julio Verne, un viaje extraordinario - Teatro UC

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T E AT RO D E L A U N I V E R S I DA D C AT Ó L I C A D E C H I L E
Por Rodrigo del Río Joglar
Julio Verne,
un viaje
extraordinario
“Cuando uno ha pasado la mitad de la vida, nuestra mente
goza en volver a los primeros años. Las imágenes que evoca no
marchitan ni desaparecen: son fotografías inalterables y el tiempo
les da aún mayor claridad. Así se justifica el profundo dicho de un
escritor francés: ‘la memoria es la vista.’ Se alarga con la edad,
como cuando se despliega el tubo de un telescopio, y se pueden
distinguir los contornos más lejanos del pasado.” (Julio Verne,
Souvenirs d’enfance et de jeunesse, §1)
La obra de Julio Verne tiene la misma importancia
para nosotros que La Odisea o La Ilíada tuvo
para los antiguos griegos. El autor inventa la
mitología de los tiempos modernos. Mundos
poblados de máquinas imposibles, científicos
aventureros, maravillas y desastres naturales.
Sin embargo, la lectura de sus textos se hace
más placentera aún si se conocen los retos y las
alegrías que constituyeron la vida del escritor.
Escribir una biografía de Julio Verne requiere,
además de una recuperación de su momento
histórico, preguntarse a quién amó, cuál fue su
mayor dolor, dónde surgieron sus más íntimas
obsesiones.
Viaje al centro de Verne
Durante una mañana febril de 1839, el joven Julio Verne escapa
de la casa paterna en un barco al que bautiza Coralie, para
buscar un collar de coral para su prima Caroline, de quien estaba
perdidamente enamorado. Pierre Verne logra evitar que su hijo
parta en un barco mercante, y le ordena que, desde ese momento,
si quiere viajar tendrá que ser en su imaginación.
¿Por qué es frecuente partir de esta anécdota infantil cuando se
cuenta la vida de Julio Verne?
La historia está consignada en la biografía de Marguerite Alotte
de la Füye, sobrina del autor, y aunque ha sido cuestionada y
desmentida por biógrafos posteriores siempre aparece cuando
se habla de él. Este pequeño fragmento inventado de su vida, al
igual que las máquinas imposibles de sus relatos, se mezcla con
la realidad. Permanece, incluso, por sobre ella. Será que hay algo
en la infancia que apunta al centro del mundo imaginado en sus
novelas. El mismo Verne pone en perspectiva el lugar de esos
recuerdos en su pensamiento creativo.
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Es difícil exigir a los relatos de Julio Verne la sutileza de Flaubert, la
profundidad de Goethe o la magnificencia de Cervantes. Tampoco
lo necesitan. Verne dedicó su vida a la tarea de educar e influir
en la juventud. Sabía que la literatura y la infancia comparten un
mismo privilegio. Son los únicos lugares donde la humanidad se
ha permitido volver a crear el mundo.
El desencanto amoroso lo lleva a sumirse en su arte. Son
épocas de extremo peligro y ebullición política. Julio Verne
llega a París el mismo año de las Revoluciones de 1848. Luis
Felipe I, rey de Francia desde 1830, es expulsado por el golpe
de estado de Napoleón III, que instaura la Segunda República.
Además, Francia trataba de consolidar su imperio colonial
en Argelia y México. Verne vio crecer la inmigración y el
comercio internacional en tierras francesas. El ideal imperial a
la lucha por el progreso y la ilustración de caracteres épicos. El
cosmopolitismo era la moneda de cambio entre las clases altas
de todas las sociedades. París se convirtió en el mundo.
viaje al centro de la tierra
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viaje al centro de la tierra
VERNE AL CENTRO DE LA TIERRA
Julio Verne nació en la ciudad francesa de Nantes el 8 de febrero
de 1828, lugar donde pasó sus primeros años. Primer hijo de Pierre
Verne, heredero de una familia de abogados, y Sophie Allote
de la Fuÿe, descendiente de una familia escocesa de marinos
y mercaderes. El puerto de Nantes ofrecía una perspectiva
privilegiada para su mente. Se encontraban en una sola visión el
infinito influjo del mar con los inmensos cargueros, la visita asidua
del tren, la vida comercial y la interacción con culturas lejanas. No
hay que olvidar que la esclavitud no fue abolida definitivamente
entre los galos hasta 1848. Esclavos e inmigrantes formaban parte
de una Francia convulsa desde la gran Revolución de 1789.
