. Hodges dice que la ideología de Sandino, por ecléctica, combinaba diversas
corrientes políticas como el liberalismo, el comunismo y el anarquismo a los que agregaba una
dimensión teosófica (23-71).
109 Cf. “Enrique Larreta”, crónica en la que a propósito de la novela La gloria de don Ramiro
defiende la urgencia de remunerar debidamente a los escritores como se hace –según dice– en
Estados Unidos, donde el progreso capitalista es el resultado de la producción material y la
producción de las ideas. (Crónicas 1906-1914, 160-9).
DISCURSOS TRANSVERSALES
68
propagandas. A la exportación de granos y de carnes, debe
seguir la exportación de ideas. (Ibíd., 164)
Defendió “el lujo del arte” como necesidad en un país donde abundaba la
riqueza (Ibíd. 435), y vio en el “triunfo del gran periodismo” el primer indicio
significativo de ese nuevo estado de abundancia, para lo cual ponía como
modelo a los norteamericanos, aunque pensaba que potencialmente en esa
materia eran superiores los argentinos. Viéndose a sí mismo como un factor de
cultura, y a la cultura letrada “como una integrante de la civilización completa”,
decía que “siguiendo la tendencia de los inmensos Estados Unidos” para él “un
ramo de rosas o un anillo de perlas no hacen mal a una carga de trigo.” (Ibíd.
52) Esto lo escribía en 1906, año de la “Salutación del águila”, cuando en las
famosas quince estrofas que Blanco Fombona tildó de claudicantes, clamó
para que confraternizaran los países suramericanos con la potencia del norte:
¡Salud, Águila! Extensa virtud a tus inmensos revuelos,
reina de los azures, ¡salud! ¡gloria! ¡victoria y encanto!
¡Que la Latina América reciba tu mágica influencia
y que renazca un nuevo Olimpo, lleno de dioses y héroes!
(Darío Poesía 313)
Entonces parecía lejano el tiempo en que se declaró enemigo de los yanquis, a
quienes describió como búfalos con dientes de plata (en Mapes 160); porque
en ese periodo de panamericanización ve a los Estados Unidos como “la gran
nación de trabajo y de libertad que en el norte estimula la actividad de sus
hermanas del sur” (Crónicas desconocidas 1906-1914, 39); de manera que, a
veces, su enfrentamiento pareciera más una relación especular con sentido de
emulación que un radicalismo político; si bien más tarde, a partir 1910, se va a
hacer eco de la proclama internacional que llamaba a “defender la autonomía
de Nicaragua contra los avances del imperialismo”110; y vuelve a advertir los
peligros que para los países centroamericanos y de El Caribe representaba la
vecindad con la gran potencia, cuyos políticos –como el Secretario de Estado
Philander Chase Knox– los ven como sus feudos y no creían “preciso sino el
empleo del famoso Big Stick”111, ésa es la época en que ante la disyuntiva de
que Nicaragua se convierta en “una dependencia” de la Unión Americana, él
opta “por el Sol del Sur ante las estrellas del norte.” (en Jirón Terán 318)
En 1914, no le cabe duda del rol que desempeñarán los Estados
Unidos en el nuevo panorama geopolítico del continente americano: “Amos
de la América Central, poseedores de la República de Panamá, soberanos de
las islas del mar Caribe, propietarios del canal de Panamá y del de Nicaragua,
tienen ya conseguido casi todo lo que necesitan para imponer su voluntad y
110 Ver Anexo 194-199.
111 Ibíd.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
69
su comercio en el Nuevo Mundo.” (Ibíd. 466) Visto así, no le cabe duda de
que Europa ha perdido la oportunidad de hacer comercio con América Latina,
con lo cual ve frustrarse la anhelada relación comercial con el llamado viejo
continente, que rompa el monopolio comercial de Estados Unidos, que ya se
han convertido en una potencia extra continental (Ibíd. 472). De manera que
próximo a morir avizora el predominio mundial de los norteamericanos, al
finalizar la Primera Guerra Mundial, con la cual para él acaba “una bella era
de paz, tan fecunda en bienes de civilización” (479).
Apropiándonos de la formulación de Blumenberg, podemos decir que
Darío salva su existencia del naufragio, no retirándose a su interioridad, “sino
en una posesión de sí que se alcanza en el proceso de autodesvelamiento y la
apropiación de sí mismo” (23). Después de regresar de La Habana, se hizo
cargo de la dirección literaria de dos revistas, Mundial Magazine, y Elegancias
(1911-1914); publicó dos libros más de crónicas y ensayos, Letras (1911),
Todo al vuelo (1912), y la serie de ensayos sobre figuras hispanoamericanas
que después aparecerían bajo el título de Cabezas. Visitó Brasil, Uruguay y
Argentina, donde dictó La vida de Rubén Darío escrita por él mismo (1912);
escribió “Oro de Mallorca” (1913), además del cuento “Huitzilopoxtli”, y un
número significativo de poemas. En 1914 pasa primero por Barcelona, donde
huyendo de los vientos de guerra que agitan a Francia piensa radicarse con su
familia. Se acrece la angustia económica y el asedio de quienes demandan de
él novedades en verso, y no prestan atención a su ingente productividad en
prosa, acaso porque desde entonces la fijación en la poesía, evitó la evaluación
de la enorme textualidad que Rubén Darío produjo para la prensa112.
Urgido por la escasez más la incertidumbre que le produce la guerra
inminente de Europa, se embarca de nuevo hacia América, rumbo a Nueva
York, con el propósito de dictar conferencias por la paz. Alejandro Bermúdez,
un sinuoso personaje nicaragüense fue quien urdió el plan, en 1914113. Con
artimañas logró sacar a Darío de Barcelona, donde quedaron desamparados su
mujer y su hijo; y después, al fracasar la empresa y no obtener las ganancias
económicas que se había figurado, Bermúdez lo dejó enfermo en Nueva York114,
donde –una vez más– tuvo que depender de la bondad de los extraños. Cierto,
en 1915 logra leer en la muy prestigiosa University of Columbia, su poema
“Pax” en el que alude al fuego que devora a Europa e invoca, de nuevo, la
unidad del continente americano en aras del progreso; pero fue una lectura ante
un desmotivado público que no pasaba de catorce personas, y en un deslucido
escenario, bastante lejos del aula magna. Salomón de la Selva describe así la
escena:
112 Cf. Delgado-Aburto, 134.
113 Cf. Carta de Alejandro Bermúdez a María Antonia Bermúdez, en Rodríguez Demorizi.
147-9.
114 Cf. Contreras 155-8.
70
DISCURSOS TRANSVERSALES
Y bien, llegó la noche del acto en la Universidad. Oh
dolor. Para la presentación del exquisito poeta no se halló
disponible más que una vieja sala de clases de química, lo
más destartalado imaginable, una especie de anfiteatro con
graderías que convergían hacia un mostrador largo lleno de
retortas, de grifos larguiruchos para el agua y de quemadores
Bunsen, con un fondo formado por un gran pizarrón ya
blanquecino de viejo. Y detrás de ese mostrador tuvo el poeta
que presentarse y leer sus versos. (Selva 53)
Su salud se agrava, y en marzo de ese año agradece al Presidente de
Nicaragua, Adolfo Díaz, el envío de 250.00 dólares, que recibe en abono
a los 45 mil francos que reclama al Estado por salarios retenidos. Viaja a
Centroamérica, recalando en Guatemala donde la urgencia económica y la
agonía lo llevaron a caer en la adulación al dictador Manuel Estrada Cabrera,
al que había combatido por su participación en la conjura internacional que
estuvo detrás del derrocamiento de Zelaya; hasta allí llega Rosario Murillo –la
esposa de quien no logró divorciarse– animada por personeros del gobierno y
el arzobispo de Managua, para que lo convenza de que lo mejor para él será
volver a Nicaragua115.
Al final de sus días quería viajar a la Argentina, donde avizoraba la
comodidad y la calma, la seguridad y la serenidad del puerto en el que ansiaba
concluir la travesía después de los naufragios; pero de Buenos Aires no recibió
la respuesta deseada, su salud empeora y los recursos económicos le faltan116.
Forzado a viajar a su país ve delante de sí las ruinas del progreso liberal, porque
el huracán enredado en sus alas no lo arrastra hacia el futuro como al ángel
de la historia en la novena tesis de Walter Benjamin, sino a un atascamiento
temporal, en el cual va a morir, al comenzar el año 1916. Irónicamente, cuando
pierde todas las batallas por la paz mundial, la armonía continental, el progreso
liberal, el bienestar familiar, y la vida misma, el régimen conservador que se
ensañó en él, se apropió –en connivencia con los letrados liberales y la Iglesia–
de su imagen y obra para disciplinarlas y hacer con ellas el símbolo cultural de
la nación intervenida.
En el ocultamiento de los ultrajes que recibió por su indeclinable
voluntad de oponerse a la ocupación extranjera puede estar el origen de la
ansiedad letrada que, contra las evidencias, sostiene que Rubén Darío no
115 Monseñor José Antonio Lezcano y Ortega fue quien desde la Iglesia urgió a Murillo a ir
en su busca a Guatemala. Es el mismo, que bajo el pseudónimo de Fray Patricio Cortés estuvo
entre quienes desde la prensa lo atacaron en 1907, por su decidido respaldo al proyecto liberal
de Zelaya. Cf. Coloma, 45.
116 Edelberto Torres afirma que Darío no recibió respuesta de Buenos Aires porque sus cartas
nunca llegaron a la Argentina debido a que Estrada Cabrera habría ordenado que no se diera
“curso a las cartas del poeta a La Nación, y es por eso que han pasado siete meses sin recibir de
allá los recursos para irse” (Torres 868).
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
71
intervino en política porque fue exclusivamente un poeta. Es verdad que vivió
alejado de Nicaragua, pero aquí hemos visto que en su producción periodística
mantuvo una coherente posición política con respecto a la modernización de la
Nación nicaragüense. Las objeciones que se hacen a su nacionalismo a causa
de los esporádicos poemas en que nombra a “la tierra natal”, las contradicen
la preocupación manifiesta en las crónicas, particularmente las que escribió
en los últimos años de su vida, cuando más incierto veía su destino y el de la
tierra, que siendo su cuna se empeñó en ser su cementerio.
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
EL CUERPO DEVORADO
73
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
El predestinado moribundo
(R.D., León de Nicaragua, 1916)
“Quién como la Bestia,
y quién podrá contra ella?”
Apocalipsis xiii, iv
LAS escasas manos cetrinas desahuciadas,
con pintas ocre transmitidas por la Bestia.
Aquellos mismos ojos embrujados,
fijos en aquel mismo patio, donde
la Bestia lo eligió y esperó siempre:
enroscada. Mostrando ahora su escamoso
flanco –entre la excesiva flora natal.
Carlos Martínez Rivas (Poesía reunida 327-8)
75
76
DISCURSOS TRANSVERSALES
Cuando el equipo encargado de embalsamar el cadáver de Rubén Darío terminó
de extraer el corazón, los pulmones, el hígado y los riñones, el cirujano Luis H.
Debayle procedió a abrir el cráneo con una sierra del que sustrajo el cerebro, que
sometió a cuidadosa revisión. Luego anunció con toda solemnidad que aquel
era un depósito sagrado que debía ser sometido a un estudio científico. Lo puso
en un recipiente con formalina y lo entregó a Andrés Murillo, el cuñado que
en 1893, revólver en mano, había obligado a Darío a casarse con su hermana
Rosario. El cirujano regresó al improvisado quirófano para rellenar y cerrar el
hueco del cráneo; y una vez terminada su labor, fue a buscar al cuñado, para
que le devolviera el cerebro. El inefable Murillo le respondió gritando que la
víscera era una reliquia familiar que pertenecía a la viuda. El cirujano le quitó
el recipiente y huyó, pero fue seguido por el cuñado y agentes del orden. Tras
el alboroto, todos dieron en la estación de policía, donde siguió la disputa por
la masa encefálica. La rebatiña terminó al intervenir el mismo Presidente de
la República, quien ordenó entregarlo a la familia doliente. Algunos biógrafos
han señalado que con el incidente se cumplía el tétrico sueño del que despertó
aterrorizado el moribundo, poco antes de expirar, gritando que había visto
que descuartizaban su cuerpo y se disputaban sus vísceras117. Metáfora de la
apropiación de la figura y obra de Rubén Darío por las fuerzas que en vida le
fueron adversas, aprovechada por numerosos autores de biografías noveladas
o narradores de ficción, entre los que destaca Lisandro Chávez Alfaro con su
cuento “Bufa de Cuchilleros”.
Los ultrajes a que fue sometido a raíz de que se producen los
cambios en el gobierno, precipitaron la miseria material y la quiebra
espiritual en que murió Darío. Ángel Rama, que no ve la situación por
la que atraviesa Nicaragua como una de las posibles causas de la crisis
existencial que lo aflige en el último quinquenio de su vida, señala que, a
partir de 1910, entra en “un proceso interior paralelo de autodestrucción
y preparación para la muerte” (“Sueños” 10). Cuando muere, la Iglesia
y sus letrados nicaragüenses, elaboraron la hermenéutica que sustrajo la
esencia de las propuestas políticas y poéticas modernizadoras de Darío,
aprovechando su apego a la tradición cultural custodiada por ella, pero
sobre todo a las verdades del catolicismo que nunca puso en cuestión. El
objetivo era construir una imagen de Rubén Darío ad hoc al proceso de
restauración que estaba en marcha.
Las torsiones performativas, discursivas y legales que siguieron
al deceso fueron reproducidas parcialmente en el número 65 de la
Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano118, dedicado a
conmemorar el cincuenta aniversario de la muerte del poeta en febrero
de 1966. En él se reúnen algunas de las piezas oratorias pronunciadas
por clérigos y laicos durante los funerales, los testimonios de algunos
117 Cf. Torres 909-11.
118 Fundada y dirigida por el ex vanguardista Joaquín Zavala Urtecho.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
77
contemporáneos del poeta, así como ensayos de escritores pertenecientes
a las posteriores generaciones, y una iconografía que da cuenta del suceso,
en lo que viene a ser el gran relato de la monumentalización apuntalada al
proceso restaurador. Ahí encontramos un reporte cronológico escrito por un
testigo, Francisco Huezo, titulado “Sus últimos días”, que informa sobre el
incidente con que culminó la preparación del cadáver que debía resistir la
semana de exequias. El texto, además de describir el escenario en el que
los actores saben qué papel desempeñar cuando el enfermo expire, narra la
agonía y deceso del poeta con pormenorizada información sobre las honras
fúnebres, que comenzaron tan pronto se supo la noticia del fallecimiento, la
cita in extenso no tiene desperdicio en su ambientación macabra:
Tras un breve estremecimiento, Darío exhala el aliento último
de la vida. Está arropado en sábanas blancas, y ha permanecido
en estado de inconsciencia más de 42 horas. Diríase que hace
ese tiempo que agoniza. Ha muerto silenciosamente, como los
pájaros.
El cuerpo está de norte a sur sobre el catre negro. En la parte
alta de las almohadas brilla un menudo Cristo de plata. Sobre
el pecho tiene otro de mayor tamaño, obsequio de Amado
Nervo.
Tan pronto expira, el joven Alejandro Torrealba levanta la
tapa de un reloj de bolsillo, Ingersol, propiedad de Darío,
y rompe la cuerda. Marcan las agujas las 10 y 15 minutos.
Se oye una queja, un sollozo en la cámara mortuoria. Es la
abnegada esposa que llora. Son los deudos y amigos.
Minutos después la fortaleza de Acosasco dispara 21 cañonazos
anunciando la catástrofe. Las campanas de Catedral y de la
Merced dan toques tristes, raros, de una extraña armonía.
Según el rito católico, es el toque de vacante concedido a
los príncipes. Se le tributan estos honores por orden del Sr.
Obispo, S. S. Ilma. Monseñor Pereira y Castellón.
Llénase la casa de personas de distinción; señoras, señoritas
y caballeros.
Invaden la calle los obreros en grandes grupos. Penetran a los
corredores y al patio.
Todos se disputaban la oportunidad de ver el cadáver.
Permanece éste en el catre hasta las 2 de la madrugada, hora
en que principia la autopsia.
DISCURSOS TRANSVERSALES
78
[…]
El joven Octavio Torrealba, dibujante, tomó dos bocetos; uno
pequeño, cuando el poeta agonizaba, mayor el otro, después de
muerto, así que el peluquero Adán Castillo le hizo la toilette.
El artista José López sacó una mascarilla de yeso.
A las dos de la mañana de la propia noche que fallece Darío
hacen la autopsia y embalsaman el cadáver los mismos
médicos que lo asistieron en la enfermedad auxiliados de los
internos del hospital […]
La operación fue laboriosa. La hicieron en el cuarto contiguo
a la cámara mortuoria. Duró hasta las siete de la mañana.
(Huezo 26)
Darío que hizo su última travesía atlántica para hablar en contra de
la guerra, irónicamente fue enterrado con honores de Ministro de Guerra, por
el gobierno impuesto manu militari por la ocupación extranjera. En su agonía
él pudo enterarse de la pompa fúnebre que le tenían preparada, y decir que
hubiera preferido ser tratado en vida con las consideraciones que ahora le
anunciaban para su cadáver (Ibíd., 23). Si atendemos a la predilección que
–según Salomón de la Selva– tenía Darío por el ceremonial, es seguro que
habría disfrutado los honores de Príncipe de la Iglesia, siempre que se los
hubieran dispensado estando vivo. Los relatos no explican la ausencia del
presidente Adolfo Díaz, pero se especulaba que no asistió a los funerales para
no enfrentar la repulsa del pueblo leonés, que resentía el infame trato dado a
Darío en vida; aunque Huezo enmienda la plana afirmando que el gobierno
dispensó cuánto tuvo al alcance para atenderlo en la enfermedad (Ibíd.). Las
exequias tuvieron el toque colonial de una puesta en escena propia del barroco
de Estado. Un montaje destinado a desaparecer como todo arte efímero, pero
que los discursos impresos y las fotografías preservaron para la posteridad
que los ha utilizado en el proceso de su monumentalización como orgullo y
símbolo de la nacionalidad.
La apropiación de los restos de Darío fue autorizada por el abogado
y notario, Santiago Argüello, además poeta y orador leonés, quien dio fe de
la supuesta voluntad del poeta, dictada a un anónimo enfermero “en el rincón
de una provincia francesa”, ante la presencia de un único testigo, el propio
Santiago Argüello, de otorgarle a Nicaragua el privilegio de guardar sus restos
mortales: “La República Argentina fue una tierra de gloria para mí, dijo él.
Háblase ya de conservar mi cadáver. Lo agradezco. Pero quiero otra cosa: que
mis despojos sean para Nicaragua. Ya que mi patria no me guardó vivo, que
me conserve muerto” (Arguello 37). Después del tácito “ante mí”, autorizado
por el notario, no quedaba duda de que se cumplía con el deseo del difunto, de
quien Santiago Argüello era un viejo amigo que lo había visitado en Europa,
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
79
primero en 1908, cuando la muerte aún no se perfilaba en el horizonte del
aun joven poeta de 41 años, y otra en 1914. De manera que su palabra era
incuestionable.
La versión de Argüello contradice la de otro amigo de Darío,
Osvaldo Bazil, quien sostiene que, en 1912, el poeta con la salud quebrantada
por el alcoholismo, declaró oficialmente al cónsul general de Argentina en
Barcelona, Alberto Gache, “que quería declararle de modo oficial su voluntad
de ser enterrado en Buenos Aires, cuando muriera; que legaba sus cenizas a
dicha ciudad”. Y, continúa Bazil: “Fuí (sic) testigo oficial de este testamento
verbal. Y Gache me rogó, años después, que lo comunicara oficialmente a la
Cancillería de su país. Y hube de hacerlo así” (Bazil 17). Por su parte, Pedro
J. Cuadra Ch., otro contemporáneo suyo, relata que Darío hacía gestiones en
1915 en Nueva York para que el gobierno de Nicaragua le pagara lo que le
debía con el objeto de viajar a Buenos Aires; “pensaba irse a la Argentina, pero
cambió de rumbo [ante el fracaso de sus gestiones para obtener el dinero que
se le debía], y se fue a Guatemala y de allí a Nicaragua a donde le detuvo su
enfermedad y la muerte para siempre” (56).
Sabemos que cuando Darío llegó a Guatemala aún anhelaba viajar
a Argentina para ser atendido médicamente; al no recibir ninguna respuesta
de Buenos Aires, se resignó a ir a Nicaragua con Rosario Murillo. Quiere
salvarse, desea curarse, sabe que en Nicaragua no existen posibilidades de
un tratamiento médico eficaz. Regresa porque no tiene otra opción. Además,
no tuvo ninguna confianza en los médicos que lo atendieron al final de su
vida, supo que le estaban aplicando un tratamiento equivocado y por eso los
insultó y tildó de ineptos. Los doctores buscaban pus en el hígado y él alegaba
que lo suyo era una antigua colitis. Contra la voluntad del paciente y de su
esposa, y aplicándole una ligera anestesia local, en una habitación sin cielo
raso ni asepsia, Luis H. Debayle y Escolástico Lara, desatendiendo la opinión
de otros médicos, le hicieron varias punciones en el hígado con un trocar que
logró arrancar quejas de dolor en el enfermo hasta hacerlo desmayar (Huezo
25). Edelberto Torres apunta que antes de partir de Guatemala, signado
por la fatalidad, Darío escribe a Enrique Gómez Carrillo: “Voy en busca del
cementerio de mi tierra natal” (Torres 868), una sinécdoque en la que el lugar
de nacimiento deviene cementerio. No hay en esas palabras la determinación
del viajero que vuelve al punto de partida, sino de quien ve frustrado su deseo
de ir a curarse a la tierra que es para él de promisión, la Argentina.
La Nicaragua a la que llega muy mal de salud Darío no es la que en
1907 le prodigó la apoteosis del retorno en pleno apogeo del nacionalismo
triunfante. En 1916 su país está intervenido por una potencia extranjera,
gobernado por fuerzas que le han sido adversas. Allí lo espera la muerte.
Pero no han faltado los que han visto en el viaje fatal una determinación de
“devolver [a Nicaragua] el polvo de su carne” (Ycaza Tigerino 46). Es cierto
80
DISCURSOS TRANSVERSALES
que en 1906, Darío se preguntó en el poema “Al partir Mayorga Rivas” si él y
su amigo serían enterrados en su patria:
Pensativo dígome: ¿acaso
aquestos dos hermanos fieles
dormirán en su eterno ocaso
allá, bajo patrios lares?
Esa interrogante el poeta la responde, de manera categórica en lo que a él
concierne, en la estrofa final:
Yo debo seguir mi camino…
De mi destino voy en pos
entre sombra y luz, peregrino
por secreto impulso de Dios”
(”Al partir Mayorga Rivas”. 1323-4).
Aparte de no verse él mismo durmiendo “en su eterno ocaso, bajo patrios
lares”, nadie ignora que Darío vislumbró su destino andariego lejos del país
natal.
Pero la circunstancia del retorno definitivo a Nicaragua ha sido objeto
de múltiples alteraciones; por ejemplo la de Pedro J. Cuadra Ch., que antes
de narrar la urgencia de viajar a Argentina, introduce una contradicción, al
consignar que tenía el propósito de “venir a su patria” (56). Simeón Pereira y
Castellón, entonces obispo de León, en su oración fúnebre, da testimonio de
los postreros actos de fe del agonizante, como los de un ardoroso tránsito hacia
los brazos de Dios: “vi al poeta recibir con fervor, con unción verdadera, los
auxilios de la religión a que estuvo acogido; y le vi también asirse al Cristo
de la agonía, besarlo y concentrar su alma en el misterio de los supremos
instantes” (33). Más adelante, el obispo pasa por alto que Darío vivió separado
de su esposa Rosario Murillo de quien infructuosamente, pretendió divorciarse
repetidas veces119. El prelado también hace caso omiso de que en el lecho de
muerte, al dictar su testamento, el poeta ignora a Rosario Murillo y, ante los
oficios de un notario, nombra heredero universal a Rubén Darío Sánchez, el
hijo de su unión extra matrimonial con la española Francisca Sánchez, su
compañera de vida hasta el momento de emprender el viaje que acabó siendo
el de su definitiva separación. Este dato no es del todo intrascendente; nos
informa que ha dejado, también, fuera del testamento al hijo que nació de
su matrimonio con Rafaela Contreras. El gesto revela que, pese a los altos
y bajos de su relación con la española, aun en los momentos finales de su
existencia, estuvo pensando en la familia que había dejado en Barcelona. No
119 En 1907, cuando es nombrado Ministro Residente ante el gobierno de España por el
gobierno liberal de Zelaya, el Congreso Nacional de la República de Nicaragua crea la ‘Ley
Darío’ para facilitar su divorcio de Rosario Murillo, pero la disolución del vínculo legal no se
lleva a cabo.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
81
obstante, el obispo destaca en su responso la presencia de Rosario Murillo
―transmutada en “hermana de la caridad”― al instante de expirar, como un
premio providencial, a quien se trata de representar amantísimo y fiel esposo,
que observara el sacramento del matrimonio de acuerdo con los mandatos de
la Iglesia, como una institución indisoluble. En las palabras de monseñor:
Si tuvo en su querida metrópoli flores para sus pies
de peregrino, admiración para su frente de pensador
y laureles que pregonasen sus excelsos triunfos120, ese
mismo destino quiso también conservarle su única
y legítima esposa, sin duda para que ella, amante y
solícita, cerrase los párpados ilustres, fuese como la
hermana de la caridad junto al lecho del moribundo y
para que le prodigase los postreros bálsamos de amor y
de consuelo cuando empezaban a entrar las sombras en
el reino interior de su ser (Pereira y Castellón 33).
El sofisma del obispo tendrá eco en otros letrados católicos como el ya citado
Pedro Joaquín Cuadra Ch. quien se contradice cuando escribe que Darío
al salir de la Europa convulsa llevaba la mira puesta en Argentina; aunque
“naturalmente pensó en venir a su patria a disfrutar lo que su alma añoraba,
la paz del hogar” (55). Cuadra Ch. igualmente da a la presencia de Rosario
Murillo un valor agregado inexistente; postula que fue Darío quien vino en
su busca para alcanzar la paz del hogar, como si su vida en concubinato con
Francisca Sánchez lo convirtiera en presa de un sentimiento de culpa católico.
Se omite el hecho de que su llegada a la Nicaragua intervenida fue el resultado
del plan urdido por la esposa en connivencia con la Iglesia y el Estado. Una
carta de Rosario Murillo a Alejandro Bermúdez fechada en Diciembre de
1914, cuando éste ya ha dejado a Darío en Nueva York, nos informa sobre
todo lo que tuvo que hacer ella antes de viajar a Guatemala para al fin tenerlo
a su lado, aunque fuera en el lecho de muerte:
El sabe que he sido fiel a su recuerdo, que lo amo aún a pesar
de todo, que me he rebajado infinitamente, que de rodillas le
he pedido un latido de su corazón y que nada sería para mí más
dulce que terminar la vida a su lado con un una vida tranquila,
suave, sirviéndonos mutuamente. El sabe también que yo sólo
existo, que no vivo, él sabe que siempre he sido incondicional
de él, él y todos están convencidos de esto. Ud. no me habría
escrito si no lo juzgara así, no es verdad? Sólo en un punto no
está Ud. en lo cierto. Ud. cree que yo en Rubén amo su gloria;
sin todas esas aleluyas habría sido yo la mujer más feliz del
mundo; esa gloria y ese nombre vinieron a reventarme. El,
120 Alude al recibimiento multitudinario y apoteótico que le hizo la ciudad de León en 1907.
82
DISCURSOS TRANSVERSALES
también padece ese error; yo a él, a su corazón, a su persona
quiero. Si como vale no valiera un pito, así lo querría. Ahora
quiero pedirle un favor. Ud. que tanto tino ha tenido para
dirigir esa nave aun rotas ya sus velas influya en el ánimo de
Rubén para que venga directamente a mi casa donde le alistaré
una pieza en donde él se sienta con toda su libertad. Yo lo
espero aquí en mi vida ordinaria sin más alteraciones que las
de mi corazón. Me lo avisa para mandar a un amigo al puerto.
Escríbame largo. Que no viene Ud. a Nicaragua? Quiere Ud.
entrar yo le obtengo la entrada y mande a su amiga, Rosario.
(Citada en Rodríguez Demorizi 152-3)
Ella nunca desistió de la posibilidad de convivir con el esposo, y no vaciló
en mover todas sus influencias. Su legítima aspiración devino obsesión; el
empeño de retener a su lado al hombre que por una vida le rehuyó, sólo fue
posible cuando ya la muerte era inevitable. Así, la Iglesia –apropiándose del
ideologema romántico de la fatalidad prefijada– pudo atribuir al destino el
hecho de que fuera la desposada ante el altar, y no otra mujer, la que estuviera
a su lado al momento de recibir los sacramentos finales.
Los despojos de Darío fueron aprovechados para representar el final
de la regeneración después de la pausa anticlerical en la historia del país, y
el retorno al viejo orden conservador. Así se puso en escena el montaje del
regreso post mortem del hijo pródigo que había dudado tanto y experimentado
prácticas paganas. Era la vuelta al catolicismo dogmático de quien había sido
un partidario de la modernización de Nicaragua, de su secularización. Fue al
mismo tiempo un intento de desdibujar su perfil modernista y su relación con
el decadentismo, ése que Matei Calinescu define como un estilo favorable a
la más irrestricta manifestación del individualismo estético, que rompe con
requerimientos tradicionales como unidad, jerarquía, objetividad; en fin, con
la tiranía de la tradición (167-171); y casi no hace falta recordar que Darío
nunca dejó de postular una estética acrática.
En el número 65 de Revista Conservadora del Pensamiento
Centroamericano también se inserta un artículo de Alejandro Miranda121, a
quien se presenta como un “liberal doctrinario” (38), en el que se propone
“defender” a Darío de cualquier vínculo con el decadentismo. Desde 1888, en
la misma edición de Azul… se había abierto el debate acerca de si el poeta era
decadente o no. En su prólogo Eduardo de la Barra se preguntaba: “¿Es Rubén
Darío decadente?” Y luego se respondía en sentido negativo:
Él lo cree así; yo lo niego.
Él lo cree, porque poetiza la nueva escuela; porque siente
121 Ejerció el periodismo en diferentes países de Centroamérica, es el mismo testigo de la
Guerra de los Indios de Matagalpa, citado en la nota 46.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
83
las atracciones de la forma, como todas las imaginaciones
tropicales; porque tienen fiebre de originalidad.
Yo lo niego, porque no le encuentro las extravagancias
características de la escuela decadente, por más que tenga las
inclinaciones (37).
Lo que de la Barra atribuía a la imaginación tropical del poeta o a su “calentura”
por la originalidad, Miranda lo considera una imputación calumniosa. Su
defensa resulta confusa y contradictoria tal vez a causa de cortes producidos
en la edición.
A Rubén se le acusa de decadente y se le tiene por Maestro
de esa Escuela en nuestros países indohispanos; pero no
seré yo quien se atreva por eso a lanzar sobre él el más leve
reproche […] ¿qué importa que los colores que brillan en sus
alas sutiles sean de polvo impalpable que se pierde con el más
ligero soplo […]?” (Miranda 38).
No podemos saber si Miranda ignoraba o pretendía ignorar el elogio
del decadentismo hecho por Darío, cuando señala que “para ser decadente
como los verdaderos decadentes de Francia hay que saber mucho, que estudiar
mucho, que volar mucho” (“Los colores”, 877); es sabido que su ideal de
artistas eran los poetas, músicos y pintores decadentes franceses, a quienes
en más de una ocasión rindió reverencia. Miranda, el “liberal doctrinario”
se alineó con las corrientes anti modernistas de Nicaragua en el empeño
de nublar el perfil de quien desde Azul... encarnaba la modernidad, y cuyo
anatema –redivivo en 1966 por Revista conservadora del pensamiento
centroamericano–, entonó a coro la Iglesia, el gobierno y los letrados católicos
en aquellas exequias, como si se cumpliera la predicción que el mismo poeta
escribiera en “Dilucidaciones”: “Anathema sit al que sea osado a perturbar lo
convenido de hoy, o lo convenido de ayer. Hay un horror de futurismo” (949).
Darío nunca aceptó que perteneciera a ninguna escuela, el Modernismo no lo
era, y como poeta sólo fue fiel a su propia individualidad. “Sé tú mismo: esa
es la regla”, insistió (“Los colores” 880); pero jamás ocultó su admiración por
los “decadentes”, en cuyo homenaje escribió la mayor parte de los textos que
constituyen su libro Los raros (1896), exaltado en parte por el diabolismo, la
novedad que entonces lo desvelaba.
Sabemos que Darío se sintió atraído por el ocultismo, el espiritismo y
la teosofía, mientras buscaba llenar el vacío que en la conciencia de las gentes
decimonónicas dejaban los hallazgos científicos del siglo, un vacío que no
podía llenar el catolicismo. Lo que se ha llamado el sincretismo religioso en
Darío, mediante el cual ―de acuerdo con Thomas Ward― logró sintetizar el
dogma católico con el esoterismo, el panteísmo y el pitagorismo como parte
84
DISCURSOS TRANSVERSALES
de su método de pensamiento activo, más el ocultismo, que sería el método
dariano de pensamiento sintético-pasivo, fueron obviados como obstáculos, en
la apropiación que de la oveja descarriada hizo el obispo Pereira y Castellón
quien, no sin alterar las experimentaciones intelectuales del poeta, negó desde
la autoridad de su palabra episcopal que el difunto tuviera vínculos con la
filosofía moderna:
Rubén Darío no manchó su alma del mundo; sus obras son
el más grande ejemplo de misticismo; y diríase, que sobre las
páginas de sus libros y sobre sus estrofas pasó rozando el ala
de la mística paloma y el perfume inviolable del incienso de
los templos.
