DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA Erick Blandón Guevara University of Missouri-Columbia 2011 BCN 864.44 B642 Blandón Guevara, Erick Discursos transversales: la recepción de Rubén Darío / Erick Blandón Guevara; Prólogo de Leonel Delgado Aburto. Managua, 2011 ISBN: 978-99924-45-14-3 Esta obra es una publicación del Banco Central de Nicaragua. 1. ENSAYOS NICARAGÜENSES-SIGLO XXI 2. DARIO, RUBEN, 1867-1916-CRITICA E INTERPRETACION 3. LITERATURA NICARAGÜENSE-SIGLO XXI I. Erick Blandón Guevara II. Leonel Delgado Aburto, Prólogo III. Banco Central de Nicaragua, para la primera edición impresa. Banco Central de Nicaragua www.bcn.gob.ni Teléfono: 22557171 Apartado Postal 2252, 2253 Managua, Nicaragua © Erick Blandón Guevara, Managua, 2011 Publicación y distribución: Banco Central de Nicaragua Diseño de cubierta: Ivan Olivares Morales. Diagramación: Jenny Rivera N. CONTENIDO Presentación I Prefacio III Prólogo V Discursos transversales La recepción de Rubén Darío en Nicaragua 1 Máquinas al asedio 7 Silencios y olvidos 27 Espectador y náufrago 45 El cuerpo devorado 73 Poética del mestizaje 91 Salida del museo 119 Obras citadas 129 Índice de nombres 141 Anexos 155 Crónicas de Rubén Darío 157 “Las Casas” 159 “Historia Negra” 161 Carlos Ezeta en Monte-Carlo 171 “El Cristo de los Ultrajes” 175 “La antidiplomacia. Una nota de Mr. Knox” 177 “Films de travesía” 183 De Saint-Nazaire á Veracruz. 189 “Sor Juana Inés de la Cruz” 195 I PRESENTACIÓN El Banco Central de Nicaragua (BCN), fiel al mandato prescrito en su ley orgánica, desarrolla un Programa Cultural en el que la investigación – económica, histórica y cultural– ocupa un papel destacado. Bajo esa premisa, en el año 2011, el BCN ha decidido poner en manos de los estudiosos de la vida y obra de Rubén Darío, el trabajo del Doctor Erick Blandón Guevara: Discursos transversales/La recepción de Rubén Darío en Nicaragua. En esta obra, el autor se aproxima al poeta nicaragüense desde una perspectiva diferente a los enfoques que han caracterizado los estudios sobre Darío y su obra, entregando una nueva veta para explorar en el multifacético y complejo mundo del conocimiento de la temática rubendariana. Discursos transversales/La recepción de Rubén Darío en Nicaragua trata de despertar una innovadora visión sobre Darío, posicionándose desde la acuciosidad investigativa cuestionadora de patrones y estereotipos, invitando a la reflexión, el análisis riguroso y el desapasionamiento en el estudio de Darío, que como bien señala Blandón “… desde las más opuestas posiciones ideológicas,…, ha sido objeto de permanente disputa en la construcción de los discursos del hispanismo, del mestizaje, del antinorteamericanismo, del panamericanismo, del catolicismo, del liberalismo o del tradicionalismo… ” Construir un Darío para todos ha sido sin dudas una labor constante y que ha rendido sus frutos, por lo que pensamientos que cuestionan tal dimensión del insigne poeta no son muchos en Nicaragua, por ello, esta publicación del BCN pretende aportar a la diversidad interpretativa de la influencia de Darío en la realidad histórico-cultural de la nacionalidad nicaragüense, en la que el autor nos lo presenta como sujeto vivo, a veces contradictorio, reflejo de su condición humana, a la vez que analiza a conciencia la determinación del entorno económico social y político por construir una visión dariana acorde a intereses particulares. Antenor Rosales Bolaños Presidente Banco Central de Nicaragua III PREFACIO Quisiera evitar la platitud que dice que a un libro lo engendra otro y que al final todos son sólo parte del mismo que es el único; pero estas páginas son en más de un sentido una continuidad de la modesta reflexión crítica que emprendí en Barroco descalzo (2003). Lo son no sólo porque ahí se halla el capítulo seminal que ha dado origen a las aproximaciones que aquí realizo sobre la recepción de Rubén Darío en su país de origen, su relación difícil con los poderes reales y simbólicos, y la textualidad que su lectura generó en la construcción de los discursos de la nacionalidad y la identidad cultural. Yo había optado por concentrarme en las tradiciones orales y performativas de origen colonial, haciendo especial énfasis en la fiesta colonial, en El Güegüense y El Torovenado; así que reservé el cuarto capítulo de Barroco descalzo a la cirugía estética practicada sobre la figura y obra de Rubén Darío, y al significado de las ceremonias de su funeral. Entonces comprendí que debía dedicar mayor atención al discurso del Movimiento de Vanguardia y la canonización católico/ nacional de Rubén Darío, y hacer una distinción entre lo que él entendía por mestizaje y la elaboración de los vanguardistas, y en el año 2006 inicié la investigación con los resultados que aquí ofrezco, y con los cuales asumo que he completado la genealogía cultural que inicié en aquel libro. El trabajo investigativo me llevó más allá de las hemerotecas y bibliotecas a sondear estados de opinión mediante encuestas, entrevistas formales e informales, correspondencia electrónica, y especialmente pláticas con un vario número de personas cuyo decir escuché siempre con gran respeto. Imposible nombrar a la totalidad de quienes con su sabiduría o información me aligeraron los deberes. Ellos y ellas saben que soy de las gentes que agradecen los favores. En la parte final de esta labor conté con el apoyo, consejos y observaciones del profesor Günther Schmigalle, quien entre otros muchos materiales, me proporcionó los originales de su edición anotada de las Crónicas desconocidas 1906-1914 de Rubén Darío, las cuales rastreó en los archivos de La Nación en Buenos Aires. Con su autorización incluyo algunas de ellas en el anexo1. Durante el proceso de elaboración de los diferentes capítulos recibí los certeros comentarios y observaciones de estimados colegas como Francisco Leal, Iván Reyna, Francisco Morán, y Leonel Delgado-Aburto. La retroalimentación que tuve de mis estudiantes del seminario “Rubén Darío y el Modernismo” en la Primavera de 2011, me sirvió para vislumbrar otras posibilidades de explorar la materia y ampliar mis perspectivas. En el proceso de edición tuve la asistencia de dos de ellos, José Clemente Carreño y Tim Pilcher, quienes con paciencia y generosidad leyeron los originales, anotaron mis omisiones y me ayudaron a corregir. 1 Otras la cito por la reciente edición de la Academia Nicaragüense de la Lengua. IV DISCURSOS TRANSVERSALES Partes de estos textos fueron leídos en paneles y conferencias celebrados en Washington University de Saint Louis, Missouri; en la Universidad de Costa Rica, en San José; y en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, en Managua. Algunos capítulos, antes de llegar a su versión definitiva, fueron publicados como artículos en Chasqui, y La Habana Elegante, en los Estados Unidos; en Revista Centroamericana de la Universidad Católica de Milán; en Intercambio de la Universidad de Costa Rica, y en Nuevo Amanecer Cultural de Managua. Muy decisivo ha sido para mi labor el sostenido respaldo material e intelectual que me ha brindado como investigador y profesor el Departamento de Lenguas y Literaturas Romances de University of Missouri. Agradezco a Ellis Library, que me proporcionó cuanta bibliografía y documentación requerí a través de sus valiosas colecciones o por medio de los programas de intercambio con otras bibliotecas de los Estados Unidos y el extranjero. Mi gratitud al Banco Central de Nicaragua por acoger estas refutables páginas surgidas de la duda como parte de su programa editorial del año 2011. Nombrar a quienes me brindaron su aliento no implica que quiera descargar en otros lo que es sólo responsabilidad mía. Erick Blandón Guevara University of Missouri-Columbia V PRÓLOGO Exactamente, un ensayo El 26 de octubre de 1977, da cuenta Ángel Rama en su Diario2 que termina de escribir el “Prólogo” para el volumen de Poesía de Rubén Darío (Ayacucho, 1977). Su anotación acoge la tensión implícita en casi toda escritura crítica, y que, además, se juzgue creativa, sobre el poeta nicaragüense, y, quizá, sobre cualquier otra figura canónica: Me encierro a concluir el prólogo de Darío, escrito y abandonado hace meses. Es, exactamente, un ensayo. Y pienso si ese género tiene aún cabida tratándose de Darío, devorado por la erudición y las tesis doctorales. Pero un conjunto de penetraciones que he hallado me complacen. Al menos en este momento en que lo abandono sacando la hoja de la máquina (77). El ensayo aparece ante Rama como un género crítico y fragmentario, cuyas características potencian el desplazamiento de la doxa académica que rodea a Darío. (Hay dos “abandonos” del texto en la cita de Rama, lo que ilustra una estrategia mucho más fluida que la del establecimiento dogmático de verdades absolutas: al ensayo hay que volver luego del abandono, para luego irse de nuevo, marcando espacios y convocando las potencias del fragmento.) Aquel aporte de Rama se juntaba con una serie de intervenciones ya clásicas sobre Darío (de, por ejemplo, Pedro Salinas, Octavio Paz o Ernesto Mejía Sánchez) que han definido el estatus latinoamericano, e, incluso, necesariamente trasatlántico del nicaragüense. Al hacerlo desde la localización crítica del ensayo, estas intervenciones han potenciado el estudio del modernismo y de Darío en lo que podría llamarse su labor de penetración universal en la modernidad. Sin embargo, se ha reparado mucho menos en lo que constituye una suerte de retaguardia ideológica de los estudios sobre Darío, amparada y sostenida por el discurso nacional nicaragüense. Una retaguardia en la que lo frecuente es el tuteo del bardo junto al dogma de los llamados estudios “darianos”. Incluso, al marcar un giro definitivo en los estudios del modernismo con su Rubén Darío y el modernismo (Caracas, 1970), Rama se centró en la lógica de las cosmópolis, dejando de lado la gravitación permanente de las 2 Rama, Ángel. Diario 1974-1983. Montevideo: Trilce, 2001 VI DISCURSOS TRANSVERSALES provincias, y sobre todo las centroamericanas, en el proyecto modernista entero. En este libro, Discursos transversales: la recepción de Rubén Darío en Nicaragua, Erick Blandón ensaya precisamente sobre ese engarce doblemente crítico de ideología y discurso nacional, de provincianismo frente a modernidad, y de historia intelectual en una relación disímil con la historia nacional. Mencionar el descuido en que se mantienen estos temas y campos de estudio en nuestro país es mencionar también el abandono en que se ha dejado a las Humanidades en una época altamente ideológica y tecnocrática. Es también referirse a la, a veces, irreflexiva entrega de los intelectuales a la lucha por el poder canalizada a través de las propaganda nacionalista y con saldo negativo para las labores críticas. El pacto proverbial de Darío con la “ciudad letrada”, en este caso los gramáticos de Colombia (quizá haya que observar que este pacto es excéntrico al que podía haber establecido Darío con el grupo de gramáticos nacionales), nos hace recordar que hay ámbitos en que Nicaragua no ha cambiado tanto. La conversación de Darío con Rafael Núñez (Autobiografía XXIX), sobre la necesidad del modernista de abandonar Nicaragua, es ilustrativa a este respecto: “No es posible que Ud. permanezca ahí”—hace decir Darío a Núñez, en algo que se lee como la expresión indirecta de una muy coherente decisión intelectual del propio Darío—. “Su espíritu se ahogaría en ese ambiente. Tendría usted que dedicarse a mezquinas políticas; abandonaría seguramente su obra literaria y la pérdida no sería para usted sólo, sino para nuestras letras”.3 Como muestra Erick Blandón en su ensayo, este proyecto intelectual de Darío, que se deslocaliza y se asienta más en lo moderno que en lo nacional, no ha sido reconocido como tal en la recepción nacionalista del poeta. Al contrario, ha sido recortado y ajustado a la ideología nacional en formas que no han eludido la propaganda y el entuerto folletinesco. En efecto, al Darío usado y abusado por el nacionalismo se le ha intentado borrar la ambigüedad y se le ha disciplinado para las cortedades del culto patriótico. El aporte de Blandón al mostrar estas operaciones es invaluable, pero su penetración va más allá de una relativamente simple “desideologización” de un Darío vital, natural o ácrata. Su interrogación es mucho más significativa y profunda. Restitución de la ambigüedad Este libro es de hecho un aporte fundamental a la biografía intelectual de Darío. La observación histórica de cómo ha sido interpretado el poeta nicaragüense en los círculos intelectuales nacionales tiene la cualidad de 3 Darío, Rubén. Autobiografía. Managua: Distribuidora Cultural, 2003, p.40. PRÓLOGO VII marcar varios puntos de origen en esa recepción, todos significativos y estructuralmente integrados, pero, además, de ir más directamente al Darío histórico para evidenciar las vitales contradicciones entre sus discursos y prácticas intelectuales. Estamos ante un acercamiento propiamente genealógico en la línea que a partir de Michel Foucault describe Giorgio Agamben4 al definir una “arqueología filosófica”. Ésta, explica Agamben, no pone en cuestión propiamente el pasado “sino una emergencia”. ¿Cómo emergió un Darío nacionalista a la medida de los deseos de la élite nicaragüense?, podría preguntarse en este caso. Blandón se detiene en esta pregunta tanto como en la que podría inquirir por cómo es que emerge el intelectual Darío desde el contexto histórico y discursivo de la Nicaragua de fines del siglo XIX. Como dice Agamben, la arqueología “puede abrir un acceso hacia esa emergencia sólo remontándose hacia atrás hasta el punto en el cual ha sido cubierta y neutralizada por la tradición” (Signatura rerum 145). Uno de los aportes fundamentales de Blandón es mostrar que este “origen”, esta “emergencia” de Darío aparecen marcados por la heterogeneidad. No basta ya con proclamar el nacimiento mesiánico de Darío en la BelénMetapa de la leyenda nacional. Al contrario, los nacimientos de Darío son múltiples. Es el del intelectual integralmente moderno que se inserta en la cultura cosmopolita, pero también es el del joven liberal que se forma en disonancia con las luchas subalternas de los pueblos originarios. Blandón muestra, en efecto, la tensión entre el ingreso discursivo de Darío al espacio público y la labor secularizadora del proyecto nacional, una tensión cuyo punto más álgido es la llamada “guerra de los indios” de Matagalpa en 1881, pero que en realidad se puede constatar en las luchas de diversas comunidades indígenas a lo largo del país en el momento que se impone una modernidad no democrática. Esta coyuntura que ha sido remitida por la cultura dominante al silencio social, devendrá originaria de lo nacional mestizo. El punto originario se diversifica en el uso estratégico que Darío da a su nombre, su fama, y los discursos de los medios periodísticos (otra cumplida demostración de Blandón al leer el affaire de Darío y el Centenario mexicano), así como con su afiliación liberal dentro del proyecto de Zelaya y su antiintervencionismo. Pero, además, los discursos de la recepción nacionalista marcan también un “origen” en que se intenta petrificar la ambigüedad ideológica, estética y política dariana, en que se quiere fijar su proverbial deslocalización y su vagabundeo por los centros y márgenes de la modernidad. Blandón maneja, pues, en su ensayo, en alta tensión dialéctica, la cuestión de la formación intelectual del propio Darío así como la baja pasión de la recepción nacionalista. No es que haya tras de la figura de Darío nada más 4 Agamben, Giorgio. Signatura rerum: sobre el método. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2009. VIII DISCURSOS TRANSVERSALES que discursos sobre discursos en una puesta en abismo textual barthesiano, o como en ataque de infantilismo posmoderno podría proclamarse. Al contrario, este ensayo muestra cómo significados históricos fundamentales intervienen constantemente la mera petrificación discursiva del Darío canónico nacionalista. En este sentido, el ensayo de Blandón podría ser leído como una politización estratégica de Darío, en el sentido de reconstitución de una figura intelectual que incluye y reafirma de manera decidida su ambigüedad histórica, política y estética. Darío como paradigma intelectual Esta reconstitución nos muestra a un estratega intelectual actuando dentro de las prácticas e ideologías de su época, condicionado por ciertos indicios históricos ineludibles. Es el “inteligente joven pobre” a quien en 1882 el Presidente de la República ofrece una beca, recibiendo así, explica Blandón, “su primer revés político”, pues era su deseo salir de Nicaragua. Es también el intelectual ya constituido que sabe usar el escenario público para encarnar diversos papeles (el diplomático, la celebridad literaria, el poeta), en una clara enunciación avant la lettre de lo que a finales del siglo XX Néstor García Canclini, pensando en Borges, llamará “laboratorio irónico”.5 A través de entuertos variados, compromisos políticos decididos, pactos intelectuales estratégicos, armonización de figuraciones de su propio yo que resultaban contradictorias, Darío se alza como paradigma que se puede comparar y, sobre todo, contraponer sin prejuicio provinciano o patriotero a las personalidades canónicas de la modernidad latinoamericana. Hijo de un tiempo en que imperaba la Personalidad y lo que él mismo llamaba, en su ensayo sobre Marx Nordau, “los cultivadores del yo”,6 Darío como sus coetáneos intentó la experiencia radical de la individuación y recaló en la identificación regional al reconocerse como latinoamericano. En este sentido confrontó de manera problemática la cuestión de la modernidad y la identidad (incluso la identidad nacional, sobre todo a partir de su afiliación con el proyecto de Zelaya). De la lectura del ensayo de Blandón se desprende, sin embargo, que este engarce entre Personalidad e Identidad, o entre intelectual y nación no es todo lo terso que se ha creído, y siguen creyendo los círculos letrados. No existe una homología entre intelectual y nación. De hecho en la escasa literatura ensayística del país (más escasa aun la que es de alta calidad) se sigue tomando a Darío como paradigma intelectual nacional entendido como tautología claramente ideológica del mestizaje, es decir, fijado como origen del momento fundacional en que se “borra” la “barbarie” de los pueblos originarios y afroamericanos. Es el punto recogido luego por la vanguardia 5 García, Canclini Nestor. Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad. Buenos Aires: Paidós, 2001, p. 117. 6 Darío, Rubén, “Max Nordau”. Obras II. Madrid: Afrodisio Aguado, 1950. 451-63. PRÓLOGO IX granadina para fundar la nación intelectual, cultural y literaria, y que Blandón ya ha analizado en su anterior ensayo Barroco descalzo.7 En consonancia con aquella exploración, Blandón ofrece ahora una cuidadosa y clara lectura del mestizaje como ideología reconciliadora de índole conservadora que inventa a un Darío a la medida de sus deseos. La localización de la emergencia intelectual de Darío en un proceso de modernización signado por la colonialidad del poder descoloca ese modelo intelectual que se le ha atribuido de manera ideológica y que podría ser caracterizado, como hace Jorge Aguilar Mora frente a la intelligentsia mexicana, como una confusión de “la voluntad de poder con la voluntad de dominio”.8 El ensayo de Blandón suscita, por lo tanto, consideración sobre cómo los intelectuales nacionales confunden la fundación y reafirmación de lo nacional con el ejercicio del poder político, y del poder sin más. Un fenómeno muy claro tanto en el momento de ascenso del dictador Anastasio Somoza García, cuando los vanguardistas fundamentan la necesidad de la dictadura y sueñan con manipular al hombre fuerte, como en el momento del triunfo revolucionario de 1979 cuando los intelectuales hacen más por ejercer el poder que por fundar instituciones culturales realmente críticas. En esas redes de poder y desde esa lógica de dominio es que el fantasma de un Darío que hace propaganda del mestizaje y un hispanismo profalangista aparece reafirmando algo que no estuvo en los supuestos ideológicos e intelectuales del Darío histórico. Para ver esto es preciso, como lo hace Blandón en su ensayo, ir a la historia intelectual para extraer una interpretación nueva que hace justicia a un Darío mucho más ajustado a su propia verdad y contexto. En este sentido, en cuanto paradigma de intelectual moderno que Blandón renueva en este libro, Darío escapa de varios fetichismos, ante todo el fetichismo con que los intelectuales, siguiendo el modelo “de los Treinta Años” relacionan nación y poder político. Escapa por supuesto del esquema hispanista originado en la reflexión española sobre el 98 que da un giro falangista y se junta con el mestizaje como concepto conservador. Blandón muestra, pues, una disimilitud entre el discurso nacional y el intelectual moderno abriendo una de las fuentes más prometedoras para una renovación de los estudios del modernismo centroamericano. Esta fuente aparece doblemente colocada entre la complicación de las cosmópolis y la gravitación provinciana, entre una modernidad mayor y una menor, que, además, está signada por la colonialidad. Asimismo, la tensión entre Personalidad e Identidad no aparecería saturada por la tautología de la 7 Blandón, Erick. Barroco descalzo: colonialidad, sexualidad, género y raza en la construcción de la hegemonía cultural en Nicaragua. Managua: URACCAN, 2003. 8 Aguilar Mora, Jorge. La divina pareja: historia y mito en Octavio Paz. México: Era, 1978, pp. 18-19 X DISCURSOS TRANSVERSALES raza, sino mantenida en todas sus posibles contradicciones. Es con Darío y sus pares—puede pensarse en Julián del Casal, en José Santos Chocano, en José Martí—que se abre el laberinto del cosmopolitismo al mismo tiempo que el expediente castrense y geopolítico del nacionalismo. La escritura avizorada Como no podía ser menos, la separación entre el Darío histórico y el ideologizado por el nacionalismo se constituye para Blandón en una operación escrituraria. Justo es destacar el delicado equilibrio entre escritura e interpretación que esta relectura del Darío intelectual conlleva. Son páginas que se disfrutan gratamente, mientras alumbran con afán y lucidez episodios clave de una genealogía formativa en que se redescubre a Darío tras la pátina de la repetición nacionalista. Se trata de un afán escriturario y plástico que parece poner atención a algo que Octavio Paz no se cansó de reafirmar: que la operación prosódica de Darío y los modernistas es en sí una lección de modernidad. Este punto es abandonado frecuentemente en la disciplina del paper académico, pero recuperado en todo su potencial en una escritura ensayística como la que Blandón propone. Como ha expuesto Martín Cerda en su “ensayo sobre el ensayo”,9 esta forma escrituraria de fundamental aspiración crítica ha acompañado la historia de la modernidad, a veces desde los oscuros márgenes a que la han remitido los autoritarismos. Y quizá vale la pena recordar que si bien en el nacionalismo han confluido las grandes ideas emancipatorias de la modernidad, lo han hecho también en los tonos marciales e intolerantes que todos sabemos. El Darío sepultado con honores de Ministro de Guerra alegoriza bien esa intromisión castrense del Estado y los intelectuales conservadores que se niegan a reconocer los espacios de autonomía intelectual y artística por los que Darío dio una batalla infatigable. En este sentido, el sometimiento nacionalista de Darío no es simplemente un designio o un destino sino un problema intelectual y un dilema crítico. Diríase que la fuerza crítica que el propio Darío marcó a través de su obra, y destacadamente en sus crónicas, requiere una recolocación escritural en que se piense y se articule la modernidad como problema. Es el camino avizorado entrecortadamente por Ángel Rama al terminar su ensayo sobre la Poesía de Darío. Es, asimismo, el camino en que se coloca este libro de Erick Blandón que advierte un pensamiento más radical al enfrentar críticamente al intelectual que fue Rubén Darío. Leonel Delgado Aburto Universidad de Chile 9 Cerda, Martín. La palabra quebrada: ensayo sobre el ensayo. Santiago: Tajamar, 2004. DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA ERICK BLANDÓN GUEVARA LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA EN MEMORIA DE RAÚL BLANDÓN MORALES 3 DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 5 “A menudo creemos que Edipo es algo sencillo, que está dado. Sin embargo, no es así: Edipo supone una fantástica represión de las máquinas deseantes.” Gilles Deleuze y Félix Guattari, 16 DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA MÁQUINAS AL ASEDIO 7 DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 9 El lector sólo puede convertir en habla un texto –es decir, convertir en significado actual el sentido potencial de la obra– en la medida en que introduce en el marco de referencia de los antecedentes literarios de la recepción su comprensión previa del mundo. Esta incluye sus expectativas concretas procedentes del horizonte de sus intereses, deseos, necesidades y experiencias, condicionado por las circunstancias sociales, las específicas de cada estrato social y también las biográficas. (Jauss 77) 10 DISCURSOS TRANSVERSALES Mientras el estudioso se adentre en la obra de Rubén Darío –su verso y prosa– de continuo se ha de encontrar con innumerables vetas constituidas de materiales diferentes y de matices distintos, que a las veces van a lucir como paradojas por contradictorias y variables. Filón que no cesa y que se resiste a la petrificación igual que la vena de un torrente de materia fortuita, en el que –para decirlo con más propiedad en los términos de Gilles Deleuze y Félix Guattari– “la oposición entre las fuerzas de atracción y repulsión produce una serie abierta de elementos intensivos, todos positivos, que nunca expresan el equilibrio final de un sistema, sino un número ilimitado de estados estacionarios y metastásicos por los que un sujeto pasa” (27). No obstante se ha tratado de domesticarle imponiéndole identidades según sea la subjetividad de quien lo lea. Así, como observó agudamente Ernesto Mejía Sánchez: Nos hemos acostumbrado –o nos han acostumbrado– a ver un Rubén Darío bohemio e improvisador, finisecular y meteco, hecho ya mármol por la ignorancia y el mal gusto, ‘cuando era carne viva’, como dijo él mismo. Un acomodaticio político, hombre de muchas patrias sin ser de ninguna, sin que se haya estudiado seriamente su pensamiento. Y hoy que tanto se sobrevalora el ‘mensaje’ de cada poeta, Darío lo mismo nos puede parecer indigenista o españolista, hispanoamericanista o panamericanista, poeta social o poeta esteticista. Para todos hay. (Cuestiones 126). La discusión sobre si Rubén Darío vivió o no de espaldas a la historia no termina de zanjarse. Se ha dicho repetidamente que aunque en algunos momentos de su vida distrajo su atención de las cosas del espíritu y el arte para opinar, no siempre coherentemente, en los asuntos políticos de su tiempo, esencialmente fue un poeta. En Nicaragua, como se sabe, su nombre es motivo de orgullo nacional, tanto por los que creen que se limitó a ser un sublime sacerdote de la poesía, como por quienes consideran que junto al guerrillero Augusto C. Sandino encarna la esencia de la nacionalidad nicaragüense. Es importante notar que tanto la reacción de Darío contra Theodore Roosevelt por su famoso “I took Panama”, como toda su producción textual vinculada a la relación de Estados Unidos y América Latina, está siempre motivada por su interés nacional y personal. Hay también que recordar que Darío estuvo vivamente interesado en la construcción de una ruta interoceánica en Nicaragua como alternativa al Canal de Panamá, y que la intervención militar norteamericana en su país fue un factor crucial en las múltiples crisis que lo aquejaron los últimos cinco años de su vida. Como es sabido, Darío estuvo estrechamente vinculado al proceso político-social iniciado en 1893 e interrumpido por la intervención norteamericana en 1909, el cual fue –hasta ese momento– según el refundador del sandinismo, Carlos Fonseca, “el paso más importante registrado en el acontecer nicaragüense, al lado de la emancipación de España y de la expulsión de los filibusteros”. (38) LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 11 Se ha dicho innumerables veces que frente a la derrota infligida a España por los Estados Unidos en el Caribe, el año de 1898, Darío se reencontró con sus raíces culturales hispanoamericanas, dejando a un lado el decadentismo que marcó su obra hasta Prosas profanas y Los raros (1896), para devenir ─no sin ambigüedades─ poeta comprometido con el destino de Iberoamérica ante la amenaza anglosajona, en Cantos de vida y esperanza/ Los cisnes y otros poemas (1905). Esa línea americanista habría de continuarla en El canto errante (1907), para llegar a reconciliarse definitivamente con el paisaje, la historia y la cultura de su tierra natal en El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical (1909), así como en Poemas del otoño y Otros poemas (1910), hasta culminar en la apoteosis del progreso desde la perspectiva triunfalista de la burguesía bonaerense en Canto a la Argentina, escrito en el mismo 1910. A partir de ahí, dice Ángel Rama, comienza el último quinquenio de su vida con una “revisión autobiográfica” (“Sueños” 8), y un declive en su poesía. Varias cosas se podrían argumentar en torno a ese esquema de la producción discursiva de Darío, me limito a señalar que si bien es verdad que después de Canto a la Argentina no son registrables mayores novedades en su poesía, su labor escrituraria no cesa, sino que se cimienta como lugar de enunciación frente al intervencionismo de los Estados Unidos en los asuntos de Nicaragua, principalmente a través de su prosa periodística, como parte de esa triple agenda que, según David Whisnant, habría seguido con respecto a su país: alejándose de él, afirmando su nicaraguanidad o quejándose de las reticencias de Nicaragua para reconocerle sus méritos (316). Aquí quiero llamar la atención hacia el año 1910 y particularmente a su incidencia histórica en el posicionamiento de Rubén Darío frente al Estado nicaragüense y a la intervención militar de los Estados Unidos, porque es a partir de ese año que se redefine el Estado en Nicaragua, y se constituye la imagen de Darío en símbolo del orgullo nacional nicaragüense. Se sabe que esa construcción simbólica no está exenta de disputa: los hay que celebran en él su proclamada apoliticidad para erigirlo en emblema de todos los connacionales, tanto como quienes lo llegan a proclamar héroe de la lucha antiimperialista o más moderadamente, prócer civil de la soberanía nacional. Las opuestas interpretaciones políticas que se han dado a su obra y a su quehacer desde diferentes ángulos no se limitan a Nicaragua, pero aquí son las que nos ocupan porque es allí donde articula y actualiza su pensamiento político, pese a las frecuentes aclaraciones en el sentido de que él no incurría en política, y también porque es allí donde la recepción de su obra ha generado una producción discursiva tautológica, que devino discurso de la “raza” y la nacionalidad. De un lado la visión más convencional que sostiene que “Rubén Darío no fue un militante político. Fue fundamentalmente y exclusivamente un poeta” (Ycaza 15). De otro, la que afirma que siendo liberal “se negó pertinazmente a mezclarse en banderías políticas” (Schick 17), “aunque tenía gran confianza en el progreso, en la ciencia y en el saber como 12 DISCURSOS TRANSVERSALES instrumentos seguros de liberación del individuo y de la colectividad” (19). Ambas perspectivas, mutatis mutandis, han sido básicas en la construcción de una imagen del poeta ajeno a la historia y consagrado exclusivamente al arte por el arte. Una tercera interpretación, compartida por marxistas como el cubano Roberto Fernández Retamar, y por católicos conservadores como Pablo Antonio Cuadra ─quien atacó de manera beligerante el decadentismo y la propuesta modernizadora del liberalismo que profesó Darío─, sostiene que a partir de 1898 se interesó y reaccionó ante los problemas históricos de España e Iberoamérica10. Basado casi exclusivamente en la producción poética que inaugura con Cantos de vida y esperanza, Retamar dice que ante el intervencionismo de los Estados Unidos “escribe el primer gran poema político de la literatura latinoamericana en este siglo: ‘A Roosevelt’, donde resuena uno de los más fuertes “No” de nuestra poesía.” (180-1). Cuadra por su parte concatena la reacción de Darío con la lucha antiimperialista de Sandino, en los años veinte y treinta. (Breviario 40) Ángel Rama, en La ciudad letrada, relativiza la presunta apoliticidad de Darío, al recordar que “no dejó de intervenir en la política de su patria y la conectada área centroamericana” (117)11, ni de ejercer conscientemente la función de ideólogo que reafirmó en “Dilucidaciones”, el ensayo con el que prologó El canto errante: “Mas si alguien dijera: Son cosas de ideólogos, o son cosas de poetas, decir que no somos otra cosa” (Ibíd.). Sin embargo, ni su voluminosa obra en prosa recogida en diferentes ediciones, mucho menos la dispersa en periódicos mereció mayor atención de parte de los estudiosos de las ideas y el pensamiento político-cultural latinoamericano, y cuando lo incluyen en las antologías especializadas es por su eventual adscripción al paganismo12. Pese a ello, desde las más opuestas posiciones ideológicas, Rubén Darío, ha sido objeto de permanente disputa en la construcción de los discursos del hispanismo, del mestizaje, del antinorteamericanismo, del panamericanismo, del catolicismo, del liberalismo o del tradicionalismo presentes en la construcción de la identidad cultural latinoamericana, y particularmente en la construcción del discurso de la nación en Nicaragua. Así, la crítica que privilegió su obra poética como materia de estudio, puede reducirlo a un desarraigado galicista, desenterrador de viejas formas métricas del verso, cuando no o a corifeo de caudillos oligarcas, o asignarle la función de intelectual orgánico de la dependencia latinoamericana o, del lado opuesto, un nacionalista nicaragüense, prócer de la independencia antiimperialista latinoamericana. 10 Hoy es casi innecesario recordar que los temas de la actualidad política, social y económica Darío los abordó desde su más temprana edad en las crónicas periodísticas, en las que se muestra siempre alerta en defensa de la integridad cultural y territorial de América Latina. Sobre los reproches de la crítica por el supuesto escapismo de Darío, Cf. Browitt 250; y Karen Poe Lang 126-144. 11 Ver en Anexo “Historia Negra”. 183-200. 12 Cf. Láscaris-Comnemo. Las ideas en Centroamérica. De 1838 a 1970. 123-130. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 13 Tulio Halperin Donghi, desentendiéndose de la racionalidad colonial presente en la construcción de la modernidad capitalista latinoamericana, y juzgándolo desde la perspectiva de la llamada teoría de la dependencia, decía que Darío “con notable ignorancia de la realidad de las cosas” (294) oponía –en la oda “A Roosevelt”– la herencia cultural hispanoamericana, incluida la religiosa, a los embates de la política norteamericana. Con el razonamiento de la historiografía convencional que se ha empeñado en confinar a Darío y los modernistas a un lugar ajeno a la vida política del continente, Halperin cree que ese grito desde la conciencia hispanoamericana, no es más que un escarceo de quien “abandonando ocasionalmente su tarea de modernizador del lenguaje y la poesía hispánica” asumió la representación de toda América Latina “frente a la otra América encarnada en Roosevelt” [invocando] “la fe religiosa” (Ibíd.). Verdad es que Rubén Darío varió sus posiciones y planteamientos frente a los Estados Unidos. Unas veces actuó diplomáticamente como en la “Salutación al águila”, otras fue más desafiante; pero siempre lo guió la ideología eurocéntrica del romanticismo alemán, que está en la base de la Modernidad. Por eso en “El triunfo de Calibán” (1898) a la cercanía amenazante de los Estados Unidos que emergían como potencia imperial opuso, una vez más, la influencia europea de raíz greco latina: “Desde México hasta la Tierra del Fuego hay un inmenso continente en donde la antigua semilla se fecunda, y prepara en la savia vital, la futura grandeza de nuestra raza; de Europa, del universo, nos llega un vasto soplo que ayudará a vigorizar la selva propia.” (en Mapes 162). Esa fe en la llamada tradición cristiano-occidental le venía de la internalización del discurso que aseguraba la superioridad de la civilización moderna, que se obligó a sí misma, como afirma Enrique Dussel, “a desarrollar a los más primitivos, rudos y bárbaros, como exigencia moral” (49). Tal racionalidad colonial es la que articula los discursos que generó la recepción de Rubén Darío en Nicaragua, sólo que desde una perspectiva anti moderna, aferrada a la tradición hispano-católica. David Whisnant en su minucioso trabajo sobre los usos ideológicos que de Darío se han hecho en Nicaragua concluye que lo que unos y otros han perdido de vista es la realidad de las múltiples motivaciones, perspectivas, roles y voces presentes en la obra de Rubén Darío, quien lejos de ser unitario, representa diferentes y a veces contradictorias identidades (343). Sobre su legado y figura han operado máquinas deseantes que después de un proceso de verdadero corte y confección en el que el retaceo, los ajustes y los silenciamientos de gran parte de su producción textual lo han hecho devenir monumento monolítico de una inmutable identidad nacional. Para ello han sido imprescindibles las zonas de sombra que sobre su vida se han proyectado. Darío combinó una radical inclinación al cambio, con una conservadora nostalgia por la tradición. Una actitud muy propia de muchas mentalidades del 14 DISCURSOS TRANSVERSALES siglo XIX, escépticas y ansiosas ante los cambios y novedades que no daban respuestas a los grandes misterios que sostenían la fe. Evoluciona de una piadosa infancia a un radicalismo anticlerical, pasando por el paganismo para recalar en la teosofía, sin apartarse demasiado de las verdades del catolicismo; o –como él mismo confiesa– puede ser muy antiguo y muy moderno; rompiendo moldes en literatura, y aferrándose a las tradiciones en otras artes, en las que se estaban produciendo cambios similares a los que él llevaba a cabo en el verso y la prosa hispanoamericanos. Así, ante el surgimiento del Impresionismo pictórico pudo aferrarse al academicismo, que tanto desprecio le mereció en las letras. Si en su juventud se ilusiona con París, en su madurez expresa su desilusión de la cosmópolis; si en 1891 –defendiéndose desde Costa Rica de los defensores de la tradición académica– pudo ser crítico hasta el sarcasmo contra el provincianismo de sus coterráneos que llamaban a León metrópolis13, en 1907 –de vuelta en Nicaragua– hace una analogía de León con las grandes ciudades de la tradición occidental: En el lugar en donde tuve la luz y el bien, ¿qué otra cosa podría sino besar el manto A mi Roma, mi Atenas o mi Jerusalén? (El viaje 175)14. Y más adelante en ese mismo poema, hace la vindicación de su pertenencia a Nicaragua como para desmentir a quienes desde el academicismo tradicional le imputaban el querer ser de muchas patrias15, al tiempo que hace la analogía de León con dos metrópolis de la Europa moderna: 13 Cf. “Viaje a Tarascón”, un texto que inspirado en la novela de Alphonse Daudet, Tartarín de Tarascón devino la sátira más mordaz escrita por Darío en contra de la tradición letrada de su país: A Nicaragua se le llama la Suiza de Centroamérica (ahora creo que han dejado de llamarla así): Granada es la sultana del gran lago; Managua, la ciudad de las flores; León, ¡en donde está la catedral!, es la ‘metrópolis’. A una señorita nicaragüense se le dice ‘ninfa de los lagos’; un médico es un discípulo de Hipócrates’, lo cual también se aplica a un curandero; un matasiete con galones es ‘un bravo león’; un poeta, un ‘genio’; un poetastro, ‘inspirado vate’; un Enrique Guzmán, ‘un Cervantes’. Aman la exageración, hasta la extravagancia –y aquí de Grantaire…–; ‘una cocina es un laboratorio, un bailarín, es un profesor, un saltimbanqui es un gimnasta, un luchador a puñetazos es un púgil, un boticario es un químico, un peluquero es un artista, un albañil es un arquitecto, un jockey es un sportman, un escarabajo es un coleóptero’. Pero allá, entre gente sencilla, honrada y laboriosa, amante de la luz del cielo y de la libertad del pueblo, no creáis que todo implique malas causas, no; la única es el sol, la misma que hacía ir a matar leones africanos y a escalar los Alpes al inmortal Tartarín, ¡sublime nieto de Don Quijote! Por supuesto que hay en Nicaragua un bravo grupo de inteligencias –sobre todo entre la juventud– que saben: que la venerable culebrina del Cardón no sirve para maldita la cosa; que la catedral de León es un grande, desgarbado y antiestético templo; que Granada no es París, ni Nicaragua Suiza; que las liebres no son gorras y que Enrique Guzmán es un escritor gracioso, mediano para la América Central y de los que se consiguen a cuatro por perro chico en Madrid o Barcelona. (96-97 énfasis en el original) 14 Cf. “Retorno”. El viaje. (175-8) 15 Cf. Barreto, 39. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 15 Si pequeña es la patria uno grande la sueña. Mis ilusiones, y mis deseos, y mis esperanzas, me dicen que no hay patria pequeña Y León es hoy a mí como Roma o París. (178) En 1892 defiende la libertad de prensa, y ve necesario el periodismo de oposición así como la alternabilidad en el poder (en Schmigalle La pluma 52); pero en 1893 desconfía de los resultados de la democracia. Favorece la inmigración europea como motor del desarrollo económico y cultural de los países hispanoamericanos, pero se alarma de los riesgos que representa la ira acumulada por los obreros que abandonan Europa y traen consigo el anarquismo y el terrorismo16. Si como objeto de estudio Rubén Darío presenta diversas dificultades cuando no se tienen en cuenta los cambios en sus puntos de vista y sus frecuentes movimientos textuales, más se complica la materia cuando no se atiende al lugar desde el que se efectúa la recepción de su obra. Por eso, aquí recorreremos trechos de la historia vinculados a la biografía de Rubén Darío a la vez que hagamos la aproximación crítica a esa recepción. Whisnant ha podido identificar algunos momentos cumbres en el proceso de apropiación de la figura de Rubén Darío: las ceremonias en torno a sus restos mortales, en 1916; la lectura desacralizadora que de su poesía hizo José Coronel Urtecho y que extendió el Movimiento de Vanguardia a partir de 1927; el momento en que, en 1935, los textos escolares comienzan a llamarlo “gran poeta nacional”, previo corte, remodelación y cambio de los originales de su poesía para hacer desaparecer los versos que podían resultar ofensivos a los Estados Unidos, que recién habían retirado sus fuerzas militares del país (Whisnant 325). Una vez que Anastasio Somoza García tomó el control del poder, en 1936, se hizo más intenso el deseo de poseer simbólicamente a Darío, y para ello ha sido creada una “Orden” con el nombre de Rubén Darío17. 16 Cf. “Dinamita” Publicado en La Tribuna, Buenos Aires, el 27 de noviembre de 1893, incluido por E. K. Mapes en Escritos inéditos de Rubén Darío: 24-8. 17 Creada en 1947 la orden fue usada para condecorar a gobernantes como Joaquín Balaguer, Francisco Franco, Adolfo López Mateo, Marcos Pérez Jiménez, Juan Domingo Perón, Gustavo Rojas Pinilla, Alfredo Stroessner, Rafael Leónidas Trujillo y Getulio Vargas así como a familiares e intelectuales cercanos al régimen. En 1982, la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional instituyó la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío, que le fue conferida entre otros creadores a José Coronel Urtecho, Ernesto Mejía Sánchez y Carlos Martínez Rivas, además de Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Graham Greene. También la recibieron en 1990, al final del gobierno sandinista, señalados académicos nicaragüenses como Guillermo Rothschuh Tablada, Fidel Coloma González y Jorge Eduardo Arellano, quien declaró que la Orden “fue reservada en los últimos años a extranjeros solidarios con la política oficial”. Cf. Solís, “Darío olvidado en el aniversario de su nacimiento”. Esas declaraciones asombraron a Whisnant porque provenían de quien fue uno de los que más contribuyó a poner los textos de Darío en sintonía con el discurso de la revolución (Whisnant 339). En el año 2000, como parte del proceso de desmontaje de las obras de la revolución sandinista, la Asamblea Nacional derogó la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío y creó una nueva de la que hizo desaparecer la palabra Independencia; en el año 2002, fue restablecido el espíritu y la letra de la “Orden” creada en 1947, para galardonar a prominentes figuras 16 DISCURSOS TRANSVERSALES El régimen de Somoza García no desaprovechó los lazos afectivos, que unían a la familia de la esposa del mandatario con Darío, hija de Luis H. Debayle, su amigo de la infancia y compañero de letras, que como médico y cirujano tuvo un rol protagónico junto a su lecho de muerte, y fue quien presidió la macabra operación de cuchillos practicada al cadáver. Casi no hace falta agregar las utilidades que el régimen obtuvo de los poemas que Rubén Darío escribió para las hijas de Debayle, especialmente del cuento infantil dedicado a Margarita, de obligatoria recitación en las escuelas y veladas oficiales. El somocismo no se interesó nunca por promover la publicación de la obras completas de Darío, pero se apresuró a editar Azul… su primera obra de repercusión internacional, primero para celebrar la visita del vicepresidente norteamericano Richard Nixon en 1955, y después para honrar al sanguinario dictador de Guatemala coronel Carlos Castillo Armas18. En 1966, cuando René Schick19 fue acogido en el seno de la Academia Nicaragüense de la Lengua, pronunció una de las piezas mejor elaboradas por un político en el poder para presentar a Darío como un liberal de principios ajeno a toda militancia partidista20. Basándose en las intermitentes declaraciones de Darío afirmó que aunque no era un político, la política le preocupaba como teoría mediante la cual los países latinos pudieran “afrontar el desafío victorioso de las razas sajonas” (15), y como medio para hacer florecer el arte en una sociedad en la cual el artista, con el reconocimiento de la sociedad, “pudiera entregarse al libre ejercicio de su inspiración” (Ibíd.). Apoyado en la premisa del liberalismo de Darío, Schick hizo alusión a “un pensamiento político bastante coherente, soterrado a veces, explícito otras, pero al que siempre se mantuvo fiel” (Ibíd.). Schick había ganado la reputación de ser, entre los adictos de la familia Somoza, un civilista con quien no simpatizaban los sectores duros que favorecían el ascenso inminente a la presidencia de la república del jefe del ejército, Anastasio Somoza Debayle. Esa pugna interna en el seno del régimen subyace la disertación sustentada en el supuesto platonismo de Darío, que propugnaba por el gobierno de los más aptos, que es decir el de los letrados como el propio Schick. identificadas con la política exterior norteamericana de los años ochenta, como la Embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Jeanne Kirkpatrick, el presidente George H. W. Bush, su hijo Jebb Bush, Gobernador de la Florida, o los congresistas cubano-americanos Ileana RosLethinen y Lincoln Díaz-Balart. En el año 2007 una nueva mayoría legisladora restableció la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío, con la cual han sido condecorados dignatarios como el presidente de Venezuela Hugo Chávez o la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, además de un creciente número de individuos y colectivos. Una lista incompleta colgada en internet por el Instituto Nicaragüense de Cultura (INC), cuenta en más de medio millar el número de personas que, desde 1947 hasta hoy, han sido distinguidas con la “Orden” en cualquiera de sus tres variantes, entre quienes se incluyen los que la han recibido más de una vez. Cf. http://www.inc.gob.ni/images/stories/Galardonados%20con%20la%20OCRD.pdf 18 Cf. Whisnant 326. 19 Intelectual liberal, que después de haber sido ministro del gobierno de Luis Somoza Debayle, ocupó la Presidencia de la República entre 1963 y 1966, mientras esperaba su turno el menor de los Somoza. 20 Cf. René Schick, “Rubén Darío y la Política”. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 17 Creía en el progreso y en la perfectivilidad (sic) del hombre, desenvolviendo sus facultades indefinidamente en un clima de libertad. Confiaba en la ciencia y en el saber como instrumentos seguros de liberación del individuo y de la colectividad. Pese a sus innegables concomitancias con el positivismo imperante en la época, hubo en él un fuerte impulso espiritualista que se arraigaba, por una parte, en sus creencias cristianas, y por otra en una acuciante inquietud metafísica que lo llevó muchas veces a frecuentar los nebulosos dominios de la teosofía. […] El platonismo fundamental de Rubén Darío, en mi entender, está en la base de sus concepciones políticas. El concibe al Estado como un sistema de recíprocos servicios, en el cual cada uno encuentra su ubicación de acuerdo con sus aptitudes y su preparación. El Gobierno de esta sociedad debe estar entregado a los más sabios y a los más capaces. Para Darío, como para Sócrates, la virtud surge del saber y del conocimiento. Es la única superioridad que reconoce. (17-19) El liberalismo que se enaltece aquí es el que se desdibujó a partir de 1910, cuando por oportunismo político sus exponentes se esforzaron en borrar los tenues rasgos ideológicos que los diferenciaban del conservadurismo, y de lo cual vamos a tratar más adelante. Un contemporáneo de Schick, Julio Ycaza Tigerino, miembro prominente del Partido Conservador, colaboracionista de la dictadura de los Somoza, y Secretario Perpetuo de la Academia Nicaragüense de la Lengua, basado en la evidencia de que Darío no había militado en partidos, adscribía su pensamiento en las prácticas y tradiciones del conservadurismo apolítico y filosófico. Sus acercamientos al estudio de Darío, desde el catolicismo, son una continuidad del discurso que la Iglesia y sus letrados no cesaron de amplificar, desde el instante en que, en sus funerales, empezó a ser monumentalizado. Opone la intuición a la racionalidad, y silencia su impronta modernizadora. Le atribuye las virtudes del vate que adivina el futuro, y resalta sus vínculos con la tradición hispánica, piedra angular en la construcción de la identidad nacional. Fue fundamentalmente y exclusivamente un poeta. Su intuición poética, a la que no le fue negado el don de profecía, lo convirtió en su momento en la encarnación del alma de nuestros pueblos, en la voz reivindicadora de nuestra historia y de nuestra cultura. Para ello tuvo que tener una clara conciencia de esa historia y de esa cultura, es decir, un sentido primordial y profundamente tradicionalista de fidelidad a los valores esenciales y originales de nuestro ser histórico (“La filosofía” 15). 18 DISCURSOS TRANSVERSALES Ycaza Tigerino diluía así el peso que su propio partido tuvo en los ultrajes infligidos en vida a Darío, por su oposición a la política de los conservadores que a partir de 1909 empeñaron la soberanía nacional a los Estados Unidos. Más tarde los liberales, disputándose el favor de los norteamericanos y sometiéndose a sus dictados, se distanciaron del rechazo que, desde 1910, Darío expresó sostenidamente contra la injerencia estadunidense en los asuntos de Nicaragua. Esa casuística articuló la despolitización que desde el poder y sus alrededores se trató de practicar sobre su obra. En 1967, el centenario de su nacimiento fue propicio para que en torno a la figura de Rubén Darío los representantes de la dinastía Somoza convocaran a la jerarquía de la Iglesia católica afín al régimen, y a la élite letrada, incluidas las autoridades de las universidades, donde el movimiento estudiantil gestaba un contradiscurso orientado a la liberación nacional, que entre sus objetivos se proponía rescatar a Darío de la manipulación política. Mientras, en el marco de esas celebraciones se utilizaba el verso antes citado: “Si pequeña es la patria uno grande la sueña” para hacer una hipóstasis de la Patria y la Nación, como el lugar territorial donde un conjunto de personas tienen un mismo origen étnico, una lengua y una tradición común, la de una comunidad imaginada en sueños. No hace falta decir la fortuna que ese verso tuvo al devenir lema de la retórica patriótica, que llena carteles y proclamas. La celebración oficial fue un ejercicio discursivo en el que, una vez más, se resaltó la apoliticidad de Darío, mientras en las calles los estudiantes desplegaban pancartas con el lema “Año dariano sin tirano”. Mejía Sánchez hace un recuento de los eventos oficiales y nómina de los participantes nacionales y extranjeros, remarcando el ambiente de tensa armonía que vivió el país durante esas fiestas en la que “los invitados bebieron tanto whisky como Rubén Darío en toda su vida” (Cuestiones 131). Las celebraciones se llevaron a cabo entre el 15 y el 21 de enero, y la semana culminó con una masacre en las calles de Managua, al día siguiente de que las delegaciones internacionales abandonaron el país21. La fastuosidad con que el gobierno y la élite letrada conmemoraron la efemérides, en aquella economía de apenas reses, algodón y granos, quedó impresa en el Libro de oro Semana del Centenario de Rubén Darío, una recopilación de los trabajos escritos para el evento lujosamente editados; en cuya portada y contra portada aparecen impresos, “en oro fino”, el anverso y reverso de la moneda con la efigie de Darío acuñada para la ocasión22. Las fotografías dan una idea de cómo los participantes nicaragüenses pudieron deponer sus diferencias políticas, consagrándose al culto de un Rubén Darío neutral23. La serie de fotografías se abre con una de Anastasio Somoza Debayle 21 Cf. Ernesto Mejía Sánchez “En su Nicaragua natal”. Cuestiones rubendarianas: 129-135. 