No siendo un estudiante destacado en la escuela, a Verne se
le reconocía su desarrollada sensibilidad, si bien tendía a ser
reservado y rígido. A los 19 años sigue las órdenes de su padre
y marcha a estudiar derecho, más por un doloroso episodio
personal que disposición a servir la autoridad. Caroline, su prima
amada, se ha casado con un hombre de cuarenta años. Nada lo
ata a la provincia. Ya en París, Verne se inicia en el Romanticismo,
el espíritu de la época. Lee e imita a Victor Hugo, Alexander
Dumas, y Edgar Allan Poe. Su época universitaria es pródiga en
lo literario, pero mezquina en el amor. Entabla relaciones con
una chica de Nantes, Rose Herminie Arnaud Grossetière, y le es
correspondido. Los padres de la niña, ante la expectativa de un
yerno escritor, deciden casarla con un hombre mayor y la obligan
a abandonarlo.
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En 1856, Julio Verne abandona sus pasados tormentos amorosos.
Se casa con Honorine de Viane Morel, joven viuda con dos hijos.
Es con ella precisamente que tiene su único hijo, Michel, a nombre
de quien bautiza los tres botes que adquiere durante su vida, Saint
Michel I, II y III. No obstante, La tranquilidad de la vida familiar no
acomoda a Verne. Declina los continuos ofrecimientos de su padre
para ingresar al estudio de abogados de su familia y se vuelca por
completo al ejercicio literario.
Poetizar la ciencia: Hetzel
y los Viajes extraordinarios
El momento fundamental para la escritura de Verne llega en 1862.
A través de un amigo en común conoce a Pierre-Jules Hetzel,
editor que había tenido la lucidez de publicar a Balzac y George
Sand, entre otros. El peso de Flaubert colgaba sobre los hombros
de todo escritor francés. Hetzel proyectaba realizar una revista
familiar y necesitaba una figura que renovara los límites estrictos
de la gran novela realista francesa. El editor imaginaba un objeto
de calidad, con ilustraciones a página completa, bordes dorados,
portadas maravillosas. Faltaba el texto. Julio Verne le entrega el
manuscrito de Cinco semanas en globo. El editor queda encantado.
Hetzel distribuirá las obras de Verne en dos formatos: como relatos
por entrega en la revista Magasin d’Éducation et de Récréation, y en
la recopilación de esos relatos en los libros soñados por el editor,
la Bibliothèque d’Éducation et de Récréation. La “Advertencia del
editor” que Hetzel escribe para su edición de Las Aventuras del
Capitán Hatteras resalta la combinación de pedagogía y juego con
una metáfora alimenticia, “El doble mérito de las obras del señor
Julio Verne es que la lectura de sus encantadores libros tienen
todas las cualidades de un alimento nutritivo y el sabor de las
comidas bien condimentadas” (10).
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Es cierto, Verne crea la mitología de la máquina. Pero reducir
su narrativa a esta actitud distorsiona vivamente la experiencia
misma de leer sus novelas en la colección Viajes extraordinarios.
