II CONGRESO DE ESTUDIOS POSCOLONIALES III JORNADAS DE FEMINISMO POSCOLONIAL “Genealogías críticas de la Colonialidad” Mesa temática: 8 - Tecnologías del cuerpo, arte y performance Título del trabajo: Cuerpo e identidades femeninas en tres performances argentinas Nadia Martin Licenciada en Ciencias de la Comunicación, UBA. Maestranda en Curaduría de Artes Visuales, UNTREF. Investigadora - Instituto de Investigación en Arte y Cultura “Dr. Norberto Griffa” (IIAC) [email protected] TÍTULO: CUERPO E IDENTIDAD FEMENINAS EN TRES PERFORMANCES ARGENTINAS INTRODUCCIÓN: Desde su denominada “tercera ola”, el feminismo ha evidenciado la correspondencia del feminismo de las etapas anteriores con la ideología dominante (con el clasismo, el liberalismo, el racismo, el heterosexismo, etc.). Esta delación se ha llevado a cabo mediante la crítica de la noción de “mujer” construida como una identidad fija, abstracta, universal, basada en su relación de oposición (opresión y dominación) respecto del “hombre” y en una visión etnocéntrica que, identificando a la “mujer” con las mujeres blancas, euronorteamericanas, de clase media y alta, no permitía considerar las diferencias de clase, raza, orientación sexual, etc. entre las mujeres mismas. Los feminismos postcoloniales se ubican en este marco crítico, desde el que plantean que la conciencia sobre las mujeres del “Tercer Mundo” desarrollada por las intelectuales de estos centros de poder era inadecuada, deformada, incompleta (Chandra Talpade Mohanty, 2008). Proponen, de esta forma, repensar la realidad de las mujeres de estos países situando el análisis en lo contingente, en los ejes concretos de la experiencia propia. Desarrollan “saberes situados” (Donna Haraway, 1984), “políticas de localización” (Adrienne Rich, 1985), para concebir “sujetos incardinados” (Braidotti, 2004). Pero consideran asimismo que estas identidades tercemundistas están atravesadas por la multiplicidad, el mestizaje y la contradicción, componiéndose así por representaciones heterogéneas y heterónomas de género, raza y clase (De Lauretis, 1999). Los feminismos poscoloniales suelen defender así la prioridad de la diversidad, adhiriendo al reconocimiento de sus identidades compuestas, y enunciándose como “mujeres negras”, “mujeres lesbianas”, “mujeres inmigrantes”, entre otros (Amorós y de Migues Álvarez, 2007). Teniendo esto en cuenta, la siguiente ponencia se propone exponer los resultados del análisis de tres obras producidas en nuestro país por tres grupos de artistas integrados exclusivamente por mujeres: la performance virtual El Espejo Hiperespacial del colectivo de arte ambulatorio “El Detashe que faltaba”; Las performance/recitales de “Corpiños Luminosos”; y En la plaza, en la casa, en la cama. Ensayo para una cartografía feminista de “Mujeres Públicas”. Si bien sólo este último colectivo se declara específicamente feminista, las tres producciones pueden comprenderse como apropiaciones activas una voz femenina “subalterna” (en los términos de Spivak) cuya intención artística y política se inscribe en el contexto de un país integrado al orden mundial en condición de subdesarrollado. Para ello, se realizará un análisis discursivo que tendrá en cuenta cuatro dimensiones: la materialidad de las obras (incluido el modo de uso de las tecnologías); el registro y la voz asumidas; la noción de territorio construida (público/privado; real/virtual; etc); y las corporalidades puestas en juego en el acto performático y en el rol del espectador. El objetivo será comprender el modo en que estas obras, en tanto prácticas de autorepresentación femenina, resultan ejercicios de inscripción significante de visiones específicas acerca de la mujer, en la que confluyen, en compleja yuxtaposición, discursos feministas, tercermundistas, artísticos, políticos, tecnológicos. Mediante su análisis en tanto discursos críticos y alternativos, se intentará develar las identidades de género que estas obras tallan. TRES PERFORMANCES Mujeres Públicas En la plaza, en la casa, en la cama. Ensayo para una cartografía feminista Mujeres Públicas es un colectivo artístico autodefinido