22 Cf. Colofón de Libro de oro. Comisión del centenario: n.p. 23 Como ejemplo de la cautela observada desde el sector académico, Whisnant menciona dos volúmenes publicados por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, sede del radicalismo estudiantil, en los que los temas políticos de Darío son abordados tímida y ligeramente (330). LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 19 que llena la primera página, cuyo pie –después de los títulos aduladores– reza que en la Convención del Partido Liberal que lo proclamó candidato a la Presidencia de la República, “se refirió a Rubén Darío en el sentido de incorporar su figura a todos los planos de la vida nacional” (Comisión 1). A esta foto le siguen otras individuales de los principales personeros del régimen, y en el resto se pueden ver a altos funcionarios de gobierno imponiendo o recibiendo condecoraciones con el nombre de Rubén Darío, o a los representantes de las instituciones de poder cultural disertando. Mientras en la catedral de León se congregan obispos y feligreses alrededor de la tumba de Darío; también se puede ver a los invitados internacionales en eventos culturales y banquetes realizados en el paraninfo de la universidad nacional, el country club, el casino militar, la Biblioteca Nacional, y Ciudad Darío; las gráficas incluyen imágenes de los actos celebradas en Madrid, entre las que se destaca una a toda página con Francisco Franco presidiendo un homenaje a Rubén Darío, en el Teatro Real de Madrid. Con el Libro de oro, el gobierno de Somoza Debayle, quiso dejar testimonio “de la fe de Nicaragua” de que Rubén Darío representaba las virtudes de la nacionalidad24. Los editores hicieron caso omiso del final trágico que tuvo la fiesta del centenario, cuando efectivos del ejército ametrallaron a mansalva a una multitud en la Avenida Roosevelt de Managua; hecho que Mejía Sánchez resumió con palabras lapidarias: “Esa Pax Dariana de ocho días fue rota el domingo 22 con sangre que no se orea aun” (135). Eran los días previos a la farsa electoral que llevó a la presidencia de la república al último miembro de la familia Somoza, quien se aferró al Poder Ejecutivo por doce años más, hasta que la movilización del pueblo en armas lo echó en 1979. Hay una imagen de Rubén Darío que usualmente se opone a la apolítica, la de “Prócer de la Independencia Cultural”, forjada en los años ochenta de la revolución sandinista. Esa es la que se asocia con la defensa de la soberanía nacional, la de la foto con la casaca azul en hilo de oro bordada, que ha devenido fetiche ideológico; aunque si se recuerda que fue desde el escenario del escritor, poeta o cronista, y no desde el de embajador que levantó la voz por la América Hispana, y particularmente por Nicaragua, ese uniforme de diplomático resulta ser otro significante vacío. A propósito de esa imagen en traje de embajador, que –impresa en afiches y vallas con los rasgos faciales alterados– se ha convertido en objeto kitsch de la plástica y la gráfica nicaragüenses, Salomón de la Selva recordaba a Darío como aficionado a la pompa y ceremonia diplomática: “Vestir uniforme de fina tela galonada de oro, como los toreros y los obispos eficientes; tocarse con bicornio, llevar espadín. Esto lo llenaba de júbilo sin que fuera óbice para que más de una vez abominara tremendamente de los diplomáticos que nada hacen por el bien de los países” (51). Por su parte, David Whisnant dice que ese elegante vestido apenas puede ser visto como una metáfora de los débiles lazos entre Darío y Nicaragua, los cuales no fueron fortalecidos por la respuesta de los sucesivos gobiernos nicaragüenses a su creciente prestigio y fama, y que refleja la 24 Cf. Libro de oro “Presentación” por Ramiro Sacasa Guerrero, ministro de educación. (n. p.) 20 DISCURSOS TRANSVERSALES ambivalencia política ante los repetidos intentos que él hizo para obtener respaldo (318). En otras palabras, ese traje vendría a ser el significante de los ultrajes, indiferencias, manoseos y manipulaciones a que los poderes reales y simbólicos expusieron, en vida y después de muerto, al letrado de mayor relieve en la historia de Nicaragua; porque, sin excepción, los gobernantes nicaragüenses trataron a Darío con resquemor y no poca desconsideración. El triunfo de la revolución sandinista supuso el rescate de Rubén Darío desde una perspectiva antiimperialista. El acto cultural en el que Julio Cortázar fue condecorado en 1983, con la “Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío”, fue uno de los múltiples realizados para actualizar la imagen de Darío con el discurso antintervencionista vigente. Sergio Ramírez, en su calidad de miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, explicó que la condecoración otorgada al novelista argentino representaba el espíritu de la nacionalidad cultural, de la “independencia cultural, nicaragüense y latinoamericana” (Balcanes 192). En el discurso revolucionario la torre de marfil, que habría tentado al poeta al final del siglo XIX y principios del XX, devino trinchera “para defender su posición de creador, su libertad de crear en aquella época de acumulación de capital, de progreso comercial” (Ibíd.193). Darío emergía, de las páginas ocultas hasta entonces, como la voz de la conciencia latinoamericana que al sucumbir el colonialismo español, supo ver y sentir el surgimiento del imperialismo “en toda su calidad de esperpento goyesco” (Ibíd.194). Se trataba, según Ramírez, de poner en el centro del proyecto revolucionario al ser político tanto tiempo escondido por la burguesía nicaragüense bajo “una túnica de tramoya y custodiado por ángeles insustanciales, bohemio irredimible e improvisador de cantina, que había malgastado su talento tropical en pedrerías inútiles, escribiendo décimas en los abanicos de damas opulentas o exámetros (sic) demasiado sonoros para ser verdaderos” (196). El rescate suponía buscar, más allá del versificador de la fiesta galante, al intelectual que ante la intervención de los Estados Unidos en Nicaragua probó “efectivamente que como hombre vivía en lo cotidiano y como poeta no había claudicado nunca” (193). Esa dimensión antiimperialista habría tenido resonancia en la gesta de Augusto C. Sandino, porque “la ocupación que denunciaba Darío en 1911” (Ibíd. 195) sería derrotada por el jefe guerrillero en 1933; una articulación histórica que como dijimos al principio fue originalmente elaborada por Pablo Antonio Cuadra en 1935, y a la cual volveremos después. Ramírez a la vez que ponía énfasis en la dimensión política de los últimos cinco años de vida de Darío y su conexión discursiva con la resistencia nacionalista, hacía una crítica sardónica de la recepción que, hasta entonces, había hecho de su obra la élite letrada al amparo del poder somocista: Y si esa burguesía asesinó a Sandino y se concedió a sí misma amnistía perpetua por el crimen, ¿cómo no iba a falsificar a Darío, a enseñar en las escuelas sólo sus sonoridades y LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 21 cuentos orientales, cómo no iba a echar tierra sobre la “Oda a Roosevelt”, y despojar a los cisnes de la protesta inscrita en sus alas? ¿Cómo no iba a presentar toda esa sustancia real de su poesía como el delirio casual de un soñador que no entendía más que de libélulas vagas de una vaga ilusión? Y aquel señor de los tristes, que teniendo a Orfeo tuvo que soportar en la Nicaragua aherrojada de Chamorro y Díaz25 y en la Nicaragua cuartelaría de Somoza, a Orfeón, fue paseado igual que su cadáver, en las andas tan poco augustas de la cursilería a través de fastos tan nefastos como las veladas darianas, las coronaciones de musas y guardias de honor provincianas… (196-7) La figura de Rubén Darío dejaba de ser, en las palabras de Ramírez, patrimonio de “la mediocre, municipal y espesa burguesía nicaragüense” (196) para pasar a formar parte del panteón de los héroes que como él nutrieron “la vena histórica del antimperialismo nacional, consustancial a la nación” (198). Se rescataba “a Darío no del olvido sino de la superchería” (Ibíd.), porque él “siempre estuvo en el alma popular como un gran orgullo intuido e incomprendido, un genio de hazañas ignoradas” (Ibíd.). En función de ese rescate fueron hechas diferentes ediciones de textos en prosa y verso en los que alude directamente a Nicaragua, a la confrontación de América Latina con los Estados Unidos o a las desigualdades y la injusticia social26. Entonces pudo verse la imagen de Darío con sus textos de mayor contenido antinorteamericano en afiches y carteles en los que, aparecía junto a la de Augusto C. Sandino, incluso bajo el mismo sombrero, como en el poster diseñado por el pintor Alejandro Aróstegui, que publicó el Ministerio de Cultura a principios de 198427. La reconfiguración de esta nueva imagen de Darío, como precursor de Augusto C. Sandino, lo ponía en un pedestal similar al que ocupaba José Martí en la revolución cubana como “ideólogo del asalto al cuartel Moncada”. Ello fue rechazado por los letrados tradicionalistas que acusaron al gobierno de poner un fusil sobre los hombros de Darío. 25 Emiliano Chamorro y Adolfo Díaz, Presidentes de Nicaragua impuestos por la intervención de los Estados Unidos. 26 Entre 1980 y 1983 se produjeron varias ediciones de la obra de Darío, orientadas a ponerlo a tono con el discurso de la revolución, pero también para depurar la imagen del versificador exclusivamente galante, y acercar al público su obra de mayor profundidad filosófica. El Ministerio de Cultura publicó una selección en verso titulada Nuestro Rubén Darío, y una de Prosas Políticas; el Consejo Nacional de Cultura hizo publicar Tantos vigores dispersos, una serie de recortes extractados de obras en prosa y verso, que fuera de sus respectivos contextos ponían a Darío en plena sintonía ideológica con la revolución; también el Instituto de Estudios del Sandinismo, incluyó fragmentos de crónicas de Darío en la antología Pensamiento antimperialista en Nicaragua (54-62). En 2010, el Banco Central de Nicaragua publicó una colección de Escritos Políticos. 27 Cf. Otker Bujard. 65. 22 DISCURSOS TRANSVERSALES Cuando el FSLN perdió las elecciones en 1990, la derecha triunfante diseñó una estrategia de restauración de los valores trastocados por la revolución, entre los cuales no faltaron los intentos por volver a “despolitizar” a Darío. En esa tarea participaron incluso algunos de los letrados que en la década anterior habían trabajado en la edición de sus textos para ponerlos a tono con la discursividad sandinista28. La disputa por la adscripción del símbolo que –según las encuestas– genera más orgullo e identidad nacional29, casi nunca ha podido, desde uno u otro bando, tolerar o procesar las complejas sutilezas y contradicciones del pensamiento y obra de Darío; aunque lo que cada quien reivindica desde su propia perspectiva política puede encontrarse en la obra y pensamiento de Darío sin necesidad de manipulaciones, que dificulten su comprensión cabal. El canon que instituye a Rubén Darío como fundador de la literatura nicaragüense amén de símbolo de la identidad racial y cultural mestiza, se funda en la violencia epistémica de su origen colonial, por cuanto se sostiene en el dualismo civilización y barbarie. Sus constructores se vieron a sí mismos como herederos de los conquistadores españoles. Ellos se apropiaron del patrón racial que se sustenta en las identidades que los colonizadores definieron para los aborígenes colonizados, los indios; y para los pobladores de origen africano que provenían de diferentes culturas e identidades históricas, y que debieron asumir la identidad negativa de negros. En consecuencia, en la construcción del discurso del mestizaje, el término español o europeo lleva necesariamente la connotación racial de dominación. Ese patrón de poder fundado en la colonialidad o hegemonía del eurocentrismo, según Aníbal Quijano, “implicaba también un patrón cognitivo, una nueva perspectiva de conocimiento dentro de la cual lo no-europeo era el pasado y de ese modo inferior, siempre primitivo” (221) 30. Como descendientes de las relaciones genéticas de todas esas identidades, quienes controlaban el poder de instituir ese canon celebraron la desaparición del indio que por obra del mestizaje se habría convertido en español. Para responder a la pregunta de cómo fue posible que se hiciera hablar a Rubén Darío desde los intereses, deseos, necesidades, circunstancias políticas, religiosas, de clase, etnia, género y experiencias hace falta conocer el “horizonte de expectativas” (Jauss 77) de esos letrados, considerando lo que Michel Foucault definía como la historia de las ideas, que para él se convertía 28 Cf. Whisnant 333-41. 29 “Nicaragüense que genera más orgullo e identidad nacional” Encuesta realizada del 19 al 28 de Junio de 2010. 30 Santiago Castro-Gómez por su parte llama a reflexionar a propósito de la certeza con que Max Weber se interroga en La ética protestante y el espíritu capitalista sobre la serie de circunstancias que habrían podido determinar que sólo en Occidente nacieran ciertos fenómenos culturales que se suelen representar como marca de una dirección evolutiva de alcance y validez universal (152). LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 23 en “la disciplina de las interferencias, en la descripción de los círculos concéntricos que rodean las obras, las subrayan, las ligan unas con otras y las insertan en cuanto no son ellas” (232). Se trata, entonces, de hacer visible el proceso histórico de creación del discurso que construyó el canon literario representativo de la identidad nacional nicaragüense, que es decir de la cultura como una totalidad homogénea. Veremos cómo la consagración de Darío fue resultado de batallas y negociaciones en las que estaban inmersos quienes ostentaban el poder de consagrar. Antes ha de hacer falta que, siguiendo a Santiago Castro-Gómez, ampliemos el concepto de Foucault de genealogía del saber-poder a fin de “visualizar el problema de la ‘invención del otro’ desde una perspectiva geopolítica” (151). Es decir, que hemos de partir de la colonialidad del poder, porque no sólo corrige el concepto de “poder disciplinario”, sino que también muestra que los dispositivos panópticos que ha erigido el Estado moderno pertenecen a la estructura mundial, que configuró la relación colonial entre los centros y las periferias. Así enmarcaremos nuestro objeto de estudio en la modernidad, vista como un proyecto. Para ello mantendremos presente la existencia de la llamada doble gubernamentalidad jurídica, la ejercida por el estado nacional “en su intento por crear identidades homogéneas mediante políticas de subjetivación” (Castro-Gómez 153); y la de las potencias hegemónicas del sistema-mundo moderno/colonial, en su intento de asegurar el flujo de materias primas desde la periferia hacia el centro” (Ibíd.). Realizar una lectura detenida de los textos hermenéuticos que explican la obra de Darío con respecto a la nacionalidad y a la identidad cultural nicaragüense, nos permitirá ver las adaptaciones, cortes y rearticulaciones que esos actores llevaron o llevan a cabo con absoluta claridad de los pliegues en que quedaba o queda traspapelada parte de la textualidad discursiva de Darío. Por eso, como ha dicho Leonel Delgado-Aburto, se hace necesario explorar el espacio de disensión entre el nacimiento del símbolo y el sujeto que, atrapado en las redes del poder local dentro de las coordenadas de la modernidad capitalista, produce y provoca ese discurso paradójico, con su correspondiente operatividad ideológica. Esa exploración permite identificar los posicionamientos políticos de Darío en las constantes crisis del Estado nacional nicaragüense, y determinar la instancia en que se constituyó alegado orgullo compartido por todos. Se necesita, por consiguiente, una aproximación a Rubén Darío desde el contexto nicaragüense, que es donde “su nombre invoca un código de identificación cultural, como héroe de la modernidad literaria y como símbolo del nacionalismo nicaragüense” (Delgado-Aburto 38), para interrogarse si realmente Darío dijo o hizo y en qué circunstancias lo que nos dijeron quienes no esperaron a que su cadáver se enfriara para operar sobre su obra y hacerla decir lo que convenía a la reconstrucción de un Estado nacional intervenido. 24 DISCURSOS TRANSVERSALES Es éste un esfuerzo por visualizar al hombre, cuya vida náutica, dicho en los términos de Hans Blumenberg, fue metáfora de su existencia, en su incesante ir y venir, sin que dejara un instante de hablar desde su propia subjetividad. Por consiguiente, aquí haremos la lectura, a veces en extenso, de los panegiristas y hermeneutas que a partir de su obra han construido el discurso nacional y el canon literario, compulsándolo con lo dicho por el propio Darío. El propósito es poner al descubierto lo que subyace a los textos estudiados. Para ello es necesario proceder como el arqueólogo que “procura encontrar, a un nivel más o menos profundo, un principio de cohesión que organiza el discurso y le restituye una unidad oculta” (Foucault, 251). Será necesario cruzar, sin confusión de líneas, la historia de la literatura con la historia social. Veremos así cómo buena parte de la producción discursiva de Darío está integrada al marco social, político y económico de su país. Comienzo por hacer una visita a los escenarios en los que actuó el adolescente Félix Rubén García Sarmiento haciéndose llamar Rubén Darío, cuando la oligarquía enganchaba el Estado al carro de la modernidad capitalista al grito belicoso de Civilización contra Barbarie. Ahí vamos a oír las voces de los indios que asedian las ciudades y resisten los embates del progreso contra sus comunidades. Veremos la respuesta unánime de la cultura letrada desde dónde se pronuncia el muchacho al influjo de sus mentores de ideas liberales, en poemas que hoy casi no se leen porque la historiografía literaria los desechó como casi toda su producción anterior a Azul… Son textos que marcan el punto de salida de una carrera de largo alcance en busca del progreso prometido por la Ilustración. También vamos a acompañar a Rubén Darío en una de sus travesías por el Atlántico para conocer los intersticios de su relación difícil con el Estado, y con los Estados Unidos cuando estos ponen a sus perseguidores al mando de Nicaragua. Es en 1910, un momento crucial en la vida de Darío, porque es el comienzo de su declive; pero también de su posicionamiento político definitivo frente al Estado intervenido. Lo que dijo entonces lo leeremos en sus crónicas, y en reportajes de los periodistas que cubrieron sus embarques y desembarques, nos servirá de bitácora el Diario que llevó, entonces y al que casi no se le ha hecho caso, porque lo que anota son cosas del día a día, como si de minucias así no estuviera constituido el documento humano que subyace toda obra escrita. Aquí es esencial la inclusión de aquellos textos que no tienen el prestigio de los géneros literarios canónicos, como las facturas o los billetes de embarque, y todo tipo de correspondencia, incluidos los telegramas y las entrevistas que brindó. Siguiendo a Blumenberg veremos a Darío, unas veces como espectador y otras como el náufrago que sobrevive dramáticamente a los ciclones políticos y naturales de aquel quinquenio aciago. Luego asistiremos a su agonía y muerte, y veremos desde la distancia la relación tormentosa con los médicos, y el ceremonial funerario de su consagración llevado a cabo por las mismas fuerzas que en vida lo adversaron. Es el inicio de la cirugía estética que lo transformó en monumento y símbolo de la tradición conservadora restaurada por la intervención militar de los Estados Unidos. Comienza con una retórica del sermón que prescinde de su impronta modernizadora y explica LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 25 su obra como literatura mística, hermenéutica que se mueve de la devoción a la hagiografía que cultiva lo afectivo y lo extraordinario. Finalmente veremos la poética del mestizaje que su obra genera, en la reconstrucción del discurso y la identidad nacional, cuando la violencia epistémica reaviva el dualismo de civilización o barbarie, al influjo del falangismo. Aquí es fundamental el estudio de la discursividad producida por los principales integrantes del Movimiento de Vanguardia, particularmente los textos de Pablo Antonio Cuadra, incluidos en el libro que él mismo expurgó de su bibliografía, Breviario imperial (1940). Corresponde al momento en que se construye el canon, mientras se actualiza el sentido racista del hispanismo. Ese discurso prevalece hasta hoy y lo repite en coro la élite letrada que no cuestiona su origen colonial de inspiración fascista. Es imprescindible también leer las rectificaciones que en la madurez hace Cuadra a su belicoso pensamiento juvenil, las que en gran parte reunió en uno de sus últimos libros, La aventura literaria del mestizaje. Tales son los discursos transversales que producen al sujeto Rubén Darío como un resto o síntesis conjuntiva de consumo. Al cerrar, proponemos una recepción descolonizada que rompa con la tautología de base falangista. DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA SILENCIOS Y OLVIDOS 27 DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 29 Todos los cambios de conciencia profundos, por su naturaleza misma, traen consigo amnesias características. De tales olvidos brotan, en circunstancias históricas específicas, las narrativas. Habiendo experimentado los cambios fisiológicos y emocionales producidos por la pubertad, es imprescindible “recordar” la conciencia de la niñez. ¡Cuántos miles de días que transcurrieron entre la infancia y la temprana edad adulta se desvanecen, sin poder recordarlos directamente! ¡Cuán extraño es necesitar la ayuda de otro para enterarse de que este bebé desnudo que aparece en la fotografía amarillenta, feliz y gozando, tendido en un diván o en la alfombra, es usted mismo. (Anderson 283) 30 DISCURSOS TRANSVERSALES Igual que en el resto de países centroamericanos el ingreso de Nicaragua a la órbita del capitalismo en el siglo XIX, corresponde, como es sabido, a un nuevo estadio de su situación colonial31. Después de separarse de España abrieron sus puertas como fuentes de materias primas a otras potencias: Europa primero, y Estados Unidos después. Pretendían ponerse al día con la modernidad y esa ansiedad implicó una incesante búsqueda de relaciones con Europa, que llevó a los gobiernos a establecer vínculos diplomáticos, culturales, comerciales y de toda índole con diferentes países. La cultura occidental gravitaba sobre las cabezas de la oligarquía criolla que veía especialmente en Francia el súmmum de la modernidad. También sabemos que quienes encabezaron ese nuevo giro modernizador heredaron los patrones culturales de los colonizadores españoles, que habían definido las identidades de los pobladores desde una perspectiva racial, reduciéndolos a la categoría de indios, y sus culturas a un estatus de barbarie. Igualmente los pobladores de origen africano fueron primero despojados de sus identidades originales, y luego invisibilizados por el discurso del mestizaje. Los descendientes de las a veces violentas y siempre transgresoras relaciones sexuales de blancos con indios y negros, fueron los mestizos; pero ese lugar de subalternidad del mestizaje fue objeto de una operación de blanqueo. En Nicaragua, la élite criolla, se apropió del patrón racial sustentado en las identidades negativas definidas por los colonizadores. En consecuencia, en la construcción del discurso del mestizaje, el término español o europeo llevaba necesariamente la connotación racial de dominación. Ese fue el patrón de poder fundado en la colonialidad mediante el cual –en el imaginario de quienes se hicieron con el poder a partir de la segunda mitad del siglo XIX– los mestizos devinieron blancos. El concepto de nación con el que se define a la unidad territorial regida por un gobierno que cuenta con el consenso de sus gobernados era casi inexistente en Nicaragua hacia el final de la primera mitad del siglo XIX. El proyecto de la élite patriarcal nicaragüense de construir un Estado-nación calcado de los modelos del norte europeo aunque sin base industrial, y apenas montado sobre una incipiente economía agroexportadora, enfrentó diferentes obstáculos, además de la anarquía que reinó por casi cuarenta años después de acordada la Independencia en 1821. Cabe destacar, en primer lugar, que la mayoría del pueblo no sabía leer y que la educación no buscó el consenso de los habitantes ubicados al margen de las familias patriarcales, y no porque –como observaba Squier– el pueblo careciera “de capacidades latentes ni de disposición para aprender” (249), sino porque no existía lo que pudiera considerarse un sistema de educación32. Por otra parte, las prácticas culturales 31 Cf. Aníbal Quijano “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina”. Anuario mariateguiano. IX.9 1997. 113-21. 32 Según Squier, hacia 1850, en las universidades de Granada y León “no es necesario saber gran cosa para pasar los grados y calarse el birrete; basta con tener ideas generales, estar LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 31 de la población mayoritaria, eran una mezcla de “rasgos españoles, africanos e indígenas,” (Burns Patriarcas y pueblo 15) en la que predominaba la última y cuyo centro vital era la comunidad local. La resistencia popular a adoptar nuevas formas de producción distintas de las del autoconsumo, fue vista por esa élite como una manifestación de la barbarie para interrumpir el esfuerzo civilizador. La diversidad étnica y racial separaba y dividía a quienes se consideraban portadores de la civilización europea, de quienes vivían cómodos con las formas tradicionales de la cultura local. Con el aumento de la población ladina, en el siglo XVIII, aumentaron los matrimonios entre españoles y mestizos, y sus descendientes eran considerados blancos si renunciaban a su etnia y adoptaban las costumbres españolas. No obstante, competían con los indios por el acceso a la tierra, y desafiaban a la élite patriarcal en busca del ascenso social. De acuerdo con E. Bradford Burns los ladinos que vivían en las zonas rurales, alejados de la influencia de las ciudades estados de León y Granada formaban comunidades “caracterizadas por la asimilación, en diversos grados, de elementos tanto indígenas como europeos” (Ibíd.). La formación del Estadonación sólo fue posible cuando declinó la influencia de esas ciudades; entonces comenzaron los esfuerzos de la élite por “homogenizar a la población en torno a su propia concepción de los intereses nacionales” (Ibíd.), y se impusieron leyes contra la vagancia y la pereza, con el fin de sacar a los indios de sus comunidades para forzarlos a trabajar en la construcción de caminos o en las plantaciones de productos de agro exportación. También se crearon leyes para restringir la propiedad comunal, reglamentar y homogeneizar el sistema de tenencia de la tierra. La destrucción de las comunidades indígenas, se vinculó no sólo a la necesidad de ocupar sus tierras, sino a la de erradicar sus prácticas culturales. Las luchas de los grupos hegemónicos de las ciudades-estados de Granada y León –entre los cuales nunca hubo una clara línea ideológica que los diferenciara, aunque los primeros se declaraba conservadores, y los otros liberales33– había conducido al país al derramamiento de sangre que culminó en la llamada Guerra Nacional (1855-1857), contra las fuerzas mercenarias del filibustero norteamericano William Walker, quien llamado por la facción leonesa restableció la esclavitud y se proclamó Presidente de Nicaragua. De este episodio se ha escrito tanto para elogiar el espíritu nacionalista de los nicaragüenses, como el unionista de los centroamericanos que pudieron deponer sus enconadas diferencias para juntos enfrentar al filibustero, al extremo de que casi se ha llegado a olvidar que en la racionalidad puritana de bien con los profesores, pagar puntualmente los honorarios, poner una bien provista mesa de refrescos y tener un buen acopio de bombas y cohetes . Sé de más de un caso en que el candidato no respondió una sola pregunta, y sin embargo obtuvo por unanimidad el título que perseguía. Hay aquí más bachilleres que hombres; abundan los doctores, y hay familias acaudaladas e influyentes que se pasan en herencia el birrete.” (248) 33 Cf. Cerutti, Los jesuitas, 85. 32 DISCURSOS TRANSVERSALES Walker –y en la oposición a ella– está el origen de los discursos que marcan al mestizaje como identidad hegemónica de Nicaragua. William Walker pretendía restablecer la esclavitud, pero exclusivamente con mano de obra africana importada, porque argumentaba que de ella “dependía la estabilidad de la raza blanca en el país” (247). Decía que juntos, los negros afroamericanos y los blancos anglosajones, “destruirían el poder de la raza mestiza que es la perdición del país” (252). En otras palabras, consideraba que los españoles al mezclarse con las razas inferiores habían producido una raza despreciable, que era la causante del desorden que había reinado en el país después de la independencia. En su proyecto, la esclavitud negra terminaría por destruir a los mestizos (253); y los indios, por no aspirar al poder, pronto se asimilarían al nuevo sistema, pues según Walker los nativos indígenas sólo pedían “protección para el fruto de su trabajo” (252). De modo que en la reacción a la condena puritana de la incontinencia de los católicos conquistadores, que con voracidad se revolcaron en los lechos con las indígenas, está el origen del discurso que despojó al mestizaje, o mescolanza sin límite de razas, de su esencia transgresora y orgiástica34. Así devino agua lustral que exterminó las impurezas de la barbarie, por virtud del cual el indígena se convirtió en español. Esa exultación del mestizaje convirtió a Rubén Darío en su quintaesencia generatriz, a despecho de que no haya prueba de que en algún momento usara explícitamente esa categoría para definir su propia identidad ni la de los nicaragüenses. No obstante, quienes en el siglo XX controlaron el poder de instituir el canon, viéndose a sí mismos como herederos de los conquistadores españoles, ignoraron la ascendencia africana y celebraron la supuesta desaparición del indio para reivindicar el mestizaje como marca de la identidad nacional. Nacido en 1867 Rubén Darío emerge a la vida pública de Nicaragua en el periodo que se conoce como el de los Treinta Años Conservadores (1858 a 1893), que corresponde a la aparente tregua que se dieron las oligarquías de Granada y León en sus batallas por el control del país. Los gobiernos de los Treinta Años fueron encabezados por representantes de la oligarquía granadina que instituyó una república patriarcal en la que se practicaba la alternancia en el poder35. Esa república, por su composición de clase y sus prácticas culturales conservadoras, se constituyó en heredera del régimen colonial, del cual se diferenciaba en que antes de la Independencia política de España los indios estaban protegidos por ley, en tanto que durante los Treinta Años las castas indígenas fueron excluidas y perseguidas, porque los derechos de ciudadanía eran determinados por el mestizaje y la propiedad 34 Debo a Brad Epps, la observación del mestizaje como instancia transgresora. Fue muy iluminadora para mí la lectura de sus ensayos sobre la promiscuidad: “Retos y riesgos, pautas y promesas de la teoría queer.” y “La ética de la promiscuidad: Reflexiones en torno a Néstor Perlongher.” 35 Cf. Cruz S., 1-2. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 33 privada36. Así, la historiografía tradicional –ocultando los frecuentes tumultos entre las facciones oligárquicas y la violenta tensión inter-étnica sobre la cual fue construida la identidad mestiza de Nicaragua– evoca aquel período como una arcadia de paz democrática, que habría permitido el ingreso del país a la modernización capitalista37. Esa tersa narrativa conservadora permeó los estudios sobre la vida del joven Félix Rubén García Sarmiento, conocido después con el nom de plume Rubén Darío. En Nicaragua, las circunstancias de su nacimiento a menudo han sido representadas en clave de hagiografía no exenta de tintes mesiánicos, como la que elabora uno de los fundadores del Movimiento de Vanguardia, Luis Alberto Cabrales, quien traza coordenadas que tienen como eje inevitable Nazaret; y elabora un parangón forzado con la Sagrada Familia, porque en la de los García Sarmiento la figura del padre brilla por su ausencia a la hora del parto y es otra mujer la que acompaña a la madre, quien dos años después, también se va a esfuminar: Eran días de diciembre de 1866. En carreta entoldada que había salido de León, iban dos mujeres, Josefa Sarmiento y su joven sobrina Rosa Sarmiento de García Darío. Iba la tía en viaje de comercio, y la sobrina a esperar el nacimiento de su primer hijo. Aires de Navidad barrían los caminos polvorientos, y Rosa, pensativa, recordaba los pesebres y soñaba con Belén, el pueblecito en donde había nacido el Mesías. También ella había dejado la gran ciudad, el León colonial, e iba a esperar a su propio niño en otro pueblecito apartado y pintoresco: Metapa. Lenta avanzaba la carreta, de hacienda en hacienda, dejando caseríos, atravesando riachuelos, a veces bajo sombrías montañas, a veces bajo el sol vertical de los desnudos y resecos sonsocuitales. Iba por los caminos diez años antes amenazados por las incursiones de los filibusteros de Walker, ahora seguros bajo la plena paz de la concordia nicaragüense. Plena paz, gran paz, como aquella de que habla el Evangelio como señal del nacimiento divino. ¿Qué clase de niño era ése que iba a nacer en días pascuales? ¿Qué destino, qué estrella la guiaba hacia Metapa, para que el niño naciese en 36 Cf. Téllez 31. 37 José Francisco Borgen enumera “el telégrafo, la cañería de agua potable, el Vapor Victoria, el hielo, la máquina de coser, la explotación del banano, el auge de la minería, los aserraderos, el Ingenio San Antonio, la fabricación de gaseosas y mejores jabones, la ametralladora, el alumbrado eléctrico, la bicicleta, el primer automotor” entre los adelantos introducidos entre 1875 y 1909, periodo que él llama “primera etapa de nuestro desarrollo.” (7) 34 DISCURSOS TRANSVERSALES humilde poblado, y no en la metrópoli resonante de templos y campanas? (Breve 1-2). Charles D. Watland38, un académico norteamericano, estudia los años de formación juvenil de Darío, inscribiéndola en lo que Benedict Anderson ha llamado “un tiempo vacío y homogéneo” (284), construido por la historia oficial a partir del olvido de la sangre derramada de los indios. Según Watland “los años de su niñez y juventud transcurrieron en una atmósfera de tranquilidad iniciada largo tiempo antes de su nacimiento y a la cual ya el país estaba acostumbrado, y su edad más impresionable no se vio turbada por las turbulencias de otro tiempo” (La formación 23). Pablo Antonio Cuadra, al rectificar su inicial explicación del surgimiento de Rubén Darío “por generación espontánea” (El nicaragüense 94), elude los espacios conflictivos de los Treinta Años Conservadores, y resalta los hitos de la cultura letrada que marcan al periodo que describe como “primera cosecha patriótica de convivencia” (Ibíd., 90), los que en efecto corresponden al momento en que la escritura adquiere legitimidad frente a la cultura oral, mediante la instauración de instituciones que posibilitan el sueño modernizador de la élite nicaragüense: En Nicaragua, en 1874 comienza un rosario de hechos culturales, educacionales, fundación de Ateneos y tertulias, traducciones de grandes escritores extranjeros, fundación de periódicos, fundación de la Biblioteca Nacional, inclinación por la investigación histórica y por los estudios lingüísticos, etc., que culminan con la aparición de Darío y que hacen posible su preparación inicial extraordinaria (Ibíd., 94). Es verdad que esas instituciones, en cierne cuando Darío inicia su producción, no constituyen todavía una tradición literaria; pero él se integra a ellas publicando en los periódicos sus primeros textos de combate, polemizando con los guardianes de la gramática y el buen decir académico, y enalteciendo la razón frente al oscurantismo; porque cuando ya es un adolescente escribir, como ha dicho Santiago Castro-Gómez, era un ejercicio que en el siglo XIX, respondía a la necesidad de ordenar e instaurar la lógica de la ‘civilización’ y que anticipaba el sueño modernizador de las élites criollas. La palabra escrita construye leyes e identidades nacionales, diseña programas modernizadores, organiza la comprensión del mundo en términos de inclusiones y exclusiones. (148) 38 The Literary Education of Rubén Darío: An examination of the Extent and Nature of His Literary Culture to Period of Azul…(1888), disertación doctoral presentada ante la Universidad de Minnesota, que aquí citamos por la traducción de Fidel Coloma González, La Formación Literaria de Rubén Darío. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 35 Y Darío se ajusta a ese programa, primero pronunciándose del lado de la razón civilizadora, y poco después desde la Biblioteca Nacional donde ejerciendo el cargo de bibliotecario, lee con avidez en sus colecciones la actualidad europea, además de los clásicos castellanos. Lo que no menciona la historiografía literaria es que ese ambiente de pregonada convivencia y paz fue alterado por el levantamiento de las castas indígenas que protestaban contra las políticas modernizadoras que atentaban contra su economía y usos culturales a la vez que perseguía su exterminio; y por la reacción de la Compañía de Jesús a las políticas de modernización que llevaba adelante el gobierno del presidente Joaquín Zavala; lo cual resultó en la expulsión de los jesuitas, y la represión a los indígenas. Tales hechos no se pueden obviar si se vuelve la mirada al medio en que creció Rubén Darío y se consideran las ideas que agitaban su tiempo, y a las cuales no sólo no fue indiferente, sino que las llegó a encarnar, no sin contradicciones como veremos más adelante. Aquí será necesario, prestar atención a los gestos, performances, silencios y escritura del adolescente que comienza a usar el pseudónimo de Rubén Darío39, y más concretamente a partir de su salida a la vida pública en 1881, año en que la batalla entre “la civilización y la barbarie” alcanza su nivel más denso con el aplastamiento de la rebelión de los indígenas de Matagalpa y la expulsión de los Jesuitas. La discursividad que esas dos incidencias históricas generan produce un choque entre la cultura escrituraria de la élite urbana, y la oral de los indígenas como veremos enseguida. Seguir con brevedad los primeros pasos de Darío en la vida pública, y revisitar la producción discursiva de su adolescencia y parte de su adultez será tan imprescindible como aproximarse a la tensión étnica40. En 1881, al tiempo que Rubén Darío comienza a figurar públicamente, se emprende desde el centro del poder político y económico de Nicaragua una guerra de exterminio contra las comunidades indígenas del Norte montañoso del país, donde se está llevando a cabo la transformación de la agricultura de consumo local de los indígenas por la del cultivo del café para la exportación. Como en otros países de América Latina, en Nicaragua se aprobaron leyes 39 Cf. Leonel Delgado-Aburto “2.1 El conflicto de los nombres de Darío” (Diss. 42-9). 40 “…de 1880 a 1920 la élite proyectaba imágenes de los indígenas como primitivos marginados, que bloqueaban el progreso por su ignorancia y por sus prácticas derrochadoras en sus propiedades comunales. Estas imágenes, a la vez, racionalizaban y reflejaban las políticas que llevaron a la expropiación de la tierra y a la cruda explotación del trabajo indígena. La imagen, por ejemplo, de un indio “amarrado” justificaba las prácticas “civilizadoras”, al mismo tiempo que reflejaba el mundo real del indígena. Por otra parte, la resistencia de éste confirmaba el discurso ladino, y su evasión del trabajo forzoso demostraba su maldad y su irresponsabilidad juvenil. Asimismo, las protestas basadas en la religión (Matagalpa, 1895) o las luchas agrarias (Jinotega de 1915 a 1920), reiteraban la necesidad de educar a los primitivos y de abolir las comunidades” (Gould, El mito, 119). 36 DISCURSOS TRANSVERSALES para favorecer la inmigración europea. El objetivo primario era que gente de raza blanca viniera a explotar las tierras “baldías”41 de las montañas; y que de paso fundaran las bases civilizadoras que habrían de poner fin al “atraso” de la cultura local. Los gobernante de los Treinta Años, originarios de las principales ciudades del Pacífico –desde donde se ejercía la hegemonía sobre el Centro, Norte y Este del país, entregaron las tierras de las comunidades indígenas de las regiones centro-norte de Matagalpa y Jinotega a los inmigrantes que de Europa y Estados Unidos acudieron al llamado del cultivo del café42. Para esos fines fueron aprobadas leyes que garantizaban la mano de obra indígena, forzosa y gratuita43. Al despojo de las tierras comunales y la ley que obligaba a los indios a trabajar en las plantaciones, se agregaban jornadas extenuantes en la construcción de caminos y el tendido del hilo telegráfico, al que debían acudir bajo amenaza de arresto y pago de multas, por un salario inferior al que recibían los trabajadores ladinos de las áreas urbanas. Como si eso no fuera suficiente, los indios trabajaban de manera voluntaria para la Iglesia, tanto en el cementerio, como en la construcción del templo que devino sede catedralicia de la diócesis de Matagalpa. Los indígenas se quejaron de los ultrajes y la persecución ante una autoridad insensible, que tampoco quiso oír a los jesuitas que advirtieron el germen de una inminente rebelión. La mañana del 30 de marzo de 1881 los indios asaltaron la ciudad de Matagalpa, y el gobierno sólo pudo controlar la situación con refuerzos militares llegados mucho después de la capital. Los jesuitas trataron de persuadir a los indígenas para que se desarmaran, y se ofrecieron como mediadores; pero ante la persistencia de la casta, que no abandonaba sus reclamaciones, la Compañía de Jesús fue acusada por el gobierno de haber instigado la rebelión44. Se decretó su expulsión del país, aunque nunca se comprobó su implicación en esos hechos45. Cuando ya los religiosos se encontraban fuera de Nicaragua, los indios, al grito de “Muera la gobierna”, se volvieron a alzar en el mes de agosto y fueron repelidos a sangre y fuego, con un saldo de más de quinientos de los suyos muertos. El gobierno justificó la represión como parte de la lucha de la civilización contra 41 En su mayoría se trataba de tierras de las comunidades indígenas. 42 “Para entonces, el gobierno de Zavala se encontraba en medio de un programa destinado a atraer inmigrantes alemanes para que se asentaran en la zona, imitando una política semejante de Guatemala, cuyo propósito era fomentar la expansión de los cafetales” (Cruz S. 131). El antropólogo Mario Rizo, me proporciona el dato de que también a William Walker le fueron ofrecidas las tierras de estas comunidades, a cambio de sus servicios militares en el bando oligárquico leonés (Correo electrónico del 20 de agosto del 2001). 43 “La reducción de los indios, política central de la colonización española, fue la divisa principal durante todo el periodo. Reducir significaba congregar a los indios en poblados para ejercer control político sobre ellos, garantizar sujeción a las nuevas reglas del juego y prevenir cualquier intento de actuación independiente o en rebeldía. Reducir era también, mantener concentrada y disponible la población indígena para ser usada como mano de obra” (Téllez 295). 44 Cf. Gutiérrez Castro “Breve” 9. 45 Cf. Cruz S. 132-133. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 37 la barbarie. Los textos de historia invisibilizaron ese episodio sangriento del ingreso de Nicaragua a la modernidad. La memoria popular en Matagalpa lo recordó siempre como “La guerra de los indios”, parte del cual quedó registrado en la autobiografía inédita “Reflejos de una vida” del telegrafista Alejandro Miranda, testigo presencial del alzamiento de agosto46. Francisco Ortega Arancibia, un historiador contemporáneo del régimen de los Treinta Años, cuenta que los indios eran llevados de las cañadas a la ciudad de Matagalpa, donde una junta de guerra compuesta por oficiales de Managua, los juzgaba, condenaba y ejecutaba (373); y describe la manera en que la prensa de la capital reportaba los fusilamientos: Con frecuencia el telégrafo daba cuenta al Gobierno de dichas ejecuciones, en telegrama que don Fabio Carnevalini, italiano de origen, publicaba en su periódico, El Porvenir47, con este gráfico epígrafe: ‘Lucha de la civilización contra la barbarie’” (Ibíd., 373-4). El gobierno expulsó del país a los jesuitas, que por razones de competencia profesional, tenían rivalidades con el clero diocesano48 que aplaudió su expulsión tanto como los letrados liberales49. No obstante, el suceso levantó una ola de inconformidad, entre los políticos y letrados conservadores, pero sobre todo entre la mayoritaria feligresía católica que presenció cómo, a tiros y al grito de “!Viva la civilización!” los jesuitas fueron forzados a salir del país, suscitando más protestas y muertes de indígenas. Ortega Arancibia es muy gráfico en su extensa narrativa de lo sucedido en las calles de las ciudades, incluida la Calle Real de León, donde vivía Rubén Darío: Comisiones del Gobierno, confiadas a los ministros, salieron de Managua con su respectiva fuerza: el Ministro Elizondo, espada al cinto, entró en Matagalpa y sacó de allí a los jesuitas; el Ministro Agustín Duarte, por la calle real de León, vestido de militar y quepis rojo, iba delante de la doble escolta con el Mayor H. Zaballos, que los sacó de la Recolección, llevándolos por la calle real, por donde el Ministro, revólver en mano, lo disparaba en cada esquina acompañando la detonación con un grito “!!Viva la civilización!!. Los indios de Sutiaba hicieron una manifestación de pública reprobación 46 Mi agradecimiento póstumo al amigo Enrique Miranda Casij, que puso a mi alcance una copia mecanográfica de “Reflejos de una vida” de su antepasado Alejandro Miranda. 47 También citado aquí como Porvenir de Nicaragua 48 Cf. Cruz S. 133-4. 49 El polemista Enrique Guzmán escribió en un periódico de la época, que por el empeño puesto en la expulsión de los jesuitas, el clero “quisiera levantarle una estatua a Fabio Carnevalini” Cf. Cerutti, Los jesuitas, 29. 38 DISCURSOS TRANSVERSALES del hecho, nada más; los de Masaya hicieron lo mismo, y en el grupo iban mujeres con puñales a la cintura; entraron a la plaza, les hicieron unos disparos, de los cuales murió Hilario Suárez, y los dispersaron. Cosa notable: el subprefecto que ejecutó la orden en Masaya oía misa todos los días; se llamaba Marcelo Vega, y el que en la noche acompañó a los que hicieron fuego sobre los indios amotinados, de que resultó muerto Hilario Suárez, se confesaba y comulgaba con frecuencia: se llamaba Dolores Martínez. Los jesuitas de Masaya salieron rumbo al Sur para reunirse con los que había en Rivas y embarcarse en San Juan del Sur, en el mismo vapor que llevaba a los demás jesuitas de León, de Matagalpa y del Ocotal (374). Es común justificar esos atropellos aduciendo la abierta oposición de la Compañía de Jesús a la política del gobierno de Joaquín Zavala; pero al conservadurismo de los jesuitas hay que añadir que ellos no eran bien vistos por los letrados jacobinos y masones antipapistas, que los acusaban de oscurantismo y de oponerse al progreso. Además, el gobierno de Nicaragua estaba siendo presionado por otros gobiernos liberales de Centro América para que los expulsara de Nicaragua, que era su último reducto en el istmo. Es verdad que la Compañía de Jesús se oponía tenazmente a los esfuerzos gubernamentales de secularizar la educación. En ese sentido, la política del gobierno dio lugar a un contencioso en el que el joven Rubén Darío tomó partido en contra de los jesuitas, que unos meses antes lo habían iniciado en la música, el estudio de los clásicos castellanos y, aparentemente, en el aprendizaje de Latín e incluso Griego50, cuando frecuentaba el Colegio San Ramón y la iglesia de La Recolección. En breve, los hechos que precipitaron la expulsión de los jesuitas pueden resumirse así: El 6 de marzo de 1881, en la ciudad de León, durante la inauguración del Instituto Nacional de Occidente, su director José Leonard –un polaco liberal que había llegado de España a solicitud del gobierno– pronunció un discurso racionalista que lastimó la sensibilidad del clero y de los padres de familia, que habrían pedido su destitución. Se culpó a los jesuitas, primero de incitar el malestar y después de haber auspiciado la rebelión de los indígenas. La narrativa de Diego Manuel Sequeira, biógrafo de la niñez y juventud de Darío, no oculta la violencia que confrontó a los sectores hegemónicos con los subalternos, a la cultura oral con la letrada: Los ánimos se exaltan y se dividen en dos bandos. En todos los periódicos del país se establecen acalorados debates; y aquel 50 Cf. Darío, Todo al vuelo 626; Erika Lorenz, 12-13; Mejía Sánchez Cuestiones 138-9. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 39 incidente, al parecer insignificante, trae consigo, al entrar en choque el poder público y la influencia religiosa de los jesuitas en las masas, la sublevación de los indios de Matagalpa, de Subtiava (sic) y Telica; la sofocación por parte de la autoridad de esas rebeldías; el encarcelamiento y confinamiento de reos políticos opuestos al régimen de Zavala; y, por último, la expulsión de todos los jesuitas residentes en Nicaragua (36). Casi no hace falta decir que en la base de esa tensión estaba la estrategia de la élite que aspira a modernizar el país y dar forma a la nación sobre la imaginada comunidad lingüística y racial, disciplinando a los sujetos incómodos; porque como sostiene Enrique Dussel, “por el carácter ‘civilizatorio’ de la ‘Modernidad’, se interpretan como inevitable los sufrimientos o sacrificios (los costos) de la ‘modernización’ de los otros pueblos ‘atrasados’ (inmaduros), de las otras razas”. (49). El debate entre quienes defendían la tradición y los que veían en ésta un obstáculo para el progreso prometido por la ideología liberal se libró desde el púlpito y la rumorología; pero principalmente en la prensa, donde escribe Rubén Darío, quien no oculta en sus versos su propio alineamiento contra la tradición y el oscurantismo51. Incluso, hizo un esbozo del periodismo de la época en una serie de epigramas en los que caracteriza a los medios impresos de diferentes ciudades de la república52. Entra en la liza para defender al profesor Leonard y atacar a los miembros de la Compañía de Jesús, con un poema que titula “El jesuita”53; y además escribe una décima en 51 Y la ignorancia maldita Que en forma de hidra se escapa, Bajo ascética solapa Que a guerra y discordia excita, Ladra, vocifera y grita, Y hace salir del abismo Al cuervo del fanatismo Que por su pico enlodado, Arroja crimen, pecado, Y tremendo oscurantismo.(citado en Sequeira 37) 52 Cf. Sequeira 67. 53 El Jesuita ¿Qué es el jesuita? –Bolívar Preguntó una vez a Olmedo– Es el crimen, el enredo; es el que da al pueblo acíbar envuelto en sabroso almíbar. El inmortal Andrés Bello estaba poniendo un sello a una carta a San Martín, y dijo con retintín: ¿El jesuita…? Lo dice ello. Bien: ahora hablaré yo. Juzga después, lector tú: el jesuita, es Belcebú, que del Averno salió. 40 DISCURSOS TRANSVERSALES contra del oscurantismo y el fanatismo religiosos. Con catorce años, comienza a ser conocido entre los lectores de los periódicos por esos encendidos poemas. Se ha apartado por voluntad propia y de manera agresiva de la influencia de los jesuitas, y deviene rebelde anticlerical que escandaliza a los asustados vecinos, quienes a la vez admiran su virtuosismo lírico. En ese tiempo inicia una época que va a durar toda su vida de aprendizaje autodidáctico y afinamiento, por medio de la imitación, del don natural de versificar54. En el debate y la controversia que en torno a los jesuitas alentaron los letrados liberales Fabio Carnevalini, Carlos Selva, José Dolores Gámez y otros, Darío se ha alineado a favor de “la Diosa razón” (Sequeira 37). Los círculos que frecuenta profesan las ideas liberales y él es ya una celebridad en los salones y veladas adonde se le invita para que declame sus propios versos, como en las honras fúnebres que se tributan a su padrino, el prócer liberal Máximo Jerez, el 13 de noviembre de 1881. Por primera vez actúa ante los más conspicuos representantes de los poderes del Estado y de la sociedad, que quedan deslumbrados por su elocuencia y dominio del verso. Luego es presentado en la solemne ceremonia de inauguración del periodo de sesiones ordinarias del Congreso Nacional, en la que el Presidente de la República informa a los legisladores sobre los alzamientos indígenas, la expulsión de los jesuitas y las medidas de fuerza adoptadas por el gobierno para restituir el orden. En su informe, el presidente no puede ignorar la división reinante en el país ni los sentimientos encontrados de la población55; así modera el lenguaje optimista, de quienes proclamaban la victoria de la civilización sobre la barbarie, y concluye su discurso sin alardes de vencedor56. La incomodidad que pudo provocar el mandatario, no tanto con la narrativa de la insurrección de los indios y del castigo infligido “á los responsables de semejante crimen” (Cerutti, Los jesuitas, 596), sino con la de la expulsión de la Compañía de Jesús y los agravios al sentimiento de los católicos, ingrata para muchos de sus correligionarios, incluido el mismo presidente del Congreso, Pedro Joaquín Chamorro57─ se disipó con la aparición en escena de Rubén Darío, ¿Vencerá al Progreso? ¡No! ¿Su poder caerá? ¡Oh, sí! Ódieme el que quiera a mí; pero nunca tendrá vida la sotana carcomida de estos endriagos aquí. (Poesías completas 25-6) 54 Aun ya tarde en su vida Darío hizo mención de su habilidad innata: “De mí sé decir que a los 10 años ya componía versos, y que no cometí nunca una sola falta de ritmo. Cuestión de don natural musical.” (Crónicas desconocidas 1906-1914, 357). 55 El exilio de los jesuitas provocó profundos resentimientos entre los indios de Matagalpa y del resto del país. Además, miembros de la facción de los Iglesieros del partido conservador aparentemente comenzaron a organizar a los dispersos grupos indígenas (y a otros) en una alianza que llevaría a derrocar al gobierno de Zavala o al menos a forzar el regreso de los jesuitas. (Gould, To Die, 35) 56 Cf. Cerutti, Los jesuitas, 600. 