No se contaminó su alma con los ácidos de la moderna
filosofía; pasó y conoció los sistemas haciendo solamente
obra de análisis. Nunca un pensamiento grosero ni una idea
malsana empañó el cristal de su corazón y de sus creencias
(Pereira y Castellón 33).
Parecería innecesario recordar que Darío, siempre tentado por los frescos
racimos de la carne, fue un hombre que vivió ajeno al misticismo, y en el
centro del trafago de la modernidad seglar, aunque en difícil trance con la
tradición. Cierto, vistió traje de monje y escribió el poema “La Cartuja”122,
cuando en 1913 visitó ese monasterio mientras se reponía de una de sus
recaídas en Mallorca, y hasta existe un retrato suyo en trazas de cartujo; pero
eso se debió a que –según Francisco Contreras– “como alguien lo vistiera de
fraile se sintió cartujo y escribió sus versos místicos más logrados” (152).
Las palabras del obispo fueron reforzadas por el testimonio del
canónigo que lo confesó, Agustín Nicolás Tijerino y Loáisiga, quien dio fe
de que “[m]urió como buen cristiano. Purificó su alma con ardientes besos al
Crucifijo y el sacramento de la Penitencia” (32) 123. Desde el ámbito seglar, se
unirán a las voces del clero los letrados católicos para dar fe de la inmanencia
cristiana en el difunto. De nuevo, la seguridad con la que Pedro J. Cuadra Ch.
sustenta su opinión al respecto nos sirve de ejemplo: “Darío es poeta de verdad,
y la historia de la poesía, estudiada con profundidad, demuestra a las claras
que todo poeta verdadero es por naturaleza cristiano” (55). Rubén Darío fue
convertido en icono del catolicismo dogmático, pese a que –como dice Martin
Hopenhayn de los filósofos de la modernidad– vaciló entre la secularización
y la metafísica, porque si anhelaba la más irrestricta libertad, también trataba
122 Incluido en Canto a la Argentina y otros poemas. Cf. Darío Poesías, 409-11.
123 Monseñor Agustín Nicolás Tijerino y Loáisiga, que diez años más tarde sería obispo de
León tuvo, en las palabras del historiador de la Iglesia Católica de Nicaragua, Edgar Zúñiga:
“una visión de las cosas desde el antimodernismo” (34).
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
85
de “conjurar lo peor de la discontinuidad” (138). Su acercamiento heterodoxo
a la religión católica estuvo marcado por el erotismo que lo llevo a transgredir
con frecuencia el lenguaje religioso y el más sagrado de los rituales como es
la propia misa, llegando a establecer un símil entre la cópula y el momento
supremo de la elevación de la hostia, en el poema “Ite, missa est”, que según
Rafael Gutiérrez Girardot
es ejemplo de un campo de experiencias en el que se
manifiesta más claramente la secularización-sacralización: el
erótico. La ‘sonámbula’ que adora el poeta es una “vestal” y
una “faunesa antigua” que le “rugirá de amor”. Su “espíritu
es la hostia de mi amorosa misa” y el poeta, al celebrar esa
misa, alza ‘al son de una lira crepuscular’. En “ella hay la
sagrada frecuencia del altar”. El poeta como sacerdote de una
misa erótica, la mujer ardiente como hostia y el acto del amor
como la consagración: en estas imágenes se ha pofanizado
(sic) la misa y se ha sacrilizado (sic) el eros, es decir, se ha
secularizado una ceremonia religiosa (86).
Ese poema es parte del libro Prosas profanas, cuyo título, lo han dicho antes
muchos críticos, fue tomado con fines no religiosos de una de las secuencias
de la misa llamada “prosa”, que en ciertas solemnidades se dice –o se decía–
después del aleluya o del tracto. Ricardo Gullón, por su parte, hace ver que
“la letra y el tono” de éste y otros poemas, les han de sonar a los creyentes
de religiones no eróticas más “a blasfemia que a plegaria” (150); y quizá no
sea innecesario recordar que actos de profanación, como los experimentados
por Darío en su poesía erótica, fueron una de las razones –además de otras de
orden económico, político, religioso y cultural– para que el modernismo, en
sus múltiples significaciones, mereciera la condena de la Iglesia en la encíclica
Pascendi dominici gregis (1907) del Papa Pío X124. Pero eso no fue óbice para
que a Rubén Darío lo enterraran en la catedral de León, que desde la colonia
es el símbolo de la más conspicua tradición y así llegara, de hecho, a formar
parte del santoral nicaragüense. En las décadas siguientes la Iglesia y sus fieles
letrados van a argumentar una y otra vez que Darío jamás se apartó de su
doctrina125.
De ninguna manera trato de negar aquí el abrazo –in artículo mortis–
de Rubén Darío a los sacramentos de la religión de sus mayores y de su
infancia, pero no se puede pasar por alto, que ese gesto final es propio de quien,
como Darío, vivió con el horror de la muerte y miedo a lo desconocido. Ese
sentimiento fue para él una fobia emponzoñada desde la niñez por “el terror
124 Cf. Max Henríquez Ureña 171.
125 Monseñor Etanislao García Calero, en una entrevista realizada en 2007, narra que a
principios de los cincuenta, leyó en el teatro Perla de Matagalpa un discurso sobre el catolicismo
de Rubén Darío. El texto se le habría perdido en el terremoto de Managua en 1972.
86
DISCURSOS TRANSVERSALES
católico.” (Crónicas 1906-1914, 110) que dejó en su espíritu una tenebrosa
impresión medieval (Ibíd. 111), por lo cual, decía en 1909, evitaba “escribir
ciertas palabras, no ocuparme de ciertos asuntos y no ir a los entierros” (Ibíd.)
Un temor sin fe, según lo entiende Octavio Paz:
Aunque a Darío le repugnaba el ateísmo racionalista y su
temperamento era religioso, y aun supersticioso, no puede
decirse que sea un poeta cristiano, ni siquiera en el sentido
polémico que lo fue Unamuno. El terror de la muerte, el
horror de ser, el asco de sí mismo, expresiones que aparecen
una y otra vez a partir de Cantos de vida y esperanza, son
ideas de sentimiento y raíz cristiana; pero falta la otra mitad,
la escatología del cristianismo. Nacido en un mundo cristiano,
Darío perdió la fe y se quedó, como la mayoría de nosotros,
con la herencia de la culpa, ya sin referencia a un mundo
sobrenatural (Cuadrivio 62).
Para Ángel Rama, Darío fue en gran medida “un conservador bajo las
máscaras estrepitosas del renovador” (“Sueños” 21); porque después de sus
fugaces aventuras volvía al seno de la Iglesia a la “que sobre todo retornó
inútilmente cuando su periodo de oscuridad y confusión lo forzó a buscar una
base segura que le permitiera vivir” (Ibíd.); y a esa seguridad se agarra cuando
ve llegar la muerte que tanto lo horrorizó. Aquí he tratado de hacer ver el
rendimiento político obtenido de los gestos finales de Darío: la metamorfosis
del decadentista, símbolo cultural del nacionalismo anti norteamericano,
y en su juventud partidario del liberalismo anticlerical, en el paradigma del
catolicismo, comprometido con la causa de la restauración conservadora,
que garantizaban las armas de la intervención militar norteamericana. Según
Rama, Darío pudo percibir a la Santa Madre Iglesia como la única institución
occidental capaz de integrar a su tradición la cultura seglar, lo cual habría
incidido para que no se alejara nunca por completo de su sombra. Para la
posteridad, Rubén Darío quedó sepultado en la catedral, al pie de la columna
de San Pablo, paradigma de conversos, en lo que constituye la marmorización
del símbolo, que desde entonces custodia la Iglesia.
Medio siglo después, el vanguardista Luis Alberto Cabrales, quien
se mantuvo fiel a la ideología reaccionaria como servidor permanente de los
gobiernos de la familia Somoza, en el ensayo “El sentimiento religioso en su
poesía”, se propone demostrar cómo ─por los caminos de la belleza─ Darío
fue atraído “por Dios y su Iglesia” y describe la trayectoria de la conversión
de Darío, desde su falta “del conocimiento de la naturaleza del pecado [hasta
llegar] a la cumbre de la perfección artística, a la cumbre de la fama, en plena
y gloriosa madurez, y también a su plena conversión católica” (87). Cabrales
concluía la apropiación ideológica que de Darío iniciaron las fuerzas anti
modernistas y recordaba ―además de los momentos de agonía del poeta―
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
87
la anécdota de que al morir recibió los honores reservados a los más altos
dignatarios de la Iglesia. Un gesto que es parte de la intención política que
aquí analizamos y que no se puede reducir al simple arrebato de un clero
provinciano; pues no hay que olvidar que en tanto se desarrollaba el proceso
de regeneración en Nicaragua, internacionalmente el catolicismo veía perdida
la batalla contra la modernidad, por lo que se empeñó en integrar “los valores
nuevos creados fuera de la Iglesia con la tradición secular y religiosa” (Rama,
Ibíd. 22).
En otras circunstancias hubiera sido improbable que se distinguiera
tan señaladamente a quien fue y ha sido considerado no sólo el primer
poeta moderno en lengua española, sino el signo y modelo de una cultura
secularizada, con todo lo que esto tiene de visión del mundo, de actitud frente
a los más variados aspectos de la realidad y del arte condenados por la Iglesia
en la citada encíclica de 1907, y que además era un referente ineludible de la
abolida y abominable “revolución liberal”. Para la posteridad lo que importa
son los momentos finales en los que el poeta se rinde ante la tradición. Cabrales,
escribe: “Ya sabemos nosotros cómo murió: con el Cristo de Amado Nervo
en las manos, fortalecido con los sacramentos finales” (“El sentimiento” 88).
Ese auxilio sacramental le sirve al panegirista para justificar, desde el punto
de vista religioso, los honores concedidos a Darío, quien “fue enterrado con
las sagradas y magníficas liturgias de un Príncipe de la Iglesia” (Ibíd. 88).
Andando el tiempo, esa misma dignidad eclesiástica el poeta la compartirá con
Anastasio Somoza García, a quien en 1956, la alta jerarquía arquidiocesana
honraría también como Príncipe de la Iglesia, en las exequias celebradas en la
catedral de Managua con la anuencia de casi todos los obispos del país126. Así
quedaban consagrados los dos símbolos de la hegemonía político-cultural, que
se empezó a construir en 1910 y que luego trastocó la revolución sandinista,
ubicando a Augusto C. Sandino en el sitial que antes ocupara quien ordenó su
asesinato, Anastasio Somoza García.
La ansiedad de alinear a Darío en la grey católica y hacerlo parte de la
tradición recién inventada no desapareció hasta que tal operación llegó a verse
como natural en la cultura nicaragüense y no como producto de una construcción
político-ideológica. En esa misma dirección, Carlos Cuadra Pasos narra en
“Cabos sueltos de mi memoria (autobiografía)”, cómo Darío desesperado
en los momentos previos a su muerte pedía un confesor, así fuera el más
humilde cura consagrado. En su relato, Cuadra Pasos, también informa del
forcejeo que se produjo entre la multitud y la representación de los grupos
hegemónicos, al llegar el féretro a la catedral. Su memoria revive el trayecto
de la procesión fúnebre y el percance con la multitud, lo cual nos permite
identificar los signos que marcarían la consolidación de la hegemonía cultural.
126 Con la excepción del obispo de Matagalpa, Octavio José Calderón y Padilla, figura
solitaria entre los altos jerarcas de la Iglesia, que en los años cincuenta y sesenta levantó la voz
contra el régimen.
88
DISCURSOS TRANSVERSALES
Se percibe a los señores cerrándole el paso a la turbamulta desbordante que
pugna por hacerse presente, y se nota –igual que ocurrió en la casa mortuoria
a cuyo interior sólo tuvieron “acceso personas de distinción” (Huezo 26),
mientras los obreros quedaban afuera: en la calle, el patio y los corredores–
una disputa de los sectores subalternos con los grupos hegemónicos, por la
definición de los espacios culturales y políticos en un medio de relaciones
desiguales. Al describir el lugar asignado a las clases sociales en los funerales
de Darío, tanto Cuadra Pasos como Huezo, deslindan la posición del letrado,
subalternando a la multitud y con ella a la cultura popular. La élite letrada va a
razonar que después de Darío la cultura nicaragüense dejó de ser local, porque
él le abrió la puerta a lo universal, que es decir lo occidental, y si de lo local va
a ser retomado algo, será aquello originado en la colonia con su componente
católico e hispánico, mestizo. Es decir que gracias a Rubén Darío, Nicaragua
alcanzó su definitiva occidentalización.
Según hemos visto, se trataba de sepultar con el cadáver del poeta,
además de una permanente crisis religiosa, la “pérdida de la fe, de duda
religiosa, de temor del ateísmo” (Gutiérrez Girardot 76) común a la mayoría
de los modernistas, influidos por el pensamiento filosófico del siglo XIX, que
se resume con el anuncio de Nietzsche en “la muerte de Dios”, el cual debe
interpretarse, no como “asesinato de Dios” sino como su “ausencia” (Ibíd.,
87). Las exequias de Darío pudieron tener, también, sentido de exorcismo, si se
considera que quien hizo el conjuro del pensamiento modernizante en la obra
de Rubén Darío, fue el obispo Simeón Pereira y Castellón que por enfrentar
el anticlericalismo del régimen de José Santos Zelaya había sido expulsado
del país el 3 de noviembre de 1898. Se estaba sepultando la búsqueda de la
“modernización” secular que había animado a la revolución liberal, la cual
simbólicamente recibía la última palada en el entierro de su embajador y
postrer vocero en el exterior. Con esa ceremonia pontifical se restauraba el
orden colonial trastocado primero por la declaración de independencia de la
corona española y después por el advenimiento del liberalismo al poder; y se
erigía un monumento en el que, por más de una razón reverbera el “Epitafio”
que el modernista Manuel Machado escribiera en 1916: “Pasa, viajero; aquí
no está Rubén Darío”.
Ese empeño regenerador impregnó el espíritu de los jóvenes que
integran el Movimiento de Vanguardia. A ellos corresponde elaborar los
discursos que prevalecerán en la Nicaragua del siglo XX, y en lo que va
del XXI. En esa dirección uno de sus primeros afanes será releer a Darío,
haciéndose eco del espíritu anti-modernista de los letrados españoles de la así
llamada Generación del 98, como Ramiro de Maeztu, Azorín, y Unamuno. Una
lectura que transforma a Rubén Darío en falangista, y al poema “Salutación
del optimista” en cuasi himno de la Falange127. Ese poema como se sabe es
127 Cf. Cuadra Breviario imperial 96, 98, 187. Schmigalle reseña la influencia de Maeztu en
Julio Ycaza Tigerino, uno de los jóvenes vinculados al Movimiento de Vanguardia, que mayor
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
89
parte del libro Cantos de vida y esperanza, con el cual Darío culmina un
quinquenio de reflexiones estampadas en verso y prosa, y que inicia con el
libro de crónicas España contemporánea (1901), en las cuales describe el
estado de ruina en que ha quedado el país “desde los tiempos de la conquista y
la colonización ” (Rivas Bravo 29), pero desde las que anima a los españoles
a recobrar el espíritu emprendedor de sus grandes creadores y propone una
recuperación que comience por limitar la injerencia del Estado, y ponga al día
la base material de la economía para buscar nuevos mercados, particularmente
en América Latina. Darío en más de una ocasión declaró su fidelidad a la vieja
metrópoli, sobre todo cuando la vio desvencijada después de perder la guerra
Hispano-Americana en 1898:
Yo he manifestado mi pensamiento sobre la inicua violencia.
Con todo, parece que para poder estar de acuerdo con la
civilización, para no ofender a la Becerra positivista, para
ser un hombre del tiempo, es preciso alegrarse del sacrificio,
y, puesto que España nos dio la vida, hacer como ciertos
distinguidos antropófagos: comérnosla, por vieja y por
inútil… No, yo no como España; y cuando miro al yanqui
despedazándola, tengo el mal gusto de no regocijarme. No me
sentí en la órbita de la fascinación de la famosa oda del señor
Oyuela, ni me ha sorprendido de ninguna manera el soneto
posterior del mismo vate; pero he aplaudido ambas cosas por
españolas; he aplaudido las bellas ocurrencias de Lugones
y sus danzas delante del gran Manitú y las he detestado en
su esencia. Mis simpatías han estado de parte de esa ilustre
monarquía empobrecida y caída; mis antipatías, de parte de
esa democracia rubicunda, que abusa de su cuerpo apoplético
y de su ciclópeo apetito. (en Mapes 163)
La recepción falangista de la obra de Darío se produce en la década de
1930 a 1940, cuando Pablo Antonio Cuadra entusiasmado con la instalación
de estados fascistas en Italia y España, llama a las armas a la juventud
hispanoamericana, “bajo el símbolo de la ‘Cruz-Espada’” (Breviario 53) para
restituir la tradición hispana, mediante el resurgimiento de la España imperial.
peso ha tenido en la recepción canónica de Rubén Darío:
Entre los pensadores de la generación del 98, el señor Ycaza aprecia mucho al más fértil
de ellos, Ramiro de Maeztu, infelizmente fusilado por el pueblo de Madrid. Por cierto,
Maeztu plasmó algunos juicios muy duros acerca de Rubén Darío, a quien calificó de
liberal afrancesado y decadente. Ycaza, para defender a nuestro gran poeta nacional
y universal, destaca los aspectos tradicionalistas del pensamiento dariano, subraya su
amistad con Marcelino Menéndez y Pelayo, y hasta descubre una crónica donde Darío
afirma que los socialistas no se bañan. Quedamos convencidos de que Darío, si hubiera
vivido en 1936, hubiera merecido una silla de ministro en la junta de Burgos, al lado
de José María Pemán y del conde de Alba y Yeltes. (“Julio Ycaza Tigerino”, 176-7).
90
DISCURSOS TRANSVERSALES
Citando a José Antonio Primo de Rivera, dice que hay que devolverle a España
“la ambición de ser un país director del mundo” (186), y repite la hipótesis
de Eugenio Vegas Latapie: “Quizá esté reservado en los arcanos del Señor al
mundo hispánico, devolver la espiritualidad a la tierra, evangelizando las nuevas
formas de Estados que tan oportunamente han implantado algunas naciones
cuando se encontraban en trance de muerte” (187). Concluye, afirmando que
ese es también el sentimiento de América, expresado “en el canto de Rubén”
(Ibíd.), la “Salutación del optimista”, de la que cita un fragmento:
Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
En espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
Ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.
La latina estirpe verá el gran alba futura
..........................................................................................
Mientras dos continentes abonados de huesos gloriosos,
Del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando,
Digan al Orbe: la alta virtud resucita
Que a la hispana progenie hizo dueña de siglos
(Ibíd., mayúsculas conforme al original)
En diferentes secciones de su libro Cuadra inserta versos sueltos de este poema
de indiscutible filiación hispánica; pero, como puede apreciar el lector, aquí
se hace hablar a Darío desde el lugar de enunciación fascista trasponiendo los
versos en un orden distinto al que les dio su autor. La cita comienza con los tres
versos finales de la penúltima estrofa, a los que sigue el primero de la última,
y agrega –después de la sucesión discontinua de puntos– los cuatro últimos de
la segunda estrofa.
En sintonía con los intelectuales españoles conservadores, conocidos
como Generación del 98, que buscaron la esencia de España en los campos de
Castilla, los vanguardistas nicaragüenses a partir de 1940 dirigieron su mirada
a la región del Pacífico nicaragüense, en cuyo folklore campesino y tradiciones
heredadas de la colonia encontraron los rasgos constitutivos de la “identidad
nacional” que inventaron e impusieron al resto del país128. Es entonces cuando
las máquinas deseantes producirán la identidad nacional, convirtiendo a Rubén
Darío en el paradigma marmóreo del mestizaje con la efectividad de un “¡Es
lo que hay!”.
128 Trato más ampliamente el tema en mi libro Barroco descalzo.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
POÉTICA DEL MESTIZAJE
91
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
93
Los españoles, lascivos y poco previsores, se mezclaron con
las indias, las violaron, les metieron a la fuerza su religión, y
creyeron que de esa manera el país se volvería blanco. Los
españoles creían en el blanco bastardo. Sobrestimaban su
semen. Pero se equivocaron. […] El semen de los españoles,
que se creían titanes, se perdió en la masa amorfa de los miles
de indios. Los primeros bastardos, los que tenían cincuenta
por ciento de sangre de cada raza, se hicieron cargo del
país, fueron los secretarios, los soldados, los comerciantes
minoristas, los fundadores de nuevas ciudades. Y siguieron
violando, pero el fruto, ya desde entonces comenzó a decaer,
pues las indias que ellos violaron dieron a luz mestizos con un
porcentaje aun menor de sangre blanca. Y así sucesivamente.
(Roberto Bolaño 365)
94
DISCURSOS TRANSVERSALES
Antes que aludir a las consecuencias de las relaciones forzadas entre mujeres
nativas e invasores blancos o a las fecundaciones generadas a partir de la
mescolanza que las ancestrales prácticas sexuales de los amerindios –anteriores
a la implantación colonial del sentido de la culpa129– pudieron incitar entre
españoles e indias, habría que decir que el paradigma del mestizaje remite a las
concepciones positivistas de la segunda mitad del siglo XIX, para las cuales
“raza” y “cultura” formaban un todo indisociable. Según Martin Lienhard, el
del mestizaje es un discurso ideológico que justifica el dominio de los grupos
criollos que asumieron el poder al derrumbarse el imperio colonial de España.
Más que un paradigma científico, afirma que ha sido un exitoso tópico literario
usado en la construcción de las ideologías nacionales, por autores que van de
Rómulo Gallegos a Arturo Uslar Pietri, en Venezuela; de José Vasconcelos
a Octavio Paz, en México, y de Alejo Carpentier en Cuba, a J. Amado en
Brasil. De acuerdo con Lienhard: “En medio de un paisaje político y sociocultural caracterizado por sus mecanismos de discriminación y exclusión, el
ideologema del mestizaje cultural debe servir ante todo para afirmar la igualdad
–ocultar la desigualdad– de los diferentes grupos que componen una sociedad
nacional” (66-7). Por su parte, Antonio Cornejo Polar señala que el concepto
del mestizaje proporciona “imágenes armónicas de lo que obviamente es
desgajado y beligerante, proponiendo figuraciones que en el fondo sólo son
pertinentes a quienes conviene imaginar nuestras sociedades como tersos y
nada conflictivos espacios de convivencia” (341). Tal fue el propósito que
condujo a los letrados nicaragüenses de las primeras décadas del siglo veinte
al formular el discurso del mestizaje que devino hegemónico, y convirtió el
nombre de Rubén Darío en símbolo del orgullo racial.
Cuando José Coronel Urtecho giró hacia la izquierda, explicó que para
los vanguardistas “el verdadero camino de Nicaragua era el que los españoles
habían fundado y establecido desde la conquista” (en Tirado 125). Pensaban
que América Latina y particularmente Nicaragua, debían volver al “dominio
de lo europeo y de lo hispano, de lo occidental, de lo católico” (Ibíd.). Para
ellos hacía falta completar la regeneración iniciada en 1910130, eliminando todo
vestigio de democracia liberal. La salvación de Nicaragua, según Joaquín Pasos
pasaba por “la destrucción total del antiguo sistema republicano” (Prosas de
un joven I, 169). Por otra parte, los vanguardistas eludieron los cruces raciales
que constituyen el cuerpo socio cultural nicaragüense para remontarse a una
utopía, donde gracias a una fusión providencial el indio devino español. Así,
elaboran instrumentos discursivos para analizar la obra de Darío a partir de
la mezcla de sujetos embellecidos por la leyenda prehispánica y la épica de
la conquista. Aquí haremos una lectura detenida de los textos que al respecto
escribieron los poetas vanguardistas, con particular atención los de Pablo
Antonio Cuadra, quien es, con mucho, el principal constructor de la poética
del mestizaje.
129 Cf. Blandón Barroco descalzo, 26-9.
130 Cf. Pérez Baltodano 367-405.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
95
Convencido de su descendencia directa de los conquistadores, a
principio de los años treinta, Cuadra llama a la juventud a “empuñar la espada
por donde debe empuñarse: por la Cruz, que es la empuñadura de la espada” (Breviario 60). Son los años de la cruzada hispanista para emprender la
reconstrucción del imperio español, con las armas de la fe católica portadas
en la Conquista: la cruz y la espada131. Reconvirtiendo la divisa liberal y
modernizadora del siglo XIX que oponía la Civilización a la Barbarie, en una
bandera del fascismo de Hispanoamérica, proclama que el objetivo es revestir
las nacionalidades hispanoamericanas “con todo lo eternamente invencible
que, por universal, tiene la doctrina y la acción fascista. (Breviario 69-70)
Con esa visión violenta Pablo Antonio Cuadra inicia el diseño del
arquetipo identitario de Nicaragua, que va a concluir en los editoriales de
prensa reunidos en El nicaragüense132, donde construye un prototipo de mestizo
inclinado a la aventura133. El espíritu invencible de un nicaragüense capturado
en la Costa Caribe y confinado a una lejana isla donde sobrevive gracias a su
ingenio, y del que tuvo noticias leyendo la Historia de los grandes viajes y de
los grandes viajeros, editada por Sopena; más la historia narrada por Ángel
Ganivet de un trotamundos originario de Matagalpa a quien el andaluz habría
conocido en un hospital belga, son las piedras angulares sobre las que erige
el estereotipo de la identidad nicaragüense. El primero, según Cuadra, habría
sido el modelo en el que Daniel Defoe se basó para construir el personaje de
Robinson Crusoe, y no el escocés Alexander Selkirk (El Nicaragüense, 65-6);
el segundo, el de la anécdota de Ganivet, fue referido por Rubén Darío en su
panegírico del escritor español, incluido en El viaje a Nicaragua:
Y cuenta ese granadino, hoy glorificado, la historia de un
hombre de Matagalpa que, después de recorrer tórridas Áfricas
y Asias lejanas, fue a morir a un hospital belga, y le llamó para
confiarle los últimos pensamientos de su vida. No sé cómo se
llamaba aquel hombre de Matagalpa; pero sé que ese ignorado
compatriota, en su modestia representativa, había visto como
yo quizás, en las constelaciones que contemplaran sus ojos de
viajero, las clásicas palabras: Navigare necesse est, vivere non
est necesse (99, itálicas en el original).
131 Cf. Pablo Antonio Cuadra “Nuestro Sacro Hispano Imperio” (Breviario 80-98).
132 Cf. Entre ellos “Robinson”, una reelaboración del texto que aparece en Breviario imperial.
De El Nicaragüense hay diferentes ediciones desde la inicial de 1967; las últimas han sido
corregidas, aumentadas, y recortadas. Por ejemplo, a partir de los años 80 fue eliminado el texto
que tenía por título “Huellas en el camino de los poetas”, en el que, contemplando a Ernesto
Cardenal postrado en tierra durante su ordenación sacerdotal, reflexiona sobre la inmanencia
cristiana en los poetas nicaragüenses, que como vimos antes, había esbozado Pedro J. Cuadra
Ch. (55). Aquí citaremos El Nicaragüense por la edición de 1993.
133 Cf. “El Robinson, el aventurero y el conquistador (Notas para un estudio del genio
nicaragüense”, en Breviario imperial 101-139.
96
DISCURSOS TRANSVERSALES
Cuadra no cita –en Breviario imperial ni en El Nicaragüense– como fuente
o referencia de esta anécdota a Darío; pero en “El Robinsón”, variante del
que citamos arriba, lo utiliza para decir que el mejor comentario a lo narrado
por Ganivet, es “el que escribió Rubén Darío en su Viaje a Nicaragua” (El
Nicaragüense 64). De la cita en latín “navegar es necesario, vivir no” que según
los vanguardistas sintetiza un rasgo esencial de la identidad nicaragüense se
generara toda una épica de la aventura; aunque como veremos después, para
Cuadra el espíritu aventurero tiene su génesis en la Conquista española.
Para responder a los extranjeros que anduvieron por el país en el siglo
XIX, como el naturalista Thomas Belt o el filibustero William Walker, quienes
habían tildado a los nicaragüenses de indolentes, ociosos y gente de poca monta
y ninguna industria, Darío había hecho una caracterización muy genérica y
positiva de sus connacionales:
El nicaragüense es emprendedor, y no falta en él el deseo de
los viajes y cierto anhelo de aventura y de voluntario esfuerzo
fuera de los límites de la patria. En toda la América Central
existen ciudadanos de la tierra de los lagos, que se distinguen
en industrias y profesiones, algunos que han logrado realizar
fortunas, y no pocos que dan honra al terruño original. No
es único el caso del navegante matagalpense de que hablara
Ángel Ganivet: y en Alemania, en Francia, en Rumania,
en Inglaterra, en los Estados Unidos, sé de nicaragüenses
trasplantados que ocupan buenos puestos y ganan honrosa y
provechosamente su vida. Recuerdo que siendo yo el cónsul
de Nicaragua en París, recibí un día la visita de un hombre
en quien reconocí por el tipo al nicaragüense del pueblo. Me
saludó jovial, con estas palabra, más o menos: “No lo vengo
a molestar, ni a pedirle un solo centavo. Vengo a saludarle,
porque es el cónsul de mi tierra. Acabo de llegar a Francia en
un barco que viene de la China, y en el cual soy marinero. Es
probable que me vaya a la India.” Se despidió contento como
entrara y se fue a gastar sus francos en la alegría de París,
para luego seguir su destino errante por los mares. (El viaje
127-128) 134
Hay una diferencia sustancial entre el marinero aludido por Darío y el
nicaragüense que Cuadra esboza en Breviario imperial, ahí realmente el
sujeto retratado es el conquistador español; que ha domesticado al bárbaro. Es
verdad que posteriormente en su libro El Nicaragüense rectifica radicalmente
134 Cf. Schmigalle “Rubén Darío y los relatos de viaje sobre Nicaragua”, en el que el autor
establece un contrapunto entre El viaje a Nicaragua y los escritos por extranjeros, comenzando
con la famosa carta de Cristóbal Colón a los reyes en 1502, y culminando con los viajeros del
siglo XIX.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
97
su constructo, volviendo su mirada hacia el mestizo, que habría resultado de
la hibridación del indígena con el español; pero en 1939, alertando contra el
peligro que el liberalismo y el “partidarismo democrático” (Breviario 130)
significaron para el orden colonial, propone –en un régimen “civilizado”– el
aislamiento del bárbaro; y ve al indígena como una amenaza latente anterior a
la historia que comienza con la Conquista:
Pero si tras de nuestro pasado conquistador sólo existiera el
vacío, sería menos el peligro de aventurarse a un ensayo de
locura histórica, como lo es cuando existe, tras ese pasado,
una prehistoria de canibalismo indígena. El ancestral bárbaro
continúa acechándonos, y es muy fácil que ese aislamiento del
Robinson termine convirtiéndose –como ya da motivos para
temerlo– en verdadero aislamiento total de la civilización: en
barbarie. (Breviario 130-1)
En esa construcción “lo típico del nicaragüense es la aventura” (Ibíd. 109),
pero el “genio” aventurero es de raíz hispánica, lo cual se resume en la
ecuación “Aventura es imperio” (Ibíd. 118), cuyo paradigma excelso es, en
las palabras de Cuadra, “[Hernán] Cortés, uno de los más grandes genios de
la aventura” ((Ibíd. 113). En la base de esa racionalidad se halla el determinismo
geográfico de Nicaragua que, según él, hizo posible que –desde su territorio– los
conquistadores, a quienes llama “compatriotas”, se lanzaran a nuevas conquistas
como la de Costa Rica, y el Perú:
Aventura es imperio. La posición geográfica privilegiada,
umbilical, de Nicaragua intensificó la conquista sobre nuestro
territorio, enraizó toda el ansia de viaje de descubrimiento, de
rutas y tránsitos imperiales en nuestra sangre, grabando para
siempre en nuestro espíritu –de manera violenta y profunda–
la genialidad aventurera de la Hispanidad. Y apenas Nicaragua
empezó a ser comenzó a demostrarlo.
No habíamos terminado nuestra propia obra conquistadora
cuando ya desbordábamos nuestro nacionalismo y nos
salíamos de nosotros hacia fuera, hacia la aventura y la
conquista. La Costa Atlántica estaba todavía cerrada cuando
ya los nicaragüenses fundaban Costa Rica con el filo de sus
espadas o se iban al Perú, tras de Pizarro, a dominar y avasallar
las tierras del Inca (Ibíd. 118-9).
Cuadra finalmente construye el prototipo de la identidad nacional con dos
elementos raciales y culturales: el indígena, y el español de origen colonial. La
argamasa de su construcción, según vemos, proviene de su melancolía por la
Conquista, mezclada con los elementos que le proporciona Darío en una breve
98
DISCURSOS TRANSVERSALES
caracterización: “El nicaragüense se distingue en toda la América Central
por condiciones de talento y de valor. A la levadura primitiva se agregaron
elementos coloniales” (El viaje 123-4). Con esos dispositivos Cuadra rearticula
la diferencia colonial en un nuevo sujeto americano, el mestizo, mímesis del
idealizado sujeto occidental.