como “grupo de activismo visual feminista”1. Integrado actualmente por Lorena Bossi, Magdalena Pagano y Fernanda Carrizo, trabaja problemáticas de género desde una propuesta feminista mediante intervenciones en el espacio público. Asumiendo un tono irónico cuando no abiertamente humorístico, plantean denuncias y discuten la normalidad poniéndola en absurdo, para desde esa crítica desafiar el sentido común respecto de temas complejos como el aborto, el modelo de belleza y de elección sexual, la violencia machista y héteropatriarcal, entre otros. Desde su formación en 2003 estuvieron dedicadas específicamente a acciones de difusión a través de la gráfica (afiches, stencils, transfers, fotocopias) y a pequeñas e ingeniosas intervenciones de carteles publicitarios y de objetos como cajas de fósforos y llaveros que repartían en la vía pública. Pero en su devenir productivo comenzaron a experimentar una transformación en sus lineamientos estéticos y conceptuales que se materializó en En la plaza, en la casa, en la cama. Ensayo para una cartografía feminista, obra desarrollada entre 2012 y 2013. La misma surge como proyecto de investigación para identificar cerca de 50 puntos de la Ciudad de Buenos Aires vinculados a la lucha llevada a 1 Entrevista al Colectivo realizada por María Laura Nieto y Paula Siganevich. Disponbile en: http://www.graficapolitica.com.ar/mujeres.html cabo por mujeres solitarias o grupos de mujeres durante los siglos XIX y XX que contribuyeron a la incorporación de la mujer en la vida social2. Se trata de una propuesta lúdica cuyo objetivo consiste en explicitar un mapa que ha permanecido implícito, silenciado en el trazado de la ciudad. Señalar la historia subyacente, ignorada, reprimida u olvidada en el relato histórico de la lucha de las mujeres en estas calles. Poner en valor a los cuerpos y personalidades que generaron tales luchas. Indicar puntos urbanos de identificación con éstas. Y en ese sentido, reconocer espacios propios para pisar la ciudad como acto de toma de conciencia y agenciamiento, en tanto sujetos políticos activos en la historia. Luego del proceso de investigación y reconstrucción histórica, la obra consistió en una acción performática en el espacio público, realizada el 04 de mayo de 2013. Una de las integrantes, megáfono en mano, recorría la ciudad guiando a un contingente de mujeres por los puntos marcados, a través de una experiencia de reconocimiento y transformación vivencial. La obra –o más bien, su registro- continuó en la muestra “Recuperar la memoria: Experiencias feministas desde el arte. España-Argentina” que tuvo lugar en agosto en el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba). En esta exhibición, curada por el español Juan Vicente Aliaga y la argentina María Laura Rosa, y compartida con obras de la española Ana Navarrete, expusieron una pieza gráfica desplegabe (el mapa), una instalación-collage (donde, mediante una línea trazada en la pared, flechas y objetos pegados, señalaban sus otras acciones y proceso de investigación artística, marcando así la historia de su propia existencia como grupo), y finalmente dos video-instalaciones que mostraban los distintos puntos de la cartografía imaginada y el registro de la acción performática realizada, respectivamente. La obra consiste en un gesto simple, austero en cuanto sus recursos materiales (que se reducen al cuerpo, al espacio recorrido al caminar, y a su registro gráfico o audiovisual), pero potente en cuanto a la claridad de su mensaje. Se trata de un call to action a las mujeres, de una invitación al acto performativo de un “nosotras”. La obra insta a poner el cuerpo individual, de cada mujer, y colectivo, de todas ellas congregadas-, a asumir el caminar, el pisar la calle, como modo de intervenir el imaginario urbano señalando espacios tachados por 2 El recorrido comienza en la casa en la que, en el siglo XIX, una joven trabajadora de la Unión Telefónica ataca a su jefe abusador, hecho que se plantea en la obra como merecido acto de justicia. Se continúa por lugares como el consultorio ginecológico de Alicia Moreau (impulsora