Una lectura cuidadosa deja ver que las obsesiones de Verne
están bastante lejos de predecir el futuro. Michel Serres explica
que los textos de Verne no dan cuenta de los últimos adelantos
de la ciencia. Muchas veces escoge teorías marginales, como el
caso de Viaje al centro de la Tierra, en el que se apropia de la idea
que el núcleo de la tierra es hueco, y no un magma ardiente e
inhabitable. Otras ocasiones exalta tecnología que para la época
ya no era novedad: da usos maravillosos a mecanismos eléctricos,
dramatiza el movimiento de las máquinas a vapor.
Se ha dicho que a Julio Verne lo seduce poco el futuro; su
verdadero amor está en el pasado. Sus científicos fundamentan
con frecuencia sus argumentos sobre libros perdidos, antiguos
artilugios de civilizaciones olvidadas. Es también notable su
precisión al retomar motivos míticos. La tradición literaria inunda
sus narraciones. El viaje y la vuelta a casa, la mitología de la
exploración, tienen una historia tan larga como la humanidad. Los
protagonistas de Verne son perfectamente comparables con el
hábil y astuto Ulises, sus invenciones tan geniales como el Caballo
de Troya. Pero un caso más particular podría ser el viaje a la luna
se encuentra ya en el Orlando furioso, del siglo XVI, en el que
Astolfo marcha al satélite por ser el lugar donde se encuentran
todas las cosas perdidas. La literatura inglesa se hace parte de La
isla misteriosa, y la Escuela de Robinsones, tópicos tomados del
conocido náufrago de William Defoe, Robinson Crusoe.
La ficción en los Viajes extraordinarios responde a dos formas de
pensamiento de finales del siglo XIX. Por un lado, el pensamiento
positivista que creyó que todo conocimiento verdadero respondía
a leyes exactas aprendidas a través de una experiencia. No basta
con teorizar sobre el centro de la Tierra u observar la luna con
telescopios. Para Verne son espacios abiertos para enriquecer
la vida de las sociedades e identificar el lugar de la humanidad
en la lógica natural del universo. El ser humano aprende por
acumulación de nuevas experiencias. Por eso, la ciencia de Julio
Verne tiene un carácter híbrido entre la experimentación y el
enciclopedismo.
Por otro lado, el romanticismo. Lejos de la sed de explotación
del capitalismo temprano, Verne pone en boca de sus personajes
sutiles halagos y descripciones de los fenómenos que explican el
funcionamiento del mundo. En la primera época de su literatura, el
científico es una especie de héroe romántico para el que la Naturaleza
es un objeto de contemplación y la ciencia los instrumentos de su
arte. En general, las máquinas sirven pocos fines útiles. Más bien
colaboran con la exploración y la aventura. En palabras de Arthur
Evans, las máquinas de Verne son máquinas poéticas.
Es esta combinación de elementos inéditos en la literatura
hasta la época con citas a la tradición literaria la que genera los
extravagantes relatos que pueblan el mundo de Verne. Aunque se
lo ha llamado el padre de la ciencia ficción, el proyecto específico
del autor era crear una novela científica, cuyo fin era popularizar
la ciencia a través de la literatura. Como un eslabón más de la
literatura didáctica, cuya formulación sintética se encuentra en el
principio de enseñar y deleitar de Horacio, la dupla de Hetzel y
Verne publican más de 50 volúmenes de los Viajes extraordinarios.
Los relatos despliegan las ansiedades y esperanzas de un público
que busca orientarse en las nuevas coordenadas culturales de la
revolución industrial. La tarea de la colección es contar la historia
completa del mundo. Los personajes muestran la inmensa
variedad de razas, pueblos y civilizaciones conocidas gracias a
los adelantos en las comunicaciones, aunque también por la
política colonizadora de la Francia imperial. Pero inspirado por un
ideal progresista y cosmopolita, la historia del mundo no puede
centrarse exclusivamente en la humanidad. Debe trazar caminos
hacia un relato total de la cosmología de la época. La ciencia se
transforma en un tópico legítimo para la literatura. Verne realiza
exhaustivas descripciones del mundo natural, como las infinitas
listas de fauna submarina en Veinte leguas de viaje submarino, o la
obsesiva narración de la historia geológica de la Tierra en Viaje al
centro de la Tierra.