Pero fue hasta en su madurez intelectual, cuando hizo un giro en su
concepción hispanocéntrica, que se reconcilió con el indio y profundizó en el
estudio arqueológico de las culturas prehispánicas, que devinieron subtextos
de las crónicas de Indias. De ahí infirió que el origen del caciquismo y
autoritarismo que han prevalecido en la historia de los gobiernos de Nicaragua,
se halla en el militarismo de los náhuatl, de quienes dice: “Introdujeron la
crueldad, el cacicazgo y el sacrificio humano” (Aventura 23); al contrario
de los chorotegas “quienes representaron por mucho tiempo la resistencia
y la dignidad del indio frente al conquistador hispano.” (24). Según él, los
esfuerzos por alcanzar la vida republicana tienen origen chorotega, en cambio
el militarismo sería herencia náhuatl (Ibíd.), no colonial. Ello no quiere decir
que Cuadra hubiera renunciado a su raigal eurocentrismo, al contrario ese
deslinde le permite afianzarse en la confusión de la universalidad abstracta
con la mundialidad europea, que convierte a las otras culturas en periféricas
de la de Europa.
La disyuntiva de la herencia indígena nos lleva, por los
Nahuas al modelo espartano y por los Chorotegas al modelo
ateniense. (Todos los caminos llevan a Grecia).
El modelo espartano –que es, indudablemente, un modelo de
eficacia– significa la deshumanización al servicio de algo:
sea Dictador, sea Estado, sea Producción, sea Partido, sea
cualquier ideología o idea grande, terrible y totalitaria que
exigen sumisión absoluta.
El modelo ateniense significa lo contrario: la ciudad para el
hombre, la política y la economía para el hombre. O como
decía Cristo ‘No es el hombre para el sábado sino el sábado
para el hombre’. Esparta obedece, Atenas dialoga. (Ibíd.,
énfasis en el original)
La exégesis que Cuadra y sus compañeros hicieron de la Conquista
y los conquistadores; así como el rechazo que en su juventud les provocaba
el indígena precolombino, su mundo, y el indigenismo en boga en los años
treinta en el resto de América Latina, contrasta radicalmente con la lectura
que Rubén Darío hace de la historia de América en la última década del siglo
diecinueve; su acercamiento a la cultura indoamericana pondera el grado de
civilización alcanzado por los nahuas y chorotegas, que vieron sus dominios
desarticulados por obra de la Conquista, y rechaza el estatus de barbarie
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
99
que les fue impuesto por la racionalidad eurocéntrica, a la vez que señala la
política de tierra arrasada que en Centroamérica ejercieron los conquistadores,
“aventureros de espada y frailes terribles” (El viaje 130).
Cuando llegaron los españoles a Nicaragua existía ya en los
naturales cierta cultura intelectual, sin duda alguna reflejada
de Méjico. Cierto que en Guatemala, entre los quichés, había
una civilización superior, mas los nicaragüenses no eran
en verdad bárbaros, cuando Gómara señala en ellos ciertos
adelantos.
Todo esto no obsta para la crueldad de los ritos, que, como los
mejicanos, tenían su parte de antropofagia. De todas maneras,
había libros y archivos, que según dice el historiador Gámez,
“fueron quemados por los españoles en la plaza de Managua,
por el reverendo padre Bobadilla, en el año 1524”. Bobadilla
no hizo sino lo mismo que el obispo Zumárraga hiciera con
los tesoros escritos de la capital de Moctezuma. No iban a
América los conquistadores a civilizar, sino a ganar tierras y
oro: y a la América Central le tocó la peor parte (Ibíd. 129-30).
Darío ve la brutalidad de los conquistadores e inspirado en el humanismo de
fray Bartolomé de las Casas135, a quien considera “redentor de toda una raza”
se adscribe al discurso lascasiano de la perfectibilidad humana que se va a
extender a lo largo del siglo XX, el cual reconoce que la humanidad es una; pero
no ve que simultáneamente es múltiple, y por eso pensaba que los amerindios
eran potencialmente cristianos que necesitaban de la caridad europea136. En
cambio, a Pablo Antonio Cuadra, le horrorizaba la reivindicación del indígena
porque detrás veía la ideología liberal que inspiró la independencia e incluso el
comunismo materialista: “Buscando lo nativo, o mejor dicho, buscando la raíz
popular de la vida americana excluyen, por considerarla erróneamente, como
origen de la civilización moderna en todas sus manifestaciones, la cultura
cristiana, la cultura greco-latina que debemos a España” (Breviario 41). En ese
punto, pareciera que Cuadra refuta a Darío quien en El viaje sentó su posición
en contra del orden colonial y en pro del pensamiento liberal:
Los religiosos no se preocupaban gran cosa ni de enseñar lo
fundamental que se encuentra en el catecismo. Gobernadores,
encomenderos, capitanes, no tenían más objetos que su
deseo de riqueza, y entre ellos se aprisionaban y se mataban.
Guatemala, reino o capitanía general, era el centro de la escasa
135 En 1891, en Diario del Comercio, de Costa Rica, Darío publica el artículo “Las Casas” en
el que echa en falta el homenaje debido a Fray Bartolomé de las Casas, al aproximarse el cuarto
centenario del viaje de Colón. Ver Anexo, “Las Casas”, 181-182.
136 Cf. Hardt y Negri, n.p.
DISCURSOS TRANSVERSALES
100
cultura del tiempo de la colonia. Más por todas partes está el
dominio de las armas y la cogulla. El fanatismo imperaba.
[…]
El periodo colonial es sombrío para la vida intelectual.
Así hasta la Revolución Francesa, que tuvo en todas partes
repercusión. La prohibición de que llegasen libros extranjeros
concluyó con la orden de Carlos III. La Enciclopedia en
aquellos países, como en el resto de América, ayudó a preparar
la independencia. (El viaje 131-2)
Cuando Cuadra finalmente rectifica, atribuye según vimos, el autoritarismo
como norma de dirección en la política de Nicaragua, a los ancestros indígenas,
alegando que fue sobre los cimientos militaristas de los nahuas que se habría
erigido el dominio brutal del primer gobernador español de Nicaragua,
Pedrarias Dávila, quien, a sangre y fuego, impuso su marca originaria en la
tradición absolutista de la mayoría de los regímenes que han gobernado al país.
En su racionalidad, el único periodo de vida republicana fue el del régimen
de los Treinta Años conservadores, que interrumpió Zelaya para restablecer
el militarismo de los nahuas y la herencia de Pedrarias (Aventura 25). Ese
deslinde de la herencia autoritaria colonial que hizo suya la élite conservadora
en el siglo XX, persiste en el pensamiento de buena parte de la élite letrada que
sostiene que el mejor momento de la historia de los indígenas nicaragüenses
fueron los trescientos años de coloniaje, porque entonces aquellos vivieron
bajo la protección de las Leyes de Indias.
En El viaje a Nicaragua Darío lee la historia a la luz del pensamiento
iluminista siguiendo al historiador liberal José Dolores Gámez, que le sirve de
fuente y a quien cita con largueza. Al contrario, los vanguardistas aguzaron
su ingenio para desacreditar dicha historiografía por liberal y romántica; pero
ninguno tan cargado de humor e ironía como Coronel Urtecho, para quien
“dice más sobre la historia de Nicaragua un silencioso nacatamal137 que todas
las páginas de don José Dolores Gámez sobre la colonia” (Reflexiones 134).
Inspirados en Ernest Psichari los vanguardistas reaccionaban en literatura
“contra el romanticismo y más inmediatamente contra su forma decadentista,
el modernismo” (Cuadra Breviario, 47). Joaquín Pasos contendiendo contra
el liberalismo en el arte decía que del protestantismo había surgido la idea
individualista del nacionalismo, en tanto que de la democracia brotó la
libertad más absoluta de prensa, que llevó a proclamar los derechos de libertad
artística de “la plebe, ignorante o estúpida” que “generalmente no podía
hacer verdadera obra de arte” ((Prosas de un joven I, 87); además urgía, entre
otras tareas regeneracionistas, el retorno de la mujer al lugar que el régimen
colonial le había asignado, y del cual habría sido sustraída por el impulso
137 Tamal de masa de maíz con manteca, carne de cerdo y otros ingredientes vegetales, plato
central de la cocina nicaragüense.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
101
modernizador del siglo XIX. El lema que sintetizaba sus aspiraciones culturales
era la conocida frase de Psichari, “Vayamos contra nuestros padres al lado de
nuestros antepasados”.
Los vanguardistas definieron a la literatura nicaragüense como
greco-latina, católica y mestiza; y monumentalizaron a Darío como su
origen, además de orgullo racial del mestizaje. Antes lo habían hecho blanco
de sus sátiras, especialmente con la “Oda a Rubén Darío” de José Coronel
Urtecho, que fue el epítome del discurso antimodernista del Movimiento de
Vanguardia, la cual concluía con el ampliamente difundido “Final”:
En fin, Rubén
Paisano inevitable, te saludo
con mi bombín,
que se comieron los ratones en
mil novecientos veinte i cinco. Amén138.
Secuencia del manoseo inaugurado por la ley del Congreso de la Republica de
los Treinta Años que llamándolo “inteligente joven pobre” burló el compromiso
de mandarlo a estudiar fuera, manoseo cotidiano que lo impulsó a elegir la
navegación arriesgada en busca de un puerto sereno y seguro, secuencia que
no cesa aun entre los más adustos académicos que con frecuencia quebrantan
las formas para llamarlo simplemente Rubén, en un gesto que no disimula la
condescendencia con aquel muchacho que debió apelar una condena por el
delito de vagancia.
Impugnada la impronta decadente, el Movimiento de Vanguardia hizo
énfasis en las contadas alusiones que Rubén Darío hace a Nicaragua en su
poesía, las cuales en sus versos iniciales se refieren a los productos y bellezas
naturales, y en su madurez a la significación que tuvo para su infancia. Lo
que especialmente les interesaba resaltar era lo que consideraban mestizo, que
para ellos era lo mismo que español, con la significación racial de blanqueo
que al término español le fue dado en la colonia. Buscaban “lo telúrico” como
reacción a la ideología liberal, que enjuiciaban por caduca y extranjerizante.
Igual que otros grupos de jóvenes hispanoamericanos –influidos por el
fascismo, el falangismo y el nazismo– fortalecían el sentimiento nacionalista
proclamando el retorno a las raíces hispánicas139. El empeño de los humanistas
hispanoamericanos de comienzos del siglo veinte de incorporar las diferencias
culturales preservadas por los indios y afro descendientes al imaginario
cultural de la nación, para matizar con un tinte de color la posible monotonía
grisácea de sus vidas, en Nicaragua se llevó a cabo igual que en otros países,
como un esfuerzo para exaltar el mestizaje indohispano a fin de erigirlo en la
138 Cf. José Coronel Urtecho “Oda a Rubén Darío”. En Orlando Cuadra Downing: 243-9.
139 Cf. Oddone 229.
102
DISCURSOS TRANSVERSALES
seña de identidad homogénea de la nación nicaragüense. La contradicción de
una homogeneidad resultante de una mezcla de heterogeneidades fue resuelta
con la explicación de que gracias al mestizaje el indio dejaba de ser tal para
convertirse en español.
La ansiedad homogeneizadora de los letrados del siglo XX en
Nicaragua, condujo al silenciamiento de otras culturas y etnias, diferentes
de la mestiza indo-hispano. Los vanguardistas haciendo una abstracción del
exterminio de la población nativa del Pacífico, que fue reducida de 500.000
en 1522, a 12.000 en 1550, consideraban la Colonia como la época de la
formación racial, social y cultural de Nicaragua140, en la que el indígena habría
experimentado una metamorfosis salvífica, que lo convirtió en español. Alberto
Ordóñez Argüello al celebrar el mestizaje nicaragüense como paradigmático
de América Latina perdía de vista a las etnias indígenas sobrevivientes,
cuando define como “un hecho sociológico el que este país fue el primero en
América en lograr una intensa mestización, al extremo de que el indio apenas
si hoy existe” (38). De acuerdo con este punto de vista antropológico lo que
ocurrió en Nicaragua fue un proceso de desmantelamiento cultural mediante
el cual se desarraigó la cultura precedente para dar paso a una nueva “con
el torrente de sangre española” (Ibíd. 45). En esa versión, el mejor ejemplo
del desarraigo de la cultura prehispánica sería el supuesto desplazamiento de
los instrumentos musicales indígenas, entre los que incluye la marimba, por
la guitarra española, que devendría “instrumento típico nacional” (Ibíd. 46).
La marimba, cuyo origen como se sabe es africano, prevalece por encima
de otros instrumentos en la música del Pacífico que, a resultas del proceso
de homogeneización, se impuso como la típica del Folklore Nacional141. Así
Ordóñez Arguello refrendaba la tesis de Joaquín Pasos, para quien el mestizaje
fue una metamorfosis mística:
España, al colonizar, se funde con la raza indígena; la absorbe.
No la aniquila como los ingleses: la acepta y la transforma. El
indio experimenta entonces una transformación y una gloria
muy parecida a la transformación y la gloria experimentada
por los publicanos al recibir la gracia divina. El indigenismo
entra en la Hispanidad: desde entonces todos los indios son
españoles.
(Pasos, Prosas de un joven II, 23).
Esa tesis pasa por alto la violencia originaria como la quema de libros y
documentos de los pueblos nahuas y chorotegas, aludida por Darío, en los cuales
se registraban los anales de la cultura indígena, no muestra ninguna interacción
140 Cf. Cuadra, Breviario, 46;
141 Esto lo abordo más ampliamente en Barroco descalzo 137-9.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
103
cultural de elementos contradictorios sino que representa la asimilación de
las culturas americanas por la supuestamente española. La armonía bíblica
que describe no se corresponde con los hechos que produjeron el mestizaje,
como su impulso orgiástico, forzado o voluntario, la historia de los hijos
ilegítimos, que llegaron a superar en número a los nacidos bajo matrimonio,
ni con las restricciones impuestas para impedir el apareamiento de españoles
con indios. No toma en cuenta que “la Corona pretendió organizar la sociedad
colonial en dos repúblicas separadas, y con ese fin prohibió, desde el inicio, el
asentamiento de españoles en los pueblos de indios” (Kinloch 90); aunque las
restricciones no fueron tan eficaces como para impedir la promiscuidad y el
entrecruzamiento racial.
El discurso del mestizaje indo-hispano ignoró también la importante
presencia de esclavos africanos en las zonas colonizadas por los españoles,
a quienes desde un comienzo se les impuso la marginación legal, al punto
que cuando la Constitución de Cádiz, otorgó representación política ante las
Cortes a los americanos blancos e indígenas y a sus descendientes puros o
mezclados entre sí, profundizó las tensiones raciales negándole acceso a la
ciudadanía a quienes tuvieran antepasados africanos. Esto condujo a que se
hiciera más frecuente el temor a ser identificado como racialmente diferente
a los blancos. Así, los ladinos recurrían a los juzgados para demandar un
certificado de “limpieza de sangre” (Ibíd.), que borrara cualquier cruce
“impuro”, especialmente el de origen africano.
Los formuladores del discurso del mestizaje indo hispano omiten
ese componente que en Nicaragua, en el siglo XVIII, se volvió mayoritario y
llegó a sustituir en número a la población indígena, de modo que a finales de
la dominación española, negros y mulatos, “se hallan en todas partes: en los
pueblos de indios, en las ciudades y villas de españoles, en las haciendas y
en los lugares de hábitat disperso” (Romero Vargas 57); igual que en los años
posteriores a la independencia, cuando, de acuerdo con los datos ofrecidos
por los viajeros, la gente que con más frecuencia encontraban en la costa del
Pacífico eran mulatos de piel oscura142. Al respecto, Sergio Ramírez, señala que
a los descendientes de africanos “se les indujo a avergonzarse de sí mismos”
(Tambor 144); de manera que en la celebración del mestizaje, si es incómodo el
reconocimiento de la ascendencia indígena, lo es aún más el de la africana. La
omisión del sonido de la marimba, que veíamos en Ordóñez Arguello, puede
entenderse como parte de la estrategia discursiva que desconoce la herencia
africana en el mestizaje nicaragüense. Entre los vanguardistas sólo Luis Alberto
Cabrales, en 1932, reivindicó a los ancestros originarios de África. Cierto es
que resalta el lavado lustral de su carne en aguas mediterráneas y menciona la
esclavitud, pero no la histórica sino “la eterna”, y reduce el forzado viaje sin
retorno de los galeones cargados de esclavos, a “chapuzón marino”, en una
celebración del apareamiento de sujetos masculinos africanos “sobre los claros
142 Cf. J.L. Stephens 359-83.
104
DISCURSOS TRANSVERSALES
vientres, tibios, mediterráneos”, donde no se enuncian los desgajamientos y
violencia que marcó la salida de África143.
143 Canto a los sombríos ancestros
Tambor olvidado de la tribu
lejano bate mi corazón nocturno.
Mi sangre huele a selva del África.
Sombría noche de luciérnagas,
sombría sangre tachonada de estrellas.
Y hoy quiero cantaros,
antepasados de la Tierra Tenebrosa,
que os lanzasteis con ímpetus de púgiles
sobre los claros vientres, tibios, mediterráneos.
Mi boca,
salada de rachas atlánticas,
mi boca,
saturada de relente caribe,
mi boca,
llena de la tierra ancestral y ardiente,
es vuestra boca antigua,
vuestra boca en silencio,
clamando libre sobre la Rosa de los Vientos.
Mi canto es vuestro canto dormido en los milenios;
mi grito es vuestro grito amordazado en tinieblas.
Ríspido surge de la esclavitud eterna,
impetuoso y ágil como vosotros, ancestros.
Mi carne,
de aceituna y achiote,
mi carne,
pasta de luna y de pimienta,
es vuestra carne antigua,
–gloriosa, en éxtasis, lavada–
después del chapuzón marino
en las celestes agua mediterráneas.
Desde la colina de los dioses
mi canto, violador y violento,
por sobre las estatuas perfectas,
hacia vosotros va,
silenciosos y sombríos ancestros:
Alto, violento canto,
antorcha retorcida por tenebrosos vientos.
(Opera parva 20-1)
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
105
Por su parte José Coronel Urtecho, en su “Elogio de la cocina
nicaragüense”144 se aparta del esencialismo indo-hispano, al incluir en la
mezcla culinaria, el componente africano (Reflexiones 130)145. El concepto
del mestizaje, en Coronel, que trasciende el estricto cruce racial y se ocupa
de otras interacciones sociales en las que se intercambian saberes, roza el
de transculturación acuñado por Fernando Ortiz146, por cuanto en el caldero
de la hacienda colonial ve mezclarse los ingredientes que aportan africanos,
indígenas y españoles, produciendo una síntesis alimentaria de la cual surgiría
la cocina “nicaragüense”, de la que Coronel excluye las variantes alimenticias
del Caribe.
Coronel Urtecho explica que el país donde nació Rubén Darío, a
consecuencia de su ubicación geográfica, abierta a los dos océanos, es propenso
a la universalidad, que es decir al cosmopolitismo y a la búsqueda de aventuras,
incluida la fusión cultural y racial. Así, postula que esas son características
determinantes de la historia de Nicaragua, y “un rasgo distintivo del carácter
nicaragüense” (266), del que Darío vendría a ser su quintaesencia:
No es necesario consultar las estadísticas, que en todo
caso ni inspiran confianza, para saber que Nicaragua figura
entre los países latinoamericanos donde ha existido un más
completo mestizaje, español, indio y negro. […] En Rubén
se produjo una armonía superior, un feliz equilibrio del
mestizaje nicaragüense, gracias en buena parte a la no menos
nicaragüense inclinación universalista de su temperamento
(279-80).
Los panegiristas del mestizaje reducían a Nicaragua y los nicaragüenses
a la franja occidental que se extiende de Chinandega en el noroeste, a Rivas
en el suroeste; región que representa una cuarta parte del territorio nacional147.
El Norte y Centro, caracterizados por sus extensas estribaciones montañosas
alejadas de las costas, fueron colonizados desde el Pacífico en la segunda
mitad del siglo XIX, al punto de que hoy es usual que se les considere parte
de éste. Según ese imaginario supremacista, por ser hegemónica, la cultura
mestiza (de blancos y ladinos indo-hispanos del Pacífico y las regiones del
Norte y Centro, mayoritariamente católicos e hispanohablantes) homogeneiza
144 Cf. Reflexiones 128-143.
145 Coronel Urtecho ubica en la hacienda rural de la Colonia “las más ricas vertientes de la
mestización racial y cultural” (Reflexiones 123); aunque postula al tiangue de la ciudad colonial
como el crisol donde se fundieron el indio, el español y el negro (126).
146 Casi no falta recordar que para Cornejo Polar el mestizaje adopta el concepto de
transculturación, acuñado por Fernando Ortiz y reavivado por Ángel Rama, como “cobertura
sofisticada”, que busca presentar como armónico lo que fue un espacio conflictivo (341).
147 Cf. José Coronel Urtecho “Ideas sobre la economía de la Colonia” (Reflexiones 73-157).
Sergio Ramírez, Tambor olvidado.
106
DISCURSOS TRANSVERSALES
a los nicaragüenses148. Esa elaboración, al obviar las hibridaciones entre
indígenas, descendientes de africanos, y blancos, y postular la desaparición
del indio, ignora a los indígenas de Sutiaba y Monimbó, en la misma región
occidental; o los de Matagalpa, Sébaco y Jinotega, en el Centro-Norte, que
conservan sus rasgos étnicos149. Tal reduccionismo ha estado en la base de lo
que Jeffrey Gould llama “el mito de la Nicaragua mestiza”, mediante el cual
las ideologías nacionalistas sostienen la homogeneidad racial y cultural en los
territorios diferentes al Caribe, y en los que –durante la Colonia– se produjo
la mezcla de sus habitantes originales y los españoles. De acuerdo con esa
narrativa, la desaparición de la población indígena o la fusión con la blanca
habría permitido el ingreso del país a la modernidad capitalista150. Las minorías
nicaragüenses de habla inglesa que habitan las costas del Caribe o aquellas
que pertenecen a otras etnias, y que hablan diferentes lenguas y practican otras
religiones o credos, devinieron residuos de una minoritaria nación letrada que
buscaba el progreso en un orden lineal, teleológico. Así, no formarían parte
del imaginario de la nación mestiza, quienes provienen de las hibridaciones de
grupos procedentes de África o Jamaica y los nativos caribes, que dieron origen
por ejemplo a los indios Mosquitos (Burns Patriarcas y pueblo 49); o la etnia
garífuna, que en la diáspora construyó su lengua, usos y rituales mezclando los
componentes africanos con los caribes y europeos151. Ni que decir las minorías
de ancestros asiáticos cuya visible presencia casi no se menciona.
El Caribe era, para Pablo Antonio Cuadra, un problema irresuelto por
la “división lingüística y cultural” (Aventura 26); y Alberto Ordóñez Arguello
consideraba a esas etnias como “tribus nómadas” de un “lejano litoral Atlántico
[…] desprendidas del panorama de las dos grandes civilizaciones y culturas
de los aborígenes de Nicaragua” (38). En la década de los años setenta, Sergio
Ramírez, desde la perspectiva de la Sociología de la Dependencia, criticaba “el
arraigo de un modelo de cultura norteamericano en Centroamérica” (Balcanes
91) que no incorporaba a las minorías étnicas descritas por él como “tribus
de subsistencia primitiva […] que hablan sus lenguas arcaicas y permanecen
paralizadas en el tiempo colonial y viviendo una condena regresiva” (Ibíd.
104). La ansiedad modernizadora por suprimir las lenguas autóctonas fue parte
del proyecto liberal emprendido por José Santos Zelaya quien al principio de
su régimen se propuso, además de extender la educación primaria a todo el
país “reunir a los elementos mejor dotados de las comunidades indígenas para
enseñarles técnicas de trabajo y la lengua nacional” (Borgen 7), el castellano.
E. Bradford Burns observa cómo, en América Latina, para la élite europeizada
del siglo XIX, la pervivencia de culturas autóctonas interrumpía la creación
de los estados modernos (“Cultures in Conflict” 42), una ansiedad que
reavivaron los vanguardistas nicaragüenses en las primeras décadas del siglo
148 Cf. Reportaje de Juan Carlos Ampié sobre El Güegüense
149 Después de la llamada Guerra de los indios de Matagalpa de 1881, fue corriente hablar de
su desaparición, y la de los de Sébaco y Jinotega. Cf. Arroyo Buitrago.
150 Gould aborda el tema en El mito de la Nicaragua mestiza, y en To Die in This Way.
151 Trato este tema en “El culto a los ancestros garífuna en la televisión nicaragüense”.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
107
XX, sólo que para ellos el modelo ya no era Francia, como en los tiempos de
Domingo Faustino Sarmiento o Rubén Darío, sino la España imperial de los
siglos coloniales. Ese discurso cultural, como sabemos, permeó al proyecto
revolucionario de 1979152, que en un principio, se propuso “integrar” al país
las comunidades del Caribe, que aún no habían sido incorporadas al proceso
de modernización, experimentado principalmente en la región conocida como
Pacífico.
Diez años después del conflicto étnico que provocó la expulsión de
los jesuitas, Rubén Darío escribe su célebre poema “Tutecotzimí” (Poesía
completa 793-799) en el que de acuerdo con el crítico José Juan Arrom
logra construir una “leyenda ideada, dentro de la mejor tradición romántica”
(975) sobre los pacíficos indios pipiles; aunque los sujetos ahí representados
pertenecen a las ruinas del mundo que sucumbió en la Conquista:
De la temporal bruma surge la vida extraña
de pueblos abolidos; la leyenda confusa
se ilumina; revela secretos la montaña
en que se alza la ruina
(Poesía completa 794)
Los indios del presente no pueden ser objeto estético, resultan innombrables
y molestos para los fines de la modernización. En 1892, en su “Estética de los
primitivos nicaragüenses”153, observando el más estricto apego a los postulados
del Modernismo en boga, exalta la belleza exótica del arte prehispánico del
continente americano y lo compara con el de las culturas occidentales y
orientales, en particular con la de Grecia, Roma, China y Japón. En un esfuerzo
por poner en un sitial de prestigio las antiguas civilizaciones americanas,
las presenta como posible objeto de seducción de los parnasianos que, para
entonces, admira y sigue. Más tarde, en 1896, en las “Palabras liminares” de
Prosas profanas, refrenda el status arqueológico de las culturas autóctonas:
“Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas: en Palenque y
Utatlán, en el indio legendario y el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma
de la silla de oro” (Poesía 180). Rubén Darío no es sólo un producto de la
época que se apropió del pensamiento europeo de los iluministas, románticos
y positivistas que exaltaron al hombre en estado natural y reivindicaron la
importancia del pasado pre-hispánico; es por excelencia un constructor de la
modernidad hispanoamericana, centroamericana y nicaragüense en particular.
Como hemos visto cree en la benéfica influencia de la cultura europea, ante
la que no sólo espera que sucumban el atraso y la ignorancia de la cultura
152 Cf. Blandón, Barroco descalzo 57-9
153 Texto escrito para acompañar las muestras de arte precolombino nicaragüense presentadas
en la Exposición Histórica Americana, que en ocasión del cuarto centenario del descubrimiento
de América se celebró en Madrid.
108
DISCURSOS TRANSVERSALES
local, sino que la ve como tabla de salvación ante la inminente hegemonía
norteamericana.
La valoración que los Modernistas tenían de los nativos, como
sabemos, no era diferente de la que difundió Domingo F. Sarmiento en
Facundo. Civilización y barbarie. Rubén Darío admiró y exaltó en dos poemas
extensos la obra de Bartolomé Mitre154, que como Sarmiento fue presidente
de la Argentina, y creía que las élites educadas hacían la historia y por eso
debían imponer su voluntad sobre las masas ignorantes. El ideario de Darío
estaba próximo al de su amigo, el mexicano Justo Sierra, para quien la
educación y la exposición a las formas europeas rescatarían a los indios y los
transformarían en mestizos. Pero Darío a veces ponía reparos a los riesgos de
la inmigración abierta y la imitación de todo lo que proviniera de Europa. En
el artículo “Dinamita”, por ejemplo, expresa, desde la perspectiva clasista de
la burguesía, su condena al terrorismo anarquista, y el temor a los peligros de
que el elevado número de obreros socialistas y anarquistas europeos llegados a
Argentina, pongan en peligro la estabilidad de los países hispanoamericanos155.
La retórica que animó el constructo de una nación homogénea, fue
el combustible de la élite letrada –los modernistas incluidos– para hacer
invisibles a las comunidades indígenas despojadas de sus tierras para beneficio
de inmigrantes europeos. Jorge Camacho ha traído al debate el posicionamiento
de José Martí con respecto a los indios de Guatemala, aduciendo que favorecía
el despojo de sus tierras, así como el de los naturales de México y la Argentina.
Según Camacho, Martí apoyó las políticas de Justo Rufino Barrios para
expropiarles sus tierras, en beneficio de los cultivadores europeos del café.
También sostiene que para Martí las mujeres, los indios y los negros “son
los sujetos preocupantes de la modernidad industrial a quienes los gobiernos
debían de mantener vigilados y en última instancia transformar a través de
políticas sociales” (433). En Nicaragua la visión del indio como “ruina” o
sujeto “de pueblos abolidos”, derivada del poema “Tutecotzimí” de Darío,
produce el discurso que después van a reelaborar los vanguardistas.
154 Mitre, fundador y propietario del diario La Nación, del que Darío fue redactor y
corresponsal estrella desde 1893 hasta su muerte en 1916. Cf. Rubén Darío, “In Memorian
Bartolomé Mitre”, y “Oda”. Poesía 325-331.
155 “No podemos quejarnos los americanos: la civilización europea está con nosotros. Hemos
copiado desde la Revolución Francesa hasta el café cantante. Nos faltaba la aplicación química
al orden social, el empleo finisecular del explosivo. Ya tendremos eso; al menos, la semilla del
árbol está entre nosotros. Parece que el lustrabotas de la esquina y el barrendero de más allá, no
se habían dado cuenta de que el capital del señor Pereira es de ellos. Los hambrientos de Europa
nos traen su contagio de iras almacenadas por siglos, a nuestros buenos países donde solamente
el que no quiere no pone en su olla la gallina que el rey bondadoso quería para el caldo de sus
súbditos” (en Mapes 24).
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
109
Sergio Ramírez señala que en la época republicana Rubén Darío
asumió “el doble mestizaje hispano e indígena”, como “el fruto más preciado
del encuentro entre el mundo europeo y el mundo indígena, el mestizo
indohispano por antonomasia” (Tambor 15). Considera que ni el poema
“Raza”156, en el que alude a los tres componentes mayoritarios de la así llamada
raza nicaragüense: indígenas, blancos y afrodescendientes, ni la pregunta
que se hace en las “Palabras liminares” de Prosas profanas, sobre la posible
gota de sangre africana o indígena, pueden ser considerados “una declaración
de principios” (Ibíd. 20); porque Darío habría sido influenciado por los
intelectuales darwinistas que “siguieron tras la huella de la superioridad racial
blanca, que indefectiblemente llevaba hacia el menosprecio y la descalificación
de las llamadas razas inferiores” (Ibíd.). Ramírez observa que Darío, siendo
fiel a los cánones de la identidad hispana, acusaba la misma amnesia que borró
de la memoria histórica los ancestros africanos, y los mismos prejuicios contra
lo africano (Ibíd. 24). A juzgar por la respuesta dolida que dio a Unamuno por
el comentario racista de que a Darío se le veían debajo del sombrero las plumas
de indio, podría agregarse que la ascendencia indígena también pudo, a veces,
incordiarlo. Si al principio de su misiva Darío luce orgulloso al responderle:
“Es con una pluma que me quito de debajo del sombrero con la que le escribo”
(Citado en Jirón Terán 254), luego al final aparece suplicante ante Unamuno:
“yo quisiera también de su parte alguna palabra de benevolencia para mis
esfuerzos de cultura” (Ibíd.) 157.
Sergio Ramírez sugiere que las interrogantes de las “Palabras liminares”
sobre su ascendencia afro-indígena muestran a un Rubén Darío dudoso de su
mestizaje. Si ese fuera en realidad el estado que denota ahí, la duda puede
atribuirse al citado imperativo cultural de ocultar la herencia genética que
156 Hisopos y espadas
han sido precisos, unos regando el agua
y otras vertiendo el vino de la sangre. Nutrieron
de tal modo la raza de los siglos.
Juntos alientan vástagos
de beatos e hijos
de encomenderos, con
los que tienen el signo
de descender de esclavos africanos,
o de soberbios indios,
como el gran Nicarao, que un puente de canoas
brindó al cacique amigo
para pasar el lago
de Managua. Eso es épico y es lírico.
(Poesía 370)
157 Hay testimonios que dan cuenta del respetuoso tratamiento dado por Darío a un cacique
indígena de Talamanca que –descalzo y en camisa– se hallaba presente en el teatro de San
José de Costa Rica donde, en 1891, él declamaba. Darío habría acompañado por un tiempo al
cacique, junto al salvadoreño Francisco Gavidia, pese a que ambos poetas modernistas estaban
defraudados por la ausencia de “la diadema de plumas, el carcaj y el arco”. Cf. “Francisco
Gavidia: ‘Entrevista con un rey’” en Günther Schmigalle, La pluma, 59-61.
110
DISCURSOS TRANSVERSALES
resultaba problemática al blanqueamiento, porque es improbable que Darío
ignorara que sus abuelos eran mulatos158, y en varias ocasiones se refirió a un
tío abuelo suyo conocido como “el indio Darío” 159, a quien paradójicamente
en La vida llegó a describir como “ rubio y de ojos azules” (21); aunque en las
multicitadas “Palabras liminares”, el ancestro que evoca es europeo, letrado
y escriturario (Poesía, 180). Posteriormente, en el poema “Los cisnes” de
Cantos de Vida y Esperanza, exclama: “Soy un hijo de América, soy un nieto
de España” (Poesía 263), y esa declaración va a dar mucha tela a quienes lo
han convertido en icono del mestizaje.