del sufragio femenino, y defensora de los derechos laborales de los asalariados, la salud y la educación pública); la esquina en la que se lanzó la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito; la estación de Retiro donde llega Eva Duarte en 1935 a la ciudad; y otros espacios referidos a la existencia del periódico anarcocomunista La voz de la mujer, a las intervenciones de la agrupación Furia travesti, a la lucha del grupo Las amazonas en 1992 contra la violencia de género, entre otros. De esta forma, señalan lugares específicos de existencia en la ciudad de diversas acciones vinculadas a la lucha de género que permanecían en el anonimato. el relato histórico y delatando así que la narración urbana, lejos de ser imparcial y objetiva, consiste en una construcción deliberada. María Laura Rosa sostiene: “Históricamente el espacio público estuvo vedado y connotado para las mujeres. Vedado porque la dignidad de las mujeres fue construida por el patriarcado a partir de su desempeño reservado al ámbito de lo privado. Connotado porque aquellas que salían de lo doméstico era por necesidad económica. Vale decir, el espacio público estuvo –y en muchos sitios sigue estando– atravesado por nociones de clase y género a las que hay que agregar, si hablamos de Latinoamérica, el componente étnico. Es por eso que en el origen de los movimientos de mujeres se encuentre la calle. Desde el sufragismo de la segunda ola, el espacio público se convierte en el territorio de la convergencia y difusión de los reclamos, denuncias y marchas. Fue allí en donde se advierte que lo político no es sólo lo que afecta al Estado y al bienestar público, sino también al entramado de lo privado con consecuencias en lo público. Así, lo privado es político, lo personal es político”. (Rosa, 2011: 145) De esta forma, la obra instala una historia de la ciudad alternativa, redefine el espacio público en clave feminista. Se distancia así de la imagen convencional de lo femenino como algo pasivo y recluido a la privacidad, para plantearlo como una fuerza desestabilizadora, en marcha atenta, que subvierte el imaginario urbano mediante el cuestionamiento de lo simplemente dado y el ejercicio de la memoria. En la plaza, en la casa, en la cama. Ensayo para una cartografía feminista, atenta así contra el sentido común, lo incomoda, lo inquieta trayendo al espacio público fragmentos olvidados o ignorados de la historia, que han quedado al margen de su lógica. Y trayendo a la superficie del discurso, volviendo visibles aquellos sucesos pasados que no han sido tenidos en cuenta, exponen los lineamientos genealógicos de los logros femeninos en nuestra ciudad, e instan a reconocer, para asumir, una identidad feminista despierta, propia, claramente localizada. Los Corpiños Luminosos (y sus guantes sonoros) Performance sonora Los Corpiños Luminosos es un grupo de artistas integrado por Maria Heller, Vero Mercado, Azucena Losana y Caro Andreetti. Reunidas en honor al arte visual, musical y escénico, engendran una autodenominada “performance sonora”3 para la cual utilizan desde instrumentos tradicionales como bajo y teclado, hasta reliquias tecnológicas como pasacassettes o radios en desuso. Asimismo, se sirven de unos “guantes sonoros”: unos guantes de látex y neopreno, similares a los de lavar los platos –o a los utilizados para trabajos livianos de construcción-, con unos sensores piezoeléctricos que captan la fuerza, presión y velocidad del movimiento y el contacto, traduciéndolo en sonido. Haciendo uso de estos recursos, se presentan en fiestas-recitales del under porteño, donde concretan su propuesta performática. El clima que se genera en la presentación es lúgubre, ominoso. El ambiente oscuro se inquieta con una tenue luz roja o con un foco de iluminación directo sobre la figura de la cantante, mientras la misma recita frases sueltas, seleccionadas al azar, de “El libro de los sonidos”, una recopilación de poemas del Perú. Las palabras quedan truncas, mal articuladas, interrumpidas con chillidos e invadidas por los movimientos de un cuerpo que flaquea pero persiste entre meneos tensamente