La gran mayoría de las novelas compiladas en Viajes extraordinarios
tienen lugar en escenas exóticas y distantes. Francia es omitida
persistentemente. ¿Intención de Verne, o intención de Hetzel?
Cuando Julio Verne entrega el manuscrito de París del siglo XX,
novela de anticipación publicada póstumamente por su hijo,
Hetzel lo rechaza de plano. Ese rechazo permite especular sobre
el proyecto pedagógico detrás de su editorial.
Las novelas de Verne son publicadas en una época de transición
en Francia. Hetzel obedece el credo ilustrado y participa en la
insurrección popular de 1848, el mismo año en que se publica
el Manifiesto Comunista y que Verne llega a la capital francesa.
En 1850 se promulga la llamada Ley Falloux, que deja a las
instituciones religiosas a cargo de toda la educación primaria. El
catecismo cristiano se constituye como el único medio educativo
para la juventud francesa. Las revistas infantiles intentan cubrir
ese vacío. La publicación de Hetzel toma el bastión de reemplazar
al catecismo por una educación republicana y científica. Esta
pretensión es coherente con el proyecto colonial francés. Hijas
de la ideología burguesa e ilustrada del editor, las novelas de
Verne combinan un progresismo liberal, amante de la ciencia y los
avances técnicos, con una apertura parcial a nuevas identidades
que constituyen la comunidad francesa desde las colonias. Sin
embargo, en lugar de expresar las voces de los colonizados, Julio
Verne usa los prejuicios de la época para imitarlas. No faltan
caníbales en el viaje a África de Cinco semanas en globo. Las
aventuras del capitán Hatteras, en las que un grupo de ingleses
visita el Polo Norte, describe un encuentro con los esquimales. Los
gauchos patagónicos de Los hijos del capitán Grant son descritos
como indios que visten pieles de animales. Si bien la escritura de
Verne distorsiona las personas y lugares a los que se refieren sus
relatos, también invita a su descubrimiento.
Dice Michel Butor que la literatura de Verne ayuda a los niños
a imaginar el mundo exterior, donde no están los padres ni la
comodidad del hogar. Sus protagonistas ponen en riesgo las
seguridades cotidianas. Es una invitación al viaje. A proporcionar
un mundo en el que sus padres tienen límites y las nuevas
generaciones todavía tienen la posibilidad de lograr proyectos
inéditos. Ahí está la raíz de su fuerza crítica.
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Julio Verne es representado como el mayor entusiasta del
progresismo y la técnica moderna. Más que su valor literario,
cuestionado insistentemente por la crítica, se entroniza su
capacidad para integrar los avances tecnológicos a sus relatos.
Anticipa el submarino, imagina un cañón capaz de desviar la
Tierra de su curso, transporta a sus personajes en globos más
pesados que el aire que los soporta. Por esta razón, se le reconoce
la paternidad de la ciencia ficción. Sin embargo, en la lectura de
Verne uno se percata de inmediato de la incomodidad de esta
etiqueta. La atmósfera arcaica del mundo de Verne no es un
puro efecto de su distancia temporal. H.G. Wells, a quien se lo
comparó frecuentemente, vivió también en la época de Verne
y, en sus ensoñaciones apocalípticas, reconocemos con perfecta
coherencia las características del género. Verne nunca utiliza
un recurso para el que no tenga justificación en las ciencias de
su tiempo. No inventa elementos químicos que no aparezcan en
la tabla periódica. Rara vez describe paisajes extraterrestres, y
cuando lo hace no traspasa los límites que H.G. Wells revienta al
pensar en una raza lunar, los selenitas.
viaje al centro de la tierra
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viaje al centro de la tierra
Lejos del frenesí bohemio y la política heroica del París de finales de
siglo, Julio Verne lleva una vida ordenada. Visita salones literarios
a la par de sus estudios de derecho, de los que se gradúa en 1851.