Es de notar que la actitud de Darío no fue consistente en cuanto a
la dicotomía Civilización y Barbarie, pues si en su adolescencia calló ante
la persecución y masacre de los indios matagalpa, en su juventud alude a
los estragos sufridos por las culturas locales a causa del progreso, y muestra
empatía con las razas perseguidas en la llamada pampa, sin llegar nunca a
adoptar una posición definitiva, aunque eventualmente su lugar de enunciación
es la cultura occidental. Aun cuando se muestra contrario a la brutalidad militar
del colonialismo francés en tierras de Madagascar, yuxtapone los beneficios de
la fuerza civilizatoria, haciendo notar que sus habitantes “son absolutamente
bárbaros; y se ha procurado y se procura infundirle ideas nuevas é (sic)
importarles diferentes artefactos, así como iniciarles en los refinados adelantos
de nuestro ilustre Occidente” (La caravana pasa. Libro primero, 85). Ahí
Darío, a menudo con guiños irónicos, está haciendo notar las humillaciones
y ultrajes a que ha sido sometida en Francia la antigua reina de Madagascar,
Ranavalo-Manjako III, confinada a Argel, en contraste con las atenciones que
recibió el jefe independentista de los bóeres, Paul Krüger:
Ciertamente, entre Krüger y Ranavalo hay considerable
diferencia. El viejo boer está libre y la reina no; Krüger
tiene salva toda su fortuna –quince millones, por lo menos,
de peso oro– y la reina no dispone sino de lo que el gobierno
de Francia la quiere dar en pupilaje; Krüger lee la Biblia, y á
Ranavalo se le ha contaminado de Ohnet, Mary y compañía.
Y para colmo de desventuras de la infeliz, cuando ha adoptado
las modas europeas, comprado bicicleta, aprendido un poco
de piano, y ha venido á París, se la recibe como á una macaca,
se la llama negra y fea á cada paso, y poco falta para que se la
proponga una contrata en un circo, para bailar la bámbula al
lado de Chocolate.
Entretanto ella recibe su pensioncita, que la viene a ser como el
coronelato de Namuncurá (Ibíd., 91-3, acentuación conforme
con el original).
158 El acta de matrimonio de los abuelos de Darío consigna que ambos eran mulatos.
(Meléndez Obando 52).
159 Cf. Darío Prosas políticas 164.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
111
Concluye su crónica con referencias a las situaciones de incertidumbre
y humillación colonial en que se encuentran determinados pueblos de
Asia, África, y América Latina, como China, “en donde los soldados de la
civilización desventraron chinitas” (96), el sur de Marruecos que “se pacífica”
(Ibíd., énfasis en el original), y Cuba, bajo la enmienda Platt. En una nota al
pie de página de La caravana pasa. Libro primero, Günther Schmigalle brinda
información sobre cada uno de los personajes o circunstancias históricas
aludidas por Darío; y reproduce otra crónica que aclara el paralelo entre la
princesa Ranavalo y el jefe pampeano Namuncurá. Se trata de “Namuncurá/La
Verbena de la Paloma/Una promesa”, publicada en La Razón, de Montevideo,
el 31 de julio de 1894; que es tal vez una de las piezas que mejor ilustra el
difícil equilibrio que mantiene Darío en la contienda Civilización versus
Barbarie, donde la fuerza de gravedad de la compasión lo inclina otra vez
hacia el buen salvaje:
Namuncurá, cacique de la Pampa, ha venido a Buenos Aires
a pedir un rincón de tierra para cultivar, un rincón de tierra
en que morir. El viejo zahareño no tiene ya la larga lanza, los
largos cabellos, el vigor de antaño, cuando con sus muslos de
hierro apretaba el lomo de su caballo de combate, en lucha
con los blancos cristianos. Allí está, lamentablemente vestido
de ciudadano, esclavo de la civilización, la cual le obliga a
ponerse corbata y a conversar con los reporters. Especial
simpatía compasiva inspiran esos pobres reyes caídos. Éste
era el invencible dueño de la llanura, que hacía temblar
leguas de tierra al paso de su ejército de jinetes salvajes. El
progreso fue su enemigo y su vencedor. Las bregas que hubo
de sostener, son para ser descritas en los versos de un buen
poeta. Su nombre resuena eufónica y heroicamente. Malharro
le ha pintado de pie, lanza en mano, la frente apretada por la
vincha, el rostro fiero, entre las dos alas negras de la revuelta
caballera. ¡El pobre Namuncurá! Debe lamentar su pampa
como Behanzin sus bosques. Que no es, por cierto, para esos
espíritus libres y primitivos, el bien de la civilización, sino el
mayor de los daños. Dicen que no quiere recordar sus tiempos
de grandeza porque juzga que los recuerdos no sirven de nada,
a no ser que de amargos verdugos. Mas es seguro que en sus
momentos de callada soledad, ha de ver desfilar por su mente
las caballerías furiosas de sus indios, tal como iban a pelear
con el conquistador, con el ‘rico’, con el ‘señor Gobierno’.
Deberá presentarse a sus ojos la llanura enorme, la selva de
cuernos de los ganados bravíos, los grandes avestruces que
más de una vez cazaron sus boleadoras, o el toldo tranquilo en
donde el fuerte polígamo tenía su serrallo de ocho mujeres, y
allá, no muy lejos, la cordillera blanca de nieve, que le recuerda
los hermanos de Arauco, también, acorralados y vencidos al
112
DISCURSOS TRANSVERSALES
clamor de un chivateo más formidable aún que el de las tribus
indígenas: el aullido triunfante de las locomotoras. Déle el
gobierno argentino tierra que cultivar, a quien la tuvo antes
inmensa, para galopar y cazar. ¡Dé al último de los caciques la
limosna de terruño que le pide! (Páginas desconocidas 42-3).
Sobre la selectividad de Rubén Darío en su identificación con la lucha
de los pueblos indígenas, Schmigalle observa que protesta contra los ingleses
cuando atacan a los bóeres, contra los franceses cuando van sobre Madagascar,
pero parece estar de acuerdo cuando los argentinos limpian la pampa. La
pregunta a hacerse aquí es si una protesta suya en ese sentido hubiera sido
publicada por La Nación, La Tribuna o La Razón160. Darío calló también el
genocidio cometido por Bélgica en el llamado Estado Libre del Congo y, al
contrario, siempre se mostró admirador del monarca belga, a quien llamaba
“el buen rey Leopoldo”161.
Pablo Antonio Cuadra dedicó tres diferentes épocas de su vida –
que corresponden a tres giros de tuerca en su ideología– para estudiar la
presencia indo hispana en la poesía de Darío. En 1939, imbuido del Zeitgeist
antimodernista, restaurador de la tradición colonial y del Imperio Español,
hizo un deslinde de Darío antes y después de su arribo a España en 1898.
Mientras Rubén Darío fué (sic) un Robinsón literario aislado
por el liberalismo, por el afrancesamiento, por lo antitradicional
–¡todo es lo mismo!–, su poesía no tuvo más valor que su gran
esfuerzo solitario. Apenas saltó de su torre de marfil, de su
preciosista y cultivada isla y se abrió imperialmente a las rutas
hispanas, se convirtió en el genio continental, en el poeta de
América, en el Emperador de las letras castellanas (Breviario
136).
Cuadra posiciona a Darío como creador solitario del Modernismo y destaca su
identificación con la hispanidad, a la que de su cosecha le añade lo de imperial,
en una época en que la Falange aspira a reconstruir el Imperio de España en
América. Establece una solución de continuidad entre Darío y los integrantes
del Movimiento de Vanguardia, que, según vimos antes, se han definido
descendientes y continuadores de la obra emprendida por los conquistadores
de América: “Apenas llegó a España, sintió renacer en él, en su genialidad
robinsónica, el ímpetu poético del Conquistador” (Ibíd. 137). Luego, haciendo
referencia a los poemas “Salutación del optimista”, y “A Roosevelt” 162, anota:
160 Correo electrónico del 28 de julio de 2011.
161 Sobre el rey Leopoldo Cf. “En tierra Belga”. La caravana pasa. Libro segundo 111-128.
162 Cf. Darío. Cantos de Vida y Esperanza, Los Cisnes y otros poemas [1905] (Poesía 241297).
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
113
Fué (sic) la amenaza imperialista del viejo Roosevelt cernida
sobre América, la tragedia del 98, la que hizo saltar su poesía
imperial. En la Hispanidad encontró la voz de su continente
para dejar su protesta, su defensa y su ofensiva lírica. La
Hispanidad le hizo poeta de las Américas y de las Españas
(137).
Ya vimos cómo el temor de que el dominio político, militar y económico
de los Estados Unidos arrasara la herencia colonial de España movilizó a la
intelectualidad hispanista, que cerró filas en torno a la tradición católica. Como
mencionamos en el capítulo anterior, sustentando el americanismo de Darío en
su declarada identificación con España, Pablo Antonio Cuadra, en el fragor de
la Guerra Civil Española, lo acercó a las posiciones de los falangistas Primo
de Rivera y Vegas Latapie, para hacer su defensa del fascismo y la hispanidad,
contra el comunismo, pero también contra el predomino norteamericano
y en pro del restablecimiento del imperio de la Hispanidad163. Advierte
que una hipotética ruptura de la tradición hispánica daría vida a los sujetos
monstruosos que exterminó o disciplinó España en América: “vendría –como
ha venido– la disolución y el caos levantando la masa amorfa sobre la cual
operó la conquista es decir, el indígena, el bárbaro” (Breviario 33). De manera
que el indio del mestizaje que entonces enaltece Pablo Antonio Cuadra no es
el que participó en la mezcla afro e indo hispana, de la que él mismo proviene
(Meléndez Obando 52), ni el de los cruces de la “masa amorfa”, que en su
descripción cabe dentro de la categoría de “el bárbaro”, sino el indio estetizado
de la leyenda precolombina.
Igual que Cuadra, aunque desde una posición ideológica radicalmente
opuesta, Ángel Rama asigna un peso determinante al viaje a España en 1898,
como el disparador del hispanoamericanismo en Rubén Darío. Ninguno
consideró la posibilidad de que el proyecto nacionalista y modernizador que
estaba en marcha en Nicaragua, pudiera haber incidido de alguna manera en su
subjetividad, como incidió el fracaso de dicho proyecto en la producción textual
de los años siguientes a 1910. Conocemos las razones político-ideológicas de
Cuadra, las de Rama obedecen a que él, como la mayoría de los críticos, ubica
fuera de Centro América, concretamente en Buenos Aires, Madrid y París, los
hechos históricos y culturales decisivos en la producción textual de Darío.
En 1945 Cuadra abandona el falangismo y el hispanismo
fundamentalista en su “Introducción al pensamiento vivo de Rubén Darío”, en
el que formula su tesis sobre lo indígena y lo hispano; y afirma que “en medio
de los contrarios aplausos, Rubén recorre –en alta y unitaria ruta– todos los
caminos de la genealogía hispanoamericana, para expresar como un clásico,
163 Cf. “Introducción al Imperio de la Hispanidad (Notas para un esquema de sabiduría de la
historia)” (Cuadra, Breviario, 161-188), y “El retorno de la Hispanidad” (Ibíd., 21-61); también
Pasos “Conflicto de culturas” (Prosas de un joven 2, 43-47).
114
DISCURSOS TRANSVERSALES
la viva voz de su raza, el bullente mundo de su cultura, agónica entonces y
todavía entre las dos tentaciones de nuestra alma mestiza: la aventura y el
orden” (“Introducción” 10). Cuadra, llega a comprender la originaria esencia
cultural mestiza de Darío, evocando el diálogo que, previo a la beligerancia
contra el invasor, sostuvo el cacique Nicarao con el conquistador Gil González
Dávila, en 1523, y que Darío cita en El viaje a Nicaragua e Intermezzo Tropical
(121-2). Ese diálogo le sirve a Cuadra para explicar el origen armonioso de la
fusión cultural entre América y España.
En otra dirección, Ileana Rodríguez ha señalado que fueron las
limitaciones de Gil González Dávila, quien “apenas si puede responder” (80)
a las preguntas de Nicarao, las que impidieron que el diálogo tuviera un nivel
de igualdad. Ella sostiene que el jefe indígena “en vano buscaba puntos de
confluencia ideológica” (Ibíd.), para conocer la concepción que del mundo
tenían los invasores, así como sus conocimientos de astronomía y física; pero
sólo obtuvo explicaciones basadas en los dogmas de la doctrina católica. Para
Rodríguez, el hecho demuestra que los caciques “aportaron primero su juicio
y luego su combatividad” (Ibíd.). No obstante, como hemos visto, Cuadra y
sus compañeros vanguardistas, eluden los espacios y momentos conflictivos,
la violencia y los desgajamientos escenificados por los protagonistas de la
eclosión que provocó el arribo de los europeos en los territorios que luego
conquistaron, como si el mestizaje se hubiera producido en una temporalidad
imaginaria y en un no lugar.
Ello ha dado pie a que la historiografía literaria postule el siglo XIX,
específicamente los Treinta Años conservadores, como el período en que la
espiritualidad nicaragüense se plasmó y desarrolló (Cerutti, “Perfil”), porque
al arte llamado pre-hispánico lo caracterizaría el neto predominio instintivo
(Ibíd.). Así, en Nicaragua –a mediados de los años sesenta del siglo XX–
la historia de la literatura, afirmaba que al aparecer Rubén Darío no existía
en América Central literatura indígena, ubicando dentro del folklore los
monumentos discursivos de la tradición oral, a la que se sobreponía la escritura
como práctica literaria164. Tal planteamiento responde a la concepción
teleológica que apunta hacia lo que Lienhard considera como una inevitable
homogeneización cultural mediante la cual “poco a poco se irían borrando las
diferencias culturales para dar paso a una cultura ‘nacional’ distinta de otras
culturas ‘nacionales’”(68). En esa dirección hace falta citar in extenso a Pablo
Antonio Cuadra, que en 1983 responde a su propio cuestionamiento sobre lo
indio en Darío:
El literato Rubén Darío se enfrenta aquí con una herencia sin letra, sin
escritura. Quedan a salvo algunos libros esotéricos, como el Popol-Vuh o el
Chilam Balam; como algunos dudosos poemas de Netzahualcóyotl (en tiempos
164 Para una ampliación del tema consultar: Zavala, Magda y Seidy Araya.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
115
de Darío aun no se habían descubierto y traducido los poemas con que Garibay
y Miguel León Portilla enriquecieron nuestra tradición náhuatl), quedaban
tradiciones apasionantes, como la de Quetzalcóatl, y figuras señeras rescatadas
por los primeros cronistas e historiadores de Indias. No había una verdadera
literatura –como lo era la española– que conservara sin pérdida de la forma y
de las esencias, la psicología y las creaciones de esos pueblos. Rubén se aferra
a lo poco que la historia de entonces le ofrece. Repite nombres paradigmáticos:
‘Moctezuma, de la silla de oro’; ‘el inca sensual y fino, Cuauhtémoc’…Pero
promueve, a través de ellos, una búsqueda, una peregrinación mental hacia el
misterio indio. En su Estética de los primitivos nicaragüenses, Rubén escribe:
‘la antigua civilización americana atrae la imaginación de los poetas’. El poeta
debe ‘arrancar de la cantera poética de la América vieja, poemas monolíticos,
hermosos cantos bárbaros, revelaciones de una belleza desconocida. ‘El arte
entonces tendría un estremecimiento nuevo’. El indio no es algo textual, sino
que fue y sigue siendo ‘la América oculta’ que hallar y descifrar. Es un reto. El
indio está detrás de la lengua, detrás del pensamiento mismo occidentalizado.
El indio está dentro: somos su cuna y su féretro. (Aventura 96)
Hace suya la antes abominada estética decadentista, y mira a “la
América vieja” como la veta de inspiración que Darío imaginó para poetas
decadentes; sólo que al parafrasearlo omite el nombre del parnasiano Leconte
de Lisle. En esta nueva visión, Cuadra destaca los componentes amerindios e
hispanos de la obra de Darío. Vuelve sobre el poema “Salutación del optimista”
como el mejor ejemplo de su hispanidad, y señala que su raigambre indígena
queda expresada en “Tutecotzimí”. Reúne referencias dispersas a los indios en
la poesía de Darío para demostrar su orgullo de ser mestizo; pero lo mostrado
son alusiones al mundo que sucumbió en la conquista165.
Rubén Darío creció en un medio donde se vivió en carne propia las
secuelas de la guerra y el racismo anti mestizo impuestos por el esclavista
norteamericano William Walker y, según vimos, respondió en El viaje a
Nicaragua a los prejuiciados viajeros como el inglés Thomas Belt, que viendo
una marcada degeneración en los descendientes de españoles, mestizos e
indígenas (131) no se inclinaba por promover la inmigración europea hacia
Nicaragua, temeroso de que la “indolencia” de sus habitantes fuera contagiosa.
Belt era un convencido de que los Estados Unidos gradualmente colonizarían
desde México hasta Panamá, para luego avanzar hacia el sur y, fundado en la
doctrina del Destino Manifiesto, no veía lejano el día en “que la lengua inglesa
se hable desde las heladas tierras del lejano norte hasta la Tierra del Fuego en
el sur” (303). Eso pudo influir en el recelo que por una vida tuvo Darío hacia
165 David Whisnant, comentando el uso que Cuadra hace de las referencias de Darío a los
indios para argumentar que como ningún otro poeta de su tiempo proclamó el orgullo de ser
mestizo, observa que también Ivan Schulman interpretó la nostalgia de Darío por el trópico,
como una nostalgia por los orígenes, lo cual es en realidad una identificación con su país. Cf.
Whisnant, “Chapter Eight, Note 12”: 489; también Ivan Schulman. “Martí y Darío frente a
Centroamérica: perspectiva de realidad y ensueño.”
116
DISCURSOS TRANSVERSALES
la raza anglosajona, sin que por ello dejara de admirar la fuerza creadora del
“yanqui”. Cierto, usó la categoría de mestizo en el artículo periodístico “Bronce
al soldado Juan”, en el que exclama “¡Música, himnos al Mestizo!” (Prosas
políticas 43) en homenaje al héroe costarricense Juan Santamaría, quien peleó
en la guerra contra Walker, pero no hay registros que demuestren hasta ahora
que la haya usado de manera explícita para definir su propia identidad racial o
la de sus connacionales. No obstante, Pablo Antonio Cuadra señala que fue el
racismo escarnecedor de los filibusteros y viajeros del siglo XIX lo que hizo
que Darío proclamara “contra todos los complejos y prejuicios de su tiempo,
el orgullo de ser mestizo” (Aventura 89).
Sobre lo español en Darío, Cuadra dice que tendría poco que agregar
(Ibíd., 94), y que la interrogación más bien debe orientarse a la búsqueda del
sustrato indio. Como no puede ser de otro modo, halla la respuesta en la solución
arqueológica que propuso en “Estética de los primitivos nicaragüenses”; pero
acota que “[e] indio no es algo textual, sino que fue y sigue siendo ‘la América
oculta’ que hallar y descifrar” (Ibíd., 96). Así desentraña de textos esporádicos
de la poesía del modernista, primero al nieto de España y más tarde al hijo de
la América arcaica– para formular el principio generativo de una poética del
mestizaje literario, sin dar cuenta de la importante presencia africana en las
mezclas que se produjeron en el Pacífico, Norte y Centro de Nicaragua.
La exégesis del mestizaje indohispano en la poesía de Rubén Darío
no ha sido coto exclusivo de los vanguardistas; a ellos se han sumado otros
intelectuales conservadores, entre quienes sobresale el académico Edgardo
Buitrago, para quien la esencia del ser hispanoamericano, en Darío, la
constituyen “Lo hispánico, lo católico, y lo indígena” (622), así que el mestizaje
en su poesía no sería sino “una forma o manera de ser hispánico” (623), que
es consustancial a ser católico. Reconoce que en Darío lo indígena no aparece
expuesto en temas específicos, sino “como elemento de sensualismo” (624),
que se integra a “’lo occidental’ por lo hispánico” (625); y concluye que así
Rubén Darío, se transforma “en el fruto más significativo y diferenciado
del mestizaje. En la expresión más pura y más original del ‘nuevo hombre’
hispanoamericano” (625). Pero lo realmente novedoso en Buitrago, es que ese
mestizaje trasciende lo histórico concreto, que se hallaría representado a partir
de Cantos de Vida y Esperanza; porque sus elementos constitutivos serían
esencialmente mitológicos o metafísicos. A diferencia de los vanguardistas
Buitrago reivindica, desde el principio, los temas y formas tan denostados de
Azul… y Prosas profanas, en donde más que escapismo él ve una búsqueda
de “la celeste carne de mujer” para realizar, en un tiempo suspendido, el
génesis en gerundio de ese “’hombre nuevo’, producto de un mestizaje todavía
realizándose y de una tierra afirmada aún en su original ímpetu primitivo”
(616). En ese hibridismo mítico, Darío habría encontrado “en lo fáunico
griego, en lo vitalmente pánico, el elemento esencial de lo humano” (Ibíd.),
que es decir lo occidental como sustancia de la existencia.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
117
Para Pablo Antonio Cuadra, Coronel Urtecho, Luis Alberto Cabrales,
Joaquín Pasos, Alberto Ordóñez Arguello y quienes les han sucedido en
esa vía discursiva, la violencia que marcó el momento de la conquista y el
largo proceso de la colonia fue inexistente; el sujeto americano y su cultura
devinieron subtexto de las Crónicas de Indias del siglo XVI. En su discurso, el
mestizaje perdió el sentido de orgía y desenfreno en la satisfacción del deseo
y las pasiones. Se le despojó de su naturaleza transgresora de burundanga
(aunque Coronel reivindica la mescolanza en la cocina); porque se le dio el
valor antiséptico de agua lustral para eliminar el pecado original de los cruces
de blancos con sangres impuras. Ni que decir que aun ahora, pese a las evidentes
realidades de resistencia cultural de los sectores subalternos, que demuestran
la invalidez del mestizaje para describir e interpretar los mecanismos que
rigen un conjunto económico, social y cultural heterogéneo, las tesis de los
vanguardistas son seguidas sin ningún tipo de cuestionamiento por quienes
controlando las instituciones de poder simbólico persisten en aferrarse a un
paradigma de naturaleza biológica. Ese paradigma –que encubre la rebelión
del indígena contra el “descubridor” y contra los conquistadores, foráneos
y locales que destruyeron sus monumentos escritos, sus mapas y pinturas,
y sus poblados– fue por mucho tiempo efectivo para imponer el olvido de
la resistencia indígena, aplastada violentamente bajo el lema de Civilización
versus Barbarie. En el discurso que devino ideología nacional, el mestizo llegó
a convertirse en emblema de la Nación homogénea; un oxímoron si sensu
strictu se considerara el mestizaje una mixtura genética, racial o cultural;
aunque para los constructores nicaragüenses del discurso del mestizaje, éste
realmente significa un devenir otro –español o blanco– purificado por la
occidentalización.
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
SALIDA DEL MUSEO
119
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
121
“Cuando un poeta como Darío ha pasado por una literatura,
todo en ella cambia.”
Jorge Luis Borges
122
DISCURSOS TRANSVERSALES
Hemos visto que la generación de centroamericanos con la que se educó
Rubén Darío, vio en la modernidad europea, la salida del atraso y el camino
hacia el desarrollo. Francia y particularmente Paris, era hacia donde miraban
los letrados del siglo diecinueve, que abrazaron con fe ciega el credo de la
Ilustración. Su racionalidad eurocéntrica rindió tributo a la “diosa” razón,
sobre el vacío de una sociedad anclada en la cultura teocéntrica, con un
exacerbado número de analfabetos, sin contar con una base material industrial
y sin una real transformación socio cultural de los cimientos coloniales; en
otras palabras, siguiendo el formato europeo, los herederos del poder colonial
trataron, como en el resto de América Latina, de copiar el modelo republicano
sobre la base del gamonalismo y la servidumbre.
Contra el conservadurismo imperante que lo privó de la posibilidad
de estudiar fuera de Nicaragua y que lo llevó a los tribunales por escribir
poesía, Rubén Darío –echando en falta la libertad de pensamiento– devino
abanderado de la más irrestricta libertad. Ángel Rama señalaba que la fijación
en la herencia cultural europea fue la que colocó al intelectual de ese tiempo
en una situación ambigua que lo convirtió en “desterrado en tierra de bárbaros,
que vive de su nostalgia, por lo cual es un prisionero que sufre y sólo piensa
en la fuga” (“Sueños”, 44). No obstante, Darío pudo imaginar en lontananza
la posibilidad remota de ver materializada, a escala, la modernidad en su país,
gracias al impulso modernizador que vivió Nicaragua entre 1893 y 1909 bajo
el régimen autoritario de José Santos Zelaya.
En esa época de abruptas transformaciones en el orden económico y
social que, con mucho, eran una continuación de las iniciadas en el periodo
de los Treinta Años, aunque con un nuevo empuje a la economía de agro
exportación, obras de infraestructura y desarrollo educativo, Nicaragua
alcanzó gran visibilidad en política internacional, debido principalmente a
que fue reavivado el tema de la construcción de un canal interoceánico en
su territorio, obra, que según sabemos, fue parte de los sueños frustrados de
Darío; y debido a que también se alentó desde el país la posibilidad de la
unión centroamericana, un proyecto de raíz liberal, al que se opusieron las
fuerzas conservadoras de dentro y fuera de Nicaragua. Entusiasmado con el
progreso que pudo conocer in situ durante su viaje de 1907, puso su prestigio
internacional al servicio del gobierno, aunque el Presidente vaciló antes de
decidirse a nombrarlo como su ministro ante el Rey de España, y cuando lo
hizo prácticamente lo abandonó a su suerte. En cambio, una vez que Zelaya
fue echado del poder, Darío se mantuvo firme en la amistad y en los principios
liberales; actitud que desmiente a quienes, con no poca ligereza, lo han juzgado
de oportunismo político o desagradecimiento.
En el plano cultural, con el renombre alcanzado por Rubén Darío en
el ámbito de la lengua hispana y la retórica del progreso animada por Zelaya,
el país llegó a ser referencia de la intelectualidad liberal, a tal punto que, en
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
123
contra de la historiografía conservadora, hay quien ha llegado a decir que por
la preeminencia de Darío y Zelaya esa fue la Edad de Oro de Nicaragua en el
siglo XX (Stansifer 59). El final violento de ese lapso posibilitó el regreso al
poder de las fuerzas conservadoras que pusieron de rodillas a la nación y se
ensañaron en su mayor gloria cultural, cuya originalidad consistió en hacer
un ejercicio dialéctico de asimilación y apropiación de los valores europeos,
transformándolos y subvirtiéndolos. Esa fue la base de su revolución del verso
castellano y esa su aproximación a la civilización occidental, norteamericana
o europea, ante la que no se rindió deslumbrado, como no se rindieron los
indígenas colonizados, que “obligados a la imitación, a la simulación de
lo ajeno y a la vergüenza de lo propio” (Quijano 117), produjeron un arte
único como si no les hubiera sido posible “practicar los patrones impuestos
sin subvertirlos, ni apropiárselos sin reoriginalizarlos” (118). Aun cuando
hizo la apoteosis del progreso en El viaje a Nicaragua, no dejó de observar
que “el modernismo” no llegaba a los hogares donde abundan las familias
numerosas, y apuntó que pese a “la victoria de los principios radicales en la
política, la mujer, como en casi todos los países, conserva la religiosidad y
mantiene las prácticas de devoción.” (213-4) En lo tocante a su fe, debe tenerse
en cuenta que, sin renunciar al secularismo, vivió en busca de respuestas a la
discontinuidad de la existencia y se aproximó al espiritismo, al ocultismo, a
la masonería; porque en una época de descubrimientos, avances científicos
y tecnológicos, su certeza en una vida ultra terrena no pareció disiparse;
al contrario, confió en que los misterios del más allá serían develados: “Mi
creencia es que, después del telégrafo, después del teléfono, después del
cinematógrafo, después de la luz eléctrica, después del radium, después de la
aviación, después de Marconi, después del hallazgo del Polo, si resulta verdad,
después de tantos otros milagros más que vendrán, surgirá de la ciencia un
Colón del más allá.” (El mundo 91) Pero si nunca se distanció completamente
del catolicismo, su práctica fue heterodoxa. No siempre estuvo adscrito a la
Iglesia y cuando retornó a ella fue, como dijera Rama, en periodos de oscuridad
y confusión, en los que se sintió forzado “a buscar una base segura que le
permitiera vivir” (“Sueños” 21), y –completemos nosotros– que le ayudara a
rendirse a la muerte con el auxilio de los últimos sacramentos, para aliviar su
alma mientras los cirujanos convertían su cuerpo en espacio vivo de torpes y
tormentosas experimentaciones.
Rubén Darío a los catorce años, bajo el influjo de quienes se decían
seguidores del enciclopedismo, se pronunció con vehemencia a favor del
progreso y la razón, y en contra del oscurantismo, mientras en nombre de la
civilización el gobierno de Nicaragua perseguía a muerte a las castas indígenas;
pero a los veintisiete y luego a los treintaicuatro se muestra compasivo con
los llamados bárbaros; edades en las que los vanguardistas nicaragüenses
están celebrando la limpieza racial que supuso el mestizaje, y clamando por el
retorno del imperio español para continuar la tarea inconclusa de exterminar
la barbarie. En las crónicas que dedica a la reina Ranavalo de Madagascar
o a Namuncurá, el cacique de la llanura argentina, es perceptible el eco de
124
DISCURSOS TRANSVERSALES
Las Casas y, más próximo a su tiempo, el del Romanticismo que antepone el
sentimiento y la pasión a la fría racionalidad; es decir, que en ambas crónicas
la empatía con “el buen salvaje” revela la asimilación de las ideas del gran
disidente de la Ilustración, Jean Jacques Rousseau. Tal vez esa sea la más
insalvable brecha ideológica que separa a Darío de los vanguardistas, por lo
cual en la recepción se vieron forzados a continuar con las distorsiones que
iniciaron sus enterradores; pese a que su propósito programático desde la oda
de José Coronel Urtecho era “resucitarlo”, según Ernesto Cardenal, profanando
su tumba para “despojarlo de las coronas funerarias y los sellos que la policía
oficial de la crítica habían puesto sobre su obra” (45). El resultado, por el
contrario, ha sido una serie discursiva que cruza diametralmente su obra sin
encontrar, las más de las veces, punto de convergencia.
Verdad es que hasta hoy no ha surgido en Nicaragua un grupo tan
cohesionado y coherente en sus formulaciones como el de los integrantes del
Movimiento de Vanguardia. De su producción textual se derivan el discurso
de la nacionalidad, el de la identidad cultural hegemónica y el canon literario.
Ellos fueron jóvenes formados en la tradición católica –la mayoría por los
jesuitas– que respondieron a la crisis del Estado desde la perspectiva más
próxima a su clase, a su tradición cultural y religiosa, y en un contexto en que
el hispanismo falangista se les presentaba como única alternativa al fantasma
del comunismo y a la creciente amenaza luterana, con la intervención militar
estadunidense recién vivida. En su empeño restaurador esos intelectuales
vieron los liderazgos de Mussolini y Franco como los modelos a seguir en
Nicaragua. Mirando a Italia y España imaginaron que la solución de los conflictos
que atribuyeron a la modernización liberal los resolvería un liderazgo fuerte que
restauraría con voluntad de Conquistador el espíritu imperial de la colonia.
Exaltando a los pensadores españoles de la falange, Pablo Antonio
Cuadra quien atribuía la ruptura de “la unidad espiritual y material de la
Hispanidad, es decir el orden grecorromano y católico” (Breviario 124-5), a la
Independencia y al liberalismo, pensaba que el orden de la nación sólo podría
alcanzarse “cuando un jefe genial” (Ibíd. 133) supiera dar al espíritu aventurero
del nicaragüense “su misión conquistadora” (Ibíd. 134). José Coronel Urtecho,
a su vez, consideraba que la dictadura era “el régimen natural de la Nicaragua
independiente”, y gritaba con vehemencia: “La dictadura viene volando. Hay
señales en los cielos y en la atmósfera…Nicaragua exige el gobierno de una
autoridad personal, libre, fuerte y durable…Necesitamos un hombre que organice
a Nicaragua. Necesitamos un dictador”166. Joaquín Pasos, por su parte, decía: “la
conciencia nacional reclama sus derechos de orden, cada joven espera la respuesta
del aviso que puso sobre el desastre de la actual Nicaragua: SE NECESITA UN
HOMBRE” (Prosa de un joven 1, 171, énfasis en el original). Y lo tuvieron en
Anastasio Somoza García, quien después de ordenar el asesinato de Augusto
C. Sandino (1934) tomó el poder y sentó las bases de una férrea dictadura
166 Citado en Arellano, 187.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
125
militar, que duró veinte años, y que luego se prolongó por veintitrés años más,
mediante la sucesión dinástica de sus hijos hasta que fue desmantelada por la
revolución popular de 1979.