alargados y otros temblorosos, convulsivos. El proyector, ubicado en contrapicado, no sólo implanta un imaginario visual abstracto y lumínico directo sobre el cuerpo de las integrantes, sino que también define sobre la pared del fondo el poder sugestivo de sus sombras, de sus dobles, el reflejo oscuro de seres truncos, anclados en los estrechos límites de un sí mismo inescrutable. La intención del grupo se enmarca en el concepto de noise. Parecieran componer una reapropiación contemporánea de aquella rama de la música que ancla sus raíces en los inicios del siglo XX con las propuestas del futurista Luigi Rossolo o con el dodecafonismo de Arnold Schönberg, y en el noise rock de los años 60's, 70's y 80's, entre cuyos mayores exponentes se encuentra The Velvet Underground. De esta forma, hacen uso de la distorsión de la voz y de los instrumentos musicales, pero también de una radio mal sintonizada a la que van cambiando de dial, de un tocadiscos cuyo fuir manipulan aplicando cambios en el tiempo, ritmo y dirección del disco, o de los anteriormente citados “guantes sonoros”, que traducen en sonidos el roce contra la pared de la sala o su desplazamiento brusco en el aire. Y con estos materiales precarios, caducos, obsoletos, generan una sinfonía aleatoria en la que la música pareciera de pronto componerse, encontrar la melodía, para pronto deformarse por la descomposición del accionar armónico de los instrumentos, y manifestar así lo abortado, lo 3 http://www.carolinaandreetti.com.ar/index.php?/projects/corpinos-luminosos/ descompuesto, lo disonante, a lo que se suman los movimientos malogrados, anómalos, oscurecidos de las performers. Como resultado, se articula un cuadro misterioso, que deja absorto al público ante la presencia de un imaginario post-apocalíptico en el que pareciera exponerse una humanidad femenina superviviente pero en vías de desaparición, y en el que se hacen presentes los restos tecnológicos, ya expirados, de un pasado tal vez prometedor pero que ha quedado inacabado. Hacia el final de la presentación, las artistas se colocan unos corpiños metalizados desde los que despiden luces y sonidos. Este gesto incorpora al hecho biológico de que son todas mujeres, un componente cultural que las vincula al terreno de lo típicamente femenino desde la vestimenta. Pero se agrega que estos corpiños tienen un aspecto tecno-científico que sumado a los guantes sonoros, las vuelven verdaderos cyborgs. Mezcla de carne, de órgano, de piel humana y de extensiones, proyecciones y ampliaciones tecnológicas del cuerpo, la obra funciona como dispositivo de producción y reproducción de un imaginario cienciaficcional acerca del cuerpo que es modulado por -y a la vez generador de- nociones postorgánicas de la identidad. No obstante, teniendo en cuenta el avanzado desarrollo alcanzado globalmente en la actualidad por la robótica, la informática y la neurobiología, entre otras disciplinas, la obra pareciera poner de manifiesto las especificidades locales vinculadas al ingreso desigual a la tecnología. Se sirve de aparatos desactualizados, expirados, reciclados, y desde ellos propone un acercamiento exploratorio y crítico de sus potencialidades expresivas. En este mestizaje con tecnología caduca, marginal, en esta identidad de Cyborg Tercermundista ubicada en la frontera del desarrollo, se evidencia un abordaje reflexivo de las ansiedades que la tecnología produce en el imaginario social, en el que se hace presente la amenaza de su potencial agresivo, destructor de la naturaleza, del entramado social y de la integridad del cuerpo. De esta forma, la performance se inscribe en una tendencia global que desde la caída del gran relato humanista de la modernidad se orienta a redefinir el concepto mismo de “ser humano”. Pero lo realiza desde una especificad local subdesarrollada, decadente, en el que los vestigios esperanzadores del pasado (varios de los artefactos son de las auspiciosas décadas de los 80's y los 90's) anuncian un destino incierto. En este contexto, aparecen cuerpos femeninos híbridos, con identidades imprevistas, inesperadas, inclasificables cuando no