57 Cf. Cruz 134-7 LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 41 que improvisó “unas estrofas de salutación al presidente Zavala” (Sequeira 50), antes de declamar de memoria, “de la primera a la última, las cien décimas de su poema: ‘El Libro’” (Ibíd.). Los aplausos interrumpieron varias veces al declamador, pero los señores cejijuntos tomaron nota del libertinaje implícito en los versos de aquel rapaz que hablaba de libertad de pensamiento y conciencia58, para tomarlo en cuenta a la hora de discutir y aprobar la ley que posibilitaría el auspicio gubernamental para completar su educación. Por su parte los medios del liberalismo radical dieron amplia cobertura a la noticia del precoz librepensador. Diego Manuel Sequeira registra la acogida que Carnevalini y la prensa pro gubernamental dieron a la performance de Darío: “Los principales periódicos de la capital: ‘El Ferro-Carril’ y El ‘Porvenir de Nicaragua’, traían en su primera página la crónica de aquel acto, con elogiosos conceptos para el ‘poeta-niño’” (51)59 . Desde entonces Rubén Darío participa en actividades culturales junto a la familia presidencial. Recita en la Cámara de Diputados una larga composición, de muy escaso valor literario, que dedica a la esposa del mandatario60; pero también experimenta su primer revés político. El 18 de Febrero de 1882, el Presidente de la República hizo publicar la ley aprobada por el senado y la cámara de diputados en la que se dispone que el gobierno de la Nación, coloque “al inteligente joven pobre, don Rubén Darío, en el plantel de enseñanza que estime más conveniente para completar su educación” (citado en Sequeira 56). La ley, lejos de satisfacerlo lo desencantó; pues descartaba el proyecto original de enviarlo a España, por el de colocarlo en un centro educativo local, y ni hace falta decir que todavía el país no contaba con un sistema escolar sólido. Sus biógrafos especulan que a última hora los legisladores pudieron considerar que a sus quince años Rubén Darío unía a su fama de “poeta-niño”, la de derrochador y aficionado al champan, aunque los hay que aseguran que el presidente del Congreso, Pedro Joaquín Chamorro, asustado por los contenidos anticlericales de sus composiciones, advertiría el riesgo de dejarlo ir por la libre al extranjero. No debe descartarse que en la economía de aquella república, caracterizada por Sergio Ramírez como “de propietarios y letrados, que copiaban de lejos los reflejos de la rígida moral victoriana”, (“PrólogoRecuerdos” XXV) la educación de un joven que no iba para ningún quehacer práctico, fuera contraria a uno de sus postulados fundamentales: “nunca gastar en nada superfluo” (Ibíd.). En 1884 Rubén Darío conoció, también por vez 58 El Partido conservador estaba dividido en tres facciones de distintas tendencias: “los iglesieros, que se presentaban como Partido Conservador Católico […], los progresistas, encabezados por Zavala […]. Finalmente, había una tercera facción que se hacía llamar los genuinos y que para sus enemigos eran los del Cacho, salidos del círculo de don Pedro Joaquín Chamorro” (Cruz S 137, énfasis en el original). 59 En El Porvenir de Nicaragua, dirigido por Carnevalini, Darío publicará a partir de ese año gran parte de su producción periodística escrita durante su primera juventud. Cf. Sequeira 61. 60 El 15 de abril de 1882 lee “Serenata. A la Sra. Mercedes B. de Zavala”. Ibíd. 42 DISCURSOS TRANSVERSALES primera, la persecución política, y tuvo que apelar ante un juez por la condena que le fue impuesta en un juicio abierto en su contra por un prominente político, afín al gobierno conservador, que se sintió aludido en un escrito publicado en el periódico La verdad. Uno de los testigos dijo no conocerlo, pero que había oído que era poeta y que para él “poeta es sinónimo de vago”; y fue condenado por el delito de vagancia a ocho días de obras públicas conmutables por el pago de una multa. En su defensa Darío alegó que se desempeñaba como profesor de literatura en el colegio “La independencia”, lo cual corroboró su director, y así logró que se le revocara la sentencia (Buitrago Matus 117). Se aleja del país insatisfecho con el presente y padeciendo del futurismo que según explica Ángel Rama “había invadido al mundo en el último tercio del siglo” (“Prólogo XVI), abandona también Centroamérica para ir en pos del tráfago de las grandes ciudades: Santiago de Chile primero, y Buenos Aires después, donde “avizora el nuevo tiempo como el de la unificación del planeta” (Ibíd., XVII) dentro del empuje civilizador de Europa. Es el comienzo de una vida náutica a la que marcarán los naufragios y ciclones en sentido real y figurado. Es claro que el posicionamiento liberal de Rubén Darío favorece desde su juventud la inmigración como fórmula para remediar el atraso de la cultura local, en El viaje a Nicaragua exalta el modelo de progreso alcanzado en la Argentina gracias al impulso de la inmigración europea. Como tributario del ideario de Domingo Faustino Sarmiento reafirma la necesidad de ponerse al día con la civilización europea, atribuye el retraso de su país a “la falta de esa transfusión inmigratoria que en otras naciones ha realizado prodigios” (100). Los europeos Fabio Carnevalini y Henri Gottel, que tan bien acogieran y divulgaran sus primeros escritos en El Porvenir de Nicaragua, le merecen una agradecida recordación porque “contribuyeron a la cultura del país, impulsando y dando nueva vida al periodismo naciente” (Ibíd., 148). En 1912, puesto a evocar sus primeros años, recuerda al profesor polaco José Leonard, a quien atribuye “una vida novelesca y curiosa” (La vida 24); y ya superada la iconoclastia juvenil, no olvida a los eminentes jesuitas, austriacos y colombianos (Ibíd., 17) que lo iniciaron en el estudio de la cultura occidental, antes de que se pasara al bando jacobino. Al evocarlos, su memoria suprime las situaciones incómodas que podrían alterar el recuerdo amable de los primeros preceptores, y se olvida de registrar –o prefiere olvidar– la polémica en la que él hizo sus primeros pinos dentro del periodismo de combate. Ernesto Mejía Sánchez dice que Darío “recuerda festivamente la leyenda que acusa a los jesuitas de apoderarse de secretos familiares” (Cuestiones, 139). Y es que, buscando zanjar la discordia ideológica, silencia la tensión étnica y la represión política, y lo que resalta del conflicto es la anécdota parroquial: Los jesuitas ponían en el altar mayor de la iglesia, en la fiesta de San Luis Gonzaga, un buzón en el cual podían echar sus cartas todos los que quisieran pedir algo o tener correspondencia con San Luis y con la Virgen Santísima. Sacaban las cartas LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 43 y las quemaban delante del público; pero se decía que no sin haberlas visto antes. Así eran dueños de muchos secretos de familia, y aumentaban su influjo por éstas y otras razones. El gobierno decretó su expulsión, no sin que antes hubiese yo asistido con ellos a los ejercicios de San Ignacio de Loyola (La vida 17). No menciona la violencia con que fueron expulsados de la ciudad de León, donde él vivía, ni la reacción de los indígenas de Sutiaba, cuyo asentamiento queda próximo al vecindario de la casa que habitaba. En 1912 en el “Prólogo que es página de vida”, al libro de poemas de su amigo de infancia, Luis H. Debayle, echa de menos la labor cultural de los jesuitas, pese a las reticencias ideológicas: “He de insistir siempre” –dice– “en que los padres de la Compañía de Jesús fueron los principales promotores de una cultura que no por ser si se quiere conservadora deja de hacer falta en los programas de enseñanza actuales” (Todo al vuelo, 626). Se ha escrito en abundancia sobre los grandes lapsus que pueblan La vida de Rubén Darío escrita por él mismo, a la que el propio autor, en el lecho de muerte, atribuyó “muchos errores” (Contreras 163), que pensaba corregir si se curaba de su enfermedad “para publicarla en edición definitiva” (Ibíd.). La explicación más socorrida achaca las lagunas y contradicciones al alcoholismo crónico. Hay, sin embargo, recuerdos de la infancia que lo acompañaron siempre, como el del célebre buey que dio pie a uno de los escasos poemas en que alude a Nicaragua. Carlos Martínez Rivas sugiere que el verso: “Buey que vi en mi niñez echando vaho un día” del poema “Allá lejos”, incluido en Cantos de Vida y Esperanza (Poesía 297), fue producto de algo que vio y retuvo indeleblemente hasta que pudo escribirlo en el periodo de mayor madurez poética61. No obstante, en el inicio de La vida equivoca el nombre del departamento al que pertenece el villorrio donde nació: “un pueblecito, o más bien una aldea, de la provincia, o como allá se dice, departamento, de la Nueva Segovia, llamado Chocoyos y hoy Metapa” (8). Realmente Metapa, que ahora se llama Ciudad Darío, estaba y está en el departamento de Matagalpa, el cual se denomina así por los indios de la casta matagalpa que se alzaron en 1881. A ese departamento se referirá más de una vez en otras ocasiones, como veremos en estas páginas62. Leonel Delgado-Aburto postula que las contradicciones, olvidos, silenciamientos y parquedad de algunos acontecimientos rememorados en La vida, obedecen “a razones retóricas asociadas con la biografía o la cimentación heroica” (38), y agrega que ahí Darío “ha codificado una versión más o menos ‘fiel’ de sí mismo” (Ibíd.). La llamada “Guerra de los indios” no entró en los 61 Para Martínez Rivas y muchos otros críticos “Allá lejos” es el poema más raigalmente nicaragüense de Rubén Darío. Cf. Martínez Rivas “Darío y Nicaragua”. 62 Cf. Darío, El viaje a Nicaragua e Intermezzo Tropical, 99 y 127. 44 DISCURSOS TRANSVERSALES registros de su memoria o al menos no la materializó en su escritura, pese a haber estado inmerso en la batalla retórica junto al presidente Zavala, que veía “detrás de los disturbios de Matagalpa […] la mano de los Jesuitas” (citado en Cruz S. 132). En su madurez, la gramática de la moderación ha dejado en el olvido las diatribas de la adolescencia; la sutura de los retazos del pasado borró los episodios traumáticos que dieron lugar a la nación mestiza. Después, la cultura letrada se propuso no remover las heridas viejas, llenando de silencios y olvidos la memoria de la Nación. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA ESPECTADOR Y NÁUFRAGO 45 DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 47 Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviera a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso. Walter Benjamin 183 48 DISCURSOS TRANSVERSALES El viaje a la ciudad de México que Rubén Darío no llegó a realizar en 1910 ha dejado, para beneficio de inventario, centenares de páginas escritas por los protagonistas y testigos de la travesía que –de París a Veracruz y Xalapa– pasando de ida y vuelta por La Habana, hizo entre agosto y noviembre63. Aparte de las anécdotas que dan cuenta del suceso, el viaje resiste una lectura en clave de naufragio, si vemos a Darío como a quien eligió la vida de un navegante arriesgado que anhela la seguridad de un puerto en tierra firme. Va a emprender –en el último cuatrimestre de ese año– un viaje que deviene naufragio y punto de partida hacia su ocaso vital, pero también momento decisivo en su posicionamiento con respecto a Nicaragua. El hueco que dejó su ausencia en la foto de las celebraciones del Centenario de la Independencia de México, no se puede explicar sin conocer los vientos que propulsaron el desastre que acabó con el proyecto nacionalista y la imposición de un gobierno conservador prohijado por los Estados Unidos en Nicaragua.64 Quien se detiene a revisar los géneros literarios –diario, cartas, artículos de periódicos, cuento, novela y biografía– que visitó a partir de entonces, se da cuenta de que Rubén Darío se pronuncia desde la historia, sin dejar de ser un artista tocado por el decadentismo, ni abandonar la busca de nuevas experimentaciones en su escritura artística. Tal es la incidencia que el fallido viaje tiene en la serie autobiográfica Oro de Mallorca, de 1913, que la crítica ha querido clasificar como fragmento de novela, y en la que no están ausentes los rescoldos de los desengaños y la pobreza en que lo sumió la irresponsabilidad del gobierno de su país, a los que no alude directamente, aunque subyacen los pasajes de melancolía por los que atraviesa el personaje Benjamín Itaspes, que encubre el nombre de Rubén Darío65. En otra pieza narrativa, 63 Cf. Augier; y Mejía Sánchez Estudios. 64 El gobierno de los Estados Unidos vio en el gobierno de José Santos Zelaya una amenaza para sus intereses geopolíticos en la región, habida cuenta la apertura del gobernante a otras potencias capitalista, particularmente Francia, y auspició su derrocamiento mediante la traición de un militar del partido liberal y la connivencia de las fuerzas conservadoras. Después que el Secretario de Estado de los Estados Unidos Philander Chase Knox envió a Zelaya, en 1909, la conocida “Nota Knox”, que obligó a aquél a abandonar el poder, Darío cerró filas junto a Zelaya quien salió hacia el exilio en Europa, donde ambos se encontraron y cruzaron correspondencia para denunciar internacionalmente la política exterior de los Estados Unidos, así como las arbitrariedades represivas que llevaba a cabo el gobierno impuesto y sostenido por las fuerzas militares norteamericanas. Ambos redactaron “La refutación al Presidente Taft” que Zelaya suscribiera y que se publicó –traducida por Darío– en inglés, francés y español, en la que se rebaten los argumentos de la diplomacia norteamericana para justificar su participación en el derrocamiento del gobierno de Zelaya. Al salir éste del poder asumió la presidencia de la República un liberal moderado, José Madriz, que mantiene el nombramiento de Darío como ministro ante el Rey de España, pese a que ya se había trasladado a París. 65 Aunque aquí citaremos por El oro de Mallorca, Günther Schmigalle, me hace notar que el título “Oro de Mallorca”, fue el que originalmente Darío dio a la serie, el cual fue transformado póstumamente en El Oro de Mallorca, a lo mejor como parte de la cirugía estética del proceso de monumentalización que trato en el siguiente capítulo; igual ocurrió, agrega, con el título de otra serie también considerada hoy novela incompleta, que Darío tituló “En la isla de oro”, y que devino “La isla de oro”. Dice Schmigalle que Darío les dio “títulos impresionistas, posiblemente decadentes”, que alguien pudo querer “mejorarlos”, de manera adecuada con LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 49 “Huitzilopoxtli. Leyenda mexicana”66, hace combinaciones entre elementos míticos del México antiguo con la –realidad de la situación revolucionaria; experimento que algunos han visto como pieza inaugural del llamado realismo mágico latinoamericano, e iniciador del cuento de la revolución mexicana67. Aquí nos centraremos en el Diario que llevó entre julio y septiembre de 1910, auxiliándonos de las cartas y telegramas que escribió aludiendo a lo sucedido antes, durante y después del viaje. Los artículos de periódico en los que va más allá y describe al tiempo que denuncia la situación política de su país, nos sirven para valorar su posicionamiento en torno a la intervención de Estados Unidos en los asuntos de Nicaragua. Es básico ir una y otra vez a La vida de Rubén Darío escrita por él mismo, en 1912, porque ahí hay matices de las incidencias de su travesía y permanencia en Veracruz, que no incluyó en las crónicas anteriores; ése es, por otra parte, un libro que –dictado de memoria– se informa de otros textos68. Igualmente útiles son las entrevistas que brindó a su paso por La Habana. Alan Girard, sostiene que cuando un individuo decide llevar el día a día de sus actos “es porque su situación se tambalea y necesita encontrar las bases de un nuevo equilibrio” (35), de manera que el diario de Darío vendría a ser lo que Maurice Blanchot, describe como “bitácora en el cual se inscribirían, día tras día, los aciertos y desaciertos de la navegación” (53). Sabemos que la incertidumbre de Rubén Darío como miembro del servicio exterior de Nicaragua había llegado al extremo de cerrar la legación en Madrid y trasladarse a París, por no poder afrontar los gastos oficiales, ni recibir del gobierno el sueldo correspondiente69. En 1910 vive uno de sus periodos de mayor estrechez, casi exclusivamente de lo que gana como corresponsal de La Nación, de Buenos Aires.70 El impulso de anotar en un diario los incidentes de su designación como representante de Nicaragua en la celebración del Centenario de la Independencia de México, se ha considerado raro en él; aunque existe el “cuaderno de hule negro” en el que hizo apuntaciones de poemas mientras “títulos monumentales, dignos de un príncipe de las letras castellanas”; sin importarle “que el contenido no se corresponda con ellos”. Una vez hecho el cambio, concluye Schmigalle, ninguno de los veinte y tantos críticos que se han ocupado de ambos textos, ha hecho el trabajo de contrastar los originales, “de esa manera, los títulos una vez falsificados, pasan de una generación a otra”. Correo electrónico, 14 de agosto de 2011. 66 Publicada “en La Nación, el 5 de junio de 1914. 67 Cf. Raimundo Lida, 255; Ernesto Mejía Sánchez, “Un cuento desconocido de Rubén Darío”; también Ruth S. Lamb. 68 Es posible que para su autobiografía Darío haya seguido el modelo de La vida de Giambatista Vico contada por él mismo, que según Sprinker “es un texto sobre textos, un libro que se origina en otros discursos”. (Sprinker 120). 69 Cf. Torres Bodet Cap. IX. Nota 2: 222-3; también Edelberto Torres 644-6. 70 Darío previamente había ejercido su carrera de periodista a la vez que desempeñaba funciones diplomáticas en representación del gobierno de José Santos Zelaya. En 1904 fue cónsul general de Nicaragua en París; en 1905 sirvió en Madrid como miembro de la comisión fronteriza de Nicaragua y Honduras; en 1906 integró la delegación nicaragüense a la Conferencia Panamericana que se celebró en Rio de Janeiro; en 1907, es designado Ministro Residente de Nicaragua ante el gobierno de España. 50 DISCURSOS TRANSVERSALES regresaba a Europa después de su permanencia en Nicaragua, entre los años 1907 y 1908, que no reúne ninguno de los componentes atribuidos a un diario71. La revisión de vida que Darío inició en 1910 arranca con el Diario y coincide con el comienzo de una etapa definitiva en la que, como ha señalado Ángel Rama, va a experimentar desengaños, incertidumbre material y limitaciones económicas, un periodo que será de profunda duda existencial y quiebra espiritual. Para Rama el Diario no es más que “un mero registro secretarial de sus desplazamientos, carente de interés pero revelador de esta nueva inclinación autobiográfica” (“Sueños” 8), pierde de vista que en esa suerte de collage Rubén Darío anota detalles de aparente intrascendencia e incluye, facturas, telegramas y cartas, como quien reúne pruebas por si se produjera un cambio imprevisto que pudiera poner en riesgo su cuestionada reputación de hombre apto para el trabajo práctico. Cierto, no es un diario íntimo que registre zonas espirituales sólo observables para el sujeto que lo escribe. Aquí se incluye el periplo puesto en marcha desde que recibe la noticia del nombramiento, incluyendo los trámites más corrientes, como la remesa de dinero, las diligencias bancarias, la compra de los boletos, la reservación de la cabina, la fecha de salida y el nombre del vapor, La Champagne. De acuerdo con Girard todo autor de diario es consciente de que “[n]ingún lugar le es asignado automáticamente: no obtiene sino aquel que conquista mediante su esfuerzo. Ninguno, tampoco, le corresponde definitivamente” (37); y esas parecen ser las motivaciones intuitivas que llevan a Darío a seguir un género de escritura que antes no ha practicado, y que tampoco se propone publicar. Se trata de un diario privado en el que se recogen actuaciones exteriorizables para que documenten otros escritos que puedan ser observados72. Es sabido que fue Darío quien puso en movimiento el plan para que se le asignara esa misión, al escribirle a su viejo amigo Federico Gamboa, subsecretario de Relaciones Exteriores del gobierno mexicano, expresando su deseo de visitar la ciudad de México, a la que llama “una de las ‘capitales literarias’ del idioma” (citado en Torres 671, itálicas en el original). De ahí surge la idea de que esa secretaría instruya a su representante en Managua “para que sugiera al gobierno de Nicaragua el nombramiento” (671). Una vez que el 15 de julio de 1910, el Ministro representante en Paris, Crisanto Medina, comunica a Darío la decisión del Presidente José Madriz, comienza a escribir el Diario con los tres elementos claves, que el criterio estructuralista asigna al género: “el yo del narrador-protagonista; el personaje protagonista y narrador al mismo tiempo; y los hechos que nos explica” (Bou 127). Su diario se convierte así en fuente de conocimiento objetivo, del que podrá disponer 71 Enguídanos, en su extenso artículo crítico-lírico, ve ese “diario de navegación” como un “cuaderno-diario-libro de trabajo del poeta” (165), pero si nos ajustamos a un criterio estructural, esas anotaciones de Darío, por no observar las reglas del género, no deberían considerarse un Diario, como sí el que llevó con vistas al viaje a México. 72 Cf. Castilla del Pino 18-20. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 51 con abundancia de pruebas, porque desde 1909 se documenta “por si algo pasa más tarde” (en Jirón Terán 304)73. El diario, de acuerdo con Nora Castelli, es “el género en el que se registran, siguiendo los días, las actividades e impresiones de un sujeto frente a sí mismo” (87); en el suyo, Darío asienta por omisión la confianza en su nom de plume, de modo que parece olvidar la motivación inicial que lo impulsó a anotar cada uno de sus movimientos. Como si estuviera por encima de las diferencias partisanas, da la impresión de que se duerme sobre sus laureles una vez que el domingo 21 de agosto su vapor deja el puerto de Saint-Nazaire y se hace a la mar. Así cuando dos días después se entera, por los periódicos, de que el Presidente de Nicaragua renunció y salió huyendo con su familia, perseguido por numerosas fuerzas militares, no expresa ninguna inquietud; y continúa normalmente sus actividades de viajero, que gusta de socializar en las comidas. Al parecer, por su mente no pasa la posibilidad de que el nuevo gobierno que ha tomado las riendas del país, decida invalidar su nombramiento por los vínculos que lo unen a los dos gobernantes liberales recién depuestos. Conoce muy bien a los elementos que se oponen al proyecto liberal del que él ha sido representante y referencia cultural. Son fuerzas tradicionalistas alentadas por los Estados Unidos, contra los cuales públicamente se ha manifestado, denunciando la intervención norteamericana en la llamada “revolución conservadora” que depuso a Zelaya, y que ahora derroca a José Madriz. Confiado en la buena ventura de su nombre, no toma en cuenta que el factor norteamericano puede inclinar la balanza en su contra, y olvida que él no goza de la simpatía de la élite conservadora74. El más furibundo detractor suyo en Nicaragua, el gramático conservador Enrique Guzmán, no ha desperdiciado la ocasión de que el nombramiento recayera en él para atacarlo en los periódicos con pugnacidad y mofa. Desde la caída de Zelaya, Darío cerró filas junto a éste en su denuncia de la ilegalidad del proceder del secretario de Estado norteamericano Philander Chase Knox, publicando un artículo titulado “La antidiplomacia. Una nota de Mr. Knox”75, en el que se hace eco del malestar que ha generado en Centro América la violencia animada desde Washington, y anuncia nuevos escritos para demostrar que la justicia y la razón están de parte de Nicaragua 73 Crisanto Medina detestaba a Darío y no ahorraba intrigas para desacreditarlo como diplomático, por razones que el propio Darío explica: “El señor Medina no disimula que mi presencia en París no le es grata, y que yo no soy de su simpatía. Sus razones tendrá. No ha de ser una de ellas el que mi abuelo haya muerto, y no en duelo, a manos de su señor padre” (en Jirón Terán 243). En otras dos cartas de 1909 Darío relata las inquinas de Medina y las peripecias que ha tenido que hacer para enfrentar la situación ruinosa de su embajada en Madrid como Ministro de Nicaragua. Cf. Jirón Terán 304-7. 74 En su relato autobiográfico, dos años después, dice que no dio mucho crédito a la noticia de que había caído por la fuerza el gobierno liberal de José Madriz (La vida 127). 75 La Nación 1, de abril de 1910. Ver Anexo, 204-209. 52 DISCURSOS TRANSVERSALES y del presidente depuesto76. El 27 de mayo publicó, en el Paris Journal, “Las palabras y los actos de Mr. Roosevelt”, un artículo en el que defiende las obras de progreso del gobierno liberal, y denuncia que con el fomento de los Estados Unidos se ha montado una conspiración en contra del Estado nicaragüense, sin que Nicaragua hubiera hecho nada “a los Estados Unidos que pueda justificar su política” (148). En el momento de publicarlo, Darío prevé la repercusión política que ese artículo puede tener, y no oculta su satisfacción y orgullo por el medio y el país en que ha aparecido77. Sabe que es un escrito de combate con el cual, además de fustigar a Roosevelt, limpiará su nombre de las imputaciones que recibió de quienes lo tildaron de claudicante cuando publicó su poema “Salutación al águila”. Antes, en 1909, en El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical tiene palabras de encomio para los gobernantes liberales Zelaya y Madriz; sin embargo, al enterarse de que las fuerzas pro-norteamericanas han triunfado, se queda impertérrito. Los días en los cuales no ha hace ninguna anotación en el Diario, podría pensarse que ha estado inactivo o entregado a la libación según quiere la leyenda de su alcoholismo, mas lee y escribe reseñas y crónicas, que después va a enviar a La Nación, como “Sor Juana Inés de la Cruz”, en la que hace un bosquejo del libro de Amado Nervo, Juana de Asbaje, y reproduce los poemas amatorios de la monja, en los cuales advierte “chispas de un fuego popocatlepino” 78. Con esa crónica, además de valorar la otra poesía de Sor Juana diferente a las muy populares “Redondillas”, amplía hacia la Argentina el esfuerzo hecho en México por Nervo para “encender la chispa” (Paz, Sor Juana, 11) que no cesó hasta el reconocimiento definitivo de la entonces casi enterrada obra de la gran poeta barroca. También escribe varios “Films de travesía”79 a bordo de La Champagne, en los que reflexiona sobre el paisaje y la gente de a bordo, en quienes resalta la alegría y la fe; y una crónica que titula “De Saint-Nazaire a Veracruz. Notas para los turistas”80 donde hace una crítica al estado ruinoso de los medios de transporte marítimos de Francia, y no sólo presta atención a los pasajeros de primera clase, turistas de diversas partes del continente americano, sino también a los inmigrantes varones que viajan en tercera: “Españoles todos. Castellanos, andaluces y gallegos en su mayoría, que van a Cuba. Unos, pocos, a contratarse por una temporada en las faenas agrícolas de los ingenios de la bella isla. La mayor parte a radicar allí, a luchar por la vida, a buscar bajo otro cielo el pan que el suelo patrio no les produce”81. El 31 de agosto, nueve días después de la última entrada que 76 Se refiere a la “Refutación al Presidente Taft” de la que, como ya dijimos fue coautor y traductor. 77 Se lo envía a su amigo dominicano Fabio Fiallo, con una carta donde le dice: “Te remito un artículo que he publicado hoy en el diario de la élite intelectual de París. Ahora no dirá Blanco Fombona que yo adulo al Águila Norteamericana” (en Jirón Terán 314). 78 Ver “Sor Juana Inés de la Cruz” en Anexo, 224-231. 79 Ver Anexo, 210-16. 80 Ver Anexo, 217- 23. 81 Ver Anexo 219. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 53 registra el Diario, anota el telegrama de cinco palabras que ese mediodía, en alta mar, ha depositado en la oficina del telégrafo: “así redactado: ‘Fígaro – Habana – Les saludo – Darío’”. (Diario 186). Por el tono, percibimos a un sujeto que se alista y retoca para salir a la luz pública, donde va a representar al personaje de Rubén Darío, que él mismo ha construido, y para quien convoca a la prensa, que dará cobertura a su paso por La Habana, donde habrá de celebrarlo la juventud letrada. Las intermitencias del diario, marcadas por elipsis de varios días en los que no sabemos nada del autor van a ser llenadas, en Cuba, por los periódicos y revistas que cubren las “breves horas” que el poeta permanece en el puerto82. Sus omisiones las completan los periodistas, y de ahí es posible inferir los preparativos que Darío realiza para su presentación en público donde va a desempeñar, alternativamente, distintos roles. El viernes 2 de septiembre su barco ancla en La Habana. Anota que ha recibido un telegrama de Veracruz que, como es usual, adjunta al diario. Lo suscriben admiradores que le piden aceptar un homenaje que le tienen preparado. Seguidamente consigna que “antes de saltar a tierra, un repórter de La Discusión” sostiene una conversación con él (Diario 186). No da detalles de lo hablado83; el reportaje, al contrario, ofrece pormenores de la charla, que en su parte central giró en torno a la situación política de Nicaragua y revela el escenario preparado por Darío, en el que se propone representar al diplomático. Como era de esperarse, el periodista quiere saber si lleva preparado un poema alusivo al Centenario de México, pero Darío se despoja de su aura de poeta, por las inconveniencias que a esa función asocia la gente pragmática de su país, que no aprobaba su desempeño en ningún cargo oficial. Se ha preparado para actuar en un escenario donde lo público debe ser exteriorizado, y se propone dejar pruebas de que su proceder es conforme con lo que se espera del representante de un país ante otros Estados. Su respuesta entonces no va dirigida al periodista y al público que lo sigue por poeta, sino a quienes lo observan como funcionario público, y para ellos adopta la pose de diplomático. Ya sabemos que al momento de ser designado para viajar a México, Darío no ejerce como Ministro de Nicaragua ante el rey de España por decisión propia ante la falta de salario y presupuesto; pero en la primera parte 82 Ángel Augier acompaña su extenso ensayo de dos apéndices, en uno de ellos recoge las crónicas y reportajes que suscitó Rubén Darío cuando iba de paso hacia México, y durante los casi dos meses que permaneció en La Habana de regreso a Europa, que aquí citamos como Augier. 83 Hay implícitas equivocaciones de Darío, que se evidencian al contrastar lo que publica el periódico y lo que él anota en el diario. El periódico al que pertenece el entrevistador no es La discusión sino La Lucha. Darío le informa que recibió el nombramiento para la misión que cumple el 15 de agosto, aunque en el Diario apunta que fue un mes antes, el 15 de julio; y la gente que se halla retenida es principalmente de los medios de comunicación, que protestan porque no se les deja pasar a verlo. 54 DISCURSOS TRANSVERSALES de la entrevista responde como si nunca hubiera dejado esa función, porque su escenario en ese instante así se lo demanda; y al deslindarse de su quehacer poético declara que en esta ocasión no ha tenido tiempo de celebrar con versos la fiesta mexicana del centenario (Augier 250). ¿Pudo esa declaración afectar el acendrado sentimiento nacionalista de los personeros del gobierno mexicano, que –según se afirma– cedieron ante las presiones de Estados Unidos para no dejarlo pasar de Veracruz? Lo probable es que en México se esperara un poema de homenaje a la Independencia como el dedicado a la Argentina, y por el cual obtuvo una fuerte suma de dinero84. El entrevistador capta el guiño y abandona el tema de la poesía, para encarar a quien tiene en frente, en pose de diplomático; y le dispara una pregunta aparentemente inesperada: “¿Sabe usted que el doctor Madriz no ocupa ya la Presidencia de la república de Nicaragua?” (Augier 250). La noticia lo descoloca y le sienta mal. Un efecto de realidad lo obliga –en el instante– a recomponer el escenario anterior, para crear uno nuevo, en el que asume el rol de espectador frente a la historia. Se interesa por saber en detalle lo que han transmitido los cables, y sólo entonces se da verdadera cuenta de lo que ocurre. Sin medir las consecuencias declara incapaz al nuevo gobierno: “Yo siento, más que nadie, la revolución de mi país, pues más que nadie comprendo que constituye un insuperable obstáculo para el progreso del mismo, que en largo tiempo conseguirá reponerse del mal estado económico en que está” (Augier 250); y luego aunque trata de no pronunciarse respecto a la participación de los Estados Unidos, afirma: “Sí le diré, que deploro mucho que haya sido en los Estados Unidos donde se ha fomentado la revolución que ha derrocado a mi adicto el Presidente Madriz” (Augier 250). En resumen, mantiene firme su lealtad al gobierno depuesto, pero no renuncia al cargo que ostenta, y de súbito cambia de nuevo el escenario. Ha abandonado la investidura de funcionario público y se representa como poeta, porque dice que piensa que su misión le ha sido encomendada por esa cualidad que sólo él puede ostentar. Se le ve autorizarse en la pose de espectador “como instancia extraterritorial” (Blumenberg 63). Mira en el mar enfurecido naufragar al político, y se lanza a rescatar al único que debe sobrevivir, el poeta. Hans Blumenberg recuerda que Zaratustra en la escena del naufragio se preguntaba, a caballo sobre una ola, dónde había quedado su destino, y al no encontrar respuesta “–Se echa al tumulto–“(29). Darío, en el Diario, después de anotar los saludos y visitas protocolarias, consigna que en La Habana fue a “la oficina del cable” (186) a depositar un telegrama, para responder “al 84 Cuando Darío regresó de Veracruz a La Habana escribió un poema para conmemorar el centenario de México, que Alfonso Reyes consideraba “–de lo más infortunado que hizo–“. Cf. Reyes 19. Parecidos comentarios hace de este poema Max Henríquez Ureña. Cf. Augier 215-216. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 55 recibido a bordo” (187)85, agradeciendo el homenaje que le ofrecen, el cual aceptará “si tiempo no impide” (187.). Es ésta la primera previsión de posibles impedimentos, que se puedan presentar, aunque no los atribuye a causas políticas sino al itinerario de la agenda oficial que supone deberá seguir. Y, también por primera vez, pide instrucciones al gobierno de Nicaragua: “Dirijo al Ministro de Relaciones Exteriores el siguiente despacho: “Relaciones – Managua – Salgo mañana Veracruz – Espero órdenes. Darío” (187). Como se sabe no hay ni habrá respuesta de Nicaragua, y al día siguiente, sábado 3 de septiembre, parte en La Champagne con dirección al puerto de Veracruz. Allí van también los delegados de Cuba, con quienes se relaciona, sin dar –en el diario– la información que da en La vida. La opinión de “los diplomáticos que iban a bordo” (127) coincide, en su mayor parte, con sus declaraciones publicadas en el periódico La Lucha; pero el juicio contundente sobre la calidad de los nuevos gobernantes de su país, que agrega en la autobiografía, nos pone ante un sujeto que pasivamente se dejó guiar por quienes ignoraban la materia de la que estaban hechos quienes lo dejaron en la estacada. El domingo 4, “[a] las cuatro de la tarde” (Diario 187) llega a Veracruz, en medio de los honores militares que los buques de guerra hacen a La Champagne; es recibido por una muchedumbre entusiasta, pero allí mismo percibe los indicios de que su situación se halla en un impasse. Casi al instante le comunican que va a ser recibido en calidad de “huésped de honor” del Gobierno mexicano y no como representante oficial de Nicaragua. El “Gobernador Militar de la Plaza” lo visita para comunicarle que ha recibido un telegrama en el que Justo Sierra “le ruega me inste a no partir para la Capital hasta la llegada a Veracruz del secretario del ministro. Así lo decido” (188) 86. Forzado por las circunstancias, Darío queda a merced de sus amables anfitriones veracruzanos que espontáneamente le expresan su simpatía y solidaridad. El mismo día de su arribo hay una velada en su honor, que agradece con una metáfora náutica evocando el legendario incendio de los navíos de Hernán Cortés en aguas veracruzanas: “Yo cortésmente quemo mis naves y dejo mi corazón en Veracruz” (Diario 189) 87. Las fotos que se conservan de esos días de contratiempo –sobre todo las que le hicieron en Teocelo entre niños indígenas, escolares y hombres con sombreros de campo, él tocado con el jicapeño que se compró para protegerse de la lluvia, “al salir de Xalapa” (Ibíd. 191)– ilustran la admiración que suscitó en todos los estratos sociales, y lo muestran muy complacido, tal como después lo dirá en La vida, en donde destaca el encuentro en el tren con la “indita” que, fascinada, le ofreció lo único que tenía: un ramo de lirios, un puro y 85 Alude al mensaje que en nombre de “sus admiradores veracruzanos” le enviaron Diódoro Batalla, José Ma. Pardo y Jorge Ruiz. Cf. Diario 186. 86 Justo Sierra era titular de la cartera de Instrucción Pública. 87 En El Oro de Mallorca, la voz narrativa –en tercera persona– evoca la experiencia vivida al regresar a Nicaragua en 1907: “Había vuelto a su país natal y su llegada fue la de un conquistador” (41), entonces se dejó llevar por la multitud y pudo sentirse aclamado como Hernán Cortés. 56 DISCURSOS TRANSVERSALES una olorosa piña (128); pero como dice Blumenberg, “el puerto felizmente alcanzado o la apacible bonanza son sólo el aspecto engañoso de una tan profunda problematicidad” (17). Entendemos que al yo lo constituye un discurso que nunca llega a ser dominado; y que la elaboración “de un texto autobiográfico es un acto similar al de producir una diferencia por medio de la repetición” (Sprinker 127). Hemos visto que la memoria selectiva de Darío dejó grandes lagunas en la autobiografía, de manera que los episodios que se cuidó de registrar en La vida son muchas veces experiencias, reales o imaginadas, que le sirven para dar constancia, mediante desplazamientos y condensaciones, de los fugaces e inestables momentos de gloria, que vivió en medio de las muchas pesadumbres que poblaron sus sueños. El viaje a la ciudad de México se malogró por razones políticas, como que el gobierno pronorteamericano de Nicaragua no refrendara el nombramiento, más los enredos palaciegos del régimen de Porfirio Díaz88, que preocupado –según se especuló en aquel momento– por no incomodar al gobierno de los Estados Unidos, da instrucciones para que Darío no llegue a la capital. Los dobleces del gobernante mexicano quedan descubiertos en el telegrama que le dirige el miércoles 7 de septiembre, lamentando “que se haya interpuesto en su viaje alguna causa que me priva del gusto de estrechar su mano” (Diario 190-1), casi no hace falta decir que Darío captó el intríngulis del viejo zorro que prefería fingir demencia. El “huésped de honor” está enterado de la agitación que su ausencia ha provocado entre el estudiantado de la ciudad de México, que sale a la calle a dar vivas a Nicaragua y a Rubén Darío, y a manifestarse en contra de los Estados Unidos y del propio Díaz, hechos que en La vida revestirá de una connotación política que había evitado en el Diario, en sus cartas y artículos: “Por primera vez después de treinta y tres años de dominio absoluto, se apedreó a la casa del viejo cesáreo que había imperado. Y allí se vio, se puede decir, el primer relámpago de una revolución que trajera el destronamiento” (La vida 129). Francisco Monterde, también dice que la ausencia de Darío en la fiesta del Centenario “influyó mucho en el movimiento que ese mismo año se iniciara, apenas un mes después” (302)89. Por su parte, Alfonso Reyes, ve un “egocentrismo muy explicable” (23) en el nuevo matiz que Darío da a las protestas que suscitó su ausencia en la capital mexicana; aunque cierra su escrito con un dato que refuerza el movimiento figurativo de la autobiografía: “También los amigos me han recordado que noche hubo que el pueblo en masa esperó la llegada de Rubén Darío, en la Estación del Ferrocarril Mexicano” (26). Reyes contribuye así, al impulso que llevó a Darío a fijar en La vida, el 88 De acuerdo con Torres Bodet: “Los escritores, y, sobre todo, los estudiantes, atribuían la cautela del gobierno de Díaz no a una mera consideración diplomática de orden protocolario, sino a una docilidad excesiva frente a la cancillería de Washington” (92). 89 El artículo de Monterde proviene de la versión taquigráfica de una conferencia dictada en la Escuela de Ciencias de la Educación de la Facultad de Humanidades, de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, el 16 de enero de 1967. Cf. Monterde, 301. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 57 instante de satisfacción íntima en que pudo comprobar que su nombre había llegado “indefectiblemente” a las multitudes de Hispanoamérica; al extremo de verse como “origen de sucesos que se venían germinando ya de tiempo atrás y que obedecieron a causas más complejas y más vitales” (Reyes 23). Lo que sigue en el Diario son datos en los que informa de sus movimientos en Veracruz. El domingo 11, estando en Xalapa, es el último día en el cual registra las cosas triviales que hace, y abruptamente cierra el Diario con puntos suspensivos. En La vida, dos años más tarde, narra que en Veracruz salió de México, empujado con amabilidad y financiado por el gobierno90, en un movimiento metafórico que lo devuelve a contraponer el mar inestable con la tierra firme en la que actuará como “espectador no implicado” (Blumenberg 17), mientras permanezca en La Habana con la promesa de una pronta visita a la ciudad de México. No obstante, en La vida, las referencias a los dos meses que espera en Cuba –entre chubascos y tormentas– son sinópticas, denotan la amargura debida a la secuencia de humillantes frustraciones que le dejó el “ciclón” (129) de su país, primero; y de México después, como veremos luego. Son los periódicos y revistas cubanas, los que dan noticia de esa visita a la isla, donde se comporta políticamente como un discreto espectador que observa el arte de prudencia igual que, como lo señala Reyes, lo hiciera también en Veracruz (22-3)91. Una vez en su hotel, el poeta concede una entrevista a La Discusión, en la que de entrada manifiesta que no sabe cuándo se irá de Cuba ni hacia dónde. En esas declaraciones denota incertidumbre también con respecto al futuro de Nicaragua, pero se muestra conciliador con Estados Unidos, y obsecuente con el gobierno de México. Luce extrañado por la acción del gobierno de Nicaragua, y explica que ha estado alejado de la política, y que si había últimamente colaborado con el ex presidente liberal José Santos Zelaya, ayudándole en París a la preparación de un libro fue “[p]or motivos completamente amistosos y personales” (Augier 266). Es verdad que los artículos y crónicas a que se refiere denotan simpatía personal hacia Zelaya, pero en ellos queda expuesta, sin asomo de duda, la connotación ideológica y política que lo vinculaba al líder liberal. Su nacionalismo es claro, pero procura el entendimiento armonioso de los países de la América latina con la América anglosajona. Preocupado por el tinte que se le ha dado a las demostraciones de simpatía popular de que fue objeto en Veracruz, dice: “Se ha querido dar a esta manifestación, color 90 Cuando al fin pudo salir de La Habana y volvió a Paris, el gobierno mexicano le asignó un estipendio de 500 francos mensuales que cesó con los cambios introducidos por la revolución mexicana. Esta suma de dinero salía del presupuesto de Instrucción Pública y se justificaba con el encargo de que “continúe estudiando en Europa cómo se hace la enseñanza literaria en los países de origen latino, y escriba una obra como resultado de ese estudio”. Cf. Reyes 25. 91 Es dable suponer que Reyes alude al arte de prudencia, teniendo en cuenta que Darío debió ser un lector aplicado del Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltasar Gracián, a quien en las famosas “Palabras liminares” de Prosas profanas cita entre sus clásicos españoles de cabecera. 58 DISCURSOS TRANSVERSALES político. Le ruego diga que todo esto tiene un aspecto intelectual y que es al poeta al que se ha agasajado” (267). Finalmente, explica que, cuando se ha referido a los Estados Unidos, como en su artículo reciente “Las palabras y los actos de Mr. Roosevelt”, lo ha hecho en procura del entendimiento entre las dos Américas; aunque en privado, como ya vimos, escribiera que espera que no se diga más que él adula “al Águila Norteamericana” (en Jirón Terán 314). Ignoro el rumbo que tomarán los asuntos políticos de mi país, pero deseo hacer saber que yo no soy un enemigo de los Estados Unidos. Tanto mis antiguos versos a Roosevelt, cuanto mi artículo publicado en Paris Journal, y las ideas que expreso en mi Canto a la Argentina, demuestran mis simpatías para una unión cordial intelectual entre los dos platillos de la balanza del continente. En cuanto al Gobierno mexicano, deseo hacer constar que se ha conducido respecto a mí con toda la corrección que ha sido en él habitual. (en Augier 267, énfasis en el original) El aislamiento en que ha vivido en su cuarto del hotel, sumido en la depresión y el alcohol, no le ha impedido enterarse de las versiones que circulan en la prensa, según se desprende del artículo “Los asuntos de Nicaragua”, escrito en noviembre de 1910, cuando todavía permanece en La Habana, y al cual volveremos después. En La vida, su memoria aviva la tormenta que no amainó en Cuba. Echa en falta las atenciones oficiales que recibiera cuando no había sido puesta en entredicho su representación diplomática; olvida las múltiples demostraciones de simpatía que le hicieron sus admiradores cubanos, y los homenajes que él mismo declinó. Usa la metáfora de “ciclones políticos” para aludir al derrocamiento de Madriz seguido de la recomposición del poder que hicieron los Estados Unidos en Nicaragua 92, a la caída de Porfirio Díaz ocurrida dos meses después que él saliera de Veracruz, y al advenimiento de la Revolución Mexicana. Así, decide su retorno a París cuando ve cancelada la posibilidad de visitar la ciudad de México en calidad de “huésped de honor” del gobierno. Es decir, cuando se vea hundido en deudas, de las que es rescatado por la bondad de los amigos que también le ponen en las manos los billetes para el transatlántico (Bazil 15-16). 92 Esa recomposición implicó, desde 1910, diferentes operaciones políticas, militares, económicas y culturales, las que fueron aseguradas por los 3000 marines norteamericanos que desembarcaron en el país en 1912. Así, mientras expertos de Estados Unidos diseñan el sistema monetario, los banqueros estadounidenses obtienen el derecho a comprar el 51% de las acciones del Banco Nacional, y postulan y someten a referéndum del Secretario de Estado de su país, el nombre del recaudador de impuestos que habrá de designar el Presidente de Nicaragua para que, con lo recolectado, pague un empréstito a la firma Brown Brothers Co., de los Estados Unidos. Cf. Pérez-Baltodano 381. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 59 Para escribir el artículo “Los asuntos de Nicaragua” 93, se apoya en los apuntes del Diario, y se refiere a lo divulgado “en las columnas de los periódicos de Cuba, en todos los de Centro América, y en muchos de los Estados Unidos” (65), de los que dice, ninguno ha tratado el tema “con conocimiento y sin entregarse a hipótesis más o menos fantásticas” (65). Por eso se propone hacer para sus lectores argentinos “un relato sencillo y sincero de lo ocurrido” (65). Ante un nuevo escenario Darío cambia los papeles que representó en su entrevista con La Discusión cuando de paso por La Habana, rumbo a México, confesó estar retirado de la “lírica” a causa de sus obligaciones oficiales. Comienza por presentarse, viviendo una vida de retiro en París, dedicado exclusivamente a sus labores periodísticas y literarias, cuando recibió la visita del ministro de su país en Francia, que llegaba a comunicarle su designación “como enviado especial y ministro plenipotenciario en Méjico (sic) durante las fiestas del Centenario y de la Independencia” (65). Hace una breve referencia a “la desorganización de la cancillería de Nicaragua” (66), por no haberle enviado las cartas de retiro pese a haber dimitido desde cuando gobernaba José S. Zelaya, y después ante el gobierno de José Madriz; pero con todo y eso explica: “Yo me puse a las órdenes del gobierno de Nicaragua” (65). Ante la opinión pública nunca confesará que esa misión había sido buscada por él mediante el sub secretario de Relaciones Exteriores de México, Federico Gamboa94. En el artículo citado, Darío dedica varias líneas a informar de los preparativos que, según la prensa, se hacían con vistas a su recibimiento en México: “Para el hombre de letras, el cariño del pueblo mejicano pronunciándose con intensidades desacostumbradas” (67); y agrega que [l]a prensa parisiense había también recogido la noticia” (67) de su nombramiento y partida. En otras palabras, se le ve salir de Europa con la seguridad de que su empresa en México será colmada con los éxitos que hace prever su condición de poeta aclamado en América Latina. No obstante, al referirse al momento en que leyó la noticia de la renuncia del presidente de su país, asegura que tuvo “la incertidumbre más fundada sobre la veracidad del despacho telegráfico” (68), un estado de ánimo que no hemos visto registrado en el Diario; pero que ahora es revivido con estas preguntas “¿Eran válidas mis credenciales una vez derrotado el gobierno del doctor Madriz?” (68). Es posible que si en el Diario no aparecen esos cuestionamientos, sea porque surgieron después de leer la polémica diplomática que, en torno a su caso, ha saltado a la palestra 93 Publicado en La Nación, el 7 de diciembre de 1910, según nota de Mejía Sánchez, Estudios, 65. 94 Gamboa, en su propio diario, el 1 de octubre de 1910, hizo alusión a “las notas desafinadas” que empañaron la celebración, entre las que lamenta la ausencia de la “cabeza genial de Rubén Darío, legítima gloria americana” (en Mejía Sánchez Estudios 73). No obstante, en el clímax de la controversia, acosado por los periodistas que pedían una explicación al impedimento que obligó a Darío a ausentarse, Gamboa dio la nota cómica con una jerigonza: “Es una verdad reconocida que todo problema de derecho internacional debe plantearse de manera que las premisas correspondan exactamente a la realidad de los hechos, para que así pueda científicamente asegurarse…” (En Torres 703). 60 DISCURSOS TRANSVERSALES pública sobre la legitimidad de su representación, de la que no estuvo ausente el Derecho Internacional95, como él mismo dice: “Era el objeto de las más enconadas discusiones el recibimiento hecho a la misión nicaragüense. Debatíase en la prensa la legalidad o ilegalidad de la no admisión de mis credenciales, en vista de la caída del gobierno del doctor Madriz” (71). Al final del artículo es evidente el eco que ha producido en él lo que se debate en la prensa mexicana sobre la legitimidad del gobierno que hizo el nombramiento, el cual “no puede anularse o retirarse sino por otro gobierno legítimo” (Ibíd.). Luego, al referirse al factor estadunidense, lo hace nuevamente con prudencia: “comencé a leer con uniformidad en gran número de publicaciones, artículos atribuyendo a presiones gubernativas, motivadas en indicaciones de la cancillería de Washington, mi detención en Veracruz primero y mi viaje a Xalapa después” (Ibíd.). En este aspecto no deja de mencionar que los delegados de Estados Unidos fueron objeto de hostilidades, en una manifestación que no tenía “más orígenes que el afecto y la gran cultura del pueblo de Méjico” (Ibíd.). En tales circunstancias, refiere que decide salir hacia La Habana, con el respaldo del gobierno mexicano y del propio presidente, que reconoció su voluntad y deseo “de evitar dificultades que pudieran abocar a un conflicto internacional” (Ibíd.). Termina el artículo diciendo que no sabe si vuelve a México. Será en 1912, como ya se dijo, que se distancie definitivamente de la figura de Porfirio Díaz, cuando lo llame “viejo cesáreo” y recuerde que las protestas que acabaron con su dominio de treinta años se iniciaron con motivo de su viaje fallido. (La vida 129) …………. A finales de noviembre de 1911, Rubén Darío escribe una carta a Manuel Ugarte, en la que se ocupa de lo ocurrido en México, y menciona “los comentarios que a este respecto hicieran, respectivamente, The Times de Londres, y la prensa de los Estados Unidos de América” (en Jirón Terán 317). Se muestra resuelto a romper la situación de impasse en que se encuentra como diplomático, por causa del nuevo gobierno de su país que “en su violenta organización” (Ibíd.), sigue sin enviarle la “carta de retiro como Ministro ante la Corte de España” (Ibíd.). Reacciona ante los desplantes de un régimen que apenas, en el viaje a México, le ha dado el primero de los golpes que le va a infligir –en los pocos años que le restan de vida–, tomando la determinación de renunciar a la ciudadanía nicaragüense para adquirir la de Argentina, donde se ha sentido respetado y apreciado. Es verdad que esa decisión está impulsada por el orgullo y la dignidad personal heridos; pero, para tomarla ha hecho, 95 Al respecto, los diarios El País y El Imparcial de México sostuvieron el 3 y 5 de septiembre respectivamente, una polémica con citas de tratadistas del derecho internacional para dirimir si se debía reconocer a Darío como el representante oficial de su país o si esa representación cesaba al cesar el gobierno que lo había delegado, aun cuando el que se hallaba en el poder no había sido reconocido por el de México. Cf. Mejía Sánchez, Estudios 36-42. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 61 con la franqueza relativa que le permite una carta privada que puede llegar al público, un razonamiento que despeja las dudas en cuanto a su compromiso con el proyecto nacionalista que se fue a pique en su país96. A partir de ahí, explica a Ugarte su posición –firme aunque no estridente– frente a la política de los Estados Unidos en Nicaragua. [D]ado, que según aseguran los diarios y afirman los orígenes de la revolución nicaragüense que ha colocado al nuevo Gobierno, Nicaragua será una dependencia norteamericana. Y como yo no tengo la voluntad de ser yankee, y como la República Argentina ha sido para mí la Patria intelectual, y como, cuando publiqué mi Canto a la Argentina, la prensa de ese amado país pidió para mí la ciudadanía argentina, quiero, debo y puedo ser ciudadano argentino. Como usted, mi querido amigo, ha hecho por nuestra América Latina mucho, le comunico mi determinación. Usted sabe lo que yo he amado el Río de la Plata y yo sé que allí todo el mundo aprobaría mi preferencia por el Sol del Sur ante las Estrellas del Norte (317-8). Para las fuerzas que en Nicaragua alientan la anexión a los Estados Unidos, Rubén Darío lleva el estigma liberal del nacionalismo97; si bien es verdad que las diferencias ideológicas desaparecen cuando los liberales en el país depusieron su nacionalismo y se sometieron a la fatalidad98, Darío resiste. Cierto, no favorece la insurrección armada ni se pronuncia explícitamente cuando Benjamín Zeledón muere luchando contra la intervención en 1912, lo hace de manera indirecta al denunciar que “[l]a sangre y la muerte han puesto espanto en los ciudadanos”, en la crónica “Nicaragua”, a la que volveremos después; lo suyo es cambiar con frecuencia su posición de espectador implicado a espectador ajeno a la política. Así, recién después de haber recordado que “[s]u renombre en naciones extranjeras enorgullecía a la patria” (El oro 41), en 96 Entre el 27 y el 30 de octubre 1910 representantes del nuevo gobierno firmaron con representante de los Estados Unidos, Thomas Dawson, un pacto mediante el cual, quedó anulada la voluntad política de la clase gobernante de Nicaragua Cf. Pérez Baltodano 371. En 1913, los sucesores de dicho gobierno, propusieron un nuevo tratado a Estados Unidos, en el que se dispone que, “El Gobierno de los Estados Unidos de América puedan ejercer el DERECHO DE INTERVENIR para la preservación de la independencia de Nicaragua y el sostenimiento de un Gobierno adecuado…”, el cual no fue aprobado por el Senado de los Estados Unidos (López Irías 60, énfasis en el original). 