Así, aquellos jóvenes reaccionarios que fundaron el Movimiento
de Vanguardia en el campanario de una iglesia, devinieron intelectuales
orgánicos de un régimen de poder unipersonal del cual se distanciaron, pocos
años después, cuando dejaron de ser útiles al dictador, convirtiéndose en sus
opositores, principalmente Cuadra, quien –a partir de esa frustrante experiencia
política– insistió en advertir los costos que para la libertad individual del
letrado conlleva el favor proveniente de los poderosos. Joaquín Pasos murió
muy joven, fiel a su visión colonial de la historia. Alberto Ordóñez Arguello
tuvo una producción discursiva cuantitativamente menor, aunque esencialista
de la identidad mestiza indo hispana. Coronel Urtecho, después de haber
sido interpelado en los años sesenta por el refundador del sandinismo, Carlos
Fonseca, como el principal responsable de los males políticos que aquejaban
a Nicaragua, hizo un espectacular mea culpa y terminó sumándose al proyecto
de la revolución sandinista, en lo que para el inquebrantable conservador,
Pablo Antonio Cuadra, no fue sino un gesto oportunista, de quien siempre
supo acomodarse “al cambiante poder político nicaragüense.” (Aventura 55)
Ese distanciamiento ético de Cuadra con el poder no tuvo la impronta que ha
tenido su discurso sobre la identidad nacional y el mestizaje.
En la recepción de Rubén Darío en su país de origen, prevaleció
el horizonte de expectativas conservadoras y católicas de los jóvenes que
abrazaron el hispanismo bajo los estandartes de la Falange. El producto de
la producción producida167 por la recepción colonial de Rubén Darío –una
imagen pétrea– es una textualidad que no interroga el etnocentrismo europeo
que entraña, una tautología muy próxima a lo que el novelista chileno Roberto
Bolaño llama “una literatura no especulativa, sin ideas, sin afirmaciones
ni negaciones, sin dudas, sin pretensiones de guía, ni a favor ni en contra,
sólo un ojo que busca los elementos tangibles y no los juzga sino que los
expone fríamente, arqueología del facsímil y por lo mismo arqueología de la
fotocopiadora (79); que reproduce el discurso del mestizaje, un parangón racista
que aunque se lo emplee tan sólo como metáfora, “no sirve de metodología
para estudiar los procesos de comunicación cultural ni para analizar sus
efectos en los ‘textos’ producidos” (Lienhard 66). Discursividad anclada en el
pensamiento reaccionario de la primera mitad del siglo veinte, del que deriva
en parte la retórica antintervencionista, cuyo origen se puede rastrear en las
formulaciones de Cuadra, para quien “Sólo se puede llegar a Sandino si ha
llegado hasta la conciencia del campesino la Oda a Roosevelt o la Salutación
del optimista” (Aventura 30, énfasis en el original). Con ese aggiornamento
167 “La regla de producir siempre el producir, de incorporar el producir al producto, es la
característica de las máquinas deseantes o de la producción primaria: producción de producción.”
(Deleuze-Guattari 16)
126
DISCURSOS TRANSVERSALES
a las formulaciones falangistas, anti indigenistas, y anti anglosajonas de
Breviario imperial, Cuadra remarcaba la transversal que cruza el discurso
hegemónico de la identidad y la nacionalidad vigentes. Pero si como dice
Anderson, el nacionalismo piensa en términos de los destinos históricos,
mientras el racismo sueña con contaminaciones eternas, y tiene su origen en
una ideología de clase más que en la de la nación (210), todo llevaría a concluir
que en ese discurso de la nacionalidad nicaragüense subyace el racismo o la
pretensión de blancura resultante del mestizaje concebido como detergente
limpiador de las impurezas de sangre indígenas o afro descendientes, para no
mencionar las otras diferencias purgadas.
Comprobar cuánto ha calado esa retórica en la mayoría de los
nicaragüenses fue una tarea que surgió en el curso de la investigación para
este trabajo. Se trataba de saber cuál era la idea que de Darío tendrían sus
conciudadanos, para ello era necesario confrontar los criterios de la élite
letrada con la de nicaragüenses anónimos dispersos en el territorio nacional.
Un sondeo en los medios de comunicación sirvió para saber que nunca se
había hecho una medición en ese sentido. Así que cuatro días después de que la
Asamblea Nacional hiciera, de nuevo, la proclamación de Darío como prócer
de la independencia cultural de la nación168, se introdujo en una encuesta
de opinión dirigida por Raúl Obregón, sin una previa lista de nombres, la
pregunta abierta sobre quién era el nicaragüense que generaba más orgullo
e identidad nacional169. Los resultados demostraron que sólo el 35% de un
universo de 1690 entrevistados respondió que Rubén Darío; el 14 % dijo que
nadie; y el 10% respondió que el tricampeón de boxeo, recién fallecido, Alexis
Arguello; mientras que Augusto C. Sandino, ocupó el cuarto lugar, con un
modesto 4,8 %.
La lectura de esos datos nos dice que el uso de Darío como símbolo de
la identidad nacional mestiza, es un constructo letrado vacío de significado para
un 65% de la población consultada. Nos demuestra algo más, que el discurso
de los vanguardistas nicaragüenses igual que muchas de las obras de las otras
vanguardias que irrumpieron entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial,
es pieza de museo que no resiste el aire del tiempo. Pero la colonialidad como
el colonialismo tiene custodias para sus dogmas y patrones cognitivos, son
los guardas del sepulcro que anatematizan toda aproximación diferente a la
cultura y a Rubén Darío. Deleuze y Guattari hacen hincapié en recordar que no
hay formación social que no prevea la forma real bajo la cual corre el riesgo
168 El 15 de junio del año 2010 la Asamblea Nacional reformó el artículo cinco de la Ley 333
aprobada en el 2000, el cual ahora se lee así: “Art. 5 Se declara al ilustre Poeta Rubén Darío,
el Nicaragüense Universal de los Siglos “Prócer de la Independencia Cultural de la Nación”.
(www.http://legislacion.asamblea.gob.ni/ énfasis en el original)
169 La encuesta se realizó entre pobladores de las zonas geográficas de Managua (432), SurOriente (250), Occidente (327), Centro (144), Norte (395), Zona Especial (142). Agradezco
a Raúl Obregón y al personal de M&R Consultores por su desinteresado apoyo, y a Carlos
Fernando Chamorro por gestionar que se incluyera mi pregunta en la encuesta.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
127
de que le llegue el fin y por eso la conjura con ahínco: “De ahí la obstinación
con que las formaciones anteriores al capitalismo encierran al mercader y al
técnico, impidiendo que flujos de dinero y flujos de producción tomen una
autonomía que destruiría sus códigos. Tal es el límite real” (183 énfasis en el
original). Por mucho que el canon y los discursos derivados de la recepción
colonial parezcan consolidados, más temprano que tarde ─porque todo lo
sólido se disuelve en el aire─ ha de procederse a nuevas recepciones de la obra
de Rubén Darío que no ignoren las condiciones de su producción170. Así se
generará una discursividad nueva, que reconociendo al y la nicaragüense como
uno y una, pero simultáneamente múltiple, romperá con aquella tautología.
Para eso hará falta desmarcarse de las categorías binarias –Europa-América,
España-Hispanoamérica, centro-periferia, prosa-verso, indio-mestizo,
masculino-femenino– y superar la colonialidad, provincializando a la cultura
occidental. Será cuando el supremacismo cultural desaparezca y realmente
se respete la dignidad de las otras etnias, credos o descreencias, géneros y
sexualidades negadas por la racionalidad que entronizó el mestizaje como
identidad nacional, y a una cultura como práctica universal. Ese vendría a ser
el límite real, que reprimido desde dentro ha de volver desde fuera, como signo
de extinción de esa racionalidad colonial. Entonces será cuando Rubén Darío
pase realmente por la literatura nicaragüense cambiándola por completo, y
otras generaciones con espacios más democráticos de educación, ejerciendo el
derecho a pensar, a dudar o cuestionar, podrán verlo como ser único, diverso,
performativo, contradictorio, y contingente como ellas mismas; y por eso, con
identidades intercambiables.
170 Cf. Bürger.
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
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LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
141
ÍNDICE DE NOMBRES
A
Academia Nicaragüense de la Lengua, 16, 17, 132, 135, 138, 139
Acción fascista 95
Acosasco 77
África 103, 104, 106, 111
Alpes (los) 14
Amado, Jorge 94
América 10, 12, 13, 14, 19, 21, 30, 35, 38, 51, 57, 59, 60, 61, 62, 63, 65, 66, 67, 68, 69,
89, 90, 94, 96, 98, 99, 100, 102, 106, 107, 110, 111, 112, 113, 114, 115, 116, 122,
127, 132, 134, 136, 137, 138, 139
América Latina 10, 12, 13, 21, 30, 35, 59, 61, 62, 65, 67, 69, 89, 94, 98, 102, 106, 111,
122, 134, 136, 137
Ampié, Juan Carlos 129
Anarquismo 15, 67
Anderson, Benedict 29, 34, 126, 129
Antinorteamericanismo 12
Antropofagia 99
Arauco 111
Araya, Seidy 114, 139
Arellano, Jorge Eduardo 15, 124, 129
Argentina 11, 42, 52, 54, 58, 60, 61, 63, 67, 69, 70, 78, 79, 80, 81, 84, 108
Argüello, Alexis 126
Argüello, Santiago 78, 129
Aróstegui, Alejandro 21
Arrom, José Juan 129
Arroyo Buitrago, Carlos 106, 129
Asbaje, Juana de 52
Atenas 14, 98
Augier, Ángel 53, 54, 57, 58, 129
Autoritarismo 98, 100
Avenida Roosevelt 19
Aventura literaria del mestizaje 25, 132
Ayerdis, Miguel 129
Azorín 88
Azul... 16, 24, 34, 82, 83, 116, 129
B
Balaguer, Joaquín 15
Balboa 65
Bámbula 110
Banco Central de Nicaragua 21, 129, 132
Banco Nacional 58
Barbarie 22, 25, 30, 31, 32, 35, 37, 40, 97, 98, 108, 123
Barcelona 14, 69, 79, 80, 130, 133, 134, 135, 137
Barcia 62, 129
Barra 82, 83, 129
142
DISCURSOS TRANSVERSALES
Barreto 14, 129
Barrios 108
Batalla 55
Bazil 58, 79, 129
Behanzin 111
Belén 33
Bélgica 112
Belt 96, 115, 129
Benjamín 47, 70, 129
Bermúdez 69, 81
Biblia 110
Blanchot 49, 129
Blanco Fombona 52, 68
Blandón 3, 94, 107, 130, 138
Blumenberg 24, 54, 56, 57, 69, 130
Bobadilla 99
Borgen 33, 106, 130
Borges 121, 130
Bou 50, 130
Brasil 63, 69, 94
Breviario imperial 25, 88, 95, 96, 126, 132
Bristow 65
Browitt 12, 130
Brown Brothers Co. 58
Buenos Aires 15, 42, 49, 70, 79, 111, 113, 129, 131, 134, 136, 138
Buitrago 42, 106, 116, 129, 130,
Burns 31, 106, 130
Bush, George H. W. 16
Bush, Jebb 16
C
Cabezas 69
Cabrales, Luis A. 33, 86, 87, 103, 117, 131
Caciquismo 98
Calderón y Padilla, Octavio José 87
Calibán 13
Calinescu, Matei 82, 131
Canibalismo 97
Canto a la Argentina 11, 58, 61, 84
Canto errante, El 11, 12, 133
Cantos de Vida y Esperanza 43, 110, 112, 116
Caravan pasa, La 62, 110, 111, 112, 132
Cardenal, Ernesto 95, 124, 131, 132
Cardón, El 14
Caribe 11, 68, 95, 105, 106, 107, 138
Carnevalini, Fabio 37, 40, 41, 42
Carpentier, Alejo 94
Castelli, Nora 51, 131
Castillo, Adán 16, 66, 78, 132, 133, 135, 137
Castro-Gómez 22, 23, 34, 131, 134
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
143
Catedral 77
Catedral de León 14, 19
Catedral de Managua 87
Catolicismo 12, 14, 17, 76, 82, 83, 84, 85, 86, 87, 123
Centenario de la Independencia de México 48, 49
Centenario de México 53
Centroamérica 12, 14, 42, 64, 70, 82, 99, 106, 115, 130, 132, 135, 136, 138, 139
Centro América 38, 51, 59, 63, 65, 113, 132
Cerutti, Franco 31, 37, 40, 114, 131
Cervantes (Miguel de) 14
Chamorro Alfaro, Pedro Joaquín 40, 41, 81
Chamorro, Carlos Fernando 126, 129
Chamorro, Emiliano 21
Champagne, La 50, 52, 55
Chávez, Hugo 16
Chilam Balam 114
China 96, 107, 111
Chinandega 105
Chocolate 110
Chocoyos 43
Chorotegas 98, 102
Cisnes y otros poemas, Los 112
Ciudad Darío 19, 43
Civilización 13, 22, 25, 31, 34, 35, 36, 37, 40, 42, 63, 68, 69, 89, 97, 98, 99, 108, 111,
115, 123
Clero diocesano 37
Cocina nicaragüense 100, 105
Colegio San Ramón 38
Coloma González, Fidel 15, 34, 131, 133, 135, 139
Colón (Cristóbal) 96, 99, 123,
Colonia 62, 85, 88, 90, 100, 101, 102, 105, 106, 117, 124
Colonialidad 22, 23, 30, 126, 127, 131, 134
Colonialismo 20, 110, 126
Compañía de Jesús 35, 36, 38, 39, 40, 43
Conferencia Panamericana 49, 66
Congo (Estado Libre del) 112
Congreso de los Estados Unidos 65
Congreso Nacional 40, 80
Congreso Nacional de la República de Nicaragua 80
Conquista, La 50, 89, 94, 97, 113, 115, 117
Consejo Nacional de Cultura 21, 133
Conservadurismo 17, 38, 122
Constitución de Cádiz 103
Contreras, Francisco 84, 131
Contreras, Rafaela 80
Convención del Partido Liberal 19
Cornejo Polar, Antonio 94, 105, 135
Coronel Urtecho, José 15, 94, 100, 101, 105, 117, 124, 125, 131, 139
Cortázar, Julio 15, 20
Cortés, Fray Patricio 70
144
DISCURSOS TRANSVERSALES
Cortés, Hernán 55
Costa Atlántica 97
Costa Caribe 95
Costa Rica 14, 97, 99, 109, 134, 135, 136, 138
Crónicas de Indias 117
Crónicas desconocidas 40, 63, 67, 68, 132
Crónicas desconocidas 1906-1914 40, 63, 67, 68, 132
Crusoe, Robinson 95
Cruz S, Arturo 32, 36, 37, 41, 44, 132, 137
Cuadra Downing, Orlando 101, 131, 132
Cuadra, Pablo Antonio 12, 20, 25, 34, 66, 89, 94, 95, 99, 106, 112, 113, 114, 116, 117,
124, 125, 131
Cuadra Pasos, Carlos 87, 88, 132
Cuadra, Pedro J. 79, 80, 84, 95
Cuadra, Pedro Rafael 62
Cuartel Moncada 21
Cuauhtémoc 115
Cuba 52, 53, 55, 57, 58, 59, 65, 94, 111, 129
D
Darío, Rubén 1, 10, 11, 12, 13, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 32, 33, 34, 35,
37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 48, 49, 50, 53, 56, 59, 60, 61, 65, 67, 69, 70, 76, 80, 82, 84,
85, 86, 88, 89, 90, 94, 95, 96, 98, 101, 105, 107, 108, 109, 112, 113, 114, 115, 116,
122, 123, 125, 126, 127, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 138, 139
Darío Sánchez, Rubén 80
Daudet, Alphonse 14
Dávila, Pedrarias 100, 114
Dawson, Thomas 61
Debayle, Luis H. 16, 18, 19, 43, 76, 79,
Decadentismo 11, 12, 48, 82, 83,
Delacroix (Eugène) 64
Deleuze, Gilles 5, 10, 125, 126, 133
Delgado-Aburto, Leonel 23, 35, 43, 69
Dependencia 12, 13, 61, 68, 106
Diabolismo 83
Díaz, Adolfo 21, 70, 78
Díaz-Balart 16
Díaz, Porfirio 56, 58, 60
“Dinamita” 15, 108
Diócesis de Matagalpa 36
Discusión, La 53, 57, 59
Doctrina católica 114
Doctrina Monroe 66
Drago 67
Dreyfus, Alfred 63
Duarte, Agustín 37
Dussel 13, 39, 134
E
Edipo 5, 133
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
145
Elegancias 69
Elizondo 37
Enciclopedia 100, 135
Enciclopedismo 123
Enguídanos, Miguel 50, 134
“En la isla de oro” 48
Enmienda Platt 65
Erotismo 85, 134
Escritos inéditos de Rubén Darío 15, 136
Escritos políticos 132
Escuela de Ciencias de la Educación 56
Esoterismo 83
España 10, 11, 12, 30, 32, 38, 41, 48, 49, 53, 60, 66, 80, 89, 90, 94, 99, 102, 107, 110,
112, 113, 114, 116, 122, 124, 127, 134, 138
Esparta 98
Espiritismo 83, 123
Estación del Ferrocarril Mexicano 56
Estado-Nación 30, 31
Estados Unidos 10, 11, 12, 13, 15, 16, 18, 20, 21, 24, 30, 36, 48, 49, 51, 52, 54, 56, 57,
58, 59, 60, 61, 62, 63, 64, 65, 66, 67, 68, 69, 96, 113, 115, 136
Estatua de Montoya 64
Estrada Cabrera, Manuel 70
Ética protestante y el espíritu capitalista, La 22
Europa 13, 14, 15, 30, 36, 42, 48, 50, 53, 57, 59, 62, 63, 64, 65, 66, 69, 78, 81, 98, 108,
127, 134, 137
Evangelio 33
F
Facundo. Civilización y barbarie 108
Falange 88, 112, 124, 125
Falangismo 25, 101, 113
Familia Somoza 16, 19, 86
Fascismo 95, 101, 113
Fernández Retamar, Roberto 12, 134
Ferro-Carril, El 41
Fiallo, Fabio 52
Fígaro 53, 186
Folklore Nacional 102
Fonseca, Carlos 10, 125, 134
Foucault, Michel VII, 22, 23, 24
France, Anatole 63
Franco, Francisco 15, 19, 124, 129, 131
FSLN 22
Fuentes, Carlos 15
G
Gache, Alberto 79
Gallegos, Rómulo 94
Gamboa, Federico 50, 59
Gámez, José Dolores 40, 100
García Calero, Estanislao 85, 134
146
DISCURSOS TRANSVERSALES
García Sarmiento, Félix Rubén 24, 33
Garibay, Ángel María 115
Garífuna 106, 130
Gavidia, Francisco 109
Generación del 98 88, 90
Ghiraldo, Alberto 61, 134
Girard. Alan 49, 50, 134
Gobernador de la Florida 16
Gobierno de los Estados Unidos 61
Gobierno de Somoza Debayle 19
Gobierno mexicano 55, 58
Gómara (Francisco de) 99
Gómez Carrillo, Enrique 79
González 15, 34, 67, 114, 131, 133, 135, 139
Gottel, Henri 42
Gould, Jeffrey 35, 40, 106, 134
Gracián, Baltazar 57
Granada 14, 30, 31, 32, 64
Grantaire 14
Grecia 98, 107
Green, Graham 15, 130
Guatemala 16, 36, 70, 79, 81, 99, 108
Guattari, Félix 5, 10, 125, 126, 133
Güegüense, El 106, 129, 137
Guerra Civil Española 113
Guerra Nacional 31
Gullón, Ricardo 85, 134
Gutiérrez Castro, Ramón 36, 129, 134
Gutiérrez Girardot, Rafael 85, 88, 134
Guzmán, Enrique 14, 37, 51, 173
H
Habana, La 48, 49, 53, 54, 57, 58, 59, 60, 69
Halperin Donghi, Tulio 13, 134
Henríquez Ureña, Max 54, 85, 135
Hispanismo 12, 25, 113, 124, 125
Hispanoamérica 57, 95, 127
Hodges, Donald C. 67, 135
Honduras 49
Hopenhayn, Martin 84, 135
Huezo, Francisco 77, 78, 79, 88, 135
Huitzilopoxtli 49, 69
I
Iglesia Católica de Nicaragua 84
Imparcial, El 60
Imperialismo 20, 67, 68, 177
Imperio español 95, 123
Impresionismo 14
Inca 97, 107, 115
Independencia 12, 20, 32, 42, 61, 67, 88, 99, 100, 103, 126
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
147
India 96
Indigenismo 98, 102
Indios pipiles 107
Inglaterra 96
Inmigración europea 15, 36, 42, 115
Instituto de Estudios del Sandinismo 21, 135
Instituto Nacional de Occidente 38
Instituto Nicaragüense de Cultura (INC) 16
Instrucción Pública (Cartera de) 55, 57
Isla de Oro, La 48
Italia 66, 89, 124
Itaspes, Benjamín 48
J
Jamaica 106
Japón 107
Jauss, Hans Robert 9, 22, 135
Jerarquía católica 18
Jerez, Máximo 40
Jesuitas, los 31, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 42, 43, 107, 124, 131
Jinotega 35, 36, 106, 139
Jirón Terán, José 51, 52, 58, 60, 68, 109, 135
Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional 15, 20
K
Kansas 65
Kirkpatrick, Jane 16
Knox, Phinlander Chase 48, 51, 68
Krüger, Paul 110
L
Lamb, Ruth S. 49, 135
Lara, Escolástico 79
Larreta, Enrique 67
Láscaris-Comnemo, Constantino 12
León 14, 15, 19, 30, 31, 32, 33, 37, 38, 43, 75, 80, 81, 84, 85, 115, 129, 131, 138, 139
Leonard, José 38, 39, 42
Leopoldo (Rey) 112, 136,
Letras 69, 135
Ley Darío 80
Leyes de Indias 100
Lezcano y Ortega, José Antonio 70
Liberalismo 12, 16, 17, 41, 67, 86, 88, 97, 100, 112, 124
Liberté guidant de peuple, La 64
Libro de oro 18, 19, 131, 136, 138
Lida, Raymundo 49, 135
Lienhard, Martin 94, 114, 125, 135
Lisle, Leconte de 115
López Irías, Camilo 61, 65, 135
López Mateo, Adolfo 15
Lorenz, Erika 38, 135
148
DISCURSOS TRANSVERSALES
Lucha, La 37, 53, 55
Lugones (Leopoldo) 89
Lutecia 62
M
Machado, Manuel 88, 136
Madagascar 110, 112, 123
Madrid 14, 19, 49, 51, 63, 89, 107, 113, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137
Madriz, José 48, 50, 51, 52, 54, 58, 59, 60, 66
Maeztu, Ramiro de 88, 89
Malharro 111
Mallorca 48, 55, 69, 84, 132
Managua 14, 18, 19, 37, 50, 55, 64, 70, 85, 87, 99, 109, 126, 129, 130, 131, 132, 133,
134, 135, 136, 137, 138, 139
Manitú 89
Mapes, E.K. 13, 15, 68, 89, 108, 136
Marconi (Guglielmo) 123
Margarita (Debayle) 16
Martí (José) 21, 108, 115, 131, 138, 185, 186
Martínez, Dolores 38
Martínez Rivas, Carlos 15, 43, 75, 136
Mary (Jules) 110
Masaya 38
Matagalpa 35, 36, 37, 38, 39, 40, 43, 44, 82, 85, 87, 95, 106, 134, 136, 139
Matagalpa (indios) 110
Mayorga Rivas 80, 133
Medina, Crisanto 50, 51
Mejía Sánchez, Ernesto 10, 15, 18, 19, 38, 42, 48, 49, 59, 60, 130, 132, 133, 136, 137
Méjico 59, 60, 99
Meléndez Obando, Mauricio 110, 113, 136
Menchú, Rigoberta 16
Menocal [Aniceto García] 62
Merced, La 77
Mesías, el 33
Mestizaje 12, 22, 25, 30, 31, 32, 33, 90, 94, 101, 102, 103, 105, 109, 110, 113, 114, 116,
117, 123, 125, 126, 127
Metapa 33, 43
México 13, 48, 49, 50, 52, 53, 54, 56, 57, 58, 59, 60, 94, 108, 115, 129, 130, 133, 134,
135, 136, 137, 139
Ministerio de Cultura 21, 133
Ministerio de Educación 136
Ministro de Guerra 78
Ministro Residente 49, 80
Miranda, Alejandro 37, 82
Miranda Casij, Enrique 37, 136
Misticismo 84
Mitre, Bartolomé 108, 178
Moctezuma 99, 107, 115
Modernidad, la 13, 23, 24, 30, 37, 83, 84, 87, 106, 107, 108, 122, 129, 132
Modernismo 85, 100, 123, 130, 135, 137
Modernización 33, 35, 39, 67, 71, 82, 88, 107, 124
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
149
Monimbó 106
Monterde, Francisco 56, 136
Montoya (estatua de) 129
Montoya, Ramón 64
M & R Consultores 136
Mundial Magazine 63, 69, 133
Murillo, Andrés 76
Murillo, Rosario 70, 79, 80, 81
Mussolini (Benito) 124
N
Nacatamal 100
Nación 21, 30, 31, 39, 44, 68, 70, 101, 102, 106, 108, 123, 124, 126
Nación, La 49, 51, 52, 59, 62, 70, 108, 112,
Náhuatl 98
Namuncurá (Manuel) 110, 111, 123
Nazaret 33
Nervo, Amado 52, 77, 87
Netzahualcóyotl 114
Nicaragua 1, 10, 11, 12, 13, 14, 18, 19, 20, 21, 24, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39,
41, 42, 43, 48, 49, 50, 51, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 61, 62, 63, 64, 65, 66, 68, 70,
71, 75, 76, 78, 79, 80, 81, 82, 83, 84, 87, 88, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 100, 101, 102,
103, 105, 106, 108, 113, 114, 115, 116, 122, 123, 124, 125, 129, 130, 131, 132, 133,
134, 135, 136, 137, 138, 139
Nicaragüense, El 95, 96
Nicaragüenses 15, 18, 19, 20, 31, 32, 65, 76, 90, 94, 95, 96, 97, 99, 100, 105, 106, 107,
115, 116, 117, 123, 126
Nicarao 109, 114
Nietzsche 88
Nixon, Richard 16
Nota Knox, la 48
Nuestro Rubén Darío 21, 133
Nueva Segovia 43
Nueva York 69, 79, 81
O
Obregón, Raúl 126, 136
Ocotal 38
Ocultismo 83, 84, 123
Oddone, Juan A. 101, 136
Ohnet (Georges) 110
Olimpo 68
Orden de la Independencia Cultural “Rubén Darío” 15, 16, 19, 20
Ordóñez Argüello, Alberto 102, 137
Orfeo 21
Orfeón 21
Oro de Mallorca, El 48, 55, 69
Ortega Arancibia, Francisco 37, 137
Ortiz, Fernando 105
Oyuela 89
150
DISCURSOS TRANSVERSALES
P
Paganismo 12, 14
País, El 60
Palenque 107
Panamá 10, 62, 65, 68, 115, 136, 138
Panteísmo 83
Paraninfo de la Universidad Nacional 19
Pardo, José Ma. 55
París 14, 15, 48, 49, 51, 52, 57, 58, 59, 62, 63, 96, 110, 113
Paris Journal 52, 58
Partido Conservador 17, 41
Partido Liberal 19
Pasos, Joaquín 94, 100, 102, 117, 124, 125
Paz, Octavio 86, 94, 137
Pector, Desiré 64
Pensamiento antimperialista en Nicaragua 21, 135
Pereira y Castellón, Monseñor 77, 81, 84, 137
Pereira y Castellón, Simeón 80, 88
Pérez Baltodano, Andrés 61, 94
Pérez Jiménez, Marcos 15
Perón, Juan Domingo 15
Perú 97, 165
Pío X, Papa 85
Pitagorismo 83
Pizarro (Francisco) 97
Platonismo 16, 17
Poe Lang, Karen 12, 137
Popol Vuh 114
Portilla, Miguel León 115
Porvenir de Nicaragua, El 37, 41, 42
Porvenir, El 37, 41, 42
Positivismo 17
Premio Nobel de la Paz 16
Prensa, La 130, 138
Presidencia de la República 16, 19, 131
Presidente de Nicaragua 31, 51, 58, 70
Primo de Rivera, José Antonio 90, 113
Príncipe de la Iglesia 78, 87
Prosas políticas 110, 116, 133
Prosas profanas 11, 57, 85, 107, 109, 116, 139
Psichari, Ernest 100, 101
Q
Quetzalcóatl 115
Quichés 99
Quijano, Aníbal 22, 30, 123, 137
R
Rama, Ángel 11, 12, 42, 50, 65, 76, 86, 87, 105, 113, 122, 123, 133, 137
Ramírez, Sergio 20, 21, 41, 67, 103, 105, 106, 109, 137, 197
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
Ranavalo-Manjako 110
Raros, Los 176
Razón, La 111, 112
Recolección, La 38
República Argentina 61, 67, 78
Revolución Francesa 100, 108
Revolución liberal 87,88
Revolución Mexicana 58
Revolución conservadora 51
Revolución sandinista 20, 67, 87, 125
Rey de España 48, 122
Reyes, Alfonso 54, 56, 137
Río de Janeiro 49
Río de la Plata 61
Rivas 15, 38, 43, 75, 80, 89, 105, 133, 136, 138
Rivas Bravo, Noel 89, 138
Rizo, Mario 36, 138
Robinson 95, 97
Robinson, El 95
Rodríguez Demorizi, Emilio 69, 82, 138
Rodríguez, Ileana 114
Rojas Pinilla, Gustavo 15
Roma 14, 15, 107
Romero Vargas (Germán) 103, 138
Roosevelt 10, 12, 13, 19, 21, 52, 58, 67, 112, 113, 125, 133
Roosevelt, Theodore 10
Ros-Lethinen, Ileana 16
Rousseau, Jean Jackes 124
Ruiz, Jorge 55
Rumanía 96
S
Sacasa Guerrero, Ramiro 19, 138
Sáenz Peña, Roque 66, 138
Sagrada Familia 33
Saint-Nazaire 51, 52
Sánchez, Francisca 80, 81
Sandino 10, 12, 20, 21, 66, 67, 87, 124, 125, 126, 134
Sandino, Augusto C. 10, 20, 21, 66, 87, 124, 126
San Ignacio de Loyola 43
San José 109, 129, 131, 132, 134, 136, 137, 138, 139
San Juan del Sur 38
San Luis Gonzaga 42
San Pablo 86
Santa Madre Iglesia 86
Santamaría, Juan 116
Santiago de Chile 42
Sarmiento de García, Rosa 33
Sarmiento, Domingo Faustino 42, 107
Schick, René 11, 16, 17, 138
151
152
DISCURSOS TRANSVERSALES
Schmigalle, Günther 15, 48, 49, 88, 96, 109, 111, 112, 132, 138
Schulman, Iván 115, 138
Sébaco 106
Selkirt, Alexander 95
Selva, Carlos 40
Selva, Salomón de la 19, 69, 78
Senado de los Estados Unidos 61
Sequeira, Diego Manuel 38, 41
Sierra, Justo 55, 108
Sistema de Monitoreo de Opinión Pública (SISMO) 136
Sociología de la Dependencia 106
Sócrates 17
Solís, Pedro Xavier 15, 138
Somoza 15, 16, 17, 18, 19, 21, 86, 87, 124, 131
Somoza Debayle, Anastasio 16, 18
Somoza García, Anastasio 15, 87, 124
Sonsocuitales 33
Sopena 95
Sor Juana Inés de la Cruz 52, 137
Sprinker, Michael 49, 56, 139
Squier, E.G. 30, 139
Stephens, J.L. 103, 139
Stroessner, Alfredo 15
Suárez, Hilario 38
Suiza 14
Suiza de Centroamérica 14
Sutiaba 37, 43, 106
T
Taft (Presidente William Howard) 48, 52
Talamanca 109
Tantos vigores dispersos 21, 133
Tarascón 14, 133
Tartarín 14
Tartarín de Tarascón 14
Teatro Perla 85
Teatro Real de Madrid 19
Telica 39
Téllez, Dora María 33, 36, 139
Teocelo 55
Teoría de la dependencia 13
Teosofía 14, 17, 83
Terremoto de Managua 85
Terrorismo 15, 108
Tierra del Fuego 13, 115
Tijerino y Loáisiga, Agustín Nicolás 84, 139
Times, The 60
Tirado, Manlio 94, 139
Todo al vuelo 38, 43, 69, 133
Torrealba, Alejandro 77
Torrealba, Octavio 78
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
Torres Bodet, Jaime 49, 56, 139
Torres, Edelberto 49, 70, 79
Tradicionalismo 12
Transculturación 105
Tribuna, La 15, 112
Triunfo de Calibán, El 13
U
Ugarte, Manuel 60, 61
Unamuno (Miguel) 86, 88, 109
Universidad de Minnesota 34
University of Columbia 69
Uruguay 69
Uslar Pietri, Arturo 94
Utatlán 107
V
Valle-Castillo, Julio 132, 133, 135, 137
Vanguardistas 90, 94, 96, 100, 101, 102, 103, 106, 108, 114, 116, 117, 123, 124, 126
Vasconcelos, José 94
Vega, Marcelo 38
Vegas Latapie, Eugenio 90, 113
Venezuela 16, 94
Veracruz 48, 49, 52, 53, 54, 55, 57, 58, 60
Viaje a Nicaragua 96
Viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical 11, 43, 52, 114, 131, 133
Vico, Giambatista 49
Vida de Giambatista Vico contada por él mismo, La 49
Vida de Rubén Darío escrita por él mismo, La 43, 49, 69, 132
Virgen Santísima 42
W
Walker, William 31, 32, 33, 36, 96, 115, 116, 139
Ward, Tomas 83, 139
Washington 51, 56, 60, 62, 65, 66, 178, 181, 189
Watland, Charles D. 34, 139
Whisnant, David 11, 13, 15, 16, 18, 19, 22, 115, 139
X
Xalapa 48, 55, 57, 60
Y
Ycaza Tigerino, Julio 17, 18, 79, 88, 89, 138, 139
Z
Zaballos, Mayor H. 37
Zaratustra 54
Zavala, Joaquín 35, 38, 76
Zavala, Magda 114, 139
Zavala, Mercedes B. de 41
Zavala Urtecho, Joaquín 76
Zea, Leopoldo 136
153
154
Zeledón, Benjamín 61, 63
Zola, Emile 63
Zumárraga (Juan de) 99
Zúñiga, Edgard 84, 139
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
ANEXOS
155
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
CRÓNICAS DE RUBÉN DARÍO171
171 Editadas y anotadas por Günther Schmigalle, conservando la ortografía original.
157
158
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
159
“LAS CASAS”172
Qué es lo que hará América en el próximo gran centenario para honrar la
memoria del padre Las Casas?