erróneas. Así, instalan una perversidad semántica de la duda: duda acerca de qué hacen, acerca de cómo se comportan, de cuáles son las intenciones de esos cuerpos inarmónicos de gestos turbios. Desde los materiales, los sonidos y la actitud, abren un procedimiento inconcluso, una estética del desarme, una apuesta por lo inestable, por lo contingente, por lo desfigurado. Generan una narrativa entrecortada, que evoca una construcción tan lábil como desproporcionada de la identidad. Y desde esta resistencia a lo delimitado, a lo definitivo, plantean señas femeninas impuras, deformes, que desde su anormalidad despiertan las fantasías monstruosas de la pérdida de filiación, e instan a un ejercicio precario pero reflexivo del reconocimiento. El Detashe que Faltaba El Espejo Hiperespacial El Detashe que faltaba es un “Colectivo de Arte Ambulatorio”4 formado por la colombiana Clara Torres y la argentina Julieta Lazzini. Su praxis se basa en intervenciones urbanas guiadas por el afán de conseguir gestos mínimos, movimientos leves, casi imperceptibles, que no exijan un anclaje espacial fijo y que habiliten una observación curiosa de lo social y de las costumbres o normas que articulan las relaciones humanas en la ciudad. El Espejo Hiperespacial es una performance de 20 minutos presentada el 06 de mayo de 2011 en el Primer Encuentro de Performance de Rosario “El pueblo quiere saber de qué se trata”. La obra consiste en una videoconferencia en la que las dos integrantes, instaladas con su laptop -cada una en un bar diferente- se maquillan utilizando la pantalla del dispositivo como espejo. Cada una se aplica el rubor, la sombra, el labial ante la webcam, guiada por la imagen virtual de la otra, sin tener un reflejo propio en el cual ver los resultados del maquillaje sobre sí misma. La obra sintetiza a dos espacios físicos diferentes transmitidos en tiempo real, en un único real virtual duplicado. El espectador, por su parte, tiene acceso a la obra a través de un link dispuesto en la nube, por lo que observa la acción a través de su reproducción en diferido. Y desde este territorio inmaterial, las artistas presentan su cuerpo de mujer en la actividad típicamente femenina del maquillaje. Así, trasladan un ritual cotidiano, íntimo e individual de la feminidad a la esfera pública (tanto al bar como a la nube), y exhiben, en un gesto que se vuelve desmesurado, la naturaleza misma del maquillaje: la intención de confeccionar la imagen propia, de perfeccionarla para lograr que cuaje en determinados parámetros externos de belleza y atractivo. De esta forma, la sesión de ornamentación facial guiada por la identificación con las formas ajenas de un otro que se presenta como reflejo, por la imagen 4 REFERENCIA: http://www.academia.edu/4183608/Ponencia_2011_LAC impropia, extraña, que se toma como modelo y a la cual se sigue, tiene como resultado la presencia de dos rostro desfigurados, pintarrajeados de forma excesiva, con las facciones propias alteradas. La identidad individual queda distorsionada y pareciera adoptar los rasgos de una grotesca y decadente parodia del canon de belleza. Este acto performático cuestiona así el carácter socialmente construido de la feminidad señalando, mediante una hipérbole del maquillaje que lo dirige al absurdo, los parámetros restringidos de elegancia y lindura. Expone al cuerpo de la mujer como terreno de intervención de un mandato, de un deber ser, de una imagen ideal con la que toda mujer es exhortada a identificarse. Denuncia así a una feminidad deliberadamente constreñida y culturalmente impuesta a las mujeres en forma de biopolítica. Y, exponiendo sus propios cuerpos a la reactualización del ritual del maquillaje, señalan la actitud muchas veces pasiva, receptiva, irreflexiva, con la que estos preceptos estéticos son introyectados por las mujeres. Realizan entonces una demostración, una exposición, buscando objetivar las escisiones que existen entre las mujeres reales y las apariencias ideales. Activan así una actitud pensativa, atenta, respecto de aquello que, por imperceptible e inasible, permanece activo, con el objetivo de