Perú

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Enero de 2011
Resumen de país
Perú
En 2010, las iniciativas del poder judicial para procesar a policías y militares por abusos
cometidos durante el conflicto armado interno de Perú tuvieron resultados poco alentadores.
En lugar de recibir el apoyo de funcionarios del gobierno, el proceso ha sido objeto de críticas
frecuentes por parte de estos, y en 2010 el Presidente Alan García firmó un decreto que
equivalía a una amnistía indiscriminada, ya que habría permitido la impunidad de la mayoría
de los crímenes. Luego de protestas nacionales e internacionales, la medida fue finalmente
suspendida. Sin embargo, la negativa del Ejército a brindar información continúa obstruyendo
las investigaciones judiciales, y la mayoría de los responsables han logrado evadir la justicia.
En varias ocasiones los oficiales de policía transgredieron las normas internacionales sobre
uso de la fuerza letal para controlar protestas y manifestaciones. La tortura, si bien no es
una práctica sistematizada, sigue siendo un problema.
Juicios por los abusos del pasado
Según la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Perú, cerca de 70.000 personas
murieron o desaparecieron durante el conflicto armado interno que sufrió el país. Se trató de
víctimas de atrocidades cometidas por Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario
Túpac Amaru y de violaciones de derechos humanos perpetradas por agentes del estado.
En agosto de 2010, el Presidente García dictó un decreto que otorgaba una amnistía
encubierta a personas que cometieron violaciones de derechos humanos durante el conflicto
armado. El Decreto 1097 resultaba violatorio de las obligaciones jurídicas internacionales de
Perú, en tanto permitía la prescripción de delitos de lesa humanidad cometidos antes de
2003, el año en que Perú ratificó la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes
de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad. Entre estos delitos se incluyen atrocidades
cometidas durante el primer gobierno de Alan García, como la masacre de 122 presos en la
cárcel de El Frontón en 1986. El Decreto 1097 también obligaba a los jueces a concluir los
juicios de militares y policías que no hubieran sido acusados formalmente dentro del plazo
máximo de 36 meses previsto por la ley. Pocos días después, un general y varios miembros
del escuadrón de la muerte llamado Grupo Colina, responsable de numerosas muertes y
desapariciones ocurridas durante el gobierno de Alberto Fujimori, pidieron a la justicia que se
cerraran las investigaciones en su contra. En un primer momento, el Presidente García
defendió el decreto, pero posteriormente cambió de opinión, ante las duras críticas en el
ámbito interno e internacional. En septiembre, el Congreso aprobó por una mayoría
abrumadora un proyecto presentado por el gobierno para derogar el decreto.
En diciembre de 2009, un tribunal integrado por jueces de la Corte Suprema de Perú
confirmó en forma unánime la pena de 25 años de prisión impuesta al ex Presidente Alberto
Fujimori por su responsabilidad en la ejecución extrajudicial de 15 personas en el distrito de
Barrios Altos, Lima, en noviembre de 1991, la desaparición forzada y el asesinato de 9
estudiantes y un profesor de la Universidad La Cantuta en julio de 1992, y dos secuestros.
Fujimori es el primer líder latinoamericano elegido en forma democrática que fue condenado
por violaciones graves de derechos humanos en su propio país.
Frente a la relevancia trascendental de la condena impuesta a Fujimori, los juicios sobre otros
casos de derechos humanos relacionados con el período del conflicto armado han tenido
resultados poco alentadores, y la proporción de condenas es mucho menor a la de
absoluciones. En junio de 2010, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, una ONG
que monitorea la justicia por los hechos del pasado, informó que la Sala Nacional Penal,
creada en 2004 para tratar violaciones de derechos humanos y casos de terrorismo, había
absuelto a 65 militares y policías, condenado solamente a 12, y había desestimado 23 casos.
El Ejército peruano se ha rehusado sistemáticamente a brindar información que ayude a los
fiscales a identificar a militares que participaron en atrocidades. A causa de esta falta de
cooperación, tanto fiscales como abogados de familiares de las víctimas han tenido
dificultades para recabar pruebas que cumplan con los estándares rigurosos exigidos por la
justicia. Por ejemplo, funcionarios del Ejército y el Ministerio de Defensa negaron la detención
de los estudiantes Alcides Ccopa Taype y Francisco Juan Fernández Gálvez, quienes
desaparecieron en Huancayo en octubre de 1990. En junio de 2010, la Sala Penal Nacional
absolvió a dos generales del Ejército responsables de los operativos militares en la zona. El
tribunal desestimó el testimonio de un ex detenido que declaró haber visto a los estudiantes
en la base del Ejército, así como la prueba aportada por otros testigos, quienes afirmaron
haberlos visto mientras estaban bajo custodia.
Varios ex militares de alto rango procesados han empleado tácticas dilatorias y han
presentado recursos de habeas corpus ante el Tribunal Constitucional debido a que, según
argumentan, se habría violado su derecho a ser juzgados en un plazo razonable.
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Uso injustificado de la fuerza letal
En los últimos años, hubo varios enfrentamientos violentos entre manifestantes y la policía,
con un saldo de varios muertos en ambos bandos. Existen indicios de que, en algunos de
estos incidentes, la policía habría recurrido a un uso injustificado de fuerza letal.