97 La reorganización del Estado se hizo en base a los acuerdos firmados por representantes del gobierno de los Estados Unidos y de Nicaragua. Entre ellos el de celebrar elecciones, escogiendo a un candidato del partido conservador, el cual se debía comprometer a no permitir “bajo ningún pretexto al elemento zelayista en su administración” Cf. Pérez-Baltodano 372. 98 Esta situación la comentó Zelaya en carta que dirigió desde Bruselas a Rubén Darío. (En Ghiraldo, 243-4). 62 DISCURSOS TRANSVERSALES 1914, se ve obligado a escribir al agente de Nicaragua en Washington, Pedro Rafael Cuadra, una carta en la que asume el papel del espectador que viendo de lejos el naufragio de la nave del Estado, trata de rescatar del oleaje la única pertenencia que cree y espera poder salvar a esas alturas, los salarios retenidos para aliviar las necesidades básicas de su mujer y su hijo99. Lo hace poniendo en juego, una vez más, el arte de prudencia, hábilmente combinado con la ironía de presentarse como un pensador inútil ante un gobierno compuesto mayoritaria e ideológicamente por los mismos hombres, cuya “incultura” – recordemos– denunció en La vida (127). El gobierno jamás pagó los salarios a Darío, ni él adoptó otra ciudadanía; aunque mantuvo el temor de que su país se convirtiera en colonia de los Estados Unidos, e hizo pública la oposición a la presencia militar norteamericana y sus secuelas, en “El fin de Nicaragua”100, donde presenta un escenario de guerra civil, matanza e incendios, y explica las razones últimas de dicha intervención militar: Y los Estados Unidos con la aprobación de las naciones de Europa –y quizá de algunas de América…–, ocuparán el territorio nicaragüense, territorio que les conviene, tanto por la vecindad de Panamá, como porque entra en la posibilidad de realizar el otro paso interoceánico por Nicaragua; por las necesidades comerciales, u otras, y así se aprovecharán los estudios ya hechos por ingenieros de la marina norteamericana, como el [del] cubano [Aniceto García] Menocal. Y la soberanía nicaragüense será un recuerdo en la historia de las repúblicas americanas (en Barcia 264). Puesto a considerar el control unilateral del comercio de América Latina por los Estados Unidos, Darío urgía a Europa a no abandonar ese mercado. Entre los países europeos, como se sabe, tenía especial predilección por Francia; pero los sentimientos de Darío hacia Francia fueron ambivalentes; pasó de la idealización, cuando sólo la conocía a través de las lecturas tempranas, en los años en que conocer París era parte de su programa de juventud, a la confrontación de la realidad, a partir de 1900, cuando al fin pudo radicarse en su “cara Lutecia” y conocer sus entrañas degradantes. No logró relacionarse fluidamente con la intelectualidad parisina ni vivir a gusto la vida mundana de la capital de las capitales, porque casi siempre estuvo allí como un extranjero inadaptado a las paradojas de la gran ciudad moderna101. Ya desde 1899 Darío había comprendido que sobre Francia planeaban las sombras de la injusticia, como lo pudo comprobar con los juicios y prejuicios que imperaron en el Caso 99 Carta inserta en Cuadra Ch., Pedro J. 56-7. 100 Publicado en La Nación, el 28 de septiembre de 1912. Cf. Barcia, 264. 101 En las crónicas que conforman los cinco volúmenes de La caravana pasa, Darío se ocupa con especial detenimiento de la vida real del París de los primeros años del siglo XX. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 63 Dreyfus; y a propósito del sonado affaire, escribió con indignación contra el militarismo nacionalista, y el antisemitismo. Haciendo causa común con Emile Zola y Anatole France, en un artículo de combate llegó a decir que Alfred Dreyfus representaba el “amargo papel de «Cristo de los ultrajes», de chivo emisario, de víctima sacrificada a las bajas preocupaciones de una época en que su nombre recordará más tarde uno de los mayores crímenes colectivos de la historia, y el momento en que el brillo del espíritu francés ha palidecido ante el mundo.” 102 También viviendo en París pudo ser testigo de los prejuicios raciales y de género de gran parte de la sociedad y de la prensa parisina; de modo que siempre albergó sentimientos y valoraciones encontradas hacia Europa y particularmente Francia de la que llegó a quejarse por no prestar atención a la floreciente Argentina, ni siquiera por moda. Decía que para que se fijaran en el pensamiento argentino “serían precisos una buena guerra, un estupendo derramamiento de sangre, una agarrada con el Brasil, con Chile, con las dos… Es decir, una muestra de plena civilización” (Crónicas desconocidas 1906-1914, 169). Sin embargo, junto a otros latinoamericanos tenía la mira puesta en Europa como opción para romper el creciente monopolio del comercio estadunidense en Centro América; y en 1910 quiso refrendar, sin ambages, su admiración por Francia a la que dijo amar y venerar hasta su último aliento “como la fuente de toda generosidad, de toda grandeza, y de toda belleza” (Crónicas desconocidas 1906-1914, 268). En 1911 Darío asume en Paris la dirección literaria de Mundial Magazine, ahí publica una serie de artículos dedicados a cada una de las repúblicas hispanoamericanas, dirigidos particularmente a los lectores europeos. Su objetivo es incentivar la inversión de capital y para ello da información prolija sobre la naturaleza y la economía de los respectivos países. El título de cada uno lleva el nombre del país correspondiente. En enero de 1913 continúa la serie con “Nicaragua”. El texto tiene sentido de urgencia, comienza por describir la situación de ruina del país, en una referencia tácita a la brutal represión ejercida por las fuerzas interventoras para sofocar el alzamiento de Benjamín Zeledón, apenas tres meses antes, el 4 de octubre del año anterior, y expone el temor de una posible anexión a los Estados Unidos; alterna la información sobre el caos que ha generado la intervención militar, con las bondades de la naturaleza: Nicaragua acaba de pasar por una de las crisis más tremendas de su vida política. La sangre y la muerte han puesto espanto en los ciudadanos, una vez más; han revivido antiguos odios inmotivados; la miseria y el hambre han esparcido sus horrores en el país debilitado. ¡Y cuán buena y generosa tierra 102 “El Cristo de los Ultrajes”, Publicado en Revista Nueva (Madrid) 15 de septiembre de 1899: 149-51. Ver Anexo, 201-203. 64 DISCURSOS TRANSVERSALES para el trabajo, para las iniciativas industriosas! No entraré en el liso y pantanoso terreno político. Pensadores y viajeros de juicio creen en que la penetración pacífica del vecino potente concluirá con su nacionalidad. (Mundial 807) El tono irónico que emplea para referirse a la presencia militar de los Estados Unidos como “penetración pacífica”, es obvio si tenemos presente que apenas en 1912 se ha producido el desembarco de tres mil marines armados, con los consecuentes actos de rebelión que han culminado en el sacrificio de quienes se insurreccionaron en contra de la intervención y del gobierno impuesto. El artículo es acompañado por datos económicos e ilustrado con fotografías que no se corresponden con el estado ruinoso de que se habla al principio, a lo mejor porque el propósito es llamar la atención de Europa hacia un país donde, él piensa, que si no se deja en manos exclusivas de los Estados Unidos es posible hacer negocios. Merece especial atención la imagen gráfica de un monumento con el pie de foto “Héroe de Nicaragua”, que inicialmente se hallaba en Parque Central de Managua, y que a la fecha de la publicación del artículo había sido mandada a retirar de la vista pública por el gobierno conservador. Es la estatua que hoy se conoce como de “Montoya”, homenaje al niño soldado Ramón Montoya que murió defendiendo su posición en una batalla que le dio la victoria militar al ejército de Nicaragua sobre sus atacantes de otros países centroamericanos, en una de las disputas por el hegemonismo regional. Emblema liberal de la lucha por la libertad, la ilustración cierra el artículo, y nos deja ver la intervención de Darío en el diseño y diagramación de ese número de la revista; se trata de la escultura en bronce de un adolescente que porta un fusil con la mano izquierda, mientras que con la derecha señala, en actitud de arenga, hacia el rumbo donde avizora al atacante; al pie del pedestal se halla la escultura en mármol de una mujer abatida que representa a la república103. La alegoría de la disposición de lucha frente al agresor, y la del dolor representado en la figura femenina, refuerza el sentido de resistencia implícito en el escrito. El texto, como los otros de la serie, lleva una breve historia del país, e informa sobre la economía, con datos de los productos de exportación, la descripción de la infraestructura del transporte interno, y el recuento de las conexiones portuarias con el resto del mundo, en gran parte atribuidas al gobierno de Zelaya. Si bien aquí procede como un publicista del antiguo régimen, procura adoptar la objetividad del periodista imparcial, cediendo la voz a su fuente Les richesses de l’Amérique Centrale, de Désiré Pector. Cuando Darío asume la voz narrativa es para hacer guiños sobre la realidad presente o alertar sobre la posibilidad de que Nicaragua pierda la autodeterminación formal, y que con el resto de países de Centroamérica se 103 Miguel Ayerdis quien ha publicado datos históricos sobre la Estatua de Montoya, observa que los diseñadores de la escultura del soldado imitaron el gesto de la figura femenina del cuadro “La Liberté guidant de peuple” de Delacroix; también informa que en el proceso de desmantelamiento del régimen liberal los conservadores la donaron al obispo de Granada para que la fundiera e hiciera con el bronce una campana, pero que una vez en poder del prelado éste consideró más beneficioso venderla por $ 250.00 dólares, y así se salvó del fuego. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 65 convierta en un anexo de los Estados Unidos, pudiendo quedar así alejada del comercio con Europa, que según él es la panacea para el retraso de América Latina. Los Estados Unidos son los más fuertes importadores, y esto es una amenaza constante económica para todo Centro América, en espera de la absorción, o anexión política, y las tarifas proteccionistas anti-europeas que resultarían de ella. (812) Concluye llamando la atención sobre el cambio de la moneda, a la que se ha denominado Balboa, como la de Panamá, en homenaje al descubridor del océano Pacífico, que no dice mucho para la historia y cultura locales de Nicaragua; pero, más importante aún, denuncia el control de las aduanas por funcionarios de Estados Unidos que así garantizaban los intereses de la banca de su país. Darío puso en la vitrina del comercio europeo los recursos naturales y la infraestructura que podían interesar a los inversionistas, pero también dejó al desnudo los riesgos que implicaba la intervención norteamericana; en un juego en el que alternan las máscaras del periodista que cede su voz a una tercera persona, y la del sujeto implicado en la historia que recurre a la primera persona plural o singular en la que el individuo ora se funde en el colectivo ora habla desde su más íntima subjetividad. Tal estrategia discursiva es, como se sabe, muy propia de Darío cuando entra en temas polémicos, por ejemplo cuando debió enfrentar la reacción de los tradicionalistas que lo atacaban por sus experimentaciones métricas104. El artículo “Nicaragua” pudo tener una repercusión decisiva en el destino del país; porque para esas fechas, el gobierno estaba solicitando al de los Estados Unidos la tutela que ejercía hacia Cuba al tenor de la Enmienda Platt. Es posible que la resonancia de la voz de Rubén Darío hubiera sido determinante para que la opinión pública internacional incidiera en el capitolio de Washington. El espíritu entreguista del gobierno de Nicaragua fue condenado en América Latina, y rechazado por el propio Congreso de los Estados Unidos en Julio de 1913, donde el senador Joseph L. Bristow, de Kansas, comentó: “Los nicaragüenses vienen a Washington a pedir que les pongamos cadenas y nosotros estamos afanados en salvarlos de nosotros mismos” (citado en López Irías 62); pero los funcionarios del gobierno conservador no abandonaron por completo su propuesta, porque pensaban que esa era la única manera de impedir el retorno de los liberales al poder (60-4). Tal determinación afectó personalmente a Darío, quien fue tratado, desde la adolescencia, como un enemigo político por los conservadores de Nicaragua. Es verdad, según hemos visto, que no militó en partido alguno, pero cuando tuvo que pronunciarse adoptó la posición nacionalista que impulsaba el 104 Cf. Ángel Rama “Sueños”, 21. 66 DISCURSOS TRANSVERSALES gobierno liberal de José Santos Zelaya primero, y después el de José Madriz. Tampoco vaciló en usar el prestigio continental de su nombre para ponerlo al servicio de los ideales políticos que abrazó. Hemos visto que adaptaba sus poses y representaciones de poeta o de político, según fuera el escenario en que le tocara actuar y según le conviniera a su yo en la interacción con otros105. Pese a sus constantes reclamos de que él sólo era un hombre de letras, que buscaba la relación armoniosa entre los países del continente americano, no vaciló en cuestionar la legitimidad del gobierno impuesto por la intervención norteamericana. Frente a la divisa de la Doctrina Monroe “América para los americanos”, Darío hizo suya la que volvió famosa el argentino Roque Sáenz Peña: “Sea la América para la humanidad”, que está en la base de su oposición al comercio exclusivo con los Estados Unidos, y del temor de que la influencia de la cultura anglosajona afectara el legado de la cultura greco latina en los países de Iberoamérica106. Así, en el ya citado poema “Retorno” (1907), acaso el que más claramente expresa sus vínculos de afectos hacia Nicaragua, y uno de los más repetidos por la retórica nacionalista, esa divisa es el intertexto del verso: “nuestra tierra está hecha para la Humanidad”107. El rechazo de Darío a la influencia cultural anglosajona dio pie a que el discurso nacionalista lo considerara precursor del liberal Augusto C. Sandino, que derrotó a la intervención militar de los Estados Unidos. El principal elaborador de esta tesis, Pablo Antonio Cuadra, hace una analogía de los anhelos que por la paz mundial movieron a Darío en el último tramo de su vida, con el hecho de que Sandino no muere en el campo de batalla sino buscando la paz (Aventura 71); es claro que la preocupación de Cuadra, en los años en que se levanta Sandino, estaba centrada en la preservación de la herencia colonial de España, amenazada por la influencia cultural, particularmente la luterana, de los Estados Unidos. Temía que los hijos de las familias influyentes educados en los Estados Unidos propiciaran “la penetración de esa ‘cultura’ demoledora, pagana y extranjera” (Breviario 39), y agregaba: A la grandeza del heroísmo, del valor, de la virtud y de la fe que exalta la Hispanidad, ellos oponen la grandeza de las obras materiales, la fuerza del dinero, el poder de los acorazados. Pero en esta batalla la victoria es nuestra. Bastó 105 Sobre el concepto de escenario empleado aquí Cf. Castillo del Pino 18. 106 En la sesión del 15 de marzo de 1890 de la Conferencia Panamericana celebrada en Washington, Sáenz Peña antes de finalizar su disertación oficial pronunciando esa sentencia desiderativa que tanta fortuna tuvo, rindió tributo a los países latinos de Europa: “no me faltan afecciones ni amor para la América, me faltan desconfianzas e ingratitud para la Europa; yo no olvido que allí se encuentra España, nuestra madre, contemplando con franco regocijo el desenvolvimiento de sus viejos dominios bajo la acción de pueblos generosos y viriles que heredaron su sangre; que allí está la Italia, nuestra amiga, y la Francia, nuestra hermana” (4950). Por eso Halperin ha dicho que Sáenz Peña reflejaba “la decisión de algunos países de mantener sus vínculos desiguales con metrópolis europeas y la de los sectores que dentro de otros se oponían al avance ya amenazante de la hegemonía norteamericana.” (288) 107 Cf. Darío. El viaje. (175-8) LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 67 el gesto selvático de un César Augusto Sandino para que América vibrara. Bastó un canto de Rubén para que todos los labios maldijeran a Roosevelt ‘el cazador’. ¡La ruta de la sangre de toda una raza no la puede variar un dique de oro! (Breviario 40) La revolución sandinista, que comprendió la gesta de Sandino, no como un instintivo gesto selvático, sino como la puesta en acción de un pensamiento antimperialista filosóficamente articulado108, compartió parcialmente la tesis de Cuadra, según vimos en Sergio Ramírez, al consagrar a Rubén Darío prócer de la independencia cultural y colocarlo en el panteón de los próceres del anti imperialismo. Si se toman en cuenta los movimientos pendulares de la discursividad de Darío, su confrontación con los Estados Unidos no puede verse como una oposición maniquea a la modernización capitalista, cuando en más de una ocasión vio en la pujanza de la sociedad norteamericana el modelo a seguir en América Latina, y particularmente en Argentina. No concebía el progreso material sin el desarrollo de la producción espiritual de los individuos pensantes, para cuyo trabajo, por una vida, reclamó remuneración. Pensaba que “el trabajo intelectual necesita también, como los otros trabajos, sindicarse, mantenerse en orden activo, representarse.” (Crónicas desconocidas 19061914, 58) Comprometido como estuvo con la profesionalización del oficio de escritor y su remuneración en la sociedad de mercado, siempre vio a los Estados Unidos como un referente: En América han brotado, aquí allá, frutos geniales individuales; la República Argentina ha llegado a un momento de su desarrollo nacional, que debe producir obras a que contribuyen el amacizamiento y la potencia del medio, así la sólida y fina producción de que trato109, la labor científica de algunos sabios, la lírica lugoniana, el internacionalismo de un Drago, el nuevo movimiento universitario iniciado por González. Todo ello se llama sencillamente el progreso. Yo no sé si hay argentinos que no se hayan dado cuenta de esto; se reciben visitas intelectuales que hay que pagar… Pueden y deben dignamente pagarse, aunque haya que pagar para pagarlas. Así lo hacen los norteamericanos, y esa es la mejor de las 108 Donald C. Hodges dice que la ideología de Sandino, por ecléctica, combinaba diversas corrientes políticas como el liberalismo, el comunismo y el anarquismo a los que agregaba una dimensión teosófica (23-71). 109 Cf. “Enrique Larreta”, crónica en la que a propósito de la novela La gloria de don Ramiro defiende la urgencia de remunerar debidamente a los escritores como se hace –según dice– en Estados Unidos, donde el progreso capitalista es el resultado de la producción material y la producción de las ideas. (Crónicas 1906-1914, 160-9). DISCURSOS TRANSVERSALES 68 propagandas. A la exportación de granos y de carnes, debe seguir la exportación de ideas. (Ibíd., 164) Defendió “el lujo del arte” como necesidad en un país donde abundaba la riqueza (Ibíd. 435), y vio en el “triunfo del gran periodismo” el primer indicio significativo de ese nuevo estado de abundancia, para lo cual ponía como modelo a los norteamericanos, aunque pensaba que potencialmente en esa materia eran superiores los argentinos. Viéndose a sí mismo como un factor de cultura, y a la cultura letrada “como una integrante de la civilización completa”, decía que “siguiendo la tendencia de los inmensos Estados Unidos” para él “un ramo de rosas o un anillo de perlas no hacen mal a una carga de trigo.” (Ibíd. 52) Esto lo escribía en 1906, año de la “Salutación del águila”, cuando en las famosas quince estrofas que Blanco Fombona tildó de claudicantes, clamó para que confraternizaran los países suramericanos con la potencia del norte: ¡Salud, Águila! Extensa virtud a tus inmensos revuelos, reina de los azures, ¡salud! ¡gloria! ¡victoria y encanto! ¡Que la Latina América reciba tu mágica influencia y que renazca un nuevo Olimpo, lleno de dioses y héroes! (Darío Poesía 313) Entonces parecía lejano el tiempo en que se declaró enemigo de los yanquis, a quienes describió como búfalos con dientes de plata (en Mapes 160); porque en ese periodo de panamericanización ve a los Estados Unidos como “la gran nación de trabajo y de libertad que en el norte estimula la actividad de sus hermanas del sur” (Crónicas desconocidas 1906-1914, 39); de manera que, a veces, su enfrentamiento pareciera más una relación especular con sentido de emulación que un radicalismo político; si bien más tarde, a partir 1910, se va a hacer eco de la proclama internacional que llamaba a “defender la autonomía de Nicaragua contra los avances del imperialismo”110; y vuelve a advertir los peligros que para los países centroamericanos y de El Caribe representaba la vecindad con la gran potencia, cuyos políticos –como el Secretario de Estado Philander Chase Knox– los ven como sus feudos y no creían “preciso sino el empleo del famoso Big Stick”111, ésa es la época en que ante la disyuntiva de que Nicaragua se convierta en “una dependencia” de la Unión Americana, él opta “por el Sol del Sur ante las estrellas del norte.” (en Jirón Terán 318) En 1914, no le cabe duda del rol que desempeñarán los Estados Unidos en el nuevo panorama geopolítico del continente americano: “Amos de la América Central, poseedores de la República de Panamá, soberanos de las islas del mar Caribe, propietarios del canal de Panamá y del de Nicaragua, tienen ya conseguido casi todo lo que necesitan para imponer su voluntad y 110 Ver Anexo 194-199. 111 Ibíd. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 69 su comercio en el Nuevo Mundo.” (Ibíd. 466) Visto así, no le cabe duda de que Europa ha perdido la oportunidad de hacer comercio con América Latina, con lo cual ve frustrarse la anhelada relación comercial con el llamado viejo continente, que rompa el monopolio comercial de Estados Unidos, que ya se han convertido en una potencia extra continental (Ibíd. 472). De manera que próximo a morir avizora el predominio mundial de los norteamericanos, al finalizar la Primera Guerra Mundial, con la cual para él acaba “una bella era de paz, tan fecunda en bienes de civilización” (479). Apropiándonos de la formulación de Blumenberg, podemos decir que Darío salva su existencia del naufragio, no retirándose a su interioridad, “sino en una posesión de sí que se alcanza en el proceso de autodesvelamiento y la apropiación de sí mismo” (23). Después de regresar de La Habana, se hizo cargo de la dirección literaria de dos revistas, Mundial Magazine, y Elegancias (1911-1914); publicó dos libros más de crónicas y ensayos, Letras (1911), Todo al vuelo (1912), y la serie de ensayos sobre figuras hispanoamericanas que después aparecerían bajo el título de Cabezas. Visitó Brasil, Uruguay y Argentina, donde dictó La vida de Rubén Darío escrita por él mismo (1912); escribió “Oro de Mallorca” (1913), además del cuento “Huitzilopoxtli”, y un número significativo de poemas. En 1914 pasa primero por Barcelona, donde huyendo de los vientos de guerra que agitan a Francia piensa radicarse con su familia. Se acrece la angustia económica y el asedio de quienes demandan de él novedades en verso, y no prestan atención a su ingente productividad en prosa, acaso porque desde entonces la fijación en la poesía, evitó la evaluación de la enorme textualidad que Rubén Darío produjo para la prensa112. Urgido por la escasez más la incertidumbre que le produce la guerra inminente de Europa, se embarca de nuevo hacia América, rumbo a Nueva York, con el propósito de dictar conferencias por la paz. Alejandro Bermúdez, un sinuoso personaje nicaragüense fue quien urdió el plan, en 1914113. Con artimañas logró sacar a Darío de Barcelona, donde quedaron desamparados su mujer y su hijo; y después, al fracasar la empresa y no obtener las ganancias económicas que se había figurado, Bermúdez lo dejó enfermo en Nueva York114, donde –una vez más– tuvo que depender de la bondad de los extraños. Cierto, en 1915 logra leer en la muy prestigiosa University of Columbia, su poema “Pax” en el que alude al fuego que devora a Europa e invoca, de nuevo, la unidad del continente americano en aras del progreso; pero fue una lectura ante un desmotivado público que no pasaba de catorce personas, y en un deslucido escenario, bastante lejos del aula magna. Salomón de la Selva describe así la escena: 112 Cf. Delgado-Aburto, 134. 113 Cf. Carta de Alejandro Bermúdez a María Antonia Bermúdez, en Rodríguez Demorizi. 147-9. 114 Cf. Contreras 155-8. 70 DISCURSOS TRANSVERSALES Y bien, llegó la noche del acto en la Universidad. Oh dolor. Para la presentación del exquisito poeta no se halló disponible más que una vieja sala de clases de química, lo más destartalado imaginable, una especie de anfiteatro con graderías que convergían hacia un mostrador largo lleno de retortas, de grifos larguiruchos para el agua y de quemadores Bunsen, con un fondo formado por un gran pizarrón ya blanquecino de viejo. Y detrás de ese mostrador tuvo el poeta que presentarse y leer sus versos. (Selva 53) Su salud se agrava, y en marzo de ese año agradece al Presidente de Nicaragua, Adolfo Díaz, el envío de 250.00 dólares, que recibe en abono a los 45 mil francos que reclama al Estado por salarios retenidos. Viaja a Centroamérica, recalando en Guatemala donde la urgencia económica y la agonía lo llevaron a caer en la adulación al dictador Manuel Estrada Cabrera, al que había combatido por su participación en la conjura internacional que estuvo detrás del derrocamiento de Zelaya; hasta allí llega Rosario Murillo –la esposa de quien no logró divorciarse– animada por personeros del gobierno y el arzobispo de Managua, para que lo convenza de que lo mejor para él será volver a Nicaragua115. Al final de sus días quería viajar a la Argentina, donde avizoraba la comodidad y la calma, la seguridad y la serenidad del puerto en el que ansiaba concluir la travesía después de los naufragios; pero de Buenos Aires no recibió la respuesta deseada, su salud empeora y los recursos económicos le faltan116. Forzado a viajar a su país ve delante de sí las ruinas del progreso liberal, porque el huracán enredado en sus alas no lo arrastra hacia el futuro como al ángel de la historia en la novena tesis de Walter Benjamin, sino a un atascamiento temporal, en el cual va a morir, al comenzar el año 1916. Irónicamente, cuando pierde todas las batallas por la paz mundial, la armonía continental, el progreso liberal, el bienestar familiar, y la vida misma, el régimen conservador que se ensañó en él, se apropió –en connivencia con los letrados liberales y la Iglesia– de su imagen y obra para disciplinarlas y hacer con ellas el símbolo cultural de la nación intervenida. En el ocultamiento de los ultrajes que recibió por su indeclinable voluntad de oponerse a la ocupación extranjera puede estar el origen de la ansiedad letrada que, contra las evidencias, sostiene que Rubén Darío no 115 Monseñor José Antonio Lezcano y Ortega fue quien desde la Iglesia urgió a Murillo a ir en su busca a Guatemala. Es el mismo, que bajo el pseudónimo de Fray Patricio Cortés estuvo entre quienes desde la prensa lo atacaron en 1907, por su decidido respaldo al proyecto liberal de Zelaya. Cf. Coloma, 45. 116 Edelberto Torres afirma que Darío no recibió respuesta de Buenos Aires porque sus cartas nunca llegaron a la Argentina debido a que Estrada Cabrera habría ordenado que no se diera “curso a las cartas del poeta a La Nación, y es por eso que han pasado siete meses sin recibir de allá los recursos para irse” (Torres 868). LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 71 intervino en política porque fue exclusivamente un poeta. Es verdad que vivió alejado de Nicaragua, pero aquí hemos visto que en su producción periodística mantuvo una coherente posición política con respecto a la modernización de la Nación nicaragüense. Las objeciones que se hacen a su nacionalismo a causa de los esporádicos poemas en que nombra a “la tierra natal”, las contradicen la preocupación manifiesta en las crónicas, particularmente las que escribió en los últimos años de su vida, cuando más incierto veía su destino y el de la tierra, que siendo su cuna se empeñó en ser su cementerio. DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA EL CUERPO DEVORADO 73 DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA El predestinado moribundo (R.D., León de Nicaragua, 1916) “Quién como la Bestia, y quién podrá contra ella?” Apocalipsis xiii, iv LAS escasas manos cetrinas desahuciadas, con pintas ocre transmitidas por la Bestia. Aquellos mismos ojos embrujados, fijos en aquel mismo patio, donde la Bestia lo eligió y esperó siempre: enroscada. Mostrando ahora su escamoso flanco –entre la excesiva flora natal. Carlos Martínez Rivas (Poesía reunida 327-8) 75 76 DISCURSOS TRANSVERSALES Cuando el equipo encargado de embalsamar el cadáver de Rubén Darío terminó de extraer el corazón, los pulmones, el hígado y los riñones, el cirujano Luis H. Debayle procedió a abrir el cráneo con una sierra del que sustrajo el cerebro, que sometió a cuidadosa revisión. Luego anunció con toda solemnidad que aquel era un depósito sagrado que debía ser sometido a un estudio científico. Lo puso en un recipiente con formalina y lo entregó a Andrés Murillo, el cuñado que en 1893, revólver en mano, había obligado a Darío a casarse con su hermana Rosario. El cirujano regresó al improvisado quirófano para rellenar y cerrar el hueco del cráneo; y una vez terminada su labor, fue a buscar al cuñado, para que le devolviera el cerebro. El inefable Murillo le respondió gritando que la víscera era una reliquia familiar que pertenecía a la viuda. El cirujano le quitó el recipiente y huyó, pero fue seguido por el cuñado y agentes del orden. Tras el alboroto, todos dieron en la estación de policía, donde siguió la disputa por la masa encefálica. La rebatiña terminó al intervenir el mismo Presidente de la República, quien ordenó entregarlo a la familia doliente. Algunos biógrafos han señalado que con el incidente se cumplía el tétrico sueño del que despertó aterrorizado el moribundo, poco antes de expirar, gritando que había visto que descuartizaban su cuerpo y se disputaban sus vísceras117. Metáfora de la apropiación de la figura y obra de Rubén Darío por las fuerzas que en vida le fueron adversas, aprovechada por numerosos autores de biografías noveladas o narradores de ficción, entre los que destaca Lisandro Chávez Alfaro con su cuento “Bufa de Cuchilleros”. Los ultrajes a que fue sometido a raíz de que se producen los cambios en el gobierno, precipitaron la miseria material y la quiebra espiritual en que murió Darío. Ángel Rama, que no ve la situación por la que atraviesa Nicaragua como una de las posibles causas de la crisis existencial que lo aflige en el último quinquenio de su vida, señala que, a partir de 1910, entra en “un proceso interior paralelo de autodestrucción y preparación para la muerte” (“Sueños” 10). Cuando muere, la Iglesia y sus letrados nicaragüenses, elaboraron la hermenéutica que sustrajo la esencia de las propuestas políticas y poéticas modernizadoras de Darío, aprovechando su apego a la tradición cultural custodiada por ella, pero sobre todo a las verdades del catolicismo que nunca puso en cuestión. El objetivo era construir una imagen de Rubén Darío ad hoc al proceso de restauración que estaba en marcha. Las torsiones performativas, discursivas y legales que siguieron al deceso fueron reproducidas parcialmente en el número 65 de la Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano118, dedicado a conmemorar el cincuenta aniversario de la muerte del poeta en febrero de 1966. En él se reúnen algunas de las piezas oratorias pronunciadas por clérigos y laicos durante los funerales, los testimonios de algunos 117 Cf. Torres 909-11. 118 Fundada y dirigida por el ex vanguardista Joaquín Zavala Urtecho. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 77 contemporáneos del poeta, así como ensayos de escritores pertenecientes a las posteriores generaciones, y una iconografía que da cuenta del suceso, en lo que viene a ser el gran relato de la monumentalización apuntalada al proceso restaurador. Ahí encontramos un reporte cronológico escrito por un testigo, Francisco Huezo, titulado “Sus últimos días”, que informa sobre el incidente con que culminó la preparación del cadáver que debía resistir la semana de exequias. El texto, además de describir el escenario en el que los actores saben qué papel desempeñar cuando el enfermo expire, narra la agonía y deceso del poeta con pormenorizada información sobre las honras fúnebres, que comenzaron tan pronto se supo la noticia del fallecimiento, la cita in extenso no tiene desperdicio en su ambientación macabra: Tras un breve estremecimiento, Darío exhala el aliento último de la vida. Está arropado en sábanas blancas, y ha permanecido en estado de inconsciencia más de 42 horas. Diríase que hace ese tiempo que agoniza. Ha muerto silenciosamente, como los pájaros. El cuerpo está de norte a sur sobre el catre negro. En la parte alta de las almohadas brilla un menudo Cristo de plata. Sobre el pecho tiene otro de mayor tamaño, obsequio de Amado Nervo. Tan pronto expira, el joven Alejandro Torrealba levanta la tapa de un reloj de bolsillo, Ingersol, propiedad de Darío, y rompe la cuerda. Marcan las agujas las 10 y 15 minutos. Se oye una queja, un sollozo en la cámara mortuoria. Es la abnegada esposa que llora. Son los deudos y amigos. Minutos después la fortaleza de Acosasco dispara 21 cañonazos anunciando la catástrofe. Las campanas de Catedral y de la Merced dan toques tristes, raros, de una extraña armonía. Según el rito católico, es el toque de vacante concedido a los príncipes. Se le tributan estos honores por orden del Sr. Obispo, S. S. Ilma. Monseñor Pereira y Castellón. Llénase la casa de personas de distinción; señoras, señoritas y caballeros. Invaden la calle los obreros en grandes grupos. Penetran a los corredores y al patio. Todos se disputaban la oportunidad de ver el cadáver. Permanece éste en el catre hasta las 2 de la madrugada, hora en que principia la autopsia. DISCURSOS TRANSVERSALES 78 […] El joven Octavio Torrealba, dibujante, tomó dos bocetos; uno pequeño, cuando el poeta agonizaba, mayor el otro, después de muerto, así que el peluquero Adán Castillo le hizo la toilette. El artista José López sacó una mascarilla de yeso. A las dos de la mañana de la propia noche que fallece Darío hacen la autopsia y embalsaman el cadáver los mismos médicos que lo asistieron en la enfermedad auxiliados de los internos del hospital […] La operación fue laboriosa. La hicieron en el cuarto contiguo a la cámara mortuoria. Duró hasta las siete de la mañana. (Huezo 26) Darío que hizo su última travesía atlántica para hablar en contra de la guerra, irónicamente fue enterrado con honores de Ministro de Guerra, por el gobierno impuesto manu militari por la ocupación extranjera. En su agonía él pudo enterarse de la pompa fúnebre que le tenían preparada, y decir que hubiera preferido ser tratado en vida con las consideraciones que ahora le anunciaban para su cadáver (Ibíd., 23). Si atendemos a la predilección que –según Salomón de la Selva– tenía Darío por el ceremonial, es seguro que habría disfrutado los honores de Príncipe de la Iglesia, siempre que se los hubieran dispensado estando vivo. Los relatos no explican la ausencia del presidente Adolfo Díaz, pero se especulaba que no asistió a los funerales para no enfrentar la repulsa del pueblo leonés, que resentía el infame trato dado a Darío en vida; aunque Huezo enmienda la plana afirmando que el gobierno dispensó cuánto tuvo al alcance para atenderlo en la enfermedad (Ibíd.). Las exequias tuvieron el toque colonial de una puesta en escena propia del barroco de Estado. Un montaje destinado a desaparecer como todo arte efímero, pero que los discursos impresos y las fotografías preservaron para la posteridad que los ha utilizado en el proceso de su monumentalización como orgullo y símbolo de la nacionalidad. La apropiación de los restos de Darío fue autorizada por el abogado y notario, Santiago Argüello, además poeta y orador leonés, quien dio fe de la supuesta voluntad del poeta, dictada a un anónimo enfermero “en el rincón de una provincia francesa”, ante la presencia de un único testigo, el propio Santiago Argüello, de otorgarle a Nicaragua el privilegio de guardar sus restos mortales: “La República Argentina fue una tierra de gloria para mí, dijo él. Háblase ya de conservar mi cadáver. Lo agradezco. Pero quiero otra cosa: que mis despojos sean para Nicaragua. Ya que mi patria no me guardó vivo, que me conserve muerto” (Arguello 37). Después del tácito “ante mí”, autorizado por el notario, no quedaba duda de que se cumplía con el deseo del difunto, de quien Santiago Argüello era un viejo amigo que lo había visitado en Europa, LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 79 primero en 1908, cuando la muerte aún no se perfilaba en el horizonte del aun joven poeta de 41 años, y otra en 1914. De manera que su palabra era incuestionable. La versión de Argüello contradice la de otro amigo de Darío, Osvaldo Bazil, quien sostiene que, en 1912, el poeta con la salud quebrantada por el alcoholismo, declaró oficialmente al cónsul general de Argentina en Barcelona, Alberto Gache, “que quería declararle de modo oficial su voluntad de ser enterrado en Buenos Aires, cuando muriera; que legaba sus cenizas a dicha ciudad”. Y, continúa Bazil: “Fuí (sic) testigo oficial de este testamento verbal. Y Gache me rogó, años después, que lo comunicara oficialmente a la Cancillería de su país. Y hube de hacerlo así” (Bazil 17). Por su parte, Pedro J. Cuadra Ch., otro contemporáneo suyo, relata que Darío hacía gestiones en 1915 en Nueva York para que el gobierno de Nicaragua le pagara lo que le debía con el objeto de viajar a Buenos Aires; “pensaba irse a la Argentina, pero cambió de rumbo [ante el fracaso de sus gestiones para obtener el dinero que se le debía], y se fue a Guatemala y de allí a Nicaragua a donde le detuvo su enfermedad y la muerte para siempre” (56). Sabemos que cuando Darío llegó a Guatemala aún anhelaba viajar a Argentina para ser atendido médicamente; al no recibir ninguna respuesta de Buenos Aires, se resignó a ir a Nicaragua con Rosario Murillo. Quiere salvarse, desea curarse, sabe que en Nicaragua no existen posibilidades de un tratamiento médico eficaz. Regresa porque no tiene otra opción. Además, no tuvo ninguna confianza en los médicos que lo atendieron al final de su vida, supo que le estaban aplicando un tratamiento equivocado y por eso los insultó y tildó de ineptos. Los doctores buscaban pus en el hígado y él alegaba que lo suyo era una antigua colitis. Contra la voluntad del paciente y de su esposa, y aplicándole una ligera anestesia local, en una habitación sin cielo raso ni asepsia, Luis H. Debayle y Escolástico Lara, desatendiendo la opinión de otros médicos, le hicieron varias punciones en el hígado con un trocar que logró arrancar quejas de dolor en el enfermo hasta hacerlo desmayar (Huezo 25). Edelberto Torres apunta que antes de partir de Guatemala, signado por la fatalidad, Darío escribe a Enrique Gómez Carrillo: “Voy en busca del cementerio de mi tierra natal” (Torres 868), una sinécdoque en la que el lugar de nacimiento deviene cementerio. No hay en esas palabras la determinación del viajero que vuelve al punto de partida, sino de quien ve frustrado su deseo de ir a curarse a la tierra que es para él de promisión, la Argentina. La Nicaragua a la que llega muy mal de salud Darío no es la que en 1907 le prodigó la apoteosis del retorno en pleno apogeo del nacionalismo triunfante. En 1916 su país está intervenido por una potencia extranjera, gobernado por fuerzas que le han sido adversas. Allí lo espera la muerte. Pero no han faltado los que han visto en el viaje fatal una determinación de “devolver [a Nicaragua] el polvo de su carne” (Ycaza Tigerino 46). Es cierto 80 DISCURSOS TRANSVERSALES que en 1906, Darío se preguntó en el poema “Al partir Mayorga Rivas” si él y su amigo serían enterrados en su patria: Pensativo dígome: ¿acaso aquestos dos hermanos fieles dormirán en su eterno ocaso allá, bajo patrios lares? Esa interrogante el poeta la responde, de manera categórica en lo que a él concierne, en la estrofa final: Yo debo seguir mi camino… De mi destino voy en pos entre sombra y luz, peregrino por secreto impulso de Dios” (”Al partir Mayorga Rivas”. 1323-4). Aparte de no verse él mismo durmiendo “en su eterno ocaso, bajo patrios lares”, nadie ignora que Darío vislumbró su destino andariego lejos del país natal. Pero la circunstancia del retorno definitivo a Nicaragua ha sido objeto de múltiples alteraciones; por ejemplo la de Pedro J. Cuadra Ch., que antes de narrar la urgencia de viajar a Argentina, introduce una contradicción, al consignar que tenía el propósito de “venir a su patria” (56). Simeón Pereira y Castellón, entonces obispo de León, en su oración fúnebre, da testimonio de los postreros actos de fe del agonizante, como los de un ardoroso tránsito hacia los brazos de Dios: “vi al poeta recibir con fervor, con unción verdadera, los auxilios de la religión a que estuvo acogido; y le vi también asirse al Cristo de la agonía, besarlo y concentrar su alma en el misterio de los supremos instantes” (33). Más adelante, el obispo pasa por alto que Darío vivió separado de su esposa Rosario Murillo de quien infructuosamente, pretendió divorciarse repetidas veces119. El prelado también hace caso omiso de que en el lecho de muerte, al dictar su testamento, el poeta ignora a Rosario Murillo y, ante los oficios de un notario, nombra heredero universal a Rubén Darío Sánchez, el hijo de su unión extra matrimonial con la española Francisca Sánchez, su compañera de vida hasta el momento de emprender el viaje que acabó siendo el de su definitiva separación. Este dato no es del todo intrascendente; nos informa que ha dejado, también, fuera del testamento al hijo que nació de su matrimonio con Rafaela Contreras. El gesto revela que, pese a los altos y bajos de su relación con la española, aun en los momentos finales de su existencia, estuvo pensando en la familia que había dejado en Barcelona. No 119 En 1907, cuando es nombrado Ministro Residente ante el gobierno de España por el gobierno liberal de Zelaya, el Congreso Nacional de la República de Nicaragua crea la ‘Ley Darío’ para facilitar su divorcio de Rosario Murillo, pero la disolución del vínculo legal no se lleva a cabo. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 81 obstante, el obispo destaca en su responso la presencia de Rosario Murillo ―transmutada en “hermana de la caridad”― al instante de expirar, como un premio providencial, a quien se trata de representar amantísimo y fiel esposo, que observara el sacramento del matrimonio de acuerdo con los mandatos de la Iglesia, como una institución indisoluble. En las palabras de monseñor: Si tuvo en su querida metrópoli flores para sus pies de peregrino, admiración para su frente de pensador y laureles que pregonasen sus excelsos triunfos120, ese mismo destino quiso también conservarle su única y legítima esposa, sin duda para que ella, amante y solícita, cerrase los párpados ilustres, fuese como la hermana de la caridad junto al lecho del moribundo y para que le prodigase los postreros bálsamos de amor y de consuelo cuando empezaban a entrar las sombras en el reino interior de su ser (Pereira y Castellón 33). El sofisma del obispo tendrá eco en otros letrados católicos como el ya citado Pedro Joaquín Cuadra Ch. quien se contradice cuando escribe que Darío al salir de la Europa convulsa llevaba la mira puesta en Argentina; aunque “naturalmente pensó en venir a su patria a disfrutar lo que su alma añoraba, la paz del hogar” (55). Cuadra Ch. igualmente da a la presencia de Rosario Murillo un valor agregado inexistente; postula que fue Darío quien vino en su busca para alcanzar la paz del hogar, como si su vida en concubinato con Francisca Sánchez lo convirtiera en presa de un sentimiento de culpa católico. Se omite el hecho de que su llegada a la Nicaragua intervenida fue el resultado del plan urdido por la esposa en connivencia con la Iglesia y el Estado. Una carta de Rosario Murillo a Alejandro Bermúdez fechada en Diciembre de 1914, cuando éste ya ha dejado a Darío en Nueva York, nos informa sobre todo lo que tuvo que hacer ella antes de viajar a Guatemala para al fin tenerlo a su lado, aunque fuera en el lecho de muerte: El sabe que he sido fiel a su recuerdo, que lo amo aún a pesar de todo, que me he rebajado infinitamente, que de rodillas le he pedido un latido de su corazón y que nada sería para mí más dulce que terminar la vida a su lado con un una vida tranquila, suave, sirviéndonos mutuamente. El sabe también que yo sólo existo, que no vivo, él sabe que siempre he sido incondicional de él, él y todos están convencidos de esto. Ud. no me habría escrito si no lo juzgara así, no es verdad? Sólo en un punto no está Ud. en lo cierto. Ud. cree que yo en Rubén amo su gloria; sin todas esas aleluyas habría sido yo la mujer más feliz del mundo; esa gloria y ese nombre vinieron a reventarme. El, 120 Alude al recibimiento multitudinario y apoteótico que le hizo la ciudad de León en 1907. 82 DISCURSOS TRANSVERSALES también padece ese error; yo a él, a su corazón, a su persona quiero. Si como vale no valiera un pito, así lo querría. Ahora quiero pedirle un favor. Ud. que tanto tino ha tenido para dirigir esa nave aun rotas ya sus velas influya en el ánimo de Rubén para que venga directamente a mi casa donde le alistaré una pieza en donde él se sienta con toda su libertad. Yo lo espero aquí en mi vida ordinaria sin más alteraciones que las de mi corazón. Me lo avisa para mandar a un amigo al puerto. Escríbame largo. Que no viene Ud. a Nicaragua? Quiere Ud. entrar yo le obtengo la entrada y mande a su amiga, Rosario. (Citada en Rodríguez Demorizi 152-3) Ella nunca desistió de la posibilidad de convivir con el esposo, y no vaciló en mover todas sus influencias. Su legítima aspiración devino obsesión; el empeño de retener a su lado al hombre que por una vida le rehuyó, sólo fue posible cuando ya la muerte era inevitable. Así, la Iglesia –apropiándose del ideologema romántico de la fatalidad prefijada– pudo atribuir al destino el hecho de que fuera la desposada ante el altar, y no otra mujer, la que estuviera a su lado al momento de recibir los sacramentos finales. Los despojos de Darío fueron aprovechados para representar el final de la regeneración después de la pausa anticlerical en la historia del país, y el retorno al viejo orden conservador. Así se puso en escena el montaje del regreso post mortem del hijo pródigo que había dudado tanto y experimentado prácticas paganas. Era la vuelta al catolicismo dogmático de quien había sido un partidario de la modernización de Nicaragua, de su secularización. Fue al mismo tiempo un intento de desdibujar su perfil modernista y su relación con el decadentismo, ése que Matei Calinescu define como un estilo favorable a la más irrestricta manifestación del individualismo estético, que rompe con requerimientos tradicionales como unidad, jerarquía, objetividad; en fin, con la tiranía de la tradición (167-171); y casi no hace falta recordar que Darío nunca dejó de postular una estética acrática. En el número 65 de Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano también se inserta un artículo de Alejandro Miranda121, a quien se presenta como un “liberal doctrinario” (38), en el que se propone “defender” a Darío de cualquier vínculo con el decadentismo. Desde 1888, en la misma edición de Azul… se había abierto el debate acerca de si el poeta era decadente o no. En su prólogo Eduardo de la Barra se preguntaba: “¿Es Rubén Darío decadente?” Y luego se respondía en sentido negativo: Él lo cree así; yo lo niego. Él lo cree, porque poetiza la nueva escuela; porque siente 121 Ejerció el periodismo en diferentes países de Centroamérica, es el mismo testigo de la Guerra de los Indios de Matagalpa, citado en la nota 46. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 83 las atracciones de la forma, como todas las imaginaciones tropicales; porque tienen fiebre de originalidad. Yo lo niego, porque no le encuentro las extravagancias características de la escuela decadente, por más que tenga las inclinaciones (37). Lo que de la Barra atribuía a la imaginación tropical del poeta o a su “calentura” por la originalidad, Miranda lo considera una imputación calumniosa. Su defensa resulta confusa y contradictoria tal vez a causa de cortes producidos en la edición. A Rubén se le acusa de decadente y se le tiene por Maestro de esa Escuela en nuestros países indohispanos; pero no seré yo quien se atreva por eso a lanzar sobre él el más leve reproche […] ¿qué importa que los colores que brillan en sus alas sutiles sean de polvo impalpable que se pierde con el más ligero soplo […]?” (Miranda 38). No podemos saber si Miranda ignoraba o pretendía ignorar el elogio del decadentismo hecho por Darío, cuando señala que “para ser decadente como los verdaderos decadentes de Francia hay que saber mucho, que estudiar mucho, que volar mucho” (“Los colores”, 877); es sabido que su ideal de artistas eran los poetas, músicos y pintores decadentes franceses, a quienes en más de una ocasión rindió reverencia. Miranda, el “liberal doctrinario” se alineó con las corrientes anti modernistas de Nicaragua en el empeño de nublar el perfil de quien desde Azul... encarnaba la modernidad, y cuyo anatema –redivivo en 1966 por Revista conservadora del pensamiento centroamericano–, entonó a coro la Iglesia, el gobierno y los letrados católicos en aquellas exequias, como si se cumpliera la predicción que el mismo poeta escribiera en “Dilucidaciones”: “Anathema sit al que sea osado a perturbar lo convenido de hoy, o lo convenido de ayer. Hay un horror de futurismo” (949). Darío nunca aceptó que perteneciera a ninguna escuela, el Modernismo no lo era, y como poeta sólo fue fiel a su propia individualidad. “Sé tú mismo: esa es la regla”, insistió (“Los colores” 880); pero jamás ocultó su admiración por los “decadentes”, en cuyo homenaje escribió la mayor parte de los textos que constituyen su libro Los raros (1896), exaltado en parte por el diabolismo, la novedad que entonces lo desvelaba. Sabemos que Darío se sintió atraído por el ocultismo, el espiritismo y la teosofía, mientras buscaba llenar el vacío que en la conciencia de las gentes decimonónicas dejaban los hallazgos científicos del siglo, un vacío que no podía llenar el catolicismo. Lo que se ha llamado el sincretismo religioso en Darío, mediante el cual ―de acuerdo con Thomas Ward― logró sintetizar el dogma católico con el esoterismo, el panteísmo y el pitagorismo como parte 84 DISCURSOS TRANSVERSALES de su método de pensamiento activo, más el ocultismo, que sería el método dariano de pensamiento sintético-pasivo, fueron obviados como obstáculos, en la apropiación que de la oveja descarriada hizo el obispo Pereira y Castellón quien, no sin alterar las experimentaciones intelectuales del poeta, negó desde la autoridad de su palabra episcopal que el difunto tuviera vínculos con la filosofía moderna: Rubén Darío no manchó su alma del mundo; sus obras son el más grande ejemplo de misticismo; y diríase, que sobre las páginas de sus libros y sobre sus estrofas pasó rozando el ala de la mística paloma y el perfume inviolable del incienso de los templos. No se contaminó su alma con los ácidos de la moderna filosofía; pasó y conoció los sistemas haciendo solamente obra de análisis. Nunca un pensamiento grosero ni una idea malsana empañó el cristal de su corazón y de sus creencias (Pereira y Castellón 33). Parecería innecesario recordar que Darío, siempre tentado por los frescos racimos de la carne, fue un hombre que vivió ajeno al misticismo, y en el centro del trafago de la modernidad seglar, aunque en difícil trance con la tradición. Cierto, vistió traje de monje y escribió el poema “La Cartuja”122, cuando en 1913 visitó ese monasterio mientras se reponía de una de sus recaídas en Mallorca, y hasta existe un retrato suyo en trazas de cartujo; pero eso se debió a que –según Francisco Contreras– “como alguien lo vistiera de fraile se sintió cartujo y escribió sus versos místicos más logrados” (152). Las palabras del obispo fueron reforzadas por el testimonio del canónigo que lo confesó, Agustín Nicolás Tijerino y Loáisiga, quien dio fe de que “[m]urió como buen cristiano. Purificó su alma con ardientes besos al Crucifijo y el sacramento de la Penitencia” (32) 123. Desde el ámbito seglar, se unirán a las voces del clero los letrados católicos para dar fe de la inmanencia cristiana en el difunto. De nuevo, la seguridad con la que Pedro J. Cuadra Ch. sustenta su opinión al respecto nos sirve de ejemplo: “Darío es poeta de verdad, y la historia de la poesía, estudiada con profundidad, demuestra a las claras que todo poeta verdadero es por naturaleza cristiano” (55). Rubén Darío fue convertido en icono del catolicismo dogmático, pese a que –como dice Martin Hopenhayn de los filósofos de la modernidad– vaciló entre la secularización y la metafísica, porque si anhelaba la más irrestricta libertad, también trataba 122 Incluido en Canto a la Argentina y otros poemas. Cf. Darío Poesías, 409-11. 123 Monseñor Agustín Nicolás Tijerino y Loáisiga, que diez años más tarde sería obispo de León tuvo, en las palabras del historiador de la Iglesia Católica de Nicaragua, Edgar Zúñiga: “una visión de las cosas desde el antimodernismo” (34). LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 85 de “conjurar lo peor de la discontinuidad” (138). Su acercamiento heterodoxo a la religión católica estuvo marcado por el erotismo que lo llevo a transgredir con frecuencia el lenguaje religioso y el más sagrado de los rituales como es la propia misa, llegando a establecer un símil entre la cópula y el momento supremo de la elevación de la hostia, en el poema “Ite, missa est”, que según Rafael Gutiérrez Girardot es ejemplo de un campo de experiencias en el que se manifiesta más claramente la secularización-sacralización: el erótico. La ‘sonámbula’ que adora el poeta es una “vestal” y una “faunesa antigua” que le “rugirá de amor”. Su “espíritu es la hostia de mi amorosa misa” y el poeta, al celebrar esa misa, alza ‘al son de una lira crepuscular’. En “ella hay la sagrada frecuencia del altar”. El poeta como sacerdote de una misa erótica, la mujer ardiente como hostia y el acto del amor como la consagración: en estas imágenes se ha pofanizado (sic) la misa y se ha sacrilizado (sic) el eros, es decir, se ha secularizado una ceremonia religiosa (86). Ese poema es parte del libro Prosas profanas, cuyo título, lo han dicho antes muchos críticos, fue tomado con fines no religiosos de una de las secuencias de la misa llamada “prosa”, que en ciertas solemnidades se dice –o se decía– después del aleluya o del tracto. Ricardo Gullón, por su parte, hace ver que “la letra y el tono” de éste y otros poemas, les han de sonar a los creyentes de religiones no eróticas más “a blasfemia que a plegaria” (150); y quizá no sea innecesario recordar que actos de profanación, como los experimentados por Darío en su poesía erótica, fueron una de las razones –además de otras de orden económico, político, religioso y cultural– para que el modernismo, en sus múltiples significaciones, mereciera la condena de la Iglesia en la encíclica Pascendi dominici gregis (1907) del Papa Pío X124. Pero eso no fue óbice para que a Rubén Darío lo enterraran en la catedral de León, que desde la colonia es el símbolo de la más conspicua tradición y así llegara, de hecho, a formar parte del santoral nicaragüense. En las décadas siguientes la Iglesia y sus fieles letrados van a argumentar una y otra vez que Darío jamás se apartó de su doctrina125. De ninguna manera trato de negar aquí el abrazo –in artículo mortis– de Rubén Darío a los sacramentos de la religión de sus mayores y de su infancia, pero no se puede pasar por alto, que ese gesto final es propio de quien, como Darío, vivió con el horror de la muerte y miedo a lo desconocido. Ese sentimiento fue para él una fobia emponzoñada desde la niñez por “el terror 124 Cf. Max Henríquez Ureña 171. 