fomentar una toma de consciencia imprescindible para asumir cualquier tipo de cambio. TRES IDENTIDADES DE GÉNERO Hemos realizado un recorrido por tres performances, en el que sus características han sido descritas a través de un un análisis discursivo que hizo eje en cuatro dimensiones: la materialidad de las obras (incluido el modo de uso de las tecnologías); el registro y la voz asumidas por las performers; los territorios utilizados para la acción (público/privado; real/virtual; etc); y las corporalidades puestas en juego en el acto performático y en el rol del espectador. Teniendo en cuenta dichas dimensiones de análisis, las particularidades de las obras pueden ser esquematizadas en el siguiente cuadro: Espejo Hiperespacial Corpiños Luminosos Mujeres Públicas Materialidad Tecnologías virtuales de amplia disponibilidad y acceso: videotransmisión por webcam. El cuerpo. Tecnologías obsoletas, en desuso + instrumentos musicales + híbridos de materiales tecnológicos y caseros. El cuerpo. Materiales “bajos”, en uso y de fácil disponibilidad: megáfono, papel, cámara de video, proyector. El cuerpo. Voz Señala lo típicamente femenino mediante una crítica mesurada, sugerida, sin respuesta definida. Ruido. Intenciones significantes inarticulables. Feminista militante. Mensaje claramente localizado + propuesta programática. Territorio De representación: Ficcional. Escenificación de lo privado en el contexto de un real virtual público + Exposición en institución. De representación: Público y ficcional. Escenario postapocalíptico en contexto semi-público (recital). De representación: Público y real. Calle + registro + exposición en institución. De intervención: la percepción de la cotidianeidad femenina De intervención: un imaginario ciencia ficcional femenino Corporalidad Cuerpos definidos y Cuerpos abyectos de distinguibles. Hipérbole identidad cyborg de la identidad tercermundista femenina tradicional. De intervención: la calle, la historia, la memoria, la identidad femenina. Apropiación de cuerpos propios, redefinidos mediante una identidad feminista activa. Como es posible distinguir, estas obran comparten la intención de modular discursos diversos acerca de la mujer, planteando visiones alternativas acerca de la feminidad y sus roles asignados y establecidos en la sociedad. La elección de materiales “bajos”, de fácil acceso y disposición, si bien de fuerte potencia estilística para la construcción retórica y enunciativa de sus propuestas artísticas, señala no obstante el carácter -de hecho- doblemente subalterno de estas performers: su condición de mujeres y su condición de nativas del tercer mundo, es decir, de integradas al orden social con posibilidades doblemete menguadas de acceso y disponibilidad a los desarrollos materiales y simbólicos en general y tecnológicos en particular. Asimismo, todas las obras parecieran señalar huellas concretas con las cuales reconocer sujetos sexuados y referir a estas corporalidades femeninas como territorios de acción. De esta forma, en tanto prácticas de autorepresentación, resultan ejercicios de inscripción significante de visiones específicas acerca de la mujer, en la que confluyen, en compleja yuxtaposición, de forma manifiesta o latente, discursos feministas, tercermundistas, artísticos, políticos, tecnológicos. Llegado este punto resulta oportuno reactualizar la notoria pregunta de Spivak (2011): “¿Puede realmente hablar el individuo subalterno haciendo emerger su voz desde la otra orilla, inmerso en la división internacional del trabajo promovida en la sociedad capitalista, dentro y fuera del circuito de la violencia epistémica (...)