En los salones entabla relaciones con la familia Dumas y logra
entrar al circuito teatral del Théâtre Lyrique, para el que escribe
distintas comedias en el estilo de Victor Hugo, práctica que luego
se reflejaría en su precisión para escribir diálogos novelescos. Será
en esta época que Pitre-Chevalier, director de la revista Musée des
familles, lo solicita para escribir una serie de relatos en forma de
cuentos, en los que se mezcla el viaje, la investigación histórica y
los adelantos técnicos.
La relación entre Verne y Hetzel estaba lejos de ser un Paraíso.
Hetzel, respetuoso del credo ilustrado, eliminaba de las novelas
de Verne todo rastro de pensamiento reaccionario o pesimista.
Uno de estos grandes enfrentamientos se dio cuando el editor
exigió en varias ocasiones cambiar un final en el que el personaje
principal moría e, incluso, demandó que desechara por completo
el manuscrito de un relato llamado Tío Robinson, que luego de
algunos cambios pasaría a ser La isla misteriosa. Quizá la marca
más patente de las diferencias entre ambos intelectuales está en
el caso ya citado de París del siglo XX, novela que Hetzel rechazó
por su tono pesimista y que luego fue publicada por el hijo del
autor, Michel Verne.
Julio Verne muere por complicaciones de su diabetes en 1905.
Los Viajes extraordinarios lo sobreviven. Su hijo Michel publica
póstumamente una serie de relatos que luego son revisadas por la
Sociedad Julio Verne, entre ellos, una localizada en América austral,
publicada por Michel Verne como Los náufragos del Jonathan,
titulada originalmente por Verne como Magellaine. Es posible que
la narración más dramática de esta última serie sea el Adán eterno
en la que se muestra a Sofr-Ai-Sr, un arqueólogo de una sociedad
futura, que encuentra un diario original de una civilización extinta.
Sofr-Ai-Sr se percata que esta civilización era más avanzada que la
suya. Este hecho contradice la idea básica de progreso. De ahí que
postule su idea de que en realidad la humanidad no avanza, sino
que vive ciclos enormes de ascenso y decadencia en los que la
barbarie vuelve a consumir las obras del trabajo humano.
La vida y la literatura de Julio Verne dan un giro radical el año 1886.
Sufre un accidente a manos de su sobrino Gastón que, en medio
de un juego con armas, dispara a Verne en la pierna, dejándolo
cojo de por vida. Además, a comienzos de ese año muere PierreJules Hetzel; a principios del siguiente muere su madre.
Junto con los desastres personales, Verne experimenta la
complejidad política de las últimas décadas del siglo francés. La
decadencia y caída del Segundo Imperio como consecuencia de
la Guerra contra Prusia, sumado a una profunda crisis económica,
generan una atmósfera general de desamparo y hastío en el público
francés. La Tercera República vive momentos de inestabilidad. Es
justamente en este contexto que Julio Verne entra a la política
comunal como oficial en la ciudad de Amiens.
Christian Aguilera y Esteban Cerda. Versión 2013, Ex La Troppa.