125 Monseñor Etanislao García Calero, en una entrevista realizada en 2007, narra que a principios de los cincuenta, leyó en el teatro Perla de Matagalpa un discurso sobre el catolicismo de Rubén Darío. El texto se le habría perdido en el terremoto de Managua en 1972. 86 DISCURSOS TRANSVERSALES católico.” (Crónicas 1906-1914, 110) que dejó en su espíritu una tenebrosa impresión medieval (Ibíd. 111), por lo cual, decía en 1909, evitaba “escribir ciertas palabras, no ocuparme de ciertos asuntos y no ir a los entierros” (Ibíd.) Un temor sin fe, según lo entiende Octavio Paz: Aunque a Darío le repugnaba el ateísmo racionalista y su temperamento era religioso, y aun supersticioso, no puede decirse que sea un poeta cristiano, ni siquiera en el sentido polémico que lo fue Unamuno. El terror de la muerte, el horror de ser, el asco de sí mismo, expresiones que aparecen una y otra vez a partir de Cantos de vida y esperanza, son ideas de sentimiento y raíz cristiana; pero falta la otra mitad, la escatología del cristianismo. Nacido en un mundo cristiano, Darío perdió la fe y se quedó, como la mayoría de nosotros, con la herencia de la culpa, ya sin referencia a un mundo sobrenatural (Cuadrivio 62). Para Ángel Rama, Darío fue en gran medida “un conservador bajo las máscaras estrepitosas del renovador” (“Sueños” 21); porque después de sus fugaces aventuras volvía al seno de la Iglesia a la “que sobre todo retornó inútilmente cuando su periodo de oscuridad y confusión lo forzó a buscar una base segura que le permitiera vivir” (Ibíd.); y a esa seguridad se agarra cuando ve llegar la muerte que tanto lo horrorizó. Aquí he tratado de hacer ver el rendimiento político obtenido de los gestos finales de Darío: la metamorfosis del decadentista, símbolo cultural del nacionalismo anti norteamericano, y en su juventud partidario del liberalismo anticlerical, en el paradigma del catolicismo, comprometido con la causa de la restauración conservadora, que garantizaban las armas de la intervención militar norteamericana. Según Rama, Darío pudo percibir a la Santa Madre Iglesia como la única institución occidental capaz de integrar a su tradición la cultura seglar, lo cual habría incidido para que no se alejara nunca por completo de su sombra. Para la posteridad, Rubén Darío quedó sepultado en la catedral, al pie de la columna de San Pablo, paradigma de conversos, en lo que constituye la marmorización del símbolo, que desde entonces custodia la Iglesia. Medio siglo después, el vanguardista Luis Alberto Cabrales, quien se mantuvo fiel a la ideología reaccionaria como servidor permanente de los gobiernos de la familia Somoza, en el ensayo “El sentimiento religioso en su poesía”, se propone demostrar cómo ─por los caminos de la belleza─ Darío fue atraído “por Dios y su Iglesia” y describe la trayectoria de la conversión de Darío, desde su falta “del conocimiento de la naturaleza del pecado [hasta llegar] a la cumbre de la perfección artística, a la cumbre de la fama, en plena y gloriosa madurez, y también a su plena conversión católica” (87). Cabrales concluía la apropiación ideológica que de Darío iniciaron las fuerzas anti modernistas y recordaba ―además de los momentos de agonía del poeta― LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 87 la anécdota de que al morir recibió los honores reservados a los más altos dignatarios de la Iglesia. Un gesto que es parte de la intención política que aquí analizamos y que no se puede reducir al simple arrebato de un clero provinciano; pues no hay que olvidar que en tanto se desarrollaba el proceso de regeneración en Nicaragua, internacionalmente el catolicismo veía perdida la batalla contra la modernidad, por lo que se empeñó en integrar “los valores nuevos creados fuera de la Iglesia con la tradición secular y religiosa” (Rama, Ibíd. 22). En otras circunstancias hubiera sido improbable que se distinguiera tan señaladamente a quien fue y ha sido considerado no sólo el primer poeta moderno en lengua española, sino el signo y modelo de una cultura secularizada, con todo lo que esto tiene de visión del mundo, de actitud frente a los más variados aspectos de la realidad y del arte condenados por la Iglesia en la citada encíclica de 1907, y que además era un referente ineludible de la abolida y abominable “revolución liberal”. Para la posteridad lo que importa son los momentos finales en los que el poeta se rinde ante la tradición. Cabrales, escribe: “Ya sabemos nosotros cómo murió: con el Cristo de Amado Nervo en las manos, fortalecido con los sacramentos finales” (“El sentimiento” 88). Ese auxilio sacramental le sirve al panegirista para justificar, desde el punto de vista religioso, los honores concedidos a Darío, quien “fue enterrado con las sagradas y magníficas liturgias de un Príncipe de la Iglesia” (Ibíd. 88). Andando el tiempo, esa misma dignidad eclesiástica el poeta la compartirá con Anastasio Somoza García, a quien en 1956, la alta jerarquía arquidiocesana honraría también como Príncipe de la Iglesia, en las exequias celebradas en la catedral de Managua con la anuencia de casi todos los obispos del país126. Así quedaban consagrados los dos símbolos de la hegemonía político-cultural, que se empezó a construir en 1910 y que luego trastocó la revolución sandinista, ubicando a Augusto C. Sandino en el sitial que antes ocupara quien ordenó su asesinato, Anastasio Somoza García. La ansiedad de alinear a Darío en la grey católica y hacerlo parte de la tradición recién inventada no desapareció hasta que tal operación llegó a verse como natural en la cultura nicaragüense y no como producto de una construcción político-ideológica. En esa misma dirección, Carlos Cuadra Pasos narra en “Cabos sueltos de mi memoria (autobiografía)”, cómo Darío desesperado en los momentos previos a su muerte pedía un confesor, así fuera el más humilde cura consagrado. En su relato, Cuadra Pasos, también informa del forcejeo que se produjo entre la multitud y la representación de los grupos hegemónicos, al llegar el féretro a la catedral. Su memoria revive el trayecto de la procesión fúnebre y el percance con la multitud, lo cual nos permite identificar los signos que marcarían la consolidación de la hegemonía cultural. 126 Con la excepción del obispo de Matagalpa, Octavio José Calderón y Padilla, figura solitaria entre los altos jerarcas de la Iglesia, que en los años cincuenta y sesenta levantó la voz contra el régimen. 88 DISCURSOS TRANSVERSALES Se percibe a los señores cerrándole el paso a la turbamulta desbordante que pugna por hacerse presente, y se nota –igual que ocurrió en la casa mortuoria a cuyo interior sólo tuvieron “acceso personas de distinción” (Huezo 26), mientras los obreros quedaban afuera: en la calle, el patio y los corredores– una disputa de los sectores subalternos con los grupos hegemónicos, por la definición de los espacios culturales y políticos en un medio de relaciones desiguales. Al describir el lugar asignado a las clases sociales en los funerales de Darío, tanto Cuadra Pasos como Huezo, deslindan la posición del letrado, subalternando a la multitud y con ella a la cultura popular. La élite letrada va a razonar que después de Darío la cultura nicaragüense dejó de ser local, porque él le abrió la puerta a lo universal, que es decir lo occidental, y si de lo local va a ser retomado algo, será aquello originado en la colonia con su componente católico e hispánico, mestizo. Es decir que gracias a Rubén Darío, Nicaragua alcanzó su definitiva occidentalización. Según hemos visto, se trataba de sepultar con el cadáver del poeta, además de una permanente crisis religiosa, la “pérdida de la fe, de duda religiosa, de temor del ateísmo” (Gutiérrez Girardot 76) común a la mayoría de los modernistas, influidos por el pensamiento filosófico del siglo XIX, que se resume con el anuncio de Nietzsche en “la muerte de Dios”, el cual debe interpretarse, no como “asesinato de Dios” sino como su “ausencia” (Ibíd., 87). Las exequias de Darío pudieron tener, también, sentido de exorcismo, si se considera que quien hizo el conjuro del pensamiento modernizante en la obra de Rubén Darío, fue el obispo Simeón Pereira y Castellón que por enfrentar el anticlericalismo del régimen de José Santos Zelaya había sido expulsado del país el 3 de noviembre de 1898. Se estaba sepultando la búsqueda de la “modernización” secular que había animado a la revolución liberal, la cual simbólicamente recibía la última palada en el entierro de su embajador y postrer vocero en el exterior. Con esa ceremonia pontifical se restauraba el orden colonial trastocado primero por la declaración de independencia de la corona española y después por el advenimiento del liberalismo al poder; y se erigía un monumento en el que, por más de una razón reverbera el “Epitafio” que el modernista Manuel Machado escribiera en 1916: “Pasa, viajero; aquí no está Rubén Darío”. Ese empeño regenerador impregnó el espíritu de los jóvenes que integran el Movimiento de Vanguardia. A ellos corresponde elaborar los discursos que prevalecerán en la Nicaragua del siglo XX, y en lo que va del XXI. En esa dirección uno de sus primeros afanes será releer a Darío, haciéndose eco del espíritu anti-modernista de los letrados españoles de la así llamada Generación del 98, como Ramiro de Maeztu, Azorín, y Unamuno. Una lectura que transforma a Rubén Darío en falangista, y al poema “Salutación del optimista” en cuasi himno de la Falange127. Ese poema como se sabe es 127 Cf. Cuadra Breviario imperial 96, 98, 187. Schmigalle reseña la influencia de Maeztu en Julio Ycaza Tigerino, uno de los jóvenes vinculados al Movimiento de Vanguardia, que mayor LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 89 parte del libro Cantos de vida y esperanza, con el cual Darío culmina un quinquenio de reflexiones estampadas en verso y prosa, y que inicia con el libro de crónicas España contemporánea (1901), en las cuales describe el estado de ruina en que ha quedado el país “desde los tiempos de la conquista y la colonización ” (Rivas Bravo 29), pero desde las que anima a los españoles a recobrar el espíritu emprendedor de sus grandes creadores y propone una recuperación que comience por limitar la injerencia del Estado, y ponga al día la base material de la economía para buscar nuevos mercados, particularmente en América Latina. Darío en más de una ocasión declaró su fidelidad a la vieja metrópoli, sobre todo cuando la vio desvencijada después de perder la guerra Hispano-Americana en 1898: Yo he manifestado mi pensamiento sobre la inicua violencia. Con todo, parece que para poder estar de acuerdo con la civilización, para no ofender a la Becerra positivista, para ser un hombre del tiempo, es preciso alegrarse del sacrificio, y, puesto que España nos dio la vida, hacer como ciertos distinguidos antropófagos: comérnosla, por vieja y por inútil… No, yo no como España; y cuando miro al yanqui despedazándola, tengo el mal gusto de no regocijarme. No me sentí en la órbita de la fascinación de la famosa oda del señor Oyuela, ni me ha sorprendido de ninguna manera el soneto posterior del mismo vate; pero he aplaudido ambas cosas por españolas; he aplaudido las bellas ocurrencias de Lugones y sus danzas delante del gran Manitú y las he detestado en su esencia. Mis simpatías han estado de parte de esa ilustre monarquía empobrecida y caída; mis antipatías, de parte de esa democracia rubicunda, que abusa de su cuerpo apoplético y de su ciclópeo apetito. (en Mapes 163) La recepción falangista de la obra de Darío se produce en la década de 1930 a 1940, cuando Pablo Antonio Cuadra entusiasmado con la instalación de estados fascistas en Italia y España, llama a las armas a la juventud hispanoamericana, “bajo el símbolo de la ‘Cruz-Espada’” (Breviario 53) para restituir la tradición hispana, mediante el resurgimiento de la España imperial. peso ha tenido en la recepción canónica de Rubén Darío: Entre los pensadores de la generación del 98, el señor Ycaza aprecia mucho al más fértil de ellos, Ramiro de Maeztu, infelizmente fusilado por el pueblo de Madrid. Por cierto, Maeztu plasmó algunos juicios muy duros acerca de Rubén Darío, a quien calificó de liberal afrancesado y decadente. Ycaza, para defender a nuestro gran poeta nacional y universal, destaca los aspectos tradicionalistas del pensamiento dariano, subraya su amistad con Marcelino Menéndez y Pelayo, y hasta descubre una crónica donde Darío afirma que los socialistas no se bañan. Quedamos convencidos de que Darío, si hubiera vivido en 1936, hubiera merecido una silla de ministro en la junta de Burgos, al lado de José María Pemán y del conde de Alba y Yeltes. (“Julio Ycaza Tigerino”, 176-7). 90 DISCURSOS TRANSVERSALES Citando a José Antonio Primo de Rivera, dice que hay que devolverle a España “la ambición de ser un país director del mundo” (186), y repite la hipótesis de Eugenio Vegas Latapie: “Quizá esté reservado en los arcanos del Señor al mundo hispánico, devolver la espiritualidad a la tierra, evangelizando las nuevas formas de Estados que tan oportunamente han implantado algunas naciones cuando se encontraban en trance de muerte” (187). Concluye, afirmando que ese es también el sentimiento de América, expresado “en el canto de Rubén” (Ibíd.), la “Salutación del optimista”, de la que cita un fragmento: Un continente y otro renovando las viejas prosapias, En espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua, Ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos. La latina estirpe verá el gran alba futura .......................................................................................... Mientras dos continentes abonados de huesos gloriosos, Del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando, Digan al Orbe: la alta virtud resucita Que a la hispana progenie hizo dueña de siglos (Ibíd., mayúsculas conforme al original) En diferentes secciones de su libro Cuadra inserta versos sueltos de este poema de indiscutible filiación hispánica; pero, como puede apreciar el lector, aquí se hace hablar a Darío desde el lugar de enunciación fascista trasponiendo los versos en un orden distinto al que les dio su autor. La cita comienza con los tres versos finales de la penúltima estrofa, a los que sigue el primero de la última, y agrega –después de la sucesión discontinua de puntos– los cuatro últimos de la segunda estrofa. En sintonía con los intelectuales españoles conservadores, conocidos como Generación del 98, que buscaron la esencia de España en los campos de Castilla, los vanguardistas nicaragüenses a partir de 1940 dirigieron su mirada a la región del Pacífico nicaragüense, en cuyo folklore campesino y tradiciones heredadas de la colonia encontraron los rasgos constitutivos de la “identidad nacional” que inventaron e impusieron al resto del país128. Es entonces cuando las máquinas deseantes producirán la identidad nacional, convirtiendo a Rubén Darío en el paradigma marmóreo del mestizaje con la efectividad de un “¡Es lo que hay!”. 128 Trato más ampliamente el tema en mi libro Barroco descalzo. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA POÉTICA DEL MESTIZAJE 91 DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 93 Los españoles, lascivos y poco previsores, se mezclaron con las indias, las violaron, les metieron a la fuerza su religión, y creyeron que de esa manera el país se volvería blanco. Los españoles creían en el blanco bastardo. Sobrestimaban su semen. Pero se equivocaron. […] El semen de los españoles, que se creían titanes, se perdió en la masa amorfa de los miles de indios. Los primeros bastardos, los que tenían cincuenta por ciento de sangre de cada raza, se hicieron cargo del país, fueron los secretarios, los soldados, los comerciantes minoristas, los fundadores de nuevas ciudades. Y siguieron violando, pero el fruto, ya desde entonces comenzó a decaer, pues las indias que ellos violaron dieron a luz mestizos con un porcentaje aun menor de sangre blanca. Y así sucesivamente. (Roberto Bolaño 365) 94 DISCURSOS TRANSVERSALES Antes que aludir a las consecuencias de las relaciones forzadas entre mujeres nativas e invasores blancos o a las fecundaciones generadas a partir de la mescolanza que las ancestrales prácticas sexuales de los amerindios –anteriores a la implantación colonial del sentido de la culpa129– pudieron incitar entre españoles e indias, habría que decir que el paradigma del mestizaje remite a las concepciones positivistas de la segunda mitad del siglo XIX, para las cuales “raza” y “cultura” formaban un todo indisociable. Según Martin Lienhard, el del mestizaje es un discurso ideológico que justifica el dominio de los grupos criollos que asumieron el poder al derrumbarse el imperio colonial de España. Más que un paradigma científico, afirma que ha sido un exitoso tópico literario usado en la construcción de las ideologías nacionales, por autores que van de Rómulo Gallegos a Arturo Uslar Pietri, en Venezuela; de José Vasconcelos a Octavio Paz, en México, y de Alejo Carpentier en Cuba, a J. Amado en Brasil. De acuerdo con Lienhard: “En medio de un paisaje político y sociocultural caracterizado por sus mecanismos de discriminación y exclusión, el ideologema del mestizaje cultural debe servir ante todo para afirmar la igualdad –ocultar la desigualdad– de los diferentes grupos que componen una sociedad nacional” (66-7). Por su parte, Antonio Cornejo Polar señala que el concepto del mestizaje proporciona “imágenes armónicas de lo que obviamente es desgajado y beligerante, proponiendo figuraciones que en el fondo sólo son pertinentes a quienes conviene imaginar nuestras sociedades como tersos y nada conflictivos espacios de convivencia” (341). Tal fue el propósito que condujo a los letrados nicaragüenses de las primeras décadas del siglo veinte al formular el discurso del mestizaje que devino hegemónico, y convirtió el nombre de Rubén Darío en símbolo del orgullo racial. Cuando José Coronel Urtecho giró hacia la izquierda, explicó que para los vanguardistas “el verdadero camino de Nicaragua era el que los españoles habían fundado y establecido desde la conquista” (en Tirado 125). Pensaban que América Latina y particularmente Nicaragua, debían volver al “dominio de lo europeo y de lo hispano, de lo occidental, de lo católico” (Ibíd.). Para ellos hacía falta completar la regeneración iniciada en 1910130, eliminando todo vestigio de democracia liberal. La salvación de Nicaragua, según Joaquín Pasos pasaba por “la destrucción total del antiguo sistema republicano” (Prosas de un joven I, 169). Por otra parte, los vanguardistas eludieron los cruces raciales que constituyen el cuerpo socio cultural nicaragüense para remontarse a una utopía, donde gracias a una fusión providencial el indio devino español. Así, elaboran instrumentos discursivos para analizar la obra de Darío a partir de la mezcla de sujetos embellecidos por la leyenda prehispánica y la épica de la conquista. Aquí haremos una lectura detenida de los textos que al respecto escribieron los poetas vanguardistas, con particular atención los de Pablo Antonio Cuadra, quien es, con mucho, el principal constructor de la poética del mestizaje. 129 Cf. Blandón Barroco descalzo, 26-9. 130 Cf. Pérez Baltodano 367-405. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 95 Convencido de su descendencia directa de los conquistadores, a principio de los años treinta, Cuadra llama a la juventud a “empuñar la espada por donde debe empuñarse: por la Cruz, que es la empuñadura de la espada” (Breviario 60). Son los años de la cruzada hispanista para emprender la reconstrucción del imperio español, con las armas de la fe católica portadas en la Conquista: la cruz y la espada131. Reconvirtiendo la divisa liberal y modernizadora del siglo XIX que oponía la Civilización a la Barbarie, en una bandera del fascismo de Hispanoamérica, proclama que el objetivo es revestir las nacionalidades hispanoamericanas “con todo lo eternamente invencible que, por universal, tiene la doctrina y la acción fascista. (Breviario 69-70) Con esa visión violenta Pablo Antonio Cuadra inicia el diseño del arquetipo identitario de Nicaragua, que va a concluir en los editoriales de prensa reunidos en El nicaragüense132, donde construye un prototipo de mestizo inclinado a la aventura133. El espíritu invencible de un nicaragüense capturado en la Costa Caribe y confinado a una lejana isla donde sobrevive gracias a su ingenio, y del que tuvo noticias leyendo la Historia de los grandes viajes y de los grandes viajeros, editada por Sopena; más la historia narrada por Ángel Ganivet de un trotamundos originario de Matagalpa a quien el andaluz habría conocido en un hospital belga, son las piedras angulares sobre las que erige el estereotipo de la identidad nicaragüense. El primero, según Cuadra, habría sido el modelo en el que Daniel Defoe se basó para construir el personaje de Robinson Crusoe, y no el escocés Alexander Selkirk (El Nicaragüense, 65-6); el segundo, el de la anécdota de Ganivet, fue referido por Rubén Darío en su panegírico del escritor español, incluido en El viaje a Nicaragua: Y cuenta ese granadino, hoy glorificado, la historia de un hombre de Matagalpa que, después de recorrer tórridas Áfricas y Asias lejanas, fue a morir a un hospital belga, y le llamó para confiarle los últimos pensamientos de su vida. No sé cómo se llamaba aquel hombre de Matagalpa; pero sé que ese ignorado compatriota, en su modestia representativa, había visto como yo quizás, en las constelaciones que contemplaran sus ojos de viajero, las clásicas palabras: Navigare necesse est, vivere non est necesse (99, itálicas en el original). 131 Cf. Pablo Antonio Cuadra “Nuestro Sacro Hispano Imperio” (Breviario 80-98). 132 Cf. Entre ellos “Robinson”, una reelaboración del texto que aparece en Breviario imperial. De El Nicaragüense hay diferentes ediciones desde la inicial de 1967; las últimas han sido corregidas, aumentadas, y recortadas. Por ejemplo, a partir de los años 80 fue eliminado el texto que tenía por título “Huellas en el camino de los poetas”, en el que, contemplando a Ernesto Cardenal postrado en tierra durante su ordenación sacerdotal, reflexiona sobre la inmanencia cristiana en los poetas nicaragüenses, que como vimos antes, había esbozado Pedro J. Cuadra Ch. (55). Aquí citaremos El Nicaragüense por la edición de 1993. 133 Cf. “El Robinson, el aventurero y el conquistador (Notas para un estudio del genio nicaragüense”, en Breviario imperial 101-139. 96 DISCURSOS TRANSVERSALES Cuadra no cita –en Breviario imperial ni en El Nicaragüense– como fuente o referencia de esta anécdota a Darío; pero en “El Robinsón”, variante del que citamos arriba, lo utiliza para decir que el mejor comentario a lo narrado por Ganivet, es “el que escribió Rubén Darío en su Viaje a Nicaragua” (El Nicaragüense 64). De la cita en latín “navegar es necesario, vivir no” que según los vanguardistas sintetiza un rasgo esencial de la identidad nicaragüense se generara toda una épica de la aventura; aunque como veremos después, para Cuadra el espíritu aventurero tiene su génesis en la Conquista española. Para responder a los extranjeros que anduvieron por el país en el siglo XIX, como el naturalista Thomas Belt o el filibustero William Walker, quienes habían tildado a los nicaragüenses de indolentes, ociosos y gente de poca monta y ninguna industria, Darío había hecho una caracterización muy genérica y positiva de sus connacionales: El nicaragüense es emprendedor, y no falta en él el deseo de los viajes y cierto anhelo de aventura y de voluntario esfuerzo fuera de los límites de la patria. En toda la América Central existen ciudadanos de la tierra de los lagos, que se distinguen en industrias y profesiones, algunos que han logrado realizar fortunas, y no pocos que dan honra al terruño original. No es único el caso del navegante matagalpense de que hablara Ángel Ganivet: y en Alemania, en Francia, en Rumania, en Inglaterra, en los Estados Unidos, sé de nicaragüenses trasplantados que ocupan buenos puestos y ganan honrosa y provechosamente su vida. Recuerdo que siendo yo el cónsul de Nicaragua en París, recibí un día la visita de un hombre en quien reconocí por el tipo al nicaragüense del pueblo. Me saludó jovial, con estas palabra, más o menos: “No lo vengo a molestar, ni a pedirle un solo centavo. Vengo a saludarle, porque es el cónsul de mi tierra. Acabo de llegar a Francia en un barco que viene de la China, y en el cual soy marinero. Es probable que me vaya a la India.” Se despidió contento como entrara y se fue a gastar sus francos en la alegría de París, para luego seguir su destino errante por los mares. (El viaje 127-128) 134 Hay una diferencia sustancial entre el marinero aludido por Darío y el nicaragüense que Cuadra esboza en Breviario imperial, ahí realmente el sujeto retratado es el conquistador español; que ha domesticado al bárbaro. Es verdad que posteriormente en su libro El Nicaragüense rectifica radicalmente 134 Cf. Schmigalle “Rubén Darío y los relatos de viaje sobre Nicaragua”, en el que el autor establece un contrapunto entre El viaje a Nicaragua y los escritos por extranjeros, comenzando con la famosa carta de Cristóbal Colón a los reyes en 1502, y culminando con los viajeros del siglo XIX. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 97 su constructo, volviendo su mirada hacia el mestizo, que habría resultado de la hibridación del indígena con el español; pero en 1939, alertando contra el peligro que el liberalismo y el “partidarismo democrático” (Breviario 130) significaron para el orden colonial, propone –en un régimen “civilizado”– el aislamiento del bárbaro; y ve al indígena como una amenaza latente anterior a la historia que comienza con la Conquista: Pero si tras de nuestro pasado conquistador sólo existiera el vacío, sería menos el peligro de aventurarse a un ensayo de locura histórica, como lo es cuando existe, tras ese pasado, una prehistoria de canibalismo indígena. El ancestral bárbaro continúa acechándonos, y es muy fácil que ese aislamiento del Robinson termine convirtiéndose –como ya da motivos para temerlo– en verdadero aislamiento total de la civilización: en barbarie. (Breviario 130-1) En esa construcción “lo típico del nicaragüense es la aventura” (Ibíd. 109), pero el “genio” aventurero es de raíz hispánica, lo cual se resume en la ecuación “Aventura es imperio” (Ibíd. 118), cuyo paradigma excelso es, en las palabras de Cuadra, “[Hernán] Cortés, uno de los más grandes genios de la aventura” ((Ibíd. 113). En la base de esa racionalidad se halla el determinismo geográfico de Nicaragua que, según él, hizo posible que –desde su territorio– los conquistadores, a quienes llama “compatriotas”, se lanzaran a nuevas conquistas como la de Costa Rica, y el Perú: Aventura es imperio. La posición geográfica privilegiada, umbilical, de Nicaragua intensificó la conquista sobre nuestro territorio, enraizó toda el ansia de viaje de descubrimiento, de rutas y tránsitos imperiales en nuestra sangre, grabando para siempre en nuestro espíritu –de manera violenta y profunda– la genialidad aventurera de la Hispanidad. Y apenas Nicaragua empezó a ser comenzó a demostrarlo. No habíamos terminado nuestra propia obra conquistadora cuando ya desbordábamos nuestro nacionalismo y nos salíamos de nosotros hacia fuera, hacia la aventura y la conquista. La Costa Atlántica estaba todavía cerrada cuando ya los nicaragüenses fundaban Costa Rica con el filo de sus espadas o se iban al Perú, tras de Pizarro, a dominar y avasallar las tierras del Inca (Ibíd. 118-9). Cuadra finalmente construye el prototipo de la identidad nacional con dos elementos raciales y culturales: el indígena, y el español de origen colonial. La argamasa de su construcción, según vemos, proviene de su melancolía por la Conquista, mezclada con los elementos que le proporciona Darío en una breve 98 DISCURSOS TRANSVERSALES caracterización: “El nicaragüense se distingue en toda la América Central por condiciones de talento y de valor. A la levadura primitiva se agregaron elementos coloniales” (El viaje 123-4). Con esos dispositivos Cuadra rearticula la diferencia colonial en un nuevo sujeto americano, el mestizo, mímesis del idealizado sujeto occidental. Pero fue hasta en su madurez intelectual, cuando hizo un giro en su concepción hispanocéntrica, que se reconcilió con el indio y profundizó en el estudio arqueológico de las culturas prehispánicas, que devinieron subtextos de las crónicas de Indias. De ahí infirió que el origen del caciquismo y autoritarismo que han prevalecido en la historia de los gobiernos de Nicaragua, se halla en el militarismo de los náhuatl, de quienes dice: “Introdujeron la crueldad, el cacicazgo y el sacrificio humano” (Aventura 23); al contrario de los chorotegas “quienes representaron por mucho tiempo la resistencia y la dignidad del indio frente al conquistador hispano.” (24). Según él, los esfuerzos por alcanzar la vida republicana tienen origen chorotega, en cambio el militarismo sería herencia náhuatl (Ibíd.), no colonial. Ello no quiere decir que Cuadra hubiera renunciado a su raigal eurocentrismo, al contrario ese deslinde le permite afianzarse en la confusión de la universalidad abstracta con la mundialidad europea, que convierte a las otras culturas en periféricas de la de Europa. La disyuntiva de la herencia indígena nos lleva, por los Nahuas al modelo espartano y por los Chorotegas al modelo ateniense. (Todos los caminos llevan a Grecia). El modelo espartano –que es, indudablemente, un modelo de eficacia– significa la deshumanización al servicio de algo: sea Dictador, sea Estado, sea Producción, sea Partido, sea cualquier ideología o idea grande, terrible y totalitaria que exigen sumisión absoluta. El modelo ateniense significa lo contrario: la ciudad para el hombre, la política y la economía para el hombre. O como decía Cristo ‘No es el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre’. Esparta obedece, Atenas dialoga. (Ibíd., énfasis en el original) La exégesis que Cuadra y sus compañeros hicieron de la Conquista y los conquistadores; así como el rechazo que en su juventud les provocaba el indígena precolombino, su mundo, y el indigenismo en boga en los años treinta en el resto de América Latina, contrasta radicalmente con la lectura que Rubén Darío hace de la historia de América en la última década del siglo diecinueve; su acercamiento a la cultura indoamericana pondera el grado de civilización alcanzado por los nahuas y chorotegas, que vieron sus dominios desarticulados por obra de la Conquista, y rechaza el estatus de barbarie LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 99 que les fue impuesto por la racionalidad eurocéntrica, a la vez que señala la política de tierra arrasada que en Centroamérica ejercieron los conquistadores, “aventureros de espada y frailes terribles” (El viaje 130). Cuando llegaron los españoles a Nicaragua existía ya en los naturales cierta cultura intelectual, sin duda alguna reflejada de Méjico. Cierto que en Guatemala, entre los quichés, había una civilización superior, mas los nicaragüenses no eran en verdad bárbaros, cuando Gómara señala en ellos ciertos adelantos. Todo esto no obsta para la crueldad de los ritos, que, como los mejicanos, tenían su parte de antropofagia. De todas maneras, había libros y archivos, que según dice el historiador Gámez, “fueron quemados por los españoles en la plaza de Managua, por el reverendo padre Bobadilla, en el año 1524”. Bobadilla no hizo sino lo mismo que el obispo Zumárraga hiciera con los tesoros escritos de la capital de Moctezuma. No iban a América los conquistadores a civilizar, sino a ganar tierras y oro: y a la América Central le tocó la peor parte (Ibíd. 129-30). Darío ve la brutalidad de los conquistadores e inspirado en el humanismo de fray Bartolomé de las Casas135, a quien considera “redentor de toda una raza” se adscribe al discurso lascasiano de la perfectibilidad humana que se va a extender a lo largo del siglo XX, el cual reconoce que la humanidad es una; pero no ve que simultáneamente es múltiple, y por eso pensaba que los amerindios eran potencialmente cristianos que necesitaban de la caridad europea136. En cambio, a Pablo Antonio Cuadra, le horrorizaba la reivindicación del indígena porque detrás veía la ideología liberal que inspiró la independencia e incluso el comunismo materialista: “Buscando lo nativo, o mejor dicho, buscando la raíz popular de la vida americana excluyen, por considerarla erróneamente, como origen de la civilización moderna en todas sus manifestaciones, la cultura cristiana, la cultura greco-latina que debemos a España” (Breviario 41). En ese punto, pareciera que Cuadra refuta a Darío quien en El viaje sentó su posición en contra del orden colonial y en pro del pensamiento liberal: Los religiosos no se preocupaban gran cosa ni de enseñar lo fundamental que se encuentra en el catecismo. Gobernadores, encomenderos, capitanes, no tenían más objetos que su deseo de riqueza, y entre ellos se aprisionaban y se mataban. Guatemala, reino o capitanía general, era el centro de la escasa 135 En 1891, en Diario del Comercio, de Costa Rica, Darío publica el artículo “Las Casas” en el que echa en falta el homenaje debido a Fray Bartolomé de las Casas, al aproximarse el cuarto centenario del viaje de Colón. Ver Anexo, “Las Casas”, 181-182. 136 Cf. Hardt y Negri, n.p. DISCURSOS TRANSVERSALES 100 cultura del tiempo de la colonia. Más por todas partes está el dominio de las armas y la cogulla. El fanatismo imperaba. […] El periodo colonial es sombrío para la vida intelectual. Así hasta la Revolución Francesa, que tuvo en todas partes repercusión. La prohibición de que llegasen libros extranjeros concluyó con la orden de Carlos III. La Enciclopedia en aquellos países, como en el resto de América, ayudó a preparar la independencia. (El viaje 131-2) Cuando Cuadra finalmente rectifica, atribuye según vimos, el autoritarismo como norma de dirección en la política de Nicaragua, a los ancestros indígenas, alegando que fue sobre los cimientos militaristas de los nahuas que se habría erigido el dominio brutal del primer gobernador español de Nicaragua, Pedrarias Dávila, quien, a sangre y fuego, impuso su marca originaria en la tradición absolutista de la mayoría de los regímenes que han gobernado al país. En su racionalidad, el único periodo de vida republicana fue el del régimen de los Treinta Años conservadores, que interrumpió Zelaya para restablecer el militarismo de los nahuas y la herencia de Pedrarias (Aventura 25). Ese deslinde de la herencia autoritaria colonial que hizo suya la élite conservadora en el siglo XX, persiste en el pensamiento de buena parte de la élite letrada que sostiene que el mejor momento de la historia de los indígenas nicaragüenses fueron los trescientos años de coloniaje, porque entonces aquellos vivieron bajo la protección de las Leyes de Indias. En El viaje a Nicaragua Darío lee la historia a la luz del pensamiento iluminista siguiendo al historiador liberal José Dolores Gámez, que le sirve de fuente y a quien cita con largueza. Al contrario, los vanguardistas aguzaron su ingenio para desacreditar dicha historiografía por liberal y romántica; pero ninguno tan cargado de humor e ironía como Coronel Urtecho, para quien “dice más sobre la historia de Nicaragua un silencioso nacatamal137 que todas las páginas de don José Dolores Gámez sobre la colonia” (Reflexiones 134). Inspirados en Ernest Psichari los vanguardistas reaccionaban en literatura “contra el romanticismo y más inmediatamente contra su forma decadentista, el modernismo” (Cuadra Breviario, 47). Joaquín Pasos contendiendo contra el liberalismo en el arte decía que del protestantismo había surgido la idea individualista del nacionalismo, en tanto que de la democracia brotó la libertad más absoluta de prensa, que llevó a proclamar los derechos de libertad artística de “la plebe, ignorante o estúpida” que “generalmente no podía hacer verdadera obra de arte” ((Prosas de un joven I, 87); además urgía, entre otras tareas regeneracionistas, el retorno de la mujer al lugar que el régimen colonial le había asignado, y del cual habría sido sustraída por el impulso 137 Tamal de masa de maíz con manteca, carne de cerdo y otros ingredientes vegetales, plato central de la cocina nicaragüense. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 101 modernizador del siglo XIX. El lema que sintetizaba sus aspiraciones culturales era la conocida frase de Psichari, “Vayamos contra nuestros padres al lado de nuestros antepasados”. Los vanguardistas definieron a la literatura nicaragüense como greco-latina, católica y mestiza; y monumentalizaron a Darío como su origen, además de orgullo racial del mestizaje. Antes lo habían hecho blanco de sus sátiras, especialmente con la “Oda a Rubén Darío” de José Coronel Urtecho, que fue el epítome del discurso antimodernista del Movimiento de Vanguardia, la cual concluía con el ampliamente difundido “Final”: En fin, Rubén Paisano inevitable, te saludo con mi bombín, que se comieron los ratones en mil novecientos veinte i cinco. Amén138. Secuencia del manoseo inaugurado por la ley del Congreso de la Republica de los Treinta Años que llamándolo “inteligente joven pobre” burló el compromiso de mandarlo a estudiar fuera, manoseo cotidiano que lo impulsó a elegir la navegación arriesgada en busca de un puerto sereno y seguro, secuencia que no cesa aun entre los más adustos académicos que con frecuencia quebrantan las formas para llamarlo simplemente Rubén, en un gesto que no disimula la condescendencia con aquel muchacho que debió apelar una condena por el delito de vagancia. Impugnada la impronta decadente, el Movimiento de Vanguardia hizo énfasis en las contadas alusiones que Rubén Darío hace a Nicaragua en su poesía, las cuales en sus versos iniciales se refieren a los productos y bellezas naturales, y en su madurez a la significación que tuvo para su infancia. Lo que especialmente les interesaba resaltar era lo que consideraban mestizo, que para ellos era lo mismo que español, con la significación racial de blanqueo que al término español le fue dado en la colonia. Buscaban “lo telúrico” como reacción a la ideología liberal, que enjuiciaban por caduca y extranjerizante. Igual que otros grupos de jóvenes hispanoamericanos –influidos por el fascismo, el falangismo y el nazismo– fortalecían el sentimiento nacionalista proclamando el retorno a las raíces hispánicas139. El empeño de los humanistas hispanoamericanos de comienzos del siglo veinte de incorporar las diferencias culturales preservadas por los indios y afro descendientes al imaginario cultural de la nación, para matizar con un tinte de color la posible monotonía grisácea de sus vidas, en Nicaragua se llevó a cabo igual que en otros países, como un esfuerzo para exaltar el mestizaje indohispano a fin de erigirlo en la 138 Cf. José Coronel Urtecho “Oda a Rubén Darío”. En Orlando Cuadra Downing: 243-9. 139 Cf. Oddone 229. 102 DISCURSOS TRANSVERSALES seña de identidad homogénea de la nación nicaragüense. La contradicción de una homogeneidad resultante de una mezcla de heterogeneidades fue resuelta con la explicación de que gracias al mestizaje el indio dejaba de ser tal para convertirse en español. La ansiedad homogeneizadora de los letrados del siglo XX en Nicaragua, condujo al silenciamiento de otras culturas y etnias, diferentes de la mestiza indo-hispano. Los vanguardistas haciendo una abstracción del exterminio de la población nativa del Pacífico, que fue reducida de 500.000 en 1522, a 12.000 en 1550, consideraban la Colonia como la época de la formación racial, social y cultural de Nicaragua140, en la que el indígena habría experimentado una metamorfosis salvífica, que lo convirtió en español. Alberto Ordóñez Argüello al celebrar el mestizaje nicaragüense como paradigmático de América Latina perdía de vista a las etnias indígenas sobrevivientes, cuando define como “un hecho sociológico el que este país fue el primero en América en lograr una intensa mestización, al extremo de que el indio apenas si hoy existe” (38). De acuerdo con este punto de vista antropológico lo que ocurrió en Nicaragua fue un proceso de desmantelamiento cultural mediante el cual se desarraigó la cultura precedente para dar paso a una nueva “con el torrente de sangre española” (Ibíd. 45). En esa versión, el mejor ejemplo del desarraigo de la cultura prehispánica sería el supuesto desplazamiento de los instrumentos musicales indígenas, entre los que incluye la marimba, por la guitarra española, que devendría “instrumento típico nacional” (Ibíd. 46). La marimba, cuyo origen como se sabe es africano, prevalece por encima de otros instrumentos en la música del Pacífico que, a resultas del proceso de homogeneización, se impuso como la típica del Folklore Nacional141. Así Ordóñez Arguello refrendaba la tesis de Joaquín Pasos, para quien el mestizaje fue una metamorfosis mística: España, al colonizar, se funde con la raza indígena; la absorbe. No la aniquila como los ingleses: la acepta y la transforma. El indio experimenta entonces una transformación y una gloria muy parecida a la transformación y la gloria experimentada por los publicanos al recibir la gracia divina. El indigenismo entra en la Hispanidad: desde entonces todos los indios son españoles. (Pasos, Prosas de un joven II, 23). Esa tesis pasa por alto la violencia originaria como la quema de libros y documentos de los pueblos nahuas y chorotegas, aludida por Darío, en los cuales se registraban los anales de la cultura indígena, no muestra ninguna interacción 140 Cf. Cuadra, Breviario, 46; 141 Esto lo abordo más ampliamente en Barroco descalzo 137-9. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 103 cultural de elementos contradictorios sino que representa la asimilación de las culturas americanas por la supuestamente española. La armonía bíblica que describe no se corresponde con los hechos que produjeron el mestizaje, como su impulso orgiástico, forzado o voluntario, la historia de los hijos ilegítimos, que llegaron a superar en número a los nacidos bajo matrimonio, ni con las restricciones impuestas para impedir el apareamiento de españoles con indios. No toma en cuenta que “la Corona pretendió organizar la sociedad colonial en dos repúblicas separadas, y con ese fin prohibió, desde el inicio, el asentamiento de españoles en los pueblos de indios” (Kinloch 90); aunque las restricciones no fueron tan eficaces como para impedir la promiscuidad y el entrecruzamiento racial. El discurso del mestizaje indo-hispano ignoró también la importante presencia de esclavos africanos en las zonas colonizadas por los españoles, a quienes desde un comienzo se les impuso la marginación legal, al punto que cuando la Constitución de Cádiz, otorgó representación política ante las Cortes a los americanos blancos e indígenas y a sus descendientes puros o mezclados entre sí, profundizó las tensiones raciales negándole acceso a la ciudadanía a quienes tuvieran antepasados africanos. Esto condujo a que se hiciera más frecuente el temor a ser identificado como racialmente diferente a los blancos. Así, los ladinos recurrían a los juzgados para demandar un certificado de “limpieza de sangre” (Ibíd.), que borrara cualquier cruce “impuro”, especialmente el de origen africano. Los formuladores del discurso del mestizaje indo hispano omiten ese componente que en Nicaragua, en el siglo XVIII, se volvió mayoritario y llegó a sustituir en número a la población indígena, de modo que a finales de la dominación española, negros y mulatos, “se hallan en todas partes: en los pueblos de indios, en las ciudades y villas de españoles, en las haciendas y en los lugares de hábitat disperso” (Romero Vargas 57); igual que en los años posteriores a la independencia, cuando, de acuerdo con los datos ofrecidos por los viajeros, la gente que con más frecuencia encontraban en la costa del Pacífico eran mulatos de piel oscura142. Al respecto, Sergio Ramírez, señala que a los descendientes de africanos “se les indujo a avergonzarse de sí mismos” (Tambor 144); de manera que en la celebración del mestizaje, si es incómodo el reconocimiento de la ascendencia indígena, lo es aún más el de la africana. La omisión del sonido de la marimba, que veíamos en Ordóñez Arguello, puede entenderse como parte de la estrategia discursiva que desconoce la herencia africana en el mestizaje nicaragüense. Entre los vanguardistas sólo Luis Alberto Cabrales, en 1932, reivindicó a los ancestros originarios de África. Cierto es que resalta el lavado lustral de su carne en aguas mediterráneas y menciona la esclavitud, pero no la histórica sino “la eterna”, y reduce el forzado viaje sin retorno de los galeones cargados de esclavos, a “chapuzón marino”, en una celebración del apareamiento de sujetos masculinos africanos “sobre los claros 142 Cf. J.L. Stephens 359-83. 104 DISCURSOS TRANSVERSALES vientres, tibios, mediterráneos”, donde no se enuncian los desgajamientos y violencia que marcó la salida de África143. 143 Canto a los sombríos ancestros Tambor olvidado de la tribu lejano bate mi corazón nocturno. Mi sangre huele a selva del África. Sombría noche de luciérnagas, sombría sangre tachonada de estrellas. Y hoy quiero cantaros, antepasados de la Tierra Tenebrosa, que os lanzasteis con ímpetus de púgiles sobre los claros vientres, tibios, mediterráneos. Mi boca, salada de rachas atlánticas, mi boca, saturada de relente caribe, mi boca, llena de la tierra ancestral y ardiente, es vuestra boca antigua, vuestra boca en silencio, clamando libre sobre la Rosa de los Vientos. Mi canto es vuestro canto dormido en los milenios; mi grito es vuestro grito amordazado en tinieblas. Ríspido surge de la esclavitud eterna, impetuoso y ágil como vosotros, ancestros. Mi carne, de aceituna y achiote, mi carne, pasta de luna y de pimienta, es vuestra carne antigua, –gloriosa, en éxtasis, lavada– después del chapuzón marino en las celestes agua mediterráneas. Desde la colina de los dioses mi canto, violador y violento, por sobre las estatuas perfectas, hacia vosotros va, silenciosos y sombríos ancestros: Alto, violento canto, antorcha retorcida por tenebrosos vientos. (Opera parva 20-1) LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 105 Por su parte José Coronel Urtecho, en su “Elogio de la cocina nicaragüense”144 se aparta del esencialismo indo-hispano, al incluir en la mezcla culinaria, el componente africano (Reflexiones 130)145. El concepto del mestizaje, en Coronel, que trasciende el estricto cruce racial y se ocupa de otras interacciones sociales en las que se intercambian saberes, roza el de transculturación acuñado por Fernando Ortiz146, por cuanto en el caldero de la hacienda colonial ve mezclarse los ingredientes que aportan africanos, indígenas y españoles, produciendo una síntesis alimentaria de la cual surgiría la cocina “nicaragüense”, de la que Coronel excluye las variantes alimenticias del Caribe. Coronel Urtecho explica que el país donde nació Rubén Darío, a consecuencia de su ubicación geográfica, abierta a los dos océanos, es propenso a la universalidad, que es decir al cosmopolitismo y a la búsqueda de aventuras, incluida la fusión cultural y racial. Así, postula que esas son características determinantes de la historia de Nicaragua, y “un rasgo distintivo del carácter nicaragüense” (266), del que Darío vendría a ser su quintaesencia: No es necesario consultar las estadísticas, que en todo caso ni inspiran confianza, para saber que Nicaragua figura entre los países latinoamericanos donde ha existido un más completo mestizaje, español, indio y negro. […] En Rubén se produjo una armonía superior, un feliz equilibrio del mestizaje nicaragüense, gracias en buena parte a la no menos nicaragüense inclinación universalista de su temperamento (279-80). Los panegiristas del mestizaje reducían a Nicaragua y los nicaragüenses a la franja occidental que se extiende de Chinandega en el noroeste, a Rivas en el suroeste; región que representa una cuarta parte del territorio nacional147. El Norte y Centro, caracterizados por sus extensas estribaciones montañosas alejadas de las costas, fueron colonizados desde el Pacífico en la segunda mitad del siglo XIX, al punto de que hoy es usual que se les considere parte de éste. Según ese imaginario supremacista, por ser hegemónica, la cultura mestiza (de blancos y ladinos indo-hispanos del Pacífico y las regiones del Norte y Centro, mayoritariamente católicos e hispanohablantes) homogeneiza 144 Cf. Reflexiones 128-143. 145 Coronel Urtecho ubica en la hacienda rural de la Colonia “las más ricas vertientes de la mestización racial y cultural” (Reflexiones 123); aunque postula al tiangue de la ciudad colonial como el crisol donde se fundieron el indio, el español y el negro (126). 146 Casi no falta recordar que para Cornejo Polar el mestizaje adopta el concepto de transculturación, acuñado por Fernando Ortiz y reavivado por Ángel Rama, como “cobertura sofisticada”, que busca presentar como armónico lo que fue un espacio conflictivo (341). 147 Cf. José Coronel Urtecho “Ideas sobre la economía de la Colonia” (Reflexiones 73-157). Sergio Ramírez, Tambor olvidado. 106 DISCURSOS TRANSVERSALES a los nicaragüenses148. Esa elaboración, al obviar las hibridaciones entre indígenas, descendientes de africanos, y blancos, y postular la desaparición del indio, ignora a los indígenas de Sutiaba y Monimbó, en la misma región occidental; o los de Matagalpa, Sébaco y Jinotega, en el Centro-Norte, que conservan sus rasgos étnicos149. Tal reduccionismo ha estado en la base de lo que Jeffrey Gould llama “el mito de la Nicaragua mestiza”, mediante el cual las ideologías nacionalistas sostienen la homogeneidad racial y cultural en los territorios diferentes al Caribe, y en los que –durante la Colonia– se produjo la mezcla de sus habitantes originales y los españoles. De acuerdo con esa narrativa, la desaparición de la población indígena o la fusión con la blanca habría permitido el ingreso del país a la modernidad capitalista150. Las minorías nicaragüenses de habla inglesa que habitan las costas del Caribe o aquellas que pertenecen a otras etnias, y que hablan diferentes lenguas y practican otras religiones o credos, devinieron residuos de una minoritaria nación letrada que buscaba el progreso en un orden lineal, teleológico. Así, no formarían parte del imaginario de la nación mestiza, quienes provienen de las hibridaciones de grupos procedentes de África o Jamaica y los nativos caribes, que dieron origen por ejemplo a los indios Mosquitos (Burns Patriarcas y pueblo 49); o la etnia garífuna, que en la diáspora construyó su lengua, usos y rituales mezclando los componentes africanos con los caribes y europeos151. Ni que decir las minorías de ancestros asiáticos cuya visible presencia casi no se menciona. El Caribe era, para Pablo Antonio Cuadra, un problema irresuelto por la “división lingüística y cultural” (Aventura 26); y Alberto Ordóñez Arguello consideraba a esas etnias como “tribus nómadas” de un “lejano litoral Atlántico […] desprendidas del panorama de las dos grandes civilizaciones y culturas de los aborígenes de Nicaragua” (38). En la década de los años setenta, Sergio Ramírez, desde la perspectiva de la Sociología de la Dependencia, criticaba “el arraigo de un modelo de cultura norteamericano en Centroamérica” (Balcanes 91) que no incorporaba a las minorías étnicas descritas por él como “tribus de subsistencia primitiva […] que hablan sus lenguas arcaicas y permanecen paralizadas en el tiempo colonial y viviendo una condena regresiva” (Ibíd. 104). La ansiedad modernizadora por suprimir las lenguas autóctonas fue parte del proyecto liberal emprendido por José Santos Zelaya quien al principio de su régimen se propuso, además de extender la educación primaria a todo el país “reunir a los elementos mejor dotados de las comunidades indígenas para enseñarles técnicas de trabajo y la lengua nacional” (Borgen 7), el castellano. E. Bradford Burns observa cómo, en América Latina, para la élite europeizada del siglo XIX, la pervivencia de culturas autóctonas interrumpía la creación de los estados modernos (“Cultures in Conflict” 42), una ansiedad que reavivaron los vanguardistas nicaragüenses en las primeras décadas del siglo 148 Cf. Reportaje de Juan Carlos Ampié sobre El Güegüense 149 Después de la llamada Guerra de los indios de Matagalpa de 1881, fue corriente hablar de su desaparición, y la de los de Sébaco y Jinotega. Cf. Arroyo Buitrago. 150 Gould aborda el tema en El mito de la Nicaragua mestiza, y en To Die in This Way. 151 Trato este tema en “El culto a los ancestros garífuna en la televisión nicaragüense”. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 107 XX, sólo que para ellos el modelo ya no era Francia, como en los tiempos de Domingo Faustino Sarmiento o Rubén Darío, sino la España imperial de los siglos coloniales. Ese discurso cultural, como sabemos, permeó al proyecto revolucionario de 1979152, que en un principio, se propuso “integrar” al país las comunidades del Caribe, que aún no habían sido incorporadas al proceso de modernización, experimentado principalmente en la región conocida como Pacífico. Diez años después del conflicto étnico que provocó la expulsión de los jesuitas, Rubén Darío escribe su célebre poema “Tutecotzimí” (Poesía completa 793-799) en el que de acuerdo con el crítico José Juan Arrom logra construir una “leyenda ideada, dentro de la mejor tradición romántica” (975) sobre los pacíficos indios pipiles; aunque los sujetos ahí representados pertenecen a las ruinas del mundo que sucumbió en la Conquista: De la temporal bruma surge la vida extraña de pueblos abolidos; la leyenda confusa se ilumina; revela secretos la montaña en que se alza la ruina (Poesía completa 794) Los indios del presente no pueden ser objeto estético, resultan innombrables y molestos para los fines de la modernización. En 1892, en su “Estética de los primitivos nicaragüenses”153, observando el más estricto apego a los postulados del Modernismo en boga, exalta la belleza exótica del arte prehispánico del continente americano y lo compara con el de las culturas occidentales y orientales, en particular con la de Grecia, Roma, China y Japón. En un esfuerzo por poner en un sitial de prestigio las antiguas civilizaciones americanas, las presenta como posible objeto de seducción de los parnasianos que, para entonces, admira y sigue. Más tarde, en 1896, en las “Palabras liminares” de Prosas profanas, refrenda el status arqueológico de las culturas autóctonas: “Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas: en Palenque y Utatlán, en el indio legendario y el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro” (Poesía 180). Rubén Darío no es sólo un producto de la época que se apropió del pensamiento europeo de los iluministas, románticos y positivistas que exaltaron al hombre en estado natural y reivindicaron la importancia del pasado pre-hispánico; es por excelencia un constructor de la modernidad hispanoamericana, centroamericana y nicaragüense en particular. Como hemos visto cree en la benéfica influencia de la cultura europea, ante la que no sólo espera que sucumban el atraso y la ignorancia de la cultura 152 Cf. Blandón, Barroco descalzo 57-9 153 Texto escrito para acompañar las muestras de arte precolombino nicaragüense presentadas en la Exposición Histórica Americana, que en ocasión del cuarto centenario del descubrimiento de América se celebró en Madrid. 