?” (Spivak, 2011: 15) Según sostiene la autora, el sujeto subalterno (cuya figura máxima la alcanza la mujer de color y pobre) no tiene posibilidades de articular un discurso propio porque no le ha sido concedida una posición de Sujeto desde el cual expresarse a sí mismo y a su relación con el mundo, porque su cuerpo ha sido disciplinado y su narrar invalidado por las instituciones entre ellas, el discurso académico- que, de esta forma, han silenciado su voz y reprimido sus gestos. Denuncia que, incluso el Postesructuralismo y los Estudios Subalternos, en su afán de reconocer el discurso del Otro -respecto del Primer Mundo- no han hecho más que ejercer la “violencia epistémica”, imaginando representaciones acerca de ellos, desde ya inadecuadas, deformadas, en ingenua complicidad con la ideología dominante. Su respuesta es entonces negativa: no, no puede hablar el subalterno. Esto se debe a que entiende que la subalternidad es el lugar de la diferencia; una diferencia no homogénea y que por eso mismo no es generalizable ni identificable. Y esta afonía, esta imposibilidad de ser enunciado, se intensifica en el caso de la mujer. Las tres obras analizadas parecieran aludir -más o menos manifiestamente- a esta situación. Y la noción de “Política” de Rancière (que tiene estrechos vínculos con el planteo de Spivak) puede resultar útil para comprender las posiciones que estas obras desarrollan en tanto visiones alternativas de lo femenino. Rancière plantea que en toda sociedad hay una distribución simbólica de los cuerpos, que establece una diferencia entre aquellos de quienes hay un logos y aquellos de quienes no lo hay. De este modo, los subalternos (el autor se refiere a los plebeyos): “no hablan porque son seres sin nombre, privados de logos, es decir de inscripción simbólica en la ciudad. Viven una vida puramente individual que no transmite nada sino la vida misma, reducida a su facultad reproductiva. Quien carece de nombre no puede hablar” (Rancière, 1996: 38). Y en este sentido, para expresarse, no les queda más que imitar la voz articulada, produciendo intentos significantes que sólo generan ruido. Y este ruido, este murmullo, este bullicio, sería el que dinamiza la política: “Hay política porque el logos nunca es meramente palabra, porque siempre es indisolublemente la cuenta en que se tiene esa palabra: la cuenta por la cual una emisión sonora es entendida como palabra, apta para enunciar lo justo, mientras que otra sólo se percibe como ruido que señana placer o dolor, aceptación o revuelta.” (Rancière, 1996: 37) La política consistiría entonces en el conflicto acerca de la existencia de un escenario en común, como así también en la disputa acerca del reconocimiento de quienes están en él y de la calidad de su presencia. La misma tendría en común con la estética el hecho de que configuran experiencias que abren espacio a nuevos modos de sentir e introducen formas nuevas maneras de hacer y de pensar, nuevas formas de subjetividad, definiendo un espacio común de lo simbólico (a través de la incorporación de lo que antes no era más que ruido al discurso articulable), e identificando a los sujetos que pueden tener parte, volverse visibles, acceder al logos. Sirviéndonos de esta idea, es posible comprender a la mujer como sujeto social sin nombre y sin palabra, inombrable en cuando a sus cualidades específicas y mudo en cuando a una voz propia. Y desde idea del “desacuerdo” como base de la “política”, es preciso hacer un último rodeo a las performances objetos de nuestra investigación. Cada una de ellas, desde el arte, proponen gestos orientados a redefinir el espacio simbólico en común, tienen una poética-política en tanto persiguen el objetivo de posibilitar la articulación de nociones no establecidas o al menos no dominantes de mujer. El Espejo Hiperespacial, de El Detashe que Faltaba, toma el ritual del maquillaje como escenario en el cual trabajar la condición construida y culturalmente incorporada a la subjetividad corporal, de la identidad femenina. Advierte que la mujer, inmersa en el orden simbólico, es expuesta a un Otro-ideal al que debe tomar como referente y modelo, y que podemos comprender de acuerdo a la noción de ideología planteada por Althusser. El autor, mediante una relectura del marxismo que se sirve de elementos del psicoanálisis, definirá la ideología como formación simbólica en la que -a través de una identificación especular basada en la explicación lacaniana del estadío del espejo- el sujeto se identifica, se reconoce. La ideología sería una interpelación simbólica que ocurre al sujeto en su proceso de