El conjunto de estos hechos provoca un cambio en la escritura
de Verne. El progreso y la ciencia no pertenecerán más a un
mismo proyecto histórico. El entusiasmo de los científicos en la
primera época toma los matices de la locura. Caso ejemplar es
la transformación del Gun Club, grupo de artilleros que en De la
Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna lanzan un cohete al satélite,
pero que en El secreto de Maston se encargan de construir un
cañón enorme cuyo fin es desviar el eje de la tierra. Así, según
el grupo, acercarán el planeta al sol, los polos se derretirán y será
posible la explotación minera. Pero Verne advierte el verdadero
peligro: la inundación total de las tierras habitables. Otro ejemplo
de este giro está en las dos ciudades en guerra de Los quinientos
millones de la Begún. Las ciudades fundadas por dos científicos,
un francés seguidor del socialismo utópico de Saint Simon y
un alemán belicista. Mientras que el primero construye FranceVille, un ejemplo de la medicina y la ética cívica, el segundo
crea Stahlstadt, o la ciudad de acero, una ciudad dedicada a la
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De esta manera, Verne conserva su calidad de educador. Muestra
el contraste entre usos legítimos y abusivos de la ciencia. Es
pesimista en comparación a su obra temprana, pero no ha
cambiado únicamente su escritura. También ha cambiado el
mundo. Los últimos relatos de Verne intentan construir una ética
burguesa dirigida a las generaciones de lectores que sucederán su
lugar en la historia, con el fin de enfrentar los excesos del avance
técnico y el conocimiento científico.
La invención de un mundo para
los demás
Una de las críticas a la literatura de Verne es que es Literatura cuyo
único fin es divertir. Escritura engañosa que sirve para hacer olvidar
la realidad, separar el ser humano de su comunidad, sumergirlo en
la narcótica fantasía de mundos inexistentes.
Bastaría volver a los rasgos educadores que el mismo Verne quería
darle a sus relatos para desmentir esta idea. El autor escribía para
las juventudes de su tiempo. Pero su influencia ha tenido un
impacto aún mayor. La obra literaria de Julio Verne inspira una
inmensa porción del arte moderno. Su obra teje la imaginación
creativa de cientos de artistas. Se diría que los Viajes extraordinarios
es la titánica empresa de Julio Verne por inventar un mundo para
los demás.
La relación entre Verne y las otras artes es muy fructífera desde
el comienzo de su carrera. Comenzó tempranamente escribiendo
obras de teatro, en las que no tenía que pensar en los diálogos
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fabricación de armas cada vez más letales y eficientes.
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viaje al centro de la tierra
Los excesos del progreso
Otro vínculo constante de Verne, esta vez con las artes visuales, es
su rigurosa preocupación por las ilustraciones de sus libros. Nunca
trabajó con los grandes ilustradores de su época, Gavarni y Doré.
Ambos tenían demasiada personalidad, su fama era absoluta,
y Verne no quería alterar la verosimilitud de sus visiones. Riou,
De Neuville, Férat, Montaut, entre otros, dibujaron las piezas de
cada tren, navío o máquina que la mente de Verne concibió. Fieles
acólitos del escritor, sus trazos aspiraban a representar la realidad.
Tiempo más tarde, Robida ilustrará libros inspirados irónicamente
en las fantasías de Verne. Este será el primer paso de su literatura
hacia su canonización.
Vale la pena notar la influencia del autor en las áreas que más
orgullo le habrían dado: la ciencia y la ingeniería. Verne anticipó
los submarinos eléctricos en la descripción del Nautilus. Conjeturó
con la posibilidad de estaciones espaciales que se movieran
con la energía del sol, en De la Tierra a la Luna, artefactos que
hoy se conocen como velas solares. La jornada de un periodista
americano en el 2889, novela póstuma, muestra una “publicidad
atmosférica” bastante similar a la escritura aérea de los aviones;
Virginia Woolf recordaría la primera aparición de esta propaganda
en su novela de 1925, Mrs Dalloway. En la misma novela, Verne
imagina un aparato que, al mismo tiempo, transmite voz y video,
el “telefoto”, nuestra actual videoconferencia.
Hacer una lista de todas las obras inspiradas por Verne es pensar
una escritura imposible, una lista más grande que lo que cualquier
ojo normal pueda soportar. Repasaremos un par de hitos
importantes.