En abril de 2010, 5 civiles fueron asesinados y 16 resultaron heridos por armas de fuego
cuando la policía disparó para dispersar una manifestación en la cual participaban 6.000
mineros en huelga que habían cortado una de las principales carreteras de Chala, en la
provincia de Caravelí. Una mujer que no participó en los eventos habría muerto a causa de
un infarto. En septiembre, 61 policías habían sido acusados.
Continúa la controversia en torno a las circunstancias de la muerte de 33 personas (23 policías
y 10 civiles) en junio de 2009 como resultado de enfrentamientos violentos entre policías y
manifestantes indígenas en las provincias de Utcubamba y Bagua, en el Amazonas peruano.
Una comisión de investigación designada en julio de 2009 señaló como principales
responsables a los manifestantes indígenas y a la intervención de “actores externos”. No
obstante, dos de los comisionados, entre ellos un representante indígena, se negaron a firmar
el informe de la comisión. Publicaron un informe minoritario, donde se citan pruebas de que
los manifestantes no estaban armados cuando la policía comenzó a dispararles. En mayo de
2010, el líder indígena Alberto Pizango, acusado de instigar la protesta, fue arrestado por el
delito de sedición e incitación al regresar de su exilio en Nicaragua. Ningún ministro o jefe de
policía ha sido procesado por el modo en que se respondió ante la protesta.
En agosto de 2010, el presidente emitió un decreto que permitiría a las fuerzas armadas
enfrentarse a un “grupo hostil” en el marco de operativos de seguridad. La definición de
“grupo hostil” emplea términos vagos e incluye a personas con armas punzo-cortantes o
contundentes, como piedras, y esto despierta el temor de que se utilice el decreto para
justificar el uso excesivo de la fuerza contra manifestantes indígenas.
Tortura y maltrato
La tortura continua siendo un problema. La Defensoría del Pueblo y varias organizaciones
de derechos humanos continúan denunciando casos de golpizas por parte de policías y
patrullas municipales. También han informado sobre la victimización de conscriptos
militares por parte de sus superiores, como el caso de un soldado que cumplía el servicio
militar en Iquitos y que, en agosto de 2010, habría sido obligado a tragar llaves por un
mayor del Ejército luego de una discusión. Es común que la justicia clasifique los casos de
tortura según la gravedad del daño infligido. Así, cuando las heridas son de menor
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gravedad, se las considera “lesiones”, un delito que contempla una pena menor y que suele
ser excarcelable.
Derechos reproductivos
En Perú, las leyes y políticas restrictivas sobre aborto, que en general penalizan esta práctica y
sólo brindan pautas imprecisas sobre cómo obtener un aborto lícito, inciden en las cifras de
muerte y discapacidad materna. En 2005, el Comité de Derechos Humanos de la ONU
determinó que el estado peruano, al no haber practicado un aborto a una adolescente para
interrumpir su embarazo anencefálico, había violado diversos derechos humanos, incluido el
derecho a no ser objeto de torturas, y que el gobierno tenía la obligación de asegurar que no
se repitiera una situación similar en el futuro. Pese a esto, y a las fuertes presiones de
organizaciones de la sociedad civil peruana, el gobierno aún no ha adoptado pautas claras
para la práctica de abortos legales.
Libertad de los medios de comunicación
Los periodistas de las provincias de Perú están expuestos a intimidación y amenazas.
Algunos periodistas que informan sobre abusos cometidos por funcionarios de gobierno
locales han sido agredidos e incluso asesinados por personas que apoyan a las autoridades
municipales o trabajan para ellas.
En octubre de 2010, el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones restableció en forma
provisoria la licencia de transmisión de Radio La Voz de Bagua, una estación de radio local
del Amazonas peruano, cuya licencia había sido revocada en junio de 2009 luego de que el
Ministro del Interior y varios miembros del partido del presidente, la Alianza Popular
Revolucionaria, acusaran a dicho medio de incitar a la violencia durante su cobertura de los
disturbios en Bagua.
Defensores de derechos humanos
Los partidarios del ex Presidente Fujimori en el Congreso, así como algunos altos funcionarios
del gobierno, han intentado activamente desacreditar a las ONG que promueven la rendición
de cuentas en materia de derechos humanos. Estas ONG han sido acusadas sin fundamentos
de tener afinidad con grupos terroristas o de desprestigiar a las fuerzas armadas.
En los últimos años, diversas ONG que defienden derechos indígenas y ambientales en zonas
afectadas por actividades de minería han sido objeto de amenazas y persecución judicial, y
acusadas de organizar o participar en protestas. El gobierno revocó intempestivamente el
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permiso de residencia del ciudadano británico Paul McAuley, miembro laico de una
congregación católica y presidente de la asociación ambientalista Iquitos en el Amazonas
peruano, quien ha vivido en Perú durante 20 años.
Actores internacionales clave
Luego de su visita al Perú en septiembre de 2010, el Relator Especial de las Naciones Unidas
sobre los derechos humanos y la lucha contra el terrorismo señaló respecto del Decreto
1097, sobre el uso de la fuerza por el Ejército, que “probablemente dará pie a violaciones
del derecho”. También expresó su preocupación ante la posibilidad de que el decreto
permitiera el uso injustificado de la fuerza contra manifestantes que no estén armados.
En septiembre de 2010, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos manifestó su
preocupación de que el Decreto 1097 permitiera que “queden en la impunidad cientos de
casos de violaciones graves a los derechos humanos”.
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