socialización e individuación, a través de la cual el mismo internaliza el sentido de una sociedad, sus verdades, el universo ideológico compartido y su lugar dentro del mismo. La obra apuntaría entonces a señalar que la identidad individual de todas las mujeres es constantemente estrechada, modulada según parámetros de belleza socialmente impuestos a mediante los mecanismos de la ideología. Las artistas toman entonces el orden del logos vigente en estructura de dominación de los cuerpos sexuados, y lo enuncian en su extrema literalidad: muestran dos mujeres maquillándose siguiendo como guía la imagen externa de la otra. Como resultado, expresan el fracaso de la identidad femenina, en ese intento reiterado y fallido de buscarse en los parámetros ideales impuestos. Por su parte, las performances de Corpiños Luminosos clavan su propuesta en la idea de que el orden que estructura la dominación no sabe de logos que pueda ser articulado por seres privados de él. Y en tanto mujeres de identidad Cyborg Tercermundista no hablan porque, al no tener nombre ni voz, finalmente no son. Ellas ponen en escena ese lugar inacabado, inestable, contingente, de su identidad femenina en el sistema simbólico. Marcan la presencia precaria y ruidosa de una mujer que no se ajusta al modelo, y así (desde su mezcla de cuerpo orgánico y extensiones tecnológicas obsoletas del mismo) ponen de manifiesta la distorsión, el enfrentamiento, la contradicción de dos mundos alojados en una sola realidad: aquella en el que son y aquella en el que no son, a la vez. Produce así una perforación en la configuración sensible del orden de los cuerpos y de los lugares y modos de hacer asociados a ellos, y en la situación “formal” del mundo que habitan dan lugar al encuentro de dos lógicas: la del orden y la de su inadecuación dentro de él. Sugieren así una desidentificación de su voz dada, de su cuerpo dado y su entorno dado, un extrañamiento abyecto respecto de sí mismas y de su ambiente. Y desde una resistencia a la identificación, articulan imaginaria y formalmente lo que de hecho son: ruido. Plantean, no obstante, sus murmullos, sus chillidos, sus distorciones, como gestos genuinos para acercarle a la identidad femenina la posibilidad de una existencia disidente y ejercitar desde ella la búsqueda del reconocimiento. Finalmente, Mujeres Públicas con su obra En la plaza, en la casa, en la cama. Ensayo para una cartografía feminista, parecieran modular un proceso de identificación consciente, inscribir en la ciudad un nombre propio para un sujeto feminista específico, claramente delimitado, definido como diferente. Apuntan a una objetivación de la disputa: realizan una demostración del terreno en el cual se libra el juego de la diferencia (el relato urbano e histórico imbricado en las calles) y proponen dar voz y rostro a esa parte de las que no tienen parte. Interrumpen el escenario público demostrando que el sentido común iguala y subordina las diferencias (esas mismas que definen sus identidades de mujeres) en nombre de un “común” que en común no ofrece más que el litigio. Es decir, toman su parte subordinada en el orden simbólico establecido, y desde materiales bajos a su disposición, desde el lenguaje que efectivamente portan, desde su posibilidad de caminar la ciudad con ojos deliberadamente oblicuos y de registrar de estos pasos, señalan, como indicando con el dedo, narraciones sepultadas del discurso urbano dominante. Su práctica pareciera buscar pequeños saberes situados, localizarlos claramente, para comprender qué de ellas mismas es necesario rescatar en el mismo entorno urbano, para cambiar el destino del rol que a las mujeres les fue asignado. Asumiendo cualidades asignadas tradicionalmente de forma exclusiva al hombre (la vida pública, la propiedad de sí mismo, la actividad, la voz), plantean la feminidad como ya portadora de tales cualidades. Su gesto es el más claramente político, en tanto intenta hacer escuchar como discurso, aquello que antes solo era negación y olvido. BIBLIOGRAFÍA Althusser, L (1977): “Freud y Lacan”. 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