Si Verne hubiese nacido en el siglo XX probablemente habría sido
cineasta. El cinematógrafo se ha prestado desde el principio para
estimular la imaginación técnica. De hecho, una de las primeras
películas en la historia del cine está inspirada en una obra de
Verne. Georges Méliès filma Viaje a la luna, en 1902. La película,
mezcla entre H.G. Wells y Julio Verne, muestra unos viajeros
interplanetarios que se transportan al satélite, una luna con rostro
humano, aterrizando encima de uno de sus ojos. Decenas de
adaptaciones de Los hijos del capitán Grant, Viaje al centro de la
Tierra, y Veinte mil leguas de viaje submarino —esta última con
una versión de Disney—, han poblado tanto el cine ruso, inglés
y francés como las pantallas de Hollywood. Pierce Brosnan,
Cantiflas, Shirley MacLaine, Jackie Chan, actores de las distintas
generaciones de la gran pantalla personifican las personalidades
de los Viajes extraordinarios.
Verne también caló hondo en las vanguardias, específicamente, en
el surrealismo. Desde la obra de Raymon Roussel, los surrealistas
alimentaron su imaginación con las obras de Verne. El poeta
Guillaume Apollinaire lo declaró como la literatura formativa de
su infancia. Dalí lo enalteció como aquel a quien siempre se lo
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culpa por los males de la humanidad; luego, le pintó un retrato.
El escritor surrealista André Breton, aunque nunca explícitamente,
está íntimamente marcado por los Viajes extraordinarios; en Los
campos magnéticos (1919), recopilación escrita con Soupalt, titula
una de sus secciones 80 jours (80 días), una síntesis del título de
Verne, La vuelta al mundo en ochenta días. La influencia no extraña.
Verne reconstruyó con precisión los sueños de la Revolución
Industrial, y fraguó su pesadilla.
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viaje al centro de la tierra
exclusivamente, sino en la puesta en escena, en la corporalidad
de los actores, en el prodigio de la escenografía. Construyó desde
complejas obras con motivos tradicionales, como Alejandro VI y
El cuarto de hora de Rabelais, hasta operas y operetas, junto con
su compañero, Aristide Hignard, quien componía la música. Una
de las más intensas es Señor Chimpancé, ópera en un acto en
la que juega con la teoría de la evolución, haciendo dudar si el
protagonista es un hombre o un mono.
Julio Verne creó los mundos de la infancia moderna. Hizo de la
juventud un lugar para el riesgo y la aventura. Mostró la poesía
en la ciencia. Usó la literatura como una fotografía de su amigo
Nadar, es decir, retrató un momento de la esperanza humana y su
derrota. Su enseñanza suena arcaica, un ruido débil perdido entre
las rocas. Se olvidará a Julio Verne cuando la humanidad deje de
soñar con el Nautilus y el Capitán Nemo, con volver a la luna,
surcar el fondo del mar o contemplar las entrañas de la tierra. Sin
embargo, permanece lo fundamental: con Verne aprendimos que
escribir es lo mismo que navegar por el universo. Mientras haya
curiosidad, existirán lectores para sus novelas.
Obras Consultadas
Butor, Michel. “Lecturas de infancia.” Verne, un revolucionario subterráneo. Ed. Noé Jitrik. Buenos Aires:
Paidós, 1968.
Evans, Arthur B. Jules Verne Rediscovered: Didacticism and the Scientific Novel. New York: Greenwood,
1988.
Hetzel, Pierre-Jules. “Avertissement de l’éditeur.” Les voyages extraordinaires par Jules Verne: Voyages et
aventures du capitaine Hatteras. Les anglais au pole nord - Le desert de glace. Paris: J. Hetzel, 1867.
Serres, Michel. Jouvences sur Jules Verne. Paris: Editions de Minuit, 1974.
Verne, Jules. “Souvenirs d’enfance et de jeunesse.” Bulletin de la Société Jules Verne 151. 3e trimestre:
2004.
Rodrigo del Río Joglar. Letras Hispánicas, Pontificia Universidad Católica
de Chile. Asistente del Centro de Estudios de Literatura Chilena y del Laboratorio
Hipermedios de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
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