108 DISCURSOS TRANSVERSALES local, sino que la ve como tabla de salvación ante la inminente hegemonía norteamericana. La valoración que los Modernistas tenían de los nativos, como sabemos, no era diferente de la que difundió Domingo F. Sarmiento en Facundo. Civilización y barbarie. Rubén Darío admiró y exaltó en dos poemas extensos la obra de Bartolomé Mitre154, que como Sarmiento fue presidente de la Argentina, y creía que las élites educadas hacían la historia y por eso debían imponer su voluntad sobre las masas ignorantes. El ideario de Darío estaba próximo al de su amigo, el mexicano Justo Sierra, para quien la educación y la exposición a las formas europeas rescatarían a los indios y los transformarían en mestizos. Pero Darío a veces ponía reparos a los riesgos de la inmigración abierta y la imitación de todo lo que proviniera de Europa. En el artículo “Dinamita”, por ejemplo, expresa, desde la perspectiva clasista de la burguesía, su condena al terrorismo anarquista, y el temor a los peligros de que el elevado número de obreros socialistas y anarquistas europeos llegados a Argentina, pongan en peligro la estabilidad de los países hispanoamericanos155. La retórica que animó el constructo de una nación homogénea, fue el combustible de la élite letrada –los modernistas incluidos– para hacer invisibles a las comunidades indígenas despojadas de sus tierras para beneficio de inmigrantes europeos. Jorge Camacho ha traído al debate el posicionamiento de José Martí con respecto a los indios de Guatemala, aduciendo que favorecía el despojo de sus tierras, así como el de los naturales de México y la Argentina. Según Camacho, Martí apoyó las políticas de Justo Rufino Barrios para expropiarles sus tierras, en beneficio de los cultivadores europeos del café. También sostiene que para Martí las mujeres, los indios y los negros “son los sujetos preocupantes de la modernidad industrial a quienes los gobiernos debían de mantener vigilados y en última instancia transformar a través de políticas sociales” (433). En Nicaragua la visión del indio como “ruina” o sujeto “de pueblos abolidos”, derivada del poema “Tutecotzimí” de Darío, produce el discurso que después van a reelaborar los vanguardistas. 154 Mitre, fundador y propietario del diario La Nación, del que Darío fue redactor y corresponsal estrella desde 1893 hasta su muerte en 1916. Cf. Rubén Darío, “In Memorian Bartolomé Mitre”, y “Oda”. Poesía 325-331. 155 “No podemos quejarnos los americanos: la civilización europea está con nosotros. Hemos copiado desde la Revolución Francesa hasta el café cantante. Nos faltaba la aplicación química al orden social, el empleo finisecular del explosivo. Ya tendremos eso; al menos, la semilla del árbol está entre nosotros. Parece que el lustrabotas de la esquina y el barrendero de más allá, no se habían dado cuenta de que el capital del señor Pereira es de ellos. Los hambrientos de Europa nos traen su contagio de iras almacenadas por siglos, a nuestros buenos países donde solamente el que no quiere no pone en su olla la gallina que el rey bondadoso quería para el caldo de sus súbditos” (en Mapes 24). LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 109 Sergio Ramírez señala que en la época republicana Rubén Darío asumió “el doble mestizaje hispano e indígena”, como “el fruto más preciado del encuentro entre el mundo europeo y el mundo indígena, el mestizo indohispano por antonomasia” (Tambor 15). Considera que ni el poema “Raza”156, en el que alude a los tres componentes mayoritarios de la así llamada raza nicaragüense: indígenas, blancos y afrodescendientes, ni la pregunta que se hace en las “Palabras liminares” de Prosas profanas, sobre la posible gota de sangre africana o indígena, pueden ser considerados “una declaración de principios” (Ibíd. 20); porque Darío habría sido influenciado por los intelectuales darwinistas que “siguieron tras la huella de la superioridad racial blanca, que indefectiblemente llevaba hacia el menosprecio y la descalificación de las llamadas razas inferiores” (Ibíd.). Ramírez observa que Darío, siendo fiel a los cánones de la identidad hispana, acusaba la misma amnesia que borró de la memoria histórica los ancestros africanos, y los mismos prejuicios contra lo africano (Ibíd. 24). A juzgar por la respuesta dolida que dio a Unamuno por el comentario racista de que a Darío se le veían debajo del sombrero las plumas de indio, podría agregarse que la ascendencia indígena también pudo, a veces, incordiarlo. Si al principio de su misiva Darío luce orgulloso al responderle: “Es con una pluma que me quito de debajo del sombrero con la que le escribo” (Citado en Jirón Terán 254), luego al final aparece suplicante ante Unamuno: “yo quisiera también de su parte alguna palabra de benevolencia para mis esfuerzos de cultura” (Ibíd.) 157. Sergio Ramírez sugiere que las interrogantes de las “Palabras liminares” sobre su ascendencia afro-indígena muestran a un Rubén Darío dudoso de su mestizaje. Si ese fuera en realidad el estado que denota ahí, la duda puede atribuirse al citado imperativo cultural de ocultar la herencia genética que 156 Hisopos y espadas han sido precisos, unos regando el agua y otras vertiendo el vino de la sangre. Nutrieron de tal modo la raza de los siglos. Juntos alientan vástagos de beatos e hijos de encomenderos, con los que tienen el signo de descender de esclavos africanos, o de soberbios indios, como el gran Nicarao, que un puente de canoas brindó al cacique amigo para pasar el lago de Managua. Eso es épico y es lírico. (Poesía 370) 157 Hay testimonios que dan cuenta del respetuoso tratamiento dado por Darío a un cacique indígena de Talamanca que –descalzo y en camisa– se hallaba presente en el teatro de San José de Costa Rica donde, en 1891, él declamaba. Darío habría acompañado por un tiempo al cacique, junto al salvadoreño Francisco Gavidia, pese a que ambos poetas modernistas estaban defraudados por la ausencia de “la diadema de plumas, el carcaj y el arco”. Cf. “Francisco Gavidia: ‘Entrevista con un rey’” en Günther Schmigalle, La pluma, 59-61. 110 DISCURSOS TRANSVERSALES resultaba problemática al blanqueamiento, porque es improbable que Darío ignorara que sus abuelos eran mulatos158, y en varias ocasiones se refirió a un tío abuelo suyo conocido como “el indio Darío” 159, a quien paradójicamente en La vida llegó a describir como “ rubio y de ojos azules” (21); aunque en las multicitadas “Palabras liminares”, el ancestro que evoca es europeo, letrado y escriturario (Poesía, 180). Posteriormente, en el poema “Los cisnes” de Cantos de Vida y Esperanza, exclama: “Soy un hijo de América, soy un nieto de España” (Poesía 263), y esa declaración va a dar mucha tela a quienes lo han convertido en icono del mestizaje. Es de notar que la actitud de Darío no fue consistente en cuanto a la dicotomía Civilización y Barbarie, pues si en su adolescencia calló ante la persecución y masacre de los indios matagalpa, en su juventud alude a los estragos sufridos por las culturas locales a causa del progreso, y muestra empatía con las razas perseguidas en la llamada pampa, sin llegar nunca a adoptar una posición definitiva, aunque eventualmente su lugar de enunciación es la cultura occidental. Aun cuando se muestra contrario a la brutalidad militar del colonialismo francés en tierras de Madagascar, yuxtapone los beneficios de la fuerza civilizatoria, haciendo notar que sus habitantes “son absolutamente bárbaros; y se ha procurado y se procura infundirle ideas nuevas é (sic) importarles diferentes artefactos, así como iniciarles en los refinados adelantos de nuestro ilustre Occidente” (La caravana pasa. Libro primero, 85). Ahí Darío, a menudo con guiños irónicos, está haciendo notar las humillaciones y ultrajes a que ha sido sometida en Francia la antigua reina de Madagascar, Ranavalo-Manjako III, confinada a Argel, en contraste con las atenciones que recibió el jefe independentista de los bóeres, Paul Krüger: Ciertamente, entre Krüger y Ranavalo hay considerable diferencia. El viejo boer está libre y la reina no; Krüger tiene salva toda su fortuna –quince millones, por lo menos, de peso oro– y la reina no dispone sino de lo que el gobierno de Francia la quiere dar en pupilaje; Krüger lee la Biblia, y á Ranavalo se le ha contaminado de Ohnet, Mary y compañía. Y para colmo de desventuras de la infeliz, cuando ha adoptado las modas europeas, comprado bicicleta, aprendido un poco de piano, y ha venido á París, se la recibe como á una macaca, se la llama negra y fea á cada paso, y poco falta para que se la proponga una contrata en un circo, para bailar la bámbula al lado de Chocolate. Entretanto ella recibe su pensioncita, que la viene a ser como el coronelato de Namuncurá (Ibíd., 91-3, acentuación conforme con el original). 158 El acta de matrimonio de los abuelos de Darío consigna que ambos eran mulatos. (Meléndez Obando 52). 159 Cf. Darío Prosas políticas 164. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 111 Concluye su crónica con referencias a las situaciones de incertidumbre y humillación colonial en que se encuentran determinados pueblos de Asia, África, y América Latina, como China, “en donde los soldados de la civilización desventraron chinitas” (96), el sur de Marruecos que “se pacífica” (Ibíd., énfasis en el original), y Cuba, bajo la enmienda Platt. En una nota al pie de página de La caravana pasa. Libro primero, Günther Schmigalle brinda información sobre cada uno de los personajes o circunstancias históricas aludidas por Darío; y reproduce otra crónica que aclara el paralelo entre la princesa Ranavalo y el jefe pampeano Namuncurá. Se trata de “Namuncurá/La Verbena de la Paloma/Una promesa”, publicada en La Razón, de Montevideo, el 31 de julio de 1894; que es tal vez una de las piezas que mejor ilustra el difícil equilibrio que mantiene Darío en la contienda Civilización versus Barbarie, donde la fuerza de gravedad de la compasión lo inclina otra vez hacia el buen salvaje: Namuncurá, cacique de la Pampa, ha venido a Buenos Aires a pedir un rincón de tierra para cultivar, un rincón de tierra en que morir. El viejo zahareño no tiene ya la larga lanza, los largos cabellos, el vigor de antaño, cuando con sus muslos de hierro apretaba el lomo de su caballo de combate, en lucha con los blancos cristianos. Allí está, lamentablemente vestido de ciudadano, esclavo de la civilización, la cual le obliga a ponerse corbata y a conversar con los reporters. Especial simpatía compasiva inspiran esos pobres reyes caídos. Éste era el invencible dueño de la llanura, que hacía temblar leguas de tierra al paso de su ejército de jinetes salvajes. El progreso fue su enemigo y su vencedor. Las bregas que hubo de sostener, son para ser descritas en los versos de un buen poeta. Su nombre resuena eufónica y heroicamente. Malharro le ha pintado de pie, lanza en mano, la frente apretada por la vincha, el rostro fiero, entre las dos alas negras de la revuelta caballera. ¡El pobre Namuncurá! Debe lamentar su pampa como Behanzin sus bosques. Que no es, por cierto, para esos espíritus libres y primitivos, el bien de la civilización, sino el mayor de los daños. Dicen que no quiere recordar sus tiempos de grandeza porque juzga que los recuerdos no sirven de nada, a no ser que de amargos verdugos. Mas es seguro que en sus momentos de callada soledad, ha de ver desfilar por su mente las caballerías furiosas de sus indios, tal como iban a pelear con el conquistador, con el ‘rico’, con el ‘señor Gobierno’. Deberá presentarse a sus ojos la llanura enorme, la selva de cuernos de los ganados bravíos, los grandes avestruces que más de una vez cazaron sus boleadoras, o el toldo tranquilo en donde el fuerte polígamo tenía su serrallo de ocho mujeres, y allá, no muy lejos, la cordillera blanca de nieve, que le recuerda los hermanos de Arauco, también, acorralados y vencidos al 112 DISCURSOS TRANSVERSALES clamor de un chivateo más formidable aún que el de las tribus indígenas: el aullido triunfante de las locomotoras. Déle el gobierno argentino tierra que cultivar, a quien la tuvo antes inmensa, para galopar y cazar. ¡Dé al último de los caciques la limosna de terruño que le pide! (Páginas desconocidas 42-3). Sobre la selectividad de Rubén Darío en su identificación con la lucha de los pueblos indígenas, Schmigalle observa que protesta contra los ingleses cuando atacan a los bóeres, contra los franceses cuando van sobre Madagascar, pero parece estar de acuerdo cuando los argentinos limpian la pampa. La pregunta a hacerse aquí es si una protesta suya en ese sentido hubiera sido publicada por La Nación, La Tribuna o La Razón160. Darío calló también el genocidio cometido por Bélgica en el llamado Estado Libre del Congo y, al contrario, siempre se mostró admirador del monarca belga, a quien llamaba “el buen rey Leopoldo”161. Pablo Antonio Cuadra dedicó tres diferentes épocas de su vida – que corresponden a tres giros de tuerca en su ideología– para estudiar la presencia indo hispana en la poesía de Darío. En 1939, imbuido del Zeitgeist antimodernista, restaurador de la tradición colonial y del Imperio Español, hizo un deslinde de Darío antes y después de su arribo a España en 1898. Mientras Rubén Darío fué (sic) un Robinsón literario aislado por el liberalismo, por el afrancesamiento, por lo antitradicional –¡todo es lo mismo!–, su poesía no tuvo más valor que su gran esfuerzo solitario. Apenas saltó de su torre de marfil, de su preciosista y cultivada isla y se abrió imperialmente a las rutas hispanas, se convirtió en el genio continental, en el poeta de América, en el Emperador de las letras castellanas (Breviario 136). Cuadra posiciona a Darío como creador solitario del Modernismo y destaca su identificación con la hispanidad, a la que de su cosecha le añade lo de imperial, en una época en que la Falange aspira a reconstruir el Imperio de España en América. Establece una solución de continuidad entre Darío y los integrantes del Movimiento de Vanguardia, que, según vimos antes, se han definido descendientes y continuadores de la obra emprendida por los conquistadores de América: “Apenas llegó a España, sintió renacer en él, en su genialidad robinsónica, el ímpetu poético del Conquistador” (Ibíd. 137). Luego, haciendo referencia a los poemas “Salutación del optimista”, y “A Roosevelt” 162, anota: 160 Correo electrónico del 28 de julio de 2011. 161 Sobre el rey Leopoldo Cf. “En tierra Belga”. La caravana pasa. Libro segundo 111-128. 162 Cf. Darío. Cantos de Vida y Esperanza, Los Cisnes y otros poemas [1905] (Poesía 241297). LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 113 Fué (sic) la amenaza imperialista del viejo Roosevelt cernida sobre América, la tragedia del 98, la que hizo saltar su poesía imperial. En la Hispanidad encontró la voz de su continente para dejar su protesta, su defensa y su ofensiva lírica. La Hispanidad le hizo poeta de las Américas y de las Españas (137). Ya vimos cómo el temor de que el dominio político, militar y económico de los Estados Unidos arrasara la herencia colonial de España movilizó a la intelectualidad hispanista, que cerró filas en torno a la tradición católica. Como mencionamos en el capítulo anterior, sustentando el americanismo de Darío en su declarada identificación con España, Pablo Antonio Cuadra, en el fragor de la Guerra Civil Española, lo acercó a las posiciones de los falangistas Primo de Rivera y Vegas Latapie, para hacer su defensa del fascismo y la hispanidad, contra el comunismo, pero también contra el predomino norteamericano y en pro del restablecimiento del imperio de la Hispanidad163. Advierte que una hipotética ruptura de la tradición hispánica daría vida a los sujetos monstruosos que exterminó o disciplinó España en América: “vendría –como ha venido– la disolución y el caos levantando la masa amorfa sobre la cual operó la conquista es decir, el indígena, el bárbaro” (Breviario 33). De manera que el indio del mestizaje que entonces enaltece Pablo Antonio Cuadra no es el que participó en la mezcla afro e indo hispana, de la que él mismo proviene (Meléndez Obando 52), ni el de los cruces de la “masa amorfa”, que en su descripción cabe dentro de la categoría de “el bárbaro”, sino el indio estetizado de la leyenda precolombina. Igual que Cuadra, aunque desde una posición ideológica radicalmente opuesta, Ángel Rama asigna un peso determinante al viaje a España en 1898, como el disparador del hispanoamericanismo en Rubén Darío. Ninguno consideró la posibilidad de que el proyecto nacionalista y modernizador que estaba en marcha en Nicaragua, pudiera haber incidido de alguna manera en su subjetividad, como incidió el fracaso de dicho proyecto en la producción textual de los años siguientes a 1910. Conocemos las razones político-ideológicas de Cuadra, las de Rama obedecen a que él, como la mayoría de los críticos, ubica fuera de Centro América, concretamente en Buenos Aires, Madrid y París, los hechos históricos y culturales decisivos en la producción textual de Darío. En 1945 Cuadra abandona el falangismo y el hispanismo fundamentalista en su “Introducción al pensamiento vivo de Rubén Darío”, en el que formula su tesis sobre lo indígena y lo hispano; y afirma que “en medio de los contrarios aplausos, Rubén recorre –en alta y unitaria ruta– todos los caminos de la genealogía hispanoamericana, para expresar como un clásico, 163 Cf. “Introducción al Imperio de la Hispanidad (Notas para un esquema de sabiduría de la historia)” (Cuadra, Breviario, 161-188), y “El retorno de la Hispanidad” (Ibíd., 21-61); también Pasos “Conflicto de culturas” (Prosas de un joven 2, 43-47). 114 DISCURSOS TRANSVERSALES la viva voz de su raza, el bullente mundo de su cultura, agónica entonces y todavía entre las dos tentaciones de nuestra alma mestiza: la aventura y el orden” (“Introducción” 10). Cuadra, llega a comprender la originaria esencia cultural mestiza de Darío, evocando el diálogo que, previo a la beligerancia contra el invasor, sostuvo el cacique Nicarao con el conquistador Gil González Dávila, en 1523, y que Darío cita en El viaje a Nicaragua e Intermezzo Tropical (121-2). Ese diálogo le sirve a Cuadra para explicar el origen armonioso de la fusión cultural entre América y España. En otra dirección, Ileana Rodríguez ha señalado que fueron las limitaciones de Gil González Dávila, quien “apenas si puede responder” (80) a las preguntas de Nicarao, las que impidieron que el diálogo tuviera un nivel de igualdad. Ella sostiene que el jefe indígena “en vano buscaba puntos de confluencia ideológica” (Ibíd.), para conocer la concepción que del mundo tenían los invasores, así como sus conocimientos de astronomía y física; pero sólo obtuvo explicaciones basadas en los dogmas de la doctrina católica. Para Rodríguez, el hecho demuestra que los caciques “aportaron primero su juicio y luego su combatividad” (Ibíd.). No obstante, como hemos visto, Cuadra y sus compañeros vanguardistas, eluden los espacios y momentos conflictivos, la violencia y los desgajamientos escenificados por los protagonistas de la eclosión que provocó el arribo de los europeos en los territorios que luego conquistaron, como si el mestizaje se hubiera producido en una temporalidad imaginaria y en un no lugar. Ello ha dado pie a que la historiografía literaria postule el siglo XIX, específicamente los Treinta Años conservadores, como el período en que la espiritualidad nicaragüense se plasmó y desarrolló (Cerutti, “Perfil”), porque al arte llamado pre-hispánico lo caracterizaría el neto predominio instintivo (Ibíd.). Así, en Nicaragua –a mediados de los años sesenta del siglo XX– la historia de la literatura, afirmaba que al aparecer Rubén Darío no existía en América Central literatura indígena, ubicando dentro del folklore los monumentos discursivos de la tradición oral, a la que se sobreponía la escritura como práctica literaria164. Tal planteamiento responde a la concepción teleológica que apunta hacia lo que Lienhard considera como una inevitable homogeneización cultural mediante la cual “poco a poco se irían borrando las diferencias culturales para dar paso a una cultura ‘nacional’ distinta de otras culturas ‘nacionales’”(68). En esa dirección hace falta citar in extenso a Pablo Antonio Cuadra, que en 1983 responde a su propio cuestionamiento sobre lo indio en Darío: El literato Rubén Darío se enfrenta aquí con una herencia sin letra, sin escritura. Quedan a salvo algunos libros esotéricos, como el Popol-Vuh o el Chilam Balam; como algunos dudosos poemas de Netzahualcóyotl (en tiempos 164 Para una ampliación del tema consultar: Zavala, Magda y Seidy Araya. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 115 de Darío aun no se habían descubierto y traducido los poemas con que Garibay y Miguel León Portilla enriquecieron nuestra tradición náhuatl), quedaban tradiciones apasionantes, como la de Quetzalcóatl, y figuras señeras rescatadas por los primeros cronistas e historiadores de Indias. No había una verdadera literatura –como lo era la española– que conservara sin pérdida de la forma y de las esencias, la psicología y las creaciones de esos pueblos. Rubén se aferra a lo poco que la historia de entonces le ofrece. Repite nombres paradigmáticos: ‘Moctezuma, de la silla de oro’; ‘el inca sensual y fino, Cuauhtémoc’…Pero promueve, a través de ellos, una búsqueda, una peregrinación mental hacia el misterio indio. En su Estética de los primitivos nicaragüenses, Rubén escribe: ‘la antigua civilización americana atrae la imaginación de los poetas’. El poeta debe ‘arrancar de la cantera poética de la América vieja, poemas monolíticos, hermosos cantos bárbaros, revelaciones de una belleza desconocida. ‘El arte entonces tendría un estremecimiento nuevo’. El indio no es algo textual, sino que fue y sigue siendo ‘la América oculta’ que hallar y descifrar. Es un reto. El indio está detrás de la lengua, detrás del pensamiento mismo occidentalizado. El indio está dentro: somos su cuna y su féretro. (Aventura 96) Hace suya la antes abominada estética decadentista, y mira a “la América vieja” como la veta de inspiración que Darío imaginó para poetas decadentes; sólo que al parafrasearlo omite el nombre del parnasiano Leconte de Lisle. En esta nueva visión, Cuadra destaca los componentes amerindios e hispanos de la obra de Darío. Vuelve sobre el poema “Salutación del optimista” como el mejor ejemplo de su hispanidad, y señala que su raigambre indígena queda expresada en “Tutecotzimí”. Reúne referencias dispersas a los indios en la poesía de Darío para demostrar su orgullo de ser mestizo; pero lo mostrado son alusiones al mundo que sucumbió en la conquista165. Rubén Darío creció en un medio donde se vivió en carne propia las secuelas de la guerra y el racismo anti mestizo impuestos por el esclavista norteamericano William Walker y, según vimos, respondió en El viaje a Nicaragua a los prejuiciados viajeros como el inglés Thomas Belt, que viendo una marcada degeneración en los descendientes de españoles, mestizos e indígenas (131) no se inclinaba por promover la inmigración europea hacia Nicaragua, temeroso de que la “indolencia” de sus habitantes fuera contagiosa. Belt era un convencido de que los Estados Unidos gradualmente colonizarían desde México hasta Panamá, para luego avanzar hacia el sur y, fundado en la doctrina del Destino Manifiesto, no veía lejano el día en “que la lengua inglesa se hable desde las heladas tierras del lejano norte hasta la Tierra del Fuego en el sur” (303). Eso pudo influir en el recelo que por una vida tuvo Darío hacia 165 David Whisnant, comentando el uso que Cuadra hace de las referencias de Darío a los indios para argumentar que como ningún otro poeta de su tiempo proclamó el orgullo de ser mestizo, observa que también Ivan Schulman interpretó la nostalgia de Darío por el trópico, como una nostalgia por los orígenes, lo cual es en realidad una identificación con su país. Cf. Whisnant, “Chapter Eight, Note 12”: 489; también Ivan Schulman. “Martí y Darío frente a Centroamérica: perspectiva de realidad y ensueño.” 116 DISCURSOS TRANSVERSALES la raza anglosajona, sin que por ello dejara de admirar la fuerza creadora del “yanqui”. Cierto, usó la categoría de mestizo en el artículo periodístico “Bronce al soldado Juan”, en el que exclama “¡Música, himnos al Mestizo!” (Prosas políticas 43) en homenaje al héroe costarricense Juan Santamaría, quien peleó en la guerra contra Walker, pero no hay registros que demuestren hasta ahora que la haya usado de manera explícita para definir su propia identidad racial o la de sus connacionales. No obstante, Pablo Antonio Cuadra señala que fue el racismo escarnecedor de los filibusteros y viajeros del siglo XIX lo que hizo que Darío proclamara “contra todos los complejos y prejuicios de su tiempo, el orgullo de ser mestizo” (Aventura 89). Sobre lo español en Darío, Cuadra dice que tendría poco que agregar (Ibíd., 94), y que la interrogación más bien debe orientarse a la búsqueda del sustrato indio. Como no puede ser de otro modo, halla la respuesta en la solución arqueológica que propuso en “Estética de los primitivos nicaragüenses”; pero acota que “[e] indio no es algo textual, sino que fue y sigue siendo ‘la América oculta’ que hallar y descifrar” (Ibíd., 96). Así desentraña de textos esporádicos de la poesía del modernista, primero al nieto de España y más tarde al hijo de la América arcaica– para formular el principio generativo de una poética del mestizaje literario, sin dar cuenta de la importante presencia africana en las mezclas que se produjeron en el Pacífico, Norte y Centro de Nicaragua. La exégesis del mestizaje indohispano en la poesía de Rubén Darío no ha sido coto exclusivo de los vanguardistas; a ellos se han sumado otros intelectuales conservadores, entre quienes sobresale el académico Edgardo Buitrago, para quien la esencia del ser hispanoamericano, en Darío, la constituyen “Lo hispánico, lo católico, y lo indígena” (622), así que el mestizaje en su poesía no sería sino “una forma o manera de ser hispánico” (623), que es consustancial a ser católico. Reconoce que en Darío lo indígena no aparece expuesto en temas específicos, sino “como elemento de sensualismo” (624), que se integra a “’lo occidental’ por lo hispánico” (625); y concluye que así Rubén Darío, se transforma “en el fruto más significativo y diferenciado del mestizaje. En la expresión más pura y más original del ‘nuevo hombre’ hispanoamericano” (625). Pero lo realmente novedoso en Buitrago, es que ese mestizaje trasciende lo histórico concreto, que se hallaría representado a partir de Cantos de Vida y Esperanza; porque sus elementos constitutivos serían esencialmente mitológicos o metafísicos. A diferencia de los vanguardistas Buitrago reivindica, desde el principio, los temas y formas tan denostados de Azul… y Prosas profanas, en donde más que escapismo él ve una búsqueda de “la celeste carne de mujer” para realizar, en un tiempo suspendido, el génesis en gerundio de ese “’hombre nuevo’, producto de un mestizaje todavía realizándose y de una tierra afirmada aún en su original ímpetu primitivo” (616). En ese hibridismo mítico, Darío habría encontrado “en lo fáunico griego, en lo vitalmente pánico, el elemento esencial de lo humano” (Ibíd.), que es decir lo occidental como sustancia de la existencia. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 117 Para Pablo Antonio Cuadra, Coronel Urtecho, Luis Alberto Cabrales, Joaquín Pasos, Alberto Ordóñez Arguello y quienes les han sucedido en esa vía discursiva, la violencia que marcó el momento de la conquista y el largo proceso de la colonia fue inexistente; el sujeto americano y su cultura devinieron subtexto de las Crónicas de Indias del siglo XVI. En su discurso, el mestizaje perdió el sentido de orgía y desenfreno en la satisfacción del deseo y las pasiones. Se le despojó de su naturaleza transgresora de burundanga (aunque Coronel reivindica la mescolanza en la cocina); porque se le dio el valor antiséptico de agua lustral para eliminar el pecado original de los cruces de blancos con sangres impuras. Ni que decir que aun ahora, pese a las evidentes realidades de resistencia cultural de los sectores subalternos, que demuestran la invalidez del mestizaje para describir e interpretar los mecanismos que rigen un conjunto económico, social y cultural heterogéneo, las tesis de los vanguardistas son seguidas sin ningún tipo de cuestionamiento por quienes controlando las instituciones de poder simbólico persisten en aferrarse a un paradigma de naturaleza biológica. Ese paradigma –que encubre la rebelión del indígena contra el “descubridor” y contra los conquistadores, foráneos y locales que destruyeron sus monumentos escritos, sus mapas y pinturas, y sus poblados– fue por mucho tiempo efectivo para imponer el olvido de la resistencia indígena, aplastada violentamente bajo el lema de Civilización versus Barbarie. En el discurso que devino ideología nacional, el mestizo llegó a convertirse en emblema de la Nación homogénea; un oxímoron si sensu strictu se considerara el mestizaje una mixtura genética, racial o cultural; aunque para los constructores nicaragüenses del discurso del mestizaje, éste realmente significa un devenir otro –español o blanco– purificado por la occidentalización. DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA SALIDA DEL MUSEO 119 DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 121 “Cuando un poeta como Darío ha pasado por una literatura, todo en ella cambia.” Jorge Luis Borges 122 DISCURSOS TRANSVERSALES Hemos visto que la generación de centroamericanos con la que se educó Rubén Darío, vio en la modernidad europea, la salida del atraso y el camino hacia el desarrollo. Francia y particularmente Paris, era hacia donde miraban los letrados del siglo diecinueve, que abrazaron con fe ciega el credo de la Ilustración. Su racionalidad eurocéntrica rindió tributo a la “diosa” razón, sobre el vacío de una sociedad anclada en la cultura teocéntrica, con un exacerbado número de analfabetos, sin contar con una base material industrial y sin una real transformación socio cultural de los cimientos coloniales; en otras palabras, siguiendo el formato europeo, los herederos del poder colonial trataron, como en el resto de América Latina, de copiar el modelo republicano sobre la base del gamonalismo y la servidumbre. Contra el conservadurismo imperante que lo privó de la posibilidad de estudiar fuera de Nicaragua y que lo llevó a los tribunales por escribir poesía, Rubén Darío –echando en falta la libertad de pensamiento– devino abanderado de la más irrestricta libertad. Ángel Rama señalaba que la fijación en la herencia cultural europea fue la que colocó al intelectual de ese tiempo en una situación ambigua que lo convirtió en “desterrado en tierra de bárbaros, que vive de su nostalgia, por lo cual es un prisionero que sufre y sólo piensa en la fuga” (“Sueños”, 44). No obstante, Darío pudo imaginar en lontananza la posibilidad remota de ver materializada, a escala, la modernidad en su país, gracias al impulso modernizador que vivió Nicaragua entre 1893 y 1909 bajo el régimen autoritario de José Santos Zelaya. En esa época de abruptas transformaciones en el orden económico y social que, con mucho, eran una continuación de las iniciadas en el periodo de los Treinta Años, aunque con un nuevo empuje a la economía de agro exportación, obras de infraestructura y desarrollo educativo, Nicaragua alcanzó gran visibilidad en política internacional, debido principalmente a que fue reavivado el tema de la construcción de un canal interoceánico en su territorio, obra, que según sabemos, fue parte de los sueños frustrados de Darío; y debido a que también se alentó desde el país la posibilidad de la unión centroamericana, un proyecto de raíz liberal, al que se opusieron las fuerzas conservadoras de dentro y fuera de Nicaragua. Entusiasmado con el progreso que pudo conocer in situ durante su viaje de 1907, puso su prestigio internacional al servicio del gobierno, aunque el Presidente vaciló antes de decidirse a nombrarlo como su ministro ante el Rey de España, y cuando lo hizo prácticamente lo abandonó a su suerte. En cambio, una vez que Zelaya fue echado del poder, Darío se mantuvo firme en la amistad y en los principios liberales; actitud que desmiente a quienes, con no poca ligereza, lo han juzgado de oportunismo político o desagradecimiento. En el plano cultural, con el renombre alcanzado por Rubén Darío en el ámbito de la lengua hispana y la retórica del progreso animada por Zelaya, el país llegó a ser referencia de la intelectualidad liberal, a tal punto que, en LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 123 contra de la historiografía conservadora, hay quien ha llegado a decir que por la preeminencia de Darío y Zelaya esa fue la Edad de Oro de Nicaragua en el siglo XX (Stansifer 59). El final violento de ese lapso posibilitó el regreso al poder de las fuerzas conservadoras que pusieron de rodillas a la nación y se ensañaron en su mayor gloria cultural, cuya originalidad consistió en hacer un ejercicio dialéctico de asimilación y apropiación de los valores europeos, transformándolos y subvirtiéndolos. Esa fue la base de su revolución del verso castellano y esa su aproximación a la civilización occidental, norteamericana o europea, ante la que no se rindió deslumbrado, como no se rindieron los indígenas colonizados, que “obligados a la imitación, a la simulación de lo ajeno y a la vergüenza de lo propio” (Quijano 117), produjeron un arte único como si no les hubiera sido posible “practicar los patrones impuestos sin subvertirlos, ni apropiárselos sin reoriginalizarlos” (118). Aun cuando hizo la apoteosis del progreso en El viaje a Nicaragua, no dejó de observar que “el modernismo” no llegaba a los hogares donde abundan las familias numerosas, y apuntó que pese a “la victoria de los principios radicales en la política, la mujer, como en casi todos los países, conserva la religiosidad y mantiene las prácticas de devoción.” (213-4) En lo tocante a su fe, debe tenerse en cuenta que, sin renunciar al secularismo, vivió en busca de respuestas a la discontinuidad de la existencia y se aproximó al espiritismo, al ocultismo, a la masonería; porque en una época de descubrimientos, avances científicos y tecnológicos, su certeza en una vida ultra terrena no pareció disiparse; al contrario, confió en que los misterios del más allá serían develados: “Mi creencia es que, después del telégrafo, después del teléfono, después del cinematógrafo, después de la luz eléctrica, después del radium, después de la aviación, después de Marconi, después del hallazgo del Polo, si resulta verdad, después de tantos otros milagros más que vendrán, surgirá de la ciencia un Colón del más allá.” (El mundo 91) Pero si nunca se distanció completamente del catolicismo, su práctica fue heterodoxa. No siempre estuvo adscrito a la Iglesia y cuando retornó a ella fue, como dijera Rama, en periodos de oscuridad y confusión, en los que se sintió forzado “a buscar una base segura que le permitiera vivir” (“Sueños” 21), y –completemos nosotros– que le ayudara a rendirse a la muerte con el auxilio de los últimos sacramentos, para aliviar su alma mientras los cirujanos convertían su cuerpo en espacio vivo de torpes y tormentosas experimentaciones. Rubén Darío a los catorce años, bajo el influjo de quienes se decían seguidores del enciclopedismo, se pronunció con vehemencia a favor del progreso y la razón, y en contra del oscurantismo, mientras en nombre de la civilización el gobierno de Nicaragua perseguía a muerte a las castas indígenas; pero a los veintisiete y luego a los treintaicuatro se muestra compasivo con los llamados bárbaros; edades en las que los vanguardistas nicaragüenses están celebrando la limpieza racial que supuso el mestizaje, y clamando por el retorno del imperio español para continuar la tarea inconclusa de exterminar la barbarie. En las crónicas que dedica a la reina Ranavalo de Madagascar o a Namuncurá, el cacique de la llanura argentina, es perceptible el eco de 124 DISCURSOS TRANSVERSALES Las Casas y, más próximo a su tiempo, el del Romanticismo que antepone el sentimiento y la pasión a la fría racionalidad; es decir, que en ambas crónicas la empatía con “el buen salvaje” revela la asimilación de las ideas del gran disidente de la Ilustración, Jean Jacques Rousseau. Tal vez esa sea la más insalvable brecha ideológica que separa a Darío de los vanguardistas, por lo cual en la recepción se vieron forzados a continuar con las distorsiones que iniciaron sus enterradores; pese a que su propósito programático desde la oda de José Coronel Urtecho era “resucitarlo”, según Ernesto Cardenal, profanando su tumba para “despojarlo de las coronas funerarias y los sellos que la policía oficial de la crítica habían puesto sobre su obra” (45). El resultado, por el contrario, ha sido una serie discursiva que cruza diametralmente su obra sin encontrar, las más de las veces, punto de convergencia. Verdad es que hasta hoy no ha surgido en Nicaragua un grupo tan cohesionado y coherente en sus formulaciones como el de los integrantes del Movimiento de Vanguardia. De su producción textual se derivan el discurso de la nacionalidad, el de la identidad cultural hegemónica y el canon literario. Ellos fueron jóvenes formados en la tradición católica –la mayoría por los jesuitas– que respondieron a la crisis del Estado desde la perspectiva más próxima a su clase, a su tradición cultural y religiosa, y en un contexto en que el hispanismo falangista se les presentaba como única alternativa al fantasma del comunismo y a la creciente amenaza luterana, con la intervención militar estadunidense recién vivida. En su empeño restaurador esos intelectuales vieron los liderazgos de Mussolini y Franco como los modelos a seguir en Nicaragua. Mirando a Italia y España imaginaron que la solución de los conflictos que atribuyeron a la modernización liberal los resolvería un liderazgo fuerte que restauraría con voluntad de Conquistador el espíritu imperial de la colonia. Exaltando a los pensadores españoles de la falange, Pablo Antonio Cuadra quien atribuía la ruptura de “la unidad espiritual y material de la Hispanidad, es decir el orden grecorromano y católico” (Breviario 124-5), a la Independencia y al liberalismo, pensaba que el orden de la nación sólo podría alcanzarse “cuando un jefe genial” (Ibíd. 133) supiera dar al espíritu aventurero del nicaragüense “su misión conquistadora” (Ibíd. 134). José Coronel Urtecho, a su vez, consideraba que la dictadura era “el régimen natural de la Nicaragua independiente”, y gritaba con vehemencia: “La dictadura viene volando. Hay señales en los cielos y en la atmósfera…Nicaragua exige el gobierno de una autoridad personal, libre, fuerte y durable…Necesitamos un hombre que organice a Nicaragua. Necesitamos un dictador”166. Joaquín Pasos, por su parte, decía: “la conciencia nacional reclama sus derechos de orden, cada joven espera la respuesta del aviso que puso sobre el desastre de la actual Nicaragua: SE NECESITA UN HOMBRE” (Prosa de un joven 1, 171, énfasis en el original). Y lo tuvieron en Anastasio Somoza García, quien después de ordenar el asesinato de Augusto C. Sandino (1934) tomó el poder y sentó las bases de una férrea dictadura 166 Citado en Arellano, 187. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 125 militar, que duró veinte años, y que luego se prolongó por veintitrés años más, mediante la sucesión dinástica de sus hijos hasta que fue desmantelada por la revolución popular de 1979. Así, aquellos jóvenes reaccionarios que fundaron el Movimiento de Vanguardia en el campanario de una iglesia, devinieron intelectuales orgánicos de un régimen de poder unipersonal del cual se distanciaron, pocos años después, cuando dejaron de ser útiles al dictador, convirtiéndose en sus opositores, principalmente Cuadra, quien –a partir de esa frustrante experiencia política– insistió en advertir los costos que para la libertad individual del letrado conlleva el favor proveniente de los poderosos. Joaquín Pasos murió muy joven, fiel a su visión colonial de la historia. Alberto Ordóñez Arguello tuvo una producción discursiva cuantitativamente menor, aunque esencialista de la identidad mestiza indo hispana. Coronel Urtecho, después de haber sido interpelado en los años sesenta por el refundador del sandinismo, Carlos Fonseca, como el principal responsable de los males políticos que aquejaban a Nicaragua, hizo un espectacular mea culpa y terminó sumándose al proyecto de la revolución sandinista, en lo que para el inquebrantable conservador, Pablo Antonio Cuadra, no fue sino un gesto oportunista, de quien siempre supo acomodarse “al cambiante poder político nicaragüense.” (Aventura 55) Ese distanciamiento ético de Cuadra con el poder no tuvo la impronta que ha tenido su discurso sobre la identidad nacional y el mestizaje. En la recepción de Rubén Darío en su país de origen, prevaleció el horizonte de expectativas conservadoras y católicas de los jóvenes que abrazaron el hispanismo bajo los estandartes de la Falange. El producto de la producción producida167 por la recepción colonial de Rubén Darío –una imagen pétrea– es una textualidad que no interroga el etnocentrismo europeo que entraña, una tautología muy próxima a lo que el novelista chileno Roberto Bolaño llama “una literatura no especulativa, sin ideas, sin afirmaciones ni negaciones, sin dudas, sin pretensiones de guía, ni a favor ni en contra, sólo un ojo que busca los elementos tangibles y no los juzga sino que los expone fríamente, arqueología del facsímil y por lo mismo arqueología de la fotocopiadora (79); que reproduce el discurso del mestizaje, un parangón racista que aunque se lo emplee tan sólo como metáfora, “no sirve de metodología para estudiar los procesos de comunicación cultural ni para analizar sus efectos en los ‘textos’ producidos” (Lienhard 66). Discursividad anclada en el pensamiento reaccionario de la primera mitad del siglo veinte, del que deriva en parte la retórica antintervencionista, cuyo origen se puede rastrear en las formulaciones de Cuadra, para quien “Sólo se puede llegar a Sandino si ha llegado hasta la conciencia del campesino la Oda a Roosevelt o la Salutación del optimista” (Aventura 30, énfasis en el original). Con ese aggiornamento 167 “La regla de producir siempre el producir, de incorporar el producir al producto, es la característica de las máquinas deseantes o de la producción primaria: producción de producción.” (Deleuze-Guattari 16) 126 DISCURSOS TRANSVERSALES a las formulaciones falangistas, anti indigenistas, y anti anglosajonas de Breviario imperial, Cuadra remarcaba la transversal que cruza el discurso hegemónico de la identidad y la nacionalidad vigentes. Pero si como dice Anderson, el nacionalismo piensa en términos de los destinos históricos, mientras el racismo sueña con contaminaciones eternas, y tiene su origen en una ideología de clase más que en la de la nación (210), todo llevaría a concluir que en ese discurso de la nacionalidad nicaragüense subyace el racismo o la pretensión de blancura resultante del mestizaje concebido como detergente limpiador de las impurezas de sangre indígenas o afro descendientes, para no mencionar las otras diferencias purgadas. Comprobar cuánto ha calado esa retórica en la mayoría de los nicaragüenses fue una tarea que surgió en el curso de la investigación para este trabajo. Se trataba de saber cuál era la idea que de Darío tendrían sus conciudadanos, para ello era necesario confrontar los criterios de la élite letrada con la de nicaragüenses anónimos dispersos en el territorio nacional. Un sondeo en los medios de comunicación sirvió para saber que nunca se había hecho una medición en ese sentido. Así que cuatro días después de que la Asamblea Nacional hiciera, de nuevo, la proclamación de Darío como prócer de la independencia cultural de la nación168, se introdujo en una encuesta de opinión dirigida por Raúl Obregón, sin una previa lista de nombres, la pregunta abierta sobre quién era el nicaragüense que generaba más orgullo e identidad nacional169. Los resultados demostraron que sólo el 35% de un universo de 1690 entrevistados respondió que Rubén Darío; el 14 % dijo que nadie; y el 10% respondió que el tricampeón de boxeo, recién fallecido, Alexis Arguello; mientras que Augusto C. Sandino, ocupó el cuarto lugar, con un modesto 4,8 %. La lectura de esos datos nos dice que el uso de Darío como símbolo de la identidad nacional mestiza, es un constructo letrado vacío de significado para un 65% de la población consultada. Nos demuestra algo más, que el discurso de los vanguardistas nicaragüenses igual que muchas de las obras de las otras vanguardias que irrumpieron entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, es pieza de museo que no resiste el aire del tiempo. Pero la colonialidad como el colonialismo tiene custodias para sus dogmas y patrones cognitivos, son los guardas del sepulcro que anatematizan toda aproximación diferente a la cultura y a Rubén Darío. Deleuze y Guattari hacen hincapié en recordar que no hay formación social que no prevea la forma real bajo la cual corre el riesgo 168 El 15 de junio del año 2010 la Asamblea Nacional reformó el artículo cinco de la Ley 333 aprobada en el 2000, el cual ahora se lee así: “Art. 5 Se declara al ilustre Poeta Rubén Darío, el Nicaragüense Universal de los Siglos “Prócer de la Independencia Cultural de la Nación”. (www.http://legislacion.asamblea.gob.ni/ énfasis en el original) 169 La encuesta se realizó entre pobladores de las zonas geográficas de Managua (432), SurOriente (250), Occidente (327), Centro (144), Norte (395), Zona Especial (142). Agradezco a Raúl Obregón y al personal de M&R Consultores por su desinteresado apoyo, y a Carlos Fernando Chamorro por gestionar que se incluyera mi pregunta en la encuesta. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 127 de que le llegue el fin y por eso la conjura con ahínco: “De ahí la obstinación con que las formaciones anteriores al capitalismo encierran al mercader y al técnico, impidiendo que flujos de dinero y flujos de producción tomen una autonomía que destruiría sus códigos. Tal es el límite real” (183 énfasis en el original). Por mucho que el canon y los discursos derivados de la recepción colonial parezcan consolidados, más temprano que tarde ─porque todo lo sólido se disuelve en el aire─ ha de procederse a nuevas recepciones de la obra de Rubén Darío que no ignoren las condiciones de su producción170. Así se generará una discursividad nueva, que reconociendo al y la nicaragüense como uno y una, pero simultáneamente múltiple, romperá con aquella tautología. Para eso hará falta desmarcarse de las categorías binarias –Europa-América, España-Hispanoamérica, centro-periferia, prosa-verso, indio-mestizo, masculino-femenino– y superar la colonialidad, provincializando a la cultura occidental. Será cuando el supremacismo cultural desaparezca y realmente se respete la dignidad de las otras etnias, credos o descreencias, géneros y sexualidades negadas por la racionalidad que entronizó el mestizaje como identidad nacional, y a una cultura como práctica universal. Ese vendría a ser el límite real, que reprimido desde dentro ha de volver desde fuera, como signo de extinción de esa racionalidad colonial. Entonces será cuando Rubén Darío pase realmente por la literatura nicaragüense cambiándola por completo, y otras generaciones con espacios más democráticos de educación, ejerciendo el derecho a pensar, a dudar o cuestionar, podrán verlo como ser único, diverso, performativo, contradictorio, y contingente como ellas mismas; y por eso, con identidades intercambiables. 170 Cf. Bürger. DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 129 OBRAS CITADAS Ampié, Juan Carlos. “Reportaje sobre El Güegüense”. Programa de TV de Carlos Fernando Chamorro, Aquí Nicaragua: www.youtube.com/ watch?v=mm8pw82fXsg Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Trad. Eduardo L. Suárez. México: Fondo de Cultura Económica, 1991. Arellano, Jorge Eduardo. Entre la tradición y la modernidad. 