Oímos el ruido del trabajo, los preparativos asombrosos para la más brillante
de las exposiciones.
Pero hasta hoy nada sabemos respecto á la glorificación del sacerdote bueno,
que vino al Nuevo Mundo á ser amparo y salvación de los indios.
***
Entre la vasta pléyade de inmortales figuras históricos que resplandecen en el
tiempo de la invención de América, una de las más altas y dignas de admiración
es la del fraile Bartolomé. Para Castelar, el triunfo de esa egregia personalidad
consistió en que poseía “la virtud de creer y la virtud de sentir lo que creía”.
Y es verdad. Guiado por su poderosa fe y por su sentimiento igualmente
poderoso, trabaja y brega en la tierra nueva americana, en defensa de la casta
indígena y en oposición á los mismos españoles, tal como si estuviese, por
ley sagrada é irrevocable, destinado á ser en el Mundo Nuevo, como lo fue, el
pensador benéfico y fuerte, rayano en la santidad y coronado por la aureola del
heroísmo. Místico y tenaz, cumple su misión; y su hábito refulge en la choza
del indio. Donde pone su sandalia siembra un bien. Le lleva el impulso de una
vocación, y así se convierte, entre afanes y persistencias por todo extremo
loables, en el redentor de toda una raza y en una de las estrellas más puramente
radiantes del cielo del mundo.
***
Amaba al hombre colombino, al hombre de las montañas vírgenes y de los
grandes ríos, y sus esfuerzos se dirigían á que no fuese esclavo aherrojado el
hijo de la libertad.
Pasa por todos los obstáculos, salva todas las vallas, pone el pecho al frente de
los ataques encarnizados, y como los mártires de la Leyenda de Oro, preséntase
siempre á los ojos de la historia, inconmovible y formidable. Podrá padecer un
instante de desaliento; pero cobra luego doble vigor y se destacan su cabeza
encapuchada y su crucifijo, sobre calumnias y penalidades, sobre montañas de
espinas y nubes de amargas decepciones.
172 Diario del Comercio, (San José de Costa Rica) 17 de diciembre de 1891, p. 2. Firma:
SPHINX.
160
DISCURSOS TRANSVERSALES
Fue un mártir de la Libertad, y hoy uno de los primeros nombres de su
martirologio.
América tiene con él inmensa deuda de gratitud, y puesto que se conmemorará
la fecha de su descubrimiento, justo es que pague aquélla deuda.
Cómo ha de faltar bronce, mármol y un artista?
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
161
“HISTORIA NEGRA”
Epílogo
Curiosos detalles
Caída de los Ezeta en El Salvador173
Antecedentes
Este aconteció en la capital de la república del Salvador, América Central.
El 21 de junio de 1890, el que estas líneas escribe acababa de casarse. En
la comida de bodas, entre varios amigos, había uno que vestía uniforme de
general. Era el brazo derecho del presidente Menéndez, el primer militar, la
cabeza del ejército, el «otro yo» del jefe del estado, el comandante general de
las fuerzas de Santa Ana, el general Carlos Ezeta. ¡Bizarro tipo, en verdad!
Joven, un tanto obeso, cara marcial, fuertes puños, palabra alegre; jovial,
campechano; querido de sus amigos, ambicioso… ¡y tanto!... En los postres
estábamos, cuando un sirviente anunció que el director de telégrafos buscaba al
general. Este se levantó de la mesa con no mal disimulada agitación. Después,
volvió. Saboreaba la copa de champaña, a veces como gozoso, a veces como
triste. El poeta Gavidia174 estaba en frente de él. Debe recordar esto.
El día siguiente debía celebrarse el aniversario de la revolución de Mayo. Las
fuerzas de Santa Ana habían llegado a la capital, junto con su jefe el general
Carlos Ezeta.
¡De la mesa de boda se levantó éste, cuando le llamó Amaya, el director de
telégrafos, a dar los últimos pasos para realizar su traición!
El 22 de junio se dio una gran revista militar.
El presidente Menéndez que miraba desde los balcones del palacio municipal
desfilar el ejército, decía al ver a Carlos Ezeta, espléndidamente uniformado,
sobre su caballo –a la Boulanger175: «¿Ese es mi buen general Carlos? ¡Qué
bravo es, qué gallardo es, qué noble es!”
173 La Nación, 10 de junio de 1894, p. 1.
174 “Entretanto, uno de mis amigos principales era Francisco Gavidia, quien quizás sea de los
más sólidos humanistas y seguramente de los primeros poetas con que hoy cuenta la América
española” (RD, La Vida de Rubén Darío escrita por él mismo, Barcelona: Maucci, 1915, p. 89).
175 Referencia al desfile militar en Longchamps, cerca de Paris, el 14 de julio de 1886, donde
el general Boulanger desfilaba en un caballo negro, aclamado por la multitud como el futuro
salvador de Francia.
162
DISCURSOS TRANSVERSALES
Por la noche había gran baile en la Casa Blanca. (Estos detalles deben
recordarlos aquellos que hayan leído la Historia Negra, de la cual reprodujo
LA NACIÓN, como casi toda la prensa de Europa y Améríca, los episodios
principales.) El presidente Menéndez se retiró temprano a sus habitaciones,
que estaban en el segundo piso del palacio del gobierno.
El presidente Menéndez
Este era un honrado y viejo militar. Había peleado gloriosamente en muchas
campañas. Cuando la administración Zaldívar, quien fue el más culto y
brillante de los tiranos de Centro América, – Menéndez se retiró a su casa de
Ahuachapán y se dedicó a labrar sus tierras. Después emigró a Guatemala, con
otros tantos compañeros. Allá consiguió auxilios para una revolución. Venía
Ezeta, entre los que mandaba Menéndez. Hubo combates. La victoria estaba
con ellos; Menéndez entró a la cabeza de los victoriosos, entre flores y palmas,
a San Salvador.
El jefe, cuya bravura y honorabilidad eran de todos conocidas, fue elegido
después constitucionalmente para ocupar el primer puesto del estado. La
presidencia de Menéndez fue laboriosa, cruenta, modesta. Procuró dar vida
al pobre tesoro. Sin esplendores ni derroches, impulsó el progreso del país,
ayudó a las industrias, inauguró el ferrocarril de Acajutla, dio gran vuelo a la
instrucción pública, trajo de Europa instructores para el ejército, hizo que en la
exposición de París de 1889 su país tuviese una digna representación; protegió
la agricultura. Detalle: en las cajas nacionales, había el 22 de junio, peso de
plata sobre peso de plata, cerca de un millón destinado a la conclusión de la
línea férrea principal, ambicionada por el comercio salvadoreño.
Carlos Ezeta
Quien escribe estas líneas era estudiante cuando conoció a Carlos Ezeta en
la República de Nicaragua. Ezeta parece que es de origen mejicano. Esto
no se sabía antes. Cuando subió al poder le resultaron en Méjico muchos
parientes. Sus biógrafos áulicos han escrito muy curiosas páginas. Lo cierto es
que estudió en la Escuela Politécnica de San Salvador; estuvo con el célebre
dictador Guardia en Costa Rica; erró de aquí a allá. Su principal rasgo era una
ambición desmesurada. ¡Él había de ser presidente!
Cuando estuvo en Nicaragua se le conoció bajo un aspecto lírico. Tocaba
hábilmente la guitarra y cantaba muy regocijadas y sabrosas tonadillas. ¡Carlos
aquí, Carlos allá! Ezeta tenía fácil la guitarra.
Sin fortuna, sostenido nada más que por su vigorosa esperanza, ejercía de
farrista mientras llegaba el momento de sentarse en la silla presidencial.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
163
¿Otros tantos no habían subido a filo de machete? ¿Por qué no él?
Cuando años después entró a San Salvador con los vencedores, con Menéndez,
se bañaron sus hombros orgullosos con el oro de las charreteras. Había luchado,
ciertamente, como bravo. Y Menéndez le profesó desde entonces un afecto
casi paternal. El joven general formó un hogar, un nombre, una celebridad en
Centro América: todo por Menéndez. En la Historia Negra, se ve el detalle
conocido de que la familia presidencial no se sentaba a la mesa mientras no
llegaba Carlos, el alabado, el mimado, el querido como un hijo.
Por aquellos días se trataba en el Salvador de las candidaturas presidenciales.
Menéndez manifestó desde el principio que no habría candidato oficial. A los
que le insinuaron algo de reelección les rechazó semejante idea.
Ezeta, dueño del ejército, querido de sus soldados, not’ brav’ général176… pensó
apoderarse a todo trance del poder. Hubiera él querido que su protector le
señalase para sucederle. ¡Son tan comunes esas cosas, por allá! Privadamente,
Menéndez manifestó que sus deseos de buen salvadoreño, – que su opinión
particular, que sus miras de patriota estaban dirigidas hacia el Dr. Julio Interiano,
hombre probo y recto. Esto lo supo Ezeta, y maduró su plan entonces, herido
en su vanidad y confiado en su fuerza. ¡Él sería thane, él sería rey!
¿No lo habían saludado así las brujas, en San Salvador, en Costa Rica o en
Nicaragua, cuando cantaba al son de la guitarra, tendido en la amable hamaca
de aquellas buenas tierras calientes? A la sazón el puerto de Acajutla tenía por
comandante a un hermano del ambicioso general, Antonio Ezeta, cuyo nombre
llegó a ser terriblemente famoso.
176 El 14 de julio de 1886, por primera vez desde 1870 se organizó en Francia un desfile
militar para celebrar la fiesta nacional. Unas 200,000 personas, reunidas en el hipódromo de
Longchamps, aclamaron frenéticamente al superbo y prestigioso general Georges Boulanger,
ministro de la guerra en el gabinete de Freycinet. Esta noche, el artista Paulus, que cantaba todas
las noches en el Alcazar, café concierto de moda en los Campos Elíseos, cambió la letra de una
canción popular que decía:
“Ma sœur qu’aim’les pompiers,
Admir’ces fiers troupiers,
Ma tender épouse bat des mains
Quand défilent les Saint-Cyriens.
Ma bell’mère pouss’ des cris
En r’luquant les spahis.
Moi j’faisais qu’admirer
La fière allure du p’tit troupier”,
y sustituyó el último verso por: “Not’ brav’général Boulanger”, provocando un delirio de
entusiasmo entre el público parisiense. Este día nació el “boulangismo”, movimiento populista
que se puede resumir en tres palabras: revancha (contra Alemania), revisión (de la constitución
republicana), restauración (de la monarquía).
164
DISCURSOS TRANSVERSALES
El 22 de junio
Se bailaba en la Casa Blanca. Todo lo brillante, todo lo aristocrático de la
capital salvadoreña y de Santa Tecla, – que es minúsculamente a San Salvador,
lo que La Plata a Buenos Aires, – se encontraba en la fiesta. Cerca de la
media noche se oyeron los ecos de una banda militar. Menéndez, que dormía,
despertó azorado. «¿Qué hay?» Se le contestó que la banda del batallón de
Santa Ana saludaba. Sencillamente, una serenata militar. El presidente, en
su lecho, no durmió más. Entretanto, penetraba al salón de baile el general
Melecio Marcial, hombre valerosísimo, descontento de Menéndez, y quien
el que más expuso su vida, y la perdió, por dar el golpe. El general Marcial
se dirigió al ministro de la guerra, y tranquilamente, le dijo: «Señor ministro,
está V. preso.» Asombro. Luego, a los otros ministros. Pero ya la fiel guardia
de honor de Menéndez se batía desesperadamente en el jardín que rodeaba la
Casa Blanca; y al entrar en el salón del baile, ya llevaba el general Marcial una
mejilla atravesada de un balazo. La imaginación del lector puede reconstruir la
escena: las damas asustadas, desmayos, gritos, llantos; el palacio en agitación,
el ruido continuado de las descargas cercanas, la banda traidora, tocando no
lejos; la pequeña guardia de honor batiéndose, heroicamente, con el célebre
batallón de Carlos Ezeta. Y este rasgo, que no por narrado una vez con la fiebre
del momento trágico, dejara de causar siempre impresión: – Como Teresa, la
bella hija mayor de Menéndez, advirtiese el horrible caso, gritaba: «¡Que se
llame a Carlos!, que venga Carlos y él será la salvación!...» – «Señora, le dijo
alguien que estaba cerca de ella; cállese usted: el traidor es Carlos Ezeta!”
Por puertas excusadas, por rejas y patios, pudieron irse las damas del baile, al
ruido de las balas.
Entretanto Menéndez había descolgado su espada, la antigua espada con que
había dado libertad y brillo a su patria. Asomóse a la ventana de su habitación
y se dio cuenta inmediata de lo que pasaba. Gritó desde arriba, a sus soldados:
«¿Quién es el traidor?” Contestaron: «¡Viva el general Ezeta!”
«¡Ezeta! Canalla, traidor, infame! ¡Los pobres soldados se sacrifican
inútilmente! ¡Quieres el poder? Ven a quitármelo, brazo a brazo conmigo,
¡canalla! ¡canalla!» Y descendió a ponerse a la cabeza de su guardia. Cuál sería
la impresión que sintió el mismo ejército de Ezeta, al mirar en el vestíbulo de la
Casa Blanca a su antiguo jefe, se comprenderá con referir que en ese momento,
mientras él disparaba su revólver y animaba a sus ya pocos soldados, se oyó
un grito que brotaba de todos los combatientes: «¡Viva Menéndez!» Pero –¡oh
muerte, porque no esperaste ni siquiera una hora!– el general Menéndez cayó,
como herido por un rayo. No hubo ni bala, ni veneno, ni puñal para él: le mató
la infamia.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
165
Se dice que él padecía del corazón.
Al siguiente día en las calles de San Salvador había sangre y cadáveres. La
ciudad parecía muerta. El general Ezeta era el emperador de la república… y
naturalmente, su corte estaba compuesta, en muy buena parte, de menendistas
renegados. Se supo que los cuarteles principales habían sido vendidos; se dijo
que Jerónimo Pon, español, había sido el alma del asunto.
Antonio Ezeta, comandante del puerto de Acajutla, llegó a la capital en tren
expreso. Bandas, dianas: «¡Hermano mío!...”
Antonio Ezeta
El retrato suyo que publicó – ya se sabe cómo publica retratos y biografías
M. Meulmans – la Revue Diplomatique de París, da una buena idea de él. Por
el gorro de Astrakán que adorna su cabeza –¡gorro de Astrakán en aquellos
climas!– por su faz temible, extraña, podría parecer un jefe tártaro, o cualquier
otra cosa, menos un hombre pacífico y normal.
Está escrito antes cómo Carlos tocaba la guitarra. ¡Antonio hacía versos!
Desde que subió su hermano al poder, Antonio se colocó a la cabeza del
ejército. A raíz de los sucesos de la traición, Guatemala declaró la guerra al
Salvador177. Entre Guatemala y el Salvador existe de antaño, la misma simpatía
que entre Chile y Perú.
Así, pues, el pueblo salvadoreño, que, de seguro, hubiera colgado de una
horca a los hermanos Ezeta como colgó el pueblo peruano a los hermanos
Gutiérrez178, olvidó, dejó a un lado, mejor dicho, el daño interior, para acudir
177 “Desde hace algún tiempo, los informes directos nos daban noticia de que el Salvador se
hallaba en completa anarquía y que el Presidente provisional de la República, D. Carlos Ezeta,
había repartido entre el pueblo algunos millares de fusiles recientemente recibidos del extranjero.
Imputábase a Guatemala y a su Presidente, el General Barillas, el designio de llevar al Salvador
una invasión armada, cuyo objetivo era renovar las pretensiones del desgraciado General D.
Rufino Barrios, que en 1885 quiso imponer a las cuatro Repúblicas hermanas, del Salvador,
Nicaragua, Honduras y Costa Rica, la fusión con Guatemala, para realizar la federación de los
cinco Estados independientes de la América Central; tentativa que, como es sabido, costó la vida
al General Barrios en la memorable batalla de Chalchuapa, dada el 2 de Abril del referido año,
y en cuyo combate murió. El General Barillas, actual Presidente de la República de Guatemala,
era entonces Vicepresidente con el general Barrios” (Revista contemporánea [Madrid], 30 de
julio de 1890, p. 220).
178 “En 1872 estando en el poder el Presidente José Balta nombró como ministro de guerra
a Tomás Gutiérrez. El Perú se encontraba en un proceso de transición, Manuel Pardo era el
presidente electo que asumiría el mando el 28 de julio de ese año. Sin embargo, el 22 de julio
Tomás Gutiérrez, junto con sus hermanos Silvestre, Marceliano y Marcelino (todos coroneles)
realizaron un golpe militar, capturaron a Balta y le dieron muerte, este hecho es conocido como
la ‘Rebelión de los hermanos Gutiérrez’. Se inició una reacción popular contra los insurrectos
166
DISCURSOS TRANSVERSALES
a la salvación de la honra nacional. «¿Los guatemaltecos vienen? Pues a
ellos, con Ezeta o con el diablo a la cabeza!» se dijeron los salvadoreños. Y
fueron, y triunfaron, y ganaron los aplausos del mundo179. Cierto es que los
guatemaltecos no querían la guerra. Pero Guatemala, república la más fuerte y
poblada de Centro América, había tenido siempre la hegemonía entre sus cinco
hermanas, y el Salvador quizá no tenga los habitantes que cuenta la ciudad de
Buenos Aires!
Cuando se batían los soldados de Ezeta, o de los Ezeta, contra Guatemala,
el general Rivas, jefe de gran prestigio, y que disponía de los indios del
departamento de Ahuachapán, se dirigió a la capital, tomó el cuartel de
artillería, y proclamó la contrarrevolución. Gran parte del comercio honrado le
ofreció recursos; militares distinguidos se le unieron, y todo parecía concurrir
a la caída y desprestigio de los traidores a Menéndez. Pero ¿Rivas creyó que la
capital era todo? ¿Qué el cuartel de artillería era inexpugnable?
Antonio Ezeta dejó la frontera y se vino con los soldados de Santa Ana sobre
San Salvador180. Fue aquel un combate horrible. Las calles de la capital
quedaron llenas de muertos. La Casa Blanca fue cañoneada: bombardeábase
desde los techos y azoteas. El pavor más intenso reinaba en todos los habitantes.
Víctimas inocentes, fueron sacrificadas. Antonio Ezeta venció, bizarramente,
y los hermanos Gutiérrez fueron muertos y colgados de las torres de la catedral de Lima”
(Clorinda Matto de Turner, Aves sin nido, Buenos Aires: Stockcero 2004, p. 98, nota).
179 “El conflicto abierto entre Guatemala y San Salvador se extiende poco a poco, como una
mancha de aceite, a toda la América Central. Mientras que San Salvador inflige una derrota tras
otra a Guatemala, que por lo visto no es de talla para luchar contra un rival de esta especie, los
guatemaltecos duplican sus esfuerzos para conseguir un apoyo, por lo menos moral, de la parte
de Nicaragua, Costa Rica y Honduras, con objeto de obligar al general Ezeta de renunciar al
poder. Pero este último se manifiesta fuerte y decidido a todo, principalmente a no abandonar
el cargo que se conquistó en una lucha dura después de hacer asesinar a su antecesor, el general
Menéndez. Por un lado, en el interior, causa problemas de todo tipo al general Barillas, presidente
de Guatemala, a quien sus compatriotas no perdonan los fracasos que tuvieron que padecer por
causa de su loca ambición, de manera que el desgraciado corre el gran riesgo de verse sacado del
poder, si los otros pequeños estados tardan mucho en ayudarle. Por el otro lado, Ezeta ha trabado
relaciones con el general Porfirio Díaz, presidente a perpetuidad de México, cuya habilidad se
alaba mucho y a quien, según se afirma, no le desagradaría sacar provecho de las circunstancias
para intervenir en los asuntos de las pequeñas «hermanas» del Sur. La situación, pues, podría
desarrollarse de la siguiente manera: San Salvador, con el apoyo de México, se enfrentaría a
Guatemala, apoyada por Nicaragua, Honduras y Costa Rica. Todas estas complicaciones no
prometen un futuro feliz a los centroamericanos” (Le Matin [Paris], 1.° de agosto de 1890, p. 2).
180 “Telegramas de San Salvador afirman que el general Rivas, que había recibido
recientemente la orden de volver de Honduras donde se encontraba, para levantar tropas contra
Guatemala, se ha hecho traidor a su país. Mientras que supuestamente se trasladaba a la frontera,
el general Rivas volvía hacia la capital a la cabeza de 2,000 indios. De repente atacó los cuarteles
de artillería que estaban poco defendidos, y los ocupó después de un combate encarnizado.
Después, los indios saquearon a varias casas, provocando una pánica. Entre tiempo, el general
Antonio Ezeta volvió rápidamente de la frontera a la cabeza de 2,000 hombres de sus tropas, con
los cuales atacó y derrotó al general Rivas. Parece que el orden está por ahora restablecido en la
ciudad de San Salvador” (“Une trahison à San Salvador – Mesures prises par le général Ezeta”,
Le Matin, 2 de agosto de 1890, p. 1).
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
167
tartáricamente, kalmukamente. Fue tomado Rivas y fusilado181, y muchos
más con él. Se saquearon las casas, se robó, reinó el terror. De la casa del
general Hernández arrancaron hasta las baldosas. De esa casa salió el gorro
de astrakan de Antonio Ezeta. «¡Mi gorro!», nos decía el fantasista general
Hernández, en las reuniones de la emigración, allá en Guatemala. De todo
ha habido en ese bárbaro reinado, desde la tragedia hasta el sainete. Cuando
volvió Carlos Ezeta triunfante de la campaña, casi se echó en olvido su crimen
contra los excelentes burgueses acomodaticios. Más aún: si Antonio tenía
gorro de astrakan como el czar Alejandro, Carlos se daba el lujo de tener su
madama de Maintenon como Luis XIV.
Imperaba el militarismo. Llegaban de España los shakós y uniformes de lujo.
No se pagaba a los maestros de escuela, a los empleados civiles, a nadie; pero
a los soldados, sí. La prensa…
Partieron Gavidia, el fuerte poeta, Castañeda, Acosta, Rivera, Delgado, y otros
más.
El círculo intelectual, lo que daba brillo y vida a la Academia de ciencias y
bellas letras, al Repertorio, el grupo de hombres de pensamiento y de pluma
que habían llagado a llamar la atención no sólo de la América literaria, sino de
centros europeos, emigró. No se podía vivir allá, sin prostituirse. Los pocos
buenos que quedaron, rompieron la pluma y se tragaron la lengua. Y sobre todo
esto estaba la figura obesa de Carlos que se democratizaba y quería ganarse
al pueblo, y el fantasma rojo del gorro de astrakán que se hacía justicia por su
propia mano; un Iván el Terrible, criollo y que hacía versos.
Dos anécdotas para dar una idea de la tiranía bicéfala.
Dormía el general Antonio en Santa Ana. Cerca de su casa había habido una
boda. El novio daba un baile esa noche. La música tocaba alegremente; los
invitados se divertían, pero el general Antonio se fastidiaba.
Un asistente del general llega a decir que de orden superior la música debe
cesar y el baile tiene que concluirse. – «Yo estoy en mi casa, y aquí no manda
181 “San Salvador, agosto 1.° de 1890. Señor Presidente Ezeta: Santa Ana. De orden del
General en jefe del ejército don Antonio Ezeta, pongo en conocimiento de usted que hace
pocos momentos nuestras tropas aprehendieron al general José María Rivas, quien conducido
a esta capital, fue pasado por las armas como traidor a la República, en medio de la aclamación
unánime de nuestro ejército. Así castiga el pueblo soberano del Salvador a los traidores a su
patria! Así castiga la libertad a los criminales que atentan contra la soberanía de la República!
Aprendan los pueblos de Centro América a cimentar su autonomía nacional aún a costa de la
propia sangre de sus hijos. Viva el Salvador libre! Mueran los traidores! La libertad o la muerte.
El secretario del General en Jefe, GUSTAVO ORTEGA” (República del Salvador: Diario
Oficial, tomo 29, núm. 175, 2 de agosto de 1890, p. 117).
168
DISCURSOS TRANSVERSALES
nadie sino yo,» contestó el novio. La respuesta de Ezeta fue un piquete de
soldados que llegó a la fiesta, tomó al novio y le fusiló inmediatamente, en la
calle, cerca de la casa donde daba gritos la que quedó viuda y virgen.
Otro caso. Una hermana de caridad padecía de una dolencia que le causó un
crecimiento del vientre. Antonio Ezeta señaló a un excelente religioso, fray
Angel Cabrera, como amante sacrílego de la hermana. Sin más ni más, ordenó
la prisión del fraile, llamó dos médicos, y bajo amenazas tremendas ordenó
que… Los doctores tenían ya los estuches listos, lo necesario para contener
la hemorragia, etc. Algunas buenas gentes intercedieron con Antonio Ezeta, y
mediante la cantidad de 5000 pesos no hubo un nuevo Abelardo.
Otro: Temeroso el mismo general de que le asesinasen o envenenasen, había
llegado casi a padecer de una verdadera manía de las persecuciones. Una vez,
cerca de Sonsonate, venía con sus ayudantes. Adelantóse un poco, y vio venir
por el camino una familia de campesinos. Venían de su labor. Era sábado. Iba a
la ciudad a pasar el domingo, a divertirse. El padre iba adelante con su machete
de labor, y una botella de aguardiente en la mano. Cuando vio venir al general,
gritó: ¡Viva Ezeta! y se dirigió a él, ofreciéndole un trago de su botella.
–¡Apártate del camino! Le dijo Antonio Ezeta echando mano a su revólver.
El pobre diablo continuaba: «Tome un traguito, mi general!» – «Apártate!» –
«Un traguito!»… El general hizo fuego; le dejó muerto de un balazo. Cuando
los ayudantes llegaron encontraron el cadáver; la familia, llorando. El general
sacó de su cartera dos billetes de a quinientos pesos, se los arrojó a la viuda, y
espoleó su caballo, camino de la ciudad.
Esperábase un choque, una rivalidad entre Carlos de Trastamara y Antonio
el Cruel; pero esto no se vio nunca. Ambos se sostenían, y quien tenía la
verdadera fuerza, era Antonio.
En los pocos años de tiranía parece que el capital de ambos puede contarse más
que por miles.
Las víctimas han sido muchas.
La Revolución
La emigración trabajó mucho por derrocar a los Ezeta y libertar al Salvador.
Varias tentativas fracasaron. Los generales Pérez residían en Guatemala,
cultivando la tierra, modestísimamente, esperando. Otros emigrados
169
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
principales, esparcidos en el resto de las repúblicas centroamericanas.
Interiano, Castañeda, el general Hernández, Gavidia, que ha sido el que con su
pluma ha atacado más constante y triunfalmente a los Ezeta, Gutiérrez, cuyo
prestigio en la República es grande, Acosta, el doctor Delgado, que murió en
la emigración, el general Manuel Rivas, sobrino de aquel que fue fusilado por
Antonio Ezeta en la plaza pública. Tomás Regalado, cuyos esfuerzos han sido
muchos, y otros y otros de valer y posición, capitalistas, militares, escritores:
he allí el grupo de emigrados que han estado aguardando el momento de la
prueba. Si el cable no miente, Antonio Ezeta ha muerto en un combate. En su
cama no habrá de morir. A muchos mató a hierro.
Seguramente, los vencedores serán terribles. ¡Han padecido tanto! Hay entre
ellos muchos que fueron martirizados en una especie de Bastilla sansalvadoreña,
donde a aquellos a quienes se quería arrancar alguna confesión o denuncia, se
les colgaba de los pulgares, se les azotaba, o se les condenaba a un suplicio
original, inquisitorial, extraño: ¿recordáis lo que a los perros hacía un tipo de
que habla Cervantes? Pues lo mismo. Un fuelle, una cánula y a hinchar gente!
De Carlos Ezeta, dice un cablegrama que ha huido. Que corra mucho, porque
si lo agarran lo fusilan.
Su dinero lo tiene en el Banco de Londres; y parece que también compró un
palacio en Madrid.
¡Allá irá a gozar la gran vida, como tantos otros!... ¡Uno más a Europa!
TÁCITO.
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
171
CARLOS EZETA EN MONTE-CARLO
Epílogo de la “Historia Negra”182
El autor de estas líneas, a raíz de la traición que elevara a los hermanos Ezeta al
poder, en la República del Salvador, publicó en Guatemala un folleto que con
el título de Historia Negra contiene la narración exacta de los sucesos en que
fue víctima lamentada el presidente Menéndez.
Cinco años después amplió aquellas apuntaciones en un artículo que apareció
en las columnas de este diario, a propósito de la caída de los Ezeta.
Los lectores de LA NACIÓN están, pues, al corriente de los acontecimientos
en que tanto se ha hecho sonar la tan famosa tiranía bicéfala de aquel pequeño
país centroamericano.
Ayer el cable nos ha comunicado el escandaloso y ridículo epílogo de la
Historia Negra, haciendo saber al mundo como los millones acaparados por
“el hombre del 22 de junio” se han evaporado en la ruleta de Monte Carlo.
En cinco años de poder, Carlos y Antonio Ezeta, que antes de la traición no
tenían sino sus sueldos de militares, se convirtieron en millonarios: casa en
Madrid, estancias en el Salvador, rentas, depósitos en el Banco de Londres.
Recientemente la asamblea salvadoreña ha ordenado la instrucción del largo
proceso.
Cuando huyeron a Estados Unidos los dos hermanos, les fueron embargadas
por el gobierno de Gutiérrez las propiedades que tenían en el país.
Siguiendo las huellas de todos los ex presidentes de la Pepa, Carlos se dirigió a
París a gozar de su dinero, en tanto que Antonio estaba preso en San Francisco
de California, a pedido del gobierno salvadoreño que negociaba su extradición.
Esto no se pudo conseguir y Antonio, ya libre, se dirigió a Méjico, en donde
creía encontrar apoyo en Porfirio Díaz.
Parece que cuando estuvo a punto de estallar la guerra entre Méjico y
Guatemala183, Antonio Ezeta ofreció sus servicios a la primera nación, con
182 La Nación, 21 de agosto de 1895, p. 3.
183 En enero de 1895, el conflicto entre México y Guatemala referente a la frontera en Chiapas
se agudizó. “Parece más que probable que la guerra no será de larga duración, y que su resultado
será el destierro de Barrios, que, según se dice, ya se ha preparado para esa contingencia
enviando dinero tanto a este país como a Europa, y la extensión del dominio mexicano hacia
el sur, incluyendo tal vez la absorción tanto de Salvador como de Guatemala. Guatemala
172
DISCURSOS TRANSVERSALES
esperanzas de poder después recibir auxilios para revolucionar el Salvador.
Uno y otro hermano hicieron más de una vez que el cable nos comunicase de
ellos poco honrosas noticias: ya era Carlos humillado y afrentado en un teatro
de París por un colombiano a quien persiguiera durante su tiranía; ya era
Antonio haciendo el don Juan Tenorio con doncellas de labor en el país del tío
Samuel. Mucho tuvieron que hacer los lápices de los caricaturistas.
Esparcidos por todos lugares, después de la débâcle, los ex seides de los
Ezetas, tenían encargo de comprar a la prensa extranjera poco escrupulosa. La
diatriba y el odio se multiplicaron contra los antiguos amigos de Menéndez
y los vencedores de la revolución encabezada por Gutiérrez. El autor de la
Historia Negra no fue de los menos atacados: y hasta la superchería de una
falsa muerte fue propalada por diario como La Estrella de Panamá.
Mientras Antonio Ezeta pretendía inútilmente que Porfirio Díaz le ayudase a
recuperar al gobierno perdido, Carlos se divertía.
Sin la distinción ni la habilidad de un rasta de alto vuelo, de un ilustre
americano, no podía aspirar a casar a sus hijas con un Morny184, ni a figurar
en el “tout Paris”, en manera alguna. Dedicóse a gastar sus millones, y la vida
parisiense le fue fácil para ese objeto.
Más el nabab iba quedándose cada día con menos rentas, y buscó refugio en
Monte Carlo. Monte Carlo le ha llevado a la ruina, ruina pregonada por la
prensa del mundo.
Es un curioso capítulo de Los presidentes en el destierro, novela que espera un
Daudet corregido por Juvenal.
***
tiene actualmente una población de 1,800,000, en gran parte indios y sus descendientes. Sus
mejores regimientos se encuentran actualmente en la capital, ciudad de Guatemala, ubicada
setenta millas adentro y arriba desde su puerto principal en el Pacífico, San José de Guatemala.
Guatemala adoptó hace poco el uniforme alemán y cascos blancos para sus hombres. Si los
informes son correctos, tiene ahora en el campo 10,000 hombres – 5,000 regulares y 5,000
reclutas semisalvajes. El presidente Barrios es un hombre joven de 35 años. … México tiene
actualmente una población de 9,000,000. Tiene un ejército bien entrenado y minuciosamente
equipado, sus oficiales son veteranos de reconocida capacidad. Debido a su posición geográfica
puede concentrar su ejército en la frontera guatemalteca en pocos días. Parece que en todo
México el entusiasmo referente a la guerra es tremendo” (“Chiapas in contention”, New York
Times, 1.° de febrero de 1895).