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DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 141 ÍNDICE DE NOMBRES A Academia Nicaragüense de la Lengua, 16, 17, 132, 135, 138, 139 Acción fascista 95 Acosasco 77 África 103, 104, 106, 111 Alpes (los) 14 Amado, Jorge 94 América 10, 12, 13, 14, 19, 21, 30, 35, 38, 51, 57, 59, 60, 61, 62, 63, 65, 66, 67, 68, 69, 89, 90, 94, 96, 98, 99, 100, 102, 106, 107, 110, 111, 112, 113, 114, 115, 116, 122, 127, 132, 134, 136, 137, 138, 139 América Latina 10, 12, 13, 21, 30, 35, 59, 61, 62, 65, 67, 69, 89, 94, 98, 102, 106, 111, 122, 134, 136, 137 Ampié, Juan Carlos 129 Anarquismo 15, 67 Anderson, Benedict 29, 34, 126, 129 Antinorteamericanismo 12 Antropofagia 99 Arauco 111 Araya, Seidy 114, 139 Arellano, Jorge Eduardo 15, 124, 129 Argentina 11, 42, 52, 54, 58, 60, 61, 63, 67, 69, 70, 78, 79, 80, 81, 84, 108 Argüello, Alexis 126 Argüello, Santiago 78, 129 Aróstegui, Alejandro 21 Arrom, José Juan 129 Arroyo Buitrago, Carlos 106, 129 Asbaje, Juana de 52 Atenas 14, 98 Augier, Ángel 53, 54, 57, 58, 129 Autoritarismo 98, 100 Avenida Roosevelt 19 Aventura literaria del mestizaje 25, 132 Ayerdis, Miguel 129 Azorín 88 Azul... 16, 24, 34, 82, 83, 116, 129 B Balaguer, Joaquín 15 Balboa 65 Bámbula 110 Banco Central de Nicaragua 21, 129, 132 Banco Nacional 58 Barbarie 22, 25, 30, 31, 32, 35, 37, 40, 97, 98, 108, 123 Barcelona 14, 69, 79, 80, 130, 133, 134, 135, 137 Barcia 62, 129 Barra 82, 83, 129 142 DISCURSOS TRANSVERSALES Barreto 14, 129 Barrios 108 Batalla 55 Bazil 58, 79, 129 Behanzin 111 Belén 33 Bélgica 112 Belt 96, 115, 129 Benjamín 47, 70, 129 Bermúdez 69, 81 Biblia 110 Blanchot 49, 129 Blanco Fombona 52, 68 Blandón 3, 94, 107, 130, 138 Blumenberg 24, 54, 56, 57, 69, 130 Bobadilla 99 Borgen 33, 106, 130 Borges 121, 130 Bou 50, 130 Brasil 63, 69, 94 Breviario imperial 25, 88, 95, 96, 126, 132 Bristow 65 Browitt 12, 130 Brown Brothers Co. 58 Buenos Aires 15, 42, 49, 70, 79, 111, 113, 129, 131, 134, 136, 138 Buitrago 42, 106, 116, 129, 130, Burns 31, 106, 130 Bush, George H. W. 16 Bush, Jebb 16 C Cabezas 69 Cabrales, Luis A. 33, 86, 87, 103, 117, 131 Caciquismo 98 Calderón y Padilla, Octavio José 87 Calibán 13 Calinescu, Matei 82, 131 Canibalismo 97 Canto a la Argentina 11, 58, 61, 84 Canto errante, El 11, 12, 133 Cantos de Vida y Esperanza 43, 110, 112, 116 Caravan pasa, La 62, 110, 111, 112, 132 Cardenal, Ernesto 95, 124, 131, 132 Cardón, El 14 Caribe 11, 68, 95, 105, 106, 107, 138 Carnevalini, Fabio 37, 40, 41, 42 Carpentier, Alejo 94 Castelli, Nora 51, 131 Castillo, Adán 16, 66, 78, 132, 133, 135, 137 Castro-Gómez 22, 23, 34, 131, 134 LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 143 Catedral 77 Catedral de León 14, 19 Catedral de Managua 87 Catolicismo 12, 14, 17, 76, 82, 83, 84, 85, 86, 87, 123 Centenario de la Independencia de México 48, 49 Centenario de México 53 Centroamérica 12, 14, 42, 64, 70, 82, 99, 106, 115, 130, 132, 135, 136, 138, 139 Centro América 38, 51, 59, 63, 65, 113, 132 Cerutti, Franco 31, 37, 40, 114, 131 Cervantes (Miguel de) 14 Chamorro Alfaro, Pedro Joaquín 40, 41, 81 Chamorro, Carlos Fernando 126, 129 Chamorro, Emiliano 21 Champagne, La 50, 52, 55 Chávez, Hugo 16 Chilam Balam 114 China 96, 107, 111 Chinandega 105 Chocolate 110 Chocoyos 43 Chorotegas 98, 102 Cisnes y otros poemas, Los 112 Ciudad Darío 19, 43 Civilización 13, 22, 25, 31, 34, 35, 36, 37, 40, 42, 63, 68, 69, 89, 97, 98, 99, 108, 111, 115, 123 Clero diocesano 37 Cocina nicaragüense 100, 105 Colegio San Ramón 38 Coloma González, Fidel 15, 34, 131, 133, 135, 139 Colón (Cristóbal) 96, 99, 123, Colonia 62, 85, 88, 90, 100, 101, 102, 105, 106, 117, 124 Colonialidad 22, 23, 30, 126, 127, 131, 134 Colonialismo 20, 110, 126 Compañía de Jesús 35, 36, 38, 39, 40, 43 Conferencia Panamericana 49, 66 Congo (Estado Libre del) 112 Congreso de los Estados Unidos 65 Congreso Nacional 40, 80 Congreso Nacional de la República de Nicaragua 80 Conquista, La 50, 89, 94, 97, 113, 115, 117 Consejo Nacional de Cultura 21, 133 Conservadurismo 17, 38, 122 Constitución de Cádiz 103 Contreras, Francisco 84, 131 Contreras, Rafaela 80 Convención del Partido Liberal 19 Cornejo Polar, Antonio 94, 105, 135 Coronel Urtecho, José 15, 94, 100, 101, 105, 117, 124, 125, 131, 139 Cortázar, Julio 15, 20 Cortés, Fray Patricio 70 144 DISCURSOS TRANSVERSALES Cortés, Hernán 55 Costa Atlántica 97 Costa Caribe 95 Costa Rica 14, 97, 99, 109, 134, 135, 136, 138 Crónicas de Indias 117 Crónicas desconocidas 40, 63, 67, 68, 132 Crónicas desconocidas 1906-1914 40, 63, 67, 68, 132 Crusoe, Robinson 95 Cruz S, Arturo 32, 36, 37, 41, 44, 132, 137 Cuadra Downing, Orlando 101, 131, 132 Cuadra, Pablo Antonio 12, 20, 25, 34, 66, 89, 94, 95, 99, 106, 112, 113, 114, 116, 117, 124, 125, 131 Cuadra Pasos, Carlos 87, 88, 132 Cuadra, Pedro J. 79, 80, 84, 95 Cuadra, Pedro Rafael 62 Cuartel Moncada 21 Cuauhtémoc 115 Cuba 52, 53, 55, 57, 58, 59, 65, 94, 111, 129 D Darío, Rubén 1, 10, 11, 12, 13, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 32, 33, 34, 35, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 48, 49, 50, 53, 56, 59, 60, 61, 65, 67, 69, 70, 76, 80, 82, 84, 85, 86, 88, 89, 90, 94, 95, 96, 98, 101, 105, 107, 108, 109, 112, 113, 114, 115, 116, 122, 123, 125, 126, 127, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 138, 139 Darío Sánchez, Rubén 80 Daudet, Alphonse 14 Dávila, Pedrarias 100, 114 Dawson, Thomas 61 Debayle, Luis H. 16, 18, 19, 43, 76, 79, Decadentismo 11, 12, 48, 82, 83, Delacroix (Eugène) 64 Deleuze, Gilles 5, 10, 125, 126, 133 Delgado-Aburto, Leonel 23, 35, 43, 69 Dependencia 12, 13, 61, 68, 106 Diabolismo 83 Díaz, Adolfo 21, 70, 78 Díaz-Balart 16 Díaz, Porfirio 56, 58, 60 “Dinamita” 15, 108 Diócesis de Matagalpa 36 Discusión, La 53, 57, 59 Doctrina católica 114 Doctrina Monroe 66 Drago 67 Dreyfus, Alfred 63 Duarte, Agustín 37 Dussel 13, 39, 134 E Edipo 5, 133 LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 145 Elegancias 69 Elizondo 37 Enciclopedia 100, 135 Enciclopedismo 123 Enguídanos, Miguel 50, 134 “En la isla de oro” 48 Enmienda Platt 65 Erotismo 85, 134 Escritos inéditos de Rubén Darío 15, 136 Escritos políticos 132 Escuela de Ciencias de la Educación 56 Esoterismo 83 España 10, 11, 12, 30, 32, 38, 41, 48, 49, 53, 60, 66, 80, 89, 90, 94, 99, 102, 107, 110, 112, 113, 114, 116, 122, 124, 127, 134, 138 Esparta 98 Espiritismo 83, 123 Estación del Ferrocarril Mexicano 56 Estado-Nación 30, 31 Estados Unidos 10, 11, 12, 13, 15, 16, 18, 20, 21, 24, 30, 36, 48, 49, 51, 52, 54, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 62, 63, 64, 65, 66, 67, 68, 69, 96, 113, 115, 136 Estatua de Montoya 64 Estrada Cabrera, Manuel 70 Ética protestante y el espíritu capitalista, La 22 Europa 13, 14, 15, 30, 36, 42, 48, 50, 53, 57, 59, 62, 63, 64, 65, 66, 69, 78, 81, 98, 108, 127, 134, 137 Evangelio 33 F Facundo. Civilización y barbarie 108 Falange 88, 112, 124, 125 Falangismo 25, 101, 113 Familia Somoza 16, 19, 86 Fascismo 95, 101, 113 Fernández Retamar, Roberto 12, 134 Ferro-Carril, El 41 Fiallo, Fabio 52 Fígaro 53, 186 Folklore Nacional 102 Fonseca, Carlos 10, 125, 134 Foucault, Michel VII, 22, 23, 24 France, Anatole 63 Franco, Francisco 15, 19, 124, 129, 131 FSLN 22 Fuentes, Carlos 15 G Gache, Alberto 79 Gallegos, Rómulo 94 Gamboa, Federico 50, 59 Gámez, José Dolores 40, 100 García Calero, Estanislao 85, 134 146 DISCURSOS TRANSVERSALES García Sarmiento, Félix Rubén 24, 33 Garibay, Ángel María 115 Garífuna 106, 130 Gavidia, Francisco 109 Generación del 98 88, 90 Ghiraldo, Alberto 61, 134 Girard. Alan 49, 50, 134 Gobernador de la Florida 16 Gobierno de los Estados Unidos 61 Gobierno de Somoza Debayle 19 Gobierno mexicano 55, 58 Gómara (Francisco de) 99 Gómez Carrillo, Enrique 79 González 15, 34, 67, 114, 131, 133, 135, 139 Gottel, Henri 42 Gould, Jeffrey 35, 40, 106, 134 Gracián, Baltazar 57 Granada 14, 30, 31, 32, 64 Grantaire 14 Grecia 98, 107 Green, Graham 15, 130 Guatemala 16, 36, 70, 79, 81, 99, 108 Guattari, Félix 5, 10, 125, 126, 133 Güegüense, El 106, 129, 137 Guerra Civil Española 113 Guerra Nacional 31 Gullón, Ricardo 85, 134 Gutiérrez Castro, Ramón 36, 129, 134 Gutiérrez Girardot, Rafael 85, 88, 134 Guzmán, Enrique 14, 37, 51, 173 H Habana, La 48, 49, 53, 54, 57, 58, 59, 60, 69 Halperin Donghi, Tulio 13, 134 Henríquez Ureña, Max 54, 85, 135 Hispanismo 12, 25, 113, 124, 125 Hispanoamérica 57, 95, 127 Hodges, Donald C. 67, 135 Honduras 49 Hopenhayn, Martin 84, 135 Huezo, Francisco 77, 78, 79, 88, 135 Huitzilopoxtli 49, 69 I Iglesia Católica de Nicaragua 84 Imparcial, El 60 Imperialismo 20, 67, 68, 177 Imperio español 95, 123 Impresionismo 14 Inca 97, 107, 115 Independencia 12, 20, 32, 42, 61, 67, 88, 99, 100, 103, 126 LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 147 India 96 Indigenismo 98, 102 Indios pipiles 107 Inglaterra 96 Inmigración europea 15, 36, 42, 115 Instituto de Estudios del Sandinismo 21, 135 Instituto Nacional de Occidente 38 Instituto Nicaragüense de Cultura (INC) 16 Instrucción Pública (Cartera de) 55, 57 Isla de Oro, La 48 Italia 66, 89, 124 Itaspes, Benjamín 48 J Jamaica 106 Japón 107 Jauss, Hans Robert 9, 22, 135 Jerarquía católica 18 Jerez, Máximo 40 Jesuitas, los 31, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 42, 43, 107, 124, 131 Jinotega 35, 36, 106, 139 Jirón Terán, José 51, 52, 58, 60, 68, 109, 135 Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional 15, 20 K Kansas 65 Kirkpatrick, Jane 16 Knox, Phinlander Chase 48, 51, 68 Krüger, Paul 110 L Lamb, Ruth S. 49, 135 Lara, Escolástico 79 Larreta, Enrique 67 Láscaris-Comnemo, Constantino 12 León 14, 15, 19, 30, 31, 32, 33, 37, 38, 43, 75, 80, 81, 84, 85, 115, 129, 131, 138, 139 Leonard, José 38, 39, 42 Leopoldo (Rey) 112, 136, Letras 69, 135 Ley Darío 80 Leyes de Indias 100 Lezcano y Ortega, José Antonio 70 Liberalismo 12, 16, 17, 41, 67, 86, 88, 97, 100, 112, 124 Liberté guidant de peuple, La 64 Libro de oro 18, 19, 131, 136, 138 Lida, Raymundo 49, 135 Lienhard, Martin 94, 114, 125, 135 Lisle, Leconte de 115 López Irías, Camilo 61, 65, 135 López Mateo, Adolfo 15 Lorenz, Erika 38, 135 148 DISCURSOS TRANSVERSALES Lucha, La 37, 53, 55 Lugones (Leopoldo) 89 Lutecia 62 M Machado, Manuel 88, 136 Madagascar 110, 112, 123 Madrid 14, 19, 49, 51, 63, 89, 107, 113, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137 Madriz, José 48, 50, 51, 52, 54, 58, 59, 60, 66 Maeztu, Ramiro de 88, 89 Malharro 111 Mallorca 48, 55, 69, 84, 132 Managua 14, 18, 19, 37, 50, 55, 64, 70, 85, 87, 99, 109, 126, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 138, 139 Manitú 89 Mapes, E.K. 13, 15, 68, 89, 108, 136 Marconi (Guglielmo) 123 Margarita (Debayle) 16 Martí (José) 21, 108, 115, 131, 138, 185, 186 Martínez, Dolores 38 Martínez Rivas, Carlos 15, 43, 75, 136 Mary (Jules) 110 Masaya 38 Matagalpa 35, 36, 37, 38, 39, 40, 43, 44, 82, 85, 87, 95, 106, 134, 136, 139 Matagalpa (indios) 110 Mayorga Rivas 80, 133 Medina, Crisanto 50, 51 Mejía Sánchez, Ernesto 10, 15, 18, 19, 38, 42, 48, 49, 59, 60, 130, 132, 133, 136, 137 Méjico 59, 60, 99 Meléndez Obando, Mauricio 110, 113, 136 Menchú, Rigoberta 16 Menocal [Aniceto García] 62 Merced, La 77 Mesías, el 33 Mestizaje 12, 22, 25, 30, 31, 32, 33, 90, 94, 101, 102, 103, 105, 109, 110, 113, 114, 116, 117, 123, 125, 126, 127 Metapa 33, 43 México 13, 48, 49, 50, 52, 53, 54, 56, 57, 58, 59, 60, 94, 108, 115, 129, 130, 133, 134, 135, 136, 137, 139 Ministerio de Cultura 21, 133 Ministerio de Educación 136 Ministro de Guerra 78 Ministro Residente 49, 80 Miranda, Alejandro 37, 82 Miranda Casij, Enrique 37, 136 Misticismo 84 Mitre, Bartolomé 108, 178 Moctezuma 99, 107, 115 Modernidad, la 13, 23, 24, 30, 37, 83, 84, 87, 106, 107, 108, 122, 129, 132 Modernismo 85, 100, 123, 130, 135, 137 Modernización 33, 35, 39, 67, 71, 82, 88, 107, 124 LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 149 Monimbó 106 Monterde, Francisco 56, 136 Montoya (estatua de) 129 Montoya, Ramón 64 M & R Consultores 136 Mundial Magazine 63, 69, 133 Murillo, Andrés 76 Murillo, Rosario 70, 79, 80, 81 Mussolini (Benito) 124 N Nacatamal 100 Nación 21, 30, 31, 39, 44, 68, 70, 101, 102, 106, 108, 123, 124, 126 Nación, La 49, 51, 52, 59, 62, 70, 108, 112, Náhuatl 98 Namuncurá (Manuel) 110, 111, 123 Nazaret 33 Nervo, Amado 52, 77, 87 Netzahualcóyotl 114 Nicaragua 1, 10, 11, 12, 13, 14, 18, 19, 20, 21, 24, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 41, 42, 43, 48, 49, 50, 51, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 61, 62, 63, 64, 65, 66, 68, 70, 71, 75, 76, 78, 79, 80, 81, 82, 83, 84, 87, 88, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 100, 101, 102, 103, 105, 106, 108, 113, 114, 115, 116, 122, 123, 124, 125, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 138, 139 Nicaragüense, El 95, 96 Nicaragüenses 15, 18, 19, 20, 31, 32, 65, 76, 90, 94, 95, 96, 97, 99, 100, 105, 106, 107, 115, 116, 117, 123, 126 Nicarao 109, 114 Nietzsche 88 Nixon, Richard 16 Nota Knox, la 48 Nuestro Rubén Darío 21, 133 Nueva Segovia 43 Nueva York 69, 79, 81 O Obregón, Raúl 126, 136 Ocotal 38 Ocultismo 83, 84, 123 Oddone, Juan A. 101, 136 Ohnet (Georges) 110 Olimpo 68 Orden de la Independencia Cultural “Rubén Darío” 15, 16, 19, 20 Ordóñez Argüello, Alberto 102, 137 Orfeo 21 Orfeón 21 Oro de Mallorca, El 48, 55, 69 Ortega Arancibia, Francisco 37, 137 Ortiz, Fernando 105 Oyuela 89 150 DISCURSOS TRANSVERSALES P Paganismo 12, 14 País, El 60 Palenque 107 Panamá 10, 62, 65, 68, 115, 136, 138 Panteísmo 83 Paraninfo de la Universidad Nacional 19 Pardo, José Ma. 55 París 14, 15, 48, 49, 51, 52, 57, 58, 59, 62, 63, 96, 110, 113 Paris Journal 52, 58 Partido Conservador 17, 41 Partido Liberal 19 Pasos, Joaquín 94, 100, 102, 117, 124, 125 Paz, Octavio 86, 94, 137 Pector, Desiré 64 Pensamiento antimperialista en Nicaragua 21, 135 Pereira y Castellón, Monseñor 77, 81, 84, 137 Pereira y Castellón, Simeón 80, 88 Pérez Baltodano, Andrés 61, 94 Pérez Jiménez, Marcos 15 Perón, Juan Domingo 15 Perú 97, 165 Pío X, Papa 85 Pitagorismo 83 Pizarro (Francisco) 97 Platonismo 16, 17 Poe Lang, Karen 12, 137 Popol Vuh 114 Portilla, Miguel León 115 Porvenir de Nicaragua, El 37, 41, 42 Porvenir, El 37, 41, 42 Positivismo 17 Premio Nobel de la Paz 16 Prensa, La 130, 138 Presidencia de la República 16, 19, 131 Presidente de Nicaragua 31, 51, 58, 70 Primo de Rivera, José Antonio 90, 113 Príncipe de la Iglesia 78, 87 Prosas políticas 110, 116, 133 Prosas profanas 11, 57, 85, 107, 109, 116, 139 Psichari, Ernest 100, 101 Q Quetzalcóatl 115 Quichés 99 Quijano, Aníbal 22, 30, 123, 137 R Rama, Ángel 11, 12, 42, 50, 65, 76, 86, 87, 105, 113, 122, 123, 133, 137 Ramírez, Sergio 20, 21, 41, 67, 103, 105, 106, 109, 137, 197 LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA Ranavalo-Manjako 110 Raros, Los 176 Razón, La 111, 112 Recolección, La 38 República Argentina 61, 67, 78 Revolución Francesa 100, 108 Revolución liberal 87,88 Revolución Mexicana 58 Revolución conservadora 51 Revolución sandinista 20, 67, 87, 125 Rey de España 48, 122 Reyes, Alfonso 54, 56, 137 Río de Janeiro 49 Río de la Plata 61 Rivas 15, 38, 43, 75, 80, 89, 105, 133, 136, 138 Rivas Bravo, Noel 89, 138 Rizo, Mario 36, 138 Robinson 95, 97 Robinson, El 95 Rodríguez Demorizi, Emilio 69, 82, 138 Rodríguez, Ileana 114 Rojas Pinilla, Gustavo 15 Roma 14, 15, 107 Romero Vargas (Germán) 103, 138 Roosevelt 10, 12, 13, 19, 21, 52, 58, 67, 112, 113, 125, 133 Roosevelt, Theodore 10 Ros-Lethinen, Ileana 16 Rousseau, Jean Jackes 124 Ruiz, Jorge 55 Rumanía 96 S Sacasa Guerrero, Ramiro 19, 138 Sáenz Peña, Roque 66, 138 Sagrada Familia 33 Saint-Nazaire 51, 52 Sánchez, Francisca 80, 81 Sandino 10, 12, 20, 21, 66, 67, 87, 124, 125, 126, 134 Sandino, Augusto C. 10, 20, 21, 66, 87, 124, 126 San Ignacio de Loyola 43 San José 109, 129, 131, 132, 134, 136, 137, 138, 139 San Juan del Sur 38 San Luis Gonzaga 42 San Pablo 86 Santa Madre Iglesia 86 Santamaría, Juan 116 Santiago de Chile 42 Sarmiento de García, Rosa 33 Sarmiento, Domingo Faustino 42, 107 Schick, René 11, 16, 17, 138 151 152 DISCURSOS TRANSVERSALES Schmigalle, Günther 15, 48, 49, 88, 96, 109, 111, 112, 132, 138 Schulman, Iván 115, 138 Sébaco 106 Selkirt, Alexander 95 Selva, Carlos 40 Selva, Salomón de la 19, 69, 78 Senado de los Estados Unidos 61 Sequeira, Diego Manuel 38, 41 Sierra, Justo 55, 108 Sistema de Monitoreo de Opinión Pública (SISMO) 136 Sociología de la Dependencia 106 Sócrates 17 Solís, Pedro Xavier 15, 138 Somoza 15, 16, 17, 18, 19, 21, 86, 87, 124, 131 Somoza Debayle, Anastasio 16, 18 Somoza García, Anastasio 15, 87, 124 Sonsocuitales 33 Sopena 95 Sor Juana Inés de la Cruz 52, 137 Sprinker, Michael 49, 56, 139 Squier, E.G. 30, 139 Stephens, J.L. 103, 139 Stroessner, Alfredo 15 Suárez, Hilario 38 Suiza 14 Suiza de Centroamérica 14 Sutiaba 37, 43, 106 T Taft (Presidente William Howard) 48, 52 Talamanca 109 Tantos vigores dispersos 21, 133 Tarascón 14, 133 Tartarín 14 Tartarín de Tarascón 14 Teatro Perla 85 Teatro Real de Madrid 19 Telica 39 Téllez, Dora María 33, 36, 139 Teocelo 55 Teoría de la dependencia 13 Teosofía 14, 17, 83 Terremoto de Managua 85 Terrorismo 15, 108 Tierra del Fuego 13, 115 Tijerino y Loáisiga, Agustín Nicolás 84, 139 Times, The 60 Tirado, Manlio 94, 139 Todo al vuelo 38, 43, 69, 133 Torrealba, Alejandro 77 Torrealba, Octavio 78 LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA Torres Bodet, Jaime 49, 56, 139 Torres, Edelberto 49, 70, 79 Tradicionalismo 12 Transculturación 105 Tribuna, La 15, 112 Triunfo de Calibán, El 13 U Ugarte, Manuel 60, 61 Unamuno (Miguel) 86, 88, 109 Universidad de Minnesota 34 University of Columbia 69 Uruguay 69 Uslar Pietri, Arturo 94 Utatlán 107 V Valle-Castillo, Julio 132, 133, 135, 137 Vanguardistas 90, 94, 96, 100, 101, 102, 103, 106, 108, 114, 116, 117, 123, 124, 126 Vasconcelos, José 94 Vega, Marcelo 38 Vegas Latapie, Eugenio 90, 113 Venezuela 16, 94 Veracruz 48, 49, 52, 53, 54, 55, 57, 58, 60 Viaje a Nicaragua 96 Viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical 11, 43, 52, 114, 131, 133 Vico, Giambatista 49 Vida de Giambatista Vico contada por él mismo, La 49 Vida de Rubén Darío escrita por él mismo, La 43, 49, 69, 132 Virgen Santísima 42 W Walker, William 31, 32, 33, 36, 96, 115, 116, 139 Ward, Tomas 83, 139 Washington 51, 56, 60, 62, 65, 66, 178, 181, 189 Watland, Charles D. 34, 139 Whisnant, David 11, 13, 15, 16, 18, 19, 22, 115, 139 X Xalapa 48, 55, 57, 60 Y Ycaza Tigerino, Julio 17, 18, 79, 88, 89, 138, 139 Z Zaballos, Mayor H. 37 Zaratustra 54 Zavala, Joaquín 35, 38, 76 Zavala, Magda 114, 139 Zavala, Mercedes B. de 41 Zavala Urtecho, Joaquín 76 Zea, Leopoldo 136 153 154 Zeledón, Benjamín 61, 63 Zola, Emile 63 Zumárraga (Juan de) 99 Zúñiga, Edgard 84, 139 DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA ANEXOS 155 DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA CRÓNICAS DE RUBÉN DARÍO171 171 Editadas y anotadas por Günther Schmigalle, conservando la ortografía original. 157 158 DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 159 “LAS CASAS”172 Qué es lo que hará América en el próximo gran centenario para honrar la memoria del padre Las Casas? Oímos el ruido del trabajo, los preparativos asombrosos para la más brillante de las exposiciones. Pero hasta hoy nada sabemos respecto á la glorificación del sacerdote bueno, que vino al Nuevo Mundo á ser amparo y salvación de los indios. *** Entre la vasta pléyade de inmortales figuras históricos que resplandecen en el tiempo de la invención de América, una de las más altas y dignas de admiración es la del fraile Bartolomé. Para Castelar, el triunfo de esa egregia personalidad consistió en que poseía “la virtud de creer y la virtud de sentir lo que creía”. Y es verdad. Guiado por su poderosa fe y por su sentimiento igualmente poderoso, trabaja y brega en la tierra nueva americana, en defensa de la casta indígena y en oposición á los mismos españoles, tal como si estuviese, por ley sagrada é irrevocable, destinado á ser en el Mundo Nuevo, como lo fue, el pensador benéfico y fuerte, rayano en la santidad y coronado por la aureola del heroísmo. Místico y tenaz, cumple su misión; y su hábito refulge en la choza del indio. Donde pone su sandalia siembra un bien. Le lleva el impulso de una vocación, y así se convierte, entre afanes y persistencias por todo extremo loables, en el redentor de toda una raza y en una de las estrellas más puramente radiantes del cielo del mundo. *** Amaba al hombre colombino, al hombre de las montañas vírgenes y de los grandes ríos, y sus esfuerzos se dirigían á que no fuese esclavo aherrojado el hijo de la libertad. Pasa por todos los obstáculos, salva todas las vallas, pone el pecho al frente de los ataques encarnizados, y como los mártires de la Leyenda de Oro, preséntase siempre á los ojos de la historia, inconmovible y formidable. Podrá padecer un instante de desaliento; pero cobra luego doble vigor y se destacan su cabeza encapuchada y su crucifijo, sobre calumnias y penalidades, sobre montañas de espinas y nubes de amargas decepciones. 172 Diario del Comercio, (San José de Costa Rica) 17 de diciembre de 1891, p. 2. Firma: SPHINX. 160 DISCURSOS TRANSVERSALES Fue un mártir de la Libertad, y hoy uno de los primeros nombres de su martirologio. América tiene con él inmensa deuda de gratitud, y puesto que se conmemorará la fecha de su descubrimiento, justo es que pague aquélla deuda. Cómo ha de faltar bronce, mármol y un artista? LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 161 “HISTORIA NEGRA” Epílogo Curiosos detalles Caída de los Ezeta en El Salvador173 Antecedentes Este aconteció en la capital de la república del Salvador, América Central. El 21 de junio de 1890, el que estas líneas escribe acababa de casarse. En la comida de bodas, entre varios amigos, había uno que vestía uniforme de general. Era el brazo derecho del presidente Menéndez, el primer militar, la cabeza del ejército, el «otro yo» del jefe del estado, el comandante general de las fuerzas de Santa Ana, el general Carlos Ezeta. ¡Bizarro tipo, en verdad! Joven, un tanto obeso, cara marcial, fuertes puños, palabra alegre; jovial, campechano; querido de sus amigos, ambicioso… ¡y tanto!... En los postres estábamos, cuando un sirviente anunció que el director de telégrafos buscaba al general. Este se levantó de la mesa con no mal disimulada agitación. Después, volvió. Saboreaba la copa de champaña, a veces como gozoso, a veces como triste. El poeta Gavidia174 estaba en frente de él. Debe recordar esto. El día siguiente debía celebrarse el aniversario de la revolución de Mayo. Las fuerzas de Santa Ana habían llegado a la capital, junto con su jefe el general Carlos Ezeta. ¡De la mesa de boda se levantó éste, cuando le llamó Amaya, el director de telégrafos, a dar los últimos pasos para realizar su traición! El 22 de junio se dio una gran revista militar. El presidente Menéndez que miraba desde los balcones del palacio municipal desfilar el ejército, decía al ver a Carlos Ezeta, espléndidamente uniformado, sobre su caballo –a la Boulanger175: «¿Ese es mi buen general Carlos? ¡Qué bravo es, qué gallardo es, qué noble es!” 173 La Nación, 10 de junio de 1894, p. 1. 174 “Entretanto, uno de mis amigos principales era Francisco Gavidia, quien quizás sea de los más sólidos humanistas y seguramente de los primeros poetas con que hoy cuenta la América española” (RD, La Vida de Rubén Darío escrita por él mismo, Barcelona: Maucci, 1915, p. 89). 175 Referencia al desfile militar en Longchamps, cerca de Paris, el 14 de julio de 1886, donde el general Boulanger desfilaba en un caballo negro, aclamado por la multitud como el futuro salvador de Francia. 162 DISCURSOS TRANSVERSALES Por la noche había gran baile en la Casa Blanca. (Estos detalles deben recordarlos aquellos que hayan leído la Historia Negra, de la cual reprodujo LA NACIÓN, como casi toda la prensa de Europa y Améríca, los episodios principales.) El presidente Menéndez se retiró temprano a sus habitaciones, que estaban en el segundo piso del palacio del gobierno. El presidente Menéndez Este era un honrado y viejo militar. Había peleado gloriosamente en muchas campañas. Cuando la administración Zaldívar, quien fue el más culto y brillante de los tiranos de Centro América, – Menéndez se retiró a su casa de Ahuachapán y se dedicó a labrar sus tierras. Después emigró a Guatemala, con otros tantos compañeros. Allá consiguió auxilios para una revolución. Venía Ezeta, entre los que mandaba Menéndez. Hubo combates. La victoria estaba con ellos; Menéndez entró a la cabeza de los victoriosos, entre flores y palmas, a San Salvador. El jefe, cuya bravura y honorabilidad eran de todos conocidas, fue elegido después constitucionalmente para ocupar el primer puesto del estado. La presidencia de Menéndez fue laboriosa, cruenta, modesta. Procuró dar vida al pobre tesoro. Sin esplendores ni derroches, impulsó el progreso del país, ayudó a las industrias, inauguró el ferrocarril de Acajutla, dio gran vuelo a la instrucción pública, trajo de Europa instructores para el ejército, hizo que en la exposición de París de 1889 su país tuviese una digna representación; protegió la agricultura. Detalle: en las cajas nacionales, había el 22 de junio, peso de plata sobre peso de plata, cerca de un millón destinado a la conclusión de la línea férrea principal, ambicionada por el comercio salvadoreño. Carlos Ezeta Quien escribe estas líneas era estudiante cuando conoció a Carlos Ezeta en la República de Nicaragua. Ezeta parece que es de origen mejicano. Esto no se sabía antes. Cuando subió al poder le resultaron en Méjico muchos parientes. Sus biógrafos áulicos han escrito muy curiosas páginas. Lo cierto es que estudió en la Escuela Politécnica de San Salvador; estuvo con el célebre dictador Guardia en Costa Rica; erró de aquí a allá. Su principal rasgo era una ambición desmesurada. ¡Él había de ser presidente! Cuando estuvo en Nicaragua se le conoció bajo un aspecto lírico. Tocaba hábilmente la guitarra y cantaba muy regocijadas y sabrosas tonadillas. ¡Carlos aquí, Carlos allá! Ezeta tenía fácil la guitarra. Sin fortuna, sostenido nada más que por su vigorosa esperanza, ejercía de farrista mientras llegaba el momento de sentarse en la silla presidencial. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 163 ¿Otros tantos no habían subido a filo de machete? ¿Por qué no él? Cuando años después entró a San Salvador con los vencedores, con Menéndez, se bañaron sus hombros orgullosos con el oro de las charreteras. Había luchado, ciertamente, como bravo. Y Menéndez le profesó desde entonces un afecto casi paternal. El joven general formó un hogar, un nombre, una celebridad en Centro América: todo por Menéndez. En la Historia Negra, se ve el detalle conocido de que la familia presidencial no se sentaba a la mesa mientras no llegaba Carlos, el alabado, el mimado, el querido como un hijo. Por aquellos días se trataba en el Salvador de las candidaturas presidenciales. Menéndez manifestó desde el principio que no habría candidato oficial. A los que le insinuaron algo de reelección les rechazó semejante idea. Ezeta, dueño del ejército, querido de sus soldados, not’ brav’ général176… pensó apoderarse a todo trance del poder. Hubiera él querido que su protector le señalase para sucederle. ¡Son tan comunes esas cosas, por allá! Privadamente, Menéndez manifestó que sus deseos de buen salvadoreño, – que su opinión particular, que sus miras de patriota estaban dirigidas hacia el Dr. Julio Interiano, hombre probo y recto. Esto lo supo Ezeta, y maduró su plan entonces, herido en su vanidad y confiado en su fuerza. ¡Él sería thane, él sería rey! ¿No lo habían saludado así las brujas, en San Salvador, en Costa Rica o en Nicaragua, cuando cantaba al son de la guitarra, tendido en la amable hamaca de aquellas buenas tierras calientes? A la sazón el puerto de Acajutla tenía por comandante a un hermano del ambicioso general, Antonio Ezeta, cuyo nombre llegó a ser terriblemente famoso. 176 El 14 de julio de 1886, por primera vez desde 1870 se organizó en Francia un desfile militar para celebrar la fiesta nacional. Unas 200,000 personas, reunidas en el hipódromo de Longchamps, aclamaron frenéticamente al superbo y prestigioso general Georges Boulanger, ministro de la guerra en el gabinete de Freycinet. Esta noche, el artista Paulus, que cantaba todas las noches en el Alcazar, café concierto de moda en los Campos Elíseos, cambió la letra de una canción popular que decía: “Ma sœur qu’aim’les pompiers, Admir’ces fiers troupiers, Ma tender épouse bat des mains Quand défilent les Saint-Cyriens. Ma bell’mère pouss’ des cris En r’luquant les spahis. Moi j’faisais qu’admirer La fière allure du p’tit troupier”, y sustituyó el último verso por: “Not’ brav’général Boulanger”, provocando un delirio de entusiasmo entre el público parisiense. Este día nació el “boulangismo”, movimiento populista que se puede resumir en tres palabras: revancha (contra Alemania), revisión (de la constitución republicana), restauración (de la monarquía). 164 DISCURSOS TRANSVERSALES El 22 de junio Se bailaba en la Casa Blanca. Todo lo brillante, todo lo aristocrático de la capital salvadoreña y de Santa Tecla, – que es minúsculamente a San Salvador, lo que La Plata a Buenos Aires, – se encontraba en la fiesta. Cerca de la media noche se oyeron los ecos de una banda militar. Menéndez, que dormía, despertó azorado. «¿Qué hay?» Se le contestó que la banda del batallón de Santa Ana saludaba. Sencillamente, una serenata militar. El presidente, en su lecho, no durmió más. Entretanto, penetraba al salón de baile el general Melecio Marcial, hombre valerosísimo, descontento de Menéndez, y quien el que más expuso su vida, y la perdió, por dar el golpe. El general Marcial se dirigió al ministro de la guerra, y tranquilamente, le dijo: «Señor ministro, está V. preso.» Asombro. Luego, a los otros ministros. Pero ya la fiel guardia de honor de Menéndez se batía desesperadamente en el jardín que rodeaba la Casa Blanca; y al entrar en el salón del baile, ya llevaba el general Marcial una mejilla atravesada de un balazo. La imaginación del lector puede reconstruir la escena: las damas asustadas, desmayos, gritos, llantos; el palacio en agitación, el ruido continuado de las descargas cercanas, la banda traidora, tocando no lejos; la pequeña guardia de honor batiéndose, heroicamente, con el célebre batallón de Carlos Ezeta. Y este rasgo, que no por narrado una vez con la fiebre del momento trágico, dejara de causar siempre impresión: – Como Teresa, la bella hija mayor de Menéndez, advirtiese el horrible caso, gritaba: «¡Que se llame a Carlos!, que venga Carlos y él será la salvación!...» – «Señora, le dijo alguien que estaba cerca de ella; cállese usted: el traidor es Carlos Ezeta!” Por puertas excusadas, por rejas y patios, pudieron irse las damas del baile, al ruido de las balas. Entretanto Menéndez había descolgado su espada, la antigua espada con que había dado libertad y brillo a su patria. Asomóse a la ventana de su habitación y se dio cuenta inmediata de lo que pasaba. Gritó desde arriba, a sus soldados: «¿Quién es el traidor?” Contestaron: «¡Viva el general Ezeta!” «¡Ezeta! Canalla, traidor, infame! ¡Los pobres soldados se sacrifican inútilmente! ¡Quieres el poder? Ven a quitármelo, brazo a brazo conmigo, ¡canalla! ¡canalla!» Y descendió a ponerse a la cabeza de su guardia. Cuál sería la impresión que sintió el mismo ejército de Ezeta, al mirar en el vestíbulo de la Casa Blanca a su antiguo jefe, se comprenderá con referir que en ese momento, mientras él disparaba su revólver y animaba a sus ya pocos soldados, se oyó un grito que brotaba de todos los combatientes: «¡Viva Menéndez!» Pero –¡oh muerte, porque no esperaste ni siquiera una hora!– el general Menéndez cayó, como herido por un rayo. No hubo ni bala, ni veneno, ni puñal para él: le mató la infamia. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 165 Se dice que él padecía del corazón. Al siguiente día en las calles de San Salvador había sangre y cadáveres. La ciudad parecía muerta. El general Ezeta era el emperador de la república… y naturalmente, su corte estaba compuesta, en muy buena parte, de menendistas renegados. Se supo que los cuarteles principales habían sido vendidos; se dijo que Jerónimo Pon, español, había sido el alma del asunto. Antonio Ezeta, comandante del puerto de Acajutla, llegó a la capital en tren expreso. Bandas, dianas: «¡Hermano mío!...” Antonio Ezeta El retrato suyo que publicó – ya se sabe cómo publica retratos y biografías M. Meulmans – la Revue Diplomatique de París, da una buena idea de él. Por el gorro de Astrakán que adorna su cabeza –¡gorro de Astrakán en aquellos climas!– por su faz temible, extraña, podría parecer un jefe tártaro, o cualquier otra cosa, menos un hombre pacífico y normal. Está escrito antes cómo Carlos tocaba la guitarra. ¡Antonio hacía versos! Desde que subió su hermano al poder, Antonio se colocó a la cabeza del ejército. A raíz de los sucesos de la traición, Guatemala declaró la guerra al Salvador177. Entre Guatemala y el Salvador existe de antaño, la misma simpatía que entre Chile y Perú. Así, pues, el pueblo salvadoreño, que, de seguro, hubiera colgado de una horca a los hermanos Ezeta como colgó el pueblo peruano a los hermanos Gutiérrez178, olvidó, dejó a un lado, mejor dicho, el daño interior, para acudir 177 “Desde hace algún tiempo, los informes directos nos daban noticia de que el Salvador se hallaba en completa anarquía y que el Presidente provisional de la República, D. Carlos Ezeta, había repartido entre el pueblo algunos millares de fusiles recientemente recibidos del extranjero. Imputábase a Guatemala y a su Presidente, el General Barillas, el designio de llevar al Salvador una invasión armada, cuyo objetivo era renovar las pretensiones del desgraciado General D. Rufino Barrios, que en 1885 quiso imponer a las cuatro Repúblicas hermanas, del Salvador, Nicaragua, Honduras y Costa Rica, la fusión con Guatemala, para realizar la federación de los cinco Estados independientes de la América Central; tentativa que, como es sabido, costó la vida al General Barrios en la memorable batalla de Chalchuapa, dada el 2 de Abril del referido año, y en cuyo combate murió. El General Barillas, actual Presidente de la República de Guatemala, era entonces Vicepresidente con el general Barrios” (Revista contemporánea [Madrid], 30 de julio de 1890, p. 220). 178 “En 1872 estando en el poder el Presidente José Balta nombró como ministro de guerra a Tomás Gutiérrez. El Perú se encontraba en un proceso de transición, Manuel Pardo era el presidente electo que asumiría el mando el 28 de julio de ese año. Sin embargo, el 22 de julio Tomás Gutiérrez, junto con sus hermanos Silvestre, Marceliano y Marcelino (todos coroneles) realizaron un golpe militar, capturaron a Balta y le dieron muerte, este hecho es conocido como la ‘Rebelión de los hermanos Gutiérrez’. Se inició una reacción popular contra los insurrectos 166 DISCURSOS TRANSVERSALES a la salvación de la honra nacional. «¿Los guatemaltecos vienen? Pues a ellos, con Ezeta o con el diablo a la cabeza!» se dijeron los salvadoreños. Y fueron, y triunfaron, y ganaron los aplausos del mundo179. Cierto es que los guatemaltecos no querían la guerra. Pero Guatemala, república la más fuerte y poblada de Centro América, había tenido siempre la hegemonía entre sus cinco hermanas, y el Salvador quizá no tenga los habitantes que cuenta la ciudad de Buenos Aires! Cuando se batían los soldados de Ezeta, o de los Ezeta, contra Guatemala, el general Rivas, jefe de gran prestigio, y que disponía de los indios del departamento de Ahuachapán, se dirigió a la capital, tomó el cuartel de artillería, y proclamó la contrarrevolución. Gran parte del comercio honrado le ofreció recursos; militares distinguidos se le unieron, y todo parecía concurrir a la caída y desprestigio de los traidores a Menéndez. Pero ¿Rivas creyó que la capital era todo? ¿Qué el cuartel de artillería era inexpugnable? Antonio Ezeta dejó la frontera y se vino con los soldados de Santa Ana sobre San Salvador180. Fue aquel un combate horrible. Las calles de la capital quedaron llenas de muertos. La Casa Blanca fue cañoneada: bombardeábase desde los techos y azoteas. El pavor más intenso reinaba en todos los habitantes. Víctimas inocentes, fueron sacrificadas. Antonio Ezeta venció, bizarramente, y los hermanos Gutiérrez fueron muertos y colgados de las torres de la catedral de Lima” (Clorinda Matto de Turner, Aves sin nido, Buenos Aires: Stockcero 2004, p. 98, nota). 179 “El conflicto abierto entre Guatemala y San Salvador se extiende poco a poco, como una mancha de aceite, a toda la América Central. Mientras que San Salvador inflige una derrota tras otra a Guatemala, que por lo visto no es de talla para luchar contra un rival de esta especie, los guatemaltecos duplican sus esfuerzos para conseguir un apoyo, por lo menos moral, de la parte de Nicaragua, Costa Rica y Honduras, con objeto de obligar al general Ezeta de renunciar al poder. Pero este último se manifiesta fuerte y decidido a todo, principalmente a no abandonar el cargo que se conquistó en una lucha dura después de hacer asesinar a su antecesor, el general Menéndez. Por un lado, en el interior, causa problemas de todo tipo al general Barillas, presidente de Guatemala, a quien sus compatriotas no perdonan los fracasos que tuvieron que padecer por causa de su loca ambición, de manera que el desgraciado corre el gran riesgo de verse sacado del poder, si los otros pequeños estados tardan mucho en ayudarle. Por el otro lado, Ezeta ha trabado relaciones con el general Porfirio Díaz, presidente a perpetuidad de México, cuya habilidad se alaba mucho y a quien, según se afirma, no le desagradaría sacar provecho de las circunstancias para intervenir en los asuntos de las pequeñas «hermanas» del Sur. La situación, pues, podría desarrollarse de la siguiente manera: San Salvador, con el apoyo de México, se enfrentaría a Guatemala, apoyada por Nicaragua, Honduras y Costa Rica. Todas estas complicaciones no prometen un futuro feliz a los centroamericanos” (Le Matin [Paris], 1.° de agosto de 1890, p. 2). 180 “Telegramas de San Salvador afirman que el general Rivas, que había recibido recientemente la orden de volver de Honduras donde se encontraba, para levantar tropas contra Guatemala, se ha hecho traidor a su país. Mientras que supuestamente se trasladaba a la frontera, el general Rivas volvía hacia la capital a la cabeza de 2,000 indios. De repente atacó los cuarteles de artillería que estaban poco defendidos, y los ocupó después de un combate encarnizado. Después, los indios saquearon a varias casas, provocando una pánica. Entre tiempo, el general Antonio Ezeta volvió rápidamente de la frontera a la cabeza de 2,000 hombres de sus tropas, con los cuales atacó y derrotó al general Rivas. Parece que el orden está por ahora restablecido en la ciudad de San Salvador” (“Une trahison à San Salvador – Mesures prises par le général Ezeta”, Le Matin, 2 de agosto de 1890, p. 1). LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 167 tartáricamente, kalmukamente. Fue tomado Rivas y fusilado181, y muchos más con él. Se saquearon las casas, se robó, reinó el terror. De la casa del general Hernández arrancaron hasta las baldosas. De esa casa salió el gorro de astrakan de Antonio Ezeta. «¡Mi gorro!», nos decía el fantasista general Hernández, en las reuniones de la emigración, allá en Guatemala. De todo ha habido en ese bárbaro reinado, desde la tragedia hasta el sainete. Cuando volvió Carlos Ezeta triunfante de la campaña, casi se echó en olvido su crimen contra los excelentes burgueses acomodaticios. Más aún: si Antonio tenía gorro de astrakan como el czar Alejandro, Carlos se daba el lujo de tener su madama de Maintenon como Luis XIV. Imperaba el militarismo. Llegaban de España los shakós y uniformes de lujo. No se pagaba a los maestros de escuela, a los empleados civiles, a nadie; pero a los soldados, sí. La prensa… Partieron Gavidia, el fuerte poeta, Castañeda, Acosta, Rivera, Delgado, y otros más. El círculo intelectual, lo que daba brillo y vida a la Academia de ciencias y bellas letras, al Repertorio, el grupo de hombres de pensamiento y de pluma que habían llagado a llamar la atención no sólo de la América literaria, sino de centros europeos, emigró. No se podía vivir allá, sin prostituirse. Los pocos buenos que quedaron, rompieron la pluma y se tragaron la lengua. Y sobre todo esto estaba la figura obesa de Carlos que se democratizaba y quería ganarse al pueblo, y el fantasma rojo del gorro de astrakán que se hacía justicia por su propia mano; un Iván el Terrible, criollo y que hacía versos. Dos anécdotas para dar una idea de la tiranía bicéfala. Dormía el general Antonio en Santa Ana. Cerca de su casa había habido una boda. El novio daba un baile esa noche. La música tocaba alegremente; los invitados se divertían, pero el general Antonio se fastidiaba. Un asistente del general llega a decir que de orden superior la música debe cesar y el baile tiene que concluirse. – «Yo estoy en mi casa, y aquí no manda 181 “San Salvador, agosto 1.° de 1890. Señor Presidente Ezeta: Santa Ana. De orden del General en jefe del ejército don Antonio Ezeta, pongo en conocimiento de usted que hace pocos momentos nuestras tropas aprehendieron al general José María Rivas, quien conducido a esta capital, fue pasado por las armas como traidor a la República, en medio de la aclamación unánime de nuestro ejército. Así castiga el pueblo soberano del Salvador a los traidores a su patria! Así castiga la libertad a los criminales que atentan contra la soberanía de la República! Aprendan los pueblos de Centro América a cimentar su autonomía nacional aún a costa de la propia sangre de sus hijos. Viva el Salvador libre! Mueran los traidores! La libertad o la muerte. El secretario del General en Jefe, GUSTAVO ORTEGA” (República del Salvador: Diario Oficial, tomo 29, núm. 175, 2 de agosto de 1890, p. 117). 168 DISCURSOS TRANSVERSALES nadie sino yo,» contestó el novio. La respuesta de Ezeta fue un piquete de soldados que llegó a la fiesta, tomó al novio y le fusiló inmediatamente, en la calle, cerca de la casa donde daba gritos la que quedó viuda y virgen. Otro caso. Una hermana de caridad padecía de una dolencia que le causó un crecimiento del vientre. Antonio Ezeta señaló a un excelente religioso, fray Angel Cabrera, como amante sacrílego de la hermana. Sin más ni más, ordenó la prisión del fraile, llamó dos médicos, y bajo amenazas tremendas ordenó que… Los doctores tenían ya los estuches listos, lo necesario para contener la hemorragia, etc. Algunas buenas gentes intercedieron con Antonio Ezeta, y mediante la cantidad de 5000 pesos no hubo un nuevo Abelardo. Otro: Temeroso el mismo general de que le asesinasen o envenenasen, había llegado casi a padecer de una verdadera manía de las persecuciones. Una vez, cerca de Sonsonate, venía con sus ayudantes. Adelantóse un poco, y vio venir por el camino una familia de campesinos. Venían de su labor. Era sábado. Iba a la ciudad a pasar el domingo, a divertirse. El padre iba adelante con su machete de labor, y una botella de aguardiente en la mano. Cuando vio venir al general, gritó: ¡Viva Ezeta! y se dirigió a él, ofreciéndole un trago de su botella. –¡Apártate del camino! Le dijo Antonio Ezeta echando mano a su revólver. El pobre diablo continuaba: «Tome un traguito, mi general!» – «Apártate!» – «Un traguito!»… El general hizo fuego; le dejó muerto de un balazo. Cuando los ayudantes llegaron encontraron el cadáver; la familia, llorando. El general sacó de su cartera dos billetes de a quinientos pesos, se los arrojó a la viuda, y espoleó su caballo, camino de la ciudad. Esperábase un choque, una rivalidad entre Carlos de Trastamara y Antonio el Cruel; pero esto no se vio nunca. Ambos se sostenían, y quien tenía la verdadera fuerza, era Antonio. En los pocos años de tiranía parece que el capital de ambos puede contarse más que por miles. Las víctimas han sido muchas. La Revolución La emigración trabajó mucho por derrocar a los Ezeta y libertar al Salvador. Varias tentativas fracasaron. Los generales Pérez residían en Guatemala, cultivando la tierra, modestísimamente, esperando. Otros emigrados 169 LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA principales, esparcidos en el resto de las repúblicas centroamericanas. Interiano, Castañeda, el general Hernández, Gavidia, que ha sido el que con su pluma ha atacado más constante y triunfalmente a los Ezeta, Gutiérrez, cuyo prestigio en la República es grande, Acosta, el doctor Delgado, que murió en la emigración, el general Manuel Rivas, sobrino de aquel que fue fusilado por Antonio Ezeta en la plaza pública. Tomás Regalado, cuyos esfuerzos han sido muchos, y otros y otros de valer y posición, capitalistas, militares, escritores: he allí el grupo de emigrados que han estado aguardando el momento de la prueba. Si el cable no miente, Antonio Ezeta ha muerto en un combate. En su cama no habrá de morir. A muchos mató a hierro. Seguramente, los vencedores serán terribles. ¡Han padecido tanto! Hay entre ellos muchos que fueron martirizados en una especie de Bastilla sansalvadoreña, donde a aquellos a quienes se quería arrancar alguna confesión o denuncia, se les colgaba de los pulgares, se les azotaba, o se les condenaba a un suplicio original, inquisitorial, extraño: ¿recordáis lo que a los perros hacía un tipo de que habla Cervantes? Pues lo mismo. Un fuelle, una cánula y a hinchar gente! De Carlos Ezeta, dice un cablegrama que ha huido. Que corra mucho, porque si lo agarran lo fusilan. Su dinero lo tiene en el Banco de Londres; y parece que también compró un palacio en Madrid. ¡Allá irá a gozar la gran vida, como tantos otros!... ¡Uno más a Europa! TÁCITO. DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 171 CARLOS EZETA EN MONTE-CARLO Epílogo de la “Historia Negra”182 El autor de estas líneas, a raíz de la traición que elevara a los hermanos Ezeta al poder, en la República del Salvador, publicó en Guatemala un folleto que con el título de Historia Negra contiene la narración exacta de los sucesos en que fue víctima lamentada el presidente Menéndez. Cinco años después amplió aquellas apuntaciones en un artículo que apareció en las columnas de este diario, a propósito de la caída de los Ezeta. Los lectores de LA NACIÓN están, pues, al corriente de los acontecimientos en que tanto se ha hecho sonar la tan famosa tiranía bicéfala de aquel pequeño país centroamericano. Ayer el cable nos ha comunicado el escandaloso y ridículo epílogo de la Historia Negra, haciendo saber al mundo como los millones acaparados por “el hombre del 22 de junio” se han evaporado en la ruleta de Monte Carlo. En cinco años de poder, Carlos y Antonio Ezeta, que antes de la traición no tenían sino sus sueldos de militares, se convirtieron en millonarios: casa en Madrid, estancias en el Salvador, rentas, depósitos en el Banco de Londres. Recientemente la asamblea salvadoreña ha ordenado la instrucción del largo proceso. Cuando huyeron a Estados Unidos los dos hermanos, les fueron embargadas por el gobierno de Gutiérrez las propiedades que tenían en el país. Siguiendo las huellas de todos los ex presidentes de la Pepa, Carlos se dirigió a París a gozar de su dinero, en tanto que Antonio estaba preso en San Francisco de California, a pedido del gobierno salvadoreño que negociaba su extradición. Esto no se pudo conseguir y Antonio, ya libre, se dirigió a Méjico, en donde creía encontrar apoyo en Porfirio Díaz. Parece que cuando estuvo a punto de estallar la guerra entre Méjico y Guatemala183, Antonio Ezeta ofreció sus servicios a la primera nación, con 182 La Nación, 21 de agosto de 1895, p. 3. 183 En enero de 1895, el conflicto entre México y Guatemala referente a la frontera en Chiapas se agudizó. “Parece más que probable que la guerra no será de larga duración, y que su resultado será el destierro de Barrios, que, según se dice, ya se ha preparado para esa contingencia enviando dinero tanto a este país como a Europa, y la extensión del dominio mexicano hacia el sur, incluyendo tal vez la absorción tanto de Salvador como de Guatemala. Guatemala 172 DISCURSOS TRANSVERSALES esperanzas de poder después recibir auxilios para revolucionar el Salvador. Uno y otro hermano hicieron más de una vez que el cable nos comunicase de ellos poco honrosas noticias: ya era Carlos humillado y afrentado en un teatro de París por un colombiano a quien persiguiera durante su tiranía; ya era Antonio haciendo el don Juan Tenorio con doncellas de labor en el país del tío Samuel. Mucho tuvieron que hacer los lápices de los caricaturistas. Esparcidos por todos lugares, después de la débâcle, los ex seides de los Ezetas, tenían encargo de comprar a la prensa extranjera poco escrupulosa. La diatriba y el odio se multiplicaron contra los antiguos amigos de Menéndez y los vencedores de la revolución encabezada por Gutiérrez. El autor de la Historia Negra no fue de los menos atacados: y hasta la superchería de una falsa muerte fue propalada por diario como La Estrella de Panamá. Mientras Antonio Ezeta pretendía inútilmente que Porfirio Díaz le ayudase a recuperar al gobierno perdido, Carlos se divertía. Sin la distinción ni la habilidad de un rasta de alto vuelo, de un ilustre americano, no podía aspirar a casar a sus hijas con un Morny184, ni a figurar en el “tout Paris”, en manera alguna. Dedicóse a gastar sus millones, y la vida parisiense le fue fácil para ese objeto. Más el nabab iba quedándose cada día con menos rentas, y buscó refugio en Monte Carlo. Monte Carlo le ha llevado a la ruina, ruina pregonada por la prensa del mundo. Es un curioso capítulo de Los presidentes en el destierro, novela que espera un Daudet corregido por Juvenal. *** tiene actualmente una población de 1,800,000, en gran parte indios y sus descendientes. Sus mejores regimientos se encuentran actualmente en la capital, ciudad de Guatemala, ubicada setenta millas adentro y arriba desde su puerto principal en el Pacífico, San José de Guatemala. Guatemala adoptó hace poco el uniforme alemán y cascos blancos para sus hombres. Si los informes son correctos, tiene ahora en el campo 10,000 hombres – 5,000 regulares y 5,000 reclutas semisalvajes. El presidente Barrios es un hombre joven de 35 años. … México tiene actualmente una población de 9,000,000. Tiene un ejército bien entrenado y minuciosamente equipado, sus oficiales son veteranos de reconocida capacidad. Debido a su posición geográfica puede concentrar su ejército en la frontera guatemalteca en pocos días. Parece que en todo México el entusiasmo referente a la guerra es tremendo” (“Chiapas in contention”, New York Times, 1.° de febrero de 1895). 184 El duque de Morny (1811-1865), medio hermano del emperador Napoleón III y estadista importante del Segundo Imperio, se casó con una princesa rusa, Sophie Troubetzkoï (18381896). LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 173 Es en verdad digna de estudio la vida política de esos países centroamericanos. South América no cuenta con ejemplares tan admirables de perfecta tiranía. Luego, ¿no es asombroso que de republiquitas cuyos habitantes son los de un barrio de Buenos Aires, puedan extraer esos tiranuelos dineros con que ufanarse varias veces millonarios? Un día Emilio Castelar ofrecía en su casa de Madrid un almuerzo al representante de una república centroamericana, antiguo colaborador de LA NACIÓN. Como éste viese en una “panoplia”, entre varios retratos de celebridades universales, uno de Carlos Ezeta, dijo, poco más o menos, el célebre tribuno: –“Voy, señor, a buscar en Madrid un retrato de San Martín o de Bolívar, de Bello o de Andrade, para que esté quien debe estar en el lugar que ocupa en esa panoplia el presidente del salvador. ¿Sabe V. la historia política de Carlos Ezeta?” Sonriente, Castelar se dirigió a un amigo suyo, invitado al almuerzo, –el Sr. Abarzuza,– que después ha sido ministro. –“¡Esos países, esos países están aún en estado primitivo!” Y continuó en larga peroración, con su manera siempre oratoria y maravillosa. Habló de las frecuentes revoluciones americanas, de las tiranías nuestras, desde Rosas a los Ezetas, pasando por Guzmán Blanco y Rufino Barrios y Zaldívar. Bien enterado de nuestras agitaciones y pequeñeces, disertó de modo magistral, concluyendo, optimista, por augurar un tiempo mejor. Y en cuanto a la particularidad del envío del retrato de Ezeta, habló de la pomposa dedicatoria, y de cómo no era el primer retrato de mandarín americano que hubiera recibido, con dedicatorias semejantes. El retrato del tirano salvadoreño le había llegado por medio de los hijos de su amigo Carlos Gutiérrez, el millonario de San Sebastián, los cuales eran agregados, si mal no recuerdo, a la legación del Salvador, presidida por Enrique Soto. De este ministro contó aventura tan peregrina, que quizá jamás se haya visto cosa semejante. Consultaba, nada menos, con Castelar, la manera de ser recibido por la reina Cristina, sin pronunciar el discurso correspondiente… ¡Y cómo reía el maestro cuando narraba el caso! Naturalmente, el embajador de Carlos Ezeta tuvo que pronunciar su discurso, después de ser introducido por Zarco del Valle. 174 DISCURSOS TRANSVERSALES La compra de una casa palacio en Madrid, según díceres, fue hecha por un capitán Francés y Roselló, o un Sr. Jerónimo Pou, ex secretario de Ruiz Zorrilla; Pou y Francés ayudaron a los Ezetas en su traición, estando ambos, en aquel tiempo, encargados de la escuela militar de la capital salvadoreña. *** Antes de Carlos Ezeta, la América Central ha tenido excepcionales ejemplares de tiranos, comenzando con Carrera, y acabando con Sacasa. La unión de las cinco repúblicas sería el comienzo de una verdadera regeneración: pero las ambiciones personales y los intereses de partido dificultarán por mucho tiempo el sueño de Morazán, de Cabañas y de Jerez. Los pronunciamientos tienen por hoy raíces inextirpables, y de ellos no se libran gobiernos buenos ni gobiernos malos. El imperio del militarismo triunfa; y los presidentes de las repúblicas no están seguros ni de los mismos jefes de sus guardias de honor. Y no hay entre ellos más diferencia que la de la honradez: Menéndez, o Ezeta. R. D. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 175 “EL CRISTO DE LOS ULTRAJES”185 Hay un maravilloso cuadro de Henry de Groux en que el Rey de la Dulzura aparece en el más amargo de los suplicios de su pasión: la ola de la miseria humana, de la infamia humana, le escupe su espuma; la bestialidad humana le muestra los puños, le amenaza con sus gestos brutales, le inflige sus más insultantes muecas; y la divina fortaleza deja que hierva la obra del odio alrededor de ese pobre harapo de carne viva que representa la verdad. Ese infeliz Dreyfus hace rememorar ciertamente al Cristo de los ultrajes, no por el martirio continuo que ha sufrido y sufre su fatigada armazón de hombre, sino porque en él, después de Pilatos, se ha vuelto a sacrificar la idea de justicia, se ha repetido a los ojos de la tierra el asesinato de la inocencia. El resultado del proceso de Rennes da deseos de decir, con permiso de los teólogos: «Señores sionistas, podéis volver a Jerusalén. Podéis, después de esta obra de los cristianos, ir a levantar vuestra ciudad, piedra sobre piedra». ¡Ah, el sanhedrín de obcecados ancianos, los innominables Caifases, y el ridículo Barrabás petardista que aún explota su cinismo desde Londres! Y las masas populacheras, ciegamente estúpidas, berreando marsellesas, guiadas por los «père la Victoire» de la literatura, o por los sicofantes de la prensa. Y esto en el país del cual los intelectuales decimos: «Todo hombre tiene dos patrias: la suya y la Francia»; en el país de Víctor Hugo; en el país de L.I.F.; en el país en que se asienta la Ciudad Luz, la capital de la civilización... ¡Vive la France, messieurs! Se habría podido creer que los mandarines del militarismo tendrían tan solamente a París de su parte, al París en que se entroniza a Mercier, y Rochefort vocifera. El verdadero viril pueblo romano no era, por cierto, el de los prevaricadores del foro, de los jueces quos fames magis quam fama commovit, ni de los mercachifles de conciencia del Campo de Marte, como el verdadero pueblo francés no lo componen los seides del tartufismo, los hípicos gardenias, los estudiantes corrompidos y los abonados al teatro Deibler. Sin embargo, parece que toda Francia se hubiese regocijado con la nueva sentencia, sugestionada al punto de anteponer una moral militar especial, al concepto ético-católico, – en el sentido de universalidad. Esa moral militar se basa claramente en una nueva comprensión de la vida nacional; no se trata ya de los bastante ensangrentados «derechos del hombre», de Libertad, Igualdad, Fraternidad y todos sus sonoros complementos; se trata de la sustitución de lo ideal por lo práctico. En épocas de menos panamaes, no se habría vacilado en ese antes generoso pueblo, en sacrificar algo de su fuerza material al interés de la verdad; hoy la noble nación cree que lo primero que hay que guardar es el brillo y autoridad de sus hombres de cuartel, y ante la preponderancia de esos cuerpos de presa, sacrifica lo legítimo y lo justo. La 185 Rubén Darío: “El Cristo de los Ultrajes”. Revista Nueva (Madrid), 15 de septiembre 1899, pp. 149-151. 176 DISCURSOS TRANSVERSALES Patria, he ahí el ídolo. La Patria, es decir: que el alemán sepa que hay muchos cañones misteriosos, muchos soldados, un intachable Estado Mayor, y revistas vistosas el 14 de julio... Ahí están también los aduladores de la multitud, viejos como ese pobre Coppée que acaba de clamar su conversión a los cuatro vientos del catolicismo, y deja el rosario con que tan justa y corrosivamente le ha pintado Vallotón, para coger la pluma de Los Humildes, y con su conocido franc parler azuzar a la canalla francesa contra el desventurado capitán judío; jóvenes como el esteta cultivador del Yo, vivisector espiritual de la víctima, exdiputado de la Psicología y seguramente en vísperas de presentar su Moi a sus electores... En verdad, sería de abominar ese espíritu de Francia que tanto ha conquistado y encantado al mundo, si no se supiese que hay un grupo intelectual que ha sostenido los prestigios de la justicia, que el alma noble de la Francia antigua no está entre esos farsantes y entre esos verdugos, y que la Equidad ha tenido, entre otras inteligencias, a su servicio, con un Zola, la fuerza; con un France, la sonrisa. Estábamos acostumbrados a proferir a cada instante la clásica salutación: ¡Ave, Gallia regina!, a mirar en Bayardo un símbolo, a poner junto al hidalgo español al caballero francés, a toda una tradición de nobleza y de grandeza moral que daba a Francia entre las naciones un puesto de honor y de respeto. Conformémonos con lo que hoy nos queda a los galófilos, fuera del tesoro incontaminable de sus letras y de sus artes: el champaña y las cocottes. La Justicia, la Verdad y el mundo culto, es decir, los extranjeros, hemos perdido la partida, con el único objeto de que el ácido Mercier se muestre satisfecho y Coppée, el Hombre-del-Pabellón, acompañe de un padrenuestro sus injurias a la Caridad, virtud imperial en la tierra y en el cielo. En cuanto al desgraciado israelita, si Bazaine, culpable o no, cargó con los pecados de toda la Francia, según la palabra de Bloy186, Dreyfus representa en estos instantes su amargo papel de «Cristo de los ultrajes», de chivo emisario, de víctima sacrificada a las bajas preocupaciones de una época en que su nombre recordará más tarde uno de los mayores crímenes colectivos de la historia, y el momento en que el brillo del espíritu francés ha palidecido ante el mundo. RUBÉN DARÍO. Madrid, marzo de 1910. 186 De la dedicatoria del libro de Léon Bloy, Sueur de sang, citada por RD en Los Raros (Darío 1896, p. 56). LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 177 “LA ANTIDIPLOMACIA. UNA NOTA DE MR. KNOX”187 La llegada del ex presidente de Nicaragua, general Zelaya, ha sido un suceso que ha dado ocasión á diferentes comentarios de la prensa, sobre los acontecimientos recientes que aun llaman la atención general. Preocupa sobre todo la violenta actitud con que intervinieron los Estados Unidos, favoreciendo á los revolucionarios. Un diario tan autorizado como el que dirige el señor Romeo, personalidad estimada en su alto valer en los centros periodísticos de Europa, «La Correspondencia de España» dice con razón: «La variación del orden de cosas en aquella república, á consecuencia de las ingerencias de los Estados Unidos, es un tema que está á la orden del día. A la nota que el secretario de estado yanqui Mr. Knox188, dirigió recientemente al encargado de negocios de Nicaragua, y á las declaraciones hechas sobre el mismo asunto por el presidente Taft en su mensaje al congreso americano, responden muchos centroamericanos, residentes en Méjico, con una protesta solemne y rotunda contra los Estados Unidos que ha publicado la prensa mejicana, y en la cual se atribuye al gobierno yanqui toda la responsabilidad del actual malestar de Centro América.» Nada más puesto en razón. Los firmantes de la protesta son no solamente ciudadanos nicaragüenses, sino pertenecientes á las otras repúblicas centroamericanas; y los hay que han sido enemigos de la administración Zelaya. Sin embargo, ante la actitud de un Knox que destruye todo lo ganado por las tendencias de un Root, no han vacilado en lanzar su protesta. «El crimen de Zelaya para con el gobierno americano no es otro que el de defender la autonomía de Nicaragua contra los avances del imperialismo, y en este sentido, mientras más execrado sea el gobierno de Zelaya por el americano, mayores simpatías tendrá entre los pueblos de Centro América, y aun de toda la América latina, cualesquiera que sean, por otra parte, sus errores y defectos. Y por eso es que nosotros, que formamos una colectividad con opiniones personales muy diferentes respecto á la apreciación que nos merece á cada uno por separado el presidente Zelaya, habiendo entre nosotros amigos, enemigos é indiferentes para con él, estamos completamente de acuerdo en reconocer que este gobernante en la actual emergencia representa la causa de la dignidad y de la independencia de la América Central, en contra de las pretensiones de un gobierno hostil á su soberanía. Este es el hecho. El general Zelaya al venir á Europa ha buscado hacerse oír y demostrar la verdad de lo ocurrido ante la opinión universal. Hombre ajeno á vanas retóricas, presentará en una publicación próxima, con pocas palabras y muchos documentos y pruebas justificativas, la parte que el gobierno de Guatemala y el de los Estados Unidos han tomado en el desarrollo de los acontecimientos que han causado la perturbación de la paz y la pérdida de tantas vidas en el país nicaragüense. 