184 El duque de Morny (1811-1865), medio hermano del emperador Napoleón III y estadista
importante del Segundo Imperio, se casó con una princesa rusa, Sophie Troubetzkoï (18381896).
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
173
Es en verdad digna de estudio la vida política de esos países centroamericanos.
South América no cuenta con ejemplares tan admirables de perfecta tiranía.
Luego, ¿no es asombroso que de republiquitas cuyos habitantes son los de
un barrio de Buenos Aires, puedan extraer esos tiranuelos dineros con que
ufanarse varias veces millonarios?
Un día Emilio Castelar ofrecía en su casa de Madrid un almuerzo al representante
de una república centroamericana, antiguo colaborador de LA NACIÓN. Como
éste viese en una “panoplia”, entre varios retratos de celebridades universales,
uno de Carlos Ezeta, dijo, poco más o menos, el célebre tribuno:
–“Voy, señor, a buscar en Madrid un retrato de San Martín o de Bolívar, de
Bello o de Andrade, para que esté quien debe estar en el lugar que ocupa en
esa panoplia el presidente del salvador. ¿Sabe V. la historia política de Carlos
Ezeta?”
Sonriente, Castelar se dirigió a un amigo suyo, invitado al almuerzo, –el Sr.
Abarzuza,– que después ha sido ministro.
–“¡Esos países, esos países están aún en estado primitivo!”
Y continuó en larga peroración, con su manera siempre oratoria y maravillosa.
Habló de las frecuentes revoluciones americanas, de las tiranías nuestras,
desde Rosas a los Ezetas, pasando por Guzmán Blanco y Rufino Barrios y
Zaldívar. Bien enterado de nuestras agitaciones y pequeñeces, disertó de
modo magistral, concluyendo, optimista, por augurar un tiempo mejor. Y en
cuanto a la particularidad del envío del retrato de Ezeta, habló de la pomposa
dedicatoria, y de cómo no era el primer retrato de mandarín americano que
hubiera recibido, con dedicatorias semejantes.
El retrato del tirano salvadoreño le había llegado por medio de los hijos de
su amigo Carlos Gutiérrez, el millonario de San Sebastián, los cuales eran
agregados, si mal no recuerdo, a la legación del Salvador, presidida por
Enrique Soto.
De este ministro contó aventura tan peregrina, que quizá jamás se haya visto
cosa semejante. Consultaba, nada menos, con Castelar, la manera de ser
recibido por la reina Cristina, sin pronunciar el discurso correspondiente…
¡Y cómo reía el maestro cuando narraba el caso!
Naturalmente, el embajador de Carlos Ezeta tuvo que pronunciar su discurso,
después de ser introducido por Zarco del Valle.
174
DISCURSOS TRANSVERSALES
La compra de una casa palacio en Madrid, según díceres, fue hecha por un
capitán Francés y Roselló, o un Sr. Jerónimo Pou, ex secretario de Ruiz
Zorrilla; Pou y Francés ayudaron a los Ezetas en su traición, estando ambos,
en aquel tiempo, encargados de la escuela militar de la capital salvadoreña.
***
Antes de Carlos Ezeta, la América Central ha tenido excepcionales ejemplares
de tiranos, comenzando con Carrera, y acabando con Sacasa.
La unión de las cinco repúblicas sería el comienzo de una verdadera
regeneración: pero las ambiciones personales y los intereses de partido
dificultarán por mucho tiempo el sueño de Morazán, de Cabañas y de Jerez.
Los pronunciamientos tienen por hoy raíces inextirpables, y de ellos no se
libran gobiernos buenos ni gobiernos malos.
El imperio del militarismo triunfa; y los presidentes de las repúblicas no están
seguros ni de los mismos jefes de sus guardias de honor.
Y no hay entre ellos más diferencia que la de la honradez: Menéndez, o Ezeta.
R. D.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
175
“EL CRISTO DE LOS ULTRAJES”185
Hay un maravilloso cuadro de Henry de Groux en que el Rey de la Dulzura
aparece en el más amargo de los suplicios de su pasión: la ola de la miseria
humana, de la infamia humana, le escupe su espuma; la bestialidad humana le
muestra los puños, le amenaza con sus gestos brutales, le inflige sus más insultantes muecas; y la divina fortaleza deja que hierva la obra del odio alrededor
de ese pobre harapo de carne viva que representa la verdad. Ese infeliz Dreyfus hace rememorar ciertamente al Cristo de los ultrajes, no por el martirio
continuo que ha sufrido y sufre su fatigada armazón de hombre, sino porque en
él, después de Pilatos, se ha vuelto a sacrificar la idea de justicia, se ha repetido
a los ojos de la tierra el asesinato de la inocencia. El resultado del proceso de
Rennes da deseos de decir, con permiso de los teólogos: «Señores sionistas,
podéis volver a Jerusalén. Podéis, después de esta obra de los cristianos, ir a
levantar vuestra ciudad, piedra sobre piedra». ¡Ah, el sanhedrín de obcecados ancianos, los innominables Caifases, y el ridículo Barrabás petardista que
aún explota su cinismo desde Londres! Y las masas populacheras, ciegamente
estúpidas, berreando marsellesas, guiadas por los «père la Victoire» de la literatura, o por los sicofantes de la prensa. Y esto en el país del cual los intelectuales decimos: «Todo hombre tiene dos patrias: la suya y la Francia»; en el país
de Víctor Hugo; en el país de L.I.F.; en el país en que se asienta la Ciudad Luz,
la capital de la civilización... ¡Vive la France, messieurs!
Se habría podido creer que los mandarines del militarismo tendrían tan solamente a París de su parte, al París en que se entroniza a Mercier, y Rochefort
vocifera. El verdadero viril pueblo romano no era, por cierto, el de los prevaricadores del foro, de los jueces quos fames magis quam fama commovit, ni de
los mercachifles de conciencia del Campo de Marte, como el verdadero pueblo
francés no lo componen los seides del tartufismo, los hípicos gardenias, los
estudiantes corrompidos y los abonados al teatro Deibler. Sin embargo, parece
que toda Francia se hubiese regocijado con la nueva sentencia, sugestionada al
punto de anteponer una moral militar especial, al concepto ético-católico, – en
el sentido de universalidad.
Esa moral militar se basa claramente en una nueva comprensión de la vida
nacional; no se trata ya de los bastante ensangrentados «derechos del hombre»,
de Libertad, Igualdad, Fraternidad y todos sus sonoros complementos; se trata
de la sustitución de lo ideal por lo práctico. En épocas de menos panamaes, no
se habría vacilado en ese antes generoso pueblo, en sacrificar algo de su fuerza
material al interés de la verdad; hoy la noble nación cree que lo primero que
hay que guardar es el brillo y autoridad de sus hombres de cuartel, y ante la
preponderancia de esos cuerpos de presa, sacrifica lo legítimo y lo justo. La
185 Rubén Darío: “El Cristo de los Ultrajes”. Revista Nueva (Madrid), 15 de septiembre 1899,
pp. 149-151.
176
DISCURSOS TRANSVERSALES
Patria, he ahí el ídolo. La Patria, es decir: que el alemán sepa que hay muchos
cañones misteriosos, muchos soldados, un intachable Estado Mayor, y revistas
vistosas el 14 de julio... Ahí están también los aduladores de la multitud, viejos
como ese pobre Coppée que acaba de clamar su conversión a los cuatro vientos
del catolicismo, y deja el rosario con que tan justa y corrosivamente le ha
pintado Vallotón, para coger la pluma de Los Humildes, y con su conocido
franc parler azuzar a la canalla francesa contra el desventurado capitán judío;
jóvenes como el esteta cultivador del Yo, vivisector espiritual de la víctima,
exdiputado de la Psicología y seguramente en vísperas de presentar su Moi a
sus electores...
En verdad, sería de abominar ese espíritu de Francia que tanto ha
conquistado y encantado al mundo, si no se supiese que hay un grupo intelectual
que ha sostenido los prestigios de la justicia, que el alma noble de la Francia
antigua no está entre esos farsantes y entre esos verdugos, y que la Equidad ha
tenido, entre otras inteligencias, a su servicio, con un Zola, la fuerza; con un
France, la sonrisa.
Estábamos acostumbrados a proferir a cada instante la clásica salutación:
¡Ave, Gallia regina!, a mirar en Bayardo un símbolo, a poner junto al hidalgo
español al caballero francés, a toda una tradición de nobleza y de grandeza
moral que daba a Francia entre las naciones un puesto de honor y de respeto.
Conformémonos con lo que hoy nos queda a los galófilos, fuera del tesoro
incontaminable de sus letras y de sus artes: el champaña y las cocottes. La
Justicia, la Verdad y el mundo culto, es decir, los extranjeros, hemos perdido
la partida, con el único objeto de que el ácido Mercier se muestre satisfecho y
Coppée, el Hombre-del-Pabellón, acompañe de un padrenuestro sus injurias a
la Caridad, virtud imperial en la tierra y en el cielo.
En cuanto al desgraciado israelita, si Bazaine, culpable o no, cargó con los
pecados de toda la Francia, según la palabra de Bloy186, Dreyfus representa en
estos instantes su amargo papel de «Cristo de los ultrajes», de chivo emisario,
de víctima sacrificada a las bajas preocupaciones de una época en que su
nombre recordará más tarde uno de los mayores crímenes colectivos de la
historia, y el momento en que el brillo del espíritu francés ha palidecido ante
el mundo.
RUBÉN DARÍO.
Madrid, marzo de 1910.
186 De la dedicatoria del libro de Léon Bloy, Sueur de sang, citada por RD en Los Raros
(Darío 1896, p. 56).
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
177
“LA ANTIDIPLOMACIA. UNA NOTA DE MR. KNOX”187
La llegada del ex presidente de Nicaragua, general Zelaya, ha sido un
suceso que ha dado ocasión á diferentes comentarios de la prensa, sobre los
acontecimientos recientes que aun llaman la atención general. Preocupa sobre
todo la violenta actitud con que intervinieron los Estados Unidos, favoreciendo
á los revolucionarios. Un diario tan autorizado como el que dirige el señor
Romeo, personalidad estimada en su alto valer en los centros periodísticos
de Europa, «La Correspondencia de España» dice con razón: «La variación
del orden de cosas en aquella república, á consecuencia de las ingerencias de
los Estados Unidos, es un tema que está á la orden del día. A la nota que el
secretario de estado yanqui Mr. Knox188, dirigió recientemente al encargado
de negocios de Nicaragua, y á las declaraciones hechas sobre el mismo asunto
por el presidente Taft en su mensaje al congreso americano, responden muchos
centroamericanos, residentes en Méjico, con una protesta solemne y rotunda
contra los Estados Unidos que ha publicado la prensa mejicana, y en la cual
se atribuye al gobierno yanqui toda la responsabilidad del actual malestar de
Centro América.»
Nada más puesto en razón. Los firmantes de la protesta son no solamente ciudadanos nicaragüenses, sino pertenecientes á las otras repúblicas centroamericanas;
y los hay que han sido enemigos de la administración Zelaya. Sin embargo,
ante la actitud de un Knox que destruye todo lo ganado por las tendencias de
un Root, no han vacilado en lanzar su protesta. «El crimen de Zelaya para con
el gobierno americano no es otro que el de defender la autonomía de Nicaragua
contra los avances del imperialismo, y en este sentido, mientras más execrado
sea el gobierno de Zelaya por el americano, mayores simpatías tendrá entre
los pueblos de Centro América, y aun de toda la América latina, cualesquiera
que sean, por otra parte, sus errores y defectos. Y por eso es que nosotros,
que formamos una colectividad con opiniones personales muy diferentes
respecto á la apreciación que nos merece á cada uno por separado el presidente
Zelaya, habiendo entre nosotros amigos, enemigos é indiferentes para con él,
estamos completamente de acuerdo en reconocer que este gobernante en la
actual emergencia representa la causa de la dignidad y de la independencia de
la América Central, en contra de las pretensiones de un gobierno hostil á su
soberanía. Este es el hecho. El general Zelaya al venir á Europa ha buscado
hacerse oír y demostrar la verdad de lo ocurrido ante la opinión universal.
Hombre ajeno á vanas retóricas, presentará en una publicación próxima, con
pocas palabras y muchos documentos y pruebas justificativas, la parte que el
gobierno de Guatemala y el de los Estados Unidos han tomado en el desarrollo
de los acontecimientos que han causado la perturbación de la paz y la pérdida
de tantas vidas en el país nicaragüense.
187 La Nación, 1.° de abril de 1910, p. 7. Firma RUBEN DARIO.
188 Philander Chase Knox (1853-1921) fue secretario de estado de los Estados Unidos en los
años 1909-1913.
178
DISCURSOS TRANSVERSALES
—
En verdad, jamás en cancillería alguna del mundo se ha visto nunca empleado
el tono y el lenguaje que se advierten en la nota de Knox al representante de
Nicaragua en Wáshington189. Jamás la fuerza ha manifestado mayor cinismo.
No hablaba por boca del canciller de Mr. Taft el espíritu de la gran nación que
preconizaran un Root, un Emilio Mitre ó un Joaquín Tabuco.
Después de leer la pesada y violenta nota de Mr. Knox, he pensado en el
instante en que escuchara en el palacio Monroe de Río de Janeiro, al correcto,
firme y desde luego hábil secretario de estado norteamericano, que decía
palabras como éstas á los representantes de todas las naciones de América:
«Consideramos la independencia y la igualdad de derechos de los menores
y más débiles miembros de la familia de las naciones, con derecho á tanto
respeto como los de los grandes imperios, y consideramos la observancia de
dicho respeto como la principal garantía de los débiles contra la opresión de
los fuertes. No pretendemos ni deseamos derecho alguno, privilegio ó poderes
que no concedamos libremente á cada una de las repúblicas americanas.
Deseamos aumentar nuestra prosperidad, ensanchar nuestro comercio, acrecer
189 La nota Knox, una verdadera declaración de guerra, rezaba en sus primeros párrafos:
„Es notorio que desde que se firmaron las Convenciones de Washington de 1907, el Presidente
Zelaya ha mantenido a Centroamérica en constante inquietud y turbulencia; que ha violado
flagrantemente y repetidas veces lo estipulado en dichas Convenciones, y por una influencia
poderosa sobre Honduras, cuya neutralidad aseguran las Convenciones, ha tratado de desacreditar
aquellas sagradas obligaciones internacionales, con detrimento de Costa Rica, El Salvador
y Guatemala, cuyo Gobiernos sólo con mucha paciencia han podido mantener lealmente el
compromiso solemne contraído en Washington bajo los auspicios de los Estados Unidos y de
México. Es igualmente notorio que, bajo el régimen del Presidente Zelaya, las instituciones
republicanas han dejado de existir en Nicaragua, excepto de nombre; que la opinión pública y
la prensa han sido estranguladas, y que las prisiones han sido el precio en toda demostración de
patriotismo. Por consideración personal hacia Ud. me abstengo de discutir innecesariamente los
penosos detalles de un régimen que, por desgracia, ha sido un borrón en la historia de Nicaragua,
y un desengaño para un grupo de Repúblicas que sólo necesitan la oportunidad para llenar sus
aspiraciones de un Gobierno libre y honrado. Por razón de los intereses de los Estados Unidos
y de su participación en las Convenciones de Washington, la mayoría de las Repúblicas de
Centroamérica ha llamado desde hace tiempo la atención a este Gobierno contra tan irregular
situación. Ahora se agrega el clamor de una gran parte del pueblo nicaragüense por medio de la
revolución de Bluefields, y el hecho de que dos americanos, que, según convicción adquirida
por este Gobierno era oficiales al servicio de las fuerzas revolucionarias, y, por consiguiente,
tenían derecho á ser tratados conforme a las prácticas modernas de las naciones civilizadas, han
sido fusilados por orden directa del Presidente Zelaya, habiendo precedido a su ejecución, según
informes, las más bárbaras crueldades. Además, viene informe oficial de que el Consulado
Americano de Managua ha sido amenazado, y con esto se colma el proceder siniestro de una
administración caracterizada también por la tiranía sobre sus propios ciudadanos, y que, hasta
el reciente ultraje hacia este país, se había manifestado en una serie de pequeñas molestias
e indignidades que hicieron imposible desde hace algunos meses mantener una Legación en
Managua. Desde todo punto de vista es evidente que ha llegado a ser difícil para los Estados
Unidos retardar más una actitud decidida, en atención a los deberes que tiene para con sus
propios ciudadanos, con su dignidad, con Centroamérica y con la civilización.“ (Consultado en
el Internet el 19 de septiembre de 2003 [www.ihnca.edu.ni].)
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
179
nuestra riqueza, nuestro saber y nuestro espíritu, pero nuestra concepción del
verdadero medio de realizar esto, no es el de derribar á otros y beneficiarnos
con su ruina, sino ayudar á todos los amigos para una común prosperidad y un
común desarrollo, de modo que podamos todos engrandecernos y juntos legar
á ser más fuertes.»
Se podrá argüir, ó sospechar respecto al fondo, á las intenciones, á ulteriores
propósitos del ex canciller, pero es el caso que ante los miembros de la 3ª.
conferencia Internacional americana, sus frases fueron de varón de largas vistas
y de político prudente y avisado. Y agregaba luego Mr. Root: «Dentro de pocos
meses, por la primera vez los reconocidos poseedores de cada pie de terreno en
los continentes americanos, pueden ser y espero que sean, representados con
reconocidos derechos de iguales estados soberanos en el congreso universal
de La Haya».
«Auxiliémonos unos á otros, para demostrar que para todas las razas humanas,
la libertad por la cual hemos luchado y trabajado, es hermana gemela de la
justicia y de la paz. Unámonos, para crear y mantener y hacer efectiva una
opinión pública panamericana, cuyo poder influya en la conducta internacional,
é impida errores internacionales, y disminuya las causas de la guerra, y por
siempre preserve nuestros libres países del peso de aquellos armamentos que
se aglomeran detrás de la frontera de Europa, y nos traiga cada vez más cerca
la perfección de una libertad ordenada». Todo esto era desde luego propio para
inspirar confianza en los gobiernos hispano-americanos, y sobre todo en los de
los países débiles y pequeños. El elefante no quiso en esa memorable ocasión
hacer sentir su peso. Muy otros son los pensares y actitudes del en extremo
vibrante secretario de estado actual, que considera como feudos naturales de
la gran república á las pequeñas repúblicas vecinas, y para las cuales no cree
preciso sino el empleo del famoso Big Stick.
—
En la protesta á que me he referido se prueba que los Estados Unidos, si no
han provocado, han consentido en Centro América la revolución de Honduras,
de 1908, y la actual revolución de Nicaragua. “La primera, dice dicho
documento, fue promovida por los gobiernos del Salvador y Guatemala, y en
ella, el aventurero Cannon, fusilado, merecida y recientemente en Nicaragua,
partió de San Miguel, el Salvador, donde era empleado de policía, llevándose
la fuerza de su mando para unirse á la revolución hondureña. El gobierno
americano pasó por alto la responsabilidad de los gobiernos culpables y se
empeñó, primero en que no fuera resuelta la acusación presentada contra ellos
por Honduras ante la Corte Arbitral de Cartago, y en que fueran absueltos,
después, cuando se convencieron de que era imposible evitar la revolución. De
esta manera, los Estados Unidos comenzaron á desacreditar la institución más
seria, creada por los tratados de Wáshington: la Corte de Justicia de Cartago.”
180
DISCURSOS TRANSVERSALES
Todo esto es perfectamente exacto, como lo que sigue respecto á los sucesos
recientes de Nicaragua: “Por lo que hace á la revolución actual nicaragüense,
nadie ignora á la fecha la parte que han tomado el gobierno de los Estados
Unidos y el de Guatemala, y que los refuerzos de armas, municiones y
hombres, les llegan principalmente de Nueva Orleans (La.) y Puerto Barrios,
Guatemala. La complicidad de los Estados Unidos está confesada en la nota,
cuando dice que para ese gobierno la revolución representa la voluntad nacional
de Nicaragua.” Así rebate la protesta, punto por punto, los conceptos de la
nota de Knox: la pretendida violación de las estipulaciones de la convención
de Wáshington, la ingerencia en los asuntos de Honduras y Costa Rica, el
régimen gubernamental del general Zelaya y la tiranía. Todos estos extremos
son rechazados ó explicados con verídicas razones. Ellos constituirán, por otra
parte, el objeto de la próxima publicación que el presidente hará en Europa
y en la cual la base de justicia, como lo he dicho antes, será sustentada con
una documentación fehaciente y nutrida. No habrá una sola aseveración que
no lleve su prueba complementaria, y entonces la opinión podrá palpar la
flagrante injusticia de la cancillería norteamericana.
No tenían, por cierto, la misma manera de ver la política nicaragüense y la
personalidad del presidente Zelaya, el presidente Roosevelt y el ministro Eliu
Root, que estaban más al corriente de las interioridades centroamericanas y
que seguían una tendencia de todos modos distinta.
El fusilamiento de los filibusteros Cannon, Heimathlosat y Groce, será también
explicado y justificado en todos sus detalles190.
190 El 22 de diciembre de 1909, en su “Manfiesto al pueblo de Nicaragua“, Zelaya
dio las siguientes explicaciones al respecto: „La muerte de los filibusteros Cannon
y Groce, que me imputa directamente el Gobierno Americano, es el resultado de
un juicio en que se dio audiencia plena a los reos y en que no se omitió ninguna
de las formalidades legales. Eran ellos revolucionarios según lo afirma el Gobierno
Americano en la nota del Secretario de Estado y figuraban como jefes principales del
movimiento al cual le prestaban el valioso apoyo de sus actividades e inteligencia,
dirigiendo las operaciones científicas de levantar planos topográficos y de fortificación,
habiendo sido además, muy buenos tiradores y los únicos encargados de manejar
aparatos infernales para minas explosivas que tanto daño hicieron en las maniobras de
las fuerzas del Gobierno. De modo, pues, que Cannon y Groce expiaron su delito del
modo que lo indica nuestro Código Militar: con la pena de muerte. Además de haber
sido jefes revolucionarios, recayó sobre ellos la responsabilidad criminal de un hecho
gravísimo y horrendo; hacer volar con dinamita nuestras naves repletas de tropas que
en su mayor parte habrían sucumbido en las sirtes del río San Juan, si por un hecho
casual y por la gran habilidad en el movimiento de uno de los vapores, no se hubiese
logrado cruzar con rapidez el lugar donde la mina hizo explosión. Esos individuos no
podían asimilarse a prisioneros de guerra, que se toman al enemigo en una contienda
internacional: eran filibusteros al servicio de una revolución interna, pagados para
producir estrago y muerte; mercenarios extranjeros que venían a aumentar nuestras
desgracias, no por amor a un país que no era el suyo, sino por alcanzar una recompensa
PRÓLOGO
181
El general Zelaya no busca la expectación y el ruído, sino que desea ser
escuchado por el espíritu imparcial de los estadistas y hombres de razón y
justicia del mundo entero, que se interesan en un caso que atañe al derecho de
las naciones.
Hay en los mismos Estados Unidos quienes encuentran en la nota de Knox un
atentado contra la soberanía de un pueblo, que tendrá que reconocerse mientras
no sea declarada en congreso contrario al de La Haya, por una asamblea de
leones, la libertad absoluta de la garra.
Entretanto, la voz de quien denuncia ante las naciones ese nuevo abuso de la
fuerza norteamericana, tendrá que ser oída.
de los rebeldes y traidores que venían ensangrentando el suelo nacional. La sentencia
que el Consejo de Guerra dictó contra ellos está de acuerdo con lo prescrita en nuestras
leyes militares; los reos confesaron su culpabilidad y manifestaron también claramente
y por escrito que habían sido tratados en su prisión con las mayores consideraciones
y cuidados. Mi única intervención en ese penoso asunto consistió en negar la gracia
de indulto que solicitaron los reos, porque ese derecho es potestativo del Presidente
de la República y porque creí y creo que la sentencia era justa, que se debía cumplir,
estando el enemigo al frente y que era necesaria la medida extrema de ajusticiar a
dos reos convictos y confesos para mantener el orden y la moral en el ejército. Como
Cannon y Groce eran revolucionarios, perdieron el derecho a la protección de su
Gobierno según la ley americana, y en tal caso no tienen por qué sentirse agraviados
los Estados Unidos. De todos modos el Gobierno de Washington podía haber entablado
la reclamación correspondiente antes de declarar rotas sus relaciones con Nicaragua.“
(Consultado en el Internet el 19 de septiembre de 2003 [www.ihnca.edu.ni].)
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
183
“FILMS DE TRAVESÍA”191
A bordo de La Champagne, rumbo
á Veracruz, septiembre de 1910.
I. Tierra ilusoria
Polonio, ¿ves esa tierra que está allí cerca, á unos mil metros más ó menos
de nuestro barco, y que ha surgido, después de ponerse el sol entre dorados
y sanguinosos rompimientos? – Sí, la veo, contestaría Polonio192, sin forzar
su afirmación como es su uso, ante la variable mentira de las nubes. En pleno
Atlántico, acabando de pasar frente á las Bermudas, he ahí que se ha formado
de pronto ante los ojos de los navegantes, una tierra de milagro. Sí, la tierra
¿un continente? ¿una isla? está allí, á nuestra vista, bañada como de un opaco
cristal azulado. Se alzan cocoteros, boscajes, grandes árboles, como en las
regiones del trópico, y la perspectiva trae á la mente no sé qué Guanahamés ó
Floridas de encantamiento, ó aislados y misteriosos reinos de las «Mil y una
noches ». Se supondrían en esas regiones que atraen con su extraordinario
miraje, habitáculos de genni, ó de hadas, palacios recónditos en donde morasen
Camaralzamanes y Baduras193.
Todo eso es la obra de la mentirosa nube, amada por Baudelaire. La nube ha
fingido las palmeras, los boscajes, los alcázares, ante los cuales el barco sigue
su rumbo. ¿Cuántas veces no aparecerían, semejantes halagadoras visiones, á
los Colones y á los Gamas?
Y llega después el silencio de la noche. El pensador medita. El vigía lanza su
grito como una queja. Ha pasado la nube, avanza la nave, nos cubre la sombra.
191 La Nación, 20 de octubre de 1910, p. 8. Firma: RUBÉN DARÍO. “En junio
de 1910 el gobierno de Nicaragua recibe invitación oficial del gobierno de México
para hacerse representar en las solemnes celebraciones del centenario del ‘grito de
Dolores’ o sea la iniciación de la guerra de independencia de aquel país. Madriz,
haciendo méritos a su condición de eminente intelectual, dispone enviar una brillante
delegación, y en consecuencia nombra a Rubén Darío y a Santiago Argüello como
representantes de Nicaragua” (Torres, La dramática vida de Rubén Darío, p. 671).
192 Cf. Shakespeare, Hamlet, III, 2 (t. 1, pp. 271-272).
193 “En cuanto a mi imaginación y mi sentido poético, se encantaban en casa con la visión
de las turgentes formas de mi prima, que aún usaba traje corto; con la cigarrera Manuela, que
manipulando sus tabacos me contaba los cuentos del príncipe Kamaralzaman y de la princesa
Badura, del Caballo Volante, de los genios orientales, de las invenciones maravillosas de las Mil
y Una Noches” (RD, Vida, cap. X, p. 31).
184
DISCURSOS TRANSVERSALES
Y se recuerda: «Sicut nubes, quasi naves, velut umbrae.[»]194
II. La virtud de la alegría
Alegría, divina alegría, he visto una vez más el poder mágico de tu virtud. Desde
que hemos dejado la tierra europea, no has dejado de vagar, consoladora, entre
el rebaño de gentes que amontonado en la tercera va hacia lo desconocido,
á «hacer la América». Esos pobres que se han embarcado en Santander ó en
la Coruña, van alentados por ti. En medio de las obscuridades de la noche, ó
bajo los ardores de un sol copioso, resuena de cuando en cuando un cantar, ó
un son de pandereta. Los cantares son tristes; pero así es la alegría española.
Se improvisan jotas, é incansablemente bailan parejas masculinas, ó la niña
de catorce años, de los grandes ojos, ó la madre, que va amamantando un
bebé, ó la otra moza, que tiene una suave sonrisa y que luce su garbo á pesar
de que se advierte presa de la pálida miseria. La pálida miseria danza. Un
hombre enfermizo, barbas de cobre, ojos verdosos y brillantes, percute la
pandereta, lleva el compás. Los danzadores fingen con los dedos el ruido
de las castañuelas: en un círculo estrecho se hacen las evoluciones, giros y
contrapases. Hombres y mujeres, sudorosos pero sin fatiga, ríen. Pasa una bota
de vino de la tierra. No lejos, unos cuantos compañeros juegan, echados de
bruces, á la lotería. El que canta los números, según la usanza, hace chistes que
se celebran en coro. Un gallego lanza una lánguida muñeira, al abrir una caja
de sardinas. Está cayendo la llama de la tarde. Se oye el palpitar del corazón
del vapor. Esos infelices – entre los cuales irá probablemente el millonario
de mañana, – sórdidos, sucios, lamentables, van iluminados por la sonrisa y
halagados por el resplandor de tus oros, ¡oh Alegría, divina Alegría!
III. La oración del niño sobre el mar
Esta mañana, cuando casi todos los pasajeros dormían aún en sus camarotes,
salí á ver la aurora, sobre cubierta. Entonces tuve la grata impresión de ver á un
niño bello y rubio, rezar, en la luz de las primeras horas matutinas, su oración
sobre el mar. El niño estaba con su abuela, señora tempranera, cuyo aspecto
de paz y de salud indica que sus años han visto muchas albas. Abuela y nieto
pertenecen á una familia religiosa que vuelve de visitar los Santos Lugares.
Ese niño ha visto con sus ojos de amor, la tumba de donde Jesucristo saliera
resucitado, los seculares olivos de Getsemaní, Belén, la tumba de Absalón que
los judíos apedrean y los muros del templo junto al cual los sin patria lloran,
dicen sus trenos en distintas lenguas y se mesan los cabellos. ¿Qué quedará de
todo eso en la memoria en flor de esa linda figura infantil? Las explicaciones de
sus padres, las narraciones de unos labios dos veces maternales, se esfumarán
194 “Como las naves, como las nubes, como la sombra [huye la vida]”. Se trata del epígrafe
que Chateaubriand antepone a un capítulo de sus Mémoires d’outre-tombe (t. 1, p. 5). La cita
combina varios fragmentos del libro de Job. Amado Nervo la pone como epígrafe a su poema
“A Kempis” (OC, t. 2, p. 1322).
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
185
con el tiempo. Pero ahora, aun están frescos sus recuerdos, y la oración que,
juntas las manos, dirige á Dios, los ojos fijos en el horizonte, debe llevar, junto
con el perfume marino, un tenue olor á lirios de Aarón y á rosas de Jericó. La
anciana dice las palabras que el niño repite con una unción encantadoramente
pueril. Y el mar está, como durante toda la travesía, tranquilo, manso, apenas
peinado por el viento que trae algo como efluvios de las cercanas Antillas.
Y pienso que ese niño fino, al decir su plegaria, yelmado de su espesa cabellera
de oro, con sus manos juntas y su rostro del color del rosa de la aurora, es un
angélico domador del mar. Así el infante del poema hugueano de la Leyenda
de los Siglos, con el índice lilial alzado delante del rugiente y formidable león.
IV. Patriotismo, egoísmo
El patriotismo en ocasiones, por no decir casi siempre, es un desenvolvimiento
del egoísmo. Una nación fuerte mira con recelo á otra nación fuerte. Sabidas
son también las antipatías de naciones, departamentos y aún pueblos limítrofes.
El patriotismo, en una de sus formas, hace que el individuo se considere como
contenedor de todo el país. El representa la nacionalidad. Verá casi siempre con
prevención los triunfos ó los progresos de un país que considera, por tal ó cual
motivo, como rival del suyo. Procurará, en el plausible deseo de engrandecer
su patria, aminorar ó poner en duda las conquistas de otra. Si pertenece á una
nación rica, poderosa, fuerte, adquirirá en sus maneras, en su gesto, en el tono
de sus palabras, una apariencia de imposición. Habrá en él algo de dureza,
y aun de brusquedad. Eso lo encontraréis en el tono del norteamericano, del
inglés, del germánico militarizado, del argentino, de algunos otros. Es casi
seguro que había brusquedad en el acento y en el modo con que el romano
decía en el extranjero: «Civis romanus sum». Debe haber hablado el romano
como habla hoy el ciudadano de los Estados Unidos.
V. Cuba á la vista
Las costas de la isla de Cuba aparecen á nuestra vista. En mi memoria guardo
las impresiones que sintiera, hace cerca de veinte años, al llegar á la Habana.
Amaba yo la isla, por su poesía y por su leyenda heroica. Había conocido,
en mis primeros años de juventud, en Centro América, al poeta Palma195 y al
195 “El bayamés José Joaquín Palma y Lasso (1844-1911), que tuvo que vivir la mayor parte de
su vida fuera de Cuba, en Honduras, en Guatemala – la letra de cuyo Himno Nacional compuso
– pero recordando siempre emotivamente su tierra natal, es un fácil y sonoro versificador que se
conservó siempre fiel al romanticismo externo y musical del que fue José Zorrilla el más típico
representante en todo el mundo hispánico. Es Palma poeta de la patria y el amor, temas unidos
en sus versos recitables, quejumbrosos … versos suaves e idealizadores, siempre de un lirismo
elemental, hijos del recuerdo, creadores de la esperanza, según la crítica benévola y cordial
de Martí” (Raimundo Lazo, Historia de la Literatura Cubana. México: UNAM / Dirección de
Publicaciones, 1974, p. 152).