187 La Nación, 1.° de abril de 1910, p. 7. Firma RUBEN DARIO. 188 Philander Chase Knox (1853-1921) fue secretario de estado de los Estados Unidos en los años 1909-1913. 178 DISCURSOS TRANSVERSALES — En verdad, jamás en cancillería alguna del mundo se ha visto nunca empleado el tono y el lenguaje que se advierten en la nota de Knox al representante de Nicaragua en Wáshington189. Jamás la fuerza ha manifestado mayor cinismo. No hablaba por boca del canciller de Mr. Taft el espíritu de la gran nación que preconizaran un Root, un Emilio Mitre ó un Joaquín Tabuco. Después de leer la pesada y violenta nota de Mr. Knox, he pensado en el instante en que escuchara en el palacio Monroe de Río de Janeiro, al correcto, firme y desde luego hábil secretario de estado norteamericano, que decía palabras como éstas á los representantes de todas las naciones de América: «Consideramos la independencia y la igualdad de derechos de los menores y más débiles miembros de la familia de las naciones, con derecho á tanto respeto como los de los grandes imperios, y consideramos la observancia de dicho respeto como la principal garantía de los débiles contra la opresión de los fuertes. No pretendemos ni deseamos derecho alguno, privilegio ó poderes que no concedamos libremente á cada una de las repúblicas americanas. Deseamos aumentar nuestra prosperidad, ensanchar nuestro comercio, acrecer 189 La nota Knox, una verdadera declaración de guerra, rezaba en sus primeros párrafos: „Es notorio que desde que se firmaron las Convenciones de Washington de 1907, el Presidente Zelaya ha mantenido a Centroamérica en constante inquietud y turbulencia; que ha violado flagrantemente y repetidas veces lo estipulado en dichas Convenciones, y por una influencia poderosa sobre Honduras, cuya neutralidad aseguran las Convenciones, ha tratado de desacreditar aquellas sagradas obligaciones internacionales, con detrimento de Costa Rica, El Salvador y Guatemala, cuyo Gobiernos sólo con mucha paciencia han podido mantener lealmente el compromiso solemne contraído en Washington bajo los auspicios de los Estados Unidos y de México. Es igualmente notorio que, bajo el régimen del Presidente Zelaya, las instituciones republicanas han dejado de existir en Nicaragua, excepto de nombre; que la opinión pública y la prensa han sido estranguladas, y que las prisiones han sido el precio en toda demostración de patriotismo. Por consideración personal hacia Ud. me abstengo de discutir innecesariamente los penosos detalles de un régimen que, por desgracia, ha sido un borrón en la historia de Nicaragua, y un desengaño para un grupo de Repúblicas que sólo necesitan la oportunidad para llenar sus aspiraciones de un Gobierno libre y honrado. Por razón de los intereses de los Estados Unidos y de su participación en las Convenciones de Washington, la mayoría de las Repúblicas de Centroamérica ha llamado desde hace tiempo la atención a este Gobierno contra tan irregular situación. Ahora se agrega el clamor de una gran parte del pueblo nicaragüense por medio de la revolución de Bluefields, y el hecho de que dos americanos, que, según convicción adquirida por este Gobierno era oficiales al servicio de las fuerzas revolucionarias, y, por consiguiente, tenían derecho á ser tratados conforme a las prácticas modernas de las naciones civilizadas, han sido fusilados por orden directa del Presidente Zelaya, habiendo precedido a su ejecución, según informes, las más bárbaras crueldades. Además, viene informe oficial de que el Consulado Americano de Managua ha sido amenazado, y con esto se colma el proceder siniestro de una administración caracterizada también por la tiranía sobre sus propios ciudadanos, y que, hasta el reciente ultraje hacia este país, se había manifestado en una serie de pequeñas molestias e indignidades que hicieron imposible desde hace algunos meses mantener una Legación en Managua. Desde todo punto de vista es evidente que ha llegado a ser difícil para los Estados Unidos retardar más una actitud decidida, en atención a los deberes que tiene para con sus propios ciudadanos, con su dignidad, con Centroamérica y con la civilización.“ (Consultado en el Internet el 19 de septiembre de 2003 [www.ihnca.edu.ni].) LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 179 nuestra riqueza, nuestro saber y nuestro espíritu, pero nuestra concepción del verdadero medio de realizar esto, no es el de derribar á otros y beneficiarnos con su ruina, sino ayudar á todos los amigos para una común prosperidad y un común desarrollo, de modo que podamos todos engrandecernos y juntos legar á ser más fuertes.» Se podrá argüir, ó sospechar respecto al fondo, á las intenciones, á ulteriores propósitos del ex canciller, pero es el caso que ante los miembros de la 3ª. conferencia Internacional americana, sus frases fueron de varón de largas vistas y de político prudente y avisado. Y agregaba luego Mr. Root: «Dentro de pocos meses, por la primera vez los reconocidos poseedores de cada pie de terreno en los continentes americanos, pueden ser y espero que sean, representados con reconocidos derechos de iguales estados soberanos en el congreso universal de La Haya». «Auxiliémonos unos á otros, para demostrar que para todas las razas humanas, la libertad por la cual hemos luchado y trabajado, es hermana gemela de la justicia y de la paz. Unámonos, para crear y mantener y hacer efectiva una opinión pública panamericana, cuyo poder influya en la conducta internacional, é impida errores internacionales, y disminuya las causas de la guerra, y por siempre preserve nuestros libres países del peso de aquellos armamentos que se aglomeran detrás de la frontera de Europa, y nos traiga cada vez más cerca la perfección de una libertad ordenada». Todo esto era desde luego propio para inspirar confianza en los gobiernos hispano-americanos, y sobre todo en los de los países débiles y pequeños. El elefante no quiso en esa memorable ocasión hacer sentir su peso. Muy otros son los pensares y actitudes del en extremo vibrante secretario de estado actual, que considera como feudos naturales de la gran república á las pequeñas repúblicas vecinas, y para las cuales no cree preciso sino el empleo del famoso Big Stick. — En la protesta á que me he referido se prueba que los Estados Unidos, si no han provocado, han consentido en Centro América la revolución de Honduras, de 1908, y la actual revolución de Nicaragua. “La primera, dice dicho documento, fue promovida por los gobiernos del Salvador y Guatemala, y en ella, el aventurero Cannon, fusilado, merecida y recientemente en Nicaragua, partió de San Miguel, el Salvador, donde era empleado de policía, llevándose la fuerza de su mando para unirse á la revolución hondureña. El gobierno americano pasó por alto la responsabilidad de los gobiernos culpables y se empeñó, primero en que no fuera resuelta la acusación presentada contra ellos por Honduras ante la Corte Arbitral de Cartago, y en que fueran absueltos, después, cuando se convencieron de que era imposible evitar la revolución. De esta manera, los Estados Unidos comenzaron á desacreditar la institución más seria, creada por los tratados de Wáshington: la Corte de Justicia de Cartago.” 180 DISCURSOS TRANSVERSALES Todo esto es perfectamente exacto, como lo que sigue respecto á los sucesos recientes de Nicaragua: “Por lo que hace á la revolución actual nicaragüense, nadie ignora á la fecha la parte que han tomado el gobierno de los Estados Unidos y el de Guatemala, y que los refuerzos de armas, municiones y hombres, les llegan principalmente de Nueva Orleans (La.) y Puerto Barrios, Guatemala. La complicidad de los Estados Unidos está confesada en la nota, cuando dice que para ese gobierno la revolución representa la voluntad nacional de Nicaragua.” Así rebate la protesta, punto por punto, los conceptos de la nota de Knox: la pretendida violación de las estipulaciones de la convención de Wáshington, la ingerencia en los asuntos de Honduras y Costa Rica, el régimen gubernamental del general Zelaya y la tiranía. Todos estos extremos son rechazados ó explicados con verídicas razones. Ellos constituirán, por otra parte, el objeto de la próxima publicación que el presidente hará en Europa y en la cual la base de justicia, como lo he dicho antes, será sustentada con una documentación fehaciente y nutrida. No habrá una sola aseveración que no lleve su prueba complementaria, y entonces la opinión podrá palpar la flagrante injusticia de la cancillería norteamericana. No tenían, por cierto, la misma manera de ver la política nicaragüense y la personalidad del presidente Zelaya, el presidente Roosevelt y el ministro Eliu Root, que estaban más al corriente de las interioridades centroamericanas y que seguían una tendencia de todos modos distinta. El fusilamiento de los filibusteros Cannon, Heimathlosat y Groce, será también explicado y justificado en todos sus detalles190. 190 El 22 de diciembre de 1909, en su “Manfiesto al pueblo de Nicaragua“, Zelaya dio las siguientes explicaciones al respecto: „La muerte de los filibusteros Cannon y Groce, que me imputa directamente el Gobierno Americano, es el resultado de un juicio en que se dio audiencia plena a los reos y en que no se omitió ninguna de las formalidades legales. Eran ellos revolucionarios según lo afirma el Gobierno Americano en la nota del Secretario de Estado y figuraban como jefes principales del movimiento al cual le prestaban el valioso apoyo de sus actividades e inteligencia, dirigiendo las operaciones científicas de levantar planos topográficos y de fortificación, habiendo sido además, muy buenos tiradores y los únicos encargados de manejar aparatos infernales para minas explosivas que tanto daño hicieron en las maniobras de las fuerzas del Gobierno. De modo, pues, que Cannon y Groce expiaron su delito del modo que lo indica nuestro Código Militar: con la pena de muerte. Además de haber sido jefes revolucionarios, recayó sobre ellos la responsabilidad criminal de un hecho gravísimo y horrendo; hacer volar con dinamita nuestras naves repletas de tropas que en su mayor parte habrían sucumbido en las sirtes del río San Juan, si por un hecho casual y por la gran habilidad en el movimiento de uno de los vapores, no se hubiese logrado cruzar con rapidez el lugar donde la mina hizo explosión. Esos individuos no podían asimilarse a prisioneros de guerra, que se toman al enemigo en una contienda internacional: eran filibusteros al servicio de una revolución interna, pagados para producir estrago y muerte; mercenarios extranjeros que venían a aumentar nuestras desgracias, no por amor a un país que no era el suyo, sino por alcanzar una recompensa PRÓLOGO 181 El general Zelaya no busca la expectación y el ruído, sino que desea ser escuchado por el espíritu imparcial de los estadistas y hombres de razón y justicia del mundo entero, que se interesan en un caso que atañe al derecho de las naciones. Hay en los mismos Estados Unidos quienes encuentran en la nota de Knox un atentado contra la soberanía de un pueblo, que tendrá que reconocerse mientras no sea declarada en congreso contrario al de La Haya, por una asamblea de leones, la libertad absoluta de la garra. Entretanto, la voz de quien denuncia ante las naciones ese nuevo abuso de la fuerza norteamericana, tendrá que ser oída. de los rebeldes y traidores que venían ensangrentando el suelo nacional. La sentencia que el Consejo de Guerra dictó contra ellos está de acuerdo con lo prescrita en nuestras leyes militares; los reos confesaron su culpabilidad y manifestaron también claramente y por escrito que habían sido tratados en su prisión con las mayores consideraciones y cuidados. Mi única intervención en ese penoso asunto consistió en negar la gracia de indulto que solicitaron los reos, porque ese derecho es potestativo del Presidente de la República y porque creí y creo que la sentencia era justa, que se debía cumplir, estando el enemigo al frente y que era necesaria la medida extrema de ajusticiar a dos reos convictos y confesos para mantener el orden y la moral en el ejército. Como Cannon y Groce eran revolucionarios, perdieron el derecho a la protección de su Gobierno según la ley americana, y en tal caso no tienen por qué sentirse agraviados los Estados Unidos. De todos modos el Gobierno de Washington podía haber entablado la reclamación correspondiente antes de declarar rotas sus relaciones con Nicaragua.“ (Consultado en el Internet el 19 de septiembre de 2003 [www.ihnca.edu.ni].) DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 183 “FILMS DE TRAVESÍA”191 A bordo de La Champagne, rumbo á Veracruz, septiembre de 1910. I. Tierra ilusoria Polonio, ¿ves esa tierra que está allí cerca, á unos mil metros más ó menos de nuestro barco, y que ha surgido, después de ponerse el sol entre dorados y sanguinosos rompimientos? – Sí, la veo, contestaría Polonio192, sin forzar su afirmación como es su uso, ante la variable mentira de las nubes. En pleno Atlántico, acabando de pasar frente á las Bermudas, he ahí que se ha formado de pronto ante los ojos de los navegantes, una tierra de milagro. Sí, la tierra ¿un continente? ¿una isla? está allí, á nuestra vista, bañada como de un opaco cristal azulado. Se alzan cocoteros, boscajes, grandes árboles, como en las regiones del trópico, y la perspectiva trae á la mente no sé qué Guanahamés ó Floridas de encantamiento, ó aislados y misteriosos reinos de las «Mil y una noches ». Se supondrían en esas regiones que atraen con su extraordinario miraje, habitáculos de genni, ó de hadas, palacios recónditos en donde morasen Camaralzamanes y Baduras193. Todo eso es la obra de la mentirosa nube, amada por Baudelaire. La nube ha fingido las palmeras, los boscajes, los alcázares, ante los cuales el barco sigue su rumbo. ¿Cuántas veces no aparecerían, semejantes halagadoras visiones, á los Colones y á los Gamas? Y llega después el silencio de la noche. El pensador medita. El vigía lanza su grito como una queja. Ha pasado la nube, avanza la nave, nos cubre la sombra. 191 La Nación, 20 de octubre de 1910, p. 8. Firma: RUBÉN DARÍO. “En junio de 1910 el gobierno de Nicaragua recibe invitación oficial del gobierno de México para hacerse representar en las solemnes celebraciones del centenario del ‘grito de Dolores’ o sea la iniciación de la guerra de independencia de aquel país. Madriz, haciendo méritos a su condición de eminente intelectual, dispone enviar una brillante delegación, y en consecuencia nombra a Rubén Darío y a Santiago Argüello como representantes de Nicaragua” (Torres, La dramática vida de Rubén Darío, p. 671). 192 Cf. Shakespeare, Hamlet, III, 2 (t. 1, pp. 271-272). 193 “En cuanto a mi imaginación y mi sentido poético, se encantaban en casa con la visión de las turgentes formas de mi prima, que aún usaba traje corto; con la cigarrera Manuela, que manipulando sus tabacos me contaba los cuentos del príncipe Kamaralzaman y de la princesa Badura, del Caballo Volante, de los genios orientales, de las invenciones maravillosas de las Mil y Una Noches” (RD, Vida, cap. X, p. 31). 184 DISCURSOS TRANSVERSALES Y se recuerda: «Sicut nubes, quasi naves, velut umbrae.[»]194 II. La virtud de la alegría Alegría, divina alegría, he visto una vez más el poder mágico de tu virtud. Desde que hemos dejado la tierra europea, no has dejado de vagar, consoladora, entre el rebaño de gentes que amontonado en la tercera va hacia lo desconocido, á «hacer la América». Esos pobres que se han embarcado en Santander ó en la Coruña, van alentados por ti. En medio de las obscuridades de la noche, ó bajo los ardores de un sol copioso, resuena de cuando en cuando un cantar, ó un son de pandereta. Los cantares son tristes; pero así es la alegría española. Se improvisan jotas, é incansablemente bailan parejas masculinas, ó la niña de catorce años, de los grandes ojos, ó la madre, que va amamantando un bebé, ó la otra moza, que tiene una suave sonrisa y que luce su garbo á pesar de que se advierte presa de la pálida miseria. La pálida miseria danza. Un hombre enfermizo, barbas de cobre, ojos verdosos y brillantes, percute la pandereta, lleva el compás. Los danzadores fingen con los dedos el ruido de las castañuelas: en un círculo estrecho se hacen las evoluciones, giros y contrapases. Hombres y mujeres, sudorosos pero sin fatiga, ríen. Pasa una bota de vino de la tierra. No lejos, unos cuantos compañeros juegan, echados de bruces, á la lotería. El que canta los números, según la usanza, hace chistes que se celebran en coro. Un gallego lanza una lánguida muñeira, al abrir una caja de sardinas. Está cayendo la llama de la tarde. Se oye el palpitar del corazón del vapor. Esos infelices – entre los cuales irá probablemente el millonario de mañana, – sórdidos, sucios, lamentables, van iluminados por la sonrisa y halagados por el resplandor de tus oros, ¡oh Alegría, divina Alegría! III. La oración del niño sobre el mar Esta mañana, cuando casi todos los pasajeros dormían aún en sus camarotes, salí á ver la aurora, sobre cubierta. Entonces tuve la grata impresión de ver á un niño bello y rubio, rezar, en la luz de las primeras horas matutinas, su oración sobre el mar. El niño estaba con su abuela, señora tempranera, cuyo aspecto de paz y de salud indica que sus años han visto muchas albas. Abuela y nieto pertenecen á una familia religiosa que vuelve de visitar los Santos Lugares. Ese niño ha visto con sus ojos de amor, la tumba de donde Jesucristo saliera resucitado, los seculares olivos de Getsemaní, Belén, la tumba de Absalón que los judíos apedrean y los muros del templo junto al cual los sin patria lloran, dicen sus trenos en distintas lenguas y se mesan los cabellos. ¿Qué quedará de todo eso en la memoria en flor de esa linda figura infantil? Las explicaciones de sus padres, las narraciones de unos labios dos veces maternales, se esfumarán 194 “Como las naves, como las nubes, como la sombra [huye la vida]”. Se trata del epígrafe que Chateaubriand antepone a un capítulo de sus Mémoires d’outre-tombe (t. 1, p. 5). La cita combina varios fragmentos del libro de Job. Amado Nervo la pone como epígrafe a su poema “A Kempis” (OC, t. 2, p. 1322). LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 185 con el tiempo. Pero ahora, aun están frescos sus recuerdos, y la oración que, juntas las manos, dirige á Dios, los ojos fijos en el horizonte, debe llevar, junto con el perfume marino, un tenue olor á lirios de Aarón y á rosas de Jericó. La anciana dice las palabras que el niño repite con una unción encantadoramente pueril. Y el mar está, como durante toda la travesía, tranquilo, manso, apenas peinado por el viento que trae algo como efluvios de las cercanas Antillas. Y pienso que ese niño fino, al decir su plegaria, yelmado de su espesa cabellera de oro, con sus manos juntas y su rostro del color del rosa de la aurora, es un angélico domador del mar. Así el infante del poema hugueano de la Leyenda de los Siglos, con el índice lilial alzado delante del rugiente y formidable león. IV. Patriotismo, egoísmo El patriotismo en ocasiones, por no decir casi siempre, es un desenvolvimiento del egoísmo. Una nación fuerte mira con recelo á otra nación fuerte. Sabidas son también las antipatías de naciones, departamentos y aún pueblos limítrofes. El patriotismo, en una de sus formas, hace que el individuo se considere como contenedor de todo el país. El representa la nacionalidad. Verá casi siempre con prevención los triunfos ó los progresos de un país que considera, por tal ó cual motivo, como rival del suyo. Procurará, en el plausible deseo de engrandecer su patria, aminorar ó poner en duda las conquistas de otra. Si pertenece á una nación rica, poderosa, fuerte, adquirirá en sus maneras, en su gesto, en el tono de sus palabras, una apariencia de imposición. Habrá en él algo de dureza, y aun de brusquedad. Eso lo encontraréis en el tono del norteamericano, del inglés, del germánico militarizado, del argentino, de algunos otros. Es casi seguro que había brusquedad en el acento y en el modo con que el romano decía en el extranjero: «Civis romanus sum». Debe haber hablado el romano como habla hoy el ciudadano de los Estados Unidos. V. Cuba á la vista Las costas de la isla de Cuba aparecen á nuestra vista. En mi memoria guardo las impresiones que sintiera, hace cerca de veinte años, al llegar á la Habana. Amaba yo la isla, por su poesía y por su leyenda heroica. Había conocido, en mis primeros años de juventud, en Centro América, al poeta Palma195 y al 195 “El bayamés José Joaquín Palma y Lasso (1844-1911), que tuvo que vivir la mayor parte de su vida fuera de Cuba, en Honduras, en Guatemala – la letra de cuyo Himno Nacional compuso – pero recordando siempre emotivamente su tierra natal, es un fácil y sonoro versificador que se conservó siempre fiel al romanticismo externo y musical del que fue José Zorrilla el más típico representante en todo el mundo hispánico. Es Palma poeta de la patria y el amor, temas unidos en sus versos recitables, quejumbrosos … versos suaves e idealizadores, siempre de un lirismo elemental, hijos del recuerdo, creadores de la esperanza, según la crítica benévola y cordial de Martí” (Raimundo Lazo, Historia de la Literatura Cubana. México: UNAM / Dirección de Publicaciones, 1974, p. 152). 186 DISCURSOS TRANSVERSALES orador Zambrano [sic]196, que predicaron y cantaron por todo el continente, la libertad de su patria y el sueño de la Estrella solitaria. Tenía en la Habana amistades y simpatías entre la juventud intelectual. Desembarqué y permanecí el tiempo que durara la permanencia en la rada, del vapor que me conducía á España, á donde yo iba como delegado de mi país nicaragüense á las fiestas del centenario de Colón. Me sentí en la tierra cubana como en un hogar fraternal. Los compañeros del «El Fígaro» me festejaron en cordial ágape literario. Estaban allí el malogrado Julián del Casal, el hondo y raro poeta ya por siempre desaparecido; Pichardo197, laureado caballero de las Musas; y con su gentileza y su talento y su cortesía, Catalá198, hoy director de la revista, Raoul Cay, perito en cosas mundanas y galantes, en literaturas, y en cosas del Imperio Chino, y algunos amigos más. Flotaba aún en el Morro la bandera de España. Rememoro vagamente los paseos, las calles, las mujeres hermosas y voluptuosas, las flores, los frutos del trópico, y el ambiente y las esencias de la Antilla que llegaran á través del inmenso océano, á despertar versos de oro y de color en las oraciones de José María de Heredia. Después llegaron los horrores de la última guerra. Mi simpatía por Cuba siguió siempre la misma, y creció cuando tuve el glorioso placer de ser amigo de José Martí, allá en su cuartel de campaña de la vasta New York. Luego fue la muerte épica del héroe poeta, hoy glorificado en mármol por su pueblo, gracias al fervor de su fiel compañero de emigración y de labor libertadora, el egregio Dr. Miranda, hoy también desaparecido. Y llegó la libertad, – y con ella la república y el pabellón de la estrella solitaria, y luego la intervención de los EE. UU. Muchas ilusiones de los luchadores de antaño se convirtieron en desesperanzas. Reinó el espíritu anglosajón. Los tentáculos de Manhattan se prendieron al seno de la nueva nación. Se desterró la fiebre amarilla, se organizó el tesoro; hubo innegable progreso y de habló más inglés. Mas en muchas almas se llegó en ciertos momentos á sentir una vaga saudade de la vieja y vencida madre patria… ¿Qué encontraré de nuevo? ¿Cuáles serán las impresiones que recibiré á mi paso pasajero por la «Perla»? Hay amigos constantes de los de antaño; mas una ráfaga que vino del norte ha cambiado de seguro en tiempo relativamente corto, desde la higiene hasta los procedimientos periodísticos. Os diré pronto mis pensares respectivos. VI. La religión de Aarón Levy Aarón Levy es aún joven. Vive en esa importante capital hispanoamericana 196 “El orador de la revolución de Yara, Antonio Zambrana (1846-1922), hizo incursiones por el campo de la Historia en La República de Cuba (Nueva York, 1873), y especuló acerca del tema histórico en La poesía de la historia (San José, Costa Rica, 1900)” (ibíd., p. 206). 197 “Manuel Serafín Pichardo (1863-1937), periodista y diplomático, fue además de versificador con marcado tono de época, animador del movimiento literario como director de las revistas más leídas e importantes, El Fígaro publicado por él con la eficaz colaboración administrativa de Ramón A. Catalá” (ibíd., p. 153). 198 Cf. nota anterior. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 187 desde hace muchos años, dedicado al comercio. Es uno de los principales importadores de indumentaria elegante. Como cambia de traje tres ó cuatro veces al día podemos darnos cuenta de la excelente calidad de sus objetos de venta. Es un afable parlanchín. Tiene la sonrisa fácil, la mirada tímida y el gesto fugaz. Saluda con especial cuidado al caballero millonario, al diplomático, al dueño de ingenio que se quedará en La Habana, á los miembros de la familia potente, á la viudita que ha quedado bien asegurada. Galantea, da sus vueltas de vals por la noche; juega, con suerte casi siempre, en los modestos é improvisados partidos de bridge, poker, ó siete y media. Cuando se trata de sus negocios tonea un aire compungido, se lamenta de las escasas compras, de la rivalidad de las otras casas más ricas que la suya. Evita hablar de política, y cuando le acosan, sale del paso con un chiste ambiguo. Da noticia de los restaurants «donde se come bien por poca plata», de las casas de cita, de las artistas en boga, de toreros y de casas de banca. Como se hablase en la mesa – tema de conversación siempre muy poco oportuno – de asuntos religiosos, después de que las distinguidas damas hubieron agotado sus sentires, una le preguntó de pronto á Aarón Levy: Y Vd., señor, ¿á qué religión pertenece? Y Aarón Levy, grave, contestó muy despaciosamente: – Yo, señora, soy católico, apostólico, romano. DISCURSOS TRANSVERSALES LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 189 DE SAINT-NAZAIRE Á VERACRUZ. Notas para los turistas199 A bordo de La Champagne, rumbo á Veracruz, septiembre de 1910. La Champagne, barco viejo. Algún turista argentino que lea estas líneas, habrá hecho quizá en él la travesía del Havre á Nueva York, ó viceversa, pues este vapor hacía el servicio en aquella línea. La Compañía Générale Transatlantique á la que pertenece La Champagne, parece haber quedado rezagada en cuanto á la importancia de su flota. Hoy en día la mayor parte de los buques que viajan con su bandera en esta línea son viejos: viejos y no muy buenos. Y para incluirlos en el número de los grandes transatlánticos, á la par de colosos como el Lusitania, el Mauritania, ó el George Washington, ó cerca de los magníficos buques alemanes, sólo tiene esta compañía francesa el Provence, de la carrera de Nueva York. Sin embargo, las crecientes necesidades del servicio y las cada vez mayores utilidades que rinde el tráfico de estas líneas transoceánicas, son buen acicate para empresas ricas. Y la Transatlantique, que lo es y que debe tener grata experiencia de los resultados de esta línea, se dispone á reforzar su flota, con dos nuevos grandes vapores: el Espagne y el France. Cuenta ya la compañía con los buques siguientes: La Provence, La Lorraine, La Savoir y La Touraine, que hacen la carrera Havre-Nueva York; y con La Champagne, La Navarre y algunos menores para el servicio, llamados postal, de las Antillas y Centro América. Aunque no con la intensidad que la navegación hacia el Plata, el tráfico de viajeros, como el tráfico de cargas en esta línea de Méjico, ha aumentado enormemente de importancia en los últimos tiempos. Y aunque menos enconada que en otras, en ésta, también la competencia ha influído de modo decisivo en el mejoramiento y en el refinamiento de los servicios. Los alemanes con sus espléndidos buques, verdaderos palacios flotantes, dotados de extremos de confort antes sólo instalados en los barcos que 199 La Nación, 21 de octubre de 1910, p. 8. Firma: RUBÉN DARÍO. “El barco La Champagne saldrá de Saint-Nazaire con destino a Veracruz, haciendo escala en La Habana. El barco leva anclas a las tres y media de la tarde del 21 de agosto, precisamente el día en que el doctor José Madriz entrega la presidencia de Nicaragua a José Dolores Estrada, hermano del traidor Juan J. Estrada, por acuerdo de éste, que ya está en marcha hacia Managua” (Torres, La dramática vida de Rubén Darío, p. 689). 190 DISCURSOS TRANSVERSALES utilizaban los «milliardaires» norteamericanos, han impuesto las mejoras á los franceses. Y es de esperar que éstos, decididos á modernizar sus buques y á aumentar su flota, lo hagan con esplendidez, sin regateos, sin mezquindad. Porque el pasajero acomodado que viaja por estas líneas, sabe ya lo que tiene derecho á exigir á las compañías. Y de las comparaciones entre «el alemán» y «el francés», eterno tema de conversación en el puente, casi nunca sale airoso el último. ——— Desde luego la fiebre norteamericana por visitar Europa, es cada día mayor en la América latina. No son ya solos los argentinos los que multiplican sus paseos al viejo continente. El pasaje, numerosísimo, de la cámara de La Champagne es, casi en su totalidad, mejicano. Familias que aprovechan las vacaciones del jefe de ella para recorrer los países en que tuvieron su origen; mejicanos radicados en Europa que van á visitar parientes que residen en la patria; estudiantes que regresan de colegios europeos; grandes comerciantes que terminan sus anuales excursiones después de formalizar sus compras de exportación. Y es interesante observar cuáles son las impresiones que de la civilización del viejo continente llevan tan diferentes viajeros. Como en toda la juventud de nuestra América, nótase en los jóvenes mejicanos con quienes me hallo ahora en contacto, la influencia de la educación sajona ó de la francesa. Ante todo, como cualidad distintiva, caracteriza á estos amables y afectuosos compañeros de viaje, la cordialidad, la amabilidad que encuentro invariablemente en todos los correctos caballeros mejicanos á quienes he tenido aquí ocasión de tratar. Si se examinaran, dado que estén hechas, las estadísticas del movimiento del turismo mejicano, se patentizaría la actividad de los viajeros de esa nación. La colectividad mejicana de París ha de ser, con la argentina y la cubana, de las más importantes de la ciudad-luz. Pero además, es notable, y muy de alabar, el espíritu y la dirección que imprimen estos turistas á sus excursiones. No las limitan á visitar cuatro ó cinco grandes ciudades europeas. Recorren sabios itinerarios trazados con independencia de los «Baedecker» y buscan en sus paseos por la vieja Europa algo más hondo y una impresión más intensa y perdurable que las que dejan las volanderas permanencias en las ciudades de placer. Vienen, por ejemplo, en La Champagne, familias mejicanas que regresan de una detenida visita á los Santos Lugares. Hay, además de este pasaje, el pasaje de tercera: los emigrantes. Españoles todos. Castellanos, andaluces y gallegos en su mayoría, que van á Cuba. Unos, pocos, á contratarse por una temporada en las faenas agrícolas de los ingenios de la bella isla. La mayor parte á radicar allí, á luchar por la vida, á buscar bajo otro cielo el pan que el suelo patrio no les produce. Y para el viajero que LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 191 recuerde el creciente y enorme caudal emigratorio que de los puertos españoles fluye incesante hacia Buenos Aires, hay aquí diferencias notables que anotar. Desde luego, este puñado de hombres y muchachos – casi ninguna mujer – no se aproxima á la enorme muchedumbre de emigrantes que en las proas de los buques que parten de España, se hacinan, se amontonan resignados á todas las molestias, á todos los padecimientos de la travesía, siguiendo con la vista anhelante el rumbo que hace el barco hacia la Argentina. No veo aquí esas familias castellanas ó andaluzas que trasladan su hogar de una á otra ribera del Atlántico; ni las tropas de niños que dan la nota ruidosa y pintoresca á los rebaños de miseria que el hambre arroja de Europa en demanda de la rica y maternal América. Verdad, también, que al llegar á la deseada tierra, las leyes norteamericanas en vigor en Cuba, no los recibirán con la amplia acogida que reciben los emigrantes al llegar á Buenos Aires. Y después, que entre una y otra emigración hay su diferencia. ——— La biblioteca de La Champagne tiene cerca de 500 volúmenes. De ellos, una cincuentena pertenecen á la «librería española», como titula el catálogo á la sección de obras en castellano. Y verdaderamente que al recorrer la lista de libros que la compañía pone á disposición del pasaje, no he podido menos de hallar extraordinario que no figura un solo autor mejicano entre los que aparecen en el catálogo. Yo no sé si quien se encargó de formar esta biblioteca, conocería mucho ó nada el grado de ilustración y el gusto de los viajeros habituales de esta línea que tantos años hace une Méjico con Europa. Pero parece digno de notarse que una colección de obras destinada al solaz de lectores mejicanos, no cuente en sus estantes un libro de autores nacionales. En cambio, es cierto, es copiosa la representación francesa. Desde Víctor Hugo, del que hay diez ó doce obras, hasta Edmond Rostand, del que no encuentro más que una – La Samaritaine – pasando por Coppée y Richepin, se encuentra una buena serie de libros poéticos, buenos para leer en las tediosas horas de esta larga travesía. Balzac, viene en primer término, y Paul Bourget y Alfonso Daudet y Dumas; Pierre Loti, Mael200, G. Ohuet [sic] y Theuriet, están en seguida, con gran copia de novelas que, según me informan son las que tienen la preferencia de los lectores. Hay aún multitud de autores franceses cuyas obras, más ó menos decorativas, ornan y llenan los estantes del nada fastuoso salón de lectura. Y en la mencionada sección castellana, ó «librería española», figuran entre los autores españoles: Pereda, Campoamor, Alas (Clarín), Castelar, Espronceda, López Silva, Núñez de Arce – Galdós no tiene sino un libro: «Marianela». 200 Pierre Maël fue el seudónimo que usaron, para las novelas de aventura que escribieron en común, los literatos franceses Charles Causse (1862-1905) y Charles Vincent (1851-1920). 192 DISCURSOS TRANSVERSALES Salvador Rueda, dos. Hay también un ejemplar, casi virgen de lecturas, del «Quijote»; otro de toros – ¿Cómo no? – y varios volúmenes más. Fuera mucho de desear que el encargado de esta biblioteca tuviese algo más en cuenta la nacionalidad de la inmensa mayoría de sus lectores. Hay buen número de obras de literatos mejicanos que ocuparían lugar y serían leídos con más agrado que muchas de las novelitas de autores franceses de quinto orden que llenan el catálogo con sus títulos en «argot» parisiense, del que, naturalmente, nada dicen los diccionarios de bolsillo españoles-franceses. También noto lo chocante de que no haya ni una sola obra de viajes, ni un solo tratado de geografía, ni un solo volumen de los que lógicamente deberían consultarse durante una travesía. De esta manera sólo encuentro el «Viaje á España» de Gautier, y una relación de Pierre Loti, sobre Marruecos. Y en verdad creo que sería útil hubiera á mano en estos casos algún ilustrador de ignorancias que enterara, á quien lo hubiese menester, de que las Azores no son una posesión española y de que la línea de los trópicos se cruza un mucho antes de arribar á Veracruz. ——— La irreprochable corrección inglesa tendría mucho de que espantarse en La Champagne. Los turistas que hayan viajado á bordo de los transatlánticos ingleses y alemanes, no podrán figurarse fácilmente la poco exigente «manière» que aquí llevamos todos. Nada de frecuentes cambios de trajes. Nada de toilettes esmeradas en las señoras. Nada de smoking para las comidas. Se hace el viaje casi en familia y, por un espontáneo y tácito convenio general, cada cual busca su comodidad con absoluta independencia de los principios á veces fatigosos de la etiqueta. Lo cual me parece encantador bajo los fuegos de este cielo. El calor tropical que nos martiriza déjase sentir horriblemente. Y á su influjo y por atenuar en lo posible sus efectos, aparecen mis compañeras y compañeros de viaje en «ténues» claros, ó coloniales, apropiadas á los excesos de esta implacable temperatura. Los blancos trajes de dril, los «complets» del oriental kaki, las muselinas de las señoras, todo lo que es ligero y fresco, se acepta y se lleva sin reparo. Y no faltan en las mesas donde comen jóvenes y bulliciosos amigos míos, sonrisas y conmiseraciones para los contados – cuatro ó cinco pasajeros que, heroicamente «vestidos», resisten todas las tardes en el comedor los calores de horno apenas mitigados por los ventiladores eléctricos. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 193 Además, las comidas que los cocineros de La Champagne nos sirven, no son en verdad dignas de mayores respetos. Son completamente modestas. Hay un sistema de alimentación enteramente desacordado á las aficiones gastronómicas del pasajero. De cuando en cuando, algún plato de la sabrosa y variada cocina mejicana. Estamos en general sujetos á la tiranía de las salsas. Y como á los siete días de partir del último puerto, las carnes, las legumbres y los huevos, no están en el mejor estado de frescura, llega á ser un buen problema el escoger en la no extensa lista de platos del «menú». Decididamente los buques ingleses y alemanes, tienen mejor servicio de cocina, á pesar de la fama de la francesa. Protestas y no escasas formulamos todos cada vez que una deficiencia del servicio nos hiere. Pero jamás las cosas pasan á mayores. El ambiente de amistosa familiaridad y de general buen humor lo calma todo. El amable «commissaire» no tiene nunca que escuchar nuestras quejas. Y la irritación que puedan los más irascibles sentir, se desvanece y se pierde una vez sentados en el puente, donde mañana, tarde y noche, un vago sexteto arrulla nuestro tedio ejecutando con la mejor voluntad el Vals de las olas, de larga celebridad, ó el Ave María, de Gounod. Y no faltan tampoco entre nosotros el amable señor que posee una agradable voz de tenor; la señorita que sale del colegio de las madres y que toca el piano excelentemente; ni la artista que pasa el Atlántico contratada por alguna empresa americana. Con estos elementos, la oficiosidad servicial de un buen joven organiza un concierto extraordinario. Y en efecto, noches después asistimos á una «soirée» en que el sexteto nos regala con «las más escogidas piezas de su repertorio», la señorita complaciente toca alguna fantasía, y la artista – que suele en esta línea ser una cupletista española – canta dos ó tres números de los más incoloros de su lista. Luego, los aficionados al baile danzan, tratando de sujetar á los compases de la música las cabriolas que los balanceos del buque les obligan á hacer. Y así pasa el tiempo á bordo de La Champagne. A media tarde, un joven secretario-intérprete de la oficina marconigráfica, pasa repartiendo el «Journal de l’Atlantique», editado por la [«]Compagnie Générale de Télégraphie sans fil». No ha de ser desconocido para algunos de mis lectores, pues es igualmente repartido en los buques de otras líneas. En él leemos las últimas noticias recibidas de la estación de larga distancia de Poldhu. Ordinariamente son muy concisas notas bilingües – la traducción castellana, pintoresca – en que sabemos de las ocurrencias menos interesantes de las 24 horas pasadas. Hay también, «extractos de los artículos de fondo de los diarios europeos». De todos modos, es grata la seguridad de que merced á las antenas que unen los mástiles de La Champagne, posible nos será comunicar una demanda de socorro en caso de peligro; como con éxito inolvidable logró hacerlo aún no hace muchos meses, el telegrafista norteamericano que, gracias á su sereno heroísmo, salvó de un desastre inminente á los centenares de pasajeros del yate 194 DISCURSOS TRANSVERSALES de placer en que él desempeñaba el modesto encargo de telégrafo sin hilos. Y cuando en medio de la monótona inmensidad de este ahora tranquilo Océano, aparece lejos como una mancha en el horizonte, la silueta de otro buque, esperamos con una cierta impaciencia saber si los mensajes que nuestra oficina le dirige son contestados por el desconocido compañero de unos minutos, que se pierde en seguida á lo lejos, confundiéndose en el azul obscuro de las olas. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 195 “SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ”201 A bordo de La Champagne, rumbo á Veracruz, septiembre de 1910. … Mientras acabo de saborear, una vez más, el verso gauchesco ¿«Sabes que es linda la mar?», me acomodo en mi silla sobre cubierta, y al compás de la máquina y al ruido de la espuma que choca contra los flancos del barco, me complazco en leer el libro con que el poeta Amado Nervo contribuye á la celebración del centenario de la independencia de la patria mejicana. El libro trata sobre una monja ilustre, la famosa sor Juana Inés de la Cruz, poetisa excelente, mujer de Dios, sabia en muchas cosas terrestres y divinas202. Se ve que el biógrafo está lleno de amor por aquella flor del pasado. Trata su asunto con dignidad, con erudición, con mucho afecto. Adorna su libro con retratos de la admirable religiosa, que nos hacen ver unos hermosos ojos profanos, una boca pequeña y voluptuosa, una musa con hábitos de santidad, cerca de sus libros, con la camándula en una mano y la pluma en la otra; ó sentada, en su labor de escritora; ó bien hojeando un infolio. Siempre el aspecto de una donosa y deleitable señorita, que Nuestro Señor Jesucristo apartara del influjo de doña Venus y de don Amor. Ella, que amó á lo humano, adoró á lo celeste. Transmutación de fuegos. «Dedico este libro, dice Amado Nervo, á las mujeres de mi país y de mi raza»203. Loemos el homenaje. El autor comenzó, con el mejor deseo, por querer hacer penetrar en lo delicado y dulcemente amable de su libro á las altas damas de la nobleza, mundanas y literatos que asistieron á la lectura de algunos capítulos de su obra, en el Ateneo de Madrid. Los poetas, desde luego, y los hombres de buen gusto, estarán de su parte y no tendrán sino aplausos para él. Con buscada modestia de expresión, Nervo anuncia, antes de entrar en lo substancioso del volumen: En este libro casi nada es propio: con ajenos pensares pienso y vibro., y así, por no ser mío, y por acopio de tantas excelencias que en él copio, ¡este libro es quizá mi mejor libro!204 201 202 203 204 La Nación, 24 de octubre de 1910, p. 5. Firma: RUBÉN DARÍO. Nervo, Juana de Asbaje, OC, t. 2, pp. 433-491. Ibíd., p. 433. Ibíd. 196 DISCURSOS TRANSVERSALES No. No es verdad. Este libro no es el mejor libro de Amado Nervo. Su mejor libro está entre todos sus libros anteriores, y se compone de aquellos versos y de aquellas prosas en que puso lo exquisito de su comprensión de la vida y del universo, y lo sincero de su espíritu y de su corazón. Porque, en verdad os digo que muy pocos de nuestros líricos le igualarían en exquisitez y ninguno le superaría en sinceridad. Hasta hoy mismo, que las influencias ambientes de la corte española parecen envolverle, su personalidad se destaca en su singular valer y en su exteriorización siempre reconocible. Y en este libro sobre su compatriota sor Juana Inés de la Cruz, en el siglo Juana de Asbaje, ha necesitado de una cinta perfumada de pasión íntima, para juntar y atar el ramillete de «ajenos pensares» que forman la escrupulosa documentación de la biografía. Con Ruiz de Alarcón sor Juana constituye lo más brillante y preciado que pudo ofrecer intelectualmente el virreinato de la Nueva España al acervo común de las letras castellanas. Aun le desubre Nervo á la lírica religiosa hálitos de libertad, ó más bien, don de profecía, en los versos que cita Luis González Obregón en su “México viejo”: ¿Levante América ufana la coronada cabeza, y el águila mejicana el imperial vuelo tienda! O bien: De la común maldición libres para que nacen sus hijos, según el pan no cuesta al sudor afanes. Europa mejor lo diga, pues ha tanto que insaciable, de sus abundantes venas desangra los minerales205 “…Amaba, dice Nervo, aquella singular mujer con toda su alma á Méjico; fue la luz y la poesía de la época colonial; hizo con don Juan Ruíz de Alarcón, que el nombre de la Nueva España sonase con coro de elogios en la Corte de los Austrias, y única en su género por la excelencia del pensamiento en una época y un país en que éste no solía ser flor femenina, merece (mientras en uno de nuestros grandes paseos se yergue el monumento soberbio que le debemos y que sin duda hemos de pagarle) culto de admiración de todas las almas.”206 205 Ibíd., p. 434. 206 Ibíd. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA 197 En las palabras preliminares que el autor dirige al lector mejicano y de donde he copiado las líneas anteriores, expresa el autor el deseo de realizar una obra de mayor aliento que la presente sobre su amada poetisa. Mas si no una estatua de vastas proporciones, le ofrenda, con lo hoy realizado, una serie de finos bajos relieves que nos hacen ver diferentes momentos de la vida de Juana de Asbaje, hasta el instante de su dulce muerte de bienaventurada. Y el alma de la desaparecida musa debe estar agradecida en su gloria. * Primero sabemos cómo vivió en el siglo. Nervo entra en detalles, con apoyo del padre Calleja y del citado González Obregón. Vivió sor Juana “cuarenta y cuatro años, cinco meses, cinco días y cinco horas”; que á doce leguas de la ciudad de Méjico nació, en las cercanías del Popocatepetl, en “una bien capaz alquería, muy conocida con el título de San Miguel de Nepantla, que confinante á los excesos de calores y fríos, á fuer de primavera, hubo de ser patria desta maravilla. Aquí nació la madre de Juana Inés, el año de mil seiscientos y cincuenta y uno, el día doce de noviembre, viernes, á las once de la noche. Nació en un aposento que dentro de la misma alquería llaman “La celda”, casualidad que, con el primer aliento, la enamoró de la vida monástica y la enseñó á que eso era vivir, respirar aires de clausura.”207 Esos datos son del padre Calleja. Con complacencia y emoción poética refiere Nervo una corta visita que hiciera inesperadamente al lugar en que naciera sor Juana. La “bien capaz alquería” no existe. Por más que buscó, no pudo encontrar el punto seguro donde estuvo la antigua finca. Y escribe: “Un recogimiento misterioso parecía apoderarse de todas las cosas, y el sabor de mi contemplación era tan hondo y suave, que cuando silbó la locomotora anunciándonos que íbamos á reanudar el roto camino, parecióme que, como el monje Alfeo que oyó cantar al ruiseñor celeste, mi espíritu volvía de un éxtasis de siglos á las vanas fatigas de la vida.”208 Y, en efecto, en el fondo de su alma oyó el poeta el canto lejano de su preferido ruiseñor. El padre de sor Juana se llamaba don Pedro Manuel de Asbaje, natural de Vergara, en Guipúzcoa; su madre, hija de españoles y nacida en Ayacapixtla, fue doña Isabel Ramírez de Cantillana. La poetisa fue en extremo precoz. Comenzó á aprender á leer á los tres años. Y contara ella misma que «teniendo yo después como seis ó siete años y sabiendo ya leer y escribir, con todas las otras habilidades de labores y costuras que aprenden las mujeres, oí decir que había universidad y escuelas en que se estudiaban las ciencias, en Méjico; y 207 Ibíd., p. 435. 208 Ibíd., pp. 435-436. DISCURSOS TRANSVERSALES 198 apenas lo oí cuando empezé á matar á mi madre con instantes é importunos ruegos, sobre que, mudándome de traje, me enviase á Méjico, en casa de unos deudos que tenía, para estudiar y cursar la universidad; ella no lo quiso hacer (é hizo bien); pero yo despiqué el deseo en leer muchos libros varios que tenía mi abuelo, sin que bastasen castigos ni reprehensiones á estorbarlo; de manera que cuando vine á Méjico se admiraban, no tanto del ingenio, cuanto de la memoria y noticias que tenía, en edad que parecía que apenas había tenido tiempo para aprehender á hablar. Empecé á aprehender gramática, en que creo no llegaron á veinte las lecturas que tomé; y era tan intenso mi cuidado, que siendo así que en las mujeres (y más en tan florida juventud) es tan apreciable el adorno natural del cabello, yo me cortaba de él cuatro ó seis dedos, midiendo hasta donde llegaba antes, é imponiéndome ley de que si cuando volviese á crecer hasta allí, no sabía tal ó cual cosa que me había propuesto aprehender en tanto que crecía, me lo había de volver á cortar en pena de la rudeza. Sucedía así que él crecía apriesa y yo aprehendía despacio y con efecto le cortaba en pena de rudeza; que me parecía razón que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias, que era más apetecible adorno»209. ¿No encontráis en esto último algo que os recuerda una de las más duras frases de Schopenhauer sobre las mujeres, de «cabellos largos é ideas cortas»? Me explico que Nervo haga frecuentes citas de sor Juana. Escribe la monja tan sabrosamente; es tan vivaz y tan franca en su discurso, que aun cuando trata de cosas abstrusas y difíciles á la común comprensión, lo hace con especial donosura y peregrino razonamiento. Yo no sabía que preferir, si sus prosas, ó sus versos, aunque á los verdaderos poetas los tomo de una pieza. La musa mejicana sintió su vocación poética desde muy temprano. Quisieron desviarla de su cultura profana, sor Philotea de la Cruz y don Manuel Fernández de Santa Cruz, obispo de Puebla. Pero altas damas amigas suyas le alentaron y alabaron por sus aficiones. Hay en este libro una original «conversación con sor Juana»210, en que Nervo, al fingir su «interview», no pone en boca de aquélla más que palabras y declaraciones tomadas de escritos de la religiosa, y la ilusión literaria de la entrevista se completa. ¿Puede sor Juana ser llamada genial?211 «Para ser genial en su poesía (porque juzgada por su temperamento y por el conjunto de sus obras admirables lo es), le faltó, quizá, añado yo, una sola cosa á sor Juana, una pasión confesada y cantada: el amor»212. Tal dice el biógrafo; mas, aunque no conozcamos el nombre de quién fue amado y muy á la humana, por ella, es el caso que entre las poesías que en este mismo libro se contienen reproducidas, se encuentran versos amatorios y apasionados. Y se revelan por lo menos ardorosas chispas de un fuego popocatlepino, en conceptos como los siguientes: 209 210 211 212 Ibíd., p. 437. Ibíd., pp. 449-453. Ibíd., pp. 454-457. Ibíd., p. 457. LA RECEPCIÓN DE RUBÉN DARÍO EN NICARAGUA Cuando fuera, amor te oía; no merecí de ti palma, y hoy que estás dentro del alma es resistir valentía: Córrase, pues, tu porfía de los triunfos que te gano, pues cuando ocupas, tirano, el alma sin resistillo, tienes vencido el castillo é invencible al castellano.213 O este soneto: Al que ingrato me deja, busco amante; al que amante me sigue, dejo ingrata; constante adoro á quien mi amor maltrata; maltrato á quien mi amor busca constante. Al que trato de amor hallo distante, y soy diamante al que de amor me trata; triunfante quiero ver al que me mata, y mato á quien me quiere ver triunfante. Si á éste pago, padece mi deseo; si ruego á aquel, mi pundonor enojo, de entrambos modos infeliz me veo. Pero yo por mejor partido escojo de quien no quiero ser violento empleo que de quien no me quiere vil despojo.214 O este otro: Feliciano me adora y le aborrezco Lisardo me aborrece y yo le adoro, por quien no me apetece ingrato lloro y al que me llora tierno no apatezco. A quien más me desdora el alma ofrezco; á quien me ofrece víctimas desdoro; desprecio al que enriquece mi decoro y á quien le hace desprecios enriquezco. Si con mi ofensa al uno reconvengo, me reconviene el otro á mí ofendido y á parecer de tales modos vengo. Pues ambos atormentan mi sentido; ¡Aqueste con pedir lo que no tengo, y aqueste en no tener lo que le pido!215 213 Ibíd. 214 Ibíd., p. 459. 215 Ibíd. 199 200 DISCURSOS TRANSVERSALES Sabido es que cuando las monjas se ponen á hablar de amor, divino á humano, no hay Safos que las superen. Baste con recordar á la llameante Santa Teresa de Jesús y á la famosa religiosa portuguesa, cuyas cartas son un breviario para rezar el oficio de Eros. Sor Juana Inés no llega á tales exaltaciones y bien puede calificarse su amor, como en este libro, de «casto y misterioso»216. Nos hace conocer Nervo las relaciones que tuvieron sor Juana Inés y la condesa de Paredes217, «bella por todo extremo»218 y su admiradora. Trata de la facilidad poética de la monja219, la cual le da coyuntura para decir muy oportunas verdades y discurrir «pro domo sua». Interesará seguramente el capítulo sobre sor Juana música220; otro sobre su humorismo221, y otros sobre su teatro222, las prohibiciones de estudiar223, la crisis224, fervor y penitencia de sor Juana225 y su muerte226. Siguen una «Vida» de la poetisa copiada por Nervo de un manuscrito que está en la biblioteca real de Madrid227, y un «bouquet» de poesías de sor Juana228. Esto se lo agradecerán los muchos lectores, tanto de España como de América, que no conocen sino las famosas redondillas, que empiezan: Hombres necios que acusáis A la mujer sin razón… En resumen: un bello libro de un poeta excelente. 216 Ibíd., pp. 457-461. 217 Ibíd., pp. 461-465. 218 Ibíd., p. 461. 219 Ibíd., pp. 465-467. 220 Ibíd., pp. 468-471. “Para mí tiene aún más sabor, porque me recuerda a cierto Maestro Nuñes, noble amigo muerto ya, a quien Rubén Darío y yo conocíamos y tratamos íntimamente en París in diebus illis, y al cual consagró [sic: por ‘consagré] un capítulo, el LX, en El éxodo y las flores del camino… Y ahora me pregunto: ¿Había leído el Maestro Nuñes (q. e. p. d.) a Sor Juana Inés de la Cruz?” 221 Ibíd., pp. 471-473. 222 Ibíd., pp. 473-476. 223 Ibíd., pp. 476-479. 224 Ibíd., pp. 479-483. 225 Ibíd., pp. 483-485. 226 Ibíd., pp. 486-490. 227 Ibíd., p. 487. 228 No se encuentra en la edición de las OC.