186
DISCURSOS TRANSVERSALES
orador Zambrano [sic]196, que predicaron y cantaron por todo el continente,
la libertad de su patria y el sueño de la Estrella solitaria. Tenía en la Habana
amistades y simpatías entre la juventud intelectual. Desembarqué y permanecí
el tiempo que durara la permanencia en la rada, del vapor que me conducía á
España, á donde yo iba como delegado de mi país nicaragüense á las fiestas
del centenario de Colón. Me sentí en la tierra cubana como en un hogar
fraternal. Los compañeros del «El Fígaro» me festejaron en cordial ágape
literario. Estaban allí el malogrado Julián del Casal, el hondo y raro poeta
ya por siempre desaparecido; Pichardo197, laureado caballero de las Musas; y
con su gentileza y su talento y su cortesía, Catalá198, hoy director de la revista,
Raoul Cay, perito en cosas mundanas y galantes, en literaturas, y en cosas del
Imperio Chino, y algunos amigos más. Flotaba aún en el Morro la bandera de
España. Rememoro vagamente los paseos, las calles, las mujeres hermosas y
voluptuosas, las flores, los frutos del trópico, y el ambiente y las esencias de la
Antilla que llegaran á través del inmenso océano, á despertar versos de oro y
de color en las oraciones de José María de Heredia.
Después llegaron los horrores de la última guerra. Mi simpatía por Cuba siguió
siempre la misma, y creció cuando tuve el glorioso placer de ser amigo de
José Martí, allá en su cuartel de campaña de la vasta New York. Luego fue
la muerte épica del héroe poeta, hoy glorificado en mármol por su pueblo,
gracias al fervor de su fiel compañero de emigración y de labor libertadora, el
egregio Dr. Miranda, hoy también desaparecido. Y llegó la libertad, – y con
ella la república y el pabellón de la estrella solitaria, y luego la intervención de
los EE. UU. Muchas ilusiones de los luchadores de antaño se convirtieron en
desesperanzas. Reinó el espíritu anglosajón. Los tentáculos de Manhattan se
prendieron al seno de la nueva nación. Se desterró la fiebre amarilla, se organizó
el tesoro; hubo innegable progreso y de habló más inglés. Mas en muchas almas
se llegó en ciertos momentos á sentir una vaga saudade de la vieja y vencida
madre patria… ¿Qué encontraré de nuevo? ¿Cuáles serán las impresiones que
recibiré á mi paso pasajero por la «Perla»? Hay amigos constantes de los de
antaño; mas una ráfaga que vino del norte ha cambiado de seguro en tiempo
relativamente corto, desde la higiene hasta los procedimientos periodísticos.
Os diré pronto mis pensares respectivos.
VI. La religión de Aarón Levy
Aarón Levy es aún joven. Vive en esa importante capital hispanoamericana
196 “El orador de la revolución de Yara, Antonio Zambrana (1846-1922), hizo incursiones por
el campo de la Historia en La República de Cuba (Nueva York, 1873), y especuló acerca del
tema histórico en La poesía de la historia (San José, Costa Rica, 1900)” (ibíd., p. 206).
197 “Manuel Serafín Pichardo (1863-1937), periodista y diplomático, fue además de
versificador con marcado tono de época, animador del movimiento literario como director de
las revistas más leídas e importantes, El Fígaro publicado por él con la eficaz colaboración
administrativa de Ramón A. Catalá” (ibíd., p. 153).
198 Cf. nota anterior.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
187
desde hace muchos años, dedicado al comercio. Es uno de los principales
importadores de indumentaria elegante. Como cambia de traje tres ó cuatro
veces al día podemos darnos cuenta de la excelente calidad de sus objetos de
venta. Es un afable parlanchín. Tiene la sonrisa fácil, la mirada tímida y el gesto
fugaz. Saluda con especial cuidado al caballero millonario, al diplomático,
al dueño de ingenio que se quedará en La Habana, á los miembros de la
familia potente, á la viudita que ha quedado bien asegurada. Galantea, da sus
vueltas de vals por la noche; juega, con suerte casi siempre, en los modestos
é improvisados partidos de bridge, poker, ó siete y media. Cuando se trata de
sus negocios tonea un aire compungido, se lamenta de las escasas compras, de
la rivalidad de las otras casas más ricas que la suya. Evita hablar de política,
y cuando le acosan, sale del paso con un chiste ambiguo. Da noticia de los
restaurants «donde se come bien por poca plata», de las casas de cita, de las
artistas en boga, de toreros y de casas de banca.
Como se hablase en la mesa – tema de conversación siempre muy poco
oportuno – de asuntos religiosos, después de que las distinguidas damas
hubieron agotado sus sentires, una le preguntó de pronto á Aarón Levy: Y Vd.,
señor, ¿á qué religión pertenece?
Y Aarón Levy, grave, contestó muy despaciosamente: – Yo, señora, soy
católico, apostólico, romano.
DISCURSOS TRANSVERSALES
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
189
DE SAINT-NAZAIRE Á VERACRUZ.
Notas para los turistas199
A bordo de La Champagne, rumbo
á Veracruz, septiembre de 1910.
La Champagne, barco viejo. Algún turista argentino que lea estas líneas, habrá
hecho quizá en él la travesía del Havre á Nueva York, ó viceversa, pues este
vapor hacía el servicio en aquella línea.
La Compañía Générale Transatlantique á la que pertenece La Champagne,
parece haber quedado rezagada en cuanto á la importancia de su flota. Hoy
en día la mayor parte de los buques que viajan con su bandera en esta línea
son viejos: viejos y no muy buenos. Y para incluirlos en el número de los
grandes transatlánticos, á la par de colosos como el Lusitania, el Mauritania, ó
el George Washington, ó cerca de los magníficos buques alemanes, sólo tiene
esta compañía francesa el Provence, de la carrera de Nueva York.
Sin embargo, las crecientes necesidades del servicio y las cada vez mayores
utilidades que rinde el tráfico de estas líneas transoceánicas, son buen acicate
para empresas ricas. Y la Transatlantique, que lo es y que debe tener grata
experiencia de los resultados de esta línea, se dispone á reforzar su flota, con
dos nuevos grandes vapores: el Espagne y el France. Cuenta ya la compañía
con los buques siguientes: La Provence, La Lorraine, La Savoir y La Touraine,
que hacen la carrera Havre-Nueva York; y con La Champagne, La Navarre
y algunos menores para el servicio, llamados postal, de las Antillas y Centro
América.
Aunque no con la intensidad que la navegación hacia el Plata, el tráfico de
viajeros, como el tráfico de cargas en esta línea de Méjico, ha aumentado
enormemente de importancia en los últimos tiempos. Y aunque menos
enconada que en otras, en ésta, también la competencia ha influído de modo
decisivo en el mejoramiento y en el refinamiento de los servicios.
Los alemanes con sus espléndidos buques, verdaderos palacios flotantes,
dotados de extremos de confort antes sólo instalados en los barcos que
199 La Nación, 21 de octubre de 1910, p. 8. Firma: RUBÉN DARÍO. “El barco
La Champagne saldrá de Saint-Nazaire con destino a Veracruz, haciendo escala
en La Habana. El barco leva anclas a las tres y media de la tarde del 21 de agosto,
precisamente el día en que el doctor José Madriz entrega la presidencia de Nicaragua a
José Dolores Estrada, hermano del traidor Juan J. Estrada, por acuerdo de éste, que ya
está en marcha hacia Managua” (Torres, La dramática vida de Rubén Darío, p. 689).
190
DISCURSOS TRANSVERSALES
utilizaban los «milliardaires» norteamericanos, han impuesto las mejoras á los
franceses. Y es de esperar que éstos, decididos á modernizar sus buques y á
aumentar su flota, lo hagan con esplendidez, sin regateos, sin mezquindad.
Porque el pasajero acomodado que viaja por estas líneas, sabe ya lo que tiene
derecho á exigir á las compañías. Y de las comparaciones entre «el alemán» y
«el francés», eterno tema de conversación en el puente, casi nunca sale airoso
el último.
———
Desde luego la fiebre norteamericana por visitar Europa, es cada día mayor
en la América latina. No son ya solos los argentinos los que multiplican sus
paseos al viejo continente. El pasaje, numerosísimo, de la cámara de La
Champagne es, casi en su totalidad, mejicano. Familias que aprovechan las
vacaciones del jefe de ella para recorrer los países en que tuvieron su origen;
mejicanos radicados en Europa que van á visitar parientes que residen en la
patria; estudiantes que regresan de colegios europeos; grandes comerciantes
que terminan sus anuales excursiones después de formalizar sus compras de
exportación. Y es interesante observar cuáles son las impresiones que de la
civilización del viejo continente llevan tan diferentes viajeros.
Como en toda la juventud de nuestra América, nótase en los jóvenes mejicanos
con quienes me hallo ahora en contacto, la influencia de la educación sajona ó
de la francesa. Ante todo, como cualidad distintiva, caracteriza á estos amables
y afectuosos compañeros de viaje, la cordialidad, la amabilidad que encuentro
invariablemente en todos los correctos caballeros mejicanos á quienes he
tenido aquí ocasión de tratar. Si se examinaran, dado que estén hechas, las
estadísticas del movimiento del turismo mejicano, se patentizaría la actividad
de los viajeros de esa nación. La colectividad mejicana de París ha de ser, con
la argentina y la cubana, de las más importantes de la ciudad-luz.
Pero además, es notable, y muy de alabar, el espíritu y la dirección que
imprimen estos turistas á sus excursiones. No las limitan á visitar cuatro ó
cinco grandes ciudades europeas. Recorren sabios itinerarios trazados con
independencia de los «Baedecker» y buscan en sus paseos por la vieja Europa
algo más hondo y una impresión más intensa y perdurable que las que dejan
las volanderas permanencias en las ciudades de placer. Vienen, por ejemplo,
en La Champagne, familias mejicanas que regresan de una detenida visita á
los Santos Lugares.
Hay, además de este pasaje, el pasaje de tercera: los emigrantes. Españoles
todos. Castellanos, andaluces y gallegos en su mayoría, que van á Cuba. Unos,
pocos, á contratarse por una temporada en las faenas agrícolas de los ingenios
de la bella isla. La mayor parte á radicar allí, á luchar por la vida, á buscar
bajo otro cielo el pan que el suelo patrio no les produce. Y para el viajero que
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
191
recuerde el creciente y enorme caudal emigratorio que de los puertos españoles
fluye incesante hacia Buenos Aires, hay aquí diferencias notables que anotar.
Desde luego, este puñado de hombres y muchachos – casi ninguna mujer – no
se aproxima á la enorme muchedumbre de emigrantes que en las proas de los
buques que parten de España, se hacinan, se amontonan resignados á todas
las molestias, á todos los padecimientos de la travesía, siguiendo con la vista
anhelante el rumbo que hace el barco hacia la Argentina. No veo aquí esas
familias castellanas ó andaluzas que trasladan su hogar de una á otra ribera
del Atlántico; ni las tropas de niños que dan la nota ruidosa y pintoresca á los
rebaños de miseria que el hambre arroja de Europa en demanda de la rica y
maternal América. Verdad, también, que al llegar á la deseada tierra, las leyes
norteamericanas en vigor en Cuba, no los recibirán con la amplia acogida que
reciben los emigrantes al llegar á Buenos Aires. Y después, que entre una y
otra emigración hay su diferencia.
———
La biblioteca de La Champagne tiene cerca de 500 volúmenes. De ellos, una
cincuentena pertenecen á la «librería española», como titula el catálogo á la
sección de obras en castellano. Y verdaderamente que al recorrer la lista de
libros que la compañía pone á disposición del pasaje, no he podido menos
de hallar extraordinario que no figura un solo autor mejicano entre los que
aparecen en el catálogo.
Yo no sé si quien se encargó de formar esta biblioteca, conocería mucho ó
nada el grado de ilustración y el gusto de los viajeros habituales de esta línea
que tantos años hace une Méjico con Europa. Pero parece digno de notarse
que una colección de obras destinada al solaz de lectores mejicanos, no
cuente en sus estantes un libro de autores nacionales. En cambio, es cierto,
es copiosa la representación francesa. Desde Víctor Hugo, del que hay diez ó
doce obras, hasta Edmond Rostand, del que no encuentro más que una – La
Samaritaine – pasando por Coppée y Richepin, se encuentra una buena serie
de libros poéticos, buenos para leer en las tediosas horas de esta larga travesía.
Balzac, viene en primer término, y Paul Bourget y Alfonso Daudet y Dumas;
Pierre Loti, Mael200, G. Ohuet [sic] y Theuriet, están en seguida, con gran copia
de novelas que, según me informan son las que tienen la preferencia de los
lectores. Hay aún multitud de autores franceses cuyas obras, más ó menos
decorativas, ornan y llenan los estantes del nada fastuoso salón de lectura. Y
en la mencionada sección castellana, ó «librería española», figuran entre los
autores españoles: Pereda, Campoamor, Alas (Clarín), Castelar, Espronceda,
López Silva, Núñez de Arce – Galdós no tiene sino un libro: «Marianela».
200 Pierre Maël fue el seudónimo que usaron, para las novelas de aventura que escribieron
en común, los literatos franceses Charles Causse (1862-1905) y Charles Vincent (1851-1920).
192
DISCURSOS TRANSVERSALES
Salvador Rueda, dos. Hay también un ejemplar, casi virgen de lecturas, del
«Quijote»; otro de toros – ¿Cómo no? – y varios volúmenes más.
Fuera mucho de desear que el encargado de esta biblioteca tuviese algo más
en cuenta la nacionalidad de la inmensa mayoría de sus lectores. Hay buen
número de obras de literatos mejicanos que ocuparían lugar y serían leídos
con más agrado que muchas de las novelitas de autores franceses de quinto
orden que llenan el catálogo con sus títulos en «argot» parisiense, del que,
naturalmente, nada dicen los diccionarios de bolsillo españoles-franceses.
También noto lo chocante de que no haya ni una sola obra de viajes, ni un
solo tratado de geografía, ni un solo volumen de los que lógicamente deberían
consultarse durante una travesía. De esta manera sólo encuentro el «Viaje
á España» de Gautier, y una relación de Pierre Loti, sobre Marruecos. Y en
verdad creo que sería útil hubiera á mano en estos casos algún ilustrador de
ignorancias que enterara, á quien lo hubiese menester, de que las Azores no
son una posesión española y de que la línea de los trópicos se cruza un mucho
antes de arribar á Veracruz.
———
La irreprochable corrección inglesa tendría mucho de que espantarse en La
Champagne. Los turistas que hayan viajado á bordo de los transatlánticos
ingleses y alemanes, no podrán figurarse fácilmente la poco exigente
«manière» que aquí llevamos todos. Nada de frecuentes cambios de trajes.
Nada de toilettes esmeradas en las señoras. Nada de smoking para las comidas.
Se hace el viaje casi en familia y, por un espontáneo y tácito convenio general,
cada cual busca su comodidad con absoluta independencia de los principios á
veces fatigosos de la etiqueta. Lo cual me parece encantador bajo los fuegos
de este cielo.
El calor tropical que nos martiriza déjase sentir horriblemente. Y á su influjo y
por atenuar en lo posible sus efectos, aparecen mis compañeras y compañeros
de viaje en «ténues» claros, ó coloniales, apropiadas á los excesos de esta
implacable temperatura.
Los blancos trajes de dril, los «complets» del oriental kaki, las muselinas de
las señoras, todo lo que es ligero y fresco, se acepta y se lleva sin reparo.
Y no faltan en las mesas donde comen jóvenes y bulliciosos amigos míos,
sonrisas y conmiseraciones para los contados – cuatro ó cinco pasajeros que,
heroicamente «vestidos», resisten todas las tardes en el comedor los calores de
horno apenas mitigados por los ventiladores eléctricos.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
193
Además, las comidas que los cocineros de La Champagne nos sirven, no son
en verdad dignas de mayores respetos. Son completamente modestas. Hay un
sistema de alimentación enteramente desacordado á las aficiones gastronómicas
del pasajero. De cuando en cuando, algún plato de la sabrosa y variada cocina
mejicana. Estamos en general sujetos á la tiranía de las salsas. Y como á los
siete días de partir del último puerto, las carnes, las legumbres y los huevos, no
están en el mejor estado de frescura, llega á ser un buen problema el escoger
en la no extensa lista de platos del «menú». Decididamente los buques ingleses
y alemanes, tienen mejor servicio de cocina, á pesar de la fama de la francesa.
Protestas y no escasas formulamos todos cada vez que una deficiencia del
servicio nos hiere. Pero jamás las cosas pasan á mayores. El ambiente de
amistosa familiaridad y de general buen humor lo calma todo. El amable
«commissaire» no tiene nunca que escuchar nuestras quejas. Y la irritación
que puedan los más irascibles sentir, se desvanece y se pierde una vez sentados
en el puente, donde mañana, tarde y noche, un vago sexteto arrulla nuestro
tedio ejecutando con la mejor voluntad el Vals de las olas, de larga celebridad,
ó el Ave María, de Gounod.
Y no faltan tampoco entre nosotros el amable señor que posee una agradable
voz de tenor; la señorita que sale del colegio de las madres y que toca el
piano excelentemente; ni la artista que pasa el Atlántico contratada por alguna
empresa americana. Con estos elementos, la oficiosidad servicial de un buen
joven organiza un concierto extraordinario. Y en efecto, noches después
asistimos á una «soirée» en que el sexteto nos regala con «las más escogidas
piezas de su repertorio», la señorita complaciente toca alguna fantasía, y
la artista – que suele en esta línea ser una cupletista española – canta dos ó
tres números de los más incoloros de su lista. Luego, los aficionados al baile
danzan, tratando de sujetar á los compases de la música las cabriolas que los
balanceos del buque les obligan á hacer.
Y así pasa el tiempo á bordo de La Champagne. A media tarde, un joven
secretario-intérprete de la oficina marconigráfica, pasa repartiendo el «Journal
de l’Atlantique», editado por la [«]Compagnie Générale de Télégraphie
sans fil». No ha de ser desconocido para algunos de mis lectores, pues es
igualmente repartido en los buques de otras líneas. En él leemos las últimas
noticias recibidas de la estación de larga distancia de Poldhu. Ordinariamente
son muy concisas notas bilingües – la traducción castellana, pintoresca – en
que sabemos de las ocurrencias menos interesantes de las 24 horas pasadas.
Hay también, «extractos de los artículos de fondo de los diarios europeos».
De todos modos, es grata la seguridad de que merced á las antenas que unen
los mástiles de La Champagne, posible nos será comunicar una demanda de
socorro en caso de peligro; como con éxito inolvidable logró hacerlo aún no
hace muchos meses, el telegrafista norteamericano que, gracias á su sereno
heroísmo, salvó de un desastre inminente á los centenares de pasajeros del yate
194
DISCURSOS TRANSVERSALES
de placer en que él desempeñaba el modesto encargo de telégrafo sin hilos.
Y cuando en medio de la monótona inmensidad de este ahora tranquilo Océano,
aparece lejos como una mancha en el horizonte, la silueta de otro buque,
esperamos con una cierta impaciencia saber si los mensajes que nuestra oficina
le dirige son contestados por el desconocido compañero de unos minutos, que
se pierde en seguida á lo lejos, confundiéndose en el azul obscuro de las olas.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
195
“SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ”201
A bordo de La Champagne, rumbo
á Veracruz, septiembre de 1910.
… Mientras acabo de saborear, una vez más, el verso gauchesco ¿«Sabes que
es linda la mar?», me acomodo en mi silla sobre cubierta, y al compás de la
máquina y al ruido de la espuma que choca contra los flancos del barco, me
complazco en leer el libro con que el poeta Amado Nervo contribuye á la
celebración del centenario de la independencia de la patria mejicana. El libro
trata sobre una monja ilustre, la famosa sor Juana Inés de la Cruz, poetisa
excelente, mujer de Dios, sabia en muchas cosas terrestres y divinas202.
Se ve que el biógrafo está lleno de amor por aquella flor del pasado. Trata
su asunto con dignidad, con erudición, con mucho afecto. Adorna su libro
con retratos de la admirable religiosa, que nos hacen ver unos hermosos ojos
profanos, una boca pequeña y voluptuosa, una musa con hábitos de santidad,
cerca de sus libros, con la camándula en una mano y la pluma en la otra;
ó sentada, en su labor de escritora; ó bien hojeando un infolio. Siempre el
aspecto de una donosa y deleitable señorita, que Nuestro Señor Jesucristo
apartara del influjo de doña Venus y de don Amor. Ella, que amó á lo humano,
adoró á lo celeste. Transmutación de fuegos.
«Dedico este libro, dice Amado Nervo, á las mujeres de mi país y de mi raza»203.
Loemos el homenaje. El autor comenzó, con el mejor deseo, por querer hacer
penetrar en lo delicado y dulcemente amable de su libro á las altas damas de la
nobleza, mundanas y literatos que asistieron á la lectura de algunos capítulos
de su obra, en el Ateneo de Madrid. Los poetas, desde luego, y los hombres de
buen gusto, estarán de su parte y no tendrán sino aplausos para él.
Con buscada modestia de expresión, Nervo anuncia, antes de entrar en lo
substancioso del volumen:
En este libro casi nada es propio:
con ajenos pensares pienso y vibro.,
y así, por no ser mío, y por acopio
de tantas excelencias que en él copio,
¡este libro es quizá mi mejor libro!204
201
202
203
204
La Nación, 24 de octubre de 1910, p. 5. Firma: RUBÉN DARÍO.
Nervo, Juana de Asbaje, OC, t. 2, pp. 433-491.
Ibíd., p. 433.
Ibíd.
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DISCURSOS TRANSVERSALES
No. No es verdad. Este libro no es el mejor libro de Amado Nervo. Su mejor
libro está entre todos sus libros anteriores, y se compone de aquellos versos
y de aquellas prosas en que puso lo exquisito de su comprensión de la vida y
del universo, y lo sincero de su espíritu y de su corazón. Porque, en verdad os
digo que muy pocos de nuestros líricos le igualarían en exquisitez y ninguno
le superaría en sinceridad. Hasta hoy mismo, que las influencias ambientes
de la corte española parecen envolverle, su personalidad se destaca en su
singular valer y en su exteriorización siempre reconocible. Y en este libro
sobre su compatriota sor Juana Inés de la Cruz, en el siglo Juana de Asbaje,
ha necesitado de una cinta perfumada de pasión íntima, para juntar y atar el
ramillete de «ajenos pensares» que forman la escrupulosa documentación de
la biografía.
Con Ruiz de Alarcón sor Juana constituye lo más brillante y preciado que pudo
ofrecer intelectualmente el virreinato de la Nueva España al acervo común
de las letras castellanas. Aun le desubre Nervo á la lírica religiosa hálitos de
libertad, ó más bien, don de profecía, en los versos que cita Luis González
Obregón en su “México viejo”:
¿Levante América ufana
la coronada cabeza,
y el águila mejicana
el imperial vuelo tienda!
O bien:
De la común maldición
libres para que nacen
sus hijos, según el pan
no cuesta al sudor afanes.
Europa mejor lo diga,
pues ha tanto que insaciable,
de sus abundantes venas
desangra los minerales205
“…Amaba, dice Nervo, aquella singular mujer con toda su alma á Méjico; fue
la luz y la poesía de la época colonial; hizo con don Juan Ruíz de Alarcón, que
el nombre de la Nueva España sonase con coro de elogios en la Corte de los
Austrias, y única en su género por la excelencia del pensamiento en una época
y un país en que éste no solía ser flor femenina, merece (mientras en uno de
nuestros grandes paseos se yergue el monumento soberbio que le debemos y
que sin duda hemos de pagarle) culto de admiración de todas las almas.”206
205 Ibíd., p. 434.
206 Ibíd.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
197
En las palabras preliminares que el autor dirige al lector mejicano y de donde
he copiado las líneas anteriores, expresa el autor el deseo de realizar una obra
de mayor aliento que la presente sobre su amada poetisa. Mas si no una estatua
de vastas proporciones, le ofrenda, con lo hoy realizado, una serie de finos
bajos relieves que nos hacen ver diferentes momentos de la vida de Juana de
Asbaje, hasta el instante de su dulce muerte de bienaventurada. Y el alma de la
desaparecida musa debe estar agradecida en su gloria.
*
Primero sabemos cómo vivió en el siglo. Nervo entra en detalles, con apoyo
del padre Calleja y del citado González Obregón. Vivió sor Juana “cuarenta
y cuatro años, cinco meses, cinco días y cinco horas”; que á doce leguas de
la ciudad de Méjico nació, en las cercanías del Popocatepetl, en “una bien
capaz alquería, muy conocida con el título de San Miguel de Nepantla, que
confinante á los excesos de calores y fríos, á fuer de primavera, hubo de
ser patria desta maravilla. Aquí nació la madre de Juana Inés, el año de mil
seiscientos y cincuenta y uno, el día doce de noviembre, viernes, á las once de
la noche. Nació en un aposento que dentro de la misma alquería llaman “La
celda”, casualidad que, con el primer aliento, la enamoró de la vida monástica
y la enseñó á que eso era vivir, respirar aires de clausura.”207
Esos datos son del padre Calleja.
Con complacencia y emoción poética refiere Nervo una corta visita que hiciera
inesperadamente al lugar en que naciera sor Juana. La “bien capaz alquería”
no existe. Por más que buscó, no pudo encontrar el punto seguro donde estuvo
la antigua finca. Y escribe: “Un recogimiento misterioso parecía apoderarse
de todas las cosas, y el sabor de mi contemplación era tan hondo y suave,
que cuando silbó la locomotora anunciándonos que íbamos á reanudar el
roto camino, parecióme que, como el monje Alfeo que oyó cantar al ruiseñor
celeste, mi espíritu volvía de un éxtasis de siglos á las vanas fatigas de la
vida.”208 Y, en efecto, en el fondo de su alma oyó el poeta el canto lejano de su
preferido ruiseñor.
El padre de sor Juana se llamaba don Pedro Manuel de Asbaje, natural de
Vergara, en Guipúzcoa; su madre, hija de españoles y nacida en Ayacapixtla,
fue doña Isabel Ramírez de Cantillana. La poetisa fue en extremo precoz.
Comenzó á aprender á leer á los tres años. Y contara ella misma que «teniendo
yo después como seis ó siete años y sabiendo ya leer y escribir, con todas las
otras habilidades de labores y costuras que aprenden las mujeres, oí decir que
había universidad y escuelas en que se estudiaban las ciencias, en Méjico; y
207 Ibíd., p. 435.
208 Ibíd., pp. 435-436.
DISCURSOS TRANSVERSALES
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apenas lo oí cuando empezé á matar á mi madre con instantes é importunos
ruegos, sobre que, mudándome de traje, me enviase á Méjico, en casa de unos
deudos que tenía, para estudiar y cursar la universidad; ella no lo quiso hacer
(é hizo bien); pero yo despiqué el deseo en leer muchos libros varios que tenía
mi abuelo, sin que bastasen castigos ni reprehensiones á estorbarlo; de manera
que cuando vine á Méjico se admiraban, no tanto del ingenio, cuanto de la
memoria y noticias que tenía, en edad que parecía que apenas había tenido
tiempo para aprehender á hablar. Empecé á aprehender gramática, en que creo
no llegaron á veinte las lecturas que tomé; y era tan intenso mi cuidado, que
siendo así que en las mujeres (y más en tan florida juventud) es tan apreciable
el adorno natural del cabello, yo me cortaba de él cuatro ó seis dedos, midiendo
hasta donde llegaba antes, é imponiéndome ley de que si cuando volviese á
crecer hasta allí, no sabía tal ó cual cosa que me había propuesto aprehender en
tanto que crecía, me lo había de volver á cortar en pena de la rudeza. Sucedía
así que él crecía apriesa y yo aprehendía despacio y con efecto le cortaba en
pena de rudeza; que me parecía razón que estuviese vestida de cabellos cabeza
que estaba tan desnuda de noticias, que era más apetecible adorno»209. ¿No
encontráis en esto último algo que os recuerda una de las más duras frases de
Schopenhauer sobre las mujeres, de «cabellos largos é ideas cortas»?
Me explico que Nervo haga frecuentes citas de sor Juana. Escribe la monja tan
sabrosamente; es tan vivaz y tan franca en su discurso, que aun cuando trata
de cosas abstrusas y difíciles á la común comprensión, lo hace con especial
donosura y peregrino razonamiento. Yo no sabía que preferir, si sus prosas, ó
sus versos, aunque á los verdaderos poetas los tomo de una pieza.
La musa mejicana sintió su vocación poética desde muy temprano. Quisieron
desviarla de su cultura profana, sor Philotea de la Cruz y don Manuel Fernández
de Santa Cruz, obispo de Puebla. Pero altas damas amigas suyas le alentaron
y alabaron por sus aficiones. Hay en este libro una original «conversación
con sor Juana»210, en que Nervo, al fingir su «interview», no pone en boca de
aquélla más que palabras y declaraciones tomadas de escritos de la religiosa,
y la ilusión literaria de la entrevista se completa. ¿Puede sor Juana ser llamada
genial?211 «Para ser genial en su poesía (porque juzgada por su temperamento
y por el conjunto de sus obras admirables lo es), le faltó, quizá, añado yo, una
sola cosa á sor Juana, una pasión confesada y cantada: el amor»212. Tal dice el
biógrafo; mas, aunque no conozcamos el nombre de quién fue amado y muy
á la humana, por ella, es el caso que entre las poesías que en este mismo libro
se contienen reproducidas, se encuentran versos amatorios y apasionados.
Y se revelan por lo menos ardorosas chispas de un fuego popocatlepino, en
conceptos como los siguientes:
209
210
211
212
Ibíd., p. 437.
Ibíd., pp. 449-453.
Ibíd., pp. 454-457.
Ibíd., p. 457.
LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA
Cuando fuera, amor te oía;
no merecí de ti palma,
y hoy que estás dentro del alma
es resistir valentía:
Córrase, pues, tu porfía
de los triunfos que te gano,
pues cuando ocupas, tirano,
el alma sin resistillo,
tienes vencido el castillo
é invencible al castellano.213
O este soneto:
Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro á quien mi amor maltrata;
maltrato á quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor hallo distante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato á quien me quiere ver triunfante.
Si á éste pago, padece mi deseo;
si ruego á aquel, mi pundonor enojo,
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo por mejor partido escojo
de quien no quiero ser violento empleo
que de quien no me quiere vil despojo.214
O este otro:
Feliciano me adora y le aborrezco
Lisardo me aborrece y yo le adoro,
por quien no me apetece ingrato lloro
y al que me llora tierno no apatezco.
A quien más me desdora el alma ofrezco;
á quien me ofrece víctimas desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro
y á quien le hace desprecios enriquezco.
Si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro á mí ofendido
y á parecer de tales modos vengo.
Pues ambos atormentan mi sentido;
¡Aqueste con pedir lo que no tengo,
y aqueste en no tener lo que le pido!215
213 Ibíd.
214 Ibíd., p. 459.
215 Ibíd.
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200
DISCURSOS TRANSVERSALES
Sabido es que cuando las monjas se ponen á hablar de amor, divino á humano,
no hay Safos que las superen. Baste con recordar á la llameante Santa Teresa
de Jesús y á la famosa religiosa portuguesa, cuyas cartas son un breviario para
rezar el oficio de Eros.
Sor Juana Inés no llega á tales exaltaciones y bien puede calificarse su amor,
como en este libro, de «casto y misterioso»216.
Nos hace conocer Nervo las relaciones que tuvieron sor Juana Inés y la
condesa de Paredes217, «bella por todo extremo»218 y su admiradora. Trata
de la facilidad poética de la monja219, la cual le da coyuntura para decir muy
oportunas verdades y discurrir «pro domo sua». Interesará seguramente el
capítulo sobre sor Juana música220; otro sobre su humorismo221, y otros sobre
su teatro222, las prohibiciones de estudiar223, la crisis224, fervor y penitencia de
sor Juana225 y su muerte226. Siguen una «Vida» de la poetisa copiada por Nervo
de un manuscrito que está en la biblioteca real de Madrid227, y un «bouquet»
de poesías de sor Juana228. Esto se lo agradecerán los muchos lectores, tanto de
España como de América, que no conocen sino las famosas redondillas, que
empiezan:
Hombres necios que acusáis
A la mujer sin razón…
En resumen: un bello libro de un poeta excelente.
216 Ibíd., pp. 457-461.
217 Ibíd., pp. 461-465.
218 Ibíd., p. 461.
219 Ibíd., pp. 465-467.
220 Ibíd., pp. 468-471. “Para mí tiene aún más sabor, porque me recuerda a cierto Maestro
Nuñes, noble amigo muerto ya, a quien Rubén Darío y yo conocíamos y tratamos íntimamente
en París in diebus illis, y al cual consagró [sic: por ‘consagré] un capítulo, el LX, en El éxodo y
las flores del camino… Y ahora me pregunto: ¿Había leído el Maestro Nuñes (q. e. p. d.) a Sor
Juana Inés de la Cruz?”
221 Ibíd., pp. 471-473.
222 Ibíd., pp. 473-476.
223 Ibíd., pp. 476-479.
224 Ibíd., pp. 479-483.
225 Ibíd., pp. 483-485.
226 Ibíd., pp. 486-490.
227 Ibíd., p. 487.
228 No se encuentra en la edición de las OC.
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